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Pablo Rafael Sotelo González.

RESUMEN
“LA CIUDAD ANTIGUA”.

Muestra los principios y por qué reglas se gobernaron la sociedad griega y romana, ramas
de una misma raza, y por lo mismo, con instituciones comunes que evolucionaron a través
del tiempo. También expone las diferencias radicales y esenciales que distinguen a estos
pueblos antiguos de las sociedades modernas. La educación que se nos ha dado nos hace
creer en el error de que nos parecemos, al compararnos e intentar explicas sus
revoluciones por las nuestras, y a vernos reflejados casi siempre en ellos, y ellos (los
pueblos romano y griego) en nosotros, por una mala observación de las instituciones
antiguas y un estudio imparcial de Grecia y Roma, ya que nada se les parece en los
tiempos modernos, y ya no nos regimos por las reglas de antaño. Y éstos cambios, el Autor
no los define que sean por casualidad ni por la fuerza, sino por una causa tan potente que
debe residir en el hombre, argumentando que “si hubo un cambio en la ley, lo hubo en el
hombre”, y esto se debe a la inteligencia que se modifica siglo con siglo, y estando sujetas
nuestras instituciones y nuestras leyes al avance de ésta, el mismo estado social de un
pueblo, su cultura, costumbres, etc., se modifica como en la historia de Grecia y Roma.
En la actualidad no se entenderían sus instituciones ahora, parecerían extrañas, oscuras e
inexplicables, como porqué las revoluciones consistían en el patriotismo singular y en su
concepto de libertad, o porqué duraban tanto las instituciones, pero si colocamos las
creencias de ese entonces frente a dichos casos, adquirirán claridad. Y comparando las
instituciones y sus creencias se encuentra que hubo una religión primitiva, recibiendo la
ciudad de ella, sus principios, sus reglas, sus costumbres e instituciones.
El Autor plasma su inquietud en el trabajo que presenta, de que, se hace la investigación
con la esperanza de encontrar con certeza, que con los vestigios que se encuentren o se
han encontrado hasta ahora, podamos adentrarnos en la historia anterior a las
civilizaciones, confiando en que el pasado nunca muere por completo para el hombre.

