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El diccionario es un libro que recopila, en orden alfabético, los vocablos que componen una lengua y

aclara sus distintos significados. Los diferentes significados de cada palabra se denominan acepciones.
El diccionario se puede utilizar tanto para consultar el significado de una palabra como su ortografía.

Si abrimos el diccionario en cualquiera de sus páginas, observaremos que en sus extremos superiores
aparece escrita una palabra: la de la página derecha corresponde a la primera palabra que
encontraremos en las páginas abiertas , y la de la izquierda a la última. Esto nos sirve para realizar
búsquedas rápidas, ya que fácilmente encontraremos en qué página se encuentra la palabra que
buscamos si sus letras se ubican en el alfabeto después de las de la palabra de la página izquierda pero
antes de las de la derecha.

Así para buscar «deseo» tengo que:


1. Ubicar la letra «D», que estará después de la «C» y antes de la «E» según el abedecario. Aunque ya
no tenga que buscar en todo el libro, igual siguen siendo muchas páginas para leer una por una.

2. Buscar, leyendo las palabras en el extremo superior, el comienzo «DE». Aún son muchas hojas. C

3. Buscar ahora «DES». De repente encuentro que la página izquiera tiene en su extremo superior la
palabra «desembarco» y sé que la palabra que busco estará después: ambas palabras comparten el
comienzo («DESE») pero la «M» está antes que la «O». Cuando miro la palabra del extremo de la
página derecha, encuentro «desfiladero» y sé que «deseo» está antes que ella, porque aunque el
comienzo sea el mismo («DES»), la «E» está antes que la «F». De esta forma, toda mi búsqueda se
restringe a dos páginas.

4. Leer las palabras de ambas páginas, guiándonos siempre por el orden alfabético, hasta encontrar
«DESEO».

Cada palabra que compone un diccionario suele aparecer en negrita o subrayada, acompañada de una
abreviatura que informa la acategoría de la palabras a la que pertenece: si es sustantivo, adjetivo, verbo,
etc.

Los verbos no aparecen en su forma conjugada, sino como infinitivos (terminación -ar, -er, -ir). Por
esto, si quiero encontrar «deseaba», deberé buscar su infinitivo «DESEAR». En ocasiones,
dependiendo de cuán completo sea el diccionario, es necesario pensar de qué palabra deriva el vocablo
que deseamos buscar para poder encontrarlo.

Si el diccionario lo utilizamos para conocer el significado de un término, tenemos que tener en


cuenta que no todas las acepciones serán las adecuadas. Deberemos pensar en qué contexto aparecen
para encontrar el significado más adecuado. Por ejemplo, en «Voy al banco a cobrar un cheque», si
busco en el diccionario «banco» , encontraré que puede significar: a) asiento hecho generalmente de
madera; b)establecimiento público de crédito; c)conjunto de peces de la misma especie que van juntos
en gran número. En nuestro ejemplo, la acepción que deberemos elegir es la b).

Si el diccionario lo utilizamos para conocer la ortografía de una palabra, es necesario buscarla de


todas las formas posibles de ser escrita y leer su significado. Por ejemplo, si tengo dudas de cómo se
escribe la palabra que nombra a la persona respecto a su padre o madre (hijo), deberé buscar ijo, igo
(no las encontraré, porque no existen), hijo e higo (la primera es la que buscaba, pero la segunda no,
por ser el fruto de una higuera). Esta es la única manera de evitar errores.

Actualmente hay diccionarios virtuales que pueden utilizarse si estás conectado a internet. Uno de ellos
es el Diccionario de la Real Academia Española, cuya página de búsqueda es la siguiente:
http://buscon.rae.es

Como ya sabrás, además del diccionario descripto existen otros tipos: diccionarios de sinónimos y
antónimos, etimológicos, técnicos, bilingües, gramaticales, etc. Haz clic aquí y conoce para qué sirve
cada uno.

