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PERRY ANDERSON: INGLATERRA

En la Edad Media, la monarquía feudal inglesa era más poderosa que la francesa. Las dinastías angevina y
normanda crearon un Estado monárquico de una autoridad y eficacia sin comparación en toda la Europa
occidental. Esa fuerza fue la que le permitió sus ambiciosas aventuras territoriales en el continente a costa de
Francia (la guerra de los Cien Años) durante la cual varios reyes ingleses y sus aristocracias pretendieron
conquistar y dominar zonas de Francia atravesando el mar; representó una empresa militar única en la Edad
Media, demostrando así su superioridad organizativa del Estado. Paradójicamente, esa monarquía tradicional
medieval más fuerte produjo el absolutismo más débil y de más corta duración.
La transición de la época medieval a los primeros tiempos de la moderna correspondía a un cambio profundo y
radical; algunas pautas feudales se conservaron. La primera centralización administrativa del feudalismo
normando había generado una clase noble muy reducida y unificada regionalmente. Las ciudades fueron desde el
principio parte de la heredad real y gozaron de privilegios comerciales sin la autonomía política de las ciudades
continentales. Los señores eclesiásticos no dispusieron nunca de enclaves señoriales. La monarquía evitó así los
diversos peligros para el gobierno unitario a los que se enfrentaban los soberanos feudales de Francia, Italia y
Alemania. El resultado fue una centralización concurrente del poder real y de la representación nobiliaria dentro
del sistema político medieval. El poder monárquico sólo podía sostenerse fuera de los límites de su soberanía,
gracias a asambleas de vasallos, capaces de votar un apoyo económico y político extraordinario: las asambleas no
pueden contraponerse de forma directa a la autoridad monárquica. Pronto surgen los "parliaments" instituciones
colectivas de la clase dominante-feudal, con un carácter unitario excepcional. La particularidad inglesa se da no
en su surgimiento durante el siglo XIII si no que eran instituciones únicas y entremezcladas, sólo había una
asamblea para todo el país, y dentro de la asamblea no existía la división tripartita de nobles, clérigos y burgueses.
Desde Eduardo III los caballeros y las ciudades estaban representados en el Parlamento inglés juntamente con los
barones y los obispos. El sistema bicameral de Lores y Comunes fue una evolución posterior, que no dividió al
Parlamento según una línea estamental, sino que básicamente supuso una distinción intra clasista dentro de la
nobleza: una monarquía centralizada produjo una asamblea unificada.
Otras consecuencias surgieron de la temprana centralización del sistema político feudal inglés:
1º) Parlamentos unitarios que se reunían en Londres: no alcanzaron el nivel de control fiscal ni derechos de
convocatoria regular que caracterizaron algunos de los estados continentales, pero aseguraron una limitación
negativa tradicional del poder legislativo real, que había de tener importancia en la época del absolutismo:
Después de Eduardo I se aceptó que ningún monarca pudiera decretar nuevas leyes sin el consentimiento del
Parliament.
2º) Fusión entre la monarquía y la nobleza en el plano judicial y además local; en el continente estaba
significativamente dividido entre jurisdicciones reales y señoriales, separadas. En Inglaterra, sheriffs que
presidían los tribunales de los condados; eran cargos no hereditarios, nombrados por el rey, pero procedían de la
gentry local y no de la burocracia central. En los condados apareció una autoadministración aristocrática, no
pagada, que evolucionará en los jueces de paz de la Edad Moderna.
La nobleza inglesa durante la Edad Media era militarizada y depredadora y se distinguía por la envergadura y
constancia de sus agresiones externas. En la guerra de los Cien Años, lucharon compañías esencialmente
contratadas, reclutadas para la monarquía por los grandes señores sobre la base de contratos en dinero; levas de
los condados y mercenarios fueron las fuerzas complementarias. No participó ningún ejército permanente o
profesional. La participación de los nobles se debió a la búsqueda de saqueos privados, rescates y tierras. El
predominio inglés durante la mayor parte de esta guerra, que determinó que el territorio francés fuese permanente
campo de batalla, (con sus secuelas de ruina y desolación) no fue una consecuencia del poderío naval, sino un
producto de la solidez y la integración política muchísimo mayores monarquía feudal inglesa: la capacidad
administrativa para explotar su patrimonio y agrupar a su nobleza fue mucho mayor que la francesa. Una vez
reorganizado el ejército francés y su aparato fiscal las fuerzas inglesas fueron expulsadas rápidamente. El colapso
final del poderío inglés en Francia fue el estallido de la Guerra de las Rosas en Inglaterra. La maquinaria de
guerra se volvió hacia el interior y finalmente tras una guerra civil en 1458 se erige la dinastía de los Tudor.
