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El ágora virtual y el ciudadano digital.

Camilo Becerril

Si observamos, aunque sea de reojo, las condiciones en que se desarrollan

nuestros días, rápidamente nos daremos cuenta de que la cotidianeidad de nuestras

vidas transcurre en dos espacios contrapuestos: el espacio físico y el espacio virtual.

Vivimos obviamente en espacios físicos, ya sean naturales o artificiales, como los

creados en las sociedades industrialmente desarrolladas en las que hasta las

“zonas verdes”, el aire, los sonidos, son producto de la transformación originada por

el Homo faber, la actividad técnica, la actividad tecnología.

Pero, por otra parte, cada vez más nuestras actividades cotidianas se llevan a cabo

en los llamados espacios virtuales generados por el funcionamiento del internet,

generados por los desarrollos de las llamadas Tecnologías de la Información y la

Comunicación (TIC). Llamar a un amigo, pagar cuentas, realizar compras, buscar

empleo, leer noticias, hacer denuncias, buscar pareja, buscar pleito, compartir

textos son algunas actividades cotidianas que actualmente se llevan a cabo en el

espacio virtual generado por internet a través de diversas redes sociales, y por

supuesto, la participación política de un ciudadano también es posible fortalecerla o

hacerla efectiva en este ámbito no físico.

1
Se dice que una de las formas más importantes de controlar, de transformar, de

modificar la realidad con el fin de amoldarla a los fines humanos es la acción técnica

del hombre (Quintanilla,2005: 41). Así pues, debido al vertiginoso cambio y

desarrollo de la tecnología actual, cuyo origen podemos ubicarlo en la Revolución

Industrial del siglo XIX, las condiciones totales de la vida se están modificando

radicalmente. Los avances, por ejemplo, de las tecnologías de la información y la

comunicación, dice Quintanilla (2005), nos obligan a abandonar la definición de la

tecnología únicamente como el fenómeno de creación de artefactos o herramientas

por excelencia: “Las tecnologías de las telecomunicaciones suponen la aparición de

un nuevo ámbito de desarrollo tecnológico que trasciende al sector tradicional de la

producción de vienes materiales para invadir el terreno del pensamiento,

almacenamiento, producción y transmisión de información” (26).

En este sentido, la aparición del internet como una nueva forma de almacenar,

producir y transformar la información modificó por completo las relaciones humanas

y, obviamente, las relaciones políticas y el ejercicio de la ciudadanía en diversas

democracias.

En este sentido, se ha comenzado a hablar de la existencia de un tipo peculiar de

ciudadanía: la “ciudadanía digital”, la cual hace referencia a la conducta o actuación

política de los internautas (Robles, 2009: 11). Así, se evidencia la existencia de un

nuevo tipo de espacio: el espacio virtual, en donde el ciudadano puede interactuar

verbalmente con sus iguales para, entre otras cuestiones, intervenir o discutir los

problemas que afectan a su comunidad o para regular la acción de los gobernantes,

por poner algunos ejemplos.

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Así, de lo que nos ocuparemos en este texto es de presentar las características

fundamentales o esenciales que definen el concepto de “ciudadanía digital”. Para

llevar a acabo esto, utilizaremos las definiciones que han brindado Robles (2009) y

Natal, Benítez y Ortiz (2014).

Por otra parte, también mostraremos una interpretación “optimista” y otra “pesimista”

del desarrollo y existencia de la ciudadanía digital.

I. Caracterización del concepto de “ciudadanía digital”.

Según Robles (2009) uno de los elementos definitorios de la idea de ciudadanía es

la existencia de vínculos o relaciones establecidas entre los individuos iguales entre

sí y que habitan un espacio común de vida. Así pues, para Robles las nociones de

“comunidad” y “ciudadanía” están inseparablemente unidas: según él no hay

ciudadanía sin comunidad, sin un mundo de interacción entre los ciudadanos (35-

36).

Natal, Benítez y Ortiz (2014) coinciden con esta acepción, pues en su texto se

apropian de la significación de ciudadanía que generaron Thomas Marshall y Tom

Battomore, según la cual la ciudadanía se caracteriza como “‘la pertenencia plena

a una comunidad y que dicha pertenencia se define como la participación de los

individuos en la determinación de las condiciones de su propia asociación’” (36).

En este sentido, una ciudadana o ciudadano actúa en un ámbito espacial donde se

generan vínculos públicos con otros ciudadanos o ciudadanas que son


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considerados sus iguales, y que en dicha vinculación pública van configurando su

autodeterminación.

Se pueden detectar tres categorías del ejercicio de la ciudadanía, según Natal,

Benítez y Ortiz (2014), las cuales son “la civil”, que tiene que ver con la “igualdad de

derechos ante la ley”; la segunda es la “política” y la tercera “la social”; en este

sentido “para que el ejercicio de la ciudadanía sea integral se deben generar, por

un lado, compromisos y condiciones institucionales, y por otro debe existir el

convencimiento de que la deliberación pública, la interacción social, la aceptación y

el respeto por el pluralismo ideológico son valores y prácticas esenciales para vivir

en democracia” (37).

