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JAIME BARYLKO

L O S S AL M O S

Editado por el
EJECUTIVO SUDAMERICANO del
CONGRESO JUDIO MUNDIAL
Corrientes 1979
Buenos Aires
BIBLIOTECA POPULAR JUDIA del
Congreso Judío Mundial

Dirigida por MARC TURKOW

Colección: HECHOS DE LA HISTORIA JUDÍA

Buenos Aires, 1969

@ Congreso Judío Mundial

Queda hecho el depósito que


previene la ley NP 11.723

Este folleto se terminó de imprimir en el mes de enero de 1969, en los


Talleres Gráficos JULIO KAUFMAN S.R.L., Av. Corrientes 1976,
Buenos Aires.
1
EL LIBRO de los Salmos que forma parte de la tercera sección del Tanaj
(Biblia), se denomina en hebreo Tehilim. Tehilim significa poemas
religiosos de loas y alabanzas al Señor. Salmo es voz de origen latino y
significa canto con acompañamiento musical. Estos poemas, efectivahente,
formaban parte de la liturgia musical que se practicaba en el Templo de
Jerusalem. Posteriormente se incorporaron al compendio de oraciones y
plegarias de los judíos y aun de los cristianos.

El libro se compone de 150 cánticos o capítulos. A David, rey de Israel,


se atribuye la paternidad literaria de los Salmos. Evidentemente gran número
de estos cánticos guardan íntima relaciÓn con la vida de David. También es
evidente que muchos salmos fueron compuestos en épocas históricas más
tardías. De todas maneras fue David quien impuso el tono y la línea lírica de
este poemario que se {ue gestando en un lapso de aproximadamente 800
años.

Lirismo; ése es el término fundamental que define a los Salmos.


Incomparable, 'imponderable, insuperable lirismo, según la mayoría de los
críticos de todos los tiempos y de todos los orígenes.

Estos poemas que fueron incorporados, en el devenir histórico, en la


liturgia y en los ritos religiosos, nacieron de la espontaneidad de la vida, del
estremecimiento de la existencia humana cuando ésta se enfrenta consigo
misma y con su propio misterio frente a Dios.

Profundo lirismo ( sentimiento ) que abarca todas las facetas y todas las
tonalidades de lo humano en el amor, en el dolor, en la esperanza, en la
angustia, en la gloria, en el delirio, en el éxtasis, en el abandono, en el anhelo.

En los Salmos está todo el hombre y el hombre todo.

Por eso la Humanidad los recogió y los consagró como expresión


apoteótica del alma humana hecha poema. Cuando un judío quería llorar y
derramar su pena, lo hacía por intermedio de Salmos. Cuando un judío
quería inundar el universo con su alegría y su esperanza, lo hacía por
intermedio de los Salmos.

Y, según la tradición cristiana, las últimas palabras que pronunció Jesús


eran un verso de los Salmos: "Dios mío, ¿por qué me has abandonado?"
Estos maravillosos poemas expresan al hombre. De ahí su
trascendencia. No leemos los Salmos como una obra ajena a nosotros; los
leemos como algo nuestro, como nuestro propio diario íntimo. Comienza el
libro con las palabras: "Feliz del hombre. . . " Ahí está todo dicho: la
aspiración esencial del hombre es llegar a ser feliz. Todos los poemas
vibrarán con esta ansiedad implacable: el hombre que ansía la dicha.

Detrás de los Salmos, lo dijimos ya, está David 1 . David es el hombre David es
el ser que ansía la dicha. Ama, sufre, goza, espera, anhela, gime, reza. Sabe que
su situación existencial se enmarca entre dos perspectivas: frente a los hombres,
frente a Dios.

David es el hombre porque vive su propia humanidad en todas las escalas de


amplitud, de profundidad, de altura. Por eso es el Salmista. Porque tiene el alma
henchida de tremolantes (movedizas) cuerdas de pasión y canto. Cielos claros y
cielos oscuros; momentos de amor y momentos de odio; grandes caídas y
"grandes exaltaciones. La existencia humana es contraste y discontinuidad. David
es el hombre. David asume todos los contrastes y de ellos mismos brota su vis
poética, esa fuerza vital que desborda de los Salmos.

Schólem Asch escribió El judío de los Salmos. Scholem Asch quiso


entregarnos una imagen de judío que rezuma belleza y pureza y eternidad: el judío
de los Salmos, el que lee día a día, sacramentalmente, los viejos poemas bíblicos;
el que día a día se vuelca y se renueva en esos poemas.

Schmuel losef Agnón, por su parte, compone uno de sus más


'hermosos relatos y lo denomina: Tehilá. Este es el nombre de una anciana. El
nombre significa (vide supra) salmo. Tehilá es un ser ideal. Ella ha sufrido como
nadie. Pero sigue viviendo, Y como nadie es dulce buena, graciosa, pura. La
anciana de Agnón es el destino humano en plenitud de dolor y de sublimidad,
¿Qué nombre ha de darle el escritor a esa extraordinaria criatura? Tehilá, salmo.

11

1
Ver: David, rey de Israel, en la colección "Grandes Figuras del Judaísmo".
ABRIMOS EL LIBRO de los Salmos y leemos. Veamos el primer cántico o
capítulo. Comienza así:
"Feliz del hombre que no anduvo en consejo de perversos, ni se detuvo en camino
de pecadores, ni se sentó con hombres burlones. . a"
La exégesis clásica ha hecho notar que aquí se trata de tres situaciones o tres
posibilidades de la humana existencia:
1) El hombre en el camino ("anduvo").
2) El hombre que se detiene por un instante ("se detuvo").
3) El hombre que se sienta, que se establece en una determinada circunstancia
('tse sentd').

Abarca, pues, a todo el hombre, al hombre en todas sus posibilidades. Estas


posibilidades son progresivas una respecto de la otra: Detenerse es más que
caminar; sentarse es más que detenerse. Pero, ¿de qué se habla? De la felicidad
del hombre: "Feliz del hombre. . . " Esta felicidad se determina ante todo en forma
negativa.
No sabemos siempre con terminante precisión qué es el bien; empero siempre
sabemos con absoluta resolución qué es el mal. El cántico comienza, pues,
indicando el camino cuyo principio es precisamente alejarse del mal.
Pero el mal —como el bien— no existe en abstracto. Lo que máste es el 'hombre
bueno o el hombre malo. Lo que importa en primera y en última instancia es
siempre el hombre. Alejarse del mal significa, pues, alejarse de los portadores y
consejeros y maestros del mal. Aún no estamos en plena felicidad, pero sí hemos
despejado el camino' para hallarla. Desbrozado ( despejado ) el camino de sus
espinas, veamos ahora a dónde conduce positivamente:
'
t . . . ni se sentó con hombres burlones, sino
que anhela la enseñanza de Dios y en Su
enseñanza medita día • y noche."
Primero importa alejarse del consejo de los malos y de los perversos.
Luego importa seguir el consejo del bien o de los buenos; pero el
consejo o enseñanza de éstos son derivados, derivados de la enseñanza de
Dios. Hay que ir, pues, a la fuente del bien. El poeta no dice "Dios". El
poeta no habla de un abstracto "ir a Dios". El poeta no es un metafísico ni
un teólogo.
Está inmerso en la realidad. Esta realidad exige la enseñanza de Dios
y no una mera en una abstracta y desnuda idea de la divinidad. La realidad
exige acción, acción de acuerdo con una enseñanza* suprema,
Pero, ¿no hablábamos de la felicidad? ¿Qué es la felicidad? Así la describe
el Salmista:

. . y en Su enseñanza medita día y noche. Y serã


como un árbol plantado junto a un arroyo, que da su
fruto en su tiempo, y sus hojas no se marchitan, y
todo lo que hará, prosperará."
Así concibe el poeta a la dicha: flor, frescura, fruto. Un árbol junto a un
arroyo. un árbol siempre floreciente, siempre vivo, siempre renovado. Pero la
realidad es contraste. La felicidad es bondad. La desdicha es maldad. (¿A qué
se compara el destino del malo?
"No así los perversos.

