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««Página 04»».

Título original:
Colombia Before Independence
Economy, society, and politics
under Bourbon rule
Traducción:
Hernando Valencia Goelkel
Nicolás Suescún

««Página 05»».

Colombia
antes de la Independencia
Economía, sociedad y política
bajo el dominio borbón

ANTHONY MCFARLANE

BANCO DE LA REPÚBLICA / EL ÁNCORA EDITORES

««Página 06»».

Primera edición en español:


Banco de la República
El Áncora Editores
Bogotá, 1997
ISBN 958-96201-0-8

Portada:
diseño de Camila Cesarino Costa
Ilustración:
Río Bogotá, dibujo de C. Austin, grabado de J. Harris (detalle)
Mapas:
Marco Fidel Robayo
Derechos reservados:
© 1997. Anthony McFarlane
Cambridge University" Press
Isanco de la República
El Áncora Editores
Bogotá, Colombia
Composición y fotomecánica: Servigraaphic Ltda.
Separación de color: Elograf
Impreso en los talleres de Formas e Impresos Panamericana.
Impreso en Colombia
Printed in Colombia

««Página 07»».

CONTENIDO

TABLAS, FIGURAS Y MAPAS página 9


ABREVIATURAS Y EQUIVALENCIAS página 11
AGRADECIMIENTOS página 15
INTRODUCCIÓN página 17

1. FUNDACIONES página 27

PARTE I
. -ECONOMÍA Y SOCIEDAD EN LA NUEVA
GRANADA DEL SIGLO XVIII página 59

2. RECURSOS Y REGIONES página 61

3. LAS FRONTERAS MINERAS Y LA ECONOMÍA DEL ORO página 117

PARTE II
LA ECONOMÍA DEL COLONIALISMO BORBÓNICO:

IA NUEVA GRANADA Y LA ECONOMÍA ATLÁNTICA página 153

4. LA NUEVA GRANADA Y EL SISTEMA


MERCANTIL ESPAÑOL, 1700-1778 página 155

5. COMERCIO Y ECONOMÍA EN LA ÉPOCA


DEL COMERCIO LIBRE IMPERIAL, 1778-1796 página 195

6. LOS COMERCIANTES Y EL MONOPOLIO página 250

««Página 08»».

PARTE III
LAS POLÍTICAS DEL COLONIALISMO BORBÓN:
RECONSTRUYENDO EL ESTADO COLONIAL página 281

7. RENOVACIÓN: EL ESTABLECIMIENTO DEL VIRREINATO página 283

8. INNOVACIÓN: LA VISITA GENERAL Y SU IMPACTO página 314

PARTE IV

GOBIERNO Y POLÍTICA página 343

9. EL PODER, LA POLÍTICA Y LA PROTESTA página 345

10. CIENCIA Y SEDICIÓN página 405

PARTE V

LA CRISIS DEL ORDEN COLONIAL página 437


11. LA GUERRA Y EL DEBILITAMIENTO
DEL ORDEN COLONIAL página 439
12. LA CAÍDA DEL GOBIERNO REAL página 479
EPÍLOGO página 512

APÉNDICE A página 521


APÉNDICE B página 532
APÉNDICE C página 536
BIBLIOGRAFÍA página 545
INDICE ONOMÁSTICO página 565

««Página 09»».

TABLAS, FIGURAS Y MAPAS

TABLAS

2.1 Estructura ocupacional de Cartagena de Indias, 1779-80 página 79

2.2 Estructura ocupacional de Santa Fe de Bogotá, 1783 página 95

3.1 Producción de oro en las regiones mineras de la Nueva Granada, según los
quintos, 1700-1799 página 131
5.1 El comercio entre Inglaterra y España, 1784-1793 página 203

5.2 Exportaciones de Cartagena a España 1784-1793 página233

11.1 Barcos e importaciones de España, a Cartagena, 1796-1801 página 442

Figuras

3.1 Distribución regional de la producción de oro, según los quintos, 1735-64


página 134

3.2 Distribución regional de la producción


de oro, según los quintos, 1765-99 página 134

3.3 Valor del oro amonedado en las casas


de moneda de Bogotá y de Popayán, 1700-1810 página 135

.3.4 Chocó: Promedio anual de producción


de oro según los quintos, 1724-1803 página 138

««Página 10»».

3.5 Popayán: Promedio anual de producción


de oro según los quintos, 1700-1804 página 139

3.6 Antioquia: Promedios anuales del oro


registrado para su fundición, 1700-1809 página 140

MAPAS

1.1 Relieve de la Nueva Granada página 26

2.1 Distribución de la población en la


Nueva Granada, 1778-80 página 63

2.2 La región de la Costa Caribe página 76


2.3 La región de la Cordillera Oriental página 87
2.4 La región del Valle del Cauca página 104
3.1 El Chocó página 122
3.2 Antioquia página 123

««Página 11»».
ABREVIATURAS Y EQUIVALENCIAS

ARCHIVOS
AGI Archivo General de Indias, Sevilla
AHNM Archivo Histórico Nacional, Madrid AHNC Archivo Histórico de Colombia
(Archivo General de la Nación)
ACC Archivo Central del Cauca, Popayán
AHA Archivo Histórico de Antioquia, Medellín
ACM Archivo del Cabildo, Medellín
BNC Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá
BL British Library, Londres

REVISTAS
ACHSC Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura
AEA Anuario de Estudios Americanos
BHA Boletín de Historia y Antigüedades
HAHR Hispanic American Historical Review JLAS Journal of Latin American
Studies

MONEDAS Y MEDIDAS

castellano: medida de peso del oro con un valor aproximado de 2.5 pesos de
plata.

peso de oro: 2 pesos de plata, aproximadamente.

marco: medida de peso del oro equivalente a unos 230 gramos


y con un valor aproximado de 4 pesos de plata.

««Página 12»».

doblón: oro acuñado en monedas de 2 escudos y con un valor aproximado de 4


pesos de plata
peso: plata acuñada en monedas de 8 reales
real: 34 maravedíes
carga: 130 kilos
quintal: 50 kilos
tercio: 50 kilos
fanega: 55 kilos
arroba: 12.5 kilos
libra: 1/2 kilo

««Página 13»».

Para Angela

««Página 15»».

AGRADECIMIENTOS
Mi trabajo sobre Colombia se ha beneficiado a lo largo de los años con la ayuda y
el consejo de una serie de personas, a quienes aprovecho la oportunidad para
darles las gracias. El profesor John Lynch me suministró una invaluable
orientación durante mis primeros años de investigación, al permitirme desarrollar
un interés en la historia colonial de la América española y, bajo su supervisión,
completar la tesis doctoral que inició mi trabajo en la historia colombiana. También
me beneficié de su apoyo cuando era investigador en el Instituto de Estudios
Latinoamericanos de la Universidad de Londres, así como de la amistad y el
interés del profesor David Rock, colega entonces en el Instituto.
Amigos y compañeros historiadores en España y en Colombia han hecho mucho
porque mis períodos de investigación en los archivos resulten fructuosos y
agradables. Gracias especiales a Hermes y a Gilma Tovar, historiadores de la
Universidad Nacional de Bogotá, por la generosidad y la amistad que me han
demostrado a lo largo de los años y de las que mucho he disfrutado en Bogotá,
Sevilla y Sigüenza. Mi otra gran deuda en Colombia es con Margarita Garrido y
con el desaparecido Germán Colmenares. Sus invitaciones para enseñar en la
Universidad del Valle me permitieron beneficiarme de su pericia en la historia
colombiana, mientras disfrutaba simultáneamente la espléndida hospitalidad que
ellos y sus familias me ofrecieron sin reparos. El personal de los archivos en
Colombia y en España ha sido sin excepción cortés y servicial. Estoy
particularmente agradecido con la señora Pilar Moreno de Ángel y con el doctor
Jorge Palacios quienes, como directores del Archivo Nacional

««Página 16»».

en Bogotá, hicieron mucho por agilizar mi investigación y hacerla grata.


Quisiera también ampliar mis agradecimientos a los que me han ayudado durante
la redacción de este libro. Simon Collier me alentó a proseguir y me daba amables
pero oportunos recordatorios de la necesidad de terminar. En la Universidad de
Warwick Rachel Parkin, Rebecca Earle y especialmente Caroline Williams
contribuyeron a elaborar y presentar los cuadros en el texto, ayuda que aprecio
muy particularmente. Mi colega el doctor Guy Thomson leyó pacientemente el
borrador del libro y me hizo comentarios alentadores, y el profesor John TePaske,
muy bondadosamente, me permitió referirme a los datos sobre el tesoro real en la
Nueva Granada compilados por él y por el profesor Alvaro Jara a partir de los
documentos del Archivo General de Indias. El apoyo financiero del programa de
becas internacionales de la Fundación Ford me ayudó a comenzar mi
investigación en Colombia, y aportes subsiguientes de la Universidad de Warwick,
la Academia Británica y el Banco de España suministraron a intervalos cruciales
los medios para mantener y ampliar mi interés en la historia colombiana.

««Página 17»».

INTRODUCCIÓN

Esta es una historia de Colombia durante el último siglo de gobierno español,


cuando el territorio de la moderna república de Colombia estaba en el centro del
virreinato español de la Nueva Granada. En gran parte basada en investigaciones
de archivos españoles y colombianos, está diseñada primordialmente como un
aporte a la historiografía de la América española durante el período borbónico,
entre 1700 y 1810. Sin embargo, como no existe una historia general de Colombia
en ese período, el presente estudio ofrece también una síntesis que combina los
resultados de la investigación en archivos con las pruebas y las interpretaciones
que se hallan en las obras especializadas de otros historiadores de la Colombia
colonial.
La elección de la región y del período abarcados en este estudio se explica
fácilmente. Aparte de su interés intrínseco, Colombia, o Nueva Granada, como se
la denominaba durante el régimen español, es una región que merece más
atención por parte de los historiadores de América Latina. Pues si bien era una
colonia de segunda categoría que no competía en tamaño o en riqueza con los
virreinatos del Perú 1 Nueva España, la Nueva Granada era independiente de los
grandes sistemas económicos coloniales, centrados en torno a la minería en las
virreinatos más antiguos, y surge como un territorio separado y distinto, con una
personalidad propia. Desde el siglo XVI el país tenía su propio sector de minería,
su propia conexión con el sistema de comercio español en el Atlántico y una
sociedad cada vez más diferenciada dentro de la cual la población indígena era
sustituida en gran parte por mestizos. Durante el siglo XVIII, la Nueva Granada se
convirtió también en el núcleo del primer virreinato nuevo creado

««Página 18»».

desde el siglo XVI, y presenció una de las grandes rebeliones populares del
período colonial tardío. Así, a comienzos del siglo XIX se convirtió en un gran
escenario para los experimentos y conflictos políticos resultantes de la ruptura con
España en 1810 y, después de 1819, le suministró a Bolívar una base para librar
las guerras de liberación contra los bastiones supervivientes del poder realista en
el continente.
El período cubierto aquí, entre 1700 y 1810, tiene especial interés ya que abarca
una fase distintiva en la historia de España y de su imperio, delimitada por dos
grandes coyunturas políticas. Abierto con la crisis desencadenada con la accesión
de la dinastía borbónica al trono en 1700, y cerrado con otra crisis causada por su
colapso en 1810, éste fue un período durante el cual la monarquía borbónica trató
de reconstruir el dominio español sobre su imperio, tanto política como
económicamente. En efecto, se dice que el resurgente imperialismo español se
hizo tan vigoroso a fines del siglo XVIII que intentó una verdadera "segunda
conquista de América", y era tan perturbador de los intereses establecidos que
preparó las condiciones para el movimiento que más tarde habría de llevar a la
independencia hispanoamericana.1
Nuestra imagen general de la historia de América Latina en el siglo XVIII es
entonces la de regiones coloniales expuestas a un floreciente imperialismo borbón
que, al racionalizar el sistema colonial, político y económico, con menosprecio de
los intereses coloniales, creó un contexto para el colapso eventual de la autoridad
imperial. ¿Cabe dentro de este cuadro la Nueva Granada? Sabemos que ésta era
una región que, como otras de la América española, se veía afectada directamente
por aquellas medidas borbónicas diseñadas para cambiar las relaciones
económicas y políticas con la madre patria; sabernos también que la reforma
colonial de los borbones suscitó tensiones y resistencias, muy en especial durante
la revolu-

««Página 19»».

ción comunera de 1781. En efecto, los historiadores de la Colombia colonial


suponen invariablemente que el cambio político y económico durante el período
borbón creó tensiones que prepararon el camino hacia la independencia, bien al
inducirlas o al crear tiranteces en la contextura social y económica del país. 2 Pero,
precisamente, ¿fue la-Colombia colonial tardía afectada por la resurrección del
imperialismo español durante el siglo XVIII? ¿La reforma administrativa de los
borbones trastornó el orden colonial en la Nueva Granada, al darle a Madrid un
control más estrecho sobre el gobierno territorial, y forzó a su pueblo a contribuir
con una porción mayor de sus recursos a las necesidades de la metrópoli? ¿La
reforma económica de los borbones cambió el carácter de la economía colonial,
haciendo que contribuyera más a España con perjuicio para los intereses
coloniales? ¿Y cuáles, precisamente, fueron las repercusiones de las reformas
borbónicas sobre las actitudes políticas y el comportamiento de la colonia? ¿Cómo
respondieron los colonizados a las nuevas exigencias metropolitanas,
cuál fue el carácter de esa respuesta? ¿Podemos detectar en el comportamiento
político colonial alguna alteración de la cultura política fue involucre ideas y
principios nuevos, tal vez señalando la emergencia de una conciencia proto-
nacional que más tarde saldría a la luz en los movimientos de independencia?
Al plantear tales preguntas, este libro mostrará que, durante todo el siglo XVIII, los
esfuerzos de la monarquía borbónica para reforzar el control sobre la Nueva
Granada y para incentivar la explotación de los recursos de la región afrontaron

1 El mejor resumen de esta posición es John Lynch, The Spanish American Revolutions,
1808-1826 (2a. ed. Londres, 1986), cap. I.
2 Este argumento es expuesto vigorosamente por Indalecio Liévano Aguirre, Los
grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia (3a. ed., Bogotá, 1968).
constantemente dificultades. Al comenzar el siglo, los ministros borbones hallaron
que el gobierno y el comercio de la colonia se hallaban en considerable confusión.
Bajo el régimen de los Habsburgos la región había sido completamente
hispanizada, pero un gobierno laxo, caracterizado por las prácticas corruptas y la
colusión de funcionarios españoles con los

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intereses provinciales, había alterado seriamente la capacidad de Madrid para


imponer su voluntad. Los lazos económicos de la Nueva Granada con España
también se habían vuelto muy débiles. El comercio a través del monopolio español
poco había hecho por fomentar exportaciones distintas al oro, y durante la
transición del régimen habsburgo al borbón una porción sustancial de los
pequeños mercados de la Nueva Granada para importaciones europeas había
sido usurpada por intrusos extranjeros que recurrían al contrabando. La Nueva
Granada era además un territorio extenso, diverso y poco integrado, donde la
división del poder entre los gobernadores provinciales frenaba la imposición de un
mando central originado en España, y donde las realidades geográficas inhibían la
construcción de líneas claras de comercio y comunicación con España.
Poner a la colonia bajo un más estrecho control español era algo que, sin
embargo, estaba más allá de la capacidad de los primeros gobiernos borbones.
Pues si bien la reforma se inició temprano en la Nueva Granada, sus avances eran
esporádicos y se aplicaba con ineficiencia. Reacciones pragmáticas a problemas
generales del comercio y la defensa coloniales eran seguidas por cambios de
política y largos períodos de inacción. El primer experimento de gobierno virreinal
tuvo corta vida, y la reforma complementaria del sistema de comercio colonial
poco hizo para cambiar las relaciones de la colonia con el poder metropolitano. La
reimplantación y la consolidación del virrenato a mediados del siglo le dieron a la
corona una autoridad más sólida sobre la Nueva Granada, y la reforma simultánea
del sistema comercial produjo un flujo más continuado de comercio trasatlántico.
Sin embargo, ni los virreyes ni los comerciantes españoles alteraron
sustancialmente la posición de la colonia dentro del imperio. Los virreyes le dieron
una imagen más vigorosa a la autoridad real, pero el gobierno de la Nueva
Granada seguía dominado por un establecimiento pequeño y conservador donde
los funcionarios veteranos se entendían con los intereses locales a fin de disfrutar
de las prerrogativas y de los atributos del cargo. El

««Página 21»».

desarrollo comercial de la Nueva Granada estaba también dominado por intereses


establecidos, los cuales, hechos a las prácticas restric6i\-as del monopolio
comercial español, trataban no de ampliar el comercio sino más bien de mantener
su influencia sobre los canales comerciales existentes.
Durante el reinado de Carlos III, la política española hacia la Nueva Granada fue
formulada por primera vez dentro de una estrategia coherente para controlar las
colonias y encauzar su potencial económico y fiscal. Sin embargo, en cuanto
Madrid efectuó un esfuerzo concertado para vigorizar el Estado colonial en la
Nueva Granada, se encontró con una poderosa reacción en defensa de la
autonomía local. Esta reacción, encarnada en la revolución comunera de 1781, no
sólo reveló la continua debilidad del gobierno colonial, sino que desalentó el
empeño de Madrid por trazar planes para la reestructuración de la Nueva
Granada. Y si la rebelión melló el filo de la reforma política, el programa de Carlos
III para la reforma económica imperial, construido alrededor del concepto de
"comercio libre" dentro del imperio, también fracasó en su empeño de convertir a
la Nueva Granada en un satélite productivo de España. El comercio con la
metrópoli se amplió, pero obstáculos de vieja data para comercializar y controlar
los recursos de la Nueva Granada significaban que el régimen de "comercio libre"
tenía un impacto limitado tanto en el carácter del comercio colonial como en la
organización de la vida económica de la región.
Parece así que el cuadro de Colombia a fines de la Colonia como una sociedad
donde la explotación metropolitana y la opresión indujeron grandes cambios
económicos y generaron irreparables desgarrones políticos está
considerablemente adulterado. De hecho, las fuerzas del cambio político derivaron
más de demostraciones de la debilidad de España que de alardes de autoridad.
Primero, la diseminación por parte de funcionarios españoles de las ideas de
mejoramiento social y económico, del tipo que el "despotismo ilustrado" de los
borbones introdujo para avanzar el desarrollo de la nación

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española, se combinó con el auge del republicanismo en América del Norte y


Europa para inducir un cambio en los valores culturales y en la perspectiva política
de la pequeña minoría criolla educada de la Nueva Granadas, A fines del siglo
XVIII, la política borbónica acentuó el resentimiento criollo hacia el gobierno
colonial al excluir a los criollos de posiciones de poder e influencia que ellos
consideraban debían compartir por derecho de nacimiento y de educación. Al
mismo tiempo, la transmisión de nuevas ideas políticas y económicas por medio
de funcionarios oficiales, libros y periódicos les dio un instrumento a los criollos
educados para criticar el régimen colonial y para exhibir una identidad más recia.
Los principios de la ciencia contemporánea y de la economía política también los
estimularon para identificar y clasificar el carácter y los recursos de su tierra, lo
que a su vez hizo que los criollos percibieran su país bajo una nueva luz. Por
medio de la discusión y del intercambio de información, gradualmente llegaron a
concebir una comunidad con una identidad y unos intereses que trascendían los
límites estrechos y localizados de las regiones distintivas de la Nueva Granada.
Pero si una alternativa al gobierno español se imaginó primero entre la pequeña
intelectualidad criolla, la prescindencia del orden colonial sólo se hizo posible
cuando el poder metropolitano se desmoronó en su centro. Al final fue la crisis
imperial, más que las reacciones contra el absolutismo de los borbones o la
clarividencia de precursores iluminados, la que creó las condiciones para la
emancipación política en Colombia.
Estas observaciones y argumentaciones, que forman los hilos principales de este
libro, están elaboradas en detalle en cinco secciones separadas. La parte I pinta
los contornos de la economía y de la sociedad en la Nueva Granada durante el
período colonial. Al caracterizar las estructuras sociales y económicas del país,
algunos historiadores colombianos han hecho énfasis en variaciones en los modos
de producción. Luis Eduardo Nieto Arteta, por ejemplo, distingue entre sectores
"coloniales" y "anticoloniales", relacionados

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con diferentes patrones de colonización y tenencia de la tierra. Más recientemente,


Salomón Kalmanowitz ha analizado la economía colonial en términos de las
relaciones sociales desarrolladas entre colonos e indios, terratenientes y
campesinos mestizos y propietarios de esclavos y esclavos. 3 Son explicaciones y
enfoques explicativos valiosos, pero para efectos de este análisis, centrado en la
situación de la Nueva Granada dentro del imperio español, prefiero un enfoque
diferente, uno más cercano al usado por Ospina Vásquez en su historia
económica de Colombia.4 Este método caracteriza la economía colonial por
regiones, partiendo del supuesto de que cada región tiene su propia estructura
peculiar, basada en la historia de la interacción de españoles y nativos después de
la conquista y moldeada por variaciones locales de geografía, clima, recursos y
acceso a los circuitos del comercio de ultramar. Así, los capítulos de la parte 1
describen el desarrollo social y económico de la Nueva Granada durante el siglo
XVIII al recalcar el patrón de regiones subyacente a las divisiones administrativas,
recorriendo los contornos provinciales de la vida económica y social y trazando
tendencias en la producción de oro, la más valiosa mercancía comercial del
territorio.
Este retrato de las formas y dinámicas de la economía colonial colombiana está
complementado, en la parte II, por un recuento dallado del comercio de ultramar
del territorio. Este tiene tres acciones. La primera es un análisis de la política
comercial de los barbones y de sus efectos sobre el movimiento de la navegación
y el comercio durante el siglo XVIII; la segunda muestra cómo la Mansión del
comercio afectó la explotación de los recursos y el desarrollo de la economía; un
capítulo final de esta sección analiza el carácter. la evolución y la influencia de la
comunidad mercantil

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que manejaba el comercio de ultramar de la colonia, centrado especialmente en


los comerciantes peninsulares que dominaban la actividad en Cartagena de
Indias, el puerto principal de la Nueva Granada.
Los ensayos sobre la historia económica de la Nueva Granada en el siglo XVIII
están seguidos de un análisis de la historia política y administrativa durante el

3 Luis Eduardo Nieto Arteta, Economía y cultura en la historia de Colombia (sexta. ed.,
Bogotá, 1975), cap. I; Salomón Kalmanowitz, Economía y nación: una breve historia de
Colombia (2a. ed., Bogotá, 1986), parte I.
4 Luis Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia, 1810-1930 (Me-Je in. 1955).
último período colonial. La parte III examina las etapas principales en la evolución
de las políticas administrativas y fiscales españolas durante el siglo XVIII, desde el
primer experimento de gobierno virreinal en 1719-23, pasando por el
reestablecimiento del virreinato de la Nueva Granada en 1739, hasta la "revolución
en el gobierno" planeada por Carlos III y sus ministros durante los decenios de
1770 y 1780. La discusión del cambio político y de sus implicaciones
institucionales y financieras tiene su paralelo en la parte IV, mediante el análisis de
las estructuras de gobierno, las características de la cultura política colonial y las
repercusiones políticas de los cambios en las instituciones y en la ideología de la
monarquía española durante los finales del siglo XVIII.
La parte V concluye el estudio con el examen de los efectos de la guerra
internacional y de la crisis metropolitana en la vida económica y política de la
Nueva Granada al comenzar el nuevo siglo, y con una explicación de las
condiciones que hicieron posible un movimiento de autogobierno durante los años
de crisis imperial entre 1808 y 1810. Un breve epílogo insinúa entonces cómo las
estructuras subyacentes de la sociedad y de la economía establecida durante el
dominio español continuaron moldeando el desarrollo del país al menos durante
los primeros cincuenta años de su existencia como república independiente.
Antes de proseguir, una definición. Al referirme a la Colombia del siglo XVIII
prefiero usar el nombre español de "Nueva Granada" en lugar del estorboso y
anacrónico de "Colombia colonial". De hecho, Nueva Granada fue un título puesto
a varias entidades administrativas de diferente escala y propósito durante el
período de

««Página 25»».

gobierno español. Cuando fue utilizado por primera vez por Gonzalo Jiménez de
Quesada a mediados del siglo XVI, el Nuevo Reino de Granada abarcaba las
tierras chibchas que había conquistado, e inicialmente no iba más allá de las
prolongaciones de Santa Fe de Bogotá y Tunja. El nombre tomó una significación
más amplia tras el establecimiento de la audiencia de la Nueva Granada y de la
arquidiócesis de la Nueva Granada a mediados del siglo XVI. La jurisdicción de la
audiencia abarcaba el centro y el norte de Colombia, mientras que la mitad sur del
país, en la enorme provincia de Popayán, caía bajo la jurisdicción de la audiencia
de Quito. La arquidiócesis, por el otro lado, vinculaba a la Nueva Granada con las
diócesis de Popayán, Santa Marta, Cartagena y Mérida. Por último, durante el
siglo XVIII, la Nueva Granada quedó relacionada con una entidad política mucho
más grande, el virreinato de la Nueva Granada, que incorporaba un área enorme
bajo su jurisdicción, la que comprendía las audiencias de Quito y Nueva Granada
y la capitanía general de Venezuela. Para evitar confusiones el lector debe anotar
que mi uso del término Nueva Granada sigue la práctica común entre los
historiadores colombianos, y se refiere sólo al territorio de la moderna Colombia.

««Página 26»».

Mapa 1.1
Relieve de la Nueva Granada

««Página 27»».

1 FUNDACIONES

Para trazar los orígenes de la sociedad colonial española que más tarde se
convirtió en república de Colombia debemos volver a los decenios iniciales del
siglo XVI, cuando los españoles merodeaban en la costa comprendida entre el
cabo de la Vela y el istmo de Panamá en busca de oro y de esclavos. 5 Los
experimentos para constituir establecimientos permanentes en estas costas de
tierra firme comenzaron temprano. Alonso de Ojeda fundó la primera colonia en
territorio colombiano en San Sebastián de Urabá, en 1510, después de que sus
excursiones a la región de Cartagena fueran repelidas por tribus locales
beligerantes. Una mayor hostilidad de los indios, provocada por las renovadas
incursiones españolas en busca de esclavos, obligó a un nuevo movimiento hacia
occidente, a Darién, donde los españoles fundaron una nueva base en Santa
María de la Antigua. Una vez más, la colonia fue de corta vida. Azotados por las
enfermedades, los indios locales se volvieron incapaces de sostener a la
comunidad parasitaria europea y en 1524 fue abandonado el lugar. Una vez más
los españoles se movieron hacia occidente, esta vez a Panamá, la cual, con el
nombre de Castilla del Oro, se convirtió en un nuevo foco de la actividad
española.6 Luego, en 1526, otros

««Página 28»».

españoles crearon una base muy distinta en territorio colombiano, en el extremo


oriental de la costa del Caribe, y al fundar a Santa Marta abrieron el camino para
la que habría de ser una frontera crucial en la conquista del interior de Colombia.
Inicialmente, Santa Marta presenció el mismo tipo de explotación destructora que
los españoles habían practicado en Castilla del Oro. Las comunidades indias eran
saqueadas en busca de oro, abastecimientos y esclavos; si presentaban
resistencia quemaban sus casas y sus campos. Estas tácticas de tierra arrasada
no tardaron en despoblar el área y, mientras los indios sobrevivientes huían a las
montañas vecinas de la Sierra Nevada, el establecimiento español se iba
extinguiendo. Sin embargo, Santa Marta perduró y se convirtió en una plataforma
para las expediciones al interior desde comienzos del decenio de 1530, con
incursiones más allá de la Sierra Nevada en busca de nuevas fuentes de botín. 7

5 . La mejor fuente de información sobre estos primeros años, en la que se basa este
relato, es Carl O. Sauer, The Early Spanish Main (Berkeley & Los Angeles, 1966), pp.
104-19, 161-77
6 Ibid., pp. 218-37, 247. También Mario Góngora, Los grupos de conquistadores en
Tierra Firme, 1509-1530 (Santiago de Chile, 1962), pp. 16-38.
7 . Juan Friede, "La conquista del territorio y el poblamiento", en Manual de historia de
Colombia (2a. ed., Bogotá, 1982), Vol. I, pp. 130-6. Sobre la historia de Santa Marta
más avanzado el siglo XVI y durante el siglo XVII, ver Trinidad Miranda Vásquez, La
gobernación de Santa Marta, 1570-1670 (Sevilla, 1976).
En el mismo decenio los españoles obtuvieron otra base permanente en la costa
cuando, en 1533, Pedro de Heredia fundó la ciudad de Cartagena de Indias. Este
establecimiento no tardó en atraer a centenares de aventureros y extendió
rápidamente su influencia hacia occidente, a la región del río Sinú y de Urabá, y
hacia el sudoeste, hasta la parte baja de los ríos Cauca y San Jorge. El oro
hallado en las tumbas indias del Sinú actuó como un imán, atrayendo a los
españoles a saquear la región con total indiferencia a la vida y la cultura indias.
Más adelante la rapiña española le abrió paso a una explotación más sistemática
de la tierra y sus habitantes. A partir de 1540 se establecieron ganaderías en las
vecindades de Cartagena, y los indios sobrevivientes eran congregados en
encomiendas con el fin de que suministraran los tributos requeridos para sostener
los establecimientos de los invasores. Como Santa Marta, Cartagena lanzó
expediciones tierra adentro,

««Página 29»».

buscando en el interior nuevas fuentes de oro indio. 8 Y así, durante las décadas de
1520 y 1530 los españoles habían sentado los cimientos de una región importante
en la sociedad colonial de Colombia: la de la costa del Caribe, centrada en
Cartagena y Santa Marta.
Al establecer bases en el litoral caribe, los españoles no se limitaron a echar
raíces permanentes en la costa de Colombia; también crearon estaciones para
conquistar y colonizar desde ellas el interior colombiano. Después de años de
reconocimiento, incursiones y establecimientos en pequeña escala, la penetración
al interior de Colombia se logró finalmente a finales de los años treintas y
cuarentas del siglo, después del descubrimiento del Perú por Pizarro. Al comienzo
su conquista del Estado inca amenazó con amenguar la actividad española en
Colombia, mientras la promesa de ricas recompensas atraía a los españoles hacia
el Perú. Pero el logro de Pizarro también espoleó a los españoles en la búsqueda
de nuevas civilizaciones en las tierras entre Colombia y el Perú, y un decenio
después de la conquista peruana bandadas de aventureros europeos entraron al
interior de Colombia y crearon "el reino de la Nueva Granada".

PATRONES DE CONQUISTA

Los conquistadores españoles entraron al interior de Colombia por varias rutas.


Una provenía del sur, emanada de las zonas de conquista abiertas por Pizarro en
los reinos incas de Perú y Quito. Este movimiento fue impulsado por expediciones
bajo el mando de Sebastián de Belalcázar, quien llevó a sus hombres desde Quito
hasta el valle del Cauca. En 1536 Belalcázar fundó Cali y Popayán, bases desde
las cuales los colonizadores españoles habrían de librar una lucha violenta y
prolongada contra las comunidades indias circundantes.

8 Carmen Gómez Pérez, Pedro de Heredia y Cartagena de Indias (Sevilla, 1984),


especialmente pp. 1-91.
««Página 30»».

Luego lanzó expediciones hacia el norte, en busca del legendario El Dorado. Una
de esas entradas al norte siguió el cauce del río Cauca hacia las cordilleras
occidental y central de los Andes colombianos, lo que preparó el camino para la
creación de una cadena de establecimientos que ligaban el valle del Cauca a los
establecimientos españoles en las tierras ricas en oro de Antioquia. La otra
entrada fue a lo largo del río Magdalena hacia la Cordillera Oriental. En 1538
Belalcázar al fin llegó a tierra de los chibchas, tan sólo para encontrarse con que
otras dos expediciones, de Santa Marta y Venezuela, habían llegado antes que él. 9

La primera expedición en encontrar la tierra de los chibchas llegó en 1537,


enviada desde Santa Marta bajo el mando de Gonzalo Jiménez de Quesada; poco
después la siguió la entrada de Belalcázar desde el sur, así como una expedición
conducida por Nicolás de Federman que entró a las montañas colombianas a
partir de Venezuela.10 Después de lograr un compromiso con los otros jefes,
Jiménez de Quesada tomó control de la región chibcha. Estableció el Nuevo Reino
de Granada y, a mediados de 1539, fundó la ciudad de Santa Fe de Bogotá como
su capital. Bogotá se volvió entonces un nuevo foco para la conquista y la
colonización dentro de Colombia, a medida que expediciones conquistadoras se
diseminaban por las regiones vecinas. Hacia el norte, el establecimiento español
se extendió a Vélez, Tunja y Pamplona; al occidente, los españoles cruzaron el río
Magdalena y fundaron ciudades como Ibagué, Mariquita y Honda. Al oriente
descendieron de las cumbres de los Andes hasta los bordes del llano,
estableciendo plazas fuertes en Medina de las Torres, Santiago de las Atalayas y
San Juan de los Llanos. Hacia el sur desbrozaron un camino por las montañas del
Quindío, abriendo así contacto con los estableci-

««Página 31»».

mientos recién nacidos de la región del Cauca, un área que a su vez se


comunicaba con las zonas de conquista en Quito. 11 A finales del siglo XVI dos
corrientes de exploración y de conquista habían convergido en el centro
montañoso de Colombia. Con el descubrimiento de estas tierras, ricas en oro y en
indios, vinieron la exploración, ocupación y explotación de las áreas circundantes,
llenando el espacio que yacía entre las bases españolas en el Caribe y las
conquistas españolas en el imperio inca. Había nacido así una trama nueva y
distintiva de colonización, formada desde el disperso archipiélago de
establecimientos creados en las tierras que se extendían hacia el sur, desde la
costa caribe hasta lo más profundo del interior.
9 Silvia Padilla, M. I. López Arellano y A. González, La encomienda en Popayán. Tres
estudios (Sevilla, 1977), pp. 1-19.
10 Juan Friede, Invasión al país de los chibchas, conquista del Nuevo Reino de Granada
y fundación de Santa Fe de Bogotá (Bogotá, 1966); un excelente sumario reciente es
Jorge Orlando Melo, Historia de Colombia: La Dominación Española (2a. ed., Bogotá,
1978), Vol. I, pp. 145-55.
11 Melo, Historia, pp. 125-44.
Esta red de centros urbanos incipientes, desde la cual los españoles buscaban
dominar las tierras circundantes, no constituyó de inmediato un dominio colonial
coherente. Antes de la llegada de los españoles no había un Estado indígena con
un comando comparable al de los imperios azteca e inca. En consecuencia, los
conquistadores del norte de los Andes no podían apropiarse un poderoso imperio
indígena tributario, como Cortés y Pizarro lo habían hecho en México y Perú. En
cambio, la conquista y la colonización españolas dividieron el territorio colombiano
en regiones de colonización diferenciadas y a veces competidoras, cada una
asociada con el radio de acción del grupo que la había conquistado. En el norte,
los gobiernos de Cartagena y Santa Marta constituían dos de esas regiones; en el
centro del país, el Nuevo Reino de Granada estaba aparte, como otra entidad
distinta; por último, las regiones sur y occidental de Colombia cabían dentro de la
enorme gobernación de Popayán, la que formaba una región separada del Nuevo
Reino. En efecto, durante algunos años pareció que Popayán se haría
independiente tanto del Perú como de la Nueva Granada. Cuando Antioquia se
volvió una provincia autónoma en 1563, esta posibilidad desapareció, pero
Popayán siguió siendo una sociedad de muchas maneras separada de

««Página 32»».

la Nueva Granada y distinta a ella. Era una región donde la conquista había sido
mucho más lenta que en el Nuevo Reino, porque la prolongada resistencia de las
naciones indias en la Cordillera Central impedía que los colonizadores españoles
explotaran recursos de tierra y trabajo al mando de los encomenderos. 12 Durante
la mayor parte del período colonial, la provincia de Popayán estuvo bajo la
jurisdicción de la audiencia de Quito más que de la audiencia de la Nueva
Granada. La Colombia posterior a la conquista era, así, una entidad fragmentada,
geográfica, social y administrativamente. Las fundaciones españolas estaban muy
dispersas y cada una tendía a convertirse en una célula aparte, cuyos habitantes
trataban de delimitar su propio territorio contra los competidores, a fin de
monopolizar sus recursos. Esta tendencia a la creación de unidades locales
autónomas estaba además acentuada por las dificultades de comunicación y por
lo abrupto del terreno.

MEDIO AMBIENTE Y COLONIZACIÓN

El contexto geográfico dentro del cual tomó forma la sociedad colonial española se
aprecia rápidamente con una ojeada al mapa 1.1, que muestra los principales
contornos de la geografía del territorio. Más de mil kilómetros separan a
Cartagena, en la costa caribe, de Pasto, en los límites con Ecuador, y entre estos
dos puntos yacen varias regiones físicas y climáticas distintas. En el centro del
territorio hay un gran cuerpo de montañas, formadas por el extremo norte de los
Andes. De una sola cadena en el sur se despliegan en tres cordilleras que echan
12 Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia, vol. II:

Popayán, una sociedad esclavista, 1680-1809 (Bogotá, 1979), pp. 11-23.


cuñas altas, casi paralelas en el centro del país, separadas por los largos
corredores longitudinales trazados por el curso de los ríos Cauca y Magdalena.
Las cordilleras llegan a alturas impresionantes, con un promedio de 2.000 metros
en occidente, 3.000

««Página 33»».

en el centro y casi 3.300 en el oriente, con muchos picos que pasan de los 4.500
metros. El resto del país lo constituyen tres grandes zonas de tierras bajas,
flanqueadas a lo largo de las montañas. Una está en occidente, en la costa del
Pacífico, donde los ríos de la Cordillera Occidental se deslizan hacia el océano a
través de una áspera faja de llanuras en su mayor parte cubierta por densos
bosques pluviales. La otra está al oriente del centro de los Andes, donde los altos
picos y las cuencas intramontañosas de la Cordillera Oriental se deslizan a otra
región mucho más grande de tierras bajas. Aquí las masivas, dilatadas llanuras de
los llanos colombianos se forman en torno a los muchos ríos que fluyen de la
Cordillera Oriental hasta las cuencas del Orinoco y del Amazonas. Por último, al
norte del país yace otra gran región de llanuras, rota sólo por una aparición final
aislada de montañas altas en la Sierra Nevada de Santa Marta. Esta es la región
costera del Caribe, un área enorme atravesada por varios sistemas fluviales que
bajan de la cordillera hacia el mar.

La proximidad al ecuador significa que la mayor parte del territorio es tropical, pero
las diferencias de altura producen agudas variaciones regionales y locales en el
clima. Se destacan cuatro principales zonas climáticas. La primera y más extensa
está formada por las tierras bajas tropicales, que los españoles llamaban tierra
caliente; puede definirse como la que incluye todas las áreas a alturas por debajo
de los 1.000 metros, con una temperatura promedio anual superior a 24 grados
centígrados. Algunas de las tierras bajas tropicales albergaban sustanciales
poblaciones nativas en el tiempo de la conquista. Ejemplos notables son los
fértiles bolsones de tierra en la zona costera entre Santa Marta y el río Sinú y los
trozos de tierra caliente en la parte central de los valles del Cauca y Magdalena,
donde los suelos eran fértiles y la lluvia moderada. Pero la mayor parte de las
tierras bajas tropicales estaban muy poco pobladas, antes y después de la llegada
de los españoles. En la costa occidental, al borde del Pacífico, las altas
temperaturas de la tierra caliente se combinaban con fuertes lluvias y los suelos
pobres y pantanosos de

««Página 34»».

la región estaban cubiertos por una densa capa de bosque primitivo. Al oriente, los
llanos ofrecían pocos halagos para establecerse en ellos. Los pastos y los
bosques de las llanuras, inundados recurrentemente, eran inapropiados para la
agricultura con arado y sostenían tan sólo a grupos nómades de cazadores y
recolectores. Esas, entonces, eran regiones que tentaban a pocos colonizadores
españoles, la mayoría de los cuales prefería zonas montañosas donde la altura
aliviaba el calor de los trópicos y donde se encontraban en tierras fértiles grandes
poblaciones nativas.

Una zona así se encontró en el área climática de la tierra templada, donde el suelo
se levanta entre 1.000 y 2.000 metros y la temperatura media baja a alrededor de
17 grados y medio. Allí, en las vertientes y en los valles templados de las
cordilleras, donde cereales y cosechas nativas podían complementarse con
azúcar, tabaco y algodón, los españoles encontraron tierras fértiles y bien
pobladas. La otra zona climática que los atraía era el país más frío, la tierra fría,
que está entre los 2.000 y los 3.000 metros. Aquí, especialmente en la Cordillera
Oriental entre Bogotá y Tunja, y en las alturas sureñas alrededor de Pasto, los
españoles encontraron un medio que era ideal para una agricultura mixta de maíz,
papas y cereales europeos como trigo y cebada. Más allá, por encima de los 3.000
metros, se extendían grandes zonas que los españoles, como los indios,
ignoraban. Eran las tierras más frías y casi incultivables del páramo, yermos
envueltos en niebla que se extienden hasta los límites bajos de la línea de nieve,
entre 4.000 y 5.000 metros. Fue así entonces, en la tierra fría y en la tierra
templada del interior montañoso, entre las cordilleras y en las vertientes de los ríos
Magdalena y Cauca, donde los españoles fundaron la mayor parte de sus
establecimientos coloniales. En estos escenarios no sólo encontraban un medio
tolerante con los europeos, sino también sociedades indígenas grandes y
adelantadas. Sobre esta base, la sociedad colonial puso sus fundaciones más
firmes.

««Página 35»».

LAS SOCIEDADES INDÍGENAS


EN EL TIEMPO DE LA CONQUISTA

Los invasores españoles encontraron muchas culturas nativas diferentes dentro


del territorio de la Colombia moderna. Ninguna sobrevivió intacta al encuentro, y
algunas desaparecieron completamente. En Colombia, como en otras partes de
América, el contacto con los españoles parece haber sido más mortal para los
indios en las tierras bajas tropicales. Cuando los españoles llegaron por primera
vez al litoral caribe, a comienzos del siglo XVI, el hinterland de la costa estaba
poblado por varios grupos distintos, muchos de los cuales habrían de desaparecer
ante la arremetida de la guerra, la enfermedad y la explotación. Los Taironas, que
habitaban las faldas de la Sierra Nevada y las llanuras adyacentes en la península
de la Guajira, eran la más desarrollada de estas culturas. Vivían en
establecimientos nucleados, densamente poblados, y subsistían con el cultivo del
maíz, la yuca, pimentones y otros vegetales; cultivaban algodón como material
para la ropa, y eran probablemente el pueblo más avanzado técnicamente en la
Colombia de la preconquista. Empleaban irrigación en su agricultura, eran
expertos en cerámica y en aurifería, y aunque casi todo lo construían de madera
usaban piedra para los edificios públicos y para los elaborados caminos que unían
sus establecimientos.13 Al oeste de la región tairona los españoles encontraron

13 Gerardo Reichel-Dolmatoff, Datos histórico-culturales sobre las tribus de la antigua


otros grupos sobre los que también supieron imponerse. La más notable de estas
sociedades costeñas era el pueblo Sinú, que ocupaba la parte media del río Sinú y
sus llanuras vecinas. Como los Taironas, vivían en comunidades estratificadas con
sistemas de mando permanentes, usaban irrigación en su agricultura y crearon
magníficos artefactos con el oro obtenido en el comercio con las

««Página 36»».

tribus del interior.14 Entre los taironas y los sinúes había otras agrupaciones
nativas más pequeñas, con su propio lenguaje distintivo y formas de organización
social. Eran también agricultores sedentarios que vivían del maíz y de la yuca, los
dos grandes productos tropicales, complementados con pesca y caza abundantes
halladas en el área costeña. El litoral caribe estaba entonces relativamente bien
poblado antes de la conquista y su arco de establecimientos, alargándose por la
costa y hacia el interior por los grandes ríos, primero había de ser una barrera y
después como un trampolín para la invasión española. 15
El interior montañoso de los Andes era el principal objetivo de esa invasión. Allí los
españoles encontraron culturas indígenas florecientes, particularmente en las
cuencas altas de la Cordillera Oriental. Durante la evolución del cultivo del maíz en
el pasado distante, las cuencas intermontañosas, los estrechos valles y las
mesetas altas y frescas habían atraído migración de los establecimientos
ribereños en las tierras bajas de la costa. Como el maíz requiere un patrón
particular de distribución estacional de la temperatura y de la lluvia para su cultivo
más productivo, los campesinos nativos se habían desplazado al interior,
moviéndose a lo largo de los valles de los ríos Magdalena y Cauca y hacia las
faldas montañosas en busca de la combinación óptima de factores físicos y
meteorológicos. El terreno y el clima benignos de las cuencas altas suministraban
precisamente esa combinación, y los indios que se asentaron en esta área
desarrollaron concentraciones relativamente densas de población, basados en una
agricultura intensiva y variada. En la región formada por la alta desembocadura de
los ríos Bogotá y Sogamoso, situada entre 2.500 y 3.000 metros, estaba
emergiendo una vibrante civilización nativa en el momento de las invasiones
europeas. Grupos tribales se habían juntado dentro de la laxa federación de los
"reinos"

««Página 37»».

chibchas, soportando una jerarquía de caciques, guerreros y sacerdotes y


conduciendo un activo e intensivo intercambio de productos agrícolas, textiles, sal
y oro, tanto entre ellos mismos como con grupos indios en otras regiones del
país.16
Gobernación de Santa Marta (Bogotá, 1951).
14 B. LeRoy Gordon, Human Geography and Ecology in the Sinú Country of Colombia
(Berkeley, California, 1957).
15 Para una relación sumaria de los pueblos de la costa, ver Melo, Historia, pp. 44-48.
16 Relaciones detalladas de la sociedad y economía chibchas se encuentran en
Guillermo Hernández Rodríguez, De los Chibchas a la Colonia y a la República (Bogotá,
Hacia el oeste y el sudoeste, en el valle del Cauca y la Cordillera Central, había
muchas otras agrupaciones indias cuyos orígenes, culturas y relaciones están
todavía lejos de ser entendidos. Ninguno de estos grupos era comparable a los
chibchas en complejidad social y política, pero agrupados formaban un elemento
muy significativo de la población de la preconquista en territorio colombiano. La
mayoría de estos grupos indios vivía en comunidades agrícolas basadas en el
cultivo del maíz complementado con la caza y la pesca, con producciones
artesanales especializadas de textiles de algodón, un comercio activo y una
notable pericia en el trabajo del oro y de otros metales, especialmente entre el
pueblo quimbaya. Las instituciones políticas y sociales variaban
considerablemente, pero muchas eran comunidades grandes, relativamente
complejas, con miles de habitantes organizados bajo gobiernos hereditarios y
sistemas de tributación. No hay certeza sobre el origen de estos grupos. Algunos
historiadores creen que estos pueblos eran de origen caribe, debido a la práctica,
aparentemente diseminada, del canibalismo ritual, tal como la describen los
españoles. Otros, con la evidencia de patrones lingüísticos, sostienen que eran
descendientes de los pueblos chibchas que se habían fundido con grupos de otros
orígenes. Sea como fuere, al enfrentarse a los españoles estas culturas diversas,
a veces competitivas, habrían de montar una fiera y prolongada resistencia en
contra de los invasores.17

««Página 38»».

En el valle del Magdalena y las faldas circundantes los españoles encontraron


otras numerosas sociedades indias, la mayoría probablemente descendiente de
caribes que habían migrado a lo largo del gran río y de sus afluentes. Esos
pueblos —los sondaguas, los carares, los muzos, los colimas y los pijaos— eran
agricultores sedentarios. Subsistían de la explotación del maíz y la yuca, vivían en
comunidades tribales organizadas en familias extendidas sin ningún grado alto de
especialización o jerarquía, y a veces ocupaban territorios que estaban apenas
sumariamente demarcados de los de sus vecinos. Hacia el sur, en los altos del
Magdalena, este patrón variaba. Allí los pueblos conocidos como timanás,
yalcones y páez vivían en comunidades más grandes, más estratificadas, basadas
en el cultivo del maíz y la papa y con características culturales y lingüísticas que
sugieren una antigua afiliación con los chibchas más que con la cultura caribe.
Todavía más al sur, en las altiplanicies donde la Colombia moderna limita con el
Ecuador, había otros grupos, algunos de origen posiblemente caribe, otros
relacionados lejanamente con los chibchas, y todos los cuales representaban

1978), pp. 22-199, y en A.L. Kroeber, "The Chibcha", en Julian H. Steward (ed.),
Handbook of South American Indians, 7 vols. (New York, 1963), vol. 2, pp. 887-909.
17 Sobre las culturas indígenas de la región caucana ver Gregorio Hernández de Alba,
"The Highland Tribes of Southern Colombia", en Steward, Handdbook of South American
Indians, vol. 2, pp. 915-60; ver también su "Sub-Andean Tribes of the Cauca Valley", en
ibid., vol. 4, pp. 297-327. Sobre el comercio, minería y orfebrería de los indios del
Cauca, ver Herman Trimborn, Señorío y barbarie en el Valle del Cauca (Madrid, 1949),
167-92.
culturas distintivas. De éstos, los pastos y los quillacingas eran probablemente los
más grandes.18 Tenían una agricultura avanzada, basada en el cultivo de maíz y
papas, y algunos habrían de sobrevivir como poblaciones campesinas
sustanciales después de la conquista española.
Las sociedades nativas fueron rápida y severamente empobrecidas en el siglo
después de la conquista. Es imposible evaluar precisamente la escala y el ritmo de
la decadencia porque los cálculos sobre la población india de la época varían
enormemente. Algunos historiadores creen que la población nativa de Colombia
no pasaba de

««Página 39»».

850.000 habitantes cuando los españoles llegaron. 19 Otros estiman que ascendía
a los tres millones y posiblemente pasaba de cuatro. 20 De hecho, un cálculo
reciente indica una población superior al millón de habitantes en la sola región de
la Cordillera Oriental, con otro millón en el valle del Cauca, por lo menos medio
millón en la costa del Caribe y con poblaciones entre 300.000 y 400.000 para el
alto y medio valle del Magdalena y sus faldas centrales, y para la región sureña
del altiplano en torno a Pasto. 21 En vista de estos cálculos, la escala de
decadencia demográfica durante el siglo después de la conquista es aterradora.
La mayoría de las comunidades indias habrían de experimentar reducciones
catastróficas, y algunas sufrieron la completa extinción.

CONTORNOS DE LA ECONOMÍA COLONIAL

La reducción y destrucción de las sociedades indígenas, súbitas y violentas en


algunas áreas y más graduales en otras, tenían su paralelo en la emergencia de
nuevas formas de organización social y económica diseñadas para atender las
necesidades y aspiraciones de los españoles. Emergieron dos patrones básicos.
Uno era una economía rural donde la agricultura de arado se combinaba con la
cría de ganado para suplir las necesidades básicas de los colonizadores
españoles; el otro era una economía minera que extraía oro, esencial para el
comercio con Europa. Estas economías se establecieron dentro del mismo patrón
general que emplearon los españoles en las

««Página 40»».

Américas. Para establecerse en un área, fundaban pueblos desde donde


buscaban dominar y explotar a la población nativa local. Estos pueblos no eran
18 . Melo, Historia, pp. 51-4.
19 Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos de historia social colombiana (Bogotá, 1968), p. 91
20 Hermes Tovar Pinzón, "Estado actual de los estudios de demografía histórica en
Colombia", ACHSC, vol. 5 (1970), pp. 63-103. Para un reciente comentario sobre este
debate, y un énfasis en el efecto particularmente destructivo del acarreo de la carga
por parte de los indios, ver Thomas Gomez, L'envers de L'Eldorado. Economie Colonial
et Travail Indigène dans la Colombie du XVIème Siècle (Toulouse, 1984), pp. 309-24.
21 Melo, Historia, pp. 63-9.
centros comerciales naturales, hacia donde los productos de los hinterlands
rurales fluían a cambio de manufacturas; eran, más bien, bases de poder desde
donde obligaban a los indios a suministrar bienes y trabajo para mantener las
comunidades de colonizadores.22

Los españoles se sentían atraídos ante todo a áreas con población nativa
sustancial, pues éstas tenían trabajo indio que podía ser movilizado para atender
las necesidades de los colonizadores por medio de la encomienda y de la mita
urbana.23 Por eso la región chibcha, con su densa población, sus tierras bien
cultivadas y su fuerza laboral disciplinada, se volvió pronto el área medular para la
ocupación española del interior, centrada en Bogotá y Tunja. 24 En el sur, los
españoles se asentaron en el valle del alto Cauca, con fortines en Popayán y Cali;
al occidente entraron a la Cordillera Central y fundaron la provincia de Antioquia.
Las comunidades indias en esas regiones rara vez eran comparables con los
chibchas en su complejidad social y económica; sin embargo, tenían poblaciones
relativamente grandes, sistemas agrícolas bien organizados y, más importante,
tradiciones de minería de oro y de orfebrería, todo lo cual estaban ansiosos de
explotar los españoles, Así, las comunidades

««Página 41»».

indígenas más grandes no tardaron en ser sometidas para satisfacer las dos
necesidades primarias de los españoles: establecer una colonización permanente
basada en el control de las sociedades agrícolas nativas, y explotar los depósitos
de metales preciosos.

El desarrollo de la minería desempeñó un papel de particular importancia en


conformar la economía colonial. La búsqueda de oro en la región había
comenzado a principios del siglo XVI, cuando los españoles llevaron a tierra firme
la sed de oro que había dominado sus actividades en las islas del Caribe. Así,
después de establecerse en Santa María la Antigua, en el Darién, se lanzaron a
buscar oro en los ríos y arroyos locales. En 1512 una expedición al mando de
Balboa hizo una primera incursión en las regiones productoras del interior de
Colombia, partiendo desde el golfo de Urabá en busca de las tierras de Dabeiba,
un gran cacique que se decía rico en oro. Sin embargo, no pudieron encontrar las
22 Para más comentarios sobre el papel de los primeros pueblos españoles en América,
ver Richard Morse, ""Some Characteristics of Latin American Urban History", American
Historical Review, vol. 67 (1962), pp. 317-38.
23 Sobre el desarrollo de sociedades de asentamientos coloniales sobre la base de
estas instituciones en dos partes importantes de Nueva Granada, ver Germán
Colmenares, Encomienda y población en la Provincia de Pamplona, 1549-1650,
(Bogotá, 1969), y La Provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada. Ensayo de
historia social, 1519-1800 (2a. ed. Tunja, 1984).
24 Un relato sobre la explotación española de indios en las regiones de Santa Fe de
Bogotá y Tunja, y de los esfuerzos reales para controlarla, se encuentra en Esperanza
Gálvez Piñal, La visita de Monzón y Prieto de Orellana al Nuevo Reino de Granada
(Sevilla, 1974). Sobre los métodos punitivos para extraer oro de los indios, ver pp. 7-30,
105-8.
fuentes y durante otra generación se concentraron en saquear los depósitos de
ornamentos hallados entre los pueblos nativos a lo largo de las playas de Tierra
Firme.25

En esos primeros años, la búsqueda del oro se relacionaba más con el pillaje que
con la minería. En la década de 1530 Pedro de Heredia y sus compatriotas
exploraron y atacaron la región del Sinú, entre Cartagena y Darién, depredando
las tumbas indígenas en busca de adornos póstumos. Después del robo de
tumbas en el litoral caribe se vieron atraídos hacia el interior en busca de botín, y
en particular hacia la Cordillera Central.26 Desde 1536 varias expediciones,
embriagadas por las mismas historias sobre Dabeiba que habían seducido a
Balboa mucho años atrás, echaron camino hacia Urabá, donde los hombres de la
costa habrían de hallar competidores del sur. Cuando Juan de Vadillo llegó al alto
Cauca en 1538, encontró una expedición enviada por Sebastián de Belalcázar
desde Quito y que, bajo el mando de Jorge Robledo, había descubierto ya oros
aluviales

««Página 42»».

en el alto Cauca y estaba ampliando su búsqueda a la región vecina. Entretanto,


Jiménez de Quesada estaba entrando en las cuencas altas de la Cordillera
Oriental, un área que ofrecía la perspectiva de ricas reservas de metales
preciosos.27 Fue en esta coyuntura cuando el pillaje empezó a ser suplantado por
la minería, llevando al desarrollo de una industria extractora que fue crucial para la
formación de la economía colonial de la Nueva Granada. El saqueo de las
cabalgadas, las incursiones típicas de los primeros años en la costa, estaba ahora
dándole vía gradualmente a una explotación más sistemática de los recursos
minerales en el interior, propiciando el comienzo del primer gran ciclo de la minería
neogranadina.

La conquista de los chibchas produjo un impresionante botín en oro, pero a largo


plazo el Reino de la Nueva Granada fundado por Quesada resultó ser más rico en
tierra y en gente que en minas de oro o plata. Aunque había algunos yacimientos
de oro y ricas reservas de esmeraldas en las minas de Somondoco y Muzo, las
sabanas de la Cordillera Oriental tenían relativamente pocas fuentes de oro. Los
únicos depósitos sustanciales se encontraron a centenares de kilómetros al norte
de Bogotá donde, aproximadamente desde 1552, los mineros pusieron en marcha
operaciones en las regiones de Vélez y Pamplona. Los primeros vecinos de
Bogotá y Tunja también penetraron más al interior, al occidente del río Magdalena.
Hacia mediados del siglo fundaron los pueblos de Ibagué, Mariquita, Victoria y
Remedios, cada uno de los cuales se convirtió en un foco para la minería del oro

25 Sauer, Early Spanish Main, pp.220-9.


26 Melo, Historia, p. 113-21.
27 Robert C. West, Colonial Placer Mining in Colombia (Baton Rouge, Louisiana, 1953),
pp. 5-8.
entre los afluentes occidentales del Magdalena. Estas zonas mineras, junto con
las de Pamplona, formaron el eje de la primera economía colonial al suministrarles
oro a los pueblos de la Nueva Granada durante el siglo XVI. Pero los depósitos
más ricos estaban mucho más allá, en el sur y en el occidente de Colombia. Allí, a
lo largo del río Cauca, importantes distritos mineros se desarrollaron en Cáceres y
Santa Fe de Antioquia en el norte, alrededor

««Página 43»».

de Arma, Anserma y Cartago en el sur, y en la cabecera del Cauca, cerca de


Popayán. A esos campos mineros se añadieron otros durante la segunda mitad del
siglo XVI, cuando los españoles del alto valle del Cauca se abrieron camino hacia
las tierras bajas del Pacífico, donde encontraron los ríos ricos en oro del bajo
Chocó. Fue principalmente en estos distritos donde en el siglo XVI se consolidó la
bonanza del oro en la Nueva Granada.28
La carrera del oro fue un fenómeno de la segunda mitad del siglo, cuando la
minería de venas y aluviones empezó a tomar ímpetu en varias regiones del
país.29 Hasta la mitad del siglo, mucho del oro de la Nueva Granada procedía de
escondites indios tornados principalmente de las tumbas sinúes y de los chibchas.
Entonces, alrededor de 1560, distritos mineros en Pamplona y en las vertientes
occidentales del Magdalena se convirtieron en la fuente primaria de oro, extraído
en su mayoría por españoles de Bogotá. La producción de oro en el sur y en el
oeste también proseguía durante esos años, pero era menos estable y menos
valiosa, en parte debido a la escasez de trabajo indio. A partir aproximadamente
de 1580 esa escasez empezó también a afectar a los distritos controlados desde
Bogotá, mientras la fuerza laboral india descendía dramáticamente. Sin embargo,
la producción de oro se recuperó de esta crisis temporal mientras nuevas minas
entraban en operación después de 1580. Estas estaban principalmente en
Cáceres y Zaragoza, donde los depósitos eran tan ricos que los mineros podían
comprar esclavos negros para trabajarlos. La producción ascendió a niveles sin
precedentes, llegando a su ápice en el decenio final del siglo XVI. La bonanza
terminó hacia 1620. La producción de oro de la Nueva Granada comenzó
entonces a descender o a estabilizarse, y no se recuperó hasta cuando se
abrieron nuevos depósitos a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII. Para

««Página 44»».

ese tiempo, sin embargo, se habían trazado los circuitos principales del comercio
interno y externo del territorio. La Nueva Granada se había convertido en una
región distintiva del imperio, por fuera de la órbita hacia el sur del gran espacio
peruano basado en la plata, y con sus propias conexiones comerciales con

28 Esta relación sobre la primera minería está tomada de dos fuentes: Germán
Colmenares, Historia económica y social de Colombia, 1537-1719 (Bogotá, 1973), vol. I,
pp. 188-95, y West, Colonial Placer Mining, pp. 9-34.
29 Colmenares, Historia económica, vol. I, pp. 217-50.
España.30

Más allá de las movedizas fronteras de la economía minera se desarrollaba otro


tipo de sociedad colonial, con el empleo del trabajo indio para la agricultura.
Durante los años de la bonanza minera, los encomenderos de la Nueva Granada y
Popayán explotaban el comercio con productos indios para obtener oro de las
zonas mineras.31 Los colonizadores españoles crearon también grandes
propiedades en las áreas centrales de la conquista, en el Caribe alrededor de
Cartagena, en el Reino de la Nueva Granada alrededor de Bogotá y Tunja, en la
vecindad de Santa Fe de Antioquia y en el alto valle del Cauca en torno a Popayán
y más allá, hacia Pasto. Estas propiedades eran usadas por sus dueños para
cultivar productos europeos y para criar ganado para la venta en los mercados de
la ciudad y en las áreas mineras. 32 Antes de terminar el siglo XVI, propiedades de
este tipo estaban reemplazando a la encomienda como fuente principal de
riqueza, a medida que aquella se debilitaba por el descenso en el número de
indios.33 Sin embargo, a comienzos del siglo XVII la prosperidad de la agricultura
disminuyó cuando la decadencia de la minería impidió el crecimiento de los
mercados domésticos.

««Página 45»».

A medida que los blancos y los mestizos pobres encontraban cada vez más difícil
vivir en la desfalleciente economía de los encomenderos y los mineros,
desertaban hacia áreas rurales donde fundaban establecimientos agrícolas que
más tarde habrían de convertirse en parroquias españolas. Tal, por ejemplo, fue el
origen de ciertas áreas en las regiones de San Gil y Socorro, al norte de Tunja, y
en las de Medellín, en Antioquia, que habrían de volverse mucho más importantes
en el siglo XVIII.
Las tendencias a la ruralización y a una mayor autosuficiencia doméstica en la
Nueva Granada durante el siglo XVII sugieren que la región se volvió más pobre a
medida que se reducía la minería de oro, pero no significan necesariamente que la
colonia hubiera visto una retirada generalizada a la decadencia económica. Las
jeremiadas de los funcionarios reales pueden exagerar la escala de la depresión
en la Nueva Granada, ya que primordialmente estaban preocupados por explicar
el descenso en los ingresos y por consiguiente les inquietaba el desempeño de los
impuestos en la producción de oro. Disminuida como incontestablemente lo

30 El concepto de un espacio peruano es desarrollado por Carlos Sempat Assadourian,


"Integración y desintegración regional en el espacio colonial. Un enfoque histórico", en
su colección de ensayos, El sistema de la economía colonial. Mercado interno, regiones
y espacio económico (Lima, 1982), pp. 109-34.
31 Gómez, L'envers de L'Eldorado. pp. 81-9, 279-87.
32 Para una discusión general sobre la formación de grandes propiedades en la Nueva
Granada, ver Juan Friede, "Proceso de formación de la propiedad territorial en la
América intertropical", Jahrbuch für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft
Latinoamerikas, vol. 2 (1965), pp. 75-87.
33 Para una discusión completa de la decadencia de la encomienda, ver Julián B. Ruiz,
Encomienda y Mita en la Nueva Granada en el siglo XVIII (Sevilla, 1975), pp. 125-218.
estaba, la producción de oro continuaba animando el intercambio regional de
alimentos y manufacturas básicas. En efecto, el comercio regional se estimuló
después de 1620 con el establecimiento de una casa de moneda en Santa Fe de
Bogotá, y con la introducción de una moneda de plata que facilitaba el comercio
interno al impulsar la circulación del dinero y limitar los efectos deflacionarios de
las exportaciones de oro.34
La información sobre el comercio dentro de la Nueva Granada es escasa, pero la
competencia por el recaudo de ingresos en los puertos fluviales sugiere que el
comercio interno en productos domésticos era razonablemente boyante. 35
Comerciantes y terratenientes en los distritos de Santa Fe y Tunja, Neiva y
Popayán continuaban lucrándose

««Página 46»».

con la venta de trigo, ganado y productos del azúcar en las regiones mineras de
Antioquia, Popayán y el valle del alto Magdalena, donde el flujo de oro con que se
pagaban consolidaba los fundamentos de una agricultura comercial establecida a
fines del siglo XVI.36 Había también signos de que la colonia estaba desarrollando
un sector manufacturero rudimentario. En el decenio final del siglo XVI, el
presidente de la audiencia de Santa Fe llamó a los corregidores bajo su
jurisdicción para que organizaran el trabajo indio en talleres para producir telas de
lana, faldas de lana rústica, cobijas y sombreros. 37 En 1610 había seis obrajes de
éstos en la ciudad de Tunja, y durante el siglo XVII la ciudad se convirtió en el
núcleo de un comercio floreciente, conducido con otras regiones de la Nueva
Granada y con la vecina Venezuela. 38 El crecimiento del comercio interregional se
reforzó aún más durante finales del siglo XVII con el desarrollo de comunidades
agrarias en las regiones de San Gil y Socorro, las que producían textiles de
algodón crudo tanto para su propio uso como para mercados en otras áreas de la
Nueva Granada. Así, durante el siglo XVII la Nueva Granada pasó por una larga

34 Sobre el establecimiento de la casa de moneda y la introducción de moneda de


plata, ver Juan Friede, Documentos sobre la fundación de la Casa de Moneda en Santa
Fe de Bogotá (Bogotá, 1963).
35 Sobre estos ingresos, ver Colmenares, Historia económica, vol. I, pp. 277-9.
36 Ibid., p. 286.
37 Ibid., p. 135.
38 Un informe hecho en 1761 recordaba que Tunja había sido "en el siglo pasado y en
parte del presente siglo el depósito de mercancías, no sólo por la abundancia de
productos y bienes de toda clase sino también debido al vigor y a la constancia de su
comercio; los mercaderes y hacendados de Maracaibo y Mérida comerciaban
anualmente con la provincia de Tunja para abastecerse de mulas, cobijas, sombreros,
lienzos, camisas y otros llamados bienes domésticos, algunos para sus haciendas y
otros para aprovechar su intercambio por cacao en las ciudades de La Grita, Cúcuta,
Salazar de las Palmas y San Faustino, efectuando este comercio en pesos fuertes, de
los cuales había gran cantidad..." AHNC, Aduanas (Cartas), tomo 8, folio 428. Para
mayor información sobre la economía de Tunja en el siglo XVII, ver Luis Torres de
Mendoza, Colección de documentos inéditos, 42 vols. (Madrid 1864-84), vol. 9, p. 418;
también Vicente Cortés Alonso, "Tunja y sus vecinos", Revista de Indias, vol. 25 (1965),
pp. 196-202.
fase de cambio y consolidación, durante la cual se hizo más autosuficiente en
alimentos básicos y en textiles crudos, y menos dependiente de la minería del oro
y de las importaciones de España.

««Página 47»».

El comercio con España estaba a cargo de los "galeones de Tierra Firme", que
abastecían a la Suramérica española vía Cartagena de Indias y
Portobelo/Panamá. En los primeros años de la colonización española en territorio
colombiano, había habido varias rutas posibles para conectar a la Nueva Granada
con las rutas de comercio español en el Atlántico. Una ruta era terrestre a través
de Venezuela hasta el golfo de Maracaibo; otra posibilidad era una ruta que
conectara las vías marítimas del Pacífico, que corrían entre Perú y Panamá; otra
era por Cartagena de Indias, vinculada al interior por el río Magdalena. Al final
predominó esta última, gracias principalmente a la ascendencia de Jiménez de
Quesada y su patrón Fernández de Lago. Así, en lugar de ser absorbida en una
esfera de influencia venezolana u orientada hacia la economía emergente
Perú/Pacífico, la Nueva Granada tomaría a Cartagena como su puerto principal y
miraría al norte, hacia el Caribe, para sus conexiones con el sistema de comercio
trasatlántico español.39

Mientras la producción de oro se hallaba en su apogeo florecía el comercio con


España; éste empezó a reducirse aproximadamente desde 1610, en un descenso
que en apariencia se prolongó a lo largo del siglo. 40 Más o menos desde la mitad
del siglo los galeones que abastecían a la Nueva Granada y al Perú se hicieron
cada vez más irregulares, pasando de viajes anuales a cada dos o tres años y a
veces a intervalos más largos. Así, entre 1675 y 1700 los galeones hicieron sólo
seis viajes de ida y vuelta.41

««Página 48»».

Los historiadores suelen considerar este cambio en el patrón de los viajes, junto
con un descenso en el valor de los cargamentos de tesoro registrados
oficialmente, como síntoma de una decadencia en el comercio americano y como
señal de que las economías coloniales se estaban contrayendo o se estaban
volviendo más capaces de suplir sus propias necesidades. De hecho, el
movimiento más lento del tráfico trasatlántico no reflejaba necesariamente una
crisis del comercio colonial. Es cierto que las cifras oficiales muestran un descenso

39 Ver Gómez, L'envers de L'Eldorado, pp. 1 19-39. Los primeros desarrollos del
comercio español con Nueva Granada están descritos en Pierre y H. Chaunu, Seville et
l'Atlantique (1504-1650), 8 vols. (París, 1955-60), vol. XVIII (Parte 1), pp. 1016-42.
40 Colmenares, Historia económica y social, vol I, p. 242.
41 Lugardo García Fuentes, El comercio español con América, 1650-1700 (Sevilla,
1980), pp. 402-3.En su cuantificación de los movimientos de embarcaciones durante
este período, García Fuentes muestra que el tráfico trasatlántico cayó a sólo 22% del
total para el siglo y durante cincuenta años escasamente recuperó los niveles
alcanzados en el decenio de 1610 a 1619. Ibid., p. 218.
en el valor del tesoro llevado a España desde América del Sur, pero la
generalizada evasión de impuestos significa que las estadísticas del gobierno no
son muy de confiar. Si nos volvemos a los cálculos más realistas de ingresos al
tesoro provenientes de las Américas que eran hechos por comerciantes fuera de
España (en particular los holandeses), parece que, lejos de contraerse, el valor del
tesoro exportado desde las Indias subió considerablemente a finales del siglo XVII.
En efecto, estos cálculos sugieren que los ingresos del tesoro alcanzaron en las
décadas de 1670 y 1690 niveles que excedían los picos alcanzados en el auge de
la primera gran bonanza minera americana. 42 Así, aunque las flotas viajaran con
mucha menor frecuencia en la segunda mitad del siglo XVII, es posible que hayan
llevado una mercancía más valiosa.

Infortunadamente, no sabemos cuánto contribuyó la Nueva Granada al comercio


trasatlántico durante esos años, ya que gran parte era de contrabando. Lo que
está claro, sin embargo, es que el comercio exterior de la colonia tendía a caer en
manos de extranjeros. Iba por medio del contrabando tanto dentro del sistema de
navegación español como fuera de éste, directamente a puertos extranjeros en el
Caribe. Porque a medida que los ingleses, franceses y holandeses empezaron a
usar sus colonias caribeñas como bases para el comercio

««Página 49»».

ilegal con las vecinas colonias españolas, las costas de la Nueva Granada se
convirtieron en una meta favorita para los contrabandistas. Cartagena de Indias
era particularmente atractiva porque las importaciones podían cambiarse por oro
del interior, y porque los contratos para la trata de esclavos que la corona
española otorgaba a compañías extranjeras suministraban un tapujo para la
importación ilegal.43 Los recursos coloniales se desviaban entonces hacia los
extranjeros por medio del contrabando, en un patrón de comercio ilegal que había
de presentarles a los gobiernos borbones un problema persistente a lo largo del
siglo XVIII.

EL GOBIERNO COLONIAL: ESTRUCTURA Y DESARROLLO

A finales del siglo XVII la laxitud del control económico español sobre la Nueva
Granada era comparable a la debilidad del gobierno colonial. En teoría, el
gobierno estaba estructurado clara y efectivamente. En su cima estaba la
audiencia de la Nueva Granada, creada en 1550, con su sede en Bogotá y con la
responsabilidad última en materia de leyes y gobierno civil. 44

42 Michel Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux metaux.Les retours des trésors


américains d'apres les gazettes hollandaises (XVIe-XVIII siecles) (Cambridge,
1985),Tabla 41, p. 242; Tabla 42, p. 250; Tabla 43, p. 262; Tabla 45, pp. 279-82.
43 Curtis Nettels, "England and the Spanish American Trade, 1680-1715", Journal of
Modern History, vol. 3 (1931), pp. 1-53.
44 Para un comentario sobre las primeras fases del gobierno en la Nueva Granada y las
dificultades que confrontaba la audiencia, ver Gómez, L'envers de L'Eldorado, pp. 63-
77.
El territorio fue dividido además en unidades de gobierno provincial, en una serie
de gobiernos, corregimientos y alcaldías mayores de diferente tamaño, riqueza e
importancia. A fines del siglo XVII las más importantes eran Santa Fe y Tunja, en
el corazón de la Nueva Granada, Cartagena en la costa del Caribe y Popayán al
sur. Estas provincias tenían los pueblos más grandes y más ricos del territorio y,
con ellos, los componentes más vigorosos de su gobierno. Como gobiernos
separados, a su vez estaban divididos por las jurisdicciones de los gobiernos
fiscal, militar, civil y eclesiástico, cada una diseñada

««Página 50 »».

para mantener un área específica de autoridad. En la práctica, sin embargo, esas


divisiones fraccionaban en lugar de facilitar el control real del territorio porque
desintegraban la autoridad central, con lo cual agravaban los problemas de
comunicación y mando impuestos por la distancia. Algunas provincias, por
ejemplo, estaban más subordinadas que otras a la audiencia de Bogotá. El
gobierno de Santa Fe era controlado muy fácilmente por la audiencia, ya que
algunas de las responsabilidades de su gobierno eran ejercidas directamente por
el presidente de la audiencia. Al otro extremo estaban el gobierno y comandancia
general de Cartagena, cuyo gobernador era nombrado directamente por el rey y
quien, en gran parte debido a su preeminencia militar, disfrutaba de un alto grado
de independencia frente a los jueces de la audiencia en Bogotá. Muy complicada
era la situación de Popayán, que caía bajo la doble jurisdicción de las audiencias
de Santa Fe y Quito. En materias de gobierno civil y de defensa, la mayor parte de
la provincia caía bajo la autoridad de Quito, aunque esto era disputado por la
audiencia en Santa Fe, que conservaba ciertos derechos en esas esferas. En la
esfera eclesiástica también había divisiones, con la diócesis de Popayán
perteneciente a la arquidiócesis de Santa Fe de Bogotá, pero con algunas partes
de la provincia de Popayán, como Pasto, incorporadas a la diócesis de Quito. 45
La Nueva Granada del siglo XVII no era, pues, una entidad administrativa
unificada y coherente. Los límites de los gobiernos civil y eclesiástico distaban de
ser uniformes, las líneas de manejo fiscal cruzaban las fronteras entre las
audiencias y la autoridad de la audiencia de la Nueva Granada estaba
fragmentada bajo las jurisdicciones de gobiernos provinciales, varios de los cuales
funcionaban como unidades virtualmente autónomas y con gobernadores que

««Página 51»».

pocos oídos prestaban a las órdenes de Bogotá. 46 La penetración de los intereses

45 La estructura administrativa de Nueva Granada, junto con comentarios sobre su


historia, está trazada en Francisco Silvestre, Descripción del Reyno de Santa Fe de
Bogotá (1789), (Bogotá, 1968). También se encuentran informaciones sobre la
provincia de Popayán en Peter Marzahl, Town in the Empire: Government, Politics and
Society in Seventeenth Century Popayán (Austin, Texas, 1978), p. 9.
46 Para un recuento general del gobierno a comienzos del siglo XVII en Nueva Granada,
ver Manuel Lucena Salmoral, "Nuevo Reino de Granada, Real Audiencia y presidentes.
Presidentes de capa y espada, 1605-1628", en Historia Extensa de Colombia, Vol. III,
locales en el tribunal de la audiencia reducía más aún su efectividad, al diluir la
eficiencia del control real sobre la Nueva Granada y al crear problemas que, en el
siglo XVIII, iban a persuadir a los borbones de crear una nueva autoridad política,
un virrey, para que presidiera la audiencia y los gobiernos provinciales.
Incluso antes del ascenso de la dinastía borbónica, la debilidad de la autoridad
real en la región se había vuelto motivo de seria preocupación para la corona. Un
problema resultaba de los ataques a la soberanía española en el área. En 1695
los escoceses trataron de implantar una colonia en Darién y, aunque la expedición
fue organizada con tanta inepcia que no representó mayor peligro, era un reto
directo e inquietante a la soberanía española en el área y requirió una respuesta
militar.47 Peor aún, el puerto de Cartagena de Indias fue asaltado en 1697 por una
flota francesa bajo el mando del almirante Pointis y, tras un ataque exitoso, cayó
en manos de los franceses. Aunque temporal, la caída de la ciudad causó
pérdidas considerables a intereses económicos tanto del rey como privados y fue
una derrota humillante para España.48 No es sorprendente que hubiera producido
alarma en el centro del gobierno español y conducido a una investigación
inmediata de alto nivel sobre la administración civil y militar en Cartagena.
La debilidad revelada por la caída de Cartagena era simplemente un aspecto de
un problema de gobierno más amplio en la audiencia de la Nueva Granada.
Durante el último decenio del siglo XVII la autoridad de la administración real
parece haberse virtualmente roto

««Página 52»».

en varios aspectos importantes. En 1685 El Consejo de Indias de Carlos II


comisionó una visita general a la Nueva Granada en respuesta a los informes
sobre "el desorden que existe en ese reino en el tratamiento de los indios y en la
colección de tributos", a la virtual esclavización de los indios por encomenderos en
la provincia de Popayán y a la prevalencia de prácticas fraudulentas en el registro
y la exportación de oro.49 La visita no iba a ser un éxito; de hecho, simplemente
dramatizó los problemas que se le había comisionado para resolver. El visitador-
general Carlos Alcedo y Sotomayor se vio frustrado en su tarea por la captura de
Cartagena, y la visita concluyó abruptamente cuando fue enviado a la ciudad a
investigar las razones de su caída. Pues cuando trató de aplicar sus órdenes, el
gobernador le negó el ingreso; insistía en que ni Alcedo ni la audiencia tenían
ninguna jurisdicción sobre él o sobre el establecimiento militar en la ciudad. El
gobernador arrestó entonces a Alcedo y, tras fracasar en su intento de sobornarlo
con un gran cohecho, lo deportó en un barco pequeño que hacía agua rumbo a La

tomo 2 (Bogotá, 1966).


47 Para un relato completo de la expedición en Escocia y su suerte en Darién, ver John
Prebble, The Darien Disaster (Londres, 1968).
48 Enrique de la Matta Rodríguez, El asalto de Pointis a Cartagena de Indias (Sevilla,
1979).
49 AGI Santa Fe 357, "Copia de la comisión dada a D. Carlos de Alzedo, Oidor de la Real
Audiencia de Santa Fe para la visita de la tierra del Nuevo Reino de Granada" (Madrid,
1965); ibid., "Instrucción que ha de observar el Licenciado Don Carlos de Alzedo
Sotomayor".
Habana.50 Pero si la visita llegó a un súbito e ignominioso final, la información que
Alcedo reunió antes de su expulsión vale la pena repetirla, ya que arroja luz sobre
los problemas que el gobierno español confrontaba en la Nueva Granada al final
del período de los Habsburgos.
Para la corona española, el problema central era lograr un gobierno efectivo.
Alcedo encontró pocas áreas donde la autoridad real no fuera burlada
abiertamente. En las dos principales provincias de Popayán y Santa Fe, el trabajo
indio era explotado sin tener en cuenta la ley, y los ingresos por tributos no
guardaban relación con el número de indios. A la corona también se la defraudaba
en su ingreso por

««Página 53»».

medio de la extendida evasión de gravámenes y contribuciones sobre los


productos del recurso más rico de la colonia, sus minas de oro. Alcedo informaba
sobre un decreto real que ordenaba el pago de 50.000 pesos que los vecinos de
Mompós debían por quintos y que nunca se había aplicado; encontró también que
la colusión entre mineros y funcionarios en la provincia de Cartagena permitía el
fraude en escala tan grande que en veinte años se había pagado en quintos la
minúscula suma de 241 pesos. Al referirse al pago de quintos al tesoro del
Tribunal de Santa Fe, Alcedo alegaba también que la corona estaba siendo
defraudada en la enorme suma de 20.386 castellanos al año, una suma
equivalente a una producción de oro de unos 407.700 castellanos (casi un millón
de pesos de plata). Además, afirmaba que las costas de la Nueva Granada
estaban infestadas de contrabandistas y que los extranjeros, especialmente los
holandeses, disfrutaban de fácil acceso tanto a los mercados del país como a su
oro.51 Y aunque Alcedo no había logrado nada en su investigación de la caída de
Cartagena, las pruebas recogidas en investigaciones posteriores indican que el
gobierno de la ciudad había estado mucho más ocupado en llenarse sus bolsillos
que en defender la plaza.52 Semejante corrupción en una de las ciudades más
importantes la de Nueva Granada sugiere que la malversación de fondos reales
era cosa común en los más altos niveles del gobierno provincial.
Los informes de Alcedo carecen de suficiente alcance o de detalles específicos
para suministrar una visión vasta del gobierno y de la economía de la Nueva
Granada a fines del siglo XVII; sin embargo, trasmiten la impresión inconfundible
de que España había perdido el control de la región de dos maneras
interrelacionadas. Una era económica, y se reflejaba en el comercio de la colonia.
Al llamar la atención sobre la prevalencia del contrabando en la costa caribe, el
informe de Alcedo muestra la debilidad del control comercial de

««Página 54»».
50 AGI Santa Fe 357, "Memorial de Carlos de Alzedo y Sotomayor al Consejo de Indias"
(San Lorenzo, octubre 31, 1699). Ver también Matta Rodríguez, El asalto de Pointis, pp.
135-49.
51 AGI Santa Fe 357, "Lo que resulta de las consultas hechas al Consejo por D. Carlos
de Acedo Sotomayor".
52 Matta Rodríguez, El asalto de Pointis, pp. 65-78.
España sobre la colonia a fines del siglo XVII. Esta, por supuesto, era parte de una
deficiencia estructural más seria en las relaciones económicas imperiales, ligada a
la incapacidad de España para suministrar a sus colonias una fuente de
importaciones que fueran lo bastante baratas para competir con productos
extranjeros suministrados directamente por los ingleses, holandeses y franceses
del Caribe. Las raíces del problema, en suma, estaban en la estructura misma del
comercio trasatlántico español que, al concluir el siglo XVII, era poco más que un
conducto para productos extranjeros trasladados a América a través de España.
La penetración comercial extranjera también reflejaba la debilidad política de
España en la colonia. No sólo los bajos salarios y la laxa supervisión de los
funcionarios llevaban a una extensa colusión para el contrabando, sino que a
finales del siglo XVII la Nueva Granada también parecía haberse fragmentado en
un enjambre de provincias virtualmente autónomas alejadas de la supervisión
española. Los jueces de la audiencia en Bogotá podían tratar de afirmar su
autoridad sobre las provincias, pero ésta no era realmente reconocida. De hecho,
cuando el presidente de la Nueva Granada trató de respaldar la desdichada misión
de Alcedo a Cartagena en 1698, la consiguiente disputa entre el gobernador y la
audiencia estuvo a punto de llegar al conflicto armado y terminó con la escapatoria
del gobernador a Jamaica.53 Tras esta áspera crisis dentro del gobierno colonial
yacía otro fenómeno que reflejaba y acentuaba la debilidad de la autoridad real: la
generalizada evasión de los tributos reales. El estado empobrecido de los tesoros
reales de Nueva Granada mostraba que los funcionarios coloniales habían sido
corrompidos profundamente, mientras que la falta de fondos también deterioraba
la administración y la defensa efectivas.

««Página 55»».

LA TRANSICIÓN AL RÉGIMEN BORBÓN

A comienzos del siglo XVIII, el control de España sobre el gobierno y los recursos
de la Nueva Granada era sumamente débil. Los gobiernos provinciales operaban
sin referencia a la audiencia en Bogotá, las finanzas reales eran un desastre, el
comercio estaba principalmente en manos de extranjeros y la defensa costera era
tan débil que Cartagena de Indias, el puerto principal y la fortaleza más importante
de la colonia, había sido incapaz de rechazar un ataque de un filibustero francés.
En suma, el gobierno de la Nueva Granada estaba dividido y era inefectivo,
cortado de la línea clara de mando de la España metropolitana y sin una fuente de
autoridad indisputada dentro de su propio territorio.
Si el gobierno en Madrid tenía conciencia de estos problemas, no estaba en
posición de remediarlos. Durante el último decenio del siglo XVII el gobierno en
España se hallaba a la deriva, en espera de la muerte de su rey inválido y sin
herederos. Luego, con la muerte de Carlos II en 1700, España entró en una honda
crisis política. Cuando Felipe de Anjou, nieto y protegido de Luis XIV, heredó el

53 Sobre la disputa entre la audiencia y el gobernador, y su resultado, ver ibid., pp.


135-70.
trono para convertirse en Felipe V de España, apoyado por Francia, su sucesión
fue desafiada por Inglaterra, Austria y la República Holandesa. Temerosas de una
dominación francesa en Europa, estas potencias respaldaron a un aspirante de la
familia de los Habsburgos y formaron una Gran Alianza para oponerse a la
sucesión borbónica, con lo que sumergieron a España en una prolongada guerra
internacional. Durante un decenio, el futuro de España estuvo en el aire, a medida
que potencias rivales luchaban por su territorio en Europa y competían por la
ascendencia comercial en sus colonias americanas.
Al final de la Guerra de Sucesión española (1702-13), Felipe V mantuvo su trono y
España entró en una nueva etapa de su historia política. Bajo una monarquía que
aspiraba a reconstruir el poder y el prestigio españoles en Europa, se originó un
largo, espasmódico y disparejo proceso de reforma y realineamiento imperial,
comenzando

««Página 56»».

en España pero extendiéndose gradualmente a las Américas. En la Nueva


Granada el proceso comenzó sorprendentemente temprano. Durante el último
decenio de gobierno habsburgo, España había investigado los problemas de la
región y durante el primer Borbón se tomaron acciones para remediarlos, como
parte de un programa más vasto de reforma en el gobierno y el comercio
americanos.
La reparación del sistema colonial español no empezó inmediatamente. El
gobierno de Felipe V estaba preocupado con la supervivencia, y tenía cuidado por
consiguiente de evitar cualquier novedad que pudiera turbar las relaciones con las
colonias.54 En cuanto tocaba al gobierno americano, esto significaba que
continuaban las prácticas establecidas por los Habsburgos. Así, por ejemplo, la
corona continuaba vendiendo nombramientos para las audiencias coloniales, una
práctica que no sólo recaudaba dinero sino que ayudaba también a mantener la
lealtad al nuevo régimen al permitirles a los colonos compartir el poder y los
atributos del gobierno.55 En la Nueva Granada, entre tanto, no se hacían esfuerzos
para proseguir las investigaciones iniciadas por Alcedo y Sotomayor, ni tampoco
intento alguno para reparar los desórdenes en el gobierno encontrados por él. La
Nueva Granada, por consiguiente, continuó bajo la misma forma débil,
descentralizada de gobierno que había prevalecido bajo el último Habsburgo, sin
ninguna nueva intervención de las autoridades centrales en España. Fue tan sólo
al terminar la Guerra de Sucesión cuando Felipe V se embarcó en políticas para
revivir a España y a su imperio; entonces, por primera vez durante el siglo XVIII, la
Nueva Granada se convirtió en escenario para implementar las políticas
reformistas formuladas en Madrid.
Al principio, la reorganización borbónica del Estado español se concentró en
España misma. Aconsejado por sus asesores franceses,
54 Henry Kamen, The War of Succession in Spain, 1700-1715 (Bloomington, 1969), pp.
9-41; John Lynch, Bourbon Spain, 1700-1808 (Oxford, 1989), pp. 22-60.
55 Sobre la venta de cargos en esos años, ver Mark A. Burkholder y D.S. Chandler, From
Impotence to Authority: The Spanish Crown and the American Audiencias, 1697-1808
(Columbia, Mississippi, 1977), pp. 18-36.
««Página 57»».

Felipe V se dedicó a la reforma administrativa interna, a remodelar al Estado


español en torno a líneas más centralizadas, estabilizar la moneda y estimular las
finanzas reales. Su primera prioridad era desplazar el poder de la estructura
conciliar tradicional dominada por la aristocracia en beneficio de un gabinete o
despacho, que trabajaba a través de departamentos ministeriales. Iniciada durante
la Guerra de Sucesión, esta reestructuración administrativa se formalizó en 1714
con la creación de cuatro secretarías de Estado: guerra, justicia, Estado y marina y
colonias. Pese a un breve revés en 1715, la nueva forma de gobierno continuó
desarrollándose y propagando reformas, y a medida que echaba raíces hubo
mayor atención del gobierno a las Américas. Entre 1716 y 1723, la nueva
Secretaría de la Marina y las Indias se volvió activa, poniendo en revisión tanto el
gobierno colonial como el comercio y elaborando políticas diseñadas para hacer
de las colonias entidades más pendientes de las necesidades españolas. 56
Dentro de este contexto emergieron las primeras reformas borbónicas
implementadas en la Nueva Granada. La reforma política comenzó con el
establecimiento del primer virreinato en 1719; la reforma económica se inició en
1720 con un proyecto para revivir el comercio español con la Nueva Granada y
Perú. En el curso del siglo estas reformas fueron seguidas por otras que,
encaminadas a mejorar el sistema colonial español reforzando la autoridad real y
aumentando el flujo de recursos coloniales desde América hacia España, también
afectaban la economía y el gobierno de la Nueva Granada. Sin embargo, antes de
examinar el impacto del imperialismo borbón, debemos trazar los rasgos salientes
de la sociedad y de la economía neogranadinas y rastrear las tendencias
principales de su desarrollo demográfico y económico durante el siglo XVIII.

««Página 58»».
Página en blanco

««Página 59»».
Parte I
Economía y sociedad en la
Nueva Granada del siglo XVIII
««Página 60»».
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««Página 61»».

RECURSOS Y REGIONES

Los mapas del siglo XVII de la Nueva Granada muestran un país dividido en
cuatro grandes unidades administrativas, todas reliquias de la conquista española.

56 Kamen, The war of Succession, pp. 83-117; John Lynch, Bourbon Spain, pp. 60-6.
En la costa caribe estaban los dos gobiernos de Santa Marta y Cartagena; en el
interior, el Nuevo Reino de Granada dominaba el oriente del país; en el oeste y
sudoeste yacía la gran gobernación de Popayán, que se extendía hasta los límites
con Ecuador. Los mapas del siglo XVIII, en contraste, presentan un cuadro más
detallado de los rasgos topográficos y de las divisiones administrativas del
territorio, mostrando todas las provincias creadas por colonización después de la
conquista y, en mapas más tardíos, colocando estas provincias dentro del marco
del virreinato creado por la monarquía borbónica. 57 La mayor sofisticación
cartográfica era en parte un reflejo del progreso del gobierno bajo el régimen
borbón, y el espléndidamente detallado Plan Geográfico del Virreynato de Santa
Fe de Bogotá, Nuevo Reyno de Granada, elaborado en 1772, refleja las nuevas
inquietudes con el ordenamiento y control del territorio colonial. 58 Pero si mejores
mapas presentan una definición más exacta de la tierra y sus límites políticos,
mucho se oculta bajo

««Página 62»».

su ordenada superficie. Cuando la Nueva Granada cayó bajo el gobierno borbón,


era un mosaico de regiones, cada una separada de las demás por largas
distancias y terreno dificultoso, y distinguidas por diferencias culturales surgidas
de variaciones en la mezcla local de europeos, indígenas y africanos. El área de
colonización efectiva era, además, bastante pequeña. Mucho del territorio
mostrado en los mapas coloniales estaba sólo teóricamente controlado por el
Estado español. Entre los pueblos, y más allá de ellos, marcados en los mapas
contemporáneos había vastos sectores de tierra donde la colonización era
desvaída o inexistente, donde los límites administrativos estaban borrosos y donde
la presencia del gobierno se veía a veces limitada a la visita ocasional de
misioneros ambulantes. De hecho, en el siglo XVIII la Nueva Granada había
asumido una configuración demográfica y económica que no se prestaba
fácilmente a la explotación española. La colonización se hallaba concentrada en el
interior, lejos de la influencia del comercio marítimo; la población estaba
compuesta principalmente de gentes libres que no le debían tributos al Estado ni
prestaciones económicas a sus élites; y por último, la economía se encontraba
fragmentada en regiones cuyas partes interactuaban más unas con otras que con
el mundo atlántico.

DEMOGRAFÍA Y ECONOMÍA

Una perspectiva útil para mirar la economía y la sociedad de la Nueva Granada en


57 Para algunas reproducciones de mapas coloniales de la Nueva Granada, ver Eduardo
Acevedo Latorre, Atlas de mapas antiguos de Colombia, siglo XVI a XIX (Bogotá, 1986).
Para mayor información sobre mapas de Nueva Granada, ver Vicenta Cortés, Catálogo
de mapas de Colombia (Madrid, 1967); Kits S. Kapp, The Early Maps of Colombia up to
1850 (North Bend, Ohio, 1971).
58 Este mapa está reproducido en Acevedo Latorre, Atlas, pp.100-1
el siglo XVIII la suministra el censo territorial efectuado en 1778-80. 59 En esos
años, la Nueva Granada tenía una población pequeña. De hecho, con menos de
800.000 personas, su población era más pequeña de lo que había sido a
comienzos del siglo XVI, antes de ser diezmados los nativos después de la
conquista y la colonización españolas. La mayor parte de la gente vivía en el

««Página 63»».
Recursos y regiones

Mapa 2.1
Distribución de la población en la Nueva Granada, 1778-80
(Para los datos del censo en que se basa este mapa, ver Apéndice A, Tabla 1)

««Página 64»».

campo, concentrada en el interior de rústicos pueblos provincianos con entre


5.000 y 15.000 personas viviendo en su jurisdicción. Bogotá, la capital virreinal y
principal ciudad de la Nueva Granada a fines del siglo XVIII, tenía tan sólo unos
20.000 habitantes; la otra y única ciudad de tamaño comparable era Cartagena de
Indias, el principal puerto de la Nueva Granada. 60 Como lo muestra el mapa 2.1, la
gran mayoría de la población vivía muy al interior del país, más que todo en la
Cordillera Oriental, donde se había fundado primero el reino. En 1780, esta región
era el núcleo central de la Nueva Granada. Unas 360.000 personas (45% del total
de la población de la colonia) vivía allí, en las mesetas y en las cuencas entre
Bogotá y Pamplona, con otras 82.500 (10%) en las áreas de tierra caliente
colindantes en las faldas y llanos adyacentes del valle del Magdalena, en
Guaduas, Neiva, Honda y la provincia de Mariquita.
Por fuera de este núcleo central había otras tres regiones principales de
colonización. En el norte, en el litoral caribe, unas 162.000 personas (20% del total
de la población) vivían en las provincias de Cartagena, Santa Marta y Río Hacha,
la mayoría en el hinterland de Cartagena de Indias, el principal puerto atlántico de
la colonia. Muy hacia el sur estaba la provincia de Popayán, con más de 91.000
habitantes, la mayor parte en jurisdicción de los pueblos que se extendían hacia el
sur por el valle del Cauca y hasta las mesestas en torno a Popayán y a Pasto.
Tomadas en conjunto, estas áreas en la provincia de Popayán tenían alredor del
11.5% de la población de Nueva Granada. Macla el oeste, la ocupación colonial
era mucho menos sustancial. En la Cordillera Central, Antioquia tenía un poco más
de 46.000 habitantes (cerca del 6% de la población), que vivían de la minería de
oro y de la agricultura en una región que estaba

««Página 65»».

59 Este censo está esbozado en el Apéndice A, Cuadro 1.


60 Para comparar las ciudades de la Nueva Granada en el siglo XVIII con las de otros
países hispanoamericanos, ver Louis Hoberman y Susan Migden Socolow (comps.),
Cities and Society in Colonial Latin America (Albuquerque, New Mexico, 1986), p. 5.
todavía muy poco colonizada. Más al oeste y al sudoeste, en las tierras bajas del
Pacífico, estaban las otras zonas mineras importantes de la Nueva Granada.
Tomados en conjunto, los yacimientos de oro de Barbacoas, Raposo, Iscuandé y
el Chocó tenían una población de unas 30.500 personas (4% del total de la Nueva
Granada), de las cuales la mitad estaban en la provincia del Chocó. 61
Durante el siglo XVIII la población estaba creciendo y cambiando, a medida que la
Nueva Granada se hacía una sociedad fundamentalmente mestiza, muy distinta
de las sociedades españolas en la entraña colonial de Mesoamérica y los Andes
centrales y del sur. En los censos de 1778-80, la población estaba dividida en las
usuales cuatro categorías raciales: blancos, negros, indios y libres de todos
colores. De éstas, el grupo más grande era el de los libres o mestizos. En 1780, la
gente de raza mezclada constituía casi la mitad (46%) de la población de la Nueva
Granada. La mayoría de los demás estaban clasificados bien como blancos (26%)
o indios (20%), seguidos por una minoría sustancial de esclavos negros (8%). La
preponderancia de los libres es sorprendente. A fines del siglo XVIII, la sociedad
india se había encogido hasta la sombra de su antigua identidad, desplazada por
los mestizos y los blancos. Minada por las epidemias y la explotación después de
la conquista, las comunidades nativas que estaban en estrecho contacto con los
blancos se veían constantemente erosionadas por el mestizaje, el proceso de
cruce que arrojaba a los indios a la sociedad mestiza. Al final del siglo XVIII, las
únicas áreas donde los indios eran todavía una mayoría local estaban en la
provincia de Pasto, en los llanos del Casanare y en áreas fronterizas de las costas
Pacífica y Caribe, donde los indios habían resistido, o eludido con éxito, la
penetración blanca. En otras partes los indios se habían vuelto una minoría en su
propia tierra, superados en número por blancos y mestizos en una estructura de-

««Página 66»».

mográfica que contrastaba agudamente con la de las tierras andinas al sur, con
Ecuador, Perú y Bolivia.62
El mestizaje era la fuerza propulsora tras el crecimiento de la población. En 1751
Basilio Vicente de Oviedo llamó la atención sobre el fenómeno del mestizaje y sus
repercusiones en la sociedad rural cuando se refería al cambio de población en un
área de la provincia de Tunja:

En la jurisdicción que hoy es del pueblo de San Gil... Había tres aldeas que en el
pasado tenían 1.000 indios; eran Guane, Chancón y Charalá y Oiba. Hoy hay en
estas tres aldeas 200 indios, mientras que de los llamados españoles que
incluyen blancos, mestizos, cuarterones y cholos— hay más de 10.000 habitantes,
de los que en verdad no más de 200 han venido de España a establecerse. 63

61 Apéndice A, Cuadro 2.
62 Apéndice A, Cuadros 3 y 4.
63 Basilio Vicente de Oviedo, Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada
(Bogotá, 1930), p. 118.
Aunque Oviedo tenía cuidado en aclarar que los indios no habían sufrido la misma
tendencia marcada a declinar donde se habían establecido pocos blancos, el
proceso que describe era típico de la mayor parte de la Nueva Granada, y refleja
una tendencia general de la población mestiza a expandirse a una tasa mucho
más rápida que la de los indios. Los indios eran constantemente llevados de sus
propias comunidades a áreas de colonización blanca donde, por matrimonio y
cohabitación con mestizos, quedaban añadidos a la población mixta mientras que
simultáneamente reducían la base reproductiva de sus comunidades originales. 64
El crecimiento de la población mestiza estaba muy marcado en la región de la
Cordillera Oriental, donde se reflejaba claramente en presiones para revisar el
status de las tierras protegidas de los indios,

««Página 67»».

los reguardos de indios. Enfrentada al brusco descenso de la población nativa a


fines del siglo XVI, la corona había tratado de regular la explotación de la fuerza
de trabajo indígena y de sistematizar el recaudo de tributos al concentrar a las
comunidades indias en resguardos, o tierras indias segregadas de los
establecimientos españoles. Sin embargo, pese a estrictas prohibiciones legales
contra la intrusión en el resguardo por parte de no indios, la demanda de tierra por
parte de la creciente población blanca y mestiza, combinada con la necesidad de
los indios de conseguir dinero para cumplir sus obligaciones tributarias, estimuló la
cesión ilegal de tierras de resguardo a pequeños agricultores blancos y mestizos. 65
Investigaciones gubernamentales sobre las condiciones de las comunidades
indias revelan que este proceso de asimilación y expropiación había llegado a una
etapa avanzada en la segunda mitad del siglo XVIII. 66 Para 1778 la invasión de las
tierras indias y la mezcla de razas estaban tan avanzadas que el "protector de los
indios" gubernamental ya no encontraba factible distinguir entre los elementos
indio y mestizo de la población rural; recomendaba por lo tanto que la corona
debía reconocer la realidad al transferir formalmente los resguardos de la
propiedad comunal de los primeros a la propiedad individual de los últimos. 67
Aunque menos numerosos que los mestizos, los blancos se habían vuelto un
segmento sustancial de la sociedad de la Nueva Granada. A fines del siglo XVIII
constituían un cuarto de la población total. El crecimiento de la población blanca,
como la de los mestizos, era

64 Ibid. Para una visión general del descenso de la población india en las provincias de
Tunja y Santa Fe, y sus consecuencias, ver Colmenares, La provincia de Tunja, pp. 85-
114, y Margarita González, El resguardo en el Nuevo Reino de Granada (Bogotá, 1970),
pp. 47-80.
65 Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos sobre historia social colombiana (Bogotá, 1968). pp.
170-1; González, El resguardo. pp. 65-70.
66 Los resultados de dos de estas investigaciones han sido publicados. Ver Andrés
Verdugo y Oquendo, "Informe sobre el estado actual de la población indígena, blanca y
mestiza de las provincias de Tunja y Vélez a mediados del siglo XVIII", ACHS, Vol. I
(1963) y Francisco Antonio Moreno y Escand'ón, Indios y mestizos de la Nueva Granada
a finales del siglo XVIII, comp. Jorge O. Melo (Bogotá, 1985).
67 González, El resguardo, pp. 71-7.
««Página 68»».

evidente en las regiones centrales de la Cordillera Oriental. En la enorme provincia


de Tunja y en menor extensión en la provincia de Santa Fe, los blancos pobres
(muchos de los cuales podrían haber sido mestizos haciéndose pasar por blancos)
parecen haberse multiplicado a una tasa rápida, particularmente en las áreas
templadas de Socorro y San Gil, donde una frontera abierta había sido colonizada
a fines del siglo XVII. Esta duplicación entre las poblaciones blanca y mestiza
causó algunas fricciones sociales. Las pretensiones de limpieza de sangre (pura
descendecia hispánica) eran ferozmente rebatidas durante el siglo XVIII, mientras
los blancos luchaban por distinguirse de los crecientes grupos mestizos y mulatos.
Los conflictos sobre el derecho a usar el título honorífico de "don" (apropiado
tradicionalmente por los blancos para demostrar su superioridad sobre los nativos
y los mestizos) se multiplicaron también, mientras los "nobles" provincianos
luchaban por restringir su uso a aquellos que por nacimiento o función asumían
una superioridad tanto sobre la población blanca como sobre plebeyos indios o
mestizos.68 Evidentemente, el crecimiento de la población blanca había
generalizado el uso del don hasta el punto de que estaba perdiendo su sentido
como indicador de condición social.
Las razones para el crecimiento de la población blanca residían principalmente
dentro de la Nueva Granada. Aunque la emigración española a las Américas
revivió durante el siglo XVIII, el componente peninsular español de la población
seguía siendo pequeño. El crecimiento de la población blanca surgía por lo tanto
de un aumento natural entre los españoles americanos o criollos, más que de la
inmigración. Por supuesto, el crecimiento de la población criolla no se basaba sólo
en la fecundidad de los habitantes puramente blancos. En los altos niveles de la
sociedad, entre los terratenientes más ricos, dueños de minas, comerciantes y
funcionarios del gobierno, había sin duda familias prominentes que podían alegar
una ascendencia

««Página 69»».

blanca ininterrumpida y que podían preservar una dinastía estrictamente blanca al


casarse dentro de su propia clase o con españoles inmigrantes. Pero entre la
mayoría de los blancos, por fuera de los rangos de las élites sociales, el
matrimonio o la cohabitación con miembros de otros grupos raciales servía
probablemente para inflar el número de los que podían pasar por blancos. No es
difícil imaginar cómo un blanco pobre podía producir hijos con una mujer mestiza o
mulata, permitiéndoles adoptar el status superior, patrimonial y racial, y luego, al
mezclarse otra vez con mujeres mestizas, producir más descendientes con una
aspiración a la blancura.
Si la población de la Nueva Granada estaba creciendo indudablemente a fines del
siglo XVIII, es difícil medir el ritmo de crecimiento o trazar sus variaciones

68 Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos, pp. 181-203.


regionales. Según el virrey Caballero y Góngora, la población de todo el virreinato,
incluidas las dos audiencias de Santa Fe y Quito, creció a una tasa promedio
anual de 2.3% entre 1770 y 1778 y, pese a una epidemia de viruela, continuó
creciendo sustancialmente en el decenio después de 1778. Sugería que la
población del virreinato había aumentado probablemente en una sexta parte entre
1778 y 1788 (el equivalente de una tasa anual de crecimiento del 1.7%), para
llegar a un total de unos 1.492.680 habitantes. 69 Los cálculos del virrey deben ser
tratados con cierto escepticismo porque, para el decenio 1778-88, están basados
en cifras para la provincia de Antioquia, donde las condiciones sociales y
económicas no eran típicas de las halladas en otras regiones más populosas. Sin
embargo, hay buenas razones para suponer que la tasa de crecimiento de la
población en Antioquia era más o menos equiparada por otras regiones principales
de la Nueva Granada. Pedro Fermín de Vargas, por ejemplo, llamaba la atención
sobre la larga

««Página 70»».

tendencia alcista en los precios de los productos básicos en Bogotá entre 1739 y
1791 como prueba de que la población de la ciudad estaba aumentando, y sus
comentarios sobre la región del Socorro sugieren que ésta era una zona de
crecimiento demográfico particularmente fuerte.70 Igualmente, la reorganización de
las tierras indias en las provincias de Tunja y Santa Fe después de la mitad del
siglo sugieren que allí también la población mestiza y de blancos pobres
continuaba creciendo vigorosamente.
Los censos de fines del siglo XVIII son un instrumento imperfecto para medir las
tasas y distribución del cambio demográfico en la Colombia de fines de la Colonia,
porque presentan un cuadro demasiado estático de la población de la región. No
obstante, revelan al menos una sociedad que ha sido transformada
profundamente desde las invasiones españolas. A fines del siglo XVIII la población
indígena había sido fuertemente debilitada en la mayoría de las regiones. Esto era
especialmente cierto en las tierras bajas tropicales donde los españoles se habían
establecido, tanto en la costa del Caribe como a lo largo de los valles del
Magdalena y del Cauca. Allí los efectos de la explotación tras la conquista y las
epidemias habían aniquilado virtualmente a los pueblos indios. En las mesetas
andinas las comunidades indias habían sobrevivido junto con establecimientos
blancos y mestizos en resguardos que les daban una base independiente de
subsistencia; sin embargo, incluso en este medio eran cada vez más aventajadas
en número por sociedades rurales dominadas por blancos y mestizos. Excepto en
la provincia sureña de Los Pastos y en áreas más allá de las fronteras del
establecimiento agrícola español, las comunidades indias por lo general no eran
sino rastros de su antiguo ser, reducidas a un punto en el que la recuperación era
69 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 242. En cartas a España escritas en el
momento de la epidemia de viruela, Caballero y Góngora aseveraba que la mortalidad
en la epidemia había sido bastante baja, debido a la introducción de la vacuna en
muchos de los pueblos principales: Caballero y Góngora a Gálvez, Bogotá, 15 de junio
de 1783, Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del Arzobispo-Virrey (no. 48).
70 Pedro Fermín de Vargas, Pensamientos políticos (Bogotá, 1968), pp. 89-90, 100.
imposible. Para fines del siglo XVIII, entonces, la Nueva Granada se había
convertido en una sociedad en gran parte hispanizada, donde la cultura española
se había desprendido de sus bases

««Página 71»».

originales en las ciudades y donde criollos, mestizos y mulatos habían desplazado


a los pueblos nativos en el campo.
La conversión de la Nueva Granada en una sociedad esencialmente mestiza tuvo
implicaciones importantes para su desarrollo. La sociedad dual de "repúblicas"
indias e hispanas contemplada por las primeras leyes españolas había sido casi
completamente subvertida por el mestizaje, y comparadas con los territorios
andinos al sur, las comunidades indias les daban sólo una pequeña contribución a
la economía y al Estado españoles, ya fuera en trabajo, mercados o impuestos.
Había por supuesto variaciones regionales dentro de la Nueva Granada, pero
generalmente la ausencia de grandes poblaciones nativas, basadas en la
propiedad colectiva de la tierra y situadas en una relación especial con el Estado
español, había producido un orden social diferente al de las regiones de América
donde los indios eran la mayoría. Las divisiones raciales reforzadas con
desigualdades económicas estratificaron la sociedad como lo hicieron en otras
partes de la América española, pero la Nueva Granada era de muchos modos una
sociedad menos rígida que aquellas donde las culturas indias habían permanecido
fuertes, como las mesetas de Quito o las regiones sureñas andinas del Perú y del
Alto Perú, o como el sur de México. En la mayor parte de la Nueva Granada la
sociedad colonial era más un híbrido étnico, las divisiones raciales eran menos,
importantes en la vida social y política y, sin lenguajes y culturas alternativos, la
sociedad de clase baja estaba más completamente hispanizada. Esto no quiere
decir necesariamente que la sociedad se hallaba mejor integrada o sus estratos
populares más fácilmente controlados y disciplinados por las élites hispánicas.
Quiere decir tan sólo que la identidad tenía diferentes raíces y asociaciones
culturales. Sin un sentido vigoroso de separación étnica, la población de mestizos
y de blancos pobres tendía a identificarse fuertemente con sus localidades. A
medida que crecían, parroquias y pueblos blancos y mestizos cultivaban
celosamente los derechos y privilegios locales y buscaban reconocimiento oficial
como municipa-

««Página 72»».

lidades autónomas capaces de manejar sus propios asuntos. Así, junto a las
jerarquías de las élites urbanas, de las grandes haciendas y de las empresas
mineras, algunas regiones de la Nueva Granada albergaban poblaciones grandes
y en crecimiento de campesinos y agricultores que socialmente tenían más en
común con las comunidades rurales de la Castilla del siglo XVI que con las
sociedades indias de Perú o México en el siglo XVIII. En este sentido, la Nueva
Granada tenía poco parecido con las sociedades coloniales de sus vecinos
andinos, con sus grandes poblaciones quechua y aymará. Vista en conjunto,
también difería marcadamente de la sociedad de la vecina provincia de Caracas,
donde los plantadores criollos dominaban una sociedad basada en la esclavitud
africana.
El crecimiento y mestizaje de la población de la Nueva Granada durante el siglo
XVIII gradualmente modificó los patrones espaciales de asentamiento trazados
tras la conquista. El archipiélago demográfico creado por la colonización española
en los siglos XVI y XVII se amplió, tanto por la extensión de asentamientos en
fronteras mineras y ganaderas como por la difusión de la agricultura campesina en
las tierras altas. La estructura subyacente permaneció, sin embargo, intacta. Hacia
fines del siglo la Nueva Granada seguía siendo un conglomerado laxo de
regiones, cada una centrada en los pueblos establecidos tiempo atrás por los
españoles como bases para explotar los recursos humanos y naturales del
territorio.
La economía de la Nueva Granada del siglo XVIII era también estructuralmente
similar a la creada por los españoles durante el siglo XVI. Se movía sobre dos ejes
principales. Uno era una agricultura ligada a la subsistencia y los mercados
domésticos; el otro era una economía minera que producía metales preciosos para
pagar el comercio con Europa. Durante el siglo XVIII, el oro seguía siendo el
produit moteur de la Nueva Granada, y la agricultura colonial tenía pocas
conexiones directas con los mercados externos. Algunos productos tropicales se
exportaban a España, particularmente cacao cultivado en Cúcuta y en el valle del
Magdalena. Pero como España

««Página 73»».

podía obtener productos como azúcar, tabaco y cacao en cantidad suficiente o de


mejor calidad en sus otras colonias, los mercados europeos tenían poca
pertinencia para la mayoría de los campesinos y terratenientes de la Nueva
Granada. De ahí que la agricultura comercial de la región estuviera confinada en
gran parte a los circuitos de intercambio interregionales e intrarregionales. El más
valioso de éstos ligaba las regiones agrícolas de las mesetas orientales y del valle
del Cauca con las zonas mineras del oeste. Los centros de minería de oro de las
mesetas antioqueñas y de las tierras bajas del Pacífico actuaban como imanes
para los comerciantes, atrayendo importaciones de quincallería, textiles y
productos de lujo de España, así como los productos de la agricultura y la industria
de la Nueva Granada, incluidos ganado y derivados, telas ordinarias, trigo, queso,
cacao, tabaco y productos del azúcar. Estos circuitos interregionales estaban
reforzados por otros que unían tierras altas y bajas. Había, por ejemplo,
movimientos de ganado desde los pastos de las tierras bajas a los mercados
urbanos de las tierras altas; a la inversa, se llevaba trigo de las mesetas frías a
consumidores que necesitaban harina en los pueblos de las tierras bajas
tropicales. Había también un floreciente comercio interregional en tela cruda de
algodón, llamada ropa de la tierra, producida en Socorro y los Llanos, y el tabaco y
los productos del azúcar también se comerciaban extensamente dentro de las
regiones y entre una región y otra.
La integración económica auspiciada por ese comercio interregional tenía sin
embargo su contrapeso en las deficiencias del transporte y las comunicaciones.
En la escala temporal de la navegación transoceánica durante el siglo XVIII, el
principal puerto de la colonia estaba relativamente cerca de España. El viaje de
Cádiz a Cartagena de Indias tomaba unas cuatro semanas; el viaje de regreso, vía
Cuba y el canal de Bahamas, era un poco más largo, de unos setenta días. 71 Esta
relativa facilidad de comunicación entre España y Nueva Gra-

««Página 74»».

nada terminaba sin embargo abruptamente en la costa del Caribe, y la mayor


parte del territorio colombiano estaba aislado de la economía atlántica. El río
Magdalena suministraba un paso del Caribe al interior, pero era un viaje largo y
costoso, particularmente río arriba desde la costa. En cuanto a las comunicaciones
terrestres, eran lentas e incómodas, cuando no positivamente peligrosas. Incluso
el trecho entre Bogotá y Honda, que vinculaba la capital con el río Magdalena y el
mundo exterior, se hacía virtualmente impasable durante ciertos meses del año,
llevando a un virrey a prevenir a su sucesor de que éste era "un camino cuyo solo
aspecto horrorizará a Su Excelencia, especialmente si se lo recorre en la
temporada de lluvias".72 El transporte entre la costa y el sur y el oeste del país era
todavía más arduo, pues a veces requería viajar sobre senderos de montaña
llenos de precipicios, a veces cubiertos de bosques.
La economía de la Nueva Granada estaba, en consecuencia, altamente
regionalizada y sus regiones construidas alrededor de los pueblos grandes. Como
centros de administración y comercio regional, estos pueblos eran los puntos
focales de la cultura hispánica, concentrando a los miembros de la sociedad
relativamente ricos, privilegiados y poderosos junto a los servidores domésticos,
artesanos, abogados, sacerdotes y mercaderes que proveían los servicios
requeridos. Pero estos centros urbanos eran pequeños, y su capacidad de
estimular la producción agrícola era correspondientemente débil. Los habitantes
invariablemente recibían los alimentos básicos de la jurisdicción rural de sus
pueblos, por lo general dentro de un radio de uno o dos días de viaje. Más allá de
los perímetros económicos de los pueblos yacían fronteras abiertas de tierras sin
colonizar que, cuando se usaban, se dedicaban por lo general a rebaños
semiferales de ganado, los que se alimentaban de los pastos naturales de
haciendas inmensas, vagamente delimitadas. Si examinamos ahora las principales
regiones de la colonia hallaremos que este patrón básico se

««Página 75 »».

repite por toda la Nueva Granada, pero con marcadas variaciones locales
causadas por diferencias en el clima y el relieve, y en sistemas de propiedad de la
tierra y de organización del trabajo.

CIUDADES Y REGIONES
LA REGIÓN CARIBE
La primera región de colonización española en territorio colombiano fue en la

71 Ibid., p. 4.
72 Citado en R.C. West, Colonial Placer Mining, p. 126.
costa del Caribe y, gracias al papel de Cartagena de Indias como puerto principal
de la Nueva Granada, el área continuó desarrollándose durante el período
colonial. La economía de la región estaba básicamente conformada por redes de
actividad administrativa, comercial y agrícola que radiaban de Cartagena de Indias
y de Mompós, centros de gobierno y bases para el comercio con el interior. Unidos
por el río Magdalena, estos pueblos eran el eje principal de la economía costera y,
como lo muestra el mapa 2.2, la mayor parte de la población de la región estaba
concentrada en ellos y entre ellos.
De todas las regiones de la Nueva Granada, la costa caribe era la mejor situada
para aprovechar los mercados externos debido a su proximidad a las rutas
atlánticas y a sus nexos con España por el sistema de flotas que llegaban a
Cartagena. Sin embargo, la agricultura costeña se benefició poco con el comercio
trasatlántico y dependía más bien de una red de mercados locales. Pues sin
acceso legal a los dinámicos mercados extranjeros del Caribe en las florecientes
economías de plantación de las islas inglesas, francesas y holandesas, el
comercio marítimo en productos agrícolas estaba confinado a los puertos vecinos
españoles de Portobelo y las Antillas. Esos mercados poco espacio ofrecían para
la agricultura costeña. Las islas españolas del Caribe producían muchos de los
mismos alimentos tropicales y, en el caso de Cuba, incluso exportaban productos
agrícolas (principalmente tabaco y cera) a Cartagena. Así, el comercio de ultramar
afectaba sólo indirectamente la agricultura de

««Página 76»».

Mapa 2.2
La región de la Costa Caribe. (Para los datos del censo en que
se basa este mapa, ver Apéndice A, Tabla 5)

««Página 77»».

la región, al fomentar la actividad comercial y productiva de pueblos que


practicaban el comercio entre Europa y el interior de la Nueva Granada.
Las dos primeras concentraciones de demanda en la región fueron la ciudad de
Cartagena y el pueblo de Mompós. Como centros principales para la organización
y distribución del comercio exterior de la Nueva Granada, ambos soportaban
poblaciones relativamente considerables. Mompós tenía 7.000-8.000 habitantes
en la década de 1770, y era el puerto principal del río Magdalena. 73 Recibía oro de
Antioquia y del Chocó, tabaco de Ocaña y el alto Magdalena, cacao de Cúcuta y
de Neiva, y trigo de Pamplona; durante la última parte del siglo XVIII, la presencia
en el pueblo de los monopolios reales de tabaco y aguardiente estimuló también el
cultivo local de tabaco y azúcar. La mayor parte de la tierra en su vecindad se
usaba para ganadería extensiva, la que producía carne, sebo y cueros para el

73 Esta cifra fue dada por el virrey, con base en la información recibida de los párrocos
de la ciudad, cuando los corregimientos de la provincia de Cartagena estaban siendo
reorganizados en 1776. AGI Santa Fe 586 (ramo I), virrey Flórez a Gálvez, Santa Fe, 15
de agosto, 1776.
mercado de Cartagena.74 Cartagena de Indias era de lejos la mayor concentración
de población en la región costeña, y el epicentro de la economía regional. Hacia
fines del siglo XVIII la ciudad tenía una población de entre 14.000 y 16.000
habitantes, la que incluía cerca de la tercera parte de los blancos que vivían en la
región costeña.75 Como principal establecimiento militar y naval en el vi-

««Página 78»»

rreinato y como base para el comercio de la colonia con España, la ciudad le


ofrecía empleo a una fuerza laboral sustancial de pequeños comerciantes,
artesanos y obreros. La tabla que sigue proporciona un atisbo del artesanado de la
ciudad, donde se muestra la ocupación de 835 artesanos que fueron llamados a
servicio militar en tres de los barrios de la ciudad en 1779 y 1780. 76
El impacto de la ciudad de Cartagena en los campos circundantes puede
apreciarse en un informe hecho por Antonio de Arévalo en 1776, cuando fue
comisionado con el fin de investigar la capacidad de la ciudad para soportar un
asedio. Arévalo examinó detenidamente la provisión de alimentos en Cartagena, y
su informe ofrece una luz inusitadamente clara de la relación de una ciudad
colonial con la región que la circunda. 77 Para alimentar a su población, Cartagena
se basaba en parte en recursos agrícolas hallados dentro de la ciudad misma.
Buena parte de la comida consumida dentro del puerto —fríjoles, bananos,
plátanos, yuca, casabe, batatas, queso, mantequilla y derivados— se cultivaba
dentro de la ciudad y en las afueras, particularmente en Barú, una isla que protege
a Cartagena del mar. Los vegetales eran provistos en gran parte por las huertas o
jardines comerciales situados dentro de los muros de la ciudad, y el pescado venía
en abundancia de la bahía de Cartagena sin necesidad de recurrir a aguas más
distantes. La ciudad producía también mucho de su propio cerdo. Arévalo
calculaba que, en una emergencia bélica, siempre habría alredor de 500 puercos
listos para la matanza en corrales dentro de las murallas de la ciudad. En cuanto a
sal, esencial tanto para la preparación de la carne como para la preparación tanto

74 Esta y las siguientes observaciones sobre Mompós y su región se basan en los


informes emitidos por Francisco Silvestre, Descripción, 55; Rafael Soto, Decenios de
Mompós en la Independencia (Barranquilla, 1960), tomo 2, pp. 20-8; y, muy
importante, Orlando Fals Borda, Historia doble de la Costa, I: Mompox y Loba (Bogotá,
1980), passim.
75 Un informe sobre la provincia de Cartagena, hecho por el obispo de Cartagena en
1772, calculaba que la población que vivía dentro de las murallas ascendía a más de
14.000 habitantes. Ver Eduardo Gutiérrez de Piñeres, "Población de la Provincia de
Cartagena de Indias en el año 1772", Boletín Historial, Año 3, no. 29 (Cartagena, 1917),
p. 2. De esta población, más de 2.000 eran esclavos. El censo de 1799 informaba sobre
una población de 16.361, de los cuales 4.393 eran blancos y 3.048 esclavos: ver
Apéndice A, Cuadro 5.
76 AHNC Miscelánea, tomo 31, folios 149-54, 1014-15; AHNC Milicias y Marina, tomo
48, folios 723-34.
77 El informe de Arévalo está reproducido en Enrique Marco Dorta, "Cartagena de
Indias: Riquezas ganaderas y problemas", Tercer Congreso Hispanoamericano de
Historia (Cartagena, 1962), Tomo I, pp. 335-52.
««Página 79»».

de puerco como de buey, había mucha en las playas de Barú y en la cercana


ciénaga de Tesca, recogida por los pobres que vivían en los tugurios fuera de las
murallas de la ciudad. El valor de la tierra en las cercanías de la ciudad era
demasiado alto y el suelo demasiado infértil como para que los propietarios de la
ciudad se ocuparan del cultivo de productos básicos. Se concentraban más bien
en la producción de "tejas, ladrillos, carbón de madera, leña, algo de ganado y
semejantes, que les ofrecen un rendimiento proporcionado al valor de la tierra y de
sus esfuerzos".78

TABLA 2.1
ESTRUCTURA OCUPACIONAL DE CARTAGENA DE INDIAS,
1779-80
Ocupación No.

Sastres 81
Carpinteros 79
Zapateros 75
Aurífices y plateros 30
Barberos 28
Tenderos 27
Albañiles 25
Pintores 23
Herreros 17
Agricultores 14
Carpinteros de navío 14
Carniceros 13
Cigarreros 13
Horticultores 10
Pescadores 9
Escribientes 6
Fabricantes de edredones 5
Matarifes 4
Armeros 3
Lamparero 3
Hacendados 3
Músicos 2
Cofeccionistas 2
Silleros 2
Empacadores 2

78 22. Ibid., p. 338.


Fabricantes de tejas 2
Vigilantes de pesas 1
Pilotos 1
Escultores 1
Médicos 1
Boticarios 1
Carreros 1
Teñidores 1
Tallistas en madera 1
Arquitectos 1

««Página 80»».

La agricultura local y las huertas eran sin embargo insuficientes para abastecer los
mercados de la ciudad con maíz y trigo, y la influencia de sus mercados se
extendía a las áreas vecinas. El maíz que se usaba para hacer pan de bollo, la
dieta diaria para la gente común de la ciudad, se traía de las fértiles sabanas al
occidente de Cartagena, a las que las aguas costeras ofrecían fácil y barato
acceso. La mayor parte de las 36.000 fanegas de maíz consumidas anualmente
en la ciudad venían de la región del Sinú, del complejo de asentamientos en torno
a la desembocadura del río Sinú, centrados en el pueblo de Lorica. El trigo, de otra
parte, era importado, ya del interior de la Nueva Granada o, como iba sucediendo
cada vez más en el siglo XVIII, de ultramar. Aparte del maíz, el mercado urbano
ofrecía salidas para la carne y otros productos de la ganadería, para el azúcar y
sus productos (en particular brandy de caña) y, en menor medida, cacao. Los
mercados para estos productos estaban dominados por grandes propietarios,
quienes tenían inmensas propiedades en las sabanas de Tolú, en el hinterland de
Mompós hacia el sur y, en menor medida, en las regiones al oriente del río
Magdalena, en la provincia de Santa Marta. La cría de ganado era uno de los
pilares de la agricultura costeña. Durante la primera mitad del siglo XVIII, la carne
de Cartagena parece haber dependido en gran parte de hacendados de Mompós,
quienes traían ganado de sus tierras y de la vecina provincia de Santa Marta. 79 La
relación de Arévalo de las haciendas ganaderas en el hinterland de Cartagena de
Indias indica que el abastecimiento de carne por áreas cercanas a la ciudad había
mejorado mucho en la década de 1770, aunque el tamaño de las vacadas a treinta
o cuarenta kilómetros era generalmente pequeño.80
79 Luis Navarro García, "Los regidores en el abasto de Cartagena de Indias", AEA, vol.
38 (1981), pp. 173-214.
80 En las vecindades de la ciudad Arévalo cita cuatro ganaderos con un total de 190
animales; entre dos y cuatro leguas de la ciudad menciona once haciendas con unas
1.310 reses, de las cuales sólo tres tenían manadas de más de 200 cabezas; entre
cuatro y ocho leguas había catorce haciendas donde el tamaño promedio de las
manadas no era mucho más alto. Sólo cuando la distancia rebasaba las ocho leguas el
tamaño promedio de las manadas pertenecientes a un solo propietario tendía a
exceder las 100 cabezas; incluso entonces, la finca grande, con 800 o 1.000 cabezas,
««Página 81»».

La mayor parte de la carne consumida dentro de la ciudad venía de fuentes más


distantes: Arévalo anotaba que por lo general se necesitaban cuarenta días para
organizar el transporte de ganado desde las haciendas que normalmente
abastecían a Cartagena.81
La economía ganadera estaba casi toda en manos de grandes propietarios. En el
transcurso del siglo XVIII, los propietarios de tierras basados en Cartagena de
Indias y Mompós constituyeron extensas propiedades al apoderarse de baldíos y
legalizar su posesión mediante pagos a la corona. El impulso tras este movimiento
venía en parte de un grupo de españoles peninsulares que llegaron con una
expedición militar en 1698, tomaron residencia permanente en Cartagena y sus
descendientes llegaron a constituir una nueva élite de terratenientes y funcionarios
en la ciudad.82 La propiedad de la tierra era evidentemente esencial tanto para la
situación social como para la estabilidad económica de las principales familias
criollas, especialmente para aquellos que, como el conde de Pestagua, el marqués
de Santa Coa y el marqués de Valdehoyos, se hicieron lo suficientemente ricos
para conseguir títulos aristocráticos con mayorazgos en sus propiedades. Pero las
grandes fortunas no se consiguieron sólo en tierra. Las familias criollas más ricas
de Cartagena y Mompós acumularon fortuna mediante la participación en el
comercio de ultramar, trata de esclavos y minería, así como agricultura, mientras
que consolidaban y extendían sus fortunas con juiciosos matrimonios, ya entre
ellos mismos o con inmigrantes peninsulares apropiados. 83

««Página 82»».

Las grandes haciendas eran un elemento importante en la estructura social agraria


de la región costeña. Para el meollo de su fuerza laboral, las haciendas dependían
de esclavos negros importados, muchos de los cuales eran empleados en la
producción de caña de azúcar. La hacienda costeña era típicamente una empresa
mixta en donde la producción de caña de azúcar formaba parte de una serie de
actividades, incluidos cultivos arables para satisfacer las necesidades de
subsistencia y, más importante, cría de ganado para los mercados de carne de la
ciudad. Por lo tanto, empleaba esclavos en gran número. Una muestra de
dieciséis haciendas costeñas indica que era excepcional tener más de cincuenta
esclavos trabajando en una sola hacienda. Tampoco se utilizaban los esclavos tan
sólo en la economía del azúcar, sino que formaban una fuerza permanente, a

era excepcional. Marco Dorta, "Cartagena de Indias", pp. 346-9.


81 Hermes Tovar Pinzón, Grandes empresas agrícolas y ganaderas (Bogotá, 1980), pp.
32-4.
82 Carmen Gómez Pérez, "El Consulado de Sevilla y la formación de las oligarquías en
Cartagena de Indias a principios del siglo XVIII", IV Jornadas de Andalucía y América,
vol. I (Sevilla, 1984)
83 Tovar Pinzón, Grandes empresas, pp. 97-130; Fals Borda, Historia doble de la costa,
Vol. I, 75A-126A.
veces bien adiestrada, de artesanos y vaqueros. 84 La tendencia de la tierra a
quedar concentrada en unidades más grandes, algunas veces mantenidas en
secciones más vastas, múltiples, consistentes entre 20.000 y 30.000 hectáreas, no
era necesariamente un tributo al dinamismo de los mercados locales; era, más
bien, una función de la disponibilidad de la tierra en áreas escasamente pobladas
y de los problemas consiguientes de reclutar trabajadores libres. 85
El otro elemento en la sociedad agraria de las regiones costeñas era un
campesinado libre que sobrevivía con la agricultura de subsistencia, combinada
con el trabajo en transporte por el río Magdalena. Los informes de Antonio de la
Torre, un funcionario español que viajó por la provincia a comienzos del decenio
de 1770, y el muy gráfico relato dejado por el misionero Joseph Palacios de la
Vega de su viaje de Cartagena a Ayapel en 1787-8, muestran que muchos,
probablemente la mayoría, de los habitantes rurales de la

««Página 83»».

región vivían en condiciones primitivas y aisladas. 86 Carentes de un foco obvio


para su producción, la mayor parte de la población estaba diseminada en extensas
áreas, trabajando a veces la tierra con una agricultura de corte y quema basada
en la unidad casera. Era misión de La Torre el conducir a estas gentes bajo la
autoridad real al congregarlas en comunidades reconocidas. En el censo de los 43
establecimientos que fundó, calculaba que unas 41.133 almas habían vivido
dispersas entre las llanuras vírgenes y los bosques de la provincia. 87 Muchos, sin
embargo, quedaron más allá del control del Estado y del solaz de su Iglesia. En el
resto de la región ribereña, los asentamientos estaban diseminados a lo largo de
las orillas del Magdalena, ocasionalmente congregados en torno a un pequeño
puerto de río o de una aduana, pero generalmente hallados en aldeas diminutas o
grupos familiares, a veces compuestos de esclavos fugitivos o sus descendientes.
Cuando el viajero francés Mollien subió por el Magdalena el 1823, recordó la vida
africana a lo largo del río Senegal, a medida que la monotonía de las selvas era
interrumpida por los trapiches y los sembrados de maíz de los pocos y aislados
colonos negros quienes, lejos de una existencia comunal, practicaban una
agricultura móvil, de corte y quema en sus orillas. Su comentario final sobre las
condiciones encontradas a lo largo de la principal vía de comunicación interna de
la Nueva Granada da una vívida impresión de primitivismo indomado:

Nada más aterrador que un viaje por el Magdalena; incluso la vista no es alivio,
porque sus fértiles orillas, que deberían estar cubiertas de plantaciones de cacao,

84 Tovar Pinzón, Grandes empresas, pp. 41-57.


85 Adolfo Meisel R., "Esclavitud, mestizaje y haciendas en la provincia d Cartagena,
1551-1851", Desarrollo y Sociedad (Bogotá, 1980), no. 4, pp. 265-9
86 "Noticia Individual de las poblaciones nuevamente fundadas en la Provincia de
Cartagena... por don Antonio de la Torre Miranda", Boletín Historial (Cartagena, 1919),
nos. 45-46, pp. 490-512; e ibid, (Cartagena, 1926) nos. 49-51, pp. 606-28. Ver también
G. Reichel-Dolmatoff (ed.), Diario de viaje del Padre Joseph Palacios de la Vega (Bogotá,
1955).
87 “Noticia individual". p. 500.
caña de azúcar, café, algodón, añil, tabaco, esas márgenes que deberían ofrecerle
al viajero sediento todos los

««Página 84»».

frutos deliciosos de los trópicos, que deberían estar adornadas c hermosas flores
están, por el contrario, rebosantes de malezas, lianas y espinas bajo enhiestas
palmas de coco y dátil.88

Al oriente de Cartagena había poca actividad económica de importancia. La


provincia de Santa Marta había quedado en la penumbra desde cuando el
comercio por el puerto había sido cortado por el desarrollo de Cartagena como
término del comercio de la nueva Granada con España. En el siglo XVIII la ciudad
era apenas pueblo grande, con una población de unos 3.600 habitantes;
económicamente estaba sostenida por el lento movimiento de mercado hacia y
desde la vecina región del Caribe, y un comercio más que todo de contrabando en
importaciones europeas, que se enviaba el sur al interior vía Ocaña. La debilidad
del puerto como fuerza económica se reflejaba en el hecho de que la mayor parte
población de la provincia estaba establecida en el interior, a distancia considerable
de la costa, entre Valledupar y Ocaña. 89 Partes de la costa eran ricas en
pesquerías de perlas, pero como estas piedras preciosas podían obtenerse en
cantidades suficientes tan sólo con comerciar con los indios, no suministraban
ningún impulso para el establecimiento de un asentamiento permanente. 90 Y
aunque los recursos agrícolas de la región incluían algodón, cacao, añil, azúcar y
ganado, su explotación estaba limitada a satisfacer necesidades primordialmente
locales.91 Estas incluían el abastecimiento de

««Página 85»».

ganado para los mercados de Cartagena y ocasionales embarques de reses para


las islas del Caribe. Sin embargo, el temor de las autoridades al contrabando
estorbaba el comercio con las islas, y el desarrollo de la ganadería en Santa Marta

88 G. Mollien, Viaje por la República de Colombia en 1823 (Bogotá, 50-1


89 En 1793, la población de Valledupar era de 3.781, mientrs que la de era de 5.679.
Ver Apéndice A, Cuadro 5.
90 Para un relato de la pesca de perlas, escrito durante la década 174 (jesuita Antonio
Julián, ver su La Perla de América. Provincia de Santa (Bogotá, reimp. 1951), pp. 35-7.
91 Para la carencia de salida de las provincias para el comercio, ver "Pr de Santa Marta
y Río Hacha del Virreynato de Santa Fe. Informe del Gobi d. Antonio de Río Narváez y la
Torre" (Río Hacha, 1778), en Sergio E Escritos de dos economistas coloniales: Don
Antonio Narváez y la Torre José Ignacio de Pombo (Bogotá, 1965), pp. 35-8.
estaba gravemente limitado por la competencia de ganaderos en las jurisdicciones
de Mompós y Cartagena.92
Más allá de Santa Marta, la colonización española disminuyó rápidamente. La
vecina Río Hacha era una frontera india, en gran parte inexplorada. En 1778 la
población de colonos en toda la provincia era de menos de 4.000, con unos 1.500
en el pueblo de Río Hacha 93. La población india "no pacificada", por otra parte, era
mucho más numerosa. Puede haber habido casi 40.000 indios no conquistados en
las provincias de Santa Marta y Río Hacha durante la segunda mitad del siglo
XVIII, de los cuales entre 12.000 y 15.000 eran capaces de empuñar las armas. 94
Durante el siglo, estos indios condujeron intermitentes y dañinas incursiones en
asentamientos y propiedades de la frontera local, con lo que eventualmente
provocaron una retaliación militar, respaldada por la corona, en la década de
1770.95 Sin embargo, la campaña de "pacificación" poco logró. El áspero medio
físico de la península de la Guajira y la continua resistencia de los pueblos nativos
continuaban desalentando la colonización española, confinada a unos cuantos
pequeños núcleos organizados en torno a solitarios puestos militares o de
misioneros.
Así, en un momento tardío del siglo XVIII, grandes sectores de la región seguían
despoblados e inexplotados, y sólo los hinterlands de Cartagena y Mompós vieron
alguna actividad sustancial comercial y agrícola. Dominada por grandes
propietarios, la agricultura se expandía para responder a la demanda urbana, pero
sin una demanda

««Página 86»».

externa significativa estaba confinada dentro de estrechos límites. Unos cuantos


grandes propietarios fueron capaces de sostener un opulento estilo de vida
mediante sus contactos con el mercado urbano y con el comercio. La masa de la
población, entretanto, lograba vivir apenas de la tierra, varada en una existencia a
la que apenas tocaban los flujos de comercio que pasaban, vía río Magdalena,
entre el interior de la Nueva Granada y la economía atlántica.

