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Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

Universidad de Concepción del Uruguay.


Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales.

TEMA: Responsabilidad Civil y su aplicación al ámbito


profesional.

CÁTEDRA: Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

TITULAR DE LA CÁTEDRA: Dr. Guillermo Sal

INTEGRANTE: Pecina, María Florencia

FECHA DE ENTREGA: viernes 4 de diciembre de 2009.

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Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

Introducción.

El presente trabajo se extenderá acerca de la Responsabilidad Civil, tema principal


del segundo cuatrimestre de la presente cátedra, diferenciándola tanto de la
Responsabilidad Penal como de la Moral, destacando sus presupuestos y aplicando
cada uno de los elementos descriptos anteriormente a la práctica de la Medicina.

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Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

La Responsabilidad Civil o Derecho de Daños.

Dentro de la responsabilidad jurídica en general se encuentra la responsabilidad


civil propiamente dicha y que importa un deber de dar cuenta al otro del daño que
se le ha causado. La teoría del responder no es en realidad la teoría del acto ilícito,
sino la del acto dañoso, o, si se quiere, la teoría del daño civil. El responder
civilmente no tiene esencia sancionatoria sino reparatoria, distributiva.
La responsabilidad jurídica implica siempre el deber del sujeto de responder por el
acto propio, frente a otros sujetos estando éstos facultados para exigir un
determinado comportamiento al sujeto responsable.
Un sujeto es responsable cuando incumple con los deberes u obligaciones, u
ocasiona un daño, siempre que dicho comportamiento o el daño le sea imputable.
Siendo que el derecho civil no deja de lado al causante del daño, se interesa
preferentemente por el particular perjudicado, y ello lo consigue mediante la
reparación, entendida ésta como indemnización equivalente al daño causado. La
responsabilidad civil, a diferencia de la penal no supone una cuestión de penar, de
sancionar, sino de reparar. No se mide, en principio, por la culpabilidad del autor
del daño, sino por la importancia de ese daño. Por eso, a la responsabilidad civil se
la ha comenzado a individualizar por sus características como Derecho de daños.

Antiguamente a la responsabilidad civil también se la ha confundido y hasta


fusionado, con la responsabilidad moral, siendo la moral y el derecho dos conceptos
cercanos y hermanados en sus fundamentos. En ambos subyace la idea de rectitud,
corrección, la búsqueda del bien común, lo justo y lo razonable.
Sin embargo la evolución de las organizaciones sociales produjo una
desvinculación cada vez mayor entre ellas.
*Las valoraciones morales son subjetivas y unilaterales, y las jurídicas son
objetivas y bilaterales.
*La moral es autónoma y la jurídica es heterónoma.
* La moral exige al sujeto que sea fiel a sus principios y la jurídica reclama fidelidad
a un orden establecido objetivamente.
Si bien es cierto que tanto la moral como el derecho tienen a la conducta humana
como centro de imputación, ambos esquemas cuentan con caracteres propios y
claramente diferentes entre si.
Recurriendo a las palabras de los hermanos Mazeaud y Chabas para aclarar
definitivamente la cuestión decimos que, “ser responsable moralmente es,
responder ante Dios y ante su conciencia. Ser responsable jurídicamente, es
responder ante los hombres”.

Un novedoso enfoque de la Responsabilidad Civil, hablando ya casi de un Derecho


de Daños en toda su dimensión, le da vital importancia al ambiente en donde se
lleva a cabo la vida social, ya que a medida que ésta se desarrolla, los sujetos
están tan más cerca los unos de los otros, resultando difícil obrar sin el riesgo de
causar un perjuicio a otro.
Se busca, ante cualquier daño, a un responsable a quien cargarle la obligación de
repararlo, allí donde antaño se soportaba el daño causado inclinándose ante el azar
nefasto, se intenta hoy encontrar al autor del daño.
En este nuevo punto de vista de la responsabilidad civil, la mirada ya no se dirige
en forma exclusiva y excluyente al autor del daño, sino que se interesa en forma
determinante en la victima de ese perjuicio. La culpa ha sido desplazada de su
lugar de privilegio como único fundamento de responsabilidad civil, compartiendo
ahora el sitial en igualdad de condiciones con los nuevos factores de atribución de
tipo objetivo. La anterior expresión “no hay responsabilidad sin culpa” no responde
satisfactoriamente ante una serie de daños injustamente sufridos que, por su

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origen, no permiten encontrar un sujeto culpable a quien reprimir. El nuevo axioma


en el cual se centra la responsabilidad civil hoy en día es “no hay responsabilidad
sin daño”.

Así, encontramos a esta nueva responsabilidad civil, con centro de imputación en


el daño y cuyos supuestos principales son:
-La antijuridicidad; aquello contrario a la ley y a los deberes asumidos.
-El daño; ya sea patrimonial o moral.
-La relación de causalidad; enlace entre el hecho antecedente dañoso y su autor.
-Los factores de imputación; que determinan al responsable del hecho y el
resarcimiento a pagar.

La antijuridicidad.

Este presupuesto de la reparación civil –y también elemento de la teoría del delito


en el derecho penal- ha recibido por parte de diferentes autores los más variados
nombres.
Los términos más usados han sido “antijuridicidad” o “ilicitud”. Pero también se
suele encontrar expresiones tales como ilegalidad, injusto, antinormatividad. En
algunos casos estos términos son usados como sinónimos, y en otros se pretende
dar significación diferente a cada uno de ellos.
Alterini, por ejemplo, utiliza indistintamente los términos “ilicitud” y
“antinormatividad”, mientras que para Zaffaroni dichos nombres envuelven
conceptos distintos. La antinormatividad apuntaría a la contradicción entre el hecho
y el orden normativo, mientras que la antijuridicidad supondría una transgresión del
orden jurídico; es decir, para Zaffaroni la antijuridicidad implica antinormatividad,
pero bien puede darse el caso de antinormatividad sin antijuridicidad; así por
ejemplo, ante la presencia de una causal de justificación. A su vez limita el término
“injusto” para caracterizar a la conducta típica y antijurídica, previo al análisis de la
culpabilidad.
Dado que en la materia extracontractual la antijuridicidad se manifiesta por la
violación directa del orden jurídico, la llamaremos ilicitud propiamente dicha. En el
área contractual como la infracción luce en relación mediata al orden jurídico, e
inmediata respecto de la obligación preexistente, la llamaremos incumplimiento.
Es el incumplimiento de una obligación preexistente lo que nos brinda el carácter
antijurídico del acto en el marco de la responsabilidad contractual.
La antijuridicidad supone una contradicción con el ordenamiento, comprensivo éste
de las leyes, las costumbres, los principios jurídicos estrictos derivados del sistema
y hasta las reglas del orden natural. Caben también los atentados al orden público,
las buenas costumbres, la buena fe, los principios generales del derecho y hasta el
ejercicio abusivo de los derechos.
De vital importancia resulta calificar de antijurídico al acto que contraríe los
principios generales del derecho, porque en materia de responsabilidad por daños,
la antijuridicidad se manifiesta en la violación del principio “alterum non laedere1”
(no dañar a nadie), principio que es común a cualquier órbita del derecho de daños.

Según nuestro ordenamiento civil, la ilicitud constituye un elemento del acto ilícito
independiente de la culpa, salvo en el caso del artículo 11092 del código civil. Esta

1
Alterum non laedere (no dañar a nadie). Principio general del derecho del cual se deriva la
obligación de reparar todos los daños que se causen a terceros con la propia actuación. Es de
raigambre romana muy antigua y así está recogido en las compilaciones y tratados de la Roma
clásica. Se expresa también con la variante “neminem laedere”. Es uno de los tres deberes que,
según el derecho romano tradicional, componen el derecho.
2
Todo el que ejecuta un hecho, que por su culpa o negligencia ocasiona un daño a otro, está
obligado a la reparación del perjuicio. Esta obligación es regida por las mismas disposiciones

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Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

regla genérica impone tácitamente el deber de actuar de tal manera que no cause
daño a los demás, que a su vez se complementa con lo dicho por los artículos 1066
y 1074.
Artículo 1066: “Ningún acto voluntario tendrá el carácter ilícito, sino fuere
expresamente prohibido por las leyes ordinarias, municipales o reglamento de
policía; y a ningún acto ilícito se le podrá aplicar pena o sanción de este Código, si
no hubiere una disposición de la ley que la hubiese impuesto”.
Artículo 1074: “Toda persona que por cualquier omisión hubiese ocasionado un
perjuicio a otro, será responsable solamente cuando una disposición de la ley le
impusiese la obligación de cumplir el hecho omitido”.

Resultando así en la formación de tres reglas en armonía:


-La regla genérica (Art. 1109)- Actuar de manera que no se cause daño a los
demás por culpa o negligencia.
-La 1º regla específica (Art. 1066)- No hacer lo que está expresamente prohibido
en una ley.
-La 2º regla específica (Art. 1074)- Hacer lo que está ordenado por ley.

Antijuridicidad objetiva y subjetiva.

Una de las preocupaciones de la doctrina ha sido la de precisar si la antijuridicidad


se identifica como contradicción con el derecho objetivo o el derecho subjetivo.
Nuestro ordenamiento jurídico, ejemplificado en los tres artículos antes
nombrados, admite ambos tipos de ilícito. Cuando en el artículo 1109 menciona:
“Todo el que ejecuta un hecho, que por su culpa o negligencia ocasiona un daño a
otro…”- toma a la culpa, es decir, al elemento subjetivo como centro, subsumiendo
la ilicitud a la culpa. (Ilicitud Objetiva)
En cambio los artículos 1066 y 1074 toman a la culpa como elemento diferente del
ilícito, ya que toda conducta es en sí misma ilícita, independientemente de la culpa,
sino se ajusta a la prescripción legal. (Ilicitud Subjetiva).
Ambos elementos resultan armónicos entre sí, ya que su Opus –su actuar- tutela
diferentes situaciones.
En la ilicitud objetiva la culpa se presume, en la ilicitud subjetiva se debe probar.

Actos ilícitos propiamente dichos.

Son los daños cuya ilicitud se configura porque el hecho en sí mismo es contrario a
la ley y causa daño a otro (es decir, que están englobadas tanto la ilicitud objetiva
como la subjetiva).
Los casos son:
A- El agente que actúa con culpa o dolo;
B- El ejercicio infuncional de su derecho (Art. 10713 C. C.);
C- Uso de una cosa que vulnera los límites de la normal tolerancia entre los
vecinos.

De los llamados actos ilícitos potenciales solo diremos que, no son considerados
como actos ilícitos porque violen la ley, sino porque al conjugarse con otros factores
intrínsecos al acto mismo, la Ley impone el deber de no dejar sin resarcimiento el
daño que se ocasiona. Hay todavía discusión doctrinaria con respecto a esta
polémica categoría.

relativas a los delitos del derecho civil.


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El ejercicio regular de un derecho propio o el cumplimiento de una obligación legal no puede
constituir como ilícito ningún acto. La ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos. Se
considerará tal al que contraríe los fines que aquélla tuvo en mira al reconocerlos o al que exceda
los límites impuestos por la buena fe, la moral y las buenas costumbres.

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Actos de violación positivos y negativos.

La ley se viola por actos positivos o de comisión (culpa por acción) o por actos
negativos o de omisión (culpa de abstención). El acto de violación es positivo
cuando la ley prohíbe su ejecución, mientras que el acto de violación es negativo
cuando la ley ordena su ejecución.

La antijuridicidad en el incumplimiento contractual.

La responsabilidad contractual supone la existencia de un contrato previo que


impone al deudor una obligación que, si resulta violada por éste y causa daño al
acreedor, obliga a aquel a repararlo.
Para que esto se de, el contrato no debe estar viciado (si hay vicio hay nulidad o
responsabilidad extracontractual).

El incumplimiento puede ser absoluto o relativo. Absoluto es cuando el


cumplimiento de la obligación se hace imposible en el futuro. Esto jurídicamente se
denomina “Inejecución total, absoluta y definitiva”
Relativo es cuando el deudor no cumple la obligación en el tiempo debido. Esto
jurídicamente se denomina “Mora”.

Incumplimiento absoluto.

Existe inejecución total de la obligación con carácter de absoluta y definitiva en los


siguientes casos:
A-PRESTACIÓN IMPOSIBLE. La responsabilidad del deudor existirá solamente si la
inejecución total es imputable al deudor por su culpa o dolo, o si éste se hubiese
hecho responsable los casos fortuitos o de fuerza mayor, sea en virtud de una
cláusula que lo cargue con los peligros que por ellos vengan, o sea por haberse
constituido en mora.
Si la inejecución no se produce en las condiciones mencionadas la obligación se
extingue son responsabilidad para el deudor.
La prestación resulta imposible:
-Si la obligación es de dar cosa cierta y ésta se pierde, o si ha salido del patrimonio
del deudor.
-Si la obligación es de hacer o de no hacer y se hace físicamente imposible como si
el deudor tuviese un impedimento físico que lo inhabilite, o legalmente imposible si
el impedimento es de orden legal.
B-CUMPLIMIENTO IRREGULAR O DEFECTUOSO. Se considera también que existe
inejecución total aunque exista un cumplimiento irregular o defectuoso que el
acreedor no está en el deber de aceptar. El pago debe hacerse en observancia de lo
estipulado en cuando a modo, tiempo y lugar.
C-CUMPLIMIENTO TARDIO. También existe inejecución total cuando el
cumplimiento tardío de la obligación careciera de interés para el acreedor.
D-OBLIGACIONES DE NO HACER. En las obligaciones de no hacer, en principio y
contrariamente a lo que ocurre en las de hacer, no es necesaria la interpelación
para que el deudor incurra en incumplimiento. La constitución en mora tiene por
objeto comprobar el retardo del deudor y tal comprobación no tiene finalidad en las
deudas de abstención, pues el deudor hizo aquello que le estaba vedado, no ha
habido propiamente retardo sino incumplimiento.

Incumplimiento relativo.

La mora puede clasificar en:


-Mora del Deudor (la más habitual);

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-Mora del Acreedor.

Y sus elementos son:


-El retardo: es el incumplimiento material en la relación del tiempo en que la
obligación debió cumplirse. El deudor retarda el cumplimiento de su obligación
cuando su conducta no se ajusta al comportamiento debido en relación al tiempo en
que aquella debió ejecutarse. El deudor cae en incumplimiento, pero puede aún
esperarse que ejecute la prestación: no se ha realizado, pero su realización es
posible. No existe tampoco responsabilidad: el retardo por sí mismo carece de
significación.
-Imputabilidad del deudor por su culpa o dolo.
-Daño sufrido por el acreedor.
-Relación de causalidad entre el incumplimiento y el daño.
-La constitución en mora. El incumplimiento material del deudor debe ser
jurídicamente calificado por la constitución en mora para que aquél responda por
los perjuicios que pudieran habérsele causado al acreedor.
La constitución en mora del deudor puede producirse sea por una interpelación que
el acreedor le hace para que pague (mora ex persona), sea que ella se produzca
por el mero transcurso del tiempo (mora ex re).

Siendo la imputabilidad, el daño y la relación de causalidad elementos comunes de


la responsabilidad civil, y, el retardo y la constitución en mora, elementos propios
del incumplimiento relativo.

Con respecto a la constitución en mora, nuestro ordenamiento tenía un sistema


antes de la Reforma (Ley 17.711) y otro después.
Vélez Sarsfield consideró que el sistema de la mora ex persona era el más
equitativo y terminó adoptando el criterio del Código francés en el artículo 1139
que cita en la nota4 del artículo 509. El artículo establecía, antes de la reforma de
1968, el siguiente principio de carácter general: “Para que el deudor incurra en
mora, debe mediar requerimiento judicial o extrajudicial por parte del acreedor…”
Esta regla no era absoluta, y existían excepciones donde la mora se producía por la
sola fuerza de las cosas (ex re).

Luego de la reforma, la regla pasa a ser la excepción. El artículo 509 actual dice
que las obligaciones a plazo la mora se produce automáticamente.
Se produce ex re cuando es a “plazo cierto”. En las obligaciones de “plazo
incierto”, se debe interpelar al deudor para constituirlo en mora, al igual que en las
obligaciones de “plazo tácito” (aquel indispensable para el cumplimiento de la
obligación).

La interpelación.

La interpelación es un hecho voluntario lícito por medio del cual el acreedor


requiere el pago del deudor.5
Cuando la mora no se produce ex re es necesaria la interpelación del deudor para
su constitución en mora (ex persona).
La interpelación como hecho jurídico reúne los siguientes caracteres:

4
“…por las Leyes de Partida y por las del Código romano, el simple vencimiento de la obligación a
plazo equivalía a una interpelación, y ésta no era, por lo tanto, necesaria…”
5
Al definir la interpelación como un hecho voluntario lícito señalamos que en cuanto a su
naturaleza jurídica no es un acto jurídico, sino un hecho jurídico. No es un acto jurídico porque no
tiene por fin inmediato producir una consecuencia jurídica. El acreedor persigue un fin puramente
material: obtener la efectividad del pago. La ley adscribe al hecho un efecto jurídico: la moral del
deudor. NOTA Nº 132 -Teoría general de la Responsabilidad Civil- BUSTAMANTE ALSINA.

