Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
De acuerdo con Weber, el Estado es un tipo particular de asociación política, que se desenvuelve
dentro de un ámbito geográfico determinado y cuya estructuración y validez están garantizadas
por la amenaza y la aplicación de la fuerza física legítima. Según Weber, la especificidad de esta
modalidad de asociación está dada por la su “medio específico”: la posibilidad efectiva del uso
de la fuerza para imponer sus órdenes.
Por otro lado, según Weber, los Estados modernos fundan su legitimidad y ejercen el gobierno
de acuerdo a los parámetros del tipo de dominación racional-legal. Este tipo ideal de dominación
requiere la existencia de un cuadro administrativo burocrático de funcionarios, que ejerce el
gobierno a partir de atribuciones y jerarquías fijas, ordenadas y reglamentadas. Entre las
características generales de la burocracia, Max Weber destaca las siguientes:
- Los funcionarios acceden a su cargo en virtud de su conocimiento especializado, del cual deben
dar fe a través de documentación probatoria.
Dicha matriz se construye a partir de una configuración histórica y de una serie de procesos
sociales de carácter colectivo. Este es el proceso que Benedicto denomina socialización.A través
del proceso de socialización, el individuo va conformando sus creencias básicas sobre la
sociedad y la política, va acumulando información y conocimientos y desarrollando su
predisposición ante los distintos hechos que configuran la realidad política. Es decir que
mediante la socialización el individuo aprende –a través de la interacción con otros y con el
entorno que lo rodea– las normas culturales, los valores fundamentales y los códigos simbólicos
del grupo al que pertenece.
En este marco, la socialización política puede pensarse como un aspecto más de este fenómeno
de carácter más general que es la socialización. Es decir que al mismo tiempo que el individuo
asimila una cultura determinada, también aprende los valores sociopolíticos fundamentales. En
definitiva, la perspectiva de la socialización política que propone Benedicto conjuga la visión del
sistema social y político con la del sujeto activo que realiza una síntesis creadora dentro del
proceso de socialización.
De acuerdo con este razonamiento, Benedicto señala los principales rasgos de una aproximación
integral al funcionamiento de la socialización política:
Una de sus principales características es que politizan cuestiones que no pueden encasillarse ni
como públicas ni como privadas, sino, más bien, cuestiones que abarcan una esfera política “no
institucional”.
En lo que respecta a su accionar político, estas organizaciones suelen emplear tácticas acotadas y
no convencionales (es decir, no electorales) de participación. El despliegue de alianzas parece ser
más dificultoso, y por lo general las demandas se plantean en términos predominantemente
negativos.
Los partidos políticos son las únicas organizaciones que tienen como atributo funcional
predominante la participación directa en la competencia por los puestos y las posiciones de poder
político. No obstante, si bien esta constituye su forma de participación primaria, no es su única
actividad. También pueden desplegar otro tipo de acciones sociales y políticas. Sin embargo, su
especificidad está dada por la participación en el proceso de conformación del gobierno,
conforme los parámetros del régimen político en cuestión.
Según Stefano Bartolini, las principales funciones de los partidos políticos son:
En este sentido, se pueden distinguir dos esferas igualmente necesarias: los “atributos
constitutivos” de la democracia y sus “condiciones de aplicación”. Mientras que los primeros
remiten a sus características formales e institucionales de funcionamiento, los segundos refieren
a la capacidad de los actores sociales de disfrutar de un conjunto de derechos no sólo en
principio, sino también en la práctica.
Esta visión de la democracia se inserta dentro de lo que Sain en la Carpeta de Trabajo (2000)
denomina visiones contemporáneas críticas de la democracia. Uno de los principales exponentes
de esta perspectiva es David Held, cuya interpretación de la democracia se asienta sobre la base
del “principio de autonomía”, por el cual se entiende que “las personas deben gozar de los
mismos derechos y, por consiguiente, cargar con los mismos deberes, en el momento de
especificar el marco político que genera y limita las oportunidades a su disposición; es decir,
deben ser libres e iguales en la determinación de las condiciones de sus propias vidas, siempre y
cuando no dispongan de este marco para negar los derechos de los demás” (Held, 1997)
De acuerdo con Sain (2000), ello sólo puede resultar de un proceso de “doble democratización”,
que contemple la “transformación interdependiente” del Estado y de la sociedad civil. Es decir
que, por un lado, suponga la circunscripción y regulación del sistema de poder por un conjunto
específico de normas para toda la sociedad. Y por el otro –el de la sociedad–, que rija el principio
de autodeterminación.
Ahora bien, para que la democracia sea producida y reproducida como tal, es necesario que se
den un conjunto de condiciones económicas, sociales y culturales mínimas, que no obstruyan o
impidan la participación autónoma de los ciudadanos en la vida pública. Puesto que la
democracia debe ocuparse, según Held, de aspectos teóricos y prácticos, es preciso que exista un
paralelismo entre los aspectos constitutivos y las condiciones de aplicación. En efecto, el
ejercicio plena de la ciudadanía implica una pluralidad de actores con autonomía organizacional,
con un alto nivel de participación política, y en un marco de integración y de un desarrollo
institucional, material y cultural, en torno a la idea de pertenencia a una comunidad colectiva
común (Sain, 2000: 159).