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I
Apoyo Psicopedagógico para la promoción del desarrollo y aprendizaje
PRESENTACIÓN
El curso Apoyo Psicopedagógico para la promoción del desarrollo y aprendizaje pertenece a la Línea Curricular Desarrollo y Aprendizaje de la
Licenciatura en Psicología Educativa, Plan 2009, se vincula conceptualmente con la materia temas selectos Desarrollo y Aprendizaje en contextos
culturales.
Entre las funciones del psicólogo educativo se encuentra aquellas relacionadas con el apoyo y la orientación académica para prevenir casos en los que
existan dificultades para el aprendizaje, elaborar planes de evaluación, colaborar con el alumno en las problemáticas que puedan afectarle así como el
apoyo a profesores para que detecten esta dificultad. Las funciones del psicólogo educativo también están orientadas hacia el asesoramiento a las
familias para atender distintas problemáticas en el ámbito educativo.
Tomando en cuenta lo anterior, en este curso se retoman los conocimientos sobre el desarrollo humano y el aprendizaje adquiridos en la fase
Introductoria y de Campos de Formación Profesional de la licenciatura con la finalidad de proporcionar, a los futuros psicólogos, elementos de aplicación
práctica y asesorías psicopedagógica a los distintos actores en el ámbito educativo y familiar, tomando como base los distintos contextos en donde se
generan problemas y necesidades educativas.
Este curso está dividido en tres apartados: a) El papel del psicólogo educativo en la orientación y asesoría familiar y escolar, b) modelos y enfoques de
intervención psicoeducativa y c) estrategias para la enseñanza y el aprendizaje de contenidos escolares. En el primer apartado se proporcionan
elementos teóricos y metodológicos para diseñar actividades (o situaciones didácticas) para mejorar el aprendizaje autónomo y las habilidades cognitivas
de las personas. En el segundo apartado, se revisan distintos modelos de intervención y asesoramiento en el ámbito familiar y escolar. En el último
apartado se presentan distintas estrategias para la enseñanza y el aprendizaje de contenidos escolares en las áreas de matemáticas y español
susceptibles de ser trabajadas en la escuela y la familia.
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Apoyo Psicopedagógico para la promoción del desarrollo y aprendizaje
III
Apoyo Psicopedagógico para la promoción del desarrollo y aprendizaje
IV
Apoyo Psicopedagógico para la promoción del desarrollo y aprendizaje
PROPÓSITO GENERAL:
El propósito general de este curso es proporcionar al psicólogo educativo elementos teóricos y metodológicos para diseñar actividades o situaciones de
intervención para mejorar el aprendizaje autónomo y las habilidades cognitivas de las personas, atendiendo a los problemas en la infancia y adolescencia
asociados al desarrollo y aprendizaje.
Presentación
Dentro de las diferentes actividades y escenarios donde el Psicólogo Educativo puede intervenir, la Orientación Familiar y Escolar, conforman una
oportunidad trascendente para fomentar el desarrollo del alumno, ya que desde su función preventiva, este profesional de la Psicología y la Educación,
puede tender puentes de interacción entre ambos contextos que permitan prevenir y favorecer diferentes áreas del desarrollo. Para ello es importante
delimitar la función y el papel del Psicólogo Educativo, en esta primera unidad se enmarca la disciplina psicológica aplicada a la educación, así como su
papel en ambos contextos de desarrollo.
Propósito:
Delimitar el papel del Psicólogo Educativo dentro del campo de la Orientación Familiar y Escolar.
Temas:
• Orientación familiar.
• Orientación escolar.
Bibliografía básica
Coll, C. (2001). Concepciones y tendencias actuales en Psicología de la Educación. en Coll, C., Palacios, J. y Marchesi, A. (Comps.) (2001). Desarrollo
psicológico y educación. Vol. 2 Psicología de la Educación Escolar. Madrid: Alianza.
V
Apoyo Psicopedagógico para la promoción del desarrollo y aprendizaje
Presentación
En esta unidad se muestra una panorámica general acerca de los distintos modelos de intervención psicoeducativa desde el marco de la orientación o el
asesoramiento educativo para la promoción del desarrollo y el aprendizaje, desde la orientación sistémica los elementos a considerar para el diseño de
intervenciones psicoeducativas a partir del reconocimiento de la postura del profesional y finalidad de su participación, misma que puede ser para atender
aspectos relacionales entre los subsistemas escolares (familia y escuela) en el que se promueve un acercamiento colaborativo entre ambos escenarios y
el psicólogo educativo se visualiza como un vínculo importante para el establecimiento de relaciones. Otra visión importante es para atender y resolver
problemas escolares relacionados con el desarrollo y el aprendizaje, en donde su labor será brindar estrategias que permitan comprender la situación e
identificar alternativas y estrategias viables para su atención, en este sentido su papel central es el de facilitar la comprensión de los procesos educativos,
el aprendizaje y la intervención.
UNIDAD II
Orientación-Asesoramiento
Familia Escuela
Aprendizaje y
desarrollo
VI
Apoyo Psicopedagógico para la promoción del desarrollo y aprendizaje
Propósito: Reflexionar acerca de la intervención psicoeducativa como proceso comprensivo a través del análisis de un programa de colaboración
interprofesional en servicios coordinados entre familia y escuela.
Temas:
Bibliografía básica
Marín, M.A. y Rodríguez, S. (2001). “Prospectiva del diagnóstico y la orientación”. en: Revista de Investigación Educativa, 2001, Vol. 19, n.º 2, págs.
324-334
Berzosa, G. M. P. (2008). “Estudiosos de la Interacción Familia-Escuela desde la Orientación Sistémica”. en: Un Modelo de intervención sistémica en
la escuela. El proyecto JUGAE (Juntos Ganando en Eficacia). CCS, Alcalá. Madrid España. pp. 39-53.
Berzosa, G. M. P. (2008). “El coordinador Familiar, eje central del proyecto JUGAE”. en: Un Modelo de intervención sistémica en la escuela. El
proyecto JUGAE (Juntos Ganando en Eficacia). CCS, Alcalá. Madrid España pp. 67-72.
Bibliografía complementaria
Berzosa, G. M. P. (2008). Un Modelo de intervención sistémica en la escuela. El proyecto JUGAE (Juntos Ganando en Eficacia). CCS, Alcalá.
Madrid España.
Medina, M. (2004). El enfoque sistémico construccionista: Consideraciones sobre su aplicación en el contexto de Orientación Profesional. Univ.
Psychol. Bogotá (Colombia) 3 (1), 99-107. Enero-junio de 2004
VII
Apoyo Psicopedagógico para la promoción del desarrollo y aprendizaje
Presentación.
En esta unidad se analiza el rol de los padres en la promoción de la lectura y escritura de sus hijos, a partir de las concepciones que ellos tienen sobre qué y
cómo deben aprender sus hijos. También se analiza el papel de las tareas escolares (deberes) como puente entre la familia y escuela. Por último, está unidad
ofrece al psicólogo educativo herramientas didácticas para la enseñanza y el aprendizaje de contenidos escolares en las áreas de español (componentes y
estrategias de comprensión lectora) y matemáticas (operaciones básicas, cálculo mental y escrito).
Propósito: Esta unidad tiene un tripe propósito: a) analizar la labor educativa de los padres de familia en la alfabetización temprana (lectura y escritura)
de sus hijos; b) analizar el papel de las tareas escolares en la relación familia-escuela y c) ofrecer herramientas didácticas para la enseñanza y el
aprendizaje de contenidos escolares en las áreas de español y matemáticas.
Temas:
Alfabetización temprana en el ámbito familiar y escolar
Las tareas escolares (los deberes) como puente en la escuela y el hogar
Componentes y estrategias de comprensión lectora para la escuela primaria
Cálculo mental en la escuela primaria
Estructura de los problemas de suma y resta
Procedimientos infantiles en la resolución de operaciones matemáticas (suma y resta)
Bibliografía básica
Braslavsky, B. (2005). “La alfabetización temprana en la familia, el nivel inicial y primer ciclo”. en: Enseñar a entender lo que se lee. La alfabetización
en la familia y la escuela. FCE. Argentina. pp. 114-128.
Lacasa, P. y Martín, E. (1996). “Los deberes ¿un puente entre la escuela y el hogar?”. en: Cultura y Educación (4). España. pp. 45-62.
Castro, R. y Rodríguez, M. (2005). “Componentes de comprensión lectora”. en: Castro, R. y Rodríguez, M. Componentes y estrategias de compresión
lectora en educación primaria. UPN. México. (Tesis de licenciatura). pp. 41-55.
Parra, C. (1997). “Cálculo mental en la escuela primaria”. en: Parra, C. y Saiz, I. (comps). Didáctica de las matemáticas. Paidós. Buenos Aires. pp. 219-
272.
Maza. C. (1999). “Estructura de los problemas de suma y resta”. en: Maza, C. Sumar y restar. Visor. Madrid. pp. 23-31.
Bollás, P. (2012). Procedimientos infantiles en la resolución de operaciones de adición y sustracción (mecanograma). UPN. México.
VIII
Apoyo Psicopedagógico para la promoción del desarrollo y aprendizaje
Bibliografía complementaria
Carney, T. (1992). Estrategias para desarrollar la comprensión de textos de contenido concreto. Morata. Madrid.
Catalá, G., Catalá, M ., Molina, E y Monclús R. (1995). Evaluación de la comprensión lectora. Graó, Barcelona
Alsina, A. (2004). Desarrollo de competencias matemáticas con recursos lúdico-manipulativos. Narcea. Madrid.
Chamorro, M. (coord.) (2005). Didáctica de las matemáticas para la escuela primaria. Prentice Hall. Madrid.
IX
UNIDAD 1.
1
Coll, C. (2001). Concepciones y tendencias actuales en Psicología de la
Educación. en Coll, C., Palacios, J. y Marchesi, A. (Comps.) (2001).
Desarrollo psicológico y educación. Vol. 2 Psicología de la Educación
Escolar. Madrid: Alianza.
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UNIDAD 2.
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Revista de Investigación Educativa, 2001, Vol. 19, n.º 2, págs. 315-362
Vol. 19, n.º 2, págs. 324-334
1. INTRODUCCIÓN
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del diagnóstico en educación, afrontan el reto de asumir un nuevo marco de referencia;
tanto por lo que se refiere a sus enfoques teóricos como a las nuevas características de
la realidad sobre la que actúan, cada vez más cambiante y compleja. Por lo que respecta
al marco teórico, el término postmodernismo puede servirnos como referente general:
un enfoque constructivista, como nos ofrece la compilación de Sexton y Griffin (1997),
que enfatiza la pluralidad de perspectivas, el impacto contextual, la construcción de la
realidad y la importancia del significado que las personas atribuyen a su experiencia.
Como afirma el profesor alemán Geissler (2000), en el pensamiento postmoderno no
existen bases sólidas ni claras demarcaciones, sólo existe el movimiento, el cambio. En
definitiva, y como analiza Giddens (1994), la persona ha de elaborar y desarrollar su
propia identidad profesional como un elemento más del proceso de reflexión que
conecta lo personal y el cambio social. La función de los servicios de orientación ya no
será ayudar a la persona a elegir carrera, sino a construirla.
Dentith (1997) cree que en un mundo cada vez más complejo, el postmodernismo
crítico da nueva luz a la educación. Pone de manifiesto la incapacidad del currículum
tradicional de las clases altas para satisfacer las necesidades de las personas en un
mundo en cambio. Su discurso teórico da entrada a las voces de las clases trabajadoras
y de las minorías, y sus culturas forman parte explícita del currículum. La formación
profesional como educación para la vida a través de la preparación para el trabajo se
valora en cuanto a su capacidad para responder de una forma crítica a las condiciones
postmodernas, a la naturaleza dinámica y a las sofisticadas necesidades de una, cada
vez más, diversa esfera pública.
316 Mª Ángeles Marín y Sebastián Rodríguez
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educación secundaria persigue que el alumnado se implique en un aprendizaje sobre
las diferencias entre las personas y cómo las diferencias de género, raza, clase, prefe-
rencias sexuales,… actúan como factores de opresión. Kincheloe y Steinberg (1999)
sostienen que la comprensión de sí mismo, como una persona multidimensional y
que se construye socialmente en las relaciones con los otros, debería ser una parte
integral del currículum, el cual debería incluir la aceptación de las diferencias y
denunciar de una manera abierta las situaciones de racismo y prejuicios. Por último,
la educación debería promover actividades en el marco social a través de procesos
colaborativos y cooperativos, en atmósferas que acepten las diferencias y tiendan a
eliminar el individualismo y la competencia, sobre todo si pensamos que el aprendi-
zaje en el mundo postmoderno se considera un proceso social no como un acto indi-
vidual.
Por otra parte, y por lo que respecta a la realidad objeto de la acción diagnóstica y
orientadora, en los últimos años hemos venido prestando una especial atención a la
descripción de los escenarios plausibles en los que se operativizará dicha accción en
un futuro ya casi presente (Rodríguez, 1998a; 1998b; Álvarez y Rodríguez, 2000;
Marín, 2001). Es cierto que buena parte de los fundamentos del conocimiento pros-
pectivo en etapas anteriores son hoy día cuestionados: nunca como ahora está
vigente lo de la impredicibilidad del futuro. No estamos simplemente atravesando
periodos de turbulencia, sino verdaderas transformaciones estructurales (Jagoda,
2000) y, como afirma Geissler (2000), si queremos preguntarnos sobre nuestro futuro
no acudamos ni a políticos, adivinos u obispos, ni siquiera a nuestros padres. Tene-
mos que preguntarnos a nosotros mismos y, después, navegar por Internet. Será el
aprendizaje (la educación) el que nos dé la competencia para tal menester. En conse-
cuencia, nuestra preocupación estriba en la asunción de que la reflexión sobre ese
futuro es una pieza importante en la generación de adecuadas directrices institucio-
nales y profesionales sobre la propia práctica orientadora.
R. Walz y L. Benjamin (1979) en su obra A futurist perspective for counselors ya
señalalaban los puntos de relación entre la Orientación y los planteamientos de una
ciencia del futuro (Futurismo) tal y como son expuestos en la recopilación de E. Cor-
nish (1977) The study of future. El futurismo tiene como meta el plantear las acciones
necesarias para alcanzar un determinado futuro. La distancia que media entre el
futuro probable (devenir natural del sistema) y el futuro preferible (dimensión
axiológica) es lo que realmente ocupa y preocupa en la reflexión sobre el futuro.
Todos somos conscientes del futuro globalizador de nuestra sociedad; sin embargo,
los profesionales de la orientación han de proyectar las consecuencias deseables y
no deseables para intentar, a través de múltiples estrategias de acción, que las
segundas aminoren su impacto y que, de esta manera, sea patente el futuro desea-
ble, así como ayudar a proyectarse al propio orientado a fin de que intervenga acti-
vamente en el logro de las condiciones que le permitan alcanzar su propio y deseado
futuro. Como afirma Geissler (2000: 58): We each have to take care of our own future, and
that is what we should be doing. We must optimise it subjectively. The future is being
privatised and thereby pluralised. There is no longer one correct path toward an acceptable
future, but many.
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Desde nuestro punto de vista, asumir esta realidad supone modificar las visio-
nes estáticas y uniformistas de la acción orientadora, supone asumir un nuevo con-
cepto de la relación educación-formación-trabajo y, sobre todo, supone no
renunciar a los principios básicos que han de guiar la acción: los principios de des-
arrollo, prevención e intervención social y, muy claramente, la acción de fortaleci-
miento personal (empowerment). Ahora bien este modo de actuación profesional
reclama nuevas competencias en los profesionales del diagnóstico y la orientación.
No olvidemos, como apunta Geissler (2000: 62) que the central requiriment universally
imposed by the post-modernist era, then, is a willingness and ability to accept learning and
guidance.
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sentido en nuestro país es necesario comenzar con estudios de seguimiento en las tran-
siciones educativas y laborales y establecer un diagnóstico de las variables que facilitan
o dificultan estas transiciones en el caso de poblaciones culturales minoritarias, sobre
todo para aquellas que provienen de medios sociales pobres. ¿Qué retos plantea esta
situación a la educación y la sociedad?
1 La sociedad multicultural no es característica únicamente de este final del siglo XX y comienzos del
XXI. A lo largo del tiempo todas las sociedades han sido multiculturales y se han ido configurando por la pre-
sencia de pueblos diversos. La creación de los estados nación en el siglos XIX propició la idea de uniformidad
cultural, un estado igual a una nación con una cultura propia. Este no fue el caso de estados Unidos que se
configuró como una mezcla de culturas ya desde sus orígenes. Lo característico de nuestra época es que cada
uno de los grupos que configuran la sociedad reclaman sus derechos identitarios, al tiempo que la cultura se
convierte en referencia fundamental para el estudio de las diferencias individuales.
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de éste. Para este autor el concepto de carrera debe llegar a definirse no de forma obje-
tiva como hasta ahora, sino de forma subjetiva para describir la progresión de la vida
de una persona a través del aprendizaje y el trabajo, concebido como un proceso que
puede seguir un curso tanto horizontal como vertical, en el campo del trabajo y del
aprendizaje, y dentro o fuera de las organizaciones. Para Watts, el reto está en conse-
guir que todo el mundo pueda tener las mismas oportunidades, para ello cree que es
necesario contar con unos vínculos persona-sociedad que aseguren la cohesión social.
De entre los cuatro propuestos por este autor destacamos uno por las implicaciones
que tendrá para el diagnóstico dentro del campo de la orientación para la inserción
laboral: «Un sistema de cualificación y acreditación que evalúe e informe sobre el aprendizaje de
las personas no sólo dentro del sistema educativo sino fuera de él». En esta línea Watts (1996)
señala que algunos países están desarrollando un sistema integrado de cualificaciones
profesionales que cubren diferentes formas de aprendizaje.
generalizado de las mujeres al mundo del trabajo, todavía no podemos hablar de una
igualdad real entre hombres y mujeres (Espín, en prensa)2.
Hay alguna variación en la proporción de cambios de una cultura a otra y en algunos
países, pocos, hay algunas mujeres que ya han entrado en ámbitos laborales tradicional-
mente destinados a los hombres, como leyes, política, ministerios, negocios, etc. El pro-
blema es especialmente grave cuando se refiere a mujeres en inferioridad de condiciones
(de otras minorías étnicas, de otras creencias, etc.). En efecto: examinando la relación
entre género y trabajo, se evidencia que las mujeres están en inferioridad de condiciones
económicas, comprobándose que género y etnia interactúan, ocupando la mujer el último
y más bajo escalón socioeconómico. La feminización de la pobreza implica que es la
mujer la que acrecienta la proporción de las personas económicamente desfavorecidas en
todo el mundo (Pérez Cervera, 1999; Kincheloe y Steinberg, 1999, Espín, en prensa).
La incorporación al mundo del trabajo de la mujer ha supuesto el estudio de una
serie de variables en la inserción laboral y en el proyecto de la carrera desde la pers-
pectiva femenina, algunos de cuyos resultados son los siguientes:
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familia y el hogar (Stickel y Bonett, 1991). También creen tener problemas en
profesiones no tradicionales porque dudan de su propia habilidad para desarro-
llarlas y de su habilidad para poder combinar sus requisitos con las responsabi-
lidades familiares y del hogar (Espín y Figuera, 1993; Espín, en prensa).
— La identidad de rol de género es un factor importante en las percepciones de
autoeficacia de toma de decisiones vocacionales, particularmente para las com-
petencias de resolución de problemas, planificación y autovaloración y en las
actividades de exploración de la carrera.
2 Se observa que grandes porcentajes de mujeres se concentran en unos pocos trabajos (por ejemplo,
los agrícolas, los administrativos y de servicios, la enseñanza, y todos aquellos, en definitiva, que implican
tareas relacionadas con el cuidado, desarrollo y crecimiento humano). Existen, por otra parte, profesiones con
escasa presencia de la mujer. Se pone de manifiesto una vez más, las dificultades de las mujeres para acceder
a profesiones tradicionalmente masculinas. Las mujeres se encuentran principalmente en aquellas profesio-
nes en las que realizan tareas similares a las del ámbito privado; los roles adjudicados a las personas en fun-
ción de su sexo adquieren, también, importancia a lo largo de la vida profesional. Por otro lado, una pequeña
proporción de mujeres ocupan puestos directivos, ejecutivos, quedando la mayoría de las veces centradas en
niveles más bajos, menos pagados y de poca responsabilidad y capacitación.
Los retos educativos a los que nos abocan todos los cambios señalados en los pun-
tos anteriores, fueron analizados en el informe para la UNESCO de la Comisión sobre
Educación para el siglo XXI «La Educación encierra un tesoro», presidida por J. Delors.
Este informe presenta el concepto de aprendizaje para la vida como una de las claves
de acceso al siglo XXI. Desde este enfoque se modifica la distinción tradicional entre
educación inicial y permanente: «Ahora el tiempo para aprender dura toda la vida, y cada
tipo de saber se introduce en los otros y los enriquece» (Delors y otros, 1996: 87). La educa-
ción tiene que poner el énfasis en mirar hacia el futuro y priorizar aquellos aprendiza-
jes que no tienen fecha de caducidad. Desde esta perspectiva los cuatro pilares de la
educación que propone el equipo Delors: aprender a vivir juntos, aprender a saber,
aprender a hacer, y aprender a ser, responde a esta filosofía. Tradicionalmente la edu-
cación se ha ocupado del aprender a saber y del aprender a hacer, sin embargo desde
esta comisión se plantea que los cuatro pilares merecen la misma consideración en una
enseñanza estructurada, de manera que la educación aparezca para el sujeto en tanto
que persona y como miembro de la sociedad, como una experiencia global y conti-
nuada a lo largo de la vida. Este enfoque transciende la visión instrumental de la edu-
cación, considerada como un camino para obtener unos resultados y pasa a
considerarse su función total que tiene como misión el desarrollo integral de la per-
sona: el aprender a ser.
En esta línea se plantea también la necesidad de pasar de la noción de cualificación
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a la de competencia en la que se combinan dimensiones de cualificación adquiridas en
la formación técnica y profesional y otras dimensiones personales como el comporta-
miento social, la capacidad de trabajar en equipo, la iniciativa, etc. En definitiva se
trata de desarrollar toda una serie de aptitudes para las relaciones interpersonales y
trabajar unas cualidades humanas que, a menudo la educación tradicional no ha tenido
en cuenta.
