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Pontificia Universidad Católica de Valparaíso

Facultad de Filosofía y Educación


Instituto de Filosofía

La noción metafísica de ἀρχή en los libros Α y ∆ de la Metafísica de Aristóteles

Francisco Bahamonde Farías

A lo largo de la tradición filosófica griega, una pregunta en particular atrajo la


atención de los primeros pensadores: ¿de dónde proceden todas las cosas que son?
Prácticamente desde sus inicios, la filosofía se planteó esa cuestión desde la perspectiva de
un “origen” expresado como surgencia, es decir, entendiendo la φúσις como ἀρχὴ καὶ
τέλος, como señala Aristóteles en la Metafísica: “Pues bien, la mayoría de los filósofos
primitivos creyeron que los únicos principios de todas las cosas eran los de índole material;
pues aquello de lo que constan todos los entes y es el primer origen de su generación y el
término de su corrupción (ἐξ οὗ γíγνεται πρώτου καì εἰς ὃ φθεíρεται τελευταῖον),
permaneciendo la substancia (οὐσία) pero cambiando en las afecciones (πάθη), es, según
ellos, el elemento (στοιχεῖον) y el principio (ἀρχή) de los entes”1. En esta misma línea, el
propio Aristóteles realiza un breve estudio de este concepto en el libro ∆ de la Metafisica, el
cual puede vincularse con algunos pasajes del libro A de la misma obra. En este trabajo,
analizaremos brevemente esta posibilidad.

I. Algunos sentidos de ἀρχή en el libro ∆ de la Metafísica

En Metafísica ∆ 1, Aristóteles señala algunos de los principales sentidos de ἀρχή:


todos son “inicio” o “principio”, sea unívocamente, sea analógicamente. Sin embargo,
escogeremos los últimos tres por su vinculación con la noción de causa, en función de la
cual Aristóteles elabora su revisión de la historia de la filosofía previa a él.
Entre algunos de los primeros sentidos de ἀρχή, encontramos el punto de partida de la cosa,
como se da en el caso de la línea (Met. ∆ 1, 1012b34-1013a1); aquello mediante lo que

1
ARISTÓTELES, Metafísica A 3, 983b8-11.
puede hacerse una cosa, como el principio de la ciencia (Met. ∆ 1, 1013a1-4); la parte
esencial y primera de donde proviene una cosa: en este sentido, el cimiento es el principio
de la casa (Met. ∆ 1, 1013a4-7); la causa exterior que produce un ser, aquello en cuya virtud
comienza el movimiento o el cambio, como el hijo proviene del padre y de la madre (Met.
∆ 1, 1013a7-10); el ser por cuya voluntad se mueve lo que se mueve y muda lo que muda, y
de este modo en los Estados son principio los magistrados, los príncipes, los reyes, los
tiranos (Met. ∆ 1, 1013a10-13). En otro sentido, son principio las artes y, entre ellas, las
artes arquitectónicas (Met. ∆ 1, 1013a13-14. Sobre esto, Aristóteles llamará a la política
“arte arquitectónica”, pues regula qué ciencias son necesarias en las ciudades; cfr. Ética a
Nicómaco A 1, 1094b1); y además, lo que ha dado el primer conocimiento de una cosa,
como las premisas son los principios de las demostraciones (Met. ∆ 1, 1013a14-16; cfr.,
además, Analíticos Posteriores A 32, 88b5).
Junto con estos sentidos de ἀρχή, encontramos, además, aquellos que poseen una
significación más propiamente metafísica. En primer lugar, Aristóteles observa que las
causas se toman en tantas acepciones como los principios, pues todas las causas son
principios (Met. ∆ 1, 1013a16-17); y, junto con esto, entre los principios, “hay unos que
están en las cosas y otros que están fuera de las cosas”2. Todo esto permite apreciar una
cierta conexión entre Met. ∆ y la doctrina de las causas de la Física, tema que ya está
presente en Met. A 3-4, donde el Estagirita pasa revista a la historia de la filosofía para
mostrar que desde antiguo los pensadores ya habían vislumbrado parcialmente la teoría
que, desde la perspectiva de Aristóteles, alcanzaría su cumbre precisamente con él. A
continuación, revisaremos brevemente estos pasajes. Por motivos de extensión, dejamos de
lado los capítulos 5-7, donde el Estagirita critica, entre otros, a los pitagóricos y a Platón.
No obstante, para completar el cuadro de las causas, señalaremos muy sucintamente el
aporte al tema que Aristóteles reconoce en Platón en Metafísica A 6.

