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¿CONOCES A JOE BLACK?

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Siempre me resulta grata de ver la película ¿Conoces a Joe


Black? (1998). Quizá sea por la belleza etérea y frágil de la prota-
gonista — Claire Forlani—, el trabajo siempre sólido de Anthony
Hopkins o porque es fácil sentirse reflejado en algunas situacio-
nes. El argumento es simple, meine Damen und Herren: La Muer-
te (Brad Pitt) ofrece un pacto al magnate William Parrish (A.
Hopkins): le concede más tiempo de vida a cambio de que con-
sienta en convivir con la parca para que ella entienda algunas de
las aflicciones, gustos y sentimientos que los humanos disfruta-
mos. Suceden muchas cosas durante las casi tres horas de dura-
ción de la película— un metraje largo para la trama—, pero desta-
caré una frase del largometraje: «No puedes rehacer los huevos de una tortilla». Estima-
dos parroquianos, ¿en cuántas ocasiones nos hubiera gustado recomponer los huevos ro-
tos?

Supongo que a ustedes les ha ocurrido lo mismo que a mí: me como una tortilla insípi-
da, callo porque soy un invitado y pienso en los huevos y en otros usos que yo les hu-
biera dado. Estoy seguro de que José María Aznar todavía piensa en la tortilla más indi-
gesta que tuvo que tragar: el 11-M. Ya sé que ése es un tema sobre el que la doctrina en
boga recomienda pasar página, pero creo conveniente explicarles algunas cuestiones.
Antes de hacerlo, sin embargo, debo avisarles de que se trata de una tortilla gorda, reca-
lentada, grasienta y con la cebolla quemada.

Sea como sea, comenzaremos a desgranar unos hechos que Herr Aznar conoce a la per-
fección, aunque él prefiera salir por la tangente mediante una frase tan enigmática como
solemne: «Los autores no están en desiertos lejanos». No obstante es cierto, queridos
lectores, y Aznar puede decirlo porque varios de los responsables del 11-M— con dife-
rentes implicaciones— estuvieron junto a él.

Antes de comenzar les hago una petición: olviden los sentimientos, el patriotismo, las
ideologías, la rabia y la compasión, y utilicen solamente la lógica; pero háganlo hasta el
extremo de que el número 192 sólo les parezca una cifra; nada más.

Siempre, sin excepción, el pasado de un país recae sobre su presente para marcar el fu-
turo. Es por ello por lo que para entender el 11-M debemos remontarnos al año 1976; ya
saben: la famosa Transición. El cambio español de un régimen autoritario a uno demo-
crático fue diseñado y tutelado por tres países durante 1973: Francia, Alemania y USA.

Si ustedes se percatan, meine Damen und Herren, cada uno de esos países tenía— y tie-
ne— intereses de diversa índole en España: económicos, políticos, militares y geoestra-
tégicos. De ahí la importancia que dieron al tutelaje sobre una situación que fácilmente
podía encontrar muchas dificultades y desestabilizar el Sur de Europa. Asimismo, altos
cargos del régimen del general Franco (necesarios por otro lado en el nuevo marco de-
mocrático) y el entonces Príncipe de España (apoyado y aconsejado por Henry Kissin-
ger) estaban al tanto de los planes trazados. De igual manera, los poderes económicos
españoles también se mostraron de acuerdo, ya que necesitaban el barniz de un régimen
democrático para expandir sus negocios en diferentes zonas y requerían con urgencia
entrar en la Comunidad Económica Europea. Sea como sea, y aunque los intereses eran
divergentes, lograron establecer un statu quo para la España post-franquista cuyas líneas
básicas eran las siguientes — entre paréntesis les señalo el tutor beneficiado—: la pér-
dida del Marruecos español (Francia); mantener el trato preferente hacia USA en cues-
tiones militares, e integrarse, obligatoriamente, en la OTAN (USA); eliminar el riesgo
de que los comunistas ostentaran parcelas importantes del poder político ( USA-
Alemania); y la ascensión del PSOE al gobierno antes de una década (Francia-
Alemania).

El último punto es interesante, porque mientras que Francia perseguía el control político
de España, Alemania primó sus intereses económicos. Ambos, no obstante, considera-
ron que podrían alcanzar sus metas con los socialistas en el poder. Los franceses confia-
ban en el histórico seguidismo de la izquierda española— siempre acomplejada por otro
lado—; y los alemanes, en la devolución del favor que el SPD (Sozialdemokratische
Partei Deutschlands), a través de la fundación Friedrich Ebert, realizó al PSOE dotán-
dole de fondos (algunos de oscura procedencia) y apoyos políticos europeos; aunque lo
importante fueron los millones de dólares que entregaron a los socialistas españoles.