Este es un nuevo campo muy importante que se abre desde la perspectiva educativa
para cualquiera de los niveles formativos, trabajo que debería requerir también un
diagnóstico de estas competencias transversales y que posteriormente se deberían
intentar desarrollar dentro de los programas educativos. Nos parece que en el caso de
la formación universitaria, el prácticum podría ser un buen elemento para el contraste
y certificación de estas competencias.
La educación a lo largo de la vida también está muy relacionada con los procesos
de participación social y con el concepto de equidad3. Desde esta perspectiva nos
parece que es importante también, abordar el tema de la educación para la ciudada-
nía, que está muy vinculado con la educación intercultural pero que da un paso más
allá. En las complejas sociedades actuales, la participación en un proyecto común va
3 Como señala el mismo informe de la UNESCO «La educación a lo largo de la vida es una construc-
ción continuada de la persona humana, de su saber y de sus aptitudes y también de su facultad de juicio y
acción. Le ha de permitir tomar conciencia de sí misma, y de su entorno y desarrollar su papel social en el
mundo del trabajo y en la ciudadanía» (Delors y otros, 1996: 90).
mucho más allá del ámbito político estrictamente. Cada miembro de la colectividad ha
de asumir su responsabilidad hacia los otros en cualquiera de sus actividades cotidia-
nas y ámbitos de relación, por tanto es necesario preparar a las personas para esta par-
ticipación social, con sus derechos y deberes, desarrollando sus competencias sociales
y su sentido de pertenencia, que ya no puede quedar vinculado únicamente a un
grupo, sino reconocer la complejidad de la identidad y la pertenencia (Marín y otras,
en prensa).
Estos planteamientos requieren una revisión de las funciones de la denominada
escolaridad formal. En el informe publicado por la OCDE (1994) sobre Calidad en la
Enseñanza se confirma esta necesidad de adaptarse a nuevas situaciones. El para-
digma tradicional reflejado en un curriculum común, dividido en materias, enseñado
en unidades tiempo preestablecidas, ordenado secuencialmente por grados, y con-
trolado por pruebas estandarizadas está dejando de ser útil. Como plantean Fink y
Stoll (1997: 186) «Este paradigma puede que haya funcionado en 1966, pero no está funcio-
nando en 1996 y no funcionará en el 2006. El mundo postmoderno requiere un modelo dife-
rente de escuela, mas en consonancia con la naturaleza cambiante de la economía y de la
estructura social. Nos estamos alejando de la era moderna, con su dependencia de factorías,
centralización, burocracias y estructuras, hacia una era postmoderna en la que la vida polí-
tica, económica, organizativa e incluso la vida personal se van a organizar en torno a princi-
pios muy diferentes de los que rigieron la era moderna... El mundo postmoderno es rápido,
comprimido e incierto».
Existen autores que apuntan a la necesidad de desescolarizar la sociedad rom-
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piendo el monopolio que la escuela tiene como institución de trasmisión del conoci-
miento y la cultura. Es la idea de autores como MacBeath, Moos y Riley (1996: 228)
que plantean que «las escuelas serán sólo una institución más de enseñanza y aprendizaje
que competirá con otras instituciones que promueven el aprendizaje», o como Hargreaves
(1997: 11) que prevé que «dentro de 25 años será difícil hablar de sistema educativo en el
sentido de un sistema coherente y con gestión estatal: en su lugar en lo que se refiere a la edu-
cación emergerán otras instituciones sociales cuyos límites serán también difusos: el hogar, el
lugar de trabajo». También Dalin y Rust (1996) en su trabajo sobre una escuela para el
siglo XXI muestran un horizonte en el que la escuela no podrá seguir existiendo con
la autonomía e independencia que hasta ahora se le ha asignado en cuanto a la ges-
tión del curriculum. En la medida que el conocimiento va a estar mucho más dis-
perso y distribuido, las escuelas podrán ser una más entre otras muchas instituciones
formativas.
A las fuerzas sociales hay que añadir los cambios tecnológicos que también plantean
demandas nuevas a los centros educativos y a sus procesos de cambio. En el Informe
coordinado por Delors (1996: 198) se afirmaba que «las sociedades actuales son de un modo
u otro sociedades de información en las que el desarrollo de las tecnologías puede crear un
entorno cultural y educativo capaz de diversificar las fuentes del conocimiento y el saber». La
nuevas tecnologías ofrecen horizontes de desarrollo del conocimiento pero también de
exclusión social para aquellas personas sin «alfabetización tecnológica», y todo ello al
margen de la inversión presupuestaria que exige la implantación y mantenimiento de
sistemas tecnológicos en los centros educativos.
Los procesos de enseñanza aprendizaje se ven afectados por los soportes sobre los
que se presenta la información. Bartolomé (2000) señala cómo el lenguaje oral equivale
a «documentos breves» con métrica y pensamiento analógico; el lenguaje escrito alarga
la extensión del texto y en él predomina la lógica racional y el pensamiento deductivo;
en el lenguaje visual cambia el modo de codificar y organizar la información que pro-
voca modificaciones en los modos de procesamiento y recuperación de la información.
Los nuevos soportes plantean un modelo no lineal que complica y enriquece la cons-
trucción de significados en el discurso4. Los libros electrónicos están abiertos además a
otros códigos: mensajes sonoros, imágenes animadas, secuencias audiovisuales, tam-
bién en este caso las diferencias afectan al procesamiento cognitivo (Oostendorp y Mul,
1996).
El cambio de soporte, además de suponer unos cambios en la codificación de la
información también implica que ésta se encuentra distribuida en redes abiertas y
compatibles. Para moverse en ese mundo global es necesario recurrir a un nuevo
modo de organizar la información, lo cual debe entrar a formar parte del aprendizaje.
Pero además Bartolomé (2000) indica que los cambios en el lenguaje van a afectar al
modo de interpretar y dar sentido a la realidad ya que ello va muy ligado al modo
como la expresamos; este autor cree que sería un error creer que podemos cambiar los
soportes y canales sin cambiar de código, de lenguaje del medio y en definitiva de
modo de pensar.
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Un tercer cambio provocado por los nuevos soportes es el que se produce en el
modo de acceder a la información, en el que prima la dimensión interactiva. Barto-
lomé (2000) plantea este punto como específico de las nuevas tecnologías de la infor-
mación y lo contrapone al discurso unidireccional del libro de texto, la clase magistral
o la televisión tradicional. A nuestro juicio las nuevas tecnologías de la información
abren la posibilidad de un trabajo conjunto y colaborativo, al poner a nuestro alcance
medios y recursos para hacerlo posible en tiempo real. Al mismo tiempo las redes per-
miten que la persona se constituya en un agente activo en la construcción de la infor-
mación.
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han introducido dentro
de la educación la posibilidad de disponer de recursos altamente orientados a la inter-
acción y el intercambio de ideas y materiales entre profesorado y alumnado y entre el
alumnado entre sí (Marcelo, 2000; Bartolomé, 2000; Espanya y Ot, 1998). Este enfoque
de aprendizaje cooperativo basado en soportes telemáticos como Internet comienza a
conocerse como educación «on line», término bajo el que se designan todo un conjunto
de métodos que se ajustan especialmente a los principios del aprendizaje adulto, en el
4 La estructura no lineal está condicionada por los requerimientos técnicos de la pantalla, con capaci-
dad de información inferior a una página. Por otro lado mientras que en el texto escrito, la página no repre-
senta una unidad conceptual de contenido, sino una división física; en los libros electrónicos, sí que
representa una unidad conceptual de contenido con un mensaje con significado completo. En el primer caso
hablamos de procesamiento sucesivo y en el segundo de procesamiento simultáneo.
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sobre la validez de la permanencia de los principios que han configurado este referente.
«El proceso de crecimiento personal en una forma tal que le permita convertirse en un ser
cada vez más complejo. Esta complejidad derivada de los cambios cualitativos que acon-
tecen en la mente del ser humano, le permite a éste interpretar el mundo que le rodea de
una manera más exhaustiva, permitiéndole integrar experiencias cada vez más amplias y
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complejas» (Rodríguez Espinar y otros, 1993).
ción. Desde esta perspectiva se entiende como el modo más apropiado de abor-
dar los requisitos internos y externos propios de una determinada etapa.
— Los cambios y procesos en las diferentes esferas o ámbitos del desarrollo vital
están sistemáticamente interrelacionados, tanto a lo largo del curso de la vida
(perspectiva longitudinal) como entre las diferentes esferas de la misma (pers-
pectiva transversal), actuando como una red de efectos causales.
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impacto sobre la conducta y la experiencia de la misma.
Álvarez Rojo (1994: 114) señala que la perspectiva ecológica es un prerequisito con-
ceptual para la actuación del orientador en la medida en que:
— «El proyecto vital de la personas ha de ser construido en un contexto social cuya mani-
pulación (adaptación y cambio) va a serles insoslayable
— Las conductas que ponen en práctica las personas para la construcción de ese proyecto
deben ser interpretadas mediante modelos teóricos que tengan en cuenta no sólo las carac-
terísticas personales / individuales, sino también los contextos en los que interactúan
— La actividad orientadora consiste en un proceso de interacción orientador-orientado/s que
tiene lugar en unos contextos (social e institucional) y que se ve afectado por ellos».
Desde la perspectiva del diagnóstico, trasladar este principio al campo del compor-
tamiento individual significa contemplar todas las dimensiones de la persona interac-
tuando conjuntamente. Se trata de pensar que el sistema de funcionamiento de cada
uno de los sistemas personales (afectivos, volitivos y cognitivos) no tiene una entidad
independiente que los describa, o una formulación estática, sino que son sistemas com-
plejos, dinámicos cuyas características necesariamente dependen de la interacción con
otros sistemas, que actúan en paralelo y dentro de un todo sistémico (Alfaro, 2001).
Este principio orienta las alternativas que desde el campo de la dificultades del
aprendizaje critican las teorías del déficit neurológico. Su enfoque intenta comprender
al niño dentro del contexto de su vida social en interacción. Las dificultades del apren-
dizaje, junto con las disfunciones neurológicas asociadas, se desarrollan no desde el
individuo sino desde las interacciones del individuo en sus relaciones sociales (Alfaro,
2001). Por ejemplo el proceso de lectura consiste en una interacción entre el lector, los
diferentes tipos de información del material y el contexto en el que se lee el texto
(Cabrera y otras, 1994). Las condiciones sistémicas económicas, sociales y culturales
son los principales factores que contribuyen al fracaso en el aprendizaje (Coles, 1989).
El diagnóstico reúne componentes del sistema personal en interacción con el sis-
tema familiar, educativo y ambiental-social, que son los diversos contextos-sistemas en
los que se producen las interacciones de las personas. Pero además, teniendo en cuenta
una perspectiva del desarrollo desde el Ciclo Vital. Por este motivo el diagnóstico es un
proceso, lo cual significa un seguimiento de la persona a lo largo de su trayectoria
vital, en la que en cada momento cobrarán relevancia o importancia unos aspectos.
34
Desde una vertiente aplicada del diagnóstico significa afrontarlo de modo holístico
lo cual implica la consideración de múltiples puntos de vista, estrategias, personas,
además del aporte de un conjunto de datos de forma integrada: aspectos fisiológicos,
físicos, del ambiente, interacción profesorado-alumnado, ambiente familiar y refuerzos,
historia pasada, etc., todo ello a partir de una variada gama o tipos de procedimientos
de obtención de datos: informes del alumnado, entrevistas, tests referidos al criterio,
observaciones, registros, etc. (Heron y Heward, 1988). Alfaro (2001) indica que este
debería ser el enfoque de los equipos psicopedagógicos, pero también denuncia el peli-
gro de una falta de integración diagnóstica, fundamentalmente por la precariedad e
inestabilidad de los equipos encargados del proceso de toma de decisiones.
1. Los sentimientos de poder o control sobre los factores que determinan la propia
vida juegan un papel mediador fundamental en la vida de las personas. Este
principio está fundamentado en las aportaciones de la Psicología cognitiva, tanto
en lo que se refiere a los constructos positivos de control (autoestima, autoefica-
cia o el locus de control), como a los de falta de control (indefensión aprendida).
2. Dado que el poder (entendido como recurso no material), está desigualmente
repartido entre los grupos sociales, cabe pensar que una fuente fundamental de
los problemas individuales no reside en la persona sino en el sistema o en las
propias estructuras macrosociales. Por ejemplo Harver y otros (1995) afirman
cómo las disfunciones conductuales y la falta de empowerment que manifiestan
grupos minoritarios están estrechamente relacionados.
McWhirter (1991: 224) define el empowerment como el proceso a través del cual per-
sonas, organizaciones o grupos «sin poder»:
3. Llegan a conocer las dinámicas del poder que actúan en su contexto vital.
4. Desarrollan las habilidades y capacidades para obtener un control razonable
sobre sus vidas
5. Ejercen este control sin interferir los derechos de los otros
6. Apoyan/refuerzan el empowerment de los otros en su grupo o comunidad de
referencia con el que se identifica para obtener el control (grupo étnico, racial,
mujeres, discapacitados...)
35
La perspectiva del empowerment va más allá del incremento individual del poder
interpersonal. El reconocimiento de las influencias políticas, económicas y sociales
sobre las personas y los grupos es esencial para el proceso de empowerment. Este énfa-
sis sobre las dinámicas de poder implica que los problemas recaen en los sistemas, más
que en sus víctimas, pero asume también que las soluciones a los problemas se pueden
abordar tanto por la acción sobre las personas como mediante cambios en el sistema
social.
Este enfoque de intervención incluye otros principios que se habían desarrollado
previamente: el desarrollo y la intervención social. Lo podríamos caracterizar como un
enfoque sistémico elaborado desde una perspectiva crítica.
Figuera (1997) afirma que la aplicación de este enfoque es clave en la orientación
profesional cuando se trabaja con colectivos marginados en el mercado de trabajo y/o
en la sociedad. Esta autora pone como ejemplo los programas de orientación dirigidos
a mujeres que deben incluir el proceso de concienciación sobre los sesgos de género,
implícitos en los procesos de elección profesional o en la combinación de roles vitales,
entre otros, y que encuentran su explicación en los procesos de socialización. Si estos
colectivos de mujeres provienen de grupos de emigrantes se deberán tener en cuenta
sus referentes culturales (procesos de endoculturación) y los procesos de aculturación
en la sociedad de acogida, al tiempo que estas dimensiones se trabajan más a fondo.
Desde este enfoque, Rodríguez Espinar, (1998: 16) indica que los orientadores deben
adoptar un rol activo encaminado al proceso de fortalecimiento personal (empower-
ment) cuyo objetivo es que el alumnado «desarrolle la capacidad y habilidad para confron-
tarse constructivamente con los factores que explícita o implícitamente, determinan que uno
pueda ejercer un razonable control sobre su propio destino». Este enfoque tendrá también
una gran influencia en el diagnóstico, no sólo desde las variables a tener en cuenta, sino
desde el mismo proceso de obtención de la información (la persona es una agente
activo y el proceso de recogida de información se convierte en un proceso de diagnós-
tico-intervención, ya que los datos se van analizando de forma conjunta persona-pro-
fesional).
En los puntos anteriores hemos señalado que los marcos de intervención se sitúan
desde una perspectiva preventiva con un enfoque ecológico-sistémico, con una visión
holística y desde la perspectiva del empowerment. Estos enfoques no sólo han servido
como marco de referencia para la intervención sino que también se han convertido en
el referente de la investigación en distintas disciplinas científicas lo cual ha propiciado
unos enfoques más integradores y superadores de dualismos.
Así enfocar el diagnóstico bajo los modelos ecológico sistémicos implica un primer
elemento de contextualización, es decir el diagnóstico se realiza en los entornos naturales en
los que se mueven las personas o grupos y trata además de ver las influencias mutuas de los dis-
tintos componentes de esos entornos. Por tanto, en primer lugar, se requiere un estudio diag-
nóstico sobre estos ambientes o contextos en los que se mueven las personas y los grupos. Hasta
36
ahora era muy común que, una vez encontrado un modelo de funcionamiento éste se
trasladara a diferentes entornos.
En sociedades multiculturales como la nuestra se hace necesario tener un cuerpo de
investigación que permita ver la influencia de estas diversas variables en distintos ámbi-
tos y contextos, por ejemplo cómo afecta una concepción marcadamente interpersonal,
basada en el respeto y en la colaboración con los compañeros en un marco social y cultu-
ral en el que prima una inteligencia conceptual y abstracta y desde un marco competitivo
e individualista. Necesitamos también investigaciones diagnósticas que contextualicen
las variables implicadas en las transiciones educativas con respecto a diferentes grupos
culturales y considerando también la especificidad del género, es necesario que los pro-
gramas de orientación e intervención incluyan este tipo de variables si se quiere respon-
der a los principios de equidad dentro de la igualdad de oportunidades.
En síntesis una nueva conceptualización del diagnóstico en la intervención orienta-
dora vendria caracterizada por las siguientes notas:
37
educativa, antropológica, las teorías del desarrollo, del aprendizaje, del proceso de
inserción, etc., de la persona, o grupo dentro de los distintos subsistemas en los que se
mueve; este referente guía las unidades o variables a seleccionar en el proceso de diag-
nóstico, y, en algunos casos incluso las técnicas. De hecho este marco conceptual es el
que dio lugar a los diversos modelos de Diagnóstico/Evaluación Conductual, y en la
práctica ha implicado diversidad de elección de variables o unidades de análisis, así
como una concepción también diferente en cuanto a las metodologías y técnicas emple-
adas para la obtención de información.
Tradicionalmente al comparar los distintos modelos de diagnóstico según las pecu-
liaridades de cada uno en cuanto a formulaciones teóricas, finalidades, metodología,
etc., se han destacado cuatro polaridades: generalidad vs. especificidad de la conducta,
lo ideográfico vs. lo nomotético, lo cualitativo vs. lo cuantitativo y la explicación vs. la
comprensión (Fernández Ballesteros, 1992). Sin negar la importancia que estas alterna-
tivas tienen, vamos, sin embargo, a exponer las cuatro dimensiones que nos parecen
más relevantes para la comprensión actual del diagnóstico:
nismo a cada situación. Hoy, sin embargo, se defiende la especificidad como diferen-
ciación de las personas y de los contextos. En este sentido se contempla a cada persona
como procesadora activa de información, con diferentes estilos cognitivos y de apren-
dizaje, con un modo diferente de utilizar los componentes cognitivos o con una prefe-
rencia por la utilización de procesos simultáneos o sucesivos, con predominancia de un
tipo u otro de inteligencias, con una diferencia en los conocimientos previos y en la con-
figuración de esquemas de conocimiento. Todas estas posibilidades de diferenciación
que se han citado comportan que se contemple a cada persona como un tipo diferente
de aprendiz en cada uno de los dominios académicos y de la vida, dependiendo de sus
características personales en el modo de procesar la información y del contexto en el
que se encuentre.
La especificidad se plantea en términos de las características diferenciales de las
personas y no como determinantes de una situación. Por otra parte esta especificidad
también se aplica al propio contexto en el que se realiza el diagnóstico, así como tam-
bién se reconoce la diferenciación individual por multiplicidad de características,
incluidas las de género y las culturales, también se considera la especificidad de los
contextos y de las interacciones de las personas en los distintos contextos.
38
tanto defendía que las medidas de ambos constructos son estables en el tiempo y en
diferentes contextos. En la actualidad se acepta la modificabilidad cognitiva como un
proceso que presenta diferencias significativas entre distintas personas y que refleja
un nivel diferente de su adaptación manifiesta, y se incluye dentro de este concepto no
solo lo que la persona es capaz de hacer por sí sola, sino también lo que potencial-
mente puede lograr con la mediación cooperativa de otras personas (Feuerstein, 1996:
35). Los tests y la forma de evaluación deben ser sensibles a estas posibilidades de
modificabilidad, de ahí el desarrollo y sistematización de las ayudas y entrenamiento
realizadas por los autores que han puesto en práctica la evaluación del potencial de
aprendizaje (Feuerstein, 1993, 1996; Das, 1996; Hamers, 1996). Pero no sólo se tiene en
cuenta la modificabilidad cognitiva también estamos ante una sociedad en continuo
cambio que requiere la adaptación a ese cambio, por tanto el diagnóstico habrá de pre-
parar a las personas a hacer frente a los cambios y a ser protagonistas de sus vidas, de
modo que cobra una especial importancia el papel activo de la persona en el proceso
de diagnóstico que pasa a ser una ayuda para su toma de decisiones a partir de su pro-
pia autovaloración.
39
aplique (Resnick y Resnick, 1992). Por ejemplo, existe ya un cuerpo lo suficiente-
mente amplio de investigación sobre los procesos de aprendizaje y estudio que per-
mite el diagnóstico de las distintas estrategias cognitivas y motivacionales implicadas
en la resolución de tareas; también sobre las diferencias culturales y de género en
Estilos de Aprendizaje, todo ello nos lleva a una enfoque contextualizado del diag-
nóstico. Desde una perspectiva más instrumental también se han desarrollado prue-
bas para valorar los procesos de lectura comprensiva o los de resolución de
problemas matemáticos que permiten con textos o problemas similares a los utiliza-
dos en clase valorar el tipo de estrategias que utiliza el alumnado, así como proceder
a una intervención que facilite la adquisición de estas estrategias mediante diversos
procesos instructivos, en los que ocupa un lugar importante el modelado por parte
del profesorado.
El papel del diagnóstico, desde el marco que ofrecen distintas teorías, es el de com-
prender al alumnado mas que predecir las ejecuciones futuras mediante la compara-
ción de las puntuaciones con el grupo de referencia (O’Connor 1992). Esto explica por
ejemplo, el interés por la evaluación de procesos cognitivos y la evaluación del poten-
cial de aprendizaje y el desarrollo de estos procedimientos de evaluación desde la
década de los 80 hasta la actualidad (Brown, A.L.; Campione, J.C.; Webber, L.S. y
McGilly, K. 1992; Molina, 1995; Lidz, 1987; Das, 1988, 1996; Sternberg, 1992). El objetivo
fundamental de estos procedimientos es la valoración de las funciones cognitivas, de
los procesos cognitivos o del tipo de procesamiento de la información, tanto con finali-
dades preventivas como correctivas, implantando programas que permitan el desarro-
llo de estos procesos o funciones o la corrección de los déficits. Pero no sólo desde este
campo se ha avanzado en la comprensión, también se han realizado investigaciones
para integrar diferentes aportaciones en marcos explicativos más comprensivos, unos
de los ejempos más claros los tenemos en la evolución de las teorías de la personalidad,
pero también todos los estudios causales realizados para integrar los aspectos cogniti-
vos y afectivos en las dinámicas motivacionales; o la teorias amplias sobre la inteligen-
cia que abandonan el campo exclusivamente de las estructuras o procesos de
razonamiento para abarcar todas las dimensiones de la adaptación de la persona al
ambiente. Todos estos enfoques tienden hacia marcos explicativos y comprensivos del
funcionamiento de la persona. Los mismo se puede aplicar a los enfoques elaborados
40
desde las teorías de educación para el desarrollo de la carrerra.
