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PRESENTADO POR:
GUEVARA CLAUDIA.
PINGO GARCIA MARI ABIGAIL.
SILVA CAMIZAN, KELITA.
ROMAN CHUQUICUSMA FLOR.
RUIZ SINIEGAS WHYNY SILVA CAMIZAN KELITA.
YOVERA CARRILLO ESTRELLITA.
ZARATE SERRANO, SHYRLEY.
PRESENTACION
La siguiente recopilación está constituida por varios autores más resaltantes y cuentos
importantes de la costa del Perú.
Siendo nuestro objetivo a través de esta recopilación de cuentos que el niño conozca su
antigüedad y cultura de cada provincia. Además fortalece el vínculo entre padres e hijos,
desarrollar los sentidos del niño y su imaginación, enriquecer su lenguaje e incrementa su
inteligencia.
Primeramente queremos dar gracias a dios por habernos permitido llegar hasta este punto
y habernos dado salud, ser el manantial de vida y darnos lo necesario para seguir adelante
día a día para lograr nuestros objetivos, además de su infinita bondad y amor.
A nuestras madres por habernos apoyado en todo momento, por sus consejos, sus valores,
por la motivación constante que nos ha permitido ser personas de bien, pero más que
nada, por su amor. A nuestros padre por los ejemplos de perseverancia y constancia que lo
caracterizan y que nos a infundado siempre, por el valor mostrado para salir adelante y por
su amo.
A nuestra maestra CLARISA AVILA GOMEZ, por su gran apoyo y motivación ofrecida en
este trabajo, por habernos transmitidos los conocimientos obtenidos y haberme llevado
pasó a paso en el aprendizaje.
INTRODUCCION…………………………………………………………….. 05
DEPARTAMENTO DE TUMBES………………………………………....06
FELIX HUGO NOBLECILLA PURRIZADA…………………………......07
EL CANGREJO ERMITAÑO……………………………………………......09
DEPARRTAMENTO DE PIURA….……………………………………….12
FRANCISCO RÍOS IZQUIERDO………………………………………..…13
EL BAGRECITO……………………………………………………………..…16
DEPARTAMENTO DEE LAMBAYEQUE……………………………….24
RAMIRES SOTO………………………………………………………………25
DEPARTAMENTO LA LIBERTAD……………………………………….27
CESAR VALLEJO……………………………………………………………....29
PAO YUMQUE…………………………………………………………………30
CIRO ALEGGRIA…………………………………………………………...…..32
PANKI Y EL GUERRERO………………………………………………..…34
DEPARTAMENTO DE LIMA……………………………………………...35
ROSA CERNA………………………………………………………………….36
LOS DIAS DE CARBON……………………………………………………..39
DEPARTAMENTO DE MOQUEGUA…………………………………...40
JOVIN VALDEZ…………………………………………………………………41
EL CANGREJO ERMITAÑO
Un día, hace ya muchos años, nació en nuestras playas un cangrejito que no tenía
caparazón y los demás seres que habitaban junto a él se burlaban de su aspecto.
Las jaibas y otros cangrejos, que eran más robustos y bravos, le daban fuertes
horquetazos en su cuerpo desnudo y le decían: " ¡Quita de aquí pelao! ... ¡Fuera de
aquí, cabeza de mate! ... y le hacían miles de mofas.
Pero a quienes más les temía nuestro cangrejito, era a las gaviotas y a las garzas,
ya que ellas le tenían una gran apetencia, porque al verlo sin caparazón les
parecía más delicioso. Por esta razón el animalito sufría mucho y casi no podía
salir a pasear libremente por la playa o jugar con las olas, como si lo hacían las
jaibas, caracoles y demás seres del mar.
