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El Adversario

5º Serie Guerreros de la Luz


Lindsay McKenna
Querido lector.
¿Cómo pueden dos personas de diferentes culturas entenderse y, sobre todo, aprender a
trabajar juntos como un equipo bien organizado?
Shelly Godwin de Canmore, Canadá, es una famosa cazadora de vórtices. Colt Black, a
sus veintiocho años, está formándose para ser un chamán Navajo en Arizona. Una serie de
sueños los reúne y cambia sus vidas en Banff.
Me lo pasé muy bien en el Parque Nacional Banff, en Canadá. Hay pocos lugares en la
tierra que puedan rivalizar con la belleza mística de las Montañas Rocosas de este parque.
Dado que la mayor parte de la acción tiene lugar en Banff, tuve que recorrer muchas zonas
para asegurarme de que las describía con precisión.
Me encantó escribir este libro de la serie Guerreros de la Luz. Y me divertí mucho
mostrando cómo nuestro terriblemente equivocado lado humano repercute en los demás y en
las situaciones futuras. ¡Disfrútalo!
Afectuosamente.

Lindsay McKenna

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Traducido por ML para Grupo AEBks

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Índice
Argumento
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18

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Argumento

Colt Black tiene un enemigo; Yellow Teeth... un Skinwalker* que puede


transformarse en coyote y hombre. Y quiere matar a Colt. Al ser un chamán, Colt da
mucha validez a los sueños. Así que cuando sueña con una mujer misteriosa que le
pide que se reúna con ella, lo hace. Lo que no espera es una pasión magnética que le
vuelve vulnerable frente a su enemigo...

Después de una serie de sueños proféticos, Shelly Godwin empieza a buscar


una esfera esmeralda. Pero sus visiones le muestran que necesita la ayuda de Colt.
Confiar en los hombres no es fácil para ella. Sin embargo, no puede resistirse al
deseo que Colt le provoca. Y cuando el peligro los rodea debe confiar en él para
protegerla... y salvar sus futuros.

*NT: Según la cultura Navajo, un Skinwalker es un ser sobrenatural que puede transformar su
cuerpo a voluntad en cualquier animal que desee.

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Capítulo 1

Colt Black se congeló y ocultó su temblor. Tenía seis años. Estaba tendido cerca
de una delgada ventana que había en el hogan -la tradicional vivienda de los indios
Navajos- de yeso, barro y madera construido por sus abuelos. Era una cálida noche
de verano. Hijo de un famoso chamán, Colt no podía mostrar miedo. A los
curanderos se les consideraba valientes. Heroicos. Poderosos. Pero el miedo se
apoderó de él como el siniestro relámpago que aparecía a menudo en las tormentas
de verano para acechar la reserva Navajo. Los Navajos temían dos cosas; ser
golpeados por un rayo y mordidos por una serpiente de cascabel. Si alguien era
mordido o golpeado, esa persona tenía que ser apartada de su familia para siempre.
Nadie deseaba que la maldición de la mala energía estuviera presente.
Esta vez no fue un trueno lo que le despertó. Sus padres habían venido con la
familia para visitar a sus abuelos. Su hermana, Mary, un año más joven que él,
dormía con su espalda junto a Colt. Su padre, Harvey Black, lo había acostado al
lado de la ventana baja. Pero algo había despertado a Colt. Se frotó los ojos y vio la
luna brillando por la pequeña y polvorienta ventana.
De repente, un rostro apareció en la ventana y un grito se formó en la garganta
de Colt. Con los ojos muy abiertos y conmocionados, miró fijamente al coyote y al
hombre que parecían estar unidos en una sola cabeza y cuerpo.
¡Era un Skinwalker!
El más temido de todos los hechiceros de la reserva Navajo. El padre de Colt era
un chamán con una buena reputación. Pero había otros que sólo buscaban la
dominación y no les interesaba ayudar a los demás. Eran brujos que se movían por
el lado oscuro de la energía. Esos hombres codiciaban el poder y el control
incondicional. Podían cambiar de forma en un coyote y poseían una fuerza
sobrehumana. Los Skinwalkers rondaban por la noche con la esperanza de poseer el
alma de algún ser humano que capturaran fuera de sus hogares durante la
oscuridad.
Colt tendría que sentirse a salvo, pero no lo estaba. No pudo moverse cuando su
mirada se encontró con los brillantes ojos del Skinwalker. La boca del monstruo se
abrió y sonrió. Los caninos del coyote goteaban saliva. Apretó el hocico contra el
cristal.
«¡No!» Colt intentó moverse. Escalofríos de terror recorrieron su columna. Los
ojos del Skinwalker continuaban mirándolo fijamente. Los labios se contrajeron
sobre sus dientes en una mueca salvaje. La mente de Colt gritó. Su boca se abrió,
pero no salió nada. Estaba realmente paralizado, cautivo de ese espeluznante
hechicero.

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Apretó sus pequeñas manos en puños mientras la cabeza entera del Skinwalker
llenaba la ventana. En el lugar donde su nariz negra presionaba duramente contra
el cristal, se formaban rastros de humedad. Sólo los separaban escasos centímetros.
Si pudiera pedir ayuda... Los ronquidos de su padre le recordaron que estaba cerca.
¿Por qué su padre no se despertaba? Era un chamán con una poderosa visión
paranormal, un gran curandero entre su gente. Con la cabeza girando
frenéticamente, Colt sólo podía mirar la boca que gruñía, los dientes amarillentos y
la saliva goteante.
Fue entonces cuando el Skinwalker levantó la pata. Sus uñas eran largas,
serradas y nudosas. Colt las miró, hipnotizado, escuchando el alto y chirriante
sonido de las garras raspando contra el vidrio. Salvajemente, el Skinwalker
intentaba llegar hasta él. Instintivamente, Colt extendió la mano y tocó la cadera de
su hermana. Estaba dormida. ¿No sentía el mal del Skinwalker que quería poseerlo?
El corazón le latía tan violentamente en el pecho que pensó que iba a estallar.
¿Por qué nadie se despertaba? Al fin, un grito salió de su boca. Fue un grito alto y
corto. Mary se movió y al instante se unió a su grito, desorientada y asustada.
La familia entera se despertó, pero no lo bastante pronto, ya que Colt vio al
Skinwalker lanzándole una silenciosa maldición. Al segundo desapareció de la
ventana, levantando polvo tras su partida.

Actualmente, muchos años más tarde, Colt se despertó de repente, sentándose


rápidamente en la cama, con la sabana rodeando sus caderas. Estaba sudado y con
el corazón acelerado. Se pasó las manos por el pelo corto intentando olvidar el brillo
salvaje de los ojos del Skinwalker. La pesadilla le acosaba al menos una vez a la
semana desde aquella aterradora noche. Debido a esa experiencia su vida había
cambiado para siempre. Levantando la mirada observó la luz de la luna que se
filtraba por las cortinas de gasa de las tres ventanas de su pequeño hogan. Era
verano. Había abierto las ventanas, pero las rejillas estaban en su lugar. Nadie
conducía o caminaba fuera por la noche. Cuando el sol se ponía, la gente se metía
dentro, cerrando las puertas a los errantes Skinwalkers que se movían como
silenciosas y mortales sombras por el paisaje desértico.
Recordó otra fatídica escena. Mary... su hermanita. Algo que cambió su vida la
semana siguiente después de que el Skinwalker hubiera llegado hasta la ventana
del hogan e intentado capturar a Colt y a su hermana.

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Su padre se retrasó al regresar de una ceremonia. Iba con Colt y Mary porque
quería que sus hijos vieran lo que hacía. La camioneta se había sacudido y rodado
tambaleante hasta pararse en un camino de tierra. Harvey había intentado varias
veces hacerla funcionar, pero el motor estaba muerto.
Colt se sintió aterrado cuando su padre los dejó en la camioneta mientras
oscurecía, encargándole que mantuviera las ventanas y las puertas cerradas y a
Mary segura. El hogan de un amigo estaba a un kilómetro y medio y Harvey iba a
buscar ayuda.
No se atrevió a preguntarle a su padre nada sobre los Skinwalkers. Estaba
demasiado avergonzado después de gritar la semana anterior. Se sentó rígidamente
en la caliente cabina de la camioneta, con los brazos alrededor de Mary. Había
observado la llegada de la noche. Pero no lograba ver la belleza de las estrellas
brillando en el cielo. No. Sentía a un Skinwalker cerca. Acosándolos. El animal se
reía con alegría al tener dos víctimas para poseer.
Colt suspiró mientras intentaba borrar el horror de aquella noche. Fue
imposible.
El Skinwalker se acercó silenciosamente a la parte trasera de la camioneta. Colt
lo sintió venir. Mary estaba dormida en sus brazos, completamente inconsciente del
peligro en que se encontraban. De repente, el hombre-coyote gruñó y enseñó sus
colmillos amarillos por la ventana del lado del conductor. Con las garras trató de
abrir la puerta. Colt se quedó helado.
El Skinwalker aulló, riéndose. La saliva salía de su boca mientras rodeaba la
camioneta una y otra vez. Arañó las ventanas y se detuvo, tirando de la manilla de
la puerta. La camioneta se sacudió con los violentos esfuerzos que hacía para llegar
hasta ellos.
Colt tenía la boca fruncida y los brazos apretados alrededor de Mary, el corazón
le latía salvajemente. La pesadilla no parecía tener fin.
Finalmente, el Skinwalker se impacientó. Cambiando de forma de nuevo a un
humano, los maldijo en Navajo, se marchó y regresó con una enorme roca en las
manos.
Aterrorizado, Colt observó cómo la roca se estrellaba en la ventanilla del
conductor, quebrándose en miles de líneas. La risa y el aullido del Skinwalker
consiguieron que se le erizara cada pelo del cuerpo. Con un fuerte golpe de la mano
del hechicero, la ventana se rompió, dispersándose como centenares de diamantes
por todas partes. Después de cambiar de forma de nuevo a un coyote-hombre, el
Skinwalker intentó arrastrar a Mary hacia el otro lado de la camioneta. Colt gritó y
se colocó delante de ella.
Al instante, el Skinwalker abrió la puerta.
Colt nunca olvidaría el olor a podrido y muerto del coyote, ni esos salvajes ojos
amarillos. Como pudo, siguió dando patadas al monstruo. Gritando, Mary se

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apretó contra él.
Colt sintió las punzadas de las uñas del Skinwalker mientras le arañaba las
mejillas. Aunque estaba asustado, no sintió ningún dolor. Lo único en lo que
pensaba era en detener al Skinwalker para que no los capturara. El instinto de
supervivencia le dio el valor para combatir al hechicero. Pero nada impidió al
animal asomarse dentro y fijar la mirada con los ojos entrecerrados en Mary. «¡No!»
Aunque luchó, el Skinwalker gruñó y le golpeó en la cara. Un espeluznante
crujido sonó dentro de su cabeza. El puñetazo fue tan fuerte que lo dejó
inconsciente.
Se despertó aterrado más tarde, cuando llegaron su padre y su amigo. ¡Mary no
estaba! Colt intentó contarles todo, pero tenía la boca hinchada debido al golpe. Fue
la única vez que escuchó a su padre gritar y sollozar. Después de una búsqueda
masiva al final encontraron a Mary al cabo de dos días, muerta, en las laderas de
una meseta donde se sabía que vivía el Skinwalker. Poco más tarde, su padre había
agarrado un rifle, acechado al monstruo y disparado hasta matarlo. Nadie en la
reserva dijo nunca nada. Pero todos sabían que su padre había matado el cuerpo del
hechicero conocido como Yellow Teeth.
Colt nunca se había perdonado desde aquella noche. Debería haber protegido
mejor a Mary. Si lo hubiera hecho hoy estaría viva.
Levantándose, con la luz de la luna brillando contra su cuerpo desnudo, se
acercó al pequeño mostrador de la cocina y se sirvió un vaso de agua.
El frío líquido lo refrescó. Dejó el vaso en el mostrador y miró el reloj. La una de
la madrugada, tenía que volverse a dormir.
Regresó a la cama y cerró los ojos. El miedo se había desvanecido. ¿Hasta
cuando le perseguiría esta pesadilla? Ya tenía veintiocho años. Era ridículo que
siguiera con la misma pesadilla durante tanto tiempo. Suspirando suavemente
golpeó la almohada y le dio la espalda a las ventanas.
Ser hijo de un reconocido chamán Navajo significaba que no podía hablar de
sus miedos. Aprendió la lección hace mucho tiempo, cuando su padre se echó a reír
esa noche escuchando la historia de Colt de lo sucedido en el hogan, diciéndole que
sólo había sido un sueño. Echando la vista atrás, la primera visita al hogan fue sólo
el comienzo. Yellow Teeth había marcado a Colt y a Mary con su deseo de
poseerlos.
Colt no quiso volver a dormir junto a esa ventana y lloró. Quería acurrucarse
contra su madre. Ella ya tenía en sus brazos a una llorosa Mary, pero le permitió
dormir a su lado después del incidente. Decepcionado, su padre le regañó,
indicándole que ya era un chico joven y que ya no podía permitirse el lujo de contar
con los brazos de una madre para protegerlo. Después de todo, Colt era el
primogénito y se esperaba que mostrara valentía, no cobardía, ante el peligro.
Harvey sacudió el dedo en la cara de Colt y le dijo que era un cobarde. Sólo

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alguien que no tuviera coraje gritaba ante el temor, real o no. Su padre le obligó a
acostarse de nuevo en la misma ventana. Cuando se despertó a la mañana
siguiente, tuvo que pasar por una ceremonia de renombramiento: Colt Runs Away,
“Colt Sale Corriendo”. En la sociedad Navajo se daba un nombre al nacer, pero se
podía cambiar en cualquier momento dependiendo de los eventos en la vida de una
persona. A los seis años Colt fue renombrado, y la palabra “cobarde” la susurraron
todos sus parientes desde ese momento en adelante.
Era peligroso no tomar en cuenta la violencia, las amenazas y el mal, pero a su
familia no le importó. Tumbado, recordó todo de nuevo como lo había hecho miles
de veces. Su padre le había dicho desde temprana edad que los Skinwalkers eran
brujos que disponían de un espíritu coyote para poseer a alguien. Y una vez
poseído, esas personas se convertían en zombis que se movían como fantasmas
solitarios y sin vida. Los forasteros se pensaban que eran adictos a las drogas por la
mirada vacía de sus ojos, y por su incapacidad para sentir o reaccionar a cualquier
emoción. Todos morían pronto y accidentalmente.
Colt tembló por dentro. A los seis años, ver a un Skinwalker por la ventana
había llevado el terror a su casa.
No quiso seguir los pasos de su padre porque era bien sabido que los hechiceros
luchaban constantemente contra los chamanes por la supremacía de la reserva.
Existía un escudo para proteger a un curandero de la posesión, y su padre se lo
había enseñado. Se esperaba de él verdadero coraje ante la maldad.
La valentía de todos fue probada la noche que Yellow Teeth capturó y mató a
Mary. Colt creció acosado por el espíritu de ese monstruo. Los Skinwalkers eran
muy poderosos, incluso sin tener un cuerpo. Hasta el día de hoy, tenía que
mantener las veinticuatro horas la burbuja de protección a su alrededor o el espíritu
del cambiante le atacaría y poseería.
Su último pensamiento fue mantener el escudo de protección, salvándose de
sentir más angustia al caer en un sueño profundo.
El sueño comenzó como una niebla extendiéndose tranquilamente por su
mente. Estaba en una colina cubierta de hierba y con abundantes abetos en el lado
alto. Unos metros por debajo, se veía un ovalado lago turquesa que resplandecía
como una joya entre las montañas cubiertas de nieve que lo rodeaban. El sol le
calentaba. Unas pocas nubes esponjosas flotaban en el cielo. Escuchó el agudo y
corto canto de un pájaro carpintero en un abeto y lo vio volar hasta el lago y
desaparecer en otro bosquecillo cerca de unas rocas.
¿Dónde estaba? Colt era capaz de despertarse dentro de su sueño y explorar. Su
padre lo llamaba el “sueño lúcido” y era una habilidad que tenía su línea familiar.
Cuando se volvió, vio a gente que caminaba por un sendero del bosque hacia un
edificio de una sola planta, apenas a unos metros del lago donde él se encontraba.
Olía a tocino frito y a café. Parecía ser una cafetería. Los excursionistas subían los

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escalones de madera y salían con comida y tazas llenas de café humeante. Las
sonrisas de la gente hicieron que Colt se sintiera bien. Le gustaba la energía del
lugar.
Una mujer joven descendió por el sendero empedrado hacia la cafetería. Tenía
el largo cabello rojo y los ojos color avellana más impresionantes que había visto
nunca. Era guapa de una manera natural, y le hipnotizó su elegancia mientras
andaba por el sendero. Estaba sola. Alta y curvilínea, llevaba una mochila amarilla,
una gorra de béisbol verde oscuro sombreando sus ojos y una cámara colgada
alrededor del cuello. Los vaqueros ajustados y la camiseta rojo brillante delineaban
sus largas piernas y curvas exuberantes. Tenía que ser sólo unos centímetros más
baja que su metro ochenta y tres. Al acercarse, a Colt le encantaron sus mejillas
cubiertas de pecas. Su piel estaba enrojecida por el esfuerzo. El corazón le dio un
vuelco. Deseaba fuertemente hablar con esa mujer.
Algo le impulsó a hacerlo. Le habían enseñado a ser educado y no a
comportarse como un toro en una tienda de porcelana. Ser agresivo no era parte de
su comportamiento. No hasta ahora. Mientras corría hacia el sendero, el corazón le
martilleaba con miedo al rechazo junto con una excitación sin precedentes.
—Oye —llamó Colt, levantando la mano—. Me llamo Colt Black. ¿Quién eres?
La mujer se detuvo, sonriendo mientras él se acercaba.
—He estado esperando para conocerte, Colt.
Atónito por su comentario, la miró.
—¿Estabas esperándome?
—Sí. —Se volvió y señaló el lago—. Tenemos que encontrar la esfera esmeralda.
Está en el área de un vórtice en un lago como este. ¿Estás preparado? Hay un
hechicero que también la quiere y mataría por ella. —Con el rostro serio, le echó
una mirada intencionada—. ¿Quieres venir conmigo? No puedo hacer esto sola.
Eres mi compañero elegido en esta importante misión.
—¿Una esfera esmeralda? —Colt no tenía la menor idea de lo qué se trataba.
—Sí, el mundo la necesita. Sólo tú puedes ayudarme.
—Pero, ¿dijiste que un hechicero tratará de matarnos si la encontramos? —Al
instante, la desagradable cara de Yellow Teeth, con sus salvajes ojos y la boca
babeante, apareció ante Colt. Que le persiguiera un hechicero no era nada nuevo
para él. ¿Yellow Teeth era el hechicero que iba tras esa esfera?
—Al ser un equipo podemos protegernos mutuamente. Tenemos que
encontrarla antes que él. Por favor, acompáñame. No puedo hacerlo sola.
Colt no estaba seguro de si esta mujer realmente entendía la peligrosa amenaza
que era ese mortal hechicero. Incluso este maravilloso sueño se estaba
ensombreciendo ante la maldad de su enemigo. Sus cejas caoba se fruncieron y él
sintió su decepción. Intentó pensar en la forma adecuada para hablarle del
Skinwalker.

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—Tienes miedo. —Le acusó ella.
Las palabras le congelaron como el hielo. Había una nota de desafío en sus ojos
avellana -verdes, marrones y dorados. Su voz era suave pero ronca, con un filo de
acero. Tenía el valor de llamarle cobarde.
—No sabes de lo qué estás hablando —murmuró. En cierto modo le recordaba a
Mary, tan vulnerable e inocente.
Ella lo miró atentamente.
—Oh, sí, lo sé.
—No soy el hombre que estás buscando. —Un instinto protector surgió dentro
de él y temió por la vida de la mujer. ¿No sabía lo peligroso que era Yellow Teeth?
No quería que esta encantadora mujer resultara herida. El Skinwalker le había
dicho muchas veces que lo perseguiría desde el mundo de los espíritus y algún día,
cuando Colt no estuviera protegido, lo mataría tal como había matado a su
hermana.
—Eres exactamente a quien busco. —Clavó el dedo índice en su pecho para
enfatizar sus palabras. Sus ojos eran feroces mientras sostenía su mirada—. Tienes
un corazón fuerte. Representas la bondad que todos estamos buscando en este
mundo. Tú eres a quien he elegido y nadie más lo hará. Percibo tu valentía incluso
aunque los demás no la vean.
Colt la miró. Su boca, llena y de aspecto suave, se alzó en las esquinas.
—No soy el adecuado para esta misión.
—Tu corazón es puro. Un corazón fuerte lleno de bondad es el único antídoto
contra la brujería y el mal. El amor lo conquista todo, incluso a los hechiceros. Tú
eres a quien quiero a mi lado.
Su ferviente y emotiva súplica le tocó profundamente. Continuó observándola,
tratando de averiguar quién era. Tendría unos veintitantos años. El viento rozaba
su pelo y lo removía sobre sus orgullosos hombros. Su determinación y valor le
sacudieron. Deseaba estar con ella. Una nueva fuerza le inundó.
—¿Cómo te encontraré? —preguntó, lamentando desear esta nueva alianza.
¿Cómo podía implicar a esta mujer en su feo y putrefacto mundo de terror y
violencia?
Ella sonrió.
—Tienes que venir aquí, al Parque Nacional Banff en Canadá. Nos
encontraremos en el Hotel Château Lake Louise a las tres de la tarde dentro de
cinco días. Eso será el 5 de julio.
—Y... ¿cómo te llamas?
El sueño se desvaneció y Colt despertó con una sacudida. Había sido uno de
esos sueños de los que había oído hablar. Una señal cósmica para guiar a una
persona hacia algún acontecimiento importante que cambiaría su vida.
Sentado, cruzó las piernas. Todo estaba en silencio. Oía a un búho en algún

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lugar de la oscura reserva que llamaba a su compañera. Frunciendo el ceño,
reflexionó con intensidad. Tal vez fuera una oportunidad de cambiar su vida.
Observó las alfombras Navajo en el suelo de su hogan. Habían sido tejidas por su
madre, abuela y tías a lo largo de los años. Deseaba la aceptación de su familia para
esta próxima misión. Pero por encima de todo, quería probar que era mejor que el
niño que huía de miedo ante un hechicero.
¿Esta preciosa mujer de piel blanca era real o sólo parte de un sueño enviado
por un Yei, un dios o diosa Navajo? Se levantó y encendió con una cerilla la
lámpara de queroseno de la mesa. Después de colocar la pantalla sobre la llama, se
acercó a un pequeño escritorio. Sacó un papel y una pluma y anotó todo lo que
recordaba del sueño. Esta era una de las veces que echaba de menos tener un
teléfono, pero no había ninguno disponible en su área.
La realidad más obvia del sueño era la magnética atracción que sentía por la
mujer pelirroja con pecas en las mejillas. Dejando a un lado la pluma, dobló el trozo
de papel. Iría con su camioneta a una biblioteca en Flagstaff, Arizona, a ochenta
kilómetros de distancia. Estaba seguro de que allí encontraría la información para
demostrar que el sueño tenía una base real.
Apoyándose en el mostrador, se quedó mirando la penumbra del hogan.
Deseaba desesperadamente cambiar su vida. Después de cargar con el peso de un
Skinwalker, estaba listo para un cambio.
Abrió el baúl de madera, sacó unos vaqueros limpios y una camisa de algodón
blanco de manga larga. Mientras se vestía, decidió conducir a Flagstaff tan pronto
como amaneciera. Hasta que la noche fuera perseguida por el Padre Sol, los
Skinwalkers y los fantasmas gobernaban la tierra. Nadie se atrevía a salir de sus
hogans.
Notó que le atravesaba la emoción por la inesperada aventura. Nunca se había
sentido tan... vivo. ¿Y si la mujer pelirroja era real? Su corazón se inundó de alegría.
¿Podría este sueño, esta mujer, ofrecerle una vida llena de luz en vez de la constante
oscuridad? En silencio le dio las gracias al Yei por enviarle este sueño de esperanza.
Quizás los Yei, en su benevolencia, le estaban otorgando una manera de cambiar su
suerte y futuro en la reserva con la búsqueda de esa esfera esmeralda. Con esa
mujer...

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Capítulo 2

Shelly Godwin no estaba segura si las instrucciones de su sueño eran reales o


no. Se detuvo cerca del Château Lake Louise. El día era bastante cálido para las
Montañas Rocosas canadienses y disfrutó del sol. El agua turquesa del lago Louise
brillaba como una joya azul al sol del mediodía.
No sabía muy bien lo que significaba el sueño. Se retiró el largo cabello rojo y
rápidamente lo sujetó en una cola de caballo. ¿Quién era ese misterioso hombre al
que le había dicho que la buscara? Iba a conocerlo en este mismo hotel a las tres de
la tarde.
Miró su reloj. Ya casi era la hora. ¿Quién era? ¿Se presentaría? Quemada por
toda una vida de relaciones fallidas con los hombres, no estaba segura de querer
juntarse con otro hombre por ningún motivo. Pero sus sueños proféticos nunca la
habían llevado por mal camino. Provenía de una larga línea de videntes irlandeses
y su ADN generacional le otorgaba la habilidad no sólo de predecir sueños, sino
también de encontrar vórtices.
¿Por qué demonios soñaría con un hombre? Terrence, su último fracaso, la
había herido terriblemente. El libro que había escrito ella; Encontrar un Vórtice, se
había convertido sorprendente y rápidamente en un bestseller mundial. Terrence
había entrado en su vida para usarla y beneficiarse de su fama. Sacudió la cabeza,
todavía estaba furiosa por no haber visto sus verdaderas intenciones. Todo lo que él
quería era utilizar su nombre y manipularla para que escribiera una secuela de la
que sería el coautor... solo de nombre. «¡El cabrón!» ¿Cuándo aprendería a no
confiar en los hombres? Ahora, debido a las duras lecciones aprendidas, Shelly era
bastante retraída.
Apretando la boca siguió mirando a la gente que iba y venía del elegante y caro
hotel. El lago Louise era muy famoso y había mucha gente equipada para hacer
senderismo, lo suficientemente rica para pagar por la estancia. Ella también tenía
dinero. Su libro la había catapultado al mundo de los ricos y famosos. Había pasado
de ganarse la vida trabajando a ser muy rica. Y le gustaba. Pero ahora tenía un
nuevo desafío. Ese desconocido.
Resoplando suavemente, se frotó las manos en los pantalones y miró el reloj.
Recordó que en el sueño iba vestido como un vaquero.
Cruzándose de brazos, frunció el ceño. ¿Estaba preparada para esto? Sólo había
pasado un año desde que había echado a Terrence de su vida. Desde entonces se
había escondido y continuado sola. Seguía dando conferencias por el mundo sobre
cómo encontrar un vórtice, qué era y cómo trabajar con uno si era descubierto. Su
editor estaba contento. A cada conferencia asistían más de cien personas, y todas

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compraban su libro. Ya había reconstruido su vida, entonces ¿por qué sentía como
si todo estuviera a punto de cambiar?
De puntillas sobre sus botas de excursión, siguió buscando entre el mar de gente
que caminaba por el aparcamiento asfaltado que llevaba al hotel.
¡Y todo por un extraño sueño! Estaba acostumbrada a los sueños de sus guías.
Sus padres le habían enseñado desde muy pequeña que sus guías -o lo que algunos
llamaban sus ángeles guardianes- la ayudarían durante toda la vida. Sus sueños
siempre se hacían realidad, así que no tenía ninguna razón para dudar de este
último. Simplemente no tenía sentido.
Pensó en el hombre del sueño; un vaquero guapo y fuerte que llevaba una
camisa blanca y unos pantalones tejanos. Era pecaminosamente guapo de una
manera ruda. Lo que le hacía parecer peligroso eran las cuatro cicatrices en la
mejilla izquierda, como si una garra con largas uñas lo hubiera arañado. Se veía un
filo de dureza en él. ¿Por qué? Lo notaba por la forma en que su boca se fruncía, y
por la mirada entrecerrada en sus intensos ojos azules. Parecía muy distante. La
sensación de peligro girando alrededor de él era palpable. Sin embargo, no percibía
ninguna energía manipuladora que le rodeara. ¿Qué importaba? Aunque no
confiaba en ningún hombre, no conseguía dejar de querer saber más sobre ese
vaquero.
En otro sueño le dijeron que su compañero le contaría el resto de la información.
Así comprenderían por qué se habían reunido para esta importante misión.
La idea la intrigó. Una misión. Una importante misión. Una que ayudaría a la
Tierra. Siempre estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para mejorar su entorno.
Por eso había venido desde su casa en Canmore, la ciudad más cercana al parque,
hasta el lago Louise. La curiosidad por esta misteriosa misión era lo que la atraía.
No solo el hombre, aunque le gustaba su aspecto. De nuevo miró su reloj. El tiempo
pasaba lentamente. ¿El sueño se haría realidad? Lo sabría dentro de poco.

Colt aparcó el coche de alquiler en el aparcamiento del hotel y salió. Sentía una
gran curiosidad. Agarrando su sombrero Stetson negro del coche, se lo puso. Eran
las dos y media. Tenía tiempo suficiente para abrirse a la energía de este lugar. Le
había costado mucho salir de la reserva Navajo hacia Canadá. El recuerdo le
angustiaba.
Cuando le contó el sueño a su padre, éste le urgió para que fuera a Banff. Su
madre, una mujer blanca que era maestra en la reserva, estuvo de acuerdo con su
marido. Pero sus parientes se enfadaron al enterarse. ¿Quién seguiría dándoles
dinero para comer? Colt trabajaba a tiempo parcial en una empresa de construcción

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en Flagstaff. Aunque le pagaban por llevar a cabo ceremonias en la reserva, no era
suficiente para alimentar a sus parientes necesitados. Algunos miembros de la
familia lo acusaron de ser egoísta. ¿Estaba siendo egoísta? Ya era demasiado tarde
para preguntárselo.
Mientras examinaba el ocupado aparcamiento, vio a lo lejos el enorme hotel.
Estaba acostumbrado a vivir en el desierto del Sudoeste, cerca de Chinle, Arizona.
El sueño le había mostrado el hotel. En un segundo sueño, una antigua y joven
diosa Yei le dio más instrucciones, diciéndole que era importante que se reuniera
con la mujer pelirroja.
Todo era muy extraño. Era la primera vez en su vida que viajaba fuera de los
Estados Unidos. Su trabajo, su enfoque, estaba en la reserva donde había nacido.
Esto era diferente. Todo. Contempló el verde exuberante de los abetos, las
enormes Montañas Rocosas coronadas con sus picos de nieve, sus laderas de
granito azul cubiertas de árboles de hoja perenne. Siempre le había gustado ir a
Flagstaff, la ciudad más cercana a la reserva Navajo, donde las Abuelas, un
conjunto de cuatro grandes picos que se elevaban unos cuatro mil trescientos
metros, se situaban por encima de la ciudad. Disfrutaba de su trabajo como jefe de
un equipo de construcción por la frescura que sentía a unos dos mil cien metros, y
por los árboles frondosos y arbustos. Donde vivía solo había desierto, y un montón
de rocas, cactus, tierra roja y bonitos e imponentes cerros. Pero no existían árboles
como estos. Sólo enebros, arbustos y árboles pequeños.
¿La pelirroja se reuniría con él? Echó una ojeada a su alrededor. A veces
percibía el espíritu del Skinwalker a lo lejos, ocultándose y observándolo. ¿Yellow
Teeth también estaba aquí? Aunque todavía no veía a su némesis, no lograba
relajarse. En el momento en que lo hiciera, Yellow Teeth trataría de poseerlo. Como
siempre, Colt estaba encerrado en la burbuja protectora de energía.
Su expresión era ilegible. Veía a la gente entrar y salir del aparcamiento
sintiéndose completamente fuera de lugar. Vestía su ropa habitual y por eso no se
mezclaba para nada con los turistas. Los coches eran nuevos y había muchos
modelos caros en comparación con el pequeño Toyota Prius azul que había
alquilado en el aeropuerto de Calgary.
Se dirigió al hotel con la tensión apretándole el estómago. Los arrendajos se
arremolinaron y gritaron. Los pájaros parecían advertirle. Sólo gritaban alarmados
cuando una amenaza era inminente. A pesar de eso, disfrutó de las flores silvestres
a lo largo del terreno, ondeando en una inconstante brisa. Inhaló profundamente el
perfume de pino. Dominando la curiosidad, continuó hacia el magnífico hotel.
Se sentía fascinado y emocionado como un niño pequeño. Su padre le había
dicho que era una gran aventura y que tenía que seguir sus sueños, dondequiera
que ellos le condujeran. Aunque seguía preocupado por sus parientes, su padre le
convenció de que se las arreglarían sin él hasta que pudiera satisfacer la demanda

16
del sueño; encontrar a esa mujer. ¿Quién era? Disponía de información que tenía
que compartir con ella. Nada lo había preparado para este momento de su vida.

—Reno, no sé lo que está mal. —Calen miró a su marido Apache que estaba
sentado en la sala de misiones de la fundación Vesica Piscis en Quito, Ecuador—.
¿Por qué no tengo un sueño del lugar dónde se encuentra la siguiente esfera?
Reno oyó la preocupación en la voz de su esposa y, levantándose, se acercó a
ella.
—No lo sé, Calen. —La abrazó y besó su pelo—. ¿Quizás porque asesinaron a
Robert en la última misión y Guerra robó la esfera esmeralda? ¿O porque el Señor
de las Tinieblas de los Tupay la tiene ahora? ¿Habrá sido capaz el hechicero de
averiguar a través del espíritu de la esmeralda dónde buscar la siguiente?
Con un sonido ahogado de frustración, Calen se apartó lo suficiente para mirar
a Reno.
—Me siento tan culpable. Como si les hubiéramos fallado a todos. ¿Qué pasa
con las otras esferas que todavía existen? ¿Qué pasará con ellas? Si no sueño dónde
está la siguiente, estaremos en problemas.
Reno asintió.
—Lo sé. Como Guerra robó la cuarta, igual las esferas han establecido un patrón
de energía diferente. Sólo tenemos que ser pacientes, Calen.
—Es como si nos estuvieran castigando. Y no es que no lo merezcamos. —El sol
atravesaba las ventanas de la sala—. Perdimos a Robert porque no hicimos nuestro
trabajo.
Reno le acarició la espalda. Estaban en julio y era invierno en Quito.
—Lo hicimos lo mejor que pudimos. —La tranquilizó—. Nadie nos dijo que
encontrar las siete esferas iba a ser fácil. Cometimos un error al elegir a Robert para
la última misión. No estaba a la altura de la clarividencia, pero no lo supimos en ese
momento. —Sonrió levemente—. Sabíamos que habría desafíos. Víctor Guerra está
aumentando la presión. Ya tiene una de las siete esferas. —Reno no quiso decir el
resto; que sin las siete esferas no conseguirían unir el collar Llave Esmeralda y Ana,
la hija del hechicero que ahora trabajaba con ellos, no podría usarlo.
Con tristeza, Calen estuvo de acuerdo.
—Lo sé... y tampoco hay manera de sacarla de la fortaleza Tupay. No podemos
simplemente asaltarla y recuperarla. A los Taqe no se nos permite entrar, así como
no se permite que haya Tupay en nuestro sagrado y protegido Pueblo de las Nubes.
Reno la apretó suavemente.
—No estoy seguro, pero siento que el Gran Espíritu todavía nos está ayudando,

17
tal vez de una forma diferente. Guerra se acostumbró demasiado a nuestra manera
de hacer las cosas. No cambiamos las tácticas. Nos volvimos demasiado seguros de
nosotros mismos. Por eso perdimos a Cramer y la esmeralda. No creo que quieran
castigarnos hasta el punto de que nunca consigamos encontrar las demás esferas.
Calen miró a su marido, el cabello negro enmarcaba su rostro. Cuánto amaba a
este hombre. A pesar de la dura apariencia de su rostro curtido, su corazón era
tierno y generoso.
—Está bien, echaré a patadas mis miedos.
—Tenemos que mantener la esperanza. Incluso en las horas más oscuras hay
que conservar esa energía. Solamente haciéndolo obtendremos finalmente el éxito.
Calen asintió, sabiendo que tenía razón.
—Estoy un poco preocupada. Antes siempre tenía sueños que me mostraban
dónde estaba la siguiente esfera esmeralda.
—Esperemos a ver lo que se desarrolla en las próximas dos semanas. Eso es
todo lo que podemos hacer —reflexionó Reno, mirando profundamente sus ojos
preocupados.

Shelly sintió que él se aproximaba. Se volvió y abrió mucho los ojos. Caminando
por el aparcamiento junto a otros turistas, había un vaquero de piel cobriza que
llevaba un Stetson negro. ¡Era él! Su corazón comenzó a latir rápidamente y apretó
la mano contra su pecho. Era muy guapo. Ese filo de dureza, una pared que no
dejaba entrar a nadie, le golpeó con toda su fuerza. Vio las cuatro cicatrices en su
mejilla izquierda. Era aún más devastadoramente guapo que en su sueño. Llevaba
una camisa blanca con las mangas enrolladas hasta debajo de los codos. Un chaleco
de cuero negro marcaba su amplio pecho. Los vaqueros desgastados y un par de
botas de vaquero muy usadas mostraban la imagen de un hombre que trabajaba
rutinariamente al aire libre. La energía que lo rodeaba era fuerte. Nunca había
conocido a alguien como él.
Cuando él levantó la vista y sus ojos se encontraron, Shelly sintió como si
acabara de recibir una descarga eléctrica. Sus ojos eran del mismo color azul que en
su sueño. Su cara cuadrada y sus altos pómulos revelaban claramente su
ascendencia de nativos americanos. Shelly supuso que tendría sangre caucásica
para tener esos ojos azules. Por encima de todo, le gustaba su boca llena, con las
esquinas ligeramente curvadas. Ahora mismo esa boca estaba apretada, como si
estuviera conteniendo la emoción. La estaba examinando.
Shelly trató de disimular su excitación. El pasado la perseguía y, aunque se
sentía poderosamente atraída por este hombre, no olvidaba todo lo que había

18
soportado. Mientras él caminaba, a Shelly se le secó la boca. Sus ojos permanecían
unidos y notó que una increíble ola de calor se arremolinaba desde sus pies hasta la
cabeza. La intensa mirada, con esas grandes pupilas negras que le recordaban a un
águila cazando, la hicieron sentir como una presa. Aunque no era una sensación
amenazante. Entonces ¿qué era?
Colt se quitó el sombrero.
—¿Eres la mujer con la que debo reunirme? —preguntó, con un tono cauteloso.
Esperaba que lo fuera, sobre todo teniendo en cuenta que era mucho más guapa en
persona.
—Sí —contestó y extendió la mano—. Me llamo Shelly Godwin.
Él tomó su suave y cálida mano.
—Colt Black. Es un placer conocerte, Shelly. —La soltó—. No sé tú, pero para
mí estas han sido unas semanas muy agitadas. Tengo sueños todo el tiempo, pero es
la primera vez que uno me dice que busque a alguien en un lugar y tiempo
específicos. Francamente, no creía que fuera real. —Ahora se alegraba de que fuera
así. Su corazón gritaba de alegría y tuvo que esforzarse para reprimirlo. Ella no
tenía cabida en su mundo, donde luchaba contra el mal cada día.
Nerviosa, Shelly se tocó la mejilla.
—Yo tampoco confiaba en mis sueños. ¡Pero aquí estás! —Era imposible no
sentirse atraída por este tranquilo y fuerte vaquero. Medía fácilmente más de un
metro ochenta, esbelto, y tenía una energía intensa, incluso peligrosa, que lo
rodeaba. Shelly se sentía completamente inquieta con este hombre. Y claro, era todo
un hombre. No como los chicos que había conocido en su vida—. ¿Dónde empiezan
y terminan los sueños? —preguntó retóricamente, alejándose. Estaba demasiado
cerca. Era bastante abrumador para sus interesados sentidos femeninos.
Encogiéndose de hombros, Colt se acomodó el sombrero en la cabeza.
—Realmente no lo sé. También soy un principiante en estas cosas. Siento que
estoy inmerso en algo misterioso y poseo algunas piezas del rompecabezas, pero no
sé lo que significan. O cómo encajan. Tengo información que contarte. Creo que
explicará lo que estamos haciendo aquí. Si compartimos lo que sabemos, puede que
seamos capaces de entenderlo.

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Capítulo 3

—Vamos, sentémonos en ese banco bajo el abeto —indicó Shelly. La sensación


de peligro, de estado de alerta, giraba en torno a él.
Colt miró a su alrededor con las cejas fruncidas. ¿Qué estaba buscando? Shelly
expandió sus sentidos para sentir lo que fuera, pero no se veía nada fuera de lugar.
Asintiendo, Colt la acompañó. Era imposible ignorar sus elegantes
movimientos, la manera en que Shelly alzaba la cabeza. Sus ojos avellana lo
cautivaban. Más que nada, le gustaba la capa de pecas en la nariz y mejillas. Parecía
una niña emocionada, moldeada con la sensata madurez de una mujer joven.
La brisa extendió el olor a pino cuando se sentó a una distancia respetuosa de
ella en el banco de hierro. Quitándose el sombrero, se volvió hacia ella. Shelly se
reclinó con las manos en el regazo. Colt compartió sus sueños mientras ella
escuchaba atentamente. Cuando terminó, le contó a él lo que sabía de sus sueños.
—Por lo que puedo comprender —le dijo Shelly tras acabar—, hay una esfera
esmeralda en algún lugar de este parque. Vi dos rocas, una blanca y otra negra.
Cada una está marcada en el centro, y un pequeño vórtice gira entre ellas. La esfera
esmeralda está allí.
—Estoy familiarizado con los vórtices. Pero nunca he visto una esmeralda
redonda. —Se sentía poderosamente atraído por ella y estaba intentando controlar
sus emociones. Bajo ninguna circunstancia haría nada con ese deseo físico. Ninguna
mujer estaba segura a su alrededor por mucho tiempo.
—Escribí un libro sobre vórtices, y me he entrenado desde la infancia para
encontrarlos. Pero lo más importante es localizar esa esfera antes que ese hechicero
desconocido. Mi sueño no me dijo quién era. Sinceramente, nunca he tenido
ninguna relación con ellos. —Los ojos azules de Colt se enturbiaron. De nuevo,
miró a su alrededor, como buscando algo. Shelly casi le preguntó qué buscaba, pero
pensó que sería grosero.
Un escalofrío recorrió la columna de Colt ante la palabra “hechicero”. Tensó la
boca. No le habló de Yellow Teeth. Sabía muy bien que tenía que alejar sus miedos
para poder ayudar a encontrar esa misteriosa esfera.
—¿No viste al hechicero en tus sueños?
—No. —Shelly suspiró con frustración—. No sé quién es. Sólo que puede
matarnos. Nunca antes he estado en una misión de vida o muerte, Colt. ¿Y tú?
Él sostuvo su mirada avellana.
—Sí. —La afirmación salió abruptamente.
—Oh. —Temblando internamente, Shelly observó que más energía irradiaba de
su aura. Era de color rojo oscuro, lo que podía significar miedo, ira o fuerza.

