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Modernidad
Es un proyecto filosófico político europeo de transformación de la realidad que arranca en el siglo XVIII
y es proyectado de forma universal. Su propuesta consiste en que la razón guiaría a la humanidad a
una profunda transformación, hacia un mundo mejor (Iluminismo: luz de la razón frente a la oscuridad
pasada de fe, religión, mitos). El proceso de secularización reemplaza esto por la razón. La modernidad
es una ruptura con ese mundo encantado, fantasioso.
Cultura
Esta era la concepción que adoptaban todas las escuelas a principios del siglo XX
Tiene que ver con aquello que no necesita explicitarse porque lo compartimos todos. Cuando el orden
de significaciones que compartimos se hace natural se puede caer en equívocos peligrosos. Puede
verse por ejemplo, a otras formas de pensar como algo peligroso, erróneo. Las construcciones
culturales no provienen de un orden divino o natural, se imponen desde el nacimiento. La percepción
tiene una fuerte influencia cultural.
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Renato Ortiz
Memoria Nacional: se refiere a una historia que trasciende los sujetos y no se concreta
inmediatamente en sus cotidianeidades. Trasciende las especificidades de un grupo de personas, y las
divisiones sociales: es de todos. Producto de la historia social. Según Hobsbawn es una tradición
inventada. Construida por el estado. Es del orden de la ideología. El mito sólo es durable en tanto existe
un relativo consenso en torno a su veracidad. Encuentra en el olvido un aliado, ya que se requiere
olvidar ciertas cosas para poder construir una realidad que nos una a todos.
Rearick (1985) apoya la idea de que el espacio y el tiempo de la modernidad es una consecuencia de
la memoria nacional, planteando que existe una continuidad o pasaje de las fiestas a los feriados (de
la celebración al ocio). Eso lo hace mediante el estudio de la conmemoración del 14 de julio,
asegurando que en principio se trata de integración nacional, pero que luego se deja eso en el olvido
y solo se toma como un descanso (necesario en los tiempos de trabajo de la modernidad)
Ortiz plantea que hay una imbricación evidente entre la formación de la nación francesa y su
constitución en cuanto a sociedad moderna, pero que de la misma forma en que hay una
discontinuidad entre la memoria colectiva y la memoria nacional, existe una disyunción entre memoria
nacional y modernidad. En contraposición a la postura de Rearick dice que el descanso (feriado) no es
la prolongación de las festividades públicas, sino el contrapunto al mundo del trabajo, una necesidad
de la sociedad moderna. El espacio y tiempo de la modernidad no se refieren a lo ideológico sino a la
organización de la sociedad. Son una construcción sobre la cual se estructura la memoria nacional.
Principios de la modernidad: sistema, funcionalidad y circulación.
Polanyi marca como entre los siglos XVI y XVIII los mercados internos y externos representan
instituciones con funciones y orígenes distintos. El mercado externo es competitivo, basado en el
intercambio de productos no perecederos comercializados a gran distancia, donde se forma el espíritu
capitalista. El mercado interno es local, concentra lo que es producido regionalmente y se cierra sobre
sí mismo.
¿Cómo relacionamos esto con el muro de Ledaux? Las ciudades antiguas estimulaban el intercambio
local pero contenían la comercialización generalizada de las mercancías (había reglas legales, religiosas
y hasta mágicas que cerraban los mercados unos a otros y los separaban del campo). Las barreras de
París reflejan esta misma realidad, la ciudad debe aislarse para que las ganancias municipales se
concreten en detrimento de la formación de un mercado nacional.
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El proyecto de Ledaux representa toda una cultura: la estabilidad estamental en la cual espacio y
tiempo se encuentran confinados a fronteras seguras (limites que separan clases sociales, la ciudad del
campo, la cultura erudita de la popular, y que impiden el movimiento de las personas de un lugar a
otro). Esto se rompe con la modernidad, en la que el principio de “circulación” es un elemento
estructurante. Circulación de mercaderías, objetos y personas.
En el antiguo régimen el traslado de personas era restringido. Solo se hacía por cuestiones
profesionales (médicos, notarios) o religiosas (ir al culto). Los atelier estaban cerca de las viviendas, y
los empleados de las manufacturas vivían en el local. Las compras se realizaban dentro de los barrios.
La sociedad no era inmóvil, sino que la movilidad estaba contenida dentro de espacios determinados,
debido a varios factores, entre ellos los estamentos. Cada zona de la vieja parís era un mundo, una
frontera que no se comunicaba con las otras, porque no era necesario.
Caen las barreras de Paris (internas y externas) por un proceso de reestructuración del tejido social.
En la ciudad vieja la superpoblación no permitía especialización (estaban mezcladas las clases sociales),
pero esta indiferenciación se quiebra con el proceso de ocupación del suelo urbano. Los más ricos
migran hacia el oeste y el mundo del trabajo se concentra en el este, buscando mayor proximidad al
atelier. La ciudad se especializa, transformando el espacio.
A partir de las reformas de Haussmann la calle es la que domina la ciudad y no la habitación, que se
torna secundaria. Se privilegia la movilidad de las personas y de los vehículos. La ciudad se adapta al
espíritu de la época (impaciencia universal).