Enrique IV
El reinado de Enrique IV preparó gradualmente la aparición de una nueva monarquía en Inglaterra. Durante el
último régimen lancasteriano las facciones aristocráticas habían desarrollado y manipulado de forma prominente
los Parlamentos para sus propios fines, mientras que los soberanos de la casa de York se habían esforzado en
medio de la Monarquía reinante por concentrar y reforzar una vez más el poder de las instituciones centrales de la
monarquía. Cuando aumentó la seguridad interior y se consolidó el poder de los Tudor, Enrique VII desechó esa
institución. El gobierno monárquico centralizado se ejercía a través de una pequeña camarilla de consejeros
personales y de hombres de confianza del monarca.
Enrique VIII
La dinastía Tudor había iniciado en el siglo XVI, un camino para la construcción de un absolutismo inglés.
Enrique VIII heredó un poderoso ejecutivo y una hacienda próspera ya que durante la guerra civil las tierras reales
se ampliaron considerablemente. Durante los primeros veinte años de reinado no se producen cambios
institucionales significativos. Por la crisis matrimonial que le lleva a un enfrentamiento con el Papado (que no le
quiere otorgar el divorcio), tiene que movilizar a la clase terrateniente. Enrique VIII hizo uso del Parlamento
como medio necesario para sus fines reales buscando una legislación nueva y radical. En el marco heredado por el
sistema político feudal inglés, que había conferido poderes singulares al Parlamento, se estaba formando un
absolutismo nacional impulsado por las reformas (entre otras el control del aparato eclesiástico). Cromwell
reorganiza y amplía la burocracia central, se institucionaliza el cargo de Consejero Privado convirtiéndose en el
centro de la maquinaria estatal de los Tudor. El poder personal de Enrique VIII durante toda su vida fue
exactamente igual al de su coetáneo Francisco I en Francia, pero con la limitación fundamental de que carecía de
un sólido aparato militar: la construcción de un ejército fuerte era una condición indispensable para la
supervivencia de las monarquías renacentistas del continente.
Si bien el Estado Tudor se estaba construyendo con éxito en el interior, en el siglo XVI hubo un cambio en la
posición geopolítica de Inglaterra, donde Francia y España estaban en el centro por sus ventajas naturales: mayor
población y mayor extensión de sus territorios. A causa de su situación insular al Estado Tudor no le era necesario
ni posible construir una máquina militar comparable a la de los absolutismos francés o español. Las guerras "sin
objeto" de Enrique VIII, con falta de propósito coherente, no fueron por capricho personal sino que correspondían
precisamente a un curioso intermedio histórico, cuando la monarquía había perdido ya su antigua importancia
militar en Europa, pero no había encontrado todavía el futuro papel marítimo que le esperaba. Para llevar a cabo
todas estas costosas campañas militares el estado recurrió a empréstitos e incluso se vio obligado a vender tierras
eclesiásticas que habían sido pilar importante de su recaudación luego de las reformas. Se debilitó el Estado y se
reforzó la gentry, compradora de tierras, cuya riqueza aumentó: esto tuvo después gran importancia para el
equilibrio interior de fuerzas dentro de la sociedad inglesa. Y así también se debilitó la única oportunidad que
tuvo el absolutismo inglés de crearse una base económica firme e independiente de la contribución parlamentaria.
Mucho antes que en cualquier país del continente tuvo lugar en Inglaterra una progresiva disociación entre la
nobleza y la función militar básica que le había caracterizado en el orden social medieval, y esto permitió una
conversión gradual de la aristocracia hacia las actividades comerciales. El predominio de la producción de lana
aceleró de forma gradual la transición del sector nobiliario a la participación en actividades comerciales mientras
que la industria rural de paños proporcionaba salidas naturales para las inversiones de la gentry. Así se establece
el camino económico que condujo a la metamorfosis de la renta feudal en los siglos XIV y XV a la aparición de
un sector capitalista rural en expansión a comienzos del siglo XVIII. En este proceso la nobleza se estratifica, se
crean varios rangos. A su vez las idiosincrasias de la clase terrateniente inglesa estaban históricamente
entrelazadas: civil por educación, comercial por ocupación y plebeya por rango. A la par se daba un Estado con
una pequeña burocracia, una fiscalidad limitada, que carece de ejército permanente. Los límites de desarrollo
estatal estaban establecidos por el carácter de la nobleza que lo rodea
Isabel I
Con Isabel I la Cámara de los Comunes aumentó de tamaño porque la nobleza rural aumentó en proporción, a su
vez un parlamento inquieto hizo que Isabel vendiera tierras reales con el objeto de reducir su dependencia de él.
El estado isabelino recurrió a la extensión, ilegal, del sistema de milicias para conformar sus ejércitos. Sin
embargo la inferioridad de los mismos limitó la capacidad expansionista en el continente europeo. Durante el
reinado isabelino fue decisiva la derrota a la Armada Invencible aunque la misma no se vio reflejada
territorialmente. Anexionó Irlanda a Inglaterra aunque fue un proceso conflictivo que solo pudo ser llevado a cabo
mediante la imposición militar. A finales del siglo XVI empezó a ser evidente el equipamiento y expansión naval.
