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El Toque Más

Oscuro
Señores Del Inframundo

Gena Showalter
CAPÍTULO 1

— No te mueras. No te atrevas a morir. — Frenético, Torin


escarbaba a través de una mochila embutida de ropa, armas y
provisiones medicinales. Él la había empacado días atrás, a ciegas
rellenándola con todo lo que pensaba que pudiera necesitar. No había
protector bucal. Bien. Procedería sin uno. Se apresuró a la figura inmóvil
de su compañera, se sentó a horcajadas en su cintura. Su preciosa vida
se extinguía con cada segundo que pasaba. La reanimación
cardiopulmonar era el último recurso, pero de pronto su única
esperanza, y debido a que estaban encerrados en un calabozo, sin nadie
más dentro de la celda, la responsabilidad le pertenecía únicamente a él.
El tipo que raramente se acercaba a otra persona.

Llámame doctor Maravilla.

Él aplanó sus manos enguantadas sobre el delicado pecho de Mari


— Quieto, demasiado quieto. Sin embargo más que proceder como
debía, se encontró deteniéndose a saborear la rara y extraordinaria
conexión con el sexo opuesto. Tan suave. Tan deliciosa.

¿Qué demonios estoy haciendo? Con la mandíbula apretada, él


oprimió. Crujido. Demasiado fuerte. Acababa de romperle el esternón y
probablemente varias costillas. La culpa perforó a través de su corazón,
y si el órgano no hubiera sido ya triturado más allá de cualquier arreglo,
debería doler. El sudor goteó por sus sienes mientras él presionaba
contra el pecho de Mari más cuidadoso. Nada más se rompió. Bueno.
Bien. Él apretó una y otra vez, aumentando su frecuencia gradualmente.
¿Pero qué tan rápido es demasiado rápido? ¿Qué ayudaba? ¿Qué
dañaba?

— Vamos, Mari. — Ella era humana, pero fuerte. Frágil, pero


resistente. — Quédate conmigo. Puedes sobrevivir a esto, yo sé que
puedes. —

Su cabeza cayó hacia un lado, sus ojos vidriosos mirando


fijamente la nada.

— ¡No! ¡NO!— Él la revisó en busca de pulso, esperó… pero nunca


sintió siquiera el más débil de los latidos.
Mientras regresaba las manos al pecho de ella para comenzar
nuevamente, su mirada se trabó en los labios salpicados de sangre de
Mari; su mente quería separarlos, un tosido de esperanza. Significaría
que la enfermedad aún la contaminaba, pero la enfermedad era mejor
que la muerte cualquier día de la semana.

— Mari, por favor. — Él oyó la desesperación en su voz, no le


importaba. No puedo ser el que mate a alguien tan dulce.

Torin presionó más fuerte, escuchó otro crujido.

Demonios. Él no era ningún mariquita llorón, pero maldita sea si


las lágrimas no escaldaban desde el reverso de sus ojos.

Él había llegado a pensar en esta chica como una amiga, y pese a


los numerosos siglos que había vivido, no tenía demasiados de esos. Así
que siempre protegía a los que tenía.

Hasta ella.

De no ser por él, ella nunca hubiera enfermado en primer lugar.

De nuevo él palpó en busca de pulso. Aún no latía.

Maldiciendo, se apartó para trabajar. Cinco minutos… diez…


veinte. Él era el soporte de vida de Mary, la única cosa que se interponía
entre ella y la muerte; él haría esto sin importar el tiempo que fuera
necesario.

Sal de esta, Mari. Sal de esta.

— ¡Pelea!— Pero una nueva eternidad transcurrió sin ningún


cambio en ella, él finalmente admitió que sus esfuerzos no estaban
haciendo ningún bien. Ella ya se había ido.

Muerta. Y no había nada que él pudiera hacer para traerla de


regreso.

Con un rugido, Torin giró y caminó la celda de un lado a otro,


como el animal enjaulado que era. Sus brazos agitados. Su espalda y
muslos doloridos. ¿Pero que era el dolor físico en comparación con el
mental? ¿Emocional? Esto era su culpa. Él sabía lo que podía suceder si
tocaba a la chica y la atrajo más cerca de todos modos.

¡Monstruo! Con otro rugido golpeó el muro, disfrutando el


constante palpitar de dolor mientras la piel se cortaba y los huesos se
fracturaban. Él golpeó una y otra vez, rasgaduras aparecieron en la
piedra, el polvo anublándose a su alrededor.
Si tan solo hubiera dejado de preguntarse por qué una chica como
Mari estaría tan ansiosa por compañía que aceptaría estar con él,
probablemente ella seguiría con vida.

Presionó su frente contra la pared magullada. Soy el guardián del


demonio Enfermedad ¿Cuándo voy a aceptar el hecho de que estoy
destinado a volar en solitario?

Negado por siempre a lo que más anhelo.

— Mari, cielo. — Una voz ligeramente acentuada se oyó.


Femenina… deliciosa— aún calada por el pánico y el dolor como estaba—
— El lazo está roto ¿Por qué está roto? —

La sangre en las venas de Torin se convirtió en combustible,


encendiéndose como si un cerillo en llamas hubiera sido justamente
arrojado dentro suyo. Él se volvió cada vez más consciente de su propio
palpitar, acelerándose, la necesidad de acechar la puerta de la celda y
desgarrar cada barra metálica consumiéndolo; lo que fuera con tal de
eliminar la distancia entre él y la hablante. Una reacción extrema. Lo
sabía. Justo cuando supo que tal atroz conocimiento de otra persona era
extraordinario para él. Fue también incontrolable e imparable, su mundo
entero centrándose en torno a esta mujer.

Y no era la primera vez que había sucedido. Cada vez que


hablaba, sin importar las palabras que hubiera empleado, la ronquedad
de su tono llevaba siempre una promesa de placer absoluto. Como si no
hubiera nada que quisiera más que besarlo, lamerlo y chuparlo.

Los instintos masculinos, que él había pasado incontables años


negando, gritaron. Ven pequeña polilla. Ven más cerca de mi llama.

O yo iré hacia ti.

Zanqueó hasta los barrotes y, como mil veces antes quiso obligar
a las sombras entre sus celdas a retroceder. Pero no lo hizo bien. Su
apariencia seguía siendo un misterio.

Como fuera, su enfermiza obsesión con ella solo se intensificaba…


y él pensó, que solo por cinco minutos de ese besuqueo, lameteo y
chupeteo, se hubiera arriesgado felizmente a una plaga mundial.

Me odio. Alguien debería colgarlo por la clavícula y azotarlo. Otra


vez.

— ¡Mari!— Dijo su obsesión — Por favor. —


Enfermedad se alborotó, golpeando contra el cráneo de Torin,
repentinamente desesperado por escapar.

¿Escaparse? Otra reacción inesperada. Usualmente el demonio


adoraba tal cercana proximidad con una víctima potencial.

Así como había burlado a Mari…

Lo odio, también. — Mari no puede hablar ahora, — Exclamó


Torin. Ni nunca. La admisión… como sal lloviendo sobre mis heridas. Los
barrotes se agitaron. — ¿Qué le hiciste? — Nada… todo. — ¡Habla!—
gritó la mujer.

— Le di la mano. — Las palabras detonaron de él, amargas y


mordaces. — Solo eso. — Pero él había hecho mucho más que eso,
¿Verdad?

Había invertido mucho tiempo y esfuerzo en cautivarla.


Alimentándola. Hablando y riendo con ella. Eventualmente ella se había
sentido suficientemente cómoda como para quitarse uno de sus guantes
y entrelazar sus dedos con él. A propósito.

No pasará nada malo, había dicho ella. O quizás su mirada lo


había hecho. Los detalles estaban nublados por la bruma de su
entusiasmo. Ya lo verás.

Él le había creído. Porque había querido creerle más de lo que


hubiera querido tomar su siguiente respiro. Se había sujetado a ella tan
firmemente, un hombre sediento que acababa de descubrir el último
cristal de agua en un mundo ardiendo en ceniza, casi llevado de rodillas
por la fuerza de su respuesta física. Sensación tras sensación lo habían
abrumado. Femenina suavidad ten cerca a su masculina rigidez. Una
esencia floral en su nariz. Las puntas de su sedoso cabello cosquilleando
su muñeca. Su calidez combinando con la suya propia. Su respiración
cruzándose con la de él.

Experimenté una conexión instantánea, felicidad inmediata, y por


muy poco encremó mis malditos pantalones. Por un apretón de manos.

Ella había muerto por eso.

Con él, nunca importaba si el roce era accidental o intencional, o


si la víctima era humana o animal, joven o vieja, hombre o mujer…
buena o mala; cualquier criatura viviente enfermaba pronto después del
contacto con él. Incluso los inmortales como él. La diferencia era que los
inmortales a veces sobrevivían, convirtiéndose en portadores de
cualquier enfermedad que contrajeran de él, capaces de propagarla a
otros. Como una humana, Mari nunca tuvo posibilidad alguna.
— Dime la verdad, — demandó su obsesión. — Cada detalle. —

Él no sabía su nombre o si era humana o inmortal. Solo sabía que


Mari había hecho un trato con el diablo para salvarla.

Las dos mujeres habían sido encarceladas aquí durante siglos –


dondequiera que sea — aquí— — por ningún crimen real, Torin pudo
percibirlo. Cronos, el dueño de la prisión, nunca había necesitado una
razón real para arruinar la vida de alguien.

Él ciertamente había contribuido en la ruina de Torin.

Él le había debido un favor a Torin, y Torin, siendo Torin, había


escogido pasar por alto la sombría reputación del hombre y había
requerido una mujer que no enfermara con su toque. Cronos, siendo
Cronos, no se había molestado en buscar una candidata adecuada y
sencillamente había reclutado a una de sus prisioneras –dulce, inocente
Mari.

— Cronos hizo un trato con la chica. — Dijo Torin.

— Ya sé eso. — Su obsesión enojada y sofocada, una verdadera


gran loba mala. — Mari fue condenada a destellar a tu cuarto una hora
al día por casi un mes, todo con las esperanzas de convencerte de que
la tocaras. —

— Sí, — él graznó. Y en devolución, Cronos había prometido


liberar a su amiga más amada –la mujer que actualmente interrogaba a
Torin en busca de respuestas.

No era una gran sorpresa que Cronos hubiera mentido

Después de todo él había tenido lo suyo al final.

Torin había querido salir zumbando al hospital en el momento en


que se dio cuenta de que Mari estaba enferma, pero esa estúpida
maldición la había atado a esta prisión con cadenas invisibles. Ella había
tenido que regresar. Despojado de cualquier otra opción, Torin se había
sujetado a ella mientras se movía de una ubicación a otra en un
parpadeo, viajando con ella. Él la había atendido con lo mejor de su
habilidad. Pero su mejor no había sido suficientemente bueno. Nunca
sería suficientemente bueno.

— No me importan los porqués, — dijo la mujer. — Solo el


resultado ¿Qué está haciendo Mari ahora? —

Descomponiéndose.
No puedo decirlo… no puedo. Silencioso, se quitó los guantes y
usó sus manos como una pala, arrojando montículo tras montículo de
mugre por encima de su hombro. No es la primera tumba improvisada
que he cavado, pero juro por la presente que será la última. No más
amistades espontáneas. No más esperanzas y sueños de lo que nunca
podría ser. He terminado.

— ¿Me ignoras? — inquirió ella. — ¿Tienes la menor idea de a que


ser estás provocando? —

Torin nunca se detuvo en su tarea. Él enterraría a Mari.


Encontraría una salida de este agujero del infierno. Continuaría con el
trabajo que había abandonado cuando decidió venir con la chica. La
búsqueda y rescate de Cameo y Viola, quienes habían desaparecido
varias semanas atrás –amigas que comprendían su necesidad de
distanciarse.

— Soy Keeleycael, la Reina Roja, y estaría más que feliz de tomar


una percha y pescar todos tus órganos internos… a través de tu boca. —

Enfermedad iba quieto y tranquilo, demasiado, era un comienzo.


La Reina Roja. El título era algo familiar para Torin. De un libro de
cuentos para niños, sí, pero había algo más que eso. Él lo había
escuchado… ¿Dónde? Una imagen centelleó a través de su mente. Un
bar ruinoso en los cielos. Sí, por supuesto, mientras trabajaba para
Zeus, el rey de los griegos, él había rastreado varios inmortales fugitivos
allí. Las palabras la Reina Roja habían sido susurradas detrás de manos
temblorosas de temerosos hombres y mujeres, acompañadas de loca y
despiadada.

Él siempre había disfrutado medir sus habilidades contra los más


fuertes y viles predadores, y tal reacción visceral a la supuesta Reina
Roja lo había intrigado. Sin embargo cuando había preguntado a los
murmuradores quién era ella y qué podía hacer, se habían quedado
callados.

Quizás la prisionera era de quienes ellos habían hablado, quizás


no. Difícilmente importara ya. Él no la combatiría.

— Keeleycael, — repitió él. — Es un poco mucho ¿Qué tal si


mejor te llamo solo Keeley? —

— Ese es un honor reservado únicamente para mis amigos. Hazlo


bajo tu propio riesgo. —

— Gracias. Lo hare. —
Ella emitió un suave gruñido. — Deberías llamarme Su Majestad.
Yo te llamaré Mi Siguiente Víctima. —

— Por lo general prefiero Torin, Bocado Ardiente o El Magnífico. —


Los motes le ayudaban a sonreír a través del dolor. Probablemente
debería haber sugerido Proctalgia Fugax –siendo que el significado era
literalmente Dolor en el Culo.

— ¿Por qué Mari está tan callada, Torin? — Keeley lo preguntaba


como si no tuvieran nada más importante que discutir que el menú de la
cena de mañana. (Rata a la cacerola).

Ella sabía que Mari estaba muerta ¿Cierto? Hacerle a él admitirlo


era alguna clase de castigo.

— Antes de que respondas, — añadió, — deberías saber que


prefiero salvar al enemigo que me dice la verdad que al amigo que me
miente. —

No era un mal lema. Mentir y morir pasaron a ser sus opciones.

Y, realmente, si la situación fuera al revés, él hubiera querido la


misma cosa: respuestas. Pero de nuevo, si la situación fuera a la inversa
y ella hubiera dado muerte a alguno de sus amigos, él habría removido
cielo y tierra para ajusticiarla. Sin embargo atrapados como estaban en
estas celdas creadas para los inmortales más fuertes, no había nada que
ella pudiera hacer excepto montar en cólera, inútil mientras la emoción
crecía más oscura cada vez, quizás hasta volverla loca. Era un cruel
destino.

Y también era una excusa.

Hora de calzarme mis pantaloncillos de niño grande. — Mari está…


Muerta. Ella ha muerto. —

Silencio. Ese opresivo silencio y, con él, la oscuridad, como si


estuvieran cayendo de algún modo en una cisterna de privación
sensorial. Él habló en un intento desesperado por calmar su tristeza
creciente, explicándose. — Por lo que sabes, Cronos hizo un trato con
Mari, debes saber que yo soy un Señor del Inframundo. Uno de los
catorce guerreros responsables por robar la caja de Pandora y abrirla,
desatando los demonios que moraban en su interior. Como castigo, cada
uno de nosotros fue maldecido a hospedar en su cuerpo a alguno de
esos demonios. A mi me fue dado Enfermedad, la peor SSTD(Sistema
de Defensa Anti— Torpedo) del mundo. El solo contacto piel con piel
transmite la enfermedad. Enfermo a la gente. Eso es lo que hago, y no
hay nada que pueda detenerlo. Ella me tocó, como te dije. Nos tocamos.
Pero eso fue todo. Ella murió. Está muerta, — lo repetía vacíamente.

Otra vez silencio. Él trabó su mandíbula para prevenirse de


admitir que los otros Señores albergaban males como Violencia, Muerte
y Dolor. Esos miles de inocentes que habían muerto por sus manos y los
otros miles que habían vivido para lamentar la vileza de sus actos. A
pesar de todo, ninguno de sus amigos era desgraciado como
Enfermedad. Ellos escogían a sus víctimas. Torin no lo hacía.

Que jodido premio soy.

¿Quién lo querría? Soltero. Inmortal masculino buscando alguien a


quien amar –y asesino.

No podía siquiera confortarse con los recuerdos de amantes del


pasado. Cuando vivía en los cielos había estado enfocado en sus tareas
y muy poco más, las mujeres no eran más que una ocurrencia… hasta
que su cuerpo demandaba atención. Pero cada vez que escogía una
amante, sus instintos de guerrero lo dominaban y lo sometían tomando
el control, y su rudeza involuntaria hacía llorar a las mujeres antes de
que acabaran de quitarse la ropa. Lo que significaba que sus ropas
nunca se quitaban.

Quizás él podría haber persuadido a las chicas de continuar, pero


su disgusto consigo mismo había sido demasiado grande ¿Él sobresalía
en el campo de batalla pero no era capaz de dominar las mecánicas del
sexo?

Humillante.

Ahora él intercambiaría lo poco que le quedaba de su integridad


por un mínimo contacto piel con piel, desesperado por tener lo que una
vez había desdeñado, incapaz de combatir a sus enemigos en las bajas
y sucias formas que alguna vez –todavía— hubo adorado.

— Torin, — dijo Keeley, y a pesar de lo extraño que sonaba, él


aún reaccionaba con el mismo feroz anhelo que antes. — ¿Te das cuenta
de que mataste a una niña inocente, cierto?

Él se instaló en el hoyo que había cavado, jaló de sus guantes y


descansó su cabeza contra sus palmas elevadas. — Sí. — Su mirada se
desvió hacia Mari. Ella debía saber sobre la condición de él, pero alguna
parte de ella debía haber confiado en que la mantendría a salvo.

Ahora mírala.
— Torin, — prosiguió Keeley. — ¿También te das cuenta de que
voy a hacerte pagar por tu crimen? —

— No puedes herirme más de lo que yo me estoy hiriendo ahora


mismo. —

— Eso no es verdad. He oído sobre ti y tus amigos, sabes. —

¿Qué tenía eso que ver con nada? — Explica a donde quieres
llegar con eso, y puede que decida invertir en el resto de la
conversación. — Si no, era momento de encontrar su vía de escape.

— Puede que tú tengas la peor SSTD del mundo, — dijo, — pero


yo puedo echar el peor berrinche del mundo. —

Interesante, pero no aplicable. — ¿Me estás desafiando o


aplicando para ser mi secuaz? —

— ¡Silencio!— Enfermedad retrocedió como el cobarde que era. —


Estoy segura de que has oído sobre la Atlántida, — continuó
livianamente. — Lo que probablemente no sepas es que me aseguré de
que la isla fuera engullida por el océano simplemente porque estaba un
poquito molesta con su gobernante. —

¿Verdad? ¿O exageración?

De cualquier modo… lo excitaba con la misma intensidad que su


voz. Por fin. La contrincante de mis sueños.

— Tú te has Ganado más que mi enfado, guerrero. Yo tenía una


amiga aquí. Solo una. Ella es –era— mi familia. — Hizo una pausa para
sorber las lágrimas. — No por la sangre, sino por algo mucho más
grande. Una vez fui una criatura del odio, pero ella me enseño a amar. Y
tú me la arrancaste. —

Su dolor lo rebanó.

— Torin, — exclamó, y él supo instintivamente que esa era la


calma final que antecedía a una enorme y terrible tempestad.

— Sí, Keeley. — Si ella le pedía su corazón –una vida por una vida
— él se lo entregaría.

La tormenta se desencadenó, revelando el temperamento del que


se había jactado.

— Voy a matarte, — chilló. — Matarte tan muerto. — Los


barrotes de su jaula repiquetearon con creciente fervor. —
Experimentaras la agonía en formas que ni siquiera has imaginado
posibles, por lo que te haré lo que he hecho a tanto otros antes. Te
despellejaré con un rallador de queso y meteré tus órganos en una
licuadora para hacerme un batido. Te aporrearé el cráneo tan duro que
el cerebro te supurará por las cuencas vacías de los ojos. —

— No sé… cómo responder a eso. —

— No te preocupes. Pronto te cortaré la lengua y la usaré como


trapo de limpieza –¡no tendrás que responderle a nadie nunca más!—
Una roca derrapó dentro de su celda… la primera de una avalancha,
furia y aflicción dándole a ella la fuerza que siglos de aprisionamiento
seguramente le habían robado.

Estoy perdido. Él le había quitado, a esta mujer, su única y mejor


amiga, dejándola con nada excepto dolor y miseria.

La historia de mi vida.

Deseó que su próximo acto lo matara, sin embargo sabía que


morir solo podía ser un deseo. Cualquier herida que recibiera dañaba su
resistencia al demonio y de esta manera su propia inmunidad,
permitiendo que Enfermedad se levantara y lo infectara. Al menos por
un rato. Tranquilo. Entonces Torin hizo lo que se había imaginado. Se
abrió camino a través del pecho, se sacó el corazón… y lo hizo rodar
hacia la celda de Keeley.
CAPÍTULO 2

No estaba segura cuántos días o semanas habían pasado desde


que el guerrero había ofrecido su todavía latiente corazón como un
regalo macabro, las partes más oscuras de ella realmente lo habían
apreciado. Lo único que sabía era que sin embargo él se la había pasado
gimiendo sin importarle el tiempo en agonía, si tuviera que adivinar,
escupía partes de sus pulmones.

Enfermo por su propio demonio? Merecido.

Y mientras que su sufrimiento había embotado los bordes agudos


de su rabia, ella todavía planeaba matarlo. NO LO OLVIDARE, no lo
hare, no lo hare, no lo hare.

"Eso es lo correcto a hacer. No estás de acuerdo, Wilson?", le


Preguntó a la roca que le gustaba observar cada uno de sus
movimientos.

Él permaneció en silencio, siempre en silencio. Ignorar era su


especialidad. Ella estaba molesta por su actitud. Ellos nunca se llevarían
bien.

"Tenía planes para liberar a Mari, lo sabes. Yo sólo necesitaba


tiempo. Solo unas semanas, en realidad… " O meses. Tal vez años. El
tiempo había dejado de existir. Pero Mari no se preocupaba de sí misma,
ella se preocupaba solo por Keeley.

La chica había sabido lo que Keeley se estaba haciendo a sí


misma día tras día. Bueno, tal vez no era — sabia— la palabra correcta.
Ella tenía sospechas. Y había odiado la idea de Keeley en cualquier tipo
de dolor. Así que Mari, la dulce Mari, había decidido actuar, tomar la
oferta suicida de Cronos y procurar la liberación de Keeley de la única
manera que podía. A pesar de las protestas de Keeley.

"Cronos ni siquiera mantuvo su parte del trato ", le explicó a


Wilson. Mari había muerto en defensa de los suyos, y sin embargo,
Keeley no había sido liberada.

El odio se enterró profundamente dentro de ella, echando raíces


en la oscuridad de su alma y la alimentación en el rico suelo de su
amargura. Hay tanto que hacer. Primero ella se haría cargo de Torin.
Luego se haría cargo del rey de los Titanes como una vez lo hizo con
Prometeo, quien no era el chico bueno que todos pensaban que era. El
no había bañado la tierra con fuego. Que risible. Pero él había tratado de
hundir cada centímetro de ella en llamas.

"Pero yo le castigué, no lo hice? "Ella se rió con regocijo maníaco.


"Corté su hígado cada vez que se regeneraba y alimente una bandada
de pájaros. — Día tras día... año tras año. Zeus, por supuesto, había
tomado el crédito por la hazaña. Pero no esta vez.

Yo soy la Reina Roja. El mundo entero va a aprender de mí, por


fin y…temerán "Pronto, — dijo.

Wilson podría haber esnifado.

"ya verás". Keeley se acurrucó en un rincón de su celda,


apuñalando la parte inferior de su brazo con la roca afilada como una
navaja. La sangre manaba de la herida punzante, y negras telas de
arañas a la deriva a través de su visión. Aun así, ella siguió adelante, el
corte más duro, y más profundo.

Había experimentando cosas peor que esto.

Cómo perder a Mari... el único rayo de sol en una vida tan negra
como la boca del lobo.

"Mari siempre ofrecía comodidad en lugar de censura. Ni una sola


vez me dijo una palabra cruel. "Keeley señaló con la sangrienta navaja a
Wilson, y agregó: "Pero tú... oh, tú. Ni siquiera pienses en negar el
hecho de que lo único que alguna vez me da es dolor."

El hijo de puta le sonrió.

"Tú siempre me has engañado, pero ella constantemente me


alimentaba. No puedo contar el número de roedores que ella me Arrojó.
"¿Cuántas personas comparten de manera desinteresada, regalando la
única comida que era probable que encontrara, sabiendo que
eventualmente moriría de hambre? Nadie!

Era de extrañar que un vínculo literal se había formado entre


ellas, atándolas juntas?

Pero entonces, tal lazo fue el alma de la gente de Keeley los


curadores. O, como otras razas gustaba llamarlos, los parásitos. El lazo
era imperceptible para el ojo humano y, como tentáculos místicos,
aferrado a los demás, con o sin la aprobación de desviar la fuerza... y
todo lo que la persona en el otro extremo tenía que ofrecer.
Entre más lazos Keeley adquiría, más poder ejercía y tenía mayor
control sobre ese poder. Pero tenía que tener cuidado. Los lazos
trabajaban en ambos sentidos. Ella tomaba, pero también daba.

Nunca fue divertido tener su propia fuerza utilizada en su contra.

"Pero el vínculo no ayudó a Mari, no lo hizo. " y ahora no se


puede…la rabia de Keeley volvió a redoblarse. Gritó, dejando caer la
navaja. El Cautiverio hacía tiempo que había cercenado su humanidad, y
sospechaba que nunca había sido más evidente mientras se levantaba y
arrancaba trozos de roca de las paredes, hasta que no quedó nada de
sus uñas. Lágrimas calientes fluyeron por sus mejillas.

La realeza no llora

La realeza no llora

Eso es correcto. Las lágrimas eran una debilidad que no podía


permitirse. Ella se secó los ojos, sus brazos temblando. Su más reciente
herida protestó, sangrado más profundamente. Inhala... exhala.

Actualmente Keeley tenía solamente un lazo restante. A la tierra a


su alrededor. Tendría que ser suficiente para todo lo que había planeado.

Ella se hundió junto a Wilson, diciendo: "me fortaleceré. Voy a


tener éxito."Lo harás? El parecía preguntar.

Ella levantó la barbilla. "Nadie me roba y vive para contarlo."

Ella había tenido tan pocas cosas que valiera la pena atesorar. Un
reino... Que eventualmente la había rechazado. Un Maravilloso
prometido, hasta que le mintió y le traicionó. Y luego Mari, que nunca le
había herido... Ahora se fue. Para siempre. Un sollozo se liberó.

La realeza no llora.

La realeza perdura.

"Sólo soy una chica. "Las palabras arrasaron su garganta,


haciéndola sentir como si hubiera tragado acido. "Una chica sin su
amiga. —

Torin dio un gemido de agonía. "Lo siento. Lo siento tanto. —

Ya ha sanado? Demasiado pronto! "tus disculpas nunca serán lo


suficientemente buenas." Ella golpeo fuertemente sus manos, arrojando
más escombros en su celda. Wilson, también, salió de su jaula.
Gritando, "Wilson!" Ella frenéticamente lo persiguió. Él se detuvo
en el pasillo –donde permaneció inmóvil, una vez más mirándola, como
siempre fuera de su alcance.

"Bien", le dijo ella, con la barbilla temblorosa. "Sé de esa manera.


Tú eres nada sin mí. Realmente nunca te he gustado de todos modos. —

"Keeley?", Preguntó Torin.

Rechazada por una roca. "Mantente fuera de esto, guerrero. Es


entre Wilson y yo." Demasiada agitada para sentarse, ella se detuvo en
el centro de su celda. Fuera de la vista, fuera de su mente.

Al menos en teoría. Estoy sola. Una vez más.

"Hemos estado aquí siglos," murmuró para sí misma. "Wilson se


quedó conmigo a pesar de todo. Incluso cuando fui encadenada a la
pared. "Con ningún arma, ella había tenido que cavar a través de sus
muñecas para liberar sus brazos, y luego, después de que sus manos
habían vuelto a crecer, ella había tenido que afilar rocas y huesos en
cuchillas y cortarse sus pies para liberar sus piernas. "Y él me abandona
ahora? Él es tan bastardo como Cronos".

Bueno, se perdería la gran final. Ella iba a terminar el laborioso


proceso de cortar la marca del azufre... y todo iría como un BOOM.

Las cicatrices tenían un nombre... un nombre... pupilos! Sí. Eso


es lo que su gente los llamaba. Los pupilos! Aunque Costó, sus dedos
casi demasiado hinchados para cerrarse en torno a las cuchillas, se las
arregló para recoger el arma.

"pupilos estúpidos y tonto azufre", se quejó. De algún modo ellos


eran la kryptonita de su raza entera. Básicamente, la peor pesadilla de
Keeley.

La corriente de las rocas sulfúricas marcaría el espíritu y la carne


hasta de un inmortal, pero en ella, esas cicatrices vinieron acompañadas
por debilidad. Si tenía tantas de ellas, serían negar totalmente su poder.
Incluso tan inmenso como era.

Tocando fondo por tan poco.

Ella no podía castigar a Torin y Cronos correctamente hasta que


todos y cada uno de sus pupilos fueran eliminados. Y tenían que ser
castigados.

Teniendo en cuenta que su carne a veces se unía de nuevo, con


las cicatrices aún intacta, era un, trabajo frustrante y meticuloso. Todo
siempre dependía de la condición de su cuerpo. Bien alimentada, ella
podría crear células nuevas. Famélica, ella simplemente regenera las
antiguas cicatrices.

Exactamente por lo que guarde todos los bichos que pasaron a


través de mi celda en las últimas semanas. Muertos escarabajos
rastreros. Tenía un gran desayuno esta mañana.

Una vez, los pupilos habían cubierto cada centímetro de ella. Para
eliminarlos de su espalda, ella había tenido que tratar las paredes como
blocs de notas del infierno y frotar, frotar, frotar. Su rostro, el torso y las
piernas habían sido más fácil, aunque no menos insoportable. Todo lo
que ella había dejado eran unas cuantas cicatrices pequeñas en el
brazo... que se regeneraba una y otra vez

No esta vez.

"Realmente lo siento," dijo Torin.

Habría encontrado la gutural, voz de tenor masculino emocionante


si no lo hubiera odiado tanto. Era su remordimiento incluso genuino?

"Por lo menos tu todavía tienes a Wilson", agregó. "Quienquiera


que sea."

"Mi roca mascota. Recientemente nos separamos. —

"Oh. yo... uh, lo siento por eso, también."

"No lo hagas. Fue una decisión mutua. —

Una pausa. Entonces, "yo aun lo siento. —

"Sólo... guarda tu aliento, ya que pronto será el último." Su mano


se tensó sobre la navaja. Lo que se hizo, fue hecho y nunca podría ser
deshecho. Nunca, nunca, nunca. "Cometí el error de perdonar a alguien
que me perjudicó una vez antes. "El hombre que ella amaba y con el
que había planeado casarse. "He tenido que vivir con las consecuencias
desde entonces. "

Aunque... ella probablemente debería estar agradecida con


Hades. Antes de ella haberlo conocido, había tenido muy poco control de
sus habilidades. Con una sola ráfaga de poder había sacrificado más de
la mitad de su gente… en menos de un segundo. El resto de su pueblo
había buscado venganza.

Hades se abalanzó al rescate, llevándola al mundo subterráneo,


su domicilio. Le había enseñó todo lo que necesitaba saber para no sólo
sobrevivir, sino prosperar. Él incluso le alabó cuando había arrasado con
su palacio y el tuvo que construir uno nuevo. Esa es mi temible chica.

Keeley empuño la navaja tan profundo que golpeó hueso.

"Yo sé que tu anhelas la venganza", dijo Torin, su voz una balsa


salvavidas de calma en el mar de su montaña de ira, "pero incluso si
salimos de aquí, tu no serás capaz de enfrentarme. No puedes tocarme
o enfermaras".

Parecía arrepentido por eso, también. Una mentira, seguramente.

"Matarte a ti es la única forma de obtener venganza, guerrero. —

Una pausa crepitante con tensión. "Qué estás diciendo?"

"Te dije que había oído hablar de ti, ¿no?" Galen, el guardián de
los celos y falsas esperanzas, fue uno de los mayores enemigos de los
Señores del Inframundo... y fue un prisionero aquí. Lo fue durante
meses. Ellos pasaron las primeras semanas de su asociación
intercambiando información y hubiesen continuado haciéndolo si él no
se hubiese quedado en silencio por el deterioro de la enfermedad y el
hambre. Lo cual era lamentable. El conocimiento era más precioso que
el oro, y ella siempre ansiaba más.es por esa misma razón que una vez
configuro una red de espías que se extendía desde una esquina del
mundo a otra. Ella sabía las cosas aún antes que los Titanes y los
griegos. Sólo tenía que recordarlas.

"Ama a Tus amigos", dijo. "Provees para ellos.los proteges. —

"¿Qué tiene eso que ver con nada?"

Como ex soldado real para los griegos, que hacía ver a los
gladiadores romanos como malvaviscos, él tenía que saber a dónde iba
con esto. "detenme si has escuchado esto antes, pero... Puedo matarlos
".

Los barrotes de su jaula se sacudieron.

Impacto directo.

"No te acerca a ellos ", bramó él con el regresó de toda sus


fuerzas, ahora su creciente rabia lo dominaba. "Ellos no te han hecho
nada. —

"Al igual que Mari no te había hecho nada a ti?"


"Tú no estabas allí. No sabes cómo las cosas sucedieron. Me estás
culpando por un accidente."

"Los dos sabemos que te culpas. ¿Por qué no lo haría yo?"

Pasó un momento, y cuando volvió a hablar, era frío y sereno, una


vez más, su tono lánguido. "no te pongas toda psicoanalítica conmigo,
princesa. Yo me culpo a mí mismo, sí. Puedes echarme la culpa,
también. Pero lo sacas de mí, de nadie más. "

A pesar de que él no podía verla, ella levantó la barbilla. "Soy una


reina. Llámame "princesa" de nuevo y te castrare antes de matarte.
"Durante muchos años, la castración había sido su método preferido de
castigo. El secreto estaba en el giro de la muñeca.

Murmuró, "deberías estar agradecida, princesa es todo lo que te


estoy llamando. "

"Y tienes que saber que voy a hacer todo lo que yo considero
apropiado a quien considero merecerlo."

"Tu actitud me hace pensar en que aun no eres consciente del


gran error que estas cometiendo "su voz paso de la calma al encanto,
pero ni siquiera eso embotaba el acero afilado que acompañaba cada
una de sus palabras. " puedes o no puedes ser la temible e inmortal
Reina Roja, pero yo soy un guerrero, uno sin un tornillo. En el campo de
batalla, me gusta la sensación del corte de la cuchilla a través de mi
oponente. Me gusta el olor de la sangre. Me vigoriza. Incluso creo que
los gritos de dolor hacen una hermosa banda sonora mientras yo estoy
trabajando. —

En su mundo, la fuerza importaba. Y la forma en que se acababa


de describir a sí mismo... Sexy.

No, no es sexy!

"Bostezo", fue todo lo que se permitió decir.

"Bostezas?" Las barras se sacudieron más fuertemente. "¿Me


acabas de bostezar?"

"Para que lo sepas, yo he comido guerreros como tú para el


desayuno. —

Él no perdió el ritmo. "Bien, ¿tu escupes o tragas? No importa. Tu


respuesta. Tu sexual perversidad no tiene relación con esta situación. Te
agradecería que te enfocaras. "
Calor flameado sus mejillas. "Yo no estaba hablando de eso!"

"Hey, No estoy aquí para juzgar. Yo estoy aquí porque


esperaba…"Se detuvo, una palpable sensación de asombro espesandon
el aire que nunca perdió el hedor de cuerpos sucios y suciedad.

¿Qué estaba ocurriendo? — esperabas que... ¿qué? Ayudar a


Mari? Bueno, es demasiado tarde. No pudiste. se ha ido, y " la barbilla
de Keeley tembló con tanta violencia que sus siguientes palabras tenían
problemas para salir. "Y alguien tiene que pagar. Varios alguien. —

"Confía en mí. YO estoy— "clic... "— pagando." El gemido de las


bisagras oxidadas acompañó la última palabra. Entonces... golpes de
pasos sonaron?

Ella frunció el ceño, confundida.

¿Podría él sólo haber… Escapado!

Keeley se puso de pie, la navaja cayendo de su mano. Torin se


paró frente a su celda, una mochila colgando en su hombro. O... mi. Él
era todo lo que una chica podría desear y más. Mercenario…alto y de
sangre fría… filoso… asesino. Mi favorito. Mi debilidad.

Ella había pasado siglos sin ver a otra persona... sin tocarse. ¿Por
qué tiene Torin que ser tan magnífico? Su cabello era blanco como la
nieve, pero sus cejas y pestañas eran noches oscuras, y el contraste era
un deleite sensual. Pero, oh, sus ojos... eran su característica más
sorprendente. Ellos eran la más rara de las esmeraldas, entrelazados
con diferentes tonos de verde, todo ello sin un solo defecto.

Las terminaciones nerviosas de ella, amortiguadas durante mucho


tiempo, se agitaron a la vida y se estremecieron. La humedad inundó su
boca.

La sangre en sus venas se volvió a fundir.

Cierra la distancia... tocarlo... Definitivamente no... bueno, tal


vez.

Había un rasguño en el cuello de su camisa, haciendo que el


material se abriera ampliamente, mostrando ese musculoso pecho
completamente curado de su auto— cirugía improvisada. Me gusta...

"¿Cómo escapaste de una prisión ineludible?" … preguntó Ella.


Estoy privada. Eso es todo. Un oso hormiguero habría tenido este efecto
en ella.
"Un secreto que olvide", respondió.

"Eso No es una respuesta. —

"¿no estaba destinada a serlo. "Su mirada pasó sobre ella, la


intensidad de la misma asombrosa agresión en su forma más pura. Sus
pupilas se dilataron, el negro eclipsando rápidamente el verde. El eclipse
más exquisito. Uno causado por... la lujuria? ¿Acaso este chico malo la
encontraba atractiva a pesar de sus rarezas?

La sangre en sus venas completamente hirviendo de deseo.

¿Qué hay de su crimen?

El calentó disminuyendo drásticamente. — Harías bien en correr


mientras puedas, guerrero."

"O que princesa?"

"te dañare, peor. —

Pasando la lengua por un incisivo. Luchando por la tranquilidad


que tan fácilmente antes parecía mostrar? te advertiré una vez. Sólo
una vez. Nunca más una amenaza para mis amigos. Lo haces y yo voy a
terminar contigo. YO no quisiera hacerlo, e incluso me odiaría a mí
mismo después, pero lo haré. Lo entiendes? "

Oh, sí. Ella entendió. "eres aún más protector de lo que yo me


había dado cuenta."

Por un momento, ella experimentó unos celos entusiastas


dirigidos a sus amigos. Ellos eran amados por este hombre de todo
corazón, nada lo impedía. Con la partida de Mari… cuchillas en mi pecho,
acuchillándome –no había nadie en el mundo que defendería a Keeley.
No es que ella necesitaba ser defendida. Soy, y seré por siempre, un
barril de pólvora sin igual. Pero el gesto hubiera sido bienvenido.

Él hizo temblar las barras. "dije, ¿me entiendes?"

Tan feroz... Respiró profundamente; el cuero y el almizcle de su


olor deberían haber sido un bienvenido indulto, pero la piel de gallina
que rompían a lo largo de sus brazos la agravaban. Si el hubiese sido
cualquier otro hombre, ella habría llamado su atracción, como reacción
animal. Pero él no lo era. Y si ella hubiera poseído una voluntad débil,
habría cedido a su antojo, acercándose más.

Recordó cómo se sentía al ser una mujer en lugar de un


prisionero. Pero era la reina roja y no poseía una voluntad débil. Plantó
sus pies y se quedó en su lugar. El macho la perturbaba. Tomó nota. No
había ninguna razón para empeorar la situación por coquetear con la
tentación.

Esa hermosa tentación.

Nada le impediría vengar a Mari. "Keeley," él replico. "Préstame


atención a mí."

Órdenes? "Dime qué hacer de nuevo y voy a arrancarte la


columna vertebral a través de tu boca."

Él ni siquiera parpadeó. "Eso es más difícil de hacer de lo que tu


realmente te das cuenta".

"Oh, lo sé. Se necesita experiencia… que tengo. En espadas. —

Una vez más, ni un parpadeo. "La arrogancia no es nunca un


buen estilo."

"Yo no estoy vistiendo arrogancia. Estoy vestida de verdad."


Calma. "Esto es lo que yo entiendo, guerrero. Una vez que me Prometo
hacer daño a cualquier persona que me hizo daño, lo hago. yo nunca
miento. Sobre todo a mí misma. "Ella levantó la barbilla, sabiendo que
era la pura imagen de una mujer terca. "tu, Torin, me has hecho daño."

Suspiró con abatimiento, y sin embargo la emoción brillaba en sus


ojos. La yuxtaposición la confundió.

"Así que estamos en la guerra?", Preguntó.

Ella le ofreció una fría sonrisa. "Nosotros ya estamos en guerra,


guerrero. "

"En ese caso, sería prudente matarte ahora."

"Por Favor. Inténtalo "Él Tendría que abrir la puerta de la misma


forma en que él había abierto la suya... algo que ella había intentado
mil veces.

¿Cómo logro hacer lo que yo no pude?

Él frunció el ceño. " realmente piensas que una mujer como tú me


puede derrotar?"

Una mujer como ella? ¿Qué significa eso? Las gotas de ira rodaron
a través de ella. "Yo he derrotados a hombres más grande y mejores
que tú. —
"Más grandes tal vez, pero mejores? Dudoso, teniendo en cuenta
que no hay nadie mejor ".

La arrogancia ciertamente le sentaba bien. "¿Has oído hablar de


Tifón, el supuesto padre de todas las monstruosidades? Mitad dragón,
mitad serpiente. Todo actitud. A Zeus le gusta presumir de haberle
derrotado, pero yo fui quien le rasgó en mil pedazos y lo metí debajo de
una montaña. ¿Y sabes ¿por qué? Porque él me frunció el ceño cuando
caminaba junto a él. —

"Bostezo", dijo Torin.

Su columna vertebral se puso rígida. — Has subestimado a tu


oponente. Un error fatal, muchos antes que tú lo han hecho. Les podrías
puede preguntar acerca de la experiencia... pero estás muerto. "

Su mirada se movió entre la cerradura de la puerta y la herida en


su brazo. Finalmente dijo: "tu estas en duelo por la pérdida de tu amiga.
Te voy va a dar un pase. Esta vez. No te daré otro."

Aw, el feroz guerrero creía que estaba siendo amable? "tienes una
opción. Quedarte en este reino o partir. Un día dentro de poco voy a
derribar toda esta prisión. En el momento en que lo haga, voy a ir por ti.
Si te has quedado, concluiremos nuestro negocio aquí en este reino.
Tienes mi palabra. Si no, voy a cazarte a ti y tus amigos… comenzare
con ellos. —

El perforo una de las barras.

Ira, mal humor.

Un escalofrío le camino a través de ella.

"no puedes ganar contra mí, Keys. ¿Por qué te plantas a través de
esta batalla? "

Ella ignoró su familiaridad, diciendo: "te sugiero que utilices el


tiempo que te queda de vida creando trampas para mí. "No importaba lo
que él hiciera, él perdería. Pero el esfuerzo podría hacer que se sintiera
mejor acerca de la derrota por venir. O no. Probablemente no.

Sus ojos se estrecharon. "Muy bien. Hasta que nos encontremos


de nuevo... su majestad. "Con una mirada final que,
sorprendentemente, fundio su aliento, salió de la mazmorra.

Keeley trabajó a un ritmo infernal, cortando y escavando hasta el


final en la cicatriz de azufre. Esto es para ti, Mari. Ella habría terminado
ya, pero su mente se había desplazado constantemente a Torin.... Lo
odio!

Y sin embargo, ella no podía dejar de preguntarse si sus cabellos


rubios blancos eran tan suaves como parecían. O si sus labios malvados
serían firmes contra los de ella o blando. O si su piel bronceada se
quemaría oh, tan bueno, sus músculos se endurecerían bajo su tacto
cada vez que le toque.

Un temblor de todo el cuerpo se apoderó de ella. Mala Keeley.


Mala! Pero después de todo lo que había sufrido, se merecía placer. Y
realmente, Torin le debía un poco… De ninguna manera. No vayas allí.

Torin estaba para siempre fuera de los límites, no importa lo


desesperada que ella estaba. Él era bastante, no se podía negar, pero
tenía que mantener las cosas en perspectiva. Mira a Hades. Unos
centímetros más alto que Torin, con una fuerza que nunca había visto en
otro. Su cabello negro no estaba nunca atractivamente desordenado, y
su ojos medianoche siempre prometieron una indulgencia carnal salvaje,
y el estaba equipado perfectamente para ofrecerla. Y sin embargo,
Hades era tan probable que pelara la piel de su pareja en la cama como
a su ropa.

Keeley, la reina que nunca había conocido el afecto, había sido


impotente contra su apelación. Ella había estado enamorada de él. Duro.
Un romance que chisporroteaba había florecido, y abarco siglos.

"Eres tan poderosa, mascota," él le había dicho un día. "Pero ese


poder es inestable. Tú podrías hacerme daño accidentalmente... a
menos que la guerra silencie lo peor de tus habilidades. Sólo entonces
voy a estar a salvo de ti. Y yo quiero estar a salvo. Quiero pasar mi
eternidad contigo. No lo deseas, también?"

Ella lo había amado, y también había estado de acuerdo con él.


Sus poderes habían sido inestables. Las cosas malas sucedían cada vez
que sus emociones habían tomado lo mejor de ella, cualquiera que fuera
la temporada, el clima había respondido en especie de tsunamis, de
huracanes, Vórtices polares, Tornados, incendios forestales. Si alguna
vez hubiera perjudicado al macho con el que iba a casarse, habría
querido morir.

Cuando le había indicado a el que podía estar a salvo de su poder


marcándose así misma con azufre, negando su poder específicamente
sobre él, él hubo señaló que su pueblo nunca estarían a salvo, y Ella no
podía esperar que todos bajo su mando fueran a tales extremos, ¿podría
ahora?
Tan razonable.

Tal manipulador.

Hades, el guerrero más feroz en la existencia, el macho con


cientos de ejércitos de demonios bajo su mando y, literalmente, el ex
del infierno, había temido que su poder se hubiera crecido mayor que el
suyo, nada más y nada menos. Él simplemente no hubiera sido capaz de
soportarlo. Pero las cicatrices no fueron incluso el peor de sus crímenes.
Después de que él la había debilitado, la vendió a Cronos…por un barril
de whisky.

Hay dos cosas que "nunca voy a olvidar. Los crímenes cometidos
contra mí y mi poder. Y Hades va a pagarlo muy duramente. Ella
planeaba cortar su cabeza y sacar su cerebro. Estaba pensando usarlo
como calabaza y llenarla de entrañas en Halloween. Establecería un
puesto en el nivel más bajo de los cielos y permitir que todo el mundo al
que alguna vez Hades había hecho daño viniera y usara su cráneo como
un inodoro.

En una palabra: mágico.

Keeley silbó cuando la navaja salió por el otro lado de su brazo.


Inestable, puso a un lado el arma y levantó el trozo recién afeitado de la
piel marcada. Cuando la sangre se filtró hacia abajo, estudió su brazo
bajo la luz. Volvería esta última cicatriz?

Esperó, un minuto marcando otro. El tejido de su piel se unió de


nuevo junta, sin dejar cicatriz! Ella... lo había logrado? Sucedió? No
podría ser... .

Se llevó una mano al pecho, donde su corazón martilleaba


erráticamente. Soy yo de nuevo? Siglos de trabajo, por fin terminado?
avanzó pesadamente sobre sus pies, esperando que un aumento
repentino de poder golpearla en cualquier... segundos... . pero no había
nada.

Faltaba mucho.

Ella también esperaba una abrumadora sensación de triunfo,


pero... no sintió eso, tampoco. Resolución lleno sus brazos, sin dejar
espacio para nada más. No había mucho más para que hiciera. Matar a
Torin. Matar a Cronos. Mata a Hades. Llorar a Mari. Ella metió el trozo
de piel que se había acabado de quitar en el bolsillo de lo que quedaba
de su vestido. Mi trofeo. Tendría que tener cuidado de no tocarlo hasta
que el azufre se debilitaría contra el contacto. Pero también no podía
desecharlo y permitir que cualquiera se lo encontrara y quizás usara en
su contra.

Se acercó a los barrotes de su celda, cada paso más seguro que el


anterior, con la mente más clara. Tratando de mantenerse sobre las
corrientes de poder…el metal de los barrotes ampliándose al instante.

Realmente soy yo de nuevo. Una mareante anticipación


reemplazó a su voluntad, y sin detenerse en sus pasos, ella recogido a
Wilson.

"Si te hubieras quedado conmigo", le dijo, "yo te hubiera


protegido. Ahora? Olvídate de eso".

Con un apretón, ella lo volvió polvo y se centró en la celda de


Mari. Otra corriente de poder causado que esas barras se ensanchen,
también.

El recinto era del mismo tamaño que el de Keeley, las paredes


más suave y no manchadas por la sangre. En el centro había un
montículo de tamaño de un ataúd de suciedad. La ira disparó a través
de ella, y cuando lo hizo, relámpagos explotaron de sus poros,
crepitando todo alrededor de ella. ¡Sí! Esto! Un segundo más tarde, cayó
a sus pies por una ráfaga de viento, su piel chisporroteando
deliciosamente y su sangre corría efervescentemente mientras flotaba
en el aire.

Todo el calabozo empezó a temblar, el polvo y los escombros a


llover desde el techo. Demasiado pronto, el caos fue demasiado para
que las paredes antiguas pudieran cargarlo. Se derrumbaron, una por
una, las barras de la puerta doblándose, Luego arrugándose, el techo
agrietándose, luego caían.

Ni un solo pedazo de roca o concreto se atrevió a arremeter en su


contra. Calma... constante... no quieras destruir todo el reino.

No todavía.

Respirando profunda dentro... fuera.... El temblor se desvaneció


lentamente, luego se detuvo, el polvo despejándose poco a poco. Keeley
flotó hacia abajo, abajo, al calabozo de nada, era más que un montón
de nada a su alrededor. Aterrizó en una roca, el viento azotando su pelo.
Cerrando los ojos, disfrutaba de su primer sabor de la libertad de
siempre. El sol asomó por detrás de una pared de nubes, acariciando su
rostro a pesar del frío invierno. Glorioso.
El chasquido de una ramita hizo eco, y ella se puso rígida,
escudriñando el bosque que la rodeaba. Árboles ennegrecidos, tierra
arrasada. Bocanadas de humo y cenizas.

Bienvenidos al reino de las Lágrimas de las Lamentaciones, donde


la felicidad viene a morir.

Entonces llovió sin la ayuda de las emociones Keeley, llovió,


abnegadamente sobre todo el reino. Ella había perdido la cuenta del
número de veces que casi se había ahogado dentro de su celda.

Una vez la casa de Cronos, actualmente el hogar de los Tácitos,


una raza de criaturas tan sanguinarias y viles que casi nadie se atrevía
nombrar su nombre. Y sin embargo los Tácitos temen mencionar mi
nombre. Sonrió, y conocía todo aquello que miraba que creía que era
pura maldad. Tan cierto. Pobre Torin.

Se había asegurado que el haría cualquier cosa para permanecer


detrás, aunque sólo sea para acabar con ella y salvar a sus amigos de
su locura. Lo que significaba que estaba en alguna parte, esperando.
Anticipando...

No podría ser mas emocionarse. Así era el negocio.

Sangriento, sangriento negocio.

Una idea formándose. Pronto, Hades enviaría sus secuaces tras


ella. Cada pocas semanas, llegarían a verla y asegurarse que ella seguía
siendo un prisionero. Verlos a ellos masticar a Torin podría ser divertido.
Él experimentaría una retorcida agonía, y ellos enfermarían. Entonces
podría eliminar cada una de sus cabezas. El final ideal para muchos de
sus enemigos. Estaba decidió.

Bueno. No hay nada más que hacer.

Estoy emocionada.
CAPITULO 3

CHICO. LA REINA ROJA, pensó Torin incrédulo.

Con razón los inmortales en los cielos apenas y susurraban sobre


ella. ¿Loca? ¿Cruel? Demonios sí. Ellos probablemente asumían que
decir su nombre en voz alta tenía un efecto Beetlejuice y la invocaría

Ahora al menos, él entendía el título. Con tal poder ella podría


matar ejércitos enteros con un chasquido. Y esta es la mujer que
amenaza a mis amigos. Mi única familia

En serio, amigoooo

El demonio se estremeció

Oculto por un árbol nudoso con extremidades llenas de espinas y


hojas quebradizas que lo mordían con dientes de verdad. Torin veía a
Keeley desde la distancia como un fenómeno, completamente
estupefacto por ella. Ella se detuvo mientras pedazos de la mazmorra
llovían a su alrededor, ni tenía un solo rasguño. Bueno eso no era
completamente verdad. Su brazo estaba roto. Pero aun así ella había
derribado la prisión, justo como había dicho, y parecía que no había
levantado un dedo para hacerlo

¿Qué más podía hacer?

Algo se movió dentro de él. La misma ferocidad que él solía sentir


en el campo de batalla, la misma sensación por la que una vez él había
vivido— y que nunca pensó tener de nuevo, Sonrió.

¡Idiota! Esta era una batalla que tal vez el no sería capaz de
ganar.

¿Podría alguien? Él no había liberado a los otros prisioneros en su


camino a la salida, todos y cada uno de ellos había muerto hoy. A ella
¿le importaba?

Definitivamente no

Hablando de los prisioneros… uno de los hombres le había


resultado familiar, demacrado pero familiar, reviviendo un sentimiento
de enojo dentro de él. Torin no era capaz de reconocerlo o después
encontrar a este hombre
No es como si todavía importara. Él tenía un asunto más grande
en manos. En más de una manera, perdió la cuenta de veces que el casi
había regresado a Keeley. No para herirla o gritarle, como habría
querido. Pero simplemente para verla de nuevo, para bromear con ella.
Para rogarle perdón. Para demostrar que ella no era tan bella, que te
paraba el corazón como recordaba. Para cortar el estúpido lazo. Un
cordón invisible que constantemente lo apremiaba a acercarse. Para
solo… estar con ella

¿Qué estúpido era eso?

Tengo que matarla

Una oleada de angustioso remordimiento barrio a través de su


pecho mientras imaginaba a la poderosa belleza en peligro de muerte.
Demonios el no debería de sentir preocupación acerca de su destino. Y
no debería de tener que recordarse que ella era una amenaza para su
familia.

Momento para un pequeño refuerzo negativo. Torin movió los


dedos alrededor de la gruesa rama del árbol permitiendo que el follaje
se alimentará de el. Dientes rasposos y afilados lastimaban su piel, la
sangre goteaba de su mano. Las hojas entraron en un frenesí
alimenticio como pirañas, dejando nada más que hueso. Dolía como el
demonio mientras el jalaba su brazo lejos. No tenía que preocuparse
porque la planta diseminara la enfermedad— moriría en una hora.

Mientras se curaba, estudiaba a Keeley mas atentamente, dos


cosas quedaron incómodamente claras. El refuerzo negativo no había
ayudado. El deseo de matarla seguía curiosamente ausente. Y el deseo
de arrojarla al piso y probar su fuerza crecía. Una prueba de fuerza—
eso era todo.

Sus ojos eran grandes y sensualmente arqueados, como si


hicieran señas al hombre alrededor de su cama. Desnúdame decían.
Hazme lo que quieras, a pesar de que su cabello estaba apelmazado con
suciedad y enredado. Las hebras destellaban un brillante azul cobalto a
la luz de los rallos opacos del sol. Sus labios eran rojos eróticamente
gruesos. Del tipo que una mujer estaría dispuesta a pagar una fortuna
por tenerlos… y un hombre pagaría una fortuna por tenerlos sobre todo
el cuerpo. Su piel era perfecta pura como hielo y también con tonos
azules Extraordinaria. Un hada del azúcar viva y respirando, edición
mazmorra Linda banda sonora de un porno Gimió, esto no, lo que sea
menos esto.

Siglos atrás. Torin pasaba la mayoría del tiempo follando con


todas las mujeres que conocía – en su mente Y él era bueno. Un dios
entre los hombres. Nada como el demasiado rudo soldado, que era
incapaz de cerrar el trato. El tomo amantes contra las paredes, dobladas
sobre mesas de café y sobre el suelo tan salvaje como animal. Y ellas lo
amaban

Mi tortura. Abrir puertas que nunca sería capaz de cruzar.


Burlándose de mí con lo que nunca podría tener.

Keeley levanto su brazo y extendió el dedo índice, relámpagos


cruzaron el cielo y golpearon la punta de su dedo ella no se cayó ni
siquiera se movió, pero sonrió.

¿Qué demonios era?

Enfermedad golpeo contra la cabeza de Torin. Imprudente en un


intento de alejarse de la chica.

Por primera vez. Torin estaba de acuerdo con el demonio. Pelear


con Keeley no sería el rápido agarrar y apuñalar que él había esperado.
Llevaría tiempo. Tiempo que no tenía. Cameo y Viola no se encontrarían
solas. Y no olvidemos la necesidad de encontrar y destruir la caja de
Pandora. Era la única cosa en este mundo o en cualquier otro, capaz de
matarlo a él y a sus amigos en un simple golpe.

O algo así pensaban

A pesar de que no hizo ningún ruido, Keeley volteo en su


dirección. Su mirada de hielo azul se detuvo y se estrecho en él. A pesar
de la distancia entre ellos— aproximadamente cien yardas— el sintió
como si lo hubiera golpeado en el estómago.

Y le gusto.

Solo mátala y vete

— ¿Escondido? – Pregunto ella – me decepcionas.

Demonios en su tiempo separados, él no había desarrollado


inmunidad a su solo— quiero— lamberte voz aunque probablemente no
haría mucha diferencia si lo hubiera hecho. Ella vestía un andrajoso
vestido que se había quedado sin mangas estaba deshilachado hasta el
muslo era totalmente la sexy Jane de Tarzan. el se paró bajo un haz de
luz

— Bueno tengo curiosidad, ¿cómo derribaste un edificio completo?


y ¿porque espéraSte tanto para hacerlo?
— Torin, Torin, Torin – ella chasqueo la lengua. A pesar de su
postura calmada sus ojos ardían con odio— Tu estas poseído por un
demonio. Matas gente con un toque. Usar mis secretos en mí contra
esta demasiado fuera de tus límites. Entenderás que me reusé a
contestar.

— Claro, pero con tus habilidades. Estoy sorprendido de que no


sepa más gente de ti.

— Rara vez dejo supervivientes, hay menos chismes de esa


manera. —

Ella lo miro una, dos veces yendo más lento la segunda vez. Se
lamio los labios, haciéndolo pensar…

No. No pienses. Él ya estaba duro como el acero, Ni siquiera


Cameo la hermosa guardiana de la miseria lo había afectado tan fuerte y
con tan poco. y ellos se vieron por meses

— ¿Te sientes como para hacerle un favor a una chica? –


pregungo Keeley— dime como abriste la puerta de tu celda. La celda
estaba diseñada para responder a Cronos y tu Señor Del Inframundo no
eres el.

Le había tomado solo un segundo abrir la puerta, y quiso patearse


por no escapar días antes. ¿Cómo se le pudo olvidar que Cronos había
sellado, la llave que todo lo abría dentro de su pecho? Ella podía abrir
cualquier cerradura en cualquier momento en cualquier lugar

— No hay favores – dijo— no hoy— atácala ¡ahora!

— Claro— dijo ella sonriendo, y él pensó que no había nada más


malévolo que su sonrisa, fue como si ella hubiera encontrado escondido,
un botón mágico que conectaba directamente con su sistema
reproductivo.

— Para una intensa y candente excitación presione aquí—


El retrocedió un paso. No era por ella, no podría ser por ella. Sus
pasatiempos normalmente lo mantenían distraído de sus no deseados
deseos. Pero últimamente no había tenido acceso a una computadora o
a videojuegos, o a una cocina, o una cámara, o a una mesa de billar, o a
un tablero de ajedrez, o a un paquete de cartas o a otras miles de
cosas.

wow.

Aparentemente no pensar en sexo, no intentar tener sexo y en


realidad no tener sexo equivalía a montones de tiempo libre para Tor
Tor. Pero pensándolo no era por ella— de verdad, de verdad no podía
ser ella— él no podía dejar de imaginarla vestida de cortesana, con un
bra brillante, combinado por supuesto con unas pantaletas, no mejor
bragas…En su mente, él la obligaba a hincarse y le exigía que se
devorara cada palpitante pulgada suya.

Después de todo era aficionada a devorar

Ella lo obedecería ansiosamente— no podría vivir otro minuto sin


saber el sabor de Torin— abriendo su boca, tomándolo profundamente.
Todo hasta alcanzar la base, ella gemiría y el sonido vibraría a lo largo
de su pierna, intensificando su placer, Sí. Eso es. Lo que él quería.

Él tuvo que rechinar los dientes ante la magnificencia de las


sensaciones que lo atravesaban. El anhelo de lo que nunca podría tener
— y que no debería desear. El calor. El aumento de sus pulsaciones…
Suficiente. ¡Basta!

¿No le había enseñado nada Mari?

¿No lo había hecho Cameo? Ella nunca se había mostrado


insatisfecha con su arreglo, pero él sentía la emoción como si fuera otro
ente en la habitación. Ella tenía necesidades. Para ser atendidas por su
amante. Caricias, masajes, placer, manoseos, apretones que recibir,
necesidades que él no podía cubrir.

Destinado a la decepción. Siempre.

Además esta mujer tenía la intención de matarlo. Y si no a él, a


sus amigos. Por un crimen que el cometió.

Esto no era un tonto mal entendido que podían resolver con una
simple conversación corazón a corazón, Keeley separo sus manos como
diciendo miren que increíble soy.

— Te voy a hacer un favor y te dejare escoger como terminara


esto. ¿Prefieres que te remueva ambos brazos, o que te obligue a sacar
cada órgano con tus propias manos? — De alguna manera ella parecía
más calmada y las llamas de su odio incluso más ardientes.

— ¿Cómo planeas hacer cualquiera de las dos cosas si no puedes


tocarme?

— ¿Por qué decírtelo? – Dijo ella— ¿cuándo puedo mostrártelo?


Alerta de spoiler: el siguiente truco va a ser la última nuez— patada.

— ¿Nuez— patada? — si no fuera por su rabia asesina, ella sería


la mujer perfecta – las verdaderas reinas no hablan en esa forma.

— Esta reina lo hace.

Un segundo después, el suelo bajo sus pies desapareció. No, eso


no era verdad, no había desaparecido, él había sido catapultado por el
aire donde se dio la vuelta, sus extremidades estaban tirantes… más
tirantes… Hasta que sus hombros se salieron de su lugar. Su piel se
empezó a rasgar. Dolores agudos, por todos lados. En cualquier
momento el perdería cada extremidad.

¿Lo más perverso de la experiencia? Le gustaba la presión, la


saboreaba.

— ¿Cómo es que haces esto? — pregunto a través de


respiraciones jadeantes
Ella le soplo un beso duro, como juego preliminar para los
guerreros…Soy un hombre enfermo
— En este momento— dijo ella— estas experimentando una pelea
de impotencia. La misma impotencia que Mari debió sentir mientras tu
enfermedad saqueaba y apaleaba su sistema inmune.

Placer olvidado. La culpa lo golpeo.


La barbilla de Keeley temblaba— Tú la hiciste llorar, guerrero. A
veces juro que aun la puedo escuchar sollozando.

El cerró los ojos herméticamente — Hazlo entonces. Termíname—


él lo merecía. Ella quedaría satisfecha y sus amigos estarían seguros de
su ira.

— ¿Tan rápido? – pregunto ella— no. Apenas estamos empezando

Algo de la presión disminuyo

— Vamos— le grito mientras sus extremidades se iban sanando—


¿que estas esperando? No volverás a tener una oportunidad así.

— En realidad, tendré tantas oportunidades como yo quiera.


— ¿Tan segura estas de tus habilidades?

— Quizá, estoy segura de tu falta de habilidad.

Esa burla quemo tanto que podría haber usado un poco de aloe
vera en su alma. Siempre esperando en la banca, nunca en el juego.
Forzando un tono tranquilo dijo— he sido bueno contigo en honor a tu
perdida y todo.

— perdida que fue tu culpa— escupió Keeley, la presión creció de


nuevo.

— Pero mi buena voluntad oficialmente termino.

Un rugido de animal de repente hizo eco por el bosque,


interrumpiendo el inicio de un largo y confuso discurso que no tenía otro
propósito que el de posponer y darle oportunidad de pensar la manera
de salir de esto. Torin cayo, estrellándose contra el suelo. Incluso
aunque perdió su aliento, brinco sobre sus pies, trás de él las ramas
crujieron. Juntando sus extremidades. Otro rugido sonó, este fue más
fuerte y cercano.

Algo venia por este camino— y rápido. Él había estado en estos


bosques por días, y no había habido señal de vida. Bueno salvo por las
plantas carnívoras. ¿Y ahora esto?. Miro a Keeley. Ella puso sus manos
sobre su cadera, todo un trocito de enojo femenino. Cosa graciosa.
Incluso eso era sexy.

El golpeo un lado de su cráneo en un esfuerzo por aclarar sus


pensamientos, y en realidad funciono. Palmeo la daga que había traído
desde casa, listo para hacer frente a este nuevo reto.

La criatura llego rodeada por una nube de polvo. La realidad lo


golpeo, era un Unspoken. Mitad hombre mitad bestia, en lugar de
cabello, serpientes bailaban y siseaban en su cuero cabelludo. Y en lugar
de piel, tenia partes carbonizadas de lo que alguna vez fue pelaje. Dos
largos colmillos salían del final de sus labios hasta su sien como sables.
A pesar de que tenía manos humanas, sus pies eran pezuñas afiladas
como navajas. Su oscura mirada vagaba sobre Torin, catalogando cada
detalle, y su lengua bifurcada lamia sus labios – mio— dijo.

Keeley estudio a su nuevo oponente, que cosa tan fea. El


Unspoken debió escuchar que la prisión se había derrumbado y decidió
ir a ver qué pasaba, y ahora él había aparecido ansioso por tener una
bonita cena a la Torin.
Estrictamente, ella podría no ser carnívora como el Unspoken,
pero ella le podría dar a Torin una mordida o diez… Deja de coquetear
con la idea de seducción y ¡pelea!

Ella pensó en todas esas ocasiones que esa criatura y sus


subordinados habían invadido la prisión, frenéticos por romper los
barrotes y alimentarse de los prisioneros, aunque ellos nunca lograron
pasarlo, se habían estirado a través de los barrotes y habían agarrado a
todo aquel que estuviera lo suficientemente cerca. Ella había escuchado
los horrendos frutos se sus trabajos. Los gritos. Los ruegos por piedad
nunca concedida los victoriosos graznidos de júbilo.

La venganza iba a doler.

Mientras se preparaba para dar el primer golpe. Torin voló a


través del polvo y atravesó una daga por la garganta de la criatura…
solo para desaparecer. ¿A dónde había ido? Debería estar cerca. De
acuerdo a Galen. Torin no era un inmortal capaz de desaparecer.

El Unspoken permanecía sobre sus pies, sanando rápido y


enojándose cada vez más.

Torin reapareció y golpeo – una, otra vez, otra vez y otra vez—
causando más daño cada vez. El Unspoken trataba de atraparlo, trataba
era la palabra clave. Torin exudaba emoción más que miedo, agachado,
siempre buscando el momento perfecto. Y Por más que ella odiaba
admitirlo, la maestría del guerrero la impresionaba.

El problema era que él no podía hacer contacto real con la bestia


arrojarlo o pegarle, ni siquiera darle patadas en las piernas. ¿Estaba
determinado a prevenir una plaga? ¿Incluso con una criatura vil como el
Unspoken?

Tal vez el de verdad él se sentía mal por lo que le había hecho a


Mari. Keeley presiono la mano contra su estómago para detenerlo
porque de repente se había revuelto— eso no cambiaría su destino.

No podía.

Aun le quedaba una cualidad: su integridad. Ella prometió


exterminarlo, y lo haría.

El Unspoken golpeo con sus garras a Torin. Y esta vez Keeley lo


tomo personal. Torin era suyo para matarlo. De nadie más. Cualquiera
que si quiera pensara en lastimarlo. Automáticamente firmaba su
sentencia de muerte.
— Te daré 5 segundos de ventaja — le grito al Unspoken — te
sugiero que corras… y rápido.

Al sonido de su voz la criatura se congelo. Su negra mirada se


giró hacia ella y se estrechó – tu –dijo.

— cuatro – keeley esponjo su cabello— estoy segura de que has


escuchado rumores sobre mi afición por viseras y mi disgusto por
mostrar piedad. Bueno, te aseguro que ambas son verdad. Solo
pregúntale a tu hermano. Oh, espera. No puedes. Él se acercó a mi
celda y lo destripe. Tres veces.

Torin voló por el aire atravesando el ojo del Unspoken. Un


bramido de dolor salió de él.

La bestia pateo a Torin, golpeándolo en el pecho. Torin, salió


disparado sobre lo que quedaba del puente levadizo directo al fangoso
lago que estaba abajo. Orden de muerte firmada, sellada y a punto de
ser entregada. – Dos. Uno.

— Siempre pensé que tu serias la más sabrosa— grito la bestia,


regresando su atención a ella. El avanzo hacia ella. Y a pesar de que en
un momento cientos de yardas los separaban, estuvo frente de ella al
siguiente. Alzándose sobre ella, su fétido aliento golpeando su cara,
quemando su piel.

– finalmente puedo descubrir si tenía razón

— Veo que nadie te enseño la importancia de un buen cepillo de


dientes— ondeo su mano debajo de su nariz.

— No te preocupes. Limpiare mis dientes con tus huesos— el


salto sobre ella— al Unspoken le gustaba ablandar sus comidas.

Ella le envió una carga de poder golpeado su pecho, causando que


todo su cuerpo vibrara. Ella estaba a punto de lanzar otra carga, cuando
algo duro la golpeo en un costado, quitándola del camino. Ese algo
mantenía un apretado e intraspasable dominio, viajando con ella girando
en medio del aire, tomando el impacto, cuando aterrizaron ella contuvo
el aliento y recupero el equilibrio— solo para darse cuenta de un
jadeante, ceñudo Torin se alzaba sobre ella, un musculo palpitaba en su
mandíbula.

— ¡Tonto! ¿por qué hiciste eso? — exigió saber ella.

— ¿Que clase de estúpida mujer, permanece solo parada cundo


una bestia del triple de su tamaño se prepara para sacarle el cerebro a
través del agujero de la oreja?
¿Él está… ayudándome?

¿Por qué?

Sus pensamientos se descarrilaron. Cabello mojado se aferraba a


la cara de Torin, gotas de agua cayendo, bajando, lavando las manchas
de mugre, rayos de luz fragmentaban sus ojos esmeraldas, brillando con
sensualidad y una mezcla de peligro y lujuria.

Era sexualidad cruda, proveía masculinidad salvaje suficiente para


azotar a través de cualquier mujer. Las defensas que alguna vez
construyo, dibujaban una caliente y carnal respuesta en ella.

Temblores, falta de aliento. Hambre sin fin.

Sabiendo que el Unspoken estaba fuera de combate, al menos por


unos pocos minutos más. Ella se estiro para trazar las líneas de los
hermosos labios de Torin. Él se mantuvo, atrapado por la misma
necesidad desesperante, que ella sentía. Definitivamente retándola a
hacerlo, retándola a tomar lo que ella quería. Pero en el último segundo,
él se tambaleo hacia atrás. Como si ella planeara golpearlo en lugar de
acariciarlo.

— No lo hagas— le espeto— mientras haya ropa entre nosotros,


estarás bien, pero contacto piel con piel te destruiría.

Rabia. Contra de él, contra de ella. Como se había olvidado de su


infección

Alivio. Debilidad en cualquier tipo no estaba permitida.

Rabia otra vez. Él era el asesino de Mari. El Enemigo. El deseo por


Torin no podía ser más fuerte que su deseo de revancha.Sus huesos
comenzaron a vibrar, el suelo tembló. El aire azoto con un frenesí
peligroso, Truenos tuvieron auge y el cielo se oscureció en un negro
opresivo. Torin busco la fuente del tumulto, no se daba cuenta de que
era ella.

El Unspoken se recuperó antes de lo esperado y se transportó a


donde estaban. Quitando a Torin que estaba distraído del camino y
tomando a Keeley por el cuello. Ella no forcejeo mientras era levantada
del piso. No había necesidad.

— ¿Ya no eres tan altiva eh mujer?

— ¿Alguien tiene el trabajo de papel de baño por un día no?


Una afilada lanceta de dolor en su cuello. Oh. Él le había de roto
su espina dorsal

— Quiero que sepas el gran placer que tendré de exprimirte tan


fuerte, que tu cabeza se caerá. Su voz era como navajas cortando a
través de ella, su sonrisa lenta y triunfal… y todo lo malvada posible —
usare esa herida como pajilla y te drenare hasta secarte.

Creativo

— Se necesita… más que tu... para terminarme.

Las vibraciones alrededor de ellos se intensificaron, se centraron


en el. La confusión surco su frente, justo antes de que el suelo se
abriera, amenazando con tragárselo completo, la libero un poco,
permitiéndole saltar para ponerse a salvo, a pesar de que ella no se
movió más de una pulgada, ella permaneció en el aire, el viento se
arrecio, azotando las puntas de su cabello y el dobladillo de su vestido
arruinado.

Las nubes oscuras de la noche ondulaban, gritos como si


estuvieran en labor de parto… y finalmente haya dado a luz una violenta
tormenta. Dagas de hielo acribillaban la tierra y al Unspoken.

Cuchillada. Cuchillada. Cuchillada.

Los cortes eran más profundos que los que Torin le había hecho.
Su piel lloraba, la sangre se fugaba. Sonriendo, torció un dedo hacia él.
El Unspoken intento plantar sus rodillas y mantenerse en el lugar. Pero
él no era lo suficientemente fuerte para oponerse al golpe de su poder.

Y de repente él estuvo a solo unas pulgadas lejos de ella, al final


del acantilado, él había esperado hacerle daño. Había esperado hacerle
daño a Torin.

Ahora él había muerto

Torin se había ido por el precipicio, atravesando su daga por los


tobillos del Unspoken, con un bramido, la bestia se había caído sobre
sus rodillas, pero justo antes de aterrizar, él se volteo y una vez más,
lanzo su fornido brazo contra el guerrero. Torin rodo varias yardas lejos,
e incluso a pesar de que el hielo también lo golpeo causando el mismo
daño severo. El mantuvo su mirada estrecha sobre el Unspoken
preparándose para lanzarse de nuevo al ataque.
No podía dejarlo. Sus emociones… casi demasiado fuertes para
controlar. Si ella no era cuidadosa, Torin podría morir en un momento de
caos.

¿Dónde está la justicia en eso?

Respiración profunda… afuera… adentro… pero — casi— lo había


aplastado y quemado. Ella sintió mucho por demasiado tiempo, sin
ningún tipo de liberación. Intento transportar a Torin fuera del lugar. Tal
vez tuvo éxito. Tal vez no. La rabia había derribado las paredes de sus
defensas y exploto dentro de ella. Ella perdió la pista de lo que la
rodeaba. Su espina dorsal se realineo. Se sano y arqueo. Provocando
que su cuerpo se doblara…Aullidos de dolor erupcionaron— y no venían
de ella.

Los rasgones de piel. El estallido de huesos rotos. Los pops de un


cuerpo estallando, el sonido de la sangre corriendo. Las salpicaduras. La
lluvia de pedazos de órganos. Liquido caliente la salpico. Como metralla
golpeando contra ella.

Pero tan rápido como la tormenta había venido, se calmó. Keeley


floto hacia el suelo. Limpio sus ojos para ampliar su campo de visión. El
Unspoken se había reducido a hebras— Y ni una de ellas era
identificable. El no sería capaz de recuperarse de esto. Nunca se
regeneraría. Esto era todo para él. El final bien librado.

Pero… no había señal de Torin. Ya fuera que ella lo hubiera


transportado como esperaba o hubiera muerto, sus intestinos mezclados
en la carnicería. El remordimiento golpeo directo en su corazón. Porque
ella no había tenido la clase de revancha que había esperado.

No por el – no, imposible— subyacente sentido de perdida

No podía extrañarlo.

¿Oh podía? Torin era el asesino de Mari. Si pero también era el


único lazo que Keeley tenía con la chica. El único lazo con la tierra de los
vivos. Ella intento transportarlo. Cuando todo permaneció como estaba.
El pánico golpeo. Murió su calma. Ella podía vincularse con cualquiera
menos con los muertos.

Bueno él no podía estar muerto. Él era un feroz Señor Del


Inframundo, el simplemente podría estar moviéndose muy rápido para
que ella lo ubicara... Si eso era.

Ella avanzo. El andaba por ahí y ella lo encontraría. No importaba


donde se hubiera escondido. Ellos terminarían su guerra. Y ella
encontraría otro lazo con el mundo de los vivos
Viva, los presento a la perfección.
Capítulo 4

Torin corrió a través de la selva, con cuidado para evitar las trampas
que había puesto… trampas que habría establecidos incluso sin la
sugerencia de Keeley, gracias. Ramas abofeteándole en la cara y las hojas
tratando de morder sus mejillas, pero apenas se dio cuenta. En un segundo
el había estado preparado para lanzar un ataque final contra el Unspoken, y
al siguiente había estado a una buena distancia de la acción. Keeley le debe
haber destellado.

¿Por qué iba a hacer una cosa así? Ella lo quería muerto, ¿no?

Importa realmente la respuesta? Necesitaba su mochila, como, ayer.


No podía permitir a Keeley cerca de sus amigos— su única familia, y si eso
significaba que tenía que poner una bala en su cerebro, que así sea.

— Y el premio para el peor enemigo en la Historia de siempre es


para... la Reina Roja. —

No porque ella fuese lo suficientemente poderosa como para derribar


un edificio, aunque eso ciertamente la puso en la parte superior de la
pirámide — sino porque ella podría hacer una bestia reventar por las
costuras, lloviendo sangre y tripas.

En serio. Ella había golpeado al Unspoken como una erección


mañanera, y con el mismo resultado final: una explosión.

Torin podía imaginar el discurso de aceptación de Keeley. ―Me


gustaría agradecer a mi víctima. Sin él y sus órganos internos, yo no
estaría aquí. —

En todos los siglos de su vida, él había pensado que había visto lo


peor de lo peor cuando se trataba de horripilante.

Se había equivocado.

Se estrelló contra un muro de espeso follaje que ayer por la mañana


había pasado horas en erigir. La defensa era lamentable, pero un chico
tenía que trabajar con lo que tenía. Tres de los presos que él había liberado,
esperaron en el campo a pesar de sus amenazas de matar primero y
preguntar después si alguien se acercaba. Ellos esperaban que el
encontrara una manera de salir del reino.
Hasta ahora no había tenido suerte. No importa las amenazas de
Keeley. Torin sabía que había cientos de diferentes reinos, algunos al lado
del otro, algunos apilados uno encima de Uno y otro, y algunos incluso
envuelto alrededor de los demás. Sólo que no estaba seguro de cómo llegar
de uno a otro sin la capacidad de destellar.

— Hola, amigo, — dijo Cameron. — Qué bueno que te unas a


nosotros. — El trío formado por dos machos y una hembra. Cameron, el
guardián de la obsesión. Irish, guardián de indiferencia. Y Winter, la
guardiana del egoísmo.

Ellos fueron maldecidos con los demonios a pesar de que no habían


estado entre los inmortales que habían abierto la Caja de Pandora.

Pero. Cuando se trataba del mal, siempre había un — pero. — En


aquel momento, eran prisioneros del reino subterráneo del Tártaro. Y como
había habido más demonios que señores, una buena parte de los internos
se quedaron con las sobras.

— Es hora de abandonar el barco, — dijo. Keeley vendría detrás de


él, y si el trío estaba en cualquier lugar cerca de él, serían atrapados en el
fuego cruzado. Nadie parecía captar su urgencia.

Lo Que Sea. No había firmado como su custodio. Si ellos no


escuchaban, merecerían lo que conseguirían. Cameron se acomodo al lado
de Winter, ofreciéndole un plato de estofado de herbaje. Los dos eran
hermanos, tal vez incluso gemelos. Ambos tenían los mismos ojos lavanda
bordeados de plata, la misma piel bronceada y el mismo tono de cabello.

— Este pequeño claro tiene la mejor primavera fría en todo el


bosque, — dijo Cameron, — y papa necesita su tiempo de ducha feliz. – el
Cogió el arma de tatuaje que había creado con piezas de metal que había
encontrado tirado en el suelo y continuó entintado una imagen actualmente
indistinguible en su muñeca. Al parecer, tenía una compulsión ―obsesiva‖
de hacer la crónica de cada uno de sus encarcelamientos en su carne. — No
nos iremos. —

— Entonces ustedes pronto experimentaran la alegría de la auto-


combustión. — era tan simple como eso.

Irish se alzó sobre un tronco de árbol horizontal, ocupado tallando


una rama en una flecha. No era tan civilizado como sus amigos. Dos
cuernos se extendían desde la coronilla de su cabeza. Oscuros, rectos como
su pelo colgando a la cintura, múltiples navajas entretejidas en las hebras.
Tenía pómulos afilados. Negros ojos misteriosos. Manos con garras de
forma permanente. Y mientras en su mayor parte tenía la mitad superior de
una hombre, tenía la mitad inferior de una cabra. Piel y pezuñas.
Era parte sátiro, parte otra cosa, Torin detuvo su escrutinio cuando,
levantó la vista. — Jodete, — él

Dijo en su rico acento isleño. De ahí el apodo. Nombre Real…Puck


algo. O tal vez Puke algo. Es difícil de decir cuando no podría importarte
menos.

Torin se encogió de hombros. — Como he dicho, es su funeral.


Disfrútenlo. O no. — Él se puso de rodillas delante de su mochila y vació los
bolsillos. Cuando él había tirado a Keeley al suelo, le había cacheado y
robado, él frunció el ceño mientras miraba el único elemento que se había
llevado — un trozo de piel ensangrentado con cicatrices.

Bueno, ¿por qué no? Un trozo de piel era justo el tipo de recuerdo
para llevar de alguien que fue tortura. Excepto, cuando la mente de Torin
regresó al derribe de la mazmorra, la nuve de polvo entonces recordó la
herida en el brazo de Keeley, un lío de músculo carmesí empapado. Como si
un trozo de piel había acabado de ser cortado.

Observando más de cerca las cicatrices, se dio cuenta que Miles de


diminutas motas anaranjadas brillaban dentro del tejido. El frunció el ceño
cuando pasó el pulgar sobre la carne. Estaba caliente, un calor natural. De
las... llamas?

Puede Ser. Probablemente. Pero ¿por qué no se estaba derritiendo la


carne? Realmente solo los trozos de azufre podrían quemar el tejido
corporal….Azufre. Por supuesto. Rocas sulfúricas con venas de lava
corriendo por todas partes, encontradas en lo profundo de la tierra…y el
infierno. La parte inferior de su estómago se apretó. Esta iba a ser una
guerra. El tipo de guerra utilizada para derrotar a los curadores.

Era Keeley un curador? Un parásito? O tenía que protegerse de uno?

Si era un curador, era uno de los últimos de su especie, si no la


última, y aún más peligroso que se hubiera dado cuenta. Los curadores
crean lazos invisibles con los que les rodean, y al igual que los vampiros,
succionan, secan.

El vínculo se rompe, ella gritó.

Oh... maldición. Lo era. Ella era una curador.

Enfermedad se estremeció

— ¿Has oído hablar de los curadores?, — Preguntó a sus invitados no


deseados.

Una fuerte inhalación de cada uno.


— No— Irish finalmente dijo, con un tono seco. — Somos idiotas sin
una pista. —

Tomare eso como un sí. — Uno de ellos acaba de escapar de la


prisión, y aunque eso es bastante malo, ella está decidida a matarme. –lo
hubiera hecho ya, si no fuera por el Unspoken.

— Entonces es como si estuvieras muerto, mi amigo. — Cameron


nunca levantó la vista de su tarea. — Porque si estoy adivinando Keeley es
la curador, y para confirmar, esa chica es una loca demente. Captas lo que
estoy diciendo, mi hombre? Su ascensor sólo llega a los pisos de F y U.(
Jodete)

— Lo tengo. Gracias. –Imbécil.

Torin podía hablar mal de ella todo lo que quisiera. Pero al parecer, si
alguien más lo hacía quería agujerear su hígado y llenarlo con rocas. Se
ocupó así mismo, en retirar de la semiautomática que había embalado,
luego las piezas de un largo rifle de alcance.

— Me enredé con una Curador una vez. — Cameron, termino con


su... ducha de lluvia? Océano de lágrimas? — Ella estuvo a punto de
destruir toda mi familia, pero era una gata salvaje real en un saco. Los
locos siempre lo son. Por eso es que Probablemente son mis favoritos. —
Una pausa. — A pesar de que, una vez dormí con un centauro que le
gustaba…—

— No empieces con una de tus historias. — Irish tiró un palo hacia


él. — Además, nunca son tuyas. Las recoges de otras personas. —

Con el ceño fruncido, Cameron dijo, — ¿Y cómo lo sabes? —

— Porque la que estás contando es mía, idiota. —

— ¿A quién llamas idiota, imbécil? —

— Yo no soy un imbécil, idiota. —

Niños.

¿Qué más conocía Torin sobre su nuevo enemigo? …Los Curadores


fueron creados antes que los humanos. Una vez espíritus de luz, que se
encargaron de la custodia de la tierra, fijados a ella y sus estaciones. Pero
todo cambió cuando traicionaron a su líder, el Altísimo, y se aparearon con
los ángeles caídos que habían intentado usurparlo como gobernante
supremo de los cielos. Lo que los curadores no habían entendido hasta que
fue demasiado tarde? Los caídos fueron maldecidos con oscuridad eterna
del alma, y esa maldición pronto se extendió entre su raza.
Sus descendientes, como los de los seres humanos y los ángeles
caídos, eran conocidos como Nephilim... e incluso demonios.

Al inicio. Los Curadores eran espíritus…sin cuerpos. Cómo Keeley


había conseguido uno, no podía comprenderlo. Pero ella lo había hecho. De
lo contrario no podría haber sido encarcelada o arrojado esas piedras hacia
él. O acabado debajo de él cuando la había empujado fuera de peligro...

No vallas allí. Estaba duro… de nuevo.

Necesitaba azufre. Pero tan abrasadoramente caliente como las rocas


estuvieran, no había manera de que pudiera llevar una roca hasta a Keeley,
sujetarla y frotarla contra ella. Y, de todos modos, no le gustaba la idea de
cicatrizar toda esa piel perfecta. La solución más simple era una cicatriz a sí
mismo. La guerra trabajaba en ambos sentidos, después de todo.

Envainó la pistola en su cintura y robó el equipo de tatuaje de


Cameron. –voy a tomar prestado esto. Espero que no te importe. —

El guerrero de inmediato actuó como una suplantación de Chuck


Norris. Él hizo una vez un grito Happy Meal. El estrangulo a un enemigo con
un teléfono inalámbrico. Destruyó la tabla periódica porque sólo reconocía
el elemento sorpresa.

Pero estoy peor.

La sonrisa de Torin era una fría invitación al infierno mientras se


quitaba los guantes. –eres bienvenido a tratar de recuperar tus cosas, pero
entonces caminaras devuelta con una tos seca y una incapacidad para
nunca más tocar a otro ser viviente sin iniciar una plaga. Totalmente es tu
decisión. —

Silencio.

Eso es lo que yo pensaba.

Descolgó cuidadosamente el motor, luego jugando con ella para darle


más jugo. Encontró un grueso tubo de acero, y con algunas piezas más,
creó un martillo improvisado para romper a través de capa tras capa de
dura tierra. El sudor manaba de él, pero era un buen sudor. Por el trabajo
honesto… Omite eso.

Cuando el motor se murió, él usó sus manos. Sus compañeros nunca


emitieron incluso una oferta para brindarle ayudar, sólo continuaron
comiendo su guiso. Bien. No quiero compartir la recompensa. E iba a ser
recompensado. Dos metros más abajo... cuatro... seis... ocho,
asegurándose de dejar surcos a lo largo de la pared para que pudiera salir,
descubrió una pequeño pieza de azufre. Las rocas trimestre de tamaño eran
exactamente como él recordado, negro con las grietas de oro a lo largo y
caliente, muy cerca de causarle ampollas.

Él salió del agujero y se metió los guantes en el bolsillo de atrás,


luego trabajó un poco más de magia con el tubo de acero, usándolo con
una rama para crear pinzas. De regreso al interior, se las arregló para
recoger una de las rocas. La rama se incendió en el camino, pero él la tenía
a nivel del suelo antes de que al final la rama se convirtiera en cenizas y la
roca cayera.

Victorioso, se sentó al lado de ella. El Trío Terrible lo miró


boquiabierta.

— Aquí, — dijo Winter, hablando por primera vez. Ella se acercó a él


con una arrogancia femenina

Que había visto a muchos tratan de emular pero sólo algunos pocos
perfeccionaban… y se acento entre sus piernas.

Él debería haber respondido a eso, pero no había nada de vigor, nada


de nada, nada sucedía allá abajo, y zarcillos de molestia se colaba a través
de él. ¿Por qué Keeley y no a ella?

Winter llegó a él, diciendo: — Deja que te ayude. —

Torin se deslizó lejos de ella, rompiendo el contacto, — Esta es la


última advertencia. Ven tan cerca de nuevo, y perderás una mano. Has
contacto con la roca, y perderás aún más. —

Cameron resopló. — Algo que tú debes saber acerca de mi hermana.


Ella siempre quiere lo que la otra gente tiene —.

Sus ojos brillaban con determinación y, es cierto, incluso era una


hermosa vista. Ella era una maravilla.

Levantate. Nada de nada. Nada.

No le gustaba la idea de que Keeley, y sólo Keeley, pudiera afectarle.


Su reacción con ella haría un gran título porno, sin embargo. La polla
solitaria…Chico. ¡Basta!

— Ahórrate a ti mismo una batalla, — dijo, agitando los dedos hacia


él. — Dame el azufre. —

— Hazlo, — dijo el Irish. — No quiero tener que tomar partido. —

Como había hecho ya. Él podría ser el guardián de indiferencia, pero


una parte de él valoraba a la chica. El anhelo en la mirada de ella no le
había pasado desapercibido.
— tu deberías haberme ayudado a cavar, — dijo Torin.

— Y estas uñas sucias? — Ella negó con la cabeza. — Nunca. —

— Te lo dije, — dijo Torin. — No te voy a dar el azufre, y a cambio


de tu comprensión,

No te matare. ¿Qué tal eso? –

Lentamente, como si cada paso fuera una agonía, ella se alejó de él.
— Lo suficientemente justo. —

Palabras bonitas. Pero ella ya estaba planeando esa batalla que le


había prometido, garantizado.

Por extraño que parezca, no estaba entusiasmado con la perspectiva


de otro digno oponente.

Distraídamente, Torin frotó el brazo contra la roca. Una vez en la


parte delantera, una vez en la parte posterior. Solo eso basto. Había una
quemadura inmediata, su carne y sus músculos quemados. Casi gritó.

Bien. Casi sin aliento. Él gritó y maldijo, luego cayó sobre su espalda.
El olor en el

Aire... lo suficiente como para vomitar. Pedazos de azufre unidos al


tejido, cicatrizándose en él, sin permitir la total regeneración.

Winter se zambulló por la roca…. Uh, uh, uh. Le dio una patada hacia
el agujero antes de que pudiera agarrarla y se apresuró a cubrirla con
tierra.

— Como dije, — anunció cuando terminó. — tú no ayudaste a cavar.


— Como he dicho, — se hizo eco winter. — guerra. —

— Error, mi hombre. — Irish chasqueó la lengua.

— Compartir es bueno, — dijo Cameron. — La avaricia te matara. —

— Yo soy su único aliado aquí— Torin les recordó. –Dejan fuera las
amenazas o salen de mi campamento. —

Winter frunció el ceño. Los otros dos se encogieron de hombros. A


ellos no les gustaba, pero lo necesitaban. Y tengo que encontrar a mi
Curadora. ¿Dónde estás, Keeley?

Se había comprometido en innumerables disputas mortales durante


toda su larga vida, pero esta podría ser la primera que en realidad había
considerado alguna vez... divertida. Él no se merecía tener diversión, y sin
duda era mal de él, dada la naturaleza y gravedad de la situación, pero ya
es demasiado tarde para echarse atrás. Esta vez él estaría listo para lo que
Keeley le diera.

***
Una cuerda enganchada alrededor del tobillo de Keeley. En un solo
latido, era llevada en el aire y colgaba al revés. ¿En serio? Esto de nuevo?
Ella se destello al suelo.

Una marca más en el libro mayor de los crímenes de Torin.

Sólo cuarenta y seis horas en su caza, y ella ya estaba en el borde.


Estaba vivo, sí, pero la había evadido. Sus trampas le habían molestado.
Truenos retumbaron por encima. El sonido le molestaba, recordándole que
otra lluvia se esperaba cualquier día. Una que no tendría nada que ver con
sus emociones. Tenía que haber desaparecido para entonces.

¿Y dónde estaban los esbirros de Hades? Ella había abandonado su


plan de darles de comer pedazos de Torin. Sólo los quería muertos para
poderse concentrar plenamente en el guerrero. Caminó hacia adelante,
empujando a las corrientes de poder, talando los árboles en su camino. Voy
a buscarlo.

¿Cuántas veces tuvo que rastrear a un enemigo con Hades?


Incontables. Ella era buena. Lo mejor. Un poco oxidada, tal vez, pero ella
tomaría la determinación sobre la habilidad en cualquier día.

Whoosh!

Un arsenal de flechas voló hacia ella. Ella las esquivó con facilidad,
viendo una Mantícora (criatura mitológica, un tipo de quimera con cabeza humana
frecuentemente con cuernos) saltando de las ramas de un árbol aún en pie.
Tenía la cabeza de un hombre, el cuerpo de un león y una ballesta por cola.
Ella lo atrapó con una corriente de poder, sosteniéndolo en su lugar. Luego,
con sólo un pensamiento, ella le quitó La piel, dejándola en una sola pieza,
y rellenando su sangriento cadáver, de adentro hacia afuera. Cuando golpeó
el suelo, se quedó allí, retorciéndose.

Las palabras del Unspoken muerto se había extendido, y las criaturas


iban en tropel, al parecer listo para una cena cinco estrellas. Ellos no deben
haberse dado cuenta de que ella era la infame Reina Roja.

Un clic clac fuerte capturó su atención, sus oídos crispados. Un laelap


(era un perro que siempre atrapaba a su presa cuando cazaba. Fue un regalo que Zeus
hizo a Europa) apareció por la esquina,
Haciendo fuego para ella. Un perro de metal que nunca se rendía
una vez que había visto a su presa. Podría ser cegado, sus piernas
cortadas, sangrando por las heridas, pero aún sería capaz de encontrar una
manera de llegar a su víctima.

No tengo la paciencia para esto.

Suspirando, Keeley lanzo otra corriente de poder, aplastó a la


criatura en una bola y lo aplastó

Como un panqueque. Partes de metales Diminuto volaron en todas


direcciones. El aroma masculino de Torin floto en un hilo de viento,
reclamando su atención. Estaba cerca!

Venga, sal de donde quiera que estés.

Mientras olfateó, cogió el olor de otros tres presos, también. Dos


machos, una hembra.

Keeley se mordió la lengua hasta que probó la sangre. ¿Quién era la


mujer con Torin? Su última

Novia? Probablemente. Era demasiado bonito para pasar sus noches


solo.

La idea le molestaba, pero no podía entender por qué. A menos


que... Sí, por supuesto. A Mari se le había sido negado para siempre la
oportunidad de un vivieron felices para siempre después de todo, por lo
que a Torin también. No tenía nada que ver con la atracción que
chisporrotea de Keeley a él. Una atracción que no habían disminuido con el
paso del tiempo, pero si crecido.

Soy demasiado inteligente para ir detrás de otro pedazo de chico


malo. ¿Sí? Por Favor? Pero se estaba volviendo más y más difícil
convencerse de que el atractivo de Torin que se centrada alrededor de ella
desesperaría, que cualquier hombre la habría afectado con la misma fuerza.
Sólo un hombre tenía los ojos color esmeralda mezclados con diferentes
tonos de verde, cada uno más brillante que el anterior. Sólo un hombre
tenía esos sensuales labios... ¿Cómo se sentirían en su piel? ¿Preferiría ella
un toque suave... o uno demandante?

