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El Jardín

Según datos arqueológicos, la edad más antigua de la cual podamos tener noticias
sobre el municipio de Jardín, Antioquia, es anterior a la conquista española, pues
algunos indicios, como sepulcros hallados alrededor de la cabecera municipal,
sugieren que el territorio estaba habitado por indígenas, muy probablemente Catíos
de la etnia chamíes, estos últimos errantes y descendientes de los primeros, y también
denominados Docatoes.

En 1863 llegó a la comarca el ilustre sacerdote y Rector de la Universidad de


Antioquia José María Gómez Ángel, en compañía de otros dos curas, que escapaba de
Medellín por causa de la persecución emprendida contra ellos por el gobierno del
General Cipriano de Mosquera, quien, con el objetivo de controlar el poder de la
Iglesia, había firmado el Decreto de Desamortización de Bienes de Manos Muertas. Fue
a estos curas a quienes se les ocurrió fundar allí mismo un pueblo, con una iglesia que
diera cobijo a tanta gente “sin Dios y sin Ley” y con lugares en los cuales socializar y
divertirse. Así, el ilustre sacerdote transmitió sus ideas al dueño de las tierras,
Indalecio Peláez, en cuya casa se estaban alojando, y este estuvo de acuerdo en donar
parte de sus terrenos.

El caserío fue planificado urbanísticamente con mucho detalle y se diseñó un trazado


en cuadrícula, o damero español, que incluía además una calle real. El sacerdote quiso
llamar al pueblo Sión; sin embargo, Indalecio Peláez decidió, como dueño de las
tierras, que se llamara igual que su hacienda: El Jardín. El origen de este nombre viene
del entorno: campos que en aquel entonces eran selváticos, plagados de yarumos
blancos, árboles frutales y cruzados por riachuelos, de los que el propietario se
enamoró mientras viajaba con su familia con la intención de instalarse en Andes.

El caserío se levantó rápidamente, y en 1863 era ya un pueblo bien organizado, con


viceparroquia tutelada por el cura de Andes, población rica y colindante, de la que
dependía. En 1871 se estableció como parroquia independiente, cuyo primer párroco
fue el presbítero Juan Crisóstomo Palacio. Y en 1882, bajo el mandato del gobernador
del Estado Soberano de Antioquia, Luciano Restrepo, se convirtió en municipio.
Relatan algunos historiadores que tanta celeridad en su desarrollo fue debida al
empuje y ánimo decidido de los habitantes. A diferencia de algunos municipios de
Antioquia, Jardín se conserva tal y como debió haber sido hace casi 140 años, por los
tiempos de su fundación.

Al oriente antioqueño llegaron muchos europeos, a buscar tierras y clima parecidos


a los de su país. Y en 1863, cuando la zona empezaba a estar muy poblada, por la
riqueza y belleza de las tierras, llegaron también habitantes de Santuario, de
Marinilla y de San Vicente. Se dice que la gente de Jardín era muy blanca, de
tradiciones conservadoras y muy católica, algunos muy encerrados en sí mismos y
con tendencia a arrinconar a los indios.
No se sabe muy bien cómo desapareció el pueblo precolombino, pero se han
encontrado muchos restos que evidencian los asentamientos.

La capilla que antecedió al actual templo de Jardín, de arquitectura modesta y


pequeña, fue construida en 1881, debido al creciente número de pobladores y al largo
camino que había que recorrer hasta la iglesia principal en Andes (situada a más de
diez kilómetros). Años más tarde, el Obispo Manuel Antonio López de Mesa decretó
que debía iniciarse la construcción de un nuevo templo, más amplio y más sólido que
el que había. Las obras las comenzó el padre Juan Nepomuceno Barrera en 1917, que
había dirigido los trabajos de la construcción del templo de Toledo y que llegaba a
Jardín en calidad de ayudante del párroco titular.

