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R. Pérez-Cordón
Las circunstancias a Las que nos referimos se pueden reducir a tres esenciales
y se pueden denominar: 1) la existencia objetiva del conflicto, 2) la impotencia
individual y 3) la toma de conciencia del grupo.
Quiero hacer notar que estas circunstancias no son, en exclusiva, las que
caracterizan el movimiento sindical. Estas mismas circunstancias también están
presentes en el origen de otros muchos movimientos asociacionistas; por ejemplo, en
el nacimiento de los gremios medievales o de las modernas asociaciones
profesionales e, incluso, de las asociaciones patronales. Lo característico del
asociacionismo sindical está en la deferencia de funciones entre asalariados y
empleadores, dentro de las relaciones laborales, y sus consecuencias negativas para
los primeros. Analicemos más detalladamente en que modo las circunstancias citadas
son origen de las asociaciones sindicales.
En primer lugar, ¿quiénes son las partes en conflicto?. El conflicto puede surgir
entre los asalariados para una determinada actividad y los empleadores. También
puede surgir entre dos grupos de asalariados que ejercen actividades distintas pero
correlacionadas, en este caso con la frecuente connivencia de los empleadores
(nótese, como ejemplo, que en los transportes públicos no se ha formado un único
sindicato que agrupe a conductores de trenes con el resto del personal, o los pilotos
de las aeronaves con el personal de tierra, por la disparidad de intereses en conflicto).
Finalmente la situación conflictiva surge con algún grupo social que ejerce su
influencia sobre las relaciones laborales, sin que sean los empleadores (pensemos,
por ejemplo, en profesiones minusvaloradas o mal.consideradas por una amplio grupo
social -jornaleros del campo, personal de la limpieza, etc.- que se siente en conflicto
con algo más que los empleadores).
Pero para que las medidas sean aceptables socialmente es necesario que con
ellas no se origine otro conflicto o daño. No cabe pensar que las reivindicaciones
puedan ser aceptables para una sola de las partes (los asalariados) e inaceptables por
lesivas para la otra parte, los empleadores. El pragmatismo inglés llevó a ambas
partes a soluciones de transacción aceptables para patronos y obreros. Este espíritu
nunca a abandonado a la acción sindical en los ámbitos anglosajones.
Siendo diversos los oficios y las actividades desarrolladas por los trabajadores y
siendo habido grandes diferencias de unas otras no es de extraños que cada una de
ellas tenga unos modos distintos de interrelación entre los que en ella y distintos
grados de responsabilidad de unas a otras. Es conveniente, por ello, analizar las
relaciones laborales de cada área de actividad separadamente, porque distintas son
las problemáticas y distintas la naturaleza de los conflictos laborales. La organización
del sindicato, si aspira a la eficiencia a de separar en su estructura interna los sectores
de actividad y dedicar a cada uno de ellos un grupos de personas responsables de
canalizar las reivindicaciones del sector.
Estas dos tareas pueden considerarse como ejes de la acción sindical, si a ellas
unimos los esfuerzos encaminados a armonizar los intereses de los trabajadores con
los intereses generales de la sociedad. O de otro modo, el bien común.
No olvidemos, por último, que una sociedad es un cuerpo vivo donde cada
órgano realiza una función necesaria para mantener la integridad de la vida del
cuerpo. Aplicando este símil al sindicato, los órganos de ese cuerpo son sus
miembros, a cada cual se le asigna un papel en él. Del cumplimento de exacto de los
papeles, libremente aceptados por los afiliados, depende del funcionamiento del
sindicato. Es necesario mantener la disciplina interna de ese funcionamiento: no es
posible que en un organismo vivo el estómago quiera suplantar el papel del corazón, o
este último el del cerebro; tampoco en el sindicato un grupo de miembros puede
suplantar la función de otro sin producir disfunciones que lo pongan en peligro de
muerte. Es, pues, necesario recalcar la necesidad de asumir los papeles libremente
elegidos con voluntad real de representarlos. También, por mera prudencia, es
necesario vigilar el ejercicio de las diversas funciones para mantener una disciplina de
acción, libremente asumida, que garantice la homeostasis de este cuerpo social que lo
constituye el sindicato.