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11/10/2019 Instruir, confortar y cuidar: enfermeras visitadoras y de hospitales en México, 1920-1950

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Enfermería e historia: Género y Estado en América Latina Siglo XX – Coord. par María Soledad Zárate Campos

CLAUDIA AGOSTONI

Instruir, confortar y cuidar:


enfermeras visitadoras y de
hospitales en México, 1920-1950
[08/10/2019]

Résumés
Español English
La consolidación de las instituciones y la ampliación de los programas de salud pública durante el
transcurso de la primera mitad del siglo pasado, fueron procesos en los que participaron
numerosas mujeres en alguna de las diferentes vertientes en las que se configuró la enfermería:
visitadoras o sanitarias, de hospitales y como ayudantes. En las siguientes páginas, se prestará
atención a la importancia que revistió la formación de enfermeras visitadoras por parte del
Departamento de Salubridad Pública y de la Fundación Rockefeller entre 1920 y 1930, así como a
las diversas labores que desempeñaron en los programas de salud materno-infantil y en las
campañas de vacunación contra la viruela entre 1920 y 1940. Asimismo, se estudiará la
importancia que revistió la construcción y modernización de hospitales generales y especializados
a partir de la década de 1940, y se destacará que la modernización y ampliación del ámbito
hospitalario y la creciente especialización de la enfermería, no desembocó en un cambio referente
a las percepciones y valoraciones de las conductas y saberes de esas mujeres en el ámbito de la
salud pública institucional.

The consolidation and expansion of the public health programs in Mexico during the course of
the first half of the twentieth century was possible due to the work of numerous women in the
different branches of nursing: as visiting nurses, hospital nurses and nurse assistants. The
following pages will examine the importance that the training of visiting nurses acquired during
the 1920s and 1930s for the Department of Public Health and the Rockefeller Foundation; the
work that they carried out in favour of maternal and child health, as well as their participation
during the smallpox vaccination campaigns in both urban and rural settings from the 1920s to
the 1940s. Also, the pre-eminence that the modernization and construction of hospitals had as of
the 1940s will be addressed, with the purpose to underline that the enlargement of the hospital
system, alongside the increasing specialization of nursing, did not alter the perceptions and
appreciations regarding their work in the realm of the state-led public health campaigns.

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11/10/2019 Instruir, confortar y cuidar: enfermeras visitadoras y de hospitales en México, 1920-1950

Entrées d’index
Keywords : visiting nurses, maternal and child health, vaccination, hospitals, hospital nurses
Palabras claves : enfermeras visitadoras, salud materno-infantil, vacunación, hospitales,
enfermeras de hospitales

Texte intégral

Introducción
1 La consolidación, ampliación y sofisticación de las instituciones y servicios nacionales
de salud en América Latina fueron procesos compartidos que se registraron entre las
décadas finales del siglo diecinueve y la primera mitad del siglo pasado, como ha sido
analizado en diferentes investigaciones históricas.1 Entre las temáticas que, en el caso
particular de México han sido estudiadas con mayor detenimiento, sobresalen la
formación, prácticas y crecientes vínculos de diferentes médicos e higienistas con el
Estado; las labores y estrecha colaboración entre los profesionales de la medicina,
ingenieros e inspectores sanitarios en aras del saneamiento y reordenamiento urbano;
la reglamentación del ámbito de la salud pública y privada; las empresas de
higienización de hospitales, cárceles, asilos y escuelas, al igual que la organización e
implementación de diferentes campañas para contener la propagación de distintas
enfermedades endémicas y epidémicas de manera sistemática a nivel local y federal.
También se ha prestado creciente atención al examen de las trayectorias públicas y
privadas de algunos de los más destacados integrantes de la salud pública institucional,
sobresaliendo las de los médicos y funcionarios públicos Eduardo Liceaga, José María
Rodríguez, Miguel E. Bustamante y Gustavo Baz Prada, entre otras temáticas. 2
2 Sin embargo, un acercamiento más cuidadoso de los actores del ámbito de la salud
pública institucional denota que durante la implementación de los programas y
campañas de salud a lo largo de la primera mitad del siglo pasado, participó un amplio
y heterogéneo personal médico y paramédico, y que en el mismo, fue particularmente
relevante la participación de numerosas mujeres cuyas labores no han sido abordadas
con detenimiento en la historiografía mexicana. Por ende, las mujeres que trabajaron
en clínicas, dispensarios y centros de higiene y en las diferentes campañas organizadas
para contener los contagios de enfermedades como la viruela y la tuberculosis, o bien
aquellas que visitaron escuelas, casas y centros de trabajo, que recorrieron ciudades y
pequeños pueblos y municipios rurales, o que se ocuparon de atender y asistir a
pacientes internados en diferentes hospitales generales y especializados en la ciudad de
México y en otras ciudades, son temáticas que aún exigen de detalladas investigaciones
históricas.
3 Frente a lo anterior, y con el propósito de contribuir a avanzar en ese sentido, en el
artículo se sostendrá que la consolidación de las instituciones y que la ampliación de los
programas de salud pública estatal entre las décadas de 1920 y 1950, fue posible debido
a las labores de numerosas mujeres en el ámbito de la salud pública institucional en
alguna de las diferentes vertientes en las que se configuró la enfermería: enfermeras
visitadoras o sanitarias, enfermeras de hospitales y ayudantes de enfermería. Para
realizar lo anterior, y con ello visibilizar y valorar la presencia, participación y labores
del amplio y heterogéneo personal de enfermería, se abordarán los siguientes temas.
Por una parte, en la primera sección se argumentará que las enfermeras visitadoras
fueron agentes clave para generalizar una cultura de la prevención de las enfermedades
evitables. Para ello, se prestará atención a la importancia que revistió la formación de
enfermeras visitadoras por parte del Departamento de Salubridad Pública (DSP) y de la
Fundación Rockefeller (FR) entre 1920 y 1930, se examinarán algunas de las labores
que ellas desempeñaron en los programas de salud materno-infantil en la capital
organizados por los Centros de Higiene Infantil (CHI) del DSP, al igual que la
participación que tuvieron en las campañas de vacunación contra la viruela entre la
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segunda y cuarta década del siglo pasado tanto en las ciudades como en el ámbito rural.
Posteriormente, en la segunda sección, se abordará la creciente importancia que
adquirió la construcción y modernización de hospitales generales y especializados en
los programas nacionales de salud a partir de la década de 1940. Se destacará que la
modernización y ampliación del ámbito hospitalario, así como la creciente
especialización de la enfermería, no conllevó una transformación en las percepciones y
valoraciones referentes a las conductas y saberes que se esperaba que rigieran durante
la práctica cotidiana de sus labores al interior de diferentes hospitales. En lo que
respecta a las fuentes a las que se recurrió para elaborar este trabajo, me parece
importante destacar la consulta de informes y memorias oficiales, la documentación
que resguarda el Archivo Histórico de la Secretaría de Salud (AHSSA) de la ciudad de
México, al igual que el estudio de un fragmento de las investigaciones históricas que en
años recientes han analizado los programas de salud pública organizados en México
durante el transcurso de la primera mitad del siglo pasado.

