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ESTRUCTURA DINÁMICA DE LOS SINDICATOS

(El discurso del método sindical)

R. Pérez-Cordón

1. El origen de Las asociaciones sindicales.

Las asociaciones sindicales surgieron en el pasado y surgen en el presente,


solamente, cuando se dan unas circunstancias, pocas en número, que determinan la
necesidad de Las mismas como mecanismo de defensa del grupo.

Las circunstancias a Las que nos referimos se pueden reducir a tres esenciales
y se pueden denominar: 1) la existencia objetiva del conflicto, 2) la impotencia
individual y 3) la toma de conciencia del grupo.

La existencia del un conflicto en el ámbito de Las relaciones laborales es la


circunstancia necesaria. La situación de conflicto consiste en una lesión de derechos
o de perjuicios individuales que afectan a todo un grupo, no a unos pocos individuos
de un grupo social, y esa lesión debe percibirla el conjunto de la sociedad, razonando
objetivamente, como daño realmente infligido al grupo.

Los individuos afectados negativamente por la situación conflictiva no han de


tener en su mano los medios necesarios para enfrentarse con éxito a la resolución del
conflicto. Esta circunstancia crea una sensación de impotencia y de frustración que le
obligan a buscar nuevos medios para tratar de solucionarlo.

La tercera circunstancia exige la existencia de canales de comunicación entre


los miembros del grupo afectado. La comunicación a través ellos les permiten caer en
la cuanta de que sufren unos mismos agravios y tomar conciencia, como grupo, de la
situación de conflicto en las que se ven inmersos.

Quiero hacer notar que estas circunstancias no son, en exclusiva, las que
caracterizan el movimiento sindical. Estas mismas circunstancias también están
presentes en el origen de otros muchos movimientos asociacionistas; por ejemplo, en
el nacimiento de los gremios medievales o de las modernas asociaciones
profesionales e, incluso, de las asociaciones patronales. Lo característico del
asociacionismo sindical está en la deferencia de funciones entre asalariados y
empleadores, dentro de las relaciones laborales, y sus consecuencias negativas para
los primeros. Analicemos más detalladamente en que modo las circunstancias citadas
son origen de las asociaciones sindicales.

2. Análisis de las circunstancias que dan origen al asociacionismo sindical.

La existencia real de una situación conflicto es la circunstancia inicialmente


necesaria para dar origen al proceso de formación asociaciones de tipo sindical. Pero
conviene insistir en que este conflicto a de ser real; no debe un producto de la
imaginación o mala fe de algunos, que resista el mero contraste con la realidad que
percibe la mayoría. Una conflicto irreal solo no es capaz de agrupar a la gente; muy al
contrario, siembra la desconfianza y el recelo hacia quienes lo defienden. Pero,
admitiendo la realidad del conflicto, veamos cual es su naturaleza.

En primer lugar, ¿quiénes son las partes en conflicto?. El conflicto puede surgir
entre los asalariados para una determinada actividad y los empleadores. También
puede surgir entre dos grupos de asalariados que ejercen actividades distintas pero
correlacionadas, en este caso con la frecuente connivencia de los empleadores
(nótese, como ejemplo, que en los transportes públicos no se ha formado un único
sindicato que agrupe a conductores de trenes con el resto del personal, o los pilotos
de las aeronaves con el personal de tierra, por la disparidad de intereses en conflicto).
Finalmente la situación conflictiva surge con algún grupo social que ejerce su
influencia sobre las relaciones laborales, sin que sean los empleadores (pensemos,
por ejemplo, en profesiones minusvaloradas o mal.consideradas por una amplio grupo
social -jornaleros del campo, personal de la limpieza, etc.- que se siente en conflicto
con algo más que los empleadores).

