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CLAUDIA AGOSTONI
Résumés
Español English
La consolidación de las instituciones y la ampliación de los programas de salud pública durante el
transcurso de la primera mitad del siglo pasado, fueron procesos en los que participaron
numerosas mujeres en alguna de las diferentes vertientes en las que se configuró la enfermería:
visitadoras o sanitarias, de hospitales y como ayudantes. En las siguientes páginas, se prestará
atención a la importancia que revistió la formación de enfermeras visitadoras por parte del
Departamento de Salubridad Pública y de la Fundación Rockefeller entre 1920 y 1930, así como a
las diversas labores que desempeñaron en los programas de salud materno-infantil y en las
campañas de vacunación contra la viruela entre 1920 y 1940. Asimismo, se estudiará la
importancia que revistió la construcción y modernización de hospitales generales y especializados
a partir de la década de 1940, y se destacará que la modernización y ampliación del ámbito
hospitalario y la creciente especialización de la enfermería, no desembocó en un cambio referente
a las percepciones y valoraciones de las conductas y saberes de esas mujeres en el ámbito de la
salud pública institucional.
The consolidation and expansion of the public health programs in Mexico during the course of
the first half of the twentieth century was possible due to the work of numerous women in the
different branches of nursing: as visiting nurses, hospital nurses and nurse assistants. The
following pages will examine the importance that the training of visiting nurses acquired during
the 1920s and 1930s for the Department of Public Health and the Rockefeller Foundation; the
work that they carried out in favour of maternal and child health, as well as their participation
during the smallpox vaccination campaigns in both urban and rural settings from the 1920s to
the 1940s. Also, the pre-eminence that the modernization and construction of hospitals had as of
the 1940s will be addressed, with the purpose to underline that the enlargement of the hospital
system, alongside the increasing specialization of nursing, did not alter the perceptions and
appreciations regarding their work in the realm of the state-led public health campaigns.
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11/10/2019 Instruir, confortar y cuidar: enfermeras visitadoras y de hospitales en México, 1920-1950
Entrées d’index
Keywords : visiting nurses, maternal and child health, vaccination, hospitals, hospital nurses
Palabras claves : enfermeras visitadoras, salud materno-infantil, vacunación, hospitales,
enfermeras de hospitales
Texte intégral
Introducción
1 La consolidación, ampliación y sofisticación de las instituciones y servicios nacionales
de salud en América Latina fueron procesos compartidos que se registraron entre las
décadas finales del siglo diecinueve y la primera mitad del siglo pasado, como ha sido
analizado en diferentes investigaciones históricas.1 Entre las temáticas que, en el caso
particular de México han sido estudiadas con mayor detenimiento, sobresalen la
formación, prácticas y crecientes vínculos de diferentes médicos e higienistas con el
Estado; las labores y estrecha colaboración entre los profesionales de la medicina,
ingenieros e inspectores sanitarios en aras del saneamiento y reordenamiento urbano;
la reglamentación del ámbito de la salud pública y privada; las empresas de
higienización de hospitales, cárceles, asilos y escuelas, al igual que la organización e
implementación de diferentes campañas para contener la propagación de distintas
enfermedades endémicas y epidémicas de manera sistemática a nivel local y federal.
También se ha prestado creciente atención al examen de las trayectorias públicas y
privadas de algunos de los más destacados integrantes de la salud pública institucional,
sobresaliendo las de los médicos y funcionarios públicos Eduardo Liceaga, José María
Rodríguez, Miguel E. Bustamante y Gustavo Baz Prada, entre otras temáticas. 2
2 Sin embargo, un acercamiento más cuidadoso de los actores del ámbito de la salud
pública institucional denota que durante la implementación de los programas y
campañas de salud a lo largo de la primera mitad del siglo pasado, participó un amplio
y heterogéneo personal médico y paramédico, y que en el mismo, fue particularmente
relevante la participación de numerosas mujeres cuyas labores no han sido abordadas
con detenimiento en la historiografía mexicana. Por ende, las mujeres que trabajaron
en clínicas, dispensarios y centros de higiene y en las diferentes campañas organizadas
para contener los contagios de enfermedades como la viruela y la tuberculosis, o bien
aquellas que visitaron escuelas, casas y centros de trabajo, que recorrieron ciudades y
pequeños pueblos y municipios rurales, o que se ocuparon de atender y asistir a
pacientes internados en diferentes hospitales generales y especializados en la ciudad de
México y en otras ciudades, son temáticas que aún exigen de detalladas investigaciones
históricas.