41
guntas diagnósticas son las que marcan el proceso de diagnóstico, inserto en el proceso
orientador, en relación con cada uno de los elementos del modelo:
42
Autoridades como Edwin L. Herr (1997) ponen de manifiesto no sólo la universali-
dad de la práctica orientadora (con muy diferentes niveles de institucionalización),
sino la consideración de la misma como un factor de equidad social, siempre y cuando,
añadiríamos, la práctica sea eficiente, como consecuencia de un adecuado uso de estra-
tegias y recursos. Que la orientación es un factor de calidad de la educación en sus dife-
rentes niveles y sistemas lo hemos defendido desde hace más de una década. Por ello
es reconfortante observar como desde ámbitos académicos, otrora escasamente preo-
cupados por el tema, se reconoce tal consideración (Martín, 1999). También hemos de
señalar que en nuestro contexto y en el marco educativo formal, la práctica opera en un
marco profesional polémico, con confusión de roles y falta de claridad en la acción
(Solé y Colomina, 1999).
Ahora bien, si consideramos que la acción orientadora en el siglo XXI, especial-
mente en el ámbito de lo profesional, ha adquirido una relevante importancia sociopo-
lítica y que no puede afrontarse con los parámetros actuales que presenta su estructura
organizativa, entonces deberíamos asumir que sus estructuras de acción no pueden
quedar al margen de la reflexión y transformación. Como afirmaba Gerd Andres (2000:
11), alto funcionario alemán del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, en la inau-
guración de la Conferencia Internacional de Orientación Profesional celebrada en Ber-
lín: The old departmental walls that separated career counselling from job placement and the
payment of benefits are being dismantled. Costumer orientation and friendly service are the pri-
mary objectives. Clients should not come to the employment agencies as petitioners to an auto-
crat, but as recognised partners to a service provider.
43
de los procesos y resultados de la educación: preparar para un aprendizaje con-
tinuo. En definitiva, ser un agente de lucha por la dignidad de la persona y su
equidad social.
— La orientación ni elimina el error humano en la decisión ni altera las estructuras
de los sistemas que impiden la plena realización de la persona, pero puede con-
tribuir a tomar conciencia a unos y otros de las barreras que impiden tal realiza-
ción, así como de las vías más idóneas para su superación. Es imprescindible
dotarse de mecanismos que permitan la identificación de las mejores prácticas
para el logro de dicha meta.
— La complejidad de la situación presente y el alto grado de indeterminación del
futuro reclaman la elaboración de una visión y plan de acción compartidos de
todos los agentes (especialmente del individuo) implicados en toda intervención
orientada al servicio del desarrollo de la persona.
— El marco jurídico-administrativo actual en la prestación de los servicios genera-
les de orientación no puede ser un obstáculo permanente en la adecuada organi-
zación de la acción orientadora. La acción política cobra especial importancia
como factor de transformación positiva de dichos marcos.
44
Temática de especial atención en los últimos años ha sido la de la transición al
mundo del trabajo de los sujetos con minusvalías. No basta con ampararse en los deno-
minados Programas de Garantía Social; es necesaria una política y acción más especí-
fica. Como señala Conger (1997), una situación de incertidumbre rodea a jóvenes y
familias cuando se aproxima este momento. No basta con regulaciones o programas de
formación generales. Es necesario examinar y copiar, si es pertinente, experiencias en
otros países:
45
implicados.
— Las diferencias en las teorías y modelos de intervención adoptados en su práctica.
— Las diferencias en la problemática de la financiación de su acción: competitivi-
dad o no por los fondos y subvenciones gubernamentales.
5 La importancia y actualidad del tema es obvia: por primera vez, dos asociaciones profesionales, a tra-
vés de sus órganos de comunicación [The Career Development Quarterly (2000, 48(4)) y el Journal of
Employment Counseling (2000, 37 (2)] han publicado simultánemente el mismo contenido monográfico:
Collaboration, Partnership, Policy, and Practice in Career Development.
Llegados a este punto cabe preguntarse sobre los beneficios derivados de asumir
acciones conjuntas globales entre los agentes orientadores encuadrados en joint-venture
de carácter institucional entre: Educación y Trabajo, Educación y Sanidad, Trabajo y
Sanidad, Educación y Justicia, etc. Nada de insólito tiene en otros países, por ejemplo,
la denominación de Ministerio de Educación y Trabajo. Podría aducirse que ya se dan
tales acciones, pero su carácter parcial, fragmentario, discontinuo u ocasional no per-
mite consolidar un modo de hacer ni una estructura organizativa para operar desde
dicha filosofía. De otra forma será difícil atender desde una única dependencia admi-
nistrativa a grupos caracterizados por: absentismo escolar, inadecuadas conductas
sociales, minusvalías físico-psíquicas y educación, problemática familiar de desestruc-
turación y/o conductas de violencia, alcohol..., inserción laboral de graduados o no de
la enseñanza secundaria, desempleados menores de 25 años, adicciones y abandono
escolar, desempleo y reciclaje formativo, etc.
Si a lo señalado añadimos el papel cada vez más relevante de los diferentes tipos de
organizaciones y asociaciones, a través de las cuales se vertebra la actuación de la socie-
dad civil para abordar las temáticas referidas, no parece inadecuado plantear la necesi-
dad de que la actuación pública se planifique no sólo en relación a los recursos de la
administración sino al conjunto de recursos de que dispone la propia sociedad. En este
sentido, la acción legislativa constituye una de las claras herramientas del poder polí-
tico para promover la necesaria comunicabilidad entre actores, máxime cuando entre éstos
se encuentran las diferentes administraciones públicas.
46
5.4. Un requisito para la acción: La sectorialización
and make the transition from school to work (Herr, 2000: 298). En idéntica dirección se pro-
nuncian Watts et al. (1997) cuando afirman que a nivel local donde debe producirse la
coordinación de todos los esfuerzos aportados por los diferentes agentes (partners).
Desde la perspectiva exclusivamente educativa, el Centro de Secundaria asume el
referente de programa de actuación en el sector de su influencia, configurando con los
Centros de Primaria y otros centros educativos (adultos, formación ocupacional, etc.) el
primer nivel organizativo de planificación y coordinación de la actividad orientadora
en consonancia con el Plan Municipal de referencia.
El Programa de orientación de Centro y el Dpto. de Orientación como su estructura
organizativa de ejecución constituye la célula básica de actuación en donde cobran
especial relevancia las necesidades específicas de la comunidad educativa a la que
sirve.
La especialización de los Equipos de Apoyo (con sus diferentes denominaciones)
introduce un nuevo concepto de sectorialización en tanto en cuanto el criterio básico
de su existencia no es el ámbito territorial geográfico, sino el de los roles y funciones
asignadas en virtud de las necesidades detectadas y de las competencias requeridas
para atender dichas necesidades. A semejanza con el sistema sanitario, los diferentes
niveles de los equipos estarían más acordes, no con el volumen de población, sino
con las características de los grupos de riesgo ubicados en el marco territorial antes
descrito.
47
En coherencia con lo expuesto hasta el momento, los recursos humanos al servicio
de la actividad orientadora no pueden organizarse de modo rígido y definitivo. La sin-
gularidad de los puestos de trabajo, la unicidad en ocasiones de los mismos, requiere
un tratamiento diferenciado del conjunto del profesorado de un centro educativo o
departamento administrativo. Apuntamos tres consideraciones:
48
(Bundesanstalt für Arbeit) iniciativas, prácticas, planteamientos y, añadimos, marcos
jurídicos, reglamentos y estructuras. Algunas situaciones:
— Dinamarca posee una legislación específica que cubre todo tipo de actividades
orientadores independientemente del ámbito donde se realicen. Ha sido posible
establecer la experiencia de la rotación trabajo-formación creando el Consejo
Nacional para la Educación y Orientación profesional (RUE).
— La acción compartida pública-privada alemana en la colocación y formación, a
semejanza de España, pero con el aseguramiento de las directrices del Servicio
Público de Empleo.
— Generación de una serie de Centros Nacionales para el desarrollo de la carrera:
— Gran Bretaña: National Advisory Council for Careers And Educational Guidance
6 Tema monográfico del symposium internacional celebrado en 1999 en Ottawa (Career Development
and Public Policy: International Collaboration for National Action) con la presencia de representantes de 14
países y promovido por la Fundación Canadiens para el Desarrollo de la Carrera y la Asociación Internacio-
nal de Orientación Escolar y Profesional. Las actas están disponibles en (http://www.ccdf.ca). El segundo se
ha celebrado en marzo del 2001 en Vancouver.
7 Wattts (2000) identifica cuatro roles de las políticas públicas en relación a la orientación: legislación,
financiación, exhortación y regulación. Es obvio que la configuración del estado en nuestro país (a semejanza
de países como EE.UU., Australia o Canadá) hace que la acción política a nivel de CCAA, especialmente, y
municipios presente una cierta dificultad o dispersión en el ejercicio de dichos roles. Por ello se hace necesa-
rio un marco general: una ley marco de orientación.
49
6. NUEVOS ROLES PROFESIONALES:EL USO DE LAS TIC EN EL DIAGNÓSTICO
Y ORIENTACIÓN
50
— Currículum, (dimensión docente del orientador).
— Computers, (nuevas tecnologías).
Los tests informatizados han sido objeto de debate desde sus primeras aplicaciones.
Por este motivo la American Psychological Association (1986) propuso unas directrices
que pretenden garantizar que los tests informatizados cumplen los requisitos espera-
bles en todo instrumento científico (Muñiz y Hambleton, 1999: 34-36) la equivalencia
de las puntuaciones, las adecuadas condiciones de administración del test informati-
zado, la validez de los informes automatizados y la revisión del sistema informati-
51
zado.
Parece probado que los tests de velocidad parecen ser los más afectados por la
administración por medio del ordenador (Greaud y Green, 1986; Green, 1991; Mead y
Drasgow, 1993; Bartram, 1993; Muñiz y Hambleton, 1999), ya que en las versiones con-
vencionales se dan puntuaciones más elevadas. Se ha dado múltiples explicaciones
para explicar esta discrepancia, sin existir un acuerdo (a la ansiedad provocada por la
presencia del ordenador; a las habilidades motoras implicadas; o a las diferencias de la
modalidad de presentación de los estímulos y del registro de las respuestas). Otros
estudios no encuentran diferencias entre ambas modalidades de administración (Neu-
man y Baydoun, 1998). En este caso, también es aconsejable realizar una baremación
propia para la forma informatizada del test de velocidad (Olea y Hontangas, 1999).
Pero sin duda alguna, y más allá de las características de seguridad y transparencia del
sistema informático utilizado, los dos grandes puntos de potencia-debilidad se centran
8 Ya quedan lejanas las primeras experiencias rudimentarias de informatización de un test. Los ámbi-
tos del diagnóstico de los intereses profesionales (SVIB-Strong Vocational Interest Blank) y los cuestionarisos de
diagnóstico de la personalidad (MMPI- Minnesota Multiphasic Personality Inventory; EPI-Eysenck Personality
Inventory) fueron pioneros en la utilización de los medios informáticos para la corrección y elaboración de
perfiles diagnósticos. Al inicio de los noventa se contabilizaban más de un millar de tests informatizados
(Sweetland y Keyser, 1991). Una muestra curiosa de la amplitud del fenómeno del uso de determinados ins-
trumentos míticos es la actividad formadora en torno al Strong Interest Inventory. A través del Qualifying Pro-
gram On-Line (www.gsconsultants.net. —click on Distance learning—) puede recibirse formación contínua en
el uso de este instrumento.
Hay autores que apuntan que el ordenador puede ser más eficaz durante la admi-
nistración de un test que un profesional, ya que puede determinar si la persona ha
entendido la manera de responder, puede realizar análisis durante la administración,
puede informar a la persona de su rendimiento, etc. (Green, 1991). Si bien esto es ver-
dad en parte, debido a la velocidad con la que procesa el ordenador la información, sin
embargo no se debería hablar de eficacia, sino de unas ciertas ventajas en la adminis-
tración del tests en versión de ordenador o en versión convencional en cuanto a la rapi-
dez de devolución de la información, como veremos más adelante cuando hablemos de
la elaboración de los informes, no estamos de acuerdo que esa información la propor-
cione el ordenador.
La directriz 7 plantea el tema de la igualdad de condiciones de todas las personas a
la hora de responder (sin que exista la posibilidad de puntuar más alto por tener más
familiaridad con el ordenador). Nos parece que de cara al futuro, esta preocupación
puede ser excesiva ya que las personas cada día están más familiarizados con el uso del
ordenador, sin embargo no hemos de olvidar que puede haber colectivos que sí estén
en inferioridad de condiciones, aunque para responder no sean necesarios conoci-
mientos de informática. Lo que sí se debe garantizar es que el modo de administración
52
del test no interfiera significativamente con la variable medida, para lo que se requiere
una correcta interacción de la persona con el ordenador (Carroll, 1997).
A pesar de ello, Whitley (1997) estudió 40.491 personas de EEUU y Canadá. En su
estudio concluye que los hombres muestran un rol más activo en la utilización de los
ordenadores, se sienten más eficaces y su actitud hacia los ordenadores es más positiva.
Estos resultados concuerdan con las investigaciones de Hewson et al. (1996), Krantz et
al. (1997) y Senior (1999), donde se observa que los participantes voluntarios en prue-
bas psicológicas administradas a través de Internet son mayoritariamente varones. A
nuestro juicio estos estudios no demuestran sino que hay una mayor utilización toda-
vía por parte de los hombres que de las mujeres. No obstante sí nos parece importante,
independientemente de estos resultados que se elaboren baremos diferenciados para
hombre y mujeres, ya que puede haber también otras variables todavía no estudiadas
que estén influenciando las puntuaciones.
Joinson (1999) ha estudiado los efectos del anonimato de la persona evaluada
cuando ésta responde al test mediante Internet. El autor observa que quienes respon-
den mediante Internet muestran menos deseabilidad social y menos ansiedad social
que quines responden un test convencional, a pesar de que los cuestionarios conven-
cionales sean tratados de forma anónima. Por otra parte, Buchanam y Smith (1999)
recomiendan realizar baremos propios para la versión informatizada del test adminis-
trada mediante Internet.
La ansiedad de las personas ante el ordenador ha sido especialmente estudiada, ya
que podría manifestarse de forma diferencial en función de los sujetos y, por tanto,
dejar a algunas en desventaja. En concreto, se han desarrollado varios tests para medir
esta ansiedad (o aversión según la terminología de Meier y Lambert, 1991) ante el orde-
nador. Mientras que algunos estudios no encuentran diferencias en los niveles de ansie-
dad respondiendo a un test informatizado y a un test convencional, en la mayoría de
estudios se observan niveles de ansiedad mayores en la versión informatizada del test.
Para una administración justa e igualitaria para todos las personas (como apunta
Carroll, 1997) se requiere, una vez más, una implantación técnica correcta: es decir, que
presente la posibilidad de revisar las respuestas dadas previamente, la distribución del
tiempo de respuesta a voluntad de la persona, sistemas de respuesta simples pero efi-
caces, etc. (Muñiz y Hambleton, 1999).
Un problema que se observa en la administración de tests informatizados es que las
personas que emplean más tiempo en responder pueden obtener mejores puntuacio-
nes, ya que su precisión aumenta considerablemente. Para corregirlo se han propuesto
diferentes soluciones: fijar el tiempo de exposición de cada ítem o bien de ciertos blo-
ques de ítems; elaborar un modelo estadístico que permita predecir la relación entre la
precisión y la velocidad; combinar ambas soluciones previas utilizando diferentes
tiempo de respuesta con un modelo estadístico final; informar después de cada ítem a
la persona de su precisión o de su velocidad de respuesta indicándole, si es necesario,
que podría intentar responder más rápido o más lento.
Finalmente diremos que la mayoría de test informatizados utilizan formatos de res-
puesta binarios o Lickert, simulando a los tests de papel y lápiz. No obstante, el orde-
nador permite utilizar otros formatos de respuesta, por ejemplo los formatos de
53
respuesta continua mediante la utilización de barras correderas. El tratamiento de las
respuestas abiertas genera problemas más complejos, aunque se están comenzando a
plantear alguna soluciones (Bejar y Bennet, 1999).
El aspecto de los tests informatizados que ha generado más controversia entre los
profesionales es la implantación de funciones para generar informes automatizados
por parte del ordenador Las directrices de la APA apuntan a que todo informe auto-
matizado debe ser revisado y ajustado por un especialista para que se consideren en el
informe las circunstancias particulares del contexto de la persona examinada.
Por otra parte, el informe debe evitar el oscurantismo y mostrar claramente las rela-
ciones entre las puntuaciones y el texto generado como consecuencia de esas puntua-
ciones (Matarazzo, 1986; Muñiz y Hambleton, 1999). Si bien los informes varían desde
meras descripciones de las puntuaciones hasta un informe diagnóstico detallado
(López, Ato, Sánchez y Velandrino, 1990), es conveniente que se acompañen siempre
del perfil de la persona examinada, así como de sus puntuaciones en cada escala
(Muñiz y Hambleton, 1999). En definitiva es simplemente garantizar la validez cientí-
fica del informe.
La realización de informes automatizados es una práctica muy habitual (por ejem-
plo, García y Suero, 1999; o Seisdedos, 1999). No obstante, estos informes no deberían
ir directamente dirigidos a la persona a la que se le ha realizado el diagnóstico (excepto
54
ción convencional, puede aportar muchos datos al profesional que realiza el
diagnóstico.
Olea y Hontangas (1999) resumen las ventajas que aporta la informatización de los
tests tradicionales apuntando a la optimización que se observa al informatizar el pro-
ceso evaluativo:
55
investigación son DEMOTAC diseñado por Martínez y Renom (1993) y ADTEST des-
arrollado por Revuelta, Ponsoda y Olea (1993).
En los últimos años, los Tests Adaptativos Informatizados se han visto también
favorecidos por el desarrollo de software para la administración de ítems que permiten
estrategias adaptativas de presentación de ítem.
decide cómo será el siguiente ítem, el final de la prueba se determina por algoritmos
similares a los utilizados en los Tests Adaptativos Informatizados.
El éxito evaluativo de un Test Autodaptado Informatizado depende en buena
medida de las instrucciones administradas a la persona antes del cuestionario. Weiss
(1999) indica que se requieren dos informaciones imprescindibles:
Informar a la persona de que se evalúa su rendimiento por la dificultad de los ítems
respondidos y por el número de aciertos.
Recomendar a los sujetos que elijan los niveles de dificultad más altos que sean
capaces de acertar.
Como apunta Wise (1999), para que los Tests Autoadaptados Informatizados se uti-
licen en la práctica será preciso que muestren una mejor validez que los Tests Adapta-
tivos Informatizados.
56
garantizar la seguridad del test y la administración por igual de todos los ítems (los
ítems con mayor poder discriminativo en el Banco de Ítems parecen ser los más admi-
nistrados según Revuelta, 1995; Olea y Ponsoda, 1996; Mills y Stocking, 1996); y, final-
mente, los ítems se seleccionan y administran en función de sus propiedades
psicométricas, no por sus especificaciones de contenido (lo que implica que no se
puede garantizar que todos los sujetos sean evaluados por los mismos contenidos). Por
este motivo, se ha propuesto otra estrategia de medida que es una combinación de dos
estrategias.
Esta estrategia se caracteriza por la aplicación de tests cuyos ítems presenten difi-
cultades muy variadas. Mediante un primer test se estima el nivel de habilidad de la
persona, lo que permite administrar un segundo test fácil, medio o difícil en función
del nivel estimado. Mediante el segundo test se vuelve a estimar el nivel de habilidad
de la persona, pudiéndose administrar otro test fácil, medio o difícil (tomando como
referente el test anterior). También se requiere que los ítems se hallen validados según
la Teoría de Respuesta a los ítems, de modo que las estimaciones de habilidad de los
sujetos sean comparables.
57
como el uso que se está haciendo por parte de los orientadores. No conocemos en nues-
tro contexto el estado de la cuestión. Allá donde se ha estudiado, los resultados, como
presentaremos, no son excesivamente alentadores, si bien se aprecia un incremento
razonable aunque sólo sea por lo que representa de disponer de más tiempo para el ser-
vicio directo (atención individualizada) con los estudiantes, la consulta a padres y a la
propia institución (Sabela, 1996).
El trabajo de Owen y Weikel (1999) sobre el uso de las TIC por parte de los orienta-
dores en el ámbito educativo no universitario del estado de Kentucy pone de mani-
fiesto ciertos puntos de interés:
En relación al para qué (uso) del ordenador, el estudio pone de manifiesto la clara
infrautilización del recurso:
— Mientras que el uso para escribir es generalizado, seguido de las tareas burocrá-
ticas y de análisis de datos, el uso de la TIC es mucho menos común: Sólo el 30%
usa e-mail, y no llegan al 20% los profesionales que usan Interactive Vocational
Guidance, Testing or Internet Research. Sólo el 5% imparte enseñanza por esta vía.
— La no disponibilidad del adecuado hard para hacer frente a los requisitos cre-
cientes y cambiantes de los importantes avances en la creación y comercializa-
ción de soft, o la falta de recursos para adquirir este material pone de manifiesto
la singular problemática económico que este nuevo capitulo presupuestario
representa para los sistemas educativos.
En los últimos años, han tenido lugar una gran proliferación de programas infor-
máticos, especialmente de orientación profesional o desarrollo de la carrera (computer-
assisted career guidance), pero también se ha producido un desarrollo en otras áreas
como el desarrollo personal y los procesos de enseñanza aprendizaje o atención a la
diversidad (alumnos con discapacidades). «Testing and assessment vocational exploration,
and interactive guidance are all areas in which tremendores advances have been made in recent
years» (Owen y Weikel, 1999: 182). Estos mismos autores señalan que no hay duda que
el ordenador puede representar una herramienta poderosa para realizar muchas tareas
relacionadas con la orientación. Ahora bien, no todo el soporte de software es adecuado,
actualizado y contextualizado para ser usado directamente dentro de un programa de
orientación en el centro. De ahí que estos autores señalen la necesidad de investigar
más profundamente el rol y funciones del orientador escolar para determinar el valor y
58
el lugar que las nuevas tecnologías tendrán en nuestra profesión.
