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etclibros:poesía

Animal extraño
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JOSE
Animal extraño
Animal extraño

José Infante
etclibros: poesía

© 2018, José Infante


© De esta edición: etc el toro celeste
Apartado de Correos nº 6070 29080 · Málaga
Teléfono: 677 451 432
etc@eltoroceleste.com
www.eltoroceleste.com

ISBN: 978-84-948092-3-1
Depósito Legal: MA 336 · 2018
Impreso en España - Printed in Spain

© Diseño: juan ceyles domínguez

PRIMERA EDICIÓN: marzo 2018

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación públi-


ca o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la auto-
rización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si
necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.
conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).
PRELIMINAR

I
No es la primera vez que me enfrento a la tarea de
elegir unos cuantos poemas de los que he escrito a
lo largo de mi vida y hacer una antología. Ya lo hice
para el número 130 de Los Cuadernos de Sandua
(Córdoba, 2006), que titulé Sin orden ni concierto. Como
ya expliqué en el preliminar que allí escribí entonces
elegí los poemas por puro azar, por puro capricho,
sin atenerme a ningún criterio ni orden —de ahí su
título— , sin el deseo de mostrar ni la posible evolución
de la obra, sin respetar la cronología, dejando al azar
la elección de los textos que allí figuran, que tampoco
eran los que más me gustaban o los que pueda creer
más representativos de los distintos libros que he
ido publicando a partir de agosto de 1970 en que
apareció mi primera plaquette Imágenes sucesivas
en Los Cuadernos de María Isabel de la legendarias
publicaciones de El Guadalhorce de Ángel Caffarena.
Aquellos poemas, que iban acompañados de una
nota, que era el poema en prosa de Jorge Guillén,
“Curso de imágenes”, formaron el núcleo sobre el que
luego se habría de escribir Elegía y No, el libro que
ganó el premio Adonais en diciembre de 1971.

Pero Elegía y No, que es un título que me regaló


Rafael Pérez Estrada, no fue tampoco mi primer
libro publicado. Antes, en abril de 1971, apareció en
la colección Almoraduj de las mismas y ya aludidas

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José Infante

ediciones El Guadalhorce de Caffarena, el libro Uranio


2000. Poemas del Caos, que llevaba unos deliciosos e
inquietantes collages de Rafael Pérez Estrada y una
“Introducción” propia, en la que intentaba situar el
libro, y sobre todo explicarme a mi mismo mi relación
con la poesía y mis contemporáneos. (A menudo he
sentido la insensata necesidad de acompañar mis
libros de notas, introducciones o preliminares en los
que he intentado situar los poemas en el entorno de
mi propia existencia).

Pero Uranio 2000. Poemas del Caos tampoco era mi


primer libro escrito, sino que estaba precedido
de una larga y copiosa prehistoria literaria. Ser
contigo, Aprendiendo a barrer los caminos de la Aurora,
Los otros, Las evidencias, y sobre todo El mar es mi
tipo. Elegía mediterránea, habían sido otros tantos
intentos de reunir una gran cantidad de poemas
que desde 1966 había ido escribiendo de forma
compulsiva y desordenada y en los que ahora veo
que intentaba asimilar, digerir y hacer propia las
corrientes literarias de la época, el resultado de una
cantidad ingente de lecturas de todo tipo que desde
mi adolescencia habían ido configurando un mundo
propio, al que solo le faltaba encontrar también su
propio lenguaje. Eran intentos, borradores de libros,
de los que solo una pequeña cantidad se recogieron
en 1989 en el volumen Poesía. 1969-1989, que formó el
número cuatro de la magnífica colección Ciudad del
Paraíso del Ayuntamiento de Málaga, cuya edición
e introducción estuvo a cargo del poeta y profesor
Francisco Ruiz Noguera.

10
PRELIMINAR

No recuerdo con exactitud dónde ni cómo nació mi


primer poema, pero creo que debió ser en el otoño
invierno de 1966, a mi regreso de mi fallido intento de
ingresar en la Orden Cisterciense de la Estricta Ob-
servancia (vulgarmente conocida como Trapa). De la
crisis del profundo sentimiento espiritual —prefiero
hoy este término al religioso—, que me había llevado
a ingresar en el Monasterio de San Isidro de Dueñas,
en Venta de Baños (Palencia), nació la necesidad ex-
presiva que habría de conducirme a la palabra poé-
tica. Antes ya existía esa necesidad de expresión, de
indagación, de conocimiento y comunicación que
probablemente habían originado mis lecturas ado-
lescentes de la poesía clásica griega y romana, del
siglo de Oro español, de los románticos y de toda la
literatura teatral que había caído en mis manos en las
interminables sesiones de lectura en la Biblioteca Pú-
blica de la antigua Casa de la Cultura y que no fueron
más que la continuación a lo que ya había empezado
en la biblioteca de mi padre y en su propia influencia.
(Mi padre José Infante Lasso de la Vega (1913-1976) fue
músico, poeta, periodista, que vio rota su vida, como
tantos otros españoles, y su carrera literaria como
consecuencia, por la guerra incivil de 1936. A su tér-
mino se vio obligado a abandonar toda pretensión
artística por la necesidad perentoria de hacer frente
a la realidad y a la subsistencia. Manuscritos, recor-
tes, poemas, partituras, recopilaciones de sus afanes
y vocaciones duermen el sueño irreparable de los ca-
jones, en mi archivo particular. En su biblioteca, que
en mi infancia y adolescencia vimos como iba desa-
pareciendo con motivo de la precariedad económica,
fui iniciándome en la lectura y por tanto en la poe-

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José Infante

sía. También en sus recitados de poemas propios y de


otros poetas y en las canciones populares con las que
solía a veces, ofrecernos a mis hermanas y a mí).

Lo primero que me llega entonces, a partir de 1966,


de la poesía que se estaba haciendo en nuestro país,
en el que una atroz dictadura y su mano de hierro
de la censura nos impedía conocer lo anterior a la
guerra incivil de 1936, fue la poesía social, que había
nacido como una reacción y como una frustración a
lo establecido, aceptado y protegido y teledirigido
y manipulado eficazmente por el régimen. Pero
la poesía social que a mí me llega viene también
acompañada de la voz de grandes poetas: José
Hierro, José Luis Hidalgo, Blas de Otero y Gabriel
Celaya. Me refiero al libro Cuatro Poetas de Hoy, una
antología de estos poetas prologada por María de
Gracia Ifach y publicada en su colección “Temas de
España” de la editorial Taurus y que durante mucho
tiempo fue mi libro de cabecera desde el día que
la compré en Madrid en julio de 1967 (está la fecha
anotada en su primera página) durante el tiempo
nefasto de mi servicio militar. Durante meses alterné
aquel suplicio irracional de la vida cuartelera con
mis clases en la Universidad Complutense y sobre
todo mi asistencia a la Real Escuela Superior de
Arte Dramático de Madrid. Fue un tiempo difícil y
que sólo a través de su evidente esquizofrenia pude
superar. La irracionalidad del cuartel con la libertad
de los estudios teatrales fueron una dualidad que
originaban la tensión necesaria para ir escribiendo
mis primeros poemas.

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PRELIMINAR

Asistí en aquellos años a las tertulias que entonces


acaparaban la vida literaria madrileña, sobre todo
para los jóvenes, la Tertulia Hispanoamericana de
Rafael Montesinos en Cultura Hispánica y las del
Ateneo o la librería Abril, en la calle Arenal, alguna
vez la de la revista “Ínsula” en la calle Carmen y por las
noches las de la Ballena Alegre, en los bajos del café
Lyón en la calle de Alcalá junto a Cibeles. En aquellas
tertulias conocí a algunos poetas de mi generación
Pureza Canelo, José María Prieto, que se convirtieron
también
— en amigos, entre otros muchos. Y en la revista
que editaba Alberto Álvarez de Cienfuegos, el alma de
la Ballena Alegre, publiqué algunos de mis primeros
poemas. También en Poesía Hispánica y algunas otras
revistas de la ápoca Litoral, Bahía, Artesa...

La revista Litoral había renacido en Torremolinos,


en Málaga, por aquellos años de la mano de José
María Amado y aunque muchos puristas discutían su
legitimidad como continuadora de la tradición de los
fundadores de la mítica Litoral de los años 20, comenzó
a hacerse un hueco en el mundo literario y comenzó
a acoger a los jóvenes que entonces comenzábamos.
Como testimonio de esto que digo, en el número 7, de
abril-mayo de 1969, se reúnen poemas, con el epígrafe
general de Poetas de la Nueva Generación, de Pere
(entonces Pedro) Gimferrer, Francisco J. Carrillo,
Luiso Torres, Guillermo Carnero y mi poema “Caos”,
con el que por aquel entonces comenzaba a formar
el libro Uranio 2000. En el número 10, de octubre-
noviembre del mismo año (en cuya preparación algo
tuve que ver yo mismo) se repite mi nombre con el
poema “Los esclavos” (también de Uranio 2000), el

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José Infante

de Pere Gimferrer y el de Paco Carrillo y aparecen


igualmente poemas de Rafael Ballesteros, de Agustín
Delgado, Luiso Torres, Pedro Tedde de Lorca, Cristina
Forte, José Baena, Joaquín Giménez-Arnau, Enrique
López Buil, José Luis López Pacheco y Juan Vent Cos,
sabiamente mezclados con ilustraciones de Genovés,
Chicano y Manolo Morales. En ambos números era
evidente y expresa la presencia del mayo francés del
68, que tal vez debería haber dado nombre a una
generación literaria, si no se hubieran antepuesto
otros intereses.

Es posible que sin ser consciente de ello, sobre todo en


estos dos números de aquella primera etapa, la revista
Litoral daba voz a lo que estaba ocurriendo en aquellos
momentos en la poesía joven española, todavía
atravesada por el realismo social, pero ya iniciando
nuevos caminos hacia una nueva revalorización y
transformación del lenguaje, que pronto llegaría a su
punto más álgido con la publicación de las antologías
de José Batlló y Enrique Martín Pardo, pero sobre
todo con la de José María Castellet Nueve novísimos.
En esa dialéctica, nunca consciente, se fueron
escribiendo mis poemas de entonces, previos a Elegía
y No.

II
POESÍA DE UNA VIDA

Nunca tuve previsto vivir tanto tiempo. Recordar


es vivir dos veces y por consiguiente sufrir más.
También hay gozo, pero los escasos minutos de

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PRELIMINAR

felicidad se van perdiendo en la niebla del olvido.


Las heridas —aunque ya no sangren— permanecen
siempre abiertas y hay algunas que jamás llegan a
cicatrizar. En ese camino de regreso al pasado me
he ido encontrado con el niño que fui en la Málaga
de los años cuarenta y cincuenta. Con un hogar
donde a veces, en aquellos años oscuros y difíciles,
faltó lo imprescindible, pero en cambio el amor y
la generosidad de nuestros padres eran inagotables
y compensaban cualquier necesidad. José Infante
Lasso de la Vega, mi padre, había sido periodista en
la República, músico, compositor y un poeta epígono
del modernismo tardío, discípulo de Salvador Rueda.
La poesía, como ya he escrito, estuvo por eso presente
en nuestra casa siempre. La escrita y hasta la oral
la ponía mi padre —que nos recitaba poemas y
canciones—, la cotidiana y multiplicadora la ponía
la desbordada y absoluta generosidad y entrega de
mi madre, Lola Martos Bonald. Ellos nos enseñaron
—a mis hermanas y a mí— con su ejemplo, unas
asignaturas indeclinables, la honestidad, la honradez,
la tolerancia, el amor, la fortaleza ante la adversidad...
Quiero decir con todo esto que desde antes de saber
lo que es un poema, y que la poesía también es un
género literario, la poesía ya estaba instalada en
mi vida. Nunca ha habido separación entre una y
otra. De ahí la dificultad de redactar estas líneas sin
desgarrar más de lo necesario el velo del pudor y de
la intimidad. Y me refiero a la poesía con mayúsculas,
una forma distinta de entender el mundo, de hacer
preguntas y buscar respuestas, porque la otra, la que
se ha ido quedando históricamente en los libros he
tenido la oportunidad de ir encontrándola siempre a

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José Infante

lo largo de mi vida en mis lecturas y en el conocimiento


directo de algunos de sus creadores.

Me he encontrado con un adolescente con vocación


de erudito, que en vez de jugar al fútbol o con un tren
eléctrico, se encerraba en la antigua biblioteca de la
arrasada Casa de la Cultura para leer todo lo que caía
en sus manos, a los místicos y a los poetas clásicos
griegos y latinos. El teatro de Sófocles o de Séneca y
la novela picaresca. A Lope, a Santa Teresa y a San
Juan de la Cruz, a Garcilaso, a Jorge Manrique. Allí
leí todo lo que se podía leer entonces y hasta algunas
cosas que no se podían leer, pero la complicidad con
el bibliotecario lo hacía posible. Así se despertó la
vocación por la literatura del joven José Infante Martos
(del segundo apellido prescindí en 1968 por consejo de
Vicente Aleixandre que creyó que era más eufónico y
rotundo que firmara sólo con mi primer apellido. Y
le hice caso.). Infante, aparte de ser históricamente el
título de los hijos de los reyes de España, viene del
latín infans -tis y significa “el que no habla”. Y esa
fue la primera vocación a la que me entregué. Al
silencio. Tenía 17 años y me encerré en un convento
Trapense. Quería ser santo. No como Alaska, sino de
verdad. Pero un día, en el breve tiempo que pasé en
el Monasterio de Nuestra Señora de San Isidro de
Dueñas, en Venta de Baños, en una fría madrugada
cantando maitines tiritando de frío y de oscuridad en
el Coro, comprendí de una forma súbita, pero diáfana,
que había perdido la fe. En realidad el muro de paz, de
penitencia y de silencio que establecía el monasterio
entre aquel joven tímido, inocente e introvertido y el
mundo me hacía sentir seguro y protegido de algún

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PRELIMINAR

mal que adivinaba pero que aún no había llegado a


alcanzarme. Pero la pérdida de la fe me devolvió a ese
mundo, ya sin ninguna protección, ni defensa y que
siempre había presentido hostil y enemigo.

Y del convento a los escenarios. A pesar que la poesía


y la literatura ya habían anidado en mi corazón, mi
siguiente vocación fue el teatro. En aquella biblioteca
de la calle Alcazabilla, construida sobre las ruinas
de un teatro romano me había empapado de las
tragedias griegas y de las comedias romanas, de
las obras de Esquilo, de Sófocles, de Eurípides y de
Aristófanes. Había leído a Séneca y conocía bien
los Autos Sacramentales y el teatro del siglo de Oro,
Calderón, Lope... En Granada había comenzado las
carreras de Derecho y Filosofía y Letras pero un día
logré irme a Madrid, entonces la meta de todo el que
quisiera hacer algo en cualquier cosa, para estudiar
en la Escuela de Arte Dramático y de camino —o al
contrario, ya poco significa— cumplir con aquella
escuela de vagos que era el servicio militar obligatorio.
Ya me había empapado de todo el cine posible en los
programas dobles del Capitol, el Avenida o el Málaga
Cinema.

No puedo olvidar que durante mis estudios de


bachillerato había tenido la maravillosa influencia
de unos cuantos profesores, mejor llamarles con la
más clásica y noble definición de maestros: don José
Valdés, un humanista cariñoso y humilde, María
Teresa Bobadilla, una catedrática de latín que parecía
haber sido una sacerdotisa romana, un imponente
profesor de griego—sacerdote y librepensador,— don

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José Infante

Francisco López Ruiz, y una jovencísima y entusiasta


profesora de historia, María de los Ángeles Golvano,
que me inculcó una pasión por la historia que todavía
no se ha consumido.

En el Madrid de los años sesenta y tantos, cuando ya


agonizaba la dictadura, tuve la suerte de vivir muy de
cerca una época dorada de los grupos independientes
y del teatro universitario. Vi los primeros Valle y los
primeros Lorca montados por Víctor García, el Living
Theatre, el Orlando Furioso y el inolvidable Marat Sade
de Marsillach. Me subí a los escenarios con dos grupos
independientes, y a las órdenes de mi amigo, también
malagueño, Juan Miguel Ruiz Medianero. Hacíamos
una obra prohibida entonces de Valle-Inclán,- La farsa
y licencia de la reina castiza, el Retablillo de don Cristóbal
de Lorca, Gil Vicente, una versión de Antonio Gala
de Las Troyanas, de Euripides... Supongo que en mi
sueño juvenil yo lo que de verdad quería era llegar
a ser Sir Lawrence Olivier en Hamlet o James Dean
en Rebelde sin causa, hasta que acabé comprendiendo
que mi físico nunca iba a permitirme ser el galán
de Marisol o de Audrey Hepburn y ni siquiera el
Segismundo de La vida es sueño de Calderón de la
Barca y lo dejé. No parece que la escena española
se haya perdido nada. Por otra parte en España los
actores bajitos todos acaban pareciéndose a José Luis
López Vázquez o a Alfredo Landa. Las perspectivas no
eran nada atractivas. Todavía no se habían inventado
esas casposas comedias de situación —de las que
hoy viven y sobreviven los aspirantes a actores— y
la pandilla de Chanquete aún no había asaltado la
plácida ciudad de Nerja.

18
PRELIMINAR

Así fue como caí en el pecado capital del


periodismo. La que ha sido la gran profesión ética
del siglo XIX y gran parte del XX, el contra poder
de los abusos de los poderosos y el bastión para la
defensa de la libertad, hoy convertida en su mayor
parte en un lodazal indigno y repugnante. Pensé,
equivocadamente sin duda, que como había que
vivir de algo y lo de la literatura no parecía que
diera ni para desayunar —aunque nunca he tenido
demasiado apetito—, que lo mejor era dedicarme a
una profesión relacionada con lo literario. Al menos
eso creí yo entonces. Me equivoqué. Enseguida supe
que el periodismo es sólo un oficio que nada o muy
poco tiene que ver con la literatura. Pero entonces
ya era demasiado tarde.

En aquellos años ya había escrito mis primeros


poemas, influenciado por Juan Ramón, por Bécquer,
por Neruda, por Machado, por San Juan de la Cruz,
por César Vallejo, por Pedro Salinas, por Quevedo
y por Góngora. Y también por lo que empezaba a
llegarnos de los poetas de entonces, Celaya, Hierro,
Blas de Otero. Conocía la obra de Rilke, de los poetas
metafísicos ingleses, los románticos franceses y
alemanes. A Leopardi, la poesía beat norteamericana.
Pero a finales de los sesenta, de una forma tal vez
misteriosa —no se encontraban fácilmente sus obras
en las librerías de entonces— me tropecé con la más
escondida generación del 27. Con Lorca, con Guillén,
con Prados, con Altolaguirre... Y sobre todo con
Cernuda. Enseguida —o tal vez antes— también con
Kavafis. Fue como una revelación.

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José Infante

De regreso a Málaga en 1970, olvidados o pospuestos


mis sueños teatrales, tuve, por un lado la inmensa
suerte de conocer a don Bernabé Fernández-
Canivell, el “impresor del paraíso”. Creo que fue a
través de Jorge Guillén al que había conocido dos
años antes en una de sus entonces clandestinas
estancias en su casa malagueña. Un día sin previo
aviso y sin intermediarios me presenté en su
casa del 29 del Paseo Marítimo —todavía no se
llamaba Ciudad de Melilla— y me presenté yo
solo, desconozco de dónde saqué la audacia para
vencer mi timidez. Enseguida se estableció una
corriente de simpatía. Lo entrevisté para una revista
norteamericana. Entre el anciano y altísimo poeta
de Valladolid, profesor del Wellesly College, y el
tímido jovencito que se iniciaba en la literatura,
nació una amistad que se mantuvo hasta su muerte.
Él tuvo la enorme generosidad de prologar con un
poema en prosa “Curso de imágenes”, mi primera
entrega poética, el Cuaderno Imágenes Sucesivas
que apareció en las ediciones El Guadalhorce, ese
manantial incesante que mantenía otro loco poeta
y editor paradisíaco Ángel Caffarena, en la mítica y
legendaria imprenta Sur de Prados y Altolaguirre,
a la que algún desaprensivo había arrancado su
nombre y le llamaban Dardo. Por el otro lado, en
aquel momento de integración en la vida cultural
malagueña, tuve el bochorno de ser denunciado ante
los tribunales por inmoralidad pública y atentado
a las buenas costumbres, por un inocente escrito
para el catálogo del pintor y ya amigo Pepe Bornoy.
El asunto se sobreselló pero tuvo la enorme ventaja
de hacerme perder definitivamente la reputación, lo

20
PRELIMINAR

cual resulta muy práctico, porque es tan incómoda


como la virginidad y lo mejor es perderla cuanto
antes.

Don Bernabé, Guillén, Alfonso Canales, Caffarena,


Rafael Ballesteros, ya los dos Pepes pintores Aguilera y
Bornoy —que empezaba también a experimentar con
la palabra poética, y un grupo de jóvenes malagueños
que quería remover las aguas estancadas de la ciudad,
se iban sumando a la cuenta de mi haber. A aquellos
jóvenes poetas Fernando Merlo, Paco Cumpián, Javier
Espinosa, Agustín Utrera, Paco Sánchez Romero
me uní para hacer una revista, titulada con un verso
de Aleixandre —con el que yo mantenía amistad y
correspondencia desde mi primera visita a Velintonia
en 1968—, Algo se ha movido. Un patético gobernador
civil de Málaga, con nombre de dibujo animado,
impidió que aquella revista viera la luz. Vicente
Aleixandre nos había enviado una carta de salutación
y Guillén, Blas de Otero y Elena Martín Vivaldi nos
habían entregado unos poemas inéditos. Y todo ello,
en efecto, quedó inédito. Todo menos unos inútiles
boletines de suscripción —de los que aún conservo
un montón—, nuestra rebeldía y nuestros deseos de
agitar la vida cultural malagueña. Tal vez no era —no
fue— suficiente.

Ya eran poetas amigos Pureza Canelo, José María Prieto


—encontrados en la Tertulia Hispanoamericana
de Rafael Montesinos—, Juan de Loxa, Juan José
Ruiz Rico (Juan Vent Cos), Carmelo Sánchez Muros,
Antonio Gala, la enorme humanidad de Gloria
Fuertes... A través de don Bernabé conocí a un brillante

21
José Infante

y excepcional ser humano y un deslumbrante escritor,


Rafael Pérez Estrada, y a Rafael León, a María Victoria
Atencia, sumida entonces en un incomprensible
silencio del que intentamos arrancarla. Los más
jóvenes juntos invadimos el Ateneo, que acababan
de fundar en la Plaza del Obispo Jiménez Villarejo,
Ramón Ramos, el profesor Lacomba, el psiquiatra
Fernando Álamos y un grupo de personas cultas,
pintores, poetas, profesores universitarios, como
don Modesto Laza, en la Academia de latín de su
hermano don Manuel había conocido años antes
por primera vez ese extraño fenómeno que enajena
el alma y trastorna el cuerpo y los sentidos, el amor
imposible. Cuando algo más tarde ese sentimiento
ideal se convirtió en realidad me condujo también a
la heterodoxia. Pero en aquellos momentos todavía
lo ignoraba.

