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SEMINARIO

V
Trabajo Práctico de Catedra

Ingeniería Industrial – 5to. Año – 2019 –


Autor: O’Shea Maela
FECHA DE ENTREGA: 30 DE SEPTIEMBRE, 2019
Contenido

1. Introducción ................................................................................... 2

2.Aplicación del Método de la Doctrina Social de la Iglesia: ................ 3


2.1 Primera Etapa: Ver - Evolución de la distribución de los ingresos ...........................................3

2.2 Segunda Etapa: Juzgar - la Doctrina Social de la Iglesia en Referencia a la Desigualdad .....10
2.3 Tercera Etapa: Actuar - ¿Puede corregirse la Desigualad en Argentina? ...............................15

3. Conclusión..................................................................................... 16

4. Bibliografía Utilizada: ..................................................................... 18

Ingeniería Industrial – 5to. Año – 2019 – Autor: O’Shea Maela 1


Desigualdad Social. El enfoque de la
Doctrina Social de la Iglesia

1. Introducción
Al plantear nuestro tema de estudio, desigualdad social, resulta necesario revisar
previamente la relación que existe entre la desigualdad y otras dos realidades, la pobreza
y la justicia, con las que la desigualdad aparece frecuentemente asociada.

Interpretar la lucha contra la pobreza y la lucha en favor de la justicia como lucha contra
la desigualdad llevaría a proponer soluciones nocivas que, con palabras de la encíclica
Centesimus Annus, terminan perjudicando «a quienes se proponía ayudar. De este modo
el remedio venía a ser peor que el mal»1.
Consideradas en sí mismas, desigualdad y pobreza son realidades muy diferentes.
Existen territorios en los que todos los habitantes tienen los recursos suficientes para vivir
con dignidad, e incluso con holgura, aunque existe entre ellos una notable desigualdad
económica.
Podemos entender a la pobreza como algo que se ha de combatir, mientras que la
desigualdad se considera, en cambio, como una característica de la condición humana,
que sería vano y nocivo querer eliminar, siendo precisamente la diversidad de
inclinaciones y capacidades lo que hace posible y beneficiosa para todos la colaboración
social.

1
San Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus, 1-V-1991, n. 12.

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Si analizamos ahora la relación entre desigualdad y justicia veremos que existen
situaciones en las que la desigualdad es claramente injusta. Son los casos en los
que la desigualdad es consecuencia de comportamientos mediante los cuales con toda
evidencia unos se enriquecen a costa de otros, como pueden ser el fraude, la estafa, la
explotación de personas indefensas por parte de quienes cuentan con la ayuda del poder
político o pueden someter a los demás con la violencia. Se trata de comportamientos
claramente inmorales e ilegales que todos sabemos que se deben perseguir y castigar.
Teniendo presentes las distinciones antes expuestas no podemos considerar que toda
desigualdad es injusta, sin embargo cuando la desigualdad se presenta como producto
de la falta de educación, de mejores oportunidades en el mercado de trabajo y también
por la dificultad de acceso a los bienes culturales o a los servicios sanitarios estamos
frente a una situación de injusticia que claramente se encuentra en contraposición de los
principios de la Doctrina Social de la Iglesia siendo el de la dignidad humana el más
mancillado de todos.
El presente documento intentará abordar desde el método de la Doctrina Social de la
Iglesia la problemática de la Desigualdad en nuestro país.

2. Aplicación del Método de la Doctrina Social de la Iglesia:

2.1 Primera Etapa: Ver

2.1.1 Evolución de la distribución de los ingresos


Si bien la pobreza y la desigualdad están relacionadas, ninguno de los dos fenómenos se
reduce en el otro. El análisis conjunto de ambos fenómenos, entendiendo la especificidad
y la naturaleza distintiva de cada uno de ellos, resulta tarea fundamental para el estudio
de las condiciones económicas de los hogares.
En nuestro análisis haremos foco en los datos de nuestra realidad local.

En el presente apartado, se presenta información objetiva extraída del Documento


Estadístico: POBREZA MONETARIA Y VULNERABILIDAD DE DERECHOS.