La noción clave para entender el espacio de la modernidad, según Ortiz, es la de “sistema” aplicándola
también a las cuestiones de comunicación (telégrafo, teléfono, sistema ferroviario, envío de noticias,
etc.). El espacio se concibe como una malla, una red de interconexiones.
Henard: en un principio el trazado urbano era dictado por la naturaleza, y luego por el hombre.
Propone un enfoque que busca entender todo tipo de circulación. Clasifica asi la movilidad en la ciudad
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como: circulación económica (traslados generados por comerciantes y fabricantes), profesional (la
movilidad de los que trabajan), domestica (compras), etc. Y este movimiento varía con respecto a los
horarios. Este razonamiento le permite estimar el volumen de tránsito de vehículos y a pie, y los puntos
de congestión. Así detecta un anillo radial inherente a todos los centros urbanos que funciona como
circuito cerrado o colector que vincula las vías. Esto se basa en una concepción de espacio radicalmente
moderna, funcionalista.
Garnier procura abarcar todas las funciones orgánicas de una ciudad. La zona industrial se encuentra
aislada por un cinturón verde; los barrios cumplen un papel exclusivamente residencial; en la zona
central se concentran los servicios públicos; un lugar específico es reservado para el ocio. Lo que
Henard había imaginado para la circulación, Garnier lo multiplica para otras esferas de la vida social.
Esta transformación se enraíza en la sociedad. Durante el siglo XIX residencia y trabajo se vuelven
unidades autónomas: la moderna división del trabajo impone otro tipo de concentración del espacio.
Durante el siglo XVIII los edificios presentaban un solo departamento con vista a la calle. La planta baja
para el comercio y en el primer piso vivían los comerciantes. El 2 piso era el noble, suficientemente
alejado del bullicio de la calle pero no tan alto como para cansarse al subir las escaleras. Los pisos más
altos tenían poco prestigio por el esfuerzo para llegar. El quinto piso, a pesar de tener un gran balcón
estaba separado de la servidumbre por un fino techo de madera. Los cuartos se comunicaban con una
terraza y obedecían una jerarquía de tamaño y decoración.
Con el advenimiento de la sociedad moderna crece el número de pisos y cada piso es dividido en dos
o tres departamentos multiplicándose la cantidad de viviendas. El elevador permite acceder a los pisos
más altos. Las escaleras de servicio separan definitivamente el camino de la servidumbre. Los interiores
se especializan: surge el retrete. Los cuartos tienen todos los mismos tamaños. Cada pieza una función.
Todos estos cambios conllevan una estandarización (regulación de la arquitectura) rechazada por los
intelectuales de la época.
Dentro de las ciudades la rigidez de las piedras y de las construcciones garantiza la perennidad de la
tradición (memoria colectiva). La modernidad rompe este principio desvaneciendo lo que es sólido. Al
privilegiar la movilidad se amenaza la “raíz”. Los viejos barrios organizaban en sus núcleos cerrados
una memoria local que favorecía la permanencia de los hábitos antiguos. La reforma urbanística
desagrega esta estabilidad. De todas formas Ortiz piensa que este proceso no se completa
enteramente, que no desaparece la tradición, sino que cohabita con una modernidad, dentro de otro
arreglo social. Si por un lado los bulevares acarrean la uniformidad del espacio, el interior de un barrio
es la respuesta contraria a su exterior.
Esta contradicción también se ve en las casas burguesas, que si bien se adaptaron al proceso de
racionalización de la sociedad, en su interior utilizan muebles enormes y pesados y decorados con gran
estilo. Se podría decir que al ser los muebles tan pesados se “enraízan” en el piso de madera,
dificultando la tarea de mudarlos de lugar, y que las fantasías decorativas son de tal envergadura que
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los tornan anti funcionales. La memoria colectiva de los burgueses genera un nicho para incrustar una
gama de preferencias que se encuentran amenazadas por el mundo real, creando un locus donde “las
cosas son liberadas de la servidumbre de ser útiles” (Benjamín)
El tren es utilizado básicamente para el transporte de mercaderías. Los ramales no tienen coordinación
entre sí, eran todos trazos independientes. Recién a partir de los años 30 el tren es visto como un
vehículo radicalmente nuevo, y las vías como una forma de poner en contacto espacios distantes,
quebrando el aislamiento local.
La irregularidad y la lentitud de los transportes es una constante de la sociedad del periodo pre
moderno. Los hombres andan a pie y el medio de comunicación más rápido es el correo postal.
Con la llegada del tren como medio de transporte de pasajeros se transforma la noción de velocidad.
“el tren inmediatamente después de salir ya llega.” El tren devora el espacio poniendo en contacto
puntos distantes casi “instantáneamente”.
Dentro del nuevo orden social, el espacio es representado como algo que comienza a desagregarse. Lo
que es destruido no es el espacio en general, sino el espacio intermedio del trayecto para llegar de un
lugar a otro.