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-Es un derecho potestativo del acreedor, pues éste goza de la facultad de ejecutar
el hecho del requerimiento para producir los efectos propios de la mora.
-Es un hecho voluntario que consiste en la exigencia categórica de pago. Un mero
aviso de vencimiento, un recordatorio de la obligación u otras fórmulas que no
impliquen una inmediata exigencia de pago, no constituyen la interpelación
necesaria para colocar en mora al deudor.
-Es unilateral. Depende de la sola voluntad del acreedor y, por lo tanto, produce
efectos independientemente de la voluntad del deudor, que no puede impedir la
mora sino cumpliendo la prestación debida.
-Es receptiva. La declaración de voluntad del acreedor está destinada al deudor,
quien debe tener conocimiento de la misma para que la mora se produzca.
-No es formal. La declaración de voluntad puede en este caso hacerse bajo
cualquier forma expresa o positiva: verbalmente, por escrito o por signos
inequívocos. Sin embargo es aconsejable la utilización de un medio que facilite la
prueba.

El requerimiento de pago debe cumplir ciertas condiciones para producir el efecto


de colocar en mora al deudor. Tales son:
-Cumplimiento posible. El requerimiento de pago debe ser realizado en condiciones
tales que el deudor razonablemente pueda cumplir la prestación que se le exige.
-Ofrecimiento de cooperación. En todos los casos en que la obligación no pueda ser
cumplida sin un acto de cooperación del acreedor, éste debe ofrecerla en términos
precisos y circunstanciadamente para que el deudor no encuentre trabas en el acto
de cumplimiento.
-Ausencia de incumplimiento por el interpelante. Tomando como ejemplo el artículo
510 C. C., cuando el acreedor es deudor a la vez de su deudor por obligaciones que
se originan en una misma fuente, con conexidad de vínculos, impide que uno de los
sujetos invoque la mora del otro o le exija el cumplimiento de la obligación, si por
su parte no ha cumplido o no ofrece cumplir su respectiva obligación.

Mora del acreedor.

La nota al artículo 509 del Código Civil, donde Vélez cita a Maynz, expresa: “El
acreedor se encuentra en mora toda vez que por un hecho o una omisión culpable,
hace imposible o impide la ejecución de la obligación, por ejemplo, rehusando
aceptar la prestación debida en lugar y tiempo oportuno, no encontrándose en el
lugar convenido para la ejecución o rehusando concurrir a los actos indispensables
para la ejecución”.

Efectos de la mora.

Estos varían según se hable de mora del deudor o del acreedor.


Como efecto principal con respecto al deudor, la mora configura un incumplimiento
relativo de la obligación imputable a él por su culpa o dolo. Por consiguiente, surge
de este estado la responsabilidad del deudor por el daño que resultare al acreedor
como consecuencia del retardo en la ejecución de la prestación debida.
La responsabilidad del deudor consiste en la obligación de indemnizar los daños e
intereses moratorios. Si el deudor termina por cumplir la obligación
voluntariamente o la ejecución le es impuesta forzadamente, aquél sólo deberá los
daños o intereses ocasionados por la mora, que se acumularán al cumplimiento. Si
la obligación se torna de imposible cumplimiento no se deberán ya desde ese
momento daños e intereses moratorios sino solamente los compensatorios, que
comprenden todo el daño sufrido por el acreedor (resarcimiento integral) y que en
tal carácter absorben a los moratorios y se deben en lugar de la prestación
prometida (carácter subsidiario).

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Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

Otro efecto de la mora es la traslación de los riesgos que estaban a cargo del
acreedor y que en adelante deben ser soportados por el deudor.
Además de la responsabilidad del deudor por los daños e intereses moratorios y
por los daños e intereses compensatorios en todos los casos en que por efecto de la
traslación de los riesgos el deudor moroso debe cargar con los mismos, existen
otros efectos negativos que el deudor en su carácter de acreedor recíproco de una
obligación conexa.
Así el deudor moroso no puede invocar como acreedor la mora de su deudor, ni
demandar el cumplimiento de la obligación recíproca que compete a su deudor en
un contrato bilateral, ni puede hacer funcionar a su favor el pacto comisorio
expreso o efectuar el requerimiento previo en caso de pacto comisorio implícito, ni
invocar la imprevisión6.

Los efectos de la mora del acreedor se inducen analógicamente de los efectos de la


mora del deudor. Esos efectos son:
1º-Responsabilidad del acreedor por los daños que cause al deudor la no recepción
de la prestación, como por ejemplo los gastos de la oferta y ulterior depósito y
guarda de la cosa.
2º-El deudor se libera de los riesgos de la cosa debida que estaban a su cargo
como dueño de la misma antes de la tradición; esos riesgos se trasladan al
acreedor.
3º-Se suspende el curso de los intereses que estaban a cargo del deudor. Si el
deudor no está en mora y debe intereses compensatorios convenidos durante el
plazo de la obligación, cesa el curso de dichos intereses desde que el acreedor es
puesto en mora. Si el deudor está en mora y ejercitando su derecho de pagar
ofrece el pago íntegro de lo debido más los intereses moratorios, cesa también el
curso de éstos en igual caso.

-o-o-o-

ACTUALMENTE LA ANTIJURIDICIDAD SE ENCUENTRA EN CRISIS, A TAL


PUNTO QUE MUCHOS CONSIDERAN QUE NO SIEMPRE DEBE ESTAR
PRESENTE PARA QUE HABLEMOS DE RESPONSABILIDAD CIVIL.
EJEMPLO:
-ACCIÓN DEL ESTADO, LÍCITA, QUE CAUSA DAÑO.
-ACTUAR DEL DEPENDIENTE QUE PRODUCE UN DAÑO.
-EMPLEO DE UN OBJETO RIESGOSO.
-ACTUACIÓN INVOLUNTARIA DE UN SUJETO INIMPUTABLE EN LAS
CIRCUNSTANCIAS FÁCTICAS QUE LO HACEN RESPONSABLE.

-o-o-o-

El daño.

El daño es el presupuesto más importante del deber de reparar. Es el eje en torno


del cual gira todo el fenómeno resarcitorio. Allí donde exista un daño injusto se
pone en movimiento todo el mecanismo que tiene como finalidad otorgar una
reparación a la victima.
Sin daño no hay responsabilidad. La teoría de la reparación de daños dirige su
mirada precisamente al daño, por el cual éste se constituye no sólo en el
presupuesto básico, sino que también fija la medida de la reparación. El perjuicio
causado marca el límite de la obligación indemnizatoria.
6
La teoría de la imprevisión se da en los supuestos de contratos bilaterales conmutativos y en los
unilaterales de ejecución continuada onerosos, cuando las condiciones de los mismos cambian por
una situación extraordinaria, imprevisible y sin culpa de las partes. La parte afectada puede pedir
la resolución del contrato o apelar al principio del “esfuerzo compartido”.

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Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

Allí donde antaño se decía “no hay responsabilidad sin culpa”, hoy se dice “no hay
responsabilidad sin daño”.
Tal es la enseñanza de Dr. Jorge Mosset Iturraspe cuando dice: “la noción del daño
jurídico o resarcible parece enriquecida. Perjuicios que antes no se consideraban
tales, sea para juzgar a la responsabilidad como excepcional, sea para evitar la
catarata de damnificados, o bien porque se partía de una visión parcializada del ser
humano, hombre máquina, ser productivo o trabajador; o de una apreciación
incompleta del patrimonio y, por lo tanto, del objeto que puede ser dañado, son
hoy merecedores de indemnización”.

Para buscar un concepto jurídico de daño debemos prescindir del concepto


naturalístico que lo identifica como lesión a un bien. El bien no sería el objeto de la
lesión, pues si bien ésta en un primer momento recae sobre él, al derecho le
interesa sólo en tanto y en cuanto ese bien colme la satisfacción de un interés
humano.
Por ello se ha dicho que “el objeto del daño se identifica con el objeto de la tutela
jurídica, y, consiguientemente, es siempre un interés humano”. El interés humano
es el núcleo de la tutela jurídica.
La simple lesión a un bien no es daño jurídico, si ese bien no satisface un interés
humano. Por ejemplo, la destrucción de un res nullus (bien abandonado, que no es
de nadie) no provoca un menoscabo jurídicamente relevante. Es que el derecho no
tutela los bienes en sí mismos considerados, abstractamente, sino en la medida que
satisfagan un interés humano.
Por bien debe entenderse a todo aquello que puede satisfacer una necesidad, es
decir, todo objeto de satisfacción. En el conjunto entran todos los bienes y cosas en
su más amplio sentido. Puede tratarse no sólo de cosas, derechos, créditos, sino
también del cuerpo, la salud, la intimidad, el honor, la propia imagen, etc.
El interés es la posibilidad de que una necesidad humana pueda versa satisfecha
mediante determinado bien.

Clasificaciones de daño.

A-Daño moral y patrimonial; el daño patrimonial es la lesión a un interés jurídico


patrimonial, al contrario, si la lesión afecta un interés espiritual o extrapatrimonial,
el daño será moral.
Para ampliar un poco el concepto de daño moral nos referiremos a las palabras de
Zavala de González y Pizarro: “es una modificación disvaliosa del espíritu en el
pleno conocimiento de la capacidad de entender, querer y sentir de una persona,
que se traduce en un modo de estar distinto del que se encontraba con anterioridad
al hecho o acto antijurídico y anímicamente perjudicial”; y a las de Bustamante
Alsina: “es la lesión en los sentimientos que determina dolor y sufrimiento físico,
inquietud espiritual, o agravio a las afecciones legítimas y en general a toda clase
de padecimiento no susceptible de apreciación pecuniaria”.
B-Daño cierto y daño incierto; es incierto cuando no existe seguridad de que la
lesión se haya producido o vaya a producirse. Es cierto cuando es real y efectivo, y
no meramente hipotético.
C-Daño emergente y lucro cesante; se aplica al daño patrimonial. El daño
emergente viene constituido por perjuicio efectivamente sufrido, se traduce como el
empobrecimiento del contenido económico actual del patrimonio del sujeto. El lucro
cesante consiste en la privación o frustración de un empobrecimiento patrimonial,
Borda lo define como “la ganancia o utilidad que ha dejado de percibir la víctima
con motivo de la lesión”.
D-Daño actual y daño futuro; ambos criterios responden al más amplio de daño
cierto. El daño actual es el perjuicio ya producido y subsistente. El daño futuro es
aquel que todavía no existe pero que su existencia futura no ofrece duda.

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Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

E-Daño al interés positivo y al interés negativo; esta clasificación es aplicable


a los casos de responsabilidad por incumplimiento de negocio. Según palabras de
Brebbia: “cuando se trata de un negocio perfeccionado y válido que se incumple, se
debe indemnizar el interés positivo de cumplimiento, el cual comprende todo lo que
el acreedor tendría si el negocio fuera válido; en el caso en que el negocio se
frustre por falta de perfeccionamiento o por invalidez, se debe indemnizar el interés
negativo o de confianza, el cual abarca todo lo que el acreedor hubiera tenido si no
hubiere confiado en los tratos preliminares frustrados”.
En consecuencia, el interés positivo es el perseguido por el contratante al celebrar
el acto, y el interés negativo, llamado también interés de confianza, puede consistir
en un daño emergente o lucro cesante provocados por la invalidez o ineficacia del
contrato.
E-Daño intrínseco y extrínseco; intrínseco es aquel que se produce en el objeto
mismo de la obligación y la prestación. Extrínseco es aquel que se produce en otros
objetos distintos.
F-Daño común y daño propio; común es el que sufre cualquier persona como
consecuencia de la inejecución de las prestaciones de un contrato, propio es aquel
daño que va a sufrir una persona determinada de acuerdo a sus características
particulares.
G-Daño moratorio y compensatorio; moratorio es aquel que se produce como
consecuencia de la inejecución relativa de la obligación. Compensatorio es aquel
que se produce como consecuencia de la inejecución absoluta de la obligación.
H-Daño directo e indirecto; tomando como referente a quien sufrió el daño como
consecuencia del hecho, si lo reclama la propia víctima es directo, si lo reclama una
persona distinta de la víctima, es indirecto.
I-Daño inmediato y mediato; que se identifican con las consecuencias definidas
en el artículo 9017 C. C. Las primeras se refieren al curso natural y ordinario de las
cosas; las segundas son la conexión de un hecho con un acontecimiento distinto.
J-Daño previsible e imprevisto; los previsibles son los que el deudor y el autor
del acto han considerado como posibles al contraer la obligación o ejecutar el acto.
Daños imprevistos son aquellos que no han sido considerados.
K-Daño actual, futuro y eventual; el daño actual y el daño futuro debe ser
ciertos para atribuir al daño la calidad de indemnizable.
L-Pérdida de chance; ante el incumplimiento o un acto ilícito, el acreedor o la
víctima, se ven privados de obtener una ganancia o de evitarse un perjuicio.
Si bien lo que daría al daño el carácter de eventual sería la probabilidad de obtener
la ganancia o de evitar el perjuicio, hay por otra parte, una circunstancia cierta: “la
oportunidad” de obtener una ganancia o de evitarse el perjuicio. Esa oportunidad
cierta se ha perdido por el incumplimiento del deudor o por el hecho del autor.
La indemnización deberá ser la chance misma y no la ganancia, la misma será
apreciada judicialmente según el mayor o menor grado de convertirse en cierta, el
valor de la frustración estará dado por el grado de probabilidad.

Daño Justificado.

Hay hipótesis de daños a terceros que no engendran responsabilidad civil cuando


el daño está legalmente justificado. Por ejemplo, está justificado el daño en el
sentido de que no debe repararse, en los casos siguientes:

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Las consecuencias de un hecho que acostumbra suceder, según el curso natural y ordinario de
las cosas, se llaman en este Código "consecuencias inmediatas". Las consecuencias que resultan
solamente de la conexión de un hecho con un acontecimiento distinto, se llaman "consecuencias
mediatas". Las consecuencias mediatas que no pueden preverse se llaman "consecuencias
casuales".

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-Inimputabilidad. Cuando causa el daño un sujeto inimputable por carecer de


discernimiento, salvo la solución de equidad contenida en el artículo 9078 del
Código Civil. Son inimputables el menor de diez años, el demente que no actúa en
un intervalo lúcido, y cualquier que ejecuta un acto accidentalmente privado de
razón, siempre que no haya llegado voluntariamente al estado de inconsciencia,
como en el caso de la ebriedad.
-Inculpabilidad. Cuando el autor actúa con voluntad viciada por el error o la
violencia que excluyen radicalmente toda culpa.
-Incausalidad. Se interrumpe el nexo causal cuando sobreviene en la relación de
causalidad un hecho ajeno a la órbita de actuación del presunto autor, como un
caso fortuito o de fuerza mayor, un hecho de un tercero por el cual aquél no debe
responder, o resulta de la exclusiva culpa de la propia víctima.
-Justificación del hecho. Cuando el daño es causado por un hecho justificado por la
ley o por el consentimiento de la víctima.

*Por la Ley: estado de necesidad, Legítima defensa, ejercicio de un derecho,


autoayuda.

Estado de necesidad. La cuestión se plantea cuando una persona para salvarse a sí


misma o a otro, o a sus propios bienes o los ajenos, daña a un tercero.
Esto no es considerado un acto ilícito sino el ejercicio de una facultad legítima
sometida a ciertas condiciones necesarias. Estas son:
-Que se haya llegado al estado de necesidad sin culpa del autor del hecho;
-Que el riesgo no se pueda evitar de otra manera que ocasionando el daño a un
tercero;
-El peligro debe ser inminente y actual, no bastando la eventualidad de un daño;
-El daño causado deber ser menor cualitativa y cuantitativamente que el que se
pretende impedir.
Legítima Defensa. Esta noción se diferencia de la anterior ya que el que se defiende
causa daño a quien lo ataca, y en cambio el que actúa en estado de necesidad
produce el perjuicio a una persona ajena al hecho.
Las condiciones para que se produzca son:
-Agresión ilegítima o sea, injusta, es decir aunque provenga de quien carece de
voluntad, y recaiga sobre la persona o los bienes materiales o morales de quien se
defiende;
-El ataque debe ser presente, o sea comenzado y no terminado;
-Debe haber necesidad racional del medio empleado para impedir o repeler la
agresión, es decir proporcionado a la gravedad de ésta;
-No debe haber provocación por parte de quien se defiende.
Ejercicio de un derecho. Si el titular de un derecho lo ejerce regularmente dentro de
las pautas que la ley señala y sin contrariar los fines y límites señalados en la
norma citada, y a causa de ello causa a otro un perjuicio, no existe deber alguno de
repararlo.