¡No! No placer. No de él. Sólo venganza. Ella… trastabillo en una vid


entretejida estratégicamente y tropezó. Cuando recuperó su equilibrio, oyó
otro zas. A unos quince metros de distancia una ballesta era anclada a una
rama que estaba conectado a la vid. Ella atrapo la flecha por el eje antes de
que la punta de metal pudiera hundirse en su latiente corazón.

Bueno, bueno. Otra marca contra Torin.


Destellos de ira. En auge de Truenos.

Tal vez ella necesitaba ampliar su plan de matar a Torin. Encontralo,


torturarlo por ser tan irresistible, y luego matar a la novia delante de él.

En una palabra, perfecto! Mari se habría sentido orgullosa.

Los hombros de Keeley cayeron, todo el pecho dolorido de nuevo. En


realidad, Mari la habría regañado por tal complot. La chica habría dicho, en
su tono suave, — Keeley, amor, tu misma has matado muchas personas, y
todas las víctimas tenían un mejor amigo que dejaba atrás. Sabes esto. No
odies a otra persona por cometer el mismo pecado. Y no te regodees en el
pasado. Es como arena movediza y te mantendrá atrapada. Perdona y
sigue adelante. —

Tan sabia, su Mari. Pero... podría Keeley permitirle a Torin


marcharse lego de lo que había causado?

No puedo hacerlo. Simplemente no se puede.

Su corazón estaba roto. Sólo venganza pegaría las piezas juntas de


nuevo. Entonces ella se perdio a lo largo de sus pensamientos, se subió a
una tabla en ruinas. El centro se rompió y

Ella se cayó, estrellándose en el fondo de un pozo, incluso antes de


que ella se diera cuenta de lo que había sucedido. Su tobillo torcido, y sus
rodillas rotas. Dolores agudos explotaron a través de ella, pero no eran
tanto que no pudiera manejar.

Estrella de oro, Torin. Había hecho bien su trabajo.

Una sombra cayó sobre ella. — No tenía que ser así, lo sabes. —

Su piel pincho con una cantidad increíble de calor, miró hacia arriba.
El guerrero diabólico se situó en el borde superior del pozo, el cañón de un
fusil dirigido a su cabeza. El aliento se le trabo en la garganta, pero no por
el arma.

Él es aún más hermoso de lo que recordaba.

Él es también un ladrón. Me robó a Mari. Mi sol. Mi felicidad.

— De verdad, Torin? ¿En serio?, — Preguntó, como si estuviera


decepcionada, con la esperanza de ocultar su humillante reacción a él. Su
Sangre, calentándose junto con su piel. Cada célula cantando, rogando por
una oleada de sensación que solo presionar la dureza de los hombres
contra la suavidad femenina podría dar. Las manos, picaban. Tocarlo. No,
no. Para matarlo. Por supuesto. Por Mari. Dulce Mari. — Llevar un arma a
una lucha de poder? Eso no es sabio. —
— Tú no quieres saber todo lo que traje, princesa. —

— Tienes razón, porque nada de esto te ayudará. — Ella se destello a


la parte superior de la fosa y golpeó el arma de su mano antes de que
tuviera la oportunidad de disparar. La fragancia de sándalo y especias
flotaba de él, y su boca salivo. Una probada, sólo una. Y entonces...
Querré más.

¿Cómo hicia esto? ¿Cómo la barría y levantaba en una tormenta de


furor de imparable

Química, causando y construyendo expectación dentro de ella hasta


que ella se estremeció?

Sólo con estar cerca de ella!

El desplazo su acariciante mirada en blanco y caliente sobre ella. Sus


respiraciones comenzaron a llegar poco profundas, y él se lamió los labios.

Lujuria hacia mí?

Bien podría haberla tocado, tan fuertemente no reaccionaría al


pensamiento oscuro embriagador. El dolor... demasiado, demasiado
intenso. Abrumador. ¡No! Simplemente no.

— Tengo que decir, señorita Keys. Te ves muy bien. —

No reveles nada. Ocultalo todo. — Obviamente, — dijo ella, luego


arruinó la declaración audaz por cuenta propia peinando inconscientemente
los dedos por su pelo. Desde que se habían enfrentado, ella se había
limpiado de pies a cabeza con tanta fuerza que se despellejo a si misma…y
de nuevo. A pesar de que la tierra se había ido, había sido incapaz de
encontrar ropa nueva y todavía llevaba los mismos harapos. Keeley
preferiría empezar todas las conversaciones que había tenido con —
¿Quieres ver mis grandes y gordas bolas femeninas? — que no lucir lo
mejor posible. Sus propias gente la habían encontrado carente de todo
sentido, y los secuaces de Hades la utilizaban para deleitarse con las burlas
acerca de su coloración extraña; ella nunca le había sacudido el corazón…
el aplastante sentido de no ser lo suficientemente buena, de no encajar. —
Pero, ¿qué tiene eso que ver con nada?, — Terminó.

— Te voy a decir... después de que me digas lo bien que me veo, —


dijo, y él parecía estar luchando contra una sonrisa.

Trampa! No respondas. Por otro lado, explorándolo con su mirada,...


Llevaba una camiseta negra de mangas largas en la que se leía — UNA DE
ESTAS COSAS NO PERTENECE: WILLIAM. BRAGAS. MUJERES. — Sus
pantalones de cuero estaban rotos. Guantes negros cubrían sus manos.
Una cadena de metal colgaba alrededor de su cintura. El típico uniforme de
chico malo no había cambiado, eso parecía... y todavía le aceleró los
motores.

Perdóname, Mari. Ella se encontró diciendo, — Te ves cómo... la


cena. — Ella había querido decir las palabras como un insulto. Un
recordatorio que las bestias carnívoras estaban por ahí, a la espera de
devorarlo, pero cada sensación ya corriendo a través de su pobre cuerpo
descuidado repentinamente aumentada, casi arrancando un gemido de ella.

Su voz le recordaba a quitar el polvo del humo sobre la grava, suave


pero áspero, cuando él dijo, — ¿Quieres comerme, ¿eh? –

Lo hago. Realmente lo hago. Quiero mi boca sobre él. — No voy a


rebajarme a tu nivel por responder. — O mortificarme a mí misma con la
verdad.

— Bueno, entonces, ¿tienes algún interés en un negocio?, —


Preguntó, sorprendiéndola. —

— Qué quieres decir? —

— En lugar de tratar de matarme, puedes obtener tu libra de carne


de otra manera. Como, por ejemplo, una paliza? ¿No? ¿Qué tal una buena
flagelación? Veinte latigazos? Treinta? — Cuando ella se quedó en silencio,
añadió:— ok, cuarenta. Pero esa es mi última oferta. —

Era... tentador. Una manera de satisfacer su necesidad de


derramamiento de sangre, mientras que ponía fin a la lucha entre ellos.
Excepto, que se recuperaría de una paliza, mientras que Mari no se había
recuperado de su enfermedad. Tiene que ser igual por igual.

— Debo declinar respetuosamente, — dijo ella.

— Bien. Cincuenta latigazos. —

¿Por qué estaba el… mal entendiéndola — Oh, lo entiendo. Viste mi


poder en la acción. Tienes miedo de mí. —

Sus fosas nasales se abrieron, y de hecho retrocedió de ella. —


Miedo? Princesa, yo estaba tratando de hacerte un favor, ahorrarte un poco
de vergüenza por la derrota importante que estas a punto de sufrir. Por
alguna razón, Ya no me siento tan magnánimo. — Él cuadró los hombros.
— Vamos a hacer esto. Toma tu golpe de una parte cubierta por la ropa. —

Ella apretó su puño, sólo para vacilar. –tu coge tu golpe. Estás
usando guantes. Lo que me parece extraño, ahora que lo pienso. no
quieres hacer que me enferme? Eso resolvería todos tus problemas. —
— No, te sumaría a ellos. No me gusta saber que soy responsable de
la muerte de Mari. Anadir la tuya a la mezcla no es mi idea de un buen
momento. —

Las palabras la ponían nerviosa. Pero tal vez ese era su plan. Tirala
por un bucle y luego atacarla mientras ella estaba demasiado mareada para
darse cuenta. Bueno, ella le mostraría!

Keeley estiró ambos brazos hacia él, diciendo: — Voy a hacerlo. Voy
a golpearte con Una ráfaga de poder, y tú vas a retorcerse en el peor dolor
de tu vida. Nada te calmara. —

— Grandioso. — Luego, cuando ella vaciló, tuvo el descaro de añadir:


— Estoy esperando.... —

— Debes ser ejecutando. —

— ¿Por qué? ¿Quieres mirar a mi culo? –

¿Cómo se suponía que iba a reaccionar a su falta total de miedo? —


¿Unas últimas palabras? —

— Claro. — Su mirada rastrillado sobre ella lentamente, tan


maravillosamente lento, y la próxima vez que hablo, su voz goteo miel
derretida. — Si yo tuviera un último deseo, me gustaría utilizarlo para

poner mis manos sobre ti, cero consecuencias. Diablos, mi boca,


también. Me gustaría tocarte y que te gustara y te hiciera explotar. —

De repente, sin aliento, dijo, — No hables así. —

Él le sonrió, pero sólo hizo la Disnea peor. — Haz lo que tienes que
hacer, Keys. Estoy listo. –

— Bien. Lo haré. — Esta fue, entonces. La primera huelga en su


guerra. Un poco de venganza por Mari. Uno de los puntos facturado fuera
de la lista de tareas pendientes de Keeley. Así que ¿por qué el
remordimiento la abrazara inmovilizándola? — Nada me detendrá, — dijo.

— No creo que lo haga. —

Yo puedo hacer esto. Ella movió los hombros, sacudió las manos.
Está bien, está bien. No lo voy a hacer sufrir. Por ti, Mari, voy a hacer que
sea rápido y sin dolor y simplemente lo terminare aquí. Ella extendió los
brazos, rayos se dispararon desde sus palmas. Torin se tambaleó hacia
atrás, pero en lugar de freírse crujiente como ella había planeado, él
parecía absorber el calor y la energía. Su boca se abrió y se cerró durante
varios segundos antes de que le espetara:

— Yo no puedo creer que en realidad lo hicieras. –


— Te dije que lo haría. — Confundida, Keeley le disparó otro rayo. De
nuevo, se tambaleó hacia atrás sin freírse. — No entiendo lo que está
pasando. —

Él agarró el cuello de su camisa y tiró el material por encima de su


cabeza para mirarse a sí mismo. Los rayos deberían haber dejado grandes
agujeros negros, pero no había incluso vetas de color rosa para indicar que
había sido golpeado. Pero había músculos. Montones y montones de
músculos. Un bulto llenó su garganta. Ella había pensó que él era hermoso
antes... pero esto era lo hermoso. Nadie tenía un físico como el suyo.
Marcado como con una cuerda, la piel pálida y sin defectos, una mariposa
negra tatuada en su estómago.

— Estas mirando, — dijo.

Y, probablemente, babeando. — ¿Y? —

— Así que es hora para mí de compartir con el resto de la clase. — Él


desprendió uno de sus guantes, revelando cicatrices gruesas que corrían de
un lado de su brazo a otro. Cicatrices con manchas de color amarillo
naranja salpicada por todas partes. — Es por esto que no pudiste matarme.

El bulto se disolvió y ella respiró hondo. Sabía que era una curadora,
y había tomado precauciones en su contra. Y lo que había pensado para
hacer de su muerte rápida y sin dolor. Un error que no repetiría.

— ¿Crees que eres tan inteligente, — escupió. –Bueno, tengo


noticias para ti…—

— Cállate, Keys, — espetó, hablando sobre ella.

Tan Frustrada con él, que en realidad apretó los labios. Muy poca
gente le habían hablado a ella así, demasiado miedo de su reacción. Tan
dominante...

No te rompas. Preferiría morir.

— Una vez me diste una elección. — Sus ojos de infiernos gemelos,


quemando todo lo que tocaban.

Y parecían tocarla por todas partes. — Ahora te voy a dar una.


Aléjate de mí y tu venganza o sufrirás. —
Capítulo 5

Encendido— revisado

Sí, puse la "diversión" es disfuncional. Torin probablemente debería


llamar a un médico. Ni siquiera Cialis (disfunción eréctil masculina) se supone
que causa una reacción tan intensa.

¿Qué tiene ciento treinta y dos dientes y retiene el increíble Hulk? Mi


cremallera.

Por un momento, se encontró con la diversión en el hecho de que su


pene había decidido actuar como una tercera rueda en una cita y saltaba
para complicar las cosas, se metía en conversaciones privadas y la
demanda de atención en el momento más inapropiados. Pero la diversión
no duró mucho.

Keeley había tratado de asesinarlo con su estremecedor poder de la


tierra –dos veces— Y habría tenido éxito si no estuviera rodeada por azufre.
Así que el hecho de que tenía una erección del tamaño de un ariete, todo
porque ella lo había mirado con esos ojos de hielo, desafiándolo a tomar un
golpe de ella, estaba mal. Incluso para él.

Pero el truco? Estaba tratando de engañarla con un truco mental Jedi


para que eligiera la opción B: Sufrir. Debido a que era la única manera de
que conseguiría pasar más tiempo con ella. Soy peor que un monstruo.

No, no. Tenía todo mal. Sus razones para querer pasar más tiempo
con ella eran completamente altruistas. Si ella estaba ocupada con Torin,
no se concentraría en sus amigos. Y eso, señoras y señores, es como
trabaja cualquier situación a su favor. La belleza teñida de azul levantó la
barbilla, el estudio perfecto de terquedad femenina.

— YO elijo... sufrimiento, — dijo ella, moviéndose a una posición de


batalla. –tal vez me debilitaste con lo hiciste, pero todavía soy el ser más
poderoso que jamás hayas encontrado. He matado a reyes, derrocado
reinos. —

No debia sonreír. El demonio se golpeó contra su cráneo, impaciente


por alejarse de la chica.

No iba a pasar.
— Estas más que debilitada, princesa. Estas muy limitada. — El
azufre en realidad la había detenido de hacerle daño, porque su poder era
una extensión de ella. — ¿Segura que no quieres tomar un momento y
reconsiderar esto? ¿Tal vez hacer una lista pros— y— contras? —

— ¿Es que se trata de un debate o una batalla física? Ya lo he


considerado. —

OK, está bien, entonces.

— No se te olvide. Si tocas mi piel, te enfermaras. Y si, milagros de


milagros, sobrevives a la fiebre altísima y tos con sangre, te convertirás en
un portador e infectaras a otros. —

— Hablar, hablar, hablar, bla, bla, bla, — dijo ella, y golpeó. Ella
debió haber aparecido con una rama en su mano porque un segundo movió
un puño a su cara, y al siguiente una rama irregular se estrelló contra su
mandíbula.

Sangre en la boca. Una lanza de dolor. Tropezó, se enderezó y se


limpió los labios ya hinchados. Tendría que haber estado molesto. O
enojado. Sí, la ira era probablemente la respuesta correcta. En su lugar,
fue…sorpresa! –vigorizante. Había obstaculizado a la chica, pero ella había
encontrado una forma de liberación de todos modos.

Tal vez los extraterrestres se apoderaron de su cerebro.

— Si quieres tener la oportunidad de ganar esto, — dijo, — tendrás


que golpear más fuerte."

— Oh. Está bien. — Whack!

Estrellas detrás de sus ojos, y sin embargo, él tenía ganas de reír.


Ella simplemente le había dado lo que él le había pedido, y no podía
culparla por ello. Definitivamente alienígenas. Cuando ella volvió por
tercera vez, él estaba listo, para controlar el palo y sacudirlo de su agarre.
Ella aulló, sobresaltada por el desarme. ¿No había esperado que él fuera un
rival digno, lo creía ella? Soltó el lindo mazo, pero desapareció antes de que
cayera al suelo.

No tenía que preguntarse qué había sucedido. Se había transportado


a otro lugar.

— No me puedes derrotar, — dijo ella, dando vueltas. Un depredador


con comida a la vista.

La adrenalina se derramó en su sangre, surfeando las olas en sus


venas.

— puedo... pero estaría dispuesto a aceptar que te rindas. —


Un grito agudo de repente se hizo eco. Él y Keeley levantaron la vista
al unísono para ver como una esfinge volaba en círculos, esquivando nubes
con precisión experta. La criatura con el torso desnudo tenía las ancas de
un león, las alas de un gran pájaro, y el torso de una mujer. Bajando— del
— tubo— tratando— de — darte –el— baile –de— la — vida –sobre— el –
regazo Vamos pequeño T. tienes que estar interesado en obtener un poco
de eso.

Nada. La esfinge desnudó la boca llena de colmillos, extendió sus


garras y movió su cara, bajando en picado, con la clara intención de tomar
un poco de comida para llevar. Keeley agitó una mano en el aire y ambas
alas de la criatura se arrugaron como una lata bajo un pie pisando fuerte.
La esfinge caía en espiral, estrellándose en las copas de los árboles a una
buena distancia.

Santo infierno. Keeley podría utilizar grandes cantidades de poder


para convertir cualquier cosa o persona en un arma a pesar de la cercanía
de las marcas del azufre. Qué bueno saberlo.

Termina esto.

Le dio una patada en la pierna, golpeo mientras estaba distraído. Ella


cayó hacia atrás y se habría caído en el hoyo si él no la hubiera agarrado
por la mitad del vestido jalándola. La soltó rápidamente. Tropezó con una
raíz de árbol, cayendo sobre su culo.

— ¿todavía piensas que voy a perder? — preguntó, permitiéndole por


fin a su sonrisa hacer acto de presencia. Cuando levantó su cabeza, sus
ojos…esos ojos tan fríos como el hielo…se redujeron a pequeñas rendijas.
Había un momento de la más sorprendente conexión, hombre y mujer...
un momento de deseo visceral más fuerte que su enojo. Se tambaleó, un
trueno comenzó de nuevo y la tierra se sacudió de debajo. Era lo que había
sentido momentos antes de que la prisión se viniera abajo. Lo que había
sentido antes que el Unspoken hubiera explotado.

— Te advertí acerca de mi temperamento, Torin. —

— Aw ¿está la pequeña princesa, enojada porque está recibiendo


unos golpecitos? — El temblor se intensificó. ¿Venía de... ella? ¿Debido a
que la princesa estaba enojada?

— Te lo dije. No soy una simple princesa — mientras Keeley se ponía


de pie, el viento azotaba alrededor ella. Una rama tras otra apareció,
golpeándolo. ¿Qué estoy esperando? Has algo! Él podría haber luchado y
darle un puñetazo en la cabeza para dejarla inconsciente, ella sería incapaz
de defenderse, y que podría hacer lo que quisiera con ella.

Como, digamos, atarla y… No vas allí.


Pero no se atrevía a hacerle daño físicamente. Lo que era
increíblemente inconcebible Cuando había trabajado con Zeus, que había
sido en igual medidas un torturador y asesino. Nada lo había detenido.
¿Ahora esto?

— ¿Esto es todo lo que tienes?, — Dijo. Las ramas se desvanecieron


mientras él y Keeley se rodeaban.

— Oh, no te preocupes. — Ella frunció el ceño. — Tengo más.

Sonaron pasos desde la izquierda y desde la derecha. No tuvo que


mirar para saber que la caballería había llegado, y ya no había ninguna
necesidad de atacar.

Keeley se volvió.

Cameron atravesó la línea de follaje en un lado, Irish y Winter a


través de la otra línea de follaje. Keeley se había centrado en el dúo,
dejando a Cameron para hacer lo que Torin no había hecho y golpearla en
un lado de la cabeza. Ella se desplomó en el suelo, cerró los ojos. Los
truenos y los temblores cesaron.

De cero a máximo en un solo segundo. Eso es lo rápido que la rabia


hirvió dentro de Torin.

— ¡Ese no era el plan!— Usando toda su considerable fuerza, golpeó


su puño enguantado en la nariz de Cameron. El cartílago no simplemente
se disloco, se hizo añicos. La sangre brotó del guerrero y se tambaleó hacia
atrás.

— Jamás le hagas daño.

Winter e Irish se enfrentaron a Torin, sin atreverse a tocarlo — ¿De


qué te quejas, Enfermedad? — dijo Winter tronando sus manos. –somos los
orgullosos dueños de un curador. Es lo que todos queríamos.

— Es verdad. Lo que siempre quisimos. Tú estabas de maricon, y


vinimos al rescate, — dijo Cameron gruñéndole a Torin. — La chica estaba a
segundos de arrasar el bosque, que es nuestra única fuente de protección.
Hice lo que era necesario.

Razonable, pero que no lo salvaría de la ira de Torin. Mientras Keeley


permaneciera sobre sus pies, sin dolor y concentrada en él, el bosque y
todo lo que había en él podía caer. Y no tenía nada que ver con su erección
por ella. O su necesidad de tocarla, toda ella. Duro al principio. Después
suave. Pellizcar y amasar. Para descubrir si su piel era tan fría como
parecía, o si estaba al rojo vivo. Pero solo porque ella se merecía el derecho
de castigar al asesino de Mari. O al menos intentarlo.
Torin apretó su puño, su rabia multiplicándose. — golpea a mi
hermano de nuevo, — dijo Winter, su tono lacerante y amenazante. – y
veras lo que pasa. —

Irish cruzó los brazos sobre su masivo pecho, sus garras brillando en
la luz. en silencioso pero mortal desafío. Anticipación. Impaciencia. No se
podía distraer. Debía proteger a la Reina Roja.

— La curadora está fuera de los límites, — dijo. — de cada uno de


ustedes.

El trío bien podría haber corrido a través de la hierba. Estaban más


que listos para cargar contra él. Abrió los brazos. A estas alturas ellos
deberían de conocer su fuerza.

— ¿Qué van a hacer al respecto, ¿eh? Venga. Intenten algo. Por


Favor. –

Él no debería de estar preocupado por estas tres cargas. Él los


tocaría, sí, se enfermarían. Pero, antes de que pudieran entrar en contacto
con un inocente, iba a matarlos.

— no me quieren como su enemigo— dijo Cameron, escupiendo a


sus pies.

— Veo que no recibiste el memo. — Torin le lanzo una mirada dura.


— Ya somos enemigos. — Después de lo que este tipo le había hecho a
Keeley, eso no cambiaría. Nunca. Rompiendo el silencio.

— Ella es un parásito— dijo Winter… te va a destruir y también a


todo lo que amas—

— Un riesgo que estoy dispuesto a tomar— dijo, sorprendiéndose a


sí mismo.

¿Qué me está pasando?

— un error— dijo Cameron. — un Gran error—

— No será el primero—

— Venga. Vámonos— Winter jalo a su hermano lejos. — Él va a ver


la verdad muy pronto—

¿Debido a lo que ella planeaba hacerle ver?

Irish se quedó allí por un momento más, frotando su pulgar por su


mandíbula mientras consideraba sus opciones. Entonces él también
retrocedió. Los tres desaparecieron en el follaje. Ellos estarían de vuelta,
sin duda. Pero simplemente recibirían más de lo mismo.
Torin se agachó junto a Keeley y cuidadosamente la acomodó sobre
su espalda. Un corte en la sien había dejado un cardenal carmesí en la
frente. Las sombras proyectadas por las pestañas no podían ocultar el
moretón en la dulce elevación de su mejilla. Debería haber matado a
Cameron mientras tenía la oportunidad. Torin se estiro, pero contrajo los
dedos antes que pudieran rozar la piel delicada de Keeley. Usando guantes,
¿recuerdas? No le harás daño.

Él resopló. La voz de la tentación era siempre oh, tan dulce. Y esta


vez, resultaba que era verdad. Él podía tocarla, podía aprender el contorno
de su rostro exquisito. Él no le haría daño.

No de esta manera. Una chispa floreció en su pecho, tan fuerte que


no podía detener su gemido. Pero no debería tocarla. Sólo querría hacerlo
una vez... y otra vez... hasta que su ya dañada resistencia revelara el
resto del camino, era como un adicto por su contacto de piel a piel.
Escaneo la zona. Árboles por todas partes. No realmente despejado para
ver si un enemigo viene. Él tendría que...

Keeley expulso su pierna, deslizando sus pies por debajo de él. Él


cayó, aterrizando con un golpe duro mientras rodaba con su impulso y
terminó en cuclillas, la rodilla derecha y el pie izquierdo en el suelo. Una
mano se preparó para mantener su peso mientras que la otra se dirigido a
la ballesta. Irish había cortado la cola de una maticora que ella debió haber
robado. Giro una flecha y listo.

***
— Bueno, bueno — dijo KEELEY. Se regodeo. No debería regodearse.
— Nuestro público se ha ido, y cualquier potencial alianza que tuviste con
los tres doucheketeers ha sido cortada. Creo que te tengo en lo que se
conoce como un pepinillo".

Una vena le sobresalía en la frente, un testimonio de su creciente


indignación — cuando quieras siéntete libre de comer mi pepinillo, princesa.
".

¿Era la ira dirigida a ella? O a si mismo? — ¿esa fue una broma sobre
penes? Y ya te dije. No soy una simple princesa. — Ella se había ganado su
título de la manera difícil, gracias.

De repente, los recuerdos que había encerrado dentro de una caja


sin tiempo peleaban por la libertad. ¡No! No, no, no. No aquí, no ahora. Ella
necesitaba concentrarse en Torin, en su batalla. Pero... ya era demasiado
tarde, la marea demasiado poderosa. El pasado se derramado y la
consumió.
Durante su dieciseisavo verano, asistió a una gala real. Y al igual
que cualquier otra chica en la audiencia, paso la mayor parte de su tiempo
babeando por el príncipe de los curadores. Él coqueteó con ella, incluso le
pidió a bailar…que fue cuando su padre, el rey, se fijó en ella.

Como era un inocente de la clase alta, el rey no pudo tenerla sin


casarse con ella. Las reglas eran las reglas, incluso para la realeza. Así lo
hizo. Mató a su esposa actual y se casó con Keeley.

A pesar del hecho de que ella rechazó su propuesta.

Pero entonces la elección nunca fue suya. Lo que el rey Mandriael


quería, lo recibía. Siempre. Podía igualar el derecho, y él había sido el más
fuerte entre ellos. No por el destino, sino por la fuerza. Todos los Curadores
tenían una pequeña custodia al nacer, salvo el rey. De esta forma los
ciudadanos nunca serían más fuertes que su gobernante.

Obligarla a decir sus votos había sido tan fácil para él. Un simple
rayo de su poder, lastimándola, había dicho un desesperado "¡Sí!"…Durante
años el controlo todas sus acciones, castigándola cada vez que le
desagradaba. Ella habría dado cualquier cosa por liberarse de él,
escabullirse y no regresar jamás, pero en el día de su boda, un vínculo se
había formado entre ellos. Ella lo había odiado, pero aun así lo había
necesitado.

Y para su sufrimiento, no fue coronada reina durante su gobierno. Él


se lo había negado. También había matado a sus herederos, entre ellos el
apuesto príncipe, por lo que nadie tendría ningún derecho a su trono.
Contra el conocimiento de Mandriael, Keeley había tomado medidas para
prevenir el embarazo su única rebelión; ninguno de los niños muertos
había sido suyo.

No, su título había llegado después de que el rey la desnudo y azotó.


En público. Por atreverse a mirarlo a los ojos mientras hablaba con él.
Agonizado y sangrienta, desesperada, había roto su custodia…Sólo Quería
una muestra de poder. Pero un océano de energía había llenado sus brazos
y explotó de ella….explotando al rey.

Tuvo lo que se merecía.

Pocas horas después de su coronación, sin embargo, la gente que


había planeado liberar se había revelado.

Reina por menos de un día.

La Habían emboscaron, pululando en la sala del trono rodeándola en


el estrado real. Nadie había portado un arma. Pero, no habían necesitado
espadas y dagas, ya no. Ellos, también, habían eliminado sus custodias y
su poder peleaba contra ella, una vorágine. Pero el suyo era todavía
mayor, mucho mayor, y ella les había catapultado en el aire todos a la vez,
sin ningún esfuerzo verdadero.

Había habido rumores entre los Curadores, que afirmaban que el rey
se había anulado. Algunos supuestamente nacían con la capacidad no sólo
de manejar la energía alrededor de ellos, si no que se conectaban con ella,
la manipulaban, incluso la controlaban y evitaban que otros la usasen. Esas
aclamaciones — profecías— fueron escritas en un libro que habían
desaparecido décadas antes, de que lo robaran o destruyeran. Se había
preguntado si podía hacer esas cosas... incluso mientras su gente le
arrojaba precipitadamente obscenidades llenas de odio y amenazas.

No eres más que una puta!

No puedes mantenernos aquí para siempre. En el momento en que


caigamos, estás muerta.

¡Voy a bailar en tu sangre!

La ira se había fermentado dentro de ella, al final había explotado.


Una violenta tormenta se había levantado, aplastando todo a su paso,
incluso el palacio. Los Curadores se quedaron en el aire, maltratados por el
hielo, el agua y escombros. Pero Keeley no. Ella se mantuvo intacta, ilesa.
Los aldeanos habían dejado de correr para mirar con horror cómo, uno por
uno, la clase alta entera estalló en pedazos espeluznantes.

Ella temía lastimar a otros, inocentes, y decidió que no había más


remedio que correr. Los aldeanos la siguieron, decididos a acabar con ella y
salvarse de un destino similar. Había pasado semanas en la selva, oculta,
por su cuenta, por primera vez en su desgraciada existencia, buscando que
comer, sin resultados, haciendo todo lo posible para sobrevivir— fallando.

Fue entonces cuando Hades la encontró.

Una vida puede cambiar en un solo latido. El mundo entero podría


cambiar en un solo latido.Hades era el príncipe oscuro que había
considerado demasiado guapo para resistir, dándose cuenta demasiado
tarde que le había drogado cada comida en un esfuerzo por mantener su
mente empañada para que cada decisión pudiera ser fácilmente
manipulada. No sabía que los medicamentos eran innecesarios, que ella
había estado tan hambrienta de afecto como por la comida.

¡Oh, cómo la irritaba! Lo presa fácil que había sido. Desesperada por
aferrarse a él, y hacerlo feliz. Sólo para ser traicionada. Creyendo
ciegamente todo lo que dijo. Dispuesta a hacer todo lo que pidió.

¡Nunca más! Ella había aprendido su lección. Las decisiones no


deben basarse en la emoción. Sólo la lógica. De lo contrario, se cometían
errores. Y he cometido un gran error con Torin, se dio cuenta. Ella había
dudado en darle el golpe mortal simplemente porque él tenía una cara
bonita e hizo sus entrañas cantar con placer….

— Keeley— dijo, chasqueando los dedos en frente de su cara.

Ella parpadeó, ladrando, — ¿Qué? —

Él le sonrió, sus ojos esmeralda brillantes. Siguió la conversación


como si nunca se hubiera detenido. — Piensa en mi comentario del pepinillo
como una invitación. Y tú no quieres herir mis sentimientos al negarte,
¿verdad? Creo que he leído en alguna parte que la realeza está obligada
por las formas más estrictas de la etiqueta no como nosotros la gente
normal –

¿Cómo la hacía querer devolverle la sonrisa en lugar de atacarlo? ¿Y


por qué no la había desarmado y la había matado mientras ella había
estado perdida en su cabeza? — Esta reina va a rechazar, la etiqueta se
puede ir al demonio. Preferiría no comer un pepinillo que viene con fiebre
tifoidea. —

El brillo se desvaneció, y ella realmente lloró su pérdida. — ¿O es


que viene con un poco de peste negra? — Se obligó a continuar. — ¿No?
¿Qué tal botulismo? ¿Fiebre de Lassa? ¿Estoy cerca? –

— Oh, te estás acercando demasiado…— dijo. — a una paliza que


nunca olvidarás—

— Los dos sabemos que el único que conseguirá una paliza hoy eres
tú. —

— Hablar, hablar, hablar— Él golpeó su brazo fuera del camino, y


luego la agarró por el cuello al mismo tiempo enganchó su pierna detrás de
sus tobillos, haciéndola tropezar. Al caer, se retorció para detener la caída.
Pero lo siguiente que supo, era que ella estaba de bruces en el suelo, sin
aliento, con los brazos entrelazados detrás de la espalda.

Guardo silencio aturdida mientras recuperando sus sentidos… se dio


cuenta que su duro cuerpo estaba presionado contra ella. Luchó contra la
decadencia de la nueva posición. No. La humillación de la posición.

— ¿llamas a esto un pepinillo? — Le preguntó casualmente.

— Probablemente, me voy con un Mexican standoff — dijo tan


casualmente.

— Enfrentamiento implica que ambas partes tienen a la otra en una


situación precaria. Con nuestra posición actual, Yo no me siento
precisamente amenazado. —
Calor radiaba de él, envolviéndola. Y su olor... todo sándalo y
especias. Todo un hombre.

Sus células hicieron la cosa de cantar, su sangre comenzó a hervir


con el deseo.

Lo siento mucho, Mari.

Debes tener control.

— Vamos a ver si puedo hacer algo para cambiar tu perspectiva. —

Se transportó detrás de él— tal vez no. Ella permaneció en su lugar.


¿Por qué? la compresión se cristalizó pronto. ¡El azufre! Mientras que
estuviera incrustado en su piel y mantenía su control sobre ella, sería
impotente contra él... contra todo.

Impotente... indefensa. Parpadeos de pánico, ardor en el pecho.

No puedes estar indefensa. No otra vez. Ella lanzo su pierna, su


talón chocando contra su trasero.

— Estate quieta— ordenó.

Impotente... tan impotente... pronto la encarcelarían. Dejada en la


oscuridad, obligada a comer restos de la tierra, pudriéndose en su propia
suciedad, sucia tan sucia, hambrienta tanta hambre. Olvidada. ¡No, no, no!

Ella se resistió, dio una patada, se sacudió. Los copos de nieve se


vertieron desde el cielo, acumulándose alrededor de ellos. Él apretó su
abrazo. — Keeley. Detente. –

Tenía que liberarse. Ignorando el dolor en su hombro mientras se


apretaba aún más en su abrazo, luchó sobre su espada. Luego el la libero—
¡sí! — pero Sólo el tiempo suficiente para tomar sus dos muñecas y
ponerlas sobre su cabeza.

Copos de nieve en sus pestañas, en su piel... en la de ella. Frío,


muy frío. Desamparada.

— Yo no quiero hacerte daño. — Él le enseñó los dientes, su ceño


amenazante... casi desesperado — Quiero hacerte cosas... estoy Tratando
de no pensar en ellas... y no estoy teniendo éxito. Estate quieta. Por favor,
estate quieta. —

— Déjame ir. — Una súplica se formó, pero ella se la trago. En una


ocasión había rogado a Hades por su libertad, y él se había reído de ella.
No daría a Torin la misma oportunidad. — Déjame ir!

— No hasta que hayamos llegado a algún tipo de acuerdo. —


Ella siguió luchando, ganando nada nuevo. ¡Tan impotente!

No podía respirar, tenía que respirar. Ella movió sus caderas, se


resistió un poco más. Cuando intentó acuñar una de sus piernas entre ellos
y colocar su pie desnudo contra su pecho desnudo, se distancio justo antes
del contacto.

Finalmente libre.

Ella estaba en el suelo duro, aspirarando aire precioso. "tu gr—


gracias."

Se acercó a ella de nuevo, pero esta vez no la sujeto. No la tocó de


alguna manera, por lo que no peleo contra él. El Simplemente le protegió
de la avalancha de nieve, sus rasgos oscuros con preocupación.

— ¿Estás bien?, — Preguntó.

Extraña pregunta, viniendo de él. Sus latidos se desaceleraron,


aunque sus miembros se volvieron más pesados con cada segundo que
pasaba.

— No lo sé— ella respondió con honestidad.

Torin miraba hacia el cielo, y luego hacia ella. El cielo, ella. Él asintió
con la cabeza, como si hubiera sólo un resuelto un misterio, y se alejó de
ella.

— No lo hagas— dijo ella, sorprendiéndose a sí misma. ¿Lo quiero


más cerca? — Yo... necesito tu calor— Verdad. En parte. Ella anhelaba la
conexión con otro ser vivo... a él. Había pasado tanto tiempo.

Permaneció en el lugar. Su mirada se cruzó con la de ella, y fue tanto


tortuoso como entusiasta. Sin el pánico, su deseo por él… la sensación no
tenía ningún filtro, convirtiéndose en una fuerza motriz que no podía negar.

No hagas esto.

Debes…

— la mujer con la que has estado viviendo es tu amante? —


Preguntó.

Él parpadeó hacia ella. — ¿Mujer? Oh. ¿Quieres decir Winter. No. –

¿Estoy aliviada... ? Tal vez. Con su condición era difícil de vender


para cualquier mujer, verdad, pero Keeley no era cualquier mujer. Ella podía
contar con él.
Pero ¿por qué lo quiero? Lo odio. Aun así las urgentes ganas de
estirarse y rastrillar sus dedos a lo largo de las elevaciones de su pecho la
bombardeaban... así que ella lo hizo, ella se estiro. Soy demasiado fuerte
para enfermar. Se detuvo a mitad de camino calibrando su reacción. Su
mandíbula se apretó con fuerza.

–No lo hagas, — graznó, pero permaneció en su lugar, como si


quisiera que lo hiciera— necesitando que lo hiciera. — Lo digo en serio. No…

— Me lo agradecerás— de verdad, su demonio no sería rival para


ella. ¿Cómo podría?

Recorrió el resto del camino y presiono su palma justo sobre su


corazón. Piel a piel. Él se estremeció pero no se apartó. Apretó los dientes
mientras gemía. Como si la conexión repentina entre ellos fuera igual parte
dolor y bendición. El infierno y el cielo.

— Keeley. — Una demanda raspada... y necesidad. Pidiendo más.


Tiene que ser.

Era lo suficientemente caliente como para quemar, suave como la


seda y duro como el acero, y nada se había sentido tan bien. Un simple
toque la había derribado.

— Tú eres... — Todo lo que siempre quise o necesitaba o esperaba


que fuera posible. Ella trazó las yemas de los dedos a lo largo de su
clavícula, hasta el cuello... a los labios. Se separaron y ella se aprovechó,
presionando al sentir el calor húmedo dentro de su boca.

El aspiró, duro, y ella gimió. El sonido lo sacó de la bruma mágica


que había tejido por ella. Se echó hacia atrás, el horror que irradia de él. El
mismo tipo de terror que los aldeanos habían tenido de ella

— ¿Torin? — Dame más.

— Kelly. — Él negó con la cabeza, se frotó el pecho, como si todavía


pudiera sentirla. — no deberías haberme tocado. No debí dejarte. Incluso si
sobrevives a la infección, lo que es poco probable, tal vez seas inmune a
ella, pero todavía serás capaz de difundirla. La misma razón por la que voy
a tener que matarte, aunque te recuperes.
Capítulo 6

Las palabras resonaron en la mente de Torin mientras el encendía


una fogata. Eran como tomar puños en el pecho. Keeley se sentó en el
fuego, viendo todos sus movimientos. Él lo sabía, porque pudo sentir el
calor de su mirada perforando agujeros en su espalda. Desde— el
Incidente, — ella no había tratado de luchar contra él. Era como si se
hubiera ido, permanecía tranquila.

Pronto se enfermaría. Al igual que todos los demás. Y él maldeciría


completamente su existencia.

Busco una sensación de adormecimiento mientras cavaba a través


del paquete que había escondido detrás de un árbol, sacando cada pedacito
restante de medicina. Unos pocos antibióticos, menos antivirales. Inhibidor
de la tos, antihistamínicos, descongestionantes. Analgésicos. Incluso tiras
de vitaminas de las que se disuelven en la lengua. Le arrojo los antibióticos
y tiras a ella, además de una cantimplora con agua.

— Toma dos de las píldoras, chupa una de las tiras. Te ayudaran a


evitar la infección.

En un mundo perfecto, eso sería suficiente. Pero su mundo no estaba


ni siquiera cerca de ser perfecto. Ella no respondió.

Si tenía que obligarla a…

Oyó el roce de su ropa, un trago de agua siendo ingerido. Buena


chica. Él no estaba seguro de cómo habría reaccionado al obligarla... a
poner sus manos sobre ella de nuevo. No había mujer más suave…. La
culpa pincho en él, determinada a arruinarlo como Enfermedad. Éste no
estuvo nunca lejos de la superficie, siempre en busca de un momento para
escupir su veneno.

A continuación vendría el dolor... la rabia. En Keeley. En él. Sobre


todo consigo mismo. Él había querido su toque más de lo que nunca había
deseado nada. Mientras Enfermedad había gritado para permanecer lo más
lejos posible de ella, él había estado prácticamente al filo de la navaja de la
tentación, diciéndose a sí mismo que Keeley era tan poderosa como para
ser inmune. Que él finalmente podría tener todo lo que en secreto había
anhelado siempre.

Pero era una mentira. Siempre fue una mentira.


¿Por qué había alentado una batalla con ella? ¿Por qué había
intentado consolarla después de su pánico? El único posible desenlace había
ocurrido. ¡Que sorpresa!

Ahora Keeley pagaría el precio más alto por su debilidad, y él sería


responsable por matar a alguno de los Curadores restantes o crear otro
portador. Y mientras que en un mundo perfecto él deseaba vivir con una
portadora femenina, lo cual significaría que él finalmente tendría a alguien
para tocar, sostener, besar y complacer, sin ninguna otra consecuencia, Así
no era como funcionaba.

Si Torin la tocaba una segunda vez, pasaría a una enfermedad


diferente. El demonio no se especializaba en una única dolencia, sino en
incontables.

Enfermedad a menudo cambiaba las cepas con el tiempo. La peste


negra del 1300 había dado camino a la pandemia de cólera del siglo
diecinueve. Haciéndolo más difícil para que el mundo combatiese el mal.
Más difícil incluso para que Torin lo hiciera.

— ¿Alguna vez alguien no se ha enfermó después de enredarse


contigo? — Pregunto Keeley.

La esperanza en su voz... lo derrumbo, en completa agonía. — No.


— Pero yo soy, como, super poderosa. —

Ella no era solamente super poderosa; ella era la persona más


poderosa con la que él jamás se había encontrado.

— Enfermedad se alimenta de ciertos tipos de poder. ¿Cómo sino


crees que crece?

Ella se mordisqueo el labio inferior, jugueteando con la botella de


píldoras.

— Me siento bien. —

— Eso no va a durar. — Sus hombros se hundieron.

— ¿Cuánto tiempo suelen sobrevivir tus víctimas? — dijo ella

— Alrededor de una semana. Rara vez por más tiempo. —

Él se colocó en el otro lado del terreno. No seguro de poder


sostenerse a sí mismo.

— ¿Cómo conseguiste un cuerpo humano real sin un humano en él?


— pregunto, con la esperanza de una distracción.
— Los Curadores fueron…son… espíritus. — Una llamarada de ira en
su expresión, el mundo alrededor de ellos tembló.

— Alguien me lo dio. ¿Por qué? — Él ignoro su pregunta.

— ¿Quién te lo dio? ¿Y cómo?

— No importa. — Anhelante, agrego, — Yo solía ser capaz de


comunicarme con los animales, sabes.

No, realmente sorprendente. Así que tenía todo lo demás de princesa


de cuentos.

— Estoy seguro que tú y tus amigos animales tenían conversaciones


realmente estimulantes. — Si. — Ella suspiro. — El cuerpo cambio todo.

— ¿No puedes dejarlo atrás? — Algo que podría salvarla.

— Difícilmente. Estoy fusionada a él. — Su mirada se agudizo en él.


— ¿Por qué estas todavía aquí? ¿Por qué no estas abandonándome a mi
terrible suerte? —

Él eligió la frivolidad sobre la brevedad.

— No hay manera de que yo te abandone cuando estamos a punto


de jugar mi juego favorito. — Medico Incompetente y Paciente Que No
Coopera. — Pero fallo en lograr los resultados deseados.

Ella frunció el ceño. — Así que... ¿vas a ayudarme? ¿De nuevo?

— Voy a intentarlo. — Pero, ¿sería suficiente? No lo había sido con


Mari.

El rechino sus molares. Humano versus supe villano. Hay una gran
diferencia. Esto era un nuevo juego completamente diferente. Mírame.
Esperando el mejor de los casos, aunque lo sabía mejor.

— ¿Por qué? — pregunto ella. — Yo solo te pagare con dolor y


agonía, y eventualmente la muerte.

Ella había expresado las palabras de manera tan simple, como si


ellos estuvieran simplemente discutiendo sobre las uñas de sus pies— las
cuales brillaban como diamantes. Él casi sonrió. Casi.

— Entiendo tus razones para querer hacerme daño. Tu queja contra


mí es legítima, y harás lo que sea necesario para hacer bien las cosas.
Bueno, tan bien como puedan ser, considerando la profundidad de mis
crímenes. Pero no voy a dejarte aquí fuera para sufrir — para morir— sola.
— Él experimento un agudo sentido de perdida que no entendía muy bien.
¿Al pensar en su muerte? ¿Por qué? Apenas la conocía. Ella no era una
amiga. Debía sentir la culpa, sí, pero nada más.

— ¿Pero por qué? — ella insistió. — Me advertiste. Yo elegí sufrir de


esta manera. ¿Recuerdas? —

Ella decía valorar la verdad, así que eso es lo que le dio: la verdad
como él la sabia.

— Lo siento por la muerte de Mari. Siento haberla tocado. Siento que


enfermara y muriera esa terrible muerte. Siento que hayas perdido a una
querida amiga. Siento no haber sido lo suficientemente fuerte como para
apartarme de ella… o de ti. — El aguijón en su pecho demostraba ser
mucho más letal que una cuchilla... o unas garras. — Especialmente
cuando yo sabía que nada bueno podría venir de esto. Lo siento mucho por
todo, y aun así no hay nada que pueda hacer para cambiarlo. El pasado es
el pasado. Terminado, hecho. Como tú, yo solo puedo abrirme paso hacia
adelante y hacer mi mejor esfuerzo para hacer las cosas bien. —

Ella volteo su cabeza lejos de él. ¿Para ocultar lágrimas? El aguijón


dentro de él se agudizo. Pero él le dio la bienvenida al dolor, se lo merecía.
— No llores. Por favor, no llores.

— ¡Nunca!, — ella gruño, su cabello erizado.

Mejor.

Ella inhalo con gran fuerza, luego exhalo con mayor fuerza.

— Quizás necesito apartarme de ti e ir por Cronus. Tendré tiempo


para pensar. — Ella arrastro su dedo a través de la suciedad, creando un
símbolo que no reconoció.

— Yo lo escuche negociando con Mari. Después el trato de negociar


conmigo. Él sabía que ella moriría, y a pesar de mis protestas y disposición
para cambiar lugares con ella, él le permitió ir tras de ti de todos modos. Él
debe ser castigado.

— Cronus está muerto. — Y el mundo era mucho mejor por eso. — Él


fue decapitado. —

— ¿Quién se atrevería a negarme mi venganza? — su conmoción


sorprendentemente adorable.

— No fue intencional. Mi amiga lo llevo a cabo en el campo de


batalla. Ella ahora es la líder de los Titanes.

Parpadeo, parpadeo. — ¿Una mujer? — Él asintió con la cabeza.

— La compañera de un Señor del Inframundo.


— ¿Y los Titanes no se han rehusado a servirle a ella?

— No. ¿Por qué lo harían? —

Asombro en sus ojos. Envidia. — ¡Porque... solo porque si!

Allí había una historia. Infiernos, allí había probablemente un montón


de historias, y a él le hubiera gustado escuchar cada una.

— ¿Qué hay de tu gente? — el pregunto. — ¿Hay otros allá fuera? —

— Por lo que yo sé, soy la última de raza pura que queda, los
Curadores restantes se han emparejado con ángeles caídos, creyendo que
esto los harían más fuertes. Pero todo lo que lograron hacer fue diluir su
linaje y extinguirse. —

Una respuesta honesta, a pesar que ofreció cero pistas acerca de sus
emociones. ¿Extrañaba a los otros? ¿Lamentaba su perdida? Y otra
pregunta: ¿Por qué él deseaba poder abrazarla? Amigo. Abrazar podría
derivar en besar y besar en sexo. No era como si fuera una ciencia exacta.

Ya no sería el virgen más antiguo de la historia. Finalmente él


conocería la sensación de las paredes internas de una mujer. La tensión
caliente. El húmedo apretón que el dudaba que alguna vez su mano fuese
capaz de repetir.

Se agarró a la raíz del árbol a su lado, en un intento de mantenerse


a sí mismo lejos de ella— para poder hacerlo, no tomarla. A pesar de que
todavía se estremecía donde ella lo había tocado...

¿Sería ceder a su atracción por Keeley realmente tan terrible? ¿Sobre


todo ahora? Lo peor del daño ya estaba hecho. Ella iba a morir de todos
modos y… ¡Basta! No podía arriesgarse a darle dos enfermedades al mismo
tiempo. No habría ninguna posibilidad de sobrevivir. Si es que había alguna
posibilidad en absoluto.

— ¿Por qué no te emparejaste con algún ángel caído? — pregunto

— Ya tuve un prometido, y en el momento que nos separamos, se


habían dado cuenta de la verdad.

Los ángeles caídos son veneno para los Curadores, difundiendo su


maldición de oscuridad. Ah, y me encerraron lejos. —

Algo tiro caliente y oscuro a través de él. — ¿Tú estabas


comprometida?

¿En eso es en lo que me enfoco?


— Sí, — dijo ella. — ¿Por qué? — Ella lanzo una ramita hacia él. —
¿Es una gran sorpresa que alguien alguna vez me haya encontrado tan
atractiva como para querer conservarme?.

— Enfunda las garras, gata montesa. No quise ofenderte. — No


podía esa cosa caliente y oscura dentro suyo llamarse celos. No había razón
para estar celoso. Él lo llamaría... indigestión. Porque eso es lo que era.
¿Qué tipo de hombre había ganado su corazón? El tipo quien la había
adulado, seguramente. Tan suave y delicadamente como ella parecía, Torin
bien podría imaginarla como la baratija sexual favorita de algún gilipollas,
para ser sacada fuera y jugar con ella cada vez que el humor golpeaba. Y
habría sido golpeado probablemente a menudo. Su indigestión aumento sus
dientes y roía sus órganos.

— ¿Dónde está el tipo ahora?

— No lo sé. Probablemente en algún lugar donde él pueda decapitar


cachorritos y destripar gatitos sin que nadie se queje.

La relación había terminado mal. Lo tengo.

— Mira, — dijo ella, y suspiro. — Aprecio la conversación. Realmente


lo hago. Nunca voy a ser tu mayor fan, pero estoy dispuesta a admitir que
no eres el perro del infierno que pensé que eras. Que es por lo que todavía
creo que será mejor que nos separemos y reanudemos nuestra guerra en
alguna fecha posterior.

— Quédate. Permíteme cuidar de ti. —

— No estoy enferma.

— Hemos cubierto eso. Lo estarás.

— No. Te lo digo, soy demasiado poderosa. Nunca has conocido a


nadie como yo, así que no puedes saber cómo voy a reaccionar a— Una tos
desgarradora interrumpió su negación. Se encorvo, con la fuerza de esta,
fue demasiado grande para su cuerpo, y se cubrió la boca. Pasaron minutos
antes de que ella se tranquilizara. Extendió sus manos temblorosas.
Manchas de color carmesí embadurnaban sus palmas.

La Nieve comenzó a caer de nuevo, y esta vez, acompañada de los


brillantes destellos de relámpagos, rayando el cielo. Se había dado cuenta
que el tiempo acompañaba a sus estados de ánimo y esto debía ser un
signo de temor y dolor. Ella miro a sus ojos y sacudió su cabeza.

— No. No. —

Sí. — Estas infectada.


***
En menos de una hora, ella estaba tosiendo ríos de sangre. En
menos de dos, fue devastada por la fiebre. Ella trato de decirle algo,
diciendo cosas como yo— lluvia—, — ahogar— y— secuaces, — pero el
significado se perdió en Torin. Lo único que entendía era— no... Matar. —

Él le había dicho que la mataría si ella se convertía en un portador. Y


debería, sería lo mejor. Para ella, para el mundo. Entonces ¿por qué tratar
de salvarla? Porque él no podía evitar la tentación de abrazarla. Porque él
se lo debía. Porque él no podría tenerla, jamás, si ella moría.

Golpeo el suelo, arrojando suciedad. Ellos se ocuparían de la cosa del


transporte, si y cuando fuese necesario. Lo más suavemente posible, él la
atiborro con la medicina. Utilizo una parte del agua de la cantinflora para
mantener su frente fría y derramo el resto en su garganta. Pero por la
mitad del día siguiente el agua se había acabado y ella necesitaba más. Su
tos empeoro y su fiebre se intensifico, creciendo peligrosamente alta. La
mujer que había sido lo suficientemente poderosa como para derrumbar
una prisión para inmortales debilitada hasta que ya no podía incluso
retorcerse del dolor, su pecho apenas subía y bajaba, su respiración
dificultosa... a veces incluso traqueteante.

El repiqueteo de la muerte. Él lo sabía. ¿Pero la señal más clara de


muerte inminente? Cerca de veinte pies a su alrededor, la hierba se había
marchitado. Los arboles cercanos se habían caído y secado, dejando nada
más que hojas quebradizas y corteza ennegrecida. Al menos había dejado
de nevar. Pequeño consuelo.

— Solo aguanta, princesa— dijo, sabiendo que no podía oírlo, pero


obligado a hablar de todos modos. Él la levanto, con cuidado de asegurar
que sus ropas seguían siendo una barrera constante.

Pero incluso sin el contacto de piel a piel, ella se las arregló para
inundarlo con endorfinas, ola tras ola del más intenso éxtasis que jamás
había conocido le estaban saturando. Él palpitó. Necesitaba sus manos
sobre el de nuevo.

¡Suficiente! La llevo a través del bosque, en dirección al claro que él


había compartido con el Terrible Trío. Ellos lucharían contra él. No
entenderían por qué estaba tan determinado a ayudar a una mujer tan
decidida a matarlo. Apenas se entendía a sí mismo. Pero no estaban allí, y
parecía como si hubieran desaparecido por un tiempo, ahorrándole la
molestia del combate.

Torin deposito suavemente a Keeley sobre el borde del oasis. Metió


un trapo en el agua fría antes de cubrir su frente sudada— salpicada de
gotas con el mismo vendaje. Le castañeaban los dientes, y cada pocos
segundos ella convulsionaba, pero la fiebre nunca disminuyo.

Él la recogió y la metió en el centro de la piscina, con vestido y todo.


El líquido ondulo y rodó todo el camino hasta su barbilla... pero el calor
que proyectaba realmente calentaba el agua. La frustración y el miedo le
carcomían.

— Hades, — murmuro, su voz poco más que un roto chirrido. —


mío... —

Un terrible silencio se apodero de él. Hades, ¿él es gobernante del


Inframundo? Un hombre al cual Torin no confiaría ni un chicle, mucho
menos una vida? ¿Pura maldad? El padre de William el Siempre Randy y
Lucifer, ¿rey de los demonios? Aunque, para ser justo, Hades no era el
padre natural de William y Lucifer. Él los había reclamado a través de una
sospechosa, adopción sobrenatural. Pero para ser aún más justo, eso lo
hacía peor.

¿Keeley llamo a ese tipo? ¿En serio?

— No lo hagas, — ella rogó. — Por favor, no hagas esto. — ¿Hades le


había hecho daño? No era una gran sorpresa, y sin embargo, Torin hizo
crujir sus nudillos. Cualquier cosa que le hubiese hecho seria retribuida al
macho cien veces más.

— Shh. — En un esfuerzo por calmarla, Torin aliso una mano


enguantada a lo largo de la curva de su mejilla. Esto no es por mí, es por
ella. ¿Ahora me miento?. Se maravilló de la delicadeza de sus huesos y
tuvo que luchar contra un millar más de olas de éxtasis, cada una más
embriagadora que la anterior.

— Estoy aquí. Torin está aquí. Nada malo va a pasarte, princesa. No


voy a permitirlo.

— Te amo. Tú me amas. Nuestra boda... por favor.

Se puso rígido, varios hechos se esclarecieron como el cristal. Hades


era el prometido que ella había mencionado antes. Ella en realidad había
planeado un futuro con el tipo. Había rogado por él.

Los celos. Sí, los siento. Los celos, y no la indigestión. Él ya no podía


negar la verdad. Sin embargo, no toleraría tal emoción. Keeley no era suya.
Ella no le pertenecía y nunca lo haría. Porque incluso si trabajaban sus
problemas — poco probable— él nunca sería capaz de satisfacerla. Lo que
tenía para ofrecer nunca sería suficiente. Lo había aprendido de la manera
difícil. ¿Para ver descontento fijo en sus ojos? Él prefería morir. Había
experimentado suficiente humillación en ese frente.
— Indefensa, — ella susurro. — Tan indefensa.

— Shh, — dijo de nuevo. — Te tengo. Yo no voy a ninguna parte. —

— ¿Torin? — Su cabeza se inclinó hacia él. Sus brazos flotaban a lo


largo de la superficie del agua, cepillando contra los extremos de los rizos
de su cabello. Mojadas, las hebras parecían de color miel en lugar de azul.
Se vería tan bonito envuelto alrededor de mi puño. La doblaría en el Angulo
justo, tomaría su boca con una habilidad que ella jamás habría encontrado
antes y— Nada.

Él lanzo una respiración entrecortada, solo entonces se dio cuenta


que el agua se había enfriado considerablemente. ¿Su fiebre había bajado
al final? La levanto del oasis y la acomodo sobre un parche de césped,
tenso con miedo mientras esperaba que las hojas se marchitasen. Cuando
un minuto marcaba a otro y se mantuvo verde y exuberante, él se relajó.

Su mirada se deslizo sobre ella. El color de su piel había mejorado


mucho, el rubor de la fiebre se había ido. Pero su vestido estaba pegado a
su piel, delineando cada magnifica curva. Todo Duro de nuevo... tenía que
mirar hacia otro lado. Pero no importaba cuan diligentemente lo intentara,
su mirada se mantuvo pegada a ella. Sus pechos eran deliciosos, con
necesidad de ser amasados. Sus pezones estaban moldeados por gotas,
prácticamente suplicando por ser chupados. Tenía el estómago cóncavo,
permitiendo que el agua se asentase en su ombligo.

Agua que él podría lamer. Deja esto. Era malo en todos los niveles.
Sus piernas eran largas y ágiles, la longitud perfecta para envolver
alrededor de su cintura. O sus hombros. Ella no tenía cicatrices o tatuajes,
su piel como kilómetros y kilómetros de seda cobalto. La promesa de sexo
hervía en ella. Su control ya deshilachado amenazaba con romperse.

¡No! Él se pasó una mano por la cara, rompiendo por fin el hechizo
que ella había tejido de alguna manera. SÍ. Culpala. ¡Idiota! ¿Qué
demonios había mal con él? Ella estaba enferma, posiblemente muriendo,
¿y él estaba fantaseando con ella? Yo apesto.

Obtener su recuperación. Luego deshacerse de ella. Después él


podría continuar con su búsqueda para encontrar a Cameo y a Viola con la
conciencia tranquila. Al igual que el Trió Terrible, Viola había sido
encarcelada en el Tártaro en el momento equivocado y había recibido uno
de los demonios sobrantes. Se estremeció. Ella había recibido a Narcisismo.
Lo peor de lo peor. Viola era una pesadilla viva cuando andaba cerca, pero
también era parte de la familia. Un hombre protegía a su familia.

Mari había sido la única familia de Keeley, pensó. Y yo me la lleve. Le


debía a la Curadora más que venganza. Le debía otra familia. Pero no había
forma de que él pudiese introducir un portador a inocentes. Sería como
pescar en un barril con una propulsión por cohete.
Sus amigos, por otro lado... Ellos sabían cómo tratar con los
portadores. Habían estado tratando con Torin durante siglos, y ninguno de
ellos jamás se había puesto enfermo. Eran expertos en evadirlo. Quizás
ellos podrían ser la familia de Keeley, él no tendría que matarla. La idea...
no le disgusto….Ella amenazo su seguridad.

Sí, pero Torin sabía que no les haría daño. Había visto el núcleo de
honor por debajo de su rabia.

Ella podría incluso encontrar una medida de felicidad con el grupo.


Dos de sus amigos estaban saliendo con Harpías, una raza de mujeres
conocidas por causar derramamiento de sangre masivo... y por hacer que
los hombres adultos se measen de miedo en sus pantalones. Eso tenía que
ser un material de ensueño para mejor amigo para Keys. Y, no es que
importara, ninguno de los hombres haría una jugada hacia ella; todos
estaban tomados.

Bueno, excepto por William el Siempre Randy, que vivía con ellos,
pero el tipo había estado observando a su custodia, Gilly, mucho más
intensamente últimamente. La chica era un ser humano a punto de cumplir
dieciocho pronto, muy pronto.

Torin no estaba seguro de lo que iba a pasar entre los dos el día de
su cumpleaños, el solo sabía que algo iba a pasar. No era importante.
Keeley probablemente protestaría por el traslado a Budapest.
¿Probablemente? Ja! Pero él tendría que encontrar una manera de
convencerla para hacerlo. Dado que no había mejor solución... y ninguna
otra forma de poder quedarse con ella.
Capítulo 7

Cameo, guardiana de miseria, tiró de la cerradura de la parte trasera


de una vieja furgoneta de helados. Las bisagras oxidadas crujieron cuando
la puerta se abrió. Saltó al interior del vehículo y buscó en el congelador a
cada lado hasta que los dedos se le entumecieron por el frío. Seguramente
encontraría lo que estaba buscando. –Maldición!— Liberando un gruñido,
recordó cuando sus amigos la apodaron –deprimente SPM (sindrome pre
menstrual)

Cameo golpeó su puño en la parte trasera del asiento del conductor.


Si no encontraba chocolate pronto, iba a cometer un asesinato a sangre
fría. Cualquier tipo de chocolate. Caramelo. Sándwich de helado,
napolitana. Y ella tenía un objetivo en mente — ¿Vas a llorar? Le preguntó
el objetivo en cuestión. –Apuesto que vas a llorar. Él se puso de pie en la
puerta abierta, mirando el interior del camión, mirándola con su sonrisa
patentada. Su nombre era Lazarus, y llevaban siendo compañeros desde…
no sabía cuándo. El tiempo había dejado de existir.

En un intento por recuperar a su… amiga? Ugh. No. ¿Conocida?


Mejor. En un intento por recuperar a su conocida Viola, Cameo tocó la vara
de Partir, un artefacto antiguo creado por los Titanes; era una especie de
puente entre dos mundos, supuestamente un camino para llegar a la Caja
de Pandora. ¡No podía esperar a destrozar la caja en miles de pedazos! Era
muy peligrosa.

En un segundo estaba tocando la vara y al siguiente estaba en otra


dimensión… reino… ¡lo que sea!.

Lazarus, también había tocado la vara, sólo que él lo había hecho


meses atrás. Había encontrado la manera en la oscuridad para salir al otro
lado con ella. Ella no estaba segura cómo o porque él lo había hecho. Se lo
preguntó. Pero no daba respuestas. O comprensión. O compasión. ¿Lo que
ella sabía? Habían encontrado una salida a otro reino y habían caminado a
través de él. Allí, encontraron otra salida, otro reino. Ninguno le resultaba
familiar.

Algunas áreas eran primitivas. Algunas tenían bastante población y


eran modernas. Todas peligrosas.

— ¿Has considerado Zoloft (medicamento antidepresivo)? —


preguntó Lazarus. — Se supone que ayuda con los ataques de llanto. O eso
es lo que he oído. También puede ayudarte con la voz. ¿He mencionado que
tu voz es trágica? —
Unas mil veces.

Ella cerró la distancia entre los dos. Era un hombre guapo. Uno de
los más guapos jamás creado; sólo convidando con él.

Pero era intenso. Y salvaje, y cuando mata, mata. Después de jugar


un poco. Ni siquiera sus endemoniados amigos luchaban tan brutalmente o
jugaban con tanta violencia y eran conocidos por arrancar la espina dorsal
de sus enemigos, por la boca.

Estando ella dentro del vehículo como estaba –mientras sus pies
estaban bien plantados en la carretera— ella que debería haber sido la más
alta de los dos, no lo era. Y eso la irritaba. Ella medía un metro y setenta
centímetros, no era bajita, pero era una pequeña pelusa comparada con
Lazarus.

— ¿Has considerado el hecho de que tengo dagas y no me da miedo


usarlas? — preguntó Cameo.

Él se encogió, y su pelo manchado de tinta le cayó por la frente. —


¿Por qué usar dagas? Tu voz es suficiente arma.

Ella sabía que cada palabra que decía iba con capas de tristeza,
sumergida en el lamento y rodeada de dolor, muchas gracias. — Si mi voz
hace que quieras quitarte la vida y ahorrarme el problema de darte el golpe
final… bueno, ¿Por qué no pasarme las próximas horas contándote mi
vida?.

Sus labios se curvaron. Él la tomó de la cintura y la hizo girar


dejándola en el suelo. Sus manos se quedaron dónde estaban y sus ojos
oscuros brillaron. — ¿Por qué iba yo a quitarme la vida? Estar a tu lado es
una tortura, sí, pero también es muy entretenido.

Cameo intimidaba a la mayoría de los hombres. Sus amigos eran


protectores con ella y hacían todo lo posible por proteger sus sentimientos.
Pero éste chico la provocaba a cada paso sin miedo a las consecuencias.
Ella le dio una palmada en las manos, pero él se aferró a ella durante varios
segundos más, sólo para molestarla, apostaría ella.

Pero…esto. Ésta era la razón por la que no se permitía a ella misma


sentirse atraída por él –no importa lo guapo que fuera. — La personalidad
importaba y la suya apestaba. Lo mismo ocurre con la mía. ¿No significa
que somos perfectos el uno para el otro? ¡NO!

— Déjame— pidió ella.

— Todavía no—
Pasó un minuto. Dos. Podía pelear con él, pero ¿para qué gastar
fuerza…especialmente si estaba disfrutando dónde estaba? La soltó cuando
decidió que estaba listo. Ella se alejó de él.

Hoy se encontraba en un mundo parecido al que estaba


acostumbrada. Sólo que no había gente. Los coches estaban destrozados y
abandonados. Las calles desiertas. Los árboles y el follaje abandonados.
Los edificios derrumbados. Los huesos de la gente estaban por todas
partes. Pero las líneas de energía aún funcionaban y las baterías no se
habían agotado. Era extraño.

— ¿Has tenido novio alguna vez? — preguntó Lazarus manteniendo


el ritmo detrás de ella.

— Tengo miles de años. ¿Tú qué crees? —

— Creo que eres una virgen solterona hambrienta de un poco de


carne de hombre. —

Ella inspiró hondo…aguanta…aguanta…y despacio lo soltó. Soy una


mujer tranquila, racional.

— He tenido varios novios, y no soy virgen. Y si me llamas puta, te


cortaré la lengua.. —

— No, no lo harás. Quieres mi lengua donde está. Confía en mí. Soy


curioso. ¿Cuántos novios?

— No te importa—

— Mucho para contar. Anotando. ¿Cómo eres en la cama? —

— Nunca lo sabrás—

— Por favor. Puedo adivinarlo. Cada vez que un tipo ha estado dentro
de ti, has gemido pero no de placer. Lo estabas fingiendo, porque eres
triste. Él inmediatamente perdió su erección y se salió fuera, soltándote
tonterías sobre otro sitio donde tendría que estar. Tú quedaste insatisfecha,
y no volvió a hablarle otra vez. —

Ella se habría enfurecido…si no hubiera estado en lo cierto. En su


mayor parte. Ella había intentado tener relaciones, pero sólo una vez por
amor. Con un humano sordo el cual sus enemigos habían matado después.
En dos ocasiones, de respeto mutuo y de admiración. Con guerreros
poseídos inmortales como ella. Incontables veces, por desesperación. Con
cualquiera que le mostró el más mínimo interés y parecía capaz de hacer
caso omiso de sus defectos.

— Me han satisfecho en la cama, — dijo ella — y también lo fue mi


hombre—
— Hombre. En singular. Interesante—

¿Cómo le da tantas vueltas?

— He estado con otros—

— Si pero no has mencionado nada de tu satisfacción con ellos—

Y no podría hacerlo sin mentir.

— Cállate— le espetó.

— ¿He dado en el clavo, cielo? —

Sólo el más crudo que poseía. Añoraba a Alexander, su humano,


todos los días de su vida. A pesar de lo que él hizo al final de su relación.
Le habían echado de casa a los ocho años cuando enfermó y perdió la
audición. De alguna manera, sin embargo, sobrevivió a los barrios bajos de
la antigua Grecia para convertirse en un hombre guapo, fuerte y honorable.
Él había sido su única oportunidad de felicidad. No podía pensar en él. Sólo
haría a su demonio más fuerte, alimentando su necesidad de miseria.

— Sólo… cállate— dijo ella.

Pero sabía que Lazarus no lo haría nunca. Nunca lo hizo. La


presionaría hasta que explotara, y luego se sentaría y reiría mientras ella
luchaba por controlar sus emociones. Le gustaba reír. Y quería unirse a él.
Parecía divertido. Pero no estaba de humor para ser su entretenimiento.

— ¿Qué hay de ti y de tu mujer, eh? ¿Le dabas placer?

Él contuvo el aire. — No la llames así. —

Al fin. Ella también dio en el clavo. — ¿Por qué no? Es lo que es


Juliette, no? —

— Ella es enemiga. Aprenderás la diferencia cuando la encuentre. —

Juliette era una arpía. Y las arpías se comprometían de por vida. La


chica había echado el ojo a Lazarus y decidió que era para ella. Su
consorte: había hecho todo lo posible para mantenerlo a su lado, de alguna
manera, esclavizando al poderoso guerrero. Para escapar, Lazarus había
permitido a Strider, amigo de Cameo y guardián de Derrota, decapitarlo, y
la vara de Partir absorbió su cuerpo y su espíritu en el interior…donde las
dos partes se habían unido y sanado.

Ella no lo entendía pero así era.

¿Por qué he tenido que encontrarme con él y no con Viola? Estúpida


vara.
— Mis amigos me encontrarán— Torin la había visto desaparecer. Él
la estaba viendo, lo sabía, y nunca se rendiría. Él la quería. Como amiga.
Quizás…como novia.

Torin era uno de los inmortales con los que Cameo se había
involucrado. Trabajando un poco con lo de no tocar, la cosa había sido
difícil. Pero lo habían hecho dándose placer uno frente a otro. Había sido
divertido, excitante…al principio.

Pero ambos mantuvieron una parte de ellos al margen, lo que les


impedía pasar a un nivel más profundo. En ese momento, no sabía porque.
Mirando atrás, veía claramente que el miedo era el culpable. Él había
esperado que se cansara de su arreglo, deseara algo mejor y lo
abandonara. Ella había esperado que se disgustara con su voz, deseara
algo mejor y la dejara.

— A este punto del camino, yo soy tu único amigo— dijo Lazarus,


con una gota de rabia en su voz. — No sobrevivirás sin mí—.

— En realidad, podría conocer la verdadera felicidad por primera vez


en mi vida sin ti—

Él se puso las manos sobre el corazón — Ay!! Es como si me


hubieras apuñalado con una de esas dagas de las que alardeas—

Ojalá!

— Pero para que quede claro— añadió— ¿me estás diciendo que
nunca has conocido la verdadera felicidad, incluso cuando tu hombre te
daba todo es increíble placer? — ´

¿Ella no le podía esconder nada?

— ¿Por qué estás tan interesado en mi vida sexual?

— No te hagas ilusiones, cielo. No he llegado a ninguna conclusión


todavía, pero estoy considerando darte una oportunidad. —

Incrédula, se paró delante de él. — ¿Darme una oportunidad?.

Sus ojos brillaron de alegría. — Sí, y de nada. Pero como he dicho,


no te hagas ilusiones. Actualmente me inclino hacia la caja del no. —

Ella apretó la lengua en el paladar — Déjame que le ahorre el trabajo


de pensar a tu ya abusado cerebro con los pros y los contras. Eres el último
hombre en la tierra con el que me acostaría. Preferiría acostarme con un
puercoespín. —

— ¿Así que te gusta el dolor? Captado—


Bah. Le dejó allí.

Él corrió tras ella llamándola, — ¿Hay alguna otra agradable sorpresa


que deba conocer? Debida a esta pequeña revelación te ha puesto más
cerca de la caja del si. —

Ella tiró de él sin mirarlo.

— Afinidad por el dolor y es fría. Es como si me hubiera tocado la


lotería— dijo él. — no voy a tener que preocuparme por situaciones
incómodas. Todo lo que tengo que hacer es pincharte y tú saltarás solita. —

La ira la llenó. Se detuvo completamente sorprendida. Eso es. La ira


la llenaba. Y no había espacio para la tristeza. Era la ley del desplazamiento
en acción. Si se va lleno de una cosa no hay sitio para nada más. ¿Había
sido este su plan desde el principio? No. No, por supuesto que no. El habría
tenido que preocuparse por sus sentimientos.

Pero era la primera vez en mucho tiempo que no había sentido rastro
de depresión o angustia o pena o cualquiera de las miles de variaciones de
Miseria.

Cerró sus ojos y saboreó, la inhalación del aire más fresco y el calor
del sol no era tan abrasador. Pero demasiado pronto, un tapón fue retirado
y la ira se fue. La tristeza regreso. Siempre volvía. Nunca había sido capaz
de sentir ningún tipo de provecho… o de diversión… o felicidad por más de
unos pocos segundos.

Mayormente era bombardeada con las cosas irritantes de un día


determinado. Un sonido muy alto, muy constante, la temperatura no estaba
bien, un dolor en el pecho que no se iba. Cada cosa se juntaba para formar
algo horrible: una miseria que no se podía combatir. Era una existencia
horrible.

¿Por qué no te das por vencida?

Palabras del demonio, no suyas. Púdrete.

No le daría ese placer al bastardo.

Lazarus no dijo nada más y continuo con la marcha, y eso le salvó la


vida.

Llegaron a un supermercado abandonado que aún no se había


derrumbado. El polvo cubría el cristal agrietado de la puerta.

Cameo se tocó una de las armas y miró dentro.

— Me pregunto si la farmacia estará abastecida— dijo Lazarus.


— ¿Vas a drogarte? —

— Consigue el Zoloft del que hablamos—

Le odio.

Agarró uno de los carros y se marchó por los pasillos, renunciando a


las latas de fruta y de agua a pesar de no haber comido en días y su
estómago gruñía de hambre. Fue derecha a la sección de refrigerados y
después de vaciar dos latas de cerveza, tiró dos paquetes de seis en el
carro. Luego siguió a la sección de los dulces. Ositos de goma, red hots,
chicles… pero no chocolate.

¿Por qué yo?

Lazarus lanzó al carro un bote de cacahuetes, una pistola de juguete


y un par de esposa falsas.

— ¿En serio? —

— ¿Qué? Me gusta jugar a policías y ladrones—

— No voy a jugar a policías y ladrones contigo—

— Cómo sólo es un juego, jugaré contigo— Soy una mujer tranquila,


racional— es mi nuevo mantra. — yo no veo a nadie más ¿y tu?

— Por supuesto—

Ella se puso rígida — ¿Qué se supone que significa eso? —

El suspiró abatido. — Pensé que eras valiente, sin preocuparte por lo


que pasa a tu alrededor, pero resulta que eres ciega. Es casi doloroso. — Se
puso la mano en el corazón. — Odio decirte, cielo, que tus puntos frescos
caen en picad…. —

— ¡Dime!!— insistió Cameo.

La última vez que le dijo que veía lo que pasaba a su alrededor,


había un gigante.

— Haré algo por ti. Te lo demostraré. —

De repente se puso serio, se agachó a su altura, nariz con nariz y


mirándola a los ojos. — Puedo ver espíritus y puedo compartir mi habilidad
contigo por un rato uniendo mi mente a la tuya. Bienvenida. —

Trató de apartar la mirada, pero era demasiado intenso, demasiado


fascinante, y cada instinto que poseía gritó que si no tenía cuidado, se
perdería por completo a sí misma y nunca se encontraría.
Pero él la tomó de la barbilla y la mantuvo en su lugar manteniendo
la conexión.

Pequeñas llamas saltaron a la vida en sus ojos negros, sin fondo.


Chisporroteando, fumando literalmente. Zarcillos emanaban de él y
saturaban el aire entre ellos. Cada vez que respiraba, inspiraba el olor de la
turba y cenizas. Su mente se nublaba y sus pensamientos se descarrilaron.
Él se convirtió en todo lo que ella vio, todo lo que sabía. Todo lo que ella
quería.

— ¿Qué estás haciendo?…para. dijo ella, y pensó que se balanceaban


sus pies.

El la liberó, rompiendo el hechizo. Ella parpadeó rápidamente y


sacudió la cabeza. La bruma se despejó y el aroma se desvaneció.

— Mira— dijo Lazarus en un tono sombrío.

— No vuelvas a hacer… ¿Qué demonio?

¿Qué eran esas cosas?

Ellos. Estaban. En todas partes. Cuerpos de cocodrilo, cabezas de


zombies con cuerpos de humanos. Escalaban las estanterías, avanzaban
por el suelo, y cada uno la miraba como si fuera un buffet libre.

— ¿Sabías que casi doscientas mil personas mueren al día? — dijo


ella, con una voz carente de emoción. — En nuestro mundo quiero decir.
Nuestro otro mundo. —

— Y desde que estamos en este, definitivamente estamos juntos, ¿Es


lo que quieres decir?. —

Ella se palmeó las dagas. — No. Lo que quiero decir es que voy a
cumplir con la cuota de hoy matando esas cosas—

***

Baden, anterior guardián de Desconfianza, se puso de pie en medio


de un círculo de piedras. Una versión aumentada de Stonehenge (es uno
de los monumentos prehistóricos). Entre cada una de las piedras había
una pared de niebla, y jugando en diferentes áreas de la niebla había
escenas de amor de películas. Escenas de la vida de sus amigos.

Cameo necesitaba su ayuda. No podía ver más allá del exterior


robusto de su compañero, no sabía que eran más de un monstruo los que
le rodeaban. Y Baden no podía avisarla. Estaba atrapado allí. La vida
apestaba no sólo porque estaba atrapado, estaba atrapado con Cronos,
anterior guardián de Avaricia, y de Rea anterior guardiana de Lucha, ambos
de la realeza desplazada buscando sirviente. No van a encontrar ninguno
allí. Y también estaba Pandora. Nunca había guardado un demonio en su
interior— chica con suerte— pero siempre había sido un dolor en el culo.

Los cuatro habían sido decapitados en su vida natural, y sus cuatro


espíritus habían dejado abandonados sus cuerpos y flotaban por ahí,
incapaces de detener el viaje, ahora, sin poder salir…de donde fuera que
estaban.

— ¿Por qué te torturas de esta forma? —

La voz dulce y suave venía desde detrás de él. La cadencia era un


engaño. Uno que conocía bien. Se volvió y vio cómo Pandora atravesaba la
niebla.

Era un metro ochenta de mala actitud con un pelo negro y brillante


que la llegaba a los hombros. Sus rasgos eran bastante duros y era casi tan
musculosa cómo él. En conjunto era un buen paquete si te gustaban las
mujeres con corazón de hielo.

Él prefería un golpe en la cabeza.

Desde el momento de su llegada, habían mantenido una guerra,


golpeándose mutuamente de todas formas imaginables. Pero en el
momento en que llegaron Cronos y Rea, se unieron, para golpearles.

— Torin esta con la Reina Roja— dijo — Y ella…—

— ¿Qué? ¿la Reina Roja? Déjame ver—

Pandora se trasladó a la sección donde se mostraba a Torin


interactuando con la legendaria mujer cuyo inmenso poder habían creado
de alguna manera el misterio del triángulo de las bermudas, cuyo templo
marcó el comienzo de la edad de hielo.

Una mujer que había creado una red de espías en casi todos los
ámbitos de la existencia, dentro de cada casa real, dentro de todas las
carreras de mortales e inmortales por igual. Había pocas cosas que no
supiera. Pocas que no podía hacer. Si dos clanes luchaban y ella se ponía a
favor de uno, el otro se rendía.

Para un hombre muerto como Baden, ella era una mina de oro.

Ella y Torin estaban en el reino de las lágrimas, donde jugaban al Dr.


Ken y la Barbie maniaca homicida. Baden nunca había visto a Torin tan
decidido a curar a alguien. ¿Tratando de echar un polvo a pesar de las
consecuencia? No se le puede culpar. Aunque si Baden pudiera escoger
entre bellezas, escogería en una menos…asesina.

Había estado pegado a una víbora de cabello oscuro durante miles


de años.
Alguien más — dulce— sería un buen cambio. De todos modos,
Baden sabía que Torin quería recuperar a Cameo y Viola y regresa con sus
amigos.

— ¿Crees que la Reina Roja puede salvarnos? — preguntó Pandora


frotándose las manos.

— Si sobrevive a la enfermedad y Torin comprende la magnitud del


conjunto de sus habilidades…si, se asegurará de que lance una búsqueda y
rescate con éxito. —

En primer lugar, Keeley sería capaz de conseguir un par de coronas


de serpiente que Hades había robado, tomado y matado por conseguir cada
set forjado. Las reliquias podían ser usadas por humanos o inmortales y
harían que los espíritus fueran tangibles para ellos. Pero lo más importante
era que las reliquias podían ser usadas por un espíritu como Baden,
haciéndolo tangible para todo y todos.

Puedo reclamar todo lo que he perdido.

— pero panda— añadió con una sonrisa — los dos sabemos que
vendrá sólo por mí. Tú te quedarás atrás, al menos que decida llevarte
conmigo. Piensa eso la próxima vez que quieras atacarme. —
Capítulo 8

Tengo otra elección que hacer, ¿no?

Durante tres días Torin había cuidado mejor a Keeley que sus padres
negligentes, marido sádico y amante engañoso. Combinados! Había
atendido a todas sus necesidades, le proporcionó comida y agua, la
protegió de los animales carroñeros, y limpio su frente cuando el sudor se
atrevió a salir encima de ella. Incluso había tallado todo un zoológico de
animales en miniatura de tablas de madera, cada uno un tesoro de detalles
exquisitos.

Había empujado las piezas hacia ella con un gruñido — Aquí, —


como si no estuviese seguro de cómo iba a recibir los regalos.

Mío! Yo nunca voy a compartirlo!

Ahora ella le debía la muerte y le debía la vida. Y ella no tenía idea


de qué hacer al respecto. ¿Había el cuidado a Mari así, también?

Keeley recordó la forma en que había gritado, — No te mueras. No


te atrevas a morir. — Y, — Vamos, Mari. Quédate conmigo. — se dio
cuenta que él se había ocupado de Mari,. En su dolor había pasado por alto
completamente el dolor de él.

De vuelta en la prisión el debió haberse sacado el corazón como un


medio de supervivencia, porque ya que estaba roto y el no era capaz de
hacerle frente.

Mi estomago se aprieta.

Una vez más, ella escucha el consejo de Mari en su mente.


Perdonarlo. Borra sus deudas. Es lo que hay que hacer.

Trató de pensar en una protesta, pero su visión del mundo estaba


demasiado ocupada cambiando. Torin había cometido un error. Uno que
había lamentado. Él había sido dañado, probablemente herido por el resto
de su vida. Ella no necesita hacer nada más, ¿verdad?

— Torin, — dijo ella.

Él estaba ocupado preparando su próxima comida, de espaldas a


ella. Sus hombros se expandieron, como si los músculos acabaran anudada
por la tensión. — Sí, Keys? —
— ¿Estoy completamente fuera de la zona de peligro? — Como nunca
había experimentado tanto más que un caso de un resfriado, había estado
mal preparada para una ronda con el demonio de Torin. La sensación de
ingestión de ácido en repetidas ocasiones? Comprobado. La sensación de
ser quemada viva? Comprobado. La garantía de que todos los huesos de su
cuerpo habían sido roto y las grietas habían filtrado de hielo... más fuego...
y hielo de nuevo? Comprobado, Comprobado, compañero.

Pero al menos estoy viva.

¿Eran todas las enfermedades tan viles?

— Es posible que desee lo contrario, — dijo. — eres una portadora,


pero sí. vas a sobrevivir. —

— Bien. — ¿entonces, así era? Ser portadora significaba que ahora


podría enfermar a las personas.

Ella tendría que abandonar sus secretos deseos y grandes sueños: la


conquista de un pequeño reino de inmortales, gobernando como su reina
benevolente y luego casarse con un hombre agradable que nunca haría
explotar su temperamento, finalmente, la creación de una familia propia.

Por primera vez, Keeley seria adorada y mimada.

Se tragó el nudo en su garganta. — No me siento como un portador.


— Lo que sientes no importa. ¿Recuerda? Usted no puedes permitirte


el lujo de equivocarte. —

— Así como lo hiciste? —

— Exactamente, — graznó.

Ella causo un temblor, — Sólo espera. Voy a demostrar que te


equivocas. —

— Por favor, no lo hagas. La gente va a morir. —

— No lo harán. —

Él la ignoró, diciendo: — Lo primero que tenemos que hacer es


encontrar un par de guantes. —

No. ¡No! El suelo dio una pequeña sacudida. — Tengo bastantes


desventajas. No voy a tolerar otra. —

— Lo siento, princesa, pero no podemos deshacer lo que se ha


hecho. —
Pero podrían encontrar una cura. Seguramente. No se me dio tanto
poder simplemente para ser presa de una enfermedad miserable. — Dijiste
que me matarías si acababa siendo un portador. Por qué no lo has
intentado? —

— Cambie de idea. —

— ¿Por qué? —

El silencio siguió goteaba con terquedad.

Bien. cambió de dirección. — ¿Puedo hacer que te enfermes? —


¿Podría tocarle sin consecuencias?

¿Quería tocarlo otra vez?

Recordó la forma en que la había protegido durante la lucha con el


Unspoken, cómo su dureza había presionado contra su suavidad. Cómo de
voluptuosa se había sentido al ser deseada por el más feroz de los
guerreros.

Cómo su contacto había sido tan maravilloso como su enfermedad


había sido horrible.

Cómo no podía respirar más sin recoger toques de sándalo y


especias. No podía cerrar los ojos sin ver esos ojos esmeraldas brillantes,
brillando traviesamente, o la cascada de pelo blanco nieve caer sobre su
frente, jugando al escondite con sus cejas negras. O esos labios tan rojos y
blandos.

Una corriente de ardiente necesidad se extendió por cada centímetro


de ella. si. Quiero tocarlo. Y quería que la tocara... en todas partes.

— No, — dijo. — Ya soy un portador. Pero puedo hacerte enfermar


más. —

La decepción enfriando su deseo. Ella abrió sus brazos, preguntando,


— ¿Cuáles son tus planes ahora que estoy mejor? —

— ¡salir de este reino. Llegar a casa. — Hizo una pausa. — llevarte


conmigo. —

Quería quedarse juntos? — Pero, Torin, — dijo ella, sorprendida por


su repentina falta de aliento.

— Sí, Keys. —

La ronquera de su voz era una sedosa, caricia íntima, de alguna


manera abriendo de una patada una puerta mental, lo que permite suspirar
y retornar. Ella quería decirle — Eso no es sabio. — En cambio, dijo, —
¿Alguna vez has tenido una novia? Y si es así, durmieron juntos? — Tema
peligroso. Proceda con precaución.

Y ella había pensado que estaba tenso antes. — Sí... y no. —

— ¿Cómo ella— o ellas— atendieron de tus necesidades? ¿Cómo


atendiste a las suyas? —

— No estamos teniendo esta conversación, Keeley. —

— Porque te da vergüenza? —

— Debido a que no es de tu incumbencia. —

— Mal El mundo me pertenece, estoy unido a él, lo que significa todo


de todos es mi negocio. —

El agita una mano en el aire, un despido inconfundible. — Hablando


de lazos, no crees uno conmigo. —

Ocho palabras. Un rechazo. Un dolor más fuerte de lo que hubiera


creído posible. Ella lo rompió.

— No te preocupes. Un lazo permanente con la peste bubónica no es


lo más alto en mi lista de prioridades. —

— Bien, — espetó el.

Una ligera bruma comenzó a bañarlos. — ¿Las mujeres te dejan


porque no podías satisfacer sus necesidades físicas?, — Preguntó. Debo
herirle de la misma forma en que me hirió a mí.

Se volvió y cerró su mirada con la de ella. Las gotas de agua


atrapadas en sus pestañas. Furia irradiaba de él, y sin embargo su piel
palideció y no tiraba. — Sí, — admitió en voz baja. — ¿Ellas lo hicieron.
Feliz ahora? —

Ni siquiera cerca. Lo que la dejo desconcertada. Acababa de dar ojo


por ojo, y sin embargo ella deseaba disculparse.

¿Qué hay de malo en mí? — Así que nunca les ha tocado? ¿Incluso
con tus guantes? —

— Muy rara vez. — Él frunció el ceño. — ¿Qué pasa contigo y Hades?


— ¿Qué hay de nosotros?, — Preguntó, la niebla se disipa tan


rápidamente como había llegado.

— Han dormido juntos, ¿verdad? —


¿Había oído hablar de su noviazgo tumultuoso? — Lo hicimos.
También nos separamos. —

— ¿Por qué? —

— Porque, como tú y tus novias anteriores, no podía satisfacer mis


necesidades. — Es decir, las de evitar cicatrices de azufre y mazmorras.

Torin se pasó la lengua por los dientes. — ¿eres difícil de complacer,


entonces? —

— Difícilmente. Yo soy lo más sencillo. —

— Casi, — se burló. — He estado cuidando de ti por días, princesa. Si


usted podría haber sonado una campana para llamar mi atención cada vez
que decidió que quería algo, nunca se ha dejado de sonar él. A pesar de
que sólo he estado un par de metros de distancia. —

Dijo que como si fuera algo malo. — Yo soy una reina. Eso es lo que
hacemos. —

— Bueno, entonces, no es de extrañar realeza tiene tan mala fama.


Oh, no, no lo hizo. No podía insultarla sin sufrir las consecuencias. —


Usted tiene el honor de estar en mi presencia, guerrero. Dígalo. —

— ¿O qué? Usted me explotaras? Lo siento, princesa, pero la


amenaza tenía una vida útil y ya está caducada. —

Corrientes de ira, un trueno. — ¿Quiere decir que no puedo hacerle


daño a causa del azufre?

Debido a que hemos hablado de esto. Puedo encontrar una manera,


te lo prometo. —

Tono bajo, casi triste, dijo, — Estoy diciendo que no tengo miedo de
la posibilidad. La muerte le sucede a todos nosotros en algún momento u
otro. —

Bueno. ¿Cómo se suponía que debía hacer frente a este hombre?


Nunca había tenido problemas para intimidar a un oponente antes.

Otro trueno, aún más fuerte que la primera.

Con un suspiro, Torin se colocó delante de ella y le enmarcaba el


rostro entre las manos enguantadas. — Mírame, princesa. Por Favor. —

Me está tocando. Y es bueno, todo bien. Necesito más. Tienen que


tener más. Ella no podía concentrarse en él.
— Tengo algo que decirte, — dijo. — Algo que va a cambiar su vida.

No me lo dejes ir. — O— bien. —

— El conocimiento está sabiendo que un tomate es una fruta—


sabiduría no lo está poniendo en una ensalada de frutas. —

Ella parpadeó, su mente no puede calcular su significado. — Yo... no


sé cómo responder a eso. —

Sus pulgares remontar la costura de sus labios. Miró hacia el cielo,


asintió con la cabeza y la soltó, las comisuras de la boca temblores. — Creo
que nuestra tormenta decidió irse. —

— Eso está bien. — Tócame otra vez.

Regresó a la hoguera.

Tentarlo... otras cosas para pedir otra conexión física.

Auto— perseveranci habló. ¿No hemos aprendido la lección?


¿Debemos ser enseñados dos veces? Los chicos malos hacen cosas malas.

No me importa.

Quería Torin. Y así ella lo tendría.

Ayer ansiaba matarlo. Hoy deseamos seducirlo?

Así que? Soy una chica. Yo estoy autorizada a cambiar de opinión.

Serían una pareja, ella decidió. Tocar— placer— se lo había sido


negado durante demasiado tiempo. Un hecho que su presencia tuvo nunca
le permitió olvidar. Había tenido otras novias así que sabía cómo manejar
una relación romántica. Ellos podrían hacer esto, podría hacer este trabajo.
Y estarían vigilantes, cauteloso, el peligro nunca cortejaría.

Todo lo que tenía que hacer era que estuviera de acuerdo.

No había mejor momento para probar. — Estoy sucio, — anunció. —


Absolutamente sucio, y me voy a tomar un baño. —

— Bien por usted. —

Así burlona.

Así inconsciente de su próximo otoño.

— Sea tan amable de ayudarme a eliminar mi vestido, — dijo.


Un sonido estrangulado lo dejó. — No tiene ningún vínculo, sin
cremallera. Usted tira y fuera. —

— Bueno, buenas noticias, entonces. Tan fuerte como eres, no


deberías tener ningún problema. —

Su mirada recorrió ella y caliente. Se lamió los labios, como si ya


podía saborearla. — ¿A qué estás jugando, princesa? —

— ¿Importa? —

— Sí. ¿Y por qué diablos estás mirando a mí de esa manera? —

— ¿Como qué? —

— Como si fuera un héroe. Yo no soy un héroe. Soy un villano. —

¿No se dan cuenta de que sólo la hizo él quiere más? — Bueno, es un


buen pequeño villano y me ayude a salir de mi vestido. —

— No. — Su tono encajaba en gutural mientras añadía: — Yo no voy


cerca de usted. —

Él definitivamente estaba tentado. Qué delgada era su control?

— Muy bien. Voy a cerca de usted. — sus caderas en un vaivén, ella


cerró la distancia entre ellos. Alargó la mano.

Él se apartó sólo para volver más estrecha.

Ella envolvió sus dedos alrededor de sus muñecas y guió sus manos
a sus caderas.

Se resistió. Al principio.

— Relájese, guerrero. Estamos protegidos por la ropa. —

Sus dedos se apretaron alrededor de ella y agarró con fuerza.


¿Pensaba que iba a flotar como un globo olvidado?

— ¿Cuál es... la próxima?, — Le apretó.

No exactamente rendirse, pero lo suficientemente cerca.

Ella se inclinó hacia delante, con cuidado de que su aliento abanicó


sobre la oreja. — Todo lo que necesitas hacer es sentirse bien. —

— Yo puedo hacer eso. — Él tiró de ella contra él. De repente


estaban al ras, las partes más blandas de sus partes acunaban las partes
más difíciles de él. Un gruñido se levantó de baja en el pecho, como si, en
este momento robado, que había retrocedido en poco más que un animal.
— Lo estoy haciendo en este momento. —

El placer... pensamientos de ser cuidadoso evaporó como la niebla.


— ¿Quieres hacer más? —

— Más. Sí. — Sus labios se separaron mientras luchaba por respirar.


Ojos de acristalamiento con un salvajismo que nunca había visto en nadie
que no sea los condenados, le apretó con fuerza suficiente para dejarle
moretón. — Voy a tomar más, y te vas a gustar. —

Cualquier otro día, ella le habría encantado esa presión implacable.


Pero la fiebre había dejado su cuerpo frágil y dolorido y no había muchas
posibilidades de que, estando tan cerca del azufre, se debilitara más con
cada segundo que pasaba.

— Ten cuidado conmigo, — susurró.

Era como si ella lo hubiera golpeado. Maldijo y dio un paso atrás,


cortando el contacto.

Inaceptable. Ella lo siguió, y cuando él no podía ir más lejos, ella


envolvió sus brazos alrededor de sus hombros. — Yo no le dije que lo deje,
guerrero. —

— Usted debe tener. — Sus párpados bajaron lentamente,


encapuchar a los ojos. — ¿Qué pasa con su cuerpo duele? —

¿Qué pasa con ella? Su sangre se calienta mientras se frotaba, se


frotó contra él. La deliciosa fricción aumentaba su necesidad de él, la
tensión aumentaba más profundo de su vientre. ¿Qué pasaría si ella
mordisqueó sus labios... metió la lengua en la boca?

Debe resistir la tentación!

— Keeley. —

— No hables, — dijo. — Sólo tienes que moverte contra mí. —

Un momento de la inacción. Luego se ondulaba sus caderas, su


erección presionando contra su centro. Mientras ella se quedó sin aliento,
se retiró. Dio la vuelta hacia atrás y otro suspiro dejó. Él la atrajo aún más
cerca, ella se frota aún más.

Sí. ¡Sí! Esto era exactamente lo que ella había necesitado. Pero sus
manos la apretaron con más fuerza, también, y dolió un poco, y ella gimió.
Un segundo después estaba en apagado?