II. Una visión crítica de la historia de la filosofía en Metafísica Α, capítulos 3-4.

En Metafísica Α 3, Aristóteles hace una breve introducción a su repaso de la historia de


la filosofía presocrática. En primer lugar, señala que todo este esfuerzo es hecho en función

2
ARISTÓTELES, op. cit., ∆ 1, 1013a19-20.
de mostrar, como ya hemos señalado, que todos los filósofos anteriores habían visto alguna
de las causas. Por ello, el capítulo comienza con una enumeración de ellas, señalando que
“las causas se dividen en cuatro, una de las cuales decimos que es la substancia y la esencia
(ἡ οὐσíα καì τò τí ἦν εἶναι) (…); otra es la materia o el sujeto (τὴν ὕλην καì τò ὑποκεíµενον);
la tercera, aquella de donde procede el principio del movimiento (ὅθεν ἡ ἀρχὴ τῆς
κινήσεως), y la cuarta, la que se opone a ésta, es decir, la causa final o el bien (τò οὗ ἕνεκα
καì τἀγαθóν)”3. La misma distinción puede encontrarse en Metafísica ∆ 2, 1013b16-28, y en
Física B 3, 194b15-196b30.
Ahora, Aristóteles destaca el hecho que los primeros filósofos sólo consideraron la
causa material como principio, ya que ninguno de los filósofos ha enumerado todas las
causas, pero sí han acertado a alguna o varias de ellas. Tal vez, éste sea el sentido de
Metafísica α 1: “La investigación de la verdad es, en un sentido, difícil; pero, en otro, fácil.
Lo prueba el hecho de que nadie puede alcanzarla dignamente, ni yerra por completo, sino
que cad uno dice algo acerca de la Naturaleza; individualmente, no es nada, o es poco, lo
que contribuye a ella; pero de todos reunidos se forma una magnitud apreciable”4.
Los primeros que filosofaron concibieron el principio desde la perspectiva de la
naturaleza, desde la cual nace todo y hacia la cual se encamina todo, siendo ésta lo único
que subsiste. “Pues dicen que siempre hay alguna naturaleza (τινα φúσιν), ya sea una o más
de una, de la cual se generan las demás cosas, conservándose ella”5.
En este punto, comienzan a aparecer los primeros nombres que permiten ordenar esta
historia. Para Aristóteles, el primero en barruntar esto fue Tales, “el iniciador de esta
filosofía”6, quien consideraba como primer principio el agua (ὕδωρ). En De Caelo 294a30-
32, leemos que Aristóteles señala que “otros (sostienen) que descansa sobre el agua. Ésta,
en efecto, es la explicación más antigua que hemos recibido, y afirman que la expuso Tales
de Mileto, según el cual (la tierra) se sostiene gracias a que flota como un madero”. Por lo
demás, la idea de que el agua sea el principio de las cosas no sería exclusiva de Tales. Tal
vez éste pensó haber llegado racionalmente a este resultado, pero existen pasajes de obras
anteriores a Tales que atestiguan que esta idea ya estaba rondando en la imaginería griega.