LIBRO PRIMERO: CREENCIAS ANTIGUAS

Sobre el Capítulo primero que aborda el tema sobre el alma y la muerte, compara y
encuentra un conjunto de pensamientos, usos y costumbres sobre la naturaleza del alma y
el misterio de la muerte, que procedían de una época tan remota como de las razas
indoeuropeas. Por ejemplo, como las antiguas generaciones, incluso antes que los
filósofos, creían en una segunda existencia después de la actual, así tanto los italianos
como los griegos, pensaban que el alma iba a pasar una segunda existencia,
permaneciendo cerca de los hombres y viviendo bajo la tierra, y como evidencia tenemos
los ritos de sepultura que muestran, en el sepulcro, como se creía que era algo viviente lo
que allí se colocaba, como las costumbre de: llamar tres veces al alma del muerto por su
nombre, escribir sobre la tumba el nombre de la persona, derramar vino sobre la misma
para saciar su sed y depositar alimentos para satisfacer su hambre, sacrificios de animales
e inmolaciones de esclavos con la creencia de que le servirían al difunto en la otra vida.
Expresiones que si bien algunas han permanecido hasta nuestros días.
Y de ésta creencia primitiva sobre el alma y la muerte, se derivó la necesidad de la
sepultura, por que el alma que carecía de tumba no tenía morada y quedaría errante y
desgraciada que, vagaría por el mundo y atormentaría a los vivos, dando origen a la
creencia de los aparecidos. Y no bastaba con que el cuerpo se depositara en la tierra, era
preciso observar una serie de ritos tradicionales, pronunciando ciertas fórmulas.
Originando cierto miedo en el hombre a no ser sepultado correctamente, temiendo
menos a la muerte que al reposo, que significaba la felicidad eterna. Otras creencias de
pueblos diferentes, afirmaban que el alma se separaba y se iba a una mansión tipo
espiritual. Estas antiguas creencias perduraron hasta los grandes escritores de Grecia, que
son evidencia de los ritos y costumbres antiguas, muy parecidas a las del pueblo romano.
Y aunque parecen falsas y ridículas, han ejercido un tipo de “imperio” sobre el hombre a
través de generaciones, y regido sus sociedades.
Sobre el Capítulo 2, que trata sobre el culto que se le daba a los muertos, una serie de
ritos de sepultura, las costumbres de satisfacer sus necesidades considerándolos aún
vivos, y todavía más, considerándolos seres divinos, y sobre la obligación que obtenían los
familiares del difunto de alimentarlo, visitarlo, etc. Las creencias sobre solicitar su ayuda
para la abundancia de bienes, la salud, bendiciones en general, etc. Y como los griegos y
romanos coincidían y profesaban las mismas costumbres. Siendo la muerte, el primer
misterio que puso al hombre en el camino de los demás misterios.
En el Capítulo 3, sobre las creencias del fuego sagrado se encuentran tanto obligaciones,
cómo ritos y costumbres que adquiría cada hogar, y su importancia para la familia, su
veneración y centralidad sobre el fuego, que consideraban como algo divino y
providencial, que marcaba la suerte, protegía a los miembros y conservaba la salud
espiritual y física de los mismos. Este mismo culto no sólo se rendía en Grecia y en Roma,
sino también en Oriente como el culto a Brahma. Y aunque los griegos no recibieron esta
religión de los indios ni los indios de los griegos, dan la posibilidad de haber pertenecido a
una misma raza, de allí, que hayan concebido casi las mismas creencias y ritos.
Pareciéndose tanto el culto al fuego como a los muertos, igual de antiguos y centrados en
un mismo lugar: el hogar, por que tanto el difunto se enterraba sólo en la casa de la
familia como el fuego pertenecía a los ancestros de la misma.
En el Capítulo 4 habla sobre la religión doméstica, aquella que era diferente según cada
familia, es decir, tenía cada familia sus propios dioses, sus propios cultos, cantos,
costumbres y obligaciones, y las situaciones que pasaba cuando alguien de una familia se
unía en matrimonio con alguien de otra religión, familia. Las semejanzas entre India,
Grecia y Roma. Esta religión no era pública, las ceremonias sólo se realizaban entre
familiares, estaba prohibido revelársela a personas ajenas a la misma, conservando cada
familia completa independencia. La religión no residía en los templos sino en las casas. Y
se propagaban por ser de generación en generación, se propagaba sólo de varón a varón,
que cómo resultado, para preservar la religión, nació el derecho privada y la constitución
de la familia, entre otras instituciones.

LIBRO II: LA FAMILIA

En el Capítulo primero, explica como la religión ha sido el principio constitutivo de la