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Sus ojos azules se volvieron ilegibles, y su rostro se tensó repentinamente. Aun
así, se seguía sintiendo atraída por este hombre que tenía unos muros a su
alrededor tan gruesos como Fort Knox. No conseguía descifrar la maligna sensación
de peligro que lo rodeaba.
—¿Posees la capacidad de sentir a un hechicero alrededor? Mi entrenamiento
no sirve en absoluto para esa situación.
Colt se obligó a relajarse.
—Sí. Soy un aprendiz de chamán para mi gente y me enseñan a reconocer el mal
en todas sus formas, sea físico o en espíritu.
—Me alegra saberlo. Todo lo que puedo sentir es si me gusta o no me gusta
alguien. Tengo una sensación... —Se tocó la cabeza—... aquí. Como una advertencia
que levanta una bandera roja.
—¿Ves auras?
—Sí. ¿Tú también?
—Sí. —¿Por qué tenía la misma mirada inocente que su hermana Mary había
tenido? Colt sintió que su corazón se contraía de angustia.
—No tengo experiencia directa con la hechicería. Lo único que sé es cómo
encontrar un vórtice. —Shelly sonrió afectuosamente—. Creo que vas a tener que
ser el guardián en esta misión.
—Lo intentaré. —Colt se permitió absorber el placer de su cálida energía—.
Haré todo lo que pueda para mantenernos a salvo mientras buscamos la esfera.
—Un sentimiento de feroz protección se apoderó de Colt. Por encima de todo,
mantendría a Shelly alejada del Skinwalker. Incluso ahora, mientras miraba a su
alrededor, percibía la energía acechante de Yellow Teeth. Había miles de árboles
alrededor. El espíritu del malvado brujo podía estar escondido detrás de
cualquiera, observándolos. Vigilando y esperando una oportunidad.
Shelly tocó su brazo. Los músculos sobresalían bajo sus dedos.
—Eres un guerrero de corazón, Colt. Puedo verlo en tu aura y en tus ojos. —No
agregó que él llevaba una armadura y que ella tenía la sensación de que estaba
preparado para combatir en un sólo latido del corazón. Todo eso le hacía peligroso
y tentador para ella. ¿Por qué se ocultaba tanto? ¿Por qué levantaba muros y parecía
tan intocable? Eso era. Intocable. Puede que así fuera mejor, decidió Shelly. Sólo por
sentirse atraída por él no significaba que Colt fuera bueno en una relación. ¿Acaso
no había aprendido la lección? «Mira, pero no toques».
—No soy un guerrero —replicó bruscamente. No después de permitir que
secuestraran a Mary. Un verdadero guerrero lo habría impedido. La habría
rescatado. Pero él no había hecho nada.
—De acuerdo, entonces eres un caballero galante —insistió Shelly, molesta por
su inesperada respuesta. Apartó la mano de su brazo, imaginando que
probablemente no quería que lo tocase. Su piel cobriza y sus músculos harían difícil

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que mantuviera una actitud profesional con él... era muy atractivo.
—No me veo como un caballero galante.
—Yo sí. Hablemos seriamente de la misión. No tengo ni idea si encontraremos
la esfera o qué hacer con ella. ¿Y tú?
Colt sacudió la cabeza.
—Tampoco. Si es un objeto sagrado, su espíritu, una vez que la encontremos,
nos dirá qué hacer a continuación.
—Espero que tengas razón. —Echando un vistazo a su alrededor, se relajó
contra el banco. Notaba una naturaleza invisible y explosiva en este hombre—. Es
un lugar precioso. —Tal vez una charla informal aliviaría la tensión entre ellos.
Colt vio como ella se apartaba un mechón rojo caído en su sien detrás de su
delicada oreja. Se sentía como un lobo hambriento. El crudo deseo por Shelly le
sorprendía. Por alguna razón, su necesidad por esta mujer había aumentado y se
sentía muy excitado. Era un placer culpable, Colt no iba a negarlo, aunque ella
estaba fuera de sus límites.
De repente, una escalofriante y heladora energía, le golpeó. Se incorporó al
instante, con los ojos entrecerrados. ¡Conocía esa sensación! Yellow Teeth. Y estaba
cerca. ¡Maldita sea! Levantándose rápidamente, con las manos tensas y apoyadas en
las caderas, advirtió que Shelly le miraba interrogativamente, con confusión en sus
ojos. ¿Dónde estaba el Skinwalker? Notó un nudo en el estómago al mismo tiempo
que una vieja rabia hervía profundamente en su interior, una ira asesina. Ansiaba
matar el espíritu de Yellow Teeth. Su padre había matado su cuerpo físico, pero
Colt sabía que su espíritu era aún más peligroso que antes. Si no estaba en guardia,
el Skinwalker poseería su cuerpo y le cortaría el cordón plateado, matándolo. Colt
estaba seguro de que un día el espíritu del brujo dejaría de acosarle y finalmente lo
enfrentaría en una última batalla. Sólo uno de ellos ganaría.
—¿Qué ocurre? —preguntó Shelly, preocupada. Había visto que Colt se ponía
en guardia. El poder de su respuesta física la sacudió y le mostró lo fuerte que era
su energía. Tragando, intentó leer su rostro mientras exploraba el entorno para
divisar a algún enemigo invisible—. ¿Qué estás sintiendo?
—Nada. No es nada. —No tenía sentido asustarla. Ella no tenía entrenamiento
contra el lado oscuro y estaba completamente en riesgo por esa causa. Sólo él se
interponía entre el lado oscuro y ella.
Sintiéndose rechazada, Shelly se preguntó en qué se había metido. Era evidente
que allí había peligro. Podía sentirlo sin verlo. Y Colt también lo sabía. Tensa, se
movió lentamente mirando a toda la gente que pasaba junto a ellos. ¿A quién estaba
buscando? ¿Quién más sabía que estaban aquí?

22
Yellow Teeth sonrió con anticipación. Se detuvo ante la mesa del asistente del
Señor de las Tinieblas de los Tupay.
—Puedes entrar ahora —le dijo mentalmente el ayudante.
Con una brusca inclinación de cabeza, Yellow Teeth abrió la puerta y entró en el
despacho de Víctor Carancho Guerra en el castillo Tupay. Al ser un Skinwalker y
un brujo de las artes oscuras, era uno de los muchos soldados de Víctor que vivían
en espíritu, pero trabajaban en el plano terrestre. Contaba con la seguridad de la
fortaleza Tupay mientras entrenaba. Debido a sus poderes, ya estaba en las clases
avanzadas de entrenamiento paranormal. Hoy, sin embargo, algo había ocurrido y
quería contárselo directamente al Señor de las Tinieblas.
Entrando, vio al hombre que dirigía el imperio Tupay. Era delgado, con el pelo
largo y negro veteado de plata, una perilla, y en su cara pálida se veían unos ojos
negros, planos y sin vida. Yellow Teeth nunca antes se había acercado a este
poderoso ser. Se inclinó con respeto.
—Mi señor, vengo a contarte que interrumpí el sueño de un Taqe que puede
resultar de interés.
—Siéntate. —Víctor señaló una silla de madera frente a su mesa. El asistente
cerró silenciosamente la puerta.
—He oído que fuiste capaz de robarle una de las esferas esmeralda a los Taqe.
—Sí. —Víctor miró fijamente el espíritu del hombre Navajo. Yellow Teeth era
uno de sus soldados a quien había ordenado volver a la reserva para cazar a los
Taqe. El hombre se había ganado su nombre; alto y patéticamente delgado, con el
rostro estrecho de pómulos altos y ojos de un color marrón sin vida. Cuando Yellow
Teeth abría la boca, sus amarillentos dientes caninos eran mucho más largos de lo
normal, por ese motivo no podía cerrarla y el resultado era que las gotas de saliva
espumeaban en las comisuras de su boca.
—Hace una semana estuve cerca del hogan de un Taqe. Lo estaba acechando.
Me quedé a la espera fuera y robé su sueño mientras él estaba dormido.
—¿Estás seguro de que era un Taqe? —preguntó Víctor, frunciendo el ceño y
reclinándose en la silla, con las manos cruzadas sobre su vientre. El largo pelo de
Yellow Teeth era negro y gris. En años de la tierra tenía unos cincuenta años, con el
rostro cobrizo profundamente surcado de arrugas.
—Sí. Tenía los dos círculos entrelazados en la nuca. Me asignaste que matara a
cualquiera de mi reserva que tuviera ese símbolo.
—Correcto. Es el símbolo Vesica Piscis que indica que es un Guerrero de la Luz.
Tu trabajo es vigilar esa reserva en particular. En este momento... —Víctor miró
algunos documentos que tenía en la mano—, hay veinticinco Skinwalkers, ya sea en
forma humana o espiritual, que rutinariamente los buscan en las reservas indias.
Yellow Teeth sonrió ligeramente.
—Sí, mi señor. Hasta ahora he matado a cinco Taqe. —Agitó la mano con sus

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largas y sucias uñas—. Capturé y maté a la hermana de ese hombre hace muchos
años. Ella también tenía el símbolo. Y luego su padre me acechó y mató con un rifle.
—Se encogió de hombros—. Después vine aquí y me entrené para continuar mi
trabajo en la reserva en forma de espíritu.
—¿Y por eso estabas acechando a ese Taqe?
—Sí. Quiero vengarme matando a Colt Black tarde o temprano.
—Entonces, ¿tuvo un sueño y tú lo interceptaste?
Asintiendo con la cabeza, Yellow Teeth le contó el sueño. Inmediatamente vio al
Señor de las Tinieblas erguirse muy interesado por el contenido del sueño.
—¿Black y esa mujer se han reunido en Banff? —preguntó Víctor emocionado.
—Sí. Acabo de escuchar su conversación a una distancia segura. La pelirroja
también lleva el símbolo Vesica Piscis en la nuca.
—Es una buena noticia —admitió Víctor con una sonrisa—. Estaba esperando
enterarme dónde aparecería la siguiente esfera. He estado trabajando con la que
robé y también me mostró esa zona de Canadá. Ese sueño, sin embargo, nos da los
detalles y las identidades de los dos Taqe encargados de encontrar la quinta esfera.
¡Bien hecho!
Resplandeciendo ante la inesperada alabanza, Yellow Teeth sonrió,
limpiándose la boca con el dorso de la mano.
—Gracias, mi señor. Si vas allí me gustaría que me consideraras parte de la
misión. Conozco a Black. Puedo serte de gran ayuda. Black sabe que lo estoy
acechando y, un día, lo mataré como maté a su hermana.
Asintiendo, Víctor sonrió triunfantemente.
—Bien, mantén tu venganza a raya de momento. Y no te preocupes, irás con el
equipo que estoy preparando ahora.
Guerra se congratuló después de que Yellow Teeth se fuera. Robar la cuarta
esfera esmeralda de los Taqe era como haber encontrado oro. Después de llevar la
hermosa esfera tallada a la fortaleza Tupay en la cuarta dimensión, había trabajado
con ella hasta que su espíritu le envió el conocimiento del lugar donde se
encontraría la quinta esfera, el Parque Nacional Banff, en Canadá. Aunque la esfera
no le facilitó una información específica, le mostró cuatro lagos y, después de
delinear sus formas, se dio cuenta de que eran las inmediaciones del lago Louise.
Yellow Teeth le había entregado el resto de la información. Se frotó las manos con
alegría por su buena suerte. Era obvio que la marea había cambiado a su favor.
La parte difícil ya estaba hecha. Víctor había llamado a uno de sus caballeros de
confianza, Lothar, para que lo acompañara al mundo tridimensional de la Tierra. Y
él había traído un aprendiz de espíritu Tupay que se llamaba Jeff Anderson. Jeff
tenía la inteligencia y aptitud que Víctor necesitaba para sus misiones prioritarias
en la Tierra. Un día Jeff se convertiría en un caballero. Por supuesto, Yellow Teeth
iría con ellos como consejero y Víctor le había prometido que, después de que

24
encontraran y recuperaran la quinta esfera, podría matar a Black. El Skinwalker
había aullado de alegría.
El espíritu de la esmeralda había mostrado a Víctor una roca blanca y otra
negra, cada una con una marca en el centro. Lo que le había desconcertado era la
energía de un torbellino que flotaba entre esas rocas. Al preguntar a Lothar por ese
fenómeno, se había enterado de que era una energía planetaria conocida como
vórtice. Cientos de miles estaban alrededor de la Tierra a lo largo de la red de líneas
de energía que recorrían el planeta. La esfera estaba entre esas dos rocas y un
vórtice.
Sus soldados vigilaban la sede de la Fundación Vesica Piscis las veinticuatro
horas del día, pero no parecía que ningún equipo hubiera salido a buscar la
siguiente esfera. Y entonces lo consiguió; la esfera le había mostrado el lugar y no
había enviado esa misma información a los Taqe. Víctor se echó a reír con fuerza.
¡Qué mala jugarreta para ellos! Finalmente, las cosas daban un giro a mejor. Los
Taqe probablemente estarían inmersos en un drama por no haber recibido
instrucciones.
Víctor, que llevaba siendo el Señor de las Tinieblas de los Tupay durante mucho
tiempo, sabía que era mejor no dormirse en los laureles debido a ese hecho. Era
completamente posible que los Taqe del Pueblo de las Nubes averiguaran el lugar
de otra manera. Guerra no menospreciaba el talento de los Taqe ni su alcance para
adquirir información. Además, sólo a los Taqe se les permitía entrar en los Registros
Akáshicos, y a los Tupay no.
Mientras se frotaba la barbilla, se preguntó si sus líderes, Alaria y Adaire, ya
estaban mirando esos archivos que registraban las miles de encarnaciones de cada
alma. Allí podrían encontrar indicios o pistas sobre la localización de la sexta esfera.

Víctor apreciaba el cuerpo de Trip Nelson. Había poseído al joven atlético una
hora antes. Era rubio y de ojos azules, y trabajaba como guía en el mundialmente
famoso Resort Château Lake Louise.
Guerra había seguido a los dos Taqe de los que Yellow Teeth le habló. Les
observó desde una distancia segura, evaluando a la pelirroja y al hombre moreno.
Cada uno tenía el color plata en sus auras. No pudo acercarse porque descubrió que
los dos poseían fuertes habilidades paranormales. El hombre también disponía de
un escudo protector. Ambos tenían la marca Vesica Piscis. Definitivamente, como
Yellow Teeth había dicho, eran Taqe. Si se acercaba lo suficiente para escucharlos,
se volverían cautelosos. La verdadera pregunta era, ¿eran lo suficientemente
hábiles como para detectarlo camuflado en un cuerpo humano? Después de todo,

25
su verdadera aura no era visible. La pareja Taqe sólo percibiría el aura del ser
humano a quien poseía. Por sus miles de años de experiencia, sabía que la mayoría
de los Taqe no lo descubrían. Pero no subestimaría sus poderes.
Yellow Teeth ya le había advertido que el hombre era un poderoso chamán, no
se podía jugar con él.
Metió las manos en los bolsillos de sus pantalones de pana marrón. Lothar
estaba a su lado, junto a Jeff. Después de que Lothar evaluara al equipo de los Taqe,
Jeff y él habían poseído a dos hermanos americanos gemelos que estaban visitando
el lago Louise durante una semana. Tenían veinte años, eran fuertes y estaban en
forma.
—¿Y bien? —inquirió Víctor a Lothar—. ¿Qué os parece? —Observó que los
Taqe se levantaban del banco y caminaban hacia el hotel.
Lothar le miró.
—Aconsejaría tener paciencia. Les seguimos y nos sentamos en el vestíbulo,
sólo para ver y esperar. Presionaremos más tarde a uno de los empleados del hotel
para que nos de detalles sobre ellos.
Jeff deslizó la puntera de su bota de senderismo en la tierra del camino que
rodeaba el lago Louise.
—¿Mi señor? Estoy entrenando y no sé si quieres mi opinión
Víctor miró a Jeff a los ojos. Habían sido inteligentes en elegir cuerpos de
jóvenes sanos.
—Claro que quiero saber lo que piensas. —Su voz sonó afilada—. Te estás
entrenando para hacer algún día este trabajo por tu cuenta. La única manera de
hacerlo bien es que nos digas lo que opinas.
—¿Sabrán quiénes somos en realidad si nos sentamos en el vestíbulo del hotel y
nos ven a los tres? —preguntó Jeff.
—No —contestó Guerra, satisfecho por la pregunta—. Mientras
permanezcamos en cuerpos poseídos, el noventa y nueve por ciento de los Taqe no
son capaces de detectarnos.
—¿Y nuestras auras? Seguramente sabrán quiénes somos al leerlas —insistió
Jeff, frunciendo el ceño.
Víctor negó con la cabeza.
—No, el aura de la persona que hemos poseído permanece intacta. Algunos de
los colores del aura cambian o se oscurecen. No se puede evitar. La mayoría de los
Taqe que leen auras se vuelven muy buenos en eso a través de la experiencia. Un
aura contiene miles de diferentes combinaciones de colores claros y oscuros.
Cuento con eso para que no se den cuenta de quiénes somos realmente.
—Es posible que estos Taqe vean algo de oscuridad en nuestras auras y piensen
que estamos tristes, deprimidos o preocupados por algo —apuntó Lothar al
estudiante—. Seguro que no se enteran de que hemos poseído estos cuerpos. Hasta

26
que no lo sepamos con certeza, no lo asumiremos. Seremos prudentes y no nos
acercaremos demasiado a ellos.
—Muy bien —murmuró Jeff, frotándose la barbilla y disfrutando de estar de
nuevo en un cuerpo físico—. ¿Así que seguimos esperando y observando?
Lothar asintió.
—Veo agotamiento en el aura de Black. Ha venido desde Arizona, un largo
viaje. La mujer vive a unos ochenta kilómetros de aquí. Supongo que descansaran
un rato.
—Vamos a entrar —ordenó Víctor. Yellow Teeth permanecía en la cuarta
dimensión después de identificar a la pareja. Guerra no quería poner al Taqe en
guardia al detectar la presencia del brujo, todavía no.
Los hombres siguieron al Señor de las Tinieblas. El día era soleado y la
temperatura marcaba unos maravillosos veintiséis grados. A Jeff no le importaba
haberle robado el cuerpo a su dueño, cuyo espíritu estaba ahora aplastado dentro.
Esta era su primera misión. Desde su última encarnación como Ranger del Ejército
de los EE. UU durante la Segunda Guerra Mundial, cuando había muerto como un
humano llamado Omaha Beach, residía en la escuela de entrenamiento de los
Tupay. Estaba decidido a hacer todo lo posible por el Señor de las Tinieblas.
Dentro del hotel, Víctor preguntó en recepción por la pareja Taqe. Lothar hizo
un gesto a Jeff para que se sentara en uno de los mullidos sofás del espacioso
vestíbulo. Desde ese punto de vista veían no sólo las escaleras sino los ascensores.
Víctor se acercó.
—Leí la mente del empleado. Se llaman Colt Black y Shelly Godwin, tal como
nos dijo Yellow Teeth. Están en las habitaciones 204 y 206. Están cansados y han
subido a descansar. —Miró hacia los ascensores y agregó—: Creo que más tarde se
reunirán para cenar.
Lothar asintió.
—Eso suena razonable.
—¿En qué restaurante? —consideró Jeff, mirando a la multitud que se movía
por el atestado hotel—. Creo que hay tres o cuatro restaurantes en este lugar.
Guerra se encogió de hombros.
—No importa. Jeff, quédate aquí dos horas y vigila. Luego Lothar te relevará.
Volveré a mi residencia. Trip vive en un edificio cerca del hotel. Llámame
telepáticamente si los ves. Sígueles discretamente y entérate qué restaurante eligen.
Frotándose las manos, Lothar sonrió.
—Los vigilaremos. —Se volvió hacia Jeff—. Tienes la primera guardia, chico.
—Muy bien —confirmó Jeff. Él era, después de todo, un simple subalterno.
Lothar era un famoso caballero Tupay. Cuando sus jefes se fueron, se sentó en el
sofá. ¡Qué bien se sentía!
El cuerpo del anfitrión era el de un botánico, alguien que resultaría útil si el

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Taqe necesitaba ayuda. Se presentaría como un turista servicial y no despertaría sus
sospechas. Sonriendo, observó el flujo ininterrumpido de gente. Catorce millones
de personas visitaban este lugar cada año. Para Jeff, que estaba en espíritu desde
1944, estar entre los vivos era una experiencia liberadora. Le encantaba beber café,
comer comida real de nuevo y ser capaz de apreciar todas esas cosas que la tercera
dimensión ofrecía.
Ver a los niños y adolescentes con sus familias le encogía el corazón. Se suponía
que tendría que ser inmune a esas cosas. Tal vez sólo necesitaba más tiempo en
espíritu. Nunca había olvidado su deseo de regresar a este mundo. Le gustó mucho
estar vivo. Siempre lamentó que una bala lo matara mientras subía a un acantilado
con su escuadra. Al morir, el pánico lo abrumó. Nunca volvería a ser capaz de amar
de nuevo, oler una flor, saborear la cena en casa de sus padres en la granja de Iowa
durante el Día de Acción de Gracias. Cosas pequeñas, pero muy importantes para
él.
Justo después de su muerte, su esposa, Janet, tuvo gemelos. Los había visto
crecer sin su presencia. Sus hijos se casaron y ahora Jeff tenía cinco nietos en la
Tierra. Con la que se sentía más cercano era con Mary Anderson. Tenía veintiocho
años y era bastante metafísica.
Era diseñadora de edredones de patchwork, con una afición por dibujar iglesias
de la Edad Media en Europa, muy famosa por sus diseños y representaciones
artísticas. Mary era introvertida, tímida, y extremadamente sensitiva al durísimo
mundo en el que vivía. Y, al igual que Jeff, tenía un fuerte sentido de la fe en lo
desconocido. Sí, le resultaba un placer seguir las vidas de toda su familia, aunque
no estuviera con ellos.
Jeff estaba al tanto que todavía no era un verdadero Tupay. Los que habían
hecho la transición no echaban de menos la Tierra, su última familia o sus cinco
sentidos como él hacía. Por alguna razón, el Señor de las Tinieblas lo había elegido
para esta tarea y Jeff le estaba agradecido. No permitiría que sus jefes averiguaran
cuánto le había gustado volver. Si lo descubrieran, lo sacarían de las asignaciones
de las misiones para siempre. No, lo mejor sería mantener el secreto.
Jeff alzó las cejas al ver que una pareja salía de uno de los ascensores. ¡Eran
ellos! Agitado, se enderezó. Entonces recordó que tenía que parecer despreocupado
y aparentemente inconsciente. La mujer iba vestida con unos pantalones vaqueros,
una blusa blanca de manga corta y un sombrero de paja para ocultar su rostro.
Llevaba botas de montaña y una mochila roja. Su pareja llevaba ropa similar,
excepto por una camisa blanca con las mangas enrolladas hasta los codos. ¿A dónde
iban? El empleado les dijo que habían subido a descansar. ¿Habían cambiado de
opinión?
Sudando por el miedo a ser descubierto, Jeff no hizo contacto visual con los
Taqe. Pasaron a menos de metro y medio de él, y se sintió muy feliz al ver que no

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notaron su aura o sus colores. Esperó hasta que lo pasaron. Cuando llegaron a las
puertas giratorias que conducían fuera, se levantó. Sacó el móvil del bolsillo y
marcó rápidamente mientras caminaba hacia las puertas. Por suerte para él, Lothar
le había enseñado a usar ese aparato del siglo XXI. Mientras movía, se detuvo. Que
estúpido. ¡No necesitaba llamar al Señor de las Tinieblas por móvil! Todo lo que
tenía que hacer era enviarle un mensaje mental. Estar en un cuerpo físico de nuevo
y en una época diferente le provocaba confusión, aunque era comprensible.
Parándose a un lado de la entrada, enfocó su energía mental como le habían
enseñado en la escuela Tupay y envió al Señor de las Tinieblas la información.

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Capítulo 4

—Es un lago precioso —comentó Shelly mientras iban por el sendero de la


orilla. Las aguas eran más esmeraldas que turquesas debido a la inclinación del sol
de la tarde. Respirando hondo, suspiró—. Me encanta el olor de los pinos. ¿Y a ti?
Colt asintió, aunque no se sentía tan nostálgico. Se sentía alerta sin ninguna
razón visible. Tal vez estaba cansado, y saber que el espíritu de Yellow Teeth estaba
allí agravaba su agotamiento. Shelly se veía completamente a gusto, sus ojos
avellana brillaban de excitación. Se pararon a un lado del camino mientras grupos
de gente pasaban por allí.
—¿Notaste algo extraño en el vestíbulo? —preguntó Colt.
Shelly miró hacia el hotel.
—No. ¿Por qué, tú sí?
Colt hizo una mueca.
—No estoy seguro. Estoy cansado, y cuando me siento así no puedo reconocer
tan fácilmente lo que percibo.
—Ah. —Deslizó los dedos bajo las correas de nylon de la mochila—. Estoy como
tú... demasiado cansada para notar nada. —Intentar hacer hablar a Colt era como
conseguir que una mula obstinada se moviera. Se veía tan tenso como antes. No era
muy hablador.
—Eso es lo que pensé. Tal vez hoy deberíamos sólo fisgonear y no hacer
ninguna exploración seria. ¿Nos tomamos una buena noche de descanso antes de
comenzar esta aventura? —sugirió con un tono tajante. Notó que su tono brusco la
había molestado, ya que su expresivo rostro registró cada emoción. Si supiera lo
mucho que secretamente la deseaba en sus brazos y en su cama. Esta misión era lo
último que necesitaba, especialmente con Yellow Teeth respirando en su cuello.
Estar con Shelly empapándose de su vivaz y burbujeante energía, lo hacía
soportable. No quería causarle dolor.
Mientras Shelly lo observaba lidiar con alguna lucha interna, notó que la suave
brisa le rozaba la cara. La luz del sol salpicaba en el lago como monedas de oro. El
viento creaba ondulaciones en la superficie esmeralda. Alrededor del lago, se
divisaban las montañas cubiertas de nieve bajo un cielo cobalto. Verdaderamente,
era un lugar mágico. Siempre lo había sido para ella de niña, cuando venía con sus
padres. Shelly no había perdido su fascinación por el lago Louise. Pero ahora,
viendo la preocupación en los ojos azules de Colt, se obligó a prestar atención a su
entorno. Era demasiado fácil ser capturado por el crudo paisaje de las Montañas
Rocosas canadienses.
—Es difícil mantenerse centrado cuando te rodea esta belleza. —Shelly hizo un

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gesto hacia el lago y las magníficas montañas de granito coronadas de nieve en las
zonas más altas—. Fíjate. Nunca me canso de venir sólo para sentarme y disfrutar.
—Es parecido a Flagstaff, en Arizona —admitió Colt. Las continuas risas y las
conversaciones de los turistas le ponían nervioso. Estaba acostumbrado al silencio.
Sólo el viento, los pájaros y el aullido ocasional de algún coyote. Sosteniendo a
Shelly del brazo, la guió fuera del sendero hasta que se detuvieron al lado de la
playa de guijarros del lago. Los molestos y perturbadores ruidos quedaron en la
lejanía. Se obligó a soltarla.
—Es por el ruido, ¿no? —preguntó Shelly, mirándole comprensiva. Su brazo
hormigueaba salvajemente a raíz de su rudo contacto. Fue inesperado. Por un
instante, su fachada se disolvió y la sorpresa brilló en los ojos de Colt.
—¿Como lo has sabido?
La calidez atravesó a Shelly como una cascada. Sintió ganas de aplaudir. Por fin
veía al verdadero Colt Black bajo la pesada y protectora armadura que llevaba.
—Me ocurre lo mismo. Creo que todas las personas sensitivas se vuelven
bruscas ante las charlas incesantes. —Sonrió suavemente—. La mayoría de los
lugares donde voy a buscar vórtices están en el campo, aunque también se
encuentran en las ciudades y suburbios. Me encanta hacer senderismo por los
caminos. Y escuchar sólo el canto de los pájaros.
—Somos más parecidos de lo que pensaba —afirmó Colt, un poco aturdido por
la admisión. Shelly tenía la asombrosa capacidad de desconcertarlo. Pero recordó
que ella no era un Navajo de la reserva. Los que vivían fuera de la reserva tenían
una forma completamente diferente de comunicarse con los demás. Eran las
acciones, y no las palabras, lo que era importante para Colt.
—¿Crees que eres el único a quien le gusta la paz y la tranquilidad? —Shelly se
echó a reír y vio la sonrisa en sus ojos azules entrecerrados. Por un momento, pensó
que la arrastraría a sus brazos y la besaría. «¡Menudo pensamiento!» Aunque
cuando se fijó en su masculina boca, una serie de sensaciones nerviosas se
desplazaron desde su garganta hasta la parte inferior de su cuerpo. Colt besaría de
maravilla. Aunque, ¿dejaría que alguien se le acercara demasiado con la pesada
armadura que lo rodeaba? ¿Por qué le importaba? Recriminándose por su
curiosidad, Shelly descubrió lo fuertemente atraída que estaba por este hombre
intenso y tranquilo.
—¡Perdonad! —exclamó una voz desde arriba del sendero.
Un escalofrío de advertencia recorrió a Colt ante la voz intrusiva del hombre.
Girándose, observó fijamente a un joven que llevaba una insignia de guía en su
camisa, junto con su nombre, Trip Nelson. El guía les dirigió una sonrisa de
bienvenida mientras caminaba hacia donde estaban.
—Hola. Me llamo Trip Nelson y soy un guía del hotel. Veo que estáis
preparados para hacer senderismo. ¿Os puedo ayudar?

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Colt abrió la boca para decir que no.
—Claro —le invitó Shelly.
Echándole a ella una mirada de advertencia, Colt sintió el vello de la nuca
erizarse en advertencia cuando el joven alto y musculoso se les unió. A pesar de la
alegría del hombre y su gran sonrisa, notó sus ojos planos y sin vida. Parecía el
comienzo de sus problemas. Colt dio un paso al frente para evitar que el guía se
acercara más. Tenía el estómago agitado y anudado mientras miraba los ojos del
hombre. Algo estaba terriblemente mal. ¿Pero, qué? Colt nunca había sentido antes
esa sensación.
—Podemos arreglárnoslas solos —replicó Colt con un gruñido, de pie entre el
hombre y Shelly. Colt visualizó la luz blanca en forma de burbuja enorme y gruesa
alrededor de él y ella. Y al hacerlo, las cejas de Trip se alzaron de sorpresa. ¿El guía
percibía la acción protectora?
Shelly frunció el ceño. No entendía porque Colt se ponía frente a ella.
—Eso no es del todo cierto. ¿Trip? —dijo, asomándose por un lado de Colt.
—Sí. —Él asintió ligeramente con la cabeza.
Shelly intentó averiguar el estado de ánimo de su compañero, mientras
aceptaba la ayuda de este guía tan amigable. Trip llevaba el pelo corto y un
sombrero de loneta verde en la mano. Su aspecto indicaba que era un hombre fuerte
a quien le gustaba estar al aire libre. Su piel estaba muy curtida, y a ella le encantó la
sonrisa aparente siempre presente en su boca.
—Buscamos rutas alrededor del lago Louise.
Víctor se rió en silencio al pararse junto a Shelly. Otro Taqe que no percibía la
posesión. Era perfecto. La pelirroja no tenía ni idea. La excitación de la cacería hizo
que se sintiera mareado. Sin embargo, su compañero, el hombre silencioso y fuerte,
lo miraba con tal nivel de amenaza que lo volvió cauteloso. Advertía la agresividad
en el aura de Black, aunque sabía que no conseguiría acceder a sus pensamientos
para descubrir su verdadera identidad.
—Bien, puedo ayudaros con eso. —Sacó un mapa del bolsillo trasero y lo abrió
rápidamente ante ellos.
Esto le daría a Víctor una valiosa oportunidad para evaluarlos. Shelly parecía
curiosa, pero absolutamente ignorante. Black, por el contrario, estaba tenso y no
confiaba en él, aunque no supiera por qué. Abriendo el mapa completamente, les
hizo sujetar las esquinas para que lo examinaran.
—¿Qué tipo de rutas buscáis? —preguntó Trip con entusiasmo.
—Quiero saber si hay una ruta que rodee el lago Louise —demandó Colt. No le
gustaba Trip. Las alarmas disminuyeron dentro de él. La burbuja de protección
duraría otros treinta minutos. Le frustraba no entender qué diablos estaba
sucediendo. Echó un vistazo a Shelly, pero ella no parecía afectada por la extraña
aura de este guía.

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—No, no la hay. Tienes este camino ancho que es una ruta que comienza aquí y
llega hasta la parte noreste del lago. Y hay una segunda ruta en el otro lado. —Les
sonrió con amabilidad—. ¿Por qué quieres recorrer todo el lago?
—Porque queremos hacerlo —gruñó Colt.
Shelly frunció el ceño ante el tono de Colt. Se veía claramente incómodo. ¿Por
qué? No lo sabía, pero confiaba en sus instintos. Decidió mentir.
—Soy fotógrafa de flores silvestres, Trip. Los lagos de aquí están prácticamente
libres de arbustos en la orilla y me resulta más fácil andar y buscar lo que quiero. —
Su propósito era que Nelson creyera que sólo eran un par de turistas de vacaciones.
—Ah, ya veo —exclamó Trip—. Tienes razón. Son lagos formados por glaciares,
y cuando la Edad de Hielo llegó hasta aquí hace diez mil años, todos los lagos
cambiaron. A medida que el hielo se derritió, millones de rocas que habían sido
trituradas se posaron en esta zona. —Señaló la orilla—. Hay poca arena y casi nada
de tierra alrededor de los lagos. Sólo la suficiente para que crezca la hierba, los
arbustos y árboles crecieron cerca, pero sin restringir el sendero de las orillas. Como
resultado, encontrarás algunas flores silvestres.
—Entonces, ¿es fácil rodear la parte opuesta del lago desde este lado?
—preguntó Colt.
—Bueno...
—Alquilaremos una canoa, Colt. Será lo más fácil —informó Shelly.
—¡Buena idea! —Trip sonrió y señaló el puerto deportivo a unos metros—. Allí
podéis alquilar una canoa por horas. No es difícil recorrer esta zona... —Golpeó el
mapa con el dedo índice—, y buscar flores a lo largo de la orilla. Además, la canoa
puede llevar el equipo fotográfico. Es una manera fácil de recorrer la costa.
—Perfecto, eso es lo que haremos —indicó Shelly, sonriendo ampliamente.
Trip plegó el mapa.
—¿Hay algo más que pueda hacer por vosotros? —Black lo miró con tal veneno
que Víctor decidió que había tenido suficiente por ese día. El chamán Navajo tenía
los puños apretados. Víctor no quería empezar una pelea. Era evidente que Black
estaba percibiendo algo o no sería tan condenadamente amenazante. «Será mejor
que me vaya».
—Puedes irte —espetó Colt con autoridad. De toda la gente en la que Trip
Nelson podría haberse fijado, ¿por qué ellos? Había cientos de personas caminando
por el sendero de la orilla del lago. ¿Por qué los había elegido? Colt le lanzó a Trip
una mirada intensa y abrió sus sentidos más de lo que debería. Al abrirse así, podía
evaluar el aura de una persona mucho mejor, pero lo dejaba vulnerable.
Recordando que tenía la protección de la luz blanca, se arriesgó.
Shelly sonrió a Trip.
—Gracias por la información, Trip. Tenemos que irnos.
Víctor gruñó internamente. ¡Este indio estaba tanteando su aura! Notaba las

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proyecciones parecidas a dedos en las capas de energía que le rodeaban. Bajo
circunstancias normales, mataría a la persona que lo intentara, pero ahora no podía.
Necesitaba escapar de Black. Trip retrocedió por la ladera rocosa.
—De acuerdo, si necesitáis algo más siempre estoy por aquí. Mi trabajo es
ayudar a los huéspedes del hotel a sacar el máximo provecho a su visita.
Se dio la vuelta. Su cabeza giraba con multitud de preguntas. Miró hacia atrás
para ver al chamán observándolo fijamente. Éste era un Taqe peligroso. La marca
de su nuca indicaba que era un Guerrero de la Luz. Víctor suspiró de alivio. Si bien
era cierto que tenía más poder que Black, no era ni el momento ni el lugar para
revelarlo. Los necesitaba a los dos para encontrar la siguiente esfera.
Caminó rápidamente hacia el hotel pensando en por qué querrían navegar por
toda la orilla del lago Louise. ¿Estarían allí las dos rocas? Redujo la velocidad y se
volvió, oculto por los grupos de turistas. Los Taqe se dirigían hacia el puerto
deportivo. Rascándose la cabeza, pensó que la esfera esmeralda estaba más cerca de
lo que pensaba. ¿Qué sabían los Taqe que él no sabía?
Normalmente podía entrar en la mente de cualquiera y enterarse de todo sin
ningún problema. Pero Black había levantado un perímetro defensivo. Tenía mala
suerte... ese hombre era un magnífico guerrero. Y complicaba mucho las cosas.
Lothar y Jeff se unieron a él.
—¿Algo nuevo, mi señor? —preguntó Lothar.
Víctor les contó lo que había ocurrido. Cuando mencionó el poder y la actitud
defensiva de Black, las cejas de ambos se levantaron sorprendidas.
—Es una mala señal —expresó Lothar, lamentándose—. La Fundación Vesica
Piscis está enviando a sus mejores soldados.
Resoplando, Víctor hizo una mueca.
—Esos guerreros son muy irritables. Y Black estuvo muy cerca... —Levantó el
pulgar y el índice—... de golpearme. Sabía que algo estaba mal con Trip Nelson.
—¿Crees que lo ha descubierto? —indagó Jeff.
Sacudiendo la cabeza, Víctor contestó:
—No, pero no puedo acercarme a él de nuevo o lo averiguará. No nos
arriesgaremos.
—Examinar tu aura debió de resultarte incómodo —expuso Lothar.
—No fue exactamente divertido —aceptó Víctor—. Y el que lo hiciera me dice
que no tiene miedo ante el peligro.
—¿Es posible que estuviera incitándote a pelear para ver quién eras en
realidad? —curioseó Jeff.
—Es posible.
Lothar le dirigió una mirada de advertencia al estudiante.
—Nunca hagas eso al aura de alguien. Es un asalto, puro y simple.
—¿Piensas que Black sabía que tu aura estaba por debajo de la exterior, mi

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señor? —preguntó Jeff.
—¿Quién sabe? —gruñó Víctor—. Me pilló desprevenido con esa maniobra.
Pero no podía hacer mucho al respecto, excepto salir de allí.
—Si lo hubieras permitido, ¿habría encontrado tu verdadera aura? —inquirió
Jeff.
—Por supuesto —aclaró Lothar—. Lo habría delatado si hubiera roto los
campos de esa primera aura.
—Correcto —admitió Víctor—, y se habría sorprendido de encontrarme
escondido allí.
Todos se rieron y asintieron.
—¿Quizás la esfera está oculta en un parterre de flores silvestres? —especuló
Lothar.
—No tiene sentido. Es una tapadera. He notado los colores reveladores de una
mentira en su aura.
Jeff miró a los dos espíritus más antiguos y luego contempló el lago.
—¿Es posible que la esfera esté en el agua, cerca de la orilla?
—Cualquier cosa es posible —señaló Víctor.
—Entonces tenemos que seguirles —indicó Jeff.
Lothar dio unos golpecitos a unos prismáticos que colgaban de su cuello.
—Lo haremos... desde la distancia. Esperemos que solo hagan senderismo de
día y duerman por la noche. Nos lo haría más fácil.
Víctor maldijo suavemente y siguió mirando a la pareja hasta que desapareció
entre la multitud.
—Lothar, Jeff, id a alquilar una canoa. Manteneos cerca de ellos sin despertar
sospechas. Vigilad lo que hacen y adónde van.
Jeff se abstuvo de frotarse las manos con alegría. Él había sido un muchacho de
una granja en Iowa que nació a mediados de los años 20. Sus padres eran dueños de
una enorme granja de grano cerca de un lago. Había tenido una canoa y, durante la
primavera y el verano, pescaba todo el tiempo. Esta misión le estaba resultando
maravillosa de muchas maneras.
—¿Jeff? —exclamó Lothar—. ¿Dónde tienes la cabeza, muchacho? ¡Venga!
Pillado con la cabeza en las nubes, Jeff vio que los ojos planos y negros de Víctor
se estrecharon en él.
—¡Voy!
—¡Mantente alerta! —gruñó el hechicero al joven Tupay.
Jeff corrió hacia Lothar, molesto por el reproche del Señor de la Tinieblas. Le
resultaba incomprensible que alguien pudiera permanecer inmune a la belleza de
este mundo. Pensó en su familia y deseó tener tiempo para echar un vistazo a lo que
hacían. Era lo que más le gustaba hacer en la fortaleza Tupay. Pero debido a esta
misión, era imposible comprobarlos. Su nieta, Mary, estaba viajando a Edimburgo,

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Escocia. La habían contratado para ofrecer una serie de talleres sobre sus famosos
diseños. Apresurándose, se reunió con Lothar y sonrió.
—Apenas puedo esperar para subirme a una canoa.
Lothar frunció el ceño.
—Eres como un cachorrito excitable. Tranquilízate, ¿quieres?
¿Cómo iba a hacerlo? Jeff veía esto como algo divertido, no como trabajo.
Disfrutaría el viaje en canoa. El agua estaba tranquila, y la ligera brisa y el cálido sol
le envolvían. En este momento, se sentía como si hubiera subido al cielo.

