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CÁBALA

Wenceslao Calvo (13-07-2011)

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Evangélica Pueblo Nuevo

CÁBALA

Cábala es la palabra que designa las doctrinas esotéricas del judaísmo. Aunque se afirma que es un producto
del período tannaíta (70-220 d. C.) y obra de sabios como Ismael ben Eliseo, Simeón ben Yohai y Nehunya
ben ha-Kanah, las investigaciones han demostrado que es un producto de la Edad Media. Ni siquiera el
nombre kabbalah (de kibbel, "recibir") sucede con esta especial connotación antes del siglo XIII, denotando
el término kabbalah en el Talmud los Hagiógrafos y los Profetas, en contraposición a la Torah, o Pentateuco.

Origen y difusión de la Cábala


Doctrina de Dios
La creación de las sefiroth
Los nombres de las sefiroth
Tríadas de las sefiroth
Los cuatro mundos
Origen del mal
Doctrina del Mesías
Doctrina del alma
Metempsícosis
Exégesis místico-bíblica de la Cábala
Interpretación bíblica por la gematria
Poderes mágicos del Tetragrammaton
El primer período de la Cábala
El Séfer Yezirah
Cristalización de la Cábala
El Zóhar
Período final de la Cábala
Influencia de la Cábala sobre el judaísmo
Relación de la Cábala con el cristianismo
Textos cabalísticos
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Las diez sefirot
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Las diez sefirot


Origen y difusión de la Cábala.
La Cábala se originó en un período cuando prevaleció en el judaísmo un craso concepto antropomórfico de
Dios. En Maimónides el racionalismo alcanzó su culminación, siendo el sentido literal el único aceptado,
mientras que se rechazó la interpretación alegórica. El estudio del Talmud se había convertido en algo
puramente legalista y la adoración había degenerado en formalismo. Contra esta fe estereotipada surgida del
aristotelismo nació la reacción de la Cábala. Procuraba dar al alma la alimentación anhelada con una
interpretación esotérica de las Escrituras, una presentación vívida y una narrativa dramática, aunque, en su
fervor especulativo, quedó demasiado envuelta en una bruma incorregible, provocando una oscura
superstición por sus malabarismos con los nombres de Dios. Surgiendo en la Provenza, la reacción contra el
racionalismo pasó a España, el verdadero hogar de la Cábala. De ahí, tras la expulsión de los judíos
españoles, fue llevada a Tierra Santa, de donde se difundió por toda Europa. Las doctrinas fundamentales de
la Cábala se derivan del judaísmo helenista, el neoplatonismo y el neo-pitagorismo, con huellas ocasionales
de gnosticismo. Sin embargo, esos elementos están tan entremezclados con la Biblia y con un método
midráshico de presentación, que el conjunto ha quedado impregnado con el sello del judaísmo.

Doctrina de Dios.
Según la Cábala, Dios es el eterno e ilimitado principio de todo, siendo por tanto llamado En Sof ("El
Infinito"). Los atributos que se le dan son generales, más que específicos. Es absolutamente perfecto y está
libre de toda mancha; él es unidad e inmutabilidad; es inabarcable y nada existe aparte de él; ya que no
puede ser conocido ni por sabiduría ni por entendimiento no se puede definir, ni ser formado concepto sobre
él ni plantearse cuestión tocante a él. Para todos los seres él es el oculto de todo lo oculto, el escondido de
todo lo escondido, el antiguo de todo lo antiguo, el primero de todo lo primero y el principio primordial.
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El hombre arquetipo - Adam Kadmon