El principal objetivo es indagar en el grado de desigualdad y la forma de la distribución de


ingresos en el marco de distintas coyunturas político-económicas.
Con este propósito, en los cuadros 1.4a y 1.4b se evalúa la distribución del ingreso según
quintiles de hogares y población, respectivamente. En este sentido, se elaboran quintiles
de hogares (Cuadros 1.4.a1 y 1.4.a2) y quintiles de población (Cuadros 1.4.b1 y 1.4.b2)
clasificada según el ingreso per cápita familiar.

• La información expuesta revela elevados niveles de desigualdad en la distribución de


los ingresos más allá de los cambios evidenciados a lo largo del período: al evaluar la
distribución del ingreso a nivel de hogares en el año 2018 (Cuadro 1.4.a1), se observa

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que el 20% más desfavorecido de las unidades domésticas captan únicamente alrededor
del 6,7% de los ingresos generados y percibidos por
los hogares, mientras que el 20% más favorecido acumula alrededor del 42,3% de dicha
masa de ingresos. Incluso, con el objetivo de dar cuenta de los elevados niveles de
desigualdad existentes en la distribución del ingreso, cabe destacar las distribuciones
porcentuales de los deciles extremos: el 10% de hogares del estrato inferior se apropia
sólo del 2,6% de los ingresos generados por las familias, siendo este porcentaje del 25,4%
en el decil más alto.

• Siguiendo una estructura similar, el cuadro 1.4.b1 presenta información correspondiente


a la distribución del ingreso per cápita familiar entre los individuos. Los niveles de
desigualdad elevados se evidencian también al evaluar a las personas según la
percepción de los ingresos del hogar en el que habitan. En el año 2018, el 20% más
desfavorecido de las personas captan únicamente alrededor del 4% de los ingresos
generados, mientras que el 20% más favorecido acumula alrededor del 51,7% de dicha
masa de ingresos. Al evaluar el
porcentaje de apropiación de ingresos de los deciles extremos, se exhibe que el 10% de
personas del estrato inferior se apropia sólo del 1,5% de los ingresos percibidos, siendo
este porcentaje del 34% en el decil más alto de población.

En términos de evolución de la distribución por quintiles (hogares y población), cabe


destacar una intensificación de los niveles de desigualdad existentes entre 2015 y 2016,
la cual se explicaría no sólo por una menor participación en el volumen de ingresos de los
estratos más bajos, sino también por una mayor apropiación de los recursos monetarios
generados por parte de los quintiles más favorecidos. Esta tendencia a una desigualdad
creciente no parece haber evidenciado una reversión en los años posteriores. Resulta
pertinente destacar incluso un incremento de los niveles de desigualdad durante el último
año 2017-2018, motorizado principalmente por una mayor participación de los quintiles
superiores en el volumen de ingresos generados. Estas tendencias se exhiben tanto al
evaluar la distribución de los ingresos tanto a nivel de hogares como de población.

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Los Gráficos 1.1 y 1.2 examinan los cambios en la desigualdad de ingresos a través del
Coeficiente de Gini (CG) y del Coeficiente de Variación (CV). Las diferencias de
tendencias que registran ambos indicadores se explican dado que cada una de estas
medidas tienen asociados juicios de valor implícitos no equivalentes. Al examinar la evo-
lución del Coeficiente de Gini y del Coeficiente de Variación punta a punta del período
(2010-2018), se evidencia un aumento de la desigualdad en la distribución de los ingresos

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de la población, más allá del indicador empleado. Ahora bien, al interior del período
evaluado se exhiben comportamientos diversos.

En primer lugar, entre los años iniciales (2010-2015) se observa una evolución más
errática y no sistemática, dependiendo del año e indicador empleado. Entre 2015 y 2016
se habría registrado un fuerte aumento en los indicadores de desigualdad. Luego, durante
el último año bajo análisis (2017-2018), se profundiza la característica regresiva de la
distribución de los ingresos de la población.
Este capítulo se propuso analizar el acceso a recursos monetarios y capacidades de
subsistencia económica de los hogares a partir de examinar la capacidad de consumo de
los hogares y la población a través de indicadores de ingresos, indigencia/pobreza y
desigualdad monetaria.
La información presentada, tanto en este como en los siguientes capítulos, pretende
aportar elementos para el estudio de la persistencia y eventual agravamiento de las
condiciones estructurales y de subsistencia económica que impiden a una parte de la
población superar privaciones materiales.