Ellos son como el tamo que el viento arrebata."


El bueno y el malo. El árbol y el tamo. El árbol tiene sus raíces
afirmadas en la tierra. El viento lo azota; pierde sus hojas; pero luego las
recupera porque vuelve a florecer. El tamo, empero; la delgada y floja
cascarilla, no tiene raíces; una vez arrebatado y desgajado, se pierde, se
anula, La felicidad es el ser con raíces. La desdicha es del Ser arrebatado,
accidental. "Feliz del hombre. . . " Feliz del hombre que radicaliza su
existencia haciendo de ella flor, fruto, destino.

111
FELIZ DEL HOMBRE . . o" dicen las primeras palabras de los
Salmos. Un famosísimo poema de Horacio comienza casi con idénticas
palabras: "Feliz aquél. . . " Horacio dice: "Feliz aquél que lejos de las
preocupaciones. . . " ("Beatus ille qui procuZ negotii. . . ", Epodos, 11)
Horacio, y detrás de él toda una tradición de pensamiento greco-latino,
hace consistir la felicidad en el alejamiento, en el distanciamiento de los
problemas y de las preocupaciones implicados en la realidad cotidiana, en
el encuentro del hombre con el hombre, en las pasiones, en los cambios
emotivos.
Muy distinta es la concepción del salmista. El poeta salmístico no
propone una felicidad lograda a base de fugas y evasiones.
Afirma que la felicidad debe ser lograda en esta vida, dentro de esta
realidad, y, si es menester, luchando contra esta realidad, pero jamás
huyendo de ella.

Porque la dicha no es un regalo; debe ser lograda, conquistada,


vivida.
El poeta anhela la felicidad, el bien, la justicia, la paz. Pero la realidad,
la cruda realidad, niega constantemente estos altos ideales.

El poeta no está solo. Está rodeado de otros hombres, de otros


caminos. El poeta no está solo y por eso mismo se siente solo, es decir
aislado, abandonado. Anhela la felicidad y en pleno anhelo siente su propia
gran soledad.

El hombre horaciano desea la soledad, aspira a la exclusión. El


hombre salmístico, todo lo contrario, rechaza la soledad, busca al hombre,
al hermano porque sabe que la felicidad no está en el hombre sino entre
los hombres.

Por eso mismo sufre, Este sufrimiento, esta alma desgarrada, constituyen el
leit-motiv de los Salmos. El poeta, pues, vuelca su alma frente a la alteridad
suprema, frente a Dios. Busca consuelo en Dios. Entre los hombres ha buscado
el amor y ha hallado el odio, la inquina. ( anatipatia )

Sólo Dios puede ser su consuelo. He aquí, a título de ejemplo, el cap. VI:

"Apiádate de mí, Dios, porque soy desdichado.


Cúrame, Dios, porque se han estremecido mis huesos. Y mi alma está
muy estremecida, y Tú, Dios, ¿hasta cuándo (no te apiadarás)?
Vuelve, Dios, libera mi alma, sálvame por tu misericordia,
puesto que en la muerte no hay memoria de Ti, y en el sepulcro,
¿quién te alabará?
Mis ojos están roídos por la angustia, envejecidos por culpa
de los que me odian."

El hombre en soledad. El hombre rodeado de odio. Se siente enfermo.

Reclama del cielo el bálsamo del consuelo, el remedio contra tanto dolor.
Percibe que no es ésa la vida; percibe que en tal condición está más cerca
de la muerte que de la vida.
Y no quiere morir. Quiere vivir. Quiere ser feliz. Quiere alabar el nombre
de Dios.
Cuando falta el amor, cuando el odio se entroniza en las almas, pareciera
que el propio Dios se hubiera alejado, se hubiera eclipsado. Por eso
comienza el poema invocando a Dios, reclamando Su presencia.

Su cercanía: c'Y Tú, Dios, ¿hasta cuándo. . . P" En soledosa desesperación


levanta el poeta su grito al cielo. La plegaria intenta conmover al cielo y
revolucionar la realidad. Porque la plegaria es función de la realidad. No
huye en direcci6n del cielo.

Se queda aquí, en esta dolorosa realidad y exige del cielo que esta realidad
sea transformada y que el dolor sea extirpado. Porque el fin del hombre es
alabar, esto es, tomarse portavoz de la belleza y del esplendor y de la
gratitud. No quiere sucumbir al odio; tampoco quiere la evasión de la
muerte. Quiere alabar; quiere vida, amor, felicidad.

PUESTO Que en la muerte no hay memoria de Tí, y


en el sepulcro ¿quién te alabará?" (VI, 6) 2
"Los muertos no pueden alabar a Dios. . . " (CXV, 17 65:17)
"No moriré, sino viviré, y narraré las obras del Señor"
(CXVIII, 17)
"Alabaré a Dios mientras viva;
Cantaré a mi Señor mientras exista." (CXLVI, 2)
"¿Qué 'provecho habrá cuando yo enmudezca,
cuando descienda al sepulcro? ¿Acaso podrá el polvo
ensalzarte, acaso podrá narrar Tu verdad?" (XXX, IO)

2
En el original hebreo es el versículo 6; en la traducción al castellano hecha
por los protestantes figura como versículo 5.

8
"Porque salvaste mi alma de la muerte y preservaste
mis pies de la caída, para que continúe caminando
frente a Dios, en la luz de la vida." (LVI, 14)
¿Qué nos enseñan estos versículos espigados al azar del libro de los Salmos?
Nos enseñan la afirmación de la vida.
Grande puede ser la pena, la desdicha, la angustia, pero la vida sigue siendo
siempre el valor supremo: El poeta afirma rotunda y constantemente la vida.

Vivir para narrar las obras del Señor. Vivir para cantar la maravilla de la
existencia. Todo el sentido está aquí, en esta vida. Esta vida que es camino, y
este camino que es camino "frente a Dios".

Sócrates, el gran filósofo griego, se alegraba con la proximidad inminente de la


muerte. Sócrates pretendía que en la muerte o después de ella iría a encontrar
la verdad pura que aquí, en esta vida, no se halla.

Distinta v Fundamentalmente opuesta es la visión del poeta salmístico.


Claramente lo dice: -
"¿Acaso podrá el polvo ensalzarte, acaso
podrá narrar Tu verdad?" (XXX, IO)
El poeta de los Salmos niega la negación que es la muerte. Considera que la
verdad, la culminante verdad de Dios, necesita de esta vida; de esta vida personal
e individualmente encamada ( yaciente), de mí, de ti.

Moisés lo había dicho: elegirás la vida." El poeta hace suya esta elección y la
entorna con lo más precioso de su lirismo. Sabe el poeta que la existencia de
Dios de ninguna manera depende de la existencia del hombre.

Empero, por otra parte, insiste el poeta en afirmar una y otra vez que la
existencia divina debe ser "narrada", atestiguada, cantada por la existencia
del hombre.

Cuando el hombre muere y la voz enmudece pierde el universo una


posibilidad "narrativa" de la existencia divina.
Mientras el hombre narra a Dios, su existencia es radicalmente vida y —valga
la paradójica expresión— no puede morir. Al respecto bien dice
alegóricamente la leyenda que el padre de los Salmos, David, vivía cantando
a Dios y el Ángel de la Muerte no pudo tomar su alma sino provocando un
accidente, y sólo entonces, cuando David por un instante dejó de cantar, sólo
entonces desprendiese su alma de la vida, Vivir es negar la muerte, negar la
negación, ligarse a lo eterno e inmortal. Vivir, realmente, es elegir la vida.

EL HOMBRE no está solo. Vive en sociedad.