En segundo lugar, ¿cuál es la naturaleza del conflicto? La situación conflictiva


es causada por agravios, penosidad en el desarrollo de la tarea o, genéricamente
hablando, por lesión de derechos legítimos individuales. Es necesario que el
individuo caiga en la cuanta de su situación y de su impotencia para resolverla. Pero
para que esta situación encuentre eco en otras personas no debe ser el producto de
una suposición subjetiva de agravio, sino un de un agravio realmente comprobable y
estimable como lesivo o injusto en el contexto social. En pocas palabras, es necesaria
la credibilidad del mensaje.

La mera existencia de un grupo profesional objeto de alguna situación injusta no


es suficiente para iniciar una asociación reivindicativa (llamémosle sindical). Un grupo
disperso como es el caso medieval de los siervos de la gleba o el más moderno del
campesinado en la Rusia de los zares, no permite la formación de una conciencia
colectiva de agravio. Esto es, de que existe un agravio y de que afecta a todo un
grupo profesional. Es necesaria la comunicación entre los afectados, bien por la
convivencia en un mismo lugar (como la de los obreros textiles ingleses de hace dos
siglos, hacinados en los suburbios de las poblaciones), bien por la disposición de
algunos canales de comunicación entre ellos, que puedan así tomar conciencia de su
situación. Esta concienciación colectiva y el reconocimiento de la impotencia individual
para solucionar favorablemente el conflicto animan a los afectados a asociarse para
resolver en grupo lo que de otro modo no pueden. Este es el origen de los
movimientos sindicales.

3. Ventajas e inconvenientes de los distintos tipos de asociacionismos


sindicales.

Dadas las tres circunstancias anteriores ya estamos en el umbral del origen de


una asociación sindical. El germen de esta asociación puede constituirlo 1) un
programa de reivindicaciones profesionales o laborales concreto, en unos casos, o
2) una supraestructura ideológica sobre un modelo de sociedad, ordinariamente
concrecionada en un partido político, que actúa de tutor de las reivindicaciones
sociales.

La adhesión a un programa de reivindicaciones profesionales es la forma


históricamente originaria de los sindicatos, cuando surgieron en Inglaterra las Trade
Unions. Constatada la existencia de conflictos, establecidas las causas originarias y el
contenido de los mismos, es fácil reivindicar una serie de medidas (acertadas o
erróneos) que parezcan viables para solucionarlos. Esta medidas son la base de un
programa genérico de reivindicaciones sindicales.

Pero para que las medidas sean aceptables socialmente es necesario que con
ellas no se origine otro conflicto o daño. No cabe pensar que las reivindicaciones
puedan ser aceptables para una sola de las partes (los asalariados) e inaceptables por
lesivas para la otra parte, los empleadores. El pragmatismo inglés llevó a ambas
partes a soluciones de transacción aceptables para patronos y obreros. Este espíritu
nunca a abandonado a la acción sindical en los ámbitos anglosajones.

La existencia de una supraestructura ideológica, como es el caso de los


sindicatos formados en torno a un partido o ideología, tienden a difundir un modelo de
sociedad a través de los partidos que defienden estos ideales. Esos modelos de
sociedad tienen visiones concretas de las relaciones laborares y de la forma de
resolver los conflictos de intereses. Conforme a esos puntos de vista organizan
agrupaciones sindicales con las que tratan de influir en la dinámica de las mismas.

La relación entre el partido y el sindicato que genera es aceptada por aquellos


grupos de trabajadores que son afines el ideario del partido y por ello participan de su
visión de la sociedad. Este es el caso, entre otros muy conocidos, de algunas
centrales sindicales denominadas de clase, que mantienen una relación de
dependencia muy marcada con algún partido político.

Establezcamos a modo de balance las notas mas características de ambos


tipos de sindicatos.

