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EL CÓLERA EN ARGENTINA: Un terrible visitante del siglo XIX era el cólera. Enfermedad de
origen asiático, ocasionaba una mortalidad altísima entre los afectados. Moría entonces uno de
cada dos enfermos, por término medio. En nuestros días no aparece en forma pandémica, es
decir, como epidemia que pasa de uno a otro país y de uno a otro continente.
Está sobre todo confinada a algunas regiones de Asia y asume carácter epidémico (gran
número de afectados en corto tiempo) y en ocasión de desastres como terremotos,
inundaciones, guerras. Una de las más grandes pandemias de cólera fue la que desparramó
muerte y pánico en el mundo entero desde 1865 a 1870.
Nuestro país estaba sumergido en la sucia guerra contra Paraguay. Entre las tropas
paraguayas —diezmadas por la lucha fratricida y el hambre— apareció el cólera. Corría 1866.
No hay datos fidedignos sobre la mortandad que produjo, con más seguridad fue muy severa.
En las pandemias pueden sucumbir el 50 % o más de los enfermos y el número de afectados
depende de las condiciones higiénicas del lugar.
Lo más adecuado —vacunas aparte— para frenar el avance del cólera cuando éste aparece
en una población es el repetido, obsesivo lavado de manos, la ingestión de agua y leche hervidas
y la eliminación de las moscas. Dejada a un lado la ignorancia reinante en el siglo XIX acerca de
la utilidad de estas medidas higiénicas, piénsese en las condiciones ambientales que se daban
en los campos de batalla y los esteros del Paraguay y se tendrá una idea aproximada de lo
ocurrido.
Para el otoño de ese mismo año, el cólera hacía pie en Corrientes. Al comenzar 1867 se largó
Paraná abajo y asoló Buenos Aires. En 1868 se registró un nuevo brote.
Su última aparición en Buenos Aires fue en 1884. Aunque podría haber llegado a Buenos Aires
en cualquiera de los barcos que entraban a puerto, el camino seguido por la epidemia indica con
certeza que el papel principal como introductores de tan siniestra embajadora lo tuvieron los
soldados que eran evacuados del frente. Cabe señalar, como dato ilustrativo, que la enfermedad
se transmite de hombre a hombre.
DENGUE EN ARGENTINA: A finales de 2015 comenzó la peor epidemia de dengue de la
historia de nuestro país. Con decenas de miles de infectados, la epidemia desnuda y demuestra
las complicaciones de la explotación sojera, de la desfinanciación del sistema de salud y las
prioridades de un Estado que prefiere hacer “como que no pasa nada”.
Las epidemias de dengue son un fenómeno relativamente reciente en nuestro país. Cómo
explicaba a La Izquierda Diario Adrián Díaz, investigador del CONICET, durante la década de 1990
(y coincidiendo con el inicio del boom sojero) el mosquito Aedes aegypti, vector de transmisión
del dengue, comenzaba a expandirse por la región, sentando las bases para la epidemia.
Este aumento en la población del mosquito Aedes aegypti se debió a dos grandes factores;
los menores controles del estado sobre la población del mosquito y la extensión de la frontera
sojera. El estado argentino relajó su política para limitar la expansión del vector, provocando su
crecimiento. Al mismo tiempo, según una investigación del Ingeniero Agrónomo Alberto Lapolla
el uso de herbicidas que son tóxicos para los depredadores naturales del mosquito, y la
deforestación, que elimina el hábitat natural de los depredadores, prepararon las condiciones
para la epidemia de dengue.
Buenos Aires era en 1870 una "gran aldea" de 187.000 habitantes, mezcla de inmigrantes y
criollos. Aunque la fiebre amarilla afectó al 8% de la población, los que más sufrieron sus efectos
fueron las masas trabajadoras; pobres, que vivían hacinados en los llamados conventillos-
viviendas modestas colectivas- ubicadas mayoritariamente en San Telmo; donde en cuartos de
35 metros cúbicos, convivían hombres, mujeres, niños y animales.