Cierto día decidió refundirse en lo más apartado del mar y no conversar con
nadie, por lo que los demás vecinos empezaron a llamarle cangrejo ermitaño; más
siempre sentía el deseo de dar una vuelta por la playa, para lo cual esperaba que
ésta estuviera solitaria. Un día, mientras estaba correteando alegremente, lo
divisó una gaviota. Nuestro cangrejito se vio perdido y corrió sin saber dónde
ocultarse. Felizmente chocó con la concha vacía de un caracol y allí se refugió; el
ave no pudo comérselo. Estuvo largo tiempo oculto en dicho lugar y, una vez que
la vio alejarse volando hasta perderse en el horizonte, hizo el intentó de
trasladarse hacia el agua siempre con la concha a cuestas, por temor a que
-¡Creo que esta concha de caracol puede protegerme de mis enemigos! -se dijo
feliz nuestro querido cangrejito. Pero pasó el tiempo y su cuerpo creció. La concha
le quedaba muy estrecha y se dijo: - ¡Oh! ¿y ahora qué hago? ... ¡Mi hogar cada día
me resulta más estrecho! ... ¡No puedo moverme! ... -Así estuvo con el problema
hasta que se encontró con otra más grande, y decidió trasladarse hacia ese nuevo
hogar, más amplio.
-¡Ahora ya puedo salir a pasear! ¡Creo que estoy algo protegido! -se dijo
dignamente el cangrejito. Más aun así, no se sentía muy seguro, y como ya había
aprendido a pensar, dijo: -Si no estoy muy seguro puedo buscar algo que me
proteja aún más, y así como encontré por casualidad esta concha, también puedo
encontrar otra cosa que me sirva para defenderme mejor.
Un buen día, mientras paseaba por unas rocas marinas, se encontró con una
anémona que estaba comiendo unos trozos de pescado:
¿Por qué está usted molesta -preguntó sorprendido nuestro cangrejo-; Si la veo
que está usted almorzando, debería estar más bien alegre.
- Pero usted tiene suerte, señora anémona -replicó el cangrejo, luego de meditar
un momento- Nadie puede hacerle daño, ni las gaviotas ni los peces más grandes,
tampoco las jaibas. A mí varias veces me han ofendido. Existe el temor de
chocarse con su veneno.
-Yo en cambio puedo moverme y trasladarme de un lugar a otro, pero ando con
temor hacia mis enemigos. Si yo tuviera sus defensas, ¡otro sería el destino de mi
vida! Exclamó con tristeza el cangrejo.
-¿Qué tal, mi estimado cangrejo, si con sus tenazas me coloca encima de su casa y
me traslada por diferentes lugares?. De esta manera puedo conseguir mejor mis
alimentos y a usted lo defiendo de sus enemigos. Así nadie se atreverá a
molestarlo.
Sin pensarlo dos veces, el cangrejo aceptó la propuesta y acto seguido, levantó a la
anémona con sus fuertes tenazas y la colocó en la parte superior de su concha.
- Si, abuelo.
Vivían en ese remanso de un riachuelito de la Selva Alta del Perú, un riíto con
lecho de piedras menudas y delgado rumor. Palmeras y otros árboles, desde las
márgenes del remanso, oscurecía las aguas. Esa noche, en unrincón de la pozuela
iluminada tenuemente por la luna, el viejo bagre enseñó al bagrecito cómo debía
llevar a cabo su viaje al lejano mar.
La madre del bagrecito, más o menos tranquilizada con las palabras del viejo
filósofo, regresó a su casa.
El nuevo riachuelo corría por entre el bosque haciendo tantos zigzags, que el
bagrecito se desconcertó.
Se alimentaba lamiendo las piedras, con los gusanillos que había debajo de ellas o
embocando los que flotaban en los remansos.
En tina poza casi muerde un anzuelo con carnada de lombriz... iba a engullirlo,
pero se acordó del consejo del abuelo: «antes de comer, fíjate bien en lo que vas á
comer» así, descubrió el sedal que atravesando las aguas terminaba en la orilla,
en las manos del pescador, un hombre con aludo sombrero de paja.
