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En la Historia del cristianismo, la idea de misión se aplica tanto a colectividades como a individuos
e implica una forma de vocación, que se interpreta como un llamamiento positivo de Dios que
«envía», para llevar un encargo o realizar un trabajo apostólico: la tarea de anunciar el evangelio,
conforme al mandato final puesto en boca de Jesús de Nazaret en los Evangelios de Mateo y de
Marcos: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado.»
Evangelio de Mateo 28:19-20 Y les dijo: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda
criatura». Evangelio de Marcos 16:15
La palabra «misión» tiene también el sentido de trabajo, tarea, quehacer o cometido.4 Esta acepción
más general permite además la concepción de un cierto carácter misionero en las personas,
ministerios e instituciones, independientemente de su origen o de su condición religiosa o laical. El
término, usado en sentido estricto en el marco del cristianismo, se puede utilizar también en sentido
laxo para referir a otros credos o ideologías.
Ícono que representa a los discípulos enviados por Jesús de Nazaret a misionar, en alusión al pasaje
del Evangelio de Lucas (Lucas 10, 1-11). En los evangelios sinópticos, Jesús de Nazaret se presenta
a los hombres como el enviado de Dios por excelencia, por lo cual al acogerlo o rechazarlo se acoge
o se rechaza al que lo ha enviado, es decir, a Dios Padre. La conciencia que Jesús tiene de su misión
(término de donde deriva la palabra «misionero») se explicita en frases características: «Yo he sido
enviado...», «Yo he venido...», «El Hijo del hombre ha venido...» para anunciar el evangelio, para
cumplir la ley y los profetas, para llamar no a los justos sino a los pecadores, para buscar y salvar
lo que estaba perdido, para servir y dar su vida en rescate de muchos. Todos los aspectos de la obra
de Jesús de Nazaret enlazan con esa misión, desde su primera predicación en Galilea hasta su
muerte en la cruz.
La misión de Jesucristo aparece todavía en forma más evidente en el Evangelio de Juan. Allí, el
único deseo de Jesús es hacer la voluntad del que lo ha enviado, realizar sus obras, y decir lo que
aprendió del Padre, y pide a los hombres que crean en su misión.
La misión de Jesús de Nazaret se prolongó con la de sus propios enviados, los doce apóstoles, que
tornaron en misioneros para curar, y para anunciar el evangelio, enviados «como ovejas en medio
de lobos». Además, Jesús envió delante de sí misiones más numerosas en discípulos. La misión de
los apóstoles enlazó con la propia misión de Jesús: «Como el Padre me envió, yo también os envío
a vosotros» (Juan 20, 21). Así, a todos los apóstoles se les atribuye haber muerto en ciudades o
tierras de misión.
Pablo de Tarso
San Pablo por El Greco, atesorada en el Museo de Arte de San Luis. Se considera a Pablo de Tarso,
Apóstol de las naciones, el prototipo del misionero cristiano. Entre las personalidades del siglo I,
Pablo de Tarso amerita una mención especial por haberse constituido en el motor de construcción y
expansión del cristianismo en el Imperio romano, merced a su talento, a su convicción, y a su
carácter indiscutiblemente misionero.67 Así había sido presentado el propio Pablo: como un
instrumento de elección que llevaría el nombre de Jesús ante los gentiles, los reyes y los hijos de
Israel. Pablo hacía generalmente sus viajes a pie (2 Corintios 11, 26). El esfuerzo realizado por
Pablo de Tarso en sus viajes es digno de mención. Si se cuenta únicamente el número de kilómetros
de los tres viajes por Asia Menor, supera los 4 600 km según Josef Holzner. A lo anterior habría
que añadir los viajes por tierras de Europa y por mar, los caminos difíciles, las diferencias de
altitud, etc. De una forma muy vívida, Pablo mismo describió en el pasaje siguiente lo que estos
viajes implicaron:
En peligros de muerte he estado muchas veces. Cinco veces recibí de los judíos cuarenta azotes
menos uno. Tres veces fui azotado con varas; una vez fui apedreado; tres veces padecí naufragio; un
día y una noche pasé en el abismo. Viajes frecuentes; peligros de ríos; peligros de salteadores;
peligros de los de mi raza; peligros de los gentiles; peligros en la ciudad; peligros en despoblado;
peligros en el mar; peligros entre falsos hermanos; trabajos y fatigas; noches sin dormir, muchas
veces; hambre y sed; muchos días sin comer; frío y desnudez. Y aparte de otras cosas, mi
responsabilidad diaria: la preocupación por todas las Iglesias. ¿Quién desfallece sin que desfallezca
yo? ¿Quién sufre escándalo sin que yo me abrase?
2 Corintios 11:23c-29
El teólogo protestante alemán Gustav Adolf Deissmann enfatizó el punto al comentar que sentía
«indecible admiración» a vista del esfuerzo puramente físico de Pablo, que con toda razón podía
decir de sí mismo que «azotaba su cuerpo y lo domaba como a un esclavo».
Las denominaciones cristianas protestantes también cuentan con una larga historia misionera, entre
las llamadas denominaciones históricas encontramos a los bautistas, metodistas, presbiterianos,
anglicanos, luteranos etc. Los que más se han distinguido por su herencia misionera ha sido la
denominación bautista.
En la Iglesia bautista
En la Iglesia metodista
Anthony Norris Groves, misionó en Bagdad donde estableció la primera misión protestante
en un país de lengua árabe; luego estuvo en Persia, hoy Irán, y posteriormente en la India.
George Müller, realizó una serie de viajes misioneros por Estados Unidos, India, China, y
Australia.
Jim Elliot, misionero en Ecuador.
En la Iglesia congregacional
Pilipo Miriye, primer misionero evangélico desde Papúa Nueva Guinea hasta Nigeria.
En la Hermandad de Moravia
Christian David, misionero en Greenland, Livland y Pensilvania.
Anna Nitschmann.
David Nitschmann der Bischof, obispo moraviano y misionero en Pensilvania.
August Gottlieb Spangenberg, cabeza de la Iglesia moraviana en América en sus primeros
tiempos.
David Zeisberger, misionero moraviano conocido por su papel en la historia de los indios
de los indígenas de Lenape.
Nicolaus Ludwig Zinzendorf, renovador de la Iglesia moraviana.