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2.1.2 CALIDAD DE VIDA
Diferencias a lo largo y ancho del territorio argentino y sus causas

En este apartado se presentan los resultados de las investigaciones de Investigadores del


Conicet sobre la calidad de vida en la Argentina, realizadas sobre la base de los censos
de población y de diversas otras fuentes.

El mapa sintetiza las diferencias de calidad de vida registradas en las 525 unidades
administrativas en que se dividen las provincias argentinas (510 partidos o departamentos
provinciales y 15 comunas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Dando un valor
numérico a esas diferencias atribuyendo puntajes a las características que las componen
y consolidando los puntajes en un valor final, el que teóricamente puede variar entre 0 y
10. Si una unidad administrativa estuviera en la peor situación del país en todos los
aspectos considerados, recibiría 0 puntos; si estuviese en la mejor situación de las 525
unidades en todos esos aspectos, su puntaje sería 10. Como esos extremos no suceden
en la realidad, los valores de las 525 unidades varían entre un mínimo de 2,84
(departamento Ramón Lista en Formosa) y un máximo de 8,56 puntos (comuna 2 de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires).

Las características que hemos elegidas para definir la calidad de vida son las que se
expresan en la tabla 1.

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Observación y Análisis del Mapa:

Es significativa la polaridad centro-periferia: se ha encontrado que la calidad de vida


disminuye drásticamente en pocos kilómetros en un recorrido del primero a la segunda.
Y no dejan de pesar la estructura y dinámica demográficas, la riqueza generada, la
estructura económica y social y las políticas públicas.

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2.1.3 Incidencia de la pobreza y la indigencia en 31 aglomerados urbanos

En el primer semestre de 2019 el porcentaje de hogares por debajo de la línea de pobreza


es del 25,4%; estos comprenden el 35,4% de las personas. Dentro de este conjunto se
distingue un 5,5% de hogares indigentes, que incluyen el 7,7% de las personas. Los
indicadores mencionados registran una suba de la pobreza y la indigencia con respecto
al segundo semestre de 2018 y también respecto de los consignados en el primer
semestre de 2018.
Los resultados provienen de la información de la Encuesta Permanente de Hogares y la
valorización de la canasta básica alimentaria y de la canasta básica total.

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2.2 Segunda Etapa: Juzgar - la Doctrina Social de la Iglesia en Referencia a la
Desigualdad

Al referirnos a la desigualdad nos acercamos a una realidad poliédrica y compleja. Solo


con preocuparnos de su realidad surge la pregunta: ¿desigualdad, de qué o respecto a
qué?

Porque son muchos los aspectos sobre los que podríamos intentar captar la desigualdad:
el poder, el prestigio, las oportunidades, las condiciones de vida, la riqueza, los ingresos,
el reconocimiento de los esfuerzos o méritos, las capacidades, etc. De hecho, las
sociedades humanas son completamente diversas respecto a todas estas variables y, a
su vez, los individuos somos radicalmente diferentes, lo que nos plantea una cuestión
cuasi filosófica: ¿puede haber igualdad si somos tan diferentes en todo?

Si nos referimos exclusivamente al ámbito económico y aunque parece haber un


sentimiento colectivo muy generalizado contrario a la desigualdad -sea por envidia o por
justicia- resulta que, por un motivo de pura lógica, hemos de aceptar que lograr la equidad
en la sociedad desde una perspectiva supone inevitablemente aceptar no hacerlo desde
otra. Por ejemplo, conseguir la igualdad de oportunidades significaría aceptar la
desigualdad de resultados en los ingresos o la riqueza porque la suerte y el empeño en
desarrollar una actividad productiva se reparten de modo muy diverso.