Los riachuelos de la Selva Alta del Perú son transparentes; de ahí que los peces
pueden ver el exterior.
Con más cautela y los ojos más abiertos, prosiguió el bagrecito su viaje al mar. En
una corriente colmada de luz de la mañana límpida, una vieja magra, todas
arrugas, metida en las aguas hasta las rodillas, pescaba con las manos, volteando
las piedras.
Dentro del follaje de un árbol añoso, que cubría la mitad del riachuelo, cantaban
un montón de pájaros. El bagrecito, con las antenas de sus barbas, percibió las
melodías de esos músicos y poetas de los bosques, y se detuvo a escucharlos.
«¡Ah, mucho cuidado!», se dijo luego ante numerosos muchachos que, desde las
orillas, se afanaban en coger con anzuelos y fisgas los peces,que, en apretadas
manchas, se deslizaban por sobre la arena o lamían las piedras, agitando las colas.
desembocadura del riachuelo de las mil vueltas, tuvo miedo; las aguas del
riachuelo desaparecían, encrespadas, en un río quizá cien, doscientas veces más
grande que su humilde riachuelito natal. Permaneció
indeciso un rato, luego se metió con coraje en las fauces del río.
Las aguas eran turbias y corrían impetuosas, peces gigantes, con los ojos
encendidos, pasaban junto al bagrecito, asustándolo. «No tengo otro camino que
seguir adelante», se dijo resueltamente.
Cerros de sal piedra marginan también, en ciertos trechos, este río bravo, Blancas
montañas resplandecientes, Al bagrecito se le ocurrió lamer una de esas minas
durante una media hora, luego reanudó su viaje con mayor impulso.
A medida que avanzaba, el estruendo era más pavoroso... ¡Los malos pasos a la
El bagrecito se arrimó a una orilla fuertemente, contra el lodo, hasta que pasó el
último pez. En plena jungla, el voluminoso río desaparecía en otro más
voluminoso.
Por él tenía que llegar al mar, ya él no daba sus aguas a otro río... No se veía el
fondo ni las orillas. Era, pues, el río más grande del mundo.
«Debes tener mucho cuidado con los buques», le había advertido el abuelo.Y el
bagrecito pasaba distante de esos monstruos que circulaban por las aguas, con
estrépito.
Una madrugada subió a la superficie para mirar el lucero del alba, digamos mejor
para admirarlo, ya que nuestro bagrecito era sensible a la belleza; el lucero del
alba, casi sobre el río, parecía una victoria regia de lágrimas, después de bañarse
de su luz, el bagrecito se hundió en las aguas, produciendo un leve ruido y leve
oleaje.
Durante varias horas de una tarde lluviosa lo persiguió un pez de mayor tamaño
que un hombre para devorarlo. El pobre bagrecito corría a toda velocidad de sus
fuerzas, corría, corría, de pronto columbró un hueco en la orilla y se ocultó en él...
de donde miraba a su terrible enemigo, que iba y venía y, finalmente, desapareció.
El retorno a su riachuelito natal fue difícil. Se encontraba tan lejos. Ahora tenía
que surcar los ríos, lo cual exige mayor esfuerzo. Con su heroica voluntad
dominaba el desaliento.
Vencía todos los peligros. Cruzó los «malos pasos» del río aprovechando una
creciente, y, a veces, a saltos por sobre las rocas y pedrones que no
estabantapados por las aguas. En el riachuelo de las mil vueltas salvó de morir,
por suerte.
La alegría del viajero se dilató como el cielo cuando, al fin, entró en su riachuelito
natal, cuando sintió sus caricias. Besó con unción, las piedras de su cauce.
Llovía menudamente, los árboles de las riberas, sobre todo los almendros,
estaban florecidos. Había luz solar por entre la lluvia suave y dentro del riachuelo.
Nadie lo conocía.