3
ARISTÓTELES, op. cit., Α 3, 983a26-32.
4
ARISTÓTELES, op. cit., α 1, 993a30-b4.
5
ARISTÓTELES, op. cit., A 3, 983b17-18.
6
ὁ τῆς τοιαύτης ἀρχηγòς φιλοσοφíας; cfr. ARISTÓTELES, op. cit., A 3, 983b20.
Homero, por ejemplo, señala que algunos de los antiguos poetas ya pensaron en la
naturaleza al modo del primero de los milesios. “Han presentado como autores del
Universo al Océano y a Tetis, y los dioses, según ellos, juran por el agua, por esa agua que
los poetas llaman Estigia”7. En Homero encontramos algunos pasajes a los que pudo haber
aludido el Estagirita, particularmente en el canto XIV de Ilíada: cuando a Hera se le
pregunta hacia dónde se dirige, ésta responde que va a visitar “a Océano, origen de los
dioses, y a la madre Tetis”8. Por su parte, en la Teogonía, Hesíodo señala que Estigia es hija
del mismo Océano9, y que “(Zeus) determinó que ella fuera juramento solemne de los
dioses”10. Sin embargo, el propio Aristóteles reconoce: “¿Hay en esta antigua opinión una
explicación de la naturaleza? No es cosa que se vea claramente”. Al parecer, una
explicación rigurosa de la naturaleza como Aristóteles esperaba sólo habría llegado con
Tales: de ahí su importancia.
A continuación, el Estagirita menciona la doctrina de Anaxímenes (y, en paralelo a él,
Diógenes de Apolonia), quien señala que el aire (ἀήρ) es anterior al agua, y que es el primer
principio de los cuerpos simples. Sobre el pensamiento de Anaxímenes, encontramos
testimonios posteriores a Aristóteles, como Aecio (I 3, 4 = DK 13 B 2), Plutarco (Strómata,
fr. 13 = DK 13 A 6) y Simplicio (Física 24, 26 = DK 13 A 5). El fragmento de Aecio es
particularmente importante, pues contendría un pasaje del propio Anaxímenes: “Como el
alma, nuestro aire nos mantiene unidos, y el viento y el aire abarca a todo el cosmos”.
Siguiendo con su recuento, Aristóteles menciona a Hípaso y Heráclito, quienes
sostendrían que el primer principio sería el fuego (πῦρ). Llama la atención el carácter
lacónico de este pasaje de Aristóteles, pues le dedica al Oscuro tan sólo un par de líneas
(cfr. Met A 3, 7-8), misma situación que sucedió previamente con Anaxímenes (cfr. Met A
3, 984a5-6). Ahora bien, en el caso de Heráclito, es interesante destacar que una posible
interpretación del fuego como ἀρχή podría provenir de los fragmentos 30 (“Este mundo, el
mismo para todos, ninguno de los dioses ni de los hombres lo hizo, sino que existió, existe
y existirá siempre como fuego siempre viviente, que se enciende según medida y se apaga
según medida”), 31 (“Revoluciones del fuego: es, en primer lugar, mar, y de este mar, la

7
ARISTÓTELES, op. cit., 983b30-32.
8
Cfr. HOMERO, Ilíada XIV, 201.302.
9
HESÍODO, Teogonía, v. 383.
10
HESÍODO, op. cit., vv. 399-400.
mitad es tierra y la otra mitad exhalación brillante…”) y 90 (“Todas las cosas se cambian
con el fuego, y el fuego, a su vez, con todas las cosas, como las mercancías con el oro y el
oro con las mercancías”). No obstante, del mismo modo es posible postular que Heráclito
nunca pensó en el fuego como ἀρχή, y más aún, negó que hubiera un ἀρχή, como observa
Zubiri11, para quien, dado que unas cosas nacen de otras en un proceso de eterna
circularidad, no sería posible establecer un primer principio en la filosofía del efesio. Lo
que hay entre las cosas no es un ἀρχή, sino que hay ἁρµονíα, “ensamblaje, el ensamblaje de
todas las cosas viniendo unas de otras y pereciendo para dar lugar a otras”12.
Ahora bien, de entre los filósofos presocráticos, quienes reciben un mayor grado de
atención son Empédocles y Anaxágoras. Aristóteles señala que Empédocles admitió cuatro
elementos, añadiendo la tierra a los tres que quedan nombrados (sc., el agua, el aire y el
fuego). Estos elementos “siendo, ya más, ya menos, se mezclan y se desunen”13. Por su
parte, Anaxágoras “pretende que el número de los elementos es infinito; pues dice que casi
todos los seres que tienen partes semejanes, como el Agua o el Fuego, se generan y se
destruyen así, por unión y separación únicamente, y que de otro modo ni se generan ni se
destruyen, sino que permanecen eternos”14.
Y así, habiendo revisado una gran parte de la filosofía precedente, Aristóteles presenta
su conclusión: “Por lo que precede se ve que todos estos filósofos han tomado por punto de
partida la materia, considerándola como causa única”15. Con esto, se hace claro que la
investigación presocrática revisada hasta aquí omitió los otros tres principios. Por ello,
surge la pregunta de Aristóteles: “¿De dónde proceden estos efectos (sc. destrucción y
producción) y cuál es la causa? Porque, en verdad, el sujeto mismo no puede ser autor de
sus propios cambios”16. Con ello, se introduce la cuestión de la causa eficiente (el principio
de movimiento). Al respecto, para el Estagirita es claro que no todos los filósofos se
preocuparon de responder esta pregunta. De entre ellos, los partidarios de la unidad que lo
intentaron “sucumbieron, por decirlo así, bajo el peso de esta indagación”17. Y a

