Elías
Manaced
Rey
Vásquez
Director
Unidad
de
Ética-‐Especialización
en
Ética
UNIMINUTO
erey@uniminuto.edu
Esta
pregunta,
aparentemente
sencilla
dada
la
formulación
que
presenta,
es
sumamente
compleja
en
cuanto
a
todo
lo
que
implica.
Empezaría
diciendo
mejor,
qué
no
es
ética,
dando
principal
referencia
a
los
conceptos
y
comprensiones
naturalizados,
es
decir,
qué
vemos
comunes
o
como
“lo
normal”
en
nuestra
dinámica
cotidiana,
pero
que
en
realidad
nos
impide
pensar
correctamente.
Seguidamente
daré
una
aproximación
a
la
conceptualización
de
la
llamada
moral
o
moralidades
y
la
ética,
y
finalmente
un
muy
sintético
acercamiento
al
contexto
epistemológico
de
la
ética,
o
la
llamada
racionalidad
o
filosofía
práctica,
y
la
formación
para
la
sensibilidad
moral
Lo
que
no
es
ética
Hay
muchas
creencias
sobre
la
ética,
como
aquella
que
la
comprende
como
un
conjunto
de
consejos
benevolentes,
o
peor
que
esto,
un
tema
para
especular
sin
fundamento
sobre
lo
que
es
bueno
y
malo.
También
aparece
la
comprensión
de
la
ética
como
un
conjunto
de
reglas,
que
por
el
simple
hecho
de
que
existan,
se
cree
que
es
causa
para
actuar
bien,
que
protege
de
incurrir
en
mal
o
de
llevar
a
cabo
delitos.
Incluso
uno
de
los
imaginarios
más
comunes
que
se
tiene
en
el
contexto
académico
sobre
la
enseñanza
de
la
“ética
profesional”,
es
creer
que
con
aprender
bien
los
códigos
morales
de
una
determinada
carrera
se
garantiza
un
profesional
moralmente
correcto.
La
ética
en
esencia
no
tiene
que
ver
con
códigos
o
con
reglas,
aunque
pueden
que
existan
algunas
éticas
que
se
expresen
de
esa
manera
en
algún
momento.
Sin
embargo,
lo
que
deseo
resaltar
aquí
es
que,
aunque
exista
un
código
moral
muy
bien
escrito
–como
bien
sabemos
que
existen-‐
y
además,
aunque
exista
una
persona
que
aprenda
y
comprenda
perfectamente
ese
código
moral,
esto
no
garantiza
que
la
persona
llegue
a
obrar
bien.
No
hay
que
sorprendernos,
así
es
la
naturaleza
y
complejidad
humana.
En
últimas,
por
más
perfecto
que
sea
el
conjunto
de
reglas
morales,
éstas
no
nos
puede
hacer
prescindir
de
la
acción
de
DECIDIR.
Ahora
bien,
decidimos
en
cada
momento
de
nuestra
vida
y
lo
hacemos
no
de
manera
neutra,
es
decir,
decidimos
de
acuerdo
con
nuestros
valores,
nuestro
cúmulo
de
experiencias,
maneras
de
ver
la
vida,
con
nuestras
seguridades
e
inseguridades,
etc.
:
decidimos
con
todo
lo
que
somos.
Hay
decisiones
simples
y
cotidianas
como
la
que
empleamos
en
la
escogencia
de
la
ruta
de
transmilenio,
o
por
el
tipo
de
casa
en
el
que
deseo
vivir,
o
la
ciudad
que
deseo
conocer,
etc.
Sin
embargo,
entre
todas
las
situaciones
que
la
vida
nos
presenta
existen
además
problemas
que
exigen
más
atención,
que
son
las
decisiones
morales,
que
a
mi
comprender
son
las
decisiones
más
complejas
que
existen.
Es
por
eso
que
no
existe
una
vacuna
ética,
un
antivirus
ético
que
los
códigos
morales
puedan
ofrecer,
para
evitarnos
que
la
persona
no
cometa
faltas
morales.