Se dio cuenta, entonces, de que era anciano. En el fondo de la pozuela, con su voz
ronca, solía decir, contoneándose orgullosamente: «Yo conozco el mar. Cuando
joven he viajado a él y he vuelto».
- ¿Tú?
- Si, abuelo.
En una laguna de aguas negras, apareció una panki que tenía amedrentado al
pueblo aguaruna. Era inmensa.
En la manchada cabeza gris, los ojos brillaban como dos pedruscos pulidos. Si
cerraba, la boca oval asemejaba la concha de una tortuga gigantesca. Cuando la
panki resoplaba, oiase el rugido a gran distancia.
Al moverse, agitaba las aguas como un rio súbito. Reptando por el bosque, era
como si avanzara una tormenta. Los asustados animales no osaban ni moverse y
panki engullía a montones. Parecía pez del aire.
Después de sus correrías, tornaba a la laguna y allí esta base, durante días. Era
una amenaza escondida en la laguna. Todo el bosque temía el abrazo de la panki.
En la selva vivía un guerrero llamado yacuma, este memorable hombre del
bosque era tan fuerte y valiente como astuto. Diestro del manejo de todas las
armas, ni hombres ni animales lo habían vencido nunca.el guerrero yacuma
resolvió ir al encuentro de la serpiente, pero no de simple manera. Cogió una
especie de olla en la que metió la cabeza y parte del cuerpo, y dos cubos más
pequeños en los que introdujo los brazos. Con una de las manos sujetaba un
cuchillo borrado en cuero.
Protegido disfrazado y armado así, yacuma avanzo entre el bosque a orillas de la
laguna. Resueltamente entro al agua, no muy lejos brillaban los ojos ávidos de la
ñera panki.
La serpiente no había de vacilar. Sea porque le molestara que alguien llegase a
turbar su tranquilidad porque tuviese ya hambre, o por natural costumbre.
Estirose hasta yacuma y abriendo las fauces, lo trago.
La protección ideada hizo que una vez devorado, yacuma llegara sin sufrir mayor
daño hasta donde palpitaba el corazón de la serpiente. Entonces quitase las ollas
de greda y ceniza, desnudo su cuchillo y comenzó a dar recios tajos al latente
corazón.
Mientras tanto panki se revolvía de dolor, contorsionándose y dando tremendos
coletazos.
La laguna parecía un hervor de anillos, la sangre y entrañas revueltas lo tenían
casi ahogado. Yacuma acuchillo hasta destrozar el corazón de la sañuda panki, la
serpiente cedió, no sin trabajo, porque las panki mueren lentamente.
Sintiéndola ya inerte, yacuma abrió un boquete por entre las costillas, salió como
una flecha sangrienta y alcanzo la orilla a nado.
No pudo sobrevivir muchos días. Los líquidos de la boa le rajaron las carnes y
acabo desangrado. Y así fue como murió la más grande y feroz panki y el mejor
guerrero aguaruna, pero después de haberla vencido.
Poemas
Relatos infantiles
Otras publicaciones
El mundo de los niños y sus poetas (16)
Tataramundo I (1989) -Tataramundo II (1990)
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El mundo de los niños y sus poetas (16)
Tataramundo I (1989) -Tataramundo II (1990)
La familia fue al pueblo para ver la corrida de toros que se había organizado. En eso el toro
se escapa del toril, el toro iba embestir a dos niños que habían bajado de los altillos para
comprarse helado, al ver esto Carbón corrió a proteger a los niños pero el toro le metió las
astas y lo revolcó en la tierra, en eso los laceadores tuvieron tiempo para atraparlo y el
papá de Maruja se llevó a Carbón en sus brazos y muere el perrito, todos estaban llorando.
Muchos le decían que Carbón era un héroe por dar la vida por proteger a los niños. Los
alumnos y la profesora hicieron dibujos de Carbón, retratos y las travesuras que hacia él,
en memoria de que era un perrito cariñoso y fiel.
