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I.

Falta de opiniones relativistas en el siglo XVIIII

→ Es una verdad aceptada que la idea básica de los philosphes franceses es que el hombre forma una pieza con la
naturaleza: hay una naturaleza humana tan invariable... como el universo de Newton. Modales, modas, gustos pueden
diferir, pero las mismas pasiones que impulsan a los hombres en todas partes, en todas las épocas, provocan el mismo
comportamiento. Sólo lo constante, lo gneral, lo universal es real, y por tanto sólo eso es verdaderamente humano
(Clifford Geertz). Sólo es verdad aquello que cualquier observador racional, en cualquier época, en cualquier lugar,
puede, en principio, descubrir. Los métodos racionales (hipótesis, observación, generalización, verificación
experimental cuando es posible) pueden resolver problemas sociales e individuales, como han resuelto triunfalmente la
física y la astronomía-.
→ Algunos philosophes eran pesimistas respeecto a las posibilidades de una ilustración universal, al menos en un futuro
previsible; pero ninguno de ellos negaba que fuese alcanzable en teoría, si es que no en la práctica.
→ Había pensadores cristianos, como Bossuet o Pascal, que sostenían que el hombre después de la caída no tenía medios
de alcanzar la verdad plena, que sólo poseía Dios. La mayoría de los philosophes reaccionaron contra esa postura: para
ellos la visión cristiana del hombre era demostrablemente falsa.
→ Ni las especulaciones de Hume ni las de Diderot constituían una forma de relativismo. Locke, pese a su célebre y
larga lista de sociedades que contemplaban sin desaprobación el parricidio, el infanticidio, el canibalismo y otras
prácticas monstruosas, sostenía sin embargo que virtudes y vicios... son en general los mismos en todas partes, dado
que son absolutamente necesarios para mantener en pie a la sociedad. De entre los escritores del siglo XVIII quizá
Sade y Deschamps formulasen opiniones genuinamente relativistas respecto a los fines y respecto a los medios, pero
fueron figuras marginales y menos precidas. Y al eliminarse las diferencias culturales, lo que queda, al menos hasta
Burke, es el hombre natural de Rousseau.

II. Vico y Herder, ¿relativistas?

→ Esta posición, quizás el supuesto más profundo del pensamiento occidental, lo combatieron dos de los padres del
historicismo moderno [en el sentido de la palabra de Meinecke], Vico y Herder. Estos pensadores negaron que fuera
posible establecer la verdad última en todas las áreas del pensamiento humano aplicando las leyes de las ciencias
naturales. A ambos se les califica a veces de relativistas. (p. 143) Pero hay dos tipos de relativismo:
1) Relativismo de los juicios de hecho: éste niega, en su forma más fuerte, la posibilidad misma de conocimienot
objetivo de los hechos, puesto que toda creencia está condicionada por el lugar que ocupa en el sistema social, y
en consecuencia por los intereses, conscientes o no, del teorizador, o de la clase a que pertenece. En su versión
más débil (la de Karl Mannheim), exime las ciencias naturales de este problema, o considera que hay un grupo
privilegiado (en opinión de Mannheim, la intelligentsia) libre, un tanto misteriosamente, de estos factores
deformantes. [Berlin cree que la versión primera, o más fuerte, se refuta a sí misma en el fondo, pero este no es
lugar para discutirlo, dice] (p. 144)
2) Relativismo de los juicios de valores o puntos de vista completos. Nadie, que yo sepa, ha atribuído un relativismo
respecto al conocimiento fáctico a Vico o a Herder. Su crítica a la posición antihistórica que ellos atribuyen a las
lumières franceses se limita a la interpretación y valoración de culturas y actitudes del pasado. (p. 144)
→ Vico:
- Cada etapa del ciclo histórico de las culturas expresa una valores autónomos propios, una visión del
mundo propia, una concepción propia, sobre todo, de las relaciones de los hombres entre sí y con las fuerzas de la
naturaleza, y sólo en función de esto podríamos entender nosotros, sus descendientes, su cultura, es decir, el
significado atribuido por esos mismos hombres a lo que hubiesen hecho.
- Para entender lo que veían, sentían y pensaban nuestros antepasados no basta con limitarse a registrar la
conducta humana observada y ofrecer explicaciones causales de ella.
- Cada una de estas culturas no es sólo un eslabón en una cadena causal, sino una fase en un plan
providencial regido por un objetivo divino. Cada fase es inconmensurable con las otras, pues cada una vive iluminada
por su propia luz y sólo puede entenderse en sus propios términos.
- Si se interpreta o, peor aún, se valora una civilizacióin aplicando criterios que sólo tienen sentido para
otras civilizaciones, se tegiversará su carácter, por una forma de lo que se combate hoy como imperialismo cultural.
→ Vico y Herder: insisten en el uso de una facultad imaginativa especial que permita a los historiadores entrar en puntos
de vista que ellos percibiesen, pese a entenderlos como diferentes de los suyos propios. Esta doctrina, tanto si aplica a
las etapas pasadas de un ciclo recurrente (Vico), como si se aplica a diferencias de cultura nacional (Herder), es
totalmente incompatible con la expresada por Racine o Voltaire, este último al parecer convencido de que los valores
fundamentales de los hombres civilizados eran en todas partes y en todas las épocas prácticamente idénticos; era aún
menos incompatible con la posición de los enciclopedistas que creían en el progreso lineal, en un solo movimiento
ascendente de la humanidad de la oscuridad a la luz, que, tras muchos tumbos y muchos rodeos y retrocesos,
culminaba al fin en el reino ideal del conocimiento, la virtud, la sabiduría y la felicidad.