Los sindicatos creados en torno a un programa de reivindicaciones


profesionales se caracterizan por su tendencia a delimitar los conflictos laborales a
ámbito meramente laboral, en consecuencia, son asociación muy pragmática que
excluyen toda consideración ideológica política o religiosa de sus planteamientos
logrando así que todos se sientan a gusto en ellas al no tener más nexo de unión que
la problemática laboral común a todos sus miembros. Es claro que esta actitud permite
un planteamiento mas realista de los conflictos, como meros conflictos de intereses
con otros miembros de la comunidad (empleadores, otros gremios de actividad u otros
grupos sociales que influyen en su actividad profesional). Esto facilita el aunar
voluntades y agrupar a un gran número de asalariados para reivindicar soluciones. A
este tipo de sindicatos parece conveniente denominarlos en los sucesivo sindicatos
profesionales.

Los sindicatos inducidos por un grupo ideológico (partido) clasifican


indirectamente a la sociedad en afines y no afines a su ideología. La consecuencia
inmediata es la fragmentación de los grupos laborales de una misma profesión en
subgrupos caracterizados por sus distintas ideologías. Ello, a su vez, produce nuevos
conflictos laborales al enfrentar a los distintos subgrupos, por recelos ideológicos,
cuando se trata de plantear unas reivindicaciones concretas. En definitiva, fragmentan
y restan eficacia a la acción sindical. Para colmo, no son pocas las ocasiones en las
cuales los sindicatos actúan como mera correa de transmisión de la actividad política
del partido. Hay que añadir a ello otra nota distintiva característica de los sindicatos
denominados de clase: el prejuicio Darvinista de plantear las relaciones sociales como
una lucha por la vida de las especies (en este caso los distintos grupos enfrentados en
el conflicto) , concibiendo las relaciones laborales como una lucha entre clases.

Se evidencia que las agrupaciones meramente profesionales son las eficientes


para alcanzar sus logros reivindicativos.

A título de ejemplo, la CSI*CSIF se originó en torno a un programa de


reivindicaciones y al margen de supraestructuras ideológicas. En efecto, los miles de
funcionarios de las administraciones públicas reaccionaron frente al peligro de una
instrumentación política de las reivindicaciones laborales por los denominados
sindicatos de clase agrupándose, exclusivamente, para la defensa de sus intereses
profesionales y preservar la libertad e independencia individual en las restantes
parcelas de la actividad humana.
4. Organización de los sindicatos profesionales.

El sindicato profesional tiene vocación de liderar la mayoría social de los


trabajadores en torno a un programa concreto y realista de reivindicaciones posibles.
Sabe que la fuerza de una reivindicación esta ligada al porcentaje de asalariados que
la apoyan y a la importancia o consideración que para la sociedad tenga la actividad
desarrollada por estos.

La forma de aunar voluntades y ganarse la confianza de la mayoría para lograr


su afiliación a un proyecto sindical se logra con la separación radical entre el ámbito
personal y privado de creencias, ideas y formas de percibir las relaciones individuo-
sociedad y el mundo de la actividad laboral y las relaciones laborales. De esta forma
se garantiza que el compromiso con el sindicato se reduce a la defensa común de los
intereses profesionales.

Siendo diversos los oficios y las actividades desarrolladas por los trabajadores y
siendo habido grandes diferencias de unas otras no es de extraños que cada una de
ellas tenga unos modos distintos de interrelación entre los que en ella y distintos
grados de responsabilidad de unas a otras. Es conveniente, por ello, analizar las
relaciones laborales de cada área de actividad separadamente, porque distintas son
las problemáticas y distintas la naturaleza de los conflictos laborales. La organización
del sindicato, si aspira a la eficiencia a de separar en su estructura interna los sectores
de actividad y dedicar a cada uno de ellos un grupos de personas responsables de
canalizar las reivindicaciones del sector.

Es prioritario para un sindicato profesional, al diseñar su estructura, saber


distinguir de entre las diferencias existentes al comparar las relaciones laborales
dentro de los distintos gremios, cuales son las que originan diferencias sustanciales
tales que obliguen a un análisis separado del resto. Basándose a un discernimiento
acertado de las diferencias el sindicato puede estructurarse con acierto por sectores
de actividad. Notemos que el éxito de un sindicato profesional radica, justamente en
esta estructuración por segmentos profesionales.