Mensaje
El amor que siente alguna persona por un animal, hasta donde llega el cariño de una
persona
Al frente se erguía el torvo y elevado cerro «Cajena», sus abruptos y roídos peñascos daban el
aspecto de enormes féretros que podían desprenderse y rodar hasta donde él estaba; a lo lejos
divisó el poblado, cuyos techos apenas reflejaban, y la torre con los mojinetes de las casas,
semejaban un castillo tétrico y abandonado. Javier, confundido tomó el camino para retomar,
anduvo cierta distancia y a su paso se abrió el vacío de la «Quebrada de Lojentaca», desde el
borde miró el silencio tenebroso de sus oquedades, observó el otro borde del desfiladero y
determinó cruzar a la carrera. Se puso la flecha en el cuello y corrió sobresaltado hacia
adentro, y cuando estuvo en lo más profundo de la trayectoria, no miró a ningún lado, subió la
cuesta empapado de sudor frío y al llegar a la cima de la otra ribera, escucho el grito
característico de «la cabeza»:
─ Wuacacacaca… Wuacacacacac…
Al volver la vista al fondo de esa escabrosa geografía, vio que un bulto negro en forma de
cabeza humana iba quebrada arriba dando vueltas como un ovillo en la espesura de los
matorrales, y a la vez, votando chispas como candelillas de fuegos artificiales. Y en este trance
ocurrió lo inesperado; el espectro cambió de rumbo y siguió los pasos del pequeño; éste
arrancó desesperado hacia la villa, acortando las bajadas y subidas del camino, y cuando
ascendía alguna pendiente, miraba hacia atrás y veía que esa imagen lo perseguía gritando,
volando y tropezando en las piedras de la senda.
Pero el niño poseído de histerismo, señalaba la puerta como si alguien iba a entrar, y ella que
estaba sentada en el poyo frente al fogón, cargando sus ochenta años de vida, cogió su bastón
y se incorporó lentamente, salió a observar la calle y allí no advirtió nada, excepto el resplandor
del día que volvía a su normalidad; sin embargo, al sentir un aciago presentimiento, cerró la
puerta y la trancó con una barreta, frotó con las manos sus albos cabellos, y desde la puerta
del patio extendió la mirada al cielo y oró devotamente. Terminada la oración fue a preguntar al
niño, por qué se había asustado, él recostado en sus faldas, con el semblante pálido, le contó
en suspenso lo que se le había presentado; y ella le explicó:
─Eso que has visto, es un ave que sale en las noches a buscar luciérnagas, y la candela que
derrama, es la sangre que le fluye del cuerpo al chocarse en las piedras porque no mira bien, y
esta vez se ha equivocado por el eclipse, pues ha salido de día, creyendo que era de noche.
Según la creencia antigua, este trasgo inefable que al solo oírlo causa espanto, recorre los
caminos para borrar los pasos de quien va a morir.
Don Felipe, su padre, optó por el tratamiento médico, lo hizo ver en el hospital de Arequipa,
pero al poco tiempo regresó más agobiado, porque los médicos no
diagnosticaron la causa de su mal. De ahí que, en su hogar, procuraron aliviarlo con remedios
caseros, buscaron al zahorí más famoso, pero éste, después de hacer la entrega a la tierra, les
dijo que la curación fue muy tarde. Entonces recurrieron a médicos naturistas, a grupos
religiosos; pero en el convaleciente avanzaba la enfermedad. Se quejaba en forma continua, le
dolía la cabeza y la fiebre le subía. Su madre prendía velas a los santos de su alcoba, rezaba
compungida en el templo, clamando a Dios que lo alivie a su hijo.