11
Cfr. ZUBIRI, X., Los problemas fundamentales de la metafisica occidental, p. 44.
12
ZUBIRI, X., ibid.
13
ARISTÓTELES, op. cit., A 3, 984a9-11.
14
ARISTÓTELES, op. cit., A 3, 984a13-16. Un estudio más profundo sobre la crítica de Aristóteles a la filosofía
de Anaxágoras puede verse en CHERNISS, H., La crítica aristotélica a la filosofía presocrática, p. 19-22.
15
ARISTÓTELES, op. cit., A 3, 984a16-18.
16
ARISTÓTELES, op. cit., A 3, 984a20-22.
17
ARISTÓTELES, op. cit., A 3, 984a30.
continuación se introduce una afirmación curiosa: “Ninguno de los que admiten la unidad
del todo ha llegado a la concepción de la causa de la que hablamos, excepto, quizá,
Parménides, en cuanto no se contenta con la unidad, sino que, independientemente de ella,
reconoce en cierta manera dos causas”18. La pregunta que podemos hacer aquí es: ¿qué dos
causas reconocería Parménides? Al respecto, no encontramos nada en la vía de la verdad;
por tanto, la respuesta debe hallarse en la vía de la apariencia, concretamente en los
fragmentos 9 (“Pues bien, cuando ya todo denominado luz y noche / quedó, según sus
capacidades, en esto y en aquello, / todo está a un tiempo lleno de luz y noche invisible; /
de ambas por igual, puesto que nada hay que no sea parte de una o de la otra”), 10
(“Conocerás el nacimiento del éter y todas las señales / que en el éter hay, así como las
obras invisibles / de la pura antorcha del fulgente sol y de dónde provienen. / Te enterarás
de las acciones errabundas de la luna de redondo ojo / y de su nacimiento y conocerás
también el cielo que por doquier los abarca, / de dónde nació y cómo Necesidad, que lo
guía, lo aherrojó / para que mantuviera las ataduras de los astros”), 11 (“Cómo la tierra, el
sol, la luna, / el éter común, la celeste Vía Láctea, el Olimpo, / el más remoto, y la ardiente
fuerza de los astros se lanzaron a nacer”) y 12 (“Pues las más estrechas llenas están de
fuego puro / y las siguientes, de noche, mas también fluye una parte de llama. / Y en medio
de ellas se halla una diosa que todo lo gobierna, pues por doquier preside el parto odioso y
el apareamiento / impulsando a la hembra a aparearse con el macho y viceversa, / al macho
con la hembra”): en palabras del propio Aristóteles, Parménides, “precisado a explicar las
apariencias (precisamente, la vía de la dóxa) (…), sienta, además del principio de la unidad,
otros dos principios, lo caliente y lo frío, que son el fuego y la tierra. De estos dos
principios, atribuye el uno, lo caliente, al ser, y el otro, lo frío, al no ser”19. Sin embargo,
pretender hallar allí la doctrina propiamente parmenídea significa malinterpretar
completamente el Poema. Éste es uno de los primeros problemas que plantea la
hermenéutica aristotélica. Más aún: según Aristóteles, Parménides plantea además al amor
como principio, por lo que el eleata, en suma, habría presentado tres principios, lo caliente,
lo frío y el amor; no dos, como dijo en este pasaje Aristóteles, sino que junto con ellos

