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TEST ESPECIFICOS

escalas elaboradas por Bricklin en 1984 para la evaluación de custodias, o el instrumento diseñado por
Ackerman y Schoendorf en 1992, siendo estos dos instrumentos ampliamente utilizados hoy en

La decisión de poner fin a un matrimonio (o pareja) es una decisión difícil, mucho más cuando hay hijos fruto
de dicha relación. En la mayoría de las ocasiones, ambos progenitores tienen claro que no desean continuar su
relación sentimental, pero igualmente claro tienen que quieren seguir formando parte de la educación y de la
vida de sus hijos. Creen que el hecho de estar separados no debe ser motivo para no estar presente en sus
vidas. Es en estos casos, en los que se intentará conseguir una Custodia Compartida.

El término “custodia” define a la vez el derecho y el deber de un padre de mantener al hijo en su hogar familiar,
así como el derecho y el deber de ese padre de atender las necesidades de su hijo y proporcionarle los cuidados
que necesite cada día. La custodia, por tanto, se identifica con el cuidado y atención diaria del hijo que se ejerce
a través de la convivencia habitual con el menor. Ante una separación, se puede atribuir la custodia a uno solo o
a ambos padres, hablando en este último supuesto de Custodia Compartida.

El régimen de Custodia Compartida se introduce en el derecho de familia con la reforma operada por Ley
15/2005, de 8 de julio, regulado en el artículo 92 del Código Civil. Hasta ese momento, la custodia siempre se
atribuía a un único progenitor, de forma sistemática a la madre, al considerarlo el cónyuge más idóneo para la
formación de los hijos. Estas creencias y actitudes cambian socialmente, al mismo tiempo que se modifican los
roles asociados al cuidado de los hijos, siendo el padre el que comienza a participar de su educación y crianza
en los mismos términos que las madres. Así, se empieza a solicitar judicialmente la Custodia Compartida,
produciéndose finalmente un cambio legislativo que responde al cambio social.

Según los datos publicados en septiembre por el Instituto Nacional de Estadística sobre nulidades, separaciones
y divorcios correspondientes al 2015, se produjeron un total de 101.357 rupturas matrimoniales. El 75,9% de
los divorcios y separaciones se produjo de mutuo acuerdo, siendo contencioso el 24,1% restante. Se otorga la
Custodia Compartida en el 24,7% de los casos. Podemos valorar que en las rupturas de mutuo acuerdo este
régimen de custodia se está convirtiendo en la fórmula estándar.

“En 2015 se concedió la Custodia Compartida en una de cada cuatro rupturas”

El modelo de Custodia Compartida responde al concepto de corresponsabilidad parental, es decir, la


implicación de ambos progenitores en la crianza de los hijos. Los padres se reparten la responsabilidad de la
educación y el cuidado de éstos, siendo que ambos se mantienen como cuidadores y figuras educativas,
garantizando así la proximidad emocional de los dos con sus hijos. Para conseguirlo es necesario que ambos
padres convivan con los hijos.
La residencia de los menores podrá ser en el domicilio de cada uno de los padres, alternándose en los periodos
establecidos (a esta opción se le llama coloquialmente “niños maleta”) o en el domicilio familiar (“niños nido)
donde los niños permanecen en la vivienda familiar y son los progenitores los que acuden cuando les
corresponde. En cualquiera de los casos, lo importante es que los niños no cambien de normas educativas
(rutinas, costumbres, limites…). Para conseguirlo, será necesario que los progenitores tengan un mismo estilo
educativo, hablen con frecuencia entre ellos, ambos tomen decisiones y expresen respeto hacia el otro como
padres ante los hijos.

Cuando ambos progenitores acuerdan este régimen de custodia y así lo plasman en su convenio regulador, todo
va bien. Pero cuando la disolución de la unión de pareja discurre por la vía contenciosa y sólo un progenitor
desea la Custodia Compartida mientras que el otro se opone tajantemente, es cuando surgen los problemas. Es
en estos casos en los que los abogados contactan con PsicoWorks solicitando un Informe Pericial Psicológico
que ayude a su cliente a conseguir la Custodia Compartida que desean.