3 Frente a lo anterior, y con el propósito de contribuir a avanzar en ese sentido, en el
artículo se sostendrá que la consolidación de las instituciones y que la ampliación de los
programas de salud pública estatal entre las décadas de 1920 y 1950, fue posible debido
a las labores de numerosas mujeres en el ámbito de la salud pública institucional en
alguna de las diferentes vertientes en las que se configuró la enfermería: enfermeras
visitadoras o sanitarias, enfermeras de hospitales y ayudantes de enfermería. Para
realizar lo anterior, y con ello visibilizar y valorar la presencia, participación y labores
del amplio y heterogéneo personal de enfermería, se abordarán los siguientes temas.
Por una parte, en la primera sección se argumentará que las enfermeras visitadoras
fueron agentes clave para generalizar una cultura de la prevención de las enfermedades
evitables. Para ello, se prestará atención a la importancia que revistió la formación de
enfermeras visitadoras por parte del Departamento de Salubridad Pública (DSP) y de la
Fundación Rockefeller (FR) entre 1920 y 1930, se examinarán algunas de las labores
que ellas desempeñaron en los programas de salud materno-infantil en la capital
organizados por los Centros de Higiene Infantil (CHI) del DSP, al igual que la
participación que tuvieron en las campañas de vacunación contra la viruela entre la
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segunda y cuarta década del siglo pasado tanto en las ciudades como en el ámbito rural.
Posteriormente, en la segunda sección, se abordará la creciente importancia que
adquirió la construcción y modernización de hospitales generales y especializados en
los programas nacionales de salud a partir de la década de 1940. Se destacará que la
modernización y ampliación del ámbito hospitalario, así como la creciente
especialización de la enfermería, no conllevó una transformación en las percepciones y
valoraciones referentes a las conductas y saberes que se esperaba que rigieran durante
la práctica cotidiana de sus labores al interior de diferentes hospitales. En lo que
respecta a las fuentes a las que se recurrió para elaborar este trabajo, me parece
importante destacar la consulta de informes y memorias oficiales, la documentación
que resguarda el Archivo Histórico de la Secretaría de Salud (AHSSA) de la ciudad de
México, al igual que el estudio de un fragmento de las investigaciones históricas que en
años recientes han analizado los programas de salud pública organizados en México
durante el transcurso de la primera mitad del siglo pasado.
ámbitos a partir de los que se organizaron los primeros programas de salud pública al
concluir la década de guerra civil: los de salud materno infantil, los de educación y
propaganda higiénica, y los que procuraron contener los contagios de la sífilis, la
tuberculosis y la viruela, entre otras enfermedades.
6 La implementación y el funcionamiento cotidiano de esos y otros programas requería
de un amplio y preparado personal médico y no médico en salud pública. Para ello, en
1922 el DSP estableció la Escuela de Salubridad en la ciudad de México, siguiéndose el
modelo de la Escuela de Higiene y de Salud Pública de la Universidad de Johns
Hopkins de Baltimore, Estados Unidos, creada en 1918 con el apoyo económico de la
Fundación Rockefeller. En particular lo que se procuró fue establecer una clara
diferenciación entre “la medicina curativa de la preventiva, otorgándole a la segunda el
valor de una profesión independiente”, con lo que inició la formación de médicos
diplomados y enfermeras en salud pública.6 Entre 1922 y 1925 la Escuela de Salubridad
únicamente permitió el ingresó de médicos titulados y del personal del DSP que deseara
optar por el diploma de oficial de salubridad. Sin embargo, en 1925 las autoridades de
la Escuela, en ese momento bajo la dirección del doctor Salvador Bermúdez,
reconocieron que, ante el escaso interés de los médicos diplomados para especializarse
en salud pública, y debido a la necesidad de contar con un creciente personal
adecuadamente preparado, se permitiría el ingreso de personas ajenas al mundo. Lo
anterior posibilitó que hombres y mujeres del público en general tuvieran la posibilidad
de optar alguno de los siguientes diplomas: ayudante de laboratorio bacteriológico,
inspector de enfermedades infecciosas, agentes de desinfección, inspectores de
alimentos y bebidas, y enfermeras visitadoras.7
7 En lo que respecta a las mujeres interesadas en obtener el diploma de enfermera
visitadora, o sanitaria, las que además pasarían a formar parte del sector formal del
mundo del trabajo, inicialmente se determinó que no necesitaban poseer una educación
médica formal o el título de enfermera. Lo que sí se les exigió fue cursar una serie de
materias que contemplaban, entre otros, los siguientes temas: higiene pública, personal
