Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Debemos, ante todo, señalar que, en el primer artículo al que hacemos referencia,
Ellacuría construye una apología del filosofar zubiriano por ser éste, a su juicio,
una metafísica que ha roto con los esquemas occidentales de constituirse en una
"ontología trascendente". Una "ontología trascendente", tal y como se ha
concebido y realizado en la tradición filosófica occidental, que ha rehuido a las
circunstancias concretas. En ese contexto, Ellacuría dirá que elaborar una
filosofía a la "altura de nuestro tiempo", como lo ha hecho Zubiri, es elaborar un
pensamiento que responda a las exigencias de nuestra propia época.
Sostiene Ellacuría que "muchos filósofos de hoy no parecen contar con el aliento
suficiente para enfrentarse con los tópicos clásicos; en el mejor de los casos los
dan por recibidos, en el peor los dan por irrelevantes, y se dedican entonces no a
filosofías segundas y regionales sino más bien a filosofías decimoquintas o
decimosextas, tratadas además ensayísticamente. El ensayo por su fondo y por su
forma ha revalorizado la vida intelectual, pero amenaza ser la tumba de la
filosofía; el periódico por su parte multiplica el influjo del filósofo, pero amenaza
con trivializar lo más típico del filosofar."
Por ello el filósofo no debe desestimar formas no "convencionales" con las cuales
puede intentar legítimamente acercarse a las cosas. Mucho menos deberá aspirar
a convertirse en sistematizador de la realidad, bajo el presupuesto que se puede
llegar por la vía racional al conocimiento de aquélla en su plena totalidad.
Fernando Savater ha criticado severamente esta última actitud —que ha
caracterizado a la metafísica de Occidente— por mostrarse muy pretenciosa: "la
metafísica occidental parte, (...), de la defensa de lo Uno: es una sabiduría
monárquica, una razón total y totalitaria. Lo muerto es lo que se disgrega en
diferencias, lo mezclado; lo diferente es el campo de la apariencia y el filósofo
llama sistema a la imposición dictatorial de un principio sobre la realidad toda."
Sobre esto último volveremos más adelante; baste por ahora esta pequeña
disgresión.
Volviendo al olvido de los tópicos clásicos, es muy cierto lo que nos recuerda
Ellacuría en su artículo de 1983: que romper con los problemas que fueron
abordados por Platón, Aristóteles, Descartes, Kant o Heidegger es romper con la
continuidad genuinamente filosófica. Y en esto Ellacuría tenía mucha razón. La
empresa filosófica, aunque se elabore desde América Latina, no puede dejar de
dialogar con las propuestas europeas. Su interlocutor inmediato será, pues, la
tradición filosófica y los problemas que se le planteen serán abordados bajo la
óptica de las propias circunstancias. La claridad de cómo se maneje esto puede
evitar confundir dicha empresa con una mera remembranza de figuras o
pensamientos ya elaborados. Ellacuría nos lo advertía cuando señalaba que en
muchos casos los tópicos clásicos se "dan por recibidos."
Ciertamente, en América Latina no sólo ha sido el caso de la identidad racial-
cultural el que ha mantenido una tensión entre lo que nos pertenece y lo que no.
También nuestra situación filosófica ha vivido, y vive aún, una permanente
tensión intelectual: una tensión entre aquello que no es nuestro (la tradición
occidental) y aquello que es nuestro (el pensamiento originado en nuestras
tierras), pero que pesa en él el agravante de manifestarse como incipiente o
desprovisto de originalidad. Ante este dilema —que parte del supuesto falaz de
un antagonismo entre el pensamiento fuerte frente al pensamiento débil—, no
queda otro remedio para muchos que aferrarse a la "ya constituida" historia de las
ideas filosóficas europea. La tentación de aferrarse a ésta, dejando a un lado todo
intento creador desde nuestras propias situaciones, sigue marcando la tónica para
un número considerable de personas amantes de la filosofía.
Ya en nuestro siglo, advertía Husserl que la "tarea que se propone el filósofo (...)
consiste en alcanzar una ciencia universal del mundo, un saber universal,
definitivo, una totalidad de las verdades en sí sobre el mundo, sobre el mundo en
sí". Como vemos, la idea de Husserl sobre la reflexión filosófica no difiere
sustancialmente de la tradición occidental, pues resulta para él la búsqueda de
una ciencia universal que supere las parcelas en el campo del saber humano. Una
búsqueda en última instancia racional, que persigue una ciencia que abarque todo
el ser. Ello nos recuerda el antagonismo hegeliano —presente ya en los griegos—
que arriba vimos sobre la doxa y la episteme. La ciencia buscada, el sistema
pretendido, no puede consistir en opiniones, ideas sueltas, fragmentos; más bien
consiste en un proyecto racional por abarcar el todo de la realidad.
_____________________________
Así como la poesía de Ángel Martínez es vital y esencial, la filosofía debe ser
también vital y esencial, pero donde la "y" no es un mero añadido, sino algo que
expresa la unidad intrínseca de los dos términos: una filosofía si pretende dar
respuesta a los problemas vitales del ser humano, en una situación histórica
concreta, tiene forzosamente que ahondar en la realidad, hasta "ponerse en
contacto con las cosas, con la esencia y vida de las cosas en orden a desvelarlas y
revelarlas"; de otra manera, no tendría el suficiente fundamento para iluminar y
orientar la vida humana. A su vez, una filosofía, al estar abierta al ser y buscar lo
más esencial de la realidad, tiene necesariamente que potenciar la existencia
humana por cuanto el posible saber esencial que se va logrando representa una
"liberación de la esclavitud en que vivimos, esclavitud en que nos mantienen las
cosas y la parte más superficial, más carnal, de nosotros mismos". El mismo
esfuerzo de indagar la esencia de lo real, implica una liberación del ser humano
"que ni se extravía en solipsios infructuosos ni se pierde ni se aliena —se
cosifica— entre ese 'lo otro que nos rodea'".
En esto se basa la idea ellacuriana de la filosofía como una forma de vida, que es
una constante en sus primeros escritos y desde la cual critica el modo escolástico
de entender la filosofía y, en general, a "todos los escolasticismos, llámense
tomistas, marxistas, idealistas o existencialistas". El pensamiento filosófico debe
incluir como momentos intrínsecos suyos la actitud vital que lo posibilita como
auténtica forma de vida y el conocimiento metafísico que se tiene de la realidad,
condicionado en parte por aquella actitud vital. No hay otra manera, para
Ellacuría, de producir filosofía auténtica: "Cuando la formulación refleja y la
explicitación última son en apariencia filosóficas, porque su formato y su técnica
lo son, pero no responden a aquella actitud problemática y al conocimiento vital
previos, entonces, no es que la filosofía se desvitalice, es que deja de ser filosofía
auténtica". Y cuando esto sucede, la filosofía se convierte en pura discusión de
razones o en manejo de teorías y conceptos que se anteponen a la realidad, y que
la acaban sustituyendo. "Pero una realidad sustituida intencionalmente... deja de
ser lo que es y trastorna todo el sentido profundo y vital de la filosofía".
La filosofía como forma de vida significa, por tanto, adoptar la actitud radical del
filosofar mismo y extenderla "a la totalidad última de la existencia", buscando la
autoposesión plena de la realidad subjetivada, que de esta manera cobra
conciencia de sí. Esto implica, por sobre todo, filosofar a partir del contacto vital
del filósofo con las cosas y de los problemas que tienen significado e