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Abstract
The “Barranquilla Plan”, a document signed in the city which name took, was the first public act
of “Left Revolutionary Action” group, whose main leader was Rómulo Betancourt. On the one
hand, although it is a document a few venezuelan political researchers have paid attention to, two
in the signers –Romulo Betancourt and Raul Leoni- became presidents of the republic of
Venezuela. On the other hand, political agreements achieved many years later, in 1958, included
some of the main propositions the “Plan” had (we refer to land property, oil industry, military
forces, and education). Last but not least, we argue that other kind of conflicts the signers faced
with in 1931 were worse, and turned in the guerrilla warfare against government, at the beginning
of The Sixties.
We use concepts of Conflict Resolution to discuss those two different political courses. We argue
that the results did not depend on random or fortuitous facts but a conscious decision. On one
side, an effort to conciliate different although not antagonistic interests was made so, conciliation
was achieved. On the other, in contrast, confrontation was the answer. It was not an undesirable
result in a conciliation process but a wanted one. That means confrontation was a strategic
decision. The whole political process has a main protagonist, Romulo Betancourt.
a Este trabajo fue publicado en Memoria Política. Nueva Etapa. (2013). Centro de Estudios Políticos y Administrativos de la facultad de Ciencias Jurídicas y
b
Jesús Méndez Quijada es Médico Cirujano. Abogado. Magister Scientiarum en Psiquiatría. Profesor en Centro de Estudios de
Posgrado, Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Universidad Central de Venezuela. Cursando Doctorado en Ciencias Políticas.
jmendezquijada@yahoo.com
El Plan de Barranquilla: Proyección de conflictos en desarrollos políticos posteriores
El Plan de Barranquilla
Aparte del interés entre especialistas, el Plan de Barranquilla pareciera un hermano
pobre entre los hitos destacados en la historia política del país. Ello quizás se explique por
los aparentes pocos efectos inmediatos, al menos reconocidos de manera general, que se le
pueden atribuir a aquel documento. Muchos podrán tenerlo sólo como la proclama inicial
de algunos opositores, con poca significación para la época. O como la declaración pública
de existencia de un grupo político, de esos que han surgido y desaparecido en Venezuela
con tanta velocidad a partir del segundo tercio del siglo XX.
Pero algo pasa con esta percepción sobre el Plan de Barranquilla. Fue grande la
influencia ejercida por algunos de entre su escasa docena de presentadores. Dos de ellos,
Rómulo Betancourt y Raúl Leoni, alcanzaron la presidencia de la república y, sin dudas,
Rómulo Betancourt fue una de las figuras más relevantes de todo el siglo XX venezolano.
De otro lado, la proyección de las propuestas del “Plan”, simples y “reformistas”, se hizo
sentir en desarrollos cruciales, como los acuerdos de 1958.
A esto último se apunta entre especialistas. El profesor Manuel Caballero, 2007, por
ejemplo, lo expresa con contundencia:
1
Para Eduard Vinyamata, 2001:128, conciliación es “Acto o proceso ecléctico con el cual se establece,
mediante acuerdos o no, un cambio de actitud que permite pasar de la confrontación a la colaboración que
permite establecer una relación positiva que se ha visto afectada por la existencia de un conflicto…”
no ofrecía el Cielo para esta tarde o mañana por la mañana a más tardar; que un
documento así haya tenido la influencia que tuvo, por un largo tiempo: de hecho,
durante todo el resto del siglo XX. Se puede decir que este Plan es el primer
documento de la modernidad en Venezuela. Hasta entonces, las proclamas de los
diversos caudillos no hacían más que repetir las gastadas consignas del liberalismo,
con su invocación de una libertad abstracta. (p. 61).