Entre 1970 y 1972 ocurrieron varias cosas importantes


y decisivas en mi vida. Comencé a trabajar en un
diario, Sol de España, un disparatado rayo de luz y de
libertad en medio de una sociedad reprimida, que fue
tan efímero como la Aurora Boreal. En su redacción
encontré la amistad y la complicidad de Antonio
Parra y Juana Basabe. Publiqué Uranio 2000. Poemas
del caos, que no era mi primer libro, como ya he escrito.
Conocí al poeta Pablo García Baena y descubrí el
grupo Cántico. Y lo más importante el conocimiento
del amor, pero también su trágica desaparición.
Aquel joven aprendiz de escritor ya se empeñaba en
ordenar el caos del mundo y el de su corazón. Uranio
2000 se publicó en la colección Almoraduj también
de Caffarena, con unos divertidos collages de Rafael

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PRELIMINAR

Pérez Estrada. Por aquella época recuerdo muchas


tardes en casa de Alfonso Canales —muchas veces
acompañado de Fernando Merlo— en interminables
charlas sobre literatura y libros, aderezadas de algún
que otro wisky.

Las noches eran de la locura, de El Pimpi y de El


Corral, el legendario bar de Jacinto Esteban. Allí unos
cuantos poetas y artistas preparamos en marzo de 1971
el primer homenaje a Pablo García Baena, el patriarca
ahora de la poesía española. Para mí particularmente
el maestro imprescindible, el espejo en el que siempre
he intentado mirarme poéticamente. A Pablo le había
conocido hacía algún tiempo, igualmente a través del
impresor del paraíso, Bernabé Fernández-Canivell.
El conocimiento de Pablo y del grupo Cántico fue el
paso decisivo para mi definitiva entrega a la poesía.
Mi universo poético estaba completo. Sólo tres años
más tarde se introdujo en él, Jorge Luis Borges, que
me llegó de la mano de Agustín Almagro.

En el verano de 1971 una mañana me encontré en


los Baños del Carmen con la poeta Gloria Fuertes.
Solitaria sentada en una mesa consumía cervezas y
whiskys mientras escribía poemas en sus cuadernos. A
Gloria la había conocido en Madrid en 1968 en alguna
de aquellas concurridas tertulias de Rafael Montesinos
en Cultura Hispánica. Con Pureza y José María nos
habíamos frecuentado y había nacido la amistad.
Gloria estaba en Málaga participando en los Cursos
de Extranjeros y en los de Filología Hispánica que
dirigía el profesor don Manuel Alvar, que coordinaba
extraordinariamente Pepe Mercado. Daba clases por la

23
José Infante

mañana y desde aquel día de nuestro casual encuentro


playero en que le propuse reunirnos por la noche
en una bodega que acaban de abrir en el centro de
Málaga los cordobeses Paco Campos y Pepe Cobos, en
El Pimpi, donde desde entonces daba recitales íntimos
cada noche en el patio que hoy lleva su nombre.

Hacía unas semanas que yo había llegado a El Pimpi


a entrevistar a Antonio Gala para el periódico en el
que entonces trabajaba, Sol de España. Él —al que
también conocía desde Madrid, cuando fuimos los
compañeros de Taller Teatro Español a su casa de
la calle Darro a pedirle permiso para montar su
adaptación de Las Troyanas— me había citado allí
y él fue el que me presentó a Paco Campos y a Pepe
Cobos, amigos suyos y a los que había inducido a
abrir bodega en Málaga cuando ellos huyendo de
Córdoba buscaban un lugar acogedor donde hacerlo.
Hicimos la entrevista bajo la hermosa parra que había
entonces en el patio y que ya no existe. En cambio
bajo aquella parra también nació una tertulia poética
Los Viernes de Gloria y una amistad que aún continúa.
Alrededor de Gloria Fuertes se había ido formando
un variopinto grupo de poetas, pintores, artistas y
noctámbulos que cada noche acaba con la poeta de
guardia recitando sus versos. La tertulia, que era cada
viernes en torno a Gloria y a todos los poetas que
querían acudir y que pronto fueron muchos lo que
obligó a subir al llamado Palomar de la bodega, que
la tradición indicaba que había sido el refectorium
de unas monjas de clausura, un tablao flamenco y de
una sala de fiestas. No podía existir mejor escenario
para la poesía en libertad.

24
PRELIMINAR

En 1974 la vida me volvió a empujar a Madrid. Bue-


no la vida y sus oscuras y tristísimas circunstancias.
Pero sobre todo el Opus Dei. La Obra de Dios había
comprado Sol de España y una de las primeras cosas
que hizo fue ponerme de patitas en la calle. Tuve que
emprender de nuevo el camino del destierro hacia la
capital. En complicidad con mi entrañable —qué
palabra tan pequeña para definir la amistad que nos
unió durante más de 30 años y que unas desafortu-
nadas circunstancias han roto— Pepe Bornoy disfra-
cé mi huída diciendo que iba a buscar la cabeza de
María Estuardo, que al parecer estaba en el fondo de
un lago suizo.

En realidad era una acertada metáfora. Naturalmente


busqué, no la cabeza de mi adorada heroína, la reina
mártir de Escocia, sino la manera de sobrevivir. La
encontré en trabajos alimenticios, colaboraciones
efímeras y más de treinta y cinco años en Televisión
Española. Un mundo al que llegué sin pretenderlo,
casualmente y que al final fue una larga relación, de
la que han quedado cientos y cientos de reportajes
y programas perdidos hoy en su videoteca. Y una
más que enriquecedora experiencia a pesar de las
dificultades.

El resto, la vida, algunos amores totales e imprescindi-


bles, otros fugaces pero tal vez también imprescindi-
bles, dificultades continuas, repetidos viajes a ningu-
na parte, proyectos que se quedaban sin hacer, otros
que llegaron a ser reales como la colección Jarazmín
—que fue la aportación a la historia de la edición poé-
tica malagueña de Bornoy y mía—, el devastador paso

25
José Infante

del tiempo, la amistad de otros tantos amigos, ellos


saben quienes son y, también, de poetas y escritores
como Luis Martínez de Merlo, Ana Rossetti, Luis An-
tonio de Villena, Eduardo Mendicutti, Rafael Inglada,
Paco Ruiz Noguera —que se ocupó magistralmente de
mi poesía, cuando en 1990 fue recogida en la hermosa
colección Ciudad del paraíso— y ese amigo cómpli-
ce y compañero del alma compañero, Leopoldo Alas,
incomprensiblemente arrebatado a la vida de forma
prematura. La mano bondadosa que hoy me acompa-
ña con amor y fidelidad, la familia siempre a mi lado
y unos pocos amigos que resisten, han ido terminan-
do de conformar el resto de mi biografía. La muerte
interminable siempre acechando y levantando su ha-
cha asesina y traidora no me ha abandonado nunca
y me ha castigado con su golpe devastador de forma
desconcertante por severa y repetida y desprevenida.

Todo está en mis libros. Algo más de una veintena de


libros de temblorosos poemas y otras tantas páginas
llenas de palabras verdaderas. En ellos sólo he buscado
la purga de mi corazón, la búsqueda de unas cuantas
respuestas —que probablemente no existan— a
otras tantas preguntas que no han dejado nunca de
inquietar mi espíritu y desolar mi corazón. La vida,
en definitiva, y sus glorias fugaces, el paso implacable
del tiempo y sus humillaciones y pérdidas, la pasión
por la belleza, por la justicia y por la libertad. El
desengaño irreparable, la desolación y el desencanto.
¿Qué decir más de estos cuarenta años perdidos?
¿Quién de verdad gana o pierde al final del camino?
¿Qué aportaría añadir cuál ha sido la evolución, si es
que ha existido de mis poemas sucesivos? ¿A quién le

26
PRELIMINAR

importa si pertenezco a una generación o a otra, o soy


una isla perdida en medio de este mar proceloso de la
literatura que parece a veces un gallinero? ¿Qué cabe
añadir si son dos, o uno, o ninguno los rieles por los que
ha transcurrido mi obra? ¿Qué importancia tienen los
premios recibidos sin duda de forma casual? No hay
ni siquiera que abrir mucho la boca para pronunciar
esa palabra atroz, MI OBRA. Sólo una certeza, que la
luz y el mar de Málaga están en todos y cada uno de
mis versos. Y que rodos han nacido de la necesidad.

Siempre he mantenido, como Borges, que escribo


solamente para mí, para mis amigos, para que me
quieran y para atenuar el paso del tiempo. Que
escribir, como dijo Virginia Woolf por boca de su
amigo Lytton Strachey, es como correr sin parar como
un caballo desbocado por un campo sin dirección
alguna. Escribir es en realidad correr a ciegas por
un campo infinito y en una dirección siempre
desconocida y siempre fatal. Rilke lo dejó escrito “la
mayor parte de los acontecimientos son indecibles; se
consumen en un ámbito en el que jamás ha penetrado
palabra alguna...” y aconseja a su joven corresponsal:
“que el son de su queja sea bello”. Sólo la belleza tiene
el privilegio del mañana, ese hermoso amanecer en el
que aún el amor pueda pronunciar nuestro nombre
y dejarlo escrito en el viento. Sólo la belleza, como el
vuelo de un ánade dibuja siempre el mismo círculo
en el confín del mar. Ordenar el caos ha sido uno de
mis propósitos poéticos más firmes desde que empecé
a escribir. No sé si lo he conseguido. Ordenar el caos
de mi corazón ha sido el único empeño de mi vida y
sé que he fracasado. Espero que entre los restos de

27
José Infante

tanto naufragio haya surgido al menos una palabra


salvadora. Todo el resto, como ya dijo Mallarmé, es
literatura. Y por tanto perecedero y eterno y efímero.

Posdata: El destino siempre nos sorprende. Y una


sorpresa inesperada ha sido en esta última etapa de
mi vida, cuando ya otros habían dictado su sentencia
fatal de jubilación, incorporarme de nuevo a la
vida cultural malagueña dirigiendo y coordinando
una tertulia cultural Los Lunes de El Pimpi en la
prestigiosa y emblemática bodega malagueña de
mis antiguos amigos Paco Campos y Pepe Cobos.
Ellos fueron los que a mi vuelta a Málaga en 2011 me
pidieron que podíamos recuperar las tertulias que en
el verano de 1971 habíamos creado con Gloria Fuertes
y que habían acabado dando personalidad y carácter
a El Pimpi más de cuarenta años. Durante muchos
meses lo dudé. No me decidía porque pensaba
que hoy la tecnología y toda su múltiple oferta de
comunicación-incomunicación a través de teléfonos
móviles, ordenadores portátiles, tabletas, foros
sociales, facebooks, twiter, whatsApp, no deja tiempo
para la charla reposada en torno a un poeta o un vaso
de vino, o las dos cosas juntas. Pero en octubre de 2012
acabé decidiéndome ante la queja que parecía tener
mi amigo Paco Campos por no aceptar aquel reto.
Así nacieron Los Lunes de El Pimpi. Nacieron con un
triple propósito, ser abiertos, como fueron Los Viernes
de Gloria, con una mirada en la tradición y los que la
habían hecho posible y dar voz a los más jóvenes. Por
eso también recuperamos el premio Cero de Poesía
Joven. El futuro nunca debe dejar de mirar al pasado
para aprender y para mejorarlo. Tengo que decir que

28
PRELIMINAR

lo que más me ha compensado de las 161 tertulias


que celebramos durante cuatro años y a pesar de su
penoso, triste y lamentable final por la deserción de
uno de sus animadores, Pepe Cobos, ha sido tener
la ocasión de ser testigo del nacimiento de nuevos
poetas. Contemplar el entusiasmo, el esfuerzo y las
dudas de algunos de esos jóvenes y tantos otros, ha
sido sin duda un bello y emocionante y apasionante
espectáculo.

Torremolinos 19 de octubre de 2009 /


Málaga, diciembre de 2017.

29
Antología
José Infante

De URANIO 2000. POEMAS DEL CAOS.


Col. Almoraduj. Ediciones El Guadalhorce, Ángel
Caffarena, Málaga, 1971. Con ilustraciones de Rafael
Pérez Estrada.

32
Animal extraño

CAOS

Los mármoles escriben esta noche su canto


sobre los senos verdes de las vacas malditas.
Yo no soy lo que soy. Ni canto lo que canto.
No existe ningún grito capaz de ser oído.
Porque los hombres están enfermos de cánceres
malarios.
Porque las estepas se han llenado de gentes. Ya salen
dando voces los camellos.
Porque nada quedará que no destruya
el velo sepulcral de los jazmines.

El campo ha crecido esta noche como un charco.


Esta noche que existe porque es sombra.
Porque será un ogro y una vihuela de cuerdas
enconadas por el viento.
El metro ha salido volando de sus fauces!
El reloj ha perdido el minutero!
Ya no existe el tiempo. Solo el agua que inunda los
armarios.
Solo los ríos sin cauce. Los luceros sin luz. Las
siemprevivas.
Vuela! Vuela! Vuela el metro
y el reloj que ha perdido también el segundero.

Vuela, vuela, vuela! Los nuevos pájaros volarán como


el eco.
Que se ha perdido el orden. ¡Qué hemos perdido el
orden!
Que ya no existe la verdad.

33
José Infante

Que todo terminó; ya solo existe el miedo. El apio, las


cebollas,
las espina de los peces devorados por cangrejos
silvestres,
las luciérnagas. Los ciruelos que ya no dan ciruelas,
sino dátiles.
El metro! El metro! ¡El metro se ha volado!
Se han roto los raíles.
Ya se acabó la música de jazz.
Hemos salido todos. Nos han quitado las cadenas
que nos oprimían.

¡Libertad! ¡Libertad! Estamos en libertad


condicional.
Nos quitaron al fin las argollas de los pies.
Hemos triunfado. Victoria! Victoria!
Nos han dejado al fin libre la lengua.
Somos fieras. Arcángeles de amor matándonos a
besos.
Ängeles tontos llorando de alegría.
Lobos de paz que se afilan los dientes.
Vamos manoseando nuestra propia sangre.
Locos de vernos sin lazos ni cadenas. Locos de vernos
ya sin brazos.

Dejemos las camisas. Hemos perdido la vergüenza


para salir desnudos a la calle.
Ya no tenemos labios. Ni color rojo en las mejillas.
Salvajes como tigres que paran ante el sol su sede de
linotipias.

Es todo diferente.
Hasta el gris ha cambiado su color por el violeta.

34
Animal extraño

Triunfo! Triunfo! Triunfantes hemos venido.


Triunfan al fin las pretendidas rosas de los pupitres
femeninos.
Los tulipanes de los balnearios. Triunfo!
Triunfo! La luz ya no tiene reflejos
porque al fin no existirá la sombra.
Ni los velos, ni el negro de las noches en ruina.
Porque parece el mundo un horno hirviendo. Un pan
candeal
que calmará todas las hambres de la historia.
Las evangélicas y las que han hecho posible todas las
revoluciones.
Las hambres amarillas milenarias.
Las hambres blancas de los proletarios del pan y la
sardina.
La ensangrentada hambre de los negros.
Somos partes del pan. Nos ofrecemos.
Comedme. Soy de todos vosotros.
Masticadme. Tomadme como un alimento más. Ya
soy de todos.

Se han soltado los diques que quedaban.


El mundo es Dios, si todavía existe.
No hay diferencias de sangre ni de labios.
El pigmento es un charco que se acaba.
Somos tierra. Tenemos que ser tierra.
Seremos agua y voz de una gran boca.
Ya no existe el cordón de los espacios.
No existe el infinito. Somos aire.
Somos espuma, mar, turpial exótico
cantando, cantando, cantando.

Cantemos la victoria. Hemos llegado al fin.

35
José Infante

La noche es toda nuestra. Confusión.


Hemos de confundirnos.
Seremos todos uno. Luces y sombras,
llanto, llanto, llanto.
Las lágrimas del viento que serán nuestras lágrimas.
Somos el pan. Al fin nos abrazamos.
Todos. Todo para mí solo.
Yo solo ya no existo.
La paz está en el campo.

II

EL FUEGO!
El fuego!
El fuego!
Terminará la historia de los hombres en la tierra.
Se acabará el camino de los peces salvajes.
El sendero de las hormigas tontísimas y amables.
No habrá ya nada bajo el cielo.
Destrucción!
Destrucción gritarán los pontífices.
Serán aniquilados los tronos de soberbia.
y cavarán sus fosas con ladrillos de algas
todos los hipopótamos.

Llegará a los luceros una fogata enorme.


y arderá el universo
en una inmensa hoguera.
Las teas de los infiernos
abrasarán las torres de los templos.
Horripilantes gritos darán los moribundos.
Correrán ríos de lava por todos los asfaltos.
Será nuestra victoria una victoria ardiente.

36
Animal extraño

Volveremos al fuego. Seremos de ceniza.


Y un futuro de teas y ramas encendidas
se abrirá a nuestro paso.
Otro mundo será el que nazca del fuego.
Con aros de cristal ardiendo en las esquinas.
Los puntos cardinales arderán al unísono.

Arderá el meridiano de Greenwich


y la torre Eiffel será una gran llamarada.
San Pedro, Leningrado, Pekín y Nueva York
arderán como fuentes de barro disecado.
Caerán las blasfemias, los gritos, los fusiles
como tiros ardientes sobre las plazas públicas.

Se venderá el amor a cambio de magnolias.


Y en Saint- Germain des Prés se abrirá
la Gran Bolsa de los nuevos guaritmos.
Hyde Park será un cementerio de palabras
Y se abrirá un gran parque para todas las acciones
violentas.

Se enseñará filosofía tomista


en las cárceles del estado.

Y los niños aprenderán la técnica del fuego


en todas las escuelas.

Seremos teas ardientes. Estopas consumidas.

37
José Infante

ESCLAVITUD

Si las rodillas supieran hablar


y nos contasen…
Sabríamos lo que fue el po0der
de los faraones.
La verdad sobre el nudo gordiano
y los hititas.
Sabríamos la luz que brota
en la cicuta.
Y de los pueblos sometidos a la sangre.

Si las rodillas pudieran hablar


y nos contasen…
Sabríamos de la frustración del dolor
ante la muerte.
Y de las aspas abiertas en molinos.
Sabríamos el secreto de las catacumbas
y las palabras que han hecho posible
todas las traiciones.

Si las rodillas supiesen hablar


y nos contasen…
Sabríamos el abrazo del sexo
con las piernas,
la gran incógnita del roce
de dos mundos egoístas.
El por qué de nuestro origen
como hombres.
Sabríamos las palabras de amor
y los suspiros,
el poder verdadero de los senos
ardientes, femeninos.

38
Animal extraño

Si las rodillas pudiesen hablar


y nos contasen.
Conoceríamos la historia y las razones
de nuestra esclavitud.

39
José Infante

AGUA

Y llegó a ser una rosa encendida...


Él quería ser una tortuga con una capa de veinticinco
centímetros de espesor.
Quiso ser una roca de alambres muy abiertos. De
alambres retorcidos por /muchos temporales.
Quiso ser una estatua de bronce, una piedra de
abetos semi­planos.
Llegó a ser una rosa encendida...
A sus pétalos acudían todas las mariposas.
Y las abejas secas a saciar su apetito.

Él quiso ser una tortuga alta, sumergida en un río sin


naci­miento.
En un río tranquilo que desembocara en el Pacifico.
Quería ser como un cangrejo, como un turpial
cantando, o un loro sin /palabras.
Quiso ser una estrella incansable y pequeña.

Y llegó a ser un águila indefensa que se perdió en el


agua sin plumajes ni /hábitos.
Mientras se levantaba. 0 al volver la mañana.
Cuando no habla silencios y los gritos sonaban
melódicos y simples, vio volar /margaritas y jazmines
de Oriente.
Y quiso ser de nuevo una gota de agua.
Una chispa de luz que no llevase fuego.
Un árbol sin raíces. Pero profundo y fuerte.

Quiso ser una hiena, mordiendo los tres tiempos de


todas las sinfonías, /rampante y /afilada.
Quiso ser como el lomo de un burro flautista.

40
Animal extraño

Y llegó a ser una luz sin antenas.


Una estepa de flores sin otoños ni lunas.

Llegó a alcanzar los espacios. Y fue Palmera o dátil.


Asteroide. Meteoro. Estrella. Rayo. Luna.
Llegó a cubrirlo todo. Fue mar y tierra juntos.

Más nunca fue tortuga.


Siempre anduvo desnudo.
Centro y fin de la tierra.
Cuando murió tenía las escamas
Naciéndole.

41
José Infante

De EL MAR ES MI TIPO. ELEGÍA MEDITERRANEA


(libro inédito, excepto 10 poemas de ellos publicados
en el vólumen Poesía 1969-1989, Colección Ciudad del
Paraíso, Ayuntamiento de Málaga, 1990)

42
Animal extraño

DAME CORTÉS MANCEBO


ALGÚN REPOSO

Quiero que me deleites con


tu mano, que me dejes sufrir lo que me
traes, oh dulce amigo, déjame
sobre ti, dormir el gozo de un alma al fin,
que me enamora, aquiétame los nervios y dame
el beso de tus manos, que saben ser el dueño,
oh dulce amigo, el dueño de mis sueños.
Soñar quiero en tus ojos y en
tu pelo, en tu salado amor dormir
tranquilo, para ya no saber de aquel
incierto mar del odio de los hombres,
oh dulce amigo, dame al fin el descanso,
que saben dar tus ojos, que saben dar los
ojos de tus ojos, que sólo dan el latido y la
caricia que tu cuerpo incansable me despierta,
la calentura de un estío pavoroso,
el sueño y la quietud de tu reposo.
Oh dulce amigo, hiéranme, al fin, tus ojos,
ahonda sobre mi cuerpo, horádame, taládrame,
destrúyeme, si puedes, y contigo en amor,
oh dulce amigo, déjame de existir,
que morir quiero, sabiéndote en mis ojos.

43
José Infante

DECIDLE QUE ADOLEZCO, PENO Y MUERO

Aquel gramófono de la infancia…


tengo ya el alma ronca y tengo ronco,
la ronca voz del mar, todas las tardes,
adolescentes tarde en la playa,
el sexo en espumosa lucha con las olas.

Aquel gramófono, tantas voces juntas,


Virgilio, Conchi, la casa de don Manuel,
El mes de agosto de mil novecientos
Sesenta y tres. El camino y la escarcha.
Sueños para el telegrama.
La vida entonces quieta y el suspiro
elegante del acondicionar del aire.

La ventana. Palabras entre libros,


la Odisea, la Ilíada ¿recuerdas el olor,
aquel olor cargante de la pintura y el aguarrás?
Las correrías de Eneas, otra vez Virgilio, Ovidio
Cum subis illius tristissima noctis imago…

Aquel gramófono de la perdida juventud,


tras el cristal, la niebla, nuevamente la niebla,
que vuelve a perderme, a perderte, los libros
del colegio, la casa de don Manuel,
aquel estío y la noche, el bordón
y los chumbos, un agridulce sabor,
desde el balcón el siseo impertinente
y luego la distancia, el diccionario,
el mes de septiembre, que todo se lo lleva
con su viento increíble.

44
Animal extraño

EL SILVO DE LOS AIRES AMOROSO

Qué paz la de tus manos, amor, y tus palabras.