Él la apartó, y cerraba los puños mientras luchaba por respirar. —


Voy a decir esto una vez, y sólo una vez. Nada va a pasar entre nosotros,
princesa. Si intenta algo así de nuevo, verás una parte de mí incluso
monstruos temen. —

Sus rodillas temblaban, amenazando con hebilla. — Bien. Haz lo que


quieras. — Por ahora. No iba a renunciar, ella sonrió lo que esperaba fuera
una sonrisa de sirena y se quitó el vestido mientras él observaba. — Voy a
cuidar de mí misma. —

Sus fosas nasales se abrieron, y una vez más se alejó de ella. Pero
su mirada... su mirada permaneció encerrado en ella, caliente... como si
comiera un bocado sabroso a la vez.

— Entra en el agua, — dijo él. — Ahora. —

— ¿Por qué? ¿Me encuentras repulsiva? — Lentamente se dio vuelta


y se pavoneaba en el manantial. Pero ella no se metió en el agua. Puso un
pie contra las rocas y le devolvió la mirada, orando para que hubiera algo
en ella que le resultara suplicante. Pasando una mano a lo largo de su
costado, dijo ella, — ¿O me encuentra irresistible? —

***
Le tomo a Keeley una eternidad sumergirse bajo el agua, Torin tuvo
que luchar contra sus instintos más básicos del guerrero. Tocar. Tomar.
Mía. Entonces nunca la dejaría ir.

Ella sería suya, sólo suya.

La mujer era tan hermosa su interior se despedazaba cada vez que


la miraba. Pero la atracción fue más allá de su apariencia. Ella estaba
abierta y honesta, una rareza. Ella también tenía miedo, el primer amante
potencial mencionar el demonio gigante en la sala— qué tus amigas te
dejan porque no podía satisfacer sus necesidades, como las físicas
casualmente como si estuvieran discutiendo el clima.

Todo el mundo siempre había andado de puntillas alrededor de la


cuestión como si la verdad de alguna manera lo rompería, sin darse cuenta
de que ya estaba roto. Pero esta chica... ella no parecía entender que
nunca sería suficiente para ella. Que pronto necesitaría más de lo que podía
darle.

Demonios, ¿por qué no entiendes? Sus manos aún le picaban por


ella. Esos pechos... la mata de cobalto entre sus piernas... que podrían
jugar con ella... hundir sus dedos en un agradable y profundo. No sería
demasiado agresivo para ella, no otra vez. No iba a apretar con demasiada
fuerza o empujar con demasiada fuerza. No dejaría el control a sí mismo. A
ella le gustaría lo que hizo.

O no.
La decepción era su especialidad. Como acababa de probar.

Keeley se inclinó sobre el borde de la primavera y rebuscó en su


mochila. Las puntas de sus exquisitos pechos asomaban por encima de la
línea de agua, sus pezones como pequeños arándanos maduros.

Dudo. Mirar hacia otro lado.

Ella sacó una pastilla de jabón y la sostuvo en alto como un premio,


sonriendo seductoramente. Pero entonces todo en ella era seductor, robaba
pedazos de su cordura.

— Estoy a punto de convertirme en la reina de la limpieza, lo se, —


cantó. Luego, con voz ronca voz, la mirada barriendo sobre él, añadió, —
Pero sin duda podría ser convencido a ensuciarse de nuevo. —

¿Había un hombre muerto por exceso de deseo o sería Torin el


primero?

¿Qué quería de él?

¿Cómo había Hades le agradó?

Pregunta estúpida. Uno Torin la despreciaba. El tipo estaba en la


parte superior de su lista de próximos a matar. Enemigo uno.

Necesitas distancia. Ahora! — Cazaré algo para cenar y vuelvo. —

Keeley sacudió, jadeando, — Pero— —

— Usted va a quejarse de mí que falta, princesa? — Puso la cantidad


justa de mueca en su tono, garantizado para irritarla. — ¡Qué dulce. —

Sus ojos se estrecharon a pequeñas rendijas. — Si soy una princesa,


entonces eres el Príncipe Azul. Así que a seguir adelante y tomar todo el
tiempo que necesite, Encantador. Ahora mismo estoy bastante segura de
que voy a tener más diversión en mi propias manos de todos modos. —

Impacto directo.

Se volvió para irse.

— Torin, — ella llamó, su voz sexy— ya no regalar nada.

— ¿Qué?, — Espetó.

— Es debido a la lluvia pronto. Confía en mí, queremos que se haya


ido de largo desde el reino antes que eso suceda. —

— ¿Por qué? —
— ¿Te gustaría ahogarte? —

— ¿Hay alguien? —

— Es por eso. —

¿Qué le dijo un poco de lluvia tiene que ver con el ahogamiento?

— Vuelvo cuando regreso. — Se fue como si sus pies estuvieran en


llamas. El resto de él sin duda lo era.

¿Por qué le estaba haciendo esto a él? Actuando como si todo fuera
perdonado? Como si ella se preocupaba por su bienestar... y moriría si no
lo consiguió en su cama? O en el suelo. O en la bañera.

Castigo? Puede Ser. Pero él no lo creía. La forma en que ella lo había


mirado antes de entrar en ese baño... como si ya lo sentía empujando
dentro de ella...

Él tuvo que reajustar sus pantalones antes de que su erección se


liberara.

¿Estaba realmente atraída por él? Él no era irresistible como su


amigo París, el guardián de Promiscuidad, o determinado como Strider, el
guardián de la derrota, pero estaba bien, sí, él guerrero feroz.

Desde su posesión, muchas mujeres habían tratado de conseguir un


poco de algunos de sus bienes y servicios. Pero ni siquiera puedo seguir la
línea de peligroso con Keeley. Guantes que toca aquí... allí. No podría vivir
con las consecuencias si me equivoco.

Caminó por el bosque durante más de una hora antes de que


finalmente recogiera el rastro de... algo. Un grupo de bestias de cuatro
patas, sus orígenes indeterminados. Le dio seguimiento a la combinación
de las pezuñas y de patas hasta que vio a su presa. El mugido de un
venado, a su espalda, ni idea que acababan de convertirse en el plato
principal de su cena buffet.

Se dio cuenta, que había dejado el campamento sin la pistola o el


rifle. Tendría que usar su daga. Bien. Lo Que Sea. Una batalla le haría bien.
Trepo uno de los árboles, se posicionó para el ataque, y silbó.

Todas las criaturas se pusieron rígidas. Las más grandes de ellas se


volvieron cautelosamente en busca de la fuente del sonido, y fue entonces
cuando Torin se percató de la verdad. Él no estaba tratando con cualquier
tipo de venado; estaba tratando con algo completamente distinto. Una
amalgama de un león, demonio, gorila y un tejón de miel, no importa.

Torin se quedó en silencio. Tal vez pueda pasar inadvertido.


Por supuesto, que fue cuando la criatura alzó la vista y lo miró a los
ojos… rojo Neón contra un verde de otro mundo.

Demasiado tarde.

Aquí no vale nada, pensó, y saltó.

***
Las vibraciones alertaron Keeley de un visitante inminente. Esbirros
de Hades por fin?

Murmullo enojado le hicieron saber exactamente quién era ese


visitante, y no era una horda de demonios.

Tal vez un poco demasiado teniendo en cuenta sus dulces palabras


de despedida, ella se puso de pie y se alisó los pantalones de camuflaje que
había encontrado dentro de la mochila, lista para enfrentar Torin.

Rompió a través de una pared de follaje y lo vio. Se detuvo


abruptamente, su mirada rastrillando sobre ella, estrechándola y
erupciónandola con calor.

Ella esperaba que los elogios empezaran

— Hubo una tormenta mientras me fui, — dijo.

Bueno. No era el inicio que ella esperaba, pero no era una pérdida
total, tampoco. — Sí. — durante su vida, ella había aprendido a dirigir
cualquier conversación en la dirección que quería. — La lluvia hacen que las
flores florezcan, mucho…—

— Aun así, no duro— él la interrumpió.

— Correcto. — Debido a que no había salido de la tierra, sino de de


ella. — Al igual que mi baño—

— no te ahogaste. —

Argh! — No. — Ella trazó una mano por su costado rápidamente— Yo


florecí— antes de que pudiera interrumpir de nuevo. — ¿No te parece? —

Él la miró por segunda vez y se encogió de hombros. — Supongo. —

Supuso?

La decepción la golpeó.

Ella le miro de arriba abajo, pensando que necesitaba insultarlo.


Igual por igual. Pero quedó atrapada por el ceño oscureciendo sus rasgos y
encontró que ella sólo quería calmarlo. — Estás bien? — — preguntó ella.
Tenía rasguños por todo el cuello y los brazos, y en su mano la pierna del
Nephilim que había estado arrastrando.

— Estoy bien. Aquí está la cena, — dijo, lanzando a la criatura al


fuego que había formado. –no tienes que preocuparte por enfermarte por
yo haberlo tocado. La enfermedad murió con él. —

— volviendo atrás sólo un poco. Tu no tiene que preocuparte...


como yo? — Ella golpeó su pecho para dar enfatizar. — Yo no tengo que
preocuparme? —

— Sí, Tu. Tu cocinas. Nosotros comemos. —

Debido a Hades y su veneno, sólo comía lo que ella encontraba.

— Mientras tanto, — Torin añadió: — Necesito bañarme. —

Baño? — ¡No!, — Gritó. — No te acerques al manantial. — Todavía


no. Sería matar el ambiente HOLA— COMO ESTAS— que había entre ellos.

El frunció el ceño y, como el terco, obstinado guerrero que estaba


demostrando ser, miro al manantial.

— En serio?, — Le gritó.

— Bien. — Ella se movió de un pie al otro. — Dos de los presos que


liberaste se presentaron, y a pesar de que yo fui una perfecta anfitriona
mediocre, ellos pensaron en desalojarme… pero después terminaron
deslumbrando. — La razón de la tormenta. — Me encontraron irresistible, —
se quejó.

Examinó el camping, y deseó poseer la capacidad de alterar la


percepción de una persona. Un lío de sangre y tripas le rodeaba.
Afortunadamente el manantial tenía algún tipo de sistema de filtrado y ya
no estaba... tan pesado.

— Les Has matado antes de que te hayan tocado?, — Preguntó.

— Soy la invencible Reina Roja. ¿Qué piensas tú? — La detestable


mirada en sus ojos cuando se habían acercado a ella, junto con las palabras
repugnantes que salían de sus bocas, la había enfurecido al punto de no
retorno.

— Bien. — Torin se inclinó para pellizcar lo que parecía ser un trozo


de intestino delgado entre sus dedos enguantados. Arrojó la cosa en la
maraña más alejada de árboles. — Creo que ellos tienen lo que se
merecen. —
Él no tenía miedo de su poder, no estaba huyendo de ella, pero
luego, cuando lo había hecho alguna vez?

Lo quiero más que nunca.

— Ahora, — dijo para distraerse a ella misma. — Acerca de la cena.


Ya te he preparado una festín. Lo sentimos, pero no hay entrañas en el
asado. —

Había oído que el camino al corazón de un hombre es a través de su


estómago. Lo cual era un refrán extraño, porque ella había perforado su
camino a través de más de un torso masculino, y sabía a ciencia cierta que
el camino al corazón era en medio de la cuarta y quinta costillas, pero ella
entendía el espíritu de la frase. Si era capaz de suavizar las emociones de
Torin hacia ella, tal vez podría tentarlo con mayor facilidad al placer de ella.

Me lo debe, después de todo. ¿No lo había puesto ella triste? ¿No


estaba el obligado a hacerla feliz? La única manera para salir
completamente de su libro mayor.

— Yo sé que no estoy sobrevendiendo esto cuando digo que estás a


punto de tener la mejor experiencia de tu vida. — Acercándose a Torin, ella
levantó una placa de piedra amontonada con golosinas. — De nada. —

Hizo una mueca mientras miraba por encima de su oferta. —


Ramitas. Hojas. Setas. bicos? Paso. —

— Me lo tomaré como un sí, por favor, y gracias. —

— Tómalo como un no. —

— Un suave no? Como un tal vez? —

— Un duro NO. Al igual que absolutamente no. —

— Así que... yo debería ahorrar algo para más tarde? —

— Ahorrar algo para nunca. —

— Pero... — lo busque para ti. — No importa. — Ella se encogió de


hombros para ocultar su malestar, y se metió un hongo en la boca. –Te lo
pierdes. —

— yo Gano. —

— Alguien está claramente de humor para discutir, — dijo.

— ¿Qué puedo decir? Usted sacas lo peor de mí. —


Una repentina, y ligera niebla comenzó a caer sobre ellos. — ¿Te
sientes orgulloso de ti mismo?, — le preguntó en voz baja. — Yo ahora
estoy a cinco minutos segundos de matarme y luego matarme. —

Torin miró a su alrededor, suspiró. — ¿Sabías tu que el cincuenta y


uno por ciento de todas las estadísticas son inútiles? —

— Uh... ¿no? —

— Sí, y siete…cinco por cierto de las personas no entienden


fracciones. —

— ¿Eso es... malo? —

La niebla se detuvo, y Torin, dijo, — Estaré tomando ese baño. — Él


agarró su camisa por el cuello y la tiró.

Una protesta murió antes de que nunca abandonara sus labios. Mirar
lejos resultaba imposible. La calidez se arremolinaba en su mente,
haciéndola marearse antes de correr por el resto de ella.

Él se quedó quieto, con las manos en la cintura de sus pantalones. Él


la miró a los ojos y arqueó una ceja. –date la vuelta. —

— ¿Por qué? ¿Eres tímido? —

— Tal vez yo creo que no hay razón para tentar a una mujer muerta
de hambre con lo que nunca tendrá. —

Un recordatorio punzante de su resistencia, la intención de


desalentarla. Bueno, ella lo dejaría pensar que había sucedido. Por ahora.
Cada victoria llegaría con un plan patea culos. Ya era hora de que ella
creara uno.

— Voy reconsiderar en tu oferta para cocinar, — dijo ella, dándole la


espalda.

El roce de la ropa pinchaba en sus orejas. — No recomiendo que


hagas eso. Estoy muerto de hambre, y como puedes notar probablemente,
— agregó oscuramente, — Me pongo de mal humor cuando estoy muerto
de hambre. —

— ¿De verdad quieres que te alimente una descendente de un ángel


caído? —

— Discúlpame? —

Como se metió al agua, ella dio la vuelta. Él se sumergió hasta los


hombros. — Cuántos años tienes? —
Un inmortal mayor habría reconocido la bestia que el había matado.

— Bastante vieja para conocer mejor. Suficientemente antigua que


sólo puedo utilizar una línea coqueteo…hey baby…, es mejor que le des una
alerta a tu vida, porque me enamoré de ti y no puedo deshacerlo. —

Recuperate... alerta de vida. Ella se devanó los sesos hasta que


encontró una explicación y se iluminó. –La mía sería… las rosas son rojas,
las violetas son azules, si no haces lo que te digo te voy a matar. —

Él parpadeó hacia ella por un largo rato, mirando a punto de estallar


en carcajadas o maldiciones.

— En serio, — dijo ella. — ¿Cuántos años? —

— Voy a decir por lo menos tres mil y deja las cosas así. —

— Así que... básicamente eres un feto. — No es de extrañar que


estuvieras demasiado avergonzado para decirlo.

Cuando él simplemente tomó la pastilla de jabón, ella lo empujó de


su mente, el gasto La siguiente media hora eliminando el Nephilim, no
quería que el hedor de su cadáver en descomposición diera el aviso de sus
amigos. Y tenía amigos. Ellos siempre corrían en manadas. El mal era un
parásito, dependiente de otros para sobrevivir.

¿Cómo veía el mundo exactamente a los Curadores?, pensó con un


suspiro. ¿Era así como Torin la veia?

Sí. Probablemente. Su actitud sobre el vínculo...

La unión con él era posible. Siempre era posible. Tendría que tener
más cuidado que nunca, sobre todo con la nueva dirección de su relación.

— ¿Cómo vamos a salir de este reino?, — Preguntó Torin.

— No te gustaría saber, — le espetó, irritada con él.

— Um, sí. Eso por eso que te pregunte. —

Calma. Despacio. Él está haciendo nada malo…por el momento.

Ella no pudo resistirse otro vistazo hacia él. Ya se había puesto un


par limpio de pantalones, pero estaban bajo en su cintura, dejando al
descubierto un rastro de bello oscuro, igual que sus cejas. Tan hermoso.

— Es muy sencillo, — dijo. — Encontramos la llave y abrimos la


puerta. —

— ¿Qué pasa si ya tengo una llave? ¿Dónde está la puerta? —


Una llave, había dicho. No la llave. Interesante elección. ¿Cuál era su
juego?

— Es en el borde de la esfera. Cerca de tres días a partir de aquí. O


te puedo destellar allí. No tomara mucho, un segundo. Todo lo que
necesitas hacer es cortar tus cicatrices de azufre. —

Él le sonrió, irritándola de nuevo. — Gracias, pero prefiero caminar.


Ella se encogió de hombros como si fuera algo del otro mundo.


Mientras tanto, era una gran maldita cosa! — Más tiempo para que
pasemos juntos, entonces. —

Se puso una camisa, diciendo secamente, — mejor para mí. —

Un destello de ira, un retumbe de truenos. — Estoy sintiendo que no


te das cuenta de lo afortunado que eres. Cómo privilegiado. La gente me
ha pagado fortunas para permanecer a su lado durante la guerra—.

— Excepto que soy tu oponente. —

— no lo creo, pero ciertamente podría ser convencida para cambiar


mi mente otra vez. —

Cuando abrió la boca para responder, los tres presos que habían
tratado de someterla de repente atacaron el camping. Instintivamente,
convocó a una gran ráfaga de viento para enviarlos hacia atrás, pero
debían haber tenido azufre cicatrices para bloquear sus poderes, ya que
entraron derechos a través de él, acercándose a ella y Torin— que había
sacado una daga y se plantaba en frente a ella, dispuesto a protegerla.

Algo de su enojo hacia él se dreno.

Antes de que el trío pudiera llegar a él, se lanzado cientos de ramas


en su camino como antes había hecho con Torin, pero esta vez, agregó
árboles. Así que muchos de los guerreros no podían encontrar su camino a
través. Pero lo intentaron, con diligencia, con violencia, más decididos a
llegar a ella de lo que ella se había dado cuenta.

— ¿Cómo te gustaría terminar esto?, — le Preguntó a Torin. — Estoy


abierto a sugerencias. —

— Vamos a hacer nuestro camino a la puerta. —

— Puedo mantenerlos a raya con árboles incluso cuando salga al


campo, pero los inmortales seguros se librarán muy pronto y nos seguirán.

— Si todo sale de la manera que me gustaría, vamos a estar en el
siguiente reino antes de ponerse al día. —

— Vamos a tener que darnos prisa. Las cicatri….

— Se van a quedar. —

— Muy bien. — Pero cuando por fin te meta en mi cama, encanto,


esas cicatrices serán lo primero que se deberán ir, estés de acuerdo o
no....
Capítulo 9

Los próximos días resultaron ser los más duros en la vida de Torin.
Literalmente. Keeley era la tentación envuelta en deseo, sumergida en
éxtasis y enrollada en satisfacción, y no había duda en su mente de que
ella había sido diseñada simplemente para torturarlo.

Su manera de hablar y caminar— sexo viviente. La forma en que olía


— comestible. Las cosas que irradiaba feromonas y crack, sin duda. Su
fortaleza incomparable. Su sentido del humor, un poco retorcido. Para él la
combinación perfecta. Su forma de pensar. Él no estaba siempre seguro de
lo que pasaba dentro de esa hermosa cabecita suya, y el misterio lo
intrigaba. Las cosas que a veces decía le desconcertaban, a veces le
divertían, a veces incluso le enojaban, pero nunca le aburrían.

La lealtad a su amiga a veces superaba a la suya. Los pequeños


sonidos que hacia cuando disfrutaba de lo que estaba comiendo— una
caricia audible. No es que ella comiera mucho, lo cual él no entendía, pero
ella lo había callado cuando le había preguntado al respecto.

Ella no era como él había asumido al principio. No era cruel, no


estaba loca... no realmente. Bueno, no para él. Ella era... perfecta.

Él fue consumido por la necesidad de protegerla, incluso de sí


misma. Quería estar cerca de ella, por si acaso lo necesitaba, para calmar
la peor de sus emociones antes de que el mundo alrededor de ellos tuviera
tiempo de reaccionar. Las tormentas cuando ella se enojaba. La nieve
cuando se entristecía. El resplandor del Sol cuando estaba feliz. Un muy
raro caso.

Sólo él parecía ser capaz de despertar estas emociones en ella, como


si tuviera su corazón en la palma de su mano y pudiera torcerlo de la
manera en que él quisiera. Y eso, allí mismo, era otra razón para anhelarla.
Porque él la afectaba— y a él eso le gustaba.

Mientras ellos paseaban a través del campo, él intentó enfocarse en


sus pasatiempos. Cualquier cosa para conseguir mantener su mente fuera
de estos deseos nada entretenidos. Talló todo un conjunto de piezas de
ajedrez en forma de gnomo. Plegó mil hojas en forma de flores.

Keeley las robó. Otra cosa que le gustaba de ella. Tomaba lo que
quería.

— Esta lloviendo, — dijo ella a sus espaldas.


— Me di cuenta. — La fuerte tormenta no tenía nada que ver con sus
emociones. Había empezado en la mañana de ayer y no había dado tregua
ni una sola vez. Los charcos de agua — lagos realmente— ahora le llegaban
hasta sus tobillos. Pero incluso la constante ducha fría no pudo ayudar a su
situación. Le dolía… Él anhelaba. Y no estaba seguro de poder dejar pasar
otra hora y mucho menos un minuto más sin poner sus manos sobre
Keeley. El usaría guantes, no permitiría que su piel rozara la de ella.
Ahuecaría sus pechos ligeramente, y jugaría entre sus piernas gentilmente,
y eso sería suficiente…Tendría que ser suficiente.

Pero no lo sería, ¿o si?

El agua helada corría entre sus omóplatos mientras él macheteaba a


través de una gruesa pared de follaje con más fuerza de la necesaria,
despejando el camino. Miró por encima del hombro para asegurarse de que
ella no se hubiera rezagado— de nuevo. Ella se había detenido para
comprobar sus cutículas— de nuevo.

Tendría que haber sido molesto. Necesitaba una buena toalla, no una
manicura. Él solo estaba agradecido de que ella no se hubiera ido por su
cuenta. Con el Trío Terrible marcado con azufre y suelto, ella necesitaba un
fuerte, fornido guerrero para que la protegiera.

Era una excusa. Él lo sabía. Keeley había demostrado con creces que
podía defenderse contra cualquier persona, en cualquier momento. Pero la
dura verdad de la cuestión era esta: ella no podía actualmente cuidar de
ella misma. Ella nunca comía al menos que se le indicara. Sólo dormía
cuando estaba enferma. A menudo se deslizaba dentro de su cabeza, el
resto del mundo olvidado.

¿En qué pensaba en esos momentos?

¿En Hades?

Quería arrancarle sus bolas y meterlas en su garganta.

— Keeley, — Torin espeto. — Camina. —

Ella frunció sus labios mientras se contoneaba más allá de él. —


¿Demasiado gruñón? —

Maldición. El balanceo de sus caderas... ¿estaba su lengua fuera?


Tenia que ser un hombre, no un cachorro enamorado. Él nunca había
actuado de esta manera antes y decidió que podía haber una sola razón por
la que lo haría ahora. Apretando sus dientes, le pregunto.

— ¿Te has vinculado conmigo? —


Le echo una mirada irritada por encima del hombro, el agua cayendo
por sus mejillas como si fueran lágrimas. — Como una de las personas más
inteligentes del planeta, con mucho gusto puedo decir que no. —

— Bien, — respondió mientras tomaba la delantera. No era


decepción lo que estaba sintiendo.

Copos de nieve comenzaron a caer, integrados a la lluvia, flotando a


su alrededor.

El había herido sus sentimientos, se dio cuenta. ¡Genial! Tenía que


lidiar con la culpa encima de todo lo demás. Tiempo para distraer a los dos.
— ¿Has notado que las criaturas del bosque se han mantenido lejos de
nosotros? —

— Noticias de mis hazañas claramente se han extendido. —

Una explicación tan buena como cualquier otra. — ¿Crees que se


pregunten por qué matamos gente que mata a gente por matar gente? —

— Probablemente no. Quiero decir, si las criaturas aquí sólo tienen


dos dedos de frente, son realmente inteligente. —

Él resopló, y luego ella se echo a reír, y luego ambos estaban riendo


abiertamente. La nieve se detuvo, demostrando que él había logrado lo que
había previsto. Cortó un nuevo muro de follaje en pedazos, las ramas de
los árboles extendiéndose hacía el, hojas voraces rompiéndose. — Después
de ti. —

— Mi malvado héroe, — dijo Keeley, moviéndose más allá de él. —


¿Tu madre sabe que eres un caballero la mitad del tiempo? —

Un dolor en el pecho. — Yo no tengo una madre. —

— ¿Qué? — ella se volvió hacia él. No había piedad en sus ojos, sólo
curiosidad. — ¿Nunca has tenido nadie con quien acurrucarte por las
noches, tampoco? —

¿Tampoco? — Yo vine a este mundo completamente formado. —


¿Qué hay de ti? —

— A la manera antigua, aunque no he disfrutado pensando en mi


madre sin emociones y mi padre ambicioso siendo juguetones. —

Sin emociones y ambicioso. Él no disfrutaba de la idea de la pequeña


Kee Kee sometida a tales cosas. El Hada del Azúcar debería haber sido
mimada.

Él extendió la mano para alisar el cabello mojado pegado a su


mejilla, pero termino empuñando su mano y dejando caer su brazo. No
podía olvidar. Ni por un momento. Pero se estaba volviendo más y más
difícil detenerse a sí mismo.

— ¿Ellos eran crueles contigo? — pregunto, caminando alrededor de


ella y tomando la iniciativa.

— Durante las mejores veces, sí. — Ella se acerco a su lado,


manteniendo el ritmo. — Durante lo peor, ellos no me prestaban atención
en absoluto. Que es probablemente el porque me aseguré que hubiera
tantas mejores veces como fuese posible. —

Rompió mi corazón. Una hija tan descuidada que prefería ser


castigada que ignorada. — Lo siento. —

Un falso casual encogimiento de hombros cuando dijo: — El pasado


me ha moldeado en quién soy. ¿Cómo me puedo arrepentir? —

Nada de lástima. Pero él quería saber más acerca de ella. Quería


saber todo sobre ella.

Porque... no debería admitir esto... no puedo ayudarme a mí


mismo... ella le agradada. Estúpidamente, tontamente, pero ahí estaba.
No había duda de que le gustaba su aspecto— su erección constante era
prueba de ello. Pero lo más importante, le gustaba. Quién era ella, incluso
qué era ella.

Nunca una relación había sido más condenada.

— He oído que los Curadores fueron creados antes que los humanos,
— dijo, — ¿Verdadero o falso? —

— Es cierto. La tierra era nuestra. Pero como ustedes saben, los


ángeles caídos desafiaron al Altísimo, perdieron y vinieron aquí. Los
Curadores quienes se unieron a ellos perdieron su luz y no pasó mucho
antes de que la mayoría de la tierra fuera infectada. —

La mayoría, ella dijo. — ¿No toda? —

— Había una sección amurallada, un jardín, donde fueron creados los


seres humanos. Pero el líder de los ángeles caídos más tarde encontró una
manera de entrar allí, también. —

¿Lucifer? — Estas luces, — dijo. — He oído hablar de ellas, pero no


estoy seguro de entenderlas. —

— Imagina que los Curadores son bombillas. Literalmente brillamos.


Es un signo externo de la conciencia que poseemos dentro de nosotros. —

— ¿Y sin la luz? —
— Oscuridad absoluta. Sin conciencia. —

— ¿Cómo has mantenido tu luz todos estos siglos? —

— ¿Qué te hace pensar que no la he perdido? Quiero decir, no


puedes verla. Está oculta dentro de mi cuerpo. —

— Pensé que la tenías. Al principio. ¿Ahora? — ¿La explicación más


simple? — Yo sigo vivo. —

Los minutos pasaban sin una respuesta. — La verdad es, — dijo


finalmente. — Yo casi la pierdo. Durante un tiempo, la oscuridad era mi
mejor amiga y me sofocaba. Entonces Mari apareció y la ahuyento lejos.
Pude respirar de nuevo, podía pensar con claridad, y me di cuenta que
habría soportado unos mil encarcelamientos simplemente por conocerla. —

Y yo me la llevé. Él pensaba que había llegado a calmarse acerca de


eso. Pero, ¿podría alguien alguna vez realmente calmarse después de haber
destruido a quien era solamente una fuente de alegría?

— ¿A dónde nos lleva esta puerta?, — grazno.

— Hacia el próximo reino. —

— ¿Cuál es? —

— Algún lugar diferente a éste. —

Tal fuente de información. — Quiero ir a casa. —

— No hay problema. — Ella parpadeó, toda inocente. — Recorta las


cicatrices y te destello allí. —

Él estaba tentado. La extracción de una libra de carne ya no parecía


ser su objetivo. Pero si ella se encendía contra él, las cicatrices serían su
única arma contra ella. Un guerrero nunca rendía sus armas.

— Quiero ir a casa sin recortar las cicatrices. —

Ella dejó escapar un suspiro. — Bueno, entonces, tengo buenas y


malas noticias. —

— Empieza por las buenas. —

— Malas noticias, — dijo ella y el puso los ojos en blanco. —


Destellar es la única manera de saltar a través de los reinos. Bueno, eso, y
los portales de apertura. Pero no puedo destellarte y no puedo abrir un
portal sin las herramientas necesarias. Eso significa que tendremos que
viajar de reino en reino hasta llegar a tu casa, y eso podría llevar años. —
Ella marcho frente a él y le tendió la mano, deteniéndolo. — Pero la buena
noticia es que hemos llegado a la puerta. —

No era posible. Se quedaron en el borde de un acantilado, un mar de


nada se extendía por millas hacia adelante.

— Déjame adivinar, — dijo secamente. — Se supone que nosotros


debemos saltar y te gustaría que yo fuera primero. —

Ella puso los ojos en blanco. — Pensar siempre lo peor de la gente es


una enfermedad, sabes. ¿Es Cortesía de tu demonio? —

— Cortesía mía. —

— Bueno, supongo que tomará alguien más amable que yo para


curarte de eso. —

— Tú eres amable. —

Por favor. — La adulación es solo otra forma de mentir y te


conseguirá un puñal en el estómago. — ¿Cuan lindo fue eso?

— Una persona promedio no me hubiera advertido. Una persona


promedio simplemente habría golpeado. —

Claramente peleando contra una sonrisa, ella se giró y extendió su


mano. Sonidos crepitantes de electricidad partían de las puntas de sus
dedos y se cernían en el aire, cada vez más amplio, más largos, creando
grietas en la atmósfera, cada pulsación con una gama de colores vibrantes.
Una sola ráfaga de luz brillante se expandió a través de los colores como
una bala, haciéndose más amplia... antes de ser succionada hacia el
interior, dejando... ¡Una puerta!

Si bien aún podía la nada negra alrededor de sus bordes y la lluvia


que le acompañaba, pudo ver un mundo nuevo en el centro de la puerta.
Uno sin lluvia.

— Tu llave, — dijo Keeley, haciendo un gesto hacia el portal.

Aunque a él no le gustaba la idea de usar la Llave de Todo delante


de otra persona, teniendo en cuenta el número de personas que habían
intentado matar a Cronos para poseerla, se dirigió hacia adelante. Al no ver
ninguna perilla y no saber qué más hacer, aplastó su palma contra el centro
de la puerta. Era sólida al tacto... al principio. Pronto la fibra bajo su mano
comenzó a brillar, olas ondulando de arriba hacia abajo. Después, tan fácil
como eso, el bloque desapareció y sólo había aire entre él y el siguiente
reino.
— Entonces. Tú tienes la Llave de Todo, — dijo. — Tomada de
Cronus antes de morir, supongo. No me asombra que fueses capaz de
escapar de la prisión. —

Sin comentarios. No había razón para promover una conversación


que invariablemente conduciría a Mari. — ¿Qué sigue? —

— Esto puede parecer un poco salvaje, pero... caminar a través de


eso. —

Culo inteligente. Él entró en la tierra seca y casi aulló de alivio.


Keeley se mantuvo cerca de sus talones. Demasiado cerca para su
comodidad. Miró a su alrededor, viendo otro bosque, éste salido de una
pesadilla. Los árboles eran negros desde el tronco hasta la punta, con las
vides torcidas deslizándose a lo largo de las ramas como serpientes.
Pequeñas fogatas ardían en todas las direcciones. El humo se elevaba,
espesando el aire.

— Bienvenido al Reino de Perdido y Encontrado, — dijo Keeley,


extendiendo los brazos para abarcar el paisaje en ruinas.

Mientras se movía, ella... cambió. Su Cabello zafiro oscuro a un


profundo y rico rojo, varios mechones gruesos de color chocolate tejidos a
través de su cabellera. Su Piel helada adquirió un resplandor durazno— con
— crema, y sus ojos... aquellos se oscurecieron hasta un ámbar dorado
exquisito.

El había pensado en su belleza antes. Pero esto era...


Impresionante.

— ¿Qué demonios te ha pasado?, — le preguntó, furioso. ¿Cómo iba


a resistirse a ella ahora?

Ella palideció, y no necesitaba un cambio en el clima para decirle que


una vez más tenía el distinguido honor de haber herido sus sentimientos.

— Se debe caer aquí, — dijo ella con frialdad.

Suspiró. — Lo siento, fui grosero. —

Ella mascullo algo y comenzó a avanzar. — Andando. Hay una cabina


justo sobre el hormiguero. —

Las puntas de su pelo rojo alcanzaban su cintura y se rizaban, y se


preguntó si iban a hacerle cosquillas a su estómago cuando ella se sentara
a horcajadas y lo montara, duro y rápido, y…Torin gimió.

Enfermedad protestó. En voz alta.


¡Cállate! A Torin todavía le parecía extraño que el demonio quisiera
escapar de la chica, y sin embargo, el demonio no se había excitado por
golpearla con enfermedad cuando la oportunidad se presento. O quizás no
tan extraño. Como un perro rabioso escondido tras un rincón, Enfermedad
había atacado.

Los perros rabiosos necesitaban ser soltados.

Un pensamiento más que bienvenido. — Si esto es un hormiguero, —


Torin balbuceo, — No quiero ver a las hormigas. —

— Inteligente. —

Después de unos minutos de silencio, el dijo, — ¿Cómo cambiaste de


color así? Nunca me lo contaste—

— Realmente, lo hice. El cambio ocurre naturalmente. Yo soy la


estación a mi alrededor. —

Okey. Eso tenía sentido. Él se preguntaba como luciría ella en la


primavera y en el verano. Una vid se estiro, para merodear cerca de ella
como si la olisqueara, preparándose para atacar. Torin fue a por esta. Sin
girar su cabeza, Keeley la atrapo antes de que él pudiera hacer contacto.
Un alto y agudo chillido hizo eco mientras la vid se secaba hasta ser sólo
cenizas.

— Impresionante, — dijo él.

— Obviamente. —

No sonrió. Eso únicamente la hubiera animado. — Tú una vez


preguntaste mi edad. Ahora es mi turno. ¿Cuántos años tienes? —

— Mucho más vieja que tú. He estado envejeciendo


vergonzosamente desde el principio de los tiempos. Lo que significa que
soy mucho más inteligente que tú, también. Sé cosas que tu pequeña
mente no podría ni siquiera empezar a comprender. —

Probablemente la verdad. — ¿Insultando la belleza de mi cerebro


cuando ni siquiera lo has visto desnudo? Grosera. —

Ella se puso rígida, después suspiro. — Dijiste la verdad. Mis


disculpas. —

La pequeña rama de dinamita lo había tenido mejor al controlar su


temperamento. Antes, su declaración la habría enviado dentro de una
diatriba acerca de que las reinas nunca estaban equivocadas.

Su mente se sujeto a un pensamiento. Tan inteligente como era ella,


tanto como parecía saber y tanto tiempo como había estado alrededor, ella
podría ser capaz de encontrar a Cameo y a Viola... y a la caja de Pandora.
Haber estado buscando por tanto tiempo. Haberse casi rendido. ¿Pero podía
él confiar en esta mujer con esta tarea tan crítica?

Realmente... sí. Si ella decía hacer algo, lo hacía. Su sentido del


honor no podía permitir nada menos. En la guerra, él nunca había tenido un
sentido real y propio del honor. Él siempre había peleado sucio. Indecente,
incluso. l no tenía escrúpulos en golpear por detrás. Ningún recelo acerca
de patear a alguien mientras estaba indefenso. Con ella, todo se había
volteado del revés y al revés.

En la parte superior de la montaña, él consiguió su primer vistazo a


la — cabaña, — una estructura de troncos descomunal capaz de albergar a
un equipo de fútbol entero más el campo. El humo se elevaba de la
chimenea, y el aroma de algo asado delicioso perfumaba el aire, lo que te
hacia la boca agua. Torin había estado viviendo de hojas, setas y bichos
que nunca hubieran estado en su menú y eso ya no era lo suficientemente
bueno.

¿Acaso un amigo o enemigo esperaba dentro? — ¿Conoces al dueño?


— Probablemente no. —

— ¿Probablemente? ¿No lo sabes? —

— Guerrero, mi mente es como un tablero de corcho. Tengo millones


de recuerdos clavados en ella. Fotos, conversaciones, planes, batallas,
esperanzas, sueños, dolores, tristezas, y en ocasiones la información se
pierde. A veces hay demasiada y tengo que guardar ciertos años en una
carpeta de tiempo fuera. —

Qué... adorable.

Infierno. — Lo que sea. Déjame manejar esto, — dijo, siguió


adelante.

— ¿Estás segura de que eso es inteligente? Este reino en particular


está lleno de una raza de gigantes. —

— ¿Fortalezas? ¿Debilidades? —

— Sí. Las tienen. —

Puso los ojos en blanco. — ¿Cuáles son? —

— Ya te lo dije. Gigantes. —

— ¿Y tú eres la más inteligente de nuestro pequeño dúo? Princesa,


me refería a cuáles son las fortalezas y debilidades de los gigantes. —
— Oh. Bueno, deberías haber sido más claro. Pero no lo hiciste,
entonces el error es tuyo. De todos modos. Su fuerza está, por supuesto,
en su tamaño. Su debilidad está en sus articulaciones. Llevan tanto peso
sobre sus articulaciones que se debilitan rápidamente. —

Bueno, está bien, entonces. Él llamo a la puerta. Apretó su agarre


sobre su daga, listo para ir por las rodillas de los gigantes. No había
ninguna razón para utilizar sus armas y llamar la atención no deseada de
cualquier persona que pasara cerca.

Pasos como martilleo. Las bisagras gritaron cuando la puerta se


abrió. Torin tenía que mirar hacia arriba, arriba, arriba. Un Mack Truck
(empresa de fabricación de camiones ) de hombre se paró frente a él, un
gigante entre otros gigantes.

— no debiste haber recibido la nota humano. Me gusta cazar mi


comida. — La voz de Mack Truck resonó como un trueno. — No me gusta
que mi comida se aparezca en el umbral de mi puerta. Le quita toda la
diversión. —

— Yo no sé acerca de mi acompañante, — dijo Keeley, jugando con


un mechón de su cabello, — pero yo soy tan dulce que ciertamente sería un
buen postre. —

Mack Truck miró y gritó como una niña asustada. — ¡Tú!—

— Yo diría que te conoce, — Torin murmuró.

— Victima probable de la caja de tiempo muerto, — ella adjudicó.

— Me rehusé a espiar para ti, así que me arrancaste uno de mis


riñones y me lo hiciste comer, — Mack Truck dijo a través del castañeo de
sus dientes.

— Y estoy segura que te encantó. En cuanto a hoy, estoy aquí…—

— Me harás comer el otro, tal como lo prometiste, — le espetó. —


¡Lo sé!— El no esperó a que ella le respondiera, pero salió disparado para
afuera y corrió. Sólo corrió.

Torin se pellizcó el puente de la nariz. — Tengo la sensación de que


esto va a ser un incidente común contigo. —

— Gracias. —

— Sí, porque totalmente lo dije como un cumplido. Quédate aquí


mientras yo reviso por cualquier otro ocupante. —

— ¿Esperar aquí? Sabes que soy como el hombre del saco del que se
ocultan, ¿verdad? —
— ¿Y tú sabes que el hombre del saco es un ser despreciable,
verdad? — Tío, sonaba como hacer sonar los timbres y esconderse en los
arbustos.

— Correcto. Pero aún así…—

Oh, esta chica. — Sé que eres una mujer aterradora, pero tu


particular conjunto de habilidades será un recurso de último momento. —
Si ella tenía que pelear, destruiría la casa y a todo dentro de esta, y él
estaba buscando tres cosas: una comida decente, una cama blanda y, en
sus fantasías, una mujer dispuesta. — Sólo fingiremos que soy tu humilde
servidor y velaré por tu comodidad. —

— Ja! No es como si hubiésemos entrado en el Reino de lo Imposible


es Finalmente Posible. —

Hombre. Él no era tan malo.

Torin acechó a través de la enorme sala de estar, la incluso más


grande cocina, y los dormitorios estas bromeando conmigo. Cabezas de
animales colgadas de las paredes, sus pequeños y brillantes ojos que
examinaban cada uno de sus movimientos. La mayoría eran criaturas que
nunca había visto antes y que no quería volver a ver. Al menos nadie
estaba esperando en las sombras.

En su camino de vuelta al vestíbulo, descubrió que Keeley no sólo


había entrado en la casa, sino que también había hecho su hogar en la
cocina, la mochila descansando a sus pies.

— ¿No entiendes el significado de espera aquí? — pregunto, llenando


dos cuencos con la sopa cocinándose a fuego lento en la estufa. Un caldo
claro con lo que parecía ser una variedad de verduras. Nada de carne había
sido añadida, todavía. Al lado de la olla descansaba un bloque gigante de
algo; era tan negro como el alquitrán y tenía que haber procedido de algún
animal enfermo. O de los humanos que le gustaba cazar.

Torin tiró eso por la ventana y lavo sus guantes antes de espiar la
mesa. Capto el aroma de las hojas de otoño y la canela, y se tensó. La
fragancia dulce vino de Keeley, como si ella solo hubiera sido rociada con
Obsesion por la Madre Naturaleza; esto era tan diferente y tentador como
su nueva apariencia, llenando su cabeza y pulmones, trayendo consigo una
niebla de vertiginosa excitación.

Tengo que poner mis manos sobre ella… Pronto.

Nunca.

Él planto su cuenco frente a ella, y luego se dejo caer en su asiento


con un golpe duro.
Enfermedad golpeó contra su cráneo.

— Yo no entendí mal, — Keeley finalmente dijo. — Tú, sin embargo,


estas bajo la errónea idea de que puedes darme órdenes. — Ella jugó con
su comida, en realidad nunca tomaba un bocado. — Por cierto, voy a
dejarte... pero sólo en la cama. Una chica tiene que trazar una línea en
alguna parte.

Se agarró a los brazos de su silla con una fuerza mortal, el esfuerzo


por permanecer en su lugar, lejos de ella, desgarrador. El sudor le corría
por las sienes. Su corazón casi se salió de su pecho. — Come. Y nosotros
nunca terminaremos en la cama, Keys. Es una promesa. Confía en mí, es
por tu propio bien. —

— Lo sé, — se quejó, girando su cuchara alrededor de todo su caldo.


— Pero eso no hace a la abstinencia nada fácil. —

¿Ponía esa mala cara porque no podía dormir con él? El Sueño de
Todo Hombre….Mi sueño. Respira profundo adentro y fuera. Tenía que
cambiar de tema. — ¿Tú alguna vez alquilaste tus servicios? —

— ¿Mis excelentes habilidades sexuales? —

— ¡No!— Los brazos de la silla se rompieron en sus manos.

Ella frunció el ceño. — Actúas como si yo no tuviera ninguna razón


para ir allí, y sin embargo era una conclusión lógica teniendo en cuenta lo
que dijiste antes de preguntar. —

— Tienes razón. — Mátame. Dejó caer las piezas de madera


astilladas al suelo. — Me refería a tus habilidades superiores como Curador.

— ¿Por qué? ¿Tienes algún enemigo que te gustaría que golpease? —

— Necesito ayuda para encontrar a mis amigas desaparecidas. Las


amo de la misma manera en que tú amabas a Mari. —

— Bueno, bueno. Mírate. Demostrando que los demonios son


expertos manipuladores. Buen trabajo. —

— Sólo estoy demostrando un hecho. Haré lo que sea por


encontrarlas. — Ella arqueó una ceja, de repente intrigada.

— ¿Cualquier cosa? — El bajo tono de su voz... ahora ronca por la


excitación... disparó una lanza de placer directamente a su entrepierna.
¿Cuántas de esas lanzas él sentiría antes de que terminara esta
conversación?

— Cualquier cosa excepto poner tu vida en riesgo, — dijo.


***
Cuidando de ella. Protegiéndola otra vez. ¿Cómo se supone que una
chica mantenga cualquier tipo de distancia emocional con él? Mejor
pregunta: ¿Cómo se supone que una chica mantenga cualquier tipo de
distancia física lejos de el?

Keeley lo había visto machetear a través del bosque, sus músculos


tensos y ondulantes, y todo lo que ella había querido hacer era arrojarse
sobre él. Después tuvo que verlo merodear a través de la casa, decidido a
descubrir algún enemigo y, ¿qué? ¿Protegerla? ¿Se supone que ella tenía
que pasar por alto a su más salvaje fantasía viniendo a la vida justo ante
sus ojos?

Lo necesitaba tanto. Cada delicioso centímetro de él.

Las consecuencias comenzaban a importar cada vez menos. Estúpido


enfermedad. Era la privación que la mataría. Y, en realidad, podría estar
equivocada. ¿Y qué si pudieran estar juntos y ella no se enfermara por
segunda vez? Ella había combatido los efectos de su demonio y ganó, ¿o
no? Eso tenía que significar algo.

Tengo que romper su resistencia de la forma en que él rompió la


mía…Además, me lo debe.

En realidad, no. No lo hacía. Por el momento, el no le debía nada en


absoluto. La verdad me hará libre. ¿De qué lo culpaba ella? Ella no tenia
que. Mari habría encontrado una manera de tocar a Torin incluso si él le
hubiera dicho que no— incluso si él hubiera tomado medidas para
detenerla. Mari, a pesar de su bondad, había sido terca y testaruda.

Keeley finalmente acepto la culpabilidad de su amiga por lo que


había pasado. La chica había accedido a los términos de Cronos. Cualquier
resentimiento persistente que había albergado hacia Torin estaba
completamente seco, su libro de contabilidad limpio y tan blanco como la
nieve. El problema era que ella había perdido su única defensa contra su
apelación. No habría nada para parar la formación del enlace.

El se pondría como loco, la odiaría.

No podía dejar que eso pasara. Su cabeza se inclino hacia un lado


mientras ella consideraba su próximo movimiento. — No te entiendo, — ella
admitió.

Su mirada bajó a sus labios, se demoró y la calentó. — Eso es bueno


porque yo no te entiendo tampoco— Empujó más cerca el cuenco de sopa
que le había dado. — Come. Por favor. —
El ―por favor‖ casi la convenció.

Disfrutar el momento. Aprovechar el día. Tomar lo que pueda,


mientras pueda.

— ¿Tú quieres saber qué tomaré para conseguir que te ayude a


encontrar a tus amigas? — pregunto. — Bien. Por cada una que encuentre,
tú me tocarás. Me complacerás. Cuando lo diga, como lo diga. — El no
debía, pero lo haría.

Él estaba decidido a resistirse a ella, y eso, al menos, era algo que


entendía. No se mantendría así. Él necesitaba un empujón, y ella iba a
dárselo.

***
¿Poner mis manos en Keeley? Sí, por favor.

¿Complacerla? Mil veces sí.

Torin encantado habría pagado por el privilegio, sin embargo, aquí


estaba ella dispuesta a pagarle. ¿Acaso la vida se ponía mejor? ¿O peor?
Procede con precaución, o más.

— ¿Me quieres? —

Un guiño lento de ella.

— ¿Por qué yo?, — pregunto. Tenía que saber.

— ¿Por qué no? —

Por qué no, de verdad. apretó su mandíbula. — ¿Quieres las diez


principales razones, la mayoría de las cuales ya las hemos discutido, una o
dos serán suficientes? — Ella se echo hacia atrás, tamborileando con los
dedos sobre los brazos de la silla. Prácticamente podía ver las ruedas
girando en su cabeza mientras reflexionaba sobre la respuesta apropiada.

— ¿Tú eres irritante e incluso defectuoso? — dijo. — Sí. Pero también


eres caliente. Y sí, yo sólo soy una pequeña frívola. Yo también estoy
desesperada. —

La palabra defectuoso fue veneno en su mente, infectando todo lo


que encontró. — Tú estás desesperada, ¿lo estás? — Ya lo sabía. ¿Por qué
estaba tan molesto por ello? — Guau. Estoy halagado. —

Luciendo como una pequeña niña que acaba de cumplir con un


proyecto de arte, sin saber si había creado basura o una obra maestra, ella
dijo. — ¿No debería haberlo admitido? —
— ¡No! A un tipo le gusta pensar que es especial. — Torin se paso
una mano por la cara. ¿Habían esas palabras salido seriamente de su boca?

— Me malentendiste. Eres especial, — ella dijo, seria. — ¿Te he


mencionado que me gusta mirarte? —

Él se burló. — ¿Es el aspecto físico en lo único que piensas? —

— ¿Mencione que soy frívola? — dijo. Una nota burlona había


entrado en su voz, enfriando lo peor de su ira. — Pero lo que estaba
tratando de decirte, — añadió, cada palabra medida como si no quisiera
revelar demasiado, — es que, mientras tú eres todas esas cosas, también
eres fuerte y feroz, incluso despiadado. Y mientras eres tan duro como una
roca, también eres dulce. Eres una contradicción andante, y me encuentro
a mi misma fascinada. A veces tengo la certeza de que te sientes atraído
por mí, a veces no estoy segura, pero por tu demonio. Estoy segura de que
nunca harás nada al respecto incluso si lo estas. Esto coloca la
responsabilidad en mis manos. Quiero placer. Tú estás aquí. Tú puedes
dármelo. —

La primera parte de su discurso le calentó. La segunda parte le heló.


Él era una conveniencia, nada más. — Dime, — apunto. — ¿Por qué iba a
querer yo dar placer una mujer que es agravante y también defectuosa? —

Ella jadeó y dijo: — No soy defectuosa. —

— Princesa, tus rabietas te hacen tan defectuosa como a un condón


abierto. — Él no podía ayudar pero agrego: — Pero eres ingeniosa y
divertida, frágil e increíblemente incondicional. Eres un peligro para cada
regla que me he impuesto a mí mismo. Y también eres más que caliente.
Me gusta mirarte, también. —

Su mandíbula cayó.

— ¿Qué? Si me dices que nadie hablo con elocuencia acerca de cuan


hermosa eres, yo personalmente cazaré a todos aquellos a quienes has
conocido y los llamaré idiotas. —

— ¿Más que caliente? — Su mano cayo al pulso ahora martillando en


su cuello. — ¿En serio? —

Consigue que este tren desenfrenado vuelva a su camino. — Pero


tengo que rechazar tu oh, tan generosa oferta. Declinada, no importa cuán
insípido o soso sea, pondrán tu vida en riesgo. — Como si pudiera ser soso
con ella. — debería recordarte que apenas te has recuperado de la primera
enfermedad. —

— Pero…—
— Sin peros. Odiaba verte retorcerte de dolor. Odiaba oírte llorar por
una misericordia que nunca recibiste. Estas mejor ahora pero quién sabe si
te recuperarás de una segunda vez. —

Ella se movió en su silla, con la escalofriante mirada fija en él. —


¿Estás tratando de decirme cortésmente que no disfrutaste el tocarme? —

El demonio se golpeó contra su cráneo, gritando obscenidades,


todavía decidido a dejarla.

— No. No estoy tratando cortésmente de decirte algo. No sé ser


cortés. ¿No lo has notado? —

La situación habría sido un infierno mucho más fácil si pudiera


haberse despojado de su conciencia y mentido por ella, pero nooo. Por
cualquier otra persona, seguro. Pero no para ella. Un rayo de sol se filtraba
por la ventana.

— ¿Alguna vez piensas acerca de tocarme?, — preguntó, vacilante.

Todo. El. Condenado. Tiempo. — Princesa, me quemo por ti. — Que


no haya malentendidos entre ellos en ese aspecto.

Ella se movió lentamente hacia abajo en su silla hasta que sus


rodillas se rozaron, y tuvo que tragarse un casi rugido animal. Tuvo que
agarrar la mesa para no ir a por ella... pero el borde de la misma se
desprendió también.

Otro suspiro la dejó... uno de sorpresa, tal vez incluso de excitación.


Pero hay que pensar en las consecuencias antes de viajar por esta ruta. —
¡Maldita sea! ¿Desde un no rotundo a esto?

— Los accidentes pueden ocurrir, incluso si los guantes están en su


lugar y ambos seguimos estando plenamente vestidos. También, tus
expectativas pueden estar muy altas. —

Ella frunció el ceño. — ¿Qué quieres decir? ¿Demasiado alta? —

Él no iba a explicarle, tenía demasiado orgullo, y agitó su mano en el


aire. — Sí o no. ¿Estás dispuesta a tomar esta oportunidad? — ¿Qué diablos
estoy haciendo?

Hubo sólo un latido de vacilación en ella. — Sí, — dijo con una


inclinación de cabeza, — lo estoy. —

Él enjaulo la tentación de tirar de ella en su regazo. Necesitaba


planear la mejor manera de proceder... para ver sus necesidades sin
perjudicarla.
— Ahora que el plan de pago se ha establecido... — Ella se
enderezó, de repente todo negocio, y preguntó: — ¿Cuántos amigos faltan?

— Dos. Tres si sabes cómo hacer el seguimiento de espíritus desde la


muerte. — Torin había estado buscado al antiguo guardia de Desconfianza
desde que había sabido que el espíritu de Baden aún estaba allá afuera,
atrapado en otro reino. — Él fue asesinado muchos siglos atras. —

— Yo hago el seguimiento de espíritus de la misma manera que sigo


a todos los demás. Fácilmente. — Ella enganchó un mechón de pelo detrás
de la oreja, tan inherentemente femenina que los instintos masculinos más
profundos de Torin respondieron. Como siempre. — Voy a esperar el mismo
pago. —

Él le pagaría. Él le pagaría tan duro. No, gentilmente. Tenía que


proceder con cuidado con ella. Él prefería morir antes que asustarla,
dañarla, o hacer que se arrepienta de su deseo por él. — Lo conseguirás. —

Con una intensa mirada, ella dijo, — ¿Eso es todo? ¿Sólo tres tareas?

¿Esperando por más pago? En demasiado profundo ya. Pero aún así
él respondió: — Otra, si es posible. Localizar y destruir la caja de Pandora.

— DimOuniak, querras decir. — El ―nombre oficial‖ Él asintió.

Ella pensó por un momento. — Puedo hacer eso, también. ¿Con cuál
tarea te gustaría que empezara? —

— Cameo y Viola. —

El tamborileo de sus uñas se puso en marcha de nuevo. — ¿Son tus


novias? —

¿Celosa? La idea le excitaba….Oh, qué sorpresa. No era como si todo


acerca de ella lo excitase ni nada.

— No, — dijo el.

— Bien. ¿Qué pasó con ellas? —

— Ellas tocaron algo que no deberían y desaparecieron. —

— Necesito más detalles. —

— ¿Sabes lo que es la vara de Paring?, — preguntó.

— ¿No lo hace todo el mundo? —


Está bien, entonces. — ¿Sabes lo que hace? —

— Definitivamente. —

Bueno, nadie más lo hacía. — Dime. —

— Funciona en conjunto con otros tres artefactos. La Jaula de la


Compulsión, la Capa de la Invisibilidad y el Ojo Que Todo Lo Ve. Necesito
los tres artefactos para hacer lo que me pediste, pero no es ningún
problema porque sé dónde están. Yo los robé y escondí hace mucho tiempo
y…—

— En realidad, tú no sabes dónde están. Mis amigos y yo los


encontramos. —

— Espera. Quiero asegurarme de que te he oído bien. — Ella se


inclinó hacia adelante, aplastando sus manos sobre sus muslos. — ¿Ya los
tienes? —

El calor de su piel se filtraba a través de la tela de sus pantalones, y


dijo entre dientes. Demasiado... no es suficiente.,,. Necesitaba más.
Necesito más. Debo tener más.

— Correcto. — De alguna manera encontró la fuerza para mantener


sus manos alejadas de él. Él le pagaría cuando el tiempo llegará— le
pagaría tan duro... maldita sea, gentilmente. Pero no podía permitir que
nada más pase entre ellos. Nada de manoseos espontáneo. Sería su caída.

Pero qué camino tomar.

— Tú no me necesitas, — ella dijo con un puchero. — Puedes


encontrar a las mujeres, al difunto y a la caja sin mí. —

El masajeo su cuello, diciendo. — No sabemos cómo hacer que los


artefactos funcionen. —

— ¿Me estás diciendo que tienes la intención de localizar a cualquier


persona o cosa en el mundo, incluyendo el más deseado objeto de la
existencia, así como abrir un portal a cualquier lugar en este mundo, y aún
así no sabes cómo proceder? —

— Explícate. Por favor, — él agrego. — ¿Cuál es el objeto más


deseado? ¿La caja? —

Por un momento, nubes rodaron a través de sus ojos. — ¿Cómo


pude haberlo olvidado? ¿Incluso por un momento?, — dijo ella, reverencia
en su tono. — Él es parte de una guerra que ni siquiera entiende, lo que
significa, gracias a mis espías, que tengo respuestas que el ni siquiera sabe
preguntar. —
Por favor no retraigas mentalmente.

Afortunadamente las nubes se aclararon un segundo después y ella


agrego, — Tendrás que darme los artefactos a mí. Los cuatro. Debo
tenerlos. No puedo encontrar y liberar a tus novias sin ellos

.—

— Ellas no son mis…— Él suspiro. ¿Por qué discutir? — Bien. Ellos


están con guerreros poseídos por demonios. Todos a quienes debes jurar no
matar. O herir de ninguna manera. O dejar que alguien más los mate o
hiera. —

Una pausa. Después, con la voz desprovista de emociones, dijo, —


¿Qué si ellos me atacan? —

Fuera, una lluvia luminosa comenzó a caer.

Bien, infierno. ¿Qué hice esta vez? — No lo harán. —

— ¿Cómo puedes estar tan seguro? —

— No lo permitiré. —

La lluvia paró tan pronto como había comenzado. ¿Ella pensó que él
se quedaría atrás y ver como sus amigos intentaban hacerla caer?

Nunca.

— Muy bien, — ella dijo con un asentimiento de cabeza. — Lo juro.


Él soltó un respiro que no sabía haber estado conteniendo. Mucho


había dependido de su respuesta. — Cuéntame acerca de esta guerra que
no comprendo. —

Un brillo calculador en sus ojos. — Esa información no era parte de


nuestro trato, guerrero. Te costará. — Eso hacía cinco pagos en total. Pero
éste... éste ella podría insistir en ser pagado hoy. Él lo sabía.

Solo así, su resistencia se desmoronó. ¿Había realmente una razón


para retrasarlo? Su mano salió disparada y la agarro del cabello, tirando de
ella hacia él. — Keeley. —

Su cálida respiración acaricio su cara. — Sí, Torin. —

Su mente gritó, — ¿Qué estas haciendo?, — incluso a pesar de que


el deseo de empujar su lengua profundo dentro de su boca lo fastidiaba
mucho peor que cualquier enfermedad que haya tenido. — Yo quiero— Tu
seguridad, pensó.
Pero un simple momento de debilidad podía costarle a los dos.

Un rápido regreso de su resistencia. La ayudo a sentarse en su silla.

— De acuerdo, — el concordó.

Estremecimientos la sacudían, y él se pregunto si lo que ella temía


había estado a punto de suceder— o si deseaba que él se dejara llevar.

— Los Titanes y los griegos quieren la caja, — ella dijo. — No


porque esperen terminar con el reino de terror tuyo y de tus amigos — eso
sería sólo un bonos— sino porque ellos quieren lo que aún hay dentro de
ésta. —

¿Aún? — Nunca ha habido nada más que demonios dentro, y te


aseguro, que no quieres uno de esos. —

— Estás equivocado. —

— Estoy en lo cierto, — insistió.

— No, tú estás muy, muy equivocado. —

— En lo correcto. —

— ¡Escucha!— ella dijo mientras una ráfaga de viento enredo su


cabello. — Zeus no le ordeno a Pandora que resguardar la dimOuniak por
los demonios atrapados dentro. ¿Eso realmente sonaba como a él? Él es un
egoísta. Hambriento de poder. No se preocupa por el destino de los
humanos e incluso de los Griegos. Él se preocupa de si mismo y de nada
más.

Indiscutiblemente nada mas. — ¿Entonces porque alguien resguardo


la caja?... Por lo que aún está dentro. —

Frustrado, él dijo: — Y ahora nosotros hemos llegado a un círculo


completo. Los Demonios que estaban dentro. Fueron liberados y ubicados
dentro de mis amigos y yo. La Caja esta ahora vacía. —

— Hay un gran hueco en tu razonamiento, guerrero. — Ella froto su


sien, su propia frustración claramente creciendo. — Hay demonios a
montones. ¿Por qué preocuparse por los que estaban en la caja y no por los
otros aún corriendo descontrolados? —

— Porque los nuestros son más poderosos. —

— ¿Un intento de halagarte a ti mismo? — Ella sacudió su cabeza,


claramente poco impresionada. — Piensa acerca de esto. Los demonios no
fueron puestos dentro de la caja para salvar al mundo del mal. El mal ya
estaba aquí. Los demonios fueron puestos dentro para guardar a la gente
de obtener el tesoro. —

La palabra tesoro fue como un anzuelo en su mente, atrayéndolo


más profundo dentro de la historia. — ¿Cuál tesoro? —

Su semblante entero suavizado, y ella dijo venerablemente. — La


Estrella de la Mañana. —

El retorció su cerebro, de repente vacio. — ¿Y eso es? —

— Algo que el Altísimo creo, una extensión de su poder... un poder


mucho más fuerte del que incluso yo ejerzo. Con este, nada es imposible.
Los muertos pueden ser revividos. Cualquier enfermedad puede ser curada.
Los Demonios pueden ser removidos sin ninguna consecuencia adversa. —

Lo que ella describía... era su sueño venido alarmantemente a la


vida. El podría ser liberado de Enfermedad y regresado a su antigua gloria.
Podría tener la vida que siempre había deseado... podría tener todo lo que
había deseado. Él podría traer a Mari de vuelta a la vida.

Él podría tener a Keeley en su cama. Desnuda. Suya para hacer lo


que quisiera. Sin consecuencias. Pondría sus manos en toda ella. Delinearía
cada una de sus curvas y disfrutaría de la calidez y suavidad de su piel.
Podría hacerla gemir y retorcerse. Más fuerte y duro que antes. Él pondría
sus dedos dentro de ella, la tomaría de esa manera primero. Bebería de la
miel que ella le ofrecería.

El plan entero de vida de Torin cambiado. Su meta cambiada.


Esperanza encendida.

No se detendría ante nada para obtener la Estrella de la Mañana.

— Sabía que te gustaría, — Keeley dijo con una sonrisa. — Los


humanos originalmente poseían la Estrella de la Mañana, pero Lucifer la
robo y la situó dentro de la caja junto a los demonios, más para espantar a
los ladrones lejos. De alguna manera Zeus la obtuvo. —

— Pero si esta Estrella de la Mañana es tan importante. ¿por qué


dársela a Pandora? Ella era sólo una guerrera. Y una incompetente, en eso.

— Piensa acerca de esto, — Keeley dijo de nuevo. — No se le fue


dada la caja por lo que ella podía hacer, sino por lo que no podía… resistir
su encanto. He oído hablar de su insaciable curiosidad. —

— Pero si eso es verdad, ¿por qué Zeus no abrió la caja el mismo? ¿Y


por qué castigar a mis amigos y a mí por hacer eso? —
— Guerrero tonto. Él quería la Estrella de la Mañana, no la ira de los
demonios. Y tú no fuiste castigado por abrir la caja... fuiste castigado por
perderla. —

Torin absorbió la inundación de nueva información, noqueado hasta


su alma. — Si Zeus había estado esperando para que esta fuera abierta,
¿por qué no cogerla mientras nosotros estábamos ocupados peleando
contra los demonios? —

— Alguien lo venció en eso. —

— ¿Quién? —

— No importa. — Ella se puso tensa, su atención echada a algún


lado. Sus orejas se crisparon, recordándole a un perro que acabo de oír un
sonido extraño— y él nunca, nunca admitiría eso en voz alta. Incluso
aunque fuera tierno como el infierno. Ella frunció el entrecejo.Él apenas
reprimió un gemido, pensando que ella estaba a punto de retraerse de
nuevo. Pero ella dijo, — Los secuaces de Hades me han encontrado, — y
salto a sus pies, sacando una cuchilla de la cocina.
Capítulo10

Las emociones demasiadas veces han tomado lo mejor de mí. Keeley


apretó su agarre en el cuchillo. Los esbirros la rastrearon a este otro reino.
Ellos no se conformarían con burlarse de ella, como se veían forzado a
hacer dentro de la prisión.

¿Me Inclino ante Usted, Su Inmundicia?

Aquí Perrito, Perrito. Una rata fue lanzada a través de las barras. Ten
una merienda deliciosa.

Cacareo, cacareo. Oh, como odiaba el cacareo.

No, hoy venían a pelear con ella.

¿A quién –o a qué– ha enviado Hades esta vez? Había tantos tipos


de esbirros diferentes para elegir. Casi animales. Humanoides. Nephilim.
Espíritus. Y todo en el medio.

— ¿Tienes alguna experiencia en una batalla real? — Preguntó Torin,


deslizando una cuchilla del contador de la cocina.

¿No recordaba ser golpeado en la cara con una rama? — Algo—


como sea, la mayoría de las peleas con ellas terminaban en segundos, ella
nunca había tenido que lanzar un puño. Pero no podía ir por esa ruta;
derribar la casa. Torin podía salir herido –Por su estúpida cicatriz de azufre,
ella no podría ser capaz de destellarlo a la seguridad.

— Si te vas. — Ella dijo, — Podría…—

El levanto su mano, hablando por encima de ella. — No voy a


ninguna parte. —

— Pero…—

— No, princesa. Si tú estás aquí, yo estoy aquí. Fin de la discusión.


— Un tono tan duro como el metal.

Ella pisoteó su pie. — ¡No es el final! — La casa comenzó a temblar.


— Tengo locas habilidades y voy a usarlas. Tu presencia me obstaculiza. Así
que te vas a ir lejos, o yo voy a…voy a…—

— Ahora, princesa, — dijo el, y trazó una línea en su barbilla con un


dedo enguantado. — ¿Te estás concentrando en mí? —
Me está calmando…

Me conoce demasiado bien…sabe que es mi debilidad.

— Me doy cuenta que eres una Mujer Súper Maravilla Poderosa y


todo, — Él continuó, todo seducción y calor, — pero he tenido una picazón
por un combate. Lo necesito. Así que hazme un favor y déjame hacer esto.
¿Por favor? —

Debo pasar por alto el pequeño aleteo en mi corazón.

El temblor se desvaneció… ceso completamente. — Un plan terrible—


murmuró. — No seré capaz de controlar mi reacción si sales perjudicado.
Tal vez es mejor no pelear para nada. — Sí. Excelente idea. Ella se apartó
de él, sin duda la cosa más difícil que jamás había hecho y corrió hacia la
puerta, cortando su muñeca en el camino.

— ¿Qué estás haciendo? —

Gotitas de grasa de color carmesí se agruparon en frente de la


puerta. Pero en el momento en que llegó a la primera ventana, la herida se
había sellado y tuvo que cortar de nuevo. — Estoy bloqueando la entrada
de los demonios. —

— Bueno, déjalo en este mismo segundo. Si el enemigo no es capaz


de llegar a nosotros aquí, sólo nos perseguirán a otros lugares. —

Ella no le hizo caso, diciendo: — El mal no puede entrar a una casa


marcada con la sangre de los puros. Y como todavía tengo la luz de un
curador dentro de mí, todavía soy considerada pura. — Mientras corría a la
última ventana, ocho esbirros irrumpieron a través del cristal. Fragmentos
rociaron la habitación, varios mordiendo su carne.

Ella se detuvo en seco.

Las creaturas eran de la variedad de animales. Su menos favorita.


Casi araña con diez patas cada una, arrastrándose por las paredes. Pero el
final de esas patas no era suave y pegajoso; eran ganchos de metal y
arañaban todo lo que tocaban.

Todos los secuaces la miraron, sus labios peludos se levantaron en


burlonas sonrisas, revelando colmillos largos y afilados. Algo le impedía
destellarse cada uno a otro reino... y sólo había una respuesta viable.
Fueron custodiados. Hades está haciéndolo, sin duda.

— Nuestro rey se enteró de tu escape y quiere hablar contigo,


Keeleycael. No hay que esperar para unírsele. —

Hades podía destellar a cualquiera en cualquier lugar, excepto a ella.


Él siempre había odiado eso. — Oh, no te preocupes. Voy a tener una
charla con tu rey lo suficientemente pronto. — Calma en el exterior
mientras ella temblaba por dentro. No estaba lista para enfrentarse a él.
Todavía no. Pero pronto.

Antes de su conversación con Torin, se había olvidado de la Estrella


de la Mañana. Si, cuando, la poseyera, ella sería capaz de matar a Hades,
librar a Torin y todos sus amigos de sus demonios y traer a Mari de vuelta a
la vida. Todo de una sola vez.

Entonces Keeley podría crear el reino de sus sueños. Vasto,


impenetrable y diversificado. Un hogar para los inmortales que habían sido
rechazados por su propio pueblo.

Ella podría repensar su decisión de casarse con un amable, dulce,


hombre, sin embargo. Estaba empezando a pensar que iba a hacerlo mejor
con alguien... volátil.

— Voy a darles chicos cinco segundos para salir. — Torin reclamó una
posición frente a ella, su postura una de desafío, agresión y de emoción.
Había agarrado otra hoja y se apoderó de los dos con sus manos
enguantadas. — Quédate, y voy a redirigir sus intestinos, a través de su
boca. —

La amenaza no le sentó bien a los esbirros. Ellos le silbaron.

— Uno. — La voz de Torin llamó, ansiosa. — Cinco. — Él no dio


ninguna otra advertencia, solo se lanzó hacia adelante.

Las arañas cayeron desde el techo y las paredes y se dirigieron


directamente hacia él, Keeley momentáneamente olvidada. La
preocupación se arraigó... desconocida para ella. Si un solo pelo de la
cabeza de su guerrero era…

Guau. Bueno.

No tenemos por qué preocuparnos.

Torin se zambulló de rodillas y se deslizó el resto de la distancia,


pasando por debajo de uno de los esbirros y corriendo la punta de su
espada a través del torso de la criatura. Los intestinos salpicaron en el piso;
los órganos hicieron un ruido sordo al caer.

Uno menos. Y de manera tan espectacular.

Ella saltó arriba y abajo, aplaudiendo y siete pares de ojos pequeños


y brillantes repentinamente se centraron sobre ella.

Sonriendo con frialdad, dijo, — No pueden culpar al guardián de


Enfermedad por sus acciones. Él les avisó—.
Diferentes grados de rabia siguieron a sus palabras. Cada uno de los
esbirros pateó dentro de una marcha, acercándose a ella. Raya eso. No
"cada uno". Torin había agarrado dos por las piernas y les tiró detrás de él.
A medida que las criaturas se agitaban, tratando de encontrar agarre, les
soltó, sólo para apuñalarle a cada uno a través del cráneo.

Tres abajo.

Deja de ver con adoración. ¡Participa!

Correcto. Cinco esbirros, casi al alcance. Keeley entró en acción,


cortando una garra dirigida a su cuello, así como una garra dirigida a su
corazón. Una tercera garra se estrelló contra su brazo, pero ella fluyó con el
impulso, yendo de rodillas y girando fuera del círculo de lucha.

Jab. Jab. Ella apuñaló a un esbirro por detrás, triturando ambos de


sus riñones.

Cuatro abajo.

Esto era casi divertido.

Una garra la golpeó fuertemente. Con una mano, Torin tiró de ella
fuera del camino. Con la otra, cortó en el culpable. Otro ruido sordo sonó.

Música para mis oídos.

— Detente— Torin ladró.

Ladró... ¿a ella? No más música. — Yo estaba haciéndolo tan bien.


— Pero es mi turno. — Cuando Torin bailó a través de los esbirros,


los brazos moviéndose rápidamente, cruzándose luego enderezándose,
quitando siempre una parte de cuerpo que pertenece a una de las arañas,
él le lanzó una mirada dura. ¿Para asegurarse de que ella lo miraba?

¿Tratando de impresionarme?

Un cálido hormigueo en su pecho. Nadie había hecho una cosa así


por ella. El rey Mandria él había estado tan impresionado con él mismo, que
había asumido que todo el mundo lo estaba, también. Hades simplemente
no le había importado lo suficiente.

Su lema: me tomas o me dejas, infierno, sólo sigue adelante y


déjame ya.

Espero. Caliente Hormigueo….¿el comienzo de un enlace? Ella tragó


saliva, negó con la cabeza. ¡No! No aquí, no ahora.
Nunca. No con él. Pero el calor se hizo más intenso, el hormigueo
más fuerte.

Tienes que parar esto.

Un corazón aun latiendo rodó en su dirección.

Fue un regalo.

El calor dentro de ella pateó a otro nivel hasta la transpiración


creando un brillo en su piel.

Si me enlazo a él, va a echarme de su vida.

Otra garra se unió a la creciente pila de golosinas, luego, una médula


espinal... un páncreas. Yyyy, aquí viene un estómago chapoteando.

Más cálido... no, más caliente. Tan caliente. Quemándola, el


hormigueo más como roce de dagas. Va a pasar en algún momento... me
guste o no...

Quizás Torin cambiara de opinión sobre el vínculo. Él había tallado


sus piezas de ajedrez, después de todo. Él había sostenido ramas fuera de
su camino y buscado golosinas, sin darse cuenta de que en secreto había
tirado cada bocado, no queriendo arriesgarse a un envenenamiento. Aun
así. Lo había hecho. Por ella.

También se había asegurado de que tenía un suave colchón de pajas


cada noche. Había preguntado si tenía frío y avivó el fuego cuando ella dijo
que sí.

— ¿Ni siquiera estabas mirando? —, Exigió.

Su voz, fuerte y llena de incredulidad, tiró de ella desde el temor y la


esperanza de sus reflexiones.

Se puso de pie frente a ella, cubierto en la sangre del enemigo. Su


pelo, empapado de rojo, estaba pegado a su cuero cabelludo.

Su camisa tenía varias rasgaduras, revelando profundas heridas en


el pecho.

Nunca había lucido más hermoso...

— Los demonios…—, comenzó.

— Están muertos. No pueden convertirse en portadores. — Él frunció


el ceño. — No miraste. —
— Lo hice—, le aseguró ella, tratando de no traicionar el hecho de
que sus rodillas se habían puesto débil. — Un trabajo sucio verdaderamente
impresionante, Encantador. Uno de los mejores que he visto en mi vida —.

Su expresión se neutralizo incluso mientras su pecho se hincha de


orgullo, una reacción que había visto en él una vez antes. Me gustó
entonces, realmente me gusta ahora. — Puedo ser temible—, dijo.

¿Alguien le había dicho lo contrario? ¡Forzare al culpable a


arrodillarse ante él y pedir una misericordia que nunca llegará! — Puedes
serlo… y lo fuiste. —

Él asintió con la cabeza, satisfecho con eso. — ¿Vendrán más


demonios a cazarte? —

— Probablemente no hoy. Pero pronto. — Cuando las arañas no


pudieran volver a Hades, él sabría que habían sido asesinadas. Él buscaría
venganza.

No era uno de dejar que siquiera el más leve de los delitos pase.

— ¿Por qué te atacan? —, Preguntó Torin.

— Ellos tienen la tarea de informar a Hades de mi condición. —

Él plantó sus pies bien separados, como si se preparara para otra


batalla. — ¿Por qué? ¿Él todavía te quiere? —

— Puede Ser. Pero no porque me ama, si eso es lo que estás


pensando. Él ni siquiera me amó mientras estábamos juntos o no me
habría vendido a Cronos para un barril de whisky. — La amargura
apareciendo. — Yo soy una amenaza para él, y no le gustan las amenazas.

La rabia detonó en los ojos de Torin. — ¿Un barril de whisky? ¿Tú,


que no tienes precio? —

Y solo así, el enlace hizo clic en su lugar.

Un grito de dolor abrió sus labios, un infierno furioso dentro de ella.


Su poder impulsado, crujió, y la necesidad por Torin de repente se
intensificó a un nivel casi insoportable.

— ¿Qué está mal? — Torin exigió. — ¿Qué pasó? —

¿Cómo pude haber permitido esto?

No puedo decirle. No debería siquiera pensar en ello.

Nunca debe confiar en ello.


— Estoy... bien—, dijo sin aliento, todos los circuitos se van. — Está
bien. — Nunca había visto algo tan delicioso.

Debo tocarlo.

No, no.

Un agudo silbido de aliento salió de él. — Tus ojos son brillantes. Eso
es bastante malo, pero emparejado con la forma en que me estás
mirando... —

Se lamió los labios. Debo darle un beso. — ¿Cómo te estoy mirando?


— Como si yo no solo fuera un héroe... como si yo fuera algo


especial. — Escupió las palabras como si no pudiera creerlas aun mientras
las decía.

— Eso no debería ser una sorpresa. Ya te dije que lo eras. —

— ¡Pero yo no lo soy! — Estalló. — Todavía no. —

¿Todavía? No hasta... ¿qué?

Debo tocarlo.

— Soy una mala apuesta en este momento—, dijo y se alejó de ella.


— Sabes esto, pero estás permitiendo al deseo influir en tu pensamiento.
Pensé que eras más inteligente que eso—.

¿Culpándola?

¿O luchando contra sus propias emociones?

Eso. Su deseo palpitaba a través del enlace, alimentando el deseo de


ella.

Tengo que fingir que no puedo sentirlo.

No puedo fingir. Demasiado desesperada. — Y yo que pensé que eras


más inteligente—, ella dijo. — No puedes decidir lo que sucede entre
nosotros. Ya no es así. — Ella se acercó a él lentamente, a propósito. Ella
podría haberse rozado contra él, pero no lo hizo, no todavía. Se detuvo a
un susurro de distancia. — eres el depredador en esta situación. Yo
también lo soy. Tomo lo que quiero—.

Siguió tratando de distanciarse aún mientras la fiebre de la pasión


enrojeció sus mejillas.

Ella lo siguió, decidida. — No me negaran mi premio. —


Su mirada cayó a su boca, sus pupilas se extendieron como tinta
derramada sobre su iris. El calor que irradiaba de él era un golpe magnífico.
— Premio... ¿para obtener información? —

— Usa cualquier excusa que te guste. — Por primera vez en mucho


tiempo, no le importaba el mañana, sólo hoy. Este momento. El estar con
este hombre. — Pero esto va a suceder. — Por ultimo Keeley rozó sus
pechos contra el suyo.

Él no retrocedió, no esta vez. Él permaneció en su lugar, rechinando


los dientes mientras luchaba por el control.

Voy a ayudarle a perderse. Trazó la punta del dedo desde el cuello de


su camisa hasta la cintura de sus pantalones, con cuidado de evitar las
heridas. Él la maldijo, pero aun así no se movió lejos de ella.

— ¿Más? —, Preguntó ella, aplanando las dos palmas en su pecho.


Su corazón latía rápido, irregular. Lentamente movió sus manos en alto...
arriba... hasta que sus brazos estaban envueltos alrededor de su nuca.

— Keeley, — dijo en un gemido. Entonces el negó con la cabeza. —


Deberíamos esperar. La Estrella de la Mañana. —

— No quiero esperar. Ya no más. — Se puso de puntillas, sus labios


acercándose cada vez más con cada segundo que pasaba. Cada vez más
cerca al punto de no retorno. — Quiero lo que quiero cuando lo quiero. —

El dejó de respirar. Ella dejó de respirar. Se cernían allí, perdidos en


un momento suspendido de absoluta agonía. Agonía y el placer. Mmm, el
placer. No estaban realmente haciendo nada, y sin embargo, la promesa de
más era una tentación irresistible... aun así llevándola más y más cerca...
hasta que no pudo aguantar el enrollado de tensión un momento más y
apretó sus labios contra los suyos.

Él se sacudió. Ella lamió. Sus labios permanecieron cerrados a ella,


pero ellos se ablandaron. ¿Aún piensa en resistirme?

Ella se disolvió en su contra, fusionando sus cuerpos, y lamió otra


vez; esta vez su lengua se asomó para encontrar la suya.

Eso es todo lo que necesitó. Con un gemido, él se abrió para ella.


Sus lenguas se empujaron juntas, una marea de éxtasis la superó por
completo... ahogándola y obligándola a que le guste... incluso haciéndola
anhelar el final.

Su beso fue rudo y crudo, desesperado mientras él la empujaba


contra una pared. La agarró por la cintura y la levantó, su boca nunca dejó
la de ella. De repente, sus cuerpos estaban en perfecta alineación. Dos
piezas del rompecabezas encajaban. Mientras ella envolvió sus piernas
alrededor de él, sus manos se movían en su cabello, empuñando las
hebras. Pero no se quedaron allí por mucho tiempo. Ellas vagaron sobre
ella, apretando sus hombros, ahuecando sus pechos.

La parte inferior de él frotándose contra la parte inferior de ella. —


Eres tan maravillosamente duro—, se quedó sin aliento.

— Eres tan increíblemente suave. — Él amasó con fuerza más


decadente.

Ella gimió su nombre con toda la necesidad reprimida en su interior,


y él…

…rugió con agonía y perturbado se alejó de ella. Ella cayó al suelo.

Él estaba temblando.

Ella temblaba más fuerte, y jadeaba. Se enderezó.

Se quedó allí por un largo rato, mirándola con los ojos entrecerrados,
luchando por aire. — No deberías haber hecho eso. No debí dejarte. —

— El daño está hecho, si hay algún daño en absoluto. —

— Contacto prolongado…—

— No me importa—, dijo, — Quiero más—.

Sus puños, hechos y deshechos, mientras sopesaba sus palabras.


Finalmente, dijo: — ¿Quieres más, princesa? Muy bien. En contra de mi
mejor juicio, lo tendrás. Sólo espero que estés lista—

***
Torin agarró a Keeley por la parte posterior del cuello, de la forma en
que le gustaba, y la arrastró contra él. El hambre le había arañando las
entrañas desde que terminó la pelea con las arañas, infierno mucho antes.

Él debería estar bien familiarizado. Siempre había conocido el


hambre. Desde su posesión, no había habido ninguna otra cosa para él.
Nunca realmente había aprendió a ir poco a poco, a tomar sólo un poco a la
vez. Para hacer que una comida dure. Como había demostrado. Y ahora lo
único que quería hacer era engullir y engullir y engullir hasta que no
quedara nada. Cuando ella se había atrevido a cerrar la brecha entre ellos,
el aroma de la canela que emana de ella, llenando su nariz, nebulizando su
cerebro, su boca se había hecho agua y sus manos habían picado y resistir
había sido inútil.

Entonces ella lo había besado, y se había sentido como un hombre


que acababa de saltar de un avión sin paracaídas. Él había amado el viaje
hacia abajo, la caída libre, pero odiaba el aterrizaje. O lo haría si hubiera
sobrevivido. El viejo Torin había sido quemado, bañado en llamas. Pero un
nuevo Torin se había levantado, más fuerte, más débil, y todo lo del medio,
y Keeley se había convertido en su única fuente de agua. Un hombre
necesitaba agua para sobrevivir.

Él metió la lengua en su boca. Sus dientes chocaron entre sí,


provocando una aguda lanza de dolor. Luchó por el control y se moderó. Su
lengua rodó contra la de ella, dando en lugar de tomar. Ella unió a su
caricia acariciándolo deliciosamente, dando de vuelta. Sus manos
revolotearon alrededor de su cintura, aferrándose a él como si temiera que
fuera a flotarse lejos de ella en cualquier momento.

Él la saboreó, este buen vino que no merecía, y la trabajó


correctamente; se obligó a ser amable con ella. Bien, bien. Así. Tomándose
su tiempo, permitiéndose memorizar cada exquisito detalle. La seda de su
cabello rozando su rostro. La suavidad de sus labios. La caricia de
terciopelo de su piel. La miel de su aroma. El azúcar en su sabor.

— Torin, — jadeó, luego levantó la cabeza y llevándose todo lo bueno


con ella. — Quiero…—

— No, — dijo, sabiendo que lo peor había pasado. Ella había decidido
poner fin a las cosas. — Voy a hacerlo mejor. — Él lo haría. Debido a que no
había terminado. No creía que lo haría nunca. Ella se había convertido en
cada fantasía que había tenido. No, ella era mayor que todas las fantasías
que jamás había tenido.

— Imposible, — dijo con una dulce sonrisa suave.

Se relajó y tiró de ella hacia atrás contra él. — Quiero más—.

— Sí, — dijo ella contra sus labios. — Lo prometiste. Me encantan.


Sólo deseo... —

Todo, menos el furioso latido de su corazón, se calmó. — ¿Qué? ¿Qué


deseas? Dime, y te lo daré—.

— Te voy a enseñar. — Ella lo empujó al suelo y se sentó a


horcajadas. — Mantén tus manos a los lados. —

¿No tocarla? La sola idea resultó peor que cualquiera de las


amenazas que alguna vez ella había emitido, preferiría quitar su piel con un
rallador de queso, sus órganos convertidos en un batido.

— ¿Por qué? — Graznó. — ¿Soy demasiado rudo contigo? —

— ¿Demasiado rudo? — Ella frotó su nariz contra la suya. —


Guerrero, no hay tal cosa como demasiado duro conmigo. Pero esta es la
primera vez que he tenido mis manos sobre ti... probablemente la primera
vez que has tenido esto. Tengo la intención de saborear cada segundo y
asegurarme de que lo amas, también. —

Saborear... sí. — No puedo no tocarte. — Él tomó la plenitud de sus


pechos, disfrutó de la sensación de su suavidad regordeta, el peso liviano.
Las puntas hinchadas bajo su palma, sintió la transformación. Magnífico.

Ella agarró el cuello de su camisa y arrancó el material por el centro.


Luego sus manos estaban sobre él, sus uñas en su carne recién sanada. —
Tócame, entonces, pero hagas lo que hagas, no dejes de besarme,
Encantador. —

— Nada me detendrá. — Él empuñó su pelo y tiró de ella hacia atrás


para otra probada. Una cuidadosa.

Pero ella gimió su aprobación y después de un tiempo, las


advertencias dentro de su cabeza dejaron de importar. No hay tal cosa
como demasiado áspero, había dicho, y ella nunca mentía. Su lengua se
reunió ansiosamente con la suya, empujando con fuerza, provocando un
salvaje, y carnal placer dentro de él. Cuanto más ella exigía de el... más
ella le respondía, más consumía, un banquete.estado muriendo de hambre,
y ella es un banquete.

— Más—, ordenó.

Ella enredó los dedos en su pelo y tiró de las hebras. ¿Para


detenerlo? — Te voy a dar más si dejas de contenerte—, dijo ella. — No voy
a romperme. —

Bueno, él podría. ya estaba jadeando. Pero mi mujer está jadeando


más. Tenía la boca roja, húmeda e hinchada. Reclamada.

— No sabes lo que estás pidiendo, — le dijo.

— ¿Pedir? No, Encanto. Lo estoy demandando. Dame más duro—


dijo ella y apretó su boca contra la suya, firme y determinada mientras
lamía el interior.

La correa en mi control se está desgastando...

Su lengua rodó contra la de ella con más fuerza, y aunque él se


odiaba a sí mismo, sabía que la presión era demasiado; a pesar de que ella
había exigido que tomara, tomara, tomara, no podía parar. Debido a que le
dolía. Terriblemente. Sus músculos se apretaron sobre el hueso. El más
feroz deseo que jamás había experimentado hacía estragos por sus venas,
un fuego inextinguible.
Él no sólo quería tocar a Keeley. Él quería ser dueño de ella y
obligarla a sentir tan violentamente como él sentía.

Correa... rota.

Suave joder. Él la traería al clímax y entonces él perseguiría el suyo


propio.

La tomó con más fuerza y más rápido, pero ella no parecía


importarle. Gimiendo, ella se retorció contra él. Sus uñas rasparon su
espalda, y si no fuera por lo que quedaba de su camisa, el material apenas
colgando, ella le habría sacado sangre.

A él le encantó.

Él palmeó sus pechos de nuevo, esos pechos llenos y pesados, y


tanteó sus pulgares sobre sus pezones. Los guantes le molestaba, y él dejó
de besarla sólo el tiempo suficiente para quitarse uno con los dientes. Esa
mano volvió a ella de inmediato, su pulgar una vez acariciando ese
pequeño brote dulce. Todavía con una barrera. Tiró de su camisa sobre su
cabeza, la ahuecó y se estremeció. Ella era tan suave como el satén.
Cálida. Quizás la cosa más dulce que había tocado alguna vez.

Bajó la cabeza. Ella dio otro gemido, arqueándose hacia él, y su eje
se sacudió contra su bragueta. Maldita Sea. Estaba cerca de lanzarla sobre
su espalda, rasgar sus bragas y hundirse dentro de ella, la presión dentro
de él construyéndose a un grado casi insoportable.

Ella había sido hecha para él. Estaba seguro de ello.

Le tomó el culo y la obligó a una dura marcha castigadora contra él,


pero a ella no parecía importarle eso, tampoco. Sus pezones quemaban su
pecho, y ella parecía amar la fricción tanto como él lo hacía, jadeando su
nombre una y otra vez.

Ve más despacio! En cualquier momento, iba a estallar. Esta


necesidad...

Era demasiada. Demasiada intensa, pensó de nuevo. Corriendo a


través de él, disparando su sangre, ella lo encendía, haciéndole arder en lo
más caliente. Haciéndolo adicto.

Nunca podría renunciar a ella. El demonio no importaba, no volvería


a importar hasta más tarde.

Una lluvia de hielo en su interior.

El demonio. Más tarde.


Las palabras resonaron en su mente, liberando el hielo a través del
resto de su cuerpo. Keeley se va a enfermar.

Una vez más. Con sus acciones, se habían asegurado de ello. Por lo
que sabía, mientras más le besaba y le tocaba, más enferma estaría.

Solo había tocado brevemente a alguien. Nunca había tenido este


tipo de contacto prolongado. Este era un territorio nuevo para él, y él no
podía estar seguro de lo que iba a pasar.

¿Y si ella muria esta vez?

Con un rugido, él tiró alejándose de ella. Ella se dejó caer al suelo


mientras él se levantaba. Maldita sea! ¿Qué había hecho? — Lo siento. Lo
siento tanto, princesa. Debería haberte forzado a esperar—.

Ella avanzó pesadamente con las piernas temblorosas. — Sólo


lamento que te detuvieras. — Con los ojos aturdidos, llegó a él.

Él la esquivó. Matándome! Pero mejor su muerte que la de ella. —


No. No podemos. —

— Podemos. — Una vez más, ella lo alcanzó.

De nuevo, él la esquivó. — No, Keys, no podemos. — Él dio otro paso


lejos de ella. En mi punto de ruptura.

Si ella venía a él de nuevo, podría dejarla atraparlo. — Debemos


prepararnos. Te vas a enfermar—.

Ella se detuvo, el recordatorio cambiando toda su actitud. Desde


flexible y dispuesto a tensa y en guardia.

— Lo siento—, repitió, pero las palabras nunca serían lo


suficientemente buenas.
Capítulo 11

Keeley sacó dos camisetas de la mochila. En una se leía "Strider


puede pelear conmigo en cualquier momento", y la otra "Dejé mi corazón
en París." No podía ocultar su estremecimiento. Después de que ella y Torin
se vistieran, hurgó en la casa por un par de tijeras, aguja e hilo.

— Tus camisas tienen las frases más extrañas — murmuró.

— Mis amigos las hacen para mí.

No es de extrañar por qué amaba a los hombres tan profundamente.

Ella se sentó frente a la chimenea ardiente y se puso a trabajar,


cortar y coser los retazos de sus camisas viejas, aunque su mente no
estaba en la tarea. ¿Qué he hecho? ¿Cómo había logrado convencerse de
que no iba a enfermarse... y que, si lo hacía, soportar otra enfermedad
estaría bien?... Enfermo es igual a débil y débil es igual a vulnerable. En el
exterior, la nieve bramó, sus emociones cambiando el tiempo de otoño a
invierno.

— ¿Cómo te sientes? — preguntó Torin, rompiendo el silencio


mientras se paseaba delante de ella.

— Estoy bien — y era verdad. Ella lo estaba. Pero se había sentido


muy bien la última vez, también.

— Bien. Eso es bueno.

Pero …¿cuánto tiempo durararía?

Sostuvo la camisa hacia a la luz. ¡Genial! Ella lo había hecho mal.


Deshizo sus puntos de costura y haciendo todo lo posible para mantener la
calma, comenzó de nuevo.

— Distráeme — dijo.

— Bien. ¿Quién robó la caja de Pandora después de que esta fuera


abierta? — preguntó — Nunca me dijiste

— No lo hice— Ella había oído los rumores, sabía que Torin fue
amigo del hombre. Él no le creería, incluso podría tomar partido en contra
de ella.

— No quiero hablar de la caja.


— Bien. Juguemos el juego de preguntas. Yo te pediré diez fáciles o
una difícil. Elige.

— Difícil — por supuesto.

— Si ver es creer, entonces, ¿cómo engañan las miradas?

— Ver para no creer. Pensé que habías dicho que sería difícil.

— Sí, pero ¿cómo sabes que ver no es creer?

— Lo siento, Torin, pero solo dijiste que harías una pregunta difícil.
Yo ya te respondí.

Él se rió y encogió los hombros.

Me quede sin ideas.

— Dime cómo eras antes de tu posesión por el demonio.

— Fiero. Sanguinario.

— En otras palabras — dijo ella — igual.

— No seas absurda. Soy agradable ahora.

— ¿Qué clase de loco te dijo eso? Eres tan agradable como yo.

— Como yo creo que estás hecha de azúcar, me lo tomaré como un


cumplido — Se pasó la mano por el pelo — Pero no es el momento de
burlarse de mí, Keys. Estoy muy cerca de sacudir muy fuerte tu cerebro y
que este se golpee contra tu cráneo. Quizás eso finalmente te mete algo de
sentido común.

— Muy agradable— bromeó.

Él la miró.

— ¿Alguna vez perdonaste a un enemigo cuyas acciones fueron un


accidente, como la tuya a menudo lo son? — ella preguntó.

— No.

— Y ¿eso no te dice algo?

— ¡Muy bien! Soy malo. ¿Qué más da?

— La realización personal es sólo uno de los muchos servicios que


ofrezco.

— Prefiero que mis mujeres sean silenciosas.


¿Soy su mujer?

Estúpido corazón que se saltó un latido.

— Tal vez un vínculo contigo evitaría otra enfermedad— dijo ella en


voz baja. No hagas esto. No vaya ahí….Demasiado tarde.

¿Qué pasa si el vínculo la ayudó?

Dejó de caminar para mirarla y maldijo.

— O tal vez te enfermaría más. ¿Una línea directa con el demonio?


Definitivamente no. —

La esperanza se desvaneció rápidamente. ¿Sería cierto? ¿Sufriría


más en esta ocasión?

Terminó su proyecto y se lo lanzó.

— Lo sé, lo sé. Soy súper talentoso, más allá del pensamiento. No


sabes qué harías sin mí… De nada.

El sostuvo la prenda hacia la luz.

— ¿Qué es esto?

— Sólo lo mejor para un hombre con su dolencia particular. Una


camisa con una capucha retráctil. De esa manera te puedes cubrir la cara
durante las peleas y no tienes la preocupación de que tus oponentes rocen
accidentalmente tu piel.

— Yo no me preocupo por eso de cualquier manera. Si mis


oponentes no son asesinados por Enfermedad, los mato yo.

Sí, ella había visto el trabajo de su daga. — Bueno, yo fui tu


oponente y todavía estoy aquí.

Él le ofreció una media sonrisa.

— Tienes razón.

— Siempre.

— No sé qué decir.

¿Acaso nadie le había dado regalado nada antes?

— Di gracias y póntelo.

— Gracias.
Con un movimiento rápido, se quitó la camisa y se puso la nueva
sobre su cabeza, luego colocó la capucha en su lugar.

— ¿Y bien? — Ella solicitó— ¿Qué piensas?