El impacto de un protagonista
Aquí nos apartaremos de esta posición para colocarnos en un ángulo que permita
ver las interacciones de los actores. A éstos los consideraremos como agentes
movilizadores de recursos, capaces de potenciar, innovar sobre categorías culturales
2
Eduard Vinyamata, 2001, define conflictología como “Ciencia a-disciplinaria y transversal del Conflicto, el
Cambio, la Crisis… Sinónimo de Resolución de Conflictos y de Transformación de Conflictos como sistemas
integrales e integradores de conocimientos técnicas y habilidades orientadas al conocimiento de los conflictos,
sus posibles causas y maneras de facilitar su solución pacífica y no violenta.” (p. 129).
3
En esta obra Popper define el historicismo como “…un punto de vista sobre las ciencias sociales que supone
que la predicción histórica es el fin principal de estas, y que supone que este fin es alcanzable por medio del
descubrimiento de los ´ritmos´ o los ´modelos´, de las ´leyes´ o las ´tendencias´ que yacen bajo la evolución
de la historia.” (p. 17).
heredadas, en acuerdo con sus propias ideales personales y colectivos, intereses y
compromisos, en los términos de Emibrayer y Goodwin, 1994,4. Así, se permite destacar,
entre otros factores, el reconocimiento de la capacidad humana de “agencia” como
relevante para cualquier intento apropiado de explicación de los fenómenos históricos. En
el campo de la conflictología, por su parte, el individuo, sus actitudes, intereses, emociones,
en fin, su mundo personal son relevantes en la forma como se abordan los conflictos.
En ese sentido, no podemos abordar el estudio del Plan de Barranquilla sin atribuirle
importancia, la que históricamente le corresponde, a un protagonista central, Rómulo
Betancourt. Advertimos que no se tratará de un estudio de la figura de Betancourt. Sí de
señalar cómo su particular visión, su forma de encarar desacuerdos y conflictos presentes
cuando se presentó el Plan de Barranquilla, influyeron en el desarrollo posterior de las
opciones de concertación o de confrontación. Efecto que se proyectó aun en los acuerdos
construidos en 1958, en torno al Pacto de Punto Fijo.
No estamos diciendo con ello que el Plan “generó” ni, mucho menos, que fue
“causa” de los conflictos que a la distancia se produjeron. Los mismos existían, o estaban
en desarrollo. Lo que nos interesa es discutir cómo una determinada manera de abordarlos,
o una decisión de no eludirlos como tema del combate político pudieron influir en eventos
lejanos.
4
Los autores se refieren al término “agencia” así: “Human agency, as we conceptualize it, entails the capacity
of socially embedded actors to appropriate, reproduce, and, potentially, to innovate upon received cultural
categories and conditions of action in accordance with their personal and collective ideals, interests, and
commitments.” (p. 1443).
estilo propio de Betancourt, presente desde su juventud. Manuel Caballero, 2004, llega
hasta a destacar cierta “jaquetonería” -reveladora, según el autor, de la personalidad de
Betancourt- al “autocalificar” el Plan como “análisis penetrante” de la realidad venezolana:
Sin embargo, no hay que buscar demasiado en las consonancias estilísticas para
“descubrir” la participación principalísima de Rómulo Betancourt en la redacción del Plan
de Barranquilla. Tal búsqueda indirecta por parte de un académico tan acucioso como
Manuel Caballero luce incomprensible cuando hay una fuente específica que deja claro el
punto, como se lee en párrafo inserto por el profesor Germán Carrera Damas, 1994, en
“Emergencia de un líder. Rómulo Betancourt y el Plan de Barranquilla”, citando a
Betancourt: “El plan de Barranquilla lo redacté yo, reflejando el pensamiento de la
izquierda moderada de la emigración, de la que no cree posible, llamándose marxista y
creyendo honradamente que está siendo leal a la ideología marxista, sustituir a Gómez por
un gobierno obrero-campesino.” (p. 26).
