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UNIDAD 1: DERECHO TRIBUTARIO CONSTITUCIONAL Y ADMINISTRATIVO.

Objeto del derecho constitucional. Definición de Derecho Constitucional Tributario.


El Derecho Constitucional es la ciencia que estudia los fenómenos políticos juridizados, en tanto y en cuanto dichos
fenómenos apuntan a organizar el poder y sus relaciones con las libertades. Dentro de toda sociedad, existen unos que
mandan y otros que obedecen, por lo tanto, es el objetivo principal de la CN el de frenar posibles abusos de quienes
detentan el poder político y permitir a las personas realizar sus programas de vida.
El Derecho Constitucional está compuesto por el conjunto de normas jurídicas que regulan la organización política del
Estado y los derechos fundamentales del ser humano que vive en sociedad. Su objeto es determinar el esquema
organizativo funcional de la sociedad dentro de un marco de respeto de los derechos del individuo.
El Derecho Constitucional Tributario es el conjunto de principios y normas constitucionales que gobiernan la tributación.
Es la parte del Derecho Constitucional que regula el fenómeno financiero producido con motivo de detracciones de
riqueza de los particulares en favor del Estado, impuestas coactivamente y que se encuentran destinadas a su subsistencia,
quedando comprendidas en este concepto materias referentes a:
a) La asignación de competencias en el ejercicio de la potestad tributaria;
b) Los regímenes de coordinación de la potestad tributaria entre los diferentes niveles del Estado;
c) Los principios que limitan la potestad tributaria;
d) Las garantías que aseguren la efectiva vigencia de los derechos de los contribuyentes.
Este conjunto de materias forman parte del derecho constitucional, de índole tributaria por el objeto que comprende,
que se integran en él, ya que su finalidad es la de disciplinar la soberanía del Estado en el ejercicio de la potestad
tributaria, delimitar su contenido y alcance y regular los derechos y garantías de los contribuyentes.

Potestad Tributaria: es la facultad que tiene el estado de crear unilateralmente tributos, cuyo pago será exigido a las
personas sometidas a su competencia tributaria espacial.
El tributo es la prestación obligatoria, comúnmente en dinero, exigida por el Estado en virtud de su poder de imperio
por la cual se da nacimiento a una relación jurídica de derecho público.
El principal elemento del tributo lo constituye el carácter coercitivo que posee, por el cual el Estado crea el tributo
ejerciendo su voluntad soberana. El contribuyente no tiene más que deberes y obligaciones, por lo que las prestaciones
siempre serán obligatorias y nunca voluntarias.
Según nuestra Corte los impuestos no nacen de una relación contractual entre el fisco y sus habitantes, sino se trata de
una vinculación de derecho público. No existe acuerdo de voluntades entre el Estado y los individuos sujetos a su
jurisdicción con respecto al ejercicio del poder tributario, ya que los impuestos no son obligaciones que emerjan de los
contratos sino que su imposición y fuerza compulsiva para el cobro son actos de gobierno y de potestad pública.
La característica de prestación dineraria viene dada por la propia economía monetaria en que se desenvuelven hoy
todas las relaciones económicas pero puede darse el supuesto de tributos que se satisfagan en especie.
Otro aspecto a considerar es que no se puede hoy limitar la función a los tributos, en cualquiera de sus formas, a la de
proporcionar medios financieros para cubrir las cargas públicas. Es reconocido ampliamente porque puede utilizarse la
política tributaria para obtener objetivos extrafiscales, como puede ser el de alentar o desalentar una determinada
actividad o sector de la sociedad, proteger el medioambiente mediante impuestos que graven actividades
contaminantes, etc.
El poder tributario es la facultad jurídica del Estado de crear contribuciones obligatorias con respecto a personas o
bienes que se hallan en su jurisdicción.

El poder tributario se encuentra plasmado en el art 4 CN, el que al definir los recursos del Estado establece como fuente
de recursos a las contribuciones que equitativa y proporcionalmente el Congreso Gral imponga a la población. En el art
52 establece que corresponde a la Cámara de Diputados en forma exclusiva la iniciativa de las leyes sobre
contribuciones y en el art 75 inc 2 reparte las facultades tributarias entre Nación y Provincias.
En definitiva, toda obligación tiene como fuente única a la ley, la que definirá la situación de hecho a la que se vincula el
gravamen y al obligado a satisfacerla.

Creado el tributo se establece entre el Estado (sujeto A), y el particular sobre el cual se configura el hecho imponible que
da nacimiento a la obligación de tributar (sujeto P), una relación o vínculo jurídico obligacional por el cual el Estado
tiene derecho a una prestación pecuniaria a título de tributo y el sujeto P tiene una obligación de satisfacer la
prestación.
Como toda relación jurídica impone derechos y obligaciones para ambas partes, que son puestas en un plano de
igualdad ante la ley.

Podemos distinguir que el poder o potestad tributaria se limita a la creación del tributo, actuando el Estado en forma
unilateral en ejercicio de su poder de imperio. La actividad que el estado despliega luego no es ya de tipo normativa sino
realizadora, es decir, persigue el cobro del tributo establecido legalmente. En este plano, el de las relaciones jurídicas
tributarias, el Estado se ubica, en principio, en la posición de cualquier acreedor que pretende el cobro de lo que le es
adeudado.
Para un acreedor particular la acreencia surge normalmente de un vínculo negocial con el deudor. En cambio, el
acreedor fisco, en ejercicio de su supremacía establece previamente los sujetos P de la obligación mediante una sanción
legal, la cual nunca será por ello voluntaria. Sin embargo, luego de creado el tributo, la relación que surge es de derecho
y no ya de fuerza como al instaurarlo. El poder coactivo posterior del fisco es el que normalmente surge de todas
aquellas normas que imponen obligaciones pecuniarias.

Limitaciones a la Potestad Tributaria: la potestad tributaria debe ser íntegramente ejercida por medio de normas
legales (Principio de legalidad), que es el límite formal respecto al sistema de producción de esa norma. También se
incorpora como límite el Principio de la Capacidad Contributiva que constituye el límite material en cuanto al contenido
de la norma tributaria.
Cuando el estado se convierte en el titular de un derecho subjetivo tributario, frente a él tendrá a obligados a dar, hacer
o no hacer. Caso contrario, el estado tendrá frente a sí, a un conjunto de sujetos indeterminados. Las cláusulas
constitucionales no solo limitan directamente la potestad tributaria, es decir, mediante preceptos específicamente
referidos a tributos, sino que también lo hacen en forma indirecta y en cuanto garantizan otros derechos como, por ej:
el de propiedad, el de ejercer comercios o industrias lícitas, el de transitar libremente por el territorio del país.

El Programa Constitucional
La CN es un conjunto de principios y de normas que forman un sistema orgánico, en el cual todos y cada uno de tales
principios y normas están estrechamente vinculados, de manera que no se debe hacer una interpretación aislada, sino
en función del sistema.
La interpretación de la CN no debe hacerse poniendo frente a frente las facultades enumeradas por ella, para que se
destruyan recíprocamente, sino armonizándolas. Las grandes metas de la política del estado están fijadas en el
Preámbulo de la Constitución.
El programa constitucional ilumina y condiciona de tal manera las concretas instituciones jurídicas, que éstas, para
responder a criterios de justicia, no deben estar sólo al servicio de los fines y objetivos constitucionales. De ahí la
necesidad de que el análisis del programa constitucional haya de constituir en el futuro uno de los puntos básicos en la
elaboración doctrinal de los estudiosos de cualquier ciencia jurídica. Desde esta perspectiva, la CN se nos presenta como
un instrumento no exclusivamente regulador de los principios cardinales de la organización y funcionamiento del
gobierno, sino, esencialmente, de restricción de poderes en amparo y garantía de la libertad individual.

La Constitución Formal y Material


La Constitución material es un orden real de conductas de reparto que tiene ejemplaridad, lo que significa que
funcionan como modelo, engendrando o pudiendo engendrar seguimiento, y que disponen de una viabilidad de
repetición que las generaliza, o sea que tienen vigencia sociológica, pudiendo estar formuladas expresamente o no. La
Constitución material puede coincidir con la formal, y ello acontece cuando ésta tiene vigencia sociológica, funciona y se
aplica; pero también pueden existir discrepancias u oposición entre una y otra.
La situación que suscita grandes controversias se presenta en materia económica, en donde casi todas las normas de
contenido constitucional que integran la constitución material, se encuentran en discrepancia con la Constitución formal

Régimen Tributario en la Constitución Nacional


Conforme el art 1 CN, la Nación Argentina adopta para su gobierno el sistema federal, lo que implica que el poder está
distribuido territorialmente entre órganos regionales que coexisten con el Estado federal en un contexto de relaciones
interestatales (entre estados).
A partir de 1853, por imperio de la CN, las provincias se organizaron en un Estado federal, manteniendo ellas su
autonomía, es decir, que están capacitadas para establecer sus propias instituciones siempre y cuando sean conformes
a la CN.
En el marco de relaciones interestaduales se pueden apreciar relaciones jurídico políticas de distinto tipo:
● Relaciones de Subordinación: previstas en los arts 5, 31 y 128 por los cuales el orden federal tiene prelación
sobre los provinciales, debiendo seguir las constituciones provinciales las pautas fijadas en la CN.
● Relaciones de Participación: por el hecho de que las provincias se han reservado su derecho en la formación de la
leyes a través de su representación en la Cámara de Senadores de la Nación.
● Relaciones de Exclusión: por las cuales se dan situaciones en que el Estado Nacional o las provincias tienen
facultades exclusivas y excluyentes, no pudiendo interferirse recíprocamente.
● Relaciones de Concurrencia: cuando ambos órdenes cuentan con iguales atribuciones que pueden ser ejercidas al
mismo tiempo.
En materia de potestades tributarias nos encontramos tanto con relaciones de exclusión como de concurrencia.

Este tema lo vas a encontrar en el libro de Catalina García Vizcaíno. El capítulo VI trata la temática del Derecho Tributario Constitucional. Si bien
cuenta con muchas páginas no hay que desesperar que por ahora sólo utilizaremos algunos apartados del mismo.
Es importante que repases el apartado 1 ya que ahí la autora explica conceptos que vimos en "Impuestos I" y puede ser que ya se hayan olvidado.
Algo mencionamos en el punto anterior pero tenes que recordar fundamentalmente la diferencia entre soberanía y poder de imperio y la definición
de poder o potestad tributaria.
Un tema que también vas a tener que recodar en todo momento es la consecuencia o contrapartida que resulta del poder de imponer, que no es otra
cosa que el poder de eximir o desgravar de la carga tributaria. Un problema que se plantea en torno a la faculta de eximir de la carga tributaria es a
quién le corresponde, es decir, cuál es la autoridad que puede disponerla y en qué medida y condiciones.
Resulta claro que si la CN delega en el congreso la facultad de imponer contribuciones y en la Cámara de Diputados la
iniciativa de las mismas, la facultad de eximir de tributos no puede estar en cabeza de otro órgano que no sea el propio
Congreso.

El art 75 inc 18 autoriza al Congreso a proveer lo conducente a la prosperidad del país, al adelanto y bienestar de todas
las provincias, y al progreso de la ilustración, promoviendo diversas actividades mediante leyes protectoras de estos
fines y por concesiones temporales de privilegios y recompensas de estímulo.

Delegar la facultad de eximir en el PE es indirectamente delegarle el poder de imposición ya que puede arbitrariamente
vía eximición establecer el alcance personal o espacial de un tributo o hasta eliminarlo.

En la exención el legislador elimina las consecuencias del tributo para ciertos casos. Si bien el hecho imponible se
materializa, la obligación tributaria nace por un importe menor o incluso es eliminada. Por lo tanto el hecho exento no
se opone al hecho imponible, ambos son idénticos, sólo que en el 1ero la obligación tributaria no se materializa.
Consecuencia de ello es que en los presupuestos de la administración pública las exenciones aparecen como gastos o
erogaciones a realizar por el Estado.

Es indudable que las exenciones implican limitaciones a los principios de generalidad e igualdad en la tributación por lo
que se hace imprescindible que la facultad de otorgar exenciones no sea omnímoda ni se practique con
discrecionalidad, su establecimiento debe fundarse en una necesidad de bien público, estar establecida legalmente y
debe provenir de una manifestación expresa de voluntad del legislador y no de meras inferencias. Dicho de otro modo,
deben establecerse en forma taxativa e interpretarse en forma estricta.
Bueno, continuando con el asunto de las facultades tributarias, el apartado 2 del libro de García Vizcaíno es fundamental. Arranca con la distinción entre poder
tributario originario y derivado, tema que vimos en "Impuestos I" cuando analizamos la discusión entre los grandes maestros del derecho tributario nacional, Dino
Jarach y Carlos María Giuliani Fonrouge.
En cuanto a la "Distribución del poder tributario en el derecho constitucional argentino", la autora analiza el art. 75 incisos 1 y 2, y el 123 de la CN. Si bien todo el
resto del capítulo es importante, por ahora, podrás detenerte al llegar al cuadro resumen que hace la autora respecto de las facultades tributarias de la Nación y las
provincias.