La rapidez y el quiebre de las fronteras expresan una aceleración de la vida social. El espacio se encoge,
las horas se acortan, una atmósfera de ansiedad envuelve a las personas. La gente ya no tiene tiempo
y se pierden costumbres como la conversación y las comidas en familia (surge la comida a vapor como
antecesor del fast food). Surge la necesidad de vestirse rápido y barato, y con eso la producción de
ropa en serie.
Recién hacia final del siglo, en los transportes públicos, la electricidad suplanta definitivamente la
tracción animal. Al igual que el tren, el automóvil acorta el espacio y el tiempo intensificando la vida
nerviosa de aquellos que lo experimentan.
La religión (la iglesia) organizaba y media el tiempo en relación a las oraciones. El hombre de campo lo
calculaba en función de las pausas naturales. Así, el tiempo medieval se ajustaba a la naturaleza (el
año litúrgico ocupa el periodo de descanso de los campesinos, las guerras se suspenden en invierno,
etc.). Pero en la ciudad se necesita de un reloj artificial. Aun a pesar de que la fabricación de relojes
avanza permitiendo que lleguen a cada hogar y midan el tiempo de forma precisa, en el mundo del
antiguo régimen los relojes no determinan el ritmo de la vida social, que se encuentra marcado por el
peso de la herencia rural.
Con la revolución industrial la hora pasa a ser calculada por los astrónomos, y se unifica (el tiempo en
Paris era distinto de los tiempos locales, lo que iba en contra de la formación de la cultura nacional).
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Con la emergencia de las vías de ferrocarril es necesario coordinar los desplazamientos (las vías eran
de mano única). Los trenes inauguran una cultura en la cual la puntualidad es fundamental. En 1891
se instituye recién la hora legal, válida para todo el país, desapareciendo las disparidades regionales.
La industria del primer periodo de la revolución industrial busca disciplinar la fuerza de trabajo. Entrar,
salir, comer, reposar, los intervalos y la continuidad del trabajo son metódicamente supervisados.
Había usura extrema y súper explotación del trabajo. La finalidad era domesticar las energías y el
cuerpo del operario. En este contexto el tiempo es primeramente disciplina. Para los empresarios
cualquier atraso es disminución del lucro, es una ética específica de un grupo social no compartida por
otros segmentos de la sociedad. El tiempo de los empresarios no es aún el de sus empleados. ->
TIEMPO DISCIPLINARIO
La concepción del tiempo por parte de los empleados es de esta forma la misma que la de los
empresarios. El trabajo es descompuesto en unidades discontinuas. Cada actividad es cronometrada
(taylorismo) El trabajo ahora no solo es disciplina sino también productividad. Las acciones deben ser
coordinadas como los movimientos del ferrocarril aumentando la rentabilidad económica. -> TIEMPO
PERFORMANCE
Espacio y tiempo son categorías sociales porque son experimentadas en la vida cotidiana. Son
construcciones sociales que encuentran cierto grado de consenso o legitimidad en la manera de
apreciarlo.
Sistema, racionalidad, los mismos elementos que encontramos en el análisis del espacio se repiten en
el plano temporal. La modernidad constituye un sistema en el cual las partes están relacionadas entre
sí. De la misma forma que el espacio se especializa, adaptándose a su uso, la simplificación de los
relojes indica que la utilidad es un rasgo que los caracteriza. Tiempo-performance supera,
integrándola, la vieja máxima time is money del ascetismo capitalista.
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Renato Ortiz
Mapa Cultural (Toynbee): es un espacio ocupado por unidades diferenciadas, en el cual la dinámica
global se hace a partir del movimiento de cada una de las partes. Un mapa presupone dos tipos de
límites, interno y externo. El primero define la identidad de lo que se pretende localizar y el segundo
su proyección más allá del lugar de origen.
Las culturas se realizan en el marco de sus territorialidades. Para el antropólogo una sociedad ocupa
siempre un espacio determinado que no es el de la sociedad vecina. La especificidad cultural se
manifiesta dentro de contornos determinados, lo que hace posible describir sus trazos “esenciales”.
Foco cultural: (antropología culturalista norteamericana) cualquier organización social podría ser
resumida en un conjunto de valores, trazos que desempeñarían un papel nodal en el conjunto de su
articulación. Este foco cultural es otra manera de considerar la centralidad de las culturas-
civilizaciones.
Pero las sociedades no son estáticas, el dinamismo de la vida las coloca en presencia unas de otras,
dando lugar a la transmisión cultural. La tradición se refiere a la transmisión de contenidos culturales
de una generación a otra operando en términos de tiempo (dentro de la misma población) mientras
que la difusión, de una población a otra, operando en términos de espacio. Para esto debe existir un
centro difusor y un espacio común compartido. Para que pueda darse la difusión las culturas debían
estar aisladas, de manera que encontrar características de una en otra solo pudiera ser resultado de
ese proceso.
Sincretismo: unir los pedazos de las historias míticas de dos tradiciones diferentes en un todo (existe
una tradición dominante).
Realiza el análisis en función de la alimentación, pues considera que ésta revela y preserva las
costumbres, localizándolas en sus respectivas culturas y traduce la estabilidad del grupo social.