*Por el consentimiento del damnificado: expreso, tácito.


Se habla en general de aceptación de riesgos, aludiendo al consentimiento tácito
que la víctima parece prestar en todos aquellos casos en que, con pleno
conocimiento, asume el riesgo de sufrir un daño. Ello tendrá el valor de una
convención sobreentendida con otra persona, por el cual aquélla renuncia por
anticipado a reclamar eventualmente una indemnización.

8
Cuando por los hechos involuntarios se causare a otro algún daño en su persona y bienes, sólo
se responderá con la indemnización correspondiente, si con el daño se enriqueció el autor del
hecho, y en tanto, en cuanto se hubiere enriquecido. Los jueces podrán también disponer un
resarcimiento a favor de la víctima del daño, fundados en razones de equidad, teniendo en cuenta
la importancia del patrimonio del autor del hecho y la situación personal de la víctima.

12
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

Prueba del daño.

Al actor le incumbe la prueba de los hechos constitutivos del derecho que invoca
en la demanda. En consecuencia, al damnificado que pide el resarcimiento le
corresponde probar la existencia del daño y la cuantía del mismo.
Probado el daño y no habiéndose establecido su monto por una prueba directa, no
corresponde el rechazo de la acción sino que quedará al prudente criterio judicial la
fijación del mismo, según lo dispone el Art. 166 de la ley 17.454, reformada por ley
22.434 (Código Procesal C. y Ccial. De la Nación).

Valuación del daño.

Una vez determinado el daño, o sea su existencia y entidad debemos ocuparnos de


la determinación de su valor, es decir como medir en dinero para fijar la
correspondiente indemnización. Ello constituye el problema de la valuación del
daño.

La valuación del daño puede ser legal, convencional, judicial o arbitral.


VALUACIÓN LEGAL. La valuación legal resulta de ciertas leyes que prevén topes
máximos o mínimos de indemnización para supuestos en ellas contemplados. Tales
son los casos de las leyes 9688, de Accidentes de Trabajo, y 11.729, reformada por
le ley 12.867, en materia de despidos.
En la ley de contrato de trabajo, se contempla, que en caso de despido, siempre
que no exista causa, se debe pagar una indemnización al trabajador; la misma está
fijada por ley: “es un mes de sueldo por cada año de servicio o fracción mayor de
tres años”.
VALUACIÓN CONVENCIONAL. Cuando la ley no fija el monto del resarcimiento, las
partes pueden establecerlo convencionalmente, ya sea por un acuerdo anterior a la
existencia del daño o por un acuerdo posterior.
VALUACIÓN JUDICIAL. Si las partes no acuerdan el monto de la indemnización y
ella tampoco es fijada por ley, corresponderá al juez en la sentencia que dicte,
determinar el importe del resarcimiento, siempre que esté acreditada la existencia
del perjuicio, aunque no estuviere justificado el monto.
VALUACIÓN ARBITRAL. Es cuando las partes se someten a que la valuación del
daño en forma anticipada al conflicto lo realice una tercera persona.

Cláusula Penal.

En la valuación convencional, se utiliza anticipadamente la cláusula penal para


valuar el daño del incumplimiento contractual.
La cláusula penal es un pacto accesorio que se agrega a un acto jurídico por el cuál
las partes están conviniendo en forma anticipada, el daño y la valuación del mismo,
como consecuencia de la inejecución total o parcial de la obligación.
El artículo 652 C. C. dice: “La cláusula penal es aquella en que una persona, para
asegurar el cumplimiento de una obligación, se sujeta a una pena o multa en caso
de retardar o de no ejecutar la obligación”.

La cláusula penal tiene una triple función: compulsiva, por una parte,
indemnizatoria, por otra y finalmente resolutoria.
*Compulsiva (o penitencial). Aunque no añade nada a la obligatoriedad y
ejecutoriedad del vínculo, lo cierto es que constituye un nuevo motivo de
compulsión para el deudor y es una nueva incitación al cumplimiento ante el temor
de la pena, que constituye una confirmación o sanción del contrato principal.
Esta función compulsiva es indirecta pues no apunta al cumplimiento específico de
la prestación, sino a la obtención de una indemnización coercitivamente exigible.

13
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

*Indemnizatoria (o resarcitoria). La cláusula penal constituye una liquidación


anticipada de la indemnización que corresponderá al acreedor por inejecución o
retardo. El acreedor no está obligado a probar la existencia del daño sino que tiene
derecho a reclamar la cláusula penal aunque NO hubiese experimentado daño
alguno. (Art. 656 C9. C.)
*Resolutoria. Esto se refiere a los contratos de prestaciones recíprocas y el instituto
del Pacto Comisorio. En los contratos con prestaciones recíprocas se entiende
implícita la facultad de resolver las obligaciones emergentes de ellos en caso de que
una de las partes no cumpliere su compromiso. Sin embargo, no ejecutada la
prestación, para que el acreedor pueda optar por la resolución, debe previamente
requerir al incumplidor el cumplimiento, en un plazo no inferior a quince días,
salvos que los usos o un pacto expreso establecieran uno menor. Este
requerimiento no es necesario cuando el pacto comisorio fuere expreso, pues en tal
caso la resolución se opera de pleno derecho.
Sin embargo, si hubiere una cláusula penal en el contrato, desde que el deudor se
halle en mora, podrá exigir el acreedor el cumplimiento de la obligación o de la
pena, a su arbitrio. Ello significa que si no existe pacto comisorio expreso, pero sí
una cláusula penal, no será necesario el emplazamiento previsto en el supuesto de
pacto comisorio tácito, y podrá resolverse el contrato a opción del acreedor desde
que el deudor dejare de cumplirlo en término.

Clasificación de las cláusulas penales.

Conforme a la definición del artículo 652 C. C. existen dos tipos de cláusulas


penales: la estipulada para el caso de retardo o mora en el incumplimiento
(cláusula penal moratoria) y la estipulada para el supuesto de incumplimiento total
y definitivo de la obligación (cláusula penal compensatoria).
La cláusula penal moratoria es acumulable con la exigencia de cumplimiento de la
prestación, pues su finalidad es resarcir al acreedor de los daños e intereses por el
retardo solamente. En cambio, la cláusula penal compensatoria no puede ser
demandada justamente con el cumplimiento, pues entra en lugar de la prestación
principal y compensa el daño que experimenta el acreedor por la inejecución total
de la misma.

Caracteres de las Cláusulas Penales.

ACCESORIA. Es accesoria de la otra obligación de la cual depende la relación de


subordinación para asegurar su cumplimiento. De ello resulta que la nulidad o
extinción de la obligación principal causa la nulidad o extinción de la cláusula penal,
pero no sucede a la inversa.
SUBSIDIARIA. Es decir que la cláusula penal compensatoria tiene el mismo carácter
subsidiario que se le ha reconocido a la indemnización de daños e intereses. De allí
también que no sea acumulable a la prestación principal en sustitución de la cual
puede el acreedor reclamarla a su arbitrio.
CONDICIONAL. La obligación de la cláusula penal está sometida a la condición
suspensiva de carácter negativo, que la obligación principal no se cumpla por el
deudor. De allí puede decirse que la condición es potestativa del deudor, porque la
inejecución le debe ser imputable por su culpa o dolo, pero aún es necesario que se
cumpla otra condición que depende de la voluntad del acreedor; esto es, que opte
por la cláusula penal si aún es posible el cumplimiento específico, porque si no lo
era, sólo podrá reclamar esta última.

9
De las obligaciones con cláusula penal.
Para pedir la pena, el acreedor no está obligado a probar que ha sufrido perjuicios, ni el deudor
podrá eximirse de satisfacerla, probando que el acreedor no ha sufrido perjuicio alguno.

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Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

INTERPRETACIÓN RESTRICTIVA. Puesto que la cláusula penal es un derecho


excepcional que se reconoce al acreedor, debe siempre interpretarse y aplicarse
con criterio restrictivo.
RELATIVAMENTE INMUTABLE. El monto estipulado en la cláusula penal no es
susceptible, en principio, de revisión o modificación, no pudiendo el acreedor
reclamar otra indemnización, probando que la pena no es indemnización suficiente,
ni el deudor podrá eximirse de satisfacerla probando que el acreedor no ha sufrido
perjuicio alguno. El art. 656 con la reforma de la ley 17.711, introduce un párrafo,
que incorpora la “relativa inmutabilidad”.10
DEFINITIVA. Una vez que la cláusula penal se hace exigible, tiene carácter
definitivo y no puede el deudor negarse a pagarla aduciendo que ha desaparecido la
causa que la motivó. El monto de la cláusula penal constituye un crédito que, desde
ese momento, se incorpora al patrimonio del acreedor. Es esto se diferencia de las
abstreintes, que son provisorias, y por lo tanto susceptibles de ser modificadas y
aun suprimidas por decisión judicial.

Tipos de daño moral.

Como hemos visto, el daño moral, según las palabras de Zavala de González y
Pizarro: “es una modificación disvaliosa del espíritu en el pleno conocimiento de la
capacidad de entender, querer y sentir de una persona, que se traduce en un modo
de estar distinto del que se encontraba con anterioridad al hecho o acto antijurídico
y anímicamente perjudicial”.
Este daño moral puede dividirse en dos tipos:
-Daños puramente morales;
-Daños que resulten de un ataque material o corporal.
Los primeros fueron llamados así por la doctrina francesa, y resultan de un ataque
a ciertos derechos extrapatrimoniales que no son la vida y la integridad corporal.
Se enuncian entre ellos el ataque al honor, como expresiones o manifestaciones
difamatorias e injuriosas, así como imputaciones falsas que perjudican la reputación
de la persona. También la intromisión en la vida privada, atentados al nombre
cometidos por usurpación de la personalidad y el empleo de un real en una obra de
espíritu (novela, pieza de teatro, film o con fines comerciales).
Sin embargo es impropio llamar a estos daños “puramente modales”, porque si
bien pueden afectar intereses extrapatrimoniales, muchas veces se produce el
perjuicio indirecto a intereses patrimoniales, por la repercusión de la lesión de
bienes no patrimoniales. Existen muchos casos en los que los atentados a la
reputación de la persona, el uso del nombre ajeno, la usurpación de la paternidad
de una obra o el empleo de la fotografía de otro sin autorización, repercuten en el
patrimonio ocasionando pérdida de beneficios por lucro cesante, en relación a la
actividad productiva de quien es el sujeto pasivo de estos ataques.

El otro supuesto es el del daño moral resultante de un ataque material o corporal.


Se comprende aquí la destrucción de cosas y atentado a la vida o la integridad
corporal.
Tratándose de la destrucción de cosas inanimadas, como podría ser una obra de
arte, además del perjuicio económico que puede representar la pérdida de un
cuadro valioso, también debe padecer el dueño un daño al interés extrapatrimonial
que representa la privación de la satisfacción estética de poseerlo y gozarlo.
En el caso del atentado a la vida y a la integridad corporal, la reparación del daño
moral es corrientemente admitida, así como la del daño patrimonial que conlleva
comúnmente, por la necesidad de atender los gastos de asistencia médica para la
recuperación de la salud, de la integridad corporal o de la preservación de la vida.
10
Los jueces podrán, sin embargo, reducir las penas cuando su monto desproporcionado con la
gravedad de la falta que sancionan, habida cuenta del valor de las prestaciones y demás
circunstancias del caso, configuren un abusivo aprovechamiento de la situación del deudor.

15
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

Cuando se atenta contra la vida o la integridad corporal, el daño moral se


manifiesta de diversas maneras que podemos distinguir considerando el daño
sufrido por la víctima (daño directo e inmediato) y el daño padecido por terceros
(daño indirecto o mediato) que la doctrina francesa llama par ricochet, o sea de
rebote.

Perjuicios.

Los perjuicios directos que sufre la víctima del ataque se clasifican en:
1-Perjuicios al placer (d’agrément);
2-Perjuicios a la estética (esthétique);
3-Perjuicio sexual (sexuel);
4-Perjuicio juvenil (Juvénile) y
5-Perjuicio de sufrimiento (souffrance).

1-El perjuicio al placer depende de las secuelas del hecho ilícito en orden a la
privación de los goces de la vida como no poder practicar deportes, no poder
disfrutar de la danza, no estar en condiciones de realizar un viaje de placer,
privación del olfato y del gusto.
2-El perjuicio estético existe cuando una persona es desfigurada o experimenta
mutilaciones o cicatrices diversas en el cuerpo o en el rostro. La lesión estética
ataca un bien extrapatrimonial como es la belleza o la integridad corporal, que es
un derecho de la personalidad, pero el daño resarcible consiste en las repercusiones
espirituales o económicas que constituyen los intereses jurídicamente protegidos.
Un actor que sufre desfiguración del rostro padece la angustia de su afeamiento
como persona y, también, el daño económico que importa la disminución
patrimonial por la pérdida de las chances de ser contratado para actuaciones
teatrales o televisivas.
3 y 4-El perjuicio sexual considera los aspectos que tienen como fundamento a la
relación de pareja y a la posibilidad de procreación. El perjuicio juvenil es el daño
que sufre una persona joven que como consecuencia de ese daño injusto pierde lo
que se llama “alegría de vivir”.Tanto el perjuicio sexual y el perjuicio juvenil son
considerados aspectos de la privación de placeres y satisfacción de la vida.
5-En cuanto al perjuicio de sufrimiento, se caracteriza por el dolor físico consecutivo
a un accidente corporal, o sea el dolor en el sentido médico del término, y
constituye lo que se ha dado a llamar pretium doloris, que comprende también el
dolor o la pena del alma subsiguiente a una incapacidad física permanente.

Cuando el daño moral lo padece indirectamente otra persona distinta de la víctima,


se denomina perjuicio de afección (pretium affectionis), si se trata de la pena
provocada por la muerte de una persona querida, en el sentido afectivo del
término, o aun por la vista de los sufrimientos o la invalidez de la víctima si
sobrevive al accidente.
Nuestro Código Civil establece en el artículo 1078 in fine que: “La acción de
indemnización del daño moral sólo competerá al damnificado directo; si del hecho
hubiere resultado la muerte de la víctima, únicamente tendrán la acción los
herederos forzosos”. Ello significa que el pretium affectionis en nuestra legislación
no puede invocarlo ningún tercero y no cualquier pariente de la víctima, sino
solamente los herederos forzosos si del hecho hubiese resultado la muerte de esta
última. Nadie más que estos últimos tienen legitimación activa en el caso. Esta
medida es considerada por muchos anticonstitucional, ya que aísla la situación
familiar y social del individuo, previa al hecho dañoso. La concubina que vivió toda
su vida junto a la víctima y con quien tiene hijos, la pareja del mismo sexo en
relación de concubinato o el pariente (que no fuera heredero forzoso) con el que

16
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

compartía su vivienda, no contarían con la legitimación para invocar el daño moral


indirecto.

La relación de causalidad.

En líneas generales podemos describir a la relación de causalidad como un enlace


material o físico entre un hecho antecedente y un resultado consecuente. Este
resultado, en nuestra materia, no es otro que el perjuicio. La determinación del
hecho antecedente permite establecer la autoría material del hecho.
En otras palabras, la relación de causalidad busca encontrar una relación de causa
a efecto entre el daño y el hecho de la persona o la cosa de los cuales se atribuye
su producción.
Se debe tener en claro que estamos ante un presupuesto de tipo físico-objetivo, y
no subjetivo. Se trata solo de establecer una relación material que responde a las
leyes físicas y que trata de saber si un daño es consecuencia de un determinado
hecho anterior.
Ahora bien, esa relación entre antecedente y consecuente es aprehendida por el
derecho, y así nace la causalidad jurídica. Al hablar de causalidad jurídica hacemos
referencia a la causa del daño que tiene relevancia jurídica. Así, pues, para un
médico la causa de la muerte podrá ser un paro cardio-respiratorio, pero para el
jurista la causa será el suministro de una sustancia tóxica. De esta manera la
causalidad jurídica se independiza de la causalidad filosófica o de la que es propia
de las ciencias exactas o naturales. De este presupuesto surge que no se puede
atribuir responsabilidad sin la previa determinación de la autoría del daño. Es lo que
se conoce como atribuibilidad material.
En una primera etapa, el análisis de la relación causal permite determinar cuándo
un resultado dañoso material u objetivamente atribuible a la acción de un sujeto o
de una cosa. En una segunda función, la causalidad establece las consecuencias por
las cuales se debe responder. Esto último es lo que se conoce como extensión del
resarcimiento.
Frente a la confrontación de un daño, el jurista debe repasar los acontecimientos
que han conducido al resultado daño, analizando o descubriendo cuál de todas las
condiciones previas alcanza el grado de verdadera causa jurídica. Una vez hecha
esa determinación que vincula un daño material con un hecho humano o de una
cosa, o entre el perjuicio y una esfera de riesgo, deberá medir el alcance de la
responsabilidad, es decir, cuáles son los daños jurídicos que desencadenados por
ese antecedente, deben ser indemnizados.
Determinar cuál de todas las condiciones es la causa jurídica del daño constituye
una tarea esencial y no siempre sencilla.
Para lograr una determinación de la causa es que a lo largo de los últimos ciento
cincuenta años se han elaborado diversas teorías, conservando algunas de ellas
sólo valor histórico.