18
ARISTÓTELES, op. cit., A 3, 984b2-4.
19
ARISTÓTELES, op. cit., A 5, 986b31-987a2. Seguramente Aristóteles asoció “caliente” con el día y el Sol, y
frío con la noche y la Luna.
incluyó un tercero. Todo esto arranca de la interpretación de Aristóteles del fragmento 13
(“Concibió a Eros el primero de los dioses todos”).
Con respecto a Metafísica Α 4, encontramos aquí a algunos pensadores que, según
Aristóteles, habrían planteado al amor como principio: Hesíodo, con Teogonía, v. 120
(“Por último, Eros, el más hermoso de los dioses inmortales”) habría sido el primero, y
Parménides habría hecho lo mismo, en base al frag. 13 que ya hemos señalado. Con esto,
“parece que reconocen que es imprescindible que los seres tengan una causa capaz de
imprimir el movimiento y de dar enlace a las cosas”20.
Sin embargo, quien dio concreción a esta teoría fue propiamente Empédocles, quien
postuló que la amistad y la discordia (φιλία καὶ νεῖκος) eran las causas opuestas de estos
efectos contrarios. Con esto, vemos que, para Aristóteles, Empédocles respondió no sólo a
la pregunta por la causa material, sino que además postuló una causa eficiente. Con esto,
sería, junto a la teoría de Anaxágoras, la más completa de las prearistotélicas.
A pesar de esto, el Estagirita aún guarda una aguda crítica: “estos filósofos no saben en
verdad lo que dicen. Porque no se les ve nunca, o casi nunca, hacer uso de sus principios”21.
Como ejemplo, Aristóteles señala a Anaxágoras y el νοῦς, y plantea la misma crítica que
Platón pone en boca de Sócrates en Fedón 98b-c: “Pero de mi estupenda esperanza
(habiéndose entusiasmado con la filosofía de Anaxágoras), amigo mío, salí defraudado,
cuando al avanzar y leer veo que el hombre no recurre para nada a la inteligencia ni le
atribuye ninguna causalidad en la ordenación de las cosas, sino que aduce como causas
aires, éteres, aguas y otras muchas cosas absurdas”.
Finalmente, para completar el cuadro, el Estagirita menciona a Leucipo y Demócrito,
quienes “admiten por elementos lo lleno y lo vacío o, usando de sus mismas palabras, el ser
y el no ser (…). Desde el punto de vista de la materia éstas son las causas de los seres”22.
Por otra parte, los átomos manifestarían ciertas diferencias entre ellos para constituir las
distintas cosas, y así lo entiende Aristóteles cuando afirma: “Estos dos filósofos pretenden
que las diferencias son las causas de todas las cosas. Estas diferencias son en su sistema
tres: la forma, el orden, la posición. Las diferencias del ser sólo proceden, según su

20
ARISTÓTELES, op. cit., A 4, 984b29-31.
21
ARISTÓTELES, op. cit., A 4, 985a15-18.
22
ARISTÓTELES, op. cit., A 4, 985b5-10.
lenguaje, de la configuración, de la coordinación, y de la situación (…)”23. No obstante, los
atomistas aún carecen de una explicación acerca del movimiento, por lo que su sistema,
para el Estagirita, es insuficiente: “En cuanto al movimiento, a averiguar de dónde procede
y cómo existe en los seres, han despreciado esta cuestión, y la han omitido como han hecho
los demás filósofos”24.
Llegados aquí, hemos visto que los filósofos prearistotélicos han señalado la causa
material y/o la causa eficiente. Para completar el sistema de Aristóteles, aún faltan la causa
formal y la causa final. El filósofo en quien el Estagirita encontrará dichas causas faltantes
será su propio maestro, Platón. En efecto, con la teoría de las Ideas se introduce la causa
formal. El propio Aristóteles lo señala así: “Tal es la solución dada por Platón a la cuestión
que nos ocupa: resultando evidentemente de lo que precede, que sólo se ha servido de dos
causas: la esencia y la materia. En efecto, admite por una parte las ideas, causas de la
esencia de los demás objetos, y la unidad, causa de las ideas”25. Por otro lado, con la idea
del Bien (ἡ τοῦ ἀγαθοῦ ἰδέα) aparece finalmente la causa final, en cuanto ésta está más allá
del ser (ἐπέκεινα τῆς οὐσίας; cfr. República VI, 509b). Y con ello, por fin queda
completado el cuadro de las cuatro causas de Aristóteles. Esto no significa, como podría
parecer, que Aristóteles es meramente un coleccionista o un clasificador: al contrario,
Aristóteles recoge el pensamiento previo a él, se hace cargo de los problemas que hereda de
la filosofía y los sistematiza en una teoría coherente, reconociendo que con una o dos no
basta para explicar los entes, y completando una exposición sistemática. Por ello, no podría
calificarse de infundado su optimismo, cuando señala que con esto se han encontrado las
causas de las cosas, y que no debería haber otras fuera de ellas26.