LA REGIÓN DE LA CORDILLERA ORIENTAL

Cuando se levantó el censo de 1779, los sectores centrales de la Cordillera


Oriental contenían las áreas más densamente pobladas en la Nueva Granada.
Entre ellas, las provincias de Santa Fe, Tunja, Girón y Pamplona (mostradas en el
mapa 2.3) tenían casi la mitad de la población total del territorio, desigualmente
repartida en una extensa red de pueblos y aldeas en las cuencas y los valles inter-
montañosos del área de las tierras altas. Esta era la parte más urbanizada de la

92 Silvestre, Descripción..., p. 55.


93 Ver Apéndice A, Cuadro 5.
94 AGI Santa Fe 702, "Cálculo del número de indios guagiros, Hombres de Armas, que
se regula puede tener la Provincia de Río Hacha".
95 Allan J. Kuethe, "The Pacification Campaign on the Riohacha Frontier, 1772-1779",
HAHR, vol. 50 (1970), pp. 467-81.
Nueva Granada colonial, con varios pequeños pueblos que constituían eslabones
en una cadena que iba hacia el norte desde Santa Fe de Bogotá hasta Pamplona.
Asociadas a estos pueblos había una serie de subregiones con diferentes
estructuras sociales y económicas que interactuaban entre sí, en parte porque las
comunicaciones intrarregionales se facilitaban por la relativa simplicidad de
movimientos del sur hacia el norte a lo largo de la cordillera. 96
Reducida a sus componentes, la región en conjunto comprendía tres subregiones
principales. La primera se había originado en torno a Bogotá y Tunja, en las áreas
de tierra fría donde los españoles

««Página 87»».

Mapa 2.3
La región de la Cordillera Oriental. (Para los datos del censo en que
se basa este mapa, ver Apéndice A, Tabla 6)

habían conquistado a los chibchas. Bogotá, capital de la audiencia de la Nueva


Granada y sede de los virreyes durante el siglo XVIII, era el principal centro
urbano en la región y su hinterland era el área montañosa más poblada. En el
momento del censo la provincia de Santa Fe tenía una población de más de
90.000 habitantes, concen-

««Página 88»».

trada en la alta meseta alrededor de Bogotá. Unos 16.000 fueron contados como
habitantes de la ciudad, la mayor parte blancos mestizos; los demás vivían en
pequeños pueblos cerca de Bogotá, como Zipaquirá, Facatativá y Chiquinquirá, o
diseminados entre las numerosas aldeas y haciendas de la sabana de Bogotá. A
dos días caballo de Bogotá estaba Tunja, capital de una provincia altamente
poblada de unas 129.000 personas. Antes cercana rival de Bogotá la ciudad
estaba en decadencia a mediados del siglo XVIII. En 1760 tenía sólo 3.000
habitantes dentro de un recinto urbano cuyas muchas casas lujosas e iglesias
ricamente decoradas daban testimonio de un pasado más próspero. La mayoría
de la población de provincia estaba dispersa por el campo, y vivía en las aldeas
caseríos y en las fincas y haciendas que marcaban el paisaje montañoso. En
estas áreas de tierra fría los principales cultivos en papas, trigo, cebada y maíz; el
ganado pastaba en los declives y en las alturas, y se criaban corderos para
abastecer de lana a los tejedor locales.
Al norte de la tierra fría estaba una segunda área muy poblada en la tierra
templada, antes dominada por la ciudad de Vélez, fundada en el siglo XVI. Aquí,
entre los 1.000 y los 2.000 metros, un centro floreciente de agricultura templada
había surgido de las parroquias blancas y mestizas de rápido crecimiento creadas
96 El registro que Miguel de Santiesteban hizo en 1741 de su viaje de Bogotá a
Venezuela vía Pamplona muestra no obstante que era un largo y arduo recorrido
Suministra también un atisbo útil de la topografía, sociedad y economía de la regiól al
norte de la capital. Ver David J. Robinson (ed.), Mil leguas por América, D, Lima a
Caracas, 1740-1741, Diario de don Miguel de Santiesteban (Bogotá, 1992) pp. 200-20.
por la colonización de Vélez durante el siglo XVII. Además de producir maíz y
otros, alimentos para el consumo local, los agricultores en esta área cultivaban
caña de azúcar, tabaco, anís y algodón, y su producción algodón era utilizada para
la manufactura artesanal de textiles de algodón crudo. San Gil y Socorro eran los
principales centros urbanos. A San Gil se le había otorgado estatuto de ciudad en
1694, pero su crecimiento fue aventajado durante el siglo XVIII por Socorro. En
1781 Socorro se había convertido en una ciudad floreciente y rápido crecimiento,
con una población de unos 15.000 habitantes, y otros tantos que vivían en las
cercanas parroquias de su jurisdicción Algunas de esas parroquias eran bastante
grandes. Simacota, Oiba

««Página 89»».

y Charalá, por ejemplo, tenían cada una alrededor de 6.000 personas en su


jurisdicción.97
Más al norte había una tercera subregión de la región de la Cordillera Oriental, la
que consistía en tres zonas más pequeñas. Estas eran la tierra caliente alrededor
de Girón y Bucaramanga, la tierra fría centrada en Pamplona y las vecinas
planicies tropicales alrededor de Cúcuta. La población en Girón y Bucaramanga
era escasa, con sólo unos 10.000 habitantes. Cerca de Bucaramanga había unas
minas que producían algún oro; de resto dependía de la producción de azúcar,
cacao, algodón y en especial tabaco de buena calidad, tanto para un pequeño
comercio de exportación a la costa del Caribe como para los mercados de la
región de la Cordillera Oriental.98 En la jurisdicción de Pamplona había unas
22.000 personas, la mayoría en la tierra fría alrededor del pueblo mismo, pero
otros también extendiéndose a los llanos en torno a Cúcuta, donde las haciendas
producían cacao y azúcar. Formaban también el límite norte de la región y servían
como punto de contacto y de tránsito hacia los Andes venezolanos. 99
El eje de la colonización hacia el norte a partir de Bogotá estaba así compuesto
por una serie de economías locales que abarcaban establecimientos casi todos en
tierras frías y templadas por encima de los 1.800 metros. Estos estaban
flanqueados por establecimientos de tierra caliente en las faldas de la cordillera. Al
occidente de Bogotá se producía cerca de Guaduas maíz y azúcar para el
mercado bogotano, mientras que Mariquita y Neiva producían ambas cacao y

««Página 90»».

97 Los datos completos del censo para la región de la Cordillera Oriental están en
Apéndice A, Cuadro 6. Datos adicionales sobre la población de Socorro y su hinterland
son de John L. Phelan, The People and the King, The Comunero Revolution in Colombia,
1781 (Madison, Wisconsin, 1978), pp. 41-2.
98 Silvestre, Descripción, pp. 46, 62.
99 Ibid., p. 61. Un recuento más completo de Pamplona y Girón al final del período
colonial se encuentra en "Relación territorial de la provincia de Pamplona, formada por
el doctor don Joaquín Camacho...", en Francisco José de Caldas, Semanario del Nuevo
Reino de Granada (Bogotá, 1942), pp. 1-17.
ganado para vender en los altiplanos. 100 Al oriente de la cordillera estaban los
dilatados llanos del Casanare. Allí se criaba ganado grandes fincas antes de ser
llevado al altiplano a engordarlo para venta en mercados urbanos, y las
comunidades indias cultivaban algodón y lo manufacturaban en tela. 101
En toda la región la agricultura era la base de la vida económica ya que no había
empresas mineras de importancia. Las minas de oro de Bucaramanga y Pamplona
habían sido virtualmente abandona y los intentos por revivir las minas de plata de
Mariquita y Pamplona se veían frustrados constantemente por la incapacidad de la
tecnología contemporánea para extraer los minerales a costos que fueran
prohibitivos.102Se encontraba oro de aluvión en la provincia de Neiva, así como en
Chaparral, cerca de Ibagué, y en varios lugares en el curso del Magdalena medio.
Sin embargo, todos eran demasiado pequeños como para crear un mercado
sustancial para productos agrícolas.103 La primera alternativa a la agricultura era la
manufactura de tela. Tanto el extenso uso de la ruana y la necesidad de mantas
de lana baratas para los cortantes climas de la tierra fría crea demandas de
artículos de lana que se satisfacían en parte con tejidos caseros y en parte por
artesanos que residían en los pueblos. En climas más calientes, donde se
cultivaba el algodón, la manufactura de lana le dejó el campo a la producción de
tela de algodón. Según Miguel de Santisesteban, quien escribía en 1714, ésta era
basta. En parte servía como "camisas para gente pobre"; otros trozos mas
grandes, hechos por los indios para pagar su tributo, se usaban para

««Página 91»».

velas de barco o tiendas.104 Sin embargo, dado el alto precio de la tela importada,
había amplios mercados en toda la Nueva Granada para tela doméstica de
algodón, especialmente en el interior, y eso estimuló el crecimiento de una
pequeña pero floreciente industria casera en torno a Socorro y San Gil. Aunque
poco se sabe sobre la organización de la industria, los contemporáneos coincidían
en que estas comunidades eran las más prósperas e industriosas de la Nueva
Granada, y que disfrutaban de un comercio significativo no sólo con otras áreas en
el altiplano sino también con las distantes regiones de minería de oro en Antioquia
y el Chocó.105
Bogotá había emergido como la principal ciudad de la región debido a una
combinación de tres factores: su papel como centro del gobierno, su posición en

100 Silvestre, Descripción, pp. 28-9, 57-8.


101 Ibid., p. 44. Para un relato completo del desarrollo de los llanos duran siglo XVIII ver
Jane Rausch, A Tropical Plains Frontier. The Llanos of Colon 1531-1831 (Albuquerque,
1984), especialmente caps. 3 y 4.
102 Para esfuerzos infructuosos por revivir las minas de plata de Mariquita Bernardo
Caicedo, D'Elhuyar y el siglo XVIII neogranadino (Bogotá, 1971).
103 Silvestre, Descripción, p. 59; Vicente Restrepo, Estudio sobre las mine oro y plata
de Colombia (Bogotá, 1952). pp. 132-3, 202-7.
104 Robinson (ed.), Mil leguas por América, p. 200.
105 Oviedo, Cualidades y riquezas, pp. 174-80; Silvestre, Descripción, p. 61; Fermín de
Vargas, Pensamientos políticos, pp. 14, 26, 55, 103-4; Felipe Salvador Gilij, Ensayo de
historia americana (1784) (Bogotá, 1955), pp. 373-5.
un área fértil y populosa, y su función como principal punto de distribución de las
importaciones traídas de Cartagena, en conjunción con el puerto de Honda, sobre
el Magdalena. Después de la conquista, Bogotá había competido por la primacía
con Tunja y con Vélez, que tenían su propia ruta al Magdalena por el puerto de
Carare pero, ayudados por la audiencia, los encomenderos y comerciantes de
Bogotá aseguraron el desarrollo del camino real desde Honda e hicieron de esta
vía la ruta principal para abastecer la Cordillera Oriental. 106 El estableciniento de la
casa de moneda en Bogotá en 1620 no sólo reconoció sino que reforzó el papel
de la ciudad como centro para el mercado del oro y para la distribución de
importaciones en el interior. Operando desde sus almacenes en la Calle Real, o
desde sus dependencias en Honda, los comerciantes de la capital mantenían una
red de comercio que se extendía a través de la región de la Cordillera Oriental y a
todo lo largo y ancho de

««Página 92»».

las regiones central y sureña. Desde Honda manejaban un come importante con
las regiones mineras de Antioquia y Chocó; desde la propia Bogotá abastecían a
los pueblos y aldeas prácticamente toda la región del altiplano, llegando por el
norte hasta Pamplona y por el sur hasta Popayán y Pasto. Así, mediante el control
que comerciantes de Bogotá ejercían sobre la distribución de bienes importados,
los pueblos de la Cordillera Oriental podían disponer del oro producido en las
minas de occidente.
Santa Fe de Bogotá era la ciudad principal de la Cordillera Oriental, y la principal
de la Nueva Granada. La población dentro de su jurisdicción pasó de 20.000 en la
primera mitad del siglo XVI unos 30.000 al final. Durante todo el siglo, Bogotá
siguió siendo primordialmente un centro administrativo y comercial. Como capital
de la audiencia y, después, del virreinato de la Nueva Granada, sede de la
administración civil y fiscal de la colonia y albergaba a sus principales funcionarios,
junto con un pequeño contingente abogados, notarios y funcionarios menores que
servían al gobierno. Era también una capital eclesiástica, sede de la arquidiócesis
Bogotá y casa principal de varias órdenes regulares. En 1778 ciudad tenía una
población sustancial de unos 800 sacerdotes, frailes y monjas, que servían en
treinta iglesias y ocho monasterios. 107 1800 el número de miembros del clero había
llegado a 1.200, de manera que había un clérigo por cada veinticinco o treinta
personas dentro de la ciudad.108
Cuando visitó a Bogotá en 1741, a Miguel de Santiesteban pareció un lugar
agradable, "con calles anchas y planas, casas altas y bajas de piedra y encaladas,
tan espaciosas y confortables que casi todas tienen un jardín o un huerto...

106 Sobre el desarrollo de Honda como puerto fluvial principal que conectaba a la
Nueva Granada con la costa, ver Colmenares, Historia económica y social, vol. I, pp.
269-76.
107 Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora (Bogotá, 1951) Cuadro A.
108 Un examen útil de la Bogotá del siglo XVIII se encuentra en Gar) Brubaker, "Santa
Fe de Bogotá: A Study in Municipal Development in Eightee Century Spanish America"
(Tesis de doctorado inédita, Universidad de Te 1960). Para estadísticas de población,
ver pp. 56-7.
fachadas externas con muchos

««Página 93»».

balcones de madera, portales de piedra e iglesias suntuosas, ricamente


adornadas, que reflejan la riqueza que antes tuvo la ciudad". 109 Pero, pese a su
espléndida localización, su trazado espacioso y atmósfera agradable, Bogotá no
parecía una ciudad rica o productiva. Santiesteban anotó que la ropa de la
población local mostraba que Bogotá y el interior de la Nueva Granada eran
pobres comparados con Perú. Entre las mujeres blancas, la moda estaba atrasada
cien años. Se vestían con gran simplicidad, con los sombreros y chales usados
por sus abuelas y sin nada de los lienzos, encajes y sedas finos comunes en Lima,
donde hasta los criados estaban vestidos a la moda. 110 Tampoco medio siglo
después mostraba la ciudad mayores signos de prosperidad. En 1789, Francisco
Silvestre pensó que la capital del virreinato era un pueblo rústico, donde las calles
sucias, sin pavimentar, eran ocupadas por borrachos y mendigos. 111
Ciertamente Bogotá no era un centro industrial. Las listas de la milicia de 1783
ofrecen un atisbo de la estructura ocupacional de la ciudad, al suministrar
información sobre las ocupaciones de 665 hombres incorporados a las filas de
nueve compañías de milicianos. Aunque este grupo representaba sólo un décimo
de la población masculina de la ciudad, da una idea de las actividades económicas
dentro de la ciudad. Las ocupaciones enumeradas se muestran en el Cuadro
2.2.112 Con mucho, la mayoría de estos artesanos venían de la propia Bogotá.
Entre ellos había muy pocos españoles, mientras que entre los que venían de
fuera de la ciudad la mayoría era de los pueblos y aldeas dentro de su hinterland,
tales como Zipaquirá,

««Página 94»».

Chocontá, Chiquinquirá, Facatativá y Tunja. Así, si bien en período los


contemporáneos se referían a menudo al flujo de vagabundos en la ciudad, estaba
claro que Bogotá no atraía a muchos extraños para su fuerza de trabajo artesanal,
compuesta casi en su totalidad por hombres nacidos y criados dentro de la ciudad
misma 113
Los trabajadores urbanos reclutados por las compañías de la milicia reflejan el
carácter de la ciudad como centro administrativo y comercial más que

109 Robinson (ed.), Mil leguas por América, p. 186.


110 Ibid., p. 189.
111 Silvestre, Descripción, pp. 31-3.
112 Este cuadro está elaborado con informaciones suministradas en las listas de
nuevas compañías de la milicia establecidas en 1783, cuando se formó un regimiento
de diez compañías con un complemento proyectado de mil hombres. El número total
de reclutas en las nueve compañías sobre las que se dispone de datos es de 672. De
estos 665 tenían especificadas sus ocupaciones. Ver AHNC Milicias y Marina, Tomo 18,
fols. 51-71.
113 El origen de los artesanos, cuando estaba registrado, era como sigue: de Fe de
Bogotá, 451; de España, 12; de pueblos vecinos, 88; de otros lugares, 12.
manufacturero. Un buen número estaba dedicado al comercio y las ventas.
Tratantes, pulperos, comerciantes al mayor y al detal suman ochenta y cinco, lo
que los convierte en el tercer grupo en cuantía, después de los sastres y albañiles.
En realidad, esta cifra disminuye la importancia de la actividad comer en la ciudad,
ya que no incluye ni a los comerciantes del comercio de Santa Fe o comercio de
España, quienes estaban exentos servicio militar, ni a los muchos pequeños
comerciantes que movían entre la ciudad y el área circundante. Había pocos
tejedores en la ciudad, probablemente porque el tejido de algodón y lana estaba
concentrado en Tunja y en las ciudades de Socorro y San Gil. Pero los sastres —
que cosían las telas recibidas de Europa, de Quito los tejedores caseros de las
provincias vecinas— formaban el grupo individual más grande. Estos hombres,
junto con los albañiles, pateros, carpinteros, trabajadores en metales (es decir,
trabajadores en oro y plata, herreros y empleados de la Casa de Moneda),
parecen haber formado la espina dorsal del artesanado de la ciudad.
Los comentarios hechos por el virrey Guirior en 1777 sugieren que la mayoría de
los artesanos sacaba un malvivir de la práctica sus oficios. Cuando trató de
agrupar a los artesanos de la ciudad gremios organizados, Guirior observó que los
oficios en Bogotá estaban en tan pobre estado que en su atavío, ociosidad y vida
licenciosa los artesanos eran escasamente distinguibles de los me-

««Página 95»».

TABLA 2.2
ESTRUCTURA OCUPACIONAL DE SANTA FE DE BOGOTÁ, 1783
Ocupación No.
Sastres 104
Albañiles 90
Zapateros 66
Carpinteros 57
Tratantes 54
Agricultores 35
Plateros 28
Barberos 21
Tenderos 20
Estudiantes 15
Trabajadores diurnos 15
Tejeros 13
Oficinistas 11
Sombrereros 10
Silleros 10
Panaderos 8
Músicos 7
Vagabundos 7
Trabajadores en hierro 7
Aurífices 6
Comerciantes al detal 6
Pintores 5
Empleados de la Casa de Moneda 5
Tenderos 1
Leñadores 5
Peluqueros 5
Tejedores 4
Comerciantes al por mayor 4
Arquitectos 1
Peones 4
Vendedores de leña 1
Fabricantes de cuerda 1
Agentes 1
Fabricantes de plumas 1
Tapiceros 1
Boticarios 1
Reducidores 1
Relojeros 1
Mecánicos 1
Teñidores 1
Alfareros 1
Cazadores 1.
Empleados 1
Fabricantes de cirios 1
Avaluadores 1
Maestros de escuela 1
Jardineros 1
Empacadores 1
Teñidores 2
Joyeros 2
Fabricantes de cajas 2
Vigilantes de sala de billar 2
Cortadores de piedra 3
Molineros 3
Fabricantes de mantequilla 3
Lampaderos 3

digos y vagabundos.. Según Guirior, ni siquiera se conformaban a un código de


vestir europeo y civilizado, y le desagradaba particularmente la costumbre de usar
ponchos. "El uso de ruanas en estos Reinos", decía, "es una causa principal de
suciedad: cubre la parte superior del cuerpo y al usuario no le importa si está
limpio o sucio

««Página 96»».

por debajo: la gente común va desnuda del pie a la rodilla, cubierta sólo por la
ruana, la que si bien es una prenda muy apropiada montar a caballo, debería ser
prohibida para todos los demás uso”. 114 Nada salió de las ambiciones de Guirior
por mejorar el artesanado de la ciudad, porque la pobreza y la simplicidad de la
ropa reflejaba carácter de una economía agraria aislada, donde incluso los
relativamente prósperos disfrutaban de sólo muy modestos atributos de material.
La mayor parte de las áreas en la Cordillera Oriental tenía perspectivas limitadas
de desarrollo económico. Aunque la región tenía muchas tierras fértiles y producía
una vasta gama de productos los mercados para su agricultura eran muy
restringidos. En el s XVII, los productores de trigo le habían vendido harina a
Cartagena donde abastecían tanto el mercado urbano como la flota española
visitaba el puerto. Durante el siglo XVIII este mercado extraregional, se perdió a
medida que Cartagena importaba cada vez más su ha de ultramar, y la demanda
externa de alimentos venía principalmente de los distantes distritos mineros de
occidente, que compraban harina, queso y tabaco de áreas de tierra fría. 115 Dentro
de la región mis los mercados estaban altamente localizados, ya que la proximidad
de diferentes zonas climáticas significaba que un amplio repertorio de productos
agrícolas se podía obtener dentro de áreas peque La mayoría de las comunidades
podía obtener productos básicos como papas, maíz, cebada, trigo, fríjoles,
cebollas y otros vegetales de su vecindad inmediata, y los de tierra fría podían
usualmente conseguir azúcar y tabaco de cultivadores que no estaban a más
ochenta o noventa kilómetros. El ámbito para la comercialización agrícola estaba
así confinado a áreas pequeñas y a poblaciones pequeñas, y el comercio de
alimentos estaba restringido generalmente

««Página 97»».
114 AHNC, Miscelánea, tomo 3, fols. 287-313. Cita del folio 293.
115 West, Colonial Placer Mining, pp. 115-22, describe este comercio.
a los mercados semanales de los pueblos locales. 116 Incluso Bogotá, la ciudad
más grande de la región, ofrecía sólo un mercado muy limitado. Sus alimentos
básicos estaban casi siempre provistos por pequeños productores que vendían
sus productos en la plaza, dejando a los grandes productores el suministro de
carne, trigo y azúcar.
La sociedad agraria en la Cordillera Oriental distaba de ser homogénea. En las
primeras áreas de colonización, en la tierra fría alrededor de Bogotá y Tunja,
grandes propiedades creadas como resultado de la conquista coexistían con
pequeñas fincas y una agricultura campesina. La mayoría de las grandes
haciendas se había establecido a fines del siglo XVII, cuando el descenso de la
población india y la multiplicación por parte de la corona de títulos de encomienda
disminuyó el valor de las encomiendas existentes y alentó a las familias de la élite
a acumular propiedades extensivas y múltiples. La formación de las grandes
haciendas estaba muy avanzada en la década de 1590. Entonces, cuando las
tierras indias en la sabana de Bogotá se habían reducido ya al 5% del territorio
que previamente tenían, casi la mitad de la sabana, incluidas las mejores llanuras,
había sido tomada por españoles, especialmente encomenderos. Las concesiones
de tierra se hacían en grandes unidades —la unidad básica de distribución era la
estancia de ganado mayor, de unos diez kilómetros cuadrados— que favorecían la
formación de grandes propiedades privadas. Cuando la otra mitad de la sabana
fue distri-

««Página 98»».

buida entre los años 1590 y 1640, el tamaño de esta unidad se redujo unos mil
metros cuadrados y permitió la emergencia de un estrato de campesinos de
tamaño medio y pequeño, conocidos como estancieros y labradores. 117 Sin
embargo, en las altas llanuras alrededor de Bogotá, el gran propietario con una

116 La mejor descripción del siglo XVIII sobre la producción agrícola y los
mercados en las regiones de tierra alta se encuentra en Oviedo, Cualidades y
riquezas, pp. 95-105. La geografía de Codazzi, escrita a comienzos del siglo XIX,
suministra también una descripción detallada de la agricultura en la región. Está
reproducida en Eduardo Arévalo Latorre (ed.), Jeografía Física y Política de las
Provincias de la Nueva Granada por la Comisión Corográfica bajo la dirección de
Agustín Codazzi, 4 vols. (Bogotá, 1957-8). Una soberbia evocación del paisaje y la
sociedad en la región de la Cordillera Oriental, también de mediados del siglo XIX,
es Manuel Ancízar, Peregrinación de Alpha (Bogotá, ed. de 1970), passim. Para
una descripción de los sistemas de comercio locales a comienzos del siglo XIX ver
Frank Safford, "Commerce and Enterprise in Central Colombia, 18211870" (Tesis
inédita de doctorado, Columbia University, 1965), pp. 103-6.

117 Juan A. Villamarín, "Encomenderos and Indians in the Formatioi Colonial


Society in the Sabana de Bogotá, 1537-1740" (Tesis inédita de doct Brandeis
University, 1973), pp. 240, 291-2.
serie de estancias de ganado mayor dominaba la escena rural, y su poder se veía
reforzado con el sistema de organizar el trabajo indio. 118 Este le daba preferencia
al gran propietario en la alocación de trabajo indio forzado, lo que les daba a los
hacendados una fuerza laboral tanto permanente como estacional con los
sistemas de alquiler y concierto.119 Incluso cuando el trabajo indio forzado se
abolió en 1720, el gran propietario no perdió sus ventajas. El nuevo sistema no
sólo retenía muchas de las formalidades del concierto tradicional, sino que la
posesión por el hacendado de extensos trozos de tierra le daba también dominio
sobre una fuerza trabajadora local. 120 Los indios estaban obligados a trabajar con
salarios bajos la mayor parte del año, para cumplír sus obligaciones tributarias;
mestizos, blancos pobres e indios que habian dejado sus comunidades
suministraban una fuente adicional de trabajo, ya que podían ser incorporados a la
economía de la hacienda como arrendatarios, pagando renta con trabajo y
servicios.121

««Página 99»».

transcurso del siglo XVIII esta tendencia a la concentración parece haberse hecho
más pronunciada. Grandes empresas agrícolas integradas por varias haciendas
se hicieron más comunes, principalmente porque los españoles peninsulares que
se establecían en Bogotá compraban tierras de familias antiguas y de la Iglesia, e
infundían sangre nueva a la élite de la ciudad con alianzas matrimoniales. 122
Propiedad concentrada de la tierra se encontraba también en otras áreas de
conquista y colonización tempranas. En las áreas de tierra fría alrededor de Tunja,
las haciendas eran por lo general más pequeñas que en la sabana de Bogotá,

118 Numerosos ejemplos de tales haciendas, tanto seculares como eclesiásticas


se describen en Camilo Pardo Umaña, Las haciendas de la Sabana: Su historia,
sus leyendas y sus tradiciones (Bogotá, 1946), passim. Un ejemplo
particularmente notable era el mayorazgo de San Jorge, del que se cree cubría la
cuarta parte de la sabana de Bogotá. Ver ibid., p. 210. Para más información sobre
los propietaros en la sabana de Bogotá, ver Tovar Pinzón, Grandes empresas,
pp.137-49.

119 Alquiler era "trabajo estacional de unos días o semanas, el que involucraba
comunidades enteras para plantar, limpiar y recoger"; concierto era "trabajo per-
manente en el que uno o más hombres, a veces mujeres, servían en agricultura y
otros trabajos de la hacienda durante seis meses o más". Ver Villamarín,
“Encomenderos and Indians", p. 197. Sobre la preferencia otorgada a los grandes
propietarios en la alocación de trabajo indígena, ver ibid., pp. 12, 206, 294.

120 Tovar Pinzón, Grandes empresas, pp. 63-73.

121 Villamarín, "Encomenderos and Indians", p. 237.

122 Tovar Pinzón, Grandes empresas, pp. 140-9.


pero allí también había marcadas desigualdades en la distribución de la tierra. Las
tierras mejor situadas estaban, al parecer, en los resguardos indios y en manos de
propietarios grandes y medianos, con estancias entre 300 y 900 hectáreas. 123 En
vecindad inmediata de Vélez, otra área de colonización temprana, prevalecía el
mismo problema de acceso desigual a la tierra. En 1777, un funcionario colonial
comentaba que en Vélez "hay dos clases de personas: una de los que poseen su
propia tierra y constituyen la clase de caballeros, y otra de los pobres que viven en
tierras de los primeros, y que son conocidos como renteros". Pensaba que la
condición de los últimos era poco envidiable, ya que "habían nacido y crecido en
condiciones tan degradantes que, sufriendo una servidumbre peor que la de los
esclavos y siendo menos independientes que los siervos polacos, lo soportan
todo, debido al hábito y a fin de retener esa parcela de tierra en que nacieron y
donde nada poseen, excepto las hierbas y raíces con que se mantienen, cuando
los caballeros lo permiten así".124 Las grandes propiedades

««Página 100»».

predominaban también en el área de tierra caliente de las faldas de la montaña.


En los potreros del alto Magdalena, en las provincias de Mariquita y Neiva, los
indios habían sido desplazados por Ia diseminación de la crianza de ganado, y
tanto los jesuitas como los propietarios santafereños habían creado haciendas
extensas para ganado y caña de azúcar.125
En las tierras altas, la economía de las grandes haciendas consagradas
principalmente a la cría de ganado y al cultivo de trigo se complementaba con una
economía campesina que producía para la subsistencia y para los mercados
locales. A medida que declinaba la población india, campesinos blancos y
mestizos invadían las tierras que la corona había reservado para las comunidades
indias, y durante el siglo XVIII estos resguardos actuaron como una frontera
interna que les suministraba a los campesinos una oportunidad para sembrar
independientemente de los terratenientes. Las visitas (inspecciones oficiales) de la
provincia de Tunja conducidas entre 1750 y 1778 muestran que se había vuelto
común para blancos y mestizos arrendar tierras e incluso vivir dentro de los
resguardos indios de las áreas de Santa Fe y Tunja. 126 Cada vez más los

123 Colmenares, La provincia de Tunja, p. 175. Sobre la estructura de la tenencia


de la tierra en la provincia de Tunja, ver también Orlando Fals Borda, El hombre y
la tierra en Boyacá (Bogotá, 1957), especialmente página 143; y, del mismo autor,
"Indian Congregations in the New Kingdom of Granada: Land Tenure Aspects,
1595-1850", The Americas, vol. 8 (1957), pp. 331-51, especialmente pp. 342-3.

124 AHNC Mejoras Materiales, tomo 7, fols. 3-4; Manuel García Olano al virrey,
1777.

125 Tovar Pinzón, Grandes empresas, pp. 149-86; Villamarín, "Encomendero and
Indians", p. 218.

126 Un relato general de la situación prevaleciente en los resguardos durante este


funcionarios borbones reconocían que la solución para esta ocupación ilegal de
tierras india no era tratar de aplicar las leyes que la prohibían sino cambiarla Esto
llevó a un rompimiento con la tradición de proteger tierra indias, y al
reagrupamiento de las comunidades nativas, así como la venta de tierra sobrante
en los resguardos a no indios. La revisión de la política comenzó en 1755 con la
supresión de varios resguardos en las provincias de Tunja y Santa Fe, después de
visitas del oidor Verdugo y Oquendo en la primera y del oidor Joaquín de Aróstegui
en la segunda. Luego tomó nueva fuerza en la década de 1770, cuando el fiscal
de la audiencia, Francisco Antonio Moreno y Escandón,

««Página 101»».

recomendó nuevos cambios en los resguardos como parte de una reorganización


del sistema de corregimientos de indios, que escasamente funcionaba. 127
Siguieron entonces nuevas ventas de tierras comunales indias, algunas a los
pequeños campesinos que las trabajaban y otras a terratenientes locales que
querían redondear sus propiedades.128
Pese al hecho de que las tierras altas eran relativamente populosas, la agricultura
en la región estaba poco desarrollada. Para los grandes propietarios la tierra
arable era menos importante que la cría de ganado, y tierras fértiles apropiadas
para el cultivo del maíz y de otros cereales se consagraban a menudo al pastoreo
extensivo, incluso en la sabana de Bogotá. Algunos observadores
contemporáneos consideraban al sistema de tenencia responsable por este
descuido de la agricultura, reprochándoles a los grandes propietarios por no
cultivar sus tierras. En 1776, por ejemplo, el virrey Guirior denunció "el grave daño
que surge del hecho de que algunos, en razón de antiguas concesiones o de otros
títulos, se consideran dueños de tierras inmensas que no cultivan... ni les permiten
a otros que las cultiven, dejándolas en barbecho de tal modo que ni la comunidad
ni los individuos pueden lograr los beneficios ofrecidos por su usufructo..." 129
Pedro Fermín de Vargas le hacía eco a este argumento en 1790, cuando se
quejaba de que "la extensión ilimitada de muchas haciendas crea un gran vacío en
la población de estos territorios... convirtiendo tierras de trigo en potreros, y
privando al reino de un gran número de personas que podían ganarse la vida en
tierras que ahora alimentan animales". 130 Como el virrey Guirior, Fermín de Vargas
era partidario de una reforma para devolver esas tierras al mercado,

período se halla en Margarita González, El resguardo, pp. 57-64.

127 Moreno y Escandón, Indios y mestizos de la Nueva Granada, pp. 26-30.

128 Margarita González, El resguardo, pp. 74-5; Germán Colmenares, La provincia


de Tunja, p. 205.

129 Posada e Ibañez, Relaciones de mando, pp. 144-5.

130 Fermín de Vargas, Pensamientos políticos, p. 100.


««Página 102»».

y argüía que sólo una repartición más equilibrada promovería la prosperidad y el


desarrollo agrícola. Para reforzar su opinión llamo la atención sobre las
condiciones en los valles templados en torno a Vélez, Socorro, San Gil y Girón,
donde la tierra estaba distribuida menos desigualmente. Aunque había algunas
grandes haciendas en esas áreas, la producción agrícola se encontraba
principalmente en manos de pequeños agricultores independientes, muchos de los
cuales eran dueños de su propia tierra. Fermín de Vargas observaba que esto
alentaba el crecimiento de la población y de la prosperidad, "porque sus
habitantes han dividido la tierra en pequeñas partes que poseen y cultivan con
más esmero, y tienen lo suficiente para mantener sus familias". Esto, añadía con
admiración, les permitía "vivir como los antiguos romanos, y como ellos aumentar
progresivamente su población".131
De hecho, la pobreza y el atraso de la sociedad agraria en las tierras altas
alrededor de Bogotá y Tunja no puede atribuirse enteramente a la estructura de la
propiedad. La preferencia de los terratenientes por la cría de ganado era una
respuesta racional a las condiciones de un mercado pequeño, donde la mayor
parte de los alimentos eran suministrados por campesinos, y reflejaba también las
dificultades que encontraban para crear y controlar una fuerza laboral desprovista
de tierra. En efecto, pese a su posición privilegiada, los terratenientes tenían un
nivel de vida bastante pobre, y eran una clase rica y poderosa. Hasta su expulsión
en 1767, los jesuitas habían sido los grandes propietarios de la región, y habían
sido capaces de maximizar sus ingresos al sostener un complejo integrado de
empresas agrarias donde las haciendas en diferentes ambientes se
especializaban dentro de una red de mutua interdependencia. 132 Pero incluso los
grandes propietarios criollos no podían aproximarse a la riqueza agrícola generada
por los jesuitas ni imitar

««Página 103»».

su éxito, porque sencillamente carecían de los mercados que les permitieran


hacerlo. Bogotá, sede de la élite social y económica, reflejaba la mediocridad de
las fortunas criollas. La ciudad no se distinguía por su riqueza o su cultura, pocas
familias tenían títulos aristocráticos, y los comentarios contemporáneos sugieren
que, pese a sus grandes propiedades, los terratenientes locales eran, de acuerdo
a las normas europeas contemporáneas, nada más que una nobleza respetable,
más bien empobrecida, con un estilo de vida sencillo y rústico. 133

131 Ibid.

132 Germán Colmenares, Las haciendas de los jesuitas en el Nuevo Reino


Granada, siglo XVIII (Bogotá, 1969), especialmente pp. 45-68.

133 Moreno y Escandón "Estado del Virreinato de Santa Fe, Nuevo Reino de
Granada", BHA, vol. 23 (1935), p. 554. El estilo rústico de la capital se refleja en la
LAS PROVINCIAS DEL SUR

En el sur había otra macroregión distinta en la enorme provincia de Popayán.


Administrada por un gobernador nombrado por la corona, la provincia tenía una
jurisdicción que abarcaba virtualmente la totalidad del sur y del suroeste de
Colombia. Excepto por los pueblos norteños de Cartago, Anserma, Caloto y Toro,
la provincia era parte de la audiencia de Quito e incluía las subprovincias de
Iscuandé, Raposo y Barbacoas en la costa del Pacífico, y Pasto en las tierras altas
al sur, todas ellas administradas por tenientes gobernadores nombrados en
Popayán.
La región estaba integrada por varias zonas geográficas y económicas distintas.
Su centro original yacía en la ciudad de Popayán,

««Página 104»».

Mapa 2.4
La región del Valle del Cauca. (Para los datos del censo en que
se basa este mapa, ver Apéndice A, Tabla 7)

donde los españoles se habían establecido a comienzos del siglo XVI. Como
capital provincial, Popayán continuaba siendo el principal centro urbano, con unos
14.000 habitantes viviendo en sus alrededores y un grupo de vecinos que extraían
sus fortunas de la minería del oro en las regiones aledañas y más importante, en
las tierras bajas del Pacífico.134 Al norte de Popayán, una cadena de pueblos que
se extendía a lo largo del elevado valle del alto rio

««Página 105»».

Cauca desde Caloto por Cali y Buga hasta Anserma, contenía la mayor parte de la

descripción dejada por el jesuita Gilij; ver su Ensayo, pp. 381-2. Es interesante
notar que la arquidiócesis de Santa Fe estaba avaluada entre 12.000 y 14.000
pesos en 1760, mientras que las diócesis de Quito, Cuzco y La Paz excedían
todas los 20.000 pesos de valor, y cuando las arquidiócesis de Lima y La Plata
valían 30.000 y 50.000 pesos respectivamente: AGI Quito 280, "Relación de los
Arzobispados y Obispados..." Los comentarios de los viajeros extranjeros que
visitaron a Bogotá después de la independencia muestran lo poco que había
cambiado la situación durante los años 1820s y 1830s: ver Safford, "Commerce
and Enterprise", pp. 41-48.

134
Para una visión de la ciudad a mediados del siglo, ver las observaciones de
Miguel de Santiesteban en Robinson (ed.), Mil leguas por América, pp. 136-
población de la región, como lo muestra el mapa 2.4. Los pueblos del norte eran
tan sólo los remanentes en decadencia de anteriores establecimientos mineros, y
los pueblos más importantes de Buga, Cali y Caloto eran de modestas
proporciones. En la década de 1770 Cali tenía unos 5.000 habitantes en el pueblo
mismo, con otros 6.000 en su hinterland, y Buga y Caloto eran de tamaño
similar.135 Como Popayán, estos pueblos se conectaban con áreas mineras en las
tierras bajas del Pacífico. Directamente hacia el oeste estaban las zonas
escasamente pobladas pero económicamente importantes de Barbacoas,
Iscuandé y Raposo, zonas de minería de oro en las tierras calientes bajas de la
costa Pacífica; hacia el noroeste estaba la provincia del Chocó, otra área minera
importante. Administrativamente el Chocó era parte de la provincia de Popayán
hasta 1740, cuando se volvió una provincia independiente; económicamente
mantenía fuertes vínculos con los pueblos de Popayán y del Cauca, porque los
mineros más ricos eran ciudadanos de Popayán y Cali y porque sus haciendas y
fincas eran la principal fuente de provisiones del Chocó. Finalmente, en el borde
sur de la provincia estaba la región de Pasto, supervisada por un teniente del
gobernador de Popayán. Unas 11.500 personas vivían en el pueblo y sus
alrededores, con otros 15.000 en aldeas diseminadas en el país alto y frío dentro
del paisaje andino que lo rodeaba.
Entre las subregiones del sur de Colombia, Pasto se mantiene aparte. Social,
cultural y económicamente tenía más en común con el territorio de Quito que con
la región norteña de Popayán y Nueva Granada. La mayor parte de su población
era india y su agricultura era similar a la de la tierra fría en la Cordillera Oriental.
En conjunto era una región pobre, donde sólo los jesuitas parecen haber sido
capaces de crear empresas agrícolas exitosas que producían lana, ganado y
cereales para comerciar con las áreas de Popayán y Quito.

««Página 106»».

Aunque las haciendas de las tierras altas eran capaces de vender trigo en pueblos
tanto de Popayán como de Quito, el alto costo del transporte a esos mercados
reducía su comercio a un tráfico mas bien irregular, vulnerable a las conmociones
que los frecuentes aguaceros causaban en los caminos circundantes. 136 La suerte
de las haciendas jesuitas puestas a la venta en los años setentas ilustra las
limitaciones de la economía de Pasto. El valor de siete grandes haciendas, sus
edificios, ganado y equipo, fue fijado en sólo 103.599 pesos, un poco más de
11.000 pesos por hacienda.137 Pese al bajo precio y a arreglos especiales para
facilitar la venta, hubo ofertas por sólo cinco de las propiedades. Como explicaba

135 Ver Apéndice A, Cuadro 7. Sobre Cali, ver Germán Colmenares, Cali:
Terratenientes, Mineros y Comerciantes, siglo XVIII (Bogotá, 1983), p. 137.

136 ACC Libro Capitular (1775), tomo 27, fol. 57.

137 ACC Colonia C II-17it 52 75, Ramón de la Barrera al gobernador Jose Ignacio
Ortega, Pasto II, octubre 1770.
un funcionario los terratenientes de Pasto sencillamente no tenían los fondos para
hacer esas compras, salvo que se les dieran hipotecas muy extendidas en
términos generosos.138 Pero cuando la corona redujo el interes pagable por las
hipotecas del 5% al 3%, seguía habiendo quejas de que no podían hacerse los
abonos debido a las dificultades de intercambiar productos agrícolas por dinero en
efectivo.139
El corazón de la economía regional del sur residía en las tierras templadas cerca
de la ciudad de Popayán y a lo largo del ancho cauce del valle del río Cauca, entre
Cali y Buga. En esas áreas el oro, casi todo de las tierras bajas del Pacífico,
suministraba la base para el cambio externo, estimulaba el desarrollo de una
economía monetaria y aliviaba las presiones para subsistir inducidas por el
aislamiento de los mercados de ultramar. Aquí el oro llenaba la función que el
azúcar o el cacao ejercían en la movilización de recursos en Brasil o Venezuela.
De las minas llegaba una constante demanda de carne y productos de la ga-
nadería, de productos del azúcar, principalmente aguardiente, y de tabaco, todos
los cuales eran abastecidos por la región del valle del Cauca.

««Página 107»».

En toda el área la cría de animales era una forma básica de empresa agrícola, que
producía principalmente ganado pero también caballos de cría y mulas, o corderos
en las áreas altas. Los criaderos más grandes fueron poseídos y manejados por
los jesuitas hasta 1767, cuando los expulsaron; pasaron entonces a manos de
administradores del gobierno antes de ser vendidos, casi siempre a grandes
terratenientes. El cultivo del azúcar era también fundamental para la economía
agraria en el valle del Cauca. De Caloto a Cartago, los propietarios cultivaban
generalmente azúcar en sus tierras, especialmente por la miel usada para hacer
aguardiente. En el decenio de 1770 muchos propietarios del valle del Cauca
estaban produciendo tabaco. Otro tanto sucedía, según parece, con los
propietarios del hinterland de Popayán, ya que el concejo municipal de la ciudad
protestó contra el estanco de tabaco en 1772, basado en que los privaría de los
beneficios de una cosecha esencialmente comercial.140 Después de 1778 el
cultivo del tabaco se volvió más concentrado, a medida que las reglas del
monopolio estatal restringían la producción legal, primero a áreas cerca de Caloto
y Buga y luego, en 1795, al área de Llanogrande (Palmira moderna). 141 En las
tierras frías y fértiles en torno a la ciudad de Popayán la agricultura era más
diversa que en el valle del Cauca. Los hacendados producían una serie de
productos de tierra templada como trigo, cebada y maíz, papas, frijoles y cebollas,

138 Ibid.

139 Colmenares, Las haciendas de los jesuitas, pp. 135-6.

140 ACC Libro Capitular, 1772, tomo 26, ff. 153-5.

141 González, Ensayos de historia colombiana, pp. 123-4.


mientras que también levantaban ganado. Como los jesuitas, los grandes
propietarios vendían sus productos en mercados urbanos o a mercaderes que los
llevaban a los distritos de minería, así como también usaban sus haciendas para
alimentar a los esclavos que empleaban en la minería. La economía de la
hacienda era entonces, generalmente, una mezcla de cultivos arables y de cría de
ganado, que producía tanto para el mercado como para la subsistencia del dueño
de la hacienda, sus dependientes y trabajadores. 142

««Página 108»».

Como en la región costeña del Caribe, las haciendas dedicadas a la ganadería


eran la forma más común de empresa de agricultura comercial. De hecho, la carne
era tan abundante que se había convertido en la dieta del pueblo común en la
región del Cauca.143
La estructura agraria del área central estaba dominada por grandes haciendas que
se habían formado al final de la Conquista, primero alrededor de la capital
provincial de Popayán y más tarde en torno a Cali y Buga. En el siglo XVIII tres
tipos principales de empresas agrarias habían emergido en la provincia de
Popayán. Primero, las haciendas de campo del valle de Popayán, desarrolladas
en conjunción con primeras encomiendas para abastecer de cereales a los
colonizadores españoles; segundo, los inmensos hatos creados en tierras
tomadas en el valle del Cauca durante las guerras contra los indios de fines del
siglo XVI y comienzos del XVII, y consagrados al pastoreo extensivo; y tercero, las
haciendas de trapiche que producían productos del azúcar para mercados
urbanos y de minería. Estas últimas estaban casi invariablemente ligadas a hatos
de ganado, los que suministraban comida para el trabajo esclavo usado en la
economía del azúcar.144
Aunque más pequeña que Popayán, Cali también era el foco de una sociedad
agraria dominada por grandes terratenientes. Aquí la población india había sido
pequeña en tiempos de la colonización y la gran hacienda se desarrolló a fin de
monopolizar el escaso trabajo disponible. Sin embargo, su enorme fecundidad
apenas fue explotada durante el período colonial. Se cultivaba poca tierra y gran
parte de ella estaba dedicada al ganado, que vagaba silvestre por extensos pastos

142 Zamira Díaz de Zuluaga, Sociedad y economía en el valle del Cauca, Vol. 2:
Guerra y economía en las haciendas, Popayán, 1780-1830 (Bogotá, 1983), pp. 31-
60.

143 Colmenares calcula que con una población de unas 15.000 personas,
Popayan consumía 4.400 libras de carne diarias, o millón y medio de libras al año.
sobre la organización del mercado de carne de la ciudad, ver Colmenares, Historia
económica y social II: Popayán, pp. 218-27.

144 Ibid., pp. 199-207.


naturales y suministraba la carne que era la fuente principal del comercio de
Cali.145 La concentración de tierra era extraordinaria:

««Página 109»».

Colmenares ha calculado que todo el valle del Cauca desde Cartago hasta Cali
puede haber estado en manos de unas cien personas, de las que 79 vivían en Cali
y Buga. Esto no las hacía ricas. La agricultura ofrecía ingresos mínimos, el precio
de la tierra era sumamente bajo, y la mayor parte de los terratenientes poseía
pocas propiedades muebles. Para adquirir la moneda que tanta falta hacía en el
sector agrario, los terratenientes tenían que volverse al comercio o la minería, o
hacer alianzas con comerciantes y mineros.
En el siglo XVIII el desarrollo de la minería de oro en las tierras bajas del Pacífico
le inyectó un nuevo dinamismo a la economía del Cauca. El cultivo del azúcar con
el uso de trabajo esclavo y organizado a veces por hacendados involucrados
también en la minería y que trasladaban a sus esclavos de actividades agrícolas a
mineras, se había vuelto entonces el aspecto más provechoso de la economía
agraria. El número de esclavos empleado en estas fincas rara vez pasaba de
treinta o cuarenta, pero la cifra representaba una alta proporción de la inversión
general en agricultura. Y, como los propietarios de Popayán y de la costa del
Caribe, los terratenientes del Cauca empleaban a sus esclavos en una economía
de hacienda que buscaba la subsistencia interna mientras maximizaba los
ingresos de la minería y de las ventas de productos de azúcar.146
A medida que el comercio con las áreas mineras creció durante el siglo XVIII, las
oportunidades para sacar provecho de la agricultura aumentaron en la misma
forma. Las recompensas caían por lo general en manos de los grandes
propietarios, quienes a veces integraban minería y agricultura dentro de empresas
entrecruzadas. La capacidad de los grandes propietarios para dominar la
agricultura

««Página 110»».

comercial se debía en parte a la estructura existente de tenencia de la tierra y en


parte a la naturaleza de la economía minera. Los establecimientos mineros eran
pequeños y dispersos, a veces sumamente móviles y localizados por lo general en

145 Desde comienzos del siglo XVII Cali envió productos de ganadería a las áreas
mineras para cambiarlos por oro, y a Quito y Popayán para cambiarlos por
manufacturas de los obrajes ecuatorianos y de los comerciantes que traían
productos de España. Ver Gustavo Arboleda, Historia de Cali, 3 vols. (Cali, 1956),
vol. I, pp. 167-9, 202. La importancia de ese comercio para los propietarios del
área puede juzgarse por los efectos de la plaga ganadera de 1688, y por la de
1772. Ver ibid., vol. I. p. 317, y vol. II, p. 360.

146 Colmenares, Cali, pp. 21-78.


las insalubres tierras bajas tropicales del litoral Pacífico. Los altos costos de
transportar bienes por los largos y difíciles senderos tendían a mantener al
pequeño propietario lejos de participar en mercados interregionales, y los
mercados mineros eran en consecuencia controlados principalmente por el
pequeño grupo de familias ricas cuyos antecesores habían acumulado vastas
extensiones de tierras del Cauca, fértiles y bien situadas. Su dominio de la tierra,
reforzado por el poder político informal, capacitaba a esas familias para dominar
los mercados regionales, y su poder económico estaba reforzado por conexiones
con la minería y el comercio que les daban acceso al capital y al crédito. Durante
los siglos XVI y XVII, la élite tradicional de encomenderos y terratenientes se había
revificado por el matrimonio con inmigrantes peninsulares que suministraban la
riqueza necesaria para invertir en la minería, preservando sus valores señoriales
al absorber una orientación racional y comercial. 147 Durante el siglo XVIII esta
tendencia continuó, a medida que españoles de éxito se integraban por
matrimonio a la élite de Popayán, reforzando así su riqueza y su poder mientras
preservaban su carácter esencial.148 La nobleza con tierras de Cali también se
mostraba ávida de absorber en sus rangos a los nuevos ricos. Propietarios de
minas y mercaderes inmigrantes se incorporaban al patriciado por matrimonio,
reforzando el pequeño grupo de familias principales que dominaban la ciudad. 149
Así, mediante las operaciones de un sistema económico que combinaba extenso
pastoreo de ganado con producción de azúcar altamente capitalizada, tierra arable
autosuficiente, minería de oro, empresas comerciales y cargos en el gobierno,

««Página 111»».

la nobleza criolla de Popayán y Cali capturó buena parte de la riqueza de la región


del Cauca y dominó su sociedad.
La creación y el sustento del poder económico de esta nobleza se basaban en la
institución de la esclavitud.150 En el siglo XVI, los fundamentos de la economía

147 La emergencia de un elemento importante de esta élite terrateniente, basada


en la ciudad de Popayán, se describe en Marzahl, Town in the Empire, pp. 3-34.

148 Colmenares, Historia económica y social II: Popayán, pp. 237-47.

149 Colmenares, Cali, pp. 129-37.

150 La importancia de la esclavitud en la agricultura puede ilustrarse con el cálculo


del virrey del número de esclavos empleados en minería en 1778 con relación a la
población total de esclavos enumerada en el censo de 1779. El virrey calculaba
que 6.320 esclavos eran empleados en las minas de la provincia en 1778; el
censo de 1779 mostraba que había más de 18.000 esclavos en la provincia.
Parece así entonces que casi las dos terceras partes de la población esclava
estaban empleadas en trabajos agrícolas y domésticos. Ver José Manuel Pérez
Ayala, Antonio Cabellero y Góngora, Virrey y arzobispo de Santa Fe, 1723-1796
(Bogotá, 1951), pp. 348, 393-3.
agrícola y minera interrelacionada se habían construido sobre el trabajo indio,
hasta que su agotamiento forzó a terratenientes y mineros a comprar esclavos
negros. Estos esclavos estaban destinados principalmente a las minas, pero
también fueron integrados a las labores agrícolas. La necesidad de un núcleo
constante de trabajadores para atender los rebaños en aumento, la prohibición de
emplear indios en los ingenios y la transferibilidad de esclavos entre trabajos
mineros y agrícolas, todo eso hacía del trabajo esclavo una propuesta atractiva
para los terratenientes con suficiente capital para invertir. 151 Una vez comprados,
los esclavos liberaban a los propietarios de su dependencia de blancos pobres o
mestizos, los que preferían buscar la independencia en cultivos de subsistencia o
en trabajo urbano, y les permitían también sacarles más provecho a sus recursos
al utilizarlos intensivamente.
Los informes sobre administración de fincas hechos por dos prominentes
hacendados durante el último cuarto del siglo XVIII mues-

««Página 112»».

tran cómo una fuerza de trabajo esclava puede utilizarse hasta el máximo en una
economía que combinaba la autosuficiencia con una vigorosa orientación al
mercado. En 1775, José de Mosquera y Antonio de Arboleda esbozaron la
organización de sus haciendas en Popayán y en Caloto para instrucción de la
Junta Municipal responsable de la administración de los bienes jesuitas
confiscados. Ambos hombres describieron trapiches que requerían grandes
cantidades de trabajo esclavo y de poder animal para su operación. Informaban
que cada trapiche separado necesitaba cincuenta esclavos, hombres y mujeres,
que debían sembrar, cortar procesar la caña, mientras cultivaban maíz y plátano
para su propia subsistencia. Además, se necesitaban cincuenta caballos para la
constante molienda de la caña, con cuatro enyugados por parejas para suplir con
agua hirviendo a cada una de las cubas. Se necesitaban también veinte mulas
para transportar la caña cruda y la comida de los esclavos a los trapiches, y
cuarenta bueyes para llevar leña a los hornos. Estas no eran, observaba
Mosquera, reglas fijas para la producción de azúcar. El número de trabajadores,
mulas y bueyes usados variaba con la fertilidad de la tierra, la accesibilidad de
combustible para las cubas de azúcar y la distancia de los sembrados de maíz de
los trapiches.152 En un aspecto, sin embargo, el consejo era claro. Buscaba

151 Una visita hecha en Cali en 1688 indica que todavía se seguían utilizando los
indios para trabajos agrícolas y que las encomiendas subsistían. Se dieron
entonces nuevas reglas para la regulación del trabajo indio, y para asegurar que
los vecinos pudieran contratar a los indios como asalariados, asignando una
tercera parte de la encomienda todos los años para este propósito. Sin embargo,
les estaba prohibido específicamente a los indios trabajar en un ingenio o en un
trapiche. Ver Arboleda, Historia de Cali, vol. I, 246-51.

152 ACC Colonia, Civil II-l7it, 54 04. Josef de Mosquera a Ignacio de Velasco
Popayán, 20 de febrero de 1775; Manuel Antonio de Arboleda a Junta Municipal
Popayán, 30 de marzo de 1775.
explotar el potencial comercial de la hacienda hasta el máximo, mientras trataba
de minimizar sus gastos y su dependencia de abastecimientos externos.
Las cuentas muy detalladas llevadas por el administrador de las haciendas ex
jesuitas de Japio y Matarredonda durante los años de 1774 a 1777 muestran en
acción estos mismos principios. Cuanto fuera posible de las mercancías para uso
cotidiano, de alimentos y hasta muebles y sebo para las velas, era suministrado
por los propios recursos de la hacienda. Algunos artículos no se podían obtener
sino afuera (ropa para los esclavos, hierro y acero para hacer instrumentos, y
trabajos especializados como hacer cerraduras), pero esos gastos

««Página 113»».

eran controlados rigurosamente y mantenidos al mínimo. 153 Los datos sobre la


hacienda de Coconuco (otra propiedad ex jesuita, comprada por Francisco de
Arboleda en 1770) muestran también cómo los propietarios eran capaces de
reforzar su autonomía con el uso de trabajadores indios, cuando éstos estaban
disponibles. Situadas en la tierra fría, las tierras de Coconuco se usaban para
cultivar varios granos y para pastar corderos y ganado. Los esclavos integraban el
núcleo de la fuerza laboral (por ejemplo como panaderos, queseros y curtidores),
mientras que la aldea indígena local era la fuente de trabajo agrícola estacional. El
uso del trabajo indio era, en efecto, una práctica tan arraigada y tan tradicional que
cuando el nuevo propietario le dio instrucciones a su administrador en 1823, no
detalló los derechos y deberes de los indios como lo hizo con los esclavos. Tan
regulada estaba la práctica por viejos usos de origen colonial. Más allá del
hinterland de Popayán, el trabajo indígena por lo general no estaba disponible y
los propietarios se apoyaban o en esclavos o en el trabajo suministrado por negros
libres, mulatos y mestizos. 154 En la vecindad de la ciudad minera de Caloto, por
ejemplo, la mayor parte de la tierra era propiedad de vecinos de Popayán, quienes
también controlaban las minas locales y por consiguiente dominaban la economía
local. Aunque estos vecinos poseían cincuenta y cuatro haciendas de campo en la
jurisdicción de Caloto, el resto de la población, unas 10.000 personas, o bien
estaban empleadas por los hacendados o trabajaban tierras que apenas eran
capaces de mantenerlas. En las áreas de las ciudades de Toro y Anserma
prevalecía

153 ACC Col. Civil II-17it, 52 29. "Libro que yo Dn. Félix Antonio Manrique,
Administrador de estas haciendas de Japio y Matarredonda, pertenecientes a las
Temporalidades de Regulares expulsos del Colegio de esta Ciudad de Popayán,
he formado..."

154 J. León Helguera, "Coconuco: Datos y documentos para la historia de una


gran hacienda caucana, 1823, 1824 y 1876", ACHC, vol. 5 (1970), pp. 189-203.
Sobre los indios de cuyo trabajo se suplían los propietarios de Popayán, ver
Joanna Rappaport, The Politics of Memory: Native Historical Interpretation in the
Colombian Andes (Cambridge, 1990), pp. 38-56.
««Página 114»».

una situación similar de agricultura de subsistencia pobre, ocasionalmente


complementada con trabajo en las minas.155
La agricultura comercial en la región del Cauca no era coto exclusivo de grandes
familias terratenientes como los Caicedos, los Mosqueras y los Arboledas. Debajo
de los altos puestos de la clase propietaria había un grupo mayor de propietarios
más modestos, que trabajaban sus hatos y estancias con dos o tres esclavos.
Estos hombres participaban también en la agricultura comercial, y cuando en 1765
se estableció el monopolio del gobierno para el aguardiente, se unieron a los
grandes propietarios para protestar contra él. 156 Los registros de la milicia en Cali,
Buga y Cartago atestiguan también la existencia de un grupo de labradores,
hombres que a veces arrendaban las tierras de los grandes propietarios de esos
pueblos.157 En Cali, estos blancos más pobres eran conocidos como "montañeses”
(porque no tenían casas en la ciudad) y constituían un grupo social intermedio que
buscaba a sus líderes entre los grandes propietarios de tierra. 158 En 1793 fueron
descritos por el procurador del concejo municipal en Cali como aquellos que "crían
sus finas razas de vacas, toros, mulas y caballos bajo la protección de los
propietarios que les permiten el uso de sus tierras gratuito o con un arriendo
pequeño”.159 Alrededor de Buga había unas 105 haciendas de trapiche en 1779,
algunas poseídas por las mismas familias, mientras que el cultivo del tabaco
mantenía a pequeños agricultores que arrendaban tierra de los grandes
propietarios, posiblemente repartiéndose la cosecha. 160

««Página 115»».

155 "Estado general de las ciudades y pueblos del Cauca en 1771", Boletin
Historial del Valle, Nos. 73-5 (Cali, 1941), pp. 58-96.

156 "Cali en 1765. Informe rendido al Virrey sobre la subversión del estanco de
aguardiente y los movimientos subversivos que eso ocasionó", Boletín Historial del
Valle (Cali, 1937), nos. 43-5, pp. 246-52; Arboleda, Historia de Cali, tomo 2, pp.
326-7.

157 AHNC Virreyes, tomo 5, fols. 813-31.

158 Colmenares, Cali, pp. 1.38-40.

159 Arboleda, Historia de Cali, vol.I1I, p. 227.

160 Tulio Enrique Tascón, Historia de Buga en la Colonia (Bogotá, 1939), pp 251-3;
Arboleda, Historia de Cali, pp. 139-40.
En las listas de la milicia, los labradores figuraban junto a los artesanos y unos y
otros se consideraban distintos de la masa de negros y mulatos libres. El viajero
francés Mollien observaba que "el orgullo racial no es menor en el valle del Cauca
que en las colonias del Caribe; y llega a tal punto que los pobres sólo cultivan las
tierras de la montaña, donde el frío no permite el empleo de negros". Anotaba
también que incluso "los arrieros, orgullosos de su raza blanca, tienen vergüenza
de caminar, de tal manera que se necesita un esfuerzo para distinguir a los pobres
(blancos) de los ricos". 161
Aunque el caso de los labradores indica que la agricultura del Cauca no estaba
dividida a lo largo de dos ejes rígidamente separados —grandes propietarios
usando trabajo esclavo e indio por un lado, y campesinos dedicados a la
subsistencia y a trabajos ocasionales del otro—, la estructura agraria de la región
tenía una tendencia marcada hacia el dualismo. De una parte estaban los grandes
propietarios que se especializaban en la ganadería y en la producción de azúcar y
dominaban los mercados respectivos. De la otra estaba la masa de pequeños
agricultores blancos, mestizos y mulatos cuya participación en la economía de
mercado se limitaba a la venta de artículos de consumo como maíz, plátanos y
vegetales. Así, aunque la notable dependencia de los propietarios del Cauca de la
esclavitud y su estrecha relación con mercados mineros y urbanos hacían que la
región fuera particularmente sensible a las influencias externas que afectaban la
demanda de esos sectores durante el siglo XVIII, la tendencia de los hacendados
a buscar autonomía en el abastecimiento de sus haciendas y a forzar al pequeño
productor a tierras marginales significaba que la mayoría de los agricultores se
veían poco afectados por cambios en la economía de mercado. Sólo aquellos con
acceso a grandes provisiones de tierra y capital eran capaces

««Página 116»».

de aprovechar las ganancias ofrecidas por el comercio con los campos mineros y
los centros urbanos comerciales.
Y así, a lo largo de la Nueva Granada la agricultura ofrecía pocas oportunidades
para la expansión de ingresos o la acumulación de capital. Ni el comercio legal ni
el contrabando suministraban al agricultor salidas significativas para sus
productos, y los cultivos —desde la gran hacienda hasta la parcela de subsistencia
de una familia campesina— estaban encaminados principalmente a atender la
demanda doméstica. La comercialización de la agricultura dentro del contexto de
la economía doméstica estaba, además, restringida por la pequeña escala de los
mercados internos. La mayor parte de los productos podían ser comercializados
sólo localmente, mientras los altos costos del transporte les impedían competir con
sustitutos aceptables producidos en otras áreas, y el comercio local servía a
mercados que eran demasiado pequeños en términos de número de
consumidores y de poder adquisitivo como para promover la especialización. La
propiedad de haciendas extensas que podían usarse para producir caña de
azúcar, cereales y ganado mantenía a las élites regionales, que disfrutaban de

161 Mollien, Viaje, p. 286.


ingresos por encima del promedio gracias a la agricultura, pero la producción de
alimentos a bajo precio no favorecía la adquisición de grandes fortunas. Tampoco,
por supuesto, la agricultura mantenía nexos con la madre patria. El comercio con
España dependía en cambio de las minas de oro que los españoles habían
encontrado y desarrollado durante el siglo XVI y que, durante el período colonial,
sirvieron para financiar las importaciones de Europa.

««Página 117»».

3
LAS FRONTERAS MINERAS Y LA ECONOMÍA DEL ORO
Tras las conquistas del siglo XVI, la Nueva Granada pronto se hizo famosa por su
oro, y la minería del oro siguió teniendo vital importancia en la relación colonial a lo
largo de los siglos de gobierno español. De todos sus recursos, el oro les pareció
siempre el más importante a los gobiernos españoles, porque financiaba el
comercio con la península, estimulaba el comercio interregional y constituía una
importante fuente de ingresos para la Real Hacienda. Este punto lo expresó con
énfasis un observador de fines del siglo XVIII, al anotar que

la principal y casi única causa de la subsistencia de este vasto reino y del


comercio con España es el oro que se extrae de las numerosas minas que se
laboran en las provincias de Popayán, el Chocó y Antioquia; las otras provincias,
tales como las audiencias de Quito y de Santa Fe, viven de este oro y del
comercio con las provincias mineras...162

De manera que, en la medida en que tanto el comercio exterior como los


mercados domésticos dependían de la producción de oro, el desarrollo del sector
minero es a todas luces un tema de la mayor importancia en la historia económica
de la Nueva Granada durante el siglo XVIII, y por lo tanto merece detallado
examen. Sin embargo,

««Página 118»».

antes de que analicemos el progreso de la minería y su papel en la vida


económica de la colonia, debemos cuidarnos desde el principio de no exagerar la
riqueza que el oro producía. Pues en términos de escala, organización y
tecnología, así como en el dinamismo económico que generaba, la minería del oro
en la Nueva Granada no es para nada comparable con las grandes industrias de
la plata en el México o el Perú contemporáneos, o con los yacimientos auríferos
del Brasil del siglo XVIII. Comparada, por cierto, con las minerías de México o del
Perú, a duras penas merece el nombre de industria. Localizada ante todo en
regiones de escasa población, y por emplear una tosca tecnología y sólo una muy
pequeña proporción de la fuerza laboral de la región, la minería del oro
neogranadina rendía sólo una fracción de la riqueza producida por la de los demás
virreinatos y por lo tanto estimulaba en mucho menor grado la actividad

162 Citado en West, Colonial Placer Mining, p. 112.


económica.

LAS TÉCNICAS MINERAS


Prácticamente todo el oro extraído en el siglo XVIII en la Nueva Granada se
encontraba en áreas de difícil acceso, en medio de bosques húmedos tropicales
de tierras bajas o en apartadas zonas montañosas, lejos de los principales centros
de población. La minería estaba allí en manos de reducidas cuadrillas de esclavos
o de buscadores individuales que trabajaban en campamentos ubicados en áreas
donde había aluviones o gravas auríferas. El trabajo era de alta intensidad laboral
y empleaba una tecnología sencilla, consistente en unas pocas técnicas normales.
La más generalizada era la de los lavaderos, en la cual las arenas se sacaban del
lecho de los ríos durante la estación seca con bateas donde se lavaban. Otra
técnica básica era la de cavar grandes hoyos para desplazar arenas y gravas
auríferas y luego tamizarlas en bateas para extraer el oro. Otra forma de minería
aurífera era el canalón. Este consistía en hacer pasar el agua por un canal
paralelo al cual se arrojaban las arenas; los

««Página 119»».

materiales pesados se retiraban a mano o por la fuerza del agua, lo que. dejaba
en el fondo una capa fina de greda de la cual extraían los mineros los residuos de
polvo de oro. Como requería considerable preparación y dependía de mantener un
suministro adecuado de agua, la técnica del canalón empleaba una mano de obra
intensiva y tendía a ser usada por mineros que disponían de cuadrillas de
esclavos. Cuando no se podía conducir el agua de corrientes cercanas, los
mineros se veían obligados a trabajar según la estación y a depender de las aguas
lluvias que recogían en pequeños estanques durante el invierno. 163
Las minas características de México y del Perú, que producían oro siguiendo la
veta en profundos socavones, eran muy escasas en la Nueva Granada del siglo
XVIII. Después de la conquista, los españoles que explotaron las vetas de Buriticá,
Anserma y Remedios mejoraron las técnicas indígenas de cavar tajos abiertos o
hacer socavones de tiros inclinados y de triturar el oro a mano en molinos de
piedra. El refuerzo de las galerías con armazones de madera y el drenaje de los
socavones les permitió llegar a más profundidad que los indios, y mediante la
introducción de molinos de pisones manejados con agua también lograron extraer
oro de menas más duras.164 Sin embargo, a pesar de los intentos por revivirla
durante el siglo XVIII, la minería de veta no avanzó mucho. Las minas de filón eran
escasas, empleaban sólo una diminuta fracción de la fuerza laboral minera y
nunca se aproximaron a la escala o complejidad organizacional de las minas de
plata de México y del Perú.

Las minas de aluvión que producían la mayor parte del oro de la Nueva Granada
163 Para una descripción más detallada de estos métodos, véanse West, Colonial
Placer Mining, pp. 55-62; Vicente Restrepo, Estudio sobre las minas, pp. 228-48, y
William F. Sharp, Slavery and the Spanish Frontier: The Colombian Chocó, 1680-1810
(Norman, Oklahoma, 1976), pp. 46-50.
164 West, Ibid., pp. 54, 65-6.
utilizaban dos clases de mano de obra: la de los esclavos y la de los productores
independientes, o mazamorreros.

««Página 120»».

En las zonas mineras del Pacífico, la esclavitud era la forma dominante de trabajo
y la propiedad de las minas se concentraba en pocas manos. En Antioquia, al
contrario, había menos concentración de propiedad y, aunque se usaban esclavos,
el trabajo libre de los mazamorreros y de los buscadores jugaba un papel mucho
más importante en la producción. 165 La escala de las empresas mineras nunca fue
de grandes dimensiones. En su forma más simple, la minería era obra de
productores independientes o de mineros que trabajaban con uno o dos esclavos.
Esta clase de minería era la más frecuente en Antioquia. En las tierras bajas del
Pacífico, la búsqueda del oro estaba a menudo en manos de empresas mayores,
pero éstas por lo general no eran muy grandes. En el Chocó se consideraba
grande una cuadrilla de más de treinta esclavos; y sólo unos pocos entre los
mayores mineros poseían más de cien.166
Una vez retiradas de la tierra, las menas recibían escaso procesamiento adicional.
Las extraídas de venas generalmente se trituraban a mano y el oro se separaba
de los residuos cerniéndolo cuidadosamente con una batea. Esta misma técnica
de lavado se empleaba para separar el polvo de oro del concentrado aurífero
sacado de los aluviones. Según la ley, todo el oro debía ser llevado a la fundición
real, donde era ensayado, fundido en lingotes y gravado por la corona. El proceso
técnico de fundición era sencillo; sólo requería unos pocos hombres diestros y
algunos operarios.167
Es claro entonces que la minería de la Nueva Granada era radicalmente diferente
de la de las regiones argentíferas americanas. La

««Página 121»».

extracción del oro no generaba las grandes empresas basadas en grandes


inversiones fijas y en un protoproletariado sustancial característicos de la minería
de la plata, y la refinación no implicaba una tecnología compleja o costosa.
Tampoco era muy notable su minería comparada con la del oro en el Brasil de la
época, donde nuevos ciclos de hallazgos durante la primera mitad del siglo
causaron un auge de tan enormes proporciones que generó grandes
desplazamientos de migrantes, formó nuevas áreas de colonización y cambió el
equilibrio de toda la economía.168 No obstante, a pesar de su rusticidad, la minería

165 "Ordenanzas formadas por el Señor Don Juan Antonio Mon y Velarde…”, Antioquia,
agosto 23, 1787, en Emilio Robledo, Bosquejo Biográfico del Señor Oidor Juan Antonio
Mon y Velarde, Visitador de Antioquia, 1785-1788, 2 vols (Bogotá, 1954), vol. 2, p. 50.
166 Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 176, 206.
167 Hasta las más complejas operaciones del proceso de acuñamiento de las monedas
de oro usaban una tecnología relativamente sencilla y escaso trabajo Véase la
descripción de la maquinaria y de los gastos en A.M. Barriga Villalba Historia de la Casa
de Moneda, 3 vols. (Bogotá, 1969), vol. 2, pp. 65-7.
168 A.J. Russell-Wood, "Colonial Brazil: The Gold Cycle, c. 1690-1750", en L. Bethell
era un elemento vital en la vida económica de la Nueva Granada y, en cuanto polo
del desarrollo, el resurgimiento de la explotación del oro a lo largo del siglo XVIII
tuvo importantes implicaciones tanto para la economía de la región como para sus
relaciones con España.

LA EXPANSIÓN DE LAS FRONTERAS MINERAS

El renacimiento de la minería neogranadina empezó a fines del siglo XVII, al


abrirse nuevas fronteras de aluviones auríferos en dos regiones.'` Una de ellas
estaba localizada en las tierras bajas del Pacífico, al occidente del país (véase
mapa 3.1); la otra estaba situada en la Cordillera Central, en las tierras altas de la
provincia de Antioquia (véase mapa 3.2).

Los campos mineros de las tierras bajas del Pacífico se comenzaron a explotar a
fines del siglo XVI, en los alrededores de Nóvita y de Toro, y para la década de
1580 el Chocó había adquirido la importancia suficiente para ser constituido como
provincia separada. Sin embargo, la rebelión india de esa misma década había
obligado a los colonizadores a abandonar Nóvita y a restablecer su centro de

««Página 122»».

Mapa 3.1
El Chocó. (Para los datos del censo en que se basa este mapa, ver Apéndice A,
Tabla 8)

operaciones en Toro, en el valle del Cauca. Este repliegue hizo que se suprimiera
la gobernación del Chocó, y el área fue puesta bajo la jurisdicción de Popayán. La
minería de la región tuvo un breve renacimiento en la década de 1630, al volver al
área los mineros de Popayán con esclavos negros, hasta que la resistencia
indígena los obligó de nuevo a retirarse. Hacia fines del siglo XVII, los mineros de
las provincias de Popayán y de Antioquia volvieron de nuevo y, al sofocar las
hostilidades de los indios, se reinició la explotación intensiva de los aluviones de la
región. El antiguo real de minas de Nóvita fue reestablecido, se formaron nuevos
campos minero en los afluentes de los ríos San Juan y Atrato, y para 1726 la
corona reconoció la importancia económica y el potencial fiscal del Chocó
Economía y sociedad

««Página 123»».

Mapa 3.2
Antioquia. (Para los datos del censo en que se basa este mapa, ver Apéndice A,
Tabla 9)
al separarlo de la jurisdicción de Popayán y convertirlo en una provincia
independiente, con la sede del gobernador en Quibdó. 169

(ed.), Cambridge History of Latin America, vol. 3 (Cambridge, 1984), pp. 547-662.
169 West, Colonial Placer Mining, pp. 16-18; Enrique Ortega Ricaurte (ed.), Historia
El impulso para recapturar y expandir la frontera minera del Chocó había
provenido de la provincia de Popayán, donde influyentes vecinos de varias
ciudades lograron aprobación oficial para varias expediciones de sometimiento de
los indios y para el establecimiento de minas. En el curso de una generación, entre
1690 y 1710, estos

««Página 124»».

mineros habían alcanzado un control que, a lo largo del siglo, enriquecería a un


pequeño grupo de familias de Popayán y de Cali, la mayor parte de las cuales
combinaban sus empresas mineras de Caloto y del Chocó con grandes
posesiones agrícolas en los valles del Cauca y Popayán. 170 Los nuevos hallazgos
de oro de la provincia de Popayán encontraron un complemento paralelo en la
minería del extremo sur de la costa Pacífica, en las subprovincias de Raposo
Iscuandé y Barbacoas, donde la extracción del oro estaba sobre todo en manos de
mineros de Cali.171
El aumento de la oferta de esclavos negros facilitó el crecimiento de la actividad
minera durante la primera mitad del siglo XVIII. Durante la Guerra de Sucesión
española, la Compañía Francesa de Guinea organizó una gran importación de
esclavos a través de Cartagena —cerca de 4.250 entre 1703 y 1714—, y la
English South Sea Company, que operaba bajo los términos de la concesión
hecha en el tratado de Utrecht de 1713, mantuvo el alto nivel de importaciones
después de la guerra. Entre 1714 y 1736, la compañía inglesa trajo a Cartagena
cerca de 10.300 esclavos y, al terminar el asiento inglés en 1736, los diferentes
concesionarios españoles que se hicieron cargo del monopolio importaron 13.000
más entre 1746 y 1757.172 Es difícil calcular exactamente cuántos de estos
esclavos fueron llevados a las regiones mineras, pero el vigoroso crecimiento de la
población esclava del Chocó indica que grandes cantidades de ellos trabajaban en
las minas de las tierras bajas del Pacífico. Los informes al Consejo de Indias
indicaban, en efecto, que la población esclava del Chocó había aumentado a un
ritmo espectacular entre las décadas de 1720 y 1730, al crecer de cerca de 500 en
la época del primer virreinato (1719-23) a entre 10.000 y 12.000 en 1738. 173 Casi
sin ninguna

««Página 125»».

duda, esto era ciertamente una gran exageración. Cálculos más cautelosos
muestran sin embargo que hubo un notable crecimiento a lo largo del siglo, sobre
todo en los primeros años. El número de esclavos en el Chocó aumentó de cerca
Documental del Chocó (Bogotá, 1954), pp. 165-9. La relación más corn-pieta de la
colonización en el siglo XVIII se halla en Caroline Hansen, "Conquest and Colonization in
the Colombian Chocó, 1515-1740" (Tesis doctoral inédita, Universidad de Warwick,
1991).
170 Colmenares, Historia económica y social, Popayán, vol. II, pp. 144-52.
171 West, Colonial Placer Mining, pp. 18-20; Colmenares, Cali, pp. 95-102.
172 Colmenares, Historia económica y social, Popayán, vol. II, pp. 41, 56.
173 AGI Santa Fe 264, Consulta del Consejo de Indias, octubre 20, 1738.
de 600 en 1704 a unos 2.000 en 1724, se duplicó hasta casi 4.000 en 1759 y casi
se duplica de nuevo durante las siguientes dos décadas, llegando a poco más de
7.000 en 1782.174
Si la ampliación de la frontera minera en las tierras bajas del Pacífico se debió
ante todo al trabajo de los esclavos negros, la de la provincia de Antioquia
dependió en gran parte del trabajo independiente y tuvo que ver con el aumento
natural de la población de la región. A fines del siglo XVI y principios del XVII,
Antioquia había poseído las zonas mineras más ricas del país, localizadas en una
amplia extensión del territorio formada por las escarpaduras de la Cordillera
Central y regada por el río Cauca y sus afluentes. Cuando los españoles
encontraron sustanciales existencias de oro tanto en las vetas del cerro de Buriticá
como en los aluviones de los ríos, la región atrajo una de las más abundantes
fiebres del oro en la historia del país. 175 En un principio los mineros se
concentraron en la explotación de las vetas de Buriticá y emplearon el trabajo de
los indios; esta actividad fue luego complementada y después suplantada por la de
los yacimientos aluviales en los numerosos afluentes del río Cauca. Las dos
clases de explotación produjeron un auge que duró entre la década de 1590 y
principios de la de 1630, cuando el impulso inicial se debilitó y terminó. El
agotamiento de los depósitos más ricos, combinado con insuficiencias de mano de
obra y los crecientes problemas para la obtención de créditos y de alimentos, llevó
a la minería antioqueña a su punto más bajo. En 1633,

««Página 126»».

un funcionario anotó que todas las minas importantes estaban agotadas, y que
sólo había en toda la provincia unos sesenta indios disponibles para el trabajo en
la minería; después de cuatro años, también muchos esclavos habían muerto de
hambre. !176
De manera que para mediados del siglo XVII, los restos de las antaño florecientes
comunidades mineras de Antioquia estaban trabajando en condiciones
crecientemente adversas. Después de agotar los yacimientos más accesibles, los
mineros se vieron obligados a desplazarse a regiones cada vez más lejanas,
donde la producción era menos segura, las provisiones esenciales más difíciles de
conseguir y las ganancias, por consiguiente, eran inferiores. Sin rendimientos
adecuados, los mineros no podían comprar los esclavos, base de su mano de
obra, e incluso si podían disponer de éstos, no había suficientes indios bajo el
control español que pudieran suministrar los alimentos básicos para su
subsistencia. Fue así como la minería de Antioquia entró en un ciclo de depresión
que causó una regresión hacia una economía de subsistencia y que
progresivamente alejó a su población del contacto con las provincias vecinas
174 Para un repaso del cambio demográfico en el Chocó durante el siglo XVIII, véase
Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 17-24. Para la población en 1780, véase
Apéndice A, Tabla 8.
175 Para el desarrollo de la minería en Antioquia durante principios del período colonial,
véase West, Colonial Placer Mining, pp. 20-7.
176 Citado por Tulio Ospina, "El Oidor Mon y Velarde, Regenerador de tioquia",
Repertorio Histórico (Medellín, 1918), vol. II, pp. 414-15.
Quienes podían, evacuaban el área, llevando consigo los restos de sus haberes y
dejando las poblaciones de la provincia en un estado de estancamiento y
decadencia del que muchas —sobre todo Zaragoza, Remedios, Victoria y Cáceres
— jamás se recuperaron. ! 177
Aunque la crisis de los primeros centros mineros produjo una decisiva interrupción
de la primera fase del ciclo de oro, la provincia no se hundió en un marasmo
irreversible. A finales del siglo XVII, la sociedad antioqueña empezó gradualmente
a reagruparse en nuevas áreas de colonización y, con la recuperación
demográfica y los nuevos asentamientos internos, sus habitantes comenzaron a
reabrir la frontera minera. En este proceso, la minería cambió de carácter.

««Página 127»».

Allí el restablecimiento, al contrario del chocoano, se basó en el trabajo


independiente más que en el forzado, y la frontera se expandió por obra de
buscadores que se desplazaban de un río a otro, cerniendo el limo de sus lechos
en busca de oro. El cambio de la colonización hacia el valle de Aburrá y el
desarrollo de los aluviones de montaña en Tierra de los Osos, sobre el basolito
antioqueño, apuntalaron y sostuvieron un renovado crecimiento por lo menos
hasta mediados del siglo XVIII.178
No hubo un súbito auge como el que se vivió en Minas Gerais, en el Brasil,
durante el mismo período, y tampoco revivieron las grandes empresas que habían
funcionado en Antioquia en el siglo XVI. El renovado desarrollo de la minería se
debió, al contrario, a una combinación de la agricultura y la búsqueda del oro entre
los campesinos libres que trataban de escapar de la economía de subsistencia.
Todavía en 1776, la población de toda la provincia era de sólo 45.000 habitantes, y
su mayor ciudad no tenía más de 14.000 o 15.000 vecinos que vivían aislados en
los campos.179 La agricultura comercial era por lo tanto limitada, incluso en el
núcleo poblado que se concentraba en los asentamientos de Medellín, Santa Fe
de Antioquia, Marinilla y Rionegro. Estas pequeñas poblaciones estaban a dos
días de distancia entre sí, pero el transporte entre ellas era rudimentario y cada
una producía la mayor parte de sus alimentos. Las comunicaciones con las
provincias vecinas eran aún más difíciles y, a causa de las escasas salidas para el
cacao, el tabaco, el algodón, el trigo y otros productos que se cultivaban en
Antioquia, la búsqueda del oro era la mejor oportunidad para obtener dinero y
bienes importados.180

««Página 128»».

177 James Parsons, Antioqueño Colonisation in Western Colombia (Berke:. Los Angeles,
1949), pp. 41-7.
178 Para una descripción general de las tendencias económicas y demográficas en
Antioquia durante fines del siglo XVII y principios del XVIII, véanse ibid., p. 47; West,
Colonial Placer Mining, pp. 27-30; Restrepo, Estudio sobre las minas, pp. 41-2.
179 Francisco Silvestre, "Relación que manifiesta el estado de la Provincia de
Antioquia... (1776)", Archivo Historial (Manizales, 1919), vol. 12, pp. 573-85.
180 Una completa relación de la agricultura de Antioquia se encuentra en Ann Twinam,
Miners, Merchants and Farmers in Colonial Colombia (Austin, Texas, 1982), pp. 91-109.
El escape de la agricultura de subsistencia fue entonces uno de los incentivos de
la minería; otro fue la desigual distribución de tierras en las principales
poblaciones. Durante su visita oficial a la provincia en la década de 1780, el oidor
Mon y Velarde anotó que parecía paradójico atribuir la miseria del grueso de la
población a la falta de tierras, porque entre la mitad y las tres cuartas partes del
área de la provincia aún estaban deshabitadas y sin cultivar. Pero también recalcó
que la concentración de la mayor parte de la creciente población en el centro de la
provincia, y la existencia de grandes posesiones (a menudo sin títulos legales y
con frecuencia mal explotadas o abandonadas) privaban a muchos de la tierra
necesaria para su propia subsistencia y la de sus familias. 181 Parece entonces que
Antioquia tenía una considerable población campesina obligada a dedicarse a la
minería por falta de tierra, siendo así el fundamento de una economía productora
de oro basada más en el trabajo independiente que en la esclavitud.
Si el renacimiento de la minería de Antioquia dependió del trabajo independiente a
principios del siglo XVIII, en la segunda mitad del siglo también hubo muestras de
un aumento de la inversión en esclavos. A fines de 1750, el gobernador José
Barón de Chaves informó que sólo había 900 esclavos trabajando en las minas
antioqueñas.182 Para 1778, este número había al parecer aumentado hasta llegar a
entre 9.000 y 13.500.183 En 1758, sólo un empresario registró el establecimiento

««Página 129»».

de treinta y nueve nuevas minas y obtuvo permiso para importar cien esclavos que
trabajaran en ellas.184 Como también se abrieron nuevas e importantes minas en
las décadas de 1760 y 1770 en las áreas de Río Grande, Río Chico y Santa Rosa
de Osos, aumentó consiguientemente la demanda de esclavos hasta cuando,
durante la década de 1780, algunos grandes mineros que usaban la técnica del
181 Robledo, Bosquejo Biográfico, vol. I, p. 195; vol. II, pp. 172, 199.
182 Rodolfo Segovia, "Crown Policy and the Precious Metals in New Granada”, tésis de
maestría inédita, Universidad de California, Berkeley, p. 53.
183 De acuerdo al censo local, en 1777 había en Antioquia 13.501 esclavos, de los
cuales 8.000 se encontraban en la jurisdicción de Santa Fe de Antioquia, y 2.500 en
Medellín: véase Apédice A, Tabla 9. El censo general del virreinato da cuenta de 8.931
esclavos, de los cuales 4.035 eran mujeres y 4.896 hombres; vease Apéndice A, Tabla I.
Francisco Silvestre, quien fue gobernador de la provincia entre 1782 y 1785 y entre
1782 y 1785, calculó que la población esclava de Antioquia se acercaba a los 10.000, o
sea un quinto de la población total de la provincia: véase Silvestre, Relación, pp. 156-7.
Es claro que el dato de menos de 4.896 esclavos en 1778, que figura en Twinam
(Miners, Merchants and Farmers, p. 40) es errado. Tomado del Estudio sobre las minas
de Restrepo, el dato se refiere únicamente a los esclavos varones, que este autor
presumió ser la mano de obra de las minas. De hecho, es evidente, de acuerdo a la
descripción de Silvestre, que las mujeres y los niños también trabajaban en la
búsqueda del oro, aunque sólo fuera por el hecho de que como los amos sólo daban a
sus esclavos lo necesario para su subsistencia, éstos tenían que trabajar en los
aluviones en los fines de semana para obtener comida y otros bienes.
184 AHNC Aduanas (Cartas), tomo 8, José de Arce y Zavala a la corona, Santa Fe,
octubre 2, 1760, folio 452. Hay alguna información adicional sobre la exploración
minera de Quintana en Restrepo, Estudio sobre las minas, pp. 42-3.
canalón y el trabajo forzado contribuyeron a elevar la producción de oro de la
provincia a niveles sin precedentes.185

LA PRODUCCIÓN DE ORO DURANTE EL SIGLO XVIII

Aunque estas muestras de crecimiento en el Chocó y en Antioquia indican a las


claras un auge de la minería colombiana durante el siglo XVIII, es imposible un
cálculo preciso de la producción de oro. Los datos de la época nos permiten
señalar el valor del oro que ingresaba a los canales oficiales, ya fuese para el
pago del quinto (la regalía real), la fundición para hacer lingotes (en las casas de
fundición reales), o la amonedación en las casas de moneda. Sin embargo, como
los mineros y los comerciantes a menudo eludían estos canales oficiales, las
estadísticas de los quintos, la fundición y la amonedación invariablemente
subestiman el valor del oro que se extraía en realidad. 186 Los cambios en las
tarifas de los impuestos

««Página 130»».

complican aún más la correlación entre los ingresos por concepto del quinto y la
producción de oro. A partir de 1696, el quinto se cobraba al 5%, con una adición
llamada "cobo" del 1.5%; en 1759, los impuestos al oro cayeron al 6%, al ser
reducido el cobo al 1%; finalmente, en 1777 el quinto fue fijado en un uniforme 3%.
Estas reducciones de los impuestos, sobre todo la de 1777, pueden muy bien
distorsionar una curva de producción basada en los ingresos por concepto de los
quintos, porque los mineros tenían menos razones para evadir los impuestos al
ser éstos menores. Sin embargo, con el fin de indicar tendencias generales en la
escala de distribución de la producción de oro, presumiremos que la diferencia
entre la producción registrada y la real fue más o menos constante durante el
siglo, y advertimos que nuestros datos solo ofrecen indicadores aproximados
sobre la magnitud del volumen y las tendencias a largo plazo de la producción. 187
Empezando con la presunción de un promedio constante de evasión de
impuestos, Jorge Orlando Melo ha empleado dos fuentes para estimar las
tendencias en la producción de oro de Colombia durante el siglo XVIII: los
registros de los quintos pagados en las principales regiones mineras y los informes

185 Ibid., p. 41; también Twinam, Miners, Merchants and Farmers, pp. 39-41.
186 Sharp sugiere que los quintos cobrados en el Chocó pueden reflejar sólo entre la
mitad y las dos terceras partes del oro extraído en realidad; sin embargo, como su
afirmación de que la mitad del metal producido no pagaba impuestos se basa en la
cálculo de Francisco Silvestre de la cantidad de oro exportado ilegalmente, aquella
puede ser demasiado alta, puesto que las exportaciones ilegales pueden haber pagado
quintos. Véase Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 71-3. En cuanto a Antioquia,
Twinam sostiene simplemente que como la evasión era tan generalizada y masiva, la
producción de oro puede estar "en gran medida subestimada en las estadísticas de las
fundiciones", pero no intenta calcular la diferencia entre el oro fundido y el extraído.
Twinam, Miners, Merchants and Farmers, pp. 23-5.
187 Colmenares, Historia económica y social, vol. I, pp. 222-34; Barriga Villalba,
Historia de la Casa de Moneda, vol. 1, pp. 102-3, 113-4, 329-38.
del oro acuñado en las casas de moneda reales. 188 Para indicar las tendencias
generales de la producción minera, la pauta de ésta, que deriva del pago de los
quintos, se puede apreciar en la tabla 3.1 189

««Página 54»».

TABLA 3.1
PRODUCCIÓN DE ORO EN LAS REGIONES MINERAS DE LA NUEVA
GRANADA, DE ACUERDO A LOS QUINTOS,

1700-1799 (EN MILES DE PESOS PLATA)

Años Popayán Barbacoas Chocó Antioquia


1700-4 638
1705-9 821
1710-14 1069
1715-19 1039 275 716 176
1720-4 1308 163 943
1725-9 1452 1501
1730-4 1270
1735-9 1391 613 2366 256
1740-4 1124 317 2323 348
1745-9 792 326 2312 316
1750-4 564 243 1747 544
1755-9 944 461 1498 559
1760-4 1020 921 1687 820
1765-9 1055 952 1678 751
1770-4 1483 995 1808 1125
1775-9 1360 893 1639 1684
1780-4 1908 1361 1940 1987
1785-9 1731 1688 2158 2655
1790-4 1616 1767 2667 3281
1795-9 1541 1783 2581 3662

Estos datos, por supuesto, constituyen una incompleta representación. Nada nos
dicen sobre el oro que circulaba ilegalmente, y muestran sólo los pagos de quintos
en las cuatro tesorerías, no todas las cuales tienen datos completos sobre el
producto de estos impuestos a lo largo de todo el siglo. Sin embargo, como tales
tesorerías estaban situadas en las cuatro principales áreas de producción de oro,
los ingresos por concepto de los quintos merecen ser considerados, faute de
mieux, como un indicador aproximado de las tendencias a largo plazo.
188 Jorge Orlando Melo, "Producción de oro y desarrollo económico en el siglo XVIII", en
Sobre historia y política (Bogotá, 1979), pp. 61-84.
189 Ibid., p. 68. Melo convierte los castellanos de oro en pesos de plata, o patacones, a
una tasa de 2.72 por castellano.
««Página 132»».

El primer interrogante para el cual el registro de los quintos ofrece una respuesta
aproximada se refiere a la escala del volumen de la producción de oro y a su
desarrollo en el curso del siglo XVIII Como muestra la tabla 3.1, los quintos
sugieren que, en el año promedio entre 1715 y 1719, las minas de la Nueva
Granada produjeron oro por valor de cerca de medio millón de pesos en plata (al
convertir los castellanos de oro en patacones a un promedio de 2.72 pesos por
castellano). Menos de veinte años después, entre 1735 y 1739, indican que la
producción subió casi el doble, a 925.200 pesos anuales promedio. (Este dato lo
confirma Miguel de Santiesteban quien, después de consultar con funcionarios
expertos de Popayán y Bogotá, concluyó que el territorio producía un máximo de
400.000 castellanos —más de un millón de pesos— por año). 190 Después en la
década de 1750, la producción parece haber bajado a cerca de 650.000 pesos
anuales, antes de aumentar de nuevo a unos 900.000 pesos por año, y el
aumento continuó en la década de 1780, a cerca de 1.5 millones por año
promedio, hasta llegar entre 1795 y 1799 a una producción de cerca de dos
millones, equivalente a los quintos pagados a las tesorerías reales. Los registros
de quintos también indican la relación existente entre la cronología del crecimiento
y las tendencias de la producción regional. En Popayán y el Chocó hubo un
crecimiento vigoroso hasta la década de 1740, con una fase de declinación
relativa a mediados de siglo y un repunte durante las décadas de 1760 y 1770.
Luego tuvo lugar una marcada divergencia en estas regiones. Después de 1785,
el crecimiento se redujo aparentemente en Popayán (aunque no en la
subprovincia de Barbacoas), mientras que al estancamiento de mediados de siglo
en el Chocó siguió un fuerte y más o menos sostenido crecimiento hasta mediados
de la década de 1790. Los datos incompletos de Antioquia muestran, por otro lado,
una pauta diferente, con un alza entre 1750 y 1754

««Página 133»».

seguida por una impresionante y por lo general ininterrumpida tendencia al


aumento después de 1770.
Los datos de los quintos también muestran la forma como cambió el peso relativo
de las regiones productoras a lo largo del siglo. Según los datos de Melo, el
crecimiento durante la primera mitad del siglo se basó ante todo en el aumento de
la producción de las minas de las provincias del Chocó y Popayán (incluidas sus
subprovincias de la costa Pacífica). Luego, durante la segunda mitad del siglo, la
provincia de Antioquia se convirtió en productora importante, y sus minas de
aluvión en tierras altas de la Cordillera Central aumentaron considerablemente la
producción total del virreinato e hicieron de la región un distrito minero de mayor
importancia que el Chocó. Este cambio en el equilibrio de la producción regional
se puede apreciar en las figuras 3.1 y 3.2.
La exactitud de los datos de los quintos se puede poner a prueba frente a otra

190 Robinson, (ed), Mil Leguas por América, pp. 137, 187.
serie de estadísticas que proporcionan un índice aproximado de la escala y
tendencias de la producción durante el siglo. Estas se hallan en los informes sobre
el oro acuñado en las casas de moneda. Como las de los quintos, las estadísticas
de amonedación no tienen una correlación directa con la producción de oro,
puesto que no todo éste era acuñado. En las regiones mineras de Antioquia y en
las tierras bajas del Pacífico el oro circulaba en polvo, ya que no había otra clase
de moneda disponible; también se fundía en lingotes que luego eran convertidos
en ornamentos.191 Si asumimos, no obstante, que el valor del oro acuñado era de
una proporción relativamente constante con respecto al producido, entonces los
datos

««Página 134»».

FIGURA 3.1
DISTRIBUCIÓN REGIONAL DE LA PRODUCCIÓN DE ORO, SEGÚN LOS
QUINTOS, 1735-64.

FIGURA 3.2
DISTRIBUCIÓN REGIONAL DE LA PRODUCCIÓN DE ORO,
SEGÚN LOS QUINTOS, 1765-99.

sobre la amonedación nos dan otra medida, aunque también aproximada, de las
tendencias en la economía minera.
De nuevo aquí es clara la tendencia secular, como lo muestra la figura 3.3. Antes
de fines de la década de 1750, todas las monedas eran acuñadas en la Casa de
Moneda de Bogotá, y desde principios

««Página 135»».

FIGURA 3.3
VALOR DEL ORO AMONEDADO EN LAS CASAS DE MONEDA
DE BOGOTÁ Y DE POPAYÁN (TOTALES DE LOS QUINQUENIOS),
1700-1810 (EN MILES DE PATACONES).

hasta mediados del siglo su producción creció a un ritmo constante. Para la


década de 1730, el valor del oro acuñado duplicaba el de principios del siglo, y en
las décadas de 1740 y principios de la del cincuenta fue de nuevo el doble. 192
Entre 1758 y 1763 hubo una aguda reducción en el valor de la moneda acuñada,
pero esto probablemente fue causado más por cambios institucionales que por

191 En 1748 la corona aprobó un decreto virreinal que prohibía la exportación de


lingotes de oro de la Nueva Granada; véase José María Ots Capdequí, Instituciones de
gobierno en el Nuevo Reino de Granada durante el siglo XVIII (Bogotá, 1950), p. 130.
Sin embargo, posteriores referencias a exportaciones de "oro en pasta" sugieren que la
prohibición no entró en vigor; el virrey Ezpeleta menciona específicamente que la
mayor parte del oro fundido en Mompós se exportaba a España en lingotes; véase
Vicente Restrepo, Estudio sobre las minas, pp. 195-7.
192 Véase Apéndice B, Tabla 1.
alteraciones en la producción. Pues durante esos años empezó a funcionar una
nueva casa de moneda establecida en Popayán, desviando así parte del oro
destinado antes a Bogotá.
El establecimiento de esta nueva casa de moneda fue la culminación de un
dilatado proceso que empezó en la década de 1720, cuando el cabildo de
Popayán solicitó a la corona licencia para establecer una ceca independiente en
esa ciudad. Los mineros payaneses insistieron en que una segunda casa de
moneda beneficiaría tanto a la corona como a los mineros. Sostenían que si éstos
llevaban el oro personalmente a la ceca, no incurrirían en las pérdidas anejas a la

««Página 136»».

venta del metal, con grandes descuentos, a los comerciantes de la capital, y que
por lo tanto habría menos posibilidades de que evadieran los impuestos. 193 En
1729 la corona, sin duda seducida por la perspectiva de mayores ingresos
impositivos, aprobó la solicitud. Pero el establecimiento de la casa de moneda de
Popayán llevó mucho más tiempo. No sólo no pudieron los mineros de la ciudad
reunir los fondos suficientes para pagarle a la corona el derecho manejar un ceca,
sino que el plan chocó con la sólida oposición los concesionarios de la de Bogotá,
quienes entablaron una prolongada demanda legal para proteger su tradicional
monopolio del acuñamiento. Después de una demora de dos décadas, el proyecto
revivido gracias ante todo a la iniciativa de Pedro Agustín de Valencia, hijo de un
comerciante español que se había convertido rico propietario de minas. 194 Pero
incluso entonces, la oposición Bogotá dilató su funcionamiento; en la década de
1750, lo complicó una batalla legal con el heredero del concesionario de la ceca
Bogotá, que persistió en su derecho al monopolio de la amonedación en la Nueva
Granada con el apoyo de los intereses comerciales la capital. Ante estas trabas
legales, Valencia no pudo aprovechar de lleno su privilegio de acuñamiento, hasta
que una cédula real 1758 lo confirmó. Tras unos cuantos pleitos más, el futuro de
la casa de moneda quedó asegurado. Manejada por la familia Valencia hasta

««Página 137»».

que fue puesta bajo administración directa de la corona en 1771, se convirtió en


importante centro secundario para la amonedación del oro durante el resto del

193 Los mineros informaban que al cambiar el oro con los comerciantes Bogotá perdían
entre ocho y diez reales de plata por cada doblón (ACC L Capitular [1758], tomo 21,
folios 28-9). Asumiendo que se referían al dobló dos escudos, equivalente a cuatro
pesos de plata, esto significaba una pérdida más o menos el 25% por cada doblón. Los
cálculos de Sharp para los trueques oro en el Chocó muestran una pérdida semejante:
véase su Slavery on the Spanish Frontier, pp. 63-5.
194 Un nuevo hallazgo de oro probablemente le dio a Valencia los medios impulsar este
proyecto. En 1743, había descubierto nuevos yacimientos en Raposo y las ganancias
que le daban las minas de Yurumanguí lo convirtieron en un los principales mineros de
Popayán. Sobre las minas de Yurumanguí, véase Gustavo. Arboleda, Diccionario
biográfico y genealógico del antiguo Departamento Cauca (Bogotá, 1962), pp. 447-50.
período colonial.195
A lo largo de todo el siglo, la cantidad de oro acuñado en la Nueva Granada tuvo
un aumento impresionante, sobre todo a mediados, al empezar a funcionar
simultáneamente las casas de moneda de Bogotá y de Popayán. En 1700, el valor
de las monedas acuñadas en la capital sólo fue de 167.000 pesos de plata; en
1800, la misma casa de moneda produjo casi medio millón de pesos y la de
Popayán cerca de un millón más.196 El total de los quinquenios de oro amonedado
presentado en la figura 3.3 muestra que el acuñamiento creció a todo lo largo del
siglo, con promedios de crecimiento rápidos en 1720-24, 1730-4, 1740-4, y en las
décadas finales.
Datos específicos de las regiones mineras confirman las tendencias generales de
la dimensión y distribución regional de la producción de oro. En su estudio sobre el
Chocó, William Sharp emplea los registros de los quintos para calcular la escala y
trayectoria de la producción, y aunque sus cálculos son por lo general más bajos
que los de Melo, las tendencias (véase la figura 3.4) son similares en lo esencial.
Los datos de Sharp indican que la producción de oro del Chocó creció a lo largo
del período de mediados de la década de 1720 hasta 1750; luego, después de
llegar a un tope de 165.000 castellanos por año promedio entre 1741 y 1745, la
producción declinó hacia la mitad del siglo, y desde 1750 hasta 1790 se estancó
en un promedio que por lo general fue de menos de 126.000 castellanos. Durante
la década de 1790, la producción aumentó de nuevo hasta alcanzar promedios
anuales de más de 134.000

««Página 138»».

FIGURA 3.4
CHOCÓ: PROMEDIO ANUAL DE PRODUCCIÓN DE ORO
SEGÚN LOS QUINTOS, 1724-1803
(EN MILES DE CASTELLANOS).

castellanos, sin poder nunca recuperar los altos niveles de la primera fase de
crecimiento de principios del siglo.197
Los registros de los quintos en los archivos de Popayán también muestran las
tendencias que, durante la mayor parte del siglo, confirman las identificadas por
Melo. Los equivalentes en la produce calculados según los ingresos de los quintos
muestran que los medios anuales crecieron de cerca de 51.000 castellanos
durante la primera década a más de 77.000 en la segunda, y llegando a al
aproximadamente 100.000 en la tercera. Esta tendencia al alza también se
interrumpió entre 1740 y principios de la década de 1750, cuando los ingresos de

195 Este esbozo de la temprana historia de la casa de moneda de Popayán procede de


relaciones que figuran en los archivos del cabildo, sobre todo ACC Libro Capitular, vol.
21, 1758, fols. 27-31; y de Miguel Lasso de la Vega, Los tesoreros de la Casa de
Moneda de Popayán (Madrid, 1927), pp. 1-48; y de Arcesio Aragón, Fastos payaneses
(Bogotá, 1939), pp. 97-100.
196 Para los datos anuales, véase el Apéndice B, Tabla 1.
197 Para estos datos, véase el Apédice B, Tabla 2. Sharp convierte los castel de oro en
plata a una tasa de 1:2.3 y 1:2.4.
Popayán por concepto de los quintos se redujeron en forma parecida a los del
Chocó. Parece entonces que la produce de oro en el sur y el sureste de Colombia
se contrajo durante la década de 1740, al caer a un promedio anual de cerca de
70 castellanos, antes de declinar hasta llegar a unos 42.000 en la década de 1750.
Después de 1759, los quintos se recuperaron gradualmente,

««Página 139»».

FIGURA 3.5
POPAYÁN: PROMEDIO ANUAL DE PRODUCCIÓN DE ORO, SEGÚN LOS
QUINTOS, 1700-1804 (EN MILES DE CASTELLANOS).

hasta que para fines de la década de 1770, promediaron de nuevo cerca de


95.000 castellanos. Finalmente, como muestra la figura 3.5, la última década del
siglo vivió un tremendo auge de los ingresos de los quintos de Popayán, que
indican una producción anual promedio de 230.000 castellanos (cerca de 600.000
patacones) entre 1790 y 1799.198 Este abrupto crecimiento, que no se refleja en las
estadísticas de Melo, indica tal vez el aumento de la producción en la subprovincia
de Barbacoas, que según las estadísticas separadas de Barbacoas (en la tabla
3.1), se duplicó durante los últimos años del siglo.
En Antioquia, el oro registrado para ser fundido (en la figura 3.6), sigue una
trayectoria de producción bastante parecida a la que se refleja en los registros de
quintos compilados por Melo. Después de oscilar en torno a un nivel promedio de
cerca de 22.600 pesos de oro durante la primera mitad del siglo, la producción
registrada

««Página 140»».

FIGURA 3.6
ANTIOQUTA: PROMEDIOS ANUALES DEL ORO REGISTRADO PA
SU FUNDICIÓN, 1700-1809 (EN MILES DE PESOS DE ORO).

aumentó firmemente década tras década hasta su término. De los promedios de


cerca de 60.000 pesos de oro entre 1750 y 1759 valor del oro fundido en Antioquia
se duplicó entre 1775 y 1779, antes de llegar a más del doble, hasta alcanzar un
promedio a de más de 260.000 pesos entre 1785 y 1799. 199 La pauta del
crecimiento de la minería en Antioquia difiere de la de Popayán y de las de las
tierras bajas del Pacífico en que su principal fase de expansión tuvo lugar durante
la segunda y no la primera mitad del siglo, al pasar la provincia de ser un
productor menor a principal fuente de oro de la Nueva Granada.
Los datos de este capítulo equivalen aproximadamente, repitámoslo, a la
producción real de oro, pero hay que recordar que el ritmo de crecimiento durante

198 Al convertir los castellanos en pesos de plata, he usado la tasa empleada por Melo,
de 2.72 por cada castellano. Para los promedios anuales del oro producido en Popayán,
calculado según los registros de los quintos, véase Apéndice B, Tabla 4.
199 Véase Apéndice B, Tabla 3. El peso de oro equivalía a dos pesos de plata
las últimas décadas tal vez es exagerado por efecto de los cambios en los
impuestos. La reducción del quinto al 3% de 1777 puede haber inflado los
registros de oro en los años siguientes, al reducir el incentivo para la evasión del

««Página 141»».

impuesto; en Antioquia, las medidas especiales que se tomaron para obligar a los
comerciantes a pagar el quinto tal vez incrementaron artificialmente los registros
de oro a mediados de la década de 1780. Sin embargo, esta clase de medidas
ciertamente no explica el crecimiento de los quintos en años anteriores del siglo.
Además, el ritmo de los cambios en la producción de oro demuestra que es
imposible atribuir la recuperación de la minería del virreinato a las políticas
borbónicas, puesto que el crecimiento ya se había iniciado mucho antes de fines
de la década de 1770, cuando los funcionarios españoles dieron pasos positivos
para la promoción del desarrollo minero. Sería justo decir que no fue el gobierno
de los Borbones el que estimuló el desarrollo de la minería, sino que sucedió lo
contrario. El renacimiento de la extracción de oro no sólo revivió el interés de la
metrópoli en la Nueva Granada, sino que el aumento de la producción del metal, al
estimular el comercio interregional de productos domésticos, también contribuyó
en forma importante al afianzamiento del gobierno colonial con el incremento de
los ingresos por los impuestos a la producción, el consumo y el comercio.
A pesar de tal crecimiento, la producción de oro de la Nueva Granada contribuyó
sólo en muy menor grado al flujo del metal de las Américas a Europa durante el
siglo XVIII. Si comparamos, por cierto, los datos esbozados en este capítulo con el
oro importado a Europa desde Iberoamérica, es indudable que la Nueva Granada
fue durante la mayor parte del siglo un productor de oro muy menor comparado
con el Brasil. Las importaciones de oro del Brasil hacia Europa promediaron cerca
de nueve millones de pesos entre 1722 y 1731, superaron los ocho millones entre
1732 y 1741, se estabilizaron en cerca de seis millones entre 1752 y 1761, y se
aproximaron a los cuatro y medio millones en las décadas de 1760 y 1770. Sólo
hacia finales del siglo, mucho después de que hubiera terminado el auge en el
Brasil, bajaron las exportaciones de éste a niveles cercanos al tope de la
producción de oro neogranadina, de cerca de dos millones de pesos. La
producción de oro de la Nueva Granada también era parte de la producción total

««Página 142»».

de Hispanoamérica. Si comparamos nuestro cálculo de la producción de oro


neogranadina con los datos de Morineau sobre el oro de sus colonias importado a
España, parece probable que en la última década del siglo la producción de oro de
la Nueva Granada tuviera un valor cercano a la mitad del valor del metal que
ingresó a puertos españoles.200

LAS REGIONES MINERAS Y EL COMERCIO DEL ORO

200 Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, Tabla 71, pp. 4T


Las regiones mineras mismas eran por lo general pobres y no mostraban ni la
menor señal de la riqueza que producían. Compare con la gran zona de extracción
de oro de Minas Gerais en el Brasil las áreas mineras de la Nueva Granada eran
zonas atrasadas y paupérrimas, alejadas de los principales asentamientos.
Cualquier ganancia que produjera la minería iba a manos de personas que vivian
en otras regiones, sobre todo en centros del gobierno y del comercio como
Popayán, Bogotá y Cartagena. En las tierras bajas del Pacífico había muchos
obstáculos para el desarrollo regional, pues ni la tiera ni el clima eran favorables
para la explotación agrícola. Compare con las tierras y el clima acogedor de la
región contigua del Cauca, el clima húmedo y tropical y la espesa selva del Chocó,
Barbacoas, Raposo e Iscuandé tenían poco que ofrecer a los colonizadores, y
durante mucho tiempo siguieron figurando entre las áreas menos pobladas y
desarrolladas de Colombia. Los mineros de la costa Pacífico eran ante todo
extraños que llevaban esclavos para buscar el oro y que, fuera de las pequeñas
cantidades de alimentos producían, persuadidas u obligadas, las diminutas
comunidades indígenas, dependían de comida y otros artículos importados de
otras regiones. La inversión en esclavos y la dependencia de abastecimientos
externos convertían estas zonas en empresas de riesgo, e incluso las ganancias
de los mineros bien capitalizados no eran muy jugosas:

««Página 143»».

Sharp calcula promedios de rendimiento de entre el 7% y el 10%, pero pueden


haber sido inferiores.201 Cualesquiera que fuesen las ganancias de sus empresas,
los mineros de Popayán y de Cali ciertamente no las invertían en las zonas
mineras, sino que las llevaban al valle del Cauca, donde valiéndose de esclavos
que pasaban de la minería a la agricultura podían apoyar empresas familiares
basadas en las grandes haciendas. Es además probable que buena parte de las
ganancias de la minería del Pacífico cayera en manos de los comerciantes que
trataban, directa o indirectamente, con las zonas mineras.
Los mineros de los yacimientos auríferos de frontera cambiaban el polvo de oro
por provisiones de comida, aguardiente, tabaco, metal para herramientas y
manufacturas llevadas por los rescatadores. Estos comerciantes entregaban luego
el polvo de oro a sus mayoristas, o lo registraban personalmente en las
fundiciones reales para convertirlo en lingotes y pagar el quinto. 202 Este
intercambio les convenía obviamente a los mineros en un importante aspecto. Los
liberaba de la obligación de entregar el polvo de oro a las fundiciones y de pagar el

201 Para los cálculos de Sharp, veáse su Slavery on the Colombian Frontier, pp. 171-89;
para una crítica de su método y una explicación de por qué la minería puede haber
tenido tasas de ganancia inferiores, véase Colmenares, Historia económica y social,
vol. II, pp. 153-65.
202 El hecho de que los comerciantes y mercaderes registraban y pagaban la mayor
parte del oro producido en las zonas mineras es palpable en un informe de 1703 del
fiscal de la Real Audiencia, en el curso de una controversia sobre los porcentajes que
los mineros y comerciantes debían pagar por el quinto; el informe está reproducido en
Barriga Villalba, Historia de la Casa de Moneda, vol. 1, pp. 335-6.
quinto, y los abastecía de las provisiones necesarias para sostener sus
actividades. Pero la dependencia de los comerciantes también tenía sus
desventajas, porque el trueque del oro entre mineros y comerciantes se hacía en
términos que favorecían a estos últimos. Los mercaderes que en el Chocó
compraban el metal directamente a los mineros pagaban menos que su valor real
y sacaban provecho de la diferencia entre el tipo de cambio en los yacimientos y el
valor del metal en las fundiciones reales.203 Aunque los mineros

««Página 144»».

pueden haber pensado que se trataba de una transacción aceptable su


dependencia de ellos para todo, menos los alimentos más básicos los hacía
vulnerables a una explotación de otra clase. Pues parece que los comerciantes
dispuestos a enfrentarse a las dificultad del trueque con las regiones mineras sólo
proporcionaban pequeñas cantidades de artículos a altos precios, y obligaban a
los mineros a aceptar términos onerosos, sobre todo si dependían del crédito en
1780, un visitante del Chocó observó que los comerciantes obligaban a los
mineros, para que dispusieran de todo lo que requerían, a comprar una variedad
de mercancías, algunas de las cuales no necesitaban. Además, con frecuencia
acudían al crédito para obtenerlas comprometiéndose a pagar la deuda con
futuros. Si se retrasaban en el pago, su dependencia aumentaba, al acumularse
los intereses. En 1780 se decía que era tan común esta situación que los mineros
del Chocó debían más de lo que poseían. 204
En la región antioqueña, el medio ambiente físico y climático era más apropiado
para el desarrollo agrícola y urbano, y la zona era por lo tanto más desarrollada
social y económicamente que las áreas mineras del Pacífico. Sin embargo, por
haber desaparecido rápidamente la población indígena en el siglo XVI, Antioquia
quedó durante mucho tiempo marginada de la sociedad colonial y su desarrollo en
el siglo XVIII tuvo que partir de una pe base demográfica. La minería, no obstante,
contribuyó más al desarrollo regional que en la costa del Pacífico, porque la
controlaban en gran parte habitantes locales. Esto ayuda a explicar por que
Medellín se convirtió en un centro urbano de creciente importante hacia fines del
período colonial, y por qué Antioquia siguió desarrollando una floreciente
economía regional después de la independencia. Pero aunque las crecientes
ganancias de las minas enriquecieron la provincia a lo largo del siglo XVIII,
Antioquia

««Página 145»».

dependía en buena parte de mercancías importadas, y este comercio tendía a


drenar la región de recursos. En 1787, el oidor Mon y Velarde informó que los
bienes importados a Antioquia se vendían a precios entre el 50 y el 100% más

203 Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 63-4.


204 "Relación del Chocó... conforme al reconocimento del Capitán de In don Juan
Jiménez Donoso", noviembre 15, 1780, en Ortega Ricaurte, Documental del Chocó, pp.
227-33.
altos que en las regiones no mineras. La práctica de vender a crédito (fomentada
por la carencia de monedas de plata de pequeñas denominaciones) hacía subir
aún más los precios.205 Al explicar la relativa pobreza de la provincia, Mon y
Velarde anotó que comerciantes de otras regiones acaparaban la mayor parte de
su riqueza. "Los comerciantes que hacen trueque por el oro", dijo,

lo sacan todo de la provincia, donde no se conoce ahora ni la menor industria o


manufactura porque hasta los bienes más toscos son traídos del Reino (de la
Nueva Granada), de manera que todo el oro sale sin haber circulado en lo más
mínimo entre los habitantes y los mineros. Todos son vasallos de los
comerciantes, y éstos a su vez de sus corresponsales en Santa Fe, Cartagena y
Santa Marta.206

Los comerciantes a veces formaban sociedades con los mineros, pero por lo
general evitaban comprometerse directamente en la producción. 207 Su papel en la
minería era más bien el de suministrar esclavos y mercancías, generalmente a
crédito. En ocasiones los mineros hacían sus compras directamente a los
mayoristas de ciudades como Cali, para luego llevar sus provisiones a las minas

««Página 146»».

del Pacífico.208 Sin embargo, el procedimiento más común consistía en que


pequeños comerciantes tomaban sus mercaderías de mayoristas o hacendados
con créditos de hasta un año, para luego venderlas en los distritos mineros a
cambio de polvo de oro. Una vez adquirido el metal, lo utilizaban para
transacciones comerciales adicionales en ciudades como Popayán, Cali, Honda,
Mompós, Cartagena y Santa Fe, donde podían cancelar sus deudas y adquirir
nuevas mercancías.

LA MINERÍA DEL ORO Y LA ECONOMÍA


DE LA NUEVA GRANADA

Como parte de este comercio dependía de bienes importados de ultramar, una


porción de la producción de oro de la Nueva Granada salía del país sin haber
205 "Sucinta relación de lo ejecutado en la visita de Antioquia...", en Robledo, Bosquejo
Biográfico, p. 350; AHA Colonia, Hacienda, tomo 747, manuscrito 11988. "Informe
hecho por el Sr. Don Juan Antonio Mon y Velarde... para el uso de la moneda en esta
Provincia", Antioquia, agosto 23, 1787.
206 AHA Colonia, Hacienda, tomo 747, manuscrito 11988.
207 Este no había sido siempre el caso. En 1761, un funcionario de la tesorería recordó
que en el pasado algunos mineros pudientes se habían unido a los comerciantes de
Cartagena para importar esclavos para la minería, pero observó que los comerciantes
se habían tornado reacios a financiar a los mineros por las pérdidas que habían tenido,
y que ahora se abstenían de entrar en sociedad con ellos. "Informe de los medios útiles
y convenientes a el fomento del Reino, beneficio de los vasallos, y aumento de la Real
Hacienda", AHNC Aduanas (Cartas) tomo 8, folio 436, José de Arce y Zavala, Santa Fe,
octubre 2, 1760.
208 Colmenares, Cali, pp. 113-15.
afectado en nada su economía. Pero las minas de oro no eran simples enclaves
unidos directamente a Europa. De hecho, hasta 1784 a las regiones mineras del
Pacífico les estaba vedado el contacto directo con las rutas marítimas del Atlántico
debido a repetidas prohibiciones de navegar en el río Atrato. Esta medida,
encaminada a evitar las exportaciones ilegales de oro extranjeros en el Caribe, no
eliminó el contrabando, pero sí significó que el Chocó se abastecía dentro de la
economía doméstica en la provincia de Popayán, o en Mompós, Honda y Santa
Fe. Los comerciantes de Cartagena, además, se mostraban satisfechos con este
arreglo. Cuando en 1774 el virrey los consultó sobre la posibilidad de abrir el
Atrato al comercio con el Caribe, se opusieron firmemente a la idea. Aceptaron
que la libre navegación en el Atrato les convendría a los importadores españoles,
pero sostuvieron que el acceso al mar perjudicaría un valioso comercio
interregional y que, al privar a los productores neogranadinos de importantes
mercados agrícolas y de otra clase, echaría a perder la más amplia demanda de
impor-

««Página 147»».

taciones europeas.209 De hecho, cuando se abrió el Atrato en 1784, se empleó


ante todo para importar hierro, acero y otras manufacturas europeas, mientras que
las provincias vecinas del virreinato siguieron abasteciendo los alimentos y otros
artículos.210 De modo que antes de que el oro saliera del país, irrigaba y
estimulaba la economía de las regiones adyacentes, generando un comercio de
productos agrícolas y otros, y ampliando así los mercados de las regiones
agrarias. Este comercio incluía una amplia variedad de productos coloniales: el
azúcar y sus derivados, el tabaco, la sal, el anís, el queso, el trigo, la carne de res
salada y seca, así como el algodón crudo, los lienzos y las telas de lana,
transportados por la red de trochas que iban de Popayán a las tierras bajas del
Pacífico, y de Bogotá y la Cordillera Oriental a Antioquia. 211
Pruebas de los efectos estimulantes del renacimiento minero se encuentran en el
desarrollo del comercio en las ciudades de Popayán y Bogotá, el cual, a juzgar por
los ingresos de los impuestos de venta, mostró una sólida tendencia a la
expansión, sobre todo en la última mitad del siglo. El valor promedio anual de las
alcabalas cobradas en Bogotá fue de menos de 6.000 pesos entre 1700 y 1704;
permaneció igual entre 1720 y 1724, y para 1740-5 sólo hubo un ligero
crecimiento, al llegar a poco más de 8.000 pesos. Luego tuvo lugar una súbita alza
entre 1756 y 1760, a más de 28.600 pesos, seguida por un alto y sostenido
promedio de crecimiento hasta llegar, entre 1805 y 1808, a entradas anuales

209 AGI Consulados 333, Junta de los individuos del Comercio de España, Cartagena,
agosto 6, 1774.
210 En 1774, la corona ordenó a las autoridades coloniales investigar el asunto de la
apertura a la navegación del río Atrato pero, a pesar de la recomendación favorable del
virrey Guirior, no fue abierta hasta 1784. AGI Santa Fe 956, Caballero y Góngora a
Gálvez, mayo 31, 1784; también Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, p. 363; y
Silvestre, Descripción, p. 41.
211 West, Colonial Placer Mining, pp. 112-22.
promedio superiores a los 100.000 pesos. 212 Los ingresos de la alcabala pagada
por bienes vendidos

««Página 148»».

dentro de la jurisdicción de la ciudad de Popayán aumentaron ritmo similar, pero


en menor escala. Entre 1722 y 1726, los ingresos promediaron menos de 900
pesos por año; entre 1741 y 174 promedio anual fue de 2.671 pesos. Después de
que la casa de moneda comenzara sus operaciones en 1753, crecieron
rápidamente el siguientes décadas, llegando a un promedio de cerca de 20.000
pesos entre 1795 y 1804.213 En ambos casos, el veloz aumento de las décadas de
1750 y 1760 es en parte atribuible a una mayor eficiencia a administrativa, al pasar
el cobro de la alcabala de recaudadores a comisión a la administración directa
real.214 Pero también hubo señales de un crecimiento cierto, palpable en los
ingresos de los diezmos cobrados a la producción agrícola. 215
En Popayán, los efectos económicos del desarrollo minero fueron más obvios en
la ciudad, sobre todo después de que empezara a funcionar la casa de moneda a
mediados del siglo. En 1763, el procurador del cabildo local informó que la
presencia de la ceca había significado un gran estímulo tanto para la minería
como el comercio de la provincia, al aumentar el intercambio con las regiones
mineras del Pacífico y al librar a los mineros de su dependencia de los
comerciantes de Bogotá. Anteriormente, estos últimos forzaban a los mineros a
venderles a bajos precios, pudiendo así "engordar como una sanguijuela con la
sangre y sustancia de provincias, que es el oro...". 216 El establecimiento de la casa
de moneda cambió esta relación, según el cabildo, y Popayán prosperó. Los

««Página 149»».

registros de las mercancías que ingresaban a la ciudad muestran que el comercio


con Quito, sobre todo de telas de sus obrajes, aumentó abruptamente a mediados
del siglo.217 Otra señal del vigoroso crecimiento del comercio de Popayán fue el

212 Les estoy muy agradecido a los profesores John TePaske y Alvaro Jara por esta
información extraída de su investigación inédita sobre los ingresos reales registrados
en Bogotá. Posteriores referencias a su investigación figurarán TePaske y Jara, "Cartas
cuentas de la real caja de Santa Fe de Bogotá", manuscrito inédito.
213 Véase Apéndice C, Tabla 8.
214 ACC Colonia CII-20ea 51 38.
215 Para un análisis del producto de los diezmos en Popayán, que incluye sobre
Antioquia, véase Jorge Orlando Melo, "La producción agrícola en Pc en el siglo XVIII,
según las cuentas de diezmos", en Fedesarrollo, Ensayos historia económica
colombiana (Bogotá, 1980).
216 ACC Libro Capitular (1763), tomo 23, folios 38-9.
217 Datos dispersos en informes sobre el comercio de ingreso a Popayán indican este
aumento de las importaciones de los textiles de Quito, descritos como "ropa de Quito",
en la siguiente forma: 1735, 241/2 cargas; 1745, 2501/2; 1765, 2531/2; 1769, 612
(ACC Colonia C II-5a 36 24 y 40 95; ACC Conia II-14a 50 51 y 50 73). A este desarrollo
sin duda influyó en parte la separación del comercio quiteño de los mercados
peruanos, que siguió a la abolición de los galeones y a la apertura de la ruta del Cabo
hecho de que atrajo un número creciente de inmigrantes españoles, algunos de
ellos comerciantes que casaron con la élite criolla propietaria de tierras y de
minas.218 En 1756 había suficientes españoles para justificar la formación de una
compañía de milicia de "forasteros",219 y para 1764 el tamaño de la comunidad
mercantil rivalizaba con el de Bogotá y Cartagena. 220 En 1778, la corona reconoció
el renacimiento de la ciudad como centro comercial al acceder a la demanda de
sus comerciantes de establecer un tribunal mercantil independiente para resolver
los asuntos "del copioso número de comerciantes domiciliados y casados en la
región, además de los muchos mercaderes de Quito, Santa Fe,

««Página 150»».

Honda y Cartagena que tienen aquí sus corresponsales o agentes..." 221 A partir de
entonces, Popayán tuvo una delegación mercantil de igual categoría que las de
Bogotá y Quito.222
El comercio de Antioquia, la mayor parte del cual se hacía a través de Bogotá,
mostraba una tendencia similar a crecer vigorosamente lo que estaba acorde con
la creciente producción de oro de la provincia. Mientras el valor de las
importaciones no llegaba por lo general a los 40.000 patacones antes de 1750,
después de 1760 se dobló, y se duplicó de nuevo en la década de 1770, antes de
llegar a un monto de cerca de un millón entre 1780 y 1810. 223 Y como la mayor
parte del comercio era de bienes producidos en la Nueva Granada, sobre todo de
los textiles crudos fabricados en la región del Socorro, la minería antioqueña
evidentemente contribuyó a la activación de la economía del centro del virreinato

de Hornos en la década de 1740 y que hizo que los productos de la industria de Quito
se enfrentaran a la competencia de importaciones más baratas de telas europeas.
También lo facilitaron las transferencias de impuestos hechas por el gobierno de Quito
a las autoridades de Cartagena, bajo la forma de un situado o subsidio anual para los
gastos militares del puerto. A cargo de los comerciantes que lo llevaban de Quito a la
Nueva Granada, por vía de Popayán, el situado era una útil fuente de capital para
financiar el comercio en el camino.
218 Véase Gustavo Arboleda, Diccionario Biográfico y Genealógico, para datos sobre
algunos comerciantes españoles que se establecieron en la ciudad durante el siglo
XVIII, y que muestran cómo los absorbió la sociedad local por medio de los
matrimonios.
219 ACC Libro Capitular, tomo 20 (1756), folios sin números. Desafortunadamente este
documento sólo nombra los oficiales de esa "Compañía Miliciana de Españoles
Forasteros", todos los cuales eran importantes comerciantes, pero no da el número o
los nombres de los demás miembros.
220 Cuarenta individuos del "comercio de Popayán" dirigieron una petición a la corona,
pidiendo que el cobro de los ingresos de la alcabala y el aguardiente, bajo contrato
colectivo con ellos desde 1761, siguiera su curso normal hasta el término de éste.
Véase ACC Colonia C II-20ea 51 38.
221 ACC Libro Capitular, tomo 28 (1777), fol. 146.
222 AHNC Consulados, tomo 3, fols. 433-5. Real Orden, julio 3, 1778.
223 Twinam, Miners, Merchants and Farmers, Tabla 7, pp. 51-4. Al final su segundo
período como gobernador de Antioquia, en 1785, Francisco Silves calculó que más de
250.000 pesos, o sea medio millón de pesos de plata, salían la provincia cada año,
tanto en forma de polvo como de lingotes: véase Silvest Relación, p. 147.
en la misma forma en que los yacimientos auríferos del Pacífico inyectaron nueva
energía a la economía de la provincia de Popayán. 224
No se debe, sin embargo, exagerar la influencia económica del sector minero,
porque ciertamente no transformó la economía de Nueva Granada. Dentro del
gran territorio que se extendía de los llanos y selvas de las tierras bajas tropicales
y a lo largo del terreno quebrado de las cordilleras andinas, la posibilidad de un
crecimiento económico siguió siendo muy limitada a causa de la dispersión y
pequeña escala de la colonización, las dificultades para el transporte interno y el
carácter aislado y de baja productividad de la minería. Estos factores fueron
constantes durante el siglo XVIII e impidieron

««Página 151»».

la integración económica regional, dejando a la Nueva Granada como una


economía esencialmente subdesarrollada. El resurgimiento de la minería, no
obstante, contribuyó en algo al cambio de las condiciones que habían colocado a
la región al margen del imperio español a fines del siglo XVII y durante el XVIII.
Pues al estimular los circuitos del comercio interno, suministrar los medios para
comprar más importaciones europeas y dar al gobierno la oportunidad de elevar y
gastar más ingresos, la minería del oro sería la base de una revitalización del
gobierno español en la Nueva Granada, así como de su comercio con la
península.

««Página 153»».

Parte II
La economía del colonialismo borbón: la Nueva Granada y la economía atlántica

««Página 154»».
Página en blanco

««Página 155»».