Sin duda alguna, la dimensión económico-empresarial que representa la incorpora-
ción de las TIC a las diversas actividades profesionales no es tampoco ajena al campo
de la orientación profesional. Una vez más se hacen patentes las diferentes políticas
públicas, especialmente en sectores como el de la formación e información ocupacional.
Así, si examinamos la iniciativa empresarial española del Círculo de Progreso (Infoem-
pleo.com) con las iniciativas públicas estadounidense O*NET (www.doleta.gov/pro-
grams/onet) o canadiense WorkInfNet (www.workinfonet.ca), observaremos, no sólo
la calidad del enfoque orientador que subyace, sino los beneficios directos para el usua-
rio, tanto a nivel individual, como de las estructuras profesionales públicas de presta-
ción de servicios.
9 Programas conocidos, algunos de carácter público (Europeos) y privados (EEUU): SIGI, DISCOVER
I y II, CHOICES (EEUU y Canadá); Prospect (Reino Unido); Step-Plus (Alemania); ISEE (Holanda; SOCRATE
(Francia); SIFO, SAVI 2000 (España).
gico en las décadas de los setenta y ochenta. Su alto coste y la dependencia del fabri-
cante junto a los resultados evaluativos desde el punto de vista de su eficacia dejaron
paso a una reflexión sobre el lugar de estas herramientas en el proceso de ayuda a la
persona, última meta de la acción orientadora.
En los últimos años se está prestando especial atención a temas como:
59
(diversas) de diferentes tipologías de usuarios (diversos). Sampson (1999) analiza la
problemática derivada del inadecuado diseño de integración de las muy diferentes
necesidades y situaciones del usuario con la Web Site, los Servicios existentes y los dife-
rentes links que abren el sistema a otras fuentes de información. En esta dirección cami-
nan iniciativas de la OCDE (Sweet, 2000) que intentan delimitar el adecuado balance
entre diferentes sistemas de información y orientación y sus diferentes formas de ope-
rativizarlos (implementarlos).
El rol del orientador puede que en el futuro esté menos centrado en proporcionar
información y más en ayudar a los estudiantes a seleccionarla, procesarla y hacerla más
activa (Watts y Esbroock, 1998). Herr (1989) ya vaticinó que el rol de los orientadores en
el nuevo mundo tecnológico habrá de ser de agentes de la información, facilitadores de
oportunidades y desarrolladores de destrezas. El orientador ha de conocer las posibili-
dades y los riesgos de estas nuevas tecnologías, saber utilizarlas en su acción orienta-
dora y, para ello, habrá de adquirir las competencias necesarias a través de una
formación continuada.
¿Quién se ocupa de orientar al orientador? Anteriormente hemos señalado la impor-
tancia del factor formación en TIC para integrar su uso en la práctica profesional. Sin
duda alguna y desde todos los sectores se está reclamando la necesidad de nuevos orien-
tadores profesionales para tiempos de revolución (Benjumea, 2001). Otra cosa diferente es si
los nuevos profesionales sólo van a tener de nuevo el saber manejar las TIC para conver-
tirlos en clientes de empresas-sistemas que lo ofrecen todo por el módico precio de….
Esta inferencia podría hacerse de la lectura de determinados trabajos publicados
recientemente (Benjumea, 2001).
Parece necesario, una vez más, recurrir a la importancia de la acción pública en la
oferta de servicios de calidad y no es posible esta calidad sin la adecuada formación de
los agentes de dichos servicios. Como afirma el conocido canadiense Stuart Conger
(1997), los orientadores escolares también necesitan ayuda para afrontar el incremento
constante de retos y exigencias que han de satisfacer. Nos falta mucho camino por reco-
rrer. Ni la iniciativa pública (como servicio público) o privada (como legítimo negocio
empresarial), ni el asociacionismo profesional (como obligado servicio profesional) tie-
nen potencia o deseos de afrontar este reto.
Cuán diferente es la situación en otros contextos, pese a la etiqueta ideológica que se
le quiera poner. A título ilustrativo ofrecemos algunas direcciones, creemos que de inte-
rés, para que los profesionales de la orientación también hagan suyas estas dos refle-
xiones:
«learning becomes work, work becomes learning, and lifelong learning becomes our voca-
tion, or at least a surrogate» (Geissler, 2000)
«every thing is up in the air, which means that people have to becone activists in cons-
tructing their own lives» (Beck, 1999)
60
Como podrá observarse, la vía más natural de la formación permanente ha de ser a
través de su asociación profesional —garante de la calidad del servicio prestado por
sus afiliados—. Por otra parte, las acciones públicas han de poner al servicio de los ciu-
dadanos recursos e información que sólo ellas puedan elaborar. Finalmente, propuestas
como la del International Internet Resources for Career Development Professionals
(Turcotte et al., 2000) de iniciativa canadiense y ya de ámbito internacional, o el Trans-
national Network of National Resources Centres for Vocational Guidance (NRCVG),
iniciativa de la UE, dentro del Programa Leonardo da Vinci (Fränzl & Launicari), pue-
den abrir las vías de un navegar con dominio del timón. Otra cuestión muy diferente es la
dirección adecuada a tomar y el punto de llegada. Estas aún pertenece al nivel de la
teoría. Sin ella, el navegar puede ser sin rumbo o sin destino...
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Institut National d´Etude du Travail et Orientation Professionnelle (Francia)
http://www.cnam.fr/Inetop/
MATERIALES ESPECÍFICOS
Exploring Career
http://www.explore.cornell.edu
Blueprint Project (Canadá. Curriculum de competencias Infantil-Adultos)
http://www.lifework.ca
The Real Game Series
http://realgame.com
69
BASES DE DATOS / LIBRERÍAS VIRTUALES
LISTAS DE DISTRIBUCIÓN
*USA: listserv@uga.cc.uga.edu
(En: http://www.lsoft.com/lists/listref.html)
*U.K: mailbase@mailbase.ac.uk
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Braslavsky, B. (2005). “La alfabetización temprana en la familia, el nivel
inicial y primer ciclo”. en: Enseñar a entender lo que se lee. La
alfabetización en la familia y la escuela. FCE. Argentina. pp. 114-128.
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Los deberes: ¿un puente entre la escuela y el hogar?
Pilar Lacasa y Beatriz Martín Publicado en
pp. 45-62
"Cultura y educación", n° 4, 1996
Las niñas y los niños aprenden en múltiples situaciones cotidianas. Pasan gran parte de su vida
aprendiendo en la escuela y el hogar, aunque quizás la gran paradoja es que muchas veces resulta
difícil tender «puentes» entre ambos contextos. Además, tanto los pequeños como sus familias
suele considerar esos entornos como dos mundos separados que apenas tienen que ver entre sí.
Las aulas son «lugares» donde se adquieren conocimientos «para el día de mañana» pero,
seguramente, algo que tiene muy poco que ver con lo que ellos mismos pueden enseñarles o con
aquello que, casi de forma espontánea, van aprendiendo en casa. En este trabajo reflexionamos
sobre las posibilidades que aportan «los deberes» para tender puentes entre el hogar y la escuela,
considerando a ambos «contextos de aprendizaje» y «comunidades de práctica».
La escuela y el hogar: comunidades de práctica
Pero, ¿qué es una comunidad de práctica? Diferentes trabajos se han acercado a este concepto
cuando se trata de explorar procesos de aprendizaje (Lave 1991; Lave y Wenger, 1991; Chaiklin
1993; Rogoff, 1994). Merece la pena detenernos por un momento en él. En primer lugar, se
advierte que no se trata de un entidad que haya de asociarse, necesariamente, a una cultura
compartida. Se asume que sus miembros pueden tener diferentes intereses, hacer diferentes
Lacasa, P. y Martín, E. (1996). “Los deberes ¿un puente entre
la escuela y el hogar?”. en: Cultura y Educación (4). España.
contribuciones a la actividad y mantener puntos de vista distintos. Además, una comunidad de
práctica no implica necesariamente copresencia, ni un conjunto perfectamente identificable de
individuos con límites sociales bien definidos. Lo esencial es que un grupo de personas participan
en un sistema de actividad en relación con el cual comparten determinados significados que se
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relacionan con lo que están haciendo en contextos socio‐culturales e históricos específicos. La
comunidad de práctica establece, además, relaciones con otras comunidades más amplias en las
que la comunidad en cuestión está incluida o se relaciona con otras cuyas actividades pueden
considerarse «paralelas». En suma, una comunidad de práctica es una condición intrínseca para
que exista el conocimiento y ello porque aporta un soporte interpretativo necesario para darle
sentido.
Desde esta perspectiva, la escuela y la familia son comunidades de práctica en las que niños y
adultos realizan actividades diferentes. Cada una posee sus prácticas específicas, aunque es
evidente que entre ellas existe, o podría existir, una profunda interacción. También es un hecho
que un conjunto de ideas y creencias dan sentido a sus prácticas y que en ellas las relaciones
interpersonales, uno de los pilares fundamentales del aprendizaje infantil, adquieren rasgos
propios.
Todos estos elementos se comprenden mejor, por otra parte, considerando las interacciones que
tanto la escuela como la familia mantienen con otras comunidades del entorno. Es difícil, por
ejemplo, entender las prácticas presentes en las familias y el mundo de significados que les da
sentido, sin considerar el entorno de trabajo de los padres, sus recursos económicos, su contacto
con otros grupos, etc. Tampoco puede entenderse la escuela como una entidad independiente del
entorno en el que se ubica, aunque a veces sus relaciones con el mundo externo no sean tan
amplias ni profundas como sería deseable.
Molí y Greenberg (1990), por ejemplo, se han referido a ese universo de creencias y valores que se
esconde tras las prácticas cotidianas de la familia e introducen, en relación con las actividades y
recursos que ésta necesita para mantenerse como tal, la noción de «fondos de conocimiento».
Estos conocimientos compartidos son tan amplios y variados como los se refieren, por ejemplo, a
la reparación de la casa o el automóvil, a cierto remedios caseros, recetas de cocina, etc. Las
actividades que se llevan a cabo en esa comunidad son el dominio dentro del cual dichos «fondos
de conocimiento» han de ser aprendidos, organizados y transmitidos. Desde ellos, que son
inseparables de la historia de la familia, se comprenden mejor las estrategias que los adultos, como
miembros más expertos de la comunidad, utilizan para introducir a los niños en ella y también las
metas que orientan la enseñanza, implícita o explícita. Pero, ¿qué es lo que caracteriza esas
situaciones de aprendizaje? Sin duda, el hecho de que son las relaciones sociales las que
proporcionan un motivo y un contexto para aplicar y adquirir el conocimiento.
Los esencial es que los «fondos de conocimiento» se manifiestan en acontecimientos o actividades
y que dichos «fondos» no son posesiones o rasgos de la gente en la familia sino características de la
personas en actividad. En su opinión, creando «auténticas y similares actividades en las escuelas
podremos acceder a esos fondos de conocimiento e investigar su relevancia en la instrucción
académica».
¿Tender puentes desde los deberes?
¿Hasta qué punto lo que se aprende en el hogar y en la escuela puede ser representativo de dos
universos diferentes? Quizás sea necesario responder a esta cuestión afirmativamente y un
trabajo de Gelman y sus colaboradores (1991) puede servirnos de punto de partida para apoyar
esta afirmación.
Los autores compararon las relaciones que mantenían los adultos y los niños cuando visitaban un
museo. Los investigadores contrastaron estas interacciones en función de los conocimientos que
estaban presentes en ellas, y mostraron que cuando éstos eran próximos a la vida cotidiana, por
ejemplo, el dinero, los precios o el peso de los artículos que pueden comprarse o venderse
habitualmente, los adultos se mostraban mucho más activos que cuando los conocimientos que
mediaban la interacción podían considerarse escolares, por ejemplo cuando había que predecir el
resultado de un pequeño experimento de física.
Teniendo en cuenta los resultados del trabajo de Gelman y sus colaboradores, aunque tratando de
ir más allá de ellos, podemos pensar, por ejemplo, que si bien lo padres consideran los
conocimientos escolares como algo que les es relativamente ajeno, no por ello dejan de valorarlos.
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En esta línea se mueven los resultados de otro trabajo, orientado también a establecer relaciones
entre lo que los niños aprenden en la escuela y en el hogar. Gallimore y Goldengerg (1993)
muestran que los padres, en general, incluso de familias muy humildes, conceden gran valor a las
tareas escolares y a la educación académica. Las familias que participaron en su estudio
expresaban con claridad que las actividades escolares, sin duda mucho más amplias que los
deberes, permitirían a los niños y niñas «ser alguien en la vida». Como padres y madres deseaban,
además, que sus hijos e hijas asistieran a la escuela el mayor tiempo posible, quizás porque ellos no
habían tenido esa oportunidad.
En suma, los adultos pensaban que las tareas escolares, y especialmente la lecto‐escritura, son
instrumentos esenciales para que los niños avancen social y económicamente. Estos mismos
padres y madres introducían también en sus casas prácticas que habitualmente se realizan en la
escuela. Por ejemplo, algunos enseñaban a sus hijos letras y sonidos, incluso en edad preescolar,
cuando esas actividades no forman parte del curriculum.
Teniendo en cuenta el marco teórico que nos aportan estos trabajos nos preguntamos qué papel
pueden desempeñar «los deberes», las tradicionales tareas escolares que se realizan en casa, para
establecer puentes entre la escuela y el hogar. Hemos de reconocer que estamos ante una cuestión
polémica y que, sin duda, planteada desde el marco que nos aportan los trabajos anteriores
habremos de cambiar radicalmente la idea de lo que tradicionalmente se entiende por «deberes».
Considerando ambos contextos como comunidades de práctica, hemos explorado, por una parte,
las opiniones que los niños y sus padres tienen sobre las tareas escolares y, por otra, el modo en
que la llevan a cabo en el hogar. Posteriormente, y ante el interés del tema, hemos profundizado
también en esta cuestión a través del diálogo con maestros y maestras que asisten a las clases de
formación del profesorado e incluiremos muchas de sus opiniones sobre el tema De ello nos
ocuparemos en las páginas que siguen.
¿Qué piensan los niños y sus familias sobre los deberes?
Trabajamos en tres colegios de los alrededores de Madrid durante los meses de mayo y junio de
1993. En el entorno de la escuela vivían personas de clase media o media baja. Ofrecimos la
posibilidad de participar en el estudio a todos los niños y niñas del ciclo medio que asistían a esas
escuelas.
Debido a que se trataba de explorar las actividades que se realizaban en el hogar era necesario
que los padres y madres estuviesen dispuestos a colaborar. Participaron en el estudio sesenta
familias. Los datos se obtuvieron a partir de un cuestionario semi‐estructurado y las grabaciones
en audio de una de las sesiones en las que los padres y madres ayudaban a sus hijos o hijas cuando
hacían los deberes en el hogar.
Hemos de reconocer que en nuestro estudio tanto los niños que participaron como sus familias se
mostraban, como inmediatamente veremos, claramente a favor de los deberes. Agruparemos sus
opiniones en relación con algunas de las cuestiones que pueden darnos una idea de la importancia
que para ellos de tienen los deberes, su significado y de las dificultades que niños y adultos
encuentran cuando los llevan a cabo en el hogar.
Los deberes: ¿son importantes?
Si nos fijamos en las opiniones de los niños/as hemos de responder afirmativamente: la mayoría
(90%) estaban de acuerdo con la idea de que hacer los deberes era algo importante e, incluso, buen
número de ellos (66%) pensaban también con que era algo divertido. Además, muchos (56,50%)
reconocían que les dedicaban, diariamente, incluso más de una hora. Gran parte de los
padres/madres (56,50%) consideraban también que sus hijos deberían dedicar a esta tareas más
de 45 minutos diarios. En cualquier caso, hay que reconocer que las intenciones no siempre
coinciden con la realidad: si bien el 61,30% de los niños/as reconoció que sus maestros/as les
ponían deberes entre cuatro y seis días a la semana, solo el 46,60% los terminaban.
93
¿Quién colabora en las tareas escolares?
Conviene advertir, en primer lugar, que cuando estos niños realizaban en casa sus tareas escolares,
solían hacerlo, en la mayoría de las ocasiones, con los adultos (40,30% una vez a la semana o
31,50% diariamente). Es necesario resaltar también que las madres tenían un papel mucho más
activo como colaboradoras: el 56,50% de los niños/as que participaron en nuestro estudio,
trabajaron con sus madres, frente al 36,50% que lo hicieron con lo padres.
Llama además la atención que el nivel de estudios de estas madres era siempre más bajo que el de
los padres, por ejemplo, un porcentaje mucho mayor de las mujeres tenía solamente estudios
primarios (madres 85%; pa‐dres15%). Hay que destacar, por último, que muchas trabajaban fuera
del hogar (62,50%).
¿Qué tipo de ayuda aportan los adultos y cuáles son sus dificultades?
Cuando preguntamos a los padres/madres por qué ayudaban a los niños, dos respuestas fueron
las más frecuentes: lo hacían cuando los niños tenían dificultades (56,50%) o, simplemente, para
que trabajasen más (12,90%). Hay que señalar que la referencia a las dificultades era más
frecuentes entre lo padres/madres que tenían un mayor nivel de estudios.
Es interesante, por otra parte, considerar las estrategias que los adultos dicen utilizar cuando
quieren ayudar a sus hijos. Cuando preguntamos por ellas, tanto los padres como las madres
reconocen que se preocupan, sobre todo, de que los niños/as acabe la tarea (75,80%). Fueron
también explícitos acerca de sus «dificultades» con los deberes, éstas pueden agruparse en tres
grandes bloques: los propios problemas, relacionados muchas veces con su falta de conocimiento
(54,90%) y la preocupación de no contradecir al profesor (16,40%). Muy pocos adultos señalaron
una ausencia de dificultades (9,70%).
¿Qué tipo de tareas?
Tras las opiniones analizadas anteriormente quizás no cabe duda de que los deberes tienen
importancia pero que no siempre resultan algo fácil, especialmente para los adultos. En este
contexto me parece importante tener en cuenta qué tipo de tareas se realizan y cuáles podrían ser
las más adecuadas cuando el objetivo es tender puentes entre la escuela y el hogar,
contribuyendo así a facilitar el aprendizaje del niño como miembro activo de una comunidad.
La opinión del profesorado resulta en este caso decisiva. Podemos detenernos, por ejemplo, en
algunas formas de enfocar «los deberes» que podrían ser aceptadas por muchos docentes. Algunos
piensan, por ejemplo, que cuando los niños realizan en casa tareas escolares ampliarán los
conocimientos adquiridos en la escuela: «El tema clave es: ¿qué tipo de deberes pueden hacer los
niños en casa? Creo que deben ser actividades semejantes a las realizadas en la escuela para que
puedan generalizar lo aprendido a otras situaciones y, sobre todo, para que adquieran un hábito de
trabajo (no excesivo) que les permita matizar, interiorizar y ampliar, incluso, lo aprendido»
(Carmen Pipan Molina) (2).
En este caso, lo esencial para la profesora es que las actividades realizadas en la escuela y en el
hogar sean similares. Pero podemos preguntarnos hasta qué punto tareas semejantes, realizadas
en contextos distintos, son realmente similares y también cuáles son los mecanismos que pueden
contribuir a explicar esa «generalización» de la que se nos habla pero de la que no se precisa su
significado.
Otra opinión muy frecuente entre los docentes es la idea de que las tareas escolares en el hogar
favorecen la adquisición de hábitos de trabajo. Los deberes contribuirían también a crear nuevas
formas de relación con los padres, a la vez que permitirían a éstos ser más conscientes de los
posibles problemas que los niños tienen en la escuela.
«Mi postura ante esta cuestión es un sí rotundo a los deberes escolares, pero entendiéndolos
como una tarea adicional que manda el profesor/a para afianzar los conocimientos ya dados en la
escuela y no como tareas no acabadas en clase. Creo que al mandar deberes para casa se crea en el
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niño/a un hábito de estudio, que lleva consigo una responsabilidad en su trabajo. Además, aparece
entre el hijo/a y madre/madre una relación que podría llamarse «de trabajo» y que permite al
adulto conocer ciertos aspectos (intelectuales) del niño, como son habilidades, destrezas,
capacidad de razonamiento, capacidad memorística, que en otro ámbito no hubiera conocido»
(Isabel López Alba).
Sin entrar ahora a valorar estas opiniones, algo que sin duda está totalmente alejado de nuestros
objetivos, la experiencia nos muestra que, en ocasiones, esa necesidad de buscar refuerzos a lo
que los niños y niñas aprenden en la escuela, contribuyen a generar un mero trasplante del
conocimiento de la escuela al hogar, olvidando lo que en ambos hay de específico, algo que puede
contribuir a que el conocimiento deje de ser significativo para quien aprende o enseña.
Veremos a continuación como «hacer los deberes» supone muchas veces realizar tareas
exclusivamente mecánicas que no contribuyen a favorecer un aprendizaje comprensivo. Este es el
caso de Elisa, una niña de nueve años que asiste al tercer curso de la escuela primaria y que en el
ejemplo que revisaremos a continuación aprende con su madre a dividir por dos cifras. Algo
similar ocurre en el caso de Beatriz, otra niña de quinto curso, que resuelve con su madre
problemas de matemáticas de los que habitualmente se incluyen en cuadernos escolares utilizados
para reforzar el aprendizaje. En este caso «el cuadernillo» contiene también unas cuantas páginas
con las soluciones correctas. Revisaremos por un momento la interacción entre madres e hijas y sus
estrategias cuando «hacen deberes».
¿Aproximarse mecánicamente a las operaciones matemáticas?
Como ya hemos indicado, Elisa trabaja con su madre, que es profesora en el mismo colegio. Es el
adulto quien ha propuesto la tarea: realizar varias divisiones «por dos cifras» con su
correspondiente «prueba». Cuando le preguntamos sobre las razones que le orientaban a ayudar a
la niña en el trabajo escolar nos confesó que le gustaba que su hija fuese adquiriendo algo que sus
compañeros todavía no habían comenzado a aprender, en este caso, la división por dos cifras.
Estas ideas nos hacen pensar que la madre suponía que realmente la niña había adquirido ya otras
habilidades que ahora necesitaría poner en práctica, por ejemplo, dividir por una sola cifra.
Analizando en detalle la conversación que tiene lugar durante la tarea, observamos que la madre
orienta el aprendizaje mecánicamente, olvidando ejemplificaciones que harían de la división algo
significativo para ambas. Nos detendremos por un momento en su conversación.