No todos padecieron la fiebre amarilla de la misma forma, los habitantes del norte de la
ciudad, en su mayoría pertenecientes a clases sociales altas, abandonaron Buenos Aires,
huyendo de "la peste" y yendo a refugiarse a quintas, ubicadas a las afueras de la gran aldea.
El día 10 de abril, los gobiernos Nacional y Provincial decretaron feriado hasta fin de mes,
legalizando una situación que ya existía de hecho. En esos momentos la fiebre amarilla parecía
imparable; 536 personas habían fallecidos.
Como todo flagelo de estas características, no solo produjo muertes, sino cambios en la
ciudad; creando nuevos barrios y desapareciendo otros, incrementando problemas económicos
y desigualdades sociales. Buenos Aires estaba paralizada, la administración pública no
funcionaba en su totalidad; se produjeron quiebres y cierre de los diarios, con excepción de La
Nación, y el diario La Prensa, que salía con ediciones de emergencia. En una de estas ediciones
se denunciaba que el Presidente Domingo Faustino Sarmiento y el Vicepresidente Adolfo Alsina
abandonaban la ciudad por causa del flagelo.
Toda tragedia, hace aflorar en la sociedad lo peor y lo mejor de los seres humanos;
solidaridad, egoísmo, ambiciones. Estos componentes también se reflejaron en Buenos
Aires. Mientras los gobernantes dejaban a la población librados a su suerte, muchos de los
enfermeros, médicos, y vecinos se quedaron para ayudar, aún a costa de sus vidas. Según una
investigación de Ángel Pizzorno acerca de fiebre amarilla en la ciudad de Buenos Aires, sesenta
sacerdotes, doce médicos, cinco farmacéuticos, y cuatro miembros de la Comisión Popular,
(creada para la crisis), murieron colaborando con la población.
Argentina tuvo que enfrentar a lo largo de su historia otras epidemias como el cólera, (1867-
1868), y otro tipo de flagelos; pero de orden político y económico; donde también hubo
muertos, desaparecidos; presidentes que huían, pueblo solidario y gente sacando provecho
económico al sufrimiento.
Pasaron muchos años desde la epidemia de fiebre amarilla; aunque ya hay formas de
combatir esta enfermedad, otras pestes amarillas en forma de globos han invadido Argentina;
dejando a su paso miles de damnificados. Algunos huyen, otros resisten, salen a las calles y son
solidarios con lo que más sufren; mientras otros, los de siempre, avanzan desde sus oficinas y
ministerios para trasmitir la peste.
POLIOMELITIS EN ARGENTINA: El 23 de agosto de 1991 se diagnosticó por última vez
la Poliomielitis en América. El virus fue eliminado por completo del continente en 1994.
De Argentina había sido eliminado 10 años antes, en 1984, todo gracias a la vacuna
Sabin.
La poliomielitis no tiene cura y solo se puede prevenir mediante inmunización con las
vacunas antipoliomielítica inyectable (IPV) y oral (OPV), que –administradas
correctamente- protegen a los niños de por vida.
GRIPE A EN ARGENTINA: El virus de la influenza A (H1N1) (también llamado
inicialmente virus de la gripe porcina o como de la nueva gripe) arribó a la Argentina a
finales de abril de 2009, por medio del contacto aerocomercial con las áreas endémicas,
principalmente México y Estados Unidos. De esta manera, Argentina se convirtió en el
octavo país en reportar casos de gripe A en el continente americano.
El especialista agregó que "en el país hasta hace 20 años la lepra era un problema de
salud pública porque había un paciente por cada 10.000 habitantes, pero en 1983 se
cambia la ley de lepra en la Argentina, que decide el tratamiento obligatorio y gratuito
en lugar de la internación obligatoria, que ya no hacía falta.