Asimismo, también diseñaron lo que sería el terreno de juego español, del que mencio-
naré dos puntos interesantes: un soberano intocable que no debe rendir cuenta de sus ac-
tos, «garantiza» la estabilidad política y aglutina (¡) a los españoles bajo el símbolo de
la monarquía; y la creación de varias autonomías, punto éste en el que Francia demostró
un gran interés. ¿Por qué, meine Damen und Herren? Muy sencillo: sabía que algo se-
mejante dificultaría la gobernabilidad de España: es preferible un vecino con problemas
internos— uno de los cuales siempre ha controlado Francia (ETA) — en lugar de un co-
lindante sólido y cohesionado. El acuerdo tácito fue aceptado por todas las partes impli-
cadas y puesto en práctica, hasta que un político español— José María Aznar — decidió
cambiar algunas de las piezas del tablero, o incluso el tablero mismo, sin entender que
en la geopolítica ocurre lo mismo que en una frutería: si de una pirámide de naranjas ex-
traes una de abajo, las de arriba caen sobre ti: siempre ha sido así.
¿CONOCES A JOE BLACK? / 2

En la película ¿Conoces a Joe Black? resulta enterne-


cedor observar cómo La Muerte— implacable a la hora
de segar nuestras vidas— se relame ante la crema de
cacahuete, que resulta todo un descubrimiento para
ella, me atrevería a decir que roza la obsesión. Sin em-
bargo, el deleite por tan nauseabundo producto le im-
pide disfrutar de otros manjares que la mesa de Herr
Parrish, siempre bien surtida, pone a su disposición.

En el caso del 11-M, ustedes sufren otra obsesión: Marruecos. El país del Magreb forma
parte del engaño, es una finta: no tuvo nada que ver en la parte final de la actuación. In-
tuyo que muchos de ustedes creen que Ceuta y Melilla son un tema primordial para su
vecino sureño; pero no es así, ya que ambas ciudades españolas caerán por su propio pe-
so, y con la dejadez habitual de los políticos españoles, en manos de Marruecos. Lo que
de verdad le preocupa al Gobierno marroquí es el Sahara Occidental, ésa es su zona na-
tural de influencia. Ceuta y Melilla sólo son utilizadas por el Gobierno marroquí — en-
tiéndase monarca— para exaltar los ánimos patrióticos y cohesionar a una sociedad ca-
da vez más empobrecida, sin reformas políticas, proclive al radicalismo islámico y que
está sojuzgada por una monarquía corrupta que nombra a dedo al Gobierno en pleno.

Para que ustedes se hagan una idea, les diré que la familia de Mohamed VI posee casi el
65% de la bolsa marroquí y está vinculada, incluso, con los beneficios obtenidos del trá-
fico de droga. Marruecos siempre vendió a Europa y USA su «papel fundamental» para
frenar el islamismo. No obstante algo no funcionaba, ya que la mitad de sus habitantes
se declara partidaria de Al-Qaeda y un 40% considera que los cristianos deben ser ex-
terminados. Asimismo, otros países que alimentan el terrorismo islámico — Siria, Irán,
Arabia Saudita— no ven con buenos ojos a Marruecos, aunque ninguno de ellos llega al
extremo de Qatar, que se declara anti-marroquí. Por todo ello, Marruecos siempre se
cobijó bajo el paraguas protector de USA; pero en los últimos tiempos los americanos
prestaban más atención al odiado vecino argelino; es lógico: el gas y el petróleo son un
buen acicate para ejercer la caridad.

Es cierto que Marruecos es su enemigo, meine Damen und Herren, porque a pesar de
que Aznar le prestó el pañuelo a Mohamed VI para que enjugara las lágrimas durante el
funeral de Hassan II y Juan Carlos I entable extraños vínculos familiares con la dinastía
alauí, los servicios secretos marroquíes disponen de sus principales redes de espionaje
en las islas Canarias para «controlar» — fíjense que está entrecomillado— cualquier ti-
po de apoyo al Frente Polisario o los movimientos a favor del pueblo saharaui. De la
misma forma, han logrado infiltrarse entre los soldados de origen marroquí — el 34%
aprox.— que guarnecen Ceuta y Melilla. Eso provocó que el Centro de Inteligencia de
las Fuerzas Armadas (CIFAS) elevara un informe al Gobierno de ZP en el que reco-
mendaba el traslado de tropas a la península.

Regresemos al pasado, estimados parroquianos. En julio de 2002 se produce el esper-


pento del islote Perejil, que algunos relacionan con el 11-M. Olvídenlo, meine Damen
und Herren, ése episodio forma parte de la cortina de humo. Cuando Marruecos entien-
de que ha perdido el favor de USA se entrega en brazos de su antigua metrópoli: Fran-
cia. Nada mejor para escenificar la ruptura que prescindir del suministrador histórico de
armamento (USA) y comprar armas a Francia, el otro proveedor. No obstante, también
adquirió un importante lote de armamento a Bielorrusia para enviar un mensaje a sus
dos «aliados»: en según qué cuestiones ya no os necesito.

