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UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA

–USAC-

CENTRO UNIVERSITARIO DEL NORTE


-CUNOR-

Ciencias Jurídicas y Sociales, Abogacía y Notariado

Derecho Internacional Público II

Lic. Milton Estuardo Ventura Yat

MURO DE BERLÍN

Rocxandra Karilet Valiente García 201546691

Víctor Alfonso Ac Giron 201546491

Ana Leticia Chen Cho 201023582

María Del Rosario Fernández Ochaeta 201544794

Lourdes Fabiola Fernandez Caal 201546686

Elizabeth Abigail Cifuentes García 201546498

Claudia Marisol Tiul Ba 201547428

Irma Yolanda Caal Cabnal 201546226

Cobán, Alta Verapaz, 09 de octubre de 2019


MURO DE BERLIN

El Muro de Berlín, Berliner Mauer en alemán, el Muro de Protección Antifascista


como lo llamó oficialmente la República Democrática Alemana, o Muro de la
Vergüenza para la opinión pública occidental, fue parte de las fronteras
interalemanas desde el 13 de agosto de 1961 hasta el 9 de noviembre de 1989,
separando la ciudad de Berlín bajo control de la RDA de la que estaba bajo la
República Federal Alemana. En la práctica, el muro, que se convirtió en símbolo
de la Guerra Fría, sirvió para impedir la emigración masiva desde el bloque
comunista.

Al finalizar la II Guerra Mundial, tras la división de Alemania, Berlín también quedó


dividida en cuatro sectores de ocupación: soviético, estadounidense, francés e
inglés. Las malas relaciones entre los comunistas y los aliados fueron creciendo
hasta llegar al punto en que surgieron dos monedas, dos ideales políticos y,
finalmente, dos Alemanias.
En 1949, los tres sectores occidentales (estadounidense, francés y británico)
pasaron a llamarse República Federal Alemana (RFA) y el sector oriental
(soviético) se convirtió en la República Democrática Alemana (RDA). Berlín quedó
dividido y se crearon 81 puntos de paso entre las dos zonas de la ciudad.

La maltrecha economía soviética y la floreciente Berlín occidental hicieron que


hasta el año 1961 casi 3 millones de personas dejaran atrás la Alemania Oriental
para adentrarse en el capitalismo.
En los años siguientes, la zona occidental empezó a prosperar mientras que el
lado soviético sufría problemas económicos. Esto, ocasionó que millones de
berlineses que vivían bajo el régimen comunista migraran al Berlìn occidental.

La RDA comenzó a darse cuenta de la pérdida de población que


sufría (especialmente de altos perfiles) y, la noche del 12 de agosto de 1961,
decidió levantar un muro provisional y cerrar 69 puntos de control, dejando
abiertos sólo 12.
A la mañana siguiente, se había colocado una alambrada provisional de 155
kilómetros que separaba las dos partes de Berlín. Los medios de transporte se
vieron interrumpidos y ninguno podía cruzar de una parte a otra.

Durante los días siguientes, comenzó la construcción de un muro de ladrillo y las


personas cuyas casas estaban en la línea de construcción fueron desalojadas.
Es por esta razón que la noche del 12 de agosto de 1961 las autoridades de la
RDA decidieron levantar un muro provisional y cerrar 69 de los 81 puntos de
control que existían a lo largo de línea que dividía a la ciudad en dos.

Con el paso de los años, el muro, que inicialmente fue construido con ladrillos,
acabó por convertirse en una pared de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura,
con un interior formado por cables de acero para aumentar su resistencia.

Solo días antes de este acontecimiento, los berlineses, tanto occidentales como
orientales, mantenían la sensación de que esta muralla de 155 kilómetros de
extensión era infranqueable e indestructible.

Con el paso de los años, hubo muchos intentos de escape, algunos con éxito, de
forma que el muro fue ampliándose hasta límites insospechados para aumentar su
seguridad.

El 9 de noviembre de 1989 sucedió lo impensable en Alemania. El muro de Berlín,


que partió en dos a la actual capital germana y que se convirtió en el símbolo de la
división del pueblo alemán durante la guerra fría, cayó tras 29 años de haber sido
construido. El muro cayó tras una serie de hechos políticos y sociales
desencadenantes y provocó la euforia de los alemanes y de ciudadanos de otras
partes del mundo que se enteraban del suceso a través de los cables de noticias o
imágenes trasmitidas por satélite.

Acompañando al muro, se creó la llamada "franja de la muerte", formada por un


foso, una alambrada, una carretera por la que circulaban constantemente
vehículos militares, sistemas de alarma, armas automáticas, torres de vigilancia y
patrullas acompañadas por perros las 24 horas del día. Tratar de escapar era
similar a jugar a la ruleta rusa con el depósito cargado de balas. Aun así, fueron
muchos los que lo intentaron.