10 preguntas frecuentes sobre los diccionarios


La elaboración de un diccionario es una tarea compleja, casi diríamos heroica. Ir extrayendo cada
palabra de la documentación existente, colocarla bajo la luz de la mesa de trabajo, coger el lápiz afilado
—también podría ser el bisturí— y tratar de definir con otras palabras su significado preciso, todos sus
significados —si esto te parece sencillo, detente un segundo a intentar definir, por ejemplo, la palabra
esponja—. Agotar la denotación de una palabra y todas sus connotaciones. Averiguar de dónde vino,
qué otras palabras la sucedieron. Enumerar de cuántas locuciones forma parte, buscar ejemplos claros y
divulgativos de su empleo. Palabra por palabra, letra por letra, de la A a la Z y vuelta a empezar. La
lengua nunca se está quieta.

¿Son todos los diccionarios iguales?


Aunque a simple vista pueda parecer que sí, no todos los diccionarios son iguales: no contienen los
mismos términos y no ofrecen el mismo tipo de información sobre ellos.

El Diccionario académico, acaso el diccionario por antonomasia para el común de los hablantes, es un
diccionario normativo y esto ya lo hace raro, especial, en su género. Pero ni todos los diccionarios son
así ni este es el único diccionario que elabora la Real Academia, que cuenta con numerosas obras en su
haber.

Otros diccionarios muy frecuentes son los llamados diccionarios de uso, que tratan de describir el
español común actual; algunos de los más conocidos son el Vox, el de Seco, O. Andrés y G. Ramos o
el María Moliner.

También existen los diccionarios de dudas, que no recogen el léxico de una lengua, sino que
responden a las dudas que más habitualmente se dan en su uso práctico. De este modo, en obras
como el Diccionario panhispánico de dudas no figurará un verbo como amar, verbo regular que no
presenta dificultades, pero sí uno como abolir, que causa dudas con la diptongación (abolo/abuelo).

Se publican, además, diccionarios etimológicos, que recogen el origen, y en muchos casos hasta la
biografía, del vocabulario de nuestra lengua, y diccionarios técnicos sobre un área del conocimiento.
Hay diccionarios de sinónimos y antónimos, combinatorios, inversos, diccionarios de preposiciones,
del léxico de una determinada zona, para estudiantes, de español como lengua extranjera, etc.

Si una palabra no está en el diccionario, ¿es que no existe?


Desde luego que no, ningún diccionario recoge todas las palabras. Los diccionarios ni siquiera
recopilan todas las formas de una palabra: los sustantivos se registran por su forma en masculino
singular; los verbos, por su infinitivo… y esto no quiere decir que el resto de las formas sean
incorrectas.

Los diccionarios no recogen necesariamente toda la familia léxica de una palabra (en el académico
figura, por ejemplo, el adjetivo mediterráneo, pero no el sustantivo, también posible, mediterraneidad).
Tampoco están todas las formas que se pueden derivar de un término: el Diccionario registra casa, pero
no megacasa, casita o casaza (aunque sí incluye mega-, -ita y -aza como elementos compositivos).

Los diccionarios tampoco incluyen nombres propios: algunos, los de países y ciudades por ejemplo,
suelen formar parte de listados que están disponibles en apéndices o en otras obras.

Si una palabra está en el diccionario, ¿se considera adecuada


solo por eso?
Los diccionarios recogen algunas voces que es preciso manejar con precaución. Puede causar sorpresa
ver que el DRAE recoge almóndiga, se puede creer que al estar recogido tiene carta de naturaleza, pero
en estos casos es fundamental fijarse en cómo aparece esa palabra en el Diccionario.

Para empezar, almóndiga remite a albóndiga, con b. Esto quiere decir que la voz con m no aparece ni
definida, esto es, para ver su significado hay que ir a la entrada de albóndiga y, además, y esto es lo
importante, a continuación aparece la abreviatura U. c. vulg. que significa ‘usado como vulgar’, es
decir, que estamos ante un vulgarismo, un término que la Academia juzga impropio de personas cultas
o educadas.