Superpuesta esta estructuración, la dispersión geográfica de los centros de


trabajo y de los afiliados obliga a crear otra estructura de ámbitos territoriales. Esta
otra estructura tiene, mas bien, carácter administrativo y soporta la burocracia
(ordinariamente mínima) del sindicato.

La función esencial de la estructura sectorial de un sindicato es la de aunar los


esfuerzos y estrategias reivindicativas en los asalariados (o al menos de los afiliados)
de una área de actividad. E incluso, cuando en un mismo área se hay distintos oficios
buscar la solidaridad y armonía entre las distintas profesiones para ayudarse
mutuamente a mejorar las condiciones de trabajo, dentro del marco de lo posible y de
lo razonable.

Aunque en toda organización social hay una estructura jerarquía y en los


sindicatos, que también son organizaciones sociales, esta también es necesaria. Este
principio de jerarquía en un sindicato profesional, que es una por naturaleza una
asociación interpares, se basa en la autoridad ética de los dirigentes que les otorga la
confianza del resto de sus compañeros. No puede ser de otra forma, porque la
relación no es otra que la de sufrir un mismo tipo de conflictos y estar aunados en la
voluntad común de solucionarlos.
Pero la eficiencia de la estructura no está solo en la confianza depositada en los
rectores de la misma. Es necesario la preparación suficiente y la capacidad necesaria
de los miembros de la jerarquía para ejercitar las funciones que les han sido
encomendadas; esto es, para plantear y solucionar las reivindicaciones razonables y
posibles con prudencia y oportunidad. Toda la actividad de la jerarquía se ha de
realizar, siempre, con el mayor respeto a los principios inspiradores de los sindicatos
profesionales, que es la única forma de mantener la confianza y cohesión del grupo de
los afiliados.

5. Dinámica de los sindicatos profesionales.

Es ya momento de analizar el funcionamiento ordinario de los sindicatos


profesionales, entendiendo por funcionamiento ordinario el desarrollo de su actividad
organizativa y reivindicativa cotidiana. No vamos a realizar una historia de como han
desarrollado sus actividades. Eso sería, quizás, lo más cómodo como análisis. Vamos
a establecer el canon de funcionamiento más adecuado para satisfacer las
expectativas de sus afiliados y de la sociedad a la vez de que aseguran la viabilidad
futura de su proyecto, logrando la estima de la sociedad hacia su obra.

Analicemos, en primer lugar, la función socialmente necesaria del sindicato


como canalizador de reivindicaciones.

Las tareas primarias de un sindicato profesional eficiente son: 1) el análisis


objetivo de las relaciones laborales en los distintos ámbitos de la actividad laboral,
2) el discernimiento claro de lo que, dentro del contexto social en el que se desarrolla
la tarea, puede ser considerado como injusto o lesivo para el asalariado y 3) la
ponderación de los medios para resolver la situación conflictiva y de la oportunidad
para la aplicación de los mismos.

Difícilmente se puede diagnosticar un daño sin un análisis externo del mismo,


sin la subjetividad de juicio de quien no quiere ver más allá de sus intereses o
egoísmos, o con los prejuicios de quienes quieren superponer su modelo social o su
ideología a la realidad simple del conflicto. De ahí la necesidad de que el sindicato,
que ha de actuar reivindicando soluciones, haga un diagnostico exacto de la situación
conflictiva.

No siempre el conflicto surge por pretensiones legítimas. En ocasiones los


egoísmos corporativista buscan ventajas socialmente injustas (piensen en las huelgas
de pilotos, profesión bien considerada y mejor remunerada, como ejemplo de lo que
antes hemos afirmado). Si el sindicato quiere obtener el máximo consenso social y
con ello lograr mediar con la máxima eficacia en los conflictos de intereses laborales,
es necesario que establezca claramente las situaciones de injusticia, de modo que
cualquier individuo ajeno a la misma pueda mostrarse objetivamente de acuerdo.