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Fabvre: la fijación de los modos de cocinar revela permanencia de la tradición. La innovación se adapta
al paladar local, sincretizándolo según las reglas culinarias vigentes. Los hábitos alimentarios se
adaptan en el espacio.
Teoría de la americanización: EEUU “difundiendo” su cultura al resto del mundo. Hay dos corrientes:
Ambas ideologías parten de una interpretación parcial. Se basan en la difusión y la aculturación, con la
centralidad expresada en el Estado-Nación como foco cultural. Se plantea nuevamente la dicotomía
entre interno y externo, donde el mundo estaría formado por unidades distintas, sometidas a la
hegemonía de los más poderosos. Podría marcarse un mapa de la dominación mundial con espacios
difusores de cultura y locales periféricos, sujetos a sus influencias (mapa cultural de Toynbee).
Esta interpretación es parcial porque se fija en la difusión de los elementos nacionales, y se olvida de
analizar la globalización en cuanto a proceso, con lo cual reduce la cultura a productos (mcDonald’s,
Cadillac, en lugar de fast food, ó automovilismo en la sociedad moderna) y asimila expresiones
culturales con bienes económicos evaluándolos en función del flujo de importación y exportación. La
categoría de “imitación” surge como elemento explicativo de la propagación de las costumbres.
Técnica y consumo son entendidos como atributos de la americanidad, mientras que las exposiciones
universales europeas son también denominadas (según Benjamin) como “escuelas para el consumo”.
Por eso a Ortiz le parece impropio decir que el mundo se “americanizó”. La circulación de los bienes
culturales gana mayor consistencia al ser pensada en términos de mundialización y no de difusión. En
este caso, es necesario vincular las expresiones culturales al suelo de la modernidad que les da
sustentación.
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McDonalds: patronización del menú, self service y precios bajos. Se descompone el menú en
operaciones rápidas, repetitivas y simples de aprender. Aplica el modelo de taylorización. Pero su
americanidad interesa menos que el hecho de que exprese un nuevo patrón alimentario: el fast food.
El fast food es una de las expresiones del movimiento de aceleración de la vida. Cuando McDonald’s
migra a otros países no debemos comprenderlo como un “rasgo cultural” que se impone a contrapelo
de los valores autóctonos. Expresa la fase interna de la modernidad-mudo.
La modernidad impone su ritmo a las costumbres: los primeros drive-in expresan una adecuación de
la comida al movimiento de los automóviles. El fast food lo acelera.
El hábito mismo de hacer compras, en algunas categorías sociales, se encontraban aún arraigado a los
lugares. Los super e hiper mercados inaugurados en los años 60 consolidan un cambio radical,
transformándose en el modo principal de abastecimiento. Esa transformación del pequeño comercio
se asocia al desarrollo y a la consolidación de una industria agro-alimentaria que disocia los alimentos
del ritmo de las estaciones. Las conquistas tecnológicas “liberan a los alimentos del medio ambiente”,
de lo único que los ataba a las regiones.
Al mismo tiempo cambia también el consumidor. El restaurante y el fast food se convierten en las
opciones preferenciales. Antes el almuerzo era modelo de congregación de los miembros dispersos de
la familia, hoy cada uno tiende a coordinar su tiempo en función de sus propias actividades. Hay una
deslocalización del acto de comer. Las nuevas modalidades alimentarias favorecen la movilidad.
El snack denota una alimentación fraccionada, tomada en pequeñas cantidades a lo largo del tiempo,
sin ninguna ordenación comunitaria.
En el mundo funcional de la modernidad mundo, los alimentos pierden la fijeza de los territorios y de
las costumbres. Se adecua a las circunstancias que los envuelven. En este contexto la veracidad de los
mapas alimentarios se desvanece, pues sus “rasgos esenciales” (dirían los antropólogos culturalistas)
son informaciones ajustadas a la variedad de los contextos. No hay más centralidad. La movilidad de
las fronteras diluyo la oposición entre lo autóctono y lo extranjero.
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Renato Ortiz
Modernidad-mundo e identidad
Lo que es individual se torna en identidad colectiva. Esta concepción de la cultura se basa en las
nociones de integración, territorialidad y centralidad.
La cultura está marcada por su función integradora que conforma a los individuos según las exigencias
de la sociedad. Sin embargo esta capacidad de inclusión se limita a un territorio físico: las sociedades
primitivas poseen fronteras bien delimitadas. En el interior de esta territorialidad, toda cultura es una,
indivisa; se distingue de todas las otras y se define por una centralidad particular. (Linton) Toda cultura
posee un núcleo, la masa de valores, asociaciones y reacciones emocionales, en gran medida
inconscientes, que dan a la cultura su vitalidad y proveen a los individuos los motivos para adherir a
los patrones culturales y practicarlos. El núcleo posee el control sobre los cambios que se le imponen,
tanto provenientes del interior como del exterior de su territorio. De esta manera, se conserva su
identidad prácticamente inalterada.