Visitar e instruir: las visitadoras en los


programas de salud materno-infantil y
de vacunación
4 A partir de la década de 1920, después de una década de guerra civil marcada por la
insalubridad, la propagación de enfermedades epidémicas y por el hambre durante los
años más inestables y violentos de la fase armada de la Revolución Mexicana (1910-
1910), el DSP, la máxima autoridad sanitaria entre 1917 y 1943, procuró establecer un
sinnúmero de programas y servicios encaminados a mejorar las condiciones sanitarias e
higiénicas de hombres, mujeres y niños, y a promover el valor de la salud y de la
medicina alópata y diplomada. Además, la salud y su cuidado por parte de un personal
experto, se consideró que posibilitaría cumplir con los principios de justicia social
plasmados en las Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos promulgada
en 1917. La Constitución consignó que la salubridad era un deber esencial del Estado,
por lo que se facultó al Congreso para “dictar leyes sobre ciudadanía, naturalización,
colonización, emigración, inmigración y salubridad general de la República”.3 Además,
entre 1917 y 1943, correspondió al DSP emitir la reglamentación sanitaria federal, y
organizar, regular y supervisar la implementación de programas específicos para
contener la diseminación de enfermedades endémicas y epidémicas de manera
permanente en la nación en su conjunto, destacándose como prioritario el ámbito rural,
por primera vez en la historia del México independiente.
5 Lo anterior era apremiante. Al concluir la década de guerra civil el país era
predominantemente rural, la mayor parte de la población vivía en la pobreza, era presa
de enfermedades endémicas y epidémicas, y la presencia de médicos diplomados y de
un personal de enfermería era ante todo desigual, siendo que en el ámbito rural era
prácticamente inexistente.4 Frente a ello, el Estado, a través del DSP, consideró
impostergable promover y fomentar la educación higiénica y extender diferentes
programas de medicina preventiva, destacando los de salud materno-infantil y de
inmunización. Pero para ello, era fundamental contar con un amplio personal médico y
de enfermería, lograr que ese personal se trasladara de las ciudades al ámbito rural y,
que una vez ubicado en diferentes comunidades rurales, mantuviera un estrecho,
constante y responsable contacto e interacción con hombres, mujeres y niños. Es decir,
la implementación de los programas y campañas de salud exigía de una cuidadosa
planificación, de recursos financieros, al igual que del trabajo sostenido de un
heterogéneo conglomerado de agentes de salud. Por ello, únicamente a partir de las
labores de un personal médico y de enfermería amplio y competente, o de
“evangelizadores de la salud que requerían llegar a todos los rincones del país” de
acuerdo con las palabras de Miguel E. Bustamante,5 se pensaba que sería posible
alentar una profunda transformación sanitaria, al igual que vigorizar, higienizar y
fomentar una sociabilidad moderna, nacionalista y productivista. Tres fueron los
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ámbitos a partir de los que se organizaron los primeros programas de salud pública al
concluir la década de guerra civil: los de salud materno infantil, los de educación y
propaganda higiénica, y los que procuraron contener los contagios de la sífilis, la
tuberculosis y la viruela, entre otras enfermedades.
6 La implementación y el funcionamiento cotidiano de esos y otros programas requería
de un amplio y preparado personal médico y no médico en salud pública. Para ello, en
1922 el DSP estableció la Escuela de Salubridad en la ciudad de México, siguiéndose el
modelo de la Escuela de Higiene y de Salud Pública de la Universidad de Johns
Hopkins de Baltimore, Estados Unidos, creada en 1918 con el apoyo económico de la
Fundación Rockefeller. En particular lo que se procuró fue establecer una clara
diferenciación entre “la medicina curativa de la preventiva, otorgándole a la segunda el
valor de una profesión independiente”, con lo que inició la formación de médicos
diplomados y enfermeras en salud pública.6 Entre 1922 y 1925 la Escuela de Salubridad
únicamente permitió el ingresó de médicos titulados y del personal del DSP que deseara
optar por el diploma de oficial de salubridad. Sin embargo, en 1925 las autoridades de
la Escuela, en ese momento bajo la dirección del doctor Salvador Bermúdez,
reconocieron que, ante el escaso interés de los médicos diplomados para especializarse
en salud pública, y debido a la necesidad de contar con un creciente personal
adecuadamente preparado, se permitiría el ingreso de personas ajenas al mundo. Lo
anterior posibilitó que hombres y mujeres del público en general tuvieran la posibilidad
de optar alguno de los siguientes diplomas: ayudante de laboratorio bacteriológico,
inspector de enfermedades infecciosas, agentes de desinfección, inspectores de
alimentos y bebidas, y enfermeras visitadoras.7
7 En lo que respecta a las mujeres interesadas en obtener el diploma de enfermera
visitadora, o sanitaria, las que además pasarían a formar parte del sector formal del
mundo del trabajo, inicialmente se determinó que no necesitaban poseer una educación
médica formal o el título de enfermera. Lo que sí se les exigió fue cursar una serie de
materias que contemplaban, entre otros, los siguientes temas: higiene pública, personal
y general; ejercicio corporal desde el punto de vista higiénico, alcoholismo; tratamiento
higiénico de la tuberculosis, nociones generales sobre enfermedades transmisibles;
vacunación, higiene sexual y alimentos, bebidas y vitaminas.8 También tenían que
aprobar cursos sobre legislación sanitaria, y los exámenes al término de los nueve
meses de estudio. Lo anterior, de acuerdo con Salvador Bermúdez, posibilitaría que las
enfermeras visitadoras contaran con los conocimientos técnicos, higiénicos y de salud
pública, y que perfeccionaran sus habilidades prácticas y de comunicación para
desempeñar con éxito sus labores cotidianas.9
8 También es importante mencionar que la División de Salud Internacional de la
Fundación Rockefeller, la que llegó a México durante la década de 1920 para
implementar campañas para contener la uncinariasis y la fiebre amarilla en los estados
del sur y sureste del país, emprendió la tarea de formar a especialistas en salud pública,
incluyendo a enfermeras visitadoras. En 1932 instaló una Escuela de Preparación y
Adiestramiento o ‘Training Station’ en Cuernavaca, capital del estado de Morelos, y en
1935 la trasladó a Xochimilco, a las afueras de la ciudad de México. Además, entre 1935
y 1940 se instalaron otras estaciones de adiestramiento en diferentes estados.10 De
acuerdo con los funcionarios de la FR el trabajo de las enfermeras visitadoras era
fundamental para “extender los beneficios de la cultura y de la higienización a las
regiones campesinas,”11 propósitos compartidos por los funcionarios del DSP.12 Los
cursos que se proporcionaban en las estaciones de adiestramiento tenían una duración
de entre 6 y 8 semanas en los que se combinaban materias teóricas y prácticas,
incluyendo las siguientes: diagnóstico de enfermedades infecciosas, técnicas de
vacunación, nociones básicas de higiene infantil, cuidados de bebés y niños
preescolares, levantamiento estadístico, trabajo de laboratorio y práctica de campo.
Cabe agregar que entre 1932 y 1947 aproximadamente mil mujeres recibieron esa
instrucción.13
9 En la ciudad de México entre 1922 y 1929 las labores de las enfermeras visitadoras
fueron organizadas y coordinadas por siete Centros de Higiene Infantil (CHI)
dependientes del DSP ubicados en las colonias más pobres y densamente pobladas de la
capital. Lo anterior obedeció a que de acuerdo con las autoridades de salud, era
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fundamental que las visitadoras se concentraran en dar a conocer los principios de la