La creación de las sefiroth.
La doctrina cardinal cosmogónica de la Cábala es la creación ex nihilo. La reconciliación de los fenómenos
imperfectos y transitorios del mundo con la perfección e inmutabilidad de Dios y la relación mutua de
ambos, fueron problemas nunca resueltos por los cabalistas. Para explicar el enigma asumieron la existencia
de una serie de potencialidades primordiales independientes y espirituales, que eran sustancias inteligentes o
demiurgos emanados de la Deidad. Esos demiurgos (sefiroth) son mencionados en el Séfer Yez'irah, siendo
diez en número. Según esa obra, la primera emanación fue el espíritu del Dios vivo, del cual procedió todo el
mundo de los fenómenos. Este mismo espíritu originó el éter, el agua y el fuego que emanaron el uno del
otro. Del éter surgió el mundo intelectual, del agua el material (el tohu wa bohu de Génesis 1:2) y del fuego
el espiritual (los ángeles y el trono de Dios). Esos cuatro sefiroth son seguidos por los seis límites de
espacio, altura, profundidad, este, oeste, norte y sur. Sin embargo, no hay una idea consistente sobre la
naturaleza de las sefiroth, que a veces se consideran intermediarios entre Dios y el mundo visible y otras
veces como manifestaciones de los poderes y propiedades de Dios, habiendo una divergencia igual de
opinión en cuanto a si son creaciones que forman, en un sentido, la base de creaciones posteriores, o
emanaciones por las que Dios emerge de su ocultamiento y asume forma. Todos los intentos de reconciliar
esas ideas en conflicto postulando la existencia de Dios, tanto en los fenómenos como sobre ellos, no
lograron resultado. La emisión de las sefiroth desde Dios la estimaron los cabalistas peligrosa para la
doctrina de su inmutabilidad e infinitud. La primera dificultad quedó resuelta por la hipótesis de que el
designio de Dios de manifestarse a sí mismo existió desde toda la eternidad. Sin embargo, ya que Dios en su
infinitud llena el universo entero no queda sitio para las sefiroth, hasta que Moisés ben Jacob Cordovero
(1522–70) e Isaac Luria (1533–72) postularon dos concentraciones: una en contracción y otra en retracción.
Sin embargo, muchos cabalistas no pudieron aceptar esa teoría de la concentración, que estaba
estrechamente relacionada con el gnosticismo de Valentín y Basílides y prefirieron asumir que la emergencia
de Dios de su ocultamiento había que entenderla en términos de concepto más que de espacio y otros
estimaron el proceso entero de forma metafórica.

Los nombres de las sefiroth.


La primera sefirah fue Kether ("Corona"), la fuente primordial de toda existencia. La segunda fue Hokmah
("Sabiduría"), que, aunque envuelta en Dios, generó las ideas. La tercera fue Binah ("Inteligencia"), que
transmite las ideas de la sabiduría eterna. La cuarta fue Hesed ("Amor", a veces llamado Gedulah,
"Grandeza"); la quinta Din ("Ley"; también llamada Geburah, "Poder" o Pah'adh, "Temor"), la sexta Tifereth
("Belleza"; también llamada Rahamim, "Misericordia"); la sexta Nezah ("Firmeza"), la octava Hodh
("Esplendor") y la novena Yesodh, ("Fundamento"). La décima sefirah fue Malkuth ("Reino"), también
llamada Shekhinah, "Realeza"), quedando unida en matrimonio con el Dios que gobierna el mundo. El
número de las sefiroth estuvo indudablemente influenciado por el hecho de que la astronomía entonces
postulaba la existencia de diez esferas y también por la santidad atribuida al número diez.
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El árbol cabalístico

Tríadas de las sefiroth.


Ya en el siglo XI Hai Gaon (998–1038) clasificó las diez potencialidades primarias en dos grupos, el
primero incluía tres que produjeron el mundo espiritual y el segundo comprendía dos tríadas que estaban
unidas por una séptima y formaban la fuente del mundo material. Este bosquejo lo retuvieron los cabalistas
posteriores. Azriel (1160–1238) distinguió tres grupos: intelectual, espiritual y material, una clasificación
evidentemente debida a la influencia neoplatónica. Cada grupo formó una tríada y sus miembros permanecen
en relación mutua de tesis, antítesis y síntesis. Los dos primeros miembros sostienen una relación polar entre
sí y están unidos por el tercero. De esta manera en la primera tríada, que consiste de "Corona", "Sabiduría" e
"Inteligencia", esta última forma el lazo de conexión. En la segunda tríada, que consiste de "Amor", "Ley" y
"Belleza", esta última (o "Misericordia") forma el lazo de unión, mientras que la tercera tríada de "Firmeza",
"Esplendor" y "Fundamento", ésta reconcilia a las dos primeras. Estas tres tríadas están sujetas a la décima
sefirah, "Reino" que las une en un conjunto armonioso. La primera tríada contiene los "autores del plan del
mundo", la segunda los "ordenadores" y la tercera los "creadores." Aunque las sefiroth no son comparables a
Dios y no condicionan su independencia, participan de su infinitud y transmiten sus flujos de bendiciones a
los diversos mundos. Para este propósito, de cuya existencia y actividad dependen, están unidas con Dios
por canales invisibles (zinnoroth) que proceden del trono de la majestad divina. Al ser las sefiroth las
primeras manifestaciones de Dios, forman un mundo ideal que no tiene relación con el mundo material y en
este aspecto son denominadas o bien "hombre primordial" (adam kadmon) o "superhombre" (adam 'ilai),
que a veces es considerado la sefiroth colectivamente y en otras ocasiones la primera manifestación por la
que Dios se reveló a sí mismo como creador y gobernante del mundo. En este aspecto parece ser una
revelación interpuesta entre Dios y el universo y por lo tanto un segundo Dios, como si dijéramos el Logos.

