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Título original:
Colombia Before Independence
Economy, society, and politics
under Bourbon rule
Traducción:
Hernando Valencia Goelkel
Nicolás Suescún
««Página 05»».
Colombia
antes de la Independencia
Economía, sociedad y política
bajo el dominio borbón
ANTHONY MCFARLANE
««Página 06»».
Portada:
diseño de Camila Cesarino Costa
Ilustración:
Río Bogotá, dibujo de C. Austin, grabado de J. Harris (detalle)
Mapas:
Marco Fidel Robayo
Derechos reservados:
© 1997. Anthony McFarlane
Cambridge University" Press
Isanco de la República
El Áncora Editores
Bogotá, Colombia
Composición y fotomecánica: Servigraaphic Ltda.
Separación de color: Elograf
Impreso en los talleres de Formas e Impresos Panamericana.
Impreso en Colombia
Printed in Colombia
««Página 07»».
CONTENIDO
1. FUNDACIONES página 27
PARTE I
. -ECONOMÍA Y SOCIEDAD EN LA NUEVA
GRANADA DEL SIGLO XVIII página 59
PARTE II
LA ECONOMÍA DEL COLONIALISMO BORBÓNICO:
««Página 08»».
PARTE III
LAS POLÍTICAS DEL COLONIALISMO BORBÓN:
RECONSTRUYENDO EL ESTADO COLONIAL página 281
PARTE IV
PARTE V
««Página 09»».
TABLAS
3.1 Producción de oro en las regiones mineras de la Nueva Granada, según los
quintos, 1700-1799 página 131
5.1 El comercio entre Inglaterra y España, 1784-1793 página 203
Figuras
««Página 10»».
MAPAS
««Página 11»».
ABREVIATURAS Y EQUIVALENCIAS
ARCHIVOS
AGI Archivo General de Indias, Sevilla
AHNM Archivo Histórico Nacional, Madrid AHNC Archivo Histórico de Colombia
(Archivo General de la Nación)
ACC Archivo Central del Cauca, Popayán
AHA Archivo Histórico de Antioquia, Medellín
ACM Archivo del Cabildo, Medellín
BNC Biblioteca Nacional de Colombia, Bogotá
BL British Library, Londres
REVISTAS
ACHSC Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura
AEA Anuario de Estudios Americanos
BHA Boletín de Historia y Antigüedades
HAHR Hispanic American Historical Review JLAS Journal of Latin American
Studies
MONEDAS Y MEDIDAS
castellano: medida de peso del oro con un valor aproximado de 2.5 pesos de
plata.
««Página 12»».
««Página 13»».
Para Angela
««Página 15»».
AGRADECIMIENTOS
Mi trabajo sobre Colombia se ha beneficiado a lo largo de los años con la ayuda y
el consejo de una serie de personas, a quienes aprovecho la oportunidad para
darles las gracias. El profesor John Lynch me suministró una invaluable
orientación durante mis primeros años de investigación, al permitirme desarrollar
un interés en la historia colonial de la América española y, bajo su supervisión,
completar la tesis doctoral que inició mi trabajo en la historia colombiana. También
me beneficié de su apoyo cuando era investigador en el Instituto de Estudios
Latinoamericanos de la Universidad de Londres, así como de la amistad y el
interés del profesor David Rock, colega entonces en el Instituto.
Amigos y compañeros historiadores en España y en Colombia han hecho mucho
porque mis períodos de investigación en los archivos resulten fructuosos y
agradables. Gracias especiales a Hermes y a Gilma Tovar, historiadores de la
Universidad Nacional de Bogotá, por la generosidad y la amistad que me han
demostrado a lo largo de los años y de las que mucho he disfrutado en Bogotá,
Sevilla y Sigüenza. Mi otra gran deuda en Colombia es con Margarita Garrido y
con el desaparecido Germán Colmenares. Sus invitaciones para enseñar en la
Universidad del Valle me permitieron beneficiarme de su pericia en la historia
colombiana, mientras disfrutaba simultáneamente la espléndida hospitalidad que
ellos y sus familias me ofrecieron sin reparos. El personal de los archivos en
Colombia y en España ha sido sin excepción cortés y servicial. Estoy
particularmente agradecido con la señora Pilar Moreno de Ángel y con el doctor
Jorge Palacios quienes, como directores del Archivo Nacional
««Página 16»».
««Página 17»».
INTRODUCCIÓN
««Página 18»».
desde el siglo XVI, y presenció una de las grandes rebeliones populares del
período colonial tardío. Así, a comienzos del siglo XIX se convirtió en un gran
escenario para los experimentos y conflictos políticos resultantes de la ruptura con
España en 1810 y, después de 1819, le suministró a Bolívar una base para librar
las guerras de liberación contra los bastiones supervivientes del poder realista en
el continente.
El período cubierto aquí, entre 1700 y 1810, tiene especial interés ya que abarca
una fase distintiva en la historia de España y de su imperio, delimitada por dos
grandes coyunturas políticas. Abierto con la crisis desencadenada con la accesión
de la dinastía borbónica al trono en 1700, y cerrado con otra crisis causada por su
colapso en 1810, éste fue un período durante el cual la monarquía borbónica trató
de reconstruir el dominio español sobre su imperio, tanto política como
económicamente. En efecto, se dice que el resurgente imperialismo español se
hizo tan vigoroso a fines del siglo XVIII que intentó una verdadera "segunda
conquista de América", y era tan perturbador de los intereses establecidos que
preparó las condiciones para el movimiento que más tarde habría de llevar a la
independencia hispanoamericana.1
Nuestra imagen general de la historia de América Latina en el siglo XVIII es
entonces la de regiones coloniales expuestas a un floreciente imperialismo borbón
que, al racionalizar el sistema colonial, político y económico, con menosprecio de
los intereses coloniales, creó un contexto para el colapso eventual de la autoridad
imperial. ¿Cabe dentro de este cuadro la Nueva Granada? Sabemos que ésta era
una región que, como otras de la América española, se veía afectada directamente
por aquellas medidas borbónicas diseñadas para cambiar las relaciones
económicas y políticas con la madre patria; sabernos también que la reforma
colonial de los borbones suscitó tensiones y resistencias, muy en especial durante
la revolu-
««Página 19»».
1 El mejor resumen de esta posición es John Lynch, The Spanish American Revolutions,
1808-1826 (2a. ed. Londres, 1986), cap. I.
2 Este argumento es expuesto vigorosamente por Indalecio Liévano Aguirre, Los
grandes conflictos sociales y económicos de nuestra historia (3a. ed., Bogotá, 1968).
constantemente dificultades. Al comenzar el siglo, los ministros borbones hallaron
que el gobierno y el comercio de la colonia se hallaban en considerable confusión.
Bajo el régimen de los Habsburgos la región había sido completamente
hispanizada, pero un gobierno laxo, caracterizado por las prácticas corruptas y la
colusión de funcionarios españoles con los
««Página 20»».
««Página 21»».
««Página 22»».
««Página 23»».
««Página 24»».
3 Luis Eduardo Nieto Arteta, Economía y cultura en la historia de Colombia (sexta. ed.,
Bogotá, 1975), cap. I; Salomón Kalmanowitz, Economía y nación: una breve historia de
Colombia (2a. ed., Bogotá, 1986), parte I.
4 Luis Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia, 1810-1930 (Me-Je in. 1955).
último período colonial. La parte III examina las etapas principales en la evolución
de las políticas administrativas y fiscales españolas durante el siglo XVIII, desde el
primer experimento de gobierno virreinal en 1719-23, pasando por el
reestablecimiento del virreinato de la Nueva Granada en 1739, hasta la "revolución
en el gobierno" planeada por Carlos III y sus ministros durante los decenios de
1770 y 1780. La discusión del cambio político y de sus implicaciones
institucionales y financieras tiene su paralelo en la parte IV, mediante el análisis de
las estructuras de gobierno, las características de la cultura política colonial y las
repercusiones políticas de los cambios en las instituciones y en la ideología de la
monarquía española durante los finales del siglo XVIII.
La parte V concluye el estudio con el examen de los efectos de la guerra
internacional y de la crisis metropolitana en la vida económica y política de la
Nueva Granada al comenzar el nuevo siglo, y con una explicación de las
condiciones que hicieron posible un movimiento de autogobierno durante los años
de crisis imperial entre 1808 y 1810. Un breve epílogo insinúa entonces cómo las
estructuras subyacentes de la sociedad y de la economía establecida durante el
dominio español continuaron moldeando el desarrollo del país al menos durante
los primeros cincuenta años de su existencia como república independiente.
Antes de proseguir, una definición. Al referirme a la Colombia del siglo XVIII
prefiero usar el nombre español de "Nueva Granada" en lugar del estorboso y
anacrónico de "Colombia colonial". De hecho, Nueva Granada fue un título puesto
a varias entidades administrativas de diferente escala y propósito durante el
período de
««Página 25»».
gobierno español. Cuando fue utilizado por primera vez por Gonzalo Jiménez de
Quesada a mediados del siglo XVI, el Nuevo Reino de Granada abarcaba las
tierras chibchas que había conquistado, e inicialmente no iba más allá de las
prolongaciones de Santa Fe de Bogotá y Tunja. El nombre tomó una significación
más amplia tras el establecimiento de la audiencia de la Nueva Granada y de la
arquidiócesis de la Nueva Granada a mediados del siglo XVI. La jurisdicción de la
audiencia abarcaba el centro y el norte de Colombia, mientras que la mitad sur del
país, en la enorme provincia de Popayán, caía bajo la jurisdicción de la audiencia
de Quito. La arquidiócesis, por el otro lado, vinculaba a la Nueva Granada con las
diócesis de Popayán, Santa Marta, Cartagena y Mérida. Por último, durante el
siglo XVIII, la Nueva Granada quedó relacionada con una entidad política mucho
más grande, el virreinato de la Nueva Granada, que incorporaba un área enorme
bajo su jurisdicción, la que comprendía las audiencias de Quito y Nueva Granada
y la capitanía general de Venezuela. Para evitar confusiones el lector debe anotar
que mi uso del término Nueva Granada sigue la práctica común entre los
historiadores colombianos, y se refiere sólo al territorio de la moderna Colombia.
««Página 26»».
Mapa 1.1
Relieve de la Nueva Granada
««Página 27»».
1 FUNDACIONES
Para trazar los orígenes de la sociedad colonial española que más tarde se
convirtió en república de Colombia debemos volver a los decenios iniciales del
siglo XVI, cuando los españoles merodeaban en la costa comprendida entre el
cabo de la Vela y el istmo de Panamá en busca de oro y de esclavos. 5 Los
experimentos para constituir establecimientos permanentes en estas costas de
tierra firme comenzaron temprano. Alonso de Ojeda fundó la primera colonia en
territorio colombiano en San Sebastián de Urabá, en 1510, después de que sus
excursiones a la región de Cartagena fueran repelidas por tribus locales
beligerantes. Una mayor hostilidad de los indios, provocada por las renovadas
incursiones españolas en busca de esclavos, obligó a un nuevo movimiento hacia
occidente, a Darién, donde los españoles fundaron una nueva base en Santa
María de la Antigua. Una vez más, la colonia fue de corta vida. Azotados por las
enfermedades, los indios locales se volvieron incapaces de sostener a la
comunidad parasitaria europea y en 1524 fue abandonado el lugar. Una vez más
los españoles se movieron hacia occidente, esta vez a Panamá, la cual, con el
nombre de Castilla del Oro, se convirtió en un nuevo foco de la actividad
española.6 Luego, en 1526, otros
««Página 28»».
5 . La mejor fuente de información sobre estos primeros años, en la que se basa este
relato, es Carl O. Sauer, The Early Spanish Main (Berkeley & Los Angeles, 1966), pp.
104-19, 161-77
6 Ibid., pp. 218-37, 247. También Mario Góngora, Los grupos de conquistadores en
Tierra Firme, 1509-1530 (Santiago de Chile, 1962), pp. 16-38.
7 . Juan Friede, "La conquista del territorio y el poblamiento", en Manual de historia de
Colombia (2a. ed., Bogotá, 1982), Vol. I, pp. 130-6. Sobre la historia de Santa Marta
más avanzado el siglo XVI y durante el siglo XVII, ver Trinidad Miranda Vásquez, La
gobernación de Santa Marta, 1570-1670 (Sevilla, 1976).
En el mismo decenio los españoles obtuvieron otra base permanente en la costa
cuando, en 1533, Pedro de Heredia fundó la ciudad de Cartagena de Indias. Este
establecimiento no tardó en atraer a centenares de aventureros y extendió
rápidamente su influencia hacia occidente, a la región del río Sinú y de Urabá, y
hacia el sudoeste, hasta la parte baja de los ríos Cauca y San Jorge. El oro
hallado en las tumbas indias del Sinú actuó como un imán, atrayendo a los
españoles a saquear la región con total indiferencia a la vida y la cultura indias.
Más adelante la rapiña española le abrió paso a una explotación más sistemática
de la tierra y sus habitantes. A partir de 1540 se establecieron ganaderías en las
vecindades de Cartagena, y los indios sobrevivientes eran congregados en
encomiendas con el fin de que suministraran los tributos requeridos para sostener
los establecimientos de los invasores. Como Santa Marta, Cartagena lanzó
expediciones tierra adentro,
««Página 29»».
buscando en el interior nuevas fuentes de oro indio. 8 Y así, durante las décadas de
1520 y 1530 los españoles habían sentado los cimientos de una región importante
en la sociedad colonial de Colombia: la de la costa del Caribe, centrada en
Cartagena y Santa Marta.
Al establecer bases en el litoral caribe, los españoles no se limitaron a echar
raíces permanentes en la costa de Colombia; también crearon estaciones para
conquistar y colonizar desde ellas el interior colombiano. Después de años de
reconocimiento, incursiones y establecimientos en pequeña escala, la penetración
al interior de Colombia se logró finalmente a finales de los años treintas y
cuarentas del siglo, después del descubrimiento del Perú por Pizarro. Al comienzo
su conquista del Estado inca amenazó con amenguar la actividad española en
Colombia, mientras la promesa de ricas recompensas atraía a los españoles hacia
el Perú. Pero el logro de Pizarro también espoleó a los españoles en la búsqueda
de nuevas civilizaciones en las tierras entre Colombia y el Perú, y un decenio
después de la conquista peruana bandadas de aventureros europeos entraron al
interior de Colombia y crearon "el reino de la Nueva Granada".
PATRONES DE CONQUISTA
Luego lanzó expediciones hacia el norte, en busca del legendario El Dorado. Una
de esas entradas al norte siguió el cauce del río Cauca hacia las cordilleras
occidental y central de los Andes colombianos, lo que preparó el camino para la
creación de una cadena de establecimientos que ligaban el valle del Cauca a los
establecimientos españoles en las tierras ricas en oro de Antioquia. La otra
entrada fue a lo largo del río Magdalena hacia la Cordillera Oriental. En 1538
Belalcázar al fin llegó a tierra de los chibchas, tan sólo para encontrarse con que
otras dos expediciones, de Santa Marta y Venezuela, habían llegado antes que él. 9
««Página 31»».
««Página 32»».
la Nueva Granada y distinta a ella. Era una región donde la conquista había sido
mucho más lenta que en el Nuevo Reino, porque la prolongada resistencia de las
naciones indias en la Cordillera Central impedía que los colonizadores españoles
explotaran recursos de tierra y trabajo al mando de los encomenderos. 12 Durante
la mayor parte del período colonial, la provincia de Popayán estuvo bajo la
jurisdicción de la audiencia de Quito más que de la audiencia de la Nueva
Granada. La Colombia posterior a la conquista era, así, una entidad fragmentada,
geográfica, social y administrativamente. Las fundaciones españolas estaban muy
dispersas y cada una tendía a convertirse en una célula aparte, cuyos habitantes
trataban de delimitar su propio territorio contra los competidores, a fin de
monopolizar sus recursos. Esta tendencia a la creación de unidades locales
autónomas estaba además acentuada por las dificultades de comunicación y por
lo abrupto del terreno.
El contexto geográfico dentro del cual tomó forma la sociedad colonial española se
aprecia rápidamente con una ojeada al mapa 1.1, que muestra los principales
contornos de la geografía del territorio. Más de mil kilómetros separan a
Cartagena, en la costa caribe, de Pasto, en los límites con Ecuador, y entre estos
dos puntos yacen varias regiones físicas y climáticas distintas. En el centro del
territorio hay un gran cuerpo de montañas, formadas por el extremo norte de los
Andes. De una sola cadena en el sur se despliegan en tres cordilleras que echan
12 Germán Colmenares, Historia económica y social de Colombia, vol. II:
««Página 33»».
en el centro y casi 3.300 en el oriente, con muchos picos que pasan de los 4.500
metros. El resto del país lo constituyen tres grandes zonas de tierras bajas,
flanqueadas a lo largo de las montañas. Una está en occidente, en la costa del
Pacífico, donde los ríos de la Cordillera Occidental se deslizan hacia el océano a
través de una áspera faja de llanuras en su mayor parte cubierta por densos
bosques pluviales. La otra está al oriente del centro de los Andes, donde los altos
picos y las cuencas intramontañosas de la Cordillera Oriental se deslizan a otra
región mucho más grande de tierras bajas. Aquí las masivas, dilatadas llanuras de
los llanos colombianos se forman en torno a los muchos ríos que fluyen de la
Cordillera Oriental hasta las cuencas del Orinoco y del Amazonas. Por último, al
norte del país yace otra gran región de llanuras, rota sólo por una aparición final
aislada de montañas altas en la Sierra Nevada de Santa Marta. Esta es la región
costera del Caribe, un área enorme atravesada por varios sistemas fluviales que
bajan de la cordillera hacia el mar.
La proximidad al ecuador significa que la mayor parte del territorio es tropical, pero
las diferencias de altura producen agudas variaciones regionales y locales en el
clima. Se destacan cuatro principales zonas climáticas. La primera y más extensa
está formada por las tierras bajas tropicales, que los españoles llamaban tierra
caliente; puede definirse como la que incluye todas las áreas a alturas por debajo
de los 1.000 metros, con una temperatura promedio anual superior a 24 grados
centígrados. Algunas de las tierras bajas tropicales albergaban sustanciales
poblaciones nativas en el tiempo de la conquista. Ejemplos notables son los
fértiles bolsones de tierra en la zona costera entre Santa Marta y el río Sinú y los
trozos de tierra caliente en la parte central de los valles del Cauca y Magdalena,
donde los suelos eran fértiles y la lluvia moderada. Pero la mayor parte de las
tierras bajas tropicales estaban muy poco pobladas, antes y después de la llegada
de los españoles. En la costa occidental, al borde del Pacífico, las altas
temperaturas de la tierra caliente se combinaban con fuertes lluvias y los suelos
pobres y pantanosos de
««Página 34»».
la región estaban cubiertos por una densa capa de bosque primitivo. Al oriente, los
llanos ofrecían pocos halagos para establecerse en ellos. Los pastos y los
bosques de las llanuras, inundados recurrentemente, eran inapropiados para la
agricultura con arado y sostenían tan sólo a grupos nómades de cazadores y
recolectores. Esas, entonces, eran regiones que tentaban a pocos colonizadores
españoles, la mayoría de los cuales prefería zonas montañosas donde la altura
aliviaba el calor de los trópicos y donde se encontraban en tierras fértiles grandes
poblaciones nativas.
Una zona así se encontró en el área climática de la tierra templada, donde el suelo
se levanta entre 1.000 y 2.000 metros y la temperatura media baja a alrededor de
17 grados y medio. Allí, en las vertientes y en los valles templados de las
cordilleras, donde cereales y cosechas nativas podían complementarse con
azúcar, tabaco y algodón, los españoles encontraron tierras fértiles y bien
pobladas. La otra zona climática que los atraía era el país más frío, la tierra fría,
que está entre los 2.000 y los 3.000 metros. Aquí, especialmente en la Cordillera
Oriental entre Bogotá y Tunja, y en las alturas sureñas alrededor de Pasto, los
españoles encontraron un medio que era ideal para una agricultura mixta de maíz,
papas y cereales europeos como trigo y cebada. Más allá, por encima de los 3.000
metros, se extendían grandes zonas que los españoles, como los indios,
ignoraban. Eran las tierras más frías y casi incultivables del páramo, yermos
envueltos en niebla que se extienden hasta los límites bajos de la línea de nieve,
entre 4.000 y 5.000 metros. Fue así entonces, en la tierra fría y en la tierra
templada del interior montañoso, entre las cordilleras y en las vertientes de los ríos
Magdalena y Cauca, donde los españoles fundaron la mayor parte de sus
establecimientos coloniales. En estos escenarios no sólo encontraban un medio
tolerante con los europeos, sino también sociedades indígenas grandes y
adelantadas. Sobre esta base, la sociedad colonial puso sus fundaciones más
firmes.
««Página 35»».
««Página 36»».
tribus del interior.14 Entre los taironas y los sinúes había otras agrupaciones
nativas más pequeñas, con su propio lenguaje distintivo y formas de organización
social. Eran también agricultores sedentarios que vivían del maíz y de la yuca, los
dos grandes productos tropicales, complementados con pesca y caza abundantes
halladas en el área costeña. El litoral caribe estaba entonces relativamente bien
poblado antes de la conquista y su arco de establecimientos, alargándose por la
costa y hacia el interior por los grandes ríos, primero había de ser una barrera y
después como un trampolín para la invasión española. 15
El interior montañoso de los Andes era el principal objetivo de esa invasión. Allí los
españoles encontraron culturas indígenas florecientes, particularmente en las
cuencas altas de la Cordillera Oriental. Durante la evolución del cultivo del maíz en
el pasado distante, las cuencas intermontañosas, los estrechos valles y las
mesetas altas y frescas habían atraído migración de los establecimientos
ribereños en las tierras bajas de la costa. Como el maíz requiere un patrón
particular de distribución estacional de la temperatura y de la lluvia para su cultivo
más productivo, los campesinos nativos se habían desplazado al interior,
moviéndose a lo largo de los valles de los ríos Magdalena y Cauca y hacia las
faldas montañosas en busca de la combinación óptima de factores físicos y
meteorológicos. El terreno y el clima benignos de las cuencas altas suministraban
precisamente esa combinación, y los indios que se asentaron en esta área
desarrollaron concentraciones relativamente densas de población, basados en una
agricultura intensiva y variada. En la región formada por la alta desembocadura de
los ríos Bogotá y Sogamoso, situada entre 2.500 y 3.000 metros, estaba
emergiendo una vibrante civilización nativa en el momento de las invasiones
europeas. Grupos tribales se habían juntado dentro de la laxa federación de los
"reinos"
««Página 37»».
««Página 38»».
1978), pp. 22-199, y en A.L. Kroeber, "The Chibcha", en Julian H. Steward (ed.),
Handbook of South American Indians, 7 vols. (New York, 1963), vol. 2, pp. 887-909.
17 Sobre las culturas indígenas de la región caucana ver Gregorio Hernández de Alba,
"The Highland Tribes of Southern Colombia", en Steward, Handdbook of South American
Indians, vol. 2, pp. 915-60; ver también su "Sub-Andean Tribes of the Cauca Valley", en
ibid., vol. 4, pp. 297-327. Sobre el comercio, minería y orfebrería de los indios del
Cauca, ver Herman Trimborn, Señorío y barbarie en el Valle del Cauca (Madrid, 1949),
167-92.
culturas distintivas. De éstos, los pastos y los quillacingas eran probablemente los
más grandes.18 Tenían una agricultura avanzada, basada en el cultivo de maíz y
papas, y algunos habrían de sobrevivir como poblaciones campesinas
sustanciales después de la conquista española.
Las sociedades nativas fueron rápida y severamente empobrecidas en el siglo
después de la conquista. Es imposible evaluar precisamente la escala y el ritmo de
la decadencia porque los cálculos sobre la población india de la época varían
enormemente. Algunos historiadores creen que la población nativa de Colombia
no pasaba de
««Página 39»».
850.000 habitantes cuando los españoles llegaron. 19 Otros estiman que ascendía
a los tres millones y posiblemente pasaba de cuatro. 20 De hecho, un cálculo
reciente indica una población superior al millón de habitantes en la sola región de
la Cordillera Oriental, con otro millón en el valle del Cauca, por lo menos medio
millón en la costa del Caribe y con poblaciones entre 300.000 y 400.000 para el
alto y medio valle del Magdalena y sus faldas centrales, y para la región sureña
del altiplano en torno a Pasto. 21 En vista de estos cálculos, la escala de
decadencia demográfica durante el siglo después de la conquista es aterradora.
La mayoría de las comunidades indias habrían de experimentar reducciones
catastróficas, y algunas sufrieron la completa extinción.
««Página 40»».
Los españoles se sentían atraídos ante todo a áreas con población nativa
sustancial, pues éstas tenían trabajo indio que podía ser movilizado para atender
las necesidades de los colonizadores por medio de la encomienda y de la mita
urbana.23 Por eso la región chibcha, con su densa población, sus tierras bien
cultivadas y su fuerza laboral disciplinada, se volvió pronto el área medular para la
ocupación española del interior, centrada en Bogotá y Tunja. 24 En el sur, los
españoles se asentaron en el valle del alto Cauca, con fortines en Popayán y Cali;
al occidente entraron a la Cordillera Central y fundaron la provincia de Antioquia.
Las comunidades indias en esas regiones rara vez eran comparables con los
chibchas en su complejidad social y económica; sin embargo, tenían poblaciones
relativamente grandes, sistemas agrícolas bien organizados y, más importante,
tradiciones de minería de oro y de orfebrería, todo lo cual estaban ansiosos de
explotar los españoles, Así, las comunidades
««Página 41»».
indígenas más grandes no tardaron en ser sometidas para satisfacer las dos
necesidades primarias de los españoles: establecer una colonización permanente
basada en el control de las sociedades agrícolas nativas, y explotar los depósitos
de metales preciosos.
En esos primeros años, la búsqueda del oro se relacionaba más con el pillaje que
con la minería. En la década de 1530 Pedro de Heredia y sus compatriotas
exploraron y atacaron la región del Sinú, entre Cartagena y Darién, depredando
las tumbas indígenas en busca de adornos póstumos. Después del robo de
tumbas en el litoral caribe se vieron atraídos hacia el interior en busca de botín, y
en particular hacia la Cordillera Central.26 Desde 1536 varias expediciones,
embriagadas por las mismas historias sobre Dabeiba que habían seducido a
Balboa mucho años atrás, echaron camino hacia Urabá, donde los hombres de la
costa habrían de hallar competidores del sur. Cuando Juan de Vadillo llegó al alto
Cauca en 1538, encontró una expedición enviada por Sebastián de Belalcázar
desde Quito y que, bajo el mando de Jorge Robledo, había descubierto ya oros
aluviales
««Página 42»».
««Página 43»».
««Página 44»».
ese tiempo, sin embargo, se habían trazado los circuitos principales del comercio
interno y externo del territorio. La Nueva Granada se había convertido en una
región distintiva del imperio, por fuera de la órbita hacia el sur del gran espacio
peruano basado en la plata, y con sus propias conexiones comerciales con
28 Esta relación sobre la primera minería está tomada de dos fuentes: Germán
Colmenares, Historia económica y social de Colombia, 1537-1719 (Bogotá, 1973), vol. I,
pp. 188-95, y West, Colonial Placer Mining, pp. 9-34.
29 Colmenares, Historia económica, vol. I, pp. 217-50.
España.30
««Página 45»».
A medida que los blancos y los mestizos pobres encontraban cada vez más difícil
vivir en la desfalleciente economía de los encomenderos y los mineros,
desertaban hacia áreas rurales donde fundaban establecimientos agrícolas que
más tarde habrían de convertirse en parroquias españolas. Tal, por ejemplo, fue el
origen de ciertas áreas en las regiones de San Gil y Socorro, al norte de Tunja, y
en las de Medellín, en Antioquia, que habrían de volverse mucho más importantes
en el siglo XVIII.
Las tendencias a la ruralización y a una mayor autosuficiencia doméstica en la
Nueva Granada durante el siglo XVII sugieren que la región se volvió más pobre a
medida que se reducía la minería de oro, pero no significan necesariamente que la
colonia hubiera visto una retirada generalizada a la decadencia económica. Las
jeremiadas de los funcionarios reales pueden exagerar la escala de la depresión
en la Nueva Granada, ya que primordialmente estaban preocupados por explicar
el descenso en los ingresos y por consiguiente les inquietaba el desempeño de los
impuestos en la producción de oro. Disminuida como incontestablemente lo
««Página 46»».
con la venta de trigo, ganado y productos del azúcar en las regiones mineras de
Antioquia, Popayán y el valle del alto Magdalena, donde el flujo de oro con que se
pagaban consolidaba los fundamentos de una agricultura comercial establecida a
fines del siglo XVI.36 Había también signos de que la colonia estaba desarrollando
un sector manufacturero rudimentario. En el decenio final del siglo XVI, el
presidente de la audiencia de Santa Fe llamó a los corregidores bajo su
jurisdicción para que organizaran el trabajo indio en talleres para producir telas de
lana, faldas de lana rústica, cobijas y sombreros. 37 En 1610 había seis obrajes de
éstos en la ciudad de Tunja, y durante el siglo XVII la ciudad se convirtió en el
núcleo de un comercio floreciente, conducido con otras regiones de la Nueva
Granada y con la vecina Venezuela. 38 El crecimiento del comercio interregional se
reforzó aún más durante finales del siglo XVII con el desarrollo de comunidades
agrarias en las regiones de San Gil y Socorro, las que producían textiles de
algodón crudo tanto para su propio uso como para mercados en otras áreas de la
Nueva Granada. Así, durante el siglo XVII la Nueva Granada pasó por una larga
««Página 47»».
El comercio con España estaba a cargo de los "galeones de Tierra Firme", que
abastecían a la Suramérica española vía Cartagena de Indias y
Portobelo/Panamá. En los primeros años de la colonización española en territorio
colombiano, había habido varias rutas posibles para conectar a la Nueva Granada
con las rutas de comercio español en el Atlántico. Una ruta era terrestre a través
de Venezuela hasta el golfo de Maracaibo; otra posibilidad era una ruta que
conectara las vías marítimas del Pacífico, que corrían entre Perú y Panamá; otra
era por Cartagena de Indias, vinculada al interior por el río Magdalena. Al final
predominó esta última, gracias principalmente a la ascendencia de Jiménez de
Quesada y su patrón Fernández de Lago. Así, en lugar de ser absorbida en una
esfera de influencia venezolana u orientada hacia la economía emergente
Perú/Pacífico, la Nueva Granada tomaría a Cartagena como su puerto principal y
miraría al norte, hacia el Caribe, para sus conexiones con el sistema de comercio
trasatlántico español.39
««Página 48»».
Los historiadores suelen considerar este cambio en el patrón de los viajes, junto
con un descenso en el valor de los cargamentos de tesoro registrados
oficialmente, como síntoma de una decadencia en el comercio americano y como
señal de que las economías coloniales se estaban contrayendo o se estaban
volviendo más capaces de suplir sus propias necesidades. De hecho, el
movimiento más lento del tráfico trasatlántico no reflejaba necesariamente una
crisis del comercio colonial. Es cierto que las cifras oficiales muestran un descenso
39 Ver Gómez, L'envers de L'Eldorado, pp. 1 19-39. Los primeros desarrollos del
comercio español con Nueva Granada están descritos en Pierre y H. Chaunu, Seville et
l'Atlantique (1504-1650), 8 vols. (París, 1955-60), vol. XVIII (Parte 1), pp. 1016-42.
40 Colmenares, Historia económica y social, vol I, p. 242.
41 Lugardo García Fuentes, El comercio español con América, 1650-1700 (Sevilla,
1980), pp. 402-3.En su cuantificación de los movimientos de embarcaciones durante
este período, García Fuentes muestra que el tráfico trasatlántico cayó a sólo 22% del
total para el siglo y durante cincuenta años escasamente recuperó los niveles
alcanzados en el decenio de 1610 a 1619. Ibid., p. 218.
en el valor del tesoro llevado a España desde América del Sur, pero la
generalizada evasión de impuestos significa que las estadísticas del gobierno no
son muy de confiar. Si nos volvemos a los cálculos más realistas de ingresos al
tesoro provenientes de las Américas que eran hechos por comerciantes fuera de
España (en particular los holandeses), parece que, lejos de contraerse, el valor del
tesoro exportado desde las Indias subió considerablemente a finales del siglo XVII.
En efecto, estos cálculos sugieren que los ingresos del tesoro alcanzaron en las
décadas de 1670 y 1690 niveles que excedían los picos alcanzados en el auge de
la primera gran bonanza minera americana. 42 Así, aunque las flotas viajaran con
mucha menor frecuencia en la segunda mitad del siglo XVII, es posible que hayan
llevado una mercancía más valiosa.
««Página 49»».
ilegal con las vecinas colonias españolas, las costas de la Nueva Granada se
convirtieron en una meta favorita para los contrabandistas. Cartagena de Indias
era particularmente atractiva porque las importaciones podían cambiarse por oro
del interior, y porque los contratos para la trata de esclavos que la corona
española otorgaba a compañías extranjeras suministraban un tapujo para la
importación ilegal.43 Los recursos coloniales se desviaban entonces hacia los
extranjeros por medio del contrabando, en un patrón de comercio ilegal que había
de presentarles a los gobiernos borbones un problema persistente a lo largo del
siglo XVIII.
A finales del siglo XVII la laxitud del control económico español sobre la Nueva
Granada era comparable a la debilidad del gobierno colonial. En teoría, el
gobierno estaba estructurado clara y efectivamente. En su cima estaba la
audiencia de la Nueva Granada, creada en 1550, con su sede en Bogotá y con la
responsabilidad última en materia de leyes y gobierno civil. 44
««Página 50 »».
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««Página 54»».
50 AGI Santa Fe 357, "Memorial de Carlos de Alzedo y Sotomayor al Consejo de Indias"
(San Lorenzo, octubre 31, 1699). Ver también Matta Rodríguez, El asalto de Pointis, pp.
135-49.
51 AGI Santa Fe 357, "Lo que resulta de las consultas hechas al Consejo por D. Carlos
de Acedo Sotomayor".
52 Matta Rodríguez, El asalto de Pointis, pp. 65-78.
España sobre la colonia a fines del siglo XVII. Esta, por supuesto, era parte de una
deficiencia estructural más seria en las relaciones económicas imperiales, ligada a
la incapacidad de España para suministrar a sus colonias una fuente de
importaciones que fueran lo bastante baratas para competir con productos
extranjeros suministrados directamente por los ingleses, holandeses y franceses
del Caribe. Las raíces del problema, en suma, estaban en la estructura misma del
comercio trasatlántico español que, al concluir el siglo XVII, era poco más que un
conducto para productos extranjeros trasladados a América a través de España.
La penetración comercial extranjera también reflejaba la debilidad política de
España en la colonia. No sólo los bajos salarios y la laxa supervisión de los
funcionarios llevaban a una extensa colusión para el contrabando, sino que a
finales del siglo XVII la Nueva Granada también parecía haberse fragmentado en
un enjambre de provincias virtualmente autónomas alejadas de la supervisión
española. Los jueces de la audiencia en Bogotá podían tratar de afirmar su
autoridad sobre las provincias, pero ésta no era realmente reconocida. De hecho,
cuando el presidente de la Nueva Granada trató de respaldar la desdichada misión
de Alcedo a Cartagena en 1698, la consiguiente disputa entre el gobernador y la
audiencia estuvo a punto de llegar al conflicto armado y terminó con la escapatoria
del gobernador a Jamaica.53 Tras esta áspera crisis dentro del gobierno colonial
yacía otro fenómeno que reflejaba y acentuaba la debilidad de la autoridad real: la
generalizada evasión de los tributos reales. El estado empobrecido de los tesoros
reales de Nueva Granada mostraba que los funcionarios coloniales habían sido
corrompidos profundamente, mientras que la falta de fondos también deterioraba
la administración y la defensa efectivas.
««Página 55»».
A comienzos del siglo XVIII, el control de España sobre el gobierno y los recursos
de la Nueva Granada era sumamente débil. Los gobiernos provinciales operaban
sin referencia a la audiencia en Bogotá, las finanzas reales eran un desastre, el
comercio estaba principalmente en manos de extranjeros y la defensa costera era
tan débil que Cartagena de Indias, el puerto principal y la fortaleza más importante
de la colonia, había sido incapaz de rechazar un ataque de un filibustero francés.
En suma, el gobierno de la Nueva Granada estaba dividido y era inefectivo,
cortado de la línea clara de mando de la España metropolitana y sin una fuente de
autoridad indisputada dentro de su propio territorio.
Si el gobierno en Madrid tenía conciencia de estos problemas, no estaba en
posición de remediarlos. Durante el último decenio del siglo XVII el gobierno en
España se hallaba a la deriva, en espera de la muerte de su rey inválido y sin
herederos. Luego, con la muerte de Carlos II en 1700, España entró en una honda
crisis política. Cuando Felipe de Anjou, nieto y protegido de Luis XIV, heredó el
««Página 56»».
««Página 58»».
Página en blanco
««Página 59»».
Parte I
Economía y sociedad en la
Nueva Granada del siglo XVIII
««Página 60»».
Página en blanco
««Página 61»».
RECURSOS Y REGIONES
Los mapas del siglo XVII de la Nueva Granada muestran un país dividido en
cuatro grandes unidades administrativas, todas reliquias de la conquista española.
56 Kamen, The war of Succession, pp. 83-117; John Lynch, Bourbon Spain, pp. 60-6.
En la costa caribe estaban los dos gobiernos de Santa Marta y Cartagena; en el
interior, el Nuevo Reino de Granada dominaba el oriente del país; en el oeste y
sudoeste yacía la gran gobernación de Popayán, que se extendía hasta los límites
con Ecuador. Los mapas del siglo XVIII, en contraste, presentan un cuadro más
detallado de los rasgos topográficos y de las divisiones administrativas del
territorio, mostrando todas las provincias creadas por colonización después de la
conquista y, en mapas más tardíos, colocando estas provincias dentro del marco
del virreinato creado por la monarquía borbónica. 57 La mayor sofisticación
cartográfica era en parte un reflejo del progreso del gobierno bajo el régimen
borbón, y el espléndidamente detallado Plan Geográfico del Virreynato de Santa
Fe de Bogotá, Nuevo Reyno de Granada, elaborado en 1772, refleja las nuevas
inquietudes con el ordenamiento y control del territorio colonial. 58 Pero si mejores
mapas presentan una definición más exacta de la tierra y sus límites políticos,
mucho se oculta bajo
««Página 62»».
DEMOGRAFÍA Y ECONOMÍA
««Página 63»».
Recursos y regiones
Mapa 2.1
Distribución de la población en la Nueva Granada, 1778-80
(Para los datos del censo en que se basa este mapa, ver Apéndice A, Tabla 1)
««Página 64»».
««Página 65»».
««Página 66»».
mográfica que contrastaba agudamente con la de las tierras andinas al sur, con
Ecuador, Perú y Bolivia.62
El mestizaje era la fuerza propulsora tras el crecimiento de la población. En 1751
Basilio Vicente de Oviedo llamó la atención sobre el fenómeno del mestizaje y sus
repercusiones en la sociedad rural cuando se refería al cambio de población en un
área de la provincia de Tunja:
En la jurisdicción que hoy es del pueblo de San Gil... Había tres aldeas que en el
pasado tenían 1.000 indios; eran Guane, Chancón y Charalá y Oiba. Hoy hay en
estas tres aldeas 200 indios, mientras que de los llamados españoles que
incluyen blancos, mestizos, cuarterones y cholos— hay más de 10.000 habitantes,
de los que en verdad no más de 200 han venido de España a establecerse. 63
61 Apéndice A, Cuadro 2.
62 Apéndice A, Cuadros 3 y 4.
63 Basilio Vicente de Oviedo, Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada
(Bogotá, 1930), p. 118.
Aunque Oviedo tenía cuidado en aclarar que los indios no habían sufrido la misma
tendencia marcada a declinar donde se habían establecido pocos blancos, el
proceso que describe era típico de la mayor parte de la Nueva Granada, y refleja
una tendencia general de la población mestiza a expandirse a una tasa mucho
más rápida que la de los indios. Los indios eran constantemente llevados de sus
propias comunidades a áreas de colonización blanca donde, por matrimonio y
cohabitación con mestizos, quedaban añadidos a la población mixta mientras que
simultáneamente reducían la base reproductiva de sus comunidades originales. 64
El crecimiento de la población mestiza estaba muy marcado en la región de la
Cordillera Oriental, donde se reflejaba claramente en presiones para revisar el
status de las tierras protegidas de los indios,
««Página 67»».
64 Ibid. Para una visión general del descenso de la población india en las provincias de
Tunja y Santa Fe, y sus consecuencias, ver Colmenares, La provincia de Tunja, pp. 85-
114, y Margarita González, El resguardo en el Nuevo Reino de Granada (Bogotá, 1970),
pp. 47-80.
65 Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos sobre historia social colombiana (Bogotá, 1968). pp.
170-1; González, El resguardo. pp. 65-70.
66 Los resultados de dos de estas investigaciones han sido publicados. Ver Andrés
Verdugo y Oquendo, "Informe sobre el estado actual de la población indígena, blanca y
mestiza de las provincias de Tunja y Vélez a mediados del siglo XVIII", ACHS, Vol. I
(1963) y Francisco Antonio Moreno y Escand'ón, Indios y mestizos de la Nueva Granada
a finales del siglo XVIII, comp. Jorge O. Melo (Bogotá, 1985).
67 González, El resguardo, pp. 71-7.
««Página 68»».
««Página 69»».
««Página 70»».
tendencia alcista en los precios de los productos básicos en Bogotá entre 1739 y
1791 como prueba de que la población de la ciudad estaba aumentando, y sus
comentarios sobre la región del Socorro sugieren que ésta era una zona de
crecimiento demográfico particularmente fuerte.70 Igualmente, la reorganización de
las tierras indias en las provincias de Tunja y Santa Fe después de la mitad del
siglo sugieren que allí también la población mestiza y de blancos pobres
continuaba creciendo vigorosamente.
Los censos de fines del siglo XVIII son un instrumento imperfecto para medir las
tasas y distribución del cambio demográfico en la Colombia de fines de la Colonia,
porque presentan un cuadro demasiado estático de la población de la región. No
obstante, revelan al menos una sociedad que ha sido transformada
profundamente desde las invasiones españolas. A fines del siglo XVIII la población
indígena había sido fuertemente debilitada en la mayoría de las regiones. Esto era
especialmente cierto en las tierras bajas tropicales donde los españoles se habían
establecido, tanto en la costa del Caribe como a lo largo de los valles del
Magdalena y del Cauca. Allí los efectos de la explotación tras la conquista y las
epidemias habían aniquilado virtualmente a los pueblos indios. En las mesetas
andinas las comunidades indias habían sobrevivido junto con establecimientos
blancos y mestizos en resguardos que les daban una base independiente de
subsistencia; sin embargo, incluso en este medio eran cada vez más aventajadas
en número por sociedades rurales dominadas por blancos y mestizos. Excepto en
la provincia sureña de Los Pastos y en áreas más allá de las fronteras del
establecimiento agrícola español, las comunidades indias por lo general no eran
sino rastros de su antiguo ser, reducidas a un punto en el que la recuperación era
69 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 242. En cartas a España escritas en el
momento de la epidemia de viruela, Caballero y Góngora aseveraba que la mortalidad
en la epidemia había sido bastante baja, debido a la introducción de la vacuna en
muchos de los pueblos principales: Caballero y Góngora a Gálvez, Bogotá, 15 de junio
de 1783, Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del Arzobispo-Virrey (no. 48).
70 Pedro Fermín de Vargas, Pensamientos políticos (Bogotá, 1968), pp. 89-90, 100.
imposible. Para fines del siglo XVIII, entonces, la Nueva Granada se había
convertido en una sociedad en gran parte hispanizada, donde la cultura española
se había desprendido de sus bases
««Página 71»».
««Página 72»».
lidades autónomas capaces de manejar sus propios asuntos. Así, junto a las
jerarquías de las élites urbanas, de las grandes haciendas y de las empresas
mineras, algunas regiones de la Nueva Granada albergaban poblaciones grandes
y en crecimiento de campesinos y agricultores que socialmente tenían más en
común con las comunidades rurales de la Castilla del siglo XVI que con las
sociedades indias de Perú o México en el siglo XVIII. En este sentido, la Nueva
Granada tenía poco parecido con las sociedades coloniales de sus vecinos
andinos, con sus grandes poblaciones quechua y aymará. Vista en conjunto,
también difería marcadamente de la sociedad de la vecina provincia de Caracas,
donde los plantadores criollos dominaban una sociedad basada en la esclavitud
africana.
El crecimiento y mestizaje de la población de la Nueva Granada durante el siglo
XVIII gradualmente modificó los patrones espaciales de asentamiento trazados
tras la conquista. El archipiélago demográfico creado por la colonización española
en los siglos XVI y XVII se amplió, tanto por la extensión de asentamientos en
fronteras mineras y ganaderas como por la difusión de la agricultura campesina en
las tierras altas. La estructura subyacente permaneció, sin embargo, intacta. Hacia
fines del siglo la Nueva Granada seguía siendo un conglomerado laxo de
regiones, cada una centrada en los pueblos establecidos tiempo atrás por los
españoles como bases para explotar los recursos humanos y naturales del
territorio.
La economía de la Nueva Granada del siglo XVIII era también estructuralmente
similar a la creada por los españoles durante el siglo XVI. Se movía sobre dos ejes
principales. Uno era una agricultura ligada a la subsistencia y los mercados
domésticos; el otro era una economía minera que producía metales preciosos para
pagar el comercio con Europa. Durante el siglo XVIII, el oro seguía siendo el
produit moteur de la Nueva Granada, y la agricultura colonial tenía pocas
conexiones directas con los mercados externos. Algunos productos tropicales se
exportaban a España, particularmente cacao cultivado en Cúcuta y en el valle del
Magdalena. Pero como España
««Página 73»».
««Página 74»».
««Página 75 »».
repite por toda la Nueva Granada, pero con marcadas variaciones locales
causadas por diferencias en el clima y el relieve, y en sistemas de propiedad de la
tierra y de organización del trabajo.
CIUDADES Y REGIONES
LA REGIÓN CARIBE
La primera región de colonización española en territorio colombiano fue en la
71 Ibid., p. 4.
72 Citado en R.C. West, Colonial Placer Mining, p. 126.
costa del Caribe y, gracias al papel de Cartagena de Indias como puerto principal
de la Nueva Granada, el área continuó desarrollándose durante el período
colonial. La economía de la región estaba básicamente conformada por redes de
actividad administrativa, comercial y agrícola que radiaban de Cartagena de Indias
y de Mompós, centros de gobierno y bases para el comercio con el interior. Unidos
por el río Magdalena, estos pueblos eran el eje principal de la economía costera y,
como lo muestra el mapa 2.2, la mayor parte de la población de la región estaba
concentrada en ellos y entre ellos.
De todas las regiones de la Nueva Granada, la costa caribe era la mejor situada
para aprovechar los mercados externos debido a su proximidad a las rutas
atlánticas y a sus nexos con España por el sistema de flotas que llegaban a
Cartagena. Sin embargo, la agricultura costeña se benefició poco con el comercio
trasatlántico y dependía más bien de una red de mercados locales. Pues sin
acceso legal a los dinámicos mercados extranjeros del Caribe en las florecientes
economías de plantación de las islas inglesas, francesas y holandesas, el
comercio marítimo en productos agrícolas estaba confinado a los puertos vecinos
españoles de Portobelo y las Antillas. Esos mercados poco espacio ofrecían para
la agricultura costeña. Las islas españolas del Caribe producían muchos de los
mismos alimentos tropicales y, en el caso de Cuba, incluso exportaban productos
agrícolas (principalmente tabaco y cera) a Cartagena. Así, el comercio de ultramar
afectaba sólo indirectamente la agricultura de
««Página 76»».
Mapa 2.2
La región de la Costa Caribe. (Para los datos del censo en que
se basa este mapa, ver Apéndice A, Tabla 5)
««Página 77»».
73 Esta cifra fue dada por el virrey, con base en la información recibida de los párrocos
de la ciudad, cuando los corregimientos de la provincia de Cartagena estaban siendo
reorganizados en 1776. AGI Santa Fe 586 (ramo I), virrey Flórez a Gálvez, Santa Fe, 15
de agosto, 1776.
mercado de Cartagena.74 Cartagena de Indias era de lejos la mayor concentración
de población en la región costeña, y el epicentro de la economía regional. Hacia
fines del siglo XVIII la ciudad tenía una población de entre 14.000 y 16.000
habitantes, la que incluía cerca de la tercera parte de los blancos que vivían en la
región costeña.75 Como principal establecimiento militar y naval en el vi-
««Página 78»»
TABLA 2.1
ESTRUCTURA OCUPACIONAL DE CARTAGENA DE INDIAS,
1779-80
Ocupación No.
Sastres 81
Carpinteros 79
Zapateros 75
Aurífices y plateros 30
Barberos 28
Tenderos 27
Albañiles 25
Pintores 23
Herreros 17
Agricultores 14
Carpinteros de navío 14
Carniceros 13
Cigarreros 13
Horticultores 10
Pescadores 9
Escribientes 6
Fabricantes de edredones 5
Matarifes 4
Armeros 3
Lamparero 3
Hacendados 3
Músicos 2
Cofeccionistas 2
Silleros 2
Empacadores 2
««Página 80»».
La agricultura local y las huertas eran sin embargo insuficientes para abastecer los
mercados de la ciudad con maíz y trigo, y la influencia de sus mercados se
extendía a las áreas vecinas. El maíz que se usaba para hacer pan de bollo, la
dieta diaria para la gente común de la ciudad, se traía de las fértiles sabanas al
occidente de Cartagena, a las que las aguas costeras ofrecían fácil y barato
acceso. La mayor parte de las 36.000 fanegas de maíz consumidas anualmente
en la ciudad venían de la región del Sinú, del complejo de asentamientos en torno
a la desembocadura del río Sinú, centrados en el pueblo de Lorica. El trigo, de otra
parte, era importado, ya del interior de la Nueva Granada o, como iba sucediendo
cada vez más en el siglo XVIII, de ultramar. Aparte del maíz, el mercado urbano
ofrecía salidas para la carne y otros productos de la ganadería, para el azúcar y
sus productos (en particular brandy de caña) y, en menor medida, cacao. Los
mercados para estos productos estaban dominados por grandes propietarios,
quienes tenían inmensas propiedades en las sabanas de Tolú, en el hinterland de
Mompós hacia el sur y, en menor medida, en las regiones al oriente del río
Magdalena, en la provincia de Santa Marta. La cría de ganado era uno de los
pilares de la agricultura costeña. Durante la primera mitad del siglo XVIII, la carne
de Cartagena parece haber dependido en gran parte de hacendados de Mompós,
quienes traían ganado de sus tierras y de la vecina provincia de Santa Marta. 79 La
relación de Arévalo de las haciendas ganaderas en el hinterland de Cartagena de
Indias indica que el abastecimiento de carne por áreas cercanas a la ciudad había
mejorado mucho en la década de 1770, aunque el tamaño de las vacadas a treinta
o cuarenta kilómetros era generalmente pequeño.80
79 Luis Navarro García, "Los regidores en el abasto de Cartagena de Indias", AEA, vol.
38 (1981), pp. 173-214.
80 En las vecindades de la ciudad Arévalo cita cuatro ganaderos con un total de 190
animales; entre dos y cuatro leguas de la ciudad menciona once haciendas con unas
1.310 reses, de las cuales sólo tres tenían manadas de más de 200 cabezas; entre
cuatro y ocho leguas había catorce haciendas donde el tamaño promedio de las
manadas no era mucho más alto. Sólo cuando la distancia rebasaba las ocho leguas el
tamaño promedio de las manadas pertenecientes a un solo propietario tendía a
exceder las 100 cabezas; incluso entonces, la finca grande, con 800 o 1.000 cabezas,
««Página 81»».
««Página 82»».
««Página 83»».
Nada más aterrador que un viaje por el Magdalena; incluso la vista no es alivio,
porque sus fértiles orillas, que deberían estar cubiertas de plantaciones de cacao,
««Página 84»».
frutos deliciosos de los trópicos, que deberían estar adornadas c hermosas flores
están, por el contrario, rebosantes de malezas, lianas y espinas bajo enhiestas
palmas de coco y dátil.88
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Mapa 2.3
La región de la Cordillera Oriental. (Para los datos del censo en que
se basa este mapa, ver Apéndice A, Tabla 6)
««Página 88»».
trada en la alta meseta alrededor de Bogotá. Unos 16.000 fueron contados como
habitantes de la ciudad, la mayor parte blancos mestizos; los demás vivían en
pequeños pueblos cerca de Bogotá, como Zipaquirá, Facatativá y Chiquinquirá, o
diseminados entre las numerosas aldeas y haciendas de la sabana de Bogotá. A
dos días caballo de Bogotá estaba Tunja, capital de una provincia altamente
poblada de unas 129.000 personas. Antes cercana rival de Bogotá la ciudad
estaba en decadencia a mediados del siglo XVIII. En 1760 tenía sólo 3.000
habitantes dentro de un recinto urbano cuyas muchas casas lujosas e iglesias
ricamente decoradas daban testimonio de un pasado más próspero. La mayoría
de la población de provincia estaba dispersa por el campo, y vivía en las aldeas
caseríos y en las fincas y haciendas que marcaban el paisaje montañoso. En
estas áreas de tierra fría los principales cultivos en papas, trigo, cebada y maíz; el
ganado pastaba en los declives y en las alturas, y se criaban corderos para
abastecer de lana a los tejedor locales.
Al norte de la tierra fría estaba una segunda área muy poblada en la tierra
templada, antes dominada por la ciudad de Vélez, fundada en el siglo XVI. Aquí,
entre los 1.000 y los 2.000 metros, un centro floreciente de agricultura templada
había surgido de las parroquias blancas y mestizas de rápido crecimiento creadas
96 El registro que Miguel de Santiesteban hizo en 1741 de su viaje de Bogotá a
Venezuela vía Pamplona muestra no obstante que era un largo y arduo recorrido
Suministra también un atisbo útil de la topografía, sociedad y economía de la regiól al
norte de la capital. Ver David J. Robinson (ed.), Mil leguas por América, D, Lima a
Caracas, 1740-1741, Diario de don Miguel de Santiesteban (Bogotá, 1992) pp. 200-20.
por la colonización de Vélez durante el siglo XVII. Además de producir maíz y
otros, alimentos para el consumo local, los agricultores en esta área cultivaban
caña de azúcar, tabaco, anís y algodón, y su producción algodón era utilizada para
la manufactura artesanal de textiles de algodón crudo. San Gil y Socorro eran los
principales centros urbanos. A San Gil se le había otorgado estatuto de ciudad en
1694, pero su crecimiento fue aventajado durante el siglo XVIII por Socorro. En
1781 Socorro se había convertido en una ciudad floreciente y rápido crecimiento,
con una población de unos 15.000 habitantes, y otros tantos que vivían en las
cercanas parroquias de su jurisdicción Algunas de esas parroquias eran bastante
grandes. Simacota, Oiba
««Página 89»».
««Página 90»».
97 Los datos completos del censo para la región de la Cordillera Oriental están en
Apéndice A, Cuadro 6. Datos adicionales sobre la población de Socorro y su hinterland
son de John L. Phelan, The People and the King, The Comunero Revolution in Colombia,
1781 (Madison, Wisconsin, 1978), pp. 41-2.
98 Silvestre, Descripción, pp. 46, 62.
99 Ibid., p. 61. Un recuento más completo de Pamplona y Girón al final del período
colonial se encuentra en "Relación territorial de la provincia de Pamplona, formada por
el doctor don Joaquín Camacho...", en Francisco José de Caldas, Semanario del Nuevo
Reino de Granada (Bogotá, 1942), pp. 1-17.
ganado para vender en los altiplanos. 100 Al oriente de la cordillera estaban los
dilatados llanos del Casanare. Allí se criaba ganado grandes fincas antes de ser
llevado al altiplano a engordarlo para venta en mercados urbanos, y las
comunidades indias cultivaban algodón y lo manufacturaban en tela. 101
En toda la región la agricultura era la base de la vida económica ya que no había
empresas mineras de importancia. Las minas de oro de Bucaramanga y Pamplona
habían sido virtualmente abandona y los intentos por revivir las minas de plata de
Mariquita y Pamplona se veían frustrados constantemente por la incapacidad de la
tecnología contemporánea para extraer los minerales a costos que fueran
prohibitivos.102Se encontraba oro de aluvión en la provincia de Neiva, así como en
Chaparral, cerca de Ibagué, y en varios lugares en el curso del Magdalena medio.
Sin embargo, todos eran demasiado pequeños como para crear un mercado
sustancial para productos agrícolas.103 La primera alternativa a la agricultura era la
manufactura de tela. Tanto el extenso uso de la ruana y la necesidad de mantas
de lana baratas para los cortantes climas de la tierra fría crea demandas de
artículos de lana que se satisfacían en parte con tejidos caseros y en parte por
artesanos que residían en los pueblos. En climas más calientes, donde se
cultivaba el algodón, la manufactura de lana le dejó el campo a la producción de
tela de algodón. Según Miguel de Santisesteban, quien escribía en 1714, ésta era
basta. En parte servía como "camisas para gente pobre"; otros trozos mas
grandes, hechos por los indios para pagar su tributo, se usaban para
««Página 91»».
velas de barco o tiendas.104 Sin embargo, dado el alto precio de la tela importada,
había amplios mercados en toda la Nueva Granada para tela doméstica de
algodón, especialmente en el interior, y eso estimuló el crecimiento de una
pequeña pero floreciente industria casera en torno a Socorro y San Gil. Aunque
poco se sabe sobre la organización de la industria, los contemporáneos coincidían
en que estas comunidades eran las más prósperas e industriosas de la Nueva
Granada, y que disfrutaban de un comercio significativo no sólo con otras áreas en
el altiplano sino también con las distantes regiones de minería de oro en Antioquia
y el Chocó.105
Bogotá había emergido como la principal ciudad de la región debido a una
combinación de tres factores: su papel como centro del gobierno, su posición en
««Página 92»».
las regiones central y sureña. Desde Honda manejaban un come importante con
las regiones mineras de Antioquia y Chocó; desde la propia Bogotá abastecían a
los pueblos y aldeas prácticamente toda la región del altiplano, llegando por el
norte hasta Pamplona y por el sur hasta Popayán y Pasto. Así, mediante el control
que comerciantes de Bogotá ejercían sobre la distribución de bienes importados,
los pueblos de la Cordillera Oriental podían disponer del oro producido en las
minas de occidente.
Santa Fe de Bogotá era la ciudad principal de la Cordillera Oriental, y la principal
de la Nueva Granada. La población dentro de su jurisdicción pasó de 20.000 en la
primera mitad del siglo XVI unos 30.000 al final. Durante todo el siglo, Bogotá
siguió siendo primordialmente un centro administrativo y comercial. Como capital
de la audiencia y, después, del virreinato de la Nueva Granada, sede de la
administración civil y fiscal de la colonia y albergaba a sus principales funcionarios,
junto con un pequeño contingente abogados, notarios y funcionarios menores que
servían al gobierno. Era también una capital eclesiástica, sede de la arquidiócesis
Bogotá y casa principal de varias órdenes regulares. En 1778 ciudad tenía una
población sustancial de unos 800 sacerdotes, frailes y monjas, que servían en
treinta iglesias y ocho monasterios. 107 1800 el número de miembros del clero había
llegado a 1.200, de manera que había un clérigo por cada veinticinco o treinta
personas dentro de la ciudad.108
Cuando visitó a Bogotá en 1741, a Miguel de Santiesteban pareció un lugar
agradable, "con calles anchas y planas, casas altas y bajas de piedra y encaladas,
tan espaciosas y confortables que casi todas tienen un jardín o un huerto...
