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pago es un término con distintos usos.

Cuando la palabra proviene del verbo pagar, se trata de


la entrega de un dinero o especie que se debe, o de la recompensa, premio o satisfacción.

Pago

El pago es, por lo tanto, un modo de extinguir obligaciones a través del cumplimiento efectivo
de una prestación debida. El sujeto activo es quien realiza el pago: puede ser el propio deudor
o un tercero (quien paga en nombre y representación del deudor). El sujeto pasivo, en cambio,
es quien recibe el pago (el acreedor o su representante legal). El pago siempre debe coincidir
con el contenido de la obligación.

Por ejemplo: “Tenemos que llamar a la empresa de González, aún no realizó el pago del mes”,
“Estoy muy contento, acabo de recibir el pago por el trabajo que realicé para Estados Unidos”,
“Miguel está preocupado, tiene que realizar el pago del alquiler pero no le alcanza el dinero”,
“La peor parte de mi trabajo es reclamar los pagos y escuchar las excusas de los clientes”.

Partiendo de dicha acepción nos encontramos con una gran variedad de términos que utilizan
ese significado y la palabra que nos ocupa para establecer matizaciones. En concreto, por
ejemplo, existe lo que se conoce como carta de pago. Esta podemos establecer que es un
documento en el que una persona reconoce haber recibido toda o parte de la deuda que se le
debía.

De la misma forma, tampoco podemos pasar por alto el término dación en pago. Este se
emplea fundamentalmente en el ámbito del Derecho para referirse a aquella acción que lleva
a cabo la persona que tiene una deuda y que no puede solventar la misma mediante el dinero
correspondiente. En ese caso, lo que hace es transmitir al acreedor el dominio de algo (coche,
inmueble…) en sustitución de la mencionada cantidad monetaria.

Otro de los términos relacionados con esa acepción que nos ocupa es suspensión de pagos.
Con esa expresión lo que se hace es determinar una situación en la que un comerciante o
empresario se encuentra en un momento en el que no puede hacer frente al pago de los
gastos y responsabilidades que tiene. Una situación que, por regla general, se suele comunicar
a la autoridad judicial pertinente para que tenga en cuenta la misma.

A todos estos términos expuestos habría que añadir uno más que se encuentra en la misma
línea. Nos estamos refiriendo a lo que se conoce como papel de pagos. Este es un documento
que expide Hacienda y que tiene como objetivo servir para poder hacer frente a una serie de
obligaciones económicas con el Estado.

Otra acepción del término proviene del vocablo latino pagus y está vinculado a un cierto
distrito, pueblo o aldea. En España y otros países el concepto se usa para nombrar a territorios
relativamente pequeños, mientras que en Argentina, Uruguay y Bolivia el pago es el lugar
donde una persona ha nacido o está arraigada: “Hace cuarenta años que vivo aquí, pero
todavía extraño a mis pagos”, “Trabajo en la ciudad, pero mi pago es el campo”, “Mi novia
nació en Balcarce, los pagos de Juan Manuel Fangio”.

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El politólogo estadounidense de origen japonés Francis Fukuyama asegura que el éxito de un


país está en la alta calidad de su gobierno con la gente más capacitada en la dirección, sin
importar si es democrático o autoritario. Sostiene el académico que todo país, sea
democrático o autoritario, estaría en mejor posición si cuenta con una administración pública
de alta calidad.

Fukuyama pone a China como ejemplo, que a pesar de no ser democrático se ha construido en
base a la meritocracia, constituyendo un gobierno de alta calidad impulsado por el Partido
Comunista que puso énfasis en contar con tecnócratas con buena educación.

No es que la solución sea un gobierno autoritario como el chino, pero hay que reconocer que
tiene una administración calificada.

Y eso hizo Trujillo, contar casi siempre con una administración calificada a su servicio, por lo
que pudo mantenerse en el poder por 31 años.

Como dijo Juan Bosch, que Trujillo supo gobernar, no que era buen gobernante.

Siguiendo la pauta trazada por su equipo económico, Trujillo pudo pagar la deuda externa para
liberar al país del control de su soberanía económica.

Cuando asumió la Presidente de la República, el 16 de agosto de 1930, las aduanas estaban


ocupadas por un interventor de Estados Unidos, el tesoro exhausto y los ingresos fiscales en
caída, obligando a tomar medidas de ajuste, causando desempleo y una restricción en el
circulante lo que entorpeció la marcha comercial. En ese año las cobranzas fueron de 10
millones de dólares, cinco menos que el año anterior. En 1931 descendieron a siete millones
350 dólares y a menos de siete en el 1932.