Régimen de Coparticipación Tributaria.


Después de una 1era etapa donde se mantuvo una “separación de hecho de las fuentes tributarias” (1853-1890) en la
que el Estado Nacional recaudaba casi exclusivamente las “rentas de aduana”, se verificó un avance del Estado Nacional
sobre la tributación indirecta como efecto derivado de la crisis de 1890. Así se abre un período de “concurrencia de
hecho de las fuentes tributarias” (1891- 1934): el Estado Nacional además de los impuestos al Comercio Exterior,
cobraba “impuestos internos”, de manera que las Provincias y la Nación gravaban “concurrentemente” el comercio
interior a través de impuestos indirectos.
La crisis de 1930 termina de hacer estallar la distribución de potestades tributarias previstas en la CN: hacia 1929
todavía el 60% de los recursos ordinarios del Gobierno Nacional provenían de los gravámenes aduaneros y portuarios. la
brusca caída del comercio exterior de esos años impactó directamente sobre los recursos federales, forzando a un
nuevo avance sobre las fuentes de imposición.
En este contexto hacen su aparición en el escenario nacional los antecedentes directos del actual régimen de
coparticipación: las leyes 12.143 y 12.147 prevén la coparticipación de los nuevos impuestos nacionales a partir de
1935, como compensación de la Nación a las Provincias por la utilización de fuentes tributarias concurrentes.

Adicionalmente en 1934 se sancionó la ley 12.139 de “unificación de impuestos internos” que busca poner orden a un
panorama en el cual tanto la Nación como las Provincias gravaban al comercio interior con impuestos indirectos,
generando problemas de coordinación y de doble imposición. Esta ley implicaba la unificación de los denominados
impuestos internos en el sentido de que pasaban a ser recaudados por el Estado Nacional mientras que las Provincias se
comprometían a derogar los impuestos existentes de carácter similar (y a no crear nuevos). Como compensación
participaban del producido a través de un régimen de coparticipación.
Sobre esta base inicial continuaron evolucionando distintos regímenes de reparto de recursos tributarios a medida que
se creaban nuevos impuestos o se redefinían las distribuciones de los existentes. No se trataba de un régimen único sino
de diversos regímenes de coparticipación, dispersos en las diversas leyes que creaban, prorrogaban o modificaban Imp.

El sistema de coparticipación resultó una solución para canalizar la “presión” que la realidad comenzó a ejercer sobre el
marco constitucional. Así se pudo mantener el funcionamiento del sistema federal argentino dentro de límites de
relativa legalidad, bien que forzando las determinaciones constitucionales.

Este desfasaje entre la letra de la ley y la práctica de la acción de gobierno es corregido en la reforma constitucional de
1994, que “blanquea” la existencia de estos regímenes de coparticipación y consagra constitucionalmente gran parte de
las soluciones encontradas desde 1935 hasta entonces.

La ley 23.548 de 1988, establece el sistema de transferencia de recursos recaudados por la Nación hacia las provincias.
Al igual que su antecesora la ley 20.221, esta ley establece un régimen único de coparticipación que incluye al grueso de
la recaudación nacional. Es una “ley convenio” en el sentido de que la participación en el régimen de coparticipación
requiere adhesión expresa de cada una de las Provincias (art 16). Todas las provincias argentinas adhirieron (participan
en el régimen) a través de las correspondientes leyes provinciales.

En su art 2 establece que la masa coparticipable está compuesta por todos los impuestos nacionales existentes o a
crearse, exceptuando los aduaneros y aquellos que tengan asignación específica o un sistema particular de distribución
entre Nación y provincias.

Una vez definida la masa coparticipable se procede a una 1era gran distribución (Distribución Primaria) que según la ley
23.548 es:
a) 42.34% a la Nación.
b) 54.66% a las provincias.
c) 1% al Fondo de Aportes del Tesoro Nacional a las Provincias.
Definida la parte de la masa correspondiente al conjunto de las Provincias debe establecerse el reparto entre ellas,
llamado Distribución Secundaria.

El Cap II de la ley 23.548 trata de las obligaciones emergentes de ésta, prohibiendo a provincias y municipalidades la
aplicación de impuestos "análogos" a los coparticipados. De hecho, los principales impuestos provinciales y/o
municipales (Inmobiliario, sobre IIBB, sobre la propiedad Automotor y de Sellos) son exceptuados de los requerimientos
generales de la ley y así se explica su existencia actual. En el caso de los impuestos de Sellos y sobre los IIBB se establece
directamente una serie de requisitos a los que deberán ajustarse.

Sin embargo, con posterioridad las provincias y Nación celebraron el denominado Pacto Federal para el Empleo, la
Producción y el Crecimiento en 1993 por el cual las provincias se comprometían a derogar el impuesto de sellos y
algunos otros específicos y a disponer exenciones en el IIBB para actividades como la producción primaria, producción
de bienes, construcción de inmuebles, etc. y la Nación se comprometía, entre otras cosas, a eliminar el impuesto sobre
los activos y reducir los costos laborales. Si bien mantiene su vigencia, ninguno de los firmantes ha mantenido los
compromisos asumidos. En este contexto se desarrolla el proceso que culmina en la Reforma Constitucional de 1994.
En el 1er párrafo de la nueva redacción del inc 2) se sanja definitivamente la discusión sobre el carácter concurrente de
las potestades tributarias nacionales y provinciales sobre los impuestos indirectos. Se mantiene la redacción del antiguo
art 67 respecto de las “contribuciones” directas. Se deja perfectamente aclarado de que todos estos impuestos son
coparticipables.

Así el régimen de coparticipación, después de casi 60 años de existencia en el límite de la constitucionalidad, adquiere
explícitamente el rango de “institución constitucional”, eje de la convivencia y coordinación financiera entre niveles de
gobierno en nuestro país.

En un sistema de recaudación y reparto como el argentino, las Provincias necesitan de garantías dadas la asimetría
inicial de su posición respecto de la Nación: es el nivel nacional el que recauda y debe girarle a las Provincias. De manera
que el “blanqueo” constitucional del régimen de coparticipación y de ciertas figuras utilizadas desde hace tiempo pero
sin una definición legal precisa -como “ley convenio”-, así como la definición del Senado como Cámara de origen de
ésta, contribuyen a reforzar el sistema y garantizar a las Provincias una parte vital de sus recursos.

Potestad Tributaria Municipal. Alcance.


El art 5 CN dispone que cada provincia dicte su Constitución bajo el sistema representativo republicano de gobierno, de
acuerdo con los principios, declaraciones y garantías que aquélla establece, imponiéndole a las provincias el deber de
asegurar el régimen municipal, la administración de justicia y la educación primaria. La importancia que le otorga al
régimen municipal se pone de manifiesto en que sólo bajo estas condiciones el gobierno federal garantiza a las
provincias el goce y ejercicio de sus instituciones.
La CSJN al prefijar el ámbito de actuación del municipio, ha expresado que “el régimen municipal que los constituyentes
reconocieron como esencial base de la organización política argentina, al consagrarlo como requisito de la autonomía
provincial, consiste en la administración de aquellas materias que conciernen únicamente a los habitantes del distrito o
lugar particular, sin que afecte directamente a la Nación en su conjunto, y por lo tanto, debe estar investido de la
capacidad necesaria para fijar las normas de buena vecindad, ornato, higiene, vialidad, moralidad, etc. y del poder de
preceptuar sanciones correccionales para las infracciones de las mismas”.
El art 123 CN, conforme la reforma de 1994, constituye la culminación del reconocimiento de la autonomía de los
municipios de provincia al disponer que “cada provincia dicta su propia constitución, conforme lo dispuesto por el art 5
asegurando la autonomía municipal y reglando su alcance y contenido en el orden institucional, político, administrativo,
económico y financiero”.
El alcance de la autonomía municipal viene entonces determinado por lo que dispongan las constituciones y leyes
provinciales. Por ello, en la medida en que los municipios ejerzan facultades no otorgadas por las normas locales,
estableciendo tributos, excediendo sus competencias, procede declarar su inconstitucionalidad.

A contrario las provincias no podrán desnaturalizar la esencia autonómica de los municipios, privándolos de los medios
indispensables para el cumplimiento de los fines que les asignen las constituciones y leyes provinciales.

En la Constitución de Corrientes el Gobierno Municipal está reglado a partir del art 216 donde dispone que “Esta
Constitución reconoce la existencia del municipio como una comunidad de derecho natural y sociopolítica, fundada en
relaciones estables de vecindad y como una entidad autónoma en lo político, administrativo, económico, financiero e
institucional. Su gobierno es ejercido con independencia de todo otro poder, de conformidad con las prescripciones de
esta Constitución y de las Cartas Orgánicas Municipales o de la Ley Orgánica de Municipalidades, en su caso. Ninguna
autoridad puede vulnerar la autonomía municipal consagrada en esta Constitución y en caso de normativa
contradictoria prevalece la legislación del municipio en materia específicamente local”.

El art 225 dispone las materias y competencias municipales, estableciendo que los municipios tienen las atribuciones
expresas e implícitas que se derivan de la CN, de la ley y de la naturaleza institucional de su competencia local, haciendo
además una enumeración de los deberes y atribuciones específicos del municipio.

En lo que se refiere a los recursos, el art 229 dispone que son recursos propios sin perjuicio de otros establecidos por
ley o por convenio, los siguientes:
1) Tasas por servicios, impuestos, derechos, patentes, licencias, contribuciones por mejoras, multas y recargos por
contravenciones, y todo ingreso originado por actos de disposición, administración o explotación de su patrimonio,
respetando la armonización con los regímenes provincial y nacional.
2) El impuesto a los automotores y otros rodados, y el impuesto inmobiliario urbano y suburbano o subrural,
unificando las valuaciones y condiciones de cobro en todo el territorio provincial conforme lo determine la ley.
3) La participación en los ingresos de la Provincia en concepto de impuestos, tasas y derechos internos, la que
nunca será inferior al 15% ni superior al 50% de dichos ingresos.
4) La participación en los ingresos de la provincia provenientes de la coparticipación de fondos nacionales sin
asignación específica, la que nunca será inferior al 15% ni superior al 50 % de dichos ingresos.
5) La participación en regalías, derechos o tributos en general percibidos por la Provincia y la Nación por
explotación de los recursos naturales de su jurisdicción, la que nunca será inferior al 15% ni superior al 50% de
dichos ingresos.
6) Otros tributos cuya percepción delegue el Estado Provincial, en la proporción que fije la ley.
7) Todos los demás recursos que la ley atribuya a los municipios. Los recursos establecidos en los incisos 3), 4) y 5)
de este art serán remitidos a los municipios en forma no condicionada, automática y diaria, conforme a parámetros
establecidos por ley.

Limitaciones Constitucionales a las potestades tributarias municipales.


En la CN encontramos limitaciones a las potestades tributarias provinciales y municipales tanto de manera explícita
como implícita.
La jerarquía normativa dispuesta por el art. 31 CN es una de ellas al disponer que la Constitución Nacional y las leyes del
Congreso son la ley suprema de la nación por lo que las normas inferiores deben adecuarse a sus principios. Sobre este
tema se ha discutido la facultad del Congreso de eximir de impuestos no sólo nacionales sino también provinciales y
municipales a determinados sujetos, materias o emprendimientos en razón de la actividad, inversión, etc.
Spisso[6] advierte una firme e invariable jurisprudencia de la CSJN en el sentido de reconocer al Congreso la facultad de
eximir, en determinados supuestos, el pago de tributos locales, revistiendo el carácter de leading case la causa
“Ferrocarril Central Argentino vs. Pcia de Santa Fe s/repetición de pago indebido” del 03/07/1897 donde se estableció
que el privilegio de la exención de tributos locales es perfectamente constitucional porque no importa sino el ejercicio
de una facultad del PL, cuyas disposiciones priman sobre cualquier otra que puedan disponer las constituciones y leyes
provinciales.

No obstante lo antes mencionado la Corte fue atenuando la rigidez de su primer pronunciamiento instituyendo que tal
facultad no puede entenderse con carácter indiscriminado y absoluto sino que debe responder a la naturaleza de la
actividad que se pretende eximir y la índole del tributo.

En el caso de los establecimientos de utilidad nacional, con la reforma de 1994 se especifica que la jurisdicción federal
sobre los establecimientos de utilidad nacional no obsta al ejercicio por las provincias y sus municipalidades de los
poderes de policía en tanto no interfieran en el cumplimiento de los fines específicos de ellos.