106 Sobre el desarrollo de Honda como puerto fluvial principal que conectaba a la
Nueva Granada con la costa, ver Colmenares, Historia económica y social, vol. I, pp.
269-76.
107 Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora (Bogotá, 1951) Cuadro A.
108 Un examen útil de la Bogotá del siglo XVIII se encuentra en Gar) Brubaker, "Santa
Fe de Bogotá: A Study in Municipal Development in Eightee Century Spanish America"
(Tesis de doctorado inédita, Universidad de Te 1960). Para estadísticas de población,
ver pp. 56-7.
fachadas externas con muchos
««Página 93»».
««Página 94»».
««Página 95»».
TABLA 2.2
ESTRUCTURA OCUPACIONAL DE SANTA FE DE BOGOTÁ, 1783
Ocupación No.
Sastres 104
Albañiles 90
Zapateros 66
Carpinteros 57
Tratantes 54
Agricultores 35
Plateros 28
Barberos 21
Tenderos 20
Estudiantes 15
Trabajadores diurnos 15
Tejeros 13
Oficinistas 11
Sombrereros 10
Silleros 10
Panaderos 8
Músicos 7
Vagabundos 7
Trabajadores en hierro 7
Aurífices 6
Comerciantes al detal 6
Pintores 5
Empleados de la Casa de Moneda 5
Tenderos 1
Leñadores 5
Peluqueros 5
Tejedores 4
Comerciantes al por mayor 4
Arquitectos 1
Peones 4
Vendedores de leña 1
Fabricantes de cuerda 1
Agentes 1
Fabricantes de plumas 1
Tapiceros 1
Boticarios 1
Reducidores 1
Relojeros 1
Mecánicos 1
Teñidores 1
Alfareros 1
Cazadores 1.
Empleados 1
Fabricantes de cirios 1
Avaluadores 1
Maestros de escuela 1
Jardineros 1
Empacadores 1
Teñidores 2
Joyeros 2
Fabricantes de cajas 2
Vigilantes de sala de billar 2
Cortadores de piedra 3
Molineros 3
Fabricantes de mantequilla 3
Lampaderos 3
««Página 96»».
por debajo: la gente común va desnuda del pie a la rodilla, cubierta sólo por la
ruana, la que si bien es una prenda muy apropiada montar a caballo, debería ser
prohibida para todos los demás uso”. 114 Nada salió de las ambiciones de Guirior
por mejorar el artesanado de la ciudad, porque la pobreza y la simplicidad de la
ropa reflejaba carácter de una economía agraria aislada, donde incluso los
relativamente prósperos disfrutaban de sólo muy modestos atributos de material.
La mayor parte de las áreas en la Cordillera Oriental tenía perspectivas limitadas
de desarrollo económico. Aunque la región tenía muchas tierras fértiles y producía
una vasta gama de productos los mercados para su agricultura eran muy
restringidos. En el s XVII, los productores de trigo le habían vendido harina a
Cartagena donde abastecían tanto el mercado urbano como la flota española
visitaba el puerto. Durante el siglo XVIII este mercado extraregional, se perdió a
medida que Cartagena importaba cada vez más su ha de ultramar, y la demanda
externa de alimentos venía principalmente de los distantes distritos mineros de
occidente, que compraban harina, queso y tabaco de áreas de tierra fría. 115 Dentro
de la región mis los mercados estaban altamente localizados, ya que la proximidad
de diferentes zonas climáticas significaba que un amplio repertorio de productos
agrícolas se podía obtener dentro de áreas peque La mayoría de las comunidades
podía obtener productos básicos como papas, maíz, cebada, trigo, fríjoles,
cebollas y otros vegetales de su vecindad inmediata, y los de tierra fría podían
usualmente conseguir azúcar y tabaco de cultivadores que no estaban a más
ochenta o noventa kilómetros. El ámbito para la comercialización agrícola estaba
así confinado a áreas pequeñas y a poblaciones pequeñas, y el comercio de
alimentos estaba restringido generalmente
««Página 97»».
114 AHNC, Miscelánea, tomo 3, fols. 287-313. Cita del folio 293.
115 West, Colonial Placer Mining, pp. 115-22, describe este comercio.
a los mercados semanales de los pueblos locales. 116 Incluso Bogotá, la ciudad
más grande de la región, ofrecía sólo un mercado muy limitado. Sus alimentos
básicos estaban casi siempre provistos por pequeños productores que vendían
sus productos en la plaza, dejando a los grandes productores el suministro de
carne, trigo y azúcar.
La sociedad agraria en la Cordillera Oriental distaba de ser homogénea. En las
primeras áreas de colonización, en la tierra fría alrededor de Bogotá y Tunja,
grandes propiedades creadas como resultado de la conquista coexistían con
pequeñas fincas y una agricultura campesina. La mayoría de las grandes
haciendas se había establecido a fines del siglo XVII, cuando el descenso de la
población india y la multiplicación por parte de la corona de títulos de encomienda
disminuyó el valor de las encomiendas existentes y alentó a las familias de la élite
a acumular propiedades extensivas y múltiples. La formación de las grandes
haciendas estaba muy avanzada en la década de 1590. Entonces, cuando las
tierras indias en la sabana de Bogotá se habían reducido ya al 5% del territorio
que previamente tenían, casi la mitad de la sabana, incluidas las mejores llanuras,
había sido tomada por españoles, especialmente encomenderos. Las concesiones
de tierra se hacían en grandes unidades —la unidad básica de distribución era la
estancia de ganado mayor, de unos diez kilómetros cuadrados— que favorecían la
formación de grandes propiedades privadas. Cuando la otra mitad de la sabana
fue distri-
««Página 98»».
buida entre los años 1590 y 1640, el tamaño de esta unidad se redujo unos mil
metros cuadrados y permitió la emergencia de un estrato de campesinos de
tamaño medio y pequeño, conocidos como estancieros y labradores. 117 Sin
embargo, en las altas llanuras alrededor de Bogotá, el gran propietario con una
116 La mejor descripción del siglo XVIII sobre la producción agrícola y los
mercados en las regiones de tierra alta se encuentra en Oviedo, Cualidades y
riquezas, pp. 95-105. La geografía de Codazzi, escrita a comienzos del siglo XIX,
suministra también una descripción detallada de la agricultura en la región. Está
reproducida en Eduardo Arévalo Latorre (ed.), Jeografía Física y Política de las
Provincias de la Nueva Granada por la Comisión Corográfica bajo la dirección de
Agustín Codazzi, 4 vols. (Bogotá, 1957-8). Una soberbia evocación del paisaje y la
sociedad en la región de la Cordillera Oriental, también de mediados del siglo XIX,
es Manuel Ancízar, Peregrinación de Alpha (Bogotá, ed. de 1970), passim. Para
una descripción de los sistemas de comercio locales a comienzos del siglo XIX ver
Frank Safford, "Commerce and Enterprise in Central Colombia, 18211870" (Tesis
inédita de doctorado, Columbia University, 1965), pp. 103-6.
««Página 99»».
transcurso del siglo XVIII esta tendencia a la concentración parece haberse hecho
más pronunciada. Grandes empresas agrícolas integradas por varias haciendas
se hicieron más comunes, principalmente porque los españoles peninsulares que
se establecían en Bogotá compraban tierras de familias antiguas y de la Iglesia, e
infundían sangre nueva a la élite de la ciudad con alianzas matrimoniales. 122
Propiedad concentrada de la tierra se encontraba también en otras áreas de
conquista y colonización tempranas. En las áreas de tierra fría alrededor de Tunja,
las haciendas eran por lo general más pequeñas que en la sabana de Bogotá,
119 Alquiler era "trabajo estacional de unos días o semanas, el que involucraba
comunidades enteras para plantar, limpiar y recoger"; concierto era "trabajo per-
manente en el que uno o más hombres, a veces mujeres, servían en agricultura y
otros trabajos de la hacienda durante seis meses o más". Ver Villamarín,
“Encomenderos and Indians", p. 197. Sobre la preferencia otorgada a los grandes
propietarios en la alocación de trabajo indígena, ver ibid., pp. 12, 206, 294.
««Página 100»».
124 AHNC Mejoras Materiales, tomo 7, fols. 3-4; Manuel García Olano al virrey,
1777.
125 Tovar Pinzón, Grandes empresas, pp. 149-86; Villamarín, "Encomendero and
Indians", p. 218.
««Página 101»».
««Página 103»».
131 Ibid.
133 Moreno y Escandón "Estado del Virreinato de Santa Fe, Nuevo Reino de
Granada", BHA, vol. 23 (1935), p. 554. El estilo rústico de la capital se refleja en la
LAS PROVINCIAS DEL SUR
««Página 104»».
Mapa 2.4
La región del Valle del Cauca. (Para los datos del censo en que
se basa este mapa, ver Apéndice A, Tabla 7)
donde los españoles se habían establecido a comienzos del siglo XVI. Como
capital provincial, Popayán continuaba siendo el principal centro urbano, con unos
14.000 habitantes viviendo en sus alrededores y un grupo de vecinos que extraían
sus fortunas de la minería del oro en las regiones aledañas y más importante, en
las tierras bajas del Pacífico.134 Al norte de Popayán, una cadena de pueblos que
se extendía a lo largo del elevado valle del alto rio
««Página 105»».
Cauca desde Caloto por Cali y Buga hasta Anserma, contenía la mayor parte de la
descripción dejada por el jesuita Gilij; ver su Ensayo, pp. 381-2. Es interesante
notar que la arquidiócesis de Santa Fe estaba avaluada entre 12.000 y 14.000
pesos en 1760, mientras que las diócesis de Quito, Cuzco y La Paz excedían
todas los 20.000 pesos de valor, y cuando las arquidiócesis de Lima y La Plata
valían 30.000 y 50.000 pesos respectivamente: AGI Quito 280, "Relación de los
Arzobispados y Obispados..." Los comentarios de los viajeros extranjeros que
visitaron a Bogotá después de la independencia muestran lo poco que había
cambiado la situación durante los años 1820s y 1830s: ver Safford, "Commerce
and Enterprise", pp. 41-48.
134
Para una visión de la ciudad a mediados del siglo, ver las observaciones de
Miguel de Santiesteban en Robinson (ed.), Mil leguas por América, pp. 136-
población de la región, como lo muestra el mapa 2.4. Los pueblos del norte eran
tan sólo los remanentes en decadencia de anteriores establecimientos mineros, y
los pueblos más importantes de Buga, Cali y Caloto eran de modestas
proporciones. En la década de 1770 Cali tenía unos 5.000 habitantes en el pueblo
mismo, con otros 6.000 en su hinterland, y Buga y Caloto eran de tamaño
similar.135 Como Popayán, estos pueblos se conectaban con áreas mineras en las
tierras bajas del Pacífico. Directamente hacia el oeste estaban las zonas
escasamente pobladas pero económicamente importantes de Barbacoas,
Iscuandé y Raposo, zonas de minería de oro en las tierras calientes bajas de la
costa Pacífica; hacia el noroeste estaba la provincia del Chocó, otra área minera
importante. Administrativamente el Chocó era parte de la provincia de Popayán
hasta 1740, cuando se volvió una provincia independiente; económicamente
mantenía fuertes vínculos con los pueblos de Popayán y del Cauca, porque los
mineros más ricos eran ciudadanos de Popayán y Cali y porque sus haciendas y
fincas eran la principal fuente de provisiones del Chocó. Finalmente, en el borde
sur de la provincia estaba la región de Pasto, supervisada por un teniente del
gobernador de Popayán. Unas 11.500 personas vivían en el pueblo y sus
alrededores, con otros 15.000 en aldeas diseminadas en el país alto y frío dentro
del paisaje andino que lo rodeaba.
Entre las subregiones del sur de Colombia, Pasto se mantiene aparte. Social,
cultural y económicamente tenía más en común con el territorio de Quito que con
la región norteña de Popayán y Nueva Granada. La mayor parte de su población
era india y su agricultura era similar a la de la tierra fría en la Cordillera Oriental.
En conjunto era una región pobre, donde sólo los jesuitas parecen haber sido
capaces de crear empresas agrícolas exitosas que producían lana, ganado y
cereales para comerciar con las áreas de Popayán y Quito.
««Página 106»».
Aunque las haciendas de las tierras altas eran capaces de vender trigo en pueblos
tanto de Popayán como de Quito, el alto costo del transporte a esos mercados
reducía su comercio a un tráfico mas bien irregular, vulnerable a las conmociones
que los frecuentes aguaceros causaban en los caminos circundantes. 136 La suerte
de las haciendas jesuitas puestas a la venta en los años setentas ilustra las
limitaciones de la economía de Pasto. El valor de siete grandes haciendas, sus
edificios, ganado y equipo, fue fijado en sólo 103.599 pesos, un poco más de
11.000 pesos por hacienda.137 Pese al bajo precio y a arreglos especiales para
facilitar la venta, hubo ofertas por sólo cinco de las propiedades. Como explicaba
135 Ver Apéndice A, Cuadro 7. Sobre Cali, ver Germán Colmenares, Cali:
Terratenientes, Mineros y Comerciantes, siglo XVIII (Bogotá, 1983), p. 137.
137 ACC Colonia C II-17it 52 75, Ramón de la Barrera al gobernador Jose Ignacio
Ortega, Pasto II, octubre 1770.
un funcionario los terratenientes de Pasto sencillamente no tenían los fondos para
hacer esas compras, salvo que se les dieran hipotecas muy extendidas en
términos generosos.138 Pero cuando la corona redujo el interes pagable por las
hipotecas del 5% al 3%, seguía habiendo quejas de que no podían hacerse los
abonos debido a las dificultades de intercambiar productos agrícolas por dinero en
efectivo.139
El corazón de la economía regional del sur residía en las tierras templadas cerca
de la ciudad de Popayán y a lo largo del ancho cauce del valle del río Cauca, entre
Cali y Buga. En esas áreas el oro, casi todo de las tierras bajas del Pacífico,
suministraba la base para el cambio externo, estimulaba el desarrollo de una
economía monetaria y aliviaba las presiones para subsistir inducidas por el
aislamiento de los mercados de ultramar. Aquí el oro llenaba la función que el
azúcar o el cacao ejercían en la movilización de recursos en Brasil o Venezuela.
De las minas llegaba una constante demanda de carne y productos de la ga-
nadería, de productos del azúcar, principalmente aguardiente, y de tabaco, todos
los cuales eran abastecidos por la región del valle del Cauca.
««Página 107»».
En toda el área la cría de animales era una forma básica de empresa agrícola, que
producía principalmente ganado pero también caballos de cría y mulas, o corderos
en las áreas altas. Los criaderos más grandes fueron poseídos y manejados por
los jesuitas hasta 1767, cuando los expulsaron; pasaron entonces a manos de
administradores del gobierno antes de ser vendidos, casi siempre a grandes
terratenientes. El cultivo del azúcar era también fundamental para la economía
agraria en el valle del Cauca. De Caloto a Cartago, los propietarios cultivaban
generalmente azúcar en sus tierras, especialmente por la miel usada para hacer
aguardiente. En el decenio de 1770 muchos propietarios del valle del Cauca
estaban produciendo tabaco. Otro tanto sucedía, según parece, con los
propietarios del hinterland de Popayán, ya que el concejo municipal de la ciudad
protestó contra el estanco de tabaco en 1772, basado en que los privaría de los
beneficios de una cosecha esencialmente comercial.140 Después de 1778 el
cultivo del tabaco se volvió más concentrado, a medida que las reglas del
monopolio estatal restringían la producción legal, primero a áreas cerca de Caloto
y Buga y luego, en 1795, al área de Llanogrande (Palmira moderna). 141 En las
tierras frías y fértiles en torno a la ciudad de Popayán la agricultura era más
diversa que en el valle del Cauca. Los hacendados producían una serie de
productos de tierra templada como trigo, cebada y maíz, papas, frijoles y cebollas,
138 Ibid.
««Página 108»».
142 Zamira Díaz de Zuluaga, Sociedad y economía en el valle del Cauca, Vol. 2:
Guerra y economía en las haciendas, Popayán, 1780-1830 (Bogotá, 1983), pp. 31-
60.
143 Colmenares calcula que con una población de unas 15.000 personas,
Popayan consumía 4.400 libras de carne diarias, o millón y medio de libras al año.
sobre la organización del mercado de carne de la ciudad, ver Colmenares, Historia
económica y social II: Popayán, pp. 218-27.
««Página 109»».
Colmenares ha calculado que todo el valle del Cauca desde Cartago hasta Cali
puede haber estado en manos de unas cien personas, de las que 79 vivían en Cali
y Buga. Esto no las hacía ricas. La agricultura ofrecía ingresos mínimos, el precio
de la tierra era sumamente bajo, y la mayor parte de los terratenientes poseía
pocas propiedades muebles. Para adquirir la moneda que tanta falta hacía en el
sector agrario, los terratenientes tenían que volverse al comercio o la minería, o
hacer alianzas con comerciantes y mineros.
En el siglo XVIII el desarrollo de la minería de oro en las tierras bajas del Pacífico
le inyectó un nuevo dinamismo a la economía del Cauca. El cultivo del azúcar con
el uso de trabajo esclavo y organizado a veces por hacendados involucrados
también en la minería y que trasladaban a sus esclavos de actividades agrícolas a
mineras, se había vuelto entonces el aspecto más provechoso de la economía
agraria. El número de esclavos empleado en estas fincas rara vez pasaba de
treinta o cuarenta, pero la cifra representaba una alta proporción de la inversión
general en agricultura. Y, como los propietarios de Popayán y de la costa del
Caribe, los terratenientes del Cauca empleaban a sus esclavos en una economía
de hacienda que buscaba la subsistencia interna mientras maximizaba los
ingresos de la minería y de las ventas de productos de azúcar.146
A medida que el comercio con las áreas mineras creció durante el siglo XVIII, las
oportunidades para sacar provecho de la agricultura aumentaron en la misma
forma. Las recompensas caían por lo general en manos de los grandes
propietarios, quienes a veces integraban minería y agricultura dentro de empresas
entrecruzadas. La capacidad de los grandes propietarios para dominar la
agricultura
««Página 110»».
145 Desde comienzos del siglo XVII Cali envió productos de ganadería a las áreas
mineras para cambiarlos por oro, y a Quito y Popayán para cambiarlos por
manufacturas de los obrajes ecuatorianos y de los comerciantes que traían
productos de España. Ver Gustavo Arboleda, Historia de Cali, 3 vols. (Cali, 1956),
vol. I, pp. 167-9, 202. La importancia de ese comercio para los propietarios del
área puede juzgarse por los efectos de la plaga ganadera de 1688, y por la de
1772. Ver ibid., vol. I. p. 317, y vol. II, p. 360.
««Página 111»».
««Página 112»».
tran cómo una fuerza de trabajo esclava puede utilizarse hasta el máximo en una
economía que combinaba la autosuficiencia con una vigorosa orientación al
mercado. En 1775, José de Mosquera y Antonio de Arboleda esbozaron la
organización de sus haciendas en Popayán y en Caloto para instrucción de la
Junta Municipal responsable de la administración de los bienes jesuitas
confiscados. Ambos hombres describieron trapiches que requerían grandes
cantidades de trabajo esclavo y de poder animal para su operación. Informaban
que cada trapiche separado necesitaba cincuenta esclavos, hombres y mujeres,
que debían sembrar, cortar procesar la caña, mientras cultivaban maíz y plátano
para su propia subsistencia. Además, se necesitaban cincuenta caballos para la
constante molienda de la caña, con cuatro enyugados por parejas para suplir con
agua hirviendo a cada una de las cubas. Se necesitaban también veinte mulas
para transportar la caña cruda y la comida de los esclavos a los trapiches, y
cuarenta bueyes para llevar leña a los hornos. Estas no eran, observaba
Mosquera, reglas fijas para la producción de azúcar. El número de trabajadores,
mulas y bueyes usados variaba con la fertilidad de la tierra, la accesibilidad de
combustible para las cubas de azúcar y la distancia de los sembrados de maíz de
los trapiches.152 En un aspecto, sin embargo, el consejo era claro. Buscaba
151 Una visita hecha en Cali en 1688 indica que todavía se seguían utilizando los
indios para trabajos agrícolas y que las encomiendas subsistían. Se dieron
entonces nuevas reglas para la regulación del trabajo indio, y para asegurar que
los vecinos pudieran contratar a los indios como asalariados, asignando una
tercera parte de la encomienda todos los años para este propósito. Sin embargo,
les estaba prohibido específicamente a los indios trabajar en un ingenio o en un
trapiche. Ver Arboleda, Historia de Cali, vol. I, 246-51.
152 ACC Colonia, Civil II-l7it, 54 04. Josef de Mosquera a Ignacio de Velasco
Popayán, 20 de febrero de 1775; Manuel Antonio de Arboleda a Junta Municipal
Popayán, 30 de marzo de 1775.
explotar el potencial comercial de la hacienda hasta el máximo, mientras trataba
de minimizar sus gastos y su dependencia de abastecimientos externos.
Las cuentas muy detalladas llevadas por el administrador de las haciendas ex
jesuitas de Japio y Matarredonda durante los años de 1774 a 1777 muestran en
acción estos mismos principios. Cuanto fuera posible de las mercancías para uso
cotidiano, de alimentos y hasta muebles y sebo para las velas, era suministrado
por los propios recursos de la hacienda. Algunos artículos no se podían obtener
sino afuera (ropa para los esclavos, hierro y acero para hacer instrumentos, y
trabajos especializados como hacer cerraduras), pero esos gastos
««Página 113»».
153 ACC Col. Civil II-17it, 52 29. "Libro que yo Dn. Félix Antonio Manrique,
Administrador de estas haciendas de Japio y Matarredonda, pertenecientes a las
Temporalidades de Regulares expulsos del Colegio de esta Ciudad de Popayán,
he formado..."
««Página 115»».
155 "Estado general de las ciudades y pueblos del Cauca en 1771", Boletin
Historial del Valle, Nos. 73-5 (Cali, 1941), pp. 58-96.
156 "Cali en 1765. Informe rendido al Virrey sobre la subversión del estanco de
aguardiente y los movimientos subversivos que eso ocasionó", Boletín Historial del
Valle (Cali, 1937), nos. 43-5, pp. 246-52; Arboleda, Historia de Cali, tomo 2, pp.
326-7.
160 Tulio Enrique Tascón, Historia de Buga en la Colonia (Bogotá, 1939), pp 251-3;
Arboleda, Historia de Cali, pp. 139-40.
En las listas de la milicia, los labradores figuraban junto a los artesanos y unos y
otros se consideraban distintos de la masa de negros y mulatos libres. El viajero
francés Mollien observaba que "el orgullo racial no es menor en el valle del Cauca
que en las colonias del Caribe; y llega a tal punto que los pobres sólo cultivan las
tierras de la montaña, donde el frío no permite el empleo de negros". Anotaba
también que incluso "los arrieros, orgullosos de su raza blanca, tienen vergüenza
de caminar, de tal manera que se necesita un esfuerzo para distinguir a los pobres
(blancos) de los ricos". 161
Aunque el caso de los labradores indica que la agricultura del Cauca no estaba
dividida a lo largo de dos ejes rígidamente separados —grandes propietarios
usando trabajo esclavo e indio por un lado, y campesinos dedicados a la
subsistencia y a trabajos ocasionales del otro—, la estructura agraria de la región
tenía una tendencia marcada hacia el dualismo. De una parte estaban los grandes
propietarios que se especializaban en la ganadería y en la producción de azúcar y
dominaban los mercados respectivos. De la otra estaba la masa de pequeños
agricultores blancos, mestizos y mulatos cuya participación en la economía de
mercado se limitaba a la venta de artículos de consumo como maíz, plátanos y
vegetales. Así, aunque la notable dependencia de los propietarios del Cauca de la
esclavitud y su estrecha relación con mercados mineros y urbanos hacían que la
región fuera particularmente sensible a las influencias externas que afectaban la
demanda de esos sectores durante el siglo XVIII, la tendencia de los hacendados
a buscar autonomía en el abastecimiento de sus haciendas y a forzar al pequeño
productor a tierras marginales significaba que la mayoría de los agricultores se
veían poco afectados por cambios en la economía de mercado. Sólo aquellos con
acceso a grandes provisiones de tierra y capital eran capaces
««Página 116»».
de aprovechar las ganancias ofrecidas por el comercio con los campos mineros y
los centros urbanos comerciales.
Y así, a lo largo de la Nueva Granada la agricultura ofrecía pocas oportunidades
para la expansión de ingresos o la acumulación de capital. Ni el comercio legal ni
el contrabando suministraban al agricultor salidas significativas para sus
productos, y los cultivos —desde la gran hacienda hasta la parcela de subsistencia
de una familia campesina— estaban encaminados principalmente a atender la
demanda doméstica. La comercialización de la agricultura dentro del contexto de
la economía doméstica estaba, además, restringida por la pequeña escala de los
mercados internos. La mayor parte de los productos podían ser comercializados
sólo localmente, mientras los altos costos del transporte les impedían competir con
sustitutos aceptables producidos en otras áreas, y el comercio local servía a
mercados que eran demasiado pequeños en términos de número de
consumidores y de poder adquisitivo como para promover la especialización. La
propiedad de haciendas extensas que podían usarse para producir caña de
azúcar, cereales y ganado mantenía a las élites regionales, que disfrutaban de
««Página 117»».
3
LAS FRONTERAS MINERAS Y LA ECONOMÍA DEL ORO
Tras las conquistas del siglo XVI, la Nueva Granada pronto se hizo famosa por su
oro, y la minería del oro siguió teniendo vital importancia en la relación colonial a lo
largo de los siglos de gobierno español. De todos sus recursos, el oro les pareció
siempre el más importante a los gobiernos españoles, porque financiaba el
comercio con la península, estimulaba el comercio interregional y constituía una
importante fuente de ingresos para la Real Hacienda. Este punto lo expresó con
énfasis un observador de fines del siglo XVIII, al anotar que
««Página 118»».
««Página 119»».
materiales pesados se retiraban a mano o por la fuerza del agua, lo que. dejaba
en el fondo una capa fina de greda de la cual extraían los mineros los residuos de
polvo de oro. Como requería considerable preparación y dependía de mantener un
suministro adecuado de agua, la técnica del canalón empleaba una mano de obra
intensiva y tendía a ser usada por mineros que disponían de cuadrillas de
esclavos. Cuando no se podía conducir el agua de corrientes cercanas, los
mineros se veían obligados a trabajar según la estación y a depender de las aguas
lluvias que recogían en pequeños estanques durante el invierno. 163
Las minas características de México y del Perú, que producían oro siguiendo la
veta en profundos socavones, eran muy escasas en la Nueva Granada del siglo
XVIII. Después de la conquista, los españoles que explotaron las vetas de Buriticá,
Anserma y Remedios mejoraron las técnicas indígenas de cavar tajos abiertos o
hacer socavones de tiros inclinados y de triturar el oro a mano en molinos de
piedra. El refuerzo de las galerías con armazones de madera y el drenaje de los
socavones les permitió llegar a más profundidad que los indios, y mediante la
introducción de molinos de pisones manejados con agua también lograron extraer
oro de menas más duras.164 Sin embargo, a pesar de los intentos por revivirla
durante el siglo XVIII, la minería de veta no avanzó mucho. Las minas de filón eran
escasas, empleaban sólo una diminuta fracción de la fuerza laboral minera y
nunca se aproximaron a la escala o complejidad organizacional de las minas de
plata de México y del Perú.
Las minas de aluvión que producían la mayor parte del oro de la Nueva Granada
163 Para una descripción más detallada de estos métodos, véanse West, Colonial
Placer Mining, pp. 55-62; Vicente Restrepo, Estudio sobre las minas, pp. 228-48, y
William F. Sharp, Slavery and the Spanish Frontier: The Colombian Chocó, 1680-1810
(Norman, Oklahoma, 1976), pp. 46-50.
164 West, Ibid., pp. 54, 65-6.
utilizaban dos clases de mano de obra: la de los esclavos y la de los productores
independientes, o mazamorreros.
««Página 120»».
En las zonas mineras del Pacífico, la esclavitud era la forma dominante de trabajo
y la propiedad de las minas se concentraba en pocas manos. En Antioquia, al
contrario, había menos concentración de propiedad y, aunque se usaban esclavos,
el trabajo libre de los mazamorreros y de los buscadores jugaba un papel mucho
más importante en la producción. 165 La escala de las empresas mineras nunca fue
de grandes dimensiones. En su forma más simple, la minería era obra de
productores independientes o de mineros que trabajaban con uno o dos esclavos.
Esta clase de minería era la más frecuente en Antioquia. En las tierras bajas del
Pacífico, la búsqueda del oro estaba a menudo en manos de empresas mayores,
pero éstas por lo general no eran muy grandes. En el Chocó se consideraba
grande una cuadrilla de más de treinta esclavos; y sólo unos pocos entre los
mayores mineros poseían más de cien.166
Una vez retiradas de la tierra, las menas recibían escaso procesamiento adicional.
Las extraídas de venas generalmente se trituraban a mano y el oro se separaba
de los residuos cerniéndolo cuidadosamente con una batea. Esta misma técnica
de lavado se empleaba para separar el polvo de oro del concentrado aurífero
sacado de los aluviones. Según la ley, todo el oro debía ser llevado a la fundición
real, donde era ensayado, fundido en lingotes y gravado por la corona. El proceso
técnico de fundición era sencillo; sólo requería unos pocos hombres diestros y
algunos operarios.167
Es claro entonces que la minería de la Nueva Granada era radicalmente diferente
de la de las regiones argentíferas americanas. La
««Página 121»».
165 "Ordenanzas formadas por el Señor Don Juan Antonio Mon y Velarde…”, Antioquia,
agosto 23, 1787, en Emilio Robledo, Bosquejo Biográfico del Señor Oidor Juan Antonio
Mon y Velarde, Visitador de Antioquia, 1785-1788, 2 vols (Bogotá, 1954), vol. 2, p. 50.
166 Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 176, 206.
167 Hasta las más complejas operaciones del proceso de acuñamiento de las monedas
de oro usaban una tecnología relativamente sencilla y escaso trabajo Véase la
descripción de la maquinaria y de los gastos en A.M. Barriga Villalba Historia de la Casa
de Moneda, 3 vols. (Bogotá, 1969), vol. 2, pp. 65-7.
168 A.J. Russell-Wood, "Colonial Brazil: The Gold Cycle, c. 1690-1750", en L. Bethell
era un elemento vital en la vida económica de la Nueva Granada y, en cuanto polo
del desarrollo, el resurgimiento de la explotación del oro a lo largo del siglo XVIII
tuvo importantes implicaciones tanto para la economía de la región como para sus
relaciones con España.
Los campos mineros de las tierras bajas del Pacífico se comenzaron a explotar a
fines del siglo XVI, en los alrededores de Nóvita y de Toro, y para la década de
1580 el Chocó había adquirido la importancia suficiente para ser constituido como
provincia separada. Sin embargo, la rebelión india de esa misma década había
obligado a los colonizadores a abandonar Nóvita y a restablecer su centro de
««Página 122»».
Mapa 3.1
El Chocó. (Para los datos del censo en que se basa este mapa, ver Apéndice A,
Tabla 8)
operaciones en Toro, en el valle del Cauca. Este repliegue hizo que se suprimiera
la gobernación del Chocó, y el área fue puesta bajo la jurisdicción de Popayán. La
minería de la región tuvo un breve renacimiento en la década de 1630, al volver al
área los mineros de Popayán con esclavos negros, hasta que la resistencia
indígena los obligó de nuevo a retirarse. Hacia fines del siglo XVII, los mineros de
las provincias de Popayán y de Antioquia volvieron de nuevo y, al sofocar las
hostilidades de los indios, se reinició la explotación intensiva de los aluviones de la
región. El antiguo real de minas de Nóvita fue reestablecido, se formaron nuevos
campos minero en los afluentes de los ríos San Juan y Atrato, y para 1726 la
corona reconoció la importancia económica y el potencial fiscal del Chocó
Economía y sociedad
««Página 123»».
Mapa 3.2
Antioquia. (Para los datos del censo en que se basa este mapa, ver Apéndice A,
Tabla 9)
al separarlo de la jurisdicción de Popayán y convertirlo en una provincia
independiente, con la sede del gobernador en Quibdó. 169
(ed.), Cambridge History of Latin America, vol. 3 (Cambridge, 1984), pp. 547-662.
169 West, Colonial Placer Mining, pp. 16-18; Enrique Ortega Ricaurte (ed.), Historia
El impulso para recapturar y expandir la frontera minera del Chocó había
provenido de la provincia de Popayán, donde influyentes vecinos de varias
ciudades lograron aprobación oficial para varias expediciones de sometimiento de
los indios y para el establecimiento de minas. En el curso de una generación, entre
1690 y 1710, estos
««Página 124»».
««Página 125»».
duda, esto era ciertamente una gran exageración. Cálculos más cautelosos
muestran sin embargo que hubo un notable crecimiento a lo largo del siglo, sobre
todo en los primeros años. El número de esclavos en el Chocó aumentó de cerca
Documental del Chocó (Bogotá, 1954), pp. 165-9. La relación más corn-pieta de la
colonización en el siglo XVIII se halla en Caroline Hansen, "Conquest and Colonization in
the Colombian Chocó, 1515-1740" (Tesis doctoral inédita, Universidad de Warwick,
1991).
170 Colmenares, Historia económica y social, Popayán, vol. II, pp. 144-52.
171 West, Colonial Placer Mining, pp. 18-20; Colmenares, Cali, pp. 95-102.
172 Colmenares, Historia económica y social, Popayán, vol. II, pp. 41, 56.
173 AGI Santa Fe 264, Consulta del Consejo de Indias, octubre 20, 1738.
de 600 en 1704 a unos 2.000 en 1724, se duplicó hasta casi 4.000 en 1759 y casi
se duplica de nuevo durante las siguientes dos décadas, llegando a poco más de
7.000 en 1782.174
Si la ampliación de la frontera minera en las tierras bajas del Pacífico se debió
ante todo al trabajo de los esclavos negros, la de la provincia de Antioquia
dependió en gran parte del trabajo independiente y tuvo que ver con el aumento
natural de la población de la región. A fines del siglo XVI y principios del XVII,
Antioquia había poseído las zonas mineras más ricas del país, localizadas en una
amplia extensión del territorio formada por las escarpaduras de la Cordillera
Central y regada por el río Cauca y sus afluentes. Cuando los españoles
encontraron sustanciales existencias de oro tanto en las vetas del cerro de Buriticá
como en los aluviones de los ríos, la región atrajo una de las más abundantes
fiebres del oro en la historia del país. 175 En un principio los mineros se
concentraron en la explotación de las vetas de Buriticá y emplearon el trabajo de
los indios; esta actividad fue luego complementada y después suplantada por la de
los yacimientos aluviales en los numerosos afluentes del río Cauca. Las dos
clases de explotación produjeron un auge que duró entre la década de 1590 y
principios de la de 1630, cuando el impulso inicial se debilitó y terminó. El
agotamiento de los depósitos más ricos, combinado con insuficiencias de mano de
obra y los crecientes problemas para la obtención de créditos y de alimentos, llevó
a la minería antioqueña a su punto más bajo. En 1633,
««Página 126»».
un funcionario anotó que todas las minas importantes estaban agotadas, y que
sólo había en toda la provincia unos sesenta indios disponibles para el trabajo en
la minería; después de cuatro años, también muchos esclavos habían muerto de
hambre. !176
De manera que para mediados del siglo XVII, los restos de las antaño florecientes
comunidades mineras de Antioquia estaban trabajando en condiciones
crecientemente adversas. Después de agotar los yacimientos más accesibles, los
mineros se vieron obligados a desplazarse a regiones cada vez más lejanas,
donde la producción era menos segura, las provisiones esenciales más difíciles de
conseguir y las ganancias, por consiguiente, eran inferiores. Sin rendimientos
adecuados, los mineros no podían comprar los esclavos, base de su mano de
obra, e incluso si podían disponer de éstos, no había suficientes indios bajo el
control español que pudieran suministrar los alimentos básicos para su
subsistencia. Fue así como la minería de Antioquia entró en un ciclo de depresión
que causó una regresión hacia una economía de subsistencia y que
progresivamente alejó a su población del contacto con las provincias vecinas
174 Para un repaso del cambio demográfico en el Chocó durante el siglo XVIII, véase
Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 17-24. Para la población en 1780, véase
Apéndice A, Tabla 8.
175 Para el desarrollo de la minería en Antioquia durante principios del período colonial,
véase West, Colonial Placer Mining, pp. 20-7.
176 Citado por Tulio Ospina, "El Oidor Mon y Velarde, Regenerador de tioquia",
Repertorio Histórico (Medellín, 1918), vol. II, pp. 414-15.
Quienes podían, evacuaban el área, llevando consigo los restos de sus haberes y
dejando las poblaciones de la provincia en un estado de estancamiento y
decadencia del que muchas —sobre todo Zaragoza, Remedios, Victoria y Cáceres
— jamás se recuperaron. ! 177
Aunque la crisis de los primeros centros mineros produjo una decisiva interrupción
de la primera fase del ciclo de oro, la provincia no se hundió en un marasmo
irreversible. A finales del siglo XVII, la sociedad antioqueña empezó gradualmente
a reagruparse en nuevas áreas de colonización y, con la recuperación
demográfica y los nuevos asentamientos internos, sus habitantes comenzaron a
reabrir la frontera minera. En este proceso, la minería cambió de carácter.
««Página 127»».
««Página 128»».
177 James Parsons, Antioqueño Colonisation in Western Colombia (Berke:. Los Angeles,
1949), pp. 41-7.
178 Para una descripción general de las tendencias económicas y demográficas en
Antioquia durante fines del siglo XVII y principios del XVIII, véanse ibid., p. 47; West,
Colonial Placer Mining, pp. 27-30; Restrepo, Estudio sobre las minas, pp. 41-2.
179 Francisco Silvestre, "Relación que manifiesta el estado de la Provincia de
Antioquia... (1776)", Archivo Historial (Manizales, 1919), vol. 12, pp. 573-85.
180 Una completa relación de la agricultura de Antioquia se encuentra en Ann Twinam,
Miners, Merchants and Farmers in Colonial Colombia (Austin, Texas, 1982), pp. 91-109.
El escape de la agricultura de subsistencia fue entonces uno de los incentivos de
la minería; otro fue la desigual distribución de tierras en las principales
poblaciones. Durante su visita oficial a la provincia en la década de 1780, el oidor
Mon y Velarde anotó que parecía paradójico atribuir la miseria del grueso de la
población a la falta de tierras, porque entre la mitad y las tres cuartas partes del
área de la provincia aún estaban deshabitadas y sin cultivar. Pero también recalcó
que la concentración de la mayor parte de la creciente población en el centro de la
provincia, y la existencia de grandes posesiones (a menudo sin títulos legales y
con frecuencia mal explotadas o abandonadas) privaban a muchos de la tierra
necesaria para su propia subsistencia y la de sus familias. 181 Parece entonces que
Antioquia tenía una considerable población campesina obligada a dedicarse a la
minería por falta de tierra, siendo así el fundamento de una economía productora
de oro basada más en el trabajo independiente que en la esclavitud.
Si el renacimiento de la minería de Antioquia dependió del trabajo independiente a
principios del siglo XVIII, en la segunda mitad del siglo también hubo muestras de
un aumento de la inversión en esclavos. A fines de 1750, el gobernador José
Barón de Chaves informó que sólo había 900 esclavos trabajando en las minas
antioqueñas.182 Para 1778, este número había al parecer aumentado hasta llegar a
entre 9.000 y 13.500.183 En 1758, sólo un empresario registró el establecimiento
««Página 129»».
de treinta y nueve nuevas minas y obtuvo permiso para importar cien esclavos que
trabajaran en ellas.184 Como también se abrieron nuevas e importantes minas en
las décadas de 1760 y 1770 en las áreas de Río Grande, Río Chico y Santa Rosa
de Osos, aumentó consiguientemente la demanda de esclavos hasta cuando,
durante la década de 1780, algunos grandes mineros que usaban la técnica del
181 Robledo, Bosquejo Biográfico, vol. I, p. 195; vol. II, pp. 172, 199.
182 Rodolfo Segovia, "Crown Policy and the Precious Metals in New Granada”, tésis de
maestría inédita, Universidad de California, Berkeley, p. 53.
183 De acuerdo al censo local, en 1777 había en Antioquia 13.501 esclavos, de los
cuales 8.000 se encontraban en la jurisdicción de Santa Fe de Antioquia, y 2.500 en
Medellín: véase Apédice A, Tabla 9. El censo general del virreinato da cuenta de 8.931
esclavos, de los cuales 4.035 eran mujeres y 4.896 hombres; vease Apéndice A, Tabla I.
Francisco Silvestre, quien fue gobernador de la provincia entre 1782 y 1785 y entre
1782 y 1785, calculó que la población esclava de Antioquia se acercaba a los 10.000, o
sea un quinto de la población total de la provincia: véase Silvestre, Relación, pp. 156-7.
Es claro que el dato de menos de 4.896 esclavos en 1778, que figura en Twinam
(Miners, Merchants and Farmers, p. 40) es errado. Tomado del Estudio sobre las minas
de Restrepo, el dato se refiere únicamente a los esclavos varones, que este autor
presumió ser la mano de obra de las minas. De hecho, es evidente, de acuerdo a la
descripción de Silvestre, que las mujeres y los niños también trabajaban en la
búsqueda del oro, aunque sólo fuera por el hecho de que como los amos sólo daban a
sus esclavos lo necesario para su subsistencia, éstos tenían que trabajar en los
aluviones en los fines de semana para obtener comida y otros bienes.
184 AHNC Aduanas (Cartas), tomo 8, José de Arce y Zavala a la corona, Santa Fe,
octubre 2, 1760, folio 452. Hay alguna información adicional sobre la exploración
minera de Quintana en Restrepo, Estudio sobre las minas, pp. 42-3.
canalón y el trabajo forzado contribuyeron a elevar la producción de oro de la
provincia a niveles sin precedentes.185
««Página 130»».
complican aún más la correlación entre los ingresos por concepto del quinto y la
producción de oro. A partir de 1696, el quinto se cobraba al 5%, con una adición
llamada "cobo" del 1.5%; en 1759, los impuestos al oro cayeron al 6%, al ser
reducido el cobo al 1%; finalmente, en 1777 el quinto fue fijado en un uniforme 3%.
Estas reducciones de los impuestos, sobre todo la de 1777, pueden muy bien
distorsionar una curva de producción basada en los ingresos por concepto de los
quintos, porque los mineros tenían menos razones para evadir los impuestos al
ser éstos menores. Sin embargo, con el fin de indicar tendencias generales en la
escala de distribución de la producción de oro, presumiremos que la diferencia
entre la producción registrada y la real fue más o menos constante durante el
siglo, y advertimos que nuestros datos solo ofrecen indicadores aproximados
sobre la magnitud del volumen y las tendencias a largo plazo de la producción. 187
Empezando con la presunción de un promedio constante de evasión de
impuestos, Jorge Orlando Melo ha empleado dos fuentes para estimar las
tendencias en la producción de oro de Colombia durante el siglo XVIII: los
registros de los quintos pagados en las principales regiones mineras y los informes
185 Ibid., p. 41; también Twinam, Miners, Merchants and Farmers, pp. 39-41.
186 Sharp sugiere que los quintos cobrados en el Chocó pueden reflejar sólo entre la
mitad y las dos terceras partes del oro extraído en realidad; sin embargo, como su
afirmación de que la mitad del metal producido no pagaba impuestos se basa en la
cálculo de Francisco Silvestre de la cantidad de oro exportado ilegalmente, aquella
puede ser demasiado alta, puesto que las exportaciones ilegales pueden haber pagado
quintos. Véase Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 71-3. En cuanto a Antioquia,
Twinam sostiene simplemente que como la evasión era tan generalizada y masiva, la
producción de oro puede estar "en gran medida subestimada en las estadísticas de las
fundiciones", pero no intenta calcular la diferencia entre el oro fundido y el extraído.
Twinam, Miners, Merchants and Farmers, pp. 23-5.
187 Colmenares, Historia económica y social, vol. I, pp. 222-34; Barriga Villalba,
Historia de la Casa de Moneda, vol. 1, pp. 102-3, 113-4, 329-38.
del oro acuñado en las casas de moneda reales. 188 Para indicar las tendencias
generales de la producción minera, la pauta de ésta, que deriva del pago de los
quintos, se puede apreciar en la tabla 3.1 189
««Página 54»».
TABLA 3.1
PRODUCCIÓN DE ORO EN LAS REGIONES MINERAS DE LA NUEVA
GRANADA, DE ACUERDO A LOS QUINTOS,
Estos datos, por supuesto, constituyen una incompleta representación. Nada nos
dicen sobre el oro que circulaba ilegalmente, y muestran sólo los pagos de quintos
en las cuatro tesorerías, no todas las cuales tienen datos completos sobre el
producto de estos impuestos a lo largo de todo el siglo. Sin embargo, como tales
tesorerías estaban situadas en las cuatro principales áreas de producción de oro,
los ingresos por concepto de los quintos merecen ser considerados, faute de
mieux, como un indicador aproximado de las tendencias a largo plazo.
188 Jorge Orlando Melo, "Producción de oro y desarrollo económico en el siglo XVIII", en
Sobre historia y política (Bogotá, 1979), pp. 61-84.
189 Ibid., p. 68. Melo convierte los castellanos de oro en pesos de plata, o patacones, a
una tasa de 2.72 por castellano.
««Página 132»».
El primer interrogante para el cual el registro de los quintos ofrece una respuesta
aproximada se refiere a la escala del volumen de la producción de oro y a su
desarrollo en el curso del siglo XVIII Como muestra la tabla 3.1, los quintos
sugieren que, en el año promedio entre 1715 y 1719, las minas de la Nueva
Granada produjeron oro por valor de cerca de medio millón de pesos en plata (al
convertir los castellanos de oro en patacones a un promedio de 2.72 pesos por
castellano). Menos de veinte años después, entre 1735 y 1739, indican que la
producción subió casi el doble, a 925.200 pesos anuales promedio. (Este dato lo
confirma Miguel de Santiesteban quien, después de consultar con funcionarios
expertos de Popayán y Bogotá, concluyó que el territorio producía un máximo de
400.000 castellanos —más de un millón de pesos— por año). 190 Después en la
década de 1750, la producción parece haber bajado a cerca de 650.000 pesos
anuales, antes de aumentar de nuevo a unos 900.000 pesos por año, y el
aumento continuó en la década de 1780, a cerca de 1.5 millones por año
promedio, hasta llegar entre 1795 y 1799 a una producción de cerca de dos
millones, equivalente a los quintos pagados a las tesorerías reales. Los registros
de quintos también indican la relación existente entre la cronología del crecimiento
y las tendencias de la producción regional. En Popayán y el Chocó hubo un
crecimiento vigoroso hasta la década de 1740, con una fase de declinación
relativa a mediados de siglo y un repunte durante las décadas de 1760 y 1770.
Luego tuvo lugar una marcada divergencia en estas regiones. Después de 1785,
el crecimiento se redujo aparentemente en Popayán (aunque no en la
subprovincia de Barbacoas), mientras que al estancamiento de mediados de siglo
en el Chocó siguió un fuerte y más o menos sostenido crecimiento hasta mediados
de la década de 1790. Los datos incompletos de Antioquia muestran, por otro lado,
una pauta diferente, con un alza entre 1750 y 1754
««Página 133»».
190 Robinson, (ed), Mil Leguas por América, pp. 137, 187.
serie de estadísticas que proporcionan un índice aproximado de la escala y
tendencias de la producción durante el siglo. Estas se hallan en los informes sobre
el oro acuñado en las casas de moneda. Como las de los quintos, las estadísticas
de amonedación no tienen una correlación directa con la producción de oro,
puesto que no todo éste era acuñado. En las regiones mineras de Antioquia y en
las tierras bajas del Pacífico el oro circulaba en polvo, ya que no había otra clase
de moneda disponible; también se fundía en lingotes que luego eran convertidos
en ornamentos.191 Si asumimos, no obstante, que el valor del oro acuñado era de
una proporción relativamente constante con respecto al producido, entonces los
datos
««Página 134»».
FIGURA 3.1
DISTRIBUCIÓN REGIONAL DE LA PRODUCCIÓN DE ORO, SEGÚN LOS
QUINTOS, 1735-64.
FIGURA 3.2
DISTRIBUCIÓN REGIONAL DE LA PRODUCCIÓN DE ORO,
SEGÚN LOS QUINTOS, 1765-99.
sobre la amonedación nos dan otra medida, aunque también aproximada, de las
tendencias en la economía minera.
De nuevo aquí es clara la tendencia secular, como lo muestra la figura 3.3. Antes
de fines de la década de 1750, todas las monedas eran acuñadas en la Casa de
Moneda de Bogotá, y desde principios
««Página 135»».
FIGURA 3.3
VALOR DEL ORO AMONEDADO EN LAS CASAS DE MONEDA
DE BOGOTÁ Y DE POPAYÁN (TOTALES DE LOS QUINQUENIOS),
1700-1810 (EN MILES DE PATACONES).
««Página 136»».
venta del metal, con grandes descuentos, a los comerciantes de la capital, y que
por lo tanto habría menos posibilidades de que evadieran los impuestos. 193 En
1729 la corona, sin duda seducida por la perspectiva de mayores ingresos
impositivos, aprobó la solicitud. Pero el establecimiento de la casa de moneda de
Popayán llevó mucho más tiempo. No sólo no pudieron los mineros de la ciudad
reunir los fondos suficientes para pagarle a la corona el derecho manejar un ceca,
sino que el plan chocó con la sólida oposición los concesionarios de la de Bogotá,
quienes entablaron una prolongada demanda legal para proteger su tradicional
monopolio del acuñamiento. Después de una demora de dos décadas, el proyecto
revivido gracias ante todo a la iniciativa de Pedro Agustín de Valencia, hijo de un
comerciante español que se había convertido rico propietario de minas. 194 Pero
incluso entonces, la oposición Bogotá dilató su funcionamiento; en la década de
1750, lo complicó una batalla legal con el heredero del concesionario de la ceca
Bogotá, que persistió en su derecho al monopolio de la amonedación en la Nueva
Granada con el apoyo de los intereses comerciales la capital. Ante estas trabas
legales, Valencia no pudo aprovechar de lleno su privilegio de acuñamiento, hasta
que una cédula real 1758 lo confirmó. Tras unos cuantos pleitos más, el futuro de
la casa de moneda quedó asegurado. Manejada por la familia Valencia hasta
««Página 137»».
193 Los mineros informaban que al cambiar el oro con los comerciantes Bogotá perdían
entre ocho y diez reales de plata por cada doblón (ACC L Capitular [1758], tomo 21,
folios 28-9). Asumiendo que se referían al dobló dos escudos, equivalente a cuatro
pesos de plata, esto significaba una pérdida más o menos el 25% por cada doblón. Los
cálculos de Sharp para los trueques oro en el Chocó muestran una pérdida semejante:
véase su Slavery on the Spanish Frontier, pp. 63-5.
194 Un nuevo hallazgo de oro probablemente le dio a Valencia los medios impulsar este
proyecto. En 1743, había descubierto nuevos yacimientos en Raposo y las ganancias
que le daban las minas de Yurumanguí lo convirtieron en un los principales mineros de
Popayán. Sobre las minas de Yurumanguí, véase Gustavo. Arboleda, Diccionario
biográfico y genealógico del antiguo Departamento Cauca (Bogotá, 1962), pp. 447-50.
período colonial.195
A lo largo de todo el siglo, la cantidad de oro acuñado en la Nueva Granada tuvo
un aumento impresionante, sobre todo a mediados, al empezar a funcionar
simultáneamente las casas de moneda de Bogotá y de Popayán. En 1700, el valor
de las monedas acuñadas en la capital sólo fue de 167.000 pesos de plata; en
1800, la misma casa de moneda produjo casi medio millón de pesos y la de
Popayán cerca de un millón más.196 El total de los quinquenios de oro amonedado
presentado en la figura 3.3 muestra que el acuñamiento creció a todo lo largo del
siglo, con promedios de crecimiento rápidos en 1720-24, 1730-4, 1740-4, y en las
décadas finales.
Datos específicos de las regiones mineras confirman las tendencias generales de
la dimensión y distribución regional de la producción de oro. En su estudio sobre el
Chocó, William Sharp emplea los registros de los quintos para calcular la escala y
trayectoria de la producción, y aunque sus cálculos son por lo general más bajos
que los de Melo, las tendencias (véase la figura 3.4) son similares en lo esencial.
Los datos de Sharp indican que la producción de oro del Chocó creció a lo largo
del período de mediados de la década de 1720 hasta 1750; luego, después de
llegar a un tope de 165.000 castellanos por año promedio entre 1741 y 1745, la
producción declinó hacia la mitad del siglo, y desde 1750 hasta 1790 se estancó
en un promedio que por lo general fue de menos de 126.000 castellanos. Durante
la década de 1790, la producción aumentó de nuevo hasta alcanzar promedios
anuales de más de 134.000
««Página 138»».
FIGURA 3.4
CHOCÓ: PROMEDIO ANUAL DE PRODUCCIÓN DE ORO
SEGÚN LOS QUINTOS, 1724-1803
(EN MILES DE CASTELLANOS).
castellanos, sin poder nunca recuperar los altos niveles de la primera fase de
crecimiento de principios del siglo.197
Los registros de los quintos en los archivos de Popayán también muestran las
tendencias que, durante la mayor parte del siglo, confirman las identificadas por
Melo. Los equivalentes en la produce calculados según los ingresos de los quintos
muestran que los medios anuales crecieron de cerca de 51.000 castellanos
durante la primera década a más de 77.000 en la segunda, y llegando a al
aproximadamente 100.000 en la tercera. Esta tendencia al alza también se
interrumpió entre 1740 y principios de la década de 1750, cuando los ingresos de
««Página 139»».
FIGURA 3.5
POPAYÁN: PROMEDIO ANUAL DE PRODUCCIÓN DE ORO, SEGÚN LOS
QUINTOS, 1700-1804 (EN MILES DE CASTELLANOS).
««Página 140»».
FIGURA 3.6
ANTIOQUTA: PROMEDIOS ANUALES DEL ORO REGISTRADO PA
SU FUNDICIÓN, 1700-1809 (EN MILES DE PESOS DE ORO).
198 Al convertir los castellanos en pesos de plata, he usado la tasa empleada por Melo,
de 2.72 por cada castellano. Para los promedios anuales del oro producido en Popayán,
calculado según los registros de los quintos, véase Apéndice B, Tabla 4.
199 Véase Apéndice B, Tabla 3. El peso de oro equivalía a dos pesos de plata
las últimas décadas tal vez es exagerado por efecto de los cambios en los
impuestos. La reducción del quinto al 3% de 1777 puede haber inflado los
registros de oro en los años siguientes, al reducir el incentivo para la evasión del
««Página 141»».
impuesto; en Antioquia, las medidas especiales que se tomaron para obligar a los
comerciantes a pagar el quinto tal vez incrementaron artificialmente los registros
de oro a mediados de la década de 1780. Sin embargo, esta clase de medidas
ciertamente no explica el crecimiento de los quintos en años anteriores del siglo.
Además, el ritmo de los cambios en la producción de oro demuestra que es
imposible atribuir la recuperación de la minería del virreinato a las políticas
borbónicas, puesto que el crecimiento ya se había iniciado mucho antes de fines
de la década de 1770, cuando los funcionarios españoles dieron pasos positivos
para la promoción del desarrollo minero. Sería justo decir que no fue el gobierno
de los Borbones el que estimuló el desarrollo de la minería, sino que sucedió lo
contrario. El renacimiento de la extracción de oro no sólo revivió el interés de la
metrópoli en la Nueva Granada, sino que el aumento de la producción del metal, al
estimular el comercio interregional de productos domésticos, también contribuyó
en forma importante al afianzamiento del gobierno colonial con el incremento de
los ingresos por los impuestos a la producción, el consumo y el comercio.
A pesar de tal crecimiento, la producción de oro de la Nueva Granada contribuyó
sólo en muy menor grado al flujo del metal de las Américas a Europa durante el
siglo XVIII. Si comparamos, por cierto, los datos esbozados en este capítulo con el
oro importado a Europa desde Iberoamérica, es indudable que la Nueva Granada
fue durante la mayor parte del siglo un productor de oro muy menor comparado
con el Brasil. Las importaciones de oro del Brasil hacia Europa promediaron cerca
de nueve millones de pesos entre 1722 y 1731, superaron los ocho millones entre
1732 y 1741, se estabilizaron en cerca de seis millones entre 1752 y 1761, y se
aproximaron a los cuatro y medio millones en las décadas de 1760 y 1770. Sólo
hacia finales del siglo, mucho después de que hubiera terminado el auge en el
Brasil, bajaron las exportaciones de éste a niveles cercanos al tope de la
producción de oro neogranadina, de cerca de dos millones de pesos. La
producción de oro de la Nueva Granada también era parte de la producción total
««Página 142»».
««Página 143»».
201 Para los cálculos de Sharp, veáse su Slavery on the Colombian Frontier, pp. 171-89;
para una crítica de su método y una explicación de por qué la minería puede haber
tenido tasas de ganancia inferiores, véase Colmenares, Historia económica y social,
vol. II, pp. 153-65.
202 El hecho de que los comerciantes y mercaderes registraban y pagaban la mayor
parte del oro producido en las zonas mineras es palpable en un informe de 1703 del
fiscal de la Real Audiencia, en el curso de una controversia sobre los porcentajes que
los mineros y comerciantes debían pagar por el quinto; el informe está reproducido en
Barriga Villalba, Historia de la Casa de Moneda, vol. 1, pp. 335-6.
quinto, y los abastecía de las provisiones necesarias para sostener sus
actividades. Pero la dependencia de los comerciantes también tenía sus
desventajas, porque el trueque del oro entre mineros y comerciantes se hacía en
términos que favorecían a estos últimos. Los mercaderes que en el Chocó
compraban el metal directamente a los mineros pagaban menos que su valor real
y sacaban provecho de la diferencia entre el tipo de cambio en los yacimientos y el
valor del metal en las fundiciones reales.203 Aunque los mineros
««Página 144»».
««Página 145»».
Los comerciantes a veces formaban sociedades con los mineros, pero por lo
general evitaban comprometerse directamente en la producción. 207 Su papel en la
minería era más bien el de suministrar esclavos y mercancías, generalmente a
crédito. En ocasiones los mineros hacían sus compras directamente a los
mayoristas de ciudades como Cali, para luego llevar sus provisiones a las minas
««Página 146»».
««Página 147»».
209 AGI Consulados 333, Junta de los individuos del Comercio de España, Cartagena,
agosto 6, 1774.
210 En 1774, la corona ordenó a las autoridades coloniales investigar el asunto de la
apertura a la navegación del río Atrato pero, a pesar de la recomendación favorable del
virrey Guirior, no fue abierta hasta 1784. AGI Santa Fe 956, Caballero y Góngora a
Gálvez, mayo 31, 1784; también Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, p. 363; y
Silvestre, Descripción, p. 41.