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El hombre-dios, de Jean Delville


Los cuatro mundos.
Según una idea posterior, varios grados de emanación produjeron otros mundos, en cada uno de los cuales se
repitieron las diez sefiroth. El primero fue 'Olam ha-Azilah ("Mundo de la radiación"), que contiene los
poderes del plan divino de los mundos. Esos poderes tienen la misma naturaleza que el mundo de las sefiroth
o el Adam kadmon, mientras que, según el Zóhar, también contiene el trono de la Shekinnah y el manto de
luz de Dios. Del 'Olam ha-Azilah emanó el 'Olam ha-Beriah ("Mundo de la creación"), el hogar de los
poderes y potencias que organizan. Allí están los tesoros de la bendición y la vida y el trono de la gloria de
Dios, así como las moradas de toda perfección espiritual y moral, donde habitan las almas de los justos. A su
vez, el 'Olam ha-Beriah produjo el 'Olam ha-Yezirah ("Mundo de la creación"), con los ángeles y Met'atron
como su jefe. A él están sujetos los malos espíritus (kelifoth, "basuras"), que moran en los planetas y en otros
cuerpos celestes o en el éter. El cuarto mundo es el presente material y fenoménico 'Olam ha-'Assiyah
("Mundo de la acción"), que está sujeto a constante cambio e ilusión. Como las sefiroth, los cuatro mundos
están estrechamente relacionados con Dios como principio primordial y reciben continuos flujos de
bendición divina. Esta cosmología de los cuatro mundos se basa en la teofanía de Ezequiel 1 y parece
mencionarse primero en Massekheth Aziluth, pequeño tratado de la primera mitad del siglo XIII. Las
tendencias antropomórficas cabalistas les llevaron a hacer distinciones de sexo entre las sefiroth. El principio
masculino, que es de color blanco, aparece principalmente en "Amor", aunque sustenta a las otras dos
sefiroth del lado derecho ("Sabiduría" y "Firmeza"); mientras el principio femenino escarlata, que debe su
existencia al masculino, mora principalmente en "Ley", aunque también forma la base de las otras sefiroth
del lado izquierdo ("Inteligencia" y "Esplendor").
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Pandemónium, óleo sobre lienzo de John Martin,


Forbes Magazine Collection, Nueva York
Origen del mal.
Junto a las sefiroth celestiales existen las sefiroth del mal y, en manera semejante, Adam kadmon tiene su
contraparte en Adam Beliyya'al. Ambos ámbitos se relacionan entre sí como el ala derecha y la izquierda. En
el reino del mal, al igual que en la esfera del bien, hay diez grados. Bajo el liderazgo de Samael y su esposa,
la gran adúltera, las sefiroth tenebrosas trabajan incesantemente para la destrucción del mundo. Sin embargo,
ya que las sefiroth de oscuridad, como las sefiroth de luz, eran consideradas emanaciones, había el peligro de
que el Infinito pudiera ser considerado autor del mal. Para evitar esto, los antiguos cabalistas avanzaron la
hipótesis de que el origen del mal debía buscarse en las distancias de las emanaciones de su autor divino, ya
que a medida que se alejaban de Dios hacia el mundo material, más degeneraban. Los cabalistas más jóvenes
como Luria, por otro lado, sostuvieron que los recipientes de las sefiroth no podían contener y dirigir la
plenitud de la bendición divina y reventaron, dando origen al mal. Sin embargo, la penitencia, mortificación,
oración y rígida observancia de las ceremonias prescritas reconciliarán gradualmente las esferas superior e
inferior y restaurarán la armonía original del universo. Es notorio que esta doctrina de la oposición de los dos
reinos es un desarrollo posterior de la Cábala, no siendo plenamente desarrollada hasta el siglo XIII.

Doctrina del Mesías.