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Capítulo 5

—¿Por qué no te ha gustado Trip? —le preguntó Shelly a Colt mientras iban
hacia el muelle de alquiler de canoas. La gente se movía a su alrededor. Los
arrendajos chillaban en los árboles cercanos, pidiendo comida a los turistas. Las
ardillas también vigilaban ávidamente el sendero.
Colt le dirigió una intensa mirada. Shelly era tan condenadamente inocente
para su oscuro mundo.
—Me ha levantado una bandera roja. —Se frotó la nuca—. El vello de la nuca se
me erizó. Cuando sucede, me advierte de un peligro.
—¿Viste su aura? A mí me pareció bien. —Le gustaba su cercanía. Colt
caminaba con una fluida gracia, logrando que su deseo por él fuera aun más
palpable. Era misterioso e inaccesible. Peor aún, era completamente masculino y
peligroso de una manera sensual. No podía dejar de mirar su boca. Por lo general,
estaba fruncida, pero cuando se relajaba, era una boca que valía la pena besar. Y
besarla de nuevo. ¿De dónde salía todo este calor? Frustrada, intentó ignorar ese
aspecto de él, pero le resultó imposible.
—Su campo astral estaba turbio. ¿No lo viste? —Colt se recriminó mentalmente.
Su mirada se había deslizado desde sus ensanchados ojos avellana hasta su
seductora boca. ¿Sabría lo tentadora que era para él?
Shelly se encogió de hombros.
—Sí. Era turbia, pero nada demasiado anormal.
Colt notó las ligeras sombras bajo sus ojos.
—¿Por qué no alquilamos la canoa para mañana por la tarde? —No quería
seguir con esta línea de conversación.
—Me gusta ese plan —manifestó Shelly. Sabía muy poco de Colt y tenía muchas
preguntas. Un extraño sueño los había reunido; dos desconocidos de dos mundos
muy diferentes. Sin embargo, sentía un deseo inexplicable por él. Colt estaba
rodeado por una energía increíblemente poderosa. No había duda de que era un
guerrero, y su ropa de vaquero sólo hacía hincapié en su rostro y su rudo carácter.
Todo eso le resultaba atractivo como mujer.
Colt la condujo entre la gente hasta el puesto de canoas.
—Muy bien. —No ignoró el hormigueó en su mano mientras sujetaba a Shelly.
Por un instante, vio el deseo claramente escrito en sus grandes ojos avellana.
¿Estaría con alguien? No llevaba un anillo de bodas en el dedo. Tampoco es que eso
fuera relevante para la misión, pero le gustaría saber más sobre ella.
Shelly desearía tener una excusa para tocar a Colt, ya que la soltó al llegar al
puesto de alquiler. En poco tiempo alquilaron una canoa roja para las tres de la

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tarde del día siguiente. Con el ticket en la mano, fueron hasta el amplio muelle de
madera. Las canoas de colores estaban atadas a cada lado de una zona de treinta
metros de largo. A Shelly le recordaban a un arco iris. Desearía haberse traído la
cámara. La Nikon D3 estaba en su habitación, pero se prometió llevarla mañana.
Mientras se encontraban en el muelle apreciando los colores del lago y los
turistas salían en las canoas alquiladas, Shelly volvió a la conversación anterior.
—Cuando vi la oscuridad en su campo astral pensé que seguramente Trip
estaba molesto por algo.
Colt se encogió de hombros, disfrutando del sol. El viento era ligero y juguetón.
Y lo mejor era que Shelly estaba junto a él. Le encantaba la forma en que la brisa
removía su cabello. El sol bailaba en su cabello reflejando sus diversos colores. Le
encantaría deslizar los dedos por esos relucientes mechones dorados, cobrizos y
borgoña. Era increíblemente hermosa. Su corazón se expandió. Aunque, por ahora,
se obligó a seguir con la conversación.
—En mi experiencia, el campo astral cambia de minuto a minuto dependiendo
de lo que sentimos en cada momento.
—¿Cómo sabes todas estas cosas? —preguntó finalmente Shelly, observando a
una familia de cuatro miembros, la madre en la proa y el padre a popa, remando
hacia ellos en una canoa verde. Los dos niños, muy rubios y alrededor de los seis y
siete años, estaban salpicando felizmente con sus manos en el agua del lago—. Esa
fue la única sombra que vi en el aura de Trip. Creí que tenía miedo de algo. El color
rojo parduzco en su pecho me indicó que temía algo. ¿Tal vez a nosotros?
Colt tenía la boca y las cejas fruncidas mientras meditaba ese comentario.
—Soy un chamán de la nación Navajo —replicó abruptamente—. Mi padre me
enseñó a leer auras desde que era niño. Cuando Nelson se nos acercó, su aura ya
mostraba cautela. Siempre hay que buscar lo que está fuera de lugar.
Un chamán. Bueno, eso respondía a por qué Colt era tan buen clarividente y
veía auras.
—Has sido muy brusco con él, pero no lo suficientemente amenazante como
para causar la oscuridad que vi en su campo astral.
—Fui tan brusco porque mi nuca se erizó. —Casi agregó: «Y si no prestas
atención a sutiles advertencias como esa, puedes morir». Era indiscutible que
venían de mundos diferentes.
—¿No habrá sido poseído? —farfulló Shelly.
Colt le sostuvo la mirada. Sus pestañas rojas enmarcaban sus amplios ojos.
Sentía como si pudiera hundirse en su mirada y ahogarse felizmente como un
hombre satisfecho. Alejó esos pensamientos tan íntimos.
—En mi cultura, los Skinwalkers poseen a gente. Son hombres que practican la
brujería y cambian de forma. Se convierten en coyotes y luego cazan a los Navajos
desprevenidos que cometen el error de estar fuera después del anochecer. Y una

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vez que los humanos son poseídos, están muertos después de que el Skinwalker
haya terminado con ellos.
—Oh... —exclamó Shelly, notando una frialdad en su interior—. Eso suena...
muy mal...
—Lo es. El Navajo a quien posee el Skinwalker todavía está dentro de su
cuerpo, pero el brujo lo controla. Y cuando deja su cuerpo corta el cordón plateado.
El espíritu se libera y la persona muere. No es agradable.
Shelly tragó.
—Yo... nunca he visto nada así. Me siento como una novata a tu alrededor. No
sé mucho de brujería o del mal. —De repente, Shelly se alegró de que este sombrío
vaquero estuviera con ella en esta misión. No parecía un chamán, sino más bien un
vaquero que trabajara en uno de los ranchos de vacaciones de las inmediaciones de
Banff.
—El problema es que tu sueño te dijo que había peligro, un hechicero. En mi
cultura eso equivale a un brujo que lanza hechizos y maldiciones, o que puede
cambiar de forma en un Skinwalker —informó Colt, frustrado—. No conseguí leer a
Nelson. Si un Skinwalker lo hubiera poseído, lo sabría en un instante. Pero él tenía
una energía diferente y no entiendo lo que yo estaba sintiendo. Todo lo que
podemos hacer es vigilar, escuchar nuestros instintos y mantenerlo lejos de
nosotros mientras buscamos en la orilla del lago.
Shelly estaba seria ante el conocimiento de Colt... y muy asustada.
—Mi instinto me dice que donde estén esas rocas hay un vórtice. ¿Te enseñó tu
padre también algo sobre vórtices?
—No los llamamos vórtices. Para nosotros son simplemente áreas de energía.
Había muchos bancos a cada lado del muelle. Impulsivamente, Shelly deslizó
su mano en la suya. La notó fuerte y callosa por el trabajo duro. Levantando la vista,
vio la sorpresa y luego el deseo en sus ojos. Una vez más, la rodeó una sensación de
peligro. Pero era un riesgo que merecía la pena correr. Lo llevó al último banco.
—Siéntate conmigo un momento —le suplicó cuando él dudó. Era evidente que
la deseaba y el sentimiento era mutuo. La situación era aterradora, pero aun así, no
podía evitar sentirse excitada.
Tocar a Shelly era un placer para Colt. Le apretó suavemente la mano. Si
estuviera casada, no la tocaría. El fuego y la invitación también estaban en sus ojos.
Cuando se sentaron, Colt la soltó, reticente. Si no lo hacía, bueno, la besaría sin
sentido. Sus alertas se apagarían... y justo en ese instante Yellow Teeth golpearía.
Los Skinwalkers eran muy buenos capturando a su presa con la guardia baja.
—De acuerdo —aceptó él, volviendo al tema de la misión—. Tenemos que saber
nuestras capacidades psíquicas. Las fuerzas y debilidades que poseemos.
—Muy bien. —Estuvo de acuerdo Shelly, alejándose al otro extremo del banco.
Colt estaba demasiado cerca, era demasiado tentador para que ella mantuviera sus

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manos quietas por mucho tiempo—. Aquí estamos, dos desconocidos unidos por
sus sueños mutuos. Sé muy poco de ti.
—Nací en la reserva Navajo. He vivido allí toda la vida. Mi padre me enseñó a
ser un chamán como él. La habilidad de curación corre por nuestra familia.
—¿Tienes esposa e hijos?
—No, no estoy casado. ¿Y tú? —Allí iba la pregunta.
—No. Estoy soltera y sin compromiso. Vivo en Canmore. Soy escritora. Escribí
un libro sobre vórtices que me lanzó a la fama. Normalmente estoy siempre
viajando alrededor del mundo dando conferencias sobre cómo buscar un vórtice y
qué hacer una vez que se encuentra.
Mientras hablaban, Colt seguía mirando a su alrededor. Percibió a Yellow Teeth
justo en el borde de la periferia, pero no quería asustar a Shelly ni mostrarle lo
distraída que estaba.
—¿Eres canadiense?
—Sí. —Ella reparó en que después de escucharla volvió a mirar a su
alrededor—. Te noto muy en guardia. ¿Qué ocurre? —Su voz se apagó—. ¿Estamos
en peligro?
—Hay un Skinwalker que se llama Yellow Teeth a quien le gustaría poseerme y
matarme. —Advirtió que Shelly ampliaba los ojos y abría la boca. Al instante se
repuso e intentó disimular, aunque Colt sabía que la había sorprendido.
—¿Una represalia? ¿Venganza? ¿Por eso quiere matarte? —El corazón se le
aceleró momentáneamente. Colt era un hombre vital, un hombre con una fuerte
personalidad. No se veía nada débil en él. Shelly no se imaginaba que alguien
dominara a Colt, y mucho menos que un brujo Navajo lo asesinara.
—Algo así. Lo siento alrededor. Siempre sé lo cerca o lejos que está de mí.
—Colt decidió no contarle el resto de la terrible historia sobre la pérdida de su
hermana. No la conocía tan bien. Era una herida que nunca sanaría completamente
hasta que se enfrentara al Skinwalker y lo matara.
Shelly tembló.
—¡Eso es horrible! No sé si podría vivir con ese conocimiento. Ser acechada día
y noche por un brujo que sólo espera saltar dentro de mi cuerpo y echarme...
—Él va detrás de mí, no de ti.
Sus bruscas palabras no hicieron que Shelly se sintiera mejor. Sin pensar, le rozó
el brazo.
—Eso no era lo que quería decir, Colt. —En el momento en que le tocó, sus ojos
parpadearon de deseo... por ella. ¿Estaba loca? Shelly ya no confiaba en sí misma ni
en las señales que los hombres le mandaban. En el pasado las había
malinterpretado. Enseguida retiró la mano.
—¿Dijiste que el Skinwalker es un coyote? —preguntó, tragando.
Colt se esforzó por ignorar la onda de energía que su toque había dejado en su

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brazo.
—Sí. Salen al atardecer y recorren la reserva hasta el amanecer. No pueden
aguantar la luz del sol. Se esconden, esperan y planean durante el día.
—Entonces, ¿estamos a salvo por el día?
—No.
Shelly le lanzó una mirada interrogante.
—Yellow Teeth es un espíritu. Mi padre lo mató hace años. Cuando un
Skinwalker está en ese estado, puede acechar de día o de noche.
Autentico terror invadió a Shelly.
—Es terrible. Has sufrido un gran trauma.
Su empatía tocó el corazón de Colt como nada lo había hecho en mucho tiempo.
¿Quién era esta mujer? Mirando sus brillantes ojos llenos de compasión, sólo
encontró inocencia y confianza. Las pecas le hacían parecer más una adolescente
que la joven que era. Eso puso en evidencia el deseo de protegerla.
—Sí, mi familia ha sufrido mucho por Yellow Teeth.
Shelly suspiró.
—No sé si mi sueño sobre el hechicero era realmente por Yellow Teeth.
—Creo que sí, pero era tu sueño. ¿Qué piensas tú?
Empujando los mechones lejos de su frente, Shelly se encogió de hombros.
—Todo esto es nuevo para mí. Tengo sueños proféticos, pero ninguno como
éste. Sinceramente, me sorprende que estés sentado conmigo. Dudé del sueño
desde el principio. Realmente no pensé encontrar aquí a nadie hoy.
—Yo tampoco. —Por primera vez, una sonrisa curvó su boca—. Estoy
acostumbrado a lidiar con el Otro Lado, pero esto también es nuevo para mí.
—¿Crees que fue Yellow Teeth el que nos envió los sueños?
Colt meditó la pregunta.
—No creo que pueda hacer algo así. Tengo un montón de barreras que no
lograría romper. —Observando su expresión pensativa, añadió—: Igual llegó hasta
ti. Pero eso no tendría sentido. No, creo que alguien más nos envió esos sueños.
—¿Pero quién? —Ella abrió las manos, con exasperación en su voz—. ¿Nos está
guiando alguien malvado, Colt? En este momento estoy muy asustada. Trabajar con
vórtices puede ser a veces peligroso, pero nada como esto. Y estoy realmente fuera
de mi elemento.
Impulsivamente, Colt apoyó la mano en su hombro. Cuando tocó la suave tela y
sintió el calor bajo ella, sucedió algo. Las puertas de su corazón se abrieron. Le pilló
desprevenido. Durante mucho tiempo, Colt se había resistido a las mujeres a un
nivel emocional. Había tenido su parte de citas con mujeres, pero nada permanente.
No quería que Yellow Teeth matara a la mujer a quien amara. Pero cuando conectó
con Shelly, sintió que toda su resolución se desvanecía. Había algo tan limpio e
inocente en Shelly que no tenía ninguna defensa contra eso... o ella.

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—No tengas miedo —susurró, acariciándole el hombro como si calmara a un
caballo asustado—. Estoy aquí. Yo te protegeré. Llevo toda la vida tratando con
seres oscuros en cualquier dimensión. Sé que estamos aquí por una razón. Y no
percibo que encontrar esa esfera sea algo malo. Siento a Yellow Teeth cerca y eso
significa que me acosará como de costumbre, pero a ti no.
Apretándose contra su mano ahuecada en el hombro, Shelly absorbió la fuerza
y el calor inesperado de Colt. Cerró los ojos brevemente.
—Gracias. —Se empapó de su contacto—. En parte me asustas, Colt. Y por otra
parte pienso que eres un caballero de la Mesa Redonda que está aquí para
protegerme.
Si no le quitaba la mano ahora, Colt no se resistiría a acariciar su cuello, pasar la
mano por esa masa de reluciente pelo dorado y rojo, y después bajar hasta su boca
para besarla. Nunca en su vida se había sentido tan hipnotizado por una mujer. En
el pasado se había inmunizado contra sus encantos, su astucia, sus cuerpos y la
forma en que se balanceaban cuando caminaban. Pero no con Shelly. Apartó la
mano y sonrió ligeramente.
—Yo no soy una amenaza para ti. Quiero protegerte, Shelly.
Buscando su rostro, ella se dio cuenta de que algo mágico había ocurrido entre
los dos. Shelly no sabía por qué, pero algo había hecho que ahora el rostro de Colt
fuera fácil de leer. Sentía su sensibilidad, su conciencia, su deseo crudo por ella. Y
entonces, repentinamente, observó que una pared de acero bajaba entre ellos. Todo
el calor y el deseo por ella, desaparecieron. En su lugar surgió una intensa mirada
implacable.
—No eres un hombre fácil de entender.
—Soy complejo —aceptó. Pero también lo era ella—. ¿Y qué hay de ti? Tampoco
creo que seas una persona sencilla.
Shelly se echó a reír, quizás por la tensión de la conexión entre ellos.
—Oh, en comparación contigo soy bastante simple.
Colt sabía que eso no era cierto. Pero ahora tenía que permanecer alerta y
centrarse en la misión.
—Necesitamos examinar los mapas en el hotel y pensar lo que vamos a hacer
mañana.
—Estoy de acuerdo —dijo Shelly, segura de que las defensas de Colt no estaban
dirigidas hacia ella, sino más bien quería protegerla. A Shelly no la habían
entrenado en el arte de la defensa psíquica. Mayormente, los vórtices eran simples,
sencillos y no muy peligrosos... a diferencia de los espíritus o los hombres.
Colt se levantó y señaló al hotel.
—Volvamos a nuestras habitaciones y descansemos un rato. Me gustaría dormir
un poco. —Pensó en la idea de una sola habitación para los dos, pero no dijo nada.
Comprendiendo que Yellow Teeth rondaba por algún lugar sin ser visto, Colt no

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iba a bajar la guardia ni a dejarla indefensa si el malvado brujo decidía aprovechar
un momento romántico entre los dos.
—Buena idea —acordó Shelly, levantándose.
Colt se acercó. Al diablo con todo. Deslizó la mano en su brazo y la guió por el
camino. La deseaba. Todo su entrenamiento como chamán le advertía que no la
involucrara y, sin embargo, no podía evitarlo. Pasando junto a los turistas felices
que charlaban por el sendero, entendió que él era un escudo para Shelly. Tenía que
concentrarse en lo que fuera que sucediera después. No podía permitirse ningún
error.

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Capítulo 6

—¿Adónde van? —gruñó Víctor. Estaba en la orilla del embarcadero de canoas


a la mañana siguiente. La niebla se deslizaba silenciosamente por el lago. Eran las
seis de la madrugada. Pocos turistas se levantaban a esta hora. Había sentido que
los Taqe se despertaban y los observó mientras desayunaban en el restaurante
Wildflower del hotel. Luego se pusieron el equipo de senderismo y salieron mucho
antes de que el sol se alzara por encima de los picos.
A su lado estaban Jeff y Lothar.
—Están dejando atrás el muelle —indicó Lothar.
Frunciendo el ceño, Víctor se frotó el mentón. Se habían salido del sendero y
caminaban lentamente por la orilla del lago.
—Están buscando algo.
Lothar se encogió de hombros.
—Que hagan el trabajo sucio. Entonces nos acercaremos y les quitaremos la
esfera en el momento adecuado.
—Sí. Exactamente. Tenemos los móviles, así como la telepatía mental para
mantenernos en contacto. Jeff, síguelos. No dejes que te vean. Quédate atrás y vigila
lo que hacen. No tardarán más de medio día en recorrer casi todo el lago.
—Sí, mi señor —contestó Jeff—. Llevaba una mochila, vaqueros, una camiseta
verde y unas robustas botas de montaña.
—La única parte del lago que no tiene una ruta está allí —comentó Lothar,
señalando más allá del muelle.
—Supongo que van a recorrer la orilla de este lado primero —aseguró Víctor—.
Y si no lo encuentran allí, regresarán y recogerán la canoa que alquilaron ayer.
—Daría cualquier cosa por verlos encontrarla —exclamó Jeff.
Volviéndose, Víctor lo fulminó con la mirada.
—No pierdas la cabeza, muchacho. Si piensas que la han encontrado te pones en
contacto con nosotros inmediatamente. No tomes este asunto en tus propias manos.
Hay mucho en juego.
Agitado por la censura del Señor de las Tinieblas, Jeff bajó los ojos.
—Sólo quería decir, mi señor, que probablemente la esfera no esté en la orilla
del lago. Si lo estuviera, alguien la habría encontrado. Creo que están buscando una
señal de dónde podría estar. ¿Recuerdas que la mujer dijo que buscaría flores a lo
largo de la orilla?
Víctor decidió que Jeff no era tan estúpido como había supuesto.
—Creo que estaba mintiendo, pero estoy de acuerdo contigo en que están
buscando algún signo que pueda indicarles la localización de la esfera. Algo que

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todavía no sabemos.
Jeff sintió que su ira se enfriaba mientras Víctor le trataba con más respeto.
—¿Tengo que mirar alguna formación rocosa específica? Hay un montón de
promontorios rocosos alrededor del lago.
Alzando las cejas, Víctor le dirigió a Jeff una mirada satisfecha.
—Es una idea inteligente. Ten los prismáticos a mano y observa donde se
detienen y qué miran. Quizás de esa manera encontremos una pista.
—Sí, mi señor —acordó Jeff, sintiéndose como si lo hubiera estado probando. Lo
último que quería era que el Señor de las Tinieblas lo viera como un idiota. No
llevaba en el reino Tupay mucho tiempo y no tenía ningún deseo de empezar con el
pie equivocado con el jefe.

—Espera Colt —advirtió Shelly. Habían hecho una cuarta parte de la ruta del
lago. El sol empezaba a subir en el cielo y el frío de la mañana desaparecía, igual
que la niebla que antes se veía en el lago. Extendiendo la mano, detuvo a Colt.
—¿Estás sintiendo un vórtice? —le preguntó él.
—¿Y tú? —Le sonrió. Colt se concentró, sus ojos se estrecharon con intensidad.
Shelly empezaba a darse cuenta de que él nunca se relajaría a causa de la amenaza
del espíritu del Skinwalker. Se le encogía el corazón.
—Por supuesto. —Colt levantó la vista y abrió más sus sentidos—. Diría que
estamos en el límite.
—Creo que tenemos razón al suponer que la esfera esmeralda está cerca de un
vórtice en la orilla de un lago. Sólo necesitamos encontrar esas dos rocas junto a él.
—Correcto. —Colt se acercó y miró el exuberante trozo de hierba. Había
muchos guijarros y algunas rocas de diferentes tamaños, formas y colores. El
solapado sonido del agua lo tranquilizó—. No veo dos rocas juntas. ¿Tú?
—No, maldita sea —Shelly, frunció el ceño.
—¿Puede que haya más de un vórtice en este lago? A veces, por la forma en que
se modificó el terreno, hay más de uno. —Colt hizo un gesto hacia el lago.
—Los vórtices locales están en cualquier parte —señaló Shelly, mirando la
curva del lago. A medida que el sol avanzaba en el cielo, el agua se volvía
lentamente de esmeralda a turquesa. La belleza a su alrededor, y tener a Colt tan
cerca, era suficiente para hacerle ansiar abrazarlo y besarlo. La noche anterior fue
un verdadero infierno. No había hecho más que soñar con besar a Colt y hacerle el
amor. Tan retraído e inaccesible como era, había despertado a las tres de la
madrugada, jadeando y excitada. Apartó a un lado los ardientes pensamientos de
sus sueños—. ¿Ves esas dos montañas?

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Colt miró hacia donde señalaba.
—Sí, las veo. Hay un punto bajo entre las dos y con frecuencia la energía correrá
por tal área.
—Se ven como una colina y tienen forma de U. —Se volvió y señaló con el dedo
el lado opuesto del lago y las montañas lejanas—. Y hay otro punto bajo entre esas
dos montañas de allí. En geomancia, las áreas de baja elevación entre los picos son
aberturas naturales para que las energías de la Tierra fluyan sin obstrucción. Eso
puede provocar más de un vórtice en este lago.
La geomancia era una forma de adivinación basada en la interpretación de
figuras o patrones dibujados en el suelo u otra superficie plana, usando arena u
otros materiales.
—Tienes razón —dijo Colt. No había nada que contrariara a esta mujer tan
idealista. Lo contrario que a él. Volvió a recordar que provenía de un mundo
diferente al suyo. No tenía ningún conocimiento de entrenamiento o defensa del
lado oscuro de otros mundos y dimensiones. Él sí. Aun con todo, se permitió el
placer de perderse en sus ojos verdes, dorados y marrones. Brillaban con una
emoción y una alegría que le contagiaron. En ese momento, Colt se dio cuenta de
que Shelly podía apoderarse de su corazón como ninguna mujer lo había
conseguido.
—Bueno, —Ella suspiró—, es posible que otras líneas locales o regionales, con el
nombre de líneas Hartmann, crucen este gran corredor de energía. Donde se cruzan
esas líneas, siempre hay un vórtice.
—Leer la tierra es difícil. Nosotros no les ponemos nombre a las líneas de
energía, pero las sentimos y sabemos que están allí.
—Mi padre es geomántico. Su habilidad le llegó naturalmente a través de
nuestros linajes irlandeses. Toda su familia “caminaba por la tierra” en Irlanda. Me
enseñó todo lo que sé. —Shelly le sonrió. Colt llevaba su sombrero negro. Había
cambiado con reticencia sus botas de vaquero por las de senderismo. Tenía algo
cálido y sencillo que la atraía como un imán. Notaba el calor de sus ojos azules
mientras sostenía su mirada. ¡Oh, se moría por besarlo! Le alegraba que no pudiera
leerle la mente.
—Me imagino que llevaría años, y viajar mucho, entender cómo funcionan las
líneas principales con las líneas locales Hartmann. Mi padre empezó a enseñarme
los patrones de energía y las líneas cuando yo tenía seis años.
—Un zahorí las localiza fácilmente con varillas de radiestesia. Y, sí, es un
aprendizaje de toda la vida.
Sacándose el sombrero, Colt se secó la frente y volvió a ponérselo. Le costaba
apartar los ojos de Shelly. Llevaba vaqueros, una blusa blanca de manga larga y una
cazadora de nylon rosa intenso. Su pelo rojo estaba prácticamente recogido bajo un
gorro de lana rosa. Incluso estando en julio, las mañanas eran muy frescas en las

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Rocosas canadienses. Al mediodía, la temperatura subiría a unos agradables 21 o 26
grados y guardarían las cazadoras y gorros en las mochilas.
Sacando una botella de agua de su cinturón, Shelly bebió profundamente. Ya se
veían turistas transitando por el sendero que rodeaba el lago glaciar.
Afortunadamente, estaban lo suficientemente lejos del hotel y todavía había poca
gente vagando por su camino. Cerró la botella y la acomodó de nuevo en un
soporte de red en el cinturón.
—Con esta energía fluyendo por estas montañas, creo que el siguiente vórtice
que encontremos estará en la orilla opuesta. —Shelly señaló un área donde no había
una ruta marcada.
—Iremos a por la canoa cuando terminemos de comprobar la zona —apuntó
Colt.
—¿No sería una suerte si la esfera esmeralda estuviera allí?
Colt hizo una mueca.
—Sí. Y si la encontramos, ¿qué haremos con ella?
—Pues espero que tú o yo tengamos un sueño que nos lo diga —declaró Shelly,
metiendo los dedos bajo las correas de la mochila.
—Me gusta esto. —Colt se acomodó al paso de Shelly mientras seguían
adelante—. Es un bonito lugar para visitar. —Si sólo la amenaza de Yellow Teeth no
estuviera en segundo plano. Nada le gustaría más que relajarse, permitir que sus
defensas cayeran y simplemente disfrutar del tiempo y el lugar con Shelly. Ella le
infundía alegría, una rareza en su vida.
A veces, por accidente, sus manos se rozaban mientras recorrían el estrecho
sendero. Y Colt absorbía ese toque fugaz como si fuera el hombre muerto de
hambre por el contacto que en realidad era. Shelly le recordaba lo mucho que
echaba de menos tener una verdadera relación con una mujer; confiar, ser
vulnerable y compartir. La furia se desató en él al pensar en Yellow Teeth. El
Skinwalker había arruinado su vida de muchas maneras. Deseaba que el cobarde
brujo se enfrentara con él de una vez por todas. Sólo uno de ellos sobreviviría a ese
enfrentamiento. Estaba cansado de esperar. Con una mujer como Shelly quería
-necesitaba- tener una vida real, un amor, un sueño de futuro con una mujer que le
hiciera feliz y viceversa.
Colt sintió la repentina sensación ondulante que le indicó que un pequeño
vórtice estaba cerca. Cuando se acercó al centro, a unos quince metros, se detuvo.
—Es un vórtice masculino —le señaló a Shelly—. Vamos a examinar
cuidadosamente la zona.
Se puso de rodillas para mirar el suelo. Sólo vio pequeños y coloridos guijarros
lisos y ligeramente redondeados u ovalados por el peso y la fuerza de los glaciares
de la Edad de Hielo.
—No —refunfuñó, sentándose sobre sus talones—, esas rocas no están aquí.

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—Vaya fastidio —exclamó Shelly, tendiéndole la mano a Colt—. Me siento
como si acabáramos de empezar una larga búsqueda. —Él se levantó. No quería
soltarla, pero tenía que hacerlo. Cualquier motivo para tocarla era bueno. ¿Qué
estaba haciendo? Su destino ya estaba irremediablemente marcado. Con tristeza en
el corazón, la observó quitarse el gorro y dejar suelto su cabello. ¿Cómo se sentiría
acariciar ese pelo rojo? Rápidamente, ella pasó la mano por sus mechones para
alisarlos.
—Vórtice número dos. —Colt sintió un escalofrío. Estaba tan tentado de
rodearla con sus brazos...
—Quizás hay un número tres. —Shelly metió en la mochila el gorro y la
cazadora—. Me encanta esta belleza. Pero me aterra mucho el hechicero que quiere
la esmeralda.
—No te culpo. —Colt se sentía como si los estuvieran vigilando. Escudriñando
la orilla y las pequeñas colinas que proliferaban llenas de gruesos abetos, no
consiguió vislumbrar a nadie.
—¿Sientes a Yellow Teeth? ¿Está cerca? —El tono de Shelly sonó un poco chillón
y tenso.
—Sí. Nos están siguiendo y observando. Es Yellow Teeth.
Shelly tembló.
—He estado demasiado concentrada en encontrar la energía de los vórtices. Me
alegra que seas consciente de su presencia.
El estómago de Colt se encogió de furia contra su viejo enemigo. Intentó sonar
confiado por consideración hacia Shelly, no quería asustarla más.
—No nos sorprenderá. Sigue concentrándote en encontrar los vórtices.
Estaremos bien.
Shelly puso la mano en su brazo.
—Eres un guardián grande y malo, Colt.
Su tacto le provocó una ráfaga eléctrica y se endureció. Gimiendo internamente,
se preguntó si Shelly se daba cuenta de que su toque era como fuego atravesándole.
Ella separó esos labios que rogaban que alguien los besara.
—“Tu” guardián —le aclaró, apartando la mirada.
Mientras sentía el calor fluir en sus mejillas, Shelly le soltó. La expresión de los
ojos de Colt ante su toque la dejó atónita. Sus ojos azules se habían estrechado al
instante. Sintió un intenso deseo de que la abrazara. Era una sensación maravillosa,
llena de promesas. Su primitiva reacción se conectó con su núcleo femenino. ¿Cómo
sería hacer el amor con Colt? Sabía que sería especial. Salvaje. Natural, como él.
Recriminándose, descubrió lo fuertemente atraída que estaba por él. No por lo
que hacía o decía; era sólo por él. De acuerdo, no era toda la verdad. La forma en
que la miraba hacía que le deseara de todas las maneras posibles. Colt era como
decadente chocolate apareciendo inesperadamente en su vida. Cualquier caramelo,

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especialmente alguien con unos deliciosos ojos como él, tenía que ser saboreado
plenamente... pero no podía ser, se recordó severamente.
—Vamos. Hay más terreno que comprobar antes del almuerzo —determinó
Shelly, haciéndole un gesto para que la siguiera.

Jeff estaba escondido entre los abetos. Se sintió aterrorizado cuando el Taqe se
volvió y lo miró directamente. Congelado como un ciervo, lanzó un suspiro de
alivio cuando Black se volvió y prestó atención a su compañera. ¿Habían
encontrado lo que buscaban? Esperó con impaciencia hasta que salieron de su vista.
Bajó hasta el lugar donde el hombre se había puesto de rodillas, pero no vio
nada interesante. Sentándose en sus talones, fue consciente de la energía turbulenta
a su alrededor. ¿Qué era? Entonces advirtió que era una energía similar a un
tornado girando cerca de donde se arrodillaba, un vórtice. Frunció el ceño. Recordó
que en su habitación había encontrado el libro escrito por esa mujer; Encontrar un
Vórtice. Había estado en la lista de bestsellers del New York Times durante meses.
Se comprometió a leerlo por la noche para ver si le daba más información sobre lo
que el equipo Taqe estaba haciendo.

—¡Allí! —exclamó Shelly desde la canoa. Levantó el remo. Estaban a tres metros
de la costa y avanzaban lentamente y en paralelo a la orilla que no tenía sendero—.
¿Lo sientes? ¡Un vórtice! Está unos cuantos metros más adelante.
Colt, que estaba sentado en la popa, hundió el remo profundamente en el agua
y guió la canoa más cerca de la orilla.
—Es otro vórtice masculino. —Shelly había sido muy exacta al sugerir que en
esa orilla había otro vórtice. Al menos en este tema eran buenos compañeros de
equipo, con la misma experiencia y conocimiento.
—Es un poco más fuerte que el primero con el que nos topamos. —Shelly irguió
la cabeza y entornó los ojos. El sol de la tarde le daba en los ojos. Agarrando una
gorra de béisbol, se la colocó sobre los ojos para ver mejor.
Colt no vio nada en la orilla que se pareciera a las dos rocas que buscaban. La
fuerza de este vórtice era notablemente diferente.
—La localización de un vórtice tiene que ver con averiguar de dónde procede su
intensidad. —El remo raspó el fondo cercano a la orilla.
Shelly miró ansiosamente la orilla. No había rocas. Sólo guijarros.

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—Creo que la línea de energía principal corre entre esas dos montañas y por eso
este vórtice es más poderoso.
Con el remo sobre las piernas, Colt sonrió.
—Sí. —Era un placer verla moverse. Como un elegante ciervo, sus movimientos
fluían de un acto al siguiente. ¿Cómo sería acariciar su cuerpo desnudo? La idea le
hizo arder.
Volviéndose, Shelly se recostó en el asiento de madera.
—Sólo nos quedan unos ochocientos metros por recorrer. No veo dónde podría
haber otro vórtice. ¿Y tú?
—No, pero vamos a comprobar cada centímetro —prometió Colt—. ¿Puedes
empujar con el remo?
Shelly movió el remo para alejar la canoa de la orilla y salir a aguas más
profundas.
—Creo que éste no era el lago que vimos en los sueños.
—Vi un lago largo y ovalado. Según el mapa topográfico hay muchos así en esta
zona, además del lago Louise.
—Lo sé. Ojalá mis sueños fueran más específicos.
Mirando hacia arriba, Colt vio un halcón de cola roja y a su compañera volando
en espirales cada vez más altas por encima del lago. Sus hermosas colas rojizas
contrastaban contra el azul profundo del cielo.
—El mío también era general. —Colt disfrutaba del movimiento de la canoa
mientras remaba.
—Esto parece imposible de lograr. —Shelly sonaba triste.
—Anímate. Una vez que terminemos aquí, volveremos al restaurante
Wildflower para tomar un té helado. Estudiaremos el mapa topográfico y
decidiremos qué lago deberíamos ver a continuación.
Eso la animó. Quisiera admitirlo o no, Shelly aspiraba a tener algo de tiempo
libre para conocer mejor a Colt. Riendo, dijo por encima del hombro:
—¡Casi no puedo esperar!
Tampoco Colt. Cualquier excusa para estar cerca de Shelly, oír su voz y captar
su aroma que le recordaba a dulce miel, merecía la pena.

La hora del almuerzo en el restaurante Wildflower era tranquila en


comparación con el caos del desayuno. Shelly estaba junto a Colt bebiendo té
helado con limón. Desplegaron el mapa y ella se acercó más a él, inhalando su
aroma. Se había enrollado las mangas largas de la camisa vaquera verde oscuro
justo debajo de los codos. A Shelly le encantaría que sus manos encallecidas por el

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trabajo se deslizaran con reverencia por su piel. Se veía tan distante y reservado.
Sabía que ella le atraía, pero no parecía dispuesto a ceder ante esa atracción. Tenía
que esforzarse para ignorar su deseo por él. No podía enamorarse de otro hombre.
Pero resultaba demasiado fácil olvidar sus reglas cuando la confianza y la fuerza
masculina de Colt eran tan atractivas. Le recordaba a las altas y escarpadas
Montañas Rocosas. No se parecía a ningún hombre que alguna vez la hubiera
atraído. Quizás era una buena señal.
—¿Y éste? ¿Qué te parece? —le preguntó ella, señalando el mapa con el dedo—.
El siguiente lago ovalado más cercano es el lago Agnes. Está al noroeste del lago
Louise.
—Aquí dice que hay una cafetería en el lago. —Recordando su sueño, Colt le
habló de la cafetería que había visto.
Shelly se inclinó sobre el mapa.
—¡Entonces está allí! Se puede llegar por un camino largo y escarpado hasta el
lago Agnes. Una vez allí hay una ruta fácil que rodea el lago hasta la mitad. La otra
mitad es más dura.
—Pararemos en esa cafetería a descansar. Ahora sé que puedo confiar en ese
sueño. No me imaginaba que hubiera una en estas montañas.
—En realidad —añadió Shelly con una sonrisa, volviendo a señalar el mapa—,
hay otra en Plain of Six Glaciers, o el Sendero de los Seis Glaciares, que está al
suroeste del lago Agnes.
—No tenemos que llegar hasta allí. —Colt tuvo el salvaje e inesperado impulso
de retirarle un mechón errante de pelo. Estaba hechizado por ella, aunque tenía que
seguir recordándose que no podía ser. Jamás. Abatido, dobló cuidadosamente el
mapa. A veces no le gustaba su vida. En este momento estaba furioso. Shelly le
recordaba constantemente lo que no podía tener. Pero maldita sea, la deseaba
desesperadamente.
La miró. Era preciosa, vivaz y asombrosa. En este momento no le importaba que
fuera una experta en vórtices, sólo estaba disfrutando de estar en su compañía.
¿Cuándo había tenido esta clase de placer? Nunca. Guardó el mapa en su mochila.
Por alguna razón, en medio del peligro y la amenaza de muerte, Colt había
encontrado a una mujer con la que se atrevía a soñar. ¿Se arriesgaría a desear un
futuro con ella? ¿Pero cómo? Yellow Teeth trataría de poseer a Shelly y la mataría...
tal como había matado a su hermana.

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Capítulo 7

—¿Has averiguado algo? —preguntó Víctor, sentándose junto a Lothar y Jeff en


el salón. La mayoría de la gente estaba en uno de los muchos restaurantes del hotel
y se encontraban solos en la lujosa zona. Se acercaron para hablar, parecían un
equipo de fútbol planeando una jugada.
—Fui a todos los lugares en los que se detuvieron —contestó Jeff.
Lothar asintió con la cabeza.
—Jeff me llevó a cada uno de esos sitios, y lo único que tenían en común era un
vórtice en todos.
Víctor se frotó la barbilla.
—Debe existir un vínculo con esos vórtices. Es evidente. La esfera no me mostró
ningún vórtice. Sólo esas dos rocas.
—¿Y las flores? —insistió Jeff. Inmediatamente se arrepintió de la pregunta
cuando Víctor lo fulminó con la mirada.
—¡Idiota! Eso fue una mentira. Una trampa. Tienes que acostumbrarte a que los
Taqe también mienten para cubrir sus huellas.
—No pensaba que los Taqe mentían —confesó Jeff.
Víctor resopló.
—¡Oh, sí que mienten! Harían cualquier cosa para conseguir esas esferas. No
son tan caballeros blancos como les gusta creer que son.
Desde donde estaban, Jeff olía el pan horneado del restaurante. Inhaló la
fragancia. Estar en cuerpo era una delicia. Esperaba cada comida como nunca lo
había hecho antes.
—¿Cuántos vórtices hay alrededor de esos lagos?
Lothar gruñó.
—Esa es la cuestión, ¿no?
—Y nuestro dilema —rumió Víctor, desconsolado—. Hay muchos vórtices en
esta zona. Pero como somos clarividentes, nos resultará fácil detectarlos.
—La pregunta entonces es... ¿están buscando un vórtice particular a lo largo de
una ribera en particular junto con esas rocas? —expuso Jeff, aliviado de que la
fulminante mirada de Víctor desapareciera. Esta vez, había planteado la pregunta
correcta.
—Exactamente.
—Los vi antes en el restaurante con el mapa abierto —añadió Lothar—. No
conseguí acercarme lo suficiente para ver lo que estaban mirando. Y no sondeé sus
mentes o hubieran descubierto que estamos aquí y eso volaría nuestra tapadera.
—No importa —manifestó Víctor—. Todo lo que tenemos que hacer es

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seguirlos y vigilar. Creo que tampoco saben en qué lago está la esfera. Están
buscándola igual que nosotros.
—Al menos eso nos da la oportunidad de conseguirla —opinó Lothar—.
Aunque no sepan dónde está, todo lo que tenemos que hacer es seguirlos.
—Y pasando a otro tema —interrumpió Víctor—, ¿habéis notado que sus auras
han cambiando? Los colores rosados de sus campos astrales han aumentado. —Se
echó a reír—. Están sexualmente atraídos el uno por el otro. Eso hará que pierdan la
concentración. Está sucediendo de nuevo, como les pasó a los Taqe que estuvieron
en el Gran Montículo de la Serpiente. Es perfecto porque así nos dejarán vía libre
para actuar cuando sea el momento adecuado.
—He notado el color rojo en el aura del Taqe —confirmó Lothar.
—Eso es aun mejor —replicó Víctor—. Los hombres tienden a pensar con lo que
hay entre sus piernas, a diferencia de las mujeres. Él será nuestro punto débil. Igual
que Robert Cramer era el miembro débil del último equipo, Black será alguien
similar. —Amplió su sonrisa—. Además, Yellow Teeth quiere ser el que lo mate.
Ahora tiene que permanecer lejos o el Taqe sentirá su presencia. En el momento
adecuado, liberaré a Yellow Teeth de su correa de coyote y lo matará.