4
LA NUEVA GRANADAY EL SISTEMA MERCANTIL ESPAÑOL,
1700-1778

Hasta este punto hemos examinado las estructuras de la colonización, la sociedad


y la economía de la Nueva Granada en el siglo XVIII, y hemos visto en alguna
medida los nexos económicos que unían la colonia a España. Sin embargo, al
concentrarse en el carácter de las estructuras sociales y económicas del Nuevo
Reino, los capítulos anteriores tendieron a recalcar los elementos de continuidad y

224 Sobre la composición del comercio antioqueño, véase Twinam, Mine Merchants and
Farmers, pp. 60-9.
de evolución internas sin prestar mayor atención a los factores externos que
afectaron su desarrollo. No obstante, el siglo XVIII presenció por supuesto
importantes cambios en las relaciones entre España y sus colonias, a medida que
los Borbones que ocuparon el trono de los Habsburgos trataron de contrarrestar el
proceso de decadencia al parecer inexorable que había afectado a España
durante el siglo XVII. La nueva dinastía no sólo estableció una autoridad
centralizada y absolutista dentro de la metrópoli sino que, mediante reformas
políticas, militares y económicas, intentó realizar lo que se ha llamado la "segunda
conquista de América".225
No fue éste un proceso que empezó de inmediato o que se llevó a cabo sin
tropiezos. El tono de las primeras reformas fue vacilante y su aplicación
accidentada, y la gran época de cambio sólo llegó

««Página 156»».

con el reinado de Carlos III. Sin embargo, a principios del siglo la Nueva Granada
sintió las repercusiones de los cambios en el centro de la metrópoli cuando su
comercio y su administración se vieron afectados por los primeros esfuerzos de
Madrid tendientes a recuperar el control de los recursos de su imperio.
Posteriormente, otras fases de la reforma colonial tuvieron impacto en la región,
alterando aún más sus sistemas comerciales y administrativos. Con el fin de
determinar el efecto de estas reformas, examinaremos ahora los cambios en la
política mercantil española y mostraremos las razones de su origen, así como la
forma en que fueron aplicadas y en que afectaron el comercio y la economía del
Nuevo Reino. Nuestro punto de partida es el comienzo del siglo, la época de la
transición del gobierno de los Habsburgos al de los Borbones, cuando la crisis del
imperio coincidió con el virtual colapso del sistema comercial atlántico que
vinculaba las economías coloniales a la madre patria.

LA NUEVA GRANADA Y EL SISTEMA


COMERCIAL ESPAÑOL

Durante todo el período colonial, el comercio del Nuevo Reino fue un monopolio
formal de España, reglamentado por el código legislativo mercantilista que
amparaba todo intercambio con las Américas. Desde el siglo XVI, la metrópoli
restringió el comercio de sus colonias a un sistema regido por el Estado, con el fin
de enriquecer a la monarquía y a los grupos privilegiados dentro de ella. Durante
la mayor parte de la Colonia, este sistema tuvo tres aspectos esenciales. En
primer lugar, todo el comercio se canalizó a través de un único puerto de ingreso,
Sevilla hasta 1717 y luego Cádiz. En segundo lugar, todo el intercambio fue
organizado por el gremio mc cantil de los Cargadores a Indias que, junto con la
Casa de Contratación, respondía por el comercio trasatlántico, hacía que
cumplieran los reglamentos comerciales y se encargaba del cobro de los derechos
respectivos. Todo el tráfico transoceánico se limitaba

225 John Lynch, The Spanish American Revolutions, 1808-1826 (Sgda. Ed., Londres,
1986), p. 7.
««Página 157»».

a los comerciantes españoles autorizados; los extranjeros, con escasas


excepciones, estaban legalmente excluidos del comercio directo indiano, aunque
participaban en él a través de intermediarios hispanos. En tercer lugar, el comercio
colonial se llevaba a cabo en convoyes armados, uno de los cuales, llamado "la
flota", abastecía al virreinato de la Nueva España desde Veracruz, mientras que el
otro, conocido como "los galeones de Tierra Firme", hacía otro tanto para la
América del Sur española a través de Cartagena de Indias y de Portobelo.
La Nueva Granada estaba directamente integrada a este sistema comercial
gracias a sus minas de oro y a la magnífica bahía natural de Cartagena, puerto
que se había convertido en un centro principal del comercio español a fines del
siglo XVI y principios del XVII. Por Cartagena ingresaban diversos artículos
europeos, incluyendo materias primas esenciales como el hierro y el acero, una
amplia gama de textiles y muchos productos agrícolas como el vino, el aceite de
oliva y las especias. A cambio, el Nuevo Reino proporcionaba oro acuñado "en
joyas, en láminas o (ilegalmente) en polvo; también exportaba, en parte a España
y en parte a otras colonias, como Cuba o México, pequeñas cantidades de
productos exóticos tropicales, tales como el cacao. Desde hace tiempo creen los
historiadores que este comercio tuvo una aguda reducción a fines del siglo XVII,
porque las flotas de Tierra Firme navegaron con menos frecuencia a la América
del Sur y porque según los registros oficiales de sus cargamentos de oro, fue
menor el comercio que transportaban. Sin embargo, como anotamos en el primer
capítulo, los informes extranjeros no oficiales sobre los metales preciosos que
llegaban a Europa desde las Américas indican que el comercio de fines del siglo
XVII era bastante boyante, puesto que movilizó mayores caudales que en
cualquier época anterior.
Se ignora cuál fue la contribución de la Nueva Granada a este aparente
renacimiento, porque los registros de los metales preciosos que llegaban a Europa
desde Tierra Firme no distinguen entre los

««Página 158»».

procedentes del Perú y aquellos provenientes del Nuevo Reino. Parece probable,
sin embargo, que el comercio de éste aumentara durante las últimas décadas del
período de los Habsburgos, porque se descubrieron y explotaron nuevas minas de
oro, sobre todo en la costa del Pacífico. Pero aunque se incrementara la
capacidad del territorio para recibir importaciones de Europa, éstas fueron de
escaso beneficio para España o para su gobierno. Los cargamentos más valiosos
llevados a las Indias consistían en reexportaciones foráneas, y la mayor parte de
los caudales por los que eran intercambiados iba por lo tanto a manos de
extranjeros, lo que dejaba muy poco para los productores españoles o para el
Estado, constantemente defraudado.226 Sucedió así que cuando murió Carlos II,

226 Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, pp. 268-9; véase también
Lynch, Bourbon Spain, p. 21.
las colonias americanas no dependían económicamente de la metrópoli: los
comerciantes y productores extranjeros se llevaban la mejor parte de sus
mercados y caudales.
La debilidad fundamental de las relaciones económicas coloniales quedó
ampliamente revelada cuando accedió al trono el borbón Felipe V. Durante la
Guerra de Sucesión española, el sistema de flotas trasatlánticas cesó virtualmente
y la creciente separación entre las economías coloniales y la metropolitana se
convirtió en un hecho. Sin flotas para transportar su comercio con las Américas,
los extranjeros que habían dominado la Carrera de Indias forjaron entonces
contactos directos con las colonias españolas. Las intrusiones en los mercados
coloniales españoles eran tanto de aliados como de enemigos. Por un lado, los
mercaderes franceses aprovecharon la alianza de Luis XIV con la España
borbónica para organizar un tráfico con las Américas directamente desde los
puertos franceses; incursionaron particularmente en los ricos mercados del
virreinato del Perú. Por otro lado, los comerciantes ingleses y holandeses
montaron un productivo comercio de contrabando desde sus bases mercantiles en
el Caribe, desde donde establecieron rutas

««Página 159»».

de comercio ilegal con México a través de Veracruz, con el Perú por el istmo de
Panamá y con la Nueva Granada a través de Cartagena y Santa Marta. 227
Tal fue la escala de la penetración económica extranjera y tan serias las pérdidas
tanto para los comerciantes españoles como para el Estado borbónico, que los
ministros de Felipe V pensaron en cambiar todo el sistema del comercio colonial.
En 1705, por ejemplo, la Junta de Comercio discutió dos propuestas para
reorganizarlo. Una de ellas recomendaba la creación de una compañía
monopolista con un capital de cerca de veinte millones de pesos, para que pudiera
competir con las grandes compañías que las demás naciones europeas
empleaban para su comercio con las colonias. 228 La otra propuesta contemplaba la
total abolición de los convoyes, para ser reemplazados por "el libre tráfico de
navíos individuales desde los puertos de España hasta los de las Indias". 229 Sin
embargo, no se emprendió ninguna de ellas y el tráfico trasatlántico español
continuó en un estado de severa desorganización hasta el término de la guerra.
Para la Nueva Granada, como para el Perú, esto significaba que el comercio con
los extranjeros tomaba en gran parte el lugar del que hacían con los españoles, y
como veremos ahora, los primeros gobiernos borbónicos encontraron muchos
obstáculos para reconstruir el control español del comercio con la América del Sur.

««Página 160»».
227 Sobre la influencia extranjera, sobre todo la francesa, en el comercio
hispanoamericano durante la Guerra de Sucesión, véase Geoffrey J. Walker, Spanish
Politics and Imperial Trade, 1700-1789 (Londres, 1979), pp. 19-63.
228 AGI Indiferente General 2046A, "Papel segundo en que se propone la forma de
establecer la navegación de las Indias", Manuel García de Bustamante, agosto 15,
1705.
229 Ibid., Parecer de D. Ambrosio Daubenton, septiembre 10, 1705.
EL COMERCIO DURANTE Y DESPUÉS
DE LA GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA, 1700-1720

El cálculo preciso del comercio neogranadino a principios del siglo XVIII es


imposible, porque los registros oficiales por lo general distinguían entre las
exportaciones del Perú y las del Nuevo Reino. De una cosa, sin embargo,
podemos estar seguros. Tanto durante Guerra de Sucesión como después, el
comercio de España con colonia fue casi completamente anulado por los
traficantes ilegales extranjeros. En el curso de la guerra, los comerciantes
españoles se quejaron constantemente de la competencia de los contrabandistas
foráneos en Cartagena y a todo lo largo de la costa caribe y exigieron medidas
para detener las pérdidas que aquella implicaba para su comercio. En 1702, por
ejemplo, los comerciantes hispanos informaron que los franceses estaban
haciendo grandes importaciones ilegales tanto de Cartagena como de Santa
Marta, con la ayuda de funcionarios complacientes. Se quejaron ante todo de las
actividades de algunos comerciantes franceses que, después de arribar con el
escuadrón del almirante Ducasse, se dieron evidentemente a la tarea de
establecer un comercio directo entre Francia y Cartagena. Para combatir esta
amenaza, los españoles le solicitaron a la corona nombrara nuevos oficiales en el
puerto, sin injerencia del gobernador de Cartagena o de la audiencia de la Nueva
Granada.230 No se to ninguna acción, sin embargo, y para 1704 había surgido una
amenaza de otra fuente, bajo la forma de un gran comercio de contrabando en
Santa Marta, donde el gobernador se confabuló con comerciantes ingleses y
holandeses.231 Junto con el matute a través de Portobelo, valor del comercio ilegal
era enorme. En 1705 se dijo que "en un año con otro... se llevan a Inglaterra seis
millones de pesos, la mitad

««Página 161»».

en oro y plata y la otra en bienes", todo transportado a Jamaica por


contrabandistas desde los puertos de Cartagena y Portobelo. 232
La renovación de los convoyes españoles no alivió el problema. Cuando los
primeros galeones llegados de España desde 1695 ingresaron a la bahía de
Cartagena, al mando del conde de Casa Alegre, trajeron consigo un mínimo
sosiego ante la intromisión extranjera. Durante los seis meses que siguieron a su
arribo, treinta barcos de contrabando entraron en el puerto, todos con mercancías
que después fueron transportadas al interior de la Nueva Granada y de allí a las
provincias del Perú.233 Enfrentados a tal competencia y detenidos por la demora de
los comerciantes peruanos en llegar a Portobelo, los galeones se vieron obligados
230 AGI Consulados 314, Cristóbal de Mármol al Consulado de Sevilla, noviembre 21,
1702.
231 AGI Consulados 314, Joseph Bermúdez Becerra al Consulado de Sevilla febrero 5,
1704; Consulado de Sevilla a Bermúdez Becerra, octubre 3, 1704.
232 AGI Indiferente General 2046A, Parecer de D. Antonio Daubenton, septiembre 10,
1705.
233 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, p. 38.
a esperar casi dos años en Cartagena, donde hicieron ventas por cerca de cuatro
millones de pesos.234 La flota zarpó entonces hacia Portobelo en enero de 1708,
para encontrar allí a los mercaderes peruanos que habían partido de Lima con
carga por valor de más de siete millones de pesos. 235 Aunque el comercio había
sido menor del que esperaban los comerciantes españoles, la mayor desgracia
acaeció después, cuando en junio de 1708, al regresar de Portobelo a Cartagena
para preparar la travesía a España, los galeones fueron atacados cerca a este
último puerto por el almirante Wagner, con tremendas pérdidas. Sólo dos barcos
sobrevivieron y pudieron refugiarse en Cartagena, donde sus cargamentos fueron
descargados a la espera de una escolta para cruzar el Atlántico. Finalmente, el
almirante francés Ducasse, poco antes de que terminara la guerra, regresó a
España en 1712 con ocho o nueve millones del caudal que se había salvado del
desastre de la flota de Casa Alegre.236

««Página 162»».

Así que los primeros galeones en llegar a Cartagena después de más de una
década fracasaron por completo en revivir el comercio español con el Nuevo
Reino, y después de este fiasco prácticamente se cortaron los lazos comerciales
entre la colonia y la metrópoli, permitiendo que una vez más cayeran en manos
extranjeras lo recursos de aquella, hasta el término de la guerra. Un español
residente en Cartagena dio en 1712 una idea de la escala del contrabando calculó
que probablemente llegaba a los dos millones de peso anuales, pagados con oro
neogranadino.237 Parece, por lo tanto, que durante todo el curso de la guerra la
mayor parte del comercio de la colonia recayó en los extranjeros; sólo poco más
de cuatro millones de pesos reunidos en la feria de Cartagena de 1706 llegaron a
España procedentes de la Nueva Granada. En términos económicos, la colonia se
había separado casi completamente de España, al no confiar en la metrópoli para
la mayor parte de sus importaciones, y al no proporcionarle sino una fracción
relativamente pequeña de su producción aurífera.
La libertad comercial informal de la Nueva Granada continuo después de la
guerra, cuando la intromisión inglesa en la América española adquirió
proporciones aún mayores. En el tratado de Utrech. (1713), a Inglaterra le fueron
concedidos el asiento de negros (el contrato oficial monopolista para
proporcionarle los esclavos a Hispanoamérica) y el extraordinario privilegio de
enviar un "barco anual" a los puertos americanos para comerciar junto con las flota
trasatlánticas españolas. Obtenida de España como precio por la paz esta
concesión ponía en peligro tanto la integridad del monopolio colonial español
como los ingresos de la corona por concepto de comercio, pues les dio entrada
legal a los ingleses en el comercio americano, además de abrigo para el
234 El cálculo de la contribución de Cartagena procede de AHN, Códices, Libro 755b,
Consultas y pareceres del Consejo de Indias, tomo IV, fol. 34, "Informe de Bartolomé
Tienda de Cuervo", 1734.
235 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 44, 272, nota 84.
236 Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, p. 312.
237 AGI Consulados 315, Leonardo Bossèmarte al Consulado de Sevilla, octubre 6,
1712.
contrabando. Y, peor aún, lo términos del tratado de Utrecht limitaron las opciones
españolas para

««Página 163»».

reformar su sistema de comercio colonial. El barco anual inglés estaba vinculado


al movimiento de los convoyes, de manera que para cumplir con las obligaciones
del tratado, España se vio forzada a conservar el anticuado e ineficiente método
comercial que desde hacía mucho tiempo había demostrado su incapacidad para
contrarrestar la competencia extranjera. En lugar de reemplazar el sistema de las
flotas, los ministros borbónicos sólo pudieron intentar revivirlo. 238
Su fracaso en lograrlo se reflejó en el débil comportamiento del comercio en los
años que siguieron a la guerra. Entre 1713 y 1721, sólo un pequeño convoy de
cuatro barcos zarpó hacia Cartagena y Portobelo, y después de encontrar
considerables obstáculos para disponer de su cargamento, se perdió en el mar
durante el viaje de vuelta en 1715. 239 No se sabe el valor de los metales preciosos
transportados por esta flota, pero es improbable que superara unos pocos millones
de pesos, procedentes tanto de la Nueva Granada como del Perú. En 1718 y
1719, algunos barcos que zarparon de Cartagena llevaron 750.000 pesos
adicionales, pero incluso esto dejó las exportaciones totales del Nuevo Reino a
España en un nivel apenas algo superior al alcanzado durante los muy turbulentos
años de la Guerra de Sucesión. Es claro entonces que mucho quedaba por hacer
para que España volviera a canalizar los recursos de la colonia dentro de los
parámetros legales de la Carrera de Indias.240
Los problemas que tuvo España para controlar el comercio de la Nueva Granada
no se limitaban, por supuesto, a esta región; eran parte de una crisis más grave
que afectaba todo su comercio con América del Sur. Los traficantes extranjeros no
sólo actuaban en Cartagena y en Santa Marta, sino también en Portobelo, donde
comerciaban con plata y otros productos del Perú. De hecho fue la

««Página 164»».

desviación hacia los extranjeros del comercio peruano y no del neogranadino lo


que bloqueó la renovación de los galeones de Tierra Firme. Mientras el
contrabando los abastecía en forma adecuada, los comerciantes peruanos no se
mostraban dispuestos a organizar convoyes para enviar su plata a Panamá o a
Portobelo y, como el Perú era el principal mercado de los galeones, su renuencia a
comerciar con España hacía en extremo difícil que se reiniciara el sistema. El
comercio español quedó atrapado, por lo tanto, en un círculo vicio de declinación.
Mientras los contrabandistas extranjeros seguían ocupando los mercados con
bienes ilegales, no era fácil restaurar los itinerarios regulares de los galeones; y al
no arribar éstos, florecía el comercio de aquellos. Para salir de este atolladero y

238 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 93-4.


239 Ibid., 59-63.
240 Sobre el comercio de Tierra Firme como un todo en el período 1713-20, véase ibid.,
pp. 67-92.
enfrentar al desafío económico inglés, el gobierno borbónico trató de revitalizar las
flotas trasatlánticas mediante una firme intervención incorporada en el Proyecto
para Galeones y Flotas, que introdujo 1720.
La finalidad del Proyecto era la de restablecer el sistema de flotas, de manera que
España pudiera recuperar su comercio colonial, reconstruir su marina mercante y
aumentar los ingresos de la corona por los derechos del comercio. Para los
galeones de Tierra Firme esto significaba expediciones anuales desde Cádiz en
septiembre con un plazo máximo de cincuenta días para que los comerciantes
completaran sus transacciones en Cartagena y Portobelo, y de quince días
adicionales en La Habana en el viaje de vuelta. 241 Como el Proyecto no modificaba
la estructura tradicional de la Carrera de Indias, su éxito dependía en gran parte
de la imposición de medidas contra el contrabando en América para garantizar que
los traficantes extranjeros no coparan los mercados antes del arribo de las flotas.
Tal cosa parecía factible debido al reciente establecimiento del virreinato de la
Nueva Granada en 1719, puesto que existía entonces

««Página 165»».

una autoridad más fuerte capaz de contener el contrabando y la corrupción que


arruinaban el comercio español. En la práctica, no obstante, ni la reorganización
comercial ni la vigilancia administrativa fueron suficientes para restaurar el
monopolio colonial. El reglamento del Proyecto —que los galeones debían zarpar
en plazos regulares y predecibles— era constantemente quebrantado, y el nuevo
virrey resultó ser un deficiente guardián contra la intromisión de los traficantes
extranjeros.

LA REFORMA DEL SISTEMA DE FLOTAS Y EL COMERCIO


DE LA NUEVA GRANADA, 1720-1739

Cuando por primera vez se pusieron a prueba los nuevos reglamentos del
Proyecto, los galeones fracasaron en cumplirlos o en satisfacer las esperanzas de
sus proponentes. Los primeros galeones en zarpar bajo las nuevas reglas salieron
de España meses después de lo previsto, y pasaron dos años en aguas del Caribe
despachando su tarea.242 El mismo problema que se suponía debían resolver los
galeones fue el causante de la demora: el contrabando extranjero en las costas de
la Nueva Granada. Desde la Guerra de Sucesión, los contrabandistas se habían
concentrado cada vez más en el Caribe, dejando a un lado el Pacífico, y el
comercio ilegal en las costas del Nuevo Reino había adquirido las dimensiones de
un tráfico permanente, con rutas bien establecidas, complicidad oficial y mercados
estables. La costa caribe neogranadina, sobre todo en los puertos de Cartagena,
Santa Marta y Río Hacha, se convirtió en un área de intensa actividad
contrabandista, asociada tanto con las acciones de la English South Sea Company
241 Para la descripción y análisis del Proyecto, véase Antonio García-Baque Cádiz y el
Atlántico, vol. I, pp. 152-8, 197-208, y Walker, Spanish Politics Imperial Trade, pp. 107-
11.
242 Sobre los galeones de 1721 bajo el mando del general Baltasar de Guevara, véase
Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 137-49.
como con los numerosos pequeños traficantes extranjeros que deambulaban
libremente entre las islas

««Página 166»».

españolas y a lo largo de las costas del continent. 243 Antes de que los galeones
llegaran, en 1721, los extranjeros ya actuaban en Cartagena y a lo largo de la
costa, e incluso habían establecido una base en Barranquilla, desde donde podían
enviar sus mercaderías directamente al interior.244 De allí habían avanzado tierra
adentro, y para 1721 Mompós se había convertido en una importante plaza de
contrabando, donde los extranjeros comerciaban con tanta libertad como en la
misma cósta.245 Y a la profunda penetración extranjera en el comercio de la Nueva
Granada se sumaba el abundante contrabando a través de Portobelo, que
malograba el comercio español con el Perú. Cuando los galeonistas zarparon para
encontrarse con los comerciantes peruanos después de pasar cinco meses en
Cartagena, encontraron que muchos extranjeros habían llegado antes que ello
incluyendo no sólo el barco anual inglés, sino también catorce navío ingleses y
holandeses que esperaban vender sus cargamentos a cambio de plata peruana. 246
Grandes cantidades de plata fueron a dar manos de los traficantes y cuando el
convoy regresó a Cartagena en agosto de 1722, contenía muchas mercancías sin
vender, que depositaron en la ciudad. 247 A la larga, después de dos años en las
Indias, los galeones de Guevara volvieron a España con cargamento avaluados en
12.3 millones de pesos, una cantidad no muy apreciable si se tienen en cuenta los
muchos años que habían transcurrido dese la flota anterior.248

««Página 167»».

Fue ésta una gran desilusión para los comerciantes andaluces que habían
organizado la flota y para el gobierno español, y el fracaso de los galeones originó
amargas recriminaciones. Estas cayeron ante todo sobre el recién posesionado
virrey de la Nueva Granada, cuya presencia en Cartagena al parecer no había
tenido el menor efecto en el control del comercio ilegal, a pesar del hecho de que
uno de sus principales deberes era librar del contrabando el puerto y la costa
antes del arribo del convoy. En la práctica, el virrey Villalonga fracasó por completo
en cumplir con esta responsabilidad. Aunque fue a Cartagena con órdenes para
combatir el fraude y el contrabando, éste no disminuyó durante su residencia en el

243 Sobre el contrabando durante el período del barco anual inglés, véase G. H. Nelson,
"Contraband Trade under the Asiento", American Historical Review, vol. 51 (1945) pp.
55-67.
244 AGI Santa Fe 374, Joseph de Aguila a la corona, Cartagena, marzo 29, 1721.
245 AGI Santa Fe 374, Francisco Baloco Leygrave a la corona, mayo 30, 1721; agosto
25, 1721.
246 AGI Santa Fe 374, Joseph García de Luna a la corona, septiembre 22, 1722.
247 Sobre los galeones de Guevara, véase Walker, Spanish Politics and Imperial, Trade,
p. 149.
248 Valor del caudal en Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, Tabla 54,
pp. 362-6.
puerto. Se dijo, por cierto, que en lugar de combatirlo había sacado provecho de
él. Cuando Patiño, el ministro responsable del comercio colonial, ordenó una
investigación secreta del contrabando que había frustrado la misión de la flota de
1721, se confirmó que el virrey, junto con otros importantes funcionarios de
Cartagena, entre ellos el gobernador y su esposa, estaba implicado en romper las
mismas reglas que se suponía debía haber hecho cumplir] Era tal la dimensión de
la corrupción oficial en el puerto, según Patiño, que "no se ha impedido que ningún
barco, fuese inglés, holandés o francés, arribe en el puerto o en la costa, y
disponga de todo su cargamento..." 249 Se descubrió, por cierto, que poco después
de la llegada de los galeones, dos barcos franceses habían vendido cargas por
valor de un cuarto de millón de pesos en Cartagena y en la costa de Tolú. Estos
hallazgos, junto con las quejas de los comerciantes españoles de la Carrera de
Indias, llevaron a la introducción de nuevas medidas contra el contrabando y, lo
que fue más importante, contribuyeron a la supresión del primer virreinato de la
Nueva Granada en 1723. Sin embargo, aunque la corona pronto abandonó el
experimento del virreinato, persistió en la reforma comercial del Proyecto y trató
tercamente de que funcionara. Fue así como poco después del regreso a España
de los galeones

««Página 168»».

de Guevara, los siguió casi de inmediato un nuevo convoy, bajo el mando del
general Grillo.
La flota al mando de Grillo contó con algo más de suerte que su predecesora.
Después de llegar a Cartagena en febrero de 1724, los galeones tuvieron que
competir con el barco anual inglés y por lo tanto pasaron más de dos años allí
antes de proseguir a mediados de 1726 a Portobelo, donde de nuevo el
contrabando era dueño y señor. Al llegar a Portobelo, los galeonistas encontraron
que el escuadrón inglés de allí había neutralizado las medidas españolas contra el
contrabando y, confinados por barcos de guerra ingleses, tuvieron otra demora de
dos años.250 Sin embargo, a pesar de todas sus dificultades, al regresar
posteriormente a España lo hicieron con un caudal de cerca de 20.3 millones de
pesos.251 Por lo tanto, el período de ocho años entre 1723 y 1730 presenció un
aumento en las exportaciones de Tierra Firme a España. En conjunto, los
galeones de Guevara y de Grillo habían regresado con cerca de 32.6 millones de
pesos de Portobelo y Cartagena, suma considerablemente mayor que la reunida
por los dos convoyes que habían hecho la travesía durante la Guerra de Sucesión
e inmediatamente después.
La incipiente recuperación del comercio español con Tierra Firme se mantuvo
durante la siguiente década. En 1730 otra flota, al mando de López Pintado, zarpó
hacia allí. Los galeones esperaron seis meses en Cartagena antes de seguir a
Portobelo para encontrarse con la flotilla peruana, y lograron regresar a España
después de solo un año en aguas americanas. Las transacciones en Cartagena

249 AGI Santa Fe 374, Joseph de Patiño a Andrés de Pez, Cádiz, abril 14, 1722.
250 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 151-5.
251 Morineau, Incroyable gazettes et fabuleux métaux, Table 54, pp. 362-6
fueron al parecer un gran éxito, gracias a eficaces medidas contra el contrabando
tomadas por el gobernador de Quito y por el comandante de los galeones. En
enero de 1729, Dionisio Alcedo y Herrera, el presidente de la audiencia de Quito,
había prohibido el comercio terrestre con Cartagena durante un año antes y uno
después del arribo de la flota, para garantizar que el comercio legal no sirviera de
pantalla para el contrabando, como

««Página 169»».

había sucedido en el pasado.252 Además, al llegar López Pintado con su flota logró
frustrar los planes de los funcionarios locales que planeaban vender bienes
extranjeros capturados antes de la feria y desmantelar un círculo de
contrabandistas que operaba en complicidad con la guardia costera. 253 Como
resultado de esto, las ventas de los galeones en Cartagena fueron extraordinarias;
Alcedo y Herrera informó después que había tenido un movimiento total de cerca
de siete millones de pesos.254 La decepción en Portobelo, sin embargo, equilibró el
éxito en Cartagena. Cuando los galeones encontraron allí a los comerciantes
peruanos, la presencia del barco anual inglés saboteó a los españoles. No sólo
llevaron éstos menos plata de la esperada, sino que gastaron nueve millones de
pesos en mercancías suministradas por los ingleses. De modo que el vuelco
relativamente rápido hacia un mejor funcionamiento de los galeones de 1730
disimuló un serio fracaso en el propósito del convoy. La flota regresó pronto a
España, pero tuvo que dejar en Portobelo gran parte de su cargamento no
vendido.255 Una vez más, la preferencia de los súbditos coloniales por tratar
directamente con los extranjeros había socavado el funcionamiento del sistema
monopólico español, y el producto del caudal de la flota fue decepcionantemente
bajo: entre once y trece millones de pesos. A esto siguió, sin embargo, un envío de
lingotes de oro de entre 3.3 y 4.1 millones en 1737, al despachar lentamente sus
cargamentos los galeonistas que habían permanecido en las Indias. 256
Tras esta experiencia, la corona aceptó por fin que la renovación de un eficiente
sistema de convoyes anuales para el comercio con

««Página 170»».

el Perú y la Nueva Granada era una imposibilidad práctica. Desde la inauguración


del Proyecto para Galeones y Flotas en 1720, su reglamento básico —que las
travesías de los galeones debían ser regulares y predecibles— había sido
invariablemente incumplido, y los pocos convoyes que lograron llegar a Cartagena
252 Consulados 316, Dionisio de Alcedo y Herrera al Consulado, Quito, junio 30, 1730;
AGI Consulados 317, Manuel López de Pintado a Dionisio Alcedo y Herrera, Cartagena
de Indias, junio 28, 1731.
253 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, p. 179.
254 AGI Consulados 317, Dionisio de Alcedo y Herrera al Consulado de Cádiz, Quito,
noviembre 20, 1733.
255 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 177-88.
256 Estos datos y los siguientes sobre el comercio de Tierra Firme proceden de
Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, Tabla 54, pp. 362-6.
y Portobelo habían hecho muy poco por combatir el contrabando. Enfrentada a
este hecho, la corona suspendió los galeones de Tierra Firme en enero de 1735, y
permitió que barcos individuales registrados surtieran los mercados cuando fuera
necesario. También reconoció Madrid que, para ser eficaz, el sistema de las flotas
tenía que armonizarse con el nivel de demanda de los mercados coloniales. Se
estableció, por lo tanto, un sistema de avisos o barcos correo diseñado para
obtener información sobre los mercados y la partida de los galeones, con el fin de
que los comerciantes españoles no encontraran los precios demasiado bajos y las
ventas demasiado lentas al llegar a las Américas. 257 De manera que, durante
algunos años, barcos individuales con licencia de la corona llevaron a cabo el
comercio y, entre 1735 y 1740, estas embarcaciones condujeron a España desde
Cartagena y Portobelo cerca de 15.6 millones de pesos.
En 1737 se hizo un débil intento de revivir los convoyes de tierra Firme, al permitir
la corona la organización de una pequeña flota de barcos mercantes, escoltada
por navíos de la guardia costera bajo el mando del general Blas de Lezo, para que
zarpara hacia Cartagena y Portobelo. Dada la larga interrupción desde el anterior
convoy, los comerciantes españoles esperaban que los mercados coloniales
estuvieran listos para una renovación del comercio. Era ésta una idea demasiado
optimista. El éxito en Cartagena de la flota en 1731, combinado con la posterior
continuación del contrabando, había dejado perfectamente provistos los mercados
de la Nueva Granada.258

««Página 171»».

De modo que cuando en 1737 arribó a Cartagena el convoy de Blas de Lezo, sólo
llegaron al puerto un millón de pesos, en lugar de los cuatro millones esperados. 259
Esta flota saturó aún más los mercados y pasarían muchos años antes de que se
vendieran sus cargamentos. Algunos comerciantes que viajaron con el convoy
estaban todavía en Cartagena doce años después, aun tratando de vender sus
mercancías. Y la proyectada feria en Portobelo nunca tuvo lugar. 260 Después de
dos años de negociaciones y de presiones oficiales, la "Armada del Sur"
finalmente llegó a Panamá en julio de 1739 para comerciar con el convoy español
en Portobelo. Pero antes de que la feria se pudiera llevar a cabo, Portobelo fue
capturada y saqueada por el almirante Vernon en diciembre de 1739, marcando
así el final de su larga historia como uno de los principales centros comerciales del

257 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 195-200.


258 Un comerciante de Cartagena advirtió que el contrabando era el mayor que había
visto en treinta y-dos años de experiencia; había alcanzado tales dimensiones que
había provocado una gran baja en los precie,; de los textiles importados y privaba a las
provincias de la Nueva Granada, Popayán y Quito de todos los fondos disponibles para
el comercio legal; AGI Consulados 318, Gervasio de Herrera al Consulado, Cartagena,
octubre 20, 1736.
259 AGI Santa Fe 1162, Blas de Lezo al Marqués de Torrenueva, Cartagena de Indias,
marzo 28, 1737.
260 AGI Consulados 324, Diputados del Comercio al Consulado, Cartagena, febrero 8,
1749.
Atlántico español.261 Los galeones de Tierra Firme nunca navegaron de nuevo. Su
suspensión continuó durante la guerra anglo-española de 1739 a 1748 y no fueron
revividos después, a pesar de las peticiones del consulado de Cádiz.
Al reflexionar sobre el período entre 1720 y 1739, es claro que el Proyecto para
Galeones y Flotas, en cuanto método para revivir el comercio colonial español, no
colmó las expectativas, sobre todo las del comercio con América del Sur. En lugar
de convertirse en una alternativa para el comercio ilegal extranjero, las ferias de
Portobelo y de Cartagena sirvieron simplemente de canales adicionales para los
contrabandistas, sobre todo para la South Sea Company

««Página 172»».

inglesa.262 La magnitud de las pérdidas de España a causa de los contrabandistas


extranjeros se puede juzgar al comparar el valor del producto de las tesorerías
procedentes de América del Sur durante los períodos de 1679 a 1698 y de 1721 a
1740; en el primero fluctuó entre 146.3 y 160.3 millones de pesos, en el segundo
estuvo entre 84 y 96 millones de pesos. Esta declinación se debió en parte a la
contracción del comercio desde Cartagena y Portobelo. Entre 1679 y 1698, las
flotas de Tierra Firme transportaron entre 133.6 y 143.6 millones de pesos; entre
1721 y 1740, los caudales descendieron a entre 64 y 67.1 millones de pesos. De
manera que el producto de las tesorerías de Tierra Firme sumó un promedio anual
de 6.7 y 7.1 millones de pesos a finales del siglo XVII, y entre 1721 y 1740 el
promedio descendió a entre 3.2 y 3.3 millones de pesos por año. 263
El Proyecto no puede ser descartado como un completo fracaso, sin embargo,
pues le permitió a España recuperar algo del comercio que había perdido a causa
de los traficantes extranjeros durante los veinte primeros años del gobierno de los
Borbones. Incluso en la ruta de Tierra Firme, en la que los contrabandistas eran
particularmente activos, hubo algún crecimiento en el comercio legal entre 1721 y
1740, al cual contribuyó la Nueva Granada. Entre 1700 y 1719, los caudales
exportados a España desde Cartagena probablemente no superaron los 7
millones de pesos (para un promedio anual de menos de medio millón). Después
de la reforma del sistema de galeones en 1720, por otro lado, la dimensión del
comercio español con la Nueva Granada aumentó considerablemente, a pesar de
las dificultades en la regularización de las flotas. Cuando los galeones de Guevara
regresaron a España en 1723, llevaron 12.3 millones de pesos, de los cuales el
Nuevo Reino suministró cerca de seis. Entre

««Página 173»».

1729 y 1730 se transportaron a España cerca de 20.3 millones de pesos


procedentes de las ventas de los galeones de Grillo de 1723, de los cuales por lo
261 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 203-9.
262 Dice Lynch de la compañía que entre 1715 y 1732, "probablemente controlaba por
lo menos el 25% de todas las exportaciones británicas a España y América, a salvo del
monopolio formal español": Lynch, Bourbon. Spain, p. 151
263 Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, Tablas 39 y 54, pp. 232-6 y
362-6, 369.
menos 11.4 millones procedían de Lima. La contribución de la Nueva Granada
puede por lo tanto haber alcanzado los ocho millones de pesos. 264 La flota de
López Pintado, de 1730 a 1731, también comerció con éxito en Cartagena. Se
informó que de la Nueva Granada llegaron siete millones de pesos para el
comercio en el puerto, haciendo una gran contribución a los entre once y trece
millones que los galeones finalmente transportaron a España. Parece, entonces,
que el Nuevo Reino suministró cerca de 21 millones de pesos a las tres flotas que
zarparon entre 1723 y 1730, de manera que solamente en estos convoyes la
colonia exportó un promedio anual de por lo menos un millón durante el período
de 1721 a 1740. Este cálculo se basa en evidencias imperfectas, pero está
sustentado por las afirmaciones del virrey Castelfuerte en 1731, según las cuales
la Nueva Granada podía suministrar al comercio tres millones de pesos en
intervalos de tres años.265
La abundancia de la contribución neogranadina a las tres flotas no puede, sin
embargo, atribuirse a la intervención del gobierno para revivir los galeones de
Tierra Firme. Pues durante las primeras décadas del siglo XVIII, la explotación de
nuevos aluviones incrementó considerablemente el valor del oro extraído en la
colonia, aumentando así su capacidad de financiar el comercio trasatlántico. Este
crecimiento se reflejó en el pago de quintos a la corona en cuatro de las
principales regiones mineras. Entre 1715 y 1719, los quintos pagados fueron
equivalentes a una producción anual de 441.200 patacones (pesos plata); entre
1735 y 1739, la producción promedio anual, calculada de nuevo según los quintos,
aumentó a

««Página 174»».

925.200 patacones.266 Parece, por lo tanto, que la recuperación del comercio


español con la Nueva Granada se debió por lo menos tanto al creciente vigor del
sector minero como a la reforma del sistema comercial.
Aunque había oro disponible para el comercio con España, los comerciantes de la
metrópoli ejercían un débil dominio sobre el comercio exterior de la Nueva
Granada. Cuando el general Blas de Lezo llegó en 1737 con su pequeño convoy
de buques mercantes, informó que Cartagena estaba virtualmente bloqueada por
los contrabandistas extranjeros y calculó que cerca del 75% de la producción de
oro de la colonia se estaba conduciendo a través de la provincia para pagar
importaciones de contrabando.267 En ese mismo año, el gobernador de Cartagena
confirmó que el contrabando estaba absorbiendo la mayor parte del oro de la
región. Anotó que los contrabandistas extranjeros estaban cambiando de tácticas,
al pasar de barcos grandes a chalupas bien armadas que navegaban a todo lo
264 Para el valor total del caudal llevado a España en estos galeones, véase ibid., pp.
362-6. Para el valor del caudal cargado en El Callao, véase Walker, Spanish Politics and
Imperial Trade, p. 273, nota 84.
265 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 196-7.
266 Calculado de acuerdo a los datos en Tabla 3.1: véase el cap. 3.
267 Lance R. Grahn, "An Irresoluble Dilemma, Smuggling 'in New Granada, 1713-1783",
en Fisher, Kuethe y McFarlane, Reform and Insurrection in Bourbon New Granada and
Peru, p. 138.
largo de la costa, y estimó que se llevaban cerca de dos millones de pesos
anuales.268 De manera que para fines de la década de 1730, los contrabandistas
extranjeros seguían participando en el comercio de la Nueva Granada en la misma
proporción en que lo habían hecho a principios del siglo.
Es evidente que ni la reforma administrativa ni la comercial habían logrado colocar
a la Nueva Granada bajo un control español firme y constante. La economía del
territorio seguía teniendo débiles lazos con la metrópoli y un flujo sustancial de oro
de la colonia, junto con la plata peruana que se colaba por los agujeros del
monopolio en Portobelo, continuó cayendo en manos de los traficantes que
navegaban en las aguas del Caribe. Bajo estas circunstancias se requería una
drástica reorganización para que España recuperara su comercio

««Página 175»».

y reforzara su autoridad política. En 1739 dio los primeros pasos en busca de


ambos objetivos. Cuando reinició la guerra con Inglaterra, la corona avanzó hacia
una completa reestructuración de los sistemas comerciales y administrativos que
por tanto tiempo habían gobernado a la América del Sur española. En la Nueva
Granada, esta segunda fase de la reforma borbónica produjo dos cambios. El
primero fue su incorporación dentro de un reinstituido virreinato; el segundo fue un
dramático abandono de la vieja estructura del comercio colonial, que involucró la
supresión definitiva de las flotas de Tierra Firme, así como un reordenamiento de
las normas largamente establecidas del comercio trasatlántico. A la reforma
política y sus implicaciones volveremos después; antes debemos investigar el
impacto de la reorganización del sistema comercial colonial.

REORDENAMIENTOS EN EL COMERCIO SURAMERICANO

El estallido de la guerra contra los ingleses en 1739 puso fin al asiento británico,
permitiendo que España reparara una seria falla en' su monopolio comercial y
brindándole la oportunidad de desechar en forma permanente el desacreditado
sistema de los galeones. Desde entonces, barcos mercantes individuales, y no
convoyes, llevaron a cabo el comercio español con las Américas. Conocidos como
registros sueltos", o buques registrados, podían viajar a diferentes puertos del
Caribe y del Atlántico. Los canales comerciales se ampliaron aún más con el
permiso a los barcos españoles de navegar en el Pacífico por la vía del Cabo de
Hornos. De modo que en la Nueva Granada la reorganización política interna
coincidió con una nueva reforma del sistema comercial. Así como el Proyecto para
Galeones de 1720 siguió de cerca al establecimiento del primer virreinato en 1719,
su reinstitución en 1739 coincidió con el abandono del sistema de flotas. 269
268 AGI Santa Fe 422, Informe del gobernador de Cartagena, octubre 17, 1737,
mencionado en Consejo de Indias, octubre 21, 1738.
269 Según los reglamentos del Proyecto de 1720, las licencias se concedían a
individuos para cargar los barcos registrados enviados a las Indias. Para los barcos
sueltos en el comercio de la costa del Pacífico, véase Sergio Villalobos R., El comercio y
la crisis colonial (Santiago, 1968), p. 67. Para una lista de los que fueron enviados a
América entre 1700 y 1740, véase Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 230-
««Página 176»».

Aunque había amplios precedentes del empleo de barcos registrados en el


comercio trasatlántico, a guisa de suplementos y sustitutos ocasionales de las
flotas, la suspensión de éstas marcó un nuevo rumbo en la historia del comercio
español con América del Sur. A partir de entonces los comerciantes españoles se
libraron de la compañía de asiento inglesa y pudieron establecer contactos más
regulares con los mercados americanos. Según Vásquez de Prada, esto produjo
una nueva clase de comerciantes, formada por españoles que emigraron a
América para trabajar allí, y que por no tener necesariamente contactos con las
casas comerciales andaluzas, preferían la libertad comercial a las restricciones. 270
La dimensión del comercio colonial con España, que García-Baquero ha calculado
rastreando los cambios de tonelaje en el transporte trasatlántico, también mostró
una nítida tendencia al crecimiento, para el que los buques registrados fueron el
principal vehículo.271 Pero donde tuvo mayor efecto la suspensión temporal de las
flotas durante la guerra de 1739 a 1748, fue en la América del Sur española. Pues,
al contrario de las flotas mexicanas, que se renovaron en 1757, los galeones de
Tierra Firme fueron permanentemente abandonados y el tráfico más libre de los
barcos sueltos fue aliciente para el desarrollo de rutas mercantiles fuera de la
antigua arteria comercial suramericana que había unido a España con Perú por la
vía de Panamá y de Portobelo.272

««Página 177»».

El reemplazo de los galeones, que habían transportado grandes cargamentos de


la metrópoli a las colonias con largos intervalos, por barcos sueltos que zarpaban
irregularmente con pequeños cargamentos; tuvo importantes implicaciones para la
estructura total del comercio colonial español con la América del Sur. La oferta y la
demanda ya no se concentraron en las ferias de Portobelo y de Cartagena, sino
que se dispersaron entre una cantidad de centros urbanos que se aprovisionaban
en los mercados de extensas zonas interiores. Liberado de las rutas prescritas y
de los itinerarios erráticos de los convoyes, el transporte marítimo pudo entonces
responder a los cambios de precios de los mercados coloniales y dirigirse a áreas
que reunían las circunstancias más favorables para el intercambio.
Los puertos que sufrieron en forma más inmediata la abolición del sistema de
galeones fueron aquellos que habían servido como terminales, es decir, Cartagena
de Indias, Portobelo y Lima. De éstos, Portobelo fue el más afectado. El cese de

3.
270 Valentin Vásquez de Prada, "Las rutas comerciales entre España y América en el
siglo XVIII", AEA, vol. 25 (1968), pp. 206-7.
271 García-Baquero, Cádiz y el Atlántico, vol. I, pp. 164-74; 541-6.
272 Guillermo Céspedes del Castillo, "Lima y Buenos Aires. Repercusiones económicas
y políticas de la creación del Virreinato de la Plata", AEA, vol. 3 (1946) pp. 702-12. Para
comentarios adicionales sobre el impacto de la supresión de los galeones en la América
del Sur, véase Roland D. Hussey, The Caracas Company, 1728-1784 (Cambridge, Mass.,
1934), y Sergio Villalobos R., El comercio y la crisis colonial, pp. 69-91.
los galeones y la apertura de una ruta directa al Perú por la vía del Cabo de
Hornos socavaron su papel como centro del comercio entre el Atlántico y el
Pacífico y, por estar situado en una región pobre, escasamente poblada y con muy
poco comercio propio, perdió su razón de ser. Cartagena y Lima no se vieron tan
adversamente afectadas, puesto que ambas tenían sus propias e importantes
zonas económicas interiores y por lo tanto siguieron siendo focos de atracción
para un considerable comercio con España. Lima, sin embargo, vivió una
disminución de su importancia comercial, pues dejó de monopolizar el intercambio
entre España y el Perú y tuvo que enfrentarse a la competencia de Buenos Aires y
de Cartagena. Después de haber dejado de apoyar consistentemente el sistema
de galeones, los comerciantes limeños descubrieron de pronto sus bondades y
rogaron a la corona que lo reinstituyera.273

««Página 178»».

El afán de Lima por volver al sistema de flotas para contrarrestar la competencia


de Buenos Aires se acentuó por el hecho de que Cartagena también comenzó a
desafiar el tradicional monopolio comercial de la gran región económica peruana.
De los tres puertos, por cierto, que habían sido puntos cardinales del sistema de
galeones, sólo Cartagena sacó indudables ventajas de su desaparición. Mientras
que Lima tenía que lidiar con la competencia de Buenos Aires en sus mercados
tradicionales, el papel de Cartagena como puerto principal de su región no fue
alterado. No sólo siguió siendo el centro de intercambio de mercancías extranjeras
por el oro de la Nueva Granada, sino que también empezó a tener una mayor
participación en el comercio de Quito, que hasta entonces había controlado Lima.
El alejamiento de Quito de la órbita comercial limeña ya era evidente a principios
del siglo, debido a la disponibilidad de contrabando en Cartagena, pero se acentuó
todavía más después de la supresión de los galeones. Este desplazamiento se
reflejó en una disputa entre los comerciantes de Lima y los de Cartagena que
empezó a fines de 1750, cuando se enfrentaron con respecto a sus derechos de
comerciar en el Pacífico. Los comerciantes peruanos, por su lado, trataron de
evitar la importación a los mercados del Pacífico de bienes transportados a través
de Cartagena o de Panamá; mientras que, por el suyo, los comerciantes
neogranadinos insistieron en que los bienes importados a Lima por la vía del Cabo
de Hornos no deberían ser reembarcados a Guayaquil. Entre 1758 y 1760 el
consulado de Lima, con el apoyo del virrey Superunda, sostuvo que los mercados
de las provincias de Quito eran parte del comercio de Lima y argumentó que
permitir el acceso a éstos de Cartagena perjudicaría la economía peruana en dos
formas. Aumentaría, en primer lugar, el contrabando entre el Caribe y el Pacífico; y
además afectaría la industria naviera del Pacífico, puesto que los comercian-

««Página 179»».

273 Este cambio de actitud se debió a la pérdida de efectividad del monopolio causada
por la apertura de las nuevas rutas comerciales, por vía del Cabo de Hornos y Buenos
Aires, y a la intrusión de nuevos comerciantes. Véase Walker, Spanish Politics and
Imperial Trade, pp. 212-14.
tes limeños empleaban sus ganancias de las importaciones de Quito para hacer el
mantenimiento de sus barcos en los astilleros de Guayaquil. 274 Al parecer la
corona pasó por alto estas quejas durante mucho tiempo, pues sólo hasta 1768 se
volvió a discutir el asunto. Apoyados por el virrey Amat, los comerciantes de Lima
le pidieron de nuevo a Madrid que terminara el comercio entre Cartagena y Quito a
través de Portobelo, porque perjudicaba tanto el comercio de Lima con la región
de Quito como la industria naviera del Pacífico. 275 Los comerciantes cartageneros
presentaron fuertes descargos en contra. Sostuvieron que el comercio de Quito
debía ser de su incumbencia, y en esto contaban con la ayuda de funcionarios
reales ansiosos de defender los ingresos que aquél les proporcionaba en el
puerto; anotaron que los comerciantes de Quito habían operado en Cartagena
desde fines del siglo XVII y que este comercio se había vuelto normal desde la
suspensión de los galeones, bajo el entendimiento de que los comerciantes
quiteños no interfirieran con el monopolio limeño reexportando bienes de
Cartagena al Perú;276 insistieron en que se perturbaría todo su sistema comercial
si se aceptaba el monopolio de Lima en los mercados de Quito, y declararon que
la corona había determinado claras líneas de demarcación del comercio
suramericano. Al abrir a la navegación el Cabo de Hornos le había concedido al
Perú una ruta de abastecimiento, dejando así a los puertos norteños de Cartagena
y Portobelo los mercados del nuevo virreinato de la Nueva Granada. Pasar por
alto estos límites jurisdiccionales arruinaría, según ellos, al comercio español.
Según Cartagena, esta división debía mantenerse porque "la principal
consideración y el principal mercado del comercio español en este Reino [de la
Nueva Granada] es la provincia de Popayán, a causa de los lazos y relaciones que
sus asuntos tienen con Quito y el Chocó, en

««Página 180»».

vista de su situación entre ambos..." 277 Si se alteraba esta división, predecían,


menos barcos navegarían de Cádiz a Cartagena, a lo cual seguiría una escasez
de importaciones que lógicamente haría evaporar cualquier progreso contra el
contrabando. Se volvería a la época de los galeones con su secuela de "viejos y
olvidados vicios de esta costa, que no pudo contener la vigilancia de los más
celosos funcionarios de aquellos tiempos, dejando en completa ruina al comercio
español, al Reino en completo decaimiento, y a la Caja Real vacía e incapaz de
cubrir los costos de mantenimiento de las plazas fuertes de este Virreinato". 278
Con el fin de resolver la disputa, la corona encargó una completa investigación y
permitió entretanto el libre movimiento de importaciones a Quito tanto por la vía
del Pacífico, del Cabo de Hornos a Lima, como por la del Atlático, a través de

274 La historia de esta disputa está resumida en AGI Consulados 331, el virrey Amat a
la corona, Lima, abril 20, 1767.
275 Ibid., Informe del Tribunal del Consulado de Lima, Madrid, enero 8, 1768.
276 Ibid., Informe de la Real Contaduría de Cartagena, 1769.
277 Ibid., Informe de los diputados del comercio, Cartagena, diciembre 2, 1769.
278 Ibid.
Cartagena.279 Y en este punto quedó el asunto definitivamente. Se privó a los
peruanos del monopolio del mercado quiteño, pero también se negó su control a
los cartageneros. Ambas ciudades tuvieron entonces que competir por él. No era
ésta la solución perfecta para los comerciantes de Cartagena, que habrían
preferido monopolizar el mercado quiteño de bienes europeos. Sin embargo, los
benefició a largo plazo, pues aunque Lima siguió abasteciendo a Quito, Cartagena
fortaleció sus contactos tanto con la provincia de Popayán como con las populosas
provincias montañosas de Quito.
Si el papel de Cartagena en el comercio trasatlántico permaneció intacto e incluso
ganó en importancia, ¿cómo afectó el volumen y el valor del comercio
neogranadino con España la reorganización de la Carrera de Indias? ¿Crearon los
barcos sueltos contactos más estrechos y regulares entre el Nuevo Reino y
España? ¿Estimularon allí nuevos desarrollos de sus recursos, vinculando más la
colonia a las necesidades de la potencia metropolitana? Para responder a estas

««Página 181»».

preguntas, debemos examinar más de cerca las pautas del transporte marítimo y
del comercio entre Cartagena y Cádiz durante los cuarenta años transcurridos
entre 1739 y 1778.

EL COMERCIO DE LA NUEVA GRANADACON ESPAÑA, 1739-1778

El efecto del nuevo sistema marítimo en la Nueva Granada se vio obstaculizado al


principio por la guerra anglo-española de 1739 a 1748, cuando las acciones
enemigas dificultaron constantemente la navegación entre España y sus colonias.
Los barcos registrados mantuvieron contacto con Cartagena durante la guerra,
pero sólo a costa de grandes pérdidas. Sin embargo, al finalizar el conflicto, los
barcos sueltos sin duda constituyeron un sistema más frecuente y estable para el
comercio de España con el Nuevo Reino. En la década de 1749 a 1758, treinta y
siete buques partieron de Cádiz rumbo a Cartagena, seguidos por veintiocho de
1759 a 1768, y por treinta y seis de 1769 a 1778. No todos estos barcos eran
mercantes —están incluidos algunos barcos correo y de guerra—, pero estas
cantidades muestran a las claras que el cambio de los galeones por los barcos
con licencia permitió un contacto Irás regular entre España y su colonia. 280
El nuevo sistema de transporte marítimo no fue de inmediata eficacia en la
disminución del contrabando. A su llegada a Cartagena en 1737, el general Blas
de Lezo reorganizó rápidamente, aunque con gran costo para la tesorería real, la
guardia costera con el fin de combatir la intromisión extranjera, pero cuando
Vernon atacó a Cartagena a mediados de 1740, Blas de Lezo fue muerto y sus
barcos de guerra destruidos, dejando la costa a merced de los contrabandistas
hasta el término de la guerra.281 El resultado fue un tremendo auge

279 Ibid., Real Cédula, San Lorenzo, octubre 17, 1768.


280 Véase Apéndice C, Tabla I.
281 Grahn, "An Irresoluble Dilemma", en Fisher, Kuethe y McFarlane, Reform and
Insurrection in Bourbon New Granada and Peru, p. 139.
««Página 182»».

del comercio ilegal. En 1743 los comerciantes de Cartagena se lamentaron de que


los traficantes "eran amos del comercio en todas estas costas", y el gobernador de
Panamá informó que seguían acudiendo al istmo, donde recogían la plata de los
comerciantes peruanos.282 La dimensión del contrabando en esos años se refleja
en el cálculo contemporáneo según el cual, durante el gobierno del virrey Eslava
(1739-1749), se confiscaron solamente en Cartagena más de siete millones de
pesos en contrabando.283
Cuando la paz fue restaurada, el nuevo sistema parece haber tenido más éxito en
la reconducción del flujo de recursos de la Nueva Granada que pasó de los
traficantes extranjeros a manos españolas. Aun antes de que la guerra terminara,
el contrabando al parecer había empezado a declinar. El autor inglés de las
"Anotaciones sobre el comercio español" recordó que grandes cantidades de
mercancías fueron devueltas sin vender de las colonias españolas entre 1746 y
1748, y los funcionarios ingleses de las Indias Occidentales informaron un notable
descenso en el comercio ilegal antes de que la guerra terminara. Un observador
francés, al comentar la disminución del contrabando entre Santo Domingo y Cuba,
atribuyó el hecho a la eficiencia del nuevo sistema de navegación adoptado por los
españoles, y las evidencias procedentes de la Nueva Granada sugieren que este
medio sí estimuló una rápida recuperación del comercio de España con su
colonia.284 Un informe de Cartagena de 1750 declaró que la afluencia de
importaciones legales que siguió a la guerra había causado una baja de precios, y
entre 1748 y 1753 el comercio español en el puerto parece haber florecido, al
alcanzar el nivel inusualmente alto de tres millones de pesos anuales. 285

««Página 183»».

El éxito del comercio hispano se reflejó en el descenso de las confiscaciones de


contrabando en Cartagena. Entre 1750 y 1754, su monto descendió a menos del
10% de su valor durante la guerra, y entre 1755 y 1759 se redujo a. prácticamente
nada. Esta disminución puede en parte atribuirse a un desplazamiento del matute
a Santa Marta, donde las confiscaciones aumentaron entre 1750 y 1754, pero en
la medida en que el contrabando se puede calcular según el valor de los bienes
ilegales capturados por las autoridades, al parecer hubo un descenso sustancial

282 AGI Consulados 319, Miguel Lasso de la Vega al virrey Eslava, Cartagena enero 9,
1743; AGI Consulados 320, Dionisio de Alcedo y Herrera, Panamá noviembre 15, 1743.
283 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 72.
284 Richard Pares, War and Trade in the West Indies (Oxford, 1936), p. 114.
285 AGI Consulados 325, Marqués de Valdehoyos al Consulado, Cartagena, octubre 25,
1750. El cálculo del comercio procede de la Histoire Philosophique del abate Raynal. El
dato dado por Raynal para las exportaciones de Cartagena es de 14.553 livres tournois,
que convertidas a pesos nos dan, ala tasa de 5:1, 2.910.633 pesos. De estos,
2.187.460 pesos eran en oro y plata. Véase Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux
métaux, p. 495.
en el valor total del comercio ilegal en la Nueva Granada. 286 Algunos
contemporáneos creyeron que los barcos sueltos habían puesto fin a las
violaciones flagrantes del monopolio español que tan comunes eran en la primera
mitad del siglo XVIII. En 1769 los comerciantes de Cartagena se refirieron al
contrabando en gran escala como "los viejos y olvidados vicios de la costa", como
si hubieran estado sepultados en el pasado desde mucho tiempo antes. 287 La
nueva organización del comercio se acercó más, en pocas palabras, a alcanzar
los objetivos para los que obviamente había fracasado el Proyecto de 1720, es
decir, el flujo regular del comercio español y una reducción de la intromisión
extranjera.
Los logros del sistema de barcos registrados no se deben exagerar, sin embargo.
Aunque los buques de Cádiz arribaron con más frecuencia a Cartagena, la
dimensión del tráfico con España seguía siendo muy reducida. Sólo tres barcos
cada año, en promedio, llegaron a Cartagena de España entre 1749 y 1778. De
unos tres millones de pesos anuales entre 1748 y 1753, los registros de
importaciones

««Página 184»».

oficiales de España en Cartagena descendieron a un promedio anual de cerca de


un millón de pesos entre 1754 y 1778.288 Las autoridades coloniales también
siguieron considerando el contrabando como un problema grave que requería
mano fuerte. Fue así como en 1758 el virrey Solís prohibió que los barcos
extranjeros importaran harina a Cartagena, con el argumento de que este
comercio servía de mampara para el contrabando; y para mantener la proscripción
dispuso que un contratista privado abasteciera el puerto con harina del interior. 289
Esto causó protestas entre los cartageneros, pero tales protestas sólo lograron
convencer al virrey de que sus medidas contra el contrabando eran exitosas, y le
recomendó a su sucesor que continuara con ellas. 290 Messía de la Cerda y Guirior
mantuvieron entonces la prohibición a la importación de harina extranjera y
continuaron con los esfuerzos por abastecer a Cartagena con trigo de la Nueva
Granada.291
En la práctica, los artículos extranjeros siguieron ingresando al puerto ilegalmente.

286 Para el valor de las confiscaciones oficiales de contrabando, véase Grahn, "An
Irresoluble Dilemma", en Fisher, Kuethe y McFarlane, Reform and Insurrection in
Bourbon New Granada and Peru, Tablas 3 y 5, pp. 134, 144.
287 AGI Consulados 331, Informe de los diputados del comercio, Cartagena, diciembre
2, 1769.
288 Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, p. 41 8, nota 89; p. 420. Las
exportaciones totales de oro llegadas a España de Cartagena entre 1765 y 1778 fueron
de 12.928.174 pesos. Según los registros oficiales en algunos años no hubo
exportaciones, mientras que en otros fueron sustanciales; el promedio anual del
período fue de 923.441 pesos.
289 Sobre el contrato, véase María Angeles Eugenio Martínez, "Reapertura de la vía
Carare-Vélez. El asiento de Blas de la Terga (1754)", AEA, vol. 41 (1984), pp. 513-52.
290 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 85.
291 Ibid., pp. 109, 143.
Los funcionarios locales ocasionalmente suavizaban las restricciones a los barcos
no españoles y esto, junto con la importación de esclavos, contribuyó a mantener
bien abiertos los canales del contrabando durante las décadas de 1760 y 1770.
Hubo, por ejemplo, el escándalo que se produjo en 1764 en torno al arribo ilegal
de siete barcos foráneos (dos franceses y cinco ingleses) en 1763 y 1764, y a la
venta pública de sus cargamentos de esclavos, trigo, vino y otras mercancías. 292
Se usaban, además, los vacíos de la legislación para proteger el contrabando. Un
truco común era el

««Página 185»».

de los extranjeros que fingían daños en sus buques para entrar al puerto
legalmente y luego, con la complicidad de los funcionarios, disponer de sus
cargamentos para pagar las reparaciones. 293 De manera que aunque el reemplazo
de las flotas por los barcos sueltos estableció contactos más firmes entre España
y el Nuevo Reino, la metrópoli estaba todavía lejos de ejercer un monopolio del
comercio exterior de su colonia, o de cortar el constante flujo de sus recursos
hacia los contrabandistas ingleses, franceses u holandeses.
El principal defecto de la reforma fue el hecho de que no realizó una
reconstrucción radical del sistema global del comercio colonial. El comercio
trasatlántico de España siguió constreñido por muchos frenos institucionales, tales
como la necesidad de obtener licencias de la corona, la obligación de zarpar
exclusivamente de los puertos designados en la licencia, y las altas tarifas y
derechos portuarios tanto en la península como en América. La forma en que los
funcionarios españoles tasaban los derechos al comercio alentaba, además, el
contrabando. La mercancía enviada a las colonias era avaluada por ellos de
acuerdo al peso y al volumen y no a su valor, de manera que los comerciantes
hispanos favorecían los bienes costosos y desechaban la franja baja del mercado,
dando así campo a los contrabandistas. La existencia de oro en la Nueva Granada
también era un aliciente para el comercio ilegal, porque las vecinas colonias
extranjeras del Caribe padecían de una perenne carencia de metálico. Finalmente,
a pesar de la mejora de la guardia costera, era imposible vigilar efectivamente los
puertos y las costas del virreinato. Las autoridades trataron de detener el
contrabando en Cartagena mediante la prohibición de importar harina, pero aquél
siguió filtrándose en el país por los boquetes abiertos por funcionarios portuarios
sobornados y por los barcos extranjeros que fondeaban a todo lo largo de la
extensa costa entre Río Hacha y el istmo de Panamá.

««Página 186»».

Si la reorganización del sistema comercial no logró reservar los mercados


neogranadinos para España, mucho menos pudo estimular la explotación de los

292 AHNC Aduanas (Cartas), tomo 5, fols. 945-6.


293 AHNC Aduanas (Cartas), tomo 12, fols. 449-51; AHNC Aduanas, tomo 8, fols. 189-
90. Véanse también los comentarios del virrey Messía de la Cerda: Posada e Ibáñez,
Relaciones de mando, pp. 109-10.
recursos naturales de la colonia. En la época de los galeones, su comercio
consistía en el intercambio de oro por textiles europeos (la mayor parte
reexportaciones canalizadas a través de España) y por una mezcla de ferretería
de hierro y acero, alimentos como aceitunas, aceite, vino, pimienta y canela,
además de una miscelánea de otros artículos, los más importantes el jabón, la
cera y el papel. La aparición de los barcos sueltos no produjo cambios
fundamentales en esta norma. Las importaciones de España consistían en la
misma mezcla previa, y el oro siguió siendo la principal forma de pago de la Nueva
Granada.294 Los comerciantes de Cádiz que operaban en Cartagena se
empeñaban ante todo en obtener oro a cambio de sus importaciones y, fuera de
dos o tres artículos corno pequeñas cantidades de cacao, mostraban escaso
interés en el desarrollo de las exportaciones potenciales del virreinato. 295 Al no
disponer de los de España, los recursos de la Nueva Granada no tenían otros
mercados legítimos. Cartagena tenía algo de comercio con las islas españolas del
Caribe, consistente sobre todo en importaciones de tabaco, azúcar y cera de Cuba
y cacao de Guayaquil (a través de Portobelo), a cambio de reexportaciones de
artículos europeos, principalmente a este último puerto. Pero este comercio era de
escasa importancia para los agricultores de la Nueva Granada, sobre todo los de
las provincias costeras, pues en términos de producción agrícola las islas
españolas eran economías de competencia más que

««Página 187»».

complementarias. Sin embargo, las islas extranjeras con economías bien


desarrolladas de plantaciones de azúcar estaban dispuestas a adquirir productos
agropecuarios del continente, que incluían el ganado y las mulas criadas en las
provincias de Río Hacha y Santa Marta. Pero como este comercio estaba
prohibido, salvo bajo licencias especiales concedidas por las autoridades
coloniales, constituía una estrecha e incierta salida para el excedente agrícola de
la Nueva Granada.
Parece, en resumidas cuentas, que el sistema mercantilista español, tal como
funcionó durante la mayor parte del siglo XVIII, frustró el desenvolvimiento
económico del virreinato. Es necesario reconocer que sus posibilidades de
desarrollo no eran muy grandes, pues la mayor parte de la población del Nuevo
Reino estaba localizada muy al interior del país y carecía de fácil acceso a los
mercados externos por los costos impuestos por las distancias y las dificultades
del transporte. Las restricciones al comercio con los extranjeros privaron, sin
embargo, a los agricultores neogranadinos de las pocas posibilidades que tenían

294 La información sobre las importaciones a la Nueva Granada se basa en 1, registros


de los barcos que llegaron a Cartagena en las décadas de 1760 y 1770, se encuentra
en AGI Contratación 1663 (ramos 1-4) y 1664 (ramos 1-2). El aba Raynal hizo una
descomposición general de las importaciones de 1748 a 1-5 mostrando que de cerca
de 1.8 millones de pesos en bienes europeos importad a Cartagena en promedio anual,
más de 1.3 millones de pesos consistían manufacturas extranjeras. Véase Morineau,
op. cit., p. 492.
295 Para una lista de las exportaciones de Cartagena entre 1748 y 1753, véa la
relación del abate Raynal, citada en ibid., p. 495.
de vender sus productos en ultramar. La reglamentación mercantilista, por cierto,
no sólo bloqueaba el acceso de los productos agrícolas a los mercados
extranjeros, sino que también fallaba en proteger a quienes producían para el
mercado doméstico. Los productores de trigo de Santa Fe y de Tunja se quejaban
constantemente de que a pesar de la prohibición del comercio directo con los
extranjeros, Cartagena era regularmente abastecida con harina foránea que
desalojaba a su producto de los mercados en la costa. De modo que aunque los
reglamentos del monopolio español dificultaban la exportación de productos
agrícolas, no evitaban la importación de esos mismos productos provenientes de
fuentes extranjeras.

NUEVAS PERSPECTIVAS DE LA POLÍTICA ECONÓMICA

Durante la década de 1770, los ministros coloniales empezaron finalmente a


reconocer y a encarar estos problemas, cuando el

««Página 188»».

gobierno de Carlos III trató de modificar y modernizar la política mercantilista. Tras


la derrota de España ante los ingleses en la Guerra de los Siete Años, Madrid
adoptó la idea de una completa reforma del sistema colonial.- Empezó lentamente
en 1765 con un decreto selectivo de comercio libre para las islas del Caribe,
permitiéndoles comerciar con puertos españoles distintos a Cádiz, que tradicional
y exclusivamente concentraba el comercio de las colonias. Después, en 1776 y en
1777, esta medida se extendió a Santa Marta y Río Hacha, basándose en que
estas regiones empobrecidas, situadas fuera de las principales rutas comerciales,
requerían de mayor libertad para fomentar su comercio y desarrollo. 296 Además,
con este cambio en la actitud oficial española, los principales funcionarios
estatales de la Nueva Granada se animaron también a pensar en el desarrollo
económico de la colonia y a proponer reformas para promover una explotación
más eficaz de sus recursos.
Cuando el virrey Messía de la Cerda presentó un informe final a la corona, en su
relación de mando de 1772, recalcó el hecho de que el sistema mercantil existente
no explotaba lo suficiente a la colonia y, al anotar la pobre condición de su
economía, pidió medidas para mejorar la minería y el transporte interno. También
insistió en que España debía sacar mayor provecho de la amplia gama de
productos tropicales y otros de la Nueva Granada. Sostuvo que esto promovería la
prosperidad y reduciría la intromisión foránea, al apartar la tentación de los
habitantes de las provincias costeras de Santa Marta y Río Hacha de comerciar
con extranjeros.297

296 La extensión del comercio libre a Santa Marta fue decretada en una Cédula Real
del 4 de octubre de 1776; la de Río Hacha en una Cédula del 20 de agosto de 1777:
AHNC. Aduanas, tomo 6, fols. 308-11; 493-5. Sobre la introducción del comercio libre
en Cuba, véase Allan J. Kuethe and G. Douglas Inglis, "Absolutims and Enlightened
Reform: Charles III, the Establishment of the Alcabala, and Commercial Reorganization
in Cuba", Past and Present, No. 109 (1985), pp. 118-43.
297 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 105-9.
««Página 189»».

Otros críticos condenaron el sistema vigente en términos más fuertes, culpándolo


del estancamiento de la economía colonial. Uno de ellos fue Francisco Antonio
Moreno y Escandón, un criollo que llegó a ser fiscal y oidor de la audiencia de
Bogotá. En 1772, Moreno escribió un largo informe en el que, entre otras cosas,
abogó por nuevas políticas para desarrollar la economía de la Nueva Granada. El
sistema comercial existente, sostuvo, no satisfacía ni los intereses de la corona ni
los de sus súbditos coloniales, porque simplemente no aprovechaba los múltiples
recursos de la región. "Este Reino", anotó,

no goza de un comercio activo... Su sustancia consiste en el oro extraído de sus


minas, sin comercio, venta o exportación de sus productos agrícolas y
manufacturas. Su provisión de mercancías, textiles y otros llamados bienes
españoles depende de uno que otro barco suelto enviado de Cádiz al puerto de
Cartagena, de donde estas importaciones se envían al interior del Reino, a un alto
costo en derechos y transporte... Es tal la debilidad de este comercio que
aprovecha a muy pocos, y quienes sacan provecho del comercio trasatlántico son
menos aún.298

No sólo no ofrecía el comercio exterior suficientes canales para los productos


agrícolas y bienes manufacturados, sino que según Moreno y Escandón también
deprimía el comercio y la producción dentro de la colonia, tanto al socavar las
manufacturas regionales, como en el caso de la industria de textiles de Quito,
como al drenar el metálico en el pago de las importaciones. Pedía, por lo tanto,
restricciones a las importaciones de Europa y medidas especiales para promover
las exportaciones, sobre todo del litoral caribe. Sugirió que el comercio exterior se
incrementaría y diversificaría preferiblemente al conceder privilegios monopolistas
temporales a

««Página 190»».

compañías privadas, de manera que pudieran formar un comercio de materias


primas y de productos agrícolas.299
Estas ideas de reforma encontraron sólido apoyo en Manuel de Guirior, quien fue
virrey de la Nueva Granada entre 1772 y 1776 Como sus predecesores, Guirior
pensaba que era esencial diversificar y desarrollar las exportaciones, pero bajo la
influencia de Moreno y Escandón sus propuestas para lograr este cambio fueron
más radicales. Guirior no sólo recomendó la anulación de los derechos de muchos
productos agrícolas para fomentar su exportación a España sino que también
propuso una moderación general de las restricciones tradicionales a las
exportaciones. Observó que los comerciantes españoles compraban sólo oro y

298 Francisco Antonio Moreno y Escandón, "Estado del Virreinato de Santafé, Nuevo
Reino de Granada", p. 588.
299 Ibid., pp. 589-92.
cacao de la Nueva Granada y que, debido a la estructura de los derechos,
preferían obtener el azúcar en La Habana en lugar de llevar a España las
abundantes existencias de azúcar, algodón, tabaco, palo de tinte y cueros del
virreinato. La reducción de los derechos era un medio para corregir esto, pero
Guirior no lo consideraba suficiente para promover las exportaciones. Sugirió, por
lo tanto, que se les permitiera a los neogranadinos exportar a puertos extranjeros
del Caribe cualquier excedente dejado por los comerciantes españoles. 300 En el
pasado, las licencias privadas se habían concedido en casos estrictamente
determinados. Guirior sugirió entonces, sin embargo, que este comercio se
formalizara y regularizara.
Para defender este rompimiento con los tradicionales reglamentos del monopolio
español, sostuvo que las normas vigentes contribuían a la depresión, más que al
desarrollo, de la economía de la colonia. Al igual que Moreno y Escandón, insistió
Guirior en que la demanda de oro en barras o amonedado para pagar las
importaciones de España tendía a drenar el reino del metálico que requería para
facilitar y promover el comercio interno. Moreno y Escandón recomendó que

««Página 191»».

el problema se abordara tanto con el estímulo a la producción de oro como con la


diversificación de las exportaciones; Guirior siguió la misma línea argumental, pero
la llevó más allá. Propuso la libertad de los comerciantes para exportar a puertos
de colonias extranjeras, y quiso restringir las importaciones de España a la Nueva
Granada.301
El control de las importaciones europeas no era una idea del todo subversiva,
puesto que la mayor parte de las exportaciones de España consistía en
manufacturas extranjeras. Cuando Guirior criticó a los comerciantes de Cádiz por
no desarrollar los recursos de la colonia y por su preferencia a importar bienes
extranjeros simplemente repetía, por cierto, ideas que se estaban poniendo cada
vez más de moda en los círculos oficiales españoles. Pero en su relación de
mando incluso las superó. En el documento sostuvo que el comercio español
existente en realidad perjudicaba la economía de la Nueva Granada al drenarla de
metálico a cambio de artículos de lujo que sólo servían para estimular una
"frivolidad nociva" en los consumidores coloniales. Observó que sería preferible
para los intereses españoles permitir una mayor autonomía económica de la
colonia: medidas para promover el crecimiento de la economía doméstica,
incluyendo su industria textil, fortalecerían en ella el poder administrativo y militar
de España, al robustecer la base económica de la que extraía sus ingresos. 302
La apreciación del virrey Guirior del potencial económico del Nuevo Reino y sus
propuestas económicas sugieren que estaba fuertemente influenciado por la
opinión criolla, y en particular por Moreno y Escandón. No sólo criticaba el

300 AGI Santa Fe 552. Informe de Tomás Ortiz de Landázuri en carta del virrey Guirior
de junio 15, 1773, Madrid, febrero 28, 1774.
301 AHNC Milicias y Marina, tomo 125, fols. 1000-7: "Causas de que procede la pobreza
general del Reino..."
302 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 143-6.
monopolio de Cádiz por dejar de estimular las exportaciones de la colonia;
también lo pintaba como un obstáculo para el desarrollo agrícola y manufacturero
de la región. Moreno y Escandón, y también Guirior, reconocían que esta situación
no era fácilmente modificable dentro del monopolio

««Página 192»».

español, porque los mercados metropolitanos no podrían absorber los productos


neogranadinos y porque la única forma de generar un crecimiento guiado por las
exportaciones era quebrantar las barreras institucionales al comercio con los
extranjeros en el Caribe. Después de todo, anotó Guirior, la supresión de una
forma tan natural de comercio no contribuía mayor cosa a la preservación del
monopolio. Donde se prohibía el comercio legal, surgía el ilegal como irrefrenable
sustituto. De manera que en lugar de suprimir un comercio que el gobierno era
incapaz de detener, Guirior le recomendaba a la corona que lo usara a favor del
Estado. Las ventajas fiscales eran obvias. En el corto plazo, la legalización del
comercio con las colonias extranjeras reduciría el costo de la vigilancia de la costa
y elevaría los derechos de aduana; a largo plazo, la actividad económica
producida por este comercio generaría mayores ingresos gravables para la
tesorería real.303
Era ésta, pues, una nueva política económica para la Nueva Granada, diseñada
para estimular el crecimiento mediante una mayor libertad para exportar,
combinada con la intervención del gobierno para fomentar el desarrollo minero y
agrícola. La primera reacción oficial española, redactada por Tomás Ortiz de
Landázuri, de la Contaduría General, fue, sin embargo, la de rechazarla de
inmediato. Landázuri reconoció la necesidad de hacer un cambio en la política,
porque el comercio del Nuevo Reino con España era escaso en relación con su
tamaño y riquezas naturales, y porque la economía de la colonia se encontraba en
tan "deplorable estado que... agobia a la corona con más de 400.000 pesos
enviados del Perú para mantener sus bases militares, plazas fuertes y
fortificaciones..." Pero atribuyó el débil rendimiento de su economía al contrabando
extranjero más que a las deficiencias del sistema comercial español, y denunció la
propuesta de Guirior de exportar libremente a las colo-

««Página 193»».

nias extranjeras como algo "tan escandaloso que sólo puede considerarse con
asombro".304
Sin embargo, se efectuaron cambios en la política comercial española durante los
años siguientes, como parte de una total reforma del sistema de comercio
trasatlántico. La mayor libertad de comerciar concedida a los puertos
neogranadinos de Santa Marta y Río Hacha en 1776 y 1777 fue por lo tanto
preludio de un cambio más amplio. Como anotó el virrey Flores, era en extremo
difícil aislar las zonas de "libre comercio" de la costa del resto de la colonia;

303 AHNC, Real Audiencia, tomo 9, fols. 256-66.


304 AGI Santa Fe 552, Tomas Ortiz de Landazuri, Madrid, febrero 28, 1774.
concluyó, por lo tanto, que "las circunstancias exigían una libertad general". 305 Esta
concesión se produjo el 12 de octubre de 1778, cuando el famoso "Reglamento de
comercio libre" extendió el comercio libre imperial a todas las colonias de
Hispanoamérica, dejando sólo algunas restricciones temporales en el comercio de
la Nueva España y de la capitanía general de Caracas. Con el Reglamento de
comercio libre, anotó después el virrey Caballero y Góngora, la corona había
"reconocido por fin la importante verdad de que los derechos de importación y
exportación cobrados por la aduana no son tanto una rama de la tesorería como
un medio por el cual la política puede hacer que el comercio nacional prime sobre
el extranjero..."306
La extensión del comercio libre imperial a la Nueva Granada en 1778 llegó
acompañada de una nueva reforma del gobierno. En 1776, José de Gálvez se
convirtió en Ministro para las Indias y de inmediato se entregó a la gran tarea de
reestructurar el gobierno colonial. En conformidad con la estrategia general de
Gálvez, Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres fue nombrado regente de la
audiencia de Santa Fe el 6 de abril de 1776; por decreto real del 23 de diciembre
de ese mismo año también se le otorgó el poder de visitador general de la
audiencia, las cajas y las diferentes administraciones de la Nueva

««Página 194»».

Granada y de las provincias de Tierra Firme. Gutiérrez de Piñeres llegó a


Cartagena el 20 de agosto de 1777 y se posesionó de su cargo en Santa Fe en
enero de 1778.307
Mientras se entregaban a la revisión y reforma del gobierno de la Nueva Granada,
las autoridades centrales proclamaron el comercio libre, aboliendo por fin el
monopolio de Cádiz y del sistema de flote mientras España le declaraba la guerra,
una vez más, a Inglaterra. De manera que en 1778 las reformas políticas y
económicas del virreinato convergieron, tal como había sucedido en 1719, 1720 y
1739. Pero primero nos concentraremos en las implicaciones para la Nueva
Granada de las políticas económicas de Carlos III, y trataremos de medir los
efectos del comercio libre en el comercio y vida económica de la colonia.

««Página 195»».

COMERCIO Y ECONOMÍA EN LA ÉPOCA DEL COMERCIO LIBRE IMPERIAL,


1778-1796

La clave de la reforma económica de Carlos III fue el Reglamento de Comercio


Libre de 1778 que, al dar mayor libertad al comercio dentro del imperio, dio la

305 AGI Indiferente General, Flores a Gálvez, Bogotá, febrero 28, 1777 (no. 324).
306 Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, p. 353.
307 Pablo E. Cárdenas Acosta, El movimiento comunal de 1781 en el Nuevo Reino
de Granada, 2 vols. (Bogotá, 1960), vol. I, pp. 83-4.
oportunidad de desencadenar el potencial económico del mundo hispánico. Las
principales disposiciones del Reglamento se pueden enunciar en pocas palabras.
En primer y más importante lugar, eximió al comercio colonial de las restricciones
del viejo sistema, centrado en Cádiz y dominado por una privilegiada oligarquía de
comerciantes andaluces. En 1778 se suspendió formalmente el monopolio de
Cádiz, y desde entonces los puertos hispanoamericanos quedaron abiertos al
comercio recíproco. Con el fin de promover el comercio colonial, el Reglamento.
También redujo las numerosas limitaciones que afectaban el tráfico y el comercio
trasatlánticos. Se suavizaron, por ejemplo, las normas para el envío de
cargamentos a América, se abolieron varios tributos al tráfico y al comercio y se
redujeron y normalizaron los derechos que éste pagaba. Los pasos para aumentar
el volumen del comercio de España con sus colonias estuvieron, además,
acompañados por medidas para promover la venta de productos españoles con
miras a estimular la agricultura y la industria metropolitanas. Se fijaron, con este
fin, tarifas preferenciales para las exportaciones de España a sus colonias,
obligando así a que los productos extranjeros pagaran derechos

««Página 196»».

más altos que los españoles.


En último lugar, el Reglamento redujo las tarifas a las exportaciones de las
colonias a España para que su economía absorbiera un flujo mayor y más
económico de materias primas y otros productos primarios de las Américas.308
Bajo Carlos III el gobierno de Madrid también trató de estimular el libre movimiento
comercial entre España y sus colonias, cancelar monopolios locales tales como el
que los corregidores de indios ejercían sobre el comercio de las comunidades
indígenas tanto en México como en el Perú. En algunas áreas de la vida
económica colonial, la intervención estatal fue aún más allá, aunque no siempre
en beneficio de los productores locales. Mientras la corona promovía activamente
la producción de metales preciosos y de artículos primarios que podían ser
intercambiados por bienes procedentes de España, los productos americanos que
competían con éstos (tales como los textiles de Quito y de México o los vinos del
Perú y de la Argentina) quedaron a merced de intensa e ilimitada competencia de
las importaciones. Es claro que el objetivo del gobierno borbónico no era el mero
hecho de promover la prosperidad de las colonias, sino el de convertirlas en
mayores y más dependientes mercados para las exportaciones de la metrópoli, así
como en firmes abastecedoras de metales precisos y otros recursos naturales.
Encaminado a beneficiar a España mediante la extensión de mercados para su
agricultura y su industria, el comercio libre parece haber tenido gran éxito durante
los años en que la metrópoli evitó comprometerse en guerras internacionales.
Durante la larga pausa bélica entre España e Inglaterra de 1782 a 1796, el
comercio colonial creció en forma rápida. Las exportaciones de España a las

308
El texto del reglamento está publicado en Bibiano Torres Ramírez y Javier Ortiz de
la Tabla, (eds.), Reglamento para el comercio libre, 1778 (Sevilla, 1979).
Américas aumentaron en cerca de un 400%, y los productores hispanos lograron
incrementar su participación en los mercados americanos de un 38% en 1778 a un
promedio del 52% entre 1782 y 1796. Las exportaciones

««Página 197»».

de las colonias a España aumentaron incluso en mayor medida. El valor de su


promedio anual entre 1782 y 1796 fue diez veces mayor que el de 1778. La mayor
parte de este incremento se debió a las exportaciones adicionales de metales
preciosos, que con un 56% del total de las exportaciones americanas seguían
representado la mayor parte de las utilidades coloniales para España. La
constante predominancia del producto de los metales no debería, sin embargo,
opacar el hecho de que el comercio libre estimuló una diversificación sin
precedentes de las exportaciones coloniales. Los contactos más estrechos con
España ampliaron los mercados para los productores americanos de artículos
como el azúcar, el tabaco, el cacao, el algodón y los colorantes. El comercio libre
imperial fracasó en final de cuentas en estimular un crecimiento suficiente de las
manufacturas para transformar la economía agraria de España en una economía
industrial, puesto que favoreció a los productores agrícolas a costa de sus
industrias y reforzó la tradicional estructura del comercio colonial, dentro de la cual
España abastecía de alimentos, más que de manufacturas, a sus colonias; y
porque canalizó el comercio a través del puerto tradicionalmente dominante de
Cádiz.309 La liberación del sistema comercial colonial fomentó, no obstante, una
notable expansión que le permitió a España aprovechar en mayor medida los
mercados y recursos de sus colonias americanas.

El comercio libre ofreció beneficios menos obvios para los súbditos coloniales de
España. Por un lado, la mayor libertad de comerciar dentro del imperio les dio
algunas ventajas a los consumidores y productores americanos. La eliminación de
las restricciones al tráfico y al comercio trasatlántico abrió, en primer lugar, nuevas
rutas y redujo el poder de los oligopolios mercantiles que tradicionalmente habían
controlado la Carrera de Indias. Por la misma razón, el comercio libre redujo los
precios de las importaciones de Europa,

««Página 198»».

en beneficio del consumidor colonial, y ofreció al mismo tiempo nuevas


oportunidades a los productores americanos, para quienes abrió una gama más
amplia de mercados potenciales para sus exportaciones. Esto fue de particular
importancia para las que hasta entonces habían sido economías marginales, como
las de Cuba, Río de la Plata y Venezuela, porque les brindó la oportunidad de
exportar los productos de sus plantaciones y estancias. 310 Por otro lado, el

309 John Fisher, Commercial Relations between Spain and Spanish America in the
Era of Free Trade, 1778-1796 (Liverpool, 1985), pp. 87-90.
310 Sobre la forma comercial y el comercio de estas economías, véanse Allan J.
comercio libre imperial tuvo también implicaciones perjudiciales para los intereses
económicos coloniales allí donde las importaciones europeas competían con la
agricultura y las manufacturas domésticas. Porque a medida que los comerciantes
peninsulares, ansiosos por sacar ventaja de la mayor libertad de que gozaban,
inundaban los mercados americanos con importaciones de Europa, la
consecuente caída de sus precios reducía las ganancias de los comerciantes
locales o los llevaba a la quiebra; también lesionó la agricultura y las manufacturas
coloniales al exponerlas a una mayor competencia de sustitutos europeos.
Además, el comercio español ofrecía un crecimiento relativamente pequeño de los
mercados para las exportaciones americanas, salvo en el caso del oro, de manera
que el crecimiento del comercio trasatlántico abrió escasas posibilidades para un
crecimiento basado en las exportaciones, y en forma paralela drenaba de metálico
a las economías coloniales. Desde este punto de vista, la reforma comercial de
Carlos III fue un eficaz instrumento de un nuevo imperialismo que, en palabras de
John Lynch, "aumentó la situación colonial de Hispanoamérica e intensificó su
subdesarrollo".311

««Página 199»».

EL "COMERCIO LIBRE" Y EL COMERCIO


DE LA NUEVA GRANADA

Para medir los efectos de la política económica borbónica en la Nueva Granada


durante los últimos años del período colonial, debemos primero tener en cuenta el
impacto de la reforma comercial en el volumen de su comercio con España
durante los años que siguieron a la introducción del comercio libre. Las
repercusiones de la reforma no fueron aquí para nada dramáticas o inmediatas,
porque de inmediato, después de que fuera instituida, se vio frustrada por los
efectos de una guerra internacional. Poco después de que en 1778 llegara a
Cartagena la noticia de la reforma, los precios de los bienes europeos
descendieron en forma espectacular, en previsión de la afluencia de importaciones
que hacía posible la recién modificada Carrera de Indias. Este efecto no tardó sin
embargo en invertirse cuando la guerra contra los ingleses interrumpió el flujo del
tráfico español en el Atlántico. De modo que aunque los precios de las
importaciones europeas bajaron en Cartagena en 1778, cuando las noticias del
Reglamento llegaron por primera vez al puerto, el anticipado auge del comercio

Kuethe, Cuba, 1753-1815: Crown, Military and Society (Knoxville, Tennessee


1986); Tulio Halperin Donghi, Politics, Economics and Society in Argentina in the
Revolutionary Period (Cambridge, 1975); P. Michael McKinley, Pre-revolutionary
Caracas: Politics, Economy and Society, 1777-1811 (Cambridge, 1985).

311 Lynch, The Spanish American Revolutions, p. 14.


con España no se verificó.312 Muy al contrario: poco después de que empezara la
guerra, el comercio trasatlántico español se paralizó y la corona tuvo que tomar
medidas extraordinarias para continuarlo, organizando convoyes para la travesía
del océano, ofreciendo seguros especiales por medio de la tesorería real y
permitiendo en 1780 que los neutrales comerciaran con puertos escogidos de
Hispanoamérica.313 Estas medidas no mejoraron el comercio exterior de la Nueva
Granada. A los neutrales no se les permitió fondear en Cartagena o en cualquier
otro puerto neogranadino, y el abasteci-

««Página 200»».

miento por medio de los convoyes era muy escaso y demorado, de manera que
para mediados de 1780 había en Cartagena cerca de dos millones de pesos
embotellados esperando ser enviados a España. 314 El bloqueo del comercio del
puerto terminó, no con el intercambio con España sino gracias al permiso de
comerciar con extranjeros En marzo de 1781 la corona permitió que los
comerciantes de Cartagena trataran con puertos de potencias aliadas y neutrales,
lo cual permitió el contacto con puertos norteamericanos y con las colonias
francesas y holandesas del Caribe.315
Fue irónico que la corona liberara a la Nueva Granada del monopolio español sólo
un par de años después de que estableciera el comercio libre para fortalecerlo; sin
embargo, pensó en la concesión de comerciar con extranjeros amigos y neutrales
apenas como una desviación temporal de la política comercial de Carlos III,
tomada con la intención de ayudar al gobierno del Nuevo Reino a encarar las
vicisitudes de la guerra. Pues debido a que el virrey Flóres había puesto en orden
las defensas de Cartagena durante 1780, los gastos del gobierno habían
aumentado en forma exorbitante mientras declinaban los ingresos del comercio,
causándole al virrey serios problemas financieros. Flóres había por lo tanto urgido
a la corona para que abriera el comercio de Cartagena por razones fiscales, con el

312 AGI Santa Fe 659, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, abril 30, 1779.

313 Sobre los efectos de la guerra en el comercio del Perú y de Río de la Plata,
véase Villalobos, El comercio y la crisis colonial, pp. 99-100; los esfuerzos reales
por mantener el flujo del comercio colonial los describe E. Rodríguez Vicente, "El
comercio cubano y la guerra de emancipación norteamericana", AEA, vol. II
(1954), pp. 61-106

314 Cuando un convoy llegó por fin a aguas americanas, estaba sobre todo
formado por barcos que llevaban mercurio a Nueva España; pocas mercancías
estaban destinadas a Cartagena. Para su composición, véase ibid., pág 81.

315 AGI Indiferente General 1955, Real cédula, marzo 14, 1781.
objetivo de revivir los ingresos de las aduanas y convencer a los comerciantes de
Cartagena de hacer préstamos al gobierno. 316 En términos fiscales, la medida
rápidamente demostró su valor. El comercio con los extranjeros trajo consigo una
afluencia de importaciones que incrementó el producto de los aranceles a los
bienes europeos importados (el almojarifazgo de entrada de géneros de
Castilla).317 También restauró la confianza de los comerciantes car-

««Página 201»».

tageneros quienes, aplacados por el permiso de comerciar con puertos


extranjeros, le hicieron al virrey un jugoso préstamo de medio millón de pesos,
pagadero en La Habana al finalizar la guerra. 318 Fue ésta, entonces, una medida
razonable y realista de tiempos de guerra. Le permitió a la corona aumentar los
ingresos del comercio que en otra forma hubieran ido a manos de los
contrabandistas, y dejó satisfechos al gobierno y a los comerciantes de la Nueva
Granada. Pero la medida también produjo desventajas para España. Al término de
la guerra, el comercio entre España y la Nueva Granada fue reemplazado por el
intercambio con los extranjeros, sentando un precedente que habría de
obstaculizar la restauración del comercio español en tiempos de paz y de mitigar
así el impacto del comercio libre en las relaciones económicas del Nuevo Reino
con la metrópoli.
En general, el comercio colonial español se expandió rápidamente al finalizar la
guerra en 1783, al precipitarse los comerciantes para aprovechar la mayor libertad
comercial y para explotar los mercados coloniales agotados por el conflicto. 319 Tal
cosa no sucedió en la Nueva Granada. Al contrario de otros puertos importantes
de Hispanoamérica, Cartagena no vivió un auge de postguerra del comercio con
España. Para mediados de 1785, pocos barcos habían arribado de puertos
metropolitanos, y no fue sino hasta fines de ese año cuando el comercio español
con el virreinato dio alguna señal de crecimiento. 320 El marasmo de postguerra

316 AGI Santa Fe 593 (ramo 2), Flores a Gálvez, mayo 6, 1780; ibid., junio 27,
1780.

317 Véase Apéndice C, Tabla 2.

318 AGI Consulados 337, Francisco Simón de Miranda al Tribunal del Consulado,
Cartagena, agosto 11, 1781.

319 Fisher, Commercial Relations between Spain and Spanish America, pp. 45-7,
61-2.

320 AGI Santa Fe 605, Caballero y Góngora a Gálvez, julio 20, 1785.
resultó en parte del comercio con los extranjeros durante la contienda. En 1784,
Madrid había dado autorización a los comerciantes del puerto para que vendieran
los artículos extranjeros importados legalmente durante la guerra, para que
pudieran deshacerse de las grandes existencias que habían acumu-

««Página 202»».

lado.321 Esta no fue, sin embargo, la única razón de la inactividad del comercio
español con la colonia durante los primeros años del comercio libre. Más
importante fue la continuación del comercio directo con los extranjeros, práctica
que había proseguido en tiempos de paz dentro de las normas establecidas
durante la guerra. En 1783 y 1784, la mayor parte de los barcos que entraron a
Cartagena procedían más de puertos extranjeros que de los españoles. Algunos
comerciantes usaron licencias concedidas en tiempos de guerra, que las
autoridades coloniales seguían respaldando; algunos tenían autorizaciones
especiales para comerciar con puertos franceses, sobre la base de que el aliado
de España requería ayuda y apoyo después de la contienda; a algunos, incluso,
se les permitía comerciar con puertos ingleses en el Caribe, supuestamente como
excusa para obtener información militar.322 De manera que cuando los boquetes en
el monopolio comercial de España se cerraron formalmente al volver la paz, en la
práctica se dilató la restauración del comercio de la colonia con la metrópoli, por la
tolerancia del gobierno hacia el comercio legal con los extranjeros.
Después de 1785 desaparecieron por fin estas distorsiones causadas por el
bloqueo y las medidas de emergencia debidas a la guerra, y el comercio de la
Nueva Granada con España empezó a responder en forma más flexible al régimen
del comercio libre. Los resultados se reflejaron con claridad en el tráfico de barcos

321 La presencia de estas existencias fue reconocida por una resolución real al
virrey en 1784, que permitió a los comerciantes vender artículos extranjeros
adquiridos durante la guerra. AGI Santa Fe 605, Caballero y Góngora a Gálvez,
enero 15, 1785.

322 Para una consideración más detallada de la composición de las mercancías


que ingresaron a Cartagena en esos años, y de las medidas que permitían el
comercio con los extranjeros, véase Anthony McFarlane, "El comercio exterior del
Virreinato de la Nueva Granada: Conflictos en la política económica de los
Borbones, 1783- 1789", ACHSC, vol. 6-7 (1971-2), pp. 70-7, 95-6. Un resumen de
la cantidad de barcos extranjeros, en comparación con los barcos de España que
ingresaron a Cartagena entre 1783 y 1790, figura en el Apéndice C, Tabla 3.
entre Cartagena y los puertos de la península, que aumentó sustancialmente a
fines de

««Página 203»».

TABLA 5.1
EL COMERCIO ENTRE INGLATERRA Y ESPAÑA, 1784-1793

Año Importaciones Exportaciones


(pesos)
1784 1.543.648 1.650.525
1785 2.584.896 1.981.733
1786 2.155.797 462.098
1787 1.644.501 4.648.231
1788 3.363.957 2.074.521
1789 2.593.647 2.300.708
1790 1.233.525 2.312.101
1791 1.677.260 2.843.518
1792 1.462.840 1.859.880
1793 1.296.473 919.272

Promedio anual 1.955.652 2.105.259

la década de 1780 y principios de la de 1790. 323 Igual cosa sucedió con el valor de
las importaciones y exportaciones entre España y Cartagena, tal corno lo muestra
la Tabla 5.1, en la que figuran los registros oficiales. 324La dimensión de esta
expansión comercial se puede apreciar mediante una simple comparación del
valor de las importaciones y las exportaciones en esta década con el realizado
durante los años anteriores al comercio libre. Antes de 1778, las importaciones de
España a Cartagena llegaban a cerca de un millón de pesos anuales. Después de
1785 se dispararon, llegando a un tope de 3.3 millones en 1788 y promediando
1.96 millones de pesos anuales durante toda la década de 1784 a 1793. Las
exportaciones de la colonia a España también aumentaron considerablemente,
pro-

323 Véase Apéndice C, Tabla 3 y Tabla 9. Debe anotarse que una gran proporción
de los barcos que arribaron a Cartagena de España procedían de Cádiz, el centro
tradicional del tráfico. Para una ilustración de los puertos de origen metropolitano
de los barcos que zarparon hacia Cartagena, véase Apéndice C, tabla 4.

324 AGI Santa Fe 957, Real Aduana de Cartagena de Indias, abril 14, 1795.
««Página 204»».

mediando 2.1 millones de pesos anuales entre 1784 y 1793, nivel que casi duplicó
el año promedio entre 1754 y 1764.
La mayor libertad para el comercio que permitía el régimen del comercio libre hizo
entonces aumentar el de España con la Nueva Granada, llevándolo en la década
posterior a 1785 a un nivel más alto que en cualquier otro momento del siglo XVIII.
¿Cómo afectó este crecimiento la economía del Nuevo Reino? En su historia
económica de Colombia, W.P. McGreevey sugiere que las políticas de Carlos III
lograron estimular la producción para la exportación y aumentar el volumen del
excedente remitido a la metrópoli, induciendo así "el advenimiento de una
economía verdaderamente orientada hacia las exportaciones". Sostiene de igual
modo que la economía de la Nueva Granada se estancó, a pesar de la producción
y de las exportaciones, porque los impuestos remitidos a España absorbieron el
excedente generado por el crecimiento. 325 Sin embargo, si examinamos ahora el
comportamiento de las exportaciones e importaciones neogranadinas durante
fines del siglo XVIII, encontraremos que este análisis es erróneo. Aunque la
política borbónica aumentó la apertura de la colonia a las importaciones, esto no
hizo que su economía se orientara más claramente hacia las exportaciones que en
cualquier otro período anterior; si el crecimiento de aquella fue lento y vacilante,
esto no se debió a que España drenara en impuestos el excedente de la región (lo
cual no hizo), sino más bien a que no proporcionó mercados para los recursos de
ésta.326

««Página 205»».

LA REFORMA BORBÓNICA Y LA MINERÍA


DE LA NUEVA GRANADA

Examinemos, en primer lugar, el crecimiento de las exportaciones de la Nueva


Granada. ¿Desvió la política borbónica una mayor porción de sus recursos
mineros, agrícolas o de materias primas del mercado doméstico a la economía
metropolitana, y estimuló una mayor producción para las exportaciones?
Empecemos por el sector minero, tradicionalmente el principal medio del país para
financiar su comercio exterior. En este campo, la política borbónica logró
indiscutiblemente canalizar hacia España una mayor producción de oro. Esto se
refleja con claridad en las estadísticas comerciales expuestas en la tabla 5.1 y en

325 William Paul McGreevey, An Economic History of Colombia, 1845-1930


(Cambridge, 1971), pp. 24-33; cita de la p. 30.

326 El giro de los ingresos de los impuestos de la Nueva Granada a España se


discute en el capítulo 8.
la 5.2, ya que ambas muestran un crecimiento de las exportaciones, en particular
de las de oro. Pero si el comercio libre permitió que España tomara más oro de la
Nueva Granada al aumentar la competitividad de las importaciones de la
península, ni la reforma comercial borbónica ni la intervención directa del gobierno
en el lugar de la producción produjeron una diferencia perceptible en la estructura,
dimensión o producción de las minas de oro del virreinato.
La reorganización comercial no benefició allí, en primer lugar, la minería del oro en
la misma forma en que afectó la minería de la plata en México. Como la plata que
se producía en la Nueva España, el oro de la Nueva Granada no se mercadeaba
directamente. La mayor parte de su producción se acuñaba, y era de esta
existencia de metálico de donde los comerciantes españoles tomaban la mayor
parte del oro que exportaban a la península. En cuanto productores de un artículo
que se procesaba internamente antes de ser exportado y que se tasaba en
términos de una relación bimetálica fijada por la corona, los mineros no recibían
ningún estímulo directo de los mercados externos que abastecían; por lo tanto, los
cambios en la demanda causados por la reforma comercial tuvieron un impacto
mínimo en el ritmo de la producción minera. La influencia de aquella en el sector
minero debe, por lo tanto, buscarse en los efectos que tuvo en las condiciones de
producción. Pues era de los factores que afectaban la

««Página 206»».

organización de la oferta —tales como la disponibilidad de capital, el nivel de los


conocimientos técnicos y las condiciones de los medios de transporte— que
dependía en últimas la producción de oro.

En México, las repercusiones de la reforma comercial se transmitieron


directamente a la industria minera por medio de los cambios que el comercio libre
produjo en la comunidad mercantil. Al socavar la privilegiada posición de los
comerciantes oligopólicos de Ciudad de México, las reformas comerciales los
animaron a desplazar sus fondos hacia otras áreas de la actividad económica,
entre ellas la extracción y el procesamiento de la plata. 327 No hubo un movimiento
comparable del capital comercial de la Nueva Granada hacia el sector minero tras
el Reglamento de 1778. La minería era rara vez una alternativa atractiva para el
comercio, porque estaba localizada en áreas de frontera alejadas de los
principales centros de la sociedad colonial, y porque exigía sustanciales
inversiones en esclavos y era difícil de administrar con éxito desde lejos. En una
ciudad como Popayán, donde los comerciantes pudientes se casaban en el
patriciado local, existía probablemente algún flujo de capital entre la minería y las
empresas comerciales, pero ésta no era una condición típica de la industria como
un todo. En el virreinato había pocas fortunas cuantiosas basadas en la minería y
el rico propietario ausentista de Popayán era una figura excepcional; la mayor
parte de los mineros de oro eran pequeños empresarios que vivían en condiciones

327 David Brading, Miners and Merchants in Bourbon Mexico, pp. 116, 130, 152.
primitivas en las apartadas regiones de la frontera minera, y que recibían sólo
pequeñas e inciertas ganancias de manos de los buscadores. 328 Mientras el
comerciante pudiera obtener oro mediante

««Página 207»».

el intercambio y la compra en el mercado abierto, no tenía buenas razones para


arriesgar sus fondos en la minería misma, y la única inversión que los
comerciantes dedicaban a la minería consistía por lo general en créditos a corto
plazo, que adelantaban en forma de bienes pagaderos en unos pocos meses. En
estas circunstancias, los funcionarios borbónicos consideraban la intervención del
gobierno como un recurso esencial, y lanzaron en consecuencia una serie de
proyectos destinados a inyectar en la minería nuevos capitales y tecnologías, y a
mejorar las condiciones de su organización. Es dudoso, sin embargo, que estos
planes tuvieran en sí mismos mayor efecto en la producción minera que las
reformas del comercio libre.
Los planes de Carlos III para estimular la minería se iniciaron en 1777, cuando el
quinto, el impuesto que debían pagar los mineros, se redujo del 5% al 3%. Sin
embargo, algunos importantes funcionarios de la Nueva Granada siguieron
convencidos de que el comportamiento del sector minero iba muy a la zaga de su
potencial, y durante los últimos años del reinado de Carlos III introdujeron una
serie de planes para estimular su crecimiento. En esto jugó un papel de primera
importancia el arzobispo virrey Caballero y Góngora (1782-1789). Cuando informó
por primera vez a los ministros de Indias sobre las condiciones económicas de la
colonia, reiteró el viejo lugar común oficial según el cual el descuido de "sus
metales preciosos y riquezas naturales" era la causa principal de su atraso, y pidió
la intervención directa del gobierno para fomentar y diversificar la explotación
minera.329 Según Caballero y Góngora, la escasez de capital y la anticuada
tecnología eran los principales obstáculos para el crecimiento, y patrocinó por lo
tanto varios planes para mejorar la inversión y las técnicas de trabajo en el sector
minero. Algunos de estos proyectos —como los que propuso para el desarrollo de
la minería del hierro, el cobre, el plomo y. el zinc— no

328 Para un comentario contemporáneo sobre las bajas ganancias del sector
minero, véanse las observaciones del oidor Mon y Velarde sobre Antioquia, en
Robledo, Bosquejo biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde, tomo
2, p. 66. Para anotaciones generales sobre la pobreza de los mineros, y cálculos
de la tasa de ganancia, véase Pedro Fermín de Vargas, Pensamientos políticos,
pp. 57-60. Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 171-89, presenta cálculos
recientes de la tasa de ganancia entre los grandes propietarios de minas del
Chocó.
329 Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del Arzobispo-Virrey: Caballero
y Góngora a Gálvez, Santa Fe, octubre 15, 1782 (no. 9).
««Página 208»».

resultaron en nada; sus planes para aumentar la producción de oro llevaron, por
otro lado, a varios proyectos patrocinados por el gobierno en las principales zonas
mineras de la Nueva Granada.
El menos conocido de estos proyectos fue uno en que el mismo Caballero y
Góngora estaba directamente involucrado, mediante su creación y patrocinio de la
Real Compañía de Minas y Planificaciones Industriales de Popayán. Este incluyó
un pequeño grupo de ricos ciudadanos de esta ciudad que, dirigido por Pedro
Agustín de Valencia, un importante propietario de minas y tesorero retirado de la
casa de moneda local, cooperó con el gobierno en la creación de una sociedad en
comandita para explotar las abandonadas minas de oro y plata de Almaguer. Se
trataba, en su concepción, de un ambicioso plan que contemplaba el empleo de
"uno o dos mil hombres o más, en parte esclavos y en parte hombres libres
remunerados según su capacidad". Para sostener sus operaciones mineras, la
sociedad se proponía comprar tierras para el pastoreo de ganado en el valle del
Patía y para criar ovejas cerca de Almaguer, con el fin de usar su lana para
fabricar telas crudas para sus trabajadores, así como con el algodón que también
se cultivaría en tierras de la compañía. También pensaba la sociedad organizar la
producción de alimentos básicos, tales como los plátanos, el maíz, el arroz y el
trigo, para alimentar a sus mineros. 330 Para iniciar la empresa, diecisiete
importantes vecinos de Popayán dieron 22.000 pesos en esclavos y dinero,
equivalentes a cuarenta y cuatro acciones de quinientos pesos, en las cuales tenía
la familia Valencia interés predominante. Pedro Agustín de Valencia poseía
diecisiete acciones y sus hijos Joaquín y Tomás adquirieron otras siete
conjuntamente.331 La mayor parte de

««Página 209»».

los demás accionistas poseían sólo una, y el papel dominante de los Valencias se
incrementaba por el hecho de que por los menos seis accionistas estaban

330 AGI Santa Fe 837, Caballero y Góngora a Váldez, Turbaco, abril 8, 1788 (no.
227).

331 En 1788, los accionistas y sus valores fueron enumerados como sigue: Pedro
Agustín de Valencia, 17; Rafael de Rebolledo, 1; Joaquín de Valencia, 2; Joaquín
Sánchez Ramírez de Arellano, 2; Tomás de Valencia, 5; Manuel Bernardo Alvarez,
1; Antonio Sánchez Ramírez de Arellano, 1; Gregorio de Angulo, 1; Ignacio
Carvajal, 1; Francisco Josef de Quintana, 1; Andrés Pérez de Arroyo, 2;
Luis Tadeo Jiménez, 1; Juan Antonio de Ibarra, 1; Eduardo Alonso de Yllera, 1;
Josef Martínez de Escobar, 2; Agustín Nieto Polo, 4.
vinculados a ellos por matrimonio, o tenían relaciones comerciales con Pedro
Agustín de Valencia.332
La compañía no dependía solamente de la iniciativa y el capital privados. El
gobernador de Popayán y el arzobispo virrey apoyaron ambos con entusiasmo la
empresa y, además de cuatro acciones compradas por el virrey para la corona, el
gobierno metropolitano le hizo un préstamo por medio de la tesorería de la colonia.
El patrocinio y el apoyo financiero de la corona, junto con la concesión de
derechos de monopolio sobre los metales de Almaguer, parecían asegurar el éxito
de la sociedad. Para 1789 había aumentado su capital a 40.000 pesos, y
Caballero y Góngora estaba convencido de que tendría un futuro brillante. 333 Pero
tanto el optimismo del virrey como el de los accionistas se desplomó muy
pronto.334 Después de unos pocos años, la compañía abandonó la concesión de
Almaguer y empezó a operar en las minas de la Vega de Supía y Quiebralomo,
cerca de la ciudad de Anserma, al norte de la provincia. Allí al parecer tuvo más
éxito, pues los trabajos continuaron hasta por lo menos 1810. 335 En últimas, sin
embargo, el aporte de la sociedad al desarrollo del sector minero de la provincia
fue insignificante. Cuando el gobernador de Popayán inspeccionó su provincia en
1797, menospreció las condiciones de las minas en general, y específicamente
informó que había escasas señales de progreso en las opera-

««Página 210»».

ciones de la compañía en el área de Supía. 336 De manera que ni la intervención


del gobierno ni la iniciativa privada lograron cambiar las condiciones bajo las que
operaba el sector minero en el sur y el suroeste de la Nueva Granada. Desprovisto
de capital y sirviéndose de una tecnología primitiva, el crecimiento de su
producción dependía más de la extensión de la frontera minera que de una mayor
productividad en la explotación de los recursos.
Otro proyecto del gobierno para incrementar la producción minera se encuentra en
el plan propuesto en 1778 por el oidor Antonio Vicente de Yáñez, durante su visita
al Chocó. Yáñez sostuvo que la carencia de trabajo y capital dificultaba la
explotación de las minas de oro chocoanas, y decidió que el gobierno podía aliviar

332 Estos eran Alvarez, Angulo, Arroyo y Rebolledo. La información sobre sus
relaciones con la familia Valencia se encuentra en Gustavo Arboleda, Diccionario
Biográfico, pp. 5, 6, 27, 100, 221, 373, 447-50.

333 Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, pp. 347-8.

334 Segovia, "Crown Policy and the Previous Metals in New Granada", pp. 75-86,
nos ofrece una relación general de las actividades de la compañía.

335 AGI Santa Fe 837, el gobernador de Popayán a la corona, agosto 20, 1794.
336 AGI Santa Fe 623, Informe del gobernador de Popayán, diciembre 5, 1797.
esta situación mediante el suministro de esclavos negros. Su proyecto era similar,
y probablemente copiado de un plan favorecido años antes por los mineros de
Popayán. En 1781 Vicente Hurtado, un funcionario del cabildo de esta ciudad,
había argumentado que las minas de Popayán, Antioquia y el Chocó tenían una
baja producción porque sus propietarios no tenían ni el capital privado ni el apoyo
financiero del gobierno requeridos para la compra de esclavos. Sugirió por lo tanto
que la corona estableciera un fondo de inversiones administrado por el gobierno
para la compra de esclavos, que podrían entonces distribuirse a crédito entre los
mineros, en términos asequibles para ellos. Para capitalizar este fondo,
recomendó que el quinto se tasara según la antigua tarifa del 5%, y que la mitad
de los ingresos recogidos se transfiriera a una cuenta especial para financiar las
importaciones de esclavos.337 Como los quintos por lo general los pagaban los
comerciantes que trataban con el oro más que los mismos mineros, el proyecto
era a todas luces un intento de obligar a los tratantes de oro a contribuir con parte
de sus ingresos a la reinversión en el proceso de producción. El proyecto de
Yáñez de 1788 era

««Página 211»».

similar al de Hurtado tanto en su concepto como en su ejecución, puesto que


trataba de estimular la producción mediante el suministro de fondos reales para la
compra de 1.500 esclavos que debían ser distribuidos entre los mineros del Chocó
en términos favorables. El proyecto resultó ser un terrible fracaso, pues fue
propuesto en un momento en que estaba descendiendo la producción de oro del
Chocó y en el que por lo tanto los mineros no estaban dispuestos a ensanchar sus
empresas.338
Un campo adicional para la intervención del gobierno en la minería fue la provincia
de Antioquia. Allí se proyectó y en parte ejecutó un programa inusitadamente
completo para promover la explotación de los recursos minerales y agrícolas bajo
la supervisión de Juan Antonio Mon y Velarde, oidor de la audiencia de Santa Fe y
visitador de Antioquia de 1786 a 1788. Tradicionalmente considerado como el
primer arquitecto del extraordinario ascenso de Antioquia a un primer plano
económico dentro de Colombia, Mon y Velarde de hecho obtuvo muchas de sus
ideas de Francisco Silvestre, quien durante su período inicial como gobernador de
la provincia, de 1775 a 1776, llamó la atención del gobierno sobre sus ricos
recursos y formuló planes positivos para su explotación. 339

337 AGI Santa FE 836, gobernador de Popayán, "Informe sobre un proyecto para
el común General", Madrid, diciembre 10, 1782.

338 Sharp ofrece una descripción del proyecto y de sus resultados en Slavery on
the Spanish Frontier, pp. 472-4.

339 Francisco Silvestre, "Relación que manifiesta el estado de la provincia de


Antioquia (1776)", Archivo Historial (Manizales, 1917), pp. 569-605.
Según Silvestre, el oro era "tan común en toda la extensión del territorio, que si su
población correspondiera a las del Perú y de la Nueva España... esta provincia
opacaría por sí sola... todas las riquezas que han dado fama a esos dos
poderosos reinos".340 Tal como eran las cosas, la producción estaba muy por
debajo de su potencial. En las minas de tierras altas como las de Santa Rosa de
Osos, la escasez de agua y de maquinaria para controlarla significaba que ricos
depósitos de oro aluvial sólo se podían trabajar cuando llovía,

««Página 212»».

mientras que el agotamiento de los yacimientos más conocidos implicaba que los
mineros tenían que internarse cada vez más en tierras apartadas, donde era difícil
mantener tanto cuadrillas de esclavos como mineros independientes. Pero más
grave aún, las mayores reservas de oro, comparadas con las cuales los depósitos
aluviales eran mero detrito, se encontraban en las "muchas minas de veta sin
tocar o descuidadas, aunque las piedras que se encuentran sobre la faz de la
tierra muestran un oro que deslumbra los ojos". 341 Las legendarias minas de
Buriticá, sobre las que se decía que habían rendido hasta 30.000 castellanos por
año solamente para el mantenimiento de los soldados que vigilaban a las
cuadrillas de esclavos, estaban ahora totalmente abandonadas, y la minería se
había pasado por completo a los aluviones. Silvestre atribuyó esto a la falta de
conocimientos técnicos apropiados y a la de capital suficiente para sostener la
clase de empresa que se requería para esa clase de minería. Recomendó por lo
tanto el apoyo de la corona a compañías mineras capaces de suministrar tanto el
capital como la pericia técnica y, como prueba de su confianza en este enfoque, el
mismo Silvestre formó una compañía para explotar las vetas de Buriticá.
La importancia que Silvestre dio a la restauración de las minas de veta estaba a la
par con su preocupación por encontrar medios para estimular el comercio de la
provincia. Interna y externamente, el comercio de Antioquia se veía perjudicado
por el mal transporte, la escasez de moneda circulante (que se reflejaba en la
general dependencia del crédito) y el oneroso sistema de impuestos al comercio.
Silvestre hizo una serie de propuestas para superar estos obstáculos. Reconoció,
en primer lugar, la necesidad de integrar a Antioquia dentro de la economía
general mediante la mejora de las comunicaciones con las provincias vecinas.
Recomendó por consiguiente mejorar tres rutas principales: la de Cartagena
pasando por Ayapel y el río San Jorge, para darle a Antioquia acceso directo a

340 Ibid., p. 572.

341 Ibid., p. 551.


««Página 213»».

la costa; la del río Magdalena por vía de Sonsón y de Mariquita, con el fin de
mejorar las comunicaciones con el cuerpo principal de la Nueva Granada, y
finalmente la de las minas de oro del Chocó a través de Bebará, para unirla con
otra región minera. En segundo lugar, insistió en que se dieran pasos para animar
a los habitantes de la provincia a despejar y mantener las trochas entre sus
poblaciones, pues esto permitiría que los campos mineros tuvieran más fácil
acceso a provisiones más baratas, y porque ampliaría la esfera del mercado
interno para los productos agrícolas. En tercer lugar, aconsejó que se introdujeran
monedas de oro y plata para facilitar el intercambio y fomentar la producción de
oro. Sugirió finalmente que se redujeran los derechos al comercio entre las
provincias para que los comerciantes aumentaran sus transacciones con Antioquia
y hubiera así menos incentivos para el contrabando. 342
La insistencia de Silvestre en la necesidad de que el gobierno emprendiera
acciones positivas para estimular el comercio y la minería en Antioquia abrió el
camino para las políticas reformistas de los años siguientes. Durante la inspección
al virreinato del visitador general Gutiérrez de Piñeres, éste recurrió a los informes
de Silvestre y recomendó que se realizaran los proyectos del ex gobernador,
añadiendo que Silvestre sería ideal para llenar el papel de la "persona autorizada,
activa y celosa que con sus políticas y su ejemplo podría animar a los mineros y
estimular su industria".343 En consecuencia, Silvestre cumplió un segundo período
como gobernador de 1782 a 1785, y su propuesta de que se hiciera una
inspección general de la provincia y de sus minas se implementó cuando Juan
Antonio Mon y Velarde fue enviado a la provincia en 1786. 344

««Página 214 »».

Al llevar a cabo su visita entre 1786 y 1788, Mon y Velarde hizo eco a muchos de
los juicios de Silvestre. Encontró que sus habitantes eran por lo general muy
pobres, la agricultura rara vez superior a la de subsistencia, el comercio interno
estancado y el gobierno corrupto y desorganizado. 345 Para redimir la provincia de
su pobreza, Mon y Velarde condujo una enérgica campaña para reformar su
industria minera. Como el código legal que reglamentaba las operaciones de ésta

342 Ibid., pp. 572-99.

343 AGI Santa Fe 837, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, Santa Fe, agosto 31, 1779
344 Para una relación de la carrera de Silvestre, así como una transcripción del
informe que dejó al final de su segundo período como gobernador, véase
Francisco Silvestre, Relación de la Provincia de Antioquia, ed. y trad. por David J.
Robinson (Medellín, 1988).

345 Robledo, Bosquejo biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde,
tomo I, pp. 195-196; tomo 2, pp. 143-4.
era anticuado y había sido desechado, Mon y Velarde consideró esencial una
revisión de las ordenanzas mineras para clarificar los derechos y
responsabilidades del gremio y para mejorar la condición de sus miembros. 346 Su
objetivo primordial en este campo era controlar los denuncios para que los
individuos no pudieran reclamar derechos a vastas extensiones de tierra con el
único propósito de evitar que otros las explotaran. 347 También consideró esencial la
intervención del gobierno para revivir las ricas minas de veta de Buriticá. La
compañía de Silvestre no había hecho progresos allí, y Mon y Velarde recomendó
que se trasladara a Antioquia a los expertos mineros españoles pagados por la
corona que en ese entonces trataban de revivir las minas de plata de Mariquita,
con el fin de que ellos pudieran reiniciar los trabajos en Buriticá y renovar la
inversión privada en la minería de vetas. 348
Los planes del visitador para revitalizar la minería fueron más allá de la
intervención en la industria porque Mon y Velarde reconocía que su progreso
dependía de disminuir los altos costos de la producción causados por los precios
inflados de los artículos básicos. Antioquia dependía de las importaciones de
regiones vecinas de

««Página 215»».

cacao, tabaco, licores y textiles; en consecuencia, la financiación del consumo


básico, en lugar del fomento de la producción, absorbía una alta proporción de las
ganancias del sector minero. Y como el pago de las importaciones drenaba de oro
a la provincia, se descuidaban sus ricos recursos agrícolas. Así que para promover
la producción agrícola que se requería para apoyar una sana industria minera y
transformar a los campesinos en prósperos contribuyentes, Mon y Velarde puso en
práctica varias medidas encaminadas a aumentar la producción de alimentos y
facilitar el comercio dentro de la provincia. 349 En las ciudades principales, como
Santa Fe de Antioquia, Medellín y Rionegro, estableció comités, llamados juntas
de agricultura, compuestas por altos funcionarios y representantes locales y
encargadas de hallar los medios para incrementar la producción de alimentos. 350

346 AHA Minas tomo 357, mss. 6706. "Testimonio del expediente formado para el
arreglo de las ordenanzas de minas compuesto de varios oficios de algunos
sujetos que se hallan con conocimiento de las minas" (1788).

347 Robledo, Bosquejo biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde,
tomo 2, pp. 65-7, 365-7.

348 Ibid., pp. 354-5.


349 Para una completa discusión sobre la agricultura de la provincia en el siglo
XVIII, véase Twinam, Merchants, Miners and Farmers, pp. 91-109.

350 Robledo, Bosquejo biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde,
tomo 2, pp. 116-18, 126.
Como buena parte de la tierra en torno a las ciudades principales estaba
concentrada en manos de grandes propietarios que no las cultivaban o que
obligaban a los labradores a pagar alquileres altos, la población tendía a
dispersarse en los alrededores, donde se ganaba la vida a duras penas. Para
aumentar la producción comercial de alimentos, trató de reagrupar a estos
aislados labriegos en aldeas, donde se podría organizar la producción para
abastecer de artículos básicos los campos mineros; también intentó animar a los
campesinos para que cultivaran cacao, tabaco y algodón, con el fin de impedir la
necesidad de importarlos.351
Otro elemento clave de los planes de Mon y Velarde para fomentar la
comercialización de los recursos antioqueños fue su proyecto para introducir la
moneda de plata y garantizar así que se pudiera exportar más oro sin
desmonetizar la región. La plata era prácticamente desconocida en Antioquia y,
como la provincia no tenía casa de

««Página 216»».

moneda, las monedas de oro eran muy escasas; el principal medio de intercambio
era simplemente el polvo de oro sin tratar tomado de los ríos. Esta era a todas
luces una forma de dinero inadecuada. El polvo de oro se usaba ante todo en las
transacciones entre los mineros y los comerciantes que los abastecían de
importaciones y, como era barato en relación con los bienes importados, tendía
constantemente a filtrarse a las regiones vecinas, privando a Antioquia de una
fuente de intercambio para los pagos internos. Sin una moneda alternativa, los
salarios y las transacciones locales tenían que pagarse al trueque o a crédito,
operaciones ambas que demoraban el funcionamiento de una economía de
mercado y privaban al gobierno de ingresos impositivos. El empleo del polvo de
oro como medio de intercambio también despojaba de ingresos a la corona al
reducir la cantidad del metal que a través de canales oficiales se usaba para
fundirlo y acuñarlo.352 Mon y Velarde insistió por lo tanto en que la moneda de
plata era vital tanto para el desarrollo económico de la provincia como para los
intereses fiscales de la corona. Logró en consecuencia un arreglo con un grupo de
comerciantes que operaban entre Antioquia y el exterior para que compraran unos
25.000 pesos en monedas de plata de las casas de moneda de la colonia para
remitirlas a Santa Fe de Antioquia, donde se pagarían por un precio equivalente,
más una prima en oro.353 Al introducir la moneda de plata a la región, Mon y
Velarde trató de resolver un problema que afectaba a toda la economía de la

351 Ibid., pp. 13-25, 329-330, 350-4, 357-8.

352 AHA Colonia, Hacienda tomo 747, mss. 11988.

353 AHA Colonia, Libros tomo 466, mss. 584. "Expediente sobre elecciones de los
Diputados del Comercio de esta ciudad y jurisdicción de Antioquia... y orden del
Virrey para se establezca oro y plata acuñada en esta provincia" (1788).
Nueva Granada y que en particular ponía en serias dificultades a las regiones
mineras: la tendencia a drenar el oro, dejándolas sin metálico y deprimiendo la
economía.
Aunque las reformas de Mon y Velarde en Antioquia fueron mucho más completas
que las empleadas para promover la minería en Popayán y en el Chocó, su
impacto en la producción minera fue tal

««Página 217»».

vez igualmente limitado. Pues a pesar de sus esfuerzos, el código minero siguió
siendo letra muerta, el polvo de oro continuó como principal medio de intercambio,
y veinte años después de su visita un observador contemporáneo encontró que el
sector minero carecía aún de provisiones, capital y experiencia técnica
adecuados.354 En Antioquia y en otras regiones productoras de oro de la Nueva
Granada, ni la intervención del gobierno ni la reorganización comercial tuvieron
mayor impacto en la producción. El crecimiento había empezado mucho antes de
los cambios de política de fines del siglo XVIII, y ni el suministro de esclavos ni la
mejora de la tecnología minera alteraron mayor cosa su ritmo. El verdadero éxito
de la política borbónica no se dio en el aumento de la producción o en el
rendimiento de la industria minera, sino en aprovechar su crecimiento para
incrementar los ingresos de la corona y las importaciones de España. En los
últimos años del siglo XVIII, la producción de oro oficialmente registrada mostraba
un enorme aumento desde principios del siglo, pero el papel del gobierno en su
expansión había sido insignificante. La minería también seguía esencialmente
inalterada en el punto de suministro: todavía era una industria de dispersos
campos mineros en fronteras aisladas que se concentraba casi exclusivamente en
la producción de oro. Entretanto, los intentos de fines del siglo de desarrollar otros
recursos mineros, como los proyectos financiados por la corona para revivir la
extracción de la plata en Mariquita, controlar las minas de esmeraldas de Muzo o
explotar los yacimientos de platino, fueron todos costosos fracasos. 355

354 José Manuel Restrepo, "Ensayo sobre la Geografía, Producciones, Industria y


Población de la Provincia de Antioquia en el Nuevo Reino de Granada", en
Francisco José de Caldas (ed.), Semanario del Nuevo Reino de Granada (1808-
1810).

355 Para la relaciones del virrey sobre estos proyectos, véanse Pérez Ayala,
Antonio Caballero y Góngora, pp. 348-52, y Posada e Ibáñez, Relaciones de
mando, pp. 343-8, 500-4. Los antecedentes del proyecto minero de la plata los
discute Arthur Whitaker, "The Elhuyar Mining Mission and the Enlightenment",
HAHR, vol. 31 (1951), pp. 558-83. Sus resultados en la Nueva Granada están
descritos en detalle por Bernardo J. Caycedo, D 'Elhuyar y el siglo XVIII
Neogranadino (Bogotá, 1971), pp. 123-258, y por Sandra Montgomery Keelan,
"The Bourbon Mining Reform in New Grenada, 1784-1796”, en Fisher, Kuethe y
McFarlane, Reform and Insurrection, págs. 41-53. Para relaciones del Proyecto del
platino, véanse Segovia, “Crown plicy an the Precious Metals in New Grenada”,
««Página 218»».

LA DIVERSIFICACIÓN Y EXPANSIÓN DE LAS EXPORTACIONES

La atención del gobierno al desarrollo de los recursos de la Nueva Granada para


la exportación no se limitó, sin embargo, a la minería, y para medir los efectos de
la política borbónica en la producción también debemos examinar el desarrollo de
sus exportaciones no minerales durante los años del comercio libre. El interés
oficial en el fomento de la explotación de una gama más amplia de sus recursos
no empezó con aquel. Durante la década de 1770, altos funcionarios de la colonia
estuvieron de acuerdo en que su progreso económico dependía del desarrollo de
un comercio "activo", para reducir así su dependencia del oro como medio para
pagar las importaciones. En 1772, por ejemplo, Moreno y Escandón había
sugerido que la corona debía conceder derechos de monopolio comercial a una
compañía para explotar el palo de tinte de Santa Marta; en 1776, el virrey Guirior
recomendó el comercio libre con colonias extranjeras como medio para encontrar
mercados para la producción agrícola. Las reformas del Reglamento de comercio
libre sustituyeron en últimas estos proyectos, pero los funcionarios oficiales
siguieron promoviendo planes para diversificar las exportaciones del Nuevo Reino,
mediante proyectos oficiales para estimular el desarrollo de la exportación de
cuatro productos principales: el algodón, el cacao, la corteza de cinchona y palo
de tinte.
La exportación de cueros también mostraba una ligera tendencia al alza, pero aun
durante su auge era tan pequeña que no merece un examen detallado. 356 Cuando
se enviaban a España, generalmente los usaban como lastre y su exportación no
tenía efectos apreciables en

««Página 219»».

las regiones donde se producían. De mucha más importancia era el algodón,


cultivado sobre todo en la provincia de Cartagena.
En las década de 1760 y de 1770, el gobierno borbónico se interesó en el
desarrollo de las exportaciones de algodón americanas como materia prima para
la industria textil española. Fue así como en 1776 se levantaron los derechos a la
exportación de algodón crudo, y en 1768, 1770 y 1771 se decretaron restricciones
cada vez más estrictas a la importación a España de telas de algodón
extranjeras.357 Antes de 1778, ninguna de estas medidas tuvo un efecto apreciable

pp. 93-113; también Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 51-4.

356 Véase Apéndice C, Tabla 5.


357 Richard Herr, The Eighteenth Century Revolution in Spain (Princeton, 1958), p.
140.
en el comercio de este producto en la Nueva Granada. 358 Pero tras la introducción
del comercio libre, mostró un notable aumento. Después de 1785, el promedio
anual de las exportaciones de algodón a España fue cerca de diez veces mayor
que el predominante antes de la introducción del comercio libre, y a finales de la
década de 1790 seguía creciendo.359 En su debida perspectiva, sin embargo, el
crecimiento de las exportaciones de algodón tuvo escaso impacto en la economía
neogranadina. Sus efectos se sintieron ante todo en la provincia de Cartagena,
donde se cultivaba el algodón en pueblos y aldeas cercanos a la costa, y donde la
siembra, procesamiento y transporte de la cosecha constituyeron una nueva
fuente de trabajo.360 Un informe presentado al gobernador de Cartagena en 1794
declaró que el algodón era el único fruto de exportación de la provincia y

««Página 220»».

que daba empleo a "una masa de gentes pobres que se dedican a su cultivo". 361
No había, sin embargo, producido mayor prosperidad. Los campesinos vendían su
producción en parte por dinero y en parte para vestirse, pero su trabajo apenas les
alcanzaba para sobrevivir, con períodos de privación entre las cosechas.
Pequeñas cantidades de algodón crudo, cultivado en la tierra caliente en torno a
Girón, también empezaron a encontrar mercado en España durante la década de
1790.362 Impresionados por el ejemplo de los Estados Unidos, algunos
observadores contemporáneos comentaban la posibilidad de desarrollar grandes
exportaciones de algodón como medio para estimular la economía del Nuevo
Reino. No obstante, como sucedía con frecuencia, las expectativas excedían los
logros. Aunque el algodón se convirtió en el segundo artículo de exportación
después del oro y aunque fue la más importante contribución hacia la
diversificación de un balance exterior de intercambio dominado por el oro, a duras
penas rozó la superficie de la economía y la sociedad agrarias. El cultivo para la
exportación alteró temporalmente el patrón de la agricultura de subsistencia en la
región costera al borde del Caribe, pero la mala calidad del algodón impidió que se

358 Durante la década de 1770, las exportaciones de algodón de la Nueva


Granada fueron muy pequeñas; sólo se enviaron a España 2.573 arrobas; en
1775, únicamente 1.775. (Los datos se calculan según la documentación de los
barcos de esos años, en AGI Contratación 2654, ramos 1-5; Contratación 2661,
ramos 1-4; Contratación 2662). La respuesta a la concesión tarifaria de 1776 fue
tan débil que la corona le ordenó al gobernador de Cartagena que la diera a
conocer entre los agricultores de la provincia (AHNC Aduanas [Cartas] tomo 3, fol.
399).
359 Véase Apéndice C, tabla 6.
360 AHNC Aduanas, tomo 13, fol. 377; AHNC Aduanas tomo 22, fols. 617-20.
Véanse también los comentarios de dos observadores contemporáneos en S.E.
Ortiz, Escritos de dos economistas coloniales, pp. 73-74, 229.
361 AGI Santa Fe 643, Síndico procurador general Manuel de Otoya al gobernador
de Cartagena, mayo 9, 1794.
362 Pedro Fermín de Vargas, Pensamientos Políticos, p. 14.
impusiera firmemente en los mercados de ultramar.363 Al mismo tiempo, su cultivo
en el interior permaneció sobre todo en manos de campesinos que lo producían
para fabricar textiles bastos con destino al mercado doméstico.
La mayor facilidad de acceso a los mercados españoles bajo el nuevo régimen
comercial también favoreció la expansión en Cartagena del comercio del cacao
durante la década de 1780 y principios

««Página 221»».

de la siguiente.364 Pero también en este campo, el crecimiento de las


exportaciones fue relativamente pequeño y no estimuló un aumento de
importancia en la producción. El incremento de su comercio en Cartagena
después de 1785 se debió más a un cambio en las rutas comerciales, causado por
la política oficial de Venezuela, que a un crecimiento sustancial de la demanda del
cacao de la Nueva Granada. La región productora más importante era el valle de
Cúcuta, el cual exportaba parte de sus cosechas por los puertos de Venezuela
desde hacía mucho tiempo. Sucedió entonces que cuando en 1785 el intendente
general en Caracas impuso un tope de 5.000 fanegas a las exportaciones de
Maracaibo a Veracruz, los productores neogranadinos perdieron un importante
mercado. Según el cabildo de Pamplona, que de inmediato protestó ante el virrey
en nombre de los productores de Cúcuta, el comercio a través de Maracaibo era
tan importante que las restricciones habían causado una vertiginosa caída de los
precios del cacao local, lo que había ocasionado la pérdida de la mayor parte de la
última cosecha. El cabildo advirtió por lo tanto que si las autoridades venezolanas
no anulaban la medida, la Nueva Granada perdería la plata que México pagaba
por el cacao, y los productores tendrían que reducir la producción, puesto que
España no era capaz de absorber ni siquiera la mitad de las 8.000 fanegas que
cada año se enviaban normalmente a Maracaibo. 365 Pero a pesar de las
recomendaciones en apoyo del fiscal de la audiencia de Bogotá, las restricciones
siguieron vigentes.366 En 1788 los hacendados del valle de Cúcuta todavía estaban
tratando de encontrar una salida alternativa que les permitiera obviar los
obstáculos al tráfico por Maracaibo. Sugirieron que la corona abriera el Orinoco y
sus afluentes para que ellos pudieran comerciar con España y México a través del
puerto

««Página 222»».