Las enseñanzas mesiánicas de la Cábala están estrechamente relacionadas con la doctrina de la esfera de las
sefiroth malignas. Cuando por su piedad y virtud la humanidad haya reducido el reino de los kelifoth,
aparecerá el Mesías y restaurará todas las cosas a su condición original. Bajo su dominio todo volverá a la
luz divina y cesará la idolatría. En su explicación de la naturaleza y objetivos del Mesías la Cábala diverge
un tanto de las ideas avanzadas por el Talmud y el Midrash. En su antropología la Cábala generalmente
adoptó los principios del Talmud y del misticismo gaónico, pudiéndose resumir brevemente su nuevo
desarrollo. El hombre terrenal es un tipo del arquetipo Adam kadmon y comprende dentro de sí todo lo que
contiene la creación ideal. Es, por tanto, un microcosmos. La Cábala también enseña la naturaleza dual del
hombre, que consiste de cuerpo y alma. Todo miembro tiene su significado simbólico, tipificando el cuerpo,
como indumentaria del alma, el merkabah (el trono celestial de Ezequiel 1:10). Sin embargo, el alma es muy
superior al cuerpo, ya que deriva del alma divina y a través de los "canales" (zinnoroth) puede influenciar al
mundo intelectual y hacer descender sus bendiciones al mundo inferior. Aparece bajo las tres designaciones
de nefesh, ruah y neshamah. La primera es el impulso ciego, la segunda es la sede tanto de los buenos como
de los malos impulsos y la tercera es capaz de unirse con Dios y el reino de la luz.
Doctrina del alma.
La Cábala también enseña la pre-existencia del alma. Todas las almas destinadas a entrar en los cuerpos
humanos han existido desde toda la eternidad en un número fijado, nutridas por la contemplación de la
radiación divina de la Shekinnah. La entrada del alma al cuerpo es una desgracia, por lo que imploran a Dios
que les evite tal encarcelamiento. Antes de su entrada a los cuerpos humanos, las almas son andróginas,
mientras que el matrimonio une las amputadas mitades en un todo único. Esta doctrina, como la precedente,
es reminiscencia de Platón y Filón, al igual que la doctrina cabalística de que todo saber terrenal es nada más
que una reminiscencia de lo que el alma sabía antes de venir a la tierra.

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La pesadilla, de Heinrich Füssli, c. 1781.


Goethe Museum, Frankfurt
Metempsícosis.
De especial interés es la doctrina cabalística de la reencarnación. Cada alma que está unida con un cuerpo ha
de pasar por un período de prueba en este mundo y si es capaz de preservar su pureza original regresa
inmediatamente tras la muerte a su lugar de origen celestial. Si, por otro lado, cae en pecado, queda sujeta a
una purificación y está obligada a permanecer en formas inferiores de existencia, tales como animales,
árboles, piedras y ríos, hasta que expíe plenamente su mal y obtenga la pureza necesaria para su regreso a su
hogar celestial. Sin embargo, ocasionalmente el alma cargada de pecado deambula en el mundo con sus
congéneres, desnuda y avergonzada, hasta que finalmente recibe su purificación en el infierno. Apenas nacen
nuevas almas, siendo el mayor número reencarnaciones. Esto es una prueba de la corrupción del género
humano y aunque hay espíritus exaltados que descienden en ocasiones a la tierra para beneficio del hombre y
asumen forma humana, todas las almas creadas desde el principio no han sido capaces de nacer debido al
número de reencarnaciones necesitadas por la maldad humana y consecuentemente el Mesías no ha llegado.
Durante el sueño las almas de los justos frecuentemente dejan sus cuerpos, ascienden a regiones celestes, se
relacionan con los espíritus y reciben revelaciones de misterios futuros. Las almas malignas, por otro lado,
descienden a las esferas de oscuridad e impureza y conversan con los demonios, quienes les dan palabras
falsas y mentirosas. Para que la humanidad pueda mantener comunicación con el mundo de la luz durante la
existencia terrestre, los cabalistas exigieron una escrupulosa observancia de la ley ceremonial y, por encima
de todo, de la oración, a la que atribuyeron influencia sobre Dios mismo. Entre otros medios se subrayó el
ascetismo, la flagelación, el retiro del mundo, la práctica de las buenas obras, llevar indumentaria blanca y el
uso de las filacterias y el talit.
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Escuela del silencio, de Jean Delville