Al poco tiempo de su llegada y dispuesto a emprender por fin la construcción de la


nueva iglesia, se enfrentó al escepticismo y desinterés de la junta constructora, y él
mismo decidió levantar el nuevo edificio.

Así, luego de encargar los planos al hermano salesiano Giovanni Buscaglione, el 2 de


febrero de 1918 se puso la primera piedra. La manufactura y los materiales utilizados
en la construcción fueron nativos, pero lo más destacable es que la piedra utilizada
para todo el edificio fue roca volcánica, elegida por su estética y originalidad; pero
años después se descubrió su fragilidad, ante los efectos climáticos y atmosféricos.
Desde que fue evidente su deterioro, en los años 50, se han llevado a cabo numerosas
intervenciones de restauración.

Asimismo, los terremotos de 1938 y 1979 causaron graves daños, que, según análisis
de la Fundación Ferrocarril de Antioquia, se debieron fundamentalmente al terreno
sobre el que la iglesia estaba construida, que era demasiado húmedo. Las agujas son
de láminas de aluminio, por ser las de hormigón demasiado pesadas.

El parque El Libertador es el parque principal de El Jardín, considerado por muchos


como “el parque más bonito del departamento”. Construido en piedra labrada del río
Tapartó, sembrado de francesinas, ceibas, madroños y guayacanes, y presidido por la
imponente basílica de la Inmaculada Concepción, fue declarado Bien de Interés Cultural
de ámbito nacional en 1985. Es el vivo reflejo del carácter de los jardineños, que cuidan
y mantienen ordenado el pueblo desde que este se fundó: de naturaleza apacible, a los
habitantes de El Jardín les gusta sentarse a conversar en las terrazas de los múltiples
cafés, y se enorgullecen de la limpieza y la conservación de las calles y de las casas. El
parque está siempre lleno de gente, algunos sentados en las sillas pintadas,
conversando y tomando “tinto” o aguardiente, o arrellanados en las bancas, reposando
la mente a la sombra de los árboles y al calor de los lugareños. La variedad de colores
que adornan las mesas, sillas, canecas y balcones es una costumbre nueva: al llegar al
pueblo un turista encontró, sin esperarlo, la tranquilidad que ansiaba, y no dudó en
quedarse, crear una escuela y retratar en los respaldos de los asientos escenas de la vida
cotidiana, personajes del pueblo, y arquitectura, calles o paisajes. A partir de entonces,
los habitantes no han dudado en conservar su estilo con colores vivos y alegres.
A un costado del parque se encuentra la Casa Museo Clara Rojas Peláez, donde se
conserva la memoria y la identidad histórica de El Jardín: muebles que representan la
vida de antaño, objetos de gran valor y un estilo de vida que da cuenta de la gran cultura
que poseían los jardineños que fundaron la población y que ha quedado muy bien
representada en el valor que le dan a la educación, la conservación y las artes en
general. Al otro lado del parque, haciendo esquina, se levanta una casa que ahora es
hotel y que destaca por sus colores vivos; un balcón corrido de la época republicana y
una entrada grande, pero discreta, albergan patios con fuentes, habitaciones con bonitas
vistas y muebles diseñados y pintados con estilo y dedicación. Desde abajo, mirando
hacia la iglesia, la Calle Real desemboca en el parque; hacia atrás, la panorámica desde
ese mismo punto es inmejorable. Toda la parte baja de El Jardín es de una intensa
actividad; no deja de haber cafés con mesas y sillas dispuestas en los andenes, pero
también hay comercios, restaurantes, parqueaderos y mercados. Hacia arriba, por
detrás de la iglesia, las calles son más tranquilas: casas de tapia pisada y de bahareque
(aunque ya algunas han sido sustituidas por concreto), balcones corridos de madera,
celosías, detalles en madera tallada. Calles que desembocan en bonitas vistas sobre las
montañas. En una de las vías que sale del parque, al costado oriental, se encuentra la
Escuela de Música de El Jardín, centro que fue fundado en 1987 por el músico Carlos
Fernández López, que ahora es patrimonio cultural del municipio y que ofrece, a más de
ciento cincuenta jóvenes, formación integral a través de la música como generadora de
convivencia pacífica, trabajo en equipo, disciplina, responsabilidad y amor por el arte.
La banda de música, que anima las celebraciones populares, es el estandarte del centro,
y por sus múltiples premios se le conoce internacionalmente. El museo de Clara Rojas
está unido, por el interior de la cuadra, a la Casa de la Cultura. En esta la actividad es
incesante (otro vestigio de los orígenes ilustrados de los habitantes de El Jardín):
grupos de danza, manualidades, talleres de literatura, etc. El fundador de la Casa de la
Cultura fue un autodidacta, de profesión cirujano odontólogo, que estudió toda la
carrera por correspondencia, aunque nunca llegó a ejercer; un lector incansable, que
aprendió inglés y francés. De hábitos muy europeos y con una visión muy amplia del
mundo, creó un centro de sociedad de mejoras públicas, a través del cual se
conservaron parques y casas, se crearon avenidas y se mejoraron infraestructuras. Este
es el origen de que El Jardín se conserve tan limpio y organizado como lo fue desde el
principio.