Por el art. 75 inc. 13 corresponde al Congreso de la Nación reglar el comercio con las naciones extranjeras y de las
provincias entre sí. En función a ello la Corte invalidó tributos que incidían sobre el comercio interprovincial o
internacional, aunque no fueran discriminatorios en disfavor de dicho comercio y no se aplicaran en ocasión de la
entrada o salida de un producto de jurisdicción provincial. Sin embargo, esta posición fue superada en “Transportes
Vidal” de 1984. Allí la Corte puntualizó que la protección o inmunidad que los arts. 9, 10, 11 y 75 inc. 13 CN, acuerdan al
comercio interprovincial e internacional, es la necesaria para evitar medidas, a través de las cuales se pueda condicionar
su curso, discriminar en su contra o someterlo a regulaciones múltiples que lo obstruyan o encarezcan, o entorpezcan
una determinada política nacional.

Por el art. 75 inc 12 es atribución del Congreso de la Nación dictar los Códigos Civil, Comercial, Penal, de Minería, y del
Trabajo y Seguridad Social, en cuerpos unificados o separados, sin que tales códigos alteren las jurisdicciones locales,
correspondiendo su aplicación a los tribunales federales o provinciales, según que las cosas o las personas cayeren bajo
sus respectivas jurisdicciones; y especialmente leyes generales para toda la Nación sobre naturalización y nacionalidad,
con sujeción al principio de nacionalidad natural y por opción en beneficio de la argentina: así como sobre bancarrotas,
sobre falsificación de la moneda corriente y documentos públicos del Estado, y las que requiera el establecimiento del
juicio por jurados.
La cuestión debatida es si los códigos de fondo condicionan por razones de subordinación del art 31 CN a las normas del
derecho tributario provincial y municipal. La CSJN en la postura que prevalece actualmente sostiene que el derecho
común dictado por el Congreso Nacional sólo se proyecta más allá de la competencia de los códigos de fondo cuando
define principios básicos del ordenamiento jurídico. Sin embargo en materia de prescripción y repetición de tributos la
propia Corte ha dado relevancia a las previsiones del Código Civil por sobre las normas del derecho público provincial y
municipal.
Otra limitación se encuentra en el art 75 inc 2 y 3 al tratar de la coparticipación tributaria. A través de la adhesión de las
provincias al régimen de coparticipación y a los pactos federales que los complementan, asumen por sí y por sus
municipalidades los compromisos firmados. Lo que no pueden hacer es vía pactos federales privar a sus comunas de sus
atributos esenciales cercenando su autonomía reconocida constitucionalmente, más sí fijar el alcance y grado de su
poder tributario.
Cabe mencionar el Convenio Multilateral por el cual se legisló en su art 35 que las municipalidades podrán gravar en
concepto de tributos únicamente la parte de ingresos brutos atribuibles a sus fiscos provinciales como resultado de la
aplicación del Convenio. A su vez la distribución entre los distintos municipios dentro de una provincia deberá hacerse
de acuerdo con las disposiciones del Convenio.

Principios Constitucionales
La CN prevé determinados límites al ejercicio de la potestad tributaria, los cuales permiten que el ejercicio por parte del
Estado sea constitucionalmente legítimo y, por otro lado, garantiza que no sea ejercida arbitrariamente y en detrimento
de los derechos fundamentales de las personas.
Los principios constitucionales tributarios son límites al ejercicio de la potestad tributaria, pero también son garantías
de las personas frente a esa potestad; de ahí que dicho ejercicio será legítimo y justo en la medida que su ejercicio se
realice en observancia de los principios constitucionales que están previstos en la CN.
Los principios tributarios tienen que ver con la preservación de la libertad, siendo conformadores de derechos de los
contribuyentes frente al Estado y su Administración, derechos públicos subjetivos que deben garantizarse a partir de
remedios eficaces. Es por ello que las normas tributarias dictadas en violación a tales principios, se hallan viciadas de
invalidez y pueden ser discutidas.

Toda norma o accionar de los organismos públicos deben considerar a la CN como base y fundamento de sus decisiones,
lo cual implica que:
1. dado que la CN es norma superior habrán de examinar con ella todas las leyes y cualesquiera normas
para comprobar si son o no conformes con la norma constitucional;
2. habrán de aplicar la norma constitucional para extraer de ella la solución del litigio o, en general, para
configurar de un modo u otro una situación jurídica;
3. habrán de interpretar todo el ordenamiento conforme a la CN.

Seguridad Jurídica: Es la garantía dada por el Estado al individuo de modo que su persona, sus bienes y sus derechos,
no serán violentados. Si esto sucediera, le serán asegurados por la sociedad, la protección y reparación de los mismos.
Es la “certeza del derecho” de que su situación jurídica no se verá modificada más allá de procedimientos legalmente
establecidos.
La certeza expresa que el impuesto que cada individuo está obligado a pagar, "debe ser cierto y no arbitrario. El tiempo
de pago, la forma de pago, la cantidad a pagar: todo esto debe ser claro y preciso para el contribuyente y para cualquier
otra persona". La certeza de lo que cada uno debe pagar "es, en materia de impuestos, de tanta importancia, que puede
decirse, según me parece se deriva de la experiencia de todas las naciones, que un grado muy considerable de desigualdad
no es tan peligroso como un pequeñísimo grado de incertidumbre".

"Del ordenamiento jurídico querido por Dios deriva el inalienable derecho del hombre a la seguridad jurídica y, con ello,
a una esfera concreta de derecho, protegida contra todo ataque arbitrario"

Si bien la historia moderna del Derecho Tributario, como disciplina científica, puede ubicar un punto de referencia a la seguridad
jurídica en la obra del profesor Ranelletti, del año 1898, en el campo de la Ciencia Económica encontramos algunos aportes que, al
menos, nos aproximan a dicha regla a través de la exigencia de certeza. Así, Adam Smith recogió, en el año 1776, en la 2ª parte del
Libro V de su "Indagación acerca de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones", 4 cánones impositivos que habrían de
invocarse después bajo su nombre en incontables ocasiones, a saber: economía, certeza, comodidad y justicia.

El aludido principio, ya con un alcance mucho más amplio, logró difusión con el Iluminismo y la Revolución Francesa y es así que la
Asamblea, el 26/08/1789, al proclamar la "Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano" hizo su introducción con el
siguiente postulado: "Los Representantes del Pueblo Francés, constituidos en Asamblea Nacional, comprendiendo que la ignorancia,
el olvido o el desprecio de los derechos del hombre son la sola causa de la infelicidad pública y de la corrupción del Gobierno, han
resuelto exponer en una declaración solemne los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre, a fin de que esta declaración,
constantemente presente para todos los miembros del cuerpo social, les recuerde sus derechos y sus deberes; a fin de que los actos del
PL y del PE, pudiendo en todo instante ser comparados con el objeto de toda institución política, sean mayormente respetados, y a fin
de que las reclamaciones de los ciudadanos, fundadas desde ahora en principios simples e incontestables, tiendan siempre al
mantenimiento de la Constitución y a la felicidad de todos" .

Precedido de tales consideraciones, por el art 2 se señaló: "El objeto de toda sociedad política es la conservación de los
derechos naturales e imprescriptibles del hombre. Estos derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia
a la opresión".
Según Fernando Sainz de Bujanda, puede sostenerse que "la seguridad, en su doble manifestación (certidumbre del
Derecho y eliminación de la arbitrariedad) ha de considerarse ineludiblemente en función de la legalidad y de la justicia.
Esta última y la seguridad son valores que se fundamentan mutuamente y que, a su vez, necesitan de la legalidad para
articularse de modo eficaz" .
Según Geraldo Ataliba, el Derecho es por excelencia instrumento de seguridad jurídica, es el que asegura a gobernantes
y gobernados sus recíprocos derechos y deberes, haciendo viable la vida social. Por ello puede predicarse que cuanto más
segura jurídicamente es una sociedad, tanto es más civilizada. El mismo autor, citando a Alberto Xavier, señala que habrá
seguridad jurídica donde haya una rigurosa delimitación de las esferas jurídicas y sobre todo cuando ello ocurra en el
derecho público, como sólido pilar de los derechos subjetivos privados -libertad y propiedad- y no quede lugar para lo
contingente y arbitrario.
Para Agustín Gordillo, la seguridad jurídica demanda: 1) que la Administración respete la ley; y 2) que el legislador respete
la CN, dado que ya no basta que la Administración esté sometida a la ley, sino que es también necesario que la ley esté
sometida a la CN, que haya un orden jurídico superior al mismo legislador, superando así el dogma de la soberanía popular
por la soberanía del pueblo en la CN.

La seguridad jurídica aparece en el marco constitucional (ideario de fines del siglo 18 como consecuencia de las
revoluciones francesa y norteamericana), a través de varios principios que la expresan, delimitan y le dan sentido. Ellos
han sido, según Geraldo Ataliba:
● La supresión de la incertidumbre y de la sorpresa en el obrar estatal.
● La certeza del Derecho.
● El consentimiento en la formación de la ley.
● La representatividad de los gobernantes.
● La lealtad del Estado que se expresa en el estándar anglosajón del "debido proceso legal".
● La previsibilidad del Derecho y de las consecuencias jurídicas que se derivan del obrar de los particulares.
● La protección de la confianza (Paulick, H. Kruse, Hensel).
● La interdicción de la arbitrariedad.
La seguridad jurídica se instrumenta a través de sus principios: generalidad, igualdad (como equivalente en la doctrina
brasileña a "isonomía"), tipicidad y legalidad, conformando un tejido impermeable y coherente en el cual dichas reglas se
coordinan como sistema, se interpretan recíprocamente y conforman una unidad.

Legalidad: significa que no puede haber tributo sin ley previa que lo establezca (“Nullum tributum sine lege”- No hay
tributo sin ley).
Los tributos se deben establecer por medio de leyes, tanto desde el punto de vista material como formal, es decir,
por medio de disposiciones de carácter general, abstractas, impersonales y emanadas del PL.
Según García Belsunce, este principio constituye una garantía esencial en el derecho constitucional tributario, en cuya
virtud se requiere que todo tributo sea sancionado por una ley (que es una disposición que emana del órgano
constitucional que tiene la potestad legislativa conforme a los procedimientos establecidos por la CN para la sanción
de las leyes y que contiene una norma jurídica).
Tiene su fundamento en la necesidad de proteger a los contribuyentes en su derecho de propiedad, ya que los
tributos significan restricciones a ese derecho, donde se sustrae, en virtud del Estado, algo del patrimonio de los
particulares. En el estado de derecho ello no es legítimo, si no se obtiene por decisión de los órganos representativos
de la soberanía popular. Se trata de invasiones del poder público en las riquezas particulares, y en los estados de
derecho estas invasiones pueden hacerse únicamente por medio del instrumento legal, es decir, la ley.
Implica la imposibilidad que se creen impuestos y exenciones por analogía, o que se deroguen obligaciones
tributarias nacidas de la ley por acuerdo entre particulares, ni entre éstos y el Estado. Abarca la prohibición de crear
nuevos sujetos alcanzados por el impuesto, modificar exenciones, establecer ilícitos, sin la existencia de ley. Respecto
del derecho tributario administrativo, los organismos recaudadores no pueden actuar discrecionalmente, en tanto
que el procedimiento de determinación tributaria debe ser reglado, con una discrecionalidad razonable dentro de los
límites legales.

El art 17 CN establece que sólo el Congreso impone las contribuciones que se expresan en el art 4, sentando que los
tributos deben ser creados por ley formal. El art 52 establece que es la Cámara de Diputados a quien le compete
exclusivamente la iniciativa de las leyes sobre contribuciones. El art 19 dispone que nadie está obligado a hacer lo que
la ley no mande ni privado a hacer lo que la ley no prohíba.
El art 75 al referirse a las atribuciones conferidas al Congreso de la Nación dispone que es competencia de éste
establecer los derechos de importación y exportación (inc. 1), imponer contribuciones indirectas como facultad
concurrente con las provincias, y contribuciones directas por tiempo determinado, siempre que la defensa, seguridad
común y bien general del Estado lo exijan (inc 2). Las limitaciones mencionadas para establecer las contribuciones
directas, tienen fundamento en que éstas le compete en principio y en carácter permanente a las provincias.
El principio de legalidad constituye una garantía del derecho relativo de propiedad de los individuos frente a la
Administración, esencial en una forma republicana y democrática de gobierno, en tanto sólo a través de la voluntad
popular expresada por sus representantes, los legisladores, al sancionar una ley, se admite que el Estado detraiga una
porción del patrimonio de los particulares para cubrir los gastos que le demanda el cumplimiento de sus fines. Esta
posición sostuvo la CSJN en la causa “Video Club Dream c/ Instituto Nacional de Cinematografía s/amparo”.