higiene pública y privada; que instruyeran a las mujeres sobre las nociones básicas de
puericultura pre y posnatal; que supervisaran la salud de las mujeres durante el
embarazo, parto y puerperio; que dieran seguimiento del crecimiento y la salud de los
niños hasta los dos años de edad, y que se cercioraran que las casas y habitaciones
cumplieran con estándares mínimos de higiene. Además, y no menos importante, se
esperaba que ellas contribuyeran a que las familias abandonaran prácticas médicas y
curativas no reconocidas por las autoridades de salud.
10 Las labores cotidianas de las enfermeras visitadoras iniciaban a las ocho de la
mañana, al salir de los CHI vistiendo un uniforme blanco, pulcro y sin ningún “afeite
que altere la dignidad de su carácter”.14 Portaban un pequeño maletín o petaquilla con
artículos para el aseo de mujeres y niños; instrumentos para revisar a las mujeres
embarazadas, al igual que folletos y hojas sueltas con información y propaganda
higiénica.15 Los CHI también les proporcionaban detallados listados indicando las
direcciones, nombres y edades de las personas que visitarían, en los que se especificaba
el tipo de visita a realizar: visita de “conquista, de reconquista o de seguimiento”.16 En
las primeras, se esperaba que convencieran a las mujeres de los sectores populares de
los beneficios que ellas y sus hijos recibirían al inscribirse a los CHI. En las de
“reconquista”, lo más relevante era persuadir a las mujeres inscritas en alguno de los
CHI sobre la importancia que tenía retornar a los mismos, y en las de “seguimiento”,
debían supervisar las condiciones de salud de los recién nacidos y de las nuevas madres,
asegurarse que los domicilios contaran con las más elementales condiciones de higiene
y proporcionar instrucciones referentes a la adecuada alimentación, cuidado y aseo de
los niños.17 Y si bien “dirigir a la futura madre; dirigir al niño y divulgar los preceptos de
higiene general, por lo que respecta principalmente a la higiene de la habitación, a la
higiene general y a la higiene de la alimentación”18 eran labores esenciales, es
pertinente destacar que sus labores no se circunscribieron al ámbito doméstico.
11 A ellas también correspondió participar en la implementación de las primeras
campañas de vacunación obligatoria contra la viruela a nivel federal a partir de los años
finales de la década de 1920. Si bien al iniciar esa década, el DSP había comenzado a
conformar a las llamadas Brigadas Móviles de Vacunación, compuestas por tres
médicos, cuatro practicantes y cuatro o cinco enfermeras tituladas,19 fue a partir de
1926, al expedirse el primer código sanitario de época posrevolucionaria, cuando se
determinó que la vacunación contra la viruela era obligatoria a nivel federal. Para ello,
el DSP organizó cursos rápidos o exprés para que inspectores sanitarios y enfermeras
visitadoras dominaran las técnicas de inmunización. Además, de manera gradual tanto
las enfermeras visitadoras como las enfermeras tituladas, pasaron a formaron parte de
las brigadas de vacunación que recorrieron el país bajo la dirección de médicos y
epidemiólogos con la consigna vacunar al mayor número posible de personas.20 Es
importante subrayar que entre 1922 y 1930 la viruela ocupó el quinto lugar entre las
causas evitables de mortalidad a nivel nacional,21 y que la vacunación contra esa
enfermedad representó en numerosas ocasiones el primer contacto de hombres,
mujeres y niños con las instituciones y actores del ámbito de la salud pública estatal.
12 Cuando las enfermeras visitadoras y tituladas se incorporaban a las brigadas de
vacunación urbanas y rurales, recibían capacitación e instrucción sobre técnicas para
vacunar, para conservar y transportar la vacuna, para reconocer y distinguir la
sintomatología de la viruela de otras enfermedades eruptivas, al igual que indicaciones
para llevar registros de las personas vacunadas. Al respecto, y a manera de ejemplo, en
abril de 1930 el Servicio de Higiene Infantil de la ciudad de México solicitó al Servicio
de Enfermedades Transmisibles del DSP proporcionar en calidad de “urgente” 23,500
dosis de vacuna a las enfermeras visitadoras,22 y se destacó que entre enero y abril de
ese año a ellas había correspondido vacunar a más de 33,000 personas en la capital,
tanto en los Centros de Higiene Infantil, como durante sus visitas a los domicilios de los
pacientes inscritos a los centros, al igual que en escuelas, calles y plazas.23
13 Es importante subrayar que aplicar la vacuna no sólo exigía dominar la técnica para
inmunizar; era igualmente importante que el personal vacunador realizara una
cuidadosa y ardua labor de convencimiento, persuasión e instrucción entre el público
en general, y sobre todo entre las madres de familia. Esa labor era, en consideración de
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las autoridades de salud, esencial para generalizar y lograr que amplios sectores de la
población urbana y rural interiorizara el valor de medicina preventiva.
14 Fue también a partir de la década de 1930 cuando las campañas de vacunación contra
la viruela adquirieron una magnitud no vista hasta ese momento, por lo que además de
vacunar en casas, escuelas, centros de trabajo y en los Centros de Higiene Infantil de la
ciudad de México y en otras capitales de los estados, el DSP llevó los programas de
vacunación al ámbito rural.24 Para ello fueron indispensables las labores de las Brigadas
Móviles Sanitarias, al igual que los diferentes servicios médicos rurales organizados a lo