y general; ejercicio corporal desde el punto de vista higiénico, alcoholismo; tratamiento
higiénico de la tuberculosis, nociones generales sobre enfermedades transmisibles;
vacunación, higiene sexual y alimentos, bebidas y vitaminas.8 También tenían que
aprobar cursos sobre legislación sanitaria, y los exámenes al término de los nueve
meses de estudio. Lo anterior, de acuerdo con Salvador Bermúdez, posibilitaría que las
enfermeras visitadoras contaran con los conocimientos técnicos, higiénicos y de salud
pública, y que perfeccionaran sus habilidades prácticas y de comunicación para
desempeñar con éxito sus labores cotidianas.9
8 También es importante mencionar que la División de Salud Internacional de la
Fundación Rockefeller, la que llegó a México durante la década de 1920 para
implementar campañas para contener la uncinariasis y la fiebre amarilla en los estados
del sur y sureste del país, emprendió la tarea de formar a especialistas en salud pública,
incluyendo a enfermeras visitadoras. En 1932 instaló una Escuela de Preparación y
Adiestramiento o ‘Training Station’ en Cuernavaca, capital del estado de Morelos, y en
1935 la trasladó a Xochimilco, a las afueras de la ciudad de México. Además, entre 1935
y 1940 se instalaron otras estaciones de adiestramiento en diferentes estados.10 De
acuerdo con los funcionarios de la FR el trabajo de las enfermeras visitadoras era
fundamental para “extender los beneficios de la cultura y de la higienización a las
regiones campesinas,”11 propósitos compartidos por los funcionarios del DSP.12 Los
cursos que se proporcionaban en las estaciones de adiestramiento tenían una duración
de entre 6 y 8 semanas en los que se combinaban materias teóricas y prácticas,
incluyendo las siguientes: diagnóstico de enfermedades infecciosas, técnicas de
vacunación, nociones básicas de higiene infantil, cuidados de bebés y niños
preescolares, levantamiento estadístico, trabajo de laboratorio y práctica de campo.
Cabe agregar que entre 1932 y 1947 aproximadamente mil mujeres recibieron esa
instrucción.13
9 En la ciudad de México entre 1922 y 1929 las labores de las enfermeras visitadoras
fueron organizadas y coordinadas por siete Centros de Higiene Infantil (CHI)
dependientes del DSP ubicados en las colonias más pobres y densamente pobladas de la
capital. Lo anterior obedeció a que de acuerdo con las autoridades de salud, era
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las autoridades de salud, esencial para generalizar y lograr que amplios sectores de la
población urbana y rural interiorizara el valor de medicina preventiva.
14 Fue también a partir de la década de 1930 cuando las campañas de vacunación contra
la viruela adquirieron una magnitud no vista hasta ese momento, por lo que además de
vacunar en casas, escuelas, centros de trabajo y en los Centros de Higiene Infantil de la
ciudad de México y en otras capitales de los estados, el DSP llevó los programas de
vacunación al ámbito rural.24 Para ello fueron indispensables las labores de las Brigadas
Móviles Sanitarias, al igual que los diferentes servicios médicos rurales organizados a lo
largo de ese decenio.25 Así, y de acuerdo con la Oficina de Higiene Rural y Medicina
Social, tan solo entre 1936 y 1940 las enfermeras visitadoras y los médicos adscritos a
los servicios médicos rurales habían aplicado un total de 834,454 vacunas en diferentes
regiones rurales del país.26 Además, se hizo notar que algunas brigadas de vacunación
habían sido integradas únicamente por mujeres, como en el caso de una enviada a
recorrer el estado de Jalisco y la que consignó haberse enfrentado a numerosos
obstáculos para vacunar, entre éstos la circulación de un rumor entre la población: si se
dejaban vacunar, morirían en menos de 24 horas.27 Es relevante mencionar que
durante la campañas de vacunación, o cuando las enfermeras visitadoras o tituladas
participaban en otros programas estatales de salud, bien podían enfrentarse a la
reticencia y negativa de hombres, mujeres y niños. Al respecto, lo anterior aconteció en
la ciudad de México en 1926 al entrar en vigor el decreto que hizo obligatoria la
vacunación contra la viruela, la escarlatina y la difteria.28 De igual forma, en ocasiones
el personal de salud tuvo que realizar sus labores con el apoyo y resguardo de soldados
y de las autoridades municipales debido a la hostilidad y agresión que podían llegar a
enfrentar en rancherías y despoblados rurales. Un caso que recibió una amplia difusión
en la prensa fue el del asesinato de la enfermera visitadora Lucía Salcido Valdés en
febrero de 1946 en el estado de Sinaloa. Lucía formaba parte de una Brigada de
Vacunación la que al llegar a un pequeño poblado de ese estado para inmunizar - casa
por casa -, se topó con un individuo que era requerido por la justicia llamado Antonio