Teoría de la equivalencia de las condiciones.


Esta teoría postula la igualdad de significación de todas las condiciones que
contribuyeron a la producción de un resultado. Es llamada también como “conditio
sine qua non” o de la “condición simple”.
Según esta teoría, todas las condiciones positivas o negativas concurrirían
necesariamente a producir el resultado de manera tal que, suprimida una sola de
ellas, el resultado no se daba. En consecuencia, con rigor lógico debía asumirse que
cada una de las condiciones, con ser necesaria, era la causa del resultado.
Esta tesis conducía a soluciones inaceptables, toda vez que cada individuo que
puso una sola de las condiciones debía responder de todo el resultado, ya que cada
condición era en sí misma causa de éste. Por mínima que hubiese sido la
participación en el complejo fáctico determinante del hecho, su eficacia resultaba
total: sin esa participación aquél no se hubiera producido.

17
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

Teoría de la causa próxima.


Según esta teoría, se llama causa solamente a aquélla de las diversas condiciones
necesarias de un resultado que se halla temporalmente más próxima a éste; las
otras son simplemente “condiciones”.
Esta concepción merece la crítica que le hace ORGAZ en el sentido de que no
siempre la condición última es la verdadera causante de un daño: por ejemplo, si
una persona, dolosa o culpablemente, cambia el remedio que debe suministrarse a
un enfermo por una sustancia tóxica, y la enfermera, ignorando la sustitución, se la
da al enfermo y éste muere; causante o actor de la muerte no es, por cierto, la
enfermera –que puso la condición más próxima- sino aquella otra persona que
realizó el cambio.

Teoría de la condición preponderante.


La causa, según esta teoría, resulta ser aquella condición que rompe el equilibrio
entre los factores favorables y contrarios a la producción del daño, incluyendo
decisivamente en el resultado.

Teoría de la causa eficiente.


Esta teoría parte de la base de que no todas las condiciones tienen la misma
eficiencia en la producción del resultado; ellas no son equivalentes, pues algunas
resultan más eficaces que otras. A pesar de que esta teoría importa un paso
adelante en la elaboración que lleva a la construcción de la causa, se la critica por
su imposibilidad de establecer mayor eficiencia de una condición sobre otra.

Teoría de la causa adecuada.


Según esta teoría no todas las condiciones necesarias de un resultado son
equivalentes. Aquella que según el curso normal y ordinario de las cosas es idónea
para producir el resultado, ésa es la causa. Las demás condiciones que no producen
normal y regularmente ese efecto, son solamente condiciones antecedentes o
factores concurrentes.
Para establecer cuál es la causa de un daño conforme a esta teoría, es necesario
formular un juicio de probabilidad, o sea considerar si tal acción u omisión del
presunto responsable era idónea para producir regular o normalmente un
resultado; y ese juicio de probabilidad no puede hacerse sino en función de lo que
un hombre de mentalidad normal, juzgada ella en abstracto, hubiese podido prever
como resultado de su acto.
Este criterio de la previsibilidad en abstracto es lo más razonable para determinar
la adecuación del resultado a su causa. Si bien la causalidad es material, o sea que
alude al encadenamiento de los fenómenos que acontecen externamente en
relación al hombre, interesa determinar jurídicamente el nexo causal para imputar
a éste un resultado, y es aquí, precisamente, donde no puede prescindirse de una
apreciación racional, referida a una aptitud normal de previsibilidad considerada en
abstracto, es decir, objetivamente.

La causalidad en el Código Civil.

El código civil clasifica las consecuencias de inmediatas, mediatas y casuales. La


ley 17.711, al reformar el artículo 906, menciona las consecuencias remotas y
alude a la causalidad adecuada al disponer que “En ningún caso son imputables las
consecuencias remotas, que no tienen con el hecho ilícito nexo adecuado de
causalidad”.
La adecuación de la consecuencia a la causa se juzga en relación a la previsibilidad
en abstracto, o sea a lo que es previsible para un hombre medio dotado de una
inteligencia normal. Lo que para la mentalidad del hombre medio tiene aptitud o

18
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

idoneidad para producir una cierta consecuencia, constituye la causa de ésta; o


sea, existe entre aquel hecho y este resultado una adecuada relación de causalidad.
El artículo 901 define a las consecuencias inmediatas como aquellas que
acostumbran suceder según el curso natural y ordinario de las cosas.
Por el acaecer natural y ordinario de la consecuencia inmediata ella es la que
aparece en la cadena causal ligada al hecho que la produce de una manera directa
e inmediata, sin conexión con otro hecho.
Sigue definiendo el artículo 901 a las consecuencias mediatas, diciendo que son
aquellas que resultan solamente de la conexión de un hecho con un acontecimiento
distinto. Aquí la ligazón con el hecho reputado causa no es directa, porque en la
cadena causal aparece aquél interferido por otro hecho que determina, coopera,
condiciona o es meramente indiferente al resultado.
El grado de aptitud o idoneidad del primero con relación al segundo para ser
reputado causa de este resultado es ya un proceso mental hecho con experiencia y
razón, que constituye la previsibilidad de un hombre normal. Es por ello que con
precisión conceptual dice la norma que es imputable esta consecuencia al autor del
hecho cuando la hubiese previsto, o cuando empleando la debida atención pudo
preverla, precisamente porque es previsible en abstracto.
Finalmente el artículo citado menciona la consecuencia casual. Esta es sin duda,
también, una consecuencia mediata desde el punto de vista de su conexión causal
con el hecho considerado. Agrega el artículo que las consecuencias casuales son las
consecuencias mediatas que no pueden preverse. Efectivamente, esas
consecuencias escapan a toda previsibilidad porque corresponden a hechos que
sobrevienen inesperadamente en el proceso causal e interrumpen su normal
desarrollo. Tales consecuencias son producidas por un acontecimiento fortuito y,
por lo tanto, imprevisible.
Por último, el nuevo artículo 906 se refiere a las consecuencias remotas que no
tuvieren relación de causalidad adecuada con el hecho. Éstas son mediatas, pero se
hallan de tal modo alejadas del hecho considerado que por ello mismo no pueden
preverse.

De estas consecuencias, sólo las inmediatas y las mediatas previsibles son


imputables al autor, quien tiene el deber de indemnizar. En cambio, no son
imputables y por lo tanto no deben indemnizarse, las consecuencias casuales y las
remotas.

Extensión del resarcimiento.

Establecidas las diversas consecuencias dañosas que derivan tanto de un acto


ilícito como del incumplimiento de un contrato, surge inmediatamente la cuestión
de determinar el alcance de la responsabilidad respecto de dichas consecuencias, es
decir, la extensión del resarcimiento.
En este sentido prevalece el concepto de la responsabilidad plena o integral, o sea
que el responsable debe reparar todo el daño que ha causado. Sin embargo, no
debe entenderse que el deber de reparar se extiende ilimitadamente a todo daño
materialmente ocasionado. Solamente se debe responder dentro de los límites
fijados por la ley de aquellos daños que son consecuencia adecuada del acto o de la
inejecución. En este punto se detiene la responsabilidad porque la plenitud del
resarcimiento no quiere decir plenitud material, sino jurídica; es decir, siempre
dentro de los límites que la ley ha fijado con carácter general para la
responsabilidad en el derecho.

Esa reparación integral del daño constituye el principio general en materia de


responsabilidad, pero no es absoluto, porque existen situaciones excepcionales en
que se restringe expresamente la obligación de resarcir. Tales son los casos en que

19
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

se ha estipulado una cláusula penal o se han dado arras11 o se trata del deudor
moroso de una suma de dinero.
Lo mismo sucede en los supuestos de indemnizaciones tarifadas, como las de la
Ley de Accidentes de Trabajo, o limitadas por topes máximos, como la Ley de
Despidos. También se atenúa excepcionalmente el deber de resarcir en el supuesto
del artículo 106912 o en el artículo 90713.

Atendiendo al diverso ámbito de la responsabilidad, el alcance del resarcimiento es


también diferente.

En la responsabilidad contractual.
En este ámbito es necesario distinguir las obligaciones de NO dar suma de dinero
con aquellas cuyo objeto es dar suma de dinero.

En las obligaciones de NO dar suma de dinero, la cuestión queda aclarada con lo


dicho en los artículos 520 y 521.
De los daños e intereses en las obligaciones que no tienen por objeto sumas de
dinero.
Art.520.- En el resarcimiento de los daños e intereses sólo se comprenderán los
que fueren consecuencia inmediata y necesaria de la falta de cumplimiento de la
obligación.
Art.521.- Si la inejecución de la obligación fuese maliciosa los daños e intereses
comprenderán también las consecuencias mediatas.
El concepto de “consecuencia inmediata” ya fue dado anteriormente. La noción de
consecuencia necesaria corresponderá a todos los daños intrínsecos determinados
por la falta de cumplimiento o retardo, y limita el alcance de las consecuencias
inmediatas a sólo aquellas que recaigan sobre la cosa objeto de la prestación
misma.
Malicia es un dolo calificado por algunas de las siguientes circunstancias:
A-intención de dañar a otro;
B-indiferencia del incumplidor ante las consecuencias dañosas, que muy probable y
previsiblemente surgirán al acreedor por el incumplimiento.
Cuando hay incumplimiento Malicioso, el deudor además de no cumplir
intencionalmente, lo hace “ex profeso14”, con la intención de perjudicar al acreedor.

Así mismo, con respecto a las obligaciones de dar suma de dinero, el artículo 622
dispone:

11
Si se hubiere dado una señal para asegurar el contrato o su cumplimiento, quien la dio puede
arrepentirse del contrato, o puede dejar de cumplirlo perdiendo la señal. Puede también
arrepentirse el que la recibió; y en tal caso debe devolver la señal con otro tanto de su valor. Si el
contrato se cumpliere, la señal debe devolverse en el estado en que se encuentre. Si ella fuere de
la misma especie que lo que por el contrato debía darse, la señal se tendrá como parte de la
prestación; pero no si ella fuere de diferente especie, o si la obligación fuese de hacer o de no
hacer.
12
El daño comprende no sólo el perjuicio efectivamente sufrido, sino también la ganancia de que
fue privado el damnificado por el acto ilícito, y que en este Código se designa por las palabras
"pérdidas e intereses". Los jueces, al fijar las indemnizaciones por daños, podrán considerar la
situación patrimonial del deudor, atenuándola si fuere equitativo; pero no será aplicable esta
facultad si el daño fuere imputable a dolo del responsable.

13
Cuando por los hechos involuntarios se causare a otro algún daño en su persona y bienes, sólo
se responderá con la indemnización correspondiente, si con el daño se enriqueció el autor del
hecho, y en tanto, en cuanto se hubiere enriquecido. Los jueces podrán también disponer un
resarcimiento a favor de la víctima del daño, fundados en razones de equidad, teniendo en cuenta
la importancia del patrimonio del autor del hecho y la situación personal de la víctima.

14
A propósito.

20
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

El deudor moroso debe los intereses que estuviesen convenidos en la obligación,


desde el vencimiento de ella. Si no hay intereses convenidos, debe los intereses
legales que las leyes especiales hubiesen determinado. Si no se hubiere fijado el
interés legal, los jueces determinarán el interés que debe abonar.

Si las leyes de procedimiento no previeren sanciones para el caso de inconducta


procesal maliciosa del deudor tendiente a dilatar el cumplimiento de la obligación
de sumas de dinero o que deba resolverse en el pago de dinero, los jueces podrán
imponer como sanción la obligación accesoria de pago de intereses que, unidos a
los compensatorios y moratorios, podrán llegar hasta dos veces y media la tasa de
los bancos oficiales en operaciones de descuentos ordinarios.

Interés. Se lo puede considerar según su función económica o según la fuente que


le da origen.
Según la función económica que los intereses desempeñan, se pueden clasificar en
compensatorios o retributivos y moratorios o punitorios. Los primeros constituyen
el precio que se paga por el uso del capital ajeno y compensan al acreedor por la
privación del mismo. Los segundos se pagan en concepto de indemnización por el
perjuicio que experimenta el acreedor por el retardo en obtener la restitución del
capital o el pago de las sumas adeudadas.
Según la fuente que le da origen a la obligación de pagar los intereses, éstos
pueden ser convencionales o legales. Los intereses moratorios pueden ser
convencionales o legales. Los intereses compensatorios en materia civil sólo pueden
ser convencionales. Según el artículo 2248 del Código Civil: “No habiendo
convención expresa sobre los intereses, el mutuo se supone gratuito, y el mutante
sólo podrá exigir los intereses moratorios, o las pérdidas e intereses de la mora”. El
mutuo comercial15 se presume oneroso.
Los intereses moratorios, cuando tienen origen convencional, resultan de la
estipulación de una cláusula penal moratoria.

En la responsabilidad extracontractual.
En el daño la reparación, como norma, debe ser integral, salvo en casos de
excepción en que se admite una reparación limitada. En éste ámbito, son de
aplicación el artículo 901, que contiene la clasificación de las consecuencias, y los
artículos 903.904, 905 y 906, que establecen las reglas de imputación.
Art.903.- Las consecuencias inmediatas de los hechos libres, son imputables al
autor de ellos.
Art.904.- Las consecuencias mediatas son también imputables al autor del hecho,
cuando las hubiere previsto, y cuando empleando la debida atención y
conocimiento de la cosa, haya podido preverlas.
Art.905.- Las consecuencias puramente casuales no son imputables al autor del
hecho, sino cuando debieron resultar, según las miras que tuvo al ejecutar el
hecho.
Art.906.- En ningún caso son imputables las consecuencias remotas, que no tienen
con el hecho ilícito nexo adecuado de causalidad.

El responsable debe resarcir no todo el daño materialmente causado a la víctima,


sino solo aquel que se halla dentro de los límites fijados por la ley y que se define
por su adecuación normal a su causa, bien entendido que dentro de esos límites, la
reparación debe ser plena.
En el acto ilícito, la ley circunscribe el deber de resarcir de los daños que son
consecuencia inmediata y mediata del hecho.

15
Habrá mutuo o empréstito de consumo, cuando una parte entregue a la otra una cantidad de
cosas que esta ultima esta autorizada a consumir, devolviéndole en el tiempo convenido, igual
cantidad de cosas de la misma especie y calidad.

21
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

Con respecto a estas consecuencias inmediatas y mediatas ninguna distinción hay


que hacer en caso de delito o cuasidelito; sea que el agente actúe con dolo o con
culpa, siempre debe responder de esos daños.
Sin embargo, cuando el auto del acto ilícito actúa dolosamente y entra en sus
miras la producción del resultado dañoso que el delito causó a la víctima, debe
responder también por esa consecuencia aunque fuese imprevisible, es decir,
meramente casual.

En la responsabilidad objetiva.
En las VII Jornadas de Derecho Civil de la UBA en 1979, se aprobó la siguiente
recomendación:
1-La extensión de la reparación en la responsabilidad objetiva, con excepción de los
casos específicamente legislados en leyes especiales, se rige por las mismas
disposiciones legales que regulan los cuasidelitos. Son indemnizables las
consecuencias inmediatas y mediatas.
2-No son reparables las consecuencias casuales emergentes del hecho de la cosa.
3-La atenuación de la responsabilidad prevista en el artículo 1069 del Código Civil
es aplicable a la responsabilidad objetiva. (Lucro Cesante)
4-Son reparables los daños morales originados en el riesgo de la cosa.

Interrupción del nexo causal.

El vínculo de causalidad falta, o sea que se interrumpe el nexo causal, todas las
veces que el daño es el resultado de una causa ajena. Es decir, cuando la causa del
resultado es un acontecimiento extraño al hecho del demandado.
Este acontecimiento puede ser la culpa de la víctima; el daño puede ser causado
por el hecho de un tercero, es decir una persona diferente del demandado o de la
víctima o acreedor. Por último puede ser la causa del daño un acontecimiento que
no puede imputarse a nadie, como son el caso fortuito y la fuerza mayor.