211 West, Colonial Placer Mining, pp. 112-22.
promedio superiores a los 100.000 pesos. 212 Los ingresos de la alcabala pagada
por bienes vendidos
««Página 148»».
««Página 149»».
212 Les estoy muy agradecido a los profesores John TePaske y Alvaro Jara por esta
información extraída de su investigación inédita sobre los ingresos reales registrados
en Bogotá. Posteriores referencias a su investigación figurarán TePaske y Jara, "Cartas
cuentas de la real caja de Santa Fe de Bogotá", manuscrito inédito.
213 Véase Apéndice C, Tabla 8.
214 ACC Colonia CII-20ea 51 38.
215 Para un análisis del producto de los diezmos en Popayán, que incluye sobre
Antioquia, véase Jorge Orlando Melo, "La producción agrícola en Pc en el siglo XVIII,
según las cuentas de diezmos", en Fedesarrollo, Ensayos historia económica
colombiana (Bogotá, 1980).
216 ACC Libro Capitular (1763), tomo 23, folios 38-9.
217 Datos dispersos en informes sobre el comercio de ingreso a Popayán indican este
aumento de las importaciones de los textiles de Quito, descritos como "ropa de Quito",
en la siguiente forma: 1735, 241/2 cargas; 1745, 2501/2; 1765, 2531/2; 1769, 612
(ACC Colonia C II-5a 36 24 y 40 95; ACC Conia II-14a 50 51 y 50 73). A este desarrollo
sin duda influyó en parte la separación del comercio quiteño de los mercados
peruanos, que siguió a la abolición de los galeones y a la apertura de la ruta del Cabo
hecho de que atrajo un número creciente de inmigrantes españoles, algunos de
ellos comerciantes que casaron con la élite criolla propietaria de tierras y de
minas.218 En 1756 había suficientes españoles para justificar la formación de una
compañía de milicia de "forasteros",219 y para 1764 el tamaño de la comunidad
mercantil rivalizaba con el de Bogotá y Cartagena. 220 En 1778, la corona reconoció
el renacimiento de la ciudad como centro comercial al acceder a la demanda de
sus comerciantes de establecer un tribunal mercantil independiente para resolver
los asuntos "del copioso número de comerciantes domiciliados y casados en la
región, además de los muchos mercaderes de Quito, Santa Fe,
««Página 150»».
Honda y Cartagena que tienen aquí sus corresponsales o agentes..." 221 A partir de
entonces, Popayán tuvo una delegación mercantil de igual categoría que las de
Bogotá y Quito.222
El comercio de Antioquia, la mayor parte del cual se hacía a través de Bogotá,
mostraba una tendencia similar a crecer vigorosamente lo que estaba acorde con
la creciente producción de oro de la provincia. Mientras el valor de las
importaciones no llegaba por lo general a los 40.000 patacones antes de 1750,
después de 1760 se dobló, y se duplicó de nuevo en la década de 1770, antes de
llegar a un monto de cerca de un millón entre 1780 y 1810. 223 Y como la mayor
parte del comercio era de bienes producidos en la Nueva Granada, sobre todo de
los textiles crudos fabricados en la región del Socorro, la minería antioqueña
evidentemente contribuyó a la activación de la economía del centro del virreinato
de Hornos en la década de 1740 y que hizo que los productos de la industria de Quito
se enfrentaran a la competencia de importaciones más baratas de telas europeas.
También lo facilitaron las transferencias de impuestos hechas por el gobierno de Quito
a las autoridades de Cartagena, bajo la forma de un situado o subsidio anual para los
gastos militares del puerto. A cargo de los comerciantes que lo llevaban de Quito a la
Nueva Granada, por vía de Popayán, el situado era una útil fuente de capital para
financiar el comercio en el camino.
218 Véase Gustavo Arboleda, Diccionario Biográfico y Genealógico, para datos sobre
algunos comerciantes españoles que se establecieron en la ciudad durante el siglo
XVIII, y que muestran cómo los absorbió la sociedad local por medio de los
matrimonios.
219 ACC Libro Capitular, tomo 20 (1756), folios sin números. Desafortunadamente este
documento sólo nombra los oficiales de esa "Compañía Miliciana de Españoles
Forasteros", todos los cuales eran importantes comerciantes, pero no da el número o
los nombres de los demás miembros.
220 Cuarenta individuos del "comercio de Popayán" dirigieron una petición a la corona,
pidiendo que el cobro de los ingresos de la alcabala y el aguardiente, bajo contrato
colectivo con ellos desde 1761, siguiera su curso normal hasta el término de éste.
Véase ACC Colonia C II-20ea 51 38.
221 ACC Libro Capitular, tomo 28 (1777), fol. 146.
222 AHNC Consulados, tomo 3, fols. 433-5. Real Orden, julio 3, 1778.
223 Twinam, Miners, Merchants and Farmers, Tabla 7, pp. 51-4. Al final su segundo
período como gobernador de Antioquia, en 1785, Francisco Silves calculó que más de
250.000 pesos, o sea medio millón de pesos de plata, salían la provincia cada año,
tanto en forma de polvo como de lingotes: véase Silvest Relación, p. 147.
en la misma forma en que los yacimientos auríferos del Pacífico inyectaron nueva
energía a la economía de la provincia de Popayán. 224
No se debe, sin embargo, exagerar la influencia económica del sector minero,
porque ciertamente no transformó la economía de Nueva Granada. Dentro del
gran territorio que se extendía de los llanos y selvas de las tierras bajas tropicales
y a lo largo del terreno quebrado de las cordilleras andinas, la posibilidad de un
crecimiento económico siguió siendo muy limitada a causa de la dispersión y
pequeña escala de la colonización, las dificultades para el transporte interno y el
carácter aislado y de baja productividad de la minería. Estos factores fueron
constantes durante el siglo XVIII e impidieron
««Página 151»».
««Página 153»».
Parte II
La economía del colonialismo borbón: la Nueva Granada y la economía atlántica
««Página 154»».
Página en blanco
««Página 155»».
4
LA NUEVA GRANADAY EL SISTEMA MERCANTIL ESPAÑOL,
1700-1778
224 Sobre la composición del comercio antioqueño, véase Twinam, Mine Merchants and
Farmers, pp. 60-9.
de evolución internas sin prestar mayor atención a los factores externos que
afectaron su desarrollo. No obstante, el siglo XVIII presenció por supuesto
importantes cambios en las relaciones entre España y sus colonias, a medida que
los Borbones que ocuparon el trono de los Habsburgos trataron de contrarrestar el
proceso de decadencia al parecer inexorable que había afectado a España
durante el siglo XVII. La nueva dinastía no sólo estableció una autoridad
centralizada y absolutista dentro de la metrópoli sino que, mediante reformas
políticas, militares y económicas, intentó realizar lo que se ha llamado la "segunda
conquista de América".225
No fue éste un proceso que empezó de inmediato o que se llevó a cabo sin
tropiezos. El tono de las primeras reformas fue vacilante y su aplicación
accidentada, y la gran época de cambio sólo llegó
««Página 156»».
con el reinado de Carlos III. Sin embargo, a principios del siglo la Nueva Granada
sintió las repercusiones de los cambios en el centro de la metrópoli cuando su
comercio y su administración se vieron afectados por los primeros esfuerzos de
Madrid tendientes a recuperar el control de los recursos de su imperio.
Posteriormente, otras fases de la reforma colonial tuvieron impacto en la región,
alterando aún más sus sistemas comerciales y administrativos. Con el fin de
determinar el efecto de estas reformas, examinaremos ahora los cambios en la
política mercantil española y mostraremos las razones de su origen, así como la
forma en que fueron aplicadas y en que afectaron el comercio y la economía del
Nuevo Reino. Nuestro punto de partida es el comienzo del siglo, la época de la
transición del gobierno de los Habsburgos al de los Borbones, cuando la crisis del
imperio coincidió con el virtual colapso del sistema comercial atlántico que
vinculaba las economías coloniales a la madre patria.
Durante todo el período colonial, el comercio del Nuevo Reino fue un monopolio
formal de España, reglamentado por el código legislativo mercantilista que
amparaba todo intercambio con las Américas. Desde el siglo XVI, la metrópoli
restringió el comercio de sus colonias a un sistema regido por el Estado, con el fin
de enriquecer a la monarquía y a los grupos privilegiados dentro de ella. Durante
la mayor parte de la Colonia, este sistema tuvo tres aspectos esenciales. En
primer lugar, todo el comercio se canalizó a través de un único puerto de ingreso,
Sevilla hasta 1717 y luego Cádiz. En segundo lugar, todo el intercambio fue
organizado por el gremio mc cantil de los Cargadores a Indias que, junto con la
Casa de Contratación, respondía por el comercio trasatlántico, hacía que
cumplieran los reglamentos comerciales y se encargaba del cobro de los derechos
respectivos. Todo el tráfico transoceánico se limitaba
225 John Lynch, The Spanish American Revolutions, 1808-1826 (Sgda. Ed., Londres,
1986), p. 7.
««Página 157»».
««Página 158»».
procedentes del Perú y aquellos provenientes del Nuevo Reino. Parece probable,
sin embargo, que el comercio de éste aumentara durante las últimas décadas del
período de los Habsburgos, porque se descubrieron y explotaron nuevas minas de
oro, sobre todo en la costa del Pacífico. Pero aunque se incrementara la
capacidad del territorio para recibir importaciones de Europa, éstas fueron de
escaso beneficio para España o para su gobierno. Los cargamentos más valiosos
llevados a las Indias consistían en reexportaciones foráneas, y la mayor parte de
los caudales por los que eran intercambiados iba por lo tanto a manos de
extranjeros, lo que dejaba muy poco para los productores españoles o para el
Estado, constantemente defraudado.226 Sucedió así que cuando murió Carlos II,
226 Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, pp. 268-9; véase también
Lynch, Bourbon Spain, p. 21.
las colonias americanas no dependían económicamente de la metrópoli: los
comerciantes y productores extranjeros se llevaban la mejor parte de sus
mercados y caudales.
La debilidad fundamental de las relaciones económicas coloniales quedó
ampliamente revelada cuando accedió al trono el borbón Felipe V. Durante la
Guerra de Sucesión española, el sistema de flotas trasatlánticas cesó virtualmente
y la creciente separación entre las economías coloniales y la metropolitana se
convirtió en un hecho. Sin flotas para transportar su comercio con las Américas,
los extranjeros que habían dominado la Carrera de Indias forjaron entonces
contactos directos con las colonias españolas. Las intrusiones en los mercados
coloniales españoles eran tanto de aliados como de enemigos. Por un lado, los
mercaderes franceses aprovecharon la alianza de Luis XIV con la España
borbónica para organizar un tráfico con las Américas directamente desde los
puertos franceses; incursionaron particularmente en los ricos mercados del
virreinato del Perú. Por otro lado, los comerciantes ingleses y holandeses
montaron un productivo comercio de contrabando desde sus bases mercantiles en
el Caribe, desde donde establecieron rutas
««Página 159»».
de comercio ilegal con México a través de Veracruz, con el Perú por el istmo de
Panamá y con la Nueva Granada a través de Cartagena y Santa Marta. 227
Tal fue la escala de la penetración económica extranjera y tan serias las pérdidas
tanto para los comerciantes españoles como para el Estado borbónico, que los
ministros de Felipe V pensaron en cambiar todo el sistema del comercio colonial.
En 1705, por ejemplo, la Junta de Comercio discutió dos propuestas para
reorganizarlo. Una de ellas recomendaba la creación de una compañía
monopolista con un capital de cerca de veinte millones de pesos, para que pudiera
competir con las grandes compañías que las demás naciones europeas
empleaban para su comercio con las colonias. 228 La otra propuesta contemplaba la
total abolición de los convoyes, para ser reemplazados por "el libre tráfico de
navíos individuales desde los puertos de España hasta los de las Indias". 229 Sin
embargo, no se emprendió ninguna de ellas y el tráfico trasatlántico español
continuó en un estado de severa desorganización hasta el término de la guerra.
Para la Nueva Granada, como para el Perú, esto significaba que el comercio con
los extranjeros tomaba en gran parte el lugar del que hacían con los españoles, y
como veremos ahora, los primeros gobiernos borbónicos encontraron muchos
obstáculos para reconstruir el control español del comercio con la América del Sur.
««Página 160»».
227 Sobre la influencia extranjera, sobre todo la francesa, en el comercio
hispanoamericano durante la Guerra de Sucesión, véase Geoffrey J. Walker, Spanish
Politics and Imperial Trade, 1700-1789 (Londres, 1979), pp. 19-63.
228 AGI Indiferente General 2046A, "Papel segundo en que se propone la forma de
establecer la navegación de las Indias", Manuel García de Bustamante, agosto 15,
1705.
229 Ibid., Parecer de D. Ambrosio Daubenton, septiembre 10, 1705.
EL COMERCIO DURANTE Y DESPUÉS
DE LA GUERRA DE SUCESIÓN ESPAÑOLA, 1700-1720
««Página 161»».
««Página 162»».
Así que los primeros galeones en llegar a Cartagena después de más de una
década fracasaron por completo en revivir el comercio español con el Nuevo
Reino, y después de este fiasco prácticamente se cortaron los lazos comerciales
entre la colonia y la metrópoli, permitiendo que una vez más cayeran en manos
extranjeras lo recursos de aquella, hasta el término de la guerra. Un español
residente en Cartagena dio en 1712 una idea de la escala del contrabando calculó
que probablemente llegaba a los dos millones de peso anuales, pagados con oro
neogranadino.237 Parece, por lo tanto, que durante todo el curso de la guerra la
mayor parte del comercio de la colonia recayó en los extranjeros; sólo poco más
de cuatro millones de pesos reunidos en la feria de Cartagena de 1706 llegaron a
España procedentes de la Nueva Granada. En términos económicos, la colonia se
había separado casi completamente de España, al no confiar en la metrópoli para
la mayor parte de sus importaciones, y al no proporcionarle sino una fracción
relativamente pequeña de su producción aurífera.
La libertad comercial informal de la Nueva Granada continuo después de la
guerra, cuando la intromisión inglesa en la América española adquirió
proporciones aún mayores. En el tratado de Utrech. (1713), a Inglaterra le fueron
concedidos el asiento de negros (el contrato oficial monopolista para
proporcionarle los esclavos a Hispanoamérica) y el extraordinario privilegio de
enviar un "barco anual" a los puertos americanos para comerciar junto con las flota
trasatlánticas españolas. Obtenida de España como precio por la paz esta
concesión ponía en peligro tanto la integridad del monopolio colonial español
como los ingresos de la corona por concepto de comercio, pues les dio entrada
legal a los ingleses en el comercio americano, además de abrigo para el
234 El cálculo de la contribución de Cartagena procede de AHN, Códices, Libro 755b,
Consultas y pareceres del Consejo de Indias, tomo IV, fol. 34, "Informe de Bartolomé
Tienda de Cuervo", 1734.
235 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 44, 272, nota 84.
236 Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, p. 312.
237 AGI Consulados 315, Leonardo Bossèmarte al Consulado de Sevilla, octubre 6,
1712.
contrabando. Y, peor aún, lo términos del tratado de Utrecht limitaron las opciones
españolas para
««Página 163»».
««Página 164»».
««Página 165»».
Cuando por primera vez se pusieron a prueba los nuevos reglamentos del
Proyecto, los galeones fracasaron en cumplirlos o en satisfacer las esperanzas de
sus proponentes. Los primeros galeones en zarpar bajo las nuevas reglas salieron
de España meses después de lo previsto, y pasaron dos años en aguas del Caribe
despachando su tarea.242 El mismo problema que se suponía debían resolver los
galeones fue el causante de la demora: el contrabando extranjero en las costas de
la Nueva Granada. Desde la Guerra de Sucesión, los contrabandistas se habían
concentrado cada vez más en el Caribe, dejando a un lado el Pacífico, y el
comercio ilegal en las costas del Nuevo Reino había adquirido las dimensiones de
un tráfico permanente, con rutas bien establecidas, complicidad oficial y mercados
estables. La costa caribe neogranadina, sobre todo en los puertos de Cartagena,
Santa Marta y Río Hacha, se convirtió en un área de intensa actividad
contrabandista, asociada tanto con las acciones de la English South Sea Company
241 Para la descripción y análisis del Proyecto, véase Antonio García-Baque Cádiz y el
Atlántico, vol. I, pp. 152-8, 197-208, y Walker, Spanish Politics Imperial Trade, pp. 107-
11.
242 Sobre los galeones de 1721 bajo el mando del general Baltasar de Guevara, véase
Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 137-49.
como con los numerosos pequeños traficantes extranjeros que deambulaban
libremente entre las islas
««Página 166»».
españolas y a lo largo de las costas del continent. 243 Antes de que los galeones
llegaran, en 1721, los extranjeros ya actuaban en Cartagena y a lo largo de la
costa, e incluso habían establecido una base en Barranquilla, desde donde podían
enviar sus mercaderías directamente al interior.244 De allí habían avanzado tierra
adentro, y para 1721 Mompós se había convertido en una importante plaza de
contrabando, donde los extranjeros comerciaban con tanta libertad como en la
misma cósta.245 Y a la profunda penetración extranjera en el comercio de la Nueva
Granada se sumaba el abundante contrabando a través de Portobelo, que
malograba el comercio español con el Perú. Cuando los galeonistas zarparon para
encontrarse con los comerciantes peruanos después de pasar cinco meses en
Cartagena, encontraron que muchos extranjeros habían llegado antes que ello
incluyendo no sólo el barco anual inglés, sino también catorce navío ingleses y
holandeses que esperaban vender sus cargamentos a cambio de plata peruana. 246
Grandes cantidades de plata fueron a dar manos de los traficantes y cuando el
convoy regresó a Cartagena en agosto de 1722, contenía muchas mercancías sin
vender, que depositaron en la ciudad. 247 A la larga, después de dos años en las
Indias, los galeones de Guevara volvieron a España con cargamento avaluados en
12.3 millones de pesos, una cantidad no muy apreciable si se tienen en cuenta los
muchos años que habían transcurrido dese la flota anterior.248
««Página 167»».
Fue ésta una gran desilusión para los comerciantes andaluces que habían
organizado la flota y para el gobierno español, y el fracaso de los galeones originó
amargas recriminaciones. Estas cayeron ante todo sobre el recién posesionado
virrey de la Nueva Granada, cuya presencia en Cartagena al parecer no había
tenido el menor efecto en el control del comercio ilegal, a pesar del hecho de que
uno de sus principales deberes era librar del contrabando el puerto y la costa
antes del arribo del convoy. En la práctica, el virrey Villalonga fracasó por completo
en cumplir con esta responsabilidad. Aunque fue a Cartagena con órdenes para
combatir el fraude y el contrabando, éste no disminuyó durante su residencia en el
243 Sobre el contrabando durante el período del barco anual inglés, véase G. H. Nelson,
"Contraband Trade under the Asiento", American Historical Review, vol. 51 (1945) pp.
55-67.
244 AGI Santa Fe 374, Joseph de Aguila a la corona, Cartagena, marzo 29, 1721.
245 AGI Santa Fe 374, Francisco Baloco Leygrave a la corona, mayo 30, 1721; agosto
25, 1721.
246 AGI Santa Fe 374, Joseph García de Luna a la corona, septiembre 22, 1722.
247 Sobre los galeones de Guevara, véase Walker, Spanish Politics and Imperial, Trade,
p. 149.
248 Valor del caudal en Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, Tabla 54,
pp. 362-6.
puerto. Se dijo, por cierto, que en lugar de combatirlo había sacado provecho de
él. Cuando Patiño, el ministro responsable del comercio colonial, ordenó una
investigación secreta del contrabando que había frustrado la misión de la flota de
1721, se confirmó que el virrey, junto con otros importantes funcionarios de
Cartagena, entre ellos el gobernador y su esposa, estaba implicado en romper las
mismas reglas que se suponía debía haber hecho cumplir] Era tal la dimensión de
la corrupción oficial en el puerto, según Patiño, que "no se ha impedido que ningún
barco, fuese inglés, holandés o francés, arribe en el puerto o en la costa, y
disponga de todo su cargamento..." 249 Se descubrió, por cierto, que poco después
de la llegada de los galeones, dos barcos franceses habían vendido cargas por
valor de un cuarto de millón de pesos en Cartagena y en la costa de Tolú. Estos
hallazgos, junto con las quejas de los comerciantes españoles de la Carrera de
Indias, llevaron a la introducción de nuevas medidas contra el contrabando y, lo
que fue más importante, contribuyeron a la supresión del primer virreinato de la
Nueva Granada en 1723. Sin embargo, aunque la corona pronto abandonó el
experimento del virreinato, persistió en la reforma comercial del Proyecto y trató
tercamente de que funcionara. Fue así como poco después del regreso a España
de los galeones
««Página 168»».
de Guevara, los siguió casi de inmediato un nuevo convoy, bajo el mando del
general Grillo.
La flota al mando de Grillo contó con algo más de suerte que su predecesora.
Después de llegar a Cartagena en febrero de 1724, los galeones tuvieron que
competir con el barco anual inglés y por lo tanto pasaron más de dos años allí
antes de proseguir a mediados de 1726 a Portobelo, donde de nuevo el
contrabando era dueño y señor. Al llegar a Portobelo, los galeonistas encontraron
que el escuadrón inglés de allí había neutralizado las medidas españolas contra el
contrabando y, confinados por barcos de guerra ingleses, tuvieron otra demora de
dos años.250 Sin embargo, a pesar de todas sus dificultades, al regresar
posteriormente a España lo hicieron con un caudal de cerca de 20.3 millones de
pesos.251 Por lo tanto, el período de ocho años entre 1723 y 1730 presenció un
aumento en las exportaciones de Tierra Firme a España. En conjunto, los
galeones de Guevara y de Grillo habían regresado con cerca de 32.6 millones de
pesos de Portobelo y Cartagena, suma considerablemente mayor que la reunida
por los dos convoyes que habían hecho la travesía durante la Guerra de Sucesión
e inmediatamente después.
La incipiente recuperación del comercio español con Tierra Firme se mantuvo
durante la siguiente década. En 1730 otra flota, al mando de López Pintado, zarpó
hacia allí. Los galeones esperaron seis meses en Cartagena antes de seguir a
Portobelo para encontrarse con la flotilla peruana, y lograron regresar a España
después de solo un año en aguas americanas. Las transacciones en Cartagena
249 AGI Santa Fe 374, Joseph de Patiño a Andrés de Pez, Cádiz, abril 14, 1722.
250 Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 151-5.
251 Morineau, Incroyable gazettes et fabuleux métaux, Table 54, pp. 362-6
fueron al parecer un gran éxito, gracias a eficaces medidas contra el contrabando
tomadas por el gobernador de Quito y por el comandante de los galeones. En
enero de 1729, Dionisio Alcedo y Herrera, el presidente de la audiencia de Quito,
había prohibido el comercio terrestre con Cartagena durante un año antes y uno
después del arribo de la flota, para garantizar que el comercio legal no sirviera de
pantalla para el contrabando, como
««Página 169»».
había sucedido en el pasado.252 Además, al llegar López Pintado con su flota logró
frustrar los planes de los funcionarios locales que planeaban vender bienes
extranjeros capturados antes de la feria y desmantelar un círculo de
contrabandistas que operaba en complicidad con la guardia costera. 253 Como
resultado de esto, las ventas de los galeones en Cartagena fueron extraordinarias;
Alcedo y Herrera informó después que había tenido un movimiento total de cerca
de siete millones de pesos.254 La decepción en Portobelo, sin embargo, equilibró el
éxito en Cartagena. Cuando los galeones encontraron allí a los comerciantes
peruanos, la presencia del barco anual inglés saboteó a los españoles. No sólo
llevaron éstos menos plata de la esperada, sino que gastaron nueve millones de
pesos en mercancías suministradas por los ingleses. De modo que el vuelco
relativamente rápido hacia un mejor funcionamiento de los galeones de 1730
disimuló un serio fracaso en el propósito del convoy. La flota regresó pronto a
España, pero tuvo que dejar en Portobelo gran parte de su cargamento no
vendido.255 Una vez más, la preferencia de los súbditos coloniales por tratar
directamente con los extranjeros había socavado el funcionamiento del sistema
monopólico español, y el producto del caudal de la flota fue decepcionantemente
bajo: entre once y trece millones de pesos. A esto siguió, sin embargo, un envío de
lingotes de oro de entre 3.3 y 4.1 millones en 1737, al despachar lentamente sus
cargamentos los galeonistas que habían permanecido en las Indias. 256
Tras esta experiencia, la corona aceptó por fin que la renovación de un eficiente
sistema de convoyes anuales para el comercio con
««Página 170»».
««Página 171»».
De modo que cuando en 1737 arribó a Cartagena el convoy de Blas de Lezo, sólo
llegaron al puerto un millón de pesos, en lugar de los cuatro millones esperados. 259
Esta flota saturó aún más los mercados y pasarían muchos años antes de que se
vendieran sus cargamentos. Algunos comerciantes que viajaron con el convoy
estaban todavía en Cartagena doce años después, aun tratando de vender sus
mercancías. Y la proyectada feria en Portobelo nunca tuvo lugar. 260 Después de
dos años de negociaciones y de presiones oficiales, la "Armada del Sur"
finalmente llegó a Panamá en julio de 1739 para comerciar con el convoy español
en Portobelo. Pero antes de que la feria se pudiera llevar a cabo, Portobelo fue
capturada y saqueada por el almirante Vernon en diciembre de 1739, marcando
así el final de su larga historia como uno de los principales centros comerciales del
««Página 172»».
««Página 173»».
««Página 174»».
««Página 175»».
El estallido de la guerra contra los ingleses en 1739 puso fin al asiento británico,
permitiendo que España reparara una seria falla en' su monopolio comercial y
brindándole la oportunidad de desechar en forma permanente el desacreditado
sistema de los galeones. Desde entonces, barcos mercantes individuales, y no
convoyes, llevaron a cabo el comercio español con las Américas. Conocidos como
registros sueltos", o buques registrados, podían viajar a diferentes puertos del
Caribe y del Atlántico. Los canales comerciales se ampliaron aún más con el
permiso a los barcos españoles de navegar en el Pacífico por la vía del Cabo de
Hornos. De modo que en la Nueva Granada la reorganización política interna
coincidió con una nueva reforma del sistema comercial. Así como el Proyecto para
Galeones de 1720 siguió de cerca al establecimiento del primer virreinato en 1719,
su reinstitución en 1739 coincidió con el abandono del sistema de flotas. 269
268 AGI Santa Fe 422, Informe del gobernador de Cartagena, octubre 17, 1737,
mencionado en Consejo de Indias, octubre 21, 1738.
269 Según los reglamentos del Proyecto de 1720, las licencias se concedían a
individuos para cargar los barcos registrados enviados a las Indias. Para los barcos
sueltos en el comercio de la costa del Pacífico, véase Sergio Villalobos R., El comercio y
la crisis colonial (Santiago, 1968), p. 67. Para una lista de los que fueron enviados a
América entre 1700 y 1740, véase Walker, Spanish Politics and Imperial Trade, pp. 230-
««Página 176»».
««Página 177»».
3.
270 Valentin Vásquez de Prada, "Las rutas comerciales entre España y América en el
siglo XVIII", AEA, vol. 25 (1968), pp. 206-7.
271 García-Baquero, Cádiz y el Atlántico, vol. I, pp. 164-74; 541-6.
272 Guillermo Céspedes del Castillo, "Lima y Buenos Aires. Repercusiones económicas
y políticas de la creación del Virreinato de la Plata", AEA, vol. 3 (1946) pp. 702-12. Para
comentarios adicionales sobre el impacto de la supresión de los galeones en la América
del Sur, véase Roland D. Hussey, The Caracas Company, 1728-1784 (Cambridge, Mass.,
1934), y Sergio Villalobos R., El comercio y la crisis colonial, pp. 69-91.
los galeones y la apertura de una ruta directa al Perú por la vía del Cabo de
Hornos socavaron su papel como centro del comercio entre el Atlántico y el
Pacífico y, por estar situado en una región pobre, escasamente poblada y con muy
poco comercio propio, perdió su razón de ser. Cartagena y Lima no se vieron tan
adversamente afectadas, puesto que ambas tenían sus propias e importantes
zonas económicas interiores y por lo tanto siguieron siendo focos de atracción
para un considerable comercio con España. Lima, sin embargo, vivió una
disminución de su importancia comercial, pues dejó de monopolizar el intercambio
entre España y el Perú y tuvo que enfrentarse a la competencia de Buenos Aires y
de Cartagena. Después de haber dejado de apoyar consistentemente el sistema
de galeones, los comerciantes limeños descubrieron de pronto sus bondades y
rogaron a la corona que lo reinstituyera.273
««Página 178»».
««Página 179»».
273 Este cambio de actitud se debió a la pérdida de efectividad del monopolio causada
por la apertura de las nuevas rutas comerciales, por vía del Cabo de Hornos y Buenos
Aires, y a la intrusión de nuevos comerciantes. Véase Walker, Spanish Politics and
Imperial Trade, pp. 212-14.
tes limeños empleaban sus ganancias de las importaciones de Quito para hacer el
mantenimiento de sus barcos en los astilleros de Guayaquil. 274 Al parecer la
corona pasó por alto estas quejas durante mucho tiempo, pues sólo hasta 1768 se
volvió a discutir el asunto. Apoyados por el virrey Amat, los comerciantes de Lima
le pidieron de nuevo a Madrid que terminara el comercio entre Cartagena y Quito a
través de Portobelo, porque perjudicaba tanto el comercio de Lima con la región
de Quito como la industria naviera del Pacífico. 275 Los comerciantes cartageneros
presentaron fuertes descargos en contra. Sostuvieron que el comercio de Quito
debía ser de su incumbencia, y en esto contaban con la ayuda de funcionarios
reales ansiosos de defender los ingresos que aquél les proporcionaba en el
puerto; anotaron que los comerciantes de Quito habían operado en Cartagena
desde fines del siglo XVII y que este comercio se había vuelto normal desde la
suspensión de los galeones, bajo el entendimiento de que los comerciantes
quiteños no interfirieran con el monopolio limeño reexportando bienes de
Cartagena al Perú;276 insistieron en que se perturbaría todo su sistema comercial
si se aceptaba el monopolio de Lima en los mercados de Quito, y declararon que
la corona había determinado claras líneas de demarcación del comercio
suramericano. Al abrir a la navegación el Cabo de Hornos le había concedido al
Perú una ruta de abastecimiento, dejando así a los puertos norteños de Cartagena
y Portobelo los mercados del nuevo virreinato de la Nueva Granada. Pasar por
alto estos límites jurisdiccionales arruinaría, según ellos, al comercio español.
Según Cartagena, esta división debía mantenerse porque "la principal
consideración y el principal mercado del comercio español en este Reino [de la
Nueva Granada] es la provincia de Popayán, a causa de los lazos y relaciones que
sus asuntos tienen con Quito y el Chocó, en
««Página 180»».
274 La historia de esta disputa está resumida en AGI Consulados 331, el virrey Amat a
la corona, Lima, abril 20, 1767.
275 Ibid., Informe del Tribunal del Consulado de Lima, Madrid, enero 8, 1768.
276 Ibid., Informe de la Real Contaduría de Cartagena, 1769.
277 Ibid., Informe de los diputados del comercio, Cartagena, diciembre 2, 1769.
278 Ibid.
Cartagena.279 Y en este punto quedó el asunto definitivamente. Se privó a los
peruanos del monopolio del mercado quiteño, pero también se negó su control a
los cartageneros. Ambas ciudades tuvieron entonces que competir por él. No era
ésta la solución perfecta para los comerciantes de Cartagena, que habrían
preferido monopolizar el mercado quiteño de bienes europeos. Sin embargo, los
benefició a largo plazo, pues aunque Lima siguió abasteciendo a Quito, Cartagena
fortaleció sus contactos tanto con la provincia de Popayán como con las populosas
provincias montañosas de Quito.
Si el papel de Cartagena en el comercio trasatlántico permaneció intacto e incluso
ganó en importancia, ¿cómo afectó el volumen y el valor del comercio
neogranadino con España la reorganización de la Carrera de Indias? ¿Crearon los
barcos sueltos contactos más estrechos y regulares entre el Nuevo Reino y
España? ¿Estimularon allí nuevos desarrollos de sus recursos, vinculando más la
colonia a las necesidades de la potencia metropolitana? Para responder a estas
««Página 181»».
preguntas, debemos examinar más de cerca las pautas del transporte marítimo y
del comercio entre Cartagena y Cádiz durante los cuarenta años transcurridos
entre 1739 y 1778.
««Página 183»».
282 AGI Consulados 319, Miguel Lasso de la Vega al virrey Eslava, Cartagena enero 9,
1743; AGI Consulados 320, Dionisio de Alcedo y Herrera, Panamá noviembre 15, 1743.
283 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 72.
284 Richard Pares, War and Trade in the West Indies (Oxford, 1936), p. 114.
285 AGI Consulados 325, Marqués de Valdehoyos al Consulado, Cartagena, octubre 25,
1750. El cálculo del comercio procede de la Histoire Philosophique del abate Raynal. El
dato dado por Raynal para las exportaciones de Cartagena es de 14.553 livres tournois,
que convertidas a pesos nos dan, ala tasa de 5:1, 2.910.633 pesos. De estos,
2.187.460 pesos eran en oro y plata. Véase Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux
métaux, p. 495.
en el valor total del comercio ilegal en la Nueva Granada. 286 Algunos
contemporáneos creyeron que los barcos sueltos habían puesto fin a las
violaciones flagrantes del monopolio español que tan comunes eran en la primera
mitad del siglo XVIII. En 1769 los comerciantes de Cartagena se refirieron al
contrabando en gran escala como "los viejos y olvidados vicios de la costa", como
si hubieran estado sepultados en el pasado desde mucho tiempo antes. 287 La
nueva organización del comercio se acercó más, en pocas palabras, a alcanzar
los objetivos para los que obviamente había fracasado el Proyecto de 1720, es
decir, el flujo regular del comercio español y una reducción de la intromisión
extranjera.
Los logros del sistema de barcos registrados no se deben exagerar, sin embargo.
Aunque los buques de Cádiz arribaron con más frecuencia a Cartagena, la
dimensión del tráfico con España seguía siendo muy reducida. Sólo tres barcos
cada año, en promedio, llegaron a Cartagena de España entre 1749 y 1778. De
unos tres millones de pesos anuales entre 1748 y 1753, los registros de
importaciones
««Página 184»».
286 Para el valor de las confiscaciones oficiales de contrabando, véase Grahn, "An
Irresoluble Dilemma", en Fisher, Kuethe y McFarlane, Reform and Insurrection in
Bourbon New Granada and Peru, Tablas 3 y 5, pp. 134, 144.
287 AGI Consulados 331, Informe de los diputados del comercio, Cartagena, diciembre
2, 1769.
288 Morineau, Incroyables gazettes et fabuleux métaux, p. 41 8, nota 89; p. 420. Las
exportaciones totales de oro llegadas a España de Cartagena entre 1765 y 1778 fueron
de 12.928.174 pesos. Según los registros oficiales en algunos años no hubo
exportaciones, mientras que en otros fueron sustanciales; el promedio anual del
período fue de 923.441 pesos.
289 Sobre el contrato, véase María Angeles Eugenio Martínez, "Reapertura de la vía
Carare-Vélez. El asiento de Blas de la Terga (1754)", AEA, vol. 41 (1984), pp. 513-52.
290 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 85.
291 Ibid., pp. 109, 143.
Los funcionarios locales ocasionalmente suavizaban las restricciones a los barcos
no españoles y esto, junto con la importación de esclavos, contribuyó a mantener
bien abiertos los canales del contrabando durante las décadas de 1760 y 1770.
Hubo, por ejemplo, el escándalo que se produjo en 1764 en torno al arribo ilegal
de siete barcos foráneos (dos franceses y cinco ingleses) en 1763 y 1764, y a la
venta pública de sus cargamentos de esclavos, trigo, vino y otras mercancías. 292
Se usaban, además, los vacíos de la legislación para proteger el contrabando. Un
truco común era el
««Página 185»».
de los extranjeros que fingían daños en sus buques para entrar al puerto
legalmente y luego, con la complicidad de los funcionarios, disponer de sus
cargamentos para pagar las reparaciones. 293 De manera que aunque el reemplazo
de las flotas por los barcos sueltos estableció contactos más firmes entre España
y el Nuevo Reino, la metrópoli estaba todavía lejos de ejercer un monopolio del
comercio exterior de su colonia, o de cortar el constante flujo de sus recursos
hacia los contrabandistas ingleses, franceses u holandeses.
El principal defecto de la reforma fue el hecho de que no realizó una
reconstrucción radical del sistema global del comercio colonial. El comercio
trasatlántico de España siguió constreñido por muchos frenos institucionales, tales
como la necesidad de obtener licencias de la corona, la obligación de zarpar
exclusivamente de los puertos designados en la licencia, y las altas tarifas y
derechos portuarios tanto en la península como en América. La forma en que los
funcionarios españoles tasaban los derechos al comercio alentaba, además, el
contrabando. La mercancía enviada a las colonias era avaluada por ellos de
acuerdo al peso y al volumen y no a su valor, de manera que los comerciantes
hispanos favorecían los bienes costosos y desechaban la franja baja del mercado,
dando así campo a los contrabandistas. La existencia de oro en la Nueva Granada
también era un aliciente para el comercio ilegal, porque las vecinas colonias
extranjeras del Caribe padecían de una perenne carencia de metálico. Finalmente,
a pesar de la mejora de la guardia costera, era imposible vigilar efectivamente los
puertos y las costas del virreinato. Las autoridades trataron de detener el
contrabando en Cartagena mediante la prohibición de importar harina, pero aquél
siguió filtrándose en el país por los boquetes abiertos por funcionarios portuarios
sobornados y por los barcos extranjeros que fondeaban a todo lo largo de la
extensa costa entre Río Hacha y el istmo de Panamá.
««Página 186»».
««Página 187»».
««Página 188»».
296 La extensión del comercio libre a Santa Marta fue decretada en una Cédula Real
del 4 de octubre de 1776; la de Río Hacha en una Cédula del 20 de agosto de 1777:
AHNC. Aduanas, tomo 6, fols. 308-11; 493-5. Sobre la introducción del comercio libre
en Cuba, véase Allan J. Kuethe and G. Douglas Inglis, "Absolutims and Enlightened
Reform: Charles III, the Establishment of the Alcabala, and Commercial Reorganization
in Cuba", Past and Present, No. 109 (1985), pp. 118-43.
297 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 105-9.
««Página 189»».
««Página 190»».
298 Francisco Antonio Moreno y Escandón, "Estado del Virreinato de Santafé, Nuevo
Reino de Granada", p. 588.
299 Ibid., pp. 589-92.
cacao de la Nueva Granada y que, debido a la estructura de los derechos,
preferían obtener el azúcar en La Habana en lugar de llevar a España las
abundantes existencias de azúcar, algodón, tabaco, palo de tinte y cueros del
virreinato. La reducción de los derechos era un medio para corregir esto, pero
Guirior no lo consideraba suficiente para promover las exportaciones. Sugirió, por
lo tanto, que se les permitiera a los neogranadinos exportar a puertos extranjeros
del Caribe cualquier excedente dejado por los comerciantes españoles. 300 En el
pasado, las licencias privadas se habían concedido en casos estrictamente
determinados. Guirior sugirió entonces, sin embargo, que este comercio se
formalizara y regularizara.
Para defender este rompimiento con los tradicionales reglamentos del monopolio
español, sostuvo que las normas vigentes contribuían a la depresión, más que al
desarrollo, de la economía de la colonia. Al igual que Moreno y Escandón, insistió
Guirior en que la demanda de oro en barras o amonedado para pagar las
importaciones de España tendía a drenar el reino del metálico que requería para
facilitar y promover el comercio interno. Moreno y Escandón recomendó que
««Página 191»».
300 AGI Santa Fe 552. Informe de Tomás Ortiz de Landázuri en carta del virrey Guirior
de junio 15, 1773, Madrid, febrero 28, 1774.
301 AHNC Milicias y Marina, tomo 125, fols. 1000-7: "Causas de que procede la pobreza
general del Reino..."
302 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 143-6.
monopolio de Cádiz por dejar de estimular las exportaciones de la colonia;
también lo pintaba como un obstáculo para el desarrollo agrícola y manufacturero
de la región. Moreno y Escandón, y también Guirior, reconocían que esta situación
no era fácilmente modificable dentro del monopolio
««Página 192»».
««Página 193»».
nias extranjeras como algo "tan escandaloso que sólo puede considerarse con
asombro".304
Sin embargo, se efectuaron cambios en la política comercial española durante los
años siguientes, como parte de una total reforma del sistema de comercio
trasatlántico. La mayor libertad de comerciar concedida a los puertos
neogranadinos de Santa Marta y Río Hacha en 1776 y 1777 fue por lo tanto
preludio de un cambio más amplio. Como anotó el virrey Flores, era en extremo
difícil aislar las zonas de "libre comercio" de la costa del resto de la colonia;
««Página 194»».
««Página 195»».
305 AGI Indiferente General, Flores a Gálvez, Bogotá, febrero 28, 1777 (no. 324).
306 Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, p. 353.
307 Pablo E. Cárdenas Acosta, El movimiento comunal de 1781 en el Nuevo Reino
de Granada, 2 vols. (Bogotá, 1960), vol. I, pp. 83-4.
oportunidad de desencadenar el potencial económico del mundo hispánico. Las
principales disposiciones del Reglamento se pueden enunciar en pocas palabras.
En primer y más importante lugar, eximió al comercio colonial de las restricciones
del viejo sistema, centrado en Cádiz y dominado por una privilegiada oligarquía de
comerciantes andaluces. En 1778 se suspendió formalmente el monopolio de
Cádiz, y desde entonces los puertos hispanoamericanos quedaron abiertos al
comercio recíproco. Con el fin de promover el comercio colonial, el Reglamento.
También redujo las numerosas limitaciones que afectaban el tráfico y el comercio
trasatlánticos. Se suavizaron, por ejemplo, las normas para el envío de
cargamentos a América, se abolieron varios tributos al tráfico y al comercio y se
redujeron y normalizaron los derechos que éste pagaba. Los pasos para aumentar
el volumen del comercio de España con sus colonias estuvieron, además,
acompañados por medidas para promover la venta de productos españoles con
miras a estimular la agricultura y la industria metropolitanas. Se fijaron, con este
fin, tarifas preferenciales para las exportaciones de España a sus colonias,
obligando así a que los productos extranjeros pagaran derechos
««Página 196»».
308
El texto del reglamento está publicado en Bibiano Torres Ramírez y Javier Ortiz de
la Tabla, (eds.), Reglamento para el comercio libre, 1778 (Sevilla, 1979).
Américas aumentaron en cerca de un 400%, y los productores hispanos lograron
incrementar su participación en los mercados americanos de un 38% en 1778 a un
promedio del 52% entre 1782 y 1796. Las exportaciones
««Página 197»».
El comercio libre ofreció beneficios menos obvios para los súbditos coloniales de
España. Por un lado, la mayor libertad de comerciar dentro del imperio les dio
algunas ventajas a los consumidores y productores americanos. La eliminación de
las restricciones al tráfico y al comercio trasatlántico abrió, en primer lugar, nuevas
rutas y redujo el poder de los oligopolios mercantiles que tradicionalmente habían
controlado la Carrera de Indias. Por la misma razón, el comercio libre redujo los
precios de las importaciones de Europa,
««Página 198»».
309 John Fisher, Commercial Relations between Spain and Spanish America in the
Era of Free Trade, 1778-1796 (Liverpool, 1985), pp. 87-90.
310 Sobre la forma comercial y el comercio de estas economías, véanse Allan J.
comercio libre imperial tuvo también implicaciones perjudiciales para los intereses
económicos coloniales allí donde las importaciones europeas competían con la
agricultura y las manufacturas domésticas. Porque a medida que los comerciantes
peninsulares, ansiosos por sacar ventaja de la mayor libertad de que gozaban,
inundaban los mercados americanos con importaciones de Europa, la
consecuente caída de sus precios reducía las ganancias de los comerciantes
locales o los llevaba a la quiebra; también lesionó la agricultura y las manufacturas
coloniales al exponerlas a una mayor competencia de sustitutos europeos.
Además, el comercio español ofrecía un crecimiento relativamente pequeño de los
mercados para las exportaciones americanas, salvo en el caso del oro, de manera
que el crecimiento del comercio trasatlántico abrió escasas posibilidades para un
crecimiento basado en las exportaciones, y en forma paralela drenaba de metálico
a las economías coloniales. Desde este punto de vista, la reforma comercial de
Carlos III fue un eficaz instrumento de un nuevo imperialismo que, en palabras de
John Lynch, "aumentó la situación colonial de Hispanoamérica e intensificó su
subdesarrollo".311
««Página 199»».
««Página 200»».
miento por medio de los convoyes era muy escaso y demorado, de manera que
para mediados de 1780 había en Cartagena cerca de dos millones de pesos
embotellados esperando ser enviados a España. 314 El bloqueo del comercio del
puerto terminó, no con el intercambio con España sino gracias al permiso de
comerciar con extranjeros En marzo de 1781 la corona permitió que los
comerciantes de Cartagena trataran con puertos de potencias aliadas y neutrales,
lo cual permitió el contacto con puertos norteamericanos y con las colonias
francesas y holandesas del Caribe.315
Fue irónico que la corona liberara a la Nueva Granada del monopolio español sólo
un par de años después de que estableciera el comercio libre para fortalecerlo; sin
embargo, pensó en la concesión de comerciar con extranjeros amigos y neutrales
apenas como una desviación temporal de la política comercial de Carlos III,
tomada con la intención de ayudar al gobierno del Nuevo Reino a encarar las
vicisitudes de la guerra. Pues debido a que el virrey Flóres había puesto en orden
las defensas de Cartagena durante 1780, los gastos del gobierno habían
aumentado en forma exorbitante mientras declinaban los ingresos del comercio,
causándole al virrey serios problemas financieros. Flóres había por lo tanto urgido
a la corona para que abriera el comercio de Cartagena por razones fiscales, con el
312 AGI Santa Fe 659, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, abril 30, 1779.
313 Sobre los efectos de la guerra en el comercio del Perú y de Río de la Plata,
véase Villalobos, El comercio y la crisis colonial, pp. 99-100; los esfuerzos reales
por mantener el flujo del comercio colonial los describe E. Rodríguez Vicente, "El
comercio cubano y la guerra de emancipación norteamericana", AEA, vol. II
(1954), pp. 61-106
314 Cuando un convoy llegó por fin a aguas americanas, estaba sobre todo
formado por barcos que llevaban mercurio a Nueva España; pocas mercancías
estaban destinadas a Cartagena. Para su composición, véase ibid., pág 81.
315 AGI Indiferente General 1955, Real cédula, marzo 14, 1781.
objetivo de revivir los ingresos de las aduanas y convencer a los comerciantes de
Cartagena de hacer préstamos al gobierno. 316 En términos fiscales, la medida
rápidamente demostró su valor. El comercio con los extranjeros trajo consigo una
afluencia de importaciones que incrementó el producto de los aranceles a los
bienes europeos importados (el almojarifazgo de entrada de géneros de
Castilla).317 También restauró la confianza de los comerciantes car-
««Página 201»».
316 AGI Santa Fe 593 (ramo 2), Flores a Gálvez, mayo 6, 1780; ibid., junio 27,
1780.
318 AGI Consulados 337, Francisco Simón de Miranda al Tribunal del Consulado,
Cartagena, agosto 11, 1781.
319 Fisher, Commercial Relations between Spain and Spanish America, pp. 45-7,
61-2.
320 AGI Santa Fe 605, Caballero y Góngora a Gálvez, julio 20, 1785.
resultó en parte del comercio con los extranjeros durante la contienda. En 1784,
Madrid había dado autorización a los comerciantes del puerto para que vendieran
los artículos extranjeros importados legalmente durante la guerra, para que
pudieran deshacerse de las grandes existencias que habían acumu-
««Página 202»».
lado.321 Esta no fue, sin embargo, la única razón de la inactividad del comercio
español con la colonia durante los primeros años del comercio libre. Más
importante fue la continuación del comercio directo con los extranjeros, práctica
que había proseguido en tiempos de paz dentro de las normas establecidas
durante la guerra. En 1783 y 1784, la mayor parte de los barcos que entraron a
Cartagena procedían más de puertos extranjeros que de los españoles. Algunos
comerciantes usaron licencias concedidas en tiempos de guerra, que las
autoridades coloniales seguían respaldando; algunos tenían autorizaciones
especiales para comerciar con puertos franceses, sobre la base de que el aliado
de España requería ayuda y apoyo después de la contienda; a algunos, incluso,
se les permitía comerciar con puertos ingleses en el Caribe, supuestamente como
excusa para obtener información militar.322 De manera que cuando los boquetes en
el monopolio comercial de España se cerraron formalmente al volver la paz, en la
práctica se dilató la restauración del comercio de la colonia con la metrópoli, por la
tolerancia del gobierno hacia el comercio legal con los extranjeros.
Después de 1785 desaparecieron por fin estas distorsiones causadas por el
bloqueo y las medidas de emergencia debidas a la guerra, y el comercio de la
Nueva Granada con España empezó a responder en forma más flexible al régimen
del comercio libre. Los resultados se reflejaron con claridad en el tráfico de barcos
321 La presencia de estas existencias fue reconocida por una resolución real al
virrey en 1784, que permitió a los comerciantes vender artículos extranjeros
adquiridos durante la guerra. AGI Santa Fe 605, Caballero y Góngora a Gálvez,
enero 15, 1785.
««Página 203»».
TABLA 5.1
EL COMERCIO ENTRE INGLATERRA Y ESPAÑA, 1784-1793
la década de 1780 y principios de la de 1790. 323 Igual cosa sucedió con el valor de
las importaciones y exportaciones entre España y Cartagena, tal corno lo muestra
la Tabla 5.1, en la que figuran los registros oficiales. 324La dimensión de esta
expansión comercial se puede apreciar mediante una simple comparación del
valor de las importaciones y las exportaciones en esta década con el realizado
durante los años anteriores al comercio libre. Antes de 1778, las importaciones de
España a Cartagena llegaban a cerca de un millón de pesos anuales. Después de
1785 se dispararon, llegando a un tope de 3.3 millones en 1788 y promediando
1.96 millones de pesos anuales durante toda la década de 1784 a 1793. Las
exportaciones de la colonia a España también aumentaron considerablemente,
pro-
323 Véase Apéndice C, Tabla 3 y Tabla 9. Debe anotarse que una gran proporción
de los barcos que arribaron a Cartagena de España procedían de Cádiz, el centro
tradicional del tráfico. Para una ilustración de los puertos de origen metropolitano
de los barcos que zarparon hacia Cartagena, véase Apéndice C, tabla 4.
324 AGI Santa Fe 957, Real Aduana de Cartagena de Indias, abril 14, 1795.
««Página 204»».
mediando 2.1 millones de pesos anuales entre 1784 y 1793, nivel que casi duplicó
el año promedio entre 1754 y 1764.
La mayor libertad para el comercio que permitía el régimen del comercio libre hizo
entonces aumentar el de España con la Nueva Granada, llevándolo en la década
posterior a 1785 a un nivel más alto que en cualquier otro momento del siglo XVIII.
¿Cómo afectó este crecimiento la economía del Nuevo Reino? En su historia
económica de Colombia, W.P. McGreevey sugiere que las políticas de Carlos III
lograron estimular la producción para la exportación y aumentar el volumen del
excedente remitido a la metrópoli, induciendo así "el advenimiento de una
economía verdaderamente orientada hacia las exportaciones". Sostiene de igual
modo que la economía de la Nueva Granada se estancó, a pesar de la producción
y de las exportaciones, porque los impuestos remitidos a España absorbieron el
excedente generado por el crecimiento. 325 Sin embargo, si examinamos ahora el
comportamiento de las exportaciones e importaciones neogranadinas durante
fines del siglo XVIII, encontraremos que este análisis es erróneo. Aunque la
política borbónica aumentó la apertura de la colonia a las importaciones, esto no
hizo que su economía se orientara más claramente hacia las exportaciones que en
cualquier otro período anterior; si el crecimiento de aquella fue lento y vacilante,
esto no se debió a que España drenara en impuestos el excedente de la región (lo
cual no hizo), sino más bien a que no proporcionó mercados para los recursos de
ésta.326
««Página 205»».
««Página 206»».
327 David Brading, Miners and Merchants in Bourbon Mexico, pp. 116, 130, 152.
primitivas en las apartadas regiones de la frontera minera, y que recibían sólo
pequeñas e inciertas ganancias de manos de los buscadores. 328 Mientras el
comerciante pudiera obtener oro mediante
««Página 207»».
328 Para un comentario contemporáneo sobre las bajas ganancias del sector
minero, véanse las observaciones del oidor Mon y Velarde sobre Antioquia, en
Robledo, Bosquejo biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde, tomo
2, p. 66. Para anotaciones generales sobre la pobreza de los mineros, y cálculos
de la tasa de ganancia, véase Pedro Fermín de Vargas, Pensamientos políticos,
pp. 57-60. Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 171-89, presenta cálculos
recientes de la tasa de ganancia entre los grandes propietarios de minas del
Chocó.
329 Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del Arzobispo-Virrey: Caballero
y Góngora a Gálvez, Santa Fe, octubre 15, 1782 (no. 9).
««Página 208»».
resultaron en nada; sus planes para aumentar la producción de oro llevaron, por
otro lado, a varios proyectos patrocinados por el gobierno en las principales zonas
mineras de la Nueva Granada.
El menos conocido de estos proyectos fue uno en que el mismo Caballero y
Góngora estaba directamente involucrado, mediante su creación y patrocinio de la
Real Compañía de Minas y Planificaciones Industriales de Popayán. Este incluyó
un pequeño grupo de ricos ciudadanos de esta ciudad que, dirigido por Pedro
Agustín de Valencia, un importante propietario de minas y tesorero retirado de la
casa de moneda local, cooperó con el gobierno en la creación de una sociedad en
comandita para explotar las abandonadas minas de oro y plata de Almaguer. Se
trataba, en su concepción, de un ambicioso plan que contemplaba el empleo de
"uno o dos mil hombres o más, en parte esclavos y en parte hombres libres
remunerados según su capacidad". Para sostener sus operaciones mineras, la
sociedad se proponía comprar tierras para el pastoreo de ganado en el valle del
Patía y para criar ovejas cerca de Almaguer, con el fin de usar su lana para
fabricar telas crudas para sus trabajadores, así como con el algodón que también
se cultivaría en tierras de la compañía. También pensaba la sociedad organizar la
producción de alimentos básicos, tales como los plátanos, el maíz, el arroz y el
trigo, para alimentar a sus mineros. 330 Para iniciar la empresa, diecisiete
importantes vecinos de Popayán dieron 22.000 pesos en esclavos y dinero,
equivalentes a cuarenta y cuatro acciones de quinientos pesos, en las cuales tenía
la familia Valencia interés predominante. Pedro Agustín de Valencia poseía
diecisiete acciones y sus hijos Joaquín y Tomás adquirieron otras siete
conjuntamente.331 La mayor parte de
««Página 209»».
los demás accionistas poseían sólo una, y el papel dominante de los Valencias se
incrementaba por el hecho de que por los menos seis accionistas estaban
330 AGI Santa Fe 837, Caballero y Góngora a Váldez, Turbaco, abril 8, 1788 (no.
227).
331 En 1788, los accionistas y sus valores fueron enumerados como sigue: Pedro
Agustín de Valencia, 17; Rafael de Rebolledo, 1; Joaquín de Valencia, 2; Joaquín
Sánchez Ramírez de Arellano, 2; Tomás de Valencia, 5; Manuel Bernardo Alvarez,
1; Antonio Sánchez Ramírez de Arellano, 1; Gregorio de Angulo, 1; Ignacio
Carvajal, 1; Francisco Josef de Quintana, 1; Andrés Pérez de Arroyo, 2;
Luis Tadeo Jiménez, 1; Juan Antonio de Ibarra, 1; Eduardo Alonso de Yllera, 1;
Josef Martínez de Escobar, 2; Agustín Nieto Polo, 4.
vinculados a ellos por matrimonio, o tenían relaciones comerciales con Pedro
Agustín de Valencia.332
La compañía no dependía solamente de la iniciativa y el capital privados. El
gobernador de Popayán y el arzobispo virrey apoyaron ambos con entusiasmo la
empresa y, además de cuatro acciones compradas por el virrey para la corona, el
gobierno metropolitano le hizo un préstamo por medio de la tesorería de la colonia.
El patrocinio y el apoyo financiero de la corona, junto con la concesión de
derechos de monopolio sobre los metales de Almaguer, parecían asegurar el éxito
de la sociedad. Para 1789 había aumentado su capital a 40.000 pesos, y
Caballero y Góngora estaba convencido de que tendría un futuro brillante. 333 Pero
tanto el optimismo del virrey como el de los accionistas se desplomó muy
pronto.334 Después de unos pocos años, la compañía abandonó la concesión de
Almaguer y empezó a operar en las minas de la Vega de Supía y Quiebralomo,
cerca de la ciudad de Anserma, al norte de la provincia. Allí al parecer tuvo más
éxito, pues los trabajos continuaron hasta por lo menos 1810. 335 En últimas, sin
embargo, el aporte de la sociedad al desarrollo del sector minero de la provincia
fue insignificante. Cuando el gobernador de Popayán inspeccionó su provincia en
1797, menospreció las condiciones de las minas en general, y específicamente
informó que había escasas señales de progreso en las opera-
««Página 210»».
332 Estos eran Alvarez, Angulo, Arroyo y Rebolledo. La información sobre sus
relaciones con la familia Valencia se encuentra en Gustavo Arboleda, Diccionario
Biográfico, pp. 5, 6, 27, 100, 221, 373, 447-50.
334 Segovia, "Crown Policy and the Previous Metals in New Granada", pp. 75-86,
nos ofrece una relación general de las actividades de la compañía.
335 AGI Santa Fe 837, el gobernador de Popayán a la corona, agosto 20, 1794.
336 AGI Santa Fe 623, Informe del gobernador de Popayán, diciembre 5, 1797.
esta situación mediante el suministro de esclavos negros. Su proyecto era similar,
y probablemente copiado de un plan favorecido años antes por los mineros de
Popayán. En 1781 Vicente Hurtado, un funcionario del cabildo de esta ciudad,
había argumentado que las minas de Popayán, Antioquia y el Chocó tenían una
baja producción porque sus propietarios no tenían ni el capital privado ni el apoyo
financiero del gobierno requeridos para la compra de esclavos. Sugirió por lo tanto
que la corona estableciera un fondo de inversiones administrado por el gobierno
para la compra de esclavos, que podrían entonces distribuirse a crédito entre los
mineros, en términos asequibles para ellos. Para capitalizar este fondo,
recomendó que el quinto se tasara según la antigua tarifa del 5%, y que la mitad
de los ingresos recogidos se transfiriera a una cuenta especial para financiar las
importaciones de esclavos.337 Como los quintos por lo general los pagaban los
comerciantes que trataban con el oro más que los mismos mineros, el proyecto
era a todas luces un intento de obligar a los tratantes de oro a contribuir con parte
de sus ingresos a la reinversión en el proceso de producción. El proyecto de
Yáñez de 1788 era
««Página 211»».
337 AGI Santa FE 836, gobernador de Popayán, "Informe sobre un proyecto para
el común General", Madrid, diciembre 10, 1782.