Valdés. El señor Valdés, ante el temor de ser aprehendido por las autoridades, tomó a
Lucía como rehén, siendo que unas horas más tarde las autoridades estatales
encontraron su cuerpo inerte, entre los árboles de un área despoblada.29
15 Si bien establecer con toda exactitud cuál fue la cifra de enfermeras visitadoras que
desempeñaron diferentes trabajos en los programas estatales de salud es difícil de
precisar, en 1937 el DSP señaló que más de 1,500 laboraban en diferentes ámbitos
rurales, al igual que en las ciudades. Sin embargo, lo que se anhelaba era que por cada
10,000 habitantes hubiera cuando menos una enfermera visitadora.30 Ahora bien, y de
acuerdo con el médico y general José Siurob, en ese momento al frente del DSP, las
enfermeras visitadoras requerían poseer una sólida preparación teórica y de un esencial
“ilustramiento práctico”, debido a que era precisamente a ellas a las que correspondería
fungir como enlace entre los profesionales de la medicina, las autoridades de salud y el
público en general.31
16 Las enfermeras visitadoras fueron intermediarias clave entre las autoridades e
instituciones de salud, los médicos y hombres, mujeres y niños. Ellas llevaron a los
hogares urbanos y rurales los principios más básicos de la higiene pública y privada, las
nociones esenciales de los cuidados y de la salud materno-infantil, al igual que la
vacuna antivariolosa (entre otros recursos preventivos). Además, devinieron en actores
fácilmente reconocibles del ámbito de la salud pública institucional en diferentes
ciudades, pueblos y estados. Por ello, la familiaridad y confianza que las enfermeras
visitadoras fueron obteniendo entre amplios sectores sociales, su distintivo uniforme
blanco y pulcro, sus recorridos por las calles de ciudades y en distintos municipios
rurales, al igual que su llegada a los domicilios de los pacientes o posibles pacientes, fue
motivo de una nota periodística publicada en 1948 en El Universal, uno de los rotativos
de mayor tiraje de la ciudad de México.
17 El 14 de abril, señalaba ese diario, en el barrio de Los Gallitos en la ciudad de
Guanajuato, capital del estado con el mismo nombre, un hombre y una mujer llegaron
al domicilio del señor Mariano Mireles y de su esposa doña Pachita N. de Mireles. La
mujer de aproximadamente veintiocho años, portando un maletín y vistiendo un
impecable uniforme de enfermera, y el hombre, también joven y que parecía médico,
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solicitaron a la señora Mireles que les permitiera que su pequeña hija les acompañara
para que les indicara en qué casas de la localidad había niños, explicando que
desconocían el barrio y que con el apoyo de la menor, lograrían su cometido: aplicar al
mayor número posible de infantes y adultos no vacunados la vacuna contra la viruela.
El periódico agregó que la madre no mostró inconveniente alguno y que no sintió
desconfianza, por lo que permitió que su hija “acompañara a los falsos agentes de
salud”, desapareciendo los tres por los callejones cercanos.32 Si bien la prensa no
informó más, por lo que es imposible saber si la pequeña regresó con sus padres, ese
caso muestra la confianza que podían llegar a despertar las enfermeras visitadora o
sanitarias al finalizar la década de los 1940, y con ello, la familiaridad del público con su
presencia. Ahora bien, es importante subrayar que otro ámbito en el que la presencia y
labores de las enfermeras tituladas era ya preponderante, era el hospitalario, siendo
que a partir de los años finales de la década de 1930 la construcción de hospitales
públicos atravesó por una etapa de expansión y modernización que se intensificó a lo
largo de las de 1940 y 1950, deviniendo en uno de los pilares de la salud pública estatal
y de la seguridad social.
enfermo.45 También se destacó que la “expresión facial” era fundamental, ya que “una
sonrisa…puede manifestar un sincero interés en la familia y ayudar a romper la
resistencia para proporcionar información pertinente de índole sanitaria”.46 En lo
referente a la voz, se asentó que por ser un “instrumento sensible” en todo momento
requería emplearse un tono claro y lento para transmitir al paciente comprensión y no
generar alarma o preocupación. Aunado a lo anterior, en el Manual se subrayó que al
margen del estado social o económico de los pacientes hospitalizados, se les debía
“considerar como invitados y se les tratará con la debida cortesía”, y que toda
oportunidad que se presentara tendría que aprovecharse para “instruir al paciente”,
proporcionándole “consejos a embarazadas, explicación de medidas preventivas… el
valor del cuidado de los dientes… consejos sobre alimentación y reposo,”47 entre otras
sugerencias que fortalecían una serie de cualidades asociadas con el género femenino.