Marruecos nunca se involucraría en una masacre de las características del 11-M porque
necesita las inversiones que las empresas españolas realizan; asimismo, los acuerdos
comerciales con España son muy beneficiosos. Les señalo un ejemplo: Durante la crisis
del islote Perejil, los intercambios comerciales se mantuvieron al mismo ritmo, y a nin-
guno de los implicados se le ocurrió modificarlos. Es cierto que los servicios secretos de
Marruecos realizaron algunas operaciones en el extranjero — varias en España—, pero
siempre contra ciudadanos marroquíes y con el beneplácito o disimulo del Gobierno ex-
tranjero.

Después del 11-M y con un nuevo Gobierno en España, Marruecos recupera su prota-
gonismo en el Magreb ante USA y Francia, que le apoyan incondicionalmente hasta el
extremo de nombrarlo «aliado privilegiado» de la OTAN; es decir: ambas potencias
protegerán al corrupto monarca marroquí tanto de los peligros internos (conspiraciones
militares islamistas) como externos (Argelia— que apoya al Frente Polisario— y países
árabes). A cambio, ambas naciones obtienen concesiones petrolíferas en aguas cuya ju-
risdicción Marruecos se arroga.

¿Cuál fue el papel de Marruecos en el 11-M y qué beneficios obtuvo?, se preguntarán


ustedes. La parte del guión que Marruecos representó se limitó a crear cortinas de humo
antes del atentado; y después, en los tres días posteriores, favorecer la maniobra de des-
información. El islote Perejil, Ceuta, Melilla y desacuerdos comerciales forman parte de
la estrategia basada en la tensión que Marruecos siempre impuso en sus relaciones con
España: el humo.

Por el contrario, la desinformación fue algo más elaborado. ¿Por qué el CNI controlaba
a varios de los implicados en el 11-M? Porque el servicio secreto marroquí traspasó la
información a sus homólogos españoles de que «posiblemente» esas personas estaban
vinculadas a movimientos radicales: marcaron una presa para distraer al sabueso. Por el
contrario, la madrugada del 12 de marzo esos mismos servicios presentaron pruebas
concluyentes — el «posiblemente» desapareció— que demostraban la vinculación de
los sujetos con el radicalismo islámico. ¿Por qué no lo hicieron antes, meine Damen und
Herren? Seguramente porque la mentira, al igual que una partitura, siempre está sujeta
al tempo; de él depende que la melodía suene bien o resulte sincopada.

Los beneficios, por otro lado, resultan evidentes: aliado privilegiado, el régimen marro-
quí a salvo, un político español (Aznar) que tenía intención de modificar las relaciones
con Marruecos eliminado y libertad absoluta para desplegar en el Sahara Occidental el
grueso del ejército para descartar el riesgo de que el Frente Polisario lo ocupe y procla-
me un estado independiente: la preocupación cardinal de Marruecos. Creo que algunos
de ustedes piensan que Jorge Dezcallar —director del CNI durante el 11-M— mintió al
Gobierno de Herr Aznar, pero no fue así. Él aplicó la lógica: yo controlo a los islamistas
que me ha dicho Marruecos, y ellos no hicieron nada; por lo tanto…han sido los de
siempre (ETA). En un próximo escrito volveremos a ése punto: recuérdenlo, meine
Damen und Herren.
Cuando el Gobierno de Herr Aznar votó en octubre de 2001 en la ONU a favor de la au-
todeterminación del Sahara Occidental, las alarmas se encendieron; pero no sólo en Ra-
bat, sino también en París. De la misma manera, ésas alarmas parisinas se desgañitaron
ocho meses antes del 11-M cuando los servicios de información del presidente Teodoro
Obiang Nguema, el sátrapa de Guinea Ecuatorial, alertaron a París de que Herr Aznar
patrocinaba un golpe de Estado cuya finalidad era derrocar al tío Teodoro y promover a
la presidencia de la ex-colonia española a Severo Moto. Ése es el punto de no retorno de
los autores intelectuales del 11-M (los desvelaré más adelante), que entienden que la
única solución es eliminar del escenario a Herr Aznar o a cualquier político que asuma
como propia la nefasta política exterior ejercida por José María Aznar; es decir: el PP.
Aznar, sin embargo, rebuscaba en el montón de naranjas: debería de haberse fijado en la
cara del frutero (USA).
¿CONOCES A JOE BLACK? / 3

Herr Parrish (A. Hopkins) es un hombre poderoso que


está acostumbrado a controlar todas las facetas de su
vida. Sin embargo, la llegada de Joe Black le enseña
que determinadas cuestiones (vida / muerte) no depen-
den de él y que no puede hacer nada por variar el des-
tino. No obstante, cuando Joe Black se enamora de la
hija de Herr Parrish y pretende llevársela, el magnate
se opone a ello y discute con La Muerte: él logra salvar
a su hija, pero su devenir está marcado.