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→→ Th.: Es errónea la idea de que la oposición de Vico y Herder a los principios fundamentales de la Ilustración,
debida a la concepción que tienen de la autonomía cultural de las diferentes sociedades y de la inconmensurabilidad
de sus sistemas de valores, constituye una forma de relativismo.

→ Vico y Herder no son relativistas si se entiende por ello que son no ya simplemente historicistas que creen que el
pensamiento y la actuación de los seres humanos sólo son del todo inteligibles en relación con su marco histórico, sino que
son partidarios de una teoría de la ideología según la cual las ideas y actitudes de los individuos y de los grupos están
indefectiblemente determinadas por factores condicionantes variables.

III. Origen del relativismo: siglo XIX (Wissensoziologie antes de Marx y los hegelianos? –no...)

→ Las dudas sobre la posibilidad de un conocimiento objetivo del pasado, sobre puntos de vista cambiantes respecto a él
determinados por actitudes y valores transitorios –como las que se atribuyen a Mommnsen en su vejez y a Wilamowitz en
su juventud, discutidos ansiosamente por Max Weber, Rickert, Simmel, y que condujeron a las conclusiones radicales de
Karl Mannheim y su escuela–, estos problemas tuvieron su origen en mi opinión en el siglo XIX. (p. 148) El verdadero
relativismo surgió del irracionalismo romántico alemán, la metafísica de Schopenhauer y Nietzsche, la aparición de
escuelas de antropología social, las doctrinas de William Graham Sumner y Edward Westermarck, sobre todo por
influencia de pensadores que no eran ellos mismos relativistas, como Marx o Freud: el relativismo, en su forma moderna,
tiende a surgir de la idea de que los puntos de vista de los hombres están inevitablemente determinados por fuerzas que no
suelen ser conscientes: la fuerza cósmica irracional (Schopenhauer), la moral vinculada a la clase (Marx), los impulsos
inconscientes (Freud), la perspectiva de la variedad de costumbres y creencias condicionadas por circunstancias
predominantemente no controladas por los hombres (antropólogos sociales).

IV. Vico y Herder, no relativistas, sino pluralistas

→ Vico: los poemas homéricos sólo pudieron componerse en una sociedad dominada por una elite violenta, ambiciosa,
codicosa y cruel de “héroes”, no podrían haberse compuesto en su propia época “ilustrada”.
→ Herder: para entender la Biblia hay que intentar entrar en el mundo de los pastores nómadas de Judea; quienes han visto
a los marinos luchar con las aguas del Skagerrak pueden entender mejor la belleza de las sagas escandinavas.

= a menos que logremos hacer eso, según estos pensadores, no lograremos entender qué sostenía a aquellos hombres tanto
espiritual como materialmente. No pretenden decirnos que los valores de estas sociedades debilitan los nuestros, pq la
existencia de valores contrapuestos no tiene por qué significar que sólo uno de ellos sea válido. Más bien, quieren que
consideremos a estas sociedades como diferentes de la nuestra en las que sin embargo nosotros, seres humanos, podemos
hallar una vía, “entrar” en expresión de Vico. La vida permite una pluralidad de valores, de autenticidad similar, que no se
pueden ordenar en una jerarquía atemporal, o juzgar en función de un patrón absoluto. Los mieimbros de sociedades
diferentes pueden admirar o condenar esos valores (en función de sus propios sistemas de valores), pero si son lo
suficientemente imaginativos, sobre todo pueden intentar entenderlos. En la sede de la historia humana hay muchas
mansiones: ese punto de vista puede ser anticristiano; pero parece que lo sostuvieron, pese a ello, estos dos piadosos
pensadores del siglo XVIII. (p. 151). A esta doctrina se la llama pluralismo.