La música siempre arrulla el amor, como los gatos
o el frío de la amanecida. Las formas que ya entonces
habíamos aprendido, las formas de disfrazar la soledad,
por la tarde, los Rolling, Satisfaction, Michelle, Yesterday,
oh Yesterday, recuerdo vano eres.
Ayer, amor, cuando tú estabas
y el viento de la orilla, la salina, la brisa sueva
detenida en tus brazos, la bahía, aquel transbordador,
Cabo San Roque, en la cubierta, la fotografía, el cigarrillo
Quemando el tostado color de tu vestido, amor,
luego, el chirriar de los carricoches, la noria, el caballito,
me estaban mareando los volantes de tu vestido de lunares,
mira aquel niño, amor, qué brisa amaneciendo sobre el paseo
marítimo, qué estremecimiento, el frío en tus brazos desnudos,
mañana por la tarde, amor.
Y seguía, seguíamos con la
música,
yo ya prefería a Mozart, y la noche de aquel día,
qué noche, Venecia sin ti se quedó separándonos,
cuando encomendábamos nuestras preguntas al ritmo de
aturdidas palabras
y las habitaciones eran paraísos perdidos ya
para nuestra inocencia,
que no estaban matando, amor,
que nos estaban preparando para el odio, la guerra
del Viet- Nam fue entonces cuando cobró significado
y el hambre y la mancillada paloma de la paz,
que nunca antes ni mar, ni amor, ni tarde de domingo,
habíamos distinguido en el correr de los veranos

45
José Infante

y Dios que estaba ya callado, que nunca de verdad


había abierto la boca y sí la Nada aquella de la primera
angustia,
amor, aquella tarde (siempre las tardes de tu manos
en el paseo, oh paz perdida de tus ojos, mar, al que regresaré
cuando se inaugure otra vez la paz sobre la tierra),
sentimiento de horror, el miedo ya empezaba
a asaltarnos los ojos. Seguía siendo verano
y sin embargo qué diferente significado podíamos
encontrar ahora en tu mirada o el vuelo de un ave cualquiera
hacia los mares del Sur, allá donde la libertad palidecía
y nosotros amándonos en la inconsciencia de los atardeceres,
oh Montemar, qué delicia tu aire, el rumor de los vientos,
las rosas, el clavel, aquel jazmín de noche, la enredadera,
nenúfares abiertos al cántico imponente de cada amanecida,
amor,
qué destrucción ya de todos nuestros mitos, nada, nada
se nos iba quedando dentro, hasta los huesos
se fueron quedando fríos, mar de todos los sueños
y de todos los llantos, fiebre de las desilusiones,
la paloma, ay, la paloma herida de amor, como nosotros.

46
Animal extraño
José Infante

De ELEGÍA Y NO. Premio Adonais, 1971. Colección


Adonais, Ediciones Rialp. Madrid, 1972. Segunda
Edición, Colección Monosabio, Málaga, 2005.

48
Animal extraño

(octubre)

Mira tierna rosa amarilla de esta tarde,


Mira
cómo el otoño viene y sin embargo
ponerse a recordar resulta una medida inútil,
puede incluso ser una forma de evasión,
o tal vez algo peor.

Escucha, dime, espera,


escucha cómo el otro de la
noche
se aleja cuando la sangre galopa más aprisa por las
venas
y un simple líquido, un líquido más negro
y más amargo que los demás, un líquido
insospechadamente viscoso, enervante,
se va adentrando por los dientes con lentitud de
pájaro perdido.

Observa que es de noche. Y sin embargo podrían ser


ahora
las doce de la mañana en el paseo marítimo,
y yo perdido y tú igualmente
mirando al mar entre la curva rota de los pies,
podríamos imaginar siquiera,
soñar, tal vez solo pensar en el Caribe.

Date cuenta que también podrían ser las cinco de la


tarde
y sin embargo no existir una plaza en esta tierra,
haber muerto de aburrimiento el ganado

49
José Infante

vacuno en todas sus especies, podría incluso


ser una mañana grata a la delicia, al placer
de vivir en exultante gozo, o
acaso el veneno de los lagartos embadurnando el
aire,
hasta el confín que la locura habita
o habita la
sonrisa.

Mira que son solamente la seis de la tarde. Y ahora


morir
puede resultar un juego teatral de pésimo gusto,
emborracharse
acaso cabría o tal vez matar a puñaladas a algún
policía
con casco gris y caballo de plomo.
Tierna rosa de otoño,
mira cómo viene
acercándose, blandiendo
corazones amorfos, pechos de adolescentes muertos,
de niños suicidas,
cómo se llena el aire de espadas
y palabras que la tarde pronuncia y que luego
el viento difumina y expande,
certifica años de soledad, deseos y realidades
que otra vez acuden a la mente,
cuando, como en esta hora fugitiva,
unas cadenas llaman, llaman, llaman con urgencia
y misterio a las puertas del miedo.
Y sin embargo el miedo puede ser
que en la bahía han atracado barcos
con asesinos lívidos y prostitutas internacionales,
agentes de la CIA, cubanos emigrados, deportados

50
Animal extraño

por Fidel Castro


o embajadores negros. Pensar
luego que se nubla, que llueve y hace frío.
Mira entonces atrás, o mira hacia adelante,
contempla cómo acaba de repetirse el tiempo,
cómo olvidar no vale a la hora decisiva,
cuando los años pesan y el reloj jamás
puede pararse, porque morir ahora
no significa nada, tampoco
trasladarse, ni huir, salir corriendo.

Tierna rosa de otoño,


mira qué escalofrío produce
la voz de las enredaderas, la voz de los bisontes, la
voz
de la nostalgia. Y no vale pensar
en un vaso de tinto, ni en puertos luminosos
o playas habitadas por el verde de amorosas pupilas,
el otoño, vieja rosa amarilla,
todo lo va cortando.

51
José Infante

(Junio)

Porque volver no siempre significa regreso,


hay cosas que se pierden para siempre en los ojos,
playas que no podemos volver a visitar, caminos
que se oxidan, árboles que se caen,
amores que el crepúsculo difumina en las manos,
olvidos que en la tarde no siempre son las lágrimas,
puede a veces la arena disminuir los pasos,
perderlos en la noche que sobre acantilados se
agranda,
atormenta los huesos, acaba por decirnos que morir
es perfecto estado para el hombre, hombre
que no es igual, nunca se repite el impulso
si es humano, nunca el hombre es igual cuando salta
a la vida, porque a veces volver tiene
ruedas extrañas, patina sobre un césped
de morado carmín, se desliza o acaba encallando
en la orilla, orilla donde puede esperarnos
la muerte, siempre acechando el momento
que puede ser victorioso sobre sus propios pasos,
porque es regresar sufrir en la distancia,
sufrir que hemos perdido no lo que ya nos huyó
de los ojos, tampoco lo que sabemos fríamente en las
manos,
regresar se convierte en una simple llamada
de las cosas olvidadas y el mar tampoco vale
que riele sobre nuestro pesado cuerpo,
o acaso que evapore el sol de nuestro yo en la sangre,
porque volver no siempre significa regreso, nunca
el hombre regresa a su primer momento,
ni son nuevos los ojos que miran hacia el mar.

52
Animal extraño

(abril)

No es lo mismo morir que mirarse a un espejo,


pues aunque el hecho constituya una simple
cuestión
de miradas, hay miradas que impiden todo gesto
posible
y no es lo mismo sentir que se hiela la sangre
que contemplar la muerte de nuestro cuerpo joven
o el sinuoso empuje de una música fúnebre
que empieza a acompañar nuestra lenta existencia
y no vale recurso que oponer al paso destructor
de nuestros años, solo mirar tranquilos cómo muere
el verano, imitando su languidez cansina que dora
los almendros
y lentamente luego deposita las ramas sobre el
cansado octubre.

Las miradas convierten nuestro ser en complejo


pensamiento, no tenemos salida, acabaremos
dejando
los gemidos convertirse en gaviotas
y marcharemos continuamente hacia adelante,
buscando
palabras confusas, oraciones, gestos
incomprensibles,
con que poder engañarnos, engañar nuestro paso

por la tierra,
es como un lento dejarse convertido en un río,
ya lo dijo Manrique, luego los ríos nos llevan a la
mar,

53
José Infante

el morir,
qué tiempos aquellos nunca mejores que el
presente
en las manos, el presente que nadie sino
nosotros mismos podemos variar, como pudo
Manrique
variarse la muerte o quizás Garcilaso desviar los
venablos.

El tiempo nunca es mejor si por pasado lo tenemos,


la única verdad es la que en nuestras manos
podemos hacer que nazca cada día.

54
Animal extraño

(enero)

Ni siquiera la sombra de nosotros


somos,
maravilla de ayer, hoy mísera humareda. Se nos
quedó
la infancia en un arroyo. Se nos está quedando la
juventud
perdida. Nos estamos perdiendo, que no era posible
esta imagen
que habíamos aprendido. Nada igual se presenta,
nada, y sin embargo sigue el tiempo rodando,
sigue rodando el tiempo como un cerco sin pasillos,
sigue
el tiempo muriendo en nuestros brazos.

Es la
vida
el invierno también, muerte que se desnuda, playa
sin visitar,
estancia ya vacía. Nos miden la señal de nuestro
aliento. Nos
miden las palabras. Y tirita, la rosa, muerta ahora
en los brazos de ayer, hoy cárcel lenta, continuada
imagen, que no cesa la lluvia, que no cesa la muerte
de matarnos.
La negra arquitectura, la más sólida que nace de los
ángeles
perversos, ángeles asesinos que jamás nos detienen,
que nunca
acaban de modernos la boca, el recuerdo lejano,
porque llega

55
José Infante

siempre la música. Y la música araña, la música


despierta, aclara
lo que los ojos más ocultos no atienden. Llega el
invierno y el
amor no discurre, no discurre el sentido de las cosas,
noviembres continúan acechando, la serpiente se
retuerce
víctima de su espejo, víctimas somos de lejana
muerte, víctimas
de la vida. El desamor no puede hacer que nos
logremos
y nada nada puede sorprendernos si al cabo, el
tiempo nuevamente
danza en torno a este cristal azul que nos envuelve,
este
gris que no acaba, el violeta acaso puede ser la salida,
camelias,
glicinias, flores asesinadas por la voces que estallan,
que apelan a las gotas.

Ha estallado la lluvia, que bien pudiera


ser su sangre, nuestra sangre en una inacabable
lucha
con el tiempo que corroe el secreto misterio
de estrellas anhelantes.
Observa
que es morir un lejano gemido, empezar a vivir
sin darnos cuenta, porque ni la ternura puede
atravesar
los ojos ahora que ya nos tiene la nieve de su mano,
estamos
congelado, estamos también tristes de inviernos
violentos,

56
Animal extraño

el chaparrón acude, acumulando noches, almohadas


vacías, movimientos
estériles, caricias insostenibles, besos que mata la
soledad,
siempre la soledad, invariablemente sumando uno
más uno es
uno por uno y siempre
en nuestra vida.

57
José Infante

De LA NIEVE DE SU MANO, Colección Pentesilea,


Ediciones Caballo griego para la poesía, Maya
Smerdou Altolaguirre, Madrid, 1978

58
Animal extraño

UNA VEZ SUPERADO EL TIEMPO DE ELEGÍA

los muertos ya tenemos


muy poco
que contarnos. Poesía
sin contornos azules es
la nuestra. Que nos piden
decir
la muerte ajena. Digo
informáticamente
que estoy muerto. Certifico
la defunción de un
hombre. Oh el poeta
dirán los que
divinizaron el Amor
y la Palabra, Eliot
pongo por caso.
Es decir
los que han realizado,
los que han hecho posible
esta Historia dicen
de la Literatura,
a fuerza de sonetos
endecasilábicamente
hablando, digo
muriendo, muertamente
rimando
condenando
matando. No digo la Palabra,
pero pensad
en lo que nos dejamos
atrás. Quizás allí
se quede

59
José Infante

la verdad. La ironía
nos asista. Otra vez
la ironía
para seguir usando
la Palabra
sin escándalo.
Que no digan que estamos
estancados.
Contándonos la muerte.
Cantemos otra
vez. Ahora
estructuralizada-
mente. Cantemos.

60
Animal extraño

LA UVA DUODÉCIMA

1
Donde acaba la uva
está mi corazón.
Y
es tierno y por suave
exorciza apiñados racimos,
ralos párpados, verrugas
donde el jugoso grano
crespando va,
corimbo de grosella; tallo que
jaspea el verdejo o cumple
su destino.
Mi corazón
no nube. Menta que paladeas.
Que desnudas en tus manos.

Desentraña la fina cubertura,


la cervical esquina. Atraviesa
los bordes esta noche. Cumple
con la oscura secuencia. Ya está el grano
propicio. Está dispuesto al beso.
Carnosas sus prietas bayas
alrededor de un borde que no es
tuyo. Tiembla el filo
de la piel. Se abre al fin, entrégate,
perenne en tu desmayo,
oh ángel.

61
José Infante

El líquido comienza su derrame.


Mastica. Absorbe en el orgasmo.
Queda, tu mano se acerca al centro
del uvero. Empieza por el labio.
Es como un desafío que el líquido,
dulce, supera toda dicha. El sabor, carnosa
arquitectura, abierta ya, morada
por el aire. Prieta de amor. Campanilla
que el diente te sujeta. Prieta
la vid. Lampiña tu mirada, Deshilvana
las manos. Licúa la palabra.
Conviértete en coágulo. No
esperes al estío para morder
el hombro.

El narcótico es dulce. Te dilata


los vasos más enteros. La sangre,
pulpa que espera abrazarse; la
extremidad más cóncava
de un cuerpo así dispuesto,
como crespado ardor de un contacto
supremo. Rodea la palabra
de un verde azul hondísimo.
El corazón no espera, se consume,
dilata su sentido, cuando la línea
es tuya, termina en ti, se ondula,
se curva en tus pedazos.

62
Animal extraño

Preséntate a la lucha. Coge


Lanza y machete. Castígate el suspiro.
No pronuncies el nombre. Está para caerse
la suprema vigía, el más oblicuo borde
de tus miembros. Alárgate, sonríe,
deja que una tormenta de marrón
nos envuelva, que oculte el desafío
de tus dientes mordiendo la sedosa
palabra, el acto casi tierno,
los huesos, como indehiscentes
cápsulas, esperando el azul
del más allá, el más hondo
reducto de la piedra, albumen
de avellano que el interior oculta.
No dejes tu mirada rodar
por entre dedos agridulces. Frutos
rodeados de miel. No envuelvas tu frente.
Acabará rodando tu cabeza, oval,
como era antes el fruto que te lleva.

II

1
La confusión comienza desde
el labio. Desde el labio también
los ojos claman su deber de
clavarse. Mal comienza el instante
si igual el tiempo se emplea
como el lino. Si se da amor
la uva se deshace en la boca.
Es tragada, la asimilan los vellos

63
José Infante

más pequeños. Porque es amor


la uva cuando es tierna.
Cuando es suave y presentada
en la mano, los dedos no se atreven.
Pero es devorada al instante,
Como devorado el amor es si lo
entregaste. Si lo pusiste
en medio del tacto.
Y lo abriste.

Como el amor se abre en la mirada,


la uva se abre al contacto del diente.
Luego expulsa lo que resta.
Deshechos
son los huesos. Como en amor
igual sobran palabras, actos.
La tercera columna que se arquea,
aunque los ojos vuelen altos,
tropiecen en el tallo. Luego
verán cómo a través del esófago
continúa su camino hacia el vientre
propio, donde esperan las últimas
miserias, ahogadas en vinagre.

El hígado segrega la traición.


Un líquido puntea el cadmio
que era antes. Si la trenza está

64
Animal extraño

a punto, la uva llega.


La uva no es cierta hasta
que fue tragada. Como el amor
no es cierto si no hay otro
ser, aunque canse esperar.
Como se cansa el grano. Como
se cansa la pulpa si envenenada
es por bilis que segregan,
miden su desatino, se apoderan
del verde transparente, donde
calla el ombligo.
No es el ombligo
amor de ningún hombre.

Allí donde ha llegado no es


la uva quien manda. Ha sido devorada,
igual que si los labios hubiesen
terminado de matarla. Nuevos molares
suben, aprietan. Ay del muro
que no tiene lamentos escuchados,
lágrimas derretidas en sus bordes,
camafeos ateridos o ventosas
que la tristeza asombra.
No hablará el hombre nunca, si
es llegado al extremo donde es alimentada
la corola. La leche no es principio
para nada. Todo empieza en los ojos.
En la palabra no pronunciada por el labio.
Tal vez en la pupila. O el acto sea
quien colme el encuentro
del vaso con el arco.

65
José Infante

Tal es un labio
en otro labio. Una mirada expuesta
al trasluz de una uña. No te resistas,
que cortarás la desnudez
del ungido, oh ángel, la anémona,
dispuesta está, la uva,
para arder en tus manos.

Una llama jamás ha devorado


la coraza. Así tampoco se consume
la uva, si ha llegado hasta el fin
del intestino. Es delgado el camino
y no progresa. Se estanca. No tropieza.
Pero igual es devuelta hasta píloro.
Otra vez por el labio la confusión
No ha sido detenida.
Ay la boca
si es cerrada y es dura. Puede
ser el momento de morir. Puede
ser el momento de morir. La
postrera pregunta se hace siempre,
cuando aspergían las sábanas
de llanto. Y el hisopo no puede
salvarnos. Porque calla la luz.
Imagina el olvido sobre la escalinata
se los dientes. Donde otra vez la uva.
Donde otra vez comienza la verruga
a morderte, a resbalar, perenne,
la derrota.

66
Animal extraño

III

La derrota al fin llega. Por


qué te has resistido. Por qué
has llegado hasta el fallecimiento.
Los músculos no han podido
detener las uñas dispuestas al eclipse.
Asolado el camino de regreso
la uva tiene.
El amor no regresa.
Ha tropezado con el muro más firme:
el otro labio. La contraria
persona no recibe
en su seno si no es ella quien
ha de recibir unción sobre
la tierra.
No has dado fruto.
Otra vez el silencio a la garganta
acude. Esboza nueva muerte.

Así la uva es llegada y se hace


terca. Y dura. Y no hay quien
la atraviese. Máscara del dolor,
sus ubres, ante ubérrimas,
en secos manantiales convertidas.
Al fin logrado su destino.
Porque
la noche es larga y no tiene
principio. No fue un lamento

67
José Infante

el hombre. Tampoco un grito,


soledad hecha carne. Sepultada
en arpegios o capítulos. Como
la pulpa quiso ser barbecho.
Y fue tan solo inútil párpado.
Cráneo roto. Retina que se imprime.
Y luego borra un soplo, magnolias destrozadas.

Asolado fue el ojo. Sajado


por la guerra cruel que la uva
hizo crecer en las moradas.
Ni el gris
fue suficiente. Ni el enjuto muchacho
venido celestial al conjuro del beso.
Descalzo ha regresado sin luz
ya para siempre. Para siempre
el cilicio perfilando la esquirla.
Para todos los hombres ha sido la mejilla
ocasión del temor y de la sangre.
Esquina donde abrirse. Orquídea
que enlazar como una inútil trenza,
tejida por dedos acostumbrados
a amasar la hechura del amor.
Y ver volver los poros y las manos.
Una mano no encuentra jamás
lo que ha buscado.
Como no encontró
la uva, el labio, la boca, el intestino
donde permanecer o abrirse. Como un témpano
que se convierte en dedo, en rosa,

68
Animal extraño

en vano afán o rostro que ha mordido


el uno y para siempre
igual, diente
sin diestra. A la izquierda tampoco
el hombre nuevo surge. Allí las uvas
son racimos de osamenta.

Ti corazón no estaba al fondo


de la uva. Como tampoco el mío
al final de mis dedos. Dentro
del hueso la vulva está vacía.
Como la pulpa en el carnoso instante.
La redonda mirada se ha perdido. No
pensemos cambiar la noche por el día.
El corimbo comienza
por abandonarnos al frío de los labios.
Desnudo se presenta. Y frío.
Terco, como la uva
al final de la vuelta. Desnuda
de todo daño. Torcida está.
No hay duda porque los poros
jamás terminan por abrirse.
Luego nafa.

Así fue por los siglos de los


siglos. Así es y la baranda
no contiene el aliento. Ni el

69
José Infante

suspiro. Arruinada está la sierpe.


La nostalgia comienza a ser
tan fría como la uva. Como la vida.
Como el borde exacto en donde
nos queremos, Luego nada.
En la distancia
se pierde nuestro impulso. Así fue.
Así es por los siglos. Y siglos
hace que la uva duodécima
acaba igual. Existe para la muerte.
Destrucción en tus brazos. Y siempre nada.
Y siempre el labio en apetencia
postrera de absoluto. No número
que tenga cabida en nuestras manos.
Así es. Así será los siglos sucesivos.

70
Animal extraño

DESTRUCCIÓN DE LA ANÉMONA

Ponerse los ojos de cara


a la pared.
Luego el fusil
nos acaba de situar en medio.
Es cierto el color de la ubre
si se toma. Al fondo
siempre está el tiempo
de los pájaros.

Había pedido la tregua de la noche.


A través de la memoria viene el humo.
Nadie diría que somos
capaces de ceniza.

El olor a sándalo me llegó


hasta las manos. Me subió a través
de las venas. Se aseguró en el vientre.
Se apoderó del pecho. Llegó
a atenazarme la garganta. Ascendió aún más.
Se introdujo en la anémona.
El médico diagnosticó: ASFIXIA.

71
José Infante

Julia se empeñaba en teñirse de gris.


Le fluía la desazón del rostro.
Se le empeñaba el aire, asesinándola.
La media noche le sorprendía en garra
de los gavilanes. No tuvo jamás la clave
para volver a ser blanca. Sus miradas
acabaron en agónicas. Tuvo una brasa
ardiéndole en la frente. Un vértice
perfecto para el muslo.
Siguió,
impertérrita, sorda, desgarrada,
en la avena del camino.

11

Sabes que yo hubiese deseado ser marino.


Pasear a las doce por cubierta. Mirarte
por entre un fondo de estrellas. Mi obligación
no fue dorar tu frente. Ni los espejos del futuro.
No pude ser azul. Como tú no pudiste,
No puedes ser mi Estrella o Pájaro.

13

Tenían los pantalones manchados


de grasa. La cremallera abierta. Motocicletas
aparcadas al final de la calle. Por entre
riachuelos era la sangre. Venían
sajando el ojo. A pesar de que corrí
tras ellos. No pude ver la marca del cuchillo.

72
Animal extraño

15

Todos miraron en la misma dirección.


Subieron hasta el oblicuo borde de los tallos.
Por ella. A la octava pregunta. Nadie pudo
dejar caer el hacha. Nadie pudo detener
la piedra que se alzaba. Ni siquiera
la caída del árbol fue a la fuente.
Al final de la estela se vieron caer
los Seis Pétalos.

16

No eres ni siquiera una noticia de Télex


Urgente. Un telegrama Muerte/Stop. No eres
Nada. Tampoco una Telefoto a través de Satélite.
Te acabarás. Dirán que eras una caverna.
Un monte. Una música lánguida para tardes de
Octubre.
Un otoño cubierto de magnolias. Nadie.
sabrá que ocultabas dentro del corazón
una Orquídea.

73
José Infante

VARIACIONES SOBRE GACELAS

Del amor imprevisto

Un nuevo labio,
oh amanecer de piedra
sobre la silla,
esperándote amor, labio
sin diente. Nada es así,
como tú lo preguntas.
Tu cuerpo me amanece.

De la raíz amarga

Siempre la soledad nace


en el beso. Nunca podrá decirse
que se compró la salvación
en cuerpo alguno. Amor, enemigo tenaz,
gaviota amarga, tu camino es abierto
y a derrotar a la muerte se apresura.

De la muerte oscura

Nada podrá cambiar esta silente


vuelta a nuestro origen. Posesión
de la muerte, sombra inmensa de lágrimas,
cortado corazón. ¡Oh ángel
de las tinieblas, vívete de nuevo,
muerto de amor, vuelve a mis manos!

74
Animal extraño

ETERNA ROSA, ETERNA NADA

(fragmento)

Todo es provisional, hasta la muerte.


