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V
Trabajo Práctico de Catedra
1. Introducción ................................................................................... 2
2.2 Segunda Etapa: Juzgar - la Doctrina Social de la Iglesia en Referencia a la Desigualdad .....10
2.3 Tercera Etapa: Actuar - ¿Puede corregirse la Desigualad en Argentina? ...............................15
3. Conclusión..................................................................................... 16
1. Introducción
Al plantear nuestro tema de estudio, desigualdad social, resulta necesario revisar
previamente la relación que existe entre la desigualdad y otras dos realidades, la pobreza
y la justicia, con las que la desigualdad aparece frecuentemente asociada.
Interpretar la lucha contra la pobreza y la lucha en favor de la justicia como lucha contra
la desigualdad llevaría a proponer soluciones nocivas que, con palabras de la encíclica
Centesimus Annus, terminan perjudicando «a quienes se proponía ayudar. De este modo
el remedio venía a ser peor que el mal»1.
Consideradas en sí mismas, desigualdad y pobreza son realidades muy diferentes.
Existen territorios en los que todos los habitantes tienen los recursos suficientes para vivir
con dignidad, e incluso con holgura, aunque existe entre ellos una notable desigualdad
económica.
Podemos entender a la pobreza como algo que se ha de combatir, mientras que la
desigualdad se considera, en cambio, como una característica de la condición humana,
que sería vano y nocivo querer eliminar, siendo precisamente la diversidad de
inclinaciones y capacidades lo que hace posible y beneficiosa para todos la colaboración
social.
1
San Juan Pablo II, Encíclica Centesimus Annus, 1-V-1991, n. 12.
En primer lugar, entre los años iniciales (2010-2015) se observa una evolución más
errática y no sistemática, dependiendo del año e indicador empleado. Entre 2015 y 2016
se habría registrado un fuerte aumento en los indicadores de desigualdad. Luego, durante
el último año bajo análisis (2017-2018), se profundiza la característica regresiva de la
distribución de los ingresos de la población.
Este capítulo se propuso analizar el acceso a recursos monetarios y capacidades de
subsistencia económica de los hogares a partir de examinar la capacidad de consumo de
los hogares y la población a través de indicadores de ingresos, indigencia/pobreza y
desigualdad monetaria.
La información presentada, tanto en este como en los siguientes capítulos, pretende
aportar elementos para el estudio de la persistencia y eventual agravamiento de las
condiciones estructurales y de subsistencia económica que impiden a una parte de la
población superar privaciones materiales.
El mapa sintetiza las diferencias de calidad de vida registradas en las 525 unidades
administrativas en que se dividen las provincias argentinas (510 partidos o departamentos
provinciales y 15 comunas de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires). Dando un valor
numérico a esas diferencias atribuyendo puntajes a las características que las componen
y consolidando los puntajes en un valor final, el que teóricamente puede variar entre 0 y
10. Si una unidad administrativa estuviera en la peor situación del país en todos los
aspectos considerados, recibiría 0 puntos; si estuviese en la mejor situación de las 525
unidades en todos esos aspectos, su puntaje sería 10. Como esos extremos no suceden
en la realidad, los valores de las 525 unidades varían entre un mínimo de 2,84
(departamento Ramón Lista en Formosa) y un máximo de 8,56 puntos (comuna 2 de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires).
Las características que hemos elegidas para definir la calidad de vida son las que se
expresan en la tabla 1.
Porque son muchos los aspectos sobre los que podríamos intentar captar la desigualdad:
el poder, el prestigio, las oportunidades, las condiciones de vida, la riqueza, los ingresos,
el reconocimiento de los esfuerzos o méritos, las capacidades, etc. De hecho, las
sociedades humanas son completamente diversas respecto a todas estas variables y, a
su vez, los individuos somos radicalmente diferentes, lo que nos plantea una cuestión
cuasi filosófica: ¿puede haber igualdad si somos tan diferentes en todo?
Para analizar la desigualdad bajo la perspectiva que aporta la doctrina social de la Iglesia
y su posible contribución a impulsar sociedades más justas con propuestas que sean, al
mismo tiempo, técnica, social y políticamente viables
Por lo antedicho multiplican los argumentos contra la desigualdad por motivos
estrictamente económicos:
Por una parte, se constata que el crecimiento económico no depende solo de la
acumulación de capital, sino también de la capacidad de consumo de la población. En los
países del tercer mundo, como el nuestro, hay ahorro de las clases altas, pero no inversión
local por falta de una demanda solvente. Por esa situación de empobrecimiento de la
mayor parte de la población, los ricos prefieren sacar sus ahorros del país, invertir fuera
de su nación o dedicar sus elevados ingresos al consumo suntuario en lugar de a la
inversión productiva.