¿Por qué el diccionario académico mantiene acepciones


políticamente incorrectas?
Una crítica que comúnmente se le hace al Diccionario es que algunas de sus definiciones pueden
resultar hirientes para la sensibilidad social de nuestro tiempo. En primer lugar, conviene tener claro
el uso real que se hace de las palabras, pues muchas de las definiciones que nos ofenden cuando se
las ve aisladamente y por escrito responden con veracidad al uso que los hablantes hacen de un
término. En otras ocasiones, no responden al uso actual, sino que testimonian el uso de otros
momentos históricos; la Academia precisa a este respecto que su diccionario da claves para entender
los textos escritos desde el año 1500.

Si vamos, por ejemplo, a la entrada regenta, descubriremos que su segunda acepción es ‘mujer del
regente’, algo que hoy puede parecernos chocante; sin embargo, a esta definición precede una etiqueta
que no es justo obviar, se dice que es voz desusada y coloquial. Los diccionarios no eliminan
acepciones, al menos no como primera medida, las etiquetan, advierten de que ya no responden al uso
actual, pero informan de que hubo un tiempo en que significó eso. Si un estudiante abriera la famosa
obra de Clarín y esta definición hubiera desaparecido del Diccionario, no entendería ni el título de una
de las novelas más famosas del XIX español. Por otra parte, en el avance de la vigesimotercera edición,
a esta acepción la precede otra, más acorde con el momento actual,: ‘mujer encargada de un
establecimiento o negocio’.
¿Cómo llega una palabra a entrar en el Diccionario?, ¿y cómo
sale?
Las decisiones lexicográficas de la Academia se toman en comisiones especializadas, que luego se
aprueban en el Pleno. Los datos se toman, en gran parte, del Banco de datos del español compuesto
por el Corpus diacrónico del español (CORDE), el Corpus de referencia del español actual (CREA) y
el Corpus del español del s. XXI (CORPES XXI), una inmensa base de datos, que casi llega a los 300
millones de registros léxicos y que recoge textos representativos de todos los países de habla española.
El hecho de que una voz tenga representación cuantitativa y cualitativa en estos corpus justifica su
presencia en el Diccionario, mientras que otras muchas que no están suficientemente documentadas no
figuran. «El uso de los hablantes no se rige por normas de simetría ni de proporcionalidad», como
explica la propia RAE.

Pero del Diccionario desaparece también información, dejan de figurar palabras o acepciones. Sin
embargo, este material no se pierde, queda accesible en el Nuevo tesoro lexicográfico, un diccionario
de diccionarios que reúne 70 obras desde el s. XV hasta el XX.

¿Qué tipo de léxico no recogen los diccionarios?


Los diccionarios como el académico o los diccionarios de uso son diccionarios de lengua general, esto
es, no incluyen jerga técnica, no puede acudirse a ellos para ver cuáles son todos los significados e
implicaciones que una palabra tiene, por ejemplo, en el ámbito del derecho o la medicina, por más que
a veces incluyan acepciones de algunos de estos dominios. El Diccionario académico nos dice, por
ejemplo, que asesinar es ‘matar a alguien con premeditación y alevosía’, pero no es un código penal.

Los diccionarios tampoco recogen las palabras que son propias de determinadas zonas y que no
pertenecen al caudal general. Otras obras, como los atlas lexicográficos o determinados cuestionarios
que hacen los lexicógrafos como trabajo de campo, dan cuenta de este riquísimo patrimonio dialectal.

Si una palabra se usa con un sentido que no tiene en el


diccionario, ¿es incorrecto?
No necesariamente. Las palabras están cargadas de connotaciones, de evocaciones, que son
difíciles de definir, de encasillar o sistematizar. Es parte del genio del idioma, los usos metafóricos,
metonímicos,… están más presentes en el día a día de lo que creemos y, en ocasiones, censurarlos es
limitar la creatividad del hablante y la riqueza que nuestro idioma pone a nuestro alcance.