Exégesis místico-bíblica de la Cábala.
El escolasticismo aristotélico dio origen en el judaísmo a un sistema de exégesis que alumbró la idea de que
la religión era más asunto de la cabeza que del corazón. Sin embargo, en este mismo tiempo el aumento de la
persecución de los judíos provocó una necesidad de fortaleza espiritual y vivificación, siendo esas exigencias
suplidas por la oposición cabalista a la interpretación puramente intelectual de la Biblia y por la sustitución
de un nuevo método de hermenéutica, que sondeaba las profundidades de la Escritura y fortalecía los pilares
de la religión. Ya en el período talmúdico y mishnaico había prevalecido el sentimiento en ciertos ambientes
de que además del significado literal de la Biblia (peshat) había un significado alegórico (derush). Los
cabalistas fueron más allá y estimaron las letras, palabras y nombres de la Biblia poseídos de misterios
divinos profundamente escondidos, por lo que los relatos de Agar, Esaú y Balac contenían mucho más que
mera historia. Por tanto pusieron poco énfasis en el sentido literal de la Biblia, no pudiendo añadirse o
quitarse una letra de ella. En su esfuerzo para abrir los misterios divinos emplearon varios sistemas de
exégesis.

Interpretación bíblica por la gematria.


El principal de esos sistemas fue la gematria, o estudio de las letras. Ya en el Séfer Yezirah las 22 letras del
alfabeto hebreo quedaron divididas según su sonido, forma y valor numérico. A la primera clase pertenecían
las tres "madres", aleph, mem y shin, que representaban los tres elementos primordiales, aleph el aire (awwer
), mem el agua (mayim) y shin el fuego (esh). Las siete letras "dobles" formaban la segunda división (beth,
gimel, daleth, kaph, pe, resh y taw) y eran simbólicas de los siete planetas, los siete días de la semana, las
siete puertas del alma, los siete mares y semejantes; mientras que en virtud de su doble pronunciación,
aspirada o no aspirada, tipificaban las siete antítesis del hombre: vida y muerte, sabiduría y necedad, riqueza
y pobreza, paz y guerra, belleza y fealdad, fertilidad y esterilidad, poder y esclavitud. Las 12 letras
"simples", que constituyen el resto del alfabeto, simbolizaban las 12 actividades del hombre: ver, oír, oler,
hablar, comer, cohabitar, trabajar, caminar, airarse, reír, pensar y dormir. El valor numérico de las letras se
traducía en números sagrados, por lo que 12, por ejemplo, tipificaba las 12 tribus, los 12 meses y los 12
signos del zodíaco. Posteriormente la gematria fue dividida en aritmética y figurativa, considerando la
primera las letras según su valor numérico y la segunda dedicada al modo de escribirlas.

Tetragrammaton

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Tetragrammaton
Poderes mágicos del Tetragrammaton.
Un segundo sistema exegético fue el notarikon, el uso acróstico de las letras en tal forma que cada letra de
una palabra formaba la letra inicial de una nueva. El tercer método fue ziruf, la combinación de las letras y el
cuarto temurah, la creación de nuevas palabras por la permutación o intercambio de letras. Los nombres de
Dios fueron asunto especial de los malabarismos cabalísticos, ya que no eran solo los medios por los que
Dios había emergido de su ocultamiento y se había hecho manifiesto al entendimiento, sino que eran medios
para trabajar sobre los poderes inteligibles y realizar milagros de todas clases. Los poderes más maravillosos
se atribuían al divino tetragrammaton, YHWH. Quienquiera que poseyera la verdadera pronunciación de este
nombre podía entrar en relación con el mundo superior y recibir revelaciones del alma universal. Cada letra
del nombre era portentosa. La yodh representaba al Padre como creador y la doble he a la Madre superior e
inferior, mientras que la waw tipificaba la creación. Por la permutación de las letras del tetragrammaton se
obtenía una riqueza de nombres divinos, a los que, de manera semejante, se atribuían poderes milagrosos. En
la Cábala "práctica" esos nuevos nombres desempeñaron una parte importante, usándose en fórmulas,
amuletos y conjuros, siendo su correcta enunciación y las gesticulaciones con las que eran pronunciados
factores determinantes en todas esas operaciones. De manera semejante, los nombres de 12, 22, 24 y 72
letras contenían grandes misterios, influenciaban al Ser Supremo y evitaban sentencias amenazantes,
mientras que los nombres de los ángeles quedaban sujetos a manipulación similar. El resultado neto fue la
total pérdida de cualquier comprensión del verdadero significado del texto de la Biblia.

El primer período de la Cábala.