Por otra parte, se verifica que la desigualdad genera todo tipo de trastornos individuales
y conflictos sociales que frenan la actividad económica y drenan recursos para paliar esas
patologías que no se pueden dedicar a la producción. La desigualdad, cuando es severa,
deteriora el entorno económico, eleva la incertidumbre, degrada la calidad de las
instituciones, alimenta la violencia y fomenta la corrupción. Los individuos, por otra parte,
experimentan trastornos en la salud física y mental que merman su capacidad productiva.
Ni que decir tiene que la globalización económica y el impacto difusor de la desigualdad
causado por los medios de comunicación agravan estos problemas a escala internacional.
Detrás de los movimientos migratorios, el narcotráfico o el terrorismo internacional hay
muchos factores pero, indudablemente, uno de ellos es la enorme desigualdad que
caracteriza nuestro mundo. Y estos dramáticos problemas son sociales, pero también
económicos.
La afirmación de que pobres ha habido en todas las épocas de la historia y los seguirá
habiendo siempre ignora que la pobreza no ha tenido el mismo lugar en la sociedad ni la
misma significación en todos los tiempos.
En todo caso, la pobreza siempre ha sido un fenómeno social a combatir. Pero se ha
hecho de forma distinta en las sucesivas etapas. Es cierto que en las sociedades más
tradicionales la pobreza se consideraba inevitable, pero había al mismo tiempo una
conciencia de que los pobres eran una carga que tenía que ser soportada entre todos, y
especialmente por aquéllos dotados de más recursos. Textos con un trasfondo religioso
se pueden citar en apoyo de esta responsabilidad.
Si nos ceñimos a los dos últimos papas, podemos avanzar que Francisco en sus dos
primeros años de pontificado ha reiterado, a veces con expresiones muy duras, las críticas
a la lógica económica pura y ha denunciado sus crueles efectos, mientras que Benedicto
XVI ha complementado sus críticas con algunas propuestas más positivas para construir
alternativas.
Por otra parte la idea de Benedicto XVI es que la actividad económica no puede resolver
todos los problemas recurriendo exclusivamente a la lógica mercantil. Ni siquiera bastan
los principios tradicionales de trasparencia, honestidad y responsabilidad.
Podemos convenir en que ya tenemos en la DSI las claves rectoras del discernimiento
moral cristiano en lo social y de su práctica liberadora concomitante: dignidad de la
persona, comunidad de gracia y vida de todo lo creado, caridad, justicia, solidaridad,
bien común, paz, sobriedad, comunión con los otros y con el mundo.
Habría que diferenciar, entre lo que se puede hacer en el corto y en el largo plazo. A corto
plazo, la creación de empleo, el fortalecimiento de la posición negociadora de los
trabajadores en la pugna distributiva, el establecimiento de una estructura tributaria
progresiva, el mantenimiento de la universalidad en los servicios público básicos y la
intensificación del gasto social focalizado en las personas con menores ingresos pueden
tener un efecto muy positivo sobre la equidad económica. A largo plazo resulta necesario
afrontar cuestiones como la reforma de la estructura productiva (para desarrollar
actividades con mayor valor añadido), la equiparación de las condiciones del mercado de
trabajo, le eliminación de la discriminación de género, la creación de infraestructuras
sociales adecuadas, la mejora de la calidad institucional, la reducción de la corrupción, la
consolidación de una cultura de la solidaridad intergeneracional, intrageneracional e
interterritorial, etc.
La lógica natural del capitalismo no tiende a generar mayor equidad de modo espontáneo,
por lo que ésta tendrá siempre que lograrse como conquista política.
3. Conclusión
El alarmante aumento de la pobreza registrada en el último año constituye una alerta para
desentrañar uno de los grandes dilemas de la Argentina, que trasciende los gobiernos y
se perpetúa por décadas.
En nuestro país, además, las mujeres ganan en promedio un 26% menos que los
hombres, con tendencia creciente en cargos jerárquicos y mayor incidencia en provincias
como Jujuy, La Rioja, Santa Cruz o Chubut (desigualdad de género).
Hablar de pobreza implica reconocer la desigualdad y las maneras que en que se expresa.
La clave para encararla pasa por empezar a incorporar como prioritario tema de agenda
el abordaje de la desigualdad en sus múltiples dimensiones.
El ejemplo más claro es Vaca Muerta: aún con toda la potencialidad que representa, su
desarrollo ya está generando impactos sociales y una estratificación muy marcada entre
los petroleros y el resto de los trabajadores. Y se da una paradoja: así como en Neuquén
el complejo hidrocarburífero hace subir la tasa de empleo más marcadamente que en
otros distritos, también dispara el nivel de pobreza, en tanto crece el piso de la canasta
básica y los precios se mueven "a nivel petrolero", relegando a una parte importante de
la población que no trabaja directamente en este sector.
2) ello se traduce en mayores niveles de pobreza (con un mismo ingreso per cápita), lo
cual limita la acumulación de capital físico y humano, y, por tanto, reduce de manera
indirecta las tasas de crecimiento; y