A un dulce instante de amor
sucede un gesto inútil. Todo es mentira,
palabras, actos, besos. Nada
que sea sensible nos penetra. Lo no venido,
sin ser futuro, es lo que vale.
Lo exterior no es principio de caricias
que un vago girar del mundo, transforma
en torpes gestos. Vana es toda pasión,
vano el recuerdo. Vivir en el presente
es ignorar la muerte; es ignorar
que antes de comenzar, la vida es acabada.
No ríos fluyendo, océanos veloces
de sangre, huesos, desbaratados sueños
y deseos, somos: la fugitiva
realidad que nos deshace.

75
José Infante

De EL ARTIFICIO DE LA ETERNIDAD, Colección


Puerta del Mar, Ediciones de la Diputación de
Málaga, 1985.

76
Animal extraño

21 DE JULIO, CUMPLEAÑOS

Todo es silencioso aquí, como


en tu alma. Y la luna es redonda
como la noche, que gira alrededor de ti,
aunque tú mismo sepas la soledad, la tengas
aprendida para el continuo abrazo
con el tiempo.

Vuelve a escucharte hoy. No existe


rumor de cuerpo alguno que en tu vientre
puede poblar de amor esta silente
vuelta a lo desnudo. El mismo aullido
rodea tu contorno. Idéntico el vacío
que la mirada sobre ti mismo torna.
Todo es silencio. Y no hay dignidad
ni siquiera en tus besos. Extinta está
la vida y la memoria. Ni lágrimas encuentras.
Todo es vacío donde pones los ojos.
Y los años no te dejan
posibilidad para el gemido.

Vuelve a escucharte hoy. Sobre tu cuerpo


nace una frontera, que no logra romper
esfuerzo alguno. No tienes ya,
como una luz sobre tus ojos,
puñal que te taladre.
Mírate solo, aullar palabras
y terminar marchando, sin evocar la vida.

77
José Infante

CIUDAD AL FONDO

Tras ti no queda nada,


solo una calle angosta, solitaria
que silenciosa nace y muere en otras calles,
Pasadizo del Cristo, Santo Tomé,
la Calle de la Sal, y cae el agua
esta mañana triste de noviembre,
las palomas mensajes de otros tiempos
en las fuentes, donde el olvido tiembla
en una reja. Y la ciudad al fondo
como una abierta, constante
respuesta de la Historia
que ni empieza ni acaba,
que jamás se equivoca.

El silencio se rompe
y las campanas son protagonistas,
en el alambre seco de la muerte:
Conde Orgaz reposa, mas se agita
en la mirada pálida y quieta
de algún adolescente que sostiene
en sus frágiles hombros,
la perenne tristeza de la estirpe.
¿Tristeza o impotencia? Callan lenguas de nieve,
Toledo es imperial y el enemigo
siempre ha sido vencido,
Alcázar de la sangre, guarda aún
la honra que a la paz hizo culpable.

Y la ciudad, al fondo, inacabable,


derramándose historia, como el vino

78
Animal extraño

que el tiempo purifica y da sabor.


El interior sabe a incienso
y al fugitivo llanto de los cirios
que, rojos, gimen ante el cuerpo de Dios,
un mar que nunca llega ni se marcha,
que ni sale de sí, ni se termina,
mas océano sin voz, mudo se queda.
Calle del Pozo Amargo, ¿en dónde murió
El Griego?, Sinagoga del Tránsito,
la Historia aún no ha dicho
su última palabra.
¿Acaso tú la has dicho?
¿Acaso has renunciado a ser testigo?
Sigues, en sinuosa calle, una mirada,
un gesto abierto, una fuga a la luz,
(Eros no muere) por donde escapa
la juventud, única salvación
de la ciudad, de ti, que mudo,
la contemplas.

79
José Infante

EPITAFIO

No llevéis flores a mi sepulcro.


No recéis por mí vanas oraciones.
Creed mejor, que si algo de mí tuvisteis
jamás lo perderéis. Pensad que fui
como la ola fugaz, que deja lo mejor
de sí sobre la arena.

80
Animal extraño

ÁNGEL DE LA VICTORIA

Un movimiento juvenil nos salva


el mundo. Las sombras se deshacen.
Ha dicho ¡vida!
Y alevoso, el puñal de la mentira
cae, inerme, sin herir,
incruento el cuerpo, por la gracia
salvado, victoria entona, se exalta,
eleva su contorno sobre sus propias huellas.
Ha dicho, vida.
Y no puede negarse
a quien lastima amando,
a quien del amor hace solo
un soplo de luz, el ara
donde quemarse o ser de nuevo
eco para una voz, esa vos misma
que está gritando vida y es solo
juventud, impulso, afirmación
de estar, para siempre, despierto.

Victoria es solo el cuerpo.

II

Aquel cuerpo glorioso que fue mío


una tarde para siempre,
no es el que regresa hoy,
aunque la sensación dure y el recuerdo

81
José Infante

del amor que fue ave de fuego


entre mis manos y sus ojos,
permanezcan tan vivos.

La victoria del cuerpo


fue fracaso también, la edad
no pasa en vano.
Mas igual que el tiempo deja
sus huellas en la piel, la belleza
perdura. De sus cenizas, vuelves,
victorioso, hacia la plenitud.

82
Animal extraño

HOMENAJE A SAN JUAN DE LA CRUZ

Cuando yo era adolescente tuve


un amigo drogadicto, que se llamaba Juan.
De noche subía hasta mi habitación
por la secreta escala. Y una vez en mi cama,
allí dormía y yo le regalaba gestos inútiles
de amor, en la almohada.
Luego fumábamos juntos
por entre cedros y collados,
que florecían azules en el lecho.
La noche aliándose a nuestro cuidado
se dilataba sola en el otero
Hasta que un día, en su viaje,
mi amigo Juan buscó más alto vuelo
y le perdí el amor y el desespero.

83
José Infante

HOMENAJE A MARÍA ANTONIETA

A veces es suficiente mirar al infinito


para saber por qué María Antonieta
encaneció una noche
y llegó muda hasta la guillotina.

84
Animal extraño

EL NIÑO Y LAS VOCES


(Plaza de la Merced, 11 de diciembre de 1890.
El niño Pablo Ruiz Picasso conoce la Libertad)

El Niño

¿A dónde vas tan alta


dura piedra? ¿Qué locura
o deseo te enorgullece?
¿Es que acaso te llama
el cielo azul, la nueve rosa,
la oscura noche que en el mar se pierde?
¿Qué presagias? ¿Qué intentas alcanzar?
¿Qué ilimitado borde anuncias?
¿Es que nada se atreve a sujetarte?

La Piedra

Obelisco es mi nombre. Nací


para dar testimonio. Testigo fui.
Ahora soy monumento. Fui idea,
más que palabra. Fiero combate, destrucción
en el aire, Losa soy. Guardo cenizas que pudieron
ser libertadores brazos, manos, cabezas
que solo el fuego fue capaz de abatir,
Ahora son nada.

Las Voces

Acércate muchacho. Nada temas.


No llores, pues quien gime
es que ha perdido todo. Levántate.
En fantasmas volvieron nuestros nombres.

85
José Infante

Nada somos en cuerpo. Nada queda


de aquellos gritos perdidos en las olas.
Tornáronse al polvo nuestros besos,
pues vuelve al polvo el beso que no es cierto.
Mas, si puedes, escúchanos.

El Niño
Solo palabras veo. Todo es frío.
“El mártir que trasmite su memoria,
no muere…”
Yo no soy carne para el martirio.

La Piedra

Ellos han muerto. La gloria es mía,


pues que su templo soy. Como también
el arte es templo y es testigo.

Las Voces

Acércate muchacho. Procura que tus ojos


no solo reproduzcan, procura que tus manos
no terminen en ti, haz tu fuerza
superior a la del mar inmenso, que aquí
no puede verse.
Es un vano recuerdo
esta columna. La verdad no es piedra,
ni ceniza. La libertad no se da
a quien la toma, sino a quien
la persigue. La libertad es vida:
quien cree en ella, nace.

86
Animal extraño

La Piedra

Solo mi voz puede serte total.


Quien ama la libertad no es libre.
Esclavo y solitario, junto al mar, muere.

Las Voces

Levántate muchacho. No olvides


este lema, que es fracaso y es gloria
de nuestra humana vida: “Antes morir
que consentir tiranos”. Oh Pablo,
muchacho, ni temores, ni lágrimas.
De nuestra propia muerte, la libertad
nació, y en ti, ahora, se fía.

Asume tu destino: solo el amor


te llevará a la vida, solo la libertad
que en sí misma se destruye,
te hará libre.

El Niño

Ya no lloro, ni temo,
“a vista de este ejemplo”.
Ya no dudo: nada podrá el tirano,
pues que conozco, soy. Pues que la libertad
es una línea, ya he nacido,
en mis manos, paloma, ya la tengo.

87
José Infante

VIRGINIA WOOLF SE PIERDE EN EL OUSE

Entre vigilias ordenabas recuerdos,


cartas, tulipanes, objetos
que el fuego devoraría después.
¿Encontrabas el orden?
Con sigilosa tenacidad
arreglabas el bucle para
la vesperal tertulia: Bloomsbury
era una taza de té
en porcelana antigua, el gesto
desmayado de un tiempo moribundo.
¿Adivinabas el vacío
donde iban palabras, pensamientos,
diálogos de infinita elegancia
decadente?

Aquella noche el fuego


cayó como un ángel voraz
sobre la antigua casa
donde tus visiones habían
llenado las soledosas tardes
de tu pluma.
¿Buscaste en la ceniza,
el fulgor de tu verbo,
la brillante palabra de Eliot,
la sonrisa de Fry?
¿Acaso la acostumbrada
compañía del esposo solícito?
Luego fue el desamparo.
Las voces incesantes cercando tu silencio.
Ahora te acercarás al río.

88
Animal extraño

Dormir. El deseo te envuelve.


Dormir. Dormir al fin,
como si fuera el agua,
el milagro final
donde encontrar la paz.

89
José Infante

RÉQUIEM 8 LACRIMOSA
Wolfang Amadeus Mozart

¿Qué te queda sino la música?


Has tocado con desesperación a todos
los resortes. Todas las ventanas
se han cerrado. Todas las puertas
se apresuran a clausurarse
tras sí mismas. Nada
tienes que puedas decir tuyo.
Nada que te dé confianza
en el próximo amanecer. No volverán
los instantes pasados, ni las horas
en que el amor, el mundo, se han mostrado
generosos a tu deseo. No volverán
sus ojos nunca, como no vuelve
jamás el río otra vez a la misma ribera.
¿Tienes otro asidero que no sea
la música?
Escucha
cómo se elevan las notas silenciosas
hasta tu corazón. Es tu solo
destino, la soledad
ha sido la más dulce compañera.
Te será propicia en el recuerdo
de los cuerpos que se fueron quemando
entre tus manos. Como se quema
ahora tu vida, solitaria, pendiente
de esa cualquiera eterna melodía.

90
Animal extraño

HOMENAJE DEFINITIVO A MARILYN MONROE

Mas que una voz al otro lado,


oh Marilyn, deteniendo el somnífero,
lo que no tuviste a tu cabecera
de almohadones lacios,
fue el mar, gritándote
que él, tan infinitamente azul,
él también está solo,
y sin embargo avanza, se crece
y se levanta, aunque sea con ojeras.

91
José Infante

LILI MARLEEN
Marlene Dietrich

En su larga boquilla
la ceniza de Europa, era
un sueño dorado ver tus plumas
por entre llameantes estaciones,
abandonadas al amanecer.
Heil Hitler! Ay, ver cómo chupabas
en una interminable canción
la sangre de una
madre marchita.

92
Animal extraño

MUERTE EN VENECIA
Luchino Visconti

Por entre soportales


era aquel rostro de pura transparencia
un búcaro sin flor.
Era una mano
paraelisa inútil, entre miradas furtivas
de los diablillos de estuco, eran
sus labios una insinuación de eternidad,
la copa del amor, espejo de la muerte.

II

Cómo escala la muerte las paredes.


Todo se ha detenido al pie de esta columna,
a esta columna un labio no amanece,
tal no amanece el cuerpo, si es que ama
belleza sobre el diente, la plenitud
efeba de un origen, la ardida luz
que en la estopa se pierde.

Cómo escala la muerte por tu cuerpo


de elegante mancebo sin corbata,
no Antinoo, tu rostro sin arrugas,
tu perfil, no Dorian de enfebrecida pasión,
no dardo para atravesar el filo de la carne.

Oh triste espejo de la muerte, narciso eres del


tiempo.

93
José Infante

No te encienda la sangre ese cadáver,


Porcelana de soledad, losa de frío.

94
Animal extraño
José Infante

De EL DON DE LOS INVISIBLE, Ediciones


Libertarias, Madrid, 1991.

96
Animal extraño

INVOCA EL DON

Te has acercado humilde a la palabra.


No sabes mucho más de su sentido.
Desconoces el vuelo de sus signos,
el círculo que forma con el tiempo,
hasta la esfera inútil que la cubre.
Todo es desconocido.
La médula del hombre se sostiene
por ignotas palabras que se unen y viven.

¿Te será dado conocer su fuego y su ceniza,


el reguero de humo, huella —mácula apenas
que borramos pasando—, de su ir y venir del centro
a lo fugaz? A ella confía
la brisa que moverá tu corazón.

97
José Infante

PARA BUSCAR LA LUZ DENTRO DEL


LABERINTO

I
Si esperas alcanzar la luz
no mires este espejo.
Busca en el laberinto
de tu sangre. Atraviesa
la piel. Disecciona
cada uno de sus poros,
como si fueran nidos de tu sueño.
Si deseas habitar en la luz
rompe el cerco de tu propio delirio,
no desees la engañosa apariencia
de la geometría. Y avanza.
Avanza hasta su fuego.

V
Estás en el umbral de lo visible.
Es todavía oscuro el resplandor.
Más no debes pararte.
Desvanece las sombras.
Saja el último velo
que te oculta del rayo.
Está la aurora quieta
como un grito que aguarda la voz
que tomará su forma.
Ser el espejo feliz
de la evidencia.

IX
Quien se busca, se pierde.
No es la señal del vidrio

98
Animal extraño

la que buscas en el labio o el beso.


Se hallará tu rostro,
si, Narciso, persistes
en el espejo vano del recuerdo.
Olvido y sucesión
arruinarán su gesto desmayado,
lo que parece eterno.
Somos Edipo, pero también sus hijos.

XIV
Has traspasado el borde de lo cierto.
Has intentado huir y te encontré,
perdido entre sombras, rechazándome.
Tu claridad me afirma.
Tu realidad, molécula de ti,
es la certeza final que me construye.
Más que la luz, su abismo es el enigma,
pájaro invisible, que me salva,
que alimenta mi sed,
más no la sacia nunca.
Oh luz, tú eres mi alondra,
mi libertad, mi amor, mi pensamiento.

99
José Infante

ESE ANIMAL EXTRAÑO QUE ME SIGUE

Bajo mi piel lo siento como sangre.


Por mis venas circula libremente.
Segrega por mis poros y vive de mi
aliento. Está en cada arteria o vaso de mi
cuerpo y a mis huesos se adhiere como si
fuera parte, papiloma de luz y de misterio.
Por mis ojos contempla la vida que no es,
lo que nunca ha pasado. A veces lo sorprendo
usando mis palabras, construyendo oraciones
a mi costa, perdido, solo, en la tiniebla de mis ojos.
Nunca lo tengo ausente de mis lágrimas
y en la noche tiene mi voluntad, mi voz,
a su servicio. Siempre me roba el sueño
y se pone delante de mis gestos.
Me usa para buscar la incertidumbre.
Provoca la soledad para que vuelva a él,
su amante. No es amorosa nuestra relación.
Él me ignora y yo lo desconozco.
El mismo cuerpo usamos y si un día se marchara,
nadie podría alimentar, escribir, estas palabras.

100
Animal extraño

SUITE RONDEÑA

EL POETA RAINER MARÍA RILKE


PASEA POR EL TAJO

Mira y todo es un abismo.


Ha venido del borde de otras tierras,
con la ausencia en el alma
y el gesto del cansancio.
No sosiega su ánimo la tarde.
Corta el frío su desvalido perfil rubio.
Ha caminado corto y sorprendido,
desde el balcón del mar de las montañas.
Ha presentido vida en la más alta.
Una vida anterior que no es visible.
Parece como si el hombre fuera menos,
superado por nubes y por águilas.
Ha seguido la línea del pinsapo,
que una mano dibujara,
tal vez, en la Pileta.

Rainer María ha sentido su vista


trascendida. No le parece verdad
lo que le admira, ni cierto el aire
que helado se le impone.
Agarra con sus cansadas fuerzas
la piedra que le separa y une
de la profundidad. Y todavía
resiste. Puede saltar y ya no ser
un angustiado peregrino insomne.
Recuerda a la princesa María,

101
José Infante

Duino, la fuerza de Rodin, Andreas,


su hija Ruth, la estepa siberiana.
El sol ya le abandona.
Van a surgir las sombras.
Las ve elevarse sobre el profundo
Tajo, bajar desde el oscuro cielo
transparente. En medio
un hombre va a perder el equilibrio.

Se siente abandonado, sin más luz


que la luna sobre el Guadalevín.
En su azulada pupila de niño
no crecido, un rayo irrumpe silencioso.
Cree: el camino más puro de la muerte
es la entrega del ser ante lo incomprensible.

(Por el Puente Nuevo camina ya


el poeta del sueño iluminado.
El loco suicida ha reconocido
el definitivo interior de su corazón.)

II

EL POETA RILKE SE ENCUENTRA


CON EL ÁNGEL

Rainer María se ha levantado como cada mañana


y no ha sentido su alma engrandecerse
ante la Aurora. Es fría el alba
y está confuso, enfermo y aterido
su corazón. Mira la inmensa cordillera
y se siente ajeno de las horas.

102
Animal extraño

Cada imagen se hiela en su interior


como algunos conceptos dentro de su mirada.
Escribe: «en realidad era libre desde hacía mucho
tiempo…»

Igual que en otros días


comienza su lento deambular
por callejas y plazas, barrio de San Francisco,
la Alameda, los Descalzos, la Colegiata…
Baja hasta los viejos pilares del puente árabe,
sube y se detiene ante idénticos pórticos
que de antiguas historias son testigos.
Se pierde por oscuras esquinas solitarias,
va embebido en el aire que refleja la noche.
O es un sueño.
En un instante, una sombra
se le impone. Es la belleza que ha pasado
hecha carne, una figura que apenas reconoce.
Rainer María, impávido, se asombra,
siente en su alma por una vez certeza y abandono.
No estaba en su corazón el centro del abismo.

Arrobado persigue la sombra entre la cal.


¿Es verdadera o falsa su evidencia?
«Te enciendes como una cordillera inmensa»,
murmura
casi a ciegas, deslumbrado por estrellas
que no se fijan en el azul perdido de los cielos.
«Allí está él, de noche y tiene la llamada
del pájaro remoto dentro de su existencia…»

Ha sido tan fugaz la aparición y sin embargo


arde en sus ojos una luz que no existía antes.

103
José Infante

Sabe que le ha habitado el amor


como un milagro, que su aliento
es una montaña, un hermoso muchacho invadido
de pureza, un viento, un dios, ¿un ángel?
¿Cómo podrá seguirle si se ha ido,
perdiéndose en la noche?

Deshace ya el camino, trascendido,


como el fiel sacerdote, que en el altar de Apolo,
ha ofrecido el sacrificio exacto,
que habrá de cambiar su corazón,
diluir su dolor con la Naturaleza,
disolver su amargura
en el aire invisible del espacio.

III

J.I. SE ENCUENTRA CON EL ESPÍRITU


DE R.M. RILKE

Tampoco tú lograbas encontrar


la imagen de tu alma, dibujada
en las horas de la desesperanza.
Huía ya el amor y llamado
por un augurio triste del destino,
ascendiste a la cumbre,
buscando una señal o el camino,
tal vez, para perderte en el vacío,
donde la inmensa soledad de la naturaleza,
fuera la alfombra y el sudario
en donde reposar, desasido

104
Animal extraño

del dolor de existir o sólo


del castigo de ser entre los hombres.

¿Era una danza macabra,


algún presagio o una peregrinación
en busca de la luz?
Estabas a los pies de la ciudad
soñada largamente y un temblor acudía
a tu alma, quebrando tu voluntad
de entrega a lo desconocido.
Esperabas el don, y era invisible
su armonía, el vértigo y la entrega.
Abres tu corazón a todas las imágenes,
le incitas al vuelo de los más altos valles,
investigas la sombre entre los árboles,
persigues los fantasmas del deseo
en la noche encantada del Tajo y los escudos.
Insomne y delirante, te entregas al peligro
que se esconde en los parques,
como amenaza o flecha parar herirte.

Nada sacia el hambre de belleza


que has traído, intacta, entre las manos.
También te sabes libre, pero te ha abandonado
la libertad, porque tú te has perdido
entre fugaces horas y palabras vacías.
Te atrae el abismo que te ofrecen
las dos inmensas rocas al abrirse.
Como quien paga el tributo debido
a su desasosiego, te acercas a lo oscuro.
Vas a saltar, pero una voz te arranca
de tu ensimismamiento: «El cántico,
tal como lo enseñas, no es deseo,

105
José Infante

no es solicitud de algo finito y alcanzable;


Cántico es existencia…» Es un coro
de voces que se alza en tu interior,
más fuerte su vigor que el que te desasiste.

Has comprendido que la voz del poeta


es Dios, es Cántico y es Vida,
pero sólo si arde y se consume
en la profunda sima que se oculta
y que tú habrás de rescatar
del sagrado laberinto de la niebla.

106
Animal extraño

A TRAVÉS DEL CUERPO, LA LUZ

No buscas la perfección,
aunque deseas lo bello,
perfil de un joven dios,
aire marino en la morena frente,
serpiente de deseo
enroscándose feroz a un cuerpo.
Como gacela herida,
inermes claros ojos vacilantes,
temblor de la inocencia que sellará
la juventud que desgracia el destino.

Empiezas invocando,
pasión y rito,
la terrible palabra decisiva:
Amor o claridad, transparencia
compartida para arrancar la dicha
de las manos.

No acariciar
indelebles gargantas o mejillas,
labios, no cabalgar miembros oscuros,
espaldas sin futuro,
cerradas amenazas, destiladas,
lujurias programadas.
Luz, luz, luz que ilumine
la epifanía del acto.

107
José Infante

II

Viajas hacia el centro de la carne.


Quieres desdibujar sus límites,
derribar en la niebla
el húmedo, roto, río de la sangre,
acabar, al fin, con la separación
de todas las moléculas. Viajar
hacia la plenitud del cuerpo.
Transformar la exquisita perfección
de su destino.
No a la ceniza segura del beso,
no al apagado, al engañoso
brillo de su sabiduría.

Viajas con un velo en los ojos,


tras la confusión total
del tacto y la palabra.
No hay luz en tu camino.
Todo abierto de poros.
Ansiosa la voluntad.
Roto de miedo el muro de la duda.
No llegarás, lo sabes,
sin pérdida en la piel.
Pero reúnes esfuerzo y decisión.

Abrazar el espacio
y preparar los dientes al desastre.
Morder la nada
o el triste ruido de dos cuerpos,
buscándose.

108
Animal extraño

III

No se queda en los ojos la belleza.


Torso resuelto en lirio.
Espiga el vientre,
que juventud cosecha y desafía.
Muslos en donde la luz,
el vértice del mundo,
se extingue o alcanza su respuesta.
Recorrer un camino
sin posible regreso, habitarte,
última soledad de la hermosura.