Además del significado de las palabras, ¿qué más ofrecen los


diccionarios?
Ni siquiera los diccionarios que sobre todo dan significado ofrecen solo significado. En un diccionario
de uso, o en el académico, además de significado, incluso antes de llegar a él, tenemos mucha otra
información.
Los diccionarios dan la procedencia de una palabra, su etimología o la forma extranjera de la que
proceden. Dan información gramatical, nos dicen qué clase de palabra tenemos entre manos (si es un
sustantivo, una preposición, un adverbio, etc.); si es un sustantivo o un adjetivo, nos dan información
sobre el género (masculino, femenino, común en cuanto al género,…); nos ofrecen la conjugación si
se trata de un verbo. Nos dan, como hemos visto, muchos datos en las etiquetas y marcas que
acompañan a las palabras (vulgar, poco usado, arcaico, infantil, coloquial, malsonante, eufemismo,
etc.); en ocasiones, en estas marcas hay incluso información ortográfica (ORTOGR. Escr. t. con may.
inicial., ‘Ortografía, escríbase con mayúscula inicial’).

Pero los diccionarios también ofrecen ejemplos de uso, frases concretas de usos reales del término en
cuestión y fraseología, esto es, las colocaciones en las que frecuentemente aparece esa palabra y las
locuciones en las que tiene un significado ya acuñado, que no necesariamente es el que resultaría de
sumar los significados de las palabras por separado.

¿La Real Academia solo hace diccionarios?


Ni la RAE hace solo un diccionario, ni hace solo diccionarios. Como hemos visto, la Academia
elabora, además del DRAE, el Diccionario panhispánico de dudas, el Tesoro lexicográfico del español
y el Banco de datos del español; pero tiene también el Diccionario del estudiante y otras obras
normativas como la Gramática y la Ortografía, que dan cuenta de lo que sucede más allá del nivel de
las palabras.

¿Los diccionarios son solo para empollones?


Los diccionarios son utilísimas herramientas de trabajo, no solo apropiadas para el redactor o el
escritor, sino interesantes también para el común de los hablantes.

Hoy, cuando consumimos la información tan rápido, quizá no disponemos del tiempo necesario para
consultar una voz cuyo significado no conocemos o un uso que nos hace dudar. Por eso conviene saber
que la RAE tiene ya gran parte de sus obras disponibles en su página web y que pueden consultarse
desde nuestros teléfonos y tabletas, incluso desde los mismos dispositivos en los que estamos leyendo o
escribiendo, sobre todo ahora, que las redes sociales han hecho que quienes no escribían con
regularidad tengan de pronto que hacerlo.

¿Es útil el diccionario para que los lectores descubran el


significado de palabras desconocidas?
Publicado a las h en Blog, estrategias cognitivas y metacognitivas, Instrucción en comprensión lectora,
Vocabulario by admin 0 Comentarios

Si la pregunta que planteamos en esta entrada se hiciera a una muestra amplia de


profesores dándoles 4 alternativas de respuesta: muy útil – útil –relativamente útil, nada útil,
es predecible que las dos primeras de ellas serían las más elegidas.

1. Características del diccionario


El Diccionario de la lengua española es una obra corporativa de la Real Academia Española, con la
colaboración de las Academias de América y Filipinas, que pretende recoger el léxico general de la
lengua hablada en España y en los países hispánicos. Se dirige, fundamentalmente, a hablantes cuya
lengua materna es el español, quienes encontrarán en él recursos suficientes para descifrar los mensajes
que les lleguen.

Al tratarse de un diccionario general de lengua, no puede registrar todo el léxico del español, sino que,
por fuerza, debe contentarse con acoger una selección de nuestro código verbal. Esta selección, en
algunos casos, será lo más completa que los medios a nuestro alcance permitan —especialmente en lo
que se refiere al léxico de la lengua culta y común de nuestros días—, mientras que en otros aspectos
—dialectalismos españoles, americanos y filipinos, tecnicismos, vulgarismos y coloquialismos,
arcaísmos, etc.— se limitará a incorporar una representación de los usos más extendidos o
característicos.

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