En cambio, igualar los ingresos de la población significaría sacrificar la igualdad en la


recompensa del trabajo o el esfuerzo realizado por cada miembro de la misma. Incluso
tendríamos que reconocer que una igualación de los ingresos de todos los individuos
presupondría tolerar una amplia desigualdad en sus condiciones de vida, ya que las
necesidades económicas de cada persona son diferentes (no es lo mismo tener salud que
carecer de ella, tener una u otra edad, vivir en familia o comunidad o solo, etc.).
Por no hablar del hecho de que una igualación de los ingresos en el ámbito laboral puede
ser perfectamente compatible con grandes inequidades vitales como, por ejemplo, las
derivadas del muy desigual reparto del trabajo no remunerado dentro de los hogares entre
varones y mujeres.

Con todo, en la práctica, los economistas acaban por circunscribir su análisis de la


desigualdad a la distribución de la renta entre el conjunto de los individuos de la sociedad
para lo que hacen una estimación de los ingresos que corresponden a cada miembro de
la unidad familiar y, posteriormente, comparan las rentas de distintos porcentajes de la
población entre sí (la quinta o décima parte más rica con las más pobres, etc.) o analizan
la evolución agregada de la desigualdad mediante un indicador -el índice de Gini-que
oscila entre el valor 0 -que se daría en un caso de distribución de la renta absolutamente
equitativo-y el valor 1-que reflejaría la concentración de todo el ingreso nacional en un
solo individuo y que expresaría, por tanto, el máximo grado de inequidad.

Para los economistas de inspiración liberal, la desigualdad es el resultado natural de las


distintas predisposiciones, esfuerzos y capacidades de los individuos que conducen,
necesariamente, a logros diversos. Desde este punto de vista, la desigualdad no solo es

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consecuencia lógica de la actividad económica, sino que es resultado del justo premio a
los distintos comportamientos económicos y debe preservarse para incentivar el esfuerzo
personal. Si el mercado premia a los trabajadores o empresarios más eficaces -con
salarios y beneficios más altos y penaliza a los trabajadores y empresarios menos hábiles
o dedicados con menores salarios o con pérdidas, entonces su dinámica acaba
conduciendo al resultado social agregado más conveniente. La desigualdad sería justa.
Desde esta perspectiva, lo que cada persona gana o posee es el merecido fruto de su
trabajo.
De este modo, la desigualdad, además de considerarse natural o inevitable resultaría, a
un tiempo, legítima. Frente a esa postura son numerosos los expertos que subrayan que
la desigualdad ni es natural, ni es justa. En realidad, todo lo que somos y tenemos lo
hemos obtenido en la sociedad de la que participamos en procesos mediados por las
instituciones, la cultura, las relaciones de poder, la casualidad, formando parte de un
conjunto muy amplio de interdependencias.
El nivel de ingresos y riqueza que cada persona posee depende, en primer lugar, de
factores puramente aleatorios -como la raza, el género, la edad o la salud-, en segundo
término de su ubicación social -nivel de desarrollo del país, clase social o familia a los que
pertenece-y solo, en último término, de su propio esfuerzo personal que, además, también
estará mediado por la suerte en el desempeño de la actividad profesional por lo que
resulta evidente que la desigualdad ni es natural, ni es justa.
Desde esta perspectiva, la lucha contra la desigualdad resultaría plenamente legítima,
habida cuenta la común igualdad de los seres humanos en dignidad y su universal
derecho a poder acceder a un nivel de vida decente

Para analizar la desigualdad bajo la perspectiva que aporta la doctrina social de la Iglesia
y su posible contribución a impulsar sociedades más justas con propuestas que sean, al
mismo tiempo, técnica, social y políticamente viables
Por lo antedicho multiplican los argumentos contra la desigualdad por motivos
estrictamente económicos:
Por una parte, se constata que el crecimiento económico no depende solo de la
acumulación de capital, sino también de la capacidad de consumo de la población. En los
países del tercer mundo, como el nuestro, hay ahorro de las clases altas, pero no inversión
local por falta de una demanda solvente. Por esa situación de empobrecimiento de la
mayor parte de la población, los ricos prefieren sacar sus ahorros del país, invertir fuera
de su nación o dedicar sus elevados ingresos al consumo suntuario en lugar de a la
inversión productiva.
Por otra parte, se verifica que la desigualdad genera todo tipo de trastornos individuales
y conflictos sociales que frenan la actividad económica y drenan recursos para paliar esas
patologías que no se pueden dedicar a la producción. La desigualdad, cuando es severa,
deteriora el entorno económico, eleva la incertidumbre, degrada la calidad de las
instituciones, alimenta la violencia y fomenta la corrupción. Los individuos, por otra parte,
experimentan trastornos en la salud física y mental que merman su capacidad productiva.
Ni que decir tiene que la globalización económica y el impacto difusor de la desigualdad
causado por los medios de comunicación agravan estos problemas a escala internacional.
Detrás de los movimientos migratorios, el narcotráfico o el terrorismo internacional hay
muchos factores pero, indudablemente, uno de ellos es la enorme desigualdad que
caracteriza nuestro mundo. Y estos dramáticos problemas son sociales, pero también
económicos.