Sólo
nos
queda
el
ejercicio
de
la
libertad,
que
implica
enfrentarnos
al
mundo
y
tratar
de
evitar
errar
lo
menos
posible,
o
si
llegado
el
caso,
saber
enmendar
dicho
error.
La
ética
tampoco
tiene
que
ver,
como
muchos
sectores
de
nuestra
sociedad
cree
comprenderla,
con
la
religión.
Hay
éticas
de
inspiración
religiosa,
pero
son
una
entre
muchas
otras:
la
ética
no
se
puede
reducir
a
las
normativas
religiosas.
De
otro
lado,
la
ética
tampoco
se
reduce
a
un
saber
técnico,
restringido
a
un
curso
o
disciplina
académica,
que
solo
complementa
una
profesión:
es
decir,
uno
no
estudia
ética
para
complementar
mi
formación
en
el
derecho,
mi
formación
en
la
ingeniería,
etc.
Esto
es
un
reduccionismo.
La
ética
tienen
que
ver
con
algo
mucho
más
amplio
y
complejo,
que
implica
a
todos
los
seres
humanos
específicamente
en
las
relaciones
que
establece.
Sobre
este
último,
es
decir,
la
idea
de
que
la
ética
es
un
asunto
que
concierne
a
todos
los
seres
humanos,
significa
que
todos
participamos
de
alguna
forma
en
algún
ámbito
de
moralidad
sea
en
el
campo
personal,
profesional
y
público.
En
este
sentido
la
ética
tiene
que
ver
con
la
constitución
de
sujetos
o
como
comúnmente
se
dice
“formación
de
personas
y
ciudadanos”;
además,
es
por
eso
que
la
ética
atraviesa
todas
las
carreras,
todas
las
disciplinas.
Además
esto
es
lo
que
justifica
que
cualquier
persona
puede
y
debe
tener
inquietudes
éticas,
e.d.,
estudiar
ética.
Ahora
bien,
esa
condición
y
capacidad
de
relacionarnos
con
los
demás,
es
desde
mi
comprensión,
el
nicho
de
la
moralidad.
Hasta
la
persona
más
perversa
tiene
una
moral
en
la
medida
en
que
pertenece
a
un
grupo
humano
en
donde
genera
vínculos
claves
de
todo
tipo,
que
para
vivir
y
ser
reconocido
debe
tenerlos.
Dichos
vínculos
se
constituyen
por
nuestras
valoraciones,
es
decir,
se
dan
por
nuestros
valores.
Aquí
surge
la
pregunta
obvia,
¿Qué
son
los
valores?
Este
es
otro
tema
complejo.
Pero
podría
decir
lo
siguiente
a
manera
de
paréntesis
aclaratorio:
Vivimos
en
un
mundo
donde
cada
caso
de
la
vida
diaria
no
es
igual
para
todos
ya
que
existen
preferencias
diversas,
que
se
dan
bajo
ciertas
convicciones
muy
fuertes
que
indican
que
hay
cosas
más
preferibles
que
otras:
esto
muestra
que
estamos
en
el
ámbito
de
lo
valorativo.
Por
eso
existen
circunstancias
en
las
que
es
preferible
decir
“no!!
me
niego
porque
eso
va
en
contra
de
mi,
de
mis
principios”.
En
el
fondo
lo
que
hay
son
una
series
de
creencias
que
llamamos
valores
que
orientan
el
actuar
de
las
personas
y
que
en
situaciones
límite
nos
hacen
decir
NO.
Y
esto
nos
sucede
a
todos
en
la
diversidad
de
ámbitos
morales
en
que
nos
desenvolvemos
diariamente.
Cierro
el
paréntesis.
Lo
que
puede
ser
moral
y
ética
Ahora
bien,
de
acuerdo
con
lo
anterior,
podemos
afirmar
la
existencia
de
un
cierto
ámbito
de
lo
moral,
ya
que
todos
en
algún
momento
de
nuestras
vidas
y
en
determinadas
circunstancias,
tenemos
que
enfrentarnos
a
momentos
críticos,
que
de
golpe
pueden
ser,
problemas
morales.
Comúnmente
suelen
presentarse
como
faltas
de
personas
que
uno
cree
conocer
bien,
como
por
ejemplo,
una
decepción,
una
traición.