Desde el siglo XIX, una parte de la política exterior de USA se sustenta sobre una agre-
sión previa, o amenaza, que les obliga a intervenir (activa o preventivamente) para de-
fenderse. Si existe un país que aplica la idea de que los intereses son permanentes, y los
amigos o enemigos, circunstanciales, ése es Estados Unidos. Con todo y con eso, los
americanos obtuvieron una lección de sus numerosas intervenciones: no pueden afron-
tarlas sin el respaldo de la opinión pública; el mejor ejemplo es la guerra de Vietnam,
muchas de cuyas enseñanzas— no me refiero al ámbito militar— todavía aplican. De
todas formas, meine Damen und Herren, la opinión de la masa no es ningún inconve-
niente porque está hecha de plastilina y puede moldearse a conveniencia.

Desde marzo de 2003, USA entendió la «necesidad» de que Europa sufriera un atentado
de las características del 11-S para que los gobiernos europeos colaborasen en la política
exterior de USA respecto a Afganistán e Irak, que en un segundo paso afectará a Irán y
Sudamérica. No se sorprendan de la última zona mencionada, estimados parroquianos.
Les señalaré un ejemplo: con un precio alto del crudo, las reservas venezolanas de pe-
tróleo situadas en el Orinoco son rentables para explotarlas, y si dichas reservas se su-
man a las declaradas por la OPEP respecto a Venezuela, supondría sobrepasar a las de
Arabia Saudita. No olviden que en los últimos dos años USA intenta demostrar que Al
Qaeda atenta en todo el mundo mediante la contratación de terroristas locales; es decir,
diluye la diferencia entre terrorismo local y externo.

Retomemos el hilo del 11-M, meine Damen und Herren. Cuando Bush reclutó para su
causa a Herr Aznar perseguía dos objetivos: un país integrado en la EU que podría
arrastrar a otras naciones y rompería el eje franco-alemán; manipular la opinión de la
población de origen hispano en USA así como la de algunos de los países de Sudaméri-
ca mediante el ascendente que España posee sobre ellos. A cambio, Herr Aznar vislum-
bró una relevancia internacional que nunca soñó y la posibilidad de que empresas espa-
ñolas obtuvieran sustanciosos beneficios de la «reconstrucción democrática» de Irak.
¡Quimeras, meine Damen und Herren!, porque los sustanciosos beneficios están copa-
dos por las empresas y lobbys americanos que apoyaron a Bush. El interés del presiden-
te americano por el apoyo español era estético, ya que ni el ejército español ni la eco-
nomía, y mucho menos la opinión pública, podrían soportar una guerra de esas caracte-
rísticas.

Ahora les formulo una pregunta: ¿Está capacitada la sociedad española para asumir las
responsabilidades que comporta el erigirse en una nación que marca la pauta internacio-
nal? Es evidente que no, queridos lectores, a tenor de cómo se comportaron los españo-
les (clase política incluida) entre el 11- M y el día de la elecciones generales. George W.
Bush también lo sabía, y por eso se limitó a utilizar a Herr Aznar a su antojo para satis-
facer…sus intereses; o los de USA. El día del 11-M, mientras Aznar y todo su Gobierno
se empecinaron en señalar a ETA como la responsable de los atentados, desde el en-
torno gubernamental de Washington se lanzaron mensajes muy claros que atribuían la
autoría del atentado a Al Qaeda. El porqué es muy sencillo, meine Damen und Herren:
Bush necesitaba unos autores islamistas a los que culpar para recuperar la credibilidad y
reconquistar, de paso, las posiciones que había perdido en su carrera hacia la reelección
presidencial. Dos semanas antes del 11-M — faltaban ocho meses para las elecciones
presidenciales—, John Kerry superaba a Bush en intención de voto en 9,7 puntos. Sin
embargo, entre el período del 14 de marzo y el anuncio de la retirada de las tropas espa-
ñolas de Irak, George W. Bush logró recuperar lo perdido y llegó a sobrepasar al candi-
dato de los Demócratas en 7,12 puntos. Es cierto que los servicios de información nor-
teamericanos observaron «cosas extrañas», pero en ése momento lo primordial era obte-
ner el máximo beneficio de una situación que afectaba a un país extranjero: se denomina
pragmatismo, meine Damen und Herren. Lejos quedaron para Herr Aznar las tertulias
entre el humo de los vegueros y con los pies encima de la mesa en un rancho tejano (un
estadista nunca consentiría en la publicación de esas fotos), las ridículas ruedas de pren-
sa en las que parecía un cipayo huérfano de opinión propia, la filtración desde la orilla
americana de los «esfuerzos» que Herr Aznar realizó para conseguir una condecoración
del Congreso y otros dislates semejantes: fue manipulado y engañado.