IV

En los labios comienza la batalla.


Enjambre son los dientes,
un límite de mi ser,
la lengua atravesando
la herida cuajada de tu sexo.

Roer sin esperanza


la sedosa envoltura
de otro cuerpo sin vuelta.
Todo termina en sangre,
saliva que se seca
y el agua purifica
y reduce a la sombra.

109
José Infante

Has perdido de nuevo este combate.


No hay vencedor.
Ha triunfado el silencio,
ya resbala del pecho
al inmaculado secreto del pubis.
Seminal es la huella de su paso.
Espesa es la mudez de tus ojos,
la viril elegancia
de asumir la derrota.
Deshechos son los huesos,
como abierta la carne sin respuesta.
Presagio es la memoria,
nada después del beso.
Intentar otra vez, en otro pozo,
que se ahogue la insaciable pasión.
Ir, al azar, buscando
la dudosa luz del cuerpo amante.

110
Animal extraño

SOLOS EN EL ABRAZO

Desnudos, hemos flotado,


solos, sobre el mundo.
¿De dónde emergía la fuerza?
Nuestro desasimiento alto y grave.
Desconcertados, desvalidos, el amor
nos hizo coincidir en hora tan fugaz
como la tierra. Se concentró la sangre,
el miedo, en el umbral de las pupilas,
e iniciamos el salto mortal,
sin esperanza, íbamos al abismo
de nuestro propio ser. Y cada uno
escudriñó a mordiscos la nada,
que al final habían preparado
como toda recompensa.

111
José Infante

De LO QUE QUEDA DEL AIRE, Colección Adonais,


498, Ediciones Rialp, Madrid, 1992.

112
Animal extraño

JUEVES SANTO CON ELIOT

ELIGE la belleza de los signos.


Aleja tu corazón del vértigo.
y la noche. Tiene heridas profundas.
Sobre ellas irás construyendo tu vida,
como un símbolo más del laberinto.
Toma la luz y esas fresas tempranas
que te ofrecen. Serán las únicas
que puedas saborear.
Breves y justas las horas se suceden.
Y tú, inocente y absurdo,
buscador de fantasmas,
no podrás detenerlas.
Cuenta, uno a uno, los instantes
que acudan felices a su cita.
Los dolorosos serán
los que te roben esta serena paz
que la palabra sola te dará.
No aceptes la vida
como un conjuro extraño.
En su fin también está tu principio.
Sobre sus cenizas no quedará
más que un minúsculo nombre
y la señal de que te has detenido.
Un solo instante. Ahora.
Mañana será tarde
para darle sentido a las palabras.
En su caos ordena tu memoria
y el soplo de belleza que os crea.

113
José Infante

ELEGÍA EN UBEDA

NO es visible
el antiguo esplendor en estas piedras.
Abandonadas, solitarias, sucias,
se pudren lentamente,
atacadas de cruel y húmeda enfermedad,
si no es sólo el olvido.

Olvidadas parecen
las desmochadas torres vencedoras,
altivas espadañas, blasonados
escudos que carcomióse el tiempo,
apellido a apellido,
gules y lises para la destrucción iguales.

No es visible,
pero es augusto el silencio
que lo envuelve todo.
Es hermosa la huella de la vida
que todavía vibra en los rincones,
donde el amor alzó su monumento.

Distraídas, ajenas,
pasan estas gentes ante la gloria
que si vana fue ayer,
hoy yace aniquilada,
Capilla del Salvador, Santa María
de los Reales Alcázares,
la sombra venerable del Condestable
Dávalos, Casa de Medinillas,
de los Cobos, de las torres.

114
Animal extraño

Pasan estas gentes hoy,


indiferentes, ante la belleza
que hizo de la armonía
escudo y mandamiento.
Por la calle del Sol se filtra
la luz que hizo posible
la tarea común y también este orgullo,
hoy vencido por el paso del tiempo,
la desgana que arrasó
toda aureola, la llama del amor
que ardió por estos muros,
donde Juan de la Cruz
alzó su alta mirada. Por la calle
del Carmen, inefable,
queda la música, el verbo,
la sombra de Dios sobre los campanarios.

No es visible
el antiguo esplendor en estas calles,
pero palpita y crece todavía
la segura voz que aún es la historia,
sobre la destrucción, sobre el olvido.

115
José Infante

LA VERDADERA HISTORIA DE ANTINOO

NO es cierto que Antinoo,


como nos cuenta la leyenda,
muriera en plena juventud,
víctima de su propia belleza.
Según dice una crónica antigua,
apenas descubierta,
tras su ficticia muerte,
el joven Antinoo se retiró
a una pequeña isla en el Egeo.
Allí vivió su madurez aún más hermosa,
cultivando las nobles artes y la ciencia.
Dicen que llegó a ser un gran sofista
y a los muchachos, en el gimnasio,
enseñaba silogismos y la retórica
y en el arte del amor los iniciaba.
Tuvo un bello discípulo, Heliodoro,
al que amó largamente.
Con él recorrió los confines del Imperio,
investigó las ciencias ocultas en Egipto
y con él regresó un día a la ciudad.
Tenía entonces Antinoo cuarenta años,
el joven discípulo sólo tenía veinte,
cumplidos bajo el signo de Tauro.
Al ver un buen día que Heliodoro
se alejaba de él y evitaba
su compañía y sus caricias,
las largas horas de gimnasio y de charla,
Antinoo le llamó a sus habitaciones
y después de hablarle durante varias horas
acerca de la vida
y de otros temas no menos importantes,

116
Animal extraño

se despidió de él
besando sus mejillas y sus labios.
No bien Heliodoro le dejó, confundido,
el antiguo muchacho, amante de Adriano,
ordenó un baño bien caliente a sus criados.
En él se abrió las venas
y en su lenta agonía dicen que recitaba
los versos de Virgilio: ah, mi Alexis cruel
¿mi corazón no tienes en nada?
¿nada te dueles de mí?
A morir al fin me condenas.
Aún cuenta la crónica ahora descubierta,
que el joven Heliodoro,
cuando supo la muerte del maestro,
ordenó que pusieran en su tumba
el siguiente epitafio:
Siempre fue perseguido
por la cruel belleza.
La juventud fue su solo verdugo.

117
José Infante

LA JUVENTUD NO ES TUYA

¿QUE miras, muchacho, tras el cristal


y la tarde de invierno? ¿Acaso esperas
que la vida sen acerque y sacuda tu sonrisa?
La calle es ancha, el mundo, y estás quieto.
Nada te será dado sin esfuerzo.
Ni el amor es un camino abierto.
Y si es sólo juventud, lo que me ofreces,
guárdatela, que ni siquiera es tuya.

118
Animal extraño

PRESENTIMIENTO DE FERNANDO PESSOA EN


EL MARTINHO D’ARCADA

PERMANECE en el silencio, solitario,


el lugar, donde, como una sombra fugitiva,
te deslizabas cada día,
borracho por los ojos de lucidez extrema,
seco tu corazón mas ebrio el pensamiento.
Ignorantes, los que te rodeaban,
alguna vez pusieron tu rareza
como ejemplo, la constancia exquisita del trato
y el acento británico
que sin querer, dejabas
flotar alrededor de tu figura,
el elegante porte y las maneras
que no lograban ocultar, a pesar tuyo,
la amargura, un eco desolado de tragedia,
que el gesto clásico y sereno
no fue nunca capaz de simular.

Hoy la leyenda ha desplazado a la memoria


y han llenado el espacio de fotos
y recuerdos, tan vacíos
como el mundo y las sombras que habitaste.
¿Qué hay de ti en ese vano fantasma
que ahora levantan en torno de tu nombre?
Ninguno de los seres
que habitaron tu espíritu y tus gestos,
es menos cierto que esa vaga aureola
que hoy preside el rincón
en donde borrachera y soledad
estoicamente soportaste.

119
José Infante

Nada queda del hombre y su latido,


sólo el presentimiento y el dolor perdurables
de haber sido esa sombra fugaz
que aquí pasó y el mundo reinventó
con el dolor de su palabra.

120
Animal extraño

CASA DE ERASMO

APENAS vive el silencio ahora por entre las paredes.


Retratos, libros, objetos que se han ido vaciando
de su antiguo esplendor, pero que tienen
la fuerza de sus manos, el fuego de su sabiduría,
también el lujo de quien se sabe egregio.

En una sola palabra pudo estar todo el viejo saber.


Pero no fue suficiente. Fue necesario el fuego.
Nada ajeno a las obras, pero no basta.
Nunca dejó de sentir frío.
Ni siquiera en el Sur. Sabía
que bastaba la fe para que Dios
reinara en nuestros corazones.
Pero estaban la pompa de este mundo
y el poder y el orgullo de saberse
maestro en el difícil arte de vivir.

Por aquí pasó unas breves semanas


y aún queda su sombra viajera, la armonía
de sus juicios, la locura que sólo
él sabía camino que le conduciría
a la más alta meta de sus ojos.
Lo que nadie veía aún sobre la vieja Europa.

Era de Rotterdam y nunca se humilló


ante los poderes que corrompen el alma.
Sólo inclinó su frente, orgullo hoy del hombre
y su destino, ante la sola verdad de su corazón.
Era pacífico y anduvo entre las guerras.
Fue libre, pero sólo estuvo prisionero

121
José Infante

de su espíritu. Hoy aquí permanece


el vestigio más fuerte de aquel hombre.
La libertad del alma frente al mundo.

122
Animal extraño

EL POEMA DE VENECIA

APARECE vestida con sus mejores joyas.


Te deslumbran los dorados mosaicos,
la bola, en la Dogana, como un ascua
de luz, un corazón que incandescente
parece que a la ciudad entera impulsa
con la plateada sístole que inunda las espumas.
Brillan las cúpulas en una sinfonía
cuyas notas no aciertas a alcanzar.
No parecen real su podredumbre,
los caballos de bronce, las esquinas
donde otro prodigio sucede a la derrota.

Luego va desnudándose.
Se hace opaca en la noche.
Su silencio, en San Michele,
se viste con el eco sagrado de la muerte.

Avanzas y no abarcas jamás


la exquisita belleza de sus miembros.
Es como un cuerpo abierto
que te invita a devorar con fruición
el oscuro misterio de su boca,
los insondables secretos de sus muslos.
Crees poseerla, pero huye,
como una sombra, que fantasmal
alargara sus límites, suspendiendo
el tiempo entre las aguas, o un ensalmo,
que al alma enmudeciera en un instante.

Desnuda, como está, jamás te abraza.

123
José Infante

Ella sucede en ti, pero nunca se ofrece.


Deja que la penetres; como un águila
se apodera de ti y luego te abandona.
Aparece la niebla y la deshace.

124
Animal extraño

FOTO CON PALOMA

(Venecia, 1980)

ES la felicidad quien te mira


a través de la fotografía.
Luminosa, radiante, salpica
con su júbilo, tu nostalgia
de ahora. ¿Qué fue lo que voló
la paloma o su ejemplo?
Nada de aquel impulso
persiste hoy en tus ojos.
Por eso, dos extraños,
que viven un momento de gloria,
fugaz como el reflejo de la luz
en el mar, te miran desde el portarretratos.
Ni la memoria es capaz de
salvarse. Ese momento fue.
Y está vivido. Lo que queda
no tiene más realidad que un objeto
que adorna lo que quedó en el aire.

125
José Infante

CUANDO EL ARNO AMANECE

NO recuerdo su nombre,
sólo su piel de ángel y Florencia
amaneciendo lluviosa sobre el Arno,
viejísimo, mudo testigo incierto
de la noche y su pulso, suave,
como esa música que ahora vuelve,
con fugaz armonía, a recorrer
mi cuerpo, que la ausencia despierta.
Como las piedras que saludaron
nuestro encuentro, la breve condena
de mi alma, perdida en su mirada
que el recuerdo ennegrece.
Cruzar el Puente Viejo,
adivinar que aquí mismo
el amor tuvo nombre y un cuerpo
que huyó de la memoria.

126
Animal extraño

COMO EL AMOR ORGANIZA SU CAOS

Vuelve la soledad, como un gato celoso,


a acurrucarse fiel en tu regazo. Como si el tiempo
no hubiera transcurrido, te enfrentas al espejo
y te desnuda. ¿Es que estuviste alguna vez acompañado?
Ahora el pequeño animal clava sus uñas
en el dolorido perfil de tu agonía. Pero no es sangre
lo que salta de tu piel violentada y tampoco acudirá
el llanto a inundar las tardes que te esperan. La
memoria,
como un ordenador, ya fríamente almacenó los datos
y los tiene precisos a disposición de tu desesperanza.
El lugar de la acción, los besos derrochados, la alegría
pasajera,
los viajes, el compartido anhelo de hacer eternas
fugacidad y dicha. La sorpresa de aquel monte
sagrado o el vértigo de la miseria, un terrible mediodía,
en la Medina de Fez, cuanto un fétido olor
te llevó hasta el desmayo. No faltará ni un solo día
del sueño que has creído palpable realidad.
Ni el fulgor de las islas, donde el mar es antiguo
y nacieron los dioses, ni la lluvia suave de aquella tarde,
en Oxford, cuando el té y los pasteles eran sólo
una excusa para descansar un momento y
asegurarte que era verdad la vida
y no un vano delirio decadente. Repasa
cada extremo. Es un informe exacto.
Nada quedó al albur de la palabra.
Todo se fue escribiendo poco a poco en tu piel.
Los días desdichados y el abismo que, como un pozo,
fue creciendo hasta dejar al fondo los deseos

127
José Infante

y ofreceros en su cántaro viejo, la desgracia


y el agua sin fin de las tinieblas. Alguna vez sí fue
la sombra compartida y huyeron de vosotros
los gatos de la ira. Pero aquí ya lo tienes, escrito,
como una fría sentencia de juzgado:
No fue el amor, pero tuvo su nombre.
Fue la pasión y se quemó en tus brazos.

128
Animal extraño

VENECIA AL FONDO DE TUS OJOS

DEJAS la tierra y tampoco es la vida.


Sobre el agua, no es un ensalmo
la belleza. Caminar entre
el venerable verdín de estos canales.
Abierta la mirada que la Laguna
jamás podría medir sobre sus torres.
Colores que no existen
si la luz se acabara o alguna estrella
se posase en los embarcadores.
Toco la espuma. Si es cierta, me despierto.
¿Acaso vives lo que soñaste un día
o esta apariencia del sueño también huye?

Hacia el Metropole se agolparán


los besos. Desencadena el mar
esta nostalgia, que el desamor provoca.
Cenizas, antes que vivos, los gestos
que inauguran la tarde de la felicidad,
en el Gallo de Oro, camino de Rialto,
o en la Piazzeta, donde la juventud
desmentirá a la muerte en su pureza.
Sobre esta fugacidad
que devora la piedra, oh ciudad
condenada al fasto de la nada,
¿qué escondes, a qué desconocido viaje
nos empujas?

129
José Infante

II

COMO paloma que renuncia


a su vuelo, de la cochambre del amor
te alimentas, en aguas estancadas
remozas tu lejana hermosura
mercadera ¿o fue verdad que luciste
los desteñidos bronces ensoñados
para el poeta adolescente
que a Onán adoraba como rey?
¿Qué sonrisa ofreciste, qué falsa desnudez
de juventud, qué luz de sabiduría
regalaste a la turba de tus adoradores?
En el laberinto cenagoso de tus calles,
en el apartado confín de las orillas,
vagan perdidas voces delirantes,
esperando la muerte de tus labios,
la noche de tus lujosas sedas descompuestas,
el anillo terrible de tus ojos de niebla,
el inútil secreto escrito en tus tapices,
el Carnaval sin fin, donde un día
te desvanecerás como un relámpago, oh Venecia,
paloma de la muerte en el abismo.

III

BREVES días has pasado


bajo esta luz que el agua multiplica.
Piedras y mármoles
su belleza ofrecieron a tus ojos.
Venías buscando muerte entre sus algas,
adivinabas ya la caricia vencida

130
Animal extraño

por el moho, besos rotos


en el gastado estuco de sus ángeles.
Al encuentro has salido de sus sombras
por las playas del Lido.
Tenías el epitafio presto,
las hermosas palabras funerales,
precisas para corroborar la decadencia.
Como un mensaje antiguo
y repetido, se ajustaban
las fichas para un siniestro carnaval
que escenario ofrecíase para el rito.
Contemplador y víctima, sumiso
caminaste, llevando de la mano
la pasión que pretendías exhausta.

Solo faltaba enmarcar la desgracia


y ofrecer el desastre a la belleza.
El dorado prestigio de los duques,
la enjoyada leyenda de las logias,
la lujosa agonía de una ciudad,
que el símbolo de la destrucción
consagra con música de fiesta,
testigos serían para el cuadro total
de tu memoria.Breves fueron los días.
Tañó San Marcos su campana de oro,
el Gran Canal os ofreció
el inmenso milagro de las cúpulas,
la orquestina y Vivaldi,
la melodía para sentir la piedra –
por la Pietá su mano fue más dulce – ,
el Adriático mar, la noche de las góndolas –
en la Salute te perdió su mirada –,
redimiendo la dicha del más oscuro légamo.

131
José Infante

Ahora, apenas la húmeda brisa se levanta,


resbalando la desteñida proa del vaporetto.
Tenue es la luz que dora las iglesias,
cuyas lenguas de plata preludian la mañana.
Imperceptible el sonido de muerte en los
embarcaderos.

Nada se hunde sin conocer la gloria


de la carne. Las palomas despiertan
como ecos. Atrás quedan los sueños.
El amor te acompaña. Derrotada quedó
la piedra en su desdicha.
Miras, con postrero embeleso,
la ciudad condenada a través de sus ojos.
El alba corona, al fin, tu despedida.
Puedes decir con júbilo:
Amanece en Venecia y nos marchamos.

132
Animal extraño

LO QUE QUEDA DEL AIRE

NI siquiera el paso del tiempo


que aniquiló el brillo de tus ojos
y redujo a ruinas la extraña sabiduría
de tus labios, te conmueve esta noche.
La belleza es confusa y fugaz
la armonía que siempre llevó a tu corazón.
Te sientes pasajero de un barco que camina
a la deriva. ¿Dónde está la pasión? ¿Qué fue
de tu delirio? No es la amargura lo que sella tu frente.
Es algo más difuso y sin embargo
lo sientes adherido al fondo
de tu alma. Como un estigma
que ya no habrá de abandonarte
la nada se apodera de ti
y le da contenido a la soledad
que te acompaña. Lo que queda
del aire no es sólo la sombra
de lo que fuiste un día, el amor
o ese vago fantasma del deseo
que llenó la edad del sueño
y la quimera de ser, confundido
en el otro. Como una piedra inútil
rodarás en pos de tu destino.
Ser como la arena, que sólo
rompe el mar cuando se aleja.

133
José Infante

De LA ARENA ROTA, Colección de Poesía Ciudad de


Cáceres, Ayuntamiento de Cáceres, 1998. Segunda edición
Colección Algaida, Algaida Editores, Sevilla, 1998. Premio
Ciudad de Cáceres, Patrimonio de la Humanidad

134
Animal extraño

La arena rota

El amor dura menos que una canción.


La pasión se consume y nosotros caminamos ya por
un desierto.
La poesía también debe romper con las normas.
Hay que acabar con las palabras.
Nada puede expresar nuestra angustia como el grito.
Pero el grito no tiene forma.
Tampoco tú la tienes, pero me obsesionas.
Cuando se acabe el mundo ninguno de los dos
estaremos aquí.
¿Por qué entonces estamos desollándonos?

Voy a empezar a caminar para encontrarte.


No voy en tu busca, sino para alejarme
de tus manos. Quiero encontrar tu pensamiento.
Y por eso deambulo por esta playa desierta
donde tú estuviste y la sombra de tu cuerpo
continua acechando el paso de mi cuerpo.
Es imposible andar unidos. Lo sé.
Pero un impulso ciego me obliga a no pararme.
No importa que sea infinito el horizonte
y que se pierda en la mirada el litoral.
Tú estás al fondo de todas las preguntas
y en el contenido de todas las respuestas.
Eres mi dios, pero no quiero rendirme

135
José Infante

ante tu gloria. Tú me contienes,


pero yo no renuncio a la libertad
de desconocerte. Al grito de no saberme
esclavo de tu belleza inalcanzable.

13

Cuando la arena se rompe,


es que tu corazón se resquebraja.
Si es abril y las tinieblas surgen
en torno a tu figura, no lo dudes,
es la derrota que llega victoriosa.
Cuando acude la noche y oscura se detiene
delante de tus ojos, es que la vida te ha vencido.
Acepta ese fracaso. Es el acoso final,
que llevará tu cuerpo hasta la tierra.
Deja que las palabras sustituyan tus manos
y acaricien la estela que quedará detrás,
como única respuesta.

136
Animal extraño

ABRIL ENTRE TINIEBLAS

La luz que no dudaba,


era el recuerdo.
La memoria, como oscura
pregunta hacia el pasado.

Miras lo incierto y ya lo habías escrito.


Todo estaba en tus ojos
aquella lejanísima mañana de verano.
Por julio, tu destino
escribió su nombre sobre el légamo.
Y era tu vida entera en una sola línea,
que ahora contemplas discurrir hacia la nada.

VII

Es blanca y te invade.
La buscas y te obedece.
Acude a tu llamada
y en tu cuerpo describe
la energía que te falta,
el deseo que ya no te sacude,
lo que un día te quemó
y ahora no existe.

137
José Infante

Es blanca y te devuelve
el deseo de ser fuego
y haberse ya extinguido.

IX

Cuando surge lo oscuro


tú te escapas.
Me dejas a su arbitrio.
Y el sol no me defiende
de su dominio devastador.

Cuando llega lo oscuro


yo me entrego
porque su luz me atrae
al centro de su belleza
desconocida.

XIV

No regresan las palabras,


como tampoco vuelve
la conciencia que fue,
ni el niño que tenía
los ojos en la luna
y la mirada azul de la inocencia.

No vuelven las palabras,


como tampoco vuelven
los deseos que tuviste
y que jamás lograste expresar.

138
Animal extraño

XVIII

Cuando llega, estás vencido.


Te invade, te sacude,
no obedece a tu voluntad.
Sólo es el dueño del pasado
y el que puede decidir sobre el futuro.
Su oscuridad total
supera tu deseo
y tu decisión de detenerlo.

XIX

Y si Dios no te asiste,
tú lo inventas.
Lo haces a imagen y semejanza
de tu deseo, de tu miedo
o de tu desesperanza.

XXI

Hablar con Dios, es hablar con lo oscuro.


No tiene palabras. Y sus gestos
son confusos y apenas perceptibles.
En la sombra aparecen.
Son una fuerza
a la que no puedes resistirte.
Un impulso que no se muestra.
Una voz que se aleja,
pero cada vez es más fuerte.

139
José Infante

Por eso su ignorancia,


es la felicidad.

XXIV

Renuncias a la juventud
como si fuera un don más que agotado.
Al calor de su llama y al ardor de su cuerpo.
Como una melodía imperceptible y clara
te quedas con la noche, que acude
y que es la única luz que todavía enciende
su miserable antorcha en tu mirada.
Es la noche. La noche de tu piel
y la sombra del tiempo.
No puedes intentar ni siquiera la huida.
Ya la tienes delante. Acepta su sendero
y el camino que lleva hasta su agotamiento.

Es abril. La vida se ha encendido de nuevo.