363 Una de las grandes dificultades era la limpieza del algodón antes de su
exportación a ultramar. Este siguió siendo un problema durante el siglo XIX,
cuando se hicieron esfuerzos por promover su exportación. Véase Guillermo Wills,
Observaciones sobre el comercio de la Nueva Granada, con un apéndice relativo
al de Bogotá (1831) (Bogotá, 1952), pp. 19-22.
364 Véase Apéndice C, Tabla 7.
365 AHNC Aduanas tomo I, fols. 366-99. Cabildo de Pamplona al virrey, agosto 30,
1785.
366 Ibid., fols 372-3. El fiscal al virrey, mayo 31, 1786.
de Guyana.367 De nuevo insistieron los funcionarios ante el virrey y ante el
gobierno metropolitano, pero el proyecto nació muerto. 368 Fue así como el
aparente crecimiento de las exportaciones de cacao a la metrópoli durante la
década de 1780 puede de hecho esconder un descenso en la producción, debido
a la pérdida de los mercados inter-coloniales. Ciertamente Pedro Fermín de
Vargas estaba convencido de ello, al escribir sobre el tema en 1791. Registró que
la producción de cacao de Cúcuta había descendido como resultado directo de las
restricciones al comercio por Maracaibo.369 Una confirmación adicional del fracaso
del comercio libre en su desarrollo también se encuentra en los comentarios de
1794 del virrey Ezpeleta, en los que sostenía que los impuestos internos al cacao,
combinados con el alto costo del transporte, habían elevado sus precios a niveles
que no podían competir con las cotizaciones de los productores de otras
colonias.370
Durante el virreinato del arzobispo virrey Caballero y Góngora, la acción del
gobierno animó un breve aunque notorio desarrollo de las exportaciones de
cinchona y de palo de tinte, dos productos previamente descuidados. De los dos,
la corteza de cinchona era el menos importante en términos de volumen y de valor
exportados. Sin embargo, el comercio de este artículo constituye un ejemplo
interesante de una típica intervención económica borbónica, con la cual buscaba
el gobierno aprovechar la moda dieciochesca de la investigación científica en
beneficio tanto de la economía metropolitana como de la tesorería real. Los planes
para la exportación de cinchona empezaron en la Nueva Granada con las
investigaciones

««Página 223»».

llevadas a cabo por la Expedición Botánica, el estudio panorámico de la historia


natural iniciado en 1783 por el arzobispo virrey y patrocinado por la corona.
Dirigida por el científico español José Celestino Mutis, la Expedición tuvo la misión
de investigar el medio ambiente del virreinato y de clasificar su flora y fauna. 371 Su
propósito no era, sin embargo, puramente académico. Desde tiempo atrás se
había interesado Mutis en el descubrimiento y desarrollo de recursos naturales de
valor económico, y los botánicos bajo su dirección mostraron gran interés en
plantas que podían tener valor comercial. El arzobispo virrey compartía este

367 AHNC Aduanas (Cartas) tomo 9, fols. 658-60.


368 AHNC Aduanas (Cartas) tomo 4, fols. 469-73. Francisco Silvestre también
recomendó el plan en su informe sobre el virreinato: véase Silvestre, Descripción,
p. 61. El virrey Caballero y Góngora lo tuvo por tan digno de la atención real que lo
incluyó como un proyecto para su consideración en su Relación de mando: véase
Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, p. 360. El hecho de que no entrara en
funcionamiento lo demuestra la repetición de su recomendación en la década de
1790: véase Pedro Fermín de Vargas, Pensamientos políticos, p. 30.
369 Pedro Fermín de Vargas, Pensamientos políticos, p. 56.
370 AGI Santa Fe 643, Ezpeleta a Gardoqui, octubre 19, 1794.
371 Florentino Vezga, La Expedición Botánica (Bogotá, 1936), pp. 26-33.
interés y, al encontrar la Expedición tres diferentes clases de cinchona, no tardó en
explotar la investigación botánica para usos comerciales y fiscales. Se enviaron
muestras a España, y Caballero y Góngora emprendió después el desarrollo del
comercio de la droga a favor de la tesorería y bajo administración directa de
funcionarios reales. Su plan era realizarlo con el mecanismo de un monopolio de
mercadeo del Estado que compraría el producto en la colonia a precios fijos y lo
transportaría luego a España, donde se haría cargo de su venta. El auge de las
exportaciones de cinchona (27.000 arrobas entre 1785 y 1788) fue, sin embargo,
breve y las ambiciones de Caballero y Góngora no se realizaron del todo. 372
Acosado por una mala organización, por la falta de interés oficial en España y por
la competencia de las exportaciones de cinchona por Guayaquil, el proyecto se
marchitó lentamente, dejando una débil huella en la economía de la colonia. 373
La intervención del gobierno en la promoción de las exportaciones fue mucho más
exitosa en el comercio del palo de tinte, una madera

««Página 224»».

de las provincias de Santa Marta y Río Hacha que producía un colorante rojo
similar al del palo campeche del Brasil y de Centroamérica. Durante la década de
1770 se habían hecho varias propuestas para desarrollar estas provincias
estratégicamente situadas pero de escasa población, aunque no fue sino hasta
1778 cuando Antonio de Narváez y la Torre, entonces gobernador de Santa Marta,
presentó el primer plan para desarrollar la exportación de la "madera del Brasil"
que se encontraba en abundancia en la provincia. 374 En 1784 se le ordenó al virrey
que investigara el proyecto y que estudiara los medios prácticos para ponerlo en
acción; como resultado, se estableció una agencia del gobierno para el desarrollo
del comercio del palo de tinte.

El proyecto representaba varias ventajas para la corona. Prometía, en primer


lugar, un freno a la intervención extranjera en un área estratégica, así como
ampliar la explotación de los recursos naturales de la colonia. En segundo lugar,
ofrecía un medio para suministrar a la metrópoli una valiosa materia prima que de
otra manera podría caer en manos de aventureros extranjeros. Este comercio
finalmente, de ser correctos los razonamientos de Narváez y la Torre, disuadiría a
los ingleses de intervenir en el territorio español de América Central al socavar su
comercio de palo campeche. Sin embargo, aunque la corona sin duda apreciaba
los beneficios a largo plazo que tendría con el desarrollo del palo de tinte de Santa

372 AGI Santa Fe 957, "Resumen en un Quatrenio de las embarcaciones que han
salido de este Puerto de Cartagena para los de la Península desde el año de 1785
hasta el de 1788".
373 Para un comentario contemporáneo sobre el fracaso del estanco de la
cinchona, véase el "Ensayo sobre un nuevo plan de administración en el Nuevo
Reino de Granada", en Antonio Nariño, Escritos políticos (Bogotá, 1982), pp. 18-
19. Véase también Wills, Observaciones sobre el comercio de la Nueva Granada,
p. 25.
374 Ortiz, Escritos de dos economistas coloniales, pp. 26-7, 52.
Marta, el más eficaz e inmediato impulso provino de las urgentes necesidades
financieras del gobierno del virreinato. En 1783 se le había ordenado al arzobispo
virrey que reafirmara la soberanía española en el área en disputa de la costa del
Darién, y para lograrlo recibió instrucciones de formar una expedición militar de
pacificación del área y prepararla para que la ocuparan colonos blancos. Esta
orden se dio en un momento en que no había fuerza naval en Cartagena, en que
el "situado" había sido suspendido, y en que la tesorería colonial, ya bajo la
presión

««Página 225»».

de los gastos de defensa durante la guerra de los años anteriores, tenía que pagar
grandes préstamos hechos por los comerciantes de Cartagena. De manera que,
sin provisión oficial de tropas, barcos o dinero, el alto costo de la expedición —
más de un millón de pesos—debía ser sufragado por la misma colonia, que
también debía proporcionar la mayor parte de los hombres. 375
Enfrentado a esta extraordinaria carga fiscal, el arzobispo virrey se apresuró a
adoptar el plan de desarrollo de las exportaciones de palo de tinte como medio
para financiar la colonización del Darién. Ya había concedido al comerciante
catalán Gerardo de Oligos licencia para exportar el producto de Santa Marta a las
colonias extranjeras del Caribe, y para traer a cambio pólvora, harina y otras
provisiones para la guarnición militar de Cartagena. 376 En 1785 dio un paso
adicional, y recomendó la organización de un estanco de palo de tinte. 377 Esta
propuesta encontró desde el principio una recepción desfavorable en Madrid,
debido a la oposición de ciertos intereses mercantiles españoles. Un grupo de
comerciantes de Cádiz con contactos en Cartagena se había interesado poco
antes en el comercio del palo de tinte y, celoso de sus intereses, trató de sabotear
los planes de intervención del Estado del arzobispo virrey. Como

375 Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, pp. 366-8. Una relación de la
expedición se encuentra en Manuel Luengo Muñoz, "Génesis de las expediciones
militares al Darién en 1785-86", AEA, vol 18 (1961), pp. 333-416.
376 Gerardo de Oligos era un comerciante de Barcelona que llegó a Santa Marta
en 1777 y trató intensamente con las colonias extranjeras durante la guerra de
1799 a 1783. Al continuar este comercio después de la contienda, recibió especial
tratamiento del virrey, quien personalmente protestó ante las autoridades
holandesas cuando unos comerciantes de Curazao timaron a Oligos (AGI Santa
Fe 552, Informe de Francisco Machado en carta de Caballero y Góngora,
noviembre 20, 1787). En 1784, se le concedió a Oligos licencia especial para
exportar productos coloniales a colonias extranjeras debido a la falta de barcos
españoles en Santa Marta (AHNC Aduanas [Cartas] tomo 5, fols. 1164-5). En 1785
recibió contrato para exportar palo de tinte a las colonias y al morir el negocio pasó
a manos de su hijo, Pablo Oligos, quien siguió operando desde Santa Marta
(AHNC Aduanas [Anexo], tomo 14, fols. 617-46).
377 AGI Santa Fe 603, el virrey a Gálvez, Cartagena, diciembre 24, 1785.
««Página 226»».

resultado de sus intrigas, éste recibió en 1784 una orden real en la cual se le
reprochaba haberle hecho concesiones a Oligos, y se le ordenaba permitirles al
conde de Prazca y a otros comerciantes de Cádiz la exportación del artículo a
España sin interferencia del contratista catalán. 378
Sin embargo, en vista de las nuevas presiones financieras causadas por la
expedición del Darién, se sintió justificado a subordinar los intereses comerciales
privados a los de la corona y simplemente siguió adelante con su plan de
establecer un estanco de palo de tinte. En mayo de 1786 comisionó al fiscal de la
audiencia de Santa Fe, don Antonio Vicente de Yáñez, para visitar la provincia de
Santa Marta y Río Hacha con el fin de investigar el estado de la tesorería local, de
eliminar el contrabando y de establecer el monopolio de la madera. 379 Para
octubre, Caballero y Góngora pudo formular un caso más detallado a favor del
establecimiento del estanco, sosteniendo que el conde de Prazca y sus asociados
habían informado mal a la corona al presentar su caso contra la intervención del
gobierno. Anotó que el abundante contrabando que se practicaba en la región, la
necesidad de pacificar a los indios guajiros y las exigencias fiscales de la
expedición del Darién en su conjunto hacían esencial que la tesorería real sacara
ventaja de la extraordinaria demanda de palo de tinte en las colonias vecinas. 380
De hecho, mientras el arzobispo virrey argumentaba aún a su favor, Yáñez ya
había puesto el plan en acción, al ordenar que quienes tuvieran palo de tinte en su
poder dentro de la jurisdicción de Cartagena vendieran sus existencias a los
depósitos del gobierno en un plazo de quince días. 381 Como el principal historiador
de Santa Marta ha declarado erróneamente que

««Página 227»».

el plan nunca fue llevado a la práctica, vale la pena hacer un breve recuento de su
historia.382
En su forma original, el proyecto era sencillo. La administración colonial
simplemente se interpuso entre los cortadores de palo de tinte y los
exportadores.383 No hubo restricciones al corte de la madera, siempre y cuando

378 José María Ots Capdequí, Nuevos aspectos del siglo XVIII español en
América (Bogotá, 1946), pp. 344-5.
379 AHNC Miscelánea (Colonia), tomo 73, fols. 527-8, Caballero y Góngora,
Turbaco, mayo 7, 1786.
380 AGI Santa Fe 957, Caballero y Góngora al Marqués de Sonora, Turbaco,
octubre 19, 1786.
381 AHNC Aduanas tomo 10, fols. 34-6.
382 Ernesto Restrepo Tirado, Historia de la Provincia de Santa Marta, 2 vols.
(Sevilla, 1929), vol. 2, p. 262.
383 Según el plan del virrey, el palo de tinte sería comprado al precio fijo de cinco
pesos por carga y luego vendido a los comerciantes por cinco pesos el quintal,
operación con la cual la tesorería real tendría una doble ganancia. Una carga era
igual a diez arrobas y diez libras, o sea 260 libras; el quintal era de cuatro arrobas
fuera vendida a los depósitos del gobierno a un precio fijo de cinco pesos por
carga; el estanco lo vendía entonces a los comerciantes a cinco pesos por quintal.
Con la manipulación de los precios de compra y de venta, el estanco cubriría sus
costos administrativos, y sus ganancias sufragarían los gastos de la expedición del
Darién.384 Caballero y Góngora, optimista, le aseguró al Ministro para las Indias
que los habitantes de la región acogían el nuevo arreglo con satisfacción porque
les brindaba un mercado seguro para el palo de tinte, y al mismo tiempo los
libraba de su dependencia de unos pocos ricos comerciantes de Cartagena y
Santa Marta que monopolizaban su comercio en la provincia. En lugar de

««Página 228».

los adelantos en mercancías que los comerciantes y sus agentes les daban a los
cortadores a precios excesivamente altos, el monopolio oficial les haría todos los
pagos en efectivo y esto, sostenía el arzobispo virrey, les proporcionaría buenos
salarios y estimularía la economía de la provincia con el consiguiente flujo de
dinero.385 Admitió sin trabas que los comerciantes españoles tomaban a mal el
monopolio, pero sostuvo que a larga se reconciliarían con él, porque el nuevo
sistema les permitiría comprar todo el palo de tinte que quisieran en un mismo
almacén sin tener que confiar sus fondos y reputaciones a agentes y fletadores. Y
como el precio de venta del producto en Cádiz era de entre 18 y 20 pesos por
quintal, tendrían un margen razonable de ganancia.
Tanto los intereses de los cortadores como los de los comerciantes eran, por
supuesto, algo secundario dentro del propósito principal del arzobispo virrey. En su
posición, el estanco era vital dentro de sus planes para financiar la expedición del
Darién, y fue esto lo que llevó a una intervención del gobierno mayor que la
contemplada originalmente. En 1787, éste dejó de ser un puro intermediario y se
convirtió en activo participante en las exportaciones de palo de tinte; con esto,
abrió un canal directo de intercambio con los recién independientes Estados
Unidos de América. El arzobispo virrey incluso supervisó de cerca el comercio por
medio de un agente contratado específicamente con este fin. Salvador de los
Monteros, a quien aquel había empleado anteriormente para la exportación de

y diez libras, o 100 libras. En esta forma, por cada dos quintales y medio vendidos
había un excedente de diez libras, lo que según calculaba el virrey, produciría otro
quintal por cada diez cargas vendidas. La tesorería ganaría así no sólo quince
pesos por carga debido a la diferencia del precio de compra y el de venta, sino
que también recibiría una ganancia escondida de ocho pesos por cada diez
cargas. Caballero y Góngora tuvo la ingenua esperanza de que tanto los
cortadores como los comerciantes serían engañados por la treta de imponer
diferentes medidas para la compra y la venta. Anticipó, por cierto, que las
ganancias serían suficientes para pagar el salario de los empleados del estanco,
dejando las ganancias corrientes como un ingreso neto para la corona.
384
385 AGI Santa Fe 957, Caballero y Góngora al Marqués de Sonora, Turbaco,
octubre 19, 1786.
provisiones navales de Jamaica a la Nueva Granada, fue enviado a Nueva York
con la misión de obtener tanto provisiones como colonizadores para la expedición
del Darién.386En Nueva York, Monteros organizó el comercio en sociedad con
Lynch y Stoughton, a una tasa de interés

««Página 229»».

del 7% para los diferentes plazos que le ofrecieron y con una comisión del 5%
para los agentes estadounidenses sobre la mercancía adquirida. 387 Las
provisiones de los Estados Unidos se transportaban en barcos norteamericanos a
la Nueva Granada, donde los cargaban con productos coloniales para el viaje de
vuelta. Los barcos llevaron algunos cargamentos de algodón y de cueros, pero la
principal exportación era el palo de tinte, para ser vendido allí directamente por la
administración real. Se llevaba directamente a Nueva York y Filadelfia, donde
Monteros lo almacenaba mientras hacía arreglos para su venta en los Estados
Unidos, o su envío a Londres y Amsterdam.
El arreglo no siempre funcionó sin contratiempos, y la correspondencia de Montero
con el arzobispo virrey ilustra algunos de los problemas que afectaban la
exportación de los productos neogranadinos. La decisión de éste de que el
proyecto se financiara a sí mismo creó periódicos problemas de liquidez para su
agente, quien descubrió que las exportaciones de la Nueva Granada requerían un
cuidadoso mercadeo en los Estados Unidos. En 1788 Monteros reconoció que el
palo de tinte, el algodón y los cueros que recibía eran artículos productivos, pero
anotó que tenían que venderse gradualmente para mantener sus precios. También
encontró dificultades por la irregularidad de las ventas y los pagos. En ese mismo
año se quejó de que el negocio a menudo se interrumpía debido a que no podía
pagarles a los transportadores que habían completado el viaje redondo; esto no
sólo lo hacía impopular entre aquellos sino que implicaba gastos extra, al verse
obligado a pagarles intereses. Le pidió por lo tanto al arzobispo virrey que le
enviara dinero y mercancías para poder cancelar deudas pendientes y liquidar
rápidamente los fletes.388 Para fines de 1788, sus problemas se habían agudizado.
Mientras esperaba un giro por los cargamentos de palo de tinte que había enviado
a Londres y Amsterdam, tuvo que enfrentarse a las crecientes exigen-

««Página 230»».

cias de sus acreedores de Nueva York. Pero como la demanda del producto en los
puertos norteamericanos no era elástica, el súbito arribo de unos lotes había
deprimido sus precios, lo cual hizo más difícil aún que Montero pagara sus
deudas.389 Hubo, por cierto, señales de que el mercado de palo de tinte estaba

386 En enero de 1787, Salvador de los Monteros informó al virrey que había
partido de Jamaica y se encontraba en Puerto Príncipe, en ruta a Nueva York:
AHNC Aduanas (Anexo), tomo II, fols. 4-14.
387 Ibid., fols. 60, 70, 127, 458.
388 Ibid., tomo 14, fols. 909-11. Monteros al virrey, Nueva York, mayo 21, 1788.
389 Ibid., fols. 993. Monteros al virrey, Nueva York, septiembre 12, 1788.
llegando a un punto de saturación, y Monteros advirtió que se hacía cada vez más
difícil obtener buenos precios en cualquier mercado accesible. 390 Sin embargo,
para ese momento el estanco de palo de tinte había cumplido un valioso propósito
fiscal para la corona. Sólo en 1788, se registraron exportaciones a los puertos
norteamericanos de cerca de 86.693 arrobas, cantidad que en términos de
volumen era casi tres veces mayor que los embarques de algodón (entonces la
mayor exportación agrícola del virreinato) enviados a España. 391 Y, aunque los
ingresos por concepto de este comercio no resolvieron los problemas financieros
del arzobispo virrey, sí produjeron entradas en un momento en que las finanzas
del gobierno estaban trastornadas como consecuencia de la insurrección
comunera.
Si la desviación del arzobispo virrey del credo mercantilista español demostró el
potencial fiscal de una política comercial más flexible, y si pareció justificar los
argumentos de los funcionarios que favorecían el comercio con los extranjeros
como medio de estímulo para la explotación de los recursos agrícolas y materias
primas de la Nueva Granada, no sería, sin embargo, un precedente para una
mayor libertad comercial o un crecimiento de las exportaciones. Un problema fue
la contracción aguda del comercio de palo de tinte después de 1788, al
encontrarse en la tan frecuente dificultad

««Página 231»».

en que se hallaban las exportaciones de productos básicos de las colonias: la


tendencia de que la oferta superara la demanda. Al permitir voluminosas
exportaciones del palo de tinte, el arzobispo virrey había reducido sus precios en
los mercados de ultramar y socavado así su propio experimento del estanco. En
1789 se suprimió el monopolio de palo de tinte del gobierno y su comercio volvió a
manos de particulares.392 Este no se repuso, sin embargo, pues los comerciantes
de Cartagena, desanimados por los precios descendentes, no se hicieron cargo de
la iniciativa auspiciada por el Estado. 393
Otro y más grave problema provino de los esfuerzos del gobierno por promover las
exportaciones mediante el comercio con los extranjeros: abrió nuevos canales
para las importaciones de contrabando. Aun antes del comercio de palo de tinte
con los puertos de los Estados Unidos, los comerciantes de Cartagena se
quejaron de que el contrabando a través de Santa Marta era de tales dimensiones

390 AHNC Aduanas (Anexo), tomo 14, fols. 944-6. Monteros al virrey, Nueva York,
septiembre 12, 1788.
391 Ibid., fols. 417-8, 892-3, 885-6, 925, 931, 935-7, 940-1, 987. La cantidad de
palo de tinte exportada a los Estados Unidos en 1788 superó el total enviado a
España en los cuatro años comprendidos entre 1785 y 1788. En este lapso, cerca
de 69.348 arrobas se enviaron a España, una exportación anual promedio de
17.704 arrobas (AGI Santa Fe 957, "Resumen de un Quatrenio...".)
392 AGI Santa Fe 957, Gil y Lemus a Valdés, Cartagena, febrero 28, 1789.
393 AGI Santa Fe 957, Tomás Pérez de Arroyo a la corona, Madrid, julio 11, 1791;
Agustín Gnecco a la corona, Madrid, noviembre 19, 1793.
que estaba minando los mercados para sus importaciones legales. 394 Suplicaron
entonces a la corona que prohibiera el intercambio con los extranjeros, pues
estaba destruyendo su actividad legal. Una investigación oficial hecha en 1785
confirmó esta opinión. Pues al averiguar el volumen de las remesas extranjeras
que habían entrado a Cartagena desde el final de la guerra con Inglaterra en 1783,
encontró que las licencias especiales para comerciar con colonias extranjeras
concedidas por el arzobispo virrey habían convertido un expediente de guerra en
un tráfico constante y creado un considerable y creciente comercio de
contrabando en los puertos de Santa Marta y Río Hacha. 395 Estos puertos, declaró,
se habían convertido en los focos del contrabando en las costas de la Nueva
Granada, y éste había alcanzado un punto en que la mayor parte de las
mercancías generales se

««Página 232»».

podían obtener a menos precio que en la misma Cádiz. Al calcular que por lo
menos tres millones de pesos en telas y otros artículos habían ingresado
ilegalmente desde el fin de la guerra por esos dos puertos, el informe concluye
que el contacto con los extranjeros causaba grandes perjuicios al comercio
metropolitano con la colonia, y que por lo tanto debía ser suprimido. 396 Mientras
Caballero y Góngora permaneció en su cargo, este consejo fue del todo desoído;
el comercio del palo de tinte sirvió de mampara para el contrabando con los
Estados Unidos, y las licencias dadas para el comercio de esclavos y provisiones
llevaron a un creciente contrabando con los ingleses de Jamaica. Decidido a
aumentar los ingresos para el proyecto del Darién, el arzobispo virrey optó por
desconocer estos efectos secundarios de sus políticas. Sin embargo, éstas
provocaron protestas cada vez más clamorosas entre los comerciantes que
llevaban a cabo el comercio con España, y después del fin de su virreinato en
1789, sus sucesores devolvieron la política comercial a su rumbo acostumbrado,
dirigido ante todo a proteger los mercados para las importaciones españolas.
La política económica borbónica no logró entonces orientar la Nueva Granada
hacia las exportaciones, y así suministrar a la metrópoli una gama más amplia y
diversa de sus recursos. Para 1793 el carácter de su comercio seguía siendo
sustancialmente el mismo, y sólo mostraba una' insignificante tendencia a
diversificar su composición. Como lo indica la tabla 5.2, las remesas de oro
siguieron representando más del 90% de sus exportaciones a España durante
fines del siglo XVIII, y la diversificación del sector exportador fue mínima. 397 Las
exportaciones de cacao, algodón, palo de tinte y productos similares fueron
mayores de lo que habían sido antes del comercio libre, pero todavía constituían
sólo una pequeña parte del total. Mientras su valor se calculaba en miles de
pesos, el del oro llevado a ultramar se medía en millones.

394 AHNC Aduanas tomo 2, fols. 323-31.


395 Ibid., fols. 333-9, 351-3.
396 AHNC Real Hacienda, tomo 8, fols. 412-14.
397 AGI Santa Fe 957, Real Aduana de Cartagena de Indias, abril 14, 1795.
««Página 233»».

TABLA 5.2
EXPORTACIONES DE CARTAGENA A ESPAÑA, 1784-1793

Año Metales preciosos (pesos) Artículos (pesos)


1784 1.570.217 80.308
1785 1.817.098 164.635
1786 372.156 89.942
1787 4.424.081 224.150
1788 1.939.462 135.059
1789 2.114.290 186.418
1790 2.108.328 203.773
1791 2.558.245 285.273
1792 1.634.037 225.845
1793 671.117 248.155
Promedio anual 1.920.903 184.157
Porcentaje 91 9

La reorganización del comercio colonial no había, como es evidente, alterado la


norma "pasiva" que por largo tiempo había sido característica del comercio
neogranadino. El flujo hacia España de la creciente producción de oro de la
colonia había aumentado para pagar las importaciones de la metrópoli, pero la
exportación de productos agrícolas y de materias primas había crecido sólo
ligeramente. Además, los proyectos para desarrollar nuevas exportaciones
chocaron con serios obstáculos. Los mercados españoles para los nuevos
productos como el cacao, el algodón, los cueros y la corteza de cinchona eran
demasiado pequeños para sostener nuevas actividades económicas sustanciales,
en tanto que la explotación de los mercados foráneos con el palo de tinte perjudicó
al comercio español al permitir la entrada de extranjeros a los puertos de la Nueva
Granada y conducir así un comercio ilegal que competía con las importaciones
españolas. El desarrollo de sus exportaciones dentro del marco del monopolio
español era, en resumidas cuentas, claramente problemático. Los mercados de
España eran plazas inadecuadas para los

««Página 234»».

productos de la colonia, y el contacto directo con los mercados extranjeros


capaces de absorber sus exportaciones no se podía permitir permanentemente
porque socavaba el monopolio hispánico. Tampoco fueron los únicos obstáculos
que encontró España para aprovechar los recursos del Nuevo Reino. Si
examinamos ahora el comercio de importación, encontraremos que en este campo
el comercio libre también tuvo un éxito apenas pasajero y limitado.

EL COMERCIO LIBRE Y LAS IMPORTACIONES DE LA NUEVA GRANADA


El cese del monopolio de Cádiz y la mitigación de otras restricciones al comercio
ayudaron a aumentar los mercados de la colonia para los productos españoles,
como lo demuestran tanto la Tabla 5.1 como la 5.2. Pero el comercio libre no
garantizó la dependencia de los proveedores españoles. Aunque los comerciantes
de la península mejoraron su posición en los mercados del Nuevo Reino, los
continuos contactos con los extranjeros, tanto legales como ilegales, significaron
que una importante proporción de los recursos de la colonia siguió cayendo en
manos foráneas. La intromisión del contrabando fue, como siempre, un problema
que afectó al comercio hispanoamericano más allá de los límites de la Nueva
Granada. Las deficiencias de la industria española y los altos derechos a los
productos extranjeros hicieron que el contrabando se generalizara, tanto dentro
del comercio entre España y sus colonias, como directamente entre éstas y los
puertos foráneos. El principal estímulo al comercio ilegal provino de la incapacidad
de España para suministrar textiles que pudieran competir en calidad y precio con
los que producían otros países europeos. El comercio libre colonial sin duda
estimuló la manufactura de los textiles españoles, sobre todo a los productores
catalanes de seda y telas de algodón, y ayudó a España a reducir su anterior
dependencia de los fabricantes

««Página 235»».

extranjeros.398 No obstante, los extranjeros siguieron suministrando la mayor parte


de las exportaciones de España a sus colonias y persistieron como fuertes
abastecedores de bienes manufacturados.399 Cádiz, que continuó siendo el centro
de la mayor parte del comercio americano, exportaba más mercancías extranjeras
que españolas, y la mayor parte de sus exportaciones españolas eran productos
agrícolas de Andalucía. Incluso las exportaciones de Barcelona a las Américas
tenían un enorme componente agrícola: el 31% de sus exportaciones era de
aguardiente, comparado con un 27% de telas estampadas y lienzos, y un 16% de
sedas.400 En España los principales beneficiarios del comercio libre fueron

398 Sobre el desarrollo de la industria de textiles catalana y el comercio de la


región con las colonias, véase Pierre Vilar, La Catalogne dans l'Espagne Moderne,
3 vols. (Paris, 1962), vol. 3, pp. 112-15, 126, 484-5, 559-66. Sobre la ampliación
del mercado mexicano de los textiles españoles, véase Brian R. Hamnett, Politics
and Trade in Southern Mexico, 1750-1821 (Cambridge, 1971), pp. 115-16.

399 A principios del siglo XIX, el estadista español Canga Arguelles calculó que la
participación de España entre 1784 y 1796 había sido de cerca del 50%. Véase J.
Canga Arguelles, Diccionario de Hacienda (sgda. ed., Madrid, 1833), tomo I, p. 43.
Este cálculo se confirma en el reciente examen estadístico del comercio colonial
de Fisher, quien estima en un 49.1% la participación extranjera en el comercio con
España durante 1788 y 1796. Véase Fisher, Commercial Relations between Spain
and Spanish America, p. 46.

400 Ibid., pp. 49-52.


entonces los productores agrícolas más que los industriales, y los extranjeros
siguieron manteniendo una cuota principalísima en los mercados de América.
La corona trató de fomentar la producción nacional de textiles elevando los
aranceles a la importación de telas extranjeras y a su reexportación a las colonias,
llegando a veces incluso a prohibir su entrada a España y sus colonias. Los
comentarios de algunos observadores contemporáneos sugieren, sin embargo,
que tales medidas sólo estimularon el fraude y el contrabando. Una treta para
evadir las altas tarifas y las prohibiciones de los textiles extranjeros era
simplemente la de esconderlos como exportaciones españolas que se remitían a
América. En Cádiz, a fines del siglo, existía el flore-

««Página 236»».

ciente negocio de simular como productos españoles las medias francesas para
que pagaran derechos inferiores de exportación a las colonias. 401 Otro medio de
que disponían los comerciantes foráneos para llegar a los mercados americanos
era el de evitar completamente a España mediante el contrabando directo, por lo
general a través de las colonias extranjeras en el Caribe. Era una operación
arriesgada, pero las elevadas ganancias compensaban los riesgos. El observador
francés J.F. Bourgoing calculó que el comercio ilegal y directo desde Europa les
ahorraba a los contrabandistas derechos de por lo menos un 14% a la importación
a España, un 7% a su reexportación y otro 7% al llegar al puerto americano. Al
deducir los costos de los contrabandistas, Bourgoing calculó que la evasión de los
derechos les daba una ventaja del 22% sobre el comerciante legal español, sin
incluso tener en cuenta las ganancias adicionales que podían alcanzar con la
exportación ilegal de productos americanos. 402 Las prohibiciones del comercio de
artículos como el hilo, las medias y otros géneros extranjeros aumentaban aún
más los incentivos al contrabando. La reducción de la oferta de tales artículos de
España simplemente aumentaba sus precios y la posibilidad de que se llevaran de
contrabando.403

401 J.F. Bourgoing, Tableau de l'Espagne Moderne (sgda. ed., Paris 1797), p. 446.

402 Ibid., pp. 187-8.

403 Un comentarista describe este efecto así: "¿Cómo es posible que la


prohibición de abastecer con medias extranjeras el comercio de las Indias —
decretada por el reglamento de 1788— no produjera el inevitable contrabando,
puesto que en España ni se hacen bien (sobre todo las de seda blanca) ni en
suficiente cantidad, y cuando esos habitantes tenían que abastecerse por
cualquier medio y a cualquier riesgo; y aún más cuando, como resultado de la
prohibición, un par de medias de la banda o a la limeña... tienen precios en Lima
hasta de 40 y 60 pesos el par debido a su escasez? Un comerciante iría en contra
de sus propios intereses si no se expusiera al remoto peligro de perder un artículo
que le proporciona tan exuberante ganancia, incluso después de generosos
sobornos para los aduaneros". A. Arellano Moreno, Documentos para la historia
económica en la época colonial (Caracas, 1970), p. 493.
Otro incentivo para el comercio ilegal era la debilidad de los reglamentos contra el
contrabando. Cuando era capturado, el matute

««Página 237»».

se vendía al público a favor de la tesorería real, con lo que se frustraba el objetivo


mismo de su prohibición, es decir, eliminar la competencia de las telas producidas
en España. Un observador sostuvo, por cierto, que el gusto de los consumidores
por estos bienes se había desarrollado a raíz de medidas de esa clase tomadas
durante la guerra de 1779 a 1783 con Inglaterra, cuando la venta de los botines
había atraído hacia éstos la demanda de sus sustitutos españoles. 404 La política
comercial británica también constituía un obstáculo para la capacidad de España
de suprimir el comercio ilegal en el área del Caribe. En 1766 Inglaterra había
establecido puertos libres en sus colonias de las Indias Occidentales con el fin de
fortalecer su papel como centros para el comercio con las posesiones francesas y
españolas. Antes de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, la mayor
parte del comercio de los puertos libres se hacía con los franceses, pero después
de 1783 las exportaciones de manufacturas británicas a las colonias españolas se
convirtieron en el elemento más importante de un comercio que al crecer atrajo la
creciente atención de los intereses industriales ingleses. 405
A estas condiciones generales que favorecían el comercio ilegal, se sumaban los
factores específicamente locales que seguían haciendo de la Nueva Granada una
meta, favorita de los contrabandistas. Sus puertos estaban a corta distancia de los
puertos extranjeros del Caribe, las posibilidades de que los detectaran en alguna
de las numerosas bahías y ensenadas de su extensa costa eran muy escasas, y
sus comerciantes podían pagar con oro las importaciones. Las políticas de la
corona encaminadas a promover el desarrollo de las exportaciones de mercancías
y a incrementar el suministro de esclavos para el sector minero también ayudaron
inadvertidamente al contrabando. Ya en 1785 los comerciantes y funcionarios de
Cartagena se quejaron de que las licencias concedidas por el arzobispo

««Página 238»».

virrey Caballero y Góngora para comerciar con las colonias extranjeras servían de
pretexto para un contrabando en gran escala. Sin embargo, aquel persistió en
permitir que tanto los barcos españoles como los extranjeros importaran
provisiones y pertrechos navales de las islas del Caribe, y como el comercio de
palo de tinte con los Estados Unidos también alcanzó una dimensión considerable,
esto causó una creciente oposición tanto entre los comerciantes de la costa como
entre los hacendados del interior.
En 1787, los representantes de los comerciantes españoles en Cartagena

404 Ibid., pp. 498-9.


405 Francis Armytage, The Free Port System in the British West Indies (Londres,
1953) pp. 68-71, 84-93.
informaron a la corona que la tolerancia del arzobispo virrey hacia el comercio con
los extranjeros estaba causando serios perjuicios a los intereses comerciales tanto
de la metrópoli como de la colonia. Argumentaron que la exportación de metales
preciosos para pagar las manufacturas importadas directamente de las
posesiones extranjeras ponía en peligro la industria y el comercio de España,
mientras que las importaciones de trigo extranjero estaban arruinando a la
agricultura colonial.406 El gobernador de Cartagena, indispuesto contra el
arzobispo virrey por su rechazo a consultarlo sobre el problema del comercio
exterior, añadió su voz al coro de quejas sobre la frecuencia de los contactos con
los extranjeros. En 1787 el gobernador Carrión y Andrade declaró que numerosos
barcos ingleses, franceses y holandeses fondeaban con regularidad en Cartagena,
mientras que crecía constantemente el tráfico de barcos españoles hacia las
colonias extranjeras con licencias del virreinato. Había, que supiera él, más de
cuarenta de tales licencias y pasaportes en el secretariado del gobierno de
Cartagena, así como unos sesenta registros de cargamentos traídos de puertos
foráneos por barcos supuestamente al servicio del gobierno. Según el gobernador,
las armas y provisiones que podían importarse de Veracruz o de algún otro puerto
colonial español eran traídas de colonias extranjeras para

««Página 239»».

esconder la entrada de mercancías prohibidas. 407 En 1788 el gobernador repitió


estos argumentos, al informar de nuevo sobre "la multitud de barcos que han
venido a este puerto con bienes y efectos de las colonias extranjeras". 408 También
dio información detallada sobre el carácter del comercio ilegal, y sobre la
participación en él de miembros del círculo del arzobispo virrey.409
El gobernador Cañaveral, sucesor de Carrión en Cartagena, reanudó al año
siguiente las críticas de éste a las políticas de Caballero y Góngora. Al pedir
consejo sobre el tratamiento que debía dar a los barcos procedentes de puertos
extranjeros, denunció las transgresiones del funcionario a las órdenes reales que
prohibían este comercio y declaró que entre 1782 y 1789 había permitido el arribo
a Cartagena de más de cien barcos venidos de puertos foráneos. 410 El cabildo de
Bogotá también objetó este comercio, basándose en que anulaba todos los
esfuerzos de los virreyes Guirior y Flóres por fomentar el comercio interno del trigo
y reducir la dependencia de las ciudades de la costa de las mercancías

406 AGI Santa Fe 955. Petición al Consejo de Indias, julio 26, 1787; ibid., "Noticias
de Cartagena de Indias en fecha 16 de abril de este presente año de 1787".

407 AGI Santa Fe 1014, el gobernador de Cartagena a Valdés, octubre 26, 1787.

408 Ibid., Cartagena, febrero 1, 1788.

409 Ibid., Cartagena, mayo 30, 1788; ibid., Cartagena, agosto 16, 1788.

410 AGI Santa Fe 1015, el gobernador a Valdés, Cartagena, agosto 31, 1789.
extranjeras. El cabildo condenó las consecuencias de este retrógrado paso con
dramático énfasis. Al repasar el virreinato de Caballero y Góngora, su vocero lo
denunció como "el fatal período" en el cual
la agricultura declinó, el comercio encontró toda suerte de tropiezos, y se
abandonó totalmente a la industria que aún estaba en su infancia; mientras
nuestro propio trigo quedó sin mercado, se condujo con pretexto de su importación
el más vigoroso contrabando en la playas y a todo lo largo de la costa del Reino,
vendiéndose descaradamente bienes extranjeros en detrimento de los nuestros,
arrancando de nuestras manos el dinero que nuestros comerciantes han debido
tomar y remitir a sus corresponsales españoles; y haciendo, en fin, que nues-

««Página 240»».

tras provincias parecieran más colonias inglesas que dominios del Católico
Rey...411

Tan acres críticas a las medidas del arzobispo virrey confirman un cambio de
dirección que se estaba orquestando desde arriba. Cuando terminó su período en
1789, los comerciantes de Cartagena encontraron al más eficaz aliado para la
protección de su monopolio del comercio en el nuevo virrey, Francisco Gil y
Lemus. Durante los seis meses de ejercicio del cargo permaneció en Cartagena,
donde recibió la fuerte influencia del establecimiento mercantil del puerto. Poco
después de posesionarse, el virrey informó que su problema principal era controlar
el comercio semioficial con las colonias extranjeras del Caribe. Se quejó de lo
difícil que era calcular la extensión del comercio que se había formado sobre la
doble base de la exportación de palo de tinte y de las importaciones de trigo, pues
no existía una documentación completa sobre las licencias que se habían
concedido para legalizarlas.412 Pero se mostró convencido de que por ser
pretextos para el contrabando, ambas clases de comercio constituían una seria
amenaza para el control económico metropolitano de la colonia, y resolvió
eliminarlas. Se propuso por lo tanto acabar con la importación de harina a
Cartagena, con el argumento de que su complicidad con el contrabando destruiría
el comercio con Cádiz. Optó, en segundo lugar, por devolver a los particulares el
comercio de palo de tinte, permitiendo que los comerciantes españoles hicieran
contratos con el estanco de Santa Marta y transportaran a España el producto por
su cuenta.413
Para completar su consolidación del control metropolitano del comercio exterior de
la colonia, Gil y Lemus también recomendó que se depurara la administración en
Cartagena. Sostuvo que se había

411 AGI Santa Fe 655, Cabildo de Santa Fe a Valdés, Santa Fe, octubre 26, 1789.
412 Para una comparación del número registrado de barcos que entraron a
Cartagena de España y puertos extranjeros en el período 1783-90, véase
Apéndice C, Tabla 3.
413 AGI Santa Fe 573 (ramo 2), Gil y Lemus a la corona, Cartagena, enero 30,
1789.
««Página 241»».

corrompido tanto que la venta de licencias para tratar con los extranjeros se había
convertido en sí misma en un negocio con cotizaciones públicas. Recomendó
entonces que se despidiera a todos los que habían conspirado para protegerlo, y
pidió perfeccionar las medidas contra el contrabando como la única manera de
eliminar "la triste necesidad de contemplar la constante extracción de riquezas con
la cual los extranjeros prosperan, mientras los súbditos del Rey se debilitan y son
aniquilados".414 En esta forma, durante el breve gobierno de Gil y Lemus, se
invirtió la política comercial de Caballero y Góngora. Se cancelaron las relaciones
legales con los extranjeros, y se dio el tono para la reanudación de prácticas más
compatibles con los cánones del mercantilismo español bajo el virrey José de
Ezpeleta (1790-6).
La supresión del comercio con los extranjeros resultó imposible. Mientras España
no pudo abastecer a la colonia de todos los bienes que sus mercados requerían,
continuó el comercio con las islas extranjeras del Caribe. Y, a principios de la
década de 1790, el contrabando entre éstas y la Nueva Granada no sólo continuó,
sino que prosperó. Los capitanes de los barcos mercantes daban cuenta a su
regreso a España de malas ventas en Cartagena, y la exactitud de sus informes
se refleja en las estadísticas oficiales que muestran cómo empezó a descender el
valor de las importaciones a la metrópoli, al caer de un promedio anual de
2.439.470 pesos de 1786 a 1789 a uno de 1.417.524 entre 1790 y 1793. 415 Los
comerciantes de

««Página 242»».

Cartagena también subieron el tono de sus quejas contra el contrabando. En


1795, un grupo de ellos informó que durante los tres años anteriores sus negocios
habían tenido un agudo descenso debido a su influencia. 416 Reconocieron que la
guerra contra Francia, declarada en 1793, había contribuido parcialmente a esta
recesión, pero insistieron en que la principal causa era el flujo del contrabando
procedente de las islas extranjeras del Caribe. Aunque el valor del comercio con la

414 Ibid., febrero 27, 1789. Para sus propuestas de reforma, véase ibid., mayo 14,
1789.

415 Los informes de los capitanes de los barcos se encuentran en AHNC Aduanas, tomo
9, fols. 718-19, 916-17, 927; AGI Indiferente General 2449, Presidente Juez de Arribadas
a Pedro de Lerena, Cádiz, febrero 1, 1791; ibid., febrero 22, 1791; ibid., "Declaración y
nota de la carta que conduce de Cartagena de Indias el Bergantín La Resolución",
Barcelona, junio 12, 1791; AGI Indiferente General 2450, Presidente Juez de Arribadas
al Conde de Lerena, Cádiz, junio 29, 1791; Indiferente General 2450, Presidente Juez de
Arribadas al Conde de Lerena, Cádiz, junio 29, 1791; Indiferente Genera 12451,
Presidente Juez de Arribadas a Gardoqui, Cádiz, mayo 22, 1792; Indiferente General
2453, idem, abril 30, 1793; ibid., mayo 7, 1793
416 AHNC !aduanas (Cartas), tomo 10, fols. 996-1000
península había caído en un 50%, afirmaron que en el mismo período el
contrabando había alcanzado un volumen de entre tres y cuatro millones de
pesos. Escaseaban los tejidos de lana, y las sedas y otros artículos españoles se
vendían a precios normales, pero había saturación de lienzos y toda clase de telas
de algodón. Era tal su abundancia en Cartagena y en toda la colonia que varias
clases de estopillas y lienzos, así como toda una gama de telas de algodón
prohibidas, se vendía a precios inferiores a los de Cádiz y otros puertos
españoles. En la ciudad de Cartagena, el comercio de estos artículos era tan
abierto que se vendían en las calles, y tan común su consumo que todo el mundo,
"desde la dama hasta la esclava, desde el artesano hasta el más respetable
comerciante, lleva finas muselinas, muselinetas y otras prohibidas telas de
algodón peinado".417
Al pedir medidas más estrictas contra la funesta competencia del contrabando, los
comerciantes argumentaron que el tráfico de esclavos, liberado de sus
tradicionales restricciones por el decreto real de 1791, servía de pretexto legal
para el contrabandista. Bajo la nueva legislación, se les permitía a los traficantes ir
a las islas extranjeras en sus propios barcos para buscar allí esclavos que podían
pagar con oro y otros productos de la colonia. 418 Las licencias se daban en teoría
solamente para un viaje de regreso, y sólo podían

««Página 243»».

traer esclavos y algunos artículos autorizados. En la práctica casi todas las


embarcaciones hacían varios viajes para el tráfico bajo una misma licencia,
importaban sólo dos o tres esclavos cada vez y traían a cambio grandes
cargamentos de telas de Jamaica y otras islas. Estos eran entonces descargados
a menudo en la aldea costera de Sabanilla o en las diminutas islas del Rosario
cercanas a la costa, donde las mercancías eran a su vez cargadas en pequeñas
embarcaciones que las llevaban a Cartagena o directamente a los mercados del
interior.
El tráfico libre de esclavos también abrió un peligroso boquete en el monopolio
español. En 1794 el virrey Ezpeleta informó al Ministro para las Indias que desde
1791 sólo 446 esclavos se habían importado al Nuevo Reino bajo las nuevas
normas, y que el tráfico de esclavos se había convertido ni más ni menos que en
un vehículo para el contrabando.419 Sin embargo, el virrey mostró escasa simpatía
por las quejas de los comerciantes cartageneros, a quienes acusó de complicidad
en el tráfico. En 1792, dos detallados informes sobre el contrabando en el puerto
le revelaron a Ezpeleta la red de fraude y corrupción que envolvía la actividad
comercial de la ciudad y que afectaba tanto a los comerciantes como a la
administración. Según su anónimo informante, el contrabando era visto como algo
perfectamente normal tanto por el público como por las autoridades. Sostuvo que

417 Indiferente General 2466, Representación del Síndico del Consulado de Cartagena.
418 Para una discusión completa de la nueva política hacia el tráfico de esclavos, véase
J.F. King, "Evolution of the Free Slave Trade Principle in Spanish Colonial
Administration", HAHR, vol. 22 (1942), pp. 34-56.
419 AGI Santa Fe 643, Ezpeleta a Gardoqui, octubre 19, 1794 (no. 614)
la misma administración de la aduana estaba corrompida hasta la médula. Su
director era un importante contrabandista, así como el comandante de la fortaleza
de Bocachica (que dominaba la estrecha entrada a la bahía de Cartagena y era el
punto clave para controlar el movimiento de los barcos), sus subordinados y varios
destacados comerciantes. Todas estas personas, decía, estaban involucradas en
el mercadeo de artículos de contrabando. 420 Un incidente registrado en 1795
confirma esta opinión. Cuando Tomás Andrés Torres, un importantísimo
comerciante, fue arrestado por vender

««Página 244»».
Importaciones de contrabando, no negó los cargos; simplemente sostuvo que si el
gobernador justificaba su caso contra él, tendría entonces que arrestar a toda la
población, porque todo el mundo estaba implicado en el matute. 421
A pesar de los esfuerzos por terminar el tráfico legal con los extranjeros, el
comercio ilegal siguió tan campante, no sin la ayuda de las licencias concedidas a
barcos privados y de guerra para viajar a colonias extranjeras. En 1792, por
ejemplo, una goleta que estaba a punto de zarpar hacia Jamaica recibió 60.000
pesos, de los cuales sólo 12.000 estaban destinados para su misión oficial. Los
restantes 48.000 pesos fueron enviados por particulares involucrados en el
comercio ilegal. Fuera de los comerciantes, los funcionarios tenían también gran
interés en el viaje, pues muchos de ellos habían recibido préstamos de aquellos
para invertir en él. Ninguno de los funcionarios del puerto, "desde el gobernador
hasta el último administrador e incluso el fiscal de la Caja Real", ignoraba la
travesía o su propósito. Cuando los guardias no habían sido reclutados por sus
superiores para ejercer la actividad ilegal, eran impotentes para actuar por su
temor de perder el trabajo. Las mismas fortalezas, almacenes y barcos del rey se
habían convertido en depósitos de contrabando, en centros de un tráfico ilegal que
afectaba toda la actividad comercial de la ciudad y se filtraba a las provincias
vecinas.422 En 1794 la corona reconoció que el "gran comercio clandestino" que
pasaba por Cartagena, Río Hacha, Santa Marta y Portobelo estaba socavando el
tráfico legal, pero no ofreció antídoto distinto al de una mayor vigilancia por parte
del virrey, política que había fracasado consistentemente desde la introducción del
virreinato.423 Es claro entonces que la liberalización del comercio imperial no había
logrado asegurar el mercado de la Nueva Granada para las importaciones, así
como había dejado de desarrollar sus recursos para la exportación.

««Página 245»».

LOS EFECTOS DEL COMERCIO LIBRE EN LA ECONOMÍA


DE LA NUEVA GRANADA

Para concluir nuestra evaluación del comercio y la economía del Nuevo Reino

420 AHNC Aduanas (Cartas), tomo 10, fois. 985-7.


421 AHNC Aduanas, tomo 20, fols. 678-80.
422 AHNC Aduanas (Cartas), tomo 10, fols. 989-90.
423 AGI Santa Fe 960, Real orden, abril 20, 1794.
durante la época del comercio libre, quedan dos observaciones generales por
hacer. La primera es comparativa y tiene que ver con su posición y desempeño
dentro del sistema del comercio colonial como un todo. Vista dentro de este
contexto general, es claro que la Nueva Granada seguía en la periferia económica
del imperio a fines del siglo XVIII. De 1782 a 1796, el valor promedio anual de las
exportaciones de España a las Américas se cuadruplicó y las exportaciones
coloniales a la metrópoli aumentaron diez veces. 424 El comercio del virreinato, al
sólo doblar su valor, tuvo entonces un crecimiento considerablemente menor que
el del comercio español trasatlántico en su totalidad. Luego no es extraño que la
Nueva Granada fuera un contribuyente relativamente sin importancia al comercio
colonial español, lo cual contradecía la creencia oficial de que la reforma comercial
y la riqueza de sus recursos naturales la convertirían en una de las colonias más
dinámicas de España. De 1782 a 1796 las exportaciones de Cartagena y Santa
Marta representaron sólo cerca de un 3.2% de las importaciones hispanas de las
Américas, comparadas con alrededor del 14% del Perú, el 12% del Río de la Plata
y el 10% de Venezuela. Como mercado para las importaciones de España era
relativamente más importante, pues compraba el 8.2% de las mercancías
enviadas desde Cádiz. Pero éste era también un pobre desempeño comparado
con el del Perú, que absorbió el 21% entre 1785 y 1796, o con el de Venezuela y
el Río de la Plata, que recibieron más del 10%. La introducción del comercio libre
imperial hizo entonces poco por cambiar la relación económica del Nuevo Reino
con España. La región siguió siendo una colonia ineficiente, más bien introvertida
que, a pesar de la aparente riqueza

««Página 246»».
de sus recursos naturales, sólo hacía una pequeña contribución —y de lento
crecimiento— al comercio colonial americano.425
La segunda observación general sobre la Nueva Granada en la época del
comercio libre es específica de la región misma, y atañe a las causas y
consecuencias de su limitado crecimiento comercial. El pobre desempeño del
comercio con España se originó en parte en los expedientes políticos que
permitieron que los recursos de la colonia fueran a dar a manos extranjeras.
Durante el virreinato del arzobispo virrey Caballero y Góngora, el aumento del
comercio con los extranjeros, con licencia del gobierno para asegurar el apoyo
financiero al proyecto de colonización del Darién, debilitó el tráfico de España a
Cartagena. Y aunque sus sucesores invirtieron esta política, las importaciones de
contrabando siguieron perjudicando los mercados para el comercio español
durante los primeros años de la década de 1790, antes de la reanudación de la
guerra con Inglaterra. Los comerciantes calcularon, por cierto, el contrabando en
más de un millón de pesos anuales en los tres años entre 1793 y 1796, colmando
así la mitad de los mercados de la colonia. De modo que si la Nueva Granada se
abrió más a las importaciones a finales del siglo, esto fue resultado tanto de la
424 Fisher, Commercial Relations between Spain and Spanish America, pp. 88-9.
425 Ibid., pp. 55, 77. Para una comparación entre los comercios de la Nueva Granada y
del Perú, véase J.R. Fisher, "The Effects of Comercio Libre on the Economies of New
Grenada and Peru: A Comparison", en Fisher, Kuethe, y McFarlane, Reform and
Insurrection of Bourbon New Grenada and Peru, pp. 147-63
intervención extranjera como del imperialismo borbónico.
Si España fracasó en alcanzar el dominio de los mercados de importaciones,
también dejó de generar un crecimiento de las exportaciones. A pesar del alivio en
las restricciones al comercio, ni España ni sus colonias ofrecieron fuerte demanda
de los productos agrícolas de la Nueva Granada, de modo que los productores
locales permanecieron en gran parte aislados de los mercados ultramarinos. Es
cierto que hubo alguna mejora en las oportunidades para exportar productos como
el cacao, el algodón, los cueros, la cinchona y el palo de tinte, pero eran tan
escasas que no podían ser base de un

««Página 247»».

crecimiento económico general. Además, cualquier impacto positivo que tales


exportaciones hubieran podido tener en la economía debe ser contrapuesto al
impacto negativo de las importaciones agrícolas de España que competían con los
productos coloniales. La importación ilimitada de aguardiente catalán a Cartagena
llevó a una caída en los precios del aguardiente local, lo cual disminuyó a su turno
la demanda de la melaza que producían los hacendados de la costa. Tampoco fue
compensado esto por las facilidades para exportar azúcar. Como anotara un
vocero de los terratenientes de la costa al pedir la prohibición de las importaciones
de aguardiente, el azúcar de la Nueva Granada simplemente no podía competir
con el de las islas del Caribe. 426 También los productores de trigo del interior se
sintieron perjudicados por las políticas comerciales de la década de 1780. Tanto
barcos españoles como extranjeros importaban harina a Cartagena, sobre todo de
los Estados Unidos, lo que evitaba que el trigo local recuperara los mercados
perdidos en la costa. Estos efectos económicos de la política comercial española
pueden ayudar a explicar por qué el movimiento de insurrección contra España,
que se inició en 1810, atrajo prontamente el apoyo de las élites de Cartagena y de
Bogotá, ciudades ambas con un grupo concentrado de grandes propietarios de
tierras.
En la Nueva Granada, entonces, el comercio libre resultó doblemente defectuoso.
Fracasó en asegurar la primacía española en los mercados de importación y en
promover el crecimiento mediante las exportaciones. Este doble fracaso no sólo
debilitó el papel de España como metrópoli económica, sino que también fue
perjudicial políticamente, pues los criollos se volvieron cada vez más críticos de
las deficiencias del sistema español y cada vez expresaron más libremente su
oposición a él. En 1791, por ejemplo, Pedro Fermín de Vargas anotó que para la
mayor parte de la población, concentrada en el interior, el comercio ultramarino no
era asunto de su incum-

««Página 248»».

bencia. Aceptó que el comercio libre le había dado cierto estímulo a la economía
de la costa, pero observó que el interior del país seguía siendo el mismo de la

426 AGI Santa Fe, Síndico procurador general Manuel de Otoya al gobernador de Cartagena,
mayo 9, 1794
época de las flotas. La distancia de la metrópoli, los altos aranceles y el estado en
extremo lamentable de las cornunicaciones internas significaban que la gente del
común no podía comprar importaciones europeas, y que las pretensiones de
España de suministrarlas eran inútiles. Vargas le recomendó por lo tanto a España
que abandonara su quijotesca política de pretender dominar el mercado colonial y
que se limitara a abastecer únicamente "las finas mercancías que tienen mercado
entre los ricos", para estimular en cambio una industria de textiles que satisfaciera
las necesidades locales.427 Sus críticas también mostraban la conciencia criolla de
que la política española había fracasado del todo en crear el comercio "activo" que
previeron los reformadores de la década de 1770. Comprendió Vargas que la
preocupación por la minería del oro y la dependencia de la colonia de las
exportaciones de metálico para pagar por sus importaciones eran obstáculos para
el desarrollo económico. 428Sostenía, en efecto, que aunque el oro era uno de los
escasos artículos en los cuales la Nueva Granada tenía una ventaja internacional
relativa, la organización de la economía en torno a la minería impedía el desarrollo
tanto de la industria como del país en general. Apoyada en el trabajo de baja
productividad de los esclavos y en el trabajo de subsistencia, y aquejada por los
altos costos de los suministros básicos, la minería no era propicia para los
avances técnicos o la acumulación de capital. Según Vargas, el mejor medio para
estimular la economía de la colonia era el fomento de su agricultura y de su
producción industrial tanto para el mercado interno como para el externo.
Recomendó con este fin que la corona redujera los derechos al comercio de
ultramar, que permitiera el libre comercio con los extranjeros y que tomara
medidas para mejorar el transporte.429 No

««Página 249»».

era la suya una voz solitaria. En 1797 Antonio Nariño, otro importante crítico criollo
del gobierno español y después destacado líder del movimiento de independencia,
también se lamentó del estancamiento económico de la Nueva Granada, al
describir su comercio como "lánguido" y sus habitantes como "los más pobres de
América". Nada es más común allí, dijo Nariño, "que una familia harapienta, sin un
real en su bolsa, viviendo en una choza miserable rodeada de plantas de algodón,
canelos, cacaoteros y otras riquezas, entre ellas piedras preciosas". Al igual que
Vargas, Nariño deseaba que hubiera mayor libertad para que los productores
comerciaran tanto en los mercados internos como en los externos, para que
pudieran comercializar los ricos recursos naturales del territorio; también favorecía
la introducción del papel moneda y del cobre para contrarrestar la escasez de
efectivo causada por su exportación. 430
El gobierno español, sin embargo, pasó por alto las propuestas criollas para
desarrollar la economía. En la vecina Caracas, que no poseía metales preciosos,

427 Fermín de Vargas, Pensamientos políticos, pp. 102-5. 121.Ibid, pp. 57-65.
428 Ibid, pp. 57-65.
429 Ibid., pp. 96-8, 102-3, 110.
430 "Ensayo sobre un nuevo plan de administración en el Nuevo Reino de Granada", en Nariño,
Escritos políticos, pp. 13-37; citas de la p. 14.
había una libertad de facto para comerciar con los extranjeros, permitiendo así que
los productores aumentaran y diversificaran sus exportaciones. 431 En la Nueva
Granada, en contraste, la preocupación de la corona por canalizar el oro hacia su
sistema comercial siguió privando a los productores de otras salidas. El desarrollo
del comercio de ultramar estaba confinado por las reglas del sistema español y
quedó en manos de los comerciantes de Cartagena, un pequeño grupo de
peninsulares quienes, gracias a sus contactos en Cádiz, dominaron el comercio
exterior. Si examinamos ahora sus actividades, se aclarará lo muy poco que
contribuyeron al desarrollo de los recursos del territorio, pues sus relaciones con la
economía colonial más allá de Cartagena fueron siempre débiles, y por lo tanto
mínimo su compromiso con el desarrollo doméstico.

LOS COMERCIANTES Y EL MONOPOLIO

A principios del siglo XVIII, la Nueva Granada carecía de una clase mercantil
sustancial e influyente como las existentes en el Perú y en México. En 1695 un
grupo de unos veinte comerciantes de Bogotá estableció un consulado calcado de
los de Lima y Ciudad de México, al contratar con la corona el pago del impuesto
real conocido como la avería, derecho que gravaba las mercancías importadas por
los galeones a cambio del derecho de una jurisdicción comercial autogobernada.
432
El consulado de Santa Fe no duró mucho tiempo, sin embargo. Sus miembros
no podían cumplir con sus obligaciones financieras y, cuando el mismo sistema de
galeones se desplomó durante la Guerra de Sucesión española, el consulado
perdió su razón de ser. Fue suspendido en 1713, lo que reflejó la incapacidad de
los comerciantes neogranadinos de sostener una institución de esta clase. 433
Muchas décadas habrían de pasar antes de que se restableciera

««Página 251»».
un consulado de comercio en el virreinato. Cuando la institución fue revivida en
1795, sucedió en Cartagena, el puerto principal del país y base de su élite
mercantil.

431 Sobre esta política en Caracas, véase McKinley, Pre-revolutionary Caracas, pp. 39-45.
««Página 250»».
432 Los comerciantes involucrados en el proyecto eran muy pocos. Un documento redactado por
su abogado, Tomás de Solórzano, enumeró a veinte patrocinadores: AGI Consulados 68,
Pretensiones de los comerciantes del Nuevo Reino de Granada... Madrid, marzo 23, 1695
433 Roberte S. Smith, "The Consulado in Santa Fe de Bogotá", HAHR, vol. 45 (1965), pp. 442-7.
Hay una relación más completa de los orígenes e historia del consulado en Manuel Lucena
Salmoral, "Los precedentes del Consulado de Cartagena: El Consulado de Santafé (1695-1713) y
el Tribunal del Comercio Carta-genero", Estudios de Historia Social y Económica de América, no. 2
(Universidad de Alcalá de Henares, 1986), pp. 179-98.
CARTAGENA DE INDIAS Y EL COMERCIO
DE LA NUEVA GRANADA

Aunque Bogotá era la sede del gobierno de la Nueva Granada, Cartagena era el
eje de su comercio y a todo lo largo del siglo XVIII el desarrollo de su élite
mercantil estuvo asociado con este puerto. Había comerciantes en otras ciudades,
por supuesto. Bogotá, Mompós, Honda y Popayán eran todas importantes
mercados y centros de distribución de las importaciones europeas, y había
numerosos centros regionales de esta clase de comercio en ciudades como Cali,
Medellín y Pasto. Pero la mayor concentración de comerciantes se daba en
Cartagena, por razones de fácil explicación. Como primer puerto de escala para
las flotas de América del Sur, desde hacía mucho era el principal foco para el
comercio de importaciones y exportaciones de la Nueva Granada, hacia donde
viajaban los comerciantes de provincia para cambiar los metales preciosos por las
mercaderías europeas. La descripción de la ciudad hecha por Juan y Ulloa en
1735 nos permite vislumbrar su vida comercial:
La bahía de Cartagena es el primer lugar en América al cual tienen licencia de
llegar los galeones; y goza así de los primeros frutos de su comercio, por las
ventas públicas que allí se hacen. Estas ventas, aunque no están sujetas a las
reglas vigentes en la feria de Puerto Bello, son bastante considerables. Los
comerciantes de las provincias interiores de Santa Fe, Popayán y Quito, no sólo
ofrecen sus propias mercaderías, sino también los dineros confiados a su cargo,
por varias clases de artículos y por las provisiones de mayor demanda en sus
respectivas regiones. Sus mercaderes traen oro y plata en moneda, lingotes y
polvo, y también esmeraldas... Esta pequeña feria de Cartagena, pues así puede
llamarse, ocasiona la apertura de diversas

««Página 252»».

tiendas, llenas de toda clase de mercaderías; siendo la ganancia en parte para los
españoles que vienen en los galeones y son recomendados o tienen sociedad con
los cargadores, y en parte para quienes habitan en la ciudad... Este tumulto
comercial dura lo que permanecen los galeones en la bahía; pues tan pronto
parten, vuelven a su lugar el silencio y la tranquilidad. A este llaman los habitantes
de la ciudad tiempo muerto, pues en relación al comercio con otros gobiernos, no
es digno de noticia. 434
Según esta descripción, es claro que el comercio exterior de la Nueva Granada
estaba en gran parte controlado por dos grupos de comerciantes, ambos activos
en Cartagena. El primero era el de los cargadores, los comerciantes españoles
que viajaban con las flotas para vender sus mercaderías en las ferias de
Cartagena y de Portobelo. El segundo grupo estaba formado por mayoristas
residentes en Cartagena, que compraban provisiones de los galeones para
revenderlas a los minoristas locales y redistribuir en el interior. Estos, como los

434 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, A Voyage to South America (trad. John Adams, abreviada,
Nueva York, 1964), pp. 40-4.
cargadores, eran peninsulares o inmigrantes españoles. Juan y Ulloa se refirió a
ellos como los chapetones y, al anotar que "hacían todo el comercio del lugar y
vivían en la opulencia", los diferenció de las familias de los criollos, o españoles
americanos, que en Cartagena "eran los terratenientes". 435
Mientras rigió el sistema de las flotas, el desarrollo de la comunidad mercantil del
puerto estuvo limitado por la privilegiada posición de los miembros de la
Universidad de Cargadores a Indias —la agremiación de los comerciantes
españoles que trataban con las colonias—, quienes eran los únicos intermediarios
legales en el comercio trasatlántico. Organizado por la Casa de Contratación y por
la Universidad de Cargadores, el sistema de las flotas canalizó el comercio
colonial a través de un único centro en España y garantizó que las casas
comerciales situadas en los puertos andaluces de Se-

««Página 253»».

villa, Cádiz, Puerto de Santa María y Sanlúcar controlaran el comercio ultramarino


y limitaran al mismo tiempo la participación dentro de sus respectivas colonias de
los mercaderes en las Américas. 436 Bajo este sistema, los cargadores controlaban
el comercio entre la Nueva Granada y España. Traían mercaderías de Cádiz (que
reemplazó a Sevilla como centro del comercio colonial en 1717), las vendían en la
feria de los galeones en Cartagena y luego regresaban a España con el producto,
obteniendo ganancias tanto de las operaciones independientes como de aquellas
a comisión. Entretanto, los comerciantes neogranadinos, como los de otras
colonias, estaban restringidos al comercio dentro del virreinato, en cuantos
distribuidores de las importaciones traídas por las flotas. Durante la década de
1720 y principios de la de 1730, los comerciantes ricos de México y del Perú
trataron de modificar este oligopolio al formar un comercio directo con España. De
haber tenido éxito, esta iniciativa hubiera podido fortalecer los grupos mercantiles
en todas las Américas, incluso en la Nueva Granada, al permitirles una mayor
participación en los productivos comercios de importación y exportación. Sin
embargo, presionada por el consulado de Cádiz, la corona decretó que todo el
comercio trasatlántico debía ser realizado por "los agentes que se embarcan en
las flotas, galeones y otros barcos". 437 A los residentes en América no se les podía
dirigir mercancías directamente, ni se les permitía enviar mercaderías como no
fuera a través de peninsulares o de la Universidad de Cargadores. A pesar de la
fuerte oposición de los consulados de México y del Perú, esta orden, que prohibía
a los comerciantes de las colonias enviar dinero a España para comprar
provisiones, fue reiterada en 1735. 438Bajo tales condiciones, los comerciantes
neogranadinos no pudieron entablar un comercio realmente independiente con
España. En lugar de éste, de-

435 Ibid., p. 27.


436 Sobre los cargadores a Indias, véase García-Bauero, Cádiz y el Atlántico, vol. I, pp. 458-63
437 Rafael Antúñez y Acevedo, Memorias históricas sobre la legislación y gobierno del comercio
de los españoles (Madrid, 1797), p. 298
438 J.J. Real Días, "Las ferias de Jalapa", AEA, vol. 16 (1959), pp. 251-3.
««Página 254»».

pendían de los mercaderes andaluces para su abastecimiento de importaciones, y


al mismo tiempo debían operar únicamente dentro de la colonia.

REESTRUCTURACIONES
DE LA ORGANIZACIÓN MERCANTIL

Desde mediados del siglo, la comunidad comercial de la Nueva Granada se


fortaleció a medida que cambiaron las normas mercantiles tras la eliminación del
sistema de los galeones. Ahora que el comercio lo llevaban a cabo embarcaciones
individuales y no convoyes periódicos, los mercaderes peninsulares dejaron de
viajar en grupos para encontrarse con sus homólogos coloniales en tiempos y
lugares fijados de antemano, para un intercambio corto e intensivo. En lugar de
esto, agentes locales que podían proporcionar un constante flujo de información
sobre las condiciones del mercado local y administrar el movimiento más lento,
pero continuo, de ocasionales barcos sueltos, manejaron cada vez más el
comercio ultramarino. En 1749 la corona también aligeró los reglamentos que
gobernaban el comercio trasatlántico, al permitirles a los ciudadanos americanos
que enviaran y recibieran mercaderías de la metrópoli sin tener que emplear a los
cargadores como intermediarios.439
Ambas reformas fomentaron el crecimiento de una comunidad mercantil en
Cartagena, aunque la liberalización de los reglamentos del comercio colonial con
la metrópoli no permitió aún que los comerciantes locales compitieran libremente
con los cargadores. Pues el decreto de 1749 contenía una importante salvedad,
encaminada a evitar que los comerciantes de las Américas pudieran prescindir
completamente de los servicios de las casas comerciales españolas que siempre
habían organizado el tráfico trasatlántico. Cualquier comerciante español que
enviara mercancías a un vecino

««Página 225»».

americano tenía que garantizar bajo juramento que habían sido compradas por el
residente con sus propios fondos. Veinte años después, este medio de evitar que
los comerciantes coloniales suplantaran a los cargadores todavía era defendido
enérgicamente. El presidente de la Casa de Contratación trató de cambiar la regla
en 1769, pero sus esfuerzos encontraron una inmediata respuesta del consulado
de Cádiz, el cual aseveró que el cambio arruinaría a sus miembros. Permitirles a
los residentes americanos que comerciaran como sus propios agentes haría
superfluos a los cargadores, sostuvo el consulado, porque los propietarios de las
mercancías exportadas a las Américas —por lo general extranjeros— simplemente
tratarían directamente con los americanos. El Consejo de Indias de inmediato
reconoció el peligro para los comerciantes españoles y mantuvo el viejo

439 Antúñez y Acevedo, Memorias históricas, pp. 300-5.


reglamento.440 De manera que a pesar de las modificaciones a su estructura, la
Carrera de Indias siguió siendo coto de los españoles registrados como miembros
o matriculados en la Universidad de Cargadores a Indias. Sin embargo, a pesar de
la constante tendencia de la corona a proteger el monopolio andaluz contra la
competencia extranjera, el cese del sistema de galeones sin duda estimuló el
desarrollo de una élite mercantil en la Nueva Granada, situada sobre todo en el
puerto de Cartagena. Pues al ser reemplazadas las flotas por barcos sueltos, los
comerciantes transeúntes que habían dominado el comercio en la época de las
flotas cedieron cada vez más su lugar a agentes que residían en Cartagena por
varios años a la vez y que se identificaban con la colonia y su comercio.
Podemos rastrear la evolución de la comunidad mercantil del puerto en una serie
de disputas en torno a los derechos de la jurisdicción mercantil que empezaron
después de la eliminación de los galeones. Durante la época de las flotas, los
comerciantes españoles que viajaban a Cartagena estaban matriculados en la
Universidad de

««Página 256»».

Cargadores a Indias, y llevaban con ellos diputados de comercio escogidos por su


gremio para dirimir los litigios comerciales entre sus miembros mientras
permanecían en América. De manera que cuando la última de las flotas de Tierra
Firme llegó a Cartagena en 1737, sus comerciantes estaban acompañados por
diputados autorizados para dirimir los litigios comerciales, y mientras siguieron en
el puerto durante la siguiente década, atrapados por la guerra y la lentitud de las
ventas, estos diputados continuaron ejerciendo la jurisdicción mercantil. Esta
práctica cambió a mediados del siglo, cuando los diputados de la última flota
regresaron a España. Al quedar sin su corte mercantil, los comerciantes españoles
que permanecieron en Cartagena le pidieron primero al virrey y luego al consulado
de España que escogieran entre ellos a dos individuos como diputados del
comercio en el puerto.441 El consulado de Cádiz aceptó, como era de esperar,
reconociendo sin duda que los comerciantes españoles necesitaban una corte
comercial permanente en el puerto, ahora que el reemplazo de los galeones por
los barcos sueltos animaba a los comerciantes a quedarse en Cartagena como
agentes. Una vez establecida la corte, los cargadores entablaron luego tenaz
lucha por evitar que los residentes en el puerto compartieran su privilegiada
posición, decisión que provocó prolongadas disputas entre la comunidad mercantil
de la ciudad.
Los problemas empezaron en 1756 con una serie de disputas en torno a la
elección de los diputados del comercio y al alcance de sus poderes, que
proporcionan un útil barómetro de los cambios en la élite mercantil de la ciudad.
Pues durante las dos décadas siguientes los comerciantes de Cartagena se
440 AGI Indiferente General 801, Año de 1796, Consultas de negocios seculares: Marqués del
Real Tesoro, febrero 28, 1769; Consulado de Cádiz, marzo 21, 1769; Consejo de Indias, julio 10,
1769.

441 AGI Consulados 325, Diego Luis de Medina et al. al Consulado de Cádiz, Cartagena, enero
30, 1750.
dividieron en dos bandos, al tratar los cargadores de conservar su condición
exclusiva contra los mercaderes que residían en el puerto. Ambos grupos estaban
compuestos por españoles peninsulares. La diferencia consistía en que un grupo
estaba constituido por matriculados o miembros registrados de la

««Página 257»».

Universidad de Cargadores, y el otro por comerciantes vecinos, es decir, por


personas que nunca habían estado matriculadas o que habían perdido su
membrecía por haberse establecido permanentemente en el puerto.
El conflicto entre estos dos grupos empezó en 1756, cuando algunos
comerciantes residentes eligieron a dos diputados para que actuaran en su
nombre en un desacuerdo con el vicegobernador de la ciudad. Esto de inmediato
ocasionó la protesta de los delegados nombrados por el consulado de Cádiz,
quienes se quejaron ante el virrey de que sólo ellos tenían el derecho de hablar en
nombre de la comunidad mercantil. 442 En 1757 la disputa brotó de nuevo cuando
un comerciante peninsular se negó a reconocer la autoridad de los delegados
nombrados por los diputados de Cartagena. Poco después, en 1759, los
cargadores sostuvieron su derecho de controlar la jurisdicción mercantil al solicitar
un tribunal que juzgara sus casos separadamente de aquellos de los comerciantes
residentes. Para resolver el conflicto, el virrey buscó una concesión al darles a
ambos grupos participación en la elección de los diputados: en 1759 ordenó que
diez comerciantes se debían unir a diez matriculados de Cádiz y que cada grupo
debía elegir un diputado propio. Este compromiso no satisfizo, sin embargo, a los
matriculados. Al evocar con nostalgia la época de los galeones como una era de
perdida armonía, cuando los comerciantes eran claramente identificados con
España o con la colonia, insistieron en que la única forma de evitar ulteriores
disputas era volver a trazar los tradicionales límites. En 1760 el virrey decidió
ponerse de su lado. Aceptó que, para eliminar los conflictos entre los comerciantes
de Cartagena, los matriculados deberían tener su propio tribunal separado,
compuesto por dos de sus miembros y por el gobernador de la provincia. 443

««Página 258»».

La competencia entre los cargadores y los residentes no terminó allí. Los


cargadores siguieron sintiéndose amenazados por los comerciantes locales
quienes, según explicó uno de los diputados en 1765, "tienen mayor conocimiento
y relaciones con el Reino [de la Nueva Granada], [porque] los compradores viajan
regularmente [a Cartagena] con pedidos para ellos, y hacen en sus casas las
primeras operaciones..."444 Los comerciantes vecinos, por otro lado, pensaban que
sus homólogos de Cádiz los discriminaban injustamente. En un momento dado,

442 AGI Consulados 326, Arrechederreta y Villanueva al Consulado, Cartagena, diciembre 13,
1756. Los delegados escogidos en Cartagena fueron Joseph Antonio Zavala y Joseph Inocencio
Morquecho
443 AHNC, Consulados, tomo 4, fols. 530-44, 618-49, 699-708, 710-12, 717-18.
444 AGI Consulados 329, Diputados del comercio al Consulado, Abril 29, 1764.
por ejemplo, se negaron a pagar sus cuotas a un préstamo que requería la corona,
basándose en que las obligaciones de la deuda no se habían distribuido
justamente de acuerdo a la capacidad de pago, y le pidieron al virrey que revisara
el asunto imparcialmente. 445En 1776 también le informaron al virrey que los
excluían sistemáticamente del importante cargo de maestría de plata, pues los
diputados del consulado de Cádiz favorecían sólo "a quienes tienen el título de
comerciantes de España, sin permitir que los de Cartagena disfruten del mismo
beneficio".446
Estas quejas fueron al parecer parte de una campaña, dirigida por el comerciante
de Cartagena Juan Fernández Moure, para garantizarles a los residentes los
mismos derechos de que gozaban los comerciantes de Cádiz. En 1771 Fernández
Moure ya le había solicitado al virrey que permitiera la participación de los
residentes en el tribunal de comercio del puerto, o que en caso contrario nombrara
sus propios diputados. Pues, como anotó, aunque los cargadores y minoristas
(mercaderes) en el puerto tenían diputados autónomos, los comerciantes
peninsulares residentes eran el único grupo sin un medio independiente para
manejar sus propios asuntos. 447A esto se opusieron enseguida los matriculados,
quienes siguieron negándoles

««Página 259»».

a los residentes ingreso en el tribunal del comercio por temor de que debilitara su
control del tráfico trasatlántico.448
La prolongada disputa se resolvió en 1776, cuando una orden virreinal abolió la
distinción entre los matriculados y los residentes y los colocó bajo la jurisdicción
del mismo tribunal. Aunque la oposición de Cádiz demoró esta decisión, los dos
grupos se reconciliaron finalmente bajo el nuevo régimen comercial que introdujo
el Reglamento de comercio libre.449 Con el advenimiento del comercio libre
imperial ya no había razones para mantener la diferencia entre los comerciantes
españoles en el puerto, y en 1784 los mayoristas se unieron para pedir un
consulado que supervisara las operaciones de todos los comerciantes
involucrados en el comercio ultramarino de Cartagena. 450
Es evidente que el reemplazo de las flotas por los barcos sueltos había causado
ajustes en la organización del comercio entre España y el Nuevo Reino, al
estimular el crecimiento de una comunidad residente de comerciantes

445 AHNC Real Hacienda (Cartas), tomo 2, fois. 411-16.


446 AHNC Consulados, tomo 5, fols. 307-11.
447 AHNC Consulados, tomo 4, fols. 749-50.
448 AGI Consulados 332, Francisco Barroso al Consulado, Cartagena, julio 31, 1771; AGI
Consulados 333, Francisco Joaquín Barroso al Consulado, agosto 27, 1774; ibid., julio 10, 1775;
AGI Consulados 335, Francisco Joaquín Barroso al Consulado, junio 30, 1775.
449 AGI Santa Fe 552, Informe de Francisco Machado, Madrid, mayo 11, 1778.
450 AHNC Consulados, tomo 4, fols. 751-2. Esta carta de los comerciantes de Cartagena al virrey
de agosto 26, 1784, se refiere a la "armoniosa unión" de los dos cuerpos de- mercaderes e informa
sobre "lo útil y conveniente que será a este comercio el establecimiento de un formal Tribunal del
Consulado a imitación y con las mismas reglas y privilegios que obtienen los de las ciudades de
México y Lima..."
peninsulares que actuaban como agentes para los negocios en Cádiz. El
desarrollo de una clase mercantil colonial todavía era limitado, sin embargo, pues
los miembros del gremio español de los cargadores continuaron ejerciendo
vigorosa influencia en el comercio trasatlántico, al limitar la participación de sus
miembros y restringir la membrecía a aquellas personas que eran matriculadas de
España, activas y registradas. Antes de que se estableciera el comercio libre,
éstas defendieron sus privilegios con

««Página 260»».

persistencia y éxito, por temor de que si se les daba a los residentes paridad de
condiciones, ello allanaría el camino para la abierta competencia de los coloniales.
La determinación de los cargadores de evitar tal peligro se refleja claramente en
un incidente que ocurrió en 1774, cuando un comerciante criollo, un tal Bernardo
Alázar, trató de ingresar al comercio como cargador matriculado. Los diputados
comerciales de Cádiz en el puerto de inmediato pidieron que Alcázar fuera
descartado. Era, según ellos, no sólo americano sino mulato, y por lo tanto
excluido del comercio según la ley. Insistieron en que no había lugar para los
coloniales en el comercio ultramarino, porque de permitirles el comercio con
España arruinarían a los comerciantes peninsulares. 451
Algunos comerciantes pudieron sin embargo aprovechar la ley que les permitía a
los residentes entablar comercio con España usando sus propios recursos. Los
registros de los barcos que salieron de Cartagena en las décadas de 1760 y 1770
incluían, por ejemplo, remesas hechas a nombre de importantes terratenientes de
la ciudad y de la provincia de Cartagena. Patricios como la marquesa de
Valdehoyos de Cartagena, el marqués de Coa y el maestre de campo José
Fernando de Mier y Guerra, ambos de Mompós, hicieron todos envíos de cacao,
cueros y dinero en el curso de esos años. 452 Estas eran, sin embargo,
consignaciones esporádicas más que un negocio regular, y estas operaciones
eran muy inferiores a aquellas de los grandes terratenientes de Caracas quienes,
a finales del siglo XVIII, exportaban productos agrícolas en cantidades
considerables y a veces en sus propias embarcaciones. 453 Lo cual no es
sorprendente, por supuesto, pues las propiedades de los hacendados en la región
de la costa neogranadina se usaban sobre todo para la cría de ganado y el
««Página 261»».

cultivo de la caña de azúcar para el consumo local, y ofrecían por lo tanto escasas
posibilidades para una agricultura de exportación.

LOS AGENTES ESPAÑOLES EN CARTAGENA

451 AGI Consulados 333, Francisco Joaquín Barroso al Consulado, noviembre 30, 1774.
452 La información sobre los cargamentos enviados a España en estos años se encuentra en AGI,
Contratación 2654, 2661, 2662.
453 McKinley, Pre-revolutionary Caracas, p. 67
Ya fueran cargadores registrados o comerciantes vecinos residentes, los
mercaderes que organizaban el comercio a través de Cartagena eran todos
españoles peninsulares que actuaban sobre todo como agentes del as casas
comerciales de Cádiz y como comisionados del tráfico establecido allí. Los
registros de los barcos que hacían la travesía entre Cartagena y España durante
las décadas de 1760 y 1770 muestran que la mayor parte del comercio operaba
de esta manera. La vieja forma, bajo la cual las personas de Cádiz hacían el viaje
de regreso, no fue del todo suplantada, pero en general los intermediarios en
Cartagena manejaban los negocios.
Los archivos comerciales que identifican a los comerciantes españoles en
Cartagena sugieren que la mayor parte eran emisarios de las casas comerciales
de Cádiz, enviados al puerto para recibir los cargamentos y organizar los viajes de
vuelta, a veces como miembros de una firma familiar española que requería
agentes para manejar sus operaciones locales. 454 Los registros de los barcos
revelan, sin embargo, que no siempre se limitaban a trabajar para una sola casa
comercial. Generalmente se hacían cargo de mercaderías enviadas "a cuenta y
riesgo" de diferentes comerciantes de la península y enviaban los cargamentos de
vuelta sobre la misma base. Aunque el papel primordial de los mercaderes era el
de agentes y comisionados los registros de las décadas de 1760 y 1770 también
muestran varios casos de comerciantes en Cartagena que importaban y
exportaban por su propia cuenta. No obstante, ésta parece haber sido un fracción

««Página 262»».

menor de sus negocios. La mayor parte del comercio se originaba en España, y la


principal actividad de los agentes era vender las importaciones y enviar las
utilidades a comisión.
Una disputa sobre la validación del testamento de Antonio Paniza, un comerciante
español que murió en Cartagena, sugiere el carácter y el alcance de tales
negocios. Cuando en 1778 se liquidaron los negocios de Paniza, Guerra de Mier y
Compañía, sus cuentas mostraron una amplia gama de actividades, reflejadas en
sus débitos. Algunos eran pequeñas cantidades, evidentemente debidas por
minoristas que habían tomado artículos a crédito de las bodegas de la compañía;
otras, por lo general mucho mayores, eran deudas de comerciantes de Cartagena,
de varias ciudades del interior y del extranjero, de La Habana, Madrid y Portobelo.
Estas deudas podían ser bastante considerables para el nivel de la Nueva
Granada. Manuel Díaz de Hoyos, un comerciante de Bogotá, debía por ejemplo
15.000 pesos por mercancías recibidas de la compañía y pagaderos en un plazo
de tres años. Es interesante también que Paniza, Guerra y Mier y Compañía
parece haber actuado como un banco, al prestar efectivo a prestatarios
adecuados. El obispo de Cartagena y otros clérigos figuraban entre sus deudores,
así como un minorista de Cartagena que había hipotecado su casa a un interés
del 5% anual. Los activos de la compañía también incluían propiedades tanto
urbanas como rurales. Una hacienda con su pequeña cuadrilla de esclavos fue

454 Para algunos ejemplos véase Anthony McFarlane, "Comerciantes y Monopolio en la Nueva
Granada: El Consulado de Cartagena de Indias", ACHSC, vol II (1983), pp. 49-52.
avaluada en poco más de 8.700 pesos, y cuatro casas en Cartagena valían
16.000. La propia fortuna de Paniza llegaba a más de 150.000 pesos, de los
cuales 44.000 en efectivo y bienes, pero la mayor parte consistía en deudas
comerciales por un total de 74.000 pesos.455 Otro comerciante español, Juan
Pablo Sarratea, quien murió en Cartagena en 1711, poseía una fortuna menor
pero aun así considerable. Tenido por sus colegas como uno de los principales
importadores, por sus firmes contactos con la casa de Cádiz de Sáenz y Tejada,
Sarratea

««Página 263»».

dejó una herencia que se pensó pudo alcanzar los 100.000 pesos. 456 Para los
niveles de la Nueva Granada del siglo XVIII, eran éstas sumas importantes y
sugieren que los principales importadores del puerto obtenían buenas ganancias.
Aunque su presencia en Cartagena fortaleció los lazos comerciales con la madre
patria, la cantidad de comerciantes españoles era reducida. Una petición
presentada al virrey en 1763 enumeró treinta y tres, de los cuales identificó a
veintiséis como miembros del "comercio de España" y a siete como comerciantes
de Cartagena.457 Un registro de las contribuciones de los mercaderes a un
préstamo para la corona enumera cuarenta y dos comerciantes en 1771, pero no
distingue entre los miembros registrados como cargadores y los residentes. 458
Unos pocos años después, en 1774, una orden real declaró que sólo había un
"pequeño número" de cerca de cincuenta matriculados en la Universidad de
Cargadores. La comunidad mercantil de Buenos Aires, para hacer una única
comparación, tuvo un crecimiento más vigoroso en este período, al pasar de
cuarenta y cuatro comerciantes en 1744 a 145 en 1778. 459

LOS COMERCIANTES Y EL COMERCIO EN EL INTERIOR

La relación que existía entre los comerciantes del interior de la Nueva Granada y
los de Cartagena era similar a la que había entre éstos y los de Cádiz. Como
principal fuente de las importaciones de artículos europeos, los comerciantes del
puerto ocupaban una ventajosa posición dentro del sector más valioso del
mercado colonial. Los mer-

««Página 264»».

caderes de los principales centros del comercio interno dependían de ellos para
abastecerse de importaciones extranjeras y en general también dependían de los

455 AHNC, Testamentarias de Bolívar, tomo 26, fols. 917-95.


456 Ibid., tomo 52, fols. 980-3.
457 AGI Consulados 321, Diputados del Comercio al Consulado, Cartagena, Abril 30, 1745; AGI
Consulados 328, Joseph Antonio de Zavala al Consulado, Cartagena, junio 20, 1763.
458 AHNC Real Hacienda (Cartas), tomo 2, fols. 408-9.
459 Susan M. Socolow, The Merchants of Buenos Aires, 1778-1810: Family and Commerce
(Cambridge, 1978), p. 13.
créditos que aquellos les concedían para sus negocios. En ocasiones viajaban a
Cartagena para comprar importaciones con efectivo, pero era más corriente que
las obtuvieran mediante envíos de los comerciantes del puerto, en prolongados
créditos y con la promesa de pagar al proveedor en un plazo dado y a una tasa de
interés determinada.460
Las importaciones se distribuían por varias rutas que comunicaban a Cartagena
con el interior. Algunas llevaban directamente a las zonas mineras, y los
mercaderes que abastecían tanto el área del Chocó como la provincia de
Antioquia a veces lo hacían mediante comunicación directa con los comerciantes
de Cartagena. O viajaban al puerto para comprarles las importaciones a sus
mayoristas, o éstos enviaban representantes a las poblaciones y caseríos
mineros, o hacían envíos de mercaderías a los mercaderes de provincia que
actuaban como agentes suyos. Este comercio se podía hacer por el río Cauca
pasando por Cáceres, pero para principios de la década de 1770 la ruta más
habitual fue por vía del puerto de Nare sobre el río Magdalena, y luego por tierra
hasta Medellín y Santa Fe de Antioquia, un duro viaje de unos veinte días. 461 Nare
también era el punto de entrada para los mercaderes que iban a Antioquia desde
las ciudades de la Cordillera Oriental como Bogotá, Tunja y otras, también con
gran costo y muchas dificultades.462 Los comerciantes

««Página 265»».

de Popayán también tenían contactos con la comunidad mercantil de Cartagena, a


pesar de la gran distancia que los separaba. Hacían su comercio a través de
Honda y a lo largo del río Magdalena, o por el camino real que llevaba a Bogotá,
Tunja y Pamplona, y de allí a la costa. Sin embargo, el punto más importante para
la distribución interna de las importaciones y el mayor centro mercantil del interior
era Bogotá, situada estratégicamente en el área más poblada de la colonia. 463
Los comerciantes de Bogotá, como los de otras ciudades del interior, por lo
general dependían de los mayoristas de Cartagena para las remesas de

460 La inexistencia de los archivos notariales de Cartagena durante este período hace
imposible el empleo de los contratos mercantiles como medio para rastrear las
relaciones comerciales entre el puerto y el interior. Hay, sin embargo, ocasionales
indicaciones sobre su naturaleza en contratos comerciales hallados en otras fuentes.
Véase, por ejemplo, AHNC Consulados, tomo 4, fols. 962-4; Biblioteca Luis Angel
Arango (Bogotá), Documentos relativos a amonedación y fisco en la Colonia, Ms. 118.
461 El mejor estudio sobre las rutas internas de transporte lo hace West, Colonial
Placer Mining, pp. 112-30.
462 Para una descripción contemporánea de las rutas comerciales de Antioquia en
1786, véase Silvestre, Relación, pp. 116-26; una gráfica relación de las dificultades que
afectaban el transporte en Antioquia también se encuentra en Twinam, Miners,
Merchants and Farmers, pp. 82-6.
463 Una indicación sobre el tamaño y recursos de la comunidad mercantil de la capital,
comparados con los de otras ciudades importantes, se puede percibir en las
contribuciones que hicieron al donativo de 1793. Véase Papel Periódico de Santafé de
Bogotá, no. 99, pp. 371-2, no 116, pp. 505-6, no. 102, pp. 395-6, no. 158, p. 844, para
las contribuciones de los comerciantes de Santa Fe, Popayán, Honda y Mompós.
mercaderías importadas. Al actuar como comerciantes por su propia cuenta o
como agentes de los mayoristas de Cartagena, recibían las mercancías del puerto,
por lo general a un crédito de entre seis meses y un año, y hacían arreglos para el
envío de lingotes o monedas al vencerse el plazo. Luego vendían las mercaderías
en sus tiendas de la capital al por mayor o al menudeo, o hacían pequeños envíos
a mercaderes en otras ciudades del interior, a menudo extendiendo una cadena
crediticia que empezaba en Cádiz. No existe un estudio sobre los comerciantes de
Bogotá, pero la naturaleza de los negocios que entablaban y la manera como los
conducían pueden percibirse en algunos ejemplos extraídos de los contratos que
registraban comerciantes de importancia ante los notarios de la capital. -
Manuel Díaz de Hoyos, un español emparentado con familias aristocráticas de
Cartagena, fue un miembro notable de la comunidad mercantil de Bogotá durante
la segunda mitad del siglo XVIII. Por

««Página 266»».

cerca de cincuenta años ejerció su comercio en la capital, y para la década de


1790 se había convertido en un muy respetado ciudadano y en capitán de la
milicia montada de la ciudad.464 Durante sus primeros tiempos en Bogotá actuó
como agente de la marquesa de Valdehoyos, residente en Cartagena, propietaria
de grandes haciendas y especuladora en el tráfico de esclavos. En 1760 aparece
Díaz de Hoyos en los registros notariales declarando un préstamo de 6.000 pesos
oro hecho a un comerciante venezolano en nombre de la marquesa, y que debía
pagársele a ella con grandes cantidades de cacao. 465 En 1770 sus contratos
muestran que, además de disponer de más de 20.000 pesos en mercancías de su
almacén en Bogotá, también prestó 300 pesos oro al recién nombrado gobernador
de la provincia de los Llanos para cubrir sus gastos. 466 Después, los préstamos en
dinero adquieren más importancia en los registros: en 1780 se encontraban entre
sus deudores varios comerciantes y miembros de la administración, quienes en
total admitieron deudas por más de 5.000 pesos, a intereses del 6%. 467 En 1784
también le prestó 5.300 pesos a un propietario de minas y esclavos del Chocó,
que se estipulaba debían ser pagados en oro de esa región. 468 Durante la década
de 1790 invirtió grandes sumas en el comercio directo con Cádiz. En 1791 les
facilitó 300.000 pesos a dos comerciantes, Bernardo Gutiérrez y Luis Merino, para
que organizaran en su nombre un negocio de importaciones de Cádiz. 469 Para
1797 sostuvo que aquellos lo habían defraudado y que estaba al borde de la ruina
total. Sin embargo, sus días como comerciante no habían terminado: en 1800 los
comerciantes de la capital reconocieron haber recibido de Díaz de Hoyos cerca de

464 AHNC Consulados, tomo 3, fol. 171.


465 AHNC Notaría Primera, tomo 191 (1760), fol. 772.
466 Ibid., tomo 201 (1770), fols. 248-9, 297, 300, 308-9.

467 Ibid., tomo 205 (1780), fols. 99-100, 175-6, 233-4.


468 Ibid., (1790), fols. 84-5.
469 AHNC Consulados, tomo 3, fols. 171-5.
300.000 pesos en mercancías.470

««Página 267»».

Los documentos notariales también registran las actividades de otros


comerciantes de Bogotá con negocios de un nivel más modesto, y que distribuían
mercancías importadas entre los mercaderes de provincia que iban a la capital, así
como entre otros de la ciudad. Así por ejemplo, Ventura de la Peña registró en
1770 algunos créditos en artículos importados que había concedido a unos
mercaderes de las ciudades de Vélez e Ibagué. Estas deudas debían ser
canceladas en un plazo de nueve meses, en parte en monedas de oro y en parte
en telas de fabricación local que podía revender en la capital.471 Era esa sólo una
fracción de sus negocios. Para 1780 sostuvo que tenía un capital de 30.000
pesos, de los cuales se le debían 25.000 en deudas comerciales pendientes. El
resto consistía en 4.000 pesos en moneda y 1.000 en láminas de oro y plata. 472
Otros contratos registran los nombres de muchas otras personas dedicadas a la
distribución de importaciones europeas en el interior, generalmente mediante
remesas a los mercaderes de provincia con el compromiso de un pago futuro
(generalmente un año después) en moneda de oro o plata, o en productos de la
región de los beneficiarios. 473 Entre los demás comerciantes españoles de
importancia en la capital estaban Vicente Rojo y Pedro Ugarte, que fueron
regidores del cabildo en los años anteriores a 1810. Además de sus negocios con
mercancías importadas, ambos, como Díaz de Hoyos, estaban involucrados en el
préstamo de grandes sumas a otros comerciantes y funcionarios. 474

««Página 268»».

El comercio de importaciones de Europa era, sin embargo, sólo parte del que se
realizaba en Bogotá. Un informe oficial de 1761 sobre la administración y
rendimiento de la alcabala de la capital muestra que de lejos la mayor cantidad de
artículos que pagaban impuestos consistía en "géneros del Reino", o productos de
la economía doméstica. Las importaciones de Europa sumaban 400 cargas de
mercancías, así como 2.000 jarras de vino, pescado, aceitunas y aceite de oliva, y

470 AHNC Notaría Segunda, tomo 198 (1800), fols. 228-32, 285-7.
471 AHNC Notaría Primera, tomo 201 (1770), fols. 189-90, 413.
472 AHNC Notaría. Segunda, tomo 161 (1780), fol. 163.
473 Los archivos notariales están repletos de contratos relativos a esta clase de negocios. Los
ejemplos en los que se basan las afirmaciones anteriores proceden de AHNC Notaría Primera,
tomo 191 (1760), fols. 298-9, 358-9; tomo 201 (1770), fols. 5-6, 21-2, 68, 90-1, 143, 201, 218, 220,
294; tomo 205 (1780) fols. 70-1, 80-1, 304, 421-2; tomo 228 (1810), fols. 26, 27, 38, 62, 156, 172-3,
188, 199, 232, 252, 267-70, 375-6.

474 . AHNC Notaría Primera, tomo 201, fol. 147, tomo 161, fol. 86 (1790), fols. 26-34, 253-4, tomo
228 (1810), fols. 131, 208, 251; Notaría Segunda, tomo 198 (1800), fols. 5-6.
395 barras de hierro. Aquellas 261 cargas consistían en "géneros nobles" y
textiles, sobre todo lienzos, tejidos de lana, sedas y sombreros; las otras 139
cargas eran una miscelánea de artículos, en general varias clases de mercería,
cera, papel, pimienta de Castilla y tabasco, canela, cominos y quincallería. El
volumen de los productos domésticos que ingresaban a la capital era más de
setenta veces mayor, y llegaba a las 19.300 cargas. Casi tres cuartas partes de
este volumen consistía en melaza, que por sí sola representaba 13.900 cargas. El
resto era azúcar, tabaco, cacao, y anís (2.500 cargas), lienzos domésticos,
camisas y frazadas de Tunja, y tejidos de lana de Quito (más de 2.500 cargas), así
como artículos diversos tales como jabón, cuero, sandalias de cuero, sebo, pabilos
y muchos alimentos (arroz, conservas, quesos, tortas de miel y de queso,
garbanzos, ajo y pescado salado). En 1761, cerca de 1.600 reses y 4.500 cerdos
coparon la demanda de carne de la ciudad.
La mayor parte del comercio de productos domésticos lo hacía sin duda una
multitud de pequeños mercaderes que vendían sus mercancías en el mercado de
la ciudad o a través de las pequeñas tiendas minoristas conocidas como pulperías,
o simplemente en las calles. De sus vidas y actividades no sabemos
prácticamente nada: los pequeños comerciantes de la Nueva Granada colonial
esperan aún a su historiador. Un hecho es obvio, sin embargo. Las ganancias de
sus transacciones eran mucho menores que las producidas por las importaciones.
De hecho, aunque éstas eran sólo una fracción del volumen de mercancías
vendidas en la capital, su valor era mayor que el de los productos domésticos. De
más de medio millón de

««Página 269»».

pesos en mercaderías que pagaban el impuesto de venta, las importaciones se


avaluaron en 281.000 pesos y aquellos en 240.000. 475 Según escribía en 1789 el
administrador de las aduanas en Bogotá, no había una demarcación clara entre
los mayoristas y los minoristas. Al quejarse de las dificultades que tenía para
cobrar la alcabala, observó que "hasta los mercaderes de la mejor clase venden
pequeñas cantidades de mercaderías de sus almacenes, hasta la cantidad o valor
de un cuartillo, la menor denominación de la moneda en este país". 476 Sin
embargo, aunque los comerciantes de la "mejor clase" estaban dispuestos a tratar
en un nivel mezquino, durante principios de la década de 1780 empezaron a
reclamar la paridad de oportunidades y de condiciones con sus homólogos de
Cartagena.
En un principio las peticiones de los comerciantes de la capital fueron modestas.
En 1785, el representante nombrado por los "diputados y otros individuos del
comercio de Bogotá" anotó que sus clientes estaban en constante contacto con
Cádiz y otros puertos españoles autorizados para el comercio colonial, de donde
pedían mercaderías para revender en la ciudad, lugar de su residencia. Por esta
razón, le pedían al virrey que estas importaciones llegaran directamente a la
capital sin demora o interferencia de la aduana de Cartagena. El virrey, dispuesto

475 AHNC impuestos varios (Cartas), tomo 26, fols. 237-42.


476 AHNC Aduanas (cartas), tomo 3, fols. 921-7. Cita del fol. 921.
a tomar cualquier medida para estimular el comercio, accedió a su demanda. 477
Sin embargo, el número de comerciantes que firmaron la petición sugiere que
éstos eran todavía un grupo muy pequeño. Sólo once lo hicieron, la mayor parte
españoles peninsulares que se identificaron como "individuos del comercio de esta
ciudad con las de Cartagena, Cádiz y otros puertos del Reino
Español".478Evidentemente, la mayor parte de los comerciantes del interior aún
dependía de Cartagena y rara vez trataba directamente con los proveedores de la
España metropolitana.

««Página 270»».

La relativa debilidad de la comunidad mercantil de Bogotá se hizo más patente en


1796 cuando, en respuesta a la creación de un consulado en Cartagena, los
comerciantes de la capital pidieron el establecimiento allí de un consulado
separado que sería del todo independiente del puerto y con jurisdicción sobre las
provincias del interior. Como cerca de treinta y cuatro comerciantes "que emplean
su capital en el comercio con España" y un número igual de comerciantes "que
compran aquí y en Cartagena" apoyaron la petición, es claro que la comunidad
mercantil de Bogotá había crecido y se había fortalecido. 479 No obstante, el virrey
Ezpeleta se negó a reconocer su igualdad con los de Cartagena. "Es bien sabido",
observó contundente,
que el comercio del Reino de la Nueva Granada con la metrópoli y otras colonias
de América se hace sobre todo por el puerto de Cartagena, donde se congregan
los verdaderos comerciantes que reciben las mercaderías por su cuenta, y de allí
las distribuyen en las provincias del interior, donde generalmente hay agentes y
minoristas que las revenden de segunda y tercera mano. 480

LOS COMERCIANTES DE CARTAGENA


EN LA ÉPOCA DEL COMERCIO LIBRE

Tras la introducción del comercio libre, la mayor libertad para comerciar con
España trajo algunos nuevos hombres a los negocios neogranadinos, sobre todo a
la comunidad mercantil de Cartagena. El cambio más patente en ella fue la llegada
de los catalanes con grandes importaciones de aguardiente, inmediatamente
después del decreto.481 Una década después, en 1789, los catalanes que "trafican

««Página 271»».

477 AHNC Aduanas, tomo 20, fol. 779


478 Ibid., fol. 779.
479 AHNC Consulados, tomo 2, fols. 1004-27.
480 AGI Santa Fe 957, el virrey Ezpeleta a Diego de Gardoqui, Santafé, julio 19, 1796.

481 AGI Santa Fe 659, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, abril 30, 1779.
y comercian en esta ciudad" organizaron sus propia contribución a las
celebraciones por el ascenso al trono de Carlos IV, señalando con ello que se
habían convertido en un grupo homogéneo y bien asentado. 482 Se siguieron
especializando en el aguardiente, y sus coétanos atribuyeron su éxito económico
al hecho de que estaban dispuestos a pasar del negocio de las importaciones a la
venta directa al por menor en tiendas y puestos de la ciudad. 483
La participación catalana en el comercio de Cartagena era parte de un aumento
más amplio de la comunidad mercantil. Una lista de los débitos acumulados por la
administración de aduanas local entre 1789 y 1790 incluye 175 personas, de las
cuales cuarenta y nueve habían desaparecido, muerto o estaban insolventes. 484
No todos estos deudores eran necesariamente comerciantes, pero aun si
permitimos un margen de error, la cifra sugiere un considerable aumento en el
número de mercaderes que operaban en el puerto. Sin embargo, otra evidencia
indica que el número de "comerciantes al por mayor" que se hacían cargo de
buena parte de las importaciones seguía siendo reducido. Las listas de quienes
asistieron a las reuniones de comerciantes en 1780 y 1786 sólo mencionan a
cincuenta individuos.485 Durante principios de la década de 1790 el número de
estos comerciantes era casi el mismo. Las listas de los donantes a la corona en
1793 identifican a cuarenta y seis de ellos quienes, en cuanto miembros del
comercio de Cartagena y del cabildo de la ciudad, hicieron pagos conformes a su
posición.486 Un censo de 1795 registró los nombres de cerca de cincuenta y tres
comerciantes, junto con cincuenta y nueve asociados o empleados que

««Página 272»».

fueron censados en la misma dirección y que eran parientes de los patrones o de


algún otro miembro de la comunidad mercantil.487
Dentro de este grupo dedicado al comercio con España parece haber tenido lugar
una gran rotación de personal. De los cuarenta y dos comerciantes nombrados en
1771, sólo once permanecían en Cartagena en 1786. Asimismo, de los cincuenta y
tres registrados por el censo de 1795, sólo dieciocho habían tenido negocios en el
puerto diez años antes. Esta pauta continuó durante la década siguiente. Para
1808, menos de la mitad de los comerciantes nombrados en el censo de 1795
482 AHNC Historia Civil, tomo 18, fols. 346-9, 357-8.
483 Hay una completa relación del comercio catalán de aguardiente en Gilma Mora de Tovar, "El
comercio de aguardientes catalanes en la Nueva Granada (siglo XVIII)", Boletín Americanista, no.
38 (1988), pp. 209-26.
484 AHNC Aduanas, tomo 12, fols. 733-42.
485 AHNC Consulados, tomo 5, fols. 68-9, 84-6, 91-3; AHNC Comercio, tomo I, fol. 39.
486 Papel Periódico de Santafé de Bogotá, no. 107, fols. 435-6 (septiembre 13, 1793); no. 186, fol.
1068 (abril 3, 1795).

487 AHNC Censos de varios departamentos, tomo 6, fols. 73-6.


residían todavía en la ciudad y figuraban como miembros de la comunidad. 488 Pero
no hay duda de que los comerciantes ocupaban una alta posición en el puerto, lo
que se reflejaba en su dominio del cabildo. En 1793, por ejemplo, por lo menos
nueve de sus catorce funcionarios eran comerciantes. 489
Bajo los términos del Reglamento de comercio libre, a los españoles nacidos en
América, o criollos, se les permitía comerciar con España en pie de igualdad con
los peninsulares. No sólo se les acordaron los mismos derechos para importar
mercancías de España por su cuenta, sino que también podían fletar barcos para
tratar independientemente con los puertos autorizados de la metrópoli. 490 Pero en
la práctica existía oposición a su participación en el comercio ultramarino de la
Nueva Granada; mientras fue ministro para la Indias José de Gálvez, la política
oficial trató de restringir a los comerciantes criollos al comercio interno, mientras
los peninsulares se hacían cargo del tráfico trasatlántico. 491 Algunos criollos
trataron

««Página 70»».

no obstante de introducirse en la élite mercantil: Igancio de Pombo, por ejemplo,


fue un nativo de Popayán que entró a las filas del comercio de España y se
convirtió en importante figura de la comunidad comercial cartagenera durante los
últimos años del gobierno colonial. Pero fue un personaje excepcional. En
Cartagena, como en el resto de América, las prácticas del comercio trasatlántico
apuntalaban el dominio peninsular. Con su enfásis en operaciones de crédito
convenidas a través de grandes distancias en una época de comunicaciones
lentas y de complicados y largos períodos de elaboración, el comercio colonial
dependía en gran parte de las relaciones personales y de la confianza mutua entre
los comerciantes. Cualquier casa comercial que enviara mercaderías de España a
un agente en la colonia dependía en gran medida de su juicio, eficiencia y
honestidad. El incumplimiento de un agente podía arruinar a su patrocinador,
porque la recuperación de una deuda acarreaba dilatados y costosos trámites
judiciales que podían lesionar la reputación y la liquidez de un comerciante. Los
españoles tenían entonces poderosas razones para emplear miembros de su
familia o compatriotas como socios y agentes. 492 No sólo era factible que estos
paisanos inspiraran más confianza, sino que las leyes españolas ofrecían más
garantías contra el dolo. Todos los comerciantes que partían de España como
agentes, comisionados con mercancías para dar a crédito, tenían que presentar
488 La información sobre la comunidad mercantil en 1808 procede de una lista de contribuyentes
al donativo real de ese año. AHNC Abastos, tomo 9, fols. 613-17.

489 Papel Periódico de Santafé de Bogotá, no. 186, abril 3, 1795, p. 1068.
490 Para los reglamentos que regían la participación americana en el comercio español, véase
Antúñez y Acevedo, Memorias históricas, pp. 296-305.

491 Para una declaración directa de José de Gálvez sobre esta política, véase Luis Ospina
Vásquez, Industria y protección en Colombia 1810-1930 (Medellín, 1958), pp. 44-5.

492 . Véase Brading, Miners and Merchants in Bourbon Mexico, p. 111.


fianzas de garantes y pagar 500 ducados de vellón si no regresaban a España
para cancelar sus deudas en el plazo dado. 493 La comunidad mercantil de
Cartagena era entonces un cuerpo compuesto sobre todo por inmigrantes
peninsulares que mantenía contactos estrechos con España y cuyas relaciones
comerciales a menudo estaban reforzadas por las de parentesco.
El comercio libre también dejó casi intactas las prácticas básicas que regían con
anterioridad. Aunque pudo haber un aumento en el

««Página 274»».

número de fletadores y de comerciantes que viajaron al puerto para vender


importaciones o comprar productos neogranadinos, los principales mercaderes de
Cartagena siguieron actuando sobre todo como agentes y comisionados de las
firmas españolas. Las cartas que Juan Antonio Valdés incluyó en su cuaderno de
1796 y 1797 contienen muchos ejemplos de éstas y otras clases de negocios. 494
Valdés era agente de varias firmas peninsulares; recibía mercaderías y remitía las
ganancias con comisiones de entre el 5 y el 6%. También hacía sus propias
operaciones comerciales, y esta combinación era sin duda la regla entre los
mayores comerciantes de Cartagena. Los negocios independientes producían
mayores ganancias, pero también ocasionaban mayores riesgos. De manera que
al emplearse, regular u ocasionalmente, como agentes para las casas de Cádiz,
los comerciantes de Cartagena ganaban comisiones que complementaban sus
capitales y al mismo tiempo los protegían contra pérdidas totales. Entretanto
seguía vigente la antigua ruta entre Cartagena y Cádiz por vía de La Habana. Los
ricos comerciantes de Cartagena manejaban sus negocios de importación y
exportación a través de una cadena mercantil que habitualmente usaba letras de
cambio para facilitar el comercio, con el aval del flujo de oro de la Nueva Granada.
Los pagos en oro no eran, sin embargo, la única forma de abonarlo debido. Si
confiaban ante todo en el comercio de importaciones, invertían también entonces
en los productos de exportación que les ofrecían posibilidades de lucro en los
mercados ultramarinos.495 Sin embargo, como hemos visto, el comercio de
productos agrícolas y de materias primas siguió siendo sólo un pequeño elemento
en el balance comercial de la Nueva Granada, que todavía dependía en gran parte
de las remesas de oro. La comunidad mercantil de Cartagena siguió por lo tanto
siendo pequeña, concentrada en las importaciones más que en las exportaciones,
y en consecuencia

493 Este período se fijó en tres años en 1778. Véase AGI Indiferente General 2412, el Presidente
de la Contratación a Gálvez, Cádiz, julio 7, 1778.

494 Archivo de la Academia Colombiana de Historia (Bogotá): Borrador de cartas, no. 4.


495 . René de Pedraja Toman, "Aspectos del comercio de Cartagena en el siglo XVIII", ACHSC,
vol. 8 (1976), pp. 107-25.
««Página 275»».

con una injerencia muy limitada en la totalidad de la economía de la Nueva


Granada.

EL CONSULADO DE CARTAGENA.

El proceso que llevó a la fundación del consulado de Cartagena empezó en 1789,


cuando los representantes de los comerciantes del puerto reclamaron por primera
vez el derecho de tener un consulado independiente. Adujeron dos razones
principales para establecerlo: en primer lugar, que el volumen de negocios en
Cartagena había crecido hasta el punto de que se necesitaba una corte mercantil
independiente para encargarse de los crecientes litigios comerciales; en segundo
lugar, y apoyados por el virrey, sostuvieron que el consulado jugaría un importante
papel en la promoción del desarrollo económico de la colonia y en la colaboración
con las autoridades para combatir el aumento del contrabando. 496 Esta iniciativa no
reflejaba ningún fresco dinamismo de la comunidad mercantil. Los comerciantes
de Cartagena, como sus homólogos en otras partes, actuaron sabiendo que la
corona se proponía implementar los planes expuestos en el Reglamento de 1778
de establecer una serie de nuevos consulados, y su propuesta era simplemente
una entre otras similares hechas por grupos de mercaderes en varios puertos
americanos durante la década de 1780. En 1785 y 1786 se les permitió establecer
consulados a los puertos españoles de Málaga, Alicante, La Coruña y Santander, y
como otros comerciantes en las Américas anticipaban parecida acción en las
colonias,497 los de Cartagena estaban ansiosos por asegurarse de que también los
tuvieran en cuenta. En 1792, poco después del nombramiento de Diego de
Gardoqui como Ministro de

««Página 276»».

Indias, al igual que los comerciantes de La Habana, Caracas y Buenos Aires,


repitieron su petición.498 Esta vez fue concedida y, en 1795, se promulgó una orden
real determinando los reglamentos para el funcionamiento del consulado en
Cartagena.499

496 AGI Santa Fe 957, "Reglas que se proponen por los Diputados de Cartagena", febrero 28,

1789; ibid., Gil y Lemus a Valdés, Cartagena, marzo 15, 1789.

497 Manuel Nuñes Dias, El Real Consulado de Caracas (Caracas, 1971), pp. 202-5.
498 German Tjarks, El Consulado de Buenos Aires, 2 vols. (Buenos Aires, 1962), vol. I, p. 56; AGI
Santa Fe 957, Manuel de Rodrigo y Espinosa a la corona, julio 16, 1792.
499 AGI Santa Fe 957, Real cédula de erección del Consulado de Cartagena de Indias, junio 14,
1795.
Para fines de 1795 el consulado inició labores, operando bajo las mismas normas
básicas que regían a los otros consulados creados poco antes en América. 500 Los
participantes en el comercio ultramarino de la colonia tuvieron el derecho de elegir
anualmente representantes en un tribunal con jurisdicción legal sobre los asuntos
comerciales en' toda la Nueva Granada, incluida la audiencia de Quito. En el
primer año de su existencia, la corona escogió a sus funcionarios. En los
siguientes, los principales oficiales convocaron una junta general compuesta por
todos los mayoristas y minoristas activos en el comercio exterior, junto con
fletadores que habían pagado el impuesto de avería por su cuenta, y todos los
comerciantes habilitados que habían vivido por lo menos cinco años en cualquier
población o ciudad donde existía una delegación del consulado. 501 Estos elegían
entonces personas para los cargos vacantes en el cuerpo administrativo, entre los
cuales el de un magistrado, dos cónsules, un síndico y nueve consejeros. Los
funcionarios de tiempo completo —el secretario, el tesorero y el contador— eran
nombrados por la corona.
Los estatutos originales del consulado requerían que sus funcionarios fueran
comerciantes de notable solvencia financiera, respeta-

««Página 277»».

dos y reconocidos como destacados miembros de la comunidad mercantil. Los


representantes de los comerciantes de Cartagena fueron más específicos.
Recomendaron que los cargos por elección se reservaran para comerciantes con
un capital activo de más de 16.000 pesos, minoristas con un capital activo mínimo
de 10.000 pesos, y propietarios de barcos de no menos de cien toneladas,
capaces de travesías ultramarinas.502
Los funcionarios del consulado tenían dos funciones principales. Por un lado, el
magistrado y dos cónsules actuaban como corte responsable para tratar asuntos
comerciales y litigios mercantiles. El tribunal de justicia se reunía a intervalos
regulares para oír los casos presentados por los comerciantes respecto a
transacciones comerciales, bancarrotas, el manejo de los testamentos de sus
miembros, la constitución y liquidación de compañías, y así sucesivamente. Esta
era para los jueces una dispendiosa responsabilidad, y no todos los comerciantes
estaban preparados para dedicarle tiempo. Juan Antonio Valdés, por ejemplo,
solicitó que se le dispensara de ejercer un cargo porque, según dijo, las reuniones
y juntas del consulado lo ocuparían la mitad de la semana, obligándolo a

500 . Estos reglamentos están explicados en detalle por Nuñes Dias, El Real Consulado de
Caracas, pp. 234-77, y por Ralph Lee Woodward, Class Privilege and Economic Development, The
Consulado de Comercio de Guatemala 17931871 (Chapel Hill, 1966), pp. 9-20.
501 AGI Santa Fe 957, Real cédula de erección del Consualdo de Cartagena de Indias, artículo
XLV.

502 AGI Santa Fe 957, Extracto de las reglas formadas por los comerciantes de Cartagena... para
gobierno del consulado que pretenden establecer. Artículo 1.
descuidar sus asuntos privados.503 Para acelerar el despacho de los litigios
comerciales fuera del puerto, el consulado estaba también autorizado para
nombrar delegados en las ciudades del interior, y en 1796 presentó a la corona
una lista de veintiún oficiales situados en todas las principales ciudades de la
Nueva Granada, incluso en el Istmo de Panamá y en Guayaquil, el principal puerto
de la audiencia de Quito. 504 Estas personas representaban al consulado en las
provincias y tenían las mismas funciones que el consulado desempeñaba en
Cartagena. Ni el tribunal ni sus delegados tenían el derecho de oír

««Página 278»».

apelaciones. Estas se presentaban ante el Tribunal de Alzadas, una corte


organizada por el gobernador de Cartagena y por el juez de la audiencia de
Bogotá en consulta con los litigantes involucrados en cualquier caso de apelación.
La segunda función general del consulado era formar una junta de gobierno
compuesta por funcionarios elegidos o de tiempo completo que se reunía dos o
tres veces al mes para estudiar los medios más apropiados de estímulo a la
actividad económica de la colonia.505 Se le dieron concretamente las
responsabilidades de construir y mantener un camino transitable entre la capital y
el puerto ribereño de Opón, de fabricar embarcaciones aptas para navegar en los
ríos Magdalena y Cauca, y de mejorar los canales en esos ríos. Se le encargó
adicionalmente iniciar la navegación durante todo el año en el canal del Dique, un
canal tributario del Magdalena que permitía la comunicación directa entre éste y el
puerto de Cartagena.506 Para financiar éste y otros proyectos, se le dio al
consulado el privilegio de recaudar una avería, impuesto de un medio por ciento
sobre todas las mercancías importadas y exportadas por los puertos de sus
jurisdicción.
Iniciado bajo una oleada de retórica optimista y de encomiables intenciones, el
consulado falló en generar cualquier entusiasta compromiso de los comerciantes
con sus objetivos más generales. Fue en la práctica una institución limitada
estrechamente a un reducido grupo de comerciantes predominantemente
españoles que simplemente se rotaban entre ellos sus cargos. En las reglas
formuladas por la corona, se habían tomado precauciones para que el tribunal no
cayera en manos de una pequeña y perpetua camarilla que pudiera usarlo para su
propio provecho. Se seleccionaba por lo tanto a los funcionarios mediante un
complicado procedimiento, bajo reglamentos encaminados a garantizar que
estuvieran relacionados entre sí.

««Página 76»».

503 AGI Santa Fe 957, Juan Antonio Valdés a Diego de Gardoqui, octubre 31, 1795
504 AGI Santa Fe 957, el Consulado a Gardoqui, abril 30, 1796.

505 AGI Santa Fe 957, Real cédula de erección del Consulado, artículos XXI, XXII.
506 Ibid., artículo XXIII.
Sin embargo, para 1799 el consulado le pidió a la corona liberalizarlos, basándose
en que la red de relaciones que unía a los comerciantes de Cartagena hacía
imposible que se cumplieran.507 Desempeñar un cargo en el consulado se convirtió
entonces en algo así como un asunto de familia, en el cual los lazos de sangre y
de matrimonio reforzaban la identidad de los intereses económicos. En los diez
años sobre los que existen registros de las elecciones, hubo 116 cargos
disponibles.508 Estos los ocuparon setenta personas diferentes, de las cuales
treinta y seis desempeñaron cargos sólo una vez, mientras que las ochenta
posiciones restantes fueron ocupadas por treinta y cuatro personas que trabajaron
en varias posiciones y en diversas ocasiones. Lo común fue entonces que una
persona ocupara un cargo dos veces, a veces tres, reflejando así la tendencia del
comercio ultramarino a concentrarse en las manos de un pequeño grupo de
comerciantes peninsulares en Cartagena.
Esta camarilla no estaba del todo aislada de la sociedad colonial, a pesar de su
composición abrumadoramente peninsular, porque los españoles se casaban en la
sociedad criolla, sobre todo en Cartagena, donde establecían lazos con la élite
terrateniente local. Pero los comerciantes de Cartagena no tenían relaciones
sólidas con las élites criollas del interior. Muy identificada con los vaivenes del
comercio trasatlántico español y dependiente de él, la clase mercantil de
Cartagena era esencialmente una comunidad encerrada, compuesta sobre todo
por peninsulares que no participaban y carecían en gran medida de conexiones
con la política del país fuera de los límites del puerto. Más cerca por mar de
España que de muchos sitios en el interior del virreinato, ocupaban una posición
marginal dentro de la sociedad colonial, en la que se lucraban gracias a su papel
de intermediarios comerciales, pero a cuya vida económica y social contribuían
muy

««Página 280»».

poco. Cuando el sistema del comercio colonial español empezó a desmoronarse


bajo las presiones de la guerra internacional entre 1796 y 1808, este divorcio del
resto de la sociedad neogranadina y de los intereses de los criollos los habría de
convertir en blanco de crecientes críticas y enemistades.

««Página 283»».

Parte III
La política del colonialismo borbón:
reconstruyendo el Estado colonial

507 AGI Santa Fe 959, el Consulado al Secretario del Estado, Cartagena, noviembre 1, 1799.
508 Estos años fueron 1795, 179'/ a 1801, y 1804 a 1808. Los resultados de las elecciones en
estos años se encuentran registrados en AGI Santa Fe 958, 959, 960.
RENOVACIÓN: EL ESTABLECIMIENTO
DEL VIRREINATO

De la anterior relación del comercio de la Nueva Granada durante el siglo XVIII, es


obvio que la reforma económica borbónica fracasó en la transformación de su
comercio y en la reconfiguración de su economía. Durante la mayor parte del siglo,
el comercio creció con mucha lentitud y la economía de la región siguió
orientándose más hacia la autosuficiencia que hacia las exportaciones. Incluso
después de la introducción del comercio libre, que permitió la expansión del
intercambio con España durante la década de 1780, el crecimiento de las
exportaciones fue escaso y los extranjeros continuaron compitiendo efectivamente
con los españoles en el comercio de importación. El mercantilismo borbónico no
incrementó entonces significativamente la explotación de la región, ni estrechó
mayor cosa los vínculos económicos entre la Nueva Granada y la metrópoli.

Sin embargo, los ajustes en la política económica fueron sólo una de las maneras
mediante las cuales el imperialismo español incidió en la Nueva Granada durante
el siglo XVIII. Tras la sucesión borbónica, Madrid supervisó más de cerca la
administración de la región y el gobierno de Felipe V inició una serie de reformas
que, a lo largo del siglo, intentaron fortalecer la autoridad de la corona, mejorar sus
defensas contra los ataques externos y obligar a sus súbditos coloniales a
sufragar en mayor medida los costos del imperio. Para investigar el origen de tales
reformas y medir su impacto, debemos volver al principio del siglo XVIII, cuando
Felipe V dio el primer paso hacia

««Página 284»».

la reorganización del gobierno del territorio al incorporarlo dentro de una nueva


entidad política, el virreinato de la Nueva Granada.
AUGE Y CAÍDA DEL PRIMER VIRREINATO

De todas las primeras medidas de los Borbones para revitalizar el dominio de


España sobre sus colonias, la fundación del virreinato de la Nueva Granada fue la
más notable, pues creó el primer virreinato nuevo americano desde mediados del
siglo XVI. Para comprender por qué la Nueva Granada fue objeto de tan especial
atención, deben tomarse en cuenta varios factores. El más importante fue la
inusual crisis que ocurrió en 1715 en el seno del gobierno de la Nueva Granada,
un acontecimiento que significó para las autoridades de Madrid una clara
advertencia de que ésta era un área agitada y problemática del imperio. La visita
de Alcedo y Sotomayor (1695-8), la caída de Cartagena en manos de los
franceses en 1697 y el consiguiente fracaso de la inspección de Alcedo ya habían
revelado una generalizada negligencia de la administración colonial, así como
preocupantes debilidades en sus defensas. A estos problemas, sin resolver por la
Guerra de Sucesión al trono de España y que pronto resurgieron, tuvo que
enfrentarse la monarquía de los Borbones.

En septiembre de 1715, tres oidores de la audiencia de Bogotá depusieron al


presidente y capitán general de la Nueva Granada, Francisco de Meneses, y en
un extraordinario golpe de Estado lo pusieron bajo arresto, confiscaron sus
propiedades y lo enviaron de su palacio en la capital a una prisión en
Cartagena.509 En justificación

««Página 285»».

de su acción, los oidores sostuvieron que Meneses había creado una especie de
Estado policial en Bogotá. Afirmaron que había elevado a los soldados comunes

509. Breves recuentos del derrocamiento de Meneses se encuentran en José Antonio


Plaza, Memorias para la historia de la Nueva Granada, desde su descubrimiento hasta
el 20 de julio de 1810 (Bogotá, 1850), p. 287; José Manuel Groot, Historia eclesiástica y
civil de Nueva Granada, 2 vols. (Bogotá, 1956 ed.), vol. 2, pp. 11 a 21; Sergio Elías
Ortiz, Nuevo Reino de Granada: Real Audiencia Presidentes de Capa y Espada, 1654-
1719; Historia extensa de Colombia, vol. III. tomo 3 (Bogotá, 1966), pp. 229 a 232.
de su palacio "casi a la par con los ministros reales, por la autoridad que les ha
otorgado...", y que había producido tal atmósfera de temor y recelo que nadie "al
ver un soldado no siente temor de ser emplazado o capturado por orden del
mencionado presidente".510

Para legitimar el golpe, los oidores también difundieron el rumor de que tenían
"una orden muy secreta y especial de Su Majestad", autorizándolos para actuar
contra Meneses.511 Al investigarse, sin embargo, el conflicto entre el presidente y
sus colegas jueces de la audiencia, se demostró hasta qué punto estaba
subordinada la autoridad de la corona a intereses locales y personales. Cuando
primero llegó a la Nueva Granada en 1711, Meneses tenía grandes deudas con la
compañía de asiento francesa, a causa de empréstitos que ésta le había hecho
cuando fue anunciado originalmente en 1707 su nombramiento en la presidencia
de la Nueva Granada. Bajo la presión de pagar sus deudas, tuvo que entrar en
arreglos financieros con dos comerciantes españoles de Cartagena, mientras
usaba su autoridad en Bogotá para obtener pagos a cambio de favores políticos.
Esto hubiera podido pasar desapercibido, de no ser por el genio irascible de
Meneses, su descuido en cultivar a los demás magistrados de la audiencia y su
participación en una disputa con una prominente familia criolla en relación con el
acceso a puestos públicos. La familia Flórez de Bogotá, desde hacía tiempo con
gran poder en la burocracia, usó su influencia para manipular rivalidades dentro de
la audiencia y fraguar la caída de Meneses. 512

««Página 286»».

510 AGI Escribanía de Cámara 818A, "Quaderno principal de los autos obrados sobre el
retiro y prisión del señor don Francisco de Meneses," fols. 1-2, septiembre 25, 1915.
511 AGI Santa Fe 367, "Copia del informe que hace al Rey... la parte del clero de la
ciudad de Santafé sobre la deposición de D. Francisco de Meneses."
512 Germán Comenares, "Factores de la vida política: el Nuevo Reino de Granada en el
siglo XVIII (1713-1740)", en Manual de Historia de Colombia, vol. I, pp.
397 a 402. El derrocamiento de Meneses puede también haber sido parte de conflictos
mayores relacionados con las ganancias del comercio de contrabando en la Nueva
Granada, que en 1711 habían precipitado un pleito entre el gobernador de Cartagena y
los ciudadanos principales de Mompós: véase Fals Borda, Historia doble de la costa, vol
I, pp. 88A-92A.
El golpe palaciego de 1715 fue factor importante para persuadir a la corona de la
necesidad de reformar el gobierno de la Nueva Granada. La primera reacción de
Madrid se produjo en 1716, cuando el Consejo de Indias comisionó a Antonio
Cobían Valdés, en cuanto oidor elegido de la audiencia de Bogotá, para investigar
el asunto y, en el término de dos meses, formular las acusaciones necesarias. Si
encontraba al depuesto presidente culpable de cualquier crimen grave, como
"sedición, traición o cosa similar", entonces Meneses debía permanecer en prisión;
de lo contrario, los oidores que lo habían depuesto debían ser arrestados y
reemplazados por dos abogados decanos, y Meneses restituido en su puesto. 513
Cobían no completó su misión en el tiempo asignado; Meneses, de hecho, todavía
estaba en prisión en 1718 y ni siquiera había sido formalmente interrogado. Sin
embargo, para ese momento la corona ya había decidido modificar el gobierno de
la Nueva Granada. En 1717 don Antonio de Pedrosa y Guerrero, un ministro del
Consejo de Indias que había servido como fiscal en la audiencia de Santa Fe
durante las décadas de 1680 y 1690, fue enviado a la Nueva Granada facultado
para establecer un virreinato con sede en Bogotá. 514

Cuando Pedrosa llegó a la Nueva Granada a mediados de 1718, asumió autoridad


sobre el gobierno como presidente de la audiencia y capitán general, y no en
cuanto virrey, pero en la práctica su encargo le permitía ejercer una autoridad que
en muchas formas excedía la de un virrey. Esta incluía el poder de suprimir las
audiencias de Panamá y de Quito, de actuar sin injerencia de la audiencia de
Santa

««Página 287»».

Fe o de cualquier otro oficial de la Nueva Granada, y de investigar todos los

513 AGI Escribanía de Cámara, tomo 818B, "Autos de Cobián", Legs. 23 a 26.
514 Esta relación del primer virreinato se basa en María Teresa Garrido Conde. "La
primera creación del Virreinato de Nueva Granada", AEA, vol 21 (1964), pp. 25 a 144.
aspectos del gobierno, así como de reformar lo que fuera necesario. 515 Fiel a sus
instrucciones, Pedrosa inició una revisión completa de la administración de la
colonia y reafirmó la necesidad de sentar una firme autoridad en su centro. Los
informes que recibió pronto revelaron que la Real Hacienda en la Nueva Granada
estaba al borde de la bancarrota. Las cajas, o tesorerías locales, a menudo
estaban vacías y, en lugar de fondos, disponían simplemente de listas de deudas
contraídas con ellos tanto por civiles como por oficiales de la corona. Las tareas
más urgentes de Pedrosa eran la restauración de la Real Hacienda y la remisión
de fondos a España, y se dedicó a ellas con energía y eficiencia.

Para revitalizar las finanzas reales, Pedrosa no impuso nuevos impuestos sino que
trató de hacer valer los existentes. Exigió el pago de tributos por los esclavos
importados ilegalmente, ordenó que todas las tesorerías provinciales cobraran sus
deudas y enviaran sus excedentes a la capital, y trató de aumentar los ingresos de
los quintos pagados en Bogotá mediante una recaudación más eficiente. Para
1719 Pedrosa dio cuenta de resultados positivos. No sólo estabilizó las finanzas
de Cartagena y de Santa Marta, las principales plazas fuertes de la Nueva
Granada en la costa caribe, sino que también acumuló cerca de 50.000 pesos
para enviar a la península. Además, había intervenido en muchas otras áreas del
gobierno, en asuntos de mucha y poca monta, y parece que había avanzado algo
en el restablecimiento de un cierto orden y seriedad en el manejo de los asuntos
públicos.516 A mediados de 1719 se habían completado los preparativos para un
nuevo gobierno y don Jorge de Villalonga, Conde de la Cueva, llegó a la capital
para posesionarse como el primer virrey de la Nueva Granada.

Durante estos años, reformas más amplias del régimen colonial, que afectaron
tanto la administración como el comercio en el con-

««Página 288»».

515 Ibid., pp. 47-52.


516 Ibid., pp. 63-84.
tinente americano, apuntalaron la renovación del gobierno de la Nueva Granada.
Cuando se restauró la paz después de la Guerra de Sucesión, los ministros
españoles empezaron a concentrarse en las irregularidades del gobierno de las
colonias y, en 1717, estimulado tal vez por la crisis en la Nueva Granada, Felipe V
creó un comité especial para investigar y mejorar el funcionamiento de las
audiencias americanas. Después de decidir que el bajo nivel de muchos oidores
americanos socavaba su funcionamiento, el Consejo de Indias decidió librar las
audiencias de magistrados incompetentes o superfluos, y en 1718 suprimió por
completo la audiencia de Panamá.517 Junto con la reforma política, también en
estos años se conformó la nueva determinación de defender el monopolio español
de los recursos coloniales. Las primeras señas de la intención de los Borbones de
reestructurar el comercio colonial se presentaron en 1714, cuando la corona creó
los nuevos puestos de Oidor y de Alcalde Visitador de la Veeduría General del
Comercio entre Castilla y las Indias, y envió dos oficiales a América con amplios
poderes para investigar y condenar a los contrabandistas, combatir el fraude en el
tesoro real y sugerir formas de mejorar el comercio colonial de España. Dos años
después, en mayo de 1716, los ministros de Felipe dieron un paso más en esta
dirección al contemplar soluciones más permanentes para los problemas del
comercio americano. De sus reuniones de 1716 y de 1717 surgieron varias
reformas importantes. Una fue la creación del nuevo cargo ministerial de
Intendente General de la Marina en enero de 1717, puesto en el que fue
nombrado José Patiño, quien lo ocupó simultáneamente con el de presidente del
tribunal de la Casa de la Contratación. Otra reforma en mayo de 1717 trasladó
éste y su monopolio del comercio americano de Sevilla a Cádiz; una tercera
estableció un servicio regular de correo entre España y las colonias, diseñado
para mejorar las comunicaciones entre los mercaderes y los mercados. Estas
reformas también prepa-

««Página 289»».

