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La santa Ludmila, quedando viuda, comenzó a dar sus bienes a los pobres, iniciando así una vida cristiana
muy severa, por lo cual el pueblo Checo la admiró. Durante los 33 años de gobierno del hijo Rostislav
(Vratislav) santa Ludmila se ocupó del afianzamiento del cristianismo en Chequia.
Después de la muerte de Rostislav, lo sucedió en el trono su hijo de 18 años, Viacheslav, educado por la princesa cristiana Ludmila.
Dragomira, la madre de Viacheslav, trató por todos los medios de que los checos volvieran a las creencias paganas de sus ancestros
y organizaba luchas contra los cristianos. Ella odiaba a Ludmila, y haciendo uso de la juventud de Viacheslav, trató de hacerle la vida
insufrible, de manera tal que Ludmila tuvo que alejarse de Praga a Techin. Hasta allí Dragomira envió a dos boyardos con el mandato
de quitarle la vida. Estos boyardos con la ayuda de malhechores, el sábado de noche irrumpieron en el palacio donde dormía santa
Ludmila, la tomaron y la ahorcaron con una cuerda. Esto sucedió en el año 928, cuando Ludmila tenía 61 años.
Fue sepultada la santa mártir en la ciudad de Techin, al lado del muro de la ciudad. Desde entonces todas las noches en el lugar de
su sepultura comenzaron a encontrarse velas encendidas. Un habitante ciego recobró la vista al rozar la tierra de su sepultura. El
príncipe Viacheslav al conocer los milagros sucedidos en la sepultura de su santa abuela, con varios hombres trasladó los restos de
santa Ludmila a Praga y los depositó en la iglesia de san Jorge. Pasados unos pocos años el príncipe Viacheslav también fue martirizado
(mirar más adelante).