— No te lo tomes a mal, princesa, pero me siento como Batman.

— Bueno, ¿eres Batman? ¿Alguien los vio a los dos juntos en una
habitación para probar que esto— ella hizo un gesto con la mano sobre él
— no es su identidad secreta?

Levantó la capucha para mirarla, y ella se echó a reír. Un rayo de sol


atravesó la ventana como si fuera el fin de su búsqueda. Su expresión se
suavizó con una emociónes que no estaba segura de que había visto en él.
Ternura, tal vez.

— Tus ojos están brillando de nuevo— dijo él.

— ¿Lo están? — La risa se desvaneció en una risilla sin aliento.

— Lo están. Y son preciosos.

Su diversión se perdió, ella presionó su mano sobre su estómago,


que ahora estaba tan agitado como si la III Guerra Mundial se llevase a
cabo en su interior.

— Me... duele — dijo casi sin aliento. Ella puso una mano sobre su
boca, pero no había nada que hacer. Ella se encorvó y vomitó.

***
Torin corrió por el bosque, sus botas dejando unas profundas huellas
en la tierra. Cualquier persona con un mínimo de habilidad sería capaz de
seguirle la pista. Encuéntrame y muere. Incluso la persona más poderosa
del mundo, eso era precisamente lo que Keeley era, y cayó ante
Enfermedad.

¿Cómo pudo permitir que esto sucediera?

¡Una vez más!

Ella no iba a durar mucho más tiempo. necesitaba un médico,


medicamentos.

Torin sabía qué plantas la ayudarían. Milenrama, flores de saúco y


menta ayudarían con la fiebre. El jengibre, manzanilla, olmo, hojas de
frambuesa, papaya y la raíz de regaliz. Todos usados para dejar de vomitar.
Tantas opciones y aun así él no podía usar ninguno de ellos.
Había estudiado las plantas en su territorio, no en este. ¿Serían las
mismas? O ¿Diferentes?

Posiblemente ¿Venenosas? Tenía que encontrar ayuda.

Localizó varios conjuntos de huellas enormes que se dirigían a una


ciudad con múltiples edificios hechos de barro y paja, cada una a una altura
y anchura que hacían ver la cabina como el corral de castigo para un niño
pequeño. Ahí había un bar, una tienda de comestibles, otro bar, una — no
estaba seguro de lo que era. Una ¿tienda de piel? Las "pieles finas" que
parecían haber venido de seres humanos.

Un hombre con piercings en todo su rostro entró en el edificio más


alejado de la derecha. En el letrero de afuera se leía Heelin Tonacs & Xotic
Elicksirs („Exóticos elixires‟). Ahí estaba. Ahí es donde tenía que estar. Las
faltas de ortografía le infundían cero confianza, pero ¿qué otra opción
tenía?

Torin colocó su nueva capucha en su lugar — su pecho se encogió al


recordar cuán diligentemente Keeley trabajó en esta— y se puso en
movimiento, la urgencia lo conducía. Permaneció en las sombras cuando
una horda de gigantes cruzó a grandes zancadas la calle. Se las arregló
para llegar al porche sin ser detectado. O haciéndose una hernia cuando
abrió la enorme puerta de entrada.

— …consigue las verrugas— decía Piercings — pagaré veinte libras


de diamantes— dejó caer una bolsa de terciopelo negro en el mostrador
frente a él— Y tendrás veinte más si nunca dice ninguna palabra de esto.

— Tengo sólo una— respondió un hombre, sin duda el farmacéutico


que estaba cubierto de tatuajes. — Pero te costará cuarenta libras de
diamantes.

Um, eso es lo que el chico le había ofrecido.

— Treinta— dijo Piercings.

— ¡Hecho!— Respondió Tatuajes.

¿En serio? ¿Aquí es donde buscaría ayuda?

Torin no estaba de humor para perder el tiempo o negociar. Tan


silenciosamente como le fue posible, giró la cerradura de la puerta principal
y cambió el cartel a Cerrado. Sabía de sus propias limitaciones, sabía que
no podía luchar contra dos gigantes a la vez sin graves consecuencias, y
teniendo en cuenta el almacén de piel calle abajo. Había una buena
posibilidad que este par de finos chicos quisieran desollarlo; así que tenía
que sacar a uno del juego.
Avanzó, y se detuvo justo detrás de Piercings. La parte superior de
su cabeza llegaba a la mitad de la la espalda del gigante. Él palmeó la hoja
que había tomado en la cabina, se agachó y le corto los tendones de
Aquiles.

Un aullido de dolor hizo eco de las paredes. Piercings cayó de


rodillas, y todo el edificio se estremeció. Torin lo alcanzó y lo degolló. El
cadáver sangrante se desplomó en el suelo.

Torin se quedó mirando a Tatuajes.

— No me gustó hacer esto, y me disculpo si él era tu amigo, pero


como puedes ver, estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para conseguir lo
que quiero.

Tatuajes entrecerró los ojos.

— ¿Y qué es lo que quieres, humano?

— Yo no soy un humano. Y quiero un medicamento para una amiga


que tiene fiebre y no deja de vomitar sangre.

Él siguió hablando como si el chico fuese a hacer todo lo que él le


exigía, porque él definitivamente lo iba a hacer.

— Si me das algo venenoso para castigarme por lo que le hice al otro


chico y mi amiga sufre o muere, volveré por ti. Y no te mataré de
inmediato. Voy a jugar contigo primero... hasta que me supliques el dulce
beso de la muerte.

Lejos de estar impresionado, Tatuajes se inclinó hacia delante y se


agarró del borde del mostrador que los separaba.

— Asumes que dejarás esta tienda vivo.

Sonriendo con frialdad, Torin enfundó el arma. Entonces, comenzó a


tirar los guantes de sus dedos.

— Quiero que sepas, que tú elegiste este camino. Yo no. Entonces.


Esto es lo que va a ocurrir a continuación. Voy a tocarte, y tú te infectarás
con la misma enfermedad que la está matando. Déjame mencionar que yo
soy Torin, el guardián del demonio Enfermedad. Una vez que se desarrollen
tus síntomas, tú, podrás hacer para ti un tratamiento, con la esperanza de
salvarte. Y estarás demasiado débil para detenerme cuando te la quite.

Tatuajes palideció bajo la tinta y dio un paso hacia atrás. Las paredes
de la estantería lo detuvieron de retirarse más lejos. — Mientes.

— Lo vas a averiguar, ¿no? — Torin metió el guante en el bolsillo y se


sacó el otro— Una vez que tenga lo que quiero, saldré y gritaré que
necesitas ayuda. Tus amigos vendrán. Ellos te van a tocar y, también, se
infectarán. Una plaga barrerá a través de tu mundo y miles van a morir.
Todo esto debido a que te negaste ayudar a la Reina Roja.

Los ojos del macho casi se salen de su cabeza.

— ¿Eres un emisario de la Reina Roja? — De repente él tuvo


problemas para respirar — Escuché un rumor que ella había regresado...
No quise creerlo... Sí, sí, por supuesto que voy a hacer cualquier cosa para
ayudar a su exaltada majestad. Por favor, dile lo ansioso que estaba por
ofrecer mi servicio.

Él corrió alrededor de la tienda, recopilando varios viales.¿Qué,


exactamente hizo, el huracán Keeley, en este reino?.Cinco minutos más
tarde, Tatuajes le ofreció a Torin un gran frasco lleno de un líquido de color
acre oscuro.

— Este la calmará.

— Yo no estaba bromeando. Si le hace daño, regresaré. Y si corres,


te voy a encontrar.

— No le hará daño. ¡Te lo juro! Dígale que tome una sola dosis tres
veces al día. No es una cura mágica — Tatuajes se apresuró a añadir— pero
realmente la ayudará. Si ella muere, no será mi culpa. Asegúrese que ella
sepa que hice todo lo que pude.

Si ella muere...

Esas malditas palabras. Torin volvió sobre sus pasos a través del
bosque. Si ella moría, no sería realmente la culpa del gigante. Bueno, ella
no podía morir. Ella simplemente no podía. No porque él había quedado
preso una vez más por una amistad que debería haber evitado. Y no porque
lo divertía, lo encantaba y lo aceleraba de una manera como ninguna otra
mujer pudo hacer. Pero debido a que el mundo sería oscuro… un oscuro
lugar sin ella.

Ella francamente era una luz.

No iba a ser el único quien se apagaría sin ella moria. Sus puños se
apretaron, y casi hizo estallar el envase. Cuidado.

En la cabina, el olor de la sangre aún no se había disipado. No


estaba seguro de si esta procedía de las arañas o de Keeley, quien
permanecía tumbada en el sofá. El sudor corría por su rostro, causando que
hebras de su cabello se pegasen a su cara. Tenía las mejillas encendidas
por la fiebre, los labios agrietados de tanto ser masticados.

Yo hice esto. Yo.


Dejándola en esta condición, sola, incapaz de valerse por sí misma,
la había hecho sufrir. El tónico tenía que valer la pena. Tenía los ojos
cerrados, su paliza cabeza se movia de lado a lado.

— Papá, por favor. No quiero quedarme con el rey. — Una procesión


de arcadas. — Me entregaste a él. Ahora ayúdame a dejarlo. ¡Por favor! Yo
no puedo... Simplemente no puedo aguantar más... . –

¿Su propio padre la había entregado a un hombre que ella


despreciaba? Un hombre que claramente la había herido. ¡Bastardo! Torin
hizo una pausa cuando la culpa, la rabia y la tristeza se enredo en su
interior, un cóctel especial que bebía todos los días.

Qué hipócrita era. Él la había dañado más que nadie podría alguna
vez. El reviso dos veces para asegurarse que tenía los guantes en su lugar
antes de retirar el cabello de la cara de Keeley.

— Ya regresé, princesa— dijo — Te protegeré con mi vida, incluso de


tus recuerdos.

Su pecho subía y bajaba rápidamente mientras se retorcía contra los


cojines.

— No he hablado con nadie hoy día, lo juro. Por favor, no la mates,


Majestad. Por Favor. Ella tiene una familia. Ella… Noooo! — sollozó. Más
arcadas.

— Shh, princesa. Guarda tus fuerzas. — Torin cubrió su frente con un


trapo frío antes de acariciar con sus pulgares las comisuras de su boca,
salpicada de sangre. — Todo va a estar bien.

Sus labios se separaron, de la manera que él quería, y él vertio un


trago del tónico en su garganta. Un ataque de nauseas causó que parte del
líquido se derramara, así que Torin la obligó a tragar aplicando presión en la
mandíbula y masajeando su garganta. A veces, había que ser cruel para ser
amable. Una de las cosas más difíciles que había hecho alguna vez.

Cedió ante sus manos, sus esfuerzos fueron en vano. Tan débil como
estaba, ella no podría ni haber espantado una mosca. Tanto poder dentro
de ella, pensó, y aún así tan frágil. Esperó por cualquier signo de mejoría.
Sin embargo, ella se puso peor. Sangre gorgoteó de su boca, ahogándola,
lo que la llevó a otra tanda de vómitos. No estaba seguro de cuánto
medicamento mantuvo en ella.

¡Maldición!

El demonio río, alegre por el giro de los acontecimientos.


Impotente... lo odió. Desearía estuvieras muerto. La risa sólo se
hizo más fuerte.

— Hades— Keeley de repente gritó. — ¡Ayúdame!.

Torin le presionó su lengua contra su paladar. — Torin está aquí,


princesa.

— Torin... — Por último Keeley se calmó y cayó, en lo que parecía


ser, un sueño tranquilo. Torin sacó las arañas muertas fuera de la cabina.
La nieve había dejado de caer, y el sol había dejado de brillar. El cielo solo
estaba... gris.

¿Un signo de la muerte inminente?

¡No!

Cuando tuvo los ocho cuerpos y sus diversas cercenadas partes en


una pila, encendió un fósforo y lo lanzó en el centro de la carnicería. No
pasó mucho tiempo antes de que las llamas se extendieran, y el humo
oscuro se mezclara con el aire, llevandose el olor de la carne quemada. Las
criaturas lo habían acuchillado a través de su piel, e incluso a pesar que ya
estaban muertos. No quería que Keeley tuviera algún contacto con estos
cuando se despertara. Y ella lo haría. Tenía que creerlo. Debido a que la
idea de estar un solo día sin ella era, repentinamente, intolerable.

***
Traicionada por Hades, ¿El único hombre que siempre dijo amarla?
No. Imposible.

— Torin está aquí, princesa.

Torin... su nuevo hombre.

Pero... él no puede estar aquí. Estoy atrapada. Sola. Keeley se


debatía entre los recuerdos y la realidad... no estaba segura de cual
ganó... sólo sabía que era imposible crear orden a partir del caos y si ella
fallaba en despejar sus mente...

... Ella se paseaba por los límites de una habitación, con el corazón
completamente destrozado. Los hombres de Hades habían llegado por ella
hace una hora, encerrándola dentro del más pequeño y vacío dormitorio
generalmente reservado para los más humildes sirvientes. Su prometido no
podía saber que ella estaba aquí. A pesar de que sus soldados no hacían
nada sin su permiso expreso.
Ella debió de haber sido capaz de luchar para liberarse de sus
captores, pero sus nuevos guardias le impidieron no hacerlo. ¿Cómo había
sucedido esto?

Recordó como Hades le había dado un vino especial para ponerla a


dormir para que no experimentara ningún dolor cuando el azufre la tocara.
Como uno de sus subordinados la apoyó, listo para darle a Keeley ese
particular golpe, para mitigar lo peor de su poder, de modo que Hades y su
gente estarían a salvos a su alrededor.

Pero Keeley había despertado sola, con cientos de guardias,


debilitada, no pudiendo hacer nada, más que respirar. Hades mataría al
siervo cuando se enterará de lo que había hecho con ella. Por supuesto que
él no había ordenado esto. Él la amaba y nunca le haría daño
intencionalmente.

— Hades— gritó por milésima vez. Si ella seguía haciéndolo, perdería


su voz. — ¡Te necesito!

Finalmente él apareció con un destello en el centro de la habitación.


Él era un hombre hermoso, con el pelo oscuro y con ojos…ojos que
pulsaban entre un color rojo en el momento que él consideraba matar. Él
medía unas 6’ 7 pies. Pero lo llevaba bien. tenía la fuerza para respaldar
esa actitud. Las mujeres de todo el mundo lo deseaban. Pero él me eligió a
mí.

— Confío en que tu nueva habitación sea acogedora— dijo.

Él estaba tan casual.... Él lo sabía.

Una herida profunda cortó su corazón en diversas partes. — ¿Por


qué? ¿Por qué has hecho esto?.

— Eres demasiado poderosa. Si alguna dia te vuelves en mí…—

— ¡Nunca me volveria en tu..!—

Él siguió adelante, diciendo:

— …yo podría perder todo lo que he tratado de construir.

— Keeley. — Ella frunció el ceño. La voz más reciente pertenecia a


un hombre, pero no a Hades. — Es la hora de más medicina, princesa. —

La imagen de Torin llenó su mente, eclipsando los confines de la


odiada sala... la odiada memoria. Ella vio su largo pelo blanco que le
llegaba hasta los hombros. Sus felinos ojos verdes. La sensualidad ardiente
que siempre le hacía agua la boca. Como ahora. ¡Uf! Eso fue una gran
cantidad de agua. Una cantidad embarazosa. Se ahogaba... No puedo
respirar, tenía que respirar...
— Tómalo. — El líquido fresco bajó rudamente, por la garganta
destrozada y termino en su estomago igual de rudo. — Buena chica— dijo
él.

Algo caliente pasó por su calurosa frente, ofreciendo comodidad. No


su mano. Seguramente no. Él se negaba a tocarla.

Tocarla. Las palabras resonaron en su mente, estimulándola. Él no la


había tocado, no al principio, pero ella lo tocó. Entonces él la había
agarrado y le dio el beso más caliente de toda su vida. Y se enfermó.
Horriblemente. Todo por culpa de su demonio.

Correcto. El demonio. Odio a ese demonio.

La ira ardía a través de ella, caliente, tan caliente, y el cojín debajo


de ella comenzó a sacudirse. Asesinaré a ese demonio.

— No otra vez— Torin murmuró. Un segundo después, ella estaba


flotando. ¿Cómo? ¿Por qué? Pero las sacudidas continuaban. Registró el
ruido de los platos. El golpeteo. Oh, sí, pensó fríamente. Enfermedad
sufriría por todo lo que le había hecho.... Torin maldijo y fue cayendo.
Ella... ¿en redondo hacia abajo? La hierba y la suciedad llenaron su boca.
Tuvo un mareo.

Cuando ella se quedó inmóvil, se esforzó para abrir los ojos. Tenía…
¿barro en los ojos? Parpadeó, Torin apareció a la vista. El Torin real, se
cernió sobre ella. Su sonrisa era sombría.

— Bienvenida de nuevo, princesa.


Capítulo 12

Torin se tambaleo. Keeley había sobrevivido a otra enfermedad, y


tan rápidamente como se había enfermado, se había recuperado.
Después de una hora de haber destruido la cueva, de hecho, ella estaba
estable en sus pies totalmente lista para correr, sin ningún efecto
secundario.

La primera vez, lo había entendido. Otros se habían recuperado,


también, aunque se habían convertido en portadores. Pero esta segunda
vez… ¿Cómo había sobrevivido? El preguntó por su opinión, y su
respuesta fue lo usual, — Hola. Reina Roja. Súper poderosa. –

Tal vez. Probablemente. ¿Sobrevivirá una tercera vez? ¿Una


cuarta? Considerando el trato que habían hecho, ella está dispuesta a
arriesgarse. Pero el no. Ya no más. He escuchado eso antes.

Sí, pero lo digo enserio esta vez. Con movimientos cortos, la guió
a través del bosque. Se mantuvo en la búsqueda de gigantes
vengativos. Polvo de la arruinada cueva les arrastró. Keeley se quedó
detrás de él, quieta, y el silencio lo perturbaba.

— ¿Me odias? — preguntó.

— ¿Odiarte? ¿Por qué te odiaría? –

— ¿En serio tienes que preguntar? –

— Obviamente. Porque lo hice. –

— El demonio, — dijo con un suspiro. — El vomitar. –

— Um, tal vez te estás olvidando que yo te toqué. –

No. No lo había olvidado, nunca lo haría. Su toque había probado


cuan fundamental su necesidad por ella se había vuelto, cuan
consumadora…cuan, cuando finalmente tuvo sus manos en ella, nada
importaba solo el placer.

— No vamos a hablar de eso. — buscó por un lugar seguro para


hacer el campamento, y cuando pensó que había recogido el sonido de
pasos, dio marcha atrás, buscando huellas que nunca encontró. El deseo
debía estar pudriendo su cerebro. Y, maldita sea, el aire caliente y
pegajoso tenía que estar horneando sus entrañas. El tiempo había
pasado de otoño, al invierno, al simple infierno, pero no creía que tenía
algo que ver con Keeley. Su estado de ánimo no combinaba con millones
de grados de la temperatura.

— Voy a quitarme la camisa. No vengas ni a tres metros de mí


hasta que me la ponga de nuevo. — Él arrancó el material por encima
de su cabeza, y luego la envolvió alrededor de su cuello para coger el
sudor que le corría por las sienes. — Lo digo en serio. –

Keeley pasó su mirada por encima de su torso desnudo, y maldita


sea si no se sentía como una caricia. –Apestas— se quejó. Tal vez su
estado de ánimo si coincidía. — Estoy sobrecalentada, también, sabes.
Creo que mis órganos internos se han convertido en una especie de
guiso. — Arrancó las mangas de la camisa y se las arrojó a él.

El estado de sus mangas le hizo pensar en la forma en que ella


había estudiado sus brazos y piernas la primera vez que había
despertado. Lo que ella había visto, o no había visto, la había relajado.
Cuando él le había preguntado por qué lo había hecho, había dicho: —
Como si te fuera a realmente dar alguna idea. —

¿Qué demonios se supone que significa eso? — Estúpida doble


moral, — dijo ella. — Si yo fuera a quitar mi camiseta para refrescarme,
seria molestada, simplemente rogando ser violada. —

— Calma tu mierda Princesa. Yo nunca te haría rogar. — ¿Pero no


es eso exactamente lo que he hecho?

— ¿Estás diciendo que me lo darás libremente?, — Preguntó.

— No estoy diciendo nada. — Si esto continuaba, acabarían donde


habían empezado. En problemas.

— Pero, ¿Por qué arriesgarse a picaduras de insectos? Vamos a


encontrar un abrigo. Tal vez uno de piel. –

— Como si cualquier insecto se atrevería a acercarse a mí. –

— Aun así. No está de más tener cuidado. — Él cavó dentro de la


mochila. — Yo sé que tenemos una camisa extra en alguna parte. —

— Trata de hacerme llevarla y te ataré, te cortaré y dejaré que los


animales utilicen tus órganos como paquete de merienda! –

— Todo el mundo tiene que comer. — Sacó las manos vacías de la


mochila. — Desafortunadamente, estamos sin ropa limpia. —
— ¿Por qué no pelar la piel de tu cuerpo? Puedes ser mi abrigo. –

— Inteligente. Permanecerás caliente durante la próxima nevada.


Ella pisoteó. — Mi incapacidad para sacarte de quicio es


desesperante. –

— Voy a gritarte si eso te hace sentir mejor. — Infierno, podría


hacer que él se sintiera mejor, también.

Ella se animó, diciendo: — Eso sería de gran ayuda, gracias. —

Pensó por un momento, le gritó: — ¿Cómo te atreves a desnudar


tu brazos en público?! Tienes toda la razón en que serás molestada. Le
da a un hombre ideas. Le hace pensar que eres buena llevando cajas
pesadas, que sólo pasa a ser su trabajo! Es humillante es lo que es. –

Ella se echó a reír, y sus pechos subieron y bajaron. Los pechos


que había sostenido en sus manos. Sus pezones estaban duros,
probablemente adoloridos, necesitando ser aplastados y succionados.
Aléjate! Ahora! Él no lo hizo. No pudo. La risa de Keeley murió, y la
tranquilidad se apoderó de ellos.

— Torin, — susurró.

— No, — dijo, y cuando ella se lamió los labios, se obligó a decirlo


de nuevo. — NO. –

Una rama crujió, señalización el fin a su soledad. Gracias A Dios.


Torin palmeó una de las hojas que había logrado excavar entre los
escombros de la cueva. — Ocúltate detrás de esa roca. — Echó un
vistazo a la selva, tratando de descubrir cualquier pista sobre su invitado
no deseado. O invitados. ¿Humano, animal, o gigante? ¿O una
combinación de los tres?

Keeley echó un vistazo a la roca en cuestión y frunció el ceño. —


La Reina Roja no se esconde—

— Ella lo hace cuando no llevaba guantes. No lo olvides, eres un


portador. Además, has estado enferma. Es necesario conservar tu
energía. ¿Y si tus emociones obtienen lo mejor de ti? Probablemente
será mejor si no destruimos todo el reino mientras todavía estamos en
él. — Su ceño se oscureció.

Desde que el suelo no estaba vibrando al compás de los pasos


que venían, dudaba de que el visitante fuera un gigante. Mientras la
criatura significara ningún daño para Keeley, podría alejarse. Un
movimiento en falso, una palabra o un hecho, lo que sea, y eso iba a
cambiar.

Keeley suspiró y caminó hacia la zona de seguridad. — Bien. Lo


Que Sea. Estoy en demasiado buen humor para discutir —.

¿En serio? — ¿Este es un buen estado de ánimo? — El sol no


estaba precisamente brillante. Tropezó con una vid, no, no una vid. Una
trampa explosiva. Muy parecida a la que Torin había amañado en el otro
reino. El clic y el zas siguiente lo revelaron. Ella aterrizó sobre sus
rodillas, una lanza salió disparada desde un agujero en un árbol.
Destino: su corazón.

— ¡No! — Torin se zambulló en su dirección.

Ella cogió el arma por la empuñadura antes de que pudiera


hundirse dentro de su pecho, o el de él. Se dio la vuelta con el impacto
y saltó a sus pies, su alivio de corta duración. Dos humanos irrumpieron
desde el follaje. Su mente disparó hechos como balas. Machos.
Primitivos. Cada uno llevaba un taparrabos y sostenía una de esas
lanzas hechas por el hombre. Probablemente los seres humanos que a
los gigantes les gustaban cazar. El de la derecha vio a Keeley y levantó
su lanza, preparándose para lanzarla. Enemigo. Una vez más, Torin no
perdió el tiempo con negociaciones. Él simplemente arrojó su cuchilla; le
cortó la garganta al macho, la sangre brotaba mientras caía de rodillas,
y luego a su rostro, su arma inútil.

El otro hombre, llamémosle Tarzán, frunció el ceño y levantó su


propia lanza. Torin palmeó otra cuchilla. — No lo haría, si yo fuera tú. –

— Oh, bien. — Keeley se levantó y aplaudió, un rayo de sol de


repente alumbrándola. — Dos guerreros sexys luchando hasta la
muerte. Esto es mucho mejor que la lucha de araña. Tienes mi sello de
aprobación, Torin. Continua. –

Los ojos oscuros de Tarzán se abrieron con un poco de shock y


mucho odio. –Tu, — alcanzó a murmurar. — Habíamos oído que habías
vuelto, pero me pareció que los rumores eran infundados, que nunca te
atreverías a volver. –

— ¿Yo? — Ella miró hacia atrás antes de tocar su pecho. — Creo


que tienes a la chica equivocada. –

— Como si pudiera olvidarlo. Casi destruiste todo mi pueblo,


arrancando todos nuestros árboles sagrados por la raíz en un solo
parpadeo y golpeando a todo el clan con ellos. —
— ¿Lo hice? Bueno, estoy segura de que tenía una buena razón.
— Ella tocó su barbilla, pensativa. — Pero estoy teniendo problemas
para localizar el recuerdo. Tal vez esta es otra de las víctimas de la caja
del tiempo fuera. —

Torin mantuvo su atención en Tarzán y su cuchilla en la mano. —


Ah, ya sé!, — Dijo Keeley. — Tu pueblo habitualmente tiraban a los niños
en fosas de fuego como un sacrificio a sus dioses. — Sus ojos se
estrecharon mientras el árbol de al lado salió disparado fuera de la tierra
y se cernían en el aire. — Tengo un gran problema con eso. –

— Y yo tengo un problema contigo. — Tarzán corrido hacia ella,


un misil letal. A mitad de camino, ella lo golpeó con el árbol. Estaba listo
para el ataque y se agachó, pasando por debajo del tronco y entonces él
seguía avanzando.

Torin tiró el cuchillo, clavándoselo al chico en el pecho, no, en la


espalda. El guerrero se movió más rápido de lo que había esperado... y
se estrelló contra Keeley, tirándola al suelo, sujetándola al suelo y
envolviendo sus manos alrededor de su cuello, piel a piel.

Una neblina oscura cayó sobre Torin, un rugido salvaje estalló


desde el fondo de su garganta. Se arrojó al hombre, le arrastró lejos de
Keeley. Ellos golpearon el suelo y rodaron, Tarzán obteniendo la peor
parte del impacto. En el momento en que dejaron de moverse, Torin
sentó y golpeó. La nariz del chico se rompió. Su labio destrozado, y sus
dientes saltaron fuera. Su mandíbula se salió de su lugar.

— No se toca a la reina, nunca. –

Los ojos de Tarzán cerrados, el resto de su cuerpo laxo. Su cabeza


cayó hacia un lado.

Torin no le dió una tregua. La Reina Roja era suya. Solo suya. Las
manos de nadie más alguna vez harían contacto con ella. Él moriría
primero.

— Suficiente, — Keeley llamó. — Vivo, será un excelente


experimento de laboratorio. Es la razón por la que no le destelle lejos
antes de que atacara. —

¿Para saber qué tipo de enfermedad que extendería? Inteligente.


Torin fulminó a Tarzán. — Felicitaciones. He decidido parar, solo para
verte sufrir. — Se enderezó, su mirada parpadeó hacia Keeley. Ella
permaneció en el suelo, y la preocupación lo llevó a su lado.

— ¿Qué pasa, princesa? –


Ella apoyó su peso sobre sus codos, un enredo de pelo rojo
brillante enmarcando sus mejillas demasiado brillantes. Moretones ya
estropeaban la elegante línea de su garganta. Después mordisqueando
su labio inferior, dijo, — Puede que me haya torcido el tobillo. –

— Déjame ver. — Él levantó suavemente el borde de su sudadera.


Una leve inflamación, un enrojecimiento menor. La rabia le bombardeo.
Hizo ademán de levantarse y volver a Tarzan, le arrancare la garganta...
con mis dientes. Pero Keeley envolvió sus dedos alrededor de su
muñeca, deteniéndolo.

— Tienes sangre en la cara, — dijo ella, una inflexión suave,


femenina en su tono... uno que hizo a su pecho apretarse
dolorosamente.

— No es mía. — Él quería reemplazar el recuerdo de haber sido


estrangulada con una memoria de placer. Que él no pudiera... otra
bomba de rabia detonó. — Vamos a salir de aquí antes de que más
chicos con lanzas aparezcan. — Él usó las vides para atar a Tarzán a él,
el plan era arrastrar al guerrero detrás de él, luego levantó a Keeley en
sus brazos, con cuidado de no exponer nada de su piel. Se acurrucó
contra él, feliz, un rayo de sol permaneció brillando en ellos mientras
caminaba hacia adelante.

— Torin... ¿sabes lo que dije de que me torcí el tobillo? Bueno, lo


hice. Pero también me curé. —

— ¿Quieres que te baje?. —

— Lo contrario. Quiero que me abraces más cerca. — Ella empezó


a mordisquearse el labio inferior de nuevo. — Tal vez no debería admitir
esto, pero lo que hicimos en la cueva sólo ha hecho mi deseo por ti peor.

Las fuertes corrientes de la lujuria le alcanzaron. — No hables así.


— ¿Que no te diga la verdad? –

— Sólo haces las cosas más difíciles para mí. –

— Ese es el punto!, — Dijo. — Los dos queremos un final feliz.


Pero tal vez yo también quiero un poco más en el medio.... –

Resiste.

Hacia el norte, se encontró con múltiples trampas explosivas. Se


imaginó que lo que quedaba de la aldea de Tarzán era en ese camino y
cambió de dirección. Después de una hora de caminata, se encontró con
una cueva desierta.

Dejo a Keeley en lo alto de una roca, y aunque odiaba hacerlo, la


soltó. Cuando ella miró a sus labios y se lamió los de ella, se obligó a
alejarse. Tan rudamente cómo fue posible, amarró a un todavía
inconsciente Tarzán a una pared rocosa. — Tengo que asegurar el
perímetro. –

— Vas a tener cuidado. –

— Siempre lo hago. — Excepto contigo. Y eso tenía que cambiar.


Antes de que fuera demasiado tarde.

Torin trabajó como un loco, convirtiendo ramas en lanzas,


estableciendo vides como alambres para hacer tropezar, excavando
pozos y ocultándolos con follaje. En algún momento, cada pedacito de
calor fue succionado fuera del aire, dejando una fina capa de hielo. La
punta de su nariz se heló, y sus pulmones quemaron. Terminó y se lavó
sus guantes en un río cercano. El agua helada, también, y maldijo.

Corrió de vuelta a la cueva antes de que fuera criogénicamente


congelado. Lo primero que notó cuando entró: Tarzán seguía
inconsciente. Segundo: Keeley había creado una cortina de ramas y
hojas y la colgó del techo de la cueva, creando dos compartimentos. El
lado de Tarzán, y el de ella. Un cálido fuego crepitaba en la de ella...
cerca de donde ella se apoyaba contra la pared rocosa, con las rodillas
levantadas y abiertas.

Estaba desnuda, lista para él. — Quería darte la bienvenida


correctamente, — dijo con una sonrisa lenta, casi tímida. Luz y sombras
entrelazadas sobre ella, como si hubiera llegado a la vida desde una
pintura. — También quería tentarte... ¿lo he hecho? –

Torin dejó de respirar. Vete lejos. No, corre lejos. Pero ya podía
olerla... todo esa canela ahora mezclada con vainilla... y ya estaba
demasiado cerca de ella, ni siquiera podía recordar haber cerrado la
distancia. Pero lo había hecho, y de repente, ella estaba a su alcance y
estaba cayendo de rodillas.

— Tendremos cuidado esta vez, — dijo. — Todo lo que necesito es


una oportunidad para demostrar que hay una manera. –

— Sí. Una probabilidad. — Temblaba mientras agarraba sus


rodillas, eléctrica, incluso con los guantes, y la obligó a abrirlas más...
Nunca había visto algo más hermoso. Pasó un dedo a través del calor
húmedo que ofrecía.
Quiero que todo esto sea mío. La quiero a ella.

Debió haber pronunciado las palabras en voz alta, porque ella


gimió, arqueó la espalda, y le dijo:

— Yo soy tuya. –

— Yo me encargo de lo que es mío. — Mantendría el control


absoluto.

No estaba seguro de qué milagro la había convencido para que


haga esto, para hacerla tan impaciente por tenerlo a pesar de todo lo
que le había hecho a ella, pero estaría eternamente agradecido. O
eternamente arrepentido. El tiempo lo dirá. Pero él no lo dejaría. No
pararía. No otra vez. Él rodó los pezones entre sus dedos, luego los
pellizcó suavemente, deseando poder chupar uno, luego el otro. Resistió
el impulso, debía resistir, y volvió a concentrarse en su núcleo. No podía
permanecer lejos. Él la abrió, encontró el lugar que la haría rogar, y
presionó.

— Torin, — exclamó. — ¡Sí! –mApretó con más fuerza. Nunca


había llegado tan lejos con una mujer, pero con Keeley, quiso ir más
allá. — Dentro de mí, — le suplicó.

Deslizó un dedo dentro, agradable y profundo y se maravilló. —


Estas tan mojada para mí. –

— Me estas poniendo más húmeda, — dijo ella con voz áspera.

Dentro. Fuera. Él le trabajó, saboreando cada sensación. La


estrechez de ella. El resbaladizo deslizamiento. Sabía que iba a sentirse
bien. Pero ¿esto? Exquisito. Al principio, él se movió lentamente,
siempre saboreando. Pero pronto, eso no fue suficiente para cualquiera
de ellos y él tomó velocidad. Su apretón nunca aflojó, sólo se intensificó,
sus paredes interiores apretándolo, tratando de retenerlo dentro. Su
erección latía al compás de sus movimientos, exigiendo el mismo tipo de
atención. Se mordió el lado de su lengua, saboreo la sangre, e insertó
un segundo dedo. Un grito de alegría se le escapó. Mientras más duro él
la trabajaba, más parecía gustarle. Nunca había estado tan contento.
Ella incluso levantó sus caderas para satisfacer sus embestidas, y fue la
más dulce agonía. El apretón se intensificó. Dentro y fuera. Dentro y
fuera. Apretó el ritmo. Empujando y empujando, más rápido y más
rápido, utilizando más y más fuerza con cada deslizamiento hacia arriba
hasta que ella sólo podía balancearse hacia adelante y hacia atrás.

— A mi reina le gusta esto. — Él estaba asombrado, humillado.


— ¡Sí! Oh, sí, — ella gimió, apretando sus pechos. — Pero quiero
más. Más Rápido. –

— No quiero hacerte daño. –

— ¡Más Fuerte! –

Tan mandona. Incapaz de negarse, él se lo dio más fuerte. Los


sonidos que hacía después de eso... ronroneaban directo desde la parte
posterior de su garganta, como si no pudiera creer lo que estaba
sucediendo. Más jadeos. Ruidos crudos electrizaron el aire.
— Voy a darte aún más. Tómalo... yo sé que puedes. — Le
alimentó con un tercer dedo, y eso fue todo lo que necesitó. Ella llegó a
su clímax al instante, gritando su nombre, dibujando un gemido con él.
Siguió empujando sus dedos dentro de ella mientras ella se estremecía,
hasta que no pudo aguantar más y se desplomó en el suelo, consumida.

Impulsado más allá de todo sentido, rasgó en la cintura de sus


pantalones y utilizó su deseo para lubricar su eje. Se bombeó arriba y
abajo con una violencia que no debería haberle sorprendido. Ella se
sentó para hacerle qué el… él no lo sabía. No podía atreverse a
arriesgarse a averiguarlo. Tendría que dejar que lo hiciera, lo que fuera,
no importa lo peligroso. La empujó hacia abajo y se elevó por encima de
ella, cada vez más sin sentido con cada segundo que pasaba. Apoyó una
mano en su sien, la otra acariciando... acariciando.

— Un día, te quiero en mi boca, — dijo, y corrió su labio inferior


con los dientes apretados. — Quiero llevarte hasta el final, a la parte
posterior de mi garganta y tragarte. ¿Te acuerdas lo que me gusta
tragar, ¿verdad? –

Lo que describió... él nunca podría dárselo, pero ¡oh!, podía


imaginarlo. Esos labios rojos alrededor de él, montándolo. Una caliente
aspiración húmeda. Una quemadura intensa comenzó en la base de su
longitud. Él apretó con más fuerza.

Sí... sí... a punto de romperse. La quemadura se elevó hasta


llegar a la punta, y rugió tan fuerte que el sonido hizo eco en la pared.
Su semilla un chorro sobre su vientre. El placer... algo tan sublime que
podría sólo…

En su vientre.

Las palabras lo golpearon. Al igual que la realidad. Al igual que lo


hizo el horror. Él se echó hacia atrás. No era contacto de piel a piel, pero
era contacto. Posiblemente aún más peligroso.

Regresó a ella y a toda prisa trató de limpiarla antes de


empujarse a sus piernas temblorosas, se ajustó la ropa. Cualquier
vestigio de placer se desvaneció.

— ¿Torin?, — Dijo ella, sin saber. Que perfecta lucia. Pelo revuelto,
la piel enrojecida con satisfacción. Cualquier otro hombre se habría
reunido con ella y la habría abrazado durante horas, simplemente
tomando el sol en toda esa deliciosa feminidad.

Pero mientras él la había satisfecho de una manera que nunca


había satisfecho a otra, y que le había gustado, tal vez incluso le
encantó, él podría haberla infectado. Una vez más. — Cuando regrese,
— graznó, — vas a estar vestida. Te alojarás en un lado de la cueva, y
yo me quedaré en el otro. No vamos a hablar entre nosotros. No vamos
a mirarnos el uno al otro. Si te enfermas, nos ocuparemos de ello. Hasta
entonces... — Él salió de la cueva.

***

KEELEY no estaba segura... no podía procesar... demasiado. El


placer había sido, …¡fue! abrumador. Una hora más tarde, ella todavía
tenía que calmarse. Puede que no pudiera calmarse.

Y Torin, su dulce Torin, que se había convertido en una bestia


gruñendo, todavía no había regresado. ¿Evitándome? ¿Dónde estaba? ¿Y
dónde había aprendido? A utilizar sólo los dedos, había conseguido su
despegue y algo más, saciándola por completo.

¿Ahora espera que evite mirarlo? ¿Que evite hablar con él? Rasgar
la luna del cielo habría sido más fácil. Ella lo ansiaba más que nunca.
Ella debería haber sido capaz de decidir lógicamente cómo proceder.
Cómo lidiar con sus cada vez mayores sentimientos por un hombre que
la dejaría en el momento en que se enterara de su vínculo con él, un
vínculo que se había hecho más fuerte con cada toque decadente. En
cambio, ella parloteó.

Tengo que decirle.

No quiero decirle.

La omisión es tan mala como una mentira.

La omisión es un acto de bondad.

Para el resto de su vida, ella estaría invertida en él. En su futuro.


A menos que cometiera una traición tan fiera que el vínculo se
marchitaría, como Hades había hecho, ella querría lo mejor para él,
incluso a costa de su propia vida. Sus emociones siempre responderían
a la suya, su bienestar mucho más importante que el suyo.

Ella se rió sin humor. Él nunca invertiría en mí. Temía los efectos
de su demonio demasiado.

Tenía que encontrar la Estrella de la Mañana. Y rápido. Mientras


tanto, ella tendría que ser proactiva. Ella haría todo en su poder para
cambiar la mente de Torin sobre el enlace. Iba a ganar su corazón.
Entonces el diría.
Un plan sin imperfectos si ella no cavaba demasiado por debajo
de su superficie. Pero si alguien podría tener éxito, era ella. Era una
luchadora. Y eso es lo que hacían los luchadores. Ellos se comprometen
en las batallas, y ganan. Ella haría que la deseara, todo de ella, con la
misma intensidad con que ella lo deseaba. Fácil.

Quizás fácil.

Bueno, probablemente difícil. ¡Pero estaba preparada para el reto!


En el momento en que Torin se deshiciera del primate, ella atacaría.
Capítulo 13

Un día pasó. Dos. Tres. Cuatro. En su mayor parte, Tarzán sanó


de sus heridas físicas, lo cual no era una sorpresa. Pero, ¿qué lo era? El
tipo nunca enfermo. No hizo más que estornudar. No tuvo arcadas ni
siquiera una vez.

Torin se tambaleó con el conocimiento embriagador de que Keeley


no era portadora de la enfermedad del demonio. De cualquiera de sus
enfermedades. Más que eso, la semilla de Torin no la había enfermado.
No estaba seguro de qué pensar acerca de eso. ¿Debería atreverse a
disfrutar en excitación? ¿O debería aferrarse a su miedo? ¿Podría tocarla
de nuevo? ¿Piel a piel, sin consecuencias? No hay necesidad de
considerar: aún era demasiado arriesgado.

Pero no podía dejar de pensar en lo que le había hecho a ella, el


interludio erótico en constante repetición. Él había tenido sus dedos
dentro de ella. Y a ella le gustó. Gustar era probablemente una palabra
muy suave. Ella lo habría matado si hubiera quitado un sólo dedo antes
de que estuviera bien y lista.

Sonrió ante la idea. Desde su orgasmo, soles gemelos habían


continuado brillando fuera de la cueva. Esto había volado su mente
cuando los había divisado por primera vez. Un hermoso ramo de flores
silvestres rojas, rosas y purpuras había florecido por toda una milla. Su
asombrosa reacción no tenía ninguna influencia con su decisión de
permanecer manos— fuera. Yo estoy hecho de cosas más duras.

Pero esas cosas más duras habían ennegrecido su humor mientras


le preparaba el desayuno a Keeley. Las ramitas habituales, hojas y
hongos. Ella se sentó de piernas cruzadas sobre un colchón de suave
follaje, su brillante pelo rojo colgando por su espalda en lustrosas ondas.
Un hombre normal podría haber empuñado las hebras e inclinado su
cabeza sin embargo el deseaba, clamaba por un violento, y duro beso.

Torin colocó el alimento a su lado con más fuerza de la que


pretendía. Ella lo ignoró, tal como había ignorado a todo lo demás. Él
incluido. Ella había tomado sus palabras de corazón, negándose a
mirarlo o incluso a hablar con él. La extraño, aunque está justo aquí.

Él había esperado hacer las cosas más fáciles para ambos. —


Come. Cuando hayas terminado, — dijo preocupado acerca de su falta
de nutrientes y descanso, — mataremos a Tarzán y seguiremos
adelante. — Un cambio de escenario podría mejorar su estado de ánimo.
— ¿Qué? ¿En serio? ¡He terminado!— Ella prácticamente brinco
sobre su pie. Un segundo después, Tarzán se desvaneció. — Lo he
destellado a su villa…sin piel. — Esa facilidad. A veces Torin olvidaba
cuán poderosa ella era. — Ahora podemos irnos. — Ella salió disparada
fuera de la cueva, dejando el desayuno detrás. ¿Por qué estaba tan
apurada? Ceñudo, él volcó los trozos dentro de un trapo limpio. Se fue
tras ella, y porque sus zancadas eran más largas, más rápidas, pronto
paso a su lado, empujo el bulto en su mano.

— Come, — repitió. — De verdad. —

— Seguro, seguro. — A medida que caminaban por el bosque, ella


dejó caer los pedazos en el suelo.

— Deja eso. —

— ¿Dejar qué? —

— Tú sabes qué. —

Dobló el trapo, diciendo. — ¿Sí? —

Algo que había aprendido. Cuando ella esperaba evitar una


mentira, porque no quería decir la verdad, ella respondía con preguntas.
— ¿Porque tú nunca comes o duermes? — pregunto.

Ella lo miro como si la hubiese acusado de matar gatitos. —


¿Realmente piensas que yo o cualquier puede ir sin comida ni descanso?

— Tú puedes. Lo has hecho. ¿Por qué? — Abrió su boca— No me


respondas con una pregunta. —

Sus ojos se estrecharon. — Bien. Yo no como porque la comida


podría estar envenenada. No duermo porque no quiero lidiar con
pesadillas o vulnerabilidades. Pero a quién le preocupa nada de eso.
Hablemos de lo que pasó entre nosotros mientras estaba desnuda. —

El sofocante calor comenzó a llegar a él…en más de un sentido….


y él tiró del cuello de su camisa. — Nunca te envenenaría. —

— Ambos hemos tenido momentos divertidos, — ella continuó. —


Estoy dispuesta a programar una repetición, a pesar de tu final pésimo.
— La declaración surgió vacilante, goteando con las vulnerabilidades que
ella clamaba despreciar.

Le dolía el pecho. Odiaba ese estúpido dolor. ¡Bueno, suficiente!


Era hora de poner un final a esto. A todo esto. — ¿Por qué todavía me
quieres? — Aparentemente, no es suficiente. — ¿No te he demostrado
que nunca puedo darte lo que quieres, lo que necesitas? No por mucho
tiempo, y no por completo. —

— Esas son excelentes preguntas, — dijo, incapaz de encontrar


su mirada. Su respuesta le enojo. Lo mato un poco, también. ¿Qué? ¿Él
había esperado que ella le dijera que podía darle todo lo que necesitaba?
— Cualesquiera que sean mis razones, todavía podemos disfrutar del
otro por un tiempo, — ella dijo, esperanzada. — ¿Podemos? —

¿Hasta que alguien mejor apareciera? Su ira se intensificó, un


fuego profano en sus venas.

La conversación es opcional. Solo tengo que encontrar el borde


del reino y abrir la puerta hacia el siguiente, todo mientras mantenía
mis malditas manos lejos de ella. Imposible. El conocía la estrechez de
su vaina, y tenía que experimentarlo de nuevo. Experimentarla. Ella se
había convertido en una enfermedad en su sangre. Él soltó una risa
afilada ante la ironía. Al igual que el demonio, no tenía cura.

No puedo vivir de esta manera. Solo podría quebrarme. Por


Cameo y Viola. Por Baden. Espera, mantente unido.

— Estuve de acuerdo en pagar por tu ayuda, — dijo. — Y lo haré.


Pero no te daré nada más. —

***

Auch. Debido al vínculo, la actitud de Torin la corto cuando antes


esto simplemente la había retado. Y porque ninguna raza se vinculaba
tanto como la suya, el nunca sabría cuánto la lastimaba a menos que se
lo dijera, lo cual nunca haría. La culpa no era lo que quería de él. Él ya
sentía suficiente de ésta.

— Si no quieres hablar acerca de sexo... — ella comenzó. Él


inhalo con aspereza. Con tono gutural, dijo,

— No lo hago. —

— Entonces, ¿qué tal si discutimos acerca de tu pronto…a ser tu


nueva asignación favorita? Yo! — Podría haber perdido la primera
batalla, pero yo aun ganaría la guerra. Su corazón es tan bueno como el
mío.

— Estoy escuchando, — dijo él.

— He estado casada una vez. A los dieciséis, mis padres me


forzaron a desposarme con el rey de los Curadores. La unión duró
cuatro miserables años, y me aseguré de que no hubiera bebes. Él fue
un terrible padre para sus otros hijos. —

— Hombre. Me siento como un idiota. Sabía que fuiste dada a un


rey, pero no que te habías casado con él. Tu título debería haber sido mi
primera pista. —

— Bueno, Detective Torin, fuero sólo unos pocos meses después


de la muerte del rey que yo me comprometí con Hades. El peor
embustero que jamás caminara por la tierra. Fue el error más grande
que he cometido— Empezó negativamente, terminó positivamente— Mi
color favorito es el arcoíris, y firmemente creo que las pasas son el
mejor dulce natural. ¡No me importa lo que los odiosos digan! Sé todo
acerca de todo, y la única vez que estuve equivocada fue cuando pensé
que estaba equivocada. —

Sus labios podrían haberse arqueado en las esquinas. — La novia


de Hades. Debería estar acostumbrado a eso, pero todavía tengo
problemas para envolver mi cabeza alrededor de la idea. ¿Cómo fue
eso? —

— Emocionante. Al principio. Fue magnético. —

— Y homicida. —

— Sí, pero en su momento eso era parte de su encanto. El me


enseño a defenderme. —

— La lección te costó, sin embargo. —

¿Qué quiso decir? Demasiada asustada como para preguntar.


Sonrio irónicamente, él dijo, — Así que... ¿cuál dirías que es tu mayor
defecto? —

— ¿Por qué? ¿Es esta una entrevista de trabajo? —

— Podría ser. —

¿Para qué posición? — Bueno... mi mayor defecto es que soy


demasiado altruista... en la cama. —

Él se atragantó con una carcajada. Cuando se calmó, dijo, — Tú


estuviste encerrada durante siglos, ¿correcto? —

— Correcto. —

— ¿Entonces cómo eres tan... moderna? —


— Fácil. Una vez tuve a una vidente a mi servicio. Ella poseía la
encantadora habilidad de permitir que otros viesen dentro de su cabeza
al futuro desplegarse, y lo hice. A menudo. —

— Divertido, pero no exactamente útil. Tú sabías el futuro, y sin


embargo terminaste en prisión. —

— Es cierto. Sospecho que ella obstinadamente retuvo ese


aspecto de mi vida. ¿Qué mejor manera de escapar de mis siniestras
garras? — Suficiente acerca de ella. — ¿Qué hay acerca de ti? Dame tus
bajos y sucios detalles. —

Mala elección de palabras. O tal vez las más adecuadas. Ambos se


estremecieron. Ella se estremeció con su el recuerdo…y aún palpitante
deseo. ¿Por qué lo hacia él?

— Si quieres respuestas, — dijo, — tienes que comer. Lo digo en


serio. —

Oh, muy bien. Él había sido honesto en cada paso de su viaje.


Dijo que no la envenenaría, y le creyó. Ella hizo una gran drama de
comer un sólo bocado, exagerando cada movimiento. — Más. —

¡Muy bien! Agarro un puñado y atiborro todo dentro de su boca.


Había tanto que apenas podía masticar.

Sus ojos brillaban alegremente, dándole una juvenil, incluso


pícara, apariencia. — Nunca he estado casado, — dijo después de que
ella hubiera tragado.

Cuando él no dijo nada más, ella puso los ojos en blanco. —


Guau. Ve más despacio. No estoy segura de poder manejar toda esta
nueva información. —

— Mi mayor defecto es mi total falta de defectos. ¿Sabes la carga


que es, el ser perfecto todo el tiempo? —

Ella ahueco su cabello. — Sí, de hecho, lo hago. —

Él sonrió y le dio un empujón con su hombro. Luego, dándose


cuenta de lo que había hecho, frunció el ceño y se aclaró la garganta. —
¿Qué quieres saber de mí? —

Ella odiaba su descontento más que al toque espontáneo pero


realmente le gusto que lo haya hecho. Hablando acerca del dulce
progreso. — ¿Por qué tienes una mariposa tatuada? —
Una de sus cejas se arqueó hacia arriba. — Pensé que sabías todo
acerca de todo. —

— Yo sabía acerca de los Señores del Inframundo antes…bueno,


mucho antes. Mis espías me dijeron diferentes versiones acerca del
tatuaje. —

— ¿Espías? Como súper secretos. —

— Aprendí del mejor. Hades, — agregó, en caso de que él no


hubiera unido las piezas. Hizo señas hacia su cintura. — El significado.

— Diferentes cosas para diferentes personas. Lo obtuve el día de


la posesión del demonio. —

— Así que... es una marca del mal. —

— Para mí, sí. —

— Bueno, si me preguntas, — ella dijo, — una mariposa es un


símbolo extraño para eso. —

— Yo no creo que sea un símbolo. Creo que es un recordatorio de


que el mal puede ocultarse incluso debajo de la fachada más bonita. —

— ¿Tú necesitas el recordatorio a menudo? —

— Sólo cada vez que me miro en el espejo. —

Ella resopló. — ¿Acabas de halagar a tu bonita fachada? Tu ego


realmente debe necesitar algunos golpes. —

— Muy bien algo necesita algunos golpes, — murmuró, su


intensa mirada rastrillando sobre ella, haciéndola tiritar.

Necesitaba una brillante y sexy respuesta. — ¿Oh, sí? —

Muy buena esa, Su Majestad.

Se puso rígido y apartó su atención lejos de ella. — En cuanto a


los hechos al azar sobre mí. Mi nombre porno es Mr. Miles Long.
Preferiría comer a los Nefilims antes que comer pasas. Lo siento, Keys,
pero las pasas son el resultado de la naturaleza capturando una mierda.

¡Ja! — Mi nombre porno es Ivana Longone. Y si no tienes cuidado,


voy a levantar un ejército de pasas y vamos a comerte. —
— Eso podría ser divertido, para mí. — Su sonrisa regresó,
iluminando su cara entera. — Soy bueno con las computadoras, puedo
piratear cualquier cosa y durante siglos he matado más gente de la que
puedo contar. Una vez, — admitió, vacilante, — viví para eso. Lo amé.

— Todavía lo amas. — Recordó cómo había manejado con pericia


a las arañas. — Pero sólo en el campo de batalla. —

— Y cuando se trata de la protección de mis amigos. —

Unos celos familiares surgieron, más fuertes que antes. Por estar
en el extremo receptor de esa protección... no sólo por una vez o dos,
sino por siempre, su futuro tan importante como el suyo propio, ¿podría
haber algo más dulce?

— ¿Ellos sienten lo mismo por ti?, — preguntó.

— Sí. —

— Debe ser agradable. —

— Mejor que eso. —

— ¿Existe la posibilidad de que les caiga bien? — ¡Gah! La


necesidad prácticamente goteando en su tono fue humillante. Ella habría
recogido de vuelta las palabras, pero él le hecho una mirada, su
expresión afligida, incluso dolorida.

— Princesa, ellos van a estar locos como la mierda por ti. —

***

Ellos viajaron a través de tres reinos más, y Keeley comenzó a


sospechar que estaban siendo seguidos. Ella no le dijo nada a Torin. No
había necesidad de volverlo loco hasta que tuviera pruebas. Y él se
enfurecería. Su estado de ánimo se había oscurecido más con cada día
que pasaba. Él incluso había recurrido a hacer lo que había prometido en
la cueva: nunca mirar hacia ella y nunca hablarle.

El primer reino había sido una tierra de total privación sensorial.


Pura oscuridad y silencio. Conseguir atravesarlo había sido doloroso,
tanto física como mentalmente. El segundo había sido nada más que
una montaña de hielo que habían tenido que escalar, y desde que Torin
se había negado a abrazarla, el frío había sido tan malo como la
oscuridad. En el que estaban actualmente alardeaba acerca de tener
múltiples campos de ambrosía y amapola — narcóticos para los
inmortales— y en todo momento ellos tuvieron que evitar a los
inmortales capos de la droga determinados a proteger su reserva.
La vena protectora de Torin había regresado al fin, un cambio
agradable a su indiferencia y silencio. Le gustaba pensar que él usaba la
tranquilidad para combatir la intensidad de sus sentimientos por ella, así
como su desesperada necesidad de reclamarla y que, al final, su deseo
ganaría. Pero la fantasía no la llevo muy lejos, y una leve llovizna
comenzó a inquietarla a cada paso.

Esta mañana, él deambulo lejos por desayuno. Para el mismo.


Sólo para a sí mismo. Él había dejado eso muy claro. El nunca más
arreglaría su comida o haría su colchón de paja, esperando que ella
dejara de tratar de seducirlo. Bueno, ¡estaba funcionando!

Una rama crujió. Un guerrero que ella nunca antes había visto
entro dentro del campp, con la cabeza en alto, sus hombros hacia atrás.
Podría no haberlo visto, pero lo conocía. Él era uno de los prisioneros del
Reino de las Lágrimas y los Lamentos. Su esencia a piruleta proclamaba
su identidad incluso antes de que dijera una palabra.

— Galen, — ella dijo con una sonrisa de bienvenida.

Él era tan alto como Torin y casi tan musculoso. Tenía un pálido y
rizado cabello y ojos tan azules como el cielo de la mañana. Una
apariencia tan angelical. Sus alas habían sido removidas y estaban en
proceso de volver a crecer, pequeñas protuberancias cubiertas de suave
plumón blanco que se extienden sobre de sus hombros.

Un recuerdo la pinchó. Después de que los Tácitos se habían


apoderado del Reino de las Lágrimas y los Lamentos, habían hecho todo
lo posible por coger a Galen. La idea de perderlo había irritado a Keeley;
a quien le había llegado a gustar su arrogancia y vigor. Así que se había
burlado de los Tácitos a través de los barrotes de su celda hasta que
uno había ido directo hacia ella con toda la intención de silenciarla. Sólo
que, ella había silenciado a la criatura, usando una navaja para abrirlo
desde la nariz hasta el ombligo, tripas derramadas por todas partes.

Eso estuvo bien. Es por eso que había matado a su primer Tácito,
atrayendo la ira del hermano.

— ¿Cómo llegaste hasta aquí?, — le preguntó. Sabía un poco


sobre su historia. Mejor amigo de Torin y los otros Señores... hasta que
él le reveló su plan de robar y abrir la caja de Pandora a Zeus.

Cuando todos los guerreros fueron arrojados a la tierra, una larga


y sangrienta guerra erupción entre Galen y los Señores. Una que todavía
se mantenía fuerte.
Bueno, él puede ser enemigo de Torin, pero no mío. ¡Toma eso,
guerrero!

— Te he estado siguiendo, — Galen admitió. — Y no soy el único.


Hay cuatro locos endemoniados detrás de tu sangre. La de Torin,
también. Pero ellos no lograron atravesar la última puerta. De nada. —

— ¿Tú los detuviste? —

— Violentamente. No podía dejarlos cerca de mi chica. —

Le sonrió abiertamente. — Eso es tan dulce. Gracias. — Él asintió


con la cabeza en reconocimiento.

— ¿Hambriento? — Ella le ofreció un puñado de semillas de


amapolas secas. El duro trabajo necesario para robarlas debería haber
hecho que subieran más dulce, pero la falta de atención de Torin había
dejado una capa amarga en su lengua.

Galen negó con la cabeza. — No tengo mucho tiempo. Torin pilló


mis huellas y está cerca de mi rastro. Yo sólo quería decirte gracias por
distraer a los Tácitos cuando vinieron a mi celda. —

— El gusto es mío. Honestamente. — ¿Por qué no podía estar


atraída por él? Era hermoso, feroz y un mal chico al máximo. Pero él no
era Torin. Terco, altivo, venenoso Torin.

— Por cierto, — el dijo. — Lo que sea que le estés haciendo al


guerrero, sigue así. Nunca lo había visto tan irritado. —

Por favor. — Él no está irritado. Él es tan calmado y frío como,


bueno, algo que es calmo y frío. —

— No. Él te mira. Una tormenta se está gestando dentro de ese


chico, y un día, romperá libre. Tengo el presentimiento de que ambos
estarán más felices por ello. —

La leve llovizna finalmente cesó, el Sol brillaba. — ¿Lo quieres


feliz? — ella le preguntó.

— Yo nunca dije eso, — resopló.

Otra rama crujió. — Vete, — ella dijo, espantándolo con las


manos. Pero Galen no se movió lo suficientemente rápido, y ella tuvo
que destellarlo unas pocas yardas lejos mientras Torin emergía dentro
de su campo de visión. Tal acto podría parecer una traición para Torin, y
ella sabía que no le gustaría. Pero eso no era una traición, era una
medida de seguridad. Sin lucha significaba que no habría heridos. Sin
heridos significaba no tener que tomar partido.

— Alguien estaba aquí, — su voz azotando como un látigo. Miró a


la izquierda, a la derecha. — ¿Él te amenazó? ¿Te atacó? —

Había una posibilidad de que este hombre me estuviese


observando. Una probabilidad de que una tormenta se estuviera
gestando dentro de él. Satisfacción la llenó. Ignorando sus preguntas, le
dijo, — ¿Dónde está tu desayuno? —

Silencio, él buscó por el perímetro del campamento al culpable, y


mientras lo hacía, el sol brilló mil veces más fuerte. — Vámonos, — dijo
él. — El borde del reino está a sólo una hora de distancia. —

¿Ya lo encontró? ¿Sin ella? El pánico surgió, sólo para


desvanecerse. Él podría haberla dejado atrás, pero no lo hizo. Galen
tenía que estar en lo cierto. La satisfacción se intensificó mientras se
ponía de pie e hizo señas hacia Torin. — Estoy lista. —

Con el ceño fruncido, él tomó la delantera. Llegaron al borde del


reino una hora después, justo como lo predijo, y porque ella había
mantenido un ojo en Galen, fue capaz de asegurar que no se quedara
muy atrás. Y, bueno, sí, eso no era exactamente una medida de
seguridad. Pero a ella le gustaba Galen y se lo debía por cuidarla de
esos tres locos endemoniados. Seguramente Torin lo entendería. Algún
día. Después de que le hubiera lanzado un ataque masivo.

La miró por encima del hombro y le frunció el ceño. ¿Por qué?


¿Qué estaba pensando?

Ella abrió la puerta y, después de que él la destrabo, la


atravesaron. Ella se mantuvo cerca de sus talones.

Un bocinazo!

Una ocupada interacción de autos de repente los rodeaba, un


vehículo viro bruscamente para evitar golpearlos, luego viro otra vez
para evitar un choque con otro vehículo. Terminó estrellándose contra
un poste.

El reino de los humanos. El reino de Torin, se dio cuenta, donde


sus amigos lo esperaban.

El temor rápidamente reemplazó su satisfacción. Todo estaba a


punto de cambiar. Demasiado pronto, Torin se reencontraría con los
otros Señores. Los hombres y mujeres que amaba. Keeley haría como
había prometido, encontrando a las chicas desaparecidas, al espíritu y a
la caja. Torin haría como había prometido, complaciéndola, y luego
ambos tomarían caminos diferentes. Él ya no la necesitaría. Pero yo
todavía lo necesito.

Estúpidos pensamientos, empapados del miedo al fracaso. Solo


acondicionándome para renunciar. ¡Nunca! La lucha por su corazón no
ha terminado todavía. Hay tiempo. Más bocinas. Torin tiró de ella hacia
la acera, lejos del tráfico. Alguien chocó con ella. Una hembra. La mirada
que le dio a Keeley, como si Keeley hubiera sido raspada de la suela de
su zapato, solo para desplazar su atención hacia Torin y jadear,
causando que una gotita de ira salpicara a través de Keeley.

— Yo soy de la realeza, — le espetó mientras el suelo temblaba.


Firmes dedos se movieron a través de su cabello, y ella se dio la vuelta
para hacerle frente a Torin.

— Sí, — él dijo. — Por supuesto que lo eres. —

Él no había notado a la hembra; sólo tenía ojos para Keeley… y la


estaba tocando, por propia voluntad, felizmente.

— Las hebras son como la miel, — dijo el, su admiración


inconfundible. Su corazón bailoteo junto a sus costillas. El color de su
cabello había vuelto a cambiar, las trenzas ahora eran de un brillante
rubio dorado. — verano, — respondió ella, a sabiendas de que sus ojos
brillaban de un puro azul bebé.

— Preciosa. —

— ¿En serio? — Manchada por la suciedad, usando una camiseta y


unos pantalones hechos jirones, sin zapatos, tenía que estar
asquerosamente demacrada. O peor… corriente. La mujer humana
ciertamente parecía haber pensado que sí.

— En serio. Yo…— Él se puso rígido, miró su mano enguantada


como si fuera un niño pequeño que había desobedecido a su padre, y lo
dejó caer. — Estamos en mi territorio, princesa. Tendré reglas para ti. —

¿Reglas? — Estas bromeando, ¿verdad? No obedezco a nadie más


que a mí misma, y hasta eso es discutible. — Alguien más choco contra
ella. Un macho esta vez.

Torin frunció el ceño y lo empujó. — Pide disculpas o muere. —

— L…Lo siento, señora. Lo siento tanto. — El tipo se precipito


lejos.
— ¿Señora? — ella gritó, con la esperanza de ocultar la fusión
interna que la feroz reacción de Torin había causado. — ¿Estoy usando
pantalones de mamá? ¡No lo creo!—

Torin le dio a su palma otra mirada dura. Entonces, volviendo el


ceño, él entrelazó sus dedos con los de Keeley y la tiró abajo por la
acera. ¡Shock! Él está sosteniendo mi mano ahora. De hecho, estamos
cogidos de la mano. Como que, nuestros dedos están entrelazados y
todo.

— Las reglas, — Torin dijo. — Tú no miras a otros hombres. No


les hablas. No los deseas. —

Hecho. Hecho. Hecho. No debería parecer demasiado ansiosa. —


¿Por qué? —

— Yo no quiero tener que lidiar con otra plaga. —

¿Una plaga estallaría porque... el pondría sus manos en


cualquiera que ella deseara... y les haría daño por eso? Él está celoso.
Un comienzo prometedor. — Será como tú digas. —

— Maldición que así será. — Sonreír habría sido una respuesta


inapropiada, ¿sí? — Entonces, ¿a dónde vamos? —

— A algún lugar en donde pueda cargar mi teléfono celular y


llamar a mi amigo Lucien. Él podrá destellarme a casa. —

Un destello de pánico... — ¿Qué hay acerca de mi? —

— Tú no deberías tener ningún problema en seguirnos. —...


apagado por un aplastante alivio.

— Por supuesto que no. Soy la Reina Roja. —

— Sí, sí. Súper poderosa. Vas a comportarte de la mejor manera.


— ¿No lo hago siempre? —

— Lo digo en serio, Keys. —

— Sí, tú estás seriamente insultándome, y podrías querer


reconsiderarlo. —

— Tú no lastimaras a mis amigos. —

— Juré que no lo haría. —


— Lo sé, pero…—

— No termines esa oración, — le espetó. — Yo podría decidir que


tus tareas no son dignas de mi valioso tiempo. —

Una pausa. Una precipitada declaración suya: — Lo siento. —

— No suenas apenado. —

Suspiró, la ira pareció escurrirse de él. — Lo estoy. Realmente lo


estoy. —

Demasiado fácil. Hubiera sido mejor que él peleara contra ella en


esto. Al menos un poco. Debido a que con aquellas cinco palabras,
acababa de dejar en claro que sus habilidades eran lo que más quería de
ella, tal vez la única razón por la cual la toleraba. ¿Ganar su corazón?
¿Realmente tenía posibilidades?

— Sólo... no importa cómo esto se vaya al diablo, — dijo, — por


favor no destruyas mi casa. —

¿Tenía algo de fe en ella? El suelo tembló. — ¿Quieres que te


deje? —

— No. — Él se volvió hacia ella, con los ojos brillando con


amenaza. — Princesa, estoy tratando de protegerte de una guerra con
mis amigos. Eso es todo. —

No, él estaba tratando de salvarse de tener que tomar partido.


¿Cómo hice yo? Apenas lo mismo. — Pensé que dijiste que ellos
enloquecerían por mí. —

Se pasó una mano por el pelo. — Ellos lo harán. Ellos deberían.


Pero... —

Pero. Siempre pero.

— Olvídate de los Señores. Yo quiero más que protección de ti. —


Una vez, ella había dado la bienvenida a su disposición para actuar como
su escudo, incluso lo había visto como un signo de su afecto. ¿Hoy en
día? Ella lo vio como lo que podría ser en realidad. Una manera de
proteger su inversión.

Él se suavizó, pero sólo ligeramente. — Créeme. Lo sé. Lo has


dejado bien en claro. —
Oh, no, no lo hizo. — ¿Acabas de reprenderme por hacer en
secreto lo que en secreto querías pero no tenías el valor de preguntar
por ello? Si es así, te destripare. —

Sus hombros se cayeron con la derrota. — No fue una


reprimenda. Es la razón por la que he tenido una erección por cuatro
malditos días. —

Oh.

Oh!

¿Oh? ¿En serio? ¿Eso es todo lo que he conseguido?

— Contrariamente a lo que podrías pensar, — continuó, la


amenaza regresando, — no disfruto haciéndote enfermar y preocuparme
de si vas o no a salir adelante. —

— ¿Crees que me gusta arder de fiebre, toser mis pulmones y


vomitar fuera mis entrañas? — Su cólera regresó con la misma rapidez,
corriendo a niveles más altos. Una vez más, el suelo comenzó a temblar.
En calma. Firme. Inocentes alrededor. — A diferencia de ti, yo considero
que la oportunidad de estar contigo vale el precio. —

— No, tú consideras tu placer más importante que mi culpa. —

Palabras duras.

Pero también justas. Debido a que eran verdad. Ella nunca había
pensado en esos términos antes— sus deseos versus sus emociones.
Pero quizás debería. Trató de decirse a sí misma: al menos él se
preocupa por mi bienestar. Pero no era un gran premio de consolación.

— Bien, — dijo. — Tú no puedes manejar esto. anotado. Nuestro


trato está retirado. —

— Ahora espera, — él ladró.

— Todavía te voy a ayudar, — escupió y su alivio era palpable.


¿Preocupado por su bienestar? Por favor. La verdad estaba
repentinamente muy clara. Para él, ella era…y siempre sería… una
grandísima carga. Nada más. — Tú me debes favores. No sexuales. Para
ser nombrados en una fecha posterior. —

Sus inhalaciones llegaron más rápido, menos profundas. — Bien,


— espetó.
— Bien, — le espetó de vuelta. — Ahora ve a llamar a tu amigo
antes de que me olvide de que somos socios y pierda mi temperamento.

— Nosotros no querríamos eso, ¿o sí? — Una burla en su tono. —


La Princesa tiene que salirse con la suya o todo el mundo sufre. —

Antes ella se había quejado acerca su calma en cara de su


temperamento. Qué tonta. — Tú sabes que yo lucho con problemas de
control. Ser temperamental es mi defecto. —

— Lo que yo sé es que utilizas tus emociones como una excusa.


Podrías controlarte a ti misma, simplemente optas por no hacerlo. ¿Y
cómo diablos puedes estar allí y reprenderme por retarte acerca de tu
temperamento cuando actualmente está alcanzando niveles peligrosos?

Los hombres estúpidos con excelentes puntos eran una molestia.


— Bueno, yo también elijo no estar cerca de ti un segundo más. ¿Qué te
parece eso? —

Antes de hacer algo que no pudiera deshacer, ella se destelló a un


hogar subterráneo que había conseguido después de mudarse con
Hades. Cada chica necesita un santuario. Y necesito uno ahora más que
nunca. A pesar de todo lo que había dicho Torin acerca de todavía tener
ganas de trabajar con ella, todo el argumento se sintió como un
rechazo, y ella ya había vivido a través de más de uno.
Capítulo 14

Cameo maldijo, golpeó la pared, pateó una mesa de noche, volcó


un aparador, arrojó los cajones al otro lado de la habitación... pero no,
su temperamento no disminuyó. Ella y Lazarus habían luchado por
liberarse de los híbridos cocodrilo— zombis, o lo que sea que eran, y
llegaron a un portal sin sufrir ninguna lesión, solo para terminar en otra
estúpida dimensión. O reino. ¡Lo que sea!

Era un lugar donde la compra y venta de esclavas sexuales era la


principal forma de vida.

Ellos fueron rodeados por un ejército de guerreros armados hasta


los dientes, dos pasos en falso y serían sometidos antes de que una
batalla pudiera librarse. Mientras estaba inconsciente, fueron
desarmados, bañados, vestidos con la más ridícula ropa o la falta de ella
y encerrados aquí... una habitación lujosa con muebles tan bien hechos
que no había forma de que hubiesen sido elaborados por manos
humanas.

Lujosa y encantadora, sí, pero una cárcel de todos modos. Por


desgracia, la puerta era impenetrable y no había ventanas. Lazarus se
recostó en la cama como si fuera un sultán en espera de las atenciones
de su concubina favorita. Estaba vestido como un sultán, también. Sin
camisa, aunque con una túnica de terciopelo oscuro que cubría la amplia
extensión de sus hombros. Vestía pantalones ceñidos y blancos, con
diamantes cosidos en la costuras. Un plato de fruta estaba situado al
lado de él. Se metió una uva en la boca y le sonrió perezosamente

— ¿Por qué no puedes simplemente disfrutar nuestra reciente


situación, Rayo de Sol? —

Cómo odiaba cuando él usaba ese estúpido apodo. Él se hacía


más condescendiente con cada día que pasaban juntos.

— Nuestros captores nos subastaran. ¿No lo entiendes?

Él cogió otra uva — ¿Tienes miedo de que nadie te quiera? Tienes


una trágica voz, después de todo. – acaba de ir allí, ¿no? Siempre tenía
que ir allí. ¿Por qué? No era como si necesitara un recordatorio.

— Nos separaremos— señaló.


Aburrido, estiró sus brazos atrás de su cabeza. Me lanzó una
mirada perezosa. Lánguida. Sexual.

— ¿Y?

— Y yo te necesito. Eres mi único boleto para regresar a casa

Sabía cómo encontrar los portales entre reinos. Ella no. Podía ver
a todos los monstruos en cada mundo, sus ojos se abrían a un plano
espiritual que ella sólo no podía percibir. Y cuando se esforzaba, podía
abrirse camino sobre cualquier situación; ella no siempre era tan
afortunada.

En este momento él era muy valioso para ella.

— Aquí está la cosa, Rayo de sol. — Puso el plato de fruta en la


única mesa intacta. — Yo no te necesito. — Su mirada oscura se deslizó
a lo largo de ella con un calculado propósito. — No todavía.

Ella se puso rígida ¿Qué insinúas? — dijo ella

Él arqueó una ceja, divertido. Siempre locamente divertido.

— ¿Qué crees que estoy insinuando?

— Si yo no tengo relaciones sexuales contigo, estarás más que


feliz de estar separado de mí. —

— Oh, bueno. Pensé que te había confundido. — Ella cerró la


distancia y se balanceo hacia él, pero él la esquivo. Una risa suave,
ronca se le escapó. — ¿Fueron tus otros hombres tan malos que te
niegas a darles a otros una oportunidad?

— Le daré a alguien una oportunidad, pero tengo tiene que


gustarme primero. —

Se encogió de hombros. — Tú te lo pierdes.

— ¿Por qué quieres esto? No te gusto— dijo.

Pensó por un momento y se encogió de hombros. — Tal vez me


gusta que estés disponible.

Oh, que romántico. — ¿Cómo es que no me he tirado sobre ti en


este preciso instante? — Ella dijo con su voz tan seca como la suciedad.

— Eso es definitivamente un misterio. — Argh! Él tenía una


respuesta para todo.
— Aquí está la cosa, Darkpit ( agujero oscuro). Si permites que te
vendan sin protestar, estoy seguro que otras mujeres estarán
disponibles para ti. Tal vez incluso unos pocos hombres, también.

— Ella le sonrió. — Diviértete con eso.

La amenaza no lo perturbó. — Eso es exactamente el punto al que


quiero llegar. Ya que yo estoy bien con ese giro de los acontecimientos,
ambos sabemos que tu no lo estas. Voy a sobrevivir. Tu no.

¡Ella no podía hacer nada! No importa lo que había pensado hace


solo un momento. — Tú me has visto pelear. Sabes que soy buena
haciéndolo.

— Sí, pero no eres lo suficientemente buena —, respondió


fácilmente. — ¿Los hombres con los que nos encontramos? Ellos son
asesinos. Claramente entrenados por el mejor de los mejores. Así pues,
aquí están mis condiciones. Desnúdate, sube a la cama y entrégate a
mí, y no permitiré que nadie te venda.

Un escalofrío bailó a través de ella. La idea de besarlo... tocarlo...


estar con él, deleitarse de su cuerpo en la forma más primitiva. Él era
fuerza y belleza. Él era poder en estado puro, y a ella le encantaría más
que nada probarlo. Y, en el fondo, no importaba cuan desesperadamente
trataba de negarlo, ella lo quería. Ella quería mantenerlo, y consolarlo, y
sí, complacerlo. Un intento de hacerlo, por lo menos. Había pasado tanto
tiempo.... Pero ella levantó la barbilla.

— Así que, básicamente, quieres prostituirme. — dijo ella con


sorna.

Por último, una reacción distinta de diversión. Sus ojos se


estrecharon en pequeñas rendijas. — ¿Estás diciendo que no me
deseas?

Ella podría haber mentido. Quería desesperadamente mentirle.


Era difícil para ella confiar en el sexo opuesto. Tan pronto como
Alejandro había conocido sobre el demonio dentro de ella, él se volvió su
enemigo. Las cosas terribles que le habían hecho a ella...

Y sin embargo, ella no había culpado a Alex por sus acciones.


Había culpado al miedo. Cuando escapó, lo buscó, pensando que la
amaría de nuevo si ella solo le explicaba su situación. El se limitó a
confinarla en otra trampa. Mientras ella se liberaba, la gente que
trabajaba para los Cazadores había estado dispuesta a matarlo para
llegar a ella.
Ven con nosotros a las buenas o lo verás morir. Ella lo vio morir.
Lazarus no era Alex. Él sabía sobre el demonio. Y si ella era mala, él era
diez veces peor. ¡Menuda pareja ellos hacían!

Además, ella no era una cobarde, solo tenía demasiado miedo de


las consecuencias de decir lo que pensaba.

— No –admitió — Eso no es lo que estoy diciendo. Pero obligar es


obligar. Además, a diferencia del treinta y ocho por ciento de la
población, yo me niego a estar con un hombre que piensa en mí
solamente para su conveniencia.

— Esa es una cifra muy específica.

— Me gustan las estadísticas. — Ella tendía a decirlas cuando se


ponía nerviosa. Torin solía burlarse de ella por eso. Oh, Torin. Te
extraño tanto. Él nunca la habría tratado de esta manera.

Lazarus se levantó y dobló su dedo.

— Ven acá

El corazón le dio un vuelco traicionero. — ¿Por qué? — dijo ella,


tragando saliva.

— Demasiado sospechoso— Él chasqueó la lengua. — ¿Tienes


miedo de lo que voy a hacer, o de lo que tú sentirás? —

— Yo no le tengo miedo a nada.

Ella apretó su lengua al paladar y, aunque arrastro sus pies,


situándose entre sus muslos. Su piel se puso de gallina. Mirándole, pelo
oscuro cayéndole sobre la frente, rozando sus pestañas. Sus ojos eran
tan negros como la noche, y ella no podía distinguir alumno de iris, pero
entonces, no importaba. Brillaba tanto con un calor que le quemaba
hasta los huesos. Él apoyó las palmas de las manos en su cintura, y ella
se quedó sin aliento.

— Muy bonita, — alabó, rastrillando su mirada sobre ella. Llevaba


un sujetador rosa de encaje y un par de bragas a juego, lo que le
permitía ver como sus pezones se estremecían. — Tan sensibles

Ella tragó saliva, luchó contra un escalofrío. — ¿Qué estás


haciendo?

Su agarre se apretó. — Tu disponibilidad es sólo una de las


razones por las que te quiero. Pregúnteme acerca de las otras— Una
áspera orden. Una vez, se negó a obedecer. Ella negó con la cabeza. No
quería saberlo. Él se lo dijo de todos modos. — Desde el momento en
que abrí los ojos y me encontré atrapado en un reino contigo, he
querido reemplazar tu tristeza con placer. Y, ¿Cameo? — Preguntó con
voz ronca. — Voy a hacerlo. —

La levantó y giró, lanzándola encima del colchón. Su peso


musculoso la inmovilizó antes de que ella terminara rebotando, y se
quedó sin aliento de nuevo. — No compraré tu ayuda, — se obligó a
decir.

Por una vez, sus ojos eran sombríos, sin ningún atisbo de
diversión o desdén. — Tal vez, yo esté tratando de comprar la tuya.

— Pero dijiste que no me necesi…, —

Sus labios se estrellaron contra los de ella, su lengua empujando


profundamente, cortando sus palabras, la dulzura de su sabor
invadiendo sus sentidos. Se sentía… bien. Y estaba bien. Muy bien. Bien,
bien, bien. La palabra resonó en su mente. Nunca se había sentido tan
bien.

Todas las razones por las que debía resistirse dejaron de importar.
Él la estaba usando... bien, ella lo usaría, también. Él probablemente la
echaría a un lado segundos después de que terminaran. No, si yo lo
echo fuera primero. Él no la respetaba.

— Oh, yo te respeto— dijo él, y algo acerca de esa respuesta la


molestó, pero atrapada en el placer como estaba ella, no pudo
descifrarlo. Le arrancó su broche del pelo. — Nunca he conocido a una
mujer igual que tu. Tengo que tenerte. Moriré si no lo hago. Y me gustas
más con cada segundo que pasa... valoro la exquisita sensación de ti.

La resistencia derrapó cuando se lanzó hacia abajo para otro beso


ardiente, esta vez más fuerte, más duro. A ella le encantó, le encantó el
placer despojado de su fachada tranquila y lo dejó balbuceando, aunque
sus palabras continuaban pinchando bruscamente en el fondo de su
mente.

En caso de ser molestada por lo que dijo y no embelesada.

Pero ¿por qué? En realidad, ¿a quién le importaba? Arrancó su


sostén del centro, el material enorme se abrió. Entonces su manos sobre
sus pechos, amasando la carne dolorida, rozando sus pulgares sobre sus
pezones palpitantes.

Más y más miseria se filtraba fuera de ella y ella... estaba...


gloriosa.
— ¿Te gusta esto? Mi boca te va a gustar a un mas — Él
reemplazó sus pulgares con su boca, su lengua giró, creando una
fricción vertiginosa. Entonces empezó a chupar, duro, haciendo que su
espalda se arqueara hasta fuera de la cama, el placer se disparó a
través de ella, y su nombre se desprendió de sus labios.

— Te tomaré duro y rápido esta vez— dijo, dándole el mismo


tratamiento a las bragas que el sujetador había recibido. Se incorporó el
tiempo suficiente para poner su túnica a un lado y arrancar sus
pantalones. Dejándolo desnudo. Glorioso e increíblemente desnudo. —
La segunda vez será lento y dulce. —

Ella se estremeció. Después de haber pasado su vida con


guerreros, ella estaba acostumbrada a hombres que habían sido
perfeccionados en el campo de batalla, y Lazarus era algo
completamente distinto. Empuñó su erección dura como el hierro
mientras ella lo estudiaba. — Esto es para ti. Todo para ti. Nunca lo
olvides — Su rodillas enjaulo sus muslos, manteniendo sus piernas
bloqueada firmemente juntas mientras él una vez más pasó la mirada
por ella.

A diferencia de antes, cuando él la había mirado de arriba abajo


con tal propósito calculado, la acción la hizo temblar de dolor. Irradiaba
salvaje intensidad, sin esconder nada, como si hubiera perdido su
humanidad y encontró el animal brutal acechando dentro. Como si él
mataría por tenerla. Como si él realmente no pudiese vivir si no se
hundía en su interior.

— Déjame enseñarte que soy para ti, — dijo ella en voz baja.

— Sí. — Él deslizó sus manos bajo sus rodillas y abrió las piernas
fuera de la suya. Él la miró fijamente, sus ojos brillando con
vehemencia.

— Muy bonita. — Poco a poco se inclinó hacia abajo, cada


segundo sin su peso era una agonía. Pero entonces, finalmente, él
estaba encima de ella, y ella enredo sus piernas alrededor de su cintura,
lista, tan dispuesta. Cuando se posiciono para la penetración, le pareció
oír un golpe en la puerta.

— Lazarus, — ella dijo con un gemido, tratando de advertirle.


Pero lo único que podía hacer era rogar por más. — Por Favor. Es tan
bueno. —

El sudor le corría por la sien. — Sea quien sea va a desaparecer.


— Sin embargo, pasó un segundo y luego pasó otro, y él no entró en
ella. Esperó, y el golpeteo se hizo más fuerte y más rápido, hasta que
Lazarus se irguió y maldijo.

— ¡Qué—

El interludio le dio la oportunidad de pensar. — Nuestros captores,


— jadeó, su deseo se dreno de ella cuando se dio cuenta que una pelea
estaba a punto de estallar. Estaban en la habitación para llevársela a la
subasta. Bueno, no había manera de que ella permitiese que alguien la
vendiera. Ella prefería morir.

La puerta se abrió y dos guardias entraron. Un ceñudo Lazarus


tiró una manta sobre ella, cubriendo su desnudez. Ella agarró la tela
hasta su pecho y se revolvió por su ropa.

— Su grande y temible Alteza, — uno de los guardias dijo. Ambos


hombres se inclinaron.

Espera. Cameo se quedó inmóvil, con el ceño fruncido de


confusión. Lazarus estaba tan rígido como una tabla, en silencio.

— Tienes dos segundos, y luego morirás. — Ambos palidecieron.

— Yo sé que usted nos dijo que no interrumpiéramos, pero tiene


un invitado. Un siervo que dice que la Reina Roja entro en el juego.
Sabemos que ha estado buscándola, señor —.Uno de ellos dijo Ella se
desconcertó por la mención de la Reina Roja hasta que el entendimiento
se estrelló contra ella, haciéndola jadear. Pero su descubrimiento no
tenía nada que ver con la Reina. Lazarus era... era... Mirándola con
algo parecido a remordimiento. El mando a los hombres lejos. Ellos
obedecieron. Debido a que eran sus hombres.

Sus. Él no era un prisionero, después de todo.

Se puso de pie y tiró de sus pantalones. Entonces él la miró de


nuevo, y esta vez el humor estaba de vuelta en él.

— Bienvenida a mí reino, Rayo de Sol. —

***

Baden cogió a pandora por el cuello, con las piernas colgando por
encima del suelo y pateándolo. Se limitó a apretar su abrazo,
ahogándola con tanta fuerza que sus ojos se desorbitaron y sus labios
se volvieron azules. Él lo hizo todo con calma. Tenía sus emociones a flor
de piel, su pelo ya se había prendido fuego. Era una habilidad que había
tenido desde antes de su posesión, y que había mantenido después. No
estaba seguro de por qué, cuando ninguno de los otros Señores
reaccionaban a las oscuras emociones de esa manera, Pandora se había
atrevido a acercarse sigilosamente a él mientras dormía y plantarle un
puñal en el corazón. Y en su estómago. Y en su muslo. Un golpe rápido,
golpe, golpe duro. Si hubieran vivido en otro reino, la acción lo habría
matado. Una vez más. Pero no lo hizo. Ellos vivían aquí, lejos de otras
almas, no lo suficientemente buenos para algún nivel en los cielos, pero
todavía no listos para el infierno. Él había experimentado el dolor de los
cortes, pero no la última consecuencia. Había sanado, y luego había ido
tras ella.

— ¿Tienes algo que decirme? — Le preguntó, con igual calma. Ella


se disculparía, o seguiría sufriendo. Cuando intentó asentir con la
cabeza, él aflojó su agarre.

— Sabía que... reaccionarias... de esta manera, — se quedó sin


aliento. — esperaba... que estarías. Listo para ello. —

Frunció el ceño y luego la soltó. Una espada cortó su espalda y


salió de su pecho. Miró hacia abajo, confundido, antes de que sus
rodillas cedieran. Pandora golpeó el suelo, con un jadeo de dolor
mezclado con el de él. Instintivamente, se arrojó delante de ella,
protegiéndola de cualquier enemigo que acechaba detrás él. Era o
Cronos o Rhea, y a juzgar por el olor de los lirios en el aire, él adivinaba
que era Rhea.

Pandora era su enemiga, de nadie más. Sólo que Pandora lo pateó


lejos y, con la ayuda de Rhea, lo arrastraron a sus pies. La ex reina de
los Titanes le sonrió, tan petulante como era. Ella era una hermosa
mujer, con el pelo tan negro como Pandora y la piel cremosamente
blanca. Pero mientras que la ex— reina tenía ojos azules, los de Pandora
eran tan oscuros como su malvado corazón. Las dos estaban trabajando
juntas, ¿no? Un sentimiento de traición lo golpeó.

Quizás Pandora lo sintió. Ya que escupió…

— ¿Qué esperabas? Me ibas a dejar atrás cuando fueras


rescatado. —

— No— dijo Rhea, sonando segura. — Él no nos dejara a ninguno


de nosotros detrás. Y ¿quieres saber por qué, Baden? –

Mirándola, él agarró la espada por la cuchilla, la cortó todo el


camino hasta el hueso de metal. Gotas de energía goteaba en lugar de
sangre mientras tiraba el arma fuera de su pecho, la empuñadura
arrastrando a través de él, rompiendo sus costillas y emergentes con
pedazos de su corazón apenas cicatrizado. Se quedó en el suelo,
jadeando, pero en silencio. Irritada por su indiferencia, Rhea plantó las
manos en las caderas.

— Yo te voy a decir por qué. Porque sabes que la Reina Roja


utilizará la Estrella de la mañana para su propio beneficio. Ella no te
dará un segundo pensamiento. O, si lo hace, va a hacer que pagues por
su ayuda. Y ¿qué es lo que tienes para darle? Nada.

— No voy a pagar. — Torin lo haría, y todo el mundo lo sabía.

— Has visto las mismas brumas que nosotros. Sabes que ella y
Torin se han separado, y ella parece no estar dispuesta a ayudarlo más.
Puede actuar por su cuenta. Sólo podemos confiar en nosotros mismos
para encontrar la estrella de la mañana, y tenemos que hacerlo antes de
que ella lo haga. Puedes actuar por tu cuenta, sí, pero contra un ser tan
poderoso, tendrás una mejor oportunidad de éxito si alguien está
cubriéndote las espaldas. Alguien como yo. Pero no te voy a ayudar
hasta que tenga tu voto para que me concedas lo que deseo cuando
consigas la estrella. —

— ¡Hey! Eso no es lo que acordamos— Pandora le gritó a la reina.


Rhea sacudió su pelo sobre su hombro, haciendo caso omiso de ella,

— Hasta luego— le dijo a Baden. Y se alejó.


Capítulo 15

La casa que Keeley recordaba haber dejado atrás, no era la casa


que volvía a encontrar. Ella debería de estar en medio de una cueva
primitiva…aunque palaciega… llena con los más bellos sedimentos y
todos sus tesoros. Esta era una maravilla moderna con ninguno de sus
muebles, joyas ni vestidos. Las nuevas piezas parecían haber llegado del
harem de un sultán.

¿Cómo había pasado esto?

Había una fuente termal con una cascada a la espalda. Lujosos


sillones, alfombras de colores en todas partes. Una hermosa mesa de
café tallado en palo de rosa y rodeada de almohadas de cuentas. Un
armario hecho de cristal, lleno de una gran variedad de ropa. Pantalones
de talle bajo. Camisetas sin mangas. Faldas súper cortas.

El responsable de esto no había dejado ni rastro de identidad. Y


aunque los cambios estaban muy bien, estaba furiosa. Su santuario
había sido invadido sin permiso. El techo, las paredes y el suelo
comenzaron a sacudirse. — la princesa tiene que salirse con la suya o
todo el mundo sufre. Tu decides no controlarlo. —

Las palabras de Torin la perseguían. Respiró dentro…fuera…forzó


su mente a concentrarse en cosas positivas. Podría tomar una larga y
estimulante ducha. Podría vestirse para matar. Entonces podría volver
con Torin y hacérselo pasar mal por otros cuatro días. Y no importa
cuánto él le rogase, ¡ella no le tocaría!. Ella se lo negaría igual que el
disfruta negándoselo a ella. Y así de sencillo el ruido cesó. A lo mejor
podía controlar la reacción después de todo.

Keeley atravesó la cueva buscando problemas de seguridad sin


encontrar nada. Eso significaba que su benefactor podía destellar, lo cual
reducía la lista de sospechosos a…cero. No tenía ni familia ni amigos.
¿Un enemigo tal vez? Pero ¿Por qué un enemigo la ayudaba? Lo
pensaría más tarde.

Se duchó como había imaginado, usando sus jabones y aceites


favoritos. Cada fragancia con flores silvestres y almendras. Aunque le
hubiera gustado echarse una siesta, la primera en mucho tiempo, su
misterioso proveedor había vetado esa posibilidad. No podía correr el
riesgo de que alguien la pillara sigilosamente mientras estaba indefensa.

Se vistió con un top azul celeste haciendo juego con sus ojos, las
correas sólo dejaban adivinar un deseo, así como unos pantalones
cortos completando el conjunto con una chaqueta vaquera y unas botas
estilo cowgirl. No estaba mal. Muy sexy y divertida. ¡Espero que te
ahogues en tu deseo Torin!.

— Me alegro de que estés aquí y tan guapa—

Esa voz…como si te golpeara con un bate en la cabeza. Poco a


poco se volvió para mirar al intruso. Hades. Claro. Porque era la guinda
del pastel del día.

Él era tan guapo como recordaba, no aún más. Parecía más alto,
más musculoso, oscuro y elegante. Vestido con un traje negro
combinado con una camisa blanca y corbata roja. Un objeto de clase y
sofisticación, como si nunca hubiera conocido un momento de dolor o
sufrimiento. Tal vez él no lo había hecho.

Pero pronto lo haría.

La urgencia de atacar fue inmediata y fuerte pero resistió. En la


guerra había momentos para la batalla y momentos para la estrategia.
Sí, concia el resultado final que deseaba, pero el camino hacia ello había
que trabajarlo. No había espacio para el error con este hombre. Sobre
todo porque podía sentir el calor de las múltiples cicatrices que
emanaban de él.

— ¿Por qué has redecorado mi casa? — preguntó ella.

— Para hacerla más bonita para cuando regresaras—

Al igual que él nunca había esperado que regresara. — Estaba


bien como estaba. Quiero mis vestidos de vuelta. —

La sonrisa de él fue lenta pero tan brillante como el sol. — Ahí


esta mi Keeley Cael. La mujer que me pedía helados, solo para gritarme
que la permitiese comérselos—

— Yo no soy tu Keeley— gruñó.

— ¿Estas segura? Se escucha fastidioso —

— Yo no soy un fastidio. Soy un orador motivacional. Pero puedo


adivinar porque lo hiciste. Usaste mi espacio como choza del amor.
Admítelo. —

— No tengo la necesidad de tener más chozas del amor, mascota.


Las tengo por todo el mundo. —
— No soy una mascota— el impulso de pegarle se intensificó. —
Pero que valiente por tu parte el venir tú mismo y no mandar a alguno
de tus secuaces— ella se burló.

Él no hizo caso del insulto implícito y poco a poco esbozo esa


sonrisa que una vez le derritió el corazón…y las bragas…

— Eres exquisita mascota. No ha pasado ni un día en que no haya


pensado en ti… echado de menos… tú en mis brazos—

¡Cómo se atreve!

Con toda la calma del mundo dijo Keeley — no ha pasado ni un


solo día en el que no haya pensado en ti, también. En el suelo, con el
pecho abierto y tus órganos esparcidos alrededor tuyo. —

Con una sonrisa sarcástica Hades dijo — ¿Es eso lo que se


necesita para hacerte volver? —

¿Volver? Como si fuera a hacerlo.

— Me mentiste, envenenaste, engañaste y aseguraste mi


encarcelamiento. Estamos muy lejos de las segundas oportunidades—

— Nunca te envenené— dijo con el ceño fruncido.

— ¿Entonces porque parecía que estaba siempre en una niebla? —

La respuesta le llegó como un rayo. El vínculo…su oscuridad. Ella


se había alimentado de el diariamente, el no se había dado cuenta de la
niebla. El vínculo con Torin no le causó ningún tipo de neblina, solo un
aumento en su excitación.

— No importa— dijo ella — No importa. Soy más vieja. Más sabía.


No hay nada que puedas hacer para que cambie mi opinión respecto a
ti. —

Además él ni siquiera la quería. Valía lo mismo que un barril de


whiskey para él. Como Torin. Él solo quería una cosa de ella.

— Keeley Cael.. —

— ¡NO!— gritó. — No me llames así. Ya no soy esa chica tonta


nunca más. — Forzándose a calmarse dijo — ¿Esto es una continuidad
de tu plan para debilitarme? ¿Para evitar que volviera a ser más
poderosa que tu? —
Hades caminó, pasando el dedo por la encimera de la cocina …el
estómago de Keeley gruño…y levantando una de las baratijas que la
había regalado dijo: — lo que te hice fue un error. — Erro. Bonita
palabra para los horrores que sufrió.

— Que triste por tu parte—

— Uno que no volveré a cometer—

— Porque pronto estarás muy ocupado estando muerto— Él


suspiró. — A propósito. Deberías de dar un aumento a tus secuaces.
Todas sus burlas, escupitajos y más recientemente ¿tratar de matarme?
Se merecen una estrella de oro por el esfuerzo, realmente.