El ciclón de San Zenón había destruido la ciudad de Santo Domingo al azotarla el 3 de


septiembre de 1930.
Frente a la insoportable situación, el presidente Trujillo dio instrucciones al embajador
dominicano en Washington, Roberto Despradel, para que informara al Departamento de
Estados de Estados Unidos que “el presidente Trujillo había enviado al Congreso un proyecto
de Ley de Emergencia, mediante el cual … sobre la base del presente nivel de las entradas
aduaneras, pondrá a disposición del Gobierno dominicano rentas adicionales que montarán
aproximadamente cien mil dólares anuales”.

Agregaba el mensaje que “tal acción tendrá necesariamente como resultado la paralización
por la República Dominicana del pago de las cantidades de amortización sobre los bonos
extranjeros… hasta el 31 de diciembre de 1933”.

Para su dicha, el país recibió la repuesta positiva a través del secretario de Estado
norteamericano, Henry S. Stimson, que dijo: “Entiendo que es firme propósito de su Gobierno
reanudar tan pronto como sea posible los pagos que, ahora, han de ser aplazados…”

Trujillo solicitó al Comité de Tenedoras de Bonos de la Deuda una prórroga de la Ley de


Emergencia hasta el 31 de diciembre de 1937 o un reajuste en las condiciones de pago de la
amortización en forma que el Gobierno pudiese cumplir regularmente su compromiso. El
comité se decidió por el reajuste.

En el 16 de mayo de 1934 Trujillo fue reelecto y planteó al Departamento de Estado distintas


fórmulas que sustituyeran la Convención que había sido firmada el 8 de febrero de 1907, en la
que se le otorgó el control aduanero del país a Estados Unidos.

Trujillo aprovechó que en ese momento había un movimiento regional en contra de la


intervención y de respeto de la soberanía de los pueblos.

Personalmente, investido con el rango de embajador especial, Trujillo viajó a Estados Unidos
para gestionar la eliminación de la Convención de 1907. Le envió una comunicación al
presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, en la que le expresaba: “Podría
usted, señor Presidente, nombrar un receptor general de las Aduanas dominicanas a un
ciudadano de mi país, o podría dejar vacante el cargo brindando a nuestro Gobierno la
oportunidad de volver por sus fueros y designar (por sí mismo) un nuevo funcionario…”

Agregaba que “de este modo podría usted, señor Presidente, dar (al entredicho) una solución
equitativa y ejemplar que nada alteraría los factores de garantía de los empréstitos que ya
tiene la conjunta de los gobiernos de Estados Unidos y de la República Dominicana… Dándole
al pueblo dominicano una satisfacción moral…”.
El presidente Roosevelt fue receptivo buscando un punto de equilibrio de acuerdo entre el
planteamiento dominicano y lo que él consideraba una buena garantía para los tenedores de
bonos.

Abrogó la convención de 1907 y el 24 de septiembre de 1940 se firmó al tratado Trujillo-Hull,


que constituyó el inicio del rescate de la soberanía económica. Trujillo terminó de pagar la
deuda externa el 14 de julio de 1947.

Tras ese paso Trujillo creó el Banco Central de la República Dominicana, el peso dominicano, a
la par del dólar, el Banco Agrícola e inició un proceso de reconstrucción de la economía del
país.

El elevado monto destinado al pago de la deuda externa que contempla el presupuesto de


República Dominicana genera preocupación y críticas.

814 mil 821 millones de pesos, equivalentes a unos 17 mil millones de dólares, es el
Presupuesto General de la Nación que aprobó el Congreso dominicano para el año 2018. De
este monto, 126 mil 679 millones de pesos que al cambio actual representan más de 2 mil 600
millones de dólares, están contemplados al pago de la deuda, una cifra que políticos y expertos
califican como exagerada.

Para el próximo año, solo el Ministerio de Educación recibirá más recursos que los que se
destinarán al pago de compromisos, la mejor señal para que el Estado modere su nivel de
endeudamiento según los especialistas.

Pese a que el Gobierno lo ha descartado, la carga de la deuda pudiera obligar a las autoridades
a implementar una reforma tributaria.

Otro elemento que genera críticas al Presupuesto del 2018 es que el renglón de las deudas
supera en más de 48 mil millones de pesos los recursos que se invertirán en el Ministerio de
Salud.

El monto de la deuda externa de República Dominicana es de poco más de 36 mil 135 millones
de dólares, correspondientes al 51 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).

Stephanie Andújar, Santo Domingo.

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