24 Lo anterior, al margen de la creciente especialización de la enfermería, se reiteró en
un libro de texto para las alumnas de la Escuela de Enfermería del Instituto Mexicano
del Seguro Social (creada en 1947).48 El libro titulado: Organización y funcionamiento
de hospitales fue escrito por Salvador Bermúdez,49 quien había sido director de la
Escuela de Salubridad durante la década de 1920 e impulsor de la formación de las
enfermeras visitadoras, al igual que incansable promotor de programas de educación
higiénica durante la mayor parte del siglo veinte.
25 Bermúdez inició el texto enunciando que si bien numerosos hospitales en el país aún
poseían rasgos de la época “A.F.N: Antes de Florencia Nightingale”, al mediar el siglo
pasado no era posible seguir perpetuando que los pacientes se aproximaran a los
hospitales con “repugnancia, aprensión y miedo”. Por ello, y para que llegaran “con
gusto, confianza y esperanzas de vivir”, 50era esencial que las enfermeras combinaran el
estudio continuo, serio y permanente con una actitud moral o ética irreprochable:
28 Esa observación, además de ser cuidadosa, sostenida y cotidiana, tendría que quedar
claramente plasmada por escrito, ya que “la memoria de la enfermera podría fallar”, por
lo que otra labor central que ellas tenían al interior de los hospitales era llevar registros
cuidadosos y detallados de los pacientes,57 en los que requerían anotar síndromes como
“hemoptisis, hematemesis, hematuria, síncope, colapso, estado de coma, anuria” y
fiebre.58
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29 En libros de texto como el elaborado por Bermúdez, al igual que en las instrucciones
que las enfermeras recibían en maternidades, hospitales generales, especializados,
clínicas de salud, o en los manuales escritos específicamente para el personal de
enfermería durante la implementación de diferentes campañas de salud, se reiteraba
que no les era permitido manifestar enojo, desesperación o cansancio. Como se puede
apreciar, al finalizar la década de los 1950, se reiteraba que entre las cualidades más
relevantes del trabajo de la enfermería hospitalaria estaban la paciencia, la dulzura, la
puntualidad, la limpieza, la amabilidad y el buen humor, así como la obediencia y el
seguimiento puntual de la recomendación y guía del médico. De igual forma, una y otra
vez se repitió que era esencial el adecuado y pulcro empleo del uniforme blanco y de un
gorro o una cofia, que el maquillaje siempre tendría que ser discreto y las uñas cortas y
limpias, elementos de distinción, de jerarquía y de diferenciación de otras tareas del
quehacer sanitario. Lo anterior se reiteraba al margen de las amplias transformaciones
arquitectónicas, funcionales y de organización por las que atravesaron los hospitales,
las ciencias médicas, la terapéutica, y la formación y especialización de la enfermería.
Consideraciones finales
30 Durante el transcurso de la segunda mitad del siglo pasado los actores del ámbito de
la salud pública institucional fueron ante todo heterogéneos: enfermeras tituladas,
enfermeras visitadoras, médicos, epidemiólogos, ingenieros, vacunadores y
funcionarios públicos. Si bien repetidamente se reitero que el eficaz desempeño de la
enfermería en sus diferentes vertientes exigía de una adecuada preparación formal, en
la práctica cotidiana prosiguió estableciéndose una analogía entre la práctica de la
enfermería y el desempeño de una serie de labores asociados con el ámbito doméstico y
con nociones de género. A las enfermeras visitadoras se les consideró como agentes
idóneos para participar en los programas de salud materno-infantil, como educadoras y
divulgadoras de hábitos y prácticas calificadas como higiénicas y saludables, al igual
que para colaborar en los programas de medicina preventiva, dado que podrían – por
una suerte de habilidad natural – convencer, persuadir y lograr que las personas
renuentes a ser vacunadas aceptaran el recurso preventivo. En el caso de las enfermeras
de hospitales, al margen de la preparación que tuvieran, se prosiguió reiterando que el
trato amable y la comodidad de los pacientes, al igual que limpiar, acomodar y
resguardar equipo e instrumental, eran prácticas esenciales que toda enfermera tendría
que desempeñar. Ahora bien, y al margen del hincapié en la suavidad del trato y de la
voz, de la limpieza y puntualidad, y de la obediencia – virtudes cuasi atemporales de la
enfermería – las labores de las enfermeras visitadoras y de hospitales contribuyeron a
consolidar a las instituciones y a los programas de salud pública en México, al igual que
en otros países de la región.