— ¿Burlas? ¿Escupir…matar? Keeley Cael, tienes mi palabra de


que no sabía tales cosas. Les envié con herramientas para ayudarte a
escapar.

— claro. Eso tiene sentido. Podrías haberme ayudado


personalmente y sin embargo, no recuerdo tu visita en la prisión.
Además tu palabra no significa nada. —

— No podía darle la oportunidad a Cronus para que me


encarcelara—

— Oh, señor. Tienes razón. Pero ¿lo llamarías egoísta por tu parte
o simplemente frío?. —

La voz de Hades sonó amenazadora cuando añadió — Los


secuaces fallaron en obedecerme y serán castigados—

¡Mentiroso!

De repente no podía estar alrededor de otro hombre tan decidido


a utilizarla. — Vete—

En un segundo estaba en un lado de la habitación y al siguiente


estaba delante de ella jugando con las puntas de su pelo. Él rezumaba
seducción…. Ella solo quería arrancarle los ojos.

— Solo me llevo un par de años de distancia contigo para darme


cuenta de mi error— dijo él.

— Un par de años— respondió secamente — ¿mi atractivo es tan


potente? Qué bien. —

— He pasado tiempo con otras mujeres, por supuesto, pero


ninguna es comparable contigo. Te deseo. Más poderosa que yo o no. —
— Oh, lo soy. Soy más poderosa que tú. —

Los ojos de él se estrecharon — formaríamos un equipo invencible


Y ahí estaba. La verdadera razón por la que la deseaba. Él podría


haber echado la cabeza hacia atrás y soltar una risa de esas tipo mal
supremo WAHAHA.

— No creo que la muerte sea demasiado buena para mis


enemigos— dijo Keeley.

— ¿Ves? Pensamos igual—

— Eres mi enemigo te odio—

— Muy bien. Necesitas tiempo. Espacio. Lo capto. Pero pronto


volveré a por ti, mascota. Serás mía otra vez—

¡La arrogancia! ¡La audacia! — Perdona pero ya tengo un hombre


— Uno que no le gustaba por el momento pero que seguía siendo de
ella. — en realidad no. No lo siento. Me hace reír. Apenas me toca salgo
disparada como un cohete— La rabia explotó en los ojos de Hades.

— ¿Quién es? —

Esa rabia era otra pequeña mentira para ganar su corazón, para
hacerla creer que ella le importaba y así sería más fácil hacerle daño. —
No te importa. Pero…Hades?

— Si mascota? Respondió no tan feliz.

Ella le clavó una daga en el estómago. No podía usar su poder a


causa de las estúpidas cicatrices pero podía usar un arma. Él silbo entre
dientes con la mano llena de sangre. Ella esperó y planificó y no pudo
resistir el ataque. Keeley creyó que él atacaría pero se limitó a sonreír
de nuevo y la besó fuertemente en los labios.

— Tendrás tus vestidos mañana por la noche. Hasta la próxima,


mascota. —

Desapareció.

***

Torin barrió con el brazo la lámpara que había en la mesa de


noche. ¿Dónde estaba Keeley?
Desde su desaparición había ido a un ciber café, trabajado en el
ordenador, ido a un banco, y sacado dinero. Había alquilado una
habitación en un hotel de lujo y había llamado y dejado un mensaje de
voz en el contestador de Lucien. Todo eso en dos horas.

Keeley se había ido hace seis. Él sabía que ella no tendría


problema en encontrarle. Con los destellos se podrían ir a lugares
específico y localizar a personas con algún tipo de relación. Y si ―algo‖
podía hacer la súper Reina Roja era eso. Solo era que ella quisiera
buscarle.

Enfermedad se rió encantado con su continua ausencia.

Torin lanzó la lámpara a través de la habitación y la base de


porcelana se rompió. En el momento que la viera la azotaría.
Duramente. Le haría ampollas ¡y no le daría bálsamo después!.

Si no regresaba pronto el haría… ¿Qué? La cazaría y la arrastraría.


Eso es. Podrían haber luchado pero no habían terminado. Si ella
necesitaba que le recordasen quien era él…despiadado, implacable
guerrero… se lo recordaría. Y no iba a ser agradable al respecto.

— Keeley— gritó — Esta no es la hora de Keeley, es la hora de


Torin. Regresa— Cuando no hubo respuesta, lanzó la propia mesa de
noche. Los cajones se cayeron al suelo rompiéndose.

— Bueno, bueno. ¿Quién es la princesa mimada ahora? — Ella


apareció delante de él mostrando más piel bronceada que tapada, su
pelo cayendo alrededor de su cara en exuberantes ondas doradas. Sus
ojos brillaban con restos de ira. Sus labios más hinchados y rosas que
de costumbre.

— ¿temperamental? pregunto ella.

Su alivio era palpable. ¡Ella no lo había olvidado! Pero el alivio fue


rápidamente sustituido por la preocupación. — ¿Estas bien? ¿Alguien te
ha golpeado?

Ella parpadeo con confusión — No. ¿Por qué? —

— Tus labios están hinchados— Ella se los tocó y le subieron los


colores a las mejillas.

— Nadie me golpeó. Pero alguien si me dio fuerte—

Darle. Al igual que un beso. Ya en el borde, Torin explotó. Se


olvidó de todo lo que tenía planeado hacer y dando la cara a Keeley le
preguntó gruñendo — ¿Quién fue? —
Sus ojos se abrieron — Hades ¿Por qué? —

— ¿Te atreves a preguntarme? Me perteneces. Nos pusimos de


acuerdo Keeley. No beses a ningún hombre. Nunca. ¿Olvidaste mis
reglas? —

Su boca se abrió y se quedó sin aliento, sin saber que decir. Él se


quedó de pie respirando muy deprisa, demasiado. La garganta y los
pulmones le quedaban. Quiso alcanzarla pero como tantas veces antes,
apretó los puños y los dejó caer antes de tocarla. Era una locura. Estaba
loco. Tenía que irse.

— ¿Estás pensando en tocarme? — preguntó ella abriendo mucho


los ojos.

No, ella tenía que irse. Él no podía estar con nadie ahora mismo.
— Vete de compras. Cómprate algo bonito. Te lo regalo. — Él le lanzó su
tarjeta de crédito. Estaría más tranquilo para cuando ella volviera. —
Vuelve en una hora o quizás dos. En realidad mejor mañana. —

— Estás… estás pensando… incluso se te antoja ¿no te gusta


pensar que otro me ha puesto las manos encima y tú quieres
reemplazar esas manos por las tuyas? —

Eso es. Hades moriría, y él nunca pararía de tocar a esta mujer.


Rechinó los dientes. — Última oportunidad Keeley. Te sugiero que cojas
la tarjeta y que te marches— Pronto desaparecería el poco control que
tenía.

— De ningún modo. Eres el gran guerrero, y he tenido que


regresar a ti una y otra vez. He tenido una batalla en mi interior, no sé
si vale la pena o no. Es tu turno. —

— No te atrevas a sugerir que yo no he hecho lo mismo. He


luchado. ¿Cuándo te has salvado sin preguntar por mí? Te me has
resistido fácilmente, siempre alejándote. Claro, gruñes cada vez que
tienes que caminar, pero sigues dejándome atrás. Así que ¿dime cuando
has…. —

— ¿Fácilmente— ? gritó ella

¿Acababa de decir fácilmente? Ella no tenía ni idea de la


necesidad de él, pero se lo mostraría.

Torin la tomó de la nuca y la trajo hacia sí mismo aplastando su


boca contra la suya. El beso fue tan brutal que significaba callar,
dominar y poseer. La mantuvo inmóvil haciéndola aceptar todo. Pero en
el momento en que ella se relajó contra él, le dio la bienvenida a su
boca y la oscuridad se agitó dentro de él cambiando la necesidad de
dominar a la de seducir.

Ella era su Keeley. Su princesa. Y se merecía lo mejor de él.

Torin suavizó la presión, rodando su lengua dentro de su boca,


aprendiendo de ella, saboreándola. Sabía a bayas de verano y miel. Tan
dulce. Y suya. Toda suya. Enmarcando sus mejillas hizo más profundo el
beso. Ella lo siguió. Fue su perdición.

El chupaba y mordía. Ella hizo lo mismo y sus dedos se enredaban


en su pelo tirando de él y ladeándole la cabeza a su antojo. Era
embriagador sabiendo que se deseaban mutuamente. Maldición, él se
estaba emborrachándose de ella, la necesidad de desnudarla y tomar
todo de ella. Estaba más tieso que la cuerda de un arco.

Él la cogió de las caderas y la levanto y ella le abrazó con las


piernas aferrándose a él.

La sangre parecía fuego. Él caminó hacia la cama. Puso una rodilla


en el colchón y se inclinó con ella dejándola de espaladas en la cama.

— Sí— se quedó sin aliento, arqueándose y frotándose contra él.


Su suavidad femenina contra la dureza palpitante de él.

— Dime si te hago daño—

— No me lo haces. Sabes que me gusta duro.

Mi mujer es todo lo que soñé — pensó Torin – Se quitó los


guantes y le quitó la falda. No llevaba sujetador. Bien. Le amasó los
pechos y le pasó los pulgares por los erectos pezones. Su calor se
burlaba de él. Su carne era tan suave como la seda.

Le basto solo una vez para hacerse adicto para siempre.

Tenía que probarlos. Pasó su lengua de un pezón a otro


repitiéndolo hasta que ambos estaban rojos, hinchados y húmedos. Sus
gemidos salían uno detrás de otro. Eran música para sus oídos. Su
cabeza se movía de un lado a otro, la visión de su pasión descontrolada
le empujaba al borde cada vez más rápido.

— Torin—

Entrelazó los mechones de su cabello entre sus dedos y tiró hasta


que quedó quieta imponiendo su voluntad. Sus gemidos se convirtieron
más dulces al rendirse. Con la otra mano, trazó un camino entre sus
piernas. Él temblaba mientras metía un dedo entre las bragas. Él
empujo profundo…y gruñó de aprobación. El calor y la miel, el cierre
hermético sin ningún tipo de barrera. Cerró los ojos cuando el éxtasis le
barrió.

— La princesa está mojada— Él subió para darle un beso mientras


que seguía tocándola con un dedo. Keeley ondeaba sus caderas
enviando más profundo el dedo de Torin.

— Torin….necesito— estaba sin aliento — Mmm... Dame más


fuerte….más… duro…. —

Él le daría todo lo que necesitara, todo lo que deseara Torin


presionó la palma de su mano contra el pequeño capullo hinchado, y ella
se hizo añicos, arqueándose, arañándole la espalda con las uñas,
gritando cuando los espasmos la atravesaban. Era una vista oscura y
carnal que casi lo envía a través del borde. Casi.

Cuando ella se dejó caer contra el colchón, él retiro los dedos para
lamerlos mientras ella miraba. Su erección palpitaba con cada lamida de
su lengua.

— Delicioso— dijo con voz áspera

Con ojos luminosos Keeley empujó a Torin de espaldas sobre la


cama. — Mi chico malo se merece un premio— dijo ella.

¡Sí por favor!

A horcajadas sobre la cintura de Torin, le desabrochó los


pantalones. El apéndice que le estaba dando tantos problemas
últimamente, salió libre. Gotitas de humedad brillaban en la punta.

¿Qué es lo que iba a usar? ¿Sus manos… o su boca? Las caderas


de Torin se movían solas hacia arriba — Hazlo— Ella bajó la cabeza y su
cabello dorado quedo como una cortina sobre su cintura. Se tensó
cuando su caliente y hambrienta boca le probo dándole placer.

— Por favor princesa— él le rogaría si fuera necesario. Enredó su


pelo en su mano y empujó más profundo un poco inseguro. — No pares.
Lo quiero. Lo necesito—

Nunca había sentido algo así. Lo que siempre había soñado…


siempre deseado. Keeley era pura tentación. Ella le tomó hasta llegar a
la garganta. Sí, sí, eso era….era lo mejor que…. No podía pensar.
Empujó sus caderas instintivamente otra vez a lo largo de su garganta.
Una y otra vez, ella le succionó arriba y abajo moviéndose cada vez más
rápido. Su sangre que ya era fuego, se volvía cada vez más caliente. Su
cuerpo estaba dolorido y angustiado lleno de pura tensión. Todo era
demasiado… pero no suficiente. — Keeley, por favor—

Mi querida niña. Ella no le dio tregua. Le tomó los testículos


mientras pasaba su lengua por la punta de arriba abajo. Y eso fue todo
lo que necesitó. Con un solo pensamiento racional se salió de su boca
para derramar su clímax sobre la cama.

Cuando se vacío, se dejó caer a su lado con el corazón galopando


fuera de control. Estaba cubierto de sudor de cabeza a pies. No podía
recuperar el aliento. — Esto…fue… grandioso. Gracias. —

Debieron ser las palabras equivocadas porque su rostro perdió sus


facciones dulces y delicadas. Una manta oscura cayó sobre ella,
ocultando sus emociones. — Claro— dijo ella secamente mientras se
levantaba de la cama para recoger su ropa. — Lo que sea. —
Capítulo 16

Gracias

Después de todo lo que Keeley había arriesgado, todo lo que


había se habia forzado a soportar, ¿esas eran las primeras palabras
que Torin le decía? Ningún… estar contigo vale todo, princesa. O un…
eres una parte necesaria de mi vida, Keys. Nunca me dejes

Noooo. Ella recibió un gracias Como si fuera una mesera solo


entregando su orden.

Unió las tiras de su playera asegurándolas. En su prisa, Torin


había roto el material. Y ella en su estupor, no había empacado nada
de la ropa que Hades le había dado. Tuvo que caminar alrededor
viéndose como una puta sin hogar. No era exactamente una prueba
de su realeza Sin embargo, tal vez estoy exagerando. Estoy un poco
emocional. Simplemente buscando una razón para pelear… una
manera de guardar mi…

¡No!

Me rehusó a voltear esto en mí contra Torin se sentó, jalando


de sus guantes y su playera, después se acomodó el pantalón. La
camisa era nueva. En ella se leía ―Lucien viene golpeando, pero yo
todavía rockeando.‖ Su cabello estaba sexymente despeinado y sus
mejillas aún estaban rojas de satisfacción. Sus ojos estaban
brillantes, y sus labios hinchados como los de ella. Cada pulgada de él
era satisfacción masculina. Hermoso. Lascivo. Perverso. El pecho de
ella ardía, el vínculo entre ellos se agrietaba con tensión

Odiaba que él no pudiera sentirlo

Momento de decirle

Ahora no. Pero pronto

Él la miro por largo tiempo antes de romper el silencio que se


había establecido entre ellos

— ¿Te lastime?

— ¿En qué sentido?


Él pensó antes de contestar — Físicamente

— No— ella adoraba la fuerza áspera que él esgrimía. ¿Por qué


le era tan difícil creerlo?

— ¿Emocionalmente?

¡Si!

– No quiero hablar de eso— sus sentimientos estaban en carne


viva. Ella le dio acceso a su cuerpo… tal vez incluso a su corazón. Ahí
estaba. Lo admitía. Luchaba por los sentimientos de él, pero tal vez
había renunciado a los de ella. No había otra explicación para el
salvaje efecto que él tenía sobre ella, nublando su sentido común,
llevándola a ser imprudente una y otra vez

Gracias

Nunca pensó que podría odiar esa palabra

Él es nuevo en esto, esa era una buena razón. Tal vez no sabe
que decir o cómo actuar.

Y tal vez ella estaba inventando escusas para él

Conclusión: ella estaba cansada de ser señorita Ahora Mismo,


disponible pero descartable, Dispuesta pero meramente conveniente.
Si Torin tuviera su selección de chicas sin tener que preocuparse por
enfermedad, ¿hubiera elegido a Keeley?

¿Después de su pelea… después de esto? Ella no lo creía

¿Que esta tan mal conmigo que ningún hombre me valora?

Valía menos que un barril de whiskey

Así que. Sí. Ella renunciaba. Podría estar con Torin pero no
seguiría intentando ganar su cariño. Jamás volvería a arrojarse sobre
él. Jamás le permitiría agarrarla, besarla y llevarla al orgasmo de
nuevo. Esa parte de su relación había terminado. El descanso sus
codos sobre sus muslos y se inclinó hacia delante

— ¿Ya te sientes mal?

Su estómago se revolvió recordando lo que estaba por venir

— No.
¿Que he hecho?

— Keeley— dijo el. Suspirando se puso de pie

De ninguna manera ella iba a soportar otro rechazo

— Hey no necesitas intentar venderme agua cuando ya estoy


en la alberca. Estuve de acuerdo. Nunca lo haremos nuevo. El frunció
el ceño y avanzo hacia ella

— Eso no era…— ¡No! Ella se removió lejos, si él estaba cerca


de ella, caería en sus brazos y le rogaría. De la misma forma que le
había rogado a Hades ¡Nunca más! — Keeley…

Un hombre desconocido apareció en el centro de la habitación,


silenciando a Torin, llena de hostilidad, ella se enfrentó al recién
llegado. Tenía el cabello enmarañado y negro enmarcando una cara
trágicamente marcada con cicatrices hechas con espadas y fuego,
supuso. Sus ojos eran disparejos, uno azul, otro café. Vestía una
playera de esmoquin y unos pantalones rasgados. Sobretodo tenía un
aura áspera y ruda que no podía evitar admirar. Pero eso no
significaba que ella lo perdonaría

— Apareciste sobre la chica equivocada, Cara de cicatriz— dijo


ella apareciendo una semiautomática en su mano. Una bala en su
cabeza no lo mataría, pero le enseñaría una lección. Una lección que
su dañado cerebro probablemente no olvidaría. Todo a su alrededor
en el cuarto se sacudió. Torin se movió rápidamente frente de ella,
extendiendo los brazos y diciendo

— Tranquilízate princesa. Este chico no es un enemigo. Él es


Lucien, mi amigo

El nombre hizo eco en su mente hasta que hubo una conexión.


Lucien, Señor Del Inframundo. Guardián de la Muerte. Un
por.las.reglas.del.libro inmortal, con un temperamento feroz, que tal
vez rivalizaba con el de ella. Cuando Galen le había contado sobre sus
experiencias personales con cada uno de los guerreros, ella había
estado más interesada en conocer a este. Pero ya no. Lucien, solo
había marcado el comienzo en el temido cambio, donde Torin ya no
era de ella, suyo nada más. Si es que alguna vez había sido suyo.

— Bien no lo matare— desapareció la pistola dentro de la


mesita de noche, mientras el temblor se detenía— ¿ves? Recuerdo mi
promesa como una niña buena.
Torin le ofreció una media sonrisa… ¿tranquilizadora? O de
¿disculpa?... antes de voltearse a ver la cara de su amigo. Lucien
estrecho la mirada hacia él y sonrió, su alegría era inconfundible —
Eres tú. Realmente estas aquí

— Soy yo— la voz de Torin tenían la misma nota de alegría

Keeley de repente se sintió como una mirona.

Con sus largas y poderosas piernas, consumieron rápidamente


el espacio entre ellos. Torin se estiro intentando tomar la mano del
otro hombre, pero Lucien reacciono primero y se detuvo,
permaneciendo fuera del alcance, girando para dar a los dos, Lucien y
Keeley su perfil. Torin dejó caer su brazo en su lugar. Cerró los ojos
por un momento, respirando profundamente.

— Lo siento— murmuro, la siguiente vez que hablo, estaba


pálido pero determinado— necesito reentrenarme.

Traducción. Que el culpaba a Keeley por su falta de restricción

Debo esconder mi dolor

— Siento haberme perdido tu llamada— dijo Lucien— me


avergüenza admitir que estaba ayudando a Anya a esconder un
cadáver

¿Anya? Conocía ese nombre… ¿por Galen? O ¿por sus espías?


Torin rio disimuladamente

— Tu definitivamente sacaste el palillo más corto en el


departamento de bom.chicka.wah. wah

— Hablando del bom chicka wah wah – Lucien la señalo


mirando hacia ella, su cabeza se inclinó de lado. Irradiaba curiosidad

— Lucien— dijo Torin repentinamente nervioso – esta es Keeley

Lucien cabeceo un saludo — Gusto en conocerte.

— No lo dudo— pero ¡oh! ¿Porque tenían que hacer el conoce.


saluda justo ahora? No estaba en su mejor momento. Y ella
necesitaba estar en su mejor momento. Si no les gustaba a los
amigos de Torin, no le dirían que había encontrado a la indicada, tal
vez incluso le dijeran que se deshiciera de ella.

Las cosas han terminado entre vosotros, ¿recuerdas?


Cierto pero siempre era bueno ser aceptada.

— Ella nos va a ayudar a encontrar a Cameo, Viola y Baden, y


luego a destruir la caja de pandora— dijo Torin, no menciono la
Estrella de la Mañana, ¿no quería que las esperanzas de sus amigos
crecieran? ¿No podía hacerme ni la cortesía de introducirme como su
amiga? O incluso ¿cómo su compañera formal de placeres?. Búsqueda
y rescate es todo lo que soy para él

Baila, pequeño monito baila

La irritación broto y el dolor se deslizo rodeando su cuello, casi


ahogándola.

Lucien no pudo ocultar su desconfianza mientras preguntaba

— ¿Y cómo es que vas a hacer todo esto?

— ¿Esto es un interrogatorio? — un extraño crepitar en su


sangre la hizo cambiar de un pie a otro…y quien es Anya? — camino
hacia el escritorio y se sentó, después levanto un pie, bastante
consiente de que ella estaba enseñando sus bragas. Dejando a Torin
ver lo que nunca volvería a tener.

Él cruzando voló la distancia que los separaba y cubrió con una


manta su regazo, perfectamente cubierta de la cintura a los pies. La
acción de un amante celoso

Una mentira.

Lucien observo el intercambio y frunció el ceño El crepitar llevo


a Keeley a ponerse de pie, la manta cayo volando a sus pies.

— Disfruten su reunión chicos— su mirada busco a Torin antes


de pasarlo rozando. Él estaba rígido, enojado ¿Por qué? No importaba
— los veré cuando sea… después.

Su mano salió disparada, sus dedos convirtiéndose en cadenas


alrededor de su cintura

Lucien hizo un sonido estrangulado, y se estiro para alcanzarla.


¿Para alejarla de Torin?

Ella levanto su mano, liberando una corriente de poder para


regresar al guerrero a su lugar, o mejor dicho ella intento liberarlo.
Las marcas de Torin la detuvieron. El miro a su amigo, y por un
momento su expresión era todas las clases de sufrimiento.
— Esto es entre Keeley y yo

— Torin— dijo Lucien — déjala ir

— No le hables así— espeto, ¿defendiéndolo? ¿Después de todo


lo que había pasado?

Solo por esta vez. Porque… porque ella se compadecía de él,


¿cuantas veces sus amigos habían hecho algo justo como esto para
proteger a alguien de él?

Ella podía adivinar: incontables

Debía desgarrar a alguien por dentro, ser visto con tanto terror
por la gente que lo amaba

Él se enfocó en ella, y si los ojos son las ventanas del alma, él


estaba lleno de amenazas

— Tú te quedas aquí, ¿qué tal que te enfermas? — Ella trago


saliva. Sí. Eso era. La única cosa peor que estar enferma era estar
enferma sola.

Torin la libero para frotar el lugar sobre su corazón, un claro


signo de culpa

Nunca debí empujarlo para estar conmigo El aclaro su


garganta, después dijo a Lucien

— ¿Cómo están los otros? — Quitando la atención de Keeley

— No le dije a nadie que llamaste— el guerrero de las cicatrices


admitió— Aun no, primero quería estar seguro de que realmente eras
tú.

— Entendible.

— Te fuiste por tanto tiempo. Ha pasado tanto desde tu


desaparición— Lucien masajeo su nuca

— Tanto tiempo? solo me fui por unas cuantas semanas— dijo


Torin

— No. Unos cuantos meses.

— El tiempo pasa diferente, en reinos diferentes— Explico


Keeley
— Oh demonios— dijo Torin

— Un guerrero fénix mato a Blanca, la hija de William— dijo


Lucien— Exploto en miles de pequeños gusanos, que se diseminaron
por el mundo, infectando a la gente con maldad, no hace falta decir
que el crimen ha aumentado.

Torin apretó la mandíbula — ¿Qué más me he perdido?

— Kane se casó con Josephina, la reina de los Fae, y está


embarazada.

Kane… guardián de Desastre Josephina no le sonaba de nada.


Lo último que Keeley había escuchado era que un hombre fanfarrón
gobernaba a los Fae.

— ¿Kane va a ser padre? Hablando de cosas irreales— Torin


frunció el ceño— ¿Cómo hará para no matar a su hijo? La última vez
que vi al hombre había yeso cayendo sobre su cabeza y una bombilla
lo estaba electrocutando. Y eso era en un día bueno.

— Ya no está poseído— anuncio Lucien

Torin hizo una lenta sacudida de incredulidad con su cabeza

— ¿Sobrevivió al removimiento del demonio?

— Lo hizo— Lucien asintió

— ¿Cómo?

— Josephina. Jalo al demonio de su cuerpo y curo su espíritu


dañado con amor, lo que aparentemente es algo de medicina
espiritual.

Torin volteo a verla ¿Preguntándose si ella podía hacer lo


mismo por él?

Solo si te enamoras de mí, encanto O cuando ella encontrara la


Estrella de la Mañana.

— ¿Qué más? — pregunto Torin a su amigo.

— Talyah se adueñó de nuestra fortaleza en el Reino de Sangre


y Sombras, por un acuerdo que hizo con Kane, nos tuvimos que hacer
a un lado. Atlas y Nike, el titán y rey griego y la diosa de la fuerza se
mudaron a la ciudad. Cameo y Viola siguen desaparecidas, y nadie ha
escuchado incluso algún susurro con respecto a su paradero. Anya
aún está planeando nuestra boda. Como Kane y Josephina, Gideon y
Scarlet están esperando su primer hijo. Amun y Haidee están
planeando abrir un refugio para chicos problema. Gilly está planeando
una fiesta para celebrar su entrada a la madurez y cuando William no
está haciendo un violento alboroto por su hija muerta. Él está viendo
a Gilly con un hambre tan intensa que todos quieren sacarse los ojos
y después sacárselos a él.

Las actualizaciones parecían golpear a Torin como balas, una


tras otra Keeley había reconocido algunos nombres. William el brutal
y salvaje inmortal de misteriosos orígenes que Hades había adoptado
como uno de sus hijos.

Él había vivido en el inframundo durante el tiempo que Hades y


Keeley habían salido. Él había sido un pícaro impertinente.
Seduciendo a todas las mujeres de la población que cruzaban su
camino. Incluso la población casada. A él no le importaba nada más
que el placer…el suyo… y su sentido del humor era oscuro como un
hoyo negro… se reía cada vez que mataba a un enemigo y sonreía
cada que apuñalaba a un amigo.

A Keeley siempre le gusto. Pero nunca pensó que una mujer


fuera capaz de capturar su atención. Especialmente no una humana.
Ella había escuchado que Gilly era una emocionalmente frágil
adolecente con quien Danika la esposa de Dolor había hecho amistad.
Ni siquiera se acercada al tipo de mujeres de que le gustaban a
William.

— Bueno ¿Por qué seguimos aquí? — pregunto— vayamos a


ver a todos.

Torin la vio y alarmado, la volvió a ver de nuevo, tropezó lejos


de ella, palideciendo

— ¿Qué? ella se volteo a verse y jadeo. Granos habían brotado


por toda su piel.
Capítulo 17

Hubo una vez en la que Torin pensó que había tocado las
dimensiones más profundas de su culpa, que la había tratado como a
una amante, avivando y satisfaciendo sus deseos más oscuros. Se
había equivocado.

Esto era culpa

Yo podría ser el niño más tonto de la clase. Al parecer tenia


aprendía cada lección con golpes de un martillo en mi cabeza. No
tocar a una mujer piel a piel es la ruta de acceso a una vida libre de
arrepentimiento, era tan simple y sencillo como eso. Pero una y otra
vez había perdido la prueba. Ahora lo único que podía hacer era velar
por cada necesidad de Keeley. Y, sin embargo, al igual que las veces
anteriores, de ninguna manera compensaba lo que había permitido
que sucediera.

¡Idiota!

Él sabía exactamente cómo había llegado a este punto. Había


estado furioso con Hades, celoso de que aquel macho la hubiera
besado, y las emociones habían embestido a través de sus defensas
en cuestión de segundos. Apenas una excusa. Definitivamente no es
lo suficientemente buena. Pero entonces, nada lo hubiera sido.

La necesidad de poner su marca en Keeley le había consumido.


Había querido marcarla con tanta seguridad como un guardián. Había
querido unirla a él de la manera más vil para que otros supieran a
quién, exactamente, pertenecía. Él había querido que ella lo anhelara
por encima de todos los demás. Y a lo mejor lo hizo. Pero ciertamente
no había durado. Su arrepentimiento había llegado incluso antes que
la enfermedad.

No haremos esto de nuevo. Las palabras lo perseguían.

Aplicó los ungüentos a base de hierbas que Lucien trajo para


Keeley, la piel sudaba y vertió la medicina por su garganta, luego se
aseguró de que ella estuviera empapada en baños de avena. Ella
permaneció en un estado constante de delirio. Hoy él había entrado
en un nuevo nivel del infierno cuando ella había comenzado a
golpearse encima de la cama, dejando manchas de sangre en las
sábanas.
— Ayúdame a entender, — dijo Lucien, paseando en el otro
lado de la habitación. — ¿Tú la has tocado antes? Y luego, después de
que ella sanara, la tocaste de nuevo, voluntariamente, ¿a sabiendas
de que esto pasaría? ¿Qué su vida se arruinaría para siempre? —

Enfermedad río dentro de su cabeza. Nada más que un perro


rabioso, ¿recuerdas? Su tiempo está llegando.

Pero la culpa hundió a Torin más y más abajo en el pozo de la


desesperación.

— Ella no es portadora. Ella sufre, y se cura. Pero ella no es


portadora. —

— Torin…

— Te amo, hombre, pero mi relación con Keeley no es tu


problema. —

— Lo es, — Lucien insistió. –Te conozco. Te he conocido


durante siglos. He visto este espiral. Cada vez que has tocado a
alguien has tenido que ver como ellos y otros mueren. —

— ¡Ella no va a morir!— Él dio un puñetazo en el colchón.


Rebotó y Keeley gimió. — Lo siento, princesa. — Él pasó una mano
enguantada por su cabello, con cuidado de no engancharse en los
enredos. — Lo siento mucho. —

Sus párpados se abrieron, revelando ojos sin brillo y febriles,


con la mirada perdida. — ¿Cuándo van a crecer de nuevo? Necesito
que vuelvan a crecer de nuevo. —

— ¿Qué, princesa?, ¿Qué necesitas que vuelva a crecer? —

Le molestaba, verla así. En el pasado, ella se había negado a


dormir en su presencia, ya que la habría hecho vulnerable. ¿Ahora?
Ella era tan vulnerable como un bebé recién nacido.

Por mi culpa. Él nunca se lo perdonaría.

— Mis manos. Necesito mis manos. — Lágrimas en cascada por


sus mejillas.

La Hice llorar.

— Tienes tus manos, princesa. Lo Prometo—


— Tienen que quitar mis pies después. Tengo que escapar de
los grilletes. Mis manos. — Ella terminó, acurrucándose en su lado y
sollozando.

Su mirada se alzó a Lucien, pero rápidamente desvió la mirada;


no quería ver el reflejo de horror en los ojos de su amigo. Keeley
había sido confinada dentro de esa prisión y había encontrado de
alguna manera la fuerza para romper sus manos, y luego sus pies,
para liberarse. Pero aun así había sido atrapada.

Su corazón había vuelto a crecer y lloró dentro de su pecho.


Enfermedad se revolvió en su estómago. Tenía que dejarla ir, ¿no es
así? No permanecer más con ella,…‖protegerla‖... Basta de jugar con
la tentación… de jugar con ella.

Hay vidas en juego, sí. Cameo. Viola. Baden. Todas las


personas que realmente ama. Pero en la otra cara de la moneda, la
vida de Keeley estaba en juego. Si tuviera que voltear la moneda, ella
ganaría. No hay duda. No hay probabilidades de un cincuenta…
cincuenta.

Fue una gran revelación, pero una que no podía permitirse


sondear demasiado profundo. ¿O por qué incluso la idea de perderla
le hizo sentir como si estuviera hundiéndose más profundamente en
un océano de ácido y lo único que le espera en el fondo es la muerte?
¿Porque honestamente?

Sus sentimientos no importaban. Tenía que hacer lo que era


mejor para ella. Por una vez.

Su pasado estaba lleno de dolor y pesar. Él no podía llenar su


futuro con lo mismo.

Se apretó contra el frío de la pared, sus rodillas amenazando


con doblarse. Con su mirada en llamas, se centró en Lucien.

— Vete a casa. Llámame todos los días. Yo te haré saber


cuándo ella este bien. Entonces... la dejaré aquí. — Había más que
comprobado que no podía confiarse alrededor de ella. Ella lo miró y la
quería. Ella pidió por su toque... su beso... y él se lo dio. Demonios,
ni siquiera tenía que pedirlo. Si ella se acercaba, él iba a alargar la
mano hacia ella. Se olvidaría de las consecuencias. O estas dejaron
de importar. O las dos cosas. Era egoísta de su parte, y era cruel.

No más.
Él sería frío, y seria metódico. Pero iba a terminar las cosas. —
Me aseguraré de que ella no me sigua. — Siempre hubo una cuenta
hacia atrás para su relación con Keeley. Y finalmente, había llegado a
cero. Él sólo tenía que lidiar con ello.

Lucien frunció el ceño. — La necesitamos. Cameo…. —

— ¡No me importa!, — Gruñó. Él había cometido el error de


explicarle el alcance del poder de Keeley, y su amigo estaba
empeñado en usarla. — Encontraremos otra manera. —

Silencio.

Torin se deslizó por la pared. Nunca más presenciaría sus


cambios de colores. Nunca más la vería transformarse de dulce Hada
a Barbie candente. Nunca más hablaría con ella o reiría con ella.
Nunca más la abrazaría.

Quiero abrazarla.

¿Qué tal si se encontraran con la estrella de la mañana el


mismo día en que ella sane? ¿Qué tal si no pudieran encontrarla?
¿Qué tal si la encontraran dentro de veinte años? ¿Qué tal si pudiera
encontrarla por su cuenta y luego regresar a ella como un hombre
sano?

No más se acabó. Su relación tenía que terminar. Hoy.

Miró esta decisión desde todos los ángulos, y no encontró


defectos. Su vida era más importante que su felicidad, y eso es todo
lo que había. Un día ella podría incluso darle las gracias por esto.

— Torin, — dijo Lucien, su gentileza mucho más de la que Torin


merecía.

Él levantó la mano. — No. Sólo... llama. Te veré cuando ella


haya sanado. —

Al principio, Lucien no reacciono. Luego, asintió a


regañadientes. — Hasta entonces. —

***

Keeley percibió la tensión en la habitación antes de que abriera


los ojos. Se sacudió en posición vertical, lista para la batalla. El hecho
de que nadie se cernía sobre ella, a punto de atacarla, la asombró.
Por costumbre, ella comprobó sus brazos y piernas para asegurarse
de que nadie la hubiera amordazado mientras dormía.

¿Dónde estoy? ¿Qué está pasando?

¡Torin!. Él Había acercado una silla al lado de la cama. Su pelo


rubio casi blanco sobresalía en picos, como si hubiera pasado sus
dedos a través de las hebras una y otra vez. Las severas líneas
ramificadas de sus ojos duros como el granito, mirándola fijamente.
Lleva una camiseta que decía — Ella es perfecta para ti. A por ella—
Decía el alcohol… y un nuevo par de pantalones de cuero negro.

Él encontró su mirada y lanzó un largo suspiro de… ¿alivio? El


Color volvió a su tez pálida, y un peso parecía levantarse de sus
hombros. Se enderezó. Comenzó a acercarse a ella, pero se contuvo.
— Has sobrevivido, — dijo con una brusquedad que ella nunca había
oído en él. — Una vez más. — ¿Lo hice? Sí. Así es. Ella había estado
terriblemente, terriblemente enferma. — No estoy seguro de cómo, —
añadió.

Su inmenso poder era un factor, por supuesto, pero tenía que


haber algo más que eso. Como... él. Torin. Las Corrientes de fuerzas
habían pulsado a lo largo del enlace, y ellas las habían impulsado.

Dile.

Todavía no.

Se quitó los guantes y los colgó a través de sus muslos. En sus


dos manos tenia anillos. Casi en cada dedo tenía uno, de hecho. La
mayoría eran bandas de plata. Unos pocos con grandes piedras
azules. Incluso llevaba tres collares diferentes, cada uno con un dije
diferente.

— ¿Por qué tan enjoyado?, — Preguntó.

— Lucien ha traído mis cosas. — Entonces, Este era el


verdadero Torin, Me gusta. Mucho.

Deliciosos Escalofríos la atravesaron.

— Así que... ¿qué te tiene tan molesto? —

— Estuviste enferma durante ocho días. Tu corazón se detuvo


dos veces. Te realicé RCP (reanimación cardiopulmonar). — Su risa
sonó amarga y vacía al salir. — Me estoy volviendo bueno en eso.
Sólo se rompió una de tus costillas. —
Sujeto peligroso. Proceder con cautela.

— Bueno, como puedes ver, estoy bien. —

— Eso es bueno. — Puso su atención en la ventana justo detrás


de la cama.

— Nuestra relación siempre ha sido acerca opciones, Keeley.


Luchar o perdonar. Tocar o no tocar. Permanecer juntos, con el riesgo
de todo, o se separarse. Nuestra relación siempre será acerca de las
opciones. —

— YO…—

— No he terminado. —

Aunque su corazón latía con fuerza, ella permaneció en


silencio.

— No es justo para ti, — dijo. — No deberías tener que


hipotecar tu salud para estar conmigo... Es

Por eso que estoy terminando nuestra relación. —

Él Quería... ¿apartarse de ella? — No. — Ella negó con la


cabeza.

— Está pasando así estés a de acuerdo o no. Su Majestad. —

Tan serio, tan frío. Como si su futura felicidad no estuviera en


juego. Tal vez la de él no. Pero la suya lo estaba.

— No hagas esto, Torin, — dijo ella.

— Como te dije, está sucediendo. Con efecto inmediato, —


anunció, sus nudillos blancos en el borde de la silla. — Tú no sabes la
tortura que fue estar tanto tiempo sin la cosa que más ansiaba... y
cuando por fin lo conseguí, tuve que ver a la persona que me importa
sufrir a causa de ello—.Él se preocupa por mí. ¡Él se preocupa! —
Hemos terminado, — dijo. — Tenemos que terminar. —

— ¿Tu solo vas a renunciar? ¿Arrojarme lejos como si yo no


fuera más importante que basura? ¿Después de todo lo que hemos
compartido? —

— Tú no eres basura, — gritó, y ella sabía que lo había


ofendido. — Tú eres... — La mirada que le dio, la sostuvo con una
posesión, un salvajismo, que nunca antes había mostrado. Pero él
negó con la cabeza y sus facciones fueron borradas. — Esto es lo
mejor. —

— ¿Mejor para quién? No para mí. —

— Definitivamente para ti. — Entonces, — Voy a encontrar a


mis amigos sin ti. Rescatar el espíritu de Baden sin ti. Localizar la
caja sin ti, — añadió, como si necesitara la aclaración. — No Te
deberé ningún favor. —

— ¿Qué pasa con la estrella de la mañana? — Él no puede


hacer esto. Yo no lo puedo dejar.

— Si cuando la tenga, bueno... — Agitó su brazo a través del


aire, un gesto de impaciencia. Bueno, ¿qué? — Hasta entonces, me
pondrás en tu caja de tiempo fuera, — dijo. — Consideremos que es
un regalo de despedida. —

¿Olvidarlo? ¿Tal vez para siempre? Él no podía... No había


manera... ¿cómo podría?...

¡Estúpido!

Él se preocupaba más por ella, se dio cuenta. Su bienestar le


importaba más que la búsqueda de sus amigos y la caja. Cálidos
rayos de sol envolvieron su alma, y en momentos incluso se
transmitieron a través de las ventanas de la sala. La razón por la que
se había quitado los guantes de pronto se hizo evidente. No podía
confiar en sí mismo con ella. Él pensaba que, sin la barrera de cuero
en su lugar, él no sería víctima de la tentación y no pondría sus
manos sobre ella.

— ¿Entiendes?, — Exigió.

No se puede bailar. No se puede cantar. — Sí, — dijo ella,


incapaz de detener su sonrisa. — Lo hago. —

Recordándole a un oso cuya jaula había sido sacudida, le


espetó: — ¿Estás seguro?. —

— Totalmente. —

— No te ves como tú. —

— ¿Cómo me veo?. —
— El cielo, — dijo y frunció el ceño. — Infierno. No importa. —
Sacó un teléfono del bolsillo y marcó un número. — Estoy listo. —

Lucien apareció unos segundos más tarde. Torin se levantó, se


acercó a su amigo.

— Márchense, muchachos. — Ella hizo un gesto de disparar. —


Me reuniré con ustedes en breve. —

Torin se volvió hacia ella. — Dijiste que entendías que


estábamos despidiéndonos. —

— Eso no es lo que dije, ni lo que he entendido. —

— Entonces, ¿qué?. —

Eres mío y yo soy tuya. Vamos a estar juntos. Lo había hecho.


Había ganado su corazón, justo como lo pretendía. No totalmente,
todavía no, pero casi. Por ahora, eso era lo suficientemente bueno.

— Te lo diré más tarde, — dijo con una mirada afilada a Lucien.


— Cuando estemos solos. —

— Keeley, — Torin fue firme.

— Encanto, — cantó. — Confía en mí. No quieres que yo revele


mis pensamientos a tu amigo. —

Tal vez no te guste escucharlo ni a ti mismo. Yo soy importante


para ti. Irremplazable. Necesaria.

Lucien se río. — Me recuerdas a Anya—

Lanzó sus piernas sobre el lado de la cama. Torin la había


vestido con una andrajosa camiseta que decía — Sólo Una de estas
declaraciones es verdadera Gedeón nunca miente— … El dobladillo le
llegó a la mitad del muslo por lo menos.

— Tú Nunca me dijiste. ¿Quién es Anya? —

— Mi... — Sus ojos desiguales se arrugaron en las esquinas. —


No estoy seguro de cómo explicar mi relación con ella. Ella es mi
chica. Mi ángel. —

— Ella es un ángel. — Torin miró Keeley. — Hasta que la


comparas con alguien que conozco. —
Keeley arregló su el pelo. — los cumplidos te llevarán donde
quieras. —

Sus ojos entornados miraron lejos. — Anya es una loca que ha


pasado toda su relación con Lucien planificando una boda que nunca
va a pasar. Ella es su prometida no prometida. Pero no es importante.
Tú no la conocerás. Tú te quedas aquí. —

Ella le lanzó un beso. — Hasta pronto. —

— Hasta nunca. —

— Así que... ¿Cinco minutos? ¿O prefieres diez? —

— Nunca. — Él estaba frunciendo el ceño cuando se destello


lejos con Lucien. ¡Que increíble día!

Ella se precipitó al cuarto de baño, se cepilló los dientes y el


pelo, luego estudió la camiseta y los pantalones de chándal limpios
que Torin le había dejado. No esta vez.

Ella se destello a su cueva y descubrió que Hades


efectivamente había regresado sus trajes. Keeley selecciono uno con
mangas cota de malla con un corsé compuesto de cuero laminado y
crines de caballo, ajustado en su cintura. Pantalones de cuero negros
abrazaron sus piernas, un tren de larga duración quemaba en sus
caderas y fluía todo el camino hasta el suelo.

Ella trenzó la parte superior de su cabello, permitiendo que el


resto callera en ondas de oro antes de ponerse su corona de acero
con púas y los diamantes en su lugar. Cabeza alta, ella destello a
Torin — y se encontró dentro de una fortaleza.

Las paredes del vestíbulo eran de mármol blanco brillante


interrumpidas por pequeños ríos de oro. Colgando habían hermosos
candelabros entremezclados con retratos de…seguramente…los
Señores y sus mujeres. Candelabros brillantes sobrevolaban la zona,
y el piso de ónix negro salpicado con motas de diamante brillo a
continuación. Era un exquisito espacio. Del tipo que siempre había
querido para ella misma. Opulento, pero hogareño. Lujoso, pero
acogedor. Torin estaba junto a Lucien, frunciendo el ceño a un retrato
de un soldado vestido de negro, con su brazo cubierto en torno a una
mujer que llevaba un vestido de terciopelo fino y encaje, un tocado
de plumas que enmarca su delicada cara. No tan bonita como la mía.

— Hola, Torin, — dijo Keeley.


Él le dio una mirada deslumbrado, luego pasó su mirada sobre
ella una vez, dos veces, tres veces, sus pupilas ampliándose más y
más... su atención persistente en todos los lugares correctos.

Ella giró lentamente, dejando que viera todo de ella desde


todos los ángulos.

— Tú me mostraste el verdadero tú. Ahora te estoy mostrando


la verdadera yo. —

— Tú eres... No hay palabras.... — Él se acercó más, pero su


amigo Lucien puso una mano en su hombro, deteniéndolo. Keeley se
tragó su irritación.

— No te atreves a tratar de echarme. Me voy a quedar, — dijo.


— Fin de la historia. —

***

Torin había pretendido estudiar el retrato de Kane y Josefina


mientras rugidos de negación amenazaron con liberarse…
simplemente había abandonado a Keeley, pronto no podría ser incluso
recordado por ella. Tengo que superarlo. Yo soy un hombre, no un
bebé sin un chupete.

Cuando Keeley se había destellado a su lado, él había olido el


aroma de bayas sumergidas en miel antes de que se volviera hacia
ella... y experimentara un golpe de lujuria tan fuerte que le
sorprendió permanecer de pie. Mírala. Tan condenadamente hermosa
en su vestido.

Enfermedad dio un gruñido gutural, recordándole a Torin sus


crímenes.

— Tienes que salir, Keeley. Lo digo en serio. —

— Lo que significa que no cambia nada, — dijo.

— Si te quedas, no te voy a dar nada más que dolor y pena. —

— No seas tan melodramático. Ya me has traído más que dolor


y pena

.—

— ¿Te refieres a el cólera? ¿La viruela? —


Su mirada se dirigió a Lucien por una fracción de segundo, y
ella levantó la barbilla. — El placer. — Otro golpe de lujuria. Él le
había dado placer, la había saciando de una manera que nunca había
saciado a otra. Ella no había dejado su cama decepcionada.

— Es cierto. — Se quejó.

Como si no estuvieran discutiendo la vida y la muerte de su


relación, ella hizo un gesto a un retrato de dos personas que él no
reconoció. Un hombre de pelo oscuro y una mujer con una mata corta
de pelo tan negro que parecía ser azul.

— Esos son Atlas y Nike. Lo conocí cuando él era una…puta


furiosa…. Nunca la conocí a ella, pero de acuerdo a mis espías, ella es
más mala que... ¿Qué es la cosa más mala en el mundo?. —

— ¿Tú? — Dijo Torin amablemente.

Ella asintió con la cabeza. — Más mala que yo. —

Suspiró. Había esperado que su comentario la hiciera enojar,


para que ella llevara su tempestad fuera. Ella realmente se iba a
quedar, a pesar de su advertencia. No debería haber acogido la fuerte
ola de alivio que lo recorrió.

— Atlas y Nike nos encontraron hace unas semanas, — dijo


Lucien. — Anya conocía a Nike, y los dos han estado aquí. De ahí la
razón por la que tuve que esconder un cadáver de nuevo hoy. —

Lo había Echado mucho de menos.

La risa retumbó desde la cocina, y el corazón de Torin se apretó


en su pecho. Música derivada de la sala de estar, acompañada por el
golpeteo de pequeños pies corriendo hacia abajo.

— Entrando, — dijo Lucien. Los pasos aumentaron su volumen


y velocidad, y muy pronto un niño y una niña aparecieron a la vista.
Se detuvieron y lo miraron.

— ¿Alguien trajo niños pequeños a la fortaleza?, — Preguntó


Torin.

— Yo no soy un niño. — Espeto el chico.

— Claro, claro. — Torin levantó las palmas de las manos en un


gesto de rendición.
— ¿Te acuerdas de Urban y Ever?, estoy seguro, — dijo Lucien.
— Ellos han, uh, crecido. —

De ninguna manera. Simplemente no hay manera. — Sólo he


estado fuera un par de meses. — Cuando él se fue, Urban y Ever
había sido unos bebés.

— Maddox y Ashlyn cometieron el error de pedirle a Anya que


los cuidara, — dijo Lucien. — Mi Querida mujer coloco a los niños en
la Jaula de Coacción y les ordenó crecer un poco. —

— Amigo. — Cualquier persona atrapada en la jaula tenía que


obedecer a su dueño, no importa lo que se le ordene. Anya era la
dueña actual.

— ¿Qué tan mala fue la crisis de Maddox?. —

— — ¿Él? No está mal. Ashlyn, por otro lado.... — Lucien se


estremeció. Urban tenía el mismo pelo negro y graves ojos violetas
que Torin recordaba. Ever ha tenido siempre el mismo pelo rizado
rubio miel y parpadeantes ojos marrones. Y aunque los dos se veían
como niños normales, vestidos con camisetas manchadas de suciedad
y pantalones cortos, ellos emanaban una energía natural que
pinchaba en la piel de Torin.

— Hola, — dijo. — Yo soy tu tío Torin. —

— No. — Urban cruzó los brazos sobre su pecho. — Tú eres un


intruso. —

Ouch.

— Esa es una palabra grande para un niño tan pequeño, — dijo


Keeley, y su tono era puro goo— goo. ga— ga — Eres tan lindo, me
voy a permitir que me llames tía Reina Doctora Keeley. Puedes
expresa tus agradecimientos. —

— ¿Doctora? — le preguntó Torin.

— Tengo un doctorado en etiqueta, el sarcasmo y formas


divertidas para cometer asesinato. —

Hielo de verdad se cristalizaba sobre la piel de Urban mientras


miraba de Torin a Keeley, luego de vuelta otra vez.

— No te estoy pidiendo nada, señora. No me agradas. — Púas


de fuego ardieron sobre Ever.
— Sí. Son extraños y los extraños son el enemigo. Tenemos
que dañar al enemigo. —

— Niños, — una voz amonestándolos. — ¿A quién están


retando esta vez? — — Maddox, guardián de Violencia, descendió la
escalera, con una expresión tan suave como malditas nubes. Luego
su mirada se posó en Torin, y se detuvo abruptamente.

— ¿Torin? — Él asintió con la cabeza, su pecho se contrajo.

— El único. —

— Pero, paaapáaa. — Ever hizo un puchero, una habilidad con


la que debió haber nacido…demasiada experta para alguien tan joven.
— Nunca conseguimos hacer daño a nadie, y William prometió que
tendríamos la oportunidad de hacer un daño grave muy pronto,
siempre y cuando no le dijéramos mamá. Bueno, es finalmente muy
pronto y no le hemos dicho a mamá. De verdad. —

Maddox empujó un suspiro cansado y murmuró: — Voy a


desollar a William vivo. —

— ¡Torin!. — Una voz familiar llamo.

— ¡Estas aquí!— pasos golpearon, y luego Anya, diosa menor


de la anarquía, venía volando alrededor de la esquina, prácticamente
saltando sobre los niños... sólo patinando al final, cuando su mirada
se posó en Keeley. Ella parecía ahogarse con su propia lengua
mientras retrocedía.

— ¡La Reina Roja! No, no, no. ¡Lucien! Tú dijiste, y cito, Torin
está fumando con una rubia. ¿Por qué no mencionar el hecho de que
ella es mi enemiga jurada?. —

— ¿Quién, yo. — Keeley se golpeó el pecho. Es evidente que


era otra víctima de la caja de tiempo fuera.

— Como si pudieras olvidar. Mi amiga te llamo Pitufina, — dijo


Anya, anclando sus manos sobre sus caderas. — La obligaste a
arrodillarse delante de ti y cortar su propia carne. Ah, y llamarse a sí
misma María la sangrienta. —

— Bueno, entonces, ella consiguió ligereza, — dijo Keeley, la


barbilla alta. — voy a escuchar tus gracias. —
— Luego de unos años más tarde obligaste a Zeus a darte todo
el interior de la hacienda real. Un impuesto, Dijiste, debido a que no
habías matado a todos los que él amaba, sólo la mitad de ellos. —

— De eso, me acuerdo. Acababa de atacar a mi novio. —

— Sí, ¡el Rey de las tinieblas!—

Maddox se colocó delante de los niños, actuando como su


escudo.

— Así que ella es realmente el enemigo. — Preguntó Ever


emocionada.

— Sí, — Anya gritó al mismo tiempo que Torin espetó: — ¡No!


— Anya continuó: — Tenemos que sacar a los niños de la fortaleza
antes de que ella se coma sus corazones para la cena y su médula
espinal para el ¡postre!. —

— ¡Hey!. — Keeley le frunció el ceño. — Sólo ocho veces me he


comido los órganos que he quitado, y era sólo para demostrar un
punto. —

Torin se pellizcó el puente de la nariz.

— ¡Nadie pone en peligro mis órganos!. — Ever estiró una


mano, una bola de fuego formándose justo encima de su palma. La
niña tiró las llamas con todas sus fuerzas. Torin se puso delante de
Keeley. Nadie, ni siquiera un niño, tiene permitido hacer daño a mi
mujer. Su princesa simplemente llegó a su alrededor y le arrebató la
cosa antes de que pudiera siquiera chamuscarlo.

No es mi mujer. No puedo pensar así.

— ¿Un juego de trucos? Claro. Estoy dispuesta. — Keeley dio


un paso al lado de él y arrojó las llamas crepitantes de vuelta a la
niña, que la cogió con una expresión de estupefacción.

Urban extendió su mano, una bola de hielo apareció


formándose justo por encima de su palma. Él la lanzo, y Keeley la
atrapo con la misma facilidad que antes. Sólo, que esta se derritió en
su agarre antes de que pudiera devolverla.

— Oops. Mi culpa. Estoy en verano Hoy, no en invierno. —

— Quién, — Maddox comenzó oscuramente, — es la Reina Roja



— Soy yo. — Keeley ejecuto una reverencia impecable. — Lo
sé, lo sé. Estás honrado de ser mi conocido, y casi no puedes
contener tu emoción, pero haz lo mejor para mantener la calma.
Encuentro los episodios de adoración servil embarazosos para …
otro….

Maddox parpadeó.

Torin trató de no sonreír.

Más pasos resonaron. Entonces el pelo oro de Ashlyn, el azul


de Gideon y una Scarlet notablemente embarazada corrieron
alrededor de una esquina. A partir de diferentes áreas de la casa,
otros vinieron corriendo, también. El silencioso Amón y la amorosa
Haidee. El oscuro Reyes y su bomba rubia, Danika. Un Decidido Sabin
y su valiente Gwen. Un hinchado Strider y su terror pelirrojo, Kaia. El
recién tatuado Aeron, y su encantadora esposa, Olivia, y su hija
adoptada un poco adulta, Legión.

La última vez que Torin había visto a Legión…un antiguo


demonio convertido en una chica de verdad, a lo Pinocho— ; había
sido una ruina, que acababa de ser rescatada de su cautiverio y
tortura.

El tiempo que había estado lejos debe haber sido bueno para
ella. El rosa había vuelto a sus mejillas y el brillo a sus ojos oscuros.
Lucien se trasladó al lado de Anya, le dirigió unas palabras en voz
baja. Mientras lo hacía, París y Sienna se materializaron. A La reunión
sólo le faltaba Kane, Cameo y Viola.

Diferentes emociones llegaron a Torin. Jubilo, confusión,


sorpresa, y por supuesto, la inquietud de Anya. Esa inquietud
comenzó a molestarlo. Keeley debería haber sido bien recibida, no
importa qué, la forma en que había dado la bienvenida a cada otra
nueva adición a la familia.

— Es bueno tenerte de vuelta, amigo mio, — dijo Sabin, el


guardián del demonio de Dudas.

— ¿Quién es la chica?, — Preguntó Strider, el guardián de


derrota. — Ella es …humph— — Kaia le dio un codazo en el
estómago.

Aunque miles de cosas habían cambiado en el corto tiempo de


separación, esto no, eso relajo a
Torin. Deseaba tanto cerrar la distancia y abrazar a cada uno
de sus amigos. Pero ni uno solo de ellos le darían la bienvenida a su
contacto, aunque sea protegido. Keeley era la única persona que
había estado alguna vez dispuesta a arriesgarlo todo por su bien.

Extendió y aplanó su mano enguantada en su espalda, no


podía detenerse. Una demostración de apoyo, agradecimiento, y sí,
de deseo. Ella le lanzó una mirada confusa. Se encogió de hombros.
No sabía qué decir.

— ¿Qué está pasando? — Aeron exigió. — ¿Qué es eso de una


Reina Roja?. —

— ¡vamos, patada giratoria en la cara!— Anya elevó la voz. — a


ver a alguien más que lo haga. ¿Cualquier persona? ¿Cualquiera?. —

— ¡Basta! O no seré responsable de mis acciones. — Aunque


Keeley se mantuvo neutral, incluso con una expresión aburrida, una
suave lluvia comenzó a golpear contra las ventanas. Había sido
lastimada.

— Ella tiene un nombre, y lo van a usar. va a ser tratada con


respeto en todo momento. El que la ofenda contestará ante mí, y lo
prometo, las preguntas harán daño. —

— Bueno, ya me cae bien, — dijo Kaia. — Cualquiera que haga


a Anya hacerse pis en sus pantalones del miedo tiene que ser
¡increíble!. —

— ¡No me he hecho pis!. — Anya hizo una pausa y añadió con


tristeza, — Más que un poco. —

— Torin, — dijo Lucien, en tono cortante — Si Keeley ha hecho


las cosas que Anya ha mencionado…

— Oh, lo hice, — Keeley intervino, impenitente. — Aquello, y


más. Y peor…. —

— Entonces ella no puede quedarse aquí. Los niños.... —

— Por Favor. ¿De verdad crees que yo quiero permanecer en un


cuchitril? — Keeley se acercó a la ventana más cercana y se asomó.
— Pregúntame si alguna vez he oído nada tan ridículo. — Le dolía el
corazón por ella. Tan defensiva. Rechazada por sus padres.
Rechazada por Hades por un barril de whisky. Ella ansiaba
aceptación. Y Torin la tenía. Probablemente era mejor que le hubiera
gustado.
A causa de Enfermedad, él había sido dejado para cada batalla,
cada celebración. Él era una parte de las vidas de sus amigos, pero
era una parte a un lado, para ser considerado, pero nunca
manipulado, si eso tiene sentido.

La rabia se encendió. — Voy a donde ella va. No hay


excepciones. —

Su grito resonó en el repentino silencio de la habitación. Hace


menos de una hora, que había tratado de deshacerse de ella; Pero allí
estaba, comprometiéndose a permanecer a su lado. Ella podría
preguntarle por su razonamiento, y él no tenía una verdadera
respuesta para ella.

Sabin y Lucien compartieron una larga comunicación, en


silencio, antes de dar un paso adelante.

— Quédate, — dijo Sabin con un movimiento de cabeza.

— Acabamos de recuperarte, — dijo Aeron. — No podemos


perderte ahora. —

— Entonces nadie amenaza a Keeley. — Torin cubrió a Anya con


una mirada. — Lo digo en serio. —

— Bien, — la diosa resopló. — Me aseguraré de que nunca


escuches lo que tengo que decir. — ¿Oh enserio?

— Es posible que hayas sido testigo de los estribos de la Reina


Roja en acción, pero ¿Lucien te dijo que ella es capaz de mucho más?
Ella puede encontrar a Cameo y Viola. Ella puede traer a Baden a
casa. — Hizo una pausa, asegurándose de que tenía toda la atención
de todos. — Ella puede encontrar la caja de Pandora. — También la
Estrella de la mañana. Pero una vez más, mantuvo ese pedacito de
noticia para sí mismo. Él pensaba hacer un poco de investigación
primero. — Sin embargo, no voy a pedirle que haga ninguna de esas
cosas si se le dice una palabra poco amable. En mi presencia o no. —
Se hizo el silencio, asombro casi palpable.

¡Boom! Toda la base de la fortaleza se sacudió. El polvo cayó


de las vigas.

¡Boom! ¡Boom!

Se centró en Keeley. ¿Cuestiones de mal genio? Pero ella no le


estaba mirando a él ni a sus amigos… cero atención, sólo estaba
mirando fuera.
— ¿Qué está pasando?. — Ashlyn preguntó con un temblor. Ella
aseguró a su hija en su cadera y tiró de su hijo a su lado.

Keeley llevó su mano a la ventana y dijo: — Creo que...


estamos bajo ataque. —
Capítulo 18

Chispas de ira arrasaron en el pecho de Keely. Ser la Reina


Roja tenía solo una desventaja.

Enemigos. Había hecho enemigos donde sea que ella hubiera


ido, y a menudo, y como los Minions(Servidor Entregado), la seguían.

¿Los rivales del día? Los Tácitos.

Ellos amenazaban su nueva vida. Tenían que morir. La lluvia se


detuvo y sonó un trueno tan fuerte como una bomba. Ella envió
ondas de su poder alrededor de los Tácitos, lista para transpórtalos
lejos… y seguir con una motosierra… solo para darse cuenta que se
habían cubierto a sí mismos con azufre.

Las ondas de poder se desvanecieron en la nada. ¿Quién se los


había dicho? No era difícil de adivinar. Los tres locos poseídos por
demonios. Se encargarían de ellos. Más tarde.

Tiempo de idear un plan para pulverizar a los Tácitos. No


podría destruir aquellas bestias de la forma que ella quería –
haciéndolos explotar. Y no solo por el azufre. Habría otras víctimas.
Probablemente muchas de ellas. Todos los amigos de Torin,
explotarían también, y la fortaleza colapsaría. Por supuesto, ella
podría trazar a todos lejos antes del gran evento, salvándolos a todos
a la vez – excepto por Torin. Pero Lucien podría encargarse de él.
Como sea, eso aún dejaba un problema: La fortaleza. — No la
destruyas— Había dicho Torin. Incluso se lo había pedido como un
favor. Ahora ella entendía porque. Si ella destruía la Fortaleza, sus
amigos nunca la aceptarían. Ella quería gustarles.

¡Boom!

La Fortaleza tembló, el polvo cubrió el aire. Los Tácitos habían


destruido la puerta de hierro que rodeaba la fortaleza, y, a su vez,
eliminado algunas de las trampas explosivas alrededor del perímetro
de las que Galen les había advertido.

— ¿Porqué no solo se trazan dentro? –Preguntó. Ya habían


perdido el elemento sorpresa.

— No son mis mayores fans –Dijo la mujer llamada Sienna—


Tomé algunas medidas contra ellos.
Asi que, esta era la nueva reina de los Titanes. Quien había
usurpado el lugar de Cronos.

No es la descomunal mujer— bestia que esperaba.

— ¿Los Tácitos son extraños, papi? –Preguntó Ever dulce como


un caramelo.

— Sí, corazón.

— ¿Entonces puedo hacerles daño?

— Sí. –Dijo el guerrero, su tono tan duro como el acero. –


Puedes hacerles mucho daño.

— ¡Oh, genial! –Sonrió y abrazó a su hermano.

La expresión de Urban permaneció estoica incluso cuando le


devolvió el abrazo.

— En realidad, no. –Anunció Keeley. –Ella no puede. — Ella


enfrentó a los guerreros cuando una de las vigas del centro se
agrieto.

— Lo siento gran y poderosa majestad de lo que sea, pero no


tienes voto en esto. Los chicos grandes vamos a encargarnos–Dijo el
llamado Strider – Vamos a hacer las cosas a nuestra manera. La
manera correcta.

— Está es la manera correcta y es la mejor. –Ella destello a los


niños, las mujeres y a Strider a un lejano lugar. El resto de los
guerreros entro en pánico.

— ¿Qué fue lo que hiciste con ellos? –El padre de los gemelos
rugió. — ¿Dónde están?

— A salvo. –Dijo Keeley. — Culpa a la chica nueva. Pero ok,


está bien, tu suposición es correcta. ¡Y deberías estar agradecido!
Están a salvo. Los traeré de vuelta luego de la batalla. –Dijo
frotándose las manos. — entonces. Vamos a empezar, ¿de acuerdo?

¡Boom!

— Torin. –Uno de cabello oscuro exigió.

— Están bien. –Dijo Torin. — Tienes mi palabra. Ellos están a


salvo, y serán devueltos.
El confía en mí. Más de esos deliciosos rayos de sol vinieron a
ella. Miró el reloj en su muñeca que no estaba usando y dijo: — Los
Tácitos pronto partirán los muros.

Los transportó dentro del bunker con arsenal del cual sus
espías le habían informado. Armas. Rifles. Granadas. Lanzallamas.
Espadas.

— Hagan su elección, niños, con mis buenos deseos.

— Puedo transportarte a tu habitación, Torin. –Dijo Lucien— No


dejaremos que las criaturas se te acerquen ¿Perdona? ¿Esperaban
que el feroz y poderoso Torin se quedara en el banco de suplentes?
¿Dejar en el banco a su mejor jugador? ¿Querían perder acaso?

— Él no está pasando por dolores de menstruación, así que


deja de tratarlo de esa manera. — Dijo. Luego, para Torin, ordenó. —
Ni pienses en un descanso. Escoge un arma.

Después de un momento de vacilación él respondió: — Señora,


si señora. Eligió dos espadas y un rifle poniéndose la capucha sobre
su rostro.

— Y no, no creo que estés llevando — los pantalones. —


Cualquier pantalón que uses automáticamente se convierte en
pantalones de chica (ella no es la que lleva los pantalones‖ de la
relación). Y ahí va parte de mi corazón…

— ¿Por qué no puedes transportar a los tácitos lejos? –Le


preguntó Lucien. — Como hiciste con las mujeres y los niños.

Torin podría… No, seguramente él no pudo… pero si él había


contado sobre el azufre, eso iba a doler. Eligiendo su seguridad sobre
la mía. Pero entonces, ella no dijo una palabra.

— Tengo mis razones.

Una ceñuda Sienna se materializó detrás de Paris. — Todos


están en la playa. –Dijo. Miró a Keeley. — No hagas eso otra vez.

No ruedes los ojos.

— ¿O qué? ¿Me harás arrepentirme de ello? Por favor. No


puedes hacer nada. Tienes una hemorragia de poder, cariño, y hace
un buen tiempo al parecer. –Probablemente era la razón de que ella
no pudiese transportar a los tácitos lejos. — No trates de negarlo.
Puedo sentir el poder filtrarse fuera de ti.
El tono aceitunado de la piel de Sienna se volvió un blanco tiza
enfermizo.

— ¿De qué está hablando, bebe? – Preguntó Paris. — está


abandonando el barco. –Continuó Keeley. — Y yo sé porque. No es
tuyo. Es de Cronos. Lo que significa que no está unido a ti. Vas a
tener que arreglarlo si esperas sobrevivir.

— ¿Es eso una amenaza? –Paris apuntó una semiautomática al


pecho de Keeley. — Porque no reacciono bien ante las amenazas a mi
chica.

Torin se interpuso frente a Keeley y apartó el arma a un lado.

— No hay tiempo para esto. Y no debería proferir otra


advertencia pero lo haré. No amenaces a mi chica o voy a poner una
bala en tu cabeza.

Soy suya. Soy de Torin.

— Y mientras te recuperas –dijo Keeley— vamos a afeitar todo


tu cabello.

Paris retrocedió horrorizado y acarició su cabello multicolor.


Sintiéndose magnánima, Keeley agregó:— Voy a permitir que
preguntes sobre tu mujer una vez que los Tácitos estén muertos. Si
te disculpas con Torin por amenazar a su chica.

Yo. Esa soy yo.

— Y si preguntas respetuosamente. –Añadió Torin.

Paris hizo un rígido gesto. — Lo… siento.

Keeley pasó la mano por la espalda de Torin. Él se tensó al


principio pero pronto se relajó ante el gesto. Luego se dio la vuelta
para mirarla intensamente, acaloradamente. — mantente a salvo. –
Ordenó.

¿Por ti? Siempre.

— Lo mismo para ti.

Quiero besarlo. No puedo besarlo. No ahora. Pero después…


espero que valga la pena el riesgo.
Los guerreros corrieron en diferentes direcciones, unos arriba
por las escaleras, otros por debajo de ellas, todos tomando su lugar
en las ventanas y apuntando al enemigo. Demasiado tarde. La puerta
principal se abrió de golpe, pedazos de madera y metal salieron
disparados a través del vestíbulo como misiles, chocando contra
varios blancos vivos.

Una mujer se precipitó en el interior del vestíbulo. Y, oh. Oh,


wow. La palabra — Feo— tenía un nuevo significado. En lugar de una
boca y nariz, ella tenía un pico. Como una rabiosa ave. Llevaba una
camisa de cuero, pero Keeley no estaba segura porque la criatura se
había molestado en ponérsela. La tela encargada de cubrir sus
pechos se desgarró. Sus pezones estaban perforados con diamantes.
Una falda de cuero estaba envuelta alrededor de su cintura y
musculosos muslos.

Los tácitos giraron a la izquierda, luego a la derecha,


estudiando la nueva presencia a su alrededor. Pequeños cuernos
sobresalían desde su espina, un líquido claro manaba de ellos.

¿Veneno? Los guerreros que habían estado en la sala abrieron


fuego contra ella, pero las balas no tuvieron ningún efecto.

Incluso atrapó en su mano una granada disparada en su


dirección, aplastándola hasta detonarla.

El lugar estaba al rojo vivo y los residuos cortantes arruinando


toda la habitación. Keeley transportó a todos los guerreros excepto a
Torin hacia otra parte de la fortaleza, fuera del peligro.

¡Azufre estúpido! ¿Cómo se suponía que iba a mantenerlo


siempre a salvo?

Él cayó sobre el suelo para luego ponerse rápidamente sobre


sus pies relativamente ilesos.

Se escuchaba una fuerte pelea escaleras arriba.


Definitivamente violenta. ¿Debería ella interferir? En un movimiento
rápido, el Tácito femenino tomó uno de sus propios cuernos de la
espalda y lo lanzó en dirección a Keeley. Torin la empujó por el
costado, dejándola fuera del camino. El cuerno pasó volando por
encima de sus hombros.

¡Mi héroe!
Pero la ira de Keeley volvió …y con mayor fuerza. Cara de pico
casi había herido a su hombre.

La fortaleza dejó caer otra capa intensa de polvo ante una


sacudida tan intensa que separó los cimientos de su base.

Como Keeley estaba sumida en su ira, Cara de pico se


transportó frente a ella, agarrándola por los hombros y lanzándola a
través del cuarto. No para matarla, si no para sacarla del camino.

Tomó a Torin por la nuca, sin entender lo que esa acción iba a
costarle, y le dedicó una sonrisa, de veme, mira lo que lo voy a
hacerle al que defiendes.

Sacudida, sacudida. Trueno. Keeley se propulsó sobre sus pies


hacia delante, convocando dos puñales en el camino mientras iba
hacia ella. ¡Voy a destriparla!

— Torin –Dijo ella.

Él dejó que el Tácito absorbiera la mayor parte de su peso para


luego cerrar sus piernas alrededor de su cintura. Ambos cayeron y el
absorbió el impacto incluso mientras intentaba alcanzarla,
rompiéndole una muñeca y liberándose de su agarre. Golpeó con la
palma de su mano el pico de su cara. Con un chillido, ella gateó lejos
de él. La sangre le corría por el rostro. Su victoria no hizo nada para
frenar las emociones de Keeley. Ya estaban comprometidos, su poder
en plena ebullición, desesperado por liberarse.

— Keeley –Torin gritó por encima del ruido.

— Mantenla ocupada –Ordenó, para luego transportarse junto


al cuerno que había lanzado. Mío. Mi premio. Tomándolo se
transportó a una isla remota, una inhabitada isla en el Atlántico Sur.

El poder explotó de ella en una familiar ráfaga, levantándola


sobre sus pies, haciendo temblar la isla entera.

Un volcán estalló, la lava sin tener lugar a donde ir excepto… a


todas partes. Grandes grietas aparecieron en el suelo, una red de
destrucción. Inhaló el humo y tosió. Cuando se calmó, lo peor de su
furia dejada en aquella destrucción, volvió a la fortaleza.

Si algo malo había pasado mientras ella se había ido…

Torin y el tácito femenino no estaban donde los había dejado.


Se transportó escaleras arriba.
Otro demonio captó su atención. Este tenía su pecho cubierto
de cicatrices y sus piernas cubiertas por un color de piel carmín.
Radiaba una oscura amenaza cuando rugió y arremetió contra

Lucien, quien destelló una espada antes de transportarse


detrás de él y mover la espada desde un ángulo diferente. Mientras
tanto, Sabin roció al Tácito con un lanzallamas al igual que Gideon
vaciaba su semi automática en el.

— ¡Mi turno! –Gritó Keeley. Iba a disfrutar esto.

Para su sorpresa, los amigos de Torin se detuvieron a mitad de


su ataque, dándole el espacio que ella necesitaba. Se transportó
sobre los hombros de la criatura y envolvió las piernas alrededor de
su cuello. Cuando el tácito logró agarrarla y lanzarla al suelo –buena
suerte, bastardo— ella tomó el cuerno venenoso que aún conservaba
y lo clavó en uno de sus ojos. El tácito gritó de dolor, sus músculos
agarrotándose. Se dejó caer, aplastándola contra el suelo, inmóvil.

Keeley se arrastró por debajo de él hasta ponerse de pie, y


escupió sobre él.

Termínalo. Arranca su cabeza y su corazón y luego quema las


partes. No había necesidad de correr riesgos. Uno menos. Faltan tres.
Se transportó por toda la casa, buscando a las tres bestias restantes
en la habitación trabajando juntos.

Los dos tácitos masculinos eran tan altos y anchos como


montañas vivientes. Uno era calvo, con sombras bailando en su
cráneo. Sombras que eran gruesas, negras y pútridas. El otro tenía
cuchillas en lugar de cabello. Pequeñas pero letales, se dispararon
desde su cuero cabelludo, cada una de ellas reluciente de sangre.

Uno de los amigos de Torin estaba inmóvil y tranquilo sobre el


suelo. Aeron, el que estaba llenos de tatuajes. Keeley no se permitió
estudiarlo muy de cerca. Aún no. Sus emociones… Los muros de la
fortaleza comenzaron a temblar otra vez. Calma. Mantente firme.

Torin se paró frente a su amigo, luchando con la espada contra


Cara de pico. Keeley se detuvo por un momento, atrapada por la
vista. Que inquietamente macabra imagen eran. El picudo villano
cuyos movimientos eran tan fluidos como el agua, y el héroe angelical
quien tenía cada movimiento calculado metódicamente. La mujer se
transportó detrás de él, pero él esperaba esa acción y giró,
recibiéndola con la punta de su espada.
Antes de que pudiera asestarle un golpe mortal, la mujer se
desvaneció, apareciendo a su izquierda. Keeley se transportó hacia
ella, con la intención de un ataque furtivo al igual que hizo otro de los
amigos de Torin, que se deslizó por la habitación sobre sus rodillas,
golpeando los pies de Keeley y los del tácito haciéndolos caer por
error,

— Lo siento, lo siento. –Corrió lejos.

— No te preocupes. –Respondió Keeley.

Torin levantó su espada para apuñalar a Cara de pico, pero hizo


una pausa cuando vio a Keeley.

Aquella pausa le costó. Cara de pico aprovechó la oportunidad


para patearlo en el estómago, lanzándolo hacia atrás, a través de la
pared hacia la otra habitación.

El temblor de los muros se intensificó.

Keeley transportó la espada de Torin a su propia mano y luego


se transportó, y volvió a transportarse, yendo de un lugar a otro
hasta que el tácito no pudo bloquearla. Y cuando finalmente la
criatura estaba moviéndose en círculos, batiéndose en el aire, Keeley
apareció como un susurro y la apuñaló en el cuello, luego bajó la
afilada hoja hacia abajo… abajo… hasta dividir el estómago y la pelvis
de Cara de pico en dos, liberando la hoja por entre sus muslos. La
sangre brotó tanto como la hembra gritaba en agonía hasta dejarse
caer. Keeley sonrió.

— ¿Disfrutaste eso? Porque yo sí.

El guerrero poseído por un demonio que había noqueado a


Keeley estaba lo suficiente cerca del Tácito caído para remover la
cabeza de su cuerpo. Dos abajo. Faltan dos. Torin giró y miró a
Keeley.

— ¿Estás bien?

— Mejor que ella.

— Gideon está en peligro— Alguien grito desde abajo.

Keeley se transportó, no tuvo problema en adivinar quién era


Gideon. El guerrero de cabello azul estaba medio arrastrándose y de
espaldas. El tácito con las sombras que manaban de su cabeza tenía
el brazo levantado, garras alargadas, y listo para atacar.
— ¡No!

Se transportó al otro lado de la fortaleza junto a Gideon al


mismo tiempo que el tácito se transportó hacia ella, balanceando su
brazo hacia abajo… abajo… había sido su plan desde el principio. El
ácido en sus garras atravesaron su garganta, cortando su grito de
agonía antes de que siquiera pudiera formarlo. El grito de negación
de Torin sonó en sus oídos mientras caía contra el suelo.

Nunca se había quemado… tan… mal. Pensamientos,


rompiéndose.

Aunque su visión se nubló con manchas negras, ella fue testigo


del enfoque de Torin hacia el sonriente Tácito para luego perderlo de
vista entre las sombras que manaban de la herida en su cabeza,
cerrándose alrededor de ellos.

No. ¡No!

Pero las sombras comenzaron a desvanecerse tan rápido como


habían aparecido, revelando a un Torin con un corazón latiendo sobre
su palma. Mientras el Tácito caía de rodillas, jadeando de dolor, Torin
metió el corazón en su boca. Su guerrero sacó su espada y golpeó. La
cabeza de la criatura cayó en el suelo y rodó lejos. El resto del cuerpo
se desplomó hacia delante y cayó por las escaleras.

— Princesa— Dijo Torin, agachándose a su lado. Sus manos


ahuecaron sus mejillas. Él contuvo el aliento— Lo siento. Lo siento.
Manché el lado izquierdo de tu cara con sangre.

No te preocupes por eso, intentó decir, pero tuvo problemas al


querer mover su boca. El vacío negro consumió el resto de su visión.
Alrededor de ella, ruidos de batallas. Gruñidos. Metal cortando a
través de huesos. Estallidos. Maldiciones. Otro golpe. Entonces algo
suave se deslizó sobre su rostro.

— Quédate conmigo. — La masculina esencia de Torin la


envolvía – Aeron está vivo. Todos sobrevivieron. Espero lo mismo de
ti. ¿Me escuchaste?

Sangre cayendo por las comisuras de su boca. ¡Genial! ¿Cuán


poco atractivo era eso?

— Vincúlate a mí–el continuó— Hazlo. Toma mi fuerza. Todo lo


que necesites. — Hubo un susurro de ropas.

¿Él quiere unirse a mí?


Felicidad…

Torin debió haberse arrancado la camisa porque lo siguiente


que supo, era que él estaba presionando la suave tela de algodón en
la herida de su cuello.

— No tienes nada más que hacer que mejorar. Y lo harás. He


estado allí. He tenido mi garganta cortada y lo supere. Tú también lo
harás Eres más fuerte que cualquier persona que conozco. Sanarás.
Es una orden princesa.
Capítulo 19

Torin observó a Keeley, quién yacía es su cama. Quieta, tan


quieta. Él durmió en este cuarto por cientos de años, soñando que un
día una mujer podría descansar al lado suyo. Pero esto estaba tan
lejos de un posible sueño… esto era una pesadilla. Las sábanas
estaban empapadas en su sangre. Su Hada de Azúcar estaba
muriendo.

— No. ¡No! Me niego a perderte. ¿Me oyes? – Le gritó las


palabras a una inconsciente Keeley.

Ella lo tocó, una y otra vez, enfrentando las consecuencias. Así


no sería como ella muriera.

Ella nunca morirá…La necesito demasiado.

El día en que Torin fue a la prisión con Mari, Danika le dio un


retrato. Como sus Ojos Todo lo ven, Danika a menudo tenía visiones
del futuro, y más lejos, ella nunca estuvo equivocada. En este
particular retrato, Torin estaba reclinado en una silla de cuero negro,
con una copa…o algo…en una mano, y un cigarro en la otra. Él estaba
rodeado de personas, disfrutando la vida. La suya y la de ellos. La
sonrisa en su cara lo sugiere, él estaba sublimemente feliz sin
preocupaciones o necesidades insatisfechas. Si ese iba a ser su
futuro, Keeley tenía que sobrevivir. Tan simple como eso.

Él aplicó presión a sus heridas… y ellas dejaron de sangrar.


Pero mientras miraba, su pecho se quedó quieto, ya no subiendo y
bajando. Ya no respiraba.

Golpeó su esternón, un minuto…tic tac… dos y tres. La herida


en su cuello se volvió a abrir. La sangre que ella necesitaba
desesperadamente era derramada. Él retrocedió, mientras gritaba –
¡Vamos Keys! ¡Saná! – el silencio que le siguió fue cortado por él. –
¡Por favor! Tienes idea de lo importante que eres para mí? – Una vez
más silencio. Pero… ella no podría saberlo. Nunca se lo había dicho.

Con un grito surgido de lo más profundo de su alma, hizo un


agujero en la pared, dando la bienvenida al dolor en sus nudillos. Él
nunca debió permitirle a Keeley quedarse aquí. Él debió haber
encontrado la fuerza para alejarse de ella por segunda vez. Y para
siempre. Su debilidad le había costado. Le había costado a ella.
No era la manera en la que lo había previsto. – ¡Keeley! ¿Me
estás escuchando? — Tiró la cómoda, los cajones se desparramaron
por el suelo. Se echó sobre la mesita de noche y pisoteó los restos. –
Estás en mi cama. Dijiste que podía ser el jefe aquí. Te he dicho que
hacer, ¡hazlo!— Pero ella no lo hizo.

Cada inhalación ardía en su pecho, arrancó la instalación de luz


de la pared y la lanzó a través de la habitación, añadiendo un nuevo
hoyo a su colección. Él se preocupaba por esa mujer. Se preocupaba,
tan condenadamente, demasiado. Viéndola así, tan indefensa en
contra de una herida que no había causado pero no la había protegido
de… algo se rompió en su interior. Los últimos fragmentos de su
humanidad, quizás. Cayó sobre sus rodillas. Se sentía como un
animal, hambriento y desesperado. Absolutamente salvaje.
Inconsolable.

— Cálmate— le dijo Lucien, apareciendo a su lado.

— ¿Calmarme? Por qué no te callas demonios— La puerta se


abrió de golpe antes de que pudiera terminar de insultar a su amigo,
y Danika corrió dentro de su habitación, llevando un frasco de…
¿tierra?.

— Sienna me, me trajo de vuelta— dijo ella, parando a un lado


de la cama para volcar la …sí… tierra. El olor de la tierra llenó el aire
mientras los granos cubrieron la herida de Keeley.

Torin estaba de pie y al lado de Danika antes de que pudiera


terminar, agarrando su rostro, casi frotando su nariz contra la de ella.
Al darse cuenta de lo cerca que estaba, retrocedió unos centímetros.

— Es mejor que tengas una buena razón para hacer eso.


Sino... — Los ojos de Danika se ampliaron con un repentino miedo.

— La tiene— dijo una voz desde la entrada. Le pertenecía a su


hombre. — Ella tuvo una visión, y ésta le mostró como ayudar a tu
chica— El guardián del Dolor estaba de pie con los brazos cruzados
en el pecho, mirando expectante a Torin. – Aléjate de Danika, o
nosotros tendremos un problema, mi amigo. —

Incluso no puedo desafiar a mis amigos sin poner sus vidas en


riesgo. Apretando sus dientes, se irguió y apartó. Danika dio un
suspiro de alivio y continuó. — Voy a agacharme y asegurarme que la
tierra entre en el corte, ¿okay?. —

— ¿Por qué? — ladró.


Ella se estremeció ante su vehemencia y le dijo – ¿Conoces el
dicho de sólo frotar un poco de tierra en ella?. Aparentemente, eso
vino de su especie. Los Curadores. Keeley está unida a la tierra y sus
temporadas, significa que ella está unida a sus elementos. Ellos
pueden ayudarla—

Se dio cuenta que… tenía sentido. Arrastro a Danika fuera de


su camino sin llegar a tocarla y se agachó al lado de Keeley. Él
gentilmente trabajó la tierra dentro de su herida. Por primera vez
desde que la vio caer bajo el ataque de Los Tácitos, tuvo esperanza.

— Torin— lo llamo Danika — ¿Estás seguro que deberías estar


haciendo esto?. Eres… –

— Tengo guantes – le gruñó. El no pondría en riesgo a Keeley,


no de nuevo. Él sólo… él tenía que tocarla de alguna manera.

— Lo sé, pero… – Danika lamió sus labios mientras él la


inmovilizó con la mirada. – olvídalo. —

Los próximos minutos de un silencio antinatural fueron una


tortura. Esperó, pero la condición de Keeley nunca mejoró. Frotó la
tierra con más fuerza, incluso manipulando las lágrimas en su piel
para que la tierra penetrara más hondo. Algo ardió detrás de sus
ojos.

— No lo entiendo— dijo Danika. – Se supone que funcionaría.


Torin se levantó, le quitó el frasco de las manos a Danika y lo


llenó con agua. Si un elemento puede ayudar, seguramente dos
ayudarían más. Con sumo cuidado puso agua sobre la herida.

Ella siguió en silencio, quieta. Todavía quieta. La esperanza


murió; fue un rápido y brutal asesinato.

Enfermedad dio una muy familiar y odiada risa.

Gritando en negación después de la negación dentro de su


cabeza, presionó su frente contra el colchón. La perdía. No. No. Pero
lo hacía. Perdería a su hermosa Hada de Azúcar. ¡No! Los monstruos
deberían morir, no los ángeles. No era justo. ¿Cuándo la vida… o la
muerte… había sido justa? Este era el fin. El precio del mal…
oscuridad. No la de ella, pero si la suya. Los Tácitos. Malas cosas
pasaron porque criaturas como esas estaban libres. Ahora, al reloj de
Keeley no le quedaba más segundos de vida.
¿Cómo se supone que voy a seguir?

— ¿Torin? — lo llamo Danika.

— Sal. — Keeley no hubiera querido que nadie la viera de esta


manera. – En los próximos segundos, no voy a hacerme responsable
por mis acciones. —

— Pero…–

— ¡Ahora!. – lágrimas caían por su barbilla, se juntaron con el


líquido que aún tenía que absorber su herida.

El entumecimiento estaba por dejarlo – ¿A quién estaba


engañando? Lo había dejado hace mucho tiempo atrás. Él iba a
destrozar este cuarto, su fortaleza, y entonces el mundo entero.

Nadie estaría a salvo de su ira.

— Espera. Creo que está respirando. – insistió Danika.

Levantó su cabeza de golpe. Keeley seguía con los ojos


cerrados, pero ella estaba — ¡Sí!— ella estaba respirando, su pecho
subía… bajaba… y subía otra vez. ¡Estaba viva!

— Keeley, Cariño. — Su cabeza cayó hacia él mientras ella


gemía. — Estoy aquí, princesa. Estoy aquí. No voy a dejar que nadie
vuelva a lastimarte, jamás. — ni siquiera yo.

***

Keeley se estiro y parpadeó para despertarse por completo.


Cuando registró su alrededor.

Frunció el ceño y se sentó. Estaba en una habitación


desconocida, y había hoyos por todas las paredes. Cada uno de los
muebles…menos la cama…estaba volcado y en ruinas. Interesante
elección de decorado. La luz del sol se filtraba por el gran ventanal,
iluminando la monstruosa cama tamaño King que ella ocupaba… sola.
La cama estaba hundida del otro lado, haciéndole pensar que alguien
había dormido con ella. ¿Torin?.

Ese pensamiento la emociono. Pero, ¿Dónde estaba él?. Una


voz desde las sombras respondió su pregunta no formulada. – Está
con sus amigos. Ellos quieren hacerte preguntas cuando despiertes,
pero él se está negando. –
Una voz que ella reconoció. Sonriendo, dijo, –Galen. –

— Nadie más. –

Su mirada viajo por todo el cuarto por segunda vez mientras


buscaba su ubicación. Él se sentó en una esquina en el medio de los
pedazos de madera rota. Fuerte y robusto, con sus alas varios
centímetros más largas.

— Te arriesgas un montón, viniendo aquí. – Él asintió con la


cabeza mientras se levantaba. Se aproximó a ella.

— Eso hice. –

— ¿Para dañar a Torin? – por mucho que a ella le gustara el


guerrero, su convivencia con él estaba empezando a molestarla.
Torin era su hombre, y la había apoyado, eligiéndola a ella por sobre
sus amigos. ¿Qué clase de novia sería si ella confraternizaba con su
enemigo?

— No. Torin no tiene nada que ver con esto. — Galen se sentó
a su lado, apretado junto a ella. – O incluso la venganza. –

Interesante. Todavía estoy privada del tacto, seguramente. La


cercanía debería afectarme a pesar de mi falta de atracción por él.
Pero no había cosquilleo. Ningún estremecimiento. ¿Torin la había
jodido para todos los demás?

— ¿Ya no lo odias? — le preguntó ella.

— Oh, lo odio. –sonrió con frialdad. – Siempre lo odiaré. Él fue


uno de mis más cercanos amigos sino es que el más cercano. Pero el
no confió en mí, sigue creyendo que soy el único que reveló nuestro
plan para robar la caja de Pandora de Zeus. –

— ¿No lo hiciste?. –

— Por supuesto. ¿Pero no me escuchaste? Él debió confiar en


mí. –

Ella rodó los ojos. – Entonces, la parte culpable, se enojó con la


parte inocente por atreverse a reaccionar ante una traición con dolor
y enojo. Típico. – Sin vergüenza, el asintió con la cabeza.

— Eso lo resume todo, sí. –

— Y tú, él culpable, guardas rencor. –


Su sonrisa volvió, pero esta vez, hubo un poco de calidez en
ella. – Me gusta lo que me atribuyes. –

Otra rodada de ojos. – ¿Por qué estás aquí? y si me dices que


estás enamorado de mí y me quieres tener, en serio voy a tener que
destriparte. Le pertenezco a Torin. Él lo dijo. — y es mejor que no
haya cambiado de parecer. ¡Habría un infierno para pagar!

— Eso está bien, porque no eres mi tipo. –

— ¡Hey! ¿No te gustan las chicas valientes con problemas de


temperamento? –

Juguetonamente le movió la punta de su nariz. – no eres


Legion, entonces, no. – él pensó por un minuto, frunciendo el ceño. –
Supongo que debería llamarla Honey. Así es como los señores están
llamándola. Aparentemente, ella se reinventó. Parte de su
recuperación. –

Fragmentos de sus conversaciones pasadas flotaron por la


mente de Keeley, ella suspiró. – Esta Legion parece una dulce chica—
Un enemigo al que le daría su virginidad…y luego trató de matarlo.
No sólo en broma, realmente lo envenenó. Entonces ella había huido
de él. Él había ido tras ella, con la intención de impartir su venganza,
sólo para ser frenado por la guerra con los Señores. Durante ese
tiempo, Legion…Honey… de alguna manera terminó en el infierno,
donde fue torturada sin piedad. – ¿Tú estás aquí para robarla lejos?

Él se encogió de hombros.– No lo sé. Tal vez. Primero, sólo


quiero hablar con ella.–

— Bueno, hazme un favor, no. Todavía no. Esta gente sólo


acaba de tener a Torin de vuelta y conocerme. Por no mencionar la
batalla con Los Tácitos. Ellos están un poco abrumados, estoy segura,
y no reaccionaran bien con otra perturbación. – Además, ahora ella
no tenía ganas de explicar su asociación con Galen. Ella y Torin
estaban haciendo, finalmente, un progreso. No hay razón para meter
la pata.

— No quiera herirla. — le dijo Galen. – Ella ya ha sido herida lo


suficiente. Y nadie debe saber que estoy aquí, tienes mi palabra. Pero
necesito tu ayuda. Hay algún tipo de bloqueo en su habitación y no
puedo entrar. –
Una cosa era que lo ayudara a llegar a un lugar seguro, pero
otra muy diferente, era que le permitiera andar libremente por la
casa de Torin. – Dame algo de tiempo. Pronto Torin me deberá unos
favores, y podré hacer que los Señores del Inframundo aprueben una
reunión contigo y Honey. –

Galen estrechó sus ojos, sombras hacían que el azul pareciese


negro. – Hay un pequeño problema con tu plan. Yo no quiero esperar.

Le palmeó la parte de atrás de la cabeza. – Pobre cerebro


masculino dañado. ¿Piensas que te estoy dando una opción? – El
abrió la boca para responder, pero ella le puso un dedo demandando
silencio. Sus orejas estaban temblando… Pasos, ¡se dio cuenta!
Alguien se estaba aproximando a la puerta de la habitación.

— Después. – le dijo ella. Y, destello a Galen al otro lado del


mundo. Ella pudo haberlo destellado a otro reino, atrapándolo, pero
ella tenía algunos escrúpulos. Estaban manchados, pero seguían ahí.
Tal vez.

Ella se apresuró y peinó su pelo con los dedos y alisó la nueva


remera de Torin, que tenía impreso — Reyes es el mayor Dolor—
preparándose para su próxima visita. Que ella esperaba fuera su
encantador. Ellos tenían un par de cosas que discutir. Galen, sí. Pero
también está su relación. Las cosas habían cambiado. Ambos lo
sabían. Pronto la decisión más fuerte tendría que ser hecha.

¿Qué estaba haciendo él para que las cosas entre ellos


funcionaran? ¿Qué querían el uno del otro? ¿Cómo deberían de
proceder?

Estaba tan emocionada sobre las posibles respuestas, pero


también recelosa. Como se temía, que él pudiera haber cambiado de
opinión… de nuevo.

Bueno, ¡ella le mostraría!

Keeley, de un destello, alejó los muebles rotos y reemplazó


cada pedazo con algo propio. Me estoy mudando, y eso es todo.
Intenta deshacerte de mí, encantador. Te reto.
Capítulo 20

Torin se golpeó subiendo por las escaleras, todos sus nervios


en carne viva. Varios de sus amigos venían arrastrándose detrás de
él, y se preguntó por qué demonios había estado tan ansioso por
volver a la fortaleza.

— Sólo quiero hablar con ella, –dijo Sabin. – Seré amable, lo


prometo.

Tal vez lo sería. Pero la versión de Sabin de — amable—


significaba dejar a su oponente con vida …al borde de la
muerte…,pero vivo. El hombre no se había dado cuenta que el —
agradable— de Keeley se parecía al suyo como un día en el spa.

— Olvídalo.

— Permíteme darle las gracias por salvar a Gideon –dijo


Scarlet.

— Más tarde.

— Déjame hablar con ella acerca de la búsqueda de Cameo y


Viola, –dijo Aeron. – Sé que no podíamos hablarle mientras estuviera
sanándose, pero ella está mejor. ¿Cierto?

— Cierto. Pero yo me encargare de eso.

— ¿Qué pasa con el poder de Sienna?, –Preguntó París. –


Keeley prometió respuestas.

— Y ella las dará. Solamente no hoy. Entonces, ¿qué pasó con


Taliyah? –Preguntó, cambiando de tema antes de que nadie pudiera
protestar. – ¿Alguien averiguo por qué quería la fortaleza que
teníamos en el Reino de Sangre y Sombras?

Taliyah era la hermana mayor de Gwen y Kaia y, francamente,


era más fría que el hielo. Estaba bastante seguro que sufriría de
congelación sólo por tener una conversación con ella. Era el por qué
ella era la única mujer en la tierra por la que había solicitado a
William hacer aquella cosa de fusión. Ella era también la única mujer
en la tierra a la que William se había negado a tocar.
— Todavía no lo sabemos, –Strider respondió. –Taliyah la
necesita más pronto de lo que esperábamos, y no podemos dar con
ella. Ella ni siquiera vendrá a nosotros. ¿Por su decisión?

— ¿Qué hay de William? ¿Sabe el de mi regreso? –Torin se


asombró por lo mucho que había echado de menos al tipo.

Strider negó con la cabeza. –Todavía no, pero no te preocupes.


Él va a aparecer más temprano que tarde. No dejara a Gilly y a su
planificación de fiesta de cumpleaños por mucho tiempo.

— Querido diario, –Anya murmuró. – Han pasado tres horas


desde que maté a alguien. De más está decir, la vida apesta. Mi
hermoso prometido se niega a dejar que mate a la criatura más
repugnante que haya existido. Ni siquiera me deja darle unas cuantas
puñaladitas superficiales. Estoy pensando en romper con él.