Una vez que se ha presentado la tarea es la madre la que da las primeras instrucciones. Se trata de
buscar el primero de los números que forman el cociente. Se alude a otras operaciones
matemáticas, concretamente multiplicar y restar, sin aportar en ningún momento una explicación
que permita comprender en qué consiste realmente «realizar una división».
Madre: «Recuerda, aquí multiplicas y aquí restas. Tienes que buscar un número., que .. qué..
Elisa: Que....
Madre: Aquí tienes que poner un número que qué ...
Elisa: Que...me de a éste (3)
Madre: Que cuando lo multipliques por éste (2) de éste o cerca de éste (3)
Elisa: Ah! Vale!
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A primera vista podemos pensar que la niña ha comprendido lo que debe hacer, pero nada más
lejos de ello. En primer lugar, no ha entendido bien cuáles son los números que ha de multiplicar,
ni tampoco cuál es el resultado que debe obtener, ni siquiera a qué número ha de aproximarse el
resultado.
Tras sucesivos conflictos con la madre, que muestran las dificultades de ambas ante la tarea, han
logrado avanzar algo en la operación:
Elisa: 1 por 5a 5
Elisa: Y no me da
Madre: ¿Cómo que no te da? ¿No te da qué?
Elisa: Pues más mayor que esto
Madre: A ver... ¿1 por 5?
Elisa: 1 por 5 ......
Madre: Aquí multiplicas y aquí qué haces?
Elisa: Aquí resto
Madre: Pues venga
Elisa: Uno por cinco, cinco, a cinco cero (la niña está haciendo la resta mentalmente)
Madre: ¿Llevas?
Elisa: No
Finalmente han conseguido descubrir el primer número del cociente, pero ahora será necesario
continuar. En teoría, la tarea no debería presentar problemas, se ha realizado previamente y se
trata de seguir con la misma estrategia.
Pero las cosas son más complicadas para la niña de lo que, quizás, percibe la madre: ha debido
multiplicar y restar mentalmente (uno por cinco, cinco, a cinco cero) y no sabrá, pocos minutos
más tarde, realizar una operación similar para seguir avanzando en su división (uno por dos, dos, a
tres uno).
Elisa: Ahora, uno entre dos
Madre: ¡Cómo que uno entre dos... Si aquí multiplicas ...!
Elisa: Uno por dos a dos .... a ..... tres, uno ... y bajo el cuatro
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Los conflictos van a continuar cuando se trata de descubrir el nuevo número que ha de aparecer en
el cociente. Si bien la estrategia podría ser enseñar a la niña a dividir 104 entre 25, mostrando el
verdadero sentido de la división, lo que quizás haría la tarea más sencilla y significativa, la madre
sigue introduciendo estrategias mecánicas que no favorecen la comprensión de la operación:
Madre: Ahora, primero averiguamos qué número ponemos aproximadamente. ¿ Qué números
tengo que coger aquí?
Elisa: El 4
Madre: No hija!! El 4 sería para 5. El 10 para el 2. Pues...primero pienso cuantas me cabrían, 10
entre dos, para poner el número ahí!! Que puede o no puede ser....
Es decir, la madre quiere que la niña descubra el número que ha de ponerse en el cociente
dividiendo únicamente 10 entre dos. La situación llega a ser tan confusa que la pequeña pierde,
incluso, el sentido de la pregunta.
La conversación es casi «un diálogo de sordos» en el que madre e hija tienen representaciones muy
distintas de la tarea.
Elisa: Uno por....
Madre: Como que uno!!!
Elisa: Cuatro...
Madre: Pero si tienes un 10, hija mía, por favor...
Elisa: Diez
Madre: Si aquí tienes dos números y aquí tienes tres, quiere decir que uno es para este (la niña
quiere interrumpir) y los que te sobran para ese.
En suma, las relaciones entre la madre y la hija, mediatizadas en este caso por el deseo de la
primera de enseñar a la niña un conjunto de estrategias que le permitan realizar mecánicamente
un conjunto de operaciones matemáticas, no parecen contribuir a facilitar una relación fluida
entre ellas que favorezca el aprendizaje significativo, la generalización del conocimiento a nuevas
situaciones o, incluso, el conocimiento en profundidad por parte de la madre de las dificultades de
su hija ante los contenidos escolares.
¿ Con qué instrumentos?: «Pegarse al libro de texto»
Tal vez se haya comprendido ya la importancia de las características de la tarea y el tipo de
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contenidos escolares sobre los que los niños van a trabajar en el hogar, cuando se trata de
favorecer el contacto entre la escuela y la familia.
Pero hay algo más que conviene señalar y que se refiere al tipo de materiales que pueden utilizarse
y al papel que, en ocasiones, desempeña el libro de texto en estas situaciones (Lacasa, 1994). En el
siguiente ejemplo mostraremos la importancia que adquiere el libro de texto cuando es un simple
instrumento desde el que obtener «La Verdad» con mayúsculas o, lo que es lo mismo, la solución
incuestionable del ejercicio. En este caso, Beatriz y su madre se acercan también a una tarea
matemática. La lectura de la conversación sugiere en seguida que la meta de la madre es, en este
caso, bastante distinta de lo que nos revelaba la madre de Elisa cuando enseñaba a su hija a
«dividir por dos cifras», anticipándose incluso a lo que aprenden su compañeros en la clase.
Tengo la impresión de que la meta del adulto de nuestro actual ejemplo es terminar la tarea lo
antes posible y servirse para ello del libro de texto. El problema es descubrir cuántos cuartos hay
en ochenta unidades. Veamos el diálogo entre la madre y a niña.
Madre: ¿Cuántos cuartos hay en ochenta unidades? ¿Esto qué quiere decir? ¿Trescientas veinte?
Pues ochenta por cuatro....
Beatriz:.... por.....
Madre: Claro ..cuatro por ocho
Beatriz: Treinta y dos ...
Madre: Claro!, fíjate lo que hay que hacer en el problema ..
Beatriz: Trescientos...
Madre:!... Ves! ¡pues ya está! ¡ éste lo se hacer! ¡éste no! ¡que lo haga mi madre!
Hemos de reconocer que esta conversación no se comprende plenamente si no tenemos en
cuenta que tratan de descubrir la solución mecánicamente en el libro de texto y que la madre la
estaba leyendo. Reproducimos en la figura 2 el modo en que ésta aparecía en el texto.
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No resulta fácil adivinar el objetivo del autor de esta página cuando adopta este formato para
proporcionar «las soluciones correctas» no cabe duda que pretende hacerlo de forma atractiva
para los niños e incluso, intentando favorecer una participación activa en la tarea. Si estas eran sus
metas, quizás le provoque una desilusión que favorece de nuevo aprendizajes mecánicos o, incluso,
lo que es peor: la búsqueda de verdades absolutas en loslibros.
Los deberes: nuevas propuestas desde la escuela
Quien haya tenido la paciencia de leer las páginas anteriores habrá advertido, casi sin ninguna
duda, las dificultades que suscitan algunos «deberes» para establecer puentes entre la escuela y el
hogar. Lo que ahora queremos plantear es hasta qué punto un cambio en las opiniones de los
enseñantes acerca de este tipo de tareas, y como consecuencia, en las características de éstas
puede contribuir a generar nexos entre ambos entornos, a los que consideramos en este trabajo
«comunidades de práctica».
Lave y Wenger (1991) aportan interesantes contribuciones en este punto a través de su distinción
entre dos tipos de curriculum, a los que designan como «curriculum de enseñanza» y «curriculum
de aprendizaje». Un curriculum de enseñanza, nos dicen, se caracteriza por una enseñanza directiva
y aporta recursos estructurados para aprender, vistos desde la perspectiva del que enseña y, por
lo tanto, mediatizados por la participación del instructor.
Lo que, en este caso, el «aprendiz» ha de conocer tiene para él un carácter externo y, quizás,
cerrado. Este es, en nuestra opinión, el tipo de curriculum que estaría presente en las dos
interacciones que acabamos de analizar. En el caso de Elisa, los contenidos que la niña ha de
aprender interesan, en realidad, a la madre. También lo que ha de aprender Beatriz corresponde a
un curriculum externo, propuesto desde la escuela, y que deja muy poco lugar a que la niña
participe espontáneamente en la elección de lo que «va a aprender».
El curriculum de aprendizaje aporta, sin embargo, oportunidades situadas para improvisar el
desarrollo de una nueva práctica. Este curriculum no es ajeno a los conocimientos que forman
parte de la comunidad y asume que sus miembros tienen diferentes intereses, hacen diversas
contribuciones a la actividad y mantienen puntos de vista diversos. Hasta qué punto los deberes
escolares pueden formar parte de este curriculum es el tema sobre el que ahora vamos a
reflexionar.
Veamos de nuevo las opiniones de algunos enseñantes acerca del papel que pueden desempeñar
y, sobre todo, en relación con las características que habrían de reunir.
«..puede mantenerse que los deberes escolares, bien estructurados y diseñados, impulsan un nuevo
enfoque de la educación. Los padres y madres generalmente colaboran con sus hijos en la
realización de los deberes escolares. Esto, usado por aquellos que tenemos acaso el papel de mayor
responsabilidad dentro del proceso educativo permite establecer de forma cotidiana un «triángulo
educativo» formado por los alumnos y alumnas, padres y madres, y profesores y profesoras, que
nos permite afrontar de forma conjunta la tarea educativa de los niños y las niñas» (Antonio
Guerra Alvarez)
Si tenemos en cuenta este texto percibimos en seguida que muchos educadores son también
conscientes de esa necesidad de cambio. Se pretende, se nos dice, favorecer un nuevo enfoque de
la educación que, sobre todo, tenga en cuenta el triángulo educativo: la escuela, la familia y «los
aprendices». Para que se produzca ese cambio, otro educador expresa con claridad la necesidad de
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desmitificar la escuela, si ésta se considera como algo similar a un «templo del saber»:
«Colocándonos en una situación ideal —que posiblemente no se dé en ningún caso— el
papel de los deberes constituiría una forma diferente y complementaria del trabajo escolar
apoyada en los siguientes aspectos: se realiza fuera del aula y del centro, no están presentes
ni los compañeros ni el profesor —lo que facilita que el niño olvide el «papel social» que
debe representar en la escuela, el niño distribuye su tiempo y se olvida de los horarios del
centro, etc. Realizar tareas escolares en casa desmitifica a la escuela como
«Sancta‐Santorum» de la cultura y ayuda a reflexionar individualmente o en familia sobre lo
aprendido. Así entendido, el papel de los deberes es importante y positivo. Si, por el
contrario, sólo «suponen más de lo mismo» y resultan tan agobiantes que nada de lo
anterior tiene visos de positividad, es preferible prescindir de ellos» (Juan Bautista
Escribano).
La propuesta de este profesor es muy clara: «no más de lo mismo». ¿Cuál es entonces el camino?
Gallimore y Goldengerg, (1993) aportan interesantes sugerencias sobre el tema a partir de los
resultados obtenidos por ellos mismos en un estudio en el que se comparan las pautas de
interacción cuando los niños se relacionan con los adultos trabajando sobre tareas escolares en el
hogar. Su estudio se realiza en Estados Unidos. Toman como punto de partida trabajos anteriores
(Laosa, 1978; Laosa, 1980) que habían mostrado cómo los niños y niñas que pertenecen a familias
emigrantes latinas tienen menos oportunidades de responder a los padres que los niños
anglo‐americanos cuando realizan ese tipo de actividades. Desde este punto de partida, Gallimore
y sus colaboradores pensaron que también el tipo de tarea podría influir en el modo en que ésta
se lleva a cabo, especialmente en el esquema de acuerdo con el cual se realiza y en el lenguaje
que media en la interacción. Por ello contrastaron la interacción cuando padres e hijos colaboraban
en dos tipos de situaciones. En una de ellas, niños y adultos manejaban «libritos», materiales
convenientemente preparados, que aportaban mayores oportunidades para introducir cuestiones
o formas de lenguaje más próximas a las que se utilizan en el hogar. En la otra situación se
utilizaban materiales y tareas más convencionales, por ejemplo, copiar algunas frases breves,
fijarse en sonidos específicos, etc. Los resultados del trabajo confirmaron las previsiones de los
autores: cuando se utilizaban «los libritos», los padres aportaban una mayor cantidad de refuerzos
positivos a los niños, preguntaban más cuestiones y ofrecían mayores pautas de modelado. En
suma, los textos significativos contribuían a generar un mayor número de guiones verbales en la
interacción. En cualquier caso, es interesante resaltar que esos cambios en el lenguaje se
producían solamente en los adulto. «Los libritos» no mejoraban el lenguaje espontáneo del niño.
Gallimore y sus colaboradores (1993) interpretan estos resultados aludiendo a las metas y motivos
de los participantes que, junto a valores y metas culturales más amplias, influyen en los esquemas
de acuerdo con los cuales se lleva a cabo una tarea. En ese trabajo, los padres enseñaban de
acuerdo con sus creencias acerca de cómo los niños aprenden a leer o, incluso, de modo similar a
como ellos mismos lo hicieron. Algunos aspectos parecen ser muy importantes para favorecer el
desarrollo de la lecto‐escritura, por ejemplo la necesidad de relacionar los textos con sus
correspondientes ilustraciones o con la propia experiencia de los niños, parecían ser una mera
abstracción para los padres. Lo que les interesaba, en la mayoría de los casos, era que los niños
reconociesen correctamente lo que aparecía en el texto escrito, es decir, que identificaran el
grafismo y el sonido.
¿Hasta qué punto esas ideas de los padres y sus estrategias podían corregirse ofreciéndoles un
entrenamiento explícito? Aludiendo a las opiniones de Heath (1983; 1986) estos autores
consideran que esa intervención no será eficaz si realmente no tiene relación con las condiciones
ecoculturales de la familia y los escenarios infantiles de actividad que forman parte de la rutina
familiar. O lo que es lo mismo, las propuestas que desde la escuela se hagan a los padres no serán
eficaces salvo que sean realmente aceptadas e integradas en la práctica cotidiana. Quizás el
entrenamiento o los cambios en las demandas y operaciones de la tarea podrán tener efecto en
«los guiones» que organizan la actividad de los adultos, pero ello no garantiza un cambio en la
meta de acuerdo con la cual se realiza la tarea. ¿Cuál puede ser entonces el camino a seguir? Estos
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mismos autores lo señalan. Si bien sus comentarios se refieren, sobre todo, a las primeras
actividades infantiles relacionadas con la lecto‐escritura, creemos que pueden generalizarse al
conjunto de las tareas escolares que los niños han de realizar en el hogar.
«Nuestros datos sugieren que un camino para ayudar a los padres exige un cambio en las
prácticas de muchas escuelas en relación con la lecto‐escritura. Las escuelas deben encontrar
caminos para aportar a los niños textos significativos para que lean o «hagan que leen» en
casa con los adultos o con otros individuos más competentes. Esos materiales han de
formar parte de un esfuerzo comprensivo para crear, tanto en casa como en la escuela una
mayor exposición y conversación en relación con los textos significativos» (Gallimore y
Goldengerg, 1993, p. 329)
En suma, la estrategia que se propone no supone que los padres deben adquirir nuevos valores o
hayan de ser entrenados para utilizar nuevos «guiones». Se requiere únicamente que los maestros y
maestras, de forma regular y sistemática, envíen a casa materiales que contribuyan a crear
escenarios deseados de actividaá. Sobre todo, que aporten textos o materiales significativos y la
invitación a utilizarlos.
De esta forma se convierte al niño en el agente directo de la intervención. Por ejemplo, en el caso
concreto de la lecto‐escritura se pretende aportar una tarea (los libros) y una meta (leer buscando
el significado), tratando así de aumentar las situaciones en las que una relación «literaria» entre
los padres y los hijos se haga presente. En cualquier caso, los padres y las madres no han de ser
nunca obligados. Ningún programa puede violar los principios de una sociedad pluralista.
El hecho de enviar buenos materiales que favorezcan un contacto significativo con ellos no les
obliga a nada, tampoco incluye ningún riesgo, solamente potenciales beneficios. De nuevo van a
ser algunos enseñantes los que pueden marcarnos el camino.
En este caso su reflexión nace de un ejercicio que un maestro realizó en su aula pero que
contribuyó con claridad a establecer puentes entre la escuela y el hogar. Es precisamente esa
situación la que va a ofrecerle un marco de reflexión en el que situar las características que, en su
opinión, han de reunir «los tradicionales deberes»
101
cierta medida, un aprendizaje significativo. Es importante señalar, en cualquier caso, que el
comportamiento y las actividades de apoyo de la persona adulta no fueron en ningún caso
entrenadas desde fuera, tratando de introducirle en un nuevo mundo de valores. Fueron,
simplemente, orientadas por unos materiales y tareas sugerentes que fueron capaces de despertar
el interés de la niña.
Plantear «problemas reales» y «abiertos»
Quizás la característica más clara del conocimiento que está presente en la interacción que vamos a
revisar es su proximidad a la vida real, su carácter abierto y, sobre todo, su utilidad. Quizás por ello
es significativo. En la primera parte de la tarea, Ainoha, una niña de cuarto curso de la escuela
primaria, comenta con su padre lo puede ocurrir cuando alguien «desenchufa un aparato eléctrico
tirando del cordón». La niña comienza leyendo la cuestión en el libro e inmediatamente trata de
dar una respuesta, quizás habitual en el hogar aunque ella, en este caso, tiene dificultades en
pronunciar el término correctamente. La tarea del libro de texto dará pie a que el padre
proporcione a la niña algunas explicaciones que le resultarán útiles. En cualquier caso, y quizás sea
ello lo que tiene ahora un mayor interés, es el hecho de que la niña toma parte activa en el
diálogo y se establece entre padre e hija una conversación, casi simétrica en ocasiones, bastante
alejada de la que podría tener lugar en el aula cuando un sólo adulto debe interactuar, al menos
gran parte del tiempo, con el conjunto del grupo de clase. Podemos fijarnos, con cierto detalle, en
la conversación:
Ainoha: Esto es ..?? ¡Cuida tu salud! Lee con atención y contesta a las preguntas. ¿Que puede
suceder si se desenchufan los aparatos tirando del cordón? ¡ que te puedes electr... electro..!
Padre: Electrocutar
Ainoha: Sí electrocutar, al romper el cordón y hacer un cortocircuito. Sí.....pero ¿qué es..?
Padre: Pero tienes que ......
Ainoha: Pero ¿qué es un cortocircuito?
Padre: Un cortocircuito es cuando se juntan los dos hilos de la luz eléctrica.
Ainoha: ¿Los dos?
Padre: Los dos hilos., la luz eléctrica va siempre conducida por dos hilos, uno que es el polo
negativo y el otro que es el polo positivo., y sólo hay luz y electricidad y calor cuando esos dos polos
se unen por medio de una bombilla... Si esos dos polos se unen a través de una resistencia, cuando
hay calefacción, hay calor, o energía calorífica.
Ainoha: Sí, sí
102
Este diálogo nos muestra cómo la niña participa activamente en la conversación y, sobre todo,
cómo su contenido es significativo para ella. Una prueba de ello son sus preguntas, que van a dar
lugar a una primera explicación del padre, todavía demasiado próxima a los contenidos escolares.
La niña, no del todo satisfecha, será capaz de plantear objeciones que obligarán al padre a
introducir nuevas precisiones, mucho más cercanas en este caso al «modelo» de la situación que
parece haber construido su hija.
Padre: Pues entonces ... esos dos polos son siempre los que llevan la luz ... entonces si esos dos
polos los juntas sin que vaya por medio nada ... provocas un cortocircuito...
Ainoha: Pero si se rompe el enchufe no los juntas ¡los separas¡
Padre: No es que el enchufe diríamos que ..
Ainoha: Bueno, el cordón..
Padre: Claro, el enchufe no se rompe ... se rompe el cordón ... los dos hilos quedan muy cerquita y
muy juntos y si esos dos ..
Ainoha: ¿Porqué si haces así? ...
Padre: Porque queda separado el enchufe del cordón .... y en el cordón están los dos hilos
Ainoha: Ah!
Padre: ¡Pero entonces se quedan muy cerquita! porque lo que los separaba eran los dos puntitos del
enchufe, que están separados ..pero al quitar el enchufe los dos hilos del cordón .. pero si esos dos
hilos, que están ...muy juntitos, los junta tu mano, te da un chispazo a ti ... porque ... entra la
electricidad en tu cuerpo
Ainoha: ¡Ah claro! ¡pues entonces tiran del cordón¡ ¡pues eso! ¡que te electrocutarías!
Padre: ¡Que te da un chispazo!...
El padre se ha visto obligado a repetir algunas de sus explicaciones hasta que su hija parece haber
entendido plenamente lo que ocurriría en la situación que, hipotéticamente, se plantea desde su
libro de texto. Pero los ejercicios no han terminado aún y se proponen nuevas cuestiones que
permitirán explicar, en un nuevo contexto, un fenómeno bastante similar al anterior.
Veamos qué ocurre ante el segundo ejercicio.
Ainoha: Si, si ... a ver dos, ... «Qué crees que puede suceder si no se corta la luz antes de
desenroscar la bombilla? Pues que te quemas
Padre: Cuando se da una luz un niño no debe de tocarla, porque las bombillas están hechas con un
cristal muy fino...y entonces cualquiera persona que la toque con poco cuidado se puede cortar y los
103
cortes de bombilla son peligrosos .. porque ..¡se te puede quedar el cristal dentro!
Ainoha: ¡Pero qué pasa ...!
Padre: ¡Cuando se va la luz hay que llamar al papá! ¡cuando se ha fundido la bombilla! ¡lo primero!
¡el niño no debe tocar eso ¡ni por lo más remoto! ¡entonces el papá apaga la luz para que no haya
corriente, quita los cristales con cuidado, limpia el conducto con cuidado y pone otra bombilla!..
Ainoha: ¡Pero qué sucede si la ...!
Padre: Pues si no quitas la corriente puede ser que ..
Ainoha: Espera .... «si no se corta la luz antes de desenroscar la bombilla» (le lee exactamente la
cuestión que viene en el libro)
Padre: Entonces, como, como... la corriente está allí...está encendida la bombilla, la bombilla ya
está abierta, te pasa lo mismo que antes, que están los dos hilos..
Ainoha: Te electrocutas
Padre:.. Al aire ...
Ainoha: Te electrocutas (le interrumpe). Tres, (sigue leyendo) «...
Una lectura atenta de la conversación permite comprender, quizás, que a la niña no le satisfacen
los «consejos» prácticos» o las normas de conducta que le sugiere el adulto. Parece estar más
interesada en la explicación del fenómeno físico como tal y obliga a su padre a repetir una
explicación de los hechos, aunque en este caso sea más simple.