Como sea, lo cierto es que, ya por los flujos de poder que interactuaban, ya por la
inocultable postura polémica de Rómulo Betancourt quien fungía como figura central en la
propuesta, el debate se avivó. Nuestro propósito es discutir cómo las disputas pudieron
convertirse en temas de controversias futuras, asociadas a la confrontación. Y cómo
aspectos centrales del Plan formaron parte, mucho después, de los acuerdos fraguados en
1958, como dijimos arriba, dentro de un gran esfuerzo por la concertación.
Dejando de lado la “expectativa” a que se, queda claro que el Plan enfrenta de
inmediato un análisis más integrador, ante otros que aspiran igual a actuar eficazmente
para derrocar el régimen. Para los segundos, desaparecido Gómez y el “gomecismo”
cesarían los males nacionales. La diferencia se apreciará mejor si leemos, ahora destacada,
una frase transcrita: “…debe desarrollarse activamente otra de análisis de los factores
políticos, sociales y económicos que permitieron el arraigo y duración prolongada del
orden de cosas que se pretende destruir.” No basta con la sustitución del caudillo. Es más,
se sigue leyendo en el Plan:
5
Utilizamos aquí el documento: El Plan de Barranquilla, 1931. Estudio preliminar de Manuel Caballero. Las
posteriores citas del Plan de Barranquilla en el texto se tomarán igual de la misma fuente.
Si no se cumple esta tarea, el triunfo de la revolución, o de la acción cualquiera que
termine con el régimen de Gómez, nos hallaría profesando la tesis simplista y anti
sociológica de que la ‘zamarrería’ y la ‘ausencia de fronteras morales’ en aquél
explican y justifican el cuarto de siglo de rehabilitación. En consecuencia, se caería
también en el error de suponer que con la simple renovación de la superestructura
política estaba asegurado para Venezuela un ciclo de vida patriarcal. ‘Hombres
honrados en el poder y Venezuela está salvada’, es la fórmula en que traducen su
atolondrado optimismo quienes sólo en Gómez y en su persistencia radican la causa
determinante de nuestra inestabilidad nacional. La verdad de los hechos es otra.
El carácter de ensayo historiográfico marxista del Plan tiene, dese luego sus
limitaciones. Algunas probablemente relacionadas con el propio método de análisis; otras
con la madurez alcanzada por sus autores, especialmente Betancourt, a quien, no obstante,
podríamos ver como angustiado por construir su propia referencia intelectual y, por
supuesto, su liderazgo. Así lo deja ver el profesor Germán Carrera Damas, 1994,
refiriéndose al Plan de Barranquilla:
…La tosca combinación de historicismo, determinismo social-histórico y marxismo
primario que conforman los párrafos iniciales del Plan de Barranquilla, ofrece la
clave del camino ideológico recorrido por el autor. Recuérdese la estructura
ideológica de algunos párrafos: la caracterización suscinta del cuadro político de
América Latina y de Venezuela en los años 29 a 31 culminan con la siguiente
aserción: “son factores concurrentes que nos autorizan a esperar un pronto y
decisivo conflicto entre las masas populares de Venezuela y el gobierno de los
Gómez”. (p.11).
Audaz interpretación, a nuestro juicio, que abona terreno para entender el tono
encendido de las discusiones, en las cuales Betancourt no se ahorraba calificativos para
subrayar la pugnacidad con que personalmente enfrentaba a sus adversarios, definidos de
manera muy específica en el campo de los militantes comunistas. En nuestra argumentación
posterior aspiramos a explorar cómo estos conflictos fueron escalando, al punto de
desembocar en fuente de confrontación definitiva.
Puede resultar útil, no obstante, echar una ojeada al impacto que acontecimientos
internacionales, específicamente la revolución bolchevique, tuvieron en un grupo numeroso
de dirigentes estudiantiles que formaron parte de la llamada generación del 28. Sirve para
este propósito leer un párrafo del profesor Manuel Caballero, 2004:
En síntesis, que “Se operó en la mayoría de los estudiantes exiliados ese fenómeno
común a la juventud americana de los años treinta” que con fervor de neófitos
absorbían cuanto escribieron los clásicos del socialismo, llegando a soñar con una
revolución a la bolchevique, “con nuestro zar de Maracay fusilado al amanecer”;
llegando incluso a pensar “por un momento” que en Rusia “se estaba forjando un
tipo de organización social de vigencia ecuménica. (p. 106).