— Yo no lo recomendaría, –respondió Reyes. –Él tal vez no


vuelva a pedirte matrimonio.

Ella abrió la boca con indignación. – Lucien. ¡Dile!

— Lo haría –Lucien le dijo.

Bien, quizás era algo agradable estar de vuelta en medio de la


rareza.

— De todos modos, –dijo Anya. –Torin, ¿recuerdas a esos niños


que salvamos de Galen y su gente hace un tiempo? ¿Los que tenían
habilidades sobrenaturales? Bueno, aún después de que les
encontramos nuevos hogares, me mantuve en contacto, cuidando de
ellos. Soy así de buena. Y lo están haciendo bien, por cierto. Excepto
por uno. Se escapó. Necesito que le digas a la Reina Roja que lo
encuentre.

— Le preguntaré. –Una pequeña sonrisa apareció en la boca de


Torin al llegar a la puerta de su dormitorio. –Bueno, todo el mundo.
Aquí es donde nos separamos. –En medio de abucheos y silbidos, se
abrió paso en el interior. Sosteniendo la bandeja con una gran pila de
desayuno, pateó la puerta para cerrarla.

Él perdió la sonrisa al percatarse de la condición de su


habitación. Qué. Demonios? Había montañas de joyas y oro en cada
esquina. Tantas que no estaba seguro de cómo el suelo estaba
soportando el peso. Había plantas en macetas colgando del techo.
Una gran cantidad de ropa femenina desbordaba su armario. Vestidos
como el que Keeley había llevado durante la pelea, viéndose como
una versión estrella— porno de un reina malvada, volviéndolo
completamente loco. Había un chaise longue animal print con un
manto de negro terciopelo cubriéndolo sobre el borde. Una mesa de
porcelana cobalto y flores de bronce. Un gran espejo oval con
querubines bailando alrededor de los lados. Y grabada sobre sus
muchas pantallas de ordenador había recordatorios para mutilar o
matar a ciertas personas.

— ¡Sorpresa!, –Dijo. –Te he ahorrado la molestia de tener que


pedirme que me mude. De nada. –Su Hada de Azúcar se reclinó en el
centro de la cama, las cubiertas esponjosas alrededor de ella. El
entusiasmo brilló en su mirada azul bebé. Su Pelo de oro cayendo
desordenado sobre el colchón.

Como cada vez antes, fue golpeado por la repentina urgencia


de llegar a ella y tomarla, su sangre hirviendo al rojo vivo. Él se dio
ánimos a sí mismo. «Mi voluntad es de hierro. Soy lo suficientemente
fuerte para resistir a la tentación, incluso al Huracán de sensualidad
Keeley»

— ¿Estas segura que vivir juntos es inteligente? –Puso la


bandeja sobre la nueva mesa de noche, un pedazo de madera con la
frase — rollo de una noche— grabado en la parte superior, luego
descendiendo a su lado.

— Encontraremos una forma –dijo.

Sería mejor que la encontraran rápido. – ¿Cómo te sientes?

— Al cien por ciento.

— ¿Pero... ?

Ella estudió su cara, inhalando profundamente, sostuvo el


aliento... entonces se puso de pie y se acercó al cuarto de baño, sin
molestarse en cerrar la puerta detrás de ella. Jugueteó con las
perillas de la ducha, calculando, y pronto el agua salió en chorros. Se
desnudó, casi matándolo, y dio un paso en el interior, para luego
lavarse con los productos favoritos de Torin, el aroma a sándalo
suavemente cubriendo el aire.

El cristal que separaba la ducha del resto de la habitación no se


empaño, lo que le permitió ver a sus pezones endurecerse... el
temblor de su vientre. ¿Estaba pensando en él? ¿Deseando que sus
manos estuvieran sobre ella? ¿Su cuerpo apretado detrás del suyo?
Tan apretado como un arco.

En trance, se dirigió al cuarto de baño y se sentó en la tapa del


inodoro. Su erección estaba tan dura como un tubo de acero, pero
tuvo que ignorarla.

— Pero, –insistió.

— Puedo adivinar lo que vas a hacer ahora, y no me gusta.

— ¿Y qué es eso?

— Algo cruel para tratar de deshacerte de mí.

— No lo haría.

Ella continuó como si no hubiera hablado. – Soy más que la


inmortal más poderosa de la tierra, sabes. Soy una persona. ¡Con
sentimientos y todo! Yo valgo más que un barril de whisky.

— Tú vales más que nada –dijo en voz baja.

— Tengo un corazón y es muy capaz de ser rot— Espera. ¿Qué?


–Preguntó.

La única fantasía que él jamás había tenido salió de la ducha,


las gotitas de agua deslizándose por su forma deliciosa. «No mires».
Se quedó mirando, su sangre quemando más y más caliente. Oh, él
quería lamer cada gotita fuera.

— No quiero separarme de ti. –Se puso de pie, ignorando el


tirón de ir hasta ella, tocarle y rogarle. Se movió por la habitación,
creando distancia. –Pero no puedo seguir lastimándote. Vivir en la
misma habitación aumenta nuestras posibilidades de contacto.

— Cuando fuimos cuidadosos, tú no me lastimaste.

— Qué pasa si no tengo cuidado la próxima vez?

— — Qué pasa si…— una mierda. Es mi vida, mi decisión.

— La culpa...

Ella levantó la barbilla. – Que se joda la culpa. Puedes hacer


eso por mí... ¿no? –Su incertidumbre corto a través de su corazón
como un cuchillo.
— Es un milagro que hayas sobrevivido a mis toques en el
pasado. Muy pocos logran tal hazaña ni una sola vez, pero tú lo has
hecho tres veces. ¿Qué pasará la cuarta vez? ¿La quinta? Un día, si
las cosas siguen a toda velocidad por el mismo camino, no vas a
recuperarte. Preferiría morir antes que dejar que eso suceda, Keys.

Sus labios se abrieron mientras ella luchaba por formular una


respuesta. ¿Por qué no decirle el resto? Sólo ponerlo todo ahí fuera –
Tú eres especial para mí. Me preocupo por ti. Pudiste haberme
asesinado una y otra vez, y no lo hiciste. Deberías tenerme miedo,
pero nunca lo tuviste. Tú deberías odiarme, pero pareces no ser
capaz de hacerlo. Deberías evitarme, sin embargo, no haces más que
acercarme. Quiero lo mejor para ti. Pero lo mejor no soy yo.

— Oh, Torin. –Poco a poco se acercó a él, sus movimientos tan


fluidos como el agua que seguía goteando de ella. – Eres el mejor.Él
se apartó de ella. Sus piernas golpearon el borde de la cama y cayó
sobre el colchón, rebotando. Ella solamente siguió viniendo hasta que
estuvo de pie directamente en frente de él. Desnuda. Tan
gloriosamente desnuda. — Tú eres especial para mí, –dijo. – Ya te lo
he dicho. Pero lo que no sabes es que me preocupo por ti también, y
quiero lo mejor para ti. ¿Y Torin? Soy lo mejor. ¿Me has visto luchar,
sí? ¿Y el grado de mi poder? Yo podría hacer más, mostrarte más, si
no fuera por el azufre. Estarías tan impresionado.

Su desesperación por hacerle creer sus afirmaciones era otro


cuchillo en el corazón.

Él quiso prometerle quitarse el azufre inmediatamente. Pero


habría sido una mentira. Olvidar la necesidad de tener un arma
contra ella. Ya no tenía nada que ver con eso. Tan salvaje como su
temperamento podría ser, alguien tenía que ser capaz de negar sus
habilidades al instante en el momento necesario. Y como no podía
tolerar el pensamiento de alguien más poniendo sus manos sobre
ella, la carga caía sobre él.

— Quiero tanto pertenecerte, –continuó. – No sólo de palabra


sino de hecho. Me duele no estar contigo, todo el tiempo.

— Keys – ¿Podía oír su desesperación?

— No. La princesa sigue hablando. Me dijiste que me uniera a


ti, y lo hice. Pero, Torin, tengo que admitir la verdad. Lo hice mucho
antes de que incluso me lo pidieras. ¡Y no me arrepiento! Ya no. No
quise que ocurriera y trate de detenerlo, pero tú, mi dulce guerrero,
eres irresistible. Pero no te preocupes, sin embargo. No soy un
parásito. Yo no tomo nada más, también doy. ¿Te has dado cuenta
que eres más fuerte ahora, y yo también? Un día dejaré de
enfermarme.

Seguramente. Tu demonio se quedará sin enfermedades.


Durare más que él. Sólo espera y observa.

Miles de emociones golpearon a través de él. ¿Delante de


todas? La excitación. Ellos se unieron. Ella y él. Conectados de una
forma que él nunca se había imaginado posible, no para él. Unos
pasos detrás de la excitación estaba la esperanza, el miedo, la
alegría. La posesividad— «ella es verdaderamente mía».Y temor.
Entonces aún más excitación. Tanta excitación...

Ella le estaba rogando por una oportunidad de estar juntos.


Rogándole con la mirada encapuchada, pesada de sus ojos. Con la
suavidad de su voz. Con los temblores barriendo a través de su
pequeña figura encantadora. Su Hada de Azúcar no debería tener que
pedir nada.

«Estoy perdido».

Y ella... ella era la seducción cruda, el pecado en carne y


hueso. Y que carne tan exquisita era, espolvoreada con rosa y tan
deliciosamente humedad. Se había dicho a sí mismo que era fuerte,
pero en realidad era débil. Con ella, siempre había sido débil.

— Y si…

— ¿Y si disfrutamos de nosotros mismos y nada malo pasa?, –


Terminó por él.

No era lo que había querido decir, pero las palabras fueron


acompañadas por una esperanza que nunca había sido capaz de
resistir. ¿Y si ella estaba en lo cierto?

— Si hacemos esto, –dijo, – lo haremos sin contacto de piel


contra piel. De acuerdo. –No era una pregunta, sino una demanda,
una que él había pronunciado involuntariamente con toda la
necesidad desigual encerrada dentro de él.

— No. Si la única manera de hacerme totalmente inmune a tu


demonio es aguantando cada una de sus enfermedades, entonces
tengo…
— No, –La interrumpió. – No después de todo lo que has
pasado. No habrá más enfermedades para ti. Y, ¿Keys? No estaba
buscando tener una conversación sobre esto. De acuerdo.

Se lamió los labios. Esperando a que ella asintiera, aun a


regañadientes, estaba demostrando ser una de las torturas más
grandes de su vida. Pero cuando lo hizo, él no perdió el tiempo. La
cogió en brazos y la colocó encima de su regazo. Ella jadeó ante el
contacto. Él siseó, electrificado, y se giró para presionarla contra el
colchón. Sus exuberantes pechos se balancearon, y sus pezones, tan
rosas como las frambuesas, lo hipnotizaron.

Ella hizo rodar sus caderas hacia arriba, buscando, tanto de él


como pudo. La visión de ella... su olor... lo mejor del verano —
flores recién florecidas, álamo y el almizcle de su excitación— todo
mezclado con las notas más oscuras de su propio olor. Los sonidos
que ella hacia... quejidos y gemidos y pequeños dulces ronroneos.
No podía tener suficiente. Atrapado en un desierto la mayor parte de
su vida, finalmente había encontrado un oasis. – Las cosas que quiero
hacer contigo...

Su mirada cielo le suplicó. – Hazlas. –Una demanda tan


desigual como la suya. – Todas ellas.

Él curvo los dedos debajo de sus rodillas, y ella contuvo el


aliento. Al igual que antes, podía sentir el calor de su piel a través de
la tela de los guantes mientras colocaba sus piernas fuera de sus
caderas, abriéndolas bajo su mirada. Bonita, rosada y mojada por
una miel para él. Sólo para él. Quería probarla tan
desesperadamente, maldijo a su demonio.

La risa sonó en el fondo de su mente.

Tal vez había una manera. Sólo tenía que pensar. Pero su
mente y su cuerpo se preocupaban por una sola cosa: estar dentro
de ella. Dejó a sus manos vagar arriba y arriba, rozándole entre sus
piernas, acariciándole, burlándose de ella. Su jadeo era una caricia
para sus oídos. Continuó su deslizamiento hacia arriba finalmente
ahuecando sus pechos, sus pezones amoldándose justo frente a sus
ojos. Delicioso.

La risa se detuvo.

O tal vez estaba tan enfocado sobre la mujer extendida para su


placer, que no podía oírla más.
Mientras acariciaba con la yema de su pulgar sobre la cresta de
color rosa, ella se arqueó arriba y abajo, persiguiendo la sensación,
como si sus burlas fueran demasiado. Poco dispuesto a ceder su
control sobre ella, rastreo todo el camino a la cama, trabajado sus
muslos debajo de su culo, atrayéndola más cerca, presionando su
más íntima necesidad contra el frente de sus pantalones, donde su
erección se tensaba por la libertad. Rotando sus caderas una y otra
vez, se permitió moverse contra ella, con ella, atormentándolos a los
dos.

— Torin, –ella gimió con voz áspera. – Estoy tan cerca…

Él la quería más cerca todavía. La levantó, sosteniendo sus


piernas contra sus lados de modo que sólo la cabeza y los hombros
permanecieron en el colchón, aumentando la intensidad y la velocidad
de sus empujes dando vueltas. Presión construyéndose en la base de
su columna, tal deliciosa presión.

— Ojalá estuviera dentro de ti –graznó. Nunca había


experimentado tanta prisa como ahora, pero sabía instintivamente
que el siguiente paso lo sobrepasaría lejos.

— Sí. –Ella tembló salvajemente. – Sí. Dentro de mí. Por Favor.

Era la primera vez que había oído la palabra — por favor— de


sus labios, sin ser soltada como una amenaza o una burla, y oh, le
afectó. Su control se resistió contra las riendas. «No puedo. No voy
a... » Pero él empujaba. Empujando. Y empujando contra ella. Duro.
Más Fuerte. Tan fuerte que su cabeza golpeaba contra el cabecero de
la cama.

Ella puso su peso sobre sus codos y levantó sus caderas aún
más alto. La fricción... la felicidad...

De alguna manera ella se las arregló para tomar el control,


subiendo y bajando. Aún más fuerte. Aún más rápido. El control, casi
desapareciendo. Los labios tiraron apretándose sobre sus dientes, él
liberó sus piernas y agarró sus caderas para ayudarle más fácilmente
a deslizarse. Sus miradas se encontraron. ¿Sus ojos brillaban tan
salvajemente como los de ella?

— Beso –dijo ella.

Sí. Su boca era exuberante y húmeda, implorando por la suya.


— No.
— Por favor –dijo de nuevo.

Él sabía que ella había llegado al punto en que nada importaba


excepto la próxima ola de placer. El futuro había dejado de existir
para ella.

— No –dijo de nuevo. Vio como ella succiono su labio inferior,


apretando sus dientes sobre este, y él casi se corrió. – No... no
podemos... Lo acordamos. –Esto tendría que ser suficiente.

— Podemos. Debemos. Perdóname –dijo ella, sentándose.

Él se inclinó hacia atrás, impidiendo a sus pechos chocarse, sus


labios encontrando los suyos. Muy en el fondo él quería que ella
siguiera viniendo, y así lo hizo— y entonces sucedió. Sus pechos...
Sus labios... Un grito de negación mezclado con un gemido de
rendición. Lo hizo. El contacto se había hecho. Odiándose a sí mismo
y a su debilidad, empujó su lengua más allá de los dientes y la
reclamó con un beso tan caliente como para marcarla. Su sabor dulce
llevaba un toque de uvas apenas sacadas de la vid, y el contraste,
dulce contra malvado, atacó lo que quedaba de su control... hasta
que no tuvo ninguno.

Él enredó sus manos en su pelo y tiró, inclinándola de la


manera que quería. Tomó su boca profundamente, áspero, un sentido
interminable de posesión en el beso, como si intentara robar su alma.
«Mía. Toda mía». Él poseería cada centímetro de ella. Ahora.
Siempre.

Empujó su erección entre el vértice de sus piernas, deseando


poder empujar dentro de ella. Y lo habría hecho si él hubiera tenido
un condón. Pero él nunca había necesitado uno antes, por lo tanto no
los guardaba alrededor. No se podían arriesgar a un embarazo. Él
empujó otra vez, más fuerte, tan condenadamente fuerte, que si ella
hubiera sido humana, él probablemente la habría partido a la mitad.
Así como estaba, ella dio un grito sublime e incoherente, un placer
entusiasta. «Calma». Él suavizó sus movimientos.

— ¿Qué estás haciendo? No. –Ella se mordió el labio hasta que


probó la sangre.

La acción lo envió a un frenesí enfurecido de lujuria, y él


empujó, empujó, y empujó otra vez. Con un último deslizamiento,
ella se convulsionó contra él, gritando, – ¡Sí!

«Mi mujer se está viniendo. Amando lo que le estoy haciendo».


El conocimiento lo rompió. El placer rugió a través de él,
separando sus labios, su bramido ronco hizo eco a través de la
habitación. Sus músculos se cerraron sobre los huesos, apretando
mientras se hundía contra ella una y otra vez antes de venirse en sus
malditos pantalones... viniéndose... y viniéndose... hasta que él no
tuvo nada más para dar y se derrumbó.

— No te enojes, –ella soltó rápidamente. – Por favor, no te


enojes. No pude evitarlo.

Y no podía culparla. Había querido esto, también. Estaba


jadeando y no podía recuperar el aliento, su corazón corriendo algún
tipo de carrera dentro de su pecho. – No creo que pueda manejar un
buen enojo en este momento. –Eso vendría más tarde, estaba
seguro, cuando él estuviera maldiciéndolos a ambos. – ¿Estaría mal si
golpeara mi pecho como un gorila?

— ¿Mal? No. ¿Entretenido? Sí.

La besó en la frente. – Tengo que limpiarme.

Ella se aferró a él. – Pero yo no quiero que te vayas.

¿Decidida a tener un feliz después coito? «Lo que mi princesa


desea…» Él se acomodó a su lado, a pesar de la condición humillante
de sus pantalones, diciendo: – Háblame acerca del enlace.

Ella trazó sus dedos sobre su pecho. – Realmente, realmente


no soy un parásito.

— Sé que no eres un parásito, princesa. –Él había pensado que


lo haría más débil, lo agotaría, pero ella tenía razón; en realidad se
sentía más fuerte. Más feroz. – ¿Qué desencadena la unión?

Poco a poco ella se relajó contra él, sus cuerpos prácticamente


fusionándose. — Muchas cosas. Continúa proximidad. Necesidad.
Amor. Incluso odio.

Su mente se enganchó en la palabra amor. ¿Quería que ella lo


amara? Él no lo sabía. El amor lo complicaba todo. Pero una cosa
estaba clara: él la quería en su vida para siempre. Si llegara el día en
que su toque no la enfermara, sus dos mundos cambiarían. Ella sería
suya. Absolutamente. Completamente. Sin reservas, sin frenos. Su
pecho se contrajo con anhelo. Si no, ellos sólo tendrían que lidiar con
ello. Él era un mal, mal hombre. Ella se merecía algo mejor, al igual
que le había dicho, pero ella no iba a conseguirlo.
— Ve, –susurró ella, dándole un pequeño empujón. – Ve a
limpiarte.

Él se levantó tieso, y sabía que ella había confundido la razón.


Pero él caminó hacia el cuarto de baño de todos modos, pensando
que necesitaba un momento para procesar todo lo que había pasado.
Se lavó, cambió sus guantes y pantalones y luego se arrastró de
nuevo a la cama con ella sin pensarlo. No había necesidad, él decidió.
Estarían juntos. Ellos harían que funcione.

Rodo a su lado, manteniéndola encerrada entre sus brazos. –


No sé qué pensamientos estaban rondando en tu mente hace unos
momentos, pero estoy justo donde quiero estar. – Disfrutando de ella
mientras podía. – Contigo.

Ella le dio un beso justo por encima de su corazón y luego le


mordisqueó un pezón, provocando un siseo de él. – ¿Quieres oír uno
de mis secretos? –preguntó.

— Más que nada. Pero dímelo mientras me muerdes.

Mordisco, mordisco. – A veces, cuando la soledad en mi vida


era demasiada, imaginaba que estaba saliendo con un hombre
agradable, normal, que nunca me hacía enojar. –Mordisco.

— Eso no es lo que obtuviste –dijo, y giró sobre su espalda,


colocándola encima de él.

Su cabello se derramó a su alrededor, creando una cortina.


Donde solo ellos dos existían.

– Lo sé. Desde entonces, me he dado cuenta que me gusta ser


desafiada. Me da una posibilidad para ser... yo.

— bien, porque me pasa lo mismo –A él le gustaba estar con


ella, también. Ella podría ser su mayor tormento, pero también era su
mayor fuente de alegría. Ella le divertía, lo desafiaba, jugaba con él.
Le dejaba ser el niño que él nunca había tenido la oportunidad de ser.

— ¿Te gusta lo qué te hago? –Preguntó ella con un ronroneo


gutural.

— Sabes que sí.

— Bueno, –dijo ella, imitándolo a él, mordisqueando, y


mordisqueando lejos – Porque estoy a punto de hacer mucho más...
Capítulo 21

Un hecho de la vida futura de Baden: alianzas era un péndulo


que se balanceaba un lado y luego al otro. Un hombre tenía que
hacerlo mantener la cabeza unida o un llamado amigo podría
apuñalarlo por la espalda.

Primero Baden había estado solo. Luego se había aventurado a


lado de Pandora. Entonces Pandora había decidido inscribirse para el
equipo Rhea, contra él Y ahora... ahora Baden había acordado
trabajar con Cronos, un macho que despreciaba.

Poco después de que las chicas se fueran en contra de Baden,


había reclutado el ex rey a su lado. Y, considerando que Baden estaba
con Torin, y por lo tanto la Reina Roja, Cronos había sido más que
feliz con la alianza.

Mientras trabajaban al lado del otro, Baden intentó no recordar


cuántas veces Cronos había

Amenazado a sus amigos, y cuando las amenazas no había


sido suficiente, se trasladó a torturar a sus amigos. ¿Cómo habia la
Reina Roja, una vez llamado al hijo de puta? Un Nephilim,
descendientes de los ángeles caídos. Baden había visto a este
Nephilim derrotar a los gobernantes griegos que una vez lo habían
derrotado, reclamando como suyo

El nivel más bajo de los cielos, entonces lo vio perder la cabeza


por una niña poseída por el demonio.

Y ahora él es mi único aliado.

No era el futuro prometedor

— Deberíamos tener sirvientes para esto, — Cronos se quejó


mientras pala otra palada de tierra a un lado. El sudor rodó por la
espalda de Baden cuando el dolor que había estado lidiando todo el
día se amplifico. Vale la pena. — Bueno, no los tenemos. Tratar con
ello. —
— Tratar con ello? Tu trata con ello! Nací para dar órdenes, no
obedecerlas. Por demás, yo

Nací para dirigir, no para hacer el trabajo manual. —

— Su estatus no importa después de la muerte, así que cállate


y pala más rápido, — Baden mandó,

Rompiendo una rama de un árbol grueso en el agujero que


Cronos había creado. Habían estado en esto por horas... tal vez días.
El tiempo no era realmente tiempo aquí. El pasado y el futuro tenían

Coalicionaban mezclándose con el presente. Uno por uno,


habían afilado innumerables ramas en lanzas, envolviendo cada una
con una parte de vid de sangre. Baden había muerto ocho putas
veces y se colocan las armas en todo el perímetro de la Niebla.

Se estremeció con el recuerdo de sus muertes. Las viñas de


sangre crecieron a lo largo del borde más lejano del reino, protegidas
por el follaje venenoso nadie en su sano juicio se atrevería a
aproximarse. Él y Pandora lo había cometido ese error sólo una vez, y
había sido accidental. El dolor del veneno era tal... como nada que
había tenido, en esta vida o en la otra. Y había durado. Un latido
constante que lo había atormentado durante años.

Volver había sido estúpido y sabio. Había tenido que soportar


otro envenenamiento... todavía estaba soportando el mismo.

Merece la pena, se recordó.

Él tenía un plan. El…

El aumento del dolor causando sudor como inicio del vértigo y


sus músculos se apretaron en los huesos, incluso rompiéndose
algunos. Sus pulmones constreñidos, cortando sus vías respiratorias.
Su visión se ennegrecido. Pero con la misma rapidez de un latido que
había empezado, se desvaneció.

Otros vendrían, y pronto.

— De prisa, — espetó. Estaba casi terminado, pero casi no era


lo suficientemente bueno.

— Tú date prisa, — Cronos espetó.

— Las chicas estarán aquí en cualquier momento. — Temprano


esta mañana, se las habían arreglado para empujarlos a ambos en
esta fosa. Pero le gustaría acabarlo lo antes posible. Siempre lo
hacían. Y después que habían llegado aquí. Querrían saber dónde
estaba Baden para vengarse. — Y ya que eres un pedazo de luchador,
necesito toda la ayuda que pueda conseguir. —

Crono sacudió una lanza en su dirección. — Háblame así de


nuevo y perderás tu lengua. —

— Oh, no. Eso no. Cualquier cosa menos eso. — Baden puso
los ojos en blanco. –sabes qu eme crecería otra, ¿no? Y eso
suponiendo que te las arreglaras para subyugarme. ¿Qué no lo
harías. Mientras que estuviste encerrado en la cárcel, he visto
mejores guerreros en el mundo vivir y morir. Aprendí de sus errores.
Entonces, después de que escapaste, te vi. Conozco tus fortalezas y
debilidades mejor de lo que tú lo haces. –

— No tengo ninguna debilidad, — el ex rey ladro, saliendo del


camino para que Baden pudiera colocar la penúltima lanza en uno de
los agujeros.

Baden metió el arma en la cavidad torácica de Cronos en su


lugar. El macho lo miró boquiabierta, su boca abriéndose y
cerrándose mientras trataba de hablar. Que se joda la alianza. Él
haría esto por su cuenta.

— ¿Sabes en qué te equivocaste?, — Preguntó Baden


casualmente. Colocó el otro extremo de la lanza en el suelo,
levantando a Cronos de sus pies y dejándolo colgar. –Te dejaste
distraer. —

— Podría decir lo mismo de ti. —

La voz venía de detrás de él. Y el orador no había sido


consciente del hecho de que Baden

Estaba sosteniendo otra lanza todo el tiempo que se había


burló de Cronos. Baden se giró y lanzó la lanza a la mujer,
interrumpiéndola a mitad de la frase.

Él no se había distraído por un solo segundo.

El impacto la echó hacia atrás... atrás... hasta que la lanza se


incrusto en el tronco de un árbol, sujetándola en su lugar. Al igual
que Cronos, Rhea tuvo problemas para articular su conmoción.

Baden estaba sonriendo fríamente cuando Pandora salió de las


sombras para estar al lado de la antigua reina.
— Impresionante, — dijo.

Sabía que cumplido era genuino e inclinó la cabeza en


respuesta. Tratando de no dejar que el pecho se le hinchara con
orgullo.

— Todavía tengo que hacerte daño para hacerlo, — agregó ella.

— Por supuesto. Puedes intentarlo. No esperaba menos. —

Con pasos estables, y seguros, ella se acercó a él. Dagas que


había tallado de piedras y ramas de árboles estaban apretadas en sus
dos manos. — Tú no eres la misma persona que conocí en los cielos.
El que pertenecía a sus amigos. Has cambiado. ¿Crees que les
gustará el hombre en que te has convertido? –

Era una pregunta que se había preguntado a sí mismo todos


los días desde que se había encontrado la Reina Roja. Le gustaba
pensar que lo harían. Tan duro, duro y cansado como él se había
convertido, así que tendrían que. Pero había sido una vez el pacifista.
Al que todos iban en busca de ayuda con un problema. Una rama
crujió, y parpadeó con atención atención. Sus ojos se estrecharon.
Pandora estaba más cerca de lo que debería haber sido y se dio
cuenta de que había hecho con él lo que él había hecho con Cronos
distrayéndolo.

Él retiró una de sus dagas hechas a mano y se cortó en su


palma. La sangre brotó sangre que

Entonces goteó sobre cada una de las vides. Llegaron a la vida


al instante, levantándose como serpientes o vampiros— que sólo
habían encontrado una presa. El Suelo alrededor de Pandora se
levanto, ella miraba con los ojos desorbitados.

— Tráiganla hacia mí, — le ordenó.

Las vides, borrachas en su sangre, se convirtieron en una


extensión de sus brazos que se tiraron hacia adelante. Pandora volvió
sobre sus talones para regresar, pero las vides la cogieron después de
que ella había dado sólo tres pasos. Hiriéndola alrededor de los
tobillos y tirando. Ella realizó una pequeña cara cómica, luego arañó
el suelo mientras era arrastrado hacia atrás, hacia Baden.

Cuando ella estuvo a su alcance, las vides la liberaron y se


cerraron alrededor de sus brazos a la espera de su próxima orden.
Esta. Esta era la razón por la intoxicación había valido la pena. Él
plantó su bota en la parte baja de Espalda de Pandora. Abrió la boca
para regodearse, pero se calló cuando vio una niebla negra rodando
desde el bosque. Era la niebla más negra que había visto nunca. No
había manera de que fuera natural. No podía ser.

Cuerpos parecían retorcerse en su interior. Los gritos se


hicieron eco.

— ¿Qué es eso? — Pandora abrió la boca. Ella no lo estaba


peleando, se dio cuenta. Ella todavía estaba en el suelo, viendo la
niebla como él.

¿Debo correr? ¿O debo luchar contra ella? Podrían luchar contra


ella?

Latido, latido, latido. Cuando el dolor se desvaneció, se dio


cuenta de su siguiente movimiento se había decidido por él. era
demasiado tarde para correr. Tenía que luchar.

Excepto, que cuando la niebla le llegó... lo envolvía... se


apoderó de él con tanta seguridad como mil puños, ahogándolo,
manteniéndolo inmóvil... lo arrastró lejos.

***

Como Un niño caprichoso, Cameo empujó su plato de deliciosa


comida en el suelo. A la cabeza de la mesa, Lázaro dejó su tenedor y
arqueó una ceja. — No tienes hambre, sol? –

— No de comida, — ladró. Ella quería venganza.

Él se limpió las comisuras de los labios con la servilleta antes


de colocarla al lado del tenedor. — de lo que yo te puede dar,
entonces. Tal niña traviesa. Lo apruebo. —

— De tu sangre!— Ella se puso de pie, plantó sus palmas sobre


la mesa, y se inclinó hacia él. — Me mentiste. Dejaste que yo creyera
que iba a ser vendida como esclava sexual. Me engañaste para trepar
en la cama contigo. —

Él chasqueó la lengua. — No pretendas que no lo disfrutaste. —

Ella tomó un puñado de lo que parecía ser puré de patatas y se


lo lanzó. La pasta y blanca

Salpico sobre su pecho, y unas cuantas pizcas incluso hasta su


rostro.
— ¿Por qué estoy aquí? ¿Cómo estoy aquí? — — preguntó Ella.

No se molestó en limpiarse a sí mismo, solo dejo la suciedad en


su lugar. — Érase una vez, la mitad de mi espíritu fue arrancado de
mi cuerpo y aspirado dentro de la Vara. Quien era dueño de la Vara
me controlada. Como ya sabes, esa era Juliette. Entonces Strider me
decapito, y la otra mitad de mi espíritu, así como mi cuerpo, también
fue aspirado en dentro. Las dos mitades de mi espíritu pudieron
unirse de nuevo y volver a mi cuerpo, sanarlo. No, la decapitación no
significa el final, no para una criatura como yo. Yo también fui
lanzado a este reino, y aunque yo soy más fuerte que nunca, todavía
soy incapaz de viajar fuera de ciertas rejillas de reinos. Así que cogí
mi favorito y se hizo cargo. Todo eso para contártelo... He nombrado
este lugar el Reino de Lázaro. –

— Original, — dijo, mientras que en el interior, su mente


giraba. Así que eso era parte de lo que la Vara hacia? Abrió una
puerta entre un ámbito y otro. — ¿Cómo me has encontrado? ¿Qué
pasa con todos los otros reinos que hemos recorrido? –

— Siento cada vez que una nueva alma utiliza la vara y entra
en mi campo, y me voy de caza. Cuando te vi me acorde de ti. Un
amigo de Strider, el macho que me mató. —

— Así que buscaste venganza? — Bastardo!

Él negó con la cabeza oscura. — ¿Por qué habría de hacerlo? Él


me liberó del agarre de Juliette. Era dueña de la vara de Paring y la
utilizaba en mi contra. Le debo una deuda de gratitud. —

Bueno. Espera. — No entiendo. — Su tono se suavizó. — ¿Por


qué engañarme, entonces? ¿Por qué no me trajiste directamente
aquí? –

Su expresión se tornó infinitamente tierna, y ella no entendía


eso, tampoco. — Porque no fuiste enviada aquí. Fuiste enviada a otra
parte, al interior de la pintura que estuviste sosteniendo cuando
tocaste la vara. Para llegar a ti, tuve que salir de aquí. Para regresar,
tuve que ir a través de otros reinos. Y engañarte? Cariño, no debes
saber lo entretenida que eres. —

Nunca nadie la había acusado de eso antes. — ¿Dónde está


viola? Ella usó la vara delante de mí. —

— La encontré de la misma manera que te encontré, pero la


dejé ir. Ella no era tan interesante. —
Interesante? ¿Yo? Concéntrate! — Así que tú no sabes en
donde ella terminó? —

— No. Aquí no, si eso es lo que estás pidiendo. Yo no la tengo


escondida en una de las habitaciones, hay quienes me sirven cada
vez que el deseo me llama. Tengo un montón de otras personas para
esa tarea. —

Latido de celos.

Cosa que me desagrada. No hay razón para estar celosa, él no


tendría a alguna de esas mujeres nunca más porque no estaría
viviendo mucho más tiempo. Ella iba a matarlo! Ella le dio la espalda
al guerrero, como si no pudiera soportar la visión de él un momento
más, mientras que sigilosamente palmeaba un cuchillo. Ella mantuvo
la cuchilla presionada contra su antebrazo. Listo. — Si esta es la
manera de pagar tus deudas... –

— Estás viva, ¿no es así? — No había la más mínima irritación


en su tono.

Por último. Un despliegue de emoción sincera. — Sí. Y voy a


salir, — dijo.

— No, — dijo en voz baja, amenazadoramente. — Tu no. Te


quedas. —

— ¿Por qué? —

Silencio.

Tal silencio opresivo. — Trata de detenerme y te pelearemos, —


dijo ella tan suavemente, tan amenazadoramente.

— Sólo estás despertándome el apetito, Rayo del sol. —

¡Mentiroso! Él no se sentía atraído por ella. No podía ser. Ella


era una diversión, como él había dicho, pero nada más.

Bueno, ella estaba a punto de cometer un error!

Ella se dio la vuelta. Se puso de pie, y antes de que pudiera


hacer un movimiento él se movió a la velocidad del rayo. La agarró
por los hombros y la tiró contra él. Su gran erección contra el vértice
de sus muslos. Cualquier mujer lo haría, pensó, incluso calor invadió
sus venas.
— Te quiero, y me quieres. Liberemos de nuestras miserias, —
dijo, su mirada oscura y feroz.

— ¿Qué tal si me libero de mi? — Ella sacudió su brazo y


empujó la hoja profundamente en su

Cuello.

Un jadeo de dolor lo dejó, pero su control sobre ella nunca


vaciló. — Bien jugado, sol. Bien jugado. –

Con el arma todavía incrustada en su cuello, él la levantó y la


puso sobre la mesa, sin preocuparse de la comida o los platos.
Extendió a la fuerza sus piernas y se movió entre ellas, su mirada
nunca dejo la de ella. El calor en sus venas se intensificó, y se
estremeció. Él plantó sus manos al lado de sus muslos y se inclinó
hacia ella, su nariz rozando contra la de ella.

— Así es como el resto de este juego va a ser jugado, — dijo,


sólo para mirar más allá de ella y fruncir el ceño.

Cuando él no dijo nada más, se humedeció los labios. — Dime.


— Estoy emocionada? ¡Oh, qué tonta, tonta chica. Él no dijo nada.

Se enderezó, aunque su cabeza estaba inclinada hacia un lado.


— Algo está mal. —

La última palabra apenas había salido de su boca cuando oyó a


alguien gritar. Lázaro tiró el cuchillo de su cuello, la cicatrización de la
herida al instante, al igual que las puertas de la cocina

Se abrieron de golpe y una niebla negra rodo en la habitación.

— ¿Qué demonios es eso?, — Preguntó ella, poniéndose de pie.


Los gritos se intensificó, pero ella no estaba segura de si se trataba
de su pueblo, o la niebla. O las dos cosas.

— No sé. — Lázaro tiró de ella, actuando el como un escudo.

La acción la desconcertaba... le encantaba. La primera vez que


algo así había pasado. Ella lo agarro de la muñeca y lo tiró hacia la
puerta de atrás, lo que llevó a la sala de estar. La niebla les
persiguió... y rápidamente los alcanzó.

De repente Cameo estaba rodeado, incapaz de ver... y sólo era


capaz de escuchar más de esos gritos. Ella no podía respirar, no podía
siquiera moverse.
— Lázaro, — ella trató de llamar. Y entonces su mente se
quedó en blanco.
Capítulo 22

No te enfermes, no te enfermes. Por favor, por favor, no te


enfermes.

El mantra se repetía en la mente de Keeley, un disco rayado,


tan pronto como Torin se levantó de la cama. Ella sabía que él temía
lo que iba a venir. Sabía que él esperaba que ella cayera presa de la
infección de su demonio. En el fondo, ella lo esperaba también.

A su espalda, agarró una lámpara de la mesita de noche, la


apretó hasta hacer añicos la base y la destelló lejos antes de que las
piezas pudieran caer. Él volvió la vista hacia ella y ella parpadeó
inocentemente. Si ella no se ponía enferma, tardaría mucho tiempo
en convencerlo de quedarse con ella. Él podría estar tranquilo, pero
no había duda en su mente que había llegado al final de su tolerancia.

— Me gustaría poder decirte que lo siento, — dijo ella, — pero


no lo hago. Me gusta lo que nos hacemos el uno al otro. –

— Me gusta, también, pero debería ser lo suficientemente


hombre como para negarnos a ambos. —

— ¿Puedes culparte a ti mismo? Soy irresistible. —

Él no dio ninguna respuesta. Ella silenciosamente se vistió con


un vestido limpio hecho totalmente de tiras de cuero negro. A pesar
de que había pasado una hora desde que tuvo sus dedos dentro de
ella, todavía persistían los temblores de satisfacción. El olor dulce de
flores recién florecidas no estaba ayudando. Sus plantas en macetas
habían brotado en el momento que ella había alcanzado el clímax y
sirvió como un recordatorio constante de lo que Torin le había hecho
a ella... y lo que había hecho con él, cómo la había mirado, como se
había sentido y lo que había probado. Cómo la había hecho sentir tan
dichosa sin siquiera hacer el amor con ella.

¿Qué pasaría cuando finalmente estuviera dentro de ella?

— No sé si debo darte las gracias o maldecirte, — dijo. No


creas que me molestaría un agradecimiento en este momento.

— Tal vez ambas cosas? — Ella se ofreció amablemente.

— Cómo te sientes? —
— Bien. De verdad.

Un golpe en la puerta.

— Yo, Tor Tor, — Strider llama. — Tu chica tiene un visitante.


También, alguien le envió prezzies. —

— ¿Prezzies? — Un zumbido de felicidad. — Para mí? Pero


nadie sabe que estoy aquí. —

Torin frunció el ceño. — ¿Quién es el visitante?, —

— Se llama…William... y los tres de sus muchachos. —

— William está aquí? — Ella gritó, aplaudiendo con abandono.

Torin puso los ojos como si algo oliera mal. — Le conoces? —

Él lo hizo sonar como si fuera un crimen horrible. –Lo hago? —


Ella frunció los labios. Lo que había pensado como una declaración
había surgido como una pregunta.

— ¿De qué lo conoces? —

— Hades. —

— Ya veo. — Él inclinó la cabeza como si acabara de tomar una


decisión.

— Estaremos abajo, — informó Strider.

Sin apartar la mirada de ella, le preguntó en un tono más


templado, — ¿Cómo de cercanos erais vosotros dos? —

— Está mi Encantador... celoso? … Éramos amigos, nada más.


— El William que yo conozco no hace amistad con mujeres. Él


les hace entrar en su guarida y a la siguiente mañana se despiertan
en su cama, seducidas a fondo. — Él caminó hacia la puerta y la
abrió, indicándole para que saliera. — Vamos a ir a tener una charla
sobre sus intenciones contigo. —

Ella permaneció en su lugar. — Si me pongo enferma…—

Su maldición asaltó sus oídos y ella se estremeció.


— Si me enfermo, — repitió, — voy a sanar. Lo he hecho cada
vez antes. No tiene que dañar lo bueno que hay entre nosotros. —

— Lo bueno es que? — Escupió, incrédulo. — Keeley, tú podrías


ser lo peor que me ha pasado nunca. Has hecho que esto me
preocupe y hay una muy buena oportunidad de que te mate por ello.
— Él se alejó sin mirar atrás.

Las lágrimas brotaron con fuerza sorprendente, escociendo


como una repentina lluvia que tamborileaba contra la ventana. Él
estaba preocupado. Ella lo sabía. Y él se estaba ahogando en la culpa.
Ella también lo sabía. Él se había preguntado Un millón de veces
cómo podía seguir haciéndole esto a ella, pero tal vez la verdadera
pregunta era:

¿Cómo podría ella Continuar haciéndole esto a él?

Todas las parejas tienen problemas. Tenían que pasar a través


de ellos.

Somos más fuertes que la mayoría.

Con la cabeza en alto, iba caminando por el pasillo, donde una


serie de cajas se apilan contra las paredes, cada una hecha de algo
diferente. Ebony. Marfil. Mármol. Oro. Plata. Jade. Los prezzies?

Con manos temblorosas, abrió la de arriba— y encontró el


corazón negro de un siervo enclavado dentro de una cama de
terciopelo rojo. También una nota. De Hades.

Como ya he dicho. Nunca más. Hasta pronto. Tuyo, H

Uno de los mejores regalos de nunca, claro, pero la ira floreció


como las flores en las macetas, brotando espinas en lugar de pétalos,
y la fortaleza la estrechó. Respiración profunda dentro... fuera... ella
arrugó la nota y la dejó flotar hasta el suelo. Otra respiración
profunda... fuera...

La agitación se detuvo.

Torin regresó. — ¿Eso es un corazón? — Se inclinó, recogió el


papel y se puso rígido mientras leía.

— Nunca más, ¿qué? —


Keeley se dirigió hacia un gran barril de whisky en la sala,
retiró la tapa, y comenzó a volcar las cajas con los corazones en el
interior.

— ¿Qué estás haciendo?, — Preguntó Torin.

— ¿No puedes adivinar? — devolución.

— ¿Qué está él haciendo? —

— Tratando de enamorarme— Una tarea imposible.

Como el más experto de los depredadores, Torin dijo, — Él


quiere empezar una guerra ¿verdad? — Con ella, sí. Pero a ella no le
gustaba la idea de Torin frente a frente con Hades.

— Él es el que me dio este cuerpo, ya sabes. El dueño anterior


era Perséfone, hija de

Zeus, pero ella había muerto, y su espíritu siguió adelante.


Hades conservo su cuerpo porque le gustaba el aspecto que tenía. Y
debido a mi capacidad de vincularme, yo era la candidata perfecta
para apoderarse de ella, pero luego me volví más fuerte de lo que
podía manejar, y lo utilizó para destruirme. –se rió sin humor. — Y él
piensa que voy a darle otra oportunidad? – El whiskey estaba
salpicando sobre sus brazos, mojando su vestido. Metió otro corazón.
— Ya

Está…Hay sólo unos cuantos errores que una persona puede


perdonar, y él llegó a su límite hace mucho tiempo. —

Ella se dirigió hacia dos barriles más para deshacerse de todos


los requisitos. Cuando terminó, ella destelló una cámara Polaroid,
tomó un selfie (Auto foto) con su dedo medio extendido, y adjuntó la
imagen en una de las tapas de barril.

— Devuelto a su remitente— murmuró, destellando cada uno


de los barriles al reino donde vivía Hades. Al deslizar sus manos en
un gesto de un trabajo bien hecho, se enfrentó a Torin. Se había
puesto pálido, y su ojos atormentados.

— No estoy enferma, — le aseguró.

— Ese no es el tema — Él se pasó una mano por la cara. — No


importa. — Temía algo más? Ella suspiró. ¿Alguna vez lo entenderé? –
William está esperando, ¿no? —
Decidida, siguió adelante, sin saber a dónde iba. Torin
acechaba en frente de ella, cambió de dirección, y la llevó a una sala
de estar. Mientras ella estudiaba el nuevo entorno, él se dirigió a la
zona de bar y se sirvió una copa. Otros cuatro hombres, cada uno
más bello que el anterior, se colocaron delante de ella. Reconoció a
William el Siempre Caliente, también conocido como el desintegra
Bragas?, también conocido como el Oscuro, pero no a los otros.

William se sentó en una silla de felpa roja, sosteniendo un vaso


de líquido de color ámbar, con el pelo negro despeinado y sus ojos
azules eléctrico brillante. ¿Acababa de venir de la cama de una mujer
casada? Probablemente. A pesar de los siglos que habían pasado
desde que lo había visto por última vez, no había cambiado. Sexo
andante… O sentado.

Los otros hombres de pie detrás de él, flanqueando su silla.


Uno era calvo. Uno era un rubio, y el otro era moreno. Todos eran
guerreros. Claramente. Sus cuerpos habían sido cincelados en el
campo de batalla, y en sus ojos se arremolinaban horrores que
ninguna persona debería tener que ver. Varios de los Señores y sus
mujeres también estaban presentes. Fueron esparcidos por toda la
habitación.

— Keeleycael, — William, reconoció su voz suave y rica. Aún


más decadente que antes. Su mirada malvada viajó sobre ella,
desnudándola, estaba segura. Era un seductor nato, Simplemente no
podía evitarlo.

— Te ves muy deliciosa esta tarde. —

— Como cada tarde, noche y mañana. — La confianza era tanto


un arma como una espada. No es

Que necesitara un arma en contra de William, pero una chica


tenía que mantener su arsenal recién pulido.

— Me gusta ella más y más, — dijo la pelirroja Arpía llamado


Kaia.

Su hombre, Strider, la arrastró lejos, murmurando, — Te lo


dije, una sola palabra y nos echarán de aquí.

— Pero bebé... — Sus voces se desvanecieron.

— Ha sido mucho tiempo, — William continuó. — Yo estaba


muy apesadumbrado de oír lo que Hades te había hecho... sobre
todo porque yo no había tenido la oportunidad de probarte todavía….

Torin se movió a su lado, con la mano en la empuñadura de


una daga. — Sí, — dijo secamente. — Esa fue mi única pena. —
William le ofreció la más mínima insinuación de una sonrisa, una
pantalla de dientes que ella había visto desgarrar un sinnúmero de
gargantas enemigas. — Yo te llevaría a mi habitación en este mismo
segundo, te daría una nueva razón para vivir, pero te convertirías en
una seguidora — fiel, — como todo el mundo, y estoy actualmente un
poco demasiado ocupado para hacerte frente. —

— No tiene nada que ver con el hecho de que tu buen amigo


Torin ya está imaginando tu cabeza en una pica?, — bromeó.

Su sonrisa se hizo más amplia. — Querida, él me está dando


una mirada insinuante. Las consigo donde quiera que vaya. —

Ella hizo rodo sus ojos. — ¿Quiénes son los brutos detrás de ti?

— Yo te haría jugar al juego de las adivinanzas, pero su belleza


siempre revela sus orígenes. Ellos son mis niños. — Los — niños— en
cuestión permanecieron estoicos, mirándola como si ella fuera lo
siguiente en la tabla de cortar.

— Guau. Ninguno de mis espías recogió ese poco de


inteligencia. —

— Estaría encantado de describir cómo fueron concebidos estos


malhechores, y en gran detalle, — dijo William. — Estoy bastante
seguro de que tu cerebro estaría sangrando en el momento en que
termine y que te gustaría sacarte los ojos, pero estoy dispuesto a
correr el riesgo si tú lo estás. Sólo di la palabra.

— La palabra. —

— Una vez, en el campamento de la banda, yo…— Alguien


lanzó un puñado de palomitas de maíz hacia él.

— Boo! Abucheos! — Anya dijo — Ya he escuchado esto. Alerta


de Spoiler: la única manera de obtener dos jugadores de flautín que
te mantengan en perfecta armonía es disparar a uno. —

A Keeley no le gustaba tener a la mujer a su espalda, pero


aparte de su rigidez, no dio ninguna otra indicación de que le
molestaba. — ¿Por qué estás aquí, William? ¿Por qué me convocas? –
Él señaló con el pulgar por encima del hombro, indicando los
tres hombres. –Mis robustos y jóvenes muchachos solicitan el honor
de tus servicios. Un soldado Phoenix mató a su hermana. — Su voz
se tensó, los músculos de su mandíbula se apretaron. — El culpable
ha sido tratado adecuadamente. Por supuesto. Pero su clan afirma
que mis chicos fueron — demasiado lejos— — utilizando comillas en
el aire — con su venganza y con sus represalias diarias. Mis hijos
están ganando esta guerra, naturalmente, pero las continuas
escaramuzas me… molestan. Tus habilidades particulares serían la
sangrienta guinda perfecta del pastel que haremos con sus órganos.

Ella había participado en muchas guerras, y ni una vez su


equipo perdió. Las victorias constantes eran utilizadas para divertir a
Hades. Y ella supuso que era una de las razones por las que había
empezado a temer su poder; que él había tenido que preguntarse
¿qué pasaría si alguna vez ella se volviera contra él.?

Había actuado en consecuencia, y eso solo había traído sus


miedos a la vida.

— Lo voy a considerar, — dijo ella, y Torin se puso rígido. — Y


si, en última instancia, estoy de acuerdo, tus robustos y jóvenes
muchachos tendrán que prometerme su lealtad eterna. Pronto voy a
poner en marcha un nuevo reino, y estoy buscando una guardia real
—.Su anuncio recibió varias reacciones diferentes. Alarma de Torin.
Diversión de William. Afrenta de cada uno de sus hijos.

— Esas son mis condiciones, — dijo con un encogimiento de


hombros. — Tomalas o dejalas. —

— ¿Alguien quiere oír mi opinión? — Dijo Anya.

— Preferiría tragarme una batería, — murmuró Keeley e


intentó destellara la chica a una jaula en el zoológico. O más bien lo
intentó. Anya se mantuvo en su lugar, con aire satisfecho. Bueno,
bueno. Ella se había marcado a sí misma con azufre.

Keeley miró a Torin. Él había compartido su debilidad con sus


amigos y, la elección de su seguridad sobre la de ella. Y la única vez
que podía haber hecho eso era mientras Keeley se estaba retorciendo
en la cama, recuperándose de una lesión que habría matado a
Gedeón, a quien ella había más o menos salvado.

Y sí, está bien, hubo una ligera posibilidad de que los otros
Señores hubieran sabido acerca de los curadores como Torin lo sabía,
pero dudaba de que fuera el caso. Especialmente cuando él levantó la
barbilla, sus dientes rechinando juntos, su aspecto diciendo ¿qué
esperabas?

La fortaleza comenzó a temblar. Respira… profundamente. Ella


había estado trabajando en esta relación, dando todo lo que tenía,
confiando en él, arriesgando su vida por él, y sin embargo, él la había
estado perjudicando. ¿Cuánto más podré tolerar? Keeley apartó la
mirada de Torin. Trataría con él más tarde.

Siempre más tarde. La historia de su vida.

— Así que... ¿por qué la multitud?, — Preguntó una voz que


Keeley no pudo ubicar.

William dejó la copa a un lado y se levantó. Ya no era el cuadro


de la depravación relajado, sino que se transformó en un auténtico
saqueador listo para saltar y atacar... para devorar.

Keeley nunca, nunca, fue testigo de tal respuesta en él.

Una chica de aspecto delicado dio un paso a través de los


Señores y señoras, su cabello oscuro brillante y su piel aceitunada
formaban una combinación encantadora. Tenía unos ojos sensuales
del más profundo y rico marrón, y estaban enmarcados por pestañas
tan largas y gruesas que crearon un abanico alrededor de sus
párpados. Pero tan guapa como ella era, era joven y humana.
Demasiado joven y demasiado humana para un varón de fieros
apetitos como William.

Ella tenía que ser la famosa Gilly.

Su cumpleaños se acercaba, Keeley lo recordaba. Pobre


querida. ¿Tenía ella alguna idea de que William estaba preparado para
abalanzarse? A la espera de que el tiempo en el reloj se agote?

La chica saludó a Keeley, un aura de dulzura y luz


envolviéndola.

–Soy Gillian. Todo el mundo aquí me llama Gilly, aunque les


supliqué que no lo hicieran. Tú debes ser la Reina Roja, he escuchado
hablar mucho sobre ti. —

— Puedes llamarme Dr. Keeley…Vamos a ser muy amigas, y yo


te voy a enseñar cómo atormentar a William El Oscuro en los años
venideros.
— ¿No merezco un saludo, muñeca? — William ronroneó.

Gilly…Gillian se volvió con una gracia que rivaliza con una


bailarina de ballet y colocó las manos en sus caderas. –Fuiste tú la
persona que quemó todas mis decoraciones de la fiesta reduciéndolas
a cenizas? –

— fui yo. — Y él no sonaba arrepentido.

— Entonces no. Tú no te mereces un saludo. —

Keeley cruzó los brazos sobre su pecho, molesta por la chica.


— ¿Tú quemaste sus decoraciones a cenizas? –Una pequeña humana
que no había tenido ninguna manera de detenerlo. Sus ojos se
estrecharon en ella.

— Ella no necesita una fiesta. Tengo una sorpresa para ella. —

Sí, y Keeley apostaría la sorpresa estaba en sus pantalones.

— Tu sorpresa no es lo que ella quiere, Willy, si no, no habría


comprado las decoraciones. —

William levantó la barbilla, un parpadeo de color rojo


apareciendo en sus ojos. — Te has enojado, Majestad? Adelante.
Trata de hacerme daño. Verás lo que sucede. —

Oh, ella sabía lo que pasaría. Nada. Como Torin y Anya, tenía
marcas de azufre. Por desgracia para él, tenía un arma que no se
vería afectadas por esas marcas. Información. Ella esbozó una
sonrisa brillante a Torin.

— Adivina qué? Querías saber quién robó la caja de Pandora


después de que se abrió. Bueno, yo estoy dispuesta a decírtelo. —

Torin dio un paso más cerca de ella. Un extraño, y agudo


zumbido de repente llenó sus oídos. En segundos, cantidades masivas
de fuerza se filtraron de sus poros, sus rodillas amenazando con
derrumbarse. No entendía lo que estaba pasando. Algo caliente y
espeso goteaba de su nariz, y después se secó, vio rayas de color
carmesí en sus dedos.

— Hay que ir a tu habitación y descansar, — dijo William. — Es


evidente que estás mal. —
— Tengo que decirle a Torin... — William... — dijo ella,
obligándose a seguir. — William es el que robó... dimOuniak... él
es... el traidor — ….Todo su mundo se volvió oscuro.
Capítulo 23

Torin masajeó la parte posterior de su cuello. Once días. El


tiempo suficiente para superar su rabia contra William, que había
admitido su crimen.

El guerrero había visto a los señores y esperado. Él había


robado la caja de Pandora segundos después de que se abrió, pero
antes de que llegara muy lejos, Lucifer la había robado de él. Según
Will no había visto ninguna razón para decirles lo que había hecho,
había reclamado, por…esto… No había querido decirles. Él no sentía
que había hecho algo mal, solo lamentaba que había sido
descubiertos. Típico.

Según William, Lucifer no podía tocar la estrella de la mañana.


Su oscuridad sería aplastada por

La luz, y se enfrentaría a la derrota final. Era por eso que


nunca había querido que nadie la tuviera. Algo que trataría más
adelante.

No había nada más importante que Keeley. Y once días también


pasaron a ser la permanencia de

Su más reciente enfermedad. La sangre se había filtrado


continuamente de su nariz, e incluso sus ojos y oídos. Torin no había
sabido lo que iba mal hasta que la parte posterior de su cráneo
básicamente había estallado, dejando al descubierto el tumor que
crecía fuera de su cerebro.

La horripilante visión casi había deshecho a Torin... mi Hada


de Azúcar en pedazos. Había sido el peor momento en una vida llena
de momentos malos.

Ayer, la hemorragia se había detenido finalmente y esta


mañana su cráneo había sanado. Ella iba a vivir.

— Ella va a despertar pronto, — le dijo a Lucien. Estaban solos


en la habitación suite del guerrero, sentado uno frente al otro. Esta
era la primera vez que Torin se había sentido lo suficientemente
cómodo para dejar su lado.

— Eso es bueno. ¿Por qué te ves tan miserable? –


— Tengo que darle el discurso de…solo ser amigos…por lo que
parece la milésima vez. — Si ellos continuaban por su actual camino,
llegaría a odiarlo de la misma manera que odiaba Hades.

Hades había hecho demasiado para perdonarlo, había dicho


ella. Torin no podía permitirse llegar a ese punto. En realidad, podría
haber llegado ya. No por el demonio, sino porque le había dicho a sus
amigos sobre el azufre. Ellos lo habrían recordado por su cuenta, pero
se habían asustado sobre la inmensidad de su poder y lo que
significaba para sus familias, bueno, y él había esperado calmarlos a
ellos antes de que pudieran pedirle que eligiera entre ellos y Keeley.

Pero no era eso exactamente lo que había hecho? Ella


ciertamente lo creía así.

— No puedo creer que vaya a decir esto, pero... el continuar


saliendo con ella sería una cosa tan mala? — Preguntó Lucien. —
Nunca te he visto tan contento. —

Contenido... enojado... frustrado. Con Keeley, se sentía más


que de costumbre. — malo? Trata con terrible. No soy bueno para
ella. —

— Creo que ella no estaría de acuerdo. —

¿Cuál era la parte más importante del problema. — No puedo


seguir haciéndole esto a ella. — Él halo su pelo, dio la bienvenida al
dolor. — He tratado de dejarla. Lo has visto. Fallé. Creo que quería
fallar. Caray, yo sé que lo hacía. —

Lucien se frotó la mandíbula llena de cicatrices con dos dedos.


— Tengo una teoría acerca de todo esto. Creo que podrías tocar a la
Reina Roja sin consecuencias. —

— he hecho polvo tu teoría, — Torin murmuró. — Yo ya he


demostrado lo contrario. —

— Puede... un día, — Lucien rectifico. — Si ella se une con…—

— si ella se une a mí. —

— Déjame terminar. Si ella se une contigo... y muchos otros.


Como curadora, entre más vínculos ella tenga… más fuerte se hará.

¿Otros? Probablemente no era una buena señal que quisiera
asesinar a sangre fría a quien terminase atado a ella. Mi mujer. Sólo
mía. Pero por ella, él trataría. Sólo había un problema.

— ¿Qué pasa si, a través del enlace, ella encuentra las


enfermedades del demonio? Ella sería lo suficientemente fuerte como
para luchar contra ellas, pero otros podrían no serlo. —

Lucien suspiró. — Sí. Eso es cierto. –

Maldiciendo, Torin estrecho fuertemente su mano sobre la


mesa auxiliar, lanzando un vaso lleno de hielo al suelo. La Vida no
debe ser así. No debería ser tan difícil. No importa cuál sea la
decisión que hiciera, alejarse, el tacto, no tocar, probar algo, sólo
amigos, era una mala.

— Tengo que hacer esto, — dijo. — Ella significa mucho para


mí.

Lucien le dio una sonrisa compasiva. — No me parece que sea


el tipo que permite a un hombre tomar decisiones por ella. –

— No me importa. Voy a ser firme. —

— fuiste firme la última vez, también. —

— Eres como un dolor en el culo. Me voy antes de que te pegue


un puñetazo en la cara. —

Lucien parpadeó inocentemente. — ¿yo dije eso? —

Con el ceño fruncido, Torin se levantó y se acercó a la puerta.


Al llegar a la perilla, la puerta se abrió y Anya se precipitó dentro de
la habitación, casi chocando contra él. Se detuvo abruptamente,
sacudió sus manos detrás de su espalda y miró hacia él. O eso creo,
pensó que ella le estaba mirando fijamente. Llevaba un sombrero, y
las sombras proyectadas por el borde oscurecían sus ojos.

— De salida?, — Preguntó. — Bueno, quiero decir, booo, estoy


súper cabreada. Tan triste no vamos a llegar a hablar. ¿Le
preguntaste a la Reina Roja sobre el muchacho? Bueno, adiós. –Ella
se hizo a un lado, haciendo un gesto en la sala con la barbilla. — La
hora para Lucy darle a Annie un tiempo a solas. —

Esto no augura nada bueno…para Lucien. Mi…Hada de Azúcar…


Detente!
— ¿Qué hiciste, Anya? — Lucien exigió, acercándose al lado de
Torin.

Ella pasó de un pie al otro. — No me hagas decirlo delante de


Torin. Por favor, bebe! –

— Dilo, — Lucien insistió. — Ahora. —

— ¿Qué está pasando?, — Preguntó Torin.

— Bueno... podría haber un pequeño problema con la diablesa


en tu habitación, — admitió.

Qué! Un demonio rojo brilló en sus ojos. — ¿Le has hecho


daño? —

— Qué? La dulce yo? — Ella negó con la cabeza, toda


inocencia. — Pero puede o no que haya hecho un poco de
investigación y consiguiera un poco de información pirata que decía
que si cortabas todo su pelo la debilitarías gravemente. Entonces
puede o no que haya logrado colarme en su habitación con un par de
tijeras y tomado esto. –Levantó sus manos y enrodado en sus dos
manos gruesas hebras de cabello dorado. — Por cierto, puede o No,
sé a ciencia cierta que los rumores no son definitivamente cierto —

Voy. A. Matarla

— La Reina Roja puede o no haberse despertado a medio de


cambio de estilo, — Anya continuó alegremente, — y podría o no
haber tomado las tijeras lejos de mí y me ha dado un nuevo estilo en
la mía. –

Con un movimiento de su brazo, Lucien derribo su sombrero.


La Ultra fashionista Anya lucía un flequillo desigual y capas que
colgaban desordenadamente alrededor de su cara. — tu puedes o no
puede lucir ridícula. Y adorable, — agregó con un gruñido.

— No es adorable, — Torin rugió. Le había costado semanas


para convencer a Keeley de descansar en su casa. Semanas de
demostrar que estaba a salvo con él, que podía confiar en él para
protegerla de los demás, mientras que ella era vulnerable. Todos sus
esfuerzos se habían arruinado en un parpadeo.

Anya no le hizo caso, diciéndole a Lucien, — Vamos a tener que


posponer la boda hasta que mi pelo crezca de nuevo. —

— ¿Por qué no me sorprende?, — Respondió el guerrero.


— Si no le das algunas nalgadas, lo haré yo. Y no voy a usar
guantes. — Torin salió de la habitación antes de que palabras más
duras fueron dichas y las amistades se arruinaran.

— Hey, Tor Tor, — Strider llamo, corriendo para ponerse a su


lado en el pasillo, y luego mantener el ritmo. — Kaia me ha estado
molestando… ósea, pidiendo dulcemente. Ella quiere hacer una cita
para jugar con Keeley. Una noche de chicas con asesinato, mutilación
y mierda como esa. —

— Voy a hablar con ella, — dijo, el rodeando de la esquina.

— Eres un salvavidas, — respondió Strider. — Pero, eh, has lo


pronto. Kaia me está molestando…..digo pidiéndomelo dulcemente…
puede llegar a ser doloroso. —

Torin llegó a su habitación. Él fortificó su voluntad…tomé una


decisión, y me estoy apegando a ella antes de entrar.

Keeley estaba en el borde de la cama, las manos juntas


perfectamente delante de ella. Esperándolo? Demonios, era preciosa.
Su cabello de hecho había conseguido un ajuste mayor, las olas
terminaban justo entre sus hombros. Aun con el largo suficiente para
empuñarlo. Al igual que Anya, tenía flequillo. Sólo que el de ella había
sido echado a un lado. La hacía parecer más joven... como una
muñeca que había conseguido un retoque en el Salón del niño.
Adorable era correcto. Llevaba un vestido nuevo. Uno de seda
escarlata que se aferraba a sus magníficas curvas y formaba una
alborotada piscina alrededor de sus pies. Elegante, con excepción de
la V profunda entre sus pechos, mostrando su escote. Eso era más
allá de caliente.

Dio un paso atrás, lo que aumento la distancia entre ellos. Pero


no sirvió de nada. El deseo de tocarla estaba siempre con él,
montándolo, pero ahora estaba totalmente consumiéndolo. Resiste!

Pero... ella estaba bien y frente a él, y una cama estaba detrás
de ella. Qué fácil sería arrojarla al colchón y sujetarla con su peso.

— Tenemos que romper, — bramó. Maldita sea. Se aclaró la


garganta, añadiendo en voz baja: — Nos quedaremos como amigos,
por supuesto. —

Sus ojos se estrecharon en pequeñas rendijas. — No vamos a


ser amigos. Yo inventé ese discurso. —
— Keeley…—

— ¡No! Sabía que ibas a intentar algo como esto. ¡Lo sabía! —
Al menos la fortaleza no estaba temblando. — Bueno, me niego a tu
oferta de amistad y de ruptura. Nos vamos a quedar juntos, y eso es
definitivo. —

El demonio maulló con decepción.

— No se puede rechazar una ruptura, — Torin tronó.

— Siento disentir. Que acabo de hacerlo. — Él tenía cero


experiencias para terminar y ni idea de cómo responderle. Se fue con
la honestidad.

— Romper es lo mejor, princesa. —

— Tú pensabas que dejarme, también era lo mejor, pero no


pasó mucho tiempo antes de que me estuvieras sosteniendo en tus
brazos como si no pudieses soportar la idea de dejarme ir. ¿Y sabes
por qué lo hiciste? Porque podrías enloquecer si me dejas ir! –

— Un error. — Él se pasó una mano por la cara. — Obviamente.


— Tú no crees eso. —

— Lo hago. Yo realmente, realmente lo creo. —

El color desapareció de sus mejillas. — No. ¡No! — Ella pisoteo


fuerte, el ruedo de su ondulado vestido. –No me puedes seguir
haciendo esto a mí, guerrero. O estás en esta relación o no lo estás.
Te daré que una oportunidad más. —

No, dijo él. — Yo no necesito otra oportunidad. Ya termine. Eres


la que aún se está resistiendo. —

Ella tomó aire pesado y enderezó los hombros. — Tienes razón.


Se acabó entonces. Terminamos. — Ninguna emoción en ella, ya sea
en sus palabras o acciones — Te quedarás aquí, y yo me mudare. —

¿Dónde está mi alivio? — Hay una habitación al lado de ésta. —

— Voy a estar mudándome a una casa propia. En la ciudad. —

— Ahora solo espera un minuto. — Él la quería aquí, así


siempre sabría dónde estaba y con quién estaba. Para poder entrar y
ver cómo estaba cada vez que él lo deseaba, y cerrar la puerta de
entrada Ante cualquier hombre tan estúpido como para visitarla.

Ella arqueó una ceja, arrogante, desdeñosa, cada centímetro


de reina. — Lamentas tu decisión

Ya, Torin? Bueno, mala suerte. Ya es demasiado tarde. — Se


acercó al armario, diciendo:— Esta vez me he decidido —.

¿Cómo se iba tan lejos su resolución con tan pocas palabras? —


Estás actuando como si estuviera haciendo esto simplemente para
lastimarte. ¿Por qué no ves que estoy eligiendo tu vida por encima de
mi felicidad? Que siempre voy a elegir tu vida. —

Era la verdad, y la certeza casi lo derrumba en la alfombra. Él


escogerla sobre cualquier persona o cosa, siempre. Keeley era para
él. La que él había esperado siglos para poseer, no sabía realmente
que era lo que estaba haciendo, pero viéndolo ahora. No habría nadie
más para él. Y

Aunque Keeley estaría mejor si él tomara la ruta de —


acabado, — él no podía hacerlo, no otra vez.

Escogiendo su vida sobre su felicidad destruyendo su felicidad,


y él no podía, no lo haría. Nunca. Había sido rechazada toda su vida.
En primer lugar por sus padres. Luego por su marido. Entonces por
Hades. Un barril de whisky? Torin habría pagado el precio más alto:
su propia vida.

Todavía había un millar de razones por las que debían romper,


y sólo una para permanecer juntos. Pero esa razón triunfó sobre
todas las demás:

Ella es mía. La amo.

Lo hago. La amo.

No podía rechazarla de nuevo.

Había cometido un error. Uno que iba a rectificar.

Él se colocó delante de ella y apretó sus manos. Mirando hacia


ella, serio y luchando

Desesperadamente, dijo, — Lo siento he intentado romper


contigo. Lo siento, le dije a los otros acerca de la azufre. Lo siento
por cada vez que enfermaste. Pero si tú me puedes perdonar, y yo te
ruego que me perdones, si me das la oportunidad que me prometiste,
y te estoy pidiendo que me des la oportunidad, voy a quedarme y
hacer mi mejor esfuerzo para hacerte feliz. No porque puedas
encontrar a mis amigos perdidos, o la caja, sino porque estoy perdido
sin ti. — Al principio ella no reaccionó. — Por favor, Keeley. —

Las lágrimas brotaron de sus ojos, corrían por sus mejillas. Su


pecho se apretó mientras él las limpió con un dedo tembloroso. — No
hagas eso, princesa. Quiero hacerte feliz, no triste. —

— Estoy feliz, — dijo. — Me rompes, pero luego me vuelves a


unir. —

Una admisión peligrosa, revelando el gran poder que tenía


sobre ella. Pero entonces, ella lo poseía. Todo lo que él tenía era a
ella. — Sé que soy un proyecto con necesidad de un mayor trabajo,
— dijo.

— Sí, pero me gustas de todos modos. —

— Y estás dispuesta? —

— Lo estoy. —

Gracias A Dios. Él la atrajo contra su pecho, la dejó sentir el


ritmo desenfrenado de su corazón. — ¿me perdonas? –

Ella lanzó un suspiro tembloroso. — Sí. Lo hago. Pero no me


hagas daño de nuevo, Torin. Por Favor. –

Otro favor.

La apretó con más fuerza. Él sabía que ella había querido decir
no me hagas daño... emocionalmente, pero él era quien era y parte
de lo que escuchó fue no me hagas daño... físicamente. La única
respuesta honesta que podía darle? — Tu corazón está a salvo
conmigo. —

Ahora ella lo apretó con más fuerza. — Cuéntame un secreto,


entonces. Algo que nadie más sepa. Demuestra que eres serio.
Acerca de mí. Ojo por ojo, después de todo. Tú les dijiste a tus
amigos un secreto acerca de mí. —

Un secreto... Sus amigos lo habían visto en su mejor momento


y en su peor momento y sabían todo sobre él... excepto una cosa.
Algo que lo hacía avergonzarse y sentirse culpable, su confiable
compañero enfermedad, lo pinchaba. Decirle a Keeley no era
prudente. Pero negárselo a ella cuando se vio obligado a negarle
tanto que ya ni siquiera era una opción.

Cerró un brazo alrededor de su cuello, con la camisa y el gran


cuello de su vestido protegiendo su piel, luego envolvió el otro
alrededor de su cintura. Era un apretón insoluble. Tendría que
escucharle plenamente antes de que él la dejara escapar. No es que
alguna vez volviera a dejarla escapar. Se decidió. Estaban en esta
cosa, para bien o para mal.

— Había una chica, — dijo. Ella se puso rígida en su contra. El


oculto una sonrisa. Me quiere para ella….de la misma manera que yo
la quiero, Mia. — Hice toda la cosa de dulces y flores con ella. —

— Me gustan los dulces y flores, — admitió en voz baja. Dulces


y flores, por venir. — aunque, — dijo ella, tamborileando sus dedos
contra mí pecho. — Me diste un zoo en piezas de ajedrez, y esos son
mis mejores regalos. —

Técnicamente ella había robado las piezas de ajedrez. Pero esa


era mala suya, no de ella. Él debía tener la mano en ellos más a
menudo. Dejando que ella siempre vea lo mejor de mí.

— Todo el mundo piensa que fui tras ella a causa de mi


atracción por ella. A veces me convenzo a mí mismo de ello. Hace
que sea más fácil lidiar con el hecho de yo tocando su piel a piel, y
unos días más tarde, una plaga matara a miles. — Se frotó la mano
sobre el corazón acelerado.

— Pero la verdad es que... —

— Lo hice porque estaba enojado. Todos los días vi a mis


hermanos tocar a alguien y a todo el mundo que querían. Luchar con
todo el mundo que querían. Siempre me quedé atrás. Este día en
particular, que habían acabado de llegar a casa después de una
batalla con los cazadores…sabes quiénes son? –

Un temblor se movió a través de ella. — Sí. Un ejército de


seres humanos una vez liderados por Rhea y Galen, sus enemigos. —

— Exactamente. Mis amigos estaban cubiertos de sangre y en


lo alto de la victoria. Yo estaba resentido. Y allí estaba ella, de pie
fuera de la ventana de mi choza. Esta hermosa chica. Mediados de los
años veinte. Viuda. Una vida plena por delante. Ella me quería. Sabía
que cada vez que me atreví a ir a la ciudad, nuestros caminos se
cruzaban. Y esa noche Pensé, ¿por qué no? Me merecía algo bueno
en mi vida y también lo hacia ella, y con ella, yo era algo bueno

Keeley le besó la mano que había frotado. — Te mereces lo


bueno. Tú eres bueno. —

Tal vez no lo crea asi, cuando escuchara el resto. — Yo iba a


dormir con ella. Planeaba hacerlo. Pensado formar toda una explosión
de toques. Correrme, luego matarla antes de que la enfermedad se
propagara. Sí. Soy un verdadero ―ganador‖. —

— Así que hay algunos defectos, — dijo. — Todo el mundo los


tiene. —

— Pero mi historia con las mujeres era pobre, — continuó. —


Antes de la posesión demoníaca, yo era demasiado áspero con ellas.
Nunca pude obtener el paso a la segunda base. Y esta vez, poco
después de poner mis manos en la cara de esta chica, me arrepentí
de lo que había hecho, lo que iba a hacer, y la dejé. La deje morir. Y
lo hizo. Todos los miembros de su familia se unieron a ella. – Él
esperó, el veredicto de Keeley tenso e impaciente, — Di algo, —
graznó.

— Lo que hiciste fue terrible, sí. No hay manera de evitar eso.


Pero todos hemos hecho algo

Terrible guerrero. ¿Quién soy yo para tirar la primera piedra? Y


tú has vivido con la culpa todos los días desde entonces, no lo has
hecho? –

Una afirmación, no una pregunta, pero él contestó de todos


modos. — Sí. —

— ¿No crees que ya has hecho suficiente penitencia, entonces?,


— Preguntó. –estuviste siglos sin

Tocar a cualquier otra persona, a la vez que llevabas la culpa,


la tristeza y la angustia. Tu no eres el hombre que solías ser. —

Esa no eran las palabras o reacción que había esperado de ella.


Pero entonces, se trataba de Keeley. Su más dulce sorpresa. — Tal
vez, — fue lo único que se atrevió a decir. — ¿Por qué no duermes un
poco. Nada malo sucederá esta vez, tienes mi palabra. —

— No estoy cansada. —

— Tenemos un gran día mañana. —


— ¿Por qué? Qué pasara? –

— Encontramos a mis amigos. —

— Hurra, — dijo. — Pero todavía no estoy cansada. —

Tenía que estarlo, teniendo en cuenta que Anya había


interrumpido su descanso muy necesario. –Cansada o no, yo quiero
que duermas. Somos una pareja, ¿no? — Él no le dio la oportunidad
de negarlo, pero la levantó y la arrojó sobre la cama. — hacemos
mierda juntos…. —

— Mierda? ¿En serio? Así es como lo expresas? …–

— Como dormir. —

— Prefiero organizar nuestro armario, — dijo. — limpiar el


suelo. —

— suficiente. Una vez me dijiste que me obedecerías en la


cama. Bueno, estás en la cama. —

— Bien. Voy a dormir, — se quejó, — pero no me gustara. –

Su sonrisa fue lenta mientras apretaba sus guantes. — Vamos


a ver si puedo hacerte cambiar de opinión.... —
Capítulo 24

Que me contraten para otra siesta cuanto antes. Keeley se


había convertido en una fan de las siestas de por vida. Dormir con la
esencia de Torin en su nariz, su calor envolviéndola, y sus brazos
ceñidos alrededor de ella... no había nada mejor. Bueno, excepto por
cómo se las iba a arreglar con él.

Ella se despertó fresca y revitalizada, lista para conquistar el


mundo... y se dio cuenta de que la necesidad que sentía por Torin
era un dolor sin fin. Si Hades había sido una llama, Torin era un
incendio. Cuanto más le daba él, más quería ella. Y ahora que habían
decidido sacar hacia delante las cosas de verdad... ¡Tengo que
tenerlo todo de él.

Torin, sin embargo, no se despertó fresco y revitalizado, estaba


dolorido por ella, y no parecía querer cualquier parte de ella. Se
levantó, se aseó y se vistió, emocionalmente distante, su dulce
amante de la noche había sido sustituido por alguien frío como el
hielo al que le gustaba ladrarle órdenes.

Vístete. De prisa.

No. No más vestidos. Usa pantalones de chándal.

Cómete el desayuno. Y, por cierto, necesito que utilices los


artefactos para buscar a una persona más. Un chico.

¿Se arrepentía de su decisión de quedarse con ella? No, no, por


supuesto que no. Ella era una presa increíble. Una captura increíble
con secretos. Su estómago se retorció en mil dolorosos nudos.
Hemos empezado de nuevo. Tengo que contarle lo de Galen. Y lo
haré, tan pronto como el momento adecuado llegue. Pero a medida
que los siguientes minutos pasaron, todos sus momentos consistieron
en miradas anhelantes, emparejados con miradas de ojos
entrecerrados, y enguantadas caricias acompañadas con maldiciones,
a continuación, una pequeña charla, y era difícil de encajar algo
como…: Por cierto, me gusta realmente tu mayor enemigo y quiero
invitarlo a la fiesta de Navidad familiar — entre— Dime lo que está
mal, — y — ¿Qué quieres decir, no tiene nada de malo? —

Confío en él. Si él dice que está bien, está bien. Su actitud, y lo


que lo trajo, no tenía nada que ver con su romance en flor.
— Nos vamos, — dijo.

Keeley tuvo que correr por el pasillo para poder mantener su


ritmo. El tiempo para encontrar a sus amigos había llegado por fin. Y
tal vez ese era el problema, pensó ella. ¿Pensaba que iba a arruinar
esto?

Él ladró órdenes a algunos de los guerreros. Haga esto. Haz


eso. Su tono era mucho más duro con ellos de lo que había sido con
ella, y eso la hizo sentirse con una extraña clase de consuelo.

La tensión se vio atenuada por la esperanza, ya que tanto los


hombres como las mujeres hicieron lo que se les dijo. París apareció
a su lado y siguió el ritmo caminando a su lado.

— ¿Cuándo podremos tener esa charla? —

— Un poco más tarde, — dijo Keeley.

— Genial. Entiendo que eso significa que tendremos la charla


en el momento en que finalice la búsqueda y rescate — Él se marchó
lejos.

Al pasar junto a Anya, la mujer pasó un dedo por su cuello.


Amenaza de muerte? Keeley bostezó. Torin dio marcha atrás para
mirar a la diosa. …Nunca más… La furia ardía bajo la superficie de su
piel. Keeley siempre había temido su propio temperamento, pero tal
vez habría sido mejor temer el temperamento de Torin. Justo en ese
momento, se veía capaz de la peor clase de violencia. ¿Qué iba a
hacer?

Tal vez una pregunta mejor: ¿qué no iba a hacer? ¿Era malo
que ella se estremeciera con anticipación?

— Ella es mía, — gruñó, — y mataría para proteger cada uno


de los cabellos de su cabeza. ¿Entendido? –

Un rayo de conciencia. Una chispa de alegría.

— Ella podría estar mintiendo sobre la necesidad de los


artefactos, ya sabes, — dijo Anya, cruzando los brazos. — Creo que
sólo está tratando de robarlos. —

— Ella no lo está. — Miró a Keeley, con los ojos ardientes con


un hambre feroz, carnal, y no estaba dispuesto a que su cuerpo la
proyectara.
— Yo confío en ella. Más que eso, la pongo a ella primero. Por
encima de todas las cosas. —

Un temblor más intenso que el anterior. — Gracias, — dijo


Keeley suavemente, su corazón parecía latir por él y sólo para él. Se
volvió a la diosa.

— Y gracias por el corte que tanto necesitaba. Como puedes


ver, nunca he estado mejor.

— Te he hecho un buen corte de pelo. — Anya se puso rígida


cuando Lucien se materializó a su lado.

— Ah, y porque he dicho que hagamos esto o lo otro... la Jaula


de Compulsión es tuya. Majestad. Yo te paso mi propiedad a ti. —

— Considéralo un regalo por honrarte con mi presencia. —

Como Torin la apartó a un lado, ella susurró: — ¿Puedo


lastimarla un poco? —

— Por favor, no lo hagas. Por alguna razón, a Lucien le gusta. –

Él dobló una esquina, se detuvo frente a una puerta abierta, y


le indicó a Keeley que pasara. Ella entró haciendo aspavientos dentro
de la habitación, rozando a propósito el hombro contra su pecho. Él
contuvo el aliento. Si juegas con fuego, siempre te quemas; si juegas
con Torin, siempre obtienes resultados.

La habitación era de tamaño medio y estaba desnuda excepto


por una jaula oxidada suficientemente grande para contener a un
adulto agachado, una caja de cristal que contenía la Vara, y Reyes y
Danika. Keeley caminó alrededor de la jaula, pasando la punta de los
dedos sobre el borde superior. Era fría y sólida, hecha de un metal
que nunca se doblaría, no importa cuánta presión se aplique. Un
hormigueo le recorrió los brazos. Ella volvió su atención a la Vara.
Tenía un largo eje semi— grueso, con una cabeza bulbosa hecha de
vidrio, y en su interior un mar de colores que se arremolinaban,
brillando intensamente. Probablemente el mejor símbolo fálico del
mundo. Reyes se puso delante de Danika antes de que Keeley
pudiera estudiarla, ya que ella era el Ojo que todo lo ve.

— Mi mujer ha visto tu pasado. Un mal como el tuyo nunca


puede ser redimido –
— Bueno, tú deberías saberlo, o ¿no?, — Dijo ella,
recordándole sus propios crímenes y pretendiendo no herirlo. — Por
cierto, puedo echarte a un lado sin ningún esfuerzo real. —

— Inténtalo, — dijo simplemente. — Tengo ésta. — Agitó un


brazo marcado por azufre.

— Y yo tengo esto. Una chula…bofetada de realidad. ¡Sal fuera


de mi camino o no voy a encontrar a tus amigos!. —

Él se agachó, poniéndose nariz con nariz. Abrió la boca para


insultarla con algo probablemente feroz. Torin se movió poniéndose
en el camino del guerrero, lo que le obligó a retroceder.

— Ella es mi invitada de honor y está aquí para ayudarnos,


Reyes. Recuerda que ella no va a perjudicar a Danika. Pero yo te haré
daño si vuelves a amenazarla de nuevo. —

— Y tú sabes que eso me gustaría. — Reyes lo miró por un


momento de tensión antes de que él levantara las manos en señal de
rendición.

— De acuerdo. Haz lo que tengas que hacer. —

Planeado. — ¿Dónde está la capa de invisibilidad? —

— Aquí. — Reyes sacó un pequeño cuadrado gris del bolsillo.

Keeley la reclamó, y miró a Danika, excesivamente pequeña,


frágil, y le señaló a la jaula.

–Tienes que entrar dentro. —

Ella perdió la compostura, un temblor recorriéndole los pies. —


Pero por qué? —

— Suficiente! — Si quieres encontrar a tus amigos, tienes que


hacer lo que yo digo, cuando yo lo digo. Sin argumentaciones. —

— Pero... —

— Eso suena como un argumento. — Keeley dio una fuerte


palmada con sus manos. — ¿Queremos hacer un poco de rescate hoy
o simplemente vamos a charlar? De cualquier manera, mi tiempo es
oro. —
Danika miró a Reyes, quien asintió con rigidez. Ella se acercó,
pero antes de que ella se metiera dentro, miró hacia Keeley y dijo: —
Gracias. Por todo lo que estás haciendo para ayudarnos. —

Un nudo creció en la garganta de Keeley, ¿qué era eso?


Emoción? Por un elogio merecido? Mi deliciosa carcasa exterior, tan
arrogante, se ha deteriorado tanto?

Ella cerró la puerta con más fuerza de lo que pretendía, y con


el ruido metálico y siniestro, Danika gritó.

— Unas advertencias para mi audiencia, — dijo Keeley. — Yo


soy la dueña de la jaula. Mientras Danika esté atrapada en su interior,
nadie va a ser capaz de sacarla excepto yo. Bla, bla. –

— Si le haces daño... — comenzó Reyes.

— ¿No hemos cubierto eso ya? No lo haré. — Pero el proceso


seguro lo haría. Keeley regresó al caso y retiró la Vara.

— Cuidado con eso, — dijo Torin. Ella le dio una mirada


completa que decía: me estás tomando el pelo? — Las últimas dos
mujeres que tocaron la Vara desaparecieron sin dejar rastro, —
explicó.

— Eso es porque no sabían cómo usarla correctamente. —

Ella llevó el artefacto a la jaula y ajustó el extremo sobre el


agujero en el centro de la tapa. — Muévete a un lado, — le ordenó a
Danika y, después de que la chica obedeció, empujó el eje de la Vara
hasta el fondo de la parte inferior, anclándola como una bandera.

— ¿Sabías que eso se podía hacer? — Torin murmuró para


Reyes.

— No. —

— Obviamente somos idiotas. —

Querido si solo supieran la mitad de lo que yo — Encantador,


¿cómo te sentirías si yo fuera a por la Estrella de la Mañana primero?
Con ella, podríamos salvar a todos los demás en un abrir y cerrar de
ojos.

— Sí. Hazlo. —

— Estrella de la mañana?, — Preguntó Reyes.


Ella no le hizo caso, diciéndole a Danika — Encaja tus manos
alrededor de la Vara. Y no la sueltes hasta que vuelva y te dé permiso
para hacerlo.

No hacía falta que ella acabara con ―Si no me obedeces,


quedarás abandonada y atrapada dentro de otro reino, enfadada,
porque una vez que se da una orden, el ocupante de la jaula está
obligado a cumplirla. Poco a poco la chica se acercó.

— Por cierto, — añadió Keeley. — Esta vez no va a ser una


experiencia muy agradable para ti. Mis disculpas. —

Danika cerró los dedos alrededor del eje y gritó. Reyes dio un
paso hacia ella, pero una vez más Torin se interpuso en su
trayectoria. El guerrero le esquivó, pero Torin siguió, manteniéndose
como un bloque constante.

— Ahora, — dijo Keeley a la chica. — Cierra los ojos e imagina


la Estrella de la Mañana. —

La chica cerró los ojos, pero dijo: — No sé lo que es eso. —

— Sólo piensa las palabras. Estrella de la Mañana. Estrella de la


Mañana. —

Varios minutos pasaron en silencio, y no pasó nada. La tensión


creció. ¿Estaban rotos los artefactos?

— No lo entiendo, — dijo Keeley. –Piensa una imagen de


Cameo. —

En el segundo en que Danika cumplió la orden, la parte


superior de la Vara se encendió, burlándose de su brillo anterior. Los
colores brillantes salieron disparados en todas direcciones, llenando
toda la habitación. Definitivamente no estaban rotos. Justo en frente
de la jaula, esos colores fueron absorbidos entre sí, formando la
imagen de un ser femenino de cabello oscuro, exquisita, siendo
arrastrada por un tramo de escaleras por... seres humanos? Ella no
estaba luchando contra ellos, pero claro, ella no podía porque estaba
inconsciente, con la cabeza chocando a cada nuevo paso y dejando
una mancha de sangre tras de si.

— Cameo— Torin se quedó sin aliento.

— ¿Cómo podemos llegar a ella? — Reyes exigió.


Fácil. — Te paso a través del portal. Tú serás transportado en
medio de la misma escena que estás viendo. —

Mientras hablaba, ella desplegó la Capa de Invisibilidad, y lo


que había comenzado como una pequeña pieza cuadrada, había
crecido de tamaño y se había convertido en una carpa de circo.

— Voy a ir, — dijo Torin.

Reyes dio una sacudida con la cabeza. — No puedes. No


puedes tocarla. —

Su guerrero escupió una maldición abrasadora. –Olvidado otra


vez?¡No! –

— Sabes que esto es por el …

Torin habló sobre él, agobiado, — Lo que sé es que no me


gusta que Keeley haga esto. Sé que yo la he empujado a hacer esto,
pero estoy preocupado por ella. Yo no quiero que ella pase por eso.
No quiero que nadie más que yo lo haga. Si alguien termina herido...

Equivocado, pero dulce. Ella había prometido rescatar a


Cameo, así que ella sería la única que haría esto. A la mierda, bebé.
A medida que continuaron la discusión, Keeley se ajustó a la capa
sobre los hombros y se movió hacia el portal. Torin, de alguna
manera consciente de todos sus movimientos, sin parecer que estaba
centrado en ella, espetó: — ¿Qué estás haciendo, princesa? No te
atrevas …

— Vuelvo pronto!— Con un movimiento de su muñeca, ella se


envolvió el material por encima de su cabeza y desapareció de su
vista.

— ¡Vuelve aquí ahora mismo!—

Ella dio un paso a través del portal, cortando su diatriba.


Debido a que la Capa era el único billete con el que podía pasar, él
sería incapaz de seguirla. Él me lo agradecería más tarde.

El olor a azufre y a podredumbre inmediatamente asaltó su


nariz, y ella amordazada. Bueno. Tenía que estar en uno de los reinos
en el mundo terrenal, pero eran demasiados para elegir. uno
gobernado por Lucifer. uno gobernado por Hades. Oh, y ella no podía
olvidar los miles gobernados por los ángeles caídos, así como los
Nephilim. Al menos la Capa la enmascaraba en todos los sentidos, y
los seres humanos que arrastraban a Cameo serían incapaces de
detectar el aroma de Keeley o incluso oírla.

A medida que el grupo caminaba hacia arriba, murmuraban


acerca de las cosas que querían hacer con la chica... cosas que su
líder, quien quiera que fuera, les había prohibido hacer. Cosas
terribles, oscuras. Una avalancha de ira cayó a través de Keeley.

El grupo llegó a la cima de la escalera, dobló una esquina y


caminó por un pasillo. Había seis puertas cerradas, y ellos eligieron la
tercera de la izquierda. Estaba vacía, salvo por los grilletes colgando
del techo. Se las arreglaron para poner a Cameo sobre sus pies y
estrechar sus muñecas en las restricciones. Tres de ellos salieron de
la habitación. El cuarto se quedó atrás.

Uno de los otros se detuvo en la puerta, diciendo: — Tócala y


te matará. —

— Si se entera. Él no lo va a saber. —

— Yo no estaría tan seguro de eso. Quería a ésta solo para él.


Es por eso que ella no está con los otros. —

— Te lo vuelvo a decir. Él no se va a enterar —.

La puerta se cerró, sellando al gandul dentro con Cameo.


Extendió la mano para apretar su pecho. Él iba a pagar un alto precio
por ello. Keeley dejó caer la capa, y se destelló detrás de él y ajustó
sus manos alrededor de su cuello. Definitivamente humano, aunque
un gran mal se retorcía dentro de él. Poseído por un demonio,
entonces. ¿Cómo había llegado a vivir en un reino generalmente
reservado para los malos espíritus? No importa. Ella le dio un
puñetazo en la base del cráneo, agarró su columna vertebral, y la
arrancó. Como filetear un pescado.

Estaba demasiado sorprendido para luchar contra ella... y


luego demasiado muerto para reaccionar. Como él golpeó el suelo, se
sacudió las manos juntas en otro trabajo bien hecho. ¿Qué debería
hacer, una repetición? Destellar en toda la casa, hasta que encontrara
y capturara al responsable? Ella podría presentar al macho— hembra
como un regalo para Torin. Pero... no. Cameo necesitaba atención
médica, como, ayer. Ella podría ser inmortal, pero no era
indestructible.

Oh bien. Un rescate directo tendría que bastar.


Keeley utilizó las llaves del guardia para desencadenar a
Cameo, envolvió a la chica en corrientes de su poder para que ella
flotara detrás mientras estuvieran cubiertas por la capa. Volvió sobre
sus pasos al portal que Danika había dejado abierto, manteniendo las
manos en la Vara. Un segundo después, ella tenía a Cameo dentro de
la habitación con los artefactos. Una habitación más llena que cuando
la había dejado. Todos los Señores estaban allí, más Anya
murmurando cosas despectivas sobre Keeley y sus intenciones.
Vamos a tener un ajuste de cuentas algún día, diosa.

Keeley instaló a Cameo en el suelo y se quitó la capa, luego la


dobló y se la metió en el bolsillo. — Estamos aquí, — anunció,
materializándose, obteniendo la atención de todos.

— Cameo— Torin estalló.

— Ella está viva. Y tú, — le dijo a Danika, — puedes quitar las


manos de la Vara. Tú, — le dijo a Reyes, — puedes abrir la jaula. —

Torin apenas le dio a Keeley un vistazo mientras se agachaba


junto a la mujer lesionada; de hecho, en realidad le dio a Keeley un
codazo y la apartó fuera del camino. Los demás se reunieron
alrededor de la chica, así, empujando a Keeley más lejos...
olvidándose pronto de ella y de la buena acción que acababa de
hacer.

Ella entendió que la joven estaba herida y necesitaba que la


atendieran. Ella sólo deseaba que al grupo le importara un poco el
bienestar de ella. Va a tomar tiempo. Eso es todo. Un día ella sería
una parte aceptada del grupo. Decidida, se trasladó a la jaula y abrió
la puerta, permitiendo a Danika salir fuera. Incluso ella

Corrió al lado de Cameo. Tiempo.

Aeron, el tatuado, levantó suavemente a Cameo en sus brazos


y movió sus pies fuera de la habitación. Los demás le siguieron en
masa. Quiero ser amada así. Para pertenecer.

Anya regresó sólo para decir: — ¿Encontraste al niño o qué?

— ¿El que Torin había mencionado? — No tuve la oportunidad


de mirar. —

La diosa levantó su puño. — Si estás mintiendo sólo para


vengarte de mí... —
Tal vez si Keeley hubiera aprendido a respetar a aquellos a su
alrededor en lugar de arremeter contra ellos, éstos aprenderían a
respetarla a su vez. Siembra... y cosecha.

— Mentir?, — Dijo. — Yo nunca miento. Cuando sea posible, lo


encontraré. —

— Bien. Y... gracias. Supongo. — Anya respiró profundo antes


de salir.

Keeley se movió por la sala donde permaneció casi media hora,


tic tac, tic tac, sin saber realmente qué hacer o dónde ir. Encontrar a
la otra chica, Viola, tendría que esperar hasta que Danika estuviera
recargada.

Unas manos se asentaron en sus hombros, haciéndola girar.


Ella se encontró cara a cara con Torin, y, como siempre, la visión de
él la envió a un estado de euforia.

— ¿Estás bien?, — Preguntó ella.

Sus ojos estaban vidriosos, líneas de tensión salían de las


esquinas. — ¿Puedes ayudar a Cameo? Ella está empeorando. —

Él estaba cerca de las lágrimas. Por Cameo. Tentáculos de celos


se enrollaban a través de ella. — Supongo que lo averiguaremos.
Muéstrame el camino. —
Capítulo 25

Torin se paseaba nerviosamente, loco de preocupación. Cameo


apenas tenía fuerzas para respirar. Sus latidos eran peligrosamente
lentos, sus reflejos no respondían. Nada de lo que habían hecho sus
amigos la había ayudado.

Keeley había apartado a todo el mundo a un lado para mirar


sobre Cameo. La fuerte, y capaz Keeley. Ella salvaría a su mejor
amiga. No, no es su mejor amiga. Ya no. Keeley había reclamado el
primer lugar, sacando a Cameo del pedestal, y eso nunca iba a
cambiar. Pero él había hecho claramente algo para molestarla. ¿Y por
qué no? Él era un imbécil con trastorno de personalidad la mayor
parte del tiempo. ¿La mayor parte del tiempo? Por Favor. Intenta con
todo el tiempo.

Pero a este imbécil no le gustaban las heridas en los ojos de su


mujer, oscureciendo el precioso azul bebé de sus ojos hasta
convertirlo en un azul marino emotivo. Tenía que hacer las cosas
bien. Y también tendría que, tan pronto como pudiera, desenredar el
problema.