En este tipo de pericial se intentará evaluar a todos los miembros de la unidad familiar (ambos progenitores e
hijos), ya que desde un estudio en profundidad de todos ellos, de sus interacciones y motivaciones, se podrá
concluir si la Custodia Compartida es la mejor opción para proteger el interés de los hijos. Cuando la pericial es
de parte, es cierto que muchas veces nos encontramos con que el progenitor que no desea este tipo de
custodia se niega a ser evaluado, teniendo que limitar nuestra evaluación forense al padre que la desea (es su
abogado el que ha solicitado la pericial) y a los hijos (siempre que contemos con la autorización de los dos
progenitores).

La evaluación forense se dirigirá a los siguientes aspectos:

Nivel de conflicto entre los progenitores. La relación entre los padres deberá garantizar una buena cooperación
y comunicación entre ellos, que les permita llegar a acuerdos y consensuar aspectos relevantes para sus hijos
en común. Así se garantizará la estabilidad en la vida de los menores, manteniendo rutinas, limites, normas, etc.
con ambos padres.

Motivación para querer la Custodia Compartida. Será fundamental que los padres justifiquen que la Custodia
Compartida es la mejor opción para proteger los intereses de sus hijos, más allá de la mera oposición al otro.

Ajuste psicológico y madurez de los progenitores, que les permita separar el plano de la relación de pareja con
sus roles como padres, guiados siempre en buscar la mejor opción en beneficio de sus hijos.

Capacidad parental. Incluye su estilo educativo, características de personalidad, conocimientos, atributos,


destrezas y habilidades disponibles o carencia de las mismas, así como el conocimiento y valoración del
funcionamiento y necesidades de cada niño.
Estado emocional y/o problemas adaptativos de los menores.

Preferencias de custodia de cada hijo. Conocer la opinión de los menores en cuanto a sus deseos y sus
justificaciones será importante.

Relación paterno y materno – filiar pre y posruptura.

Apoyos sociales e infraestructura (estabilidad económica, horarios de trabajo, características de la vivienda, etc)
de cada progenitor que permita un adecuado cuidado y atención del niño durante el tiempo que esté con él.

Teniendo en cuenta todos los datos recogidos en la evaluación, se elabora el Informe Pericial, concluyendo si la
Custodia Compartida es una opción que protege el interés de los menores (en el caso de haber evaluado a toda
la unidad familiar) o si el progenitor evaluado cuenta con las habilidades parentales necesarias que garanticen
la cobertura de las necesidades físicas, emocionales y cognitivas de sus hijos y, por tanto, capaz de ostentar una
Custodia Compartida.

Un Informe Pericial Psicológico en esta línea será parte importante en el proceso judicial, siendo un factor
relevante en la toma de decisión del juez.

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5.- Investigación referente a las prácticas de los profesionales 30 Por todas las causas expuestas, se hace
necesario advertir, y así lo señalan también las Directrices Relativas Específicamente a Evaluaciones de Custodia
de Menores (APA, 2010), que no se debe abusar del uso de pruebas clínicas o de personalidad, que
éstas deben entenderse como una fuente de información secundaria o complementaria y que no se deben
interpretar rígidamente sus resultados, cuyo alcance y valor predictivo, salvo en caso de puntuaciones
muy extremas, es bastante limitado en cuanto a la competencia parental. Cuando se utilicen, deben primarse,
en el caso de los padres, aquellos cuestionarios que permitan evaluar rasgos específicos de la personalidad
relacionados con la competencia parental. Según Ramirez, (2003) la evaluación psicosocial en
procedimientos de custodia disputada ha de incluir la valoración del desajuste psicológico parental,
incluyendo: antecedentes personales y/o familiares de trastornos psicológicos, trastornos asociados a la crisis
matrimonial, incidencia en el plano familiar y laboral y abordaje psico-farmacológico y relacionarlo con su
posible influencia sobre las habilidades parentales concretas en cada progenitor. Los tests no específicos
de evaluación de guarda y custodia más comúnmente utilizados en evaluación de guarda y custodia se
reflejan en la tabla 2 (Fuertes et al, 2009): Tests no específicos de evaluación de guarda y custodia más
comunes (Fuertes et al., 2009) Pruebas para evaluar rasgos generales de personalidad 16PF-5 (2003),
Cuestionario Factorial de Personalidad, 5a ed. rev. y amp. Cattel,, Cattell y Cattell. Madrid: TEA. 16 PF-APQ
(2001), Cuestionario de Personalidad para Adolescentes. J. M. Shuerger. Madrid: TEA. CPQ (1999), Cuestionario
de Personalidad para Niños (8 a 12 años). R. B. Portery R. B. Cattell. Madrid: TEA. ESPQ (1993), Cuestionario de
Personalidad para Niños (6 a 8 años). R. W. Coan y R. B. Catell. Madrid: TEA. EPQ-R (1997), Cuestionario de
Personalidad de Eysenck-Revisado. H. J. Eysenck y S. B. G. Eysenck. Madrid: TEA. NEO PI-R. (2002), Inventario de
Personalidad Neo Revisado. P. T. Costa y R. R. McCrae. Madrid: TEA. NEO-FFI (2002), Inventario NEO Reducido
de Cinco Factores. P. T. Costa y R. R. McCrae. Madrid: TEA. MIPS (2001), Inventario M ilion de Estilos de
Personalidad. T. M ilion. Madrid: TEA. Pruebas breves o screening. GHQ-28 (1996), Cuestionario de Salud
General. D. Goldberg y P. Williams; adaptación española de A. Lobo y P. E. Muñoz. Madrid: Masson. SCL-90-R
(2002), Cuestionario de 90 Síntomas. L. R. Derogatis; adaptación española de J. L. González de Rivera y cols.
Madrid: TEA.