Y una tarde que jamás se olvidará en Carumas, la atmósfera se puso gris y áureos rayos
rasgaron la torva nube, a distancia los truenos retumbaban en la puna, y en la bóveda plomiza
que cubría el universo, los relámpagos iluminaban como luces de bengala; del sur arremetieron
estruendosos huracanes que retorcían a los árboles bramando como bueyes, tumbaban los
maizales, y hacían volar los techos de calamina. El cielo cual un cántaro roto vació una
desgarradora tormenta, una lluvia de granizo que caía como cascajo, y frente al cerro «Marca
Collo», el aguacero se veía como un tejido de maromas extendido en el espacio. La gente
aterrada se refugió en sus casas, y el estrépito de los techos sonaba como si se descargara
una artillería. Los labriegos del campo se cobijaban en las grutas, y hasta los furtivos jumentos
se guarecían bajo las frondas. Los pobladores se alarmaron como si esto fuera el juicio final.
Por fin calmó la tormenta y cuando se despejó la borrasca, se escuchó el doble luctuoso de las
campanas.
Javier había muerto. Por la noche, como nunca, gran cantidad de gente asistió al velorio. Al día
siguiente, en hombros llevaron la caja durante el cortejo fúnebre, mientras.
una banda de músicos tocaba yaravíes haciendo estremecer los corazones. Los adultos
comentaban sobre el enigma de su muerte y los fenómenos telúricos que la precedieron. Su
hermano mayor dijo unas palabras de resignación y consuelo, y cuando llegó el momento de
colocar el ataúd en el nicho, sus padres lo abrazaron vertiendo copioso llanto, y se despidieron
de su hijo mirando su semblante por última vez.
La tarde estaba nublada, lacraron el sepulcro, colocaron unas coronas y se alejaron del
cementerio. Don Felipe, todo vestido negro, al bajar las gradas de la puerta, se preguntaba:
Ha dictado conferencias en universidades de Perú, Bolivia, Cuba y Chile. Sus poemas se han
publicado en revistas de España, Estados Unidos, Puerto Rico, Colombia, Ecuador, Venezuela,
Argentina, Bolivia, Brasil. Es corresponsal del periódico que la comunidad Ligure edita en Génova,
Italia. Varios de sus poemas y crónicas han sido traducidos al italiano, inglés, portugués y japonés.
Ha publicado 19 libros. (Poesía, crónicas, una novela histórica, dos ensayos biográficos y otro de
episodios de la Guerra con Chile).
Su ciudad natal lo honró designándolo para recibir, en su nombre, los restos mortales del
poeta Federico Barreto, Cantor del Cautiverio y del ilustre Historiador de la
República Jorge Basadre. Es destacado promotor cultural y escritor de documentales.
Pasaron miles y miles de años. A medida que pasaba el tiempo Chupiquiña se tornaba déspota. Su
belleza lo iba perdiendo, su fuerza la empleaba en hacer creer los ríos hasta que éstos se
desbordaban. En las tardes se alimentaba de truenos y descargas. Su vestido era una cortina de
lluvia y encima de la bella cabeza el arco iris alumbraba. Cuando esto sucedía, Chupiquiña hería
con terribles ironías a su compañero Takora. Este durante años, miles de años, soportó
pacientemente las ofensas.
Muchas noches los hombres, que por esos días fueron creados, escucharon la música que bajaba
de las estrellas o se descolgaba de la luna. Era el pequeño Takora que silbaba con el viento una
canción de tristeza y desvarío.
Mas, durante siglos, Takora fue alimentado por la fuerza del Padre Sol quien decepcionado por la
conducta de Chupiquiña varios días del año no aparecía.
Una mañana, en la hora que a todo soberbio inevitablemente llega, el Takora se armó de un
garrote del tamaño de su furia y fue en busca de Chupiquiña que se contemplaba en la laguna de
Arikota, gran espejo que siempre le predecía buenas nuevas. Chupiquiña en un primer momento,
con la confianza que da el sentirse suficiente, pretendió ignorar al Takora que se acercaba dando
voces y con ademanes que expresaban su furia.