Se produjo una modernización y ampliación de la flota real. La seguridad insular quedó garantizada y se echaron
los cimientos de un futuro imperial. La sustitución de la guerra terrestre por la naval tendió a especializar y alejar
la práctica de la violencia militar, desplazándola sin peligro a ultramar. Al mismo tiempo el interés naval de la
clase dominante se dirigió de forma preeminente hacia una orientación comercial. La armada era un instrumento
dual, era utilizada para la guerra y para el comercio.
Dinastía Estuardo
La extinción del linaje Tudor en 1603 y la llegada de la dinastía Estuardo, crearon una situación política nueva
para la monarquía. Escocia se unió por vínculo personal a Inglaterra con el acceso de Jacobo I al trono. Durante el
último período medieval la monarquía escocesa no pudo consolidar la disciplina real en sus dominios hasta el
reinado de Jacobo VI de Escocia (Jacobo I de Inglaterra) que empleó una mezcla de conciliación y coacción.
La dinastía Estuardo persiguió los ideales de la realeza absolutista que reinaba en Europa Occidental. Jacobo I,
acostumbrado a un país (Escocia) en el que los magnates territoriales hacían sus propias leyes y en el que el
parlamento contaba poco, se encontró un reino en el que el militarismo de los grandes había sido destruido y no
fue capaz de ver que el Parlamento representaba el núcleo central del poder nobiliario. El carácter más
desarrollado de la sociedad inglesa le hizo creer, engañosamente, que era más fácil de gobernar. Tuvo un régimen
de gobierno directivo y falto de comprensión hacia el Parlamento, y no hizo esfuerzo alguno por suavizar el
creciente sentimiento de oposición de la gentry inglesa. Tenía una corte ostentosa combinada a su vez con una
política exterior inmovilista basada en el acercamiento a España, cosas impopulares para la clase terrateniente.
A lo largo del siglo XVI y sobre todo a principios del XVII se produjo una gran ampliación y aumento
considerable de los ingresos de la nobleza y la gentry. A finales de siglo XVI, Inglaterra ya contaba con algo
semejante a un mercado interior único, el capitalismo agrario y mercantil había experimentado avances más
rápidos que cualquier nación, excepto los Países Bajos, y los sectores más importantes de la aristocracia inglesa
se habían adaptado a ellos. Existía una paz social relativa en el campo, como no había ninguna necesidad de un
gran ejército permanente, el nivel impositivo de Inglaterra permaneció notablemente bajo. El bajo nivel
impositivo imposibilitó la aparición de una enorme burocracia para el funcionamiento del sistema fiscal. Al
asumir la aristocracia las funciones administrativas locales desde la Edad Media, la monarquía siempre estuvo
privada de un aparato profesional regional. La tendencia estuarda hacia el absolutismo tropiezo con muchos
obstáculos.
Carlos I continuó con las políticas absolutistas, pero el éxito de las mismas estaban limitadas al aparato
ideológico-clerical del Estado, ya que el aparato económico burocrático permaneció sujeto a fuertes restricciones
fiscales: el Parlamento controlaba el derecho a imponer contribuciones. El monarca buscó aumentar sus ingresos
impositivos por fuera del alcance parlamentario, fue fundamental en este período la venta de cargos. El mayor
efecto fue que la enemistad del rey con la clase terrateniente. La última tentativa de Carlos I por crear una base
fiscal fue extender el único impuesto tradicional para la defensa que existía en Inglaterra: pago por los puertos de
una contribución para el mantenimiento de la armada; en pocos años fue saboteada, por la negativa de los jueces
de paz locales para recaudarlo.
El absolutismo continental se había construido sobre sus ejércitos. Paradójicamente, el absolutismo inglés sólo
podía existir con débiles ingresos mientras no tuviera necesidad de crear un ejército. Sólo el Parlamento podía
proveer los recursos necesarios, pero una vez convocado era seguro que comenzaría muy pronto a desmantelar la
autoridad de los Estuardo.
En Escocia se produjo un levantamiento religioso por la imposición de una liturgia anglicanizada: la aristocracia y
la gentry no estaban desmilitarizadas en Escocia, se organizó un ejército formidable que hizo frente a Carlos I.
Los grandes y lo propietarios reunieron a sus agricultores armados; los burgos proporcionaron fondos para la
causa; mercenarios veteranos aportaron oficiales profesionales. La monarquía inglesa no podía reunir una fuerza
comparable. El absolutismo inglés pagó el castigo por su falta de fuerzas armadas. El Parlamento, convocado por
el rey in extremis, sólo suprimió los avances de la monarquía Estuardo, proclamando un marco constitucional. Un
año después, estalla la rebelión católica en Irlanda. La necesidad de crear un ejército inglés para suprimir la
insurrección lleva al Parlamento y al rey a una verdadera guerra civil.
El absolutismo inglés se vio arrastrado a la crisis por el particularismo aristocrático y la desesperación de los
clanes de su periferia; fuerzas históricamente más retrasadas respecto a él. Pero fue derribado en su centro por una
gentry comercializada, una ciudad capitalista y un artesanado y una yeomanry plebeyos: fuerzas que iban delante
de él. El absolutismo fue derribado por una revolución burguesa.

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