PESTE: Del 23 de agosto al 30 de septiembre de 2017, en Madagascar se han
notificado 73 casos sospechosos, probables o confirmados de peste neumónica, 17 de
ellos mortales. Los diagnósticos han sido confirmados por el Instituto Pasteur de
Madagascar mediante PCR (reacción en cadena de la polimerasa) o pruebas diagnósticas
rápidas.
Es un género que agrupa varios virus ARN, los cuales son transmitidos por roedores
infectados (zoonosis).
Un siglo después aún no se sabe cuál fue el origen de esta epidemia que no entendía
de fronteras ni de clases sociales.
Ser el único país que se hizo eco del problema provocó que la epidemia se conociese
como la Gripe Española.
Y a pesar de no ser el epicentro, España fue uno de los más afectados con 8 millones
de personas infectadas y 300.000 personas fallecidas.
Ahora sabemos que fue causado por un brote de influenza virus A, del subtipo H1N1.
Por aquel entonces se haría popular la máscara de tela y gasa con las que la población
se sentía más tranquila, aunque fueran del todo inútiles.
Esta pandemia se conoce desde mucho tiempo atrás, y se cree que apareció en el
10.000 adC. Llegó a ser tan mortal que tan solo el 30% de los afectados conseguía
sobrevivir, muriendo por las altas fiebres, deshidratación y complicaciones derivadas.
Especialmente terrible fue el siglo XVIII, donde la viruela literalmente conseguía diezmar
a las poblaciones afectadas. Pero además de su letalidad, la viruela ha sido también una
protagonista en la historia ya que la primera vacuna, diseñada por E. Jenner en 1796 fue
precisamente para tratar la viruela. La enfermedad, según se calcula, ha matado a más
de 300 millones de personas a lo largo de su historia, pero, por suerte actualmente se
considera como una de las dos enfermedades, junto a la peste bovina, "erradicadas".
TIFUS: El tifus, que no las fiebres tifoideas, son provocadas por el género Rickettsia y
supone una de las pandemias actuales. Transmitidas por vectores como los insectos y
otros artrópodos (todos los insectos son artrópodos, no todos los artrópodos son
insectos) el tifus provoca fiebres altas, exantema y otra serie de desagradables
consecuencias. Normalmente afecta a poblaciones rurales o muy aisladas debido a los
vectores principales y a sus reservorios animales. Aunque el tifus ha matado a más de 4
millones de personas a lo largo de su historia, no supone un peligro demasiado presente
en el mundo moderno.
LA PLAGA DE JUSTINIANO: Esta pandemia, como su nombre indica, comenzó allá por
el siglo VI, en el Imperio Bizantino. Aunque no se tiene la certeza absoluta,
probablemente la peste fue causada por una cepa de Yersinia pestis, la misma bacteria
causante de la Peste Bubónica o Negra. Las últimas investigaciones, de hecho, relacionan
abiertamente ambos organismos, pudiendo ser incluso el mismo, de la misma línea
genética. Hipótesis aparte, lo cierto es que esta pandemia se extendió por todo el
imperio y más allá. Aunque es bastante difícil estimarlo, la Plaga de Justiniano
probablemente matara casi a 25 millones de personas en el mediterráneo hasta que se
mitigó por fin en el siglo VIII, y llegó a destruir hasta la cuarta parte de toda su población.
COLERA: Que no la cólera humana, que también es una enfermedad muy extendida,
el cólera es una pandemia actual causada por Vibrio cholerae, una bacteria. Además de
fiebres y dolor abdominal, el cólera suele matar a los afectados debido esencialmente a
la deshidratación que en muchos casos es prácticamente imposible de parar debido a la
velocidad a la que se pierde el agua debido a la diarrea. Sin duda recordaréis el brote de
Haití u otros más modernos. Para detener el Cólera se suele tratar con especial cuidado
los alimentos y el agua, principales focos de infección. El Cólera cuenta con tres grandes
pandemias, ocurridas en el siglo XIX y epidemias muy extensas en el siglo XX cuya soma
total supera los tres millones de muertos.