Los antropólogos intentan luego trasponer este esquema teórico al estudio de las naciones y los
nacionalismos, lo cual para Ortiz es una “imprudencia teórica, más cerca del sentido común que del
pensamiento propiamente científico”. De esa forma se plantea que cada sociedad nacional es un todo
integrado, irreductible a otras culturas, cuya base material es el estado-nación. Esta identidad a pesar
de ser pasible a cambios, se caracterizaría por la permanencia.
La cultura y en particular la nación, sería una civilización centrada sobre sí misma, que expresaría el
verdadero carácter nacional. La identidad es concebida como un “ser”, algo que verdaderamente “es”,
posee un contorno preciso y puede ser observada, delineada, determinada de esta o aquella manera,
por eso la identidad necesita un centro a partir del cual se irradie su territorio, su validez.
Hegel: la identidad de una nación pasa entonces a ser considerada como “auténtica” o “inauténtica”.
Todo depende de la realización de su esencia. En este pensamiento, la identidad se transforma en algo
concreto, tangible, en consecuencia, pasible de una descripción precisa, política o científica.
Ortiz: la identidad es una construcción simbólica que se hace en relación con un referente. Estos
referentes pueden variar (una cultura, una etnia, el color o el género), pero en todos los casos la
identidad es fruto de una construcción simbólica que los tiene como marcos referenciales. No tiene
mucho sentido buscar “una” identidad. La oposición entre “autenticidad” e “inautenticidad” se torna
una conceptualización inadecuada. Puede ser “válida” en tanto sea convincente (no verdadera o falsa,
sino valida o inválida)
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Postmodernidad: referente identitario en el consumo y rasgos de la juventud (jeans, grupo de rock)
Para que la nación se constituya como “principio espiritual”, “conciencia moral”, es puesta en marcha
toda una dimensión cultural. La unificación lingüística, así como la invención de símbolos, son aspectos
fundamentales en la elaboración de las nacionalidades. Este es el contexto en el cual se forja la
identidad nacional, imagen en la cual se auto reconocen los miembros de una misma “comunidad”.
Pero esta comunidad es una comunidad de destino y no de carácter.
Es ilusorio imaginar la memoria nacional como el espacio ontológico de una identidad unívoca. Es una
construcción cultural e ideológica, una selección, un ordenamiento de determinados recuerdos. En
ella, los intelectuales actúan como mediadores simbólicos al establecer un nexo entre el pasado y el
presente. La memoria nacional es un terreno de disputas, en el que se baten las diversas concepciones
que habitan la sociedad.
La nación es una nueva organización social. Las sociedades agrarias estaban marcadas por una rígida
segmentación, eran sociedades estamentales. La función del estado en ellas es fundamentalmente la
manutención de la paz y la recaudación de impuestos.
La sociedad industrial rompe con esas fronteras. La movilidad es un factor determinante, por eso la
cultura no puede reproducir más los padrones conocidos hasta entonces. Debe, obligatoriamente,
tener un grado mayor de integración, capaz de comprender al conjunto de los miembros de esta
sociedad. La nación representa esta totalidad que trasciende a los individuos, los grupos y las clases
sociales.
Porque es la modernidad, a través de su principio de movilidad, que rompe los límites territoriales,
ampliando el territorio de las relaciones sociales. Para Ortiz, nación y modernidad son dos cosas
distintas. La modernidad fue funcional a la creación de la nación.
Desencaje: el advenimiento de la modernidad hace que las relaciones sociales no se aferren más el
contexto local de interacción, las desplaza a un territorio más amplio. La nación desencaja a las
personas de sus particularidades (provincianismo o localismos) y las integra como parte de una misma
sociedad. Con el surgimiento del sistema moderno de comunicación (vías férreas, carreteras, telégrafo,
diarios) el espacio local se deterritorializa y adquiere otro significado.
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Así en el siglo XIX y corto XX el estado-nación se fortalece hasta llegar al punto del imperialismo. En el
tercer mundo, la subalternidad no implica negar sus propios principios nacionales, sino que se
refuerzan en su lucha contra el subdesarrollo y en el enfrentamiento con los imperialismos.
Cada nación se configura a partir de un núcleo de irradiación. Define un espacio geográfico en cuyo
interior se realizan las aspiraciones políticas y los proyectos personales. La identidad galvaniza las
inquietudes que se expresan en su territorialidad. Para constituirse como tal, la nación debe pacificar
los intereses de grupos diversificados. El referente nación es el principio dominante de la orientación
de las prácticas sociales, los referentes utilizados en la construcción de otras identidades están
sometidos a él.
Memoria internacional: cuando los antropólogos estudian las sociedades tradicionales y se preocupan
por definir la cultura, la ecuación más urgente es: “cultura = territorio”.
La cultura nacional también hace referencia a un territorio al que está circunscripta. Reposan sobre la
memoria nacional, como modo de agrupar a todos los individuos en una nación
En el juego de las identidades, cada una debe negociar (en el sentido de delimitar simbólicamente un
territorio) su existencia en el contexto de un terreno ya delimitado. Las identidades nacionales o
desterritorializadas atraviesan la diversidad de los “lugares”. Otras identidades deben conformarse
solo con la táctica, es decir, actuando bajo el sometimiento a la presión constante de sus “oponentes”.