CULPA DE LA VÍCTIMA. Cuando la víctima actúa culposamente es negligente,


descuidada o imprudente respecto de su persona, exponiéndose por ello al peligro
de sufrir un daño. En cambio, cuando la víctima acepta el riesgo conocido expone
su persona al peligro de sufrir un daño para alcanzar un fin propuesto.
Puede decirse entonces que el acto voluntario de asumir el riesgo constituye, al
igual que la culpa, un hecho ajeno que interrumpe el nexo causal y excusa de
responsabilidad al demandado.
-Culpa exclusiva de la víctima. Si el daño se ha producido por la exclusiva culpa de
la víctima, no existe responsabilidad alguna. El artículo 1111 dispone: “El hecho
que no cause daño a la persona que lo sufre, sino por una falta imputable a ella, no
impone responsabilidad alguna”.
No todo hecho de la víctima constituye una causa ajena. El hecho debe ser
culposo. Sólo puede hablarse de culpa de la víctima en sentido impropio, pues ésta
no viola ningún deber de conducta impuesto en interés de otros, sino que sólo
infringe el mandato de atender a su propio interés.
-Culpa concurrente. Ocurre frecuentemente que un daño se produce por la
concurrencia de diferentes factores: la culpa del demandado y la culpa de la
víctima.
Nuestro Código no contiene solución expresa para este supuesto como, en cambio,
la tienen los códigos de Alemania, Suizo de las Obligaciones y portugués.
Pueden proponerse tres soluciones: que soporte la totalidad del perjuicio el
demandado; que sea enteramente absuelto; que se divida la responsabilidad
concediendo a la víctima una reparación disminuida.
Primer sistema: La culpa del demandado absorbe la de la víctima e indemniza todo
el daño. (Art. 1109). Esta solución no ha tenido éxito alguno en la legislación.

22
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

Segundo sistema: La culpa de la víctima absorbe la del demandado y soporta todo


el daño (Art. 1111). Ha sido seguida en el common law, pero abandonada ya en
Inglaterra y parcialmente en Estados Unidos.
Tercer sistema: Es el comúnmente llamado de la “compensación de culpas”. Se
sigue actualmente en la legislación de casi todos los países, y es aceptado por la
doctrina y la jurisprudencia universales.

CULPA DE TERCERO. Si en el proceso causal sobreviene el hecho culposo de un


tercero que determina normalmente el daño que otro experimenta, ese hecho
constituye una causa ajena al presunto responsable demandado por la víctima.
Queda así interrumpido el nexo causal y la responsabilidad de proyecta fuera de la
órbita de actuación de éste, o de la cosa riesgosa que le pertenece o que tiene bajo
su guardia, señalando como único responsable a ese tercero. Tercero es quien no
tiene vínculo jurídico alguno de subordinación ni con la víctima ni con el presunto
responsable.
Es lo que expresa el artículo 1113, en el segundo párrafo: “…sólo se eximirá total o
parcialmente de responsabilidad acreditando la culpa… o de un tercero por quien no
debe responder”.
La culpa del tercero puede ser única o concurrente con el demandado.
En el primer caso, es necesario que se trate de un sujeto imputable susceptible de
incurrir en culpa. Si así no fuere, el hecho del tercero solamente puede constituir
una causa de excusación si reúne los caracteres del caso fortuito.
En el segundo caso, estamos antes la presencia de un acto ilícito cometido por
varios sujetos, que bien pudieron actuar como coautores o solamente como
partícipes, tanto de un delito o cuasidelito en el primer supuesto, como de un
cuasidelito en este último por la pluralidad de culpas concurrentes. La
responsabilidad es en cualquier hipótesis solidaria entre todos los autores o
partícipes.16

CASO FORTUITO. El vínculo de causalidad no sólo falta cuando resulta posible


relacionar el daño con un individuo determinado que sea distinto del demandado,
sino también cuando el perjuicio no se debe al hecho de nadie; existe entonces una
causa ajena al demandado que es también causa ajena a quienquiera que sea.
Comúnmente se llama “caso fortuito” a lo que acontece inesperadamente, o sea lo
“imprevisible”; la “fuerza mayor” alude a lo irresistible, es decir a lo “inevitable”.
Desde el punto de vista de los efectos jurídicos ninguna distinción hay que hacer,
pues ambos conceptos se hallan asimilados legalmente.

Caracteres del Caso Fortuito.

Caracteres Generales.
-Imprevisibilidad. El hecho debe ser imposible de prever. Esta imposibilidad de
prever debe ser apreciada objetivamente en relación a un deber normal de prever,
exigible, conforme con lo que dispone el artículo 90217 del Código Civil, y
atendiendo a las circunstancias del artículo 51218.

16
Obligación mancomunada solidaria.

17
Cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor
será la obligación que resulte de las consecuencias posibles de los hechos.

18
La culpa del deudor en el cumplimiento de la obligación consiste en la omisión de aquellas
diligencias que exigiere la naturaleza de la obligación, y que correspondiesen a las circunstancias
de las personas, del tiempo y del lugar.

23
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

-Inevitabilidad. El hecho debe ser imposible de evitar aplicando la atención,


cuidados y esfuerzos normales en relación al hecho de que se trata, considerando
las circunstancias concretas de lugar, tiempo y personas.
-Hecho Ajeno. El hecho debe ser ajeno al presunto responsable, o exterior al vicio o
riesgo de la cosa.
Caracteres Particulares.
-Hecho sobreviniente. Es decir que el casus19 que determina la imposibilidad de
ejecutar la obligación debe aparecer con posterioridad a la formación de la
obligación contractual. Razonablemente no podría ser de otro modo, porque si el
hecho era imposible, ésta no habría tenido nacimiento, ya que el acto mismo habría
carecido de objeto.
-Hecho Actual. Si bien el casus debe ser posterior al acto constitutivo, debe
presentarse en el momento mismo en que la obligación debía cumplirse, pues a él
debe atribuirse el impedimento absoluto de ejecutar la prestación. Si hubiese
ocurrido un tiempo antes, de nada sirve invocarlo pues no impide la ejecución; y si
va a suceder en un tiempo futuro, tampoco es una dificultad que obstaculice
absolutamente el cumplimiento: constituye sólo un peligro, una amenaza que el
deudor no puede alegar.
-Obstáculo invencible. El casus, para ser tal, debe obstar en forma absoluta a la
ejecución de la obligación: el deudor no debe poder vencer el obstáculo.

Efectos del Caso Fortuito.

El efecto principal del caso fortuito es eximir de responsabilidad al imputado de


culpa o dolo en la ejecución de un acto ilícito o al dueño o guardián de una cosa con
vicio o riesgos, o al deudor en la inejecución de una obligación contractual.

Los tribunales han aplicado los conceptos expresados sobre caso fortuito en
diversos fallos, con estos lineamientos:
(1) Hechos naturales. Entre los hechos naturales que son calificados como caso
fortuito encontramos: terremotos, maremotos, sequías excepcionales, lluvias
mayores que las ordinarias, temblores de tierra, inundaciones, crecientes
extraordinarias, vientos fuertes, etcétera.
Es importante destacar que los hechos de la naturaleza deben ser apreciados de
acuerdo con las circunstancias en que acontecen. Por ejemplo, un temblor de tierra
en la provincia de Mendoza no puede ser tenido por caso fortuito, a menos que
alcance una intensidad desusada; pero ese mismo temblor en la provincia de
Corrientes, es un caso fortuito.
El fenómeno natural debe ser extraordinario, es decir, no ocurrir regularmente,
sino de modo excepcional; por ello no fue reconocido como caso fortuito un cambio
brusco en la dirección del viento que extendió a un campo lindero el fuego
encendido por una persona en su campo, a efectos de quemar pastos; ni tampoco
un alud en la cordillera de los Andes; etcétera.
(2) Hechos del príncipe. En ciertos supuestos el deudor puede verse
Impedido de cumplir con la obligación a su cargo debido a un acto de autoridad
pública.
El acto del soberano que impide cumplir puede consistir en una ley (p. ej. una ley
de locaciones que prorroga la vigencia del contrato e impide que el dueño entregue
el inmueble desocupado a un comprador) o en un decreto del Poder Ejecutivo.
Las resoluciones judiciales, en principio, no constituyen caso fortuito por cuanto no
son imprevisibles para el deudor; pero si él no fue citado a juicio, o si la resolución
recayó en un pleito en el que no fue parte, tiene derecho a invocarla como causal
eximente de responsabilidad.

19
Hecho.

24
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

(3) Guerra. Para que la guerra sea reputada como caso fortuito debe ser
sobreviniente a la constitución de la obligación, por cuanto si es contemporánea a
ella, o de declaración inminente cuando fue celebrado el contrato, no resulta
imprevisible para el deudor.
Asimismo, la guerra debe causar la imposibilidad material (y no la dificultad) de
ejecutar la obligación, lo cual debe ser probado por quien la alegue como caso
fortuito, salvo que las partes hayan estipulado que, en caso de guerra, los efectos
del contrato quedarían en suspenso.
Las pautas enunciadas son extensivas a las revoluciones ocurridas dentro de un
país.
(4) Huelgas. En el criterio actual, para calificar a una huelga como caso fortuito,
se indaga si ella es legal o ilegal, lo cual —en principio es establecido por la
autoridad administrativa. Sólo la huelga ilegal configura el caso fortuito, porque
implica una actitud intempestiva adoptada por los obreros, generalmente motivada
por circunstancias ajenas al trabajo. En cambio, si la huelga es legal, el deudor
carece de derecho a invocarla como caso fortuito.
La calificación de la huelga efectuada por la autoridad administrativa no obsta a su
posterior revisión por parte del Poder Judicial. En un principio la jurisprudencia
exigía que la huelga, para ser considerada fuerza mayor, debía ser general (abarcar
todo el gremio) y de carácter subversivo y revolucionario. En cambio, si sólo
sucedía en la empresa del deudor, éste no podía alegarla útilmente como causal de
inimputabilidad.
El trabajo a reglamento, en principio, no constituye caso fortuito, no obstante lo
cual, en circunstancias especiales, los jueces pueden considerarlo tal si, por razón
de ese modo de trabajar, ha sido imposible el cumplimiento en término del
contrato.
El lock-out, o huelga patronal, no puede ser invocado como caso fortuito.
(5) Incendio. El artículo 1572 del Código Civil dispone que, en materia de locación
de cosas, "el incendio será reputado caso fortuito", de manera que su sola
producción libera de responsabilidad al inquilino, sin que éste tenga que demostrar
su carácter fortuito. Ello significa asignar a todo incendio el carácter de caso
fortuito, a menos que el locador demuestre la culpa del locatario.
Esta norma es anómala y ha sido criticada porque invierte indiscretamente la carga
de la prueba. En un primer momento la jurisprudencia la extendió a otros
supuestos pero, en la actualidad, decide acertadamente que sólo es aplicable en el
ámbito de excepción de la locación de cosas.
(6) Hecho de un tercero. Puede ocurrir que el hecho de un tercero, no
dependiente o subordinado del deudor, impida el cumplimiento espontáneo de la
obligación siendo imprevisible e irresistible, caso en el cual el obligado puede
alegarlo como fuerza mayor exonerativa de su responsabilidad.
Entre los hechos de terceros están: el robo de lo que se debía entregar; el cruce
repentino de la calzada por un menor que provoca la detención brusca de un
colectivo que ocasiona perjuicios a los pasajeros; etcétera.
El hurto no es considerado caso fortuito, porque generalmente acontece por
negligencia del deudor en la guarda de la cosa hurtada. Sí lo es, en cambio, el robo
a mano armada.

Excepciones al principio de irresponsabilidad.

El art. 513 del Código Civil regula la irresponsabilidad del deudor en caso de
inejecución de una obligación contractual por fuerza mayor; “El deudor no será
responsable de los daños e intereses que se originen al acreedor por falta de
cumplimiento de la obligación, cuando éstos resultaren de caso fortuito o fuerza
mayor…”
La misma norma contiene las siguiente excepciones al principio de
irresponsabilidad:

25
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

-Pacto de garantía: Las partes pueden convenir que el deudor asuma la


responsabilidad por el caso fortuito, mediante una estipulación expresa de
responsabilidad que ponga a cargo de aquél algunos de los hechos que, con los
caracteres del casus, obsten a la ejecución de la obligación.
-Culpa del deudor: Aquí faltará precisamente uno de los caracteres que definen el
casus como hecho ajeno al deudor. Tal es el caso de concurrencia de culpa con el
caso fortuito.
-Mora del deudor: Si el deudor fue constituido en mora con anterioridad al
acaecimiento del casus se hace cargo de los daños e intereses. Quedará exonerado
si la cosa que está en la imposibilidad de entregar a consecuencia de un caso
fortuito hubiese igualmente perecido en poder del deudor.

Factores de Atribución.

Probada la relación causal entre el daño y la persona o cosa a las que se le


atribuye su causación, sin que medie prueba en contrario demostrativa de la
inexistencia del nexo causal adecuado, quedará aún por demostrar el factor
imputativo o atributivo, sin el cual no existirá responsabilidad.
No basta el daño para que la víctima o el acreedor puedan pedir reparación. Ese
daño debe conjugarse con el factor de responsabilidad subjetiva u objetiva que la
ley reputa idóneo para atribuirlo a determinada persona.
La noción de responsabilidad es netamente jurídica y depende de las circunstancias
del medio social que inspira la política legislativa de cada país en una determinada
época.
Al hablar de factor de atribución se hace mención al fundamento que la ley toma
en consideración para atribuir jurídicamente la obligación de indemnizar un daño,
haciendo recaer su peso sobre quien en justicia corresponde. Se trata de esa “razón
especial” que determina en definitiva quién debe soportar los efectos del daño.
En la época en que Vélez Sarsfield redactó el Código Civil, la culpa era el
fundamento único de la responsabilidad civil, pero a poco que la sociedad fue
evolucionando, el criterio de la culpa resultó insuficiente en el sistema resarcitorio.
Así fueron apareciendo otros factores de atribución que no son de imputabilidad
porque no llevan en sí un juicio valorativo del comportamiento.
A medida que se fueron dando los grandes cambios filosóficos y sociales por todos
conocidos, el criterio expuesto resultó insuficiente frente a la aparición de criterios
objetivos de imputación.
De ahí al cambio de nombre de este presupuesto había sólo un paso. Y así fue que
en la doctrina nacional a partir de 1971 quedó consagrado el término factor de
atribución.
Esta denominación permite desprenderse del término “imputabilidad”, tan ligado a
la idea de culpa, a la conducta voluntaria y a la noción de reproche. Así dentro de
los factores de atribución están comprendidos tanto los subjetivos como los
objetivos.
Los factores de atribución subjetivos son aquellos que parten del análisis de la
conducta voluntaria y desajustada. En cambio, los objetivos son los que prescinden
de juzgar valorativamente la conducta del llamado a responder.
A partir de la ley 17.711, se puede considerar que en nuestro sistema legal
existen:
-Factores de Imputación subjetiva: Dolo, culpa.
-Factores de Atribución objetiva: Riesgo, la Garantía, la Equidad, el Abuso del
Derecho y el Exceso de la Normal Tolerancia.

Factores Subjetivos de Imputabilidad.

26
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

La culpa es el factor imputativo que ha dominado de manera casi exclusiva en el


sistema de responsabilidad civil vigente hasta la reforma de 1968.
Conviene señalar que el factor subjetivo de imputabilidad continúa siendo la regla
general en esta materia, de donde resulta que la aplicación de los demás factores
de tipo objetivo es de carácter excepcional y en virtud de ello es necesario que la
ley expresamente los imponga en cada caso.
Tanto la culpa como el dolo consisten en una valoración de la conducta que supone
previamente un análisis sobre la voluntariedad del acto ejecutado. No se puede
reprochar una conducta como éticamente disvaliosa, si el agente ha actuado
involuntariamente.
La imputabilidad se desdoblaba en imputabilidad de primer grado y de segundo
grado. Al hablar de imputabilidad de primer grado se hacía referencia a la
voluntariedad (discernimiento, intención y libertad) del acto como requisito previo e
indispensable al juicio de culpabilidad. Este último era lo que se comprendía en la
imputabilidad de segundo grado, esto es, analizar si ese acto voluntario podía ser
imputado a su autor a título de dolo o culpa.

El artículo 921 del Código Civil dispone que: “Los actos serán reputados hechos sin
discernimiento, si fueren actos lícitos practicados por menores impúberes, o actos
ilícitos por menores de diez años; como también los actos de los dementes que no
fuesen practicados en intervalos lúcidos, y los practicados por los que, por
cualquier accidente, están sin uso de razón.”
Conforme al sistema del Código, que se ajusta a una razonable interpretación de la
conducta humana, los actos se reputan practicados con discernimiento excepto en
los supuestos en los cuales, conforme el régimen legal, debe considerarse que el
sujeto actúa sin la correspondiente facultad de discernir.