La historia de la Cábala comprende un período de unos mil años, ya que sus principios se pueden trazar
hasta el siglo séptimo, mientras que sus últimos adherentes pertenecieron al siglo XVIII. Este lapso de
tiempo se puede dividir en dos períodos: el primero del siglo VII al XIII y el segundo desde el XIV al XVIII.
Desde el siglo séptimo al noveno floreció el misticismo del Merkabah, dedicado a las descripciones de las
"moradas grandes y pequeñas" y a describir el trono de Dios y su corte de ángeles, según modelos
bizantinos. Dios el Infinito, las sefiroth y la transmigración se desconocen todavía y la autoridad citada en
todas las ocasiones es la del tannaíta Ismael ben Eliseo, quien destacó en los siglos primero y segundo d. C.
El malabarismo con el alfabeto está representado por el "Alfabeto de Rabí Akiba", que trata de las letras
según el nombre y la forma y las relaciona con toda forma de enseñanza moral y religiosa.

El Séfer Yezirah.
Con la aparición del Séfer Yezirah ("Libro de la creación") en el siglo octavo, el misterio del trono de
Ezequiel dio paso al misterio de la creación, introduciéndose un elemento cosmogónico cada vez más
importante en el periodo posterior. Aquí la doctrina de la emanación aparece en la forma en la que se había
originado en Alejandría. Las 22 letras se relacionan con las 10 emanaciones divinas, formando los 32
senderos de sabiduría esotérica y constituyendo la base de todas las cosas. Dios no sólo es el creador, sino
también el sustentador y gobernante del mundo. Las letras del alfabeto son "poderes reales" que sostienen
todos los fenómenos, mientras que su permutación y evaluación, así como su connotación, son de
importancia. El Séfer Yezirah es la obra más antigua que unifica la especulación cabalística en un conjunto
sistemático. Según la misma hay cuatro principios fundamentales, emanados uno del otro: espíritu, espíritus,
agua primordial y fuego primordial, unidos todos por las tres dimensiones y sus antítesis en una década.
Todas las cosas están en flujo continuo, disolviéndose las combinaciones antiguas y formando nuevas,
mientras que a través de los fenómenos gobierna la ley de las antítesis, que están unidas por el medio entre
ellas. Una obra destacable del mismo periodo es el Séfer Raziel, que enseña la influencia de los planetas y las
figuras del zodíaco sobre la tierra. En esta obra el ángel Raziel toma el lugar de Metatron, el ángel de la
presencia, ya que posee y comunica misterios astrológicos y astronómicos.

Fragmento de un libro cabalístico; manuscrito árabe de la catedral de Barcelona

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Fragmento de un libro cabalístico;


manuscrito árabe de la catedral de Barcelona
Cristalización de la Cábala.
En el siglo XIII comenzó la cristalización de la Cábala, desarrollándose plenamente la doctrina de las sefiroth
. Al mismo periodo pertenece probablemente la composición del "Libro luminoso", también llamado el
"Midrash de Nehunya ben ha-Kanah," que enseña en lo principal un bosquejo de la metempsicosis, mientras
que las 10 emanaciones divinas, que todavía no son llamadas sefiroth, sino ma'amarim ("mandamientos"),
aparecen como categorías poseídas de fuerza creativa y relacionadas con los atributos de Dios. Una
tendencia hacia la profecía visionaria quedó marcada en la Cábala por Abraham ben Samuel Abulafia (†
1304), quien puso especial énfasis en el conocimiento del nombre divino, tal como está determinado por los
métodos exegéticos de la gematria, notarikon, ziruf y temurah, mientras que su discípulo Joseph ben
Abraham Gicatilla se dedicó a los misterios del alfabeto, que elaboró en sintonía con la doctrina de las
sefiroth. La especulación cabalística comenzada por Isaac el Ciego alcanzó su culminación en el Zóhar,
supuestamente escrito por Moisés ben Shem-Tob de León († 1305). Si al Séfer Yezirah se le llama la Mishná
de la Cábala, al Zóhar se le denomina el Talmud. Ostensiblemente es un comentario midrásico de las
perícopas del Pentateuco, pero prácticamente está inundado de una masa de especulaciones cabalísticas y
místicas y con alegorismos fatuos, especialmente sobre los nombres de Dios, los acentos y las vocales. De
manera semejante, el reino del mal, con sus demonios y espíritus malos que continuamente se oponen a la
esfera de la justicia, se describe en términos de la fantasía más imaginativa. Sus declaraciones se ponen en
boca de Simeón ben Yohai, un tannaíta del siglo segundo d. C., quien, según el Talmud, vivió en asociación
con el ángel Metatron, quien le comunicó los misterios divinos. No obstante, en manera alguna es una obra
uniforme, estando entre sus componentes más antiguos el "Libro del misterio", que está dedicado a la
creación y los sucesos que la precedieron; la "Gran asamblea sagrada" que forma un compendio de
especulación cabalística y halla el tipo de todas las sefiroth en el hombre, a través de cuyo proceso mental el
mundo superior de la luz se une con el mundo inferior de los sentidos, mientras que a los antropomorfismos
del Antiguo Testamento se les considera metáforas; el "Verdadero pastor" explica la naturaleza de las
emanaciones primordiales.