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Más aún, en contra de lo señalado anteriormente, numerosos estudios parecen constatar
que la desigualdad, cuando es significativa, desincentiva el esfuerzo de la mayoría de la
población. Esto es así porque los pobres perciben su condición como inamovible e
independiente de su comportamiento y actitudes, atribuyendo el progreso económico
personal a la casualidad o a la pertenencia a las clases acomodadas. De hecho, la
mayoría de las clases populares son excluidos del acceso al mercado de capitales, no
pueden permitirse una educación adecuada y acaban percibiendo que su situación vital
no depende de su esfuerzo, por lo que toman decisiones que perpetúan su postración
social y económica.

La afirmación de que pobres ha habido en todas las épocas de la historia y los seguirá
habiendo siempre ignora que la pobreza no ha tenido el mismo lugar en la sociedad ni la
misma significación en todos los tiempos.
En todo caso, la pobreza siempre ha sido un fenómeno social a combatir. Pero se ha
hecho de forma distinta en las sucesivas etapas. Es cierto que en las sociedades más
tradicionales la pobreza se consideraba inevitable, pero había al mismo tiempo una
conciencia de que los pobres eran una carga que tenía que ser soportada entre todos, y
especialmente por aquéllos dotados de más recursos. Textos con un trasfondo religioso
se pueden citar en apoyo de esta responsabilidad.

Si nos ceñimos a los dos últimos papas, podemos avanzar que Francisco en sus dos
primeros años de pontificado ha reiterado, a veces con expresiones muy duras, las críticas
a la lógica económica pura y ha denunciado sus crueles efectos, mientras que Benedicto
XVI ha complementado sus críticas con algunas propuestas más positivas para construir
alternativas.

De Francisco hay que mencionar su exhortación apostólica Evangelii gaudium y su


encíclica Laudato si’. Para el papa Francisco no se puede ignorar la dimensión social
inherente a toda la realidad, ni tampoco prescindir de ella en el discurso eclesial.
Aborda el problema social desde la dialéctica exclusión/inclusión. A un sistema económico
que excluye a los menos preparados hay que responder con un compromiso por su
inclusión, compromiso que implica también a la misión evangelizadora de la Iglesia. La
crítica de la exclusión se enmarca en los cuatro “noes” que el papa introduce para
identificar los desafíos del mundo actual (capítulo 2º, apartado 1º): no a una economía de
la exclusión, no a la nueva idolatría del dinero, no a un dinero que gobierna en lugar de
servir, no a la inequidad que genera violencia.
La exclusión tiene su origen en haber convertido el dinero en un ídolo (absolutizándolo) y
haciéndole perder su condición de medio al servicio de la persona, con la inevitable
consecuencia de generalización de la violencia.

Por otra parte la idea de Benedicto XVI es que la actividad económica no puede resolver
todos los problemas recurriendo exclusivamente a la lógica mercantil. Ni siquiera bastan
los principios tradicionales de trasparencia, honestidad y responsabilidad.

Laudato si ́,(24 de mayo de 2015).

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La antropología de la LS presenta la particularidad de su conexión con la “dignidad”
propia de los pueblos, y de todos los seres vivos, unida al valor también particular de
todas las cosas creadas, incluida la Madre Tierra en cuanto tal. Prima aquí la
comunidad de vida de todo lo creado y la relación constitutiva del ser humano con
todas las cosas y de respeto a un uso de responsabilidad de todos con todos y todo,
porque somos colaboradores de Dios (n 115) y todo está interconectado en el único
mundo que nos abarca.