O
incluso
una
falta
sumamente
grave
que
yo
haya
llegado
cometer
y
de
la
que
me
doy
cuenta.
El
caso
es
que
sobre
viene
una
sensación
muy
incómoda,
sea
si
soy
yo
quien
comete
la
falta
u
otro,
la
realidad
es
que
surge
molestia
o
indignación,
que
denota
que
algo
se
ha
roto,
que
la
“cosa”
ya
no
es
igual.
En
últimas
nos
damos
cuenta
de
que
algo
que
debería
ser,
ya
no
es
por
alguna
circunstancia,
encontrándonos
entonces
ante
una
falta
moral:
hay
una
ruptura
de
algún
vínculo.
Por
ejemplo,
cuando
sentimos
que
alguien
nos
traicionó:
un
amigo,
la
pareja,
etc.,
el
tipo
de
reclamo
ante
esta
circunstancia
es
de
tipo
moral:
“como
tu
a
quien
consideraba
mi
amigo,
a
quien
le
conté
muchas
cosas
mías
vienes
a
utilizarlas
para
beneficio
propio??”
Aquí
hay
una
problema
moral
pues
existe
una
ruptura
de
un
vínculo
muy
fuerte
que
lo
unió
a
otra
persona.
Ahora
bien,
en
la
medida
que
el
hombre
crea
nuevas
maneras
de
relacionarnos
con
los
demás,
en
cualquier
ámbito,
sea
este
social,
político,
religioso,
familiar,
laboral,
afectivo,
surgen
nuevos
problemas
morales.
Y
el
estudio
de
la
ética
es
adquirir
la
capacidad
de
poder
reconocerlas.
En
este
orden
de
ideas,
cuando
me
refiero
a
que
la
ética
no
se
puede
restringir
a
un
código
o
conjunto
de
leyes
o
normas,
quiere
decir,
sumado
a
lo
ya
dicho
anteriormente,
que
dichos
códigos
no
sirven
para
nada,
si
en
ellos
no
existe
un
fondo
cultural,
un
fondo
simbólico
y
de
valores
compartidos
entre
los
miembros
de
la
comunidad,
y
de
las
cuales
el
hombre
vive
e
interpreta
la
letra
de
las
leyes,
OJO:
porque
las
leyes
deben
emerger
del
mundo
y
referir
al
mundo.
Según
lo
dicho,
podemos
ir
clarificando:
la
moral
tiene
que
ver
con
ese
conjunto
de
vínculos
que
une
a
los
grupos
humanos
de
manera
esencial,
es
decir,
vínculos
dados
por
un
conjunto
de
creencias,
valores,
tradiciones
que
hace
que
un
grupo
humano
se
oriente
en
la
vida
,
para
tomar
decisiones
prácticas
y
que
le
permite
decir
qué
es
lo
correcto
o
no:
es
el
cúmulo
de
experiencias
compartidas,
de
vida
compartida,
que
los
griegos
llamaron
Ethos.
Esto
quiere
decir
que
ese
conjunto
de
creencias,
valores,
tradiciones
se
concretan
en
las
personas,
en
su
modo
de
ser.
En
estos
casos
el
Ethos
se
entiende
como
el
carácter,
que
es
el
modo
de
ser
de
alguien
que
responde
a
una
tradición,
que
pertenece
a
una
comunidad
determinada
y
que
responde
a
los
problemas
prácticos
de
la
vida
también
de
una
manera
determinada.
Volviendo
al
“vínculo”
que
se
establece
entre
personas
de
una
misma
comunidad,
cuando
éste
se
rompe
es
cuando
surge
el
error
moral,
que
es
sancionada.
Dicha
sanción
se
da
en
la
cotidianidad
desde
una
leve
sonrisa
irónica
hasta
el
reclamo
y
la
probable
expulsión
de
la
comunidad.
Aquí
los
referentes
son
externos
y
son
claros
para
determinar
en
el
sujeto
lo
que
es
bueno
y
preferible
y
así
no
caiga
en
esa
sanción
moral
por
hacer
lo
malo.