El Hospital de la Caridad, inaugurado en 1889, fue el primero que se construyó en El


Jardín. Años más tarde, en 1953, y por iniciativa del médico Gabriel Peláez Montoya,
se inició la construcción de un nuevo edificio, el Hospital San Juan de Dios de Jardín,
pero en 1960 el doctor Rodrigo Díaz, médico cirujano y director del centro, trabajó
arduamente, hasta que logró remodelar algunas obras que habían quedado
inconclusas, y llamó al moderno edificio, que hoy podemos admirar, Hospital Gabriel
Peláez Montoya. Es el centro de salud más importante del municipio y una joya
arquitectónica, por haber sido construida en piedra labrada. La sala de cirugía fue
donada por el gobierno de los Estados Unidos, en agradecimiento al pueblo jardineño,
por la hospitalidad y solidaridad que brindó a los ocupantes malheridos de un avión
de las Fuerzas Armadas, que había caído en terrenos del municipio.
Localizado a quinientos metros de El Jardín, el cementerio destaca por su hermosa
arquitectura blanca. Antiguamente se encontraba en la vereda de Serranías,
demasiado alejado del centro urbano. En 1959 se trasladó a su lugar actual, y esta
circunstancia se aprovechó para que se reformara ese mismo año. El diseño es del
ingeniero y arquitecto italiano Albano Germanetti, quien ya había atendido otros
proyectos, como la remodelación de la basílica menor de San Pedro de los Milagros o
la construcción de la iglesia de San Rafael, en Betania.

El cementerio de El Jardín es un bello lugar, repleto de senderos, árboles y jardines,


desde el que se puede disfrutar de un bonito panorama de los alrededores.

El convento de clausura es una bella construcción antigua, levantada en tapia y madera,


que aloja a la comunidad religiosa de las Hermanas Concepcionistas, desde que estas
fueron traídas en 1918 por el presbítero Ezequiel de J. Pérez. Desde entonces, las
hermanas representan un gran valor espiritual para el municipio, pues con su oración
se han convertido, según los lugareños, en el “pararrayos de Jardín”. El monasterio
cuenta con un panteón propio, la casa del capellán, una imagen de la Virgen del Carmen,
traída de España, y una gran variedad de muebles antiguos.

La casa originaria de El Jardín es conocida como “casa de cancel”, por estar construida
a base de paneles. Una muestra de este tipo de construcción la tenemos en la vereda
Santa Gertrudis, la cual conserva su infraestructura original, incluida una capilla, que
es considerada como una de las capillas doctrineras más antiguas de Antioquia.