338 Sharp ofrece una descripción del proyecto y de sus resultados en Slavery on
the Spanish Frontier, pp. 472-4.
««Página 212»».
mientras que el agotamiento de los yacimientos más conocidos implicaba que los
mineros tenían que internarse cada vez más en tierras apartadas, donde era difícil
mantener tanto cuadrillas de esclavos como mineros independientes. Pero más
grave aún, las mayores reservas de oro, comparadas con las cuales los depósitos
aluviales eran mero detrito, se encontraban en las "muchas minas de veta sin
tocar o descuidadas, aunque las piedras que se encuentran sobre la faz de la
tierra muestran un oro que deslumbra los ojos". 341 Las legendarias minas de
Buriticá, sobre las que se decía que habían rendido hasta 30.000 castellanos por
año solamente para el mantenimiento de los soldados que vigilaban a las
cuadrillas de esclavos, estaban ahora totalmente abandonadas, y la minería se
había pasado por completo a los aluviones. Silvestre atribuyó esto a la falta de
conocimientos técnicos apropiados y a la de capital suficiente para sostener la
clase de empresa que se requería para esa clase de minería. Recomendó por lo
tanto el apoyo de la corona a compañías mineras capaces de suministrar tanto el
capital como la pericia técnica y, como prueba de su confianza en este enfoque, el
mismo Silvestre formó una compañía para explotar las vetas de Buriticá.
La importancia que Silvestre dio a la restauración de las minas de veta estaba a la
par con su preocupación por encontrar medios para estimular el comercio de la
provincia. Interna y externamente, el comercio de Antioquia se veía perjudicado
por el mal transporte, la escasez de moneda circulante (que se reflejaba en la
general dependencia del crédito) y el oneroso sistema de impuestos al comercio.
Silvestre hizo una serie de propuestas para superar estos obstáculos. Reconoció,
en primer lugar, la necesidad de integrar a Antioquia dentro de la economía
general mediante la mejora de las comunicaciones con las provincias vecinas.
Recomendó por consiguiente mejorar tres rutas principales: la de Cartagena
pasando por Ayapel y el río San Jorge, para darle a Antioquia acceso directo a
la costa; la del río Magdalena por vía de Sonsón y de Mariquita, con el fin de
mejorar las comunicaciones con el cuerpo principal de la Nueva Granada, y
finalmente la de las minas de oro del Chocó a través de Bebará, para unirla con
otra región minera. En segundo lugar, insistió en que se dieran pasos para animar
a los habitantes de la provincia a despejar y mantener las trochas entre sus
poblaciones, pues esto permitiría que los campos mineros tuvieran más fácil
acceso a provisiones más baratas, y porque ampliaría la esfera del mercado
interno para los productos agrícolas. En tercer lugar, aconsejó que se introdujeran
monedas de oro y plata para facilitar el intercambio y fomentar la producción de
oro. Sugirió finalmente que se redujeran los derechos al comercio entre las
provincias para que los comerciantes aumentaran sus transacciones con Antioquia
y hubiera así menos incentivos para el contrabando. 342
La insistencia de Silvestre en la necesidad de que el gobierno emprendiera
acciones positivas para estimular el comercio y la minería en Antioquia abrió el
camino para las políticas reformistas de los años siguientes. Durante la inspección
al virreinato del visitador general Gutiérrez de Piñeres, éste recurrió a los informes
de Silvestre y recomendó que se realizaran los proyectos del ex gobernador,
añadiendo que Silvestre sería ideal para llenar el papel de la "persona autorizada,
activa y celosa que con sus políticas y su ejemplo podría animar a los mineros y
estimular su industria".343 En consecuencia, Silvestre cumplió un segundo período
como gobernador de 1782 a 1785, y su propuesta de que se hiciera una
inspección general de la provincia y de sus minas se implementó cuando Juan
Antonio Mon y Velarde fue enviado a la provincia en 1786. 344
Al llevar a cabo su visita entre 1786 y 1788, Mon y Velarde hizo eco a muchos de
los juicios de Silvestre. Encontró que sus habitantes eran por lo general muy
pobres, la agricultura rara vez superior a la de subsistencia, el comercio interno
estancado y el gobierno corrupto y desorganizado. 345 Para redimir la provincia de
su pobreza, Mon y Velarde condujo una enérgica campaña para reformar su
industria minera. Como el código legal que reglamentaba las operaciones de ésta
343 AGI Santa Fe 837, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, Santa Fe, agosto 31, 1779
344 Para una relación de la carrera de Silvestre, así como una transcripción del
informe que dejó al final de su segundo período como gobernador, véase
Francisco Silvestre, Relación de la Provincia de Antioquia, ed. y trad. por David J.
Robinson (Medellín, 1988).
345 Robledo, Bosquejo biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde,
tomo I, pp. 195-196; tomo 2, pp. 143-4.
era anticuado y había sido desechado, Mon y Velarde consideró esencial una
revisión de las ordenanzas mineras para clarificar los derechos y
responsabilidades del gremio y para mejorar la condición de sus miembros. 346 Su
objetivo primordial en este campo era controlar los denuncios para que los
individuos no pudieran reclamar derechos a vastas extensiones de tierra con el
único propósito de evitar que otros las explotaran. 347 También consideró esencial la
intervención del gobierno para revivir las ricas minas de veta de Buriticá. La
compañía de Silvestre no había hecho progresos allí, y Mon y Velarde recomendó
que se trasladara a Antioquia a los expertos mineros españoles pagados por la
corona que en ese entonces trataban de revivir las minas de plata de Mariquita,
con el fin de que ellos pudieran reiniciar los trabajos en Buriticá y renovar la
inversión privada en la minería de vetas. 348
Los planes del visitador para revitalizar la minería fueron más allá de la
intervención en la industria porque Mon y Velarde reconocía que su progreso
dependía de disminuir los altos costos de la producción causados por los precios
inflados de los artículos básicos. Antioquia dependía de las importaciones de
regiones vecinas de
««Página 215»».
346 AHA Minas tomo 357, mss. 6706. "Testimonio del expediente formado para el
arreglo de las ordenanzas de minas compuesto de varios oficios de algunos
sujetos que se hallan con conocimiento de las minas" (1788).
347 Robledo, Bosquejo biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde,
tomo 2, pp. 65-7, 365-7.
350 Robledo, Bosquejo biográfico del Señor Oidor Juan Antonio Mon y Velarde,
tomo 2, pp. 116-18, 126.
Como buena parte de la tierra en torno a las ciudades principales estaba
concentrada en manos de grandes propietarios que no las cultivaban o que
obligaban a los labradores a pagar alquileres altos, la población tendía a
dispersarse en los alrededores, donde se ganaba la vida a duras penas. Para
aumentar la producción comercial de alimentos, trató de reagrupar a estos
aislados labriegos en aldeas, donde se podría organizar la producción para
abastecer de artículos básicos los campos mineros; también intentó animar a los
campesinos para que cultivaran cacao, tabaco y algodón, con el fin de impedir la
necesidad de importarlos.351
Otro elemento clave de los planes de Mon y Velarde para fomentar la
comercialización de los recursos antioqueños fue su proyecto para introducir la
moneda de plata y garantizar así que se pudiera exportar más oro sin
desmonetizar la región. La plata era prácticamente desconocida en Antioquia y,
como la provincia no tenía casa de
««Página 216»».
moneda, las monedas de oro eran muy escasas; el principal medio de intercambio
era simplemente el polvo de oro sin tratar tomado de los ríos. Esta era a todas
luces una forma de dinero inadecuada. El polvo de oro se usaba ante todo en las
transacciones entre los mineros y los comerciantes que los abastecían de
importaciones y, como era barato en relación con los bienes importados, tendía
constantemente a filtrarse a las regiones vecinas, privando a Antioquia de una
fuente de intercambio para los pagos internos. Sin una moneda alternativa, los
salarios y las transacciones locales tenían que pagarse al trueque o a crédito,
operaciones ambas que demoraban el funcionamiento de una economía de
mercado y privaban al gobierno de ingresos impositivos. El empleo del polvo de
oro como medio de intercambio también despojaba de ingresos a la corona al
reducir la cantidad del metal que a través de canales oficiales se usaba para
fundirlo y acuñarlo.352 Mon y Velarde insistió por lo tanto en que la moneda de
plata era vital tanto para el desarrollo económico de la provincia como para los
intereses fiscales de la corona. Logró en consecuencia un arreglo con un grupo de
comerciantes que operaban entre Antioquia y el exterior para que compraran unos
25.000 pesos en monedas de plata de las casas de moneda de la colonia para
remitirlas a Santa Fe de Antioquia, donde se pagarían por un precio equivalente,
más una prima en oro.353 Al introducir la moneda de plata a la región, Mon y
Velarde trató de resolver un problema que afectaba a toda la economía de la
353 AHA Colonia, Libros tomo 466, mss. 584. "Expediente sobre elecciones de los
Diputados del Comercio de esta ciudad y jurisdicción de Antioquia... y orden del
Virrey para se establezca oro y plata acuñada en esta provincia" (1788).
Nueva Granada y que en particular ponía en serias dificultades a las regiones
mineras: la tendencia a drenar el oro, dejándolas sin metálico y deprimiendo la
economía.
Aunque las reformas de Mon y Velarde en Antioquia fueron mucho más completas
que las empleadas para promover la minería en Popayán y en el Chocó, su
impacto en la producción minera fue tal
««Página 217»».
vez igualmente limitado. Pues a pesar de sus esfuerzos, el código minero siguió
siendo letra muerta, el polvo de oro continuó como principal medio de intercambio,
y veinte años después de su visita un observador contemporáneo encontró que el
sector minero carecía aún de provisiones, capital y experiencia técnica
adecuados.354 En Antioquia y en otras regiones productoras de oro de la Nueva
Granada, ni la intervención del gobierno ni la reorganización comercial tuvieron
mayor impacto en la producción. El crecimiento había empezado mucho antes de
los cambios de política de fines del siglo XVIII, y ni el suministro de esclavos ni la
mejora de la tecnología minera alteraron mayor cosa su ritmo. El verdadero éxito
de la política borbónica no se dio en el aumento de la producción o en el
rendimiento de la industria minera, sino en aprovechar su crecimiento para
incrementar los ingresos de la corona y las importaciones de España. En los
últimos años del siglo XVIII, la producción de oro oficialmente registrada mostraba
un enorme aumento desde principios del siglo, pero el papel del gobierno en su
expansión había sido insignificante. La minería también seguía esencialmente
inalterada en el punto de suministro: todavía era una industria de dispersos
campos mineros en fronteras aisladas que se concentraba casi exclusivamente en
la producción de oro. Entretanto, los intentos de fines del siglo de desarrollar otros
recursos mineros, como los proyectos financiados por la corona para revivir la
extracción de la plata en Mariquita, controlar las minas de esmeraldas de Muzo o
explotar los yacimientos de platino, fueron todos costosos fracasos. 355
355 Para la relaciones del virrey sobre estos proyectos, véanse Pérez Ayala,
Antonio Caballero y Góngora, pp. 348-52, y Posada e Ibáñez, Relaciones de
mando, pp. 343-8, 500-4. Los antecedentes del proyecto minero de la plata los
discute Arthur Whitaker, "The Elhuyar Mining Mission and the Enlightenment",
HAHR, vol. 31 (1951), pp. 558-83. Sus resultados en la Nueva Granada están
descritos en detalle por Bernardo J. Caycedo, D 'Elhuyar y el siglo XVIII
Neogranadino (Bogotá, 1971), pp. 123-258, y por Sandra Montgomery Keelan,
"The Bourbon Mining Reform in New Grenada, 1784-1796”, en Fisher, Kuethe y
McFarlane, Reform and Insurrection, págs. 41-53. Para relaciones del Proyecto del
platino, véanse Segovia, “Crown plicy an the Precious Metals in New Grenada”,
««Página 218»».
««Página 219»».
pp. 93-113; también Sharp, Slavery on the Spanish Frontier, pp. 51-4.
««Página 220»».
que daba empleo a "una masa de gentes pobres que se dedican a su cultivo". 361
No había, sin embargo, producido mayor prosperidad. Los campesinos vendían su
producción en parte por dinero y en parte para vestirse, pero su trabajo apenas les
alcanzaba para sobrevivir, con períodos de privación entre las cosechas.
Pequeñas cantidades de algodón crudo, cultivado en la tierra caliente en torno a
Girón, también empezaron a encontrar mercado en España durante la década de
1790.362 Impresionados por el ejemplo de los Estados Unidos, algunos
observadores contemporáneos comentaban la posibilidad de desarrollar grandes
exportaciones de algodón como medio para estimular la economía del Nuevo
Reino. No obstante, como sucedía con frecuencia, las expectativas excedían los
logros. Aunque el algodón se convirtió en el segundo artículo de exportación
después del oro y aunque fue la más importante contribución hacia la
diversificación de un balance exterior de intercambio dominado por el oro, a duras
penas rozó la superficie de la economía y la sociedad agrarias. El cultivo para la
exportación alteró temporalmente el patrón de la agricultura de subsistencia en la
región costera al borde del Caribe, pero la mala calidad del algodón impidió que se
««Página 221»».
««Página 222»».
363 Una de las grandes dificultades era la limpieza del algodón antes de su
exportación a ultramar. Este siguió siendo un problema durante el siglo XIX,
cuando se hicieron esfuerzos por promover su exportación. Véase Guillermo Wills,
Observaciones sobre el comercio de la Nueva Granada, con un apéndice relativo
al de Bogotá (1831) (Bogotá, 1952), pp. 19-22.
364 Véase Apéndice C, Tabla 7.
365 AHNC Aduanas tomo I, fols. 366-99. Cabildo de Pamplona al virrey, agosto 30,
1785.
366 Ibid., fols 372-3. El fiscal al virrey, mayo 31, 1786.
de Guyana.367 De nuevo insistieron los funcionarios ante el virrey y ante el
gobierno metropolitano, pero el proyecto nació muerto. 368 Fue así como el
aparente crecimiento de las exportaciones de cacao a la metrópoli durante la
década de 1780 puede de hecho esconder un descenso en la producción, debido
a la pérdida de los mercados inter-coloniales. Ciertamente Pedro Fermín de
Vargas estaba convencido de ello, al escribir sobre el tema en 1791. Registró que
la producción de cacao de Cúcuta había descendido como resultado directo de las
restricciones al comercio por Maracaibo.369 Una confirmación adicional del fracaso
del comercio libre en su desarrollo también se encuentra en los comentarios de
1794 del virrey Ezpeleta, en los que sostenía que los impuestos internos al cacao,
combinados con el alto costo del transporte, habían elevado sus precios a niveles
que no podían competir con las cotizaciones de los productores de otras
colonias.370
Durante el virreinato del arzobispo virrey Caballero y Góngora, la acción del
gobierno animó un breve aunque notorio desarrollo de las exportaciones de
cinchona y de palo de tinte, dos productos previamente descuidados. De los dos,
la corteza de cinchona era el menos importante en términos de volumen y de valor
exportados. Sin embargo, el comercio de este artículo constituye un ejemplo
interesante de una típica intervención económica borbónica, con la cual buscaba
el gobierno aprovechar la moda dieciochesca de la investigación científica en
beneficio tanto de la economía metropolitana como de la tesorería real. Los planes
para la exportación de cinchona empezaron en la Nueva Granada con las
investigaciones
««Página 223»».
««Página 224»».
de las provincias de Santa Marta y Río Hacha que producía un colorante rojo
similar al del palo campeche del Brasil y de Centroamérica. Durante la década de
1770 se habían hecho varias propuestas para desarrollar estas provincias
estratégicamente situadas pero de escasa población, aunque no fue sino hasta
1778 cuando Antonio de Narváez y la Torre, entonces gobernador de Santa Marta,
presentó el primer plan para desarrollar la exportación de la "madera del Brasil"
que se encontraba en abundancia en la provincia. 374 En 1784 se le ordenó al virrey
que investigara el proyecto y que estudiara los medios prácticos para ponerlo en
acción; como resultado, se estableció una agencia del gobierno para el desarrollo
del comercio del palo de tinte.
372 AGI Santa Fe 957, "Resumen en un Quatrenio de las embarcaciones que han
salido de este Puerto de Cartagena para los de la Península desde el año de 1785
hasta el de 1788".
373 Para un comentario contemporáneo sobre el fracaso del estanco de la
cinchona, véase el "Ensayo sobre un nuevo plan de administración en el Nuevo
Reino de Granada", en Antonio Nariño, Escritos políticos (Bogotá, 1982), pp. 18-
19. Véase también Wills, Observaciones sobre el comercio de la Nueva Granada,
p. 25.
374 Ortiz, Escritos de dos economistas coloniales, pp. 26-7, 52.
Marta, el más eficaz e inmediato impulso provino de las urgentes necesidades
financieras del gobierno del virreinato. En 1783 se le había ordenado al arzobispo
virrey que reafirmara la soberanía española en el área en disputa de la costa del
Darién, y para lograrlo recibió instrucciones de formar una expedición militar de
pacificación del área y prepararla para que la ocuparan colonos blancos. Esta
orden se dio en un momento en que no había fuerza naval en Cartagena, en que
el "situado" había sido suspendido, y en que la tesorería colonial, ya bajo la
presión
««Página 225»».
de los gastos de defensa durante la guerra de los años anteriores, tenía que pagar
grandes préstamos hechos por los comerciantes de Cartagena. De manera que,
sin provisión oficial de tropas, barcos o dinero, el alto costo de la expedición —
más de un millón de pesos—debía ser sufragado por la misma colonia, que
también debía proporcionar la mayor parte de los hombres. 375
Enfrentado a esta extraordinaria carga fiscal, el arzobispo virrey se apresuró a
adoptar el plan de desarrollo de las exportaciones de palo de tinte como medio
para financiar la colonización del Darién. Ya había concedido al comerciante
catalán Gerardo de Oligos licencia para exportar el producto de Santa Marta a las
colonias extranjeras del Caribe, y para traer a cambio pólvora, harina y otras
provisiones para la guarnición militar de Cartagena. 376 En 1785 dio un paso
adicional, y recomendó la organización de un estanco de palo de tinte. 377 Esta
propuesta encontró desde el principio una recepción desfavorable en Madrid,
debido a la oposición de ciertos intereses mercantiles españoles. Un grupo de
comerciantes de Cádiz con contactos en Cartagena se había interesado poco
antes en el comercio del palo de tinte y, celoso de sus intereses, trató de sabotear
los planes de intervención del Estado del arzobispo virrey. Como
375 Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, pp. 366-8. Una relación de la
expedición se encuentra en Manuel Luengo Muñoz, "Génesis de las expediciones
militares al Darién en 1785-86", AEA, vol 18 (1961), pp. 333-416.
376 Gerardo de Oligos era un comerciante de Barcelona que llegó a Santa Marta
en 1777 y trató intensamente con las colonias extranjeras durante la guerra de
1799 a 1783. Al continuar este comercio después de la contienda, recibió especial
tratamiento del virrey, quien personalmente protestó ante las autoridades
holandesas cuando unos comerciantes de Curazao timaron a Oligos (AGI Santa
Fe 552, Informe de Francisco Machado en carta de Caballero y Góngora,
noviembre 20, 1787). En 1784, se le concedió a Oligos licencia especial para
exportar productos coloniales a colonias extranjeras debido a la falta de barcos
españoles en Santa Marta (AHNC Aduanas [Cartas] tomo 5, fols. 1164-5). En 1785
recibió contrato para exportar palo de tinte a las colonias y al morir el negocio pasó
a manos de su hijo, Pablo Oligos, quien siguió operando desde Santa Marta
(AHNC Aduanas [Anexo], tomo 14, fols. 617-46).
377 AGI Santa Fe 603, el virrey a Gálvez, Cartagena, diciembre 24, 1785.
««Página 226»».
resultado de sus intrigas, éste recibió en 1784 una orden real en la cual se le
reprochaba haberle hecho concesiones a Oligos, y se le ordenaba permitirles al
conde de Prazca y a otros comerciantes de Cádiz la exportación del artículo a
España sin interferencia del contratista catalán. 378
Sin embargo, en vista de las nuevas presiones financieras causadas por la
expedición del Darién, se sintió justificado a subordinar los intereses comerciales
privados a los de la corona y simplemente siguió adelante con su plan de
establecer un estanco de palo de tinte. En mayo de 1786 comisionó al fiscal de la
audiencia de Santa Fe, don Antonio Vicente de Yáñez, para visitar la provincia de
Santa Marta y Río Hacha con el fin de investigar el estado de la tesorería local, de
eliminar el contrabando y de establecer el monopolio de la madera. 379 Para
octubre, Caballero y Góngora pudo formular un caso más detallado a favor del
establecimiento del estanco, sosteniendo que el conde de Prazca y sus asociados
habían informado mal a la corona al presentar su caso contra la intervención del
gobierno. Anotó que el abundante contrabando que se practicaba en la región, la
necesidad de pacificar a los indios guajiros y las exigencias fiscales de la
expedición del Darién en su conjunto hacían esencial que la tesorería real sacara
ventaja de la extraordinaria demanda de palo de tinte en las colonias vecinas. 380
De hecho, mientras el arzobispo virrey argumentaba aún a su favor, Yáñez ya
había puesto el plan en acción, al ordenar que quienes tuvieran palo de tinte en su
poder dentro de la jurisdicción de Cartagena vendieran sus existencias a los
depósitos del gobierno en un plazo de quince días. 381 Como el principal historiador
de Santa Marta ha declarado erróneamente que
««Página 227»».
el plan nunca fue llevado a la práctica, vale la pena hacer un breve recuento de su
historia.382
En su forma original, el proyecto era sencillo. La administración colonial
simplemente se interpuso entre los cortadores de palo de tinte y los
exportadores.383 No hubo restricciones al corte de la madera, siempre y cuando
378 José María Ots Capdequí, Nuevos aspectos del siglo XVIII español en
América (Bogotá, 1946), pp. 344-5.
379 AHNC Miscelánea (Colonia), tomo 73, fols. 527-8, Caballero y Góngora,
Turbaco, mayo 7, 1786.
380 AGI Santa Fe 957, Caballero y Góngora al Marqués de Sonora, Turbaco,
octubre 19, 1786.
381 AHNC Aduanas tomo 10, fols. 34-6.
382 Ernesto Restrepo Tirado, Historia de la Provincia de Santa Marta, 2 vols.
(Sevilla, 1929), vol. 2, p. 262.
383 Según el plan del virrey, el palo de tinte sería comprado al precio fijo de cinco
pesos por carga y luego vendido a los comerciantes por cinco pesos el quintal,
operación con la cual la tesorería real tendría una doble ganancia. Una carga era
igual a diez arrobas y diez libras, o sea 260 libras; el quintal era de cuatro arrobas
fuera vendida a los depósitos del gobierno a un precio fijo de cinco pesos por
carga; el estanco lo vendía entonces a los comerciantes a cinco pesos por quintal.
Con la manipulación de los precios de compra y de venta, el estanco cubriría sus
costos administrativos, y sus ganancias sufragarían los gastos de la expedición del
Darién.384 Caballero y Góngora, optimista, le aseguró al Ministro para las Indias
que los habitantes de la región acogían el nuevo arreglo con satisfacción porque
les brindaba un mercado seguro para el palo de tinte, y al mismo tiempo los
libraba de su dependencia de unos pocos ricos comerciantes de Cartagena y
Santa Marta que monopolizaban su comercio en la provincia. En lugar de
««Página 228».
los adelantos en mercancías que los comerciantes y sus agentes les daban a los
cortadores a precios excesivamente altos, el monopolio oficial les haría todos los
pagos en efectivo y esto, sostenía el arzobispo virrey, les proporcionaría buenos
salarios y estimularía la economía de la provincia con el consiguiente flujo de
dinero.385 Admitió sin trabas que los comerciantes españoles tomaban a mal el
monopolio, pero sostuvo que a larga se reconciliarían con él, porque el nuevo
sistema les permitiría comprar todo el palo de tinte que quisieran en un mismo
almacén sin tener que confiar sus fondos y reputaciones a agentes y fletadores. Y
como el precio de venta del producto en Cádiz era de entre 18 y 20 pesos por
quintal, tendrían un margen razonable de ganancia.
Tanto los intereses de los cortadores como los de los comerciantes eran, por
supuesto, algo secundario dentro del propósito principal del arzobispo virrey. En su
posición, el estanco era vital dentro de sus planes para financiar la expedición del
Darién, y fue esto lo que llevó a una intervención del gobierno mayor que la
contemplada originalmente. En 1787, éste dejó de ser un puro intermediario y se
convirtió en activo participante en las exportaciones de palo de tinte; con esto,
abrió un canal directo de intercambio con los recién independientes Estados
Unidos de América. El arzobispo virrey incluso supervisó de cerca el comercio por
medio de un agente contratado específicamente con este fin. Salvador de los
Monteros, a quien aquel había empleado anteriormente para la exportación de
y diez libras, o 100 libras. En esta forma, por cada dos quintales y medio vendidos
había un excedente de diez libras, lo que según calculaba el virrey, produciría otro
quintal por cada diez cargas vendidas. La tesorería ganaría así no sólo quince
pesos por carga debido a la diferencia del precio de compra y el de venta, sino
que también recibiría una ganancia escondida de ocho pesos por cada diez
cargas. Caballero y Góngora tuvo la ingenua esperanza de que tanto los
cortadores como los comerciantes serían engañados por la treta de imponer
diferentes medidas para la compra y la venta. Anticipó, por cierto, que las
ganancias serían suficientes para pagar el salario de los empleados del estanco,
dejando las ganancias corrientes como un ingreso neto para la corona.
384
385 AGI Santa Fe 957, Caballero y Góngora al Marqués de Sonora, Turbaco,
octubre 19, 1786.
provisiones navales de Jamaica a la Nueva Granada, fue enviado a Nueva York
con la misión de obtener tanto provisiones como colonizadores para la expedición
del Darién.386En Nueva York, Monteros organizó el comercio en sociedad con
Lynch y Stoughton, a una tasa de interés
««Página 229»».
del 7% para los diferentes plazos que le ofrecieron y con una comisión del 5%
para los agentes estadounidenses sobre la mercancía adquirida. 387 Las
provisiones de los Estados Unidos se transportaban en barcos norteamericanos a
la Nueva Granada, donde los cargaban con productos coloniales para el viaje de
vuelta. Los barcos llevaron algunos cargamentos de algodón y de cueros, pero la
principal exportación era el palo de tinte, para ser vendido allí directamente por la
administración real. Se llevaba directamente a Nueva York y Filadelfia, donde
Monteros lo almacenaba mientras hacía arreglos para su venta en los Estados
Unidos, o su envío a Londres y Amsterdam.
El arreglo no siempre funcionó sin contratiempos, y la correspondencia de Montero
con el arzobispo virrey ilustra algunos de los problemas que afectaban la
exportación de los productos neogranadinos. La decisión de éste de que el
proyecto se financiara a sí mismo creó periódicos problemas de liquidez para su
agente, quien descubrió que las exportaciones de la Nueva Granada requerían un
cuidadoso mercadeo en los Estados Unidos. En 1788 Monteros reconoció que el
palo de tinte, el algodón y los cueros que recibía eran artículos productivos, pero
anotó que tenían que venderse gradualmente para mantener sus precios. También
encontró dificultades por la irregularidad de las ventas y los pagos. En ese mismo
año se quejó de que el negocio a menudo se interrumpía debido a que no podía
pagarles a los transportadores que habían completado el viaje redondo; esto no
sólo lo hacía impopular entre aquellos sino que implicaba gastos extra, al verse
obligado a pagarles intereses. Le pidió por lo tanto al arzobispo virrey que le
enviara dinero y mercancías para poder cancelar deudas pendientes y liquidar
rápidamente los fletes.388 Para fines de 1788, sus problemas se habían agudizado.
Mientras esperaba un giro por los cargamentos de palo de tinte que había enviado
a Londres y Amsterdam, tuvo que enfrentarse a las crecientes exigen-
««Página 230»».
cias de sus acreedores de Nueva York. Pero como la demanda del producto en los
puertos norteamericanos no era elástica, el súbito arribo de unos lotes había
deprimido sus precios, lo cual hizo más difícil aún que Montero pagara sus
deudas.389 Hubo, por cierto, señales de que el mercado de palo de tinte estaba
386 En enero de 1787, Salvador de los Monteros informó al virrey que había
partido de Jamaica y se encontraba en Puerto Príncipe, en ruta a Nueva York:
AHNC Aduanas (Anexo), tomo II, fols. 4-14.
387 Ibid., fols. 60, 70, 127, 458.
388 Ibid., tomo 14, fols. 909-11. Monteros al virrey, Nueva York, mayo 21, 1788.
389 Ibid., fols. 993. Monteros al virrey, Nueva York, septiembre 12, 1788.
llegando a un punto de saturación, y Monteros advirtió que se hacía cada vez más
difícil obtener buenos precios en cualquier mercado accesible. 390 Sin embargo,
para ese momento el estanco de palo de tinte había cumplido un valioso propósito
fiscal para la corona. Sólo en 1788, se registraron exportaciones a los puertos
norteamericanos de cerca de 86.693 arrobas, cantidad que en términos de
volumen era casi tres veces mayor que los embarques de algodón (entonces la
mayor exportación agrícola del virreinato) enviados a España. 391 Y, aunque los
ingresos por concepto de este comercio no resolvieron los problemas financieros
del arzobispo virrey, sí produjeron entradas en un momento en que las finanzas
del gobierno estaban trastornadas como consecuencia de la insurrección
comunera.
Si la desviación del arzobispo virrey del credo mercantilista español demostró el
potencial fiscal de una política comercial más flexible, y si pareció justificar los
argumentos de los funcionarios que favorecían el comercio con los extranjeros
como medio de estímulo para la explotación de los recursos agrícolas y materias
primas de la Nueva Granada, no sería, sin embargo, un precedente para una
mayor libertad comercial o un crecimiento de las exportaciones. Un problema fue
la contracción aguda del comercio de palo de tinte después de 1788, al
encontrarse en la tan frecuente dificultad
««Página 231»».
390 AHNC Aduanas (Anexo), tomo 14, fols. 944-6. Monteros al virrey, Nueva York,
septiembre 12, 1788.
391 Ibid., fols. 417-8, 892-3, 885-6, 925, 931, 935-7, 940-1, 987. La cantidad de
palo de tinte exportada a los Estados Unidos en 1788 superó el total enviado a
España en los cuatro años comprendidos entre 1785 y 1788. En este lapso, cerca
de 69.348 arrobas se enviaron a España, una exportación anual promedio de
17.704 arrobas (AGI Santa Fe 957, "Resumen de un Quatrenio...".)
392 AGI Santa Fe 957, Gil y Lemus a Valdés, Cartagena, febrero 28, 1789.
393 AGI Santa Fe 957, Tomás Pérez de Arroyo a la corona, Madrid, julio 11, 1791;
Agustín Gnecco a la corona, Madrid, noviembre 19, 1793.
que estaba minando los mercados para sus importaciones legales. 394 Suplicaron
entonces a la corona que prohibiera el intercambio con los extranjeros, pues
estaba destruyendo su actividad legal. Una investigación oficial hecha en 1785
confirmó esta opinión. Pues al averiguar el volumen de las remesas extranjeras
que habían entrado a Cartagena desde el final de la guerra con Inglaterra en 1783,
encontró que las licencias especiales para comerciar con colonias extranjeras
concedidas por el arzobispo virrey habían convertido un expediente de guerra en
un tráfico constante y creado un considerable y creciente comercio de
contrabando en los puertos de Santa Marta y Río Hacha. 395 Estos puertos, declaró,
se habían convertido en los focos del contrabando en las costas de la Nueva
Granada, y éste había alcanzado un punto en que la mayor parte de las
mercancías generales se
««Página 232»».
podían obtener a menos precio que en la misma Cádiz. Al calcular que por lo
menos tres millones de pesos en telas y otros artículos habían ingresado
ilegalmente desde el fin de la guerra por esos dos puertos, el informe concluye
que el contacto con los extranjeros causaba grandes perjuicios al comercio
metropolitano con la colonia, y que por lo tanto debía ser suprimido. 396 Mientras
Caballero y Góngora permaneció en su cargo, este consejo fue del todo desoído;
el comercio del palo de tinte sirvió de mampara para el contrabando con los
Estados Unidos, y las licencias dadas para el comercio de esclavos y provisiones
llevaron a un creciente contrabando con los ingleses de Jamaica. Decidido a
aumentar los ingresos para el proyecto del Darién, el arzobispo virrey optó por
desconocer estos efectos secundarios de sus políticas. Sin embargo, éstas
provocaron protestas cada vez más clamorosas entre los comerciantes que
llevaban a cabo el comercio con España, y después del fin de su virreinato en
1789, sus sucesores devolvieron la política comercial a su rumbo acostumbrado,
dirigido ante todo a proteger los mercados para las importaciones españolas.
La política económica borbónica no logró entonces orientar la Nueva Granada
hacia las exportaciones, y así suministrar a la metrópoli una gama más amplia y
diversa de sus recursos. Para 1793 el carácter de su comercio seguía siendo
sustancialmente el mismo, y sólo mostraba una' insignificante tendencia a
diversificar su composición. Como lo indica la tabla 5.2, las remesas de oro
siguieron representando más del 90% de sus exportaciones a España durante
fines del siglo XVIII, y la diversificación del sector exportador fue mínima. 397 Las
exportaciones de cacao, algodón, palo de tinte y productos similares fueron
mayores de lo que habían sido antes del comercio libre, pero todavía constituían
sólo una pequeña parte del total. Mientras su valor se calculaba en miles de
pesos, el del oro llevado a ultramar se medía en millones.
TABLA 5.2
EXPORTACIONES DE CARTAGENA A ESPAÑA, 1784-1793
««Página 234»».
««Página 235»».
399 A principios del siglo XIX, el estadista español Canga Arguelles calculó que la
participación de España entre 1784 y 1796 había sido de cerca del 50%. Véase J.
Canga Arguelles, Diccionario de Hacienda (sgda. ed., Madrid, 1833), tomo I, p. 43.
Este cálculo se confirma en el reciente examen estadístico del comercio colonial
de Fisher, quien estima en un 49.1% la participación extranjera en el comercio con
España durante 1788 y 1796. Véase Fisher, Commercial Relations between Spain
and Spanish America, p. 46.
««Página 236»».
ciente negocio de simular como productos españoles las medias francesas para
que pagaran derechos inferiores de exportación a las colonias. 401 Otro medio de
que disponían los comerciantes foráneos para llegar a los mercados americanos
era el de evitar completamente a España mediante el contrabando directo, por lo
general a través de las colonias extranjeras en el Caribe. Era una operación
arriesgada, pero las elevadas ganancias compensaban los riesgos. El observador
francés J.F. Bourgoing calculó que el comercio ilegal y directo desde Europa les
ahorraba a los contrabandistas derechos de por lo menos un 14% a la importación
a España, un 7% a su reexportación y otro 7% al llegar al puerto americano. Al
deducir los costos de los contrabandistas, Bourgoing calculó que la evasión de los
derechos les daba una ventaja del 22% sobre el comerciante legal español, sin
incluso tener en cuenta las ganancias adicionales que podían alcanzar con la
exportación ilegal de productos americanos. 402 Las prohibiciones del comercio de
artículos como el hilo, las medias y otros géneros extranjeros aumentaban aún
más los incentivos al contrabando. La reducción de la oferta de tales artículos de
España simplemente aumentaba sus precios y la posibilidad de que se llevaran de
contrabando.403
401 J.F. Bourgoing, Tableau de l'Espagne Moderne (sgda. ed., Paris 1797), p. 446.
««Página 237»».
««Página 238»».
virrey Caballero y Góngora para comerciar con las colonias extranjeras servían de
pretexto para un contrabando en gran escala. Sin embargo, aquel persistió en
permitir que tanto los barcos españoles como los extranjeros importaran
provisiones y pertrechos navales de las islas del Caribe, y como el comercio de
palo de tinte con los Estados Unidos también alcanzó una dimensión considerable,
esto causó una creciente oposición tanto entre los comerciantes de la costa como
entre los hacendados del interior.
En 1787, los representantes de los comerciantes españoles en Cartagena
««Página 239»».
406 AGI Santa Fe 955. Petición al Consejo de Indias, julio 26, 1787; ibid., "Noticias
de Cartagena de Indias en fecha 16 de abril de este presente año de 1787".
407 AGI Santa Fe 1014, el gobernador de Cartagena a Valdés, octubre 26, 1787.
409 Ibid., Cartagena, mayo 30, 1788; ibid., Cartagena, agosto 16, 1788.
410 AGI Santa Fe 1015, el gobernador a Valdés, Cartagena, agosto 31, 1789.
extranjeras. El cabildo condenó las consecuencias de este retrógrado paso con
dramático énfasis. Al repasar el virreinato de Caballero y Góngora, su vocero lo
denunció como "el fatal período" en el cual
la agricultura declinó, el comercio encontró toda suerte de tropiezos, y se
abandonó totalmente a la industria que aún estaba en su infancia; mientras
nuestro propio trigo quedó sin mercado, se condujo con pretexto de su importación
el más vigoroso contrabando en la playas y a todo lo largo de la costa del Reino,
vendiéndose descaradamente bienes extranjeros en detrimento de los nuestros,
arrancando de nuestras manos el dinero que nuestros comerciantes han debido
tomar y remitir a sus corresponsales españoles; y haciendo, en fin, que nues-
««Página 240»».
tras provincias parecieran más colonias inglesas que dominios del Católico
Rey...411
Tan acres críticas a las medidas del arzobispo virrey confirman un cambio de
dirección que se estaba orquestando desde arriba. Cuando terminó su período en
1789, los comerciantes de Cartagena encontraron al más eficaz aliado para la
protección de su monopolio del comercio en el nuevo virrey, Francisco Gil y
Lemus. Durante los seis meses de ejercicio del cargo permaneció en Cartagena,
donde recibió la fuerte influencia del establecimiento mercantil del puerto. Poco
después de posesionarse, el virrey informó que su problema principal era controlar
el comercio semioficial con las colonias extranjeras del Caribe. Se quejó de lo
difícil que era calcular la extensión del comercio que se había formado sobre la
doble base de la exportación de palo de tinte y de las importaciones de trigo, pues
no existía una documentación completa sobre las licencias que se habían
concedido para legalizarlas.412 Pero se mostró convencido de que por ser
pretextos para el contrabando, ambas clases de comercio constituían una seria
amenaza para el control económico metropolitano de la colonia, y resolvió
eliminarlas. Se propuso por lo tanto acabar con la importación de harina a
Cartagena, con el argumento de que su complicidad con el contrabando destruiría
el comercio con Cádiz. Optó, en segundo lugar, por devolver a los particulares el
comercio de palo de tinte, permitiendo que los comerciantes españoles hicieran
contratos con el estanco de Santa Marta y transportaran a España el producto por
su cuenta.413
Para completar su consolidación del control metropolitano del comercio exterior de
la colonia, Gil y Lemus también recomendó que se depurara la administración en
Cartagena. Sostuvo que se había
411 AGI Santa Fe 655, Cabildo de Santa Fe a Valdés, Santa Fe, octubre 26, 1789.
412 Para una comparación del número registrado de barcos que entraron a
Cartagena de España y puertos extranjeros en el período 1783-90, véase
Apéndice C, Tabla 3.
413 AGI Santa Fe 573 (ramo 2), Gil y Lemus a la corona, Cartagena, enero 30,
1789.
««Página 241»».
corrompido tanto que la venta de licencias para tratar con los extranjeros se había
convertido en sí misma en un negocio con cotizaciones públicas. Recomendó
entonces que se despidiera a todos los que habían conspirado para protegerlo, y
pidió perfeccionar las medidas contra el contrabando como la única manera de
eliminar "la triste necesidad de contemplar la constante extracción de riquezas con
la cual los extranjeros prosperan, mientras los súbditos del Rey se debilitan y son
aniquilados".414 En esta forma, durante el breve gobierno de Gil y Lemus, se
invirtió la política comercial de Caballero y Góngora. Se cancelaron las relaciones
legales con los extranjeros, y se dio el tono para la reanudación de prácticas más
compatibles con los cánones del mercantilismo español bajo el virrey José de
Ezpeleta (1790-6).
La supresión del comercio con los extranjeros resultó imposible. Mientras España
no pudo abastecer a la colonia de todos los bienes que sus mercados requerían,
continuó el comercio con las islas extranjeras del Caribe. Y, a principios de la
década de 1790, el contrabando entre éstas y la Nueva Granada no sólo continuó,
sino que prosperó. Los capitanes de los barcos mercantes daban cuenta a su
regreso a España de malas ventas en Cartagena, y la exactitud de sus informes
se refleja en las estadísticas oficiales que muestran cómo empezó a descender el
valor de las importaciones a la metrópoli, al caer de un promedio anual de
2.439.470 pesos de 1786 a 1789 a uno de 1.417.524 entre 1790 y 1793. 415 Los
comerciantes de
««Página 242»».
414 Ibid., febrero 27, 1789. Para sus propuestas de reforma, véase ibid., mayo 14,
1789.
415 Los informes de los capitanes de los barcos se encuentran en AHNC Aduanas, tomo
9, fols. 718-19, 916-17, 927; AGI Indiferente General 2449, Presidente Juez de Arribadas
a Pedro de Lerena, Cádiz, febrero 1, 1791; ibid., febrero 22, 1791; ibid., "Declaración y
nota de la carta que conduce de Cartagena de Indias el Bergantín La Resolución",
Barcelona, junio 12, 1791; AGI Indiferente General 2450, Presidente Juez de Arribadas
al Conde de Lerena, Cádiz, junio 29, 1791; Indiferente General 2450, Presidente Juez de
Arribadas al Conde de Lerena, Cádiz, junio 29, 1791; Indiferente Genera 12451,
Presidente Juez de Arribadas a Gardoqui, Cádiz, mayo 22, 1792; Indiferente General
2453, idem, abril 30, 1793; ibid., mayo 7, 1793
416 AHNC !aduanas (Cartas), tomo 10, fols. 996-1000
península había caído en un 50%, afirmaron que en el mismo período el
contrabando había alcanzado un volumen de entre tres y cuatro millones de
pesos. Escaseaban los tejidos de lana, y las sedas y otros artículos españoles se
vendían a precios normales, pero había saturación de lienzos y toda clase de telas
de algodón. Era tal su abundancia en Cartagena y en toda la colonia que varias
clases de estopillas y lienzos, así como toda una gama de telas de algodón
prohibidas, se vendía a precios inferiores a los de Cádiz y otros puertos
españoles. En la ciudad de Cartagena, el comercio de estos artículos era tan
abierto que se vendían en las calles, y tan común su consumo que todo el mundo,
"desde la dama hasta la esclava, desde el artesano hasta el más respetable
comerciante, lleva finas muselinas, muselinetas y otras prohibidas telas de
algodón peinado".417
Al pedir medidas más estrictas contra la funesta competencia del contrabando, los
comerciantes argumentaron que el tráfico de esclavos, liberado de sus
tradicionales restricciones por el decreto real de 1791, servía de pretexto legal
para el contrabandista. Bajo la nueva legislación, se les permitía a los traficantes ir
a las islas extranjeras en sus propios barcos para buscar allí esclavos que podían
pagar con oro y otros productos de la colonia. 418 Las licencias se daban en teoría
solamente para un viaje de regreso, y sólo podían
««Página 243»».
417 Indiferente General 2466, Representación del Síndico del Consulado de Cartagena.
418 Para una discusión completa de la nueva política hacia el tráfico de esclavos, véase
J.F. King, "Evolution of the Free Slave Trade Principle in Spanish Colonial
Administration", HAHR, vol. 22 (1942), pp. 34-56.
419 AGI Santa Fe 643, Ezpeleta a Gardoqui, octubre 19, 1794 (no. 614)
la misma administración de la aduana estaba corrompida hasta la médula. Su
director era un importante contrabandista, así como el comandante de la fortaleza
de Bocachica (que dominaba la estrecha entrada a la bahía de Cartagena y era el
punto clave para controlar el movimiento de los barcos), sus subordinados y varios
destacados comerciantes. Todas estas personas, decía, estaban involucradas en
el mercadeo de artículos de contrabando. 420 Un incidente registrado en 1795
confirma esta opinión. Cuando Tomás Andrés Torres, un importantísimo
comerciante, fue arrestado por vender
««Página 244»».
Importaciones de contrabando, no negó los cargos; simplemente sostuvo que si el
gobernador justificaba su caso contra él, tendría entonces que arrestar a toda la
población, porque todo el mundo estaba implicado en el matute. 421
A pesar de los esfuerzos por terminar el tráfico legal con los extranjeros, el
comercio ilegal siguió tan campante, no sin la ayuda de las licencias concedidas a
barcos privados y de guerra para viajar a colonias extranjeras. En 1792, por
ejemplo, una goleta que estaba a punto de zarpar hacia Jamaica recibió 60.000
pesos, de los cuales sólo 12.000 estaban destinados para su misión oficial. Los
restantes 48.000 pesos fueron enviados por particulares involucrados en el
comercio ilegal. Fuera de los comerciantes, los funcionarios tenían también gran
interés en el viaje, pues muchos de ellos habían recibido préstamos de aquellos
para invertir en él. Ninguno de los funcionarios del puerto, "desde el gobernador
hasta el último administrador e incluso el fiscal de la Caja Real", ignoraba la
travesía o su propósito. Cuando los guardias no habían sido reclutados por sus
superiores para ejercer la actividad ilegal, eran impotentes para actuar por su
temor de perder el trabajo. Las mismas fortalezas, almacenes y barcos del rey se
habían convertido en depósitos de contrabando, en centros de un tráfico ilegal que
afectaba toda la actividad comercial de la ciudad y se filtraba a las provincias
vecinas.422 En 1794 la corona reconoció que el "gran comercio clandestino" que
pasaba por Cartagena, Río Hacha, Santa Marta y Portobelo estaba socavando el
tráfico legal, pero no ofreció antídoto distinto al de una mayor vigilancia por parte
del virrey, política que había fracasado consistentemente desde la introducción del
virreinato.423 Es claro entonces que la liberalización del comercio imperial no había
logrado asegurar el mercado de la Nueva Granada para las importaciones, así
como había dejado de desarrollar sus recursos para la exportación.
««Página 245»».
Para concluir nuestra evaluación del comercio y la economía del Nuevo Reino
««Página 246»».
de sus recursos naturales, sólo hacía una pequeña contribución —y de lento
crecimiento— al comercio colonial americano.425
La segunda observación general sobre la Nueva Granada en la época del
comercio libre es específica de la región misma, y atañe a las causas y
consecuencias de su limitado crecimiento comercial. El pobre desempeño del
comercio con España se originó en parte en los expedientes políticos que
permitieron que los recursos de la colonia fueran a dar a manos extranjeras.
Durante el virreinato del arzobispo virrey Caballero y Góngora, el aumento del
comercio con los extranjeros, con licencia del gobierno para asegurar el apoyo
financiero al proyecto de colonización del Darién, debilitó el tráfico de España a
Cartagena. Y aunque sus sucesores invirtieron esta política, las importaciones de
contrabando siguieron perjudicando los mercados para el comercio español
durante los primeros años de la década de 1790, antes de la reanudación de la
guerra con Inglaterra. Los comerciantes calcularon, por cierto, el contrabando en
más de un millón de pesos anuales en los tres años entre 1793 y 1796, colmando
así la mitad de los mercados de la colonia. De modo que si la Nueva Granada se
abrió más a las importaciones a finales del siglo, esto fue resultado tanto de la
424 Fisher, Commercial Relations between Spain and Spanish America, pp. 88-9.
425 Ibid., pp. 55, 77. Para una comparación entre los comercios de la Nueva Granada y
del Perú, véase J.R. Fisher, "The Effects of Comercio Libre on the Economies of New
Grenada and Peru: A Comparison", en Fisher, Kuethe, y McFarlane, Reform and
Insurrection of Bourbon New Grenada and Peru, pp. 147-63
intervención extranjera como del imperialismo borbónico.
Si España fracasó en alcanzar el dominio de los mercados de importaciones,
también dejó de generar un crecimiento de las exportaciones. A pesar del alivio en
las restricciones al comercio, ni España ni sus colonias ofrecieron fuerte demanda
de los productos agrícolas de la Nueva Granada, de modo que los productores
locales permanecieron en gran parte aislados de los mercados ultramarinos. Es
cierto que hubo alguna mejora en las oportunidades para exportar productos como
el cacao, el algodón, los cueros, la cinchona y el palo de tinte, pero eran tan
escasas que no podían ser base de un
««Página 247»».
««Página 248»».
bencia. Aceptó que el comercio libre le había dado cierto estímulo a la economía
de la costa, pero observó que el interior del país seguía siendo el mismo de la
426 AGI Santa Fe, Síndico procurador general Manuel de Otoya al gobernador de Cartagena,
mayo 9, 1794
época de las flotas. La distancia de la metrópoli, los altos aranceles y el estado en
extremo lamentable de las cornunicaciones internas significaban que la gente del
común no podía comprar importaciones europeas, y que las pretensiones de
España de suministrarlas eran inútiles. Vargas le recomendó por lo tanto a España
que abandonara su quijotesca política de pretender dominar el mercado colonial y
que se limitara a abastecer únicamente "las finas mercancías que tienen mercado
entre los ricos", para estimular en cambio una industria de textiles que satisfaciera
las necesidades locales.427 Sus críticas también mostraban la conciencia criolla de
que la política española había fracasado del todo en crear el comercio "activo" que
previeron los reformadores de la década de 1770. Comprendió Vargas que la
preocupación por la minería del oro y la dependencia de la colonia de las
exportaciones de metálico para pagar por sus importaciones eran obstáculos para
el desarrollo económico. 428Sostenía, en efecto, que aunque el oro era uno de los
escasos artículos en los cuales la Nueva Granada tenía una ventaja internacional
relativa, la organización de la economía en torno a la minería impedía el desarrollo
tanto de la industria como del país en general. Apoyada en el trabajo de baja
productividad de los esclavos y en el trabajo de subsistencia, y aquejada por los
altos costos de los suministros básicos, la minería no era propicia para los
avances técnicos o la acumulación de capital. Según Vargas, el mejor medio para
estimular la economía de la colonia era el fomento de su agricultura y de su
producción industrial tanto para el mercado interno como para el externo.
Recomendó con este fin que la corona redujera los derechos al comercio de
ultramar, que permitiera el libre comercio con los extranjeros y que tomara
medidas para mejorar el transporte.429 No
««Página 249»».
era la suya una voz solitaria. En 1797 Antonio Nariño, otro importante crítico criollo
del gobierno español y después destacado líder del movimiento de independencia,
también se lamentó del estancamiento económico de la Nueva Granada, al
describir su comercio como "lánguido" y sus habitantes como "los más pobres de
América". Nada es más común allí, dijo Nariño, "que una familia harapienta, sin un
real en su bolsa, viviendo en una choza miserable rodeada de plantas de algodón,
canelos, cacaoteros y otras riquezas, entre ellas piedras preciosas". Al igual que
Vargas, Nariño deseaba que hubiera mayor libertad para que los productores
comerciaran tanto en los mercados internos como en los externos, para que
pudieran comercializar los ricos recursos naturales del territorio; también favorecía
la introducción del papel moneda y del cobre para contrarrestar la escasez de
efectivo causada por su exportación. 430
El gobierno español, sin embargo, pasó por alto las propuestas criollas para
desarrollar la economía. En la vecina Caracas, que no poseía metales preciosos,
427 Fermín de Vargas, Pensamientos políticos, pp. 102-5. 121.Ibid, pp. 57-65.
428 Ibid, pp. 57-65.
429 Ibid., pp. 96-8, 102-3, 110.
430 "Ensayo sobre un nuevo plan de administración en el Nuevo Reino de Granada", en Nariño,
Escritos políticos, pp. 13-37; citas de la p. 14.
había una libertad de facto para comerciar con los extranjeros, permitiendo así que
los productores aumentaran y diversificaran sus exportaciones. 431 En la Nueva
Granada, en contraste, la preocupación de la corona por canalizar el oro hacia su
sistema comercial siguió privando a los productores de otras salidas. El desarrollo
del comercio de ultramar estaba confinado por las reglas del sistema español y
quedó en manos de los comerciantes de Cartagena, un pequeño grupo de
peninsulares quienes, gracias a sus contactos en Cádiz, dominaron el comercio
exterior. Si examinamos ahora sus actividades, se aclarará lo muy poco que
contribuyeron al desarrollo de los recursos del territorio, pues sus relaciones con la
economía colonial más allá de Cartagena fueron siempre débiles, y por lo tanto
mínimo su compromiso con el desarrollo doméstico.
A principios del siglo XVIII, la Nueva Granada carecía de una clase mercantil
sustancial e influyente como las existentes en el Perú y en México. En 1695 un
grupo de unos veinte comerciantes de Bogotá estableció un consulado calcado de
los de Lima y Ciudad de México, al contratar con la corona el pago del impuesto
real conocido como la avería, derecho que gravaba las mercancías importadas por
los galeones a cambio del derecho de una jurisdicción comercial autogobernada.
432
El consulado de Santa Fe no duró mucho tiempo, sin embargo. Sus miembros
no podían cumplir con sus obligaciones financieras y, cuando el mismo sistema de
galeones se desplomó durante la Guerra de Sucesión española, el consulado
perdió su razón de ser. Fue suspendido en 1713, lo que reflejó la incapacidad de
los comerciantes neogranadinos de sostener una institución de esta clase. 433
Muchas décadas habrían de pasar antes de que se restableciera
««Página 251»».
un consulado de comercio en el virreinato. Cuando la institución fue revivida en
1795, sucedió en Cartagena, el puerto principal del país y base de su élite
mercantil.
431 Sobre esta política en Caracas, véase McKinley, Pre-revolutionary Caracas, pp. 39-45.
««Página 250»».
432 Los comerciantes involucrados en el proyecto eran muy pocos. Un documento redactado por
su abogado, Tomás de Solórzano, enumeró a veinte patrocinadores: AGI Consulados 68,
Pretensiones de los comerciantes del Nuevo Reino de Granada... Madrid, marzo 23, 1695
433 Roberte S. Smith, "The Consulado in Santa Fe de Bogotá", HAHR, vol. 45 (1965), pp. 442-7.
Hay una relación más completa de los orígenes e historia del consulado en Manuel Lucena
Salmoral, "Los precedentes del Consulado de Cartagena: El Consulado de Santafé (1695-1713) y
el Tribunal del Comercio Carta-genero", Estudios de Historia Social y Económica de América, no. 2
(Universidad de Alcalá de Henares, 1986), pp. 179-98.
CARTAGENA DE INDIAS Y EL COMERCIO
DE LA NUEVA GRANADA
Aunque Bogotá era la sede del gobierno de la Nueva Granada, Cartagena era el
eje de su comercio y a todo lo largo del siglo XVIII el desarrollo de su élite
mercantil estuvo asociado con este puerto. Había comerciantes en otras ciudades,
por supuesto. Bogotá, Mompós, Honda y Popayán eran todas importantes
mercados y centros de distribución de las importaciones europeas, y había
numerosos centros regionales de esta clase de comercio en ciudades como Cali,
Medellín y Pasto. Pero la mayor concentración de comerciantes se daba en
Cartagena, por razones de fácil explicación. Como primer puerto de escala para
las flotas de América del Sur, desde hacía mucho era el principal foco para el
comercio de importaciones y exportaciones de la Nueva Granada, hacia donde
viajaban los comerciantes de provincia para cambiar los metales preciosos por las
mercaderías europeas. La descripción de la ciudad hecha por Juan y Ulloa en
1735 nos permite vislumbrar su vida comercial:
La bahía de Cartagena es el primer lugar en América al cual tienen licencia de
llegar los galeones; y goza así de los primeros frutos de su comercio, por las
ventas públicas que allí se hacen. Estas ventas, aunque no están sujetas a las
reglas vigentes en la feria de Puerto Bello, son bastante considerables. Los
comerciantes de las provincias interiores de Santa Fe, Popayán y Quito, no sólo
ofrecen sus propias mercaderías, sino también los dineros confiados a su cargo,
por varias clases de artículos y por las provisiones de mayor demanda en sus
respectivas regiones. Sus mercaderes traen oro y plata en moneda, lingotes y
polvo, y también esmeraldas... Esta pequeña feria de Cartagena, pues así puede
llamarse, ocasiona la apertura de diversas
««Página 252»».
tiendas, llenas de toda clase de mercaderías; siendo la ganancia en parte para los
españoles que vienen en los galeones y son recomendados o tienen sociedad con
los cargadores, y en parte para quienes habitan en la ciudad... Este tumulto
comercial dura lo que permanecen los galeones en la bahía; pues tan pronto
parten, vuelven a su lugar el silencio y la tranquilidad. A este llaman los habitantes
de la ciudad tiempo muerto, pues en relación al comercio con otros gobiernos, no
es digno de noticia. 434
Según esta descripción, es claro que el comercio exterior de la Nueva Granada
estaba en gran parte controlado por dos grupos de comerciantes, ambos activos
en Cartagena. El primero era el de los cargadores, los comerciantes españoles
que viajaban con las flotas para vender sus mercaderías en las ferias de
Cartagena y de Portobelo. El segundo grupo estaba formado por mayoristas
residentes en Cartagena, que compraban provisiones de los galeones para
revenderlas a los minoristas locales y redistribuir en el interior. Estos, como los
434 Jorge Juan y Antonio de Ulloa, A Voyage to South America (trad. John Adams, abreviada,
Nueva York, 1964), pp. 40-4.
cargadores, eran peninsulares o inmigrantes españoles. Juan y Ulloa se refirió a
ellos como los chapetones y, al anotar que "hacían todo el comercio del lugar y
vivían en la opulencia", los diferenció de las familias de los criollos, o españoles
americanos, que en Cartagena "eran los terratenientes". 435
Mientras rigió el sistema de las flotas, el desarrollo de la comunidad mercantil del
puerto estuvo limitado por la privilegiada posición de los miembros de la
Universidad de Cargadores a Indias —la agremiación de los comerciantes
españoles que trataban con las colonias—, quienes eran los únicos intermediarios
legales en el comercio trasatlántico. Organizado por la Casa de Contratación y por
la Universidad de Cargadores, el sistema de las flotas canalizó el comercio
colonial a través de un único centro en España y garantizó que las casas
comerciales situadas en los puertos andaluces de Se-
««Página 253»».
REESTRUCTURACIONES
DE LA ORGANIZACIÓN MERCANTIL
««Página 225»».
americano tenía que garantizar bajo juramento que habían sido compradas por el
residente con sus propios fondos. Veinte años después, este medio de evitar que
los comerciantes coloniales suplantaran a los cargadores todavía era defendido
enérgicamente. El presidente de la Casa de Contratación trató de cambiar la regla
en 1769, pero sus esfuerzos encontraron una inmediata respuesta del consulado
de Cádiz, el cual aseveró que el cambio arruinaría a sus miembros. Permitirles a
los residentes americanos que comerciaran como sus propios agentes haría
superfluos a los cargadores, sostuvo el consulado, porque los propietarios de las
mercancías exportadas a las Américas —por lo general extranjeros— simplemente
tratarían directamente con los americanos. El Consejo de Indias de inmediato
reconoció el peligro para los comerciantes españoles y mantuvo el viejo
««Página 256»».