— Alguien puso un ―septa‖ en el interior de su alma, —


anunció Keeley — Y debido a que su alma está anclada a su cuerpo,
se está envenenando físicamente, siendo incapaz de responder a los
estímulos. —

Preguntas y demandas sonaron. — ¿Qué es un ―septa‖? —

— ¿Cómo se pudo poner algo en su alma? —

Pero una retumbó por encima de todos las demás. — Elimínalo.


Ahora.

Las manos de Sabin estaban apretadas a los costados, sus


nudillos ya blancos.

— Tú realmente no quieres usar ese tono conmigo, guerrero, —


Keeley respondió de manera uniforme. Si alguien aparte de Torin
escuchó su respuesta, él no lo podría decir, porque todo el mundo
seguía hablando.
— Fuera— finalmente les gritó a todos ellos. — Ahora. — Ellos
no hicieron nada de eso. En un tono más tranquilo. — Fuera, —
repitió.

— Dejadla trabajar. Sólo la estáis distrayendo. —

Hubo protestas. Por supuesto que hubo protestas. Estos chicos


y chicas alfa no estaban acostumbrados a recibir órdenes de nadie.
Pero al final salieron de la habitación, con ganas de que Cameo
mejorara más de lo que querían el control de la situación.

Él se quedó dónde estaba. No iba a dejar a su mujer, y los


demás simplemente tendrían que lidiar con eso.

— Todo el asunto— dijo Keeley, — propongo que la levantemos.


— Sabes que no puedo tocarla. —

— Ya veo. — La herida en los ojos de Keeley parecía sangrar.


Qué demonios? — Princesa, — dijo.

Ella lo detuvo con un seco: — No vas a enfermarla. Tu camisa y


tus guantes la protegerán. —

Era cierto, pero no iba a correr el riesgo, especialmente


mientras la condición de Cameo era tan inestable. Queriendo terminar
con esto para que él y Keys pudieran hablar, abrió la puerta y se
encontró a todos reunidos en la sala, tal y como él había esperado. —
Sabin, — llamó. — Te necesitamos. —

Las conversaciones se afilaron hasta silenciarse a medida que


el guerrero se abrió paso entre la multitud. Torin permitió al tosco
guerrero entrar en la habitación, pero cuando trató de cerrar la
puerta, William entró también. Bien. Lo Que Sea.

— levanta a Cameo, — le dijo a Sabin.

Sabin no hizo ninguna pregunta, sólo se adelantó y


suavemente se colocó a si mismo detrás de la chica, con la espalda
presionando contra la cabecera. Keeley se agazapó entre las piernas
de Cameo, aplanando su mano contra el corazón de Cameo. La chica
se sacudió, pero eso fue todo, su única reacción.

— ¿Qué estás haciendo?, — Preguntó Sabin.


— ¿Estás siempre tan parlanchín? — William se inclinó un
hombro contra la pared. — Y sí, con esto quiero decir si eres siempre
tan irritante. –

Keeley los ignoró a ambos. Movió su mano arriba y abajo en el


pecho de la chica, de lado a lado, lentamente, poco a poco, hasta que
la espalda de Cameo se arqueó, su grito de agonía haciéndose eco en
las paredes.

Sabin gruñó: — Sea lo que sea lo que estás haciendo, para. —

— Confía en mí, — dijo William. — O no. Probablemente no.


Pero tú realmente no quieres que se detenga. Si te va a hacer sentir
mejor, finge que lo van a conseguir. Yo lo hago. –

El color abandonó las mejillas de Keeley, y su respiración


empezó a ser superficial. Lo que sea que ella estuviera haciendo, la
hería tanto como a Cameo, y a Torin no le gustaba eso. No le gustaba
en absoluto. Él estaba acercándose a ella, decidido a apartarla,
cuando se cayó hacia atrás, jadeando.

— ¿Estás bien?, — Exigió.

— Lo... estaré... pronto. — Keeley abrió la mano, revelando


…— ¿Qué demonios es eso?

Era de la misma longitud y anchura que una pluma de tinta y


tan negro como la noche más oscura. Espirales de niebla como tinta
salían de ella.

— No queremos que tengas que lidiar con esa cosa vieja y fea.
— El deleite se filtró por el tono de William cuando él cogió el
―septa‖, lo envolvió en un pañuelo y se lo guardó en el bolsillo —
Déjame hacerte un enorme favor, voy a hacerme cargo, y cuidar de
esto por ti. –

— Hades los hace, — dijo Keeley, y Torin se aceleró.

Había visto al macho sólo una vez, pero eso había sido
suficiente. Hades viajaba dentro de una nube negra, los gritos de sus
víctimas haciéndose eco dentro. Cuando te miraba, te hacía sentir
como si estuvieras ya atrapado en los más profundos y calientes
pozos del infierno. No hacía nada sin garantizar que recibiría algo a
cambio, y estaba bastante claro que traicionaría a su propia madre
para lo que quisiera a cambio. Planeado para llevarlo a cabo de todos
modos. Esto es pan comido.
Los párpados de Cameo se abrieron, y ella murmuró, —
Vinieron... nube oscura... —

Torin se agachó a su lado y se encontró con su mirada


frenética. — Shhh. Estás a salvo. —

— Me llevaron... intentado coger a Lazarus... fracasando. —


Él y Sabin compartieron una mirada confusa. ¿Lazarus? El guerrero
que Strider había decapitado? — Debemos... salvarlo... — Dijo ella
dirigiéndose a Torin.

Se irguió hacia atrás al mismo tiempo que Sabin tiró de ella a


un lado, apenas un gesto para evitar su contacto. Ella se dejó caer en
la cama como si el pequeño movimiento hubiera gastado la poca
energía que le quedaba.

— De los que ella hablaba eran los secuaces de Hades.. — dijo


William.

Torin se enderezó. — ¿Por qué Hades quiere a Cameo y a un


guerrero no muerto? —

— Vamos a tener que preguntárselo, — dijo Sabin con una


sonrisa fría. Se centró en Keeley.

— Él está protegido, de acuerdo, y tú no puedes destellarte


hacia él? –

— Correcto, — respondió ella con frialdad.

— ¿Puede Danika abrir un portal directamente a él? —

Ella frunció el ceño. — Sí, pero la apertura de un portal la


drena. Pasarán días antes de que ella sea lo suficientemente fuerte
para hacerlo. Y tú realmente quieres que Hades sepa lo que ella
puede hacer? Lo que estamos tratando de hacer? –

— Tienes razón Keeley. Olvídate de él. — Torin se pasó una


mano por el pelo.

— El rescate de Viola y Baden, primero, luego encontrar la


caja, son nuestras principales prioridades. —

— Sí, — dijo ella. — Baden será complicado, sin embargo. Él


es un espíritu. Yo no lo soy. Yo no lo puedo tocar y tirar de él a través
del portal a menos que uno de nosotros esté llevando coronas
serpentina. —
— Nunca he oído hablar de eso, pero yo voy a hacer lo que sea
necesario para obtener un par. — Sabin bajó de la cama y se dirigió a
la puerta.

Mientras dejaba a los demás guerreros dentro de la habitación


para cuidar a Cameo, Torin perdió de vista Keeley.

— Fuera de mi camino, — dijo, y la multitud se apartó como el


Mar Rojo... justo a tiempo para echar un vistazo y ver a su mujer
caminando por el pasillo. Él la persiguió, alcanzándola mientras
serpenteaba alrededor de una esquina. — ¿Qué está pasando en esa
dulce cabeza tuya, princesa? —

Silencio. Intolerable! Pero contuvo su lengua hasta que llegó a


la puerta de su dormitorio y se dirigió a su interior. –No me dejes
fuera, — dijo. — Háblame. —

— ¿Al igual que querías hablar esta mañana, antes del rescate
de Cameo? — Ella se echó el pelo sobre su hombro y lo miró a los
ojos el tiempo suficiente para transmitir desdén. — O debería ladrarte
respuestas de una sola palabra? –

Había sido un imbécil. Lo tengo. — Estaba preocupado por ti y


no lo manejé bien. —

— Bueno, seguro que parecías preocupado por Cameo. Parecía


que lo manejabas muy bien. —

— Escucha, ella y yo salimos por un tiempo, pero…— Se detuvo


cuando escuchó que contenía la respiración.

— Te pregunté si ella era tu novia. — Keeley empujó cada


palabra con los dientes apretados. –Mentiste. Me mentiste incluso
después de que te dije que prefiero salvar a un enemigo que me dice
la verdad que un amigo que me miente. —

— No lo hice. Te dije que no, porque no lo es. Ya no, no otra


vez. —

— Semántica(es la parte de la Lengua que se ocupa del


significado e interpretación de las palabras) . — Keeley agarró una
bolsa y comenzó a rellenarla con la ropa de él.

— Semántica no ¿Qué demonios estás haciendo? –

— Ayudarte a mudarte a otra habitación. He decidido mantener


ésta, y ya que soy la invitada de honor, elijo primero. —
Enfermedad se puso a vitorear. Cállate.

— No voy a encontrar otra habitación, Keys. —

— Tú lo harás, porque estoy rompiendo contigo. —

— De ninguna manera. Nos pusimos de acuerdo para tratar de


hacer que esto funcione. La pareja que mata unida permanece unida.

— Con una salvedad. No ibas a hacerme daño otra vez. — Ella


tiró la bolsa a sus pies. — En caso de que no te hayas dado cuenta de
mi golpe sutil, lo has hecho.

— Y lo siento por ello. — Él agarró la bolsa y comenzó a


desempacar. — Pero también me quedo. —

— Oh en serio? —

Un segundo después, la bolsa estaba llena de nuevo. Apretó los


dientes. Había destellado la ropa.

— No es divertido, — dijo.

— ¿Quieres saber lo que no es divertido? Tú y Cameo! –

— No es más que una amiga. —

— Como el infierno. Estabas siendo empalagoso con ella. —

— Yo no estaba siendo empalagoso, y lo nuestro pasó hace


alrededor de un año. —

— Lo que es peor!—

— No funcionó. Nunca hubiera funcionado porque ella no eres


tú. —

Su rostro se suavizó lo más mínimo cuando ella dijo, — ¿Quién


rompió? ¿Tú o ella? –

— ¿Mutuamente? —

— ¿Ni siquiera lo sabes? ¡Oh! –El fuego brilló en sus ojos.

— Bueno, ¿adivina qué? Me gusta Galen. Eso es!, — dijo con el


cejo fruncido. — Me gusta. Mucho. Él estaba prisionero en la
mazmorra de Cronos, y nosotros hablamos. Viajó con nosotros a
través de los reinos. Le ayudé. Ahora, ¿quieres quedarte conmigo? –
Shock. Sí, él lo experimentó.

Cólera. Eso, también.

La mente de Torin giraba, las preguntas que una vez se había


hecho para luego olvidarlas, de repente habían encontrado
respuestas. El macho que había liberado de la cárcel, el que había
pensado que le era familiar, pero que no había podido ubicar... había
sido Galen. Las mejillas del chico se habían hundido, su pelo oscuro,
por lo general pálido porque lo tenía cubierto de suciedad. Su piel era
como de papel y blanco, sus alas quitadas.

— Tú lo liberaste, — dijo Keeley.

— Sí, y voy a tener que perdonarme a mi mismo por eso, —


espetó. Debería haberlo dejado allí para que se pudriera!

Galen había sido el mejor amigo de Torin, pero se había


convertido en su traidor. El asesino de Baden. Los pescados del
guerrero eran enormes y deplorables. No había nadie a quien Torin
quisiera matar más. Ni siquiera a Hades. Pero incluso tan sorprendido
y enfadado como estaba, se las arregló para decir: — Me preguntaste
si todavía quería quedarme contigo. La respuesta es sí. Tú podrías
hacer cualquier cosa y todavía me gustaría quedarme. —

Su mandíbula cayó, y chasqueó al cerrarse. — ¿Cómo puedes


decir eso? — Dijo sin aliento. — ¿Cómo puedo creerte? Tú no quisiste
tocar a la preciosa Cameo, pero siempre estás más que feliz por
tocarme –.

Ahora espera un segundo. — Tú insistes en que lo haga. —

— Y como he dicho, estás más que feliz de hacerlo, — le gritó.

— Por supuesto que estoy más que feliz, — le gritó. Esperaba


que las paredes empezaran a temblar, pero no lo hicieron. — Estoy
obligado a tocarte. La necesidad es constante y más a menudo,
irresistible. Si puedo poner mis manos sobre ti, voy a hacerlo. Tú eres
una tentación que no puedo resistir. Ella no lo es. —

Keeley parpadeó, sus hombros parecían girar en ella. Tragó


saliva y dijo: — Oh. — Luego meneó

La cabeza, con los ojos entrecerrados. — Si eso es cierto, ¿por


qué te olvidaste de mí, en el momento en que llegó ella? —
Ahora mi Hada de Azúcar está siendo ridícula. — Princesa,
nunca te he olvidado. Siempre soy consciente de ti. El hecho de que
esté mirando y hablando a otra persona no cambia eso. Sabía que te
habías quedado atrás cuando llevamos a Cameo a su habitación, y yo
pensaba que era porque no querías hacer frente a Anya. Planeaba
llevar a Cameo, instalarla y volver contigo. —

— Oh, — dijo de nuevo.

Cayó en la cama, rebotando. Desesperadamente él quería


tomarla en sus brazos. No podía hacerlo, pero podía cuidar de ella de
otras maneras.

— Ha pasado mucho tiempo desde que has comido, — dijo. —


Quédate aquí. — Hizo una pausa, y añadió: — Por favor. Por favor, no
me dejes, y por favor no me pongas en la caja de Tiempo muerto.
Ponte cómoda. Vuelvo en seguida y me pondré mi sudadera favorita y
vamos a acurrucarnos juntos. –

Ella le dirigió una inclinación de cabeza aturdida.

Se apresuró a la cocina, donde rápidamente preparó un


banquete de frutas, pasas,¡ bruto! — nueces y panes. Lo único que
faltaba eran los bichos. Se negó a cazar espeluznantes rastreadores...
a menos que ella se lo pidiera. Él tenía la sensación de que iba a
hacer todo lo que ella le pidiera.

¿Qué me está haciendo esta mujer? Añadió dulces y flores a la


bandeja y regresó a la habitación, como había prometido. Ella no se
había ido, no se había movido ni un centímetro.

— Gracias, — dijo en voz baja, olfateando una de las flores.

Se sentó a su lado. — Así que... Galen, ¿eh?, — Preguntó,


alisándole un mechón de pelo de la frente.

Ella mordió una pasa, asintiendo con la cabeza. ¡Qué cambio


en su relación! Ya no evitaba la comida que él le proporcionaba,
confiaba en él lo suficiente para comer. Dulces momentos como este
hacían que todos los momentos oscuros valieran la pena.

— Él es un mentiroso, un traidor. Lo sabes, ¿verdad? –

— Error. Él lo era. La gente cambia. —

En raras ocasiones. — Si él te está usando para llegar a


nosotros…
Arrojó una pasa hacia él, y él la hizo reír cuando actuó como si
hubiera lanzado una bomba.

— Soy graciosa, ya sabes, — dijo ella. — Mi asociación con


Galen no tiene nada que ver contigo. —

— Eres graciosa, eso es seguro. — Y ―chupable‖. Y,


claramente, su boca necesitaba una distracción; él se metió una uva
en la boca. El zumo era dulce pero no tan dulce como su Keeley.

— Sólo... ten cuidado con él, ¿de acuerdo? Yo confiaba en él,


también, y él…—

Torin parpadeó. Keeley y el dormitorio se habían desvanecido,


una gran cantidad de oscuridad lo rodeó repentinamente. La
confusión lo golpeó. Parpadeó una segunda vez y un nuevo entorno
apareció. Uno con barras de metal. Montones y montones de barras.
Ellas estaban por encima de él y junto a él. Detrás de él y bajo él.
Estaba atrapado en el interior de una celda. Era diferente a la que
había compartido con Mari, más pequeña, y no estaba dentro de un
calabozo. Fuera, a la intemperie, en el centro de kilómetros y
kilómetros de tierra. Bajo tierra?

Qué Infiernos?

***

Keeley se levantó de un salto.

— Torin? — Podía no destellar y, sin embargo, él había estado


con ella un segundo, y se había ido al siguiente. — Torin!—

— Yo no envenené a la chica, a Cameo. —

Al sonido de la voz de Hades, una rabia oscura la abrumó, y los


muros de la fortaleza se sacudieron. Él le había quitado a Torin…
tendría que pagar!

— Fue Lucifer, — continuó. — Estamos en guerra.


Conociéndolo, seguro que planeaba venir a ti, te hubiera dicho que
rescataría a Cameo de mis garras sólo si te hubieras unido a él en la
lucha contra mí. —

— Por supuesto que fue Lucifer, — ella se burló. — Siempre


culpando al otro chico malo. —
Hades se apoyó en la puerta, con los brazos cruzados sobre el
pecho. — ¿Qué hiciste con Torin?, — Preguntó.

Él chasqueó los dientes hacia ella. — Deberías ser más amable


conmigo, mascota. Sostengo su destino en mis manos. —

— Devuélvelo. Ileso. —

Haciendo caso omiso de ella, le dijo: — Te he traído un regalo.


Las paredes temblaron más intensamente. Constantemente.

— Oh, chuchería, — contestó ella secamente. — Otra cosa


para que yo lo devuelva al remitente. —

— Esto lo vas a querer, te lo prometo. —

— Todo lo que quiero es a Torin. Y si te atreves a decirme que


el regalo es tu pene, te meteré otra daga entre las costillas. —

Sus dientes blancos brillaron en una sonrisa impenitente. —


¿Quieres mi pene? Porque todo lo que tienes que hacer es preguntar,
y yo te lo daré. Una y otra vez. —

Hombres!

— Torin. Ahora. —

Su sonrisa no se debilitó. — Un día cambiaras de opinión sobre


mí. —

No es probable. –Que vuelva Torin!. —

— ¿Regreso a la competición? No lo sabía. Y yo soy un hombre


muy sabio. –

— Tu presencia aquí demuestra lo equivocada que es esa


declaración. Me mentiste, me utilizaste, me engañaste, me
humillaste, me destruiste y robaste siglos de mi vida. Nunca voy a
quererte otra vez. –

— Dame una razón para liberarlo, entonces. —

— Te acabo de dar seis. Pero aquí hay algunas más. Debido a


que me lo debes. Debido a que no te ha hecho nada. Porque él me
hace feliz, y yo merecía un poco de felicidad. Sólo por eso. Elije la
razón que quieras. —

Un destello de dolor en sus ojos, una oscura emoción que


nunca antes había visto de él. Un truco, seguramente. No se puede
suavizar.

— Keeley, — dijo en un suspiro. Él se pasó una mano por la


cara. — Yo realmente lamento lo que te hice. —

— ¿Crees que es lo suficientemente bueno? Que borra siglos de


agonía? Que borra tu libro de contabilidad de crímenes? –

Ella voló hacia él y le dio una bofetada. Duro. Entonces, debido


a que se había sentido tan bien, ella lo abofeteó de nuevo.

— Devuelve a Torin. — Hades podría haberla detenido, pero no


lo hizo. Él lo aceptó. Ella lo abofeteó de nuevo. — Devuelve a Torin!—
Una vez más. — Lo digo en serio. —

Cuando levantó la mano para ofrecer un quinto golpe, Hades se


destelló a la mesa junto a la cama y colocó dos brazaletes de metal
en la parte superior. Ambos eran de oro, la cabeza de una serpiente
en un extremo, con la cola en el otro. Un par de coronas serpentina.

— Para que lo utilices como mejor te parezca. —

— Y que pago esperas a cambio? —

— Ninguno. —

¡Ja! Este macho nunca había dado nada sin exigir algún tipo de
pago.

— Te doy mi palabra, — agregó.

— No es lo suficientemente bueno. —

— Mi juramento de sangre, entonces. — Él destelló una daga


en una mano y cortó en la otra. Como gotas de sangre carmesí caía
al suelo, él dijo: — No espero ningún pago por las coronas. —

Él... realmente iba en serio. Qué impactante. Ella levantó la


barbilla y espetó: — No voy a darte las gracias. —

Él asintió con la cabeza, como si no hubiera esperado menos.


— ¿Qué tal si te doy esto? —
Un agotado pero ileso Torin apareció en el centro de la
habitación. Vio a Hades y un cambio radical se produjo en él. Sus
músculos se ampliaron visiblemente, parecía que se duplicaban en
tamaño cuando se disponía a atacar. Hades le fijó con una mirada
dura.

— Puedo eliminar a tu demonio y garantizar que vivirás. Y lo


haré. —

Torin dio un paso hacia él, sólo para detenerse. Keeley casi
podía oír el crujido de las ruedas rodando en su cabeza. No le hagas
caso, ella anhelaba gritar. Sus gangas nunca terminan bien para la
otra parte. Entonces, como ella había esperado, Hades expuso la
condición.

— Voy a hacerlo en el momento en que... te alejes de


Keeleycael, para nunca volver a verla o hablar con ella de nuevo. —
Con una amplia sonrisa de suficiencia, el rey de las tinieblas se
desvaneció.
Capítulo 26

Bastardo.

Todo lo que Torin había pensado que siempre quiso acababa de


ser ofrecido a él. Liberarse de su demonio, ser capaz de tocar a
alguien en cualquier momento, pelear contra quien quisiera siempre
que quisiera, tener sexo, sin tener que preocuparse.

Nunca volver a herir a otros a menos que fuera


deliberadamente. No volver a experimentar la culpa o el dolor o el
pesar por algo que él no podía controlar. Pero, por supuesto, todo lo
que tenía que hacer era renunciar a la mujer que amaba y ansiaba
más que respirar. No volver a tocarla, cuando finalmente él sería
capaz de hacerlo sin dañarla.

No iba a suceder.

Él no tuvo que pensarlo. Keeley era suya, y no iba a renunciar


a ella. Ni siquiera por un sueño.

Keeley se apartó de él. – No puedo creer que esté diciendo


esto, pero... puedes tomar la oferta de Hades, y no tienes que
preocuparte por herir mis sentimientos. Me aseguraré de que él
mantenga el trato hasta el final antes de que te ponga en La Caja del
Descanso, al igual que una vez exigiste.

— No. –Él no sería olvidado. Nunca. Se acercó a ella, el fuego


en su corazón extendiéndose por cada pulgada de él. – No voy a
dejarte ir. Nunca te dejaría ir. Me quedare contigo.

— No. Esto es lo que siempre quisiste. Lo que necesitas.

— Tú eres lo que necesito.

— ¡No!

Perderla. – Él es malo. No confío en él. – ¿Cuándo iba a hacer


Hades la separación? ¿En unos pocos siglos? ¿Cómo iba a hacerla?
¿En qué estado de vida quedaría Torin? Como entrar en la Jaula de la
Coacción y ser obligado a separarse del demonio y vivir. Sí, él viviría,
pero no bien. Él permanecería en un estado vegetativo. Al menos en
teoría.
No valía la pena arriesgarse.

Tampoco lo hacía Hades. Con el rey de los malditos, había


demasiadas variables. No es que le importaran ninguna de ellas.

— Ya te lo he dicho, –dijo ella. –Me asegurare de que


mantenga su parte del trato.

— ¡Al infierno con su trato!

— No, Torin, escúchame…

— No. Tu escúchame, Keys. –Ella estaba decidida a terminar


las cosas, por él. Él consiguió eso. Había estado allí, había hecho eso.
Tan obstinada como ella era, nada de lo que le dijera haría cambiar su
opinión. Ella haría lo que pensaba que sería lo mejor para el a la
larga, con o sin su aprobación.

No podía dejarla.

La desesperación se apoderó de él al darse cuenta de que sólo


había una manera de proceder. Las palabras no iban a funcionar, pero
las acciones lo harían. Tenía que demostrar que podían tener todo lo
que siempre habían deseado.

— ¿Sabes qué?, –Dijo. –No más escuchar, no más hablar. Te


deseo. Totalmente. Y voy a tenerte. — Él le demostraría cuánto la
necesitaba. La satisfaría tan completamente que ella nunca dejaría su
lado. — Después de eso, no te enfermaras.

Sus ojos se abrieron, y él sabía que la había atrapado. –


¿Cómo? –Preguntó ella, sin aliento.

— Te mostraré. –Si él metía la pata y accidentalmente tocaba


su piel, ella lo haría como había amenazado. Él lo sabía. No podía
arruinar esto. La tensión se rompió.

Tráela. – ¿Estas dispuesta? –Preguntó.

— Yo... yo...

Atrápala. – Eres fuerte, no hay nadie más fuerte que tú.


Puedes soportar cualquier cosa. ¿Y cuántas veces me dijiste que el
premio valía las consecuencias?

— Incontables. –Ella presionó sus labios juntos y sacudió su


cabeza. –Pensemos esto detenidamente primero.
— Princesa, Hades no es mi única opción para la libertad, y
ciertamente no es el más confiable. Te olvidas de la Estrella de la
Mañana.

— No la olvido. Simplemente no la cuento más. Traté de


encontrarla, y fallé.

La estaba perdiendo de nuevo... — Además, –añadió –Estabas


dispuesto a dejarme antes, aun cuando la Estrella de la Mañana era
una posibilidad. ¿Qué pasa si lo intento de nuevo y no puedo
encontrarla?

— ¿Qué pasa si lo logras?

Ella cambió de un pie al otro. Abrió la boca y volvió a cerrarla.


Estaba vacilando... no perdió más tiempo. Se abalanzó, tomándola
por la cintura y lanzándola sobre la cama. Cuando terminó de rebotar,
él estuvo contento al notar que ella se quedó dónde estaba, su
respiración viniendo rápida y superficial. Él se movió a los pies del
colchón. Su cabello dorado estaba extendido sobre

las almohadas, y su mirada vidriosa por la pasión permaneció


bloqueada con la suya. «Mía». Su sangre se precipitó a través de él,
un río recién despertado, la presa que lo contenía completamente
destrozada.

— Estamos haciendo esto, –dijo. Sacó una chaqueta del


armario, delgada, el material capaz de repeler el agua, y la extendió
hacia ella. –Quítate el sujetador, déjate la camisa, y luego ponte esto.
Se lamió los labios mientras obedecía. – ¿Tengo que usarla durante
todo el tiempo? –Preguntó suavemente, pero no menos poderosa.

Él le dio una inclinación lenta con la cabeza. – Todo el tiempo.

Lentamente se recostó en la cama. A través de su camisa y la


parte abierta de la chaqueta, podía ver sus pezones duros y listos
para ser devorados.

— Los vaqueros, –dijo. –Deshazte de ellos. De las bragas,


también.

Ella salió de ambos y tiró el material a un lado. Piernas tan


largas, parando en el nuevo centro de su universo. Rosa... húmedo.
Su corazón casi se detuvo. Se alejó por segunda vez, sin duda, la
tarea más difícil de su vida.

— ¿Torin?
Él había pensado en esto. Muchísimo. Pensó que había
encontrado una manera de tener todo lo que anhelaba, todo lo que
ella anhelaba. Tomó un par de pantalones de algodón y un par de
guantes y se los dio. Sus temblores se intensificaron mientras se
ponía ambos.

Mientras ella miraba, sus ojos prácticamente crepitaban en


llamas, él abrió la bragueta de su pantalón, eliminando algo de
presión en su erección palpitante; pero no descartó ni una sola pieza
de su ropa. Y él no lo haría.

Se puso un condón antes de subirse a la cama. Keeley contuvo


el aliento. Tomándose su tiempo, él se acercó a ella. Cuando
finalmente se situó entre sus piernas, él cerró los dedos alrededor de
sus tobillos, el brillante calor de su piel ardiendo a través de las capas
entre ellos. Ella gimió mientras trazaba sus pulgares contra los arcos
de los pies, y luego subiendo... y subiendo... deteniéndose cuando
alcanzó sus rodillas.

— ¿Te gusta tener mis manos sobre ti? –Preguntó.

— Más que nada –dijo sin aliento.

Continuó... arriba y arriba... y cuando llegó al centro del


algodón, se inclinó hacia delante colocando el borde de la chaqueta
entre sus piernas y presionando con su lengua, su cuerpo totalmente
protegido del suyo. Incluso de su saliva. Lamió por encima de su
núcleo oculto. Ella se retorció, arqueando sus caderas, buscando más
de él, y él trabajó su lengua en círculos más duros y más rápidos.

— ¡Torin! –Lloriqueo, clavó los pies en el colchón y extendió sus


dedos enguantados por su pelo. –Se siente tan bien.

Los hombres a menudo gastaban sus vidas enteras buscando a


una mujer como ella. Pero él la tenía. Él. Sólo él. El que no tenía
experiencia. El que podía dañarla irrevocablemente. Y aun así ella
parecía no poder conseguir bastante de él.

— Ojalá tuviera tu miel goteando por mi garganta. –Él continuó


trabajando su lengua contra ella, humedeciendo más el material
resistente incluso aunque ella ya lo hubiera humedecido. No pasó
mucho tiempo antes de que imaginara que en realidad podía
saborearla. Tan dulce, tan condenadamente bueno.

Ella se movió contra él, con él, y él trajo a sus dientes al juego,
mordisqueándola... chupándola... y luego mordiendo otra vez... ella
aceleró la velocidad de sus movimientos, arqueándose más y más
contra él, y a continuación, gritando su nombre, su voz un gemido
roto mientras se corría rápida y con fuerza.

Pero él no había terminado con ella.

Viajó hacia arriba. A través de la chaqueta, le lamió el ombligo.


Él nunca había dado ningún pensamiento a esta área particular. En
sus fantasías, él había ido a por sus pechos y su centr... lo que había
considerado las buenas cosas…nada más. Pero cada centímetro de
esta mujer era precioso para él. Un festín para ser devorado.

— ¿Qué quieres que te haga? –Preguntó ella y jadeó cuando le


mordisqueó el pezón. –Por favor, déjame…

— Sólo quiero que disfrutes. Nunca he tenido esto antes, y


quiero dártelo todo, todo. –Él amasó sus pechos, sus suaves y
exuberantes pechos, encajando sus labios en uno de sus pezones,
chupando, luego haciendo lo mismo con el otro.

Ella abrió la boca para decir algo más, no es que el escuchara


de todas formas. — Sí, Torin, lo que sea que desees, Torin –Pero las
palabras fueron reemplazados por un gemido de rendición como su
placer hirviendo al rojo vivo.

Chupó, duro, y el gemido se convirtió en un grito. Ella tomó la


parte posterior de su cuello, sosteniéndolo en lugar. Sus rodillas
recorrían sus costados mientras el deslizaba una mano enguantada
por su estómago, cavando bajo la cintura de sus pantalones... Ella se
calmó, aunque su agarre se apretó contra él. Él se equilibrio sobre el
borde de un acantilado afilado mientras apretaba sus dedos contra su
calor húmedo.

Temblores la sacudieron contra su cuerpo. Ella gimió y luego


pidió más, más fuerte. Se frotó en círculos... arriba y abajo...
círculos otra vez... hasta que estuvo jadeando, murmurando
incoherencias, sus piernas extendiéndose amplias, más amplias.

— Lléname, –suplicó. –Por favor, lléname.

Incapaz de resistirse, la llenó con un solo dedo. Sus paredes


interiores sujetándose como abrazaderas sobre él, tan
maravillosamente apretada; tuvo que morderse la lengua para evitar
derramarse en ese momento. Apoyó la frente en su pecho, los
músculos flexionándose con un torrente de deseo embriagador, sus
venas expandiéndose con una nueva oleada de sangre caliente,
bombeando placer ardiente a cada centímetro de él. El sudor le corría
por las sienes, entre sus omóplatos.

— Tan bueno, Torin. Es tan bueno. Me está volviendo loca... no


estoy segura de que pueda... sobrevivir. ¿Quién diría que... así es
cómo... voy a morir? ¿Qué me estás... haciendo?

«Dándote todo lo que soy». Él la llenó con otro dedo,


moviéndolo dentro y fuera, lentamente al principio, luego empujando
más rápido... incluso más duro... como quería hacerlo
desesperadamente con su eje. «Todavía no».

— ¿Puedes tomar otro, princesa? — No esperó su respuesta,


estaba trabajando en el tercero.

***

Keeley estaba en llamas con la realización y la necesidad. Torin


la había elegido por encima de todos los demás, por encima de todo,
y ahora su cuerpo le dolía por el ardor de su atención, su piel se
estremeció debajo de su ropa, y sus miembros temblaban. Magnífico.
Él era magnífico.

Ella debería haber llevado a cabo y haber terminado las cosas,


no debería haberle empujado a este punto. Y tal vez lo lamentaría...
mañana. Con Torin extendiéndose sobre ella, su peso fijándola
debajo, su calor y aroma rodeándola, estaba consumida
completamente por el placer. Esto saturó sus huesos, sumergió su
mente, le cosquilleó cada célula. Ella estaba viva con la decadente
sensación.

Y Torin estaba... ¡Oh, sí! Moviendo los dedos dentro y fuera de


ella, llevándola a un nuevo nivel, porque él era el que le estaba dando
placer. Y, oh, ella tenía que asegurarse de que el recibiera placer de la
misma manera. No, mucho mejor. Él era nuevo en esto, tenía que
ser… Sus dedos rozaron un lugar dentro de ella que la hicieron gritar
y suplicar por más, sus pensamientos totalmente consumidos por él.
Llegando al punto de no retorno.

Al igual que el guerrero consumado que era, él se dispuso a


sacar el máximo provecho de esta grieta en su armadura, frotando y
frotando... ¡tan bueno!... y frotando...

Ella se extendió entre ellos, queriendo encerrar sus dedos


alrededor de su eje. Pero él le sujetó los brazos por encima de la
cabeza con una mano y siguió torturándola tan exquisitamente con la
otra, siempre moviéndose dentro y fuera de ella, dentro y fuera.

— Torin.

— Estas tan húmeda, princesa.

— Sí, –jadeó. –Te deseo. Quiero todo. Dámelo. Ha pasado tanto


tiempo, y nunca he anhelado a nadie como te anhelo a ti.

***

Torin retiró sus dedos de la caliente y deliciosamente apretada


húmeda de Keeley para pellizcar su barbilla y forzar su mirada a
posarse en él. Su grito de decepción fue música para sus oídos. Sus
ojos estaban vidriosos pero brillantes, con las mejillas encendidas de
un rosa profundo. Nunca había estado más encantadora. Pronto ella
pertenecería a él de verdad.

— No voy a renunciar a ti, –dijo. –Eso nunca va a cambiar.

Sus pestañas se cerraron mientras se arqueaba para frotar sus


pechos contra el suyo. Aquellos duros, deliciosos pezones crearon una
fricción embriagadora.

— Por Favor. Por Favor. Torin, me duele.

— No quiero hacerte daño. –Un temblor se extendió por él,


deshaciéndolo. Keeley sería su primera amante... y la última. Él
nunca querría a otra de la manera que la deseaba a ella. Otros
hombres podrían haber entrado en pánico, pensando sólo en ellos,
pero Torin estaba regocijado. Nunca tendría que conformarse con una
pálida sustitución, en la memoria o en el acto.

— ¿Lista para mí, princesa? –Su longitud dura como el acero se


extendía a través de la bragueta, y se aseguró que el látex se
mantuviera en su lugar. Su sangre quemó más caliente y su corazón
se aceleró más rápido mientras decía con voz áspera, –Agárrate de la
cabecera.

Cuando ella obedeció, le arrancó un pedazo de tela del centro


de sus pantalones y se estableció entre la cuna que sus piernas
proveían. Se colocó en su entrada, sólo la punta rozando sus paredes
interiores, y oh, infiernos, ya podía sentir su calor fundido, la
estrechez de ella, y tuvo que morderse la lengua contra el
instantáneo torrente de placer sofocante.
Temblaba, luchando a través de las olas interminables de
éxtasis, mientras empujaba lentamente, centímetro a centímetro,
dándole tiempo para adaptarse a su tamaño. Dándose tiempo para
adaptarse a su primer gusto de pura euforia. Había querido esto por
tanto tiempo. Esperado por esto. Soñado con esto. Siglos pasados
maldiciendo su falta de esto. Y aquí estaba, siendo dado a él por una
mujer que eclipsó todas las demás.

— ¡Torin! –Ella plantó los pies en el colchón y levantó las


caderas, conduciéndolo más profundo... tan malditamente profundo
que estuvo enterrado en ella hasta la empuñadura en menos de un
segundo.

Los temblores se intensificaron. Era... era... no había


palabras. No, no es cierto. Había una. Para siempre. Tendría esto para
siempre. La tendría a ella para siempre.

Era ajustada a su alrededor, más apretada que cualquier puño.


Caliente, deliciosa y suave. No estaba seguro de cómo había vivido
sin ella, y sabía que nunca sería capaz de hacerlo de nuevo.

— Muévete, –dijo sin aliento. –Tienes que moverte en mí.

Sí. Oh, sí. Cuando él se echó hacia atrás, sintió la caliente


fricción en el deslizamiento, la sensación de euforia se intensificó y
dejo de respirar; ella envolvió sus piernas alrededor de su cintura,
aplicando presión, tratando de obligarlo a que se deslizara de nuevo
dentro. Pero no lo hizo. Se resistió, sin dejar de tirar hacia atrás...
hasta que estuvo casi completamente fuera de ella. Él se cernió allí
durante un momento, burlándose de los bordes destrozados de su
control, sabiendo lo que le esperaba cuando se sumergiera dentro,
tan hambriento por ello. Se estaba muriendo de hambre.

— ¡Torin! –Ella lloriqueo. Queriendo incrementar su hambre, él


esperó solamente un poco más... solo un segundo más... antes de
empujar de nuevo con toda su fuerza. Toda la cama se meció, la
cabecera golpeando contra la pared. Un retrato cayó, rompiéndose. —
Sí. Sí, sí, sí. –Ella echó la cabeza hacia atrás, gritando: –Una vez
más.

Nada podría detenerlo.

Él se retiró y otra vez se cernió en su entrada antes de


empujarse dentro de ella. Después de eso, una presa se rompió. No
más revoloteo, nada que le detuviera. Él empujó, más y más rápido,
más y más duro, golpeando contra la pared. Ella estaba muy mojada,
el deslizamiento fácil a pesar de la estrechez de su caliente, vaina
interior. Persiguió a su placer…ya no un deseo…, sino una necesidad.
Iba a destrozarlo.

Por primera vez, él se vendría en su interior. Dentro de su


mujer. Él experimentaría con ella lo que él nunca había
experimentado con ninguna otra. Él la conocería, toda ella. La tendría
completamente. Le daría todo lo que él era.

Ella le clavó los dientes en el pecho, e incluso a través de su


camisa sintió la picadura, amándola. Su mujer lo rodeaba. Ella estaba
en todas partes, por todos lados. Su sabor ardiendo en su boca. Sus
gritos resonaron en sus oídos. Ella estaba gritando su nombre,
viniéndose otra vez, ordeñando su longitud, arqueándose contra él,
arañando su espalda. Y... y... sus pensamientos se astillaron.

El placer estalló dentro de él, llenándolo, consumiéndolo. Se


estremeció contra ella, su clímax quemando a través de él, rugió
como el animal en el que se había convertido. Resplandeciente.
Completo. Satisfecho. Marcado.
Capítulo 27

Después de que Keeley se cambió con ropa limpia, un par de


boxers y una camiseta de Torin que audazmente proclamaba —
Maddox golpeo aquí— con manchas sangre falsa salpicada por todas
partes, se arrastró para volver a la cama, murmurando, — te debo un
agradecimiento en este momento, — y se hundió en un sueño
profundo y pacífico.

Sin ningún tipo de persuasión de él. Él la miró, completamente


impresionado por ella. Acarició las olas doradas esparcidas sobre la
almohada, bebió de la pureza de sus rasgos. Tenía los labios
entreabiertos, húmedos, incluso hinchados de donde le había estado
mordiendo, y él deseaba tanto degustarlos. Nadie era más hermoso
que su mujer.

Las cosas que ella había hecho que sintiera... Que le dejo
hacer. A los hombres les gusta decir que un leopardo no puede
cambiar sus manchas y un perro viejo no podía aprender maroma
nueva. Pues bien, él había demostrado que estaban equivocados. Ella
lo había cambiado, dándole lo que una vez había considerado
inalcanzable. No sólo el sexo, pero la aceptación sin reservas. Él ya
no era Torin, sino el hombre de Keeley.

Él besó la corona de su cabeza. Nunca había pensado que con


la pérdida de su propia virginidad obtendría algo más que alivio, y sin
embargo estaba completamente insatisfecho. Su primera vez había
sido con la más bella, más ingeniosa, la más atractiva, Más
inteligente y más poderosa chica del planeta. Aquella que le había
enseñado el verdadero significado del placer, arruinándolo para
cualquier otra. Aunque su hambre era enorme, venía con un único
deseo: Keeley. Desayuno, comida y cena, y cada bocado entre medio.

Y puedo tenerla. Puedo ser cuidadoso con ella. Puedo saciarla.

Una conmoción en el pasillo interrumpió sus pensamientos.


Golpeándolo. Zarandeándolo. Voces. Keeley murmuró en voz baja. Si
alguien la despertaba, pagaría con el infierno. Esperó hasta que ella
volvió al sueño antes de que él suavemente se levantara de la cama,
enderezó sus pantalones y salió a la puerta. Lucien y Anya de pie en
el pasillo, pasando lo que parecía ser una cesta de fruta de ida y
vuelta sucesivamente.
— discúlpate, — Lucien mando.

— ¡nunca!, — ella gritó.

— ¡cállate!, — gritó en un susurro Torin. Ambos se centraron


en él. — ni una palabra más. Ni otro ruido. Keeley está durmiendo, y
voy a mutilar a la persona que le despierte. —

Los ojos de Anya se estrecharon, pero en lugar de gritar como


Torin esperaba, ella le empujo la canasta a él y en silencio le dijo: —
para tu amiga. Debido a que Lucien lamenta que cortara su cabello.

Lucien se aclaró la garganta.

— y yo también lo siento, — dijo ella. Sólo para añadir, — lo


siento por no cortar más. Pero no voy a hacerlo de nuevo. ¿Bien? ¿De
acuerdo? Así que puedes decirle que recibí una paliza correctamente.
— su mirada pasó por encima de él, deteniéndose en su pelo
revuelto, y ella sonrió. — veo que la reina roja consiguió una paliza,
también. —

Torin cerró la puerta en sus narices. Incluso la risita suave le


molestaba; Keeley tendría absoluta tranquilidad, y eso era todo. Puso
la canasta a un lado, no una cesta de frutas, después de todo. En ella
había pasadores brillantes, cepillos dorados, peines color plata,
bandas de goma cubiertos de encaje y una nota que decía, ―Mi error.
Una Mujer.

Él camino por un lado de la cama. El disturbio no había


despertado a Keeley, gracias a dios.

Pasó las próximas horas haciendo patrullajes anti— ruido.


Reyes llegó a la puerta para pedir disculpas a Keeley por algo que
había dicho, pero Torin lo despidió. Y cualquier golpe, crujido o
murmullo que oía, salía a grandes zancadas de la habitación para
susurrar un grito al delincuente. Sus amigos le dieron miradas
extrañas, y él sabía que ellos pensaban que el tiempo lejos le había
podrido el cerebro, pero no le importaba.

Al final, William esperó en la puerta por él. El macho se apoyó


contra la pared, las manos ancladas a la espalda.

— He oído que has estado un poco loco hoy. — la sonrisa de


William era sardónica. Como siempre. — esperando que tus amigos
jueguen al silencio o muere. —
— No esperando. Exigiendo. —

— Bueno, yo estoy jugando al magnífico mensajero.


Probablemente el más magnifico mensajero que alguna vez nació, no
finjas que no lo habías notado. —

Torin arqueó una ceja. — ¿estás flirteando conmigo, Willy? —

— ya quisieras. Al igual que todos los demás que alguna vez se


cruzaron en mi camino. Has visto mi trasero, ¿verdad? –

— Con necesidad de acariciarte el ego, ya veo. —

— Yo no creo en la arrogancia. Pero creo en mí... Y mi


genialidad. –

Esto podría continuar para siempre. — sólo dime lo que has


venido a decir y piérdete. —

William hizo una mueca, mostrando su preferencia por comer


rocas antes que hablar, pero aun así, dijo, — dile a tu placa de Petri,
que mis muchachos se enlistaran como su guardia real a cambio de
sus servicios durante nuestra guerra con los Phoenix. –

Su puño estaba conectando con la nariz de William antes de


darse cuenta de que incluso se había movido. Cartílago aplastado.
Sangre derramada. Willy llamando a Keeley una placa de petri?
Diablos, no. No fue divertido. Ni remotamente. Pero era cierto.
Porque eso es exactamente lo que Torin le haría a ella si él no era
siempre cuidadoso, ¿no?

William sonrió de nuevo, y había sangre en sus dientes. —


espero que no se te haya partido un uña con el golpecito. —

Torin estaba a punto de responder cuando se quedó atrapado


en otra cosa. William había dicho, guardia real. Recordándole del
reino que Keeley planeaba –dar un empujón, — maldijo.

¿Estaba planeando alejarse? No sin mí, ella no.

— ¿quieres ser parte de la guerra?, — preguntó. Debido a que


Torin parecía como que lo sería. Él ayudaría a Keeley de cualquier
forma que pudiera. Tal vez incluso luchando de nuevo, pensó,
empezando a emocionarse.

— Estoy dentro y fuera de ella. Hay un enviado, Axel, que está


decidido a charlar conmigo, y él ha estado siguiéndome. Estoy
decidido a no hablar con él, lo que significa que no puedo permanecer
en un solo lugar por largo tiempo

Los enviados. Guerreros alados que vivían en los cielos.


Matadores de demonios y de alguna manera los aliados de los
señores. — he aquí una idea. ¿Por qué no solo matas a axel? –

— Tengo mis razones. — William agitó su mano en el aire,


quitándole importancia al tema.

— Hades quiere a Keeleycael de vuelta. Lo sabes, ¿verdad? –

Un músculo tembló bajo el ojo de Torin. — lo sé. Él puede


chuparse un par de bolas peludas. Ella es mía. —

William entorno los ojos. — ¿estás avergonzado? Porque estoy


avergonzado de ti. Ella es mía, — él se burló. — es triste ver que
mandilón eres. Como todos ustedes lo son. ¿Por qué ustedes los
guerreros no retiran suavemente sus tampones y pretenden ser
hombres?. —

Torin se golpeó el pecho como un gorila. — Ey, detenme si tú


has escuchado esto… Gilly. —

Humor asesino instantáneo. Una tensión tan fuerte y cargada,


incluso Torin podía sentirlo, irradiaba desde el hombre. — No sé de lo
que estás hablando, — dijo William. — soy su generoso benefactor y
ella es mi ingrata dependiente. Soy una figura... Paterna. — su voz
se enganchó en las dos últimas palabras, convirtiéndose nada más
que un gruñido.

Torin le sonrió. — negar, negar, negar, ¿es eso? —

— Cállate. —

— Amigo, espero ser padrino de tu boda. —

***

Keeley despertó con un sobresalto, jadeando y sentándose,


parecía que miles de pensamientos la bombardeaban a la vez. ¿El
precursor? Estoy enamorada de Torin. El estómago le tocó fondo.
¿Ella lo amaba?Oh... Mierda. Ella lo hacía. A pesar del hecho de que
cualquier contacto de piel a piel la ponía enferma. A pesar de que
había tratado de dejarla más de una vez. Ella no estaba simplemente
unida a él, tomando de su fuerza.
Ella estaba totalmente cautivada por él. Bajo su hechizo. Su
cautiva voluntaria.

Recorrió su entorno, descubrió que estaba todavía en su


dormitorio. Él había estirado una silla a un lado de la cama. Al darse
cuenta del estado de vigilia de ella, él levantó una bandeja de comida
en la mesa de noche y la puso a su lado.

Había círculos oscuros bajo los ojos de él, y se había colocado


un gorro de lana sobre su cabello. ¿Para ocultar los enredos que ella
había causado? Parecía cansado, pero sexy. Estresado pero aliviado.

— ¿Me enferme?, — ella preguntó, desplegando el miedo.

— No, — dijo. Ella soltó un suspiro de alivio. — He estado


corriendo de adentro hacia fuera gritándole a mis amigos. Come, —
dijo. –Recupera tus fuerzas. —

Todavía cuidando de mí. Lo amo tanto. — ¿Por qué le gritabas


a tus amigos?, — preguntó.

— Debido a que me molestan. —

— Criptica respuesta. — ¿qué era lo qué no quería que ella


supiera? — y sin embargo, precisa. —

Se metió una uva en la boca, tragando. El jugo era fresco y


dulce, delicioso.

— Me gustaría que Danika estuviera dispuesta a ayudarme a


encontrar a la otra chica. — cuanto antes tuvieran a viola en medio
de ellos, y luego a badén, y luego el chico misterioso, más pronto
Keeley podría ir de caza a por la caja... y La estrella de la mañana.
— Pero ella no lo está ¿verdad? —

— Todavía no. Hablé con reyes hace un ratito. Danika está


dormida, y ha despertado sólo cuando él la forzó para poder
alimentarla. —

Bueno, genial.

Keeley se envolvió con la sabana del cuello a los pies y se


sentó en el regazo de Torin, pasando sus brazos alrededor él, con
cuidado de no rozar su piel.
— Te voy a contar un secreto, — ella dijo. — tan feliz como me
hace el pensamiento de que estés libre del demonio, también tengo
miedo. ¿Qué pasa si decides que quieres a otra mujer? –

¿Querría él la juerga sexual que nunca antes había


experimentado? ¿Podría Keeley ser incluso un pensamiento pasajero?
¡Odio la baja autoestima! ¡Odio las inseguridades! ¡Odio las dudas!

Sus brazos la rodearon a ella, también. — Eso nunca pasará—


le susurro a ella y su vehemencia la hizo feliz.

— Dices eso ahora, pero... —

— Decirlo. Demostrarlo con cada fibra de mi ser. Estoy perdido


por ti, Keys, y no quiero ser encontrado. No puedo imaginar un
momento sin ti— no quería hacerlo. — tú eres mi tesoro, mi adicción,
sin tocar. Tú eres mi enfermedad, y no quiero tener nada que ver con
una cura. —

Las inseguridades se consumieron a cenizas. Se aclaró la


garganta, de repente incómoda. Pero su abrazo se reafirmó en ella
cuando él dijo: — Por cierto. Los niños de William están a bordo para
ser tu guardia personal. —

— ¿En serio? — ¡qué maravilla!

— ¿Dónde estás esperando gobernar este reino tuyo? —

— Bueno, aquí mismo. Obviamente. Voy a ser la reina roja de


los señores del inframundo y de todos sus compañeros. Es posible
que me den las gracias— ella no podía dejar de burlarse de él... Pero
también un poco seria.

Una lenta sonrisa asomó más allá de las nubes oscuras que se
habían apoderado de su expresión.

— No creo que hayas tenido alguna vez, mejor idea. —

— Lo sé, ¿verdad? Pero primero lo primero. — su propia


sonrisa se escabullo. — necesito un cepillo de dientes y una ducha, en
ese orden. Haz que suceda. —

Acarició un dedo enguantado sobre su mejilla. – ¿mandándome


tan pronto? —

— yo soy tu reina. Se supone que eso debo hacer. —


Lanzándole otra sonrisa, una tan brillante que ilumino hasta el
final en su corazón, él dijo,

— ¿y se supone que yo solo debo obedecer? ¿Sin resistencia? –

— Oh, guerrero. Espero que te resistas. — un borde ronco


invadió su voz. De necesidad. — ganarás un castigo. —

— ¿Oh sí? ¿Qué tipo de castigo? –

— te verás obligado a servirme. En repetidas ocasiones. —

Su mirada se posó en sus labios, se quedó ahí. — ¿Te ha


gustado tener sexo conmigo? —

Temblando, ella dijo: — Gustar es una palabra demasiado


suave, me ha ENCANTADO. —

— ¿A pesar de que no teníamos contacto piel a piel? —

— a pesar de eso. —

— ¿Va a ser suficiente para ti? —

La deseaba, la atesoraba tal como él había dicho, y eso


siempre sería suficiente. — cepillo de dientes. Ducha. Entonces voy a
demostrarte cuán suficiente puede ser. — Vestida con un aire
majestuoso, aplaudió con sus manos. — Haz que suceda, guerrero, y
la reina roja te hará feliz de haberlo hecho. —
Capítulo 28

Baden recordó la niebla negra... y los esbirros infernales que


lo habían arrastrado fuera de ella. Le habían arrastrado hasta aquí, en
alguna celda de una prisión, mientras que él estaba demasiado
jadeante para luchar. Él habría pensado que esto era un reino
espiritual en vez de uno natural porque uno había demonios que
pasaban constantemente, y dos ellos habían sido capaces de poder
tocarlo.

Pero había bandas de oro cerradas alrededor de sus muñecas,


pulsando, palpitando, y él podía tocar cosas que no debería haber
sido capaz de tocar. Si tuviera que adivinar quién era el responsable
de su captura, hubiera dicho Lucifer. El chisme que él había oído de
los demonios... Lucifer, deteniendo a todo lo que los Señores del
Inframundo apreciaban. Lucifer, aliándose con una especie de reina
de las sombras, un hombre que había forzado a un poderoso Enviado
a casarse con ella.

Los Enviados se asustarían cuando descubrieran la verdad.


Ellos eran guerreros alados que tenían la tarea de matar demonios,
no ayudarlos.

Y, por último, Lucifer, preparándose para arrebatar el trono de


Hades, — para matar al hombre que una vez había considerado un
padre.

Baden solo podía adivinar que él mismo iba a ser una moneda
de cambio. Algo para forzar a los Señores a luchar con Lucifer en
lugar de en su contra. Lo que Baden no entendía, sin embargo, era el
hecho de que Cronos y Rea quedaron atrapados en la celda con él.
Los señores no harían nada por el par.

Pero lo más importante, ¿dónde estaba Pandora?

— Esto es un ultraje!— gritó Cronos. — ¿Cómo se atreven a


trasladarme de esta manera. Yo soy el rey de los Titanes. —

— Ya no, — Rhea le escupió. — Tú eres el rey de la nada. —

— Cállate, mujer. Nadie ha pedido tu opinión. —


Ella se encogió de hombros, y luego comprobó sus cutículas. —
No estaba dando mi opinión. Estaba indicando un hecho. — Los dos
continuaron discutiendo.

Baden quería una daga. Infiernos, incluso una cuchara


funcionaría. Él sólo quería abrir sus gargantas y cortar sus laringes. El
crujido de una puerta sonó por el camino. Baden se apresuró a los
barrotes de su celda. Dos demonios estaban caminando por el pasillo
en su dirección. Ambos eran de alrededor de cinco con diez pies de
altura y con músculos bien formados. Unos cuernos sobresalían de su
cuero cabelludo, y unas alas se extendían desde su espalda.

Él extendió la mano para llamar su atención, y dos pares de


ojos rojos brillantes aterrizaron en él y se entrecerraron.

— La chica. Pandora. ¿La habéis traído a este reino? –

Ambos desnudaron sus colmillos amarillentos y se rieron


alegremente. El temor se retorció en el estómago de Baden. Tomaría
eso como un sí, sí que la tenían. Y ella no estaba siendo bien tratada.

La idea lo enfureció. Odiaba a Pandora. Había lamentado el día


que se había encontrado a sí mismo atrapado con ella. Pero durante
siglos, ella era todo lo que había tenido. Su única compañía. No podía
soportar la idea de ella siendo torturada. No lo permitiría.

Agarró al demonio de la derecha, estampando a la criatura


contra los barrotes de la prisión. El otro acudió al rescate de su
compañero y le dio un puñetazo a Baden en la cara. Él se mantuvo
firme. Cronos y Rea finalmente cerraron la boca, se dieron cuenta de
todo lo que pretendía Baden, y se apresuraron a ayudarlo, palmeando
sigilosamente a los demonios, con la esperanza de descubrir la llave
de la celda. Baden no encontró ninguna.

Cuando sus majestades finalmente retrocedieron, lanzó a la


criatura y se apartó fuera de su alcance. Su ojo estaba hinchado,
incluso tenía sangre en la boca.

— Tienes suerte de que hemos sido convocados. De lo


contrario, — dijo el que había agarrado, — yo te hubiera enseñado
una lección que nunca olvidarías. —

No había escuchado la convocatoria, pensó secamente. La


pareja se alejó.

— Dime que has encontrado una llave, — exigió Baden.


— Yo no lo hice. — dijo Cronos.

— Yo tampoco— Rhea.

Baden pateó una de las barras. El dolor empezó irradiando por


la pierna, entonces latía a través del resto de su cuerpo, recordándole
que el veneno no había disminuido su control sobre él, y él no estaba
en su mejor momento. Aun así, sólo había una manera de salir de la
celda.

Los demonios tenían que abrir la puerta. Lo que significaba que


tenía que desafiarlos.

— Hey, — gritó. Por favor. Escúchame. — Tienes suerte de que


hayas sido convocado. Podrías tratar de enseñarme todas las
lecciones que desees, pero ambos sabemos que tendrías tu espalda
sobre el suelo y estarías muerto en cuestión de segundos. Cobardes!

Nada. Sin respuesta.

Se desesperó. Hasta que escuchó una ráfaga de pasos y los


dos demonios volvieron a la vista. Tenían los ojos entrecerrados, más
brillantes. Sus colmillos estaban desnudos, goteando saliva.

— Preparaos, — dijo a sus compañeros. No podía confiar en


ellos. Sabía que lo dejarían atrás sin pensarlo un momento si se les
daba la oportunidad.

— Si deseáis que los Señores usen los cuatro artefactos para


encontraros y salvaros, tenéis que ayudarme a escapar de esta jaula.

Las bisagras chirriaron cuando los demonios entraron en la


celda.

— Vamos a ver lo que puedes hacer, — dijo uno de ellos.

— Sí. Vamos a verlo.

***

Cameo estaba apoyada en la cabecera de su cama. Sus amigos


habían estado entrando y saliendo de su habitación durante varios
días, dándole la bienvenida a casa, controlándola.
Torin se sentó en una silla que había puesto cerca, pero
tratando de poner distancia. Ella deseaba tanto acurrucarse en su
regazo, para sentir sus brazos envolverse alrededor de ella y ofrecerle
confort, pero no se atrevió. Nunca se atrevería, por ninguna razón.
Tan miserable como su vida fue, el tacto y la conexión con los demás
era todo lo que tenía. Ella no podía renunciar a ellos, convirtiéndose
en una portadora de la enfermedad. No por cualquier hombre, ni
siquiera por éste.

Además, había una extraña en su habitación. Una hermosa


rubia que se apoyó contra la puerta cerrada, con los brazos cruzados,
mirándolo todo a través de unos ojos inteligentes del color del cielo
de la mañana.

Llevaba un vestido negro con mangas cortas y cordones que


colgaban sobre los hombros. La parte superior se ceñía conformando
sus curvas y se hundía en el centro, la cintura pura y completamente
transparente. Los volantes en la falda caían al nivel de la rodilla antes
de volar en capas de tul. Ella parecía poderosa y simplemente
malvada.

Había una extraña tensión entre Torin y la mujer. Una que


crujía. Una que hacía picar la piel de Cameo… por algo…

No. Por alguien.

¿Por qué no puedo olvidar a Lazarus? Es un mentiroso. Un


tramposo. Pero también es cautivador. Seductor. Al parecer, yo no soy
más que miseria. Estoy loca.

— Me gustaría tener un tiempo a solas con mi amigo, — le dijo


Cameo a la chica. Si siglos de guerra no le habían enseñado a ser
recelosa con los extraños, el varón magnífico que se había burlado de
ella con la esclavitud ciertamente lo hizo.

Torin negó con la cabeza. — Lo siento, Cam, pero Keeley se


queda conmigo. Siempre. —

Un tono de propiedad. Uno que ella nunca antes había oído


usar a Torin. La comprensión la golpeó y golpeó duro, se quedó sin
aliento. — Ustedes dos están juntos. —

Él asintió con la cabeza duramente. Sus hombros cuadrados


como si se preparara para un golpe. Como si Cameo fuera a gritarle,
a decirle lo mala que era esa relación.
La chica — Keeley— dejó su lugar y se instaló en el regazo de
Torin con la gracia de una bailarina, exactamente como Cameo había
querido hacer. Él no la apartó como lo habría hecho con Cameo, pero
se aseguró de que su piel estaba cubierta adecuadamente antes de
abrazarla más cerca.

Si Cameo hubiera estado de pie, el shock habría hecho que


cayera de rodillas — Pero... eso es... —

— Somos la pareja más bella que has visto nunca. Lo sabemos.


Puedes continuar. –

Keeley agitó la mano, un gesto que apestaba a realeza. Cameo


casi se rompió, él fue mi primer novio, hembra. Pero de alguna
manera se contuvo. Torin y Cameo se habían amado el uno al otro
profundamente... no exactamente en la manera en que se suponía
que los amantes se querían. No así.

— ¿Es ella inmune a ti?, — Preguntó Cameo, esperando tan


mal sentirse feliz por él. Odio mi demonio.

Torin negó con la cabeza, una culpa familiar extendiéndose


sobre sus rasgos. — No. —

— Pero todavía me da el mayor placer que el género femenino


jamás haya conocido, — dijo Keeley, su orgullo inconfundible.

Los ojos de Cameo se agrandaron. — ¿Tú la tocas piel con piel


de todos modos? —

— Lo hago. — Se movió en la silla, claramente incómodo con la


dirección de la conversación. –Pero También he encontrado... otras
maneras. –

— Te recomiendo encarecidamente esas maneras, — dijo


Keeley. — Pero también te recomiendo encarecidamente que no lo
intentes con mi hombre. –

Torin reaccionó al tono de voz cada vez más ronco de la chica,


sorprendentemente, sonriendo por primera vez desde que Cameo
había despertado. Fue un puñetazo en el estómago. Yo podría haber
tenido esto con él, la diversión y los celos, la posesividad y la
obsesión, pero mantuve la distancia. Di la bienvenida a la distancia. Y
así él también lo hizo.

Ahora estaba atrapada anhelando al hombre que se había


entretenido a sí mismo con su vida, la habría engañado y,
probablemente, la habría pateado fuera una vez que ella le hubiera
dado lo que él quería. Hablando de las miserables elecciones de la
vida. Mi especialidad.

— ¿Te acuerdas de lo que te pasó antes de que Keeley te


trajera? — le preguntó Torin.

¿Keeley la había rescatado? Genial! No puede no gustarme ella


no? ¿o sí?

Cameo recordó. La niebla la había ahogado. Los demonios


habían salido de la niebla y la arrastraron lejos. Finalmente, ella había
sido capaz de respirar. Pero entonces se había encontrado destellando
a un salón del trono. Los incendios crepitaban alrededor. Los
demonios vagaban de aquí para allá. Los gritos llenaban el aire
recalentado.

Un hombre hermoso se cernía sobre ella. Cabello claro, negros


y mágicos ojos. Características tan perfectas que habían hecho doler
su pecho.

— Tú me vas a ayudar con una pequeña tarea, — le había


dicho, su voz nada más que un seductor susurro.

Aun así, ella se había estremecido, repelida por él, pero


también atrapada por él. Había algo en él... Tal vez el hecho de que
la miseria lo adoraba, y había ronroneado como un gatito dentro de
su cabeza. Había tratado de escabullirse de él, pero una horda de
demonios la habían mantenido abajo. Él la había apuñalado con algo
afilado y negro— y lo dejó en su interior.

— ¿Creías que tenías alguna oportunidad?, Le había


preguntado y sonrió con frialdad. — Bueno, pensaste mal. — A
continuación, había mirado a los demonios. — Llevadla a su
habitación. — La habían arrastrado lejos.

Ella transmitió todo esto a Torin, avergonzada por su debilidad


y por ser incapaz de luchar por su libertad. Ella era un guerrero, pero
una y otra vez se había comportado como una damisela en apuros.
Odiaba eso!

— Lucifer, — dijo Keeley, y ella sonaba molesta. — Hades dijo


la verdad. Por una vez. —

— A menos que los dos estén trabajando juntos, — dijo Torin.


— No es probable. No sé lo mucho que has oído hablar de
Lucifer, pero antes de su caída, dividió su tiempo entre el cielo y el
inframundo. Dado que ningún hombre puede servir verdaderamente a
dos señores, finalmente tuvo que hacer una elección: Hades o el
Altísimo. Eligió a Hades, pensando que recibiría un mayor poder y
una posición superior. —

— Un error, — dijo Torin.

— Exactamente. Hades lo reclamó como un hijo solamente


para traicionarlo, atándolo al inframundo, mientras se dejaba vagar a
si mismo libremente. Y en los siglos desde entonces, se han hecho
daño el uno al otro, demasiadas veces para convertirse en aliados.
Sobre todo porque ninguno de los dos parece tener la capacidad de
perdonar cualquier cosa.

La mirada de Cameo zumbaba entre la pareja. Ellos estaban en


sintonía. Alimentándose el uno del otro. ¿Y Torin siquiera se dio
cuenta de que a medida que hablaba, su mano se movió arriba y
abajo por el brazo de Keeley en un gesto de adoración y cariño, como
si no pudiera creer el tesoro que tenía en sus brazos?

Una punzada arrasó desde la garganta hasta el estómago de


Cameo. Él nunca había sido capaz de mirar más allá de su miedo y su
culpa para estar verdaderamente con Cameo, pero ciertamente lo
había hecho por Keeley. Es evidente que sus sentimientos eran
profundos.

¿Podría Cameo alguna vez tener algo como eso?

Sintiendo lástima por mí misma. Nada nuevo. Bueno, tengo


que parar.

— Me pregunto si él encontró a Viola, también, — dijo Torin.

— Yo no la vi, — dijo Cameo.

Pero entonces, el mundo subterráneo había sido enorme, y un


montón de demonios habían venido y se fueron, distrayéndola, y ella
había estado muy alta, como una cometa, negándole el aire durante
tanto tiempo. Oh, y ella no podía olvidar el golpe que se había llevado
en la cabeza cuando los demonios la habían arrastrado al piso de
arriba. Ella sin duda podría haber perdido a la chica.
— Si ella está ahí, — dijo Keeley, — y Lucifer se ha dado cuenta
de que Cameo se ha ido, habrá intensificado la seguridad con Viola.
Conseguirla a ella será más difícil—

— No importa. Voy a ir por ella. — Torin escudriñó a Keeley con


los ojos entrecerrados, irradiando determinación. — ¿Estás
escuchando? ¿Tengo tu atención? —

Nunca había hablado con Cameo de esa manera. ¿Problemas


en el paraíso ya?

— Tengo oídos, ¿no?, — Dijo Keeley, inclinándose más


firmemente contra su pecho.

— Lo haces, y eres preciosa, — respondió. — Pero lo que


necesitas es usarnos a ambos. Esta vez, no vas a salir a través del
portal sin mí. Repito. No lo harás. Lo entiendes? —

Keeley se estremeció como si él acabara de retransmitir una


especie de cuento travieso para ir a dormir. — ¿Qué vas a hacer si
desobedezco? –

Su mano se detuvo en la cadera de la chica y se la apretó, el


guante tirando tenso. El calor irradiaba de él y con tanto ardor que en
realidad acarició a Cameo, haciéndola estremecerse. — Voy a tener
que mostrártelo. — Él se puso de pie, usando a Keeley como escudo
para ocultar una erección?

— Vas a tener que disculparnos, — dijo, y parecía como un


niño que acababa de encontrarse que Santa lo había visitado. –
Nosotros tenemos que discutir un acuerdo. —

— Adiós. — Keeley saludó a Cameo mientras él la arrastraba


fuera de la habitación.

No hay problemas en el paraíso. Había hablado con tanta


fuerza porque se había sentido con fuerza, con ganas... necesitando.

Cameo se hundió contra su montaña de almohadas. Siempre


en el fondo de su mente se había preguntado si había cometido un
error al separarse de él. Pero no, no lo había hecho. Nunca iba a ser
la mujer adecuada para él.

Lazarus, por otro lado...

Era una buena cosa que ella hubiera sido apartada de él. De
otro modo, ella podría haberse quedado con él, y finalmente la habría
descartado. Nadie podía hacer frente a sus emociones oscuras por
mucho tiempo.

Así que... ¿por qué ella todavía quería volver a por él?
Capítulo 29

Keeley y Torin pasaron el día en la cama, la práctica de sexo


sin piel, los maestros tenían que estar dedicados a su oficio, sólo
interrumpido por el golpe ocasional en la puerta. París y Sienna
habían estados dispuestos a charlar, y Keeley había sabido que sería
inútil y cruel negarlos.

Ella les había explicado lo esencial de la unión, cómo Sienna


tenía que accionar un interruptor mental y dejar de pensar que en los
poderes que tenía como pertenecientes a Cronos; que tenía que
verlos como de ella. Por ejemplo, el cuerpo que Keeley habitada
habría decaído si ella no lo hubiera reclamado como propio. Keeley
pasó algún tiempo con esmero delineando los otros pasos en el
proceso necesario para Sienna conservase e incluso fortaleciese sus
poderes, y la chica y París escuchaba embelesados. Cuando parecía
que habían comprendido todo lo que tenían que hacer, Torin los echó.

Había tenido un poco más de diversión con Keeley, pero no


había sido durante mucho tiempo antes de que Gideon y Scarlet
hubieran llegado para agradecer a Keeley por destellar a Gideon lejos
del Tácito antes de que el golpe mortal hubiese sido dado.

Mientras que las interrupciones irritaban a Torin, a Keeley la


deleitaban. Este equipo de inmortales finalmente la había aceptado.
Ellos anhelaban su aporte y su aprobación. Todos mis sueños, por fin
hechos realidad. El único giro en su día fue cuando, después de otra
contienda de juego travieso, Torin se había quedado en silencio,
pensativo. ¿Pensando en la oferta de Hades? El miedo apareció,
trayendo pensamientos no deseados. ¿Era sólo cuestión de tiempo
antes de Torin decidiese que no era lo suficientemente bueno para él,
o ella? Ella negó con la cabeza. Ella era el tesoro de Torin. Eso no iba
a cambiar. Ya era hora de que tuviese fe en él.

Reyes llamó a la puerta tarde en la noche. Danika se había


recuperado, dijo, y estaba dispuesta a utilizar los artefactos de
nuevo. Keeley vestida con ropa casual, le dijoa Torin,

— Tal vez debería tratar de encontrar la caja de nuevo. Con la


estrella de la mañana, no vamos a necesitar un portal para llegar a
Viola y Baden. — Pensó en ello un momento.
— Si Danika se drena, y no tenemos éxito, estaremos fuera por
unos días. —

— Vale la pena el riesgo, — dijo. Excepto, cuando se


congregaron en la sala de juntas, a pesar de que Danika hizo todo lo
correcto, el portal no se abrió. ¿Podría haber algún tipo de bloqueo
místico en la caja? ¿Quién tenía el poder de hacer una cosa así? Muy
pocos inmortales.

— No lo entiendo, — dijo Keeley, dándole a Torin una mirada de


disculpa. — Pero no me voy a preocupar por ello. — A la chica, ella
ordenó, — Imagina a viola. —

Danika, que parecía un poco ya fatigada, cerró los ojos. La luz


inmediatamente salió de la punta de la Vara, llenando la habitación.
Torin se mudó al lado de Keeley, anillando su brazo alrededor de su
cintura. En el paseo a la habitación, sus amigos habían tratado de
disuadirlo de ir con ella, enviando a otra persona en su lugar. Alguien
que no causaría una plaga si las cosas iban mal. Como Anya o Kaia o
incluso Strider. Pero Torin se negó rotundamente. Donde Keeley
fuera, había dicho, él iría. Fin. Recordarlo la hizo temblar. Hacia eso
mucho últimamente.

Me encanta.

Lo amo.

Entonces la luz se atenuó, la separación de aire revelando otro


reino, una puerta, y quedó claro que Viola había ido donde había
estado Cameo. Había una sala de trono, tal como la hembra había
descrito. Las llamas arrasaron, y los demonios se enfrentaban por
todo el lugar. Lucifer estaba sentado encima del trono de cráneos que
habían pertenecido a Hades, tamborileando con los dedos en los
brazos, esperando algo. ¿Alguien? ¿Dónde estaba... Ya está. El
estómago de Keeley se retorció. La chica en una pared tenía que ser
Viola, porque ella era tal como Torin la había descrito, con los brazos
y las piernas abiertas, la ropa arrancada. Había una mordaza en su
boca. ¿Qué crímenes se cometieron en su contra? Al menos cuando
Keeley había sido encarcelada, ella había estado sola.

Voy a matar a sus verdugos antes de salvarla. Incluso podría


hacerla mi nueva mejor amiga. Todo el mundo necesita un
compañero. La sujeción de Torin sobre Keeley se apretó. — ¿Lista? —

Ella asintió con la cabeza, desdobló la capa y los cubrió a


ambos. Ella podría haberse destellado cerca de la chica ya que sabía
a dónde ir... tal vez. El submundo era un lugar difícil y podría
destellarse en un laberinto de túneles. Si ella llegase a ella, sin
embargo, podría haber destellarse de regreso... otra vez tal vez.
¿Qué pasa si Viola fue marcada con azufre? Pero lo que Keeley no
podía hacer era destellar a Torin, ya que todavía tenía sus propias
cicatrices.

Tenía que pasar por el portal abierto de la Vara, lo que


significaba que salía a través del portal. Por supuesto, eso significaba
que ambos tendrían que salir a través del portal, también; una vez
que lo atravesaran, estarían obligados a lo mismo, si se mantenía
abierta o no, hasta que una vez más salieran a través de él,
rompiendo el enlace.

Juntos caminaron a través de él, entrando en la sala del trono.


El humo espesó el aire, oscureciéndolo. El olor a azufre y
podredumbre picaba en su nariz. Gritos de dolor y graznidos
asaltaron sus oídos. El lugar era más grande de lo que recordaba, el
humo espeso. Los gritos más fuertes y más numerosos a con cada
minuto que pasaba. Al lado de Viola había una mujer con el pelo
corto y oscuro y la masa muscular magra de un guerrero también
encadenado. ¿Quién era ella? Torin se fijó en ella y se puso rígido.

— Pandora. — Bajo el manto, nadie podía oír su conversación,


por lo que ninguno de los dos tenía que estar en silencio.

— Si Pandora está aquí, tu chico Baden esta probablemente


cerca, también. Pero si no le pongo las coronas de serpentina, no voy
a ser capaz de tocarlos. Tendremos que volver por el más tarde. —

Cuando la seguridad sería aún más fuerte. Fabuloso. — No hay


necesidad. Tengo las coronas debajo de mi sudadera con capucha, —
dijo Torin. Hombre de recursos. — Pero parece que no serán
necesarias, — agregó. — Pandora está llevando un par. —

Keeley miró, y, efectivamente, había bandas de metal


envueltas alrededor de las muñecas de la chica, que asomaba por
debajo de las cadenas. — Bueno. Vamos a seguir con esta misión de
rescate en marcha. Fácilmente hacia adelante, tus pasos alineados
con los míos... bien... bien. –

A medida que se acercaban a las hembras, Keeley estudió a las


dos con más atención, comprobando las lesiones que podría haber
pasado por alto anteriormente. No había heridas visibles en ambas
chicas, pero había manchas de hollín en sus estómagos y muslos para
sugerir que habían sido maltratadas. Alguien tiene que pagar.
Las manos de Keeley en puños, y las paredes del palacio
comenzaron a temblar. Aún posado sobre su trono, Lucifer miró a su
alrededor, frunció el ceño. Hola, Alguien. El cálido aliento de Torin
abanicó la oreja. — ¿Sabías que el estómago humano tiene que
producir una nueva capa de moco cada dos semanas, de lo contrario
se digeriría a sí mismo? También, busqué y descubrí que los
escarabajos saben a manzana, las avispas como piñones, y los
gusanos como el tocino frito. —

— Sabes las cosas más extrañas, — dijo ella, y el temblor se


detuvo. — Pero en realidad los escarabajos saben cómo cacahuetes.

— Lo tendré en cuenta. —

— Vamos a tener que crear una distracción si vamos a sacar a


las chicas de aquí sin colocarnos en medio de una batalla, — dijo. Y
sólo había una manera de hacer eso.

— Yo me encargaré de Lucifer. Tú lleva a las chicas a través del


portal, entonces vienes a por mí. —

Mientras que ella pudiera destellar a través de todo este reino,


ella no sería capaz de volver a entrar en el portal y dejarlo sin la
Capa.

— Mañana vamos a tener una discusión seria acerca de


eliminar sus cicatrices de azufre. ¿Y si necesito destellarte fuera del
peligro cuando vayas a por mí? —

— Considéralas fueras, — dijo, sorprendiéndola. — Pero no me


gusta tu plan de juego. No me gusta la idea de que hagas nada con
Lucifer. —

— Torin... —

— Aun así, sé cómo de inteligente y poderosa eres, —


continuó, — así que voy a esperar que tengas cuidado. Un rasguño
minúsculo, y estaré enojado. —

Los golpes de impresión seguían llegando. — Me gustaría poder


besarte, — dijo. Más tarde, pensó con un escalofrío. Un premio para
los dos, al diablo las consecuencias. — Ten cuidado, también, o voy a
estar enojada. —

Luego se dirigió a las afueras de la sala del trono, dejando la


Capa con Torin. Los demonios la vieron y se lanzaron hacia adelante.
Lo siento, muchachos, pero no estoy merodeando alrededor para una
asamblea con ustedes. Abrió las puertas y entró en el interior, como
solía hacer cuando Hades la trajo con él a visitar a su "hijo".

Lucifer se puso de pie, con una sonrisa triunfante levantando


las comisuras de la boca.

— Keeleycael. ¡Qué extraordinario. Había oído que eras libre y


esperaba que vendrías a verme. — Su mirada pasó sobre ella. — Pero
yo no esperaba que te vieras tan... horrible. —

Ella levantó la barbilla. Así que ella no estaba en uno de sus


vestidos. Y que. — Escuché que tenías planes para arruinar a Hades.
— Inclinó la cabeza, ni siquiera tratando de negarlo. — ¿Quieres mi
ayuda?, — Terminó, y él se echó a reír. No dudó.

— Podría. — Dejó que su mirada escaneara la habitación. Ni


siquiera podía ver a Torin ahora que estaba por debajo de la Capa.
¿Qué estaba haciendo? — Ven a mí, — dijo Lucifer, ondeando sobre
ella. — Vamos a reencontrarnos."— Tal formal y cortesía; un
mentiroso.

— Estoy impresionada, — dijo ella, sin dejar su lugar. — Si


quieres charlar conmigo aquí, eso significa que has hecho algo que
Hades nunca podría; que has llegado a los demonios para que te
sigan absolutamente y sabes que nunca te traicionarían. Nunca
revelaran públicamente las palabras que escuchan de ti en privado. —

Apretó la mandíbula. Impacto directo. Ella sólo le había


recordado que no podían hablar abiertamente delante de sus
soldados. Que los demonios podían, y era más que probable, que se
dirigieran a chismorrear donde Hades. Ahora, cuando Lucifer la
condujese fuera de la sala del trono, sería porque era su idea, no de
ella.

— Tienes razón, — dijo. — Tengo que hacerlo. Pero sólo me he


dado cuenta de que no hay lugar para sentarse cómodamente. —

No puedes sonreír. – Eso es cierto. —

A medida que se acercaba a ella, ella notó el brillo duro en sus


oscuros ojos, uno que no podía ocultar. ¡Maldad! Un pozo de
desesperación sin fondo. Le ofreció usar su brazo. A pesar de que
más bien le habría sacado los ojos, ella lo tomó. Él se la llevó, a
través de un laberinto de pasillos elaborados donde los demonios
fornicaban en los más viles modos, y en la habitación principal.
La habitación era un estudio del hedonismo. Satén negro,
terciopelo negro, cuero negro. Juguetes y armas que colgaban en las
paredes. Espejos por todos lados. Las velas que brillaban en la
oscuridad. Los demonios corrieron detrás de ellos, llevando bandejas
de comida. En minutos, una experiencia de cinco estrellas se creó, en
una mesa que ocupa el centro de la habitación.

Siempre había sido grande en las apariencias. A la gente le


gustaba pensar que era solícito, amaba repartir interacciones con
gallardía, jugando el papel de ayudante o lo que pensaba que era su
objetivo deseado, y luego, cuando la persona estaba bien y
verdaderamente enganchada, presionaba el interruptor de psicópata.
Ese era el juego que jugaba. Él extendió su silla, y ella se sentó.

— ¿No estas lleno de atenciones?, — murmuró ella. Tratando


de poner un cimiento que planea arrancar de debajo de mí. Le sirvió
un vaso de lo que parecía ser vino, pero era probablemente sangre y
le volvió un plato, pero ella no pudo identificar la mitad de lo que
había allí. Como si fuera a tomar un bocado de todos modos. Al verla,
se recostó en su silla.

— Mis fuentes me dicen que te has unido a los Señores del


Inframundo. — Había rastro de odio en su voz, y ella podía adivinar
por qué. Pensaba que los Señores le debían seguir, lo que permitiría a
sus demonios gobernar sus vidas. Que los guerreros continuaran
resistiendo el mal dentro de ellos era una espina en su pezuña.

— Lo hacía, sí, — admitió. ¿Por qué negarlo? — ¿tus fuentes


también dicen que el Guardián de Enfermedad me infectó una y otra
vez? ¿Que él me abandonó en múltiples ocasiones? — ¿Era eso
resentimiento en su voz?. Definitivamente. Mientras que ella odiaba
haber hablado mal de Torin, y nada menos que con el enemigo, la
verdad era la verdad, y no había manera de evitarlo. Por lo menos le
dio credibilidad a su historia de tapadera. Ella jugueteó con su
comida, fingiendo interés. — ¿Por qué te preocupas por esto de todos
modos?... ¿Preocupado? —

Se rió. — Me gusta mantener mis opciones abiertas, cariño.


Eso es todo. —

— ¿Y realmente crees que los Señores son una opción? — Ella


no pudo evitar la incredulidad de su tono. Él la miró, y ella
mentalmente se reprendió a sí misma. Tenía que ir con cuidado y no
hostigarle por colgarle una zanahoria que nunca podría alcanzar.
Estaba marcado. Si él decidió que ya no la necesitaba, ella sería
incapaz de usar su poder en contra de él. La puerta de su habitación
de repente se abrió de golpe, y un demonio gorila corrió a dentro.

— Tres prisioneros intentaron escapar, mi señor, pero no


llegaron muy lejos. Ellos esperan su castigo. — Keeley se puso rígida.
¿Torin, Viola y Pandora? Probablemente. ¡Misión fallida! Tiempo para
el control de daños.

— ¿Dónde están?, — Preguntó Lucifer, tan tranquilo como


antes.

— La sala del trono, mi rey. —

— Tráelos aquí. — El demonio salió corriendo sin perder el


ritmo.

Con la garganta seca, Keeley preguntó: — ¿Qué vas a hacer


con ellos? Y ¿por qué tienes dos hembras encadenadas junto a tu
trono? —

Sus ojos oscuros brillaron en ella. — ¿Qué te gustaría que


hiciera? Y porque me agradaría hacerlo. —

— ¿Dejar que se vayan? — Él sonrió y sacudió la cabeza.

— Siempre has tenido un corazón blando. Tenía la esperanza


de que lo que Hades te había hecho te hubiera endurecido. — Tendría
que haberlo hecho, de forma permanente, si no fuera por Mari... y
luego Torin. — sabes, el momento me parece extraño, — dijo, con un
tono meramente observacional.

— ¿Es verdad? Llegas, y de repente hay un intento de fuga. —

— Lo que me parece extraño es el hecho de que tus presos no


trataron de escapar antes. —

— Hmm, — fue todo lo que dijo antes de que los tres


detenidos fueran arrastrados dentro. Keeley contuvo un suspiro de
alivio. No eran Torin, Viola y Pandora, después de todo, sino un
guerrero pelirrojo, Baden, sin duda, al igual que los espíritus de
Cronos y Rea. Los tres llevaban coronas serpentinas. Bueno, bueno.
Su mirada se estrechó en Cronos. El macho le había encarcelado
durante siglos y había desempeñado un papel siniestro en la muerte
de Mari. Aunque la venganza contra su cuerpo le había sido robada
de ella, había un montón de cosas que podía hacer a su espíritu....
Las paredes comenzaron a temblar. Cronos debía haber sospechado
la dirección de sus pensamientos. Luchó contra sus captores.
— He cambiado de opinión, — ella anunció. — Definitivamente
no los dejes ir. Jugaremos a clava la daga en los muertos. —
Pensamientos racionales asomaban por encima de la oscuridad de sus
deseos, luces brillantes que no podía ignorar. ¿Torin sabe que Baden
estaba aquí? ¿Alguien se ha dado cuenta de su fuga con Viola y
Pandora? Esperaba que lo hubiera conseguido. Si lo cogieron...
hirieron... Voy a quemar este reino y todos en él hasta los cimientos.

— Excelente idea. — Lucifer limpió las comisuras de sus labios


con la servilleta, a pesar de que nunca había tomado un bocado de la
comida.

— ¿Dónde está Pandora? — Baden gruñó. — ¿Qué has hecho


con ella? ¡Dime!— Su mirada salvaje se movió a Keeley, se trasladó
de nuevo a Lucifer, sólo para volver a Keeley y ampliarse. — La Reina
Roja. Estás aquí. ¿Por qué estás aquí? —

¿La conocía? ¿Víctima de la caja de Tiempo fuera?

— Sería un placer mostrarte exactamente lo que he hecho a tu


preciosa mujer. — Lucifer se levantó.

Ayudó a Keeley a ponerse en pie, y no podía pensar en ninguna


razón para protestar por la visita a la sala del trono. Seguramente
Torin había desaparecido. Pero entonces, ¿por qué no había sonado
una alarma? Lucifer abrió el camino, nunca soltándola. Primer
problema: si no podía liberarse de su agarre, no podía destellarse a
cualquier otro lugar en el mundo subterráneo. ¡Esas estúpidas
marcas! No hay tiempo para el pánico. Las puertas se abrieron ante
Lucifer para que nunca tuviera que hacer una pausa en su paso.
Cuando entraron en la habitación, casualmente, dijo:

— Esta noche, Keeleycael, calentarás mi cama, y yo te marcaré


como mi concubina. — Uh, segundo problema.

— ¿Qué tal... no?. —

— ¿Te he hecho creer que tendrías una opción en la materia?


Mis disculpas. —

— ¿Crees que tendrás la fuerza para obligarme? — Se echó a


reír. — Recientemente he capturado dos hembras queridas por los
Señores del Inframundo. Puedes recordarlas de mi habitación del
trono. Las que están en las cadenas. ¿Sí? Planeé lastimarlas y culpar
a Hades. Los Señores habrían ido tras él, le distraerían,
permitiéndome lanzarme en picado. Si yo hubiera sabido que te
presentarías en mi puerta, no me habría molestado. Vas a crear una
mejor distracción. —

Mientras la ira ardía a través de ella, tratando de usarme, a la


Reina Roja, ¡nunca!, se Detuvo en seco. Viola y Pandora se habían
ido. Y ninguno de los demonios se había dado cuenta. Impresionante.
Magistral. ¿Cómo Torin había logrado eso? Lucifer niveló la rabia sin
diluir en ella.

— Parece que te subestimé. Mi propia distracción. Bravo. Pero


no importa— dijo con otra revelación de su fría sonrisa.

— ¿Qué puedes hacer al respecto?, — Preguntó, y luego le


golpeó con tanta fuerza en el pecho que le rompió el esternón.
Aunque trató de dar una respiración, ella le dio un puñetazo en la
cara. Jab, jab, jab. Se dio la vuelta, cayendo en picado, y agarró a un
siervo más pequeño por el cuello, se volvió de nuevo, volviendo por
donde había venido, y giró. Los cuernos de la criatura cortaban a
través de la piel de Lucifer y rompiendo a través del muslo,
rompiendo el fémur, el hueso más grande en el cuerpo.

Él gruñó y se desvaneció. Se dio la vuelta, esperando que se


materializar detrás de ella. Ella lanzó una daga en su mano, lista para
apuñalarlo. Pero él la había engañado. Había regresado al lugar que
había desocupado, con un pedazo de azufre en la mano. Él lo puso en
la parte superior de su médula espinal, chamuscándole el pelo, la
carne y la ropa. Un grito brotó de ella mientras el dolor y debilidad se
derrama a través de ella. "Esto, Keeleycael, es sólo el principio de lo
que puedo y haré."
Capítulo 30

Torin se apresuró por el portal, gritando: — ¡mantenlo abierto!


— Dejó caer a las dos chicas que había tenido que sacar fuera del
inframundo bajo sus brazos como sacos de patatas, y se volvió. Tenía
que llegar a Keeley.

Pero a medida que se lanzaba de vuelta a través el portal, se


cerró, y se deslizó en la jaula.

— ¡No! Ábrelo, Danika. —

Ella se desplomó contra la Vara, jadeando, con gotitas de


sudor, sus rasgos pálidos. — lo intento... no puedo... lo siento
mucho. —

— Apenas lo sostuvo abierto tanto tiempo como pudo. — Reyes


trató de arrancar de sus goznes, la puerta de la jaula pero el metal se
mantuvo estable. — Se ha atascado. ¿Por qué se ha atascado? —

Debido a que Keeley era la dueña de la jaula, y sólo


respondería a ella. O... tal vez a Torin, también, el poseedor de la
llave que todo lo abría. Pero si él liberaba a Danika, iba a perder el
control de la Vara, ¿las órdenes de Keeley se anularían?

No podía correr el riesgo.

Le explicó a Reyes, el pánico y la urgencia lo montaban duro.


— Tenemos que conseguir que Keeley vuelva. —

— Dani está demasiado agotada. — Reyes sacó un puñal y


hurgo sin éxito en la cerradura.

Torin salió corriendo de la habitación. Todos sus amigos se


habían congregaron en la sala, esperando el veredicto.

— Lucien, — gritó, y el guerrero se apresuró, empujando a


todos fuera del camino. — destéllame al inframundo. Puedes hacerlo
sin un portal. —

— Sí, pero ¿dónde en el inframundo? Es enorme, puedo saltar


de una milla a otra durante días y no cubrir todo el lugar. —
— A alguno de los palacios de Lucifer. —

— Vas a tener que ser más específico. Él tiene tantos palacios,


hay miles. —

Llegando a ninguna parte. — William, — Torin gritó.

— ¿Me han llamado? — El guerrero se situó junto a Lucien.

— ve con Hades. — Nunca pensó que diría esas palabras, y que


no significaran una maldición o una amenaza. El macho podría salvar
a Keeley; Torin no podía. La sola idea le enfermaba. Pero su
supervivencia era más importante que su orgullo. — Pregúntale si
sabe dónde está Lucifer y dile que lo necesito para mantener a Keeley
lejos del tipo. —

Hades podía llevarla a cualquier lugar dentro del inframundo,


pero no fuera de él. Ella había entrado a través del Portal de la vara,
entonces tendría que salir a través de él. Destellarla no funcionaría.
Pero sin la Capa, ella no podía ir a través del portal. Torin tendría que
darle el artefacto a Hades, a menos que Torin fuera con él, lo cual
insistiría absolutamente en hacer. Pero al final del día, tenía muy poco
poder de negociación aquí. Haría cualquier cosa para mantener a
Keeley segura. Lo que Hades quisiera. Ella podría odiar a Torin por
tramar esto, pero él prefería tratar con el odio de ella que con su
tortura y muerte.

Sí, ella era fuerte, y podía cuidar de sí misma, pero Hades


sabía de las salas. Lucifer lo hacía, también. Y tan pronto como
Lucifer descubriera que sus prisioneros habían desaparecido, el
conectaría los puntos y Keeley sería culpada. Él trataría de castigarla.

William se rascó el pecho. — Puedo decir que estás molesto por


esto, y mi corazón sangra por ti. Probablemente. También
probablemente no. Pero voy a declinar amablemente y culpar a la
necesidad de la negativa en ti. Tú deberías conocerme mejor. Yo no
hago nada de forma gratuita—

Torin lo agarró por el cuello y lo sacudió. — No te lo estaba


pidiendo. —

William no se inmutó. — ¿Es este un reto? se siente como un


reto. —

¿Él Quería un pago? bien. — ¿Tu precio? —

— Keeley debe robarle mi libro a Anya. —


El libro. Su precioso. Dentro de sus páginas había profecías que
revelaban cómo salvar su vida... o algo. La diosa lo había robado
hace años y lo escondía de la guerrera. Como…tiras cómicas. —

— Hecho. —

— Entonces voy a volver con Hades, — dijo William y


desapareciendo.

— No voy a renunciar a el, — dijo Anya. — tú no sabes lo que


es el cuándo esa cosa está en su posesión. —

Y no le importaba. Torin le dijo lo que podía hacer con ella


misma, y se trataba de varias cosas que no eran anatómicamente
posibles en realidad.

— Torin está acabado, finito, — murmuró Kaia.

Resolver el problema. Estar preparado. No diciendo cuan


rápidamente debería William de regresar… sería mejor que volviera
rápido.

— Maddox, lleva a viola a un dormitorio. Ella necesita atención


médica. Lucien, Pandora está allí, también. En las Mismas condiciones
que Viola. Ella lleva las coronas, así que cualquier persona debe ser
capaz de tocarla. —

Una ráfaga de actividad estalló cuando se obedecían sus


órdenes.

— ¿Baden?, — Preguntó Sabin.

— No lo vi…

William se materializó, con Hades a su lado. — Fuera, — Torin


gruñó a la multitud, limpiando la habitación de todos los artefactos,
excepto Reyes y Danika.

William y Hades entraron detrás de él, William pateo la puerta


cerrándola. Suficiente Testosterona en este espacio para ahogar a un
rinoceronte. — ¿Puedes salvar a Keeley o no?, — Le preguntó
mirando a Hades.

Hades miró directo hacia él, pero se mantuvo en silencio hasta


que su atención se trasladó a Reyes.
— Tu Mujer debe descansar durante dos días. Al final del
segundo, debe abrir un portal para Keeleycael. Estaré muy disgustado
si fracasa. —

Reyes, ya al borde por el giro de los acontecimientos, se


apoderó de sus puñales por las cuchillas. La sangre se derramaba
sobre el piso. — ¿Cómo puede descansar mientras está atrapada
dentro de la jaula? —

— Ella va a tener que encontrar una manera. Y tú, — dijo


Hades, al fin dignándose a hablar con Torin. — Vas a venir conmigo.
Volverás con la Reina Roja a través del portal. —

Significaba eso que Hades no podía pasar, ¿incluso con la capa?


— ¿Qué quieres a cambio? —

El macho entrecerró los ojos. — Los dos sabemos que voy a


hacer esto sin exigir nada a cambio. Por ella. No por ti. —

¿Hades... la amaba? ¿En verdad?

¡Es mía! ¡Mi mujer!

— Pero cuando volvamos, — Hades continuó, — He terminado


de espera en el banquillo. Voy a ir tras ella. Y voy a ganarla. Yo le
puedo dar lo que no puedes. —

Cada emoción oscura se manifestó, pero se contuvo. Ahora no


era el momento para disfrutar.

Un segundo después, las paredes de la habitación


desaparecieron. Otro mundo tomó forma a su alrededor. El sofocante
calor del inframundo. Los gritos y el humo y la desesperación. Fuera
del palacio de Lucifer, los incendios eran más numerosos, erupciones
en todas partes sin ninguna razón aparente. Los demonios de todas
las formas y tamaños se arrastraban sobre las paredes rocosas y
vigilaban la entrada descomunal que tenía la forma de un cráneo.

Hasta el momento, nadie los había notado. — Ella no estaría en


esta posición si hubieras tomado mi oferta, — Hades comentó.

Por Favor. — Los dos sabemos que habrías arrancado a


Enfermedad de mí sólo para darme otro demonio. —

Hades no lo negó.
— una disfunción eréctil. O auto— mutilación. Probablemente
ambas cosas. En su lugar, voy a hacerte desear que de esa forma se
hubiera llevado a cabo el juego. —

Dos espadas cortas de repente aparecieron en manos de Torin.


Un regalo de Hades, un movimiento estúpido de parte del macho. —
No si yo te mato primero. —

Haciendo caso omiso de la amenaza, Hades dijo, — La peor


parte es, que ni siquiera tenías que hacerle daño. Tuviste la respuesta
desde el principio, solo que estabas demasiado envuelto en tu miedo
para verlo. —

¿De qué demonios estaba hablando? ¿La respuesta desde el


principio? ¿Qué respuesta…la manera de estar con Keeley sin hacerla
enfermar?

— ¡Dime!, — Exigió. ¿La única respuesta que recibió? Una


sonrisa fría que proclamaba Nunca.