517 Burkholder y Chandler, From Impotence to Authority, pp. 37-39.


raron el camino para la reforma general del comercio colonial, que fue incorporada
en el Proyecto para Galeones y Flotas de 1720. 518

La reforma del gobierno de la Nueva Granada fue entonces parte de un esfuerzo


general por aumentar la eficiencia de la administración y del comercio coloniales
entre 1717 y 1720. Sin embargo, fue mucho más radical que la simple depuración
de personal que tuvo lugar en otras audiencias americanas, donde los jueces
fueron destituidos o reemplazados. Esto sucedió en parte porque la audiencia de
la Nueva Granada presentaba un problema político de una clase inusual y
específica, resultado de una extraordinaria disputa en el seno de su gobierno, y en
parte por el deseo de Madrid de mejorar las empobrecidas finanzas de la región y
de proteger sus vulnerables puertos del Caribe contra ataques foráneos. 519 Pero
éstos no fueron los únicos motivos para establecer un virreinato en Bogotá. Como
la monarquía de los Borbones respondió a la penetración comercial extranjera en
sus colonias, el establecimiento del virreinato también se dio en relación con
pasos para reconstruir el comercio con la región así como con el resto de América
del Sur. Se necesitaba una administración más estricta y un gobierno más eficaz
no sólo para aumentar el producto fiscal de las tesorerías de las colonias; también
se requerían para rechazar la agresión comercial de sus rivales europeos. Fue así
como a la llegada del primer virrey en 1719 pronto, en 1720, siguió el proyecto
para reiniciar las flotas trasatlánticas, y uno de los principales deberes del nuevo
virrey era el de detener la penetración extranjera del monopolio comercial de
España.

Reformar el control político y económico de España sobre la Nueva Granada era,


sin embargo, más fácil que mantenerlo, y esta primera fase de la reforma
borbónica, con sus planes de mejora del gobierno y del comercio con España, no
tardó en fracasar. El fiasco fue en parte culpa del primer virrey, don Jorge de
Villalonga. Deci-

518 El trasfondo del Proyecto entre 1716 y 1720 está analizado en Walker, Spanish
Politics and Imperial Trade, pp.88, 100-7.
519 Garrido Conde, "La primera creación del Virreinato", pp. 41-42.
««Página 290»».

dido a desplegar su rango, Villalonga insistió en organizar una costosa y elaborada


recepción en Bogotá contra los consejos de Antonio de Pedrosa, el oficial que
había, preparado la nueva forma de gobierno y que había sido virrey de facto
durante los dos años anteriores. Después de que Pedrosa partiera para España,
Villalonga ocasionó más disputas al destituir a los funcionarios designados por
Pedrosa y al anular algunas de sus medidas, primero en Bogotá y luego en
Cartagena.520 Aunque la extravangancia de Villalonga contrastaba
desfavorablemente con la eficiencia espartana de Pedrosa, y aunque su
comportamiento fue causa de quejas en España, lo que finalmente lo perdió fue su
fracaso en contener la marea del contrabando, y lo que acabó con el experimento
del virreinato en la Nueva Granada. Su presencia en el puerto entre diciembre de
1720 y mayo de 1721 no contribuyó en nada para evitar que el contrabando
socavara el comercio de los galeones de Tierra Firme de 1721 y frustrara los
objetivos del Proyecto de 1720, y peor aún, el virrey y su séquito fueron acusados
de complicidad en el contrabando. Irritados ante la posibilidad de que el ministro
mismo encargado de detener el contrabando lo hubiera practicado, los ministros
de Madrid pidieron que se actuara en su contra. En mayo de 1722, el fiscal del
Consejo de Indias nombró a un ministro especialmente comisionado para separar
al virrey Villalonga de su cargo hasta tanto se investigara su complicidad en el
contrabando. De ser encontrado culpable, el virrey debía ser arrestado, recluido en
un sitio aceptable a veinte leguas de, Santa Fe de Bogotá y embargados sus
propiedades, créditos, efectivo, libros y papeles. Medidas igualmente fuertes
debían tomarse contra el gobernador de Cartagena y otros oficiales sospechosos
de contrabando.521

En este caso el Consejo de Indias se abstuvo de tomar medidas tan drásticas.


Simplemente reprendió a Villalonga por sus deficientes informes sobre la situación
520 Ibid, pp. 91-118.
521 AGI Santa Fe 374, Fiscal del Consejo de Indias, Madrid, mayo 11, 1722.
de la Nueva Granada y pospuso cualquier

««Página 291»».

acción adicional hasta su residencia. 522 Cuando ésta eventualmente se llevó a


cabo, Villalonga salió avante, absuelto de los numerosos cargos de contrabando
en su contra.523 Sin embargo, aunque el asunto se resolvió a favor de Villalonga, el
decepcionante desempeño de los galeones de 1721 había demostrado su
incapacidad para resguardar el comercio español, y sus conflictos con los
gobernadores de Cartagena y sus dificultades para organizar las defensas de la
ciudad también reflejaron su fracaso en imponer la autoridad en la administración
de la colonia.524 Fue así como, al multiplicarse las dudas sobre la honestidad y la
eficiencia del virrey, la misma estructura del gobierno neogranadino fue
cuestionada. En 1723 la corona concluyó que los costos de mantenimiento de la
corte virreinal excedían sus beneficios. El virreinato fue debidamente suprimido,
después de sólo cinco años de vida. 525 Con la partida del virrey, el gobierno de la
colonia volvió a su antigua forma. La audiencia de Santa Fe se convirtió de nuevo
en la principal institución de la autoridad real en el territorio, bajo un presidente
que también era gobernador y capitán general de la Nueva Granada. En 1723 don
Antonio Manso Maldonado fue nombrado en la presidencia y, en 1724, llegó a
Bogotá para posesionarse. En ese momento, después del frustrado intento de
gobierno virreinal, Madrid perdió interés en el Nuevo Reino. Este deterioro sin
duda estuvo conectado con el hecho de que el mismo gobierno metropolitano
perdió su rumbo a mediados de la década, con la abdicación de Felipe V en 1724
y el breve prodominio de un aventurero holandés, el barón Ripperdá, como primer
ministro. Aun cuando el gobierno recuperó cierta estabilidad con la caída de
Ripperdá a mediados de 1726, la necesidad de satisfacer las ambiciones

522 Ibid., oct. 22, 1722.


523 Garrido Conde, "La primera creación del Virreinato", pp. 127-133.
524 Sobre Villalonga en Cartagena, véase Juan Marchena Fernández, La institución
militar en Cartagena de Indias en el siglo XVIII (Sevilla, 1982), pp. 216-220.
525 Garrido Conde, "La primera creación del Virreinato", pp. 119-125, para un recuento
de la supresión del virreinato.
dinásticas europeas de Isabel de Farnesio opacó el desarrollo de la

««Página 292»».

política colonial.526 José de Patiño, uno de sus principales proponentes, y quien se


convirtió en un ministro decisivo en el gobierno de Felipe, aparentemente estaba
más interesado en usar el comercio con las Indias para mejorar las finanzas de la
monarquía que en la creación de una política colonial coherente. De este modo se
debilitó el temprano impulso borbónico de reformar el gobierno de las Américas. 527
La confusión en el gobierno español produjo el estancamiento de la Nueva
Granada, y nada nuevo se logró en más de una década después de la supresión
del virreinato. Cuando terminó el experimento de reforma política en la Nueva
Granada, el territorio simplemente recayó en la antigua forma de gobieerno, con
todas sus fallas concomitantes. Cuando Antonio Manso, el presidente de la
audiencia entre 1724 y 1729, presentó su informe a la corona al finalizar su
período en el cargo, criticó severamente la ineficiencia del gobierno de la región
tanto en el nivel central como en el local. Según Manso, el principal obstáculo a un
buen gobierno estaba en el corazón mismo de la administración, en la audiencia.
Los oidores, sostuvo, eran o insuficientemente calificados, o carecían de
experiencia, o estaban demasiado involucrados en intereses locales para gobernar
imparcial y objetivamente en nombre de la corona. En el nivel local, el gobierno
también era débil y corrupto, debido a la pobreza de los corregimientos, al bajo
nivel de los corregidores y al generalizado desmedro de la administración
municipal. Para remediar la situación, Manso recomendó que por un lado el
presidente debía tener más poder para controlar a sus magistrados, y por otro que
los oidores debían ser escogidos con más cuidado entre candidatos con
experiencia en otras audiencias, o que fueran abogados expertos. También
recomendó que los oidores debían ser hombres con menos lazos en la sociedad
local, y sugirió que la influencia de los intereses coloniales se podría reducir
mediante una rotación más rápida de los oidores, de modo
526 Lynch, Bourbon Spain, pp. 81-98
527 Ibid., pp. 145-146.
««Página 293»».

que éstos no se convirtieran en residentes permanentes. Pues anotó que aun si


aquellos no estaban casados en la sociedad local, los parientes que los
acompañaban eran causa de parcialidad en el despacho de la cosa pública. A sus
recomendaciones de cambios en los niveles más altos, Manso añadió sugerencias
para mejorar el gobierno local. Pidió el nombramiento de corregidores, de nivel
más alto, y una vigilancia más rigurosa en la venta de puestos en los cabildos para
asegurar que "personas de calidad" sirvieran en el gobierno municipal. 528 Parece
entonces que, después de tres décadas de monarquía borbónica, los esfuerzos de
la corona por fortalecer su autoridad política en la Nueva Granada se vieron en
gran parte frustrados.

EL REESTABLECIMIENTO DEL VIRREINATO

Aunque el primer virreinato se había derrumbado por culpa de la incompetencia de


Villalonga, las intrigas de sus enemigos y la tambaleante resolución de las
autoridades de Madrid, el experimento dejó una impresión duradera. Los
comentarios de Manso de 1729 indican que la reforma del gobierno de la Nueva
Granada siguió siendo objeto de la política de los Borbones, y para mediados de la
década de 1730, la ansiedad oficial respecto a la amenaza económica y militar
británica en la cuenca del Caribe fomentó iniciativas para revivir el virreinato. El
primer paso se tomó en 1724, cuando Patiño convocó un comité de ministros para
examinar las razones de la temprana supresión del virreinato de la Nueva
Granada y para decidir si debía ser reinstituido. Entre los consultados estaba
Bartolomé Tienda de Cuervo, quien había tenido experiencia de primera mano en
la Nueva Granada en cuanto oficial en Cartagena durante la

««Página 294»».
528 Para ésta y otras críticas y recomendaciones de Manso, véase su informe final, en
Posada e Ibañez, Relaciones de mando, pp. 9-14.
primera viceregencia, y que entonces dio importante estímulo para su
restablecimiento.

En agosto de 1734, Tienda de Cuervo presentó un informe sobre la colonia en el


que describía sus recursos, examinaba su historia reciente y llegaba a
conclusiones claras en cuanto a sus necesidades futuras. 529 La Nueva Granada,
insistió Tienda de Cuervo, era rica en extremo en recursos naturales y tenía un
gran potencial económico. Le aseguró a la corona que las minas de oro tanto de
las provincias de Antioquia como del Chocó estaban aumentando su producción
considerablemente, que sólo las minas del Chocó producían metales preciosos en
una escala comparable a la del Perú, y que el territorio contenía una rica variedad
de otros recursos descuidados -en detrimento de la metrópoli y de la colonia. Para
evitar la pérdida de buena parte de esa riqueza por el contrabando de los
extranjeros, Tienda de Cuervo abogó con entusiasmo por la restauración del
virreinato. En su opinión, la autoridad de un virrey era esencial, tanto por razones
fiscales como políticas. Llamó la atención en primer lugar sobre las ventajas
fiscales de un virreinato renovado, al anotar que los recursos fiscales habían
aumentado considerablemente durante la primera viceregencia. En segundo lugar,
insistió en que solamente un virrey podía ejercer un poder capaz de garantizar el
cumplimiento de las medidas contra el contrabando por parte de los gobernadores
de las provincias. Con una forma apropiada de gobierno, concluyó, la Nueva
Granada podría realizar su tremendo potencial económico y fiscal, y ser así "más
rico, más próspero y poderoso que el resto de los dominios de Su Majestad en
América".530

Era improbable que tales afirmaciones en sí mismas condujeran a la reforma. Fue,


sin embargo, un momento propicio para restaurar el virreinato porque entre 1737 y

529 El informe de Tienda de Cuervo se halla en AGI Santa Fe 385. Reproducido en


Jerónimo Becker y José María Rivas Groot, El Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII
(Madrid, 1921), pp. 203-230.
530 Ibid., p. 229.
1739, el Consejo de Indias

««Página 295»».

de nuevo se preocupó por la reforma del gobierno colonial y convenció a la corona


de que actuara contra los abusos en las audiencias americanas.531 Una vez más,
las ideas frescas sobre el gobierno de la Nueva Granada se desarrollaron en el
contexto de una revisión general de la administración colonial, al igual que dos
décadas antes. En 1737 el rey le envió el informe de Tienda de Cuervo a tres
importantes oficiales para su urgente examen y recomendaciones. Su respuesta
fue inequívoca. En enero de 1738 Jorge Villalonga (conde de la Cueva y ex virrey
de la Nueva Granada), el marqués de Torreblanca (teniente general de la marina)
y Francisco de Varas (presidente de la Casa de Contratación) acordaron que el
virreinato debía ser restablecido. Dieron tres razones de peso: mejorar el comercio
español con el Nuevo Reino impidiendo el contrabando extranjero, fortificar el
territorio contra posibles ataques de los holandeses y los ingleses, y establecer
una autoridad central capaz de tomar las medidas necesarias para reformar y
controlar su gobierno.532 Al recibir este informe, el rey le ordenó al Consejo de
Indias que llegara a una pronta decisión sobre el asunto. 533 En marzo de 1738 el
fiscal del consejo consignó su apoyo a la propuesta, recalcando que un virrey en la
Nueva Granada debería reprimir los "excesos y atropellos" de los gobernadores
provinciales que habitualmente desafiaban la autoridad de la audiencia y ejercían
un poder "absoluto y despótico" sobre los súbditos del rey.534 Finalmente, en
octubre de 1738, se salvó el último obstáculo;

531 Sobre la renovada campaña para reformar las audiencias, véase Burkholder
Chandler, From Impotence to Authority, pp. 46-8.
532 AGI Santa Fe 385, Informe sobre consulta que da D. Jorge Villalonga, Madrid, enero
29, 1738; don Francisco de Varas al marqués de Torrenueva, Cádiz, enero 26, 1738; el
informe del marqués de Torreblanca, también presentado en enero de 1738, está en
AGI Santa Fe, 264, Consejo de Indias, Consulta del 20 de octubre de 1738.
533 AGI Santa Fe 572, del rey al conde del Montijo, Buen Retiro, febrero de 1738.
534 AGI Santa Fe 385, Respuesta del Fiscal en vista de varios informes sobre el
restablecimiento del Virreynato de Santa Fe, Madrid, marzo 12, 1738.
««Página 296»».

en un completo y puntual informe al rey, el Consejo de Indias dio su


consentimiento a la propuesta.535

Su decisión no fue unánime. Cuatro ministros del consejo rindieron un voto


particular de inconformidad, o informe minoritario, que insistía en que la
resurrección del virreinato generaría más costos que beneficios. Sostenían, no sin
razón, que el desarrollo de, las minas de Popayán y del Chocó continuaría a pesar
de la presencia o ausencia de un virreinato, en tanto que las regiones sin riquezas
minerales continuarían empobrecidas debido a su aislamiento del comercio
ultramarino. También señalaron que si la razón principal para revivir el virreinato
era evitar el contrabando, la corona debía tener en cuenta que esto podía lograrse
por otros medios.536 Sin embargo, la propuesta de una acción positiva salió airosa.
Con el convencimiento de que la audiencia de la Nueva Granada no tenía los
suficientes medios para ejercer la autoridad real a lo largo y ancho de su
jurisdicción y de que aquella solo podía ser impuesta mediante la presencia de
una única figura poderosa y autorizada, Felipe V restableció en consecuencia el
virreinato. En abril de 1739 nombró al mariscal de campo Sebastián de Eslava
virrey de la Nueva Granada y simultáneamente lo ascendió al rango de teniente
general del ejército real.537

La decisión de restablecer el virreinato, tomada después de años de consultas, por


no decir de vacilación, se precipitó debido al inminente estallido de una guerra
internacional. En diciembre de 1738, noticias de ataques holandeses al comercio
marítimo en el Caribe ya estaban llegando a España desde Cartagena y La
Habana, y al año siguiente los ministros borbónicos empezaron a trazar planes
para la defensa de los puertos del Caribe contra ataques ingleses. 538 Por
535 AGI Santa Fe 264, Consejo de Indias, consulta del 20 de octubre de 1738.
536 Ibid., Voto particular de Manuel de Silva, Antonio de Soppna, Joseph de Lasequilla y
Antonio de Pineda.
537 AGI Santa Fe 265, el rey al conde del Montijo, Aranjuez, abril 24, 1739.
538 AGI Santa Fe 572, el marqués de Torrenueva a Sebastián de la Quadra, Buen Retiro,
sospechar que Cartagena sería blanco principal, la corona le

««Página 297»».

ordenó al virrey Eslava, en julio de 1739, que partiera pronto para la Nueva
Granada con el fin de hacerse cargo de su defensa. 539 Que éste fue uno de los
principales motivos para revivir el virreinato lo subraya además el hecho de que el
nuevo virrey era un soldado experimentado, el primero en una serie de militares
que tuvieron el cargo de virrey del Nuevo Reino. Sin embargo, sería engañoso
presentar la estrategia militar como la única razón para reconstituir el virreinato;
las discusiones que precedieron el nombramiento de Eslava demuestran que al
gobierno español también le preocupaban temas más generales del desarrollo de
la colonia. Aunque una de las primeras tareas del virrey era fortificarla contra
ataques extranjeros, también se esperaba que impusiera una mayor autoridad real
sobre el gobierno y el pueblo, que encauzara su comercio en la órbita española y
que aumentara el producto fiscal y económico de la colonia. Como presidente de
la audiencia, el virrey estaba investido de plena autoridad sobre sus magistrados,
a quienes se instruyó para que le dieran su plena cooperación y obedecieran sus
mandatos en todo lo relacionado con la administración, la guerra y las finanzas. En
cuanto capitán general y gobernador, poseía plena autoridad militar y era
responsable tanto de la defensa externa como del orden interno. En materia fiscal,
al virrey se le otorgaron poderes generales para garantizar el funcionamiento
eficiente de la tesorería real.540

La reinstitución del virreinato marcó una segunda y principal coyuntura de la


reforma borbónica de la Nueva Granada y un nuevo rumbo en la historia
administrativa y política de la región. Al contrario de su predecesor, el nuevo
virreinato perduró, y entre 1739 y 1810 doce virreyes se sucedieron en el cargo

diciembre 26, 1738.


539 AGI Santa Fe 572, Buen Retiro, julio 11 y julio 13, 1739.
540 Este y otros aspectos del poder virreinal están resumidos en José María Ots
Capdequí, Instituciones del gobierno del Nuevo Reino de Granada, pp. 176-254.
político más alto de la colonia. ¿Pero qué significó este cambio en la práctica?
¿Cumplió el virreinato con las funciones previstas por el rey y sus ministros? Para
estimar los logros y limitaciones del gobierno virreinal, exami-

««Página 289»».

naremos ahora sus primeros cuarenta años, antes de que en 1778 empezara la
tercera y última coyuntura de la reforma borbónica.

EL GOBIERNO VIRREINAL: CONSOLIDACIÓN Y LOGROS

La Nueva Granada, por supuesto, había estado nominalmente sujeta a un virrey,


puesto que su audiencia estaba dentro de la muy amplia jurisdicción del virreinato
del Perú. En la práctica, sin embargo, los virreyes del Perú tenían poca influencia
efectiva sobre el Nuevo Reino. Aisladas por la distancia y las malas
comunicaciones, la audiencia y provincias habían llegado a gozar de un alto grado
de autonomía. Francisco Silvestre describió con vigor en 1789 los problemas
asociados con dicha autonomía, al recordar el estado del gobierno en los primeros
años del siglo. "Como era tanta la distancia desde Lima", dice Silvestre,

cada oidor se creía soberano; cada cual aspiraba al mando y a la imposición de su


voluntad; cada cual formaba su clientela, y los poderes que debían unirse en
procura de la paz caían en el desorden y la discordia, o se unían con el único
propósito de sojuzgar o derribar a quienquiera buscara el mando... La Caja Real
estaba atrapada entre los entremetidos y los poderosos; la justicia era una farsa, o
se usaba contra los débiles; el comercio enriquecía a los extranjeros en la costa. 541

Según Silvestre, el restablecimiento del virreinato en 1739 había transformado


esta situación, al poner a la Nueva Granada bajo un control más firme, de modo

541 Silvestre, Descripción, p. 10


que "desde entonces la negligencia en todas las áreas del gobierno comenzó a
enmendarse y corregirse".542

Estos comentarios deben tratarse con cierto sigilo, ya que Francisco Silvestre era
un hombre cuyo respeto por el gobierno virreinal se había formado por su
experiencia como gobernador de Antioquia

««Página 299»».

y como secretario de un virrey. Al recapacitar, sin embargo, su énfasis en los


resultados positivos del virreinato es bastante razonable. Puesto que a largo plazo,
la asignación de la autoridad suprema a un virrey redistribuyó el poder de los
gobiernos regionales en favor del central, puso las provincias de la Nueva
Granada bajo una autoridad mucho más firme que la que había prevalecido bajo el
régimen de los Habsburgos y, al mismo tiempo, aumentó los ingresos que los
súbditos de la corona le pagaban a la tesorería real. Esta redistribución del poder,
sin embargo, no se logró sin dificultades, y la Nueva Granada continuó gozando
de una autonomía de facto a pesar de la presencia de los virreyes. Porque aunque
los virreyes disponían de considerable poder, sus órdenes continuaban
transmitiéndose a través de los canales existentes de gobierno, con todos sus
reglamentos y ordenanzas heredados, sus demarcaciones jurisdiccionales y su
capacidad de resistirse al cambio.543 Los virreyes no sólo se enfrentaron a la
oposición de la audiencia y de los gobernadores respecto a temas específicos,
sino que también la rutina ineficiente y corrompida de los gobiernos locales
funcionó como un freno general a las iniciativas de la capital del virreinato. 544 En
1743, por cierto, sólo unos pocos años después de su nombramiento y de su
triunfal defensa de Cartagena, el virrey Eslava estaba tan contrariado por la
542 Ibid, p. 77.
543 Los deberes del virrey y su relación con otras agencias principales del gobierno
colonial están esbozados en Clarece H. Haring, The-Spanish Empire in America (Nueva
York, 1963 repr.) pp. 110-127.
544 Para ejemplos de la oposición de la audiencia y del gobierno provincial, véase José
María Ots Capdequí, Instituciones del gobierno del Nuevo Reino de Granada, pp. 121-
138, 150-166, 339-341.
obstinación de los funcionarios locales que solicitó permiso para retirarse de su
cargo.545 Sus cartas revelan las causas de su desilusión. Estaba en primer lugar
muy enojado por el escaso respeto hacia el gobierno que encontró en la colonia.
"Estos criollos", anotaba con irritación, "aman el desorden más que el buen
gobierno y la administración (y) los españoles y los criollos, incluyendo a

««Página 300»».

clérigos y funcionarios, ven el virreinato como una carga muy pesada... lo opuesto
de la libertad de que gozaban para sus desmanes en el pasado". 546 Unos años
después, en 1746, Eslava reiteró su queja de que el virreinato era prácticamente
ingobernable. "Cada una de estas provincias", observó, "necesita su propio virrey,
y cada audiencia un consejo supremo que examine la conducta de sus
magistrados". Y de nuevo identificó como un problema especial el desafío a la
autoridad del rey que se daba dentro del gobierno, particularmente entre los
oidores. Si su sucesor deseaba lograr algo, sostuvo Eslava, sería esencial que las
audiencias no interfirieran en asuntos de gobierno y finanzas, a no ser que
estuvieran específica y legalmente autorizadas.547

Las quejas de este tenor no terminaron con Eslava; todos sus sucesores
comentaron la forma como la indiferencia burocrática hacia las órdenes reales y el
débil carácter de los empleados oficiales obstaculizaban sus planes. 548 Pero
aunque la Nueva Granada continuara siendo un lugar difícil de gobernar, el
virreinato era un instrumento de la autoridad real mucho más eficaz que la
audiencia, y tuvo un notable impacto en la vida política neogradina del siglo XVIII.
De los cuatro virreyes nombrados después de 1739 —Eslava (1739-1749), Pizarro
(1749-1753), Solís (1753-1761) y' Messía de la Cerda (1761-1772)— tres
545 AGI Santa Fe 572, Eslava al marqués de la Ensenada, noviembre 11, 1743.
546 Ibid
547 AGI Santa Fe 572, Eslava al marqués de la Ensenada, Cartagena, septiembre 15,
1746.
548 Para ejemplos, véanse los informes dejados por los tres virreyes que siguieron a
Eslava, publicados en Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 77-78. 99-100, 150-
154.
desempeñaron el cargo durante diez a doce años, y sus largos períodos de
ejercicio del poder sin duda contribuyeron a aplicar una autoridad más fuerte en la
administración. El hecho de que los virreyes fueran oficiales de alto rango del
ejército sin duda reforzó su autoridad sobre los gobernadores provinciales con
nombramientos militares, conteniendo así su autonomía, que había sido gran
defecto del gobierno real. Sin embargo,

««Página 301»».

más importante fue el hecho de que entre 1739 y 1778 los virreyes lograron
extraer más impuestos de los súbditos coloniales, que pudieron utilizar para cubrir
en parte los costos de la defensa y del gobierno de la región.

Uno de los principales propósitos del virreinato, desde el momento de su


restauración, fue el de mejorar las finanzas reales. En las instrucciones dadas al
virrey Eslava al posesionarse en 1739, se puso gran énfasis en la reforma del
aparato fiscal, y en los años siguientes Eslava y sus sucesores trataron de ampliar
la gama impositiva y de extender el sistema administrativo para la recaudación de
los impuestos.549 La reorganización fiscal fue lenta al principio, puesto que Eslava
permaneció en Cartagena de Indias durante su virreinato preocupado por la
defensa de la ciudad contra la ofensiva de los ingleses. 550 En esto tuvo gran éxito,
al repeler el ataque de Vernon a Cartagena en 1740, propinándoles así un duro
golpe a las armas británicas en el Caribe. Aunque sus deberes militares lo
distrajeron de su tarea de reforma fiscal, Eslava dio algunos pasos importantes
hacia el aumento de los ingresos de la Real Hacienda. Empezó por buscar el
incremento del producto de los impuestos existentes, en primer lugar con medidas
549 Para las instrucciones a Eslava de la corona, véase AGI Santa Fe, "Copia de la
Instrucción que por el Consejo se ha de dar al nuevo Virrey de Santa Fe...".
550 El éxito más notable de Eslava como virrey fue la defensa de Cartagena contra el
ataque del almirante Vernon en 1741, victoria que garatizaría su promoción. Sobre el
ataque a Cartagena y su defensa, véase James A. Robertson, "The English Attack on
Cartagena en 1741", HAHR, vol. 2 (1919), pp. 62-71, y Marchena Fernández, La
institución militar en Cartagena, pp. 121-144. Para la posterior carrera de Eslava y su
papel en la formulación de la política colonial, véase Lynch, Bourbon Spain, pp. 175-
176, 190.
para reducir la evasión y para facilitar el pago de tributos en la ciudad y provincia
de Cartagena.551 Su sucesor, José de Solís (1753-1761), continuó con el mismo
planteamiento, al buscar el aumento del rendimiento de los impuestos mediante el
establecimiento de la presencia oficial en regiones abandonadas y

««Página 302»».

el esfuerzo por vencer inveteradas costumbres de evasión. Se establecieron por


consiguiente nuevas ramas de la tesorería en Ocaña, Cartago y Barbacoas, y se
nombró a un teniente real para supervisar la administración en Medellín, en la
provincia de Antioquia.552 Sin embargo, el impacto del gobierno virreinal en el
rendimiento de los impuestos fue más importante en el establecimiento de una
nueva área impositiva, basada en el estanco de aguardiente, o monopolio real de
la venta de este licor de caña, que entró en vigor bajo el virrey Eslava.

Los planes para implantar el monopolio del aguardiente eran de larga data.
Empezaron poco después de la sucesión borbónica, cuando luego de infructuosos
intentos de prohibir la fabricación y venta del licor en los últimos años del siglo
XVII, la corona decidió controlar las ventas por medio de un monopolio real.553 La
primera orden de establecer- un estanco se hizo en 1700, pero pasó algún tiempo
antes de que fuera puesta en práctica. 554 El mandato real tuvo que repetirse en
1704, y luego, disputas dentro de la administración real que reflejaban conflictos
entre los intereses privados envueltos„ en la importación y venta de aguardiente
continuaron demorando su operación hasta 1710. En ese año los ingresos del
estanco figuraron finalmente en las cuentas generales de la Real Hacienda, donde

551 AGI Santa Fe 288, Eslava a la corona, Cartagena, marzo 6, 1744; ibid., marzo 23,
1744.
552 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 78-79.
553 AGI Santa Fe 366, Real Cédula, agosto 10, 1714. El Pardo en "Testimonio de autos
sobre la prohibición del aguardiente de caña".
554 Esta relación de los primeros años del estanco se basa en parte en información
encontrada en Gilma Mora de Tovar, Aguardiente y conflictos sociales en la Nueva
Granada, siglo XVII (Bogotá, 1988), pp. 20-40. Donde han sido necesarias adiciones o
correcciones, me he basado en las fuentes primarias indicadas en las notas.
siguieron apareciendo en cantidades apreciables hasta 1716 y 1717. Los ingresos
de esta fuente disminuyeron entonces en forma dramática, al caer de un promedio
de varios miles de pesos por año a ridículas sumas de sólo unos pocos cientos de
pesos.555 La interrup-

««Página 303»».

ción de los ingresos por concepto del aguardiente reflejó el trastorno de la nueva
política y demostró lo eficaz que podía ser la oposición local contra un gobierno
débil. En 1714 se reinició el debate sobre la veda y mientras tuvo lugar se
suspendió el estanco de aguardiente. 556 Esto causó una larga interrupción en su
desarrollo. Más de una década pasó antes de que en 1726 la audiencia le
informara al Consejo de Indias sobre el asunto del estanco, y otra década
transcurrió antes de que fuera finalmente restablecido, en 1736. Estas largas
demoras sugieren la intensa actividad de los intereses de la colonia en contra de
medidas antipáticas. Pero finalmente el Consejo se convenció de impulsar los
planes para el monopolio cuando la, audiencia de Bogotá declaró, en 1732, que
éste ofrecía la única solución para los graves problemas fiscales de la colonia. 557
Después de un nuevo retraso, un mandato real ordenó por fin, en 1736, el
monopolio del gobierno sobre la venta del aguardiente de caña y expidió
reglamentos para su administración. Ya en 1738 considerables rentas de esta
fuente empezaron a ingresar de nuevo a la Hacienda Real, por primera vez desde
1716.

El avance decisivo en el incremento de los ingresos del aguardiente sucedió


después de la restauración del virreinato, cuando el virrey Eslava extendió el
alcance de las operaciones del estanco a áreas que habían sido eximidas
anteriormente.558 Los resultados fueron sorprendentes. Los ingresos despegaron a

555 TePaske y Jara, Cartas cuentas de la real caja de Santa Fe, manos. inéd.
556 AGI Santa Fe 366, Consulta del Consejo de Indias, julio 19, 1732.
557 Ibid.
558 Mora de Tovar, Aguardientes y conflictos, pp. 30-33.
principios de la década de 1740, al doblarse el promedio de recaudos entre 1741 y
1746, y al cuadruplicarse durante los cincuentas y principios de los sesentas. 559 En
el campo crucial de las finanzas de la colonia, era evidente que los virreyes
hicieron valer el fruto de su trabajo. De igual importancia fue el hecho de que los
virreyes les dieran un enfoque más intervencionista a los asuntos coloniales.
Durante su virreinato, el virrey

««Página 304»».

Eslava trató de imponer la administración real directa del monopolio de


aguardiente en la ciudad de Honda, y sólo fracasó por la oposición de la audiencia
y del Tribunal de Cuentas de Bogotá. 560 Una década después, su sucesor puso el
estanco de Mompós bajo administración directa y, como los ingresos aumentaron
en más del doble, el hecho se convirtió en un fuerte precedente para la extensión
adicional del monopolio y para reemplazar a los concesionarios privados por
funcionarios reales.561

De modo que en el cuarto de siglo que siguió al restablecimiento del virreinato, la


renovación del gobierno de la Nueva Granada produjo indiscutibles recompensas
en el campo vital de las finanzas reales. Esto no fue por completo obra de los
virreyes, puesto que se habían sentado algunas bases antes de 1739; después de
todo, el proyecto de monopolio del aguardiente de 1732 había sido de la
audiencia. Pero fue bajo el virreinato, en la década de 1740, y sobre todo en los
cincuentas y a principios de los sesentas, cuando el proyecto se empezó a
desarrollar en pleno, al producir un significativo crecimiento de las rentas reales y
al colocar el sistema fiscal de la colonia sobre una nueva base. Las medidas
fiscales tradicionales, por supuesto, no fueron abandonadas del todo; los indios
continuaron pagando tributos y el sistema impositivo heredado permaneció
formalmente intacto. El viejo sistema de contribución directa a la Hacienda Real

559 TePaske y Jara, Cartas cuentas de la real caja de Santa Fe, manus. inéd.
560 AGI Santa Fe 288, Eslava a la corona, marzo 18, 1744.
561 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 80.
fue, sin embargo, relegado a una posición de importancia secundaria, pues la
corona se concentró en reforzar los impuestos indirectos a la actividad económica
dentro de la economía doméstica de la Nueva Granada. Los impuestos de esta
clase no eran nuevos: la alcabala, el quinto y el diezmo —que gravaban las
ventas, la minería y la producción agrícola respectivamente—funcionaban desde
el siglo XVI. Pero durante la primera mitad del siglo XVIII, la corona abrió una
nueva frontera fiscal al gravar las ventas de aguardiente derivado de la producción
de azúcar de

««Página 305»».

la colonia. En esto sin duda los virreyes jugaron un papel clave. Cuando fue
introducido, el monopolio del aguardiente había fallado en medio de la oposición
de los intereses económicos locales y de la inseguridad del gobierno; prosperó
después del restablecimiento del virreinato. Los ingresos del estanco aumentaron
considerablemente, luego se elevaron, y para mediados de la década de 1760 se
volvieron elemento indispensable del presupuesto del gobierno. El principio del
monopolio real, administrado por funcionarios de la corona, se convertiría en pieza
fundamental de la reorganización y de las reformas adicionales durante el reinado
de Carlos III.562

LA REFORMA DE CARLOS III DE LA ADMINISTRACIÓN DE LA NUEVA


GRANADA: PRIMERAS INICIATIVAS

La nueva insistencia en el control político y en un ordenamiento fiscal más


estrictos hizo nuevos progresos en los años inmediatamente posteriores al
ascenso al trono de Carlos III en 1759, cuando se dio un nuevo impulso al
incremento de la eficiencia del gobierno de las Américas a raíz de la humillante
derrota de España en la Guerra de los Siete Años. Las primeras incursiones del
562 La iniciativa fiscal en la Nueva Granada coincide con el influjo de Ensenada en el
primer gobierno de Fernando VI, época en que la política se orientó en particular hacia
la innovación y el perfecionamiento fiscales. Para una relación de Ensenada y su
gobierno, véase Lynch, Bourbon Spain, pp. 164-186.
reformismo de Carlos III se produjeron en Cuba, cuando después de que la Gran
Bretaña restituyera La Habana a España en 1763, el rey ordenó una revisión del
gobierno, que llevó a una completa reorganización de la defensa, finanzas y
comercio de la isla. A ésta siguió prontamente la iniciación de una visita general a
la Nueva España, donde entre 1765 y 1771 José de Gálvez llevó a cabo los
esfuerzos más resueltos y eficaces de reforma de la administración colonial jamás
vistos bajo

««Página 306»».

el ,gobierno borbónico.563 La Nueva Granada se libró de parecida intervención


directa hasta 1778; sin embargo, el reformismo de Carlos III apareció por primera
vez hacia el final de la Guerra de los Siete Años, en 1763, cuando los virreyes
implementaron varios ajustes a la política militar y fiscal.

La preocupación por los problemas de la defensa se reflejó en elevados aumentos


de los gastos para las fuerzas militares en sitios estratégicos. Durante el gobierno
de Pedro Messía de la Cerda (1761- 1772) se hicieron grandes inversiones en las
fortificaciones costeras y en las fuerzas navales. Se invirtieron más de un millón y
medio de pesos en el cierre del canal de Bocagrande, que daba a la bahía de
Cartagena, además de sumas considerables para la restauración del castillo de
San Lázaro y de la muralla norte de la ciudad, y para la reparación de las
fortificaciones de Panamá. La tesorería de la Nueva Granada también le
suministró a la marina más de 700.000 pesos para los guardacostas, y una
campaña contra los indios guajiros de Riohacha también absorbió grandes
fondos.564 Finalmente, el visitador general del ejército español inició en 1771 una
amplia reorganización del ejército de la colonia, que empezó con el aumento de
las fuerzas regulares en Cartagena y Portobelo y se extendió con la asignación de

563 Sobre la reforma en Cuba, véase Kuethe, Cuba 1753-1815: Crown, Military and
Society, pp. 3-49; sobre México, véase Brading, Miners and Merchants in Bourbon
Mexico, pp. 34-63.
564 Silvestre, Descripción, p. 79; Marchena Fernández, La institución militar en
Cartagena, pp. 161-175; 310-319.
fuerzas de milicia disciplinadas en puntos claves por todo el virreinato durante la
década de 1770.565

Mientras colocaba a la Nueva Granada en un estado más alto de preparación


militar, la corona también empezó a buscar formas de aumentar los ingresos del
erario mediante el desarrollo de monopolios del Estado como fuentes de renta
pública. En primer lugar, los virreyes trataron de aumentar el producto del
monopolio del aguar-

««Página 307»».

diente transfiriendo las administraciones regionales de los contratistas privados a


la administración directa por parte de funcionarios reales. El virrey Solís había
dado un paso tentativo en esta dirección al poner el estanco de Mompós bajo
administración directa, con lo que multiplicó sus ingresos en más del doble. 566 Su
sucesor, Pedro Messía de la Cerda, intentó ampliar más generalmente la
aplicación de esta política, empezando en 1764 con órdenes de poner bajo
administración directa real la destilación y venta de aguardiente en Popayán y en
Quito. No tuvo esta política éxito inmediato, pues provocó disturbios generalizados
en la provincia de Popayán y áreas adyacentes, y contribuyó a precipitar una
importante insurrección urbana en Quito. 567 Sin embargo, la corona indicó su
determinación de avanzar con sus exigencias fiscales aumentando las fuerzas
militares en Quito y en la vecina provincia de Popayán. 568 En tal forma, aunque
brevemente demorada por la oposición colonial, la corona siguió comprometida
firmemente en la extensión geográfica del monopolio del aguardiente y en
aumentar al mismo tiempo su eficiencia, colocándolo bajo administración directa
real. Mientras fue virrey Manuel de Gizirior (1772-1776), se mejoró y amplió el
565 Allan J. Kuethe, Military Reform and Society in New Granada, 1773-1808
(Gainesville, 1978), pp. 10-24.
566 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 80.
567 Anthony McFarlane, "Civil Disorders and Popular Protests in Láte Colonial New
Granada", HAHR, vol. 64 (1984), pp. 22-27; también "The 'Rebellion a the Barrios':
Urban Insurrection in Bourbon Quito", HAHR, vol. 69 (1989), p. 286.
568 Kuethe, Military Reform and Society, pp. 48-78.
estanco en varias regiones de la Nueva Granada, lo cual preparó el camino para
que el sucesor de Guirior, Manuel Antonio de Flóres, planificara su administración
directa a lo largo y ancho de la provincia.569

Otro importante desarrollo de la política fiscal fue la extensión de la administración


monopolística de la corona a la producción y venta de la hoja de tabaco. La
creación del estanco del tabaco se remonta a tiempos del virrey Eslava en la
década de 1740, pero a

««Página 308»».

pesar de repetidas órdenes reales, nunca había funcionado. 570 E primer esfuerzo
cierto por implementar las leyes para un monopolio real se produjo en 1764,
cuando el virrey Messía de la Cerda creó en Honda un estanco administrado por
particulares. A cambio de pagos fijo a la Real Hacienda, el virrey autorizó a un
contrastista único para compra toda la hoja de tabaco producida en la jurisdicción
de Honda, y le concedió derechos exclusivos para venderla en las provincias de
Santa Fe, Antioquia, Mompós, Santa Marta y en las ciudades de Panamá y de
Cartagena. Una vez establecido, el estanco del tabaco siguió la misma trayectoria
del monopolio del aguardiente. En 1772 el virrey Messía de la Cerda intentó
extender su alcance territorial, al establecer un estanco privado en las provincias
de Popayán y el Chocó. El cabildo de Popayán obstruyó el contrato pero, al
ofrecer administrarlo por sí mismo mediante un pago equivalente, aceptó el
principio del monopolio.571 El siguiente paso fue poner el estanco bajo
administración directa de la, corona. En 1774 el virrey Guirior ordenó la
administración directa del monopolio de Honda e introdujo un control más estrecho
de la produc- ción de tabaco. Luego, al abandonar su cargo en 1776, sugirió que
569 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 163-165; Mora de Tovar, Aguardiente,
pp. 42-43.
570 Un recuento del monopolio colonial del tabaco se encuentra en Margarita González,
"El estanco colonial del tabaco", en su libro Ensayos de historia colombiana (Bogotá,
1974), pp. 67-81. Sobre el primer intento de establecer un estanco en la Nueva
Granada, véanse pp. 91-92.
571 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 102-104; González, Ensa,.Or pp. 92-99.
esta administración directa. de la producción y venta del tabaco se extendiera a
toda la Nueva Granada, que se limitara su cultivo a determinadas -zonas y que se
crearan dos administraciones regionales para su distribución en Mompós y
Medellín.572 El sucesor de Guirior, el virrey Manuel Antonio Flóres, aceptó la
propuesta e introdujo en octubre de 1776 una reestructuración adicional. Con el fin
de evitar la sobreproducción, el plan de Flóres apuntó a la restricción del cultivo a
áreas que producían tabaco de alta calidad y a evitar la venta de tabaco

««Página 309 »».


de contrabando mediante la reorganización de la administración. En la práctica, el
plan parece haber logrado poco, antes de que, hacia fines de 1778, se iniciara una
reforma mucho más extensa del monopolio.573

La reforma en los años anteriores a 1778 no se limitó a la reorganización fiscal.


Durante las décadas de 1760 y de 1770, los funcionarios de la corona buscaron
activamente el desarrollo de la economía de la Nueva Granada con el fin de
ampliar su base impositiva. Un aspecto de este impulso para movilizar recursos
afectó a la población india de las provincias de Santa Fe y de Tunja, donde los
funcionarios modificaron la tradicional política de segregación diseñada para
proteger a las comunidades indígenas, despojándolas así de sus derechos y
privilegios heredados. Este reajuste de la política indígena empezó a mediados de
la década de 1750, cuando como resultado de la inspección del oidor Verdugo y
Oquendo se vendieron tierras comunitarias de los indios (los resguardos) a
blancos y mestizos que las habían arrendado ilegalmente. 574 Durante la década de
1760, aumentaron las presiones sobre los resguardos indígenas y hubo intentos
adicionales de extinción de corregimientos, venta de tierras de resguardo y
traslado a otras áreas de indios desposeídos. Finalmente, durante fines de la
década de 1770, se conformó una nueva estrategia para una reforma más general

572 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 166-167; González, Ensayos. pp. 102-
110.
573 Phelan, The People and the King, p. 21.
574 Sobre esta nueva etapa de reforma, véase Margarita González, Ensayos, pp. 111-
136.
dirigida por Francisco Antonio Moreno y Escandón, entonces Fiscal Protector de
Indios.

En muchas formas, Moreno y Escandón encarnaba tanto el nuevo clima de


opinión vigente en la España de Carlos III como la nueva clase de funcionarios
públicos dispuestos a ponerlo en práctica. 575 Nacido en la Nueva Granada de
padre español y madre criolla, Moreno se educó en la Nueva Granada y, al
completar en Bogotá

««Página 310»».

sus estudios universitarios, se lanzó a una prometedora carrera administrativa.


Después de casarse con una española, visitó España en 1764 y 1765, y tras breve
pero distinguido paso por la corte en Madrid regresó a la Nueva Granada como
portador de las ideas que estaban empezando a transformar el pensamiento y la
acción políticos en el centro del gobierno imperial. Fresca aún su experiencia en
Madrid, estuvo involucrado tanto en la organización de la expulsión de los jesuitas
de la Nueva Granada como en la reorganización de la universidad que éstos
habían dejado en Bogotá. Desde este puesto, inició un proyecto para una
completa revisión de la educación superior en la capital de virreinato. Atacó el
contenido y la calidad de la enseñanza en las universidades de la ciudad y pidió
simultáneamente la creación de una universidad pública que ofrecería una
alternativa moderna, "científica", al oscurantismo clerical, y que sería financiada
con las propiedades de los jesuitas expulsados. Finalmente, después de una
década de disputas burocráticas, el proyecto de universidad pública fue
desechado. Sin embargo, la insistencia de Moreno en reformar los programas y la
enseñanza universitarios había insuflado nueva vida a centros de estudio de la
colonia. Durante la década de 1770 introdujo la enseñanza de las matemáticas y
de la física, la lectura de "autores modernos" y el estudio de la política y de la
administración pública. Creó, en pocas palabras, una forma de preparación
575 Sobre el cambiante clima intelectual y político de España bajo Carlos III, véase,
Lynch, Bourbon Spain, pp. 256-261.
encaminada, según él, a ser "útil para el Estado y valiosa para el público". 576

Moreno es más conocido, sin embargo, por haber sido enérgico partidario de
políticas para racionalizar el gobierno y la tributación, en particular mediante la
reforma del sistema de gobierno de los indios vigente en la época de los
Habsburgos. En 1772 presentó una

««Página 311»».

extensa crítica de este sistema y propuso una reorganización fundamental del


viejo régimen de protección de las tierras y comunidades indígenas. Con la
disminución del tamaño de sus comunidades, sostenía Moreno y Escandón, los
indios disponían de tierras sobrantes que no trabajaban pero que arrendaban a
blancos y mestizos; al mismo tiempo, el producto de los tributos indígenas era
demasiado bajo para pagar a los corregidores por la supervisión de su gobierno.
Moreno y Escandón propuso por lo tanto que se modernizara el sistema de
corregimientos y resguardos, eliminando los más pequeños y concentrándolos en
menos y mayores unidades, que podían ser administradas por corregidores
responsables del cobro de tributos proporcionales al número real de habitantes
indios.577 Entre 1776 y 1778 estos propósitos se convirtieron en políticas. Moreno y
Escandón y su sucesor como visitador, José María Campuzano, suprimieron
varios resguardos en las provincias de Santa Fe y de Tunja y empezaron a
modificar los límites de los viejos corregimientos. En 1779 se detuvo la ulterior
puesta en práctica de esta política, pero las tierras de resguardo que ya habían
sido vendidas quedaron en manos de sus nuevos propietarios y los indios que
habían sido trasladados permanecieron en sus nuevos poblados. En esta forma se
reconoció un nuevo principio. El paternalismo de los Habsburgos hacia los indios

576 Una recuento sobre Moreno y Escandón y su carrera, junto con una bibliografía de
trabajos anteriores sobre Moreno, se encuentra en la introducción de Jorge Orlando
Melo a Indios y mestizos de la Nueva Granada, de Moreno Escandón, pp. 1-36. En sus
esfuerzos por promover la reforma educativa, véanse las pp. 15-18; la cita proviene de
la p. 15.
577 Para los informes de Moreno y Escandón, véase Ibid., pp. 269-585.
se había marchitado ante los imperativos de la política económica borbónica, al
subordinarse los derechos históricos de las comunidades indígenas a las
necesidades fiscales de la corona y a la búsqueda de la eficiencia económica.

Irónicamente, la influencia de Moreno y Escandón en la promoción de fa reforma


del gobierno se interrumpió bruscamente en 1778, cuando fue retirado de su cargo
por el idéntico impulso de racionalizar el gobierno colonial que él mismo, en cuanto
entusiasta reformador, había favorecido. En 1778 el gobierno de la Nueva
Granada se vio afectado por la última y principal fase de la reforma borbónica,

««Página 312»».

inspirada por José de Gálvez, el ministro para las Indias de Carlos III, y anunciada
por el comienzo de una visita general, o inspección general administrativa,
encaminada a la reestructuración de todo el sistema de organización y
administración burocráticas. Esto significó el traslado a otra región de Moreno y
Escandón, víctima de la política de Gálvez de expulsar a los criollos de los niveles
altos del gobierno colonial, en particular a los criollos que ocupaban cargos en sus
tierras nativas.578 Para otros neogranadinos la visita significó un problema más
grave, puesto que el entrante visitador general trató de colocar el gobierno colonial
bajo un control central más firme y de extraer más recursos de la tributación.

La instauración de la inspección general marcó un definitivo viraje en el estilo y


técnicas del gobierno. Hasta 1778 las exigencias del Estado borbónico a la Nueva
Granada habían sin duda aumentado desde los indisciplinados años del último rey
Habsburgo, pero el cambio había sido modesto y gradual y había causado escasa
oposición violenta. Aunque los sucesivos virreyes habían impuesto nuevas
exigencias fiscales, sobre todo a través de los principios del monopolio del Estado
y de la administración directa, estas reformas fueron introducidas lentamente y en

578 Moreno, por su parte, continuó su exitosa carrera hasta convertirse en Regente de
la Audiencia de Chile en 1788. Véase Jacques A. Barbier, Reform and Politics in Bourbon
Chile, 1755-1796 (Ottawa, 1980), pp. 185-186.
forma esporádica, de modo que rara vez incitaron algo más que la oposición de
pequeños grupos en diferentes áreas. La ausencia de protestas populares
importantes contra los impuestos hasta mediados de la década de 1760 refleja,
por cierto, el débil impacto de la reorganización administrativa y de la reforma
fiscal. La instauración de un régimen virreinal en Bogotá había, al parecer,
afectado muy poco la vida de la mayor parte de la población de la Nueva Granada,
o por lo menos la manera como percibía al gobierno. Sin embargo, cuando
empezó la visita general en 1778, se afectó súbita y nítidamente la forma de
gobierno. Después de gobiernos tolerantes presididos por una serie de virreyes
flexibles,

««Página 313»».

atados a ineficientes oidores de la audiencia, la Nueva Granada vino a ser


gobernada por un entusiasta y eficiente burócrata de carrera, autorizado para
fortalecer el Estado colonial mediante el cambio de instituciones, procedimientos y
prácticas largamente establecidas. Los métodos que empleó y los resultados de
su visita general son el tema del siguiente capítulo.

««Página 314»».

INNOVACIÓN: LA VISITA GENERAL Y SU IMPACTO

En la Nueva Granada, la completa reestructuración del gobierno instigada por


José de Gálvez empezó en enero de 1778, cuando Juan Francisco Gutiérrez de
Piñeres llegó a Santa Fe de Bogotá para posesionarse de su cargo como regente
y visitador general de la audiencia. La visita general confiada a Gutiérrez de
Piñeres abarcaba una extensa revisión del gobierno colonial en todas las áreas
importantes de la administración. En ciertos aspectos, los objetivos del visitador
general eran conocidos. Como de los virreyes, se esperaba que hiciera al gobierno
colonial más receptivo al comando central, que aumentara las rentas y que
fortaleciera las defensas. Existían, sin embargo, importantes diferencias. Como
visitador general con órdenes y autorización para actuar con presteza, Gutiérrez
de Piñeres trató de realizar rápidos cambios en un amplio frente y estaba
dispuesto a emplear métodos enérgicos. Tampoco se limitaba su misión a
reformas dentro de la estructura existente del gobierno. Como fue común a los
inspectores generales enviados al Perú y a Chile, Gutiérrez de Piñeres estaba
obligado a informar sobre los métodos más apropiados para la introducción del
sistema de intendencias, clave de los planes de Gálvez para la regeneración del
gobierno real en América. Las instrucciones que recibió antes de partir de España
detallaban la tarea inmediata del visitador general.579
««Página 315»».

El primer párrafo de esas órdenes aclaraba su prioridad básica: aumentar las


rentas reales de la corona por todos los medios posibles. Esto no necesariamente
significaba nuevos impuestos. Las instrucciones reales, por cierto, los excluían
expresamente. Las órdenes del rey manifestaban que los costos debían reducirse
donde fuera posible y que las rentas de fuentes existentes debían aumentar de
manera que "no sea necesario que mis amados súbditos sufran la carga de
nuevos tributos".580 Se esperaba que Gutiérrez de Piñeres empezara a trabajar de
inmediato. A su llegada a Cartagena de Indias y durante la jornada por tierra a
Bogotá, debía tomar las medidas necesarias conducentes a combatir el
contrabando; una vez en Bogotá, debía examinar la situación del Tribunal de
Cuentas, cobrar las deudas que se le debieran, ajustar su personal a sus
necesidades y escrutar individualmente cada elemento de los impuestos que
administraba. Adicionalmente, el visitador general estaba encargado de promover
el desarrollo de la minería y de detener las exportacines ilegales de oro al

579 AGI Santa Fe 658, "Vuestra Majestad da a D. Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres la
Instrucción que deve observar para la Visita y arreglo del Tribunal de Cuentas, Cajas, y
Ramos de Real Hacienda en el Nuevo Reino de Granada y Provincias de Tierra Firme E1
Pardo, febrero 17, 1777.
580 Ibid
extranjero por el río Atrato.581

LA REFORMA POLÍTICA

Para alcanzar sus fines, Gutiérrez de Piñeres intentó reestructurar el gobierno en


varios niveles. Su preocupación principal, expresada durante las primeras fases de
su inspección en 1778, fue la de implementar la política de Gálvez de deshacerse
de los criollos en las audiencias americanas y en la administración de la Real
Hacienda. El mismo nombramiento de Gutiérrez de Piñeres fue un primer paso en
esta dirección, puesto que al hacerlo regente de la audiencia de Santa Fe, Gálvez
hizo a un lado a los dos candidatos criollos apoyados
««Página 316»».

por el Consejo de Indias. Esto marcó el principio de una nueva oleada de


nombramientos en la audiencia que reduciría la influencia criolla del alto punto que
había alcanzado a principios de la década de 1770. Pues aunque sólo dos criollos
habían sido nombrados en la audiencia desde el ascenso de Carlos III, se habían
unido a un tercer criollo, el oidor limeño Antonio de Verástegui, quien desempeñó
el cargo en Bogotá desde 1743 hasta su muerte en 1776. De modo que de los
cinco magistrados —cuatro oidores y un fiscal— que constituían la audiencia a
principios de la década de 1770, tres eran criollos y dos peninsulares. Visto en
este contexto, es notable el cambio en la composición de la audiencia que tuvo
lugar después de 1776. En primer lugar, el balance se desplazó nítidamente a
favor de los peninsulares. Cuando Gutiérrez de Piñeres fue nombrado regente en
1776, el peninsular Manuel Silvestre Martínez ocupó el cargo de fiscal del crimen;
en 1777, el español Joaquín Vasco y Vargas reemplazó al criollo Verástegui; en
1778, el quiteño Romualdo Navarro fue trasladado a la audiencia de Guadalajara,
y en septiembre de 1779 el catalán Pedro Catani se posesionó como oidor en
Bogotá. Esta "europeización" de la audiencia se consolidó aún más en 1780,
cuando el fiscal Moreno y Escandón fue transferido a Lima, y en enero de 1781,

581 Ibid.
cuando el veterano Benito Casals fue reemplazado por José de Osorio, un nuevo
oidor español.582 Fue así como para 1781 todos los criollos habían sido
eliminados, y de los magistrados que habían sido nombrados antes de 1776 sólo
quedaba uno, el español Juan Francisco Pey y Ruiz. La purga de criollos se vio
duplicada entonces por otro cambio de igual importancia: la introducción en el
tribunal de la audiencia de nuevos hombres sin contacto previo con la sociedad
criolla de Bogotá, que en el pasado había atado a los oidores peninsulares. La
intención, además, era la de asegurar que en el futuro los magistrados de la
audiencia no se establecieran
««Página 317»».

en Bogotá o crearan lazos con la sociedad local. Con este fin, Gutiérrez de
Piñeres recomendó que las exenciones concedidas a los oidores para casarse en
la sociedad local se dieran en adelante con mucha menos liberalidad. 583

Mientras participaba en la reconfiguración de la audiencia, Gutiérrez de Piñeres


también atacó la posición de las familias santafereñas sobresalientes en la
administración de la tesorería, otra área donde la corona deseaba disminuir la
influencia criolla. Al recordar que la Real Cédula de enero 20 de 1775 había
prohibido el empleo en el tribunal de cuentas o en la tesorería de cualquier
persona emparentada con otra "hasta el cuarto grado de consaguinidad o el
segundo de afinidad", Gutiérrez de Piñeres encontró que dicho reglamento no se
cumplía en gran parte en Santa Fe.584 Vicente Nariño y Joseph López Duro,
contadores del Tribunal de Cuentas en la capital; Manuel de Revilla, otro
funcionario de alto rango de la tesorería; Benito Casals, oidor de la audiencia, y
varios otros empleados en oficinas del gobierno de la capital estaban
emparentados entre sí en varias formas, sobre todo por lazos con la familia

582 Para estos nuevos nombramientos en la audiencia, véase Pablo E. Cárdenas


Acosta, El movimiento comunal de I781 en el Nuevo Reino de Granada, con copiosa
documentación inédita, 2 vols. (Bogotá), vol. 2, pp. 313-319.
583 AGI Santa Fe 659, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, marzo 31, 1778, reservada no. 29.
584 Ibid., marzo 30, 1778, reservada no. 26.
Álvarez.585 Gutiérrez de Piñeres fue particularmente crítico respecto a esta familia,
al observar que "la casa Álvarez es aquí muy poderosa por las conexiones que
tiene en los principales cargos, por la cantidad de personas que forman la familia,
y por otros enlaces". El clan Álvarez era, en pocas palabras, un ejemplo
importante de la penetración de la administración colonial por una emparentada
red familiar de la clase que José de Gálvez deseaba eliminar del gobierno. Los
funcionarios de la tesorería Vicente Nariño, José López Duro y Manuel de Revilla,
y el oidor Benito Casals estaban todos emparentados por sus matrimonios con las
hermanas Alvarez, así como Francisco Robledo, asesor del virrey, y Manuel
García Olano, ad-

««Página 318»».

ministrador de las rentas del tabaco en el Socorro. Formaban así una verdadera
red familiar dentro del alto gobierno. Gutiérrez de Piñeres estaba, además,
particularmente preocupado por las conexiones de los Álvarez, porque tan
estrechos eran los vínculos con la familia del consejero personal y del secretario
del virrey que existía la pública sospecha de que el gobierno estaba controlado por
una camarilla.586

La preocupación de Gutiérrez de Piñeres por reducir la influencia local en el


gobierno fue más allá de la familia Álvarez. Era evidente, por cierto, que su
posición significaba una amenaza para varios miembros principales del patriciado
santafereño, puesto que el virrey Flóres consideró necesario salir en su defensa.
Si se hacía cumplir rigurosamente la ley de 1775, sostuvo el virrey, "todas las
principales familias de esta ciudad van a sufrir, por haber sólo tres o cuatro de
superior rango —los Prietos, los Ricaurtes, los Caycedos y los Álvarez—, están
emparentadas entre sí y con los funcionarios del tribunal de cuentas". Al virrey le
parecía injusto que estas personas, "que no poseen riqueza para su
mantenimiento ni otra carrera que dar a sus hijos que los pocos cargos que el país
585 Ibid., también mayo 15, 1778, reservada no. 38
586 Ibid. marzo 31, 1778, no. 29.
ofrece, fueran privadas de sus cargos..." En respuesta a los comentarios del virrey,
Gutiérrez de Piñeres aceptó que se debía atender a la aristocracia local en la
distribución de los cargos del gobierno, pero se opuso a favorecer a estas familias
por encima de "los muchos súbditos honorables y merecedores", tanto europeos
como criollos, aptos para el trabajo. También insistió en que la real cédula de 1775
se hiciera cumplir a la letra, que el reclutamiento se debería hacer entre un grupo
más amplio de candidatos, y que se debía evitar que los empleados ocuparan
cargos en su lugar de nacimiento. 587 Es claro que Gutiérrez de Piñeres estaba
decidido a debilitar, si no a destruir, la influencia de la aristocracia santafereña en
los círculos oficiales.588

««Página 319»».

LA INNOVACIÓN FISCAL

Después de recomendar cambios de personal en los niveles más altos de la


burocracia de la colonia, el visitador general volvió su atención hacia la
reorganización general del sistema de administración y cobro de los impuestos
reales.589 En las instrucciones dadas por la corona, se le encomendaba a Gutiérrez
de Piñeres dedicar especial cuidado a la organización de los monopolios que
controlaban la venta de tabaco y de aguardiente. Como el último ya era una de las
fuentes más productivas de ingresos de la colonia, se esperaba que el primero
adquiriera, con una administración competente, una importancia comparable. En
consecuencia el examen de la estructura fiscal del visitador general se concentró
primero en el estado de los monopolios del Estado, sus estancos.

Antes del arribo del visitador general, el virrey Flóres había empezado a limitar el
cultivo del tabaco, restringiéndolo a determinadas áreas, y había iniciado planes

587 Ibid, julio 3 l , 1778.


588 Para un análisis que llega a una conclusión similar, véase Phelan, The People and
the King, pp. 14-17.
589 Para un recuento general de las reformas de Carlos III y su efecto en la Nueva
Granada, véase ibid., pp. 18-27.
para establecer dos centros de procesamiento y distribución en la Nueva Granada.
Gutiérrez de Piñeres, sin embargo, encontró estos planes inadecuados, porque el
tabaco se cultivaba ilegalmente en toda la colonia y sus ventas generales al por
mayor y al por menor continuaban sin restricción, con total indiferencia hacia las
instrucciones reales. Aunque la corona había ordenado que el monopolio del
tabaco establecido en la Nueva Granada tuviera los mismos reglamentos a que
estaba sujeta la operación del estanco en la España metropolitana, en la práctica
sólo consistía en unas pocas factorías donde se procesaba y vendía la hoja, sin
reglas para determinar los precios o la oferta. Por lo tanto Gutiérrez de Piñeres
elaboró un plan para la apropiada organización del estanco. Con el fin de controlar
la distribución del tabaco en las provincias, estableció cinco administraciones
principales bajo la dirección de una autoridad central en Bogotá, formuló
instrucciones

««Página 320»».

detalladas para los empleados del estanco y creó una fuerza especial de guardias
para extirpar los cultivos ilícitos.590 Se hicieron planes similares para reorganizar el
estanco de aguardiente.591 La campaña para aumentar los ingresos mediante un
cobro más eficiente se vio reforzada por una racionalización de la administración
encaminada a contener los costos administrativos. Fue así como el visitador
general fusionó el monopolio de los naipes con el del tabaco, y simultáneamente
unificó el manejo de todos los estancos en una nueva oficina central que
examinaría las cuentas e ingresos recogidos por los cuatro principales
monopolios.592 La determinación de aumentar el producido fiscal mediante la
racionalización administrativa y el estricto cumplimiento, también fueron los
principales temas de la reforma de Gutiérrez de Piñeres en otras importantes
590 AGI Santa Fe 659, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, agosto 31, 1778 (no. ibid.,
noviembre 30, 1778 (nos. 60, 61, 63, 64).
591 AGI Santa Fe 660, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, diciembre 31, 1780 I n: 223).
592 AGI Santa Fe 659, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, junio 30, 1779 (no. 1 AGI Santa Fe
660, "Nuevo Plan e Instrucción para el gobierno de la Direccio General de las quatro
rentas unidas del tabaco, aguardiente, naipes y pólvora. mandada establecer en esta
Capital por Real Orden de 14 de octubre de 1779 mayo 27, 1780.
áreas de la tributación real. El desmedro burocrático no se limitaba a los
monopolios del aguardiente y del tabaco: el visitador general encontró que los
abusos se habían filtrado en todos los aspectos de la recaudación de impuestos. 593
Elaboró e introdujo, en consecuencia, nuevos y amplios planes para la
reorganización de todas las ramas de la Real Hacienda. Estos planes apuntaban a
la reducción del número de impuestos que se habían acumulado, y a menudo
desaparecido, durante los siglos de gobierno español, y al mismo tiempo al
riguroso recaudo de los principales impuestos a la producción y al consumo. La
alcabala (el impuesto a las ventas que cubría todas las transacciones excepto
aquellas

««Página 321»».

específicamente exentas) recibió especial atención. Al descubrir que no se


aplicaba la alcabala a todos los artículos sujetos al impuesto, y que la lista oficial
de precios con la que se calculaban los montos del tributo era obsoleta, Gutiérrez
de Piñeres elaboró, a manera de guía para sus administradores, una revisión
detallada de todos los aspectos de la reglamentación que gobernaba los pagos de
la alcabala.594 Además despejó la- maraña de incrementos y exenciones locales
que se habían creado en torno a la alcabala, y separó claramente el viejo
impuesto de la Armada de Barlovento, que por el peso de las costumbres locales
había sido extraoficialmente incluido en el impuesto de ventas. La clarificación y la
clasificación fueron el preludio de la reorganización. Gutiérrez de Piñeres procedió,
como había hecho con los monopolios, a formular un plan general para la
administración de la alcabala y del impuesto de la Armada de Barlovento. Se
estableció una nueva administración central en Bogotá con el fin de dirigir,
coordinar y dar razón del producto de estos impuestos, 595 y se establecieron
593 AGI Santa Fe 660, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, septiembre 30, 1780 (ix, 209).
594 Ibid., "Instrucción General para el más exacto y arreglado manejo de las Reales
Rentas", octubre 12, 1780. Un resumen de estas estipulaciones figura en Pablo E.
Cárdenas Acosta, Del vasallaje a la insurrección de los Comuneros (Tunja, 1947), pp.
227-281.
595 AGI Santa Fe 660, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, enero 31, 1781, nos. 228, 229,
230, 231.
administraciones satélites en las principales ciudades para su imposición y
recaudo en las provincias.596

La separación del impuesto de la Armada de Barlovento de la alcabala no


constituía un nuevo impuesto, sino que sencillamente revivía una categoría que se
había confundido con la alcabala. En la práctica, sin embargo, el restablecimiento
de este impuesto fue visto popularmente como un nuevo tributo, y la reforma de la
alcabala aumentó la carga impositiva de las transacciones en el mercado
doméstico al añadir un 2% al impuesto de ventas vigente. Además, el impuesto de
ventas debía cancelarse en adelante según un programa fijado de acuerdo con los
precios locales, y su cobro correr por

««Página 322»».

cuenta de una administración más eficiente y controlada por el gobierno. 597 El


descontento que esto causó inevitablemente se agravó aún más al cubrir con el
impuesto a las ventas una serie de artículos que, debido a la inercia administrativa
y a las costumbres locales, habían estado exentos de tiempo atrás. 598 Las
presiones impositivas también aumentaron en formas más obvias. En 1780, el
visitador general puso en ejecución las órdenes reales de aumentar el precio del
tabaco y del aguardiente que los estancos vendían al público. 599 En ese mismo
año, la corona también decidió subvencionar los costos de la guerra con Inglaterra
exigiendo que sus súbditos coloniales pagaran un "donativo", que era de hecho un
impuesto de capitación temporal a la población masculina adulta. 600
596 Ibid. no. 223.
597 Cárdenas Acosta, Del vasallaje, p. 281.
598 Tras las reformas del visitador general, todos los artículos y alimento-básicos
consumidos por los pobres urbanos y rurales quedaron sujetos a impuestes: sólo el pan
quedó exento. Véase David P. Leonard, "The Comunero Rebellion In 1781. A Chapter in
the Spanish Quest for Social Justice" (Tesis de doctorar. inédita, Universidad de
Michigan, 1951), p. 78.
599 Cárdenas Acosta, Del vasallaje, pp. 342, 351.
600. -AGI Santa Fe 660, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, marzo 3, 1781 (no 245%. en la
que informa a Gálvez sobre las instrucciones dadas para su recibo en la Nuesui
Granada. Los indios y "castas" pagaban un peso por cabeza, los españoles y nobles
dos. Las mujeres, los esclavos, los indigentes y los mayores de sesenta, y algas
Las modificaciones y añadiduras a la norma de fiscalización no eran nuevas en la
colonia. Virreyes anteriores habían tratado de aumentar el producto de las rentas
mediante nuevos impuestos al aguardiente y al tabaco y un cobro más eficiente de
viejos impuestos como la alcabala y el quinto. Sin embargo, aunque las medidas
introducidas por el visitador general simplemente continuaban el proceso
existente, fueron disposiciones sin precedentes tanto en su alcance como en la
ofensa que causaron a un amplio espectro de comerciantes, campesinos y
consumidores. Gutiérrez de Piñeres, en primer lugar, creó nuevos problemas para
los comerciantes al intro-

««Página 323»».

ducir un sistema de registro oficial de todos los bienes que ingresaban a los
canales comerciales internos. Se trataba de un esquema sencillo. Los
comerciantes que transportaban bienes en la colonia tenían en toda ocasión que
llevar "guías" o facturas selladas oficialmente que indicaban su mercancía y su
procedencia, mostraban que habían pagado los impuestos debidos en su lugar de
origen y declaraban su destino. Cuando los bienes eran vendidos, los
comerciantes tenían que obtener una "tornaguía", recibo oficial indicando que
habían llegado a su destino y pagado allí la debida alcabala en el momento de la
reventa.601 En su concepción, el esquema no era original: el virrey Guirior había
recomendado su introducción unos años antes. 602 Pero su aplicación práctica era
algo nuevo en la colonia y produjo una fuerte antipatía. El nuevo procedimiento no
sólo incrementaba los riesgos de contrabando, al aumentar los requisitos
burocráticos impuestos al comerciante, sino que probablemente también ampliaba
las oportunidades de extorsión y peculado por parte de los funcionarios menores
con los que trataba el comerciante. La súbita implementación de nuevos

categorías de menores estaban exentos. Véase Pablo E. Cárdenas Acosta. Vasallaje, p.


329.
601 AGI Santa Fe 660, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, agosto 26, 1780 (no. 211.
602 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 169.
reglamentos para el cultivo, procesamiento y venta del tabaco también golpeó de
repente y en forma similar a los campesinos en las áreas donde su cultivo fue
prohibido por la reorganización del monopolio del visitador general. Anteriormente,
los reglamentos de este estanco se observaban ante todo en su quebrantamiento;
ahora oficiales y guardias de la administración recientemente creada recorrieron
de pronto los campos arrancando y quemando las plantas en las áreas donde se
había prohibido el cultivo. En tercer lugar, las medidas del visitador general
indispusieron a muchos consumidores, puesto que el aumento de los precios del
aguardiente y del tabaco, combinado con impuestos superiores a las ventas elevó
el costo de los bienes básicos.

««Página 324»».

LA REACCIÓN COLONIAL A LA REFORMA

La innovación fiscal ocasionó un resentimiento popular generalizado y produjo una


reacción que fue elocuente testimonio de su impacto. A medida que el visitador
general producía una oleada de instrucciones y órdenes, una marejada opuesta se
desencadenaba bajo la forma de disturbios populares que se extendieron en la
provincia del Socorro, que encendieron focos de rebelión en campos y ciudades y
que promovieron el desastre definitivo del visitador general, la gran insurrección de
los comuneros de 1781. El epicentro de la rebelión se dio en la ciudades de
Socorro y San Gil, las cuales, en cuanto áreas de producción de tabaco y de
algodón, se sintieron particularmente afectadas por las nuevas medidas fiscales.
En algunas ciudades y pueblos, multitudes congregadas para el día de mercado o
reunidas después de la misa dominical se unieron en demostraciones
espontáneas contra las administraciones locales de impuestos; en otras, la
oposición a los recaudadores tomó la forma de ataques preconcebidos de bandas
de hombres armados, a menudo estimulados por delegados de los centros de
rebelión. En ambos casos, la moderación y la disciplina caracterizaron la acción
popular. Bajo la consigna de "Viva el rey y abajo el mal gobierno", fue
notablemente escasa la violencia que los rebeldes ejercieron contra las personas
o la propiedad privada. En forma invariable limitaron sus acciones a protestas
contra las medidas del visitador general, por lo común saqueando las oficinas del
estanco o vendiendo sus existencias de tabaco y aguardiente. El carácter
ordenado de la rebelión se reflejó además en la organización creada por los
participantes para preservar sus demandas y conservar su propósito. Con el fin de
unir las fuerzas de la protesta y de consolidar sus avances, los comuneros, al
mando de Francisco Berbeo, vecino del Socorro, crearon un "Consejo Supremo de
Guerra". Compuesto por los "capitanes generales" de los poblados rebeldes, el
consejo asumió las funciones de gobierno en las áreas insurrectas y envió
representantes

««Página 325»».

a ciudades vecinas para invitarlas a unirse a la causa. De ese modo, al seguir


extendiéndose la resistencia por la provincia de Tunja, surgió gradualmente un
movimiento coherente y, unido bajo una dirección única y con un programa
definido de exigencias, se fortaleció hasta constituirse en una rebelión organizada
y a gran escala contra los ministros de la corona.603

Con el virrey en Cartagena, en la tarea de ordenar las fuerzas de defensa de la


colonia contra los ataques externos durante la guerra con Inglaterra, y con la única
protección de la guardia del palacio virreinal, el gobierno se encontraba en una
difícil posición para defenderse. Al principio se hizo el intento de oponerse a los
rebeldes por la fuerza, pero el diminuto contingente de tropas enviado para
detener su avance fue superado tanto en número como en estrategia. Los
rebeldes ganaron vigor y confianza con el ignominioso fracaso de las tácticas
militares realistas, y para mayo de 1781 una fuerza comunera de unos quince o
veinte mil hombres se reunió en las cercanías de la ciudad de Zipaquirá, dispuesta
a marchar hacia la capital. Sin la capacidad de resistir un ataque de esas
603 25. Phelan hace una excelente narración de la insurrección, The People and the
King, caps. 9-12.
dimensiones, las autoridades reales trataron de anticiparse a la fuerza rebelde
mediante la conciliación. Mientras se hacían apresurados preparativos para
defender la ciudad, se envió una comisión para conferenciar con los líderes
rebeldes en Zipaquirá.

Ante la perspectiva de un reconocimiento oficial, los líderes de los comuneros


sentaron los agravios de los rebeldes en un "plan de capitulaciones", un resumen
de los términos para presentar a la comisión. Muchos de éstos, dado el origen de
la rebelión, eran perfectamente predecibles; pedían la expulsión del visitador
general, la abolición de los estancos, la cancelación del impuesto de la Armada de
Barlovento y de las guías, y un regreso a la alcabala en su antigua forma: en
pocas palabras, una inversión total del statu quo fiscal. Enfrentados a la amenaza
de la inminente invasión de la capital, los

««Página 326»».

negociadores del gobierno accedieron a los términos de las capitulaciones.


Públicamente aceptaron en su totalidad las demandas de los comuneros, mientras
en secreto repudiaron el pacto. Después de este consentimiento a sus reclamos,
ratificado por juramentos de los ministros del rey y consagrado por una misa dicha
por al arzobispo Caballero y Góngora, la mayor parte de los rebeldes se dispersó y
volvió a sus hogares. Aunque la resistencia continuó ardiendo bajo la forma de
disturbios locales en diferentes partes del país hasta finales de 1781, la llegada de
tropas de Cartagena y la desintegración gradual del núcleo del movimiento
comunero bajo un mando dividido le permitió a la administración real recuperar
lentamente el control. Satisfechos de que sus demandas hubieran sido atendidas y
su protesta justificada, la mayor parte de los comuneros se alegró de aceptar el
perdón general extendido a los que habían participado en la rebelión y de retornar
al ritmo de su vida rural. Algunos reductos aislados de resistencia se extinguieron
hasta cuando, en marzo de 1782, la audiencia se sintió lo bastante fuerte para
renunciar abiertamente a las concesiones que la comisión había hecho el año
anterior.604

CONTINUIDAD Y CAMBIO EN EL GOBIERNO COLONIAL

La rebelión de los comuneros de 1781 le propinó al gobierno de la Nueva Granada


un sobresalto del cual le llevó algún tiempo recuperarse. El programa de reformas
proyectado por el visitador general se reinició al llegar éste a Bogotá en febrero de
1782, pero fue modificado y reducido con el tiempo. Pues durante sus nueve
meses de ausencia en Cartagena, el visitador general perdió la iniciativa política y
halló difícil reanudar el trabajo. El nombramiento del arzobispo Caballero y
Góngora en el virreinato disminuyó aún, más la autoridad del visitador general
porque, después de su papel en las negociaciones con los comuneros, el
arzobispo contaba con la con-

««Página 327»».

fianza del agradecido monarca. De modo que, aunque Gutiérrez de Piñeres


estaba convencido de que se había extinguido hasta el último vestigio de la
rebelión, ya no gozaba de su viejo predominio y tenía que tratar con un virrey y
unos oidores reacios a correr el riesgo de nuevos disturbios. Gradualmente se
convenció de que ya no podía cumplir con sus funciones en forma adecuada. En
enero de 1783 le informó a Gálvez que los oidores Pey y Ruiz, Vasco y Vargas,
Catani y el fiscal Silvestre Martínez habían formado un bando en su contra, y
recomendó que todos fueran destituidos. Un mes después le informó que el virrey
estaba haciendo nombramientos oficiales sin consultarlo y declaró que, de no
poder actuar eficazmente, se le debía nombrar en otro cargo. 605 Este intento de
restablecer su autoridad resultó fallido. A fines de 1783 fue trasladado de nuevo a
España, donde asumió un cargo en el Consejo de Indias.

604 Sobre el final y consecuencias de la insurrección, véase ibid., caps. 15-18.

605 AGI Santa Fe 661, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, diciembre 31, 1782; marzo 31,
1782 (reservada no. 2); enero 31, 1783 (reservada no. 10).
A pesar de la algo vergonzosa retirada de la Nueva Granada del visitador general,
sus reformas no fueron abandonadas. A fines de 1782 el arzobispo virrey informó
que la población había vuelto a la docilidad y que las rentas de la tesorería colonial
estaban comenzando a recuperarse. 606 Luego, de tiempo en tiempo durante los
primeros seis meses de 1783, le informó a la corona que los cambios en los
impuestos y la restricción a la producción de tabaco que habían precipitado la
rebelión se estaban realizando con éxito. Se habían introducido algunas
modificaciones para evitar cualquier riesgo de una protesta popular, pero el
arzobispo virrey se ufanó de que el propósito esencial de la reforma fiscal se había
cumplido.607 Había sin embargo un punto principal del programa reformista
inspirado por Gálvez e implementado por sus oficiales en otras partes de la
América hispana, que fue del todo trastornado por la rebelión de los

««Página 328»».

comuneros. En 1782 Gutiérrez de Piñeres había reafirmado vigorosamente su


creencia en que el nombramiento de intendentes para la Nueva Granada debía
proceder de acuerdo a lo proyectado. 608 El arzobispo virrey asumió, sin embargo,
una posición opuesta, y su opinión prevaleció. Durante su período en el cargo, de
1782 a 1789, se opuso resueltamente a una reforma administrativa de tal
envergadura, en razón de los peligros políticos que podrían surgir a tan corta data
de la rebelión de los comuneros. Fue así como, aunque se actuó para implantar el
sistema de intendencia en la provincia de Quito, donde se nombró a un intendente
para la provincia de Cuenca, en la Nueva Granada no fue puesto en vigor. 609 Esto
se debió en parte a la oposición del arzobispo virrey, pero otros factores también
obstaculizaron el cambio en el gobierno. Durante la década de 1780, la tesorería

606.Archivo Restrepo, Correspondencia privada del arzobispo virrey, Caballero y


Góngora a Gálvez, agosto 31, 1782 (no. 2).
607 Ibid., Caballero y Góngora a Gálvez, enero 31, 1783 (no. 15); abril 30, 1783 (no.
33); junio 15, 1783 (no. 46).
608 AGI Santa Fe 658, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, agosto 31, 1782 (no. 50).
609 Luis García Navarro, Intendencias de Indias (Sevilla, 1959), pp. 46-48.
colonial estaba llena de deudas y habría estado en aprietos para sostener una
nueva clase de funcionarios asalariados. Luego, a la muerte de José de Gálvez en
1787, desaparecido el arquitecto y principal proponente de las Ordenanzas de
Intendentes, el tema de la reforma del gobierno de la Nueva Granada simplemente
quedó en suspenso. No fue revivido sino muchos años después, cuando en 1807
el Contador General, Francisco Viana, logró la aprobación real para el
nombramiento de cuatro intendentes en la Nueva Granada. 610 Esta vez, sin
embargo, el esquema se frustró de nuevo, a causa de la crisis imperial causada
por la invasión de Napoleón a España.

Sin el sistema de intendencias, la reforma estructural del gobierno de la Nueva


Granada resultó imposible. Antes de la rebelión de los comuneros, se habían
hecho intentos de reorganizar el gobierno local; el fiscal Moreno y Escandón había
sido comisionado para racionalizar el gobierno de los distritos mediante la
reagrupación de los

««Página 129»».

corregimientos para que se adaptaran mejor a la distribución actual de la


población, y el virrey Flóres había creado tres nuevos corregimientos para facilitar
el gobierno en la provincia de Cartagena. Sin embargo, a raíz de la rebelión tal
reorganización fue simplemente archivada.611 También lo fue el plan del virrey
Flóres de asignar un corregidor a la capital para presidir su cabildo y dar los pasos
necesarios para mejorar la ley y el orden tras la rebelión de los comuneros. El
arzobispo virrey había propuesto financiar el nombramiento, con un jugoso salario
de 5.000 pesos, mediante la extinción de los corregimientos de Mariquita y Tunja,
que según pensaba podían ser gobernados desde Bogotá; también insistió en que
un oficial del ejército debía ocupar siempre el cargo, para garantizar la eficiencia y

610 AGI Santa Fe 552, "El Virrey de Santa Fe: sobre que se observe en aquel Virreynato
en lo posible la Ordenanza de Intendentes", Francisco Viana, junio. 1807.
611 Sobre estas medidas, véase la relación de mando del arzobispo virrey en Pérez
Ayala, Caballero y Góngora, pp. 301, 324-327.
evitar que la función cayera en manos locales. 612 Esta propuesta, sin embargo, fue
desechada con el argumento de que la inminente introducción de los intendentes
la hacía superflua. De modo que cuando se abandonaron los planes para la
introducción de los intendentes, el gobierno de la ciudad y su jurisdicción
permanecieron inmodificados y bajo la responsabilidad del virrey de la audiencia.
El único cambio en el gobierno local se produjo en el Socorro, donde se estableció
un nuevo corregimiento en septiembre de 1781, con Francisco Berbeo como
primer corregidor. Este fue, sin embargo, un mero recurso temporal para aplacar a
los socorranos y para emplear a Berbeo como instrumento de mediación. En
menos de un año, Berbeo fue despedido y el corregimiento suprimido. 613 No
resurgió sino unos años después cuando, en 1795, la corona aprobó un plan
propuesto por Juan Rodríguez de Lago, de Tunja, para un corregimiento que
supervisara el gobierno en las regiones de Vélez,

««Página 330»».

San Gil y el Socorro, y nombró en el puesto al mismo Rodríguez de Lago. 614 Esta
fue, al parecer, la única reforma del gobierno local durante fines del siglo XVIII, y
aunque sucesivos virreyes abogaron por una reorganización adicional, la tarea
siempre demostró ser demasiado problemática y costosa. Prácticamente todos los
virreyes se refirieron a las prácticas corruptas de los corregidores e insistieron en
que fueran reemplazados por funcionarios remunerados, pero a falta de fondos
para los salarios, los funcionarios sin paga siguieron pervirtiendo con sus abusos

612 AGI Santa Fe 552, "Borrador de lo que pensó el Señor Virrey representar a la Corte
sobre elección de Corregidor de Santa Fe..."
613 Phelan, The People and the King, pp. 175, 200-201.
614 Ulises Rojas, Corregidores y Justicias Mayores de Tunja y su Provincia desde la
fundación de la ciudad hasta 1817 (Tunja, 1962), pp. 606-615.
la administración de justicia en el nivel local. 615

El fracaso en implementar los planes de Gálvez para una "revolución en el


gobierno" a través del establecimiento de intendencias provinciales se reflejó en la
retención por parte del virrey de un papel dominante. En su capacidad tripartita
como comandantes militares supremos, superintendentes de la Real Hacienda y
presidentes de audiencia de Santa Fe, los virreyes asumían amplias
responsabilidades para desarrollar los recursos de la colonia, supervisar los
asuntos fiscales y garantizar que la ley se administrara eficazmente tanto en el
nivel central como en el local. Aunque hubo quejas ocasionales de que no ejercían
suficiente control sobre los nombramientos a las gobernaciones de las provincias
de la colonia, no hay señas de que su poder o prestigio disminuyera durante fines
del sig XVIII.616 Los virreyes, por cierto, fueron los principales agentes ve_ estilo
más activo de gobierno favorecido por los últimos Borbone y siguieron jugando un
papel importante como administradores de los asuntos financieros y económicos
del Nuevo Reino.

La otra gran institución del gobierno colonial de los Habsburgos, la audiencia,


también conservó su posición en la administración de

««Página 331»».

la colonia, donde siguió siendo el punto focal para la aplicación de la justicia civil y
penal, y continuó ejerciendo importantes deberes dentro de la vital esfera de las
finanzas del gobierno. Existen, sin embargo, señales de que se convirtió en un
instrumento más eficiente del Estado durante fines del siglo XVIII, y de que el plan
de Gálvez de reducir la influencia local en los niveles más altos fue implementado
con éxito. Aumentada en 1776 con la inclusión de un regente y de un fiscal del
crimen, y con otro oidor en el tribunal por Real Cédula de 1778, la audiencia

615 Para los comentarios de sucesivos virreyes sobre los problemas del gobierno local,
véase Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 150, 315-321, 453-455.
616 Véanse, por ejemplo, las anotaciones del virrey Pedro Mendinueta. Ibid.. p. 452.
recibió una infusión de nueva sangre durante la visita general, con las tres nuevas
personas que se posesionaron entre 1779 y 1781. 617 Después de terminada la
visita general, la composición de la audiencia sufrió una alteración adicional, con
los cuatro nuevos nombramientos que se hicieron entre 1781 y 1783. 618 Además,
durante la visita general y en los años que siguieron, fue colocada firmemente en
manos de burócratas reclutados en la península, y se redujeron los contactos
entre sus miembros y las familias de la aristocracia santafereña. Entre 1778 y
1810, veinticuatro nuevos hombres sirvieron en la audiencia de Bogotá, cuatro
como regentes, catorce como oidores y seis como fiscales. De éstos, dieciocho
eran españoles peninsulares y siete criollos. Sólo tres de ellos eran de la misma
Nueva Granada: Francisco Moreno y Escandón asumió brevemente el cargo de
fiscal hasta ser desplazado en 1782; en 1787, Joaquín Mosquera y Figueroa, un
criollo de una opulenta familia de Popayán, dueña de tierras y de minas, fue
nombrado oidor en Bogotá; en tanto que el santafereño José Antonio Berrío ejerció
diez años como fiscal después de su nombramiento en 1790. Los demás criollos
eran personas de otras partes de América.
Los locales fueron, entonces, una pequeña minoría de los miembros de la
audiencia en los años entre 1778 y 1810. De igual importancia, sin embargo, fue el
hecho de que sus funcionarios cumplieron

««Página 332»».

períodos más cortos después de 1778. Entre 1738 y 1777, los oidores por lo
general habían cumplido períodos muy largos, de entre veinte y treinta y cinco
años; entre 1778 y 1810, los períodos se acortaron mucho más y rara vez
superaron los diez años. Esta rotación más rápida de magistrados indica que
habían tenido efecto las acerbas críticas del visitador general a las relaciones
entre los oidores y la comunidad local. Después de 1778, los oficiales de la
audiencia fueron transferidos con más frecuencia y se casaron menos con las

617 Restrepo Saénz, Biografías de los mandatarios, pp. 368, 382-384.


618 Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del Arzobispo Virrey, Caballero y
Góngora a Gálvez, enero 31, 1783 (no. 21).
hijas de la aristocracia criolla.619 En esto, por lo menos, la revolución en el gobierno
proyectada por José de Gálvez dejó huella.

La eficiencia del gobierno es más difícil de medir, pero hubo señales de una
cooperación más estrecha entre los virreyes y la audiencia después de 1778, así
como de profesionalismo entre los magistrados del tribunal. Sucesivos virreyes
anotaron la pesada carga de trabajo asignada a los oidores y recomendaron varias
medidas para aliviar la presión. El arzobispo virrey Caballero y Góngora aprobó el
nombramiento del regente de tres jueces auxiliares para despejar la acumulación
de apelaciones civiles y criminales, y suministró los medios financieros para
acelerar el despacho de casos de la audiencia. También recomendó el
establecimiento de una "Sala del crimen" separada, o corte de apelacines
criminales, para que aquella pudiera disponer de más personal para cumplir con
sus funciones.620 Sin embargo, aunque los virreyes siguientes apoyaron esta
propuesta, el gobierno de Madrid desechó con persistencia estos pedidos y la
audiencia siguió enfrentada a una excesiva carga de trabajo. 621

En la cúspide de la burocracia fiscal el virrey siguió ocupando una posición


dominante, con la audiencia en un importante papel de apoyo. Aunque la intención
de Gálvez había sido la de limitar las

««Página 333»».

funciones fiscales del virrey asignándolas a un "superintendente subdelegado de


Real Audiencia" en la Nueva Granada, el virrey permaneció firmemente en control
de los asuntos de la tesorería. Como superintendentes de la Real Hacienda, los
virreyes eran los máximos responsables de los asuntos fiscales de la colonia y
ejercían una importante influencia en la administración financiera. La

619 Estos comentarios sobre la composición de la audiencia se basan en datos dados


por Burkholder y Chandler, From Impotence to Authority, Apéndice X, pp. 221-214, y
por Restrepo Saénz, Biografías de los mandatarios, pp. 295-427.
620 Pérez Ayala, Caballero y Góngora, pp. 323-324.
621 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 314, 447-448.
administración fiscal había sido considerablemente modificada con la introducción
de nuevos departamentos para administrar los monopolios estatales del tabaco,
los naipes, el aguardiente y la pólvora. Organizados en administraciones
provinciales, estos departamentos respondían ante los directores instalados en las
oficinas centrales de la administración en la capital. Los de Bogotá parecen haber
sido uniformemente bien manejados desde el momento en que fueron
establecidos por el visitador general y, al contrario de los de la audiencia de Quito,
no hubo necesidad de modificar su forma de funcionamiento. 622 Junto a estos
nuevos departamentos subsistió la vieja estructura de la organización fiscal, en la
cual las tesorerías provinciales eran supervisadas por el Tribunal de Cuentas de
Bogotá, la corte central de cuentas que examinaba las relaciones y recaudaba el
producido neto de las principales cajas provinciales. 623 Compuesto por sólo dos
ministros de avanzada edad con unos pocos subordinados, el tribunal estuvo
sepultado bajo un constante alud de cuentas atrasadas hasta la década de 1790.
Entonces, durante el virreinato de José de Ezpeleta, se activó e hizo más eficiente.
Por orden del virrey, se aumentó el personal de la corte hasta el punto de que no
sólo fue posible poner al día sus cuentas, sino que estuvo preparada para asumir
nuevo trabajo.624

Además de estos dos importantes departamentos para la administración,


recaudación y distribución de ingresos reales en la Nueva Granada, los
magistrados de la audiencia organizaron varios comités

««Página 334»».

para el manejo de fondos especiales, como los que se derivaron de las


propiedades confiscadas a los jesuitas, los diezmos y el Monte Pío, o fondo oficial
de pensiones.625 También compartieron con el virrey parte de la responsabilidad

622 Ibid., p. 372.


623 Para una lista de estas tesorerías, véase Silvestre, Descripción, p. 63.
624 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 369-370.
625 Ibid., p. 314; Silvestre, Descripción, pp. 369-370.
que le correspondía a éste en su capacidad de supervisor general de la tesorería
colonial: todos los oidores asistían a la "junta general de tribunales", junto con los
ministros de la corte de cuentas, los directores de los monopolios y varios
funcionarios de la tesorería.626 De acuerdo a la Cédula Real de 1778, la audiencia
no tenía competencia para inmiscuirse en la jurisdicción del virrey como
superintendente. Pero se volvió habitual permitir que lo hiciera, por consideración
a la conveniencia administrativa, así como para evitar disputas con los oidores. 627
Después de 1797, la participación de la audiencia en la discusión central de los
asuntos fiscales fue recortada hasta cierto punto. En ese año se estableció una
"junta superior de real hacienda", y sólo algunos oidores escogidos fueron
incluidos en su nómina. Autorizado para examinar todos los gastos extraordinarios,
adiciones y pagos anticipados hechos por la tesorería, este cuerpo tomaba
decisiones por voto mayoritario. Sin embargo, el virrey retuvo todo su poder
general sobre las decisiones de la junta superior, las cuales, como las de la junta
general de tribunales que reemplazó, no se podían cumplir sin su aprobación. 628

Así, después de la rebelión de los comuneros, el gobierno de la Nueva Granada


fue reinstituido en gran parte bajo su vieja forma, sin que el sistema de intendentes
interpusiera una nueva capa de burócratas peninsulares entre los criollos y sus
centros de poder. Pero si se frustó una completa reestructuración del poder, la
influencia criolla se redujo con la introducción de nuevos hombres de España
««Página 335»».

y las reformas de Carlos III se sostuvieron gracias a un gobierno más eficiente.

LAS FINANZAS DEL GOBIERNO


DESPUÉS DE LA VISITA GENERAL

Los resultados de una administración más estricta se demostraron con más

626 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 376.


627 Ibid., p. 367.
628 Ibid., p. 517.
claridad en el área crucial de las finanzas. Desde la reinstauración del virreinato en
1739, los costos de la administración interna y de la defensa contra ataques
foráneos excedieron constantemente los ingresos disponibles del erario colonial.
El gasto militar fue el mayor renglón individual del presupuesto, y cualquier
excedente obtenido por la tesorería de Bogotá de sus subsidiarias en la provincia
se dedicaba automáticamente al sostenimiento de la guarnición y las
fortificaciones de Cartagena de Indias. Durante la década de 1770, las presiones
financieras debidas al mantenimiento del aparato militar estuvieron en primer
plano debido a las enormes sumas que se gastaron para mejorar las
fortificaciones de Cartagena. Estos gastos pusieron a la tesorería real en grandes
aprietos. No sólo le era imposible remitir cualquier sobrante a España, sino que
para mantener la guarnición de Cartagena, Portobelo y Panamá, los virreyes
requerían de grandes subsidios anuales de Quito, Lima y Veracruz. Por esta
razón, el principal objetivo de Gutiérrez de Piñeres durante su visita fue el de
encontrar medios para permitirle al virreinato cubrir los crecientes costos de
gobierno y defensa, eliminar los déficit de su tesorería y en últimas convertirlos en
un superávit que pudiera ser remitido a España.

Su principal contribución en esta área fue la de aumentar los ingresos del gobierno
mediante una explotacón más efectiva del consumidor colonial. Los principales
instrumentos de dicha explotación fueron los monopolios del tabaco y del licor y la
alcabala. En 1772 las ventas de aguardiente en la audiencia de Santa Fe
produjeron

««Página 336»».

ingresos de cerca de 200.000 pesos anuales; las de tabaco, 100.000. 629 Desde
principios de la década de 1780, los ingresos de ambas fuentes aumentaron
considerablemente. Para fines del siglo, el producido neto del monopolio del
tabaco alcanzó un promedio que triplicaba el de 1772. El crecimiento de las rentas
629 BL manuscrito adicional, 13, 987. "Notas relativas al Plan Geográfico del Virreynato
de Santa Fe, que formó el Dr. Francisco Antonio Monero y Escandón", folio 66.
del aguardiente, aunque menos impresionante, también fue notable. La
importación de España de un producto rival frenó el crecimiento de las entradas
por concepto de esta fuente, pero el aumento se repuso al proporcionar la guerra
protección contra el aguardiente importado.630 La administración más estrecha
también demostró ser benéfica para la tesorería colonial. En la década de 1750, el
reemplazo de los recaudadores a comisión por la administración directa en Bogotá
suministró una base para el crecimiento. El administrador de la alcabala informó
que los ingresos crecieron de inmediato de un promedio anual de 8.000 pesos a
uno de más de 19.000. 631 Para la década de 1790, el producido era mucho más
alto y seguía creciendo. En 1791 se acercaba a los 72.000 pesos; en 1795 fue de
casi 76.000 pesos.632 El incremento en el flujo de ingresos de la tesorería no
resolvió de inmediato, sin embargo, los problemas fiscales del virreinato. Cuando
el arzobispo virrey Caballero y Góngora se posesionó en 1782, heredó de su
predecesor una deuda de 900.000 pesos, y entre 1779 y 1788, el aumento
desproporcionado de los gastos del gobierno anuló el crecimiento de los
ingresos.633 Fue así como, al entregar su cargo Caballero y Góngora en 1789, el
déficit colonial se había más que duplicado. 634

««Página 337»».

La debilidad de las finanzas del gobierno no se puede atribuir a falta de presión


sobre los contribuyentes de la Nueva Granada. Fue más bien el resultado de
erogaciones crecientes, debidas en parte a los extraordinarios gastos incurridos
durante la guerra de 1779 a 1783 con los ingleses, cuando se necesitaron grandes
sumas para mantener la estación naval de Cartagena, y en parte al esfuerzo de
postguerra de colonización del Darién, que absorbió más de un millón de pesos. 635

630 Para las rentas del aguardiente, véase Mora de Tovar. Aguardiente y conflictos,
gráfico 13, p. 172.
631 AGI Santa Fe 264, Consejo de Indias a Joaquín Joseph Vásquez, julio 28, 1756.
632 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 381, 528.
633 Pérez Ayala, Caballero y Góngora, p. 376.
634 Santa Fe 573, Gil y Lemus a Valdés, enero 30, 1789 (reservada no. 4).
635 Pérez Ayala, Caballero y Góngora, pp. 375, 383-385.
A corto plazo, el tesoro real sólo podía sufragar estos costos endeudándose. A
largo plazo, sin embargo, las reformas fiscales del visitador general contribuyeron
a garantizar que se equilibrara el presupuesto. Para la década de 1790, la colonia
producía ingresos suficientes no sólo para cubrir sus gastos rutinarios de tiempos
de paz, para el mantenimiento de la administración y la defensa, sino también para
pagar sus deudas e incluso reunir un pequeño superávit para remitir a España.
Aunque a las reformas introducidas por Gutiérrez de Piñeres se les debe dar el
crédito de la estabilización de las finanzas de la colonia, el logro del equilibrio
fiscal también se debió en gran parte al cuidadoso manejo financiero de los
últimos virreyes. Cuando Francisco Gil y Lemus se hizo cargo del virreinato en
1789, de inmediato se concentró en rectificar los efectos de los elevados gastos
del gobierno de su predecesor, el arzobispo virrey Caballero y Góngora. Caballero
y Góngora había utilizado visitadores para inspeccionar las provincias de Antioquia
y Popayán, pero los informes de Gil y Lemus sugieren que había aún bastante
campo para la mejora de la administración fiscal tanto en el nivel central como en
la provincia. Recomendó acciones en ambas áreas. En primer lugar, en un
esfuerzo por reducir los costos del gobierno, podó el secretariado virreinal, redujo
los gastos militares, retiró el apoyo financiero a las recién establecidas colonias del
Darién y suspendió los proyectos del gobierno que estaban funcionando a pérdida.
En segundo lugar,

««Página 338»».

elaboró planes para inspeccionar todas las tesorerías de provincia y para


controlarlas más estrechamente desde la capital. Con el fin de eliminar las largas
demoras que implicaba el examen de las cuentas de las tesorerías provinciales y
de las administraciones de los monopolios, Gil y Lemus convocó reuniones
semanales del Tribunal de Cuentas y los directores de los monopolios, y aumentó
el personal del primero para que fuera más expedito en el despacho de sus
asuntos.636
636 Gil y Lemus presentó un resumen de sus recomendaciones poco antes de irse de la
Nueva Granada. Copia del informe está incluida en E. Sánchez Pedrote. "Gil y Lemus y
Gil y Lemus fue promovido al virreinato de Lima después de sólo seis meses en la
Nueva Granada, pero su sucesor, José de Ezpeleta, recogió sus
recomendaciones. Bajo la atenta supervisión de Ezpeleta, hubo una notoria
recuperación de las finanzas del gobierno. Después de poco más de un año en el
cargo, Ezpeleta concluyó que la situación de la tesorería real era aún más grave
de lo que había supuesto Gil y Lemus. No sólo continuaba todavía bajo el lastre de
una deuda de cerca de dos millones de pesos, sino que los costos de la guarnición
de Cartagena también habían aumentado muy por encima del tope previsto. En
cuanto a la remisión de ingresos a España, observó que ninguno de sus
predecesores la había realizado. Porque a pesar de las repetidas órdenes reales
de que las ganancias de los monopolios del tabaco y de los naipes y el producido
de las propiedades de los jesuitas confiscadas en 1767 se destinaran para su
envío a la metrópoli, continuamente se habían empleado para sufragar gastos
dentro del virreinato.637 Además, la tesorería todavía tenía una deuda pendiente de
un millón de pesos, tomada al 5%, que no estaba en capacidad de saldar. Para
solucionar el problema de la deuda, Ezpeleta sugirió que debía respaldarse
mediante una emisión de bonos, con intereses del 4%. Esto, según el virrey,
tendría la doble ventaja

««Página 339»».

tanto de ahorrarle a la tesorería un 1% anual en pagos de intereses, como de


estimular la economía al aumentar el volumen de dinero en circulación. 638 La
corona, sin embargo, rechazó la financiación de la deuda con este método, y
Ezpeleta se vio forzado a encontrar expedientes más ortodoxos para resolver los
problemas financieros del gobierno, en lo que tuvo notable éxito. Para fines de
1795 pudo proclamar que la tesorería había rendido suficientes ingresos tanto
para cumplir con sus obligaciones dentro del virreinato como para enviar por

su memoria sobre el Nuevo Reino de Granada", AEA, vol.8 (1951). pp. 185-204.
637 AGI Santa Fe 638, Ezpeleta a Valdés, noviembre 19, 1789 (no. 79).
638 AGI Santa Fe 639, Ezpeleta a Valdés, junio 19, 1790 (no. 266).
primera vez un excedente a España. 639 Según Ezpeleta, esto se había logrado
simplemente con una administración más atenta y una estricta economía. Se
ufanó de que bajo su tutela, el tribunal de cuentas de Bogotá se había convertido
en un instrumento más eficaz de control financiero. No sólo había despejado la
acumulación de cuentas retrasadas sino que también había ejercido un escrutinio
más estrecho de las terorerías provinciales. 640 También se habían hecho ahorros
reduciendo los gastos militares y las milicias del interior.641

Aunque la reorganización fiscal había por fin producido los resultados deseados, la
estabilidad de las finanzas de la colonia todavía era precaria. Tan pronto reunió
Ezpeleta un pequeño excedente tuvo que desviarlo, por la nueva guerra con
Inglaterra de 1796, para usos militares en Cartagena, de modo que nunca llegó a
España. No obstante, la tesorería colonial no cayó de inmediato en déficit bajo las
presiones de la guerra. Para el momento, por el contrario, en que concluyó la Paz
de Amiens en 1802, el virrey Pedro de Mendinueta había acumulado un millón y
medio de pesos para remitir a España y, además, había subsidiado en casi medio
millón de pesos las tesorerías de Caracas y de Maracaibo, y al comandante
francés de Santo Domingo. Mendinueta atribuyó esta proeza a las medidas

««Página 340»».

tomadas por Ezpeleta, a su propio ahínco por hacerlas cumplir y al cuidado que
había puesto en lograr que los gastos extraordinarios no superaran límites
tolerables. Su principal tarea había sido la de frenar rigurosamente los gastos de la
caja, puesto que sus entradas no se vieron demasiado afectadas como resultado
de la guerra. La interrupción del comercio con España redujo el producto de las
aduanas, pero no perjudicó seriamente las rentas totales de la tesorería porque el
aumento de los ingresos por la venta de aguardiente de producción doméstica

639 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 379, 384.


640 Ibid., p. 369.
641 Ibid., pp. 393-394.
compensó casi exactamente la caída en los derechos de aduana. 642 Pero si las
finanzas del virreinato soportaron inicialmente las presiones de la guerra, a largo
plazo el gobierno colonial encontró cada vez más difícil cumplir con sus
obligaciones. Para 1808, por cierto, su tesorería estaba tan agotada que no estuvo
en capacidad de pagar los salarios de algunos de sus empleados. 643 Para
entonces, sin embargo, las dificultades financieras de las administraciones
coloniales eran sólo un aspecto de una crisis de dimensiones muchísimo mayores,
porque cuando Napoleón capturó la monarquía de los Borbones en 1808, puso en
tela de juicio la legitimidad misma del gobierno colonial y anunció su caída.

LOS LÍMITES DE LA REFORMA BORBÓNICA

Durante todo el siglo de reinado de los Borbones, el gobierno español sin duda
logró mucho en la Nueva Granada. Bajo la administración virreinal, la débil y
disminuida autoridad heredada de los postreros Habsburgos fue reemplazada por
un sistema de gobierno más firme más centralizado; la exhausta tesorería fue
restaurada gracias a una reconstrucción acumulativa de su sistema fiscal, y el
aumento de los ingresos del Estado financió mejoras en la administración de la

««Página 341»».

colonia y en sus defensas contra ataques externos. Pero aunque la Nueva


Granada estaba gobernada con más firmeza y sus habitantes obligados a
contribuir en mayor medida para financiar el gobierno y sus defensas, no
deberíamos sobrestimar la eficacia de la reforma borbónica.

En primer lugar, la reforma del gobierno colonial se detuvo antes de alcanzar el


grado a que llegó en otras colonias, porque la rebelión de los comuneros en 1781
evitó la puesta en práctica del sistema de intendencias, punto clave de los planes

642 Para la relación de Mendinueta de las finanzas coloniales durante su perle en el


cargo, véase ibid., pp. 525-531.
643 AHNC Consulados, tomo 4, folio 797.
de José Gálvez para reestructurar el gobierno de las Américas. Por ello, al
terminar el siglo, el gobierno de la Nueva Granada conservaba todavía la forma
que había asumido más de cincuenta años antes, cuando fue reinstaurado el
virreinato en 1739. Los logros reformistas borbónicos en las esferas de la
economía y de las finanzas del gobierno también fueron ambiguos. El comercio
exterior se incrementó, pero en una proporción menor a la de otras colonias; fue
poco lo que lograron las intervenciones del gobierno en la economía para
estimular la producción de artículos de exportación, y el comercio español,
desafiado por intrusos, siguió siendo incapaz de monopolizar los mercados de la
colonia. Y, finalmente, el crecimiento de las finanzas gubernamentales no alcanzó
a satisfacer las expectativas de Madrid. Los ingresos crecieron enormemente
desde mediados del siglo, a un ritmo particularmente rápido después de las
reformas de la visita general. Pero los cambios no produjeron un superávit fiscal,
disponible para su traslado a España. Hasta la visita general de 1778 a 1783, la
Nueva Granada importaba más rentas impositivas de las que exportaba. En 1774,
según Tomás Ortíz de Landázuri, de la Contaduría General española, la defensa
de Cartagena todavía era subsidiada por Quito en un monto de cerca de 400.000
pesos anuales.644 Después de la visita, el virreinato se hizo más independiente
financieramente y sus ingresos aumentaron constantemente, pero aun así no
enviaba fondos a España en remesas de ingresos impositivos.

««Página 342»».

Al recordar la historia del virreinato en 1789, Francisco de Silvestre observó que la


mayor parte de las fuentes de ingresos habían aumentado su rendimiento, sobre
todo los monopolios reales; sin embargo, también anotó que los mayores gastos
para el ejército y empleados de la administración fiscal dentro del país indicaban
que las rentas apenas alcanzaban para cubrir los costos. 645 Los propios informes
de los virreyes también muestran que no se hizo ninguna transferencia de
impuestos hasta el puro final del siglo XVIII, y entonces sólo en las contadas
644 AGI Santa Fe 552, Tomás Ortíz de Landázuri, Madrid, febrero 28, 1774.
645 Silvestre, Descripción, pp. 64-65.
ocasiones en que emergencias fiscales de la metrópoli ocasionaron intensos
esfuerzos para exprimir a las colonias en busca de fondos. Por lo tanto es
imposible sostener la hipótesis de que las transferencias de impuestos borbónicas
distorsionaron el desarrollo económico de Colombia a fines de la colonia,
convirtiendo al país en un exportador de capital y privándolo de metálico. 646 De
hecho, los virreyes fallaron en su intento de transferir un superávit fiscal a la madre
patria, de modo que después de un siglo de dominio borbón la Nueva Granada
aún estaba lejos de ser una colonia rentable y eficientemente explotada para
beneficio de la monarquía. Peor todavía fue la circunstancia de que los
relativamente modestos resultados de las reformas borbónicas se consiguieron a
un considerable costo político. Porque como veremos en el próximo capítulo, los
esfuerzos reformistas de la corona desequilibraron la balanza de la sociedad
política neogranadina y en última instancia perjudicaron la autoridad que
supuestamente debían promover.

««Página 343»».

PARTE IV
GOBIERNO Y POLÍTICA

««Página 344»».
Página en blanco

««Página 345»».

9
EL PODER, LA POLÍTICA
Y LA PROTESTA

De todas las influencias en el desarrollo de la vida política de la Nueva Granada


durante el siglo XVIII, las políticas borbónicas son las más obvias. Hemos visto la
forma como, a lo largo del siglo, los ministros borbones trataron de fortalecer la
autoridad real y de perfeccionar el dominio de España sobre los recursos de la
región con diferentes grados de intensidad y de éxito. La primera coyuntura de la
reforma borbónica en la Nueva Granada, de 1717 a 1723, fue ineficaz, si no

646 Para esta hipótesis, véase McGreevey, Economic History of Colombia, pp. 26-27.
enteramente fútil. Sin embargo, abrió el camino para una segunda coyuntura de
reorganización administrativa y comercial entre 1739 y 1740, de la cual emergió la
Nueva Granada con una nueva estructura de gobierno, bajo el mando de los
virreyes, y un nuevo esquema de comercio exterior, llevado a cabo por barcos
sueltos registrados. Luego, después de un largo período de reforma fragmentaria y
gradual, en 1778 el gobierno de Carlos III inauguró la tercera y más radical
coyuntura reformista, cuando como resultado de la visita general de 1778 a 1783
se puso en práctica en la región el nuevo programa colonial de Gálvez.

Tres principales etapas de reforma durante el siglo XVIII alteraron, por lo tanto, el
sistema político de la Nueva Granada.

En la primera, la corona reforzó la autoridad real, pero fracasó en su intento de


reorganizar su sistema de gobierno. En la segunda, Madrid estableció un gobierno
virreinal permanente, que robusteció las redes del dominio real en la Nueva
Granada al instalar una

««Página 346»».

Fuerte autoridad en el corazón del territorio. En la tercera, el gobierno de Carlos III


adelantó el programa de reforma más radical de los Borbones, con proyectos para
incrementar el comercio colonial, reestructurar la administración virreinal, frenar la
influencia criolla en el gobierno y crear mecanismos más amplios y eficientes para
explotar el potencial fiscal del territorio. Hemos visto que estas reformas
alcanzaron los objetivos básicos de los Borbones: mejoraron el comercio con
España, fortalecieron la defensa y la administración y expandieron las finanzas de
las que dependía el gobierno español. ¿Pero qué sucedió con sus repercusiones
políticas dentro de la misma Nueva Granada? ¿Produjo la política de
racionalización financiera y administrativa borbónica un estilo de gobierno más
autoritario y absolutista, que rompió las normas políticas tradicionales y privó a los
súbditos coloniales de las libertades y derechos de los que hasta entonces habían
gozado? ¿Cuáles fueron las principales causas y fuentes de la oposición a la
política borbónica, y qué influencia recíproca tuvieron con las tensiones y
conflictos de la sociedad colonial? ¿Y cuál fue, finalmente, el significado de la
insurrección contra la política borbónica que convulsionó el centro de la Nueva
Granada en 1781, cuando los comuneros se levantaron contra las reformas del
visitador general? Para examinar estos puntos, empezaremos por ver en tres
formas el contexto político de la Nueva Granada antes de la visita general: al
mostrar cómo afectaron la vida política los cambios de límites e instituciones del
gobierno, al esbozar la distribución del poder dentro del sistema político, y al
definir los procedimientos y actividades a través de los cuales comprendían y
definían los súbditos coloniales sus relaciones con el Estado. Luego, en el resto de
este capítulo, examinaremos el estallido de la crisis política durante la insurrección
de los comuneros de 1781, y sus implicaciones para el gobierno colonial.

««Página 347»».

LAS ESTRUCTURAS DEL PODER

La principal alteración de la estructura formal del gobierno de la Nueva Granada


durante el siglo XVIII fue el establecimiento en 1739 del segundo, y éste sí
permanente, virreinato de la Nueva Granada, que parece haber sumido a la
colonia dentro de un sistema administrativo más amplio, porque en teoría la
jurisdicción del virrey era de dimensiones sumamente grandes, ya que cubría los
territorios ocupados hoy por las repúblicas de Colombia, Venezuela, Panamá y
Ecuador. En la práctica, sin embargo, el poder del virrey no se extendía
parejamente sobre todas estas regiones, y la Nueva Granada fue el área que
sintió con más fuerza los efectos del gobierno virreinal. En primer lugar, la mayor
parte de Venezuela estaba bajo una autoridad separada, conferida a un capitán
general en Caracas que respondía directamente ante Madrid. Un gobierno
eclesiástico autónomo, con obispo en Caracas, y después de 1786 una audiencia
separada también, con sede en Caracas, fortalecían aún más la autonomía e
identidad peculiares del área. Quito también retuvo un alto grado de autonomía y
de identidad propia, a pesar de su subordinación formal a los virreyes de la Nueva
Granada. Conservó una audiencia con un presidente (posteriormente un regente),
que también era comandante en jefe de las fuerzas militares dentro de su
jurisdicción; tuvo una administración fiscal independiente desde mediados de la
década de 1770, y en asuntos eclesiásticos formaba parte de la arquidiócesis de
Lima, no de la de Santa Fe.

Es claro entonces que el establecimiento del virreinato no sumió a la Nueva


Granada dentro de una unidad política mayor, donde habría perdido su identidad
propia. Los antiguos límites administrativos permanecieron, por el contrario, sin
mayor alteración, como sucedió con las identidades y lealtades que habían
alimentado. Tanto Quito como Venezuela siguieron siendo unidades de gobierno
diferentes y en gran parte autónomas, aún muy diferenciadas entre sí y de la
Nueva Granada, aunque estuvieran ahora bajo la autoridad

««Página 348»».

global del virrey en Santa Fe de Bogotá. En cuanto a la audiencia de la Nueva


Granada, también era más o menos la misma que antes de la reinstauración del
virreinato. La audiencia se extendió hasta cierto punto, por la suma a su
jurisdicción de las tres provincias de Venezuela y de las provincias que hasta
entonces habían estado bajo la jurisdicción de la audiencia de Panamá, que fue
suprimida en 1752. Pero como estas eran áreas escasamente pobladas de poco
peso político y económico, su incorporación a la Nueva Granada no causó ningún
cambio en el carácter socioeconómico o en el equilibrio del poder político de la
región. Como máximo, significó que aumentaron las responsabilidades de las
tesorerías provinciales en la audiencia de la Nueva Granada, porque ahora tenían
la responsabilidad de los costos de defensa de los territorios fronterizos del
Orinoco. De manera que la creación del virreinato no alteró sustancialmente las
líneas de la división administrativa, ni alteró en mayor medida los sistemas de
gobierno en las áreas que reunió bajo la autoridad nominal del virrey en Santa Fe
de Bogotá.
Aunque el virreinato no modificó mayor cosa los límites políticos, la presencia de
un virrey en Santa Fe sí colocó a las audiencias de Quito y de la Nueva Granada
bajo una autoridad más fuerte, pues los virreyes ejercían mayor poder y gozaban
de más prestigio que los presidentes de la audiencia que anteriormente habían
ocupado los más altos puestos del gobierno. En palabras de un funcionario
borbónico, el virrey en Santa Fe llenaba el papel de "un jefe que representaría la
persona del Soberano... sería superior a todos, y vigilaría a todos los demás
magistrados y gobernadores, como ha sucedido en el Perú y en Nueva España
desde principios de la conquista, permitiendo que ambos reinos florecieran..." 647

En el cumplimiento de estas funciones, los virreyes tenían más efecto en la Nueva


Granada que en Quito. Pues aunque el tribunal de la audiencia de Quito era
responsable ante el virrey en Bogotá,

««Página 349»».

Quito no era fácilmente controlable desde allí. Esto era en parte por la distancia, y
en parte por una cuestión de diferencias sociales y económicas. Tradicionalmente,
Quito había mirado más hacia el Perú que hacia la Nueva Granada y, aunque sus
lazos económicos con ésta se fortalecieron en el siglo XVIII, ni la economía de
montaña de Quito ni la costera de Guayaquil dependían de los circuitos
comerciales de la Nueva Granada. La sociedad andina quiteña también era muy
diferente, pues dependía de una base de comunidades indígenas mucho más
fuerte que en la sociedad predominantemente mestiza de la Nueva Granada. Y,
por último, Quito siguió mirando como siempre hacia Lima, en cuanto centro de
una sociedad y un gobierno hispánicos de más fácil acceso (por mar desde
Guayaquil) que Bogotá, entre montañas y en el interior del país. La Nueva
Granada, en contraste, sintió la presencia del virrey con mucha más inmediatez,
pues vivía en su territorio y tenía responsabilidades directas en el gobierno, las

647 Silvestre, Descripción, pp.9-10


finanzas y la defensa de un área que se extendía entre Pasto y Cartagena. En dos
aspectos la presencia del virrey fue importante para el desarrollo político de la
Nueva Granada. En primer lugar, realzó la importancia de Bogotá en relación con
otras ciudades de la región, al fortalecer su papel como centro de una estructura
administrativa; en segundo lugar, la existencia de esta estructura, concentrada en
Bogotá, estimuló a funcionarios de la corona y a las élites criollas a pensar en el
territorio que cubría las provincias de la audiencia de la Nueva Granada y de la
provincia de Popayán como un país, gobernado desde una única capital.

El cambio fue lento, sin embargo. Fuera de ciertos ajustes a la norma de las
audiencias, otras divisiones administrativas permanecieron intactas. Como
también las antiguas instituciones de gobierno heredadas de los Habsburgos. En
el nivel superior del gobierno estaban las audiencias de la Nueva Granada y de
Quito, que actuaban como suprema autoridad judicial en todas las provincias y
que compartían con el virrey algunas de sus responsabilidades en el gobierno civil.
Después de 1739, la Nueva Granada se convirtió en una

««Página 350»».

Audiencia “pretorial” del virreinato y los oidores actuaron como el consejo


consultivo del virrey. La audiencia estaba compuesta por cuatro oidores y un fiscal,
y su principal función era judicial. Sus magistrados eran los principales
funcionarios judiciales de la colonia, y constituían tanto la corte superior de
apelaciones para casos civiles y penales en toda la jurisdicción de la audiencia,
como el tribunal de primera instancia para “casos de corte”, o penales, en la
ciudad de Bogotá y su jurisdicción. Los casos judiciales eran entonces prerrogativa
de la audiencia. Los virreyes, sin embargo, tenían derecho de supervisar los actos
de los oidores para garantizar que la justicia se administrara correctamente y,
hasta que Gálvez se convirtió en ministro de las indias, también podían destituir a
los oidores que causaran escándalo o se comportaran de forma que amenazara el
orden público. Bajo este primer nivel del gobierno, dos estructuras administrativas
principales estaban bajo el mando del virrey. Una era la red de gobiernos
provinciales, compuesta por unidades territoriales por lo general conocidas como
“gobiernos”, la mayor parte de los cuales habían sido creados por los
conquistadores españoles durante el siglo XVI. En el siglo XVIII existían once
provincias de estas características en el territorio de Colombia, de muy variado
tamaño, población e importancia política. La costa caribe estaba dividida entre el
gobierno de Cartagena, de importancia estratégica para la defensa y el comercio
de la Nueva Granada, y la provincia de menor importancia de Santa Marta, que
con su subprovincia de Rio Hacha cubría una gran área escasamente poblada, en
buena parte frontera india. La mitad occidental del país se dividía en dos
provincias principales, la del Chocó en la costa del Pacifico y la de Antioquia en el
interior. Ambas eran ricas en minerales y pobres en población; el choco era
simplemente una serie de poblamientos de frontera muy al margen de la vida
política y social de la Nueva Granada. En el centro de Colombia estaba el corazón
de su sociedad y de su vida política, que se concentraba sobre todo en los
gobiernos de Santa Fe y de Girón y en el gran corregimiento de

««Página 351»».

Tunja. Estas eran las provincias más pobladas del Nuevo Reino y, en cuanto
capital virreinal, Santa Fe era el meollo de su gobierno. Bordeando estas
provincias de tierra fría estaban las de tierra baja de Mariquita y de Neiva, que
cubrían el valle medio y alto del Magdalena, y hacia el oriente se encontraba la
vasta y muy poco poblada provincia de los Llanos. En última instancia, casi toda la
mitad sur del país se hallaba bajo el enorme gobierno de Popayán, que incluía
subprovincias en Pasto y en Barbacoas, Iscuandé y Raposo, en la frontera minera
del Pacífico.

En su mayor parte originadas en el proceso de conquista durante el siglo XVI,


estas provincias eran muy hetereogéneas; no obstante, los lazos económicos
creados por el comercio interno (que anotamos en la parte II) se habían fortalecido
con las conexiones políticas. Todas estas provincias estaban dentro de la
jurisdicción de la audiencia de la Nueva Granada, excepto Popayán, que siguió
siendo parte de la audiencia de Quito. Todas, salvo Santa Fe, estaban regidas por
gobernadores que eran las más altas autoridades políticas y judiciales en sus
respectivas regiones, si tenían el rango de capitanes generales. La mayor parte de
los gobernadores eran nombrados directamente por el rey, y únicamente con el
derecho de hacer nombramientos en tres gobernaciones, los virreyes tenían poder
e influencia política limitados en este nivel secundario del gobierno. Por otro lado,
tenían el poder de aprobar los nombramientos de los vicegobernadores que
representaban a los gobernadores en las subprovincias, así como el de los
regidores que supervisaban el gobierno de los indios. 648Con la excepción de
Popayán, entonces, las provincias de la Nueva Granada habían sido unidas en
una entidad vaga, en cuanto partes de la audiencia de la Nueva Granada, y los
virreyes reforzaron esta unidad. Además, durante el siglo XVIII, Popayán se unió
más estrechamente a las estructuras económicas y políticas de la Nueva Granada,
porque su comercio de oro incrementó el inter-

««Página 352»».

cambio con las provincias neogranadinas y su gobernador militar fue puesto bajo
el comando del virrey en Bogotá.

La otra estructura principal del gobierno bajo el mando del virrey era la Real
Hacienda, o tesorería colonial. El centro de esta administración fiscal tenía su
sede en Bogotá, en el Tribunal (o Corte Suprema) de Cuentas. Esta corte
supervisaba las "cajas reales" de provincia, las tesorerías reales regionales que
invariablemente quedaban en las capitales provinciales y por lo general estaban
bajo la responsabilidad de dos "oficiales reales", uno tesorero, el otro contador.
Desde las capitales, estos oficiales eran responsables de la recolección de
impuestos y cuentas de las subtesorerías ("cajas sufragáneas") en su jurisdicción,
que por lo general, aunque no siempre, coincidía con los límites del gobierno

648 Ibíd., pp. 12-63


provincial.649La estructura de la administración fiscal formó otra base para la
integración de las provincias en una unidad mayor, pues todas las tesorerías
provinciales eran supervisadas desde Bogotá. La responsabilidad general por todo
el sistema de administración fiscal estaba en manos del virrey, quien presidía la
Junta Superior de Real Hacienda, un comité compuesto por el contador del
Tribunal de Cuentas y por los oficiales reales de Bogotá, además de un oidor de
alto rango y el fiscal de la audiencia. También asumieron los virreyes durante el
siglo XVIII la responsabilidad de otro, creciente elemento del campo fiscal: el de
los monopolios reales que, a finales del siglo, produjeron una proporción cada vez
mayor de los ingresos de la corona. También esto tendió a reunir las provincias
bajo el gobierno de Bogotá, porque todas las nueve "administraciones principales"
del monopolio del tabaco, y todas las doce para el manejo del estanco de
aguardiente, eran responsables ante el gobierno central de la capital. 650

En el nivel regional, en las ciudades, pueblos y aldeas, varias agencias compartían


el gobierno civil. Donde había un gobernador

««Página 353»».

o su diputado, éstos cumplían un papel primordial en el gobierno local;


implementaban los mandatos de las autoridades superiores, mantenían el orden y
dispensaban justicia. Pero en las ciudades pequeñas que constituían las células
de la sociedad hispánica, los habitantes mismos ejercían el gobierno civil a través
de la institución del cabildo, o corporación municipal.

Los cabildos sólo se instituyeron en ciudades o villas, y sus funcionarios tenían


jurisdicción sobre grandes tierras adyacentes al área urbana. Varias de las
primeras ciudades de la Nueva Granada, sobre todo aquellas en las viejas zonas
mineras, habían decaído mucho durante el siglo XVIII, y como era lógico sus
débiles concejos municipales gobernaban sólo reducidas y decrecientes

649 Oscar Rodríguez, "Anotaciones al funcionamiento de la Real Hacienda en el Nuevo Reino de


Granada", ACHSC, vol. II (1983), pp. 83-85.
650 Silvestre, Descripción, pp. 63-64.
poblaciones. Se fundaron nuevas ciudades, como San Gil y Medellín a finales del
siglo XVII, y Socorro a fines del XVIII, trayendo así nuevas áreas bajo el gobierno
local de los cabildos. En general, sin embargo, el desarrollo del gobierno municipal
no se había dado al mismo ritmo del crecimiento de la población y de sus
desplazamientos, y esto, añadido a lo disperso de los asentamientos rurales,
significaba que la tutela del gobierno era más bien tenue en grandes áreas de la
Nueva Granada.651

El gobierno municipal hispánico incluía dos clases de funcionarios: los regidores o


concejales municipales y los "alcaldes ordinarios" o magistrados de primera
instancia.652El número de regidores variaba según el tamaño de la ciudad, pero por
lo general eran entre cuatro y doce, con uno o dos alcaldes. Los primeros eran
nombrados

««Página 354»».

por la corona y sus cargos eran casi siempre adquiribles por compra: los segundos
eran funcionarios elegidos, escogidos cada año por los regidores. Los alcaldes
eran el elemento más activo del gobierno local, pues su función básica era
mantener la ley y el orden. Cuando las jurisdicciones urbanas eran grandes,
podían a su turno nombrar diputados para actuar en su nombre en las aldeas y
parroquias de las áreas circundantes.653
El sistema de gobierno en manos de los funcionarios reales y municipales
dependía en grado considerable de la buena voluntad de los ciudadanos, porque
la corona no tenía mayor fuerza pública para imponer su voluntad en las regiones.

651 Esto lo demuestran ampliamente informes de los párrocos a principios del siglo XVIII,
resumidos en Virginia Gutiérrez de Pineda, La familia en Colombia, vol. I (Bogotá, 1963), pp. 307-
359.
652 La descripción más completa del cabildo hispanoamericano como institución, con un resumen
de sus carácter y de sus responsabilidades, se encuentra en Constantino Bayle, Los cabildos
seculares en la América española (Madrid, 1952), especialmente en las pp. 101-324; John Preston
Moore, en The Cabildo in Perú under the Habsburgs (Durnham, North Carolina, 1954), pp. 77-114,
nos ofrece un resumen más conciso. No hay una obra comparable sobre el cabildo neogranadino.
653 J.M. Ots Capdequí, Nuevos aspectos del siglo XVIII en América (Bogotá, 1946) pp. 9-37;
Marzahl, Town in the Empire, pp. 35-73.
Las fuerzas armadas regulares se concentraban en la costa caribe, donde estaban
acantonados destacamentos de infantería y artillería para la defensa contra
agresiones extranjeras de Cartagena, Panamá, Santa Marta y Río Hacha. De
aquellas ciudades, Cartagena contaba con la mayor concentración de soldados
profesionales. Antes de que se reinstituyera el virreinato, su guarnición rara vez
tenía el personal suficiente, y el número de soldados era de más o menos
trescientos. Durante la década de 1750, la guarnición fue reforzada hasta llegar a
quinientos o seiscientos hombres, y para 1772 contaba con 800 soldados de
infantería y artillería.654Santa Marta, entre tanto, tenía tropas regulares de menos
de 200 hombres y Río Hacha era un puesto militar fronterizo aún más pequeño.
En el interior, las fuerzas regulares eran insignificantes. Antes de 1785, lo que más
se acercaba a unas fuerzas militares regulares internas consistía en una compañía
de unos cincuenta hombres de infantería en Popayán y en un destacamento de
cincuenta soldados de caballería y de setenta y cinco alabarderos que actuaban
como guardia del virrey en Bogotá. 655Así que durante la mayor parte del siglo
XVIII, la concentración de tropas

««Página 355»».

en la Nueva Granada era relativamente baja, y como todas estaban a muchos días
de distancia de los principales centros de población, el gobierno no podía confiar
en una movilización rápida o sustancial de fuerzas profesionales para sostener su
autoridad en el interior. El virrey podía convocar milicias locales para su defensa
contra ataques extranjeros o para mantener el orden local. Pero las unidades de
milicias estaban tan desorganizadas y pobremente armadas que, a finales de la
década de 1770, eran "mucha más sombra que sustancia". 656El empleo de las
milicias dependía en cualquier caso de la lealtad de los súbditos del rey, en
particular de los notables de cada lugar. Si éstos optaban por ignorar o
desobedecer un llamado oficial a la acción, las autoridades no disponían de los
medios para forzarlos. La lealtad de las élites criollas era entonces indispensable
654 Marchena Fernández, La institución militar, pp. 71, 82-98, 145-158.
655Kuethe, Military Reform and Society in New Granada, pp. 11, 191-192
656 Ibíd., p. 43.
como apoyo del gobierno colonial, y para comprender el funcionamiento de éste
debemos examinar, bajo su maquinaria puramente burocrática, las redes
informales de influencia que operaban en los niveles regionales y locales. Pues en
cada una de las economías regionales había pequeños grupos de familias
terratenientes, mineras o comerciales que se habían enriquecido a lo largo de
varias generaciones y que, en razón de su posición social y poder económico,
ejercían gran influencia en los asuntos de sus comunidades.

EL GOBIERNO Y LAS ÉLITES

En el sistema hispánico de gobierno, el poder estaba teóricamente en manos de la


corona, que nombraba funcionarios para gobernar por medio de una jerarquía
burocrática. Los súbditos coloniales no disponían de otra institución representativa
fuera del cabildo, la corporación municipal escogida por los vecinos para
representar sus intereses y manejar los asuntos de sus ciudades. En teoría, la
diferencia entre estas formas de gobierno civil era nítida. Los primeros

««Página 356»».

colonizadores habían quedado a cargo de sus asuntos diarios por medio de


concejos dirigidos por vecinos destacados, mientras que el gobierno real se
superponía a esta red de gobiernos locales y, a través de un cuerpo burocrático
nombrado por el rey, impartía justicia, reclamaba y cobraba impuestos y arbitraba
entre demandas en competencia. La corona, sin embargo, podía intervenir en los
gobiernos municipales si optaba por hacerlo. Según la ley, los gobernadores del
rey presidían el cabildo y podían escoger sus funcionarios, mientras que la corona
también tenía el poder, que usó cada vez con más frecuencia, de asignar cargos
vendibles en los cabildos a personas favorecidas por ella. Pero si la intención del
gobierno colonial era conceptualmente absolutista, en la práctica el gobierno real
estaba restringido por las dificultades para el control y financiamiento del aparato
administrativo de su vasto imperio. Por faltarles tanto un cuerpo burocrático
enteramente profesional como un ejército permanente, los Habsburgos
mantuvieron su autoridad más con la conciliación que con la coacción. Poderoso
en teoría, el Estado Habsburgo era débil en la práctica. La corona dejó el gobierno
en manos de funcionarios interesados ante todo en su propio pecunio y que, al
establecerse y casarse en América, se integraban a la sociedad colonial; al mismo
tiempo, sucesivos reyes cedieron su autoridad a los criollos al venderles cargos a
cambio de dinero. La estructura del gobierno colonial estaba, entonces, ocupada
por funcionarios de la corona que perseguían su interés propio y que, al hacer
alianzas locales con los criollos, se hacían tan sensibles a los intereses de la
colonia como a los de la corona. El gobierno colonial era, esencialmente, un
compromiso entre la soberanía absoluta reclamada por la corona española y los
intereses de las élites criollas que dominaban las sociedades locales y regionales.

En las postrimerías de la Nueva Granada colonial, la influencia de las élites criollas


se refleja con más claridad en Santa Fe de Bogotá. La ciudad había jugado un
papel importante en el gobierno de la Nueva Granada desde cuando se convirtió
en la capital de la audiencia de Santa Fe en 1550, y en el siglo XVIII adquirió
mayor

««Página 357»».

perfil político al convertirse en capital del virreinato. En cuanto sede del virrey y de
la audiencia, Bogotá era a la vez el centro administrativo del poder ejecutivo
español y el núcleo de la administración judicial y fiscal; en cuanto residencia de
los arzobispos de Santa Fe y mayor centro educativo de la colonia, también
albergaba el más numeroso cuerpo clerical y sus principales instituciones
educativas. Ambos papeles les brindaban a las familias de la élite santafereña la
posibilidad de participar en los asuntos del gobierno, al aprovechar oportunidades
que consideraban suyas por derecho de nacimiento.