441 AGI Consulados 325, Diego Luis de Medina et al. al Consulado de Cádiz, Cartagena, enero
30, 1750.
dividieron en dos bandos, al tratar los cargadores de conservar su condición
exclusiva contra los mercaderes que residían en el puerto. Ambos grupos estaban
compuestos por españoles peninsulares. La diferencia consistía en que un grupo
estaba constituido por matriculados o miembros registrados de la
««Página 257»».
««Página 258»».
442 AGI Consulados 326, Arrechederreta y Villanueva al Consulado, Cartagena, diciembre 13,
1756. Los delegados escogidos en Cartagena fueron Joseph Antonio Zavala y Joseph Inocencio
Morquecho
443 AHNC, Consulados, tomo 4, fols. 530-44, 618-49, 699-708, 710-12, 717-18.
444 AGI Consulados 329, Diputados del comercio al Consulado, Abril 29, 1764.
por ejemplo, se negaron a pagar sus cuotas a un préstamo que requería la corona,
basándose en que las obligaciones de la deuda no se habían distribuido
justamente de acuerdo a la capacidad de pago, y le pidieron al virrey que revisara
el asunto imparcialmente. 445En 1776 también le informaron al virrey que los
excluían sistemáticamente del importante cargo de maestría de plata, pues los
diputados del consulado de Cádiz favorecían sólo "a quienes tienen el título de
comerciantes de España, sin permitir que los de Cartagena disfruten del mismo
beneficio".446
Estas quejas fueron al parecer parte de una campaña, dirigida por el comerciante
de Cartagena Juan Fernández Moure, para garantizarles a los residentes los
mismos derechos de que gozaban los comerciantes de Cádiz. En 1771 Fernández
Moure ya le había solicitado al virrey que permitiera la participación de los
residentes en el tribunal de comercio del puerto, o que en caso contrario nombrara
sus propios diputados. Pues, como anotó, aunque los cargadores y minoristas
(mercaderes) en el puerto tenían diputados autónomos, los comerciantes
peninsulares residentes eran el único grupo sin un medio independiente para
manejar sus propios asuntos. 447A esto se opusieron enseguida los matriculados,
quienes siguieron negándoles
««Página 259»».
a los residentes ingreso en el tribunal del comercio por temor de que debilitara su
control del tráfico trasatlántico.448
La prolongada disputa se resolvió en 1776, cuando una orden virreinal abolió la
distinción entre los matriculados y los residentes y los colocó bajo la jurisdicción
del mismo tribunal. Aunque la oposición de Cádiz demoró esta decisión, los dos
grupos se reconciliaron finalmente bajo el nuevo régimen comercial que introdujo
el Reglamento de comercio libre.449 Con el advenimiento del comercio libre
imperial ya no había razones para mantener la diferencia entre los comerciantes
españoles en el puerto, y en 1784 los mayoristas se unieron para pedir un
consulado que supervisara las operaciones de todos los comerciantes
involucrados en el comercio ultramarino de Cartagena. 450
Es evidente que el reemplazo de las flotas por los barcos sueltos había causado
ajustes en la organización del comercio entre España y el Nuevo Reino, al
estimular el crecimiento de una comunidad residente de comerciantes
««Página 260»».
persistencia y éxito, por temor de que si se les daba a los residentes paridad de
condiciones, ello allanaría el camino para la abierta competencia de los coloniales.
La determinación de los cargadores de evitar tal peligro se refleja claramente en
un incidente que ocurrió en 1774, cuando un comerciante criollo, un tal Bernardo
Alázar, trató de ingresar al comercio como cargador matriculado. Los diputados
comerciales de Cádiz en el puerto de inmediato pidieron que Alcázar fuera
descartado. Era, según ellos, no sólo americano sino mulato, y por lo tanto
excluido del comercio según la ley. Insistieron en que no había lugar para los
coloniales en el comercio ultramarino, porque de permitirles el comercio con
España arruinarían a los comerciantes peninsulares. 451
Algunos comerciantes pudieron sin embargo aprovechar la ley que les permitía a
los residentes entablar comercio con España usando sus propios recursos. Los
registros de los barcos que salieron de Cartagena en las décadas de 1760 y 1770
incluían, por ejemplo, remesas hechas a nombre de importantes terratenientes de
la ciudad y de la provincia de Cartagena. Patricios como la marquesa de
Valdehoyos de Cartagena, el marqués de Coa y el maestre de campo José
Fernando de Mier y Guerra, ambos de Mompós, hicieron todos envíos de cacao,
cueros y dinero en el curso de esos años. 452 Estas eran, sin embargo,
consignaciones esporádicas más que un negocio regular, y estas operaciones
eran muy inferiores a aquellas de los grandes terratenientes de Caracas quienes,
a finales del siglo XVIII, exportaban productos agrícolas en cantidades
considerables y a veces en sus propias embarcaciones. 453 Lo cual no es
sorprendente, por supuesto, pues las propiedades de los hacendados en la región
de la costa neogranadina se usaban sobre todo para la cría de ganado y el
««Página 261»».
cultivo de la caña de azúcar para el consumo local, y ofrecían por lo tanto escasas
posibilidades para una agricultura de exportación.
451 AGI Consulados 333, Francisco Joaquín Barroso al Consulado, noviembre 30, 1774.
452 La información sobre los cargamentos enviados a España en estos años se encuentra en AGI,
Contratación 2654, 2661, 2662.
453 McKinley, Pre-revolutionary Caracas, p. 67
Ya fueran cargadores registrados o comerciantes vecinos residentes, los
mercaderes que organizaban el comercio a través de Cartagena eran todos
españoles peninsulares que actuaban sobre todo como agentes del as casas
comerciales de Cádiz y como comisionados del tráfico establecido allí. Los
registros de los barcos que hacían la travesía entre Cartagena y España durante
las décadas de 1760 y 1770 muestran que la mayor parte del comercio operaba
de esta manera. La vieja forma, bajo la cual las personas de Cádiz hacían el viaje
de regreso, no fue del todo suplantada, pero en general los intermediarios en
Cartagena manejaban los negocios.
Los archivos comerciales que identifican a los comerciantes españoles en
Cartagena sugieren que la mayor parte eran emisarios de las casas comerciales
de Cádiz, enviados al puerto para recibir los cargamentos y organizar los viajes de
vuelta, a veces como miembros de una firma familiar española que requería
agentes para manejar sus operaciones locales. 454 Los registros de los barcos
revelan, sin embargo, que no siempre se limitaban a trabajar para una sola casa
comercial. Generalmente se hacían cargo de mercaderías enviadas "a cuenta y
riesgo" de diferentes comerciantes de la península y enviaban los cargamentos de
vuelta sobre la misma base. Aunque el papel primordial de los mercaderes era el
de agentes y comisionados los registros de las décadas de 1760 y 1770 también
muestran varios casos de comerciantes en Cartagena que importaban y
exportaban por su propia cuenta. No obstante, ésta parece haber sido un fracción
««Página 262»».
454 Para algunos ejemplos véase Anthony McFarlane, "Comerciantes y Monopolio en la Nueva
Granada: El Consulado de Cartagena de Indias", ACHSC, vol II (1983), pp. 49-52.
avaluada en poco más de 8.700 pesos, y cuatro casas en Cartagena valían
16.000. La propia fortuna de Paniza llegaba a más de 150.000 pesos, de los
cuales 44.000 en efectivo y bienes, pero la mayor parte consistía en deudas
comerciales por un total de 74.000 pesos.455 Otro comerciante español, Juan
Pablo Sarratea, quien murió en Cartagena en 1711, poseía una fortuna menor
pero aun así considerable. Tenido por sus colegas como uno de los principales
importadores, por sus firmes contactos con la casa de Cádiz de Sáenz y Tejada,
Sarratea
««Página 263»».
dejó una herencia que se pensó pudo alcanzar los 100.000 pesos. 456 Para los
niveles de la Nueva Granada del siglo XVIII, eran éstas sumas importantes y
sugieren que los principales importadores del puerto obtenían buenas ganancias.
Aunque su presencia en Cartagena fortaleció los lazos comerciales con la madre
patria, la cantidad de comerciantes españoles era reducida. Una petición
presentada al virrey en 1763 enumeró treinta y tres, de los cuales identificó a
veintiséis como miembros del "comercio de España" y a siete como comerciantes
de Cartagena.457 Un registro de las contribuciones de los mercaderes a un
préstamo para la corona enumera cuarenta y dos comerciantes en 1771, pero no
distingue entre los miembros registrados como cargadores y los residentes. 458
Unos pocos años después, en 1774, una orden real declaró que sólo había un
"pequeño número" de cerca de cincuenta matriculados en la Universidad de
Cargadores. La comunidad mercantil de Buenos Aires, para hacer una única
comparación, tuvo un crecimiento más vigoroso en este período, al pasar de
cuarenta y cuatro comerciantes en 1744 a 145 en 1778. 459
La relación que existía entre los comerciantes del interior de la Nueva Granada y
los de Cartagena era similar a la que había entre éstos y los de Cádiz. Como
principal fuente de las importaciones de artículos europeos, los comerciantes del
puerto ocupaban una ventajosa posición dentro del sector más valioso del
mercado colonial. Los mer-
««Página 264»».
caderes de los principales centros del comercio interno dependían de ellos para
abastecerse de importaciones extranjeras y en general también dependían de los
««Página 265»».
460 La inexistencia de los archivos notariales de Cartagena durante este período hace
imposible el empleo de los contratos mercantiles como medio para rastrear las
relaciones comerciales entre el puerto y el interior. Hay, sin embargo, ocasionales
indicaciones sobre su naturaleza en contratos comerciales hallados en otras fuentes.
Véase, por ejemplo, AHNC Consulados, tomo 4, fols. 962-4; Biblioteca Luis Angel
Arango (Bogotá), Documentos relativos a amonedación y fisco en la Colonia, Ms. 118.
461 El mejor estudio sobre las rutas internas de transporte lo hace West, Colonial
Placer Mining, pp. 112-30.
462 Para una descripción contemporánea de las rutas comerciales de Antioquia en
1786, véase Silvestre, Relación, pp. 116-26; una gráfica relación de las dificultades que
afectaban el transporte en Antioquia también se encuentra en Twinam, Miners,
Merchants and Farmers, pp. 82-6.
463 Una indicación sobre el tamaño y recursos de la comunidad mercantil de la capital,
comparados con los de otras ciudades importantes, se puede percibir en las
contribuciones que hicieron al donativo de 1793. Véase Papel Periódico de Santafé de
Bogotá, no. 99, pp. 371-2, no 116, pp. 505-6, no. 102, pp. 395-6, no. 158, p. 844, para
las contribuciones de los comerciantes de Santa Fe, Popayán, Honda y Mompós.
mercaderías importadas. Al actuar como comerciantes por su propia cuenta o
como agentes de los mayoristas de Cartagena, recibían las mercancías del puerto,
por lo general a un crédito de entre seis meses y un año, y hacían arreglos para el
envío de lingotes o monedas al vencerse el plazo. Luego vendían las mercaderías
en sus tiendas de la capital al por mayor o al menudeo, o hacían pequeños envíos
a mercaderes en otras ciudades del interior, a menudo extendiendo una cadena
crediticia que empezaba en Cádiz. No existe un estudio sobre los comerciantes de
Bogotá, pero la naturaleza de los negocios que entablaban y la manera como los
conducían pueden percibirse en algunos ejemplos extraídos de los contratos que
registraban comerciantes de importancia ante los notarios de la capital. -
Manuel Díaz de Hoyos, un español emparentado con familias aristocráticas de
Cartagena, fue un miembro notable de la comunidad mercantil de Bogotá durante
la segunda mitad del siglo XVIII. Por
««Página 266»».
««Página 267»».
««Página 268»».
El comercio de importaciones de Europa era, sin embargo, sólo parte del que se
realizaba en Bogotá. Un informe oficial de 1761 sobre la administración y
rendimiento de la alcabala de la capital muestra que de lejos la mayor cantidad de
artículos que pagaban impuestos consistía en "géneros del Reino", o productos de
la economía doméstica. Las importaciones de Europa sumaban 400 cargas de
mercancías, así como 2.000 jarras de vino, pescado, aceitunas y aceite de oliva, y
470 AHNC Notaría Segunda, tomo 198 (1800), fols. 228-32, 285-7.
471 AHNC Notaría Primera, tomo 201 (1770), fols. 189-90, 413.
472 AHNC Notaría. Segunda, tomo 161 (1780), fol. 163.
473 Los archivos notariales están repletos de contratos relativos a esta clase de negocios. Los
ejemplos en los que se basan las afirmaciones anteriores proceden de AHNC Notaría Primera,
tomo 191 (1760), fols. 298-9, 358-9; tomo 201 (1770), fols. 5-6, 21-2, 68, 90-1, 143, 201, 218, 220,
294; tomo 205 (1780) fols. 70-1, 80-1, 304, 421-2; tomo 228 (1810), fols. 26, 27, 38, 62, 156, 172-3,
188, 199, 232, 252, 267-70, 375-6.
474 . AHNC Notaría Primera, tomo 201, fol. 147, tomo 161, fol. 86 (1790), fols. 26-34, 253-4, tomo
228 (1810), fols. 131, 208, 251; Notaría Segunda, tomo 198 (1800), fols. 5-6.
395 barras de hierro. Aquellas 261 cargas consistían en "géneros nobles" y
textiles, sobre todo lienzos, tejidos de lana, sedas y sombreros; las otras 139
cargas eran una miscelánea de artículos, en general varias clases de mercería,
cera, papel, pimienta de Castilla y tabasco, canela, cominos y quincallería. El
volumen de los productos domésticos que ingresaban a la capital era más de
setenta veces mayor, y llegaba a las 19.300 cargas. Casi tres cuartas partes de
este volumen consistía en melaza, que por sí sola representaba 13.900 cargas. El
resto era azúcar, tabaco, cacao, y anís (2.500 cargas), lienzos domésticos,
camisas y frazadas de Tunja, y tejidos de lana de Quito (más de 2.500 cargas), así
como artículos diversos tales como jabón, cuero, sandalias de cuero, sebo, pabilos
y muchos alimentos (arroz, conservas, quesos, tortas de miel y de queso,
garbanzos, ajo y pescado salado). En 1761, cerca de 1.600 reses y 4.500 cerdos
coparon la demanda de carne de la ciudad.
La mayor parte del comercio de productos domésticos lo hacía sin duda una
multitud de pequeños mercaderes que vendían sus mercancías en el mercado de
la ciudad o a través de las pequeñas tiendas minoristas conocidas como pulperías,
o simplemente en las calles. De sus vidas y actividades no sabemos
prácticamente nada: los pequeños comerciantes de la Nueva Granada colonial
esperan aún a su historiador. Un hecho es obvio, sin embargo. Las ganancias de
sus transacciones eran mucho menores que las producidas por las importaciones.
De hecho, aunque éstas eran sólo una fracción del volumen de mercancías
vendidas en la capital, su valor era mayor que el de los productos domésticos. De
más de medio millón de
««Página 269»».
««Página 270»».
Tras la introducción del comercio libre, la mayor libertad para comerciar con
España trajo algunos nuevos hombres a los negocios neogranadinos, sobre todo a
la comunidad mercantil de Cartagena. El cambio más patente en ella fue la llegada
de los catalanes con grandes importaciones de aguardiente, inmediatamente
después del decreto.481 Una década después, en 1789, los catalanes que "trafican
««Página 271»».
481 AGI Santa Fe 659, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, abril 30, 1779.
y comercian en esta ciudad" organizaron sus propia contribución a las
celebraciones por el ascenso al trono de Carlos IV, señalando con ello que se
habían convertido en un grupo homogéneo y bien asentado. 482 Se siguieron
especializando en el aguardiente, y sus coétanos atribuyeron su éxito económico
al hecho de que estaban dispuestos a pasar del negocio de las importaciones a la
venta directa al por menor en tiendas y puestos de la ciudad. 483
La participación catalana en el comercio de Cartagena era parte de un aumento
más amplio de la comunidad mercantil. Una lista de los débitos acumulados por la
administración de aduanas local entre 1789 y 1790 incluye 175 personas, de las
cuales cuarenta y nueve habían desaparecido, muerto o estaban insolventes. 484
No todos estos deudores eran necesariamente comerciantes, pero aun si
permitimos un margen de error, la cifra sugiere un considerable aumento en el
número de mercaderes que operaban en el puerto. Sin embargo, otra evidencia
indica que el número de "comerciantes al por mayor" que se hacían cargo de
buena parte de las importaciones seguía siendo reducido. Las listas de quienes
asistieron a las reuniones de comerciantes en 1780 y 1786 sólo mencionan a
cincuenta individuos.485 Durante principios de la década de 1790 el número de
estos comerciantes era casi el mismo. Las listas de los donantes a la corona en
1793 identifican a cuarenta y seis de ellos quienes, en cuanto miembros del
comercio de Cartagena y del cabildo de la ciudad, hicieron pagos conformes a su
posición.486 Un censo de 1795 registró los nombres de cerca de cincuenta y tres
comerciantes, junto con cincuenta y nueve asociados o empleados que
««Página 272»».
««Página 70»».
489 Papel Periódico de Santafé de Bogotá, no. 186, abril 3, 1795, p. 1068.
490 Para los reglamentos que regían la participación americana en el comercio español, véase
Antúñez y Acevedo, Memorias históricas, pp. 296-305.
491 Para una declaración directa de José de Gálvez sobre esta política, véase Luis Ospina
Vásquez, Industria y protección en Colombia 1810-1930 (Medellín, 1958), pp. 44-5.
««Página 274»».
493 Este período se fijó en tres años en 1778. Véase AGI Indiferente General 2412, el Presidente
de la Contratación a Gálvez, Cádiz, julio 7, 1778.
EL CONSULADO DE CARTAGENA.
««Página 276»».
496 AGI Santa Fe 957, "Reglas que se proponen por los Diputados de Cartagena", febrero 28,
497 Manuel Nuñes Dias, El Real Consulado de Caracas (Caracas, 1971), pp. 202-5.
498 German Tjarks, El Consulado de Buenos Aires, 2 vols. (Buenos Aires, 1962), vol. I, p. 56; AGI
Santa Fe 957, Manuel de Rodrigo y Espinosa a la corona, julio 16, 1792.
499 AGI Santa Fe 957, Real cédula de erección del Consulado de Cartagena de Indias, junio 14,
1795.
Para fines de 1795 el consulado inició labores, operando bajo las mismas normas
básicas que regían a los otros consulados creados poco antes en América. 500 Los
participantes en el comercio ultramarino de la colonia tuvieron el derecho de elegir
anualmente representantes en un tribunal con jurisdicción legal sobre los asuntos
comerciales en' toda la Nueva Granada, incluida la audiencia de Quito. En el
primer año de su existencia, la corona escogió a sus funcionarios. En los
siguientes, los principales oficiales convocaron una junta general compuesta por
todos los mayoristas y minoristas activos en el comercio exterior, junto con
fletadores que habían pagado el impuesto de avería por su cuenta, y todos los
comerciantes habilitados que habían vivido por lo menos cinco años en cualquier
población o ciudad donde existía una delegación del consulado. 501 Estos elegían
entonces personas para los cargos vacantes en el cuerpo administrativo, entre los
cuales el de un magistrado, dos cónsules, un síndico y nueve consejeros. Los
funcionarios de tiempo completo —el secretario, el tesorero y el contador— eran
nombrados por la corona.
Los estatutos originales del consulado requerían que sus funcionarios fueran
comerciantes de notable solvencia financiera, respeta-
««Página 277»».
500 . Estos reglamentos están explicados en detalle por Nuñes Dias, El Real Consulado de
Caracas, pp. 234-77, y por Ralph Lee Woodward, Class Privilege and Economic Development, The
Consulado de Comercio de Guatemala 17931871 (Chapel Hill, 1966), pp. 9-20.
501 AGI Santa Fe 957, Real cédula de erección del Consualdo de Cartagena de Indias, artículo
XLV.
502 AGI Santa Fe 957, Extracto de las reglas formadas por los comerciantes de Cartagena... para
gobierno del consulado que pretenden establecer. Artículo 1.
descuidar sus asuntos privados.503 Para acelerar el despacho de los litigios
comerciales fuera del puerto, el consulado estaba también autorizado para
nombrar delegados en las ciudades del interior, y en 1796 presentó a la corona
una lista de veintiún oficiales situados en todas las principales ciudades de la
Nueva Granada, incluso en el Istmo de Panamá y en Guayaquil, el principal puerto
de la audiencia de Quito. 504 Estas personas representaban al consulado en las
provincias y tenían las mismas funciones que el consulado desempeñaba en
Cartagena. Ni el tribunal ni sus delegados tenían el derecho de oír
««Página 278»».
««Página 76»».
503 AGI Santa Fe 957, Juan Antonio Valdés a Diego de Gardoqui, octubre 31, 1795
504 AGI Santa Fe 957, el Consulado a Gardoqui, abril 30, 1796.
505 AGI Santa Fe 957, Real cédula de erección del Consulado, artículos XXI, XXII.
506 Ibid., artículo XXIII.
Sin embargo, para 1799 el consulado le pidió a la corona liberalizarlos, basándose
en que la red de relaciones que unía a los comerciantes de Cartagena hacía
imposible que se cumplieran.507 Desempeñar un cargo en el consulado se convirtió
entonces en algo así como un asunto de familia, en el cual los lazos de sangre y
de matrimonio reforzaban la identidad de los intereses económicos. En los diez
años sobre los que existen registros de las elecciones, hubo 116 cargos
disponibles.508 Estos los ocuparon setenta personas diferentes, de las cuales
treinta y seis desempeñaron cargos sólo una vez, mientras que las ochenta
posiciones restantes fueron ocupadas por treinta y cuatro personas que trabajaron
en varias posiciones y en diversas ocasiones. Lo común fue entonces que una
persona ocupara un cargo dos veces, a veces tres, reflejando así la tendencia del
comercio ultramarino a concentrarse en las manos de un pequeño grupo de
comerciantes peninsulares en Cartagena.
Esta camarilla no estaba del todo aislada de la sociedad colonial, a pesar de su
composición abrumadoramente peninsular, porque los españoles se casaban en la
sociedad criolla, sobre todo en Cartagena, donde establecían lazos con la élite
terrateniente local. Pero los comerciantes de Cartagena no tenían relaciones
sólidas con las élites criollas del interior. Muy identificada con los vaivenes del
comercio trasatlántico español y dependiente de él, la clase mercantil de
Cartagena era esencialmente una comunidad encerrada, compuesta sobre todo
por peninsulares que no participaban y carecían en gran medida de conexiones
con la política del país fuera de los límites del puerto. Más cerca por mar de
España que de muchos sitios en el interior del virreinato, ocupaban una posición
marginal dentro de la sociedad colonial, en la que se lucraban gracias a su papel
de intermediarios comerciales, pero a cuya vida económica y social contribuían
muy
««Página 280»».
««Página 283»».
Parte III
La política del colonialismo borbón:
reconstruyendo el Estado colonial
507 AGI Santa Fe 959, el Consulado al Secretario del Estado, Cartagena, noviembre 1, 1799.
508 Estos años fueron 1795, 179'/ a 1801, y 1804 a 1808. Los resultados de las elecciones en
estos años se encuentran registrados en AGI Santa Fe 958, 959, 960.
RENOVACIÓN: EL ESTABLECIMIENTO
DEL VIRREINATO
Sin embargo, los ajustes en la política económica fueron sólo una de las maneras
mediante las cuales el imperialismo español incidió en la Nueva Granada durante
el siglo XVIII. Tras la sucesión borbónica, Madrid supervisó más de cerca la
administración de la región y el gobierno de Felipe V inició una serie de reformas
que, a lo largo del siglo, intentaron fortalecer la autoridad de la corona, mejorar sus
defensas contra los ataques externos y obligar a sus súbditos coloniales a
sufragar en mayor medida los costos del imperio. Para investigar el origen de tales
reformas y medir su impacto, debemos volver al principio del siglo XVIII, cuando
Felipe V dio el primer paso hacia
««Página 284»».
««Página 285»».
de su acción, los oidores sostuvieron que Meneses había creado una especie de
Estado policial en Bogotá. Afirmaron que había elevado a los soldados comunes
Para legitimar el golpe, los oidores también difundieron el rumor de que tenían
"una orden muy secreta y especial de Su Majestad", autorizándolos para actuar
contra Meneses.511 Al investigarse, sin embargo, el conflicto entre el presidente y
sus colegas jueces de la audiencia, se demostró hasta qué punto estaba
subordinada la autoridad de la corona a intereses locales y personales. Cuando
primero llegó a la Nueva Granada en 1711, Meneses tenía grandes deudas con la
compañía de asiento francesa, a causa de empréstitos que ésta le había hecho
cuando fue anunciado originalmente en 1707 su nombramiento en la presidencia
de la Nueva Granada. Bajo la presión de pagar sus deudas, tuvo que entrar en
arreglos financieros con dos comerciantes españoles de Cartagena, mientras
usaba su autoridad en Bogotá para obtener pagos a cambio de favores políticos.
Esto hubiera podido pasar desapercibido, de no ser por el genio irascible de
Meneses, su descuido en cultivar a los demás magistrados de la audiencia y su
participación en una disputa con una prominente familia criolla en relación con el
acceso a puestos públicos. La familia Flórez de Bogotá, desde hacía tiempo con
gran poder en la burocracia, usó su influencia para manipular rivalidades dentro de
la audiencia y fraguar la caída de Meneses. 512
««Página 286»».
510 AGI Escribanía de Cámara 818A, "Quaderno principal de los autos obrados sobre el
retiro y prisión del señor don Francisco de Meneses," fols. 1-2, septiembre 25, 1915.
511 AGI Santa Fe 367, "Copia del informe que hace al Rey... la parte del clero de la
ciudad de Santafé sobre la deposición de D. Francisco de Meneses."
512 Germán Comenares, "Factores de la vida política: el Nuevo Reino de Granada en el
siglo XVIII (1713-1740)", en Manual de Historia de Colombia, vol. I, pp.
397 a 402. El derrocamiento de Meneses puede también haber sido parte de conflictos
mayores relacionados con las ganancias del comercio de contrabando en la Nueva
Granada, que en 1711 habían precipitado un pleito entre el gobernador de Cartagena y
los ciudadanos principales de Mompós: véase Fals Borda, Historia doble de la costa, vol
I, pp. 88A-92A.
El golpe palaciego de 1715 fue factor importante para persuadir a la corona de la
necesidad de reformar el gobierno de la Nueva Granada. La primera reacción de
Madrid se produjo en 1716, cuando el Consejo de Indias comisionó a Antonio
Cobían Valdés, en cuanto oidor elegido de la audiencia de Bogotá, para investigar
el asunto y, en el término de dos meses, formular las acusaciones necesarias. Si
encontraba al depuesto presidente culpable de cualquier crimen grave, como
"sedición, traición o cosa similar", entonces Meneses debía permanecer en prisión;
de lo contrario, los oidores que lo habían depuesto debían ser arrestados y
reemplazados por dos abogados decanos, y Meneses restituido en su puesto. 513
Cobían no completó su misión en el tiempo asignado; Meneses, de hecho, todavía
estaba en prisión en 1718 y ni siquiera había sido formalmente interrogado. Sin
embargo, para ese momento la corona ya había decidido modificar el gobierno de
la Nueva Granada. En 1717 don Antonio de Pedrosa y Guerrero, un ministro del
Consejo de Indias que había servido como fiscal en la audiencia de Santa Fe
durante las décadas de 1680 y 1690, fue enviado a la Nueva Granada facultado
para establecer un virreinato con sede en Bogotá. 514
««Página 287»».
513 AGI Escribanía de Cámara, tomo 818B, "Autos de Cobián", Legs. 23 a 26.
514 Esta relación del primer virreinato se basa en María Teresa Garrido Conde. "La
primera creación del Virreinato de Nueva Granada", AEA, vol 21 (1964), pp. 25 a 144.
aspectos del gobierno, así como de reformar lo que fuera necesario. 515 Fiel a sus
instrucciones, Pedrosa inició una revisión completa de la administración de la
colonia y reafirmó la necesidad de sentar una firme autoridad en su centro. Los
informes que recibió pronto revelaron que la Real Hacienda en la Nueva Granada
estaba al borde de la bancarrota. Las cajas, o tesorerías locales, a menudo
estaban vacías y, en lugar de fondos, disponían simplemente de listas de deudas
contraídas con ellos tanto por civiles como por oficiales de la corona. Las tareas
más urgentes de Pedrosa eran la restauración de la Real Hacienda y la remisión
de fondos a España, y se dedicó a ellas con energía y eficiencia.
Para revitalizar las finanzas reales, Pedrosa no impuso nuevos impuestos sino que
trató de hacer valer los existentes. Exigió el pago de tributos por los esclavos
importados ilegalmente, ordenó que todas las tesorerías provinciales cobraran sus
deudas y enviaran sus excedentes a la capital, y trató de aumentar los ingresos de
los quintos pagados en Bogotá mediante una recaudación más eficiente. Para
1719 Pedrosa dio cuenta de resultados positivos. No sólo estabilizó las finanzas
de Cartagena y de Santa Marta, las principales plazas fuertes de la Nueva
Granada en la costa caribe, sino que también acumuló cerca de 50.000 pesos
para enviar a la península. Además, había intervenido en muchas otras áreas del
gobierno, en asuntos de mucha y poca monta, y parece que había avanzado algo
en el restablecimiento de un cierto orden y seriedad en el manejo de los asuntos
públicos.516 A mediados de 1719 se habían completado los preparativos para un
nuevo gobierno y don Jorge de Villalonga, Conde de la Cueva, llegó a la capital
para posesionarse como el primer virrey de la Nueva Granada.
Durante estos años, reformas más amplias del régimen colonial, que afectaron
tanto la administración como el comercio en el con-
««Página 288»».
««Página 289»».
518 El trasfondo del Proyecto entre 1716 y 1720 está analizado en Walker, Spanish
Politics and Imperial Trade, pp.88, 100-7.
519 Garrido Conde, "La primera creación del Virreinato", pp. 41-42.
««Página 290»».
««Página 291»».
««Página 292»».
««Página 294»».
528 Para ésta y otras críticas y recomendaciones de Manso, véase su informe final, en
Posada e Ibañez, Relaciones de mando, pp. 9-14.
primera viceregencia, y que entonces dio importante estímulo para su
restablecimiento.
««Página 295»».
531 Sobre la renovada campaña para reformar las audiencias, véase Burkholder
Chandler, From Impotence to Authority, pp. 46-8.
532 AGI Santa Fe 385, Informe sobre consulta que da D. Jorge Villalonga, Madrid, enero
29, 1738; don Francisco de Varas al marqués de Torrenueva, Cádiz, enero 26, 1738; el
informe del marqués de Torreblanca, también presentado en enero de 1738, está en
AGI Santa Fe, 264, Consejo de Indias, Consulta del 20 de octubre de 1738.
533 AGI Santa Fe 572, del rey al conde del Montijo, Buen Retiro, febrero de 1738.
534 AGI Santa Fe 385, Respuesta del Fiscal en vista de varios informes sobre el
restablecimiento del Virreynato de Santa Fe, Madrid, marzo 12, 1738.
««Página 296»».
««Página 297»».
ordenó al virrey Eslava, en julio de 1739, que partiera pronto para la Nueva
Granada con el fin de hacerse cargo de su defensa. 539 Que éste fue uno de los
principales motivos para revivir el virreinato lo subraya además el hecho de que el
nuevo virrey era un soldado experimentado, el primero en una serie de militares
que tuvieron el cargo de virrey del Nuevo Reino. Sin embargo, sería engañoso
presentar la estrategia militar como la única razón para reconstituir el virreinato;
las discusiones que precedieron el nombramiento de Eslava demuestran que al
gobierno español también le preocupaban temas más generales del desarrollo de
la colonia. Aunque una de las primeras tareas del virrey era fortificarla contra
ataques extranjeros, también se esperaba que impusiera una mayor autoridad real
sobre el gobierno y el pueblo, que encauzara su comercio en la órbita española y
que aumentara el producto fiscal y económico de la colonia. Como presidente de
la audiencia, el virrey estaba investido de plena autoridad sobre sus magistrados,
a quienes se instruyó para que le dieran su plena cooperación y obedecieran sus
mandatos en todo lo relacionado con la administración, la guerra y las finanzas. En
cuanto capitán general y gobernador, poseía plena autoridad militar y era
responsable tanto de la defensa externa como del orden interno. En materia fiscal,
al virrey se le otorgaron poderes generales para garantizar el funcionamiento
eficiente de la tesorería real.540
««Página 289»».
naremos ahora sus primeros cuarenta años, antes de que en 1778 empezara la
tercera y última coyuntura de la reforma borbónica.
Estos comentarios deben tratarse con cierto sigilo, ya que Francisco Silvestre era
un hombre cuyo respeto por el gobierno virreinal se había formado por su
experiencia como gobernador de Antioquia
««Página 299»».
««Página 300»».
clérigos y funcionarios, ven el virreinato como una carga muy pesada... lo opuesto
de la libertad de que gozaban para sus desmanes en el pasado". 546 Unos años
después, en 1746, Eslava reiteró su queja de que el virreinato era prácticamente
ingobernable. "Cada una de estas provincias", observó, "necesita su propio virrey,
y cada audiencia un consejo supremo que examine la conducta de sus
magistrados". Y de nuevo identificó como un problema especial el desafío a la
autoridad del rey que se daba dentro del gobierno, particularmente entre los
oidores. Si su sucesor deseaba lograr algo, sostuvo Eslava, sería esencial que las
audiencias no interfirieran en asuntos de gobierno y finanzas, a no ser que
estuvieran específica y legalmente autorizadas.547
Las quejas de este tenor no terminaron con Eslava; todos sus sucesores
comentaron la forma como la indiferencia burocrática hacia las órdenes reales y el
débil carácter de los empleados oficiales obstaculizaban sus planes. 548 Pero
aunque la Nueva Granada continuara siendo un lugar difícil de gobernar, el
virreinato era un instrumento de la autoridad real mucho más eficaz que la
audiencia, y tuvo un notable impacto en la vida política neogradina del siglo XVIII.
De los cuatro virreyes nombrados después de 1739 —Eslava (1739-1749), Pizarro
(1749-1753), Solís (1753-1761) y' Messía de la Cerda (1761-1772)— tres
545 AGI Santa Fe 572, Eslava al marqués de la Ensenada, noviembre 11, 1743.
546 Ibid
547 AGI Santa Fe 572, Eslava al marqués de la Ensenada, Cartagena, septiembre 15,
1746.
548 Para ejemplos, véanse los informes dejados por los tres virreyes que siguieron a
Eslava, publicados en Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 77-78. 99-100, 150-
154.
desempeñaron el cargo durante diez a doce años, y sus largos períodos de
ejercicio del poder sin duda contribuyeron a aplicar una autoridad más fuerte en la
administración. El hecho de que los virreyes fueran oficiales de alto rango del
ejército sin duda reforzó su autoridad sobre los gobernadores provinciales con
nombramientos militares, conteniendo así su autonomía, que había sido gran
defecto del gobierno real. Sin embargo,
««Página 301»».
más importante fue el hecho de que entre 1739 y 1778 los virreyes lograron
extraer más impuestos de los súbditos coloniales, que pudieron utilizar para cubrir
en parte los costos de la defensa y del gobierno de la región.
««Página 302»».
Los planes para implantar el monopolio del aguardiente eran de larga data.
Empezaron poco después de la sucesión borbónica, cuando luego de infructuosos
intentos de prohibir la fabricación y venta del licor en los últimos años del siglo
XVII, la corona decidió controlar las ventas por medio de un monopolio real.553 La
primera orden de establecer- un estanco se hizo en 1700, pero pasó algún tiempo
antes de que fuera puesta en práctica. 554 El mandato real tuvo que repetirse en
1704, y luego, disputas dentro de la administración real que reflejaban conflictos
entre los intereses privados envueltos„ en la importación y venta de aguardiente
continuaron demorando su operación hasta 1710. En ese año los ingresos del
estanco figuraron finalmente en las cuentas generales de la Real Hacienda, donde
551 AGI Santa Fe 288, Eslava a la corona, Cartagena, marzo 6, 1744; ibid., marzo 23,
1744.
552 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 78-79.
553 AGI Santa Fe 366, Real Cédula, agosto 10, 1714. El Pardo en "Testimonio de autos
sobre la prohibición del aguardiente de caña".
554 Esta relación de los primeros años del estanco se basa en parte en información
encontrada en Gilma Mora de Tovar, Aguardiente y conflictos sociales en la Nueva
Granada, siglo XVII (Bogotá, 1988), pp. 20-40. Donde han sido necesarias adiciones o
correcciones, me he basado en las fuentes primarias indicadas en las notas.
siguieron apareciendo en cantidades apreciables hasta 1716 y 1717. Los ingresos
de esta fuente disminuyeron entonces en forma dramática, al caer de un promedio
de varios miles de pesos por año a ridículas sumas de sólo unos pocos cientos de
pesos.555 La interrup-
««Página 303»».
ción de los ingresos por concepto del aguardiente reflejó el trastorno de la nueva
política y demostró lo eficaz que podía ser la oposición local contra un gobierno
débil. En 1714 se reinició el debate sobre la veda y mientras tuvo lugar se
suspendió el estanco de aguardiente. 556 Esto causó una larga interrupción en su
desarrollo. Más de una década pasó antes de que en 1726 la audiencia le
informara al Consejo de Indias sobre el asunto del estanco, y otra década
transcurrió antes de que fuera finalmente restablecido, en 1736. Estas largas
demoras sugieren la intensa actividad de los intereses de la colonia en contra de
medidas antipáticas. Pero finalmente el Consejo se convenció de impulsar los
planes para el monopolio cuando la, audiencia de Bogotá declaró, en 1732, que
éste ofrecía la única solución para los graves problemas fiscales de la colonia. 557
Después de un nuevo retraso, un mandato real ordenó por fin, en 1736, el
monopolio del gobierno sobre la venta del aguardiente de caña y expidió
reglamentos para su administración. Ya en 1738 considerables rentas de esta
fuente empezaron a ingresar de nuevo a la Hacienda Real, por primera vez desde
1716.
555 TePaske y Jara, Cartas cuentas de la real caja de Santa Fe, manos. inéd.
556 AGI Santa Fe 366, Consulta del Consejo de Indias, julio 19, 1732.
557 Ibid.
558 Mora de Tovar, Aguardientes y conflictos, pp. 30-33.
principios de la década de 1740, al doblarse el promedio de recaudos entre 1741 y
1746, y al cuadruplicarse durante los cincuentas y principios de los sesentas. 559 En
el campo crucial de las finanzas de la colonia, era evidente que los virreyes
hicieron valer el fruto de su trabajo. De igual importancia fue el hecho de que los
virreyes les dieran un enfoque más intervencionista a los asuntos coloniales.
Durante su virreinato, el virrey
««Página 304»».
559 TePaske y Jara, Cartas cuentas de la real caja de Santa Fe, manus. inéd.
560 AGI Santa Fe 288, Eslava a la corona, marzo 18, 1744.
561 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, p. 80.
fue, sin embargo, relegado a una posición de importancia secundaria, pues la
corona se concentró en reforzar los impuestos indirectos a la actividad económica
dentro de la economía doméstica de la Nueva Granada. Los impuestos de esta
clase no eran nuevos: la alcabala, el quinto y el diezmo —que gravaban las
ventas, la minería y la producción agrícola respectivamente—funcionaban desde
el siglo XVI. Pero durante la primera mitad del siglo XVIII, la corona abrió una
nueva frontera fiscal al gravar las ventas de aguardiente derivado de la producción
de azúcar de
««Página 305»».
la colonia. En esto sin duda los virreyes jugaron un papel clave. Cuando fue
introducido, el monopolio del aguardiente había fallado en medio de la oposición
de los intereses económicos locales y de la inseguridad del gobierno; prosperó
después del restablecimiento del virreinato. Los ingresos del estanco aumentaron
considerablemente, luego se elevaron, y para mediados de la década de 1760 se
volvieron elemento indispensable del presupuesto del gobierno. El principio del
monopolio real, administrado por funcionarios de la corona, se convertiría en pieza
fundamental de la reorganización y de las reformas adicionales durante el reinado
de Carlos III.562
««Página 306»».
563 Sobre la reforma en Cuba, véase Kuethe, Cuba 1753-1815: Crown, Military and
Society, pp. 3-49; sobre México, véase Brading, Miners and Merchants in Bourbon
Mexico, pp. 34-63.
564 Silvestre, Descripción, p. 79; Marchena Fernández, La institución militar en
Cartagena, pp. 161-175; 310-319.
fuerzas de milicia disciplinadas en puntos claves por todo el virreinato durante la
década de 1770.565
««Página 307»».
««Página 308»».
pesar de repetidas órdenes reales, nunca había funcionado. 570 E primer esfuerzo
cierto por implementar las leyes para un monopolio real se produjo en 1764,
cuando el virrey Messía de la Cerda creó en Honda un estanco administrado por
particulares. A cambio de pagos fijo a la Real Hacienda, el virrey autorizó a un
contrastista único para compra toda la hoja de tabaco producida en la jurisdicción
de Honda, y le concedió derechos exclusivos para venderla en las provincias de
Santa Fe, Antioquia, Mompós, Santa Marta y en las ciudades de Panamá y de
Cartagena. Una vez establecido, el estanco del tabaco siguió la misma trayectoria
del monopolio del aguardiente. En 1772 el virrey Messía de la Cerda intentó
extender su alcance territorial, al establecer un estanco privado en las provincias
de Popayán y el Chocó. El cabildo de Popayán obstruyó el contrato pero, al
ofrecer administrarlo por sí mismo mediante un pago equivalente, aceptó el
principio del monopolio.571 El siguiente paso fue poner el estanco bajo
administración directa de la, corona. En 1774 el virrey Guirior ordenó la
administración directa del monopolio de Honda e introdujo un control más estrecho
de la produc- ción de tabaco. Luego, al abandonar su cargo en 1776, sugirió que
569 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 163-165; Mora de Tovar, Aguardiente,
pp. 42-43.
570 Un recuento del monopolio colonial del tabaco se encuentra en Margarita González,
"El estanco colonial del tabaco", en su libro Ensayos de historia colombiana (Bogotá,
1974), pp. 67-81. Sobre el primer intento de establecer un estanco en la Nueva
Granada, véanse pp. 91-92.
571 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 102-104; González, Ensa,.Or pp. 92-99.
esta administración directa. de la producción y venta del tabaco se extendiera a
toda la Nueva Granada, que se limitara su cultivo a determinadas -zonas y que se
crearan dos administraciones regionales para su distribución en Mompós y
Medellín.572 El sucesor de Guirior, el virrey Manuel Antonio Flóres, aceptó la
propuesta e introdujo en octubre de 1776 una reestructuración adicional. Con el fin
de evitar la sobreproducción, el plan de Flóres apuntó a la restricción del cultivo a
áreas que producían tabaco de alta calidad y a evitar la venta de tabaco
572 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 166-167; González, Ensayos. pp. 102-
110.
573 Phelan, The People and the King, p. 21.
574 Sobre esta nueva etapa de reforma, véase Margarita González, Ensayos, pp. 111-
136.
dirigida por Francisco Antonio Moreno y Escandón, entonces Fiscal Protector de
Indios.
««Página 310»».
Moreno es más conocido, sin embargo, por haber sido enérgico partidario de
políticas para racionalizar el gobierno y la tributación, en particular mediante la
reforma del sistema de gobierno de los indios vigente en la época de los
Habsburgos. En 1772 presentó una
««Página 311»».
576 Una recuento sobre Moreno y Escandón y su carrera, junto con una bibliografía de
trabajos anteriores sobre Moreno, se encuentra en la introducción de Jorge Orlando
Melo a Indios y mestizos de la Nueva Granada, de Moreno Escandón, pp. 1-36. En sus
esfuerzos por promover la reforma educativa, véanse las pp. 15-18; la cita proviene de
la p. 15.
577 Para los informes de Moreno y Escandón, véase Ibid., pp. 269-585.
se había marchitado ante los imperativos de la política económica borbónica, al
subordinarse los derechos históricos de las comunidades indígenas a las
necesidades fiscales de la corona y a la búsqueda de la eficiencia económica.
««Página 312»».
inspirada por José de Gálvez, el ministro para las Indias de Carlos III, y anunciada
por el comienzo de una visita general, o inspección general administrativa,
encaminada a la reestructuración de todo el sistema de organización y
administración burocráticas. Esto significó el traslado a otra región de Moreno y
Escandón, víctima de la política de Gálvez de expulsar a los criollos de los niveles
altos del gobierno colonial, en particular a los criollos que ocupaban cargos en sus
tierras nativas.578 Para otros neogranadinos la visita significó un problema más
grave, puesto que el entrante visitador general trató de colocar el gobierno colonial
bajo un control central más firme y de extraer más recursos de la tributación.
578 Moreno, por su parte, continuó su exitosa carrera hasta convertirse en Regente de
la Audiencia de Chile en 1788. Véase Jacques A. Barbier, Reform and Politics in Bourbon
Chile, 1755-1796 (Ottawa, 1980), pp. 185-186.
forma esporádica, de modo que rara vez incitaron algo más que la oposición de
pequeños grupos en diferentes áreas. La ausencia de protestas populares
importantes contra los impuestos hasta mediados de la década de 1760 refleja,
por cierto, el débil impacto de la reorganización administrativa y de la reforma
fiscal. La instauración de un régimen virreinal en Bogotá había, al parecer,
afectado muy poco la vida de la mayor parte de la población de la Nueva Granada,
o por lo menos la manera como percibía al gobierno. Sin embargo, cuando
empezó la visita general en 1778, se afectó súbita y nítidamente la forma de
gobierno. Después de gobiernos tolerantes presididos por una serie de virreyes
flexibles,
««Página 313»».
««Página 314»».
579 AGI Santa Fe 658, "Vuestra Majestad da a D. Juan Francisco Gutiérrez de Piñeres la
Instrucción que deve observar para la Visita y arreglo del Tribunal de Cuentas, Cajas, y
Ramos de Real Hacienda en el Nuevo Reino de Granada y Provincias de Tierra Firme E1
Pardo, febrero 17, 1777.
580 Ibid
extranjero por el río Atrato.581
LA REFORMA POLÍTICA
581 Ibid.
cuando el veterano Benito Casals fue reemplazado por José de Osorio, un nuevo
oidor español.582 Fue así como para 1781 todos los criollos habían sido
eliminados, y de los magistrados que habían sido nombrados antes de 1776 sólo
quedaba uno, el español Juan Francisco Pey y Ruiz. La purga de criollos se vio
duplicada entonces por otro cambio de igual importancia: la introducción en el
tribunal de la audiencia de nuevos hombres sin contacto previo con la sociedad
criolla de Bogotá, que en el pasado había atado a los oidores peninsulares. La
intención, además, era la de asegurar que en el futuro los magistrados de la
audiencia no se establecieran
««Página 317»».
en Bogotá o crearan lazos con la sociedad local. Con este fin, Gutiérrez de
Piñeres recomendó que las exenciones concedidas a los oidores para casarse en
la sociedad local se dieran en adelante con mucha menos liberalidad. 583
««Página 318»».
ministrador de las rentas del tabaco en el Socorro. Formaban así una verdadera
red familiar dentro del alto gobierno. Gutiérrez de Piñeres estaba, además,
particularmente preocupado por las conexiones de los Álvarez, porque tan
estrechos eran los vínculos con la familia del consejero personal y del secretario
del virrey que existía la pública sospecha de que el gobierno estaba controlado por
una camarilla.586
««Página 319»».
LA INNOVACIÓN FISCAL
Antes del arribo del visitador general, el virrey Flóres había empezado a limitar el
cultivo del tabaco, restringiéndolo a determinadas áreas, y había iniciado planes
««Página 320»».
detalladas para los empleados del estanco y creó una fuerza especial de guardias
para extirpar los cultivos ilícitos.590 Se hicieron planes similares para reorganizar el
estanco de aguardiente.591 La campaña para aumentar los ingresos mediante un
cobro más eficiente se vio reforzada por una racionalización de la administración
encaminada a contener los costos administrativos. Fue así como el visitador
general fusionó el monopolio de los naipes con el del tabaco, y simultáneamente
unificó el manejo de todos los estancos en una nueva oficina central que
examinaría las cuentas e ingresos recogidos por los cuatro principales
monopolios.592 La determinación de aumentar el producido fiscal mediante la
racionalización administrativa y el estricto cumplimiento, también fueron los
principales temas de la reforma de Gutiérrez de Piñeres en otras importantes
590 AGI Santa Fe 659, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, agosto 31, 1778 (no. ibid.,
noviembre 30, 1778 (nos. 60, 61, 63, 64).
591 AGI Santa Fe 660, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, diciembre 31, 1780 I n: 223).
592 AGI Santa Fe 659, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, junio 30, 1779 (no. 1 AGI Santa Fe
660, "Nuevo Plan e Instrucción para el gobierno de la Direccio General de las quatro
rentas unidas del tabaco, aguardiente, naipes y pólvora. mandada establecer en esta
Capital por Real Orden de 14 de octubre de 1779 mayo 27, 1780.
áreas de la tributación real. El desmedro burocrático no se limitaba a los
monopolios del aguardiente y del tabaco: el visitador general encontró que los
abusos se habían filtrado en todos los aspectos de la recaudación de impuestos. 593
Elaboró e introdujo, en consecuencia, nuevos y amplios planes para la
reorganización de todas las ramas de la Real Hacienda. Estos planes apuntaban a
la reducción del número de impuestos que se habían acumulado, y a menudo
desaparecido, durante los siglos de gobierno español, y al mismo tiempo al
riguroso recaudo de los principales impuestos a la producción y al consumo. La
alcabala (el impuesto a las ventas que cubría todas las transacciones excepto
aquellas
««Página 321»».
««Página 322»».
««Página 323»».
ducir un sistema de registro oficial de todos los bienes que ingresaban a los
canales comerciales internos. Se trataba de un esquema sencillo. Los
comerciantes que transportaban bienes en la colonia tenían en toda ocasión que
llevar "guías" o facturas selladas oficialmente que indicaban su mercancía y su
procedencia, mostraban que habían pagado los impuestos debidos en su lugar de
origen y declaraban su destino. Cuando los bienes eran vendidos, los
comerciantes tenían que obtener una "tornaguía", recibo oficial indicando que
habían llegado a su destino y pagado allí la debida alcabala en el momento de la
reventa.601 En su concepción, el esquema no era original: el virrey Guirior había
recomendado su introducción unos años antes. 602 Pero su aplicación práctica era
algo nuevo en la colonia y produjo una fuerte antipatía. El nuevo procedimiento no
sólo incrementaba los riesgos de contrabando, al aumentar los requisitos
burocráticos impuestos al comerciante, sino que probablemente también ampliaba
las oportunidades de extorsión y peculado por parte de los funcionarios menores
con los que trataba el comerciante. La súbita implementación de nuevos
««Página 324»».
««Página 325»».
««Página 326»».
««Página 327»».
605 AGI Santa Fe 661, Gutiérrez de Piñeres a Gálvez, diciembre 31, 1782; marzo 31,
1782 (reservada no. 2); enero 31, 1783 (reservada no. 10).
A pesar de la algo vergonzosa retirada de la Nueva Granada del visitador general,
sus reformas no fueron abandonadas. A fines de 1782 el arzobispo virrey informó
que la población había vuelto a la docilidad y que las rentas de la tesorería colonial
estaban comenzando a recuperarse. 606 Luego, de tiempo en tiempo durante los
primeros seis meses de 1783, le informó a la corona que los cambios en los
impuestos y la restricción a la producción de tabaco que habían precipitado la
rebelión se estaban realizando con éxito. Se habían introducido algunas
modificaciones para evitar cualquier riesgo de una protesta popular, pero el
arzobispo virrey se ufanó de que el propósito esencial de la reforma fiscal se había
cumplido.607 Había sin embargo un punto principal del programa reformista
inspirado por Gálvez e implementado por sus oficiales en otras partes de la
América hispana, que fue del todo trastornado por la rebelión de los
««Página 328»».
««Página 129»».
610 AGI Santa Fe 552, "El Virrey de Santa Fe: sobre que se observe en aquel Virreynato
en lo posible la Ordenanza de Intendentes", Francisco Viana, junio. 1807.
611 Sobre estas medidas, véase la relación de mando del arzobispo virrey en Pérez
Ayala, Caballero y Góngora, pp. 301, 324-327.
evitar que la función cayera en manos locales. 612 Esta propuesta, sin embargo, fue
desechada con el argumento de que la inminente introducción de los intendentes
la hacía superflua. De modo que cuando se abandonaron los planes para la
introducción de los intendentes, el gobierno de la ciudad y su jurisdicción
permanecieron inmodificados y bajo la responsabilidad del virrey de la audiencia.
El único cambio en el gobierno local se produjo en el Socorro, donde se estableció
un nuevo corregimiento en septiembre de 1781, con Francisco Berbeo como
primer corregidor. Este fue, sin embargo, un mero recurso temporal para aplacar a
los socorranos y para emplear a Berbeo como instrumento de mediación. En
menos de un año, Berbeo fue despedido y el corregimiento suprimido. 613 No
resurgió sino unos años después cuando, en 1795, la corona aprobó un plan
propuesto por Juan Rodríguez de Lago, de Tunja, para un corregimiento que
supervisara el gobierno en las regiones de Vélez,
««Página 330»».
San Gil y el Socorro, y nombró en el puesto al mismo Rodríguez de Lago. 614 Esta
fue, al parecer, la única reforma del gobierno local durante fines del siglo XVIII, y
aunque sucesivos virreyes abogaron por una reorganización adicional, la tarea
siempre demostró ser demasiado problemática y costosa. Prácticamente todos los
virreyes se refirieron a las prácticas corruptas de los corregidores e insistieron en
que fueran reemplazados por funcionarios remunerados, pero a falta de fondos
para los salarios, los funcionarios sin paga siguieron pervirtiendo con sus abusos
612 AGI Santa Fe 552, "Borrador de lo que pensó el Señor Virrey representar a la Corte
sobre elección de Corregidor de Santa Fe..."
613 Phelan, The People and the King, pp. 175, 200-201.
614 Ulises Rojas, Corregidores y Justicias Mayores de Tunja y su Provincia desde la
fundación de la ciudad hasta 1817 (Tunja, 1962), pp. 606-615.
la administración de justicia en el nivel local. 615
««Página 331»».
la colonia, donde siguió siendo el punto focal para la aplicación de la justicia civil y
penal, y continuó ejerciendo importantes deberes dentro de la vital esfera de las
finanzas del gobierno. Existen, sin embargo, señales de que se convirtió en un
instrumento más eficiente del Estado durante fines del siglo XVIII, y de que el plan
de Gálvez de reducir la influencia local en los niveles más altos fue implementado
con éxito. Aumentada en 1776 con la inclusión de un regente y de un fiscal del
crimen, y con otro oidor en el tribunal por Real Cédula de 1778, la audiencia
615 Para los comentarios de sucesivos virreyes sobre los problemas del gobierno local,
véase Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 150, 315-321, 453-455.
616 Véanse, por ejemplo, las anotaciones del virrey Pedro Mendinueta. Ibid.. p. 452.
recibió una infusión de nueva sangre durante la visita general, con las tres nuevas
personas que se posesionaron entre 1779 y 1781. 617 Después de terminada la
visita general, la composición de la audiencia sufrió una alteración adicional, con
los cuatro nuevos nombramientos que se hicieron entre 1781 y 1783. 618 Además,
durante la visita general y en los años que siguieron, fue colocada firmemente en
manos de burócratas reclutados en la península, y se redujeron los contactos
entre sus miembros y las familias de la aristocracia santafereña. Entre 1778 y
1810, veinticuatro nuevos hombres sirvieron en la audiencia de Bogotá, cuatro
como regentes, catorce como oidores y seis como fiscales. De éstos, dieciocho
eran españoles peninsulares y siete criollos. Sólo tres de ellos eran de la misma
Nueva Granada: Francisco Moreno y Escandón asumió brevemente el cargo de
fiscal hasta ser desplazado en 1782; en 1787, Joaquín Mosquera y Figueroa, un
criollo de una opulenta familia de Popayán, dueña de tierras y de minas, fue
nombrado oidor en Bogotá; en tanto que el santafereño José Antonio Berrío ejerció
diez años como fiscal después de su nombramiento en 1790. Los demás criollos
eran personas de otras partes de América.
Los locales fueron, entonces, una pequeña minoría de los miembros de la
audiencia en los años entre 1778 y 1810. De igual importancia, sin embargo, fue el
hecho de que sus funcionarios cumplieron
««Página 332»».
períodos más cortos después de 1778. Entre 1738 y 1777, los oidores por lo
general habían cumplido períodos muy largos, de entre veinte y treinta y cinco
años; entre 1778 y 1810, los períodos se acortaron mucho más y rara vez
superaron los diez años. Esta rotación más rápida de magistrados indica que
habían tenido efecto las acerbas críticas del visitador general a las relaciones
entre los oidores y la comunidad local. Después de 1778, los oficiales de la
audiencia fueron transferidos con más frecuencia y se casaron menos con las
La eficiencia del gobierno es más difícil de medir, pero hubo señales de una
cooperación más estrecha entre los virreyes y la audiencia después de 1778, así
como de profesionalismo entre los magistrados del tribunal. Sucesivos virreyes
anotaron la pesada carga de trabajo asignada a los oidores y recomendaron varias
medidas para aliviar la presión. El arzobispo virrey Caballero y Góngora aprobó el
nombramiento del regente de tres jueces auxiliares para despejar la acumulación
de apelaciones civiles y criminales, y suministró los medios financieros para
acelerar el despacho de casos de la audiencia. También recomendó el
establecimiento de una "Sala del crimen" separada, o corte de apelacines
criminales, para que aquella pudiera disponer de más personal para cumplir con
sus funciones.620 Sin embargo, aunque los virreyes siguientes apoyaron esta
propuesta, el gobierno de Madrid desechó con persistencia estos pedidos y la
audiencia siguió enfrentada a una excesiva carga de trabajo. 621
««Página 333»».
««Página 334»».
Su principal contribución en esta área fue la de aumentar los ingresos del gobierno
mediante una explotacón más efectiva del consumidor colonial. Los principales
instrumentos de dicha explotación fueron los monopolios del tabaco y del licor y la
alcabala. En 1772 las ventas de aguardiente en la audiencia de Santa Fe
produjeron
««Página 336»».
ingresos de cerca de 200.000 pesos anuales; las de tabaco, 100.000. 629 Desde
principios de la década de 1780, los ingresos de ambas fuentes aumentaron
considerablemente. Para fines del siglo, el producido neto del monopolio del
tabaco alcanzó un promedio que triplicaba el de 1772. El crecimiento de las rentas
629 BL manuscrito adicional, 13, 987. "Notas relativas al Plan Geográfico del Virreynato
de Santa Fe, que formó el Dr. Francisco Antonio Monero y Escandón", folio 66.
del aguardiente, aunque menos impresionante, también fue notable. La
importación de España de un producto rival frenó el crecimiento de las entradas
por concepto de esta fuente, pero el aumento se repuso al proporcionar la guerra
protección contra el aguardiente importado.630 La administración más estrecha
también demostró ser benéfica para la tesorería colonial. En la década de 1750, el
reemplazo de los recaudadores a comisión por la administración directa en Bogotá
suministró una base para el crecimiento. El administrador de la alcabala informó
que los ingresos crecieron de inmediato de un promedio anual de 8.000 pesos a
uno de más de 19.000. 631 Para la década de 1790, el producido era mucho más
alto y seguía creciendo. En 1791 se acercaba a los 72.000 pesos; en 1795 fue de
casi 76.000 pesos.632 El incremento en el flujo de ingresos de la tesorería no
resolvió de inmediato, sin embargo, los problemas fiscales del virreinato. Cuando
el arzobispo virrey Caballero y Góngora se posesionó en 1782, heredó de su
predecesor una deuda de 900.000 pesos, y entre 1779 y 1788, el aumento
desproporcionado de los gastos del gobierno anuló el crecimiento de los
ingresos.633 Fue así como, al entregar su cargo Caballero y Góngora en 1789, el
déficit colonial se había más que duplicado. 634
««Página 337»».