Ha dicho la CSJN que el cobro de un impuesto sin ley que lo autorice es una exacción o un despojo que viola el
derecho de propiedad reconocido en el art 17 de la CN.
Asimismo, se encuentran prohibidas las normas genéricas que no precisen los elementos básicos y estructurales del
tributo, como los sujetos alcanzados y el hecho imponible. Al respecto el TSJ ha sostenido desde antiguo la necesidad
de que el Estado prescriba claramente los gravámenes y exenciones para que los contribuyentes puedan fácilmente
ajustar la conducta fiscal en materia tributaria.
En este sentido, Villegas sostiene que la ley debe contener por lo menos los elementos básicos y estructurales del
tributo, a saber: 1) configuración del hecho imponible que hace nacer la obligación tributaria; 2) la atribución del
crédito tributario a un sujeto activo determinado; 3) la determinación como sujeto pasivo de aquel a quien se
atribuye el acaecimiento del hecho imponible (contribuyente) o la responsabilidad por deuda ajena (responsable); 4)
los elementos necesarios para la determinación del quantum, es decir, base imponible y alícuota; 5) las exenciones
neutralizadoras de los efectos del hecho imponible, así como 6) la configuración de infracciones tributarias y la
imposición de sanciones, y 7) el procedimiento de determinación.

En el fallo “Bertellotti, Oscar”, la Corte sostuvo que no cabe aceptar la analogía en la interpretación de las normas
tributarias materiales para extender el derecho más allá de lo previsto por el legislador, ni para imponer una
obligación, atendiendo a la naturaleza de las obligaciones fiscales donde rige el principio de reserva o legalidad.
El máximo Tribunal también ha dicho que el principio de legalidad exige una ley formal que tipifique el hecho que se
considere imponible, y que constituya la posterior causa de la obligación tributaria.

En 2009, en “Apache Energía Argentina SRL c/ Provincia de Rio Negro”, reafirmó al principio de legalidad como una
garantía sustancial en el campo del derecho tributario, “en el que sólo la ley debe establecer todos los aspectos
relativos a la existencia, estructura y cuantía de la obligación tributaria; esfera donde la competencia del PL es
exclusiva (…)”.

La Corte en los autos “Banco de la Nación Argentina c/ Provincia de Córdoba”, ha reiterado el principio de legalidad
afirmando que “El principio de legalidad que rige en la materia –confr. art 4°, 17° y 75°, inciso 2°, de la CN y art 104,
inc 32 de la Constitución de Córdoba- impide que se exija un tributo en supuestos que no estén expresamente
contemplados por la ley (Causa N.197.XXXVII “Nación Administradora de Fondos de Jubilaciones y Pensiones S.A.
c/Salta, Provincia de s/ acción declarativa”).

Irretroactividad: Las leyes rigen, en principio, para el futuro, por razones de certeza y seguridad jurídica. El art 7 del
CCyC establece que las leyes se aplicarán a partir de su entrada en vigencia a las consecuencias de las relaciones y a
las situaciones jurídicas existentes. No tienen efecto retroactivo, sean o no de orden público, salvo disposición en
contrario. Dispone que la retroactividad establecida por ley en ningún caso podrá afectar derechos amparados por
garantías constitucionales.
La mayoría de la doctrina considera inconstitucionales a las leyes retroactivas en cuanto a tributos, aunque la CN no
se refiere expresamente a la irretroactividad de la ley tributaria.
Por regla general se ha sostenido que sólo se cumple con el principio de legalidad cuando el particular conoce de
antemano su obligación de tributar y los elementos de mensuración, sin perjuicio de que una ley pueda afectar
consecuencias aún no producidas al momento de su entrada en vigencia.
La Dra. García Vizaíno distingue 2 tipos de retroactividad en la tributación. La retroactividad propia, en la que la ley
nueva alcanza a hechos pertenecientes al pasado ya ocurridos, o sea, situaciones que se han configurado en su totalidad
antes de la entrada en vigencia de la ley. La retroactividad impropia, o pseudo retroactividad, cuando la ley es aplicada
a situaciones o relaciones jurídicas actuales, no concluidas al momento de su entrada en vigor, por ej: los hechos
imponibles de ejercicio. Este último tipo es, en general, aceptado por los tribunales constitucionales.
El Máximo Tribunal ha aclarado que cuando se trate de las denominadas leyes aclaratorias en materia fiscal, éstas no
pueden ser consideradas como tales si incluyen nuevas hipótesis no previstas en la norma legal interpretada. Lo
contrario sería no respetar el principio de irretroactividad (CSJN, “Juan F. Fullana SA” y “Valot, Eduardo A”).
Libro Osvaldo
En general, la doctrina judicial ha admitido la posibilidad que las normas tributarias sustantivas sean retroactivas.

Capacidad Contributiva: es la aptitud de un sujeto P de obligaciones tributarias, y financiar con ellas los gastos del
estado, de acuerdo a la capacidad económica de cada contribuyente, como consecuencia del principio de igualdad.
Es el límite material en cuanto al contenido de la norma tributaria, garantizando su “justicia y razonabilidad”.
En Argentina se habla de una “igualdad fiscal” que estaría contenida en la fórmula según la cual “la igualdad es la base
del impuesto”, y que sería aplicación específica de la “igualdad general” derivada del precepto del párrafo 2do, y según
el cual “todos sus habitantes son iguales ante la ley”. El sentido de esa “igualdad fiscal” sería equivalente a “capacidad
contributiva”.
La igualdad a que se refiere la CN como “base” del impuesto, es la contribución de todos los habitantes del suelo
argentino según su aptitud patrimonial de prestación. La proporcionalidad se refiere a la cantidad de riqueza gravada
y la equidad, que se opone a la arbitrariedad y que se entiende cumplida cuando la imposición es justa y razonable. El
objetivo es que cada persona contribuya a la cobertura de las erogaciones estatales en “equitativa proporción” a su
aptitud económica de pago público, es decir, a su capacidad contributiva.
Según Bidart Campos “a igual capacidad tributaria con respecto a la misma riqueza, el impuesto debe ser, en las mismas
circunstancias, igual para todos los contribuyentes”
Según Fernando Sáinz de Bujanda, la capacidad contributiva supone en el sujeto tributario la titularidad de un
patrimonio o de una renta, aptos en cantidad y en calidad para hacer frente al pago del impuesto, una vez cubiertos los
gastos vitales e ineludibles del sujeto.
La capacidad contributiva no se encuentra consagrada expresamente en la CN, sino que surge implícitamente de los
arts. 4, 16, 17, 28, 33 y se relaciona con los principios de equidad, proporcionalidad y razonabilidad. Consiste en la
aptitud económico-social para contribuir al sostenimiento del Estado. La capacidad contributiva es única de cada sujeto.
No se reduce solamente a la apreciación económica del mismo, sino que a veces se conjugan fines extrafiscales, factores
de conveniencia y justicia social para la imposición, siempre con razonabilidad. Se manifiesta de 3 formas: en el
consumo, en la renta y en el capital. Contiene y supera a los conceptos de capacidad económica y/o capacidad de pago.

La capacidad contributiva tiene 4 implicancias fundamentales:


1) Requiere que todos los titulares de medios aptos para hacer frente al impuesto, deben contribuir en razón de
un tributo o de otro, salvo aquellos que por no contar con un nivel económico mínimo, quedan al margen de la
imposición.
2) El sistema tributario debe estructurarse de tal manera que los de mayor capacidad económica tengan una
participación más alta en las entradas tributarias del Estado.
3) No puede seleccionarse como hechos imponibles o bases imponibles, circunstancias o situaciones que no sean
abstractamente idóneas para reflejar capacidad contributiva.
4) En ningún caso el tributo o conjunto de tributos que recaiga sobre un contribuyente puede exceder la razonable
capacidad contributiva de las personas, ya que de lo contrario se está atentando contra la propiedad,
confiscándola ilegalmente.
La CN NO consagra en forma expresa el principio de capacidad contributiva, sí lo hace implícitamente.

Libro Osvaldo
La legalidad de los tributos requiere leyes que contemplen la capacidad contributiva del sujeto pasivo de la obligación
tributaria. El principio de igualdad determina que los tributos deben establecerse conforme a la capacidad
contributiva del llamado al pago. El principio de irretroactividad impide la creación de tributos para el pasado ya que
en tal momento podría no existir la capacidad de pago que pretende gravar el legislador. La presencia en el sistema
tributario de tributos que no contemplen la capacidad contributiva del sujeto pasivo transgrede la garantía
constitucional de la propiedad, ya que estaría afectando una parte sustancial de la renta o del patrimonio.

Generalidad: significa que cuando una persona (física o ideal) se encuentra en las condiciones que marcan, según la
ley, la aparición del deber de contribuir, este deber debe ser cumplido, cualquiera que sea el carácter del sujeto,
categoría social, sexo, nacionalidad, edad o estructura.
Este principio ordena que tributen todos los que están incluídos en el ámbito de la capacidad contributiva. No se trata
de que todos deban pagar tributos, sino que nadie debe ser eximido por privilegios personales, de clase, etc. El
gravamen se debe establecer de tal forma que cualquier persona, cuya situación coincida con la señalada como hecho
generador del tributo, debe quedar sujeta a él. La CSJN estableció que la generalidad es una condición esencial de la
tributación y que no es admisible que se grave a una parte de la población en beneficio de otra. El límite de la
generalidad está constituído por las exenciones y beneficios tributarios, conforme a las cuales ciertas personas no
tributan o tributan menos pese a configurarse. Estas exenciones y beneficios tienen carácter excepcional y se fundan
en razones económicas, sociales o políticas, pero nunca en razones de privilegios. La generalidad exige la no exención
(salvo motivos razonables) de quienes tengan capacidad contributiva.

Igualdad: el art 16 CN establece que todos los habitantes son iguales ante la ley, y que la igualdad es la base del
impuesto y las cargas públicas. Se refiere a la necesidad de asegurar el mismo tratamiento a quienes están en
análogas situaciones (igualdad de capacidad contributiva), excluyendo de toda discriminación arbitraria, injusta u
hostil contra determinadas personas o categorías de personas. Algunos lo vinculan con la capacidad contributiva,
otros con la generalidad o con la proporcionalidad.
Según Jarach, en nuestro país éste principio ha sido interpretado como un verdadero límite al poder fiscal y a su
ejercicio por parte del PL, con la consecuencia de que si éste lo viola, el PJ, como supremo intérprete de la CN, puede
invalidar la ley que infrinja este principio.
En 1875, la CSJN sostuvo que la igualdad no es un criterio matemático, preciso y absoluto, sino relativo. Las leyes
tributarias deben ser iguales en relación a quienes están en igualdad de condiciones. La Corte aceptó que este
criterio era aparentemente vago, pero estimó que este medio era eficaz para que en cada caso particular el PJ
examine el contenido de la garantía.
En el año 1923 la Corte aceptó la posibilidad de “distingos” en las leyes fiscales, siempre que estos distingos no
tengan propósitos determinados de hostilización o favorecimiento. Por ej: No es aceptable, que se hagan distinciones
impositivas según el color o la raza de las personas.
En 1926 la jurisprudencia afirmó que existe facultad de hacer distingos pero que esta facultad no debe ser
discrecional y arbitraria, sino razonable.
En época más reciente la CSJN estableció que el impuesto se funda en la capacidad contributiva. Según este criterio,
“igualdad” significa que deben existir impuestos del mismo monto ante condiciones iguales de capacidad
contributiva. Los distingos, para ser relevantes, deben tener su explicación lógica en esa diferente capacidad
contributiva.
La jurisprudencia de nuestro país ha admitido la posibilidad de hacer distingos entre los contribuyentes, siempre que
sean razonables y no arbitrarios. El criterio de la jurisprudencia establece que el principio de la igualdad exige trato
no dispar ante similitud de capacidad contributiva. No obstante, cuando el legislador adopte medidas impositivas en
procura de los objetivos del art 67 inc 16 de la CN (prosperidad, progreso y bienestar), puede disponer distingos en
tanto no sean arbitrarios, es decir, no obedezcan a propósitos de injusta persecución o indebido beneficio.
Esta garantía de igualdad defiende a todo contribuyente que se considere objeto de un distingo discriminatorio y
perjudicial, que no se funde en una diferente capacidad contributiva. De la misma manera, podrá invocarse que está
violado el principio de igualdad si se estima que hay diversidad de capacidades contributivas, no obstante lo cual, el
tratamiento impositivo es igual.
Libro Osvaldo
Con el objetivo de promover el bienestar general, los tributos deben reunir los requisitos de imparcialidad,
generalidad y uniformidad inherentes a la igualdad establecida en el art 16 CN. A los tributos debe establecérselos
conforme a un sistema de imparcialidad y uniformidad, a fin de distribuir la carga que ellos implican con justicia.
Según Giuliani Fonrouge, la aplicación de una igualdad numérica daría lugar a la mayor de las injusticias.
El principio de la igualdad consiste, en el derecho de cada uno de nosotros a que no se establezcan excepciones o
privilegios que excluyan a unos de lo que se concede a otros en iguales circunstancias. Se trata de una igualdad
relativa, la cual se alcanza “cuando en condiciones análogas se imponen tributos iguales a los contribuyentes”.
Se ha admitido la creación de tributos con alícuotas progresivas, es decir, que gravan proporcionalmente más a
determinada categoría que a otras, o el abastecimiento legal de alícuotas proporcionales diferenciales para las
sociedades anónimas.
El principio de igualdad incluye al de generalidad, que implica que una vez establecidas las categorías tributarias que
aseguran el tratamiento igualitario de los contribuyentes, el tributo correspondiente a cada una de éstas debe ser
aplicado a todos los individuos que califiquen en ellas sin ninguna excepción. La garantía de igualdad debe
interpretarse conjuntamente con la “cláusula de progreso”, que otorga al Congreso de la Nación la facultad de
otorgar “concesiones temporales de privilegios y recompensas de estímulo”. Por ello, la Corte ha reconocido la
constitucionalidad tanto de los regímenes de promoción sectoriales como los regionales.

