Cornelio Saavedra murió en 1829 y al año siguiente se publicó su Memoria Autógrafa.
En ella se defiende frente a sus detractores y también destaca el inicio de la Revolución:
“La invasión de Napoleón a la España; la destitución del rey Fernando, sus
abdicaciones a favor de su padre el rey Carlos IV, y las de éste en la dinastía del mismo Napoleón: el reconocimiento que se hizo del nuevo rey José, hermano de aquél, en la misma Corte de Madrid, y obediencia que le tributaron los Grandes y Nobles del reino en la mayor parte; la ocupación de casi toda la Península, excepto Cádiz y la isla de León: el abandono que experimentamos de aquella Corte cuando se le pidieron auxilios de tropas y armas para repeler la segunda expedición inglesa y su insultante contestación de ”defiéndanse ustedes como puedan, etc. etc.”, ¿qué otro resultado habían de tener que el de desenrollar y hacer salir a luz el germen de nuestra libertad e independencia? Es indudable en mi opinión, que si se miran las cosas á buena luz, a la ambición de Napoleón y a la de los Ingleses, en querer ser señores de esta América, se debe atribuir la revolución del 25 de mayo de 1810... Si no hubieran sido repetidas éstas, si hubieran triunfado de nosotros, si se hubieran hecho dueños de Buenos Aires: ¿Qué sería de la causa de la patria, dónde estaría su libertad e independencia? Si el trastorno del trono español, por las armas o por las intrigas de Napoleón que causaron también el desorden y desorganización de todos los gobiernos de la citada Península, y rompió por consiguiente la carta de incorporación y pactos de la América con la corona de Castilla; si esto y mucho más que omito por consultar la brevedad no hubiese acaecido ni sucedido, ¿pudiera habérsenos venido á las manos otra oportunidad más análoga y lisonjera al verificativo de nuestras ideas, en punto á separarnos para siempre del dominio de España y reasumir nuestros derechos? Es preciso confesar que no, y que fue forzoso y oportuno aprovechar la que nos presentaban aquellos sucesos. Sí, a ellos es que debemos radicalmente atribuir el origen de nuestra revolución, y no a algunos presumidos de sabios y doctores que en las reuniones de los cafés y sobre la carpeta, hablaban de ella, mas no se decidieron hasta que nos vieron (hablo de mis compañeros y de mí mismo) con las armas en la mano resueltos ya a verificarla. (…)”.
Cornelio Saavedra, Memoria Autógrafa, en Biblioteca de Mayo, t. II, Buenos Aires,