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el Transhumanismo (el
cuerpo como camino hacia el fin de la
dualidad)
La búsqueda del transhumanismo de una inmortalidad a través de una conciencia digital
podría fragmentar aún más nuestra manera de habitar en el mundo; parafraseando a
William Blake, es a través del cuerpo que se conoce lo eterno.
“Ultimadamente, el problema es cómo destruir esta percepción de dualidad, para
alcanzar la aprehensión de la unidad”. (De LegeLibellum).
Ted Heistman en Disinfo escribe: “Identificarte con tu cuerpo es un error, pero mucho
menos que identificarte con tu mente. Tu cuerpo es la manifestación hacia afuera de
algo muy real. Conectarte con tu cuerpo te conecta con el momento presente y por lo
tanto con la eternidad. Cuando dejas tu cuerpo y vives en tu cabeza entras a un mundo
ilusorio que te aliena de la fuente de la vida y de la humanidad misma. El incesante
diálogo de la mente egoíca crea miedo y ansiedad y habita siempre en el pasado y en el
futuro[...] Heistman enfatiza que es a través del cuerpo que sentimos la unión –
justamente aquello que se opone a la dualidad–; en el coito y en las caricias, pero
también en los signos de empatía, que sólo verdaderamente llegan a transmitirse (a
sentirse) a través de los signos corporales.
Uno de los grandes malestares que padece el ser humano en un sentido abstracto es la
separación; podemos decir que la separación o la pérdida de una unidad inmanente es
equiparable en términos simbólicos a la caída original o a la expulsión del paraíso. Este
habitar en la dualidad, en el anhelo perenne de lo uno, en el deseo de lo opuesto para
fundirse (en la delicia eterna de la energía), tiene su primera ablación en la intimidad
que separa al cuerpo de la mente –que nos hace dos, ya no sólo diferenciándonos del
mundo (y de dios) supuestamente externo, sino también una multiplicidad interna. La
dualidad es la seducción magnética –la fricción de la ficción del mundo/el juego de
polos– que genera toda la trama, y da hilo al pathos de ir en búsqueda de un significado
y de una redención (una salvación en lo otro). Pero también es la fuente del deseo y el
sufrimiento.
Por último, la Iglesia creó la impronta de que el diablo (o el mal) estaba en el cuerpo,
ente perecedero y corruptible, a diferencia del alma eterna, imagen de dios; pero hoy
podemos decir que la única vía que tenemos (después no sabemos) para recobrar el
paraíso perdido que canto Milton e ilustró Blake es el cuerpo. “Si quieres alcanzar el
infinito, explora cada aspecto de lo finito”, escribió Goethe. El misterio está en el
cuerpo –el árbol que une al cielo con el infierno, al ave con la serpiente y donde los
ángeles transmiten sus imágenes. Es posible que la mente pueda existir sin el cuerpo –la
conciencia que de suyo permea el mundo– pero la única forma de constatar esto, de
navegar hacia una dimensión de conciencia pura, es a través del incremento de la
energía, de la agudización de la percepción o, en otras palabras, de la puesta a punto de
la nave corpórea.