La CSJN sentó la siguiente doctrina: “En tesis general y según lo definido por esta Corte en reiterados casos, el principio de igualdad
ante la ley que consagra el art. 16 de la Constitución no es otra cosa que el derecho a que no se establezcan excepciones o privilegios
que excluyan a unos de lo que se concede a otros en iguales circunstancias, de donde se sigue forzosamente que la verdadera
igualdad consiste en aplicar la ley en los casos ocurrentes según las diferencias constitutivas de los mismos” (Fallos: 145:283).
La Corte Suprema en “Cafés La Virginia SA c/ DGI”, declaró que el principio de igualdad no exige que deban gravarse por igual a
todas las industrias, cualquiera sea su clase, pues la igualdad como base del impuesto y de las cargas públicas sólo se refiere a las
cosas iguales y del mismo género, razón por la cual no puede aplicarse a industrias de distinta clase.
La Corte consideró irrazonables, entre otras, las siguientes discriminaciones: la fundada en que la tasa aplicable a cada hijuela sea
determinada por el monto del caudal sucesorio, y no por el de aquélla (“Drysdale c/ Provincia de Buenos Aires”); el trato igual a
propiedades edificadas y no edificadas de distinto valor (1943, “Mason de Gil, Malvina c/ Municipalidad de Santa Rosa”; la distinción
entre terrenos demolidos para edificar enseguida y los demolidos tiempo atrás (“Nuevo Banco Italiano c/ Municipalidad de Buenos
Aires”).
La garantía de igualdad en las cargas públicas no impide que la legislación considere de manera diferente situaciones que estima
diversas, de forma tal que, de no mediar discriminaciones arbitrarias, se creen categorías de contribuyentes a tasas diferentes
(Fallos: 314:1293).

En el Fallo “Hidroeléctrica El Chocón S.A. c/ Provincia de Buenos Aires”, la Corte Suprema declaró la inconstitucionalidad del
régimen mediante el cual la provincia de Buenos Aires y el Ente Provincial Regulador Energético aplicaban y perseguían el cobro
de los impuestos previstos en los decretos-ley 7290/67 y 9038/78 a la actora, por entender que el decreto 1160/92, que dispuso que
quedaban transitoriamente eximidos del pago de esos tributos a ciertos usuarios sujetos a su jurisdicción, significaba una
discriminación que operaba como barrera aduanera entorpeciendo la libre circulación en detrimento de lo dispuesto en los arts. 9°,
10° y 11° de la CN, en tanto que la empresa Hidroeléctrica El Chocón quedaba en un estado de desventaja para comercializar
afectándose sus posibilidades competitivas en el ámbito provincial a raíz del costo que significaba a los usuarios no estar eximidos
del pago de dichos impuestos.
No Confiscatoriedad: desde el momento que la CN asegura la inviolabilidad de la propiedad privada, así como su libre
uso y disposición, y prohíbe la confiscación (art 14 y 17), es indudable que la tributación no puede alcanzar tal
magnitud que por vía indirecta haga ilusorias tales garantías: de aquí el afianzamiento de la doctrina de que las
contribuciones públicas no deben ser confiscatorias. La CSJN la ha desarrollado ampliamente, sentando el principio
de que los tributos no pueden absorber una parte sustancial de la propiedad o de la renta.
La interpretación es amplia, puesto que incluye el capital y su producido, la renta; y no podría ser de otra manera,
porque la riqueza se transformaría en una palabra carente de sentido, si los individuos no pudieran gozar de su
rendimiento. Pero, ¿Qué debe entenderse por una parte sustancial de la propiedad o de la renta?
La Corte Suprema, hasta este momento, mantiene el tope de 33% como límite de validez constitucional de los
tributos. Según el criterio actual, se consideran inconstitucionales los siguientes gravámenes:
a) El impuesto inmobiliario que insume más del 33% de la renta del bien, calculada según el rendimiento normal
medio de una correcta y adecuada explotación;
b) El impuesto sucesorio que excede del 33% del valor de los bienes recibidos por el beneficiado, siendo de notar
que en los últimos textos vigentes había desaparecido el distingo efectuado en algún momento entre
presentes y ausentes del país, aplicándose a todos el mismo tope.
c) La patente que absorbe una parte sustancial de las utilidades de una empresa.
d) La contribución de mejoras que no guarde prudente relación con la valorización reportada al inmueble por la
obra realizada.
e) El gravamen a la inscripción de estatutos de una sociedad extranjera, que absorbe casi la mitad del capital
asignado a la sucursal en la República.
A los fines de determinar el límite admisible desde el punto de vista constitucional, el tribunal examina aisladamente
cada impuesto sin adicionar posibles recargos moratorios; y no acepta acumular los diversos gravámenes que puedan
incidir sobre las personas o los bienes, ya que en tal supuesto el tope tendría que ser mayor. Tampoco cabe alegar la
confiscatoriedad por causa del monto de las penas fiscales, ni tampoco cuando se trata de tributos que gravan la
importación de mercaderías. Cabe resaltar que no hay jurisprudencia de la CSJN en torno de la confiscatoriedad de
impuestos que gravan la renta, ni sobre la violación al principio por la aplicación de indicios, presunciones y ficciones
que originan la aplicación de alícuotas excesivas e ilegítimas. Existe consenso doctrinario en que la confiscatoriedad
no sólo puede provenir de la aplicación de un solo gravamen, sino de la presencia de tributos concurrentes.
Manuel Andreozzi sostiene que para que un tributo sea constitucional y funcione como manifestación de soberanía
no debe constituir un despojo, para lo cual debe respetar el derecho de propiedad.
Existe confiscatoriedad tributaria cuando el Estado se apropia de los bienes de los contribuyentes, al aplicar una
disposición tributaria en la cual el monto llega a extremos insoportables por lo exagerado de su monto,
desbordando así la capacidad contributiva de la persona, y vulnerando por esa vía indirecta la propiedad privada.
La confiscatoriedad originada en tributos puntuales se configura cuando la aplicación de ese tributo excede la
capacidad contributiva del contribuyente, disminuyendo su patrimonio e impidiéndole ejercer su actividad.
LA CONFISCATORIEDAD POR UNA SUMA DE TRIBUTOS: es la situación que se produce cuando el exceso se origina no
por un tributo puntual, sino por la presión que ejerce sobre el contribuyente el conjunto de tributos que lo alcanzan

Libro Osvaldo
La Corte Suprema tiene declarado que no le incumbe al Poder Judicial, cuando declara la inconstitucionalidad de un
tributo por ser confiscatorio, fijar la tasa o el porcentaje que subsidiariamente pueda cobrar el fisco, porque ello es
un atributo exclusivo del Congreso.
Según nuestra actual jurisprudencia, un tributo adquiere el carácter de exorbitante o confiscatorio (y por ende,
inconstitucional) cuando, tratándose de un gravamen directo (es decir, que no es trasladable por el contribuyente a
3eras personas), trae aparejado un desapoderamiento de más del 33% de la utilidad, renta o beneficio.
La 1era condición para impugnar un tributo por confiscatorio consiste en que se trate de un impuesto directo. En
cambio, los impuestos indirectos, aún cuando sobrepasen ampliamente el tope del 33%, no han sido considerados
confiscatorios.
La 2da condición es que el carácter confiscatorio de un tributo no puede ser establecido sino como consecuencia del
análisis detenido de las circunstancias de hecho que condicionan su aplicación y su incompatibilidad.
Respecto a la base para juzgar la razonabilidad de un tributo y, en su caso, si éste transpone o no los límites de la no
confiscatoriedad, de debe deducir de la liquidación de aquél el importe de los intereses moratorios.
Este principio no puede ser alegado para tachar de inconstitucionales las sanciones tributarias, cualquiera sea el
porcentaje o monto de éstas.
El tributo es inconstitucional por absorber una parte sustancial del capital o de la renta producto de una explotación
cuando tal detracción es igual o superior al 33%.

Equidad: Contemplado expresamente en el art 4 CN. La carga impositiva debe ser soportada equitativamente por
toda la población. La proporción justa o equitativa de los tributos se halla indiscutiblemente ligada a los principios
constitucionales de generalidad, razonabilidad, no confiscatoriedad, igualdad y proporcionalidad. Es necesario
examinar las posibles consecuencias de la política fiscal a emplear por el país antes de ser puesta en ejercicio,
evaluando quienes en definitiva terminarán cargando en mayor medida con el tributo, y que éstos tengan mayor
capacidad contributiva, de manera proporcional. La equidad es un sinónimo de justicia. Cumple un rol fundamental
al aplicar las leyes, que, por definición son normas de carácter general, a los casos concretos o particulares.
Un impuesto debe ser justo, esto se refleja cuando, por ejemplo, se aplican exenciones y subsidios a gente que se
encuentra en situación de riesgo social. Guarda relación con la finalidad de promover el bienestar general
consagrada en el Preámbulo de la CN. La CSJN ha dicho que la política fiscal y sus fundamentos, no son susceptibles
de revisación judicial, pues se estaría alterando la división de poderes. Sin embargo, la equidad tributaria sería una
especie de principio no independiente, en tanto y en cuanto su cumplimiento o violación estarían dados
esencialmente en relación a otros principios constitucionales, principalmente los de generalidad e igualdad.
Juan Carlos Luqui afirma que la equidad significa asegurar sustancialmente el derecho de propiedad y el de trabajar
libremente. Si la ley tributaria llegara a imposibilitar el ejercicio de esos derechos destruiría una de las bases esenciales
sobre la cual se apoya todo el sistema: la libertad individual.

Libro Osvaldo
Nuestra jurisprudencia ha interpretado que los tributos son equitativos siempre que no violen el derecho de
propiedad individual, con lo cual éste principio ha quedado identificado con el de no confiscatoriedad.

Razonabilidad: En nuestra CN se alude a este principio en el Preámbulo y deriva de los arts 28 y 33. Si bien ningún derecho es
absoluto, tampoco puede ser vedado. Catalina García Vizcaíno distingue 2 especies de razonabilidad e irrazonabilidad jurídica: la
de ponderación la relaciona con el principio de confiscatoriedad, haciendo un análisis de si a determinado hecho impositivo,
como hecho antecedente de una endonorma, puede imputársele una contribución con monto exorbitante, para lo cual es
necesario examinar si media equilibrio, proporción, igualdad entre el hecho antecedente y la prestación. La Dra. Vizcaíno cita lo
expuesto por Juan F. Linares en tanto menciona que para que haya razonabilidad de la ponderación debe haber cierta igualdad o
equivalencia axiológica, entre el antecedente y el consecuente de endonorma y perinorma.
La razonabilidad de selección la relaciona con el principio de igualdad, debiéndose valorar las circunstancias que se dan para aplicar
una discriminación en materia tributaria, de lo cual concluiremos si es razonable la distinción aplicada por la norma a ciertas
categorías, sujetos, etc.
La razonabilidad funciona independientemente como garantía innominada y como complemento del resto de las garantías
constitucionales.
La Corte Suprema sostuvo que las diferenciaciones normativas para supuestos que sean estimados distintos son valederas en
tanto no sean arbitrarias, es decir, no obedezcan a propósitos de injusta persecución o indebido beneficio, sino a una causa
objetiva para discriminar, aunque su fundamento sea opinable (Fallos: 313:928).

También ha dicho la Corte que si bien la declaración de inconstitucionalidad de una disposición legal es un acto de suma gravedad
institucional, que debe ser considerado como última ratio del orden jurídico, las leyes son susceptibles de cuestionamiento
constitucional cuando resultan irrazonables, o sea, cuando los medios que arbitran no se adecuan a los fines cuya realización
procuran, o cuando consagran una manifiesta iniquidad. El principio de razonabilidad debe cuidar especialmente que las normas
legales mantengan coherencia con las reglas constitucionales durante el lapso de su vigencia en el tiempo, de suerte que su
aplicación concreta no resulte contradictoria con lo preceptuado en la Constitución Nacional (Fallos: 307:862).
La Corte Suprema señaló que uno de los índices más seguros para verificar la razonabilidad de la inteligencia de una norma y su
coherencia con el resto del sistema del que forma parte, es la consideración de sus consecuencias (Fallos: 323:3412).