Vas solo, entre tinieblas. La noche y su derrota,
te acechan como un tigre a su presa.
Entrégate desnudo. Déjate devorar
y tus despojos serán la única ofrenda
que aún puedas ofrecer al dios
que te asesina.

140
Animal extraño
José Infante

De LA ARENA ROTA Y OTROS POEMAS, Col.


Devenir, Madrid, 2003.

142
Animal extraño

CREPÚSCULO DE MAYO

En mayo los días son interminablemente largos.


La misma naturaleza se estremece perpleja y
confundida.
Hay una hora precisa en que todo se detiene.
El sol ya se ha marchado y no acude la noche.
Es la hora en que crece el silencio
y el tiempo se hace lento como una enorme hormiga.
Las calles no conducen a ninguna parte
y el horizonte tiene el color de la nada.
En la playa hasta el mar enmudece y tu corazón
no siente ya la primavera ni el verano.
Ni siquiera tu cuerpo controla el paso de las
estaciones.
Y sin embargo dentro de tu piel el frío no se acaba
y la humedad se acumula en tus manos.
Tampoco tú comprendes qué sucede a esa hora,
cuando los días de mayo se hacen interminables
y los heraldos de la noche llegan silenciosos,
mientras planea la angustia alrededor del mundo.

143
José Infante

BRISA DE AMOR PERDIDO SOBRE BILBAO



Mientras mi corazón que mira hacia Neguri,


hacia la extensa Vizcaya de la niebla,
desgrana su recuerdo, y la melancolía
de una noche en diciembre envuelve mi memoria,
llueve otra vez, siempre llueve en Bilbao,
y nunca está mademoiselle Isabelle entre mis brazos.

Pero una brisa húmeda me aleja de esta ciudad,


como un puente de olvido que levara sus brazos
entre la ronca soledad que ahora me acompaña
y la pasión que desbordó la noche de septiembre,
lejos de aquí, en la brumosa laguna veneciana.

Estaba la Serenísima teatral y excesiva,


cegada por las luces de los focos,
toda inmenso plató la Piazza de San Marco,
cuando una sombra entre la columnata
apareció imposible en el Florián.
Como un eco de ti que alargara su mano,
por un instante, en medio de la escena,
me trajo hacia la oquedad del Nervión
y su silenciosa neblina de noviembre.

Era de Gorlitz y se llamaba Ibon.


Y por un instante todo se fue desvaneciendo.
Quedó atrás el teatro, la ciudad de la máscara,
la música, las cámaras, el bullicioso acorde
de la Mostra de cine y de sus premios,
al hacerse visible su figura entre los soportales,

144
Animal extraño

mochila al hombro y el asombrado gesto


de quien busca aventura o pasión en lo desconocido.

Por dos días caminamos la ciudad


buscando el laberinto que puebla sus canales,
la sonámbula luz de sus pequeños puentes
y el oculto tesoro que guarda en sus palazzos.

En la Academia, un dulce mediodía, admiramos


Giorgione
y la terrible faz del tiempo en la donna vecchia,
en otro tiempo hermosa, como aquella ciudad,
y fugitiva, como la pasión que juntos consumíamos,
y la brillante gloria de la Scuola San Rocco.

Vimos atardecer por el largo malecón de la Giudeca


y cómo el horizonte ardía sobre las cúpulas
de San Giorgio y del Redentore, al tiempo
que Euzkalerría se tornaba presente,
como un eco de niebla entre nosotros.
Luego la noche fue una fiesta en Locanda Montin
y el jardín una escena de un imposible filme
de tórridas pasiones y amores condenados.

Al día siguiente le acompañé hasta la Ferrovía.


El se marchaba a Padova, a ver la Capella dei Scrovegni,
Yo me quedé solitario en Venecia,
rumiando la fugacidad del placer en Harry’s Bar
y en el Campo San Lucca.

Ahora no sé si debí decirle que podíamos


haber compartido su mochila y mi American Expréss
por unos días de amor y de aventura,

145
José Infante

de chianti y raviolis. No me atreví a decirlo


y luego, cuando meses más tarde, aquí,
junto al Nervión, paseamos una noche de invierno
después de habernos amado nuevamente
en la anónima habitación de un hotel respetable,
comprendí que todo era ya sólo un recuerdo
archivado en el lugar de siempre, en el olvido.

Un olvido que arropaba la niebla de Bilbao,


donde llovía y llueve, llueve... Como ahora
que evoco su mirada, su lánguida sonrisa,
una noche en Goyerri mirando hacia el Adriático,
sus modales perfectos y su acento de Deusto.

146
Animal extraño

DESOLACIÓN DE LA BELLEZA
(Medina Azahara)

No retorna la belleza jamás cuando ha sido memoria


y la señal de su destino. Ni el amor se rehace
sobre las cenizas que dejaron la pasión y su incendio.
No hay aquí más que olvido, la destrucción que sigue
a toda perdida.
La renuncia
que el tiempo va dejando como único testigo
de que la gloria fue sólo mirar el horizonte
a través de unos ojos de niebla, o la ternura
de hacer posible transformar las señales
en un sueño tan fugaz como la muerte.

Fue efímera la vida entre estas piedras.

147
José Infante

MAÑANA EN SAN ILDEFONSO

Enfermos, pobres, desesperados,


menesterosos, tristes, ignorantes,
parias del destino, abandonados
de la mano de Dios, acuden
a los templos. Sentados en los bancos
con infinita paciencia y esperanza
repasan sus miserias.
A veces, de rodillas levantan
sus ojos anhelantes y musitan
sus lentas oraciones
mirando hacia el Altar,
donde el Todopoderoso,
indiferente, se olvida
de todas sus desgracias.

148
Animal extraño

CANCIÓN DE LAS COSAS PERECEDERAS

Cuando el tiempo ya se ha ido


¿qué queda que no es el tiempo
y sin embargo nos pesa?

Cuando el amor ya se ha muerto


¿qué queda que no es tu cuerpo
y sin embargo me cerca?

Cuando la vida se acaba


¿qué llega que no es la muerte
y sin embargo nos lleva?

Cuando la muerte se acerca


¿qué llega que no es la vida
y sin embargo se queda?

149
José Infante

RETORNO

He caminado tanto y sin sentido


que ya no quiero siquiera descansar.
Llegué buscando el mar
y el mar estaba lejos.
Me perdí por la tierra,
en ciudades en que creí
que encontraría el camino.
Me entretuve en los cuerpos
que soñé decisivos y fueron pasajeros.
Una pasión seguí sin duda
ni desmayo: que la luz fuera siempre
el final del viaje.

150
Animal extraño
José Infante

De LA CASA VACÍA, Tablarasa, Madrid, 2004. Premio


Aljabibe 2004, Premio Andalucía de la Crítica 2004.

152
Animal extraño

CASA VACÍA

Entro y sorprendo la última luz


de la tarde en el balcón.
Apenas unas sombras
que se cambian de sitio
y unos muebles, que apenas
se dibujan.
Todavía puedo ver
lo que forma este hogar sin mañana.
Puedo hablar en voz alta
que nadie contestará a mis palabras.
Puedo mirar a fondo
en todos los rincones y descubrir
la nada agazapada en las esquinas,
en las motas de polvo
o en el aire que puebla lo vacío.

¿ Es la serenidad este campo


de miedo y de silencio?
¿Cuándo hicimos el pacto
la soledad y yo? ¿Y hasta
dónde? El tiempo ha sucedido.
Y sólo tengo señales en los ojos.

153
José Infante

EL SILENCIO

¿El silencio es el de Dios


o el de su olvido?

Apenas siento el roce de mis pasos,


pero aguardo aún que lleguen
los caballos. O el héroe quizás
que habría de conducirme
a la ciudad lejana y luminosa
donde cítaras cantan y sea
el aire puro de la divinidad
quien nos embargue.

Y sólo son las sombras


las que llegan cotidianas.

Cuando las maderas crujen


es que la noche es larga
e insomne, la convierto
en una incierta forma de defensa.

Nada flota en el sueño.


Ni siquiera el vago aleteo
de los vencejos. Dios siempre calla.
Siempre nos abandona, siempre
nos deja perdidos al ocaso.

154
Animal extraño

LAS SOMBRAS

Luego surgían las sombras. Como si fueran


habitantes difusos de la casa que ocupaban su sitio.
En todos los lugares donde ponía los ojos,
allí las sombras conformaban su reino.
¿O era su reino mismo que todo lo llenaba,
como señal acaso de que mi vida sólo sería
un frustrado deseo de traspasar sus formas?

¿Eran las sombras o sólo las tinieblas de la tristeza


las que surgieron siempre entre estos muros?
También estaban las efímeras sombras que traían
los recuerdos de cuando la luz brilló completa.
Y era la plenitud total el único soporte que tenían
los días de la luz, allá en el Sur sin límite,
donde habían existido la felicidad y la misericordia.

Hoy viven todavía junto a mí. Ya no podría


vivir sin ellas. Son parte de mí, son la parte
más oculta y segura que sostienen mi voluntad.
Cuando flaquea, cuando quiere huir
del laberinto absurdo en que me pierdo,
donde ya no sabría moverme sin su norte,
orientando la dirección que no debo dejar.

155
José Infante

FANTASMAS

Se pasean solos por la casa, como si fueran


los propios habitantes. Me hablan
y comparten conmigo no tan sólo las noches.
Acuden cada mañana y se instalan a mi lado
como si fueran las sombras de mis dudas.

Siempre estuvieron ahí. No podría decir


cuándo llegaron, cuándo y por qué surgieron
de la niebla o de mi propia amargura.
¿Los creó la certeza de su propia existencia
o la premonición de su presencia?
Lo cierto es que llegaron y que no entendería
todo lo que ha pasado sin su consentimiento,
ni la sonrisa cómplice que siempre adiviné
en sus rostros inexistentes.

¿Dónde estarán
ahora? ¿Me habrán abandonado también
o es que no puedo ya adivinar su presencia
cuando llega la noche, o en la fría madrugada
de mis ojos? A veces, sólo a veces,
quisiera que siguieran ahí para ayudarme
a combatir la soledad que me acorrala.

156
Animal extraño

LA MUSICA

Única voz, dolorida y amarga.


Siempre acude cuando la soledad
inunda las paredes y es su eco
lo que llena mi alma desvelada.

Pero no fue sólo tristeza, incertidumbre,


lo que alojaron estas habitaciones.
No fueron sólo sinfonías, la oración fúnebre,
conciertos melancólicos, arias desoladas.
No. No fueron sólo el réquiem y la noche
oscura del alma entre las sombras.

Hubo silencios plenos de ternura,


acordes, melodías que acompañaron
el ardor de la pasión que se encendía
a veces, la esperanza, siempre una quimera
que aleteaba espumosa entre mis manos.

Pero siempre la música.


Cuando ardía el corazón o cuando era
ciego el rumor del abandono y rondaba
la traición por todos los rincones.

Siempre la música, como la voz de Dios,


que sólo a veces llega.

157
José Infante

LA AUSENCIA

Ellos están ahí. Pueblan


mis días, llenan mis noches
con sus cuerpos lejanos.
No necesito llamarles por sus nombres.
Están ahí. Los siento, como fueron,
hermosos, jóvenes, deseados,
infieles al juramento sagrado
del amor.
Ellos forman la ausencia
que envuelve las paredes,
que recubre mi alma,
que se expande como un magma
sin tregua de mis días.

Ellos fueron mi vida. Fueron


la vida y ahora vuelven
cuando la vida se aleja
de mis manos.
No confundo
sus ojos, ni sus voces.
No confundo sus manos, sus caricias,
ni el olor de sus cuerpos.

Pero cuando llega la noche,


sólo un fantasma acude:
es la ausencia del amor
que utilizó sus cuerpos y sus nombres
para engañarme con la felicidad.

158
Animal extraño

21 DE JULIO, CUMPLEAÑOS

Si observas el espejo, no es la vida


La que te mira de frente.
es ya la muerte, agazapada
en el cansancio fatal que te derrota.
Has cruzado el desierto,
como quien cruza una tormenta
y sólo guarda el polvo del camino.
Manos vacías, surcos que ha dejado
en tu rostro la venganza del tiempo.

No hay sufrimiento ya, hay hastío.


No hay tampoco esperanza,
ni mirada al futuro. Sólo el gesto
de quien ha dimitido al fin
de todos sus deseos. Y sólo espera
abandonar la casa, atravesar la puerta
que conduce a la nada,
la paz al fin, del último suspiro.

159
José Infante

VUELVE, ANIMAL EXTRAÑO

Sabes que la soledad,


como animal extraño,
puede tener tu nombre,
adoptar tu figura,
hablar con tus palabras,
hasta imitar tus gestos,

Sabes que cada día llega,


puntual a su cita, se apodera
de tu casa, se acomoda en tu silla,
se mete en tu cama, ocupa
todos tus pensamientos
como el más celoso amante
y luego te condena a su propio
abandono. Perdido en él te deja,
como animal extraño
que fingiera su muerte.

160
Animal extraño

MIS OJOS

Me da miedo escribir
de lo que ya no veo.

Todo se desdibuja, los límites


se pierden. El mundo
parece que se afosca
y una niebla envolvente
se cierne en torno de mis ojos.

¿Es sólo el tiempo difuminando


el borde de las cosas, o es la realidad
que pierde sus contornos? ¿Es tal vez
la ceguera que ronda en mis pupilas?

Me da miedo repetir lo que presiento,


lo que adivino en ese velo oscuro
que me cerca y me hiere.
Me da miedo la noche, porque llega
deprisa. Y temo ya no ver
mas que un sendero, el que ciego
conduce a la ceniza.

161
José Infante

LA OSCURIDAD DEL DÍA


(In Memoria Juan Ramón de Miguel)

“dime,¿lamuerteseatrevióamirartecaraa
caralosojos>:Pablo García Baena
((
Tu vida, lo mismo que la flor ¿es menos
bella acaso Porque crezca y se abra en
brazos de la muerte?-
“¿Quién dice que se olvida? No hay
olvido.”
“Ya te cubrió la eterna sombra larga.
ProfundamenteduermesMasescucha:Yo
quiero estar contigo; no estás solo.”Luis
Cernuda

¿Cómo pudo ser mayo el mes de la ceniza?


¿Por qué no quemó el sol el mal que te rondaba?
¿Cuándo entró y por qué puerta la muerte
a arrebatarte? ¿Quién dejó que pasara,
como un ladrón furtivo, para llevarse el aire
que aún tú respirabas, dejándote vencido .

como un junco perdido en el gran río,


sin Caronte, sin Dante, ni siquiera Virgilio
para que el último viaje a la inmensa laguna,
donde yacen las almas, fuera dulce y amable
Si hubiéramos sabido que la parca acechaba
como un perro de presa al filo de tu cama,
como el mastín violento al que siempre temiste,
la habríamos acorralado, reducido a la nada,
donde ella se alimenta de dolor y carroña.
Pero llegó a traición , sin avisar, furtiva,
colándose entre el plasma que la vida te daba.

162
Animal extraño

Llegó cuando el sol se acercaba a su cenit


para que nunca más un día pueda ya ser perfecto,
oscureciendo al mundo como un negro planeta.

Ahora la oscuridad de los días es más sólida


que la noche más densa, más triste y silenciosa
que ese lugar remoto donde el mundo se acaba
y comienza el abismo.
Incomprensible el tiempo
se detiene y la luz se oscurece, no hace caso
del sol. Y todo ya en penumbras anuncia
que nos has abandonado a nuestra oscura suerte,
que te has ido, que la vida ha dejado su sitio
vacío junto a tu corazón.
¿Cómo pudo pararse así
la primavera, sin que nadie advirtiera que había
llegado
la oscuridad del día, el fin de los otoños,
el ocaso del verano que nunca ya podrá gozar
de tu presencia? Nadie vio que llegaba el asesino
en serie cegándote los años, tu voz y tu sonrisa.
Ahora, ya se ha parado el tiempo. El resto
de la vida será sólo tu ausencia, el eco de la música
que siempre tú llevabas, como si fuera la melodía
del mundo que ansiabas encontrar y que nunca
tuviste.
La oscuridad del día no es que llegue la noche
con su ejército oscuro de sombras y fantasmas.
La oscuridad del día es también la impotencia
de ver tu cuerpo inerte y que ni yo, ni la ciencia,
ni el mundo, sepamos cómo devolverte la vida.
La oscuridad del día es el silencio pétreo
que ya cubre tu tumba, ese gris de la piedra

163
José Infante

que dice que Juan Ramón reposa junto a un ciprés


tan triste como el destino infame que nos deja tan
solos.
Pero sólo la muerte nos acerca junto a tu corazón.
Porque ya no hay derrota, ni victoria, ni envidia.
Sólo tu corazón, la eterna nada y nuestro llanto seco

para que nadie olvide tu paso por la tierra, la armonía


que era música cuando tú la nombrabas.
Y es tan extraño
este silencio hoy , este silencio lento que todo lo ha
cubierto
que parece como el mundo de repente fuera una
cúpula
inmensa de vacío y de desolación.
Acaso tú sonríes
al contemplamos ahora, huérfanos de tu música,
perdidos en el tiempo que equivocó su ritmo, solos
entre estas sombras prematuras que gritan que el día
ya se apagó, que mayo ha perdido su aroma
y que la primavera es ya sólo un larguísimo túnel
negro, deshabitado y hueco y el silencio que envuelve
nuestras vidas.

164
Animal extraño
José Infante

De DÍAS SIN MÚSICA, Colección Literaria,


Universidad Popular, San Sebastián de los Reyes,
Madrid, 2005. Premio Nacional José Hierro.

166
Animal extraño

El amor es fugaz desde que empieza.


Inicia la pasión su mordedura
y el mundo se convierte en un oasis.
Su dulce boca de carnosos labios
nos introduce en un camino sin fin
por la alegría.
Él nos tiene
y sólo somos víctimas que caen.
En su oculta belleza se deshace
ese deseo absurdo de la muerte.

Luego, cuando se marcha,


no queda ni el eco de su nombre.

167
José Infante

POEMA 21

Parecías imposible en tu oscura belleza.


Yo escuchaba tu risa y ya ansiaba tus labios.
Escuchaba tu voz y me sonaba a música.
Pero creía inasible el ritmo de tu cuerpo.

Tenías la lejana hermosura de los héroes


y mostraba tu cuerpo la señal de los dioses.
Yo contemplaba absorto tus gestos y tu boca
y olvidaba que el tiempo del amor había pasado.

Tendí la mano, creyendo que el vacío sería su destino,


pero tu mano estaba esperando al otro lado.
Cuando luego tus labios fueron míos
y tu lengua mi lengua, y los dos,
una sola pasión buscando lo absoluto,
pensé que era un milagro o el sueño
de una noche da alcohol y pesadilla.

Pero al amanecer, la luz iluminó tu rostro


y tus ojos cerrados volvieron a ser pasto de mis besos,
era tu cuerpo entero quien vibraba de nuevo a mis
caricias.

Sueño o milagro, espejismo o deseo,


eras real y estabas cercado por mis brazos.
Y yo, que no era nada, gocé de tu hermosura.

Pero el amor es corto, como cantó el poeta


y yo que no soy nada, ahora lloro tu olvido.

168
Animal extraño

CUERPO AUSENTE

Si no tengo tu espalda para abrazarme a ella,


la noche se hace larga y el sueño se resiste.
Si no pueden mis labios recorrer tu cintura
y mis manos no encuentran la pasión de tu pecho,
se hace la soledad un océano de miedo
y mi lecho un oscuro lugar inhabitable.

Si no puedo horadar tu cuerpo hasta encontrar


el centro de tu alma, la paz de tu sonrisa
y el eterno secreto de la vida que arde
más allá de la duda y de la incertidumbre,
no quiero el despertar, ni el descanso del sueño.

Si no puedo besar tu boca hasta cansarme,


ni navegar tu cuerpo hasta el agotamiento,
la nada se aparece envuelta entre mis sabanas
y se mete en mis dedos como un clavo de niebla.

Si no siento en mi pecho el ritmo pausado


de tu respiración y el pulso de tu sangre que se exalta,
se apoderan de mí la oscuridad y el llanto,
porque el mundo es un hueco en el que estoy perdido
y tú el ángel salvador que me alarga su mano
para poder volar más allá de la muerte.

169
José Infante

INUTILIDAD DE LA MÚSICA

Es inútil la música esta tarde


en Russell Street,
junto al viejo mercado de Covent Garden.
Nada puede acercar sus notas,
ni la lánguida cadencia del violín,
ni el clave más que humano.
No te salva la viola de gamba,
que ensordece tu corazón,
pues no existe armonía en tu alma,
por mas que el escenario se preste
a un hermoso momento de ternura.
Sólo hay nostalgia y soledad
y aunque el oboe y su plegaria
intenten resaltar la belleza
del instante, no encuentras
otra cosa que el vacío, que salpica
esa vaga alegría que se extiende
en este improvisado mercado de la vida.

Todo sucede aquí, a tu lado,


pero te sobrepasa. Mudo testigo
la ciudad, su ritmo y el empuje
que más allá aún de su esencia
se hacen desasosiego en tu mirada.

No te salva la música esta tarde,


pero acompaña tu camino
hacia lo más profundo de lo incierto.

170
Animal extraño

DÍAS SIN MUSICA

Hoy no ha venido él. Y tampoco ha llamado.


¿ Fue el amor quien pasó o tan sólo su ejemplo?
Espejismo o verdad siempre termina.
Y cuando él se marche, te quedarás vacío.
Pero la vida sigue y los días también
con sus horas iguales, monótonas y absurdas.
Sobre el caos, tal vez vuelvas a levantarte
y ordenarás tu vida con la misma desgana.
Los libros en su sitio. Aquí los más queridos,
Kavafis, Luis Cernuda, Juan de la Cruz,
aquel tomo de Borges, tan viejo y tan usado,
algún libro de notas, donde escribir desgarro,
desconsuelo, amargura, vacío, soledad.
Tal vez cambies de sitio los cuadros
y algún mueble. Ya no soportas ver aquel dibujo
frente a tu mesa de trabajo. Tendrás
que hacerle sitio a unos nuevos compactos.
Son óperas antiguas en grabaciones nuevas.
Olvidarás los ritmos calientes de las islas,
boleros, salsa, y escucharás otra vez esa voz
dolorida de la divina Callas, las sonatas de Bach,
un concierto de Mozart o Beethoven,
o ese otro de Gallupi que te lleva a Venecia.
El agua te traerá recuerdos que creías lejanos.
Pensarás nuevamente en los muchos proyectos
que se han ido quedando sin hacer
y te prometerás, con firmeza, sin duda,
recuperar aquel libro de cuentos,
también la novela que un verano empezaste
o el libro de retratos que nunca das por acabado.

171
José Infante

¿Has pasado una página o ha sido tan sólo


una pausa fugaz en la fatal caída en el abismo?
Sólo es cierto que fuiste feliz contemplando
sus ojos, adivinando a Dios detrás de aquel orgasmo.
Y es verdad que era alto y hermoso y en su risa
creías sentir la esperanza del mundo
o que el mundo era, tan sólo por su risa,
un momento, distinto y habitable.
Pero todo fue un sueño. Su tersa piel amable,
sus ojos anhelantes, la ternura fingida
de sus gestos, la fuerza de su boca y su voz
como música que transmitían su ritmo de vida
y armonía. No existen más que en sueños.
Tú estás solo y en esta habitación
todo huele a su cuerpo y puedes escuchar
aún su voz como una melodía
que te abandona para siempre en brazos
de los días sin música que habrán de sucederse.