La élite de la capital se basaba en un núcleo de familias terratenientes que se


proclamaban descendientes de los conquistadores, tenían grandes propiedades
en las afueras de Bogotá, asumían cargos en la Iglesia y el gobierno coloniales, y
se casaban con altos funcionarios de la península. Aunque no eran muy ricos ni
tenían títulos aristocráticos, los miembros de esta élite criolla se consideraban
"nobles" que, en razón de su linaje y de su posición social, merecían una cuota
privilegiada en las prebendas y actividades del gobierno. Su concepto del orden
social y de su lugar en él se refleja en la Historia y Genealogías deste Nuevo
Reino de Granada de Flórez de Ocáriz, libro publicado en 1672. Su autor, un
inmigrante peninsular que sostenía ser miembro de la clase alta santafereña por
descender de un conquistador de la Nueva Granada, intentó establecer la
identidad de la nobleza colonial de Bogotá, sus orígenes y atributos, y sus
responsabilidades y derechos en el Estado colonial. 657

En el meollo del tratado de Flórez de Ocáriz había tres proposiciones básicas: la


primera, que la sociedad se dividía entre nobles y plebeyos; la segunda, que la
nobleza de Bogotá estaba compuesta por aquellos que descendían de los
conquistadores que habían fundado la colonia, y la tercera, que los nobles debían
ocupar una

««Página 358»».

posición de relieve en la sociedad y surtir las dignidades y cargos del Estado, bajo
el auspicio de la corona. Estas proposiciones constituían una visión perfectamente
ortodoxa del orden social tal como era concebido en España, y parecen haber
reflejado la práctica en la Nueva Granada. Durante los siglos XVI y XVII, la
condición social de la nobleza santafereña se sostuvo, por lo menos en parte,
gracias a recompensas de la corona, en forma de posiciones de privilegio ante la
ley, y en las instituciones y actos ceremoniales de la Iglesia y del Estado. 658Sin
embargo, aunque la nobleza esperaba que la corona apoyara su situación social y
recompensara sus servicios, no era un simple recipiente pasivo de un patrocinio.
La nobleza era incompatible con la pobreza y, para ser reconocidas, las familias

657 Estas observaciones se extrajeron de Juan A. y Judith E. Villamarín, "The Concept of Nobility in Colonial
Santa Fe de Bogotá", en Karen Spalding (ed.), Essays in the Political, Economica and Social History of
Colonial Latin America (Newark. Delaware, 1982), pp. 125-150.
658 Ibíd. pp. 140-141.
nobles tenían que ser lo bastante ricas para ostentar su situación social.

Guiadas por su deseo de preservar y demostrar su nobleza, los miembros de las


principales familias tuvieron que desarrollar estrategias económicas y políticas
para conservar y aumentar su riqueza. Esto exigía la inversión estratégica de sus
recursos en diferentes formas. Debían acumular riqueza en empresas agrícolas,
mineras y comerciales para formar capital, no en el sentido moderno de la riqueza
empleada para acumular más riqueza, sino como una manera de demostrar y
apuntalar su situación social. La riqueza también facilitaba otras formas de
inversión igualmente vitales en las esferas sociales y políticas. El matrimonio en
otras familias prestantes o con apropiados inmigrantes españoles requería dotes
para las hijas; las donaciones a la Iglesia también eran parte esencial de la
estrategia de las familias, porque no sólo reforzaban su posición social, sino que
les facilitaban a los hijos acceso a los beneficios eclesiásticos. Otro elemento
esencial de la estrategia familiar era la capacidad de demostrar servicios a la
corona, ya fuera en expediciones militares, en el desarrollo de los recursos de la
colonia o con contribuciones

««Página 359»».

directas en efectivo; esto era necesario como medio para buscar futuras
recompensas.659 De este modo, la política de las élites se inspiraba en la creencia
de que la corona y la nobleza eran mutuamente dependientes, con reclamos
recíprocos entre sí, y la actividad política giraba en torno a la competencia por
tener acceso a las recompensas que ofrecían el Estado patrimonial y su Iglesia. La
política en Bogotá tenía, por lo tanto, un carácter parroquial, nepotista, con las
familias aristocráticas como unidades primordiales de organización y los cargos en
la Iglesia y el Estado como su principal objetivo.

Los peninsulares ocupaban los niveles más altos del gobierno de la Nueva
Granada. El virreinato también era para los españoles, y entre 1700 y 1758 la

659 Ibid., pp. 143-144.


mayor parte de los hombres nombrados como oidores y fiscales de la audiencia
había nacido en España. De treinta nombramientos hechos en ese período,
diecisiete fueron otorgados a peninsulares y sólo nueve a americanos españoles
(se desconoce el origen de los otros cuatro). Después del ascenso al trono de
Carlos III, el nombramiento de criollos en la audiencia de Bogotá se volvió
excepcional; entre 1759 y 1776, sólo hubo dos casos. Uno fue el del oidor quiteño
Romualdo Navarro, trasladado a Bogotá desde Quito; el otro fue el del
neogranadino Francisco Antonio Moreno y Escandón, quien fue nombrado fiscal
en 1771. De manera que, al contrario de las audiencias de México, Lima y
Santiago de Chile, donde los criollos asumían la mayor parte de los
nombramientos e incluso formaban mayorías criollas mediante la compra de
cargos, en la Nueva Granada éstos eran asignados con más frecuencia a
españoles.660

Lo anterior no evitaba que las familias criollas de la capital contribuyeran a su


propio gobierno. Los criollos ocupaban la mayor parte de los puestos menores y,
mediante contactos con los funcionarios peninsulares, ejercían no poca influencia
política informal.

««Página 360»».

Sabemos, por ejemplo, que a principios del siglo XVIII la familia Flórez estaba en
el centro de una red de poder informal en la capital, gracias a cargos de miembros
de la familia en la audiencia, la tesorería real y la catedral. 661Después del golpe
contra el presidente Meneses en 1715, la revelación de que dos de sus miembros
habían jugado papeles importantes en su deposición le costó a la familia su
posición en el centro del gobierno; después de la llegada del primer virrey en
1719, la familia Flórez nunca recobró su lugar. El arribo del primer virrey, por
cierto, causó un considerable rompimiento en la política local, porque el virrey
Villalonga trajo un séquito de parientes y subordinados para quienes había que

660 Burkholder and Chandler, From Impotence to Authority, pp. 221-227.


661 Germán Colmenares, "Factores de la vida política en el Nuevo Reino de Granada en el siglo XVIII (1730-
1740)", en Manual de historia de Colombia, vol. I, pp 395-400.
encontrar cargos dentro de la burocracia. Sin embargo, ni esto ni la reinstitución
del virreinato en 1739 parecen haber seriamente reducido la influencia criolla.
Pues aunque los criollos neogranadinos no tuvieron éxito en penetrar en la
audiencia tal como lo habían hecho sus pares en las capitales de México y del
Perú, sus alianzas con funcionarios españoles les dieron voz en el interior del
gobierno y una porción de los cargos de importancia. Muchos de los españoles
que ocuparon puestos en la audiencia de la Nueva Granada entre 1700 y 1758
residieron en Bogotá por más de diez años y, como resultado, probablemente
fueron integrados a la sociedad local. Si aceptamos, por cierto, la conjetura de
John Phelan según la cual el servicio de más de diez años tendía a volver
"procriollos" a los peninsulares, entonces la Nueva Granada se conforma más de
cerca a la norma hallada en otras audiencias americanas. Durante el período entre
1700 y 1758, dieciocho de los veintiséis oidores cuyos orígenes se conocen fueron
criollos o españoles cuya prolongada residencia en Bogotá los convertía en
procriollos662.

««Página 361»».
La manera como se formó una élite política mediante matrimonios entre
funcionarios españoles y familias criollas se refleja en dos familias santafereñas
fundadas en el siglo XVIII. La primera de éstas es la de los Lozanos, familia que
se originó en el español Jorge Miguel Lozano de Peralta, oidor de la audiencia de
Bogotá entre 1722 y 1729. El hijo mayor de Lozano se casó con la rica familia
criolla de los Caicedos y, de esta unión, heredó la hacienda más grande de la
sabana de Bogotá. Estas tierras les dieron a los Lozanos una sólida base
económica para sus pretensiones sociales; más tarde se convertirían en el
fundamento del vínculo que sostuvo al marquesado de San Jorge, título que
confirmó la posición de la familia a la cabeza de la aristocracia santafereña. Los
Lozanos, por supuesto, casaron con sus iguales sociales, de manera que
mediante matrimonios con otros nobles criollos y funcionarios españoles,
confirmaron y reforzaron su posición en el centro de la élite social y política de la

662 Phelan, The People and the King, pp. 12-13; también Phelan, "El auge y la caída de los criollos en la
audiencia de Nueva Granada, 1700-1781", BHA vol. I. pp. 597-618.
capital.663

La renovación de la élite por medio de matrimonios entre funcionarios


peninsulares y familias criollas también se demuestra claramente en el caso de la
familia Álvarez. Esta se basó en el matrimonio del español Manuel de Bernardo
Álvarez, fiscal de la audiencia desde 1736 hasta 1755, con María Josepha del
Casal y Freiría, hija de un funcionario gallego que había sido corregidor de Tunja y
teniente del capitán general de Santa Fe durante la década de 1730. 664De este
matrimonio, celebrado en Bogotá en 1738, sobrevivieron catorce hijos que a través
de sus matrimonios forjaron estrechos lazos con importantes miembros de la clase
alta peninsular y criolla de la capital. El hijo mayor, Manuel Bernardo Álvarez y
Casal, se convirtió en contador del Tribunal y Real Audiencia de Cuentas de
Bogotá, y

««Página 362»».

casó en la familia Lozano y Manrique, marqueses de San Jorge e importantes


propietarios de tierra criollos. 665Otro hijo, Ignacio Álvarez y Casal, se convirtió en
teniente gobernador de Pamplona, mientras que su hermano José casó en otra
importante familia criolla, los Suescún. 666De las nueve hijas del matrimonio Álvarez
Casal, seis casaron con funcionarios españoles con cargos en Bogotá. Para 1778,
por cierto, estos matrimonios significaban que cinco funcionarios de alto rango de
la audiencia y de la tesorería de Bogotá tenían relaciones de afinidad y
consanguinidad que contravenían las leyes atinentes a los lazos de sangre y de
matrimonio entre los funcionarios fiscales. De modo que, aunque los virreyes
tendían a pagar favores entre los miembros de sus séquitos traídos de España, el
establecimiento del virreinato no causó evidentemente mayor daño a las
oportunidades criollas de lograr acceso a cargos e influencia. Cuando el visitador

663 Phelan, The People and the King, pp. 70-71.


664 José Restrepo Sáenz, Biografía de los mandatarios y ministros de la Real Audiencia, 1671-1819
(Bogotá, 1952), pp. 460-461. Sobre las familias Casals y Freiría y Álvarez, véase José M. Restrepo Sáenz y
Raimundo Rivas, Genealogías de Santafé de Bogotá (Bogotá, 1928), pp. 17-23, 225-226.
665 Ibid., pp. 20-21.
666 Ibid., p. 19.
general de Carlos III llegó a Bogotá en 1778, el conjunto de relaciones creadas por
matrimonios entre criollos nobles y funcionarios de la audiencia y de la burocracia
fiscal había colocado a las principales familias santafereñas en una posición de
considerable influencia en el centro mismo del gobierno.

El otro medio mediante el cual las élites urbanas ejercían poder local era a través
de cargos en los concejos municipales. En Bogotá, el cabildo parecía una
institución moribunda a mediados del siglo. En 1749 el virrey Eslava se quejaba de
lo difícil que era vender regimientos en el cabildo; por lo general era necesario
nombrar regidores interinos para llenar los vacíos 667. Esto, sin embargo, no evitó
que el cabildo se convirtiera en un importante vehículo para los intereses criollos
en los años siguientes. Según el arzobispo virrey Caballero y Góngora, para fines
de la década de 1780 el cabildo de Santa Fe era, por cierto, un instrumento de la
oligarquía local y, en cuanto tal, se había convertido en un obstáculo para el buen
gobierno

««Página 363»».

de la capital. Observó que los alcaldes siempre eran escogidos entre las familias
más importantes de la ciudad y que, durante sus años en el cargo, su principal
preocupación era la de impedir cualquier acción que pudiera perjudicar sus
intereses personales o su posición social, en lugar de "gobernar la república" en el
interés general. Y añadió: "el partido de los hacendados... que controla el cabildo
de esta capital... contribuye a este desorden, puesto que por interés propio
subvierten el orden, perpetúan la ignorancia y la escasez, y en sus decisiones
oficiales, rechazan la reforma a favor de su personal ganancia... “ 668

En otros centros urbanos regionales, la élite formada por alianzas de familias


terratenientes criollas con funcionarios reales o comerciantes inmigrantes
dominaba también la vida política local. El estudio de Marzahl sobre la Popayán

667 AGI Santa Fe, 422, Consejo de Indias, julio 15, 1749".
668 AGI Santa Fe 552, Borrador de lo que pensó el Sr. Virrey representar a la Corte sobre elección de
Corregidor de Santa Fe...".
del siglo XVII muestra con claridad la forma como estas alianzas crearon una
aristocracia urbana en torno a un grupo gobernante que no sólo monopolizaba
posiciones en el cabildo sino que, mediante alianzas con el gobernador de la
provincia y con los funcionarios de la tesorería, alcanzaba cargos e influencia en la
administración de la provincia.669Allí, como en otras partes, el cabildo se convirtió
para las principales familias en el vehículo para perseguir sus propios intereses,
en lugar de ser una institución cuyos miembros tuvieran alguna pretensión de
representar los intereses de la sociedad local como un todo 670. Durante el siglo
XVIII algunos acaudalados comerciantes peninsulares ingresaron al cabildo, pero
el gobierno de la ciudad siguió en gran parte en manos de una reducida oligarquía
local dominada por cinco familias emparentadas cuya riqueza se basaba en la
minería.671El estudio de Colmenares sobre Cali, el otro importante centro urbano

««Página 364»».

de la provincia de Popayán, también muestra la manera como las familias


principales buscaron el control de los cargos del cabildo como signo de su
posición en la comunidad, reflejo de la riqueza y situación social de sus ocupantes,
al igual que como plataforma de influencia en la administración de la provincia.
Fue así como la familia Caicedo usó su riqueza obtenida en la minería chocoana
para alcanzar un papel dominante en el cabildo durante los primeros años del siglo
XVIII y, una vez afianzada, concentró sus esfuerzos políticos en combatir la
competencia de nuevas fortunas al copar los cargos del cabildo con parientes y
subordinados.672 En Medellín, donde los mineros y comerciantes más ricos
ocupaban los cargos de más prestigio, también había una fuerte relación entre la
riqueza y los cargos del cabildo. Según Ann Twinam, ocupaban sus cargos a
regañadientes, porque los puestos municipales no ofrecían ningún incentivo
económico, y sólo lo hacían para ostentar su situación social. 673 Aun así, la
669 Marzahl, Town in. the Empire, pp. 85-121.
670 Ibid, pp. 159-167.
671 Colmenares, Historia económica y social de Colombia: Popayán, vol. 2, pp 259-265.

672 Colmenares, Cali, pp. 143-154.


673 Twinam, Miners, Mechants and Farmers in Colonial Colombia, pp. 113-146.
ocupación de cargos tenía su aspecto atractivo, aunque sólo fuera en el sentido
negativo de que, al servir en el cabildo, los mineros y comerciantes más ricos de la
ciudad podían por lo menos asegurarse de que el gobierno local no cayera en
otras manos, potencialmente hostiles. Y también estaban, por supuesto, los
beneficios de la influencia política local para promover el interés propio, como lo
comprendió muy bien Francisco Silvestre, dos veces gobernador de Antioquia. Tal
como anotó en su informe sobre Antioquia de 1785, el control de la magistratura
local por aristócratas criollos y sus parientes peninsulares significaba que había
una ley para los ricos y otra para los pobres.674

Cuando se producían conflictos en la política local, invariablemente surgían de


camarillas personales o familiares, más que de divisiones sociales o ideológicas.
En Cali, durante el siglo XVIII, los mineros y los comerciantes se enfrentaron en
competencia por

««Página 365»».

Los cargos del cabildo y, como muchos de los comerciantes eran españoles
inmigrantes, sus disputas a menudo tomaban el aspecto de duelos políticos entre
criollos y peninsulares. Sin embargo, como en Popayán y Medellín, estos
conflictos locales no significaban que los criollos rechazaran la participación de los
españoles en la política. En estas ciudades la sociedad criolla absorbía con
presteza a los peninsulares, y cuando surgían rivalidades se producían más por el
enfrentamiento de clanes familiares que por cualquier antagonismo fundamental
entre criollos y españoles. Lo mismo es cierto de Cartagena, donde los oficiales
españoles que vinieron con la expedición militar de 1698 sentaron la base de una
nueva élite administrativa, comercial y social, y donde los comerciantes españoles
y los hacendados criollos se sentaban Lado a lado en el cabildo de la ciudad. 675 La
política de las élites, entonces, se entiende mejor en términos regionales. No

674 Silvestre, Relación, p. 188.


675 29. Carmen Gómez Pérez, "El Consulado de Sevilla y la formación de las oligarquías
en Cartagena de Indias a principios del siglo XVIII", pp. 330-348; Hermes Tovar Pinzón.
"El estado colonial frente al poder local y regional", Nova Americana (Turín, 1982), no.
5, pp. 49-52.
había una única "clase gobernante" u "oligarquía" criolla, consciente de intereses
comunes o capaz de acción conjunta; había en cambio redes familiares locales
que con frecuencia incorporaban españoles y que buscaban cargos e influencia en
sus ciudades como el mejor medio de preservar y extender sus empresas y
fortunas familiares.

LA POLÍTICA POPULAR

Si las actividades de las élites urbanas de la Nueva Granada del siglo XVIII
constituían el principal aspecto de la vida política, no copaban sin embargo los
límites del terreno político. Fuera de las principales ciudades y pueblos había una
cantidad de pequeñas poblaciones y aneas en las que los blancos pobres, los
mestizos y los indios también

««Página 366»».

participaban en la política local. Buena parte de esta política se superponía e


interactuaba con la pugna de individuos y familias por favorecer sus fortunas
mediante el monopolio de los cargos municipales. Pues, aunque los cargos del
cabildo no producían necesariamente recompensas económicas inmediatas, el
poder de los alcaldes de hacer cumplir la ley y de vigilar el orden público se podía
sin duda usar para sacar ventajas personales o familiares. Esta influencia, por
cierto, se extendía más allá del recinto urbano, porque los alcaldes no sólo
impartían justicia en el pueblo mismo, sino que anualmente nombraban tenientes
en las parroquias y aldeas distantes de su jurisdicción, lo cual les permitía formar
redes de clientes subordinados en las áreas rurales. Queda entonces fácil
imaginar la forma como las comunidades locales se podían politizar en torno a
bandos que competían por el poder en el nivel distrital. Si un bando lograba
hacerse al control del cabildo de un pueblo, colocaba a sus seguidores en los
villorrios y parroquias de la jurisdicción del pueblo, creando así una red de clientes
que podía utilizar para promover sus ambiciones personales.

El cargo de alcalde ordinario era de particular importancia en este aspecto, porque


los alcaldes escogían diputados para actuar en su nombre en las veredas. En
teoría, los candidatos para esos cargos tenían que ceñirse a ciertos criterios
ideados para garantizar que los nombramientos del gobierno fueran para blancos
respetables que gozaran de cierta posición social y económica en la comunidad. 2
para impedir la concentración de cargos locales en manos de una sola familia. Un
informe sobre la provincia de Vélez de 1751 sugiere. sin embargo, que los
alcaldes regionales descuidaban estos criterios en la selección de tenientes para
actuar en su nombre en parroquias rurales, pues escogían "personas tan
despreciables que carecían de espíritu o autoridad para todo". 676 En realidad, esto
probablemente quería decir que los alcaldes delegaban su mando a parientes y

««Página 367»».

clientes, para poder así sacarles provecho personal y familiar, lo que ciertamente
implicaba una propuesta hecha en 1773 para que los virreyes participaran en la
escogencia de magistrados locales, con el fin de evitar "la corrupción de los
alcaldes por la parcialidad que gobierna su elección en todas las ciudades del
virreinato".677

La competencia por los cargos municipales era una dimensión significativa de la


política colonial porque proporcionaba el terreno primario en el cual los ciudadanos
comunes adquirían experiencia en el gobierno y formaban actitudes políticas. La
selección de los funcionarios municipales generó una enérgica tradición de acción
pública en la cual el pueblo se ocupaba del gobierno, aprendía a actuar
colectivamente y expresaba al igual que desarrollaba ideas sobre sus derechos.
Margarita Garrido, basándose en evidencias sacadas de diferentes medios
locales, ha demostrado que aunque los criollos ricos podían manipular las
elecciones para fines personales, los vecinos comunes no eran de ningún modo
instrumentos pasivos de las élites locales. A menudo, por cierto, estaban
dispuestos a usar la ley para combatir el monopolio del poder y la opresión de las
camarillas, rechazar a los funcionarios que no contaban con apoyo local y
676 Ots Capdequí, Nuevos aspectos del siglo XVIII, p. 34.
677 Ibid., p. 34.
expresar descontento con los sacerdotes que cobraban demasiado por sus
servicios, tenían conducta inmoral o de otra manera descuidaban sus
responsabilidades. Los vecinos comunes también participaban en la política local,
al unir esfuerzos para mejorar la categoría de sus comunidades, por lo general
buscando que una parroquia se convirtiera en villa o un pueblo en ciudad, y a
través de esta actividad experimentaban un sentido de identidad y de comunidad
locales que superaba la división de clases y que les permitía pensar y actuar en
defensa de intereses colectivos678.

««Página 368»».

Otro elemento de la vida pública de la Nueva Granada, y señal adicional de una


activa cultura política popular, se halla en los diferentes disturbios civiles que,
como resultado de procesos penales, figuran en los expedientes judiciales como
"tumultos", "levantamientos", "sublevaciones", "motines" y "rebeliones". La
investigación de tales incidentes sugiere que siempre eran hechos breves y muy
localizados, sin importancia fuera de los lugares en que ocurrían. No obstante, al
caracterizarse por formas de conducta discriminatorias, se inspiraban en un
concepto de interés comunitario y los sostenía el sentido de que, bajo ciertas
condiciones, se justificaban vigorosas acciones ilegales, por lo que deben ser
vistos como elementos de una tradición política popular.679

Los desórdenes civiles asumían varias formas. La creación y cobro de impuestos


era uno de los motivos de la protesta colectiva. Cuando en 1740 el corregidor de
Tunja, por ejemplo, trató de cobrar en Vélez un préstamo de guerra de
emergencia, fue expulsado por los amotinados que rechazaron el empréstito y
aclamaron al alférez real de la ciudad como su líder. En la década de 1750 y a
principios de la de 1760, la ciudad de Ocaña vivió una serie de disturbios locales
cuando un funcionario de la tesorería demasiado entusiasta se disputó con el clero

678 32. Margarita Garrido de Payán, "La política local en la Nueva Granada, 1750- 1 10... ACHSC,
vol. 15 (1987), pp. 37-56; también, por la misma autora, "The Ptlitical Culture of New Granada,
1770-1815" (Tesis doctoral inédita, Universidad e Oxford, 1990), pp. 76-180.
679 Una presentación más detallada de este argumento se encuentra en McFarlane, "Civil
Disorders and Popular Protests in Late Colonial New Granada", pp. 17-54.
y la comunidad en torno al cobro del impuesto de ventas. A mediados de la década
de 1760, las demandas fiscales del Estado provocaron una resistencia más
extendida. La mayor protesta pública contra esta política tuvo lugar en Quito,
donde los ciudadanos se amotinaron durante varios meses, paralizaron el
gobierno real y prácticamente formaron un gobierno autónomo propio. 680 También
hubo descontento popular en el sur y el oeste de Colombia entre 1764 y 1766, en
la provincia de Popayán y en la vecina provincia

««Página 369»».

del Chocó. Otra ocasión de disturbios se daba en los asentamientos indios y


mestizos cuando los funcionarios locales o el clero explotaban sus posiciones para
provecho personal, imponiéndoles a las comunidades exigencias anormales de
recursos, ya fueran trabajo, dinero o bienes. La hostilidad de las comunidades
hacia los funcionarios locales también podía causar violentas reacciones
colectivas, encaminadas a evitar que se posesionaran o continuaran en sus
cargos. Este descontento a veces tornaba la forma de disturbios realizados por
multitudes que demostraban abiertamente su rechazo a los funcionarios, o en
otras ocasiones era obra de pequeños grupos que operaban en una forma
semiclandestina. De vez en cuando también se producían desafíos colectivos
contra la autoridad local, cuando los magistrados se comportaban de manera
injusta, por no hacer cumplir las leyes o por aplicarlas selectivamente. 681

Las protestas colectivas de esta clase en ciertas ocasiones expresaban divisiones


de facciones dentro de las comunidades; en otras, reflejaban resentimiento social
o conflictos étnicos. Pero lo más interesante respecto a ellas es que siempre eran
acciones estructuradas, sostenidas por un sentido comunitario y por la creencia de
que las protestas colectivas vigorosas eran una forma legítima de acción. En este
sentido, los actos de violencia y rebelión eran parte de un repertorio más amplio

680 McFarlane, "The Rebellion of the Barrios: Urban Insurrection in Bourbon Quito", pp.
283-330; Kenneth J. Andrien, "Economic Crisis, Taxes and the Quito Insurrection of
1765", Past and Present, no. 129 (1990), pp. 104-131.
681 McFarlane, "Civil Disorders", pp. 22-44.
de la política práctica y reflejaban la suposición de que la autoridad debía
considerar los intereses y la opinión locales. Si eran ilegales, entonces no eran
anti-institucionales. No atacaban la maquinaria del Estado, sino que buscaban
controlar y manipular a sus agentes, mostrando una conciencia popular de la
justicia y la ley que no toleraba el ejercicio arbitrario del poder por los
representantes del Estado. En esta forma, aunque dichos disturbios civiles no
estaban inspirados o guiados por un pensamiento político específico o
explícitamente elaborado, no estaban del todo desprovistos de ideas o significado
políticos. En las formas estruc-

««Página 370»».

turadas de protesta colectiva y actos de desafío contra el gobierno y sus agentes,


podemos vagamente detectar actitudes y creencias normalmente no enunciadas y
rara vez expresadas explícitamente o por escrito. En sus reacciones contra las
exigencias económicas fiscales del gobierno, contra el nombramiento de
funcionarios a quienes se oponían los miembros de la comunidad, o contra visible
abusos de autoridad de funcionarios titulares, estos disturbios pequeños y muy
localizados son el reflejo de actitudes y valores populares, sobre todo con respecto
a las relaciones del gobierno con sus súbditos. Tales actitudes son similares a las
que se encuentras en otras sociedades agrarias: la creencia en el derecho a la
tierra IF al uso de sus productos; en el derecho de producir y consentir artículos
esenciales (comida, tabaco y aguardiente) sin impuestos arbitrarios; y la idea de
que las costumbres locales deben ser respetadas, y la justicia administrada con
imparcialidad. Tales actitudes implícitamente definen una noción básica de
libertad: el derecho de combatir las intrusiones infundadas del gobierno y de sus
agentes. Esta noción mínima y residual de libertad se alimentó de la experiencia
colonial de gobierno, porque a pesar de su imponente estructura legal y
burocrática, el gobierno español de la Nueva Granada no controlaba por completo
a la masa de la población. En este sentid„ la sociedad neogranadina compartía
esa libertad que Mario Góngoca ha descrito como "peculiar de América... una
forma de libertad que existe fuera de la estructura del Estado... no basada en una
idea bita definida o en algún concepto nuevo del Estado... [Sino]...con raíces en la
laxitud".682

Así que en la sociedad provinciana de los pequeños pueblos 3 aldeas que


abundaban en la Nueva Granada hay señas de una activa vida política, en la cual
los representantes oficiales de la Iglesia del Estado encontraban que la autoridad
dependía del respeto hacia los intereses y la opinión locales, y no de la aceptación
incondicional

««Página 371»».

por parte de una población dócil o reprimida. La participación política en el nivel


local, legal o extralegal, mostraba que el sistema judicial y administrativo dependía
del apoyo público, y que el común de la gente esperaba que se oyera su voz.
Normalmente esta política era muy localizada, se concentraba en torno a hombres
más que a ideas o programas, y no representaba amenaza alguna para el orden
colonial. La política popular y las protestas eran, en suma, parte integral de la
cultura política, al igual que las maniobras de las principales familias criollas que
ocupaban las primeras filas de la sociedad y del gobierno neogranadino.

EL EQUILIBRIO POLÍTICO Y SU ROMPIMIENTO

Durante la mayor parte del siglo XVIII, la política borbónica no produjo serias
tensiones en el sistema colonial de gobierno; la competencia entre los diferentes
grupos que conformaban la sociedad era contenida y se expresaba dentro de los
circuitos políticos localizados que acabamos de describir. Las razones de esto no
son difíciles de encontrar. En primer lugar, el ritmo del cambio económico era lento
y las disputas en torno a los recursos no lo bastante agudas o generalizadas como
para que causaran conflictos de envergadura. El crecimiento geográfico sin duda
generó tensiones sociales en algunas regiones, ante todo en aquellas donde una
creciente población mestiza ejercía presión sobre las tierras de las mermadas
682 Mario Góngora, Studies in the Colonial History of Spanish America. -ducción de
Richard Southern (Cambridge, 1975), p. 125.
comunidades indígenas, como en partes de la provincia de Tunja, o donde las
comunidades indígenas se sublevaban para defenderse contra funcionarios o
clérigos rapaces, como en Pasto, o donde recién creados centros urbanos
competían entre sí, como en el área del Socorro. Pero como los cambios
demográficos y comerciales tenían sólo un impacto muy limitado en las estructuras
económicas y sociales de la región, estos desórdenes eran asuntos puramente
locales que carecían de cualquier resonancia en sectores más amplios de la
pobla-

««Página 372»».

La estabilidad en la vida política colonial también se debe en buena parte al hecho


de que la reforma institucional apenas tuvo un moderado impacto en la Nueva
Granada antes de la visita general de 1778 a 1783. El primer virreinato fue
simplemente demasiada» efímero para que ocasionara cambios duraderos, y
durante la mayor parte de la primera mitad del siglo XVIII la Nueva Granada
permaneció bajo la misma forma de administración que había conocido bajo los
Habsburgos. Cuando Felipe V reinstituyó el virreinato en 1739, la administración
colonial devino, entonces sí, más eficaz como lo prueban el fortalecimiento de la
defensa y el crecimiento de los ingresos. Pero el ritmo del cambio fue lento y
vacilante, la reforma fiscal sólo se aplicó en algunas provincias y los virrQ,e
actuaron en una forma pragmática, abordando problemas específicos en lugar de
ejecutar políticas innovadoras en amplias áreas. Entretanto, la audiencia conservó
buena parte de su antiguo e ineficiente carácter, a pesar de que los virreyes
ocupaban su presidencia. Tan tardíamente como 1776, encontramos que el virrey
Flóres se quejaba de que en la audiencia de Santa Fe sólo dos oidores
desempeñaban sus cargos, ambos aquejados de enfermedades crónicas que
dificultaban su trabajo.683 Pero tal vez más importante fue el hecho de que la
introducción del virreinato sólo modificó ligeramente la forma y la índole del
gobierno, lo cual dejó a la población con un fuerte sentido de autonomía local.

683 AGI Santa Fe 585 (ramo 6), Flóres to Gálvez, Santa Fe, mayo 15, 1776 (no. 50).
De modo que aunque se colocó a la Nueva Granada bajo una autoridad más
fuerte, ejercida desde la capital virreinal, los propósitos, prácticas y procedimientos
del gobierno siguieron siendo los mismos del viejo orden político heredado de los
Habsburgos. Pues aunque se instaló a los virreyes para fortalecer la autoridad del
gobierno real, seguían gozando de la amplitud política que el régimen de los
Habsburgos había permitido tradicionalmente y, en lugar de cumplir en forma
ciega las órdenes reales, seguían teniendo en cuenta

««Página 373»».

los intereses coloniales al aplicar la legislación metropolitana. Según escribió


Francisco Silvestre en 1789, la autonomía de los virreyes y su voluntad de adaptar
las máximas de la política borbónica a las circunstancias locales eran el criterio del
buen gobierno y de la armonía política antes de 1778. Fue así como anotó con
satisfacción que el virrey Pizarro había cumplido con sus responsabilidades de
mejorar la administración de la tesorería, que había implementado ciertas políticas
de la corona y que había omitido otras, "que la situación del Reino no permitía, o
para las cuales no había llegado el momento". 684 Silvestre también elogió a los
sucesores de Pizarro por la misma razón, y los describió como hombres
comprometidos con un estilo de gobierno pragmático y conciliatorio, dispuestos a
aprender de la experiencia y a adaptar la política a las circunstancias e intereses
locales. Por lo tanto, a pesar de la instalación de los virreyes para aumentar la
autoridad real, la monarquía borbónica les permitió actuar con el estilo político
heredado de los Habsburgos, prefiriendo el gobierno por consenso al impositivo.

Si bajo este sistema político se preservaba la paz, entonces su cambio, por la


misma razón, equivalía a promover el desorden. Así, cuando José de Gálvez, el
ministro de Carlos III para las Indias, abandonó el compromiso a favor del enfoque
más riguroso e inflexible introducido en la Nueva Granada en 1778 por su
reformista visitador general, este cambio precipitó la mayor crisis política a la que
se enfrentaron las autoridades españolas en todo el siglo XVIII. Para un

684 Ibid., p. 78.


funcionario peninsular con mucha experiencia en la Nueva Granada y conectado
estrechamente con la élite política como Francisco Silvestre, el ataque al sistema
tradicional de gobierno del visitador general (quien, como sus contrapartes en
otras regiones, 'seguía ciegamente las órdenes del Sr. Gálvez") 685 fue la principal
causa de la insurrección de los comuneros de 1781, el principal

««Página 374»».

desafío al gobierno español en territorio colombiano desde el ascenso de la


dinastía de los Borbones en 1700.

La insurrección de los comuneros fue un acontecimiento extraordinario. En su


punto más álgido, la rebelión movilizó una fuerza de casi 20.000 personas que al
desplazarse hacia la capital presentaron una oposición tan formidable que las
autoridades reales se vieron forzadas a una humillante revocación de la política de
Carlos III. Por lo tanto, es a duras penas sorprendente que desde hace mucho
tiempo los historiadores hayan visto la insurrección como un acontecimiento de
especial significado. En su escala, duración y alcance, la rebelión no sólo no tuvo
paralelo en la historia de la Nueva Granada colonial, sino que por coincidir con la
masiva rebelión de Túpac Amaru en el sur de los Andes, también fue parte de un
movimiento mayor de oposición al gobierno español, incitado por el nuevo
programa de Carlos III. ¿Cuál fue su significado? ¿Marcó la insurrección un punto
crítico en el desarrollo político de la región, reflejando sentimientos anticoloniales,
protonacionalistas, de la clase que a partir de 1810 habría de empezar la
transformación de la Nueva Granada en la república independiente de Colombia?
¿Cuáles fueron las ideas que inspiraron la insurrección, y hasta qué punto
representaban un desafío contra el gobierno español? ¿Y cuál era su contenido
social? ¿Surgió la insurrección popular únicamente por oposición a la política fiscal
de los Borbones, o fue incitada por conflictos domésticos resultantes de tensiones
entre grupos dentro de la sociedad colonial? Para examinar estas preguntas,
debemos primero desenredar los agravios y grupos involucrados en la

685 Ibid., p. 88.


insurrección, mostrar cómo los distintos descontentos se fundieron en un
movimiento regional y rastrear la dinámica de su desarrollo. Luego, después de
haber situado la insurrección en su contexto político y social, podemos volver al
asunto más general de su lugar en el desarrollo político de la Nueva Granada en
sus últimos años. y de sus implicaciones para las relaciones con España.

««Página 375»».

ORÍGENES DE LA INSURRECCIÓN
DE LOS COMUNEROS

Las causas inmediatas de la insurrección se identifican con facilidad. Los tumultos


populares se encendieron contra las medidas fiscales que introdujo el visitador
general Gutiérrez de Piñeres en 1780 y 1781, cuando se pusieron en práctica en
rápida sucesión las reformas que incidían en el cultivo y venta del tabaco, el
expendio de aguardiente y la proporción y cobro del impuesto de ventas. Las
primeras señales de resistencia popular pueden rastrearse a los pequeños
disturbios que ocurrieron, durante los últimos meses de 1780, en o cerca de los
poblados de Simacota, Mogotes y Charalá, las tres áreas donde se les prohibió a
los campesinos el cultivo del tabaco a causa de los nuevos reglamentos del
monopolio real.686 Estos incidentes fueron, sin embargo, simplemente el preludio
de un brote más amplio de motines, desencadenados en marzo de 1781 por la
introducción de la nueva reglamentación del impuesto de ventas. La resistencia
tomó de nuevo el carácter de disturbios locales, pero al extenderse hasta incluir
poblados en un área mayor, no tardó en adquirir una forma organizada y
coherente.

El viraje de actos esporádicos de desafío contra los funcionarios en las parroquias


a la resistencia en gran escala empezó en la ciudad del Socorro el 16 de marzo de
1781, cuando el anuncio público de los nuevos reglamentos del impuesto de
ventas amotinó a la muchedumbre que se había reunido para el mercado
semanal. En los días que siguieron, estallaron disturbios en los poblados cercanos
686 Pablo E. Cárdenas Acosta, Los comuneros (Reivindicaciones históricas y juicios
críticos documentalmente justificados) (Bogotá, 1945), pp. 210-212; 275280.
de Simacota y Pinchote y en la ciudad de San Gil, donde las restricciones al
cultivo del tabaco afectaron a los pequeños campesinos.) Al combinarse las
protestas contra el estanco del tabaco con las de rechazo a la alcabala, aumentó
el número de amotinados. Después de nuevos

««Página 376»».

disturbios en el Socorro, una oleada de descontento recorrió los poblados vecinos


a principios de abril, en una cadena de desórdenes contra los funcionarios y
propiedades de la administración local de los monopolios del tabaco y del
aguardiente.: Luego, a mediados de abril, el pueblo del Socorro de nuevo tomó la
iniciativa. Se amotine por tercera vez y, de estos disturbios, surgió un caudillaje
dedicada a formar un movimiento regional concertado contra el visitador general y
sus políticas.687

El nacimiento de la insurrección en el pueblo del Socorro y sus alrededores, y no


en ninguna otra región de la Nueva Granada, se explica por factores locales
específicos, económicos y políticos. En primer lugar, en 1776 el Socorro fue
víctima de una epidemia de viruela que causó muchas víctimas, y además una
serie de cosechas pobres había afectado aún más la prosperidad del municipio,
encareciendo los precios de los alimentos. De manera que sus vecinos, sobre todo
los más pobres, tenían buenas razones para sentirse agraviados por los nuevos
impuestos y precios del tabaco y del aguardiente. Una segunda peculiaridad del
área del Socorro era la particular estructura de su economía local. Se trataba de
una región donde los pequeños productores campesinos habían cultivado el
tabaco por largo tiempo, y con frecuencia producían otras cosechas, sobre todo de
algodón, para vender en mercados locales y regionales. Por lo tanto, las
restricciones al cultivo del tabaco, los mayores precios del tabaco y del
aguardiente, el incremento del impuesto de ventas y el control más estricto del
comercio significaron que casi todos los pequeños productores, consumidores y

687 Esta relación de los sucesos de la rebelión se basan en la reconstrucción dada por
Cárdenas Acosta, El movimiento comunal de 1781 en el Nuevo Reino de Granada,
pássim. Una cronología de los sucesos de 1781 se encuentra en el vol. 2, pp. 321-360.
comerciantes de la región fueron afectados por la reforma fiscal. Luego la
combinación de cambios en los impuestos tuvo un máximo de impacto.

««Página 377»».

El Socorro era, además, el centro de una región donde la colonización


relativamente reciente había estimulado una activa vida política, basada en
problemas locales relacionados con la fundación de nuevas parroquias y con las
aspiraciones de mayor categoría legal de los poblados. 688 Durante la década de
1760, los principales vecinos del Socorro habían abogado con vigor por un mayor
rango y, después de una prolongada campaña, lograron separarse de la
jurisdicción de San Gil en 1771. Con su recién adquirido cabildo y una fresca
sensación de autonomía local, el Socorro era particularmente sensible a las
medidas fiscales que afectaban la prosperidad del nuevo municipio y, con la
sensación de identidad comunal brotada de la campaña para lograr mayor rango y
contando además de un cabildo que suministraba lazos de clientela, estaba tal vez
más preparado que lo usual para la movilización política de una muestra
representativa de la población.689 Las tensiones propias de una sociedad agraria,
en fin, también pueden haber sido motivo de descontento en el área, debido a los
efectos combinados del crecimiento demográfico, la comercialización de la
agricultura y la tendencia a que la tierra se concentrara en menos manos. 690 Es
difícil especificar este factor (que examinaremos después), pero es razonable
suponer que, a medida que una creciente población hace más difícil el acceso a
tierras libres, una sociedad campesina basada en la propiedad libre tenga un
sentido más fuerte de relativa privación que el campesinado en áreas donde la
tierra fértil y bien situada ha sido tomada desde tiempo atrás por grandes
haciendas.

688 Gary W. Graff, "Spanish Parishes in Colonial New Granada: Their Role in Town-
Building on the Spanish American Frontier", The Americas, vol. 33 (19761977), pp. 336-
351
689 Para una lista de las fundadas en el siglo XVIII, véase Mario Aguilera Peña, Los
comuneros: guerra social y lucha anticolonial (Bogotá, 1985), pp. 250-251. Sobre el
carácter social y económico del Socorro, véase Phelan, The People and the King, pp.
39-45.
690 Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 25-47.
««Página 378»».

Hay pues una cantidad de factores que ayudan a explicar la disposición de los
socorranos del campo y la ciudad a oponerse a i reformas impositivas. Pero si la
ubicación y cronología de los primeros actos de protesta popular son
aparentemente fáciles de entender, son menos patentes las razones para que un
puñado de pequeñas protestas locales se convirtiera velozmente en un
movimiento policlasista, multiétnico y subversivo. El descontento popular por las
exigencias fiscales del Estado no era nada nuevo; tampoco, sin duda, las quejas
por el reparto de la tierra. ¿Así que cómo y por qué convirtieron estos disturbios
populares en una de las grandes rebeliones del siglo XVIII americano?

La transformación de las protestas locales en una rebelión generalizada fue


factible por una serie de factores. Uno que merece mar destacado más de lo que
por lo general se acostumbra fue la reacción vacilante y equívoca de las
autoridades ante las primeras manifestaciones de protesta. Al recibir por primera
vez noticia de los disturbios iniciales, el gobierno de Bogotá dejó la restauración
del orden en manos de las autoridades locales, y fue sólo hasta después del
segundo levantamiento del Socorro, el 30 de marzo, cuando intervino
directamente el visitador general. El 2 de abril trató de aplacar a los rebeldes con
un gesto conciliador que excluía la fibra de algodón del impuesto de la Armada de
Barlovento. Al día siguiente tomó medidas para reprimirlos, al ordenar que el
corregidor Campuzano_ de Tunja, viajara al Socorro para restaurar el orden.
Entretanto, el visitador general continuó con su programa. Enardeció aún más, por
cierto, a la opinión pública al día siguiente, cuando la audiencia publicó un edicto
que ordenaba a la ciudadanía contribuir al donativo. Aunque éste era un tributo
único de emergencia, se creyó que era un impuesto personal permanente, por lo
que provocó protestas adicionales. De manera que tras haber ignorado a los
revoltosos, las autoridades mezclaron luego las concesiones con la represión
finalmente agravaron su error político permitiendo que el movimiento desarrollara
objetivos y empuje. Esto fue en parte culpa del
««Página 379»».

gobernador de la provincia, el corregidor de Tunja, quien ya fuera por temor,


tolerancia o por el deseo de irritar al visitador general, permaneció inactivo,
permitiendo que los desórdenes continuaran y se extendieran, causando nuevos
tumultos en las aldeas. Esto ha debido de animar a los revoltosos. Al reunirse con
poca o ninguna oposición de las autoridades, los insurrectos no sólo dispusieron
del tiempo y del espacio para medir su fuerza y propagar su mensaje, permitiendo
así que las protestas localizadas se convirtieran en una cadena coordinada, sino
que pudieron percibir al mismo tiempo la debilidad de las fuerzas
gubernamentales.

Otro factor que facilitó el auge del movimiento fue el haberse unido las gentes del
Socorro bajo un comando disciplinado, factible por la alianza entre los plebeyos y
la clase alta de la ciudad. Si los titubeos del gobierno habían dado campo para
que la insurrección se desarrollara, esta alianza canalizó los torrentes de la
protesta local en un potente curso. El punto de convergencia se dio el lunes de
Pascua, 1.6 de abril, cuando las oleadas de protesta que se extendieron por el
distrito del Socorro volvieron a la ciudad. Ese día, el tercer tumulto no sólo obligó a
huir al alcalde y a dos funcionarios de la alcabala, sino que inició una nueva fase
de la insurrección, con una declaración de agravios escrita y la incorporación
formal de algunos miembros de la clase alta criolla del Socorro como líderes del
"común". En ese momento los insurrectos adquirieron ideología y mando, lo cual
los convirtió en un movimiento regional de formidable potencial.

La ideología explícita de los insurrectos era sencilla y vistió la forma fácilmente


comunicable de un poema satírico, probablemente escrito por un monje
dominicano de Bogotá. Compuesto en estrofas de tosca rima, sus versos
expresaban indignación ante los nuevos impuestos y, al evocar imágenes de
tiranía y de impiedad oficial, apelaban a las emociones de patriotismo local y
antipatía hacia los españoles. Es evidente que el poema captó en forma
espléndida el sentir popular. Cuando fue leído a la muchedumbre que se amotinó

««Página 380»».

en el Socorro el 16 de abril, su mezcla de ultraje y de ridículo, de retórica y


chismes políticos, atrajo de inmediato al público. Rápidamente fue adoptado como
manifiesto de los comuneros, apodado (al parecer en mímica humorística de los
procedimientos burocráticos) "nuestra real cédula", "la santísima gaceta" o "el
superior despacho". Este pasquín, por supuesto, no creó ideas donde no las había
en primer lugar. Por ser escrito en un lenguaje coloquial y referirse a asuntos
locales y odiados funcionarios, capturó y cristalizó el resentimiento popular;
también le dio a la rebelión la dignidad de un significado político más amplio, al
definir a los socorranos en términos casi bíblicos como un "pueblo escogido" cuya
"empresa" era una romántica y brillante inspiración para todos los que se oponían
a la tiranía en la Nueva Granada. Además, difundió un llamado a la acción al
invitar a los rebeldes del Socorro a marchar hacia Bogotá en ayuda de sus
simpatizantes en la capital.691

Con la ideología llegó el liderazgo. ¡El 18 de abril las multitudes del Socorro
aclamaron a cuatro ciudadanos notables como sus capitanes generales,
escogidos para representar y defender los intereses del común. Miembros de
diferentes grupos se congregaron en una alianza unida bajo el lema de "Viva el rey
y muera el mal gobierno". La fusión de plebeyos y notables en el Socorro marcó
un giro vital en el desarrollo de la insurrección comunera. Pues en una sociedad
jerárquica, la aceptación del liderazgo por notables locales era una importante
confirmación de los objetivos de los insurrectos, que fortaleció su reclamo de
actuar en beneficio del interés común. Además, en términos absolutamente
prácticos, les proporcionó a los rebeldes una capacidad ideológica y
organizacional esencial tanto para unificar el movimiento como para darle un claro
sentido de dirección.

691 Para el texto completo del poema, véase Cárdenas Acosta, El movimiento comunal,
vol. 1, pp. 121-130. Para una discusión adicional de su significado, véase Phelan, The
People and the King, pp. 71-78.
««Página 81»».

Las condiciones que permitieron la formación de esta alianza han sido claramente
explicadas por John Phelan, cuya investigación muestra que la facilitaron vínculos
de parentesco y de clientela, los cuales pusieron en contacto a los agitadores
plebeyos con los ciudadanos notables de la ciudad y los funcionarios municipales.
Mateo Ardila, el notario del cabildo del Socorro, fue puente crucial entre ellos. Por
el lado plebeyo, Ardila estaba vinculado por relaciones familiares con el gremio de
los carniceros, que organizaron una protesta popular en las calles. Del lado de los
notables, tenía influencia en miembros de la élite ciudadana tanto a través de su
posición de funcionario como de relaciones familiares. Fue así como los líderes de
la multitud urbana, que procedían del rango de los pequeños comerciantes, se
unieron a los notables de la ciudad a través de una única familia que actuó como
medio para la formación de una alianza entre las clases, vital para organizar la
rebelión.692 De esta manera, el impulso de resistencia que surgió de abajo se
transmitió al patriciado criollo, permitiendo que la protesta popular obrara
recíprocamente con los agravios de la élite, y creando así una coalición con
capacidad de actuar en nombre de la comunidad.

EL LIDERAZGO Y LA ESTRATEGIA COMUNEROS

Los criollos involucrados en el liderazgo sostuvieron después que habían tomado


sus posiciones bajo intimidación popular. Los primeros "capitanes" criollos
argumentaron que habían aceptado de mala gana sus nombramientos bajo
presión de una multitud violenta y, en ese momento, se anticiparon a las
acusaciones de traición haciendo un juramento secreto de lealtad al rey, en el que
declaraban estar actuando bajo coacción. De hecho, sólo el magnate local don

««Página 382»».

692 Sobre el carácter del notablato criollo, sus vínculos con los plebeyos y los primeros
cuatro capitanes nombrados en el Socorro, véase Phelan, The People and the King, pp.
50-66.
Salvador Plata demostró en forma abierta y consistente su renuencia a actuar
como líder. Los demás —Francisco Berbeo, Antonio Jai Monsalve y Francisco
Rosillo— simpatizaron evidentemente con los insurrectos y sacaron ventaja del
descontento popular para expresar su propia antipatía por las reformas. Berbeo
fue de particular importancia, porque pronto surgió como caudillo del movimiento
comunero y contribuyó en gran medida a su organización. Asumió el título de
superintendente y comandante y, junto con Monsalve Rosillo, se dio pronto a la
tarea de formar una estructura de comando en la que colocó a otros hombres de
similar rango social en papeles de apoyo como capitanes en toda la región
circundante.

Berbeo ejemplificaba el carácter social del liderazgo comunero. Aunque era sólo
un modesto terrateniente, su familia estaba enraizada con firmeza en la élite
regional. El abuelo de Berbeo, un inmigrante asturiano, había sido alguacil mayor
de San Gil en 1709 y maestro de campo en el Socorro, donde se residenció. Su
padre, también nacido en España, había tenido el cargo de notario en la parroquia
del Socorro, y dos de sus hermanos tenían cargos allí mismo. Juan Francisco
Berbeo no ocupó cargos en el Socorro, pero había hecho extensos viajes por la
Nueva Granada y había adquirido experiencia militar en campañas en la frontera
india. También tenía contactos con influyentes círculos de Bogotá, en especial con
Francisco de Vergara, el administrador jefe del Tribunal de Cuentas de la capital,
conexiones que fueron usadas después en las negociaciones con las autoridades
virreinales. De los treinta y cuatro capitanes de la región del Socorro, la gran
mayoría —unos veintiocho— eran de similar posición social. La mayor parte eran
blancos que sabían leer y escribir y que en cuanto terratenientes relativamente
ricos y miembros de la "aristocracia municipal" de funcionarios y recaudadores a
comisión, conservaban con celo la prominencia social y política de sus familias. 693

693 Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 52-68. Sobre los antecedentes de Berbeo. véase
Restrepo Sáenz y Rivas, Genealogías de Santa Fe, vol. I, pp. 108-109.
««Página 383»».

El acceso de los notables locales al movimiento fue un desarrollo de importancia


capital. En primer lugar, neutralizó la oposición de la clase acomodada a los
insurrectos de clase baja; en segundo lugar, amplió la base social de la rebelión y
reforzó el reclamo de los comuneros de que representaban al común; en tercero,
el liderazo criollo que surgió en el Socorro jugó un papel clave en la canalización
de la protesta popular hacia un movimiento con dirección clara y capaz de
organizarse defensiva y ofensivamente. Una vez iniciada, la coalición se fortaleció
aún más gracias a los inútiles esfuerzos del gobierno por intimidar y sofocar a los
rebeldes El 9 de abril, el visitador y la audiencia se mostraron decididos a tomar
acciones militares para sojuzgar la rebelión: le enviaron provisiones y municiones
al corregidor de Tunja y nombraron al oidor José Pardo Osorio comandante de una
fuerza militar para la zona insurrecta. La acción, sin embargo, se dio lentamente.
El corregidor Campuzano de Tunja envió órdenes pero nada hizo para imponerlas,
mientras que la noticia de que se estaba formando una fuerza contra ellos les dio
ánimo a los rebeldes del Socorro para organizar sus propias filas. El oidor Osorio
al final no partió de Bogotá sino hasta el 18 de abril, y fue seguido por el resto de
su pequeño destacamento —un total de setenta y dos soldados con armamento
ligero— el 21. Para el 28 de abril, cuando la tropa de Osorio llegó a Puente Real, a
mitad de camino entre Bogotá y el Socorro, los rebeldes habían dispuesto de
tiempo suficiente para preparar su defensa. El 2 de mayo se constituyó un
"Consejo Supremo de Guerra" entre los capitanes generales de los comuneros,
para coordinar la campaña militar contra las fuerzas realistas bajo el mando
general de Juan Francisco Berbeo. Entretanto aumentaron las filas de la
insurrección a medida que poblaciones y aldeas indicaban su lealtad al amotinarse
contra los estancos, unirse bajo las órdenes de los capitanes locales y tomar
medidas formales para incorporarse bajo el mando de Berbeo.

El precipitado intento del gobierno de aplastar a los comuneros fue del todo
contraproducente; hizo más para estimular la rebelión
««Página 384»».

que para impedirla. Las fuerzas rebeldes rodearon al oidor Osorio sus soldados en
Puente Real, y el 8 de mayo éstos se rindieron sin una sola baja y entregaron sus
armas y una gruesa suma de dinero de la tesorería que al parecer Osorio había
tenido la intención de usar para sobornos. Fue un duro golpe al prestigio del
gobierno, y en consecuencia dio ímpetu a la causa comunera. Con un éxito militar
a su haber, la alianza de notables y plebeyos del Socorro ganó en confianza y
nuevos reclutas y extendió sus vínculos hasta llegar a formar una formidable red
de oposición regional al gobierno.

Después del suceso de Puente Real, los líderes insurrectos añadieron a su


movimiento dos nuevas fuerzas de importancia. En primer a lugar obligaron a
Ambrosio Pisco, el cacique mestizo que era cabeza titular de los aldeanos indios
de Santa Fe, Tunja, Vélez y Sogamoso, a aceptar la posición de capitán de los
comuneros. Pisco estaba muy renuente a unirse a la causa rebelde —hasta
intentó escapar a Bogotá para evitar comprometerse—, pero cuando iba camino
de la capital, los indios lo aclamaron como su Señor y lo forzaron a convertirse en
su líder y representante. Aún más notable fue la adhesión al movimiento de la
ciudad de Tunja y de la vecina Sogamoso. La adhesión de Tunja fue de especial
importancia, pues libró la insurrección de una posible amenaza por el flanco
oriental y al mismo tiempo añadió a sus filas varios miles de hombres.

Una vez revelada su debilidad gracias a los vanos esfuerzos de Osorio de detener
la insurrección por la fuerza, el gobierno de Bogotá invirtió su estrategia y pasó de
la agresión a la defensa. El 12 de mayo Gutiérrez de Piñeres partió de Bogotá
hacia Honda, con la esperanza de desviar a los rebeldes de la capital mientras
escapaba a Cartagena por el río Magdalena. En su ausencia dejó a la "junta
general de tribunales", un comité de magistrados de la audiencia, funcionarios de
alto rango, clérigos y representantes del cabildo de Santa Fe, que convocó de
prisa para manejar la crisis y lidiar con los rebeldes como pudiera, a la espera de
la llegada de fuerzas de Cartagena. El primer paso de la junta fue tratar de detener
el avance

««Página 385»».

de los comuneros suspendiendo las medidas fiscales del visitador general y


emprendiendo negociaciones con los líderes insurrectos. Formó con este fin un
comité compuesto por el arzobispo Antonio Caballero y Góngora, el oidor Vasco y
Vargas y el alcalde Eustaquio Galavís y Hurtado, en representación del gobierno
municipal y de la élite criolla de Bogotá. Presidida por el arzobispo, la comisión
trató de interceder ante los rebeldes antes de que marcharan hacia la capital,
mientras la audiencia preparaba su defensa.

Si la derrota de las fuerzas de Osorio en Puente Real fue un gran estímulo para
los comuneros, las medidas tomadas en mayo para preservar el orden en Bogotá
fueron de parecida importancia para sostener al gobierno en la capital. Después
de la humillación militar del virreinato, la iniciativa pasó a los insurrectos y era poco
lo que podían hacer las autoridades para erradicar la rebelión. Sin embargo, la
junta por lo menos aseguró una posición defensiva en Bogotá, evitando que los
simpatizantes del Socorro subvirtieran el orden allí. Esto resultó ser de enorme
importancia, pues aunque la junta carecía de fuerzas para evitar la marcha rebelde
hacia Bogotá, logró conservar un gobierno capaz de presentarse como un baluarte
del orden y así emprender negociaciones con los líderes comuneros.

Estos, mientras tanto, se hicieron más y más fuertes. El apoyo a la rebelión siguió
extendiéndose y llegó incluso a algunos poblados de los distantes Llanos, donde a
mediados de mayo un grupo de criollos instigó una rebelión india y se alió con el
movimiento del Socorro, tomando títulos y comisiones del Consejo Supremo de
Guerra de Berbeo.694 Aunque un número creciente de hombres se movilizó en
desafío al gobierno, los avances rebeldes también se basaron en una acertada

694 Jane Loy, "Forgotten Comuneros: The 1781 Revolt in the Llanos de Casa-nare",
HAHR, vol. 61 (1981), pp. 235-257. Sobre los comienzos de la rebelión, zanse pp. 238-
241
dirección militar. En esto Francisco Berbeo, el comandante en jefe comunero, jugó
un papel clave. Mientras se preparaba para dialogar con las autoridades reales,
realizó una astuta

««Página 386»».

estrategia militar encaminada a extender el área bajo control rebelde, protegerla


de ataques y aislar la capital de la ayuda de las fuerzas virreinales de Cartagena.
La estrategia se desplegó a finales de mayo, cuando Berbeo movió sus fuerzas en
varias direcciones. En primer lugar marchó hacia la ciudad de Girón, que había
rechazado la unión con los comuneros y amenazaba con permitirles una entrada a
las fuerzas reales enviadas desde Cartagena por el Magdalena. Después de una
breve campaña. Girón fue tomada y se cerró así el estratégico boquete hacia el
norte. Al mismo tiempo, Berbeo también dio pasos para cortar las comunicaciones
y los refuerzos de Bogotá por el río Magdalena. A finales de mayo le confió al
plebeyo José Antonio Galán una pequeña fuerza y lo envió en una expedición para
interrumpir los correos entre Bogotá y el río, buscar y capturar al fugitivo visitador
general rescatar el estratégico puerto ribereño de Honda. Aunque Galán no
capturó al visitador general, Logró apoyo para la rebelión en el valle alto del
Magdalena y, al levantar una barrera entre Bogotá y la costa le permitió a Berbeo
la búsqueda de sus principales objetivos en el interior, donde retuvo la iniciativa. Al
trasladar la vanguardia comunera hacia Nemocón, animó al pueblo de Zipaquirá a
unirse a la coalición rebelde; luego maniobró la masa de sus fuerzas hacia
nemocón, colocándolas a fácil alcance de Bogotá. El 26 de mayo los líderes
insurrectos emprendieron en Nemocón comunicaciones preliminares con
Caballero y Góngora y su comisión, pero Berbeo hizo uso de prudentes tácticas
dilatorias, permitiendo que contingentes rebeldes del Socorro y de Tunja
concentraran en las cercanías, en Mortiño, una fuerza de cerca de 20.000
hombres. A finales de mayo, cuando sus tropas estaban apostándose, Berbeo
también envió un destacamento de indios de aldeas cercanas para vigilar la
entrada a la capital. Ante las protestas de las autoridades, las fuerzas indias fueron
retiradas, pero no dejó de ser una ingeniosa táctica. Al exhibir a sus aliados indios,
Berbeo explotó temores raciales, aumentando así la tensión en la capital y
obligando al gobierno a considerar sus

««Página 387»».

términos. Fue en estas circunstancias cuando la rebelión se movió 'sacia su punto


culminante, durante la primera semana de junio de Ml.

LA CULMINACIÓN DE LA INSURRECCIÓN COMUNERA

A medida que los insurrectos se reunían cerca a Zipaquirá, todo estaba dispuesto
para la toma de Bogotá y el derrocamiento de la audiencia. Pero sucedió que
varios factores impidieron el ataque a la capital. Uno era el desacuerdo sobre las
tácticas. Los plebeyos del área del Socorro veían a Bogotá como su objetivo y
consideraban la captura de la capital como la mejor manera de garantizar que se
cumplieran sus reclamos. Los líderes de Tunja y de Sogamoso, que representaban
a los notables criollos conservadores de estas sociedades tradicionales, estaban
ansiosos por evitar más alteraciones del orden social y político, por lo que
preferían buscar una solución negociada en Zipaquirá. 695 Las divisiones sociales
se agudizaron a causa de las rivalidades interregionales, derivadas de la
competencia de larga data entre las ciudades de Tunja, San Gil y el Socorro. La
posición sobre las tácticas de San Gil era ambigua, pero los líderes de Tunja y de
Sogamoso se oponían hasta tal punto a un avance sobre Bogotá que para
impedirlo amenazaron con usar sus fuerzas de 6.000 hombres. Fue así como,
estando al borde de la victoria, el movimiento comunero empezó a fraccionarse de
acuerdo a líneas regionales.

A pesar de esta incipiente fisura, la rebelión se sostuvo gracias en gran medida a


la habilidad de Berbeo para encontrar una fórmula de unión. Por un lado apaciguó
a los líderes de Tunja al escoger las negociaciones en Zipaquirá e incluirlos en

695 Aauilera Peña, en Los comuneros, pp. 69-72, comenta el carácter de la sociedad
tunjana y su relación con la posición política de los líderes.
ellas; por otro, calmó las exigencias de avanzar hacia Bogotá de los plebeyos al
nombrar a

««Página 388»».

cinco miembros de la élite santafereña para participar en las negociaciones al lado


del cabildo de la ciudad. Unir la capital y su élite a los comuneros le permitió a
Berbeo lograr dos importantes fines simultáneamente. El primero, poder decirles a
sus seguidores plebeyos que la toma de Bogotá ya no era necesaria, puesto que
la capital se había adherido al movimiento; el segundo, extender la
responsabilidad de la insurrección al establecimiento político santafereño al incluir
a algunos de sus ciudadanos más notables en la negociación de los términos
entre los rebeldes y el gobierno real. En esta forma se resolvió la división táctica
interna, y el 5 de junio de 1781 Berbeo y sus colegas pudieron reabrir las
negociaciones para, desde una posición de fuerza, avanzar hacia una feliz
conclusión.

Los términos que los líderes comuneros le presentaron a la comisión de paz del
gobierno fueron extraídos de un "plan de capitulaciones" que formulaba sus
exigencias en treinta y cinco cláusulas. Estos términos eran una extraordinaria
mezcla, reunida aparentemente al azar, pero constituían una profunda radiografía
de los agravios y aspiraciones de los diferentes grupos que participaron en la
insurrección. No es sorprendente que muchas de las demandas se relacionaran
con los asuntos fiscales que desencadenaron la rebelión. 696 Aquellas incluían la
abolición del impuesto de la Armada de Barlovento, de las guías o recibos que
registraban el pago de impuestos sobre bienes comercializables, y la del
monopolio del tabaco, permitiendo libertad absoluta para cultivarlo y venderlo,
sujeta únicamente a la alcabala. Del mismo tenor eran la suspensión del donativo,
la reducción de los precios del aguardiente a su antiguo nivel y de la alcabala del
4% al 2%, junto con la exención del tabaco —cultivo de pobres— de cualquier
obligación de pago del impuesto de ventas. Estas eran las principales quejas de
696 El texto completo de las capitulaciones se encuentra en Cárdenas Acosta, El
movimiento comunal, vol. 2, pp. 18-29.
los comuneros. Tal como lo expresó la cláusula final, "el principal objeto" de los

««Página 389»».

rebeldes era "liberarnos de las cargas del Barlovento y de otros impuestos


establecidos por el Regente Visitador General". 697

Las demandas de los rebeldes también se unían al repudio de las recientes


innovaciones fiscales. El plan de capitulaciones estaba inmerso en un
antagonismo general hacia las exigencias fiscales del gobierno colonial y contenía
demandas de alivio de la carga impositiva en un amplio frente. Incluía
requerimientos para la supresión del monopolio de los naipes y la reducción de
precios del papel sellado, las bulas de cruzada, la pólvora y la sal. Varias cláusulas
pedían, además, una reglamentación más justa de las tarifas postales, la abolición
del impuesto de media anata, que los empleados civiles urbanos y rurales debían
pagar al posesionarse, y la reducción de los honorarios de los escribanos que
redactaban los documentos oficiales. También atacaban las cargas económicas
impuestas por la iglesia y el clero, y abogaban por la abolición, o por lo menos una
reglamentación más justa, de los dineros que pedían los recaudadores e diezmos.

Los agravios de los indios por los impuestos y la tierra también tuvieron cabida en
las demandas comuneras. Se pedía la reducción a la mitad de los tributos
pagados por los indios y los negros libres, el alivio de la explotación india por parte
de los corregidores y del " y la restauración de las tierras comunales, o
resguardos, bajo la forma de propiedades individuales. También se consignaba un
agravio específico de los indios de Zipaquirá, en una cláusula que apoyaba la
restitución a las comunidades indígenas de las minas de sal que habían
controlado antes de que la corona se apoderara de ellas. Tales demandas
reflejaban en parte la participación india en la insurrección y, tal vez, en parte una
preocupación por la justicia social. Pero, como otras cláusulas del programa
comunero de exigencias, indicaban primordialmente las inquietudes económicas

697 Ibid., p. 28.


del campesinado libre. La devolución a los indios de sus tierras comunitarias como
propietarios individuales,

««Página 390»».

significaba que en el futuro sus tierras se podrían comercializar libremente,


pudiendo ser adquiridas por los blancos y mestizos a quienes les estaba prohibida
la compra, el arriendo o incluso la residencia en las tierras de resguardos. Del
mismo modo, el interés por el derecho de los indios de poseer y explotar las minas
de sal no era del todo altruista: quería decir que los consumidores podrían
comprar la sal más barata, sin la interferencia y control de los funcionarios reales.
También salieron a la luz los intereses de los pequeños productores y
comerciantes que demandaban la reparación de caminos y puentes, la cesación
de los peajes privados, la libertad de apacentar el ganado a la orilla de los
caminos y la garantía de que los concejos municipales reglamentaran con más
justicia los pesos y medidas. Del mayor interés son las aspiraciones políticas que
revelan los términos de los comuneros. Como las demandas económicas, estaban
encaminadas a modificar las prácticas del gobierno en lugar de modificar a fondo
su estructura. La élite del Socorro insistió en la extensión del gobierno local de la
ciudad, pidiendo que ésta tuviera un mayor grado de autogobierno, con su propio
corregidor, independiente del corregidor de Tunja. Por otro lado, los pedidos de
que los magistrados locales dejaran de pagar el impuesto de media anata y de
que funcionarios elegidos, y no los que habían comprado sus cargos, controlaran
los pesos y medidas, parecen reflejar el interés de ampliar la base social del
gobierno municipal. Medidas para aliviar la opresión a los pobres también tuvieron
cabida en los términos de los rebeldes, sobre todo en las exigencias de que las
personas arrestadas debían ser liberadas al pagar una pequeña fianza y no
podían permanecer detenidas sin juicio.

Estas demandas específicas tuvieron un complemento en otras con implicaciones


políticas bastante más amplias. Los insurrectos no sólo pedían la expulsión del
visitador general, sino una promesa del gobierno de que no se enviaría de nuevo a
la colonia a este funcionario y de que terminara de inmediato la práctica de
someter a residencias a los empleados locales. Aún más notable es la declaración
de que "en cargos del primer, segundo y tercer niveles, los nativos de esta

««Página 391»».

América han de gozar de preferencia y privilegio sobre los europeos", porque


estos últimos carecían de suficientes conocimientos y simpatía con las
preocupaciones locales, y porque "puesto que todos somos súbditos del mismo
Rey y Señor, deberíamos vivir en fraternal armonía". 698 Esta armonía idealizada no
debía ser perturbada por los extranjeros, todos los cuales, pensaban los
comuneros, debían ser expulsados de la Nueva Granada en un plazo de dos
meses. Para asegurar, en fin, que se respetaran los objetivos de la insurrección,
los comuneros insistían en que el gobierno real confirmara todos los
nombramientos en la estructura de mando rebelde y que permitiera la continuación
de las fuerzas comuneras constituidas como milicias. También se pedía un perdón
general, para así ratificar el pacto y restaurar las relaciones normales entre el
gobierno y los ciudadanos.

Al principio la junta de Bogotá rechazó las demandas de los rebeldes y pidió la


revisión de las cláusulas perjudiciales para los intereses fiscales de la corona.
Pero aunque los líderes comuneros aceptaron unas revisiones menores, los
comisionados de paz en Zipaquirá le advirtieron a la junta que no se podían hacer
negociaciones adicionales y le aconsejaron aceptar en pleno los términos
rebeldes. El 7 de junio la junta asintió, mientras secretamente desconocía el pacto
por haber sido obtenido bajo force majeure. Al día siguiente el arzobispo Caballero
y Góngora y sus comisionados juraron sustentar el acuerdo y, con este acto, la
rebelión terminó formalmente.

Enseguida del pacto de Zipaquirá, la principal fuerza de los comuneros se disolvió


y la gran mayoría de los rebeldes se dispersó y volvió a sus hogares. El desafío al

698 Ibid., p. 26.


gobierno colonial no había, sin embargo, terminado del todo. José Antonio Galán,
el comandante de Berbeo en el valle alto del Magdalena, se negó a entregar las
armas y desde su base en la región tabacalera de Ambalema estimuló la extensión
de la rebelión a las áreas hasta entonces tranquilas de Mariquita, Neiva y el

««Página 392»».

occidente de la provincia de Antioquia. La resistencia a las autoridades también


continuó en los Llanos, y desde julio hasta octubre hubo disturbios contra
funcionarios en sitios diversos de la Nueva Granada, hasta en el extremo sur, en
Pasto. Pero si estos disturbios y revueltas locales se inspiraron en el ejemplo de
los comuneros, tuvieron un carácter social muy diferente del movimiento original y
nunca lograron el grado de movilización regional o la misma organización
multiclasista de la insurrección de los comuneros. 699
En el corazón de la rebelión, el pacto de Zipaquirá no aplacó del todo el
descontento. Mientras la población esperaba la confirmación real de los términos
acordados con la audiencia, la paz se vio alterada por disturbios indios en
Nemocón a principios de septiembre y por el rechazo a aceptar las capitulaciones
del virrey Flóres en Cartagena. Las intrigas diplomáticas del arzobispo Caballero y
Góngora, sin embargo, evitaron la reanudación del conflicto. Entre junio y fines de
septiembre, acompañado por una misión capuchina, Caballero y Góngora
permaneció en el Socorro en visita pastoral, predicando la paz, la obediencia y la
reconciliación. Hizo mucho por restaurar la calma, y cuando a principios de
septiembre regresó a la región José Antonio Galán, encontró muy poco apoyo
popular para su plan de organizar una segunda marcha a Bogotá. Finalmente, el
10 de octubre, Galán y su reducida banda de seguidores fueron acorralados,
capturados y enviados a la capital en cadenas. Fueron juzgados en septiembre de
1781 y sentenciados el 30 de enero de 1782. La vengativa audiencia condenó a
699 Sobre la continuación de la rebelión en los Llanos después de Zipaquirá, y para un análisis
del carácter social del movimiento, véase Jane Loy, "Forgotten comuneros", pp. 241-256. Sobre
la rebelión en Antioquia, véase Universidad de Antioquia, Documentos para la historia de la
insurrección comunera en la provincia de Antioquia, 1765-1785 (Medellín, 1982) pássim. Sobre
Pasto, Rebecca A. Earle, "Indian Rebellion and Bourbon Reform in New Granada: Riots in Pasto.
1780-1800", HAHR vol. 73 (1993), pp. 105-110. Para una buena relación general de los disturbios
que ocurrieron después del acuerdo de Zipaquirá, véase Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 127-
197.
muerte y desmembramiento a Galán y a tres de sus allegados;

««Página 393»».

a otros de sus partidarios los aprisionó o envió al exilio. Entretanto, el Socorro y


Tunja permanecían tranquilas. El 20 de octubre de 1781, el virrey Flóres había
aceptado el consejo del arzobispo y, al conceder el perdón general y reafirmar las
concesiones claves hechas en Zipaquirá, cumplió con la parte del gobierno en el
convenio hecho con los insurrectos.

Al año siguiente, Flóres fue reemplazado por un nuevo virrey. El primer escogido
de la corona fue Juan de Torreázar Díaz Pimienta, el gobernador de Cartagena,
quien murió sólo unos días después de llegar a Bogotá. El virreinato pasó
entonces al arzobispo Caballero y Góngora, el principal pacificador de los
comuneros, quien se posesionó en junio de 1782. Esto abrió el camino para un
nuevo comienzo bajo un virrey ansioso por restaurar la confianza en el gobierno.
Para lograrlo confirmó las concesiones claves hechas a los comuneros. En agosto
de 1782 se abolió el impuesto de la Armada de Barlovento, se redujo la alcabala al
previo 2% en las provincias interiores de la Nueva Granada, se bajaron los precios
del tabaco y del aguardiente y se extendió un perdón general definitivo a todos los
que habían participado en la rebelión.700 Además, en el edicto que lo anunciaba, el
arzobispo virrey se comprometió a promover una reconciliación duradera bajo la
bondadosa mano de la monarquía absolutista. Prometió que "la industria, la
minería, las artes, y sobre todo la agricultura y el comercio interior" pronto serían
llevados al grado más alto de prosperidad". 701 En tal forma, Caballero y Góngora
se comprometió a un nuevo pacto colonial, mediante el cual la corona ofrecía los
frutos del progreso económico a cambio de la obediencia incondicional a la
autoridad real.

««Página 394»».

700 Phelan, The People and the King, pp. 200-229.


701 Cárdenas Acosta, El movimiento comunal, p. 209.
EL SIGNIFICADO DE LA INSURRECCIÓN
DE LOS COMUNEROS

A pesar de la rápida disolución de la rebelión comunera al aceptar las autoridades


los términos de los rebeldes, algunos historiadores la han considerado como un
movimiento protonacionalista en el cual los principales criollos aspiraron por vez
primera a la independencia de España. 702 Esta opinión, de hecho, no se basa en
evidencias convincentes. Aunque es verdad que los insurrectos representaron un
gran desafío para el gobierno español, su lema era "Viva el rey y abajo el mal
gobierno" y en ninguna fase de la rebelión encontramos menciones o seña alguna
de voluntad de separarse de España. También es infundada la idea de que
importantes criollos buscaron apoyo militar político británico para la independencia
en los años inmediatamente siguientes a la insurrección. Los informes de
acercamientos a ese gobierno proceden de un oscuro mundo de espionaje
internacional y no son de fiar. A lo sumo, se refieren a las actividades de un
simpatizante venezolano de los comuneros y no a los patricios criollos de la Nueva
Granada.703 Si el gobierno español tomó en serio estas conjuras, el asunto se
debió a los temores de Madrid de una intervención británica como consecuencia
de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, antes que a una inminente
amenaza de revolución en las colonias. Sin embargo, si la insurrección de los
comuneros no fue un movimiento de independencia, sí fue causa de una grave
crisis política, pues demostró que la corona no podía confiar en la obediencia
incondicional de sus súbditos neogranadinos y reveló la vulnerabilidad

««Página 395»».

del gobierno colonial ante un desafío concertado. ¿Cuál fue entonces el carácter
de esa esta crisis, y cómo una serie de disturbios locales contra los impuestos se

702 Algunas obras de esta clase son: Manuel Briceño Perozo, Los comuneros.
(Bogotá,1880); Pablo E. Cárdenas Acosta, El movimiento comunal de 1781 en el Nuevo
Reino de Granada; Francisco Posada Zárate, El movimiento revolucionarte de los
comuneros (Ciudad de México, 1971).
703 La débil y poco convincente evidencia para las afirmaciones según las cuales los líderes
comuneros buscaron ayuda extranjera puede juzgarse en los documentos contemporáneos en
Manuel Briceño, Los comuneros (segunda edición. Bogotá 1979), pp. 132-148, y en Aguilera
Peña, Los comuneros, pp. 211-250.
convirtió en una rebelión policlasista y poliétnica capaz de humillar a las
autoridades reales?

Según John Phelan, "la crisis de 1781 fue esencialmente de naturaleza política y
constitucional... El asunto central era... quién tenía la autoridad de imponer nuevos
impuestos".704 Vista desde esta perspectiva, la rebelión comunera de fines de la
Colonia en Colombia tiene más en común con la rebelión comunera en Castilla a
principios del siglo XVI que con las revoluciones en el mundo occidental del siglo
XVIII y principios del XIX. No sólo trataron los comuneros neogranadinos de
defender los convenios administrativos y fiscales existentes contra la intrusión de
una monarquía absoluta dedicada a fortalecer el Estado, sino que su ideología
también era profundamente tradicional, pues se trataba de un eco de la vieja
doctrina del contrato entre el soberano y sus súbditos con el concomitante derecho
de oponerse a la tiranía.705 En la retórica comunera y en los lemas de los
insurrectos, Phelan encuentra ideas políticas sacadas de la Edad de Oro española
y transmitidas a la Nueva Granada a través de la práctica política de los
Habsburgos. Sugiere, de hecho, que por haber enraizado tan profundamente
constituían una especie de "constitución no escrita", una serie de convenciones y
de procedimientos que simbolizaban un pacto entre el monarca y sus súbditos,
pacto que éstos defenderían por la fuerza de ser necesario. 706 Al despreciar, por lo
tanto, el visitador estos procedimientos, brotó el movimiento comunero en reacción
a la violación de convenciones y prácticas habituales, unidos los revoltosos
plebeyos con los líderes notables en la creencia

««Página 396»».

en un "corpus mysticum politicum, con sus propias tradiciones y procedimientos


encaminados a alcanzar el mayor bien de toda la comunidad". 707

704 Phelan, The People and the King, p. xviii.


705 Rafael Gómez Hoyos fue el primero en desarrollar estos argumentos, al sostener que estas
ideas provenían primordialmente del filósofo español Suárez y que fueron transmitidas a la
Nueva Granada por los jesuitas. Véase La Revolución Granadina de 1810. Ideario de una
generación y de una época, 1781-1821, 2 vols. (Bogotá, 1962), vol. I, pp. 133-204.
706 Phelan, The People and the King, pp. 79-88.
707 Ibid., p. xvii.
Esta opinión es bastante digna de crédito. Pues bajo los Habsburgos el gobierno
colonial era en buena medida autónomo y los súbditos coloniales evidentemente
se habían acostumbrado a un gobierno blando, atento a los intereses de la élite y
reacio a los cambios impuestos desde fuera. Los funcionarios reales no eran
nombrados simplemente para hacer cumplir las órdenes de la metrópoli, sino que
gobernaban las colonias dentro de procesos de consulta y negociación que
permitían la representación de los intereses coloniales dentro de la burocracia
real. Además, bajo los Habsburgos, a los notables criollos se les facilitó cada vez
más el acceso a importantes cargos del gobierno y pusieron de su lado a
funcionarios españoles por medio del matrimonio y de otras relaciones. Era, tal
como observa Lynch, un sistema de gobierno en el que "la metrópoli buscaba
élites colaboradoras y las colonias funcionarios tolerantes". 708 Al reformar el
gobierno y los impuestos sin consultar a las élites criollas y al amenazar con
reemplazar a los criollos en la administración real por peninsulares, Carlos III
rompió aquel tradicional equilibrio político, con su énfasis en la rutina y el cambio
cauteloso, y sus tradiciones de mediación y de compromiso.

Aunque la interpretación de Phelan de la dimensión ideológica de la rebelión


acentúa debidamente su carácter conservador, en cuanto defensa del orden
político establecido y tradicional, no debemos concluir que el movimiento
comunero se inspiró simplemente en un abstracto tema "constitucional". De hecho,
los criollos de provincia que lideraron a los comuneros tenían sólidas razones para
aliarse con los amotinados plebeyos que encendieron la rebelión. Un motivo era
económico. Los cambios en el manejo de los monopolios reales hicieron subir el
costo del recaudo a comisión y amenazaron

««Página 397»».

así un negocio que generaba tanto ganancias monetarias como influencia. Una
segunda razón surgió de la política local709. Las reformas del visitador general no
708 Lynch, Bourbon Spain, p. 332.
709 Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 82-83.
sólo alteraron las relaciones entre la élite criolla y el gobierno en la capital, sino
que al llevar un gobierno más entrometido a las provincias, también amenazaron
con minar la influencia política de que gozaban los notables locales en sus áreas.
Los criollos involucrados en la rebelión no se quejaron por supuesto abiertamente
de las intromisiones del gobierno central en el local. Sin embargo, un largo
memorial enviado a la corona por Salvador Plata, importante notable del Socorro
reclutado como líder guerriHero, muestra claramente la manera como las reformas
causaron resentimiento entre los criollos por la intromisión del gobierno central en
el local, en detrimento tanto de los plebeyos como de los notables.
En su declaración, Plata dijo que la rebelión tenía dos causas. 710 Una eran, claro,
los impuestos, generalmente considerados injustos y que provocaron el
levantamiento popular. Pero una razón más importante de la rebelión, sostuvo
Plata, surgía de otra clase de injusticia: la que cometían los funcionarios que
administraban y hacían cumplir en el nivel local las reformas fiscales del visitador
general. El "tiránico" comportamiento de los guardias del estanco, sugiere Plata,
no sólo atizó la rebelión popular, sino que también indispuso a los criollos al
perjudicar la dignidad y autoridad del gobierno municipal. Pues según los nuevos
reglamentos de los monopolios reales, Gutiérrez de Piñeres había cancelado la
jurisdicción de los magistrados ordinarios en casos relacionados con los
empleados del estanco, permitiendo así que los inescrupulosos entre éstos se
condujeran como si no estuvieran sujetos a la ley. Como resultado, sostuvo Plata,
vivían "una existencia libertina de malvadas diver-

««Página 398»».

siones, irrespetando a Dios, a unos pobres maridos y a las sanas costumbres..."


Peor aún, no mostraban ningún respeto por los magistrados locales, "tratándolos
como si fueran sus inferiores y... convenciendo a todos de que ningún juez podía
corregirlos, castigarlos o interferir en sus asuntos". 711

710 Este documento completo ha sido publicado. Véase Manuel Lucena SalmoraiI ed.).
El memorial de Don Salvador Plata: los comuneros y los movimientos antirreformistas
(Bogotá, 1982).
711 Ibid., p. 49.
El relato de Plata debe ser visto con cautela; era de todos modos un documento
de autojustificación hecho con la intención de exculpar al autor por su complicidad
en la rebelión. Sin embargo, su enfática condena del comportamiento de los
nuevos recaudadores nos brinda una explicación plausible de la disposición de los
notables locales para unirse a la rebelión y tomar posiciones de mando. Al
denunciar las violaciones de la ley y de la costumbre, llama la atención sobre el
hecho de que las reformas del visitador general interfirieron el mando de las
autoridades políticas locales. Al darles el poder a funcionarios entremetidos que no
pertenecían a los bandos políticos de cada región, estas medidas perjudicaron los
lazos de clientela y por lo tanto rebajaron la posición de las autoridades
regionales. Para los notables, esto ya era en sí un poderoso motivo para unirse a
la rebelión. La insolencia y abusos de los recaudadores no sólo perjudicaron a los
campesinos y a los plebeyos, sino que también afectaron la autoridad de los
notables. Se percibe aquí, entonces, la causa crucial de la intervención criolla en
la insurrección de los comuneros, y la razón de que la protesta popular se
expandiera hasta llegar a ser una coalición más amplia, que incluía a los
principales sectores de la sociedad provincial. Mientras los campesinos y plebeyos
protestaban contra los nuevos impuestos y defendían su comunidad, los patricios
trataban de defender su prestigio y autoridad política locales, también en nombre
de la comunidad. Tal defensa del statu quo limitaba el alcance político de la
rebelión. Los notables criollos deseaban la autonomía local dentro de la
monarquía española: su objetivo era simplemente restaurar y preservar el orden
tradicional.

««Página 399»».

no derribarlo por medio de la revolución; y, por tener mucho que perder en un


largo conflicto político, frenaron su capacidad de convertirse en un movimiento
contra el Estado español mismo.

Según una visión alternativa, el origen y la importancia de la insurrección


comunera se hallan en una crisis social más que en una puramente política. Para
Indalecio Liévano Aguirre, uno de los primeros representantes de esta tesis, la
rebelión arraigó entre el "pueblo" oprimido compuesto de mestizos pobres y de
indios quienes, al reaccionar contra la explotación económica, se aliaron con los
notables criollos con la esperanza de alcanzar el cambio social, sólo para ser
traicionados por una "oligarquía criolla" que manipuló la insurrección para sus
propios fines egoístas.712 Según reciente análisis de Mario Aguilera Peña, esta
tesis adolece de una esquemática sociología política. Pues al oponer un pueblo
indiferenciado a una oligarquía criolla, descuida la diversidad de los grupos
sociales e intereses comprometidos en la rebelión. Sin embargo, Aguilera Peña
coincide con la interpretación de la rebelión como una "lucha anticolonialista" y
una "guerra social" que "iba mucho más allá de un conflicto puramente anti-fiscal
con la corona y se basó en la dinámica de las contradicciones internas de la
sociedad neogranadina".713 Aguilera Peña también propone una nueva cronología
de la insurrección, al sostener que un momento clave en su desarrollo fue el
surgimiento de un "ala revolucionaria", relacionada con las actividades subversivas
de José Antonio Galán en el valle del Magdalena, donde había agudas divisiones y
tensiones sociales.714 Sin embargo, aunque la descomposición que hace Aguilera
de los grupos sociales comprometidos en la rebelión muestra claramente que fue
una coalición laxa antes que un movimiento unificado, su argumento de que

««Página 400»».

la impulsó el conflicto social en la sociedad neogranadina y de que se basó en una


crisis social agraria tampoco es a la larga convincente.

Ciertamente, es razonable sostener que el descontento por la tierra y el


resentimiento hacia sus propietarios contribuyeron a la intranquilidad popular,
porque conocemos las profundas desigualdades en la distribución de la tierra en la

712 Indalecio Liévano Aguirre, Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra
historia (tercera edición, Bogotá, 1968), pp. 439-502.
713 Mario Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 6-7.
714 Ibid., pp. 127-146.
Nueva Granada, tanto en las zonas altas como en las bajas. El fiscal Moreno y
Escandón escribió poco antes de la rebelión, después de su inspección de los
resguardos indios en las provincias de Santa Fe y de Tunja, una vigorosa
denuncia de estas desigualdades en el centro de la Nueva Granada. Por su
experiencia en esta área en la década de 1770, Moreno y Escandón percibió que
el acceso a la tierra de los campesinos se estaba haciendo más difícil en las areas
colonizadas: observó que los ricos compraban los mejores "realengos" (las tierras
libres reales), en detrimento de los que no podían pagar los costos legales y
administrativos de la compra Aquellos sin tierra, por lo tanto, tenían que "vivir
sujetos a los terratenientes, bajo la dolorosa amenaza de ser expulsados o que,
por no tener ingresos propios para establecerse, tenían que soportar cualquier
yugo sobre sus hombros..." Moreno y Escandón también anotó que los pobres
sólo podían encontrar tierras alejadas de las áreas pobladas, porque los ejidos de
las poblaciones, las tierras municipales, habían sido todos vendidos. Por lo tanto,
los que no poseían tierra tenían que ocupar tierras marginales, y debían
enfrentarse a todos los costos y el trabajo de establecerse sin ayuda o estímulos.
Empeñado en promover una agricultura más productiva, Moreno y Escandón
deseaba un empleo más racional de los recursos. Sostuvo entonces que las
autoridades debían intervenir aconsejando a los magistrados locales que
presionaran a los grandes terratenientes a cultivar sus tierras sin uso, o a permitir
que otros lo hicieran.715 Y fue, por supuesto, por estas mismas razones que
Moreno y Escandón estuvo a favor de que el gobierno retirara tierras de las
comunidades

««Página 401»».

indias disminuidas y las vendiera a la creciente población criolla y mestiza, que las
usaría productivamente.

Aunque es probable que las quejas en torno a la tierra predispusieran a los pobres

715 Ots Capdequí, Nuevos aspectos, pp. 256-258.


rurales a rebelarse contra las autoridades en 1781, habría que ser muy crédulo
para sugerir que el movimiento comunero surgió de una profunda crisis estructural
de la sociedad agraria o expresó un impulso revolucionario desde abajo. La
desigualdad en la distribución de la tierra no era peculiar de las áreas de Tunja y
del Socorro, y tampoco era causa suficiente de una rebelión campesina; después
de todo, existían profundas desigualdades en la propiedad de la tierra en otras
regiones colombianas que no se involucraron en la insurrección. La carencia de
tierra de los campesinos puede muy bien haber generado un más agudo
descontento en la región del Socorro que en otras áreas por la particular historia y
estructura social de la región. Como anotábamos antes, el Socorro era un área
recientemente colonizada, donde había una fuerte tradición de pequeñas
propiedades y de cultivos comerciales familiares, donde el crecimiento
demográfico era aparentemente reciente y vigoroso, y donde, en consecuencia, el
campesinado tenía probablemente expectativas y aspiraciones diferentes de las
de los campesinos indios y mestizos de áreas donde se habían arraigado grandes
propiedades desde el siglo XVI. Pero aunque es factible que el descontento por la
distribución de la tierra contribuyera a la movilización rebelde, esto no quiere decir
que el movimiento comunero surgiera de una crisis social agraria.

Si los campesinos del Socorro estaban más dispuestos a rebelarse que sus
contrapartes de otras regiones, fue entonces primordialmente porque el nuevo
régimen fiscal introducido por el visitador general era una amenaza directa para la
autonomía económica campesina en una sociedad de pequeños cultivadores. En
un área donde pequeños productores se dedicaban activa y directamente a la
producción y venta de los productos agrícolas en los mercados regionales,
cambios en el impuesto de ventas y en los monopolios reales tuvieron un

««Página 402»».

impacto particularmente fuerte entre los pequeños campesinos y comerciantes, y


eran por lo tanto poderosa fuente de descontento. Así que, como a menudo es el
caso en las rebeliones campesinas, el movimiento comunero probablemente
extrajo su fuerza rural de un "campesinado medio" de pequeños cultivadores
independientes que defendían su posición y avances dentro de la economía de un
mercado local, más que de un campesinado sin tierra impelido por el
empobrecimiento y la opresión de los terratenientes.

Hay ciertamente pocos indicios de que los elementos más pobres de la sociedad
tuvieran algún papel de importancia en el movimiento comunero. Aun si el
descontento de los sectores más pobres de la sociedad rural inspiró una visión
radical entre los pocos agitadores plebeyos que siguieron a José Antonio Galán, y
aunque jugara un papel en los disturbios que Galán promovió en el valle del
Magdalena, donde logró apoyo entre los labriegos sin tierra y los esclavos, había
evidentemente muy escasas posibilidades de que un movimiento de protesta
contra el gobierno se convirtiera en un movimiento social radical en el corazón de
las tierras comuneras. Los plebeyos del Socorro cuya protesta marcó el inicio del
movimiento aceptaron gustosamente, en realidad pidieron, el mando de los
notables criollos de la provincia, la mayor parte de los cuales eran terratenientes
de las oligarquías locales, y el comportamiento de los plebeyos durante la rebelión
no mostró ningún obvio rencor hacia los ricos. De hecho, una serie de peticiones
presentadas a Berbeo, el comandante supremo de los comuneros, revela la
preocupación plebeya y campesina por asuntos personales y locales, más que por
un cambio social más amplio.

Estas protestas, que han pasado desapercibidas para los historiadores de los
comuneros, tenían que ver con asuntos del todo personales y parroquiales, que
iban desde súplicas individuales por injustas condenas de prisión hasta demandas
de comunidades indias y mestizas de rectificar agravios causados por los
impuestos, la opresión de los funcionarios y del clero locales y la pérdida de tierras
de

««Página 403»».

resguardo. Estas peticiones, por supuesto, no nos proporcionan una visión


completa o clara de las ideas u objetivos plebeyos, pero sí nos ofrecen un sondeo
único en la mentalidad de las masas comuneras. Dirigidas a Berbeo mientras éste
preparaba la lista de demandas ante las autoridades reales, las peticiones están
redactadas con la fraseología legal de la época y tratan a Berbeo como si hubiera
sido un representante oficial del gobierno y no su opositor. 716 Su contenido es,
además, tan conservador como su forma y su tono. Al tratar primordialmente sobre
los mismos asuntos que invariablemente hubo tras los disturbios localizados que
ocurrieron en las poblaciones pequeñas de la Nueva Granada a todo lo largo del
siglo XVIII, estas peticiones sugieren que, tanto en su base social como en su
liderazgo, el movimiento comunero estaba enmarcado —y limitado— dentro de
esas actitudes tradicionales hacia el poder y la política que hallamos en muchos
incidentes menores de desorden civil que tuvieron lugar en el virreinato durante
ese siglo.

De manera que, aunque la rebelión comunera fue un levantamiento de particular


importancia en la historia de los últimos años de la Colonia, distinguido por la
escala de su movilización popular y su carácter de coalición policlasista y
poliétnica, su potencial revolucionario siempre fue muy limitado y no indujo un
cambio en la conciencia política popular. Tanto los líderes comuneros como sus
seguidores se preocuparon básicamente por defender la autonomía local contra la
interferencia externa, y no por el derrocamiento del régimen colonial. Deseaban la
libertad para que no hubiera cambio político, más que la libertad para producirlo, y
se compactaron mediante alianzas verticales entre los notables y los plebeyos,
antes que por alianzas horizontales entre una clase social o un grupo étnico.
Debemos por lo tanto evitar tratar la rebelión comunera ya sea como un ensayo
teatral para la independencia o como precursora de conflictos sociales agrarios de
épocas posteriores. Es más sensato ver a

««Página 404»».

los comuneros como un movimiento esencialmente regional estructurado en torno


716 AGI, Indiferente General 410, "Testimonio del quaderno de varias representaciones
hechas ante el Comandante Don Francisco Berbeo...".
a la política local de pequeñas poblaciones y aldeas del área del Socorro, donde
las alianzas basadas en el parentesco y la clientela eran la forma y sustancia de la
vida política en un mundo rural. Tales políticas reflejan un sentido de identidad y
de autonomía locales, expresado en la demanda de que los "nacionales de esta
América" debían ser preferidos en el reparto de los cargos locales. Esta seguía
siendo, sin embargo, una idea de "nación" dentro de la monarquía española, un
llamado para defender el informal gobierno local fomentado bajo los Habsburgos y
continuado por los primeros Borbones, más que un grito de apoyo a la
independencia. La rebelión comunera fue, entonces, más que un movimiento para
derrocar el sistema político, una protesta dentro del mismo que, a pesar de su
escala y su potencia, dejó intacto el poder español.

««Página 405»».

CIENCIA Y SEDICIÓN

Si la rebelión de los comuneros no reflejó la aparición de nuevas ideas o


principios, ni cambios en la conciencia política de la Nueva Granada, alteró sin
embargo su clima político en un aspecto importante. A partir de entonces, los
principales funcionarios pensinsulares fueron más sensibles a los asuntos de
orden público, y más vigilantes de los indicios de subversión. No fue sorprendente
que el temor a la sedición contra el gobierno fuera mayor que nunca en los años
posteriores a 1781, cuando se tomaron medidas nunca vistas para otorgar a las
autoridades eficaces poderes policivos. Las inició el arzobispo virrey Caballero y
Góngora, quien persuadió a la corona de la necesidad de cambiar el despliegue
militar en la región, tanto con el aumento de la presencia regular de tropas en la
capital como con la creación de grandes milicias disciplinadas en las ciudades del
interior. En consecuencia, la Nueva Granada vivió la reorganización de las fuerzas
militares más rápida y de más alcance que jamás se había emprendido en su
territorio, con el fin primordial de garantizar que el gobierno dispusiera de los
medios para imponer su autoridad.717

717 Para una relación completa de la reforma, véase Kuethe, Military Reform and
Society, pp. 93-101.
EL ORDEN POLÍTICO DESPUÉS DE LA INSURRECCIÓN DE LOS
COMUNEROS

Además de movilizar el poderío militar, el arzobispo virrey también pidió un control


más estricto del pueblo de la colonia, que conside-

««Página 406»».

raba intrínsecamente alborotador e insolente. Según Caballero Góngora, gran


parte de la población vivía en un estado de indolencia y de libertinaje, dispersa en
el campo y aislada de una disciplina social o religiosa lo suficientemente rigurosa.
Los mestizos de la Nueva Granada, anotó, habían casi perdido "los dos
principales sentimientos que la Naturaleza le inspira al hombre racional: la
creencia en un Dios, a quien debe amar, y en un Rey, a quien es justo que
obedezca"; descartó a los indios y a los negros como gentes con un carácter aún
más degradado. Concluyó el prelado que en conjunto el pueblo en general era "un
monstruo indomable" cuya indisciplina era la causa de todos los males de la
colonia.718 Para domar a estos indóciles rústicos, recomendó que fueran
agrupados en poblados ordenados y sujetos a una disciplina legal y religiosa, en
tanto que los vagabundos y pordioseros debían ser recogidos y forzados a
trabajar.719

Durante su visita a Antioquia, de 1786 a 1788, el oidor Mon Velarde se mostró


interesado en organizar a los cultivadores dispersos en un sistema ordenado de
poblados y aldeas; por otro lado, las medidas para lidiar con los vagabundos
probablemente se limitaron al campo de acción inmediato del virrey, en la capital y
su distrito. Allí, los virreyes José de Ezpeleta y Pedro Mendinueta continuaron la
política represiva del arzobispo virrey, puesta en vigor mediante medidas para
reducir el número de vagabundos en el área en torno a Bogotá, nuevos
procedimientos para reunir a los pordioseros que se presentaban en la ciudad, y

718 Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del Arzobispo virrey Caballero y


Góngora a Gálvez, octubre 15, 1782 (no. 11).
719 Pérez Ayala, Caballero y Góngora, pp. 328-330.
acciones periódicas para proteger la propiedad urbana contra los ladrones. 720

La creciente población de regiones donde la propiedad de la tierra estaba


altamente concentrada, como en los alrededores de Bogotá, puede haber
aumentado el número de trabajadores ambulantes o

««Página 407»».

estacionales, de vagabundos y mendigos, formándose así una inquieta subclase


menos dispuesta a aceptar el control social que el campesinado o los artesanos
urbanos. Pero hay pocas señales de una amenaza seria al orden público por parte
de las clases inferiores en las últimas décadas del siglo XVIII. Aunque para un
peninsular como el arzobispo virrey Caballero y Góngora las masas de la Nueva
Granada pueden haberle parecido no lo bastante condescendientes o
disciplinadas, esto no quiere decir que el sistema político hubiera estado en
peligro. Los desafíos populares de fines del siglo a la autoridad del gobierno
fueron, por cierto, fácilmente reprimidos dentro de ese sistema. La extensión del
monopolio del aguardiente a los distritos mineros de Barbacoas provocó una
revuelta en 1791, y los aldeanos indios de Túquerres, cerca de Pasto, mataron a
su corregidor y destruyeron las propiedades de los estancos locales. 721 Estos
fueron, sin embargo, disturbios puramente locales en territorios distantes de la
capital, y no causaron desórdenes generalizados de la clase vivida en 1781.

En cuanto a otras formas de conflicto social, es difícil encontrar evidencias de


cualquier amenaza importante a la estabilidad del orden colonial. Jaramillo Uribe
ha sostenido que las comunidades de esclavos fugitivos, llamadas palenques, se
multiplicaron tanto durante fines del siglo XVIII, que parecía como si hubiera "un
acuerdo entre los diferentes grupos de esclavos para realizar una rebelión
general", y llega a detectar una pauta de revueltas de esclavos que asumió las

720 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 323-324, 449-450, 474-457.


721 Sobre Barbacoas, véase Kuethe, Military Reform and Society, p. 169; sobre
Túquerres, véase Javier Laviña, "La sublevación de Túquerres de 1800: Una revuelta
anfifiscal", Boletín Americanista, 20:28 (1978), pp. 189-196; véase también Sergio E.
Ortiz, Agustín Agualongo y su tiempo (Bogotá, 1958), pp. 46-53.
características de una guerra civil.722 De hecho son escasas las evidencias de que
las rebeliones de esclavos fueran señal de un creciente y más profundo conflicto
social. Los informes sobre la resistencia de los esclavos muestran que sus
revueltas a gran escala fueron en

««Página 408»».

extremo escasas, y que los palenques eran pequeños, a menudo transitorios, y


también escasos. La dispersión geográfica de la población esclava, el hecho de
que la mayor parte de los esclavos vivían en sociedades donde los blancos y
personas libres los superaban en número y donde por lo tanto se encontraban en
posición desventajosa ante sus amos, y la tendencia de que una creciente
cantidad de negros naciera en la esclavitud y creciera en su entorno, eran todos
factores que obstaculizaban cualquier rebelión general de los esclavos.
Investigaciones recientes sugieren, por cierto, que los esclavos estaban más
dispuestos a huir de sus amos o a buscar que las autoridades resolvieran sus
quejas, que a iniciar ataques más amplios contra la sociedad esclavista. 723

A menos de una década después de la rebelión de los comuneros, los


funcionarios desestimaban la amenaza de una rebelión a gran escala. En 1789 el
virrey Gil y Lemus recomendó desmantelar las milicias disciplinadas, con base en
que su potencial represivo no justificaba la carga que representaban para la
tesorería colonial. Dudaba, en primer lugar, que las milicias locales fueran un
instrumento apropiado para defender al gobierno, porque proporcionaban armas y
entrenamiento militar que podían volverse contra las autoridades y por lo tanto
podían ser más perjudiciales que benéficas en una emergencia. En forma más
inmediata, pensaba que el gasto de mantenimiento de las milicias sencillamente
no se justificaba si se tenían en cuenta las amenazas reales al orden público.
Según Gil y Lemus, la amenaza subversiva en el interior había sido en gran

722 Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos sobre historia social colombiana, p. 60.
723 Anthony McFarlane, "Cimarrones y Palenques: Runaways and Resistance in Colonial
Colombia", en Gad Heuman (ed.), Out of the House of Bondage: Runaways, Resistance
and Marronage in Africa and in the New World (Londres, 1986), pp. 131-151.
medida exagerada y, lleno de confianza, convenció a la corona de ahorrar dinero
desmovilizando a las unidades de milicias establecidas por su predecesor. El
virrey José de Ezpeleta, su sucesor, también estaba empeñado en reducir los
gastos del gobierno, pero fue más

««Página 64»».

cauto en cuanto a reducir la capacidad represiva mediante cortes en los gastos


militares. Prefirió un enfoque más suave hacia la supresión de gastos, mediante
una reorganización de las fuerzas del orden, y para 1794 había convencido a la
corona de conservar el programa de milicias en una forma modificada. Ezpeleta
deseaba mantener las milicias porque representaban el único medio de coacción
en el interior, pero al igual que Gil y Lemus no temía una revuelta generalizada. De
hecho, Ezpeleta justificó el hecho de armar a los súbditos coloniales con base en
que cualquier rebelión no afectaría a todo el país, y en que las autoridades podían
explotar las diferencias regionales al movilizar fuerzas para sofocar los disturbios
locales.724

Sin embargo, los peligros representados por el descontento político no


desaparecieron. En la generación posterior a la rebelión, el gobierno español de la
Nueva Granada se enfrentó de nuevo al espectro de la sedición, pero esta vez
bajo una forma diferente y potencialmente más peligrosa. Pues al contrario de los
líderes comuneros que se habían rebelado en defensa de un orden tradicional y
que habían invocado el nombre del rey para legitimar su ataque al "mal gobierno",
una generación más joven de criollos abrazó las ideas de la filosofía y de la
ciencia propias de la Ilustración europea y algunos, al ver la ciencia como símbolo
de progreso y encontrarlo en los ejemplos de las revoluciones de los Estados
Unidos y de Francia, también llegaron a contemplar un nuevo orden político.
¿Cómo, entonces, se formó este cambio de perspectiva, y cuáles fueron sus
repercusiones en la vida política de la Nueva Granada?

724 Kuethe, Military reform and Society, pp. 150-164.


LA POLÍTICA DE CONCILIACIÓN Y EL CULTIVO
DE LA REFORMA

Inmediatamente después de la insurrección de los comuneros, el virrey Caballero


y Góngora persuadió a la corona para que apaciguara

««Página 410»».

a los criollos usando el ejemplo de la Guerra de Independencia de los Estados


Unidos para advertirles sobre las potenciales consecuencias de una represalia
draconiana. En una carta reservada a Gálvez, observó que si el gobernador Gage
de Boston le hubiera propuesto una conciliación a hombres como Samuel Adams y
John Hancock, los británicos hubieran podido conservar sus posesiones
coloniales725. La insinuación era muy clara. De no aprender España esta lección,
cultivando la lealtad de sus principales ciudadanos en la Nueva Granada, correría
el riesgo de perder la colonia. El visitador general, por otro lado, era más optimista,
y se mostró escéptico sobre la amenaza de una revuelta separatista formulada por
el virrey. Gutiérrez de Piñeres sostenía que la reforma de los abusos en el
gobierno siempre provocaría el antagonismo de individuos en todas las clases de
la sociedad, el cual no por ello se debía equiparar a una aspiración de
independencia726. En su opinión, el grupo dominante de la sociedad colonial se
identificaba estrechamente con España y, por razones tanto de clase como de
color, era el aliado natural del gobierno metropolitano. Pero al recomendarle a la
corona que cuidara de sostener la posición privilegiada de la élite criolla, Gutiérrez
de Piñeres, no obstante, reconoció un elemento condicional en la lealtad criolla
que exigía diligente cultivo727.
Durante su virreinato, el arzobispo Caballero y Góngora cortejó la lealtad de los
criollos. En primer lugar, se aseguró de que se cumpliera la amnistía general
ofrecida a los comuneros. Unos pocos santafereños sospechosos de complicidad
con los rebeldes fueron discretamente transferidos fuera de la capital, pero el

725 Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del arzobispo virrey Caballero y


Góngora a Gálvez, febrero 6, 1783 (no. 26).
726 AGI Santa Fe 661, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, febrero 28, 1 782 (no. 32).
727 AGI Santa Fe 660, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, marzo 31, 1780 (reservada no.
181).
arzobispo virrey evitó una cacería de brujas y trató de asegurarles a los criollos su
confianza en su lealtad. Fue así como insistió en que a los criollos

««Página 411»».

de provincia que se habían involucrado en el movimiento comunero se les debía


permitir ejercer cargos locales, y con la expansión de la administración de los
monopolios de la corona, tenía nuevos cargos para ofrecerles a los criollos que
aspiraban a puestos oficiales. A la par con estos gestos conciliatorios, realizó una
política positiva para ganarse la confianza de los criollos mediante un programa
progresivo de reforma "ilustrada". Tan pronto como fue nombrado virrey, Caballero
y Góngora inició proyectos concebidos para garantizar el apoyo de la joven
generación criolla mediante la introducción y difusión de modernas ideas
educativas, científicas y económicas. En esto tenía un doble propósito. Por un
lado, el compromiso del arzobispo virrey con las ideas ilustradas provenía de
razones prácticas y económicas comunes entre los partidarios españoles e
hispanoamericanos de la Ilustración. Consideraba, en breve, a las "ciencias útiles"
como un medio para la promoción del desarrollo de los recursos económicos
coloniales, y por lo tanto al servicio de los intereses del Estado español. Su interés
en la reforma educativa también implicaba, por otro lado, un cálculo político.
Después de la rebelión de los comuneros, Caballero y Góngora mostró aguda
conciencia de la necesidad de justificar el sistema y la práctica políticos
borbónicos ante la élite criolla, y su apoyo a la reforma educativa sugiere el
reconocimiento de que la renovación política con respecto a España requería de
un nuevo liderazgo intelectual y cultural.

En los diferentes proyectos económicos iniciados durante el virreinato del


arzobispo, ya hemos visto evidencias claras de los esfuerzos oficiales por adaptar
las técnicas de las ciencias naturales y los principios de la economía política
ilustrada a la tarea de movilizar los recursos materiales y humanos de la Nueva.
Granada. Las visitas a los distritos mineros, el proyecto para el desarrollo de las
minas de oro de Almaguer con métodos comerciales de capital social, la
introducción de modernas técnicas metalúrgicas para revivir las minas de plata de
Mariquita y los esquemas para promover las exportaciones de cinchona y de palo
de tinte reflejaban en su totalidad

««Página 412»».

la determinación de Caballero y Góngora de usar las ciencias útiles para fomentar


la actividad económica y, por extensión, para mejorar la disciplina social mediante
la oferta de trabajo productivo. Pero el mayor impacto del nuevo enfoque se dio,
no en la economía, sino en las esferas culturales y políticas, donde la innovación
científica cambió el punto de vista de los criollos educados en una forma que a la
larga contravendría los propósitos de sus patrocinadores.

El arzobispo virrey Caballero y Góngora, el "pacificador" de los comuneros, jugó


un importante papel en la promoción de este cambio de clima en la opinión criolla.
Su contribución al cambio intelectual en la Nueva Granada consistió, en primer
lugar, en la resurrección de proyectos y de planes científicos de reforma educativa
considerados inicialmente durante las décadas de 1760 y 1770. Estas reformas
habían sido propuestas por dos hombres, el científico español José Celestino
Mutis y el funcionario criollo Francisco Moreno y Escandón. Mutis había llegado a
la Nueva Granada en 1761 con el cargo de médico personal del virrey Messía de
la Cerda, pero con la intención, después de sus trabajos en el recientemente
fundado jardín botánico de Madrid, de estudiar la historia natural en un entorno
americano. El fracaso en obtener apoyo real para sus estudios botánicos obligó a
Mutis a dedicarse a la enseñanza de las matemáticas y de la astronomía en el
Colegio del Rosario de Bogotá, donde, en cuanto abierto defensor de las nuevas
ciencias y crítico del oscurantismo clerical, llamó la airada atención de los
dominicanos de la Universidad de Santo Tomás. En 1774, éstos denunciaron su
cosmología copernicana como contraria a la fe y la moral, y lo acusaron ante la
Inquisición. Mutis, sin embargo, encontró un defensor en el virrey Guirior, quien
por esa misma época patrocinaba el plan de Francisco Moreno y Escandón de una
universidad pública en la cual las doctrinas y enseñanzas escolásticas serían
desalojadas a favor del estudio de las matemáticas y de las ciencias naturales. En
esta ocasión triunfaron los tradicionalistas y el plan, que incluía una cátedra para
la que Mutis era el obvio candidato, fue abandonado

««Página 413»».

En 1779. Sin embargo, serviría de base para los planes de Caballero y Góngora
de encaminar la educación superior hacia las ciencias naturales y aplicadas;
también pidió nuevos métodos de enseñanza para utilizar el español en lugar del
latín y así despertar y desarrollar el interés de los estudiantes 728. De nuevo, la
oposición conservadora de las órdenes religiosas, combinada con la mezquindad
de la corona, impidió cambios en los programas de las instituciones existentes y
frustró el establecimiento de una nueva universidad orientada hacia las ciencias
teóricas y aplicadas. No obstante, ciertos cambios se efectuaron en el sistema. En
el colegio del Rosario de Bogotá se enseñaron las matemáticas y la física, y José
Félix Restrepo llevó el estudio de la ciencia a Popayán, donde su influencia en una
generación de estudiantes produciría hombres que posteriormente se convirtieron
en algunos de los científicos más importantes de la Nueva Granda 729.

La otra y más significativa contribución de Caballero y Góngora al avance de la


ilustración en el virreinato fue su apoyo a un estudio de la historia natural de la
clase que Mutis había contemplado en la década de 1760. Emprendió el examen
en 1782 después de encontrarse en un proyecto minero 730 Gracias al apoyo del
virrey, Mutis fue rescatado de una relativa oscuridad y recibió rápido patrocinio de
la corona. En 1783 se convirtió en director de la famosa Expedición Botánica, que
seguiría funcionando hasta 1810. Detalles del trabajo científico de la expedición no
tienen por qué ocuparnos aquí. Baste decir que produjo un impresionante conjunto
de informaciones.

728 Sobre la reforma universitaria, véase la relación de mando del arzobispo virrey en
Pérez Ayala, Caballero y Góngora, pp. 339-341. Para el programa de estudios redactado
por el virrey, véase pp. 267-284.
729 Frank Safford, The ideal of the Practical: Colombia’s Struggle to from a technical
Elite (Austin, Texas, Londres 1976), pp. 85-91.
730 Sobre el trabajo de Mutis en la minería, véase Francisco Pelayo, “Las actividades mineras de
J.C Mutis y Juan José Elhuyar en la Nueva Granada”, Revista de indias, 50:189, pp. 455-472.
««Página 414»».

sobre la flora, la fauna y el medio ambiente de Colombia, y fomentó


investigaciones científicas adicionales al originar otra institución científica
permanente, el Real Observatorio Astronómico de Bogotá. 731 Para nuestro actual
propósito, el significado de la Expedición Botánica reside en sus repercusiones
culturales y políticas, antes que en su trabajo científico en sí. Pues, al igual que los
intentos de reforma de la educación superior, las actividades de la Expedición
actuaron como un catalizador para la introducción de nuevos elementos en el
pensamiento criollo social y político y fomentaron actitudes que, aunque
restringidas a una pequeña élite, minaban más la autoridad que las tradiciones
autonomistas que salieron a la luz con la rebelión de los comuneros. En este
sentido, el cultivo de Caballero y Góngora de los conocimientos útiles tuvo el
efecto opuesto al deseado. En lugar de conseguir adeptos criollos al espíritu
borbónico de reforma y de innovación, ayudó a diseminar ideas y a promover
contactos que hicieron a los criollos más conscientes de su propia identidad e
intereses, y por lo tanto más críticos de España y de sus políticas.

LAS LIMITACIONES DE LA CIUDADANÍA CRIOLLA

Para comprender el impacto de las ideas ilustradas en la vida política


neogranadina, debemos primero tener en cuenta el hecho de que las tensiones
entre los criollos y el gobierno reveladas por la insurrección comunera nunca
fueron completamente resueltas. A pesar de los gestos conciliadores posteriores a
la rebelión, los gobiernos de Caballero y Góngora y de sus sucesores no pudieron
esconder su renuencia a confiar a las élites criollas un papel digno e igual en la
administración de su

««Página 415»».

731 Sobre la Expedición Botánica, véase Florentino Vezga, La Expedición Botánica (Bogotá,
1936); Federico Gredilla, Biografía de José Celestino Mutis con relación de su viaje y estudios
practicados en el Nuevo Reino de Granada (Madrid 1909); Guillermo Hernández de Alba (ed.),
Escritos científicos de don José Celestino Mutis, 2 vols. (Bogotá, 1983); Gabriel Fonnegra, Mutis y
la Expedición Botánica: Documentos (Bogotá, 1983).
propia sociedad. Esto pronto se hizo evidente durante la reorganización militar
interna iniciada en 1783. Al comienzo, el arzobispo virrey declaró explícitamente
que aunque criollos de confianza podían llegar a ser suboficiales, los españoles
debían ocupar los cargos superiores. 732 Sus sucesores se empeñaron igualmente
en asegurar que el ejército del interior fuera controlado por oficiales peninsulares,
y por consiguiente las posiciones de mando dominadas por españoles, así como
los rangos de sargento y de comandante de unidades. 733 No quedó pues entre los
criollos duda de que se les consideraba no lo bastante de fiar para controlar un
ejército cuyo papel era la vigilancia policial de su propia sociedad. El
apaciguamiento de los criollos al absorberlos dentro de la nueva estructura militar
se vio así socavado por la comprensible mala gana de los virreyes de confiar
completamente en su lealtad. Allan Kuethe sugiere, por cierto, que las fuerzas
armadas del interior llegaron a parecerles a muchos neogranadinos "un ejército
extranjero de ocupación", al mando de arrogantes oficiales que causaban
antagonismos por su tendencia a hacer caso omiso de las autoridades locales so
pretexto del fuero militar.734

La susceptibilidad de los miembros de la élite criolla frente a la política


gubernamental después de la rebelión de los comuneros quedó primero
demostrada en una disputa que se produjo en 1785, cuando el aristócrata
santafereño Jorge Miguel Lozano, marqués de San Jorge, fue excluido del cuerpo
de oficiales de la milicia disciplinada de Bogotá. Herido por la insinuación de
deslealtad y por la afrenta a su posición social, Lozano envió directamente a la
corona dos peticiones quejándose del gobierno de la Nueva Granada. El acto en sí
era ilegal, porque tales peticiones directas estaban prohibidas, pero fueron las
acusaciones de

««Página 416»».
732 Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del arzobispo virrey, Caballero y
Góngora a Gálvez, junio 15, 1783 (no. 45).
733 Kuethe, Military Reform and Society, tabla 10, pp. 206-209; Marchena, The Social
World of the Military", tabla 17, p. 87.
734 Kuethe, Military Reform and Society, p. 102. Véase también la discusión sobre la
desorganización causada por la extensión de la jurisdicción militar, pp. 102-111.
Lozano las que causaron un mayor escándalo. En su primera petición. Lozano
denunciaba el "deplorable estado" de la Nueva Granada, que atribuyó al fracaso
del gobierno y a la "relajación de las buenas costumbres". También argumentaba
que, por lo que el mal gobierno impedía que el rey conociera el verdadero estado
de la colonia, su deber era apelar directamente a él para reparar los agravios a su
pueblo.735 Su crítica del gobierno colonial era extensa, y se remontaba hasta el
mismo establecimiento del virreinato.

La creación del virreinato, sostenía Lozano, había tenido una serie de


consecuencias adversas. Les había otorgado a los virreyes poderes de padrinazgo
que repartían entre sus propias comitivas de parientes y dependientes, con
exclusión de los "ciudadanos honorables"; esto, a su turno, había sido causa de
una indeseable afluencia de extranjeros y de españoles peninsulares, hombres
miserables que se dedicaban a bajos oficios en detrimento de las clases bajas y
que no eran dignos de las prebendas que los virreyes les acordaban. Los virreyes
también habían fracasado en recompensar los méritos de los locales, prefiriendo
distribuir los cargos entre sus propios dependientes, "aunque sólo fueran
hacedores de pelucas, barberos o lacayos". 736 De la condena al nepotismo
virreinal y a la discriminación contra los criollos de mérito, Lozano pasó a asestar
un acerbo ataque contra la audiencia de Bogotá, como "el más visible espectáculo
de tiranía" y el centro de la corrupción política. 737 Tras haber denunciado a los
oidores se dedicó entonces, en un tono cada vez más destemplado, a criticar al
arzobispo virrey Caballero y Góngora y a defender a los comuneros. Lozano ni
siquiera vaciló en fustigar al clero, acusándolo de simonía por su común venta de
servicios espirituales y sacramentos a precios excesivamente altos. 738 Su segunda
petición, enviada unos meses

735 AHNM, Consejos, legajo 20, 452, "Quaderno número I y principal sumario contra D.
Jorge Lozano Peralta", fols. 1-34, Lozano de Peralta al rey, abril 30. 1785.
736 Ibid., fol. 12.
737 Ibid., fols. 21-22.
738 Ibid., fols. 31-32.
««Página 417»».

después, fue menos explícita pero reiteró temas similares, recalcando el fracaso
del gobierno en recompensar a los descendientes de los conquistadores, el hecho
de que relegara a los notables criollos a cargos menores (en los cuales los
funcionarios españoles los trataban como poco más que sirvientes), y su falta de
respeto por el cabildo de la capital. 739 A pesar de su eminencia social, el acto de
Lozano habría de costarle caro. El oidor encargado de la investigación del caso lo
envió a prisión en Cartagena, donde permaneció bajo custodia hasta que el
Consejo de Indias resolvió su caso. El Consejo finalmente lo absolvió de todos los
cargos en 1793, con base en que ya había sido lo suficientemente castigado por
su infracción, y el caso se cerró entonces definitivamente con su muerte en ese
mismo año.740 Lozano era un personaje pendenciero cuyas opiniones inconformes
no necesariamente representaban las de la élite santafereña como un todo, ni
eran señal de un descontento criollo generalizado. Si las autoridades lo escogieron
para propinarle un tratamiento cruel, fue sobre todo porque se había dudado de su
lealtad durante la rebelión comunera, cuando fue nombrado como uno de los
capitanes santafereños durante las negociaciones entre el gobierno y los rebeldes
en Zipaquirá. En las investigaciones que siguieron a su arresto, por cierto, a los
testigos se les preguntó con insistencia sobre esa conexión, sobre sus ideas y
sobre la amenaza de que persistiera en una actitud sediciosa. En general los
testigos estuvieron de acuerdo en que tal amenaza no existía y unánimemente
atribuyeron el comportamiento de Lozano a su propio sentido de haber sido
agraviado y a su carencia de tacto. 741 El caso, sin embargo, no deja de ser
importante. El hecho mismo de que el virrey y la audiencia tomaran una acción tan
draconiana contra Lozano revela sus constantes sospechas sobre la élite
santafereña y demuestra que, a pesar de todo lo dicho sobre la conciliación, las

««Página 418»».

739 Ibid., Lozano de Peralta al rey, octubre 28, 1785.


740 Ibid., "Quaderno reservado que tiene el sumario de la indagación de los designios
que pudo tener D. Jorge Lozano Peralta", fols. 156-157.
741 Ibid., fols. 4-15.
autoridades habían fracasado en convencer completamente a los criollos de su
paridad con los peninsulares. El asunto también mostró que la frustración criolla
ante la discriminación seguía alimentando el descontento y la división, hecho que
Francisco Silvestre reconoció francamente en 1789. Agudo y experimentado
observador de la vida neogranadina, Silvestre pensaba que erradicar la rivalidad
entre españoles europeos y americanos era una prioridad política. Sin una
redistribución positiva concebida para dar a los criollos igual participación en los
puestos administrativos, militares y eclesiásticos, sostenía Silvestre, el gobierno
viviría siempre bajo el temor de disturbios que eventualmente podrían llevar a la
pérdida de la colonia.742 Esta predicción demostraría estar incómodamente
cercana a la verdad. Sólo cinco años después, las autoridades coloniales
descubrieron que las actividades de un pequeño grupo de intelectuales criollos
revelaban que las nuevas ideas relacionadas con la reforma educativa y la
innovación científica habían contribuido a agravar, más que a aliviar, la
insatisfacción criolla, animando así formas de disentimiento perjudiciales para el
Estado, e incluso amenazantes para su sobrevivencia.

LA ILUSTRACIÓN EN LA NUEVA GRANADA

Si el arzobispo virrey Caballero y Góngora imaginó alguna vez que la promoción


de las ideas científicas y económicas de la Ilustración pondría a los criollos al
servicio del Estado, se equivocó entonces gravemente. Al alentar la difusión de la
"ciencia útil", esperaba acelerar el progreso material de la sociedad neogranadina
y afianzar el dominio de España. Estimuló, por ejemplo, la fundación de
periódicos, sancionó el establecimiento de Sociedades Económicas para promover
el desarrollo de la agricultura, la industria y el comercio, y permitió en la prensa
discusiones abiertas sobre asuntos

««Página 419»».

económicos743. Todo esto parecía, sin duda, bastante inofensivo. Pero, de hecho,
742 Silvestre, Descripción, p. 116.
743 Para comentarios sobre las Sociedades Económicas, una de las cuales fue
establecida brevemente en Mompós y otra proyectada para Bogotá, véase R.J. Shafer,
los esfuerzos del gobierno colonial por estimular el desarrollo económico
auspiciando actividades de esa clase tuvieron la desagradable consecuencia de
animar a los criollos educados a ver la política española hacia la Nueva Granada
con ojos más críticos. En esta forma, aunque la difusión de las nuevas ideas
estaba desprovista de cualquier dudoso contenido explícitamente político, la
divulgación de los "conocimientos útiles" resultó ser un factor sutilmente corrosivo
para el dominio español.

En primer lugar, la difusión de las nuevas ideas produjo disputas sobre asuntos
intelectuales y posiciones académicas que tendieron a acentuar las divisiones
entre los criollos y los peninsulares. El pequeño mundo intelectual neogranadino,
concentrado sobre todo en la capital, se dividió claramente en dos campos. De un
lado estaba un establecimiento académico conservador que defendía el
escolasticismo y se oponía a la filosofía moderna; del otro, quienes buscaban
puestos universitarios y estaban a favor de la reforma de los programas y del
avance de la ciencia. Esta división estaba preñada de significación política porque
la mayor parte de aquellos en el primer campo eran españoles, y la mayoría de los
otros eran criollos, de manera que las diferencias intelectuales se superponían e
interactuaban con las rivalidades sociales. Además, el contenido del debate
científico contemporáneo no contribuía en nada a disminuir esta división, puesto
que les reveló a los americanos las ideas racistas de De Pauw y Buffon, para
quienes el entorno y las gentes de América eran biológicamente inferiores a los del
viejo mundo. Apoyados por Humboldt, los científicos neogranadinos se unieron a
otros americanos en el intento de demostrar el absurdo de estas teorías, y así se
embarcaron en una polémica que, por su mismo contenido, tendía a

««Página 420»».

enfrentar a los americanos contra los europeos. Al hacer esto, también reducirían
su aislamiento cultural de Europa, y al mismo tiempo adquirirían más confianza en

The Economic Societies in the Spanish World, 1763-182] (Syracuse, 1958), pp. 154-156,
235-239.
sus propios esfuerzos científicos, identificados con su tierra natal americana 744.

Otra señal de confianza de la minoría criolla culta de la Nueva Granada se halla en


el semanario llamado el Papel Periódico de Santafé, que se publicó con
aprobación oficial entre 1791 y 1797. Aunque con una política al parecer insulsa,
este periódico de hecho contribuyó en forma importante a la formulación y difusión
de nuevas actitudes e ideas. Porque tanto en su contenido como en su tono, el
Papel Periódico reflejó una actitud más crítica hacia el gobierno colonial y un
incipiente sentido de nacionalidad745. En primer lugar, sus editores y escritores
presumían la existencia de un "bien público" que podía buscarse racionalmente y
que debía promoverse por medio de reformas; también se dirigían a un público
ilustrado en la creencia de que compartía esta convicción y de que podría jugar un
papel importante y reformista para mejorar la economía y la sociedad
neogranadinas. En segundo lugar, el semanario introdujo un nuevo estilo
"moderno" de crítica, que recalcaba la superioridad de la investigación empírica de
la naturaleza sobre la interpretación de textos investidos únicamente de la
autoridad tradicional. En tercer, y no menos importante, lugar, creó un "público", un
foro de debate y de discusión, que no sólo unió a las personas

««Página 421»».

del mismo parecer de la capital, sino que también aspiró a difundir la idea del bien
general entre los criollos de provincia. 746

744 Thomas F. Glick, "Science and Independence in Latin America (with Special
Reference to New Granada)", HAHR, 71:2 (1991), pp. 307-334; Jeanne Chenu, "De la
Terre aux Etoiles: Quête Scientifique et Identité Culturelle en Nouvelle Granade", Centre
National de la Recherche Scientifique, L'Amerique Espagnole à l'Epoque des Lumiéres
(Paris, 1987), pp. 247-260.
745 29. Esta discusión se basa en el estudio del Papel Periódico en Renan Silva, Prensa
y revolución a finales del siglo XVIII: Contribución a un análisis de la formación de la
ideología de independencia nacional (Bogotá, 1988), y en Garrido de Payán, "Political
Culture of New Granada", pp. 12-27. Véase también la estimulante discusión en
Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of
Nationalism (London, 1987), pp. 50-65.
746 Silva, Prensa y revolución, pp. 28-51.
Los colaboradores del Papel Periódico formularon de nuevo la exigencia de que
los criollos participaran en el gobierno, al recalcar la necesidad de que hombres
educados formularan y dirigieran la política. Este argumento se refleja en los
ataques específicos a los principios de "nobleza" y de honor familiar, fruto del
nacimiento, que estaban en el meollo de la cultura política tradicional de la élite.
En cambio, los escritores criollos proponían una forma alternativa de nobleza,
basada en el mérito y en el ejercicio del talento en pro del bien público. 747 La idea
de reemplazar la "aristocracia" por una especie de "meritocracia" era, en efecto,
una modernización de las exigencias criollas de ejercer influencia y poder en su
propia tierra, expresada ahora en el lenguaje de la Ilustración. Esto reflejaba las
aspiraciones de la élite criolla preparada y educada en las propias instituciones
educativas de la Nueva Granada, en particular del Colegio del Rosario; también es
posible que reflejara las preocupaciones específicas de aquellos criollos que no
descendían de los conquistadores y primeros colonizadores de la colonia. Años
después, de hecho, el sacerdote español José Antonio de Torres y Peña sostuvo
que la rivalidad entre los peninsulares y los criollos se hizo más aguda y decisiva
durante los años de gobierno español precisamente porque los criollos de primera
generación, a menudo hijos de funcionarios españoles, esperaban seguir
profesiones y ejercer influencia acordes con su educación y su rango social. 748

La absorción criolla de las nuevas influencias intelectuales no fue necesariamente


subversiva para el régimen colonial. La lucha por reestructurar los programas
universitarios, la influencia de Mutis y

««Página 422»».

de la Expedición Botánica en la promoción del pensamiento empirista y científico,


la introducción de la imprenta y la difusión más libre de la información por medio

747 Ibid., pp. 104-106.


748 José Antonio de Torres y Peña, "Memorias sobre la revolución y sucesos de Santafé
de Bogotá en el trastorno de la Nueva Granada y Venezuela", en Guillermo Hernández
de Alba (ed.), Memorias sobre los orígenes de la independencia nacional (Bogotá,
1960), pp. 39-42.
de los libros, los diarios y las tertulias, fueron todas estimuladas por los virreyes
durante la década de 1780 y a principios de la de 1790, por lo que se podía
considerar al gobierno como una agencia para la transformación de la sociedad
colonial bajo la égida de una monarquía ilustrada. Pero si algunos criollos creyeron
en la reforma desde arriba, también hubo claros indicios de que el interés en los
"conocimiento útiles" era tanto fuente de inspiración como medio para cuestionar
la legitimidad y la necesidad de la situación colonial.

Un ejemplo temprano y celebrado del potencial subversivo de la ciencia y la


filosofía ilustradas se encuentra en la carrera de Pedro Fermín de Vargas. Joven e
inteligente provinciano nacido en la ciudad comunera de San Gil, Vargas se asoció
a Mutis y a la Expedición Botánica a principios de la década de 1780, con poco
más de veinte años, y después de trabajar en el secretariado del virrey y de ser
favorecido por Caballero y Góngora, fue nombrado corregidor de Zipaquirá en
1789. El contacto con el pensamiento científico por su relación con Mutis, unido a
su deseo de avanzar en su propia carrera, aparentemente lo animaron a
emprender un análisis crítico de su propia sociedad, y en la década de 1790
escribió dos perspicaces informes sobre las condiciones socioeconómicas de la
Nueva Granada. Mientras se dedicaba a esto, Vargas abrigaba en secreto la idea
de la independencia. En 1791 abandonó a su esposa y a su familia, renunció a su
carrera en el gobierno y huyó del país con su amante. Viajó a las Indias
Occidentales británicas, a los Estados Unidos y a Inglaterra, y se unió en Europa a
un grupo de revolucionarios hispanoamericanos que conspiraban contra España.
En Inglaterra se comprometió con el revolucionario venezolano Antonio de
Miranda y con los planes de este último para liberar a la América hispana; en 1899
y 1803 presentó memoriales al gobierno británico con el fin de convencer al
gabinete de que la

««Página 423»».