Existen luces que resultan llamativas, pero acercarse a ellas comporta el riesgo de que-
marse: es algo que los políticos españoles no han comprendido. Sé que muchos conside-
ran que el 11-M buscaba un cambio de régimen; pero no es así, estimados parroquianos,
porque el auténtico «enemigo del pueblo», el que pretendía un nuevo régimen, era José
María Aznar: por ése motivo comencé esta serie sobre el 11-M con la mención a la
Transición. Les formulo nuevas preguntas: ¿qué planes tenía el PP respecto a los nacio-
nalistas y el régimen de autonomías?, ¿qué modificaciones pretendía acometer sobre las
atribuciones de la Casa Real y la figura del monarca?, ¿creen ustedes que le hubieran
permitido exterminar a ETA? Esos temas forman parte del acuerdo aceptado, no pueden
alterarse de forma unilateral; ni siquiera cuando alguien entabla una «sólida amistad»
con George W. Bush.

El papel de USA en el 11-M se limita al de un pescador en aguas revueltas; de todas


formas no olviden que USA también tiene intereses en Guinea Ecuatorial y que la frus-
trada aventura africana de Herr Aznar levantó ciertas suspicacias en Washington. No se
sorprendan de que mencione de nuevo a ése país, meine Damen und Herren, porque él
es el catalizador del 11-M. José María Aznar nunca reconocerá los errores cometidos: él
sólo hurgaba en una pirámide de naranjas. Por cierto: ¿Sabían ustedes que la variedad
de naranja denominada sanguina es la que más se cultiva en Francia?
¿CONOCES A JOE BLACK? / 4

Al final de la película y con la ayuda de Joe Black, Wi-


lliam Parrish descubre que ha sido traicionado por una
persona de su confianza: Drew (Jake Weber), su futuro
yerno, el novio de Susan. Mediante maniobras ladinas
y la manipulación del consejo de administración de la
Parrish Corporation, el muchacho persigue controlar la
compañía matriz del consorcio y fusionarse con un
competidor. Huelga decir que en la empresa resultante
de la fusión el mancebo ocuparía un cargo importante y obtendría cuantiosas plusvalías.

Francia siempre persiguió intervenir en la política española. Tengan presente que su ve-
cino fiscaliza y dosifica dos de los problemas que afligen a España: ETA y Marruecos.
Me temo que ustedes se encuentran en el centro de una tenaza, meine Damen und He-
rren. El famoso «santuario» todavía se mantiene en pie. Durante la mejor política antite-
rrorista que España ejerció contra ETA (Aznar), Francia temió que los resultados y la
presión internacional le obligaran a clausurar tan magnífico monumento. No obstante, y
en uno de esos ejercicios que alcanza la categoría de nauseabundo, el Gobierno francés
realizó gestiones ante Marruecos para que éste acogiera a la infraestructura de los terro-
ristas si fuera necesario. ¿Qué sería la vida sin sorpresas, meine Damen und Herren?
Marruecos sopesó la posibilidad, pero llegó a la conclusión de que con el grifo de la in-
migración, Ceuta, Melilla, los acuerdos pesqueros y algún otro abalorio podía desestabi-
lizar a España sin mayor esfuerzo.

En septiembre de 1983 se produjeron las primeras reuniones de alto nivel entre el Go-
bierno español y el francés para tratar de aumentar la colaboración francesa en la lucha
contra ETA. De eso ya hace mucho, estimados parroquianos, pero les explicaré dos de
las condiciones que España tuvo que aceptar a cambio de unas migajas: Desarrollar el
Estatuto de Autonomía de Euskadi y entablar negociaciones con ETA. ¡Qué ejemplo de
filantropía, meine Damen und Herren! Asimismo, se inició una extraña política de ale-
jamiento de algunos miembros de ETA, que fueron confinados en varios países, con un
precio considerable para el Gobierno español. No olviden, estimados lectores, que hasta
1986 Francia otorgaba la carta de refugiado a los asesinos.

Ése mismo año Jacques Chirac gana las elecciones, y gracias a Charles Pasqua, a la sa-
zón ministro del Interior, rescata un decreto ley que databa de 1945 y que permitía ex-
pulsar a los enemigos del Estado sin que los jueces pudieran intervenir en el proceso.
Sin embargo, cuando Mitterrand es reelegido, el grifo se cierra y ETA vuelve a campar
a sus anchas. ¡Qué gran político, Mitterrand! Durante esos años, la tan cacareada cola-
boración francesa se sostuvo gracias al río de dinero que fluía desde los fondos reserva-
dos del ministerio del Interior español hacia los jueces, policías, periodistas y algún que
otro cargo del país vecino. Permítanme que haga una salvedad: me sorprende que nadie
haya investigado qué oculta el entramado de abogados que defiende los intereses de
ETA en Francia o el destino de los millones de pesetas que obtuvieron los terroristas al
vincularse con el contrabando gallego de tabaco.