La Corte en “Mera, Miguel Ángel c/DGI”, donde la DGI había impugnado gastos deducidos del IIGG e IVA, por haber abonado en
efectivo algunas compras efectuadas a proveedores por sumas superiores a $1.000, es decir sin ajustarse a lo previsto en el art
1 de la ley 25.345, sostuvo que “es indudable que prohibir el cómputo de determinadas erogaciones efectivamente realizadas -
y que constituyen gastos deducibles en el IIGG y créditos fiscales en el IVA- por motivos estrictamente formales importa
prescindir de la real existencia de la capacidad contributiva, la que tiene que verificarse en todo gravamen como requisito
indispensable de su validez (confr. Fallos: 312:2467; 314:1293, considerando 4°, y sus citas); de manera que también, desde esta
perspectiva, se concluye en la falta de razonabilidad de la norma impugnada”.
La razonabilidad de la imposición se debe establecer en cada caso concreto, según exigencias de tiempo y lugar y según los
fines económico-sociales de cada impuesto.

Libro Osvaldo
Lo opuesto a razonable es lo arbitrario, por lo cual está vinculado con la garantía de igualdad. La razonabilidad se
determina por la racional adecuación de un medio al fin perseguido. Un impuesto es irrazonable si no guarda
proporción con la capacidad contributiva, o si se elige un hecho o una base imponible desproporcionada a la potencia
económica del sujeto pasivo o, si el tributo en lugar de constituir un medio legítimo de financiamiento del Estado, se
convierte en una trampa financiera que bordea la usura. Este principio complementa al principio de la igualdad, en el
sentido que las distintas categorías de contribuyentes que establezca el legislador para captar la capacidad
contributiva, o las exenciones o tratamientos privilegiados, que disponga con argumento en la “cláusula de progreso”
serán constitucionalmente válidas en la medida que cumplan el estándar de razonabilidad antes analizado.
Para estudiar estos temas seleccioné alguna bibliografía de grandes doctrinarios nacionales. El gran maestro ya desaparecido Juan Carlos Luqi, te
va a dar una gran lección en el capítulo "Las Garantías Constitucionales de los Derechos de los Contribuyentes" del su libro "Derecho Constitucional
Tributario". Como siempre todo el material está disponible en el aula así que todo lo que nos interesa de este capítulo está disponible y lo tendrás
que analizar.
Otro gran autor es el Dr. José Osvaldo Casás, de él te propongo la lectura de un artículo de doctrina donde trata con gran claridad todos los
principios.
Por último, por la complejidad del tema, vas a tener que estudiar lo relativo a irretroactividad de la ley tributaria del material de Graciela R. Manera
de Fantin. De su libro "Principios de Derecho Constitucional Tributario" te extraje el capítulo 10, donde trata muy bien todo el tema, analizando
jurisprudencia nacional y provincial.
En biblioteca vas a encontrar el libro completo del Dr. Rodolfo Spisso, Derecho Constitucional Tributario. Este libro está más que completo pero te
conviene estudiar del material que te recomendé para el cursado y dejar el libro para el final.

Proporcionalidad: Este principio requiere que el monto de los gravámenes esté en proporción a las manifestaciones de
capacidad contributiva de los obligados a su pago. No prohíbe la progresividad de los impuestos. La proporcionalidad
está dada por una alícuota constante, mientras que en la progresividad, a medida que aumenta la base imponible,
aumenta la alícuota.
El art 4 CN dispone que el Tesoro nacional está conformado, entre otros recursos, por “…las demás contribuciones que
equitativa y proporcionalmente a la población imponga el Congreso Nacional”. Por otro lado, el art 75, inc 2, de la CN
dispone que las contribuciones directas que imponga el Congreso Nacional tienen que ser “proporcionalmente iguales en
todo el territorio de la Nación”.
La Corte Suprema, en 1928, en el fallo “Eugenio Díaz Vélez c/ Provincia de Bs. As.”, sostuvo que la proporcionalidad del
art 4 CN es un precepto que no se debe considerar aisladamente, sino en combinación con las reglas expresadas en los
art 16 y 67 (actualmente art 75), inc 2 CN. Así también consideró que la proporcionalidad está referida a la riqueza y
admitió los impuestos progresivos (“Gregorio Morán c/ Provincia de Entre Ríos”; “Ayerza, Alejandro c/ Provincia de
Córdoba; “Mason de Gil, Malvina c/ Municipalidad de Santa Rosa”).
La Corte sostiene que la proporcionalidad que establece la CN, no quiere decir proporcionalidad con respecto a la alícuota
del impuesto, sino a la capacidad de tributar de los habitantes.

Libro Osvaldo
Este principio tiene que ser entendido en relación con la capacidad económica proporcional de cada uno de los
habitantes. De tal modo, justifica la aplicación de alícuotas progresivas. Resulta necesario para alcanzar esa
proporcionalidad, en el caso de los impuestos directos, gravar en forma diferenciada las distintas categorías de
capacidad individual.

CONCLUSIÓN
Ningún Estado puede ser viable si no cuenta con los recursos necesarios para llevar a cabo sus fines. Los tributos adquieren una
primordial relevancia y tienen como fundamento el deber de los individuos de contribuir al sostenimiento estatal, tal como surge del
art XXXVI de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, de jerarquía constitucional (conforme el art. 75, inc.
22°, de la CN), en cuanto establece que “toda persona tiene el deber de pagar los impuestos establecidos por la ley para el
sostenimiento de los servicios públicos”.
La facultad de crear tributos es la más esencial naturaleza del régimen representativo y republicano de gobierno, por ello es el pueblo
quien en definitiva tiene el poder de arrogarse una parte de su patrimonio para el sustento estatal, por medio de sus representantes.
Sin embargo, el poder de imperio del Estado que ejerce, en una de sus formas, al establecer los tributos, no puede ser ilimitado. En
este sentido, encuentra una barrera insoslayable en los preceptos constitucionales, que funcionan como herramientas a utilizar para
preservar, fundamentalmente, el derecho a la libertad y a la propiedad.
En consecuencia, entiendo que tenemos siempre la posibilidad de evaluar en cada caso concreto si el tributo aplicado, con las
correspondientes consecuencias, respeta los principios y preceptos constitucionales o si, por el contrario, resulta ser violatorio de
ellos. En éste último caso, será una cuestión radical diligenciar la prueba necesaria para convencer a la justicia de tal modo que
declare a ese tributo inconstitucional.

El Derecho Administrativo: es aquella rama del derecho público que regula la administración pública, la función
administrativa y la relación entre los particulares.
Los procedimientos administrativos representan un conjunto de formas (actos, trámites y formalidades) reguladas
jurídicamente, empleadas para integrar el proceso administrativo en la búsqueda de sus propias finalidades, las que se
identifican en gran medida, con el interés público.

Las finalidades de los procedimientos administrativos son:


a) asegurar la mayor eficiencia del accionar de la Administración
b) representar una garantía jurídica en favor de los particulares, de forma tal que los actos de la Administración no
menoscaben sus derechos subjetivos e intereses legítimos
c) mantener el imperio de la legalidad y justicia en el funcionamiento administrativo.

La norma jurídica que regula los procedimientos administrativos a nivel nacional es la ley 19.549 “Ley de procedimientos
administrativos”. El ámbito de aplicación de la misma está referido al procedimiento que rige ante la Administración
Pública Nacional centralizada y descentralizada, inclusive entes autárquicos, con excepción de los organismos militares y
de defensa y seguridad.
La ley 3460 es la que regula los procedimientos administrativos en la Provincia de Corrientes. Cuando exista un
problema con Rentas por ejemplo, se aplica ésta ley, y así en cada jurisdicción con su respectiva ley, siendo la CN su
fuente.

Aplicación Supletoria
El art 116 de la LPA, establece que el CCyC será aplicable para resolver cuestiones no previstas expresamente y en tanto
no fuere incompatible con el régimen establecido por la LPA y su DR.

Acto Administrativo: es una declaración unilateral de voluntad de la Administración productora de efectos jurídicos
subjetivos. Dado el carácter de norma jurídica individual que reviste el acto administrativo, se ha sostenido que los
reglamentos del poder administrador no están involucrados en dicha noción ya que, en cierto modo, son actos de
legislación. Sin embargo, otra doctrina podría afirmar que los reglamentos son actos administrativos de alcance general.

Elementos y Requisitos: El acto administrativo está integrado por:


Elementos Esenciales: son aquellos que su inexistencia provoca la nulidad del acto administrativo.
● Competencia: es el conjunto de facultades que un órgano tiene para dictar un acto. Ser Dictado por autoridad
competente, pudiendo ser:
○ De Grado: se refiere a la posición que ocupa el órgano jerárquicamente.
○ Materia: refiere al objeto de los actos y las situaciones de hecho ante las que puede dictarlas.
○ Territorio: comprende el ámbito espacial en el cual es legítimo el ejercicio de su función
○ Tiempo: cuando se tiene facultades sólo durante un lapso determinado de tiempo.
● Causa: son los hechos, antecedentes y derecho/ normas aplicables que llevan a dictar el acto.
● Objeto: es la materia o contenido sobre el cual se decide, certifica, valora u opina. Es el contenido del acto.
Consiste en la resolución, en las medidas concretas que dispone el acto.
● Forma: es la manera en la que debe exteriorizarse la voluntad administrativa (formalidad): todo acto debe ser
por escrito, sellado, fechado, con firma y aclaración.
● Motivación: debe expresarse en forma concreta las razones que llevan a emitir el acto (por qué).
● Finalidad: es el resultado que busca la norma que da facultad al ente que emite el acto (para qué).
Elementos Accesorios: son aquellos que su inexistencia invalida sus cláusulas respectivas, no todo el acto en sí.
● Plazo: indica el período de tiempo en que el acto comienza a producir sus efectos, o que los mismos cesan. Si no
se informa, el plazo es de 10 días (art 1 LPA inc 4). No confundir con el plazo perentorio para impugnar
judicialmente los actos administrativos.
● Condición: es un acontecimiento futuro e incierto al que ambas partes subordinan el nacimiento (condición
suspensiva) o la extinción ( condición resolutoria) de los efectos del acto.
● Modo: es una obligación accesoria que se le exige al particular administrado, por parte de la administración
pública.
La administración emite actos administrativos, siendo por excelencia la resolución. El pedido de informe que realiza una
administración a alguien, y ese alguien le provee, no es un acto administrativo. El informe no está adjetivado, no tiene
opinión de nada, en el dictamen hay una opinión fundada proveniente de un especialista, ambos son actos
preparatorios para tomar una decisión. Si no es acto administrativo no es recurrible, es decir, que hay otra persona que
puede revisar al caso y volver.
Al ser la fuente del derecho procesal la CN cambian los actores pero las causas son similares. Cuando el delito es
Federal, interviene el Juzgado Federal. Depende del delito, va ser quien es competente. La competencia tiene que ver
con la materia. La jurisdicción tiene que ver con el ámbito territorial. En los tributos provinciales está la DGR. En los
tributos provinciales va a intervenir la justicia ordinaria provincial, en los nacionales los Juzgados Federales.
La vista de las actuaciones está estipulado tanto en las leyes nacionales y provinciales. No importa de qué jurisdicción
sea, hay que asegurar el debido proceso, para asegurar el debido proceso el involucrado debe estar adecuadamente
informado, y para estar adecuadamente informado tiene que tener acceso al expediente, y para tener acceso al
expediente tiene que solicitar vista a la actuación.

¿Las vistas de las actuaciones tiene que ser pedida por escrito o puede hacerse verbalmente? Al regir el principio de
informalismo puede ser solicitado verbalmente.
Si se actúa por representación invocada debe acreditarse por la documental que acompaña que está en el expediente o
la que traiga el representante.
Si el expediente no está en la oficina en la que se desea tomar vista se fija un día y hora para que se pueda tomar vista.

