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En un ejemplar del diario “El País” aparecido hace un tiempo Mario Vargas Llosa
plantea que la causa de la degradación de la enseñanza pública (
http://elpais.com/diario/2009/07/26/opinion/1248559212_850215.html ) en países
como Francia está en el Mayo del 68 y más particularmente en la influencia de las
ideas de Michel Foucault. El planteamiento no es nuevo, ni la pseudo
argumentación tampoco. Pero más que entrar en el tema de Mayo del 68 quiero
centrarme en lo que plantea Michel Foucault sobre la escuela (en relación a su
análisis del poder) y lo haré partiendo de la crítica de Vargas Llosa. Y no sólo por
lo apasionante del tema de la enseñanza pública, tan actual en nuestro país, sino
también para resituar a Michel Foucault y a sus ideas respecto al tema de la
educación y, algo más ampliamente, del poder.
Vayamos por partes. Intentaré resumir las ideas que expone Vargas Llosa en el
artículo, que escribe después de contemplar en un documental el terrorífico
escenario de la enseñanza pública en Francia, justo después de leer un libro (no
dice cual) de Michel Foucault; éste plantea las perversas ideas que han tenido
como efecto esta degradación actual de la escuela pública en Francia y otros
países. La ideas que expresa son las siguientes:
1) Para Michel Foucault la institución escolar es una estructura de poder para
reprimir y domesticar el cuerpo social a fin de introducir sutiles mecanismos para
mantener los privilegios y los grupos dominantes en el poder. La liberación de los
instintos libertarios pasa por hacer pedazos cualquier forma de autoridad,
especialmente la del docente.
2) Mayo del 68 fue un divertido carnaval de niños bien ( No entro aquí en la crítica
de este tópico porque me parece que ya ha sido suficientemente cuestionado y
criticado pero ya pone de manifiesto que lo que quiere Vargas Llosa no es
argumentar sino contentar a la galería que esperan escuchar cosas de este estilo.
3) La autoridad no es el poder sino “el prestigio y crédito que reconoce a una
persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna
materia,” Pero en la cultura, y sobre todo en la educación, ya no queda autoridad,
se lamenta Vargas Llosa.
4) Muchos maestros, continua, se lo creyeron, y así cavaron su propia fosa.
Entonces suspender a un alumno, hacerlos repetir o simplemente poner notas se
considera una transmisión de la ideología jerárquica, individualista, egoísta,
clasista y racista (sic).
5) La consecuencia de todo ello, concluye Vargas Llosa, es reforzar la división de
clases. Porque en Francia había, antes del Mayo del 68, una igualdad de
oportunidades que permitía promocionar socialmente, dice, a cualquiera que se lo
mereciera, fuera cual fuera la clase social de origen. La enseñanza privada y las
clases altas son entonces la que han salido ganando, y las clases populares las
perdedoras; éste sería el colofón de la argumentación.
6) Respecto a Michel Foucault, afirma con ironía Vargas Llosa, podemos decir
que fue el que consiguió gracias a su influencia que los pobres sigan siendo
pobres y los ricos sigan siendo ricos. Triste y paradójico destino para un filósofo
libertario, concluye.
El artículo pone de manifiesto el eco y la promoción que pueden tener artículos
tan demagógicos por la pluma de quién los escribe y la búsqueda de
argumentaciones interesadas. Entrar a rebatirlo se merecería un largo escrito que
no voy ha hacer, ya que lo que me interesa es entrar en el tema de Foucault y su
relación con el tema del que nos habla Vargas Llosa, la institución escolar. Pero
tampoco me privaré de algunos comentarios rápidos para desmontar lo tramposo
y superficial del discurso.
Para empezar “la autoridad” en el sentido del que nos habla es, evidentemente, lo
que todos los profesores quisiéramos tener pero mucho me temo que tanto hoy
como ayer es algo muy difícil de conseguir. Más bien lo que reclaman Vargas
Llosa y muchos otros de su cuerda es el puro y simple autoritarismo, es decir el
poder basado en el miedo, que es lo que predominó en otros tiempos. Esta
sinceridad es lo que se echa a faltar en este tipo de discursos y hay que decirlo
claro para saber a que atenerse. Por otra parte mezcla este tema con otro
diferente que es el de las notas, suspensos y repeticiones de curso. El tema de las
avaluaciones de los alumnos es suficientemente complejo como para liquidarlo en
términos simples. Y los problemas actuales de la enseñanza secundaria afectan
igual a la enseñanza pública que a la privada, que mucho que estos la maquillen.
Mención aparte es la apología del antiguo sistema escolar francés, que presenta
como el paraíso de la igualdad de oportunidades. Libros como El fin de la escuela
( Michel Éliard), muy crítico por cierto con las últimas reformas aparentemente
progresistas, ya nos plantean una reflexión seria y polémica que desmontar
tópicos como el que defiende Vargas Llosa,. Como plantea lúcidamente el autor la
igualdad de oportunidades es imposible en el capitalismo y lo que hay que
defender como una conquista de los trabajadores es la igualdad de derechos de
los jóvenes a la educación. Sociólogos como Daniel Cohen nos ha mostrado
también la contradicción entre el modelo universalista republicano y la existencia
de escuelas para la formación de élites procedentes de las clases dominantes,
secular en Francia Esto sin entrar, por supuesto, en la cínica afirmación de que es
la práctica basada en las ideas de Mayo del 68 y de Foucault las que han
aumentado en países como Francia las desigualdades sociales. Pero de lo que no
quiere hablar Vargas Llosa es de la causa real, que es la lógica capitalista. Es un
liberal que con todos sus privilegios se encuentra muy cómodo en el sistema. Y le
interesa, para cumplir su función ideológica, tirar pelotas fuera.
Su obra con referencia al tema educativo son varias pero no exclusivas, por ejemplo, “los
intelectuales y el poder” o “microfísica del poder”. En “vigilar y castigar” (1975) que en realidad
tiene como tema central al régimen carcelario, nos dice que en las escuelas el alumno está
vigilado, encerrado, examinado, distribuido en clases, jerarquizado en etapas, para tornarlo
dócil y moldeable, y de este modo ser un individuo que saldrá a la vida, y especialmente al
mundo del trabajo como obediente y disciplinado, para cumplir con las demandas
empresariales, que se tornaron muy nítidas a partir de los cambios del siglo XVIII y la
aparición de las fábricas. El maestro también está controlado, ya que debe cumplir un
programa, establecido por otra institución de poder. Ambos, docente y alumno, deben cumplir
las conductas que de ellos se esperan, homogeneizándolas, para no recibir las consecuencias
disciplinarias.