No es una cuestión de hecho; es una cuestión de esencia. Cuando fue creado,


Dios dijo: "No es bueno que el hombre esté solo." Inmediatamente después
fue creado el otro-ser, la mujer. Si analizamos la frase citada (vid. Génesis II,
18) notaremos en ella la correlación: "no es bueno" - "solo".

En la concepción judaica el hombre se realiza sólo y tan sólo en relación con


otros hombres. En la relación radica la esencia de la humanidad. Cuando el
hombre se busca a sí mismo busca al prójimo. En esta perspectiva se coloca
el salmista. Busca al hombre, busca al amor, busca la relación profunda.
auténtica. ontológica. Pero se encuentra solo; porque topa con 'el odio, con la
relación negada y mutilada. De ahí su desdicha. El hombre que busca al
hombre es el mismo que busca a Dios. El hombre que niega al hombre es el
mismo que niega a Dios. Asi lo ve el poeta de los Salmos:

"Dijo el corrupto en su corazón: No hay Dios." (XIV, l).


En el texto hebreo está escrito naval. Hemos traducido: "corrupto". La
traducción latina escribe: insipiens; y la versión castellana que sigue sus
pasos traduce: "insensato", "necio".
Queremos explicar el original sentido del término hebreo naval.
Evidentemente está matizado de negatividad: malo, perverso, necio,
pecador. Pero naval en hebreo significa literalmente algo carcomido,
podrido, corrompido; naval, pues, es un hombre moralmente deshecho,
desmoronado. Su actitud no es momentánea ni caprichosa; es fruto de una
larga experiencia en el mal y en la negatividad. De ahí su máxima
conclusión: "No hay Dios." Pero ¿cuál es la prueba de la no existencia de
Dios?
"Dijo el corrupto en su corazón: No hay Dios.
Destruyen, realizan acciones repugnantes, no hay
quien haga el bien.
Dios desde el cielo contempló a los hombres
para ver si había alguien con entendimiento que
buscara a Dios. Todos se desviaron, conjuntamente
se macularon. No hay quien haga el bien, no hay ni
siquiera uno."

Naval es el hombre corrupto, moralmente marchito y desquiciado. Es


lo contrario del hombre bueno y feliz de quien hablaba el Cap. I, donde se
decía que este último se compara a un árbol cuyas "hojas no se
Decimos esto porque "no se marchitan" es en hebreo de la misma raíz
de naval. Así, pues, se trata del contra-tipo del justo. Este hombre afirma que
no hay Dios. E inmediatamente el poeta explica en qué consiste y de qué
manera se concreta esa afirmación teórica. Vuelva el lector a leer nuestra
traducción que pretende reproducir el juego estilístico del original:
"No hay Dios."
"No hay quien haga el bien."
"Si había alguien con entendimiento."
"No hay quien haga el bien."
"No hay ni siquiera uno."
No hay Dios significa, por lo tanto, todas las otras negaciones
posteriores: no hay hombres de bien, hay corrupción, hay destrucción, no
hay bondad, no hay justicia, hay iniquidad, no hay entendimiento.
El filósofo cristiano de la Edad Media, Anselmo de Canterbury (1033-
1109) se basó en las primeras palabras del texto que comentamos para
fundamentar, al contrario, una prueba de la existencia de Dios.

En su versión se trata del hombre "insensato", esto es del hombre de


inteligencia confusa y contradictoria.
Cuando el insensato expresa que "no hay Dios" sabe lo que dice y entiende
el contenido de su expresión. Habla de Dios. Posee la idea de Dios. Se puede
hablar de cualquier cosa inexistente y mencionarla.

Pero en el caso de Dios es distinto: Su idea, Su esencia, implica Su


existencia. Puesto que la idea de Dios implica la perfección máxima, ello exige
que Dios exista, porque si no existiera sería imperfecto. Este razonamiento —
que tuvo mucha repercusión en el desarrollo filosófico posterior— se denomina
"argumento ontológico", es decir argumento en el cual se intenta demostrar que
la esencia-idea de Dios reclama automáticamente Su existencia.

Por eso mismo, dice Anselmo, el hombre que dice "no hay Dios" es un
in— sensato, porque está contradiciendo su propia afirmación al incluir en ella
el término "Dios".

La interpretación de Anselmo no deja de ser interesante y aun profunda. Pero


importa destacar que se atiene tan sólo al versículo inicia] y deja de lado la propia
interpretación que da el Salmista a esas palabras iniciales. El poeta de los Salmos,
repetimos, no es un filósofo, ni un teólogo. Él no encara teoréticamente el
problema de la existencia de Dios.
Para él se reduce a un problema fáctico, humano, terrenal, y no precisamente
especulativo, mental, ideológico. "No hay Dios" significa, sin solución de
continuidad, "no hay quien haga el bien", no hay hombres puros, no hay justicia,
no hay —sensu stricto— humanidad. La cuestión existencial no es divagar y
discutir en torno de la idea divina, sino buscar a Dios.
Esta búsqueda no se realiza simplemente con la mente, con las potencias
intelectuales; debe realizarse con toda la vida, con todos los momentos y facetas
de la existencia con la totalidad e integralidad de la humanidad que cada
individuo lleva consigo. Como dice el mismo poeta en el Cap. XXXV:
"Todos mis huesos dirán:
Dios, ¿quién se compara a Ti?"
Todos mis huesos, es decir, todo el ser. No se trata pues meramente de un
hombre que ha errado en sus divagaciones intelectuales y ha caído en una
insensata interpretación. Se trata de algo mucho más radical: es el hombre que en
todos sus actos ve en todas sus manifestaciones está negando a Dios. un "no hay"
remite en consecuencia a todas las negaciones consecuentes.
Por eso sufre el poeta. Sufre por ese "No" que se esparce como simiente de
ponzoña en todos los ámbitos. El problema no es creer o no creer. El problema
es vivir: cómo se vive.

La dicha —la suprema aspiración del hombre— no se da ni se logra a base


de creencias o de ideas especulativas.

Depende de qué se hace, de cómo se vive, de con quién se vive.

Si no hay Dios, esto es si el hombre niega en cada uno de sus actos la


divinidad correlativa del bien, de la felicidad, de la belleza, de la -pureza, si es
así tampoco hay hombre.

Por eso sufre el poeta de los Salmos. Sufre pero sabe que sí hay Dios, Sabe
pues que también cabe la esperanza de que la flor marchita de naval se pierda' y
broten en su lugar flores nuevas y fragantes. Si hay Dios, hay esperanza.

VI
EL BIEN es ante todo la negación del mal, así como la vida es ante todo la'
negación y el rechazo de la muerte. Vimos el mal, vimos al hombre corrupto, no
por sus ideas o por sus elucubraciones ( creaciones ) metafísicas, sino por sus
actos.

Inmediatamente detrás de él viene la presentación contraria del hombre justo.


El hombre justo no elucubra en torno de la idea de Dios. El hombre bueno vive a
Dios en la realidad cotidiana que cada uno de sus pasos involucra. Pero, ¿quién es
justo, quién es bueno? ¿Quién está cerca de Dios? Así comienza preguntando el
salmo XV, y da la respuesta:
"El que vive con integridad y hace justicia, y dice la
verdad con todo su corazón. Quien no calumnia con
su lengua, ni daña a su prójimo, ni arroja vergüenza
sobre su vecino, y honra a los temerosos de Dios."
una vez más el hombre no se define por lo que piensa sino por lo que hace.
No es un hombre ideal, de otro mundo. Es ingenuo, simple, sencillo, y sobre todo
íntegro: "el que vive con integridad". Lo que decide es la pureza interior, la pureza
del corazón; esa pureza es su verdad. Análogamente dice el poeta en el salmo
Salmos XXIV:
"Limpio de manos y puro de corazón."