172
Animal extraño

AZUL TRISTEZA
(Poemas del amor que se escapa)

¿Es azul el color de la tristeza?


Hoy, cuando miro al mar y se acerca
el crepúsculo y no estás a mi lado,
es el azul profundo que la noche aproxima
no sólo la tristeza, sino el abatimiento
y el infierno que queda cuando el amor se escapa.
Y nada sustituye su sueño y su delicia.

Solo el mar que amenaza


con inundarlo todo de agonía.


XV

AMOR SONÁMBULO

Me he perdido en Madrid
por las calles más viejas.
Iba en pos de tu sombra
que ni siquiera es tuya.
La noche me hace daño
porque en ella no existes.
Tengo los ojos húmedos
de esperar que amanezca
y el sol, al fin, me cure

173
José Infante

de este mal de tu ausencia.


Ese virus amargo que nutre
mi energía. Y luego me asesina.

Me he perdido en Madrid
por todos los rincones.
He bajado a la suciedad
de todos sus garitos,
donde habita la angustia
- la droga que más mata-.
Iba buscando un eco
que dijera tu nombre
o sólo a algún amigo
que noticias me diera
de que un día llegarás
o que es verdad que existes,
ajeno a mi esperanza.
Me he perdido en Madrid.
Y no amanece nunca.

XVI

SUICIDIO

De las muchas manera que he imaginado


mi propia muerte, sobredosis de barbitúricos,
inhalación de gas, cortándome las venas
a la romana, en un baño de sales aromáticas,
olvidé mencionar un subidón de angustia
que hiciera saltar mi corazón en mil pedazos.

174
Animal extraño

De todas las formas que intenté el suicidio,


todas las mencionadas más arriba
y algunas otras que la memoria olvidó retener,
la única que aún sigue pendiente
es que nadie me encuentre justo a tiempo
y así evitar una lamentable despedida.

XX

EL AMANTE SE CALLA

Quiero decirlo de la forma más clara y más sencilla.


Te amé. Te amé no sólo por tu hermosura.
Te quise por tu fuerza y tu desvalimiento,
por tus ojos oscuros y tu voz dulce y cálida.
Te idolatré como si fueras un poderoso dios,
sabiendo que eras tan sólo un hombre.
Te esperé hasta en la ausencia,
edificando un templo para luego adorarte.

Cada día que te amé,


te amé como si fuera el último,
con la misma desesperación y la misma tristeza.
Sabiendo que eras fuego que el viento
del destino aventaba cruelmente de lejos.

En cada abrazo tuyo había la certeza del fin


y cada beso era como el último beso,
sin dejar de tener la pasión del primero.

175
José Infante

Quiero decirlo de la forma más sencilla y oscura.


Para que tú lo sepas y lo aprenda
el olvido: te amé. Ahora te has ido.
Te amaré hasta el final y después de estar lejos.

Te amé. Ahora te has ido.


Quisiera haberme muerto.
Morir, aunque fuera un momento
y regresar después sin estar vivo.

176
Animal extraño

PARA QUE TÚ NO EXISTAS

A nadie diré tu nombre


e inventaré las pruebas de que no has existido.
Destruiré las huellas de tu paso,
arrasaré el lugar que ocupaste en mi lecho
y olvidaré hasta el olor de tu cuerpo
y el brillo de tus ojos, al mirarnos.

Nadie sabrá que eras el nombre que le daba


a la vida si estabas a mi lado.
Negaré tu existencia para que nadie sepa
la verdad y el fin de mi desgracia.

Pero ¿puede el hombre olvidar lo que amó?


¿Podría mi corazón borrar
a quien marcó su ritmo y el pulso de su vida?

Condenado al olvido, enfermo de abandono,


nadie sabrá, lo juro, tu nombre de asesino.

177
José Infante

MÚSICA PARA SOBREVIVIR

Ya no quiero la música que engaña mi tristeza.


No quiero que su ritmo aquiete mi abandono.
No quiero que sus notas disipen la soledad profunda
que me cerca y me embarga, ni que sus melodías
llenen mi desolación ni mi desasosiego.
Ya no quiero la música que anula mi locura,
ni la triste certeza de que el fin ha llegado.
Y no serán sus fúnebres sonidos los que
me acompañen en el último viaje,
que habré de hacer yo solo,
sin el dulce temblor del oboe,
sin la sonora pesadumbre del piano.
No quiero que me sigan las notas desgarradas
de la trompeta, ni el tristísimo lamento del violín
o el clarinete. Que no suenen clarines
ni tambores de luto. Ya no quiero la música
que transforma la vida y su agonía
en un canto que puede convertirse en oración.

178
Animal extraño

CUANDO LLEGA LA NOCHE

Cuando llega la noche y sientes que estás solo,


comprendes que ha llegado el momento de irse.
Pero ¿ qué camino seguir que no resulte vano?
¿Qué gesto hacer que no sea teatral y excesivo?
Buscaste la armonía, pero no fue posible,
y la serenidad ¿ pero dónde encontrarla?
También el equilibrio, pero es una derrota.
¿Fue quimera el amor o la forma de hacer
que el sueño fuera cierto?

Cuando acude la noche y llegas a tu casa,


también está vacía, como tu corazón,
pero sabes que en él aún resiste la espita
de aquel fuego que acabó devastando tu vida.
¿Fue todo una tormenta, una lluvia, un deseo,
o el esforzado empeño de vencer a la nada?

Cuando llega la noche ya te encuentra vencido,


sin fuerzas para abrir la ventana del día,
ni el lecho en que olvidar todas tus pesadillas.
¿Es olvido o memoria lo que queda en tus ojos?
Fatal a tu destino abres la puerta, que entre,
que llegue ya la noche total y te consuma.
Es tan sólo ese trámite que hay que formalizar.
Tomas la pluma, dispones el cuaderno de notas
y obedeces la mano que dicta tus palabras.
Pero sabes también que has vivido ya antes
estos mismos momentos, y has escrito otras veces
estos versos confusos para borrar tu nombre
del mundo de los vivos.

179
José Infante

EL RÍO DE MI NOMBRE

Ha llegado la hora de hablar


del río que llevará mi nombre,
del cuerpo que ha llevado mi nombre
y ya sólo es un río que desembocará
en la muerte. ¿Cómo será ese río
que será lo que quede de mi,
cuando la muerte haya terminado
su obra destructora? ¿Cómo ha sido
ese río que ha tenido mi nombre,
que se llamó José y es ya tan sólo
un hombre solitario que espera
resignado que llegue al fin
el momento de irse?
No preguntes,
José, lo que sabes que nadie puede
contestarte. Sigue el curso del río,
espera, es ya sólo el tramo postrero
en el que te estás adentrando.

II

Veo a ese anciano solitario que me mira


desde la niebla confusa del futuro.
Me mira y tristemente sonríe,
mientras saborea tal vez la última copa,
de una vida que fue sin duda amarga,
como un licor de acíbar y vinagre

180
Animal extraño

que tuvo que beber con cotidiano estoicismo,


momentos de desesperación y algún conato
de locura para intentar salvarse
de la desesperación y la amargura.
¿Qué mira ahora? ¿Qué espera?
Quiso que su vida fuera como un lago
tranquilo y silencioso, no como un río
de procelosas aguas, profundas cataratas
y abisales afluentes de tristeza.
Deseó que fuera la música del amor
su única compañía. Pero le abandonó
con prematura crueldad e indiferencia.

III

Se quedó solo, sordo. Ya no quería música,


ni siquiera la armonía de los desiertos.
Más ahora piensa, ese viejo solitario,
que sin embargo sonríe con la ironía
que le da la despedida cercana:
“¿Y si vuelve la música que encontrará
en mi corazón? ¿Sólo miseria, podredumbre,
la soledad opaca de los años,
el rechinar de dientes frente al fatal destino?”
Sabe que el río que ha llevado su nombre
llega a la desembocadura, y que ha sido tristeza.

La tristeza es como otro cuerpo, como otro río


acaso, que nos crece alrededor del cuerpo,
en las mismas aguas de ese río que nos lleva.
La tristeza comienza, cuando comienza el mundo,
cuando nace ese río que se ha llamado José

181
José Infante

y que ahora contempla como se adentra el cauce


en esa mar inmensa, que también es tristeza.
Es como una condena que nos alejó por siempre
del paraíso prometido. La tristeza es como un eco,
que se repite constante y fatalmente,
como un sendero lento que crece día a día,
más hondo y más profundo. La tristeza
es un camino largo que conduce a la nada.

Como ese río que se llamó José y ya se adentra


en el mar, que le espera para dejar que exista.

182
Animal extraño
José Infante

De DAÑOS COLATERALES, XVI Premio de Poesía


Ciudad de Córdoba Ricardo Molina, Hiperión,
Madrid, 2009.

184
Animal extraño

Como una pesadilla he atravesado el túnel.


Ya estoy a la salida. Ha sonado el silbato.
¿Han venido a buscarme? Se acercan
los heraldos de la muerte, les veo venir
muy dentro... Ya sólo tienen una misión:
Purificar las heridas que atraviesan mi cuerpo
y disponer el día del lento sacrificio.
De todo lo que fui, sólo queda una sombra,
un herido fantasma, confuso y desarmado
que se dispone a abandonar desolado la escena.
En la última batalla con lo oscuro,
los daños colaterales resultaron mortales.
es resultaron mortales.

¿Cicatriza el olvido la herida del amor


o tan sólo anestesia su mortal mordedura?
Cuando te dejan los efectos del narcótico
¿qué encuentras a tu lado sino sólo vacío,
el silencio sin vuelta de la nada,
la oscuridad que envuelve los días
del futuro, la soledad que tiene siempre
el nombre de lo incierto?

Tan sólo la memoria cicatriza


el amor y su herida.

185
José Infante

He guardado siempre la muerte en una caja.


Al principio era una caja pequeñita,
casi sin contenido. Con los años
esa caja pequeña que contenía la muerte-
al menos su símbolo o metáfora-
se ha ido haciendo cada vez más grande
y más grande. Digamos que lo que
ha ido creciendo todos estos años
de adioses, de ausencias, de renuncias,
de fracasos, ha sido su propio contenido.
Ahora siento que esta caja ha llegado a su límite.
Es más, creo que ha llegado el momento
de abrirla y que su contenido acabe por asumir
su continente, porque esa pequeña caja
que ha ido creciendo y creciendo
cada día, cada mes, cada año,
en realidad soy yo, mi propio corazón,
al que sólo le queda reventar.

Sobrevivir no es estar vivo.


Es patético contemplar tu cadáver
de pié, como si fuera un muñeco feliz
que anda y que se ríe, que come, duerme,
se despierta, anda, sueña y hasta finge
hacer el amor para que no se diga
que ya no tienes sangre en las venas,
ni el deseo de seguir siendo humano.

186
Animal extraño

Si vuelve alguna vez la música


será la de tu funeral, únicamente
sus notas leves y tristes podrás
aún escuchar como si fuera
la melodía sublime que te salva,
que te libera del cuerpo
que te aprisiona aún y te retiene
encadenado en el mundo de los vivos.

Cuando lleguen sus primeros


compases, los reconocerás,
tan sólo tú sabrás
que se ha cumplido el tiempo
de estar vivo. No retrocedas,
sigue su ritmo y llegarás
al fin, donde no hay nada.

10

Ahora que estoy ya definitivamente huérfano


incluso de todos mis amantes, ahora
que no hay nadie que conozca mi corazón
como si fuera el suyo, ahora que no hay
un corazón que yo puede reconocer,
como si fuera el mío, ahora,
solamente en este preciso instante,
que no hay nadie detrás de mis deseos,
dejaré que me abrace la muerte
y me conduzca a su lecho de amor
que será el último.

187
José Infante

LA MUERTE SÍ ES EL FINAL

La muerte sí es el final por mucho


que intenten engañarnos con canciones,
con himnos, con plegarias y salmos.
Es la muerte el final y es justo
que así sea. Que no existan
ni premios ni castigos. Solamente
que nos dejen perdernos en la nada,
desde donde vinimos sin haber sido
previamente invitados.

188
Animal extraño

MUERTE ABAJO
(Cancionero de muerte, de amor y de ausencia)

La muerte, camino lento.


Por tu muerte (y otras muertes)
en él ya no me entretengo.

VII

Cuando la muerte se empeña


te roba toda esperanza,
y la sonrisa, y la vida...
Pero a cambio te regala
soledad en abundancia.

XIII

El dolor es como un dardo


que no se puede arrancar
sin llevarte por delante
con tu única verdad.

XXI

El reloj de la vida
va muy deprisa,
cuando llega la ausencia
se ralentiza.

189
José Infante

XXVII

El amor te salva, el desamor


te hunde,
la ausencia te desarma.
La soledad te mata.
(Cuando ya estás muerto,
la vida sigue tan campante,
como si nada hubiese sucedido.)

XXX

Cuando pienso que la muerte


no tiene nunca regreso,
creo que sería mejor
evitar el nacimiento.

XXXIII

La soledad es el único
amante al que no le puedes
ser infiel.
Si lo haces, en venganza,
se volverá tu enemiga
más cruel.

XXXIV

Cuando estés todo podrido


de miseria y de tristeza,

190
Animal extraño

recuerda que aún te queda


la última carta del juego:
Mandarlo todo a la mierda.
(La carcajada del suicida es
la más auténtica.)

XXXVIII

Ahora lo entiendes,
si dejas de aturdirte,
el mal se extiende.

Ahora lo sabes,
si dejas de aturdirte,
nada comprendes.

Al fin comprendes,
si dejas de aturdirte,
la muerte vuelve.

Al fin lo sabes,
si dejas de aturdirte,
el mal se enciende.

XLV

Agotado de fingir
meses, semanas y días,
sabes que un momento habrá
en que se rompa el disfraz
o llegues a reventar.

191
José Infante

Siempre te quedará al menos


la máscara o la mortaja.

LIV

Nacer, vivir, enamorarse,


sufrir, reír y llorar,
echarte de menos, echarnos
de más, todo forma parte
de la misma mentira.

LV

Al precio que tiene todo,


me va costar olvidarte
los dos ojos de la cara.

LIX

Cuando me llegue la hora


de rendir cuentas a Dios,
tendré que ser yo
el que tenga que exigirle
alguna indemnización.

LXI

Dicen que la ignorancia


es mejor que la ciencia.

192
Animal extraño

Por eso yo no tengo


ninguna creencia.

LXX

¿Se llama melancolía


a lo que la vida
te va robando cada día?

¿Se llamará nostalgia


lo que no te da la vida?

Lo llames como lo llames,


va la muerte y te lo quita.

LXXV

Cuando se acabe la vida


que nadie diga de mí
que no quise disfrutarla,
gozar de su perfume,
embriagarme de su fragancia.
Quise vivirla a tope, no dejarle
una pausa para sus golpes
bajos. No permitir que me hiriera.
Quise que fuera digna y buena,
sencilla, llena de luz, hermosa.
Hice lo que pude, lo que me dejó
que hiciera para que fuera
alegre y bondadosa.

Pero me lo puso muy difícil.

193
José Infante

LXXXIV

Nunca te compadezcas
de ti mismo,
porque tu caso, es el caso
de todos los suicidas.

CVI

¡Tan pronto la flor de almendro


y cómo huele!
¡Tan tarde la flor de almendro
y cómo duele!

¡Tan pronto la flor de azahar


y cómo duele!
¡Tan tarde la flor de azahar
y cómo huele!

CIX

Lo que el viento se lleva,


nunca lo encuentras,
se queda por el aire
hasta que vuelva.

Lo que el viento se lleva


nunca regresa,
en el aire se queda
sólo la ausencia.

194
Animal extraño

Lo que se lleva el viento


se va muy lejos,
donde nadie lo alcanza
si no se ha muerto.

Lo que se lleva el viento


nunca lo encuentras,
en el aire se queda
como un tormento.

CXI

En el jardín de la vida,
me pusieron sin decírmelo,
en un huerto solitario.
Por eso todos los frutos
me salieron tan amargos.

195
José Infante

EL PROFESOR DE ARTE


El profesor de música tiene que utilizar
un frío lenguaje abstracto. Posee para ello
herramientas precisas, el ritmo, la cadencia,
el compás, la entonación, la fuga, el contrapunto,
incluso la armonía. La exacta precisión
del tempo y de la fuga, la pura matemática
del corazón y de los sentimientos,

En cambio, el profesor de Arte sólo


tiene palabras, símbolos, la impotencia
del lenguaje y de la realidad para expresar
que la Belleza puede no ser tan evidente,
ni estar sujeta a las supuestas normas
de un canon de perfección que consagraron
otros, y que sirvió en sus épocas.

El profesor de Arte, para ser fiel


al supremo mandato de transmitir
el divino misterio que esconde
la hermosura, debe realizar un milagro
imposible, que sus alumnos sepan
que el arte a veces lo que esconde
en sus formas es el abismo insondable
del corazón del hombre, su gloria
y su grandeza, pero también su ciénaga.

196
Animal extraño

SAN SEBASTIÁN
(Guido Reni, 1616)

No le hieren las flechas, ni se atreve


la sangre a manchar la belleza
de su evidente juventud gloriosa.
Pueden atravesarlo violentos dardos
o espadas como teas, recibir mil azotes
quedar expuesto a la burla y al escarnio
de sus enemigos o sus torturadores.
pero nadie podría, jamás, perturbar
la extrema serenidad de sus músculos,
ni la suprema valentía de su entrega.
Más que humano, San Sebastián
es la imagen que Guido Reni quiso
ofrecernos de la inocencia viril
de un muchacho que espera
la más alta recompensa de la carne.

197
José Infante

RETRATO DE DAMA DESCONOCIDA


(Goya, hacia 1812)


Durante largos años dijeron los expertos
que eras Josefa Bayeu, esposa sufridora
del genial sordo que fue marcando con trazos
delicados tu figura, triste, melancólica,
pero orgullosa a la vez, firme y altiva.

Alguien un día comparó fechas, técnicas


la moda de tus manguitos dorados, el alto
talle de tu aristocrático vestido, el descuidado
moño de tus rubios y rizados cabellos, distinguió
el bastoncillo de tu alta cualidad de princesa
entre las manos, apenas sostenido, y la mirada
frágil y confiada al amigo al que sirves de modelo.

Es otoño en Madrid otra vez y por el ventanuco


del estudio de la calle de los Reyes,
aún puedes contemplar los desastres de la guerra
que el maestro traza también en el gran bastidor.

Has regresado de las tierras del Sur, libre ya


de títulos ajenos y del cruel esposo, nieta que fuiste
de reyes,
hija de un Infante cultivado y humilde, vendida
en matrimonio como esclava de la ambición y del
poder,
ahora quieres que tu viejo amigo retrate lo que resta
de tu belleza juvenil y de tu triste historia.

En tus hermosos ojos garzos, queda ensimismada

198
Animal extraño

una lágrima vidriada, un dolor que nunca cesará,


pero
que ahora ya puedes asumir, como la dignidad
perdida.
Y todavía, ahora, cuando algunos, expertos ellos
también,
te creen la alborotada Leocadia Weis, el ligero
desdén
que hay en tus labios es de complicidad con el
anonimato
Sólo tú sabes quién eres, María Teresa de Borbón y
Vallabriga,
XV Condesa de Chinchón.

199
José Infante

HABITACIÓN DE HOTEL
(Edward Hooper, 1935)

Ha pasado el amor por esta habitación,


ahora abandonada, y la mujer vacía,
siente el lento escalofrío que produce
el orgasmo cuando se separan los cuerpos
y sentada en el lecho, que antes ha sido
el ara del amor, escucha aún el triste
ruido que los cuerpos hacen en el frenesí
de la pasión que tal vez ha tenido
un precio estipulado y la fría transacción
de quien sólo ha buscado satisfacer
su instinto para alejarse luego. Hay
quienes no quieren la memoria no fije
en su caja secreta el rostro de la amada
ni tampoco su fuego.

La soledad ahora es sólo una habitación


cuyo número apenas será una cifra
que pronto se perderá en el continuo olvido.

200
Animal extraño

MODELO DORMIDO CON AUTORRETRATO AL


FONDO
(David Hockney, 1965)

Durante toda una jornada el modelo


ha posado para el artista, ha posado
en el jardín, en la piscina, han hecho
luego el amor encarnizadamente.
Y ahora, el joven duerme envuelto
en el sueño apacible de quien
se ha derramado feliz junto al amante.

El pintor no descansa, sobre su mesa


de dibujo intenta apresar el instante fugaz
que ha vivido y todavía con la felicidad
temblando en su corazón elige colores vivos,
alegres, exultantes, para trasmitir
lo que sabe imposible, su propia sensación
a los que luego admiren esta obra,
producto de un instante fugaz,
pero donde la plenitud se ha hecho presente.

201
José Infante

ANGUSTIA
(Remedios Varo, 1965)

Pendientes de una soga, que no cuelga


de ningún otro lugar conocido,
colgando de unos hilos
que no sabemos quien sostiene,
rodeados de animales confusos
que no sabemos humanos,
confusos como el humo
que oscurece los ojos,
desconcertado por lo que
no entendemos pero existe,
absortos ante tanto misterio,
anonadados ante la fatalidad
que nos persigue.
Así permanecemos,
sin saber qué es la angustia,
pero ahogados por ella
en un lejano abismo.

202
Animal extraño
José Infante

De EL DARDO EN LA LLAGA, Colección Baños de


El Carmen, Ediciones Vitruvio, Madrid, 2010

204
Animal extraño

Cuaderno de Torremolinos

Desde muy joven percibiste


los desastres del tiempo
y los estragos de la edad.
No sabías, ingenuo de ti,
que hasta tu polla mermaría.

Se llaman Gustavo, Dani, Oscar, Raúl, Sergio...


Son amigos. Colegis, como dicen ahora...
Se copian los peinados, las cremas, las camisas.
Siempre llevan las últimas marcas de diseño.
Y oyen la misma música, los vídeos
de Madonna, Marta Sánchez, los de Olvido.
Son clónicos, fotocopias del mismo personaje.
Tienen móviles, caras mochilas y trabajan:
boutiques de moda, peluquería unisex,
o en el mejor MacDonalds
que han puesto en la ciudad.
Duermen hasta la madrugada.
Y luego, como aves nocturnas
-no son vampiros, pero beben
de todo, menos sangre-, acuden
a los bares de ambiente.
Con una puntualidad casi germánica
van a Calle Bruselas, al Kiss,
Sodoma, Flor de Lis, tal vez al Warholl.

205
José Infante

Seguro a Torroles, el Men´s, el Partenón,


luego Morbo´s, Emporio, Strong,
Palladium... La Pasión...Hay que llegar
despierto siempre al mediodía.

Toman pastillas que tienen nombres raros:


mercedes, rombos, pajaritos... Mitsubishi.
Bailan durante horas con frenético ardor.
Sólo dejan la pista para tomar otra pastilla.
O una raya furtiva en los servicios.
Es la noche su reino. No hablan nunca
ni con ellos mismos, pero tienen buen rollo.
Cuentan los novios por semanas, por veranos,
por locales... Por gramos. Tienen apenas
veinte años y ya han vivido todo.
Y han regresado incluso del Infierno.

18

Tiene cara de loco,


pero es hermoso, esbelto y atractivo.
No habla apenas y mira fijamente.
Tiene la frente alucinada
y los ojos perplejos. Parece
que en algún momento de su vida
ha visto al mismísimo diablo
o un adelanto del infierno.
Miente hasta cuando sonríe
y no se corta un pelo,
cuando dice cosas tremendas,
mientras te acaricia, como:
”te voy a asesinar... cuando te duermas”,

206
Animal extraño

apretando con sus manos tu garganta.