Nueva Granada, de tener la oportunidad, se rebelaría contra el dominio español 749

749 Gómez Hoyos, La Revolución Granadina, vol. I, p. 275-312.


Vargas fue una figura excepcional, aunque no única, en sus convicciones.
Desarrolló sus ideas sobre la independencia tempranamente, quizás
remontándose a 1782, inmediatamente después de la rebelión de los comuneros,
y ciertamente las discutió con sus amigos de la élite intelectual bogotana. 750 Entre
estos amigos estaba Antonio Nariño, hijo criollo de un importante funcionario
español quien, en cuanto tesorero de diezmos de Bogotá, era un miembro
principal de las camarillas comerciales y administrativas de la capital. Aunque sin
educación científica, Nariño era un ardiente bibliófilo fascinado por las ideas
científicas y políticas de su tiempo, y ansioso por discutirlas y propagarlas entre
sus iguales.751 En 1793 fundó una imprenta conocida como "La Patriótica", que
obtuvo licencia del gobierno y fue autorizada para imprimir un semanario, el Papel
Periódico de Santafé de Bogotá, del cual era editor Manuel del Socorro Rodríguez,
dependiente cubano del virrey Ezpeleta, bibliotecario oficial de la ciudad y
fundador de una tertulia llamada "La Eutropélica". La casa de Nariño, entretanto,
se convirtió en centro de otra tertulia conocida como "El Casino", donde miembros
de la ambiciosa intelectualidad bogotana se reunían para leer y discutir sus ideas.
Dentro de esta tertulia, Nariño y su amigo francés Luis de Rieux establecieron un

««Página 424»».

grupo interno conocido como "El Santuario", y dentro de éste había una
agrupación aún más secreta llamada el "Arcano Sublime de la Filantropía". 752 El
propósito exacto de estos grupos internos, que estaban rodeados de reserva, no
se conoce. Sin embargo, cabe escasa duda de que los acontecimientos en Europa

750 Estas ideas se formularon con más claridad en un manuscrito que describe un
diálogo imaginario entre Lord North y un filósofo sobre el colonialismo británico en
Norteamérica y que denuncia implícitamente el colonialismo y el autoritarismo
españoles. Este manuscrito lo publica Gómez Hoyos en La Revolución Granadina, vol. I,
pp. 290-299. La influencia de la History of America de Robertson está analizada en un
trabajo inédito de D.A.G. Waddell, "Britain and Late Colonial Spanish America: Some
Intellectual Connections", leído en el 46avo. Congreso Internacional de Americanistas.
751 35. Sobre los antecedentes de Nariño, véase J.M. Restrepo y R. Rivas, "Genealogía
de Don Antonio Nariño", en Oswaldo Díaz y Díaz, Segundo centenario del nacimiento
de Don Antonio Nariño (Bogotá, 1965), pp. 11-18. Un buen sumario breve de la vida,
ideas y actividades políticas de Nariño se halla en Gómez Hoyos, La Revolución
Granadina, vol. I, pp. 205-274.
752 Thomas Blossom, Antonio Nariño, Hero of Colombian Independence (Tucson,
Arizona, 1967), pp. 6-8.
durante principios de la década de 1790 indujeron a los revolucionarios de café a
pensar que había llegado el momento de poner en práctica sus ideas. Pues éste
fue en Europa un período de cambios súbitos, casi inimaginables, marcados por el
derrocamiento de Luis XVI, el encarcelamiento de la familia real francesa y la
ejecución del monarca francés en enero de 1793. Y mientras la revolución recorría
a Francia, la monarquía española pareció de pronto vulnerable. Su viejo aliado se
había convertido en su principal enemigo, España se veía amenazada por la
subversión y la invasión francesas, y después de que un temeroso Carlos IV
expulsara a los reformistas liberales que habían influido sobre su predecesor,
España fue forzada a emprender una guerra contrarevolucionaria contra Francia
en marzo de 1793. Las noticias de una gran revolución en Europa y el comienzo
de una guerra internacional revolucionaria estremecieron evidentemente a los
criollos librepensadores de Bogotá. En diciembre de 1793 Antonio Nariño decidió
imprimir cien copias de la "Declaración de los derechos del hombre" de la
Asamblea francesa, traducidos por él mismo, para difundir en la capital y en la
provincia. Las copias no llegaron a las manos de sus designados lectores porque
Nariño, tras ser advertido de las posibles consecuencias de publicar un documento
prohibido, las quemó todas menos dos y le hizo jurar a su impresor, Diego de
Espinosa, que guardaría el secreto. Allí pudo haber concluido el asunto, de no ser
por un incidente ocurrido ocho meses después, cuando, en la noche del 19 de
agosto de 1794, pegaron en las paredes de Bogotá algunos pasquines sediciosos.
El gobierno, ya bajo órdenes de estar atento a la propaganda subversiva y a

««Página 425»».

franceses sospechosos, tomó acción inmediata para sofocar la posible amenaza


de una rebelión. Alarmado por la perspectiva de que el espectro de la revolución
hubiera llegado a la Nueva Granada, el regente de la audiencia, Luis de Cháves,
de inmediato hizo llamar al virrey Ezpeleta, de excursión en Guaduas, y empezó
una rápida e intensa búsqueda de los culpables. 753
753 Dos importantes compilaciones de documentos describen los trastornos políticos
de 1794: E. Posada y P.M. Ibáñez (eds.), El Precursor: Documentos sobre vida pública y
privada del General Antonio Nariño (Bogotá, 1903), y José Manuel Pérez Sarmiento
(ed.), Causas célebres a los Precursores, 2 vols. (Bogotá, 1929).
LA CONSPIRACIÓN CRIOLLA Y SUS CONSECUENCIAS

Los autores de los pasquines, seis libelos levemente sediciosos que pedían el fin
de los estancos y hacían alusiones despectivas a los oidores de la audiencia,
fueron prontamente descubiertos. El 20 de agosto Francisco Carrasco, un
peninsular y funcionario menor en la tesorería real, le informó a Cháves que por
una conversación con otro español, José Fernández de Arellano, había sabido que
el propósito de los pasquines era incitar a los plebeyos de la capital. Según él, los
ciudadanos criollos principales habían tenido reuniones secretas con el objetivo de
"provocar una insurrección en el Reino y adoptar la forma de gobierno existente
ahora en Francia", con apoyo de dineros y hombres proporcionados por cinco de
los conspiradores.754 Arellano admitió a su turno haber ideado los pasquines con
tres estudiantes criollos y, a cambio de una prometida clemencia, denunció a José
María Durán, a Pablo Uribe y a Luis Gómez como sus cómplices. Sostuvo que el
propósito de los pasquines era dar ejemplo a las demás provincias de la Nueva
Granada e incitar al pueblo a rebelarse. Añadió que su acto se había basado en el
odio general y compartido de los criollos contra los chapetones. 755

««Página 426»».

Convencidos de que habían descubierto una seria conspiración revolucionaria, el


virrey y la audiencia emprendieron una investigación triple, para descubrir todas
sus ramificaciones. El oidor Joaquín de Inclán se hizo cargo del caso de los
pasquines y, después de interrogar extensamente a los estudiantes (incluso
torturando a Durán), obtuvo confesiones de cada uno. Sin embargo, los tres sólo
admitieron haber escrito y pegado los pasquines para fastidiar a los oidores, y a
pesar de todos los esfuerzos investigativos del magistrado, no hubo evidencias
que apoyaran la creencia de la audiencia de que su acto era parte de una
conspiración para derrocar al gobierno colonial. 756 Esto no los salvó de un cruel

754 Pérez Sarmiento, Causas célebres, vol. I, pp. 229-231.


755 Ibid., vol. 2, pp. 9-10.
756 Las confesiones de Gómez, Uribe y Durán se encuentran en ANHM. Consejos 21,
castigo. En enero de 1796, la audiencia condenó a Gómez a ocho años de prisión,
a Uribe y a Durán a seis y a Arellano a cuatro, todos en penitenciarías de ultramar;
los criollos también fueron condenados a exilio de por vida de su país. En marzo
de 1796 todos fueron enviados a España, donde cumplieron sus condenas. 757
Mientras el oidor Inclán proseguía con el asunto de los pasquines, el oidor Juan
Hernández de Alba investigaba la supuesta conspiración contra el gobierno, y su
colega Joaquín de Mosquera se concentraba en Antonio Nariño, quien había sido
denunciado por la publicación de los "Derechos del Hombre". Para septiembre de
1794, los jueces informaron a España que habían descubierto una grave
conspiración subversiva. Sostuvieron que los conspiradores habían prometido
grandes cantidades de dinero, así como doscientos o trescientos hombres
armados, en apoyo de un plan para apoderarse de las barracas y armas de
Bogotá mientras las tropas asistían a un servicio religioso dominical. Para
extender la rebelión, los conspiradores habían impreso y distribuido los "Derechos
del Hombre" en todas

««Página 427»».

las provincias, junto con la afirmación de que "de cuatro partes de Santa Fe, tres
estaban dispuestas a dar el grito de libertad". El propósito de los pasquines,
añadieron los jueces, había sido difundir la idea de que el fin de los conspiradores
era terminar con los estancos, y así convencer a los plebeyos para que apoyaran
a "aquellos que se proclaman Republicanos". 758

Al ampliar los jueces su investigación, se hicieron muchos arrestos. En agosto


Mosquera arrestó a Nariño y a su impresor, Diego de Espinosa, y para fines de
octubre de 1794 Hernández de Alba tenía en la cárcel a por lo menos veinte
sospechosos. El virrey y la audiencia también habían tomado fuertes medidas

249, Testimonio del Sumario y pesquisa general contra los autores de los pasquines
sediciosos, fols. 26-60; Quaderno no. 4: Testimonio de Autos, fols. 29-34; 112-138.
757 Pérez Sarmiento, Causas célebres, vol. I, pp. 5-7, 13-45; también Eduardo Posada,
"El proceso de los pasquines", BHA, vol. 8 (1903), pp. 721-728.
758 Pérez Sarmiento, Causas célebres, vol. I, pp. 262-263.
para prevenir cualquier amenaza de rebelión. Aumentaron el patrullaje de Bogotá,
pusieron en alerta a los militares y buscaron refuerzos de fuera. El virrey Ezpeleta
también apeló al clero para que predicara obediencia al rey, y envió advertencias a
los funcionarios de Venezuela y de Quito para que estuvieran atentos a cualquier
indicio de subversión, sobre todo de parte de residentes y visitantes franceses. 759
En Bogotá, el cabildo reaccionó indignado ante las medidas represivas, con su
inequívoca imputación de deslealtad. Para octubre de 1794, sus miembros le
protestaron directamente al rey en términos bastante apesadumbrados. Se
quejaban de que los ministros de la Nueva Granada estaban causando escándalo
y confusión al ignorar el debido proceso, maltratando a los prisioneros (a quienes
mantenían incomunicados y sin haberles hecho cargos formales), y calumniando a
la ciudad al difundir temores y sospechas que dividían a europeos y criollos. 760 En
enero de 1795, las ya tirantes relaciones entre el gobierno y la corporación
municipal se deterioraron aún más. Poco después de las elecciones anuales de
alcaldes, el virrey Ezpeleta decidió de pronto suspender a dos recientemente
elegidos, por la sospecha de que uno de ellos, José María Lozano (hijo del
fallecido

«Página 428»».

marqués de San Jorge), había estado envuelto en la conspiración contra el


gobierno.761 La audiencia fue más allá. Denunció a todo el cabildo por su "espíritu
de parcialidad, complicidad y monopolio", por su esfuerzo tendiente a excluir a los
europeos de las elecciones recientes y por su escogencia de Lozano, hombre
conocido por su "notoria antipatía hacia los ministros reales y de pública
reputación de deslealtad al bondadoso gobierno de Su Majestad". Lozano, insistió
la audiencia, había heredado de su padre el odio hacia el gobierno, era un
entusiasta "de las constituciones republicanas, y sobre todo de la de Filadelfia", y
estaba bajo sospecha de haberse involucrado en la reciente conspiración. 762

759 Ibid., pp. 246-261.


760 Ibid., pp. 274-282, 285-289.
761 Ibid., vol. II, pp. 147-151
762 Ibid., pp. 369-374.
Después de que las protestas del cabildo fueron rechazadas terminantemente, la
audiencia siguió manteniendo a sus prisioneros bajo rejas y, en los primeros
meses de 1795, procedió a enjuiciarlos. En julio los oidores decidieron enviar a
Nariño a España, junto con los otros diez prisioneros tenidos por instigadores
principales de la conspiración. Estos eran los criollos Joseph Ayala, Ignacio
Sandino. Pedro Pradilla, Francisco Zea, Bernardo Cifuentes, Enrique Umaña.
Miguel Froes, José María Cabal, Sinforoso Mutis y el francés Luis de Rieux; en
España, el gobierno central haría revisión de sus casos, con anterioridad a la
sentencia. En noviembre, despachados los prisioneros a Cartagena en ruta a La
Habana y Cádiz, la audiencia finalmente empezó a descansar. En diciembre liberó
bajo fianza a seis prisioneros todavía en Bogotá y permitió la completa libertad de
otros seis.763 Para los hombres enviados a España, sin embargo, el asunto estaba
lejos de concluir. Cuando Nariño llegó a Cádiz, aprovechó una oportunidad para
escapar y se dirigió a Madrid con la idea de defender su caso ante la corte. En
marzo de 1796 supo que su apelación había sido rechazada y huyó a París. De
allí pasó a Inglaterra y en Londres se relacionó con revolucionarios hispanoa-

««Página 429»».

mericanos que con ayuda de los ingleses conspiraban para derrocar el régimen
colonial español. Para marzo de 1797 Nariño estaba de vuelta en América,
enredado en el plan británico para iniciar una revolución liberadora en Venezuela y
la Nueva Granada, con ayuda de la recién capturada isla de Trinidad. 764 Sus diez
compañeros fueron menos afortunados. Perdieron su libertad, su posición y sus
bienes hasta 1799, cuando el Consejo de Indias decidió finalmente cerrar el caso y
perdonar a los supuestos conspiradores.765 Pero incluso entonces algunos de ellos
sufrieron durante muchos años las consecuencias de su arresto, al tratar en vano
de recuperar sus propiedades y empleos, acosados por funcionarios suspicaces.

763 Ibid., vo1.I1, pp. 59-61.


764 Blossom, Nariño, p. 26-38.
765 Pérez, Causas célebres, vol. I, pp. 513-515.
De hecho, jamás se probó el convencimiento de la audiencia de que una
conspiración para derrocar al gobierno había tenido lugar en 1794. Los
estudiantes arrestados por los pasquines admitieron su culpa, Nariño aceptó que
había traducido e impreso los "Derechos del Hombre", y los diferentes
interrogatorios a los sospechosos demostraron que un pequeño grupo de jóvenes
criollos de Bogotá había discutido la posibilidad de un cambio político en la Nueva
Granada. Pero los magistrados investigadores no lograron demostrar
concluyentemente que los conspiradores criollos hubieran concebido o pensado
actuar en un plan para derrocar al gobierno y reemplazarlo por una república. 766
Entre los arrestados había, por supuesto, hombres que antipatizaban con el
gobierno colonial y esperaban que la revolución en Francia lo debilitara. Esta, por
supuesto, no era evidencia concluyente de planes para hacer una revolución, y al
tratar de demostrar que lo era, la audiencia superó los límites del realismo político.
El virrey, por cierto, había aceptado rápidamente lo infundado del temor de una
inminente revolución. En septiembre de 1794 informó a Madrid que "no creía que
el pueblo común estuviera

««Página 430»».

descontento con el gobierno de Su Majestad, ni que la desafortunada forma de


pensar de unos pocos individuos fuera capaz de subvertir el orden y el gobierno
establecido...".767 Un año después volvió a afirmar sus dudas. Declaró que "no se
ha descubierto ni observado el menor preparativo para una insurrección formal" y
descartó a la mayor parte de los hombres arrestados por la conspiración en cuanto
"jóvenes pobres de diferentes provincias, sin las conexiones, la influencia o
facilidades para tal intriga". Se unió, por lo tanto, al arzobispo de Bogotá en
llamados a la clemencia y a la concordia.768

766 Los interrogatorios de los diez prisioneros enviados a España para ser sentenciados
por conspiración se encuentran en AHNM, Consejos 21,249.
767 Pérez Sarmiento, Causas célebres, vol. I, p. 219.
768 Ibid., p. 383.
¿Cuál fue, pues, el significado político de la conspiración de 1794? Parece, en
resumidas cuentas, que la visión de la audiencia de una revolución inminente era
una alucinación inducida por la potente mixtura de recuerdos de la rebelión
comunera y de temores de que se estuviera usando la subversión como
instrumento de guerra. Pero aunque los temores de la audiencia eran exagerados,
las investigaciones de 1794 revelan no obstante tensiones implícitas entre los
criollos y el gobierno colonial, y muestran lo corrosivas políticamente que habían
sido las nuevas ideas europeas, sobre todo en esos años, cuando llegó a su punto
más alto la excitación en torno la revolución francesa.

En un nivel, las tensiones surgieron de rivalidades personales e institucionales


entre los miembros de la audiencia, dominada por peninsulares, y el cabildo, de
tendencia criolla. Según el cabildo, el comportamiento de la audiencia demostraba
que sus jueces estaban empeñados en dañar el buen nombre de la ciudad y en
arruinar a sus principales ciudadanos, como parte de una venganza contra la
corporación municipal y sus miembros. En 1789, siendo alcalde ordinario, Antonio
Nariño había tenido un conflicto con la audiencia por negarse a desechar una falta
al protocolo oficial. Este incidente, afirmó el cabildo, había convertido al oidor
Mosquera en implacable enemigo de Nariño y había alimentado el deseo de
venganza de los

««Página 431»».

oidores contra el cabildo. Fue así como, en 1792, la audiencia decidió hostigar a
los funcionarios municipales reviviendo una ley derogada que le permitía hacerle
residencias a los miembros del cabildo. Luego, en 1793, el oidor Mosquera y el
fiscal Blaya se enfrentaron de nuevo a éste al insultar en público a un alcalde.
Cuando el cabildo elevó queja oficial ante el Consejo de Indias, éste reprendió
severamente a los dos ministros, junto con otras personas involucradas en el
incidente. Después de este revés, sostuvo el cabildo, los jueces aprovecharon el
testimonio de testigos no confiables con el único propósito de vengarse de los
criollos. En esto pudieron contar con el apoyo de Luis de Cháves, el regente de la
audiencia, porque él también deseaba desplazar a los criollos del cabildo para
reemplazarlos por sus amigos peninsulares, en parte para cubrir sus andanzas
comerciales ilegales. En cuanto al virrey Ezpeleta, el cabildo lo acusó de debilidad.
Sostuvieron incluso que el predominio y la arrogancia de los oidores era de tal
magnitud que el virrey estaba en peligro de sufrir el mismo destino del presidente
Meneses, quien fuera depuesto por un golpe de la audiencia en 1715. 769 Otra
razón más plausible para el compromiso del virrey de erradicar cualquier posible
subversión fue su indirecta pero embarazosa conexión con la publicación de
Nariño de los "Derechos del Hombre". En su defensa, Nariño reveló que la fuente
de su documento había sido un libro enviado al virrey, que le había prestado un
capitán de la guardia virreinal. Era comprensible, entonces, que Ezpeleta estuviera
ansioso por distanciarse de sus conocidos criollos y por mostrar la firmeza de sus
intenciones una vez emplazados éstos a comparecer bajo sospecha de traición.
Las disputas entre la élite criolla y el gobierno que salieron a la luz entre 1794 y
1795 no pueden, sin embargo, reducirse sólo a rencores personales y rivalidades
institucionales. Tras ellas había un cambio más amplio en las actitudes de la
minoría culta criolla que

««Página 432»».

realzó los escritos de la Ilustración europea y los acontecimientos en la Francia


revolucionaria en contraste con su animadversión hacia los funcionarios
peninsulares. En el caso de Nariño y de algunos de sus compañeros (varios de los
cuales tenían conexiones mutuas a través de su vinculación a las actividades de la
Expedición Botánica o por medio de instituciones académicas), el cultivo de las
ciencias útiles sin duda estimuló un comportamiento que, si bien no
necesariamente sedicioso, sí era de dudosa legalidad en un momento en que
Madrid estaba tratando de erradicar cualquier huella de influencia política
francesa.

769 Ibid., pp. 430-434.


Durante sus extensos interrogatorios, Nariño trató de convencer a sus jueces de
que no había estado consciente de fechoría alguna, sino de que simplemente
había seguido ideas comunes en la misma España. Insistió en que la información
y las ideas contenidas en el documento que había impreso ya eran de libre acceso
en la colonia, y en que los preceptos liberales que abrigaba se encontraban en los
escritos de muchos autores españoles (incluso en un ensayo que Manuel de
Blaya, fiscal de la audiencia de Santa Fe, había publicado en Madrid), así como en
las constituciones de las "Sociedades patrióticas", respetables instituciones
estimuladas por el gobierno por su dedicación al desarrollo social y económico. 770
Esta era, por supuesto, una excusa solapada. Nariño ha debido de conocer las
denuncias de Floridablanca de las importaciones a España y sus dominios de
noticias y escritos políticos franceses, una censura que empezó en 1789 y que
culminó con la completa clausura de la prensa española en 1791. 771 También ha
debido de ser consciente de que las charlas secretas sobre el republicanismo
difícilmente podían gozar de aprobación oficial en un momento en que los
Borbones contemplaban horrorizados el derrocamiento de sus parientes
franceses. Pero los registros a las propiedades de Nariño revelaron una biblio-

««Página 433»».

teca de cerca de dos mil libros que incluían considerable cantidad de material
político proscrito. Sus papeles dejaban aún menos dudas sobre sus intereses y
simpatías. Incluían, por ejemplo, el diseño del estudio de Nariño en el que
figuraban evocativas parejas de bustos de personajes clásicos y contemporáneos:
Tácito y Raynal, Sócrates y Rousseau, Plinio y Buffon, Cicerón y Demóstenes y
William Pitt, Jenofonte y Washington, Solón y Montesquieu; un retrato de Newton
se destacaba solo, frente a un retrato de Nariño en la pared opuesta. Mucho más
sospechoso, desde el punto de vista de los jueces, era el lema "Arrebató el rayo

770 Para el interrogatorio y defensa de Nariño, véase Guillermo Hernández de Alba, El


proceso de Nariño a la luz de documentos inéditos (Bogotá, 1958). pp. 177-225; véase
también Pérez Sarmiento, Causas célebres, vol. I, pp. 93-144.
771 Herr, The Eighteenth Century Revolution in Spain, pp. 239-268.
de los cielos y el cetro de la mano del tirano" que adornaba el busto de
Franklin.772Además, el intento de Nariño de esconder sus libros y de destruir las
copias de los "Derechos del Hombre" demuestra que era perfectamente
consciente de su potencial incriminatorio. Y aun si hubiera estado jugando con
ideas radicales antes de su arresto, su inclinación hacia la revolución quedó
plenamente revelada después, cuando en 1796 dejó España y se convirtió en un
dedicado revolucionario en Francia e Inglaterra.

LA IMPORTANCIA DE LA SEDICIÓN CRIOLLA

La Nueva Granada demostró ser, entonces, campo infértil para la revolución. Pues
aunque la conspiración de 1794 muestra que ideas hostiles al orden colonial
circulaban entre la minoría criolla educada, el entusiasmo por los ideales
republicanos superaba de lejos los límites de una acción política eficaz. La
documentación reunida por los magistrados investigadores en 1794 y 1795 revela
una aventura política impráctica y mal organizada, fraguada por un diminuto grupo
de idealistas aislados y sin experiencia política. Hay pocas

««Página 434»».

razones para creer que los conspiradores hubieran pensado seriamente en cómo
pasar de contemplar la revolución a realizarla, no tenían base para suponer que
Bogotá o cualquier otra ciudad se hubiera unido a su causa. Esta prematura
chispa de radicalismo criollo fue, no obstante, significativa en dos aspectos
importantes. Mostró, en primer lugar, que aunque el dominio de España sobre la
Nueva Granada parecía firme, las mismas fuerzas que buscaban revitalizar el
imperio por medio de la reforma "ilustrada" habían debilitado los fundamentos
ideológicos del gobierno español. En la misma España, la nueva ciencia de los
"ilustrados" se había vuelto notablemente más influyente en los círculos
intelectuales y políticos durante la década de 1780, sobre todo debido al estímulo
772 Fernández de Alba en El proceso de Nariño, p. 160, reproduce este diseño. Entre
los papeles de Nariño también se hallaba una parodia de la Marsellesa, que los
magistrados investigadores no pudieron reconocer, tal vez porque estaba en francés.
Véase ibid., pp. 135-136.
modernizante de Carlos III; este cambio en el clima cultural se había extendido
rápidamente a América. Transmitidas a través de instituciones científicas y
educativas y por la circulación de libros y de la prensa periódica, las ideas
ilustradas no sólo vigorizaron el discurso intelectual de los criollos educados sino
que también les ofrecieron una nueva perspectiva de su condición. En las
principales ciudades americanas, una generación más joven de criollos encontró
un nuevo medio de expresión en el discurso científico de la Ilustración, con el cual
podían formar y expresar opiniones que menospreciaban al viejo mundo y
exaltaban al nuevo.773 En la Nueva Granada, el contacto criollo con la Ilustración
llevó rápidamente del reformismo intelectual e institucional que apoyaba Moreno y
Escandón a finales de la década de 1770, al radicalismo político apoyado por
Fermín de Vargas, Nariño y su círculo a principios de la de 1790. Este radicalismo
sin duda era menos peligroso para el gobierno establecido de lo que suponían las
autoridades, porque no estaba ni lo suficientemente propagado, ni organizado
para montar una revolución de la clase temida por el gobierno. Pero mostró, sin
embargo, que el interés por las ciencias útiles entre los criollos había

««Página 435»».

socavado el respeto por el gobierno español y fomentado un compromiso con una


"patria" regional y protonacional. En la ciencia encontraron los criollos un medio
para elogiar el medio ambiente del Nuevo Mundo, y con el desarrollo de su interés
en los recursos de su país también hallaron una forma de comprender y de
identificarse con una patria característica. A largo plazo, esto iba a constituir un
peligroso desarrollo. Pues aunque la conspiración revolucionaria de 1794 se
disolvió rápidamente por la enérgica acción ejecutiva y permaneció invisible para
la masa de la población, la "Ilustración" neogranadina había inspirado un incipiente
sentido de nacionalidad criolla que no se esfumaría tan fácilmente.

La conspiración de 1794 también fue importante por el daño que causó a las
relaciones entre los notables criollos y el gobierno colonial. Al aplastar la
773 Mario Góngora, Studies in the Colonial History of Spanish America. trad. Richard
Southern (Cambridge, 1975), pp. 177-193.
conspiración con un desproporcionado despliegue de celo reaccionario, nacido de
los temores de una subversión externa en tiempos de guerra, las autoridades
dejaron un residuo de recriminaciones y de sospechas que contaminaría las
relaciones políticas entre los criollos santafereños y su gobierno en los años
siguientes. Después de su arresto, Nariño y sus aristocráticos compañeros fueron
tratados en forma arbitraria, si no brutal, por las autoridades españolas; a sus
parientes también les propinaron un tratamiento despiadado, como lo demuestran
sus patéticas peticiones de clemencia repetidamente desdeñadas durante años de
incertidumbre. Esto sin duda causó un profundo resentimiento entre los criollos de
Bogotá v. aunque este rencor puede haber estado dirigido contra los funcionarios
involucrados en los arrestos más que contra el gobierno colonial español, la
antipatía y desconfianza hacia los altos funcionarios malograron las relaciones
entre una generación criolla en proceso de maduración y su gobierno.

Tales tensiones no eran en sí mismas lo bastante graves como para poner en


peligro la estabilidad del gobierno colonial. Hasta esta fecha, los conflictos internos
dentro de la Nueva Granada, ya bajo la forma de rebelión popular o de
conspiración de la élite, había

««Página 436»».

fracasado en actuar como catalizadores para más hondos desafíos al régimen


colonial español. Sin embargo, al terminar el siglo, las condiciones políticas
empezaron a cambiar dentro del imperio como un todo, y aunque el gobierno de la
Nueva Granada había resistido ante las amenazas internas, se volvería cada vez
más vulnerable al imponer la guerra intolerables tensiones a la potencia que lo
sostenía. Después de que España se lanzara a una guerra con la Gran Bretaña en
1796, el sistema comercial, el poder militar y la autoridad política erigidos por los
Borbones sucumbieron gradualmente ante los ataques de los británicos hasta
cuando la casa de Borbón se asfixió en el mortal abrazo de su aliado, Napoleón,
quien invadió a España y usurpó el trono en 1808.
Esta gran crisis en el corazón del imperio creó las condiciones revolucionarias
ausentes en el mundo hispánico en la década de 1790; cuando los españoles
lucharon contra la invasión francesa, las colonias los imitaron, traduciendo la
retórica de la resistencia española contra los franceses a un lenguaje de
autonomía americana. De manera que el catalizador del cambio político de la
Nueva Granada habría de llegar de fuera del territorio, con el deterioro y eventual
colapso de la monarquía borbónica bajo las presiones de una guerra internacional.
Al rastrear las repercusiones en la Nueva Granada de las guerras y crisis políticas
españolas, veremos ahora cómo se hizo finalmente posible el paso del dominio
español a la república independiente.

Parte V
La crisis de el orden colonial.

««Página 439»».

11
LA GUERRA Y EL DEBILITAMIENTO
DEL ORDEN COLONIAL

Cuando el gobierno de Carlos IV le declaró la guerra a la Francia revolucionaria en


marzo de 1793, arrojó a España a un ciclo de conflicto que abarcaría, con sólo
breves interrupciones, las dos siguientes décadas. Casi desde el principio, España
demostró ser incapaz de sostenerse como una de las grandes potencias
europeas. Tras la ejecución de Luis XVI en 1793 y el rompimiento del pacto
familiar, España abandonó su alianza de largos años con Francia y, para combatir
el ascendente poder revolucionario al norte de los Pirineos, Carlos IV se alió con
Inglaterra, el tradicional enemigo de España, para luchar contra su acostumbrado
aliado. Fue ésta una desacertada y desafortunada alianza. Después de algunos
tempranos éxitos contra Francia en 1793, el curso de la guerra se tomó
rápidamente contra España y, después de sufrir graves bajas, Madrid se vio
forzado a renovar la alianza franco-española con el fin de combatir a Inglaterra, su
viejo enemigo. Esto llevó a una reanudación inmediata del conflicto entre ésta y
España. En agosto de 1796, el tratado de San Ildefonso unió a Francia y a España
en una alianza ofensiva y defensiva contra Inglaterra. Esta decisión resultó ser un
desastre para la monarquía borbónica. Inglaterra lanzó entonces todo su poderío
naval contra España, derrotando en 1787 a su armada en el Cabo de San Vicente,
privándola así del comercio y sus ingresos al cortar rutas comerciales esenciales
entre España y sus colonias americanas, y apoderándose de Trinidad para usar la
isla como
««Página 440»».

plataforma para atacar sus territorios suramericanos. Y vendrían cosas peores,


mucho peores. La Paz de Amiens le dio un breve respiro a España entre 1802 y
1804, cuando hubo una tregua armada entre las potencias. Pero al reiniciar
España la guerra con Inglaterra, el desastre no se hizo esperar. La marina
española fue despedazada en la batalla de Trafalgar en octubre de 1805, las
fuerzas británicas invadieron brevemente a Buenos Aires en 1806, y la interrupción
del comercio español trasatlántico se convirtió en una decadencia indetenible, que
desangró la economía y el tesoro españoles. Bajo Carlos IV, la renaciente España
de Carlos III se convirtió en una potencia mutilada hasta cuando, en 1808,
Napoleón le propinó el golpe de gracia al derrocar a la monarquía borbónica y
colocar en el trono a su hermano José.
Con estos antecedentes, el dominio de España sobre sus colonias se desgastó
cada vez más. Se cortaron, en primer lugar, las comunicaciones trasatlánticas y
las colonias se debilitaron gradualmente, al ser destrozado el comercio colonial
español por el poderío naval británico; en segundo lugar, el poder y prestigio de la
monarquía disminuyeron a medida que se multiplicaron los reveses militares,
sobre todo durante la guerra de 1804 a 1808; finalmente, después de que las
repercusiones de la guerra aflojaran la conexión con las colonias, el poder
metropolitano se derrumbó en 1808, sumiendo a España en una profunda crisis
interna que estremeció a todo el imperio. El conjunto de estos acontecimientos
cambiaría el curso de la historia hispanoamericana; ahora quedan por examinar
sus efectos en la Nueva Granada.

EL IMPACTO DE LA GUERRA
EN EL COMERCIO NEOGRANADINO.

Los efectos destructivos de la guerra en la Nueva Granada empezaron con el


trastorno del comercio trasatlántico. En 1795 el comercio con la metrópoli parecía
ser desacostumbradamente sólido, al partir

««Página 441»».

de Cartagena hacia España 3.3 millones de pesos oro. 774 De hecho, el alto valor
de las exportaciones era un signo de debilidad más que de vigor, porque
simplemente reflejaba la turbulencia de los dos años anteriores, cuando los
comerciantes retuvieron su oro en barras para no arriesgarse a perderlo a manos
de los corsarios franceses durante la guerra franco-española de 1793 a 1795. Así
que el deterioro del comercio español con la colonia ya había empezado en 1793,
y a pesar de la exportación de oro de 1795, no mostraba señal alguna de mejorar,
puesto que la amenaza de guerra con Inglaterra disuadió a los comerciantes
españoles de invertir en cualquier negocio de cuantía. Cuando las noticias sobre el
estallido de la guerra con los británicos llegó al puerto a finales de 1796, se
confirmó el pesimismo de la comunidad mercantil, y el bajo nivel del comercio con

774 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 342.


España de los años anteriores dio paso a una recesión bastante más prolongada y
profunda.775 Entre 1796 y 1801, el tráfico español con Cartagena cayó a su punto
más bajo desde la época de la anterior guerra anglo-española de 1779 a 1783,
causando una concomitante contracción de las importaciones de España. La
intensidad de esta recesión se refleja en los listados oficiales de barcos e
importaciones españolas en Cartagena, como demuestra la tabla 11.1. 776
El colapso del comercio español con la Nueva Granada se produjo a pesar de las
medidas de emergencia que Madrid tomó para sostener el comercio trasatlántico.
Después de que Nelson empezara el bloqueo de Cádiz en 1797, el gobierno de
Carlos IV había respondido a la difícil situación de los comerciantes españoles
legalizando el comercio con América en barcos neutrales y desde puertos
neutrales, con la esperanza de que este "comercio neutral" les permitiera a los

««Página 442»».

TABLA 11.1
BARCOS E IMPORTACIONES DE ESPAÑA A CARTAGENA,
1796-1801

AñoBarcos Importaciones (pesos)


1796 2 41.982
1797 1 16.418
1798 1 77.984
1799 3 54.783
1800
1801 1 31.396

comerciantes españoles mantener el aprovisionamiento esencial entre la metrópoli


y las colonias777. Cartagena recibió con entusiasmo esta noticia, y en 1798
comerciantes tanto en Cartagena como en Santa Marta prepararon
apresuradamente expediciones mercantiles para las colonias del Caribe de
naciones amigas y neutrales.778 Sin embargo, en la Nueva Granada los beneficios
del comercio neutral se vieron frustrados por el virrey Pedro de Mendinueta, quien
tercamente se negó a admitir, a pesar de los repetidos ruegos de los comerciantes

775 AGI Santa Fe 958, Junta de Gobierno, Cartagena, enero 11, 1797.
776 AHNC Aduanas, tomo 13, fols. 68-73. "Razón de los Buques y Registros
Españoles que han entrado en este Puerto de los de la Península de España
desde 28 de noviembre de 1796... hasta 30 de septiembre inclusive del presente
año de 1801".

777 Esta medida y su contexto están descritos en Antonio García-Baquero


Gonzalez, Comercio colonial y guerras revolucionarias (Sevilla, 1972), pp. 133-8.
778 AGI Indiferente General 1466, Mendinueta a Saavedra, Santa Fe, julio 19,
1798 (no. 200).
de Cartagena, que los términos del decreto de 1797 permitían el comercio con las
colonias extranjeras.
A lo largo de 1797, el consulado de Cartagena había apremiado al virrey para que
abriera el comercio con las colonias de potencias amigas y neutrales, aduciendo
que la corona había creado un precedente para esta clase de comercio durante la
guerra de 1779 a 1783779.

««Página 443»».

Pero, secundado por sus ministros del tesoro, Mendinueta no cedió ante la presión
de Cartagena, con base en que tal concesión sería un simple pretexto para el
contrabando.780 Para apoyar su posición, en diciembre de 1797 informó a Madrid
que después de casi dos años de guerra las provincias del interior todavía estaban
bien aprovisionadas de importaciones europeas y que los mercaderes de
Cartagena enviaban con regularidad al interior grandes remesas de estos bienes.
Con tal abundancia de lienzos, algodones y otros textiles en el interior, concluyó el
virrey, no era ciertamente ésta la ocasión para iniciar el comercio de Cartagena
con las colonias extranjeras.781 Tras el decreto que a fines de 1797 permitió el
comercio neutral, Mendinueta no vio razón alguna para cambiar de opinión.
Insistió en que la orden real no era aplicable al comercio con las colonias
extranjeras, incluso si éstas eran posesiones de países neutrales. Según
Mendinueta, sólo a los barcos procedentes de España o directamente de los
puertos de los países neutrales se les permitía vender sus cargas en el virreinato.
También insistió en que todas las exportaciones de los dominios españoles tenían
que estar consignadas a puertos de la península y en que, aunque pasaran por
puertos neutrales, su destino final legal no podía ser ni mercados neutrales ni
compradores extranjeros.782 La interpretación del virrey del decreto real era

779 AGI Indiferente General 2466: Petición del Síndico Procurador General ante el
Consulado de Cartagena, mayo 13, 1797. Ibid., Consulado al Secretario de
Estado, incluida con Mendinueta al Secretario del Estado, Santa Fe, diciembre 19,
1797; e ibid., Idefonso Ruíz del Río y Manuel García del Río, Cádiz, octubre 27,
1797.

780 AGI Indiferente General 2466, Mendinueta a Gardoqui, Santa Fe, junio 19,
1797 (no. 47); ibid., Junta de Tribunales, Santa Fe, diciembre 15, 1797; ibid.,
Mendinueta al Marqués de las Hormazas, diciembre 19, 1797 (no. 127).

781 AGI Indiferente General 2466, Junta de Tribunales, Santa Fe, diciembre 15,
1797; Mendinueta al Marqués de las Hormazas, diciembre 19, 1797 (no. 127).

782 En la Nueva Granada esto lo aclaró un temprano caso de prueba sobre un


barco de la isla danesa de Santo Tomás en Santa Marta. El virrey Mendinueta
informó de esta decisión en una extensa discusión de su interpretación de la
Orden Real de 1797. Ibid., Mendinueta a Cayetano Soler, Santa Fe, julio 19, 1798
(no. 356).
legalmente correcta. En un sentido estricto, la concesión no permitía el comercio
con los neutrales; simplemente daba licencia para que los comerciantes españoles
o americanos usaran barcos neutrales que zarparan de puertos españoles o
neutrales como intermediarios para el comer-

««Página 444»».

cio con España.783 Sin embargo, en Caracas, en Cuba y en otras colonias


españolas, los funcionarios coloniales interpretaron el decreto con más indulgencia
y permitieron el comercio con las colonias de países neutrales, mientras que el
virrey Mendinueta se negó absolutamente a hacerlo. 784
Al interpretar la ley al pie de la letra, Mendinueta hizo imposible que el comercio
neutral aliviara a Cartagena. Los puertos neogranadinos permanecieron
firmemente cerrados al comercio con las colonias de países amigos y neutrales, y
los comerciantes de Cartagena quedaron pendientes únicamente de contactos
directos con España o naciones neutrales. Pero estos contactos nunca se
produjeron. En primer lugar, el comercio con embarcaciones españolas
procedentes de la península prácticamente desapareció. En segundo lugar, los
ingleses adoptaron una política que disuadía a los neutrales de llevar a cabo el
comercio colonial español. Los barcos de la marina inglesa o los corsarios
simplemente detenían a los navíos neutrales en alta-mar, requisaban los
cargamentos con destino a España y luego permitían que los barcos continuaran
su viaje después de compensar a sus patronos por las pérdidas en los fletes de
las mercancías embargadas.785
Otro obstáculo para el desarrollo del comercio entre los puertos neogranadinos y
los neutrales eran las restricciones a lo que los neutrales podían importar
legalmente a Cartagena. Según los términos de la Real Cédula de 1797, sólo se
podían importar legalmente a las colonias las mercancías que los norteamericanos
habían enviado a España antes de la guerra. Como este comercio entre España y
Norteamérica había consistido sobre todo en productos agrícolas, esto significaba
que los comerciantes neutrales norteamericanos no

««Página 445»».

podían vender a sus colegas neogranadinos artículos manufacturados, sobre todo


los textiles, que éstos requerían con más urgencia. Para 1799 el virrey Mendinueta
reconoció que esto estaba deteniendo el comercio con los Estados Unidos, e
informó a España que había tratado de estimular este comercio levantando las
restricciones.786 Aun así, a los comerciantes de la Nueva Granada les seguía

783 Villalobos, El comercio y la crisis colonial, pp. 115-17.


784 Véase "Informe del Real Tribunal del Consulado de Cartagena... extendido por
Don José Ignacio de Pombo", junio 2, 1800, en José Ignacio de Pombo, Comercio
y contrabando en Cartagena de Indias (Bogotá, 1986), p. 32.

785 Ibid., pp. 33-6.


786 AGI Santa Fe 958, Mendinueta a Cayetano Soler, Santa Fe, junio 19, 1799
quedando problemático el comercio con los Estados Unidos, por los obstáculos
que encontraban para disponer de las exportaciones de la colonia por medio de
neutrales norteamericanos. Descubrieron, por un lado, que si un comerciante
quería enviar exportaciones a España por medio de intermediarios
norteamericanos, le era imposible obtener efectivo o crédito de comerciantes
neutrales para financiar el comercio de regreso. 787 Si por otro lado aceptaba
efectivo de intermediarios norteamericanos, se veía obligado a aceptar precios
muy inferiores a los que podía obtener en Europa. 788 En consecuencia, el comercio
con Norteamérica era insignificante. En 1798 un pequeño grupo de comerciantes
de Cartagena obtuvo permiso del virrey para comprar barcos en los remates de
Cuba y de Santo Domingo, con el fin de exportar grandes existencias de artículos
perecederos almacenados en Cartagena; algunas de estas exportaciones fueron
enviadas después a puertos de los Estados Unidos. 789 Estas empresas no
tuvieron,

««Página 446»».

sin embargo, éxito comercial. Porque cuando volvían de allí a Cartagena con
importaciones manufacturadas autorizadas por el virrey, los comerciantes tenían
que competir con los artículos de contrabando que no estaban obligados a pagar
los usuales altos aranceles, del 32.5%, a los que aquellas estaban sometidas. 790
No debe sorprender entonces que el comercio con los puertos norteamericanos no
se convirtiera en un sustituto válido del comercio con la metrópoli. En los cuatro
años entre 1797 y 1800, sólo cuatro embarcaciones neutrales norteamericanas
arribaron a los puertos neogranadinos (tres a Cartagena y una a Santa Marta), y el

(no. 345); ibid., marzo 19. 1800; y AGI Indiferente General 2466, Mendinueta a
Cayetano Soler, Santa Fe, septiembre 19, 1799 (no. 387). En su correspondencia
el virrey explica las dificultades y lo impráctico de hacer cumplir este reglamento y
justifica su desviación de él
787 Andrés de León y Segovia al virrey, 1798, AHNC Aduanas, tomo 16, fols. 500-
1. Para las opiniones del virrey sobre este problema, véase Mendinueta a
Cayetano Soler, Santa Fe, julio 19, 1799, AGI Indiferente General 2466 (no. 357).

788 AHNC Aduanas, tomo 16, fols 515-17. José Antonio de Ugarte y José Andrés
de Urquinaona, Santa Fe, junio 18, 1798.
789 En 1798, Juan de Francisco Martín, Mateo Arroyo, Andrés de León y Segovia,
Esteban Balthasar de Amador, Andrés de Urquinaona, Francisco Martín de
Bustamante y Agustín Gnecco hicieron solicitudes parecidas. Véase AHNC
Aduana, tomo 10, fols. 956-9, 962-5; tomo 18, fols. 282-96. Los viajes a puertos
norteamericanos fueron organizados por Manuel García del Río (AGI Santa Fe
158, mayo 18, 1799), y por Juan Francisco Martín y Manuel Arroyo (AHNC,
Aduanas [Cartas], tomo 9, fols. 197-205). Su retorno a Cartagena en 1800 se
informa en AHNC Aduanas, tomo II, fols. 130-8, Ignacio Cavero al virrey,
Cartagena, diciembre 19, 1801.

790 Pombo, Comercio y contrabando en Cartagena de Indias, p. 35.


comercio a través de los puertos de los Estados Unidos fracasó completamente en
tomar el lugar del comercio con España anterior a la guerra.
Las insuficiencias de la legislación comercial española en el manejo de los efectos
de la guerra, unidas al rechazo del virrey Mendinueta de transigir en cuanto al
comercio con las colonias extranjeras, lograron que el comercio legal de la Nueva
Granada se redujera a una fracción de su anterior volumen. No cesó
completamente. A algunos comerciantes, por ejemplo, se les permitió comprar '
mercancías de embarcaciones extranjeras, que por varias razones especiales
recibieron permiso para ingresar a puertos coloniales y vender todos o parte de
sus cargamentos.791 También había comercio con otras colonias
hispanoamericanas, y en 1799 el administrador de la aduana de Cartagena
sostuvo que la mayor parte del comercio

««Página 447»».

del puerto se obtenía legalmente de otros territorios españoles. Declaró que de


159 barcos que habían arribado a Cartagena entre principios de la guerra y
septiembre de 1799, la mayoría procedía de puertos españoles coloniales. 792 Esta
actividad, sin embargo, no compensó la pérdida del comercio normal cartagenero.
El comercio con otras colonias hispánicas era más bien un subterfugio para el
contrabando que una ruta de tráfico legal, pues los barcos que aparentemente
servían los puertos hispanoamericanos con frecuencia usaban papeles falsificados
para esconder el contrabando con la isla de Jamaica. Bajo tales circunstancias,
éste creció enormemente. Al final de 1797, después de un año de guerra, el
consulado de Cartagena se quejó de que el contrabando había invertido el patrón
normal del comercio con el interior. En lugar de comprar sus importaciones en
Cartagena, las provincias internas le suministraban al puerto artículos de
contrabando que obtenían en los puertos de Santa Marta y de Río Hacha. 793 En un
informe a la corona en nombre del consulado, José Ignacio de Pombo reafirmó el
hecho de que el interior de la Nueva Granada tenía abundante provisión de
importaciones y calculó que durante los cuatro años anteriores se habían invertido

791 Los barcos extranjeros averiados podían entrar al puerto y vender su carga si
obtenían permiso del gobernador local, y hay numerosos ejemplos de esta

práctica. Véanse, por ejemplo, los casos registrados en AHNC Aduanas, tomo 8,
fols. 208-32; tomo 22, fols. 49-71; tomo 24, fols. 463-82. Embarcaciones amigas
también podían ingresar para escapar de la persecución enemiga. AHNC
Aduanas, tomo 9, fols. 474-91.

792 AHNC Aduanas, tomo 24, fols. 983-92, Ignacio Cavero al virrey, octubre 30,
1799.

793 AGI Indiferente General 2466, Consulado de Cartagena al Secretario del


Estado, noviembre 20, 1799.
por lo menos tres millones de pesos en el comercio ilegal con Jamaica. 794 De
manera que aunque los comerciantes de Cartagena continuaron exigiendo el
derecho de negociar con colonias de países amigos y neutrales, su comercio
permaneció en un virtual marasmo hasta que la Paz de Amiens puso fin temporal
a la guerra con los británicos en 1802.
Entre 1802 y 1804, la Paz de Amiens le brindó a España un respiro para
reconstruir sus conexiones marítimas con los mercados de las Indias y reconstruir
así su comercio colonial. Sin embargo, en la

««Página 448»».

Nueva Granada la paz no dio suficiente tiempo a los comerciantes españoles para
que recuperaran los mercados que el contrabando había cubierto. Según el
consulado de Cartagena, en 1803 los mercados de la colonia estaban
simplemente saturados por una "vasta y silenciosa conspiración en el interior de
este Reino".795 La prueba de este hecho era que, mientras apenas poco más de
dos millones de pesos en importaciones habían ingresado al virreinato por canales
legales entre 1796 y 1802, la Nueva Granada tenía tan prodigiosa provisión, o tan
en exceso abastecida, que nunca se podría uno imaginar lo que ha sucedido: que
las provincias del interior que siempre han recibido sus necesidades de este
puerto, lo han socorrido con consignaciones avaluadas en más de un millón de
pesos que, a pesar de los enormes costos de las dobles jornadas, 1os
especuladores han vendido al por menor con ganancia... 796.
Los textiles eran el principal renglón de este comercio ilegal y se vendían
supuestamente a precios más bajos que los que se encontraban en la misma
España; el consulado advirtió, por cierto, que el comercio de la Nueva Granada
estaba a punto de ser tomado completamente por los ingleses. Ese mismo año, el
tesorero real de Portobelo repitió esta advertencia. Sostuvo que toda clase de
productos coloniales eran rutinariamente despachados a la isla de San Andrés
para intercambiarlos allí por mercancías que eran vendidas en toda la Nueva
Granada, así como para proseguir en barcos hacia el Perú por la vía de Panamá.
Embarcaciones españolas, inglesas, francesas y holandesas participaban todas
en este comercio clandestino, que no sólo era corriente en San Andrés sino que
también se concentraba en Bahía Honda, en la costa de la Guajira, en la
ensenada de Gaira vecina a Santa Marta, en el islote llamado "Garrote" cerca

««Página 449»».

794 Pombo, Comercio y contrabando en Cartagena, pp. 22-23.


795 AHNC Consulados, tomo 2, fols. 947-51. Tomás Andrés de Torres, Manuel
Martínez de Aparicio, José García dé Toledo al virrey, Cartagena, octubre 20,
1803.

796 Ibid., fol. 948.


de Portobelo y en "todos los fondeaderos próximos a Santa Marta". 797 Bajo tales
condiciones, el comercio español con Cartagena no se pudo recuperar, y su
constante debilidad se refleja en las estadísticas que muestra la tabla 11.2,
compiladas con base en estimativos del comercio de Cartagena hechos por
Antonio Narváez y la Torre en 1805.798

TABLA 11.2
COMERCIO ESPAÑOL CON CARTAGENA
1802-04

AñoImportaciones Exportaciones (en pesos)


1802 983.881 3.082.828
1803 970.952 1.554.381
1804 903.637 2.468.579

Es claro entonces que el comercio con la Nueva Granada no se recuperó del todo
durante la tregua de Amiens: entre 1802 y 1804, el valor anual de las
importaciones estuvo muy por debajo de su promedio anual de 1785 a 1793. La
recuperación que tuvo lugar se debió en gran parte al reabastecimiento de
productos españoles que habían escaseado durante la guerra, más que a una
recuperación de los mercados para artículos europeos en general. Durante el
período de la paz, por cierto, continuó el contrabando que se había vuelto normal
durante la guerra, y muchos productos extranjeros siguieron llegando de Jamaica.
El desempeño de las exportaciones de la Nueva Granada a España fue algo
mejor. El análisis de su composición que muestra la tabla 11.3 indica a la vez un
considerable flujo de metales.

««Página 450»».

preciosos y, lo que es más notable, un considerable crecimiento de las


exportaciones de mercancías.799 El primero fue por supuesto en gran medida un
desborde del metálico que había sido taponado por la guerra, parte del cual muy
bien habría podido estar destinado a pagos de importaciones de contrabando
adquiridas por medio de letras de cambio pagaderas en Europa. El auge de las
exportaciones de mercancías, sustancialmente mayores que en cualquier año
previo de paz, también fue el resultado de la liberación de existencias acumuladas

797 AGI Santa Fe 959, Tesorero de las Cajas de Portobelo a Cayetano Soler,
Cartagena de Indias, noviembre 21, 1803.
798 "Discurso del Mariscal de Campo... D. Antonio de Narváez y la Torre... a
petición del R. Consulado de esta Ciudad..." (Cartagena de Indias, junio 30, 1805),
publicado en Ortíz (ed.), Escritos de dos economistas coloniales, pp. 96, 98.
799 Ibid., p. 98
durante la guerra. Ambos fueron efímeros. Tan pronto como terminó la tregua, los
corsarios ingleses bloquearon a Cartagena, apostados cerca de la costa durante la
mayor parte de 1805.800 El comercio con España lógicamente declinó de nuevo en
1805, cuando el valor de las importaciones cayó a cerca de 175.534 pesos, y las
exportaciones se redujeron aún más, a aproximadamente 192.968 pesos. 801

TABLA 11.3
EXPORTACIONES DE CARTAGENA, 1802-4

AñoOro y plata Mercancías (pesos)


1892 2.142.692 940.136
1803 935.800 618.581
1804 1.673.747 794.832
Total 4.752.239 2.353.549

Esto fue apenas el preludio del derrumbe final. Después de que Nelson derrotara a
la marina española en Trafalgar en octubre de 1805, el comercio colonial español
entró en su fase terminal. En

««Página 451»».

Cádiz las importaciones y exportaciones cayeron abruptamente, hasta cuando en


1807 el comercio con América llegó a su punto más bajo en una década. 802
Entretanto los británicos, enfrentados a la pérdida de los mercados europeos
causada por el bloqueo continental de Napoleón, intensificaron sus ya decididos
esfuerzos por penetrar en los mercados hispanoamericanos. 803 A partir de 1806 el
gobierno británico dedicó creciente atención al aumento del comercio inglés con
las colonias de su enemigo, y si las presiones para actuar militarmente contra el
imperio español americano perdieron algo de fuerza en esos años, esto fue en
parte porque, aunque dominado por España, el mercado hispanoamericano se
había constituido en una plaza cada vez más valiosa para el comercio británico y
en fuente esencial de oro y de plata. 804
En la Nueva Granada, la corona accedió a que en 1805 se reiniciara el comercio

800 Amar y Borbón al gobernador de Popayán, octubre 17, 1805, "Archivo del
Virrey Amar", BHA, vol. 32 (1945), p. 352.

801 AGI Santa Fe 960, "Estado General que manifiesta el Comercio de esta Plaza
de Cartagena de Indias, correspondiente al año de 1805".

802 García Baquero, Comercio colonial y guerras revolucionarias, pp. 175-83.


803 Para una relación completa de estos esfuerzos, véase Dorothy Goebel,
"British Trade to the Spanish Colonies, 1796-1823", American Historical Review,
vol. 43 (1938), pp. 288-320.

804 John Lynch, `British Policy and Spanish America 1783-1808", JLAS, vol. I,
1969, pp. 1-30.
con los neutrales europeos, pero aunque esto permitió algunas exportaciones de
productos tropicales desde Cartagena, el comercio neutral no fue más significativo
de lo que había sido durante la anterior guerra con Inglaterra. El comercio de
contrabando, de hecho, adquirió dimensiones aún más formidables cuando se
reinició la guerra, y el comercio exterior de la colonia se vinculó, incluso con más
firmeza, a los puertos británicos del Caribe, en particular Jamaica. El monto de
este comercio clandestino es por supuesto imposible de calcular con exactitud,
pero en un informe confidencial el virrey Amar y Borbón admitió libremente que se
había convertido en un tráfico considerable y bien organizado, que facilitaban la
participación de los comerciantes, la connivencia de los funcionarios corrompidos
y la presencia de la protección naval británica. Amar y Borbón basó sus
conclusiones en informaciones recibidas de un

««Página 452»».

capitán de navío español que había sido capturado por los ingleses y llevado a
Jamaica, donde estuvo en prisión brevemente. Al regresar a la Nueva Granada, el
capitán informó a las autoridades que el barco británico había capturado su navío
en el momento en que escoltaba a dos goletas españolas rumbo a Sabanilla, un
pequeño puerto en la desembocadura del río Magdalena, donde habían pasado
tres días descargando y donde habían tomado por lo menos 800.000 pesos en
oro. Al volver a Jamaica con sus captores, el español había estado detenido cinco
semanas, y durante ese tiempo había visto por lo menos ocho embarcaciones
españolas que zarparon hacia Sabanilla con cargamentos de contrabando. La
conclusión era comprensible. De una colonia extranjera se exportaban
regularmente a Cartagena cargamentos de contrabando, pagados con grandes
cantidades de oro y de plata enviadas al puerto por los comerciantes con la
connivencia de los funcionarios locales.805
El virrey Amar y Borbón, quien se había posesionado en 1803, no tenía soluciones
para el problema. En 1805 cerró brevemente los puertos de la Nueva Granada,
distribuyó en Cartagena unas pocas licencias individuales para el comercio con
Cuba y recomendó métodos más estrictos para la vigilancia de la costa. 806 Las
licencias no resolvían nada. Quienes no las recibieron se resintieron contra los
favorecidos, y en 1805 el consulado de Cartagena apeló directamente a España
para que ésta tolerara más el comercio con los extranjeros, con el fin de que todos
sus miembros pudieran salvar sus negocios. 807 Madrid no vio con buenos ojos la

805 AGI Santa Fe 960, Amar y Borbón a Cayetano Soler, diciembre 7, 1806
(reservado no. 10).

806 Ibid.

807 AGI Santa Fe 960, Consulado al Secretario de Estado, octubre 20,1805 (no.
27).
petición del consulado. En 1805, por cierto, el gobierno español le concedió el
control del comercio de la Nueva Granada con neutrales a agentes de la "Caja de
consolidación de vales reales", la institución establecida para encontrar

««Página 453»».

nuevas formas de financiar la guerra. Entre 1805 y 1808 estos agentes dominaron
el pequeño residuo del comercio legal neogranadino, tratando con comerciantes
alemanes hasta 1807; después se valieron de la firma inglesa Gordon-Murphy and
Company para la exportación de oro y plata de Cartagena a España. 808 Ninguno
de estos expedientes, sin embargo, detuvo el flujo del contrabando, y en 1807 el
Contador General Francisco de Viana pidió un radical replanteamiento de la
política española para el comercio neogranadino. Viana apremió al Ministro de las
Indias para que éste reconociera que el contrabando era sencillamente inevitable
mientras España siguiera prohibiendo la importación de fuentes extranjeras de
artículos que deseaban los consumidores coloniales pero que España no podía
suministrar, y mientras la metrópoli no estuviera en capacidad de absorber las
exportaciones de la Nueva Granada. Aconsejó en consecuencia que el único
medio para reducir el contrabando era permitir el libre comercio con los puertos de
países neutrales, organizado por súbditos españoles y transportado por barcos
nacionales.809 Abrir el comercio de la Nueva Granada a los extranjeros seguía
siendo, no obstante, inaceptable para el Consejo de Indias. Temeroso del futuro
del monopolio español prefirió ceñirse a los jirones de una política impracticable, al
apoyar las medidas contra el contrabando que el virrey Amar y Borbón había
propuesto el año anterior.810 En esta forma, el gobierno español, decidido a
defender un sistema comercial que había demostrado ser insostenible, pasó por
alto los intereses de los comerciantes de Cartagena y de los exportadores
neogranadinos.
Con todos los perjuicios para los lazos comerciales españoles con la Nueva
Granada, el trastorno del sistema mercantil peninsular no comprometió en sí
mismo la estabilidad del gobierno colonial, ni

««Página 454»».

808 Jacques Barbier, "Commercial Reform and Comercio Neutral en Cartagena de


Indias, 1788-1808", en Fisher, Kuethe, and McFarlane (eds.), Reform and
Insurrection, pp. 116-120.

809 AGI Santa Fe 553. Viana a Cayetano Soler, Madrid, abril 16, 1807.
810 AGI Santa Fe 960, Nota de la Mesa; ibid., Amar y Borbón a Cayetano Soler,
diciembre 17, 1806 (no. 489).
anunció necesariamente una crisis más profunda de la relación colonial. No era
ésta, después de todo, la primera vez que una guerra había interrumpido el
comercio de la colonia con España, y aun la prolongada interrupción que se
produjo después de 1796 no causó penurias económicas en el virreinato como un
todo. Al contrario de su vecina Venezuela, que dependía en buena medida de las
exportaciones de cacao y de índigo, la Nueva Granada no quedó incapacitada por
la pérdida de sus mercados de exportación, porque sus exportaciones de
productos agrícolas eran apenas una pequeña fracción de su balance comercial
conjunto. Tampoco se privó la economía de las importaciones esenciales. A
cambio de metálico el contrabando era fácil de obtener y a los consumidores no
les faltaron los bienes europeos, suministrados en abundancia por los
contrabandistas. De modo que los costos económicos infligidos por la guerra no
condujeron a un descontento generalizado con el régimen colonial. Quienes
llevaron la peor parte del descalabro comercial fueron los miembros del pequeño
círculo de comerciantes y productores que se dedicaba al negocio de
importaciones y exportaciones, y que se quejó de la política metropolitana pero no
del gobierno español.
Si las divergencias entre la política de la corona y los intereses económicos de la
colonia no fueron lo bastante profundas para desestabilizar el régimen colonial, las
repercusiones de la guerra, sin embargo, debilitaron gradualmente la autoridad
española. Pues a medida que la solidez hispana se vio minada por sucesivas
victorias inglesas, tanto marítimas como en el territorio americano (en Santo
Domingo y en Trinidad en la década de 1790 y en Buenos Aires en 1806), las
relaciones con España parecían cada vez más abiertas al cambio; esto a su turno
indujo a elementos de la élite neogranadina a ver la conexión colonial bajo una
nueva luz y a meditar en las perspectivas de su propio país en un mundo incierto.
La formulación de nuevas ideas sobre el sistema colonial fue, sin embargo, muy
gradual, y no necesariamente opuesta a la soberanía española. Aunque la guerra,
por cierto, debilitó las relaciones económicas con la

««Página 455»».

metrópoli, las relaciones políticas siguieron siendo sólidas durante los años de la
guerra anglo-española. La guerra, por supuesto, revivió la amenaza subversiva de
los adversarios secretos del gobierno colonial pero, como veremos, el peligro
demostró ser insignificante. Finalmente, sería el vertiginoso colapso de España en
1808 lo que crearía las condiciones para la separación de la Nueva Granada de la
metrópoli, más que las ideas o los proyectos de los heroicos o perspicaces
"precursores" criollos.

LA SUBVERSIÓN DURANTE LA GUERRA


Y LA OPINIÓN CRIOLLA

La ausencia de cualquier amenaza interna importante para el gobierno español


quedó claramente demostrada a principios de la guerra, en un incidente en que
estuvo involucrado Antonio Nariño, el santafereño criollo que había sido proscrito
por su participación en la supuesta conspiración republicana de 1794. En 1797 se
le advirtió a la autoridad virreinal que los británicos estaban apoyando a un grupo
de exiliados criollos, dirigido por Francisco de Miranda y que incluía a Pedro
Fermín de Vargas y a Antonio Nariño, para instigar revueltas locales en Venezuela
y en la Nueva Granada como preludio de un ataque inglés. 811 Los hechos
demostraron que la amenaza era ilusoria. Después de desembarcar en Venezuela,
Antonio Nariño volvió en efecto a la Nueva Granada, donde exploró las áreas de
Tunja, Vélez y Girón con la intención de hacer una revolución contra España. Sin
embargo, pronto llegó a la conclusión de que, aunque el pueblo estaba
descontento con los impuestos, era incapaz de

««Página 456»».

concebir un ataque general al gobierno. Acosado por sus viejos enemigos,


encabezados por el oidor Hernández de Alba, Nariño finalmente abandonó sus
planes y a mediados de julio de 1797 se rindió ante las autoridades. 812
Estas temían que la incursión de Nariño fuera parte de un plan más amplio, y
Hernández de Alba continuó por consiguiente la búsqueda de cualquier señal de
subversión. Las sospechas oficiales aumentaron en agosto de 1797, cuando las
autoridades de Tunja descubrieron unos papeles sediciosos, entre ellos un
pasquín contra los españoles y el gobierno colonial. El oidor Hernández de Alba
pronto organizó una intensa persecución de su supuesto autor, Manuel Vicente
Prieto, natural de Caloto y viejo conocido de Pedro Fermín de Vargas. Prieto huyó
para evitar su arresto, pero a la larga fue capturado en la provincia de Neiva a
mediados de septiembre y luego encarcelado en Bogotá. Al ser interrogado por
Hernández de Alba admitió haber escrito el pasquín pero no confesó haber sido
cómplice en el proyecto de Nariño. Prieto parece haber oído rumores sobre los
desplazamientos de Nariño y sabía de su arresto, pero no se probó ningún vínculo
directo entre ellos ni éste era probable. Prieto, no obstante, fue acusado de
traición, así como de los delitos inconexos de robo e intento de asesinato, y
bastante después, en 1804, todavía estaba encarcelado en Bogotá a la espera de
que lo juzgara el Consejo de Indias.813

811 Blossom, Nariño, pp. 36-40. Una opinión contemporánea del peligro para la
Nueva Granada, dada por un oidor de la audiencia de Santa Fe, se encuentra en
el informe del conde de Torre Velarde (Santa Fe, julio 19, 1797), incluido en S.E.
Ortíz (ed.), Colección de Documentos para la Historia de Colombia (Bogotá, 1965),
pp. 13-23. Sobre los planes británicos, véase John Lynch, "British Policy and
Spanish America, 1783-1808", pp. 11-14.

812 Gómez Hoyos, La Revolución Granadina, vol. I, pp. 238-9; Blossom, Nariño,
pp. 39-45.

813 AHNM, Consejos 21, 228. Criminales contra Don Manuel Vicente Prieto por un
papel sedicioso contra el Estado y Gobierno, Quadernos 1-5.
Con la captura de Nariño y de Prieto, las autoridades de la Nueva Granada
eliminaron la amenaza de una insurrección. Como en 1794, cuando España
estaba en guerra con Francia, en 1797 el temor de que una potencia extranjera,
esta vez Inglaterra, hubiera estado usando a los revolucionarios
hispanoamericanos como punta de lanza para atacar al imperio, había exacerbado
la ansiedad del gobierno

««Página 457»».

frente a la subversión interna. Pero si el recelo de las autoridades respecto a las


intenciones británicas se justificaba (en 1798 y 1799, el gobernador británico de
Trinidad apoyó en efecto una conspiración para subvertir a Venezuela), en realidad
las posibilidades de un levantamiento contra España en la Nueva Granada eran
mínimas. Nariño pronto descubrió que el virreinato no estaba listo para la
revolución y, aunque las autoridades permanecieron alerta, no había motivos
adicionales de alarma.814
Nariño, por otro lado, había sido completamente neutralizado. Tras haber
fracasado en promover el cambio mediante la revolución, vio entonces a la corona
como el instrumento para el progreso material y político. Una vez arrestado hizo
las paces con las autoridades; confesó ingenuamente sus actividades en Europa,
repudió sus convicciones revolucionarias y, con el apoyo del virrey Mendinueta,
intentó acelerar su rehabilitación elaborando una relación de las reformas
administrativas que consideraba necesarias para garantizar la confianza pública
en la monarquía. En este informe, escrito con la esperanza de obtener clemencia
del gobierno, abogaba por la supresión de la alcabala, la reforma de los
monopolios del tabaco y del aguardiente, la introducción de un impuesto individual
recaudado según una regla fija, y la introducción de tarifas para proteger las
exportaciones agrícolas, todas las cuales presentaba como medidas esenciales
para el desarrollo de la Nueva Granada. La promesa de su rehabilitación política,
sin embargo, no se cumplió. Durante seis años más, Madrid insistió en que las
autoridades mantuvieran a Nariño en prisión, hasta que sus quebrantos de salud
finalmente convencieron al virrey Mendinueta de hacer caso omiso de las órdenes
reales concediéndole la libertad condicional.815

««Página 458»».

814 Antonio Nariño, "Ensayo sobre un nuevo plan de administración en el Nuevo


Reino de Granada", en José María Vergara y Vergara, Vida y escritos del General
Antonio Nariño (Bogotá, 1946), pp. 67-92.

815 Blossom, Nariño, pp. 45-64


Es claro que la Nueva Granada no estaba madura para la insurrección
revolucionaria a fines de la década de 1790, ni hubo más indicios de sedición
interna en la década que siguió al encarcelamiento de Nariño y de Prieto. El
destino de estos dos hombres sin duda fue factor disuasivo de cualquier
disidencia, pero es improbable que muchos criollos hubieran ya desechado la
lealtad hacía la monarquía española. Sin embargo, si la soberanía española
seguía siendo aparentemente un postulado incontrovertible de la política cultural
neogranadina, la aceptación del sistema político colonial no impidió que una
minoría educada explorara y expresara ideas que contenían el germen de una
alternativa. Pues aunque el Papel Periódico se dejó de publicar en 1797, el
espíritu crítico criollo que había encarnado siguió con vida en otras formas de
asociación y en otras publicaciones.
Poco después de la visita de Humboldt a la Nueva Granada en 1801, se estableció
en Bogotá la "Tertulia del Buen Gusto" bajo el auspicio de Manuela Sanz
Santamaría de Manrique, una acaudalada dama santafereña que se interesaba
por la ciencia y la literatura y que era madre de Ángel Manrique, un joven que
había estado implicado en la conspiración de 1794. Los criollos que asistían a esta
tertulia estaban visiblemente interesados en la literatura y el cultivo del gusto
artístico, a imitación de los salones aristocráticos de París y de Lima. Aunque no
faltaron los "hombres prudentes" que sospechaban de la tertulia como foro de
ideas políticas subversivas, el gobierno de la época no vio peligro alguno en sus
actividades.816 Vale la pena anotar, sin embargo, que dicha asociación atrajo a
hombres como Camilo Torres, José Montalvo, José María Salazar, José
Fernández Madrid y los hermanos Frutos y José María Gutiérrez, todos los cuales
estuvieron después involucrados en el movimiento independentista.

««Página 459»».

El renacimiento de las asociaciones culturales y científicas criollas también se


reflejó en la fundación, en 1801, del Correo Curioso, Erudito, Económico y
Mercantil. Esta revista, dedicada a la discusión de asuntos científicos, literarios y
económicos, fue fundada por Jorge Tadeo Lozano y el sacerdote José Luis de
Azuola y Lozano, ambos de familias de la élite santafereña que por largo tiempo
habían sido importantes en la vida pública. El primero era hijo de José María
Lozano, sospechoso de subversión en 1794, y nieto de Jorge Miguel Lozano de
Peralta, el marqués de San Jorge que se había enfrentado a la autoridad en la
década de 1780. El segundo estaba emparentado por su madre con los clanes de
los Lozanos y los Caicedos, y por su padre con la rama principal de la familia
Azuola, a su turno relacionada por matrimonios con otras familias santafereñas de
alcurnia.817 Por su contenido, el Correo Curioso parece políticamente inofensivo.

816 La alusión a los "hombres prudentes" y las dudas sobre el verdadero propósito
de la tertulia fueron obra del clérigo español, José Antonio de Torres y Peña.
Véanse sus Memorias sobre los orígenes de la independencia nacional, p. 77.

817 Sobre la familia Azuola y sus conexiones, véase Restrepo Sáenz y Rivas,
Sin embargo, tras ensayos como los que declaraban "la necesidad de una
moneda" o elogiaban "lo que se necesita y no se necesita en la Nueva Granada",
o que pedían medios para estimular el comercio colonial e insistían en el
establecimiento de una "Compañía Comercial Patriótica" y de una Sociedad
Económica, existía una preocupación por definir y propagar temas desde una
perspectiva neogranadina y por sostener una identidad intelectual separada de la
de España.818
En 1806 otro diario enriqueció las fuentes de información de que disponían los
criollos, al fundar Manuel del Socorro Rodríguez, anteriormente editor del Papel
Periódico, el quincenario El Redactor Americano, que tenía un suplemento
mensual. De nuevo el contenido era sobre todo general y literario, pero también
difundía noticias sobre eventos en Europa y encomiaba a Napoleón en forma tal
que enfureció a españoles conservadores como José Antonio de Torres

««Página 460»».

y Peña.819 Finalmente, en enero de 1808 el criollo Francisco José de Caldas, el


más brillante y distinguido de los científicos neogranadinos que surgieron del
círculo de Mutis, empezó a publicar el Sernanario del Nuevo Reino de Granada,
un diario más dedicado a difundir el "conocimiento útil" para el bien común. Sus
largos tratados sobre temas económicos, demográficos, geográficos y climáticos
también eran políticamente menos inocentes de lo que parecían, pues en tales
preocupaciones podemos detectar los contornos de un naciente patriotismo criollo
identificado con las provincias de la Nueva Granada. 820 Al comentar el editor, en
efecto, un artículo escrito por Joaquín Camacho que describía la provincia de
Pamplona, se refirió claramente al futuro de la Nueva Granada como nación. En
su comentario sobre el aforismo de Camacho de que "nada es grande cuando
nace", Caldas anotó que "todas las naciones tienen' su infancia y su época de
estupidez y de barbarie. Nosotros acabamos de nacer..."; luego procedió a
convocar a "nuestros compatriotas, aquellos que de verdad aman a su país,
aquellos que ansían la ilustración y la felicidad del Reino de la Nueva Granada...
para conservar vivas las chispas y débiles luces que hasta ahora hemos
adquirido..." En otro críptico comentario observó que "si un padre imprudente... le
exige a su hijo dar los firmes pasos de un adulto, si lo castiga cruel y severamente
por cada sílaba mal pronunciada, lo arruinará en la cuna, y lejos de formar un

Genealogías de Santa Fe de Bogotá, vol. I, pp. 74-9.


45. Biblioteca Nacional de Colombia, Fondo Quijano Otero, no. 58. Correo
Curioso, nos. 17, 18, 22, 39, 40, 41, 42.

818 Biblioteca nacional de Colombia, fondo Quijano Otero, no 58, correo curioso,
nos. 17,18, 22, 39, 40, 41, 42
819 Torres y Peña, Memorias, p. 77
820 Para estos ejemplos, véase Francisco José de Caldas, Semanario del Nuevo
Reino de Granada, vol. 2 (Bogotá, 1942 ed.).
hombre útil para su país, hará de él un tímido e inútil ciudadano". 821
Para el lector criollo sensible políticamente, la analogía con el gobierno español
puede a duras penas haber pasado desapercibida. Además, la idea del
neogranadino como "ciudadano" antes que como súbdito sugiere que en los años
durante los cuales España se alió de nuevo a Francia y se envolvió en una guerra
que socavó inexorable-

««Página 461»».

mente la economía española, el análisis de las condiciones de la Nueva Granada,


con su consabido énfasis en la necesidad de avanzar en la ciencia, reformar la
educación y promover la prosperidad material del país, había adquirido una
connotación evidentemente política. Esto no quiere decir que los criollos se
estuvieran preparando para la independencia, pero sí muestra que la generación
de criollos educados que se acercaban a la madurez estaba desarrollando
opiniones que, al brindar una perspectiva crítica del orden tradicional colonial,
ayudarían a repudiar ese orden al derrumbarse éste bajo las presiones de la
guerra.

LA CRÍTICA CRIOLLA DEL SISTEMA


COMERCIAL ESPAÑOL

Otra crítica corriente que se formó en esos años surgió de los intereses
económicos, y sobre todo comerciales, de la Nueva Granada. Provino primero de
Cartagena, donde los miembros del establecimiento mercantil de la ciudad
chocaron con las autoridades respecto a la política comercial. Inicialmente, las
quejas de los comerciantes sobre los perjuicios causados por la guerra se
limitaron a solicitudes de paliativos, bajo la forma de licencias especiales para
comerciar con colonias neutrales y extranjeras. Sin embargo, desde 1800 José
Ignacio de Pombo, un importante comerciante cartagenero, manifestó críticas más
abiertas a la política económica del gobierno, críticas que a la larga lo llevarían a
defender un cambio radical y general del cada vez más decrépito sistema colonial
español.
Al principio sus propuestas de cambio del sistema fueron bastante modestas. En
un informe de 1800 presentado a Madrid a nombre del consulado, Pombo
describió la dramática declinación del comercio de Cartagena con España durante
la guerra e instó a la corona a permitir el comercio irrestricto con naciones
neutrales y amigas como único medio eficaz para evitar caer completamente en
manos del contrabando británico. Esta propuesta, que nada tenía de excepcional,

821 Ibid., pp. 18-19.


««Página 462»».

iba, sin embargo, acompañada de fuertes críticas a la negativa del virrey de


permitir tal comercio, y de la sugerencia de una base contractual para el
monopolio español. "La metrópoli", sostenía, "es responsable del
aprovisionamiento de todo lo que sus colonias necesitan... y de exportar todos los
frutos y productos de su suelo... (y) sólo mediante el completo cumplimiento de
este deber... debería gozar del privilegio del comercio exclusivo".49 822
Pocos años después, al fracasar la recuperación del comercio durante la Paz de
Amiens, Pombo amplió su ataque a las imperfecciones de la política real para
llegar a una crítica más generalizada de la política económica española. En 1804
escribió una larga y detallada denuncia de la desmoralización institucional y de las
distorsiones económicas que causaba el contrabando. 823 Pombo culpó
directamente de su avance a un gobierno corrompido, al observar que las medidas
para evitarlo eran prácticamente inútiles en una tierra donde "tan poco se respetan
las leyes y los derechos del ciudadano". 824 De este aserto procedió entonces a
analizar el comercio del virreinato con una andanada de estadísticas, y a sugerir
medidas para eliminar los obstáculos que "la naturaleza, el gobierno y la
ignorancia" presentaban para el desarrollo de la Nueva Granada, "la más rica en
toda clase de productos naturales de las posesiones coloniales de la Monarquía
española".825 Sus propuestas atacaban el corazón mismo del sistema colonial
español. Con el fin de estimular la economía, pedía inversiones de la Caja Real
para mejorar el transporte y las comunicaciones y abogaba por la reducción de las
imposiciones fiscales y por la abolición de los monopolios del aguardiente y del
tabaco. Para fomentar la agricultura apoyaba el fin de los tributos indios, la
distribución de la tierra entre los aborígenes,

««Página 463»».

la redistribución de tierras no cultivadas entre los que no poseían ninguna y el


estímulo a la inmigración de católicos extranjeros para establecer nuevos
asentamientos rurales. Sus sugerencias para una reforma política eran aún más
radicales. Quería la abolición del tráfico de esclavos y de la esclavitud, y medidas
para promover la unión y mezcla de todas las "castas" con el fin de crear una
clase única de ciudadanos. Su adhesión a todas las doctrinas económicas de la
Ilustración española también brilla por su insistencia en la necesidad de reformar
la Iglesia, limitando sus propiedades de manos muertas, reglamentando las

822 Pombo, Comercio y contrabando en Cartagena de Indias, p. 32.


823 . Para este documento, fechado el 12 de marzo de 1804, véase ibid., pp.

49-122.
824 Ibid., p. 50.
825 Ibid., p. 56.
parroquias y reformando, o aun extinguiendo, las instituciones monásticas. La
reforma educativa también era otra prioridad aprendida de la Ilustración. Pombo
pedía el establecimiento de imprentas, periódicos públicos y sociedades
patrióticas en la capital y en las provincias; recomendaba el establecimiento de
escuelas primarias y agrícolas, de escuelas de dibujo, matemáticas, biología,
medicina, y así sucesivamente, junto con una universidad pública para la
enseñanza de las "ciencias divinas y humanas".826
Al resumir sus planes, Pombo enumera ocho puntos para la inmediata atención
del gobierno. El primero era una purga de gobernadores y funcionarios en las
provincias costeras para combatir el contrabando y la corrupción; el segundo, una
reducción de derechos de las importaciones de manufacturas extranjeras y el
empleo de las tarifas como instrumento de la política económica y no de la fiscal;
el tercero, la abolición de la trata de esclavos, que simplemente enriquecía a los
ingleses a costa de España, y el reemplazo de la esclavitud por la libre inmigración
de europeos católicos. Luego, después de tres propuestas encaminadas
específicamente a enfrentar el problema del contrabando, terminaba su informe
con la recomendación de que se introdujera a la Nueva Granada el gobierno de
intendentes y subdelegados, sobre todo en los puertos, donde estos

««Página 464»».

funcionarios podrían ser una alternativa justa y eficiente a los gobernadores


militares.827
Madrid, por supuesto, pasó por alto el extraordinario programa de reforma de
Pombo, que claramente reflejaba la influencia de economistas políticos liberales
españoles y extranjeros. Sin embargo, es de gran interés porque sugiere que para
principios del siglo XIX los principales criollos estaban profundamente
desencantados con el tradicional sistema colonial. Para hombres como ellos,
España ya no era fuente de ideas o modelo de gobierno imperial. Cuando en 1807
Pombo sometió a la corona una versión más corta de este informe, reiterando
muchos de los puntos sometidos en el de 1804, se refirió a sus amplias lecturas
de economistas extranjeros tanto como españoles en su búsqueda de medios
para despertar a la Nueva Granada del "profundo letargo en el que está
sepultada".828 Sugirió incluso a los Estados Unidos como un ejemplo de desarrollo
económico que el virreinato podría seguir, de permitirlo la política real. "En los
Estados Unidos de Norte América", observó sarcástico, "no hay monopolios, ni
impuestos de venta, ni diezmos, ni impuestos a los productos agrícolas, ni en la
siembra, la cosecha, la venta, el consumo o la exportación; y sin embargo los

826 Ibid., pp. 57-8


827 Ibid., pp. 71-101.
828 Este documento, fechado el 18 de abril de 1807, está reproducido en Ortiz
(ed.), Escritos de dos economistas coloniales, pp. 123-34. Cita en p. 134.
ingresos del tesoro público sobrepasan hoy los 12 millones de pesos". 829 Pero
aunque Pombo estaba influenciado por el liberalismo económico, su compromiso
con él no era total o sin reservas, y seguía considerando a la corona como agencia
esencial para promover el cambio. De manera que aunque Pombo redactó un
programa de reforma que sería base de la ideología económica de un nuevo orden
político después de 1810, ideas como esas reflejaban el deseo de cambio dentro
del Estado metropolitano, más que la ambición de separarse de él.

««Página 465»».

LA CAMPAÑA CONTRA LOS PRIVILEGIOS


MERCANTILES ESPAÑOLES

El compromiso reformista de Pombo, que expresó a nombre del consulado, no era


compartido por todos los miembros de la comunidad mercantil de Cartagena.
Aunque se había convertido en un rico comerciante y, a través de su matrimonio
en la rica e influyente familia Dios Amador, había ingresado al patriciado
cartagenero, Pombo era de muchas maneras una figura excepcional dentro de sus
colegas. Hijo de una familia criolla de Popayán, se había educado en el Colegio
del Rosario de Bogotá y luego se había convertido en un entusiasta de la ciencia
moderna y del progreso económico, además de acercarse al círculo de Mutis y sus
pupilos. No sólo mantuvo contacto con Mutis y su círculo (como benefactor de
Francisco de Caldas, entre otros), sino que se hizo amigo de Humboldt durante la
visita de éste a Cartagena y, en cuanto miembro del consulado, se convirtió en
asiduo partidario de políticas para fomentar el progreso cultural y material de la
Nueva Granada.830 Es probable, por lo tanto, que sus ideas tuvieran más en
común con la minoría criolla "ilustrada" de la capital que con los negociantes
peninsulares de la élite mercantil cartagenera. Ciertamente, los asuntos internos
del consulado, que se pueden reconstruir en sus archivos, sugieren que el gremio
de los comerciantes estaba profundamente dividido, sobre todo durante sus años
de formación, cuando Manuel, su hermano, era tesorero.
Señales tempranas de tensión se hallan en una disputa al parecer trivial que
empezó José de Arrazola y Ugarte, un comerciante español empleado como
contador del consulado. En 1797 Arrazola y Ugarte se quejó del pago inadecuado
por su trabajo y de que el jefe del consulado y los cónsules no les daban a él y a
sus funcionarios

829 Ibid., p. 125.


830 Sobre José Ignacio de Pombo, véase Gómez Hoyos, La revolución granadina,
vol. 2, pp. 250-300. Sus escritos más importantes sobre la política comercial están
impresos en Pombo, Comercio y contrabando en Cartagena de Indias, y en S.E.
Ortiz (ed.), Escritos de dos economistas coloniales, pp. 121-269.
««Página 108»».

colegas, el secretario y el tesorero, el tratamiento que su posición merecía 831.


También sostuvo que los funcionarios a sueldo estaban excluidos de su debido
papel en la toma de decisiones y de que les impedían participar a la par con la
junta gobernante en los asuntos financieros del consulado. 832 Cualquiera que
hubiera sido la causa de la disputa, ésta tomó un nuevo aspecto cuando el
tesorero, Manuel de Pombo, se unió a Arrazola y Ugarte en su oposición al jefe y a
la junta. Pombo no sólo los acusó de avaro egoísmo con los fondos del consulado
en el pago de los salarios, sino que también se lamentó de su actitud indolente e
ignorante hacia las responsabilidades del consulado en el campo del desarrollo
económico. Según Pombo, el jefe representaba una camarilla preocupada sólo por
sí misma, y la culpaba de la notoria falta de progreso de la institución hacia los
objetivos prescritos de promover el comercio y el desarrollo económico de la
colonia.833
Con este caústico ataque al círculo gobernante, Pombo se convirtió en su crítico
más locuaz y persistente. Durante sus seis años como tesorero, hasta el momento
en que fue despedido en 1804, constantemente llamó la atención hacia la
indolencia y el mal manejo de los fondos consulares y, más importante aún,
también trató de aumentar la influencia criolla dentro del consulado, al llevar
hacendados para representar los bienes raíces locales y al tratar de lograr el
ascenso a la junta de gobierno de los funcionarios de tiempo completo, así como
su derecho de voto en las elecciones anuales. 834 A la larga, la determi-

««Página 467»».

nación de Pombo de desplazar del poder al establecimiento mercantil peninsular


no llegó a nada. Su colega, Arrazola y Ugarte, fue despedido en 1799 en medio de
ásperos reproches, y la junta frustró los intentos de aquel de que los hacendados

831 AGI Santa Fe 958, Contador al Secretario del Estado, mayo 1, 1797.
832 Ibid.; y AGI Santa Fe 959, Conde de Casavalencia al Consulado, enero 9,
1801.
833 AGI Santa Fe 958, Manuel de Pombo al Secretario de Estado, mayo 7, 1797 .
834 AGI Santa Fe 958, Consulado al Secretario del Estado, marzo 31, 1798. Por
Orden Real del 21 de noviembre de 1797, se le había exigido al consulado la
elección de tres hacendados (un cónsul y dos consejeros), pero éste sostuvo no
sólo que había muy pocos hacendados de suficiente posición social para estos
cargos, sino que aquellos que residían en sus haciendas no podían cumplir
debidamente con sus deberes: AGI Santa Fe 959, Consulado al Secretario del
Estado, noviembre 1, 1799.
locales tuvieran participación activa en el consulado. 835 Y finalmente, Manuel de
Pombo fue derrotado por sus opositores en 1804, cuando se negó a aceptar
facturas de gastos de rutina basándose en que había sido excluido de las
decisiones que las habían aprobad 836 Enfrentados a este desafío, los funcionarios
elegidos y los cónsules lo acusaron de subvertir el orden al difundir "ideas
perversas", crear disturbios, llevar armas a las reuniones y perseguir a ciertos
comerciantes. Pombo negó estas acusaciones tajantemente y, contrastando su
propia devoción al deber con el desempeño mediocre de sus acusadores, afirmó
que su propio celo y eficiencia eran lo que ofendía a la obstinada camarilla que
dominaba el consulado.837 Para entonces, sin embargo, el gobernador de
Cartagena lo había calificado de perturbador y ante su insistencia, tuvo que dejar
la ciudad por un cargo políticamente menos sensible como funcionario de la Casa
de Moneda de Bogotá, donde también podía ser vigilado más de cerca por las
autoridades virreinales.838
La tranquilidad no volvió de inmediato al consulado con la partida de Pombo hacia
la capital, pues se produjo una áspera disputa en torno a la escogencia de su
sucesor.839 Sin embargo, el establecimiento mercantil español parece haber
recuperado el dominio, al recaer el consulado en un período tranquilo,
caracterizado por la apatía de sus miembros y el ausentismo de sus funcionarios.
En 1804, durante el primer intento de celebrar una elección para los cargos
vacantes del consulado, no se logró el quórum necesario de dieciséis

.
««Página 468»».

votantes.840 Ya elegidos, los miembros faltaban con frecuencia a su deber y


posteriormente mostraban escaso respeto hacia el consulado. 841 En 1809 su jefe
anotó que el ausentismo se había vuelto un problema tan arraigado que sólo
medidas disciplinarias contra algunas personas podían obligarlas a cumplir con el
deber.842
En tales circunstancias, el consulado fracasó en cuanto guía para promover el
desarrollo económico de la Nueva Granada. Aunque investigó y discutió proyectos
diseñados para mejorar el transporte y las comunicaciones, sus planes se
esfumaron o eran de tan poca monta que no tuvieron efectos de importancia en la
835 AGI Santa Fe 958, Consulado al Secretario del Estado, marzo4. 1799, Consejo de
Indias, julio 23, 1799
836 AGI santa Fe 959, Consulado al Ministro de Hacienda, junio 3,1803: ibid, 1803.
Manuel de Pombo a Cayetano Soler, julio 2, 1803
837 Ibid. ,Manuel de Pombo al Secretario del Estado, marzo 12, 1804
838 AGI Santa Fe 1016, el Gobernador Cejudo a Cayetano Soler, junio 30, 1802
839 AGI Santa Fe 959, Consulado al Secretario del Estado, agosto 20, 1804
840 AGI Santa Fe 1016, el Gobernador Cejudo a Cayetano Soler, febrero 5, 1804
841 AGI Santa fe 958 Joseph Antonio Mosquera, octubre 2, 1799; AGI Santa Fe 1016, el
gobernador de Cartagena a Cayetano Soler, junio 30, 1802, ibid., febrero 5, 1804; AGI
santa Fe 657, Joseph Antonio Mosquera, septiembre 1, 1809.
842 AGI Santa Fe 657, Joseph Antonio Mosquera, septiembre 1, 1809.
vida económica del virreinato. En 1802 el consulado informó que había reparado
un canal en la desembocadura del río Magdalena pero, como el costo de la obra
sólo fue de quinientos pesos, obviamente no resultó de mayor importancia. 843 En
1804 dio parte de que había concluido mejoras en los muelles de Cartagena, pero
de nuevo el costo mínimo de la obra indica que tuvo un alcance marginal. 844Aún
más característico del enfoque del consulado sobre las obras públicas fue su
actitud hacia un plan para mejorar las instalaciones portuarias de Guayaquil.
Aunque aprobó verbalmente el proyecto, no estaba preparado para financiarlo y
recomendó a cambio que se estableciera un impuesto en Guayaquil con ese fin. 845
Otras propuestas de las provincias del interior encontraron respuestas parecidas.
Invariablemente argumentaba que carecía de los fondos necesarios para
emprender los planes que le eran presentados, sin importar lo prácticos o útiles
que pudieran parecer. El cabildo de Santa Marta, por cierto, halló tan difícil lograr
la cooperación del consulado, que le

««Página 469»

solicitó a la corona el derecho de controlar los impuestos recaudados para


sostener el gremio mercantil, con el fin de poder efectuar los trabajos propuestos
por su propia iniciativa.846
La renuencia del consulado a actuar como agencia para el desarrollo económico
también llevó al descuido de otros proyectos que según su reglamento eran
responsabilidad suya. Los trabajos en las rutas que conectaban a Bogotá y sus
ciudades vecinas con el Magdalena mediante las trochas del Opón, el Carare y
Otro Mundo—ni siquiera se iniciaron. Después de más de una década de
inactividad, el consulado siguió pasando por alto o rechazando las propuestas
para abrir y mejorar esos caminos, sin dejar nunca de quejarse de los
costos.847Aun en el caso del Canal del Dique fue lento en actuar, a pesar del hecho
de que la navegación por este canal reducía los costos del transporte entre
Cartagena y el curso del río Magdalena. Sólo después de que el cabildo de
Cartagena acordó proporcionar 20.000 de los 100.000 pesos que los trabajos en el
Dique requerían, aceptó el consulado sus responsabilidades en este campo. 848
Después usó el costo de esta tarea como excusa para descuidar otras. 849
La dilación del consulado en el cumplimiento de sus deberes se debió en parte a
su pobre situación financiera. Al revisar su desempeño en 1808, sus funcionarios
insistieron en que la interrupción del comercio debida a la guerra había reducido

843 AGI santa Fe 959. Consulado al Secretario del Estado, septiembre 1, 1809.
844 Ibid., diciembre 20, 1804.
845 Ibid., julio 37, 1802
846 AGI santa Fe 552, Informe a petición del Cabildo de Santa Marta, diciembre 4,
1804.
847 AGI santa Fe 960, Consulado al Secretario del Estado, junio 30, 1808.
848 Antonio Ybot León. La arteria histórica de Nuevo Reino de Granada (Bogotá, 1952),
pp. 227-8.
849 AGI Santa Fe 960, Consulado al Secretario del Estado, junio 30, 1808.
sus ingresos y por lo tanto limitado sus gastos en obras públicas. 850 Era ésta una
excusa razonable porque, como hemos visto, el comercio de España con la Nueva
Granada se redujo dramáticamente durante las dos guerras anglo-españolas de
1796 a 1802 y de 1804 a 1808. Sin embargo, esta disculpa fue vista con bastante
escepticismo en ciertos medios.

««Página 470»».

No sólo los críticos internos, como Manuel de Pombo, denunciaron la falta de


espíritu cívico de la dirección del consulado, sino que a principios del siglo
intereses comerciales del interior también criticaron su actitud indolente y roma
hacia las necesidades económicas de la colonia. Estas eran en parte simplemente
disputas jurisdiccionales comunes en la política colonial; no obstante, reflejan una
creciente insatisfacción criolla con el sistema comercial y las políticas económicas
de España.851
El centro de la oposición a Cartagena estaba en Bogotá, donde en 1796 un
reducido grupo de comerciantes hizo campaña para un consulado independiente,
que representara los intereses del interior. Se les hicieron varias concesiones en
asuntos jurisdiccionales y en el derecho de apelación en casos mercantiles, pero
en 1804 las presiones para el establecimiento de un consulado en Bogotá,
además o en lugar del de Cartagena, revivieron una fuerte y coordinada serie de
peticiones de comerciantes en diferentes ciudades del interior. En marzo de 1804,
los comerciantes de Antioquia le informaron al virrey que el fracaso del consulado
en actuar para estimular el comercio en el interior y el tratamiento injusto en la
corte comercial del puerto estaban perjudicando sus actividades. La mayor parte
de los comerciantes antioqueños dedicados a la redistribución de importaciones,
decían, eran acreedores de comerciantes de Cartagena y por lo tanto no podían
esperar juicios equitativos en sus cortes comerciales. Sostenían los antioqueños
que había menos posibilidades de que surgieran estos conflictos de intereses si se
presentaban estos casos ante el Tribunal de Alzadas de Bogotá, y por lo tanto
abogaron por su inclusión en la jurisdicción de este tribunal santafereño. Apoyaron
su solicitud el virrey Amar y Borbón, los comerciantes de Santa Fe y el mismo
Tribunal de Alzadas, pues todos aceptaban que los comerciantes del interior no
deberían depender de una corte lejana

««Página 471»».

y potencialmente prejuiciada en Cartagena. 852 Estos reclamos en corto tiempo se


asimilaron a una campaña más amplia a favor de la transferencia del consulado de
Cartagena a Santa Fe.

850 Ibid.
851 Véase AHNC Miscelánea, tomo 13, fols. 1-58: AGI Santa Fe 959. Los diputados del
Comercio de Santa Fe, Madrid, enero 17, 1801.
852 Ibid. , fols 892, 894; AGI Santa Fe 959, Amar y Borbón a Cayetano Soler, Santafé,
mayo 19, 1804.
El líder de esta campaña fue el comerciante criollo José Acevedo y Gómez, nativo
de Charalá, en la región del Socorro, y quien después alcanzaría importancia
política en el derrocamiento del gobierno real en Bogotá en 1810. Apoyado por
peticiones de comerciantes y de cabildos de las ciudades vecinas, Acevedo y
Gómez hicieron un fuerte ataque al consulado de Cartagena por haber fracasado
en la promoción del desarrollo económico y comercial de la colonia, y sugirió que
el dominio cartagenero del comercio exterior de la Nueva Granada impedía
activamente su desarrollo. Al referirse primero al crecimiento de la población en el
medio siglo anterior y al aumento del comercio y de la producción internos,
Acevedo y Gómez resaltaron la necesidad de establecer un consulado en la
capital con el fin de incentivar la explotación de los recursos coloniales. Era
esencial, sostenía, que se encontrara un medio para promover el desarrollo de
"una comunicación útil y constante entre la metrópoli y la colonia, y entre sus
puertos y las ciudades del interior". En su opinión, los comerciantes de Cartagena
habían demostrado ser perfectamente incapaces de alcanzar este objetivo. En
primer lugar, el consulado había descuidado constantemente las obras públicas
que hubieran mejorado las comunicaciones entre el interior de la colonia y los
mercados de la metrópoli; en segundo lugar, había despilfarrado sus ingresos en
la construcción de un camino que sólo servía para comunicar las casas de los
comerciantes ricos de Cartagena con sus "casas de placer" en el veranadero de
Turbaco. Entretanto, las áreas del Socorro, Tunja y Pamplona, ricas en recursos
agrícolas y minerales, carecían de la ayuda esencial para el desarrollo de un
comercio de exportación de sus productos.853

««Página 472»».

El informe presentado por la ciudad del Socorro apoyaba la petición bogotana de


un consulado independiente con un acervo ataque al monopolio concedido al
puerto por el sistema mercantil español. Según el cabildo del Socorro, los
comerciantes de Cartagena no tenían motivos para promover la activación del
comercio o los incentivos agrícolas, pues "sus fortunas les aseguraban la posesión
del privilegio exclusivo de abastecer las provincias internas del Reino con las
mercancías europeas que requieren, al precio que tengan a bien pedir..."• 854 Los
cabildos tanto de Santa Fe como de San Gil repitieron quejas parecidas sobre la
falta de interés de los comerciantes de Cartagena en los productos, el comercio
interno y las comunicaciones del interior de la Nueva Granada. El primero observó,
no si un toque de sarcasmo, que durante diez años el consulado de Cartagena no
le había acordado el menor interés al cumplimiento de los deberes determinados
por el rey, y había demostrado una inclinación hacia la negligencia que, en
hombres dedicados particularmente al comercio, difícilmente podía excusarse por
853 AGI Santa Fe 960, El diputado de comercio de Santafé de Bogotá a Cayetano Soler,
noviembre 19. 1804.
854 Ibid., el virrey Amar y Borbón a Cayetano Soler, Santa Fe. Septiembre 19, 1805,
anexo no. 2, informe de Villa del Socorro. Véase también AHNC Consulados, tomo 1, fols
624, 7.
su ignorancia de los problemas del interior de la colonia. 855
Las protestas de las ciudades de Tunja, Pamplona y Purificación les dieron más
impulso a estos argumentos, y el virrey apoyó la totalidad de la campaña. El virrey
Amar y Borbón, hombre que tendía a ceder ante opiniones firmes, no sólo
confirmó las quejas sobre la inactividad del consulado en el área del desarrollo del
transporte, sino que con algo de frivolidad, sugirió que las desventajas geográficas
y climáticas del puerto de Cartagena lo hacían sede inapropiada de un consulado,
sobre todo porque el puerto era un mero centro comercial "limitado al negocio de
las comisiones sobre las importaciones

««Página 473»».

y exportaciones a la metrópoli" . 856 En un mensaje posterior a las autoridades


reales, Acevedo y Gómez repitió estos argumentos y añadió que el carácter de la
comunidad mercantil del puerto la excluía de ejercer una función eficaz en el
desarrollo económico de la colonia. Como casi todos los miembros del consulado
eran agentes de casas comerciales de Cádiz, sostenía Acevedo y Gómez,
permanecían sólo el tiempo necesario para ganar el suficiente dinero y escapar
del desagradable clima de Cartagena. Por esta misma razón estaban por completo
desprovistos de interés o afecto por el país, carecían de los motivos físicos o
morales que se necesitaban para cumplir con los objetivos del consulado, y sólo
usaban sus oficinas para distribuir los salarios asignados a sus empleos. 857
Tales expresiones de insatisfacción no lograron cambiar la política de la corona, a
pesar del apoyo del virrey. Esto es a duras penas sorprendente, porque mientras
España estuviera en guerra, los ajustes en las instituciones comerciales de la
Nueva Granada eran asunto de poca monta para un gobierno metropolitano
preocupado por problemas militares y financieros mayores y más urgentes. Sin
embargo, no debemos desestimar su importancia dentro de la misma Nueva
Granada. Las críticas a los comerciantes y al consulado de Cartagena reflejaban
una creciente conciencia de que la organización mercantil española fracasaba en
su respuesta a los intereses económicos del interior y, lo que es más importante,
también expresaban la opinión criolla de que los comerciantes e instituciones
españoles eran los responsables de ese fracaso.
Al recapacitar, el descuido de los comerciantes de Cartagena en la promoción de
los intereses coloniales mediante la expansión del comercio es perfectamente
comprensible. Localizados a considerable distancia de los mayores centros de
población y de las zonas agrícolas

««Página 474»».

855 AHNC Consulados, tomo 1 fol. 628. Para la petición de San Gil, véase AGI Santa Fe
960, representación del Cabildo de San Gil. Sala Capitular de la Villa de San Gil, julio 6,
1804.
856 Ibid., el virrey Amar y Borbón a Miguel Cayetano Soler, Santa Fe, septiembre 19,
1805.
857 Ibid., El diputado consular de Santafé a Miguel Cayetano Soler, Santafé, octubre 7,
1805.
del interior, simplemente carecían de motivos sólidos para romper con el comercio
tradicional "pasivo" basado en la explotación de los mercados de la Nueva
Granada para las importaciones europeas a cambio del oro. La gran distancia
entre los productores y los puertos, combinada con los altos costos del transporte
interno, colocaba a la Nueva Granada en una desventaja competitiva frente a otras
regiones americanas. Los productos tropicales, tales como el azúcar, el cacao, el
tabaco y el algodón podían todos ser exportados con más facilidad de lugares
mejor situados para conectarse con las rutas comerciales marítimas, como Cuba o
Caracas, para no mencionar a las colonias extranjeras que también suministraban
a España exportaciones agrícolas. No es de extrañar entonces que los
comerciantes de Cartagena siguieran extrayendo sus ganancias ante todo de la
venta de mercancías europeas, para las cuales las minas y casas de moneda
neogranadinas proporcionaban una retribución perfectamente adecuada. Sin
embargo, la pasividad de los comerciantes de Cartagena y la inercia de su
consulado los convertía en fáciles blancos para las críticas criollas, y estas
críticas, combinadas con la aspiración a un gremio autónomo comercial propio,
sugieren que la interrupción del comercio legal durante las guerras había
exacerbado la percepción criolla de las divisiones fundamentales entre los
intereses económicos de la colonia y los de la metrópoli. Al deplorar, por cierto, la
falta de compromiso de los comerciantes de Cartagena con la colonia, Acevedo y
Gómez expresó la opinión, hallada en otros comentaristas criollos de la época, de
que la Nueva Granada era una comunidad con intereses e identidad propios,
diferentes de los de España y de sus comerciantes.
Las quejas sobre los comerciantes y el consulado de Cartagena que se produjeron
en las ciudades y regiones del interior son por lo tanto importantes desde varios
puntos de vista. Al zaherir al consulado, sus detractores expresaron su disgusto
con el dominio de los peninsulares sobre el comercio ultramarino de la Nueva
Granada, y manifestaron así su insatisfacción con el sistema comercial español.

««Página 475»».

Al subrayar la necesidad de desarrollar los recursos del interior, la campaña para


un consulado en Bogotá reflejó las opiniones expresadas en los círculos de
intelectuales criollos ilustrados de la capital y difundió estas ideas más allá de las
tertulias. Al unirse las ciudades del interior contra Cartagena, la campaña también
demostró que los criollos de Bogotá podían formar una red de acción política
práctica que se extendía de la capital a las provincias vecinas. Nada de esto
quería decir que los criollos críticos de las instituciones y políticas españolas
estuvieran contemplando, y mucho menos planeando, la independencia de
España. La declinación del mercantilismo español animó a algunos neogranadinos
a abrigar ideas que después los ayudarían a percibir la vida fuera del imperio
español, pero mientras la monarquía permaneció intacta, estos críticos también
permanecieron firmemente dentro de los límites del sistema político existente, al
formular sus reclamos en términos institucionales y al acudir a la autoridad del rey
en cuanto árbitro. El surgimiento de una comunidad de opinión criolla preocupada
por el cambio del sistema mercantil español no debería confundirse, por lo tanto,
con la creación de una red política subterránea dedicada a la independencia.
¿Cuál fue pues el efecto general de los reveses de España en la situación política
de la Nueva Granada?

LOS PERJUICIOS DE LA GUERRA


En resumidas cuentas, la guerra debilitó la autoridad española en dos formas.
Mientras la agresión naval y comercial británica arruinó progresivamente el
sistema económico español durante la guerra anglo-española de 1805 a 1808, las
exigencias fiscales y los reveses militares de la guerra también fueron causa del
deterioro político de la monarquía, tanto en el país como en el extranjero. En la
misma España, la alianza con Francia hundió al gobierno en una creciente crisis
política y fiscal que agravó los problemas causados por la inercia de Carlos IV y
por la venalidad de Godoy. Y de creer al ex

««Página 476»».

sacerdote español José Antonio de Torres y Peña, la alianza bélica de España con
Francia también en la Nueva Granada socavó el respeto al gobierno. Según Torres
y Peña, la alianza con la Francia revolucionaria fue desde el principio una
aberración que debilitó paulatinamente la imagen y la autoridad de España.
Sostuvo, en primer lugar, que ayudó a sembrar la discordia al permitir que entraran
al virreinato franceses e ideas francesas, promoviendo por lo tanto interés en
"ideas injustas", hostiles a la autoridad real; en segundo lugar, causó
consternación "en todos los hombres de honor, fuesen europeos o americanos", al
originar el decreto de amortización que afectó las propiedades de la Iglesia; en
tercer lugar, el triste estado de la monarquía bajo la influencia de Godoy y de
Francia deterioró la confianza en los representantes enviados de España,
tachándolos con la sospecha de ser corruptos. En la Nueva Granada, según
Torres y Peña, esto había perjudicado la autoridad del virrey, al dar pie a
perniciosos rumores de que Amar y Borbón, nombrado por Godoy, era un
distribuidor venal y egoísta de puestos públicos, indiferente a los intereses del país
que gobernaba. Torres y Peña afirmó también que la pérdida de Santo Domingo,
causada por el compromiso de España con Francia, había demostrado la
vulnerabilidad del imperio; después de este hecho, recordó después, en la Nueva
Granada "todos los hombres de buen juicio temieron que como la isla de Española
era la primera piedra desajolada del vasto edificio [del imperio] para satisfacer la
ambición francesa, no pasaría mucho tiempo antes de que lo mismo le sucediera
al Nuevo Reino...".858
Mirando hacia atrás el período entre 1796 y 1808, hay buenas razones para
pensar que Torres y Peña estaba en lo correcto cuando, en 1814, detectó los
síntomas de una crisis implícita en los hechos que tuvieron lugar antes del
derrocamiento del gobierno real en la Nueva Granada. Pues aunque no hubo
serios desafíos al gobierno

««Página 477»».

858 Torres y Peña, memorias, pp. 77-80


colonial de parte de sus súbditos (siendo la aventura de Nariño de 1797 un mero
acto quijotesco), las repercusiones de la guerra habían continua y sutilmente
erosionado la reputación del régimen colonial. Cuando la guerra destruyó la
conexión económica de la colonia con España, el gobierno metropolitano minó aún
más su credibilidad al fracasar en encontrar medios para proteger los intereses
coloniales lesionados por el colapso del comercio trasatlántico. Al mantener los
inaplicables reglamentos del monopolio mercantilista destrozado por el
contrabando, simplemente animó a los súbditos coloniales a mirar hacia el
comercio ilegal que, al corromper a los funcionarios, socavaba adicionalmente el
respeto por el gobierno. Durante la prolongada alianza con Francia, también pudo
florecer la ilustración criolla del virreinato. Entre 1792 y 1808 Madrid revivió los
proyectos de los principales liberales españoles en un esfuerzo por fortalecer la
economía de España para la guerra, concediéndoles con ello renovada
respetabilidad a ideas que habían sido ferozmente suprimidas durante la lucha
contrarevolucionaria contra Francia durante los cinco primeros años de la década.
Y al revivir el liberalismo en España, también reunió nuevas fuerzas en la Nueva
Granada. Los acontecimientos de la guerra no sólo estimularon el interés de los
criollos en los asuntos internacionales (alimentado por la circulación de diarios y
gacetas españoles y extranjeros), sino que también revivieron el interés en las
ideas ilustradas que el arzobispo virrey Caballero y Góngora los había animado a
adoptar en la década de 1780. En esta forma la pequeña élite ilustrada que había
absorbido las influencias de la ciencia y de la filosofía modernas, al asociarse con
el Colegio del Rosario y las reformas educativas de fines de la década de 1770 y
de la de 1780, y mediante sus contactos con la Expedición Botánica durante las
décadas de 1780 y 1790, pudo renovar abiertamente la discusión de ideas que
eran implícitamente críticas del orden político y económico establecido por
España.
Tales ideas no creaban por supuesto revolucionarios, y mucho menos una
revolución. Sin embargo, sí agudizaron la percepción

««Página 478»».

criolla de los defectos del orden colonial, de manera que cuando la monarquía
estaba enfrascada en una tormenta política que destruyó al imperio, en y después
de 1808, había un liderazgo intelectual criollo dispuesto a concebir una alternativa
de ese orden. Comprometidos con la causa del progreso económico y social de su
patria, conscientes de sí mismos en cuanto élite intelectual y unidos por lazos
familiares a los notables urbanos que detentaban los cargos reales y municipales,
unos cuantos patricios criollos estaban dispuestos a transformar sus aspiraciones
culturales en acción política en medio de la confusión que siguió al eclipse de la
monarquía de los Borbones. El contexto de su acción, los medios que utilizaron y
el consecuente colapso del gobierno español en la Nueva Granada se examinarán
en el próximo capítulo.

««Página 479»».

12
LA CAÍDA DEL GOBIERNO REAL

Cuando don Antonio de Amar y Borbón llegó a Bogotá en septiembre de 1803 para
posesionarse como virrey, se hizo cargo de un territorio que, a pesar de las
dificultades de España como consecuencia de la reiniciación de la guerra con los
ingleses en 1804, estaba al parecer seguro bajo el gobierno de la potencia
metropolitana. La celebración de la toma de posesión de Amar y Borbón fue
espléndida y festiva, y su predecesor, el virrey Pedro de Mendinueta, le hizo
entrega del cargo con una relación de mando positiva y de tono apacible.
Mendinueta le advirtió a Amar y Borbón que debía mantenerse vigilante contra la
subversión foránea, evitar la entrada de libros y diarios extranjeros que pudieran
ser nocivos para la religión y el Estado, y permanecer alerta ante "un fanatismo
filosófico y ante todo un espíritu de novedad, [que] podría desequilibrar a algunos,
induciéndolos a aceptar nociones que indiscretamente profesan como sus propias
ideas". Pero concluyó su relación de mando con una nota esperanzadora, al
declarar que a pesar de algunos disturbios menores del orden público, tenía la
satisfacción de entregar un territorio en un "estado de tranquilidad, de manera que
Su Excelencia pueda cumplir sus deberes para el bien común". 859Y Amar y
Borbón pasó en efecto algunos años plácidos como virrey, en los que para nada
necesitó de su experiencia de militar de alto rango en España para gobernar una
tierra que, cualquiera que fuese el desafecto de algunos

««Página 480»».

elementos de la población, no mostraba ninguna señal obvia de intranquilidad o de


inestabilidad política. 860Sin embargo, después de menos de cuatro años de
dedicarse a la rutina de los asuntos del gobierno, en 1808 Amar y Borbón se vio
enfrentado de pronto a una crisis sin precedentes, al caer súbitamente la
monarquía española. Dos años después no sólo fue despojado de su alto cargo
por la oposición criolla, sino que al perder el mando vio cómo se desplomaba el
sistema mismo del gobierno virreinal.
Para explicar la caída del gobierno real en la Nueva Granada debemos primero
mirar, más allá de la misma colonia, la desintegración de la autoridad en la España
metropolitana. Esta empezó en 1808, cuando el asediado Estado español, ya
debilitado por la guerra y las intrigas palaciegas, se hundió en grave y prolongada
crisis. Después del ingreso al país de los ejércitos franceses en 1807, el antiguo
régimen cayó en su postrera agonía. En marzo de 1808 un grupo de nobles
decontentos aliados del príncipe Fernando, el heredero al trono, fraguaron el
derrocamiento del favorito Godoy y la abdicación de Carlos IV en favor de su hijo.
En abril Napoleón, impaciente por convertir a España en un aliado más eficaz y
confiable, decidió habérselas con la confusión qué reinaba en su gobierno

859 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 585-6.


860 Sobre los antecedentes de Amar y su nombramiento y primeros años como
virrey, véase Mario Herrán Baquero, El Virrey Don Antonio Amar y Borbón: la Crisis
del Régimen Colonial en la Nueva Granada (Bogotá, 1988), pp. 32-42.
mediante una atrevida maniobra: la imposición en el trono de su hermano José,
apoyado por el ejército de ocupación. A pesar de la colaboración de parte
sustancial de la nobleza, el clero y la clase política, el plan falló. En mayo el
antagonismo popular hacia la ocupación francesa explotó en una insurrección en
Madrid, y el ejemplo de ésta fue seguido en toda España por una serie de
levantamientos provinciales contra el intruso francés. Empezó entonces en las
provincias una guerra de liberación con toques latentes de revolución social. De un
lado estaban Napoleón, su ejército y sus aliados entre la clase política española.
Enfrentado a los franceses,

««Página 481»».

había un extraordinario movimiento popular que arrastró tras de sí a los


propietarios y al clero y creó una red de juntas en ciudades y provincias no
ocupadas por Francia. En esta forma, la caída de Fernando y la lucha contra los
franceses hicieron que se fragmentara la autoridad, a medida que el poder local
quedaba en manos de juntas que actuaban como Estados independientes,
movilizaban sus propios ejércitos y hasta tenían su propia política exterior.861

LA PRIMERA REACCIÓN ANTE LA CRISIS IMPERIAL EN LA NUEVA GRANADA

Mientras las juntas españolas se concentraban en la resistencia contra Napoleón


durante los primeros meses de la crisis, la Nueva Granada, al igual que otras
colonias americanas, estaba escudada contra el impacto inmediato de los hechos
por la distancia y la lentitud de las noticias. Las primeras informaciones oficiales
sobre los acontecimientos en España llegaron a América procedentes de las dos
principales juntas provinciales, las de Oviedo y Sevilla, que en junio y julio se
apresuraron a comunicarse con los gobiernos coloniales para asegurar su lealtad.
Oviedo envió emisarios a México, mientras que la junta de Sevilla, que se llamó a
sí misma “Suprema Junta de España y de las Indias”, despachó comisionados a
todos los principales dominios americanos. En junio de 1808 uno de estos
comisionados, José de Pando y Sanllorente, partió de Cádiz hacia la Nueva
Granada. Después de consultar al gobernador de Cartagena tras su llegada al
puerto a principios de agosto, arribó a Bogotá el 2 de septiembre para entablar
conversaciones con el virrey Amar y Borbón. Hubo, al parecer, ciertos
desacuerdos entre Sanllorente y el virrey, pero éstos quedaron disimulados bajo
una posición pública

««Página 482»».

de indiviso apoyo a España. El 5 de septiembre el virrey convocó una reunión de


los principales funcionarios, militares, clérigos y algunos ciudadanos eminentes, y

861 Para relaciones de los acontecimientos en España en estos años, véanse


Raymond Carr, Spain, 1808-1839 (Oxford, 1966), pp. 79-119; Timothy Anna, Spain
and the Loss of America (Lincoln, Nebraska, y Londres, 1983), pp. 15-63.
después de proclamar a Fernando como rey y de declarar la guerra a Francia,
prometió su apoyo a la Junta de Sevilla y la provisión de fondos de la tesorería
real para su esfuerzo bélico en España. Un funcionario español fue enviado a
Popayán para organizar un evento similar, mientras en Bogotá recogía Sanllorente
medio millón de pesos del gobierno y de donaciones de particulares antes de su
regreso a España.
Aún no había oposición abierta a España, aunque tras la fachada de unidad se
oyeron los primeros murmullos de duda y disentimiento en las filas de los notables
criollos que Sevilla buscaba agrupar en ayuda de la doliente madre patria. En
Cartagena, la misión de Sanllorente produjo malestar porque el gobernador de la
provincia, al consultar con el agente sevillano, ignoró al cabildo y simplemente
ordenó acatar y reconocer al gobierno interino de Sevilla. 862En Bogotá se incluyó a
los criollos en las discusiones con Sanllorente, pero esto no evitó las quejas.
Hubo, recordó un contemporáneo, "cierto disgusto entre unos pocos participantes,
porque no se les concedió el tiempo para expresar lo que deseaban". 863Tales
desacuerdos al parecer surgieron del resentimiento criollo ante la conducta
arrogante de Sanllorente y ante la pretensión del gobierno de Sevilla de asignarse
el título de "Gobierno Supremo de España y de las Indias" sin previa consulta con
las colonias.864Sin embargo, el gobierno de la Nueva Granada, reforzado por
expresiones públicas de simpatía y apoyo a la madre patria, se mantuvo firme.
José de Torres y Peña recordó estos meses de crisis como un interludio de
solidaridad entre "los mejores hombres", quienes "celebraron y apreciaron la
acción de la

««Página 483»».

Junta de Sevilla, a la cual se unieron de inmediato sin otro propósito que el de


cooperar en la causa común de la monarquía". 865Este sentido de una causa común
no duró mucho, sin embargo. Durante el año siguiente, el gobierno peninsular se
empeñó en una lucha cada vez más desesperada por su supervivencia ante el
avance de las fuerzas francesas y, al tambalearse España a través de sucesivas
crisis, los resentimientos acumulados y las crecientes aspiraciones de la élite
educada de la Nueva Granada se trasformaron en antagonismo hacia el gobierno
virreinal y en exigencias de autonomía política.
La recomposición de las fuerzas políticas dentro de la Nueva Granada hizo eco a
la cambiante relación entre España y sus colonias, a medida que el futuro del
imperio se volvía cada vez más incierto. Después de los meses iniciales de
confusión en España, el gobierno metropolitano se estabilizó brevemente en
septiembre de 1808, cuando los delegados de las juntas provinciales se unieron

862 Gabriel Jiménez Molinares, Los mártires de Cartagena de 1816, 2 vols.


(Cartagena, 1948-50), vol. I, pp. 44-5.
863 Torres y Peña, Memorias, p. 81.
864 José Manuel Restrepo, Historia de la Revolución de Colombia, 5 vols. (Bogotá,
reimp. 1969), vol. I, pp. 100-3.
865 Torres y Peña, p. 80.
en Aranjuez en una Junta Suprema Central, autorizada para coordinar la guerra
contra las fuerzas de Napoleón y para servir de foco de un gobierno para España
y las Indias. No se convirtió ésta, sin embargo, en un gobierno central eficaz,
capaz de ligar a las provincias españolas en una fuerza para derrotar a los
franceses. Durante algunos meses, la Junta de Sevilla siguió reclamando su
autonomía e insistiendo en que tenía el derecho especial de manejar los asuntos
coloniales; también estuvo a favor de que los súbditos coloniales que no deseaban
aceptar su autoridad establecieran sus propias juntas, configuradas como las de
España. Para principios de 1809, la Junta Central finalmente emergió como fuerza
dominante, y fue ampliamente reconocida por las juntas provinciales y por los
gobernantes de las colonias. Pero todavía le quedaba el problema de asegurar la
lealtad criolla en América. Para lograrlo, emitió promesas políticas que, en la
Nueva Granada, habrían de animar a los criollos para pedirle al gobierno virreinal
que compartiera su poder con los ciudadanos de las principales

««Página 484»».

ciudades de la colonia. En enero de 1809 la Junta Central proclama que "los


vastos y preciosos dominios que España posee en las Indias no son propiamente
colonias o factorías como las de otras naciones, sino parte integral y esencial de la
monarquía española", y que, como tal, "deberían ser parte de la Junta
Central".866Con este fin se les ordenó a los funcionarios oficiales que enviaran a
España delegados elegidos para representar a las colonias en la Junta Central,
junto con los representantes de las provincias españolas. En la Nueva Granada la
selección de un delegado se organizó debidamente en mayo y junio de 1809, y las
elecciones les dieron a los notables criollos su primer gusto de participación en el
orden político que había surgido como sustituto del tradicional régimen
monárquico. La participación estuvo limitada a las pequeñas élites criollas de los
principales centros urbanos de la Nueva Granada, que fueron movilizadas
mediante la tradicional institución del cabildo. El procedimiento para elegir a un
delegado era muy sencillo. Al cabildo de la principal ciudad de cada provincia le
correspondía nominar a dos o tres candidatos, uno de los cuales era escogido a la
suerte para presentarse en la siguiente ronda electoral. En esta segunda ronda, un
delegado único era entonces escogido, de nuevo a la suerte, para actuar como
delegado del virreinato ante la junta. Convenientemente para el virrey, el hombre
que resultó delegado fue don Antonio Narváez y la Torre, un ex gobernador de
Santa Marta aceptable para las autoridades y muy respetado por las élites criollas,
en particular por las de las tres provincias de la costa caribe, de las que había sido
candidato común. Hubo algún descontento porque la delegación no le había
correspondido al santafereño Camilo Torres, pero la justicia de la elección fue
aceptada y el nombre de Narváez y la Torre se impuso sin oposición. 867

866 Citado en Anna, Spain and the Loss of America, pp. 51-2.
867 Restrepo, Historia de la Revolución, p. 106; Manuel José Forero, Camilo
Torres (Bogotá, 1960), pp. 79-80.
««Página 485»».

EL SURGIMIENTO DE LA OPOSICIÓN CRIOLLA

Al igual que la mayor parte de los delegados escogidos para sentarse en la Junta
Central como representantes de las colonias, Narváez y la Torre no viajó a España
para posesionarse, quizás porque el futuro de la Junta era tan incierto. La elección
tuvo, sin embargo, dos aspectos importantes. En primer lugar, demuestra que
durante los primeros meses de 1809 el instinto primordial de los principales criollos
era el de permanecer leales a España, a la espera de un arreglo político con la
metrópoli. Igualmente interesante es el hecho de que la elección reveló la
capacidad de un grupo de criollos para organizarse en cuanto fuerza política
suelta, capaz de actuar coordinadamente.
Al examinar los antecedentes y nexos de los candidatos presentados a las
elecciones, Margarita Garrido señala que de los candidatos escogidos en las
provincias de la Nueva Granada (con excepción de los de Quito y de Panamá, que
estaban por fuera de la sociedad política neogranadina), la mayor parte eran
miembros de un grupo de criollos unidos por lazos familiares, profesionales o de
negocios, y sobre todo por una posición intelectual y política. 868Los principales
candidatos de Bogotá eran Camilo Torres y Joaquín Camacho, ambos escogidos
de cinco provincias. Torres era hijo de una distinguida familia criolla de Popayán,
pero se había establecido del todo en Bogotá, donde estudió en el Colegio del
Rosario e hizo su práctica de derecho en la Real Audiencia. En 1794 defendió a
Francisco Antonio Zea, acusado de sedición, y él mismo fue sospechoso de haber
estado envuelto en la conspiración criolla de ese año. Al casarse en el importante
y rico clan criollo de los Prietos y Ricaurtes, Torres también ingresó al círculo de
los notables santafereños, que lo conectó con esas mismas familias cuya
influencia política había tratado de reducir Gutiérrez de Piñeres durante su

««Página 486»».

visita general de 1779 a 1783. 869Joaquín Camacho, nacido en Tunja, pertenecía a


otra notable familia de provincia y, después de educarse en el Colegio del Rosario,
se convirtió en importante abogado y profesor de derecho de la universidad.
Estaba relacionado con Mutis y su círculo, y al igual que Torres había defendido a
una persona involucrada en la conspiración de 1794; posteriormente, sin embargo,
ocupó un cargo político, cuando Ezpeleta lo nombró alcalde mayor de
Tocaima.870Otras personas conectadas con este grupo de abogados e "ilustrados"
fueron escogidas en más de una provincia. El padre Eloy Valenzuela, que tenía
vínculos con la Expedición Botánica y a quien Torres había defendido cuando fue
acusado de haber pronunciado un sermón revolucionario en 1797, fue designado
por dos provincias; así también lo fue Frutos María Gutiérrez de Caviedes, un

868 Garrido de Payán, "Political Culture of New Granada", pp. 63-6.


869 Manuel José Forero, Camilo Torres, pp. 354-6; Gómez Hoyos, La Revolución
Granadina, vol. 2, pp. 7-10.
870 Restrepo Sáenz y Rivas, Genealogías de Santafé de Bogotá, pp. 192-4.
abogado criollo natural de Cúcuta que se había convertido en miembro de la
intelectualidad santafereña. Luis Eduardo Azuola, un notable de Bogotá que había
ocupado varios cargos en la administración colonial, fue otro candidato con votos
de dos provincias, gracias tal vez a su amplia experiencia administrativa y
política.871Entre aquellos con una única postulación, había otros conectados con la
intelectualidad bogotana, tales como Ignacio de Pombo, José Munive y Antonio
Ayos, e incluso el candidato triunfante, Antonio Narváez y la Torre, había escrito
informes proponiendo reformas al sistema comercial.
La selección de estos hombres no es sorprendente. Como juristas y personas con
experiencia burocrática, todos estaban calificados en grado sumo para
desempeñarse como delegados. Pero, según sostiene Garrido, las nominaciones
múltiples alcanzadas por algunos individuos y las relaciones entre muchos de los
que figuran en la lista de candidatos nombrados sugieren que una red de criollos
instruidos

««Página 487»».

hizo una campaña coordinada para asegurar la elección de un candidato


aceptable para ellos. Parece entonces que un pequeño grupo de la generación
que había formulado y promovido opiniones reformistas durante las dos décadas
anteriores estaba empezando a organizarse y cohesionarse en una fuerza unida
en torno al plan de crear la igualdad política entre los peninsulares y los criollos,
principio que Frutos Joaquín Gutiérrez recomendó con fervor en su
correspondencia privada de febrero y marzo de 1809. 872
Aunque se puso a consideración de los criollos la halagadora perspectiva de que
España reconocería a los blancos americanos como ciudadanos iguales a los
españoles, con el derecho de participar en el gobierno del imperio, los funcionarios
coloniales estaban muy reacios a despojarse de su monopolio del poder. Ahora,
por el contrario, que su gobierno corría peligro debido a los confusos
acontecimientos en España y a la amenaza en las colonias de la subversión
inspirada por los franceses, tendían a sospechar de los súbditos coloniales y a
tratar la inconformidad como sedición. Esto se hizo evidente en una primera etapa
de la crisis, en octubre de 1808, cuando le aconsejaron al virrey tomar medidas
para defender el gobierno real. En todas sus recomendaciones, Manuel Mariano
de Blaya, el fiscal de la audiencia, reflejó la desconfianza oficial hacia los criollos.
Pidió, en primer lugar, una campaña denigratoria de Napoleón en cuanto tirano
impío aliado con los judíos, de manera que el pretendiente francés no fuera a
seducir a los neogranadinos; también indicó las posibles conexiones subversivas
entre la élite criolla, a través de Francisco Zea (de la Expedición Botánica y de la
conspiración de 1794) y de Ignacio Sánchez de Tejada (un ex secretario del
virrey), ambos entonces a favor de Napoleón. El instinto de Blaya era aislar a la
Nueva Granada del mundo, castigar a cualquiera que recibiera correspondencia

871 Restrepo Sáenz y Rivas, Genealogías de Santafé de Bogotá, pp. 76-7.

872 Véanse las "Cartas de Suba" de Frutos Joaquín Gutiérrez, en Eduardo


Posada, Bibliografía Bogotana, 2 vols. (Bogotá, 1917-25), tomo I, pp. 209-19.
sin anunciarlo a las autoridades, y censurar el correo para destruir las cartas de
todas las personas "de algún

««Página 488»».

modo sospechosas". Con este fin le recomendó a Amar y Borbón el


establecimiento de una red secreta de inteligencia en todas las capitales de
provincia, para eliminar a cualquiera "del rango o condición que fuere, que pueda
promover, difundir o publicar proposiciones o máximas subversivas de nuestro
presente gobierno, nuestro legítimo Monarca y nuestra autoridad establecida...". 873
El virrey Amar y Borbón estuvo de acuerdo con este consejo en la medida en que
era práctico y, mientras públicamente exhortaba a los neogranadinos a rechazar al
tirano Bonaparte y a contribuir con fondos a la causa española, se preparó
también para reprimir a cualquier crítico del orden establecido. 874En esto se
hallaba la semilla de un conflicto que separaría cada vez más a los criollos de las
autoridades en 1809, cuando los principales de ellos intensificaron la exigencia de
que se estableciera una junta según el modelo de las españolas.
Esta separación, que llevaría a los criollos de la cooperación a la confrontación
con el gobierno, empezó a mediados de 1809. En agosto, los notables de Quito
derrocaron al presidente de la audiencia y establecieron una junta autónoma que
se declaró leal a Fernando VII; esta junta también denunció a los funcionarios
peninsulares como criaturas de un régimen corrupto y pro francés, y exhortó a las
demás ciudades del virreinato para que siguieran el ejemplo de Quito. Cuando la
noticia del golpe llegó en septiembre a Bogotá, estimuló la política de la ciudad al
infundir coraje a unos notables criollos hasta entonces cautos y al confirmar los
temores de los ministros del gobierno. El virrey Amar y Borbón trató de conjurar la
amenaza a su autoridad y de lograr apoyo convocando una junta de notables
compuesta por miembros del gobierno, el cabildo de

««Página 489»».

Bogotá, la jerarquía eclesiástica y algunos ciudadanos principales. 875 Esta iniciativa


tuvo, sin embargo, un efecto opuesto al deseado, ya que las dos sesiones de la
junta, reunidas el 6 y el 11 de septiembre, permitieron que agudas diferencias
salieran a la luz.
Las sesiones no tuvieron un buen principio porque el virrey rodeó su palacio,
donde tenía lugar la reunión, de guardias armados. Algunos criollos vieron esto

873 "Informe del Fiscal D. Manuel Mariano de Blaya, Cartagena, octubre 20,
1808", Banco de la República, Proceso histórico del 20 de julio de 1810.
Documentos (Bogotá, 1960), pp. 49-54; citas de las pp. 52 y 53.
874 S.E. Ortíz, Génesis de la Revolución del 20 de julio de 1810 (Bogotá, 1960),
pp. 25-6.
875 La mejor relación de los efectos de la rebelión de Quito en la Nueva Granada,
en la que se basan los comentarios siguientes, están en gran parte en Robert L.
Gilmore, "The Imperial Crisis, Rebellion and the Viceroy: Nueva Granada en
1809", HAHR, vol. 40 (1960), pp. 2-24.
como un acto deliberado de intimidación con el fin de desalentar la libre expresión
y sofocar a los partidarios del gobierno; insistieron por lo tanto en que la junta
debía garantizar sus personas y propiedades contra arresto y embargo antes de
que expresaran sus opiniones.876Una vez empezadas las reuniones, la opinión
mayoritaria, o por lo menos la más ruidosa, estaba a favor de apaciguar a Quito y
de comprometer a los criollos con el gobierno virreinal. No hay actas oficiales de
las sesiones, pero según el oidor Carrión y Moreno, "casi todo el cabildo, apoyado
por una camarilla de abogados pretenciosos decididos a imponerse, declaró su
deseo de formar una junta similar a las establecidas en España". Y, añadió Carrión
y Moreno, este bando pronunció discursos y organizó apoyo a favor de "las viejas
ideas de independencia que repetidamente han surgido en el país". 877El virrey
Amar y Borbón y sus ministros simplemente pasaron por alto estas demandas.
Camilo Torres y Frutos Gutiérrez recordaron después que había habido veintiocho
votos a favor de la creación de una junta provincial para negociar pacíficamente
con los quiteños, pero en medio de la indignación criolla, el virrey "disolvió la
reunión sin contar los votos, y sus

««Página 490»».

resoluciones no fueron ni redactadas ni firmadas, a pesar de haber sido


repetidamente reafirmadas por el cabildo...". 878
El virrey Amar y Borbón, no obstante, buscó un compromiso. Mientras algunos
criollos importantes argumentaron que los quiteños habían actuado de buena fe y
abogaron por una política conciliatoria hacia ellos, los magistrados de la audiencia
de la Nueva Granada tomaron una posición opuesta y pidieron una firme acción
militar. El virrey trató de satisfacer a ambas partes. Envió al aristócrata santafereño
don José María Lozano, el marqués de San Jorge, a negociar con Quito, y
despachó al mismo tiempo tropas en caso de que fracasara la conciliación. Pero
un ejército enviado desde el Perú aplastó sumariamente la revuelta, y como
consecuencia las diferencias entre el gobierno y los activistas políticos criollos se
hicieron cada vez más difíciles de zanjar.879De modo que lejos de unir a la élite, las
reuniones de septiembre simplemente acentuaron la división, al enfrentar el
cabildo a la audiencia e incitar a los criollos contra los peninsulares. La élite
santafereña, y sobre todo los notables educados que se veían a sí mismos como
una clase política preparada e ilustrada, se sintieron entonces abiertamente
agraviados por el obstinado rechazo de las autoridades a considerarlos

876 "Informe de la Audiencia de Santafé al Consejo de Regencia", febrero 19,


1810, Banco de la República, Proceso histórico, p. 141.
877 "Informe del Oidor D. Joaquín Carrión y Moreno al Consejo de Regencia”,
agosto 31, 1810, en Banco de la República, Proceso histórico, pp. 199-200.
878 "Exposición de motivos que han obligado al Nuevo Reino de Granada a
reasumir los derechos de 'la soberanía...", septiembre 25, 1810, en Banco de la
República, Proceso histórico, p. 219.
879 Gilmore, "The Imperial Crisis, Rebellion and the Viceroy", pp. 15-18.
compatriotas de confianza dignos de compartir el poder en un momento en que el
imperio corría peligro. De esta manera, en medio de un ambiente de creciente
crisis, el resentimiento reprimido de los criollos contra los privilegios peninsulares
se expresó en la oposición política, con el toque adicional de una antipatía hacia
ciertos oidores.
La confrontación de septiembre entre los funcionarios españoles y los criollos que
aspiraban a participar en el gobierno fue pues una coyuntura crítica en el
desarrollo político de la Nueva Granada, porque simplificó las diferencias políticas
y plasmó un conjunto

««Página 491»».

coherente de resistencias en las mentes de los actores políticos. Cuando el virrey


y los ministros se negaron a conceder demandas que los criollos consideraban
perfectamente legales y legítimas políticamente, sus críticos tacharon el gobierno
de despótico y antipatriótico. En esta forma, la retórica de resistencia contra el
despotismo extranjero que España había empleado para reunir apoyo empezó
ahora a volverse contra el gobierno colonial. Las diferencias de opinión se
tornaron antagonismos inflexibles, y las opciones políticas se redujeron a la lucha
de la "tiranía" contra la "sedición".