La ley 11.683 vigente es una de las pocas que no ha sido sustituida y/o reemplazada por otra, creada casi en forma
conjunta con la ley de réditos (11.682). Las leyes tributarias de contenido material aquellas que tienen obligaciones por
parte del administrado (contribuyente) donde esas obligaciones consisten en dar el impuesto que corresponda. El actor
principal dentro del contenido tributario material es el hecho imponible, pero también se necesitan de otras normas
(que no sean únicamente de crear la obligación) para asegurarse de que la obligación va a ser cumplida. El derecho
tributario administrativo es el conjunto de normas en donde la obligación por parte del sujeto no es la de dar, sino la de
hacer, no hacer y soportar.
Existen otras normas en donde se va a prever las controversias que se puedan entablar entre la administración y el
administrado (AFIP y contribuyente), esas normas son el derecho tributario procesal.
La ley 11.683 otorga facultades a la administración para llevar adelante la fiscalización a la cual puede ser sometido un
contribuyente.
El capítulo 5 de verificación y fiscalización, art 33, 34, 35 y 36 de 11.683. La AFIP y DGR va a disponer a través de un acto
administrativo la fiscalización para determinados sujetos y va a emitir una orden de intervención o una nota
debidamente suscripta por el titular del organismo para que determinada persona y bajo la supervisión de otro sujeto
pueda requerir lo que sea necesario para esa labor de auditoría fiscal. Se le comunica al contribuyente de que a partir
del día de la fecha, la AFIP ha dispuesto la fiscalización de determinado impuesto. En ese mismo acto se indica quién va
a llevar adelante la fiscalización y quien será el supervisor. Por lo general se fiscalizan los últimos 24 meses respecto a
IVA y las 2 últimas DDJJ de ganancias.
Mediante una auditoría se confronta lo que él declaró o no con las normas tributarias, y pueden surgir diferencias con lo
declarado o no y lo que haya pagado y como consecuencia va a existir un procedimiento donde previamente existe una
reunión donde el inspector pide, en función de los elementos que tiene, que presente la DDJJ o se habilita un
procedimiento de determinación de oficio. Si el contribuyente presta su conformidad a las diferencias detectadas,
presenta las DDJJ que correspondan y satisfacer el pago de los impuestos que deba.
La DDJJ es una declaración jurada que contiene cuestiones de hecho y de derecho. Una DDJJ de IVA tiene una
manifestación de hechos ocurridos. Por ejemplo: al multiplicar por el 10,5% aplicó el derecho. En caso de corresponder
el 21%, tiene cuestiones de hecho pero aplicó mal el derecho. La auditoría versa sobre los 2 temas, aplicó mal la
alícuota, está bien la cuestión de hecho pero no la de derecho, porque era consumidor final.
En el caso de un contribuyente que nunca presentó DDJJ o las presentó pero no está correctamente categorizado.
En materia tributaria está contemplada la figura del arrepentido (art 49 11683), no tiene que ser reincidente, regularizar
antes de notificar una orden de intervención. Si ya fue notificado de la orden de intervención y después se presenta la
DDJJ.
Para que exista una rectificativa tiene que haber primero una original.

Caracteres
1) Presunción de Legitimidad: se presume que los actos administrativos fueron emitidos conforme al derecho,
mientras que su posible nulidad no haya sido declarada por autoridad competente.
2) Ejecutoriedad: Los recursos interpuestos no suspenden la ejecución de los actos, salvo que norma expresa lo
disponga.
3) Estabilidad: Establece que los actos administrativos en principio no pueden ser revocados, modificados o
sustituidos en sede administrativa una vez notificados. Solo podrá ser objeto de excepción en casos concretos y
que norma expresamente lo disponga.
4) Impugnabilidad: Todo acto administrativo es impugnable por el interesado mediante la interposición de
recursos administrativos o judiciales. El único acto irrecurrible es la sentencia judicial con autoridad de cosa
juzgada, que cierra definitivamente una cuestión.

Principios del Procedimiento Administrativo: Son todas las concepciones utilizadas como guía fundamental en la
producción de actos y recursos administrativos, con el propósito de contribuir al logro de las finalidades propias de la
función procedimental.
1. Legitimidad: los actos gozan de presunción de legitimidad, su fuerza ejecutora faculta a la administración a
ponerlo en práctica.
2. Legalidad: hace alusión a que hay un procedimiento y cuando existe uno, ese procedimiento es reglado, es
decir, que está normado, que existe una norma a la cual hay que someterse y a ese procedimiento deben
concurrir ambas partes, se deben ajustar a lo que está normado (administración y administrado). El art 1 LPA se
refiere en cierta manera a los requisitos generales. En un juicio ordinario, las partes tienen que impulsar el
procedimiento.
3. Oficialidad: este principio obliga a la autoridad administrativa a dirigir el procedimiento y ordenar lo que para
ello sea conveniente.
4. Verdad material: El órgano que deba resolver, debe ajustarse a los hechos, dejando de lado las formalidades
que puedan intentar disfrazar a los hechos reales.
5. Informalismo a favor del administrado: no se requiere ninguna forma para peticionar. Se refiere a una
prescindencia de formas escritas, es decir, a un formalismo moderado que intenta proteger la juridicidad de la
actuación administrativa pero sin ponerle trabas al accionar de la Administración. Al respecto, la ley dispone la
excusación de la inobservancia por los interesados de exigencias formales no esenciales y que puedan ser
cumplidas posteriormente (art 1 inc c) LPA). En virtud de ello, la reglamentación establece que el órgano
competente debe señalar, antes de dar trámite a cualquier petición, los defectos de que adolezca, ordenando
que se subsanen de oficio o por el interesado dentro de un plazo razonable, disponiendo de la misma forma las
diligencias que fueren necesarias para evitar nulidades (art 5 inc d DRLPA).
6. Celeridad, economía y sencillez: basta de burocracia, tiende a evitar los trámites burocráticos, costosos, lentos
y complicados, que dificultan el desenvolvimiento de los expedientes.
7. Moralidad, respeto y decoro: dentro de todo procedimiento hay que guardar cierto decoro. En el escrito que se
vaya a presentar de alguna manera tiene que estar imbuido de esta idea. No servirá atacar al funcionario por
determinada causa.
8. Debido proceso adjetivo: abarca la legal y justa aplicación del derecho en sus aspectos formal y material.
Formalmente se traduce en la sustanciación de un proceso que garantice los derechos de los particulares. En
cambio, en el enfoque material se manifiesta a través de la razonable apreciación que se formule para obtener
un juicio correcto.
Este principio deriva del art 18 CN, está contemplado en la LPA, donde se prescriben (art 1 inc f) los siguientes
institutos procesales:
A. Derecho a ser oído: El administrado debe tener la posibilidad de exponer los fundamentos de sus
pretensiones y defensas con anterioridad a la emisión del acto administrativo que afecte sus derechos
subjetivos e intereses legítimos. Asimismo, podrá instar el procedimiento recursivo y hacerse patrocinar
y representar profesionalmente. El funcionario tiene la obligación de permitirle al interesado de
exponer sus razones, alegaciones, pretensiones o defensa en momento oportuno antes de la misión del
acto administrativo correspondiente.
B. Derecho a ofrecer y producir pruebas: En la búsqueda de la verdad material podrán ofrecerse
elementos probatorios, producirlos dentro del plazo razonable que fije la Administración y presentar
alegatos y descargos una vez concluída la etapa instructoria.
C. Derecho a una decisión fundada: El acto decisorio debe consignar los argumentos y cuestiones
propuestos en la medida que fueren conducentes a la solución del caso. La fundamentación expresa es
la razonable y justa valoración de aquellas cuestiones que hacen a la esencia del acto. La persona que
vaya a decidir, debe hacerlo de acuerdo a las constancias de autos, a lo acreditado dentro del
expediente, debiendo fundamentar su decisión, para que el derecho (poner un recurso) que tiene el
administrado no sea menoscabado. Se debe tener una decisión fundada del órgano que emite el acto
para poder defenderse la otra parte.
9. Colaboración:
10. Publicidad: el principio general es el de la publicidad de los actos estatales, la excepción sería el carácter
reservado del expediente.

1.1. ÁMBITO DE APLICACIÓN EN EL PROCEDIMIENTO TRIBUTARIO


El art 116 de la ley 11.683 de Procedimiento Tributario prescribe que:
“En todo lo no previsto en este Título serán de aplicación supletoria la legislación que regula los procedimientos
administrativos y el Código Procesal Civil y Comercial de la Na-ción y, en su caso, el Código Procesal Penal de la Nación. ”
Cuando se refiere al Título de aplicación, lo hace al Título I que consta de 16 Capítu-los que hacen al ordenamiento
procedimental vinculado con disposiciones generales, su-jetos de los deberes impositivos, forma de determinación y
percepción de impuestos, pa-go y formas de extinción de las obligaciones tributarias, facultades de verificación y
fisca-lización de la AFIP, intereses resarcitorios, ilícitos tributarios y sanciones, sujetos respon-sables de la sanciones,
normas vinculadas a la prescripción, el procedimiento penal y con-tencioso administrativo del sumario, el
procedimiento contencioso judicial, el juicio de eje-cución fiscal y otras disposiciones varias allí contenidas.
De esta forma, no estaría extendiendo la supletoriedad de la ley bajo examen a la or-ganización y competencia del
Tribunal Fiscal de la Nación (TFN), máxime cuando el art 197 de la Ley de Procedimiento Tributario (LPT) no lo prevé al
establecer que, en cuan-to a su Título II, referido a ese Tribunal: Será de aplicación supletoria en los casos no previstos
en este Título y el reglamento Procesal del Tribunal Fiscal de la Nación, el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación
y, en su caso, el Código Procesal Penal de la Nación. ”
Sin embargo, el Decreto 722/96 dispone que en el ámbito de la Administración Nacional centralizada y descentralizada,
con algunas salvedades sobre normas con vigencia anterior, serán de aplicación únicamente los procedimientos
establecidos por la ley 19.549 y su norma reglamentaria.
A su vez, el art 2 del citado decreto agrega que ciertos procedimientos administrativos especiales continuarán vigentes,
tales como los correspondientes a la AFIP y los procedimientos ante tribunales administrativos, pero ello sin perjuicio de
la aplicación supletoria de las normas de la ley 19.549.