De regreso a sus habitaciones, Colt sentía su corazón tan accesible que le


resultaba muy difícil controlarlo por más tiempo. Shelly era el sol en su mundo de
amenazas. Mientras caminaban, sus manos ocasionalmente se tocaban, y Colt
agonizaba. Había sido un perfecto caballero durante toda la cena, aunque todo lo
que hizo fue centrarse en su boca. Cuando Shelly la curvó en una sonrisa, su
corazón se elevó como un halcón volando hacia el sol. Ella poseía la clase de belleza
que no necesitaba ningún realce. Admiraba su confianza. Se notaba una naturaleza
inocente en ella que lo atraía.
Disminuyendo sus pasos hasta detenerse, no pudo evitarlo. Estiró la mano y
tiró de Shelly hacia él. Cuando ella, sorprendida, levantó la mirada, él se sintió
vulnerable.
—No sé lo que está pasando —le explicó con voz ronca—. Pero todo lo que
quiero hacer es besarte.
Conmovida por su súbita vulnerabilidad, Shelly dudó, pero enseguida levantó
la mano y la deslizó por su mejilla. Fuera un error o no, hizo caso a su corazón
palpitante.
—Bésame, Colt. —Posó las manos en su pecho y alzó la cabeza.
Colt sintió que sus labios rozaban los suyos. La boca de Shelly era tierna y
flexible. Gimiendo internamente, la rodeó con los brazos, acercándola

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completamente contra él. La capturó y probó. Sólo el suave tacto de su piel, le
provocaba un agudo deseo en su cuerpo. Su fragancia era una combinación de
abeto, aire fresco de la montaña y una dulzura que era sólo de ella. El fuego se
encendió en su interior mientras profundizaba el beso. Notar sus manos
deslizándose alrededor de su cuello le dijeron todo lo que necesitaba.
Colt supo que su necesidad era igual a la de Shelly, con una ferocidad que le
llegaba hasta el alma. Y cuando ella gimió, el sonido reverberó dulcemente a través
de él, y cada célula de su cuerpo respondió. Enmarcando su rostro con las manos,
absorbió su boca, su olor, la sensación de cosquilleo mientras los mechones rojos de
su cabello le rozaban la mejilla.
La presión de sus pechos, la forma en que sus brazos rodeaban su cuello,
conspiraron contra Colt. Deseaba a Shelly en todos los sentidos. Y sin embargo, al
instante después de ese momento de gran comprensión, llegó la terrible sensación
de desazón. Colt miró sus ojos entrecerrados y vio amor en ellos... por él. ¿Cómo era
posible enamorarse tan rápidamente? La alejó suavemente de su duro y palpitante
cuerpo.
—Shelly... —Se le quebró la voz y la miró sombrío.
—Oh, Colt —musitó, con voz llena de arrepentimiento—. He intentado ser
inmune a ti. —Le dirigió una mirada confundida.
—No deberíamos habernos besado. No puedo hacer esto, Shelly. Quiero
hacerlo, pero sé que no puedo.
Susurrando su nombre, Shelly se apartó de él y se apoyó en la pared junto a la
puerta.
—Es por la amenaza del Skinwalker, ¿verdad? —Shelly sabía que estaba
dividido entre su necesidad personal y la peligrosa vida que llevaba. Acercándose,
le acarició la mandíbula—. Desde el momento en que te vi, me sentí atraída por ti.
—Le apretó la mano en su corazón—. Estoy al tanto de tu lucha con ese Skinwalker
que te acecha, y me duele.
Colt la miró fijamente.
—Estoy marcado, Shelly. —Le gustaría decir; «Te deseo tanto que me estoy
volviendo loco», pero permaneció en silencio y sostuvo su mirada avellana. Era
innegable que ella estaba tan sorprendida por el beso como él—. Mis relaciones han
sido cortas. Me alejé deliberadamente de las mujeres que me atraían.
—¿Por qué renunciaste a la felicidad? ¿Por la amenaza del Skinwalker? —Ella lo
podía entender hasta cierto punto. Nunca se había enfrentado al mal como lo había
hecho Colt. Además, era tan hermético sobre el tema, que ella tenía muy poca
información.
Colt luchó para no abrazarla una vez más.
—No te lo he contado todo. —Sentía como si su corazón se hubiera convertido
en un nido de serpientes furiosas. El sufrimiento emocional de contarle la verdad se

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enfrentaba con el mantra de su tribu de no hablar nunca del mal con nadie. Hacerlo
solo causaba daño a la persona que lo hacía.
—Entonces, cuéntamelo —replicó ella, esperando alejar la tormenta que veía en
sus ojos—. Sé que no estoy entrenada para comprender el mal como tú. No me da
miedo escucharte, Colt. No buscó nada a corto plazo. Me he quemado con cada
hombre del que me he enamorado. Tampoco tengo un gran historial de elegir a los
hombres adecuados. No quiero seguir cometiendo el mismo error. Ayúdame a
entenderlo.
Colt echó un vistazo a cada lado del tranquilo pasillo. Era necesario, tenía que
contárselo. Estaban juntos en esta misión y necesitaban un mínimo de confianza.
Así que, sin vacilar, le contó su historia, sus miedos y la pérdida de Mary. El rostro
de Shelly se había vuelto blanco cuando terminó la trágica historia. Sus pecas de
color cobre destacaban en su nariz y mejillas. Tenía los ojos muy abiertos y llenos de
una mezcla de sorpresa y compasión.
—Ya lo sabes todo, Shelly. Soy un hombre demasiado peligroso como para estar
alrededor por mucho tiempo. Yellow Teeth me acecha implacablemente. —La miró
fijamente, con la esperanza de que ella entendiera el peligro—. Me da miedo que te
ataque a ti, y no a mí. Yo sé cómo defenderme contra un asalto de posesión. Tú no.
Mary tampoco estaba preparada. Por eso Yellow Teeth fue primero tras ella... Fue
un cordero que sacrificó.
Tragando, Shelly se enderezó, con las manos apretadas.
—Y por eso no te quedas con una mujer mucho tiempo.
—Sí. No quiero poner a nadie en riesgo para que el Skinwalker mate de nuevo.
—Es una amenaza espeluznante con la que tienes que convivir.
—Si Yellow Teeth piensa que me siento atraído por ti o que te deseo... se fijará
en ti y no en mí. —Le costó toda su voluntad dejar de mirarle la boca. Aunque se
muriera por volver a besarla, sabía que era imposible.
—Si somos capaces de encontrar la esmeralda, ¿crees que nos ayudará con la
amenaza de Yellow Teeth?
—No lo sé. —Colt inhaló profundamente y soltó el aliento—. Shelly, por estar a
mí alrededor, estás en peligro de muerte. Es así de simple. Y no tienes
entrenamiento para defenderte contra el mal. Por eso he tratado de mantenerte a
distancia desde que nos conocimos.
—No sabía si te gustaba o no.
—Por supuesto que me gustas. Pero en el momento en que permita que mi
escudo se disuelva, él estará aquí en un instante, sumergiéndose por mi cabeza y
apoderándose de mi cuerpo. Cortaría el cordón plateado de mi espíritu y me
forzaría a salir de mi cuerpo físico.
Temblando, Shelly se apoyó contra la pared y se rodeó con los brazos.
—Eso es horrible. —Deseaba abrazarlo con fuerza, pero no se atrevió—.

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¿Puedes enseñarme a defenderme de un ataque como ese?
—Puedo enseñarte algunas cosas, pero no las suficientes para mantenerte a
salvo todo el tiempo —admitió, en un tono pensativo.
—No quiero que nos suceda nada a ninguno mientras buscamos la esfera. Soy
una aprendiza rápida. No tengo miedo.
Colt asintió, viendo la determinación en su boca y en su ceño fruncido.
—Te enseñaré lo que pueda. —Nunca había soñado con conocer a alguien como
ella—. Nos mantendré a salvo —le prometió.
La esperanza recorrió a Shelly.
—Sólo dame la oportunidad de aprender. No quiero ser un eslabón débil para
ti.
Colt escuchó su frustración, alto y claro. Curvó una esquina de su boca hacia
arriba y metió las manos en sus bolsillos.
—Para mí no eres un lastre, Shelly.
—Espero que no. Tengo otras fuertes habilidades paranormales que te
ayudaran.
—Es cierto —reconoció Colt—. No eres una principiante, pero luchar contra el
mal significa tener también una fuerza interna de espíritu. Y tú no la tienes. Puedes
conseguirla, construirla algún día, pero no lograrás tener la suficiente a tiempo, no
importa lo que te enseñe.
—Tendrá que ser suficiente —recalcó, intentando frenar su impaciencia. Shelly
se había dado cuenta hace tiempo que tenía una personalidad de tipo A -correr a
toda velocidad todo el tiempo. Colt era de tipo B -relajado y no atrapado en el
mundo acelerado de ella. Shelly quería saberlo todo de inmediato. Pero sobre todo,
quería besarlo de nuevo. Involucrarse románticamente no era lo más brillante. Si lo
besaba, sólo crearía más tensión y eso no era lo que necesitaba—. Además, tenemos
que encontrar esa esmeralda. No podemos detenernos, aun sabiendo que Yellow
Teeth está a la espera de atacarnos.
—Lo siento a mí alrededor, Shelly. No lo he visto, pero nos persigue. Por lo
general está cerca, pero ahora, por algún motivo, permanece muy lejos. No
entiendo por qué se queda atrás. Nunca lo ha hecho antes.
Shelly ladeó la cabeza.
—¿Qué quieres decir?
—El Skinwalker siempre ha estado cerca y he conseguido verlo. Ahora está
fuera de mi visión clarividente. No sé si es una nueva táctica contra mi —informó
Colt, mirando el pasillo una vez más. No deseaba que nadie oyera su conversación.
—Me enfrentaré a todo lo que pueda para ayudarte. —Shelly intentó mostrar
confianza.
Él sonrió titubeante.
—Un caballo salvaje siempre toma la delantera.

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Shelly le observó durante un largo momento.
—¿Es así como me ves? ¿Cómo un caballo salvaje?
—Tu pelo rojo me recuerda a la melena de una yegua pinta que corre en mi
tierra con una manada salvaje de mustangs. Cuando corre, su melena es del mismo
color que tu cabello.
—Debe ser preciosa.
«Tú eres preciosa». Colt silenció esas palabras que rogaban salir.
—Lo es. Me gusta ver a la manada corriendo por la meseta de mi pequeña
comunidad. Me alegra el corazón.
A Shelly le encantaría ver ese lado sin armadura de Colt durante unos minutos.
—Tal vez esa yegua esté en tu vida para recordarte que tienes la misma libertad
que ella.
El comentario, casi susurrado, pasó como una brisa por su mente,
sobresaltándolo. La miró fijamente y suspiró. Esta mujer tenía una enorme visión a
causa de sus habilidades clarividentes.
—Hasta que me enfrente a Yellow Teeth estoy prisionero. Llevo años esperando
que me ataque.
—¿No puedes acecharlo?
—No. Ojalá pudiera, pero no tengo esa habilidad. Tengo que esperar a que él
me golpee.
Una vez más, un escalofrío atravesó a Shelly.
—Ganarás, ¿no? —De repente, no podía concebir la vida sin Colt. Era poderoso.
Un guerrero. Y ella creía que el bien vencía al mal. ¿Pero lo hacía realmente? ¿Era
demasiado idealista?
—No lo sé. No lo sabré hasta que comience la batalla. Sé que soy fuerte en
espíritu. Pero él también lo es. Estamos igualados. —Sus ojos exhibían una
expresión sombría—. Pero tengo algo a mi favor que él no tiene. Una rabia asesina
hacia él. Eso me hará más fuerte.
Shelly sintió la determinación fría dentro de Colt, junto con su armadura. El
hombre que había hablado con ella antes, había desaparecido. Al menos ahora
comprendía por qué. Sus labios aun cosquilleaban salvajemente recordando esa
boca sobre la suya.
—Eh, necesitamos dormir. —Aunque Shelly realmente quería decirle; «Ven a la
cama conmigo, Colt. Quédate a mi lado. Déjame amarte. Déjame mostrarte la
libertad que puedes tener...» Pero era un sueño, la tristeza se adueñó de su corazón.
Si Colt dejaba caer esos muros, sería vulnerable ante Yellow Teeth. Y el cambiante le
atacaría en ese momento. Shelly tuvo que luchar contra sus propios sentimientos.
Colt sacó las manos de los bolsillos.
—Tienes razón. —Inconscientemente, extendió la mano y enredó los dedos en
los esponjosos mechones de su pelo. Entonces, le dio un casto beso en la frente.

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—Esta noche soñaré contigo, mi salvaje mujer mustang... —Sería todo lo que
jamás tendría; sueños de ella. Si Yellow Teeth sospechaba mínimamente que se
estaba enamorando de Shelly, el Skinwalker iría tras ella. Y no soportaría la idea de
que asesinaran a una segunda persona en su vida. Nunca más.

58
Capítulo 8

A las seis de la mañana del día siguiente, Shelly y Colt estaban en el sendero que
conducía al lago Agnes. El amanecer era fresco debido a la niebla. Avanzaron con
determinación dejando atrás el lago Louise y caminando hacia una zona mucho
más pequeña, situada en lo profundo de las Montañas Rocosas. En ese momento,
sólo se veían algunos valientes transitando por esta ruta particularmente escarpada.
Shelly apreciaba estos momentos de calma. Los arrendajos chillaron y los siguieron
de árbol en árbol cuando entraron en el bosque.
El camino era lo suficientemente ancho como para que Colt caminara a su lado.
Ella le lanzó una rápida sonrisa. Sólo estar junto a él, la llenaba de calor. Notaba su
protección.
—¿Por qué te enseñó tu padre a ser una cazadora de vórtices? —le preguntó
Colt—. ¿Tuvo un sueño para que lo hicieras? ¿No quería que te convirtieras en una
ejecutiva bancaria como él?
—Mi padre todavía quería darme el control de su negocio de banca de inversión
cuando se jubiló. —Se echó a reír y vio que su expresión sombría y seria se aligeraba
un poco—. Mi madre quería que yo fuera maestra como ella.
—Así que, tuviste a tus padres queriendo que siguieses sus pasos con sus
carreras.
—Sí, igual que tu padre te preparó para que fueses un chamán.
Colt asintió y observó los rayos de sol que caían en cascada en la montaña frente
a ellos. Sólo había un poco de nieve en las cumbres. El cielo era de un azul muy
claro a estas horas de la mañana.
—¿Te rebelaste contra eso?
—Sus expectativas me confundieron cuando era joven. Quería complacerlos.
Me decían los aspectos positivos de ser banquera o maestra. Se centraron en que
tendría una buena vida, en la capacidad de poder comprarme una casa y tener una
seguridad económica. ¿Y tu padre? ¿Qué te dijo cuando quiso que te hicieras
chamán?
El camino era liso, con árboles de hoja perenne a cada lado. Colt observó dónde
ponía los pies. Sintió a Yellow Teeth, pero todavía estaba a cierta distancia y eso le
confundía. El Skinwalker estaba esperando a que quitara completamente su
protección.
—Desde que recuerdo, mi padre me dijo que iba a ser chamán. No recuerdo
nada diferente.
—¿Te dio a elegir o te preguntó si querías serlo?
Colt le dirigió una mirada extraña.

59
—¿Tus padres te preguntaron si querías ser banquera o maestra? ¿O te dijeron
que tenías que elegir entre una de esas carreras?
Shelly sonrió ligeramente. Su respiración era un poco más rápida debido a la
lenta ascensión por los bosques oscuros y fríos.
—No me lo preguntaron, Colt. Siempre hablaban de lo maravilloso que sería si
fuera banquera o maestra. Nunca me dijeron que tenía que ser una de esas dos
cosas.
—Entiendo.
—Pero aun así, todavía me presionaron. Fue incómodo. Estoy segura que
también lo fue para ti. ¿O siempre quisiste ser chamán?
Colt se encogió de hombros.
—Es diferente en la cultura Navajo. Un chamán es considerado igual al jefe o
líder de la tribu. Es una posición muy responsable y respetada por los demás.
—Ya veo —contestó Shelly. Salieron del bosque. Frente a ellos había una
escalera empinada y sinuosa hecha de piedra y troncos que llevaba a la cafetería.
Mientras subían a la cima, sin aliento, vieron un pequeño lago oval rodeado de
montañas de granito gris y azul. Había montones de nieve dispersos. Las estrías
horizontales en forma de nervios de las cumbres, le daban a esta zona el nombre de
“colmena”. El lago Agnes se veía al fondo de la pendiente como una joya azul.
Algunos árboles crecían en la orilla del lago.
Shelly señaló el pequeño lago.
—¿Te acuerdas del dicho: “Así como es arriba, es abajo”? Mira el reflejo de la
montaña en la superficie del agua. Si no supieras dónde estás, no sabrías cuál es real
y cuál no.
Colt apreció la increíble belleza de la reflexión.
—Sí, mi padre me lo enseñó. Verlo así le da un nuevo significado. ¿Dónde
estamos realmente? ¿Es esa reflexión más real en donde estamos ahora? ¿Lo
sabemos de verdad?
—Eso es lo que pasa entre las diferentes dimensiones. Las cosas son iguales.
Cuando estoy mirando en la cuarta dimensión con mi tercer ojo, —Ella se tocó el
centro de la frente—, aprendí a reorientarme para que saber lo que está en esa
dimensión y donde estoy físicamente en ésta.
—Sí, tienes razón. Aún así, ver esa ley del universo repitiéndose aquí, en la
tercera dimensión, nos recuerda que hay otros mundos como el nuestro.
—Estoy segura que Yellow Teeth ve lo mismo que nosotros.
Colt gruñó.
—Es más peligroso en espíritu porque puede moverse a voluntad entre
dimensiones en un segundo. Nosotros tenemos que ir más lentos porque estamos
en un cuerpo físico.
—¿No podemos simplemente pensarlo y estar allí? —Ella se echó a reír.

60
Observando los ojos de Colt, encontró la felicidad asomándose en sus
profundidades sombrías. Su intuición le decía que le gustaba estar con ella. Ayer
por la noche, se había quedado despierta durante mucho tiempo pensando en la
conversación que tuvieron. Y en su maravilloso y seductor beso. Tardó horas antes
de que su cuerpo se calmara y dejara de desearlo. No había nada que no le gustara
de Colt. Era sensible y filosófico detrás de sus muros. Le gustaban esos rasgos que
coincidían con los suyos. Ninguno de los hombres con los que salió tenía un
carácter similar. Quizás ese fue su error y el por qué todos habían terminado
rompiéndole el corazón. Pero aun había una enorme pared blindada entre ellos...
con Yellow Teeth en el centro de todo.
Shelly se ahogó en el azul de sus ojos, sintiendo un nuevo revuelo en su
corazón. Uno que nunca había sentido antes. ¿Sería amor verdadero? ¿De la clase
que sus padres le habían hablado? Ya se había enamorado antes. O pensaba que sí...
del hombre equivocado. Lo que sentía ahora por Colt era muy diferente, hermoso e
inquietante.
Confusa, rompió el contacto visual y se volvió hacia el lago. El lago Agnes era
realmente un lago ovalado, aunque el extremo del este era más pequeño y le daba
una forma de pera.
Le gustaría tener tiempo para analizar esos nuevos sentimientos que clamaban
en su acelerado corazón. No era la altitud lo que aceleraba su pulso. Era la tierna
mirada que Colt había compartido con ella durante un segundo, antes de que se
volviera distante una vez más. Le había dejado sin aliento ver al verdadero Colt.
Colt sabía que Shelly lo amaba. Era una sensación increíble, como una suave
brisa que se elevaba desde los pies hasta la cabeza. En esos preciosos e inesperados
momentos, descubrió oro bailando en las profundidades de sus ojos avellana. Y ese
oro era su deseo por él. Cuando miró sus labios entreabiertos, ella se volvió hacia el
lago. Sí, los dos recordaban el ardiente beso de la noche anterior. Quería más,
mucho más. Pero, por ahora, tenía que dejar de lado el deseo y centrarse en el lago.
—Hay que empezar a explorar —indicó Colt. Una orilla tenía un sendero bien
delimitado y sería fácil de recorrer. El otro lado era rocoso. Señaló una espiral de
humo que salía de entre los árboles en el extremo norte.
—Esa es la cafetería que vi en mi sueño.
Shelly se iluminó.
—¡Estupendo! Me encantaría tomar un té o un café caliente. Nos lo hemos
ganado después de la subida.
Colt extendió la mano y le acarició la enrojecida mejilla. Caminar siempre
ruborizaba las mejillas de Shelly, pero eso no hacía más que enfatizar la belleza de
sus grandes e inteligentes ojos.
—Vamos, mi salvaje mujer mustang. —Cuánto le gustaría besarla. Su paciencia
se estaba agotando.

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Bajó la mano y se apartó a un lado del sendero. Afortunadamente, estaba bien
mantenido por el servicio forestal que eliminaba las rocas para evitar que la gente
accidentalmente tropezara y cayera rodando. Como había espacio suficiente para
dos personas, le indicó que caminara junto a él. Acordaron buscar primero y
después recompensarse con un café.
Shelly sentía una sensación de hormigueo en la mejilla. El toque de Colt había
sido completamente inesperado. Hasta ese momento no se había dado cuenta de
cuánto quería que la tocara otra vez. Y, por un segundo, casi se puso de puntillas
para darle un rápido beso en la boca. Pero, ¿y después? Mientras Colt luchara
contra el Skinwalker, no habría espacio para ella en su vida.
El conocimiento le supo agridulce mientras marchaban por la pendiente
resbaladiza. Volvió a sacar el tema anterior.
—¿Sigues queriendo saber cómo me convertí en una cazadora de vórtices en
vez de otra cosa?
—Sí. Siento curiosidad por saber cómo alguien rechaza las demandas de sus
padres para seguir su sueño.
—Yo no rechacé lo que mis padres querían para mí. Sentí la vocación —explicó,
tocando su corazón—. En la historia de nuestra familia siempre hemos tenido la
Visión. Cuando mis padres me traían al parque para ir de picnic los fines de
semana, buscaba continuamente lugares con buena energía. A lo largo de los años,
cuando vieron mi pasión por encontrar energía de vórtices o líneas Hartmann, se
dieron cuenta de que tenía una habilidad paranormal única.
—¿Una vocación?
—Sí. También es mi pasión. Cada vez que mi familia viajaba al Parque Nacional
Banff, me emocionaba mucho.
—Entonces, de niña eras como una mariposa. Sólo que no buscabas flores, sino
energías interesantes en la tierra que encontrabas.
—Exactamente. —Ella soltó una carcajada—. Todo el mundo tiene una pasión.
Mis padres decían que Banff y yo nos convertimos en sus niños salvajes.
—O tal vez esa pasión desencadenó tu salvaje sentido de libertad.
—Cuando persigues tu verdadera vocación, la libertad viene automáticamente.
—¿Cómo averiguaron tus padres lo que hacías cuando venías al parque?
—Mis padres conocían los vórtices. Mi abuela irlandesa era una “caminante de
la tierra”. Se había hecho famosa en Irlanda. La gente la contrataba para que
inspeccionara la tierra. A veces querían construir una casa en un terreno específico,
y le pedían que averiguara si las líneas de energía que lo cruzaban eran buenas o
malas. Nadie construiría una casa donde existiera una línea negativa. Es muy
dañino. La gente se pondría enferma y algunos morirían.
—Es muy interesante. También me he topado con áreas de energía negativa en
la reserva.

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Deteniéndose en un ligero promontorio, Shelly miró fijamente el lago. La
elevada altitud hacía que su corazón latiera rápidamente, incluso en el descenso.
—Creo que “caminar por la tierra” tiene otros nombres —comentó Shelly—.
¿Tus chamanes conocen esa técnica?
Colt sacudió la cabeza.
—Algunos sí. Pero, sobre todo, nuestra tradición consiste en crear pinturas en la
arena y recitar cánticos para que los pacientes se curen.
—Esa es la maravilla de nuestro mundo. Hay tantas maneras de ayudar a la
gente y sanar la Tierra. Mi abuela sabía dónde se habían librado batallas antiguas,
que líneas de energía había en esa zona, o si un espíritu incorpóreo vagaba por allí.
Colt frunció el ceño.
—Espíritus...
—En tu mundo son temidos. En mi mundo son simples almas perdidas que no
han ido a la luz después de morir. Permanecen en un lugar por una razón. Mi
abuela decía que sus cónyuges seguían vivos y se quedaban en la Tierra para
cuidarlos desde el Otro Lado. A veces, el espíritu estaba atado a una pertenencia
como una casa, un huerto o lo que valoraban y no querían dejar después de morir.
—¿Y tu abuela era capaz de convencer a esos espíritus para que se fueran?
—Sí. Era maravillosa persuadiéndolos. Les describía una imagen tan hermosa y
entrañable del mundo de la luz, que al final se marchaban. La tierra o el hogar de
esa persona se calmaban una vez más y el espíritu también se iba a otro buen lugar.
Era una victoria para todos.
—Tu familia y tú sois muy valientes. Cuando los Navajos vemos un espíritu,
corremos a nuestros hogans, atrancamos la puerta y permanecemos dentro. Los
espíritus no son capaces de entrar en nuestros hogans, pero pueden caminar por el
exterior y mirar por las ventanas. Recuerdo cuando tenía unos cuatro años y estaba
visitando el hogan de mi tío cerca de Chinle. Estaba durmiendo y, de repente, vi el
rostro del fantasma de un viejo Navajo que acababa de morir presionado contra la
ventana junto a la que estaba acostado. Me asustó tanto que grité. Mi padre me
abrazó. Le dije lo que había visto. Fue entonces cuando me explicó que los espíritus
no pueden entrar en nuestras casas. Los fantasmas salen después de la puesta del
sol. Por eso, cuando anochece, permanecemos en el interior.
—Vaya, eso debió de asustarte mucho. A mí también me asustaría.
—Mi problema es Yellow Teeth. Los espíritus de los muertos son diferentes y
mucho menos amenazantes que un Skinwalker. Si encontramos la esmeralda, mi
instinto me dice que el cambiante me enfrentará.
Shelly tocó su brazo.
—Colt, me gustaría contarte algo. Mis abuelos me enseñaron que cuando un
espíritu malévolo te ataca, debes defenderte enviándole energía del amor. Es la
única emoción humana que no pueden superar. El viejo proverbio; “El amor lo

63
conquista todo”, es cierto.
Colt comprobó que era sincera.
—No sé cómo se puede amar a un brujo. —No había ninguna manera de que
enviara amor al Skinwalker. El rostro de Shelly se llenó de preocupación—. Ni me
imagino cómo enviarle amor a ese espíritu cuando estoy furioso y queriendo
destruirle. ¿Lo consigue alguien?
—Creo que nadie... hasta que el mal lo desafía. —Shelly dejó caer la mano. Si no
lo hacía, se metería entre los brazos de Colt y lo besaría de nuevo—. A mí también
me preocupa. ¿Enviaría amor a Yellow Teeth si me ataca? No lo sé. Pero sé que, si
sucede, lo intentaré. El amor es el sentimiento más poderoso en todos los mundos.
Es la única fuerza que salvará nuestras vidas si nos enfrentamos a él.
Colt movió la cabeza con tristeza.
—No funcionará con un Skinwalker.
—Nada en esta vida es fácil. Creo que ya lo sabes.
Él asintió a regañadientes.
—Lo sé. —Estaba empezando a odiar despiadadamente a Yellow Teeth. Ahora,
más que nunca, sentía en su interior el encarcelamiento en el que había vivido.
Quería estar con Shelly como él mismo, no como el hombre detrás de la armadura
protectora de energía.
Ya llevaban recorrido la mitad del sendero del lago. El sol rozaba las cimas de
las Montañas Rocosas, cambiando la temperatura, aunque aun no hacía mucho
calor.
—Hay que recordar que nos tenemos el uno al otro. Lo que sentimos
mutuamente nos protege. —Shelly casi dijo; «Nos estamos enamorando», pero no
se atrevió.
Colt no iba a contradecirla. Sentía algo muy poderoso por Shelly. No es que
alguna vez hubiera estado enamorado como para decir que esto era amor, pero su
corazón le decía que era posible.
—¿Preocuparnos el uno por el otro es un antídoto para un brujo? —bromeó.
—Claro que sí —declaró con convicción—. Me gusta ser tu amiga, Colt. — Cada
célula de su ser sabía que estaba mintiendo. Mientras la sombra del mortífero
Skinwalker se cerniera sobre ellos, Shelly no le diría a Colt la verdad; que se estaba
enamorando de él.
—A mi también.
Shelly captó la tristeza en su voz.
—Colt, deja que las cosas sucedan. No podemos pensar negativamente.
Tenemos que tener fe en un futuro desconocido. ¿Has leído el libro de la Doctora Jill
Bolte Taylor, My Stoke of Insight -“Un Ataque de Lucidez”?
—Una de mis tías lo está leyendo.
—Dile que te lo preste cuando vuelvas a casa. Esa asombrosa mujer es una

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neuroanatomista que sufrió un grave derrame cerebral a los treinta y siete años en
el lado izquierdo de su cerebro. —Shelly se dio un golpecito en la cabeza con el
dedo—. Le costó ocho años recuperarse, pero lo consiguió. Y ahora, con su libro,
destruye muchos de los mitos sobre supervivientes de derrames. E igual de
importante, ha descubierto una asombrosa y sorprendente nueva conciencia sobre
los hemisferios derecho e izquierdo de nuestro cerebro. El lado izquierdo intenta
anclarnos sólo a este mundo. Nuestro lado derecho trata de abrirnos al amor y la
conexión que tenemos con todas las cosas visibles e invisibles en todas las
dimensiones.
—¿Así que estoy dejando que mi lado izquierdo me sujete por mi miedo a
Yellow Teeth? —Colt sabía que era mucho más que eso. La amenaza era real.
—Sí. Tu lado derecho ya sabe que el amor está aquí y ahora. Tú puedes
reconocer los patrones que contienen amenazas de muerte y dejar de reproducirlos
mentalmente. Así, el lado izquierdo entiende que ya no tiene que repetir esa vieja
película y se relaja.
—Es una manera increíble de ver la vida. Creo que me gustaría priorizar mi
hemisferio derecho. Los Navajos creen que todas las cosas están conectadas y
relacionadas.
—Sí, aunque creo que tienes priorizado el lado correcto, ya que muestras una
gran reverencia y conexión con la vida. Lo veo en tu aura y lo siento a tu alrededor.
Es sólo que algunas cosas se alimentan de tu lado izquierdo, cuyo trabajo es
amarrarte sólidamente a este tiempo y espacio. Corren en un bucle de recuerdos
que no son realmente saludables para ti y te mantienen prisionero.
Colt sacudió la cabeza.
—No quiero discutir contigo, Shelly. Yellow Teeth no es producto de mi
imaginación. Tu idealismo contrasta con la realidad de como ha sido mi vida. —La
vio desinflarse con sus palabras. Así que suavizó el tono—. Me gustaría tener tu
idealismo, Shelly. De verdad que sí. Pero así no es como sucede.
—Esa es la belleza de las relaciones. Todos somos diferentes. Tenemos que
descubrir en qué estamos de acuerdo. —Observó la mirada pensativa en su rostro,
sintiendo el tira y afloja de la lucha interna de Colt—. Cada uno pensamos de forma
diferente y, a veces, las experiencias o creencias de una persona chocan con las
tuyas y las comparas con lo que crees o sabes. Si es correcto, la gente se influirá
mutuamente de una manera positiva. Somos ventanas a través de las cuales miras,
y si ves algo que quieres, esa persona ha abierto una nueva para ti. Es algo
emocionante. Me encanta conocer gente. Trato a cada persona como un maestro que
me dirá o mostrará lo que necesito saber. O que ve lo que tengo que cambiar,
desarrollar o borrar de mi vida. Realmente lo creo. —Incluso aunque sus
desastrosas relaciones le hubieran enseñado sobre qué evitar en el hombre
siguiente.

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—Para mí eres una maestra increíble. Pero no creo que necesites aprender algo
de mí. Tu vida ha estado llena de luz, la mía de tormentas y sombras.
Shelly notó la oscuridad en sus ojos, y la pesadumbre en su tono áspero.
—Ninguna vida está totalmente llena de luz del sol. ¿Qué habrías hecho si tu
padre no te hubiera guiado para ser un chamán?
Colt encogió un hombro y señaló el lago.
—Cuando hablabas de tu vocación, recordé lo que me apasionaba de niño.
—¿El qué?
—Me gustaba examinar la tierra. Recogía rocas y sentía su energía. Tocar el
tronco de un enebro y hablar con el espíritu dentro de él. Una flor se siente diferente
a una roca o un árbol. Recuerdo esa alegría increíble que me recorría.
—Esa era tu vocación.
—Mi padre me ordenaba que dejara de recoger todo y me llevaba de vuelta al
camión o al hogan para impedir que lo hiciera. Decía que los chamanes no hacían
esas cosas. A cambio, me enseñaría un cántico.
—Entiendo...
Con las manos apoyadas en las caderas, Colt frunció el ceño.
—Mi vocación, mi afecto, estaba en contacto con los seres vivos. Tocaba a un
perro y sabía si estaba enfermo o no. O a un caballo. No importaba lo que tocara,
recopilaba su energía y sus sensaciones.
—Según mi experiencia paranormal, suena como psicometría. Un psicométrico
es alguien que puede tocar un objeto y recoger una vibración o sentimiento de él. A
menudo, una imagen visual, palabras o también una escena completa.
—Eso es lo que solía hacer.
—Todavía puedes hacerlo. Es otra de tus habilidades paranormales. Todo lo
que tienes que hacer es permitir que vuelva. Nuestras habilidades residen en el
hemisferio derecho. Simplemente toca algo, cierra los ojos, y permite que la
información fluya hacia ti. Es algo con lo que has nacido y no desaparecerá.
—¿Estás diciendo que mi destino en la vida no tiene nada que ver con que me
convierta en un chamán? —Pero aunque fuera cierto, Colt sabía que no marcaría
una diferencia. Su destino era enfrentarse a Yellow Teeth. Y uno de ellos moriría.

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Capítulo 9

—Están haciendo lo mismo —refunfuñó Víctor, en el porche de madera de la


concurrida cafetería. Observó a los Taqe en las orillas del lago Agnes. Lothar y Jeff
observaban con unos prismáticos cada paso que daban. El lado del lago era, en su
mayor parte, una pendiente, aunque los árboles crecían hasta la orilla en algunos
lugares. No era difícil espiar a los Taqe.
—Mi señor, se están moviendo más despacio de lo que hicieron en el lago
Louise —informó Jeff—. Hay muchas rocas grandes y comprueban cada una.
Lothar gruñó.
—Parecen particularmente interesados en cualquier par que estén juntas en la
orilla.
Víctor se rascó la cabeza.
—La cuarta esfera me mostró las dos rocas. ¿Cómo pueden saber ellos que una
es blanca y la otra negra?
—¿Crees que la esfera se lo contó a los Taqe a través de un sueño? —preguntó
Lothar.
—Todo es posible. No sé mucho sobre las esferas. Estoy aprendiendo a medida
que avanzamos. Pensé que sólo me daría la información a mí porque ahora soy su
dueño.
—¿Quizá busquen un vórtice en donde deberían estar esas rocas? ¿Será esa la
conexión en la que se encontraría la esfera? —cuestionó Jeff.
—Parece prudente pensar en esos términos —reiteró Víctor.
Lothar le ordenó a Jeff que siguiera observando a los Taqe mientras éstos
recorrían lentamente el lago.
—Mi señor, si es así, entonces realmente buscamos una aguja en un pajar. Has
visto el mapa topográfico de la zona. Hay muchos lagos. Si los Taqe no saben qué
lago es, entonces tienen un trabajo casi imposible de conseguir... igual que nosotros.
Víctor bajó del porche y se instaló bajo un abeto, dejando atrás la cafetería. No
había muchos visitantes a esta hora de la mañana, lo que le convenía.
—Pues si es así, lo mejor será sentamos y esperar a que ellos hagan el trabajo
duro y encuentren la esfera.
—¿Por qué un sacerdote o sacerdotisa Inca escondería una esfera en este lugar?
—preguntó Jeff.
Víctor bramó:
—¿Quién sabe lo que había en la mente de los hombres y mujeres que el
emperador Pachacuti envió desde Perú? Tenían que esconderlas alrededor del
mundo, en centros de poder.

67
Lothar miró el lago bañado por la luz del sol.
—Desde un punto de vista geomántico —comentó a nadie en particular—, este
es un lugar de gran poder. —Alzando el dedo, señaló las montañas que rodeaban el
empinado valle—. Sabemos que las montañas son una energía clave, al igual que
los árboles. Y cuando hay un círculo de montañas como este que desemboca en un
pequeño y estrecho valle, el poder es mucho más alto de lo que sería en una llanura
o en un grupo de colinas bajas.
—Es verdad —admitió Víctor—. Y si miras el lago Louise, también tiene un
diseño similar. —Abrió el mapa—. Así que, si no encuentran la esfera en este lago
hay que descubrir qué otras áreas son similares a esas dos. Esa será su próxima
zona a explorar.
Lothar señaló otro lago ovalado.
—La otra posibilidad es el lago Moraine. Se encuentra al sureste. Y también está
rodeado de montañas.
—Interesante, muy interesante —declaró Víctor, exultante—. Sabemos que
están buscando un vórtice, dos rocas, y un lugar de poder geomagnético. Ya han
buscado en el lago Louise y en este. Si no la encuentran aquí, apuesto a que a
continuación irán al lago Moraine.
—¿Quieres que Jeff o yo exploremos el lago Moraine mientras los Taqe están
aquí?
Víctor consideró el plan.
—Sí, marchaos. Este lago es pequeño y terminarán de buscar al mediodía. Los
vigilaré, y si la encuentran no necesitaré vuestra ayuda para quitársela.
Jeff bajó los prismáticos al escuchar la excitación en el tono del Señor de las
Tinieblas.
—Es una larga caminata hasta el lago Moraine. No es fácil llegar. Hay que
volver a bajar por el sendero hacia el lago Louise y luego conducir hasta allí.
—Entonces empezad a caminar —les ordenó Víctor—. Estaremos en contacto
telepático. Me avisáis cuando lleguéis. Tendréis que pasar la noche en Moraine, así
que vigilad los osos pardos que hay por allí. En esta época del año acaban de tener a
sus oseznos y tienen hambre. Los alces y ciervos en esta región también han tenido
sus crías y los osos grizzlies buscan presas fáciles. Manteneos alerta.
Jeff guardó los prismáticos en la gran mochila que tenía en el suelo.
—Mi señor, esta misma mañana un guardabosques emitió una advertencia
sobre la actividad de los osos en el sendero del lago Moraine.
—Una razón más para ser precavidos —aconsejó Víctor.
Observando a sus hombres alejarse con las mochilas, Víctor volvió a mirar con
los prismáticos. Su instinto le decía que la esfera no estaba en este lago, pero no
estaba seguro. Sólo cuando un Taqe se acercaba lo suficiente, la esmeralda
desvelaba su ubicación. Nunca saldría de la cuarta dimensión ante un Tupay como

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él. Impaciente, maldijo mientras observaba cómo los dos inspeccionaban lenta y
tediosamente la orilla rocosa del pequeño lago.

—Mira —exclamó Shelly, señalando un área a unos quince metros—, dos rocas
juntas.
—Nunca he visto un lago con tantas rocas de ese tamaño. Esas dos son negras.
Necesitamos una blanca y negra. Además de un vórtice. Y todavía no hemos
sentido ninguno.
—Lo sé, lo sé —murmuró Shelly, moviéndose cuidadosamente. Las piedras
estaban redondeadas y eran resbaladizas. Las botas se agarraban bien, pero aún así,
era peligroso. Levantando los brazos para mantener el equilibrio, se dirigió hacia
las dos rocas—. Es verdad. Todavía no he sentido la energía de ningún vórtice. Y
estamos a mitad del lago. Parándose, se enderezó. El calor del sol se sentía bien. Un
águila dorada voló en círculos perezosos alrededor del lago.
Colt se acercó, notando el brillo de sudor en el rostro de Shelly. Él también
estaba sudando.
—Hubiera jurado que este lago tendría por lo menos uno. —A esta altitud,
intentar caminar por la orilla era difícil. A veces, donde las laderas rocosas
terminaban, había una franja de suelo blanco y amarillento. Colt estaba ansioso por
llegar a esas áreas simplemente porque eran más fáciles de atravesar. Aunque
también tenían unas cuantas rocas dispersas.
Shelly señaló el otro lado del lago.
—Estoy percibiendo que hay algo allí.
Colt entrecerró los ojos y observó el lugar. Había poca gente en el lago todavía.
El agua era como el cristal, reflejando increíblemente las montañas.
—Yo estoy sintiendo la misma energía.
Shelly le sonrió.
—Somos un buen equipo —lo dijo con intención, pero, como siempre, Colt
seguía cerrado e ilegible. Excepto para ella. Ahora que había tenido el placer de ver
su interior, podía sentir sus emociones. Las sombras en sus ojos entrecerrados le
decían que la deseaba. La boca aun le cosquilleaba por el recuerdo, aunque
comprendía muy bien por qué tenían que permanecer enfocados. Se había pasado
la noche pensando en Yellow Teeth y en su constante amenaza para Colt. Y para
ella misma. Colt no amaría a nadie a menos que acabara con el Skinwalker. ¿Cómo
se mataba a un espíritu? No era el momento adecuado para desear estar con él.
—No veo señales de que haya algo. Los árboles que tienen cinco o más ramas, o
que se doblan o se retuercen en una dirección diferente a los otros, también tienen

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vórtices.
—Lo sé. Aunque a veces hay vórtices que no emiten señales. —Observó a Colt
beber agua de la botella. «Mira, pero no toques». Él se mantuvo a su modo reflexivo
el resto del camino. Shelly notaba su conmoción. Y, si su mente no la engañaba,
estaba agitado porque la deseaba de todas las maneras posibles. Cuando por fin se
durmió la pasada noche, sus sueños fueron bastante tórridos. Incluso ahora, notaba
una profunda excitación en su interior. Un malestar que sólo Colt podía aliviar.
Sentada en una gran roca gris cerca de la orilla, Shelly sacó la botella de agua y
bebió. A esta altitud una persona podía deshidratarse sin ni siquiera enterarse. Colt
se sentó en otra roca cercana. Habían estado buscando sin tregua durante casi
cuarenta minutos. Era hora de tomarse un descanso.
Colt sacó de su mochila unas barritas energéticas.
—¿Quieres un poco? —le ofreció, quitando la envoltura.
Ella asintió con la cabeza, volviendo a meter la botella en su mochila.
—Sí, es hora de descansar —suspiró—. Que gusto da sentarse un minuto. Los
pies me están matando. Mantener el equilibrio sobre esas piedras resbaladizas es
muy difícil.
—Sería más fácil si fuéramos una cabra montés —bromeó Colt, con una seca
sonrisa sombreando su boca. Rompió la mitad de la barrita y se la entregó. Cuando
sus dedos se tocaron, notó que las puertas de su corazón palpitante se abrían. No
pasaba un momento en que no pensara en Shelly en sus brazos... y en su cama. Solo
era una fantasía. Frunciendo el ceño, masticó la barrita y contemplo el hermoso
paisaje.
—He estado pensando en tu sueño con el hechicero.
—¿Sí? —Shelly mordió su barrita.
Colt hizo una mueca.
—Si esa esfera esmeralda es tan valiosa e importante, ¿por qué Yellow Teeth no
sabía nada hasta ahora?
Atónita por la pregunta, Shelly guardó silencio mientras se frotaba la frente.
—Tienes razón. Y si lo conocía de antes, ¿por qué no sabe dónde se encuentra?
—No tiene sentido que Yellow Teeth sea el hechicero de tu sueño. Además, si la
esmeralda es tan importante, ya la tendría y se hubiera ido hace tiempo. Todavía
está aquí. Noto que está acechando en los límites de mi energía protectora.
Un escalofrío recorrió la columna de Shelly.
—Cada vez que hablas de él, siento un escalofrío. —Se frotó los brazos
rápidamente—. Si no es él, ¿quién es?
—Esa es la pregunta. ¿Quién más puede ser? Yo sólo conozco una clase de
brujería, y es el Skinwalker. —La miró, viendo la preocupación en sus ojos.
—¿Nos acosan dos hechiceros? ¿Uno conocido y otro desconocido?
Colt hizo un gesto con la mano.