Pero es hermoso, esbelto y atractivo.
Posee la atracción de todo lo maldito.

22

(Noche incierta)

Regresas, como otras veces:


madrugada, alcohol, hastío, soledad.
Abres la puerta y sólo la amenaza
te acompaña. Volverá a amanecer,
pero será la misma sensación
de comenzar de nuevo lo que ya se acabó.
La juventud o acaso sólo el sueño
de haberla consumido. Ahora
te seguirá en el lecho la sombra
de algún amor que todavía duele
y el amargo sabor de una noche
que ha sido igual, pero más triste
porque su habitual fracaso
tiene además la señal inconfundible
de ser ya para siempre
el exclusivo amante que acudirá
fiel y terrible a su cita diaria.

207
José Infante

Cuaderno de La Habana

Se dan la clave boca a boca,


en cualquier esquina, ya sea Copelia,
el Malecón, La Habana Libre o el Yura:
“Esta noche en el Castillo”, es la consigna.

Acuden en manadas. No importa la distancia.


La noche es lenta, como el tiempo en La Habana.
Y no hay nada que hacer ni nadie espera nada.
Sólo bailar, beber, follar, y todo a grandes sorbos.

Hoy la cita es una terraza.


Una casa vacía, que apenas se sostiene.
Y muchachos de todos los colores
que ofrecen a los turistas carne fresca.
A lo lejos, solamente a lo lejos,
la luz del faro de la ciudad antigua
de San Cristóbal de La Habana,
nos advierte que a medianoche
acechan los peligros.

Y entre cervezas, el ron y los gintonics,


las horas se suceden sin sentido.
Sólo cuando un mulato se acerca,
ofreciendo su cuerpo torneado,
sabes lo que realmente buscan:

208
Animal extraño

unos dólares y que el tiempo se lleve


el deseo de estar vivo y sin futuro.

(Miramar)

En Miramar, La Habana queda afuera,


con su tristeza pobre y su miseria,
con la gaditana alegría de sus calles
y el esplendor romano y desmayado
del Capitolio, del Templete o el Teatro Nacional.
En un jardín hermoso, en una noche húmeda,
se reúne una pequeña elite,
a celebrar, dicen, la creación
en libertad, qué paradoja.

Y parece mentira, que esto suceda


donde la libertad ni siquiera es
una palabra que logre tener
un significado, un concepto distinto
pero siempre vacío, que dicta el Comandante.
Le llaman Camarada, qué pamema
si no fuera que produce la muerte,
la corrupción, el crimen, en todas
las esquinas.
Aunque aquí, en Miramar
en este cocktail con intelectuales,
diplomáticos y las gentes del cine
nadie diría que en La Habana
no hay quien respire, que todos mienten
y aparentan que la vida es alegre
y apenas vale nada, aunque luego

209
José Infante

todos serían capaces de matar a su padre


por conseguir un dólar que les ayude
a seguir adelante, gritando revolución,
revolución, viva el Camarada Presidente,
la victoria es nuestra siempre,
siempre adelante, venceremos.

(Playa de Varadero)

Es famosa en el mundo. Un paraíso


en el Caribe, como pregonan los carteles,
en todas las agencias del mundo
para atraer turistas. Ofrecen además,
aunque esto no aparezca en folleto
alguno, turismo sexual, muchachas rubias,
mulatas de pechos generosos a las que llaman
jineteras. A ellos, de generosos rabos,
les llaman pingueros, jineteros también
y unos y otros invaden las playas
y las calles, ofreciendo sus dones
con escasa alegría, pero con una
dedicación digna de mejor causa.

Este lugar, en otro tiempo, alegre


y bullanguero, con fiestas y saraos
a todas horas, es hoy un lugar triste,
sin magia, ni encanto, ni tan siquiera
el morbo de la transgresión, sino sólo
el fantasma continuo de lo oculto
y prohibido. Prostíbulo del mundo,
siniestro infierno clandestino.

210
Animal extraño

(Mulato)

Tenía la piel sueva del color del cacao,


hermosos ojos negros y una boca carnosa
que invitaba al beso y al placer. Licenciado
por Universidad de La Habana en extraña
especialidad de biológicas, buscaba
en las playas o en lugares de ligue
¿unos dólares o sólo protección
y la posibilidad desesperada de salir
algún día de aquella isla, una cárcel
de miseria, de pobreza e indignidad?

Se llamaba Rubén y era hermoso y mestizo,


Pero pudo llamarse igualmente Ariel, Delfín,
Joel, Alberto, Reinaldo, Mario, Alexis...
Una generación de muchachos cubanos
que no han tenido, ni tal vez tendrán nunca
una oportunidad para vivir en libertad.

14

(El Malecón)

Este muro de 5 kilómetros de piedra y roca


que contiene la furia de los mares,
es más que un símbolo, más que un lugar
famoso al que acuden turistas y curiosos.
Desde aquí el mar nunca se acaba
y la ciudad que enfrente le contempla

211
José Infante

es igualmente inmensa. Sucia y abandonada


la antigua perla de la Corona, es hoy
una ciudad prisionera de su historia, decadente
y esplendorosa en otra época, hipotecada
hoy a la miseria. El viejo Faro preside
su pasado y los viejos palacios
de los Capitanes Generales apenas
si recuperan sus pretéritas glorias.

El malecón es largo, abraza a la ciudad


y en ella se confunde. En sus salpicaderos
cuando brilla la luz del sol o por las noches
lentas del perenne verano, merodean
jineteras, pingueros, chulos, marginados
de una sociedad que nació para que nadie
nunca más se sintiera desamparado,
víctima de injusticias ancestrales,
pordioseros rechazados del mundo.

212
Animal extraño

Cuaderno de Chueca

3
(Strong)

A veces piensas que te has vuelto invisible.


Nadie te mira. Vas de bar en bar,
acudes a tardías discotecas...
A veces te aventuras en los cuartos oscuros
- allí todo es invisible, excepto la brutalidad
de los deseos y el olor a zorruno -.
Estás, pero parece que no estuvieras.
Nadie repara en ti. ¿O es que acaso
no quieren que te sientas patético,
buscando todavía lo que ya sabes
que tan sólo obtendrás sacando la cartera?

En la oscuridad le vi acercarse.
Era espigado y joven y llevaba
el cabello muy rapado.
Noté cómo se aproximaba,
se ponía a mi lado, me rozaba,
luego extendía sus manos...

Pudo ser un encuentro memorable...


Si el muchacho, al descubrir
mi pecho y mi culo caídos,
no hubiese salido huyendo,
como si hubiera palpado la auténtica
momia de Tutankamon.

213
José Infante

14

Por la pendiente oscura caminas ya.


Sin duda, has perdido todos los trenes
de la vida; la juventud, el amor,
la serenidad sólo son otras tantas
partidas que acabaron en tablas.
Has perdido hasta el sentido
del ridículo. Y vas corriendo
detrás de una nueva quimera:
pensar que la juventud puede
aún concederte una prorroga.

16

(Día del Orgullo Gay 2005)

¿De qué se enorgullecen todos estos?


¿No fue el orgullo siempre una virtud
machista? En aras de la igualdad
primero hay que defenderse y conseguir
derechos, todos iguales, todos diferentes.

Con este lema por encima de todo


acuden en manadas, cientos de miles
llegados de todas las provincias,
de pueblos lejanos, de las islas.
Se agrupan por tribus, es decir
por carrozas. Aquí ositos, leaders
y destroyers, en aquella otra
musculocas, vigorexicos, vegetarianos.
También se organizan por empresas

214
Animal extraño

del ramo, por saunas, por bares,


discotecas... No faltan por supuesto
los líderes históricos, los creadores
de opinión y sus medios de difusión
de ideas, de consignas, de tendencias,
es decir Shangay, Odisea, Mensual, Zero...
Y todo al ritmo musical y frenético
de un carnaval fuera de fecha.

No faltará tampoco Alaska, machacona


con su vieja canción “a quién le importa,
lo que yo sea,/ a quién le importa
lo que yo haga, /así seré y así seguiré”.
A su lado alguna actriz famosa
enseñando los pechos, y sobre todo
para que todos sepan que ellas son
amigas, íconos, defensoras de los gays.

Luego van los políticos, los sindicatos,


organizaciones humanitarias, onges,
colectivos contra el sida, algún personaje,
un intelectual famoso que al fin ha decidido
escapar del armario donde sólo él
creía que se encontraba. Pero nunca
verás a los Bosé, Gala, Almodóvar,
Villena... Hace años sólo 30 o 40
personas iban por las aceras simulando
su pudor y su vergüenza, desde Santo Domingo
a la calle Preciados. Y allí todo terminaba
como una triste procesión de desahuciados.
Hoy ha cambiado todo. Ya no hay
por qué sentir vergüenza, humillación,
marginación en una sociedad que cambia

215
José Infante

y crece en libertad y en igualdad-


la homofobia se oculta, pero sigue
existiendo, no hay que cantar victoria.
Pero en esta fiesta de la diversidad
ya no hay ocultamiento ¿ es el orgullo
necesario?
Ahora vienen ministros,
dirigentes políticos de todas las tendencias,
familias con sus hijos. Por el barrio
de Chueca en estas fiestas lo que, sin duda,
ha triunfado es la comprensión, la tolerancia,
el respeto a lo diferente, a pesar de negras
amenazas de los que siguen en las cloacas
de la historia y no quieren que la felicidad
sea un bien al alcance de todos.

17

Para retrasar la fecha de caducidad


recurren a cualquier cosa,
interminables horas de gimnasio,
largas jornadas en el potro de tortura,
camisetas de lycra, potingues,
cremas carísimas, masajes, cirugía,
liposucciones, baños de barro,
lipoescultura, botos, láser, todo
con tal de retrasar la jubilación
en el mercado de la vida.

Pero al final, desengáñate, serás


desahuciado, serás sólo basura,
una triste carroza, chatarra

216
Animal extraño

inservible, nada.
Si acaso,
en el mejor de los casos posibles,
te acabarás convirtiendo
en vieja y triste carne de chapero.

21

No lo pienses más. A pesar de lo que creas,


nada te estás perdiendo. Es posible que te aburra
tu vida de ahora, esas largas horas en tu casa,
leyendo, viendo la tele, charlando con amigos
tranquilos y un poco pasados de moda. Sí.
Es posible que este mundo de ahora sea
más divertido, cambiante, enloquecido,
que ofrezca cada noche alguna novedad,
músicas ensordecedoras, nuevas drogas,
que favorezca la aventura cada noche
en nuevas discotecas donde el baile nunca
termina y los cuerpos hermosos danzan
interminablemente, como un bello
espectáculo, que tú ya no puedes contemplar.
Desengáñate. A pesar que las apariencias
engañen, nada te estás perdiendo.

22

Ahora, cuando regresas solo, cada noche,


te miras al espejo, como siempre.
Sin disfraces, desnudo, desahuciado.
Pero ya no buscas al muchacho que fuiste

217
José Infante

al fondo de tus ojos. Tampoco los desastres


que el tiempo ha ido fijando en tus facciones.
Ni siquiera los restos de excesos cometidos
en la desesperanza de las horas perdidas.
No. Ahora tan sólo deseas encontrar una señal,
al menos un aviso, una pista, la prueba,
al menos un indicio seguro de que la muerte
no tardará en llegar a su esperada cita.

218
Animal extraño
José Infante

De LA LIBERTAD DEL DESENGAÑO, XXVIII


Premio Ciudad de Zaragoza, colección Olifante,
Zaragoza, 2013

220
Animal extraño

CUERPO EXTRAÑO

Como es lógico y natural que ocurra


mi cuerpo ha ido cambiando al paso
implacable de los años. Arrugas, flacidez,
deterioro total por todas partes, los ojos apagados
y sin brillo. Y en la mirada opaca nada
que presienta el futuro. Es extraño
este cuerpo que ahora arrastro cada día
y cuyo paso se hace cada vez más lento
y sin destino. No hay nada que me espere.
Mi cuerpo, antiguo compañero, lo sabe
y comparte mi desazón y mis miserias.
Ya no lo reconozco. Nada en él es familiar
y antiguo. Parece un cuerpo nuevo
pero deshecho y desgastado como si fuera
viejo. Tal vez sea más viejo que yo.
Llegué ya sin remedio hasta la ancianidad,
aunque dentro de mi me sienta más joven
que los años que me han ido cayendo
con una precisión abrumadora y puntual.
Y me parece igualmente extraño y desconcertante
haber llegado ya a ser mayor que mi padre,
que murió a los sesenta y dos años.
¿Cuál es en realidad el cuerpo que me alberga?
¿El deteriorado y viejo o el que yace dentro de él,
aún con la curiosidad y el corazón despierto?
En ninguno me encuentro. Todo parece extraño.
Ajeno ya a la vida, que arrastro pesadamente
hacia otro cuerpo que será mi cadáver
convertido en ceniza y en humo desapareciendo
esparcido entre las olas de los mares.

221
José Infante

EL AMOR MATA

El amor mata. Lo cantó Freddie Mercury.


Y cayó fulminado. El amor está aquí y se va.
También le puso música al silencio, a la soledad,
al sueño imposible de las drogas. La cocaína
fue su mejor refugio para intentar superar
la inutilidad de un cantante para cambiar el mundo.
De un cantante y de cualquier artista
que sepa lo que es el miedo y la tristeza,
la impotencia de luchar contra el tiempo,
que no espera nunca a nadie, porque
siempre se va y nos deja perdidos
en un oscuro bosque que no tiene salida

El amor mata. A Freddie Farrokh Bulsara


Mercury le acertó en medio del corazón,
como si fuera un dardo envenenado,
que no tenia antídoto posible. El amor
mató a toda una generación que un día
se sintió libre, pero el dios asesino
decretó que debía someterse a las normas
o morir con dolor y con rechazo.
El mismo dios terrible a quien Freddie
en algunos momentos angustiosos,
con el cuerpo vencido por la fiebre,
pidió que le escuchara. Pero nunca fue oído.
Oh, my God, my God, ayúdame.
Por favor ayúdame, Dios mío.

Pero el espectáculo debía continuar sin él.


Continuará sin nosotros. Si fallara algún día
se caería el mundo, el amor, la sonrisa

222
Animal extraño

de un niño, el vuelo de la alondra


alrededor de todas las miserias.
El espectáculo debe continuar
porque afuera sigue amaneciendo
y nuestros errores, los del mundo
condicionan nuestras vidas sin remedio
posible. Somos unos juguetes en manos
de la nada que se empeña pertinaz
en perseguirnos y en atraparnos siempre
en medio de un sueño mortecino.
Podemos intentarlo otra vez, y otra
y otra. No hay nada que la detenga.
Estamos solos, expuestos al miedo
y a lo desconocido. Aunque intentemos
no venirnos abajo, será imposible
escapar al destino. Oh Dios mío
ayúdame, my God, my God.

223
José Infante

LA LOCURA

Está ahí. Siempre, detrás de alguna puerta


que muchas veces has sentido que se abría
y te invitaba imperiosamente a atravesarla.
Siempre ha estado a tu lado y todavía permanece
fiel cerca de ti, rondándote como una enamorada
que intentara seducirte. Oyes sus voces,
el infernal ruido en tu cabeza, como tortura
amenazante que no cesa de emitir sus señales.
Nunca se aleja la vieja compañera
que te visita, fiel siempre en sus engaños.
Quiere que olvides refugiándote en ella
la insoportable realidad, los arañazos terribles
de sus garras, el insoportable dolor que te acompaña
como una pegajosa costumbre adherida a tu piel.

224
Animal extraño

NO SÉ SI SERÁ UN SUEÑO

Acude, siempre acude, cuando menos lo esperas.


Imaginas que has muerto y sin embargo el que se
levanta
cada día en tu propio lecho, después de los
insomnios
y de las pesadillas, eres tú mismo, que por alguna
razón
que no entiendes sigues vivo, como en una película
de la Coixet, mi vida sin mí, o la vida secreta
de las palabras, que son ahora lo único que tienes.
Siempre acude ese vano fantasma que atiende
por tu nombre y se comporta con cierta naturalidad
e independencia. Otros dirían cordura. Tú sabes, sólo
tú,
que es mentira esa vida que finge el personaje,
que va y que viene y que a veces no coge el teléfono
a los amigos, si es que alguno llama, para que crean
que ha muerto. La verdad sólo lo sabes tú, pero el
otro,
que no eres tú, pero puede parecerlo, tiene vida
propia,
a veces se comporta como tú antes de morir,
y puede ser hasta brillante en una conversación
banal o acaso en una cena de compromiso.
Tú lo conoces porque eres tú mismo
cuando aún estabas vivo y paseabas por la ciudad,
tomabas el metro, acudías a las salas de cine,
escribías en fotologs y comentabas, siempre con
acidez,
tu vida y la vida del mundo de los otros. Ahora ellos

225
José Infante

creen que aún sigues vivo, pero tú sabes


la verdad: hace ya mucho tiempo
que te has muerto, a pesar que todavía
alguien con tu mismo cuerpo sigue habitando
tu casa, apenas se alimenta y espera, siempre espera
que la dignidad le impida morir de viejo,
sin memoria, como un juguete roto e inservible
que el tiempo pisotea y abandona.

226
Animal extraño

¿OLVIDO O DESMEMORIA?

Nunca se borrarán de tu memoria los ojos de tu


madre
perdidos en la ausencia del presente, buscando
con angustia en el pasado a la niña que fue,
desamparada y huérfana, a cargo de una tía
desnaturalizada y cruel que jamás ocupó el lugar
de la madre muerta en la juventud de un tumor
innombrable.
Pero los ojos de mamá
no encontraban a nadie en su incesante búsqueda.
Algún nombre perdido, el pánico reflejado
de la soledad en las pupilas ciegas.
¿Fue el Alzheimer lo que te llevó al olvido
o preferías anular una vida tan dura
y generosa, siempre entregada a los otros
sin pensar jamás en tu felicidad o en tu descanso?

Ha pasado ya más de un lustro, pero tus ojos


vacíos de expresión, viajando al pasado
que habías querido borrar, siguen delante
en mí, como una foto fija, que nunca
se llegará a poner sepia.
No pasa el tiempo
por esa imagen aterradora y final, cuando
el aire te faltó definitivamente y el corazón
cansado dejó de latir, después de una agonía
interminable, que ninguno de nosotros
logramos detener y que recuerdo
con espanto y a veces como el temido
presagio de mi propia muerte.

227
José Infante

¿Intentaré
perderme, igual que tú en la desmemoria
que es el olvido deseado? ¿O será esa forma
deliberada de estar ausente de la vida
la que vendrá pronto a habitar conmigo?

228

ÍNDICE

Preliminar 9
Poesía de una vida 14
Antología
De URANIO 2000. POEMAS DEL CAOS
Caos 33
Esclavitud 38
Agua 40
De EL MAR ES MI TIPO. ELEGÍA MEDITERRANEA
DAME CORTÉS MANCEBO 43
ALGÚN REPOSO 44
DECIDLE QUE ADOLEZCO, PENO Y
[MUERO 45
EL SILVO DE LOS AIRES AMOROSO 45
De ELEGÍA Y NO
(octubre) 49
(Junio) 52
(abril) 53
(enero) 55
De LA NIEVE DE SU MANO
UNA VEZ SUPERADO EL TIEMPO DE ELEGÍA
59
LA UVA DUODÉCIMA 61
DESTRUCCIÓN DE LA ANÉMONA 71
VARIACIONES SOBRE GACELAS 74
ETERNA ROSA, ETERNA NADA 75
De EL ARTIFICIO DE LA ETERNIDAD
21 DE JULIO, CUMPLEAÑOS 77
CIUDAD AL FONDO 78

231
José Infante

EPITAFIO 80
ÁNGEL DE LA VICTORIA 81
HOMENAJE A SAN JUAN DE LA CRUZ 83
HOMENAJE A MARÍA ANTONIETA 84
EL NIÑO Y LAS VOCES 85
VIRGINIA WOOLF SE PIERDE EN EL OUSE 88
RÉQUIEM 8 LACRIMOSA 90
HOMENAJE DEFINITIVO A MARILYN
[MONROE 91
LILI MARLEEN 92
MUERTE EN VENECIA 93
De EL DON DE LOS INVISIBLE
INVOCA EL DON 97
PARA BUSCAR LA LUZ DENTRO DEL
[LABERINTO 98
ESE ANIMAL EXTRAÑO QUE ME SIGUE 100
SUITE RONDEÑA 101
A TRAVÉS DEL CUERPO, LA LUZ 107
SOLOS EN EL ABRAZO 111
De LO QUE QUEDA DEL AIRE
JUEVES SANTO CON ELIOT 113
ELEGÍA EN UBEDA 114
LA VERDADERA HISTORIA DE ANTINOO 116
LA JUVENTUD NO ES TUYA 118
PRESENTIMIENTO DE FERNANDO PESSOA EN
[EL MARTINHO D’ARCADA 119
CASA DE ERASMO 121
EL POEMA DE VENECIA 123
FOTO CON PALOMA 125
CUANDO EL ARNO AMANECE 126
COMO EL AMOR ORGANIZA SU CAOS 127
VENECIA AL FONDO DE TUS OJOS 129
LO QUE QUEDA DEL AIRE 133

232
Animal extraño

De LA ARENA ROTA
La arena rota 135
ABRIL ENTRE TINIEBLAS 137
De LA ARENA ROTA Y OTROS POEMAS
CREPÚSCULO DE MAYO 143
BRISA DE AMOR PERDIDO SOBRE
[BILBAO 144
DESOLACIÓN DE LA BELLEZA 147
MAÑANA EN SAN ILDEFONSO 148
CANCIÓN DE LAS COSAS PERECEDERAS
149
RETORNO 150
De LA CASA VACÍA
CASA VACÍA 153
EL SILENCIO 154
LAS SOMBRAS 155
FANTASMAS 156
LA MUSICA 157
LA AUSENCIA 158
21 DE JULIO, CUMPLEAÑOS 159
VUELVE, ANIMAL EXTRAÑO 160
MIS OJOS 161
LA OSCURIDAD DEL DÍA 162
De DÍAS SIN MÚSICA
POEMA 21 168
CUERPO AUSENTE 169
INUTILIDAD DE LA MÚSICA 170
DÍAS SIN MUSICA 171
AZUL TRISTEZA 173
PARA QUE TÚ NO EXISTAS 177
MÚSICA PARA SOBREVIVIR 178
CUANDO LLEGA LA NOCHE 179
EL RÍO DE MI NOMBRE 180

233
José Infante

De DAÑOS COLATERALES
[Como una pesadilla atravesando el túnel] 185
LA MUERTE SÍ ES EL FINAL 188
MUERTE ABAJO 189
EL PROFESOR DE ARTE 196
SAN SEBASTIÁN 197
RETRATO DE DAMA DESCONOCIDA 198
HABITACIÓN DE HOTEL 200
MODELO DORMIDO CON
[AUTORRETRATO AL FONDO 201
ANGUSTIA 202
De EL DARDO EN LA LLAGA
Cuaderno de Torremolinos 205
Cuaderno de La Habana 208
Cuaderno de Chueca 213
De LA LIBERTAD DEL DESENGAÑO
CUERPO EXTRAÑO 221
EL AMOR MATA 222
LA LOCURA 224
NO SÉ SI SERÁ UN SUEÑO 225
¿OLVIDO O DESMEMORIA? 227

234
Este libro
se terminó de imprimir
en los Talleres Gráficos
Urania, S.L.
Málaga (España)
en el mes de marzo
de 2018

etc

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