→ Pluralismo: hay muchos fines, muchos valores últimos que persiguen diferentes sociedades en diferentes épocas, o
grupos diferentes en la misma sociedad, o incluso individuos particulares dentro de ellas. Pero la variedad no puede ser
ilimitada, pues la naturaleza de los hombres, aunque diversa y sujeta a cambio, debe poseer cierto carácter genérico para
que pueda llamársele humana. Esto justifica, a fortiori, diferencias entre culturas enteras. Y esa variedad no entraña
relativismo de valores, sino sólo la idea de una pluralidad de valores no estructurada jerárquicamente.
→ Relativismo es diferente: es una doctrina según la cual el juicio de un hombre o grupo, dado que es expresión de un
gusto, una actitud emotiva o un punto de vista, es sólo lo que es, sin ninguna correspondencia objetiva que determine su
veracidad o falsedad: a mi me gusta una montaña, a ti no: todo depende del punto de vista de cada uno.
→→ Pero los valores de cada cultura, o cada fase de una cultura, no son (para Vico o Herder) meramente sicológicos, sino
datos objetivos, aunque no por ello necesariamente conmensurables, ni dentro de una cultura ni (aún menos) entre culturas.

→ Por ejemplo, Vico y Herder no creerían que puede responderse a la pregunta “¿Quién es mejor, Shakespeare o
Addison?” (Voltaire pensaba que sí).
Relativismo: no hay valores objetivos.
→ Versión más extrema del relativismo cultural: dadas las enormes diferencias entre las culturas, una cultura apenas
puede ni empezar a entender siguiera lo que anima a otras civilizaciones; sólo puede describir su conducta, pero no su
propósito ni su signficado. Si ello fuese cierto (como parecía afirmar, por ejemplo, Spengler, y en algunas ocasiones
hasta Dilthey) la idea misma de la historia de la civilización se convierte en un rompecabezas insoluble.
→ Relativismo: idea de hombres sometidos, por la tradición, la cultura o la clase social, a escalas de valor particulares
que hacen que sus puntos de vista resulten extraños y hasta incomprensibles, lo cual conduce a un escepticismo
respecto a los criterios objetivos, puesto que pasa a carecer de sentido preguntar cuál de ellos es correcto.