El individuo que pone su huella, que de alguna manera imprime un color propio a
los acontecimientos y que, en cierta forma, influye en su curso. El individuo, claro,
sumergido en sus propias influencias que no puede abandonar, de modo que se expresan
también en el tono dado al abordaje de los conflictos.
La polémica, compañera congénita
Una primera característica relevante a considerar es que la postura expresada por los
firmantes del Plan no sólo se aparta de la concepción caudillista, la combate. La define
como uno de los males que imponen el denso manto de la miseria, analfabetismo, carencias
en salud y, en fin, precarias condiciones de vida sufridas por la gran mayoría de la
población.
Programa mínimo dice el Plan: “Hemos dicho programa mínimo, porque el suscrito
hoy por nosotros apenas contempla los más urgentes problemas nacionales y porque el
contenido mismo de nuestros postulados de acción es apenas reformista.” Aspecto que
sería centro de disputas. Un antiguo compañero de luchas de Betancourt, corredactor con él
del panfleto antigomecista “La huella de la pezuña”, Miguel Otero Silva, terció desde París,
donde compartía con un grupo de universitarios definidamente comunistas, para criticar
duramente el Plan:
6
El texto se extrajo de una carta de Miguel Otero Silva a Rómulo Betancourt, del 24 de abril de 1931.
Transcrita por Naudy Suárez Figueroa, 2008, en El joven Betancourt. Serie Cuadernos de Ideas Políticas.
Caracas, Fundación Rómulo Betancourt. P. 142.
Al decir del profesor Naudy Suárez, lo que pedía Otero era la aplicación de una
receta que adoptara el programa que se elaboró en el VI Congreso de la Internacional
Comunista para países en condiciones de colonia o semi-colonia, lineamientos acogidos en
el manifiesto inaugural del Partido Comunista de Venezuela, en 1931.
De nuevo con despliegue de su tono polémico, en una carta del año 1932 Betancourt
destaca lo insalvable de las discrepancias que estaban planteadas:
Un enfrentamiento “definitivo”
No era discusión teórica únicamente. Estaba por definirse más que un simple debate
académico sobre métodos de lucha o interpretación de la sociedad. Las pugnas por el poder
no son inocentes, repetimos. Y la que se perfilaba aquí lucía definitiva. Al menos en las
palabras de Corina Yuris-Villasana, 2004, quien afirma: “Para Betancourt, el
enfrentamiento que inevitablemente sobrevendría con el PC era de vida o muerte para
ambos.” (p. 87). Si consideramos la lucha armada emprendida por el Partido Comunista,
recién iniciado el período democrático en 1958, los comunistas no habrían leído esta
afirmación como mera metáfora.
8
Texto tomado de carta de Rómulo Betancourt a Antonio García, de 14 de mayo de 1932, San José, Costa
Rica. Archivo de Rómulo Betancourt. Tomo 4. Caracas, Fundación Rómulo Betancourt.
Para cualquiera que diera importancia al movimiento obrero, se trataba de un
episodio crucial. Y, aun cuando el Plan de Barranquilla se apartaba de la concepción
marxista clásica que atribuye al proletariado la hegemonía en el movimiento
revolucionario, saltaría a la vista que en la organización de masas los trabajadores habrían
de descollar. Incluso en un esquema de alianzas de clases, como el que se definió en los
postulados del recién constituido partido Acción Democrática.
Se destaca una diferencia que existía antes y que alcanza niveles críticos en hechos
posteriores. Aquí está el núcleo central que, a nuestro juicio, no podía tener ya un camino
distinto al escalamiento. Y se escaló hasta desembocar en confrontación que el partido
comunista planteó como enfrentamiento armado contra el sistema democrático recién
inaugurado en 1958.