12
Este hombre, el hombre bueno y puro, afirma en su propia pureza la
existencia y la presencia de Dios. ¿Quién está cerca de Dios? Quien se acerca a
Dios por la fáctica (efectiva ) vía de la verdad y de la integridad. Está cerca de
Dios, y siente a Dios cerca de sí. "Dios está cerca de aquellos que Lo invocan, de
todos aquellos que Lo llaman con verdad." (CXLV, 18)
Decía el gran pensador Martín Buber a propósito de estos temas salmísticos
3
que el corazón es el factor decisivo y determinante. Buber se detiene
particularmente en el Cap. LXXIII que comienza con las palabras:
"Empero, bueno es Dios con Israel, con los
puros de corazón."
No con todos es Dios bueno, sino tan sólo con aquellos que son puros de
corazón. Y Buber dice: "La situación del corazón es la decisiva. Si el corazón se
encuentra en los límites de la verdad, en la cual el hombre aprende a conocer la
bondad divina; o bien se encuentra en los límites de la falsedad, en la cual
confunde el hecho de la penuria humana con la suposición de que Dios no es
bueno con el hombre."
El corazón, pues, es quien debe decidir. El corazón y no las precarias
manifestaciones exteriores de éxitos y fracasos. En la interioridad del corazón
debe consolidarse la verdad, y no en la apariencia brillante de unos, oscura y
atormentada de otros.
Puede y suele ocurrir muy a menudo que detrás de oscuras y angustiadas
apariencias se oculte un corazón puro y noble. Detrás de la apariencia está la
verdad. El corazón —insiste y repite Buber— es el que decide. Engaña la
apariencia, así como engañan las bellas y acicaladas palabras; verdades aparentes,
verdades de los labios y no del corazón.

3
Martín Buber: La justicia y la iniquidad según los Salmos. Univ. Hebrea de
Jerusalem; Jerusalem, 1961.

13
El corazón puro es el corazón íntegro, total, indivisible. Frente a él se opone
el corazón escindido (dividido ), la doblez del alma, la' hipocresía espiritual,
descritas en el Cap. XII:
'Falsamente habla un hombre con su prójimo, con
pulido idioma, çon corazón y corazón hablan."
Corazón y corazón. Como si el hombre pudiera tener varios cora-
zones, usando ora uno, ora otro. Este es el hombre que vive en traición perpetua:
contra su prójimo, contra sí mismo. De ellos se aparta el poeta para admirar a
los puros, a los íntegros, a los auténticos.

VII

Los SALMOS son poemas líricos (tiernos , poéticos ) y no poemas


filosóficos. Sólo que, nosotros, al intentar transmitir su contenido, disecamos las
palabras y las transformamos en conceptos fríos y esquemáticos. Poemas líricos,
poemas estremecidos, cálidos, palpitantes, arlhelantes. En todos ellos resuena el
eco de la vida, de la luz, de la belleza, de la maravilla cósmica, del dulce misterio
de la existencia. una y otra vez vuelve el poeta a contemplar el milagro de la
creación y su alma se inflama de admiración y veneración al Creador.
"Cuando veo tus cielos, obra de tus manos, la luna y las
estrellas que Tú formaste. . .
El milagro del primer día de la Creación se renueva día a día frente a los
ojos exaltados de poesía. El hombre puro (en hebreo- bar) es el hombre que sabe
descubrir y admirar día a día la Creación (en hebreo hará, creó).

"Un corazón puro, créame Dios, y un espíritu recto


renueva en mí" CLI, 12) 5
El hombre puro se abre al mundo y a la maravilla. Su admiración se torna
canto, alegría, alborozo. Quien afirma la presencia de Dios, afirma la presencia
de la poesía. Frente a estos ojos poéticos todo' lo existente, aun lo más nimio
(excesivo ) y aparentemente insignificante, revela la presencia de Dios. De este
manantial inagotable brota el canto.
"Alegraos, oh justos, en Dios; en los hombres rectos
es hermosa la alabanza. Ensalzad a Dios con arpa,

4
En el original hebreo de la Biblia es el versículo 4; en la traducción antes.
mencionada figura como versículo 3.
5
El versículo 12 del original hebreo figura comp versículo 10 en la referida
traducción.
cantadle con salterio y decacordio.
Cantadle un canto nuevo. .. (XXXIII, 1-3)
Alegrarse en Dios, dice el poeta. La alegría está en Dios; y viceversa, Dios
está en la alegría. La maravilla de la Creación se renueva a cada instante y exige,
por lo tanto, un canto nuevo. En el salmo CIV encontramos la
apoteosis(ensalzamiento ) de esta' admiración, del alma hecha canto y loa ante la
belleza de la naturaleza:
"Bendice, alma mía, a Dios. ¡Dios
mío, cuán grande eres!
iTe has vestido de gloria y de belleza! Se
envuelve de luz, como un vestido; extiende los
cielos como una cortina. Establece sus
aposentos entre las aguas; cabalga sobre las
nubes; se desliza sobre las alas del viento. Los
vientos son sus mensajeros; llamas ardientes
son sus sirvientes.

Cuán grandes son tus obras, Dios, todas hechas


con sabiduría; se llenó la tierra de tus creaciones.
El mar grande y anchuroso, en donde se mueven
seres innumerables, seres pequeños, y seres
grandes. Allí transitan las naves, y el Leviatán que
creaste para jugar con él. Todos ellos esperan en ti
para que les des su comida a su tiempo."

Sabe el Salmista de los accidentes de la existencia, del dolor y de la alegría,


de luces y sombras, pero jamás pone en duda la belleza de la totalidad del mundo;
belleza que remite constantemente a lo superior, al Creador, a la' fuente. _ Por
eso sabe también el Salmista que el fin del hombre, la felicidad, consiste en lograr
percibir esta belleza que es huella patente de la mano de Dios. Por eso hay que
agradecer; por eso hay que cantar; por eso hay que alabar; por eso todos los
poemas, cualquiera sea su contenido y su tono, concluyen en loa y alabanza.

Tehilim, el nombre hebraico de los Salmos, significa alabanzas. Pero no se


trata de un alabar ritual e impuesto, no.
Es la espontaneidad del alma que se sumerge en las bellezas del universo
y dentro de ellas reconoce su propia belleza y se siente impulsada a agradecer,
a alabar.

Agradecer significa reconocer la gracia.

El hombre vive y suele pasar junto a la gracia y no reconocerla, no fijarse


en ella. Poeta es el hombre que descubre y revalúa la gracia en la existencia.

Poeta es el creador de los Salmos, Dice la leyenda que cuando David


concluyó de componer su obra salmística sintióse extraordinariamente feliz y
llegó a envanecerse y a expresarse así frente a Dios: "Señor del Mundo: ¿Acaso
hay algún otro ser creado en tu mundo que pronuncie delante de ti más cantos y
alabanzas que yo?' En ese instante apareció frente al rey una rana que le dijo:
"David, no te envanezcas tanto, puesto que yo pronuncio cantos y alabanzas más
que tú".
En efecto, el mundo salmístico es un mundo de plenitud cantante. Porque
todo lleva en sí la impronta de Dios, todo resulta ser de una manera u otra, un
canto y un poema referido al cielo.

"Halelu-yá" es el son glorioso. que hilvana a todos los salmos y significat


"Alabad 'a Dios". Los profetas soñaban con un final de los tiempos en el cual se
establecetá la fraternidad universal. El salmista quiere unificar a todo el universo
en un solo canto, en una sola expresión de "haleluyá", que redima todas las
diferencias y todos los contrastes, formando de la totalidad universal una sola
criatura que se vuelca líricamente frente al único Creador: Así lo dice en el
extraordinario salmo CXLVIII:
"iAlabad a Dios!
Alabad a DIOS desde los cielos; alabadle,
todos los ángeles; alabadle, ejércitos
celestiales; alabadle, el sol y la luna;
alabadle, todas las estrellas luminosas;
alabadle, cielos de los cielos, y las aguas, por
encima de los cielos.