(En
este
referente
externo
también
esta
la
alabanza,
el
reconocimiento
por
encarnar
el
bien,
lo
bueno
de
la
comunidad.)
Pero
también
la
moralidad
tiene
que
ver
con
una
serie
de
exigencias
que
uno
se
hace
consigo
mismo.
Y
aquí
entramos
en
algo
un
poco
más
complejo,
entramos
al
campo
de
la
Ética.
Antes
de
entrar
en
detalle
en
esta
complejidad,
subrayo
un
aspecto
muy
importante:
cuando
entramos
en
la
relación
que
se
establece
con
uno
mismo,
es
más
complejo
porque
el
único
juez
es
mi
propio
yo
y
mi
propia
conciencia.
La
conciencia
aquí
se
entiende
no
como
una
cosa
pura,
clara
y
que
nos
da
mandatos
del
mismo
tipo
(como
un
“pepe
grillo”
que
nos
dice
lo
bueno
y
lo
malo).
La
conciencia
es
un
tema
también
bastante
complejo,
que
amerita
todo
un
tratado,
pues
en
él
también
participan
distintos
actores:
las
normas
de
la
sociedad,
grupo
humano
al
que
pertenezco
y
que
tengo
incorporado,
tendencias
de
nuestra
propia
naturaleza
humana,
y
valores,
creencias
y
experiencias
a
las
que
yo
puedo
estar
apegado
racionalmente.
Estas
“tres
voces”
que
tenemos
en
nuestra
conciencia
complejiza
el
asunto
de
la
toma
de
decisiones
sobre
mí
mismo
y
el
juicio
de
mis
propias
acciones,
en
suma,
las
decisiones
se
vuelven
un
tema
difícil,
al
que
tenemos
que
dedicarle
especial
atención
(A
menos
que
el
sujeto
sea
un
superficial
total,
es
decir,
un
irresponsable
total
que
siempre
puede
huir
de
sí
y
extraviarse.
Sin
embargo,
tarde
o
temprano
llegará
el
momento
en
que
se
encuentre
en
soledad
consigo
mismo
sin
poder
huir.
Es
en
este
momento
en
que
debe
reconocer
que
ha
estado
en
un
error
moral:
“cómo
pudo
haber
hecho
esto!!!”).
Llegado
aquí,
es
clave
hacer
algunas
clarificaciones:
no
existe
UNA
moral,
existen
muchas
moralidades,
que
dependen
de
la
variedad
y
de
los
distintos
grupos
humanos
que
existen.
Incluso
cada
uno
de
nosotros
al
componer
diferentes
grupos
humanos,
familia,
amigos,
comunidad,
vivimos
diferentes
moralidades;
puede
que
una
de
ellas
predomine
más
que
las
otras.
Por
ejemplo,
vivo
en
una
familia
tradicional
con
costumbres
y
tradiciones
muy
fuertes,
además
mi
familia
vive
una
tradición
y
partido
político
específico,
sumado
a
esto,
somos
miembros
de
una
organización
religiosa,
y
pertenezco
a
un
grupo
juvenil
determinado.
Todos
estos
ámbitos
sociales
y
humanos
que
promueven
vínculos,
hace
que
viva
moralidades
que
incluso
no
vienen
a
ser
las
mismas.
Otra
clarificación
es
que
lo
moral
o
las
moralidades,
se
refiere
a
aquello
que
apunta
a
la
esfera
empírica,
es
decir,
a
las
relaciones,
vínculos,
costumbres
concretas
de
comunidades
determinadas,
que
se
pueden
estudiar
empíricamente.
La
ética
por
su
parte,
es
el
ámbito
teórico,
de
reflexión
sobre
las
moralidades
(es
la
filosofía
de
la
moral
diría
yo)
o
incluso
como
una
propuesta
o
modelo
teórico
para
la
conducta
moral.
En
suma,
mientras
la
moral
o
mejor
dicho
las
moralidades
pertenecen
al
ámbito
empírico,
la
ética
pertenece
al
ámbito
de
lo
teórico.
La
ética
es
una
teoría
o
un
modelo
teórico.