630 Para las rentas del aguardiente, véase Mora de Tovar. Aguardiente y conflictos,
gráfico 13, p. 172.
631 AGI Santa Fe 264, Consejo de Indias a Joaquín Joseph Vásquez, julio 28, 1756.
632 Posada e Ibáñez, Relaciones de mando, pp. 381, 528.
633 Pérez Ayala, Caballero y Góngora, p. 376.
634 Santa Fe 573, Gil y Lemus a Valdés, enero 30, 1789 (reservada no. 4).
635 Pérez Ayala, Caballero y Góngora, pp. 375, 383-385.
A corto plazo, el tesoro real sólo podía sufragar estos costos endeudándose. A
largo plazo, sin embargo, las reformas fiscales del visitador general contribuyeron
a garantizar que se equilibrara el presupuesto. Para la década de 1790, la colonia
producía ingresos suficientes no sólo para cubrir sus gastos rutinarios de tiempos
de paz, para el mantenimiento de la administración y la defensa, sino también para
pagar sus deudas e incluso reunir un pequeño superávit para remitir a España.
Aunque a las reformas introducidas por Gutiérrez de Piñeres se les debe dar el
crédito de la estabilización de las finanzas de la colonia, el logro del equilibrio
fiscal también se debió en gran parte al cuidadoso manejo financiero de los
últimos virreyes. Cuando Francisco Gil y Lemus se hizo cargo del virreinato en
1789, de inmediato se concentró en rectificar los efectos de los elevados gastos
del gobierno de su predecesor, el arzobispo virrey Caballero y Góngora. Caballero
y Góngora había utilizado visitadores para inspeccionar las provincias de Antioquia
y Popayán, pero los informes de Gil y Lemus sugieren que había aún bastante
campo para la mejora de la administración fiscal tanto en el nivel central como en
la provincia. Recomendó acciones en ambas áreas. En primer lugar, en un
esfuerzo por reducir los costos del gobierno, podó el secretariado virreinal, redujo
los gastos militares, retiró el apoyo financiero a las recién establecidas colonias del
Darién y suspendió los proyectos del gobierno que estaban funcionando a pérdida.
En segundo lugar,
««Página 338»».
««Página 339»».
su memoria sobre el Nuevo Reino de Granada", AEA, vol.8 (1951). pp. 185-204.
637 AGI Santa Fe 638, Ezpeleta a Valdés, noviembre 19, 1789 (no. 79).
638 AGI Santa Fe 639, Ezpeleta a Valdés, junio 19, 1790 (no. 266).
primera vez un excedente a España. 639 Según Ezpeleta, esto se había logrado
simplemente con una administración más atenta y una estricta economía. Se
ufanó de que bajo su tutela, el tribunal de cuentas de Bogotá se había convertido
en un instrumento más eficaz de control financiero. No sólo había despejado la
acumulación de cuentas retrasadas sino que también había ejercido un escrutinio
más estrecho de las terorerías provinciales. 640 También se habían hecho ahorros
reduciendo los gastos militares y las milicias del interior.641
Aunque la reorganización fiscal había por fin producido los resultados deseados, la
estabilidad de las finanzas de la colonia todavía era precaria. Tan pronto reunió
Ezpeleta un pequeño excedente tuvo que desviarlo, por la nueva guerra con
Inglaterra de 1796, para usos militares en Cartagena, de modo que nunca llegó a
España. No obstante, la tesorería colonial no cayó de inmediato en déficit bajo las
presiones de la guerra. Para el momento, por el contrario, en que concluyó la Paz
de Amiens en 1802, el virrey Pedro de Mendinueta había acumulado un millón y
medio de pesos para remitir a España y, además, había subsidiado en casi medio
millón de pesos las tesorerías de Caracas y de Maracaibo, y al comandante
francés de Santo Domingo. Mendinueta atribuyó esta proeza a las medidas
««Página 340»».
tomadas por Ezpeleta, a su propio ahínco por hacerlas cumplir y al cuidado que
había puesto en lograr que los gastos extraordinarios no superaran límites
tolerables. Su principal tarea había sido la de frenar rigurosamente los gastos de la
caja, puesto que sus entradas no se vieron demasiado afectadas como resultado
de la guerra. La interrupción del comercio con España redujo el producto de las
aduanas, pero no perjudicó seriamente las rentas totales de la tesorería porque el
aumento de los ingresos por la venta de aguardiente de producción doméstica
Durante todo el siglo de reinado de los Borbones, el gobierno español sin duda
logró mucho en la Nueva Granada. Bajo la administración virreinal, la débil y
disminuida autoridad heredada de los postreros Habsburgos fue reemplazada por
un sistema de gobierno más firme más centralizado; la exhausta tesorería fue
restaurada gracias a una reconstrucción acumulativa de su sistema fiscal, y el
aumento de los ingresos del Estado financió mejoras en la administración de la
««Página 341»».
««Página 342»».
««Página 343»».
PARTE IV
GOBIERNO Y POLÍTICA
««Página 344»».
Página en blanco
««Página 345»».
9
EL PODER, LA POLÍTICA
Y LA PROTESTA
646 Para esta hipótesis, véase McGreevey, Economic History of Colombia, pp. 26-27.
enteramente fútil. Sin embargo, abrió el camino para una segunda coyuntura de
reorganización administrativa y comercial entre 1739 y 1740, de la cual emergió la
Nueva Granada con una nueva estructura de gobierno, bajo el mando de los
virreyes, y un nuevo esquema de comercio exterior, llevado a cabo por barcos
sueltos registrados. Luego, después de un largo período de reforma fragmentaria y
gradual, en 1778 el gobierno de Carlos III inauguró la tercera y más radical
coyuntura reformista, cuando como resultado de la visita general de 1778 a 1783
se puso en práctica en la región el nuevo programa colonial de Gálvez.
Tres principales etapas de reforma durante el siglo XVIII alteraron, por lo tanto, el
sistema político de la Nueva Granada.
««Página 346»».
««Página 347»».
««Página 348»».
««Página 349»».
Quito no era fácilmente controlable desde allí. Esto era en parte por la distancia, y
en parte por una cuestión de diferencias sociales y económicas. Tradicionalmente,
Quito había mirado más hacia el Perú que hacia la Nueva Granada y, aunque sus
lazos económicos con ésta se fortalecieron en el siglo XVIII, ni la economía de
montaña de Quito ni la costera de Guayaquil dependían de los circuitos
comerciales de la Nueva Granada. La sociedad andina quiteña también era muy
diferente, pues dependía de una base de comunidades indígenas mucho más
fuerte que en la sociedad predominantemente mestiza de la Nueva Granada. Y,
por último, Quito siguió mirando como siempre hacia Lima, en cuanto centro de
una sociedad y un gobierno hispánicos de más fácil acceso (por mar desde
Guayaquil) que Bogotá, entre montañas y en el interior del país. La Nueva
Granada, en contraste, sintió la presencia del virrey con mucha más inmediatez,
pues vivía en su territorio y tenía responsabilidades directas en el gobierno, las
El cambio fue lento, sin embargo. Fuera de ciertos ajustes a la norma de las
audiencias, otras divisiones administrativas permanecieron intactas. Como
también las antiguas instituciones de gobierno heredadas de los Habsburgos. En
el nivel superior del gobierno estaban las audiencias de la Nueva Granada y de
Quito, que actuaban como suprema autoridad judicial en todas las provincias y
que compartían con el virrey algunas de sus responsabilidades en el gobierno civil.
Después de 1739, la Nueva Granada se convirtió en una
««Página 350»».
««Página 351»».
Tunja. Estas eran las provincias más pobladas del Nuevo Reino y, en cuanto
capital virreinal, Santa Fe era el meollo de su gobierno. Bordeando estas
provincias de tierra fría estaban las de tierra baja de Mariquita y de Neiva, que
cubrían el valle medio y alto del Magdalena, y hacia el oriente se encontraba la
vasta y muy poco poblada provincia de los Llanos. En última instancia, casi toda la
mitad sur del país se hallaba bajo el enorme gobierno de Popayán, que incluía
subprovincias en Pasto y en Barbacoas, Iscuandé y Raposo, en la frontera minera
del Pacífico.
««Página 352»».
cambio con las provincias neogranadinas y su gobernador militar fue puesto bajo
el comando del virrey en Bogotá.
La otra estructura principal del gobierno bajo el mando del virrey era la Real
Hacienda, o tesorería colonial. El centro de esta administración fiscal tenía su
sede en Bogotá, en el Tribunal (o Corte Suprema) de Cuentas. Esta corte
supervisaba las "cajas reales" de provincia, las tesorerías reales regionales que
invariablemente quedaban en las capitales provinciales y por lo general estaban
bajo la responsabilidad de dos "oficiales reales", uno tesorero, el otro contador.
Desde las capitales, estos oficiales eran responsables de la recolección de
impuestos y cuentas de las subtesorerías ("cajas sufragáneas") en su jurisdicción,
que por lo general, aunque no siempre, coincidía con los límites del gobierno
««Página 353»».
««Página 354»».
por la corona y sus cargos eran casi siempre adquiribles por compra: los segundos
eran funcionarios elegidos, escogidos cada año por los regidores. Los alcaldes
eran el elemento más activo del gobierno local, pues su función básica era
mantener la ley y el orden. Cuando las jurisdicciones urbanas eran grandes,
podían a su turno nombrar diputados para actuar en su nombre en las aldeas y
parroquias de las áreas circundantes.653
El sistema de gobierno en manos de los funcionarios reales y municipales
dependía en grado considerable de la buena voluntad de los ciudadanos, porque
la corona no tenía mayor fuerza pública para imponer su voluntad en las regiones.
651 Esto lo demuestran ampliamente informes de los párrocos a principios del siglo XVIII,
resumidos en Virginia Gutiérrez de Pineda, La familia en Colombia, vol. I (Bogotá, 1963), pp. 307-
359.
652 La descripción más completa del cabildo hispanoamericano como institución, con un resumen
de sus carácter y de sus responsabilidades, se encuentra en Constantino Bayle, Los cabildos
seculares en la América española (Madrid, 1952), especialmente en las pp. 101-324; John Preston
Moore, en The Cabildo in Perú under the Habsburgs (Durnham, North Carolina, 1954), pp. 77-114,
nos ofrece un resumen más conciso. No hay una obra comparable sobre el cabildo neogranadino.
653 J.M. Ots Capdequí, Nuevos aspectos del siglo XVIII en América (Bogotá, 1946) pp. 9-37;
Marzahl, Town in the Empire, pp. 35-73.
Las fuerzas armadas regulares se concentraban en la costa caribe, donde estaban
acantonados destacamentos de infantería y artillería para la defensa contra
agresiones extranjeras de Cartagena, Panamá, Santa Marta y Río Hacha. De
aquellas ciudades, Cartagena contaba con la mayor concentración de soldados
profesionales. Antes de que se reinstituyera el virreinato, su guarnición rara vez
tenía el personal suficiente, y el número de soldados era de más o menos
trescientos. Durante la década de 1750, la guarnición fue reforzada hasta llegar a
quinientos o seiscientos hombres, y para 1772 contaba con 800 soldados de
infantería y artillería.654Santa Marta, entre tanto, tenía tropas regulares de menos
de 200 hombres y Río Hacha era un puesto militar fronterizo aún más pequeño.
En el interior, las fuerzas regulares eran insignificantes. Antes de 1785, lo que más
se acercaba a unas fuerzas militares regulares internas consistía en una compañía
de unos cincuenta hombres de infantería en Popayán y en un destacamento de
cincuenta soldados de caballería y de setenta y cinco alabarderos que actuaban
como guardia del virrey en Bogotá. 655Así que durante la mayor parte del siglo
XVIII, la concentración de tropas
««Página 355»».
en la Nueva Granada era relativamente baja, y como todas estaban a muchos días
de distancia de los principales centros de población, el gobierno no podía confiar
en una movilización rápida o sustancial de fuerzas profesionales para sostener su
autoridad en el interior. El virrey podía convocar milicias locales para su defensa
contra ataques extranjeros o para mantener el orden local. Pero las unidades de
milicias estaban tan desorganizadas y pobremente armadas que, a finales de la
década de 1770, eran "mucha más sombra que sustancia". 656El empleo de las
milicias dependía en cualquier caso de la lealtad de los súbditos del rey, en
particular de los notables de cada lugar. Si éstos optaban por ignorar o
desobedecer un llamado oficial a la acción, las autoridades no disponían de los
medios para forzarlos. La lealtad de las élites criollas era entonces indispensable
654 Marchena Fernández, La institución militar, pp. 71, 82-98, 145-158.
655Kuethe, Military Reform and Society in New Granada, pp. 11, 191-192
656 Ibíd., p. 43.
como apoyo del gobierno colonial, y para comprender el funcionamiento de éste
debemos examinar, bajo su maquinaria puramente burocrática, las redes
informales de influencia que operaban en los niveles regionales y locales. Pues en
cada una de las economías regionales había pequeños grupos de familias
terratenientes, mineras o comerciales que se habían enriquecido a lo largo de
varias generaciones y que, en razón de su posición social y poder económico,
ejercían gran influencia en los asuntos de sus comunidades.
««Página 356»».
««Página 357»».
perfil político al convertirse en capital del virreinato. En cuanto sede del virrey y de
la audiencia, Bogotá era a la vez el centro administrativo del poder ejecutivo
español y el núcleo de la administración judicial y fiscal; en cuanto residencia de
los arzobispos de Santa Fe y mayor centro educativo de la colonia, también
albergaba el más numeroso cuerpo clerical y sus principales instituciones
educativas. Ambos papeles les brindaban a las familias de la élite santafereña la
posibilidad de participar en los asuntos del gobierno, al aprovechar oportunidades
que consideraban suyas por derecho de nacimiento.
««Página 358»».
posición de relieve en la sociedad y surtir las dignidades y cargos del Estado, bajo
el auspicio de la corona. Estas proposiciones constituían una visión perfectamente
ortodoxa del orden social tal como era concebido en España, y parecen haber
reflejado la práctica en la Nueva Granada. Durante los siglos XVI y XVII, la
condición social de la nobleza santafereña se sostuvo, por lo menos en parte,
gracias a recompensas de la corona, en forma de posiciones de privilegio ante la
ley, y en las instituciones y actos ceremoniales de la Iglesia y del Estado. 658Sin
embargo, aunque la nobleza esperaba que la corona apoyara su situación social y
recompensara sus servicios, no era un simple recipiente pasivo de un patrocinio.
La nobleza era incompatible con la pobreza y, para ser reconocidas, las familias
657 Estas observaciones se extrajeron de Juan A. y Judith E. Villamarín, "The Concept of Nobility in Colonial
Santa Fe de Bogotá", en Karen Spalding (ed.), Essays in the Political, Economica and Social History of
Colonial Latin America (Newark. Delaware, 1982), pp. 125-150.
658 Ibíd. pp. 140-141.
nobles tenían que ser lo bastante ricas para ostentar su situación social.
««Página 359»».
directas en efectivo; esto era necesario como medio para buscar futuras
recompensas.659 De este modo, la política de las élites se inspiraba en la creencia
de que la corona y la nobleza eran mutuamente dependientes, con reclamos
recíprocos entre sí, y la actividad política giraba en torno a la competencia por
tener acceso a las recompensas que ofrecían el Estado patrimonial y su Iglesia. La
política en Bogotá tenía, por lo tanto, un carácter parroquial, nepotista, con las
familias aristocráticas como unidades primordiales de organización y los cargos en
la Iglesia y el Estado como su principal objetivo.
Los peninsulares ocupaban los niveles más altos del gobierno de la Nueva
Granada. El virreinato también era para los españoles, y entre 1700 y 1758 la
««Página 360»».
Sabemos, por ejemplo, que a principios del siglo XVIII la familia Flórez estaba en
el centro de una red de poder informal en la capital, gracias a cargos de miembros
de la familia en la audiencia, la tesorería real y la catedral. 661Después del golpe
contra el presidente Meneses en 1715, la revelación de que dos de sus miembros
habían jugado papeles importantes en su deposición le costó a la familia su
posición en el centro del gobierno; después de la llegada del primer virrey en
1719, la familia Flórez nunca recobró su lugar. El arribo del primer virrey, por
cierto, causó un considerable rompimiento en la política local, porque el virrey
Villalonga trajo un séquito de parientes y subordinados para quienes había que
««Página 361»».
La manera como se formó una élite política mediante matrimonios entre
funcionarios españoles y familias criollas se refleja en dos familias santafereñas
fundadas en el siglo XVIII. La primera de éstas es la de los Lozanos, familia que
se originó en el español Jorge Miguel Lozano de Peralta, oidor de la audiencia de
Bogotá entre 1722 y 1729. El hijo mayor de Lozano se casó con la rica familia
criolla de los Caicedos y, de esta unión, heredó la hacienda más grande de la
sabana de Bogotá. Estas tierras les dieron a los Lozanos una sólida base
económica para sus pretensiones sociales; más tarde se convertirían en el
fundamento del vínculo que sostuvo al marquesado de San Jorge, título que
confirmó la posición de la familia a la cabeza de la aristocracia santafereña. Los
Lozanos, por supuesto, casaron con sus iguales sociales, de manera que
mediante matrimonios con otros nobles criollos y funcionarios españoles,
confirmaron y reforzaron su posición en el centro de la élite social y política de la
662 Phelan, The People and the King, pp. 12-13; también Phelan, "El auge y la caída de los criollos en la
audiencia de Nueva Granada, 1700-1781", BHA vol. I. pp. 597-618.
capital.663
««Página 362»».
El otro medio mediante el cual las élites urbanas ejercían poder local era a través
de cargos en los concejos municipales. En Bogotá, el cabildo parecía una
institución moribunda a mediados del siglo. En 1749 el virrey Eslava se quejaba de
lo difícil que era vender regimientos en el cabildo; por lo general era necesario
nombrar regidores interinos para llenar los vacíos 667. Esto, sin embargo, no evitó
que el cabildo se convirtiera en un importante vehículo para los intereses criollos
en los años siguientes. Según el arzobispo virrey Caballero y Góngora, para fines
de la década de 1780 el cabildo de Santa Fe era, por cierto, un instrumento de la
oligarquía local y, en cuanto tal, se había convertido en un obstáculo para el buen
gobierno
««Página 363»».
de la capital. Observó que los alcaldes siempre eran escogidos entre las familias
más importantes de la ciudad y que, durante sus años en el cargo, su principal
preocupación era la de impedir cualquier acción que pudiera perjudicar sus
intereses personales o su posición social, en lugar de "gobernar la república" en el
interés general. Y añadió: "el partido de los hacendados... que controla el cabildo
de esta capital... contribuye a este desorden, puesto que por interés propio
subvierten el orden, perpetúan la ignorancia y la escasez, y en sus decisiones
oficiales, rechazan la reforma a favor de su personal ganancia... “ 668
667 AGI Santa Fe, 422, Consejo de Indias, julio 15, 1749".
668 AGI Santa Fe 552, Borrador de lo que pensó el Sr. Virrey representar a la Corte sobre elección de
Corregidor de Santa Fe...".
del siglo XVII muestra con claridad la forma como estas alianzas crearon una
aristocracia urbana en torno a un grupo gobernante que no sólo monopolizaba
posiciones en el cabildo sino que, mediante alianzas con el gobernador de la
provincia y con los funcionarios de la tesorería, alcanzaba cargos e influencia en la
administración de la provincia.669Allí, como en otras partes, el cabildo se convirtió
para las principales familias en el vehículo para perseguir sus propios intereses,
en lugar de ser una institución cuyos miembros tuvieran alguna pretensión de
representar los intereses de la sociedad local como un todo 670. Durante el siglo
XVIII algunos acaudalados comerciantes peninsulares ingresaron al cabildo, pero
el gobierno de la ciudad siguió en gran parte en manos de una reducida oligarquía
local dominada por cinco familias emparentadas cuya riqueza se basaba en la
minería.671El estudio de Colmenares sobre Cali, el otro importante centro urbano
««Página 364»».
««Página 365»».
Los cargos del cabildo y, como muchos de los comerciantes eran españoles
inmigrantes, sus disputas a menudo tomaban el aspecto de duelos políticos entre
criollos y peninsulares. Sin embargo, como en Popayán y Medellín, estos
conflictos locales no significaban que los criollos rechazaran la participación de los
españoles en la política. En estas ciudades la sociedad criolla absorbía con
presteza a los peninsulares, y cuando surgían rivalidades se producían más por el
enfrentamiento de clanes familiares que por cualquier antagonismo fundamental
entre criollos y españoles. Lo mismo es cierto de Cartagena, donde los oficiales
españoles que vinieron con la expedición militar de 1698 sentaron la base de una
nueva élite administrativa, comercial y social, y donde los comerciantes españoles
y los hacendados criollos se sentaban Lado a lado en el cabildo de la ciudad. 675 La
política de las élites, entonces, se entiende mejor en términos regionales. No
LA POLÍTICA POPULAR
Si las actividades de las élites urbanas de la Nueva Granada del siglo XVIII
constituían el principal aspecto de la vida política, no copaban sin embargo los
límites del terreno político. Fuera de las principales ciudades y pueblos había una
cantidad de pequeñas poblaciones y aneas en las que los blancos pobres, los
mestizos y los indios también
««Página 366»».
««Página 367»».
clientes, para poder así sacarles provecho personal y familiar, lo que ciertamente
implicaba una propuesta hecha en 1773 para que los virreyes participaran en la
escogencia de magistrados locales, con el fin de evitar "la corrupción de los
alcaldes por la parcialidad que gobierna su elección en todas las ciudades del
virreinato".677
««Página 368»».
678 32. Margarita Garrido de Payán, "La política local en la Nueva Granada, 1750- 1 10... ACHSC,
vol. 15 (1987), pp. 37-56; también, por la misma autora, "The Ptlitical Culture of New Granada,
1770-1815" (Tesis doctoral inédita, Universidad e Oxford, 1990), pp. 76-180.
679 Una presentación más detallada de este argumento se encuentra en McFarlane, "Civil
Disorders and Popular Protests in Late Colonial New Granada", pp. 17-54.
y la comunidad en torno al cobro del impuesto de ventas. A mediados de la década
de 1760, las demandas fiscales del Estado provocaron una resistencia más
extendida. La mayor protesta pública contra esta política tuvo lugar en Quito,
donde los ciudadanos se amotinaron durante varios meses, paralizaron el
gobierno real y prácticamente formaron un gobierno autónomo propio. 680 También
hubo descontento popular en el sur y el oeste de Colombia entre 1764 y 1766, en
la provincia de Popayán y en la vecina provincia
««Página 369»».
680 McFarlane, "The Rebellion of the Barrios: Urban Insurrection in Bourbon Quito", pp.
283-330; Kenneth J. Andrien, "Economic Crisis, Taxes and the Quito Insurrection of
1765", Past and Present, no. 129 (1990), pp. 104-131.
681 McFarlane, "Civil Disorders", pp. 22-44.
de la política práctica y reflejaban la suposición de que la autoridad debía
considerar los intereses y la opinión locales. Si eran ilegales, entonces no eran
anti-institucionales. No atacaban la maquinaria del Estado, sino que buscaban
controlar y manipular a sus agentes, mostrando una conciencia popular de la
justicia y la ley que no toleraba el ejercicio arbitrario del poder por los
representantes del Estado. En esta forma, aunque dichos disturbios civiles no
estaban inspirados o guiados por un pensamiento político específico o
explícitamente elaborado, no estaban del todo desprovistos de ideas o significado
políticos. En las formas estruc-
««Página 370»».
««Página 371»».
Durante la mayor parte del siglo XVIII, la política borbónica no produjo serias
tensiones en el sistema colonial de gobierno; la competencia entre los diferentes
grupos que conformaban la sociedad era contenida y se expresaba dentro de los
circuitos políticos localizados que acabamos de describir. Las razones de esto no
son difíciles de encontrar. En primer lugar, el ritmo del cambio económico era lento
y las disputas en torno a los recursos no lo bastante agudas o generalizadas como
para que causaran conflictos de envergadura. El crecimiento geográfico sin duda
generó tensiones sociales en algunas regiones, ante todo en aquellas donde una
creciente población mestiza ejercía presión sobre las tierras de las mermadas
682 Mario Góngora, Studies in the Colonial History of Spanish America. -ducción de
Richard Southern (Cambridge, 1975), p. 125.
comunidades indígenas, como en partes de la provincia de Tunja, o donde las
comunidades indígenas se sublevaban para defenderse contra funcionarios o
clérigos rapaces, como en Pasto, o donde recién creados centros urbanos
competían entre sí, como en el área del Socorro. Pero como los cambios
demográficos y comerciales tenían sólo un impacto muy limitado en las estructuras
económicas y sociales de la región, estos desórdenes eran asuntos puramente
locales que carecían de cualquier resonancia en sectores más amplios de la
pobla-
««Página 372»».
683 AGI Santa Fe 585 (ramo 6), Flóres to Gálvez, Santa Fe, mayo 15, 1776 (no. 50).
De modo que aunque se colocó a la Nueva Granada bajo una autoridad más
fuerte, ejercida desde la capital virreinal, los propósitos, prácticas y procedimientos
del gobierno siguieron siendo los mismos del viejo orden político heredado de los
Habsburgos. Pues aunque se instaló a los virreyes para fortalecer la autoridad del
gobierno real, seguían gozando de la amplitud política que el régimen de los
Habsburgos había permitido tradicionalmente y, en lugar de cumplir en forma
ciega las órdenes reales, seguían teniendo en cuenta
««Página 373»».
««Página 374»».
««Página 375»».
ORÍGENES DE LA INSURRECCIÓN
DE LOS COMUNEROS
««Página 376»».
687 Esta relación de los sucesos de la rebelión se basan en la reconstrucción dada por
Cárdenas Acosta, El movimiento comunal de 1781 en el Nuevo Reino de Granada,
pássim. Una cronología de los sucesos de 1781 se encuentra en el vol. 2, pp. 321-360.
comerciantes de la región fueron afectados por la reforma fiscal. Luego la
combinación de cambios en los impuestos tuvo un máximo de impacto.
««Página 377»».
688 Gary W. Graff, "Spanish Parishes in Colonial New Granada: Their Role in Town-
Building on the Spanish American Frontier", The Americas, vol. 33 (19761977), pp. 336-
351
689 Para una lista de las fundadas en el siglo XVIII, véase Mario Aguilera Peña, Los
comuneros: guerra social y lucha anticolonial (Bogotá, 1985), pp. 250-251. Sobre el
carácter social y económico del Socorro, véase Phelan, The People and the King, pp.
39-45.
690 Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 25-47.
««Página 378»».
Hay pues una cantidad de factores que ayudan a explicar la disposición de los
socorranos del campo y la ciudad a oponerse a i reformas impositivas. Pero si la
ubicación y cronología de los primeros actos de protesta popular son
aparentemente fáciles de entender, son menos patentes las razones para que un
puñado de pequeñas protestas locales se convirtiera velozmente en un
movimiento policlasista, multiétnico y subversivo. El descontento popular por las
exigencias fiscales del Estado no era nada nuevo; tampoco, sin duda, las quejas
por el reparto de la tierra. ¿Así que cómo y por qué convirtieron estos disturbios
populares en una de las grandes rebeliones del siglo XVIII americano?
Otro factor que facilitó el auge del movimiento fue el haberse unido las gentes del
Socorro bajo un comando disciplinado, factible por la alianza entre los plebeyos y
la clase alta de la ciudad. Si los titubeos del gobierno habían dado campo para
que la insurrección se desarrollara, esta alianza canalizó los torrentes de la
protesta local en un potente curso. El punto de convergencia se dio el lunes de
Pascua, 1.6 de abril, cuando las oleadas de protesta que se extendieron por el
distrito del Socorro volvieron a la ciudad. Ese día, el tercer tumulto no sólo obligó a
huir al alcalde y a dos funcionarios de la alcabala, sino que inició una nueva fase
de la insurrección, con una declaración de agravios escrita y la incorporación
formal de algunos miembros de la clase alta criolla del Socorro como líderes del
"común". En ese momento los insurrectos adquirieron ideología y mando, lo cual
los convirtió en un movimiento regional de formidable potencial.
««Página 380»».
Con la ideología llegó el liderazgo. ¡El 18 de abril las multitudes del Socorro
aclamaron a cuatro ciudadanos notables como sus capitanes generales,
escogidos para representar y defender los intereses del común. Miembros de
diferentes grupos se congregaron en una alianza unida bajo el lema de "Viva el rey
y muera el mal gobierno". La fusión de plebeyos y notables en el Socorro marcó
un giro vital en el desarrollo de la insurrección comunera. Pues en una sociedad
jerárquica, la aceptación del liderazgo por notables locales era una importante
confirmación de los objetivos de los insurrectos, que fortaleció su reclamo de
actuar en beneficio del interés común. Además, en términos absolutamente
prácticos, les proporcionó a los rebeldes una capacidad ideológica y
organizacional esencial tanto para unificar el movimiento como para darle un claro
sentido de dirección.
691 Para el texto completo del poema, véase Cárdenas Acosta, El movimiento comunal,
vol. 1, pp. 121-130. Para una discusión adicional de su significado, véase Phelan, The
People and the King, pp. 71-78.
««Página 81»».
Las condiciones que permitieron la formación de esta alianza han sido claramente
explicadas por John Phelan, cuya investigación muestra que la facilitaron vínculos
de parentesco y de clientela, los cuales pusieron en contacto a los agitadores
plebeyos con los ciudadanos notables de la ciudad y los funcionarios municipales.
Mateo Ardila, el notario del cabildo del Socorro, fue puente crucial entre ellos. Por
el lado plebeyo, Ardila estaba vinculado por relaciones familiares con el gremio de
los carniceros, que organizaron una protesta popular en las calles. Del lado de los
notables, tenía influencia en miembros de la élite ciudadana tanto a través de su
posición de funcionario como de relaciones familiares. Fue así como los líderes de
la multitud urbana, que procedían del rango de los pequeños comerciantes, se
unieron a los notables de la ciudad a través de una única familia que actuó como
medio para la formación de una alianza entre las clases, vital para organizar la
rebelión.692 De esta manera, el impulso de resistencia que surgió de abajo se
transmitió al patriciado criollo, permitiendo que la protesta popular obrara
recíprocamente con los agravios de la élite, y creando así una coalición con
capacidad de actuar en nombre de la comunidad.
««Página 382»».
692 Sobre el carácter del notablato criollo, sus vínculos con los plebeyos y los primeros
cuatro capitanes nombrados en el Socorro, véase Phelan, The People and the King, pp.
50-66.
Salvador Plata demostró en forma abierta y consistente su renuencia a actuar
como líder. Los demás —Francisco Berbeo, Antonio Jai Monsalve y Francisco
Rosillo— simpatizaron evidentemente con los insurrectos y sacaron ventaja del
descontento popular para expresar su propia antipatía por las reformas. Berbeo
fue de particular importancia, porque pronto surgió como caudillo del movimiento
comunero y contribuyó en gran medida a su organización. Asumió el título de
superintendente y comandante y, junto con Monsalve Rosillo, se dio pronto a la
tarea de formar una estructura de comando en la que colocó a otros hombres de
similar rango social en papeles de apoyo como capitanes en toda la región
circundante.
Berbeo ejemplificaba el carácter social del liderazgo comunero. Aunque era sólo
un modesto terrateniente, su familia estaba enraizada con firmeza en la élite
regional. El abuelo de Berbeo, un inmigrante asturiano, había sido alguacil mayor
de San Gil en 1709 y maestro de campo en el Socorro, donde se residenció. Su
padre, también nacido en España, había tenido el cargo de notario en la parroquia
del Socorro, y dos de sus hermanos tenían cargos allí mismo. Juan Francisco
Berbeo no ocupó cargos en el Socorro, pero había hecho extensos viajes por la
Nueva Granada y había adquirido experiencia militar en campañas en la frontera
india. También tenía contactos con influyentes círculos de Bogotá, en especial con
Francisco de Vergara, el administrador jefe del Tribunal de Cuentas de la capital,
conexiones que fueron usadas después en las negociaciones con las autoridades
virreinales. De los treinta y cuatro capitanes de la región del Socorro, la gran
mayoría —unos veintiocho— eran de similar posición social. La mayor parte eran
blancos que sabían leer y escribir y que en cuanto terratenientes relativamente
ricos y miembros de la "aristocracia municipal" de funcionarios y recaudadores a
comisión, conservaban con celo la prominencia social y política de sus familias. 693
693 Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 52-68. Sobre los antecedentes de Berbeo. véase
Restrepo Sáenz y Rivas, Genealogías de Santa Fe, vol. I, pp. 108-109.
««Página 383»».
El precipitado intento del gobierno de aplastar a los comuneros fue del todo
contraproducente; hizo más para estimular la rebelión
««Página 384»».
que para impedirla. Las fuerzas rebeldes rodearon al oidor Osorio sus soldados en
Puente Real, y el 8 de mayo éstos se rindieron sin una sola baja y entregaron sus
armas y una gruesa suma de dinero de la tesorería que al parecer Osorio había
tenido la intención de usar para sobornos. Fue un duro golpe al prestigio del
gobierno, y en consecuencia dio ímpetu a la causa comunera. Con un éxito militar
a su haber, la alianza de notables y plebeyos del Socorro ganó en confianza y
nuevos reclutas y extendió sus vínculos hasta llegar a formar una formidable red
de oposición regional al gobierno.
Una vez revelada su debilidad gracias a los vanos esfuerzos de Osorio de detener
la insurrección por la fuerza, el gobierno de Bogotá invirtió su estrategia y pasó de
la agresión a la defensa. El 12 de mayo Gutiérrez de Piñeres partió de Bogotá
hacia Honda, con la esperanza de desviar a los rebeldes de la capital mientras
escapaba a Cartagena por el río Magdalena. En su ausencia dejó a la "junta
general de tribunales", un comité de magistrados de la audiencia, funcionarios de
alto rango, clérigos y representantes del cabildo de Santa Fe, que convocó de
prisa para manejar la crisis y lidiar con los rebeldes como pudiera, a la espera de
la llegada de fuerzas de Cartagena. El primer paso de la junta fue tratar de detener
el avance
««Página 385»».
Si la derrota de las fuerzas de Osorio en Puente Real fue un gran estímulo para
los comuneros, las medidas tomadas en mayo para preservar el orden en Bogotá
fueron de parecida importancia para sostener al gobierno en la capital. Después
de la humillación militar del virreinato, la iniciativa pasó a los insurrectos y era poco
lo que podían hacer las autoridades para erradicar la rebelión. Sin embargo, la
junta por lo menos aseguró una posición defensiva en Bogotá, evitando que los
simpatizantes del Socorro subvirtieran el orden allí. Esto resultó ser de enorme
importancia, pues aunque la junta carecía de fuerzas para evitar la marcha rebelde
hacia Bogotá, logró conservar un gobierno capaz de presentarse como un baluarte
del orden y así emprender negociaciones con los líderes comuneros.
Estos, mientras tanto, se hicieron más y más fuertes. El apoyo a la rebelión siguió
extendiéndose y llegó incluso a algunos poblados de los distantes Llanos, donde a
mediados de mayo un grupo de criollos instigó una rebelión india y se alió con el
movimiento del Socorro, tomando títulos y comisiones del Consejo Supremo de
Guerra de Berbeo.694 Aunque un número creciente de hombres se movilizó en
desafío al gobierno, los avances rebeldes también se basaron en una acertada
694 Jane Loy, "Forgotten Comuneros: The 1781 Revolt in the Llanos de Casa-nare",
HAHR, vol. 61 (1981), pp. 235-257. Sobre los comienzos de la rebelión, zanse pp. 238-
241
dirección militar. En esto Francisco Berbeo, el comandante en jefe comunero, jugó
un papel clave. Mientras se preparaba para dialogar con las autoridades reales,
realizó una astuta
««Página 386»».
««Página 387»».
A medida que los insurrectos se reunían cerca a Zipaquirá, todo estaba dispuesto
para la toma de Bogotá y el derrocamiento de la audiencia. Pero sucedió que
varios factores impidieron el ataque a la capital. Uno era el desacuerdo sobre las
tácticas. Los plebeyos del área del Socorro veían a Bogotá como su objetivo y
consideraban la captura de la capital como la mejor manera de garantizar que se
cumplieran sus reclamos. Los líderes de Tunja y de Sogamoso, que representaban
a los notables criollos conservadores de estas sociedades tradicionales, estaban
ansiosos por evitar más alteraciones del orden social y político, por lo que
preferían buscar una solución negociada en Zipaquirá. 695 Las divisiones sociales
se agudizaron a causa de las rivalidades interregionales, derivadas de la
competencia de larga data entre las ciudades de Tunja, San Gil y el Socorro. La
posición sobre las tácticas de San Gil era ambigua, pero los líderes de Tunja y de
Sogamoso se oponían hasta tal punto a un avance sobre Bogotá que para
impedirlo amenazaron con usar sus fuerzas de 6.000 hombres. Fue así como,
estando al borde de la victoria, el movimiento comunero empezó a fraccionarse de
acuerdo a líneas regionales.
695 Aauilera Peña, en Los comuneros, pp. 69-72, comenta el carácter de la sociedad
tunjana y su relación con la posición política de los líderes.
ellas; por otro, calmó las exigencias de avanzar hacia Bogotá de los plebeyos al
nombrar a
««Página 388»».
Los términos que los líderes comuneros le presentaron a la comisión de paz del
gobierno fueron extraídos de un "plan de capitulaciones" que formulaba sus
exigencias en treinta y cinco cláusulas. Estos términos eran una extraordinaria
mezcla, reunida aparentemente al azar, pero constituían una profunda radiografía
de los agravios y aspiraciones de los diferentes grupos que participaron en la
insurrección. No es sorprendente que muchas de las demandas se relacionaran
con los asuntos fiscales que desencadenaron la rebelión. 696 Aquellas incluían la
abolición del impuesto de la Armada de Barlovento, de las guías o recibos que
registraban el pago de impuestos sobre bienes comercializables, y la del
monopolio del tabaco, permitiendo libertad absoluta para cultivarlo y venderlo,
sujeta únicamente a la alcabala. Del mismo tenor eran la suspensión del donativo,
la reducción de los precios del aguardiente a su antiguo nivel y de la alcabala del
4% al 2%, junto con la exención del tabaco —cultivo de pobres— de cualquier
obligación de pago del impuesto de ventas. Estas eran las principales quejas de
696 El texto completo de las capitulaciones se encuentra en Cárdenas Acosta, El
movimiento comunal, vol. 2, pp. 18-29.
los comuneros. Tal como lo expresó la cláusula final, "el principal objeto" de los
««Página 389»».
Los agravios de los indios por los impuestos y la tierra también tuvieron cabida en
las demandas comuneras. Se pedía la reducción a la mitad de los tributos
pagados por los indios y los negros libres, el alivio de la explotación india por parte
de los corregidores y del " y la restauración de las tierras comunales, o
resguardos, bajo la forma de propiedades individuales. También se consignaba un
agravio específico de los indios de Zipaquirá, en una cláusula que apoyaba la
restitución a las comunidades indígenas de las minas de sal que habían
controlado antes de que la corona se apoderara de ellas. Tales demandas
reflejaban en parte la participación india en la insurrección y, tal vez, en parte una
preocupación por la justicia social. Pero, como otras cláusulas del programa
comunero de exigencias, indicaban primordialmente las inquietudes económicas
««Página 390»».
««Página 391»».
««Página 392»».
««Página 393»».
Al año siguiente, Flóres fue reemplazado por un nuevo virrey. El primer escogido
de la corona fue Juan de Torreázar Díaz Pimienta, el gobernador de Cartagena,
quien murió sólo unos días después de llegar a Bogotá. El virreinato pasó
entonces al arzobispo Caballero y Góngora, el principal pacificador de los
comuneros, quien se posesionó en junio de 1782. Esto abrió el camino para un
nuevo comienzo bajo un virrey ansioso por restaurar la confianza en el gobierno.
Para lograrlo confirmó las concesiones claves hechas a los comuneros. En agosto
de 1782 se abolió el impuesto de la Armada de Barlovento, se redujo la alcabala al
previo 2% en las provincias interiores de la Nueva Granada, se bajaron los precios
del tabaco y del aguardiente y se extendió un perdón general definitivo a todos los
que habían participado en la rebelión.700 Además, en el edicto que lo anunciaba, el
arzobispo virrey se comprometió a promover una reconciliación duradera bajo la
bondadosa mano de la monarquía absolutista. Prometió que "la industria, la
minería, las artes, y sobre todo la agricultura y el comercio interior" pronto serían
llevados al grado más alto de prosperidad". 701 En tal forma, Caballero y Góngora
se comprometió a un nuevo pacto colonial, mediante el cual la corona ofrecía los
frutos del progreso económico a cambio de la obediencia incondicional a la
autoridad real.
««Página 394»».
««Página 395»».
del gobierno colonial ante un desafío concertado. ¿Cuál fue entonces el carácter
de esa esta crisis, y cómo una serie de disturbios locales contra los impuestos se
702 Algunas obras de esta clase son: Manuel Briceño Perozo, Los comuneros.
(Bogotá,1880); Pablo E. Cárdenas Acosta, El movimiento comunal de 1781 en el Nuevo
Reino de Granada; Francisco Posada Zárate, El movimiento revolucionarte de los
comuneros (Ciudad de México, 1971).
703 La débil y poco convincente evidencia para las afirmaciones según las cuales los líderes
comuneros buscaron ayuda extranjera puede juzgarse en los documentos contemporáneos en
Manuel Briceño, Los comuneros (segunda edición. Bogotá 1979), pp. 132-148, y en Aguilera
Peña, Los comuneros, pp. 211-250.
convirtió en una rebelión policlasista y poliétnica capaz de humillar a las
autoridades reales?
Según John Phelan, "la crisis de 1781 fue esencialmente de naturaleza política y
constitucional... El asunto central era... quién tenía la autoridad de imponer nuevos
impuestos".704 Vista desde esta perspectiva, la rebelión comunera de fines de la
Colonia en Colombia tiene más en común con la rebelión comunera en Castilla a
principios del siglo XVI que con las revoluciones en el mundo occidental del siglo
XVIII y principios del XIX. No sólo trataron los comuneros neogranadinos de
defender los convenios administrativos y fiscales existentes contra la intrusión de
una monarquía absoluta dedicada a fortalecer el Estado, sino que su ideología
también era profundamente tradicional, pues se trataba de un eco de la vieja
doctrina del contrato entre el soberano y sus súbditos con el concomitante derecho
de oponerse a la tiranía.705 En la retórica comunera y en los lemas de los
insurrectos, Phelan encuentra ideas políticas sacadas de la Edad de Oro española
y transmitidas a la Nueva Granada a través de la práctica política de los
Habsburgos. Sugiere, de hecho, que por haber enraizado tan profundamente
constituían una especie de "constitución no escrita", una serie de convenciones y
de procedimientos que simbolizaban un pacto entre el monarca y sus súbditos,
pacto que éstos defenderían por la fuerza de ser necesario. 706 Al despreciar, por lo
tanto, el visitador estos procedimientos, brotó el movimiento comunero en reacción
a la violación de convenciones y prácticas habituales, unidos los revoltosos
plebeyos con los líderes notables en la creencia
««Página 396»».
««Página 397»».
así un negocio que generaba tanto ganancias monetarias como influencia. Una
segunda razón surgió de la política local709. Las reformas del visitador general no
708 Lynch, Bourbon Spain, p. 332.
709 Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 82-83.
sólo alteraron las relaciones entre la élite criolla y el gobierno en la capital, sino
que al llevar un gobierno más entrometido a las provincias, también amenazaron
con minar la influencia política de que gozaban los notables locales en sus áreas.
Los criollos involucrados en la rebelión no se quejaron por supuesto abiertamente
de las intromisiones del gobierno central en el local. Sin embargo, un largo
memorial enviado a la corona por Salvador Plata, importante notable del Socorro
reclutado como líder guerriHero, muestra claramente la manera como las reformas
causaron resentimiento entre los criollos por la intromisión del gobierno central en
el local, en detrimento tanto de los plebeyos como de los notables.
En su declaración, Plata dijo que la rebelión tenía dos causas. 710 Una eran, claro,
los impuestos, generalmente considerados injustos y que provocaron el
levantamiento popular. Pero una razón más importante de la rebelión, sostuvo
Plata, surgía de otra clase de injusticia: la que cometían los funcionarios que
administraban y hacían cumplir en el nivel local las reformas fiscales del visitador
general. El "tiránico" comportamiento de los guardias del estanco, sugiere Plata,
no sólo atizó la rebelión popular, sino que también indispuso a los criollos al
perjudicar la dignidad y autoridad del gobierno municipal. Pues según los nuevos
reglamentos de los monopolios reales, Gutiérrez de Piñeres había cancelado la
jurisdicción de los magistrados ordinarios en casos relacionados con los
empleados del estanco, permitiendo así que los inescrupulosos entre éstos se
condujeran como si no estuvieran sujetos a la ley. Como resultado, sostuvo Plata,
vivían "una existencia libertina de malvadas diver-
««Página 398»».
710 Este documento completo ha sido publicado. Véase Manuel Lucena SalmoraiI ed.).
El memorial de Don Salvador Plata: los comuneros y los movimientos antirreformistas
(Bogotá, 1982).
711 Ibid., p. 49.
El relato de Plata debe ser visto con cautela; era de todos modos un documento
de autojustificación hecho con la intención de exculpar al autor por su complicidad
en la rebelión. Sin embargo, su enfática condena del comportamiento de los
nuevos recaudadores nos brinda una explicación plausible de la disposición de los
notables locales para unirse a la rebelión y tomar posiciones de mando. Al
denunciar las violaciones de la ley y de la costumbre, llama la atención sobre el
hecho de que las reformas del visitador general interfirieron el mando de las
autoridades políticas locales. Al darles el poder a funcionarios entremetidos que no
pertenecían a los bandos políticos de cada región, estas medidas perjudicaron los
lazos de clientela y por lo tanto rebajaron la posición de las autoridades
regionales. Para los notables, esto ya era en sí un poderoso motivo para unirse a
la rebelión. La insolencia y abusos de los recaudadores no sólo perjudicaron a los
campesinos y a los plebeyos, sino que también afectaron la autoridad de los
notables. Se percibe aquí, entonces, la causa crucial de la intervención criolla en
la insurrección de los comuneros, y la razón de que la protesta popular se
expandiera hasta llegar a ser una coalición más amplia, que incluía a los
principales sectores de la sociedad provincial. Mientras los campesinos y plebeyos
protestaban contra los nuevos impuestos y defendían su comunidad, los patricios
trataban de defender su prestigio y autoridad política locales, también en nombre
de la comunidad. Tal defensa del statu quo limitaba el alcance político de la
rebelión. Los notables criollos deseaban la autonomía local dentro de la
monarquía española: su objetivo era simplemente restaurar y preservar el orden
tradicional.
««Página 399»».
««Página 400»».
712 Indalecio Liévano Aguirre, Los grandes conflictos sociales y económicos de nuestra
historia (tercera edición, Bogotá, 1968), pp. 439-502.
713 Mario Aguilera Peña, Los comuneros, pp. 6-7.
714 Ibid., pp. 127-146.
Nueva Granada, tanto en las zonas altas como en las bajas. El fiscal Moreno y
Escandón escribió poco antes de la rebelión, después de su inspección de los
resguardos indios en las provincias de Santa Fe y de Tunja, una vigorosa
denuncia de estas desigualdades en el centro de la Nueva Granada. Por su
experiencia en esta área en la década de 1770, Moreno y Escandón percibió que
el acceso a la tierra de los campesinos se estaba haciendo más difícil en las areas
colonizadas: observó que los ricos compraban los mejores "realengos" (las tierras
libres reales), en detrimento de los que no podían pagar los costos legales y
administrativos de la compra Aquellos sin tierra, por lo tanto, tenían que "vivir
sujetos a los terratenientes, bajo la dolorosa amenaza de ser expulsados o que,
por no tener ingresos propios para establecerse, tenían que soportar cualquier
yugo sobre sus hombros..." Moreno y Escandón también anotó que los pobres
sólo podían encontrar tierras alejadas de las áreas pobladas, porque los ejidos de
las poblaciones, las tierras municipales, habían sido todos vendidos. Por lo tanto,
los que no poseían tierra tenían que ocupar tierras marginales, y debían
enfrentarse a todos los costos y el trabajo de establecerse sin ayuda o estímulos.
Empeñado en promover una agricultura más productiva, Moreno y Escandón
deseaba un empleo más racional de los recursos. Sostuvo entonces que las
autoridades debían intervenir aconsejando a los magistrados locales que
presionaran a los grandes terratenientes a cultivar sus tierras sin uso, o a permitir
que otros lo hicieran.715 Y fue, por supuesto, por estas mismas razones que
Moreno y Escandón estuvo a favor de que el gobierno retirara tierras de las
comunidades
««Página 401»».
indias disminuidas y las vendiera a la creciente población criolla y mestiza, que las
usaría productivamente.
Aunque es probable que las quejas en torno a la tierra predispusieran a los pobres
Si los campesinos del Socorro estaban más dispuestos a rebelarse que sus
contrapartes de otras regiones, fue entonces primordialmente porque el nuevo
régimen fiscal introducido por el visitador general era una amenaza directa para la
autonomía económica campesina en una sociedad de pequeños cultivadores. En
un área donde pequeños productores se dedicaban activa y directamente a la
producción y venta de los productos agrícolas en los mercados regionales,
cambios en el impuesto de ventas y en los monopolios reales tuvieron un
««Página 402»».
Hay ciertamente pocos indicios de que los elementos más pobres de la sociedad
tuvieran algún papel de importancia en el movimiento comunero. Aun si el
descontento de los sectores más pobres de la sociedad rural inspiró una visión
radical entre los pocos agitadores plebeyos que siguieron a José Antonio Galán, y
aunque jugara un papel en los disturbios que Galán promovió en el valle del
Magdalena, donde logró apoyo entre los labriegos sin tierra y los esclavos, había
evidentemente muy escasas posibilidades de que un movimiento de protesta
contra el gobierno se convirtiera en un movimiento social radical en el corazón de
las tierras comuneras. Los plebeyos del Socorro cuya protesta marcó el inicio del
movimiento aceptaron gustosamente, en realidad pidieron, el mando de los
notables criollos de la provincia, la mayor parte de los cuales eran terratenientes
de las oligarquías locales, y el comportamiento de los plebeyos durante la rebelión
no mostró ningún obvio rencor hacia los ricos. De hecho, una serie de peticiones
presentadas a Berbeo, el comandante supremo de los comuneros, revela la
preocupación plebeya y campesina por asuntos personales y locales, más que por
un cambio social más amplio.
Estas protestas, que han pasado desapercibidas para los historiadores de los
comuneros, tenían que ver con asuntos del todo personales y parroquiales, que
iban desde súplicas individuales por injustas condenas de prisión hasta demandas
de comunidades indias y mestizas de rectificar agravios causados por los
impuestos, la opresión de los funcionarios y del clero locales y la pérdida de tierras
de
««Página 403»».
««Página 404»».
««Página 405»».
CIENCIA Y SEDICIÓN
717 Para una relación completa de la reforma, véase Kuethe, Military Reform and
Society, pp. 93-101.
EL ORDEN POLÍTICO DESPUÉS DE LA INSURRECCIÓN DE LOS
COMUNEROS
««Página 406»».
««Página 407»».
««Página 408»».
722 Jaime Jaramillo Uribe, Ensayos sobre historia social colombiana, p. 60.
723 Anthony McFarlane, "Cimarrones y Palenques: Runaways and Resistance in Colonial
Colombia", en Gad Heuman (ed.), Out of the House of Bondage: Runaways, Resistance
and Marronage in Africa and in the New World (Londres, 1986), pp. 131-151.
medida exagerada y, lleno de confianza, convenció a la corona de ahorrar dinero
desmovilizando a las unidades de milicias establecidas por su predecesor. El
virrey José de Ezpeleta, su sucesor, también estaba empeñado en reducir los
gastos del gobierno, pero fue más
««Página 64»».
««Página 410»».
««Página 411»».
««Página 412»».
««Página 413»».
En 1779. Sin embargo, serviría de base para los planes de Caballero y Góngora
de encaminar la educación superior hacia las ciencias naturales y aplicadas;
también pidió nuevos métodos de enseñanza para utilizar el español en lugar del
latín y así despertar y desarrollar el interés de los estudiantes 728. De nuevo, la
oposición conservadora de las órdenes religiosas, combinada con la mezquindad
de la corona, impidió cambios en los programas de las instituciones existentes y
frustró el establecimiento de una nueva universidad orientada hacia las ciencias
teóricas y aplicadas. No obstante, ciertos cambios se efectuaron en el sistema. En
el colegio del Rosario de Bogotá se enseñaron las matemáticas y la física, y José
Félix Restrepo llevó el estudio de la ciencia a Popayán, donde su influencia en una
generación de estudiantes produciría hombres que posteriormente se convirtieron
en algunos de los científicos más importantes de la Nueva Granda 729.
728 Sobre la reforma universitaria, véase la relación de mando del arzobispo virrey en
Pérez Ayala, Caballero y Góngora, pp. 339-341. Para el programa de estudios redactado
por el virrey, véase pp. 267-284.
729 Frank Safford, The ideal of the Practical: Colombia’s Struggle to from a technical
Elite (Austin, Texas, Londres 1976), pp. 85-91.
730 Sobre el trabajo de Mutis en la minería, véase Francisco Pelayo, “Las actividades mineras de
J.C Mutis y Juan José Elhuyar en la Nueva Granada”, Revista de indias, 50:189, pp. 455-472.
««Página 414»».
««Página 415»».
731 Sobre la Expedición Botánica, véase Florentino Vezga, La Expedición Botánica (Bogotá,
1936); Federico Gredilla, Biografía de José Celestino Mutis con relación de su viaje y estudios
practicados en el Nuevo Reino de Granada (Madrid 1909); Guillermo Hernández de Alba (ed.),
Escritos científicos de don José Celestino Mutis, 2 vols. (Bogotá, 1983); Gabriel Fonnegra, Mutis y
la Expedición Botánica: Documentos (Bogotá, 1983).
propia sociedad. Esto pronto se hizo evidente durante la reorganización militar
interna iniciada en 1783. Al comienzo, el arzobispo virrey declaró explícitamente
que aunque criollos de confianza podían llegar a ser suboficiales, los españoles
debían ocupar los cargos superiores. 732 Sus sucesores se empeñaron igualmente
en asegurar que el ejército del interior fuera controlado por oficiales peninsulares,
y por consiguiente las posiciones de mando dominadas por españoles, así como
los rangos de sargento y de comandante de unidades. 733 No quedó pues entre los
criollos duda de que se les consideraba no lo bastante de fiar para controlar un
ejército cuyo papel era la vigilancia policial de su propia sociedad. El
apaciguamiento de los criollos al absorberlos dentro de la nueva estructura militar
se vio así socavado por la comprensible mala gana de los virreyes de confiar
completamente en su lealtad. Allan Kuethe sugiere, por cierto, que las fuerzas
armadas del interior llegaron a parecerles a muchos neogranadinos "un ejército
extranjero de ocupación", al mando de arrogantes oficiales que causaban
antagonismos por su tendencia a hacer caso omiso de las autoridades locales so
pretexto del fuero militar.734
««Página 416»».
732 Archivo Restrepo, Correspondencia reservada del arzobispo virrey, Caballero y
Góngora a Gálvez, junio 15, 1783 (no. 45).
733 Kuethe, Military Reform and Society, tabla 10, pp. 206-209; Marchena, The Social
World of the Military", tabla 17, p. 87.
734 Kuethe, Military Reform and Society, p. 102. Véase también la discusión sobre la
desorganización causada por la extensión de la jurisdicción militar, pp. 102-111.
Lozano las que causaron un mayor escándalo. En su primera petición. Lozano
denunciaba el "deplorable estado" de la Nueva Granada, que atribuyó al fracaso
del gobierno y a la "relajación de las buenas costumbres". También argumentaba
que, por lo que el mal gobierno impedía que el rey conociera el verdadero estado
de la colonia, su deber era apelar directamente a él para reparar los agravios a su
pueblo.735 Su crítica del gobierno colonial era extensa, y se remontaba hasta el
mismo establecimiento del virreinato.
735 AHNM, Consejos, legajo 20, 452, "Quaderno número I y principal sumario contra D.
Jorge Lozano Peralta", fols. 1-34, Lozano de Peralta al rey, abril 30. 1785.
736 Ibid., fol. 12.
737 Ibid., fols. 21-22.
738 Ibid., fols. 31-32.
««Página 417»».
después, fue menos explícita pero reiteró temas similares, recalcando el fracaso
del gobierno en recompensar a los descendientes de los conquistadores, el hecho
de que relegara a los notables criollos a cargos menores (en los cuales los
funcionarios españoles los trataban como poco más que sirvientes), y su falta de
respeto por el cabildo de la capital. 739 A pesar de su eminencia social, el acto de
Lozano habría de costarle caro. El oidor encargado de la investigación del caso lo
envió a prisión en Cartagena, donde permaneció bajo custodia hasta que el
Consejo de Indias resolvió su caso. El Consejo finalmente lo absolvió de todos los
cargos en 1793, con base en que ya había sido lo suficientemente castigado por
su infracción, y el caso se cerró entonces definitivamente con su muerte en ese
mismo año.740 Lozano era un personaje pendenciero cuyas opiniones inconformes
no necesariamente representaban las de la élite santafereña como un todo, ni
eran señal de un descontento criollo generalizado. Si las autoridades lo escogieron
para propinarle un tratamiento cruel, fue sobre todo porque se había dudado de su
lealtad durante la rebelión comunera, cuando fue nombrado como uno de los
capitanes santafereños durante las negociaciones entre el gobierno y los rebeldes
en Zipaquirá. En las investigaciones que siguieron a su arresto, por cierto, a los
testigos se les preguntó con insistencia sobre esa conexión, sobre sus ideas y
sobre la amenaza de que persistiera en una actitud sediciosa. En general los
testigos estuvieron de acuerdo en que tal amenaza no existía y unánimemente
atribuyeron el comportamiento de Lozano a su propio sentido de haber sido
agraviado y a su carencia de tacto. 741 El caso, sin embargo, no deja de ser
importante. El hecho mismo de que el virrey y la audiencia tomaran una acción tan
draconiana contra Lozano revela sus constantes sospechas sobre la élite
santafereña y demuestra que, a pesar de todo lo dicho sobre la conciliación, las
««Página 418»».
««Página 419»».
económicos743. Todo esto parecía, sin duda, bastante inofensivo. Pero, de hecho,
742 Silvestre, Descripción, p. 116.
743 Para comentarios sobre las Sociedades Económicas, una de las cuales fue
establecida brevemente en Mompós y otra proyectada para Bogotá, véase R.J. Shafer,
los esfuerzos del gobierno colonial por estimular el desarrollo económico
auspiciando actividades de esa clase tuvieron la desagradable consecuencia de
animar a los criollos educados a ver la política española hacia la Nueva Granada
con ojos más críticos. En esta forma, aunque la difusión de las nuevas ideas
estaba desprovista de cualquier dudoso contenido explícitamente político, la
divulgación de los "conocimientos útiles" resultó ser un factor sutilmente corrosivo
para el dominio español.