Alabad a Dios desde la tierra, los animales marinos


y todos los abismos;
EL SALM I S TA DAVID
Dibujo de A,rthur Szyk
el fuego y el granizo, la nieve y el vaporo el viento
tempestuoso que ejecuta Su palabra; los montes y las
colinas, los árboles frutales y todos cedros; la bestia y
los animales, los reptiles y los pájaros; los reyes y todas
las naciones, ministros y todos los jueces;
varones y muchachas, ancianos y jóvenes."

VIII
LAS PASCAL escribía: "Estando Dios oculto, toda religión que no dice que
Dios está oculto no es verdadera; y toda religión que no da la razón de esto no es
instructiva. Vere tu es Deus absconditus (Verdaderamente tú eres un Dios
oculto)."

El poeta de los Salmos se opone manifiestamente a la concepción de Pascal.


Dios no está oculto. Dios está manifiesto y evidente en cada uno de los pasos de
la vida, de esta vida, de la vida del poeta y de la vida que el poeta atestigua.
Dios no está oculto, pero en el dramatismo de la existencia, compuesto de luces
y sombras, de presencias y ausencias, Dios suele ocultar su rostro; esto es, el
hombre suele no-ver a Dios. Hay momentos de eclipse divino, diríamos. Y a base
de versículos salmísticos demostramos que esos momentos son correlativos de
momentos de eclipse humano. Salmo CII:
"Oración del que sufre y cuando su alma se
cubre de pena delante de Dios derrama su
lamento: Dios, oye mi plegaria, y llegue a Ti
mi clamor. No ocultes de mí tu rostro en el
día de mi angustia."
Cuando la alegría y el canto inundan el alma del poeta, siente el poeta la
presencia inmediata de Dios. Su alegría es en Dios. Pero cuando germinan
instantes de tristeza y abandono, cuando azota el odio y la desesperación, entonces
siente el poeta como si la faz' de Dios se hubiera ocultado, eclipsado.
Más conceptualmente lo explica el profeta Isaías: "Vuestros pecados
establecieron la separación entre vosotros y vuestro Dios, y vuestras iniquidades
ocultaron el rostro (de Dios) (Isaías, LIX, 2).

En otro contexto demuestra Isaías patentemente la presencia de Dios que se


torna ocultamiento gracias a la ausencia del hombre: ct¿Por qué vine y no encontré
a nadie? ¿Por qué llamé y nadie me responde?' (Isaías, L, 2)

El poeta de los Salmos en calidad de dramático ser humano puede desesperar


y, efectivamente, desespera, pero jamás llega a hacer de la desesperación un status
vital y definitivo. La desesperación es para él la fuente original de la esperanza.
Cuando se siente caer es cuando más percibe la cercanía del cielo. De ahí el
versículo que tornase en símbolo de la existencia humana:
"¡Desde las profundidades te llamé, Dios!" (CXXX 1)
El hombre en el de profundis, cuando todo parece perderse, se gana y gana
correlativamente a Dios.
Dios no está oculto sino cuando se velan los ojos del hombre.
Cuando Dios es llamado-invocado, ahí, repentinamente, se toma presente y
verdad incontestable. Nadie como el poeta de los Salmos supo conocer en sus
raíces la verdad del de profundis. En las superficies no está Dios, Las superficies
encubren a Dios.
En la profundidad se revela; porque profundidad es llamado e invocación.
A la voz que llama corresponde la voz que responde. Están las voces que
hablan de Dios, del Deus absconditus. Voces dialécticas y superficiales. Están las
otras voces, la del poeta de los Salmos, que hablan a Dios, que viven Su existencia-
presencia.
Al respecto dice irónicamente Sõren Kierkegaard: "El hombre nunca es tan
familiar con Dios como cuando está más lejos de él. . . " (Tratado de la
Desesperación) Fría familiaridad de la lejanía. La cercanía no es familiaridad sino
plena convivencia. La cercanía no es -familiaridad; es amor, plenitud de éxtasis:
"Yo, con justicia, veré Tu rostro; despierto me saciaré con la
presencia de Tu imagen."
(XVII,15)
LA BELLEZA del universo natural conmueve hasta los cimientos del alma al
poeta de los Salmos. Todo canta a Dios; todo revela la mano creadora. Este
sentimiento exaltado frente a los fenómenos naturales se trasunta ( copia,
traslada )no sólo en el contenido de los salmos, sino también en el estilo, en
las metáforas que el poeta elige para expresar sus distintos estados anímicos.
Así, verbi gratia, cuando el poeta nos narra su soledad y su desamparo, se
compara con las aves del cielo y dice:
"Aun el gorrión halló un hogar, y la golondrina su nido
donde colocó a los polluelos. . . CLXXXIV, 3)
Las aves hallaron hogar, nido, refugio; él, el poeta, en cambio, se siente solo
y a la intemperie. O, en otro contexto espiritual semejante, el poeta expresa su
anhelo y su añoranza de Dios en los siguientes términos:

'Como el ciervo suspira anhelante por


cauces de aguas, así te anhela, Dios, el
alma mía.
Mi alma está sedienta de Dios, del Dios
vivo." (XLII, 1-2)

Vimos al comienzo la imagen del hombre justo y feliz, representada como un


árbol que crece junto a un inagotable arroyo. Esta imagen retorna en el transcurso
del libro.

"El justo florecerá como la palmera, se encumbrará como


cedro -del Líbano." (XCII, 13)
Los exegetas talmúdicos se fijaron en esta imagen de los Salmos y se
preguntaron por qué el poeta había elegido precisamente la analogía metafórica
del cedro y la palmera. Los exegetas explicaron que el cedro y la palmera toma'n
mucho trabajo y esfuerzo hasta que prenden y crecen.

Cuando se corta un cedro o una palmera, pasará mucho tiempo hasta que otro
ejemplar de su estirpe los reemplace. Asimismo, ocurre —explicaban los
exegetas— con los justos.

Cuando muere un justo ello representa una gran pérdida', porque pasará
mucho tiempo hasta que surja otro justo y llene el vacío.

Los días tristes, los días de angustia y de dolor, son descritos así:
"Mis días se consumieron como humo, y mis
huesos cual hoguera están quemados; mi corazón está herido
y seco como la hierba.

Me semejo al pelícano del desierto, al buho


de los yermos; velo, y soy como el pájaro
solitario sobre el tejado." (CII, 3-7)

Cuando el salmista intenta fiaducirnos su inconmovible confianza en Dios y


la absoluta seguridad de su espíritu, se compara a un cordero guiado siempre por
la mano de su pastor:

'Dios es mi pastor; nada me faltará.


En oasis de suaves hierbas me hará descansar; me conducirá
junto a aguas reposadas." (XXIII, 1-2)

x
EL CLÁSICO TEMA de la brevedad y de la poquedad de la existencia humana
encuentra ecos muy específicos en los poemas salmisticos.

El tema es viejo como la misma humanidad. Pfndaro comparaba la


contingencia de nuestra vida con la sombra de un sueño. El mismo Génesis en
cierto rapto de pesimismo afirma: 'Pues polvo eres, y al polvo volverás." Job se
lamentaban porque el hombre tiene "cortos días y muchas penas".

Boecio (De Consolatione Philosophiae) hacía un análisis muy lúcido de la


situación que ocupa el hombre en el universo para demostrar que "el espacio que
le resta al hombre apenas si merece el nombre de infinitesimal". (minúsculo )

Isaías comparaba el accidentalismo de la vida con la precariedad de la hierba


que ora florece y ora se marchita y se extingue. Asi podríamos escalonar una
antología (selección ) de citas tomadas de las más diversas y aun contradictorias
fuentes que confluyen en la idea común que denominamos 'brevedad y poquedad
de la existencia humana". Veamos ahora qué aspecto toma el tema en el libro de
los Salmos y a qué conclusiones conduce.