Podemos convenir en que ya tenemos en la DSI las claves rectoras del discernimiento
moral cristiano en lo social y de su práctica liberadora concomitante: dignidad de la
persona, comunidad de gracia y vida de todo lo creado, caridad, justicia, solidaridad,
bien común, paz, sobriedad, comunión con los otros y con el mundo.

La doctrina social de la iglesia es buena prueba de ello, esta refiere a la dignidad de


la persona como clave del argumentario moral cristiano en lo social y lleva como la
referencia ineludible de la caridad y la justicia.

Podemos concluir que la Doctrina Social de la Iglesia muestra su propia visión de la


persona humana, que tanto subraya la riqueza y complejidad para evitar todo
reduccionismo antropológico que la convierte en engranaje de una economía
demasiado convencional y simplificadora. Precisamente el pobre es quien lleva más
las de perder en una sociedad dominada por la lógica mercantil.
En la medida en que ésta sea combatida creando espacios para que las personas
sean verdaderas protagonistas de su propio desarrollo, la lucha contra la pobreza será
más efectiva porque estará actuando sobre sus raíces mismas.

Analizando concretamente los tres conceptos axiales de la Doctrina Social: el bien


común, la subsidiaridad y la solidaridad:

 La definición de bien común es muy reveladora. Recordamos la formulación de


Concilio Vaticano II: la suma de las condiciones de la vida social, que permitan,
tanto a las colectividades como a los individuos, conseguir más plena y
fácilmente la propia perfección.
Lo que esta definición presupone es el papel central de la persona, en el
sentido de que cada persona concreta está llamado a ser artífice y responsable
de su propio desarrollo (frente al socialismo), pero al mismo tiempo se
reconoce la necesidad de que, para que ello sea posible, tiene que estar
rodeada de ciertas condiciones que hagan posible dicho desarrollo personal
(contra el individualismo de orientación más liberal).

 El principio de subsidiaridad busca que la organización de la sociedad todos


los niveles, desde el individuo y la familia hasta el Estado, tengan la suficiente
autonomía para actuar, sin ser ahogados o invadidos por las instancias
superiores, pero recibiendo la ayuda de ellas siempre que sea necesario.

 El principio de solidaridad subraya que el ser humano no puede entenderse ni


actuar sino en relación con sus semejantes, en una relación que no puede ser

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sólo de competencia, sino ante todo de cooperación y de responsabilidad de
unos respecto a los otros

La lucha contra la desigualdad cambia de sentido cuando empieza ésta a


contemplarse, no como un fenómeno natural sino como consecuencia de estructuras
injustas de distribución de la riqueza en el mundo y en el seno de las sociedades.
Si la beneficencia sigue siendo necesaria para atender a situaciones de emergencia,
hay que emprender además iniciativas de más calado para eliminar la pobreza en sus
raíces.
De nuevo aquí nos encontramos con los derechos sociales: porque no sólo hay que
combatir esas estructuras que generan pobreza, sino que hay que dotar a todos los
seres humanos de instrumentos para que puedan valerse por sí mismos.
En el Estado social la lucha contra la desigualdad adquiere un sentido y un alcance
distinto: ya no se trata de beneficencia, con todo el universo cultural que ello encierra,
sino de derechos sociales, es decir, de algo que se debe al ciudadano en cuanto ser
humano. Esta forma de entenderlo potencia a las personas a cambiar estructuras
sociales y está en sintonía con el sentido que la Doctrina Social de la Iglesia ha dado
al bien común, subsidiaridad, solidaridad y con la antropología le sirve de base.

2.3 Tercera Etapa: Actuar - ¿Puede corregirse la Desigualad en


Argentina?