No hubo tiempo para las explicaciones. A veces el callar demasiado, el soportar años de
humillaciones y desdichas hace que toda explicación sea vana, que el parlamentar sea inútil.
Con la fuerza que da el ardiente deseo de recuperar la dignidad perdida, el Takora levantó con
ambas manos –hasta tocar el cielo- el inmenso garrote y lo descargó sobre el cuello de Chupiquiña.
En aquel momento se hizo la noche y aparecieron las estrellas.
Al caer la tarde Takora aun contemplaba el fondo del barranco donde la bella cabeza era
acariciada por la brisa suave del mar y no cesaba de arder.
El Takora se entretuvo con el vuelo de los cóndores y las tristes carreras de los huanacos. Era
como si hubiera crecido en la soledad.
El Padre Sol nacía en las montañas y se dormía en el mar. La Luna cambiaba de rostro muchas
veces. Y así por años de años, siglos de siglos. Los hombres se multiplicaron, se multiplicaban
animales y plantas.
Sobre la cabeza de Chupiquiña se levantó un pueblo al que los primeros habitantes llamaron
Takana. Los takanas eran medianos de estatura, fuertes, impávidos ante el dolor y el sufrimiento.
No eran guerreros. En las noches hacían el amor y entonaban canciones. Era en ellos
preocupación constante contemplar la madre cordillera y orar por la soledad del Takora y el cuerpo
inerte del Chupiquiña decapitado, víctima de su soberbia.
Una mañana, de un año bisiesto, reunidos todos en la plaza dedicada al dios de la lealtad infinita
acordaron que, en adelante, y para siempre sus casas, y todo edificio que se construyese, tendrían
la forma de trapecio, de pirámide trunca, en homenaje y recuerdo al Chupiquiña sobre cuya cabeza,
por azar, habían fundado su pueblo.
Desde aquel tiempo todo viajero que llegue a Tacna, ciudad situada al sur del Perú, podrá observar
las casas con techos que llaman de mojinete. Y si dirigen la vista a la cordillera de los Andes, en
días de radiante sol, cuando el cielo parece que cantara, podrán contemplar al solitario y pequeño
Takora y a su diestra el cuerpo decapitado del Chupiquiña llorando lágrimas de nieve.
Nacionalidad peruana
Á robar volaban
Á cierto sembrío.
El que lo cuidaba
No estaba muy listo;
Pero acudió luego,
Porque oyó los gritos;
Y ni un grano cogen
Los animalitos.
« Si son muy salvajes »,
Impaciente dijo
Un zorro que estaba
Por allí escondido:
Yo también lo digo.
Cholito pierde a Lucero, su venado. Un hombre le dice que lo ha visto pastando en otro
pueblo y él decide partir en su búsqueda. Pero en realidad es una trampa, pues es
atrapado y conducido a trabajar en una mina de oro junto con otros niños que también han
perdido sus mascotas. Durante sus momentos de soledad, Cholito recuerda las aventuras
que ha pasado con Lucero y cómo llegó a casa y se convirtió en parte de la familia. En
cierta ocasión, los hombres que retienen a los niños discuten por un mapa que indica el
lugar donde se halla un tesoro. En medio de la discusión,
elhombre más viejo asesina al más joven. Luego, le pide a Cholito que loayude a arrojarlo a
l río. Cholito aprovecha este momento y escapa. El viejo, en su intento por atraparlo, cae al
precipicio. De esta manera, los niños logran liberarse y regresar a sus pueblos con sus
familiares.
Sinopsis
Si alguna vez has criado una mascota y has compartido con ella horas inolvidables,
ya sabes cuánta ternura alberga el alma de esos seres inocentes. Tanto se impregnan en
nuestra vida que se convierten, con el tiempo, en algo así como el entrañable amigo o el
hermano querido. Bueno, eso es Lucero para Cholito. Y ya verás qué ocurre con ellos
en esta historia.