La configuración de las edificaciones urbanas está relacionada con la división predial


de las manzanas, basadas estas en el “urbanismo colonial”, y se identifican con un
patio central. De tapia pisada y bahareque, de uno o dos pisos, con un vacío central
para el patio y con cubiertas a dos aguas en teja de barro, son casas amplias, pensadas
en función de familias numerosas, a las que se accede a través de un zaguán. En cierto
modo, este espacio indica el tipo de vivienda, su tamaño y su jerarquía, y es el punto
de transición entre el exterior y el interior de la casa. El patio es el elemento
organizador; suele ser un jardín con flores de varios colores, herencia del Jardín del
Paraíso árabe, implantado en Andalucía. Los corredores están tradicionalmente
localizados en torno al patio central, tienen piso de madera, chambranas en macana, y
comunican cada uno de los espacios de la vivienda con el patio. El corredor se
convierte en el espacio social, donde se hace visita informal. En el interior, el salón
suele estar muy decorado y ornamentado con muebles, cortinas, lámparas y tapetes;
el comedor es el único espacio de estas viviendas que sobresale por tener un diseño
especial: con calados y tallas en la madera del cancel, representa el nivel de
abundancia en el seno familiar.

A una cuadra del parque El Libertador, frente a la Casa de la Cultura, un pequeño taller
con almacén muestra y vende las colchas de la abuela Matilde. Ahora son las hijas y las
nietas las que llevan el negocio, pero ella empezó hace treinta años, cuando con
retazos de telas que le daban las modistas cosía colchas para los médicos. De distintos
tejidos, colores y tamaños, la abuela Matilde creaba un patchwork con las telas que le
entregaban, y diseñaba colchas exclusivas, que adquirieron fama nacional.

El espíritu tranquilo de los jardineños, el escaso afán que los empuja y el deseo de
mantener las tradiciones y la forma de vida tranquila del pueblo hace que las artesanías
se mantengan con más fuerza que en otras comunidades. Si bien algunas se han ido
perdiendo, sobre todo por la comodidad de la tecnología, otras están tan arraigadas
como siempre, dan trabajo a los artesanos y confieren solidez y personalidad al
municipio. Es el caso del croché y de los bordados, de los dulces, de la talabartería, del
café artesanal, de las pinturas en los respaldos de cuero de las sillas y de los collares que
se tejen en el resguardo indígena Embera Chamí. Los jardineños son creativos por
herencia y por naturaleza.

A pocos kilómetros de El Jardín se encuentra el resguardo indígena Emberá Chamí. Es


fácil llegar hasta allá y dar un paseo por sus calles de tierra, en plena montaña, y entre las
casas medio ocultas por los árboles y las matas. Si bien sus habitantes son muy abiertos y
acogedores, no siempre permiten a los turistas (hay que pedir permiso al gobernador)
observar la labor de las mujeres mientras trabajan en sus abalorios, pero es fácil acceder
a los collares si uno está dispuesto a comprarlos. De increíble belleza y ardua
elaboración, cada adorno tiene un significado. Son objetos en los que las artesanas tejen
su pensamiento; en cada dibujo se transmiten ideas y conocimiento, también cohesión
social y el recuerdo de que su trabajo es su forma de ganarse la vida.

Caminando cuesta arriba por detrás de la basílica, a unas pocas cuadras se llega al
internacionalmente conocido Dulces de El Jardín, un almacén cuyos muebles de madera
exhiben cientos de tarros repletos de dulces, que han sido elaborados en forma
artesanal. Se trata de una idea familiar que comenzó hace dieciséis años, con la
producción de jalea y gelatina, y que hoy elabora mermeladas de varios sabores,
arequipes de café con moca, de arracacha, mango, coco, chontaduro…, turrones,
chocolates, dulce de frutas. La mayoría de las frutas que se utilizan son de la zona, y el
producto más apreciado son los pétalos de rosa, que los cultiva la dueña y los corta y
selecciona con sus propias manos. Con los pétalos hacen vino y dulces.

