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Vida y destino de un folículo invicto

¿Que cuántos éramos? No sé si alguien lo sepa con exactitud, pero seríamos entre 150 y 200 mil
folículos primordiales. Todos éramos idénticos; éramos una copia de nosotros mismos. Estábamos
formados por una célula grande, que después supe era el ovocito o gameto femenino, rodeada por
una capa de células planas. ¿Que cómo comenzamos a crecer? No lo recuerdo, fue muy extraño, ya
que no todos lo hicimos al mismo tiempo; de repente algunos eran seleccionados y se activaba su
desarrollo. Lo único visible en los que se activaban, era el crecimiento del ovocito y la
transformación de las células planas en células cúbicas; posteriormente, se formaron varias capas de
estas células y aparecieron unas células diferentes que rodearon la capa más externa de las células
cúbicas. Al mismo tiempo que se observaba una activa replicación celular, apareció una capa
traslúcida que rodeaba al ovocito y se comenzó a acumular líquido en una cavidad central, lo cual
les confería la apariencia de una pequeña ampolla. Muchos de los que comenzaban a crecer no
terminaron las primeras etapas de diferenciación, degeneraban y desaparecían del entorno.
¿Que quién decidía quién se activaba y cómo se regulaba su desarrollo? Nosotros no lo supimos; sin
embargo, al parecer eran factores o sustancias producidos en las mismas células y en los tejidos
cercanos. Algunos de estos factores ahora los conozco y todos tienen nombres extraños, lo cuales se
conocen mejor por sus siglas en inglés como IGF-1, EGF, TGFα, entre otros.
Durante mucho tiempo me tocó ver a muchos de mis compañeros activarse y posteriormente
degenerar; otros, recuerdo, avanzaron a las siguientes etapas de desarrollo, pero después ya no supe
qué pasó con ellos. En ese tiempo yo formaba parte de la gran reserva de folículos primordiales, por
lo cual no podía percatarme de los cambios en etapas más avanzadas.
Un día llegó mi turno, fui convocado. Después de ver a tantos compañeros iniciar su desarrollo con
entusiasmo y posteriormente degenerar, mi primera sensación fue de miedo. Sucedieron en mí los
cambios descritos, los cuales fui superando uno a uno hasta que alcancé la etapa en la que se formó
la cavidad o antro. Durante ese periodo vi de cerca como algunos compañeros cercanos
degeneraban; folículos con los cuales compartí el mismo espacio, no llegaron ni siquiera a formar
tres capas de células cúbicas. Realmente no me explico por qué llegué hasta esta etapa, cuando
muchos compañeros que parecían iguales o mejores que yo, se quedaron en el intento.
Desde la perspectiva del folículo antral las cosas se ven de otra manera: ya somos un grupo selecto
de folículos, se tiene una sensación de superioridad, pero también se tiene plena conciencia de la
temporalidad de esta etapa, ya que sabemos que algunos continuarán con su desarrollo sin mucha
demora, mientras otros degenerarán con rapidez. En esta etapa los cambios que observé en mis
compañeros y que también yo sufrí, fueron: un crecimiento del antro, multiplicación activa de las
células cúbicas, llamadas células de la granulosa; proliferación de las células filiformes que
rodeaban la última capa de las células cúbicas, conocidas como células de la teca interna. El ovocito
quedó fijo a las células de la granulosa mediante un cúmulo de estas mismas células. Entendí en los
primeros días de estar en esta etapa que la meta de todos nosotros era alcanzar el tamaño suficiente
para ser reclutados; comprendí, también, que la formación del antro no era la etapa final de nuestro
desarrollo, sino apenas una de las primeras fases. Pude observar en qué consistía el reclutamiento,
ya que algunos compañeros cercanos fueron convocados: un grupo entre 8 y 12 folículos con un
diámetro alrededor de 4 mm continuaban creciendo por estímulo de la FSH, después uno de ellos se
desarrollaba más que los otros y los subordinados degeneraban. El folículo seleccionado duraba
algunos días como dominante y después degeneraba, proceso conocido como atresia. Una vez que
el folículo sufría atresia, iniciaba otra etapa de reclutamiento; el periodo comprendido entre dos