Una primera contestación a este interrogante se deriva directamente del análisis


efectuado hasta ahora: no es fácil, pero sí posible. Muchos países lo han conseguido
durante muchas fases de la historia económica reciente. Podemos sostener que la lucha
contra la desigualdad actual es una exigencia que se deriva tanto de la búsqueda de
mayor justicia social, como de los requerimientos de una dinámica económica sana,
alejada de la especulación y del endeudamiento. No es solo que las grandes
desigualdades rompen la cohesión social y degradan el clima económico, sino que su
elevada magnitud va mucho más allá de lo necesario para establecer una adecuada
estructura de incentivos para el trabajo o el emprendimiento.

Habría que diferenciar, entre lo que se puede hacer en el corto y en el largo plazo. A corto
plazo, la creación de empleo, el fortalecimiento de la posición negociadora de los
trabajadores en la pugna distributiva, el establecimiento de una estructura tributaria
progresiva, el mantenimiento de la universalidad en los servicios público básicos y la
intensificación del gasto social focalizado en las personas con menores ingresos pueden
tener un efecto muy positivo sobre la equidad económica. A largo plazo resulta necesario
afrontar cuestiones como la reforma de la estructura productiva (para desarrollar
actividades con mayor valor añadido), la equiparación de las condiciones del mercado de
trabajo, le eliminación de la discriminación de género, la creación de infraestructuras
sociales adecuadas, la mejora de la calidad institucional, la reducción de la corrupción, la
consolidación de una cultura de la solidaridad intergeneracional, intrageneracional e
interterritorial, etc.

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Es necesario que mercado y Estado actúen concertadamente y sean complementarios.
El libre mercado puede proporcionar efectos benéficos a la colectividad solamente en
presencia de una organización del Estado que defina y oriente la dirección del desarrollo
económico, que haga respetar reglas justas y transparentes, que intervenga también
directamente, durante el tiempo estrictamente necesario, en los casos en que el mercado
no alcanza a obtener los resultados de eficiencia deseados y cuando se trata de poner
por obra el principio redistributivo.
En efecto, en algunos ámbitos, el mercado no es capaz, apoyándose en sus propios
mecanismos, de garantizar una distribución equitativa de algunos bienes y servicios
esenciales para el desarrollo humano de los ciudadanos: en este caso, la
complementariedad entre Estado y mercado es más necesaria que nunca.

La lógica natural del capitalismo no tiende a generar mayor equidad de modo espontáneo,
por lo que ésta tendrá siempre que lograrse como conquista política.

Es la política económica en sentido amplio la que puede y debe establecer mecanismos


correctores de la propensión a la desigualdad que genera la actividad mercantil por su
propia naturaleza y que es agravada por el muy diferenciado poder del que gozan los
distintos agentes económicos que operan en los mercados.
Por otra parte, no conviene olvidar que los gobiernos solo tienen una capacidad limitada
de incidir en la dinámica económica general y que la crisis actual ha incrementado muy
seriamente las restricciones con las que puede operar cualquier tipo de intervención
pública en el ámbito económico.
En los últimos años son cada vez más numerosos los economistas que alertan sobre el
riesgo económico de la excesiva concentración de la riqueza y de cómo ésta constituye
una de las causas estructurales de la crisis actual.

3. Conclusión
El alarmante aumento de la pobreza registrada en el último año constituye una alerta para
desentrañar uno de los grandes dilemas de la Argentina, que trasciende los gobiernos y
se perpetúa por décadas.

La evolución de los principales indicadores económicos revelan que, de continuar por


este camino, la pobreza podría incluso crecer todavía más: de 2015 a la fecha, el
desempleo pasó del 5,7% al 12%; el salario mínimo, de 589 a 277 dólares; el PBI per
cápita cayó siete puntos porcentuales; la inflación se duplicó y los niveles de
endeudamiento externo ya prácticamente superan el producto bruto.

En general, hoy se asocia la pobreza a la desigualdad y se entiende que, en la medida


que no se actúe sobre esta, será difícil mostrar resultados que impliquen mejoras
sensibles en esta realidad tan dramática.

La desigualdad tiene diversas facetas y son un subproducto de la pobreza. Los últimos


datos contrastados muestran que el noreste (Corrientes, Formosa, Gran Resistencia,
Posadas) es la región del país más comprometida, donde la pobreza alcanza el 40,4%

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(desigualdad territorial). El impacto de la pobreza es relativamente más alta en niños y
niñas: el 46,8% de los menores de 14 años hoy en Argentina es pobre (desigualdad
etaria).