familia antigua, que no radicaba en la generación exclusivamente, ni en el afecto natural
de familiaridad, ni la paternidad ni la maternidad, si no que lo más poderoso que incluso el
nacimiento, es la religión del hogar y de los antepasados. Esa religión le dio sus reglas,
siendo la familia un grupo de personas al que la religión permitía invocar al mismo hogar y
ofrecer la comida fúnebre, entre otras costumbres, a los mismos antepasados.
En el capítulo 2, habla sobre cómo el matrimonio, fue la primero institución establecida
por la religión doméstica, que se trasmitía de varón a varón, donde también la mujer tenía
su parte en el culto. Ya que consistía no sólo en abandonar la familia, sino de abandonar al
dios de su infancia, en el caso de la mujer, para someterse al imperio de un dios distinto.
La unión conyugal era toda una intervención religiosa, una ceremonia sagrada, donde
primero el padre de la mujer hacía alabanzas a su Dios, después la sacrificaba,
desligándola de todo deber con su religión, después se transportaba, a caballo o carreta,
con velo, y después el futuro esposo la cargaba, la arrebataba y la introducía a su casa,
como por la fuerza, con una serie de variantes y oraciones distintas que variaba de religión
a religión, y esto sucedía tanto en Grecia, Roma e India, con sus variantes.
En el capítulo 3 se menciona como el celibato estaba prohibido y que incluso se les
castigaba si no se casaban, o el divorcio prohibido, sólo en caso de esterilidad, y la
desigualdad de un hijo y una hija. Lo anterior por la importancia de conservar la religión
doméstica, porque si no preservaba la familia, los ancestros vagarían y sufrirían. El
matrimonio no tenía por fin el placer, sino la preservación de la religión doméstica, y el
nacimiento de una hija no realizaba la preservación, necesariamente tenía que nacer un
varón, y no sólo eso, se le tenía que iniciar en la misma, con un rito donde se admitía al
niño a la religión.
En el capítulo 4 habla sobre la adopción y la emancipación, pues tan importante era
preservar la religión, que en caso de esterilidad se podía tener hijos con alguna otra
persona e iniciar al niño u adoptarlo, que también tenía su propio rito, obligaciones y
tradiciones.
En el capítulo 5, sobre el parentesco, menciona que sólo eran parientes aquellos que
pertenecían a la misma religión, cualquier otro, incluso miembro de sangre directa, no era
considerado familia si no era de la misma religión. Era pues necesario, un lazo de culto, no
tanto de sangre.
En el capítulo 6 que menciona el derecho de propiedad, se deriva de la necesidad de
preservar la religión del hogar, sus usos y costumbres, como el culto a los muertos,
entonces surgió la necesidad de preservar el hogar, pues no sólo significaba un edificio, si
no un centro espiritual, el corazón mismo de la religión doméstica. Y así la familia quedaba
ligada al hogar y la casa se erigía siempre en el recinto sagrado, y se consagraba por la
presencia perpetua de los dioses, poseyendo una tumba en común. Así este derecho, en la
mayoría de las sociedades primitivas fue establecido por la religión y no por las leyes. El
derecho a la propiedad estaba por encima de todo, y era inviolable.
En el capítulo 7 habla sobre el derecho a la sucesión, planteando una serie de leyes y
costumbres sobre la herencia, del mismo modo, para preservar la religión doméstica: el
más antiguo y miembro de la religión, el hijo hereda la hija no, en caso de morir los hijos
se buscaba al pariente más cercano, de la sucesión colateral que no infería el tipo de
sangre si no la pertenencia a la misma religión, de los adoptados y emancipados, del
testamento entre dos miembros y su reparto, la división del patrimonio, como el derecho
romano, y sus semejanzas con las costumbres y obligaciones de otras culturas.
En el capítulo 8 explica la autoridad en la familia, perteneciendo al poder paterno la
autoridad entre los antiguos de regir la relación de la familia con el culto, siendo su
intercesor y jefe, sobre los derechos del poder paternal y las sanciones a la falta de ellos.
En el capítulo 9 se expone la antigua moral de la familia, como pensaba el humano, que
diferenciaba los actos buenos de los malos, que sanciones habían, la relación de la familia
con la sociedad, la relación y respeto entre las religiones domésticas, las faltas graves y
leves, sus contrariedades, y los problemas que aquejaban dentro y fuera de la religión
doméstica.
En el capítulo 10, menciona la forma de gobierno y las personas que gobernaban en Roma
y en Grecia, sus semejanzas, su organización, deberes y derechos, la forma de
participación del pueblo, de los líderes o de quienes se postulaban a dirigir, las leyes, las
deficiencias de la estructura de gobierno y su manera y modo de operar para regir el
pueblo o la sociedad.
El Autor concluye que la familia, desde los tiempos más remotos, con su rama principal y
secundarias, servidores y clientes, podía llegar a formar un grupo de hombres muy
numeroso, una tribu, que gracias a su religión que conservaba su unidad, gracias al
derecho privado, y a las leyes en general, llega a formar una sociedad muy extensa con un
jefe hereditario. Así es como podemos conocer el sentido, la evolución y una serie de
características especiales de las instituciones que hasta hoy en día permanecen y que se
fundamentaron principalmente en una serie de creencias que identificamos como la
religión doméstica, encontrando las similitudes entre Grecia, Roma e India, para seguir en
la búsqueda de la raza proto-indoeuropea.

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