El puente Pizano fue construido en 1943, por el arquitecto Carlos Pizano, quien para
su levantamiento utilizó piedra labrada traída de la Cantera, y no necesitó ninguna
estructura metálica. Su estilo sencillo imita el de la época de la colonización, y fue
declarado Monumento Histórico Municipal en el año de 1985. Actualmente se utiliza
como puente peatonal.

Ubicadas en las veredas Quebrada Bonita y la Salada, las trucheras son lugares de
producción de truchas. Debido al enorme interés que han generado en los turistas a lo
largo de los años, se han convertido en puntos de interés, donde se puede apreciar
todo lo referente al criadero de la trucha de tipo arco iris. Asimismo, se puede
disfrutar de los servicios de bar y restaurante, y de lagos para ir de pesca.
Los ríos y quebradas existentes en los alrededores de El Jardín son de gran importancia
ecológica, pues en ellos se encuentran charcos, cascadas y formaciones naturales, poco
explorados y de especial belleza. Charco Corazón es un balneario natural emplazado en
la vereda La Herrera, a un kilómetro del municipio. Su nombre se debe a la existencia de
rocas y grabados que por la acción del agua han ido adoptando formas de corazón.

La cascada del Salto del Ángel se encuentra en la parte alta de la quebrada La Salada; de
formación natural, tiene una caída de cincuenta metros, rodeada de enormes paredes
rocosas de la misma altura y con una cueva natural en la parte más baja. Es sin duda un
lugar de descanso, contemplación y encuentro con la naturaleza.

Para llegar a la Cueva del Esplendor y admirar su bóveda de roca, revestida de musgo y
bañada por cristalinas gotas de agua, hay que ir a las veredas La Linda y Quitasol. En el
interior, un manantial ofrece un espectáculo de espectros solares.

Caminar por estos parajes, o incluso un poco más lejos, nos acerca a la flora y fauna más
exótica y desconocida. En la vereda las Ventanas, una reserva en la que existen más de
250 especies, entre aves, flora y fauna, nos recibe el canto armónico de los loros
orejiamarillos, los frondosos y enormes árboles y las flores de colores, que son en su
mayoría orquídeas. Los alrededores de El Jardín son el lugar idóneo para caminatas
ecológicas, cabalgatas, pesca e incluso parapentismo.

Los procesos sociales del ser humano del campo se insertan en el paisaje natural,
modificando y transformando su disposición originaria. Esto sucede cuando se tala el
bosque, se abre un camino, se siembra un cultivo, se delimita una propiedad o se
construye un refugio. En El Jardín es particularmente significativa la construcción de
los caminos veredales, hechos en piedra y con una presencia de incalculable valor
histórico, paisajístico y recreativo.

El Camino de la Herrera es un auténtico y antiguo camino de piedra, abierto hacia


1858 por Indalecio Peláez y Anito Orozco. El camino de herradura está construido en
algunos tramos con piedra lavada de río, y antiguamente era utilizado por los arrieros
y viajeros que transitaban entre La Linda y Jericó. El camino de herradura de la Salada
hacia Támesis posee las mismas características que el anterior. El camino de
herradura de la vereda la Mesenia es una vía de comunicación entre Jardín y San
Antonio del Chamí, en Risaralda.

El teleférico La Garrucha está construido sobre el río Volcanes. Es una alternativa de


transporte ágil, tanto para los habitantes de la zona como para el turista, que le sirve
no solo como transporte sino como mirador, desde el cual puede observar el bello
paisaje que ofrece la vereda de Serranías y el centro urbano de El Jardín. Es una forma
muy cómoda y rápida de trasladar a los viajeros hasta el corazón de los campos
jardineños.