En primer lugar, la difusión de las nuevas ideas produjo disputas sobre asuntos
intelectuales y posiciones académicas que tendieron a acentuar las divisiones
entre los criollos y los peninsulares. El pequeño mundo intelectual neogranadino,
concentrado sobre todo en la capital, se dividió claramente en dos campos. De un
lado estaba un establecimiento académico conservador que defendía el
escolasticismo y se oponía a la filosofía moderna; del otro, quienes buscaban
puestos universitarios y estaban a favor de la reforma de los programas y del
avance de la ciencia. Esta división estaba preñada de significación política porque
la mayor parte de aquellos en el primer campo eran españoles, y la mayoría de los
otros eran criollos, de manera que las diferencias intelectuales se superponían e
interactuaban con las rivalidades sociales. Además, el contenido del debate
científico contemporáneo no contribuía en nada a disminuir esta división, puesto
que les reveló a los americanos las ideas racistas de De Pauw y Buffon, para
quienes el entorno y las gentes de América eran biológicamente inferiores a los del
viejo mundo. Apoyados por Humboldt, los científicos neogranadinos se unieron a
otros americanos en el intento de demostrar el absurdo de estas teorías, y así se
embarcaron en una polémica que, por su mismo contenido, tendía a
««Página 420»».
enfrentar a los americanos contra los europeos. Al hacer esto, también reducirían
su aislamiento cultural de Europa, y al mismo tiempo adquirirían más confianza en
The Economic Societies in the Spanish World, 1763-182] (Syracuse, 1958), pp. 154-156,
235-239.
sus propios esfuerzos científicos, identificados con su tierra natal americana 744.
««Página 421»».
del mismo parecer de la capital, sino que también aspiró a difundir la idea del bien
general entre los criollos de provincia. 746
744 Thomas F. Glick, "Science and Independence in Latin America (with Special
Reference to New Granada)", HAHR, 71:2 (1991), pp. 307-334; Jeanne Chenu, "De la
Terre aux Etoiles: Quête Scientifique et Identité Culturelle en Nouvelle Granade", Centre
National de la Recherche Scientifique, L'Amerique Espagnole à l'Epoque des Lumiéres
(Paris, 1987), pp. 247-260.
745 29. Esta discusión se basa en el estudio del Papel Periódico en Renan Silva, Prensa
y revolución a finales del siglo XVIII: Contribución a un análisis de la formación de la
ideología de independencia nacional (Bogotá, 1988), y en Garrido de Payán, "Political
Culture of New Granada", pp. 12-27. Véase también la estimulante discusión en
Benedict Anderson, Imagined Communities: Reflections on the Origin and Spread of
Nationalism (London, 1987), pp. 50-65.
746 Silva, Prensa y revolución, pp. 28-51.
Los colaboradores del Papel Periódico formularon de nuevo la exigencia de que
los criollos participaran en el gobierno, al recalcar la necesidad de que hombres
educados formularan y dirigieran la política. Este argumento se refleja en los
ataques específicos a los principios de "nobleza" y de honor familiar, fruto del
nacimiento, que estaban en el meollo de la cultura política tradicional de la élite.
En cambio, los escritores criollos proponían una forma alternativa de nobleza,
basada en el mérito y en el ejercicio del talento en pro del bien público. 747 La idea
de reemplazar la "aristocracia" por una especie de "meritocracia" era, en efecto,
una modernización de las exigencias criollas de ejercer influencia y poder en su
propia tierra, expresada ahora en el lenguaje de la Ilustración. Esto reflejaba las
aspiraciones de la élite criolla preparada y educada en las propias instituciones
educativas de la Nueva Granada, en particular del Colegio del Rosario; también es
posible que reflejara las preocupaciones específicas de aquellos criollos que no
descendían de los conquistadores y primeros colonizadores de la colonia. Años
después, de hecho, el sacerdote español José Antonio de Torres y Peña sostuvo
que la rivalidad entre los peninsulares y los criollos se hizo más aguda y decisiva
durante los años de gobierno español precisamente porque los criollos de primera
generación, a menudo hijos de funcionarios españoles, esperaban seguir
profesiones y ejercer influencia acordes con su educación y su rango social. 748
««Página 422»».
««Página 423»».
««Página 424»».
grupo interno conocido como "El Santuario", y dentro de éste había una
agrupación aún más secreta llamada el "Arcano Sublime de la Filantropía". 752 El
propósito exacto de estos grupos internos, que estaban rodeados de reserva, no
se conoce. Sin embargo, cabe escasa duda de que los acontecimientos en Europa
750 Estas ideas se formularon con más claridad en un manuscrito que describe un
diálogo imaginario entre Lord North y un filósofo sobre el colonialismo británico en
Norteamérica y que denuncia implícitamente el colonialismo y el autoritarismo
españoles. Este manuscrito lo publica Gómez Hoyos en La Revolución Granadina, vol. I,
pp. 290-299. La influencia de la History of America de Robertson está analizada en un
trabajo inédito de D.A.G. Waddell, "Britain and Late Colonial Spanish America: Some
Intellectual Connections", leído en el 46avo. Congreso Internacional de Americanistas.
751 35. Sobre los antecedentes de Nariño, véase J.M. Restrepo y R. Rivas, "Genealogía
de Don Antonio Nariño", en Oswaldo Díaz y Díaz, Segundo centenario del nacimiento
de Don Antonio Nariño (Bogotá, 1965), pp. 11-18. Un buen sumario breve de la vida,
ideas y actividades políticas de Nariño se halla en Gómez Hoyos, La Revolución
Granadina, vol. I, pp. 205-274.
752 Thomas Blossom, Antonio Nariño, Hero of Colombian Independence (Tucson,
Arizona, 1967), pp. 6-8.
durante principios de la década de 1790 indujeron a los revolucionarios de café a
pensar que había llegado el momento de poner en práctica sus ideas. Pues éste
fue en Europa un período de cambios súbitos, casi inimaginables, marcados por el
derrocamiento de Luis XVI, el encarcelamiento de la familia real francesa y la
ejecución del monarca francés en enero de 1793. Y mientras la revolución recorría
a Francia, la monarquía española pareció de pronto vulnerable. Su viejo aliado se
había convertido en su principal enemigo, España se veía amenazada por la
subversión y la invasión francesas, y después de que un temeroso Carlos IV
expulsara a los reformistas liberales que habían influido sobre su predecesor,
España fue forzada a emprender una guerra contrarevolucionaria contra Francia
en marzo de 1793. Las noticias de una gran revolución en Europa y el comienzo
de una guerra internacional revolucionaria estremecieron evidentemente a los
criollos librepensadores de Bogotá. En diciembre de 1793 Antonio Nariño decidió
imprimir cien copias de la "Declaración de los derechos del hombre" de la
Asamblea francesa, traducidos por él mismo, para difundir en la capital y en la
provincia. Las copias no llegaron a las manos de sus designados lectores porque
Nariño, tras ser advertido de las posibles consecuencias de publicar un documento
prohibido, las quemó todas menos dos y le hizo jurar a su impresor, Diego de
Espinosa, que guardaría el secreto. Allí pudo haber concluido el asunto, de no ser
por un incidente ocurrido ocho meses después, cuando, en la noche del 19 de
agosto de 1794, pegaron en las paredes de Bogotá algunos pasquines sediciosos.
El gobierno, ya bajo órdenes de estar atento a la propaganda subversiva y a
««Página 425»».
Los autores de los pasquines, seis libelos levemente sediciosos que pedían el fin
de los estancos y hacían alusiones despectivas a los oidores de la audiencia,
fueron prontamente descubiertos. El 20 de agosto Francisco Carrasco, un
peninsular y funcionario menor en la tesorería real, le informó a Cháves que por
una conversación con otro español, José Fernández de Arellano, había sabido que
el propósito de los pasquines era incitar a los plebeyos de la capital. Según él, los
ciudadanos criollos principales habían tenido reuniones secretas con el objetivo de
"provocar una insurrección en el Reino y adoptar la forma de gobierno existente
ahora en Francia", con apoyo de dineros y hombres proporcionados por cinco de
los conspiradores.754 Arellano admitió a su turno haber ideado los pasquines con
tres estudiantes criollos y, a cambio de una prometida clemencia, denunció a José
María Durán, a Pablo Uribe y a Luis Gómez como sus cómplices. Sostuvo que el
propósito de los pasquines era dar ejemplo a las demás provincias de la Nueva
Granada e incitar al pueblo a rebelarse. Añadió que su acto se había basado en el
odio general y compartido de los criollos contra los chapetones. 755
««Página 426»».
««Página 427»».
las provincias, junto con la afirmación de que "de cuatro partes de Santa Fe, tres
estaban dispuestas a dar el grito de libertad". El propósito de los pasquines,
añadieron los jueces, había sido difundir la idea de que el fin de los conspiradores
era terminar con los estancos, y así convencer a los plebeyos para que apoyaran
a "aquellos que se proclaman Republicanos". 758
249, Testimonio del Sumario y pesquisa general contra los autores de los pasquines
sediciosos, fols. 26-60; Quaderno no. 4: Testimonio de Autos, fols. 29-34; 112-138.
757 Pérez Sarmiento, Causas célebres, vol. I, pp. 5-7, 13-45; también Eduardo Posada,
"El proceso de los pasquines", BHA, vol. 8 (1903), pp. 721-728.
758 Pérez Sarmiento, Causas célebres, vol. I, pp. 262-263.
para prevenir cualquier amenaza de rebelión. Aumentaron el patrullaje de Bogotá,
pusieron en alerta a los militares y buscaron refuerzos de fuera. El virrey Ezpeleta
también apeló al clero para que predicara obediencia al rey, y envió advertencias a
los funcionarios de Venezuela y de Quito para que estuvieran atentos a cualquier
indicio de subversión, sobre todo de parte de residentes y visitantes franceses. 759
En Bogotá, el cabildo reaccionó indignado ante las medidas represivas, con su
inequívoca imputación de deslealtad. Para octubre de 1794, sus miembros le
protestaron directamente al rey en términos bastante apesadumbrados. Se
quejaban de que los ministros de la Nueva Granada estaban causando escándalo
y confusión al ignorar el debido proceso, maltratando a los prisioneros (a quienes
mantenían incomunicados y sin haberles hecho cargos formales), y calumniando a
la ciudad al difundir temores y sospechas que dividían a europeos y criollos. 760 En
enero de 1795, las ya tirantes relaciones entre el gobierno y la corporación
municipal se deterioraron aún más. Poco después de las elecciones anuales de
alcaldes, el virrey Ezpeleta decidió de pronto suspender a dos recientemente
elegidos, por la sospecha de que uno de ellos, José María Lozano (hijo del
fallecido
«Página 428»».
««Página 429»».
mericanos que con ayuda de los ingleses conspiraban para derrocar el régimen
colonial español. Para marzo de 1797 Nariño estaba de vuelta en América,
enredado en el plan británico para iniciar una revolución liberadora en Venezuela y
la Nueva Granada, con ayuda de la recién capturada isla de Trinidad. 764 Sus diez
compañeros fueron menos afortunados. Perdieron su libertad, su posición y sus
bienes hasta 1799, cuando el Consejo de Indias decidió finalmente cerrar el caso y
perdonar a los supuestos conspiradores.765 Pero incluso entonces algunos de ellos
sufrieron durante muchos años las consecuencias de su arresto, al tratar en vano
de recuperar sus propiedades y empleos, acosados por funcionarios suspicaces.
««Página 430»».
766 Los interrogatorios de los diez prisioneros enviados a España para ser sentenciados
por conspiración se encuentran en AHNM, Consejos 21,249.
767 Pérez Sarmiento, Causas célebres, vol. I, p. 219.
768 Ibid., p. 383.
¿Cuál fue, pues, el significado político de la conspiración de 1794? Parece, en
resumidas cuentas, que la visión de la audiencia de una revolución inminente era
una alucinación inducida por la potente mixtura de recuerdos de la rebelión
comunera y de temores de que se estuviera usando la subversión como
instrumento de guerra. Pero aunque los temores de la audiencia eran exagerados,
las investigaciones de 1794 revelan no obstante tensiones implícitas entre los
criollos y el gobierno colonial, y muestran lo corrosivas políticamente que habían
sido las nuevas ideas europeas, sobre todo en esos años, cuando llegó a su punto
más alto la excitación en torno la revolución francesa.
««Página 431»».
oidores contra el cabildo. Fue así como, en 1792, la audiencia decidió hostigar a
los funcionarios municipales reviviendo una ley derogada que le permitía hacerle
residencias a los miembros del cabildo. Luego, en 1793, el oidor Mosquera y el
fiscal Blaya se enfrentaron de nuevo a éste al insultar en público a un alcalde.
Cuando el cabildo elevó queja oficial ante el Consejo de Indias, éste reprendió
severamente a los dos ministros, junto con otras personas involucradas en el
incidente. Después de este revés, sostuvo el cabildo, los jueces aprovecharon el
testimonio de testigos no confiables con el único propósito de vengarse de los
criollos. En esto pudieron contar con el apoyo de Luis de Cháves, el regente de la
audiencia, porque él también deseaba desplazar a los criollos del cabildo para
reemplazarlos por sus amigos peninsulares, en parte para cubrir sus andanzas
comerciales ilegales. En cuanto al virrey Ezpeleta, el cabildo lo acusó de debilidad.
Sostuvieron incluso que el predominio y la arrogancia de los oidores era de tal
magnitud que el virrey estaba en peligro de sufrir el mismo destino del presidente
Meneses, quien fuera depuesto por un golpe de la audiencia en 1715. 769 Otra
razón más plausible para el compromiso del virrey de erradicar cualquier posible
subversión fue su indirecta pero embarazosa conexión con la publicación de
Nariño de los "Derechos del Hombre". En su defensa, Nariño reveló que la fuente
de su documento había sido un libro enviado al virrey, que le había prestado un
capitán de la guardia virreinal. Era comprensible, entonces, que Ezpeleta estuviera
ansioso por distanciarse de sus conocidos criollos y por mostrar la firmeza de sus
intenciones una vez emplazados éstos a comparecer bajo sospecha de traición.
Las disputas entre la élite criolla y el gobierno que salieron a la luz entre 1794 y
1795 no pueden, sin embargo, reducirse sólo a rencores personales y rivalidades
institucionales. Tras ellas había un cambio más amplio en las actitudes de la
minoría culta criolla que
««Página 432»».
««Página 433»».
teca de cerca de dos mil libros que incluían considerable cantidad de material
político proscrito. Sus papeles dejaban aún menos dudas sobre sus intereses y
simpatías. Incluían, por ejemplo, el diseño del estudio de Nariño en el que
figuraban evocativas parejas de bustos de personajes clásicos y contemporáneos:
Tácito y Raynal, Sócrates y Rousseau, Plinio y Buffon, Cicerón y Demóstenes y
William Pitt, Jenofonte y Washington, Solón y Montesquieu; un retrato de Newton
se destacaba solo, frente a un retrato de Nariño en la pared opuesta. Mucho más
sospechoso, desde el punto de vista de los jueces, era el lema "Arrebató el rayo
La Nueva Granada demostró ser, entonces, campo infértil para la revolución. Pues
aunque la conspiración de 1794 muestra que ideas hostiles al orden colonial
circulaban entre la minoría criolla educada, el entusiasmo por los ideales
republicanos superaba de lejos los límites de una acción política eficaz. La
documentación reunida por los magistrados investigadores en 1794 y 1795 revela
una aventura política impráctica y mal organizada, fraguada por un diminuto grupo
de idealistas aislados y sin experiencia política. Hay pocas
««Página 434»».
razones para creer que los conspiradores hubieran pensado seriamente en cómo
pasar de contemplar la revolución a realizarla, no tenían base para suponer que
Bogotá o cualquier otra ciudad se hubiera unido a su causa. Esta prematura
chispa de radicalismo criollo fue, no obstante, significativa en dos aspectos
importantes. Mostró, en primer lugar, que aunque el dominio de España sobre la
Nueva Granada parecía firme, las mismas fuerzas que buscaban revitalizar el
imperio por medio de la reforma "ilustrada" habían debilitado los fundamentos
ideológicos del gobierno español. En la misma España, la nueva ciencia de los
"ilustrados" se había vuelto notablemente más influyente en los círculos
intelectuales y políticos durante la década de 1780, sobre todo debido al estímulo
772 Fernández de Alba en El proceso de Nariño, p. 160, reproduce este diseño. Entre
los papeles de Nariño también se hallaba una parodia de la Marsellesa, que los
magistrados investigadores no pudieron reconocer, tal vez porque estaba en francés.
Véase ibid., pp. 135-136.
modernizante de Carlos III; este cambio en el clima cultural se había extendido
rápidamente a América. Transmitidas a través de instituciones científicas y
educativas y por la circulación de libros y de la prensa periódica, las ideas
ilustradas no sólo vigorizaron el discurso intelectual de los criollos educados sino
que también les ofrecieron una nueva perspectiva de su condición. En las
principales ciudades americanas, una generación más joven de criollos encontró
un nuevo medio de expresión en el discurso científico de la Ilustración, con el cual
podían formar y expresar opiniones que menospreciaban al viejo mundo y
exaltaban al nuevo.773 En la Nueva Granada, el contacto criollo con la Ilustración
llevó rápidamente del reformismo intelectual e institucional que apoyaba Moreno y
Escandón a finales de la década de 1770, al radicalismo político apoyado por
Fermín de Vargas, Nariño y su círculo a principios de la de 1790. Este radicalismo
sin duda era menos peligroso para el gobierno establecido de lo que suponían las
autoridades, porque no estaba ni lo suficientemente propagado, ni organizado
para montar una revolución de la clase temida por el gobierno. Pero mostró, sin
embargo, que el interés por las ciencias útiles entre los criollos había
««Página 435»».
La conspiración de 1794 también fue importante por el daño que causó a las
relaciones entre los notables criollos y el gobierno colonial. Al aplastar la
773 Mario Góngora, Studies in the Colonial History of Spanish America. trad. Richard
Southern (Cambridge, 1975), pp. 177-193.
conspiración con un desproporcionado despliegue de celo reaccionario, nacido de
los temores de una subversión externa en tiempos de guerra, las autoridades
dejaron un residuo de recriminaciones y de sospechas que contaminaría las
relaciones políticas entre los criollos santafereños y su gobierno en los años
siguientes. Después de su arresto, Nariño y sus aristocráticos compañeros fueron
tratados en forma arbitraria, si no brutal, por las autoridades españolas; a sus
parientes también les propinaron un tratamiento despiadado, como lo demuestran
sus patéticas peticiones de clemencia repetidamente desdeñadas durante años de
incertidumbre. Esto sin duda causó un profundo resentimiento entre los criollos de
Bogotá v. aunque este rencor puede haber estado dirigido contra los funcionarios
involucrados en los arrestos más que contra el gobierno colonial español, la
antipatía y desconfianza hacia los altos funcionarios malograron las relaciones
entre una generación criolla en proceso de maduración y su gobierno.
««Página 436»».
Parte V
La crisis de el orden colonial.
««Página 439»».
11
LA GUERRA Y EL DEBILITAMIENTO
DEL ORDEN COLONIAL
EL IMPACTO DE LA GUERRA
EN EL COMERCIO NEOGRANADINO.
««Página 441»».
de Cartagena hacia España 3.3 millones de pesos oro. 774 De hecho, el alto valor
de las exportaciones era un signo de debilidad más que de vigor, porque
simplemente reflejaba la turbulencia de los dos años anteriores, cuando los
comerciantes retuvieron su oro en barras para no arriesgarse a perderlo a manos
de los corsarios franceses durante la guerra franco-española de 1793 a 1795. Así
que el deterioro del comercio español con la colonia ya había empezado en 1793,
y a pesar de la exportación de oro de 1795, no mostraba señal alguna de mejorar,
puesto que la amenaza de guerra con Inglaterra disuadió a los comerciantes
españoles de invertir en cualquier negocio de cuantía. Cuando las noticias sobre el
estallido de la guerra con los británicos llegó al puerto a finales de 1796, se
confirmó el pesimismo de la comunidad mercantil, y el bajo nivel del comercio con
««Página 442»».
TABLA 11.1
BARCOS E IMPORTACIONES DE ESPAÑA A CARTAGENA,
1796-1801
775 AGI Santa Fe 958, Junta de Gobierno, Cartagena, enero 11, 1797.
776 AHNC Aduanas, tomo 13, fols. 68-73. "Razón de los Buques y Registros
Españoles que han entrado en este Puerto de los de la Península de España
desde 28 de noviembre de 1796... hasta 30 de septiembre inclusive del presente
año de 1801".
««Página 443»».
Pero, secundado por sus ministros del tesoro, Mendinueta no cedió ante la presión
de Cartagena, con base en que tal concesión sería un simple pretexto para el
contrabando.780 Para apoyar su posición, en diciembre de 1797 informó a Madrid
que después de casi dos años de guerra las provincias del interior todavía estaban
bien aprovisionadas de importaciones europeas y que los mercaderes de
Cartagena enviaban con regularidad al interior grandes remesas de estos bienes.
Con tal abundancia de lienzos, algodones y otros textiles en el interior, concluyó el
virrey, no era ciertamente ésta la ocasión para iniciar el comercio de Cartagena
con las colonias extranjeras.781 Tras el decreto que a fines de 1797 permitió el
comercio neutral, Mendinueta no vio razón alguna para cambiar de opinión.
Insistió en que la orden real no era aplicable al comercio con las colonias
extranjeras, incluso si éstas eran posesiones de países neutrales. Según
Mendinueta, sólo a los barcos procedentes de España o directamente de los
puertos de los países neutrales se les permitía vender sus cargas en el virreinato.
También insistió en que todas las exportaciones de los dominios españoles tenían
que estar consignadas a puertos de la península y en que, aunque pasaran por
puertos neutrales, su destino final legal no podía ser ni mercados neutrales ni
compradores extranjeros.782 La interpretación del virrey del decreto real era
779 AGI Indiferente General 2466: Petición del Síndico Procurador General ante el
Consulado de Cartagena, mayo 13, 1797. Ibid., Consulado al Secretario de
Estado, incluida con Mendinueta al Secretario del Estado, Santa Fe, diciembre 19,
1797; e ibid., Idefonso Ruíz del Río y Manuel García del Río, Cádiz, octubre 27,
1797.
780 AGI Indiferente General 2466, Mendinueta a Gardoqui, Santa Fe, junio 19,
1797 (no. 47); ibid., Junta de Tribunales, Santa Fe, diciembre 15, 1797; ibid.,
Mendinueta al Marqués de las Hormazas, diciembre 19, 1797 (no. 127).
781 AGI Indiferente General 2466, Junta de Tribunales, Santa Fe, diciembre 15,
1797; Mendinueta al Marqués de las Hormazas, diciembre 19, 1797 (no. 127).
««Página 444»».
««Página 445»».
««Página 446»».
sin embargo, éxito comercial. Porque cuando volvían de allí a Cartagena con
importaciones manufacturadas autorizadas por el virrey, los comerciantes tenían
que competir con los artículos de contrabando que no estaban obligados a pagar
los usuales altos aranceles, del 32.5%, a los que aquellas estaban sometidas. 790
No debe sorprender entonces que el comercio con los puertos norteamericanos no
se convirtiera en un sustituto válido del comercio con la metrópoli. En los cuatro
años entre 1797 y 1800, sólo cuatro embarcaciones neutrales norteamericanas
arribaron a los puertos neogranadinos (tres a Cartagena y una a Santa Marta), y el
(no. 345); ibid., marzo 19. 1800; y AGI Indiferente General 2466, Mendinueta a
Cayetano Soler, Santa Fe, septiembre 19, 1799 (no. 387). En su correspondencia
el virrey explica las dificultades y lo impráctico de hacer cumplir este reglamento y
justifica su desviación de él
787 Andrés de León y Segovia al virrey, 1798, AHNC Aduanas, tomo 16, fols. 500-
1. Para las opiniones del virrey sobre este problema, véase Mendinueta a
Cayetano Soler, Santa Fe, julio 19, 1799, AGI Indiferente General 2466 (no. 357).
788 AHNC Aduanas, tomo 16, fols 515-17. José Antonio de Ugarte y José Andrés
de Urquinaona, Santa Fe, junio 18, 1798.
789 En 1798, Juan de Francisco Martín, Mateo Arroyo, Andrés de León y Segovia,
Esteban Balthasar de Amador, Andrés de Urquinaona, Francisco Martín de
Bustamante y Agustín Gnecco hicieron solicitudes parecidas. Véase AHNC
Aduana, tomo 10, fols. 956-9, 962-5; tomo 18, fols. 282-96. Los viajes a puertos
norteamericanos fueron organizados por Manuel García del Río (AGI Santa Fe
158, mayo 18, 1799), y por Juan Francisco Martín y Manuel Arroyo (AHNC,
Aduanas [Cartas], tomo 9, fols. 197-205). Su retorno a Cartagena en 1800 se
informa en AHNC Aduanas, tomo II, fols. 130-8, Ignacio Cavero al virrey,
Cartagena, diciembre 19, 1801.
««Página 447»».
791 Los barcos extranjeros averiados podían entrar al puerto y vender su carga si
obtenían permiso del gobernador local, y hay numerosos ejemplos de esta
práctica. Véanse, por ejemplo, los casos registrados en AHNC Aduanas, tomo 8,
fols. 208-32; tomo 22, fols. 49-71; tomo 24, fols. 463-82. Embarcaciones amigas
también podían ingresar para escapar de la persecución enemiga. AHNC
Aduanas, tomo 9, fols. 474-91.
792 AHNC Aduanas, tomo 24, fols. 983-92, Ignacio Cavero al virrey, octubre 30,
1799.
««Página 448»».
Nueva Granada la paz no dio suficiente tiempo a los comerciantes españoles para
que recuperaran los mercados que el contrabando había cubierto. Según el
consulado de Cartagena, en 1803 los mercados de la colonia estaban
simplemente saturados por una "vasta y silenciosa conspiración en el interior de
este Reino".795 La prueba de este hecho era que, mientras apenas poco más de
dos millones de pesos en importaciones habían ingresado al virreinato por canales
legales entre 1796 y 1802, la Nueva Granada tenía tan prodigiosa provisión, o tan
en exceso abastecida, que nunca se podría uno imaginar lo que ha sucedido: que
las provincias del interior que siempre han recibido sus necesidades de este
puerto, lo han socorrido con consignaciones avaluadas en más de un millón de
pesos que, a pesar de los enormes costos de las dobles jornadas, 1os
especuladores han vendido al por menor con ganancia... 796.
Los textiles eran el principal renglón de este comercio ilegal y se vendían
supuestamente a precios más bajos que los que se encontraban en la misma
España; el consulado advirtió, por cierto, que el comercio de la Nueva Granada
estaba a punto de ser tomado completamente por los ingleses. Ese mismo año, el
tesorero real de Portobelo repitió esta advertencia. Sostuvo que toda clase de
productos coloniales eran rutinariamente despachados a la isla de San Andrés
para intercambiarlos allí por mercancías que eran vendidas en toda la Nueva
Granada, así como para proseguir en barcos hacia el Perú por la vía de Panamá.
Embarcaciones españolas, inglesas, francesas y holandesas participaban todas
en este comercio clandestino, que no sólo era corriente en San Andrés sino que
también se concentraba en Bahía Honda, en la costa de la Guajira, en la
ensenada de Gaira vecina a Santa Marta, en el islote llamado "Garrote" cerca
««Página 449»».
TABLA 11.2
COMERCIO ESPAÑOL CON CARTAGENA
1802-04
Es claro entonces que el comercio con la Nueva Granada no se recuperó del todo
durante la tregua de Amiens: entre 1802 y 1804, el valor anual de las
importaciones estuvo muy por debajo de su promedio anual de 1785 a 1793. La
recuperación que tuvo lugar se debió en gran parte al reabastecimiento de
productos españoles que habían escaseado durante la guerra, más que a una
recuperación de los mercados para artículos europeos en general. Durante el
período de la paz, por cierto, continuó el contrabando que se había vuelto normal
durante la guerra, y muchos productos extranjeros siguieron llegando de Jamaica.
El desempeño de las exportaciones de la Nueva Granada a España fue algo
mejor. El análisis de su composición que muestra la tabla 11.3 indica a la vez un
considerable flujo de metales.
««Página 450»».
797 AGI Santa Fe 959, Tesorero de las Cajas de Portobelo a Cayetano Soler,
Cartagena de Indias, noviembre 21, 1803.
798 "Discurso del Mariscal de Campo... D. Antonio de Narváez y la Torre... a
petición del R. Consulado de esta Ciudad..." (Cartagena de Indias, junio 30, 1805),
publicado en Ortíz (ed.), Escritos de dos economistas coloniales, pp. 96, 98.
799 Ibid., p. 98
durante la guerra. Ambos fueron efímeros. Tan pronto como terminó la tregua, los
corsarios ingleses bloquearon a Cartagena, apostados cerca de la costa durante la
mayor parte de 1805.800 El comercio con España lógicamente declinó de nuevo en
1805, cuando el valor de las importaciones cayó a cerca de 175.534 pesos, y las
exportaciones se redujeron aún más, a aproximadamente 192.968 pesos. 801
TABLA 11.3
EXPORTACIONES DE CARTAGENA, 1802-4
Esto fue apenas el preludio del derrumbe final. Después de que Nelson derrotara a
la marina española en Trafalgar en octubre de 1805, el comercio colonial español
entró en su fase terminal. En
««Página 451»».
800 Amar y Borbón al gobernador de Popayán, octubre 17, 1805, "Archivo del
Virrey Amar", BHA, vol. 32 (1945), p. 352.
801 AGI Santa Fe 960, "Estado General que manifiesta el Comercio de esta Plaza
de Cartagena de Indias, correspondiente al año de 1805".
804 John Lynch, `British Policy and Spanish America 1783-1808", JLAS, vol. I,
1969, pp. 1-30.
con los neutrales europeos, pero aunque esto permitió algunas exportaciones de
productos tropicales desde Cartagena, el comercio neutral no fue más significativo
de lo que había sido durante la anterior guerra con Inglaterra. El comercio de
contrabando, de hecho, adquirió dimensiones aún más formidables cuando se
reinició la guerra, y el comercio exterior de la colonia se vinculó, incluso con más
firmeza, a los puertos británicos del Caribe, en particular Jamaica. El monto de
este comercio clandestino es por supuesto imposible de calcular con exactitud,
pero en un informe confidencial el virrey Amar y Borbón admitió libremente que se
había convertido en un tráfico considerable y bien organizado, que facilitaban la
participación de los comerciantes, la connivencia de los funcionarios corrompidos
y la presencia de la protección naval británica. Amar y Borbón basó sus
conclusiones en informaciones recibidas de un
««Página 452»».
capitán de navío español que había sido capturado por los ingleses y llevado a
Jamaica, donde estuvo en prisión brevemente. Al regresar a la Nueva Granada, el
capitán informó a las autoridades que el barco británico había capturado su navío
en el momento en que escoltaba a dos goletas españolas rumbo a Sabanilla, un
pequeño puerto en la desembocadura del río Magdalena, donde habían pasado
tres días descargando y donde habían tomado por lo menos 800.000 pesos en
oro. Al volver a Jamaica con sus captores, el español había estado detenido cinco
semanas, y durante ese tiempo había visto por lo menos ocho embarcaciones
españolas que zarparon hacia Sabanilla con cargamentos de contrabando. La
conclusión era comprensible. De una colonia extranjera se exportaban
regularmente a Cartagena cargamentos de contrabando, pagados con grandes
cantidades de oro y de plata enviadas al puerto por los comerciantes con la
connivencia de los funcionarios locales.805
El virrey Amar y Borbón, quien se había posesionado en 1803, no tenía soluciones
para el problema. En 1805 cerró brevemente los puertos de la Nueva Granada,
distribuyó en Cartagena unas pocas licencias individuales para el comercio con
Cuba y recomendó métodos más estrictos para la vigilancia de la costa. 806 Las
licencias no resolvían nada. Quienes no las recibieron se resintieron contra los
favorecidos, y en 1805 el consulado de Cartagena apeló directamente a España
para que ésta tolerara más el comercio con los extranjeros, con el fin de que todos
sus miembros pudieran salvar sus negocios. 807 Madrid no vio con buenos ojos la
805 AGI Santa Fe 960, Amar y Borbón a Cayetano Soler, diciembre 7, 1806
(reservado no. 10).
806 Ibid.
807 AGI Santa Fe 960, Consulado al Secretario de Estado, octubre 20,1805 (no.
27).
petición del consulado. En 1805, por cierto, el gobierno español le concedió el
control del comercio de la Nueva Granada con neutrales a agentes de la "Caja de
consolidación de vales reales", la institución establecida para encontrar
««Página 453»».
nuevas formas de financiar la guerra. Entre 1805 y 1808 estos agentes dominaron
el pequeño residuo del comercio legal neogranadino, tratando con comerciantes
alemanes hasta 1807; después se valieron de la firma inglesa Gordon-Murphy and
Company para la exportación de oro y plata de Cartagena a España. 808 Ninguno
de estos expedientes, sin embargo, detuvo el flujo del contrabando, y en 1807 el
Contador General Francisco de Viana pidió un radical replanteamiento de la
política española para el comercio neogranadino. Viana apremió al Ministro de las
Indias para que éste reconociera que el contrabando era sencillamente inevitable
mientras España siguiera prohibiendo la importación de fuentes extranjeras de
artículos que deseaban los consumidores coloniales pero que España no podía
suministrar, y mientras la metrópoli no estuviera en capacidad de absorber las
exportaciones de la Nueva Granada. Aconsejó en consecuencia que el único
medio para reducir el contrabando era permitir el libre comercio con los puertos de
países neutrales, organizado por súbditos españoles y transportado por barcos
nacionales.809 Abrir el comercio de la Nueva Granada a los extranjeros seguía
siendo, no obstante, inaceptable para el Consejo de Indias. Temeroso del futuro
del monopolio español prefirió ceñirse a los jirones de una política impracticable, al
apoyar las medidas contra el contrabando que el virrey Amar y Borbón había
propuesto el año anterior.810 En esta forma, el gobierno español, decidido a
defender un sistema comercial que había demostrado ser insostenible, pasó por
alto los intereses de los comerciantes de Cartagena y de los exportadores
neogranadinos.
Con todos los perjuicios para los lazos comerciales españoles con la Nueva
Granada, el trastorno del sistema mercantil peninsular no comprometió en sí
mismo la estabilidad del gobierno colonial, ni
««Página 454»».
809 AGI Santa Fe 553. Viana a Cayetano Soler, Madrid, abril 16, 1807.
810 AGI Santa Fe 960, Nota de la Mesa; ibid., Amar y Borbón a Cayetano Soler,
diciembre 17, 1806 (no. 489).
anunció necesariamente una crisis más profunda de la relación colonial. No era
ésta, después de todo, la primera vez que una guerra había interrumpido el
comercio de la colonia con España, y aun la prolongada interrupción que se
produjo después de 1796 no causó penurias económicas en el virreinato como un
todo. Al contrario de su vecina Venezuela, que dependía en buena medida de las
exportaciones de cacao y de índigo, la Nueva Granada no quedó incapacitada por
la pérdida de sus mercados de exportación, porque sus exportaciones de
productos agrícolas eran apenas una pequeña fracción de su balance comercial
conjunto. Tampoco se privó la economía de las importaciones esenciales. A
cambio de metálico el contrabando era fácil de obtener y a los consumidores no
les faltaron los bienes europeos, suministrados en abundancia por los
contrabandistas. De modo que los costos económicos infligidos por la guerra no
condujeron a un descontento generalizado con el régimen colonial. Quienes
llevaron la peor parte del descalabro comercial fueron los miembros del pequeño
círculo de comerciantes y productores que se dedicaba al negocio de
importaciones y exportaciones, y que se quejó de la política metropolitana pero no
del gobierno español.
Si las divergencias entre la política de la corona y los intereses económicos de la
colonia no fueron lo bastante profundas para desestabilizar el régimen colonial, las
repercusiones de la guerra, sin embargo, debilitaron gradualmente la autoridad
española. Pues a medida que la solidez hispana se vio minada por sucesivas
victorias inglesas, tanto marítimas como en el territorio americano (en Santo
Domingo y en Trinidad en la década de 1790 y en Buenos Aires en 1806), las
relaciones con España parecían cada vez más abiertas al cambio; esto a su turno
indujo a elementos de la élite neogranadina a ver la conexión colonial bajo una
nueva luz y a meditar en las perspectivas de su propio país en un mundo incierto.
La formulación de nuevas ideas sobre el sistema colonial fue, sin embargo, muy
gradual, y no necesariamente opuesta a la soberanía española. Aunque la guerra,
por cierto, debilitó las relaciones económicas con la
««Página 455»».
metrópoli, las relaciones políticas siguieron siendo sólidas durante los años de la
guerra anglo-española. La guerra, por supuesto, revivió la amenaza subversiva de
los adversarios secretos del gobierno colonial pero, como veremos, el peligro
demostró ser insignificante. Finalmente, sería el vertiginoso colapso de España en
1808 lo que crearía las condiciones para la separación de la Nueva Granada de la
metrópoli, más que las ideas o los proyectos de los heroicos o perspicaces
"precursores" criollos.
««Página 456»».
811 Blossom, Nariño, pp. 36-40. Una opinión contemporánea del peligro para la
Nueva Granada, dada por un oidor de la audiencia de Santa Fe, se encuentra en
el informe del conde de Torre Velarde (Santa Fe, julio 19, 1797), incluido en S.E.
Ortíz (ed.), Colección de Documentos para la Historia de Colombia (Bogotá, 1965),
pp. 13-23. Sobre los planes británicos, véase John Lynch, "British Policy and
Spanish America, 1783-1808", pp. 11-14.
812 Gómez Hoyos, La Revolución Granadina, vol. I, pp. 238-9; Blossom, Nariño,
pp. 39-45.
813 AHNM, Consejos 21, 228. Criminales contra Don Manuel Vicente Prieto por un
papel sedicioso contra el Estado y Gobierno, Quadernos 1-5.
Con la captura de Nariño y de Prieto, las autoridades de la Nueva Granada
eliminaron la amenaza de una insurrección. Como en 1794, cuando España
estaba en guerra con Francia, en 1797 el temor de que una potencia extranjera,
esta vez Inglaterra, hubiera estado usando a los revolucionarios
hispanoamericanos como punta de lanza para atacar al imperio, había exacerbado
la ansiedad del gobierno
««Página 457»».
««Página 458»».
««Página 459»».
816 La alusión a los "hombres prudentes" y las dudas sobre el verdadero propósito
de la tertulia fueron obra del clérigo español, José Antonio de Torres y Peña.
Véanse sus Memorias sobre los orígenes de la independencia nacional, p. 77.
817 Sobre la familia Azuola y sus conexiones, véase Restrepo Sáenz y Rivas,
Sin embargo, tras ensayos como los que declaraban "la necesidad de una
moneda" o elogiaban "lo que se necesita y no se necesita en la Nueva Granada",
o que pedían medios para estimular el comercio colonial e insistían en el
establecimiento de una "Compañía Comercial Patriótica" y de una Sociedad
Económica, existía una preocupación por definir y propagar temas desde una
perspectiva neogranadina y por sostener una identidad intelectual separada de la
de España.818
En 1806 otro diario enriqueció las fuentes de información de que disponían los
criollos, al fundar Manuel del Socorro Rodríguez, anteriormente editor del Papel
Periódico, el quincenario El Redactor Americano, que tenía un suplemento
mensual. De nuevo el contenido era sobre todo general y literario, pero también
difundía noticias sobre eventos en Europa y encomiaba a Napoleón en forma tal
que enfureció a españoles conservadores como José Antonio de Torres
««Página 460»».
818 Biblioteca nacional de Colombia, fondo Quijano Otero, no 58, correo curioso,
nos. 17,18, 22, 39, 40, 41, 42
819 Torres y Peña, Memorias, p. 77
820 Para estos ejemplos, véase Francisco José de Caldas, Semanario del Nuevo
Reino de Granada, vol. 2 (Bogotá, 1942 ed.).
hombre útil para su país, hará de él un tímido e inútil ciudadano". 821
Para el lector criollo sensible políticamente, la analogía con el gobierno español
puede a duras penas haber pasado desapercibida. Además, la idea del
neogranadino como "ciudadano" antes que como súbdito sugiere que en los años
durante los cuales España se alió de nuevo a Francia y se envolvió en una guerra
que socavó inexorable-
««Página 461»».
Otra crítica corriente que se formó en esos años surgió de los intereses
económicos, y sobre todo comerciales, de la Nueva Granada. Provino primero de
Cartagena, donde los miembros del establecimiento mercantil de la ciudad
chocaron con las autoridades respecto a la política comercial. Inicialmente, las
quejas de los comerciantes sobre los perjuicios causados por la guerra se
limitaron a solicitudes de paliativos, bajo la forma de licencias especiales para
comerciar con colonias neutrales y extranjeras. Sin embargo, desde 1800 José
Ignacio de Pombo, un importante comerciante cartagenero, manifestó críticas más
abiertas a la política económica del gobierno, críticas que a la larga lo llevarían a
defender un cambio radical y general del cada vez más decrépito sistema colonial
español.
Al principio sus propuestas de cambio del sistema fueron bastante modestas. En
un informe de 1800 presentado a Madrid a nombre del consulado, Pombo
describió la dramática declinación del comercio de Cartagena con España durante
la guerra e instó a la corona a permitir el comercio irrestricto con naciones
neutrales y amigas como único medio eficaz para evitar caer completamente en
manos del contrabando británico. Esta propuesta, que nada tenía de excepcional,
««Página 463»».
49-122.
824 Ibid., p. 50.
825 Ibid., p. 56.
parroquias y reformando, o aun extinguiendo, las instituciones monásticas. La
reforma educativa también era otra prioridad aprendida de la Ilustración. Pombo
pedía el establecimiento de imprentas, periódicos públicos y sociedades
patrióticas en la capital y en las provincias; recomendaba el establecimiento de
escuelas primarias y agrícolas, de escuelas de dibujo, matemáticas, biología,
medicina, y así sucesivamente, junto con una universidad pública para la
enseñanza de las "ciencias divinas y humanas".826
Al resumir sus planes, Pombo enumera ocho puntos para la inmediata atención
del gobierno. El primero era una purga de gobernadores y funcionarios en las
provincias costeras para combatir el contrabando y la corrupción; el segundo, una
reducción de derechos de las importaciones de manufacturas extranjeras y el
empleo de las tarifas como instrumento de la política económica y no de la fiscal;
el tercero, la abolición de la trata de esclavos, que simplemente enriquecía a los
ingleses a costa de España, y el reemplazo de la esclavitud por la libre inmigración
de europeos católicos. Luego, después de tres propuestas encaminadas
específicamente a enfrentar el problema del contrabando, terminaba su informe
con la recomendación de que se introdujera a la Nueva Granada el gobierno de
intendentes y subdelegados, sobre todo en los puertos, donde estos
««Página 464»».
««Página 465»».
««Página 467»».
831 AGI Santa Fe 958, Contador al Secretario del Estado, mayo 1, 1797.
832 Ibid.; y AGI Santa Fe 959, Conde de Casavalencia al Consulado, enero 9,
1801.
833 AGI Santa Fe 958, Manuel de Pombo al Secretario de Estado, mayo 7, 1797 .
834 AGI Santa Fe 958, Consulado al Secretario del Estado, marzo 31, 1798. Por
Orden Real del 21 de noviembre de 1797, se le había exigido al consulado la
elección de tres hacendados (un cónsul y dos consejeros), pero éste sostuvo no
sólo que había muy pocos hacendados de suficiente posición social para estos
cargos, sino que aquellos que residían en sus haciendas no podían cumplir
debidamente con sus deberes: AGI Santa Fe 959, Consulado al Secretario del
Estado, noviembre 1, 1799.
locales tuvieran participación activa en el consulado. 835 Y finalmente, Manuel de
Pombo fue derrotado por sus opositores en 1804, cuando se negó a aceptar
facturas de gastos de rutina basándose en que había sido excluido de las
decisiones que las habían aprobad 836 Enfrentados a este desafío, los funcionarios
elegidos y los cónsules lo acusaron de subvertir el orden al difundir "ideas
perversas", crear disturbios, llevar armas a las reuniones y perseguir a ciertos
comerciantes. Pombo negó estas acusaciones tajantemente y, contrastando su
propia devoción al deber con el desempeño mediocre de sus acusadores, afirmó
que su propio celo y eficiencia eran lo que ofendía a la obstinada camarilla que
dominaba el consulado.837 Para entonces, sin embargo, el gobernador de
Cartagena lo había calificado de perturbador y ante su insistencia, tuvo que dejar
la ciudad por un cargo políticamente menos sensible como funcionario de la Casa
de Moneda de Bogotá, donde también podía ser vigilado más de cerca por las
autoridades virreinales.838
La tranquilidad no volvió de inmediato al consulado con la partida de Pombo hacia
la capital, pues se produjo una áspera disputa en torno a la escogencia de su
sucesor.839 Sin embargo, el establecimiento mercantil español parece haber
recuperado el dominio, al recaer el consulado en un período tranquilo,
caracterizado por la apatía de sus miembros y el ausentismo de sus funcionarios.
En 1804, durante el primer intento de celebrar una elección para los cargos
vacantes del consulado, no se logró el quórum necesario de dieciséis
.
««Página 468»».
««Página 469»
843 AGI santa Fe 959. Consulado al Secretario del Estado, septiembre 1, 1809.
844 Ibid., diciembre 20, 1804.
845 Ibid., julio 37, 1802
846 AGI santa Fe 552, Informe a petición del Cabildo de Santa Marta, diciembre 4,
1804.
847 AGI santa Fe 960, Consulado al Secretario del Estado, junio 30, 1808.
848 Antonio Ybot León. La arteria histórica de Nuevo Reino de Granada (Bogotá, 1952),
pp. 227-8.
849 AGI Santa Fe 960, Consulado al Secretario del Estado, junio 30, 1808.
sus ingresos y por lo tanto limitado sus gastos en obras públicas. 850 Era ésta una
excusa razonable porque, como hemos visto, el comercio de España con la Nueva
Granada se redujo dramáticamente durante las dos guerras anglo-españolas de
1796 a 1802 y de 1804 a 1808. Sin embargo, esta disculpa fue vista con bastante
escepticismo en ciertos medios.
««Página 470»».
««Página 471»».
850 Ibid.
851 Véase AHNC Miscelánea, tomo 13, fols. 1-58: AGI Santa Fe 959. Los diputados del
Comercio de Santa Fe, Madrid, enero 17, 1801.
852 Ibid. , fols 892, 894; AGI Santa Fe 959, Amar y Borbón a Cayetano Soler, Santafé,
mayo 19, 1804.
El líder de esta campaña fue el comerciante criollo José Acevedo y Gómez, nativo
de Charalá, en la región del Socorro, y quien después alcanzaría importancia
política en el derrocamiento del gobierno real en Bogotá en 1810. Apoyado por
peticiones de comerciantes y de cabildos de las ciudades vecinas, Acevedo y
Gómez hicieron un fuerte ataque al consulado de Cartagena por haber fracasado
en la promoción del desarrollo económico y comercial de la colonia, y sugirió que
el dominio cartagenero del comercio exterior de la Nueva Granada impedía
activamente su desarrollo. Al referirse primero al crecimiento de la población en el
medio siglo anterior y al aumento del comercio y de la producción internos,
Acevedo y Gómez resaltaron la necesidad de establecer un consulado en la
capital con el fin de incentivar la explotación de los recursos coloniales. Era
esencial, sostenía, que se encontrara un medio para promover el desarrollo de
"una comunicación útil y constante entre la metrópoli y la colonia, y entre sus
puertos y las ciudades del interior". En su opinión, los comerciantes de Cartagena
habían demostrado ser perfectamente incapaces de alcanzar este objetivo. En
primer lugar, el consulado había descuidado constantemente las obras públicas
que hubieran mejorado las comunicaciones entre el interior de la colonia y los
mercados de la metrópoli; en segundo lugar, había despilfarrado sus ingresos en
la construcción de un camino que sólo servía para comunicar las casas de los
comerciantes ricos de Cartagena con sus "casas de placer" en el veranadero de
Turbaco. Entretanto, las áreas del Socorro, Tunja y Pamplona, ricas en recursos
agrícolas y minerales, carecían de la ayuda esencial para el desarrollo de un
comercio de exportación de sus productos.853
««Página 472»».
««Página 473»».
««Página 474»».
855 AHNC Consulados, tomo 1 fol. 628. Para la petición de San Gil, véase AGI Santa Fe
960, representación del Cabildo de San Gil. Sala Capitular de la Villa de San Gil, julio 6,
1804.
856 Ibid., el virrey Amar y Borbón a Miguel Cayetano Soler, Santa Fe, septiembre 19,
1805.
857 Ibid., El diputado consular de Santafé a Miguel Cayetano Soler, Santafé, octubre 7,
1805.
del interior, simplemente carecían de motivos sólidos para romper con el comercio
tradicional "pasivo" basado en la explotación de los mercados de la Nueva
Granada para las importaciones europeas a cambio del oro. La gran distancia
entre los productores y los puertos, combinada con los altos costos del transporte
interno, colocaba a la Nueva Granada en una desventaja competitiva frente a otras
regiones americanas. Los productos tropicales, tales como el azúcar, el cacao, el
tabaco y el algodón podían todos ser exportados con más facilidad de lugares
mejor situados para conectarse con las rutas comerciales marítimas, como Cuba o
Caracas, para no mencionar a las colonias extranjeras que también suministraban
a España exportaciones agrícolas. No es de extrañar entonces que los
comerciantes de Cartagena siguieran extrayendo sus ganancias ante todo de la
venta de mercancías europeas, para las cuales las minas y casas de moneda
neogranadinas proporcionaban una retribución perfectamente adecuada. Sin
embargo, la pasividad de los comerciantes de Cartagena y la inercia de su
consulado los convertía en fáciles blancos para las críticas criollas, y estas
críticas, combinadas con la aspiración a un gremio autónomo comercial propio,
sugieren que la interrupción del comercio legal durante las guerras había
exacerbado la percepción criolla de las divisiones fundamentales entre los
intereses económicos de la colonia y los de la metrópoli. Al deplorar, por cierto, la
falta de compromiso de los comerciantes de Cartagena con la colonia, Acevedo y
Gómez expresó la opinión, hallada en otros comentaristas criollos de la época, de
que la Nueva Granada era una comunidad con intereses e identidad propios,
diferentes de los de España y de sus comerciantes.
Las quejas sobre los comerciantes y el consulado de Cartagena que se produjeron
en las ciudades y regiones del interior son por lo tanto importantes desde varios
puntos de vista. Al zaherir al consulado, sus detractores expresaron su disgusto
con el dominio de los peninsulares sobre el comercio ultramarino de la Nueva
Granada, y manifestaron así su insatisfacción con el sistema comercial español.
««Página 475»».
««Página 476»».
sacerdote español José Antonio de Torres y Peña, la alianza bélica de España con
Francia también en la Nueva Granada socavó el respeto al gobierno. Según Torres
y Peña, la alianza con la Francia revolucionaria fue desde el principio una
aberración que debilitó paulatinamente la imagen y la autoridad de España.
Sostuvo, en primer lugar, que ayudó a sembrar la discordia al permitir que entraran
al virreinato franceses e ideas francesas, promoviendo por lo tanto interés en
"ideas injustas", hostiles a la autoridad real; en segundo lugar, causó
consternación "en todos los hombres de honor, fuesen europeos o americanos", al
originar el decreto de amortización que afectó las propiedades de la Iglesia; en
tercer lugar, el triste estado de la monarquía bajo la influencia de Godoy y de
Francia deterioró la confianza en los representantes enviados de España,
tachándolos con la sospecha de ser corruptos. En la Nueva Granada, según
Torres y Peña, esto había perjudicado la autoridad del virrey, al dar pie a
perniciosos rumores de que Amar y Borbón, nombrado por Godoy, era un
distribuidor venal y egoísta de puestos públicos, indiferente a los intereses del país
que gobernaba. Torres y Peña afirmó también que la pérdida de Santo Domingo,
causada por el compromiso de España con Francia, había demostrado la
vulnerabilidad del imperio; después de este hecho, recordó después, en la Nueva
Granada "todos los hombres de buen juicio temieron que como la isla de Española
era la primera piedra desajolada del vasto edificio [del imperio] para satisfacer la
ambición francesa, no pasaría mucho tiempo antes de que lo mismo le sucediera
al Nuevo Reino...".858
Mirando hacia atrás el período entre 1796 y 1808, hay buenas razones para
pensar que Torres y Peña estaba en lo correcto cuando, en 1814, detectó los
síntomas de una crisis implícita en los hechos que tuvieron lugar antes del
derrocamiento del gobierno real en la Nueva Granada. Pues aunque no hubo
serios desafíos al gobierno
««Página 477»».
««Página 478»».
criolla de los defectos del orden colonial, de manera que cuando la monarquía
estaba enfrascada en una tormenta política que destruyó al imperio, en y después
de 1808, había un liderazgo intelectual criollo dispuesto a concebir una alternativa
de ese orden. Comprometidos con la causa del progreso económico y social de su
patria, conscientes de sí mismos en cuanto élite intelectual y unidos por lazos
familiares a los notables urbanos que detentaban los cargos reales y municipales,
unos cuantos patricios criollos estaban dispuestos a transformar sus aspiraciones
culturales en acción política en medio de la confusión que siguió al eclipse de la
monarquía de los Borbones. El contexto de su acción, los medios que utilizaron y
el consecuente colapso del gobierno español en la Nueva Granada se examinarán
en el próximo capítulo.
««Página 479»».
12
LA CAÍDA DEL GOBIERNO REAL
Cuando don Antonio de Amar y Borbón llegó a Bogotá en septiembre de 1803 para
posesionarse como virrey, se hizo cargo de un territorio que, a pesar de las
dificultades de España como consecuencia de la reiniciación de la guerra con los
ingleses en 1804, estaba al parecer seguro bajo el gobierno de la potencia
metropolitana. La celebración de la toma de posesión de Amar y Borbón fue
espléndida y festiva, y su predecesor, el virrey Pedro de Mendinueta, le hizo
entrega del cargo con una relación de mando positiva y de tono apacible.
Mendinueta le advirtió a Amar y Borbón que debía mantenerse vigilante contra la
subversión foránea, evitar la entrada de libros y diarios extranjeros que pudieran
ser nocivos para la religión y el Estado, y permanecer alerta ante "un fanatismo
filosófico y ante todo un espíritu de novedad, [que] podría desequilibrar a algunos,
induciéndolos a aceptar nociones que indiscretamente profesan como sus propias
ideas". Pero concluyó su relación de mando con una nota esperanzadora, al
declarar que a pesar de algunos disturbios menores del orden público, tenía la
satisfacción de entregar un territorio en un "estado de tranquilidad, de manera que
Su Excelencia pueda cumplir sus deberes para el bien común". 859Y Amar y
Borbón pasó en efecto algunos años plácidos como virrey, en los que para nada
necesitó de su experiencia de militar de alto rango en España para gobernar una
tierra que, cualquiera que fuese el desafecto de algunos
««Página 480»».
««Página 481»».
««Página 482»».
««Página 483»».
««Página 484»».
866 Citado en Anna, Spain and the Loss of America, pp. 51-2.
867 Restrepo, Historia de la Revolución, p. 106; Manuel José Forero, Camilo
Torres (Bogotá, 1960), pp. 79-80.
««Página 485»».
Al igual que la mayor parte de los delegados escogidos para sentarse en la Junta
Central como representantes de las colonias, Narváez y la Torre no viajó a España
para posesionarse, quizás porque el futuro de la Junta era tan incierto. La elección
tuvo, sin embargo, dos aspectos importantes. En primer lugar, demuestra que
durante los primeros meses de 1809 el instinto primordial de los principales criollos
era el de permanecer leales a España, a la espera de un arreglo político con la
metrópoli. Igualmente interesante es el hecho de que la elección reveló la
capacidad de un grupo de criollos para organizarse en cuanto fuerza política
suelta, capaz de actuar coordinadamente.
Al examinar los antecedentes y nexos de los candidatos presentados a las
elecciones, Margarita Garrido señala que de los candidatos escogidos en las
provincias de la Nueva Granada (con excepción de los de Quito y de Panamá, que
estaban por fuera de la sociedad política neogranadina), la mayor parte eran
miembros de un grupo de criollos unidos por lazos familiares, profesionales o de
negocios, y sobre todo por una posición intelectual y política. 868Los principales
candidatos de Bogotá eran Camilo Torres y Joaquín Camacho, ambos escogidos
de cinco provincias. Torres era hijo de una distinguida familia criolla de Popayán,
pero se había establecido del todo en Bogotá, donde estudió en el Colegio del
Rosario e hizo su práctica de derecho en la Real Audiencia. En 1794 defendió a
Francisco Antonio Zea, acusado de sedición, y él mismo fue sospechoso de haber
estado envuelto en la conspiración criolla de ese año. Al casarse en el importante
y rico clan criollo de los Prietos y Ricaurtes, Torres también ingresó al círculo de
los notables santafereños, que lo conectó con esas mismas familias cuya
influencia política había tratado de reducir Gutiérrez de Piñeres durante su
««Página 486»».
««Página 487»».
««Página 488»».
««Página 489»».
873 "Informe del Fiscal D. Manuel Mariano de Blaya, Cartagena, octubre 20,
1808", Banco de la República, Proceso histórico del 20 de julio de 1810.
Documentos (Bogotá, 1960), pp. 49-54; citas de las pp. 52 y 53.
874 S.E. Ortíz, Génesis de la Revolución del 20 de julio de 1810 (Bogotá, 1960),
pp. 25-6.
875 La mejor relación de los efectos de la rebelión de Quito en la Nueva Granada,
en la que se basan los comentarios siguientes, están en gran parte en Robert L.
Gilmore, "The Imperial Crisis, Rebellion and the Viceroy: Nueva Granada en
1809", HAHR, vol. 40 (1960), pp. 2-24.
como un acto deliberado de intimidación con el fin de desalentar la libre expresión
y sofocar a los partidarios del gobierno; insistieron por lo tanto en que la junta
debía garantizar sus personas y propiedades contra arresto y embargo antes de
que expresaran sus opiniones.876Una vez empezadas las reuniones, la opinión
mayoritaria, o por lo menos la más ruidosa, estaba a favor de apaciguar a Quito y
de comprometer a los criollos con el gobierno virreinal. No hay actas oficiales de
las sesiones, pero según el oidor Carrión y Moreno, "casi todo el cabildo, apoyado
por una camarilla de abogados pretenciosos decididos a imponerse, declaró su
deseo de formar una junta similar a las establecidas en España". Y, añadió Carrión
y Moreno, este bando pronunció discursos y organizó apoyo a favor de "las viejas
ideas de independencia que repetidamente han surgido en el país". 877El virrey
Amar y Borbón y sus ministros simplemente pasaron por alto estas demandas.
Camilo Torres y Frutos Gutiérrez recordaron después que había habido veintiocho
votos a favor de la creación de una junta provincial para negociar pacíficamente
con los quiteños, pero en medio de la indignación criolla, el virrey "disolvió la
reunión sin contar los votos, y sus
««Página 490»».