Notes
1 Un balance detallado de lo anterior se encuentra en: Cueto, Marcos and Palmer, Steven,
Medicine and Public Health in Latin America: A History, New York, Cambridge University
Press, 2015, p. 58-156.
2 Bustamante, Miguel E., Cinco personajes de la salud en México, México, Grupo editorial
Miguel Ángel Porrúa, 1986, y Suárez Argüello, Ana Rosa, “El maletín diplomático del Dr.
Eduardo Liceaga”, en Suárez Argüello, Ana Rosa y Agustín Sánchez, Andrés (coord.), A la sombra
de la diplomacia. Actores informales en las relaciones internacionales de México, siglos XIX y
XX, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo e Instituto de Investigaciones Dr.
José María Luis Mora, 2017, p. 113-152
3 Aréchiga Córdoba, Ernesto, “Dictadura sanitaria, educación y propaganda higiénica en el
México Revolucionario, 1917-1934”, Dynamis, 2005, vol. 25, p. 120-122.
4 Agostoni, Claudia y Soto Laveaga, Gabriela, “Science and public health in the century of
revolution”, en Beezley, William H., (ed.), A Companion to Mexican History and Culture, New
York, Blackwell Companions to World History, Blackwell Publishing, 2011, p. 561-574.
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5 Bustamante, Miguel E., “La coordinación de los servicios sanitarios federales y locales como
factor de progreso higiénico en México - Trabajo de ingreso a la Academia Nacional de Medicina,
presentado en mayo de 1934”, en Hernández Llamas, Héctor, La atención médica rural en
México, 1930-1980. México, Instituto Mexicano del Seguro Social, 1984, p. 58.
6 Gudiño-Cejudo, María Rosa, Magaña-Valladares, Laura, Hernández Ávila, Mauricio, “La
Escuela de Salud Pública de México: su fundación y primera época, 1922-1945”, Salud Pública de
México, 2013, vol. 55-1, p. 84.
7 Bermúdez, Salvador, “Training Sanitarians in Mexico City”, American Journal of Public Health,
1926, vol. 16-5, p. 491, y Valdespino, José Luis y Sepúlveda, Jaime (editores), Crónica de la
Escuela de Salud Pública de México de 1922 a 2001. Libro Conmemorativo, Escuela de Salud
Pública de México, Instituto Nacional de Salud Pública, México, 2002, p. 36.
8 “Informe anual de las labores desarrolladas en la Escuela de Salubridad anexa al Departamento
del mismo nombre, desde el 1 de julio de 1926 hasta el 30 de junio de 1927”, Archivo Histórico de
la Secretaría de Salud (AHSSA), fondo salubridad pública, sección establecimientos
dependientes, serie escuela de salubridad, caja 1, expediente 11.
9 Bermúdez, Salvador, “Training Sanitarians in Mexico City”, American Journal of Public
Health, 1926, vol. 16-5, p. 492, y Agostoni, Claudia, “Las mensajeras de la salud. Enfermeras
visitadoras en la ciudad de México durante la década de los 1920”, Estudios de Historia Moderna
y Contemporánea de México, 2007, vol. 33, p. 89-120.
10 Birn, Anne-Emmanuelle, “Skirting the Issue: Women and International Health in Historical
Perspective”, American Journal of Public Health, 1999, vol. 89, p. 399-407; Birn, Anne-
Emanuelle, Marriage of Convenience. Rockefeller International Health and Revolutionary
Mexico, Rochester, University of Rochester Press, 2006, p. 212, y Gudiño Cejudo, María Rosa,
Magaña Valladares, Laura y Hernández Ávila, Mauricio, “La Escuela de Salud Pública de México:
su fundación y primera época, 1922-1945”, Salud Pública de México, 2013, vol. 55-1, p. 87.
11 Siurob, José, “La sanidad en México. Informe de las labores que desarrolla el Departamento de
Salubridad Pública en la República”, Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana, 1936, n° 12,
p. 1145.