etapas de reclutamiento constituía una oleada u onda folicular.
Muchos folículos que alcanzaban la etapa antral no eran reclutados y sufrían atresia. Así las cosas,
todos esperábamos con ansiedad la llegada de la FSH. En ese estado me preguntaba ¿por qué
algunos folículos son reclutados y otros no?, ¿quién decide?, ¿qué deben hacer los folículos que
quieren sobrevivir?, ¿cuál es el interés de seguir desarrollándose? Debido a que pasé por todas las
etapas y a que fui buen observador de los que ocurría en mi entorno, ahora sé que los folículos
pueden ser morfológicamente similares, pero fisiológicamente distintos. La diferencia se puede
explicar en parte a que los folículos que respondían a la FSH tenían altas concentraciones de IGF-1
libre, lo cual aumentaba su respuesta a la FSH. Esta gonadotropina promovía la síntesis de estradiol,
la mitosis celular y el crecimiento folicular. En contraste, los folículos que parecían sanos pero no
respondían a la FSH, tenían bajas concentraciones de IGF-1 libre.
Pasaba el tiempo y no era reclutado. Mi ansiedad aumentaba, tenía temor de sufrir atresia. En eso
estaba cuando sentí algo raro en todas mis células, algo así como un tremor. Aunque dicen que el
crecimiento no se siente, les aseguro que yo sí sentí cuando la FSH activó la función de todas mis
células. Recuerdo que fuimos reclutados 10 folículos, sólo reconocí a uno de ellos con quien
compartí unos días en la etapa antral. Todos se veían simétricos, robustos y fuertes. Así,
transcurrieron tres días hasta que otro folículo y yo comenzamos a crecer más rápido que nuestros
compañeros. Se estableció entre nosotros dos algo así como un mano a mano, para ver quién
dominaba a quién. Finalmente yo lo dominé, seguí creciendo, mientras él se alejaba. Con mucho
pesar, vi a mis compañeros sufrir atresia. No entendía si tenía que estar satisfecho y feliz por la
hazaña. Ahora sé la verdad y me apena, ya que yo fui responsable de su atresia. Sin saberlo, cuando
me convertí en dominante, secreté inhibina y estradiol, con lo cual suprimí la secreción de FSH.
Pero, ¿cómo pude seguir creciendo con concentraciones bajas de FSH? La trampa estuvo en que
llegó el momento en que yo ya no dependía de la FSH y ellos sí; yo continué creciendo porque
ahora la LH estimulaba mi desarrollo. Aunque este mecanismo es normal, me sigue pareciendo que
fue una jugada perversa.
Después de tres días como dominante a menudo me preguntaba: ¿qué sigue ahora? A diferencia de
otros folículos dominantes que vi y que sufrieron atresia, yo cada día me fortalecía más, sentía
mayor vigor y secretaba más estradiol. Conforme pasaban las horas me fortalecía más y más, se
formó una abundante red capilar en la pared folicular y aumentaba constantemente la presión del
antro. De súbito, comenzó a disminuir la presión y el líquido folicular comenzó a salir por una
ruptura de la pared y con él salió también el ovocito, del cual no supe más. Con la ruptura de la
pared folicular hubo una ligera hemorragia y comenzó otro proceso realmente asombroso.
Las células de la granulosa crecieron, las células de la teca interna se multiplicaron y ambas células
invadieron el espacio dejado por el folículo. En ese espacio comenzó a desarrollarse una estructura
sólida, la cual comenzó a secretar progesterona.
Ya habían pasado varias etapas de desarrollo y todavía no sabía el porqué de mi existencia. En esta
última etapa estuve 16 días, y no obstante que me pasé observando otras oleadas foliculares, fueron
días sin contratiempos, aburridos, en los cuales mi única función era producir progesterona. Sin
darme cuenta, llegó el final, comencé a morir cuando llegaron los primeros episodios de secreción
de la PGF2α; después de varias arremetidas sólo quedó de mí, como un recuerdo, un tejido
blanquecino.
Durante las cargas de la PGF2α estuve pensando en la vida que había tenido, me preguntaba,
cuántos folículos primordiales tendrían la suerte que yo tuve. Cuántos folículos antrales tendrían
una vida como la mía. Cuántos folículos primordiales se necesitaron para hacer un folículo como
yo; no cabe duda que fui un folículo afortunado.//

20 de febrero de 2015.

JHC

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