La propuesta resume una conclusión muy debatida y expresada con toda claridad en
la primera parte del Plan, la que contiene el diagnóstico de la situación de Venezuela:
Este párrafo critica algunos postulados clásicos liberales, aunque esa crítica no
significa un divorcio radical o definitivo con los mismos. De hecho, el sufragio universal,
con todo y tenerlo como insuficiente aquí, fue uno de los puntales de acción de la Junta
Revolucionaria de Gobierno que presidió Betancourt en 1945. El derecho al voto, universal,
directo, secreto, ejercido por todos los ciudadanos por la sola condición de ciudadanía, se
constituyó en una de las grandes conquistas cívicas de la época republicana.
9
Conferencia inicial en la Alianza Unionista de la Gran Colombia, publicada en La Nación de Barranquilla,
Colombia, el 29 de mayo de 1930. En: Rómulo Betancourt. Antología Política. Volumen Primero 1928-1935.
Fundación Rómulo Betancourt, Caracas 1990. P. 185.
De Páez a Juan Vicente Gómez, aparte fugaces momentos de gestión civil, ha
gobernado a Venezuela el sable bárbaro. La causa de ese predominio de fuerzas
cavernarias tiene sus raíces teológicas en la despoblación de hombres civiles que
significó para mi país su quijotismo emancipador. La generación que hubiera
podido estabilizar la República desapareció íntegra aplastada debajo de los cascos
de las caballerías realistas; y ha sido necesario un siglo de sacrificios, de pruebas de
gestación dolorosa en la matriz castigada de la raza, para que cuaje y salga afuera, a
la superficie de la realidad social, armada de una conciencia de su misión histórica,
la otra generación, la de hoy, la que tiene 20 años de vida y una fe inconmovible en
sus propias capacidades y en las capacidades virtuales del pueblo. 10
A través de cien años, para las masas populares la situación continúa idéntica.
Escindida Venezuela de la Gran Colombia, los 'canastilleros' del año 30, aliados con
la burguesía rural de cepa latifundista se compactaron alrededor de Páez, traidor a
los ideales de su clase y conculcador sistemático de la libertad económica de los
hombres con los cuales había luchado por la conquista de la libertad política. En las
combinaciones de los dirigentes 'godos', del 30 al 46, no se contó nunca, para nada,
al pueblo, a la nación.
10
Discurso de clausura de la Fiesta de Venezuela. Pronunciado en la conmemoración del 5 de julio de 1811,
celebrada por la Alianza Unionista de la Gran Colombia, en el Teatro Municipal de Barranquilla, el 6 de julio
de 1930. En Rómulo Betancourt. Antología Política. Obra precitada. P. 194.
El programa mínimo común de gobierno, pactado por los candidatos horas antes de
las elecciones de diciembre de 1958, deja clara la posición de las Fuerzas Armadas
Nacionales como “cuerpo apolítico, obediente, no deliberante”, principio elevado a rango
constitucional en el artículo 132 de la Constitución de 1961, publicada en la Gaceta Oficial
número 662, extraordinario, del 23 de enero de ese año:
Art. 132: Las Fuerzas Armadas Nacionales forman una institución apolítica,
obediente y no deliberante, organizada por el Estado para asegurar la defensa
nacional, la estabilidad de las instituciones democráticas y el respeto a la
Constitución y a las leyes, cuyo acatamiento estará siempre por encima de cualquier
otra obligación. Las Fuerzas Armadas Nacionales estarán al servicio de la
República, y en ningún caso al de una persona o parcialidad política.