Las fiestas patronales son en honor a la Virgen de la Inmaculada Concepción. Se


celebran del 29 de noviembre al 8 de diciembre, y tanto las veredas como el pueblo
participan de las diversas procesiones. El día más solemne es el 7 de diciembre, cuando
se vive una verdadera fiesta con el tradicional “Tope” o procesión desde la vereda
Caramanta, donde participan ciclistas, motociclistas, motocarros, caballistas y vehículos
en general.
El Festival de la Rosa surgió en 1972, como una forma de recaudar dinero para
obras de remodelación en el hospital o en el parque. Es la fiesta tradicional por
excelencia y debe su nombre a la mujer, no solo por su belleza física, sino por su
aporte social, intelectual, moral y cultural. Durante las fiestas se realizan
actividades culturales, deportivas y recreativas, entre otras.

Información general

• País: Colombia
• Departamento: Antioquia
• Municipio: El Jardín
• Límites: se encuentra localizado en la región suroeste del departamento de
Antioquia. Limita por el oriente con el municipio de Támesis, por el occidente con el
municipio de Andes, por el norte con Jericó y por el sur con el departamento de Caldas.
• Fecha de fundación: 23 de mayo de 1863
• Fundadores: Hermógenes Indalecio Álvaro Peláez
Velásquez, Nepomuceno Giraldo y José María
Gómez Ángel
• Extensión total: 224 km2
• Población total: 14.177 habitantes
• Gentilicio: jardineños
• Altitud: 1.750 m.s.n.m.
• Temperatura promedio: 19 ºC
• Actividades económicas: Agricultura (fríjol, café, plátano, caña de azúcar, yuca,
papa y maíz), ganadería (porcícola, avícola y piscícola), turismo y artesanías.
• Distancia a Medellín: 134 km

Cómo llegar

Desde Medellín se pueden tomar buses, colectivos o taxis. Por la troncal del café y
durante aproximadamente tres horas, el camino hasta El Jardín es una sucesión de
paisajes extraordinarios y cambiantes. También la temperatura puede variar, y los
sitios para detenerse a tomar algo y descansar son numerosos.

La población está comunicada por buenas carreteras con los municipios antioqueños
de Andes, Jericó y Támesis, y con el municipio de Riosucio.

Eventos y festividades

• Festival de la Rosa. Se celebra cada dos años, en los primeros días del mes de
enero.
• Cabalgata de los Reyes Magos. 6 de enero.
• Celebración de la Semana Santa.
• Aniversario de la Fundación de Jardín. El 23 de mayo y se hace entrega de la
“Medalla al Mérito Jardineño”, otorgada a un personaje que se haya destacado cívica
y/o culturalmente.
• Festival Departamental de Danzas. El 24 y 25 de mayo
• Fiestas de San Isidro. En el mes de junio las esquinas del parque El Libertador
se engalanan con altares en honor a Jesús Sacramentado.
• Festival Departamental de Teatro. En septiembre.
• Cabalgata de la Solidaridad. Se realiza en el mes de octubre, a beneficio del
albergue de ancianos.
• Festival de la Canción “Jardín le canta a la Paz”.En el mes de noviembre.
• Banquete de la Caridad. En el mes de noviembre, a favor de las familias más
necesitadas del municipio.
• Fiestas Patronales. En honor a la Virgen de la Inmaculada Concepción, del 29 de
noviembre al 8 de diciembre.

Servicios turísticos

El Jardín cuenta con una amplia oferta de hoteles, restaurantes y comercios de


artesanías. Asimismo, los alrededores ofrecen senderos ecológicos, visitas a cuevas,
caminos veredales, puentes de piedra sobre ríos y quebradas de cauce abundante,
charcos, cascadas, veredas, altos. De igual manera, se pueden realizar cabalgatas,
parapentismo, rapel y una visita al resguardo indígena Emberá, un hermoso lugar,
cuyos habitantes son muy acogedores.

El municipio posee dos cables aéreos, uno artesanal y otro con plenas especificaciones
tecnológicas. Los dos se emplean como medio de transporte, para los campesinos de
las veredas cercanas a sus terminales rurales, pero muy especialmente como medio de
esparcimiento para los miles de turistas que visitan la localidad.

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