En virtud de ello y distinguiendo el caso del deudor que no cumple su obligación,


de aquél en que alguien causa un daño a otro sin existir un vínculo anterior,
conforme el régimen legal, se consideran que son inimputables todos aquellos que
se encuentren en las siguientes situaciones:
-Incumplimiento contractual. No es imputable quien no ha tenido capacidad para
obligarse por el contrato de cuya violación se trata.
Tampoco es imputable el deudor que siendo capaz de otorgar el acto que lo obligó,
cae posteriormente en estado de demencia y la obligación no se ejecuta aunque no
fuese interdicto. La falta de discernimiento en el deudor impide que se le pueda
imputar dolo o culpa en la inejecución.
-Acto ilícito. No son imputables según la ley:
*Los menores de 10 años, que carecen en absoluto de discernimiento cuando se
trata de la ejecución de un acto ilícito.
*Los dementes que son inimputables, salvo cuando actuaren en intervalos lúcidos
porque en este último caso el acto se reputa voluntario, aunque el demente fuese
declarado tal en juicio.
*Los privados accidentalmente de razón; en este supuesto se comprenden todos
aquellos casos en que el sujeto actúa, por cualquier causa, privado de razón, o sea
carente de juicio suficiente para comprender el acto que ejecuta. Caben en este
supuesto todas aquellas crisis momentáneas de la salud de origen patológico como
también pérdidas de conciencia de carácter funcional o fisiológico (ebriedad,
estados tóxicos, uso de drogas, sonambulismo, hipnosis, etc.)
En estos casos, para que el sujeto sea considerado inimputable es necesario que
pruebe que la pérdida de conciencia fue un hecho involuntario.

CULPABILIDAD.

27
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

Solamente de un sujeto imputable podemos mentar su culpa o su falta de culpa.


De donde resulta que luego de establecer las condiciones de imputabilidad, se
entrará a considerar la cuestión de la culpabilidad.
En un sentido amplio se puede hablar de culpabilidad comprendiendo el dolo y la
culpa. Sin embargo, la existencia de algunas diferencias en el régimen de la
responsabilidad contractual o extracontractual, según exista dolo o culpa en el
deudor o en el autor del acto ilícito, conduce a la necesaria distinción entre ambos
elementos subjetivos de imputabilidad.

DOLO
El dolo tiene en el derecho diversas acepciones. Nosotros nos referiremos a él
comprendido en el incumplimiento de la obligación y en los actos ilícitos.

Dolo contractual. Para la mayor parte de la doctrina el dolo en el incumplimiento de


la obligación queda configurado por la deliberada intención de no cumplir pudiendo
hacerlo. Es una inejecución consciente, deliberada, cuando el deudor no está
impedido de cumplir. Entre los autores nacionales, SALVAT considera que el dolo
del deudor consiste en la inejecución voluntaria de la obligación con el propósito de
perjudicar al acreedor. El dolo supone –para este autor- una intención deliberada
de parte del deudor, pero esta intención puede manifestarse por medio de un hecho
o de una omisión.

EFECTOS. El artículo 506 señala los efectos, disponiendo: “El deudor, es


responsable al acreedor de los daños e intereses que a éste resultaren por dolo
suyo en el cumplimiento de la obligación.”

DISPENSA. Entendida como una exención de una carga, formalidad o condición,


otorgada a determinada persona por la ley o por decisión de una autoridad pública
o de un particular. El art. 507 dispone: “El dolo del deudor no podrá ser dispensado
al contraerse la obligación”. Este principio resulta obviamente del concepto mismo
de obligación, pues si ésta constituye un vínculo que somete coactivamente al
deudor al cumplimiento de un determinado deber jurídico, no existiría obligación
alguna allí donde queda librado a la sola voluntad del deudor cumplir o no la
prestación.
Nada impide, en cambio, renunciar a los efectos del dolo ya producido; tal
renuncia tendrá por objeto los daños e intereses ocasionados por el incumplimiento
y por lo tanto, al comprender derechos establecidos en el interés particular de las
personas, no existe obstáculo legal.
En cuanto a la dispensa del dolo de los subordinados o representantes, la cuestión
aparece controvertida en la doctrina.
Por una parte se sostiene que nada impide la dispensa del dolor en tales casos,
siempre entendido que el dolo en que incurriera el subordinado o representante no
correspondiere a órdenes del deudor, pues entonces se trataría del dolo de este
último.
Otros autores consideran que no cabe distinguir entre el dolo del deudor y el de
sus auxiliares, pues se afirma que frente al acreedor, el dependiente del deudor es
una prolongación de éste.
En nuestra legislación la dispensa del dolo de los representantes o subordinado no
es admitida, porque entra en juego la primera parte del art. 111320, ya que no se
puede distinguir el dolo del deudor y el de sus auxiliares, pues se afirma que frente
al acreedor, el auxiliar de deudor es una prolongación de éste.

20
La obligación del que ha causado un daño se extiende a los daños que causaren los que están
bajo su dependencia, o por las cosas de que se sirve, o que tiene a su cuidado.

28
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

PRUEBA. La prueba del dolo le corresponde al acreedor quien puede tener interés
en demostrarlo en vista de la obtención de un mayor resarcimiento o para reclamar
una reparación integral a despecho de la cláusula penal pactada en el contrato.
La parte que alega el dolo puede emplear toda clase de medios probatorios y salvo
la confesión del deudor no se podrá lograr una prueba directa de la existencia del
dolo, que no es sino un fenómeno de la conciencia.

Dolo delictual. El dolo como elemento de imputabilidad del delito, consiste en la


ejecución del hecho “a sabiendas y con intención de dañar la persona o los
derechos del otro”.
Es una particular dirección de la intención que constituye uno de los elementos del
acto voluntario. La intención orienta la acción hacia la ejecución del acto, que es
por ello querido por el autor. Pero en el dolo la intención se dirige a la causación del
daño, de donde el autor quiere el acto y quiere también el resultado que aparece
previsto en su conciencia.
Por el contrario, en la culpa se quiere el acto pero el resultado no se ha previsto
cuando era previsible o no se ha evitado cuando era evitable, si se hubiese actuado
en ambos casos con la debida prudencia y diligencia.
La doctrina distingue el dolo directo del dolo eventual. En el primer caso la acción
se dirige a causar el daño; en el segundo, la acción no se ejecuta para causar el
daño, pero el autor del hecho desdeña el daño que puede causar. El artículo 1072
está referido al dolo directo, por lo que el dolo eventual puede configurar una
situación de culpa por imprudencia.

EFECTOS. El dolo agrava la responsabilidad del acto ilícito, extendiendo el daño


resarcible a las consecuencias causales previstas al ejecutarse el mismo y que
hayan sido tenidas en mira, además no permite acogerse a la regla que atenúa
excepcionalmente la responsabilidad en el supuesto del artículo 1069 del Código
Civil. Tampoco existe acción recursoria del que pagó la indemnización contra los
coautores obligados solidarios, solución que es admitida, en cambio, en los
cuasidelitos.

CULPA.

El Código Civil define la culpa en el artículo 51221, refiriéndola al incumplimiento de


las obligaciones. El concepto, sin embargo, es el mismo que caracteriza la culpa
como elemento de imputabilidad en el cuasidelito.
La culpa se caracteriza por: a) ausencia de intención maléfica; b) omisión de la
conducta debida, positiva o negativa, para prever o evitar un daño a otro.
La ausencia de intención maléfica separa la culpa del dolo y ubica al acto en un
ámbito de responsabilidad más benigno que el dolo, ya se trate de un acto ilícito o
del incumplimiento de las obligaciones.

La omisión de la conducta debida consiste tanto en no hacer lo que debió hacerse,


como en ejecutar lo que debió ser motivo de abstención, para impedir un resultado
dañoso. Este aspecto de la culpa nos muestra los elementos positivos que integran
el concepto:
A-Valoración de la conducta. La culpa exige inexcusablemente una valoración del
comportamiento humano, y allí donde pueda hacerse un juicio de reproche puede
existir una culpa.
B-Juicio de reproche. La valoración debe versar sobre la diligencia y la prudencia en
el actuar. La diligencia consiste e prever lo que era previsible y en adoptar las
21
La culpa del deudor en el cumplimiento de la obligación consiste en la omisión de aquellas
diligencias que exigiere la naturaleza de la obligación, y que correspondiesen a las circunstancias
de las personas, del tiempo y del lugar.

29
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

providencias necesarias para evitar un daño. La prudencia consiste en actuar con


cautela cuando el daño se ha previsto. El juicio de reproche determinará la
negligencia o la imprudencia en la conducta, o sea la existencia de culpa.

El daño es un elemento de la responsabilidad civil distinto de la culpa porque


puede existir sin ella. En cambio, el concepto de culpa es inseparable del concepto
de daño en materia de responsabilidad civil. Donde no hay daño no puede hablarse
de culpa. La culpa interesa para imputar el daño cuando éste se ha producido por
no haberse previsto o no haberse evitado.

Culpa penal y culpa civil.


El concepto de culpa penal es semejante al de culpa civil: en ambos casos la culpa
se define por una omisión de la conducta debida para prever y evitar el daño, bien
que la culpa civil aparezca definida en sí misma (art. 512 C. C.) y la culpa penal
expresada por los medios en que ella se manifiesta: imprudencia, negligencia,
impericia o inobservancia de reglamentos o deberes.
Sin embargo, en la apreciación de la culpa a los fines del resarcimiento del daño,
en un caso, y de la represión del delito, en el otro, existen pautas diversas: en el
primer caso la culpa se aprecia con un criterio muy afinado para no dejar a la
víctima sin reparación; en el segundo, existe mayor rigor para valorar las
circunstancias constitutivas de la culpa con el propósito de no condenar a un
inocente.
De allí que: la más leve culpa impone responsabilidad civil al autor de un daño y,
por consiguiente, una absolución penal por falta de culpa no hace cosa juzgada en
lo civil. Resultado del mismo principio es que puede fundarse la responsabilidad civil
en una simple culpa en la vigilancia y que aun ésta se presuma, lo que no se
admite, en principio, en materia penal.
Según el sistema de nuestro código, el juez, para establecer la culpa de un sujeto
(autor de un hecho ilícito o deudor de una obligación), deberá:
-Considerar en concreto la naturaleza de la obligación o del hecho, y las
circunstancias de las personas, tiempo y lugar.
-Considerar únicamente las condiciones personales del agente en relación al mayor
deber de previsibilidad que le impongan las circunstancias en que actúa. Dispone el
artículo 902: “Cuanto mayor sea el deber de obrar con prudencia y pleno
conocimiento de las cosas, mayor será la obligación que resulte de las
consecuencias posibles de los hechos.”
-Con los citados elementos concretos debe el juez crear el tipo abstracto de
comparación que le permita establecer si el sujeto actuó o no como debía actuar en
esa emergencia con cuidado, pericia, diligencia, prudencia, etc.

DISPENSA. Se trata de saber si es posible dispensar por anticipado de la culpa en


que podría incurrir el deudor en el incumplimiento de la obligación contractual o, en
su caso, cualquier persona en relación a un acto ilícito susceptible de causar un
daño a otro.
La dispensa se pactaría en una “cláusula de irresponsabilidad”, en el cual el
acreedor prestaría expresamente su consentimiento. El problema consiste entonces
en determinar la validez o nulidad de dichas cláusulas.

Culpa contractual. Tratándose de la culpa contractual, la dispensa anticipada


suscita varias cuestiones. Para la mayoría de la doctrina parece incuestionable que
ella puede estipularse pues no existe prohibición alguna como en el caso del dolo.
La doctrina distingue el supuesto de la cláusula parcial (cláusula limitativa) y el de
la dispensa total (cláusula excluyente). Respecto de la primera no habría
inconveniente en admitirla limitando la responsabilidad cuantitativamente (hasta
cierto monto) o cualitativamente (referida a ciertas culpas). En el segundo caso,

30
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

tales cláusulas no serían válidas por atentar sustancialmente al bien común y ser
reveladoras de la disparidad de las partes que no resulta tolerable.
También serían de ningún valor las cláusulas de irresponsabilidad que limitan
cuestiones de orden público.

Culpa extracontractual. En cuanto a la culpa extracontractual no son, sin duda,


admisibles aquellas cláusulas que tienden a limitar la responsabilidad derivada de
un delito; ellas serían contrarias a la moral y las buenas costumbres.
Con respecto a los cuasidelitos, en primer lugar, tales cláusulas no pueden ser muy
frecuentes, puesto que la cuestión de la responsabilidad extracontractual se plantea
generalmente entre personas extrañas entre sí. En segundo lugar, tales
convenciones conducirían a los individuos a apartarse de sus deberes generales de
prudencia y diligencia en la forma de conducirse en relación a los demás,
comprometiéndose con ello un principio de orden público. Esta última razón sería
suficiente para rechazar las cláusulas de irresponsabilidad también en el caso de
que se causara daño por culpa.
Sin embargo, algunas distinciones se han hecho, según los bienes dañados:
a) Por una parte, si el daño recae sobre las cosas es posible convenir que un
tercero destruirá por cuenta de otro una cosa que pertenece a éste; en este
caso, lejos de cometerse una culpa se estaría prestando un servicio.
b) Si el daño es corporal, no se puede disponer en principio de la propia
integridad física; pero es dable estipular válidamente por razones de salud,
de solidaridad o meramente estética, una intervención quirúrgica, para
extirpación de un órgano, amputación de un miembro, o una extracción de
sangre para darla a un tercero.
En estos casos el consentimiento de la víctima es, en general, la condición
necesaria para que no haya culpa, pero ello no excluiría la responsabilidad por la
inobservancia de reglas técnicas o violación de normas profesionales.
Si la lesión corporal se realiza con fines ilícitos, de nada vale el consentimiento de
la víctima (como si el daño se causara para no cumplir los deberes del servicio
militar), pero tampoco ésta podría invocar su propia torpeza para obtener un
resarcimiento.
Cabe hacer otra distinción según de dónde provenga el daño. Si se trata de la
culpa personal del autor del hecho, las cláusulas limitativas de responsabilidad
deben reputarse nulas. Son admisibles, en cambio, si se trata de daños que pueden
causar los dependientes, o los animales, o el riesgo o vicio de las cosas inanimadas.

PRUEBA. Se afirma que la culpa se presume en el incumplimiento contractual y, por


lo tanto, el acreedor no debe probar la culpa del deudor. Demostrado el título de su
crédito por parte del acreedor, incumbe al deudor la prueba del cumplimiento o la
circunstancia impediente o extintiva de la obligación. En materia de culpa aquiliana,
corresponde a la víctima probar la culpa del autor del daño.
Según la conocida clasificación de las obligaciones de DEMOGUE en obligaciones de
“medio” y obligaciones de “resultado”, la prueba de la culpa es independiente de la
fuente de la obligación y la carga correspondiente pesa sobre el actor o
demandado, según la diferente naturaleza de la prestación: sea ésta de medio o de
resultado. En la obligación de medio incumbe al actor la prueba de la culpa; en la
obligación de resultado, es a cargo del demandado probar el caso fortuito o la
fuerza mayor liberatoria.

Factores de Atribución Objetivos.

En el concepto de factores objetivos de atribución se agrupan toda una serie


abierta de criterios legales de imputación que justifican el poner a cargo el daño a
determinada persona. Estos factores sólo tienen en común que prescinden de la
valoración de la conducta causante del daño.

31
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

Mencionamos como factores de atribución objetivos a los siguientes: Garantía y


Seguridad, Riesgo, Equidad, Abuso del derecho y el Exceso de la normal tolerancia
entre vecinos.

Garantía y Seguridad.
El deber de garantía sirve de fundamento en determinados supuestos en que hay
que indemnizar el daño causado por los actos u omisiones de otras personas. Así,
por ejemplo, en el caso de la responsabilidad del principal por el hecho del
dependiente. Distintas tesis se han expuesto en torno al fundamento de esta
responsabilidad. Así por ejemplo se ha hablado de la culpa in eligendo o culpa in
vigilando, de la teoría del riesgo, de la responsabilidad de la acción, etc.
Este deber de garantía también funciona como factor objetivo de atribución de la
responsabilidad del deudor por el hecho de terceros en la actividad delegada en el
cumplimiento de la obligación. En este sentido quien asume en nombre propio el
cumplimiento de una prestación que no puede efectuarla sino con ayuda de
terceros, cubre con su propia responsabilidad, la responsabilidad de aquel que
llamado a intervenir en la empresa, no se encuentra en relación directa con el
acreedor.