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Las identidades se expresan en un campo de luchas y conflictos en el que prevalecen las líneas de
fuerza diseñadas por la lógica de la máquina de la sociedad.
a) Los ED son espacialidades que no tienen fronteras físicas ni límites naturales. Espacios
virtuales. Se crean porque hay fenómenos del mundo actual que no pueden aplicarse a
espacios cerrados.
b) Gran parte de los bienes que se consumen en el mundo de hoy no llevan signos que los
vinculen a un territorio en particular. Ejemplo: con la comida industrial que se comercializa en
cualquier parte del mundo… ¿Qué hay de italianidad en una pizza hut? Los alimentos se
separan de su origen. Ejemplo: deslocalización en el mundo de hoy que son resultado de
múltiples partes producidas en distintas partes del mundo, entonces, cuál es su origen?
Películas coproducciones, con libros de un país, actores de otro, etc.
c) Estados nacionales desterritorializados: sectores sociales que comparten códigos culturales
más allá del lugar del mundo en el que viven. Comparten memoria internacional popular.
Memoria Memoria
Memoria
Nacional Nacional
Memoria Nacional Nacional
Memoria
Local
Memoria Internacional
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Zygmunt Bauman
A partir del siglo XIX nacen las sociedades modernas. Se reforman las ciudades por la explosión
demográfica, y ese crecimiento desmedido provoca desorden. La ciudad se llena de extraños, y en
respuesta a esto se generan “espacios públicos”.
Antes todo se resolvía en el “barrio” y la gente se relacionaba solo con los más próximos. Existían los
extraños, pero se los podía clasificar fácilmente por medio de determinadas características
(vestimenta, forma de actuar, etc.). Esta clasificación se complica al llenarse la ciudad de extraños.
SENNET dice que el modo que imaginaron para atenuar los conflictos fue el diseño de escuelas de
civilidad en la vía pública, particularmente, las plazas modernas.
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Cada vez más gente ha denunciado, falsamente, ser víctima de acechos y persecuciones. Lo novedoso
es que ahora se inculpa a los “merodeadores” como se llama popularmente al miedo ambiente que
acosa a nuestros contemporáneos. Los merodeadores y vagabundos son otras versiones actualizadas
de ese miedo moderno a la clase inferior de gente nómade, que se filtra en los lugares donde solo la
gente correcta tiene derecho a estar.
Zukin: En las décadas de 1960 y 1970 la clase media de los EEUU podrían haber elegido aprobar
políticas del gobierno destinadas a eliminar la pobreza, controlar la competencia étnica e integrar a
todo el mundo a través de instituciones públicas comunes. En cambio, eligieron comprar protección,
estimulando así el crecimiento de la industria de la seguridad privada. Aquí señala que el peligro más
tangible que corroe lo que denomina “la cultura pública” es “la política del miedo cotidiano”.
Todo esto marca un concepto de comunidad definida por sus límites estrechamente vigilados y no por
sus contenidos.
Civilidad (Sennett): es la actividad que protege mutuamente a las personas y que no obstante les
permite disfrutar de su mutua compañía. Usar una máscara es esencial, permite sociabilidad pura,
ajena a las circunstancias del poder, el malestar y los sentimientos privados de todos los que las llevan.
El propósito de la civilidad es proteger a los demás de la carga de uno mismo. (Se espera que sea
recíproco).
El entorno urbano debe ser “civil” para que sus habitantes puedan aprender las difíciles destrezas de
la civilidad. El espacio público es aquel en el que la gente puede compartir como persona pública, es
un bien común que no puede ser reducido a propósitos individuales, una forma de vida con vocabulario
y lógica propios y con su propia agenda, que es más extensa y más rica que cualquier preocupación o
anhelo individual.
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“La urbanización des urbaniza”: los habitantes de la ciudad se repliegan hacia la intimidad y se
desconectan de la vida pública, en gran medida por las culturas electrónicas por las cuales la
experiencia directa da paso al contacto a distancia y lo público se convierte en imagen o relato de lo
que acontece afuera.
1) Plaza pública que perdió el carácter de civilidad (La Defense de Paris) : todo lo que está a la vista
inspira respeto pero desalienta la permanencia. Estos espacios están en un lugar, pero no
pertenecen a él e inspiran a la gente a sentirse del mismo modo (no hay bancos para sentarse). Ej:
autopista, aeroparque. Las plazas en la dictadura militar.
2) Templos de Consumo: Espacios destinados a prestar servicios a los consumidores, o a convertir al
residente de la ciudad en consumidor. Sitios turísticos, de actividad deportiva, shoppings y
cafeterías. Instan a la acción pero no a la interacción. El hecho de compartir el espacio físico con
otros actores abocados a una actividad semejante añade importancia a la acción, le da el sello de
la “aprobación numérica”.
El templo de consumo implica la sensación de ser transportado a otro mundo. Puede estar en la
ciudad pero no forma parte de ella, no es el mundo habitual temporariamente transmutado (como
el carnaval Biajil Bajtin), sino un mundo completamente otro. No revelan nada sobre la naturaleza
de la realidad cotidiana. Son lugares sin lugares, cerrados sobre sí mismos, purificados de peligro
(todo está controlado, no hay sorpresas). Ofrecen un equilibrio casi perfecto entre libertad y
seguridad.