Pero hagamos énfasis en el aspecto de la idea de “la comunidad”, pues, como

hemos intentado mostrar, ésta es una condición necesaria para la aparición y

desarrollo de la ciudadanía. Es decir, la comunidad es un lugar en donde se edifica

y entreteje el intercambio verbal y se realizan decisiones concernientes al ámbito

público: la comunidad es “la arena donde se accede y comparte información” (37).

Pero, como mencionamos, debido al vertiginoso desarrollo tecnológico, las

tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han provocado el surgimiento

de un nuevo tipo de comunidad, es decir, un nuevo tipo de espacio, de “arena”, de

ámbito en que “se construye el diálogo y se delibera sobre las decisiones públicas”

(Natal, Benítez y Ortiz, 2014: 37). Dicho espacio es el virtual, el cual se ha

configurado principalmente por la edificación y funcionamiento del internet.

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Entonces, podríamos decir que la aparición de esta nueva ágora virtual, de esta

nueva comunidad digital, de este nuevo espacio posibilitado por el internet ha

generado un nuevo ámbito de interacción de los ciudadanos.

Este nuevo espacio virtual es la característica que define el adjetivo “digital” que

modifica al sustantivo ciudadano. Robles (2009) define a los ciudadanos digitales

como “los individuos que utilizan las tecnologías de la información y la comunicación

para cuestiones relacionadas con la defensa de sus deberes y sus derechos tanto

políticos como sociales” (35-36).

La definición que dan Natal, Benítez y Ortiz (2014) es la siguiente: “La ciudadanía

digital la definimos como el conjunto de prácticas políticas y ciudadanas que de una

u otra forma tratan de modificar o incidir en las instituciones, a través del uso de

medios y tecnologías que tienen como característica la digitalización de sus

mensajes y contenidos, […]” (9).

Entonces, podríamos concluir que, a partir de estas caracterizaciones, el ciudadano

digital se define por el uso del espacio virtual configurado por internet en el que, por

medio de diversas redes sociales digitales, los ciudadanos participan en el

desarrollo de la práctica “consulta y toma de decisiones” que incumben a la esfera

de lo público.

De esta manera, la participación política de la ciudadanía digital se podría definir

como “cualquier acción dirigida a influir en el proceso político y en sus resultados”

(Pérez, 2014: 254) , pero con el matiz de que dicha acción se lleve a cabo en la

comunidad virtual.

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Robles (2009) identifica dos tipos de comunidades virtuales. Uno tiene que ver con

el hecho de que dichas comunidades virtuales sirven para fortalecer las relaciones

creadas en comunidades físicas ya existentes, las cuales “utilizan internet como una

vía más de interacción” (41). El otro tipo se define por ser sólo un ámbito virtual en

que sujetos se vinculan por alguna afición o gusto común; Robles las llama

comunidades virtuales “geográficamente dispersas”: “cuyo lazo de unión son

exclusivamente, determinados aspectos o intereses en común que se refuerzan

mediante contactos a través de internet” (41).

Consideramos importante señalar también algunos requisitos fundamentas, según

Robles (2009), para poder decir que tal o cual persona es una ciudadana(o) digital:

1. Tener acceso a internet; 2. Tener habilidades, conocimientos y capacidades

necesarias para usar Internet (59); 3. Que la ciudadanía tenga conciencia de las

“ventajas y utilidades políticas y sociales de internet” (69).

Para concluir esta sección, sólo nos gustaría hacer referencia a algunos estudios

estadísticos en donde se muestra el número de internautas o usuarios de internet

en México, los cuales abarcan el período comprendido entre el 2006 y el 2016.

Así pues, la siguiente gráfica pretende evidenciar que hubo 70 millones de

internautas en México para finales del 2016, “esto significa el 63% de penetración

entre la población”1.

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Esta información la obtuvimos de “13 Estudio sobre los Habitos de los Usuarios de Internet en Mexico
2017”, la cual fue elaborada por la Asociación de Internet México.

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Otra gráfica que nos interesa mostrar es la que evidencia las opiniones de los

internautas mexicanos sobre el uso del internet con fines de participación

democrática. En ella se intenta evidenciar que 6 de cada 10 entrevistados

consideran que el uso del internet los acerca a los procesos democráticos en

México.

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Con esto sólo intentamos dejar abiertas unas series de cuestiones, ¿a partir de

estas estadísticas podríamos decir que en México existe una ciudadanía digital?,

¿De qué manera enriquece la participación ciudadana en internet el auténtico

proceso de resolución de problemas concernientes a la vida pública?, ¿hay un

auténtico diálogo entre los ciudadanos para escucharse con plena intención y así

proponer planes de acción públicos?