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—Esa es la conclusión a la que he llegado.
—¿Yellow Teeth invitaría a uno de sus amigos brujos a venir y ser el segundo
hechicero?
—No. Trabajan solos. Luchan entre ellos, por lo que son solitarios. —Colt apretó
la boca mientras se rodeaba las piernas con los brazos. Si no lo hacía, acabaría
abrazando a Shelly—. ¿Recuerdas a Trip Nelson?
—Sí.
—¿Y la extraña energía que le rodeaba? ¿La oscuridad de su aura?
—A ti no te cayó muy bien.
—Fue más que eso, Shelly. Me sentí amenazado por él. Oí la misma alarma que
suena en mi interior cuando Yellow Teeth se acerca demasiado a mí.
—Pero dijiste que no era un Skinwalker. Nelson era diferente, pero yo no me
sentí amenazada.
—Eso es porque no tienes entrenamiento contra el lado oscuro.
Observando sus ojos entrecerrados, notó el calor de su cuerpo respondiendo a
esa mirada. Aunque estuvieran hablando del mal, Shelly no veía nada malo en Colt.
El deseo se mezclaba con la cruda necesidad irradiando de él. La deseaba. Nunca
había estado tan en contacto con la energía de un hombre como lo estaba ahora.
Temblorosa, apartó sus sentimientos y pensó en la amenaza.
—Sé que soy una idealista y todo lo que conozco es el lado suave y positivo de
la energía. También sé que hay gente mala por ahí, pero no sé como captarla. —Le
lanzó una triste mirada—. Ojalá pudiera. Sé que estás haciendo el doble de trabajo
conmigo alrededor.
—No me molesta —declaró Colt, contemplando su enrojecido rostro y
reparando en su deseo de besarlo. Casi no fue capaz de resistirse, tuvo que
recordarse brutalmente que Yellow Teeth estaría esperando un error semejante
para lanzarse contra él.
Por un instante, Shelly se quedó fascinada por el brillo de los ojos de Colt. Se le
cortó la respiración. ¡Sólo un beso! Sin pensarlo dos veces, se inclinó hacia delante lo
suficiente para que, si quería besarla, lo hiciera. Y si no lo hacía, se alejaría.
Gimiendo, Colt se agachó. ¡La invitación era demasiado para resistirla!
Deslizando la mano en su cuello, la abrazó. Su boca buscó sus suaves labios. Era un
gran riesgo, pero en este momento de debilidad, Colt se volvió descaradamente
humano.
Shelly cerró los ojos y se ahogó en la fuerza y protección de sus brazos. Sintió su
poder, su boca avasallando la suya, y se perdió en las intensas explosiones salvajes
que comenzaron en la parte inferior de su cuerpo. Sus pechos anhelaban que los
tocara mientras deslizaba su boca sobre ellos. Con los pezones endurecidos contra
su pecho, deslizó los brazos en su cuello. El latido de su corazón corría a toda
velocidad. Colt saqueó su boca con hambre, igual que ella. Shelly gimió, deseando

71
más. Mucho más. Él masajeó su pelo hasta que ella se retorció, suplicando. Shelly se
disolvió en un placer que no había conocido hasta ese momento, con este hombre.
Cuando su boca se abrió para permitirle entrar, Colt sintió como si estuviera
cayendo en el mismo caldero ardiente que el suyo. Le deslizó la mano por la
espalda, acercándola a él, hasta que sus pechos presionaron firmemente su torso,
notando sus pezones erguidos. Bajando la otra mano por la pendiente de su
hombro, rozó la curva de su pecho. El gemido de Shelly se perdió en su boca. Notó
su suavidad cuando exploró la media luna bajo la tela, y le rodeó el pezón con los
dedos, escuchando su grito de placer.
En ese instante, Colt percibió lo que parecía un avión rompiendo la barrera del
sonido justo encima de él. El placer se mezcló con una advertencia. Cada alarma de
su cuerpo se encendió. ¡Yellow Teeth!
Apartó a Shelly. Psíquicamente vio al Skinwalker en forma de coyote saliendo
del cielo y cargando directamente contra él. Todavía envuelto en la euforia del
placer y la necesidad sexual, se esforzó para ponerse de pie. ¡Tenía que detener el
ataque! Mientras se giraba, inestable en las rocas, escuchó a Shelly lanzar un grito
de sorpresa. Le siguió un chapoteo en el agua. No podía girarse para ayudarla.
Tenía que concentrarse en el ataque.
Los ojos color ámbar del coyote de Yellow Teeth, se estrecharon sobre él. El
Skinwalker abrió la boca, sus caninos descubiertos y goteando saliva. Tenía sólo
unos segundos para responder. Para erigir una barrera que detendría al cambiante
de tomar su cuerpo.
Con un rugido, levantó las manos. Mientras lo hacía, visualizó una luz blanca,
como un muro interminable que no pudiera ser penetrado. ¿Lo conseguiría a
tiempo? El miedo ahogó su necesidad sensual. Yellow Teeth saltó hacia él, con las
garras extendidas y los dientes descubiertos. Otra explosión de energía hizo que
Colt volara por los aires. Aterrizó con un gemido al estrellarse contra las rocas y las
aguas poco profundas. Yellow Teeth golpeó la pared de energía y aulló.
Colt abrió los ojos mientras intentaba sentarse. El brujo había atacado el muro
con una furia nunca vista, pero lo hizo demasiado tarde. Vio cómo el coyote volvía
a la otra dimensión. En segundos, el ataque terminó. Jadeando para respirar, se
sentó en las rocas y el agua de los glaciares, dándose cuenta que casi había estado a
punto de ser poseído.
Shelly gritó y se lanzó hacia Colt. Se dejó caer de rodillas, sin importarle si se
mojaba, y le aferró por los hombros.
—¡Colt! ¿Estás bien?
Escuchar el terror en la voz de Shelly, le hizo volver al presente. El muro había
resistido y estaban a salvo. Lentamente, se levantó y la ayudó a ponerse de pie. El
rostro de Shelly estaba blanco de terror.
—Sí. ¿Y tú?

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Ella echó un vistazo a su alrededor.
—¿Qué ha sido eso? ¿Qué ha pasado?
—Yellow Teeth me ha atacado —le respondió con expresión sombría,
abrazándola. Ella temblaba como un pequeño pájaro que hubiera sido arrojado del
nido durante una violenta tormenta. En realidad, había sido como una tormenta,
con el Skinwalker llegando muy cerca. Si Colt no hubiera desviado su atención de
Shelly, de su caliente y seductor beso, y hecho caso a sus alarmas, ahora mismo
estaría muerto. Peor aún, no quería ni pensar en lo que le habría pasado a Shelly.
Una vez que el Skinwalker poseía un cuerpo, vivía en él todo el tiempo que quería.
Shelly no se daría cuenta de lo que había sucedido. Y todo esto había ocurrido
porque había sido un esclavo de su cuerpo, de su deseo por ella. Casi los había
matado.
Atónita por la brusquedad del tono de Colt, Shelly advirtió una helada frialdad
en sus ojos. Sentía la muerte a su alrededor, la energía de Yellow Teeth por primera
vez.
—Dios mío —susurró, de repente más aterrorizada que nunca—. No lo noté...
no lo hice...
Colt le acarició el pelo.
—No pasa nada. Ya se ha ido. No puede hacernos daño. Estamos a salvo.
Shelly cerró los ojos y se aferró a él. Era un baluarte de fuerza en la atemorizante
tormenta. Las suaves caricias de su mano en su cabello calmaron un poco su
agitación. Apartándose, buscó sus ojos.
—¿Por qué te ha atacado ahora? No lo entiendo.
—Porque perdí la concentración del escudo que nos rodea. No puedo dividir mi
conciencia entre tú y él. Es uno o el otro, Shelly. No soy capaz de hacer las dos cosas.
Y Yellow Teeth lo sabe. Aprovechó que tenía la guardia baja, eso es todo.
Shelly tembló fuertemente.
—Te he puesto en peligro. Lo siento mucho. No lo sabía... —Viendo la agitación
en sus ojos, susurró—: Ahora entiendo por qué tienes un muro alrededor. Por qué
no puedes ser vulnerable. —Resultaba desgarrador darse cuenta de la verdad. De
ninguna manera volvería a poner a Colt en semejante situación. Eso significaba
arrinconar sus sentimientos por él, y no mirarlo con deseo. ¿Cómo lo conseguiría?
No tenía respuesta, pero después de este ataque, tenía que intentarlo. Lo amaba
demasiado para hacerle daño. Su amor sería silencioso, no lo compartiría con él.
Recomponiéndose, se apartó de sus brazos, sintiéndose inestable durante unos
segundos.
—Lo entiendo —le aseguró, con un tono plano.
Colt sintió como si le arrancaran el corazón del pecho. Vio la mirada en el rostro
de Shelly, el conocimiento de lo que él vivía cada día de su vida. Su amor por él
brillaba en sus ojos, pero no se lo diría. La amargura, el dolor y la pérdida, lo

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asaltaron mientras respiraba con dificultad, sintiendo los brazos vacíos, y un
agujero en el pecho.
—Ahora sí lo entiendes. —Fue todo lo que pudo decir.
Shelly, de repente, se sintió vieja y cansada. A pesar de haber frustrado el
ataque de Yellow Teeth en el último momento, la maligna energía residual seguía
vigente. Cerrando los ojos, visualizó una burbuja de luz blanca y dorada
rodeándola. El cansancio se esfumó, restaurándose el equilibrio. Casi saboreaba el
mal de Yellow Teeth y olía el hedor a carroña que había extendido. Abrió los ojos y
vio que Colt estaba completamente controlado de nuevo. Tenía la cara inexpresiva,
y su escudo impenetrable. Como el guerrero que siempre había sido. Shelly sintió
una profunda pena por lo ocurrido. Él no le había dicho que la amaba. Aunque no
tenía que hacerlo. Ya había sentido su profundo amor con ese beso que la había
alejado de este mundo.
Se obligó a ir hacia la orilla. Cuando Colt la siguió y se paró a su lado, quiso
llorar.
—Lo siento —murmuró Colt, viendo las lágrimas brillar en sus ojos.
El corazón, amor y dolor de Shelly, se convirtieron en uno.
Colt la acarició, absorbiendo su cercanía, su amor por él. El aroma de su pelo, el
tacto de su mejilla, calmó sus emociones caóticas.
—Tengo sueños. —«Sueños sobre ti». Pero no se atrevió a decírselo. Existían
muchos obstáculos que se interponían en su camino—. Creo que los sueños se
harán realidad algún día. Quiero aferrarme a eso, Shelly.
Sus roncas palabras la desgarraron.
—Entonces, soñaré el mismo sueño que tú. —Sentía la energía de Colt como si
fuera un precipicio invisible. Sus ojos mostraban claramente su angustia, y aun con
todo, la esperanza ardía profundamente dentro de ellos. Esperanza por una vida de
libertad donde se libraría del mal que le acechaba y viviría un nuevo destino... con
ella a su lado.
Sin decir una palabra, Shelly se acercó y le rodeó con los brazos. Colt enterró su
rostro en el suyo, notando el golpeteo de su corazón. Cerrando los ojos, ella susurró:
—Solucionaremos esto juntos. Te lo prometo...

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Capítulo 10

—¿En qué diablos estabas pensando? —Víctor rugió a Yellow Teeth. Se había
enterado del ataque del Skinwalker contra el Taqe, y apenas pudo contener la rabia
cuando llevó al cambiante a la fortaleza Tupay.
—¡Tenía derecho a ir tras él! —gruñó Yellow Teeth—. ¡Sus muros finalmente
estaban derrumbándose! ¿Sabes cuánto tiempo he esperado a que eso suceda?
Víctor golpeó con fuerza su mesa.
—Tienes mucho que aprender, Yellow Teeth. Estás bajo mis órdenes. —Se
incorporó y le mostró los dientes mientras se inclinaba hacia adelante—. Nadie me
desobedece. Hay una razón por la que te lo ordené, ¡estúpido idiota!
Con suficiencia, Yellow Teeth sacudió la cabeza.
—Es una revancha. Mi venganza.
—¡No me importa! —gritó Víctor, su voz resonando como un trueno en el
despacho. Las paredes temblaban con su furia. Yellow Teeth alzó las cejas
repentinamente. Víctor reveló un mínimo de la energía que poseía y la arrojó hacia
el cambiante, lanzándolo hasta la puerta. Cuando el espíritu cayó de rodillas, el
shock se reflejó en su rostro.
—Parece que los de tu clase necesitáis mucha más disciplina —replicó Víctor
mientras rodeaba el escritorio y acercaba su rostro al del Skinwalker—. ¡A partir de
hoy, todos los Skinwalkers regresareis cada semana a la escuela de entrenamiento
básico en la fortaleza Tupay!
—Pero...
—¡Cállate! ¡Estás bajo mi mando! Será mejor que lo entiendas, Yellow Teeth. Si
no lo haces, destruiré de una vez por todas tu alma.
Con los ojos muy abiertos, Yellow Teeth se echó hacia atrás mientras la furia del
Señor de las Tinieblas finalmente penetraba su arrogancia. Miró fijamente los
insondables ojos negros de Guerra.
—S... sí, mi señor. No lo haré de nuevo.
Enderezándose, Víctor regresó a su escritorio y se sentó.
—Maldición. Has comprometido la vigilancia de esa pareja. Y todo porque
quieres venganza. Desafiaste mis órdenes.
Levantándose, Yellow Teeth se acercó.
—¡Por favor, mi señor, no me mandes lejos! Te lo prometo, esperaré hasta que
me digas que es hora de matar a Black. Su padre acabó con mi cuerpo. Quiero
vengarme.
Víctor lo fulminó con la mirada.
—¡No entiendes la importancia de esta misión, idiota! Mis caballeros están

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entrenados para no ceder a las emociones humanas. Son los mejores en el mundo de
los Tupay. En comparación con ellos, tú eres un niño. No tienes disciplina. ¡No te
importa nada más que lo que te interesa a ti! ¿Te das cuenta de lo importante que es
esta misión? ¿Sabes por lo menos lo que significa la esfera para nosotros? No, no lo
sabes. Y no te importa porque todo lo que quieres es tu estúpida venganza.
Resoplando, Víctor fulminó con la mirada al afligido Skinwalker y continuó:
—Tu clase lo ha tenido muy fácil. Tienes que meterte en la cabeza que no
trabajas solo y no tienes la libertad para cumplir tus caprichos. Mis espíritus y los
Tupay humanos necesitan disciplina. Es la única manera de mantener la estructura
de lo espiritual aquí y lo físico en la Tierra. Nuestro objetivo es destruir a los
Guerreros de la Luz. Cualquiera que tenga la marca Vesica Piscis es un candidato a
morir... por nuestra mano.
Secándose la boca, Yellow Teeth trató de sonreír.
—Mi señor —rogó, abriendo las manos en súplica—, por favor, permíteme que
siga en el equipo. Te prometo —añadió, apretando la mano contra su corazón—,
que me quedaré lejos. Sólo iré cuando me digas que ataque al Taqe. Juro por mi
alma que nunca desobedeceré otra de tus órdenes. —Dirigiéndole al Señor de las
Tinieblas una mirada suplicante, se puso de rodillas ante él—. Te lo ruego, déjame
seguir.
Víctor miró con fijeza al lloriqueante cambiante.
—Debería matarte yo mismo. —El glacial comentario flotó en la tensa
habitación. Los ojos de Yellow Teeth se ampliaron completamente. Escarmentado,
permitió que sus manos cayeran a los costados y se quedó en una posición de
sumisión—. Soy tuyo para hacer lo que te plazca, mi señor. —Bajó la cabeza.
Por un instante, Víctor pensó que Yellow Teeth realmente estaba siendo
humilde. Pero no, al revisar el aura del Skinwalker supo que todo era un juego para
él. Estaba familiarizado con la energía del coyote. Eran los tramposos del continente
norteamericano. Estudiando la cabeza inclinada del Skinwalker, reflexionó sobre
sus opciones.
Sabía que Yellow Teeth estaba altamente considerado en el clan de los
Skinwalkers. No estaría mal que el clan viera como mataba al estúpido idiota. Pero
Yellow Teeth les había facilitado la información que los puso tras el rastro de los
Taqe buscando la siguiente esfera. Si Víctor lo mataba, se extendería el rumor de
que su lealtad no había sido recompensada. No podía arriesgarse a que eso
sucediera. Pero este imbécil no necesitaba conocer sus decisiones ni sus
manipulaciones.
—¿Tengo tu promesa de que obedecerás todas mis órdenes? —tronó Víctor.
Alzando la cabeza, Yellow Teeth exclamó:
—¡Sí, mi señor! ¡Te lo prometo! —Juntó las manos en su corazón mientras le
dirigía una mirada suplicante.

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Víctor se rió internamente. Este brujo estaba tan bajo en la jerarquía de la
energía que era risible. Pero lo necesitaba. Reparó en que los ojos marrones del
hombre se ensanchaban mientras suplicaba una segunda oportunidad.
—Muy bien. Todavía estás en el equipo. Aléjate para que ese Taqe ni siquiera te
sienta a su alrededor. ¿Entiendes? Lo has atacado y ahora está en guardia. Has
hecho nuestro trabajo diez veces más complicado.
—Lo siento. Permaneceré fuera de la vista de ese Taqe. Me redimiré ante tus
ojos.
Víctor lo dudaba, pero tal vez necesitara un cuarto Tupay para robar la esfera
cuando la encontrara.
—Bien. ¡Levántate! —Hizo un gesto brusco para que el brujo se levantara.
Yellow Teeth saltó hacia arriba y comenzó a tocar al Señor de las Tinieblas.
—¡No te atrevas a tocarme! —gruñó Víctor.
El cambiante se apartó rápidamente.
—Sí, mi señor. Lo siento.
Convencido de que entendía su poder, Víctor le abrió la puerta.
—Sal de aquí. Vuelve con el equipo y diles tus órdenes. Luego, espera.
—Sí, mi señor —susurró Yellow Teeth, sonriendo con alegría.
Observó al brujo salir de su dimensión y cerró la puerta, sumido en sus
pensamientos. ¿Qué haría ahora? El Taqe estaría en guardia. Peor aún, ese Taqe
había detenido fácilmente el ataque del brujo. Indiscutiblemente era un Guerrero de
la Luz, no un Taqe normal. Ese hecho le inquietaba. Había sido muy fácil robar la
esfera de la última pareja, ya que el hombre no era un guerrero. Esta vez, sí. Y su
poder podría ser casi igual al de Víctor. Black era una energía desconocida.
Se frotó la barbilla mientras paseaba por su despacho ideando una estrategia
que socavara a los Taqe sin que se enteraran. ¡Maldito Yellow Teeth! Había
dificultado sus planes. Ese brujo tenía una energía poderosa, pero había rebotado
inofensivamente contra el escudo de Black. Ése era un verdadero poder. Al final,
enviaría al cambiante a pelear en el momento adecuado para atacar al guerrero. No
le importaba si Black destruía al brujo. Su muerte abriría una brecha para que él
entrara y poseyera al Taqe. Era la única manera. Sacrificaría al Skinwalker para
bajar el nivel de energía de Black y, una vez que cayera su escudo, Víctor atacaría.
Parándose, frunció el ceño. Sí, Yellow Teeth pagaría por su venganza. Su alma
la destruiría de una vez por todas el mismo hombre del que quería vengarse. Esa
sería su suerte en el cosmos. Algunos espíritus daban sus vidas para mejorar el
imperio Tupay. Sonriendo, se felicitó por el nuevo plan. El brujo había causado
todo y pronto lo arreglaría. Era un justo castigo por haber usurpado su autoridad.
Karma cósmico. Volvió a reflexionar sobre el poder de Black. La energía de la mujer
era débil en comparación. Su aura le indicaba claramente que no era una Guerrera
de la Luz. Sólo una Taqe corriente.

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Recordó a su hija, Ana, quien le mató cuando atacó a Mason, el hombre al que
amaba. Mason era un Guerrero de la Luz. Cuando Víctor lo derribó, casi lo había
matado hasta que su hija se metió en la pelea. Le había enviado amor, la única
emoción humana que no podía soportar. Y si hubiera permitido que su amor por
Mason lo tocara, el alma de Víctor estaría muerta y desaparecida. Esperaba que
Black no hiciera lo mismo, así podría matarlo.
Black no parecía muy apasionado, todo lo contrario. Tendría que arriesgarse. O
tal vez enviaría a Lothar para que lo poseyera. Mejor perder un caballero que su
propia vida. Decidiría lo que hacer en el momento en que encontraran la esfera.
Puesto que no había nada más que pudiera hacer, volvió al cuerpo de Trip y se
unió a su equipo. Lothar y Jeff estaban escondidos en el bosque. Hacía poco que
había ocurrido el ataque de Yellow Teeth y Víctor les había ordenado regresar al
lago Agnes. Lothar le tendió un par de prismáticos.
—Están agitados, mi señor.
—Me lo imagino.
—Yellow Teeth realmente nos ha fastidiado —murmuró Lothar, frunciendo el
ceño.
—Lo sé. He hablado con él.
—Sí, ya nos lo ha dicho. —Lothar sacudió la cabeza—. Ha causado muchos
problemas.
Víctor leía la pregunta en los ojos de Lothar; ¿Por qué había dejado que el
cambiante volviera a estar entre ellos? No tenía tiempo de explicarle su estrategia al
caballero.
El hechicero se sentó en un tronco y vigiló con los prismáticos. Los Taqe estaban
abrazados. «Que dulce». El último equipo se había enamorado y no cuidaron su
espalda como deberían de haber hecho. Sonrió con satisfacción. Este excelente
desarrollo le daba más expectativas. Si Black permitía que su amor por la mujer
superara su capacidad de permanecer en guardia, Víctor tendría una oportunidad.
Justo lo que quería.
Tendría que ser más cuidadoso. Esos Taqe eran clarividentes, aunque no lo
hubieran descubierto dentro del cuerpo poseído. El cuerpo de Nelson era una gran
ventaja. La mujer era muy crédula, pero el Taqe no confiaba en Trip, así que no
podía acercarse alegremente e infiltrarse entre ellos. Además, tampoco sabían que
Jeff y Lothar habían poseído otros cuerpos. Serían sus armas secretas para
recuperar la esfera.
Los observó cuando se separaron. Si intentaba sondearles telepáticamente,
Black lo percibiría enseguida. Le hubiera gustado saber lo que decían, pero se limitó
a mirar.

78
—¿Estás bien? —le preguntó Shelly a Colt, con voz temblorosa, volviendo a
notar que alzaba sus escudos y retornaba su expresión ilegible.
—Sí. —Colt miró a su alrededor. El brujo casi le había matado. Shelly todavía
estaba conmocionada por lo sucedido. Aunque cualquiera lo estaría. El poder de
Yellow Teeth no era para ser menospreciado. Colt no sabía dónde estaba ahora ese
cabrón, a pesar de haber enviado sondas localizadoras, sin éxito. ¿Habría
conseguido herir al brujo? No lo sabía.
—¿Volverá a atacarnos? —Shelly tembló.
—No lo sé. En este momento no está cerca de nosotros.
Frotándose los brazos, Shelly se sentó en una roca.
—Dios mío, nunca he experimentado algo así. Me advertiste sobre él. —Se
mordió el labio—. Pero no lo entendí hasta ahora. —Lo miró con un nuevo
respeto—. Tenías razón, soy una responsabilidad para ti. Si no hubieras estado
aquí...
—No sigas con eso —le advirtió Colt—. Yellow Teeth va detrás de mí, no de ti.
—Era mentira, pero mirando a Shelly, no iba a engañarla adornando la verdad. El
Skinwalker la mataría para hacerle daño a él. Así es como los cambiantes coyote
actuaban, mataban a las víctimas y hacían que sus supervivientes, sus seres
queridos, sufrieran de dolor. Flexionando las manos, deseó desesperadamente
envolverlas alrededor del cuello de ese hijo de puta y matarlo. Quería acabar con el
alma de Yellow Teeth. Si el brujo era lo suficientemente estúpido para enfrentarlo
directamente, entonces se produciría una batalla por la victoria total. La rabia por la
muerte de Mary, y ahora este ataque, aumentaba su furia para matar a ese brujo
para siempre. Yellow Teeth no poseía la misma pasión. Lo único que tenía era un
deseo egoísta que era insuficiente contra la tormenta emocional de Colt. Eso
marcaría la diferencia en la batalla a vida o muerte.
—¿Cómo te encuentras? —le preguntó a Shelly. Se moría por volver a abrazarla,
pero no se arriesgaría de nuevo. Daba igual que se estuviera enamorando de ella,
no se lo mostraría. No habría más besos ni abrazos. Su decisión la sintió como un
cuchillo cortando su corazón en miles de pedazos sangrantes.
—Un poco temblorosa —admitió con una breve sonrisa—. Sucedió tan rápido...
No lo vi venir hasta que fue demasiado tarde.
Colt se levantó y le tendió la mano. Los dos estaban mojados tras el ataque.
—Sigamos con la búsqueda. Es mejor centrarse en algo positivo.
Shelly agarró su mano y Colt la ayudó a levantarse, llevándola hasta la orilla. La
soltó. A partir de ahora, sería lo único que conseguiría de él. Tuvo que olvidarse del
dolor y concentrarse en el motivo por el qué estaban aquí.

79
—¿Crees que Yellow Teeth nos atacará de nuevo?
—No lo sé. Pero no vamos a vivir con miedo a que lo haga. Nunca lo he hecho y
no voy a empezar ahora.
—No tienes miedo —declaró Shelly, con admiración en su tono. Abrazándose,
visualizó sus pies hundiéndose profundamente en la Tierra. Le ayudaría a
centrarla.
Colt sonrió brevemente.
—Los Skinwalkers se alimentan de nuestros miedos. No puedo vivir aterrado
por ese gilipollas.
Pues con ella se alimentarían completamente, pensó Shelly. No lo dijo. Colt
necesitaba que ella fuera valiente, a pesar de tener el estomago encogido.
—Vamos a terminar de examinar el lago.
Continuaron investigando y alejándose de la orilla hasta que Colt señaló:
—Siento un vórtice.
Shelly se acercó, avanzando con cuidado por el precario terreno rocoso hasta
Colt.
—Eres muy bueno. Yo no he sentido nada.
—Todavía estás conmocionada por el ataque. Mañana volverás a sentir más
vórtices. —Colt se alegró de llevar una gorra para protegerse los ojos del sol cuando
miró hacia delante—. También hay un montón de rocas en donde estoy sintiendo
esa energía.
—Quizás tengamos suerte —comentó sin aliento, tropezando mientras
avanzaban—. Veo unas rocas.
—Hay que encontrar las correctas junto al vórtice.
—Este vórtice es pequeño.
—Sí.
—Es lo que se llama una energía neutra o andrógina. Significa que este vórtice
es un embudo de energía masculina y femenina. Es completo.
Colt sujetó a Shelly cuando resbaló y casi cayó sobre las rocas.
—Tómatelo con calma. No va a ir a ninguna parte —bromeó. Colt comprendía
que ella se estaba esforzando para ser útil, ya que su clarividencia estaba
temporalmente fuera de juego. Intentó que no se sintiera inútil.
—En la reserva, los vórtices andróginos tienen su propio horario para surgir.
Tienen funciones diferentes y únicas para la Madre Tierra. Los consideramos
enteros o perfectos porque combinan sus energías masculina y femenina.
Para Shelly era un infierno estar junto a Colt y no poder sujetarle la mano o
apoyarse contra su fuerte cuerpo.
—He encontrado vórtices andróginos que tienen una función particular en una
zona en concreto.
—Es verdad. A veces son portales —agregó Shelly, encantada porque los

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conocimientos de Colt igualaban a los suyos.
—Exacto. —Colt la contempló con orgullo. Ahora que estaba enfocada, su
rostro ya no estaba pálido y sus ojos ya no se veían tan asustados—. En este planeta
hay puertas a otros lugares y dimensiones. Planetas de este sistema solar, otras
estrellas o galaxias en el universo. Son una puerta a otra dimensión, o al pasado, o a
algún lugar del presente o futuro.
—He descubierto que existen en todo el mundo. —Shelly estuvo de acuerdo.
Colt miró críticamente la zona del vórtice.
—En las historias Navajo se dice que en ciertas mesetas hay aberturas para que
el pueblo Anasazi regrese a nuestro mundo. He oído a los ancianos chamanes
hablar sobre el tema y me han llevado a ver esos portales. Los arqueólogos saben
que los Anasazi vivían donde ahora están los Navajo. Y todos están de acuerdo en
que los Anasazi desaparecieron repentinamente sin dejar rastro. No saben a dónde
fueron. Las leyendas cuentan que dejaron este mundo por una puerta que va a otro
mundo.
—¿Has pasado por uno de esos portales? —preguntó Shelly.
—No me lo permitieron. Sólo el más mayor de los ancianos hace un viaje a
través de ese portal para hablar con los ancianos del otro lado.
—Es fascinante. Yo he pasado espiritualmente por alguno. Uno estaba en
Escocia, cerca de la Capilla de Rosslyn, justo a las afueras de Edimburgo. El vórtice
me transportó hasta los Templarios del sur de Francia. Era una puerta a ese siglo y
lugar.
—También hay otra historia —continuó Colt, observando cómo el color volvía a
sus mejillas—. Hay quien afirma haber hablado con alienígenas de otros sistemas
estelares. Dicen que hay otra puerta en la meseta por la que esos alienígenas vienen
y van entre nuestro mundo y el suyo. Nos referimos a ellos como “gente de las
estrellas”, y tienen conversaciones continuas con nuestros ancianos chamanes.
—¡Eso es alucinante! —exclamó Shelly—. Un vórtice andrógino es una puerta
para alguien, otra dimensión, época, lugar y espacio. ¿Has oído hablar de la teoría
del universo paralelo?
—Sí, tenía un profesor de ciencias en la secundaria que estaba muy
entusiasmado con la posibilidad. Me pareció interesante porque yo ya sabía lo de
los portales en la meseta. Recuerdo que me sentaba muchas veces con mi padre y
con los ancianos que hablaban de esa gente de las estrellas.
—Si la gente realmente supiera lo que hay a su alrededor... —expresó Shelly,
notando la sonrisa de Colt en lugar de verla. Sólo estar con él la hacía sentir
protegida.
—Voy a acercarme al vórtice. Quédate aquí. Tu aura aun no está equilibrada y
no estás preparada para lidiar con él.
—Ten cuidado, Colt.

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Al acercarse a la zona, se sintió repentinamente mareado. Sabía que era su aura
ajustándose a la frecuencia más alta y el movimiento giratorio del vórtice. Una vez
que pasó el mareo, avanzó y buscó las dos rocas. Había muchas alrededor, pero no
las que estaba buscando. Deteniéndose, no vio ninguna razón para acercarse más al
vórtice. Si quería saber a dónde conducía, tendría que entrar completamente en su
energía. Y ya que había sido atacado y su energía no estaba aun recuperada, decidió
ser cauteloso.
Volviéndose, vio a Shelly, con los ojos llenos de preocupación.
—Esas rocas no están ahí. No voy a acercarme más.
—Bien —susurró Shelly al verlo caminar hacia ella—. ¿Lo rodeamos?
Colt asintió y la sujetó del brazo para rodearlo.
—Sígueme. —Colt caminó con cuidado, volviendo hacia el lago. La hierba y las
flores crecían cerca de la orilla. La temperatura estaba aumentando. Se quitó la
cazadora mientras avanzaban. No había impedimentos en la última parte del lago y
regresaron por un sendero que lo rodeaba hasta llegar a la cafetería. Contempló
cómo el sol se reflejaba en el pelo de Shelly. Llevaba puesta una gorra, pero la brisa
lo hacía revolotear. Su cabello era fascinante, como ella. Recordaba con excitación
haber acariciado sus sedosos mechones. Deseaba hacerlo de nuevo. Pero entonces la
pena le invadió y apagó su pasión.
Colt no era capaz de sacudirse la sensación de estar siendo vigilados una vez
más y trató de descubrir la energía. No era la firma energética de Yellow Teeth. No,
era otra energía que ya había reconocido hace unos días. ¿Era el brujo desconocido?
Saber que el otro hechicero estaba cerca y vigilándolos, le ponía nervioso. Más que
nada, tenía que mantener a salvo a Shelly. Cuando terminaron de investigar y
comenzaron la larga subida por la ladera hasta la cafetería, se prometió que el
hechicero desconocido nunca le haría daño a Shelly. Jamás.

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Capítulo 11

Colt y Shelly pidieron café y repostería en la concurrida cafetería, y luego


buscaron un lugar al sol para disfrutarlo. Se acomodaron en la hierba y extendieron
el mapa frente a ellos.
—Mmm, buen café —anunció Shelly, disfrutando de la cercanía de Colt—. Lo
necesitaba para calmar los nervios. —El fuerte sol reducía la frescura de la mañana.
La cafetería estaba en un sendero empinado y era una gran estructura de madera.
Admiró las piedras de granito de varios colores que adornaban la cimentación. El
olor a pasteles recién horneados no hacía más que aumentar el encanto de la
mañana. Aspiró el aroma a sopa de guisantes con jamón. Después del aterrador
ataque de Yellow Teeth necesitaba relajarse un rato.
Colt asintió, saboreando su café. Mantenía alto el nivel de alerta porque no creía
que Yellow Teeth permaneciera lejos por mucho tiempo. Esperaba haberle herido.
Tenía la corazonada de que pronto tendría que tratar con ese brujo de una vez por
todas.
Por un breve momento, Colt disfrutó de la sensación de sus piernas rozándose,
y se apartó a regañadientes. En el futuro -si sobrevivía- le demostraría a Shelly sus
sentimientos, pero no ahora. El increíble color turquesa del lago parecía una piedra
preciosa en un broche de color grisáceo formado por las montañas circundantes.
Shelly se había quitado la gorra y su pelo rojo destacaba su piel blanca y pecosa. Era
preciosa.
—¿Has notado el cambio de energía al salir de la cafetería?
—Sí —contestó Shelly.
—Cuando estábamos cerca del edificio sentí una presión en el pecho. Cuando
me pasa, es la advertencia de que un espíritu maligno está cerca. Abrí la
clarividencia y miré alrededor, pero no vi nada extraño en las auras de la gente que
nos rodeaba.
—¿Crees que es Yellow Teeth?
—No, es el otro hechicero de tu sueño. El que no hemos identificado... todavía.
—Seguía percibiendo que alguien los observaba de lejos—. Hay dos amenazas.
Conocemos una, la otra, no. Y eso nos deja vulnerables. —No añadió que estaba
más preocupado por Shelly que por sí mismo.
—¿Un hechicero en espíritu o en forma humana?
Colt se encogió de hombros.
—Ojalá lo supiera.
—¿O un hechicero en espíritu como Yellow Teeth que ha poseído un cuerpo
humano para rastrearnos?

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—También es posible. Simplemente no lo sé. Y eso me irrita.
—Estamos de acuerdo en que Trip Nelson era sospechoso. Si te ayuda en algo,
creo que era un lobo con piel de cordero. No sentí nada más. Ojalá hubiera recogido
otra impresión.
—Creo que ese hechicero ha poseído el cuerpo de Nelson, pero no lo sé con
seguridad. —Echó un vistazo al camino de flores que conducía a la cafetería—. Hay
al menos cincuenta personas alrededor. Es imposible examinar las auras de cada
uno. Mi habilidad tiene un límite. Escudriñé antes los que vi subiendo el sendero,
pero no levantaron ninguna bandera roja.
—A mi me pasó lo mismo cuando sentí que nos observaban, pero la gente no
nos miraba. Y como tú, mi energía para mirar auras es limitada. Tengo que cambiar
a un estado psíquico e inspeccionarlas. Mi energía aguanta un límite, pero después,
tengo que dormir para recargar mis baterías psíquicas. Es lo mismo que te pasa a ti.
Colt asintió y volvió a mirar hacia la cafetería. Había gente por fuera o sentada
en los amplios escalones de madera. Las conversaciones se escuchaban incluso en el
lugar donde estaban.
—Está alrededor, pero no sé quién es. —La adrenalina del ataque anterior
todavía recorría su torrente sanguíneo, como si alguien lo pinchara con cientos de
agujas.
—Yo tampoco.
Colt la miró con preocupación.
—Eso solo significa una cosa. Que el brujo desconocido está aquí y espera que
encontremos la esmeralda.
Un estremecimiento la atravesó. Tomó un sorbo de café. La danesa de
frambuesa de repente no le pareció tan deliciosa, y su apetito disminuyó. El ataque
la había alterado hasta el fondo. ¿Sería capaz de superar otro? El miedo a morir era
ahora más real que antes.
Aunque deseaba acercarse y consolarla, Colt permaneció quieto.
—Tenemos que estar alerta, Shelly. No podemos bajar la guardia. —Su voz se
llenó de preocupación—. Me gustó lo que compartimos, pero no podemos dejar que
interfiera con nuestra concentración. No hasta que... bueno... —La voz de Colt se
apagó. No tenía sentido asustarla aun más de lo que ya estaba.
—Tienes razón. —Shelly consiguió esbozar una sonrisa—. Aunque será difícil
ignorarte. —Le mortificaba no poder decirle que se estaba enamorando de él, pero
eso sólo les haría daño a los dos—. El miedo a ser poseídos es aterrador. Esa
esmeralda es mucho más importante de lo que pensamos en primer lugar.
Colt terminó su café y dejó el vaso vacío al lado de la mochila. Extendió más el
mapa y lo examinó.
—Sí. ¿Pero por qué? Sabemos muy poco del asunto. Aquí está el camino del
lago Louise. Volveremos al hotel y después conduciremos hasta el lago Moraine.

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Hay un albergue y una bonita ruta que recorre el norte del lago. La ruta termina
cerca de un arroyo que proviene del glaciar Wenkchemna. Tendremos que volver a
investigar de nuevo por las orillas.
—Otra vez a pelear contra un montón de rocas resbaladizas —se quejó Shelly—.
¿Tendrán canoas para alquilar en ese albergue? Sería mucho más fácil comprobar el
litoral de esa manera.
—Buena idea. Lo averiguaremos cuando lleguemos. Prefiero remar que luchar
contra un terreno escarpado y rocoso. —Cerró el mapa y lo volvió a meter en la
mochila. Mirando hacia el lago, vio a varios excursionistas sentados en la orilla
disfrutando del sol.
—¿Crees que encontraremos esas dos rocas en el lago Moraine? —le preguntó
Colt. Shelly lamió la frambuesa de sus dedos. El inocente acto le provocó un feroz
impulso de capturar sus manos y apoderarse de su boca. Nunca antes había sentido
esos salvajes impulsos. Empezaba a darse cuenta de lo mucho que tenía que
contenerse.
—Espero que sí —afirmó, terminándose la danesa—. Los sueños nos mostraron
la costa de un lago ovalado. Hay un montón de lagos así por aquí. Ojalá nuestros
sueños hubieran sido más específicos.
Colt cerró los ojos. En este momento no sentía al hechicero. Quizás se había ido
o desaparecido entre los muchos excursionistas.
—Existen cosas peores que hacer. —Cuánto deseaba Colt que estuvieran solos
en este precioso lugar donde las flores de las orillas del Agnes le recordaban a un
arco iris. Nada le gustaría más que besar y desnudar a Shelly. Harían el amor aquí,
acariciados por el sol y envueltos en el abrazo del hermoso e impresionante paisaje
que los rodeaba. Colt alejó dócilmente sus sueños.
—¡Oh, estoy de acuerdo! Me encanta ir de excursión. Y Banff es increíblemente
precioso. El color de estos lagos los hace parecer más mágicos que reales
—suspiró—. Además, tengo a un compañero maravillosamente guapo que me hace
pensar que el mundo está de mi parte. ¿Cómo puede ser mejor la vida? —Era una
alegría forzada. Shelly no quería hundirse en el miedo que la arrasaba.
El rubor rosado de sus mejillas hacía que sus pecas destacaran aún más. Colt
retuvo sus instintos salvajes que reclamaron su atención. Recordó la advertencia del
sueño; el hechicero los mataría si encontraban la esmeralda.
—Mi vida se ha vuelto muy interesante desde que te conocí.
—Tengo ese efecto en la gente —apuntó Shelly, encontrándose con la ardiente
mirada que le indicaba cuánto la deseaba. Se levantó—. Ahora vuelvo.
Observándola caminar por el sendero hacia la cafetería, con las caderas
balanceándose, Colt suspiró profundamente. Esto era un infierno para él. Nunca se
había sentido tan atraído por una mujer. Y encima había dos hechiceros
persiguiéndolos. Rígidamente se incorporó y, como de costumbre, prestó atención a

85
la gente que iba y venía por el sendero. Era su rutina normal.