En 1975, 43 kilómetros del muro estaban acompañados de las medidas de


seguridad de la franja de la muerte, y el resto estaba protegido por vallas.

Entre 1961 y 1989 más de 5.000 personas trataron de cruzar el muro y más de
3.000 fueron detenidas. Alrededor de 100 personas murieron en el intento, la
última de ellas el 5 de febrero de 1989.
En el Museo del Muro de Checkpoint Charlie se narran las historias más curiosas
de cómo la gente consiguió cruzar el muro.

La caída del muro tuvo su origen en la apertura de las fronteras


entre Austria y Hungria en mayo de 1989. El primero de esos países pertenecía al
bloque occidental mientras que Hungría era parte del bloque conocido como la
cortina de hierro, países cuyos regímenes estaban bajo la influencia soviética.

Ante esta apertura, cada vez más alemanes orientales viajaban a Hungría para, a
través de esa ruta, pedir asilo en las distintas embajadas de la República Federal
Alemana. Esto molestó al gobierno de la Alemania oriental y empezó a poner
restricciones. Entonces, miles de alemanes del este empezaron a manifestarse en
varias ciudades de la RDA exigiendo la libre circulación en la frontera. Las
protestas obligaron al gobierno a anunciar que el paso hacia el oeste estaba
permitido. Era el 9 de noviembre de 1989.

Sin embargo, el hecho desencadenante fue la confusión de un portavoz del


gobierno en una conferencia de prensa en la que, con el afán de calmar los
ánimos de la población, daba a conocer la nueva norma que permitía salir del país
sin requisitos previos.

El miembro del Politburó de la RDA, Günter Schabowski, explicaba los


pormenores de la disposición gubernamental, cuando el periodista Riccardo
Ehrman, de la agencia de noticias ANSA, le preguntó cuándo entraba en vigor la
medida. Schabowski, quizá un poco nervioso, buscó entre sus papeles y al no
encontrar nada escrito respondió: "de inmediato".

El Muro de Berlín fue mucho más que una frontera geográfica. A uno y otro lado
se consolidaron dos modos de entender la política, la cultura, las ideologías, la
humanidad misma. El 9 de noviembre de 1989, cuando se derrumbó de forma
pacífica, el este europeo tuvo que reinventarse, y occidente descubrió que no todo
era un gulag al otro lado del telón de acero. Las ruinas del muro forman hoy una
cicatriz que tiene algo de símbolo: es la herida que han dejado en la historia los
principales totalitarismos del siglo XX.

Fue sólo un segundo, pero marcó sin duda la vida de los ciudadanos de la antigua
República Democrática Alemana. Fue el que iba de las 23.59 horas del día 2 de
octubre a las 0.00 horas del 3 de octubre de 1990, día de la unificación. En ese
momento, desaparecieron todas las referencias de un país, su país: la bandera,
insignias, himno, su identidad.

No hay que olvidar que fueron ellos los que pidieron una rápida unificación al grito
de “Wir sind ein Volk” (Somos un pueblo) que sustituyó al de “Wir sind das Volk”
(Somos el pueblo) de la caída del Muro. Pero lo que sobre el papel puede
funcionar perfectamente puede tener también un elevado coste humano. La
unificación alemana no iba a ser menos. Los “paisajes florecientes” que prometiera
el ex canciller Helmut Kohl sólo han llegado a determinadas áreas. El paro es el
doble en el Este, más de un millón de personas ha abandonado esa parte del país.
Pero también hay muchos, sobre todo jóvenes, que han sabido “triunfar
profesionalmente”.

El Muro de Berlín desapareció físicamente con extraordinaria rapidez y con


eficiencia alemana, pero fue creciendo otro en la cabeza y el corazón de los
alemanes. Cuarenta años de socialización distinta habían dado como resultado
mentalidades diferentes. Los del Este se sienten ciudadanos de segunda y
consideran a los del Oeste arrogantes, superficiales y peseteros. Estos describen
a los orientales como desconfiados y holgazanes y se muestran hartos por los
costes de la unificación.

Será necesaria al menos todavía una generación para hablar realmente de la


nueva Alemania que se viene levantando “piedra a piedra”. La tarea de la
unificación era ingente. El proceso está muy avanzado. Una de sus múltiples
pruebas es la naturalidad con la que se aceptó a Angela Merkel, una mujer del
Este, como la primera canciller de la historia de Alemania.

Pero, ante todo, los alemanes deberían tener siempre muy presente el regalo que
la historia les hizo, a los de uno y otro lado, aquella inolvidable noche del 9 de
noviembre de 1989.

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