El Cazador de Venados

Había una vez un joven llamado Víctor que decidió en sus vacaciones escolares,
irse solo de cacería a la finca “Las Bandidas” de unos amigos de su tío Enrique en
el Estado Guárico. Solo contaba con pocos utensilios, una lámpara de cacería con
su pila y bombillo de repuesto, un cuchillo, una escopeta de mediano calibre que
usaba su tío para dispararle a los conejos, fósforos, buenos zapatos para caminar
y correr y una mochila liviana con todo lo imprescindible para pasar unos días en
el monte. Antes de salir de viaje decidió hablar con su tío Enrique, Maestro
Cazador, de quién recibió algunas indicaciones de como cuidarse de las fieras, de
cómo encender una buena fogata al acampar, de como encontrar agua potable y
de cómo armar flechas y lanzas con la ayuda de su cuchillo, pero por encima de
todo a como tener mucha paciencia y no desesperarse, para poder encontrar el
momento apropiado para atacar a la presa elegida.

Al llegar a la finca donde realizaría la cacería, Víctor no sabía que presa cazar,
pensaba que podía ser un búfalo, un jabalí o un cunaguaro, quizás conejos
aunque seguramente solo serían garrapatas.

Al salir en la tarde, hacia el monte y después de recibir otras indicaciones de los

Baqueanos de la finca se fue caminando hasta un pequeño arroyo, no muy lejos
de la casa, sitio donde los animales beben frecuentemente agua. Ahí comenzó a
montar guardia para ver que animales llegaban al abrevadero. Llegaron lapas,
jabalíes, garzas, y otros tipos de aves, una pareja de erizos, monos, y de repente
ahí estaba, de pronto apareció el animal más grande y hermoso que hubiese visto
Víctor en su vida. Era un venado magnifico, de cola blanca, que la batía como
señal de alarma debido a que seguramente ya le había olido, de color pardo
grisáceo, con una fisonomía externa, forma, coloración y tamaño, propia de un
macho de su especie, con un peso que Víctor consideró alrededor de 120 Kg.
Podía medir como 1,80 mts de largo, incluida la cola y posiblemente tenía una
alzada entre 80 cm y 1 mt. Tenía una cornamenta ramificada e inclinada hacia
atrás, de por lo menos 50 cms. desde la base. Oh, que hermoso animal, como
crecería su fama, ante propios y extraños, si Víctor lograba cazar tan bello
ejemplar. En ese momento este novato cazador decidió que ese venado sería su
presa, su trofeo. Cuando se volteó para volver a contemplando ya el animal se
había marchado.

Su comida consistía en sanduches ya listos e ingredientes suficientes para

hacerlos en pleno campo así como una cantimplora, con agua suficiente para toda
la noche, Lo primero que hizo fue buscar un lugar apropiado para acampar, monto
su carpa, y prendió una fogata. Luego preparó la lámpara para tener suficiente luz,
por si tenía que cazar de noche. Esta no podía quedar en el centro de la frente ni
tampoco completamente horizontal. Como Víctor era derecho la lámpara le tenía
que quedar a la izquierda e inclinada ligeramente hacia abajo tal que de noche, al
levantar la escopeta y apuntar, la luz coincidiera con la mira del arma. Luego este
“joven cazador” se durmió por unas horas para estar completamente preparado
para su próxima aventura.

Al amanecer del otro día Víctor tomó su escopeta y la revisó, luego tomó su
mochila, atravesó el río y comenzó a buscar las huellas de el ciervo. Al cabo de
una hora, entre el monte bajo y a poco más de doscientos metros, aparecieron dos
venados que caminaban uno tras el otro. El de adelante era El y seguramente el
de atrás, mas pequeño, era su hembra. Una vez llegado al sitio, Víctor se subió a
un árbol para observarlos mejor y ver sus movimientos, mientras preparaba su
estrategia para atraparlos.

Víctor había salido en la madrugada dispuesto a traerse su presa, mas su primer

intento fue fallido pues el animal era muy astuto y rápido. Desde el árbol, Víctor
tomó puntería con la escopeta y disparó al primero, que se quedó quieto y sin
variar su postura. Luego disparó otra vez y nada, todo igual. Víctor se decía “¡Que
raro! ¡Ni se muere ni escapa!”, luego disparó por tercera vez nuevamente al del
frente, que ahora si huyó con el otro animal corriendo hacia altos y espesos
matorrales.

El Novato pasó varios días intentándolo, siguiéndoles la pista a los venados pero
nada pasaba, no les había vuelto a ver. El agua que había llevado ya se había
acabado así como los emparedados, por lo que había tenido que comer algunas
frutas de los arboles y beber agua del río. Víctor comenzaba a perder la paciencia,
mas en eso recordó lo que le había dicho su tío Enrique, el Maestro Cazador y
comenzó a relajarse y calmarse.

Después de mucho caminar, minado por el hambre y la sed, hacia la parte alta de
la finca, en medio de un rastrojo rodeado al frente por encinas y monte bajo, a
unos cuatrocientos metros a la derecha, los encontró nuevamente. Sigilosamente,
sin hacer ruido y con el viento a favor para no ser olisqueado por las bestias Víctor
una vez mas se subió a un árbol, disparando ahora la escopeta con puntería,
rapidez y agilidad. A la distancia y a la carrera El Magnifico había caído fulminado
al igual que su compañera.

Después de tantos esfuerzos Víctor había logrado cazar no una presa sino dos
bellos ejemplares. Cumplido su objetivo regresó a su campamento a buscar sus
implementos y a llamar para que de la finca le ayudasen a llevar sus presas hasta
la casa. Estaba muy contento de haber podido cazar estos animales a pesar de
tantos contratiempos.

A los pocos días ya se corría, de boca en boca y por todo el pueblo lo maravilloso
de su faena. Su tío, El Maestro Cazador le visitó en la finca y lo felicitó por tan
perfecta cacería.