largo de ese decenio.25 Así, y de acuerdo con la Oficina de Higiene Rural y Medicina
Social, tan solo entre 1936 y 1940 las enfermeras visitadoras y los médicos adscritos a
los servicios médicos rurales habían aplicado un total de 834,454 vacunas en diferentes
regiones rurales del país.26 Además, se hizo notar que algunas brigadas de vacunación
habían sido integradas únicamente por mujeres, como en el caso de una enviada a
recorrer el estado de Jalisco y la que consignó haberse enfrentado a numerosos
obstáculos para vacunar, entre éstos la circulación de un rumor entre la población: si se
dejaban vacunar, morirían en menos de 24 horas.27 Es relevante mencionar que
durante la campañas de vacunación, o cuando las enfermeras visitadoras o tituladas
participaban en otros programas estatales de salud, bien podían enfrentarse a la
reticencia y negativa de hombres, mujeres y niños. Al respecto, lo anterior aconteció en
la ciudad de México en 1926 al entrar en vigor el decreto que hizo obligatoria la
vacunación contra la viruela, la escarlatina y la difteria.28 De igual forma, en ocasiones
el personal de salud tuvo que realizar sus labores con el apoyo y resguardo de soldados
y de las autoridades municipales debido a la hostilidad y agresión que podían llegar a
enfrentar en rancherías y despoblados rurales. Un caso que recibió una amplia difusión
en la prensa fue el del asesinato de la enfermera visitadora Lucía Salcido Valdés en
febrero de 1946 en el estado de Sinaloa. Lucía formaba parte de una Brigada de
Vacunación la que al llegar a un pequeño poblado de ese estado para inmunizar - casa
por casa -, se topó con un individuo que era requerido por la justicia llamado Antonio
Valdés. El señor Valdés, ante el temor de ser aprehendido por las autoridades, tomó a
Lucía como rehén, siendo que unas horas más tarde las autoridades estatales
encontraron su cuerpo inerte, entre los árboles de un área despoblada.29
15 Si bien establecer con toda exactitud cuál fue la cifra de enfermeras visitadoras que
desempeñaron diferentes trabajos en los programas estatales de salud es difícil de
precisar, en 1937 el DSP señaló que más de 1,500 laboraban en diferentes ámbitos
rurales, al igual que en las ciudades. Sin embargo, lo que se anhelaba era que por cada
10,000 habitantes hubiera cuando menos una enfermera visitadora.30 Ahora bien, y de
acuerdo con el médico y general José Siurob, en ese momento al frente del DSP, las
enfermeras visitadoras requerían poseer una sólida preparación teórica y de un esencial
“ilustramiento práctico”, debido a que era precisamente a ellas a las que correspondería
fungir como enlace entre los profesionales de la medicina, las autoridades de salud y el
público en general.31
16 Las enfermeras visitadoras fueron intermediarias clave entre las autoridades e
instituciones de salud, los médicos y hombres, mujeres y niños. Ellas llevaron a los
hogares urbanos y rurales los principios más básicos de la higiene pública y privada, las
nociones esenciales de los cuidados y de la salud materno-infantil, al igual que la
vacuna antivariolosa (entre otros recursos preventivos). Además, devinieron en actores
fácilmente reconocibles del ámbito de la salud pública institucional en diferentes
ciudades, pueblos y estados. Por ello, la familiaridad y confianza que las enfermeras
visitadoras fueron obteniendo entre amplios sectores sociales, su distintivo uniforme
blanco y pulcro, sus recorridos por las calles de ciudades y en distintos municipios
rurales, al igual que su llegada a los domicilios de los pacientes o posibles pacientes, fue
motivo de una nota periodística publicada en 1948 en El Universal, uno de los rotativos
de mayor tiraje de la ciudad de México.
17 El 14 de abril, señalaba ese diario, en el barrio de Los Gallitos en la ciudad de
Guanajuato, capital del estado con el mismo nombre, un hombre y una mujer llegaron
al domicilio del señor Mariano Mireles y de su esposa doña Pachita N. de Mireles. La
mujer de aproximadamente veintiocho años, portando un maletín y vistiendo un
impecable uniforme de enfermera, y el hombre, también joven y que parecía médico,
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solicitaron a la señora Mireles que les permitiera que su pequeña hija les acompañara
para que les indicara en qué casas de la localidad había niños, explicando que
desconocían el barrio y que con el apoyo de la menor, lograrían su cometido: aplicar al
mayor número posible de infantes y adultos no vacunados la vacuna contra la viruela.
El periódico agregó que la madre no mostró inconveniente alguno y que no sintió
desconfianza, por lo que permitió que su hija “acompañara a los falsos agentes de
salud”, desapareciendo los tres por los callejones cercanos.32 Si bien la prensa no
informó más, por lo que es imposible saber si la pequeña regresó con sus padres, ese
caso muestra la confianza que podían llegar a despertar las enfermeras visitadora o
sanitarias al finalizar la década de los 1940, y con ello, la familiaridad del público con su
presencia. Ahora bien, es importante subrayar que otro ámbito en el que la presencia y
labores de las enfermeras tituladas era ya preponderante, era el hospitalario, siendo
que a partir de los años finales de la década de 1930 la construcción de hospitales
públicos atravesó por una etapa de expansión y modernización que se intensificó a lo
largo de las de 1940 y 1950, deviniendo en uno de los pilares de la salud pública estatal
y de la seguridad social.