Instrumentos de evaluación de la guarda y custodia de menores: una revisión 31 Tests no específicos de


evaluación de guarda y custodia más comunes (Fuertes et al., 2009) (continuación) Pruebas para evaluar la
adaptación infantil BAS (2001), Bateria de Socialización 1, 2 y 3. F. Silva y M. C. Martorell. Madrid: TEA. BASC
(2007) Sistema de Evaluación de la Conducta del Niño de C.R. Reynolds y R. W Kamphaus. Madrid: TEA. TAMAl
(2002), Test Autoevaluativo Multifactorial de Adaptación Infantil, 4a ed. P. Hernández. Madrid: TEA. Pruebas
para evaluar rasgos clínicos CAS (1999), Cuestionario de Ansiedad Infantil, 3a ed. J. S. Gillis. Madrid: TEA. CAQ
(2005), Cuestionario de Análisis Clínico, 5a ed. S. E. Krug; adaptación española de Seisdedos. Madrid: TEA.
MCMI-111 (2007), Inventario Clínico Multiaxial de Millon-111. T. M ilion, R. Davis y C. Millon;
adaptación española de V. C. Hernáez y M. P. Sánchez López. Madrid: TEA. MMPI-2 (2002), Inventario
Multifásico de Personalidad de Minnesota-2, 3a ed. rev. yamp. S. R. Hathawayy J. C. McKinley; adaptación
española deA.Ávila-Espada y F. Jiménez-Gómez. Madrid: TEA. MMPI-A (2003), Inventario Multifásico de
Personalidad de Minnesota para Adolescentes. J. N. Butcher, C. L. Williams, J. R. Graham, R. P. Archer, A.
Tellegen, Y S. Ben-Porath y B. Kaemer. Madrid: TEA. Klopfer, B. y Kelly, D. (1942). Técnica del Psicodiagnóstico del
Rorschach. Buenos Aires: Paidós. STAIC (2001), Cuestionario de Autoevaluación de Ansiedad Estado/Rasgo en
Niños, 33 ed. rev. Madrid: TEA. TAT, CAT-A, CAT-H y SAT(1988), Tests de Apercepción Temática. H. A. Murray;
adaptación española de Seisdedos. Madrid: TEA. Otros Test de la Familia (2006), Test de la Familia:
cuantificación y análisis de variables socioculturales y de estructura familiar. J . M. Lluis. Barcelona: Davinci. AF-5
(2001), Autoconcepto. Forma-5, 23 ed. F. García y G. Musitu. Madrid: TEA. ESFA (2003), Escala de Satisfacción
Familiar por Adjetivos. J. Barraca y L. LópezYarto. Madrid: TEA. EBQ (1998), Escala de Bienestar Psicológico. J.
Sánchez-Cánovas. Madrid: TEA

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