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CAUSA DE INMORTALIDAD

Una nota sobre la amistad cristiana en los Padres de la Iglesia.

El mundo antiguo conoce muy bien el concepto de amistad. Autores como griegos y
romanos como Pitágoras y Cicerón aportaron grandes ideas sobre el valor y cuidado de la
amistad. La Biblia misma presenta ejemplos elocuentes de amigos: David y Jonatán, Cristo
y Lázaro, y otros discípulos. La máxima de Cristo de dar la vida como signo perfecto de la
amistad viene entendida como producto del amor del Padre quien, teniendo la iniciativa de
amar a su criatura, no escatimó la vida de su propio hijo, con tal de recuperar la amistad
perdida del hombre en el paraíso, reintegrándolo a la salvación. La mentalidad griega bajo
la cual floreció la práctica de la amistad cristiana afinó las diferentes acepciones del
carácter creativo de la convivencia humana, distinguiendo entre el amor erótico, el filial, el
maternal, y el amor de gracia divina, perpetuado como ejercicio de la caridad. Así, la gran
mayoría de los pensadores cristianos antiguos descubrieron en la amistad una realidad
esencial para la vida. Por ejemplo, en la vida práctica se conoce la gran amistad que existía
entre Ignacio de Antioquía y Policarpo de Esmirna reflejada en sus cartas, haciendo
constante referencia de la importancia de la fe cristiana, acompañándose mutuamente hasta
sufrir el martirio por causa de Cristo. También podemos citar al autor alejandrino Orígenes,
quien no negó nunca su amistad con Ambrosio, discípulo y preceptor suyo, a quien debió
consolar en los momentos previos del martirio con las palabras inspiradas del evangelio.
Por último, la comunidad filosófica que inauguró San Agustín en la quinta de Casiciaco,
con el objetivo de compartir las ideas y la familiaridad es otro célebre testimonio de
amistades unidas por los ideales. El mismo Agustín considera la amistad como un bien que
el hombre posee naturalmente, y que, por tanto, va deseado por sí mismo y no para
segundos fines, inclusive gusta de la definición que Cicerón había dado de la amistad:
Comunicación, mediante benevolencia y amor, de las cosas humanas y divinas. Agustín
pondrá de relieve la comunicación de las cosas divinas, enmarcando mejor el aspecto
propio de la amistad cristiana. Así, el esfuerzo por conservarla se hace perfecta y eterna
uniendo a los amigos al mismo Señor Jesús. San Jerónimo dice que la cualidad específica
de la amistad debe ser su duración, no transitoria ni perenne porque es necesario que en ella
tenga parte el mismo Dios, en cuanto a que es su misma eternidad la que garantiza la
eternidad de la amistad. Mejor expresión de este alto concepto de la amistad lo tiene San
Ireneo de Lyon al decir: la amistad divina es causa de inmortalidad para todos los que
entran en ella. Tener amigos engrandece a la persona, ser amigo de Dios es asegurar la
gloria y la inmortalidad. Los Padres antiguos entendieron bien lo que quería decir salvar la
vida del amigo, corregirlo fraternalmente. San Atanasio instruía a sus fieles a través de sus
homilías diciendo que es necesario que los amigos huyan del pecado ayudándose
mutuamente, evitando, además, la amistad con los herejes, es decir con aquellos que tenían
una mala comprensión de Dios. Las características de la amistad cristiana han sido
ampliamente señaladas por San Ambrosio de Milán sobre la base de los textos de la
Sagrada Escritura, sin embargo un dato que sintetiza su idea sobre la amistad cristiana
consiste en que ésta puede ser entendida como la relación simple y directa que tiene el
hombre con Dios, esto gracias a la mediación del Verbo: es Cristo, de hecho, quien ha
instaurado un género de vida que conduce a Dios, de modo que todas las cosas son
comunes a estos amigos, Dios y el hombre. San Ambrosio clarifica así la idea que habían
desarrollado los padres alejandrinos Clemente y Orígenes. El objetivo fundamental de la
amistad es establecer una alianza que es sinónimo de comunión de amigos. Pero el
verdadero proyecto de los amigos en el cristianismo no se queda allí sino que puede ser
ampliada hacia las criaturas celestes, en opinión de San Agustín y de San León Magno; es
una tensión que nos debe llevar a entender la amistad incluyendo a los propios enemigos.
La amistad primera es la que establece Dios con su criatura, el más grande amigo
del hombre es Dios mismo. Quien está bien con Dios puede decir que tiene amigos porque
es él quien suscita los verdaderos sentimientos de unidad, longanimidad y caridad para
sostener un proyecto de eternidad y de inmortalidad. Poniendo las cosas en común, los
fieles se convierten en sujetos de comunicación de las cosas humanas y divinas, caminado
juntos, haciéndose amigos, hermanos, haciéndose uno solo como el Padre y el Hijo son
uno. La amistad cristiana es causa de inmortalidad porque Dios está presente en ella, y así
la entendieron los Padres de la Iglesia, no sólo sobre la teoría sino llevándola santamente a
la práctica.

Alberto Hernández Ibáñez

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