Así
entonces,
como
existen
muchas
moralidades,
de
igual
menara
existen
muchos
modelos
o
teorías
morales,
es
decir,
éticas.
Y
lo
que
se
estudia
en
nuestro
curso
de
ética
profesional
transversal,
son
teorías
morales,
modelos
elaborados
por
filósofos
muy
importantes
a
través
de
la
historia
de
la
humanidad.
Filosofía
práctica
Bien,
dejado
claro
lo
anterior,
cuando
hablamos
de
ética
comúnmente
pensamos
en
una
parte
de
la
filosofía
que
tiene
ciertas
características,
llamada
filosofía
práctica.
Aquí
se
debe
hacer
una
distinción:
cuando
hablamos
de
filosofía
asociamos
el
ejercicio
de
la
razón.
En
este
contexto,
habría
dos
campos
o
ejercicios
de
la
razón:
una
razón
teórica
que
está
orientada
al
conocimiento
del
mundo,
que
algunos
filósofos
llaman
una
razón
dirigida
a
“la
búsqueda
de
la
verdad”.
Pero
también
existe
el
ámbito
de
la
razón
que
se
dirige
a
la
acción:
es
una
razón
que
tiene
que
ver
con
el
obrar
humano.
Pero
es
con
el
obrar
humano-‐con-‐otros
humanos
(también
la
relación
con
la
naturaleza
y
con
los
animales
no
humanos).
Este
ámbito
de
la
razón
se
le
resto
importancia
durante
mucho
tiempo
ya
que
prevalecía
la
generación
de
conocimiento
y
la
búsqueda
de
la
verdad:
esto
es
herencia
de
la
modernidad
positivista,
y
creo
que
en
algunos
sectores
actuales
aun
somos
herederos
del
descredito
de
ese
tipo
de
razonamiento.
Sin
embargo,
esa
razón
práctica
es
el
fundamento
de
esa
razón
que
conoce.
Nosotros
no
solo
queremos
saber
y/o
conocer
las
cosas
del
mundo
que
se
concretizan
en
la
ciencia
y
la
tecnología,
sino
que
también
queremos
saber
obrar
de
una
determinada
manera,
a
tomar
decisiones
correctas,
lo
cual
es
el
campo
de
la
racionalidad
práctica.
Aquí
es
donde
se
inscribe
la
ética,
el
derecho
y
la
política:
estas
serían
como
las
ramas
de
la
filosofía
práctica.
Pero
también
la
racionalidad
práctica
es
la
que
utilizamos
diariamente
en
la
vida
cotidiana,
cuando
nos
enfrentamos
al
mundo
y
tenemos
que
tomar
decisiones.
En
este
sentido,
el
curso
de
ética
transversal
busca
fundamentalmente
tres
cosas:
1-‐ Que
los
estudiantes
reconozcan
un
ámbito
de
lo
moral.
2-‐ Que
sepan
reconocer
circunstancias
problemáticas
morales
en
cualquier
ámbito
de
la
vida:
personal,
laboral,
en
la
vida
pública.
3-‐ Y
en
esas
circunstancias
mencionadas,
sepan
desarrollar
su
juicio
moral.
Es
decir,
razonar
correctamente
ante
problemas
o
dilemas
morales.
En
otras
palabras,
saber
razonar
de
manera
menos
rudimentaria
y
si
de
una
manera
más
critica,
más
matizado,
ya
que
lo
común
es
pensar
que
hablar
de
moral
es
hablar
de
qué
es
bueno
y
qué
es
malo.
Si
fuese
así
la
vida,
ésta
sería
muy
sencilla.
Sin
embargo,
sabemos
que
esto
no
es
así,
porque
cuando
nos
enfrentamos
ante
genuinos
dilemas
morales,
donde
nos
jugamos
la
vida
propia
o
la
de
otros,
nos
encontramos
ante
verdaderos
retos
para
el
entendimiento.
Entonces
lo
que
buscamos
es
que
el
estudiante
refine
el
juicio,
sepa
caracterizar
un
problema
moral
y
sepa
racionalizar
sobre
él
con
cierta
propiedad.