12 Birn, Anne-Emanuelle, Marriage of Convenience. Rockefeller International Health and
Revolutionary Mexico, Rochester, University of Rochester Press, 2006, p. 150-168.
13 Birn, Anne-Emanuelle, Marriage of Convenience. Rockefeller International Health and
Revolutionary Mexico, Rochester, University of Rochester Press, 2006, p. 161.
14 “Memoria de la creación del Servicio de Higiene Infantil”, AHSSA, fondo salubridad pública,
sección de higiene infantil, 1930, caja 4, exp. 21, foja 33.
15 “Petaquilla”, s/f., AHSSA, fondo salubridad pública, sección de higiene infantil, caja 6, exp. 21.
16 “Servicio de Higiene Infantil. Labor que desempeñan sus empleados”, AHSSA, fondo
salubridad pública, sección de higiene infantil, caja 7, exp. 36, 1920-1931, foja 57.
17 Espinosa de los Reyes, Isidro, “La mortalidad de la primera infancia en México: sus causas y
remedios”, Gaceta Médica de México, 1923, vol. LV- 3, p. 852.
18 “Memoria de la creación del Servicio de Higiene Infantil”, AHSSA, fondo salubridad pública,
sección de higiene infantil, caja 4, exp. 21, 1930, foja 34.
19 Álvarez Amézquita, José, Bustamante, Miguel E., López Picazos, Antonio y Fernández del
Castillo, Francisco, Historia de la salubridad y la asistencia en México, México, Secretaría de
Salubridad y Asistencia, vol. 2, 1960, p. 269-270.
20 Agostoni, Claudia, Médicos, campañas y vacunas. La viruela y la cultura de su prevención en
México, 1870-1952, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de
Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016, p. 98-120.
21 Bustamante, Miguel E., “La coordinación de los servicios sanitarios federales y locales como
factor de progreso higiénico en México - Trabajo de ingreso a la Academia Nacional de Medicina,
presentado en mayo de 1934”, en Hernández Llamas, Héctor (ed.), La atención médica rural en
México, 1930-1980, México, Instituto Mexicano del Seguro Social, 1984, p. 43.
22 “Carta del jefe del Servicio de Higiene Infantil al jefe del Servicio de Enfermedades
Transmisibles, 6 de febrero de 1930”. AHSSA, fondo salubridad pública, sección de higiene
infantil, 1930, caja 6, exp. 21.
23 “Labor desarrollada por el Servicio de Higiene Infantil, 10 de julio 1930”, AHSSA, fondo
salubridad pública, sección higiene infantil, caja 7, exp. 36, 1930-1931, foja 55.
24 “Informe sintético de los trabajos desarrollados por la Oficina de Higiene Rural y Medicina
Social”, en Boletín de Salubridad e Higiene, 1939, vol. II-7, 1939, p. 640-641.
25 Departamento de Salubridad Pública, Los servicios de higiene rural y medicina social,
México, Artes Gráficas del Estado, 1941, p. 10.
26 Departamento de Salubridad Pública, Los servicios de higiene rural y medicina social,
México, Artes Gráficas del Estado, 1941, cuadro siete, sin número de página.
27 “Una epidemia de variolosis”, El Informador, 20 agosto 1947, p. 3.
https://journals.openedition.org/nuevomundo/76201 11/13
11/10/2019 Instruir, confortar y cuidar: enfermeras visitadoras y de hospitales en México, 1920-1950
28 Un análisis de la reticencia y resistencia que generó la obligatoriedad de la vacunación contra
la viruela, la difteria y la escarlatina en la ciudad de México en 1926 y 1927 se encuentra en
Agostoni, Claudia. Médicos, campañas y vacunas. La viruela y la cultura de su prevención en
México, 1870-1952. México, Universidad Nacional Autónoma de México – Instituto de
Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016, p. 99-120.
29 Sobre el caso de Lucía Salcido Valdés ver: Agostoni, Claudia. Médicos, campañas y vacunas.
La viruela y la cultura de su prevención en México, 1870-1952. México, Universidad Nacional
Autónoma de México – Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016, p. 188-189.
30 Birn, Anne-Emanuelle, Marriage of Convenience. Rockefeller International Health and
Revolutionary Mexico, Rochester, University of Rochester Press, 2006, p. 190.
31 Siurob, José, “La sanidad en México. Informe de las labores que desarrolla el Departamento de
Salubridad Pública en la República”, Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana, 1936, n° 12,
p. 1145.