El padre y la niña se acercan, finalmente, a la tercera tarea propuesta en el texto.
Ainoha: ¿Qué crees que puede suceder si el incendio de un aparato eléctrico se apaga con agua?
«Pues que se...
Padre: Hay si te electrocutas ....
Ainoha: Electrocutas!
Padre: En estos dos te da un chispazo muy fuerte que a una niña la puede, incluso tirar para atrás y
hacer mucho daño
Ainoha: A ti te dio ahí, en ese enchufe.
Padre: Sí
Ainoha: Que por cierto está muy mal y como está en mi cuarto ... pero que a ti te dio ¿cómo se
llama eso? el chispazo que te dio ...
Otra nueva muestra de que el uso de un determinado material ha facilitado la interacción entre la
niña y el adulto en relación con contenidos supuestamente «escolares» es el hecho de que ambos
llevan a cabo, al finalizar la tarea, una síntesis que permite, incluso, establecer relaciones entre
tres fenómenos físicos similares o diferentes, en función de la perspectiva desde la que sean
observados. La niña es quién plantea el tema y el padre, más experto sin duda, aporta y justifica la
solución.
Padre: Te da la corriente
Ainoha: La corriente, en el uno y en el dos, te da la corriente ..
Padre: Te da la corriente
104
Ainoha: En el uno....es el del desenchufar con cuidado, sin tirar del cordón, que te da corriente; en
el dos, entonces, es el de que una bombilla encendida si se va la luz, tienes que .... cortar la luz
antes de desenroscar la bombilla porque si no te a un chispazo ...te da la corriente
Padre: Claro!
Ainoha: Y en el tres .. te electrocutas
Padre: Pero ¿por qué es diferente? Pues porque mira, en los dos primeros ...el contacto entre tu
cuerpo y la electricidad es un poquito de tu cuerpo, un dedo. .. una mano., es un poquito, entonces,
en ese sitio en que da la electricidad te hace mucho daño, pero no te hace un daño de muerte,
pero, sin embargo, en el último caso el contacto de tu cuerpo con la electricidad .. al ser agua, pues
te mojaría mucho, mucha parte del cuerpo, no es sólo un poquito, entonces te daría corriente ..a
mucha parte del cuerpo...
Ainoha: Como sale en los dibujos! ¡te pondrías así!
Padre: ¡Claro! ¡y tu cuerpo no sería capaz de aguantar tanta corriente!
Ainoha: Te morirías..
En suma, no cabe duda de que un determinado tipo de tarea ha facilitado la relación de la niña con
el adulto y, quizás, ha contribuido a establecer ciertas relaciones entre la escuela y el hogar. Cabe
preguntarnos, sin embargo, cuáles son realmente las características que han de reunir estas tareas.
A ello vamos a referirnos, muy brevemente, en las conclusiones finales.
Breves reflexiones a modo de conclusión
Nada más lejos de nuestra intención en estas reflexiones que aportar soluciones definitivas a una
cuestión tan polémica y vieja como «los deberes». Hemos pretendido, simplemente, mostrar en
qué medida pueden contribuir a que los niños y sus familias establezcan nexos entre las
«comunidades de práctica» en las que están inmersos pero que, en muchas ocasiones, se
mantienen mucho más alejadas de lo que sería deseable. Me atreveré a resumir algunos de los
aspectos más importantes de nuestra propuesta en los siguiente puntos.
1. Los educadores no podemos renunciar a la tarea de establecer puentes entre la escuela y el
hogar y tal vez la responsabilidad mayor a la hora de dar el primer paso para construirlos sea
nuestra.
2. Es preciso acercarse a la familia del niño sin pretender que únicamente sea ella la que se
aproxime a nosotros.
3. Si la escuela y la familia se conciben como comunidades de práctica, los fondos de
conocimiento, en el sentido en que a ellos se refiere Luis Molí, habrán de llegar a ser en algún
momento «compartidos» y, de nuevo, no sólo unidireccionalmente.
4. Un posible camino, aunque evidentemente no el único, para poder llegar a compartir esos
fondos, será el de ofrecer materiales abiertos y convenientemente estructurados y significativos
que faciliten nuevas formas de interacción. En este sentido, no se trata tanto de «instruir a los
padres» o de intentar cambiar sus sistemas de valores como de ofrecer alternativas siendo
conscientes de que, quizás, sólo en algunos casos han de ser aceptadas.
105
Notas
(1) Este trabajo ha sido realizado con fondos procedentes de un proyecto investigador concedido a
la primera autora dentro del Programa de Movilidad de Personal Investigador del M.E.C., que
permitió una estancia en la Facultad de Educación de la Universidad de British Columbia (Vancouver,
Canadá) para llevar a cabo una investigación en colaboración con J. Baker‐Sennett. De nuestras
discusiones surgieron muchas de las ideas que se exponen en este trabajo.
(2) Todas las opiniones del profesorado que se citan en este trabajo proceden de los comentarios
escritos que sirvieron de base a las discusiones sobre «los deberes» con el alumnado de primer
curso de Psicopedagogía (curso 1994/ 95) de la Facultad de CCEE en la Universidad de Córdoba.
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106
Componentes y estrategias de comprensión lectora en educación primaria
Rocío Castro Galván
(Octubre, 2012)
Presentación
Uno de los propósitos de la educación primaria es propiciar el desarrollo de las capacidades de
comunicación de los niños en los distintos usos de la lengua. Para lograrlo es necesario que los niños
aprendan a reconocer las diferencias entre diversos tipos de textos y construir estrategias apropiadas
para su lectura, adquieran el hábito de la lectura y se formen como lectores que reflexionen sobre el
significado de lo que leen, que disfruten de la lectura y formen sus propios criterios de preferencia y
de gusto estético, desarrollen las habilidades para la revisión y corrección de sus propios textos, sepan
buscar información, así como emplearla dentro y fuera de la escuela, como instrumento de
aprendizaje autónomo.
Este trabajo intenta rescatar la finalidad primordial que persigue la educación básica ya que uno de
los problemas a los que se enfrenta el maestro en la educación primaria es el que se refiere a la falta
de comprensión lectora por parte de sus alumnos. Distintos estudios (Orrantia y Sánchez, 1996; Viero,
UPN. México. (Tesis de licenciatura). pp. 41-55.
1997) han señalado que para que exista una comprensión del texto es necesario que el lector realice
107
una serie de actividades que consisten en relacionar unas ideas con otras, captar la organización de
las ideas en el texto, jerarquizar entre la información que tiene más o menos importancia, así como
reconocer los antecedentes que tienen que ver con el título del texto. Estas actividades, entre otras,
ayudarán a mejorar el grado de comprensión.
La forma en cómo el lector va organizando las ideas del texto permite inferir los núcleos estructurales
a partir de los cuales se establecen las relaciones de coherencia que están presentes en el texto, es
decir, que es a partir de la noción de esquema que se puede lograr una adecuada comprensión.
La estructura interna de un texto permite al lector conectar las distintas partes de que consta ese
texto, es decir, que gracias a esta estructura al lector se le facilita reconocer de qué tipo de texto se
está hablando; cuento, ensayo o nota periodística.
Castro, R. y Rodríguez, M. (2005). “Componentes de comprensión lectora”. en: Castro, R. y
Rodríguez, M. Componentes y estrategias de compresión lectora en educación primaria.
Esto permite que el lector construya el tipo de estructura que necesita para lograr una comprensión
del mismo. Distintos investigadores han señalado la importancia de las estrategias para favorecer la
comprensión lectora; Gómez (1995), citando a Goodman, propone la predicción, inferencia,
muestreo, auto‐corrección; Cazares (2000) propone observación, comparación, relación, clasificación
y ordenamiento; por su parte Carney (1992) propone sesión de conversación con el autor, volver a
contar y procedimiento de eliminación de elementos, Solé (1997) que propone establecer
predicciones sobre el texto, plantearse preguntas sobre lo que se va a leer, generarse preguntas sobre
un texto, plantearse preguntas sobre lo que se ha leído, aclarar posibles dudas acerca del texto entre
otras.
1
Por su parte Catalá, Catalá, Molina y Monclús (1995), proponen enseñar la comprensión lectora a
partir de cuatro componentes (comprensión literal, reorganización, comprensión inferencial,
comprensión crítica) dentro de cada uno de estos se propone desarrollar diferentes estrategias. De
esta manera, al trabajar con distintos textos se deben desarrollar las diferentes estrategias que
conforman cada componente para llegar a la comprensión lectora.
Las estrategias que proponen Catalá et al. están destinadas para distinguir entre información
relevante e información secundaria, saber encontrar la idea principal, reconocer la secuencia de una
acción, suprimir información trivial o redundante, incluir ideas o conceptos inclusivos, predecir
resultados e inferir secuencias lógicas, prever un final diferente, juzgar el contenido de un texto bajo
un punto de vista personal, etc.
De esta manera, la enseñanza de estrategias para la comprensión lectora debe tener un sentido
explícito para favorecer la comprensión literal, la reorganización, la comprensión inferencial y la
comprensión crítica.
Concepción de comprensión lectora
La lectura se define como un proceso constructivo al reconocer que el significado no es una propiedad
del texto, sino que se construye mediante un proceso de transacción flexible en el que el lector otorga
sentido al texto (Gómez, 1995).
108
En dicho proceso el lector emplea un conjunto de estrategias (anticipación, inferencias, muestreo,
confirmación, auto corrección, entre otras) que constituyen un esquema complejo por el cual se
obtiene, se evalúa y se utiliza la información textual para construir un significado, es decir,
comprender el texto. Así el lector centra toda su actividad en obtener sentido al texto, su atención se
orienta hacia el significado y sólo se detendrá en las letras, palabras u oraciones cuando tenga
dificultades en la construcción de éste.
Gómez (1995) señala que estudiar el proceso de construcción de la lectura en niños alfabetizados
implica verificar hasta qué punto los niños producen interpretaciones originales de lo que leen, por
qué asimilan el texto a sus propios instrumentos cognoscitivos y por qué rechazan aspectos del mismo
que movilizan sus temores o sus conflictos afectivos.
Estas ideas nos conducen a pensar en la relatividad de la comprensión ya que el niño lector crea los
significados por medio de la interacción entre sus esquemas de conocimiento, sus experiencias
sociales, su desarrollo afectivo y la información del texto.
Para poder explicar la relatividad que existe en la comprensión lectora, Gómez (1995), citando a
García, plantea su análisis sobre la siguiente pregunta ¿Cuál es la distancia admisible entre la
versión que el lector construye del texto y su verdad objetiva? Para responder esta pregunta,
comienza por diferenciar las distintas interpretaciones sobre el concepto de comprensión lectora:
2
En la primera interpretación, la comprensión se consideraría como la captación correcta del
contenido de un texto. Esta manera de entender la expresión conduce a ubicarnos en la postura
tradicional, asignándole al lector sólo la recepción pasiva del significado.
Otra interpretación sostiene que la comprensión es producto de la reconstrucción que el sujeto
realiza sobre el contenido de un texto. Con esto nos centramos en la postura constructivista.
Esta autora niega la posibilidad de concebir a la comprensión como parte del proceso en el que la
lectura pasa de lo mecánico a lo comprensivo, y considera como una responsabilidad aceptar que
construir un texto significa tanto captar su contenido como reconstruirlo.
En este sentido se expresa Ramos (1997) cuando señala que leer es establecer una relación entre los
símbolos y su significado estrechamente conectados a un concepto, a una idea o a una acción, es
decir, que los niños aprenden relacionando su comprensión de lo nuevo con lo que ya conocen y en el
proceso de lectura, modifican o reelaboran su conocimiento previo.
El proceso de la lectura
Según Ramos (1997), el proceso de la lectura empieza cuando vamos identificando las letras y los
sonidos, leer en voz alta es integrar la vista y el oído en un texto, después aprendemos a leer formas
básicas y a inventar otras formas de leer y en muchas ocasiones lo podemos hacer
inconscientemente.
109
El proceso integra el orden de las palabras con la intención del texto. Leer cualquier lectura en orden
nos hará sensibles a la intención de un texto, y así todas las lecturas que vayamos leyendo unirán sus
significados para que el texto tenga sentido cuando lo podamos integrar a nuestra experiencia y a
nuestro conocimiento del mundo, es decir, a nuestros conocimientos previos. Otro aspecto que es
necesario tomar en cuenta para leer un texto es que podemos inferir lo que éste no dice.
También se podrán organizar nuestras ideas relacionando las palabras y los significados para poder
construir nuestra propia comprensión de lectura. El proceso de la lectura va del contexto y la
identificación de las formas hasta la construcción de significados.
En este proceso nosotros como lectores aportamos y compartimos experiencias, conocimientos,
contexto y presuposiciones. De esta forma debemos distinguir la información implícita de la explícita y
valorar los efectos del contexto cultural.
Según Palacios (1997), el hombre selecciona las informaciones externas que recibe y las hace
congruentes con su propia experiencia para que no le causen conflicto, asimismo, menciona que el
hombre está rodeado de señales, cada señal es un texto que nos refiere a un significado, cada
significado cobra sentido y dimensión en cada uno de nosotros según el uso que hacemos de él.
Esta autora menciona que la estructura de un texto, independientemente de su naturaleza y
significado, está necesariamente relacionada con el concepto de narración, dicho concepto se refiere
a la relación del todo con las partes y también con el valor de cada parte en función del todo.
3
Nosotros como lectores vamos haciendo una narración en donde iniciamos pensando en lo que
sucede y describiendo lo que nos rodea, y posteriormente argumentamos sobre ello. De la misma
manera, nosotros nos iniciamos en la vida comunitaria narrando lo que nos sucede, por eso el chisme,
la anécdota y la noticia cumplen las mismas funciones que las epopeyas, los relatos y las leyendas.
Según Palacios (1997), la lectura nos sirve para informar, explicar y convencer, con datos, hechos y
opiniones en textos descriptivos, narrativos y argumentativos para construir nuevos conocimientos y
de esta forma poder conocer cosas que aún no conocemos, enterarnos de lo que no sabemos y
aprender aspectos de interés para nuestra vida cotidiana; leer es conocer y saber.
Estrategias de comprensión lectora. Procedimientos y estrategias de lectura
Usualmente los contenidos escolares están referidos a una disciplina o bien a una área de estudio
específica (p. ej. matemáticas, español), la asignatura que se tiene que aprender está centrada, por lo
general, en la enseñanza y en el aprendizaje de contenidos conceptuales. Sin embargo, los contenidos
escolares suponen, también, el aprendizaje de procedimientos y estrategias (Zabala, 1997).
Marchesi y Martí (1999) definen el procedimiento como un conjunto de acciones ordenadas y
orientadas para alcanzar una meta (acciones finalizadas), asimismo, señalan que el aprendizaje de un
procedimiento supone distintos componentes que se van aprendiendo simultáneamente; adquisición
de las acciones, automatización, generalización y conceptualización. En este sentido, una de las
características del procedimiento es la automatización.
110
Para la enseñanza de procedimientos, estos mismos autores, sugieren una práctica guiada a través del
modelado. El formato para dicha enseñanza sería el siguiente: exposición por parte del docente, o un
experto en el tema, que sirve como modelo (ejecución y explicación), práctica guiada (ejecución
conjunta) y práctica autónoma. Para la evaluación de los procedimientos es necesario comprobar que
el alumno es capaz de usarlos, para ello es conveniente plantearle problemas cuya solución implique
el uso de los procedimientos.
Por su parte, Solé (1999) considera a las estrategias de comprensión lectora como “...procedimientos
de carácter elevado que implican la presencia de objetivos que cumplir, la planificación de las
acciones que se desencadenan para lograrlos, así como su evaluación y posible cambio” (p. 59).
Esta misma autora sostiene que, dado que los procedimientos son contenidos de aprendizaje, es
necesario enseñar estrategias de comprensión lectora porque éstas no se desarrollan
espontáneamente.
Asimismo advierte que las estrategias no pueden ser tratadas como técnicas automatizadas porque
implican procesos cognitivos y metacognitivos (autorregulación). Al respecto señala:
“Lo que caracteriza a la mentalidad estratégica es su capacidad para representarse y analizar los
problemas y la flexibilidad para dar con soluciones. De ahí que al enseñar estrategias de
comprensión lectora haya que primar la construcción y uso por parte de los alumnos de
procedimientos generales que puedan ser transferidos sin mayor dificultades a situaciones de
lectura múltiples y variadas” (Solé, 1999, p. 60).
4
En este mismo sentido se expresa Valls (1990) cuando indica que las estrategias son “sospechas
inteligentes”, aunque arriesgadas, acerca del camino más adecuado que hay que tomar. Su
potencialidad reside precisamente ahí, en que son independientes de un ámbito particular y pueden
generalizarse, su aplicación correcta requerirá de la contextualización para el problema de que se
trate.
Un componente esencial de las estrategias es el hecho de que implican auto dirección, la existencia
de un objetivo, la conciencia de que ese objetivo existe y el autocontrol, es decir, la supervisión y
evaluación del propio comportamiento en función de los objetivos que lo guían y la posibilidad de
imprimirle modificaciones cuando sea necesario.
Solé (1999), citando a Palincsar y Brown, menciona que la comprensión depende de las estrategias
que el lector utiliza para intensificar la comprensión y el recuerdo de lo que lee, así como para
detectar y compensar los posibles errores o fallos de comprensión. Estas estrategias son responsables
de que pueda construirse una interpretación para el texto y de que el lector sea consciente de qué
entiende y qué no entiende, para proceder a solucionar el problema al que se enfrenta.
Estos autores mencionan que en algunos casos los lectores expertos, utilizan las estrategias de forma
inconsciente. Mientras leemos y vamos comprendiendo, no ocurre nada; el procesamiento de
información escrita que requiere el acto de lectura se produce de una manera automática. Sin
embargo cuando se encuentra un obstáculo, una frase incomprensible, un desenlace totalmente
imprevisto, que se contradice con nuestras expectativas, una página incorrectamente colocada, que
111
hace imposible nuestra comprensión, nos resulta imprescindible proceder a atender el problema que
nos ocupa lo que implica atención adicional y la mayoría de las veces realizar determinadas acciones
como releer el contexto de la frase, examinar nuevamente el texto o inferir la información faltante.
Es por ello que es necesario trabajar correctamente las estrategias de comprensión lectora,
caracterizadas por la necesidad de comprender, aprender y resolver nuestras propias dudas.
Estrategias antes, durante y después de la lectura
Solé (1999) propone promover estrategias de comprensión lectora antes, durante y después de la
lectura, a continuación describimos cada una de ellas.
- Antes de la lectura
Antes de la lectura, el profesor debe pensar que la complejidad que caracteriza y determina a las
estrategias, es la capacidad que tienen los niños para enfrentarse a dicha complejidad. Así su
actuación estará dirigida a observar y ofrecer la ayuda adecuada para que puedan superar los retos
que la actividad de leer y comprender siempre implica.
Un punto importante que se debe tomar en cuenta antes de la lectura es que los niños deben
encontrarse motivados. Una forma de estar motivados es encontrarle sentido a lo que se debe leer y
es necesario que los niños sepan qué deben hacer, que conozcan los objetivos que se pretenden
5
alcanzar, que sientan que son capaces de hacerlo, que piensen que pueden hacerlo, que tienen los
recursos necesarios y la posibilidad de pedir y recibir la ayuda precisa y sobre todo que encuentren
interesante y atractivo lo que se les pide que hagan (Solé, 1999).
Esta misma autora propone las siguientes estrategias que deben ser utilizadas antes de la lectura:
Establecer predicciones sobre el texto.
Plantearse preguntas sobre lo que se va a leer.
Generarse preguntas sobre un texto.
- Durante la lectura
Las estrategias responsables de la comprensión durante la lectura que se pueden fomentar en
actividades de la lectura compartida son las siguientes:
Formular predicciones sobre el texto que se va a leer.
Plantearse preguntas sobre lo que se ha leído.
Aclarar posibles dudas acerca del texto.
Resumir las ideas del texto
Solé (1999), citando a Palincsar y Brown, propone que el profesor y los alumnos lean en silencio
(aunque también puede hacer una lectura en voz alta) un texto, o un fragmente de él.
Durante la lectura, el profesor conducirá a los alumnos a través de cuatro estrategias básicas:
112
Primero, se encargará de hacer un resumen de lo leído y solicita su acuerdo.
Después puede pedir aclaraciones o explicaciones sobre determinadas dudas que plantea el
texto.
Más tarde formulará a los niños una o algunas preguntas cuya respuesta hace necesaria la
lectura.
Tras esta actividad, establece sus predicciones sobre lo que queda por leer, reiniciándose de
este todo el ciclo (leer, resumir, solicitar aclaraciones, predecir).
Estas estrategias son parte fundamental de la buena comprensión de un texto y sobre todo
permitirán que los alumnos tengan una buena comprensión de lo que van leyendo durante el proceso
de la lectura. Para leer eficazmente, necesitamos saber qué podemos hacer una vez que
identifiquemos el obstáculo, lo cual supone tomar decisiones importantes en el curso de la lectura.
- Después de la lectura
Una parte importante de todo el proceso de la lectura es que al terminar de leer un texto, se haya
dado una buena comprensión lectora, ya que esto significará que las estrategias que se estén
empleando realmente están siendo útiles.
Al respecto Solé (1999), citando a Winograd y Bridge, resume los resultados de la investigación, sobre
diferencias individuales y evolutivas en la comprensión de la información:
6
1.‐ Los lectores jóvenes, como los adultos, tienden a recordar la información importante.
2.‐ Los lectores jóvenes, aún cuando pueden reconocer o identificar lo importante tienen dificultades
para explicar las causas de su atribución.
3.‐ Los lectores jóvenes no perciben del mismo modo las señales de relevancia textual empleadas por
los autores; además, poseen un menor conocimiento del mundo y experiencia social que contribuye a
complicar la tarea de juzgar la importancia de la información.
4.‐ uno de los aspectos en que se diferencian de forma clara buenos y malos lectores es precisamente
en la habilidad para identificar y utilizar la información importante.
Las diferencias entre buenos y malos lectores adultos y jóvenes varían según el texto y la actividad en
que se ven implicados durante la lectura y después de ella. Por ello es importante utilizar estrategias
después de la lectura como:
Identificación de la idea principal
Elaboración de resumen y formulación de preguntas
Respuestas a las preguntas planteadas
En la siguiente tabla se presentan las estrategias de comprensión lectora según Solé (1999):
Tabla 1. Estrategias de comprensión lectora
Antes de la lectura Durante la lectura Después de la lectura
Formular predicciones sobre Identificación de la idea Plantearse preguntas sobre lo que se
el texto que se va a leer. principal ha leído.