Responsabilidad Extracontractual.
Para que este factor entre en funcionamiento, deben cumplirse los siguientes
requisitos:
-Relación de dependencia. Para que surja esta responsabilidad debe existir un
vínculo de dependencia entre el principal y el autor del acto ilícito.
-Ejercicio de la función. Desde luego que el principal no responderá por cualquier
daño que cause su subordinado, sino solamente aquellos que tengan relación con la
función encomendada.
-Acto ilícito del subordinado. Es necesario que el subordinado sea él mismo
responsable, es decir que haya obrado con culpa o dolo.
Legitimación pasiva.
El damnificado a consecuencia del acto ilícito del dependiente puede ejercer la
acción resarcitoria contra el autor del daño (art. 1109) y contra el principal
indistintamente, o solamente contra éste (art. 1113).
Aunque ambos son responsables por el total del daño causado, esa responsabilidad
no es solidaria pues aunque el hecho que ocasionó el daño sea el mismo, la
responsabilidad se origina en fuentes distintas: la del dependiente, en el hecho
propio; la del principal, en el deber de garantía. Estas son las Obligaciones
Concurrentes o solidarias Imperfecta o “in solidum”.

Acción recursoria.
El principal responde solamente frente a la víctima por el deber legal de garantía;
pero tiene el derecho de ejercer una acción recursoria contra el dependiente autor
del acto ilícito y responsable en última instancia del perjuicio que con su acto
ocasionó (art. 1123).

Responsabilidad Contractual.

Obligación de seguridad. La jurisprudencia francesa de los tribunales franceses


ha establecido una obligación de seguridad como incluida tácitamente con carácter
general y accesoria en ciertos contratos para preservar a las personas o a las cosas
de los contratantes, contra los daños que pueden originarse en ejecución del
contrato.

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Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

a)-Daños a las personas. En 1911 la Corte de Casación francesa estableció que el


transportador de personas no se obliga solamente a cuidados materiales; él
promete conducir al pasajero sano y salvo a destino; él está obligado a garantizar
su seguridad personal.
La existencia de la obligación general de seguridad impuesta en forma tácita como
accesoria de otras obligaciones contraídas contractualmente, halla fundamento en
el art. 1198: “Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena
fe y de acuerdo con lo que verosímilmente las partes entendieron o pudieron
entender, obrando con cuidado y previsión. […]”
Es así que puede entenderse que cada parte ha confiado en que el cuidado y la
previsión de la otra, la pondría a resguardo de los daños que pudiera causarle a
su persona o a sus bienes la ejecución del contrato en lo que concierne a la
actividad de sus auxiliares o la intervención de cosas de su propiedad o de su
guardia.
Ello no quiere decir que la obligación de seguridad es siempre objetiva, pues en
casos en que la obligación principal consista en un deber de diligencia y prudencia,
el deudor se podrá liberar de la obligación de seguridad si demuestra que el daño
se produjo no obstante su falta de culpa.
b)-Daños a los bienes. La obligación de seguridad en cuanto a los bienes tiene un
carácter distinto de aquellas que hemos considerado en relación a las personas de
los contratantes.
En un gran número de contratos (depósito, préstamo de uso, arrendamiento, etc)
una de las partes asume una obligación de conservar una cosa perteneciente al que
con él ha contratado y la de devolvérsela en buen estado. Existe en ello una
obligación de seguridad en cuanto a la cosa, pero se trata de una obligación
principal, cuyo carácter contractual no es, pues, dudoso. En estos casos la
obligación de seguridad constituye una de las obligaciones propias del contrato y
tiene la importancia fundamental de que en ella consiste la esencia de la
convención.
Distinto es el caso de la obligación accesoria de seguridad que comporta para el
deudor la intervención de otras personas que, como representantes o dependientes
suyos, causan daño a los bienes del acreedor con motivo de la ejecución del
contrato. A esta obligación de seguridad la denominaremos específicamente
obligación de garantía.

Obligación de Garantía. En el supuesto de los daños que pueda experimentar el


acreedor en sus bienes, como consecuencia de la intervención de auxiliares del
deudor en la ejecución de la prestación, la obligación de seguridad se convierte en
obligación de garantía.
La cuestión ha sido contemplada en el Código en situaciones particulares tales
como la responsabilidad de los posaderos (arts. 1118 y 2230), de los transportistas
(art. 1119, 1º parte), del locatario (art. 1561) y del empresario en la locación de
una obra (art. 1631).22
22
Art.1118.- Los dueños de hoteles, casas públicas de hospedaje y de establecimientos públicos
de todo género, son responsables del daño causado por sus agentes o empleados en los efectos
de los que habiten en ellas, o cuando tales efectos desapareciesen, aunque prueben que les ha
sido imposible impedir el daño.

Art.2230.- El posadero y todos aquellos cuya profesión consiste en dar alojamiento a los viajeros,
responden de todo daño o pérdida que sufran los efectos de toda clase introducidos en las
posadas, sea por culpa de sus dependientes o de las mismas personas que se alojan en la casa;
pero no responden de los daños o hurtos de los familiares o visitantes de los viajeros.

Art.1119.- El artículo anterior es aplicable a los capitanes de buques y patrones de


embarcaciones, respecto del daño causado por la gente de la tripulación en los efectos
embarcados, cuando esos efectos se extravían:
A los agentes de transportes terrestres, respecto del daño o extravío de los efectos que recibiesen

33
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

Dado que esta responsabilidad se funda en el deber de garantía que tiene el


deudor por el hecho de las personas que emplea lícitamente en el cumplimiento de
la obligación, no puede librarse probando que no hubo culpa de su parte en la
elección o vigilancia del tercero encargado de la ejecución. Tiene, si, una acción
resarcitoria contra éste, que incurrió en culpa o dolo.
Los principios de esta regla deben ser generalizados, estableciéndose un sistema
de responsabilidad contractual por el hecho ajeno, según la intervención que el
tercero haya tenido en la ejecución del contrato.

Riesgo.
El sistema de atribución de responsabilidad objetiva, resultante del Código Civil,
del Código de Comercio y de leyes especiales, aplica -según los casos- la teoría del
riesgo en sus dos versiones: en la de riesgo creado y en la de riesgo provecho. En
términos generales, las distintas situaciones pueden ser agrupadas así:
a) Cuando se trata de daños causados por la cosa, la responsabilidad del dueño o el
guardián resulta combinadamente:
-de la creación del riesgo, porque cuando es usada una cosa con riesgo o Dicto se
incrementa el peligro potencial de que se produzcan daños;
-del provecho que se obtiene de la cosa al servirse de ella.
b) En otros casos la creación del riesgo resulta de la mera introducción de una cosa
en la comunidad, y se independiza de la situación actual en cuanto al dominio o la
guarda de ella: el constructor, el director de obra y el proyectista del edificio
responden de la ruina del edificio producida cuando ya no eran ni dueños ni
guardianes; el fabricante responde por los daños causados por un producto del cual
es dueño el propio consumidor que los sufre; el generador de residuos peligrosos
no se libera aunque haya transferido el dominio de los residuos a un tercero.
c) En la actividad riesgosa, la creación del riesgo deriva de la realización de esa
actividad.
d) En la responsabilidad contractual objetiva que tiene a su cargo uno de los
contratantes, pueden influir tanto la creación del riesgo como el provecho que
obtiene de su actividad.
e) La responsabilidad del productor aparente proviene del riesgo provecho.

Equidad.
En materia de actos involuntarios el artículo 921 del Código Civil establecía y
establece que son tales los actos ilícitos obrados por el menor de 10 años y por el
demente. Según el artículo 907 no había responsabilidad por los actos involuntarios
que, por sí, no producían obligación alguna -sin perjuicio de la responsabilidad del
padre, del tutor o del curador-, salvo el enriquecimiento sin causa; de allí que si el
loco mataba, no había lugar a indemnización, pero si el loco hurtaba cabía la
restitución de la cosa objeto del delito porque promediaba un enriquecimiento sin
causa. La razón de ser de que en el sistema clásico no hubiera lugar a
responsabilidad del sujeto carente de voluntad jurídica adecuada a sus premisas:
sin voluntad jurídica no podía haber culpabilidad, y sin culpabilidad no había
responsabilidad.

para transportar.

Cap. V - De las obligaciones del locatario.


Art.1561.- Debe conservar la cosa en buen estado y responder de todo daño o deterioro que se
causare por su culpa o por el hecho de las personas de su familia que habiten con él, de sus
domésticos, trabajadores, huéspedes o subarrendatarios.

Art. 1631.- El empresario es responsable del trabajo ejecutado por las personas que ocupe en la
obra.

34
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

La reforma de 1968.
La ley 17.711 no establece la responsabilidad del loco o del menor de 10 años,
sino tan sólo una equitativa indemnización. Y no es lo mismo ser responsable que
ser deudor de una indemnización equitativa, porque el responsable lo es por las
consecuencias inmediatas, mediatas y causales en la medida que corresponda y, en
cambio, la indemnización de equidad se desentiende de esas pautas y es fijada
según otros datos circunstanciales, con independencia de las relaciones causales
jurídicamente relevantes.
En esta solución, que viene con antigua alcurnia del articulo 1310 del Código de
Austria de 1811, y se continúa en los códigos italiano de 1942, portugués de 1967,
boliviano de 1975, peruano de 1984, paraguayo de 1987, la justicia no se realiza
dando a todos lo mismo, sino al dar a la víctima lo suyo según su necesidad,
ponderada con la óptica puesta en el patrimonio del sujeto que debe esa
indemnización.
Es lo que ahora establece el artículo 907 del Código Civil: "Los jueces podrán
también disponer un resarcimiento a favor de la víctima del daño, fundados en
razones de equidad, teniendo en cuenta la importancia del patrimonio del autor del
hecho y la situación personal de la víctima".

El abuso del derecho.


El artículo 1071, reformado por la ley 17.711, establece lo siguiente: "El ejercicio
regular de un derecho propio o el cumplimiento de una obligación legal no puede
constituir como ilícito ningún acto. La ley no ampara el ejercicio abusivo de los
derechos. Se considerará tal 'al que contraríe los fines que aquélla tuvo en mira al
reconocerlos o al que exceda los límites impuestos por la buena fe, la moral y las
buenas costumbres".
Desde el enfoque de la responsabilidad civil —en que nos interesa el análisis de la
teoría del abuso del derecho— existe un acto ilícito, que da lugar a indemnización si
hay daño y si concurren los demás presupuestos de la responsabilidad civil. Pero no
un acto ilícito típico, sino un acto ilícito abusivo, que es una especie dentro del
género, porque en el acto ilícito común (el delito o el cuasi delito) la transgresión es
franca, es a cara descubierta: se viola el derecho subjetivo ajeno cuando, con un
automóvil, se atropella a un peatón, pues nunca se tuvo derecho para hacerlo. En
cambio, en el ejercicio abusivo de los derechos, la transgresión es solapada: bajo la
máscara de una facultad, se la exorbita; se invoca una facultad determinada, y se
va más allá de ella. Como, por ejemplo, cuando a tenor del artículo 2629 del Código
Civil se cortan las raíces de los árboles del terreno vecino: se tiene el derecho de
cortarlas, a menos que se exorbite esa facultad y, mediante el corte, se provoque
un daño injusto. Si aquellas raíces no molestaban tanto como para cortarlas y se
las corta igualmente, se está abusando del derecho e ingresando en la zona de la
ilicitud a través de una transgresión solapada del ordenamiento jurídico, mediante
la pantalla del facultamiento para obrar que resultaría del artículo 2629.

Por el principio de reserva, no hay ilicitud sin deber legal. El artículo 1071 del
Código Civil viene a formular un agregado al artículo 1066, el cual establece que no
hay hecho ilícito sin violación de la ley en sentido material. Esto surge de la lectura
de la primera parte del artículo 1071, nuevo texto: sólo es licito el ejercicio regular
de un derecho, de donde se ha de seguir que es ilícito, o sea, antinormativo, el
ejercicio irregular. Luego, pues, la irregularidad del ejercicio del derecho configura
el elemento objetivo de transgresión de la norma, que es el primer antecedente de
la imputación de responsabilidad cuando ocurre un daño.
Dado ese antecedente, es problemático si la responsabilidad emergente es objetiva
o subjetiva.
La ley, tras descalificar el ejercicio irregular de los derechos, dispone que "se
considerará" tal al que contraríe los fines de la ley, la buena fe, la moral o las
buenas costumbres. Por lo tanto, con una lectura subjetivista es posible predicar

35
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

que la atribución de responsabilidad por acto abusivo exige culpa, y que ésta queda
revelada o demostrada porque los hechos hablan por sí mismos. Pero, en realidad,
ese razonamiento viene a escamotear la evidencia de que, demostrado el obrar
abusivo, es inútil la prueba de que se actuó sin culpa; esta ineficacia de la prueba
de la diligencia del abusador conduce a concluir que, en el caso, la responsabilidad
es objetiva.

El exceso en la normal tolerancia entre vecinos.


El artículo 2618 del Código Civil dispone: "Las molestias que ocasionen el humo,
calor, olores, luminosidad, ruidos, vibraciones o daños similares por el ejercicio de
actividades en inmuebles vecinos, no deben exceder la normal tolerancia teniendo
en cuenta las condiciones del lugar y aunque mediare autorización administrativa
para aquéllas. Según las circunstancias del caso, los jueces pueden disponer la
indemnización de los daños o la cesación de tales molestias" contemporizando "las
exigencias de la producción y el respeto debido al uso regular de la propiedad".
La ley establece que los jueces deberán resolver, "según las circunstancias del
caso", la "indemnización de los daños" o la "cesación de las molestias". Esta
alternativa no excluye que, cuando proceda la indemnización, la responsabilidad
emergente sea objetiva.

La Responsabilidad Civil en el ámbito profesional.

Médicos
Los profesionales médicos, odontólogos, y sus colaboradores, están sujetos en
jurisdicción nacional a las prescripciones de la ley 17.132, que rige sus actividades.
Dicho ordenamiento considera ejercicio de la medicina "anunciar, prescribir, indicar
o aplicar cualquier procedimiento directo o indirecto de uso en el diagnóstico,
pronóstico y/o tratamiento de las enfermedades de las personas o a la
recuperación, conservación y preservación de la salud de las mismas y el
asesoramiento público o privado y las pericias que practiquen los médicos,
cirujanos o doctores en medicina".

Se halla controvertido si la responsabilidad del médico es contractual o


extracontractual.
El criterio prevaleciente en nuestra doctrina asigna naturaleza contractual al
vínculo que une al médico con sus pacientes.
Frente a ellos responde contractualmente, al igual que otros profesionales respecto
de sus clientes, salvo el caso en que sea viable la opción aquiliana que autoriza el
artículo 1107, Código Civil. La jurisprudencia ha sostenido que la responsabilidad
del médico frente a su cliente no está comprometida en el ámbito del articulo 1109
y concordantes del Código Civil, sino que deriva del contrato de locación de obra, o
de servicios, según los casos, y se rige por los principios generales de las
obligaciones que enuncian el artículo 499 y siguientes y especialmente 512, 519,
520 y 521 del Código Civil.

Empleo de cosas en la práctica médica.


Las IV Jornadas Sanjuaninas de Derecho Civil (San Juan, 1989) declararon que:
cuando el daño es ocasionado por el empleo de cosas la responsabilidad es
objetiva:
a) en ámbito contractual, por la obligación tácita de seguridad;
b) en ámbito extracontractual, por el artículo 1113, 2º párrafo del Código Civil.
En los supuestos en que la cosa empleada por el profesional médico tiene un vicio,
esta conclusión coincide con la jurisprudencia, que aplica la responsabilidad objetiva

36
Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

a los daños causados a un neonato por una incubadora, a los derivados de la


explosión de un aparato de anestesia, a los resultantes de un bisturí eléctrico, a los
provenientes de un aparato de rayos X, o de un intensificador de imágenes con
desperfectos, a los causados por el desprendimiento de una pieza de un torno
dental.
Pero la vigencia del factor de atribución objetiva, en los términos del artículo 1113
del Código Civil, no procede por la sola circunstancia de que el daño haya sido
causado mediante el empleo de una cosa cuya utilización genera riesgo de daños.
No habrá responsabilidad objetiva del médico "cuando el riesgo de la cosa
empleada en el tratamiento sea propio de la situación planteada, y en la decisión se
haya actuado conforme a las reglas de esa ciencia que indicaban la necesidad de su
empleo pese a la existencia de riesgo de daño, y la cosa riesgosa se haya empleado
en el exclusivo interés del paciente". Es el caso en que el obstetra ha tenido que
valerse de un fórceps para llevar adelante el parto.
El artículo 1113 del Código Civil tampoco rige en cuanto involucra al daño causado
con las cosas, en tanto las empleadas por el médico no hayan tenido un papel
activo en su producción. De tal modo, por ejemplo, el daño que resulte causado con
cosas como bisturíes, o gases o inyecciones para anestesia, empleados conforme a
las reglas del arte, quedan sujetos al régimen general del artículo 1109 del Código
Civil.