32 “Ingeniosos ardides de los robachicos. En Guanajuato se fingieron agentes vacunadores para
apoderarse de una nenita”, El Universal, 15 de junio de 1948, p. 31.
33 Baz, Prada, “El plan hospitalario del gobierno de México”, Boletín de la Oficina Sanitaria
Panamericana, 1943, noviembre, p. 981-986. La Secretaría de Salubridad y Asistencia se
conformó en 1943 mediante la fusión del Departamento de Salubridad y la Secretaría de
Asistencia Pública.
34 Borrego Estrada, Genaro, La Raza. 40 años, México, Instituto Mexicano del Seguro Social,
1994, p. 24-25. Baz, Prada, “El plan hospitalario del gobierno de México”, Boletín de la Oficina
Sanitaria Panamericana, 1943, noviembre, p. 983, y Fajardo Ortiz, Guillermo, Breve historia de
los hospitales de la ciudad de México, México: Asociación Mexicana de Hospitales, 1980.
35 MacEachern, Malcolm T., Hospital Administration and Management, Chicago, Chicago
Physicians Record Co., 3rd edition, 1937.
36 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 27.
37 Rivero Borrell, Mauricio, “El Centro Médico La Raza”, en Borrego Estrada, Genaro, La Raza.
40 años. México, Instituto Mexicano del Seguro Social, 1994, p. 44.
38 MacEachern, Malcolm, T., “Recent Advances in Hospitals in the Americas”, Boletín de la
Oficina Sanitaria Panamericana, 1942, p. 1197-1198.
39 “De enorme utilidad va a ser el Congreso de Administración y Organización de Hospitales”, El
Popular, 17 enero 1944, p. 1.
40 Baz Prada, Gustavo, “El plan hospitalario del gobierno de México”, Boletín de la Oficina
Sanitaria Panamericana, 1943 noviembre, p. 981-986, y Baz Prada, Gustavo, “Programa de
hospitales, 1940-1946”, Gaceta Médica de México, 1947, p. 296-308.
41 Arnstein, Margaret, “Enfermería. ¿Cuál es el tipo de enfermera que necesitamos?”, Boletín de
la Oficina Sanitaria Panamericana, 1950 julio, p. 750.
42 Arnstein, Margaret, “Enfermería. ¿Cuál es el tipo de enfermera que necesitamos?”, Boletín de
la Oficina Sanitaria Panamericana, 1950 julio, p. 751-752.
43 Arnstein, Margaret, “Enfermería. ¿Cuál es el tipo de enfermera que necesitamos?”, Boletín de
la Oficina Sanitaria Panamericana, 1950 julio, p. 753.
44 Arnstein, Margaret, “Enfermería. ¿Cuál es el tipo de enfermera que necesitamos?”, Boletín de
la Oficina Sanitaria Panamericana, 1950 julio, p. 753.
45 Secretaría de Salubridad y Asistencia, “Manual para enfermeras”, Boletín Epidemiológico,
nov-dic. 1946, n° 6, p. 13.
46 Secretaría de Salubridad y Asistencia, “Manual para enfermeras”, Boletín Epidemiológico,
nov-dic. 1946, n° 6, p. 13.
47 Secretaría de Salubridad y Asistencia, “Manual para enfermeras”, Boletín Epidemiológico,
nov-dic. 1946, n° 6, p. 16-18.
48 Entre otras escuelas de enfermería que operaban en ese momento estaban la Escuela de
Enfermería del Hospital General de la ciudad de México (creada en 1905), y la Escuela Nacional
de Enfermería y Obstetricia creada en 1922, la que en 1945 se separó de la Escuela Nacional de
Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México. Además, es pertinente señalar que
entre 1948 y 1952, de acuerdo con la Dirección General de Profesiones, se habían otorgado 1,004
títulos de enfermería, y que en 1952 se tenía el registro de 3,000 enfermeras tituladas a nivel
nacional. Ver: Loredo Pérez, Luz (coord..), Efemérides de enfermería (1900-1985), México,
Grupo editorial Miguel Ángel Porrúa, 1986, p. 53.
49 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958.
50 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 3.
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11/10/2019 Instruir, confortar y cuidar: enfermeras visitadoras y de hospitales en México, 1920-1950
51 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 27.
52 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 27.
53 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 27.
54 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 28.
55 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 29.
56 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 29.
57 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 29.
58 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 29.
Auteur
Claudia Agostoni
Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Nacional Autónoma de México
agostoni@unam.mx
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