Confortar y cuidar: las enfermeras entre


la tradición y la modernidad hospitalaria
18 Dos elementos sobresalieron en la empresa sanitaria institucional a partir de la
década de 1940. Por una parte, en 1942 se promulgó la Ley del Seguro Social lo que
llevó al que se estableciera el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en 1943, y a
que iniciara la implementación de un sistema de seguridad social para los trabajadores
asalariados de diferentes sectores productivos y en el que la atención médica y curativa
por parte de un personal médico y de enfermería experto fue prioritario. Por otra parte,
las autoridades nacionales privilegiaron la construcción de una amplia y moderna red
hospitalaria a lo largo del país, primero bajo la supervisión y coordinación del DSP, y a
partir de 1943, bajo la dirección de la recién creada Secretaría de Salubridad y
Asistencia y del IMSS.33
19 La edificación de modernos hospitales tenía como propósito transformar la
estructura, la atención médica y los locales en los que funcionaban los viejos hospitales,
por lo que además de emprenderse mejoras a diferentes hospitales públicos, como en el
caso de el Hospital General de la ciudad de México (inaugurado en 1905), a lo largo de
la década de 1940 abrieron sus puertas el Hospital para Enfermos Crónicos de
Tepexpan (1942), el Hospital Infantil (1943), el Instituto Nacional de Cardiología
(1944), el Hospital de Enfermedades de la Nutrición (1946) y el Hospital General “Dr.
Manuel Gea González” (1947). Además, fue en 1944 cuando inició la planeación del
Hospital de Zona Número Uno, conocido como el Hospital de La Raza, el primero
construido por el IMSS (inaugurado en 1954), y cuando también se contempló edificar
una red hospitalaria en diferentes estados del país.34
20 La expansión y modernización hospitalaria fueron fenómenos compartidos en
diferentes países de América Latina y Europa, así como en Estados Unidos y Canadá
durante y después del periodo de entreguerras. Por ello, en diversos foros nacionales e
internacionales se discutieron los estilos arquitectónicos, los materiales de
construcción, el funcionamiento interno y el papel que los hospitales desempeñarían
como ejes articuladores de los espacios urbanos y rurales circundantes. Además, el que
se buscara que los modernos espacios hospitalarios se transformaran en espacios
atractivos, cómodos, seguros y con un personal eficaz y competente a los ojos del
público, llevaron a que el doctor Salvador Bermúdez, retomando los postulados que el
médico canadiense Malcolm T. MacEachern estableció en el libro: Hospital
Administration and Management (1937)35, enunciara lo que sigue: un hospital
moderno debe funcionar eficazmente, con “suavidad”, “sin pérdida de tiempo ni de
esfuerzos, de la manera más económica... tratándose de hospitales, las improvisaciones
y las adaptaciones resultan casi siempre deplorables…”.36 Esa búsqueda de eficacia y
modernidad hospitalaria, en la que su funcionamiento cotidiano fuera suave y sin
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contratiempo, llevó a que en 1943 se conformara en la ciudad de México el Seminario


para la Construcción de Hospitales, integrado por médicos, arquitectos y funcionarios
públicos, y a que se conformara la Escuela Mexicana de Arquitectura Nosocomial bajo
el liderazgo del arquitecto Enrique Yáñez.37
21 Además de la racionalización y funcionalismo de los espacios, se estableció que era
fundamental que al interior de estos se operara de manera óptima, obteniendo
diagnósticos rápidos y exactos, y proporcionando tratamientos tempranos y eficaces. Lo
anterior exigía contar con un personal médico, quirúrgico y de enfermería bien
preparado. Esas temáticas sobresalieron en las discusiones y deliberaciones que
tuvieron lugar en diferentes foros nacionales e internacionales, tal y como aconteció en
1941 durante la Convención de la Asociación Americana de Hospitales celebrada en
Atlantic City, Estados Unidos, y que contó con la participación de representantes de
Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador y México, entre otros países de América
Latina.38 Asimismo, en 1944 la ciudad de México fue sede del Primer Instituto Regional
Interamericano de Administración y Organización de Hospitales, convocado por la
Asociación Interamericana de Hospitales bajo los auspicios de la Oficina Sanitaria
Panamericana.39 En esa reunión, médicos, funcionarios públicos y arquitectos de
diferentes países de las Américas abordaron no solo la planeación y administración con
la que requerirían funcionar los hospitales, también se deliberó en lo referente a cómo
contar con un personal médico y de enfermería apto y en número suficiente.40 Y entre
las principales características del personal médico y de enfermería que se pensaba
requeriría formar parte del personal hospitalario, se destacó una estricta jerarquización
de las labores a desempeñar por médicos, enfermeras, trabajadores de laboratorio, de
limpieza y farmacia, al igual que una creciente diferenciación entre las labores de
enfermeras especializadas y de las que no contaran con una especialidad.
22 De igual forma en 1950 durante la Reunión de la Asociación Fronteriza Mexicana-
Estadounidense en Salubridad celebrada en la ciudad de Chihuahua, Margaret
Arnstein, en ese momento jefa de la División de Recursos de Enfermería de los
Servicios de Sanidad Pública de los Estados Unidos, presentó una reflexión en torno a
los diferentes tipos de enfermeras que México y Estados Unidos necesitaban para el
adecuado funcionamiento de los servicios públicos de salud. Arnstein especificó que lo
primero que se tenía que saber en cada contexto nacional era “la proporción del trabajo
total que realizan otros miembros del grupo sanitario, enfermeras auxiliares, médicos,
ayudantes de laboratorio, especialistas en nutrición, educadores de salubridad y
visitadoras sanitarias” y que, con base a lo anterior, sería posible determinar qué
trabajos corresponderían a las enfermeras.41 Sin embargo, lo que más destacó fue que lo
mínimo que correspondía a las enfermeras de hospitales era la administración de
medicamentos, ayudar con los tratamientos y observar cualquier cambio en la
condición del enfermo, y claro esta, informar al médico. También subrayó que, los
pacientes esperaban que la enfermera les mantuviera “cómodos”, y que con “el menor
grado de dolor e incomodidades” les suministrara los tratamientos indicados por el
médico. De igual forma, estableció que era muy importante que en todo momento
buscaran proporcionar a los pacientes una “sensación de seguridad y de confianza, es
decir, tranquilidad mental y emocional, además de comodidad física”.42 Lo anterior lo
resumió de la siguiente manera: las enfermeras tienen que “prodigar asistencia sin
tropiezos, sin peligro” por lo que era indispensable que poseyeran “el don de gentes,
porque sin esta habilidad será poco” lo que podrán cumplir o alcanzar.43 Ese “don de
gentes” era lo que se consideraba posibilitaría educar al enfermo y a la familia del
paciente en el ámbito hospitalario, lo que a su vez permitiría obtener la colaboración de
las familias y prescribir terapias y tratamientos individuales, lo que a su vez redundaría
en la salud de la colectividad.44
23 Esas ideas y percepciones en torno a las labores de las enfermeras en hospitales se
plasmaron en diferentes programas de estudio, en manuales y en guías de trabajo
escritas para enfermeras generales y especializadas. Por ello, en un Manual para
enfermeras publicado en 1947 y destinado a las que trabajaban en el Hospital General
Dr. Manuel Gea González para enfermos de tuberculosis, se subrayó que ellas no
podían descuidar la apariencia personal: “El uniforme bien cortado y mejor cuidado es
una marca de distinción profesional que ayuda a ganar la atención de la familia” del
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enfermo.45 También se destacó que la “expresión facial” era fundamental, ya que “una
sonrisa…puede manifestar un sincero interés en la familia y ayudar a romper la
resistencia para proporcionar información pertinente de índole sanitaria”.46 En lo
referente a la voz, se asentó que por ser un “instrumento sensible” en todo momento
requería emplearse un tono claro y lento para transmitir al paciente comprensión y no
generar alarma o preocupación. Aunado a lo anterior, en el Manual se subrayó que al
margen del estado social o económico de los pacientes hospitalizados, se les debía
“considerar como invitados y se les tratará con la debida cortesía”, y que toda
oportunidad que se presentara tendría que aprovecharse para “instruir al paciente”,
proporcionándole “consejos a embarazadas, explicación de medidas preventivas… el
valor del cuidado de los dientes… consejos sobre alimentación y reposo,”47 entre otras
sugerencias que fortalecían una serie de cualidades asociadas con el género femenino.
24 Lo anterior, al margen de la creciente especialización de la enfermería, se reiteró en
un libro de texto para las alumnas de la Escuela de Enfermería del Instituto Mexicano
del Seguro Social (creada en 1947).48 El libro titulado: Organización y funcionamiento
de hospitales fue escrito por Salvador Bermúdez,49 quien había sido director de la
Escuela de Salubridad durante la década de 1920 e impulsor de la formación de las
enfermeras visitadoras, al igual que incansable promotor de programas de educación
higiénica durante la mayor parte del siglo veinte.
25 Bermúdez inició el texto enunciando que si bien numerosos hospitales en el país aún
poseían rasgos de la época “A.F.N: Antes de Florencia Nightingale”, al mediar el siglo
pasado no era posible seguir perpetuando que los pacientes se aproximaran a los
hospitales con “repugnancia, aprensión y miedo”. Por ello, y para que llegaran “con
gusto, confianza y esperanzas de vivir”, 50era esencial que las enfermeras combinaran el
estudio continuo, serio y permanente con una actitud moral o ética irreprochable:

Sea cual fuere la clase de labores, la enfermera debe estudiar continuamente; no


se concibe el tipo de enfermera fosilizada, que cree que ya lo ha aprendido todo;
ella…tiene que estudiar “toda su vida” para mantenerse a tono con los progresos
técnicos de su profesión… Además, en cualquier tipo de trabajo, sea en hospital
general, sea en especialidades, la actitud moral o ética es muy importante.51

26 Bermúdez también destacó que las enfermeras, al margen de la especialidad que


tuvieran, requerían velar por la comodidad física y mental de los pacientes, por lo que
debían ser amables, dulces, tolerantes y consideradas, lo que calificó como “las
virtudes” de la enfermería.52 Para garantizar lo anterior, asentó que era preferible “que
la enfermera obtenga permiso para irse a descansar, a divertir, antes de que pueda
“estallar”.53 Además, subrayó que por ningún motivo podrían opinar o cuestionar las
indicaciones del médico, y que la voz de la enfermera, fuese ésta generalista o
especializada, requería ser “suave” pero firme, evitando transmitir brusquedad o
rudeza.54 En ese libro de texto incluso se afirmó que los reclamos, el cansancio, la
desesperación y el enojo no eran permisibles, a diferencia del afecto, la calma, la
suavidad del trato y la incuestionable colaboración, agregándose que si alguna
enfermera “se queja de que no leen sus notas, es porque éstas son incompletas, están
mal hechas, o no valen la pena ser leídas”.55
27 En lo referente a sus labores cotidianas, ese libro destacó la centralidad que tenía la
observación del paciente, ya que:

Recordemos que el médico ve al enfermo, con frecuencia, unos cuantos minutos.


La enfermera tiene oportunidad de verlo, en ocasiones, durante horas enteras.
Puede observar signos, síntomas y síndromes que quizá no existían cuando el
examen del facultativo.56

28 Esa observación, además de ser cuidadosa, sostenida y cotidiana, tendría que quedar
claramente plasmada por escrito, ya que “la memoria de la enfermera podría fallar”, por
lo que otra labor central que ellas tenían al interior de los hospitales era llevar registros
cuidadosos y detallados de los pacientes,57 en los que requerían anotar síndromes como
“hemoptisis, hematemesis, hematuria, síncope, colapso, estado de coma, anuria” y
fiebre.58

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29 En libros de texto como el elaborado por Bermúdez, al igual que en las instrucciones
que las enfermeras recibían en maternidades, hospitales generales, especializados,
clínicas de salud, o en los manuales escritos específicamente para el personal de
enfermería durante la implementación de diferentes campañas de salud, se reiteraba
que no les era permitido manifestar enojo, desesperación o cansancio. Como se puede
apreciar, al finalizar la década de los 1950, se reiteraba que entre las cualidades más
relevantes del trabajo de la enfermería hospitalaria estaban la paciencia, la dulzura, la
puntualidad, la limpieza, la amabilidad y el buen humor, así como la obediencia y el
seguimiento puntual de la recomendación y guía del médico. De igual forma, una y otra
vez se repitió que era esencial el adecuado y pulcro empleo del uniforme blanco y de un
gorro o una cofia, que el maquillaje siempre tendría que ser discreto y las uñas cortas y
limpias, elementos de distinción, de jerarquía y de diferenciación de otras tareas del
quehacer sanitario. Lo anterior se reiteraba al margen de las amplias transformaciones
arquitectónicas, funcionales y de organización por las que atravesaron los hospitales,
las ciencias médicas, la terapéutica, y la formación y especialización de la enfermería.

Consideraciones finales
30 Durante el transcurso de la segunda mitad del siglo pasado los actores del ámbito de
la salud pública institucional fueron ante todo heterogéneos: enfermeras tituladas,
enfermeras visitadoras, médicos, epidemiólogos, ingenieros, vacunadores y
funcionarios públicos. Si bien repetidamente se reitero que el eficaz desempeño de la
enfermería en sus diferentes vertientes exigía de una adecuada preparación formal, en
la práctica cotidiana prosiguió estableciéndose una analogía entre la práctica de la
enfermería y el desempeño de una serie de labores asociados con el ámbito doméstico y
con nociones de género. A las enfermeras visitadoras se les consideró como agentes
idóneos para participar en los programas de salud materno-infantil, como educadoras y
divulgadoras de hábitos y prácticas calificadas como higiénicas y saludables, al igual
que para colaborar en los programas de medicina preventiva, dado que podrían – por
una suerte de habilidad natural – convencer, persuadir y lograr que las personas
renuentes a ser vacunadas aceptaran el recurso preventivo. En el caso de las enfermeras
de hospitales, al margen de la preparación que tuvieran, se prosiguió reiterando que el
trato amable y la comodidad de los pacientes, al igual que limpiar, acomodar y
resguardar equipo e instrumental, eran prácticas esenciales que toda enfermera tendría
que desempeñar. Ahora bien, y al margen del hincapié en la suavidad del trato y de la
voz, de la limpieza y puntualidad, y de la obediencia – virtudes cuasi atemporales de la
enfermería – las labores de las enfermeras visitadoras y de hospitales contribuyeron a
consolidar a las instituciones y a los programas de salud pública en México, al igual que
en otros países de la región.

