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Los cinco del Grupo de Guayaquil fueron poetas. Su historia literaria no se inicia en 1930
cuando Demetrio Aguilera Malta, Joaquín Gallegos Lara y Enrique Gil Gilbert publicaron
Los que se van, 34 relatos de un realismo entre salvaje y poético que dan cuenta de la
vida de nuestros cholos y montubios. Luego, cuando se suman José de la Cuadra y
Alfredo Pareja Diezcanseco pasan a ser el Grupo de Guayaquil. Pero lo casi desconocido
de ellos es que se iniciaron como poetas. Escribieron y publicaron versos. Esa historia,
después de hurgar en archivos de la época, la cuenta el escritor e investigador Alejandro
Guerra Cáceres en Cinco como un puño. Poesía del Grupo de Guayaquil, libro publicado
en 1991.
Siendo casi adolescentes, entre los 15 y 18 años, se iniciaron en la poesía y con cierto
éxito porque sus versos fueron acogidos en revistas literarias y periódicos de Guayaquil.
Pero luego, evidentemente, descubren que su papel social está en la narrativa –comenta
Guerra–, pero esa poesía tiene un valor histórico porque sirve para estudiar una época y
conocer la trayectoria de cada miembro del Grupo de Guayaquil.
RESUMEN
Los Sangurimas relata con extraordinaria crudeza la saga de una familia que se enfrenta
al Estado, imponiendo su propia ley, anclada a los ritos de la vida montuvia. Nacido de la
violencia y abocado hacia ella, Nicasio Sangurima es el patriarca en torno al cual orbitan
los personajes de este universo anacrónico, cuyo destino sirve al tiempo de alimento para
saciar su hambre de poder. Es el terrible fundador de uno de los más sugerentes espacios
imaginarios de la literatura americana, La Hondura, un vergel surgido del lodo y cuyo
nombre evoca el abismo. Un mundo donde la magia convive con una realidad violenta y
trágica: muertos que regresan y pactos con el diablo, incesto y parricidio, mafia o
caciquismo… Corrupción, venganza y muerte.
Con la literatura ecuatoriana de los años treinta se produce un cambio importante, tanto
en la temática como en la estructura de su narrativa. Dentro del romanticismo, durante el
siglo XIX, dos escritores llaman ya la atención en este movimiento: Juan Montalvo Fiallos
y Juan León Mera. El primero, por la pureza del lenguaje, el aspecto combativo de su
temática y por ser precursor del modernismo. El segundo, por la calidad de su trabajo
literario, al cumplir con lo cánones dictados por los maestros europeos. En el siglo XX y,
dentro de la vanguardia hispanoamericana, dos escritores se imponen por lo innovador de
sus enunciados: Pablo Palacio y José de la Cuadra. Palacio, al romper tabúes sociales y
De la Cuadra, por tener la reputación de ser uno de los iniciadores más fuertes del
realismo mágico en Sur América. Los Sangurimas, de José de la Cuadra, es una obra
narrativa que describe el comportamiento de una dinastía que impone su presión. Las
personas -familiares y vecinos- están sometidas al proceder hegemónico de un hombre
que hace imperar su voluntad y arrasa con todo enunciado o individuo que se cruce en su
camino. Esta obra denuncia y, a la vez, afirma el abuso de un caciquismo que operaba en
cualquier aldea, grande o pequeña, que se convertía en víctima de este mal endémico de
los siglos XIX y XX en Hispanoamérica. Asimismo, en Los Sangurimas encontramos
analogías en la estructura, el tema y los personajes que están cargados de pasiones, bajo
el ojo director del trópico. Todo esto para hacer hincapié y analizar el tratamiento de lo
improbable, del mito y de la leyenda.