Esto
implica
hacerlo
cada
vez
más
equilibrado,
cada
vez
más
critico
y
menos
dogmático,
cada
vez
menos
maniqueo,
y
si,
cada
vez
con
claros
y
concisos
argumentos
que
permiten
interpretar
eso
que
llamemos
problema
o
dilema
moral.
La
sensibilidad
ética
Generalmente
cuando
actuamos
bien
o
mal,
siempre
hay
de
por
medio
cierto
tipo
de
disposiciones,
de
actitudes,
sentimientos
y
placeres.
Para
tener
ciertas
prácticas
hay
que
cultivar
cierto
tipo
de
placeres
que
son
los
que
me
impulsan
a
la
acción;
a
experimentar
ciertas
emociones
y
cultivar
ciertos
tipos
de
sentimientos
morales.
En
todo
esto
el
papel
de
las
artes,
como
la
literatura,
el
cine,
las
narraciones
en
general,
son
fundamentales,
porque
aparecen
historias
donde
la
gente
vive,
padece
y
goza.
Cuando
uno
ve
una
película
por
ejemplo,
el
sujeto
está
de
frente
a
ese
obrar
y
padecer
humano,
que
se
puede
pensar
y
reflexionar
sobre
él,
promoviendo
esa
sensibilidad
moral.
En
otras
palabras,
en
esa
relación
entre
ética
y
estética
se
trata
de
cultivar
cierto
tipo
de
sentimientos
y
también
de
sofisticar
cierto
tipo
de
placeres,
que
deben
ser
también
educados.
De
acuerdo
a
lo
anterior,
la
racionalidad
práctica
tiene
que
ver
con
aprender
argumentar.
No
se
puede
confundir
el
argumentar
con
desarrollar
el
juicio
moral:
están
relacionadas
pero
no
son
lo
mismo.
Argumentar
aquí
se
refiere
a
tener
justificaciones
de
nuestras
decisiones,
que
en
muchas
ocasiones
es
ofrecer
razones
a
otros,
para
convencerlos
de
mi
práctica
o
acción
y
así
actúen
de
acuerdo
a
ella;
también
se
argumenta
para
los
debates
de
la
vida
pública,
con
miras
a
una
real
vida
democrática.
Esto
haría
que
la
gente
no
actuara
de
manera
arbitraria,
ni
por
voluntarismo
o
por
un
actuar
“sin
pensar”,
si
no
todo
lo
contrarios,
un
actuar
que
los
otras
personas
acepten
y
validen
por
sus
argumentos.
Pero
esta
racionalidad
práctica
también
tiene
que
ver
con
darnos
razones
a
nosotros
mismo,
a
generar
la
crítica
sobre
cómo
me
justifico
mis
decisiones
y
mis
acciones.
Aquí
es
donde
tenemos,
diría
yo,
un
“desdoblaje”
de
nuestro
yo,
para
darnos
razones
que
nos
autoconvenzan,
sobre
lo
que
nos
conviene
o
no
de
una
decisión
a
tomar.
En
últimas,
la
razón
práctica
tiene
que
ver
con
saber
decidir
y
saber
qué
es
lo
preferible,
o
lo
que
me
conviene
o
no
para
la
vida
en
los
distintos
ámbitos
públicos
y
privados
que
a
todos
se
nos
presentan.
Finalmente,
la
filosofía
que
es
la
disciplina
a
la
que
nosotros
apelamos
para
enseñar
este
curso,
lo
que
proporciona
a
la
humanidad,
son
modelos.
Que
en
el
caso
de
la
ética,
la
política
y
el
derecho,
son
modelos
de
acción
y
modelos
de
justificación
de
la
acción,
que
es
en
esencia
lo
que
se
estudia
en
nuestro
curso
con
los
distintos
autores
y
corrientes
éticas
que
referenciamos,
que
defienden
desde
diferentes
perspectivas
qué
es
lo
preferiblemente
para
una
buenos
vida,
y
que
a
la
vez,
nos
pueden
ayudar
a
sofisticar
la
manera
de
razonar
en
la
vida
práctica
y
en
nuestra
justificación
de
nuestra
manera
de
tomar
decisiones.