—¿Y bien? —refunfuñó Víctor al lado de Lothar y Jeff en el camino de la


cafetería—. ¿Qué pensáis?
Lothar dejó los binoculares.
—Creo nos está intentando descubrir.
—No tiene ni idea de quiénes somos. Probablemente está suspicaz por el ataque
de Yellow Teeth. Nuestra tapadera sigue intacta.
Jeff frunció el ceño y se acercó al Señor de las Tinieblas.
—Es poderoso, ¿verdad?
Asintiendo con la cabeza, Víctor se volvió hacia Jeff.
—Sí, cualquier Guerrero de la Luz lo es. En este momento estás viendo en
primera fila a uno en acción. Ya has visto lo que le hizo a ese brujo.
—No había conocido a ningún guerrero hasta ahora —admitió Jeff, mirando al
chamán—. ¿Puede matarnos?
—¡Claro que puede! —gritó Lothar—. Ya deberías de haberlo aprendido.
—Lo sé, Lothar. Pero escuchar las historias de un maestro que te dice que un
Guerrero de la Luz es peligroso, es una cosa. —Señaló al nativo americano—. Verlo
en acción es una experiencia diferente.
Víctor levantó la mano.
—No todos los guerreros tienen las mismas habilidades. Todos son únicos,
como lo somos nosotros. Por ejemplo, yo no sé mucho de vórtices, pero Lothar sí.
—Así que —comenzó Jeff con el ceño fruncido—, no sabremos realmente cuáles
son las habilidades de un Taqe hasta que nos enfrentemos en una pelea.
—Exactamente —murmuró Víctor—. Y dado que Black estaba completamente
distraído con su pequeña pelirroja cuando Yellow Teeth lo atacó y él todavía fue
capaz de rechazarlo, eso me dice mucho.
Jeff le dirigió una mirada penetrante al Señor de las Tinieblas.
—¿Qué estás diciendo? No lo entiendo.
Lothar suspiró y negó con la cabeza hacia Víctor.
—Aprendices —musitó.
Jeff sonrió ligeramente al caballero cuya frustración estaba grabada en sus
rasgos.
—¿De qué otra manera voy a aprender? La educación es importante, pero estar
en una misión es para mí mucho más emocionante y educativo.
—Por eso sigues aquí —espetó Víctor—. Tuviste las mejores calificaciones al
graduarte. Un estudiante como tú debe estar inmerso en la acción a cada

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oportunidad disponible. —Lanzó a Lothar una mirada despectiva—. Y sé que no te
gustan los aprendices novatos, pero Jeff está a la altura de esta tarea.
—Sí, mi señor —admitió Lothar con tono respetuoso—. Tienes razón, como
siempre.
—Para responder a tu pregunta —prosiguió Víctor, mirando a Black por los
prismáticos una vez más—, este guerrero en particular tiene mucho poder. Más que
la mayoría de los que he conocido en combate.
—¿Y eso cómo nos afecta? —A Jeff le alivió que al Señor de las Tinieblas no le
importara su presencia mientras aun se estaba entrenando.
Víctor apartó los prismáticos. Otra vez estaban esos Taqe fuera del alcance del
oído.
—Black estaba completamente centrado en la mujer. Normalmente, cuando su
foco está en otra parte, hay una apertura automática en su aura por donde se puede
entrar. Yellow Teeth no es un brujo débil enérgicamente hablando. Es uno de los
más poderosos Skinwalkers de la reserva Navajo. Que golpee a Black con todo su
poder y que el chamán responda y se proteja a sí mismo, al mismo tiempo que a la
mujer, me dice que está en el primer peldaño.
—¿El primer peldaño de qué? —insistió Jeff.
—La fuerza del espíritu se gana durante cientos o miles de vidas. Cuanta más
fuerza tienes, más poderoso te vuelves.
Lothar clavó a Jeff con su mirada.
—El Señor de las Tinieblas lleva vivo y tomando forma humana desde hace
cuatro mil años. Y antes de eso, vivió cien mil vidas en la Tierra y en otras
dimensiones antes de alcanzar su posición actual. —Lothar hizo un gesto con la
mano—. La energía se gana a través de las encarnaciones vivas. Como tu última
vida fue durante la Segunda Guerra Mundial, supongo que entiendes el
funcionamiento de una central eléctrica.
—Claro.
Satisfecho, Lothar continuó.
—¿Conoces la Presa Hoover, en las Vegas?
—Claro.
—El Señor de las Tinieblas es esa poderosa presa. En comparación, nosotros
somos como subestaciones eléctricas de potencia variable.
Jeff miró a Víctor con un nuevo respeto.
—Es increíble.
Víctor se veía complacido.
—Yo soy poderoso. —Señaló con el dedo a Black—. Pero ese guerrero es más
que una subestación, por así decirlo.
—Así que —consideró Jeff—, ¿no sabrás realmente lo poderoso que es hasta que
te involucres personalmente con él en un combate?

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—Exacto —admitió Víctor.
—Pero... ¿existen Taqe que se parezcan a la Presa Hoover?
Víctor hizo una mueca.
—Sí. En el bastión Taqe, el Pueblo de las Nubes, sus líderes, Adaire y Alaria, son
mis iguales en autoridad y poder. Vivieron por lo menos cien mil vidas como
druidas en toda Europa, antes de que fueran asesinados en la isla de Mona por
soldados romanos. A partir de ese momento fueron elevados al estado de líderes
espirituales de la nación Taqe.
—La Gran Diosa Madre de todos nosotros decretó que cada lado tendría el
mismo poder —le informó Lothar.
—¿Por qué?
Lothar se encogió de hombros.
—Porque así es como debe ser.
Jeff observó fijamente a Black durante un largo rato antes de volverse hacia su
señor.
—¿Qué puede derrotarte?
—Lo único que acaba conmigo o con cualquier Tupay es la energía del amor
—respondió Víctor, incómodo.
—Sí, me lo han enseñado. Me parece extraño. ¿Por qué el amor?
Lothar puso los ojos en blanco.
—Los Tupay queremos conseguir todo lo que deseamos. Eso no es amor. A ojos
de la diosa, el amor es el mayor poder del universo.
—Entonces, ¿realmente el amor lo conquista todo? —demandó Jeff.
—Es posible —confirmó Víctor, sombrío—. Pero también tiene una pequeña
pega.
—¿Cual? —curioseó Jeff.
—Ante un ataque es muy difícil para alguien ser capaz de amar al atacante
—explicó Víctor, sonriendo—. ¿Podrías haber amado a los enemigos que te
mataron en la Segunda Guerra Mundial?
—¡Por supuesto que no! Sólo siento odio y furia por ellos. Me gustaría
encontrarlos en cuerpo o espíritu y vengarme por lo que me quitaron. Si hubiera
vivido, habría pasado el resto de mi vida con mi familia. Habría visto cómo mis
hijos crecían y tenían hijos.
—Exactamente. —Triunfante, Víctor señaló a Black—. Entonces, la verdadera
pregunta es esta; ¿Black nos atacará con amor, en lugar de rabia u odio, si lo
enfrentamos?
Jeff se frotó la barbilla y estudió al chamán.
—Ya veo. ¿Y no lo sabrás hasta que lo poseas?
—Sí.
—¿Y si lo hace?

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—Cancelaré el ataque y regresaremos a la fortaleza Tupay.
—¿Y si ese guerrero viene a la fortaleza Tupay y arroja su amor a todos y cada
uno de nosotros?
—Afortunadamente, no puede hacerlo —contestó Lothar—. Adaire y Alaria
tienen la capacidad para atacarnos así a unos pocos, pero no a todos. Somos
demasiados y, tarde o temprano, también se quedarían sin energía. Siempre ha
habido un empate entre las fuerzas de la energía pesada y la luz.
—Entonces, nos encontramos en un verdadero punto muerto —concluyó Jeff—.
Hay que acabar con los Taqe de uno en uno, igual que ellos tienen que hacer con
nosotros.
Víctor se echó a reír.
—Ahora lo entiendes, muchacho. Sólo corremos un riesgo si un guerrero, o
cualquier Taqe, nos envía amor en lugar de miedo, ira u odio cuando los atacamos.
—Pero si estamos atrapados por el amor, según mi entrenamiento en la escuela,
o nos convertirnos en un Taqe o nuestra alma muere. Y si muere, ya no somos...
eternos.
—Eso es correcto. O te vuelves un Taqe, y eres un traidor a tu propia gente, o
mueres de forma permanente —enfatizó Víctor.
Jeff notó un sabor amargo en la boca que le hizo arrugar la nariz.
—Es una difícil elección.
Víctor encogió los hombros.
—No te preocupes. No muchos han tenido que hacer esa elección en nuestra
historia.
—Y los que la hicieron, ¿murieron o se convirtieron en Taqe?
—Todos han muerto —confirmó Lothar con orgullo—. Tenemos un muro de
honor para aquellos Tupay que han hecho ese último sacrificio de su alma por
defendernos.
—Y, ¿qué pasaría si el Tupay está atrapado y toma la decisión de convertirse en
un Taqe?
Los ojos de Víctor se estrecharon en el aprendiz.
—¡Sería un traidor! Eso sería como si traicionaras a tu país y decidieras
mantenerte al lado del enemigo que te mató mientras subías ese acantilado el día D.
Jeff se espantó ante ese pensamiento.
—Eso nunca sucederá. Soy fiel a mi país y a la gente que me enviaron a
proteger. Te soy fiel, mi señor, y a los Tupay.
Víctor le dirigió una amplia sonrisa.
—Eso es. Si alguna vez te ves atrapado en la red de energía amorosa, todo lo
que tienes que recordar es que ellos son el enemigo. Tendrías que probar tu
patriotismo a los Tupay, pero sé que pasarías la prueba. Lo veo en tus ojos.
—Mirad —exclamó Lothar con urgencia—. ¡Se están moviendo!

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Girándose, Víctor vio a la Taqe ir hacia la cafetería.
—Nos esconderemos en el bosque y la dejaremos pasar. Mantened vuestros
escudos. No quiero que Black nos detecte.
—¿Y entonces, qué? —indagó Lothar, saliendo del sendero y siguiendo a su
líder.
—Los vigilaremos. Black tiene un mapa extendido. Lo más seguro es que vayan
al otro lago. Hay que tener paciencia y esperar a ver cuál es su decisión.
—Echándose a reír, Víctor se internó más profundamente en el bosque, sintiendo
una sensación de triunfo.

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Capítulo 12

—Es hora de un descanso —le dijo Colt a Shelly mientras entraban al hotel. Eran
casi las cuatro de la tarde cuando acabaron de buscar y regresaron al hotel. Esbozó
una ligera sonrisa—. ¿Tarta de manzana y un helado? —Intentaba borrar la
preocupación del rostro de Shelly.
Shelly se echó a reír y de repente se sintió mejor. Apreciaría cualquier cosa
positiva para recuperar la armonía, muy debilitada debido al anterior ataque. Su
corazón se extendió hasta Colt. Él tenía los ojos brillantes de felicidad mientras la
guiaba hacia el restaurante Portobello Market & Fresh Bakery. La terraza exterior
estaba revestida con madera de secuoya, y se veían sillas de hierro y mesas
redondas cubiertas por manteles de lino blanco.
—¿Por qué no? —Shelly sabía que éste era el único restaurante abierto a estas
horas. Un camarero los llevó a una mesa en un extremo de la terraza. Paralelamente
a la zona al aire libre, había un gran jardín lleno de rosas fragantes. Para su deleite,
los sentaron al lado de esas magníficas plantas. El menú era de estilo delicatesen e
informal. Había selecciones de donuts recién horneados, pasteles, sopas,
sándwiches, pastas y pizzas.
La terraza no estaba muy llena a esta hora. En el interior, se veían un montón de
sofás cómodos junto al bar especializado en cafés. Pero hoy, Shelly prefería estar
afuera respirando el aire fresco de la montaña. Pidió un café moca y Colt un trozo
de tarta junto con un fuerte café colombiano. Estaban sentados frente a frente.
—¿Vamos mañana al lago Moraine? Es un poco tarde para ir hoy.
Colt sacó el mapa de la mochila y lo abrió.
—Sí. Estoy agotado por el ataque y la caminata. Me gustaría dormir toda la
noche y recargar. Tendremos que estar alertas en el lago Moraine. —Se acercó a
Shelly—. Iremos hasta el albergue que está en la orilla del lago.
Shelly estudió el mapa.
—Me parece bien. Estos lagos son tan tranquilos que es fácil recorrerlos en
canoa.
—Nos llevaremos algo de comida. No sé cuánto tiempo estaremos allí. —Colt
tenía que seguir ignorando cómo ella lo afectaba emocional y físicamente. Se veía
cansada. El ataque los había agotado a los dos. Él lo notaba perfectamente, pero no
creía que ella se hubiera enterado.
La camarera les llevó lo que habían pedido. Rápidamente, Colt dobló el mapa y
lo guardó. Shelly sonrió mientras él atacaba la tarta. En muchos sentidos era como
un niño pequeño. No hacía ningún esfuerzo para ocultar su alegría por la tarta. Le
encantaba que le mostrara al verdadero hombre bajo esos muros protectores.

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—Es muy divertido ver como disfrutas de esa tarta de manzana —bromeó ella,
tomando un sorbo de café. Si ahora comía algo después no tendría hambre para la
cena. Y tenían una reserva en el restaurante para las seis.
Colt se limpió la boca con la servilleta de lino.
—No nos dan muchos dulces cuando somos niños. Aunque seguramente es lo
mejor. No tengo sobrepeso y me alimenté de comida sana en su lugar. —Palmeó su
estómago plano—. Ahora puedo elegir.
Shelly asintió y miró a su alrededor, reparando en dos hombres que se dirigían
por el camino hacia la terraza. Inmediatamente, sonaron sus campanas de alarma y
su corazón se aceleró sin ninguna razón. Mientras los miraba, su piel comenzó a
erizarse.
—¿Colt, ves a esos dos hombres? Los gemelos. Estoy recibiendo una señal de
peligro por ellos. —Abrió sus sentidos para ver sus auras. Se habían sentado al otro
lado de la cafetería. Se giró hacia Colt—. Distingo algunos colores turbios en sus
campos astrales. ¿Y tú?
Colt terminó la tarta y miró a través de la amplia sala. Los gemelos estaban
estudiando sus menús. Aunque estaba demasiado cansado, se obligó a cambiar a
un estado espiritual y observarlos.
—Ya veo lo que quieres decir. —¿Por qué no los había sentido? Aunque sabía el
por qué. Debido a la pérdida de energía por el ataque del Skinwalker. En este
momento era vulnerable... y Shelly también.
—¿Te sientes tan amenazado como yo? —le preguntó ella en voz baja.
—Sí —contestó, sombrío—. ¿Te has dado cuenta de que sus auras son muy
similares a la de Trip, el que creo que es el hechicero de tu sueño?
Shelly abrió los ojos de par en par.
—¿Hay tres nuevos hechiceros detrás de nosotros?
—Es muy posible. —Tres, no uno. Instantáneamente, Colt recurrió a sus últimas
reservas de energía y los envolvió en la burbuja de protección. Pagaría por este
exceso por la noche, pero en este momento estaba intranquilo por el nuevo
problema. ¡Tres!
Shelly y Colt recogieron sus mochilas y se levantaron. Al dirigirse hacia la
puerta que llevaba al vestíbulo, ella se estremeció. Los jóvenes gemelos, de pelo rojo
y ojos verdes, los siguieron con la mirada al salir de la terraza. Se alegró de que Colt
no se aproximara a ellos. El ambiente del restaurante era acogedor y la gente
sentada en los sofás disfrutaba de sus cafés... como si nada amenazante estuviera
sucediendo.
Una vez en el vestíbulo, Shelly se acercó a Colt. Estar cerca de él la hacía sentirse
mucho más segura. Lanzó una mirada rápida alrededor. Los gemelos no los habían
seguido. «¡Bien!»
Colt la sujetó del brazo, guiándola hacia los ascensores. Se puso alerta. El vello

92
de su nuca todavía estaba erizado, y el corazón chocaba con fuerza contra su pecho.
Allí, sentado en el vestíbulo, estaba Trip Nelson. Los miraba como un coyote
vigilando una manada de ovejas. Con el estómago apretado y la adrenalina
repentinamente vertiéndose en su torrente sanguíneo, reforzó la protección
alrededor de ellos. Los ojos de Nelson se veían planos y muertos. Un fuerte
escalofrío recorrió su columna.
Apretando la boca, cambió a Shelly de lado.
—¿Qué ocurre?
—Nelson también está allí —le advirtió él en un susurro, ya en el ascensor.
—¿Los tres están aquí? —El tono de Shelly se elevó por el miedo. De repente,
sintió frío hasta los huesos. Se le formó un nudo en la garganta y quiso gritar. Nada
le gustaría más que escapar del mal que se multiplicaba a su alrededor.
Las puertas del ascensor se cerraron. Colt siguió sujetándola cuando ella se
apretó contra él. Notaba su terror.
—Apostaría todo lo que tengo a que Nelson ha sido poseído por el hechicero del
sueño. Y los gemelos por algunos de sus ayudantes. Los hechiceros trabajan juntos
cuando hay razón para hacerlo.
—Oh, no... —exclamó Shelly, con las piernas temblorosas. Sólo quería huir—.
¿Por qué están todos aquí, Colt? ¡Esto es de locos!
Al llegar a su planta, Colt la condujo por la gruesa moqueta hasta la puerta de
su habitación. Deslizó la tarjeta y abrió la puerta.
—Entra un momento.
Shelly estaba completamente conmocionada. Su mundo idealista lleno de
buenas personas acababa de ser destrozado.
Colt necesitaba averiguar qué estaba pasando. Después de cerrar la puerta, dejó
la mochila en el armario y se sentó en el sofá, cambiándose las botas de senderismo
por unas zapatillas de deporte.
—Siéntate. —La invitó.
Shelly miró con miedo la puerta.
—¿Crees que nos seguirán?
—Lo dudo. Recuerda que quieren algo de nosotros. De lo contrario, ¿por qué
han esperado tanto tiempo para atacarnos? Saben lo de la esfera esmeralda. Tal vez
Yellow Teeth interceptó mis sueños. Un Skinwalker puede hacerlo. Esa esmeralda
es mucho más importante de lo que creemos. Y ellos saben su autentico valor. Es lo
único que se me ocurre para explicar por qué nos siguen, pero no nos atacan.
Shelly se sentó a su lado en el sofá, con los brazos envueltos alrededor de su
cuerpo.
—También le he estado dando vueltas a la cabeza para encontrar respuestas.
Creo que tienes razón. —Se mordió el labio para combatir el miedo. No ayudaría a
Colt ante un ataque si no estaba centrada.

93
Al terminar de atarse la zapatilla y ver lo alterada que estaba, Colt rompió su
propia regla y deslizó el brazo alrededor de sus hombros.
—Ven aquí...
Shelly suspiró cuando la abrazó y apoyó la mejilla contra su hombro,
aferrándose a su cintura.
—Estoy nerviosa... tenemos a tres hechiceros acechándonos —susurró,
titubeante—. En realidad, cuatro. Yellow Teeth también forma parte del asunto. No
estoy acostumbrada a jugar al gato y al ratón con brujos. Lo siento, estoy muy
preocupada. Tenías razón... No saber nada del mal y cómo lidiar con él, me deja en
desventaja.
Ella encajaba maravillosamente contra él. Colt cerró los ojos y disfrutó
ferozmente de su suavidad y curvas. Su cabello le hizo cosquillas en la barbilla y
aspiró su sensual dulzura. El deseo creció salvajemente en la parte inferior de su
cuerpo.
—Ahora, más que nunca, tenemos que mantenernos alerta —declaró él, con la
voz áspera y extrañamente jadeante—. No podemos permitirnos el lujo de pensar
en otra cosa —añadió sin querer.
Shelly seguía con la mejilla contra su pecho. Apoyarse en Colt era lo más
correcto del mundo. Escuchó el lento golpeteo de su corazón y apreció la fuerza
controlada de sus brazos rodeándola.
—Supongo que tengo miedo de morir —admitió, cerrando los ojos—. Una cosa
es tener un sueño que me advierte sobre un hechicero letal. Y otra muy distinta ver
cómo la amenaza cobra vida.
—Lo sé. —Besarla ahora sería lo más estúpido del mundo. De repente, intuyó
que esos hechiceros intentarían secuestrarlos. O a uno de los dos. ¿Estaba
percibiendo telepáticamente sus pensamientos? ¿Por qué harían tal cosa? Nunca
había oído hablar de un hechicero que hubiera secuestrado a alguien alguna vez.
Siguió calmando a la mujer que estaba empezando a amar. Bajo otras
circunstancias, ya estaría presionando ligeros besos en su cabello y su fragante piel,
bajando hasta esos labios que le recordaban a una flor. Pero no ahora.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó ella con voz pausada. Al percibir que Colt
estaba distraído, esperó.
—No lo sé todavía. —No iba a mentirle a Shelly, pero tampoco la alarmaría,
sobre todo si su imaginación estaba inventando una trama de secuestro. A veces le
resultaba difícil reconocer qué era telepatía real o su propia imaginación. Su
telepatía no era muy buena, aunque la usaba de vez en cuando. Shelly no era
telépata, por lo que no podía confirmar ni negar lo que él había captado. Frustrado,
alisó varios mechones de su pelo—. Sabemos que esos tres tienen la misma firma en
su aura.
—¿Así que los gemelos fueron poseídos por otros hechiceros que trabajan con el

94
brujo del cuerpo de Trip?
—Es lo más probable, esa sería mi teoría. Creo que Nelson es el líder.
Shelly se acurrucó más en sus brazos.
—Me alegra que estés aquí. Tienes un gran poder de observación y
entrenamiento. Yo solo sé buscar vórtices. —Cuando apretó más el abrazo, algo de
su miedo se dispersó. Por mucho que quisiera besarlo hasta que se derritieran en un
charco, sabía que no sería una buena idea. La parte inferior de su cuerpo clamaba
por él y por su tacto. Ningún hombre la había hecho sentir así. La intensa excitación
recién descubierta de su cuerpo era algo que nunca había conocido hasta ahora.
¿Cómo sería amar a Colt completamente? Parpadeando, decidió con tristeza dejar a
un lado sus deseos egoístas. Estaban siendo acosados. Sus vidas estaban en peligro.
—Creo que tenemos que cambiar de estrategia —dijo Colt, gimiendo
interiormente cuando ella le miró, con su boca tan cerca de la suya—. Nos iremos
inmediatamente al albergue del lago Moraine. Es un lugar perfecto para quedarnos,
ya que es el próximo lugar donde tenemos que buscar.
—Es una gran idea. —Con una mirada de admiración, le acarició la mejilla.
Notaba su barba incipiente bajo los dedos y eso la excitaba—. Mi móvil está en la
mochila.
—Cancelaré nuestra reserva aquí después de llegar al albergue. Vamos a hacer
ahora el equipaje y después saldremos por las escaleras de emergencia. De esa
manera, nadie de recepción sabrá que nos hemos ido y las habitaciones todavía
estarán a nuestros nombres. Cuando lleguemos hasta los coches, nos marchamos.
Llama al albergue y reserva habitaciones con nombres falsos, así no podrán
encontrarnos. Las pagaremos en efectivo para que no rastreen las tarjetas de
crédito.
Shelly se levantó y fue a por su mochila.
—¿Se enteraran de que nos vamos?
—No, es imposible. Estamos completamente protegidos por la burbuja. No
pueden sentirlo de ninguna manera.
Shelly sacó el móvil y entró en el dormitorio para hacer la llamada. Tener un
plan de escape había disminuido un poco su temor.
Colt empezó a recoger su equipaje. Momentos después, Shelly salió del
dormitorio.
—¿Has hecho la reserva?
—Sí.
Colt sintió una oleada de triunfo al saber que dejarían a los brujos detrás.
—Mantendré la protección para que piensen que todavía estamos aquí. —No le
importaba que el agotamiento estuviera consumiendo los límites de su energía. En
este momento, era su fuerza de voluntad la que estaba cambiando la situación. No
permitiría de ningún modo que un grupo de hechiceros los aniquilara.

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Dejando el móvil, Shelly suspiró aliviada.
—He cambiado nuestros nombres. Ahora somos Susan y Paul Hornsby.
—Bien. De esa manera los hechiceros no nos encontrarán por nuestros nombres
reales. —No le contó que algunos brujos altamente calificados podían recoger el
rastro de energía de alguien y seguirlo. El tiempo diría lo hábiles que eran esos
hechiceros. Borraría sus rastros de energía para asegurarse de que no los seguían—.
Cuando amanezca, iremos primero hasta el muelle de alquiler de canoas antes de
que alguien nos vea.
—¿Crees que saben dónde vamos a seguir buscando?
—No. Aquí nos han encontrado fácilmente porque nos registramos con
nuestros nombres reales. A partir de ahora ya no lo haremos.
—Es un alivio —admitió Shelly mientras levantaba la mochila.
—Los brujos poseen diversas habilidades —le notificó Colt, dirigiéndose a la
puerta. La acompañaría a su cuarto y le ayudaría a recoger sus cosas. En estas
circunstancias no iba a dejar a Shelly fuera de su vista—. No sabemos lo extensas
que son las habilidades de éstos. —Abrió la puerta una rendija y miró hacia fuera.
El pasillo estaba vacío. Tomando su mano, la condujo rápidamente a su habitación,
donde Shelly hizo su equipaje, y volvieron a la de Colt. Necesitaban darse prisa.
—Me siento muy inquieta, Colt. Como si nos estuvieran esperando o nos fueran
a tender una trampa.
—Lo sé —Colt se aseguró de no dejar nada en la habitación que pudiera ser una
pista—. Cuanto antes salgamos de aquí, mejor.

—¡Ahora! —ordenó Víctor a sus hombres. Los tres salieron disparados del
ascensor a la planta donde sabían que los Taqe se quedaban. No había nadie en el
pasillo. Se dirigieron rápidamente hacia la puerta. Víctor había conseguido las
tarjetas de las dos habitaciones hipnotizando a un empleado para que las duplicara.
Después de deslizar la tarjeta en la puerta de la habitación de Shelly, entró de
golpe. Los gemelos irrumpirían en la de Colt. Una vez dentro, se detuvo. ¡Estaba
vacía! Registró rápidamente el dormitorio. ¡Nada! Comprobó cada rincón,
incluyendo el baño. ¡La energía de la Taqe no estaba presente! Respirando
profundamente, se acercó al armario y lo abrió. No había ropa. Abrió todos los
cajones de la cómoda, también vacíos.
—¿Qué está pasando aquí? —gruñó. Girando sobre sus talones, salió corriendo
de la habitación para ver a Lothar y Jeff frente al cuarto de Colt. Sus rostros
reflejaban su sorpresa.
—¿Qué hacéis ahí?

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—Se ha ido. Hemos mirado por todas partes. No hay rastro ni de su equipaje ni
de él —explicó Lothar.
—La mujer también —informó Víctor, lúgubre. Echó un vistazo a los lados del
pasillo y mantuvo la voz baja—. Deben de haberse enterado de nuestro plan. ¡De
alguna manera lo han presentido!
—Secuestrar a la mujer era una buena idea —confirmó Lothar—. Estábamos
protegidos. ¿Cómo han sido capaces de leer nuestros pensamientos?
—No tengo ni idea. Pero ahora saben quiénes somos. Lo he descubierto antes.
Las auras de los tres que hemos poseído parecen iguales. La oscuridad debe de
haberlos puesto sobre aviso. Se han dado cuenta de que somos brujos y estamos en
estos cuerpos.
—Son más inteligentes de lo que pensaba —murmuró Jeff—. Estoy seguro que
he protegido mis pensamientos. Y ninguno de los dos son telépatas según sus
auras.
Víctor estaba furioso.
—¿Quién se lo ha dicho? ¿Hay una tercera persona en su equipo que sea
telépata?
Lothar refunfuñó:
—Sólo hemos visto a dos personas en esta misión.
—¡Lo sé, lo sé! —Víctor caminó por el pasillo, la ira le consumía. Se negaba a dar
voz a un pensamiento aún peor; que el guerrero tenía habilidades telepáticas
extraordinarias, lo suficientemente buenas para captar lo que estaban planeando a
pesar de estar completamente protegidos. Eso no era una buena señal. Black era
mucho más peligroso de lo que Víctor quería admitir.
Jeff intercambió una mirada con Lothar. Estaba a punto de hablar, pero Lothar
hizo un gesto de advertencia con la cabeza. Al ser un caballero, conocía a Guerra
mucho mejor que Jeff. Permanecieron en silencio mientras el Señor de las Tinieblas
paseaba furioso frente a ellos.
Finalmente, Lothar habló al ver a Víctor frenar el ritmo.
—Creo que sé dónde están ahora.
Víctor miró a Lothar.
—¿Dónde?
—Hablé con la camarera después de que los Taqe se fueran del restaurante. Les
escuchó hablar sobre el lago Moraine.
Alzando las cejas, Víctor sintió una oleada de esperanza.
—¿Estás seguro?
Lothar sonrió.
—Sí, mi señor.
El hechicero le dio una palmadita en el hombro.
—¡Bien hecho!

97
Viendo la alegría del Señor de las Tinieblas, Lothar esbozó una breve sonrisa.
—Siempre busco complacerte.
Jeff silbó suavemente.
—¿Así que están en el albergue de Moraine?
—Es posible. Ya he enviado un sondeo para encontrarlos, pero lo han rechazado
y ha regresado a mí. La protección de Black no me deja entrar en ese muro protector
que ha levantado. Vamos a tener que ir hasta allí y comprobarlo. Según sabemos, la
mujer lleva un Honda azul y conocemos el modelo del coche alquilado de Black.
Pero primero los buscaremos en el aparcamiento del hotel. Si los encontramos,
sabremos que todavía están aquí. Entonces lo único que habrá que hacer será
esperarlos. —Víctor se frotó las manos, con los ojos brillando de placer—. Vamos a
deshacernos de estos cuerpos y conseguir tres nuevos. Ya saben cómo somos.
—Pero, ¿no volveremos a tener las mismas auras que estos de ahora?
—preguntó Jeff.
—No siempre —espetó Víctor con mal humor—. Estoy seguro que Black lo
descubrirá con el tiempo, pero es humano. No verá a los gemelos ni a Nelson. A
pesar de ver nuestras auras, no las vinculará con nosotros enseguida, y eso nos dará
el tiempo suficiente para atraparlos.

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Capítulo 13

Shelly se sintió aliviada cuando entraron en la habitación del lago Moraine. Esta
vez, como el señor y la señora Hornsby. Cerró la puerta y observó cómo Colt
llevaba el equipaje al dormitorio. Estaban haciéndose pasar por una pareja casada,
así que no habría más habitaciones separadas. Le gustaba este arreglo. Aunque
realmente no necesitaban una distracción tan obvia. ¿Pero qué otra cosa podían
hacer bajo estas circunstancias?
Las vistas desde la ventana al lago turquesa eran preciosas, y Shelly contempló
esa belleza natural. Se veían grupos de cabañas en una colina. La noche empezaba a
alzarse sobre ellos, el sol desaparecía por las montañas rocosas, las sombras
atravesaban el tranquilo lago. Vio una canoa de colores brillantes contrastando con
el azul de las aguas glaciales.
Frunciendo el ceño, Shelly se apartó de la ventana y entró en el dormitorio. Colt
colgaba su ropa en el armario. Se notaba su tensión. Ella abrió uno de los cajones del
tocador.
—¿Todavía lo sientes?
—Sí —contestó, volviéndose y mirándola—. Siento como si nos hubieran
atacado en el hotel del lago Louise.
—Yo también... sentí el ataque. —Ella se frotó los brazos y frunció el ceño—.
Parece que mi conciencia psíquica se está expandiendo para incluir al mal.
—Metiendo la ropa en los cajones, agregó—: Esto no es un juego.
Colt se acercó y la abrazó.
—En este momento vamos por delante de ellos. Hemos cambiado de nombres.
No nos encontrarán a menos que nos vean, y vamos a hacer todo lo posible para
minimizar ese factor. —Colt rogó mentalmente para que su muro les impidiera
encontrarlos telepáticamente. ¿Pero cuánto tiempo duraría? Estaba demasiado
agotado.
Shelly lo rodeó con los brazos y apoyó la cabeza en su hombro.
—Ya sabía que esto era un asunto serio, pero ahora realmente lo estoy
comprendiendo. Quieren matarnos.
Después de darle un beso rápido y casto en el cabello, Colt apartó a Shelly. Si no
lo hacía, tiraría el equipaje de la cama y la tumbaría a su lado. El deseo de hacerle el
amor era más que una agonía. Con las manos en sus hombros, miró sus
preocupados ojos.
—Estaremos bien. Vamos a pedir algo al servicio de habitaciones. Si están
husmeando tratando de encontrarnos, no nos localizarán. Tan pronto como termine
de deshacer el equipaje, llamaré a recepción y alquilaré una canoa para antes del

99
amanecer. Aun estará bastante oscuro y será difícil encontrarnos, si están siguiendo
nuestra pista.
—Es una buena idea —admitió ella. Colt parecía tranquilo y no se veía afectado
por el peligro. Pero Shelly lo conocía mejor. Se sentía tan amenazado como ella,
aunque su sosegada actitud la tranquilizaba. Alzando la mano, acarició su
mejilla—. Eres muy valiente.
—¿Yo? —Colt le lanzó una mirada burlona. Su mejilla hormigueaba
agradablemente bajo el toque de sus dedos. Un feroz deseo surgió dentro de él.
—Lo que necesitamos es valor, ¿no? Tal vez haya un propósito simbólico en la
búsqueda de esa esfera. Algo así como enfrentar nuestros miedos y superarlos para
encontrarla.
—Sí. Ninguno de los dos comprendió al principio en qué nos estábamos
metiendo.
—¿Lo habríamos hecho si lo hubiéramos sabido? —cuestionó Shelly,
relajándose entre sus brazos y deseando solo besar a Colt hasta quedarse sin
sentido. En cambio, se sentó en la cama y le dirigió una mirada irónica—. No había
tenido miedo hasta ahora. He oído muchas historias sobre hechiceros a lo largo de
los años, pero nunca me he enfrentado con ellos. Supongo que hasta que tenga una
confrontación con uno, no sabré como reaccionaré.
Abriendo un cajón de la cómoda, Colt empezó a meter su ropa. Le picaban las
manos, literalmente, por volverla a abrazar. Tenía que distraerse con algo para no
hacerlo.
—La inocencia es buena hasta cierto punto.
—En este caso, la ignorancia no es felicidad. —Preocupada, Shelly miró la
puerta que conducía a la sala de estar—. Sigo percibiendo que ese hechicero y sus
hombres están acercándose a nosotros. ¿Qué intenciones tiene? ¿Y si ha invadido
nuestras habitaciones y no nos ha encontrado allí? ¿Qué hará después?
—Si yo fuera él, empezaría a buscar el coche que alquilé. Descubrir tu Honda en
otro hotel los pondría tras nuestra pista. —Colt no sabía las habilidades de esos
hombres. Eso hacía que la situación fuera aún más peligrosa.
—Ha sido muy inteligente de tu parte cambiar por otro nuestros coches de
alquiler antes de venir aquí.
—Intento pensar como ellos. Si fuera ese hechicero, intentaría rastrear nuestra
localización por medio de los coches. Haber alquilado otro, los despistará. —«Por
un tiempo.»
—No sé si están intentando leer mi mente —comentó Shelly, molesta por su
falta de habilidades paranormales.
—Yo sí lo sabría, pero no pueden porque mis muros de energía nos protegen. Y
si no son capaces de leer nuestros pensamientos y seguir el rastro de energía hasta
donde estamos, están ciegos.

100
—Espero que sí —replicó Shelly con fervor—. Me aterra ser poseída. No quiero
que ninguno de los dos termine así.
Colt guardó su maleta en el armario y se sentó a su lado.
—No sabíamos lo peligrosa que iba a ser esta misión. Deja de culparte.
Shelly hizo una mueca.
—Quieren algo de nosotros —continuó Colt—. Prefieren que sigamos vivos, así
que tiene que ser algo sobre la esfera que estamos buscando. Me gustaría saber más
de esa esmeralda. —Echó un vistazo a la habitación—. Dormiré en el sofá. Quédate
con el dormitorio.
Con tristeza, Shelly se mostró de acuerdo.
—No es lo que quiero, pero tienes razón.
—Lo sé. —Colt le acarició el pelo. Era increíblemente sedoso y suave—. Si nos
atacan, no hay manera de escapar de esta suite. Nos atraparían. Me hubiera gustado
conseguir una habitación en la planta baja con puertas al exterior. Habría sido mejor
para escapar, pero no tenemos otra opción.
—Mi instinto me dice que el hechicero nos está cazando ahora mismo.
Colt vigiló la puerta.
—Nos moveremos continuamente. No hay que confiar en que aquí estaremos a
salvo más de un día. Después de buscar en las orillas del lago, tendremos que irnos
de nuevo. Es la única manera de seguir adelante, Shelly.

Víctor maldijo. Sus hombres y él se habían reunido en el vestíbulo del hotel. Se


sentaron mientras el flujo de gente continuaba a su alrededor. Era la hora de la cena
y muchos clientes estaban regresando de sus excursiones para cambiarse y comer
algo.
—¿Y bien? —soltó Víctor—. ¿Y ahora qué? ¿Qué haríais si fuerais ellos? Hemos
explorado todo el aparcamiento. El coche de la mujer ha desaparecido. Y también el
de Black.
Jeff miró la zona de recepción del enorme hotel. Había tres oficinas de alquiler
de coches.
—¿Es posible que Black devolviera su coche y luego alquilara otro? ¿O se fueron
en el de la mujer? Eso explicaría por qué no los encontramos.
—Puedo ir y leer las mentes de los encargados de esas oficinas —sugirió Lothar.
Si hacían una investigación mental de los encargados, los dejarían en estado de
shock e incapaces de hablar coherentemente durante una hora o más. Víctor no iba
a arriesgarse a hacerlo con el hotel lleno de clientes. Alguien se daría cuenta.
—Ahora no. Hay demasiados espectadores alrededor. No necesitamos llamar la

101
atención sobre nosotros.
Lothar intentó animar a Víctor.
—Me gusta mi nuevo cuerpo.
Víctor hizo una mueca, pero no dijo nada. Cuando estaban en el bosque lejos del
hotel, encontraron a tres hombres de la misma familia y se apoderaron de ellos.
Víctor había tomado al padre, Lothar al tío y Jeff tomó el cuerpo del chico de
diecisiete años. Arrastraron por un sendero los cuerpos que habían dejado y los
ocultaron para que los osos pardos los encontraran antes que otros lo hicieran. El
peligro de tomar un cuerpo era que alguien del hotel lo buscaría. Trip Nelson
trabajaba como guía. Cuando no apareciera, se preocuparían. Y su jefe comenzaría a
buscarlo a las pocas horas de su desaparición.
Lothar era ahora Charles Hampton, un canadiense rubio de treinta y ocho años
de Toronto. El hombre trabajaba para una editorial en esa ciudad. Su hermano,
Harvey, tenía cuarenta años, y era vicepresidente de una empresa de transporte en
la misma ciudad. El hijo, Brian Hampton, era muy guapo y atlético. Víctor quería a
alguien joven y fuerte en caso de que lo necesitaran para perseguir a los Taqe.
—Otro coche de alquiler —reflexionó Víctor, echando un vistazo a los
empleados de las oficinas—. Tenemos que leerles las mentes. Esperaremos hasta
más tarde. Después de la cena. El vestíbulo se calmará sobre las once.
—Déjame hacerlo luego —rogó Lothar.
—Muy bien.
Jeff siguió el curso de los pensamientos del Señor de las Tinieblas.
Internamente, se tambaleaba por la rapidez de todo lo que le había sucedido. Aún
más, se sentía mal por poseer a estas personas inocentes. Jeff no se había dado
cuenta de lo a menudo que lo tendría que hacer. Sus valores morales le
incomodaban, pero no se atrevía a decirlo.
—¿Hay otra manera de obtener información de esa gente?
—¿Cómo? —le preguntó Víctor con brusquedad—. ¿Ir y preguntárselo?
Jeff se encogió de hombros.
—¿Por qué no? Yo lo haría. ¿No vale la pena intentarlo? —De repente, se
encontró deseando proteger a esos humanos. ¿Por qué? Sin tener una respuesta,
esperó la decisión del Señor de la Tinieblas.
Lothar puso los ojos en blanco.
—Es un Tupay joven. —Fue todo lo que dijo.
—Adelante —le instó Víctor. Este estúpido aprendiz descubriría de la manera
más dura que sondear una mente era la manera más rápida y eficiente de conseguir
información. No iba a enterarse de nada.
Jeff estaba al tanto de que ninguno de sus jefes creía que lo consiguiera.
Llevando unos pantalones de loneta, una camiseta roja y botas de montaña, estaba
seguro que mostraba a todo el mundo la imagen de un típico adolescente. El que los

102
empleados tuvieran unos veinte años podría ser un enlace entre jóvenes.
—Voy a intentarlo —les dijo. Quería salvar a esos tres jóvenes del dolor y la
agonía de leer una mente.
Mientras caminaba hacia la primera oficina de alquiler, Jeff pensaba que su
moral y valores no eran iguales a los de sus compañeros Tupay. Tal vez, con el
tiempo, se endureciera como Víctor y Lothar. Por ahora, sin embargo, la conciencia
le remordía.
—Hola —saludó al joven empleado moreno—. Estoy buscando a unos amigos.
Acabo de llegar y se suponía que debía encontrarme con el señor Black en el
vestíbulo.
—Sí, lo tengo registrado aquí. —El empleado frunció el ceño y miró su
ordenador—. Pero hoy ha salido temprano.
—¡Oh! —Jeff modificó su tono de voz para que mostrara sorpresa y
confusión—. ¿Estás seguro?
—Sí.
—Vaya.... ¿Alquiló otro coche o se fue con el que tenía?
El empleado miró el ordenador otra vez.
—Ah, ya veo lo que ha pasado. Tu amigo devolvió el coche y lo limpiaron. Unas
dos horas más tarde, otra persona lo alquiló.
—¿Ha alquilado otro coche?
—Si lo hizo no ha sido con nosotros. —El empleado se volvió a la oficina de la
competencia y le preguntó al encargado. Jeff esperó. El segundo empleado revisó su
ordenador.
—No, lo siento. No tengo ese nombre aquí. Déjame preguntarle a Tolly...
Jeff saludó con la cabeza al empleado de la tercera oficina.
—No, no reconozco ese nombre —replicó el empleado, disculpándose.
—El señor Black preguntó si había otra oficina de alquiler de coches en el lago
Louise. Le dije que había uno en Samson Mall, un centro comercial a unos dos
kilómetros de este hotel —recordó el primer empleado.
Regresando junto a Víctor, Jeff le contó que iría al centro comercial a
comprobarlo. El hechicero estuvo de acuerdo.
Jeff entró en el centro y se acercó al empleado pelirrojo de los coches de alquiler.
—Estoy buscando a Colt Black. Se suponía que mi padre debía encontrarlo aquí,
pero quizá se ha equivocado de oficina de alquiler. ¿Puedes revisar los alquileres de
esta mañana?
—Claro —dijo el encargado con entusiasmo, tecleando en el ordenador—. He
alquilado un coche al señor y la señora Paul y Susan Hornsby. No hay ningún Colt
Black en la lista.
Jeff se apoyó en el mostrador.
—¿Qué clase de coche alquilaron?