'Porque mil años ante tus ojos


son como el día de ayer, transcurrido, y como
una de las vigilias nocturnas.
Consumimos nuestros años como un suspiro. Los días de nuestra edad
son setenta años, y cuanto más son ochenta años, y su fuerza se diluye
en trabajo y nada, porque transcurren rápidamente y volamos." (XC, 4,
9-10)

'Porque en un instante dependemos de Su ira, y la vida'


de Su voluntad; al anochecer surge el llanto, al
amanecer la alegría." (XXX, 6)
"Mis días se consumieron como humo." (CII, 3)
"Cuando veo tus cielos, obra de tus manos, la luna y las
estrellas que Tú formaste, pregunto: ¿Qué es el hombre para
que lo recuerdes, el ser humano para que lo tengas en cuenta?
Lo has hecho poco menos que los ángeles y de honor y de
gloria Io coronaste." (VIII, 3-5)

Breve vida humana, breve, penosa, circunstancial, contingente. El tema,


según vemos, se da también en los Salmos. Pero debemos considerarlo dentro de
su contexto peculiar. Es el hombre que enfrenta a la eternidad.

Es el hombre que enfrenta la maravilla del universo, es decir el milagro de


la Creación. Es el hombre, en fin, que enfrenta a Dios, De este enfrentamiento
emerge la existencia humana aparentemente despojada de grandeza y de
trascendencia. Aparentemente, dijimos. Porque aquí como en Isaías, cuando el
hombre toma conciencia de su posición en el mundo y de su propia poquedad, aquí
mismo se engrandece y se enaltece.

Porque su pequeñez es relativa: pequeñez frente a Dios. Empero, por otra


parte, esa conciencia también le demuestra que está ligado a Dios, que forma parte
del gran milagro de la vida y que, si bien no puede evitar la muerte, no obstante
puede ligarse a la eternidad en plena vida. Nada es el hombre, visto desde el cielo.
Todo es el hombre cuando él mismo liga su existencia terrenal al cielo.

ESTA ALTURA de nuestra exposición queremos detenernos para trazar un


esquema globalizador de la cosmovisión que encontramos en los Salmos.
Insistimos: los Salmos son poemas líricos, y bien acotaba agudamente Mallarmé
que la poesía se hace con palabras y no con ideas; las ideas corren a cuenta del
lector-expositor, es decir son un resultado concomitante de la lectura y de la
interpretación. La poesía misma resulta inefable en la "explicación .
La poesía de los Salmos entronca ( vincula ), evidentemente, en una
concepción del mundo bíblica-judaica. Cuando, a través de centenares de
generaciones, el judío leía los Salmos, en realidad no los leía, sino que los decía,
esto es, encontraba en ellos su propia expresión y la expresión del pueblo todo.
La concepción judaica-bíblica del mundo no es racionalista. El origen del
mundo, la Creación, es el milagro. El milagro rompe el encadenamiento racional-
natural de causas y efectos.

El origen del mundo está en el Creador, Dios.


El racionalismo niega y, en general, no concibe una creación ex nihilo, de la
nada. El judaísmo, al contrario, fundamenta el mundo y la historia en un
'comienzo?', en el versículo trascendental que dice: "En el comienzo creó Dios al
cielo y la tierra." Dios y Creación son conceptos correlativos e implicantes.
El milagro del comienzo lo ve el salmista en la sucesión de los días, de sus
propios días: el instante del llanto al anochecer; el instante de la alegría, al
amanecer. Eso es maravilla y milagro. un hombre que cuenta con Dios en su vida
no como mera idea teológica-metafísica, sino como presencia fáctica ( real,
efectiva ) y determinante, un hombre así enfrenta el mundo con ojos admirados.
El salmista vive para la admiración, para el "canto nuevo", producto de ojos
siempre nuevos capaces de percibir y admirar un mundo siempre nuevo. Así, en
todo momento, en todo objeto, en todo acontecimiento puede asomar la belleza.

Ello es posible sólo en el caso de un corazón puro.

El corazón puro no se logra gracias a difíciles ascetismos. Exige muy poco:


integridad, fidelidad, amor, entrega, bondad, caridad. Sobre todo, amor. Amor a la
existencia en su totalidad, a todos los seres, particularmente al otro-ser, al hombre.

El hombre, en estas condiciones, descubre la belleza y la maravilla no ya


fuera de sí, en la contemplación del mundo exterior, sino dentro de sí, es decir en
sus relaciones propiamente humanas. Y esto es felicidad.

Y esto es también estar-con Dios. Pero la existencia es dramática en todos


sus aspectos. Cambian las estaciones del año; hay hojas que se marchitan y otras
que florecen; hay hielo y hay fuego; hay alegría y hay pena; hay hombres puros y
hay hombres de "corazón y corazón", falsos-impuros-corruptos, portavoces del
odio y de la des-integración.
No es que el salmista lo sepa teoréticamente; el salmista lo vive. La felicidad
no es pues una propiedad que el hombre puede conquistar para sí en forma
definitiva. La felicidad, como Dios, ora se manifiesta, ora se oculta y se eclipsa.

Por su manifestación lucha el salmista. Cuando el salmista dice, pues, "Feliz


del hombre no nos indica un ser absoluta y definitivamente feliz, sino un ser que
conoce la felicidad y que, por lo tanto, lucha por ella, la espera, la ansía, la
anhela.

Como el árbol de profundas raíces, tendrá tristes momentos otoñales de frío


y desnudez y soledad, Pero el árbol de profundas raíces vive para la primavera;
está radicado en la felicidad: aunque no la tenga presente vive referido a ella.

En los duros momentos otoñales e invernales espera la redención, la


salvación. Porque también la primavera es un milagro. En última instancia, aún
después de haberlo comprendido todo, notamos que lo esencial queda fuera de las
márgenes de nuestra comprensión; y lo esencial es ese algo extraordinariamente
vivido y extraordinariamente indefinible e incomprensible: la felicidad. "Feliz del
hombre dice el poeta, y estremecido de angustia y de espera alza sus ojos al cielo,
fuente del milagro, de la belleza.

En el dramatismo de la existencia dos son las fuerzas polarmente opuestas que


parecen movilizar todos los pasos humanos: el bien y el mal. Dijimos ya que, en
realidad, el bien y el mal, en calidad de conceptos abstractos, poco o nada
importan; lo que importa es la conexión humana: hombres buenos, hombres malos.

Los Salmos se inician, sin rodeos, con esta distinción fundamental: Dos tipos
de hombres, dos formas de vida, dos estilos de existencia, dos caminos y dos
destinos. En el uno está Dios; en el otro, falta Dios. En -el uno cabe la posibilidad
de la dicha; en el otro esta posibilidad está descartada y los días transcurren
como cascarilla vegetal azotada y gobernada por caprichosos vientos.

El hombre bueno afirma la vida; el hombre malo la niega. En general la bondad


consiste en una sucesión de pasos afirmativos, positivos, que tienden a la unión, a
la integración a través del amor.

La maldad, al contrario, está signada bajo signo negativo como ideal: "No hay
Dios. . . No hay quien haga el bien." El odio desgarra al hombre de sí mismo, de
sus prójimos, del mundo, de Dios. En la negación el hombre no tiene raíces y es
como frágil tamo en manos de la tempestad.
El salmista vive la lucha con los hombres negativos. No puede recluirse ni
quiere recluirse. Vivir es compartir. Vivir es confrontarse. Ser feliz es ser feliz con
alguien, respecto de alguien, para alguien, por alguien.
Los Salmos constituyen, pues, desde* este punto de vista, un grito de rebeldía
contra un mundo en descomposición, en corrupción. Nadie como el salmista ha
expresado este fervoroso anhelo de felicidad-fraternidad:
"Cuán bueno y cuán delicioso es que
los hermanos vivan juntos.