Notes
1 Un balance detallado de lo anterior se encuentra en: Cueto, Marcos and Palmer, Steven,
Medicine and Public Health in Latin America: A History, New York, Cambridge University
Press, 2015, p. 58-156.
2 Bustamante, Miguel E., Cinco personajes de la salud en México, México, Grupo editorial
Miguel Ángel Porrúa, 1986, y Suárez Argüello, Ana Rosa, “El maletín diplomático del Dr.
Eduardo Liceaga”, en Suárez Argüello, Ana Rosa y Agustín Sánchez, Andrés (coord.), A la sombra
de la diplomacia. Actores informales en las relaciones internacionales de México, siglos XIX y
XX, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás Hidalgo e Instituto de Investigaciones Dr.
José María Luis Mora, 2017, p. 113-152
3 Aréchiga Córdoba, Ernesto, “Dictadura sanitaria, educación y propaganda higiénica en el
México Revolucionario, 1917-1934”, Dynamis, 2005, vol. 25, p. 120-122.
4 Agostoni, Claudia y Soto Laveaga, Gabriela, “Science and public health in the century of
revolution”, en Beezley, William H., (ed.), A Companion to Mexican History and Culture, New
York, Blackwell Companions to World History, Blackwell Publishing, 2011, p. 561-574.

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11/10/2019 Instruir, confortar y cuidar: enfermeras visitadoras y de hospitales en México, 1920-1950
5 Bustamante, Miguel E., “La coordinación de los servicios sanitarios federales y locales como
factor de progreso higiénico en México - Trabajo de ingreso a la Academia Nacional de Medicina,
presentado en mayo de 1934”, en Hernández Llamas, Héctor, La atención médica rural en
México, 1930-1980. México, Instituto Mexicano del Seguro Social, 1984, p. 58.
6 Gudiño-Cejudo, María Rosa, Magaña-Valladares, Laura, Hernández Ávila, Mauricio, “La
Escuela de Salud Pública de México: su fundación y primera época, 1922-1945”, Salud Pública de
México, 2013, vol. 55-1, p. 84.
7 Bermúdez, Salvador, “Training Sanitarians in Mexico City”, American Journal of Public Health,
1926, vol. 16-5, p. 491, y Valdespino, José Luis y Sepúlveda, Jaime (editores), Crónica de la
Escuela de Salud Pública de México de 1922 a 2001. Libro Conmemorativo, Escuela de Salud
Pública de México, Instituto Nacional de Salud Pública, México, 2002, p. 36.
8 “Informe anual de las labores desarrolladas en la Escuela de Salubridad anexa al Departamento
del mismo nombre, desde el 1 de julio de 1926 hasta el 30 de junio de 1927”, Archivo Histórico de
la Secretaría de Salud (AHSSA), fondo salubridad pública, sección establecimientos
dependientes, serie escuela de salubridad, caja 1, expediente 11.
9 Bermúdez, Salvador, “Training Sanitarians in Mexico City”, American Journal of Public
Health, 1926, vol. 16-5, p. 492, y Agostoni, Claudia, “Las mensajeras de la salud. Enfermeras
visitadoras en la ciudad de México durante la década de los 1920”, Estudios de Historia Moderna
y Contemporánea de México, 2007, vol. 33, p. 89-120.
10 Birn, Anne-Emmanuelle, “Skirting the Issue: Women and International Health in Historical
Perspective”, American Journal of Public Health, 1999, vol. 89, p. 399-407; Birn, Anne-
Emanuelle, Marriage of Convenience. Rockefeller International Health and Revolutionary
Mexico, Rochester, University of Rochester Press, 2006, p. 212, y Gudiño Cejudo, María Rosa,
Magaña Valladares, Laura y Hernández Ávila, Mauricio, “La Escuela de Salud Pública de México:
su fundación y primera época, 1922-1945”, Salud Pública de México, 2013, vol. 55-1, p. 87.
11 Siurob, José, “La sanidad en México. Informe de las labores que desarrolla el Departamento de
Salubridad Pública en la República”, Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana, 1936, n° 12,
p. 1145.
12 Birn, Anne-Emanuelle, Marriage of Convenience. Rockefeller International Health and
Revolutionary Mexico, Rochester, University of Rochester Press, 2006, p. 150-168.
13 Birn, Anne-Emanuelle, Marriage of Convenience. Rockefeller International Health and
Revolutionary Mexico, Rochester, University of Rochester Press, 2006, p. 161.
14 “Memoria de la creación del Servicio de Higiene Infantil”, AHSSA, fondo salubridad pública,
sección de higiene infantil, 1930, caja 4, exp. 21, foja 33.
15 “Petaquilla”, s/f., AHSSA, fondo salubridad pública, sección de higiene infantil, caja 6, exp. 21.
16 “Servicio de Higiene Infantil. Labor que desempeñan sus empleados”, AHSSA, fondo
salubridad pública, sección de higiene infantil, caja 7, exp. 36, 1920-1931, foja 57.
17 Espinosa de los Reyes, Isidro, “La mortalidad de la primera infancia en México: sus causas y
remedios”, Gaceta Médica de México, 1923, vol. LV- 3, p. 852.
18 “Memoria de la creación del Servicio de Higiene Infantil”, AHSSA, fondo salubridad pública,
sección de higiene infantil, caja 4, exp. 21, 1930, foja 34.
19 Álvarez Amézquita, José, Bustamante, Miguel E., López Picazos, Antonio y Fernández del
Castillo, Francisco, Historia de la salubridad y la asistencia en México, México, Secretaría de
Salubridad y Asistencia, vol. 2, 1960, p. 269-270.
20 Agostoni, Claudia, Médicos, campañas y vacunas. La viruela y la cultura de su prevención en
México, 1870-1952, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de
Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016, p. 98-120.
21 Bustamante, Miguel E., “La coordinación de los servicios sanitarios federales y locales como
factor de progreso higiénico en México - Trabajo de ingreso a la Academia Nacional de Medicina,
presentado en mayo de 1934”, en Hernández Llamas, Héctor (ed.), La atención médica rural en
México, 1930-1980, México, Instituto Mexicano del Seguro Social, 1984, p. 43.
22 “Carta del jefe del Servicio de Higiene Infantil al jefe del Servicio de Enfermedades
Transmisibles, 6 de febrero de 1930”. AHSSA, fondo salubridad pública, sección de higiene
infantil, 1930, caja 6, exp. 21.
23 “Labor desarrollada por el Servicio de Higiene Infantil, 10 de julio 1930”, AHSSA, fondo
salubridad pública, sección higiene infantil, caja 7, exp. 36, 1930-1931, foja 55.
24 “Informe sintético de los trabajos desarrollados por la Oficina de Higiene Rural y Medicina
Social”, en Boletín de Salubridad e Higiene, 1939, vol. II-7, 1939, p. 640-641.
25 Departamento de Salubridad Pública, Los servicios de higiene rural y medicina social,
México, Artes Gráficas del Estado, 1941, p. 10.
26 Departamento de Salubridad Pública, Los servicios de higiene rural y medicina social,
México, Artes Gráficas del Estado, 1941, cuadro siete, sin número de página.
27 “Una epidemia de variolosis”, El Informador, 20 agosto 1947, p. 3.