Criterio actual con respecto a la responsabilidad médica.


En la actualidad se entiende que la responsabilidad médica -como, en general, las
responsabilidades profesionales- está sujeta a las reglas generales. El factor de
atribución correspondiente es la culpa, a menos que se trate de un caso particular
en el que rija la atribución objetiva.
Estamos lejos de los tiempos en que, por vía de la exigencia de que promediara
culpa grave, o una especial culpa profesional, el médico quedaba, en los hechos,
parapetado en la irresponsabilidad. Los códigos que todavía conservan la exigencia
de culpa grave para los casos de "problemas técnicos de especial dificultad" son
interpretados a la luz de la prioridad que se le reconoce a la persona, o
confinándolos a las hipótesis en que la práctica médica supone, efectivamente,
tales problemas técnicos particularmente complicados. Pero esto no significa que el
tema pueda ser sacado de contexto, estableciendo la responsabilidad médica en
términos indiscretos. Si ella fuera asignada por la sola causación del daño, y se
considerara inútil la prueba de su diligencia (falta de culpa) cuando ha estado
precisado a emplear en el tratamiento cosas -que no han tenido vicios-, el médico
vendría a resultar, en definitiva, un garante de la salud o de la vida del paciente, un
asegurador sin contrato de seguro, o un subrogante del Estado en la seguridad
social.

Contenido de la obligación.
La ley 17.132 prohíbe a los profesionales que ejercen la medicina anunciar o
prometer la curación fijando plazos, o anunciar o prometer la conservación de la
salud.
La jurisprudencia caracteriza -en principio- a la obligación asumida por el médico
como de medios, en tanto se compromete a procede de acuerdo con las reglas y los
métodos de su profesión, sin que el fracaso o falta de éxito en la prestación de los
servicios signifiquen por sí solos un incumplimiento.
Las I Jornadas Provinciales de Derecho Civil (Mercedes, 1981) señalaron que "en
ciertas hipótesis de prestación médica es exigible el buen resultado de la
actividad".

Deberes profesionales.
Entre otros deberes que les imponen las disposiciones legales vigentes, conforme
al artículo 17 de la ley 17.132, están obligados a:

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Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

— prestar la colaboración que les sea requerida por las autoridades sanitarias en
casos de epidemia, desastres u otras emergencias;
— asistir a los enfermos cuando la gravedad de su estado así lo impone;
— no llevar a cabo intervenciones quirúrgicas que modifiquen el sexo del enfermo,
salvo que sean autorizadas judicialmente;
— promover la internación de quienes signifiquen peligro para sí mismos o para
terceros;
— ajustarse a lo establecido en las normas vigentes para prescribir alcaloides;
— fiscalizar y controlar el cumplimiento de la indicaciones que impartan a su
personal auxiliar y, asimismo, que éstos actúen estrictamente dentro de los límites
de su autorización, siendo solidariamente responsables si, por insuficiente o
deficiente contralor de los actos ejecutados por los auxiliares, resulta un daño para
terceras personas.
Los médicos que se desempeñan como directores de establecimientos asistenciales
están sujetos a los deberes que les impone la ley 22.914 sobre internación y egreso
de establecimientos de salud mental: confeccionar la historia clínica de los
internados; informar al juez de la causa sobre las novedades de la historia clínica,
autorizar salidas o paseos a prueba con personas responsables, informando
adecuadamente al juez requerir autorización judicial para disponer el alta
provisoria, la transferencia del internado a otro establecimiento, o la externación
definitiva, etcétera; siendo responsables por el incumplimiento total o parcial de
estos deberes.

Negativa del enfermo.


Es asimismo un deber de los médicos "respetar la voluntad del paciente en cuanto
sea negativa a tratarse o internarse, salvo los casos de inconsciencia, alienación
mental, lesionados graves por causa de accidentes, tentativas de suicidio o de
delitos. En las operaciones mutilantes se solicitará la conformidad por escrito del
enfermo, salvo cuando la inconsciencia o alienación o la gravedad del caso no
admitiera dilaciones. En los casos de incapacidad, los profesionales requerirán la
conformidad del representante del incapaz".
En sentido concordante, la Jurisprudencia ha decidido que la falta del médico al
deber de advertencia al paciente de los riesgos que derivan del tratamiento
preconizado, le hace incurrir en responsabilidad.

Trasplantes de órganos.
La cuestión está regida actualmente por la ley 24.193, que atañe a "la ablación de
órganos para la implantación de los mismos, de cadáveres humanos a seres
humanos, y entre seres humanos", la cual es aceptada como recurso extremo.
El médico a cargo del equipo médico tiene un deber de información al paciente y a
su grupo familiar acerca de los riesgos de la intervención y de su probable secuela,
correspondiéndole asegurarse de que "el dador y el receptor hayan comprendido el
sentido de la información suministrada".
La ley 24.193 exige el consentimiento del dador, "que no puede ser sustituido ni
complementado", y que "puede ser revocado hasta el instante mismo de la
intervención quirúrgica, mientras conserve capacidad para expresar su voluntad" —
a menos que entretanto haya muerto—, sin que la retractación le genere
"obligación de ninguna clase". En caso de dación de órganos cadavéricos, a falta de
voluntad expresa del causante, era necesaria la conformidad de un familiar, salvo
que hubiera habido muerte violenta, caso para el cual correspondía la autorización
judicial. A partir del 1 de enero de 1996 rige el consentimiento presunto para la
dación de órganos cadavéricos establecido por el art. 20.
La responsabilidad en el caso presenta algunas características:
(1) Son aplicables los criterios correspondientes a la actuación de un equipo
médico.

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Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

(2) Sin perjuicio de la teoría general de la mala práctica, la responsabilidad puede


resultar de la infracción a cualquiera de los deberes específicos previstos en la ley:
el de información, el de atenerse al consentimiento del paciente, el de sujetarse a
los requisitos de capacidad que debe tener el donante vivo, el de respetarlos
requisitos para tener por producido el fallecimiento del donante, etcétera.

Quid de la cirugía estética.


Tradicionalmente la cirugía estética ha sido señalada como ejemplo de obligación
médica de resultado. En la actualidad se hacen precisiones más puntuales:
(1) Se distingue entre cirugía estética, que tiende al embellecimiento, y cirugía
reparadora, mediante la cual se procura reparar o prevenir una afección en la
salud.
(2) La cirugía reparadora está sujeta a los criterios comunes.
(3) La cirugía estética también está sujeta a esos criterios comunes.
A lo sumo, se sugiere que la obligación del médico podría ser apreciada con un
criterio de mayor severidad, pero es inapropiado calificarla genéricamente como de
resultado, puesto que, al igual que cualquier cirugía, está expuesta a fracasos. No
obstante, el resultado puede versar sobre una circunstancia determinada, por
ejemplo si una paciente requirió que su nariz quedara respingada, y el cirujano la
hace aguileña.

Equipo médico.
La actuación del equipo médico puede tener distintas variantes: puede haber un
contrato por equipo23, o puede haber simplemente trabajo en equipo, esto es, una
colaboración entre varios profesionales, pero sin que haya habido un contrato
global con el grupo.
En la prestación médico quirúrgica, por ejemplo, hay una etapa preoperatoria en la
que actúan algunos profesionales (laboratorista, radiólogo, cardiólogo); una etapa
operatoria en la que se desempeñan otros (cirujano, ayudantes, anestesista); y una
postoperatoria en la cual quedan pendientes tareas como la reanimación del
paciente, su control, cuidado, curaciones.
En tal situación, puede resultar que la contratación haya sido hecha mediante un
contrato por equipo -que es lo corriente- o individualmente con cada uno de los
intervinientes; también puede haber subcontrataciones realizadas por el encargado
de la tarea con terceros prestadores.
La complejidad de las alternativas posibles exige formular algunas distinciones:
(1) Por lo pronto, en la contratación por equipo hay responsabilidad contractual
directa, por la totalidad del daño, de los médicos que lo integran, sin perjuicio de la
que corresponde a su jefe, porque se considera que el contrato celebrado por éste
al incorporar al médico al equipo ha sido hecho a favor de tercero (el paciente)
conforme al artículo 50424 del Código Civil.
(2) El jefe del equipo médico es responsable directo, por incumplimiento
contractual, cuando concertó con el paciente la contratación por equipo.
(3) El jefe del equipo médico es también responsable indirecto por los hechos de
quienes lo integran -trátese de contrato por equipo o individual- si están en la
esfera de su deber de contralor.
Por ejemplo, el anestesista tiene autonomía técnica, pero si abandona el quirófano
y a causa de ello el paciente muere, la responsabilidad recae sobre el jefe del

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Algunas prestaciones requieren ser cumplidas por un conjunto (equipo) de personas que
desarrollan organizadamente una actividad. Hay contrato por equipo cuando, para obtener ese
resultado, se contrata en conjunto con todos los integrantes. El contrato por equipo plantea un
supuesto de indivisibilidad impropia.
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Si en la obligación se hubiere estipulado alguna ventaja en favor de un tercero, éste podrá
exigir el cumplimiento de la obligación, si la hubiese aceptado y hécholo saber al obligado antes
de ser revocada.

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Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

equipo en razón de sus deberes de vigilancia de la actividad global. A tal fin ha sido
empleada la idea de subordinación al jefe de los integrantes del equipo.
(4) El jefe del equipo médico tiene derecho a demandar al causante del daño por
repetición de lo que haya tenido que pagarle a la víctima.
(5) En el caso en que haya trabajo en equipo sin contratación por equipo, y no sea
posible determinar quién ha sido causante del daño, se considera aplicable la teoría
de la responsabilidad colectiva.
(6) Los incumplimientos de los subcontratistas generan la responsabilidad de quien
los subcontrató.

Responsabilidad de las clínicas


La clínica tiene responsabilidad contractual frente al paciente, en razón de la
prestación médica llevada a cabo en ella por un integrante de su cuerpo
profesional.
Se entiende que el contrato que vincula a la clínica con el médico es celebrado a
favor de un tercero (el paciente) en los términos del artículo 504 del Código Civil.
Esa responsabilidad directa de la clínica deriva: (1) de la responsabilidad que
incumbe al contratante por el hecho de quienes introduce en la ejecución del
contrato; o (2) de una obligación de seguridad a su cargo, en virtud de la cual, una
vez establecida la responsabilidad del médico, responde conjuntamente con él: la
clínica es responsable no sólo por la prestación del servicio, sino también por que
sea prestado "en condiciones tales que el paciente no sufra daño por deficiencia de
la prestación prometida".
La responsabilidad de la clínica también puede resultar de sus propios
incumplimientos como, por ejemplo, si se produce una infección quirúrgica por falta
de higiene en el quirófano.

Sistemas prepagos.
Los prestadores de sistemas prepagos tienen responsabilidad contractual frente el
adherente. Los alcances de esta obligación dependen de los términos en que se
haya obligado el prestador: cuáles prestaciones están cubiertas o excluidas, qué
profesionales integran la cartilla, etcétera.
En los casos de cartilla abierta, en los cuales el adherente tiene derecho a elegir su
médico, cuyos honorarios le son restituidos, el sistema prepago no responde por los
incumplimientos del profesional al que acudió el adherente por su propia voluntad.

Obras sociales.
Las obras sociales también tienen responsabilidad frente el afiliado, siendo
discutible su enrolamiento en la esfera extracontractual o contractual. La fuente
legal que tiene la obligación de prestación de la obra social, habida cuenta de los
alcances que asignamos a la responsabilidad contractual, nos parece irrelevante
para descartar su encuadramiento en ella.
Corresponde formular estas precisiones: (1) si la prestación es brindada por
médicos que integran una lista suministrada por la obra social, ésta responde ante
el afiliado por los incumplimientos de esos profesionales; (2) si, en cambio, la
nómina es provista por un tercero (por Ej. colegio médico) con quien la obra social
ha contratado globalmente la realización de las prestaciones, se considera que
aquélla no tiene responsabilidad frente al afiliado.

"Dezeo, José c/ Guido, Oscar y otros"


A raíz de un accidente callejero el Sr. Dezeo sufrió una fractura expuesta en su
pierna. Por ello fue trasladado a un sanatorio cercano a efectos de su curación.
La clínica privada en cuestión, no tenía convenio con la obra social de Dezeo quien
era un albañil jubilado. Los médicos intervinientes informaron a Dezeo que no

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Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

contaba con cobertura y que por ende iba a tener que pagar de su bolsillo el costo
de la atención médica.
Frente a ese cuadro Dezeo decidió trasladarse a un hospital público. A todo esto,
había transcurrido tiempo desde el accidente y la herida presentaba infecciones que
no habían sido tratadas. En definitiva y debido a la infección, la pierna debió ser
amputada.
Los médicos de la clínica privada y ésta fueron demandados y en su defensa
alegaron la negativa del paciente a ser atendido en ella.
El tribunal hizo caso omiso de dicha excusa considerando que el actor no fue
informado del riesgo que implicaba la demora en la realización de la "toilettes
quirúrgica", que sólo le advirtieron en cambio, la inexistencia de cobertura en el
establecimiento, de su obra social, y que fue la imposibilidad de afrontar el alto
costo de dicha intervención, lo que motivó su pedido de traslado.
Concluyó el tribunal de segunda instancia que en las expresadas condiciones, la
excusa basada en la falta de consentimiento del paciente no puede ser acogida, en
tanto no constituyó la expresión de la libre voluntad del sujeto.
En otras palabras, el consentimiento del paciente para no ser atendido en esa
clínica no fue un consentimiento informado, pues Dezeo sólo fue puesto al tanto
respecto del tema económico, más no del riesgo que su pierna presentaba y la
necesidad de una urgente desinfección y tratamiento.
Llegados los autos a la Corte Bonaerense, y en lo relativo al tema del
consentimiento, al Alto Tribunal consideró que la excusa dada por la clínica respecto
a la negativa del paciente a ser atendido en sus instalaciones resultaba inatendible.
La cuestión era que si el paciente hubiera sido atendido de urgencia y se hubiera
realizado una limpieza quirúrgica de la herida, seguramente o probablemente la
infección no hubiera avanzado y de esta manera no hubiera sido necesaria la
amputación del miembro.
Recordemos que la clínica privada donde -por la cercanía- el paciente fue llevado
de urgencia alegó que no lo atendió en salvaguarda del derecho personalísimo e
invulnerable del damnificado de elegir el lugar donde ser asistido.
La Corte juzgó que la única opción que se presentó al herido fue la de ser atendido
con la correspondiente premura pero sin el amparo de su obra social o elegir ser
trasladado al establecimiento más cercano, oficial y gratuito.
Por el contrario, se encontró probado que al paciente no se lo anotició del riesgo de
infección ni de la extrema urgencia de atender su lesión.
El máximo Tribunal Bonaerense se pregunta si conforma una conducta antijurídica
la negativa del médico a brindar la asistencia en ese caso (cuyas pautas, por la
misión social y de compromiso con el interés público que distingue a la profesión,
trascienden el ámbito contractual) a un enfermo portador de una lesión de extrema
gravedad, por no poder ésta pagarle sus servicios, como en el sub judice ocurrió.
La respuesta ha de ser afirmativa por que continuando con la opinión de Mosset
Iturraspe, nos hallamos, atento la denegación de los cuidados médicos, no sólo
frente a una notoria falta ética, sino a un comportamiento pasivo abusivo
sancionado por el art. 1071 del Código Civil, particularmente grave (art. 902 C.C.),
que contraría el ejercicio regular del derecho de abstenerse, la buena fe, la moral y
las buenas costumbres, y que ha de generar responsabilidad civil fuera de un
contrato, y precisamente por tratarse de una negativa injustificada de contratar con
el paciente. Es por tanto una responsabilidad por acto ilícito (art. 1109 C.C.), por
abuso del derecho de no contratar, siendo por otra parte, este último precepto
citado, el que sustenta el resarcimiento por daño.

Bibliografía

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Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales.

http://noticias.juridicas.com/articulos/45-Derecho%20Civil/200803-
681434381246314.html

http://www.todoelderecho.com/Apuntes/Civil/Apuntes/mutuo.htm

http://es.wikipedia.org/wiki/Categoría:Expresiones_latinas_usadas_en_Derecho

http://www.sideme.org/doctrina/articulos/respcivmed_rvf.pdf

Responsabilidad Civil de los Médicos- Roberto A. Vázquez Ferreyra

Responsabilidad por Daños (elementos)- Roberto A. Vázquez Ferreyra

Teoría General de la Responsabilidad Civil- Jorge Bustamante Alsina.

Derecho de Obligaciones Civiles y Comerciales- Atilio Aníbal Alterini, Oscar José


Ameal, Roberto M. López Cabana.

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