103
—Un Toyota Prius 2010 de color rojo.
—Estupendo. ¿Dónde dijeron que iban?
—Según el ordenador, lo han alquilado para una semana, pero no hay otro
lugar para recogerlo. Nos lo traerán de vuelta aquí.
—Gracias, se lo diré a mi padre. Tal vez estén en otro hotel cerca de aquí.
—Bueno, déjame ayudarte. —El empleado sonrió y le dio un papel—. Ésta es
una lista de todos los hoteles del parque. Puedes llamar y ver si los localizas.
Tomando el papel con los nombres de los hoteles, direcciones y números de
teléfono, Jeff sonrió.
—Gracias, amigo. Me has ayudado mucho. Creo que mi padre y mi tío se han
equivocado de hotel.
Triunfante, Jeff alejó el júbilo de su voz cuando le entregó el papel a Víctor.
—Mi señor, creo que tenemos el modelo del coche alquilado. Es posible que
Black cambiara sus nombres. No estoy seguro, pero podría ser una pista.

104
Capítulo 14

Lothar se frotó los ojos al llegar al albergue del lago Moraine. El reloj de su
muñeca marcaba las cuatro de la mañana. Llevaba toda la noche conduciendo
desde el Parque Nacional Banff, tratando de localizar el Toyota rojo. No se había
dado cuenta de lo “ecológicos” que eran los canadienses y cuántos tenían un
maldito automóvil híbrido. La luz en el horizonte apenas se asomaba en las
Montañas Rocosas mientras se tambaleaba en las escaleras. Víctor y Jeff se
detuvieron.
—De acuerdo, ya sabes qué hacer —señaló Víctor.
—Sí —afirmó Lothar.
—¿Cuántos idiotas tienen un maldito Prius? —se quejó Víctor secamente,
observando el oscuro y tranquilo lugar. El albergue estaba iluminado, pero el lago
se veía sombrío y negro. Un búho chilló desde un abeto cercano, lo que frustró aún
más a Víctor. Estaba furioso por la desaparición de los Taqe.
—Muchos —murmuró Jeff. Hacía frío y llevaba una sudadera con capucha y
bolsillos donde se había metido las manos para entrar en calor.
—Hay dos Toyota rojos en el aparcamiento. Entra y averigua de quién son
—gruñó Víctor.
Bostezando, Lothar asintió y se marchó rápidamente. Al abrir la puerta,
comprobó que el vestíbulo estaba vacío. Un recepcionista de ojos somnolientos, con
el pelo negro y ojos marrones, estaba detrás del mostrador. Se animó un poco
cuando Lothar se acercó.
Lothar habló con su voz más diplomática.
—Siento mucho molestarte, pero mi hermano estaba muy cansado y ha rozado
un poco un Toyota Prius rojo en el aparcamiento. Veníamos a desayunar al
albergue cuando abrieran a las seis. —Lothar le dirigió una mirada suplicante—.
¿Puedes decirme quién es el dueño del Prius? Tenemos que dejar el nombre,
dirección y número de teléfono para contactar con él por este accidente.
—Ah... claro. ¿Es muy grave?
—No. Solo un rasguño.
El recepcionista tecleó en su ordenador.
—Hum, aquí hay dos Prius rojos.
Lothar sacó un cuaderno y un bolígrafo de su mochila.
—No vi la matrícula. ¿Puedes darme los nombres y el número de habitación?
—Uh, lo siento, señor, pero no me está permitido dar números de habitaciones.
—Ah —disimuló Lothar—, está bien. Con los nombres me basta.
—El señor Winn Drake y señora, y el señor Paul Hornsby y su esposa.

105
Lothar fingió despreocupación y escribió obedientemente los nombres.
—Muchas gracias. —Y se fue.
Víctor esperaba impaciente y huraño al final de la escalera. El cuerpo físico
necesitaba dormir y estaba malhumorado. Lothar mostró una mirada de alegría en
su rostro.
—¿Y bien?
—¡Están aquí! —exclamó triunfalmente.
Víctor sonrió.
—Perfecto. ¿Tienes su número de habitación?
—No tiene permitido dármelo.
—No importa. Jeff, entra y sondea a ese empleado. Averigua el número de la
habitación de los Hornsby. —¿Serían Black y la mujer? Esperaba que sí. La única
manera de descubrirlo era entrar y preguntar.
—Muy bien.
Víctor levantó la vista. Las estrellas brillaban, aunque el amanecer todavía
bordeaba las montañas.
—Nada me gustaría más que atraparlos desprevenidos —le confesó a Lothar.
—¿Crees que capturarlos es buena idea?
—No hay nada como estar bajo una amenaza para que nos den toda la
información.
—¿Vas a decirle a uno de ellos que si no poseerás al otro? Ya saben lo que eso
significa.
—Sí. Tengo que variar mis tácticas y estrategia cada vez que los Taqe envían un
equipo. La última misión fue fácil. Esta no. Primero verificaremos que son ellos. A
continuación, averiguaremos cuál de los dos sabe más y lo amenazaremos para que
nos lo cuente todo. Después de eso, dejaremos que recuperen la esfera esmeralda.
Lothar se rió entre dientes.
—Es un buen plan. No esperaran que entremos en su habitación. Me imagino
que ahora se sienten bastante confiados y seguros.
—Dormidos e inconscientes —agregó Víctor, sonriendo con anticipación.
Escuchó que la puerta se abría y Jeff bajó las escaleras.
—Habitación 401.
—¡Bien! —Víctor miró a su alrededor—. Vamos a examinar este lugar y a
averiguar dónde están todas las salidas de esa planta. Quiero asegurarme que están
atrapados antes de atacar. Esta vez, los conseguiremos...

Colt se despertó de golpe. Desorientado por un instante, sintió una sensación de

106
peligro. Retiró la manta y se levantó en pantalones cortos. Miró hacia la puerta. ¡Los
hechiceros los habían encontrado! Soltando una maldición entre dientes corrió
hacia el dormitorio. Abriendo la puerta, llamó a Shelly. Estaba dormida, la sábana
se enrollaba en su cintura. El camisón de algodón con un lazo rosa alrededor del
cuello la hacía parecer increíblemente hermosa.
—¡Shelly! ¡Despierta!
Ella se despertó al segundo.
—¿Qué ocurre?
—Tenemos que salir de aquí. ¡Ahora! ¡Los estoy sintiendo!
Confusa, Shelly saltó de la cama.
—Pero... ¿cómo...?
Colt agarró una camiseta del cajón y se la puso.
—No lo sé. Y tampoco me importa. Date prisa y vístete. Lleva solo la mochila.
Los móviles están allí, ¿verdad?
Alejando el sueño, Shelly se tambaleó hacia los cajones.
—Uh... sí... sí...
Rápidamente se pusieron los vaqueros, las botas de senderismo, las chaquetas y
se colgaron las mochilas en los hombros. Al cabo de cinco minutos, Colt estaba
abriendo la puerta de la habitación. Vigiló el pasillo. Estaba tranquilo. Su corazón
palpitaba.
—Vamos. Bajaremos por las escaleras de emergencia.
Shelly lo siguió y corrió hasta la puerta. La adrenalina la invadía. Con la cabeza
girando de estupor, cerró silenciosamente la puerta y al llegar a las escaleras
bajaron hasta la planta baja.
Colt dudó en la puerta. Había una ventanilla de cristal rectangular en ella. Con
cuidado, miró a un lado y al otro. El vestíbulo parecía desierto.
—Vamos —ordenó con voz ronca, abriendo la puerta que emitió un chirrido.
Colt se quedó inmóvil.
Shelly se apretó a su lado.
—¿Qué pasa?
—El ruido de la puerta. —El sudor corría por su sien. Estaba ardiendo y casi
sofocado dentro de la chaqueta. Pero afuera habría unos cuatro grados y sabía que
la necesitaría.
—¿Vamos hasta el coche?
—Sí. —De nuevo, abrió la puerta un poco más. No chirrió—. ¡Vamos!
Corrieron hasta la puerta trasera que conducía al aparcamiento. El frío los
golpeó. Shelly seguía a Colt de cerca. Aterrada, echó una ojeada a su alrededor.
Cada sombra de la pared se convertía en un hombre esperando para asaltarlos.
Dejaron la seguridad del edificio y se trasladaron a los árboles que rodeaban el
inmenso aparcamiento.

107
—¡Maldita sea!
La maldición salió susurrada de la boca de Colt. Shelly se tropezó con él. Se
había detenido tan de repente que no tuvo la oportunidad de detenerse. Las farolas
mostraban claramente el aparcamiento. Cuando Shelly miró hacia donde Colt
estaba enfocado, jadeó. Allí, junto a su Prius rojo, había un hombre. Un joven que
llevaba una sudadera con capucha.
—Su aura es igual a la de Nelson. Es un brujo, Colt. Conocen nuestro coche
—musitó Shelly, agarrándose al brazo de Colt—. ¿Qué vamos a hacer?
Colt exploró la zona, sabía que estaban a salvo entre los árboles.
—Déjame que lo piense. —Había lanzado una poderosa burbuja de protección
que los hacía invisibles para cualquiera, incluso para un hechicero. Volviéndose
hacia el hombre, Colt se alegró de que la protección funcionara ya que no estaba
mirando hacia ellos.
Empezaba a amanecer, pero todavía estaba oscuro.
—Hay que llegar a la canoa. No nos esperaran allí. Lo más seguro es que estén
en el albergue, en nuestra habitación.
Shelly tragó saliva, su pulso latía con miedo. El joven no parecía ser consciente
de ellos y eso era bueno. Se aferró a la chaqueta de Colt.
—¿La canoa?
—Tenemos que irnos de aquí. Está claro que esperaban que fuéramos al coche.
Por eso hay un guardia. Hay que pensar en lo que no esperan que hagamos.
—Cuando descubran que no estamos, saldrán a buscarnos.
—Estoy seguro de que lo harán —replicó él secamente, sujetando suavemente el
brazo de Shelly—. Tenemos dinero, comida, botellas de agua y móviles. Es todo lo
que necesitamos para encontrar la esmeralda. Esa esfera es muy importante. No nos
seguirían tantos hechiceros si no lo fuera. —Sacudió la cabeza y agregó—: Los
árboles nos servirán como tapadera. Llegan hasta el muelle. —Colt miró su
asustado rostro. Le gustaría decirle que todo iba a salir bien, pero no sabía si sería
así. Yellow Teeth estaba en alguna parte. Colt no lo percibía, pero estaba seguro que
el Skinwalker no estaba muy lejos. Sentía una abrumadora necesidad de proteger a
Shelly contra todos. Era tan necesaria en la búsqueda de la esfera como él. Cada uno
tenía habilidades que ayudarían a encontrarla. Esbozó una sonrisa tensa—.
¿Preparada para seguirme?
Asintiendo, Shelly tragó.
—Sí, vamos. Si conseguimos llegar a la canoa y nos alejamos en la oscuridad del
lago, perderán nuestro rastro.
—Eso espero —admitió Colt, caminando lentamente por entre los árboles. La
luz del amanecer era suficiente para no tropezar y caerse sobre las raíces expuestas
o ramas derribadas del bosque cubierto de hojas. No iba demasiado rápido por
deferencia a Shelly. Sentía la nuca rígida. Sus vidas estaban en peligro.

108
Suprimiendo su miedo a la oscuridad y sabiendo que este era el momento del día en
que los brujos recorrían la tierra en busca de un cuerpo para poseer, Colt utilizó su
furia como un escudo. No permitiría que ningún hechicero, conocido o
desconocido, llegara hasta ellos. Nunca.

—¿Dónde están? —ladró Víctor, examinando la habitación vacía del albergue.


Habían encendido la luz, pero no se veía a nadie. Lothar salió de la habitación con
aspecto furioso.
—Debieron de enterarse de que veníamos. —Levantó triunfalmente una cartera
que había encontrado en el suelo. Dentro había una foto de Shelly. Sonrió—.
Estaban registrados bajo un nombre supuesto.
Víctor dejó la manta del sofá y miró fijamente la foto.
—Al menos sabemos que seguimos a la pareja correcta. Han dejado su ropa. Eso
indica que no se han ido hace mucho tiempo.
—Jeff está al lado de su coche. Si los ve, nos llamará por telepatía —mencionó
Lothar, frunciendo el ceño.
—Malditos sean —murmuró Víctor—. Si no pueden llegar hasta su coche,
entonces ¿a dónde más irían?
—Utilizaron una canoa en el otro lago. ¿Por qué no aquí? —observó Lothar.
—¡Eso es! Vamos al muelle. Dejaremos a Jeff junto al coche. ¡Hay que
encontrarlos!

Corriendo rápido hacia el muelle, Shelly notó que sus piernas temblaban... por
miedo a que los hechiceros los encontraran y no por falta de resistencia física. Colt
ya había llegado a las canoas que descansaban en el muelle. Soltó una de color
verde oscuro y la deslizó en silencio en el agua. Le hizo un gesto para que ella se
diera prisa.
El golpeteo de sus botas sonó hueco en el muelle de madera. Jadeando, se subió
a la canoa. Colt le dio un remo.
—¡Deprisa! —la apremió. Saltando a la canoa, Colt los empujó. A unos ciento
veinte metros del muelle se divisaba una gruesa línea de árboles y arbustos que
sobresalían de la orilla. Remaron con fuerza, moviéndose veloces en el frío de la
mañana, parches de niebla rondaban la superficie del lago y a lo largo de la orilla.
Respirando profundamente, Colt miraba continuamente por encima del

109
hombro. Sentía a los hechiceros. ¡Estaban cerca! ¿Los verían? Con el corazón
palpitando en su pecho como una locomotora, apretó el remo con fuerza e impulsó
la canoa hacia adelante.

Víctor bajó la pendiente al galope, aunque la hierba estaba resbaladiza del rocío.
Oteando el lago, no vio nada. Lothar llegó a su lado. Cuando alcanzaron el muelle,
Víctor se detuvo. Sin aliento, estrechó los ojos mientras trataba de ver algo entre la
oscuridad y la niebla. Algunos pájaros comenzaban a llamarse unos a otros, con una
melodía repetitiva.
—No los veo —confirmó Lothar, apoyando las manos en sus rodillas para
recuperar el aliento—. Quizá no han venido aquí.
La furia y la frustración atravesaron a Víctor.
—¡No lo sé! ¿Percibes su rastro de energía? —El problema de estar en un cuerpo
humano era que no podía usar ninguna de sus habilidades de detección debido a la
solidez de la forma. En este momento, no quería deshacerse del cuerpo porque
servía a sus planes.
—No... Nada. ¿Y ahora qué? —preguntó Lothar, con un tono derrotado—. Black
es un Guerrero de la Luz. Si los está protegiendo en una burbuja, no lo
encontraremos. Creo que eso es lo que ha hecho.
Víctor echó un vistazo al reloj.
—Esperaremos hasta las seis de la mañana. Ese recepcionista inútil terminará su
turno cuando llegue el relevo. Le preguntaremos al nuevo sobre el alquiler de
canoas. Alguien tiene que aparecer por aquí y tener una lista de nombres.
—Y si se la han llevado ahora, ¿cómo lo sabrá el empleado?
A veces Víctor quería gritar.
—¡Estúpido, puede que una de las canoas haya desaparecido! Así lo sabrá.
—Oh...
El Señor de las Tinieblas sacudió la cabeza.
—Volvamos. Quiero contarle a Jeff lo que ha sucedido y lo que vamos a hacer.
—Sus poderes telepáticos no eran tan fuertes como lo eran en espíritu. Examinando
el muelle, contó las canoas. Había diecinueve. ¿Faltaba una? ¿Se la habían llevado
los Taqe? ¿Estaban escondidos en alguna parte del lago? Hasta que lo supiera, no
estaba seguro de qué hacer a continuación.
Lothar advirtió su preocupación.
—¿Y si no están aquí?
—Entonces ordenaré a Jeff que se quede cerca de su coche y los buscaremos con
el nuestro por los alrededores. Hay otros albergues cerca. Quizá alguien los haya

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recogido en la carretera principal.
Sacudiendo la cabeza, Lothar lo siguió hasta el aparcamiento.
—Este equipo es resbaladizo. No como el otro.
Víctor resopló.
—Los Taqe aprendieron bien la lección. Ahora no enviarán a alguien que no sea
inteligente y se mantenga alerta. Perdieron a uno de los miembros de su equipo e
intentan impedir que vuelva a suceder.
Abatido, Lothar caminó rápidamente al lado de Víctor. A lo lejos vio a Jeff
apoyado contra el Prius, con los brazos apoyados en el pecho y aspecto aburrido. La
luz del alba ya era suficiente para que pudieran leer su expresión.
El caballero suspiró.
—Si eso es verdad, será más difícil para nosotros.
—Están evolucionando en sus estrategias —aclaró Víctor—. No es ninguna
sorpresa. Ahora eligen a gente que solvente los problemas tan rápido como
nosotros los creamos.
—Sólo me gustaría saber cómo se enteraron de que veníamos.
Víctor encogió los hombros.
—No importa. Lo que importa ahora es encontrarlos. Están en algún lugar de
este lago o en un coche en la carretera.

—¿Estás bien? —preguntó Colt, dejando la canoa junto a la orilla. Estaba


amaneciendo, un estirado color rosado detrás de las Rocosas silueteando sus picos
irregulares cubiertos de nieve. Shelly se había arrodillado en el suelo y estaba
abriendo su mochila.
—Sí, sólo tiemblo por la adrenalina. Eso es todo.
Colt se arrodilló frente a ella y se desprendió de su mochila. Estaban ocultos en
lo profundo de un bosque. La gruesa vegetación a lo largo de la orilla era una
pantalla perfecta para ocultarlos. Tenía las manos arañadas donde había arrastrado
la canoa entre los arbustos.
—Percibo que los hechiceros se van —dijo, sacando de la mochila una botella de
agua y una barrita energética.
—Sí, ya no están tan cerca. Incluso noto que su energía no es tan fuerte como
antes. —El alivio hizo que las manos de Shelly temblaran menos.
Contemplando el rosa de la aurora que se reflejaba en la superficie del lago, Colt
pensó en lo hermoso y sereno que era ese lugar ahora mismo.
—Siento que nos siguen cazando, pero van en una dirección diferente, lejos de
nosotros. Eso es bueno.

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Ella bebió un poco de agua.
—¿Qué piensas que harán después?
Colt quitó el envoltorio de su barrita.
—Creo que pensarán que nos hemos ido por la carretera para escaparnos
porque no hemos conseguido llegar al coche, o que estamos en el lago.
—¿Cómo saben que todavía seguimos aquí? —indagó Shelly con una arruga
entre las cejas.
—Los brujos no son estúpidos —murmuró Colt entre mordiscos—. Nos
llevamos una canoa del muelle. Estoy seguro de que el empleado que llegue a las
seis contará las canoas y descubrirá que ha desaparecido una. Todo lo que tienen
que hacer los hechiceros es preguntarle y eso les confirmará que nos la llevamos.
—Los brujos no podrán asegurar que nos la llevamos nosotros —argumentó
Shelly, sintiendo que el miedo serpenteaba otra vez por su interior. Colt parecía
tranquilo y seguro de sí mismo. Ella se sentía como un flan.
—Oh, ya lo creo que sí. No podemos suponer que no se enteraran, Shelly. Eso
nos pondría en más peligro de lo que ya estamos.
—Creo que tienes razón —admitió a regañadientes—. Ahora mismo estoy tan
asustada que apenas puedo andar.
Con una tierna mirada, Colt le ahuecó la mejilla.
—Respira profundamente. Eso es lo que hacía cuando era niño y me asustaban
los Skinwalkers alrededor de nuestro hogan buscando por la noche una manera de
entrar. Ayudará a que te calmes.
El calor de su mano alivió algo su miedo. Ella lo tocó.
—Gracias —dijo con un tono apagado y sonriendo ligeramente.
Colt se obligó a regañadientes a bajar la mano. Hablaban en susurros, a pesar de
estar rodeados de arbustos por todos los lados.
—Los que trabajamos en los reinos místicos de la vida aprendemos todo sobre
la luz y la oscuridad. Has vivido en el mundo de la luz, pero ahora estás viendo su
lado oscuro —le explicó, terminando su barrita. Hoy no habría bacon ni huevos.
—Lo sé, pero el lado oscuro siempre me ha sonado tan lejano porque nunca
antes he interactuado con el mal —admitió Shelly, desenvolviendo una barrita.
Colt contempló el tranquilo lago. El sol saldría en aproximadamente una hora, a
las seis de la mañana.
—Tenemos alrededor de una hora antes del amanecer. Después de terminar de
comer, empezaremos a buscar a lo largo de la orilla. Los hechiceros no confirmarán
que seguimos aquí hasta dentro de una hora, eso nos da ventaja.
—Muy bien, estoy preparada.
Después de levantarse y colocarse la mochila, Colt agarró la ligera canoa y la
deslizó silenciosamente en el agua.
Shelly se subió y sujetó su remo. Colt le había dicho que fuera delante, no sólo

112
para buscar las rocas, sino para sentir cualquier vórtice que estuviera cerca. Guió la
canoa a una distancia de un metro de la orilla. Más allá, se veía un ancho desnivel.
Esperaba, sin mucha esperanza, que allí estuvieran las rocas que estaban buscando.
Colt observaba a Shelly, que buscaba pistas entre las rocas. Los hechiceros
todavía estaban cerca. Notaba que emitían débiles sondas tratando de localizarlos.
Por suerte, estaban encubiertos y no había forma de que el malvado trío los
encontrara. Una hora. Eso era todo lo que tenían. Ahora más que nunca, Colt
deseaba vivir para amar a Shelly. ¿El Gran Espíritu le daría esa oportunidad?

113
Capítulo 15

Víctor no esperó mucho tiempo más antes de ordenar a Jeff que empezara a
recorrer la carretera que llevaba al albergue. Si los Taqe se habían escapado en
algún coche, Jeff los encontraría. Siguiendo una corazonada, volvió al muelle donde
Lothar le estaba esperando.
—¿Listo? —preguntó Víctor. Lothar había arrastrado una canoa roja de la orilla
y metido en el agua.
—Sí. Es un buen plan. ¿Por qué esperar a que alguien venga a contar las canoas?
Si han robado una, nosotros también lo haremos. Es posible que los encontremos
antes de que empiecen las actividades del día.
El Señor de las Tinieblas subió y tomó posición en la proa.
—Creo que están en algún lugar del lago. —Echó un vistazo a la penumbra y la
niebla mientras Lothar se sentaba en la popa y empezaba a remar. Maldijo al
Guerrero de la Luz. El poder de Black era mucho más grande de lo que había
supuesto, sobre todo desde que había protegido a la mujer y a sí mismo en una
burbuja de invisibilidad. Estrechando los ojos, comenzó a buscar alguna señal de
los Taqe. El amanecer se alzaba, pero demasiado despacio para su exigua paciencia.
Gran parte del lago permanecía oscuro, sumergido en profundas sombras. No era
capaz de distinguir nada. Si él fuera ese Taqe, se quedaría cerca de la costa para no
ser visto. Sería la mejor estrategia.
—Deberíamos saber muy pronto si están aquí —señaló Lothar, remando con
fuerza.
Este lago tenía muchos más árboles y menos pendientes rocosas que el lago
Agnes, haciendo más difícil localizar a los Taqe. Aunque dentro de una hora la luz
les ayudaría a ver mejor.
—¿Ves algo? —preguntó Lothar, con la esperanza sonando en su voz.
—No. Todavía está muy oscuro. —Estar en cuerpo humano hacía que sus
habilidades para distinguir auras estuvieran muy limitadas. Y los rastros
energéticos estaban fuera de toda cuestión—. Rema cerca de la orilla, mis sentidos
me dicen que tienen que estar por allí. —Víctor no se sentía incómodo con la
situación por tener que buscarlos a la manera humana. Después de todo, ya había
robado una esmeralda de esa manera. ¿Por qué no otra?
—De acuerdo —aceptó Lothar—. Si están aquí, los encontraremos.

114
Shelly contuvo la respiración mientras se agachaba más detrás de un arbusto, a
unos tres metros de la orilla.
Justo delante de ellos, una canoa roja con dos hombres dentro se deslizaba por
el lago. Colt entrecerró los ojos y le susurró al oído:
—Son ellos, pero con cuerpos diferentes. Veo las señales en sus auras. En el lago
Louise no sabía lo que estaba mirando, pero ahora sí. Tienen la misma firma que
Trip y esos gemelos. —¡Tres hechiceros! Colt estaba perplejo. Y además, también
Yellow Teeth. ¿Quiénes serían?
Shelly se calmó algo cuando pasó la canoa. El hombre de delante era delgado y
tenía una altura de casi un metro ochenta. El otro era el único que remaba y se veía
más alto y fornido.
—Esa pobre gente... —musitó Shelly.
Apretando la boca, Colt deslizó el brazo por sus hombros. Habían escondido
sus chaquetas de colores brillantes, y las camisas de color verde oscuro les
ayudaban a mezclarse con el entorno. Después de otros cinco minutos, la canoa
desapareció por una curva que se dirigía al extremo sur del lago.
—Por ahora estamos a salvo —Colt se levantó y recuperó las chaquetas. Le
entregó a Shelly la suya y se las volvieron a poner debido al frío que aun hacía.
—¿Qué hacemos ahora? ¿Esperamos?
—Seguiremos buscando a pie por esta orilla. Dejaremos escondida la canoa.
Espero que los brujos piensen que no estamos aquí. Iremos detrás de ellos y
permaneceremos tras los arbustos para que no nos delaten las chaquetas. Lo más
probable es que recorran cada centímetro del lago en canoa. Eso les costará un par
de horas y nos dará más tiempo.
—Y cuando vuelvan con la canoa al muelle, ¿qué? —preguntó Shelly,
sujetándose la mochila.
—Estoy seguro de que le preguntarán al empleado cuántas canoas hay y
descubrirán que ha desaparecido una.
—Entonces volverán y comenzarán a buscarnos por tierra —añadió ella con
desánimo.
—Sí. Pero será dentro de dos horas. Si tenemos suerte y nos escondemos bien,
no nos encontraran y eso nos dará más tiempo.
Shelly observó las aguas oscuras.
—Desearía que la esfera estuviera cerca, la encontráramos, y nos fuéramos de
aquí sin que ellos se enteraran de nada.
Empezaron a avanzar por la orilla.
—Nada en la vida es fácil, Shelly. Ya lo sabes.
—Lo sé —murmuró. La luz era cada vez más brillante. Era más fácil ver las
rocas y la vegetación a lo largo de la orilla.
—No se puede pedir la luna. —Shelly se rió ligeramente.

115
Colt también desearía que las cosas fueran más fáciles. Saber que los hechiceros
estaban en el lago y tan cerca de ellos disparaba sus alertas internas. Shelly le había
dicho que sólo se podía combatir a un hechicero con amor. Le resultaba difícil
aceptarlo cuando lo pensaba. Ella nunca había conocido a un brujo hasta ahora, ni
tampoco había probado su teoría. Por eso él confiaba en su propio entrenamiento
como nunca antes.
Si uno de los hechiceros le atacaba, sabía que Shelly sería la siguiente. ¿Su
protección resistiría el ataque? No lo sabría hasta que sucediera. Eso hacía que la
búsqueda fuera aún más importante. Y, sobre todo, tenían que seguir ocultos.
Después de diez minutos de caminata, Shelly se detuvo. Habían llegado a la
curva del lago. Desde allí veían la canoa roja más adelante. Retrocedió y
permaneció oculta junto a los árboles.
—Allí están.
Colt se acercó y le pasó el brazo por los hombros.
—Intentan encontrarnos.
Shelly dio la bienvenida al inesperado abrazo y se apoyó en él.
—Me tiemblan las piernas.
Colt miró su rostro y se le encogió el corazón. Una intensa ráfaga de amor le
atravesó.
—No nos pasará nada. —Realmente no lo creía, pero esperaba que ella sí.
Cerrando los ojos, Shelly apoyó la cabeza en su hombro.
—Sólo quiero acabar con este asunto. No me di cuenta de lo peligroso que sería.
—Apretando la boca, agregó—: No lo habría hecho, Colt. No habría venido a
reunirme contigo.
—Es demasiado tarde —declaró Colt, depositando un casto beso en la cabeza—.
Los sueños que tuvimos fueron reales. El Gran Espíritu nos eligió. No sé por qué,
pero tenemos que encontrar la esmeralda. Sigamos buscando el vórtice.
—Nunca he querido ver dos rocas juntas tanto como ahora mismo —replicó ella
con brusquedad. ¿Qué significado tenía esa esfera esmeralda? Colt tenía razón; la
curiosidad los empujaba a seguir. Esperaba que mereciera la pena ya que en este
momento sus vidas estaban en peligro, literalmente.
Riéndose suavemente, Colt la soltó.
—Siento lo mismo que tú. Mientras ese hechicero esté en el lago tenemos que
ser sombras. Continuaremos por la línea de los árboles. Desde aquí exploramos la
orilla bastante bien y no nos verán.
—¿Crees que descubrirán nuestras chaquetas? —preguntó Shelly con un tono
preocupado.
Colt consideró la pregunta. Ella llevaba una roja y él una amarillo. El sol se
elevaba y estaban en el lado oeste del lago. Cuando la luz del sol se derramara sobre
la cumbre de las montañas, los enfocaría en primer lugar. En este momento estaban

116
protegidos por sombras profundas.
—Cuando el sol empiece a salir nos las quitaremos y las guardaremos. Por
ahora creo que estamos a salvo. Están buscando por delante y no miran hacia atrás.
Nos quedaremos lo suficientemente lejos por si acaso se vuelven, de ese modo no
nos descubrirán.
Shelly se mostró de acuerdo.
La vegetación les proporcionaba una buena cobertura. La marcha era lenta
porque había un montón de ramas caídas durante años debido a las fuertes
nevadas. Tenían que estar completamente concentrados.

Víctor estaba en el muelle con las manos en las caderas. El encargado del
alquiler de canoas se tranquilizó cuando le entregó un montón de dinero por la
canoa que habían utilizado. Cuando llegaron al muelle, el hombre, un escocés que
se llamaba T. S. Mitchell, estaba furioso con ellos. Su sincera disculpa le había
apaciguado al instante.
—Y, dime —comentó Víctor de una manera muy afable—, ¿faltan otras canoas?
—Sí, señor. Una verde.
—¿Estás seguro? —curioseó Lothar.
—Sí, lo estoy.
—Ya veo —farfulló Víctor, mirando hacia el otro lado del lago. El sol se había
levantado y la temperatura aumentaba. En cualquier otro momento habría
disfrutado de la belleza del lago, pero no esta mañana.
Se giró hacia Lothar.
—Vamos. No sé tú, pero el viaje en canoa me ha dado hambre. ¿Quieres
desayunar?
Lothar asintió.
—¡Tengo suficiente hambre como para comerme un búfalo!
Víctor se volvió al escocés.
—Gracias.
—¿Señor?
—¿Sí?
—Sabe que hay una alerta de osos pardos, ¿no? Hoy no se pueden alquilar
canoas porque hay una hembra con dos cachorros en el lado este del lago.
—Ah. No lo sabía.
—Si planea hacer senderismo por la zona, ese lado entero del lago está fuera de
los límites hoy. A veces la osa baja al lago buscando crías de alce recién nacidas.
Como hoy.

117
—Gracias por la advertencia —le agradeció, alzando la mano al escocés.
Mientras subían por la colina, Víctor comentó:
—Es un giro interesante, ¿no crees?
—¿Cuál? ¿Qué haya un oso en el lago?
—Sí. Estoy seguro que esos Taqe están allí. Son lo suficientemente inteligentes
como para dejar la canoa y continuar la búsqueda a pie. La única pregunta ahora es;
¿dónde están? ¿Dónde se han parado antes de ocultar la canoa?
Lothar se encogió de hombros.
—No los he sentido.
—Por supuesto que no —expuso Víctor, frunciendo el ceño—. Son guerreros.
Saben cómo ocultarse de nosotros. No hay forma de detectarlos. Vamos hasta el
aparcamiento para reunirnos con Jeff. No habrá encontrado a nadie en la carretera
porque los Taqe están aquí. Vamos a por él y desayunaremos en el albergue.
—¿Y después, mi señor?
Víctor sonrió.
—Creo que la mejor manera de localizarlos es encontrar a esa osa.
—¿Qué quieres decir?
—Después del desayuno, abandonaré este cuerpo y encontraré a esa osa. No
hemos podido localizar a los Taqe, pero te garantizo que un oso puede oler a un
humano a más de un kilómetro de distancia. Poseeré a la osa y los cazaré. —Se echó
a reír satisfecho con su plan—. Se necesita a un cazador para encontrar a otro...

—¡Para! —Shelly levantó la mano—. ¡Un vórtice!


Colt se aproximó.
—Sí, también lo puedo sentir. Vamos a acercarnos.
Shelly avanzaba mientras Colt vigilaba desde la retaguardia, mirando
constantemente el lago. No había otras canoas en el lago y eso le inquietaba. El día
era muy agradable. ¿Por qué nadie había salido a remar? Eso lo dejaba aún más
cauteloso que antes.
Shelly señaló con alegría.
—¡Es un vórtice andrógino!
Colt miró el lugar donde señalaba y luego a ella. Observó su rostro ruborizado y
los ojos brillantes de excitación.
—¿Ves las dos rocas también?
—Sí. Tengo que bajar para comprobarlo... —indicó Shelly—. ¡Es este, Colt! Lo
sé. —Apretó la mano contra su corazón.
—Tal vez —contestó él con cautela.

118
—Lo es.
—¿Qué vas a hacer primero? —Colt sabía cómo lo haría él, pero Shelly había
pasado la vida buscando vórtices. Además, era mejor que se centrara en algo
positivo en lugar de en esos hechiceros persiguiéndolos.
—Entraré en el vórtice y averiguaré qué clase de portal es, a dónde va o a qué
está conectado.
—Podrías desaparecer. ¿Estás preparada para eso?
—Lo estoy.
—¿Has desaparecido antes en uno? —Quizás acabaría en un mundo paralelo.
—Sí. Asusté a mi padre una vez. Estábamos revisando un vórtice andrógino en
los Territorios del Norte cuando desaparecí.
—¿Cuánto tiempo estuviste? ¿Dónde fuiste?
—Desaparecí unos cinco minutos, pero me pareció que había pasado mucho
más tiempo. Mi padre se alarmó bastante, pero sabía lo suficiente como para no
entrar en el vórtice. Así que esperó, pero fue muy difícil para él.
Colt se lo imaginaba.
—¿A dónde te llevó?
—Fue muy interesante. ¿Conoces algo de los aborígenes australianos y su
“Tiempo de Ensueño”?
—Sí, pero cuéntame lo que sabes tú —la instó.
—El “Tiempo de Ensueño” es otro término para llamar a los vórtices
andróginos de todo el mundo. Los aborígenes saben dónde están ubicados esos
vórtices en Australia. Entran en el vórtice, el portal se abre y los lleva a la cuarta
dimensión. Pueden viajar a lo largo de las autopistas de energía, o las líneas ley, a
otros lugares. Los vórtices andróginos están muy apartados, pero ayudan a hacer el
viaje más fácil. De esta manera se ha intercambiado y compartido el conocimiento
metafísico por los místicos del mundo, desde la antigüedad hasta el presente.
»No sólo eso, místicos de diferentes países compartieron sus símbolos, obras de
arte y leyendas entre sí. No importa a qué lugar del mundo vayas, verás símbolos
idénticos de un continente a otro. Así es como sucedió. ¿No es emocionante?
Colt se empapó de su entusiasmo.
—Es interesante. Entonces, ¿este vórtice es un portal a una de esas autopistas
que la gente antigua atravesó?
—No lo sabré hasta que entre en él. —Le apretó la mano—. Si desaparezco, no
te asustes, ¿de acuerdo? Volveré enseguida. Sé cómo entrar y salir de un portal, así
que sé paciente. —Observó los turbulentos ojos azules de Colt, distinguiendo la
preocupación en ellos. Abrazándolo, le besó impulsivamente sin importarle que eso
le distrajera. Necesitaba besarlo. Corría un cierto riesgo al entrar en esta clase de
vórtices y no quería irse sin decirle adiós.
Atónito por el repentino beso, Colt gimió y rodeó su curvilínea figura con los

119
brazos. Separó los labios al instante en que rozaron su boca. Shelly sabía muy dulce.
Apretándola contra él, inhaló el perfume del revuelto cabello rojo que se
arremolinaba a su alrededor y saqueó su suave y exploradora boca. Cuando sintió
su sonrisa bajo su boca, se relajó por primera vez desde que comenzaron esta
aventura. Ella deslizó audazmente la lengua por su labio inferior. La ráfaga de
electricidad lo atravesó hasta llegar a su entrepierna. El mundo dejó de existir
cuando la arrasó de todas las maneras posibles.
Sus firmes pechos se apretaron contra su torso. El latido de su corazón le
recordaba al de un pequeño pájaro. La boca de Shelly le hacía arder. Mientras su
lengua provocaba tentativamente la suya, Colt perdió todo contacto con el mundo
exterior. El roce fue tan sensual que sintió que sus piernas se debilitaban de deseo.
Shelly se apartó y sonrió.
—Voy a entrar en el vórtice, pero volveré. —Intentó sonar confiada antes de
girarse y dirigirse decidida hacia el vórtice. Y entonces, desapareció.
Colt vio que el portal se abría y volvía a cerrarse, distinguía la energía blanca y
dorada. Shelly desapareció en un segundo. La amaba. La quería como nunca había
querido a ninguna mujer. Le costaría toda su fuerza de voluntad esperarla. Conocía
a chamanes que habían pasado por los portales de la reserva para no volver jamás.
Siempre era una decisión arriesgada. Intentó controlar su inquietud y seguir alerta.
Justo cuando empezaba a resignarse por la ausencia de Shelly, percibió a un
hechicero cerca. ¿Estaba en la canoa? ¿Iba a pie? No estaba seguro. Lo único que
intuía era que el hechicero los acechaba en serio. Esta vez, su adversario estaba
decidido a encontrarlos.

120
Capítulo 16

En el momento en que Shelly puso un pie sobre la roca negra y el otro en la


blanca, advirtió un increíble cambio de energía y cerró los ojos. ¿A dónde la llevaría
el vórtice?
Su boca todavía cosquilleaba por el beso, y su corazón se hinchó de amor por él.
No importaba lo que le sucediera en este peligroso viaje, había conocido al hombre
de sus sueños. Ya no le entristecían sus relaciones pasadas. Colt era una persona de
confianza, un hombre al que podría amar sin temor a que la utilizara o manipulara.
Con esa energía sensual rodeándola, no luchó contra el movimiento invisible que
sintió a su alrededor. Era una sensación familiar que calmaba su inquietud.
El calor la abrazó. El movimiento cesó.
—Abre los ojos, Shelly.
La orden mental la sobresaltó y abrió los ojos. Se veía una niebla blanca por
todas partes, pero no había nadie.
—He venido a por la esfera esmeralda. ¿La tienes? —preguntó telepáticamente
mientras se volvía para mirar detrás. Los filamentos blanquecinos le recordaban a
las nubes girando en el cielo.
Empezó a ver a alguien materializarse a unos dos metros. Era una mujer alta
con ojos verdes ligeramente inclinados. Shelly no la reconoció. Algas marinas
rodeaban su esbelta figura. Tenía los pies cubiertos por coral de colores brillantes y
su cabello estaba compuesto de finas algas que fluían por un canal invisible de
energía. No era un ser humano. Afortunadamente, Shelly se había topado con
bastantes alienígenas, dioses y diosas en otros portales que había explorado a lo
largo de los años. Sin embargo, fueron los grandes ojos verdes de la mujer lo que la
tranquilizó. El amor y el cariño irradiaban de este ser.
—Soy Niru, hija del océano.
Shelly inclinó la cabeza en deferencia.
—Me siento honrada por tu presencia. ¿Vives en los océanos de nuestra Madre?
—Sintió más que vio la sonrisa de la diosa, causándole una radiante sensación de
alegría en su interior.
—Mi casa está en una playa en un lugar que conoces como la Isla del Sur de Nueva
Zelanda. Nací allí hace muchos millones de años. Mi trabajo consiste en conservar las aguas
de este planeta limpias y vivas. Mis asistentes son los delfines y las ballenas que mantienen
una armonía pacífica para que la Madre Tierra pueda sobrevivir al ataque de los seres
humanos. Cuando ves un arco iris es una señal de que estoy cerca.
Shelly sintió como si estuviera balanceándose en las corrientes del océano,
aunque no las veía.