Entre otros factores, la existencia de ETA en la actualidad es posible porque Francia


nunca tuvo la voluntad de terminar con ella. Desde que ETA situó su central en territo-
rio galo siempre estuvo controlada (incluso dirigida) por los servicios de información
franceses; y es más: infiltrada. Es divertido crear un monstruo de Frankenstein, pero es
conveniente conocer los remiendos que lo forman por si algún día tiene la tentación de
volverse contra su creador. Cualquier decisión que toman los dirigentes de ETA y sus
movimientos son conocidos de forma inmediata por los responsables de la seguridad
francesa, que deciden, en función de intereses políticos, si la información se transmite a
España o no. Los ejemplos son muchos y variados, permítanme que señale algunos: la
entrevista de Carod Rovira con los dirigentes terroristas nos demuestra que alguien les
vigilaba (por cierto: ése tema no tiene nada que ver con el 11-M); de igual manera, es
curioso que largas y laboriosas investigaciones— en ocasiones duran años— de la poli-
cía española para detener a un terrorista se salden con la detención del mismo en «un
control rutinario de carretera». ¿Ustedes creen en la casualidad, meine Damen und He-
rren? Yo, en determinadas cuestiones, tampoco.

Vinculemos lo anterior al 11-M. ¿Qué papel jugó ETA en los atentados? Ninguno, esti-
mados parroquianos, y la razón es muy simple: no se lo puede permitir. Cuando la ma-
ñana del 11-M escuché las declaraciones del ministro Ángel Acebes (y las del resto de
políticos que también culpaban al otrora «movimiento de liberación vasco»), me sor-
prendí por la seguridad que demostraba al imputar a ETA. Cualquier persona con unos
conocimientos rudimentarios sobre terrorismo sabe que ETA nunca puede cometer una
salvajada semejante porque necesita el apoyo social para subsistir; el terrorismo islamis-
ta, por el contrario, puede prescindir de él. Ahora bien, sin que los dirigentes etarras lo
supieran, la organización terrorista sí formó parte de una de las maniobras de despiste
que conforman el 11-M: las llamadas caravanas de la muerte. Sí, meine Damen und He-
rren: dos furgonetas cargadas de explosivos para cometer una masacre. Ambos vehícu-
los nunca hubieran llegado a su destino porque Francia comunicó a España la salida, el
itinerario y su cargamento: eran carne de cañón; o de distracción. ¿Me creerían si les
explico que existen infelices que creen militar en ETA y no pertenecen a la banda?

Sus estimados vecinos franceses nunca hicieron nada por ustedes excepto perjudicarles.
Ya desde 1906 (incluso antes), en la conferencia de Algeciras, Francia ha deseado una
España subordinada a los intereses galos, una especie de obrero explotado que vive en
la colonia industrial que el patrono francés construyó. José María Aznar abrió varios
frentes que incomodaron al Gobierno francés: Guinea Ecuatorial, Sahara Occidental y
oponerse al reparto de poder que dentro de la UE y gracias a la Constitución europea os-
tentarían Francia y Alemania; recuerden la tenacidad española en las negociaciones del
Tratado de Niza. Esos son los puntos importantes; y los otros, accesorios pero que re-
percuten a Francia, son el cambio de actitud ante Marruecos y el exterminio de ETA.

Si ustedes se percatan, meine Damen und Herren, si el PP hubiera mantenido el go-


bierno de España, Francia se encontraría sin poder de decisión sobre los temas con los
que tejieron el dogal que siempre aprieta el cuello hispano. ¿Cuál fue la postura francesa
durante el esperpento del islote Perejil?: apoyar a Marruecos. Francia vetó una resolu-
ción de condena en el Consejo de Asuntos Exteriores de la UE, y Chirac, en las conver-
saciones que mantuvo con José María Aznar, le recomendó que hiciera concesiones te-
rritoriales a Marruecos y retirara los barcos de la marina española. ¡Inaudito, meine
Damen und Herren! En la actualidad, España se encuentra como a Francia le interesa:
subordinación energética al país vecino, si de alguno dependiera hasta hídrica; mantiene
con Marruecos las «tradicionales e históricas relaciones de buena amistad»; ignorados
en la toma de decisiones de la UE; subsiste el problema del terrorismo; están a la espera
de que Francia decida qué posición ocupará España en la novedosa Unión Euromedite-
rránea, aunque supongo que si ZP lame lo suficiente conseguirá que la sede se sitúe en
Barcelona. Cuando Moratinos, ése genio de la diplomacia que rebaja a Metternich a la
categoría de peón caminero, se entrevistó con Giscard D’Estaing, un tipo que les odia
aún más que Mitterrand (¡ya es decir!), recibió un claro mensaje: «Francia y Alemania
tomarán las decisiones de la UE, Italia podrá decir algo de vez en cuando y España
siempre posará sonriente en la fotografía». El sueño de Niza no volverá a repetirse, que-
ridos lectores: fue bonito mientras duró.