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Pluralismo: Vico y Herder, sin embargo, abogan por el uso de la imaginación histórica, que puede permitirnos “entrar en” o
“sentise uno dentro de” la mentalidad de sociedades remotas; así entendemos lo que significan los actos de los hombres en
cuestión. Esa mentalidad puede atraernos o repugnarnos, pero entender un pasado cultural es entender cómo hombres como
nosotros mismos, en un medio concreto, natural o hecho por el hombre, podrían expresarlos en sus actividades y por qué.
→→ El pluralismo es en este sentido anterior, en realidad, al nuevo historicismo del siglo XVIII. Estamos ante él cuando
en el siglo XIII los juristas partidarios de la Reforma (Pasquier, Dumoulin, Hotman) argumentan que si bien la costumbre y
el derecho de la Roma antigua eran importantes para Roma, no tenían por qué serlo para los descendientes de los francos o
los galos; insistían en la validez igualmente objetiva de ciertos valores para sociedades y condiciones distintas.
→ Del mismo modo, cuando Herder dice cada nación o tiene su centro de felicidad dentro de sí misma, lo mismo
que cada esfera tiene su centro de gravedad, admite un solo principio de gravitación: Herder quiere elaborar una
antropología que permitiera decir qué crea la felicidad de qué conjunto social; la mejora general y progresiva del
mundo es una ficción. Ningún verdadero estudioso de la historia y del corazón humano podría creer en eso. Cada
etapa del desarrollo tiene su valor propio: el joven no es más feliz que el niño inocente y satisfecho; ni es más
desdichado el pacífico anciano que el hombre vigoroso en la flor de la vida. Hay un orden, un crecimiento, una
dependencia de cada etapa respecto a otra, pero no hay un progreso hacia un grado óptimo. Aun así, todas las
verdaderas cimas del esfuerzo humano, basadas en diferencias, de necesidades y circunstancias, son para Herder
igualmente objetivas y cognoscibles. Esto no tiene nada que ver con el relativismo.
→ Vico y Herder insisten en que necesitamos y podemos trascender los valores de nuestra propia cultura o nación o clase,
o los de otras casas sin ventanas cualquiera en las que pretenden confinarnos algunos relativistas culturales. Los escritos de
Herder están llenos de ejemplos contemporáneos de desdén hacia culturas no europeas o hacia la Edad Media europea (en
algunos aspectos, según él, superiores a la nuestra) debido a la tendencia de las lumières, tanto francesas como inglesas, a
ver el pasado a través de las gafas deformadoras de lo que Vico, con ironía similar, llama nuestros tiempos ilustrados.
→ Ambos autores, a diferencia de pensadores posteriores, atribuyen la ceguera (de autores como Gibbon o Voltaire) no a la
influencia de fuerzas impersonales inevitables, sino, como los escépticos de los siglos XVI y XVII, a parcialidad o
ignorancia o falta de integridad, de las que puede librarse cualquiera recurriendo a los poderes normales de la imaginación,
a un mayor conocimiento y un mayor respeto a la verdad, virtudes al alcance de todos.
→ Tres formas de no ver más allá de nuestro Kulturkreis:
1. Atribuir a miembros de otras civilizaciones motivos, valores que imperan en la propia: es el menosprecio
anacrónico del cambio histórico contra el que previenen Vico y Herder
2. Una antropología que siga el modelo de las ciencias biológicas, intentar edificar una ciencia del hombre
caracterizada por la objetividad neutra de otras ciencias naturales, al precio de considerar a los seres humanos
como menos que humanos.
3. Un escepticismo generalizado: no podemos conocer lo que está fuera del ámbito de nuestra cultura ni especular
sobre ello; historia y antropología pueden ser ficciones condicionadas por la cultura.
→ Entender no es aceptar. Vemos a Vico condenando la injusticia social y la brutalidad de la sociedad homérica, a Herder
ataca a los grandes conquistadores y destructores de culturas locales (Alejandro, César, Carlomagno). Ello no sería
coherente si los consideráramos relativistas, pero es compatible con el pluralismo, que simplemente niega que haya una
moral verdadera y sólo una. Se puede rechazar una cultura por que se la considere moralmente repugnante, pero sólo si el
comportamiento de esa cultura nos es inteligible podremos hacer algo más que descibrirla; no sabríamos lo que pretendían
esos hombres, no serían hermanos nuestros (como suponían Vico y Herder que eran todos los seres humanos).
→ Vico y Herder, en el campo del conocimiento, no son pluralistas. Si en el ámbito de los valores y de la acción estos
padres de la historia cultural no fueron relativistas, en el del conocimiento no fueron ni siquiera pluralistas . En ellos no hay
rastro de Wissensoziologie: nunca opinaron que, debido a nuestro condicionamiento cultural, no podamos alcanzar
certidumbres. Sobre el tema de la verdad fáctica coinciden con la Ilustración: sólo hay una verdad, no muchas, la misma
para todos los hombres universalmente, y es lo que los hombres racionales aseguran que es, lo que sus métodos críticos
descubren. La idea de que el concepto de hecho es en sí mismo problemático, que todos los hechos encarnan teorías (según
la formulación de Goethe, por ejemplo) o actitudes ideológicas socialmente condicionadas, parece tan alejada de ellos
como lo está del enfoque de Ranke. La opinión de éste de que todas las épocas son iguales a los ojos de Dios podría
haberla expuesto Herder, pues es un sentimiento innegablemente pluralista. Para hallar un desarrollo completo de las ideas
de distorsión ideológica o sicológica de la naturaleza objetiva de la verdad ha de esperar uno a Hegel y sus discípulos los
hegelianos de izquierdas, incluído el primer Marx. El relativismo que tan profundamente ha preocupado a historiadores,
sociologos, antropólogos y filósofos de la historia durante los últimos cien años es, principalmente un legado de las
escuelas de pensamiento que consideran la actividad humana motivdada predominantemente por fuerzas ocultas e
ineludibles. Esta es la herencia del marxismo, de la sicología profunda, de la sociología de Mannheim y otros■

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