««Página 491»».
««Página 492»».
««Página 493»».
bulo del establecimiento de una junta independiente que sería presidida por Luis
Caicedo durante dos años, y por Antonio Nariño o Pedro Groot los dos
siguientes.884
Aparentemente, algunos importantes miembros de la élite criolla de la capital,
dirigida por hombres desde mucho antes sospechosos de tendencias subversivas,
estaban ahora empeñados en tomarse el poder por medios revolucionarios. Los
jueces de la audiencia también informaron que durante sus investigaciones habían
descubierto que, a fines de 1809, Rosillo le había sugerido en secreto a la virreina
que ella y su marido debían apoyar un plan para formar un gobierno independiente
en la colonia. Se dijo que Rosillo le había propuesto al virrey que se convirtiera en
rey del nuevo Estado, en lugar de Fernando VII, si apoyaba un golpe armado
««Página 494»».
885 "Real Acuerdo", en ibíd. pp. 82-3; también Horacio Rodríguez Plata, Andrés
María Rosillo y Meruelo (Bogotá, 1964), pp. 85-91.
886 Los historiadores está aún por despejar el misterio que rodea la conspiración.
Ortíz describe el complot pero no ofrece un juicio convincente sobre la medida en
que estuvieron involucrados los criollos importantes. (Véase Ortiz, Génesis de la
Revolución, pp. 75-89.) Blossom, ocupado en la participación de Nariño, también
se refiere al complot pero no da pruebas de que existiera en realidad o de que
Nariño estuviera implicado. (Véase Blossom, Nariño, pp. 65-74.) La
correspondencia de Nariño no revela nada, fuera de una protesta de inocencia en
el momento de su arresto. (Véase E. Posada y P.M. Ibáñez (eds.), El Precursor,
vol. 2, pp. 289-94.
887 Informe del Oidor D. Joaquín Carrión y Moreno, en Banco de la república,
Proceso histórico, p. 201.
"Memorial de Agravios", se volvió una declaración clásica del resentimiento criollo
ante el dominio peninsular del gobierno colonial y reflejó el avance de las
aspiraciones políticas criollas desde el comienzo de la crisis española en 1808.
««Página 495»».
««Página 496»».
888 "Representación del Cabildo de Santafé, Capital del Nuevo Reino de Granada
a la Suprema Junta Central de España, en el año de 1809", en ibíd. pp. 85-109.
889 "Informe del Oidor D. Joaquín Carrión y Moreno", en ibíd., p. 200.
890 Ibid.
se sentía agraviada por cualquier interferencia extraña. Esto había quedado
demostrado a mediados de la década de 1790, cuando el cabildo protestó
repetidamente ante la corona por el irrespeto y la intromisión de la audiencia. En
esa ocasión, el cabildo se había quejado amargamente de la actitud del virrey
Ezpeleta hacia los criollos en 1794, cuando les negó acceso a las barracas y situó
guardias en las casas de los europeos; también había denunciado sus posteriores
intentos de llenar los cargos municipales con españoles. 891Bajo presión, el cabildo
aceptó de mala gana que en el puesto electivo de alcalde debían alternar criollos y
peninsulares, pero continuó oponiéndose a esta intromisión objetando los
nombramientos del virrey. A ojos de la élite santafereña, éstos eran meros
advenedizos, puros "vagabundos y polizones" que no tenían lugar al lado de la
"nobleza" de Bogotá, e insistió en que se debía dar preferencia a los
descendientes de los conquistadores y a hombres nacidos en la colonia, de
acuerdo a las Leyes de Indias. Tales, declaraba el cabildo, "han sido siempre las
reglas que han gobernado el concejo municipal de Bogotá, sin que nunca haya
habido facciones de europeos o de esos naturales que reciben el ignominioso
nombre de criollos".892De manera que el virrey Amar abrió viejas heridas cuando
impuso seis nuevos regidores, todos peninsulares, en el cabildo de 1810, y asignó
a otro español para el cargo de alférez real. Al enfrentar a criollos y peninsulares,
de hecho, el virrey convirtió al cabildo en el símbolo
««Página 497»».
891 British Library, Egerton 1809, fols. 734-55; "Representación del Cabildo y
Regimiento de la Ciudad de Santa Fe contra el Virrey D. José de Ezpeleta".
892 Ibíd., fols. 734, 737, 738.
893 Véase "Motivos que han obligado al Nuevo Reino de Granada a reasumir los
derechos de la soberanía... Santa Fe, septiembre 25, 1810", en Banco de la
República, Proceso histórico, p. 220.
894Los documentos que siguen la oposición del cabildo a Gutiérrez están
compilados en Enrique Ortega Ricaurte, Documentos sobre el 20 de julio de 1810
(Bogotá, 1965). Para las deliberaciones del cabildo sobre el primer intento de
Gutiérrez de obtener un cargo en él, véanse pp. 26-8.
895 Ibíd., pp. 29-36.
robustecieron las diferencias políticas y exarcebaron el enfrentamiento de la
administración virreinal y sus opositores. La campaña contra Gutiérrez fue dirigida
por Ignacio de Herrera, un abogado criollo que ya había estado a la vanguardia de
la oposición al virrey y la audiencia. En enero de 1810, Herrera lanzó un sarcástico
y difamatorio ataque contra los altos funcionarios en una memoria presentada al
cabildo para su envío al, gobierno en España. Denunció al virrey y a los oidores
como criaturas corruptas de Godoy; los presentó como una quinta columna
avarienta y pro francesa, y abogó, en términos radicales sin precedentes, por la
formación de una junta patriótica entregada a la defensa de los derechos
soberanos de Fer-
««Página 498»».
nando VII.896Además, ante el entrometido alférez real que no era otra cosa que un
espía del virrey, Herrera se opuso apasionadamente a su presencia. El conflicto
entre los dos hombres se definió en abril de 1810, cuando Gutiérrez pidió copia del
documento redactado por Herrera en enero, con la inclusión de las partes
suprimidas por miembros moderados del cabildo. Los dos hombres llegaron a las
manos en un estruendoso incidente público, y a través de los contradictorios
testimonios de los protagonistas y de testigos nos llegan nítidos ecos de la tensión
política que conmovía a la sociedad bogotana. 897Intensificaban, además, estas
tensiones las noticias del deterioro de la situación de España, donde había caído
la Junta Central a fines de 1809.
A medida que se hacía más profundo el conflicto entre el cabildo y el gobierno a
principios de 1810, aumentaba la represión oficial. En Bogotá, la audiencia
hostigaba cada vez más a Herrera, dando así pábulo a temores de un inminente
arresto entre los opositores del gobierno. 898Más ominoso aún fue el tratamiento
propinado a dos juveniles acólitos de Rosillo que en febrero de 1810 habían
tratado de instigar una rebelión en los Llanos. Los jóvenes fueron ejecutados
sumariamente, bajo órdenes directas del virrey y de la audiencia, y sus cabezas
fueron enviadas a Bogotá para exhibirlas al público. 899Esto causó gran indignación
en la capital. Para Camilo Torres, el episodio demostró que los ministros del
gobierno eran unos "crueles sátrapas", y aplaudió a los dos jóvenes como
"mártires de la libertad del Reino". 900Por otra parte, las noticias de España
896 Para el texto de este documento, véase "Memorial del Síndico Procurador,
Doctor Ignacio de Herrera, enero 15, 1810", en S.E. Ortíz (ed.), Colección de
Documentos para la Historia de Colombia (Bogotá, 1965), pp. 93-100.
897 Estos testimonios se encuentran reunidos en Enrique Ortega Ricaurte,
Documentos, pp. 40-112.
««Página 499»».
««Página 500»».
CONFLICTO EN CARTAGENA
««Página 501»».
902 AHNC Consulados, tomo 4, fols. 776-81. Junta de Gobierno del Consulado al
gobernador de Cartagena, octubre 11, 1808.
903 Ibid., fols 781-93, 797.
904 Ibid., fols. 800-6.
905 AHNC Aduanas, tomo 22, fols. 7-19; tomo 23, fols. 307-18.
906 AHNC Consulados, tomo 4, fols. 814-18.
907 AHNC Aduanas, tomo 20, fol. 448.
como para la sobrevivencia financiera del gobierno. 908Sin embargo, para este
momento la situación del comercio de Cartagena ya no era un tema vital en la
política de la ciudad. Pues a medida que los desarrollos en España amenazaban
cada vez más la sobrevivencia del gobierno me-
««Página 502»».
««Página 503»».
««Página 504»».
««Página 505»».
««Página 506»».
911 Monsalve, Antonio Villavicencio, vol. I, p. 87; José Acevedo y Gómez a Miguel
Tadeo Gómez, julio de 1810, en Adolfo León Gómez, El Tribuno de 1810 (Bogotá,
1910), p. 46.
912 Horacio Rodríguez Plata, La Antigua Provincia del Socorro y la Independencia
(Bogotá, 1963), pp. 17-38.
una carta que le estaba escribiendo al virrey Abascal del Perú: "No puedo
continuar", garrapateó apresuradamente, "porque todo ha estado agitado esta
noche y han exigido sus derechos y constituido una junta de vigilancia como la
establecida recientemente en Cádiz; espero que Vuestra Alteza tenga tiempos
más felices con el gobierno a vuestro mando". 913Amar y Borbón, sin embargo, no
había sido del todo expulsado, pues se acordó que debería actuar como
presidente de la nueva junta, con José Miguel Pey, el alcalde mayor del cabildo,
como vicepresidente. Al día siguiente la junta, presidida por el virrey, celebró su
primera sesión y sus miembros juraron lealtad a la Regencia y gobernar en
nombre de Fernando VII.914
El derrocamiento del gobierno virreinal en Bogotá fue esencialmente, entonces, un
golpe de Estado llevado a cabo por una camarilla de notables criollos que, ante la
desintegración del gobierno en España, aprovecharon la ocasión para arrebatar el
poder de las manos de los funcionarios reales, quienes habían perdido su
autoridad para gobernar durante la prolongada crisis española. Al contrario de la
insurrección de los comuneros de 1781, el movimiento contra el gobierno de 1810
no surgió del descontento y la rebelión populares; fue fraguado por una facción del
patriciado santafereño que, al ver desplomarse las murallas del gobierno real en
las provincias, forzó a un virrey confundido y desmoralizado a ceder una parte del
poder. Esto no lo lograron los criollos solos. La disposición de multitudes
procedentes de la clase baja urbana para apoyar a los juntistas en la noche del 20
de julio fue de crucial importancia para
««Página 507»».
su feliz conclusión. Más importante, sin embargo, fue el éxito de los criollos en
neutralizar las fuerzas militares de la capital mediante negociaciones con el
gobierno y el nombramiento de oficiales del ejército. También los ayudó el carácter
del virrey. Viejo, sordo y desalentado por el creciente deterioro del gobierno en
España, la voluntad de Amar de seguir ha debido de debilitarse aún más con la
noticia, llevada por Villavicencio, de que el Consejo de la Regencia lo había
reemplazado. En el momento de la crisis optó por cederle la responsabilidad al
oidor Jurado, quien había llegado recientemente a Bogotá, y aceptó su opinión de
que la mejor forma de evitar la violencia era evadir la resistencia. Por lo tanto se
913 AGI, Diversos, legajo I (Ramo 1, no. 4), Amar y Borbón a Abascal, julio 21,
1810.
914 Para una relación detallada de los acontecimientos del 20 de julio, véanse
Ortíz, Génesis de la revolución, pp. 135-203, y LiévanoAguirre, Los Grandes
Conflictos, pp. 557-87. Ambos se basan sustancialmente en las gráficas
narraciones contemporáneas de "La Constitución Feliz: Periódico Político de la
Capital del Nuevo Reino de Granada" y del "Diario Político de Santafé de Bogotá",
periódicos que se fundaron en 1810 y que publicaron en la capital los primeros
relatos de la revolución. Reproducidos en Luis Martínez Delgado y Sergio Elías
Ortíz (eds.), El Periodismo en la Nueva Granada, 1810-1811 (Bogotá, 1960).
pusieron tropas a disposición del cabildo, en lugar de usarlas en su contra. 915La
habilidad de los conspiradores para actuar sin la interferencia del ejército se
fortaleció, además, por la cooperación de Antonio Baraya, un oficial criollo que los
ayudó a socavar la guarnición santafereña desde dentro.
Es claro que la junta de Bogotá no estaba empeñada en la independencia de
España y que sus miembros deseaban evitar cualquier disturbio social. Por ello
buscaron primero compartir el poder con el virrey y con miembros escogidos de la
burocracia colonial. Fue sólo cuando un grupo de radicales jóvenes, acaudillados
por José María Carbonell, movilizó el apoyo popular contra los restos del antiguo
régimen, que los principales criollos de la junta repudiaron sus relaciones con los
funcionarios coloniales. Carbonell, quien había sido un funcionario menor de la
Expedición Botánica, jugó un papel clave en sacar la multitud a la calle en la
noche del 20 de julio, y él y sus seguidores organizaron después a la gente de los
barrios populares para lograr el arresto del oidor Hernández de Alba y del fiscal
Frías. A su captura siguió muy pronto la de otros oidores y peninsulares; el 25 de
julio el mismo virrey Amar fue puesto bajo arresto, y empezó entonces una lucha
por el control del gobierno.
««Página 508»».
El tumulto popular, alimentado por el antagonismo de las clases bajas hacia los
españoles y acaudillado por un radical que a todas luces deseaba romper
definitivamente con el régimen colonial, súbitamente eclipsó las cautas maniobras
de los notables criollos. La movilización popular resultó sin embargo breve. No fue
más allá de la usanza de atacar a los funcionarios, ya vista en tantos desórdenes
populares en las postrimerías de la Colonia neogranadina, y la junta de criollos
mantuvo con éxito su autoridad en Bogotá.
Para hacer valer su autoridad, los notables de la junta establecieron
departamentos de gobierno y movilizaron el apoyo armado. En primer lugar, la
junta dividió a sus treinta y siete miembros en secciones encargadas de supervisar
los asuntos de gobierno, finanzas, comercio, guerra y de la Iglesia; en segundo
lugar, con el fin de controlar a los radicales de la ciudad, organizó una fuerza
militar apelando a los hacendados de la sabana de Bogotá para que reunieran a
sus dependientes en destacamentos de caballería. Carbonell y sus seguidores
prosiguieron su agitación y establecieron después una junta popular en apoyo de
sus ideas políticas de soberanía e igualdad populares. El 13 de agosto inflamaron
de nuevo al pueblo, causando esta vez disturbios que obligaron a la junta a
trasladar al virrey y a la virreina de su arresto domiciliario a la prisión pública de la
ciudad. Esta radicalización de la rebelión fue efímera. Horrorizada por la forma
insultante y ruda con que la multitud había tratado a Amar y a su esposa, la élite
criolla de Bogotá obtuvo su liberación y calladamente los sacó de la ciudad el 15
de agosto de 1810. La junto dio entonces su primer paso para reprimir la actividad
popular que amenazaba la estabilidad de su gobierno, y el 16 de agosto arrestó a
915 Véanse los comentarios del oidor Carrión, en Banco de la República, Proceso
histórico, pp. 203-4.
Carbonell y a algunos de sus compañeros916. Como sus homólogos de Cartagena,
los notables criollos de Bogotá habían logrado una rápida transferencia de poder a
un privilegiado círculo y, después de aguantar el desafío de unos pocos individuos
que estaban a favor
««Página 509»».
««Página 510»».
Si la junta tuvo éxito en imponer su autoridad en Bogotá para fines de 1810, sus
pretensiones de liderazgo sobre el resto de la Nueva Granada pronto se
frustraron. La primera oposición provino de la junta de Cartagena, que promulgó
un manifiesto declarando que el congreso de las provincias se debía reunir en
Medellín y no en Bogotá. Las diferencias regionales se multiplicaron entonces con
rapidez, al fragmentarse las provincias en áreas rivales. Sogamoso se separó de
Tunja, Mompós de Cartagena, Vélez del Socorro, Quibdó de Nóvita e Ibagué y
Tocaima de Mariquita. La determinación de las élites locales de controlar sus
propias áreas también creó divisiones en el sur, en la provincia de Popayán. En la
misma ciudad de Popayán el oficial del ejército español Miguel Tacón permaneció
««Página 511»».
918 Ibíd., vol. I, pp. 142-54; Liévano Aguirre, Los grandes conflictos, pp. 641-70.
««Página 512»».
EPÍLOGO
««Página 513»».
920 Oswaldo Díaz Díaz, La reconquista española, 2 vols. (Bogotá 1964-7), passim; Brian
R. Hamnett, "Popular Insurrection and Royalist Reaction: Colombian Regions, 1810-
1823", en Fisher, Kuethe, and McFarlane (eds.), Reform and Insurrection, pp. 292-326.
fiscales, las estructuras económicas y sociales que evolucionaron durante los
siglos de gobierno colonial eran obstáculos más perdurables para el cambio. En
términos económicos, la liberación de España tuvo importantes implicaciones. En
cuanto nación independiente, la Nueva Granada accedió en forma directa a los
mercados y al capital extranjeros, la política económica fue puesta bajo una
dirección nacional y los empresarios locales pudieron participar más en el
comercio externo del país. A largo plazo, la importancia de estos cambios fue
considerable, porque permitió alteraciones tanto en el destino como en la
composición del comercio exterior, al fortalecer a los grupos mercantiles
domésticos y al modificar la relativa importancia de poblaciones y regiones dentro
de la economía. Pero durante las primeras décadas de gobierno republicano, la
economía de la Nueva Granada experimentó sólo leves ajustes a los esquemas de
funcionamiento característicos del período colonial.
««Página 514»».
Durante la década de 1820, los políticos atribuyeron el atraso económico del país
a los efectos del mercantilismo español y asumieron que el desmonte de los
obstáculos a la iniciativa privada era suficiente tanto para promover la
recuperación económica como para sentar la base de una prosperidad futura. Por
consiguiente, entre las primeras iniciativas de la legislatura de la república en el
Congreso de Cúcuta de 1821 hubo medidas para abolir las restricciones fiscales y
corporativas a la producción y al comercio, para promover la libertad del comercio
exterior y para fomentar mercados libres de tierras y trabajo. 921 El progreso
económico, sin embargo, no estuvo a la altura de las expectativas de esos años,
en gran parte porque la situación de la Nueva Granada en la economía
internacional seguía siendo fundamentalmente la misma. El comercio exterior
continuó apoyándose en las exportaciones de oro, y el país por lo tanto conservó
una posición dentro la economía mundial esencialmente igual a la del período
colonial. Como otros países latinoamericanos, la Nueva Granada vivió una breve
pero intensa expansión del comercio y la inversión de británicos, pero el repentino
auge pronto terminó. Con los préstamos británicos de 1820, 1822 y 1824 al
gobierno de la Gran Colombia, se produjo un rápido ascenso del comercio con la
Gran Bretaña, puesto que los préstamos suministraban moneda extranjera.
Cuando el gobierno dejó de pagar en 1826, se cortó el flujo de inversiones y el
país dejó de ser atractivo para las empresas y el capital británicos. Sin
financiamiento externo, el comercio ultramarino se hundió de nuevo en los viejos
esquemas coloniales durante las décadas de 1830 y 1840, al tener las
importaciones que limitarse a la capacidad del país de entregar oro a cambio. 922 El
capital británico se alejó entonces de la América Latina y miró hacia mejores
921 Para una relación de la política económica durante la Gran Colombia, véase David
Bushnell, The Santander Regime in Gran Colombia (Newark, 1954), pp. 127-150.
922 Sobre los préstamos extranjeros, véase ibid., pp. 112-26; sobre el comercio
británico y de los Estados Unidos con Colombia, véase McGreevey, Economic History of
Colombia, 1845-1930, pp. 35-6.
««Página 515»».
oportunidades en Europa y los Estados Unidos; en estas condiciones, la Nueva
Granada siguió subsistiendo dentro de la "vieja periferia" de los productores de
metales preciosos hispanoamericanos, a la espera de un cambio de dirección del
capital y el comercio europeos.923
Al no materializarse las nuevas oportunidades en los mercados internacionales, no
hubo una base alternativa para el crecimiento. Aunque los políticos reconocían la
necesidad de promover el desarrollo económico, fueron incapaces de tomar
medidas que pudieran efectivamente cumplir con ese propósito. Con el fracaso del
enfoque librecambista que se siguió en la década de 1820, el estancamiento
económico debilitó el compromiso con las políticas liberales. Durante esta década
hubo una fuerte minoría conservadora en la legislatura que, oponiéndose a las
políticas liberales hacia los bienes de manos muertas y a los esfuerzos por liberar
las tasas de interés de las restricciones coloniales, expresó la inconformidad de
aquellos que aún conservaban cierto afecto por la organización social y las
actitudes morales del viejo orden. 924 Después del colapso de la Gran Colombia en
1830, estos enfoques conservadores de la política económica jugarían un papel
cada vez más influyente en la formulación de la acción gubernamental.
Bajo la administración conservadora de la República de la Nueva Granada, el
ejemplo borbónico de reforma desde arriba, por dictado del gobierno, seguía
siendo pertinente. Durante el siglo XVIII, la administración borbónica había
adelantado planes para promover la explotación de los recursos económicos de la
colonia mediante la introducción de la moderna tecnología minera y la difusión de
conocimientos científicos prácticos. Aunque ninguno de estos esquemas tuvo
mayor éxito, la creencia de que el gobierno era una agencia decisiva para la
reforma y la racionalización, y de que la educación
««Página 05»».
y las innovaciones científicas eran vitales para el progreso económico, dejó honda
huella en las actitudes de la élite gobernante colombiana. En la década que siguió
a la independencia, estas actitudes se reflejaron en proyectos para contratar
científicos europeos con el fin de que trabajaran en la Nueva Granada, y en planes
para guiar a los estudiantes universitarios hacia el estudio de las ciencias
aplicadas.925 Durante las décadas de 1830 y 1840, la intervención del gobierno en
923 El término "vieja periferia" es de Wallerstein: véase Immanuel Wallerstein, The
Modern World System II: Mercantilism and the Consolidation of the European-World-
Economy, 1600-1750 (New York, 1980), pp. 166-7; sobre las tendencias de la inversión
británica en América Latina en este período, véase P.L. Cottrell, British Overseas
Investment in the Nineteenth Century (Londres, 1975), pp. 19-25.
««Página 517»».
926 Estos proyectos y sus resultados están descritos en Safford, "Commerce and
Enterprise", pp. 150-75, 179-86.
927 Safford, The Ideal of the Practical, pp. 55-72.
928 Estos alegatos fueron expuestos en un discurso a la Convención de 1831. Para una
extensa cita de este discurso que muestra las principales ideas de Márquez, véase
Ospina Vásquez, Industria y protección en Colombia, pp. 194-8. También Aníbal
Galindo, "Apuntamientos para la historia económica del país" (1874), cap. 3, en
Galindo, Estudios económicos y fiscales (Bogotá, 1978), pp. 142-50.
próspero, sostenido y bajo la influencia de grupos con intereses en la manufactura.
La ausencia de ambas condiciones era notoria, y el pálido proteccionismo
fiscalmente orientado de las administraciones conservadoras, con su propensión a
proyectos y contratos monopolistas, y su preocupación por los conocimientos
útiles, la educación y el entrenamiento técnico, fueron débiles intentos de reforma
social y económica que no dejaron contento a nadie. Para fines de la década de
1840, la desilusión dentro de las élites políticas y económicas y entré los
artesanos urbanos produjo un período de agitación y confronta-
««Página 518»».
929 Para un breve estudio de la política colombiana en estos años, véase J. León
Helguera, "The Problem of Liberalism versus Conservatism in Colombia, 18491885", en
Frederick B. Pike (ed.), Latin American History: Select Problems (New York, 1969), pp.
226-32. También Jaime Jaramillo Uribe, "Las sociedades democráticas de artesanos y la
coyuntura política y social colombiana en 1848", en ACHSC, vol. 8 (1976) pp. 5-18, y
sobre la influencia de las ideas francesas, R.L. Gilmore, "Nueva Granada's Socialist
Mirage", HAHR, vol. 34 (1956). Para un estado más detallado del surgimiento del
partido liberal y del período de su predominio, véase Helen Delpar, Red against Blue:
The Liberal Party in Colombian Politics, 1863-1899 (Universidad de Alabama, 1981),
passim.
««Página 519»».
««Página 520»».
En blanco
930 Esta es la tesis que sostiene McGreevey, Economic History of Colombia, pp. 67-
181.
931 José María Quijano Wallis, citado por Charles W. Bergquist, Coffee and Conflict in
Colombia, 1886-1910 (Durham, North Carolina,1978).
««Página 521»».
APÉNDICE A
LA POBLACIÓN DE LA NUEVA GRANADA
TABLA 1
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA NUEVA GRANADA, 1778-80
Pamplona
932
3.399 4.475 19.980 1.471 27.125
Chocó
933
332 5.414 3.160 5.756 14.662
Los Llanos
935
1.558 15.189 4.046 119 20.912
934 No hay datos para Barbacoas en el censo de 1778-80. Este dato se toma del censo
de 1797, encontrado en AGI Santa Fe 623, gobernador de Popayán, diciembre 5, 1797.
935 Por consideraciones de claridad, la población de los Llanos se ha concentrado en la
ciudad de Morcote en el mapa 2.1. En realidad, la población estaba dispersa en un área
grande.
Fuente: A no ser de que se especifique lo contrario, todos los datos proceden del
"Padrón General del Virrey del Nuevo Reino de Granada" reproducido en Perez Ayala,
Antonio Caballero y Góngora, cuadro A. Otras fuentes se indican arriba.
««Página 522»».
TABLA 2
LA COLONIZACIÓN A FINES DEL SIGLO XVIII
2. Cordillera Oriental
Santa Fe 88.348 11.15
Tunja 236.429 29.81
Girón 6.993 0.88
Pamplona 27.325 3.45
Total Regional 359.095 45.29
4. Cordillera Central
Antioquia 46.366 5.85
««Página 523»».
Apéndice A
TABLA 3
DISTRIBUCIÓN ÉTNICA EN LA NUEVA GRANADA
2. Cordillera Oriental
Santa Fe 12.50 20.16 8.21 1.81
Tunja 50.09 20.51 26.59 7.34
Girón 0.72 0.08 1.25 1.24
Pamplona 1.67 2.86 4.86 2.26
Total Regional 64.98 43.61 40.91 12.65
4. Cordillera Central
Antioquia 3.88 1.30 7.48 13.74
8. Llanos Orientales
Llanos 0.77 9.70 1.10 0.18
TABLA 4
COMPOSICIÓN ÉTNICA DE LAS PRINCIPALES REGIONES
2. Cordillera Oriental
Santa Fe 28.27 35.72 34.23 1.33
Tunja 43.00 13.58 41.41 2.02
Girón 21.02 1.80 65.68 11.50
Pamplona 12.53 16.50 66.29 5.42
Total Regional 36.73 19.01 41.97 2.29
4. Cordillera Central
Antioquia 16.97 4.39 59.39 19.26
««Página 525»».
Apéndice A
TABLA 5
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA REGIÓN
DE LA COSTA CARIBE
««Página 526»».
««Página 527»».
««Página 528»».
««Página 529»».
TABLA 6
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA REGIÓN
DE LA CORDILLERA ORIENTAL
Lugar Blancos Indios Libres deEsclavos Total
todas las
razas
Provincia de Santa Fe
Santa Fe de Bogotá 6.585 1.753 7.428 654 16.420
Cogto. de Bogotá 798 4.777 6.269 51 11.895
Cogto. de Bosa 1.926 2.578 3.505 290 8.299
Cogto. de Ubaqué 3.570 3.754 3.519 92 10.935
Cogto. de Zipaquirá y Ubaté 7.575 12.247 8.294 46 28.163
Cogto. de Guatavita 3.793 6.366 6.142 38 16.399
Provincia de Tunja
Tunja 53.936 29.882 44.163 737 128.718
Vélez 18.274 2.298 26.981 1.386 48.939
Muzo 2.749 621 1.711 65 5.416
Pamplona 1.385 3.659 16.018 1.430 22.492
Socorro 16.775 440 17.735 883 35.849
San Gil 4.466 225 9.884 559 15.134
Leiva 3.749 1.288 2.942 53 8.032
Fuentes: AHNC, Caja I, "Padrón hecho en el año 1779... en esta ciudad de Santa
Fe de Bogotá y en toda su jurisdicción..."; Censos de varios departamentos, vol. 6,
fols. 171, 385, 389.
««Página 530»».
TABLA 7
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN LA PROVINCIA DE POPAYÁN
Lugar Blancos Indios Libres deEsclavos Total
todas las
razas
Popayán 5.220 2.789 2.509 2.923 3.702
Cali 934 330 7.120 2.606 10.990
Buga 2.547 112 6.896 2.679 12.234
Pasto 4.682 5.861 893 131 11.567
Cartago 1.169 134 2.257 763 4.323
Caloto 3.057 1.803 1.493 4.492 10.845
Almaguer 316 2.480 2.540 570 5.906
Anserma 216 63 868 365 1.512
Toro 1.232 88 1.639 167 3.126
Iscuandé 612 363 855 921 2.751
Provincia de Raposo 99 290 549 2.259 3.197
Provincia de los Pastos 5.393 9.731 59 53 15.236
Tumaco 162 490 1.981 36 2.669
Barbacoas 6.618
Fuente: AHNC, Censos de varios departamentos, vol. 6, fol. 375. Los datos de
Barbacoas son del censo de 1797 en AGI, Santa Fe 623, gobernador de Popayán,
diciembre 5, 1797.
TABLA 8
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN EL CHOCÓ
««Página 531»».
TABLA 9
DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN ANTIOQUIA
««Página 532»».
APÉNDICE B
PRODUCCIÓN DE ORO
TABLA 1
ORO ACUÑADO EN LA NUEVA GRANADA, 1700-1810
Año Valor Año Valor Año Valor
(Pesos) (Pesos) (Pesos)
1700 267.240 1734 707.744 1777 676.736
1701 302.600 1735 764.048 1778 793.328
1702 234.328 1736 634.984 1779 792.240
1703 237.320 1737 595.952 1780 710.192
1704 410.448 1738 577.048 1781 558.280
1705 401.200 1739 694.960 1782 1.029.656
1706 394.944 1740 671.704 1783 1.395.496
1707 407.592 1741 1.156.136 1784 744.192
1708 204.544 1742 981.376 1785 954.448
1709 436.832 1743-48 promedio: 933.345 1786 767.584
1710 319.328 1749-53 promedio: 1.084.022 1787 981.104
1711 409.904 1754 958.392 1788 900.320
1712 390.456 1755 1.145.800 1789 971.040
1713 452.200 1756 1.027.208 1790 998.648
1714 286.240 1757 923.032 1791 1.131.248
1715 432.208 1758 635.936 1792 1.109.488
1716 303.280 1759 467.568 1793 1.177.624
1717 424.728 1760 420.104 1794 993.752
1718 398.344 1761 479.672 1795 1.266.160
1719 351.344 1762 593.776 1796 1.075.624
1720 1.086.504 1763 784.584 1797 2.048.432
1721 746.912 1764 1.568.624 1798 1.694.016
1722 524.960 1765 876.248 1799 1.238.824
1723 166.600 1766 1.083.376 1800 1.428.816
1724 413.440 1767 612.136 1801 1.504.568
1725 622.880 1768 475.184 1802 1.239.096
1726 482.528 1769 393.720 1803 1.109.760
1727 315.112 1770 371.144 1804 1.273.096
1728 727.736 1771 491.776 1805 1.463.768
««Página 533»».
TABLA 1 (Cont.)
ORO ACUÑADO EN POPAYÁN, 1700-1810
Fuentes: Para Bogotá, A.M. Barriga Villalba, Historia de la Casa de Moneda, tomo
3, págs. 509-15, 517-20. Para Popayán, J.M. Restrepo, Memoria sobre la
amonedación de oro y plata en la Nueva Granada, Cuadro 2, pág. 28.
««Página 534»».
TABLA 2
CHOCÓ: PRODUCCIÓN PROMEDIO ANUAL DE ORO,
SEGÚN LOS QUINTOS, 1724-1803 (CASTELLANOS)
TABLA 3
ANTIOQUTA: PROMEDIO ANUAL DEL ORO REGISTRADO PARA
FUNDICIÓN (EN PESOS DE ORO), 1700-1809
««Página 535»».
TABLA 4
POPAYÁN: PRODUCCIÓN PROMEDIO ANUAL DE ORO,
SEGÚN LOS QUINTOS, 1700-1804 (CASTELLANOS)
««Página 536»».
APÉNDICE C
TRÁFICO MARÍTIMO Y COMERCIO
TABLA 1
BARCOS DE ESPAÑA A CARTAGENA
DE INDIAS, 1731-1779
««Página 537»».
Fuente: AGI Consulados, libro 358, "Libros donde se relacionan todas las Armadas
y Navíos sueltos de Registros que se despachan a la América desde principio de
este presente año de 1730..."
TABLA 2
CARTAGENA: ALMOJARIFAZGO DE ENTRADA
DE GÉNEROS DE CASTILLA, 1781-1800
««Página 538»».
Fuentes: 1781-84: "Estado general de los productos que ha tenido la Real Aduana
de Cartagena de Indias", Pérez Ayala, Antonio Caballero y Góngora, Tabla E. Para
1785-1800: AGI Santa Fe 1116-1119, Cuentas de Alcabala.
TABLA 3
BARCOS DE ESPAÑA Y PUERTOS EXTRANJEROS
QUE ARRIBARON A CARTAGENA, 1783-1790
1784 6 11
1785 24 9
1786 20 21
1787 12 29
1788 30 30
1789 32 11
1790 16 2
««Página 539»».
TABLA 4
BARCOS DE PUERTOS ESPAÑOLES A CARTAGENA
DE INDIAS, 1783-1790
Año Cádiz Barcelona Barcelona yMálaga Otros
Málaga
1783 7 — 1 — —
1784 3 1 1 — 1
1785 13 — 9 2 —
1786 11 — 5 2 2
1787 5 1 3 2 1
1788 16 — 9 2 3
1789 14 4 9 2 3
1790 6 3 7 — —
TABLA 5
EXPORTACIONES DE PIELES DE CARTAGENA A ESPAÑA
Año No. de pieles
1785 3.024
1786 4.792
1787 5.378
1788 4.510
1789 3.881
1790 2.039
1791 2.553
1792 7.916
1793 6.773
1794 7.476
1795 4.230
1796 5.537
««Página 540»».
TABLA 6
EXPORTACIONES DE ALGODÓN DE CARTAGENA A ESPAÑA
Fuentes: Datos para 1785-89: AGI Santa Fe 957, Resumen de un Quatrenio de las
embarcaciones y su carga que han salido de este Puerto de Cartagena para los de
la Península; datos para 1789-94: AGI Indiferente General 2447-2459.
TABLA 7
EXPORTACIONES DE CACAO DE CARTAGENA A ESPAÑA
««Página 541»».
TABLA 8
INGRESOS DE LA ALCABALA: POPAYÁN, 1722-1807
Año Rédito (pesos)
1722 1.089
1723 989
1724 951
1725 744
1726 924
1727
1728
1729
1730
1731 1.005
1732 1.209
1733 1.547
1734 1.039
1735 729
1736
1737
1738
1739
1740
1741 4.445
1742 2.052
1743 1.994
1744 3.369
1745 1.498
1746
1747
1748
1749
1750 4.430
1751
1752 2.994
1753 5.601
1754 6.862
1755 4.456
1756 5.909
1757 8.265
1758 6.844
1759 5.937
1760 4.752
««Página 542»».
««Página 543»».
Año Rédito (pesos)
1805 17.325
1806 12.032
1807 11.731
1808 11.605
Fuentes: Archivo Central del Cauca, Colonia, CI-la 3079, 3105, 3129. 3143. 3304;
CI-5a 3477; CI-la 3221; CII-5a 3512, 3546, 3624, 3984. 3870, 3980, 4012. 4095:
CII-9rc 4275: CII-18rc 5059; CII-14a 5592, 5708; CIl-23rc 5787, 5874, 5978; CIII-
6rc 6030, 6143, 6144: CIII-5a 6084: CIII-8rc 6290, 6371; CIII--9rc 6429, 6496,
6512; CIII- 6rc 6531, 6557, 6572, 6589, 6616, 6630. 6654. 6660: CIII-15rc 6700,
6723, 6738, 6769.
TABLA 9
BARCOS DE CARTAGENA A ESPAÑA, 1750-1796
««Página 545»».
BIBLIOGRAFÍA
««Página 546»».
Milicias y Marina: vols. 17, 18, 48, 125, 131 Miscelánea: vols. 3, 13, 31, 73
Notaría Primera: vols. 91, 191, 198, 201, 205, 228 Notaría Segunda: vols. 161, 198
Real Audiencia: vol. 9
Real Hacienda: vol. 8
Real Hacienda, Cartas: vols. 2-9
Virreyes: vols. 5-6
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Argentina 196 Bogotá 30, 34, 40, 42, 43, 44, 50, 51,
Arma 43 55, 64, 70, 74, 86, 87, 88, 89, 91,
Armada de Barlovento 321, 325, 378, 92, 93, 94, 97, 98, 99, 101, 102, 103,
388, 393 132, 135, 136, 142, 147, 148, 149,
Aróstegui, Joaquín de 100 150, 189, 221, 239, 247, 251, 262,
Arrazola y Ugarte, José de 465, 466, 264, 265, 266, 267, 268, 269, 270,
467 278, 284, 285, 286, 287, 289, 290,
Atlántico, Océano 17, 47, 146, 161, 171, 303, 304, 309, 310, 312, 315, 316,
175, 177, 180, 199 317, 319, 321, 326, 329, 331, 333,
Atrato, río 122, 146, 147, 315 335, 336, 339, 348, 349, 350, 352,
Audiencia de Panamá 286, 288 354, 357, 359, 360, 361, 362, 378,
Audiencia de Quito 286 379, 380, 382, 383, 384, 385, 386,
Audiencia de Santa Fe 286, 287, 291, 387, 388, 391, 392, 393, 406, 415, 416,
315, 330, 335, 504 423, 424, 426, 427, 428, 429, 430, 434,
Austria 55 435, 456, 458, 469, 470, 471, 475, 479,
Ayala, Joseph 428 481, 482, 485, 486, 488, 489, 491, 492,
Ayapel 82, 212 494, 495, 496, 498, 502, 504, 506, 507,
Ayos, Antonio 486 508, 510, 511, 513
Azuola y Lozano, José Luis de 459 Bogotá, río 36
Azuola, Luis Eduardo 486 Bolívar, Simón Antonio 18, 512, 513
Bolivia 66
B Bonaparte, José 440, 480
Bonaparte, Napoleón 328, 340, 436, 440,
Bahamas, canal de 73 451, 459, 480, 481, 483, 487, 488,
Bahía Honda 448 499
Balboa, Vasco Núñez de 41 Borbones, casa de los 155, 156, 172,
Baraya, Antonio 492, 494, 507 284, 288, 289, 293, 330, 340, 346,
Barbacoas 65, 103, 105, 124, 132, 139, 374, 404, 432, 436, 478
142, 302, 351, 407
Barcelona 235
Barlovento 389
Barón de Cháves, José 128 Barranquilla 166
Barú, isla de 78, 79
Bebará 213
Belalcázar, Sebastián de 29, 30, 41 Berbeo, Francisco 324, 329, 382, 383,
385, 386, 388, 391, 402, 403
Berrío, José Antonio 331
Blaya, Manuel Mariano de 431, 432, 487 Bocachica 243
Bocagrande 306
Bourgoing, J. F. 236
Boyacá 512
Brasil 106, 118, 121, 127, 141, 142, 224 Bucaramanga 89, 90
Buenos Aires 177, 178, 263, 276, 440, 454 Buffon, George Luis Leclerc 419, 433
Buga 105, 106, 107, 108, 109, 114 Buriticá 119, 125, 212, 214
C
Cabal, José María 428
Caballero y Góngora, Antonio 69, 193,
207, 208, 209, 222, 223, 226, 227,
««Página 567»».
232, 238, 239, 241, 246, 326, 332, 336, 337, 362, 385, 386, 391, 392, 393, 405,
406, 407, 409, 410, 411, 412, 413, 414, 416, 418, 422, 477
Cabo de Hornos 175, 177, 178, 179, 180
Cáceres 42, 43, 126, 264
Cádiz 73, 156, 164, 171, 180, 181, 183, 186, 188, 189, 191, 194, 195, 197, 225,
226, 228, 232, 235, 240, 242, 245, 249, 253, 255, 256, 257, 258, 259, 260, 261,
262, 263, 265, 266, 269, 274, 288, 441, 451, 473, 481, 499, 503, 504, 506
Caicedo, familia 361, 364
Caicedo, Luis 492, 493, 494, 497 Caicedos, los 114
Caja de consolidación de valores reales 452
Caja Real 298, 462
Caldas, Francisco José de 460, 465
Cali 29, 40, 105, 106, 108, 109, 110, 111,
114, 124, 143, 145, 146, 251, 363,
364, 505, 510
Calle Real 91
Caloto 103, 105, 107, 112, 113, 124 Caloto 456
Camacho, Joaquín 460, 485, 486, 492, 494, 505
Campuzano, José María 311, 378, 383 Cañaveral, gobernador 239
Caracas 72, 193, 221, 249, 260, 276, 339, 347, 444, 474
Carare 91, 469
Carbonell, José María 507, 508 Cargadores a Indias 156
Caribe 28, 29, 31, 33, 39, 41, 44, 47, 48, 49, 54, 70, 74, 75, 84, 85, 89, 108, 109,
115, 146, 158, 165, 174, 175, 178, 185, 186, 188, 190, 192, 200, 220, 225, 236,
237, 238, 240, 241, 242, 247, 289, 293, 296, 301, 442, 451, 500
Carlos II 52, 55, 158
Carlos III 21, 24, 156, 188, 194, 195, 196, 198, 200, 204, 207, 305, 306, 309, 312,
316, 335, 345, 346, 359, 362, 373, 374, 396, 434, 440
Carlos IV 271, 424, 439, 440, 441, 475, 480
Carrasco, Francisco 425
Carrera de Indias 158, 163, 167, 197, 199, 255
Carrión y Andrade 238, 239
Carrión y Moreno, oidor 489
Cartagena 25, 27, 28, 29, 31, 32, 41, 44, 47, 49, 50, 51, 52, 53, 54, 61, 64, 75, 77,
78, 80, 81, 82, 84, 85, 91, 92, 124, 142, 145, 146, 149, 150, 159, 160, 161, 162,
163, 164, 165, 166, 167, 168, 169, 170, 171, 172, 173, 174, 177, 178, 179, 180,
181, 182, 183, 184, 185, 186, 187, 189, 194, 199, 200, 201, 202, 203, 212, 219,
220, 221, 224, 225, 226, 227, 231, 237, 238, 239, 240, 241, 242, 243, 244, 245,
246, 247, 249, 251, 252, 253, 254, 255, 256, 257, 258, 259, 260, 261, 262, 263,
264, 265, 266, 269, 270, 271, 272, 273, 274, 275, 276, 277, 278, 279, 284, 285,
287, 290, 291, 293, 296, 299, 301, 306, 308, 325, 326, 329, 335, 337, 338, 339,
341, 349, 350, 354, 365, 384, 386, 392, 393, 417, 428, 441, 442, 443, 444, 445,
446, 447, 448, 449, 450, 451, 452, 453, 461, 465, 467, 468, 469, 470, 471, 472,
473, 474, 475, 481, 482, 491, 492, 500, 501, 502, 504, 505, 508, 510
Cartagena de Indias 24, 28, 47, 49, 51. 55, 64, 73, 75, 77, 79, 80, 81, 157, 177,
301, 315, 335
Cartago 43, 103, 107, 109, 114, 302 Casa Alegre, conde de 161
««Página 568»».
««Página 569»».
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Flores, Manuel Antonio 193, 200, 239, 307, 308, 318, 319, 329, 372, 392, 393
Flórez de Ocaris 357
Flórez, familia 285, 360
Floridablanca 432
Francia 55, 160, 242, 409, 424, 425, 429, 432, 433, 439, 456, 460, 475, 476, 477,
481, 482
Franklyn, Benjamin 433
Frías, fiscal 507
Froes, Miguel 428
G
Gage, gobernador de Boston 410
Gaira 448
Galán, José Antonio 386, 391, 392, 399, 402
Galavís y Hurtado, Eustaquio 385 Gálvez, José de 193, 272, 305, 312, 314,
315, 327, 328, 330, 331, 332, 341,
345, 350, 373, 410
García de Toledo, José María 502 García Olano, Manuel 317 García-Baquero,
Antonio 176
Gardoqui, Diego de 275
Garrido, Margarita 367, 485, 486
Gil y Lemus, Francisco 240, 241, 337, 338, 408, 409
Girón 86, 89, 102, 220, 350, 386, 455, 492
Gobierno Supremo de España y de las Indias 482
Godoy, Manuel de 475, 476, 480, 497 Gómez, Luis 425, 426
Góngora, Mario 370
Gordon-Murphy and Company 453 Gran Alianza 55
Gran Bretaña 305, 436, 514
Gran Colombia 512, 514, 515
Grillo, general 168
Groot, Pedro 492, 493, 494
Guaduas 64, 89, 425
Guajira, la 35, 85, 448
Guayaquil 178, 179, 186, 223, 277, 349, 468
Guerra de Independencia de los
Estados Unidos 237, 394, 410 Guerra de los Siete Años 188, 305, 306 Guerra de
Sucesión española 55, 56,
57, 158, 160, 163, 165, 168, 250,
284, 288
Guevara, Baltasar de 166, 167, 172 Guirior, Manuel de 94, 95, 96, 101,
184, 190, 191, 192, 218, 239, 307,
308, 323, 412
Gutiérrez de Piñeres, Juan Francisco
193, 194, 213, 314, 315, 316, 317,
318, 319, 320, 321, 322, 327, 328,
335, 337, 375, 384, 397, 410, 485 Gutiérrez, Bernardo 266, 497, 498 Gutiérrez,
Frutos Joaquín 487, 489 Gutiérrez, Frutos María 458, 486 Gutiérrez, José María
458
Guyana 222
H
Habsburgos, casa de los 19, 52, 55, 56, 155, 156, 158, 299, 310, 311, 312, 330,
340, 349, 356, 372, 373, 395, 396, 404
Hacienda Real 303, 304
Hancock, John 410
Heredia, Pedro de 28, 41
Hernández de Alba, Juan 426, 427, 456, 507
Herrera, Ignacio de 492, 494, 497, 498, 505
Hispanoamérica 142, 162, 193, 198, 199, 201
Historia y Genealogías deste Nuevo Reino de Granada 357
««Página 571»».
««Página 572»».
««Página 573»».
J 435, 454, 455, 456, 457, 458, 477, 351, 353, 355, 356, 357, 358, 359,
360, 365, 368, 370, 372, 373, 374, 376, 380, 382, 391, 392, 393, 394, 395, 400.
403, 405, 407, 409, 410,
492, 493, 504, 511
Nariño, Vicente 317
Narváez y la Torre, Antonio de 224, 449,
484, 485, 486, 504 411,412,413,415,416,418,419,
Navarro, Romualdo 316, 359 420, 421, 422, 423, 425, 427, 429,
Neiva 45, 64, 77, 89, 90, 100, 351, 391, 510 433, 434, 435, 436, 440,
441, 442,
445, 446, 447, 448, 449, 451, 452,
Nelson, almirante 441, 450453, 454, 455, 456, 457, 458, 459,
Nemocón 386, 392 460, 461, 462, 463, 464, 465, 468,
Newton, Isaac 433 469, 470, 471, 472, 473, 474, 475,
Nieto Arteta, Luis Eduardo 22 476, 477, 478, 480, 481, 482, 483,
Norteamérica 444, 445 484, 485, 487, 490, 495, 499, 500,
Nóvita 121, 122, 510 501, 504, 509, 510, 511, 512, 513,
Nueva España 17, 157, 193, 205. 211. 514, 515, 516
305, 348 22, 45, 56. 69, 84, 118, Nueva
York 228, 229, 230
Nueva Granada 17, 18, 19, 20, 21, 23, 24, 25, 29, 31, 32, 42, 43, 44, 46, 47, 48,
49, 51, 52, 53, 54, 55, 57, 59, 61, 62, 64, 65, 66, 67, 68, 70, 71, 72, 73, 74, 75, 77,
80, 83, 86, 87, 91, 92, 93, 105, 116, 117,
Nuevo Mundo 435
Nuevo Reino de Granada 25, 30,
31, 32, 61, 155, 156, 157, 158, 160, 162, 163, 165, 172, 173, 179, 180, 181, 185,
187, 191, 192, 200, 201, 204, 218, 220, 234, 239, 243, 245,
119, 120, 121, 131, 132, 136, 137, 258, 259, 268, 270, 291, 295, 297,
140, 141, 142, 146, 150, 151, 153, 298, 351, 373, 425, 448, 460, 472,
155, 156, 157, 159, 160, 161, 162, 476, 498
163, 164, 165, 166, 167, 170, 172, Nuevo Reyno de Granada 61
173, 174, 175, 178, 179, 181, 182,
183, 184, 185, 186, 187, 188, 189, O
190, 191, 192, 193, 194, 199, 200,
201, 202, 204, 205, 206, 207, 208, Ocaña 77, 84, 302, 368, 499
210, 213, 216, 217, 218, 219, 221, Oiba 88
222, 228, 229, 230, 231, 232, 233, Ojeda, Alonso de 27
234, 237, 241, 244, 245, 246, 247, Oligos, Gerardo de 225, 226
248, 249, 250, 251, 252, 253, 254, Opón 278, 469
255, 262, 263, 268, 272, 274, 275, Orinoco, río 33, 221, 348
276, 277, 283, 284, 285, 286, 287, Ortiz de Landázuri, Tomás 192,
341
288, 289, 290, 291, 292, 293, 294, Osorio, José de 316
295, 296, 297, 298, 299, 300, 304, Ospina Vásquez, Luis 23
305, 306, 307, 308, 309, 310, 311, Otro Mundo 469
312, 313, 314, 319, 326, 327, 328, Oviedo, Basilio Vicente de 66
331, 333, 334, 337, 338, 340, 341, Oviedo, provincia de 481
342, 345, 346, 347, 348, 349, 350,
««Página 574»».
P
Pacífico, Océano 33, 43, 65, 73, 103, 104,
105, 106, 109, 110, 120, 121, 124,
125, 133, 140, 142, 143, 144, 146,
147, 148, 150, 158, 165, 175, 177,
178, 179, 180, 350, 351
Palacios de la Vega, Joseph 82
Palmira 107
Pamplona 30, 42, 43, 64, 77, 86, 89, 90,
221, 265, 362, 471, 472, 505, 510
Panamá, istmo de 27, 47, 159, 164, 171,
176, 178, 182, 185, 277, 306, 308,
335, 347, 348, 354, 448, 485
Paniza, Antonio 262
Papel Periódico de Santafé de Bogotá
420, 421, 423, 458, 459
Pardo Osorio, José 383, 384, 385 París, 428, 458
Pasto 32, 34, 39, 44, 50, 64, 65, 103, 105,
106, 251, 349, 351, 371, 392, 407 Patía, valle del 208
Patiño, José 288
Patiño, José de 292, 293
Patiño, Joseph de 167
Paz de Amiens, la 339, 440, 447, 449, 462
Pedroza y Guerrero, Antonio de 286, 287, 290
Peña, Ventura de la 267
Perú, Alto 71
Perú, República del 17, 29, 31, 47, 57, 66, 71, 72, 93, 118, 119, 158, 159, 160,
161, 163, 164, 166, 170, 176,
177, 179, 192, 196, 211, 245, 250, 253, 294, 298, 314, 348, 349, 360, 448, 490,
506
Pestagua, conde de 81
Pey y Ruiz, Juan Francisco 316, 327 Pey, José Miguel 505, 506
Phelan, John 360, 381, 395, 396 Pinchote 375
Pirineos, los 439
Pisco, Ambrosio 384
Pitt, William 433
Pizarro, Francisco 31
Pizarro, virrey 300, 373
Plata, Salvador 382, 397, 398
Plinio, 433
Pointis, almirante 51
Pombo, José Ignacio de 273, 447, 461,
462, 463, 464, 465, 486
Popayán 25, 29, 31, 32, 40, 44, 45, 46, 49, 50, 52, 61, 64, 103, 104, 105, 106, 107,
108, 109, 110, 111, 112, 113, 117, 122, 123, 124, 132, 133, 135, 136, 138, 139,
140, 142, 143, 146, 147, 148, 149, 150, 179, 180, 206, 208, 209, 210, 216, 251,
265, 273, 296, 307, 308, 331, 337, 349, 351, 354, 363, 364, 365, 368, 413, 465,
482, 485, 509, 510
Portobelo 47, 75, 157, 160, 161, 163, 164, 166, 168, 169, 170, 171, 172, 174, 176,
177, 179, 186, 244, 252, 262, 306, 335, 448, 449
Pradilla, Pedro 428
Prazca, conde de 226
Prieto, familia 318, 485
Prieto, Manuel Vicente 456, 458 Puente Real 383, 384, 385
Puerto Bello 251
Puerto Rico 500
Q
Quibdó 123, 510
Quiebralomo 209
Quindío 30
Quito 25, 29, 31, 32, 41, 50, 69, 94, 103, 105, 106, 117, 149, 150, 168, 178, 179,
180, 189, 196, 251, 268, 276, 277, 307, 328, 333, 335, 341, 347, 348, 349, 351,
359, 368, 427,
««Página 575»».
485, 488, 489, 490, 492, 493, 499, Rosillo, Francisco 382
501, 502 Rousseau, 433
R
Raposo 65, 103, 105, 142, 351
Raynal 433
Real Audiencia 333, 485
Real Cédula 317, 331, 444
Real Compañía de Minas y Planifica-
ciones Industriales de Popayán 208
Real Hacienda 287, 301, 302, 308, 315,
320, 330, 333, 352
Real Observatorio Astronómico de Bogotá 414
Reino Español 269
Remedios 42, 119, 126
República de Colombia 513
República de Cundinamarca 510 República de la Nueva Granada 513, 515, 516
República Holandesa 55
Restrepo, José Félix 413
Revilla, Manuel de 317
Ricaurte, familia 318, 485
Rieux, Luis de 423, 428
Río Chico 129
Río de la Plata 198, 245
Río Grande 129
Río Hacha 64, 85, 165, 185, 187, 188, 193, 224, 226, 231, 244, 350, 354, 447
Riohacha 306
Rionegro 127, 215
Ripperdá, barón 291
Robledo, Francisco 317
Robledo, Jorge 41
Rodríguez de Lago, Juan 329, 330 Rodríguez, Manuel del Socorro 423, 459 Rojo,
Vicente 267
Rosario, islas del 243
Rosillo y Meruelo, Andrés María 492, 493, 498
S
Sabanilla 243, 452
Sáenz y Tejada, casa de 262
Salazar, José María 458
Salgar, Pedro 492, 493
San Andrés, islas de 448
San Gil 45, 46, 66, 68, 88, 91. 94, 102, 324, 330, 353, 375, 377, 382. 387, 422,
472, 505
San Ildefonso, tratado de 439
San Jorge, marquesado de 361, 362 San Jorge, río 28, 212
San Juan de los Llanos 30
San Juan, río 122
San Lázaro, castillo de 306
San Sebastián de Urabá 27
San Vicente, cabo de 439
Sánchez de Tejada, Ignacio 487 Sandino, Ignacio 428
Sanllorente, José de Pando y 481, 482 Sanlúcar 253
Santa Coa, marqués de 81
Santa Fe de Antioquia 42, 44, 127, 211, 215, 216, 264
Santa Fe de Bogotá 25, 30, 45, 46, 49, 50, 52, 53, 68, 69, 70, 86, 87, 92, 94, 95,
100, 117, 145, 146, 149, 187, 193, 226, 250, 251, 290, 308, 309, 311, 314, 317,
347, 348, 350, 351, 356, 357, 361, 362, 372, 384, 400, 427, 470, 471, 472, 494,
504
Santa María de la Antigua 27, 41
Santa María, puerto de 253
Santa Marta 25, 28, 29, 30, 31. 33, 61. 64, 80, 84, 85, 145, 159. 160. 163, 165.
183, 187. 188, 193. 218. 224, 225. 226, 227. 231, 240. 244. 245. 287. 308, 350,
354, 442. 446. 447, 448. 449, 468, 484, 509. 512
««Página 576»».
T
Tácito, 433
Tacón, Miguel 510
Tesca 79
Tienda de Cuervo, Bartolomé 293, 294, 295
Tierra de los Osos 127
Tierra Firme 41, 47, 157, 164, 168, 170,
171, 172, 173, 175, 176, 194, 256, 290 Tocaima 486, 510
Tolú, 80, 167
Toro 103, 113, 121, 122
Torreblanca, marqués de 295
Torres y Peña, José Antonio de 421, 459, 476, 482
Torres, Camilo 458, 484, 485, 486,
489, 494, 495, 498, 505
Torres, Tomás Andrés de 243, 504 Trafalgar, batalla de 440, 450 Tribunal de
Alzadas 278, 470 Tribunal de Cuentas 304, 315, 317,
333, 338, 339, 352, 382
Tribunal y Real Audiencia de Cuentas de Bogotá 361
Trinidad 429, 439, 454, 457, 500
Tunja 25, 30, 34, 40, 42, 44, 45, 46, 49, 66, 68, 70, 86, 88, 94, 97, 99, 100, 102,
187, 264, 265, 268, 309, 311, 329, 351, 361, 368, 371, 378, 379, 383, 384, 386,
387, 390, 393, 400, 401, 455, 456, 471, 472, 486, 510
Túpac Amaru 374
Túquerres 407
Twinam, Ann 364
Santa Rosa de Osos 129, 211
Santander, Francisco de Paula 516 Santander, puerto 275
Santiago de Chile 359
Santiago de las Atalayas 30 Santiesteban, Miguel de 90, 92, 132 Santo Domingo
182, 339, 445, 454, 476 Santo Tomás, puerto de 500
Sanz Santamaría de Manrique, Manuela 458 Sarratea, Juan Pablo 262
Semanario del Nuevo Reino de Granada 460 Senegal, río 83
Sevilla 156, 253, 288, 481, 482
Sharp, William 137, 143
Sierra Nevada 28, 33, 35
Silvestre, Francisco 93, 211, 212, 213,
214, 298, 342, 364, 373, 418 Simacota 88, 375
Sinú, región del 28, 41, 80
Sinú, río 28, 33, 35
Socorro, el 45, 46, 68, 70, 73, 88, 91, 94, 102, 150, 318, 324, 329, 330, 353, 371,
375, 376, 377, 378, 379, 380, 381, 382, 383, 384, 385, 386, 387, 390, 392, 393,
397, 401, 402, 404, 471, 472, 492, 493, 505, 510
Sócrates 433
Sogamoso 384, 387, 510
Sogamoso, río 36
Solís, José de 301
Solís, virrey 184, 300, 307
Solón 433
Somondoco 42
Sonsón 213
Soria, Blas de 503
South Sea Company 171
Stoughton 228
Suescún, familia 362 U
Superunda, virrey 178
Supía 209, 210 Ugarte, Pedro 267
Suprema Junta de España y de las Indias Ulloa, Antonio de 251, 252 481 Umaña,
Enrique 428
««Página 577»».