“Art. 56. Las fuerzas Armadas Nacionales son una institución profesional,
impersonal, apolítica, al servicio exclusivo de la nación. Las Fuerzas Armadas
Nacionales tienen por objeto fundamental garantizar la defensa de la Nación,
mantener la estabilidad interna y apoyar el cumplimiento de la Constitución y las
leyes. ”
11
Gaceta Oficial, extraordinaria, número 194, del 30 de julio de 1947. El artículo 93 establecía: “Las fuerzas
Armadas Nacionales constituyen una institución apolítica, esencialmente profesional, obediente y no
deliberante, y se organizan para garantizar la defensa nacional, mantener la estabilidad interna y respaldar el
cumplimiento de la Constitución y de las leyes…”
La novedad en esta materia se introdujo en 1947, cuando se estableció el carácter
apolítico. Por su parte, la definición de las fuerzas armadas como obedientes y no
deliberantes es una de las disposiciones con más antigüedad en la historia constitucional
venezolana. Así, se le encuentra en todas las constituciones, desde 1830, entre
disposiciones complementarias (1864, art. 116; 1874, art. 116; 1881, art. 113; 1891,
art.113); disposiciones generales (1893, art. 145; 1901, art. 137; 1904, art. 122; 1909, art.
140; 1914, art. 125; 1922, art. 125); en títulos referidos a la fuerza armada (1830, art. 180;
1857, art, 92; 1858, art. 143); o en título relativo a la soberanía y el poder público (1925,
1928, 1929, 1931, art. 47; 1936, art. 46; 1945, artículo 47).12
Ha de notarse lo que para algunos podría resultar una sutil diferencia. Tanto la
Constitución de 1947 como la de 1961 definen a las Fuerzas Armadas Nacionales como una
institución apolítica, obediente y no deliberante mientras, la de 1953 sigue definiéndola
como apolítica pero prescinde de los vocablos obediente y no deliberante.
Más allá de la formalidad, no parece que se modificara mucho la concepción
tradicional de las Fuerzas Armadas porque se mantuviera en la Constitución de 1953 la
calificación de apolítica, nacida de la Constitución de 1947. Después de todo, el presidente
de la república, Marcos Pérez Jiménez, tomó las riendas a raíz de acontecimientos
posteriores al golpe de Estado de 1948.
Tampoco extraña que la restricción de la beligerancia y el sometimiento a
obediencia, vigentes desde 1830, no se constituyeran en elementos de tensión durante más
de cien años. Se trataba de un país donde, por encima de las restricciones constitucionales,
los militares dirigían la política y se alzaban y asumían el gobierno sin más límites que los
derivados de su capacidad de fuego.
¿Qué resultaba distinto, cabe preguntarse, cuando el Plan proponía excluir a los
militares de la actividad política? Sin dudas, la convicción de que detrás de esa propuesta
había una decisión civilista sólida.
El problema de la tierra
El binomio caudillismo-latifundismo emerge como uno de los puntos claves en el
diagnóstico social que el Plan de Barranquilla ofrece. En la base de la consideración está la
alianza entre los latifundistas, herederos de los mantuanos que, en palabras del Plan, fueron
a la guerra en defensa de sus intereses de clase y se nuclearon alrededor de jefes militares
triunfantes para proteger tales intereses:
12
Para abundar en esta materia se puede consultar Las Constituciones de Venezuela. Estudio preliminar de
Allan R. Brewer-Carías. 1985. Madrid. Coedición Ediciones de la Universidad Católica del Táchira, Instituto
de Estudios de Administración Local y Centro de Estudios Constitucionales.
Caudillismo y latifundismo son y han sido, en lo interior, los dos términos de
nuestra ecuación política y social. Para caudillos y latifundistas la situación
semihambrienta de las masas y su ignorancia son condiciones indispensables para
asegurarse impunidad en la explotación de ellas. Sin libertad económica,
analfabetos y degenerados por los vicios, los trabajadores de la ciudad y del campo
no pueden elevarse a la comprensión de sus necesidades ni son capaces de
encontrarle cauce a sus anhelos confusos de dignidad civil.