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11/10/2019 Instruir, confortar y cuidar: enfermeras visitadoras y de hospitales en México, 1920-1950
28 Un análisis de la reticencia y resistencia que generó la obligatoriedad de la vacunación contra
la viruela, la difteria y la escarlatina en la ciudad de México en 1926 y 1927 se encuentra en
Agostoni, Claudia. Médicos, campañas y vacunas. La viruela y la cultura de su prevención en
México, 1870-1952. México, Universidad Nacional Autónoma de México – Instituto de
Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016, p. 99-120.
29 Sobre el caso de Lucía Salcido Valdés ver: Agostoni, Claudia. Médicos, campañas y vacunas.
La viruela y la cultura de su prevención en México, 1870-1952. México, Universidad Nacional
Autónoma de México – Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, 2016, p. 188-189.
30 Birn, Anne-Emanuelle, Marriage of Convenience. Rockefeller International Health and
Revolutionary Mexico, Rochester, University of Rochester Press, 2006, p. 190.
31 Siurob, José, “La sanidad en México. Informe de las labores que desarrolla el Departamento de
Salubridad Pública en la República”, Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana, 1936, n° 12,
p. 1145.
32 “Ingeniosos ardides de los robachicos. En Guanajuato se fingieron agentes vacunadores para
apoderarse de una nenita”, El Universal, 15 de junio de 1948, p. 31.
33 Baz, Prada, “El plan hospitalario del gobierno de México”, Boletín de la Oficina Sanitaria
Panamericana, 1943, noviembre, p. 981-986. La Secretaría de Salubridad y Asistencia se
conformó en 1943 mediante la fusión del Departamento de Salubridad y la Secretaría de
Asistencia Pública.
34 Borrego Estrada, Genaro, La Raza. 40 años, México, Instituto Mexicano del Seguro Social,
1994, p. 24-25. Baz, Prada, “El plan hospitalario del gobierno de México”, Boletín de la Oficina
Sanitaria Panamericana, 1943, noviembre, p. 983, y Fajardo Ortiz, Guillermo, Breve historia de
los hospitales de la ciudad de México, México: Asociación Mexicana de Hospitales, 1980.
35 MacEachern, Malcolm T., Hospital Administration and Management, Chicago, Chicago
Physicians Record Co., 3rd edition, 1937.
36 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 27.
37 Rivero Borrell, Mauricio, “El Centro Médico La Raza”, en Borrego Estrada, Genaro, La Raza.
40 años. México, Instituto Mexicano del Seguro Social, 1994, p. 44.
38 MacEachern, Malcolm, T., “Recent Advances in Hospitals in the Americas”, Boletín de la
Oficina Sanitaria Panamericana, 1942, p. 1197-1198.
39 “De enorme utilidad va a ser el Congreso de Administración y Organización de Hospitales”, El
Popular, 17 enero 1944, p. 1.
40 Baz Prada, Gustavo, “El plan hospitalario del gobierno de México”, Boletín de la Oficina
Sanitaria Panamericana, 1943 noviembre, p. 981-986, y Baz Prada, Gustavo, “Programa de
hospitales, 1940-1946”, Gaceta Médica de México, 1947, p. 296-308.
41 Arnstein, Margaret, “Enfermería. ¿Cuál es el tipo de enfermera que necesitamos?”, Boletín de
la Oficina Sanitaria Panamericana, 1950 julio, p. 750.
42 Arnstein, Margaret, “Enfermería. ¿Cuál es el tipo de enfermera que necesitamos?”, Boletín de
la Oficina Sanitaria Panamericana, 1950 julio, p. 751-752.
43 Arnstein, Margaret, “Enfermería. ¿Cuál es el tipo de enfermera que necesitamos?”, Boletín de
la Oficina Sanitaria Panamericana, 1950 julio, p. 753.
44 Arnstein, Margaret, “Enfermería. ¿Cuál es el tipo de enfermera que necesitamos?”, Boletín de
la Oficina Sanitaria Panamericana, 1950 julio, p. 753.
45 Secretaría de Salubridad y Asistencia, “Manual para enfermeras”, Boletín Epidemiológico,
nov-dic. 1946, n° 6, p. 13.
46 Secretaría de Salubridad y Asistencia, “Manual para enfermeras”, Boletín Epidemiológico,
nov-dic. 1946, n° 6, p. 13.
47 Secretaría de Salubridad y Asistencia, “Manual para enfermeras”, Boletín Epidemiológico,
nov-dic. 1946, n° 6, p. 16-18.
48 Entre otras escuelas de enfermería que operaban en ese momento estaban la Escuela de
Enfermería del Hospital General de la ciudad de México (creada en 1905), y la Escuela Nacional
de Enfermería y Obstetricia creada en 1922, la que en 1945 se separó de la Escuela Nacional de
Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México. Además, es pertinente señalar que
entre 1948 y 1952, de acuerdo con la Dirección General de Profesiones, se habían otorgado 1,004
títulos de enfermería, y que en 1952 se tenía el registro de 3,000 enfermeras tituladas a nivel
nacional. Ver: Loredo Pérez, Luz (coord..), Efemérides de enfermería (1900-1985), México,
Grupo editorial Miguel Ángel Porrúa, 1986, p. 53.
49 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958.
50 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 3.

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11/10/2019 Instruir, confortar y cuidar: enfermeras visitadoras y de hospitales en México, 1920-1950
51 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 27.
52 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 27.
53 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 27.
54 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 28.
55 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 29.
56 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 29.
57 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 29.
58 Bermúdez, Salvador, Organización y funcionamiento de hospitales. Libro de texto en la
Escuela de Enfermería del IMSS, México, 1958, p. 29.

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Référence électronique
Claudia Agostoni, « Instruir, confortar y cuidar: enfermeras visitadoras y de hospitales en México,
1920-1950 », Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En ligne], Questions du temps présent, mis en
ligne le 08 octobre 2019, consulté le 11 octobre 2019. URL :
http://journals.openedition.org/nuevomundo/76201 ; DOI : 10.4000/nuevomundo.76201

Auteur
Claudia Agostoni
Instituto de Investigaciones Históricas
Universidad Nacional Autónoma de México
agostoni@unam.mx

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Knowledge, Actors and Strategies: Smallpox Vaccination in Mexico City, 1803-1872
[Texte intégral]
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