LOS RADICALES Y LA REPRESIÓN

A principios de 1809 empezó un proceso de radicalización, a medida que las


diferencias se definían con mayor claridad. La oposición contra el gobierno se
inició con intentos de abrir una brecha entre el virrey y la audiencia. Hubo rumores
de que los oidores tenían la intención de apoderarse del control del gobierno y
circularon pasquines, tanto en la capital como en la provincia, acusando al virrey y
a sus ministros de conspirar para entregarles el país a los franceses. 880El gobierno,
por otro lado, tomó medidas para fortalecer su capacidad de represión e intimidar
a la oposición con el despliegue de sus fuerzas. Llevó tropas de Cartagena a la
capital, reorganizó la guarnición en Bogotá y dobló la guardia del virrey. A fines de
septiembre, el virrey también trató de detener la circulación de manifiestos
políticos y de noticias de acontecimientos en Europa, al prohibir la redacción,
copia, difusión y lectura de cualquier literatura definida como sediciosa por las
autoridades.881Los oidores empezaron a dirigir patrullas en las calles y se creía
que preparaban en

««Página 492»».

secreto procedimientos legales contra aquellos que habían disentido de la opinión

880 "Informe de la Audiencia de Santafé", Banco de la República, Proceso


histórico, p. 142.
881 Para esta orden véase "Providencias del Virrey Amar en 1809", en Ibíd., pp.
68-71.
oficial durante las reuniones de septiembre. 882
Las medidas policivas no desanimaron, sin embargo, a la oposición criolla.
Después del rechazo del virrey a instituir una junta en Bogotá, algunos criollos se
inclinaron, por cierto, a planear el derrocamiento del gobierno. El primer individuo
acusado de esta idea sediciosa fue Andrés María Rosillo y Meruelo, diácono de la
catedral de Bogotá. En octubre de 1809 un cura párroco de Girón que vivía en
Bogotá denunció a Rosillo ante el virrey, quien informó de ello a la audiencia.
Rosillo supuestamente planeaba apoderarse del virrey, controlar las armas y el
tesoro de la capital y crear una junta independiente gobernada por criollos y
apoyada por fuerzas compuestas por algunos esclavos libertos de una hacienda,
junto con unos dos mil hombres de Zipaquirá y del Socorro. En opinión del virrey
este complot era "algo complicado, remoto e improbable", pero tomó las medidas
de seguridad pertinentes y aconsejó a la audiencia que se hiciera cargo de Rosillo.
También hizo caer sospechas sobre los abogados Ignacio de Herrera y Joaquín
Camacho, al informar que Rosillo había sido visto en consultas secretas con
ellos.883Los jueces de la audiencia emprendieron debidamente la investigación de
las actividades de Rosillo. Su interrogatorio a Pedro Salgar, el informante del
virrey, confirmó la versión de éste, con algunos detalles adicionales. Entre los
confabulados con Rosillo al parecer había criollos tan importantes como Antonio
Nariño, Luis Caicedo, Sinforoso Mutis, Pedro Groot, Antonio Baraya, Ignacio de
Herrera y Balthasar Minaño, un oidor de la audiencia de Quito. Su plan
supuestamente incluía una serie de ambiciosos objetivos, entre ellos el de reclutar
en las provincias una fuerza de unos 2.000 hombres y el de organizar una revuelta
paralela en Cartagena, mientras en la capital la tropa sería sobornada, el virrey
raptado y dos de los oidores ejecutados. Esto como preám-

««Página 493»».

bulo del establecimiento de una junta independiente que sería presidida por Luis
Caicedo durante dos años, y por Antonio Nariño o Pedro Groot los dos
siguientes.884
Aparentemente, algunos importantes miembros de la élite criolla de la capital,
dirigida por hombres desde mucho antes sospechosos de tendencias subversivas,
estaban ahora empeñados en tomarse el poder por medios revolucionarios. Los
jueces de la audiencia también informaron que durante sus investigaciones habían
descubierto que, a fines de 1809, Rosillo le había sugerido en secreto a la virreina
que ella y su marido debían apoyar un plan para formar un gobierno independiente
en la colonia. Se dijo que Rosillo le había propuesto al virrey que se convirtiera en
rey del nuevo Estado, en lugar de Fernando VII, si apoyaba un golpe armado

882 Ortíz, Génesis de la Revolución, p. 33.


883 Véase, "Oficio del Virrey a la Real Audiencia. octubre 15, 1809", en Banco de
la República, Proceso histórico, pp. 74-6.
884 Para el testimonio del informante describiendo el complot, véase "Declaración
del Doctor Pedro Salgar", en ibíd., 77-80.
contra la audiencia.885
No es claro si esta conspiración existió de verdad; los oidores pueden muy bien
haber exagerado las alegaciones de Salgar para convencer al virrey de que
tomara medidas represivas más estrictas.886Sin embargo, la revelación de la
supuesta conspiración y los arrestos que la siguieron contribuyeron a exaltar la
tensión política incitada por la revuelta de Quito y acrecentaron los temores criollos
de una represión. A fines de octubre y durante noviembre de 1809 se hicieron
varios arrestos, entre ellos el de Antonio Nariño y el de Balthasar Minaño; Rosillo
huyó de la capital a su nativa Socorro donde, después

««Página 494»».

de una larga búsqueda, fue finalmente arrestado al año siguiente. La audiencia


estuvo a favor de fuertes medidas contra los disidentes y recomendó el arresto de
todos los sospechosos de ser cómplices de la conspiración. 887El virrey, sin
embargo, actuó con cautela con respecto a los hombres importantes bajo
sospecha. Fue así como Luis Caicedo, su colega cabildante Acevedo y Gómez,
los abogados Joaquín Camacho e Ignacio de Herrera, el funcionario real Pedro
Groot y el oficial del ejército Antonio Baraya fueron todos dejados en libertad y
confirmados en sus cargos a pesar de su aparente implicación en el complot.
La benevolencia del virrey quizás provino no sólo de sus dudas sobre la existencia
de la conspiración, sino también de su renuencia a enemistarse con los notables
criollos de la ciudad. Al parecer consideró que el arresto de unos pocos radicales
era muestra suficiente de su determinación de defender a la autoridad real, y es
posible que pueda haber pensado que la moderación permitiría un acercamiento al
círculo criollo de Bogotá. Para esta época, sin embargo, la audiencia y el cabildo
se habían convertido en focos de facciones diversas, con el cabildo sirviendo de
foro para la expresión de los agravios y demandas de los criollos. En noviembre
de 1809, el cabildo expidió la declaración más concluyente y explícita de su
posición en una memoria escrita por su asesor, el abogado Camilo Torres. Esta
"Representación del Cabildo de Santafé", conocida por los historiadores como él

885 "Real Acuerdo", en ibíd. pp. 82-3; también Horacio Rodríguez Plata, Andrés
María Rosillo y Meruelo (Bogotá, 1964), pp. 85-91.
886 Los historiadores está aún por despejar el misterio que rodea la conspiración.
Ortíz describe el complot pero no ofrece un juicio convincente sobre la medida en
que estuvieron involucrados los criollos importantes. (Véase Ortiz, Génesis de la
Revolución, pp. 75-89.) Blossom, ocupado en la participación de Nariño, también
se refiere al complot pero no da pruebas de que existiera en realidad o de que
Nariño estuviera implicado. (Véase Blossom, Nariño, pp. 65-74.) La
correspondencia de Nariño no revela nada, fuera de una protesta de inocencia en
el momento de su arresto. (Véase E. Posada y P.M. Ibáñez (eds.), El Precursor,
vol. 2, pp. 289-94.
887 Informe del Oidor D. Joaquín Carrión y Moreno, en Banco de la república,
Proceso histórico, p. 201.
"Memorial de Agravios", se volvió una declaración clásica del resentimiento criollo
ante el dominio peninsular del gobierno colonial y reflejó el avance de las
aspiraciones políticas criollas desde el comienzo de la crisis española en 1808.

««Página 495»».

LA CONFRONTACIÓN Y LA AGUDIZACIÓN DE LA CRISIS

En el Memorial de Agravios, Torres desarrolló tres temas principales. Denunció, en


primer lugar, la discriminación contra los criollos que habían sido depuestos de sus
cargos, y condenó las retardatarias políticas con las que el antiguo régimen había
impedido el progreso económico. En segundo lugar, pidió igual representación de
las colonias al lado de las provincias españolas en la Junta Suprema Central,
advirtiendo que la intransigencia española podía llevar a un movimiento de
independencia comparable al que le había costado a Inglaterra sus colonias.
Afirmó, en tercer lugar, la lealtad del cabildo a Fernando VII, y abogó por el
establecimiento en la Nueva Granada de juntas compuestas por representantes de
los cabildos de la colonia. Según él, éstos eran los requisitos esenciales para
preservar la lealtad de la Nueva Granada hacia la metrópoli. 888La declaración de
Torres recibió sólido apoyo del cabildo de Bogotá, once de cuyos miembros, una
neta mayoría, firmaron el documento y autorizaron su envío a España. Sin
embargo, fue del todo inaceptable para el virrey Amar, quien evitó que el memorial
fuera despachado a España. La audiencia también trató de atacar a sus
opositores criollos en su propio fortín; instó al virrey a nombrar en el cabildo seis
nuevos consejeros para garantizar que en las inminentes elecciones, los puestos
claves de alcaldes ordinarios, síndico procurador y asesor fueran ocupados por
"personas que merecen la plena confianza del gobierno". 889
Esta maniobra, concebida para intimidar y neutralizar a la facción criolla que
aspiraba a participar en el gobierno, no logró el efecto deseado. El virrey Amar se
mostró renuente a usar su poder para excluir a los perturbadores de los cargos
electivos del cabildo y, haciendo caso omiso de los propuestos consejeros,
permitió que "el

««Página 496»».

partido de los innovadores" retuviera el control de los puestos electivos. 890Pero el


intento del virrey de llenar los cargos vendibles con sus candidatos agravó, no
obstante, las tensiones, al interferir en el derecho de los criollos de controlar el
concejo municipal. Pues aunque el cabildo había tradicionalmente incluido varios
miembros peninsulares, la clase alta santafereña lo consideraba su coto privado y

888 "Representación del Cabildo de Santafé, Capital del Nuevo Reino de Granada
a la Suprema Junta Central de España, en el año de 1809", en ibíd. pp. 85-109.
889 "Informe del Oidor D. Joaquín Carrión y Moreno", en ibíd., p. 200.
890 Ibid.
se sentía agraviada por cualquier interferencia extraña. Esto había quedado
demostrado a mediados de la década de 1790, cuando el cabildo protestó
repetidamente ante la corona por el irrespeto y la intromisión de la audiencia. En
esa ocasión, el cabildo se había quejado amargamente de la actitud del virrey
Ezpeleta hacia los criollos en 1794, cuando les negó acceso a las barracas y situó
guardias en las casas de los europeos; también había denunciado sus posteriores
intentos de llenar los cargos municipales con españoles. 891Bajo presión, el cabildo
aceptó de mala gana que en el puesto electivo de alcalde debían alternar criollos y
peninsulares, pero continuó oponiéndose a esta intromisión objetando los
nombramientos del virrey. A ojos de la élite santafereña, éstos eran meros
advenedizos, puros "vagabundos y polizones" que no tenían lugar al lado de la
"nobleza" de Bogotá, e insistió en que se debía dar preferencia a los
descendientes de los conquistadores y a hombres nacidos en la colonia, de
acuerdo a las Leyes de Indias. Tales, declaraba el cabildo, "han sido siempre las
reglas que han gobernado el concejo municipal de Bogotá, sin que nunca haya
habido facciones de europeos o de esos naturales que reciben el ignominioso
nombre de criollos".892De manera que el virrey Amar abrió viejas heridas cuando
impuso seis nuevos regidores, todos peninsulares, en el cabildo de 1810, y asignó
a otro español para el cargo de alférez real. Al enfrentar a criollos y peninsulares,
de hecho, el virrey convirtió al cabildo en el símbolo

««Página 497»».

de los derechos criollos contra el gobierno virreinal, y su interferencia fue tomada


después como el mayor ejemplo del gobierno tiránico que había causado su
caída.893
El conflicto entre el cabildo y el gobierno se mantuvo vigente gracias a una disputa
en torno al cargo de alférez real, en el cual el criollo Luis Caicedo fue reemplazado
por el comerciante español Bernardo Gutiérrez. Gutiérrez había aspirado por
primera vez al cargo en 1807, pero el cabildo lo había considerado inadecuado por
estar acusado de la malversación de los fondos de otro comerciante
peninsular.894Cuando Gutiérrez buscó el cargo de nuevo en 1809, esta vez con el
apoyo del virrey, una mayoría del cabildo renovó su anterior repulsa y sólo aceptó
a Gutiérrez cuando se vio forzado a hacerlo. 895Pero la oposición a Gutiérrez —y
por lo tanto al virrey—continuó dentro del cabildo, donde los rencores personales

891 British Library, Egerton 1809, fols. 734-55; "Representación del Cabildo y
Regimiento de la Ciudad de Santa Fe contra el Virrey D. José de Ezpeleta".
892 Ibíd., fols. 734, 737, 738.
893 Véase "Motivos que han obligado al Nuevo Reino de Granada a reasumir los
derechos de la soberanía... Santa Fe, septiembre 25, 1810", en Banco de la
República, Proceso histórico, p. 220.
894Los documentos que siguen la oposición del cabildo a Gutiérrez están
compilados en Enrique Ortega Ricaurte, Documentos sobre el 20 de julio de 1810
(Bogotá, 1965). Para las deliberaciones del cabildo sobre el primer intento de
Gutiérrez de obtener un cargo en él, véanse pp. 26-8.
895 Ibíd., pp. 29-36.
robustecieron las diferencias políticas y exarcebaron el enfrentamiento de la
administración virreinal y sus opositores. La campaña contra Gutiérrez fue dirigida
por Ignacio de Herrera, un abogado criollo que ya había estado a la vanguardia de
la oposición al virrey y la audiencia. En enero de 1810, Herrera lanzó un sarcástico
y difamatorio ataque contra los altos funcionarios en una memoria presentada al
cabildo para su envío al, gobierno en España. Denunció al virrey y a los oidores
como criaturas corruptas de Godoy; los presentó como una quinta columna
avarienta y pro francesa, y abogó, en términos radicales sin precedentes, por la
formación de una junta patriótica entregada a la defensa de los derechos
soberanos de Fer-

««Página 498»».

nando VII.896Además, ante el entrometido alférez real que no era otra cosa que un
espía del virrey, Herrera se opuso apasionadamente a su presencia. El conflicto
entre los dos hombres se definió en abril de 1810, cuando Gutiérrez pidió copia del
documento redactado por Herrera en enero, con la inclusión de las partes
suprimidas por miembros moderados del cabildo. Los dos hombres llegaron a las
manos en un estruendoso incidente público, y a través de los contradictorios
testimonios de los protagonistas y de testigos nos llegan nítidos ecos de la tensión
política que conmovía a la sociedad bogotana. 897Intensificaban, además, estas
tensiones las noticias del deterioro de la situación de España, donde había caído
la Junta Central a fines de 1809.
A medida que se hacía más profundo el conflicto entre el cabildo y el gobierno a
principios de 1810, aumentaba la represión oficial. En Bogotá, la audiencia
hostigaba cada vez más a Herrera, dando así pábulo a temores de un inminente
arresto entre los opositores del gobierno. 898Más ominoso aún fue el tratamiento
propinado a dos juveniles acólitos de Rosillo que en febrero de 1810 habían
tratado de instigar una rebelión en los Llanos. Los jóvenes fueron ejecutados
sumariamente, bajo órdenes directas del virrey y de la audiencia, y sus cabezas
fueron enviadas a Bogotá para exhibirlas al público. 899Esto causó gran indignación
en la capital. Para Camilo Torres, el episodio demostró que los ministros del
gobierno eran unos "crueles sátrapas", y aplaudió a los dos jóvenes como
"mártires de la libertad del Reino". 900Por otra parte, las noticias de España

896 Para el texto de este documento, véase "Memorial del Síndico Procurador,
Doctor Ignacio de Herrera, enero 15, 1810", en S.E. Ortíz (ed.), Colección de
Documentos para la Historia de Colombia (Bogotá, 1965), pp. 93-100.
897 Estos testimonios se encuentran reunidos en Enrique Ortega Ricaurte,
Documentos, pp. 40-112.

898 "Memorial del Doctor Herrera", pp. 113-18.


899 Sobre esta rebelión, véase Rausch, A Tropical Plains Frontier, pp. 131-4; Ortíz,
Génesis de la Revolución, pp. 98-102.
900 Camilo Torres a Ignacio Tenorio, mayo 29, 1810, Banco de la República,
Proceso histórico, pp. 56-7.
aumentaron la

««Página 499»».

polarización política. En noviembre de 1809, el ejército de Napoleón les infligió una


aplastante derrota a las fuerzas españolas en Ocaña y, perseguida por las fuerzas
francesas, la desacreditada Junta Central tuvo que retirarse a Cádiz y a la isla de
León, donde fue reemplazada, en enero de 1810, por el conservador Consejo de
la Regencia. La oferta de independencia de Napoleón a los dominios españoles en
América, hecha en diciembre de 1809, obligó también a un gobierno español cada
vez más aislado a ofrecer a las colonias concesiones sin precedentes. En febrero
de 1810 promulgó una proclama que decretaba la igualdad de los americanos en
términos vívidos:

De ahora en adelante, Americanos Españoles, os véis elevados a la dignidad de


hombres libres... Tomad en cuenta, al pronunciar el nombre de quien os
representará en el Congreso Nacional, que vuestros destinos no dependen ya de
Ministros, Virreyes o Gobernadores; están en vuestras propias manos... 901

Esta era una retórica peligrosa. Para garantizar su reconocimiento en América, el


Consejo de la Regencia aceptaba ahora abiertamente que las colonias habían
sido oprimidas en el pasado; además, al concederles derechos políticos a los
criollos, aumentaban las dificultades a que se enfrentaban los funcionarios de la
corona que estaban tratando de mantener la autoridad ante la presión de aquellos.
En la Nueva Granada este repudio del antiguo régimen, con su reconocimiento
explícito de los reclamos de autogobierno de las colonias, les dio a los opositores
del virrey la oportunidad de tomar la iniciativa política. La llegada de Antonio
Villavicencio y de Carlos Montúfar, los representantes de la Regencia en la Nueva
Granada y en Quito, también les dio la oportunidad de movilizarse contra el
gobierno virreinal.

««Página 500»».

CONFLICTO EN CARTAGENA

En la Nueva Granada, las primeras repercusiones de las iniciativas de la Regencia


se sintieron en Cartagena. Cuando Villavicencio y Montúfar llegaron allí en mayo
de 1810, su presencia tuvo un efecto inmediato y catalizador, al forzar la
resolución de un conflicto entre el gobernador y sus subordinados militares por un
lado, y entre el cabildo y quienes estaban a favor de la autonomía por el otro.
Durante 1808 y la mayor parte de 1809, Cartagena había permanecido
políticamente tranquila. Al recibir noticia de la crisis en España, la primera
preocupación de la comunidad mercantil fue la de recuperar el comercio. En

901 J.D. Monsalve, Antonio de Villavicencio y la Revolución de Independencia, 2


vols. (Bogotá, 1920), vol. I, p. 70.
octubre de 1808 el consulado instó al virrey Amar para que legalizara el comercio
con las colonias extranjeras en el Caribe, con el argumento de que la metrópoli
pasaba por tales dificultades que ya no había esperanza de revivir el comercio con
España. El consulado, de hecho, observó que aunque España tuviera la
capacidad de enviar barcos a la colonia, no podría suministrar más de una tercera
parte de los bienes que allí se consumían, "siendo las otras dos partes productos
de manufactura ajena... recibidos del extranjero". En cuanto a las exportaciones
de la Nueva Granada, la sustancia de este Estado o Reino desde hace años
ha sido tomada por extraños a través de Trinidad, Cuba, Puerto Rico y Maracaibo,
por los extranjeros de Santo Tomás y por el comercio angloamericano que trafica
en esos puertos, o por el comercio clandestino que se ha emprendido y se
emprenderá inevitablemente, en creciente escala, con Jamaica. 902
Los altos funcionarios de Cartagena apoyaron la presión de los comerciantes para
legalizar el comercio con los extranjeros, sobre la base de que sólo los ingresos
comerciales podían salvar de un

««Página 501»».

inminente colapso a la menguada tesorería colonial. Anotaron que la situación


financiera era desesperada, ya que los ingresos de las aduanas habían caído al
mínimo, los monopolios del tabaco y del aguardiente a duras penas cubrían sus
costos y el subsidio de Quito para el año anterior aún no había llegado. Los
esfuerzos para obtener un crédito de 200.000 pesos de los comerciantes de
Cartagena sólo habían producido 10.000 pesos y, como los comerciantes no
habían podido cubrir el faltante en los ingresos del gobierno, la administración se
había visto forzada a reducir a la mitad los salarios de sus funcionarios. 903El virrey
accedió a tiempo a estas presiones y, a finales de 1808, legalizó el comercio con
los extranjeros.904
A principios de 1809 empezó en serio el comercio con los ingleses, cuando una
serie de embarcaciones británicas llegó a Cartagena cargada de bienes,
significando así que, después del armisticio con España, el comercio entre las dos
naciones estaba ahora permitido. 905El virrey Amar aceptó esto y sancionó el
comercio entre los puertos de la Nueva Granada y las colonias inglesas, a la
espera de una confirmación.906España, de hecho, no lo aprobó: en marzo de 1809,
una instrucción metropolitana le ordenó la suspensión de todo comercio con los
ingleses.907El virrey y sus consejeros decidieron prudentemente pasar por alto esta
orden, y en octubre de 1809 aceptaron permitir que continuara el comercio,
argumentando que era esencial tanto para el bienestar económico de la colonia

902 AHNC Consulados, tomo 4, fols. 776-81. Junta de Gobierno del Consulado al
gobernador de Cartagena, octubre 11, 1808.
903 Ibid., fols 781-93, 797.
904 Ibid., fols. 800-6.
905 AHNC Aduanas, tomo 22, fols. 7-19; tomo 23, fols. 307-18.
906 AHNC Consulados, tomo 4, fols. 814-18.
907 AHNC Aduanas, tomo 20, fol. 448.
como para la sobrevivencia financiera del gobierno. 908Sin embargo, para este
momento la situación del comercio de Cartagena ya no era un tema vital en la
política de la ciudad. Pues a medida que los desarrollos en España amenazaban
cada vez más la sobrevivencia del gobierno me-

««Página 502»».

tropolitano, el gobernador de Cartagena se enfrentaba a crecientes presiones de


la élite criolla para compartir el poder.
En la época de la revuelta de Quito, el cabildo de Cartagena estaba dominado por
la opinión conservadora y no se había mostrado inclinado a ponerse de parte de
los rebeldes. Rechazó algunas insinuaciones de Quito y proclamó su lealtad a la
Junta Central en cuanto representante de Fernando VII. Pero como la crisis
española se agravó durante los últimos meses de 1809, la lealtad al gobierno
cedió ante las exigencias de autonomía. Insistió entonces el cabildo en que el
gobernador debía establecer una junta en la cual los miembros del cabildo
tuvieran voz y pudieran determinar sus propios asuntos. A finales de 1809 la
presión a favor de la junta provino de un reducido grupo de criollos que se reunían
regularmente en casa de los alcaldes ordinarios de la ciudad, los abogados José
María García de Toledo y Domingo Díaz Granados, y que se mantenían en
contacto con una facción de parientes de igual parecer en Mompós. Para lograr su
objetivo, el grupo desarrolló una estrategia similar a la de sus homólogos en
Bogotá: trataron de influir en el cabildo para usarlo como base sobre la cual formar
una junta.
El gobernador, Francisco Montes, estaba muy consciente de las tácticas de sus
adversarios y, como los jueces de la audiencia de Bogotá, trató de neutralizar el
cabildo llenándolo con sus partidarios y simpatizantes. Fue así como cuando se
celebraron las elecciones para el cabildo en diciembre de 1809, presentó sus
propios candidatos, sacados de las filas de los militares del puerto. Esta maniobra
falló, sin embargo, y en los meses siguientes la posición de Montes como cabeza
del gobierno provincial se volvió cada vez más vulnerable. No sólo se enfrentó al
antagonismo de un cabildo dominado por sus opositores, sino que también se
mostró incapaz de lograr apoyo entre los principales residentes peninsulares de la
ciudad. Su posición política se debilitó por su muy reciente nombramiento en la
gobernación y por su llegada a Cartagena en el mismo momento en que los
franceses avanzaban en España; esto lo hizo vulnerable

««Página 503»».

a la acusación de que era un afrancesado, un colaborador bonapartista inclinado a


aceptar el gobierno francés. Tales rumores hubieran sido menos perjudiciales de
haber estado los comerciantes españoles de la ciudad convencidos de que su
gobierno actuaba en beneficio suyo. Pero la alianza con el gobernador Montes no
les ofreció los medios para asegurar la estabilidad política en el puerto. Cuando

908 AHNC Aduanas, tomo 13, fols. 842-7.


cayó la Junta Central y el poder pasó a la Regencia en enero de 1810, Montes se
encontró en una situación cada vez más difícil. Nombrado por el viejo régimen, se
mostró reacio a reconocer la Regencia y al parecer decidido a provocar un
conflicto abierto con sus opositores criollos. Por un lado, los comerciantes
españoles de la ciudad, muchos de los cuales tenían fuertes nexos con Cádiz,
estaban ansiosos de adherirse a la causa de la Regencia e inquietos por evitar el
antagonismo de los criollos. Por lo tanto, no sólo los miembros españoles del
cabildo apoyaron las acciones contra Montes, sino que un importante comerciante
peninsular y antiguo jefe del consulado se unió a la condena pública de sus
métodos de gobierno.
La llegada de Villavicencio a principios de mayo de 1810 forzó un desenlace.
Mientras Villavicencio clamaba por la unidad entre europeos y americanos, el
cabildo indujo al gobernador a reconocer la Regencia y lo forzó a aceptar dos
delegados para compartir su mando. El cabildo también aumentó su bancada, al
tomar cuatro nuevos concejeros de su propia escogencia. Fortalecido así, acusó al
gobernador de obstrucción y, con ayuda de manifestaciones populares instigadas
por criollos principales, decretó su destitución el 14 de junio de 1810. Para
reemplazarlo —y presumiblemente neutralizar la oposición militar— el cabildo
llamó al segundo al mando, el vicegobernador Blas de Soria, quien fue instalado
bajo el mismo arreglo de poder compartido previamente impuesto a Montes. 909Fue
éste un golpe conservador. Los hombres que compartían el poder con Soria eran
ambos miembros principales del patriciado cartage-

««Página 504»».

nero; uno era Tomás Andrés de Torres, un comerciante peninsular, y el otro


Antonio de Narváez y la Torre, el diputado elegido a la Junta Central. En esta
forma, criollos y españoles compartían el poder. Los comerciantes españoles del
puerto se habían unido a los criollos, no para efectuar un rompimiento con
España, sino para fortalecer los lazos con los restos del gobierno español en
Cádiz. Su objetivo era apoyar a la Regencia y, como lo reconociera Nariño
después, proteger su comercio con la metrópoli. 910Cartagena, sin embargo, prontó
caería bajo el control de los criollos decididos a romper con España y, menos de
un año después, una Junta Suprema haría de Cartagena la primera provincia de la
Nueva Granada en declarar su absoluta independencia de la madre patria.

EL DERROCAMIENTO DEL GOBIERNO VIRREINAL

Tras la caída de Montes en Cartagena, el virrey y la audiencia de Bogotá quedaron


cada vez más aislados. El virrey, ante el apoyo que Villavicencio le había dado al
cabildo de Cartagena y temeroso de que su próxima llegada a Santa Fe
precipitara un proceso similar allí, se preparó para neutralizar a sus opositores
antes de que Villavicencio pisara Bogotá, y circularon rumores de que las

909 Para esta relación de la política cartagenera en 1809 y 1810 se recurre a


Jiménez Molinares, Los mártires de Cartagena, vol. I, pp. 38-20.
910 La Bagatela, no. 18, noviembre 3, 1811.
autoridades habían elaborado una lista de quince importantes criollos que serían
arrestados y ejecutados.911Aunque ésta era tal vez una astuta estratagema de
propaganda contra el gobierno, obra de los enemigos del virrey para
desacreditarlo, el rumor de una inminente represión reflejó la muy cargada
atmósfera en la capital así como la profunda división que separaba ahora a la
administración peninsular de sus antagonistas criollos. Y, a la espera la ciudad del
próximo arribo de

««Página 505»».

Villavicencio, las noticias de las provincias intensificaron la sensación de una


inminente crisis. La destitución del gobernador de Cartagena a mediados de junio
fue seguida por revueltas instigadas por los cabildos, en Cali el 3 de julio, el 4 en
Pamplona, y, más cerca de la capital, en el Socorro el 9 y 10 de julio. De éstas, la
rebelión del Socorro representaba la mayor amenaza para el gobierno, debido a
su carácter violento, popular y anti-español. Los ciudadanos de la ciudad del
Socorro, dirigidos por miembros de familias criollas, se habían levantado contra su
corregidor (un peninsular nombrado por el virrey Amar en lugar de un titular
criollo), y después de un tumulto en el que varias personas murieron, el corregidor
y las fuerzas militares locales fueron derrotados y el gobierno entregado al cabildo.
Este, posando de defensor de la santa religión y del soberano Fernando VII,
declaró el 11 de julio su independencia del gobierno del virrey y apeló a los
cabildos de las ciudades vecinas de San Gil y Vélez para que se unieran a él en
un gobierno independiente.912
Fue entonces con un fondo de creciente agitación y de abierta rebelión en las
provincias como los disidentes santafereños contemplaron su situación y
deliberaron sobre su siguiente paso. El 19 de julio, en una reunión secreta, un
pequeño grupo de criollos —entre ellos Camilo Torres, José Miguel Pey, Jorge
Tadeo Lozano, Ignacio de Herrera, Joaquín Camacho y José Acevedo y Gómez—
acordó ocasionar un incidente al otro día para forzar al virrey a convocar una junta.
Su plan era incitar una revuelta popular en la plaza mayor y en día de mercado,
involucrando al rico comerciante español José Llorente en una disputa con uno de
ellos, Antonio Morales. El plan se llevó a cabo tal como lo habían concebido, y
aunque los conspiradores estuvieron al borde de fracasar, la amenaza de
desórdenes violentos en las calles convenció al virrey de negociar primero y luego
aceptar la demanda del cabildo de una junta suprema. El virrey Amar describió el
acontecimiento en unas rápidas líneas añadidas a

««Página 506»».

911 Monsalve, Antonio Villavicencio, vol. I, p. 87; José Acevedo y Gómez a Miguel
Tadeo Gómez, julio de 1810, en Adolfo León Gómez, El Tribuno de 1810 (Bogotá,
1910), p. 46.
912 Horacio Rodríguez Plata, La Antigua Provincia del Socorro y la Independencia
(Bogotá, 1963), pp. 17-38.
una carta que le estaba escribiendo al virrey Abascal del Perú: "No puedo
continuar", garrapateó apresuradamente, "porque todo ha estado agitado esta
noche y han exigido sus derechos y constituido una junta de vigilancia como la
establecida recientemente en Cádiz; espero que Vuestra Alteza tenga tiempos
más felices con el gobierno a vuestro mando". 913Amar y Borbón, sin embargo, no
había sido del todo expulsado, pues se acordó que debería actuar como
presidente de la nueva junta, con José Miguel Pey, el alcalde mayor del cabildo,
como vicepresidente. Al día siguiente la junta, presidida por el virrey, celebró su
primera sesión y sus miembros juraron lealtad a la Regencia y gobernar en
nombre de Fernando VII.914
El derrocamiento del gobierno virreinal en Bogotá fue esencialmente, entonces, un
golpe de Estado llevado a cabo por una camarilla de notables criollos que, ante la
desintegración del gobierno en España, aprovecharon la ocasión para arrebatar el
poder de las manos de los funcionarios reales, quienes habían perdido su
autoridad para gobernar durante la prolongada crisis española. Al contrario de la
insurrección de los comuneros de 1781, el movimiento contra el gobierno de 1810
no surgió del descontento y la rebelión populares; fue fraguado por una facción del
patriciado santafereño que, al ver desplomarse las murallas del gobierno real en
las provincias, forzó a un virrey confundido y desmoralizado a ceder una parte del
poder. Esto no lo lograron los criollos solos. La disposición de multitudes
procedentes de la clase baja urbana para apoyar a los juntistas en la noche del 20
de julio fue de crucial importancia para

««Página 507»».

su feliz conclusión. Más importante, sin embargo, fue el éxito de los criollos en
neutralizar las fuerzas militares de la capital mediante negociaciones con el
gobierno y el nombramiento de oficiales del ejército. También los ayudó el carácter
del virrey. Viejo, sordo y desalentado por el creciente deterioro del gobierno en
España, la voluntad de Amar de seguir ha debido de debilitarse aún más con la
noticia, llevada por Villavicencio, de que el Consejo de la Regencia lo había
reemplazado. En el momento de la crisis optó por cederle la responsabilidad al
oidor Jurado, quien había llegado recientemente a Bogotá, y aceptó su opinión de
que la mejor forma de evitar la violencia era evadir la resistencia. Por lo tanto se

913 AGI, Diversos, legajo I (Ramo 1, no. 4), Amar y Borbón a Abascal, julio 21,
1810.
914 Para una relación detallada de los acontecimientos del 20 de julio, véanse
Ortíz, Génesis de la revolución, pp. 135-203, y LiévanoAguirre, Los Grandes
Conflictos, pp. 557-87. Ambos se basan sustancialmente en las gráficas
narraciones contemporáneas de "La Constitución Feliz: Periódico Político de la
Capital del Nuevo Reino de Granada" y del "Diario Político de Santafé de Bogotá",
periódicos que se fundaron en 1810 y que publicaron en la capital los primeros
relatos de la revolución. Reproducidos en Luis Martínez Delgado y Sergio Elías
Ortíz (eds.), El Periodismo en la Nueva Granada, 1810-1811 (Bogotá, 1960).
pusieron tropas a disposición del cabildo, en lugar de usarlas en su contra. 915La
habilidad de los conspiradores para actuar sin la interferencia del ejército se
fortaleció, además, por la cooperación de Antonio Baraya, un oficial criollo que los
ayudó a socavar la guarnición santafereña desde dentro.
Es claro que la junta de Bogotá no estaba empeñada en la independencia de
España y que sus miembros deseaban evitar cualquier disturbio social. Por ello
buscaron primero compartir el poder con el virrey y con miembros escogidos de la
burocracia colonial. Fue sólo cuando un grupo de radicales jóvenes, acaudillados
por José María Carbonell, movilizó el apoyo popular contra los restos del antiguo
régimen, que los principales criollos de la junta repudiaron sus relaciones con los
funcionarios coloniales. Carbonell, quien había sido un funcionario menor de la
Expedición Botánica, jugó un papel clave en sacar la multitud a la calle en la
noche del 20 de julio, y él y sus seguidores organizaron después a la gente de los
barrios populares para lograr el arresto del oidor Hernández de Alba y del fiscal
Frías. A su captura siguió muy pronto la de otros oidores y peninsulares; el 25 de
julio el mismo virrey Amar fue puesto bajo arresto, y empezó entonces una lucha
por el control del gobierno.

««Página 508»».

El tumulto popular, alimentado por el antagonismo de las clases bajas hacia los
españoles y acaudillado por un radical que a todas luces deseaba romper
definitivamente con el régimen colonial, súbitamente eclipsó las cautas maniobras
de los notables criollos. La movilización popular resultó sin embargo breve. No fue
más allá de la usanza de atacar a los funcionarios, ya vista en tantos desórdenes
populares en las postrimerías de la Colonia neogranadina, y la junta de criollos
mantuvo con éxito su autoridad en Bogotá.
Para hacer valer su autoridad, los notables de la junta establecieron
departamentos de gobierno y movilizaron el apoyo armado. En primer lugar, la
junta dividió a sus treinta y siete miembros en secciones encargadas de supervisar
los asuntos de gobierno, finanzas, comercio, guerra y de la Iglesia; en segundo
lugar, con el fin de controlar a los radicales de la ciudad, organizó una fuerza
militar apelando a los hacendados de la sabana de Bogotá para que reunieran a
sus dependientes en destacamentos de caballería. Carbonell y sus seguidores
prosiguieron su agitación y establecieron después una junta popular en apoyo de
sus ideas políticas de soberanía e igualdad populares. El 13 de agosto inflamaron
de nuevo al pueblo, causando esta vez disturbios que obligaron a la junta a
trasladar al virrey y a la virreina de su arresto domiciliario a la prisión pública de la
ciudad. Esta radicalización de la rebelión fue efímera. Horrorizada por la forma
insultante y ruda con que la multitud había tratado a Amar y a su esposa, la élite
criolla de Bogotá obtuvo su liberación y calladamente los sacó de la ciudad el 15
de agosto de 1810. La junto dio entonces su primer paso para reprimir la actividad
popular que amenazaba la estabilidad de su gobierno, y el 16 de agosto arrestó a

915 Véanse los comentarios del oidor Carrión, en Banco de la República, Proceso
histórico, pp. 203-4.
Carbonell y a algunos de sus compañeros916. Como sus homólogos de Cartagena,
los notables criollos de Bogotá habían logrado una rápida transferencia de poder a
un privilegiado círculo y, después de aguantar el desafío de unos pocos individuos
que estaban a favor

««Página 509»».

de la revolución popular, durante los meses restantes de 1810 la junta dedicó su


atención a consolidar una autoridad más amplia en la Nueva Granada.
En su primera sesión del 21 de julio, la junta se había declarado gobierno supremo
provisional de la Nueva Granada y exhortó a los cabildos de todo el territorio para
que enviaran delegados a la capital con el fin de constituir una especie de
gobierno federal "basado en la libertad y respectiva independencia" de las
provincias.917Esta proclama reflejaba las opiniones de la élite reformista ilustrada,
que deseaba el cambio político firmemente dirigido desde arriba y se mostraba
ansiosa por evitar cualquier perturbación del orden social existente. Tales hombres
no se oponían necesariamente a una participación política más amplia, pero
tenían el propósito de que el futuro gobierno de la Nueva Granada se basara en la
asociación de ciudadanos respetables, educados y propietarios quienes, en razón
de su rango social y de su cultura, se veían a sí mismos como los líderes naturales
de la sociedad. De manera que cuando la junta de Bogotá estableció el 10 de
diciembre de 1810 las reglas para las elecciones de delegados provinciales,
ordenó que el sufragio se limitara a los dueños de casas y propietarios, y excluyó
explícitamente a los sirvientes o dependientes. También evitó la junta un llamado
claro a la independencia. Aunque repudió la Regencia, prefirió esperar el resultado
de los acontecimientos en España antes de romper por completo con la metrópoli.
Estaba, por lo tanto, dispuesta a aceptar delegados tanto de las provincias que
reconocían a la Regencia como de aquellas, como Popayán o Santa Marta, que
todavía estaban bajo el control de funcionarios reales.

««Página 510»».

EL COLAPSO DE LA AUTORIDAD CENTRAL

Si la junta tuvo éxito en imponer su autoridad en Bogotá para fines de 1810, sus
pretensiones de liderazgo sobre el resto de la Nueva Granada pronto se
frustraron. La primera oposición provino de la junta de Cartagena, que promulgó
un manifiesto declarando que el congreso de las provincias se debía reunir en
Medellín y no en Bogotá. Las diferencias regionales se multiplicaron entonces con
rapidez, al fragmentarse las provincias en áreas rivales. Sogamoso se separó de
Tunja, Mompós de Cartagena, Vélez del Socorro, Quibdó de Nóvita e Ibagué y
Tocaima de Mariquita. La determinación de las élites locales de controlar sus
propias áreas también creó divisiones en el sur, en la provincia de Popayán. En la
misma ciudad de Popayán el oficial del ejército español Miguel Tacón permaneció

916 Liévano Aguirre, Los grandes conflictos, pp. 591-615.


917 Citado en Restrepo, Historia de la Revolución, vol. I, p. 134.
en su cargo de gobernador y, cuando quiso mantener su autoridad en toda la
provincia, Cali y las ciudades del valle del Cauca formaron una alianza opositora
de las "Ciudades Confederadas del Valle". Cuando el primer congreso de las
provincias de la Nueva Granada se reunió por fin en Bogotá, el 22 de diciembre de
1810, sólo asistieron seis diputados en representación de Bogotá, el Socorro,
Pamplona, Neiva, Nóvita y Mariquita. Pero incluso este pequeño grupo fracasó en
alcanzar la concordia. Pues aunque la junta se negó a aceptar delegados de áreas
que se habían separado de sus provincias, la mayoría del congreso estuvo a favor
de los diputados de Sogamoso y de Mompós. Y cuando la junta se valió de la
censura y de la intimidación militar para imponer su voluntad, el congreso se
disolvió, sin haber logrado nada, en febrero de 1811. 918
Después de la disolución de este primer y fallido congreso, la división territorial y la
discordia se profundizaron aún más. Para marzo de 1811 Bogotá formó su propia
República de Cundinamarca, la cual, por seguir reconociendo los derechos de
Fernando VII, se

««Página 511»».

convirtió en "una monarquía de forma republicana". Su primer presidente, Jorge


Tadeo Lozano, fue en efecto satirizado como "Su Majestad el Rey Jorge I".
Cuando Nariño tomó el lugar de Lozano más tarde ese año, Bogotá se convirtió de
nuevo en un foco de centralismo, pero durante los años siguientes, la mayor parte
de las provincias se negó a aceptar su liderazgo. Ahora que habían desaparecido
la autoridad y el poder de España, los cabildos de las provincias consideraban la
independencia de la hasta entonces capital del virreinato más importante que la
independencia del poder metropolitano. Así que la Nueva Granada se fragmentó
en ciudades y regiones en pugna, algunas de las cuales se dividieron aún más por
el choque de facciones locales opuestas.
De manera que en la Nueva Granada, una vez librada del campo magnético de la
autoridad española, salieron a la luz las diferencias regionales, económicas y
políticas altamente localistas de facciones que la estructura del gobierno colonial
había cobijado, subdividiendo el país en unidades autónomas. En los años
posteriores a 1810, la unidad administrativa que el gobierno borbónico había
tratado de imponer en el territorio durante el siglo XVIII se derrumbó en medio de
un revoltijo de fuerzas rivales. Ahora que el poder había recaído en el "pueblo", no
hubo consenso sobre quién debería detentarlo y cómo debería ejercerlo. Si la
visión de una patria americana, surgida durante las décadas finales de gobierno
español, había servido de foco de oposición a la metrópoli, pronto demostró ser
incapaz de contrarrestar las fuerzas centrífugas incrustadas en el diseño
neogranadino de regiones distintas. En los años siguientes, las élites regionales
buscaron tercamente sus propios intereses y, al fracasar en la formación de una
política nacional coherente, abrieron
el camino para la reconquista española de la Nueva Granada en 1815.

918 Ibíd., vol. I, pp. 142-54; Liévano Aguirre, Los grandes conflictos, pp. 641-70.
««Página 512»».

EPÍLOGO

Después de la caída del gobierno virreinal en 1810, la Nueva Granada gozó


apenas de un respiro de libertad. Enfrascadas en asuntos locales, las provincias
fracasaron en unirse contra una monarquía española resurgente, y tras el arribo a
Santa Marta del ejército expedicionario de Morillo, en 1815, las fuerzas españolas
reconquistaron velozmente el virreinato. La reconstrucción permanente del orden
colonial fue más difícil. Si el desgaste a causa de los conflictos civiles y de la
desunión de las provincias facilitó la reconquista española de 1815 a 1816, la
salvaje represión que siguió ayudó a reavivar la oposición al renaciente régimen
colonial.919
En algunas regiones, una resistencia popular nacida de la libertad disfrutada entre
1810 y 1815 montó una insurrección contra los españoles que, si bien no pudo
crear una nación, conservó viva la idea de independencia y abrió el camino de la
liberación.920 En 1819 Bolívar cruzó los Andes con su ejército irregular formado en
los llanos de Venezuela y, al derrotar a las fuerzas enemigas en Boyacá, dio
principio a la liberación definitiva del país. En ese momento tuvo la Nueva
Granada un gobierno republicano, pero fue incluida, junto con Venezuela y
Ecuador, en la alianza tripartita que los historiadores conocen como la Gran
Colombia. Este convenio duró hasta

««Página 513»».

1830 cuando, después de una serie de revueltas locales contra el gobierno de


Bolívar, Venezuela y Ecuador se separaron de la unión y se convirtieron en
repúblicas independientes. En 1832 se estableció la República de la Nueva
Granada bajo un gobierno central en Bogotá, formando la base del Estado que,
después de muchas alteraciones constitucionales, se convirtió en 1886 en la
República de Colombia.
La independencia no propició una época de transformaciones económicas. Al
principio los líderes neogranadinos previeron un brillante futuro para el naciente
Estado, ahora libre de ofrecer sus recursos en los mercados del mundo. Liberados
de las trabas del gobierno español, asumieron que el retorno de la paz, la apertura
de contactos libres con otras naciones y la remoción de los controles
institucionales españoles les proporcionarían las condiciones suficientes para el
desarrollo de la economía. Pero la liberación de la maraña del pasado español no
era fácil de lograr. Aunque desapareció la carga de las imposiciones comerciales y
919 Hermes Tovar Pinzón, "Guerras de Opinión y Represión en Colombia durante la
Independencia", ACHSC, vol. II (1983), pp. 187-233.

920 Oswaldo Díaz Díaz, La reconquista española, 2 vols. (Bogotá 1964-7), passim; Brian
R. Hamnett, "Popular Insurrection and Royalist Reaction: Colombian Regions, 1810-
1823", en Fisher, Kuethe, and McFarlane (eds.), Reform and Insurrection, pp. 292-326.
fiscales, las estructuras económicas y sociales que evolucionaron durante los
siglos de gobierno colonial eran obstáculos más perdurables para el cambio. En
términos económicos, la liberación de España tuvo importantes implicaciones. En
cuanto nación independiente, la Nueva Granada accedió en forma directa a los
mercados y al capital extranjeros, la política económica fue puesta bajo una
dirección nacional y los empresarios locales pudieron participar más en el
comercio externo del país. A largo plazo, la importancia de estos cambios fue
considerable, porque permitió alteraciones tanto en el destino como en la
composición del comercio exterior, al fortalecer a los grupos mercantiles
domésticos y al modificar la relativa importancia de poblaciones y regiones dentro
de la economía. Pero durante las primeras décadas de gobierno republicano, la
economía de la Nueva Granada experimentó sólo leves ajustes a los esquemas de
funcionamiento característicos del período colonial.

««Página 514»».

Durante la década de 1820, los políticos atribuyeron el atraso económico del país
a los efectos del mercantilismo español y asumieron que el desmonte de los
obstáculos a la iniciativa privada era suficiente tanto para promover la
recuperación económica como para sentar la base de una prosperidad futura. Por
consiguiente, entre las primeras iniciativas de la legislatura de la república en el
Congreso de Cúcuta de 1821 hubo medidas para abolir las restricciones fiscales y
corporativas a la producción y al comercio, para promover la libertad del comercio
exterior y para fomentar mercados libres de tierras y trabajo. 921 El progreso
económico, sin embargo, no estuvo a la altura de las expectativas de esos años,
en gran parte porque la situación de la Nueva Granada en la economía
internacional seguía siendo fundamentalmente la misma. El comercio exterior
continuó apoyándose en las exportaciones de oro, y el país por lo tanto conservó
una posición dentro la economía mundial esencialmente igual a la del período
colonial. Como otros países latinoamericanos, la Nueva Granada vivió una breve
pero intensa expansión del comercio y la inversión de británicos, pero el repentino
auge pronto terminó. Con los préstamos británicos de 1820, 1822 y 1824 al
gobierno de la Gran Colombia, se produjo un rápido ascenso del comercio con la
Gran Bretaña, puesto que los préstamos suministraban moneda extranjera.
Cuando el gobierno dejó de pagar en 1826, se cortó el flujo de inversiones y el
país dejó de ser atractivo para las empresas y el capital británicos. Sin
financiamiento externo, el comercio ultramarino se hundió de nuevo en los viejos
esquemas coloniales durante las décadas de 1830 y 1840, al tener las
importaciones que limitarse a la capacidad del país de entregar oro a cambio. 922 El
capital británico se alejó entonces de la América Latina y miró hacia mejores

921 Para una relación de la política económica durante la Gran Colombia, véase David
Bushnell, The Santander Regime in Gran Colombia (Newark, 1954), pp. 127-150.
922 Sobre los préstamos extranjeros, véase ibid., pp. 112-26; sobre el comercio
británico y de los Estados Unidos con Colombia, véase McGreevey, Economic History of
Colombia, 1845-1930, pp. 35-6.
««Página 515»».
oportunidades en Europa y los Estados Unidos; en estas condiciones, la Nueva
Granada siguió subsistiendo dentro de la "vieja periferia" de los productores de
metales preciosos hispanoamericanos, a la espera de un cambio de dirección del
capital y el comercio europeos.923
Al no materializarse las nuevas oportunidades en los mercados internacionales, no
hubo una base alternativa para el crecimiento. Aunque los políticos reconocían la
necesidad de promover el desarrollo económico, fueron incapaces de tomar
medidas que pudieran efectivamente cumplir con ese propósito. Con el fracaso del
enfoque librecambista que se siguió en la década de 1820, el estancamiento
económico debilitó el compromiso con las políticas liberales. Durante esta década
hubo una fuerte minoría conservadora en la legislatura que, oponiéndose a las
políticas liberales hacia los bienes de manos muertas y a los esfuerzos por liberar
las tasas de interés de las restricciones coloniales, expresó la inconformidad de
aquellos que aún conservaban cierto afecto por la organización social y las
actitudes morales del viejo orden. 924 Después del colapso de la Gran Colombia en
1830, estos enfoques conservadores de la política económica jugarían un papel
cada vez más influyente en la formulación de la acción gubernamental.
Bajo la administración conservadora de la República de la Nueva Granada, el
ejemplo borbónico de reforma desde arriba, por dictado del gobierno, seguía
siendo pertinente. Durante el siglo XVIII, la administración borbónica había
adelantado planes para promover la explotación de los recursos económicos de la
colonia mediante la introducción de la moderna tecnología minera y la difusión de
conocimientos científicos prácticos. Aunque ninguno de estos esquemas tuvo
mayor éxito, la creencia de que el gobierno era una agencia decisiva para la
reforma y la racionalización, y de que la educación

««Página 05»».

y las innovaciones científicas eran vitales para el progreso económico, dejó honda
huella en las actitudes de la élite gobernante colombiana. En la década que siguió
a la independencia, estas actitudes se reflejaron en proyectos para contratar
científicos europeos con el fin de que trabajaran en la Nueva Granada, y en planes
para guiar a los estudiantes universitarios hacia el estudio de las ciencias
aplicadas.925 Durante las décadas de 1830 y 1840, la intervención del gobierno en
923 El término "vieja periferia" es de Wallerstein: véase Immanuel Wallerstein, The
Modern World System II: Mercantilism and the Consolidation of the European-World-
Economy, 1600-1750 (New York, 1980), pp. 166-7; sobre las tendencias de la inversión
británica en América Latina en este período, véase P.L. Cottrell, British Overseas
Investment in the Nineteenth Century (Londres, 1975), pp. 19-25.

924 Bushnell, The Santander Regime, pp. 19-25.


925 Para una relación de las principales tendencias sociales y políticas en Colombia
después de la independencia, véase Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento colombiano
en el siglo XIX (Bogotá, 1974), pp. 119-49. Sobre las actitudes hacia la ciencia y la
educación, véase Frank R. Safford, The Ideal of the Practical (Austin, Texas, 1976), pp.
99-123.
la promoción del desarrollo económico también se extendió a otras áreas, al
coquetear los estadistas conservadores con las soluciones neomercantilistas para
los problemas de la depresión económica y de los desórdenes políticos.
De su política surgieron dos tendencias netas, pero relacionadas entre sí. En
primer lugar, se dieron pasos para fomentar el desarrollo de la industria doméstica
mediante el ofrecimiento de ayuda gubernamental a los empresarios. Las
concesiones privilegiadas de monopolios totales o parciales concedidas por el
gobierno de Santander se ampliaron bajo los gobiernos de la República de la
Nueva Granada. Entre 1832 y 1844, derechos exclusivos para la aplicación de
nuevas técnicas fueron concedidos a empresas productoras de cerámica y
porcelana, papel, vidrio, tela de algodón y hierro. El gobierno también ofreció
préstamos a largo plazo y a bajas tasas de interés a empresas nuevas, aunque el
estado financiero del erario público probablemente significó que pocos, tal vez
ninguno, de estos préstamos se concedieron en realidad. 926 Además, también trató
de estimular el entrenamiento para oficios industriales con la fundación de talleres,
la creación de planes de aprendizaje y la tarea de infundir hábitos industriosos en
las clases bajas, con incentivos así como con obli-

««Página 517»».

gaciones materiales.927 La segunda estrategia en importancia del gobierno en su


política para promover el crecimiento industrial consistió en la protección
arancelaria. En 1831, el Secretario de Hacienda, José Ignacio de Márquez,
presentó una serie de alegatos para adoptar una política proteccionista, adversa a
la importación de bienes extranjeros, con el fin de fomentar el desarrollo de la
industria frenado por el sistema colonial.928
La búsqueda de la industrialización era, sin embargo, quimérica, y el esquema
colonial de pagar con oro bienes manufacturados permaneció intacto. La minería y
el negocio de importaciones que sostenía siguieron siendo los sectores más
productivos de la economía, y el escaso capital huyó hacia el extranjero en pago
de divisas o se comprometió en importaciones o en el financiamiento de los
préstamos del gobierno. En tales circunstancias era políticamente imposible
brindarle protección efectiva a la industria nacional o crear las instituciones
monetarias requeridas para poner remedio a la escasez de capital. Promover una
industria nacional autónoma requería mucho más que las panaceas de los
políticos conservadores. Exigía el apoyo de un gobierno financieramente estable y

926 Estos proyectos y sus resultados están descritos en Safford, "Commerce and
Enterprise", pp. 150-75, 179-86.
927 Safford, The Ideal of the Practical, pp. 55-72.
928 Estos alegatos fueron expuestos en un discurso a la Convención de 1831. Para una
extensa cita de este discurso que muestra las principales ideas de Márquez, véase
Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia, pp. 194-8. También Aníbal
Galindo, "Apuntamientos para la historia económica del país" (1874), cap. 3, en
Galindo, Estudios económicos y fiscales (Bogotá, 1978), pp. 142-50.
próspero, sostenido y bajo la influencia de grupos con intereses en la manufactura.
La ausencia de ambas condiciones era notoria, y el pálido proteccionismo
fiscalmente orientado de las administraciones conservadoras, con su propensión a
proyectos y contratos monopolistas, y su preocupación por los conocimientos
útiles, la educación y el entrenamiento técnico, fueron débiles intentos de reforma
social y económica que no dejaron contento a nadie. Para fines de la década de
1840, la desilusión dentro de las élites políticas y económicas y entré los
artesanos urbanos produjo un período de agitación y confronta-

««Página 518»».

ción. Entre 1849 y 1854, una nueva coalición de intereses, firmemente


comprometida con el libre comercio, se colocó en primer plano de la política
nacional, marcando así el principio de una hegemonía liberal que duraría casi
hasta finales del siglo XIX.929
En las primeras décadas de independencia no hubo, entonces, una base para el
desarrollo económico autónomo, y los gobiernos republicanos no tuvieron más
éxito en la promoción del desarrollo económico que sus predecesores borbónicos.
Colombia siguió siendo un racimo de regiones desigualmente desarrolladas,
comunicadas apenas por una red primitiva de transporte fluvial y de trochas
montañosas, y un Estado nacional que no era compatible con una economía
nacional. La república cubría, por el contrario, un archipiélago de regiones
escasamente pobladas y en gran medida autosuficientes, con culturas locales
diferentes y poca interdependencia económica. Tampoco encontró Colombia,
hasta el desarrollo de las exportaciones de tabaco a mediados del siglo, un
producto capaz de generar el comercio activo que requería para estimular su
economía. En estas circunstancias, no existía una base firme para el desarrollo
autónomo o la estabilidad política. Los intentos de promoción de la industria
nacional durante la década de 1830 fueron esencialmente una reacción
improvisada ante el estancamiento y la depresión, y aunque algunos estadistas
colombianos jugaron con la idea de la industrialización doméstica, su capacidad
para alcanzarla se vio continuamente frustrada por la debilidad del gobierno y la
división de las élites regionales, consecuencias ambas de una economía
fragmentada. Carentes

929 Para un breve estudio de la política colombiana en estos años, véase J. León
Helguera, "The Problem of Liberalism versus Conservatism in Colombia, 18491885", en
Frederick B. Pike (ed.), Latin American History: Select Problems (New York, 1969), pp.
226-32. También Jaime Jaramillo Uribe, "Las sociedades democráticas de artesanos y la
coyuntura política y social colombiana en 1848", en ACHSC, vol. 8 (1976) pp. 5-18, y
sobre la influencia de las ideas francesas, R.L. Gilmore, "Nueva Granada's Socialist
Mirage", HAHR, vol. 34 (1956). Para un estado más detallado del surgimiento del
partido liberal y del período de su predominio, véase Helen Delpar, Red against Blue:
The Liberal Party in Colombian Politics, 1863-1899 (Universidad de Alabama, 1981),
passim.
««Página 519»».

de recursos financieros adecuados e incapaces de imponer una autoridad estable


en todo el territorio nacional, los primeros gobiernos republicanos no tuvieron los
medios para cumplir con sus obligaciones básicas, y mucho menos para jugar un
papel importante en el estímulo de una transformación económica.
A mediados del siglo, incapaz de formar una unidad nacional en medio de lasd2df
diferencias regionales y de la creciente división social, un sector de la élite
colombiana recurrió a nuevas soluciones. Decididos a vencer el legado del
colonialismo, los liberales exigieron reformas radicales tanto en la esfera política
como en la económica. Esto produjo un compromiso con el libre comercio y, desde
alrededor de 1850 hasta principios de la década de 1880, la economía colombiana
entró en una nueva fase de desarrollo, basada en ciclos de exportación de
productos agrícolas, poniéndose así más a tono con los mercados externos.
Rechazadas entonces las vagas e inoperantes ideas de industrialización
presentes en la década de 1830, tomó su lugar una nueva visión de Colombia
como parte integral y complementaria de la economía internacional. Sin embargo,
en su afán por erradicar del país los residuos del colonialismo y de seguir un
nuevo camino, los liberales tendieron a pasar por alto las perdurables influencias
del pasado colonial, así como su capacidad de obstaculizar y alterar la innovación.
Al asumir que la búsqueda del beneficio particular era sinónimo del bienestar
público, los gobiernos liberales siguieron políticas que tendieron a acentuar, más
que a remediar, las divisiones sociales.930 Es así como, al recapitular la experiencia
de Colombia durante del siglo XIX, un político liberal recordó que "en Colombia,
las primeras, si no las únicas industrias de carácter nacional y popular, han sido
las guerras civiles y la política".931

««Página 520»».
En blanco

930 Esta es la tesis que sostiene McGreevey, Economic History of Colombia, pp. 67-
181.
931 José María Quijano Wallis, citado por Charles W. Bergquist, Coffee and Conflict in
Colombia, 1886-1910 (Durham, North Carolina,1978).
««Página 521»».

APÉNDICE A
LA POBLACIÓN DE LA NUEVA GRANADA
TABLA 1
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA NUEVA GRANADA, 1778-80

Provincia Blancos Indios Libres deEsclavos Total


todas las
razas
Santa Fe 28.057 32.054 35.573 1.463 97.147
(Incl. Guaduas
Tunja 101.658 32.107 97.897 4.767 236.429

Pamplona
932
3.399 4.475 19.980 1.471 27.125

Mariquita 12.336 4.436 26.313 4.083 47.168

Neiva 5.908 3.850 15.810 888 26.456

Antioquia 7.866 2.034 27.535 8.931 46.366

Chocó
933
332 5.414 3.160 5.756 14.662

932 En el censo de 1778-80, se incluye a la ciudad de Pamplona como parte de la


provincia de Tunja. Aquí, Pamplona ha sido tratada como una provincia separada al
incluir en su población la de la alcaldía de Betas de Pamplona y la de la vieja ciudad
minera de Salazar de las Palmas. Los datos sobre éstas son del AHNC, Censos de varios
departamentos, vol. 6, fol. 273. Por lo que Pamplona y su área circundante fueron
separadas de Tunja, los datos de población de esa área han sido reducidos como
corresponde
933 El dato del Padrón General del Chocó es inexacto. Estos datos son del censo
provincial hecho en el Chocó en 1778, y proceden del AHNC, Censos de varios
departamentos, vol. 6, fol. 377.
Popayán 9.768 11.363 29.949 13.380 64.460

Tumaco 512 156 490 1.981 3.139

Raposo 99 290 549 2.259 3.197

Iscuandé 612 363 855 921 2751

Pasto y los10.075 15.592 922 184 26.773


pastos
Barbacoas
934
521 512 1.678 3.907 6.618

Cartagena 13.850 19.416 75.940 9.626 118.382

Santa Marta 4.566 8.504 22.882 3.988 39.940

Riohacha 351 633 3.513 453 3.950

Girón 1.470 126 4.593 804 6.993

Los Llanos
935
1.558 15.189 4.046 119 20.912

934 No hay datos para Barbacoas en el censo de 1778-80. Este dato se toma del censo
de 1797, encontrado en AGI Santa Fe 623, gobernador de Popayán, diciembre 5, 1797.
935 Por consideraciones de claridad, la población de los Llanos se ha concentrado en la
ciudad de Morcote en el mapa 2.1. En realidad, la población estaba dispersa en un área
grande.

Fuente: A no ser de que se especifique lo contrario, todos los datos proceden del
"Padrón General del Virrey del Nuevo Reino de Granada" reproducido en Perez Ayala,
Antonio Caballero y Góngora, cuadro A. Otras fuentes se indican arriba.
««Página 522»».

TABLA 2
LA COLONIZACIÓN A FINES DEL SIGLO XVIII

Región Población % del total


1. Región Caribe
Cartagena 118.382 14.93
Santa Marta 39.940 5.04
Río Hacha 3.950 0.50
Total Regional 162.272 20.47

2. Cordillera Oriental
Santa Fe 88.348 11.15
Tunja 236.429 29.81
Girón 6.993 0.88
Pamplona 27.325 3.45
Total Regional 359.095 45.29

3. Valle Alto de Magdalena 47.168


Mariquita 5.95
Guaduas 8.799 1.11
Neiva 26.456 3.34
Total Regional 82.423 10.40

4. Cordillera Central
Antioquia 46.366 5.85

5. Valle alto del Cauca


Popayán 8.13

6. Alturas del Sur


Pastos de los Pastos 26.773 3.38

7. Tierras Bajas de Pacifico


Raposo 3.197 0.40
Iscuandé 2.751 0.35
Tumaco 3.139 0.40
Barbacoas 6.618 0.83
Chocó 14.662 1.85
Total Regional 30.367 3.83
8. Llanos Orientales
Llanos 20.912 2.64

TOTAL 792.668 100%

««Página 523»».
Apéndice A
TABLA 3
DISTRIBUCIÓN ÉTNICA EN LA NUEVA GRANADA

Blancos Indios Libres deEsclavos


todos colores
1. Región Caribe
Cartagena 6.82 12.41 20.50 14.81
Santa Marta 2.25 5.43 6.21 6.14
Río Hacha 0.17 0.40 0.68 0.70
Total Regional 9.24 18.24 27.39 21.65

2. Cordillera Oriental
Santa Fe 12.50 20.16 8.21 1.81
Tunja 50.09 20.51 26.59 7.34
Girón 0.72 0.08 1.25 1.24
Pamplona 1.67 2.86 4.86 2.26
Total Regional 64.98 43.61 40.91 12.65

3. Valle del Magdalena


Mariquita 6.08 2.83 7.15 6.28
Guaduas 1.32 0.31 1.45 0.44
Neiva 2.91 2.46 4.29 1.37
Total Regional 10.31 5.60 12.89

4. Cordillera Central
Antioquia 3.88 1.30 7.48 13.74

5. Valle alto del Cauca


Popayán 4.81 7.26 8.13 20.59

6. Alturas del Sur


Pasto y los Pastos 4.96 9.96 0.25 0.28

7. Tierras Bajas del Pacífico


Raposo 0.05 0.19 0.15 3.48
Iscuandé 0.30 0.23 0.23 1.42
Tumaco 0.25 0.10 0.13 3.05
Barbacoas 0.26 0.73 0.46 6.01
Chocó 0.16 3.46 0.81 8.86
Total Regional 1.02 4.31 1.83 22.82

8. Llanos Orientales
Llanos 0.77 9.70 1.10 0.18

TOTAL 100% 100% 100% 100%


Expresada en porcentajes del total de la población.
««Página 524»».

TABLA 4
COMPOSICIÓN ÉTNICA DE LAS PRINCIPALES REGIONES

% Blancos % Indios %libre de todos%


los colores Esclavos
1. Región Cribe
Cartagena 11.70 16.40 63.77 8.13
Santa Marta 11.43 21.29 57.29 9.98
Río Hacha 8.89 16.03 63.62 11.47
Total Regional 11.57 17.60 62.17 8.67

2. Cordillera Oriental
Santa Fe 28.27 35.72 34.23 1.33
Tunja 43.00 13.58 41.41 2.02
Girón 21.02 1.80 65.68 11.50
Pamplona 12.53 16.50 66.29 5.42
Total Regional 36.73 19.01 41.97 2.29

3. Valle Alto del Magdalena


Mariquita 26.15 9.40 55.69 8.66
Guaduas 30.49 5.60 60.62 3.28
Neiva 22.33 14.55 59.76 3.36
Total Regional 25.39 10.65 57.58 6.38

4. Cordillera Central
Antioquia 16.97 4.39 59.39 19.26

5. Valle Alto del Cauca


Popayán 15.15 17.63 46.46 20.76

6. Alturas del sur


Pasto y los Pastos 37.63 58.24 3.44 0.69

7. Tierras Bajas del Pacífico


Raposo 3.10 9.07 17.17 70.66
Iscuandé 22.25 13.20 31.08 33.48
Tumaco 16.31 4.97 15.61 63.11
Barbacoas 7.87 7.64 25.36 59.04
Chocó 2.26 36.93 21.55 39.26
Total Regional 6.84 22.18 22.17 48.82
8. Llanos Orientales
Llanos 7.45 72.63 19.35 0.57

««Página 525»».

Apéndice A
TABLA 5
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA REGIÓN
DE LA COSTA CARIBE

Lugar Blancos Indios Libres deEsclavos Total


todas las
razas
Provincia de Cartagena
1. Cartagena de Indias,4.393 88 8.832 3.048 16.361
(incluidas parroquias de San
Lazaro, Bocachica y Barú)
2. Tumaco 71 512 549 181 1.313
3. Truana 1 285 286
4. Arjona 106 1.105 190 1.401
5. Mahates 109 2.035 229 20373
6. Palenque 2 314 394 710
7. Maria y Flamencos 2 710 636 1.348
8. San Estanislao 168 1.674 101 1943
9. Timiriguaco 43 482 7 532
10. Barranquilla 52 2.580 44 2.676
11. Soledad 73 1.940 67 2.080
12. Sabanagrande 62 1.719 28 1.809
13. Santo Tomás 26 1.062 29 1.117
14. Sabanalarga 38 2.282 92 2.412
15. Real de la cruz 58 2.332 84 2.474
16. Santa Rosa 16 600 84 700
17. Santa Catalina 15 678 17 710
18.Palmar de Candelaria 1 668 24 713
19. Baranoa 43 1610 28 1.681
20. Malambo 3 828 35 3 869
21. Galapa 1 539 344 26 910
22. Tubará 1 957 16 1 975
23. Usiacurí 3 894 375 2 1.274
24. Pijón 18 431 79 57 585
25. Barranca 75 676 81 832
26. Yucal 1 247 5 253
27. Corozal 609 2.104 110 2.23
28. Tolú 232 1.254 189 1.675
29. Lorica 1.056 3.447 216 4.719
30.Momil 235 44 683 78 1.040
31. Sincelejo 382 983 19 13.84
32. Pinchorroy 371 750 3 1.124
33. San Carlos 2 487 489
34. San Tero 53 28 250 331

««Página 526»».

Lugar Blancos Indios Libres deEsclavos Total


todas las
razas
35. San Onofre 18 59 550 609 1.236
36. San Gerónimo 236 930 19 1.185
37. San Pelayo 343 1.343 38 1.724
38. San Bernardo 28 970 30 1.028
39. Ciénaga de Oro 27 805 20 852
40. San Antonio Abad 101 526 627
41. San Benito Abad 64 1.251 115 1.430
42. Caymito 91 537 221 849
43. Cincé 281 1.316 103 1.701
44. Chinú 92 121 1.652 61 1.926
45. San Juan de Sahagún 67 953 37 1.057
46. San Jacinto, San88 1.475 8 1.571
Carmen y San Francisco
47. San Juan, San70 1.090 21 1.181
Cayetano y San Agustín
48. San Andrés 16 3.407 11 3.434
49. Sampués 25 1.946 34 36 2.041
50. Tolú Viejo 1 1.118 1.119
51. Nicolás 1 817 818

52. San Juan de la Palmas 783 389 762 29 1.963


53. Sabaneta 1 541 542
54. Urabá 1 1.141 1.142
55. Gegua 1 484 485
56. Cereté 1 817 818
57. Coloro 8 181 189
58. Morroa 11 301 312
59. Mompox 876 94 5.201 5.201 7.003
60. El Retiro 91 918 168 1.117
61. Magangué 220 1.321 67 1.608
62. San Sebastián 23 805 15 843
63. Santiago 38 401 4 443
64. Tacasaluma 88 637 18 743
65. Cascajal 33 495 14 542
66. Tacaloa 160 357 59 426
67. Tacamocha 11 888 899
68. Guasso 1 881 822
69. Yaty 1 525 526
70. Talaygua 1 702 703
71. Teton 341 341
72. Zambrano 541 541
73. San Josef de la Vittoria 89 184 784 27 1.084
74. Ojolargo 38 325 76 439

««Página 527»».

Lugar Blancos Indios Libres deEsclavos Total


todas las
razas
75. Algarrobo 73 51 1.673 62 1.859
76. Loba 7 78 661 25 771
77. Norosí 9 10 402 123 544
78. Peñón 1 227 58 286
79. Menchiguejo y Chilloa 54 296 856 8 1.214
80. Ayapel 63 85 1.125 251 1.524
81. Simití 289 757 82 1.128
82. Tablada 57 124 287 6 474
83. Morales 44 577 59 680
84. Guamoyo 17 284 37 338

Provincia de Santa Marta


85. Santa Marta 525 21 2.490 571 3.607
86. San Juan de la Ciénaga 38 1.235 212 1 1.486
87. San Jacinto de la Guaira1 299 8 1 309
88. San Jerónimo de1 389 390
Mamatoca
89. Santa Ana de Bonda y1 317 1 319
Mazinga
90. San Carlos de San84 84
Sebastián
91. Sitionuevo 29 12 633 3 677
92. Remolino 52 7 577 21 657
93. Guaymara 30 8 1.551 105 1.694
94. Puntagorda 1 10 25 37
95. Pinon 76 13 991 991 1.107
96. San Antonio 14 9 1.313 61 1.397
97. Tenerife 72 59 1.442 77 1.650
98. Pinto 43 178 267 3 491
99. Morro 2 209 5 216
100. Banco 31 873 71 975
101. Plato 3 1 334 3 341
102. Tamalameque 35 2 663 100 800
103. San Bernardo 1 263 26 289
104. Simana 8 546 22 576
105. Chiriguaná 61 2.109 93 2.263
106. Candelaria del Banco 27 861 34 922
107. Tamalequito 15 201 12 228
108. Saloa 7 331 45 383
109. Valencia de Jesús 271 8 1.412 242 1.923
110. El Paso 6 289 153 448
111. Ariguaní 1 127 35 7 170

««Página 528»».

Lugar Blancos Indios Libres deEsclavos Total


todas las
razas
112. San Sebastián 1 151 15 167
113. Tuerto 1 600 601
114. Pernambuco 307 26 333
115. Guamal 19 822 31 872
116. San Fernando 10 284 294
117. Santa Ana 26 581 83 690
118. Venero 1 18 77 1 97
119. San Zenón 1 240 103 344
120. Valledupar 841 2.144 796 3.781
121. San José de Barranca 136 5 566 170 877
122. Fonseca 267 526 161 954
123. Atanques 1 346 18 1 366
124. San Tomás de124 842 104 4 1.074
Villanueva
125. El Rosario y Marocasa 1 448 4 453
126. El Espíritu Santo 1 144 4 149
127. San Juan del Cesar 304 19 725 115 1.163
128. Badillo 77 715 30 822
129. El Molino 34 870 277 11 1.192
130. Becerril 44 86 154 66 350
131. Tabo 112 305 38 455
132.Ocaña 1.746 60 2.950 923 5.679
133. Agua Chica 29 766 18 813
134. San Jacinto y6 1 352 8 367
Fernanda
135. Buenavista y San2 353 95 450
Andrés
136. La Loma y Borotare 34 552 231 30 847

Provincia de Río Hacha


137. Río Hacha 192 17 943 363 1.515
138. Pedraza 10 275 30 305
139. Bahiahonda 1 61 62
140. Sinamaica 118 182 300
141. Sabana del Valle 8 1 15 1 25
142. Moreno 18 691 70 779
143. Arroya Cardón 1 132 1 134
144. Boroncita 1 183 239 14 437
145. Camarones 1 126 104 5 236
146. San Pedro de1 174 2 177
Cototama

Fuentes: AHNC, Censos de varios departamentos, vol. 6. "Padrón hecho en el año


de 1778... en esta Provincia..." Cartagena de Indias, noviembre 26, 1778; AGI
Indiferente General 1537, "Padrón General que manifiesta el número de personas
havitantes en esta Provincia de Santa Marta..." Santa Marta, junio 21, 1793;
AHNC, Censos de varios departamentos, vol. 6, fol 369, "Padrón hecho en el año
de 1778... en esta Provincia de Río Hacha..."

««Página 529»».
TABLA 6
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA REGIÓN
DE LA CORDILLERA ORIENTAL
Lugar Blancos Indios Libres deEsclavos Total
todas las
razas
Provincia de Santa Fe
Santa Fe de Bogotá 6.585 1.753 7.428 654 16.420
Cogto. de Bogotá 798 4.777 6.269 51 11.895
Cogto. de Bosa 1.926 2.578 3.505 290 8.299
Cogto. de Ubaqué 3.570 3.754 3.519 92 10.935
Cogto. de Zipaquirá y Ubaté 7.575 12.247 8.294 46 28.163
Cogto. de Guatavita 3.793 6.366 6.142 38 16.399

Provincia de Tunja
Tunja 53.936 29.882 44.163 737 128.718
Vélez 18.274 2.298 26.981 1.386 48.939
Muzo 2.749 621 1.711 65 5.416
Pamplona 1.385 3.659 16.018 1.430 22.492
Socorro 16.775 440 17.735 883 35.849
San Gil 4.466 225 9.884 559 15.134
Leiva 3.749 1.288 2.942 53 8.032

Provincia de San Juan


Girón San Juan Girón 971 120 3.436 584 5.111
Pquia. de San Francisco350 34 1.162 292 1.838
Xavier
Pquia. de Puerto de Botijas 15 292 10 317

Pquia. de Puerto del Pedral 11 19 246 2 278


Alcaldía mayor de betas de268 1.218 59 1.545
Pamplona. Pquia. de
Bucaramanga
Sitio de Cácota 15 327 4 346
Real de la Baja 11 380 2 393
Betas 4 25 29

Fuentes: AHNC, Caja I, "Padrón hecho en el año 1779... en esta ciudad de Santa
Fe de Bogotá y en toda su jurisdicción..."; Censos de varios departamentos, vol. 6,
fols. 171, 385, 389.

««Página 530»».

TABLA 7
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA PROVINCIA DE POPAYÁN
Lugar Blancos Indios Libres deEsclavos Total
todas las
razas
Popayán 5.220 2.789 2.509 2.923 3.702
Cali 934 330 7.120 2.606 10.990
Buga 2.547 112 6.896 2.679 12.234
Pasto 4.682 5.861 893 131 11.567
Cartago 1.169 134 2.257 763 4.323
Caloto 3.057 1.803 1.493 4.492 10.845
Almaguer 316 2.480 2.540 570 5.906
Anserma 216 63 868 365 1.512
Toro 1.232 88 1.639 167 3.126
Iscuandé 612 363 855 921 2.751
Provincia de Raposo 99 290 549 2.259 3.197
Provincia de los Pastos 5.393 9.731 59 53 15.236
Tumaco 162 490 1.981 36 2.669
Barbacoas 6.618

Fuente: AHNC, Censos de varios departamentos, vol. 6, fol. 375. Los datos de
Barbacoas son del censo de 1797 en AGI, Santa Fe 623, gobernador de Popayán,
diciembre 5, 1797.
TABLA 8
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN EL CHOCÓ

Lugar Blancos Indios Libres deEsclavos Total


todas las
razas
Nóvita 39 460 1.129 1.628
Tadó 67 457 440 1.1.57 2.121
Noanama 7 640 232 27 906
Brazos 14 176 328 397 915
Sipí 11 123 273 685 1.092

Juntas 6 141 29 84 260


Baudó 11 122 79 212
Cajón 1 134 238 373
Quibdó 50 1.077 400 714 2.241
Lloró 25 1.140 176 343 1.684
Chami 10 993 10 1.013
Beté 7 119 122 23 271
Bebará 36 103 296 613 1.048
Murrí 4 237 66 28 335
Pabarandó 41 86 125 308 560
Fuente: Censos de varios departamentos, vol. 6, fol. 377.

««Página 531»».

TABLA 9
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN ANTIOQUIA

Lugar Blancos Indios Libres deEsclavos Total


todas las
razas
Santa Fe de Antioquia 1.235 6.360 8.121 15.716
Medellín 2.653 9.100 2.501 14.254
Rionegro 551 2.953 686 4.190
Marinilla 1.173 2.037 372 3.852
Remedios 294 1.155 721 2.170
Arma 388 932 495 1.815
Cáceres 20 78 215 313
Peñol 1 696 697
Pereira 400 400
Zabaleras 1 116 117
La Estrella 1 228 229
Sopetrán 1 364 365
Buriticá 1 368 369
Sabanalarga 1 547 548
Zaragoza 73 654 359 1.086
Sitio de la Llana 10 5 102 24 141
Nechí 15 190 6 211

Fuentes: Censos de varios departamentos, vol. 6, fols. 483, 485.

««Página 532»».

APÉNDICE B
PRODUCCIÓN DE ORO

TABLA 1
ORO ACUÑADO EN LA NUEVA GRANADA, 1700-1810
Año Valor Año Valor Año Valor
(Pesos) (Pesos) (Pesos)
1700 267.240 1734 707.744 1777 676.736
1701 302.600 1735 764.048 1778 793.328
1702 234.328 1736 634.984 1779 792.240
1703 237.320 1737 595.952 1780 710.192
1704 410.448 1738 577.048 1781 558.280
1705 401.200 1739 694.960 1782 1.029.656
1706 394.944 1740 671.704 1783 1.395.496
1707 407.592 1741 1.156.136 1784 744.192
1708 204.544 1742 981.376 1785 954.448
1709 436.832 1743-48 promedio: 933.345 1786 767.584
1710 319.328 1749-53 promedio: 1.084.022 1787 981.104
1711 409.904 1754 958.392 1788 900.320
1712 390.456 1755 1.145.800 1789 971.040
1713 452.200 1756 1.027.208 1790 998.648
1714 286.240 1757 923.032 1791 1.131.248
1715 432.208 1758 635.936 1792 1.109.488
1716 303.280 1759 467.568 1793 1.177.624
1717 424.728 1760 420.104 1794 993.752
1718 398.344 1761 479.672 1795 1.266.160
1719 351.344 1762 593.776 1796 1.075.624
1720 1.086.504 1763 784.584 1797 2.048.432
1721 746.912 1764 1.568.624 1798 1.694.016
1722 524.960 1765 876.248 1799 1.238.824
1723 166.600 1766 1.083.376 1800 1.428.816
1724 413.440 1767 612.136 1801 1.504.568
1725 622.880 1768 475.184 1802 1.239.096
1726 482.528 1769 393.720 1803 1.109.760
1727 315.112 1770 371.144 1804 1.273.096
1728 727.736 1771 491.776 1805 1.463.768

««Página 533»».

Año Valor Año Valor Año Valor


(Pesos) (Pesos) (Pesos)
1729 657.560 1772 926.568 1806 1.456.968
1730 867.816 1773 756.840 1807 1.490.968
1731 658.376 1774 700.672 1808 1.109.760
1732 690.064 1775 508.232 1809 1.225.632
1733 582.928 1776 619.208 1810 1.109.624

TABLA 1 (Cont.)
ORO ACUÑADO EN POPAYÁN, 1700-1810

Año Valor Año Valor


(Pesos) (Pesos)
1753-70 promedio: 422.928 1788 932.552
1771-76 promedio: 592.571 1789 801.312
1777 858.452 1790 885.768
1778 745.820 1791 824.296
1779 814.368 1792 951.320
1780 787.848 1793 920.176
1781 909.160 1794 984.096
1782 898.688 1795 947.648
1783 820.624 1796 947.784
1784 956.760 1797 948.328
1785 973.670 1798 924.256
1786 879.104 1799 939.488
1787 894.744 1800 926.432
1801-10 promedio: 931.464

Fuentes: Para Bogotá, A.M. Barriga Villalba, Historia de la Casa de Moneda, tomo
3, págs. 509-15, 517-20. Para Popayán, J.M. Restrepo, Memoria sobre la
amonedación de oro y plata en la Nueva Granada, Cuadro 2, pág. 28.

««Página 534»».

TABLA 2
CHOCÓ: PRODUCCIÓN PROMEDIO ANUAL DE ORO,
SEGÚN LOS QUINTOS, 1724-1803 (CASTELLANOS)

Año Promedio anual Año Promedio anual


1724-1725 113.064 1761-1765 126.948
1726-1730 152.980 1766-1770 123.975
1731-1735 157.650 1771-1775 130.134
1736-1740 164.671 1776-1780 119.216
1741-1745 165.022 1781-1785 122.239
1746-1750 161.604 1786-1790 125.824
1751-1755 135.840 1791-1795 133.567
1756-1760 116.486 1796-1800 135.696
1801-1803 125.366

Fuente: W.F. Sharp, Slavery in the Spanish Frontier, pág. 201.

TABLA 3
ANTIOQUTA: PROMEDIO ANUAL DEL ORO REGISTRADO PARA
FUNDICIÓN (EN PESOS DE ORO), 1700-1809

Año Promedio anual Año Promedio anual


1700-1704 24.999 1755-1759 39.133
1705-1709 22.080 1760-1764 53.971
1710-1714 17.615 1765-1769 48.987
1715-1719 18.308 1770-1774 75.136
1720-1724 29.103 1775-1779 119.177
1725-1729 19.007 1780-1784 159.608
1730-1734 21.454 1785-1789 227.877
1735-1739 14.367 1790-1794 296.755
1740-1744 23.136 1795-1799 279.194
1745-1749 25.805 1800-1804 228.164
1750-1754 40.632 1805-1809 166.777

Fuente: Datos de 1700-60 proceden de Ann Twinam, Miners, Merchants and


Farmers, pág. 28. Datos de 1760-1809 son de AHA Minas, tomo 459, ms. 453;
tomo 460, mss. 462, 467; tomo 461, mss. 480, 487, 491; tomo 462, mss. 493, 506,
517; tomo 463, mss. 519, 530, 546; tomo 464, mss. 559, 567; tomo 474, ms. 2;
tomo 479, ms. 54; tomo 480, ms. 81; tomo 481, ms. 92; tomo 483, ms. 126; tomo
484, ms. 155; tomo 486, ms. 173; tomo 488, ms. 205; tomo 497, ms. 290; tomo
499, ms. 309; tomo 501, ms. 340; tomo 506, ms. 405; tomo 508, ms. 430; tomo
512, ms. 493; tomo 514, ms. 513; tomo 519, ms. 597; tomo 524, ms. 651; tomo
634, mss. 10058, 10044, 10059; tomo 470, mss. 662, 621, 627, 634. (El orden de
los volúmenes y los manuscritos dados arriba está de acuerdo con el orden
cronológico de los datos proporcionados en la tabla.)

««Página 535»».

TABLA 4
POPAYÁN: PRODUCCIÓN PROMEDIO ANUAL DE ORO,
SEGÚN LOS QUINTOS, 1700-1804 (CASTELLANOS)

Año Promedio anual Año Promedio anual


1700-1704 42.047 1750-1754 35.938
1705-1709 60.352 1755-1759 48.120
1710-1714 78.597 1760-1764 68.271
1715-1719 76.377 1765-1769 72.028
1720-1724 96.154 1770-1774 98.277
1725-1729 106.742 1775-1779 91.585
1730-1734 93.399 1780-1784 132.600
1735-1739 102.278 1785-1789 141.617
1740-1744 81.893 1790-1794 224.867
1745-1749 58.277 1795-1799 239.147
1800-1804 174.200

Fuentes: Los datos del oro declarado en 1700-49 proceden de German


Colmenares, Historia económica y social de Colombia, vol. I, pág. 235. Datos de
los quintos pagados desde 1752 son de la Caja Real de Popayán, Archivo Central
del Cauca, Colonia, CII-18rc 5387, 5314; CII-23rc 5787, 5837, 5874; CIII-6rc 6030;
CIII-4rc 5978; CIII-8rc 6290; CII-6rc 6143-44; CII-84c 6371; CIII-9rc 6429, 6496,
6512; CIII-lorc 6531, 6557, 6572, 6589, 6616, 6630, 6654, 6660; CII-15rc 6700,
6723, 6738, 6769.

««Página 536»».

APÉNDICE C
TRÁFICO MARÍTIMO Y COMERCIO

TABLA 1
BARCOS DE ESPAÑA A CARTAGENA
DE INDIAS, 1731-1779

Año Barcos (Observaciones)


1731 2 1 aviso
1732 — —
1733 2 1 aviso
1734 1 1 aviso
1735 2 Royal Service (R.S)
1736 3 3 avisos
1737 5 Convoy (Blas de Lezo)
1738 2 2 avisos
1739 1 1 aviso
1740 — —
1741 3 2 avisos
1742 — —
1743 8 2 capturados, 1 naufragio
1744 3 —
1745 3 —
1746 1 —
1747 2 —
1748 5 2 capturados
1749 5 2 R. S
1750 3 —
1751 4 —
1752 6 2 avisos
1753 6 2 R. S
1754 — —
1755 2 —

««Página 537»».

Año Barcos (Observaciones)


1756 5 1 R. S
1757 6 2 R. S.
1758 3 1 R. S.
1759 1 —
1760 5 1 R. S.
1761 7 4 R. S.
1762 3 3 avisos (todos capturados)
1763 6 —
1764 2 —
1765 4 1R.S.
1766 6 1 R. S.
1767 4 2 R. S.
1768 4 —
1769 5 2 R. S.
1770 6 2 R. S.
1771 1 1 R. S.
1772 4 1 R. S. 1 naufragio
1773 4 1 R. S.
1774 4 1 R. S.
1775 4 1 R. S.
1776 5 —
1777 6 —
1778 4 —
1779 3 —

Fuente: AGI Consulados, libro 358, "Libros donde se relacionan todas las Armadas
y Navíos sueltos de Registros que se despachan a la América desde principio de
este presente año de 1730..."

TABLA 2
CARTAGENA: ALMOJARIFAZGO DE ENTRADA
DE GÉNEROS DE CASTILLA, 1781-1800

Año Réditos (Pesos)


1781 3.041
1782 140.692
1783 202.440
1784 49.874
1785 142.270
1786 124.476

««Página 538»».

Año Réditos (Pesos)


1787 81.433
1788 181.614
1789 135.211
1790 64.375
1791 45.630
1792 42.309
1793 18.533
1794 102.183
1795 28.020
1796 45.817
1797 48.579
1798 28.374
1799 47.473
1800 35.597

Fuentes: 1781-84: "Estado general de los productos que ha tenido la Real Aduana
de Cartagena de Indias", Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, Tabla E. Para
1785-1800: AGI Santa Fe 1116-1119, Cuentas de Alcabala.

TABLA 3
BARCOS DE ESPAÑA Y PUERTOS EXTRANJEROS
QUE ARRIBARON A CARTAGENA, 1783-1790

Año De España De puertos extranjeros


1783 8 43

1784 6 11
1785 24 9
1786 20 21
1787 12 29
1788 30 30
1789 32 11
1790 16 2

««Página 539»».

TABLA 4
BARCOS DE PUERTOS ESPAÑOLES A CARTAGENA
DE INDIAS, 1783-1790
Año Cádiz Barcelona Barcelona yMálaga Otros
Málaga
1783 7 — 1 — —
1784 3 1 1 — 1
1785 13 — 9 2 —
1786 11 — 5 2 2
1787 5 1 3 2 1
1788 16 — 9 2 3
1789 14 4 9 2 3
1790 6 3 7 — —

Fuentes: 1783: AHNC Aduanas (Anexo), tomo 5, fols. 250-539, Almojarifazgo de


entrada de géneros de Castilla. 1784: Ibid., tomo 7, fols 6-317.
1785: Ibid., tomo 8, fols. 195-210: Libro de Visitas y Registros... de las
embarcaciones que entran y salen... de Cartagena.
1786: Ibid., tomo 12, fols. 733-740: Almojarifazgo de entrada de géneros de
Castilla.
1787: Ibid., tomo 15, fols. 2-81.
1788: AGI Santa Fe 1116, Cuentas de alcabala, (Pliego 2, almojarifazgo de
entrada de géneros de Castilla). 1789: AHNC, Aduanas (Anexo) tomo 16, fols.
1010-1029: Libro de visitas y registro ks.
1790: AGI Santa Fe 1117, Cuentas de alcabala, (Pliego 2, almojarifazgo de
entrada de géneros de Castilla).

TABLA 5
EXPORTACIONES DE PIELES DE CARTAGENA A ESPAÑA
Año No. de pieles
1785 3.024
1786 4.792
1787 5.378
1788 4.510
1789 3.881
1790 2.039
1791 2.553
1792 7.916
1793 6.773
1794 7.476
1795 4.230
1796 5.537

Fuentes: Datos de 1785-89: AGI Santa Fe 957, Resumen de un Quatrenio de las


embarcaciones y su carga que han salido de este Puerto de Cartagena para los de
la Península; datos para 1789-94: AGI Indiferente General 2447-2459.

««Página 540»».
TABLA 6
EXPORTACIONES DE ALGODÓN DE CARTAGENA A ESPAÑA

Año Algodón (arrobas)


1785 23.720
1786 20.740
1787 15.424
1788 27.656
1789 31.373
1790 30.351
1791 34.756
1792 64.791
1793 46.041
1794 75.534
1795 32.042
1796 47.786

Fuentes: Datos para 1785-89: AGI Santa Fe 957, Resumen de un Quatrenio de las
embarcaciones y su carga que han salido de este Puerto de Cartagena para los de
la Península; datos para 1789-94: AGI Indiferente General 2447-2459.

TABLA 7
EXPORTACIONES DE CACAO DE CARTAGENA A ESPAÑA

Año Cacao (arrobas)


1785 984
1786 5.036
1787 5.754
1788 3.950
1789 5.650
1790 7.599
1791 5.081
1792 4.743
1793 4.452
1794 17.391

Fuentes: Datos para 1785-1789: AGI Santa Fe 957, Resumen de un Quatrenio de


las embarcaciones y su carga que han salido de este Puerto de Cartagena para
los de la Península; datos para 1789-94: AGI Indiferente General 2447-2459.

««Página 541»».

TABLA 8
INGRESOS DE LA ALCABALA: POPAYÁN, 1722-1807
Año Rédito (pesos)
1722 1.089
1723 989
1724 951
1725 744
1726 924
1727
1728
1729
1730
1731 1.005
1732 1.209
1733 1.547
1734 1.039
1735 729
1736
1737
1738
1739
1740
1741 4.445
1742 2.052
1743 1.994
1744 3.369
1745 1.498
1746
1747
1748
1749
1750 4.430
1751
1752 2.994
1753 5.601
1754 6.862
1755 4.456
1756 5.909
1757 8.265
1758 6.844
1759 5.937
1760 4.752

««Página 542»».

Año Rédito (pesos)


1761 5.336
1762 5.223
1763 7.001
1764 4.551
1765 3.447
1766 4.114
1767 8.053
1768 13.717
1769 10.243
1770 9.036
1771 6.936
1772 7.494
1773 12.665
1774 3.654
1775 6.453
1776 10.020
1777 8.388
1778 7.431
1779 7.819
1780 7.513
1781 9.644
1782
1783 7.096
1784 6.791
1785 8.616
1786 8.338
1787 6.632
1788
1789 11.507
1790 12.118
1791 21.344
1792 18.370
1793 23.084
1794
1795 21.079
1796 22.643
1797 27.243
1798 20.285
1799 17.693
1800 20.395
1801 26.907
1802 18.063
1803 9.854
1804 14.650

««Página 543»».
Año Rédito (pesos)
1805 17.325
1806 12.032
1807 11.731
1808 11.605

Fuentes: Archivo Central del Cauca, Colonia, CI-la 3079, 3105, 3129. 3143. 3304;
CI-5a 3477; CI-la 3221; CII-5a 3512, 3546, 3624, 3984. 3870, 3980, 4012. 4095:
CII-9rc 4275: CII-18rc 5059; CII-14a 5592, 5708; CIl-23rc 5787, 5874, 5978; CIII-
6rc 6030, 6143, 6144: CIII-5a 6084: CIII-8rc 6290, 6371; CIII--9rc 6429, 6496,
6512; CIII- 6rc 6531, 6557, 6572, 6589, 6616, 6630. 6654. 6660: CIII-15rc 6700,
6723, 6738, 6769.

TABLA 9
BARCOS DE CARTAGENA A ESPAÑA, 1750-1796

Año Barcos Barcos vía La Habana


1750 10 7
1751 3 —
1752 5 4
1753 7 1
1754 6 1
1755 8 1
1756 1 1
1757 4 3
1758 6 4
1759 2 2
1760 3 3
1761 1 1
1762 1 1
1763 — —
1764 5 1
1765 5 3
1766 3 1
1767 5 5
1768 6 3
1769 10 7
1770 4 1
1771 14 14
1772 5 4
1773 4 1
1774 6 5
1775 5 2
««Página 544»».

Año Barcos Barcos vía La Habana


1776 3 1
1777 4 —
1778 4 2
1779 1 —
1780 1 —
1781 — —
1782 — —
1783 — —
1784 3 2
1785 6 3
1786 12 —
1787 13 —
1788 14 —
1789 12 —
1790 12 2
1791 14 2
1792 20 5
1793 13 7
1794 31 8
1795 18 2
1796 13 3

Fuentes: Para 1750-83, AGI Contratación 2902A, "Libros de la Contaduría de


reglamentos de asientos de venida a Cádiz de las embarcaciones...." Para 1784-
96, AGI, Santa Fe 957, Expedientes del Consulado y Comercio.

««Página 545»».

BIBLIOGRAFÍA

FUENTES PRIMARIAS: ARCHIVOS

Archivo General de Indias, Sevilla (AGI)


Audiencia de Quito: Legajos 126, 280
Audiencia de Santa Fe: Legajos 264, 265, 288, 357, 366, 374, 385, 552, 553, 572,
573, 585, 586, 588, 593, 603, 605, 623, 638-41, 643, 655, 659-61, 702, 836, 837,
955, 957-60, 1014-16, 1116-17, 1161, 1162, 2313, 2314, 2316
Consulados: Legajos 314-45
Contratación: Legajos 1663-5, 2654, 2661, 2662, 2902A
Escribanía de Cámara: Legajos 818a-18b
Indiferente General: Legajos 1162, 1527, 1955, 2046A, 2209-56, 2310, 2315,
2316, 2318, 2412, 2447-59, 2466
Archivo Histórico Nacional, Madrid (AHNM)
Códices, Libro 7556
Consejos, Legajo 20, 452

Archivo Histórico Nacional de Colombia (AHNC)


Abastos: vol. 9
Aduanas: vols. 1, 2, 6, 8, 9-11, 13, 16, 17, 19, 22, 24 Aduanas, Anexo: vols. 5, 7, 8,
11-16, 21
Aduanas, Cartas: vols. 3-5, 712
Asuntos Importantes, vol. 3
Censos de varios departamentos; vol. 6
Comercio: vol. 1
Consulados: vol. 1-5
Historia Civil: vols. Ibis, 18
Mejoras materiales: vol. 7

««Página 546»».

Milicias y Marina: vols. 17, 18, 48, 125, 131 Miscelánea: vols. 3, 13, 31, 73
Notaría Primera: vols. 91, 191, 198, 201, 205, 228 Notaría Segunda: vols. 161, 198
Real Audiencia: vol. 9
Real Hacienda: vol. 8
Real Hacienda, Cartas: vols. 2-9
Virreyes: vols. 5-6

Archivo Restrepo, Bogotá


Correspondencia reservada del Arzobispo Virrey Caballero y Góngora

Biblioteca Nacional de Colombia (BNC)


Fondo Quijano Otero: Correo Curioso
Papel Periódico de Santafé de Bogotá La Bagatela
Manuscrito 184

Biblioteca Luis Ángel Arango (Bogotá)


Documentos relativos a amonedación y fisco en la colonia, ms. 118

Academia Colombiana de Historia (Bogotá)


Archivo: Borrador de Cartas, no. 4

Archivo General del Cauca (Popayán), (ACC)


Libros capitulares: 21-3, 26-8 Colonia civil I-III

Archivo Histórico de Antioquia (Medellín), (AHA)


Colonia: Documentos, vol. 558 Hacienda: vol. 747
Minas: vols. 357, 459-64, 470, 474, 479-81, 483, 484,
486,
488, 497, 499, 501, 506, 508, 512, 514, 519, 524, 634
Libros: vols. 454, 455, 457, 459, 462, 481, 502, 681

««Página 547»».

Archivo del Cabildo (Medellín), (ACM)


Libros del Cabildo: vol. 15

British Library (BL)


Additional manuscripts 13974, 13987 Egerton manuscripts 1807

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Ancízar, Manuel, Peregrinación de Alpha Bogotá, 1970.

Antúñez y Acevedo, R., Memorias históricas sobre la legislación y gobierno del comercio
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1960).

Bourgoing, J.F., Tableau de l'Espagne Moderne (sgda. ed. París, 1779).

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Friede, Juan (ed.), Documentos sobre la fundación de la Casa de Moneda en Santa Fe


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Gilij, Felipe Salvador, Ensayo de historia americana (Bogotá, 1955).

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Hernández de Alba, Guillermo (ed.), Escritos científicos de don José Celestino Mutis, 2
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INDICE ONOMÁSTICO

Abascal, virrey 506


Aburrá, valle de 127
Acevedo y Gómez, José 471, 473, 474, 494, 505
Adams, Samuel 410
Aguilera Peña, Mario 399
Alázar, Bernardo 260
Alcedo y Herrera, Dionisio 168, 169 Alcedo y Sotomayor, Carlos 52, 53, 54, 56,
284
Alicante, 275
Almaguer 208, 209
Almaguer 411
Alvarez y Casal, Ignacio 362
Alvarez y Casal, Manuel Bernardo 361 Alvarez, familia 318, 361
Alvarez, hermanas 317
Alvarez, Manuel de Bernardo 361
Amar y Borbón, Antonio 451, 452, 453, 470, 472, 479, 480, 481, 488, 489, 490,
495, 496, 500, 501, 505, 506, 507, 508
Amat, virrey 179
Amazonas 33
Ambalema 391
América 17, 18, 35, 54, 57, 71, 155, 162, 164, 176, 185, 195, 235, 249, 251, 253,
256, 270, 272, 273, 276, 288, 294, 314, 327, 331, 356, 370, 391,
404, 419, 422, 429, 434, 441, 451, 481, 483, 499
América Central 224
América del Norte 22
América del Sur 48, 157, 159, 163, 171,
172, 175, 176, 177, 251, 289 América Latina 17, 18, 514
Américas, las 39, 40, 48, 56, 57, 68, 141, 156, 157, 158, 170, 175, 196, 235, 245,
253, 254, 255, 275, 292, 305, 341
Amsterdam 229
Andalucía 235
Andes, los 30, 31, 32, 33, 36, 65, 89, 374, 512
Anjou, Felipe de 55
Anserma 43, 103, 105, 113, 119, 209 Antillas 75
Antioquia 30, 31, 40, 45, 46, 64, 69, 77, 91, 92, 117, 120, 121, 122, 125, 126, 127,
128, 129, 132, 133, 139, 140, 141, 144, 145, 147, 150, 210, 211, 212, 213, 214,
215, 216, 217, 264, 294, 298, 302, 308, 337, 350, 364, 392, 406, 470
Aranjuez 483
Arboleda, Antonio de 112
Arboleda, Francisco de 113 Arboledas, los 114
Ardila, Mateo 381
Arévalo, Antonio de 78, 80, 81

««Página 566»».

Argentina 196 Bogotá 30, 34, 40, 42, 43, 44, 50, 51,
Arma 43 55, 64, 70, 74, 86, 87, 88, 89, 91,
Armada de Barlovento 321, 325, 378, 92, 93, 94, 97, 98, 99, 101, 102, 103,
388, 393 132, 135, 136, 142, 147, 148, 149,
Aróstegui, Joaquín de 100 150, 189, 221, 239, 247, 251, 262,
Arrazola y Ugarte, José de 465, 466, 264, 265, 266, 267, 268, 269, 270,
467 278, 284, 285, 286, 287, 289, 290,
Atlántico, Océano 17, 47, 146, 161, 171, 303, 304, 309, 310, 312, 315, 316,
175, 177, 180, 199 317, 319, 321, 326, 329, 331, 333,
Atrato, río 122, 146, 147, 315 335, 336, 339, 348, 349, 350, 352,
Audiencia de Panamá 286, 288 354, 357, 359, 360, 361, 362, 378,
Audiencia de Quito 286 379, 380, 382, 383, 384, 385, 386,
Audiencia de Santa Fe 286, 287, 291, 387, 388, 391, 392, 393, 406, 415, 416,
315, 330, 335, 504 423, 424, 426, 427, 428, 429, 430, 434,
Austria 55 435, 456, 458, 469, 470, 471, 475, 479,
Ayala, Joseph 428 481, 482, 485, 486, 488, 489, 491, 492,
Ayapel 82, 212 494, 495, 496, 498, 502, 504, 506, 507,
Ayos, Antonio 486 508, 510, 511, 513
Azuola y Lozano, José Luis de 459 Bogotá, río 36
Azuola, Luis Eduardo 486 Bolívar, Simón Antonio 18, 512, 513
Bolivia 66
B Bonaparte, José 440, 480
Bonaparte, Napoleón 328, 340, 436, 440,
Bahamas, canal de 73 451, 459, 480, 481, 483, 487, 488,
Bahía Honda 448 499
Balboa, Vasco Núñez de 41 Borbones, casa de los 155, 156, 172,
Baraya, Antonio 492, 494, 507 284, 288, 289, 293, 330, 340, 346,
Barbacoas 65, 103, 105, 124, 132, 139, 374, 404, 432, 436, 478
142, 302, 351, 407
Barcelona 235
Barlovento 389
Barón de Cháves, José 128 Barranquilla 166
Barú, isla de 78, 79
Bebará 213
Belalcázar, Sebastián de 29, 30, 41 Berbeo, Francisco 324, 329, 382, 383,
385, 386, 388, 391, 402, 403
Berrío, José Antonio 331
Blaya, Manuel Mariano de 431, 432, 487 Bocachica 243
Bocagrande 306
Bourgoing, J. F. 236
Boyacá 512
Brasil 106, 118, 121, 127, 141, 142, 224 Bucaramanga 89, 90
Buenos Aires 177, 178, 263, 276, 440, 454 Buffon, George Luis Leclerc 419, 433
Buga 105, 106, 107, 108, 109, 114 Buriticá 119, 125, 212, 214
C
Cabal, José María 428
Caballero y Góngora, Antonio 69, 193,
207, 208, 209, 222, 223, 226, 227,

««Página 567»».

232, 238, 239, 241, 246, 326, 332, 336, 337, 362, 385, 386, 391, 392, 393, 405,
406, 407, 409, 410, 411, 412, 413, 414, 416, 418, 422, 477
Cabo de Hornos 175, 177, 178, 179, 180
Cáceres 42, 43, 126, 264
Cádiz 73, 156, 164, 171, 180, 181, 183, 186, 188, 189, 191, 194, 195, 197, 225,
226, 228, 232, 235, 240, 242, 245, 249, 253, 255, 256, 257, 258, 259, 260, 261,
262, 263, 265, 266, 269, 274, 288, 441, 451, 473, 481, 499, 503, 504, 506
Caicedo, familia 361, 364
Caicedo, Luis 492, 493, 494, 497 Caicedos, los 114
Caja de consolidación de valores reales 452
Caja Real 298, 462
Caldas, Francisco José de 460, 465
Cali 29, 40, 105, 106, 108, 109, 110, 111,
114, 124, 143, 145, 146, 251, 363,
364, 505, 510
Calle Real 91
Caloto 103, 105, 107, 112, 113, 124 Caloto 456
Camacho, Joaquín 460, 485, 486, 492, 494, 505
Campuzano, José María 311, 378, 383 Cañaveral, gobernador 239
Caracas 72, 193, 221, 249, 260, 276, 339, 347, 444, 474
Carare 91, 469
Carbonell, José María 507, 508 Cargadores a Indias 156
Caribe 28, 29, 31, 33, 39, 41, 44, 47, 48, 49, 54, 70, 74, 75, 84, 85, 89, 108, 109,
115, 146, 158, 165, 174, 175, 178, 185, 186, 188, 190, 192, 200, 220, 225, 236,
237, 238, 240, 241, 242, 247, 289, 293, 296, 301, 442, 451, 500
Carlos II 52, 55, 158
Carlos III 21, 24, 156, 188, 194, 195, 196, 198, 200, 204, 207, 305, 306, 309, 312,
316, 335, 345, 346, 359, 362, 373, 374, 396, 434, 440
Carlos IV 271, 424, 439, 440, 441, 475, 480
Carrasco, Francisco 425
Carrera de Indias 158, 163, 167, 197, 199, 255
Carrión y Andrade 238, 239
Carrión y Moreno, oidor 489
Cartagena 25, 27, 28, 29, 31, 32, 41, 44, 47, 49, 50, 51, 52, 53, 54, 61, 64, 75, 77,
78, 80, 81, 82, 84, 85, 91, 92, 124, 142, 145, 146, 149, 150, 159, 160, 161, 162,
163, 164, 165, 166, 167, 168, 169, 170, 171, 172, 173, 174, 177, 178, 179, 180,
181, 182, 183, 184, 185, 186, 187, 189, 194, 199, 200, 201, 202, 203, 212, 219,
220, 221, 224, 225, 226, 227, 231, 237, 238, 239, 240, 241, 242, 243, 244, 245,
246, 247, 249, 251, 252, 253, 254, 255, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 262, 263,
264, 265, 266, 269, 270, 271, 272, 273, 274, 275, 276, 277, 278, 279, 284, 285,
287, 290, 291, 293, 296, 299, 301, 306, 308, 325, 326, 329, 335, 337, 338, 339,
341, 349, 350, 354, 365, 384, 386, 392, 393, 417, 428, 441, 442, 443, 444, 445,
446, 447, 448, 449, 450, 451, 452, 453, 461, 465, 467, 468, 469, 470, 471, 472,
473, 474, 475, 481, 482, 491, 492, 500, 501, 502, 504, 505, 508, 510
Cartagena de Indias 24, 28, 47, 49, 51. 55, 64, 73, 75, 77, 79, 80, 81, 157, 177,
301, 315, 335
Cartago 43, 103, 107, 109, 114, 302 Casa Alegre, conde de 161

««Página 568»».

Casa de Contratación 156, 252, 255, 288, 295


Casa de Moneda de Bogotá 94, 134, 135, 137, 467
Casa de Moneda de Popayán 135, 137 Casal y Freiría, María Josepha del 361
Casals, Benito 316
Casanare 65, 90
Castelfuerte, virrey 173
Castilla 200, 268, 288, 395
Castilla del Oro 27, 28, 72
Catani, Pedro 316, 327
Cauca, Alto 40, 41, 42
Cauca, río 28, 29, 30, 32, 34, 36, 42, 105,
106, 125, 142, 264, 278
Cauca, valle del 30, 31, 33, 37, 43, 44, 64, 70, 73, 105, 106, 107, 108, 109, 110,
111, 114, 115, 122, 124, 143, 510
Caycedo, familia 318
Cédula Real 334
Centroamérica 224
Consejo de Indias 52, 124, 225, 286, 288, 290, 294, 295, 296, 303, 316, 327, 417,
429, 431, 456
Consejo de la Regencia 499, 503, 504, 506, 507, 509
Consejo Supremo de Guerra 324, 383, 385
Contaduría General española 341 Cordillera Central 32, 37, 40, 41, 64, 121, 125,
133
Cordillera Occidental 33
Cordillera Oriental 30, 33, 34, 36, 39, 42, 64, 66, 68, 86, 89, 91, 92, 96, 97, 105,
147, 264
Correo Curioso, Erudito, Económico y Mercantil 459
Cortés, Hernán 31
Cuba 73, 75, 157, 182, 186, 198, 305,
444, 445, 452, 474, 500
Cúcuta 72, 77, 89, 221, 222, 486 Cuenca 328
CH
Cicerón, Marco Tulio 433
Cifuentes, Bernardo 428
Ciudad de México 206, 250
Ciudades Confederadas del Valle 510 Coa, marqués de 260
Cobían Valdés, Antonio 286
Coconuco 113,
Colegio del Rosario de Bogotá 412, 413,
421, 465, 477, 485, 486
Colmenares, Germán 109, 363
Colombia 17, 19, 21, 22, 23, 24, 25, 27, 28, 29, 30, 31, 32, 35, 38, 41, 42, 70, 103,
105, 129, 138, 142, 204, 211, 342, 347, 350, 368, 374, 395, 414, 518, 519
Colonia, la 403, 508
Compañía Francesa de Guinea 124 Congreso de Cúcuta 514
Congreso Nacional 499
Chaparral 90
Charalá 89, 375, 471
Cháves, Luis de 425, 431
Chile 314
Chiquinquirá 88, 94
Chocó 43, 65, 77, 91, 92, 105, 117, 120, 121, 122, 123, 124, 125, 129, 132, 133,
137, 138, 142, 143, 144, 146, 179, 210, 211, 213, 216, 264, 266, 294, 296, 308,
350, 369
Chocontá 94
D
Dabeiba 41
Darién, el 27, 41, 51, 224, 225, 226,
227, 228, 232, 246, 337
De la Torre Miranda, Antonio 83 De Paw 419

««Página 569»».

Declaración de los Derechos del Hombre 424


Demóstenes 433
Derechos del Hombre, declaración de los
426, 429, 431. 433
Díaz de Hoyos, Manuel 265, 266, 267 Díaz Granados, Domingo 502
Díaz Pimienta, Juan de Torreázar 393 Dios 398, 406
Dios Amador, familia 465
Dique, canal del 278, 469
Ducasse, almirante 160, 161
Durán, José María 425, 426
E
Ecuador 32, 61, 66, 347, 512, 513 Edad de Oro española 395
El Dorado 30
El Redactor Americano 459
English South Sea Company 124, 165 Eslava, Sebastián de 296, 297, 299, 300,
301
Eslava, virrey 182, 302, 303, 304, 307, 362
España 18, 20, 21, 44, 46, 47, 48, 51, 53, 54, 55, 56, 57, 72, 73, 75, 78, 84, 94,
121, 155, 156, 157, 158, 159, 160, 161, 162, 163, 164, 165, 166, 167, 168, 169,
170, 172, 173, 174, 175, 176, 177, 180, 181, 182, 183, 184, 185, 186, 188, 190,
191, 192, 194, 195, 196, 197, 199, 200, 201, 202, 203, 204, 205, 217, 218, 219,
220, 221, 223, 226, 230, 232, 233, 234, 235, 236, 237, 238, 240, 241, 245, 246,
247, 248, 252, 253, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 262, 263, 269, 270, 272, 273,
279, 283, 284, 287, 288, 289, 290, 296, 305, 309, 310, 314, 319, 328, 334, 335,
336, 337, 338, 339, 340, 341, 345, 346, 358,
359, 362, 374, 382, 394, 410, 414, 418, 422, 424, 426, 428, 432, 433, 434, 436,
439, 440, 441, 443, 444, 445, 447, 448, 449, 450, 451, 452, 453. 454, 456, 457,
459, 460, 461, 463. 464. 469, 473, 474, 475, 476, 477. 479. 480, 481, 482, 483,
484, 485, 487. 489, 495, 497, 498, 500,
501, 502, 504, 506, 507, 509, 511, 513
Española, isla 476
Espinosa, Diego de 424, 427
Estados Unidos 220, 229, 231, 232, 238, 247, 409, 422, 445, 446, 464, 515
Estados Unidos de América 228 Estados Unidos de Norteamérica 464 Europa 22,
39, 55, 72, 94, 116, 141,
146, 157, 189, 197, 198, 268, 420,
422, 424, 450, 457, 459, 491, 515 Expedición Botánica 223, 413, 414,
422, 432, 477, 486, 487, 507 Ezpeleta, José de 222, 241, 243, 270, 333, 338, 339,
340, 406, 408, 409,
423, 425, 427, 431, 486, 496
F
Facatativá 88, 94
Farnesio, Isabel de 291
Federmán, Nicolás de 30
Felipe V 55, 56, 57, 158, 159, 283,
288, 291, 292, 296, 372
Fernández de Arellano, José 425, 426 Fernández de Lugo 47
Fernández Madrid, José 458 Fernández Moure, Juan 258
Fernando VII 488, 493, 495, 497, 498,
502, 505, 506, 510
Fernando, príncipe 480, 481. 482 Filadelfia 229
Filadelfia, Constitución de 428

««Página 570»».

Flores, Manuel Antonio 193, 200, 239, 307, 308, 318, 319, 329, 372, 392, 393
Flórez de Ocaris 357
Flórez, familia 285, 360
Floridablanca 432
Francia 55, 160, 242, 409, 424, 425, 429, 432, 433, 439, 456, 460, 475, 476, 477,
481, 482
Franklyn, Benjamin 433
Frías, fiscal 507
Froes, Miguel 428
G
Gage, gobernador de Boston 410
Gaira 448
Galán, José Antonio 386, 391, 392, 399, 402
Galavís y Hurtado, Eustaquio 385 Gálvez, José de 193, 272, 305, 312, 314,
315, 327, 328, 330, 331, 332, 341,
345, 350, 373, 410
García de Toledo, José María 502 García Olano, Manuel 317 García-Baquero,
Antonio 176
Gardoqui, Diego de 275
Garrido, Margarita 367, 485, 486
Gil y Lemus, Francisco 240, 241, 337, 338, 408, 409
Girón 86, 89, 102, 220, 350, 386, 455, 492
Gobierno Supremo de España y de las Indias 482
Godoy, Manuel de 475, 476, 480, 497 Gómez, Luis 425, 426
Góngora, Mario 370
Gordon-Murphy and Company 453 Gran Alianza 55
Gran Bretaña 305, 436, 514
Gran Colombia 512, 514, 515
Grillo, general 168
Groot, Pedro 492, 493, 494
Guaduas 64, 89, 425
Guajira, la 35, 85, 448
Guayaquil 178, 179, 186, 223, 277, 349, 468
Guerra de Independencia de los
Estados Unidos 237, 394, 410 Guerra de los Siete Años 188, 305, 306 Guerra de
Sucesión española 55, 56,
57, 158, 160, 163, 165, 168, 250,
284, 288
Guevara, Baltasar de 166, 167, 172 Guirior, Manuel de 94, 95, 96, 101,
184, 190, 191, 192, 218, 239, 307,
308, 323, 412
Gutiérrez de Piñeres, Juan Francisco
193, 194, 213, 314, 315, 316, 317,
318, 319, 320, 321, 322, 327, 328,
335, 337, 375, 384, 397, 410, 485 Gutiérrez, Bernardo 266, 497, 498 Gutiérrez,
Frutos Joaquín 487, 489 Gutiérrez, Frutos María 458, 486 Gutiérrez, José María
458
Guyana 222
H
Habsburgos, casa de los 19, 52, 55, 56, 155, 156, 158, 299, 310, 311, 312, 330,
340, 349, 356, 372, 373, 395, 396, 404
Hacienda Real 303, 304
Hancock, John 410
Heredia, Pedro de 28, 41
Hernández de Alba, Juan 426, 427, 456, 507
Herrera, Ignacio de 492, 494, 497, 498, 505
Hispanoamérica 142, 162, 193, 198, 199, 201
Historia y Genealogías deste Nuevo Reino de Granada 357

««Página 571»».

Honda 30, 64, 74, 91, 146, 150, 251, 265,


304, 308, 384, 386
Humboldt, Alexander von 419, 458, 465 Hurtado, Vicente 210, 211
L
I
Ibagué 30, 42, 90, 267, 413, 510 Ilustración europea 409, 413, 418, 421, 434, 435,
463
Inclán, Joaquín de 426
Indias 48, 57, 158, 159, 164, 166, 169, 227, 243, 272, 276, 288, 292, 312, 350,
373, 453, 483, 484
Indias Occidentales 182, 237
Indias Occidentales Británicas 422 Indias, Consejo de 453
Inglaterra 55, 160, 162, 175, 194, 196,
237, 246, 322, 325, 339, 422, 428,
433, 439, 440, 451, 456, 495 Inquisición, la 412
Iscuandé 65, 103, 105, 124, 142, 351
J
Jamaica 54, 161, 228, 232, 243, 447, 449, 451, 452, 500
La Coruña 275
La Habana 52, 164, 190, 201, 262, 274,
276, 296, 305, 428
León. isla de 499
Leyes de Indias 496
Lezo, Blas de 170, 171, 174, 181 Liévano Aguirre. Indalecio 399
Lima 93, 161, 173, 177, 178, 179, 180, 250, 298. 316. 338, 347, 349, 359, 458
Londres 229, 428
López Duro, Joseph 317
López Pintado 168. 169. 173
Lorica 80
Los Pastos 70
Lozano de Peralta, Jorge Miguel 361 Lozano de Peralta, Jorge Miguel 415, 416,
417, 459
Lozano y Manrique, familia 362 Lozano, familia 361
Lozano, Jorge Tadeo 459, 505, 511 Lozano, José María 427, 428, 459, 490 Luis
XIV 55, 158
Luis XVI 424, 439
Lynch, John 198, 228, 396
Japio 112 LL
Jaramillo Uribe, Jaime 407 Jardín Botánico 412
Jenofonte 433 Llanogrande 107
Jiménez de Quesada, Gonzalo 25, 30, 42, 47 Llanos, los 73, 266, 351, 385, 392,
498
Juan, Jorge 251, 252 Llorente, José 505
Junta de Comercio 159
Junta de Sevilla 481, 482, 483 M
Junta Superior de Real Hacienda 352
Junta Suprema Central 483, 484, 485, Madrid 19, 20, 21, 55, 56, 156, 170,
495, 498, 499, 502, 503, 504, 505 179, 196, 201, 225, 262, 283, 284,
286, 289, 290, 291, 293, 310, 332,
K 341, 345, 347, 394, 412, 428, 429,
Kalmanowitz, Salomon 23 432, 439, 441, 452, 457, 461, 464,
Kuethe, Allan 415 477, 480

««Página 572»».

Magdalena Alto 77, 100, 386, 391 Magdalena Medio 90


Magdalena, río 30, 32, 34, 36, 38, 42, 43, 47, 74, 75, 77, 80, 82, 83, 86, 91, 213,
264, 265, 278, 351, 384, 386, 452, 468, 469
Magdalena, valle del 33, 38, 39, 46, 64, 70, 72, 399, 402
Málaga 275
Manrique, Angel 458
Manso Maldonado, Antonio 291, 292, 293
Maracaibo, ciudad de 221, 222, 339, 500 Maracaibo, golfo de 47,
Marinilla 127
Mariquita 30, 42, 64, 89, 90, 100, 213,
214, 217, 329, 351, 391, 510 Márquez, José Ignacio de 517
Martínez, Manuel Silvestre 316, 327 Marzahl 363
Matarredonda 112
McGreevey, William Paul 204
Medellín 45, 127, 144, 215, 251, 264,
302, 308, 353, 364, 365, 510 Medina de las Torres 30
Melo, Jorge Orlando 130, 133, 137, 138, 139
Memorial de Agravios 494, 495 Mendinueta, Pedro de 339, 406, 442,
443, 444, 445, 446, 457, 479 Meneses, Francisco de 284, 285, 286 Meneses,
presidente 360, 431
Mérida 25
Merino, Luis 266
Mesoamérica 65
Messía de la Cerda, virrey 184, 188, 300,
306, 307, 308, 412
México 31, 71, 72, 118, 119, 157, 159, 196, 205, 206, 221, 250, 253, 359, 360, 481
Mier y Guerra, José Fernando de 260, 262 Minaño, Balthasar 492, 493
Minas Gerais 127, 142
Miranda, Antonio de 422
Miranda, Francisco de 455
Mogotes 375
Mollien, G. 83, 115
Mompós 53, 75, 77, 80, 81, 85, 146, 166, 251, 260, 304, 307, 308, 502, 510
Mon y Velarde, Juan Antonio 128, 145,
211, 213, 214, 215, 216, 406 Monsalve, Antonio José 382 Montalvo, José 458
Monte Pío 334
Monteros, Salvador de los 228, 229, 230
Montes, Francisco 502, 503, 504 Montesquieu 433
Montúfar, Carlos 499, 500
Morales, Antonio 505
Moreno y Escandón, Francisco Antonio 100, 189, 190, 191, 218, 309, 310, 311,
312, 316, 328, 331, 359, 400, 412, 434
Morillo, Pablo 512
Morineau 142
Mortiño 386
Mosquera y Figueroa, Joaquín 331,
426, 427, 430, 431
Mosquera, José de 112
Mosqueras, los 114
Munive, José 486
Mutis, José Celestino 223
Mutis, José Celestino 412, 413, 421,
422, 460, 465, 486
Mutis, Sinforoso 428, 492
Muzo 42, 217
N
Nare 264
Nariño, Antonio 249, 423, 424, 426,
427, 428, 429, 430, 431, 432, 433,

««Página 573»».

J 435, 454, 455, 456, 457, 458, 477, 351, 353, 355, 356, 357, 358, 359,
360, 365, 368, 370, 372, 373, 374, 376, 380, 382, 391, 392, 393, 394, 395, 400.
403, 405, 407, 409, 410,
492, 493, 504, 511
Nariño, Vicente 317
Narváez y la Torre, Antonio de 224, 449,
484, 485, 486, 504 411,412,413,415,416,418,419,
Navarro, Romualdo 316, 359 420, 421, 422, 423, 425, 427, 429,
Neiva 45, 64, 77, 89, 90, 100, 351, 391, 510 433, 434, 435, 436, 440,
441, 442,
445, 446, 447, 448, 449, 451, 452,
Nelson, almirante 441, 450453, 454, 455, 456, 457, 458, 459,
Nemocón 386, 392 460, 461, 462, 463, 464, 465, 468,
Newton, Isaac 433 469, 470, 471, 472, 473, 474, 475,
Nieto Arteta, Luis Eduardo 22 476, 477, 478, 480, 481, 482, 483,
Norteamérica 444, 445 484, 485, 487, 490, 495, 499, 500,
Nóvita 121, 122, 510 501, 504, 509, 510, 511, 512, 513,
Nueva España 17, 157, 193, 205. 211. 514, 515, 516
305, 348 22, 45, 56. 69, 84, 118, Nueva
York 228, 229, 230
Nueva Granada 17, 18, 19, 20, 21, 23, 24, 25, 29, 31, 32, 42, 43, 44, 46, 47, 48,
49, 51, 52, 53, 54, 55, 57, 59, 61, 62, 64, 65, 66, 67, 68, 70, 71, 72, 73, 74, 75, 77,
80, 83, 86, 87, 91, 92, 93, 105, 116, 117,
Nuevo Mundo 435
Nuevo Reino de Granada 25, 30,
31, 32, 61, 155, 156, 157, 158, 160, 162, 163, 165, 172, 173, 179, 180, 181, 185,
187, 191, 192, 200, 201, 204, 218, 220, 234, 239, 243, 245,
119, 120, 121, 131, 132, 136, 137, 258, 259, 268, 270, 291, 295, 297,
140, 141, 142, 146, 150, 151, 153, 298, 351, 373, 425, 448, 460, 472,
155, 156, 157, 159, 160, 161, 162, 476, 498
163, 164, 165, 166, 167, 170, 172, Nuevo Reyno de Granada 61
173, 174, 175, 178, 179, 181, 182,
183, 184, 185, 186, 187, 188, 189, O
190, 191, 192, 193, 194, 199, 200,
201, 202, 204, 205, 206, 207, 208, Ocaña 77, 84, 302, 368, 499
210, 213, 216, 217, 218, 219, 221, Oiba 88
222, 228, 229, 230, 231, 232, 233, Ojeda, Alonso de 27
234, 237, 241, 244, 245, 246, 247, Oligos, Gerardo de 225, 226
248, 249, 250, 251, 252, 253, 254, Opón 278, 469
255, 262, 263, 268, 272, 274, 275, Orinoco, río 33, 221, 348
276, 277, 283, 284, 285, 286, 287, Ortiz de Landázuri, Tomás 192,
341
288, 289, 290, 291, 292, 293, 294, Osorio, José de 316
295, 296, 297, 298, 299, 300, 304, Ospina Vásquez, Luis 23
305, 306, 307, 308, 309, 310, 311, Otro Mundo 469
312, 313, 314, 319, 326, 327, 328, Oviedo, Basilio Vicente de 66
331, 333, 334, 337, 338, 340, 341, Oviedo, provincia de 481
342, 345, 346, 347, 348, 349, 350,

««Página 574»».

P
Pacífico, Océano 33, 43, 65, 73, 103, 104,
105, 106, 109, 110, 120, 121, 124,
125, 133, 140, 142, 143, 144, 146,
147, 148, 150, 158, 165, 175, 177,
178, 179, 180, 350, 351
Palacios de la Vega, Joseph 82
Palmira 107
Pamplona 30, 42, 43, 64, 77, 86, 89, 90,
221, 265, 362, 471, 472, 505, 510
Panamá, istmo de 27, 47, 159, 164, 171,
176, 178, 182, 185, 277, 306, 308,
335, 347, 348, 354, 448, 485
Paniza, Antonio 262
Papel Periódico de Santafé de Bogotá
420, 421, 423, 458, 459
Pardo Osorio, José 383, 384, 385 París, 428, 458
Pasto 32, 34, 39, 44, 50, 64, 65, 103, 105,
106, 251, 349, 351, 371, 392, 407 Patía, valle del 208
Patiño, José 288
Patiño, José de 292, 293
Patiño, Joseph de 167
Paz de Amiens, la 339, 440, 447, 449, 462
Pedroza y Guerrero, Antonio de 286, 287, 290
Peña, Ventura de la 267
Perú, Alto 71
Perú, República del 17, 29, 31, 47, 57, 66, 71, 72, 93, 118, 119, 158, 159, 160,
161, 163, 164, 166, 170, 176,
177, 179, 192, 196, 211, 245, 250, 253, 294, 298, 314, 348, 349, 360, 448, 490,
506
Pestagua, conde de 81
Pey y Ruiz, Juan Francisco 316, 327 Pey, José Miguel 505, 506
Phelan, John 360, 381, 395, 396 Pinchote 375
Pirineos, los 439
Pisco, Ambrosio 384
Pitt, William 433
Pizarro, Francisco 31
Pizarro, virrey 300, 373
Plata, Salvador 382, 397, 398
Plinio, 433
Pointis, almirante 51
Pombo, José Ignacio de 273, 447, 461,
462, 463, 464, 465, 486
Popayán 25, 29, 31, 32, 40, 44, 45, 46, 49, 50, 52, 61, 64, 103, 104, 105, 106, 107,
108, 109, 110, 111, 112, 113, 117, 122, 123, 124, 132, 133, 135, 136, 138, 139,
140, 142, 143, 146, 147, 148, 149, 150, 179, 180, 206, 208, 209, 210, 216, 251,
265, 273, 296, 307, 308, 331, 337, 349, 351, 354, 363, 364, 365, 368, 413, 465,
482, 485, 509, 510
Portobelo 47, 75, 157, 160, 161, 163, 164, 166, 168, 169, 170, 171, 172, 174, 176,
177, 179, 186, 244, 252, 262, 306, 335, 448, 449
Pradilla, Pedro 428
Prazca, conde de 226
Prieto, familia 318, 485
Prieto, Manuel Vicente 456, 458 Puente Real 383, 384, 385
Puerto Bello 251
Puerto Rico 500
Q
Quibdó 123, 510
Quiebralomo 209
Quindío 30
Quito 25, 29, 31, 32, 41, 50, 69, 94, 103, 105, 106, 117, 149, 150, 168, 178, 179,
180, 189, 196, 251, 268, 276, 277, 307, 328, 333, 335, 341, 347, 348, 349, 351,
359, 368, 427,

««Página 575»».

485, 488, 489, 490, 492, 493, 499, Rosillo, Francisco 382
501, 502 Rousseau, 433
R
Raposo 65, 103, 105, 142, 351
Raynal 433
Real Audiencia 333, 485
Real Cédula 317, 331, 444
Real Compañía de Minas y Planifica-
ciones Industriales de Popayán 208
Real Hacienda 287, 301, 302, 308, 315,
320, 330, 333, 352
Real Observatorio Astronómico de Bogotá 414
Reino Español 269
Remedios 42, 119, 126
República de Colombia 513
República de Cundinamarca 510 República de la Nueva Granada 513, 515, 516
República Holandesa 55
Restrepo, José Félix 413
Revilla, Manuel de 317
Ricaurte, familia 318, 485
Rieux, Luis de 423, 428
Río Chico 129
Río de la Plata 198, 245
Río Grande 129
Río Hacha 64, 85, 165, 185, 187, 188, 193, 224, 226, 231, 244, 350, 354, 447
Riohacha 306
Rionegro 127, 215
Ripperdá, barón 291
Robledo, Francisco 317
Robledo, Jorge 41
Rodríguez de Lago, Juan 329, 330 Rodríguez, Manuel del Socorro 423, 459 Rojo,
Vicente 267
Rosario, islas del 243
Rosillo y Meruelo, Andrés María 492, 493, 498
S
Sabanilla 243, 452
Sáenz y Tejada, casa de 262
Salazar, José María 458
Salgar, Pedro 492, 493
San Andrés, islas de 448
San Gil 45, 46, 66, 68, 88, 91. 94, 102, 324, 330, 353, 375, 377, 382. 387, 422,
472, 505
San Ildefonso, tratado de 439
San Jorge, marquesado de 361, 362 San Jorge, río 28, 212
San Juan de los Llanos 30
San Juan, río 122
San Lázaro, castillo de 306
San Sebastián de Urabá 27
San Vicente, cabo de 439
Sánchez de Tejada, Ignacio 487 Sandino, Ignacio 428
Sanllorente, José de Pando y 481, 482 Sanlúcar 253
Santa Coa, marqués de 81
Santa Fe de Antioquia 42, 44, 127, 211, 215, 216, 264
Santa Fe de Bogotá 25, 30, 45, 46, 49, 50, 52, 53, 68, 69, 70, 86, 87, 92, 94, 95,
100, 117, 145, 146, 149, 187, 193, 226, 250, 251, 290, 308, 309, 311, 314, 317,
347, 348, 350, 351, 356, 357, 361, 362, 372, 384, 400, 427, 470, 471, 472, 494,
504
Santa María de la Antigua 27, 41
Santa María, puerto de 253
Santa Marta 25, 28, 29, 30, 31. 33, 61. 64, 80, 84, 85, 145, 159. 160. 163, 165.
183, 187. 188, 193. 218. 224, 225. 226, 227. 231, 240. 244. 245. 287. 308, 350,
354, 442. 446. 447, 448. 449, 468, 484, 509. 512
««Página 576»».

T
Tácito, 433
Tacón, Miguel 510
Tesca 79
Tienda de Cuervo, Bartolomé 293, 294, 295
Tierra de los Osos 127
Tierra Firme 41, 47, 157, 164, 168, 170,
171, 172, 173, 175, 176, 194, 256, 290 Tocaima 486, 510
Tolú, 80, 167
Toro 103, 113, 121, 122
Torreblanca, marqués de 295
Torres y Peña, José Antonio de 421, 459, 476, 482
Torres, Camilo 458, 484, 485, 486,
489, 494, 495, 498, 505
Torres, Tomás Andrés de 243, 504 Trafalgar, batalla de 440, 450 Tribunal de
Alzadas 278, 470 Tribunal de Cuentas 304, 315, 317,
333, 338, 339, 352, 382
Tribunal y Real Audiencia de Cuentas de Bogotá 361
Trinidad 429, 439, 454, 457, 500
Tunja 25, 30, 34, 40, 42, 44, 45, 46, 49, 66, 68, 70, 86, 88, 94, 97, 99, 100, 102,
187, 264, 265, 268, 309, 311, 329, 351, 361, 368, 371, 378, 379, 383, 384, 386,
387, 390, 393, 400, 401, 455, 456, 471, 472, 486, 510
Túpac Amaru 374
Túquerres 407
Twinam, Ann 364
Santa Rosa de Osos 129, 211
Santander, Francisco de Paula 516 Santander, puerto 275
Santiago de Chile 359
Santiago de las Atalayas 30 Santiesteban, Miguel de 90, 92, 132 Santo Domingo
182, 339, 445, 454, 476 Santo Tomás, puerto de 500
Sanz Santamaría de Manrique, Manuela 458 Sarratea, Juan Pablo 262
Semanario del Nuevo Reino de Granada 460 Senegal, río 83
Sevilla 156, 253, 288, 481, 482
Sharp, William 137, 143
Sierra Nevada 28, 33, 35
Silvestre, Francisco 93, 211, 212, 213,
214, 298, 342, 364, 373, 418 Simacota 88, 375
Sinú, región del 28, 41, 80
Sinú, río 28, 33, 35
Socorro, el 45, 46, 68, 70, 73, 88, 91, 94, 102, 150, 318, 324, 329, 330, 353, 371,
375, 376, 377, 378, 379, 380, 381, 382, 383, 384, 385, 386, 387, 390, 392, 393,
397, 401, 402, 404, 471, 472, 492, 493, 505, 510
Sócrates 433
Sogamoso 384, 387, 510
Sogamoso, río 36
Solís, José de 301
Solís, virrey 184, 300, 307
Solón 433
Somondoco 42
Sonsón 213
Soria, Blas de 503
South Sea Company 171
Stoughton 228
Suescún, familia 362 U
Superunda, virrey 178
Supía 209, 210 Ugarte, Pedro 267
Suprema Junta de España y de las Indias Ulloa, Antonio de 251, 252 481 Umaña,
Enrique 428

««Página 577»».

Universidad de Cargadores a Indias 252,


253, 255, 256, 257, 263
Universidad de Santo Tomás 412 Urabá 28, 41
Uribe, Pablo 425, 426
Utrecht, tratado de 124, 162
V
Vadillo, Juan de 41
Valdehoyos, marqués de 81 Valdehoyos, marquesa de 260, 266 Valdés, Juan
Antonio 274, 277 Valencia, Joaquín 208
Valencia, Pedro Agustín de 136, 208, 209 Valencia, Tomás 208
Valenzuela, Eloy 486
Valledupar 84
Varas, Francisco de 295
Vargas, Pedro Fermín de 69, 101, 102, 222, 247, 248, 249, 422, 423, 434, 455,
456
Vasco y Vargas, Joaquín 316, 327, 385 Vásquez de Prada, Valentín 176 Veeduría
General del Comercio 288 Vela, cabo de la 27
Vélez 30, 88, 99, 102, 267, 329, 366, 368,
384, 455, 505, 510
Venezuela 35, 30, 46, 47, 106, 198, 221, 245, 347, 348, 427, 429, 454, 455, 457,
512, 513
Veracruz 157, 159,221, 238, 335 Verástegui, Antonio de 316
Verdugo y Oquendo 100, 309 Vergara, Francisco de 382
Vernón, almirante 171, 181, 301 Viana, Francisco de 328, 453
Victoria 42, 126
Villalonga, Jorge de, conde de la Cueva
287, 289, 290, 291, 293, 295 Villalonga, virrey 167, 360 Villavicencio, Antonio 499,
500, 503,
504, 505, 507
Virreynato de Santa Fe de Bogotá 61
W
Wagner, almirante 161 Washington, George 433
Y
Yañez, Antonio Vicente de 210, 226
Z
Zaragoza 43, 126
Zea, Francisco Antonio 428, 485, 487 Zipaquirá 88, 93, 325, 386, 387, 389,
391, 392, 393, 417, 422, 492

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