Diversa doctrina sostenía la idea que, promulgada la ley 20.626', de fines del año 1973 que materializó el actual art 197
comentado -y dado también el carácter for-mal que reviste el proceso ante el TFN- se había suprimido el ya derogado
decreto 9101/72, de comienzos del mismo año.
Posteriormente a todo ello, el decreto i22/96 ratificó en este punto los términos de su norma antecesora, la 9101/72,
con lo cual podríamos suponer que la ley 20.626 no termi-no teniendo un efecto lapidario para la aplicación supletoria
de la LPA.
Para Folco si resulta de aplicación al TFN:
•Por lo demás, entendemos que asi lo determina la propia naturaleza de la actividad desplegada, máxime cuando el
Tribunal Fiscal de la Nación es un órgano administrativo que gira en la órbita del PEN, aunque independiente de la
administra-ción activa."
Giuliani Fonrouge y Navarrine sostienen que si bien la omisión del art 197, ya se-ñalado, respecto de la
supletoriedad de la ley 19.549 pareciera indicar que el legislador quiso remitirla a reparticiones fiscales
exclusivamente
«A pesar de lo que dice la norma en examen, la ley de procedimientos administrati- vos es aplicable al Tribunal Fiscal..."
para agregar los autores, que tal aplicación resulta útil para resolver algunas situaciones
derivadas del procedimiento ante el Tribunal Fiscal.
Así también, diversos pronunciamientos jurisprudenciales se han expresado en este sentido.
En diversas causas la Sala II de la Cámara de Apelaciones en lo Contencioso Admi-
nistrativo Federal se pronunció considerando que al ser el Tribunal Fiscal un tribunal ad-ministrativo que ejerce
facultades jurisdiccionales, no existe impedimento legal para que, a su respecto, resulten aplicables, en forma
supletoria, las disposiciones de la ley de pro- cedimientos administrativos y su decreto reglamentario.
Lo mismo hizo la Sala III de la misma alzada en la causa SEI Ingeniería S.A
La fórmula de estilo de estos pronunciamientos es:
“Que habiéndose declarado la incompetencia del Tribunal Fiscal de la Nación y siendo que dicho organismo es un
tribunal administrativo - que ejerce facultades jurisdiccionales-, no existe impedimento legal para que a su respecto
resulten aplicables, en forma supletoria, las disposiciones de la ley de procedimientos administrativos y su decreto
reglamentario.”
Veamos un ejemplo sobre la disparidad de criterios que trae el entendimiento de esta cuestión y, principalmente, el
estado de inseguridad jurídica y de indefensión que esto provoca en el administrado.
El art 38 del DRLPA se ocupa de reglar lo concerniente al derecho de tomar vista del expediente administrativo y el
art 76 del mismo reglamento consagra la suspensión de los plazos para recurrir desde el momento de su petición y
hasta que concluya ésta.
Por otro lado, el art 76 pero de la LPT -norma contenida en el Título I de la ley referida- es el que contiene la alternativa
recursiva que permite al administrado, contra determinadas resoluciones administrativas, recurrir, en forma
opcional y excluyente, en reconsideración ante la propia administración fiscal o en apelación ante el TFN.
Sobre este juego normativo, el TFN suele sostener que si se concurre en recurso de reconsideración ante la
propia autoridad administrativa la LPA es de aplicación, más esto no sucede, si finalmente el administrado
decide apelar ante el organismo jurisdiccional.
Va de suyo que la vista se otorga para que el administrado pueda conocer acabadamente los antecedentes de la
resolución y, en virtud de ello y de las circunstancias de hecho y derecho que puedan ser de consideración, además de
tener en cuenta los costos de actuación, tomar la decisión que convenga a la defensa de sus derechos.
Como veremos al tratar el debido proceso adjetivo, la vista no supone un mero trámite de acceso a las actuaciones
administrativas sino que integra el derecho de defensa desde uno de sus aspectos constitutivos como lo es el derecho a
ser oído a fin de conocer los antecedentes de la pretensión y poder exponer y articular la defensa y la petición.
En el dictamen 430/2003, la Procuración del Tesoro tiene dicho que el derecho a la vista de las actuaciones está
íntimamente ligado con el principio del debido proceso adjetivo y que el Instituto de la vista, como proyección del
derecho de defensa de rango constitucional, Integra el derecho al debido proceso legal adjetivo.
Ahora bien, entendiendo la importancia que adquiere la vista en el caso concreto, es posible que hasta concluya su
examen de las circunstancias el contribuyente no pueda decidir su curso de impugnación siendo gue, a juicio del TFN,
cuando esto suceda puede ser tarde paia acceder a él si no recepta la suspensión de los plazos prevista en el art 76 del
DRLPA.
Como se puede entender, no puede sostenerse este estado de incertidumbre e indefensión del administrado más alia
de que los plazos establecidos para apelar están contenidos en el Título I, al cual, sin dudas en la propia consideración
del TFN, es de aplicación supletoria el art 76 del DRLPA.
Debemos observar que el propio art 166 de la LPT -forma parte del Título II de la LPT- que establece las formas, el plazo
y las condiciones para interponer el recurso de apelación ante el Tribunal Fiscal, dispone el plazo de 15 días para
interponerlo, pero este plazo no es otro que el ya establecido en el art 76 del Título I de la misma ley y no un plazo
novedoso.
El Tribunal ha expresado, en pronunciamientos de distintas salas su opinión respec-to que la aludida suspensión de
plazos rige sólo para los recursos que se interpongan an-te la propia administración fiscal y que, en lo concerniente a
ese tribunal, no se alteran los plazos que específicamente establece el art 76 de la ley 11.683 para apelar ante él,
habida cuenta que éstos forman parte de un procedimiento contencioso tributario que se rige con su propia
legislación y principios y que no son los del contencioso administrativo.
Obsérvese que el art 76 del DRLPA alcanza con sus efectos suspensivos a los pla- zos previstos para deducir la
impugnación, acción o recurso, en lo contencioso judicial. En este sentido, la posición del TFN, implicaría que la toma de
vista suspende los plazos en lo contencioso administrativo, en lo contencioso judicial, mas no en lo contencioso
tributario, pretensión que, a nuestro juicio, va más allá del espíritu de la ley y no encuentra sustento explícito en la
norma.
¿O debemos interpretar que ha habido una actitud volitiva del legislador de incluir a los efectos comentados a
todos los plazos pero dejando de lado los concernientes al TFN?
¿En virtud de qué razonamiento práctico o jurídico podemos sostener esta diferenciación? Pensemos en una solicitud
de vista que el juez administrativo se demora en contestar y notificar la aceptación. El contribuyente puede estar
ante la disyuntiva de presentar el re-curso ante el TFN aun sin haber podido tomar la vista simplemente porque
éste no recep-ta la suspensión de los plazos.
¿Se puede ajustar a derecho que el contribuyente deba optar por presentar su recurso ante el tribunal especializado en
estado de indefensión por no haber podido tomar vista de las actuaciones?
Y aún en el caso que el juez administrativo no demore más que el tiempo prudencial en notificar la fecha y el lugar de la
vista, puede ser que ello deba hacerse fuera de la jurisdicción de residencia del sujeto, especialmente donde las
agencias y las regiones de las que dependen se encuentran en distintas provincias del país, lo cual también afecta el
factor tiempo en la elaboración de la defensa.
La cámara se ha expresado en un sentido positivo a la aplicación supletoria de la norma administrativa: “...esta Sala
entiende que el hecho de que se trote de un proceso contencioso tributario no importo automáticamente lo
imposibilidad de acudir a normas o principios que rigen el contencioso administrativo, sobre todo en aquellos casos en
los que está involucrado el derecho de defenso o través del acceso ol control jurisdiccional. Ellos se aplicarán, entonces,
salvo que fuesen incompatibles con disposiciones específicos y expresos que con- tengo lo legislacion especial o que
resulten contrarios a los derechos involucrados... "
En este sentido, el tribunal de alzada no hace más que ratificar lo ya expresado en otros antecedentes, entendiendo
que, sin perjuicio de la naturaleza administrativa del Tri-bunal Fiscal de la Nación, no se advierten razones que
justifiquen la adopción de una so-lución diferente de la prevista en el régimen de procedimiento administrativo y que no
exis-te razón alguna para entender que el pedido de vista pierda el efecto suspensivo en el su-puesto que en definitiva
opte por el recurso de apelación.
En la ya citada causa Macoser, la Cámara reflexiona respecto a cuál sería el sentido de conceder la vista si ello podría
llevar a perder el plazo para apelar o de qué le serviría al particular preparar su defensa si luego no la podrá ejercer,
para luego concluir:
“Cabe advertir que, aun cuando la tramitación de la apelación esté regida por el Títu-lo II, la norma que prevé el recurso
está incluida en el anterior. Es decir, que se trata del paso del procedimiento administrativo al jurisdiccional. En realidad,
sólo se sabrá si continúa el primero o comienza el segundo una vez que el administrado haya hecho efectiva la opción,
pero en rigor no tuvo inicio todavía el denominado contencioso tributario. Destacar, en esas condiciones, una norma de
aplicación supletoria al procedimiento administrativo cuando todavía no está iniciado el proceso contencioso (tal sería
el momento anterior al vencimiento del plazo para impugnar, en el que puede suscitarse la necesidad de la vista) si ello
conduce a obstruir el control de un acto cuya legitimidad es pues a en u ,
ajusta a las exigencias del debido proceso.
"El análisis detenido del art 166 de la ley demuestra claramente la necesidad de quien va a impugnar de tener un
acabado de lo actuado en sede administrativa, pues es al interponer el recurso cuando debe exponer todos sus agravios
de manera fundada y ofrecer la prueba correspondiente. Recuérdese que él no cuenta con todos los antecedentes que
posee la Administración (para dar un ejemplo, pueden existir dictámenes u otros actos internos cuyo conocimiento sea
necesario para fundar la impugnación del acto), y debe demostrar y acreditar el vicio que invoca para obtener la
declaración de invalidez del acto que lo perjudica.
"En ese camino intermedio del procedimiento tributario (que es un procedimiento administrativo especial) al
contencioso -sea ante el Tribunal Fiscal o ante el PJ - el particular debe contar con herramientas que le permitan el
adecuado ejercicio del derecho de defensa."
Creemos que no puede sostenerse este estado de incertidumbre sin entender que detrás de las
interpretaciones hay dos únicos perjudicados: el contribuyente que asiste como espectador obligado a la
discusión sin tener en claro cuáles son los plazos para ejercer su derecho de defensa y por otro lado la
sociedad, en su conjunto, que aporta recursos a la justicia que terminan siendo dilapidados en discusiones que
deberían estar saldadas por modificaciones o aclaraciones legales o, en su defecto, por plenarios que recepten
una so-lución a favor de la certidumbre entendiendo que, en el fondo de cuestión, subyace el ele-mental y
más básico derecho a poder articular en tiempo y forma una impugnación contra un acto de la Administración.
Pero no es sólo la suspensión de plazos por la toma de vista el único conflicto inter-pretativo sobre la
aplicación, en este ámbito, de los procedimientos administrativos. Tam-bién lo encontramos en cuestiones de
competencia. Ha de puntualizarse que el art 5to de la ley 19.549 prescribe que cuando un ór-gano, de oficio o
a petición de parte, se declare incompetente, deberá remitir las actua-ciones al que estime competente.
Por su parte, el art 1 °, inciso c) de dicho cuerpo normativo, consagra el principio del informalismo a favor del
administrado, a cuyo tenor deberá excusarse la inobservancia por parte de los interesados de exigencias
formales no esenciales y que puedan ser cum- plidas posteriormente.
Cuando tratemos el principio de informalismo o formalismo atenuado, especialmente en el punto 2.3.1.4,
veremos diversas causas donde se ha tratado la cuestión.
Quizá sea importante destacar aquí que, en todos esos decisorios, se trata la actitud que debe adoptar el
Tribunal Fiscal cuando, por diversos motivos, declara su incompetencia, pero no decide girar las actuaciones a
la administración para que ésta le otorgue el tratamiento recursivo previsto en el ordenamiento legal.
Como ya veremos en el punto citado, la Cámara de Apelaciones se manifiesta en forma contundente sobre la
aplicación de la norma administrativa y el Tribunal Fiscal, en general se muestra renuente a aceptar esta norma de
aplicación aunque ha decidido, en algunas causas, receptar esta posibilidad con fundamento en la ley de
procedimientos administrativos.

Pero cuando no se trata de la aplicación del art 5 de la LPA, esto es la obligación de girar las actuaciones al organismo
competente, la cuestión no parece ser tan llana, ni siquiera para la Cámara ya que la Sala III ha sostenido lo contrario, a
lo resuelto dos años antes, negando la posibilidad de aplicación supletoria de la LPA cuando se trató de una
presentación extemporánea, expresando que:
“...el procedimiento ante el Tribunal Fiscal se rige por las disposiciones que trae la ley 11.683, el reglamento dictado por
el propio tribunal y supletoriamente para los casos no previstos en el Título II, se aplica el Código Procesal Civil y
Comercial
Corresponde por ende, hacer aplicación directa de aquellas normas ya que prevén en forma específica el supuesto de
autos, mientras que la aplicación supletoria de la LPNA... es solo para el Título I de la ley 11.683."
Como ya hemos visto, posteriormente, en la causa Macoser la Sala III retoma su doctrina favorable a la aplicación de la
LPA al contencioso tributario.
La anterior es la opinión mayoritariamente sostenida por el Tribunal Rscal ya que ar-gumenta que en él se sostiene un
procedimiento contencioso tributario que se rige con su propia legislación y principios que no son los del contencioso
administrativo.
Respecto de otro tema de posible aplicación supletoria, en la causa Eyse la actora entendía que la nulidad de la
notificación, por haber sido efectuada al domicilio fiscal en lugar de al domicilio especial, habilitaba los plazos especiales
para deducir la apelación que se encuentran previstos en el art 44 de la LPA21, que exceden a los previstos en el art 76
de la LPT para apelar ante el TFN.
El organismo jurisdiccional, si bien acepta la aplicación supletoria del art 19 de la LPA, referida a la obligación de
constituir en el caso un domicilio especial, al art 3 de la LPT, referida al domicilio fiscal, descarta que los plazos previstos
en el art 44 del DRLPA puedan ser de aplicación supletoria porque, insiste, el procedimiento ante ese or-ganismo se rige
por el Título II de la LPT al cual no le es de aplicación supletoria la LPA.
Sobre esta cuestión, antes, se había expedido otra Sala de manera favorable a la aplicación de la extensión de
plazos para recurrir que plantea el art 44 del DRLPA.
En síntesis, como ya lo hemos adelantado, creemos que el inviolable derecho de de-fensa de los administrados se ve
seriamente vulnerado y se requiere una norma o posición jurisprudencial que la priorice en forma clara y contundente.

UNIDAD 2: ORGANIZACIÓN Y COMPETENCIA DE AFIP


Delegación de funciones por parte de la AFIP. Requisitos: en tanto la AFIP no pueda desempeñar debidamente las
funciones y facultades acordadas, podrá delegar su ejercicio en otros organismos de la Administración Pública y fuerzas
de seguridad. La delegación a efectuar debe compadecerse con la actividad de los organismos delegados y salvaguardar
el adecuado control y la integridad de la renta fiscal, ejerciéndose, en estos supuestos, una cuidadosa supervisión.

Facultades de la AFIP. Suscripción de convenios: se faculta a la AFIP a suscribir convenios con las Provincias, el Gobierno
Autónomo de la Ciudad de Buenos Aires, los Municipios y los bancos oficiales y privados, a los fines de la aplicación,
percepción y fiscalización de los tributos a su cargo. Asimismo, podrán celebrarse convenios con las Provincias y el
Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires para que la AFIP actúe como agente de percepción de los impuestos que graven
el consumo o la comercialización mayorista o minorista de bienes, en las operaciones de importación definitiva de
mercaderías.

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