Plantearse preguntas sobre lo Elaboración de resumen y Aclarar posibles dudas acerca del
113
que se va a leer. formulación de preguntas. texto.
Generarse preguntas sobre Respuestas de preguntas. Resumir las ideas del texto
un texto. Pedir un resumen de lo leído y solicita
su acuerdo.
Solicitar aclaraciones o explicaciones
sobre determinadas dudas que
plantea el texto.
Más tarde formulará a los niños una o
algunas preguntas cuya respuesta
hace necesaria la lectura.
Tras esta actividad, establece sus
predicciones sobre lo que queda por
leer, reiniciándose de este modo el
ciclo (leer, resumir, solicitar
aclaraciones, predecir).
Fuente: Solé (1999)
7
Estrategias de pensamiento para la identificación y la generación de datos en la comprensión de
lectura
Según Cázares (2000), la lectura es una actividad que la persona desarrolla usando sus procesos
mentales o estructuras cognitivas, estas estructuras cognitivas generan estrategias y una serie de
pasos para lograr un fin, cuyo propósito es identificar o generar información por medio de la lectura.
Este autor menciona que básicamente, los procesos para identificar información mediante la lectura
son la observación y la comparación: en cambio para generar información se usan los procesos de
relación, clasificación y ordenamiento.
Identificación de datos con el uso de preguntas
Para Cázares (2000) el propósito de ser mejor lector se cumple mediante la práctica constante y
deliberada de las estrategias de pensamiento y el uso de los recursos que ayudan a lograr este fin.
Para este autor uno de los recursos fundamentales es la pregunta y suele usarse para localizar
información “La pregunta es un recurso que podemos utilizar para facilitar el trabajo mental cuando
la intención es buscar información” (p.33).
Para este autor la práctica es un factor para desarrollar cualquier tipo de habilidades. La habilidad es
una característica de la persona que demuestra su capacidad para lograr un objetivo mediante el uso
de una estrategia. Una vez que se ha obtenido información de un texto, el lector deberá organizarla
utilizando la comparación de datos que se facilita con el uso de la pregunta como organizadora de la
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información.
Comparación de datos
Para Cázares (2000) “La lectura con base en la comparación es el principio de la organización del
conocimiento”. Según este autor cuando la lectura es comparada provoca el desarrollo de habilidades
para organizar el conocimiento. Cuando se compara, se identifican datos similares y diferentes, es
decir, se está desarrollando la habilidad para generar y discriminar datos.
Para este autor la identificación de datos diferentes conduce a la discriminación de información, la
identificación de datos semejantes conduce a la generalización de la información.
Relación de datos
Para este mismo autor, la mente posee una estructura gracias a la cual se genera nueva información
con los datos comparados: la estructura de relación, es el proceso mental que tiene como
característica esencial establecer nexos entre dos o más datos para generar nueva información.
La clasificación en el proceso de lectura
Para este autor al aplicar la obtención de datos, la comparación y la relación, el lector debe
conducirse hacia la organización, ya que la clasificación mental que se inicia con la observación de
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datos semejantes y diferentes, continua con el establecimiento de relaciones con base en las
características comunes o compartidas según los criterios específicos, que son los que finalmente
generan las clases.
El proceso de ordenamiento en la estructura de un texto
El proceso de ordenamiento se lleva a cabo haciendo uso de la estructura basada en hechos, sucesos
o situaciones dinámicas.
Según Cázares (2000), el proceso de ordenamiento se da en la secuencia que se establece en hechos,
sucesos o situaciones a partir de las características que se alteran o cambian.
Sesiones de conversación con el autor
Por su parte Carney (1992) propone las sesiones de conversación con el autor; la utilización de esta
estrategia facilita que el autor emprenda un diálogo con el texto o con el autor, la conversación con el
autor está diseñada para hacer que los lectores superen la lectura literal de textos, estimulándolos de
modo especial para que distingan entre hechos y opiniones, y busquen los prejuicios del autor, así
como su punto de vista. Para la comprensión lectora, este autor propone Estimar, Leer, Responder,
Preguntar (ELRP).
Volver a contar
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Según este autor estas estrategias han sido diseñadas fundamentalmente para estimular a los
estudiantes a que recuerden un texto ya leído por ellos, con esta estrategia se puede lograr que el
lector efectúe una representación más coherente de lo leído.
Procedimientos de eliminación de elementos.
Para Carney esta estrategia estimula al lector para que pueda hacer previsiones mientras lee,
reparando en la información semántica y sintáctica, para llegar a la comprensión de las relaciones de
cohesión establecida por elementos textuales como los pronombres.
Estrategias de lectura según Ramos
Nos propone una conceptualización de la lectura que la define como un proceso constructivo al
reconocer que el significado no es propiedad del texto, con su forma gráfica, sino que el lector emplea
un conjunto de estrategias de lectura y ciclos a través de los cuales se construye significado. En este
sentido el proceso de adquisición de lectura implica una dinámica que va relacionada con el texto y el
lector, quien construye progresivamente el significado (Ramos, 1997).
Este autor propone las siguientes estrategias:
Predicción: Permite que al leer prediga el final de una historia, la lógica de una explicación, la
estructura de una oración compleja o el contenido de un texto.
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Inferencia: Proceso mental por el cual se lleva directamente a una conclusión, es decir, sacar
información no explícita en el texto.
Muestreo: Consiste en seleccionar de un número limitado de ideas las más importantes que puedan
representar el contenido del texto.
Autocorrección: Es el proceso que lleva al lector a localizar el punto de error y considerar o buscar más
información para efectuar la corrección.
Con este proceso de estrategias que propone Ramos se logrará establecer la relación entre el texto y
el lector, con lo cual le será más fácil construir el significado del texto.
Al seguir estas estrategias de lectura, el lector centra su atención en el texto, provocando cuatro
ciclos que explican la naturaleza de la construcción del significado.
Óptico: Interviene el ciclo ocular y que con movimiento de ojos permite localizar la información
gramatical más útil ubicada en una pequeña parte del texto.
Perceptual: El lector guía su trabajo de acuerdo con sus expectativas en la medida en que observa si el
texto es coherente con sus predicciones lingüísticas y con la contribución que éstas hacen a la
obtención del significado del texto, con esta predicciones se hace más eficiente el procesamiento de
información, por lo que se reduce la necesidad de utilizar cierta cantidad de índices textuales.
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Gramática: En este ciclo el lector utiliza las estrategias de predicción y de inferencia, mediante ellas
usa los elementos clave de las estructuras sintácticas que conforman las diferentes proposiciones del
texto, para procesar la información en el contenido.
Semántica: En ella se articulan los tres ciclos anteriores y, en la medida en que se construye el
significado, el procesamiento de la información y su incorporación a los esquemas de conocimiento
del lector, permite que el sentido que se obtiene sobre concreción, reconstruya el significado que
construyó.
Los esquemas como sistema de procesamiento estructural del texto
En este apartado se analizará el proceso de la comprensión lectora desde el mecanismo de
procesamiento estructural. Viero (1997) señala que, para entender el proceso de comprensión
lectora, es necesario analizar cómo el lector organiza el texto de tal manera que va estableciendo
núcleos estructurales, a partir de los cuales establece las relaciones de coherencia presentes en el
mismo, es decir, que es a partir de la noción de esquema que se puede lograr el proceso de
comprensión lectora. Este autor citando a Rurnelhart, nos da la definición de esquema: "Un esquema
es una estructura representativa de los conceptos genéricos almacenados en nuestra memoria
individual" (p. 37).
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Viero ( 1997) nos propone estudiar el término de esquema desde la perspectiva de la Psicología
Cognitiva, y para esto, toma dos tipos de teorías estructurales que facilitan el estudio de este término;
a) las gramáticas de cuentos que dividen el texto en macro‐constituyentes de comienzo y de trama o
argumento (formado éste por episodios definidos por las metas, las acciones que intentan realizar la
meta y el resultado de las acciones) que plantean que el sujeto comprende un texto gracias a esa
representación estructurada que se tiene de los distintos componentes que forman el cuento. b) Las
teorías macroestructurales que incluyen dos niveles de representación del texto (un nivel
microestructural que representa minuciosamente, a través de las proporciones del texto, cada uno de
los sucesos de éste y un nivel macroestructural que abstrae el sentido más global y general del texto)
y que mantienen que el esquema sirve para determinar qué proposiciones son relevantes para la
comprensión del texto. Estas teorías, determinan qué tipo de estrategias se han de utilizar para la
elaboración de la macroestructura.
EI autor nos señala que los modelos estructurales defienden la existencia de distintos tipos de
esquemas para la estructura de cada texto y que su conocimiento permite al lector conectar las
distintas partes de que consta ese texto, en función de esta distinción se va clasificando la
información en las distintas categorías y, cuando la estructura del texto se ajusta con las
expectativas que sobre él se tienen, su comprensión y posterior recuerdo mejora considerablemente,
es decir, que cuando el lector se encuentre con una determinada clase de texto (cuento, ensayo,
artículo periodístico) va a tener ya una idea de qué tipo de texto se trata, permitiéndole relacionarla
con el contenido del texto y así lograr un significado.
Tipos de estructuras textuales
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Viero (1997) señala que existe un tipo de esquemas que se refieren a la estructura de los textos, es
decir, a una organización formal interna. También nos señala que la estructura interna de un texto
nos sirve para conectar las distintas partes de que consta ese texto, es decir, que gracias a esta
estructura, al lector se le facilita reconocer de qué tipo de texto y de esta manera el lector va
construyendo el tipo de estructura que necesita para lograr una comprensión del mismo.
Después que el lector ha reconocido el tipo de texto va clasificando la información en distintas
categorías y cuando la estructura del texto coincide con las expectativas que sobre él se tiene, su
comprensión y posterior recuerdo mejorará considerablemente.
Viero (1997) nos propone ciertas definiciones que están hechas en función de la organización
prototípica de los cuentos que supone que el lector utiliza durante el proceso de comprensión, una de
ellas son las narraciones. Viero, citando a Thorndike, nos dice que las narraciones son materiales de
tipo literario que cuentan una historia, constituyendo así < formas básicas > globales muy importantes
en la comunicación textual, y cuya característica fundamental es que el texto se refiere ante todo a
acciones de personas, de manera que las descripciones de circunstancias, objetos u otros sucesos
quedan subordinados.
Viero, citando a Rumelhart, señala que la comprensión de las narraciones es un proceso constructivo
fruto de la interacción entre tres factores: el texto, el contexto y los esquemas organizativos. Los
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esquemas cognitivos de comprensión determinan qué información es relevante; cuanto mas rico sea
el texto, más diferencias individuales habrá en los lectores a la hora de usar esquemas directivos.
Estructuras argumentativas y otros tipos de estructuras.
Según Viero (1997), las estructuras argumentativas corresponden con los textos expositivos que
contienen información y son el tipo de material que habitualmente encontramos en los libro de
textos; no presentan una modalidad fija que el lector pueda prever siempre porque el modo de
organizar la información en un texto expositivo depende del tipo y objetivo que busca dicha
información.
Viero, citando a Meyer, propone cinco esquemas retóricos que nos plantean las formas organizativas
de los textos que funcionan en los procesos de comprensión.
o Texto de tipo descriptivo: Este tipo de texto brinda información acerca de un tema en
particular o bien de las características del tema. En este texto el lector ha de utilizar
estrategias adquiridas previamente.
o Texto de tipo agrupador: EI autor expone un cierto número de ideas o descripciones,
relacionadas entre sí. EI autor puede usar palabras claves del tipo <en primer lugar> <a
continuación> para denotar los diversos elementos relacionados entre sí.
o Texto de tipo causal: Este texto presenta los contenidos agrupándolos en una secuencia tal
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que de ello resulta la relación causal, explícita o implícita. Como palabras claves el autor utiliza
<por ende> <de ahí que> <a causa de > o <la razón por la que >
o Texto de tipo aclaratorio: Presenta un problema, una interrogante o una acotación, seguida de
una solución, respuesta o réplica; las palabras clave utilizadas por el autor son: <el problemas
consiste en > <la pregunta que surge es> <una posible causa del problema> pero la solución no
siempre aparece por lo cual el lector tendrá que anticiparla.
Para esta autora las estructuras expositivas le permiten al lector reconocer la estructura del texto
durante la lectura, ayudándole a formar la macroestructura y posibilita la aplicación de estrategias
estructuradas en la recuperación y el recuerdo.
Niveles de estructuración
Por su parte, Catalá, Catalá, Molina y Monclús (1995) señalan que comprender un texto comporta
construir su significado elaborando un modelo mental que se enriquece a partir de las nuevas
informaciones contrastadas con los conocimientos activados en la memoria a largo plazo
(conocimientos previos).
Mencionan que para llegar a comprender qué sucede cuando el lector construye el significado de un
texto es necesario conocer los procesos cognitivos que entran en juego, estos procesos son las
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operaciones que intervienen sobre las estructuras cognitivas, cambiándolas o modificándolas para
llegar a construir una representación mental coherente del texto.
Construcción de un modelo mental
Para la construcción de un modelo mental es necesario tomar en cuenta:
o La integración de las informaciones que incluye la representación construida a partir del
texto en una estructura de conocimientos ya existentes.
o La búsqueda y recuperación en la memoria que permite acceder a la representación tipo
construida al final de la lectura.
o La producción de la representación recuperada que tiene que respetar las exigencias de la
demanda, así como las reglas semánticas, sintácticas y textuales.
Catalá, et. al. (1995) admiten una serie de procesos subyacentes en la comprensión lectora que
ayudan a la construcción de un modelo mental que a continuación se exponen:
Microestructura
o El reconocimiento de las palabras o grupos de palabras
o El paso de significante a significado que asegura la recuperación en la memoria a largo
plazo de los conocimientos asociados a las palabras o grupos de palabras identificadas.
o La comprensión morfosintáctica es el reconocimiento de los tiempos verbales, de la
puntuación, del lugar que ocupan las palabras que aseguran un primer tratamiento del
texto.
o La relación de los significados entre sí, inferida a partir de los conectores.
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Macroestructura
o La construcción del significado de las frases que permite hacer inferencias de
enriquecimiento, de elaboración o de generalización.
o La jerarquización de la información juzgando la importancia relativa de los significados
construidos.
o La organización de la información interrelacionando globalmente las ideas.
Supraestructura
o La identificación del tipo del texto y de sus partes diferenciales.
Autorregulación
o La gestión que remite a los procesos metacognitivos permitiendo entre otras cosas la
identificación de la falta de comprensión y de las estrategias de corrección.
En un lector experto los procesos de bajo nivel que forman la microestructura se automatizan para
poder atender la comprensión de alto nivel o macroestructura. Así mismo cuestiona lo siguiente:
¿cómo se pueden tomar en cuenta estos procesos cognitivos en la evaluación? (Véase más adelante
metodologías para la evaluación de la comprensión lectora).
De acuerdo con las propuestas teóricas que hemos presentado se puede indicar que, con respecto a
la microestructura, Clemente y Domínguez (1999), señalan que ésta hace referencia a dos
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componentes básicos: a) Organización de los significados en proposiciones (el significado que subyace
a una oración) y b) Progresión temática, el establecimiento de las relaciones de continuidad temática
que permite responder a preguntas básicas como ¿De qué trata el texto ahora?
Por su parte, Catalá, et. al. (1995), coinciden al señalar que la microestructura supone el paso de
significante a significado y la relación de los significados entre sí, sin embargo, estos atores mencionan
que para la construcción de una representación mental son necesarios procesos ascendentes como el
reconocimiento de las palabras o grupos de palabras, así como la comprensión morfosintáctica
(reconocimiento de los tiempos verbales, de la puntuación, del lugar que ocupan las palabras que
aseguran un primer tratamiento del texto, etc.).
De acuerdo con lo anterior, la microestructura estaría conformada por: el reconocimiento de palabras
o grupo de palabras y la comprensión morfosintáctica, la organización de los significados en
proposiciones, la relación de los significados entre sí y la progresión temática.
Por su parte Clemente y Domínguez (1999), citando a Kintsch y Van Dijk, hacen referencia al término
de la macroestructura mencionando que las ideas centrales que expresan el significado global del
texto, pueden ser consideradas como unidades semánticas que organizan el discurso. Las funciones
de la macroestructura son las siguientes:
Proporciona una coherencia global de las proposiciones derivadas, diferenciando unas ideas
de otras y estableciendo una relación jerárquica entre ellas.
Permite reducir extensos fragmentos de información a un número manejable de ideas.
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Para llegar al significado global del texto el lector debe poner en marcha una serie de estrategias que
tienen la misión de transformar y reducir la información de un texto; se les denomina macroreglas:
supresión, generalización, integración o construcción (Orrantia y Sánchez, 1996; Clemente y
Domínguez, 1999). Por su parte Viero (1997) menciona que de un nivel macroestructural se abstrae
el sentido más global y general del texto, y en el cual el esquema sirve para determinar qué
proposiciones son relevantes para la comprensión del texto.
Por otra parte Catalá, et. al. (1995) mencionan que para la macroestructura hay que tomar en cuenta
los siguientes puntos:
La construcción del significado de las frases que permite hacer inferencias de
enriquecimiento, de elaboración o de generalización.
La jerarquización de la información juzgando la importancia relativa de los significados
construidos.
La organización de la información interrelacionando globalmente las ideas.
En lo que respecta a la supraestructura, ésta hace referencia a la forma global que articula o
interrelaciona las ideas de un texto y alude a la forma o a la organización formal de los mismos.
Responde a la idea de que existen diferentes tipos de textos, cada uno con un patrón organizativo
característico, es decir, los diferentes tipos de textos ofrecen distintos patrones organizativos o
formas de interrelacionar las ideas. (Catalá, et. al, 1995; Clemente y Domínguez, 1996).
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En la autorregulación el lector debe ser activo y autorregularse continuamente para ser capaz de
reconocer las dificultades que pueden surgir en la comprensión.
A esta autorregulación hay que unir la flexibilidad en el uso de las propias estrategias de comprensión,
esto es, de qué manera se pueden poner en juego las distintas estrategias en función de la meta que
persiga con el texto (recordarlo, sacar las ideas más importantes, sacar una idea global, leerlo por
placer, etc.). Los procesos metacognitivos permiten entre otras cosas la identificación de la falta de
comprensión y de las estrategias de corrección, así mismo en el proceso de la lectura es importante
tomar en cuenta la sensibilidad que el lector otorga a su propio proceso de comprensión (Orrantia y
Sánchez, 1996; Clemente y Domínguez, 1996; Catalá, et. al; 1995).
COMPONENTES DE LA COMPRENSIÓN LECTORA
Catalá, Catalá, Molina y Monclús (1995), proponen enseñar las estrategias de comprensión lectora a
partir de cuatro componentes: comprensión literal, reorganización, comprensión inferencial,
comprensión crítica.
Los componentes pueden ser caracterizados como estructuras cognoscitivas que permiten la
comprensión y que el sujeto ha de construir a través de una serie de estrategias inherentes a dicha
estructura. A continuación se presentan los componentes y sus estrategias.
Comprensión literal
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Es el reconocimiento de la información que explícitamente figura en el texto, siendo este tipo de
comprensión la más habitual en las escuelas. En este sentido se propone enseñar a los niños a:
∞ Distinguir entre información relevante e información secundaria.
∞ Saber encontrar la idea principal.
∞ Identificar relaciones causa‐ efecto.
∞ Seguir instrucciones.
∞ Reconocer las secuencias de una acción.
∞ Identificar los elementos de una comparación.
∞ Identificar analogías.
∞ Encontrar el sentido a palabras de múltiple significado
∞ Dominar el vocabulario correspondiente a su edad
Reorganización de la información
Requiere que el niño analice, sintetice y/o organice las ideas o la información explícitamente
manifiesta en el texto que debe leer. En este sentido se debe enseñar a los niños a:
∞ Suprimir información trivial o redundante
∞ Incluir ideas o conceptos inclusivos
∞ Reorganizar la información según determinados objetivos
∞ Hacer un resumen de forma jerarquizada
∞ Clasificar según unos criterios dados
∞ Deducir los criterios empleados en una clasificación
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∞ Reestructurar un texto esquematizándolo
∞ Interpretar un esquema dado.
∞ Poner títulos que engloben el título del texto
∞ Dividir un texto en partes significativas
Comprensión inferencial o interpretativa
Se ejerce cuando se activa el conocimiento previo del lector y se formulan anticipaciones o
suposiciones sobre el contenido de un texto a partir de los indicios que proporciona la lectura. Estas
expectativas se van verificando o reformulando mientras se va leyendo.
De acuerdo con Catalá et. al. (1995) es la verdadera esencia de la comprensión lectora ya que es una
interacción constante entre el lector y el texto llenando vacíos, detectando “lapsus,” iniciando
estrategias para salvar dificultades, haciendo conjeturas que a lo largo de la lectura se va
comprobando si se confirman o no.
De esta manera se manipula la información del texto y se combina para sacar conclusiones. Se
propone enseñar a los niños:
∞ Predecir resultados.
∞ Inferir el significado de palabras desconocidas
∞ Inferir secuencias lógicas
∞ Recomponer un texto variando algún hecho, personaje, situación, etc.
∞ Prever un final diferente
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Comprensión crítica (juicio de evaluación profunda)
En este componente los alumnos dan respuestas que indican un juicio evaluativo por comparación
de ideas presentadas en el texto con un criterio externo proporcionado por el profesor, otras
personas competentes u otras fuentes escritas; o bien con un criterio interno proporcionado por las
experiencias, conocimientos o valores del lector.
El alumno puede hacer los siguientes juicios:
∞ Juzgar el contenido de un texto bajo un punto de vista personal
∞ Distinguir un hecho de una opinión
∞ Emitir un juicio frente a un comportamiento
∞ Manifestar las reacciones que les provoca un determinado texto
∞ Juicio de hechos u opiniones
∞ Juicio de suficiencia y validez
∞ Juicio de propiedad
∞ Juicio de valor, conveniencia y aceptación
Evaluación de los componentes y estrategias de comprensión lectora (prueba ACL‐3).
Por su parte Catalá, et. al (1995) proponen evaluar la comprensión lectora a través de una
evaluación formativa, donde a partir de las lecturas iniciales de los niños, podemos saber en qué
proceso debemos intervenir y analizar los aspectos que inciden en las posibilidades de ayudar a
cada uno a progresar.
