Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Desaprender para
aprender
David Álvarez
Mi madre está en buena forma. Hace unos meses fuimos a pasar el domingo a un pequeño
pedazo de tierra que tiene, nosotros le llamamos El Trozo. Hay en El Trozo unos pocos almendros
y tocaba recoger sus frutos, que se hacen cada año más escasos. Nos pusimos a ello todos los
hermanos y también mamá. Uno de nosotros se subía al árbol y lo vareaba y el resto recogían las
almendras del suelo.
No me gusta decirle a la gente mayor lo que tiene que hacer, no me gusta tratarlos como a
niños, por eso no me sumé al coro de los hermanos que le pedían que bajase. Estoy de acuerdo
con ellos en que mamá no debería haber subido, pero mamá es todavía una persona adulta, por
eso yo no soy quién para decirle que baje.
De todos modos, episodios como este me han hecho pensar bastante en cuando yo sea
mayor. Seguro que no me daré cuenta de cómo voy perdiendo habilidades, capacidades y forma
física. Me estoy fijando y veo que le pasa a mucha gente. ¿Por qué no a mí?
En Barcelona, veo cada día a personas mayores, o no tan mayores pero escayoladas y
con muletas que cruzan las calles por cualquier lugar. Desde que he tomado conciencia de cómo
nos hacemos mayores sin darnos cuenta, he dejado de cruzar las calles por el medio e intento
esperarme a que los semáforos de los peatones se pongan en verde porque estoy seguro de que
no me daré cuenta cuando llegue el día en que no pueda cruzar las calles corriendo. Y estoy
convencido también de que aunque llegase a darme cuenta, no por ello sería capaz de cambiar un
hábito profundamente arraigado. Por eso he decidido desaprender mis malos hábitos.
a. Incompetencia inconsciente: incluye todo lo que no sabes hacer y que no sabes que no
sabes hacer. Todo lo que no has pensado nunca que no sabes hacer y que probablemente
tampoco te interesa aprender.
Y en el camino de una etapa a la otra hay que vencer resistencias. Como cuando
cambiamos de versión de sistema operativo en el ordenador o cuando cambiamos de programas
informáticos.
Por ejemplo, supongamos que nuestro jefe ha decidido cambiar de Microsoft Office a Libre Office.
En un momento dado, no sabíamos que Libre Office existía, así que estábamos en la etapa
de la incompetencia inconsciente. La verdad es que ahí estábamos tan tranquilos y
desconocíamos que teníamos esa carencia.
Cuando nuestro jefe nos comunica que va a hacer el cambio pasamos a la incompetencia
consciente: yo no sé usarlo y me va a tocar aprenderlo, aquí puede haber un episodio de
resistencia al cambio: con lo bien que va Microsoft Office, ¿para qué cambiar?
Pero bueno, no hay manera, cualquiera convence a nuestro jefe de dar marcha atrás
cuando ha tomado una decisión, así que nos empezamos a mirar tutoriales o nos apuntamos a un
curso, ahí estamos trabajando la competencia consciente. Aquí puede aparecer la frustración: no
me sale, no lo voy a aprender nunca.
Lo mismo que cuando pasamos de nuestro viejo móvil o celular a un flamante smartphone,
tuvimos que pasar por todo ese proceso. O antes de los smartphone, si cambiábamos de marca
de móvil y teníamos que aprender cómo funcionaba la nueva. El menú de la anterior siempre nos
parecía más intuitivo, especialmente a los fans de Nokia. Nuestros dedos y nuestro cerebro
parece que no se acostumbran al nuevo aparato, hasta que tengamos de nuevo un hábito
establecido.
Y así, tantas y tantas cosas a lo largo de nuestras vidas. Aprendizajes algunos de ellos que
siguen haciéndonos servicio y otros que han quedado obsoletos para muchos de nosotros, como
puede ser programar el vídeo.
Aprender supone pasar por todas y cada una de estas cuatro etapas y vencer en cada una
de ellas las dificultades y los miedos que llevan asociadas. Hay que desaprender las viejas formas
de hacer inconscientes, tan arraigadas en nosotros mismos que ni nos damos cuenta de ellas y
aprender unas formas nuevas de hacer pasando por hacerlas conscientes, generando un nuevo
modelo de comportamiento.
Según José Mª Acosta, para aprender no basta con tener una predisposición intelectual,
el estado de ánimo es determinante a la hora de aprender. Por eso debemos poner atención en
nuestras actitudes ante el aprendizaje.
Desaprender
Según Oriol Segarra cualquier acción formativa que emprendamos requiere pasar
por cuatro fases:
4. Seguimiento. Una vez finalizada la acción formativa (en nuestro caso, podría ser
cada asignatura, pero también el programa completo cuando lleguemos al final) hay que
establecer un seguimiento periódico de cómo está funcionando la aplicación práctica de
los nuevos métodos y formas de trabajar aprendidos, pues el tiempo los irá borrando
indefectiblemente.
Bibliografía