El vínculo del individuo con esos espacios está mediado por textos que condicionan los modos de
circulación, no de interacción. Estos textos pueden ser de carácter prescriptivo (presione el botón),
informativo (usted está aquí) o prohibitivo (no avanzar).
Parece individualizarnos pues crea una identidad compartida de cliente o consumidor, en tanto la
identidad constituía el lugar y era constituida por el “lugar antropológico” (club de barrio, escuela,
etc.).
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Cosmogonía universal: nos reconocemos por la familiaridad parametrizada por el consumo.
La relación con el individuo es de una contractualidad solitaria: respetar las reglas, verificar
identidad. El control de identidad permite que la misma quede en suspenso al ingresar y el
individuo solo pase a desempeñar un rol.
Solo existe soledad (no se está para interactuar) y similitud (mismos mensajes, mismos códigos,
mismas apelaciones).
Confieren un sentido de familiaridad pues son idénticos. La cercanía con los individuos no deviene
de su identidad sino de su condición de consumidor.
4) Espacios Vacíos: vacíos de sentido. Tratan las diferencias con un grado de radicalidad que no
pueden igualar las otras clases de lugares ideados para repeler o atenuar el impacto ejercido por
los extraños. El vacío del lugar está en el ojo de quien lo contempla. Son vacíos los lugares en los
que no entramos y en los que nos sentiríamos perdidos y vulnerables (ejemplo del viaje en taxi).
No son lugares prohibidos, sino inaccesibles por su invisibilidad.
Comunidad: no hay idea de individuo sino de miembros iguales o diferentes entre los que se generan
lazos solidarios.
Antropofágica: “ingerir” las sustancias extrañas para convertirlas por medio del metabolismo en
cuerpos y espíritus “idénticos”. Desalienación de sustancias extrañas. Exilio o aniquilación de la
otredad. Representada en los “espacios del consumidor”
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Beatriz Sarlo
El shopping center resiste al principio diabólico del desorden exorcizado por la perfecta adecuación
entre finalidad y disposición del espacio.
A mediados del siglo XIX en Paris con la invención del grand magasin la exposición de la mercancía, su
valor para los ojos pasa a ser más importante que su valor de uso. La mercancía se convierte en tema
urbano por la decoración e las vidrieras, un arte ‘menor’ perfectamente funcional a la articulación
mayor de los grandes bulevares parisinos de Haussmann.
En Buenos Aries, desde 1914 se observan estos mismos escenarios que Walter Benjamin encuentra en
su investigación sobre el París del siglo XIX.
Hegemonía
El shopping ejerce una dominación con consenso. Su éxito hace que todos quieran parecerse al
shopping. Se impone como modelo.
El shopping crea el espacio de esa comunidad de consumidores cuyos recursos son desiguales pero
que pueden acceder visualmente a las mercancías en exposición de un modo que las viejas calles
comerciales socialmente estratificadas no permiten. Es imaginariamente inclusivo, la igualdad no se
da por el lado del consumo, sino por el del deseo.
Regularidad
El shopping da la ilusión de independizarse de la ciudad y del clima: la luz es inalterable y los olores son
siempre los mismos.
Todos los shoppings son idénticos. En él nada es casual. Proporciona orden, claridad, limpieza,
seguridad.
Exposición
Aunque se espera que los visitantes compren, en un shopping es posible entregarse solamente al
placer óptico. La exposición de objetos inalcanzables alimenta la relación amorosa entre el shopping y
sus visitantes.
Casi todos pueden salir del shopping con una bolsita colgando.
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Contra la entropía
El shopping asegura la repetición de lo idéntico en todo el planeta, por eso pueden ser recorridos sin
que se los conozca. No hay nada por descubrir (eso sería una pérdida de tiempo y una falla en el
funcionamiento).
En un momento en que la ciudad es vista como fuente de males y donde se pide una ciudad disciplinada
que responda a ese imaginario del miedo y a condiciones reales de incertidumbre, el shopping ofrece
lo que se busca, y además, gratis.
El espacio está organizado racionalmente. Expulsa la casualidad y con ella a cualquier intervención
fuera de programa. Es un modelo de sociabilidad ordenada entre “iguales”. Los recorridos previstos
por el shopping liquidan la sensación de incertidumbre sin afectar la ilusión de independencia y libertad
(que por supuesto es falsa, ni siquiera puede tomarse una cerveza en un lugar que no haya sido
previsto para eso por su diseño).
Absorción
El shopping asimila todo lo que se encuentre dentro de sus límites o cerca de ellos. No rechaza
decorados preexistentes, sino que los regula según sus implacables normas visuales, para no poner en
peligro no solo su propia coherencia estética, sino la función del espacio que esa estética recubre.
De la misma forma permite algunas actividades que no eran parte de su programa inicial, como la
reunión de jóvenes. Asimila lo que no está previsto en sus objetivos principales mientras no se los
contradiga. (Estrategia antropofágica)
Para no mostrar la imagen agresiva de un mercado disciplinador, se permite los usos secundarios.