La afirmación da paso a una conclusión categórica que aparta a los autores del Plan
de la tendencia más extendida en su tiempo, la de quienes creían que el problema, o la
solución, era la sustitución del caudillo de turno:
Y de inmediato surge la idea: “…un pedazo de tierra, sin capataces y sin amos,
para el campesino desposeído por la voracidad de los terratenientes…” Es verdad que
entre los puntos del programa no se incluyó algo parecido a repartición de tierras de
latifundistas, sino que se limitó a la confiscación de los bienes de Gómez, sus familiares y
servidores. Lo que sí se dijo fue que tales bienes comenzarían, de inmediato, a ser
“explotados por el pueblo y no por los jefes revolucionarios triunfantes”. Diferencia
resaltante con alzamientos, montoneras o revoluciones previas en las cuales las tierras de
los derrotados se distribuían entre los nuevos jefes.
El programa mínimo conjunto de gobierno de 1958 sí contenía un compromiso para
adelantar la “Reforma Agraria concebida como uno de los instrumentos fundamentales de
la transformación económica del país.” Tal iniciativa estaría dirigida a “enfocar el
problema rural en todos sus aspectos; económicos, sociales, técnicos, culturales etc. Y
orientarse especialmente hacia el aumento y la diversificación de la producción agrícola y
pecuaria.”
Esta realidad impone una conducta de suficiente contundencia como para lidiar con
dos grandes frentes, el interno, con su inmensa carga de represión, autoritarismo y raíces
dictatoriales, y el externo, interesado en mantener la situación para aprovecharla en la
consolidación de sus intereses. Encima, en el frente interno Gómez había logrado
establecer alianzas eficaces con diferentes sectores que le permitían cierto grado de
legitimidad a la vista de tales actores. Se comprende así que la respuesta sea radical: “En
consecuencia, la lucha en nuestro pueblo contra el absolutismo político por la defensa de
la autonomía económica y para la protección de las clases productoras plantea de una vez
la cuestión de defensa nacional de la penetración capitalista extranjera.”
La evolución desde este punto hasta los acuerdos de 1958 es notable. Expresión de
un desarrollo que va hacia la consolidación de la concertación, del acuerdo, vía
conciliación. Aquí, se trató de un aspecto del conflicto que se “gerenció” de manera
distinta, si comparamos con aquellos cuyo curso fue hacia el escalamiento.
En el programa mínimo común de gobierno, que nace del Pacto de Punto Fijo, se
dedica una parte a la cuestión económica:
El desarrollo de las ideas iniciales del Plan de Barranquilla, en este caso, dio paso a
una postura más conciliadora que propició los acuerdos. Pero, de nuevo, destacamos que la
semilla estaba incubándose en aquellas ideas primigenias y que el tratamiento a este
conflicto, lejos del escalamiento hacia la confrontación, desembocó en concertación.
La educación
La influencia que el liderazgo pudo ejercer para seguir una u otra vía tuvo que ver
con las definiciones, a partir de la concepción del Estado que debería desarrollarse. De allí
que la confrontación no se eludió cuando se pensó que era la alternativa correcta. Así
mismo, las coincidencias en torno a los temas que propiciaron la concertación fueron
trabajadas con esmero, sacrificando en el camino algún radicalismo.
Referencias
Jansen V; (2012); Control social y medios alternos para soluciones de conflictos; Tercera
edición; Valencia (Venezuela), Biblioteca Ciencias Jurídicas y Políticas. Universidad de
Carabobo
Las constituciones de Venezuela. Estudio preliminar de Allan R. Brewer-Carías; (1985);
Madrid, Coedición Ediciones de la Universidad Católica del Táchira, Instituto de Estudios
de Administración Local y Centro de Estudios Constitucionales.
Popper K; (1973); La miseria del historicismo; Madrid, Taurus.
Redorta J; (2005): El poder y sus conflictos. O ¿Quién puede más?; Barcelona, Paidós.