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Vista Panorámica de los Salmos

El libro de los Salmos, un tesoro de lectura y meditación, es muy apreciado por los cristianos y los
judíos. El libro era uno de los preferidos de Cristo. Más de una cuarta parte de las citas del Antiguo
Testamento que están en el Nuevo, son de los Salmos.

Debido a que muchos Salmos fueron escritos para adoración pública y privada, el título del libro
en hebreo es “Alabanzas.” La palabra “Salmo” se refiere a una composición poética acompañada de
instrumentos de cuerdas. El libro de los Salmos es el primero de la última división de la Biblia
hebrea; de modo que sobresale en ese segmento de las Escrituras, a cuya sección entera Jesús la
designó “los Salmos” (Lc 24:44).

Este libro se divide en cinco secciones, o libros, y cada una concluye con una doxología. Cada
sección tiene sus propias características. De acuerdo a sus títulos, David escribió los Salmos de la
primera sección, excepto tres (1, 10 y 33). A varios escritores de la segunda sección se les identifica
por nombre: los hijos de Coré (42–49), Asaf (50), David (51–65) y Salomón (72). Probablemente los
Salmos de esta sección fueron compilados para las actividades litúrgicas del tabernáculo o del
templo. La tercera sección fue escrita por varios autores: Asaf (73–83), los hijos de Coré (84–85, 87–
88), David (86) y Etán (89). La cuarta sección comienza con el Salmo 90, el más antiguo de los
Salmos, escrito por Moisés; David escribió los Salmos 101 y 103; otros Salmos en esta sección son
anónimos. En la quinta sección sólo se mencionan a David (108–110, 122, 124, 131, 133, 138–145)
y Salomón (127) como sus autores. Varios Salmos de esta sección son para uso litúrgico, inclusive
los de aleluya (113–118, 146–150) y los de ascenso (120–134).

Con excepción de treinta y cuatro Salmos, todos tienen un título adjunto. La información en tales
títulos incluye notas literarias, instrucciones musicales, títulos para la tonada, instrucciones para su
uso en la adoración, motivos históricos y el escritor.

Como se dijo antes, el título en los Salmos acreditan a David como el autor de 73 de ellos,
mientras que Hch 4:25 y He 4:7 le atribuyen dos más (2, 95). Los libros históricos implican que sin
lugar a duda David estaba eminentemente capacitado para haberlos escrito. David es llamado “el
dulce salmista de Israel” (2 S 23:1). El tocaba el arpa para apaciguar un mal espíritu que se
posesionaba de Saúl (1 S 16:23). Su elegía de Saúl y Jonatán es un bello ejemplo de la poesía
hebrea (2 S 1:17–27). El “hombre conforme al corazón de Dios” era un sincero adorador del SEÑOR.
Lo que más se destaca en David es que el Espíritu Santo lo inspiraba.

Una lectura cuidadosa del libro de los Salmos vitalizará la devoción y las oraciones del creyente.
Dios también usa los Salmos para traerle avivamiento a sus hijos. Para una presentación de la
persona y obra del Señor Jesucristo, léase cualquiera de los Salmos mesiánicos (2, 8, 16, 22–
24, 31, 40–41, 45, 68–69, 72, 89, 102, 110, 118).

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