III. A modo de conclusión.

Después de haber estudiado el esbozo de historia de la filosofía que Aristóteles realiza


en los primeros capítulos del libro A de la Metafísica, nos parece interesante rescatar la
crítica que hace H. Cherniss en su obra La crítica aristotélica a la filosofía presocrática.

23
ARISTÓTELES, op. cit., A 4, 985b13-15.
24
ARISTÓTELES, op. cit., A 4, 985b19-20. Para profundizar este tema, cfr. CHERNISS, H., op. cit., p. 22-24.
25
ARISTÓTELES, op. cit., A 6, 988a7-11.
26
Cfr. ARISTÓTELES, op. cit., A 3, 983b4-6.
Según este autor, Aristóteles “sintió que todas las doctrinas previas eran intentos
‘balbuceantes’ de expresar su propio sistema y que la verdad completa había sido
descubierta y perdida muchas veces”27. Con ello, queda claro que Aristóteles no es un buen
historiador de la filosofía presocrática, sino que la utiliza para explicar sus propias ideas.
Más aún: según Cherniss, “no es posible, mediante este método meramente mecánico de
extractar observaciones de diversas partes de las obras de Aristóteles, construir siquiera un
esquema consistente de su propia concepción de los sistemas presocráticos”28. Un ejemplo
patente de esto es la grave omisión de Anaximandro entre los filósofos milesios. Al revisar
el texto, vemos que de Tales de Mileto se pasa directamente a Anaxímenes. ¿A qué puede
deberse esto? Una respuesta simple, pero que puede representar el fondo del problema,
consiste en señalar que el Estagirita quería simplemente mencionar a los filósofos que
apuntaban como causa material a uno de los elementos: vemos a Tales con el agua,
Anaxímenes con el aire y Heráclito con el fuego. El caso de la tierra es particular, ya que,
según el propio Aristóteles, Empédocles lo agrega a los demás29. Por ello, el ἄπειρον de
Anaximandro representaba, por decirlo así, una “piedra en el zapato”, una idea que no
estaba en coherencia con la teoría de Aristóteles, por lo cual éste la salta olímpicamente en
la Metafísica, lo cual, curiosamente, no sucede en la Física (cfr. Física Γ 4, 203a2-b7). No
deja de sorprender, por tanto, esta omisión; pero no por ello se puede descartar ni obviar el
aporte de la recopilación aristotélica para comprender la filosofía presocrática. Basta,
simplemente, tener presente que tal recopilación no es completa ni es plenamente fidedigna
a los testimonios que tenemos en la actualidad.

27
CHERNISS, H., op. cit., p. 388.
28
CHERNISS, H., op. cit., p. 390.
29
Cfr. ARISTÓTELES, op. cit., A 3, 984a8-9.
Breve bibliografía

1. Principal

- Aristóteles:
* Metafísica, traducción de Patricio de Azcárate. Espasa-Calpe, Madrid, 2007.
* Metafísica, traducción de Valentín García Yebra. Ed. Gredos, Madrid, 1998.

2. Secundaria

- Aristóteles, Física. Ed. Gredos, Madrid, 2008.


- Bernabé, A., Parménides. Poema, fragmentos y tradición textual. Ed. Istmo,
Madrid, 2007.
- Cherniss, H., La crítica aristotélica a la filosofía presocrática. UNAM, México,
1991.
- De Vogel, C. J., Greek philosophy. A collection of texts, vol. 1. E. J. Brill, Leiden,
1950.
- Hesíodo, Teogonía – Trabajos y Días. RBA Libros, Barcelona, 2008.
- Homero, Ilíada. Espasa-Calpe, Madrid, 2007.
- Kirk, C., Raven, J. y Schofield, M., Los filósofos presocráticos. Ed. Gredos,
Madrid, 1987.
- Zubiri, X., Los problemas fundamentales de la metafísica occidental. Alianza
Editorial, Madrid, 1998.

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