El Zóhar.
Los elementos posteriores del Zóhar son los siguientes: el "Pequeña asamblea sagrada" que proporciona una
exposición más clara de los asuntos tratados en el "Gran asamblea sagrada"; el "Libro del misterio de los
misterios", dedicado a la fisiognomía y la quiromancia; el "Libro de las moradas", que describe las moradas
de las almas en el jardín de Edén y en el infierno; el "Midrash oculto", que relata el regreso de las almas a su
nueva y perfecta forma humana tras la resurrección y describe el banquete preparado para los justos; el
"Anciano", que describe la transmigración de las almas y los castigos del infierno; el "Joven", una
exposición de varias enseñanzas cabalísticas y "Mishnas y Tosefta", que está dedicado principalmente a los
significados místicos de los nombres divinos. A pesar de la oposición de los talmudistas y filósofos el Zóhar
tuvo un enorme seguimiento, siendo considerado una revelación del cielo. Por su medio España se convirtió
en el auténtico hogar de la Cábala y hasta el día actual goza de autoridad en algunos medios judíos.

Jacob Frank

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Jacob Frank
Período final de la Cábala.
Con el exilio de los judíos de España la Cábala fue llevada a todos los países y Safed en Tierra Santa se
convirtió en su nuevo centro. Allí, en el siglo XVI, Moisés ben Jacob Cordovero e Isaac Luria sistematizaron
la Cábala y llenaron un vacío que había existido en el Zóhar, subrayando el primero el lado metafísico y
especulativo y el segundo el ascético y ético. Mediante ellos el Zóhar fue casi deificado y en un espíritu
semejante muchos cabalistas del siglo XVII, tales como Sabbatai Zewi y Jacob Frank, se proclamaron
profetas o afirmaron que la Shekinnah o el alma del Mesías se había encarnado en ellos. Sin embargo, desde
ese tiempo en delante la Cábala comenzó a declinar y los nombres de sus representantes ya no fueron de la
misma importancia como los antiguos.

Influencia de la Cábala sobre el judaísmo.


Aunque la Cábala tenía como propósito una espiritualización de la religión, los elementos paganos que
adoptó produjeron en el judaísmo una idea del universo que le era totalmente ajena, generando gran daño. El
concepto bíblico del monoteísmo fue sustituido por una nebulosa teoría de la emanación con tendencias
panteístas y la doctrina de la unidad de Dios fue puesta a un lado por la de las diez sefiroth, que eran
estimadas divinas en esencia. Ya que la oración no iba ya dirigida inmediatamente a Dios sino a las sefiroth,
se desarrolló un culto a éstas. La filosofía y el Talmud fueron desdeñados por los cabalistas e incluso el
estudio de la Biblia fue desatendido al no ser leída con sus propios recursos, sino únicamente con la ayuda
de los métodos cabalísticos de hermenéutica. Tampoco el ritual escapó al cambio y la mutilación, quedando
asociados las filacterias y el talit a las diversas fórmulas cabalísticas, siendo especialmente prominentes en
las oraciones a las sefiroth. Lo peor de todo fue el aumento de la superstición. Para que el alma pudiera
alcanzar la esfera de la luz tras la muerte, se practicaban las más severas mortificaciones de la carne,
mientras que se creía que los nombres misteriosos de Dios curaban las enfermedades y apagaban el fuego,
alterando Dios su divina voluntad por la oración de los cabalistas. El mismo reino de las tinieblas quedaba
sujeto a las fórmulas apropiadas de oración y los condenados quedaban liberados de sus tormentos por el uso
de los nombres mágicos de Dios.