En nuestro país, además, las mujeres ganan en promedio un 26% menos que los
hombres, con tendencia creciente en cargos jerárquicos y mayor incidencia en provincias
como Jujuy, La Rioja, Santa Cruz o Chubut (desigualdad de género).

Hablar de pobreza implica reconocer la desigualdad y las maneras que en que se expresa.
La clave para encararla pasa por empezar a incorporar como prioritario tema de agenda
el abordaje de la desigualdad en sus múltiples dimensiones.

La desigualdad se manifiesta incluso en las actividades económicas más prósperas que


tiene nuestro país.

El ejemplo más claro es Vaca Muerta: aún con toda la potencialidad que representa, su
desarrollo ya está generando impactos sociales y una estratificación muy marcada entre
los petroleros y el resto de los trabajadores. Y se da una paradoja: así como en Neuquén
el complejo hidrocarburífero hace subir la tasa de empleo más marcadamente que en
otros distritos, también dispara el nivel de pobreza, en tanto crece el piso de la canasta
básica y los precios se mueven "a nivel petrolero", relegando a una parte importante de
la población que no trabaja directamente en este sector.

Estos niveles de desigualdad son preocupantes por razones de equidad y de eficiencia.


Una alta desigualdad reduce el crecimiento económico debido a que:

1) motiva en parte los marcados índices de delincuencia y violencia en los países de la


región, lo que, a su vez, afectan su crecimiento;

2) ello se traduce en mayores niveles de pobreza (con un mismo ingreso per cápita), lo
cual limita la acumulación de capital físico y humano, y, por tanto, reduce de manera
indirecta las tasas de crecimiento; y

3) al ampliar el efecto de las conmociones externas, eleva la volatilidad del producto, lo


que perjudica el crecimiento económico de varias maneras.

Las consecuencias de esta desigualdad son muchas. La desigualdad obstaculiza la


necesaria cohesión y dificulta el crecimiento económico sostenible.

No solo tiene impactos estrictamente económicos, sino que perjudica el fortalecimiento


de los sistemas democráticos, la participación e identificación de la mayoría de la
población con sus instituciones

América Latina en general y Argentina en particular tienen un enorme desafío a


encarar incorporando estos temas en agenda y consagrando medidas de largo
plazo sobre la base de amplios consensos políticos.

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4. Bibliografía Utilizada:
 San Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus, 1-V-1991, n. 12.
 Documento Estadístico: POBREZA MONETARIA Y VULNERABILIDAD DE
DERECHOS.
 Entendiendo las últimas cifras de pobreza en Argentina - Roxana Mazzola
 ¿Qué causas explican el aumento de la desigualdad en Europa y en España?
¿Podemos revertir la tendencia? D. Pedro José Gómez Serrano.
Economista y Profesor del Instituto Superior de Pastoral (UPSA)
 Mesa redonda: Evaluación de los modelos de redistribución social
— D. Francisco Lorenzo Gilsanz. Fundación FOESSA
— D. Carlos Cruzado Catalán. Presidente del Sindicato de Técnicos del Ministerio
de Hacienda
 Bien común y bien público en la lucha contra la pobreza
D. Ildefonso Camacho Laraña, SJ. Facultad de Teología de Granada
 Moral social samaritana, hoy: referencias valorativas y exigencias prácticas
para la Iglesia
D. José Ignacio Calleja Sáenz de Navarrete.
Facultad de Teología de Vitoria
 La Iglesia de los pobres: del Concilio Vaticano II al papa Francisco
D. Joan Planellas i Barrosell. Facultad de Teología de Cataluña
 Artículo: Geografía y calidad de vida en la Argentina Velázquez, Guillermo
Angel ; Mesaros, Gabriela - Fecha de publicación: 04/2015 - Editorial: Asociación
Civil Ciencia Hoy - Revista: Ciencia Hoy
 Informe Técnico INDEC - EPH: Incidencia de la Pobreza y de la Indigencia - Fecha
de publicación: 30/09/2019

Ingeniería Industrial – 5to. Año – 2019 – Autor: O’Shea Maela 18

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