No había tiempo para tratar de sacar la respuesta de él. Por fin


los demonios se dieron cuenta que ya no estaban solos y dejaron lo
que estaban haciendo para lamer sus labios con avidez. Murmullos de
alegría estallaron.

— ¿Estás listo para la luchar tu camino adentro?, — Preguntó


Hades.

— ¿Y perder más tiempo?, Estoy listo para que me destelles


dentro. —

— Lo siento, cachorro. No va a suceder. Voy a destellarme a mí


mismo, pero tú... tú estás por tu cuenta desde este punto. —

Hades desapareció en un abrir y cerrar de ojo.

Bien. Torin marchó hacia adelante. Una vez, él había vivido


para las batallas. Siempre las había ansiado. Hoy tendría una. Los
demonios lo atacaron, mostrando los colmillos. Sacó las espadas en
un amplio arco. Una cabeza, eliminada. Otra cabeza, eliminada. Una
mano con garras lo alcanzo. De nuevo balanceó su espada. La mano
golpeo el suelo sin el brazo. Más y más demonios corrieron hacia él,
arropándolo. Él permaneció en un estado constante de movimiento,
adrenalina corriendo a través de él. Una pausa e iba a perder una de
sus extremidades. El desafío lo lleno de energía.
Con un rugido, Torin retiro otra cabeza. Luego otra. Un brazo.
Una mano. Otra cabeza. Partes de cuerpos se amontonaron a su
alrededor. Sangre Negra brotó y salpicó, quemándolo.

Finalmente se abrió paso entre la puerta doble y entró en el


vestíbulo. Tenía arañazos por todas partes y formol en el muslo.
Fuego en las venas. Probablemente algún tipo de toxina demoniaca.
No le importaba.

Dos demonios doblaron la esquina, se dirigieron directamente


hacia él. Pasos resonaron detrás de él. Acercándose... Movió las
espadas hacia atrás, sintió la resistencia de carne y hueso, y supo
que había apuñalado al que estaba detrás de él. Luego giró la espada
hacia adelante y elimino las cabezas de los otros dos. Las cabezas
rodaron, ojos rojos... fuera... dentro... él continuo, decidido a llegar
a su mujer.

***

Encadenada al trono de lucifer. Como si fuera la Princesa Leía y


Jabba el maldito Hutt (personaje de la serie de películas guerra de la
galaxia, donde Hutt es un obeso gusano alienígena).

¡Era humillante! Pero al menos Keeley llevaba una camiseta y


pantalones en lugar de un bikini.

Un pequeño consuelo, sin embargo, teniendo en cuenta que


estaba cubierta por estúpidos guardas.

El primero de ellos la había debilitado tanto que Lucifer ni


siquiera había tenido que subyugarla mientras que él se la pasaba a
otro. Ahora ni siquiera podía destellarse a unas cuantas pulgadas de
distancia de la zona de peligro.

Lucifer le había puesto más guardas, cubriéndola de la cabeza


a los pies, igual a como lo había hecho su padre, y habría cumplido su
amenaza de obligarla a calentar su cama, donde ella tendría que
luchar con toda la fuerza que aún poseía, si una conmoción no
hubiera explotado fuera.

Él Había mirado por la ventana, y había visto a cientos de sus


secuaces siendo sacrificados, y la arrastró a la habitación del trono
para esperar a su enemigo.

Todo era apariencia, después de todo.

Al menos para él.


¡Torin estaba aquí! Su corazón galopaba con anticipación y
emoción. ¿Lo único malo? Hades estaba aquí, también. Incontables
secuaces se apostaron contra las paredes cuando su antiguo rey
apareció al borde de la tarima real de Lucifer.

— Querías mi atención. — Su calma envió un escalofrío a


través de los esbirros. — la tienes. —

Los dos podrían haberse caído bien... una vez. Pero el mal no
podía ser fiel a la maldad.

Y Lucifer sólo pasó a ser tan malo como cuando llegaron. Tenía
una necesidad insaciable de más. Más poder. Más elogios. Más
territorio. Más control. Los daños colaterales no significaban nada
para él.

Robó. Mintió. Mató.

Y lo disfrutó.

Quería que su poder se extendiera más allá de los bajos


mundos. Acerca de eso era toda esta guerra. Una vez que hubo
derribado a Hades, supuso que no habría amenaza de competencia.
Pero se había olvidado del Altísimo. Por no hablar de William, que una
vez había gobernado la otra mitad de este reino, unido a ella
firmemente como Lucifer. Sólo que, William había encontrado una
manera de escapar, igual que Hades.

— Lo que quiero, — dijo Lucifer, — es que te inclines ante mí.


Hazlo y podrás irte con la chica. —

Un giro irónico en la boca de Hades, que ella conocía muy bien.


Lucy estaba a punto de ser azotado.

— Tú asumes que estoy bajo la errónea impresión de que


puedes ganar una guerra contra mí. Asumes que no había tomado
precauciones antes de entregar las llaves de mi reino. —

Lucifer palideció, porque él sabía que era verdad.

Las puertas se abrieron, y los cuerpos de innumerables


demonios y diversas partes cercenadas cayeron dentro. Torin emergió
de la montaña sin vida, marchando directamente hacia el lado de
Hades, con la cabeza alta. Hades no podía ocultar su irritación.

Keeley se tragó un gemido de alivio. Torin podría estar


empapado en baba negra, pero nunca se había visto más feroz. Ella
se puso de pie, pero Lucifer apretó la cadena envuelta alrededor de
su cuello, manteniéndola abajo.

— Entrégamela, — Torin gruñó. — Ahora. — Él subió las


escaleras, sus espadas ensangrentada ya listas, pero Hades le retuvo
del brazo, lo que le obligó a permanecer en su lugar. Sabía lo que
estaba pensando Hades. Que Lucifer podría agarrarla y, bien cortarle
la garganta o destellarse lejos con ella.

O las dos cosas.

Estaba en lo cierto.

Pero luego cada esbirro supuestamente sirviendo bajo el


gobierno de Lucifer se volvió hacia él, dejando al descubierto los
colmillos y garras en desafío. Varios incluso se dejaron caer desde el
techo, poniendo sus cuerpos entre Keeley y su captor.

— Te lo dije, — Hades dijo con una voz que rallaba la


petulancia.

Las palabras proclamaban una verdad en toda confianza, que la


lealtad de los secuaces había sido fingida. Lucifer enfureció, y trató de
acuchillarla de todos modos. Pero los secuaces tomaron los golpes
por ella, protegiéndola de recibir siquiera un rasguño.

Hades libero a Torin, que rápidamente escaló las escaleras.

De manera típicamente grandiosa, Lucifer anunció: — Esto no


ha terminado, — antes de destellarse lejos. Al darse cuenta de que
había perdido esta ronda, y bastante mal.

Los esbirros se apartaron de ella, cuando Torin mello a través


de la longitud de las cadenas, liberándola del trono. Envolvió sus
brazos alrededor de ella y la abrazó, su corazón galopando contra su
sien.

— Has vuelto por mí, — dijo. No es que alguna vez lo hubiera


dudado.

— ¿Por ti? Siempre. —

Mi dulce príncipe azul.

No. Mi rey. Mi otra mitad.


— Tan conmovedor como esta reunión es— Hades burló, —
Tenemos otras cosas que hacer. —

Estaba en lo cierto. Y él había venido por ella, lo que la


desconcertaba demasiado. Él nunca se había puesto a si mismo el
lugar de otro. Ni siquiera por pago.

Tal vez había cambiado.

¿Significaba eso que estaba dispuesta a olvidar el pasado y


empezar a salir con él? No. Sólo que ella podría no hacer su asesinato
tan doloroso como había planeado originalmente.

— Baden está aquí, — dijo.

Torin se puso rígido mientras las largas piernas de Hades


reducían el espacio entre ellos. Hades se agachó frente a ella, atento,
diciendo: — ¿Quieres a este Baden de regresó con los Señores? —

— Sí, — dijo ella.

— Entonces voy a ver que se hace. Él estara esperando en la


fortaleza en Budapest. —

Fue difícil, pero lo hizo, ella dijo las palabras Gracias.

El inclinó la cabeza.

— Vas a pasar los próximos dos días en este palacio. Como mi


invitada de honor, por supuesto. Voy a ver por todas tus necesidades,
me asegurare de que estás protegida por completo, mientras
esperamos a que el ojo que todo lo ve abra el portal para ti. —

Al no ver otra opción, dijo, — Torin se quedará, también. —

Hades apretaba su mandíbula con irritación. — No hay


necesidad. Lo puedo devolver ahora. —

— Torin se quedará, — insistió. — Vamos a dormir juntos. —

— Hay más que suficientes…

— Vamos a estar en la misma habitación o nos iremos, — dijo


Torin. — No me importa a lo que tengamos que hacerle frente allá
afuera. —
Hades no apartó la mirada de Keeley mientras asentía con
rigidez. Ella le sonrió.

— Nos puedes mostrar nuestro alojamiento. —


Capitulo 31

A lo largo del palacio los secuaces estaban haciendo cosas que


hicieron que Torin quisiera restregar sus córneas con lejía. También
había un sin número de pequeñas y brillantes, miradas rojas
persistentes en su bragueta como si hubiera escondido un paquete de
aperitivos debajo de ella.

Hades abrió una puerta y les hizo señas dentro de una


recámara espaciosa. — Todo tuyo. Grita mi nombre si necesitas algo,
y apareceré. — Él le habló a Keeley y sólo a Keeley. Pero su mirada
amenazante hacia Torin lo decía todo. — Grita su nombre y no estoy
seguro de cómo voy a reaccionar. —

Torin le cerró la puerta en la cara.

Keeley se apresuró a través de la habitación, tapando las


mirillas y cubriendo lo que tenían que ser espejos de doble sentido.

— Sé que esto va a sonar estúpido viniendo de mí, — dijo el,


— pero me siento como si fuera comida para cada enfermedad de
transmisión sexual en el inframundo. — El lugar probablemente había
visto más acción que los pantalones de Paris.

Keeley no dijo nada, sólo se acercó a él con intención de acero


y reclamó una de sus espadas. La limpió en el cuarto de baño, luego
se quitó la camisa y reveló sus cicatrices reciente. Furia detonó
dentro de él.

— Córtalas de mí, — ella exigió.

Primer instinto: el rechazo. De ninguna manera le haría daño.


Pero las cicatrices eran el equivalente a las cadenas, dejándola
vulnerable. Y sabía lo mucho que ella despreciaba la vulnerabilidad.
Alguien tenía que hacer esto y él estaría condenado si permitía que
alguien más la tocase.

— Acuéstate en la cama, — le instruyó.

Ella obedeció sin vacilar. Tales curvas hermosas. Piel como el


satén. Columna elegante.
Él le dio a su sien un duro golpe, golpe. Esto no era un recreo
sexy. Enfermedad estaba extrañamente silencioso. ¿Feliz de estar en
casa?

— Lo siento, — susurró Torin y se puso a trabajar.

Ni una sola vez ella lloró, pero no era la bendición que debería
haber sido. No era porque su umbral del dolor estuviese alto. Lo
estaba. O que esto apenas se notaba. Lo hacía. Era porque ella había
tenido que hacer esto antes. Por años. Décadas. Siglos. Ese era el
tiempo que había vivido con tanto dolor sola. Ella sabía qué esperar y
se había preparado a sí misma en contra de eso.

Después de todo lo que había soportado, todo lo que había


sufrido, ella todavía había elegido a Torin para ser parte de su futuro.

No soy digno.

Pero lo sería. Él se haría a sí mismo. La amaba con todo su


corazón, con todo lo que era… y con cada fibra de su ser. Él sería lo
que ella necesitaba. Le daría todo lo que quisiera.

Estaba temblando mientras terminaba de cortar la marca. Lo


más cuidadosamente posible él empapó la enorme herida en agua,
luego la vendó usando tiras de su camisa, lo único disponible en este
momento. Deseaba que hubiera una planta en maceta o… ¡Un golpe
en la cabeza! Ella no estaba sólo unida a la tierra. Estaba también
unida a Torin.

Sin embargo, a pesar de su vínculo, ella aún se había


enfermado cada vez que la tocaba. Pero no había reaccionado
negativamente a su semen cuando él se había venido en su vientre.
Eso tenía que significar algo. Tal vez ella no reaccionaría
negativamente a su sangre, tampoco. En realidad podría funcionar.

¿Podía basar sus acciones en el …podría..? Su sangre goteaba


desde los lados de su vendaje.

Sí. Sí, él podía.

Él blandió la espada contra sí mismo. — ¿Qué estás haciendo?,


— ella preguntó con voz débil.

Siseando, presionó la espada por debajo de las capas de sus


cicatrices del infierno y cortó. Él le había prometido eliminarlas, y no
había mejor momento. La sangrienta piel se dejó caer en el piso,
recordándole a un trozo fileteado de jamón. Despegó el vendaje de
Keeley y extendió el brazo sobre su herida, dejando que las gotas
carmesí gotearan en su interior. Después de que toda la zona había
sido saturada, él regresó el vendaje a su lugar y aplicó presión—
finalmente, afortunadamente, ella se desmayó.

— Torin, — jadeó unas pocas horas más tarde, empujándose


erguida sobre sus manos.

— Estoy aquí, princesa. Estoy aquí. — Con mucha ternura,


acarició su mejilla con una mano enguantada. Él no había dejado su
lado. — ¿Cómo te sientes? —

— Mejor. ¿Tú? —

— Bien, solo bien. Acuéstate de nuevo para que pueda revisar


tu herida. — Ella obedeció, y él suavemente le quitó el vendaje. Para
su sorpresa, estaba casi curada. El músculo y la piel ya se habían
entretejido de nuevo juntos, dejando finas líneas rosadas que pronto
se desvanecerían.

Su sangre la había ayudado sin enfermarla. ¿O la eliminación


de las cicatrices de azufre había hecho el truco?

La burla de Hades le picaba en el fondo de su mente. Había


tenido la respuesta todo este tiempo.

Pero estaba demasiado envuelto en el miedo como para darse


cuenta. La cicatriz la había debilitado. Podría haber debilitado su
sistema inmunológico. ¿Podía Torin finalmente tocarla sin
consecuencias? ¿Se atrevería a esperar que fuera así de simple? ¿Así
de fácil?

Sólo había una manera de averiguarlo...

— Gracias, — dijo ella, sentándose. — Por todo. — La sábana


cayó, dejando al descubierto sus pechos regordetes y sus pezones
rosados.

Una explosión de ardiente deseo, rápida y afilada, lo


sobrepasó. Se agarró a la colcha para detenerse de llegar a ella.
Pronto...

— No, — él dijo. — Gracias a ti. —

***
Dos días después, justo como estaba planeado, Danika abrió
un portal en el medio de la habitación que compartían. Keeley,
sanada de sus heridas, pasó a través del portal Torin a su lado, la
Capa de la Invisibilidad cubriéndolos a ambos.

Algo había cambiado. Los pasos de Torin eran más ligeros, sus
sonrisas aparecían más rápido, más a menudo. A ella le encantaba,
pero porque él no hablaría sobre su origen, ella no confiaba en esto.
No, confianza no era la palabra correcta. Ella no sabía si esto iba a
durar. Él se quitó la capa, permitiéndoles a los otros verlos.

— Libera a Dani, — Reyes dijo en el momento en que vio a


Keeley.

Ella saltó y abrió la jaula. Reyes alzó en brazos a la débil,


desordenada rubia y la llevó fuera de la habitación. Torin fue rápido
detrás del guerrero, arrastrando a Keeley con él. Había algunas
personas merodeando en el pasillo, y trataron de llamar su atención.

— Tío. Baden está con Strider y están jugando Call of Duty.


¿Sabías que Baden es un perdedor resentido? —

— Lo único que falta es esa caja maldita y el niño que Anya


quiere encontrar. ¿Puedes creerlo? —

Torin no dio respuesta en absoluto. Se apresuró con Keeley a


su habitación, y en su prisa cerró de un golpe la puerta. Pero su
expresión era suave, tierna.

— Finalmente. — Mantuvo su mano entrelazada con la suya. —


Hay una posibilidad de que pueda tocarte libremente ahora. Una
posibilidad de que pueda estar equivocado. Pero mi sangre ayudó a
sanar tus heridas, no te enfermó, y he removido las cicatrices de
azufre, las cuales te estaban debilitando. Debería haberme dado
cuenta... no pensé. Pero si tú estás dispuesta a correr el riesgo... —

¿Le estaba pidiendo estar con ella totalmente? ¿Sin


contenciones? ¿Sin ropa entre ellos?

Como si necesitara pensar en ello. Ella ahuecó su mejilla. Él se


apoyó en su toque, saboreando la sensación y el calor de ella. — Te
quiero, Torin. Todo de ti. —

Alivio brillaba sobre sus rasgos mientras le besaba la palma. —


Desvístete, acuéstate boca arriba y cierra los ojos. —

***
Sin sus ojos azules mirándolo, rompiéndolo lentamente, Torin
espero liberación de la tensión creciendo dentro de él, incluso en el
más mínimo grado. No lo entendía. Estar cerca de ella era como
enchufarse a un toma de corriente. El poder fluía y la conciencia
crepitaba. Eso nunca iba a cambiar.

— Voy a tocarte de la manera que siempre he soñado. — Sin


ninguna contención.

— Mmm. Sí. —

Desechó sus guantes. Ella ofrecía un lienzo tan encantador, su


forma femenina relucia a través de su cama, le gustaría empezar con
todo de una vez. Apretando su mandíbula mientras se endurecía
contra el asalto, él paso la punta de sus dedos sobre su frente, bajo
su nariz. La calidez de su aliento acarició su piel. Un milagro de
sensación, de conexión. Trazó sus regordetes labios, disfrutando de
su suavidad. Su barbilla, su cuello, sus hombros. Bajo sus brazos y la
membrana entre sus dedos. Piel de gallina apareció en la suya y él
disfrutó la sensación de ello.

Ella lo alcanzó, con la esperanza de tocarlo a su vez. La tomó


de las muñecas y levanto sus brazos por encima de su cabeza. —
Agárrate a la cabecera. — Si ella ponía sus manos sobre él, perdería
el enfoque.

Esperó hasta que ella lo hizo, y luego trazó cada una de sus
articulaciones sensibles. Había muchas, y él las adorabas todas.
Adoro cada centímetro de ella. Con sus manos... con su boca. Ella
parecía disolverse en su boca como algodón de azúcar e infundió cada
una de sus células.

— Torin. —

Él tomó sus pechos, observó cómo sus pezones se endurecían.


Tales pequeñas y dulces joyas. Su boca se hizo agua por ellos, pero él
corrió un solo dedo por el centro de su estómago y le rodeó el
ombligo. Su vientre se estremeció, su respiración viniendo en cortas
inhalaciones. Ella no se había quitado sus bragas, y él trazó sus dedos
a lo largo del centro de su humedad. Su espalda se arqueó mientras
ella gemía.

Sin piedad, él se burlaba de ella, delineando los bordes del


material. Sus caderas rodaron, tratando de obligarlo a estar donde
ella más lo necesitaba. Pero él siempre se mantuvo a un susurro de
distancia, y lo… húmedo… pronto se volvió… empapado… Él la
recompensó desplazando sus bragas a un lado y hundió un dedo en
su profundidad, sintiendo no sólo la opresión y el calor, sino también
su aceptación a él.

Ella gritó, y luego volvió a gritar mientras él lo sacaba. Sus ojos


se abrieron rápido, brillando con salvaje, furia de necesidad. — Torin.

La dejó mirar mientras chupaba el dedo húmedo dentro de su


boca. Dejó que presenciara su disfrute mientras probaba su sabor. El
vaivén de sus caderas se hizo más frenético. — No seas egoísta.
Dame una probada de tus labios. —

— Hasta que haya terminado de tocar todo de ti, voy a ser tan
egoísta como me dé la gana... y te va a gustar. — Trazó la longitud
de sus piernas, lentamente, deteniéndose para jugar en sus rodillas y
después en sus tobillos antes de tocar el final de cada uno de los
dedos de sus pies. Su cuerpo era un mapa del tesoro, y cada lugar
debería haber sido marcado con una X. No importa a dónde se
aventurara, cada una de sus terminaciones nerviosas reaccionaba,
encendiéndose.

— Torin. — Su aliento lo excitó hasta el alma. — Por favor. —

Se quitó su camisa, y ella ronroneó su aprobación. Él se subió


arriba, presionando su boca en la de ella. Su lengua se encontró con
la suya con un empujón duro, y fue como combustible para un ya
intenso infierno. Él amasó sus hermosos pechos, ni siquiera tratando
de moderar su fuerza. Pero entonces, él sabía lo mucho que ella se
deleitaba con su ferocidad.

Sus dientes le mordieron la lengua, los labios. Él le pellizcó un


pezón, duro, y ella gritó: — ¡Sí, oh, sí, sí!, — mientras se retorcía
contra él, su suavidad le proporcionaba el morder perfecto para su
dureza.

Él siseó en una exhalación, pensando que esto tenía que ser la


agonía más dulce que había conocido. El olor de su excitación
impregnaba sus sentidos, le hacía agua la boca.

— Te he tocado y te he besado, tienes razón sobre eso, — dijo


él. –Pero para la próxima te voy a probar de la forma en que he
soñado. —

Un ronroneo desigual. — No estoy segura de sobrevivir. —


— Inténtalo. — Se rió entre dientes con una promesa oscura y
lamió su camino hacia abajo... abajo de sus curvas. Comenzando con
sus pechos, chupando esos magníficos pezones, parando en su
ombligo para jugar. — Mantén tus manos por encima de tu cabeza, —
le ordenó. — Lo digo en serio. No las bajes. —

— No me atrevería. — Un temblor la sacudió. Tal visión


embriagadora. — Lo que quiere mi guerrero, lo consigue. —

Él abrió sus piernas, hasta que sus rodillas descansaban contra


el colchón— completamente indefensa a mis caprichos. O más bien,
él estaba completamente indefenso a los de ella. Sus bragas estaban
completamente empapadas.

Con un gruñido de satisfacción, arrancó el material de ella y la


desnudó, desnudo su perfección. Hecha para mí. Él dio un buen, y
largo lametazo, cerrando sus ojos mientras saboreaba su dulzura y
calor.

Una desigual súplica de más escapó de ella. Él estaba obligado,


no podía negarle nada, incluso mientras su propio deseo se
propagaba. Otro largo lametazo antes de internarse dentro de ella,
imitando con sus dedos lo que pronto le haría con su eje. Cuando ella
estaba moviéndose salvajemente, murmurando incoherencias, su
miel una droga que no podía resistir, él chupo el sensible capullo de
su excitación. Su grito de satisfacción resonó en las paredes.

El dolor no había logrado sacar ese sonido fuera de ella, pero sí


el placer. Él estaba sonriendo mientras chupaba más fuerte. Sus
dedos se enredaron en su cabello, animándolo.

— Pequeña princesa exigente. — A él le encantaba. Pero se


obligó a parar.

Ella gimió, trató de empujar su cabeza hacia abajo. — ¡Torin!


¡No has terminado!—

— Manos. — Una palabra. Una orden. Pero ella entendió, y


obedeció. Y en el momento en que estaba agarrada a la cabecera de
nuevo, volvió a trabajar, lamiendo y chupando, e incluso mordiendo.

— Es bueno. Tan bueno. —

Sus muslos le apretaron las sienes, la presión un testamento


de su deseo creciente. Pero sabía lo que estaba haciendo. Intentando
una vez más obtener el control. Pero él conocía a su chica y sabía que
no quería el control, no realmente, no aquí, por lo que obligó a sus
piernas a separarse de nuevo, manteniéndola bien abierta. Ella
temblaba de vibrante deseo y le rogó por más, para llevarla más
lejos, más profundo, y él lo hizo... más profundamente dentro de un
reino donde la sensación prevalecía.

Él alimentó su empapado núcleo con un dedo, y ella llego a su


clímax, gritando su nombre una y otra vez. Insertó otro dedo,
empujando profundo, extrayendo su orgasmo, haciéndolo durar.
Lamiéndola, chupándola, todavía moviéndose dentro y fuera de ella...
hasta que ella se dejó caer contra el colchón, jadeando.

Se retiró de ella y se sentó, mirándola durante unos segundos,


bebiendo de la vista de su satisfacción. Su mujer, satisfecha. Era una
idea embriagadora y sólo aumentó su necesidad de llegar hasta el fin.
Era la hora.

— Desabrocha mis pantalones. —

Ansiosa, se incorporó. Su cabello era un desorden enmarañado,


su piel sonrojada de un oscuro rosa. Su pecho se oprimió. Mía, toda
mía. Con dedos temblorosos Keeley liberó su erección palpitante. Y
mientras lo hacía, ella lo vio lamer la miel de sus dedos una vez más.

— Yo podría vivir en ti, princesa. —

— ¿Podrías? — Ella tomó su mano, sacó sus dedos de su boca y


los chupó por su cuenta. — Yo podría vivir en nosotros. —

La presión, caliente y húmeda, le hizo estremecerse con


deliciosa necesidad. Necesidad de ella. Tengo que tenerla.

Ella protestó cuando él se apartó. Pero aun así lo hizo, de pie


junto a la cama, sacándose sus botas y pateando fuera sus
pantalones. Sacó un condón del bolsillo y se envainó a sí mismo.
Aunque él quería tomarla al descubierto, para sentirla de esa manera,
un niño nunca sería una opción. Sus movimientos eran
desesperados… si no estaba dentro de ella en los próximos segundos,
bien podría enroscarse y morir.

Por fin era libre de tocarla de la manera en que ella deseaba,


ella pasó sus manos sobre sus hombros, su pecho... bajo su
estómago. La gloria de esto era casi demasiado, como había sabido
que sería. Demasiado pero también perfecto. Otro sueño hecho
realidad.
— Toda esta fuerza, — lo elogió.

— ¿Te gusta? — Cerró la mano alrededor de su gruesa longitud


y bombeo una vez, dos veces a través del látex, luego tiró de sus
testiculos. En el pasado, él siempre había estado insatisfecho con
tener a una mujer mirándolo, pero eso era porque ninguna otra mujer
era Keeley. Cuando ella lo miraba, el placer en su cara sólo se añadía
a lo que él ya sentía.

— Me gusta y se me antoja. —

— Vamos a dártelo, entonces. — Él la agarró por los tobillos y


tiró.

Al caer, se quedó sin aliento con deleite. Luego, dándose


cuenta de que su mitad inferior estaba colgando sobre el borde de su
cama, ella gimió. — Tan travieso. —

Se situó entre sus piernas, anclando sus tobillos sobre sus


hombros. La presión allí no resultó más allá que sublime. Las vista...
mucho más, su desnudez expuesta frente a él. Los pechos regordetes
y perfectos, sus pechos hinchados y rojos. El vientre tembloroso. La
mata de rizos rubios brillantes por su excitación.

— Tú vas a sentirme en todas las células de tu dulce cuerpo, —


le prometió. Y yo voy a sentirte.

— Sí. ¡Hazlo!—

Él se empujó dentro de ella, no le dio tiempo para adaptarse. Él


fue todo hasta el final. Y oh, maldición, la seda de sus paredes
interiores... el calor... la humedad... cada sensación intensificada, y
gloriosa, y sin embargo casi insoportable. Demasiado bueno. Su
espalda se arqueó mientras ella gritaba, ya viniéndose de nuevo. Tan
apretada. Lo sujetaba de tal manera, estrujándolo. El martilleó dentro
de ella, duro y brutal, una y otra vez, perdido en cada exorbitante
golpe, ansiando más de cada sensación.

Esto era el placer.

Esto era la satisfacción.

Esto era... vida.

Pero a medida que se acercaba al final, salió de ella. Ella no


entendía el propósito y gimió.
Él bajó sus piernas y le dio la vuelta sobre su estómago, luego
una vez más se empujó dentro de ella. Mientras ella lo elogió, le
rogó, lo instó por más duro, más rápido, ella extendió la mano y
agarró puñados del edredón. Pronto sus gritos por otro clímax
estaban mezclándose con sus gruñidos, llenando la habitación. Si
alguna vez ella se olvidaba de él... no, no... Este momento estaría
por siempre marcado en su mente… por siempre impreso en su alma.

— Estoy tan cerca, princesa. — Se inclinó y mordió el camino


sensible que va desde su cuello a su hombro. Ella gritó, enroscándose
a su alrededor, sus paredes interiores, ordeñando todo de él de
nuevo. Esta vez esto no era sólo demasiado… era más que suficiente.
Él no podía aguantar mucho más. Se hizo añicos, vertiéndose dentro
de ella, dándole cada gota hasta que ella se retorció hasta dejarlo
seco.

***

Ellos se rieron y abrazaron por horas… y por supuesto, hicieron


el amor de nuevo... y la felicidad de Torin sólo se magnificó hasta
que él prácticamente se quemó por ella. Hasta ahora no había signos
de enfermedad. La segunda vez que hicieron el amor, ella se tomó su
tiempo para explorarlo, de la misma manera en que él la había
memorizado.

Ella había masajeado la rigidez de sus hombros antes de


arrastrar sus dedos a lo largo de las protuberancias de su espina. Los
duros montículos de su trasero habían recibido un apreciativo
apretón. Ella se había trasladado al frente y deslizó sus manos bajo
su pecho, entre sus cuerpos y empuño la base de su erección. Ella
había trazado su pulgar sobre su húmeda hendidura, y cuando había
gruñido su aprobación, había lamido una pequeña gota.

Ella le había dado cada toque que siempre había anhelado, y el


nunca sería el mismo.

— Voy a hacer algunas mejoras en la fortaleza, — dijo ella,


acurrucándose a su lado, corriendo su rodilla por su pierna. —
Actualmente carecemos de un salón de trono. —

— Y ningún hogar está completo sin uno. Solo recuerda, como


mi reina tu trono necesita ser más pequeño que el mío. —

— Lo siento, Encanto, pero a pesar de que me siento muy


contenta de que hayas admitido el eminente estatus de mi regla, tú
estarás sentado a mis pies. Vamos a tener lo que se llama un
matriarcado. —

— Tan vieja como tú eres, me sorprende que no hayas


aprendido a pronunciar la palabra correctamente. Es patriarcado.
Repite conmigo. Pa— triar— ca— do. —

Ella torció su pezón. — Tortura. Repite conmigo. — Su risa


resonó por toda la habitación. — Voy a ser una jefa suprema tan
benevolente, — ella dijo. — Sólo voy a demandar que todos hagan
exactamente lo que yo digo, cuando lo digo. Y que hagan una
reverencia cuando sea que yo entre a una habitación. Y que me
traigan obsequios al menos una vez al día. Y que arrojen pétalos de
rosas a mis pies cuando pase. —

— ¿Eso es todo? —

— Probablemente no. —

— Suena justo para mí, — dijo él.

— Tú serás el capitán de mi guardia, por supuesto. —

— Y voy a atacar tu castillo al menos tres veces al día. — Él le


dio la vuelta de espalda y mordisqueó juguetonamente su cuello. —
¿A quién estoy engañando? Seis veces al día. —

Ella chilló de risa y trató de moverse lejos de él. — ¡Eso hace


cosquillas! ¡Detente inmediatamente!—

— ¡Nunca! Hay un tesoro para ser saqueado. —

Después de que sus carcajadas habían pasado a ser risitas, ella


se quedó en silencio. — ¿Torin? —

— ¿Sí, princesa? — Él lamió el pulso latiendo en su cuello.

— ¿Estás satisfecho con el honor de servir por debajo de mí? —

Tal tono serio. — ¿Yo... debajo de ti? ¿Esa es la manera en que


quieres esto? — Él le dio la vuelta, abrazándola sobre su regazo. —
Estoy más que satisfecho con este honor. —

Ella se sentó a horcajadas sobre él, las puntas de su cabello


rozando su pecho. — Oh, me gusta esto. —
Impresionante. Alzó la mano, empuño el pelo en su nuca. —
Espera hasta ver lo que viene después. —
Capítulo 32

Desde lo más alto de lo alto a lo más bajo de lo bajo.

Veinticuatro horas han pasado sin señal de enfermedad. Pero,


como Torin había descubierto hace algunos días, había estado
equivocado. Librarse de las cicatrices no había ayudado. Simplemente
había retrasado lo inevitable.

Una enfermedad degenerativa había golpeado a Keeley, y


golpeado duro. Dormía, incapaz de ser despertada, no podía comer o
beber, muriendo por falta de alimento hasta que Hades vino a ver
cómo estaba y volvió con los mejores médicos inmortales.

Keeley estaba conectada a una vía intravenosa y bombeaba


llena de medicamentos que sólo se encuentran en otros reinos, pero
aún así, sus mejillas estaban ahuecadas, su piel pálida y Torin...

Torin perdió toda esperanza.

Había pensado que había resuelto todo, pensó que había tenido
la respuesta para pasar un siempre felices en el tiempo. Pero él sólo
había estado engañándose a sí mismo.

Además, no podían encontrar la caja de Pandora, no había


olvidado el bloqueo que Keeley encontró cuando ella lo había
intentado... dos veces, lo que significaba que no podían encontrar la
Estrella de la Mañana. Él estaba sin opciones.

Él y Keeley podían continuar como antes, su corazón se


encogió, si ella sobrevivía incluso a esta reciente enfermedad. Podrían
seguir teniendo sexo con la ropa puesta, sin atreverse a besarse,
midiendo cada caricia, limitados, por si acaso la ropa se levantaba,
pero eso no sería suficiente. Ya nunca sería lo suficientemente bueno.
Él la había tenido. Toda ella. Nada estuvo contenido. Eso es lo que
quería para el resto de la eternidad; eso es lo que necesitaba.

Lo que ella necesitaba. Aun ella lo admitiera o no.

Pero ninguno de ellos podía tenerlo. Y él estaba tan


malditamente cansado de cometer errores. de la esperanza, de tratar,
y luego de estar sentado en primera fila de su sufrimiento, sabiendo
que él era el culpable. Que si él sólo se hubiera resistido, no habría
sucedido.
Se había dicho a sí mismo que nunca volvería a rechazarla,
nunca la haría pasar por un sufrimiento tal, pero él sólo había estado
engañándose a sí mismo acerca de eso, también. Él tenía que dejarla,
y esta vez, tenía que hacerla aceptarlo.

Hacer a ambos aceptarlo.

Las palabras no serían lo suficientemente buenas. Tenía que


hacer algo permanente, algo que no se pudiera deshacer. Algo que
despreciaría. Él la estudió, mientras todavía estaba acostada en la
cama, respiraba sólo por una máquina. El suave zumbido de su motor
llenó sus oídos, obsceno para él. Odiándose a sí mismo, se cuadró de
hombros, levantó la barbilla. Sabía lo que tenía que hacer.

***

— Tenemos que hablar —, dijo Torin.

La expresión de su rostro hizo que el estómago de Keeley se


agitara. El hombre que tenía delante parecía cruel, indiferente, y no
era el amante de sus sueños. Ella acababa de recuperarse de otra
enfermedad. Había dejado su lecho de enferma esta mañana para
ducharse y comer. Este debía ser un momento de celebración, no...
Lo que estaba por venir. Podía adivinarlo.

— Está bien. — Ella tragó saliva. — Habla. — Ellos estaban en


la habitación de ambos, a solas. Se apoyó en la puerta, con la mano
en el pomo, como si el deseo de salir fuera más fuerte que el de
quedarse.

— Terminamos—, dijo.

¡Lo sabía!

— No me vas a hacer cambiar de opinión, Keeley. No esta vez


—.

Sus palabras, expresadas de manera lisa y llanamente,


sostenían un aire de finalidad, pero ella negó con la cabeza. — No. —

— Me voy y no voy a regresar. No me vas a destellar de


regreso, y no te destellaras a mí —.

Un guerrero hasta la médula, plantó sus pies y se preparó para


la batalla.
— No te gusta que yo enferme de nuevo. Lo entiendo. Pero
hemos forjado algo dulce, raro y precioso. No renuncies porque tienes
miedo. —

— Miedo—, se hizo eco, luego se rió sin humor. — Trata con


aterrorizado. —

— Torin…—

— Podría mentir y decirte que yo no te quiero o que me siento


atraído por otra persona, como Cameo, o que tengo la intención de
tomar la oferta de Hades. Odias las mentiras y a los mentirosos, y tú
odio haría esto más fácil. Pero la verdad es que estoy cansado de
hacer que te enfermes. Estoy cansado de ser la razón por la que
sufres. —

— ¿Me… amas? —

— Lo hago. —

— Torin…—

— Pero no es suficiente—, dijo, y una vez más, el carácter


definitivo de su tono de voz la asustó.

— ¡Es suficiente! Juntos podemos superar cualquier cosa. —

— No podemos. Como hemos demostrado. —

— Encontraremos la caja—, dijo ella, la desesperación haciendo


erupción.

— ¿Lo haremos? — Él negó con la cabeza. — No, no lo creo. —

La humedad en su boca se secó. — Estás cometiendo un error.


— No. — Su pequeña sonrisa sostenía sólo tristeza. — Por


primera vez, estoy haciendo lo correcto. Querías ser lo primero en la
vida de un hombre, ser un tesoro digno de ser salvado. Bueno, lo
eres. Te lo dije. Pero es hora de que te enseñé, porque las acciones
son mejores que las palabras. Te voy a salvar, de mí —. Ella dio un
paso hacia él. No era tan estoico como parecía porque él rápidamente
se retiró, golpeando la puerta. — No. —

Tiene razón. No ruegues. Nunca ruegues. — Por favor, no


hagas esto, — susurró ella de todos modos. No había nada que
detuviera las palabras. — Pertenecemos juntos. Te amo. Te amo tanto
y quiero un para siempre contigo. No me importa lo que ese para
siempre conlleve. —

Él palideció. — No lo entiendes, Keeley. Ya está hecho. —

— No. Me niego a creer eso. — Fuera, la lluvia comenzó a


apedrear los muros de la fortaleza. El estallido de los truenos. Una
caída de nieve. Respondiendo a mí. Porque su vínculo a Torin estaba
en proceso de romperse.

— Lo siento. — Él giró el pomo.

¡No! — Si sales de esta habitación, no voy a tomarte de


regreso. Habré terminado. Al igual que tu, estoy cansada. Estoy
cansado de las idas y venidas—

— Bien—, dijo con un asentimiento corto.

La lluvia redobló. Los truenos se hicieron más fuerte, la nieve


más feroz. — Un día me vas a rogar para que te tome de regreso. Te
darás cuenta del enorme error que has cometido, que podríamos
haber hecho esto funcionar. —

— No lo haré. —

Como Hades antes que él, se negó a dar marcha atrás en su


intento de destruirla, insatisfecho hasta que todo lazo con ella había
sido cortado. — Torin. Por Favor. —

Llegó a su espalda y se agarró al cuello de la camisa, tirando el


material por encima de su cabeza revelando un pecho lleno de
cicatrices de azufre. Ella preferiría haber recibido un puñetazo. Ella se
tambaleó hacia atrás, con las rodillas golpeando el borde de la cama.

Se hundió, rebotando en el colchón. Fue una traición a su


confianza en él. Un símbolo de todo lo que ella despreciaba. Una
señal de que él había dado la espalda a todo lo que habían
construido.

En un instante, el vínculo se marchitó convirtiéndose en


cenizas, dejándola herida, hueca. El dolor, oh, el dolor. Más de lo que
nunca se había visto obligada a soportar. Sin su fuerza, el clima
empeoró por diez.

— ¿Cómo pudiste hacerme esto? —, Susurró.


— Lo que es triste es que hay una mejor pregunta que hacer.
¿Por qué no lo hice antes? —

Las lágrimas corrían por su rostro, su boca, abriéndose y


cerrándose mientras luchaba por formar una respuesta. Pero él no
había terminado de cortar su corazón en pedazos. — Haznos un favor
a ambos y finalmente ponme en la caja de tiempo fuera. Es donde
pertenezco. — Él abrió la puerta y salió de su habitación, y pronto, de
la fortaleza.

***

Torin se sentó en la parte de atrás de un club oscuro que


atendía a inmortales, arrojando su octavo whisky mezclado con
ambrosia. Se encontraba en un estado de ánimo terrible. Lo había
estado desde que se había alejado de Keeley y se despidió de sus
amigos... tanto tiempo como eso fuera. ¿Una semana? ¿Cuatro?
¿Una eternidad?

Algunas de las reacciones jugaron a través de su mente.

Strider: Amigo. No seas un pinchazo. Quédate. Vamos a


resolver esto. ¿Crees que fue fácil para mí emparejarme con una
mujer que puede patearme el culo en cualquier momento,
asegurando que el demonio de Derrota me haga sufrir por día? No.
Pero no me levante en torno a ella y la dejé. Por Ella valía la pena
luchar. ¿No lo vale la tuya?

Sabin: Necesitas un rodillazo en las pelotas.

Baden: Te he echado de menos, justo te he encontrado de


nuevo, y ¿me vas a dejar? ¿Intercambiaste tu corazón por un bloque
de hielo mientras yo estaba lejos?

Lucien: Ve a donde quieras ir, pero voy a encontrarte y voy a


mantenerte actualizado... no, no sacudas tu cabeza hacia mí. La
curiosidad te volverá loco. Un día incluso me lo agradecerás.

Un día.

Odiaba un día. Un día Keeley le olvidaría, si no lo había hecho


ya. Un día ella seguiría adelante. Encentraría a otro hombre. Tomaría
otro amante. ¡Lo odiaba! Quienquiera que fuese, él no la merecía.

Torin lo mataría.

No, no puedo matarlo.


Él sólo... maldita sea, la echaba de menos. Todo de ella. Su
sonrisa. La forma en que sus ojos brillaban con sus emociones. La
forma en que su cabello cambiaba de color. El encanto del viejo
mundo mezclado con brío del moderno. La fiereza de ella. La fuerza
que muestra constantemente, incluso cuando estaba vulnerable. La
dulzura en ella. Las cosas tontas que decía. Las cosas brillantes que
decía. Las amenazas que hacía. La forma en que ella le respondía. La
forma en que lo puso en primer lugar, por encima de todas las cosas.
Las longitudes que recorrió para protegerlo.

El reino que quería construir. Su temperamento. Su habilidad


para calmarla en su enojo. Era preciosa. Podía ser él mismo con ella,
no tenía que preocuparse de ser agradable, herir sentimientos,
provocar lágrimas. Ella era alegría. Ella era la paz. ¿Alguien más
alguna vez ha tenido un corazón tan puro?

Puro... y roto. Por mi culpa.

Se mantuvo imaginando sus pálidos rasgos, como de cera


mientras él había declarado tranquilamente su intención de dejarla.
Había dañado algo profundo dentro de ella. Algo que podría nunca ser
arreglado. Ella no sabía que él se había cortado las marcas de azufre
el día después de que la dejó, no podía saberlo. Había estado
demasiado disgustado consigo mismo al mirarlas.

Pero demasiado poco y demasiado tarde.

Le herí de nuevo, cuando yo sólo quería hacerla feliz. ¿Cómo


podría hacer eso?

Debería estar colgado por mi clavícula, azotado y castrado.

Hoy había llegado a un bar que atendía a los inmortales, con la


esperanza de ahogar sus emociones en whisky. Pero todo lo que
estaba haciendo era trabajar una buena locura. Keeley le había hecho
creer en las posibilidades. Le había hecho querer un futuro con ella, a
pesar de todo. Qué cruel de ella. ¡Sobre todo porque ella debería
haberlo sabido mejor!

La locura saltó directamente a rabia. Ella era más vieja que él,
más sabia, también. Si alguien debería haber sido capaz de mantener
la cabeza clara, mientras estaba en una relación, era ella. Pero nooo.
Ella tenía que ir y revolotear las cosas, hacerle pensar que podía
tener más de lo que él estaba acostumbrado. ¿Y ahora tenía que vivir
sin eso? ¿Sin ella?
¡Maldita sea!

¿Estaba Hades enamorándola?

Los dedos de Torin apretaron su vaso con tanta fuerza que se


hizo añicos. Aguijones afilados, pozos de sangre. Pero apenas se dio
cuenta de las lesiones. Una mujer se paseó por delante de él y trató
de acariciar su mejilla con la yema del dedo. Gruñendo, él la golpeó
lejos con una mano enguantada, y no porque temía empezar una
plaga. El mundo podría joderse. ¿Estar con alguien además de
Keeley? ¡No! Nunca. Nadie más era comparación con ella, nadie más
lo sería.

Tienes que olvidarla.

Alguien se sentó en la silla junto a la suya.

— Vete. O sufre—, espetó.

— Tener el presentimiento de que voy a sufrir de cualquier


manera. —

La voz familiar fue registrada, y su cabeza se sacudió hacia


arriba. Seguramente no lo fuera, pero lo era. Galen estaba aquí.
Merecía esto. Realmente lo hacía.

— Bonita camisa—, dijo Galen.

Torin miró hacia abajo. La camisa decía, ―Propiedad de


William.‖ Se encogió de hombros. A él no le había importado
exactamente lo que se había puesto hoy, ¿o fue ayer? Amigo. Él
probablemente necesitaba una ducha.

Dedos chasquearon frente a su cara, y él volteó su mirada


hacia Galen. Su antiguo amigo tenía el mismo pelo rubio, mismas
características robustas. Alas blancas, una vez más se arqueaban
sobre sus anchos hombros. Pero las alas eran más pequeñas de lo
que Torin recordaba, apenas acababan de crecer.

El odio debería haber florecido en su pecho, pero no lo hizo. Su


culpa y miseria tomaban demasiado espacio. Galen pasó una mano
por las plumas de una de sus alas. — Cronos las corto antes de
encarcelarme. —

— Pobre de ti. ¿Qué estás haciendo aquí? — Torin se echó otro


whisky, dio la bienvenida a la quemadura. — ¿Viniste a matarme?
Bien. Hazlo. — Cualquier cosa era mejor que vivir de esta manera.
Como si en realidad estuviera viviendo.

— No estoy aquí para pelear contigo. Me dirigía de regreso a la


fortaleza cuando capté palabras de que estabas visitando los barrios
bajos. Tuve que verlo por mí mismo. —

Torin se encogió de hombros. Lo que sea. Una vez, este


hombre había estado a su lado para todo. Cada guerra, cada batalla,
casi todos los momentos de su tiempo de inactividad. Inseparable,
eso es lo que eran. Y Torin podría haber sido capaz de perdonar la
traición de la caja, pero no la de los siglos, que el hombre había
pasado tratando de asesinarlo.

— Te puedes ir ahora. —

La mirada de Galen se quedó en él, estudiándolo,


intencionalmente. — Nunca te había visto así. Así de malhumorado.
¿Cuándo adquiriste una vagina? —

Iban a ir allí. Está bien. — Yo no sabía que eras un cerdo


misógino. Y no me conoces. Ya no. No finjas que lo haces. — Cogió
otra copa. Él las había alineado en la mesa.

Galen golpeó el cristal con su mano.

Torin frunció los labios.

— No—, dijo Galen. — No te conozco. Pero tú no me conoce,


tampoco. —

— No me interesa hacerlo. —

— Bueno, vas a hacerlo. Durante todo este tiempo, tú y los


demás pensaron que yo hice lo que hice por celos o rencor, y tal vez
lo hice, en parte, pero nunca ni una vez consideraron el hecho de que
yo podría haber sentido algo por Pandora, o que pensé que
estábamos cometiendo un gran error—

— Por Favor. Si eso fuera cierto, pudiste haber hablado con


nosotros. —

— ¡Lo hice! — Galen se golpeó el puño contra la mesa. — Más


de una vez. Pero nadie quiso escuchar. —

Él… sí, recordó a Galen expresando algunas preocupaciones.


Pandora es uno de nosotros, y aun así, ¿vamos a hacerle daño? ¿Y
qué sabemos realmente de esta caja? ¿Qué hay en su interior? He
oído rumores... algo oscuro, retorcido...

— Bien. Eres inocente. De eso. Pero más tarde tomaste la


cabeza de Baden. —

— Todo el mundo comete errores—, Galen murmuró.

Un día te darás cuenta de que has cometido un error.

La voz de Keeley flotaba en su mente una vez más.

— Un día— de nuevo.

No podía hacer frente a esto. Es un punto de ruptura. — Voy a


preguntarte una vez más, y si no me respondes, sólo voy a empezar
a cortar. ¿Qué estás haciendo aquí realmente? —

Galen se quedó en silencio por un largo rato. Otra mujer pasó


por delante de su mesa, deteniéndose para enredar sus dedos por el
cabello del guerrero.

— ¿No eres bonito? —, dijo. Cuando él frunció el ceño y la


empujó, centró su mirada depredadora en Torin. Su expresión oscura
la envió correteando.

— Quiero ver a Legión. Honey, — Galen se corrigió. — No me


puedo concentrar sin ella. No puedo pensar en nada más que en ella.
No puedo comer, no puedo dormir. Nada importa, pero llegar a ella,
hablar con ella, abrazarla, aliviarle su dolor. —

En los cielos, Galen había sido un jugador de primera. Nunca


con la misma mujer dos veces. Habían sido tan intercambiables como
calcetines. Ahora la desesperación del hombre se acercaba a la propia
de Torin. Iguales.

— Tú la amas—, dijo.

— No lo sé. —

— A ella no le fue bien después de que los Tácitos atacaran la


fortaleza, por lo que Aeron y Olivia la llevaron a otro lugar, pero no sé
dónde. —

Galen se pasó una mano por la cara. — Gracias por decirme. —


— Guarda tus gracias. — Torin pidió otra ronda de bebidas. —
Esto no quiere decir que somos amigos. —

— No te alagues a ti mismo. Eres mi enemigo hoy, y vas a ser


mi enemigo mañana. —

— Bien. —

— Bien. —

Las bebidas llegaron. Pero Galen no se paró y se fue. Torin


empujó una de las copas en su dirección. El guerrero la tomo. Se
tragaron el alcohol en perfecta sincronía. Probablemente habrían
continuado durante horas más, pero su mesa estaba repentinamente
rodeada por los esbirros de araña que Torin tanto amaba. Más de lo
que posiblemente podía contar. Garras revoloteaban a su alrededor, a
la espera de coltar.

Torin dio un movimiento espantándolos con sus dedos. — Vete


o sufre. —

— Hades quiere hablar contigo—, una de las criaturas anunció.


— No cuidó de su mujer. —

— ¡Su mujer!— Torin golpeó un puño contra la mesa, y las


bebidas se vinieron abajo. — ¡Ella es mía! —

Galen se rió, ocultándose, — Están en problemas ahora,


señores. —

Torin se puso de pie, balanceándose. — Quieres pelear


conmigo, está bien. Pero no estarán felices con los resultados. —
Capítulo 33

Después del ataque de tristeza inicial de Keeley… una palabra


suave para lo que ella había sentido… un sentido de entumecimiento
se había apoderado de ella. Lo que era una buena cosa. Ella no había
destruido nada. Aunque había casi inundado la fortaleza con la lluvia.
Pero casi no conto.

Desde el abandono de Torin, ella había tenido que defenderse


de Hades, al menos, una vez al día. Él la había visitado donde quiera
que estuviera, siendo romántico con ella como había prometido,
ofreciéndole regalos. Artefactos antiguos, armas, sus comidas
favoritas, historias de todas las formas en que le encantaría mimarla.
La noche anterior le había dicho finalmente que se detuviera,
simplemente parara. Ella había tenido suficiente. Nada iba a pasar
entre ellos.

Él había tenido su oportunidad, y como Torin, la había echado a


perder.

Los hombres apestaban.

A excepción de todos los demás Señores. No se habían alejado


de ella porque Torin lo había hecho. Ellos le llevaban el desayuno a la
cama, se sentaron a su lado mientras ella lloraba, distrayéndola,
contándole historias sobre sus vidas.

En su estado de desesperación, se había unido a ellos


instintivamente. Le habían ayudado en formas que no podían
entender, fortaleciéndola en formas que nunca había conocido.
Animada por ellos, había sido capaz de localizar al chico por el que
Anya se había preocupado. Había estado viviendo en las calles de Los
Aangeles, utilizando su habilidad para ser invisible a su favor. Pero él
se había negado a venir y quedarse en la fortaleza, y Anya no había
querido forzarlo, por lo que la diosa lo cuido mejor que pudo.

Varias veces Keeley había tratado de localizar la caja de


Pandora sin éxito. Había esperado contra toda esperanza que ella
pudiera obtener la estrella de la mañana y hacer que Torin se comiera
sus palabras. Pero ahora... ahora ella había terminado.

Terminado con todo.


Su nuevo plan de vida: sobrevivir cada día sin llorar. Ella
estaba empacando una bolsa, lista para atacar por su cuenta a pesar
de su nuevo cautiverio, dejando detrás las piezas de ajedrez y flores
de origami. Las lágrimas ardían en sus ojos mientras metía uno de
sus vestidos con más fuerza de la necesaria. Estúpido Torin.

— ¿Así que estás pensando en irte? ¿Así como así? Apuesto a


que ni siquiera ibas a decir adiós. — Anya. ¡Genial! No se puede tener
un respiro. Keeley no se molestó en dar la vuelta.

— ¿No es eso lo que quería? William me dice que se supone


que tengo que robarte su libro, y si me quedo, lo haré. Bueno,
probablemente voy hacerlo, teniendo en cuenta que en realidad
nunca accedí a nada. —

— ¿Qué tal si te doy una página del libro, y lo dejamos así? —

— Bien. Lo Que Sea. Mándalo por correo.

— Seguro. Te mandaré la mitad de una página en el correo de


mañana. —

— Pero acabas de decirme…—

— No te preocupes. La oficina de correos es totalmente fiable.


Tendrás tu cuarto de página no hay problema. Así que volvamos a
esta cosa del no adiós. No es un comportamiento muy digno de una
reina, ¿verdad? –

— No me importa. —

— Debería. Eres un guerrero, no un corredor... Incluso los


guerreros se lesionaban y necesitan tiempo para sanar.

— Estas a dos segundos de una extirpación de columna


vertebral, por la boca. —

— Mejor. — Anya se retiró de la discusión y se arrojó sobre la


cama, empujando la bolsa al suelo. Los contenidos que Keeley había
pasado una hora organizado, se derramaron.

— Tú lo amas, ¿no? —

Él, como Keeley realmente tenía que adivinar la identidad del


individuo. — Sí, pero me sigue gustando la idea de sacarle su negro
corazón y comerlo en frente de él. –
— Se lo hice a un chico una vez, — dijo la chica. — Te
recomiendo primero saltearlo en mantequilla. Pero ¿adivina qué?
Todos queremos matar a nuestros hombres. Es un efecto secundario
de la vida con un alfa.

Keeley devolvió la bolsa a la cama, se agachó y recogió la ropa


y las armas y artefactos.

Anya pateó la bolsa por segunda vez. Respira profundo


dentro... fuera. — Yo no tengo miedo de cortarte ambas piernas y
golpearte hasta la muerte con ellas, diosa.

— Tan divertido como suena, voy a declinar. Pero no por mí.


Por ti. Vas a necesitar mis piernas.

Anya se levantó. — Empacar puede esperar. Vamos a salir y


haremos cosas sucias y asquerosas. Que tendrán tu mente fuera de
Torin y sus formas de irse. Él aprenderá una lección que nunca
olvidará. —

— Yo no quiero darle una lección. — Su detector de mentiras


zumbó. Quiero enseñarle. De la peor forma. — Pero OK, está bien.
Estoy dentro. —

— Genial. Tienes cinco minutos para vestirte como una puta de


dos dólares mientras yo recojo mis animales de fiesta favoritas. Kaia
y Nike. Ah, y ¡Viola! Olvide que está de vuelta. Te veo en el vestíbulo
y no llegues tarde o estaremos ya borrachas y probablemente se nos
olvidará todo acerca de ti. — Sonriendo, ella floto a la salida.

Keeley pasó un minuto completo en shock. ¿La diosa lo decía


en serio?

Ella pasó el siguiente minuto cambiándose a un sujetador de


diamantes y unos pantalones cortos que se arqueaba por encima de
la curva de su trasero. Ella combinaba él..Look.. con tacones de aguja
de quince centímetros. Entonces, porque tenía tiempo de sobra, se
unto loción brillante por toda la piel. Pero... no había nadie en el
vestíbulo cuando ella apareció allí, y como los segundos pasaban, ella
tenía que preguntarse si Anya le había engañado. Si este iba a ser el
primero clavo en el ataúd de la maltratada autoestima de Keeley.

Cuchillos dando puñaladas en mi pecho ya herido.


Pero entonces Anya vino volando por las escaleras con tres
mujeres: Kaia, Nike y la rubia magníficamente Viola. Estaban vestidos
aún más ligeras que Keeley – en cubre pezones, bragas y ligueros.

Anya levanto un puño y gritó, — ¡Arriba equipo... júntense!—

Fue en ese momento Keeley se unió a las hembras.

Más y más poder fluyó a través de ella, más de lo que nunca


había conocido. Era intoxicante y maravilloso. ¿Cómo voy a vivir sin
esta gente?

Maddox salió caminando alrededor de una esquina, pero se


detuvo cuando las vio. Su boca se abrió, sus ojos brillando con
alegría.

— ¿Saben sus hombres que esto está sucediendo? —

Kaia ahuecó su pelo rojo brillante. — Por supuesto. Strider


acepto mi Look. —

— el mío es tan impresionante que debí coserlo con mis propias


manos, — dijo Viola, ella no parecía como una mujer que había sido
torturada recientemente. Ella se veía feliz y sin preocupaciones. — La
costura es una de mis muchos talentos, estoy segura de ello. —

¿Ella no sabía? Huh. Tal vez tenía una caja de Tiempo Fuera por
su cuenta.

Se dirigieron a un club cercano, un clandestino parque de


diversiones para los inmortales traviesos. Era tenue, la oscuridad rota
sólo por el flash colorido de las luces estroboscópicas. Había múltiples
de espejos en las paredes. Sofás de cuero negro donde las parejas
estaban besándose acaloradamente o simplemente tenido sexo.

Echo de menos Torin.

¡No! No vayas allí.

A medida que se pavoneaban al bar, Nike lanzó su brazo


alrededor del hombro de Keeley y gritó por encima del fuerte pulso
errático de música. — Si no ves a un hombre que te guste, voy a
fingir que soy bi…curiosa y podemos ir a eso como pequeños monos.
A Atlas no le importaría… el simplemente insistirá en los detalles. —
— ¡Qué amable! Gracias. — Por extraño que parezca, su
respuesta no era burlona. — Pero yo no estoy interesada en el placer.
Solo... en olvidar. —

Si eso es cierto, ¿por qué no he utilizado la caja de Tiempo


fuera

¡Solo porque si, por eso!

Kaia le ofreció una sonrisa simpática. — Yo he estado allí. —

En el bar, Anya pidió una ronda de algo llamado Legspreader…


separador de piernas, y después de un brindis, cada una de ellas
Bebieron el contenido de sus vasos al mismo tiempo. Quemó al bajar
pero se instaló en su estómago como arco iris líquido con una olla de
oro en cada extremo.

— ¡Más!— Ella exigió. Y todavía lo seguían demandando once


tragos más tarde. Las nubes se habían establecido en su mente, y el
frío se habían derretido de los huesos. El entumecimiento comenzaba
a desaparecer, pero en vez de más arco iris y oro, comenzó a
experimentar destellos de dolor, su tristeza dándose a conocer.

Ella lo ignoró.

— Estoy increíble, — Viola gritó al mundo, lanzando los brazos


y girando. — ¡Bébanme!—

A través de los hilos de la unión, Keeley sentía el amor propio


extremo de la chica, pero por debajo de eso... Oh, wow, Keeley
había pensado en su propio inmenso dolor. Esta chica sufria.

— Yo soy tan impresionante que probablemente es ilegal, —


Keeley dijo con un asentimiento de cabeza. — Y Torin es un bastardo.

— Whooo hooo, — las chicas cantaban.

Keeley bebió dos tragos más.

Un grupo de inmortales cambiante se acercó, sonriendo como


si acabara de ganar la lotería. El de en medio, el más alto, sólo tenía
ojos para Keeley.

— La luna no está llena esta noche, pero apuesto a que podrías


hacerme aullar, — dijo él.
— Probablemente podría hacerte aullar dos veces, — le dijo
Viola.

Pero su mirada no se apartaba de Keeley. — ¿Y tú, dulzura? —

— Yo podría hacerla aullar dos veces, también, — le dijo


Keeley. — En cuanto a ti, me alejo de los hombres. —

Él extendió sus manos a través de la cintura de ella y la apretó.


— Dame la oportunidad de cambiar tu opinión. —

— Yo podría cambiar tu opinión, — dijo Viola.

— No toques sin permiso, — Keeley espetó al macho. Ella se


alejó de él, pensando demasiado, muy rápido. Y mal. Torin la había
mirado con adoración mezclada con deseo, como si estuviera
memorizando cada detalle de ella. Este hombre la deseaba, sí, pero
no había más que lujuria en sus ojos. Él la olvidaría en el segundo
que hubiera conseguido lo que quería.

Voy a ser tan miserable.

— Deberías totalmente darle permiso, — dijo Kaia, dándole


palmaditas en el hombro. Lástima recorrió el vínculo. — No es como
que Torin ha estado solo. —

Keeley perdió la capacidad de respirar. — ¿Qué? — ¿Él ya la


había superado? ¿No estaba perdido en su propia miseria,
lamentando su estupidez? ¿No estaba extrañándola tan
desesperadamente como ella lo echaba de menos?

Anya abofeteó a Kaia en la parte posterior de la cabeza. –Él


solo fue a un club, — le dijo a Keeley. — Eso es lo que Lucien me dijo
de todos modos. Mi amor le vio ayer por la mañana. También
mencionó el hecho de que Torin es un desastre. Que se ve horrible y
tiene un humor furioso que nadie puede calmar. —

Torin en un club. Tiene miedo de tocar a Keeley, ¿pero no a


otros? ¿En una juerga que le haría imprudente, indiferente? Las
paredes de este club empezaron a temblar.

Cuando el cambiador puso las manos sobre ella por segunda


vez, ella lo empujó con una corriente de energía tan intensa que lo
tiró al otro lado del edificio.
— Eres una chica muy útil para tener alrededor, — dijo Nike
cuando las personas fueron saliendo del camino entre ellos mismos,
derribando cuerpos y muebles. Varias peleas estallaron.

— ¿Estás pensando lo que estoy pensando?, — Preguntó Nike.

— Absolutamente. ¡Esta es nuestra señal para mandar aquí!, —


Dijo Kaia, levantando sus puños.

Keeley se paró en su lugar mientras las chicas se lanzaron a la


acción. Viola golpeo a un hombre hada en la cabeza con una silla.
Anya apuñalo a un vampiro en el estómago con un vidrio roto. Kaia
alcanzo dentro del fuego de la boca de un Fénix y le arrancó la
lengua. Una y otra vez la violencia continuó, hasta que, finalmente,
las chicas fueron las únicas que quedaban en pie. Sangrientas y
magulladas, pero de pie. Ellas chocaron las palmas.

— ¿Podemos irnos?, — Preguntó Keeley.

Miles de conversaciones jugaban entre las chicas mientras se


abrían camino a la puerta, cada una comenzando por — ¿Viste
cuando yo... ? —

En el exterior, el aire frío acariciaba la piel recalentada de


Keeley.

— ¿Majestad? — Una voz femenina proclamó.

Keeley buscó en el área. La luz dorada de la luna se mezclaba


con la luz blanca de las farolas, iluminando una preciosa hada hembra
con el pelo claro y grandes ojos azules. Los rasgos comunes de la
raza.

La chica corrió hacia adelante y ejecutó una reverencia formal


reservada para los más venerados de la realeza. –El guerrero Galen
me pidió que le hiciera llegar un mensaje a usted. Me dijo que usted
me pagaría con creces. —

¿Un mensaje? — Dime. —

Temblando, dijo la hada — Hades lo ha capturado. A Él y Torin.


Los han encerrado. —

— ¿Qué? — Las otras chicas proclamaron al unísono, sus


buenos humores cayendo en picado.
Al igual que las paredes del club, hizo temblar el suelo. Hades
tenía a Torin? ¿Pensaba usarlo en su contra? No importa lo mal que
Torin le había hecho daño, no lo quería torturado. El pensamiento de
él soportando un solo rasguño todavía tenía el poder para
enfurecerla.

— Denle a la chica uno de los montones de oro de mi


habitación. Volveré, — anunció. Se desmaterializo directamente a
Hades.

Él estaba en su dormitorio, el de la fortaleza que había


construido en el interior del Reino de sangre y sombra, no el que
había robado de Lucifer. Las cortinas estaban corridas alrededor de su
cama, pero Keeley sabía que él estaba ahí. Él estaba hablando en voz
baja y seductora. Una mujer gimió con placer.

Qué lindo. Keeley había sido olvidada por él, también.

Las paredes del palacio temblaron con fuerza mientras ella


gritaba, — Hades. Tenemos que hablar. — Un jadeo femenino de
shock. Una maldición de una voz masculina. El roce de los cuerpos en
movimiento.

— Eso es suficiente, Tally, — dijo Hades, y entonces él estaba


empujando la cortina a un lado y de pie junto a la cama. Dejó caer la
cortina en su lugar antes de que pudiera echar un vistazo a su
compañera.

Su cabello sobresalía en mechones. Estaba sin camisa, sus


músculos en exhibición. Sus pantalones estaban pero sin abrochar.
Sus mejillas estaban rojas, su piel llena de marcas de mordiscos y
arañazos. Él inclinó la cabeza hacia un lado mientras se encontró con
la mirada de Keeley.

— ¿Qué está pasando? — la mujer –Tally— espetó claramente


irritada.

Él la ignoró, diciendo a Keeley, — Estoy Ingresando una


solicitud oficial de que jamás uses otra cosa diferente que ese tipo
ropa nunca más. —

— Tienes a Torin y Galen encerrados. —

No trató de negarlo, ni siquiera se veía avergonzado de haber


sido descubierto. — Lo hago. La conducta de Torin me desagradó.
Galen sólo estaba en mi camino. —
— Libérame, — esta persona Tally exigió. — ¡Inmediatamente!
— Cadenas se sacudieron.

Hades golpeó la cortina. — Dije suficiente. Recuerda lo que


sucede cuando mis órdenes no son obedecidas. —

Un puñado de maldiciones resonó. — Déjalos ir, — Keeley


demando.

— No. Y ahora que la discusión ha terminado... ¿te gustaría


unirte? — Él señalo la cama.

Un Siseo indignado salió de la mujer.

— No, gracias, — dijo Keeley. –Libera a Torin y Galen. —

— ¿Por qué habría de hacerlo? Torin llenó tus ojos con dolor. —

No podía estar hablando en serio. — ¿Esa es tu excusa? ¡Tú


hiciste lo mismo! –

— Sí, pero estoy tratando de hacer las paces. —

— ¿Tú quieres hacer las paces? Bien. Deja que Torin y Galen se
vayan. —

Él frunció el ceño. — ¿Es esto parte de su discurso de


motivación? ¿O podemos llamar a esto regaño? –

Ella agitó su puño contra él. — Hazlo. —

Terco, cruzó los brazos sobre la amplia extensión de su pecho.


— Torin sólo te hará daño de nuevo. Física y emocionalmente. —

— La última oportunidad, — dijo ella, sacudiendo las paredes


más fuerza... más fuerte. — Libéralos. —

— Si lo hago, — respondió, su voz imperturbable: — siento


que me lo deberás. —

Ella apretó los dientes. Una vez había temido su poder, lo había
considerado mayor que el suyo. Tal vez era el momento de probar si
era realmente el caso. –Te lo has ganado. — Ella golpeó.

***

Torin despertó con cientos de diminutos hombres usando


martillos neumáticos dentro de su cabeza. Trato de ponerse en
vertical con cautela, se frotó los ojos. Galen se sentó frente a él,
cubierto de sangre seca y moretones. Su cabello era un desastre, que
sobresalía en ángulos extraños.

Los dedos de Torin engancharon en un nido de enredos cuando


trató de peinar el suyo.

Recuerdos rodaron por su mente... los secuaces... garras


chasqueando, whisky derramándose por su cuerpo, pellizcos en los
brazos y las piernas, algo golpeando en la cabeza una y otra vez.
Después... la oscuridad.

— Hades, — dijo Galen. –El bastardo nos encerró. —

Las paredes del palacio temblaban, y Torin frunció el ceño.


¿Estaba Keeley aquí? ¿Con Hades?

Diablos, no. Se levantó de un salto y corrió hacia la puerta de


la celda, y luego apoyó las manos en la cerradura. Hiso clic al abrir en
un instante. Gracias, Llave Absoluta. Corrió por un pasillo largo y
estrecho.

— ¿Cómo diablos hiciste eso?, — Preguntó Galen.

— No importa. Necesitamos encontrar a Keeley. Creo que está


aquí. —

— Estoy seguro de que ella está aquí. Envié a uno de los


criados a encontrarla. —

— ¡Idiota!— Gritó Torin. –No debiste…—

La pared frente a él explotó completamente, enormes trozos de


escombros volaron en todas direcciones. Hades era lanzado a través
de la abertura, y Torin dudaba de que fuera por su propia voluntad.
Alguien rodó por el mar de piedra rota, cabeceando y bamboleándose
en el camino.

Keeley flotaba detrás del hombre, y oh, qué espectáculo


majestuoso el que ella era Su piel, — mucha de ella desnuda… era
tan pálida como una rosa blanca y literalmente brillaba, corrientes de
luz brillante iluminando su alrededor. Una melena de pelo rosa claro
con trozos de verde enmarcaba su rostro. Ella era hermosa, sí, pero
también gloriosa. Como un caballo de guerra. Y sí, está bien, si
hablaba en voz alta de la comparación podría moler sus huesos a
polvo. Pero el aspecto no tenía nada que ver con eso.
Había habido una vez un tiempo en que los hombres
entrenaban a sus caballos para la batalla. No sólo para cargar en una
refriega, pero les gustaba. Lo pedían. Aquellos animales no habían
sentido miedo. No habían rehuido de ninguna espada o lanza o daga
habían ensanchado sus fosas nasales y pisoteando sus pezuñas,
retando al enemigo para hacer algún movimiento, esperando por él.
No les había importado si vivían o si morían, siempre y cuando
hubieran saboreado la acción. Así era Keeley.

En realidad no había estado viviendo sin ella, sólo existiendo.

Hades se desmoronaba a sus pies, la sangre goteando de la


nariz y las orejas. Uno de sus ojos estaba cerrado por lo hinchado. Su
condición sólo parecía reforzar el temple de Keeley.

— Piensa con cuidado acerca de tu próximo movimiento, — dijo


Hades. — Podría ser el último. —

— ¿Se supone que debería acobardarme?, — Preguntó ella con


calma. — Yo sé que te alimentas del miedo, que te hace más fuerte.
Demasiado malo para ti que no tenga nada que ofrecer. —

El macho la fulminó con la mirada.

— Incluso si pudieras matarme, — ella continuó, — Yo no


moriría acurrucada en una bola, llorando. No, cuando quede fuera de
combate, voy a ir disparando mis armas... pero no puedo decir lo
mismo de ti. — Un rayo espeso salió de su palma y estocó a Hades en
el pecho, tirándolo hacia atrás.

El macho estaba sujeto, y sin embargo, tan poderoso como


actualmente era Keeley, esas sujeciones no hicieron nada para
detenerlo.

Torin se puso entre los dos, la mirada en el hombre ahora


empujándose de nuevo a sus pies. Había visto al hombre luchar. Supo
que se estaba conteniendo… las sombras no estaban volando fuera de
él, rodeando a Keeley, ahogando la vida de ella, mientras se comía su
carne. Pero eso podría cambiar en cualquier momento.

Hades lo fulminó con la mirada, sus manos en puños. — No es


inteligente, Enfermedad. —

— No te voy a dejar acercarte a ella, — dijo Torin.

— No vas a ser capaz de detenerme, — respondió el Hades.


— Adelante, entonces. —

— ¡Basta!— Gritó Keeley. Ella se adelantó, la luz ya no era tan


brillante. Ella atravesó a Torin con sus furiosos ojos azul bebe. — Esto
no tiene nada que ver contigo. Vete a casa. —

Sin ella, no tenía casa. — No te voy a dejar. —

— No es la primera vez que he oído esas palabras, — ella le


espetó. — Ahora vete. —

Él se estremeció. Se merecía eso. — Bueno. ¿Qué tal esto? No


quiero irme sin ti. —

Vio dolor en los ojos de ella, aunque ella lo despidió con un


gesto. — Ya no soy tu preocupación, tal como tú ya no eres la mía. —

— Juntos o separados, siempre serás mi preocupación. —

— ¡Qué dulce!— Hades se burló.

— Dije, basta!— Ella se centró en el otro hombre. — Hades, no


encajamos y lo sabes. Siempre me guardaras rencor por ser más
fuerte. Simplemente odias que te digan que no. —

Él la miró. — Y tú eres demasiado terca, Keeleycael. Yo no te


guardo rencor. Estoy orgulloso de ti. Pero a pesar de tus valientes
palabras sobre morir, piensas que tienes todo el tiempo del mundo,
que el fin nunca vendrá por ti. Bueno, puede venir. Y un día, lo hará.
Para todos nosotros. Hay que dejar de lado el pasado y agarrarse al
futuro con las dos manos antes de que te lo arrebaten. Estoy aquí.
Agárrate a mí. —

Como el infierno. Las palabras de Hades eran como una flecha


a través del corazón de Torin. Ellos no tienen todo el tiempo del
mundo. El fin llegaría. Él tenía que agarrarse al futuro y nunca dejarlo
ir. Keeley era su futuro. Siempre lo había sido, siempre lo sería.

Sin ella, no tenía nada.

Ella le había dicho que vendría…un día… en el que lamentaría lo


que había hecho, y oh, ella estaba en lo correcto. Ella simplemente
no sabía que ese día había llegado el mismo día en que la había
dejado. Había tenido algo bueno con ella, lo mejor de lo mejor, y él se
había rendido. Debido al miedo. Porque él había dejado que sus
pensamientos controlaran una vez y otra vez, sus acciones. Viendo la
verdad al fin. No volvería a correr asustado.
— Agárrate a mí, — Torin salió corriendo. — Cometí el error de
alejarme de ti, pero no me dejes tú a mí. Por favor, Keys. —

Ella lo miró, agitando los labios. — ¿Hablas en serio? Me dijiste


que te quedarías conmigo… mentira. Me dijiste que te importaba …
¡mentira¡. Bueno, te dije que no me gustan los mentirosos, y lo dije
en serio. —

No. No, él no iba a rendirse. Nunca más. — Lo siento, te he


hecho daño, lo siento, mentí. Nunca sabrás cuánto lo siento. Pero si
me importas. He aprendido lo que es estar sin ti, y es horrible. Lo
peor que he experimentado. —

— Sí, — dijo ella, con los ojos entrecerrados. — Estoy segura


de que tú tiempo en los clubes de striptease eran horrible. —

— Lo fue. Y sé que dijiste que nunca me aceptarías de nuevo y,


a diferencia de mí, que nunca mientes. Pero estoy rogándote que lo
hagas. Sólo por esta vez. Sólo por mí. Aunque yo no lo merezco. Así
que, eres una mejor persona que yo. Eres más dulce y más fuerte y
más inteligente. Mucho más inteligente. Por Favor. Por Favor. Yo soy
nada sin ti, princesa. Dejarte fue el mayor error de mi vida. —

Ella sacudió la cabeza, terca hasta la médula. — No. —

Él insistió. — Yo no permití que nadie me tocara, ni toque a


nadie. Todo lo que podía pensar era acerca de ti. —

Aun así, ella se mantuvo firme, diciendo sucintamente: — No.


— Ella no te quiere, Enfermedad— Hades espetó.

— Todo lo que quería era…— Torin continuó, sólo para


detenerse al sentir el dolor agudo, intenso que lo atravesó. Horror
bañado el rostro de Keeley y ella gritó. Torin bajo la mirada hacia su
pecho. Una lanza le había cortado por la espalda y salió por enfrente.

— Disfruta del veneno, — una voz familiar proclamó. — Sabía


que no dañaría Hades o Keeley, pero tú... tú, te destruirá desde
adentro y sufrirá tu pérdida. — Lucifer. — Diviértete, — dijo el chico y
se desmaterializo.

La visión de Torin se empaño, sus rodillas dejaron de funcionar.


Oyó sonidos de risa... una lucha, creciendo en la distancia... Y
después... nada.
Capítulo 34

Keeley gritó tan fuerte que incluso sus tímpanos inmortales


probablemente estallaron. Ella se destello al lado de Torin. No llevaba
guantes, pero presionó sus dedos en el cuello de todos modos. Piel
contra piel. Al principio, no había nada. Ningún latido para ella. Pero
entonces lo sintió. Un golpe suave.

Demasiado suave.

Su corazón dañado se estremeció, sangre saliendo de su herida.


La lanza estaba ayudando a frenar parte del flujo, pero si había sido
envenenado como Lucifer dijo, y a juzgar por la reacción de Torin, ella
estaba segura de que así era, había que extirpárselo.

Ella lo sacudió fuera y lo corrió hacia un lado. — ¿Qué puedo


hacer?

¡Galen! Se había olvidado que estaba aquí. – ¡Tu camisa!

Sacó el material por encima de su cabeza y se la dio. Ella la


apretó contra el pecho de Torin. El ni siquiera gimió. Miró a Hades,
desesperada. – ¿Qué veneno habrá usado Lucifer?

Silencioso, estudió sus cutículas. — Hades, por favor. Haré


cualquier cosa que quieras. Solamente ayúdame a curarlo.

Hades la miró entonces y asintió con la cabeza. –Será justo como


dijiste. Cualquier cosa que quiera.

Un segundo más tarde, tanto Hades como Torin se


desmaterializaron.

Keeley empujó sus piernas temblorosas, y era una lucha porque la


culpa apretaba pesadamente sobre sus hombros. Si no hubiera sido por
ella, Hades no habría sacado a Torin lejos y Lucifer no habría sido capaz
de lanzar la lanza hacia él. Todo es mi culpa.

¿Era esta la culpa que Torin se había visto forzado a vivir durante
su vinculación? No era de extrañar que la dejara. Tengo que perdonarle,
limpiar su libro. Por todo. Porque necesito que me perdone, para limpiar
mí libro. Ella sabía que no podían estar el uno sin el otro.
Mientras estaba allí, preguntándose si él viviría o moriría, el daño,
el dolor, el rechazo, la amargura y la ira que había estado albergando
todo este tiempo, aún ante sus hermosas súplicas, se drenaron de ella.
El amor por él la llenó.

— Keeley –dijo Galen, atrayendo su mirada. Su expresión


agonizante. – ¿Qué más puedo hacer?

— Dile a los otros Señores lo que ha pasado, que Torin será


devuelto tan pronto como se encuentre mejor. –Si él no se recuperaba...
Se aclaró la garganta para desalojar el nudo que crecía allí. Ante la
incómoda expresión de Galen, ella dijo: –Diles que la Reina Roja te
envió, y que ella va a estar muy disgustada si eres perjudicado.

Él asintió con la cabeza, y ella lo destello a la fortaleza.

Luego se destello hacia Hades. Él había llevado a Torin a un


laboratorio de clases. Calderas hirviendo y echando vapor, estanterías
llenas de ampollas con cosas que no podía identificar, y arbustos
demasiado crecidos, avanzando lentamente por las paredes.

Torin estaba atado a una mesa, su boca sostenida abierta por un


gancho metálico. A su lado, un hombre mayor con una joroba mezclaba
líquidos de distinto tipo. Ella corrió al lado de su guerrero, agarrado sus
manos entre las suyas. El hombre frunció el ceño hacia ella. –Soy Hey
Tú. Esta ser mi área. ¿Quién ser? ¿Qué hacer aquí?

— Soy la Reina Roja, y voy donde quiero.

— Es verdad –Hades apareció a su lado. –Ella lo hace. –Él quitó el


gancho de la boca de Torin, no un gancho, después de todo, pero un
tubo que había ido directamente a su estómago.

Hey Tú cojeó y, mientras Hades sostenía la boca de Torin abierta,


vertió la mezcla que había creado por la garganta del guerrero.

Observó a Torin, esperando alguna reacción. Su piel permaneció


pálida, casi azul. Sus ojos cerrados. La herida en su pecho, todavía
abierta y goteando. – ¿Cuánto tiempo necesita para funcionar?

— Toda la noche –Hey Tú dijo, ahora cojeando lejos.

Había vivido tanto tiempo, el tiempo significaba poco para ella,


pero una noche entera de repente pareció una eternidad. Echó un
vistazo a Hades, que estaba observándola atentamente. –Tú lo tocaste.
Piel a piel.

— Cualquier persona puede, siempre y cuando sean inmunes.


— ¿Eres inmune?

Un asentimiento. –Por un tiempo.

— ¿Qué quieres decir, por un tiempo?

— Ingerí su sangre.

— ¿Su sangre? ¿Su sangre infectada?

Hades extendido la mano, acariciado su mejilla, y porque ella le


debía todo lo que él quisiera, tuvo que quedarse de pie allí y tolerarlo.
Pero su expresión debió haber reflejado su disgusto, porque él frunció el
ceño, dejando caer su mano.

— Si él comparte su sangre contigo, –Hades dijo, –Tú no


enfermaras cuando él te toque. Al menos por un corto tiempo. Sólo el
tiempo suficiente para que su sangre fluya por tus venas. Se tarda un
día, tal vez dos, entonces necesitarás otra dosis.

— Pero... no puedes tener razón. Él compartió su sangre conmigo


antes, y sin embargo me enferme.

Profundizando su ceño, Hades pinchó el extremo de uno de los


dedos de Torin y se lo ofreció a ella. Ella chupó el dedo, y la sangre, en
la boca, dispuesta a intentar cualquier cosa, por más descabellada que
fuera. Como inmortal, este tipo de cosas no era ajena a ella.

— ¿Cuándo compartió su sangre antes de esto? –Preguntó Hades.


– ¿Por qué?

— La última vez que estuvimos aquí, antes de que yo contrajera


la enfermedad degenerativa.

— Ah. La sangre habría funcionado si no hubieras estado


debilitada por el retiro de tus cicatrices de azufre.

— Pero mi poder vuelve con la eliminación de las cicatrices.

— El poder, sí, porque es de naturaleza espiritual. Pero tu cuerpo


había sido cortado en gran medida y agotado. Incluso Torin tiene
problemas para luchar contra las enfermedades de su demonio cuando
ha sido lastimado físicamente.

— Pero... ¿cómo es eso posible?

— El demonio es un espíritu, infectando a su espíritu. Pero el mal


está alojado dentro de su cuerpo. Un cuerpo que creó inmunidades. Esas
inmunidades se encuentran en la sangre y el semen.
¿Semen mágico? ¿Torin podría venirse dentro de ella y salvarla de
la enfermedad? ¿O ella podría tragarlo?

— He... Bueno, yo he probado el último –admitió, sus mejillas


ardiendo, –Y de todos modos me enferme.

— Una probada podría evitar la enfermedad por un tiempo, pero


no erradicarla. Necesitarías una dosis completa. De una forma u otra.

— Pero... ¿por qué su piel infecta, aun cuando el resto de su


cuerpo no lo hace?

— Sabes mejor que nadie que la piel irradia lo que está en el


espíritu. Tú eres un espíritu dentro de un cuerpo que no te pertenece, y
tal como tu piel cambia con las estaciones, lo mismo hace tu espíritu.

Él estaba en… lo correcto. La piel irradiaba el espíritu, pero los


fluidos nacían del cuerpo.

Lo que significaba...

¡Por fin! Una manera de tener todo lo que siempre había querido.
Torin, salud. Una familia. Ella sólo tenía que ingerir su sangre una vez al
día. O dejarlo alimentarla con otra cosa... Escalofríos de emoción
recorrieron a través de ella. Esto era cada uno de los sueños de Torin
cumplidos, también. Pero la realidad volvió, aplastándola. Ella todavía le
debía a Hades cualquier cosa que quisiese, y podía adivinar que era.

— Tú lo amas –dijo Hades.

— Lo hago.

— Pero te quedarás conmigo si así lo decreto.

Ella cerró sus ojos, asintiendo. Un trato era un trato cuando ella lo
hacía libremente. – ¿Ese es tu decreto? ¿Qué me quede contigo?
Silencio opresivo. Respiró profundamente mientras ella lo enfrentaba. Su
barbilla se levantó, una pose de profundo orgullo masculino, pero su
expresión estaba en blanco. –Hades... por favor, no me hagas hacer
esto.

— No lo haré. –Añadió con tono brusco –Te sentirías atrapada, y


ya lo hice una vez.

La esperanza desplegó sus alas suavemente. –Entonces, ¿qué


quieres?

— Obviamente estoy en guerra con Lucifer.


— ¿Y? –ella incitó cuando él se quedó callado.

— Y tú estarás de mi lado, ayudándome en todo momento.

Era más de lo que podía haber esperado. Y en ese momento, vio


la verdad. Él se preocupaba por ella. Él quería hacer las paces con ella.
Estaba verdaderamente arrepentido de lo que había hecho.

— Te perdono. –Ella liberó a Torin y caminó alrededor de la


camilla, envolviendo sus brazos alrededor de Hades. –Gracias.

Él le devolvió el abrazo, abrazándola con tanta fuerza, como si no


quisiera dejarla ir, pero luego la soltó y se alejó de ella. Se aclaró la
garganta. –Toma a tu hombre y sal de aquí antes de que cambie de idea.

— No puedo. Está herido.

— No lo está.

Habían... sanado las nuevas, ¿también? Keeley retrocedió para


levantar el dobladillo de la camisa de Torin. Bronceada piel... sin
cicatrices. Alegría eléctrica chisporroteó en ella.

Sin perder más tiempo, ella destello a Torin dentro de su


dormitorio en Budapest. Se aseguró de su comodidad antes de
destellarse hacia Anya para contarle lo que había sucedido, y mencionar
que ella personalmente asesinaría a cualquiera lo bastante tonto como
para entrar antes de que ella diera luz verde.

Luego esperó. Paseándose. Y esperó un poco más. Se preguntó si


así era como Torin había pasado su tiempo mientras ella había estado
recuperándose de las enfermedades del demonio y asintió. Sí.
Probablemente. Finalmente, aunque después de tantas horas que ella
había perdido la cuenta, él jadeó en un aliento y se sacudió hacia un
lado. Keeley corrió a su lado.

— Estoy aquí. Estás bien. Estás curado.

Él sacudió su cabeza como si no pudiera creer que en realidad era


ella – ¡Keeley! Estás aquí. –Tiró de ella a sus brazos, sosteniéndola con
cada onza de su considerable fuerza. –Estás aquí. –Entonces él la
empujó hacia atrás para poder mirarla a los ojos. –No me dejes. Por
favor, no me dejes. Pero si lo haces, lo entenderé. También te acecharé
hasta los fines de la tierra. En el cielo o en el infierno. No habrá ningún
lugar donde puedas ir que no te encuentre. Eres mía, te deje escapar
una vez, y no voy a hacerlo de nuevo. Nunca. Así que, trata de
mantenerte lejos de mí, te desafío, y hare una guerra contigo.
— Wow, guerrero, –dijo con una risa. La risa pareció ponerlo
nervioso. Él la miró con cautela. — Yo no voy a ninguna parte –dijo. –Me
sentía miserable sin ti. Odié cada minuto que pasamos separados. No
quiero pasar el resto de la eternidad deseando estar contigo solo para
probar un punto y lastimarte por hacerme daño.

Sus brazos se congregaron a su alrededor una vez más,


sosteniéndola incluso más apretada. Tan apretada que ella perdió el
aliento. ¡Valía la pena!

— Lo siento por todo.

— Lo siento. Y no tienes que preocuparte de que me enferme.


Yo…

— No estaba preocupado. –Besó el escote de su camisa. –Te


dejaría soportar cualquier cosa por mí. Me rindo.

Esto. Esto era lo que más había echado de menos. Sus burlas.
Bueno, quizás no tanto. Ella había echado de menos su conexión con él,
también, la intensidad de él, la forma en que la miraba y la tocaba.

— Pero en serio, –dijo, un cálido hormigueo cosquilleando en su


pecho. Creciendo más y más caliente. –Siempre que ingiero tu sangre o
tú... casi odio admitir esto porque sé que las bromas van a seguir,
pero… tú semen por lo menos una vez al día, voy a ser inmune a las
enfermedades de tu demonio. Todas ellas. Por supuesto, esto quiere
decir que necesitaremos otro medio de control de natalidad, porque te
quiero todo para mí por un tiempo, pero encontraremos algo.

Él levantó la cabeza, mirándola fijamente.

–Esta cosa de la sangre y el semen, ¿están comprobadas?

— Sí. Toqué tu cara después de que te desmayaras, ingerí tu


sangre y más de veinticuatro horas han pasado y no me he enfermado.

Sus ojos se abrieron. –Tuve la respuesta todo este tiempo. –Él la


besó en la cara, mordisqueando sus labios. –Gracias. Gracias, princesa.
Muchas gracias.

— Es a Hades a quien se lo debemos.

— Él no es quien me trajo de vuelta y me dio otra oportunidad. Y


me aseguraré de que nunca te arrepientas de esa decisión –dijo. –Por el
resto de mis días voy a hacer todo lo posible para compensarte por mi
mal comportamiento. –Él la soltó, sólo para ahuecar sus mejillas. –Te
amo. Tú eres mi tesoro, y lo vales todo. Completamente. Incluso
comería pasas para ti.

— ¿Me amas tanto? –Preguntó en voz baja.

— Con todo lo que soy, todo lo que alguna vez seré.

— Bien, porque te amo, también. –Ella destello una de sus sillas


de cuero favoritas en la esquina de la habitación, luego destello a Torin a
ella. Junto con las cosas que a los hombres les gusta. Un vaso de whisky
y un puro.

Él miró a ambos y se echó a reír. –Todo lo que necesito son


súbditos –dijo.

— Y los tendrás. Este es tu trono, y será trasladado a nuestra


nueva sala de tronos tan pronto como este lista. –Ella se paró a unos
metros de distancia, bebiendo de la vista de su hombre.

Su hombre para siempre. — Ahora, para tu castigo. Me darás un


orgasmo por cada día que estuvimos separados, y tal vez, sólo tal vez,
estaremos a mano –dijo.

Una sonrisa maliciosa curvó su boca. –Duplica eso y tendremos


un trato. –Él vació su copa y apagó el puro, dejándolos a un lado. Movió
su dedo hacia ella. –Y, ¿princesa? No hay mejor momento para
comenzar.
EPILOGO

Unos días después, Keleey se detuvo en la entrada del comedor,


observando, tratando de no sentirse abrumada. Era su primera cena en
familia. Todos los señores y sus familias estaban ahí. Y ellos eran su
familia. A pesar de estar vinculada a ellos, no habían enfermado. El
demonio de Torin no era parte del vínculo, él la había traicionado tantas
veces que no se tenía que preocupar porque se formara un lazo, así que
el demonio no les podía hacer nada

Lo que era mejor los vínculos le habían dado el poder para


derrotar a Hades. Él estaba en sus manos antes de que Torin fuera
herido, los vínculos la alimentaban con fuerza, y en agradecimiento ella
haría que cada sueño de los Señores se hiciera realidad, encontraría y
destruiría la caja de pandora, reclamaría la estrella de la mañana

Pero ese era un plan para otro día.

Solo Pandora estaba ausente de sus festividades, se había ido, sin


decir una palabra tan pronto como se había despertado. Incluso William
y sus hijos estaban aquí, parecía que William no podía apartar la vista de
Gillian. Era casi embarazoso

El ¿ex? Mujeriego doblo un tenedor ahorcando su dedo como si


imaginara ahorcar algo más.Ok. Era definitivamente embarazoso. Había
un calor tan intenso en sus ojos, que incluso al verlo se sentía quemada
por el sol

— ¿Puedes creer esto? — Galen le pregunto a Keeley

Se paró al lado de ella, viendo a todos con la misma sorpresa y


temor que ella sentía, solo Torin lo había perdonado, nadie estaba
intentando matarlo así que ella lo consideraba un triunfo, a Galen no
parecía importarle su poco entusiasta recepción

— Casi no, es como si cada sueño que he tenido decidiera dar


frutos en un solo día— bueno no todos los sueños, la estrella de la
mañana estaba todavía desaparecida, pero la encontrare, nunca
descansare, la encontrare, la usare y hare a estos Señores tan felices
como ellos me han hecho a mi

— No mis sueños, aun no— su mirada regreso a Honey, ella era


su única preocupación
Ella había regresado esta mañana, pero se reusaba a hablarle, se
reusaba a estar a sola con él, él no la estaba presionando, por lo que
aún estaba ahí, además Torin lo había invitado a la celebración, a pesar
de que hubo protestas al inicio, todos habían estado de acuerdo cuando
su hombre calmadamente anuncio — La Reina Roja lo desea—

No es que ellos le tuvieran miedo, era que sabían que Torin quería
hacerla feliz

Su corazón se hincho mientras lo veía pasar un bowl con


chicharos a Urban quien hizo una mueca y se estremeció con repulsión y
después a Ever quien tuvo la misma reacción. Torin solo se rio, ya no era
tan firme sobre mantener la distancia, ni con sus amigos, era algo
maravilloso para ver.

Kane y Josephina habían venido a pasar la noche, gracias al poder


de transportar de Keeley. Ellos estaban atrapados en una conversación
con Gideon y Scarlet las mujeres intercambiaban historias sobre sus
embarazos. Pero como siempre la atención de Keeley regreso a Torin.
Temprano ese día ella le había hecho un estriptís mientras estaba
sentado en su silla, cuando termino, se subió en su regazo e hicieron el
amor. Después tomaron un baño juntos. El primero. El primero de
muchos. Sospechaba, las manos de ambos habían estado recorriéndose
por completo.

Ella tembló recordando cuando él le había susurrado — ¿necesitas


tu inyección de vitamina P(pene) princesa? O ¿prefieres llamarlo tu
medicina?

Hombre gracioso. Estaba tan orgulloso de su semen mágico.


Sentía que el haría bromas sobre eso el resto de sus vidas. Algo más
para esperar a futuro. Pensó con una sonrisa

Una carcajada sonó. Haciendo viscos para enfocar, Keeley vio


mientras Torin enganchaba a Cameo bajo su brazo y presionaba su
mano enguantada en su cabello. Obteniendo lo más parecido a una
sonrisa de ella. A pesar de que la mujer se había recuperado físicamente
del tiempo que paso dentro de la Vara de Partir. Su humor era más
oscuro que nunca. O eso había dicho Torin

Torin debió sentir su mirada sobre él, porque el volteo a verla y le


guiño un ojo. Ella le lanzo un beso

El detuvo lo que hacía y cerro la distancia y ella paso la mirada


cariñosamente sobre su playera. En esta se leía …Me enrede con la reina
roja y todo lo que perdí fue el corazón... La mejor playera hasta el
momento
El la llevo dentro de la protección de sus brazos diciendo —
¿Porque no estas comiendo? Sé que no piensas que te envenenamos la
comida

— Como si alguien se atreviera. Solo estoy disfrutando la escena


El beso su sien. Sus labios fijos contra su piel.

— ¿Te he agradecido por darme otra oportunidad?

— Miles de veces

— ¿te he dicho que estoy perdido sin ti?

— Eso también

— ¿Que eres todo para mí?

— Sip

— Bueno. De verdad soy un buen novio

Una risa broto de ella— Definitivamente lo eres y modesto


también

Él la soltó, y ella gimió en protesta por la perdida. Pero no estuvo


sin el por mucho. El cayó sobre una rodilla y tomo una de sus manos.
Sus ojos esmeraldas voltearon hacia ella y se puso serio

— Te amo con todo lo que soy, soy nada sin ti, quiero pasar el
resto de mi vida contigo. Y no solo por un tiempo. Si hogar es donde
está tu corazón, Tú eres mi hogar. Así que Keeleycael, Keeley, Keys,
Reina Roja, Princesa, espero que me hagas el honor de convertirte la
Señora Torin

El sostuvo un anillo en alto y la respiración de ella quedo atascada


en su garganta, la joya tenía una pequeña bola de nieve en lugar de un
diamante, solo lo suficientemente grande para que ella pudiera ver la
pareja abrazándose dentro. Una pequeña pareja tallada en madera. Él
había hecho esto. Para ella

Lagrimas cayeron por sus mejillas mientras brincaba — Si seré la


Señora Torin y tú serás el Señor Doctor Keleey y planearemos una boda
que pateara la de Anya y Lucien

— Hey –grito Anya – te estas preparando solo para fracasar.

Torin se puso de pie y Keeley se arrojó a sus brazos que estaban


esperando por ella. Una vez ella había deseado solo ser adorada y
mimada. Pensó en establecerse con un buen hombre y gobernar su
reino. Ahora era adorada. Era mimada. Pero no tenía a un buen hombre.
Tenía a un fiero guerrero. Exactamente lo que ella necesitaba

— Voy a hacerte feliz— ella prometió

— Ya lo haces princesa

FIN

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