Aún cuando las situaciones de injusticia existan no siempre se pueden aplicar


los medios necesarios para subsanarlas. En ocasiones, hay que establecer
prioridades en la resolución de las reivindicaciones, bien por que la sociedad no
dispone de los medios necesarios para atenderlas, bien por evitar conflictos
inmediatos entre distintos grupos profesionales, bien por poner en peligro la actividad
económica del sector o de la sociedad.

La prudencia ha de actuar en el establecimiento de los calendarios de


reivindicaciones y de los medios o modos que se han de emplear. Un ejemplo de
inoportunidad en la acción lo han dado los sindicatos de clase con sus reivindicaciones
-admitamos que justas- inoportunas durante la transición y en los años ochenta. Sus
peticiones de cobertura social para los asalariados desembocaron en la ruina de
muchas pequeñas y medianas empresas, creando con ello una importante bolsa de
paro, como han reconocido algunos de sus dirigentes en privado o semipúblicamente.
Hasta el punto que llego un momento en que los negociadores en los conflictos
advertían a sus afiliados sobre los peligros de poner en riesgo la viabilidad de las
empresas. En modo alguno puede un sindicato romper con su acción el equilibrio
social sin daño para el bien común.

Las tareas primordiales antes enumeradas han de ir acompañadas de otras


tareas complementarias. Parte de estas otras tareas se encaminan a la actuación y
consecución de los fines reivindicativos del sindicato, mientras que otra parte de las
mismas tiene por objeto el mantenimiento y cohesión de su propia estructura.

La acción negociadora, dialogante, flexible y no exenta de firmeza


reivindicativa, es un distintivo esencia de los sindicatos profesionales. Su misión es la
transacción entre los intereses en conflicto de asalariados y empleadores.

La acción intermediadora y, ocasionalmente, arbitral entre intereses


contrapuestos de distintos gremios de asalariados, cuyo objeto es evitar las colisiones
fratricidas de intereses entre los mismos trabajadores, es otra de las tareas
-sumamente delicada- de la acción sindical.

Estas dos tareas pueden considerarse como ejes de la acción sindical, si a ellas
unimos los esfuerzos encaminados a armonizar los intereses de los trabajadores con
los intereses generales de la sociedad. O de otro modo, el bien común.

La difusión en la sociedad de la necesidad de la acción sindical y, por tanto, de


la necesidad de agruparse para formar un contrapeso del poder económico en
defensa de intereses legítimos profesionales, de una parte, y la difusión de los logros
sociales del sindicato y de su imagen de intermediador en los conflictos de intereses
dentro de las relaciones laborales, son tareas propias del mantenimiento de la
estructura sindical. Hasta tal punto son esenciales estas tareas que su dejación lleva a
la desaparición del sindicato.

No olvidemos, por último, que una sociedad es un cuerpo vivo donde cada
órgano realiza una función necesaria para mantener la integridad de la vida del
cuerpo. Aplicando este símil al sindicato, los órganos de ese cuerpo son sus
miembros, a cada cual se le asigna un papel en él. Del cumplimento de exacto de los
papeles, libremente aceptados por los afiliados, depende del funcionamiento del
sindicato. Es necesario mantener la disciplina interna de ese funcionamiento: no es
posible que en un organismo vivo el estómago quiera suplantar el papel del corazón, o
este último el del cerebro; tampoco en el sindicato un grupo de miembros puede
suplantar la función de otro sin producir disfunciones que lo pongan en peligro de
muerte. Es, pues, necesario recalcar la necesidad de asumir los papeles libremente
elegidos con voluntad real de representarlos. También, por mera prudencia, es
necesario vigilar el ejercicio de las diversas funciones para mantener una disciplina de
acción, libremente asumida, que garantice la homeostasis de este cuerpo social que lo
constituye el sindicato.

Animémonos a poner por obra este ideario, si, de verdad, pretendemos


contribuir a poner un poco más de justicia en las relaciones humanas, en concreto, en
las laborales.

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