II. Interpretación optimista del fenómeno de la ciudadanía digital.

Una visión optimista de la aparición y desarrollo de la ciudadanía digital podría ser

el hecho de que, como menciona Robles (2009), el internet pude nutrir o vigorizar

los vínculos sociales existentes en cierta comunidad, “así como extender esos lazos

a miembros del grupo entre los que no hubiera relación muy definida con

anterioridad” (46).

En este sentido, internet serviría como una herramienta que provocaría que los

lazos de comunicación entre los ciudadanos se endurezcan y fortalezcan.

Otro enfoque optimista puede ser el hecho de que la producción, almacenamiento

y transmisión de la información por medio de internet no implica costes muy

elevados. Por lo tanto, es un medio de comunicación virtual asequible a un número

elevado de ciudadanos (Robles, 2009: 47).

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También, siguiendo este enfoque, podríamos decir que la comunidad virtual

generada por internet permite que los ciudadanos tengan acceso a información

tanto pública como privada de manera gratuita o con la ayuda de hackers y piratería.

La conexión global de individuos para resolver problemas que incumben a la

totalidad de los habitantes de la esfera terráquea es otro punto optimista que

podríamos tomar en cuenta respecto a la ciudadanía digital.

Esta cuestión permitiría decir que la ciudadanía digital “es un tipo de ciudadanía

universal”: “La condición de internauta implica la posibilidad de optar a contenidos,

servicios e información que no están sujetos a los límites estatales. Lo mismo

sucede con las actividades políticas y sociales que el internauta puede realizar”

(Robles, 2009: 72).

III. Interpretación pesimista del fenómeno de la ciudadanía digital.

Uno de los aspectos negativos que podríamos rastrear en la comunidad virtual de

los ciudadanos es que el torrente enorme de producción de información podría

generar “desconfianza” (Robles, 2009: 47) en los usuarios y consumidores de dicha

información, debido a que muchas veces las publicaciones son anónimas, no tienen

fuentes confiables, son manipuladas con fines ideológicos específicos, etcétera.

Robles (2009) destaca tres críticas dirigidas a la comunidad virtual política: 1. Se ha

cuestionado el hecho de si las relaciones establecidas por medio de internet pueden

ser consideradas como relaciones precisamente políticas y sociales, o si


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simplemente son una especie de epifenómeno; 2. Se pone en cuestión el hecho de

que si se podría hablar de una comunidad propiamente dicha, sólo porque un grupo

de individuos con las mismas aficiones se vinculan en el espacio virtual; 3. “se ha

puesto en cuestión que las relaciones establecidas a través de las comunidades

digitales puedan beneficiar a factores fundamentales para el capital social como las

normas de confianza y reciprocidad” (44).

Nos gustaría finalizar este texto haciendo referencia a una interesante crítica que

Zizek (2009) elaboró sobre el fenómeno de la globalización que, de cierta manera,

podría aplicarse al desarrollo de dichas comunidades virtuales. Zizek propone que

justo la configuración de una “aldea de la información global” podría tener

consecuencias políticas funestas por el hecho de que las barreras simbólicas se

desdibujan y así los desconocidos se tocan: “Los que entienden la globalización

como una oportunidad para la tierra de ser un espacio unificado de comunicación,

un espacio que reúna a toda la humanidad, a menudo no advierte este lado oscuro

de su propuesta. Puesto que el prójimo es una cosa, un intruso traumático,alguien

cuyo modo de vida diferente nos molesta, […]” (76).

En este sentido, la conexión universal de los ciudadanos por medio de internet

podría ser un factor que genere disputas graves entre miembros de distintas

culturas, y justamente por eso, por ser otro y por tener al otro en frente. Esta sería

una cuestión que valdría la pena sondear.

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-Bibliografía.

__Galindo, J. (2009). Ciudadanía digital. Signo y Pensamiento, XXVIII (54), 164-

173.

__Natal, A.; Benítez, M.; Ortiz, G. (2014). Ciudadanía digital. México: UAM-Juan

Pablo Editores.

__Pérez, G. (2014). “Desencanto ciudadano en democracias por falta de desarrollo.

El caso de México”, en Instituciones, participación y representación política en

México, Victor Alarcón y Esperanza Palma (coordinadores). México: Ed. Tirant lo

Blanch/UAM-Iztapalapa, pp. 253-275.

__ Quintanilla, M. (2005). Tecnología: Un enfoque filosófico y otros ensayos de

filosofía de la tecnología. México: Fondo de Cultura Económica.

__Robles, M. (2009). Ciudadanía digital. Una introducción a un nuevo concepto de

ciudadano. Barcelona: Editorial UOC.

__Zizek, S. (2009). Sobre la violencia: seis reflexiones marginales. Buenos Aires:

Paidos.

__ “13 Estudio sobre los Habitos de los Usuarios de Internet en Mexico 2017”.

Disponible en

https://www.asociaciondeinternet.mx/es/component/remository/Habitos-de-

Internet/13-Estudio-sobre-los-Habitos-de-los-Usuarios-de-Internet-en-Mexico-

2017/lang,es-es/?Itemid=

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