Es como el rocío del monte Jermón que


desciende sobre las colinas de Sion, donde Dios
envió su bendición:
la vida eterna." (CXXXIII, 1-3)
Vivir juntos.
Porque son hermanos.
Porque sólo en la conjunción de los hombres la vida adquiere su verdadero
significado y realiza su verdadera finalidad: la bondad, la delicia, la felicidad.
Cuando la vida se realiza, se realiza también, es decir cobra realidad, la bendición
divina. O, si se quiere, entonces se percibe la vida como bendición divina, como
milagroso rocío celestial.

Afirmación de la vida. "No moriré, sino viviré. . . " Negar la negación,


Cuando la' vida se afirma y halla su sentido, los días dejan de transcurrir y de
consumirse cual vano humo. Cuando los hermanos viven juntos", la vida se torna
bendición y la existencia deja de ser mera contingencia para tornarse "Vida
eterna".

XII

INDIVIDUALMENTE, el hombre del pueblo hebreo se sentía —se siente—


identificado -con cada una de las palabras de los Salmos. En calidad de hombre y
de existencia personal decía en los versículos salmísticos sus propias alegrías,
penas, zozobras, exaltaciones, esperanzas anhelos.
Gracias a este profundo contenido humanista pudieron los Salmos transformarse
en poesía universal, en lirismo (ternura ) válido para todos los tiempos, para todos
los hombres. Pero hay otra faceta, la faceta nacional, el aspecto específicamente
judaico.
No porque hayan brotado del alma y de la pluma de un poeta judío. La razón es
más profunda.
El poeta, de a ratos, no es el individuo sino el pueblo todo, el pueblo judío.
Reflejan, pues, los Salmos ora el alma individual, ora el alma nacional. Hasta
ahora hemos enfocado los poemas sólo desde el primer punto de vista. Ahora
pasamos a la contrafaz de la obra, a la faz nacional-popular. Pero en verdad, como
demostraremos, no se trata de una dualidad temática, sino de una unidad esencial
que se expresa y manifiesta de distintas maneras. una faz se engarza (encaja ) en
la otra; una faz se explica en la otra,
"Alabad a Dios; alabad el nombre de Dios;
alabad siervos de Dios.» (CXXXV, 1)
Volvemos al tema central de los Salmos: HaleLu-yá, alabad a Dios. ¿A quién
se dirige el poeta? ¿Quién es capaz de alabar a Dios? El hombre puro, ya lo vimos.
El hombre que tiene ojos para admirar y boca para alabar, para agradecer, para
reconocer la gracia divina en la existencia. En el texto transcripto este hombre es
denominado "siervo -de Dios".
El tema del ('siervo de Dios" fue particularmente desarrollado por el
profeta Isaías 6. El justo es denominado "siervo de Dios". Esta denominación
encubre una aparente paradoja. Es la paradoja del hombre justo y puro que la
sociedad de los corruptos persigue y acorrala constantemente con sus burlas y
escarnios.

Por otra parte este mismo hombre vive en continua referencia a Dios. Tiene
apariencia de "siervo", de mísero y desdichado. Pero la verdad —esa verdad
profunda que la sociedad de los impuros no puede ver— es que se trata de un
siervo, sí, pero de Dios. Detrás de su humildad se oculta su grandeza: su
referencia a Dios. Pero, ¿quiénes son, concretamente, los "siervos de Dios"?
"Alabad, siervos de Dios,

Este tema lo hemos desarrollado con mayor amplitud en Isaías, aparecido


en la colección {'Grandes Figuras del Judaísmo" (vol. X), de esta misma
Biblioteca.
los que estáis en la casa de Dios, en los atrios del
templo de nuestro Dios. Alabad a Dios porque es bueno,
cantad a Su nombre, porque es dulce. Porque Dios eligió a
Jacob, a Israel como joya suya." (CXXXV, 1-4)
Sabemos, pues, quiénes son los ('siervos de Dios": los hijos del pueblo de
Israel. A los ojos de los otros hombres son siervos y miserables; a los ojos del
cielo son los elegidos.

El destino del pueblo como individuo se halla poéticamente plasmado en el


libro de los Salmos. El concepto de "pueblo elegido" está lejos de significar
"pueblo privilegiado". Es el pueblo que eligió la vida. Es el pueblo que eligió a
Dios, a la pureza, a la justicia, a la virtud, al anhelo de felicidad y de fraternidad
universales.
Se eligió a sí mismo, decisivamente, sin dobleces, sin traiciones. Este es el
auténtico significado de elegido: "siervo de Dios". Siervo de un ideal, de un sueño,
de una aspiración humanista inigualable e incomparable. Se eligió para enseñar
al mundo no una verdad especulativa sino la verdad existencial del «estar juntos",
del amor y la caridad, la verdad esencial del hombre.
Esta elección tiene su precio. El precio es el de profundis. No es una teoría.
Es la historia misma del pueblo hebreo la que nos enseña el precio de la elección.
El precio de la elección, de esa decisión que afirma rotundamente la vida y el
amor, es precisamente el odio. Decían ya los antiguos sabios: "¿Por qué se llama
Sinaí (el monte donde el pueblo recibió la ley divina)? Porque sobre ese monte
descendió el odio (sin-á) de los pueblos del mundo."
El precio y la recompensa fueron ésos: el odio, el desprecio, la persecución,
la matanza. A la profundidad de la elección seguía la profundidad de la caída y del
dolor consecuentes. De profundis, aprendió a decir la humanidad culta y olvido
esa culta humanidad de dónde provenían esas dos palabras tan manoseadas por
sabios en sus citas librescas. Busquemos en su original, en el libro de los Salmos:
"iDesde las profundidades te llamé, Dios! Dios, oye
mi plegaria, atiendan tus oídos a la voz de mis
ruegos.

27.-
Esperé yo, esperó mi alma en Dios y confié en Su respuesta. Mi
alma esperó a Dios más que los centinelas a la mañana." (CXXX, 1-
2, 5-6)
Cualquier hombre de cualquier pueblo y de cualquier tiempo puede
pronunciar estas palabras. Pero originalmente fueron pronunciadas por todo el
pueblo hebreo. Ahí se traducen por una parte la angustia del pueblo que se
encuentra sumido en la oscuridad provocada por otros pueblos; por otra parte la
esperanza, la ininterrumpida esperanza en Dios, que aguarda el amanecer, le
redención.
Retornemos ahora al famoso capítulo que habla del hombre negador de Dios,
el hombre corrupto. Ahí habíamos leído que la negación de Dios consistía
prácticamente en la negación del bien, en la realización del mal: "No hay quien
haga el bien."

Pero ¿en qué consiste ese hacer el mal? Consiste en perseguir al bien, en
destruir a los portadores de la ley divina, en devorar a los "siervos de Dios":

"Los realizadores del mal devoran a


mi pueblo como si fuera pan." (XIV,
4)
Así, pues, la lucha entre el bien y el mal, deja de ser una lucha personal entre
individuos para tornarse en la lucha histórica del pueblo hebreo con el resto del
mundo que se embandera con odio y negaciones. Ya no es abstracto dramatismo
de la existencia en general; presenciamos el drama de la existencia histórica.

En esta cruenta batalla ¿qué podía hacer el "siervo de Dios"? Esperar, confiar
terminantemente en el valor absoluto de lo Absoluto. Era su destino. Él mismo lo
había elegido. Destino que enseñaba la fidelidad y la no-traición.

No debía traicionarse. Debía esperar y confiar en su senda histórica.