Johannes Reuchlin

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Johannes Reuchlin
Relación de la Cábala con el cristianismo.
Durante el período de la Reforma la Cábala atrajo amplia atención a causa del supuesto parentesco y acuerdo
de sus doctrinas con los dogmas de la Iglesia. La opinión prevaleciente es que formaba el medio por el que
judaísmo y cristianismo podían fácilmente unirse, especialmente en lo tocante a la doctrina de la Trinidad, el
Mesías como Hijo de Dios y su obra expiatoria. En su celo misionero hacia los musulmanes en el siglo XIII,
Raimundo Lulio consideró la Cábala una revelación divina y una vez que el convertido judío Pablo de
Heredia (hacia 1480) hubo mostrado en su "Carta de los secretos" que todas las principales verdades del
cristianismo estaba contenidas en la Cábala, los eruditos cristianos rivalizaron en su disposición a estudiar el
judaísmo esotérico. En 1486 Pico della Mirandola publicó en Roma su Septuaginta-duæ conclusiones
cabballisticæ, e invitó a todos los eruditos a Roma para asistir a una disputa para convencerse del parentesco
entre la Cábala y el cristianismo. El primer alemán en investigar este asunto fue Reuchlin, que dedicó a ello
su De verbo mirifico (Basilea, 1494) y De arte cabbalistica (Hagenau, 1517). Las traducciones latinas de
diversas porciones de obras cabalísticas las hicieron Baruch de Benevento a petición del cardenal Egidio de
Viterbo y el convertido Pablo Riccio, médico del emperador Maximiliano I; pero la obra más importante que
buscó las verdades del cristianismo en la Cábala fue Kabbala denudata de Christian Knorr von Rosenroth (4
volúmenes, Sulzbach y Francfort, 1677–84), que sería la fuente para todos los eruditos posteriores.

Ahora se reconoce que los conceptos de Dios y la creación son totalmente divergentes en la Cábala y el
cristianismo; la primera tríada en las sefiroth no se corresponde con la Trinidad, ni la doctrina cristiana de
Cristo como Hijo de Dios tiene analogía con el Adam kadmon de la Cábala. Según el cristianismo, la
redención es posible sólo a través de Cristo, mientras que la Cábala postula que el hombre se puede salvar a
sí mismo por su influencia mística sobre Dios y el mundo de la luz a través de la rígida observancia de la
ley, el ascetismo y medios similares.
Portada del Zóhar, 1556, Mantua

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Portada del Zóhar, 1556, Mantua


Textos cabalísticos.
El siguiente pasaje relata la historia de un joven que acudió a estudiar la Torá en una academia, pensando
que ésta proprociona a quienes la estudian la riqueza material:

'Cierto día se presentó ante su maestro y le dijo: «¿Rabí, dónde está la riqueza?» «Se ve -pensó el
maestro- que su afán por la Torá no se debe a altos ideales»; y se metió en su habitación. Allí
oyó una voz que le decía: «No le castigues, porque llegará a ser grande». Regresó a donde el
alumno y le dijo: «Siéntate, hijo mío, siéntate, que te voy a dar riquezas». Poco después llegó un
hombre muy rico y le dio al joven estudiante parte de su riqueza; y el amor por la Torá comenzó
a arder en el corazón del joven. Un día le encontró su maestro llorando. Le preguntó: «¿Por qué
lloras?» Contestó: «¿Es que voy a perder la vida del mundo venidero por esto (la riqueza)?; sólo
deseo hacer méritos para la vida futura». «Ahora se ve -pensó el maestro- que estudia por altos
ideales». Llamó a aquel hombre que le había dado parte de su dinero y le dijo: «Toma tu riqueza
y repártela entre los huérfanos y los pobres»'
Sitré Torá, en Zóhar I, 88a-b.

En el siguiente texto el cabalista echa mano de la alegoría en un enigmático pasaje:


'«Y los sabios brillarán como el resplandor del firmamento» (Daniel, 12.3): Este versículo se
refiere a los que se afanan por ese resplandor al que se llama Séfer ha-Zóhar («Libro del
resplandor»), el cual es como el Arca de Noé en que se reúnen dos por ciudad y siete por reino y
a veces solamente uno por ciudad y dos por familia, ya que se cumple el versículo: «Todo hijo
que nazca lo arrojaréis al río» (Éxodo 1:22). Esta es la luz de este libro y todo por tu causa. ¿Y
quién lo produjo? El cuervo. Tú serás en aquel tiempo como la paloma (hebreo: yoná), porque
otro mensajero que se llama igual que tú ha actuado como el cuervo que salió del arca en primer
lugar y no regresó de su misión, pues se consagró a los ignorantes por su dinero y no se ocupó
de su cometido de llamar a los justos al arrepentimiento; es, por tanto, como si no hubiera
llevado a cabo el mandato de su señor. Y en ti se cumplirá el misterio de la misión de Jonás
(hebreo: yoná), que descendió a las profundidades del mar. Tú también descenderás a las
profundidades de la Torá. Esto es lo que quiere decir el versículo: «Me arrojaste en el abismo, en
el corazón de los mares» (Jonás 2:4).'
Ra'aya mehemna, en Zóhar III, 153b.

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