121
—Gracias. Los humanos han ensuciado el agua de esta Tierra, pero sé que hay muchos
que están tratando de detenerlo. —La sensación de agua fluía en grandes y lentas
corrientes a su alrededor. ¿Era un portal para llegar al reino oceánico de Niru?
—Sí, estás dentro de una cámara de mi casa. No tengas miedo, no te ahogarás. Esta
cámara es un portal para los que quieren trabajar conmigo. Tengo portales de vórtices en todo
el mundo para los seres humanos que se preocupan por la salud de nuestros océanos. Siempre
encontrarás estos portales cerca de estanques, lagos, arroyos, océanos o ríos. Cualquiera que
quiera hablar conmigo solo tiene que hacerme una ofrenda de agua, llamarme, y yo vendré.
Shelly sonrió.
—Es una bonita manera de invocarte, mi señora. ¿Eres la cuidadora de la esfera
esmeralda que buscamos?
Niru levantó los brazos.
—Hace mucho tiempo, una sacerdotisa inca llegó a Nueva Zelanda. Encontró la cueva
donde nací. Rezando, me pidió que me presentara y guardara la esfera esmeralda. Le dije que
lo haría. Un día, la sacerdotisa me dijo que aparecería una mujer, una mujer nacida para
encontrar la esfera y ayudarla a cumplir su próximo destino. Le prometí que haría todo lo que
pudiera, así que te envié a ti y a Colt el mismo sueño. Los dos habéis conseguido contactarme.
Shelly se asombró por la revelación. ¿Cómo supo esa sacerdotisa inca que ella
existiría o llegaría hasta aquí?
—Niru, si sientes que soy la mujer correcta, ¿puedo ver la esfera ahora? Estoy preparada
para recibirla. Solo quiero que haya paz en este planeta.
—Te regalo la esfera con gran placer y esperanza. Sé consciente, hija mía, de que esta
esfera simboliza la valentía.
Shelly vio que levantaba los brazos. El agua de color verde esmeralda y
turquesa fluyó alrededor de Niru hasta darle una forma larga y ligera. La mirada de
Shelly se posó en las manos cubiertas de algas de la diosa del mar. Por un momento,
no pasó nada. Entonces, la esfera apareció entre las hojas ahuecadas de las algas. En
cuestión de segundos se volvió cada vez más sólida. A medida que se formaba, vio
las emanaciones doradas y verdes que brotaban como los rayos de un
resplandeciente sol. Jadeando, sintió la energía de la esfera mientras se
materializaba completamente dentro de las manos de Niru.
—Hija mía —le advirtió Niru—, cuando ponga esta esfera en tus manos volverás a tu
tiempo y lugar. Ten cuidado porque el peligro te espera. Sólo el amor puede salvarte.
Recuérdalo...
—Gracias mi señora. Agradezco que cuidaras de la esfera y tu vínculo con este planeta
que tanto amamos. —Extendió la mano. Su corazón latía con excitación mientras la
esfera dejaba las algas y se dirigía hacia ella. La esfera se posó en su palma. Era
pesada, mucho más de lo que esperaba. Curvó los dedos alrededor—. Gracias, Niru.
—Se tocó el corazón con la mano derecha e inclinó la cabeza en deferencia a la
antigua diosa del mar.

122
—Vete en paz y con la luz, hija mía —se despidió Niru.
En ese momento, Niru se disolvió y sólo quedaron flotando una vez más los
filamentos blancos de luz. Con una increíble fuerza y el amor palpitando por su
cuerpo, comprendió por primera vez el poder de la esfera. ¡No era extraño que los
brujos la quisieran!
Cerró los ojos y volvió a su mundo. La advertencia de Niru la perseguía.
Estaban en peligro. Podían morir...

Colt esperó inquieto mientras Shelly se materializaba. Sus pies pisaban


firmemente las dos rocas. En la mano tenía una esmeralda increíblemente hermosa
y poderosa. ¡La había encontrado!
Antes de poder celebrarlo, escuchó el rugido de un enorme animal detrás de él.
Cuando se volvió bruscamente, sus ojos se ampliaron. ¡Una osa grizzly plateada
cargaba hacia él con dos cachorros en sus talones! Colt se tensó. En la reserva
Navajo nunca había tenido un encuentro con ningún oso. Tenía que proteger a
Shelly más que a su propia vida. ¿Pero cómo? La osa se acercaba a una velocidad
espantosa. Tenía la boca abierta, la saliva goteaba al enseñar los dientes.
Colt miró el suelo y vio una rama mojada de unos dos metros en la orilla, tan
gruesa como la muñeca de un hombre. La agarró. La osa cambió de rumbo y se
dirigió donde Shelly se estaba materializando.
«¡No!» Colt giró y gritó para llamar su atención. Saltando por las rocas
resbaladizas, corrió para interceptar a la furiosa madre osa. Su cabeza giraba
mientras pensaba en enfrentarse a una osa de cuatrocientos kilos. ¡De todas las
cosas que esperaba, nunca se habría imaginado que los atacara un oso!
Colt saltó hasta la tierra cubierta de hierba. Los dos cachorros corrían rápido
para mantenerse al lado de su madre. Ellos también se veían furiosos. ¿Cómo iba a
evitar que los tres atacaran a Shelly?
Tomando posición, Colt se plantó entre los osos y Shelly. Respiró con fuerza.
Solo los separaban unos quince metros de la enorme osa. Se sentía como una mosca
enfrentándose a un camión fuera de control que se precipitaba hacia él.
Cuando la osa cargó rugiendo y con la pata levantada, el vibrante sonido
atravesó a Colt. Cuando era niño solía pastorear ovejas por las mesetas donde los
coyotes acechaban a los animales. Allí ahuyentaba a los coyotes con una rama larga.
Su padre siempre decía que un golpe en el hocico haría que el animal huyera. El
hocico de cualquier animal salvaje era su punto débil, el punto más sensible del
cuerpo.
Levantando la rama sobre su cabeza, se balanceó con fuerza justo cuando el oso

123
le lanzaba un zarpazo. Los brazos se llevaron la peor parte del golpe. Había
apuntado directamente al hocico de la osa. El choque entre la embestida del animal
y la fuerza de su ataque rompió la rama por la mitad con un enérgico crujido.
La osa se estrelló contra el suelo, rugiendo de dolor. Con sus enormes y largas
garras palmeaba una y otra vez su hocico sangrante.
Colt jadeó y saltó a un lado cuando la osa cayó a sólo un metro. No tenía tiempo
de ver lo que haría después la madre. Los cachorros, que pesaban fácilmente ciento
ochenta kilos cada uno, cargaron en su lugar.
Girando la rama, pegó al primer cachorro en la cabeza. El animal gritó y cayó
hacia atrás.
El segundo gruñó y cuando cargó, Colt golpeó de nuevo. Con una precisión
mortal, logró dirigir la punta rota al hocico del cachorro. También rugió de dolor,
cayendo y palmeando salvajemente su hocico.
Arriesgó una mirada por encima del hombro. ¡Shelly se había materializado
completamente! Acababa de bajar de las rocas. Sus ojos estaban abiertos de
incredulidad.
Él volvió a dirigir su atención a los osos, notando que la madre sangraba
profundamente. Había retrocedido, igual que sus dos cachorros. Se quedó de pie,
jadeando y esperando su próxima carga. Cuanto más miraba los ojos de la osa, más
distinguía una oscuridad plana. Algo estaba mal, aunque no conseguía entender lo
que pasaba.
—¡Colt, ven aquí! —gritó Shelly.
Sujetando aun la rama, se volvió y corrió hasta pararse junto a ella.
—¿Estás bien? —le preguntó Colt, sin aliento.
—Sí. ¿Y tú? —Ella se acercó a él, aterrorizada.
—Sí, pero estamos en problemas. Esos osos nos atacaran de nuevo. No podemos
superarlos, Shelly. Y no tenemos la canoa para escapar por el lago. —Se volvió. La
madre osa sacudía la cabeza, todavía tocando su herida.
—Oh, Dios —soltó Shelly, señalando a la osa.
Los ojos de Colt se convirtieron en rendijas cuando vio una enorme nube negra
que salía disparada de la cabeza de la osa. En cuestión de segundos, el animal se dio
la vuelta y empezó a correr hacia los árboles con sus cachorros a cuestas.
—¡El hechicero! —gritó Shelly. Lo que hizo después fue instintivo, sólo un
reflejo de supervivencia. Algo la impulsó a sujetar el brazo de Colt y poner la esfera
entre ellos, a nivel del corazón. Se escuchó un enorme ruido como una explosión,
igual que si un avión militar hubiera roto la barrera del sonido encima de sus
cabezas. El suelo y el aire temblaron violentamente.
Colt la abrazó, notando un asombroso cambio sísmico de energía a su
alrededor. Ya había lanzado su barrera protectora contra su atacante. El hechicero
de la nube negra estaba casi encima. Sabía que estaba escondido en alguna parte de

124
esa nube que se movía rápidamente hacia ellos. El hechicero haría cualquier cosa
para conseguir la esfera.
Apretando con fuerza a Shelly, Colt dio la espalda al hechicero.
Tan pronto como lo hizo, se produjo otro fuerte ruido. Como si un segundo
avión acabara de romper también la barrera. La tierra tembló violentamente bajo
sus pies, y la vibración recorrió cada célula de su cuerpo. Shelly se aferró a él. Colt
cerró automáticamente los ojos, apretó los dientes y esperó el ataque.
Cuando no sucedió, sacudió la cabeza y miró. Sus ojos se agrandaron cuando
vio que una inmensa burbuja verde y dorada los rodeaba. ¿Qué estaba pasando?
Levantando la vista, observó cómo el furioso hechicero continuaba atacándolos con
toda su rabia. Y entonces, sucedió algo que no había previsto.
Escuchó un grito agudo. Un grito largo y agónico de un hombre completamente
rabioso. La nube negra se detuvo a unos cuantos metros por encima de ellos.
Sostuvo más cerca a Shelly. Si alguien iba a morir, sería él. ¡Shelly tenía que
sobrevivir! La amaba más que a su vida.
Shelly levantó la cabeza.
—¡La esfera nos protege!
Todo se veía verdoso. No se dio cuenta de lo que pasaba hasta que Shelly lo
dijo. Una sensación cálida palpitaba entre ellos, en el lugar donde descansaba la
esmeralda. La preciosa esfera les había salvado del ataque del hechicero.
En cuestión de segundos, vio dos pequeñas nubes negras unirse a la más grande
por encima de la burbuja verde. Los tres brujos habían poseído a los osos y ahora se
movían alrededor de la burbuja buscando una entrada.
—¡No pueden llegar hasta nosotros! —proclamó Colt, agradeciendo la
protección.
Justo cuando se empezaba a sentir seguro, Yellow Teeth salió disparado del
cielo dirigiéndose hacia ellos como un cohete. Al instante se puso en guardia para el
próximo ataque. El Skinwalker enseñó los dientes mientras se abalanzaba.
Otra vez, se escuchó un fuerte ruido cuando el Skinwalker golpeó la burbuja
con toda su fuerza. Colt observó con asombro al brujo estrellarse contra la energía
verde, provocando una explosión cegadora de luz. El Skinwalker desapareció en un
instante al tocar la luz de la esfera esmeralda. Por fin, su enemigo estaba muerto.
Pero Colt no podía alegrarse aun. Las otras tres aterradoras nubes negras
seguían flotando por encima. Se habían dado cuenta de que si tocaban la burbuja
también morirían. Apretó más a Shelly, esperando que a partir de ahora sus más
profundos miedos se desvanecieran.

125
Víctor bramó de frustración. Tocar la protección verde lo convertiría en un
Taqe. Lothar también lo sabía, pero Jeff, sin duda curioso y nuevo en el mundo de
los Tupay, tocó la energía de la burbuja.
—¡No! —gritó Víctor—. ¡No la toques!
¡Demasiado tarde! Jeff rebotó sobre la superficie dorada y verde como una
pelota de golf en la pared.
Furioso, Víctor gruñó a Lothar.
—¡Ve por él! ¡Comprueba si lo ha cambiado!
Mirando la burbuja y los dos Taqe dentro, que estaban claramente asustados,
Víctor maldijo una vez más. Por alguna razón, esa maldita esfera los protegía. No
había manera de llegar hasta ellos. No importaba lo que hiciera ahora, la esfera
estaba claramente del lado de los Taqe. Víctor sabía que tenía que irse.
Volviéndose, vio a Lothar arrodillado junto a Jeff.
—¿Cómo está? —preguntó Víctor.
—Estoy bien. De verdad que lo estoy... —murmuró Jeff, sacudiendo la cabeza.
Lothar le puso una mano en el hombro. El joven sostenía su cabeza entre las
manos, claramente aturdido.
—¡Estúpido idiota! —ladró Víctor—. No se puede tocar nada de procedencia
Taqe. Es mortal para nosotros. ¿No viste que el Skinwalker se desintegró? ¡Su alma
está muerta!
Jeff asintió, sintiéndose completamente sacudido.
—Sí, mi señor. Lo siento, no lo sabía —musitó, notando como si sus entrañas
fueran de gelatina. Unas extrañas emociones circulaban en su interior—. Me siento
como si hubiera tocado un cable eléctrico y dado una descarga.
Lothar le dio unas palmaditas en el hombro.
—Está bien. No te preocupes.
Víctor miró fijamente a los osos que huían hacia la seguridad del bosque. Los
animales no sufrían el destino de los humanos. Sus cordones plateados no se
cortaban y siempre seguían intactos después de haber sido poseídos. Cuando Colt
había golpeado la nariz de la madre, Víctor había sentido el dolor directamente.
¿Quién se iba a imaginar que el Taqe le golpearía en el hocico con una rama? La
inventiva de los Guerreros de la Luz nunca dejaba de sorprenderle.
—Vamos. No tiene sentido seguir aquí. Jeff, ve al hospital de energía.
Necesitarás atención para curar tus heridas.
Víctor observó que Lothar ayudaba a Jeff a ponerse de pie, y con un gesto de su
mano, regresaron los tres a la fortaleza.

126
—¡Ya se han ido! —exclamó Colt con alivio. Escaneó la zona para estar seguro.
Todavía sujetaba a Shelly y la burbuja verde continuaba brillando a su alrededor.
—¿Estás seguro?
—No los veo. Ni los siento rondando por aquí. Sí, se han ido. ¿Estás bien? No
estás herida, ¿verdad?
La preocupación en la voz de Colt ayudó a que Shelly se calmara. Agarraba la
esfera tan firmemente que le dolían los dedos.
—Estoy bien. De verdad. Gracias por protegerme, Colt. Salí de ese portal y vi a
esos osos atacándote. Nunca he tenido tanto miedo... —Se calló cuando sus ojos se
llenaron de lágrimas y su rostro se volvió borroso.
Justo en ese momento, Colt sintió que alguien se materializaba detrás de ellos.
Con Shelly todavía protegida entre sus brazos, alzó la vista para ver a un anciano y
a una mujer vestida de blanco.
—¿Quiénes son? —preguntó Shelly con un tono ronco por el miedo.
La burbuja verde había desaparecido. De repente, la esfera voló de las manos de
Shelly a las manos de la mujer de pelo plateado. ¿Qué estaba pasando?
El anciano, que llevaba un bastón de madera en la mano, dijo:
—Tranquilos. Somos amigos. Me llamo Adaire. Y esta es mi esposa, Alaria.
Vamos a llevaros a un lugar seguro. Ya es hora de que sepáis más sobre la esfera
esmeralda.
Antes de que Colt pudiera abrir la boca, el hombre de resplandecientes ojos
azules levantó su bastón y los señaló. Al segundo se produjo un fuerte destello de
luz brillante y cegadora. Automáticamente, abrazó con fuerza a Shelly, escuchando
su grito. Cerró los ojos cuando sintió un rápido movimiento rodeándoles.

127
Capítulo 17

Colt abrió los ojos tan pronto como notó que el movimiento se paraba. Estaban
en un camino de baldosas rojas junto a una selva tropical. Desconcertados e
inquietos, se separaron y Shelly miró alrededor. Mientras examinaban su nuevo
entorno, la anciana se materializó ante ellos.
—Me llamo Alaria y vivo en el Pueblo de las Nubes. —Se volvió a presentar con
una cálida sonrisa—. Habéis recuperado la esfera esmeralda y os estamos muy
agradecidos. Los hechiceros Tupay se han ido. No volverán a molestaros. Os hemos
traído a la Fundación Vesica Piscis, en Quito, Ecuador. Aquí os informaran sobre la
esmeralda que habéis encontrado. Os bendigo. —Y levantando la mano, les dio una
bendición antes de desaparecer.
Los gritos de los loros y monos aulladores se escuchaban desde la selva cercana.
Etéreas nubes estrechas recorrían el cielo azul. Al oír pisadas, Colt levantó la
cabeza. ¿Quién sería? ¿Y cómo habían llegado hasta Sudamérica?

—¡Enhorabuena! —Felicitó Calen a Colt y a Shelly, sonriendo cálidamente


mientras estaban sentados en la sede de la Fundación—. Ahora ya sabéis la historia
de la esfera. Habéis superado un desafío increíble para encontrar esta esfera. Os lo
agradecemos a los dos.
—¿Te preocupaba que debido al fracaso de la última misión las esferas te
hubieran abandonado? —preguntó Shelly.
—Sí —respondió Calen, frunciendo el ceño—. Antes de ese suceso soñaba con el
lugar donde podría estar la siguiente. Después de perder a Robert no tuve ningún
sueño sobre las esferas. A Alaria y Adaire no se les permitía involucrarse. Pero el
espíritu de la esfera os envió a los dos un sueño. Os eligió a vosotros. —Se puso la
mano en el pecho—. Me siento tan aliviada. Aprendemos conforme vamos
encontrando las esferas. La buena noticia es que hablan entre sí.
—Estamos en buenas manos incluso aunque no tengas otro sueño, Calen.
Encontraremos la siguiente —agregó Reno, sonriendo.
—Eso espero —contestó Calen.
—¿Debido a lo que pasó, el espíritu de las esferas sabe la mejor manera de elegir
a la gente para la siguiente? —cuestionó Colt.
—Parece ser que sí —asintió Reno.
—Y a nosotros nos parece bien —añadió Calen—. Ahora necesitamos saber algo

128
de la siguiente.
—Creo que la esfera se pondrá en contacto con las personas que necesite —dijo
Shelly—. Es sólo un presentimiento.
—Seguramente es correcto —convino Reno—. Tendremos que esperar y ver. La
esfera se lo notificó a Alaria y le dijo que se pusiera en contacto contigo una vez que
te la diera Niru, la diosa del mar.
Colt asintió.
—Sé que te sorprende que Guerra poseyera a una osa parda, pero en las
tradiciones Navajo los brujos poseen deliberadamente a los coyotes. Se les llaman
Skinwalkers y aterrorizan a mi gente.
—Aún así, esta la primera vez. Ninguno de nuestros equipos tuvo que lidiar
con animales como parte de una estrategia Tupay —comentó Reno.
—Esto es maravilloso. La esfera ya está de vuelta en el pueblo Taqe para su
custodia —informó Calen.
Shelly suspiró. Todavía seguía conmocionada por toda esta misión mística.
—Sigo pensando que Guerra nos atacará nuevamente y se apoderará de la
esfera.
—Algo que hemos aprendido sobre las esferas es que una vez que hace
conexión con el corazón de quien la rescata, no importa si es Tupay o Taqe, se irá
con él. La que perdimos no tuvo la oportunidad ni el tiempo para crear esa
conexión con nuestra gente. Por eso Guerra consiguió robarla —confirmó Reno.
—¿Cómo la vais a recuperar? —indagó Colt—. Tengo entendido que ningún
Taqe puede entrar en la fortaleza Tupay.
—Así es —afirmó Calen—. No podemos. Y todavía no sabemos cómo la
rescataremos.
—Si la Fundación encuentra las otras esferas, tendrá seis de las siete —remarcó
Shelly.
—Sí. Pero necesitamos todas para completar el collar. Eso le permitirá a Ana
usarlo para hacer los cambios vibracionales o de resonancia a nuestro planeta y
dirigirnos hacia la luz, saliendo de esta pesada y oscura energía Tupay —explicó
Calen.
—Luchar contra Guerra fue a vida o muerte —intervino Colt, mirando
fijamente a Shelly que tenía tenues círculos oscuros bajo los ojos.
—No hay duda de que vuestras habilidades fueron la clave —aseguró Reno con
cortesía—. Una vez que descanséis, nos gustaría que redactarais un informe
detallado sobre esa experiencia. Además de un manual sobre vórtices que
guardaremos en la Fundación. —Sonrió brevemente—. Y siguiendo con las
peticiones, nos gustaría ofreceros un trabajo aquí, con nosotros. Ninguno sabemos
mucho sobre vórtices. Necesitamos que nos entrenéis. No podemos descartar que
los vórtices no estén involucrados en la búsqueda de las demás esferas. Vosotros

129
sois los expertos. ¿Qué decís?
—Oh, cielos —exclamó Shelly lanzando a Colt una mirada aturdida—. No sé...
—Hemos contratado a todos los especialistas de esas misiones después de su
regreso —les reveló Reno—. Cada uno nos aporta distintas habilidades,
comprensión y experiencia. Colt, tu conocimiento de los brujos que poseen a los
animales es nuevo para nosotros, pero no para ti. Estamos constantemente
construyendo una base más amplia de información para aquellos que vienen a
formarse. Lo que tú sabes es importante. Y nos gustaría aprovechar aquí vuestros
conocimientos. Os ofrecemos doscientos cincuenta mil dólares por encontrar la
esfera. Y la misma cantidad al año por trabajar en la Fundación. Esperamos que
escribáis artículos, tal vez un libro y enseñéis aquí.
Atónito, Colt pensó en esa cantidad de dinero. ¡Un cuarto de millón de dólares
al año! Miró a Reno. Era evidente que el hombre era nativo americano por su piel
cobriza y sus llamativos ojos color canela. El largo cabello negro le llegaba hasta sus
amplios hombros.
—Sí, me gustaría hacerlo. —Colt estaba seguro que su padre se sentiría
decepcionado, pero lo entendería. Por primera vez sentía que iba por un camino
más acorde con sus habilidades y conocimientos espirituales. Su corazón se
expandió al darse cuenta de que el sueño de amar a Shelly era ahora posible.
¿Querría ella ser parte de su vida?—. ¿Vas a aceptar la oferta? —le preguntó a ella.
—Sí. Hacemos un buen equipo, Colt. —Shelly lo miró con ternura.
—Y con esto dejaremos el tema por ahora —notificó Calen, levantándose—. Os
hemos alojado en una suite doble comunicada por una puerta. Queremos que os
quedéis aquí. Descansad todo el tiempo que necesitéis. Cuando os sintáis mejor, nos
lo comunicáis. Reno, ¿quieres enseñarles sus habitaciones?
—Seguidme. —Reno hizo un gesto para que le siguieran.
Un poco preocupado por cómo reaccionaría, Colt le tendió la mano a Shelly. ¿La
agarraría? Para su alivio, ella le dedicó una sonrisa tímida y deslizó su mano en la
suya. Su corazón latió con esperanza... esperanza de un futuro junto a ella. Una
alegría salvaje creció en su interior mientras atravesaban la sala tras Reno hasta
llegar al tercer piso. Sólo estar tan cerca de ella hacía que el alma de Colt se alegrara.
Reno se detuvo a mitad del pasillo. Al otro extremo había una gran ventana y la
luz iluminaba la zona.
—Aquí es. Cenamos a las ocho. Ahora son las diez de la mañana. ¿Por qué no
descansáis hasta esa hora?
—Me parece bien —dijo Shelly, agradeciéndoselo a Reno—. Te veremos en la
cena.
Colt observó a Reno moverse como un fantasma por el pasillo, silencioso a
pesar de su corpulencia. Al notar la mirada de Shelly, se volvió hacia ella. Ahora
todo parecía posible, incluso la felicidad. Especialmente la felicidad.

130
—¿Qué vas a hacer?
Shelly le acarició la mejilla y suspiró.
—Primero darme un largo y maravilloso baño. Necesito relajarme y lavarme
después de esta prueba.
—¿Y después? —Tragó fuerte, esperando su respuesta.
Ella curvó los labios.
—Quiero ir a tu habitación y hacer el amor.
Colt no esperaba esa proposición.
—Te estaré esperando —murmuró. La imagen de su suave y hermoso cuerpo
junto al suyo era casi abrumadora. Abrió la puerta de la suite.
Shelly le dio un rápido beso en la mejilla y desapareció dentro.
Colt se quedó en el pasillo sintiendo el agotamiento de una semana. De repente,
se dio cuenta que estaban a salvo. Y la esfera también. Entró en su habitación. Su
corazón brincó de emoción ante tantas emociones que había suprimido. Pronto,
Shelly y él estarían juntos, realmente juntos.

El aroma a jazmín llenó las fosas nasales de Shelly mientras se ataba el cinturón
de la larga bata de seda verde. La sensación de la tela contra su piel era maravillosa.
Salió del cuarto de baño y entró en el salón. La suite tenía dos habitaciones. Le
encantaban las palmeras en las grandes y coloridas macetas de cerámica en las
esquinas de la suite junto a las ventanas. El salón tenía un escritorio de caoba, un
ordenador, una silla, un sofá y un televisor de pantalla plana encima de la repisa de
la chimenea.
Por mucho que quisiera deleitarse con la hermosa suite, deseaba estar con Colt.
Pasó las manos por su cabello recién lavado, intentando calmar el persistente
nerviosismo. Dio un suave golpe en la puerta, pero no escuchó nada. Hacía casi una
hora que se habían separado. Abrió la puerta y, dudando, entró en el salón. Tenía
un diseño similar a su suite.
—¿Colt? —llamó suavemente. Confusa, Shelly cerró la puerta. ¿Dónde estaba?
La puerta de su dormitorio estaba entreabierta. Nerviosa, esperó. Le llamó de
nuevo. Sin respuesta. ¿Estaba en la ducha? Puede que no la escuchara por eso.
Recorrió el salón y se detuvo en la puerta del dormitorio. Apoyando la mano en
el marco, miró hacia la cama en el centro de la habitación. Colt estaba
profundamente dormido. La sábana amarilla le llegaba hasta la cintura. Estaba
tumbado boca abajo, con las manos bajo la almohada. Colt tenía algo
increíblemente vulnerable dormido que nunca había visto en él cuando estaba
despierto. Se acercó a la cama, distinguiendo que estaba desnudo bajo la sábana.

131
Admiró su fuerte y esbelto cuerpo. Se moría por tocarlo.
Esperaría. Dejando que la bata se deslizara por sus hombros, la dejó sobre la
cama. La sábana amarilla resaltaba el color cobre de su piel. Oía su profunda y lenta
respiración mientras dormía. No se había peinado después de ducharse. Le
encantaría hacerlo ella. Cada centímetro de su cuerpo era algo que quería explorar
con las manos y la boca. Pero no ahora. El agotamiento también la estaba afectando.
Se metió en la cama junto a Colt. Cerró los ojos e inhaló su fragancia masculina.
Alzando la mano, la deslizó por su musculoso brazo. Por fin se habían ido las
cargas que los dos soportaban en sus vidas.
Mientras yacía allí, los melódicos cantos de los pájaros tropicales llegaron desde
la enorme ventana. Qué maravilloso era acostarse con el hombre que tanto amaba y
escuchar el canto de los pájaros para calmarla y conseguir que se durmiera. Una
suave sonrisa curvó su boca. Estaban a salvo. Eso era todo lo que importaba. A
salvo para explorarse mutuamente al fin. A salvo para amarse sin temor a que
Guerra los atacara. Un leve suspiro salió de sus labios entreabiertos. El sueño llegó
rápidamente.

Colt se despertó lentamente. Aun seguía envuelto en el maravilloso mundo del


sueño. Mientras sus ojos seguían cerrados, sus sentidos cobraron vida
paulatinamente. Los primeros sonidos que escuchó fueron los pájaros cantando en
los árboles. Le gustó la melodía. Entonces, inhaló un aroma femenino. Esto era
nuevo. Abrió los ojos, comprobando que estaba acostado de lado... frente a Shelly.
Excitado, disfrutó al verla dormida junto a él. Sólo los separaban unos centímetros.
Y estaba desnuda, la sábana amarilla revelaba el contorno de su cadera y sus largas
piernas escondidas bajo ella.
El corazón le comenzó a palpitar tan lentamente que se llevó los restos de sueño.
¿Era un sueño tórrido? En Canadá había soñado con Shelly todas las noches. Soñó
con despertarse y encontrarla así, en su cama, desnuda, con sus hermosos pechos al
descubierto y rogándole para que los acariciara y besara. ¿Era un sueño o la
realidad? Al estar tan profundamente agotado, su mente y su cuerpo habían
reclamado un descanso ininterrumpido. Levantó la vista, el sol se había movido
mucho desde el momento en que se acostó. Ya era por la tarde.
Volvió la mirada al rostro durmiente de Shelly. Su cabello rojo se veía algo
desordenado alrededor de su cara. Una mano se extendía en su dirección, la otra
descansaba contra sus pechos desnudos. Como en un banquete visual, se recreó
tranquilamente en la belleza de esta mujer. Sus pecas resaltaban en su piel blanca.
Las miró como un animal muerto de hambre. La curva de su voluptuosa boca le

132
hizo sonreír. Shelly era una persona muy positiva. Su vida estaba medio llena,
nunca medio vacía como había sido la suya. Estando tan cerca de ella escuchando
su pausada respiración, sintió que la oscuridad de su interior se disipaba de una vez
por todas. Ya no tenía que ser un bastión de fortaleza. Si ella lo amaba, le revelaría
su lado más vulnerable. No tendría que mantener sus escudos protectores todo el
tiempo.
Colt se apoyó en el codo. Aunque sus manos picaban por tocarla, dudó.
¿Tendría el valor de soñar una vida con Shelly junto a él? Mirándola, el arco suave
de sus cejas, las pestañas largas acariciando sus mejillas pecosas, supo de corazón
que ella era todo lo que jamás desearía. Con Shelly a su lado se sentía
increíblemente fuerte y esperanzado. Ella era su sueño hecho realidad.
Incapaz de esperar más, rodeó su cintura con el brazo y la atrajo suavemente
contra su endurecido cuerpo. Mientras la movía, las pestañas de Shelly se agitaron
y finalmente abrió los ojos. Colt se ahogó en el glorioso color avellana de su mirada
somnolienta.
—Mi corazón —susurró Colt, posando un tierno beso en sus labios. Cerrando
los ojos, la oyó gemir. Le abrazó. Cuando sus pechos presionaron contra su torso, él
gimió con placer. Sus bocas se volvieron exploradoras. El canto de los pájaros
proporcionaba un telón de fondo mientras la atraía completamente contra él. Sus
caderas se encontraron.
Colt jadeó bruscamente cuando ella se movió provocativamente contra su
dureza. Era una reacción muy dulce y natural, propia de ella.
—Colt... —murmuró Shelly buscando su boca—. Te amo...
Tumbándola sobre él, con su cuerpo descansando sobre el suyo, Colt le enmarcó
el rostro. Vio la mirada soñolienta reemplazada por un sensual fuego en la
profundidad de sus ojos.
—Te quiero con todo mi corazón y mi alma. Solo te deseo a ti. Quiero que
estemos juntos para siempre.
Shelly sonrió con ternura.
—Me enamoré de ti en Canadá. Estabas dispuesto a dar tu vida por la mía
cuando Guerra nos atacó. —Besándolo lentamente y con calma, alzó la cabeza y
miró sus ojos azules, entrecerrados de deseo—. Cuando me abrazaste y te volviste
para que Guerra no me alcanzara, vi tu valentía, Colt. —Acarició su cabello
negro—. Estaba muy asustada. Lo que hiciste me hace llorar, mi amor.
Colt notó sus ojos llenos de lágrimas, el hormigueo de sus dedos en su pelo, el
calor de su cuerpo contra el suyo, la suave sonrisa de su boca...
—Moriría por ti, Shelly. Antes y ahora. No puedo imaginar mi vida sin que tú
estés en ella. Eres mi sol. —La luz de la tarde se colaba en la suite mientras le
acariciaba el sedoso cabello. Cada vez que rozaba un mechón, su color cambiaba de
cobre a borgoña, y luego brillaba con reflejos dorados—. Eres preciosa.

133
Moviendo sus caderas de forma sugestiva, Shelly soltó una suave risa mientras
sentía el placer de sus manos en su pelo.
—Somos tal para cual, Colt. —Todas sus heridas pasadas por los hombres, sus
malas decisiones, quedaron atrás. Este era un nuevo comienzo con un hombre que
apoyaría sus sueños y aspiraciones—. Deseo compartir mi vida contigo aquí, en
Ecuador. Quiero amarte. Ahora...
Sin decir una palabra más, se sentó y colocó sus caderas para permitirle entrar
en su cuerpo húmedo y preparado. Con las manos en el pecho, Shelly sostuvo su
mirada depredadora. Cerró los ojos y clavó los dedos con fuerza en los tensos
músculos de su pecho. Jadeando, sintió que él le sujetaba las caderas y se introducía
en su interior. Shelly soltó un grito de alegría. Su mundo explotó con tantos matices
del arco iris que se perdió en ellos y se empapó de su amor por ella.
El momento se convirtió en algo caliente, húmedo y salvaje mientras se movía
contra él. Cada empuje creaba un calor líquido que se derramaba y fluía en su
núcleo. Cuando sus labios se apoderaron de un pezón y luego del otro, Shelly
sollozó de placer. Sus manos acariciaban con ternura la curva de sus pechos. Le
daban ganas de llorar por este maravilloso amor.
Colt deslizó la boca por su garganta y finalmente se posó en su boca, antes de
sentarse y recorrer con las manos su cuerpo en una seductora exploración de cada
curva. Acarició sus hombros, dibujó sus clavículas y finalmente ahuecaron sus
pechos. Shelly se derritió.
Colt se recostó al sentirla cerca de su orgasmo, con sus manos aferradas en sus
caderas. Ella le cabalgó como montaría a un caballo salvaje galopando.
Clavándole los dedos, Shelly soltó un fuerte grito desde lo más profundo de su
interior. Congelada en el esplendor del momento, sintió que Colt se movía para
crear una reacción aún más intensa a su orgasmo. Y entonces advirtió que él se
endurecía y gemía como un animal salvaje. El calor, su amor, sus cuerpos, sus
manos agarrando sus caderas, todo se convirtió en un arco iris de belleza
centelleante.
Shelly se derrumbó agotada contra el cuerpo de Colt, acariciándole suavemente
la mejilla, y descansando la cabeza en el hueco de su hombro.
—Ha sido... salvaje... maravilloso.
Con los ojos aun cerrados, lo único que Colt deseaba en este instante era estar
junto a ella. Acarició su elegante espalda.
—Sabía que seríamos buenos juntos. Tal para cual...
—Haremos esto a menudo, Colt —declaró ella, riéndose.
—Oh, sí. Muy a menudo. —Se rieron juntos mientras se abrazaban.
Colt continuó acariciando la espalda de Shelly. Le gustaba la forma en que sus
piernas se enredaban con las de él. Era estilizada y redondeada. Suave donde él era
duro. Las secuelas de su amor se notaban en sus respiraciones, sus besos y las

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mutuas caricias.
Shelly se calmó lo suficiente para mirarle.
—Te quiero, Colt. Siempre he soñado con un hombre valiente que compartiera
mi vida. Tú eres ese hombre...

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Capítulo 18

—Acabamos de recibir noticias de Alaria —les dijo Reno a la mañana siguiente


durante el desayuno—. La palabra en sánscrito tallada en la esfera que
encontrasteis es “valentía”.
Shelly arqueó las cejas.
—¡Qué bien! —Le dirigió a Colt, que estaba sentado a su lado, una expresión de
orgullo—. Eso encaja, ¿no? Tenías que lidiar cada día con el miedo a que Yellow
Teeth te poseyera. Necesitaste mucho valor para hacerlo.
Colt compartió una entrañable mirada con Shelly.
—Igual que tú. Tuviste el valor de ir a buscar esa esmeralda. E incluso cuando
supiste los riesgos, no huiste. Creo que la intención de la esfera era que fuéramos
valientes a pesar de nuestros miedos. —Sonrió—. Y lo fuimos.
—Ir tras esas esferas siempre es peligroso —añadió Reno.
—Hablando de las esferas —interrumpió Calen, preocupada—. No soñé anoche
nada de dónde estaría la próxima.
Reno dio palmaditas en la mano de su esposa.
—Eso indica que una energía más alta y evolucionada está ahora implicada.
—Se volvió hacia Shelly y Colt—. Aunque no sabíais lo que estaba pasando,
confiasteis en las instrucciones que os dieron y os reunisteis en Banff.
Calen sonrió.
—Creo que las otras esferas elegirán de alguna manera a la gente que quieren
que las encuentren.
—Pero no lo sabremos, ni cuándo ocurrirá o quién estará involucrado, hasta que
nos contacten, como vosotros hicisteis —apuntó Reno.
—Tenéis razón —murmuró Calen, entonces se animó—. Una cosa que sabemos
es que hay que tener fe en ese proceso invisible. Para nosotros es una prueba y, más
en particular, para mí. Necesito tener fe en que las esferas y su propósito están en
mejores manos.
—¿Las otras esferas se pondrán en contacto con alguien enviándole un sueño?
—curioseó Colt.
—No lo sé. Creo que lo único que podemos hacer es confiar y esperar a que
encuentren la próxima y que esa gente venga a nosotros después de haberla
recuperado. Como vosotros dos —agregó Calen.
—Ese es un buen argumento para confiar —afirmó Reno, haciendo un
brindis—. Somos sólo una parte de todo este proceso, no el centro de él.
—Yo pensé que lo éramos —admitió Calen—, pero me equivoqué. Aunque no
pasa nada. Nos han corregido y las cosas siguen avanzando.

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—Hasta ahora tenemos casi todas las esferas que se han revelado —señaló
Shelly—. Guerra debe de estar furioso. Sólo tiene una.
—Por eso va a querer aún más que nunca las esferas que faltan —gruñó Reno,
tomando un sorbo de café—. Y hará lo que sea para conseguirlas de una manera u
otra.
—Incluso con una esfera en su poder —empezó a hablar Shelly—, ¿estás seguro
de que no podemos unir por completo el collar?
Reno asintió.
—Sí. Pero no tenemos ni idea de cómo sacar esa esfera de la fortaleza Tupay.
Hemos hablado con Alaria y Adaire al respecto. No hay forma de que un Taqe entre
en esa fortaleza para robarla. Nos dijeron que tienen un plan sobre cómo recuperar
la sexta y séptima.
—Vaya —exclamó Shelly—. Es una buena noticia. ¿Y si aunque encontremos el
resto de las esferas, el collar sigue incompleto? ¿Estaremos en un punto muerto?
—Tú lo has dicho —confirmó Calen—. Hasta que recuperemos de algún modo
esa esfera, el collar no funcionará. Cada esfera tiene una diferente clase de energía.
Puedes compararlas con la clave que abre una caja fuerte. Las esmeraldas tienen
que unirse en el orden en que las encontramos. Entonces Ana usará el collar y la
nueva energía se alineará en ese mundo para ayudarnos a disminuir la energía
Tupay por la más ligera y positiva de los Taqe.
—Es horrible que se haya perdido una —expuso Shelly, echando azúcar en su
cuenco de cereales—. No me di cuenta hasta ahora de la importancia de las siete
esferas.
—Lo que es espantoso es que perdiéramos a Robert. —Calen miró tristemente a
su marido—. Es un pesar que siempre llevaremos. Nunca deberíamos de haberle
reclutado para esa misión. No tenía las habilidades paranormales necesarias.
Reno cubrió la mano de su esposa.
—Deja de torturarte por eso, Calen. No somos perfectos. Lo hicimos lo mejor
que supimos. Sí, cometimos un error. Y, sí, aprendimos de ello. —Reno miró a Colt
y a Shelly—. El saber universal irá directamente a la gente que tenga las habilidades
adecuadas para encontrar la siguiente esmeralda. Eso no es tan malo.
—Lo sé, pero me duele saber que pusimos a Robert en la línea de fuego y no
estaba realmente preparado para ello —se lamentó Calen.
Shelly acarició la mano de Colt.
—Tuvimos que trabajar como un equipo compenetrado para encontrarla. Mis
habilidades y las de Colt se complementaban. No podría haber encontrado esa
esfera sola.
Colt le apretó la mano. Vestida con una camiseta roja y pantalones de lino
blanco, estaba preciosa. Su cabello, ahora bien peinado, era un marco para sus
enormes ojos que brillaban de amor por él.

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—El Gran Espíritu eligió a las personas correctas —aceptó, con un tono firme.
Reno asintió con la cabeza.
—Antes de que te vayas esta noche a casa —le dijo a Colt—, nos gustaría que
completaras el informe de la misión.
—Ya casi lo he terminado. Te lo entregaré antes de irme —prometió Colt. Por
ahora, tenía casi todo el día para estar con Shelly. La echaría mucho de menos. La
próxima semana estaría de regreso en su reserva para cambiar de vida. Su corazón
se hinchaba de alegría. La esperanza lo invadió como nunca. Cuando volviera a la
Fundación, regresaría con un anillo y le pediría que se casara con él. Era algo que
esperaba con ansia; un futuro con esta valiente mujer a quien amaría para siempre.

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Serie Guerreros de la Luz

1 - Noches Salvajes
2 - Oscura Verdad
3 - La Búsqueda
4 - Reunión
5 - El Adversario

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