Claridad conceptual
Eficiencia en el uso que deja pocos espacios residuales, apertura a recorridos que den la impresión de
libres elecciones mercantiles y espaciales, claridad de los señalamientos con signos e índices bien
legibles de modo que el cliente pueda usar otro sin dificultades, etc. (igual a los supermercados)
Clientes expertos
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SVAMPA
En América Latina el pasaje a un nuevo tipo societal ha acentuado las desigualdades sociales
preexistentes así como el aumento de las distancias sociales.
La desindustrialización provocada por la dictadura militar de los ’70 en nuestro país que da paso a un
capitalismo especulativo financiero (antes capitalismo industrial) continúa en los ’80 y los ’90 con la
privatización de servicios y a mediados de los ’90 se consolida en una nueva configuración de la
cartografía social en que la pirámide presenta una punta muy afilada, con una cantidad mucho más
reducida de “ganadores” y la base extendida y agrandada por las clases medias empobrecidas y los
pobres estructurales, marginales y excluidos de ese proceso liberal.
La fragmentación social de los ‘90 se da a contrapelo del modelo urbano en el que se basa nuestra
ciudad (modelo mediterráneo) en el que la ciudad es el punto de integración social donde confluyen
los distintos sectores achicando las distancias sociales. Ciudad que fue planificada para la integración,
con sus plazas y escuelas públicas.
Frente a la deserción del Estado y el vaciamiento de las instituciones públicas se fueron desarrollando
nuevos mecanismos de regulación, como las formas privatizadas de la seguridad y la integración social,
multiplicándose los fraccionamientos o comunidades cercadas.
Los protagonistas centrales de este proceso de suburbanización y segregación espacial son no solo las
clases altas y medias altas sino también las clases medias en ascenso que corresponden a los sectores
de trabajo más dinámicos de producción de signos (no objetos materiales) que conforman la
mercancía con el plus de valor del capitalismo de consumo (diseño, marketing, tecnologías
informativas y comunicacionales, etc.).
En argentina el proceso de suburbanización se llevó a cabo sobre una trama urbana ocupada
tradicionalmente por los sectores populares, lo cual acentúa hiperbólicamente los contrastes sociales.
En los countries se intenta recrear la sociabilidad barrial, pero de manera parcial. Se toman valores
como los lazos de confianza y la seguridad, pero a la vez se descartan otros como el modelo de la
mezcla o la heterogeneidad social. “De tipo barrial pero entre semejantes (no iguales)”
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los primeros clubes de campo, pero la novedad es la precocidad y virulencia de esta conducta en niños
que hoy tienen la posibilidad de circular a cualquier hora y sin controles por el espacio protegido.
Este modelo se socialización plantea un problemático desequilibrio entre el exceso de libertad dentro
del entorno seguro que adelanta etapas y un déficit en el control familiar, problematizando aún más
la difícil tarea de conciliar la autoridad de los padres con un modelo más democrático de familia.
Otro riesgo de este estilo de vida es lo que se denomina “modelo de la burbuja”. Los niños crecen en
un espacio homogéneo y restringido del “entre nos” con escaso contacto con seres “diferentes” y lejos
de los males contaminantes de la ciudad contemporánea. La distancia social oscila de la cercanía
absoluta a la distancia excesiva (deriva en agorafobia urbana).
La sociabilidad al interior de las urbanizaciones privadas presenta como aspecto central la tendencia a
la homogeneidad social y generacional que va de una sociabilidad del “entre nos” al “urbanismo de las
afinidades”. (Eliminación de los matices)
En las clases altas hay un discurso individualista (atado al liberalismo) pero en realidad se trata de un
fuerte “colectivismo práctico” desplegado en un control de los mecanismos de socialización (deportes
“exclusivos”, escuelas de elite, mercado matrimonial).
En Argentina con el acceso las nuevas clases medias en ascenso a los barrios privados, se ve una red
socio-espacial de homogeneidad ampliada (clases alta, medias altas y medias en ascenso).
Sin embargo estas diferencias no pueden negar la afinidad con las clases altas. Es una sociabilidad
elegida desarrollada en un amplio espacio común que vincula a los “semejantes” (integración “hacia
arriba”) en una red socio-espacial formada por los barrios privados, shoppings, multicines, colegios
privados, etc. (en los adultos que vienen de la ciudad existe punto de comparación, pero para los niños
nacidos ahí adentro la totalidad de los círculos se sociabilidad existentes están comprometidos.)
El nuevo estilo de vida marca una clara separación entre el “adentro” y el “afuera” (zonas reguladas o
protegidas y zonas desreguladas o desprotegidas). Eso reorganiza la relación con los otros (iguales y
diferentes). Afuera esta la amenaza, en lo distinto.
Esto conlleva una manera de manejar lo diferente, por medio de la “categorización”. Los diferentes no
se captan como personas sino como categorías sociales. En el caso argentino, las representaciones y
los lazos que se establecen con “el otro” son de tres tipos
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Ciudadanía patrimonial y autorregulación
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