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Catalá, et. al. (1995) señalan que de la evaluación de la comprensión lectora se derivan elementos
objetivos que ayudan a tener conocimientos más profundos del alumnado, valorar su progreso,
analizar aspectos que puedan orientar sobre las posibles carencias y determinar los aspectos más
específicos que hay que trabajar con cada uno a fin de mejorarla. Estas autoras, proponen evaluar la
comprensión lectora por medio de las pruebas ACL (Análisis de Comprensión Lectora), a través de
las cual se evalúa la comprensión lectora de una manera amplía, a partir de textos de tipología
diversa (narrativo, expositivo, matemático y poético) con temáticas que se refieren a diferentes
áreas curriculares.
Estas autoras mencionan que a través de estas pruebas los niños han de inferir, relacionar, sacar
conclusiones, resumir, secuenciar, emitir juicios, etc. a partir de textos breves que son fácilmente
manipulables, el alumno tiene que responder preguntas con lo escrito, pudiendo elegir entre
diversas alternativas que le obligarán a hacer un esfuerzo de aproximación para seleccionar la
respuesta que consideren más adecuada, más cercana al sentido del texto, a la intención del autor,
al contenido global o específico de los términos. Les obligará a elaborar, no a contestar por simple
recuerdo inmediato, sino a comprender profundamente, dando valor a los giros, a las intenciones
no explícitas pero sí sugeridas, infiriendo el sentido implícito o deduciendo lo que se desprende de
dicho texto.
El número de respuestas acertadas nos dará una información muy fiel de su capacidad comprensiva,
pero también un análisis cualitativo más profundo, también nos ofrecerá abundante información
respecto al tipo de actividades mentales relacionadas con la lectura qué es capaz de hacer y cuáles
no. Viendo el tipo de respuesta que ha dado, si ha elegido las alternativas más próximas a la
correcta, o si se ha alejado mucho de ella, podremos inferir el tipo de dificultades manifestadas en
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el vocabulario, de opinión, de deducción, de capacidad de síntesis, etc. (Catalá, et. al., 1995).
Para el análisis de los resultados de la evaluación inicial y final estas autoras, proponen evaluar los
componentes y estrategias de la siguiente manera. Es necesario tipificar las puntuaciones directas de
cada pregunta y elegir una escala para informar el nivel de cada examinado. De acuerdo a lo anterior
se presentan cuatro ejemplos (3° grado de primaria) de cómo evaluar la comprensión lectora a través
de diferentes tipos de texto (narrativo, expositivo, matemático y poético):
A BUSCAR HONGOS (Narrativo)
El domingo al amanecer fuimos toda la familia a buscar hongos. Papá y María llenaron una canasta
cada uno. Claro que ella hizo trampa, porque de la mitad para abajo su canasta estaba llena de
hierbas. Mamá y yo íbamos contando historias y no vimos ninguno. El pequeño Juanito encontró dos
hongos buenos y muchos otros malos que tuvimos que tirar, ¡hizo un berrinche...!
EL RENACUAJO (Expositivo)
El renacuajo cambia poco a poco a medida que se transforma en rana. Al conjunto de estos cambios
se le llama metamorfosis. Primero empiezan a formarse las dos patas de atrás, en la base de la cola.
Después aparecen las de adelante y al final de la cola se encoge. Al mismo tiempo, las branquias
con las que respiraba bajo el agua van desapareciendo y se forman los pulmones. A partir de
entonces ya podrá vivir fuera del agua.
4.-¿Qué quiere decir <metamorfosis> de la rana?
A) El conjunto de cambios que hace el renacuajo
B) El conjunto de cambios en las patas
C) Los cambios en las colas
D) Los cambios en la cola
E) Los cambios en las branquias
5.- ¿Qué orden siguen los cambios que hace?
A) Salir patas de adelante- salir patas de atrás- encogerse la cola
B) Salir patas de atrás-salir patas de adelante- encogerse la cola
C) Encogerse la cola-salir patas de adelante-salir patas de atrás
D) Encogerse la cola- salir patas de atrás- salir patas de adelante
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E) Salir las branquitas-encogerse la cola-salir patas de adelante
6.-¿Por qué la rana una vez transformada puede respirar en tierra, fuera del agua?
A) Porque ya tiene las cuatro patas
B) Porque ya no tiene cola
C) Porque tiene pulmones y branquias
D) Porque entonces ya tiene branquias
E) Porque entonces ya tiene pulmones
7.-¿Qué título pondrías a este texto?
A) Las patas de las ranas
B) Los cambios de los animales
C) Los animales de agua dulce
D) La metamorfosis de los anfibios
E) La metamorfosis de los reptiles
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8.- ¿Qué número es?
A) 57
B) 58
C) 59
D) 60
E) 61
9.- ¿Qué dato me falta para poder saber cuántas páginas del álbum puedo llenar?
A) Cuántas estampas van en cada sobre
B) Cuántas estampas caben en cada página
C) Cuántas estampas tiene la colección
D) Cuántas estampas tendré en total
E) Cuántas estampas me faltan en el álbum
10.- ¿Por qué crees que este padre propone ese juego a su hijo?
A) Para que le gusten más las matemáticas
B) Para hacerle enfadar, porque no sabe contar
C) Porque es simpático y le gusta hacer reír
D) Porque no quiere que acabe la colección
E) Para que no tenga que hacer cálculo mental
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En una nube lejana,
zigzaguea,
una centella amarilla.
Antonio Machado
126
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Procedimientos infantiles en la resolución de operaciones de adición y sustracción
Pedro Bollás García
(Octubre de 2012)
Presentación
La enseñanza de las matemáticas en educación primaria parece haber aceptado del objetivo de la
México.
rapidez en la ejecución de las operaciones aritméticas elementales, descuidando así su
comprensión. Tal parece que para muchos profesores preocupa que sus alumnos utilicen estos
algoritmos bien y rápido; para tal efecto, ofrecen paso a paso un modelo de resolución que los
niños tendrán que aplicar para encontrar el resultado.
Sin embargo, los docentes son los primeros en comprobar que muchos niños no solamente
presentan fallos cuando resuelven las operaciones, sino que, además, no las utilizan
correctamente cuando se les plantea un problema o se les quiere generalizar a otros contextos
que no son propiamente escolares. Ello se debe quizá, a que se ha ofrecido un modelo de
resolución que impide el uso del cálculo mental y escrito, así reflexionar sobre distintos recursos
para llegar a otras formas de solución (Parra, 1997).
Aunado a ello, cuando el resultado de una operación es incorrecto se corrige usualmente de una
manera superficial, es decir, atendiendo tan sólo el resultado y descuidando el procedimiento
utilizado por el niño. Asimismo, el docente parece ser la única persona en el salón de clase con
derecho a corregir dejando de lado los apoyos que pueden brindar otros compañeros (Bollás y
165
Castro, 2012) y dejando también de lado a posibilidad de una validación empírica, es decir, que la
situación misma sea fuente de corrección (Chamorro, 2003).
operaciones de adición y sustracción (mecanograma). UPN.
La validación empírica hace referencia a situaciones a través de las cuales el niño puede
Bollás, P. (2012). Procedimientos infantiles en la resolución de
comprobar de manera empírica si su resultado es correcto no. De esta manera resulta de vital
importancia que las situaciones didácticas permitan al alumno la posibilidad de validad
empíricamente sus resultados (Brousseau, 2007; Chamorro, 2003).
Un ejemplo de lo anterior es el siguiente; se le presentan al alumno 20 frijoles, después se tapan
algunos y él, contando los que sobraron, tiene que estimar cuántos frijoles están ocultos. Una vez
que calcula (mentalmente o por escrito) el resultado, tiene la posibilidad de comprobar –y corregir
si es el caso‐ su respuesta viendo la cantidad escondida.
La validación empírica es un recurso importante para el aprendizaje matemático y que, sin
embargo, rara vez se utiliza en las escuelas.
Se pueden caracterizar, en términos generales, tres tipos de validación o fuentes de corrección: a)
la validación proporcionada por el docente, b) la validación empírica, proporcionada por la
situación y c) la validación a través de la interacción con los compañeros, es decir, los propios
compañeros (alumnos) pueden ser fuente de corrección.
Otro aspecto que usualmente se descuida cuando se enseñan las operaciones es el de los
conocimientos previos con los que cuenta el alumno. Es un hecho conocido que los niños
construyen conocimientos matemáticos fuera de la escuela, por lo que el aprendizaje escolar
1
nunca parte de cero. Cuando el niño ingresa a la escuela (o inicia un nuevo grado) habrá tenido ya
la oportunidad de construir, a través de experiencias concretas de su vida cotidiana y en las
interacciones que establece con los adultos y con sus compañeros, ciertas hipótesis acerca de los
contenidos matemáticos.
Reconocer que el niño cuenta con conocimientos previos permite valorar los procedimientos que
utiliza cuando se enfrenta a situaciones que implican el uso de operaciones (Bermejo, 1990). Estos
procedimientos son de gran importancia para el aprendizaje matemático dado que permite partir
de lo que el niño sabe, para llevarle, progresivamente, hacia las habilidades, conocimientos y
formas de expresión que la escuela ofrece.
De acuerdo con estas premisas, decidimos realizar un estudio que nos permitiera comprende los
procedimientos que utilizan los niños cuando se enfrentan a situaciones que implican el uso de la
adicción y la sustracción. Partimos de la idea de que conociendo estos procedimientos podemos
conocer mejor sus fallos y en consecuencia brindar un apoyo pertinente a través del diseño de
situaciones didácticas que implique la tutoría entre compañeros.
Para realizar este estudio decidimos entrevistar a 40 niños (20 de 3° y 20 de 4° grado); en el
desarrollo de la entrevista se le presentaron al niño situaciones que le permitieran hacer uso del
cálculo mental, el cálculo escrito y, además, que tuvieran la posibilidad de una validación empírica.
Las entrevistas forman parte de una evaluación inicial, de un proyecto de investigación más amplio.
(Bollás, 1996).
A continuación presentamos el fragmento de una entrevista realizada con Víctor (8; 11), un niño
166
de 4° grado. Se ha seleccionado este caso porque en él se ilustran los fallos más comunes que
tienen algunos niños cuando se enfrentan ante situaciones que implican la adición y la sustracción,
además, porque es un niño con problemas de aprendizaje en matemáticas de acuerdo con la
caracterización que de él hace su maestro.
Experimentador Niño
Presenta treinta frijoles, de los que separa seis Dice: veintisiete.
y solicita al niño que diga cuántos frijoles
permanecen ocultos.
¿Veintisiete? ¿Se podría hacer una resta para Queda pensativo y, finalmente, dice que sí.
encontrar el resultados. Realiza lo siguiente:
27
‐6
21
Ese veintiuno ¿dónde tiene que estar?, ¿Aquí Veintisiete
(señalando la mano que oculta los frijoles)
cuántos hay?
No obstante que realiza adecuadamente la operación 27 – 6. Este cálculo escrito no corresponde
con el problema planteado, de ahí que el niño tenga dificultades para encontrar la cantidad de
frijoles ocultos.
Experimentador Niño
2
Repite la situación, sólo que en esta ocasión
con pocas cantidades (diez frijoles).
Si yo le quito tres frijoles ¿Cuántos tengo aquí ¡Ocho! … ¡siete!
(señalando la mano que oculta los frijoles)?
Y Si yo le quito éstos (retira cinco frijoles), ¡Cinco!
¿Cuántos tengo aquí?
Y si yo le quito éstos (seis frijoles) ¿Cuántos ¡Seis!
tengo aquí?
Si bien el cálculo mental mejora con pocas cantidades, no deja de presentar algunas fallas, ya
que, evidentemente, son cuatro los frijoles ocultos y no seis como lo afirma Víctor.
¿Se puede hacer una resta para encontrar el ¡Una suma!
resultado?, ¿o una suma? El niño realiza lo siguiente (murmurando “seis …
cuatro”):
6
+4
10
Experimentador Niño
Presenta nuevamente diez frijoles y quita Realiza lo siguiente:
cuatro. Solicita al niño que haga la resta.
10
‐4
167
10
¿Cuántos quedan? Diez
¡Diez! (sorprendido). Si a diez le quitas cuatro, (se queda pensando) … ¡seis!
¿Cuántos te quedan?
A ver, ¿Me puedes decir cómo hiciste ésta? … cero menos cuatro cero, se baja el uno
Vamos a suponer que tú eres el maestro y tiene
un niño que no sabe cómo se hace está resta
¿Cómo se la enseñarías?
En este momento, se puede observar una contradicción entre el cálculo mental y el cálculo
escrito. Asimismo, Víctor presenta dificultades en la ejecución de la operación, debido a una
conceptualización incorrecta respecto al cero.
Presenta treinta frijoles y separa diecisiete, ¡Treinta y dos! (al mismo tiempo que recuenta
mismos que son contados por el niño. Luego los frijoles que tiene a la vista). Después, corrige
pregunta: ¿Cuántos tengo aquí para que me de y dice veintiuno.
treinta?
¿Veintiuno? A ver haz la operación Su producción es la siguiente:
21
+17
38
¿Cuánto te da? ¡Treinta y ocho!
¿Cuántos tenemos en total? ¡Treinta!
Experimentador Niño
3
Sugiere que realice nuevamente la operación, Su segunda producción es la siguiente:
para que de treinta 19
+17
36
NO obstante que las dos operaciones anteriores son correctas, no resultan adecuadas para
resolver el problema planteado.
Sugiere que se haga nuevamente la operación, Contesta que con una resta. Luego, hace lo
preguntando si se puede hacer con una suma. siguiente:
19
‐17
22
Esta operación justifica, aún más, la falta de vinculación con el problema que se quiere resolver,
ya que el niño se ve ante la imposibilidad de indicar la cantidad de frijoles oculto.
Presenta treinta frijoles y pide al niño que los Sus producciones fueron las siguientes:
cuente. Después quita siete frijoles y le pide
que haga la resta. Esta situación se repite en 30 30 30
dos ocasiones más (quitando catorce y ‐7 ‐14 +22
veintidós frijoles). 30 20 50
Con respecto a la primera operación, solicita al “Siete menos cero, cero y se baja el tres”
niño que diga cómo se la explicaría a un niño
que no sabe cómo se hace.
Con respecto a la tercera operación, pregunta ¿Suma?. Hum… dos… cero… hum.. cero, tres,
168
si sumó o restó. dos, cinco.
Experimentador Niño
Presenta treinta frijoles, divididos en tres Cinco, cinco y cinco
montones y pregunta: ¿Cuántos frijoles tienen
que haber en cada montón para que den
treinta?
A ver, súmalo para ver cuánto te da. La producción es la siguiente:
5
5
+5
Separa tres montones de cinco frijoles cada Los cuenta y advierte que su resultado no es el
uno para que el niño los cuente y, de esta correcto.
manera, aprecie que su resultado es incorrecto.
Ante la imposibilidad de encontrar el número Cuenta los frijoles que están al descubierto
de frijoles que hay cada montón, destapa uno ¡Son siete!
de ellos.
Ahora ¿cuántos frijoles debe de haber aquí y (pensativo) … diez y seis …
4
acá para que me den treinta? Siete (dudando). El niño realiza la siguiente
operación al tiempo que cuenta con sus dedos:
7
7
+7
21
Destapa otro montón y solicita al niño que los ¡Son nueve!
cuente.
Si aquí tenemos siete y aquí nueve, ¿cuántos Duda; finalmente dice que doce. Su producción
tiene que haber aquí para que nos de treinta? es la siguiente:
7
9
+12
28
“pero tienen que dar treinta”. Le solicita para
que, ahora sí, den treinta.
Recapitulando sus producciones quedan así:
5 7 7 7
5 7 9 9
+5 +7 +12 +14
15 21 28 30
169
Como se puede observar, Víctor no puede calcular las cantidades ocultas, por lo que,
progresivamente, se van dando apoyos para superar sus dificultades
Otras operaciones realizadas por Víctor son las siguientes:
95 8 9
‐9 ‐0 ‐4
94 0 5
80 30 70
‐32 ‐0 ‐40
52 30 30
En la primera operación, identifica, primero, el número más grande, independientemente
de sí éste se encuentra en el minuendo o en el sustraendo. Después, le resta el número
mayor y el nueve de las decenas, simple y sencillamente, se baja.
En la segunda operación (8 – 0) sigue persistiendo el mismo problema con el cero.
Aunque le da un trato distinto al usual en la cuarta operación (80 – 32). En este caso, el
cero ya no se “come” al dos, simple y sencillamente se olvida.
Finalmente, Víctor realiza la siguiente operación:
50
‐6
50
De acuerdo con lo que hemos presentado, ¿puede usted decir el procedimiento que utilizó Víctor
para obtener como resultado 50?
5
De lo anterior, podemos extraer varias observaciones que se señalan a continuación:
Cuando el niño no se enfrenta ante sustracciones del tipo:
95 34
‐9 ‐27
Se pueden observar procedimientos moderadamente divergentes que los niños utilizan para
encontrar el resultado:
a) El primer procedimiento consiste en identificar el número mayor de las unidades y
posteriormente restarse el menor. Poco importa, para el niño, si éstos están en el
sustraendo o en el minuendo. Tal es el caso de Jonathan (6, 8) quien resuelve la operación
95 – 9 de la siguiente manera:
95
‐9
4
El procedimiento que utiliza Jonathan es el siguiente:
Primero, procede a identificar el número mayor (el nueve del sustraendo) y
posteriormente le resta el menor (las cinco unidades que corresponden al minuendo). El 9
(de las decenas) sencillamente es “olvidado” y ello, quizá, porque no tiene número que
restar abajo.
170
b) En cierta manera, el otro procedimiento es similar al anterior, dado que es el mismo
tratamiento con las unidades (identificar el número mayor y restarse el menor
independientemente de su ubicación). Sin embargo, el tratamiento que se le da a las
decenas (del minuendo) es distinto. Esto lo hace moderadamente divergente con respecto
al primero.
Para ilustrar este segundo procedimiento, veamos el caso de Guadalupe (6, 9) quien
resuelve la misma operación de la siguiente manera:
95
‐9
94
Mientras que en el procedimiento de Jonathan el numeral que corresponde a las decenas se
“olvida”, en el procedimiento de Guadalupe se “olvida”, en el procedimiento de Guadalupe
sencillamente se baja.
Cabe mencionar que estos dos procedimientos son similares, tanto en el tratamiento que se le da
a las unidades como en el hecho de no tomar en cuenta la posibilidad de “pedir prestado” al
numeral de las decenas.
CONCLUSIONES
6
El conocimiento que poseen los niños determina un procedimiento particular, de tal manera que,
explorando los procedimientos utilizados por ellos podemos aproximarnos a los conocimientos
que ellos poseen con respecto a los contenidos matemáticos.
Indagar el pensamiento de los alumnos sobre los contenidos que están trabajando ciertamente no
es nada sencillo, aún en situaciones experimentales controladas. Sin embargo, queremos
presentar el caso de Alejandra (7, 8) que, de una manera sencilla, nos acerca al pensamiento del
niño:
Alejandra ha realizado la siguiente operación:
Después se le da la siguiente consigna:
“Ahora, vamos a suponer que tú eres la maestra y que tienes un niño que no sabe cómo hacer esta
suma; ¿Cómo se la enseñarías?”
“Bueno … a nueve le pones cinco y luego le pones siete; meda
171
veintiuno y después acá abajo pones el dos y uno se lo pones acá
arriba … luego a dos le pones tres y luego le pones cuatro y le diría
que pusiera diez abajo y así me da ciento dos”
Ciertamente el resultado no es correcto, pero ¿podemos afirmar, sin equivocarnos, que Alejandra
no sabe sumar? No obstante está pregunta, lo cierto es que si evaluamos sólo el resultados
dejamos de lado el momento propicio para ofrecer los apoyos necesarios que permitan superar las
dificultades percibidas.
En este caso el apoyo didáctico pertinente se centra en la dificultad que tiene la niña para “llevar”
las decenas y no las unidades.
Cabe señalar que los apoyos didácticos están determinados por las dificultades percibidas. En el
caso de Víctor, por ejemplo, se dieron los apoyos necesarios para que pudiera encontrar la
expresión aditiva que diera el total de treinta frijoles.
Otro ejemplo los tenemos en Alejandra (7, 3) quien ha realizado la siguiente operación:
34 “… al tres le quito dos y me da uno. Luego al siete le quito cuatro y
‐27 me da tres”
13
Para que Alejandra pueda superar sus dificultades, evidentemente, no basta con decirle que está
“mal” y que la repita. Por el contrario, es necesario ubicarnos en su procedimiento y darle la
7
indicación, primero, de que la operación se realiza por el lado derecho y no por el izquierdo,
segundo, que a cuatro no le podemos “quitar” siete (y no a siete le quitamos cuatro) por lo que es
necesario “pedir prestado” a las decenas.
De este modo, la participación del docente es fundamental, dado que ha de participar como
coordinador de las actividades, como orientador de las dificultades y como fuente de
informaciones y apoyos adicionales cuando estos se hagan necesarios.
En esas actividades, una de las funciones del docente, ante la didáctica de las matemáticas, es
brindar situaciones en las que los niños utilicen los conocimientos que ya tienen (conocimientos
previos) para resolver ciertos problemas y que, a partir de las situaciones iniciales, comparen sus
resultados y sus formas solución (con la situación misma o con sus compañeros) para hacerlos
evolucionar hacia los procedimientos y las conceptualizaciones propias de las matemáticas. En
este sentido, el docente debe tener en cuenta que las fuentes de corrección deben estar dadas,
por la misma situación (validación empírica), por los compañeros más capaces (validación a través
de la interacción) y por el propio docente (validación por parte del docente)
Referencias
Bollás, P. (1996). Dinámica tutorial y el aprendizaje de las operaciones matemáticas de adición y
sustracción en una escuela primaria. ULSA, México. (Tesis de maestría).
Bollás, P. y Castro, R. (2012). “Interacción entre compañeros y la interacción del aprendizaje
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escolar”. en: Mendoza, J., Sánchez, S. y Martínez, G. (coord.). La construcción del
conocimiento. Miradas desde la psicología educativa. UPN. México. pp. 123‐151.
Bermejo, V. El niño y la aritmética. Barcelona. Paidós.
Brousseau, G. (2007). Iniciación al estudio de la teoría de las situaciones didácticas. Zorzal,
Buenos Aires.
Chamorro, M. (2003). “Herramientas de análisis en didáctica de las matemáticas”. en: Chamorro,
M. (Coord.). Didáctica de las matemáticas para primaria. Prentice Hall. Madrid. pp. 69‐94.
Parra, C. (1997). “Cálculo mental en la escuela primaria”. en: Parra, C. y Saiz, I. (comps). Didáctica
de las matemáticas. Paidós. Buenos Aires. pp. 119‐ 272.
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