Detrás de la expresión «autores intelectuales» se encuentra Francia, meine Damen und


Herren. Tres de las cuatro tramas que conforman el 11-M las controla Francia, y la cuar-
ta, a pesar de estar bajo «supervisión» española, fue utilizada también para despistar. Es
algo parecido a lo que hace Joe Black: toma un cuerpo prestado para no despertar rece-
los. De todas formas, si alguien sospechara se vería obligado a callar porque a nadie le
gusta convertirse en el hazmerreír.
¿CONOCES A JOE BLACK? / 5

Durante la fiesta de cumpleaños de William Parrish se


produce el desenlace de la historia y también su final,
ya que ése era el límite que Joe Black concedió al
magnate: la celebración de su sexagésimo quinto
aniversario. En esa magnífica velada, Herr Parrish lo-
gra desenmascarar al tramposo, salva a Susan y perci-
be que no hizo las cosas tan mal como creía a lo largo
de su vida. Un espectáculo pirotécnico es el colofón al
tiempo que distrae a los invitados de otras cuestiones.

Si de algo adolece el 11-M es de un exceso de fuegos artificiales, meine Damen und He-
rren, algo que resulta lógico: todos elevan la vista para disfrutarlos y no se percatan de
lo que sucede bajo sus pies. ¿Por qué saben ustedes que explotaron mochilas? Sencilla-
mente porque alguien les enseñó una. ¿Por qué conocen a los autores? Les mostraron
fotografías. De todas formas no adelantemos acontecimientos, estimados parroquianos.
En el 11-M hemos de clasificar a los implicados: estrategas, autores y administradores.
Sí, meine Damen und Herren, porque un atentado de esas características necesita que
alguien gestione o administre sus consecuencias, nada garantiza a priori que el atentado
por sí solo obtuviera el objetivo previsto.

Justificar el 11-M con la explicación de que los autores deseaban castigar al Gobierno
por su intervención en Irak es una forma muy grosera de simplificar. Si ésa hubiera sido
la intención, podrían haber castigado a Herr Aznar un 12 de mayo, un 18 de febrero,
etc.; es evidente que el propósito era otro: cambiar al Gobierno. Recuerden que para la
celebración de unas elecciones generales la policía organiza un plan específico de segu-
ridad; es ilógico, por lo tanto, que unos aficionados escojan uno de los tres días en los
que más vigilancia existe.

Lo que ustedes vivieron durante esas jornadas es un ejemplo de manual de lo que se de-
nomina guerra de IV generación. Les señalo algunos puntos para que comparen con lo
que presenciaron: predisponer a la sociedad contra sus gobernantes; la totalidad de la
sociedad agredida es el campo de batalla; la propaganda es el arma operacional, y los
mensajes que difundan los medios de comunicación son básicos para influir en la opi-
nión pública (nacional e internacional); provocar el colapso del adversario en su reta-
guardia mediante la combinación de ideas, sospechas y mentiras para inutilizar su poder
de respuesta y crear el efecto denominado «espiral de silencio», algo que se consigue
con el dominio de los medios y la aplicación de tecnología vinculada a las redes de co-
municación flexibles. Meine Damen und Herren, ¿les resulta familiar? Todo ello nos
conduce al administrador del 11-M: el PSOE. Con todo y con eso les pido que no sean
malpensados, ya que ésa es toda la implicación de ZP y su caterva en el 11-M; en cierta
manera actuaron de la misma forma que USA: pescaron en río revuelto.

Ahora bien, ¿por qué tuvimos la sensación de que a partir de un cierto momento los so-
cialistas caminaban un par de pasos por delante del Gobierno? Sencillo: los autores inte-
lectuales traspasaron a algún personaje cercano al PSOE un plan operativo de desinfor-
mación basado en la concatenación de sucesos que se produciría, ellos mejor que nadie
lo sabían porque diseñaron todo el plan. Recuerden la deriva que tomaron las declara-
ciones de ZP, que dispuso de la misma información que Herr Aznar ya que habló en va-
rias ocasiones con el director del CNI (Jorge Dezcallar), el cual le transmitió la seguri-
dad de que el responsable del atentado era ETA. Sin embargo, horas más tarde, despre-
ció toda la información recibida de fuentes fiables para expandir lo que no eran más que
rumores. Me sorprende que todavía nadie haya aclarado por qué ZP varió su discurso,
telefoneó a los medios de comunicación para explicar mentiras y alentó a la sociedad a
rebelarse. En fin: guerras de IV generación, dudas sembradas y el Gobierno atrapado en
«la espiral de silencio».