Pudieron ser masacrados los cuerpos judíos; pero jamás se extinguiría la fe y la
esperanza judaica que el poeta de los Salmos expresó en los siguientes términos:
"Aunque ande en valle cubierto de sombra de
muerte, no temeré mal alguno porque Tú estarás
conmigo." (XXIII, 4)
XIII

SE REPITE en los Salmos el tema de la soledad, del desamparo, de la pena, del


sufrimiento. Más aún: esas situaciones angustiosas son las que motivan la voz
lírica e imprecante del poeta. A veces parecen confundirse la perspectiva
individual y la perspectiva nacional, el poeta y el pueblo. Así, a título de ejemplo,
véanse estos versículos:
"Vé mi sufrimiento y mi penuria, y
perdona todos mis pecados.
Vé que mis enemigos se han multiplicado y con
odio rapaz me odian. Vela por mi alma y sálvame,
y que no pase vergüenza, puesto que en Ti me he
amparado.
Mi integridad y mi justicia habrán de cuidarme porque he
esperado en ti. Redime, Dios, a Israel de todas sus angustias."
(XXV, 18-22)

Apréciese en la cita transcripta cómo el poeta comienza hablando


individualmente y concluye rogando por la salvación de todo el pueblo.
Pero sobre todos los dolores y todas las angustias del pueblo pesan la pena .y
el sufrimiento del pueblo alejado de su tierra patria, del pueblo en el exilio. Todos
los seres de la naturaleza hallan reposo y paz en sus respectivos hogares: los
pájaros, las golondrinas, los animales del mar y de la tierra. un solo ser no tiene
hogar; un solo ser está a la intemperie, el ser del pueblo hebreo despojado de su
patria, de su casa.
Fueron expulsados de su tierra en el año 586, antes de la era corriente, por
manos babilónicas. Ahí están en el cautiverio de Babilonia y tienen los ojos
vueltos melancólicamente hacia Jerusalem, Sion, el Monte del Templo. Nacieron
para cantar, para alabar las maravillas de cielo y de la tierra, el milagro de la
felicidad; y están en el exilio y de sus gargantas sólo brotan voces tristes y dolidas,
voces de hombres en el exilio:
"Junto a los ríos de Babel, allí
estábamos, allí llorábamos
recordando a Sion.
Sobre los sauces

29
colgamos nuestras arpas. Porque nuestros
enemigos nos pedían que entonásemos
cantos, y nuestros burladores nos
reclamaban alegría diciendo: Cantad para
nosotros cantos de Sion
¿Cómo podremos entonar cantos de Dios en tierra
extraña?
Y Si yo te olvidare, oh Jerusalem, piérdase mi mano diestra;
enmudezca yo si. de ti no me acordare, si no enalteciere a
Jerusalem por encima de todas mis alegrías!" (CXXXVII, 1-6)
Estas palabras resultaron ser el primer oran. himno de la nacionalidad hebrea.
Ahí encontramos el notable juramento de fidelidad y de amor eternos a Jerusalem,
a la tierra patria.

Porque superóse el cautiverio babilónico, y vinieron después, de tiempo en


tiempo, otros cautiverios, otros exilios, otros enemigos, otros burladores que
querían solazarse (divertirse ) con la voz judía y con sus cantos. Esa voz decidió
para todos los siglos que el canto de Dios es incompleto fuera de la tierra de Dios.
Cada judío que leía los salmos y decía estas palabras, las decía como propias, y se
estremecía al jurar, él mismo, mano at mano con tiempos pasados y tiempos
futuros.
Sion, Jerusalem, amor del poeta, niña mimada de los Salmos, fuente de
nostalgia y de sueño.
"Monte de Sion, hermosura del paisaje, gozo
del mundo entero." (XLVIII, 3)
"iOh, si surgiera de Sion la redención de
Israel! (LIII, 6)
"iRogad por la paz de Jerusalem"!
(CXXII, 6)
Sion, nido y regazo de plegarias, llantos, sueños, de miles de años,
de generación en generación. Retomar a la tierra patria. Retornar a sus montes, a
sus valles. Retornar al canto natural y alborozado frente a un mundo fraternal,
amigo.
Retornar a Sion. Retornar al origen del canto y a la fuente de la alabanza. Retornar.
Con el dulce sueño del retorno a Sion se aplacaron todos los males, se cicatrizaron
todas las heridas, las más nefastas, las más profundas. Sion era el bálsamo, la
panacea, la suave miel que endulzaba las almas que esperaban retornar a la tierra
"que mana leche y miel". Sion, la nunca olvidada!
"Cuando Dios haga retornar a los cautivos de Sion, nos parecerá
un sueño.
Entonces nuestras bocas se llenarán de risas y
nuestra lengua de canto." (CXXVI, 1-2)
Entonces si renacerá el canto. Ese canto interrumpido porque era imposible
cantar los poemas de Dios en tierra extraña. El canto retornará con el retomo. Y el
canto retornó. El pueblo volvió a su tierra, a sus montes, a sus valles, a su canto.
Volvieron a Sion. Están en Sion y siguen diciendo los viejos salmos, viejos y
siempre nuevos, siempre rejuvenecidos porque en ellos alienta la eternidad. Y por
las calles de Jerusalén, y por los montes y por los valles de Israel, cantan jóvenes
y ancianos:
"Cuán bueno y cuán delicioso es que los hermanos vivan
juntos." (CXXXIII, I)
Esa es la mejor prueba de la supervivencia de los Salmos. Esa es la mejor
prueba de la supervivencia del pueblo de los Salmos, que aún no ha perdido su
esperanza en la fraternidad universal, cuando todos los seres del mundo unan sus
voces en una sola voz:
" Todas las almas alabarán a
Dios!" (CL, 6)

31
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León DRjovne: Musás HEss. QAàotado) IO.
Jaime Ba'rylko: ISAíAS.
Josef- Fraenlcl: NA.Htmr GQI„DMANN. (Agotado),-
12. Heszel, Kleñfisg-: BAAL SCHEM Tov.
13. Marc Túrkow: JÁNus;z KÓRCZAR.
14; Jaime Barylko: DAVID, REY DE ISRAEL.
15. Hardi Swarsensky: WÁLf.HER RÁTHENAÜ.

16. Heriberto Háber: JONÁS.


17, León Dujovne: 1-IíLEE ZEIT.LIN-.
"18. Jaiñe,-Bàrylko: JosuÉ,
19: Sofía •EiIich•Dubnow: SIMÓN Ij'UBNOW„ 20,
Heriberto Háber: Rur.

21. León Dújovne: HEINRICII GRAETZ.


22.. Jaiine Barylko•: RABí AK1,vÁ.:
23. Luis Kardúnéi: MÉNDELE MÓIJER SÉÓRIM.
24. Jonás Túrk(Ñz: MORóEJAY .ANIELÉV1êH.
23. Lázarô SchalÍmañ: LñóN HEBREO.
26. Jaime Fínkielsztejn.: BER BÓROJOVe
27. Heinrichü Riegner: HERMó-NN COHEN.
28. Heriberto Háber; EL ABRAHAM.
29, Céspz Tiempo: AÑÓRÉ SPIRE.
30. Shalom Rósenberü: S*ADIA "GAÓN.
Itzhak ,PQugatch: C.ASSIN.
32. Jáime Bary]ko: JAIM NAJIYLAN BIÁLIK.
33. Curt Wilk:• MosEs MÚNDELSSOHN.
34. Manuel Kántor,:. ALBEIiT0„ GERCHUNOFF.

EN. PREPARACIÓN:
León. Pérei: FREUD<
Nellá Thon-Hóllander: IEHOSCHÚA,
r
r,H0N. Luis Kgrdúner: • I')ZJAC LÉngsc1-i
Israel Cohen: A: D. GOR'DOÑ.
Alexánder Manpr: IAACOV LESTSCHINSKV.
Jonas, Túrkow: EMANtTE14
RíNGELBLT.1M.
Itzhak Pougatch: ROBERT GAM7,0N.
Mauricio Rósenthal:- FRITz HÁBER.

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