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Solubilidad

Es una medida de la capacidad de disolverse una determinada


sustancia (soluto) en un determinado medio (solvente);
implícitamente se corresponde con la máxima cantidad de soluto
disuelto en una dada cantidad de solvente a una temperatura fija
y en dicho caso se establece que la solución está saturada. Su
concentración puede expresarse en moles por litro, en gramos por
litro, o también en porcentaje de soluto (m (g)/100 mL.). El método
preferido para hacer que el soluto se disuelva en esta clase de
soluciones es calentar la muestra y enfriar hasta temperatura
ambiente (normalmente a 25°C). En algunas condiciones de
solubilidad se puede sobrepasar de ese máximo y pasan a
denominarse como soluciones sobresaturadas. No todas las
sustancias se disuelven a un mismo solvente. Por ejemplo, en el
agua, se disuelve el alcohol y la sal, en tanto que el aceite y la
gasolina no se disuelven. En la solubilidad, el carácter polar o
apolar de la sustancia influye mucho, ya que, debido a este
carácter, la sustancia será más o menos soluble; por ejemplo, los
compuestos con más de un grupo funcional presentan gran
polaridad por lo que no son solubles en éter etílico. Entonces para
que un compuesto sea soluble en éter etílico ha de tener escasa
polaridad; es decir, tal compuesto no ha de tener más de un grupo
polar. Los compuestos con menor solubilidad son los que
presentan menor reactividad, como son: las parafinas,
compuestos aromáticos y los derivados halogenados. El termino
solubilidad se utiliza tanto para designar al fenómeno cualitativo
del proceso de disolución como para expresar cuantitativamente
la concentración de las soluciones. La solubilidad de una sustancia
depende de la naturaleza del disolvente y del soluto, así como de
la temperatura y la presión del sistema, es decir de la tendencia
del sistema a alcanzar el valor máximo de entropía. Al proceso de
interacción entre moléculas del disolvente y las partículas del
soluto para formar agregados se le llama solvatación.
Factores que afectan la solubilidad
La solubilidad se define para fases específicas. Por ejemplo,
la solubilidad de aragonito y calcita en el agua se espera que
difieran, si bien ambos son polimorfos de carbonato de calcio
y tienen la misma fórmula molecular. La solubilidad de una
sustancia en otra está determinada por el equilibrio de
fuerzas intermoleculares entre el disolvente y el soluto, y la
variación de entropía que acompaña a la solvatación.
Factores como la temperatura y la presión influyen en este
equilibrio, cambiando así la solubilidad. La solubilidad
también depende en gran medida de la presencia de otras
sustancias disueltas en el disolvente como por ejemplo la
existencia de complejos metálicos en los líquidos. La
solubilidad dependerá también del exceso o defecto de algún
ion común, con el soluto, en la solución; tal fenómeno es
conocido como el efecto del ión común. En menor medida, la
solubilidad dependerá de la fuerza iónica de las soluciones.
Los dos últimos efectos mencionados pueden cuantificarse
utilizando la ecuación de equilibrio de solubilidad. Para un
sólido que se disuelve en una reacción redox, la solubilidad
se espera que dependa de las posibilidades (dentro del
alcance de los potenciales en las que el sólido se mantiene la
fase termodinámicamente estable). Por ejemplo, la
solubilidad del oro en el agua a alta temperatura se observa
que es casi de un orden de magnitud más alta cuando el
potencial redox se controla mediante un tampón altamente
oxidante redox Fe3O4-Fe2O3 que con un tampón
moderadamente oxidante Ni-NiO. La solubilidad
(metaestable) también depende del tamaño físico del grano
de cristal o más estrictamente hablando, de la superficie
específica (o molar) del soluto. Para evaluar la cuantificación,
se debe ver la ecuación en el artículo sobre el equilibrio de
solubilidad. Para cristales altamente defectuosos en su
estructura, la solubilidad puede aumentar con el aumento
del grado de desorden. Ambos efectos se producen debido a
la dependencia de la solubilidad constante frente a la
denominada energía libre de Gibbs asociada con el cristal.
Los dos últimos efectos, aunque a menudo, difíciles de medir,
son de relevante importancia en la práctica pues
proporcionan la fuerza motriz para determinar su grado de
precipitación, ya que el tamaño de cristal crece de forma
espontánea con el tiempo.
Temperatura
La solubilidad de un soluto en un determinado disolvente
principalmente depende de la temperatura. Para muchos
sólidos disueltos en el agua líquida, la solubilidad aumenta
con la temperatura hasta 100°C, aunque existen casos que
presentan un comportamiento inverso. En el agua líquida a
altas temperaturas la solubilidad de los solutos iónicos
tiende a disminuir debido al cambio de las propiedades y la
estructura del agua líquida, el reducir los resultados de la
constante dieléctrica de un disolvente menos polar. Los
solutos gaseosos muestran un comportamiento más
complejo con la temperatura. Al elevarse la temperatura,
los gases generalmente se vuelven menos solubles en agua
(el mínimo que está por debajo de 120°C para la mayoría de
gases), pero más solubles en disolventes orgánicos.

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