Esa llamada que alertó a los socialistas provino de Francia, y la interlocutora era una
persona de máxima credibilidad. No olviden, queridos lectores, que durante la época del
GAL se forjaron «sólidas amistades» en el país vecino y que la generosidad que demos-
traron algunos miembros del gobierno de Felipe González con los fondos reservados to-
davía se recuerda, incluso añora, en París. Hasta que llega la llamada salvadora, ZP es-
taba agarrotado porque sabía que si el PP lograba demostrar que era ETA la autora del
atentado, o al menos era capaz de mantener la duda entre los españoles, las elecciones
estaban perdidas. Después, con el manual de instrucciones sobre la mesa, todo cambió:
¡queremos saber en 48 horas! Lo lamento, meine Damen und Herren, pero eso es todo
lo que hizo el PSOE. Por otro lado, sería un contrasentido por mi parte considerar que
ZP estaba al tanto de un plan que es un auténtico trabajo de orfebrería cuando ustedes
conocen la hondura intelectual que le presupongo.

Intuyo que les corroen las mismas dudas que a mí: ¿Por qué el PP calla y demuestra el
mismo interés que el PSOE en dar carpetazo al 11-M?, ¿por qué Aznar habla para no
decir nada y nos remite a desiertos cercanos? La impresión que nos genera es que am-
bos tienen cosas que ocultar al respecto. ¿Qué puede ocultar el PP, meine Damen und
Herren? Conjeturemos, es gratis y no duele. Es sabido que todos los implicados estaban
vigilados y que ejercían actividades delictivas; sin embargo no se detuvo a ninguno.
¿Pretendía el Gobierno de Herr Aznar detenerlos el día 12 ó 13 de marzo para demostrar
a la población que existía un peligro islamista y contrarrestar así la campaña del «No a
la guerra»? Resulta inquietante, estimados parroquianos, pero nunca tendremos una res-
puesta. Herr Aznar estaba confiado, todo estaba bajo control: Francia le avisaba de «las
caravanas de la muerte» y Marruecos le proporcionó la información para vigilar a los
peligrosos islamistas, cuyos movimientos eran seguidos por el CNI, la policía y la
Guardia Civil; ¿de qué preocuparse? Creo que nada desconcierta tanto como que te
muestren una cosa y te oculten otra, y a Herr Aznar le enseñaron dos tramas que solapa-
ban a la auténtica, un viejo truco.

Respecto a los autores materiales lamento desilusionarles, meine Damen und Herren,
son de esos que nunca se atrapan. De cualquier modo les explico mi opinión. Un equipo
de mercenarios (países del Este, ex-terroristas, etc.) contratado a través de Siria llevó a
cabo la parte más sucia del plan. La noche anterior colocaron en las mamparas de los
vagones los explosivos, que fueron detonados mediante control remoto y no con un
temporizador. Quizá les parezca un detalle baladí pero no lo es, porque los autores del
11-M necesitaban golpear a una sociedad hasta el extremo de que perdiera la capacidad
de discernir, y para ello nada mejor que mostrar los vagones reventados, los cadáveres,
los heridos, el llanto de los supervivientes y el dolor de los familiares. Ello les obligó a
controlar el lugar exacto de las explosiones, recuerden que en el 11-M la propaganda es
cardinal para lograr el objetivo. Comparen el tratamiento informativo que se hizo en los
atentados de Londres el 7-J: ¿qué vieron ustedes?: lo que el Gobierno británico permitió
que vieran, meine Damen und Herren. Al utilizar mandos a distancia, los terroristas se
aseguraron de que ustedes disfrutaran del espectáculo, es la tierra en la que fructifica la
manipulación. En la elección de los explosivos, el diseñador del 11-M impartió otra lec-
ción de genialidad: cargas de explosivo plástico y alguna de Titadyne. Ello permitió que
los autores intelectuales controlasen que nadie improvisara en el guión escrito: si el
PSOE no lo sigue a pies juntillas, el PP recibirá la información y ganará las elecciones.
La clave del 11-M estaba en los trenes, meine Damen und Herren, pero...

Con el presente escrito finalizo esta serie, sé que dejo temas en el teclado (en mi opinión
accesorios en esta historia; sí, no se sorprendan, Leganés es uno de ellos), aunque confío
en que si alguno de ustedes quiere saber algo más lo preguntará en los comentarios.
Quizá pasar página sea lo conveniente, meine Damen und Herren. Piensen en William
Parrish: ¿alguien le creería si hubiera explicado quién es Joe Black?

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