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Exodo 7:1
Considerando el capítulo en su totalidad, resumamos el
Tema: Moisés fue animado a presentarse ante Faraón para pedirle que dejase
salir a los israelitas; La vara de Moisés se transformó en una serpiente; Los
magos de Egipto también transformaron sus varas en serpientes; El corazón de
Faraón fue endurecido; Dios envió la primera plaga que transformó el agua en
sangre.
En primer lugar, cabe realizar algunas
Observaciones
El desarrollo de la batalla entre el Señor Dios de Israel y los falsos dioses egipcios
aún no se había incorporado al relato, pero llegamos ahora a la descripción de
los hechos. Dios había estado preparando a los israelitas, a Moisés, Aarón, e
incluso al Faraón para esta lucha.
Moisés iba a presentarse ante Faraón, pero Aarón actuaría como portavoz. ¿Se
le trababa la lengua a Moisés, tartamudeaba o tenía algún otro problema de
dicción para poder expresarse? Tengo la impresión de que el problema de Moisés
era psicológico. Después de 40 años en el desierto, se debe haber sentido
insuficiente y temeroso.
Sin embargo, Dios quiso dejar claro que El, y no Moisés, iba a liberar a los
israelitas. Podemos ver en esto una lección para nosotros. Dios es el que actúa
y nosotros solo somos instrumentos en sus manos. Frente a esta verdad,
debemos apartarnos de dos extremos: uno sería el de sentirse totalmente
indigno de hacer algo, como en el caso de Moisés, y el otro sería del de
considerarse una gran persona y atribuirse el mérito de lo que Dios realiza. Si
nosotros insistimos en ponernos en el lugar principal para llevar los méritos, el
brazo poderoso del Señor no intervendrá para actuar. Dios debe quitar de en
medio el elemento humano, porque El no puede utilizar esa naturaleza viciada
por el mal. Debiéramos comprender lo que Dios, hablando por medio del apóstol
Pablo quiso decir cuando escribió en su carta a los Romanos 7:18, lo siguiente:
"Porque yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza de hombre pecador, no hay
nada bueno; pues aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no soy capaz de
hacerlo."
A algunas personas les resulta difícil creer que la naturaleza humana no esté
controlada por el bien, ya que ellas cuentan con cierta bondad natural,
especialmente en situaciones de emergencia o crisis. Pero Dios no acepta los
impulsos y acciones de nuestra naturaleza humana en la cual, tarde o temprano,
se impone el mal y, por lo tanto, no la usará. En la situación descripta en nuestro
pasaje Bíblico, Dios puso a un lado la naturaleza humana y Aarón hablaría en
lugar de Moisés.
Para finalizar nuestro comentario de hoy, comenzamos un párrafo en que
Exodo 7:1-8:5
Terminábamos nuestro programa anterior con el diálogo entre Dios y Moisés
quien, escuchaba como Dios le renovaba su llamado a emprender la gran tarea
de liberar a los israelitas de la esclavitud en Egipto. Habiendo sido ya rechazado
por su pueblo, quien le había culpado por el empeoramiento de su situación, y
lleno de temor y dudas sobre sus condiciones personales para cumplir tal misión,
Moisés planteó nuevamente sus pretextos ante Dios. Comenzamos hoy con la
respuesta de Dios. En el primer párrafo de este capítulo 7,
Exodo 8:1-5
Considerando este capítulo en su totalidad, abarca el siguiente
Tema: Egipto sufrió la invasión de una plaga de ranas y Faraón, una vez más,
endureció su corazón. Entonces llegó la plaga de piojos y Dios humilló el orgullo
de Faraón; Egipto fue atacado por enjambres de insectos (probablemente, como
el escarabajo sagrado) y Moisés usó su relación con Dios actuando como un
intercesor.
En primer lugar, una breve
Observación
Las plagas continuaron asolando la tierra de Egipto. Dios estaba dirigiendo su
ataque contra un pueblo sumido en la idolatría. En consecuencia, llegó
Exodo 8:6-9:7
Terminamos nuestro programa anterior describiendo los efectos devastadores
que tendría la segunda plaga, la de las ranas, sobre un país que ya había sufrido
las tremendas consecuencias de la primera plaga, en la que todas las fuentes de
agua de Egipto se habían transformado en sangre. Comencemos nuestra lectura
Bíblica de hoy leyendo los versículos 6 al 11:
"Y extendió Aarón su mano sobre las aguas de Egipto, y las ranas subieron y
cubrieron la tierra de Egipto. Y los magos hicieron lo mismo con sus
encantamientos, e hicieron subir ranas sobre la tierra de Egipto. Entonces Faraón
llamó a Moisés y a Aarón, y dijo: Rogad al Señor para que quite las ranas de mí
y de mi pueblo, y yo dejaré ir al pueblo para que ofrezca sacrificios al Señor. Y
Moisés dijo a Faraón: Dígnate decirme cuándo he de rogar por ti, por tus siervos
y por tu pueblo, para que las ranas sean quitadas de ti y de tus casas y queden
solamente en el río. Y él respondió: Mañana. Entonces Moisés dijo: Sea conforme
a tu palabra para que sepas que no hay nadie como el Señor nuestro Dios. Y las
ranas se alejarán de ti, de tus casas, de tus siervos y de tu pueblo; sólo quedarán
en el Nilo."
Una vez más, los magos egipcios pudieron reproducir una plaga, lo cual revela
el poder de Satanás para engañar a los seres humanos. Resulta interesante
observar que, aunque los magos fueron capaces de multiplicar las ranas, no
pudieron eliminarlas. Faraón estaba tan disgustado con esta plaga que parecía
dispuesto a prometer cualquier cosa. Dios estaba obligando a aquel rey a
reconocer quien era El. Continuemos leyendo los versículos 12 al 15:
"Entonces Moisés y Aarón salieron de la presencia de Faraón, y Moisés clamó al
Señor acerca de las ranas que El había puesto sobre Faraón. Y el Señor hizo
conforme a la palabra de Moisés, y murieron las ranas de las casas, de los patios
y de los campos. Y las juntaron en montones, y la tierra se corrompió. Pero al
ver Faraón que había alivio, endureció su corazón y no los escuchó, tal como el
Señor había dicho."
Este pasaje nos ofrece una visión amplia del endurecimiento del corazón de
Faraón. Se nos dice que éste endureció su propio corazón. La participación de
Dios consistió en hacer salir a la superficie lo que ya estaba en el corazón de
aquel rey.
Leamos los versículos 16 al 19, que relatan
Exodo 9:1-7
Tema: Los ganados de Egipto fueron heridos con una plaga muy grave que
provocaba la muerte; los egipcios mismos fueron heridos con forúnculos, que
eran erupciones ulcerosas muy dolorosas; finalmente, Dios envió la plaga del
granizo, durante una espantosa tormenta.
Observaciones
Dios continuó su confrontación con el corazón obstinado del Faraón y su pueblo.
Mientras el rey resistiese al Señor Dios, la tierra de Egipto y sus habitantes
sufrirían aflicciones y desastres. Hasta este capítulo se nos ha dicho que Faraón
endureció su propio corazón. Pero ahora se nos dirá que Dios endurecería el
corazón de Faraón. La negativa persistente de éste de reconocer al Señor y de
reconocer sus deseos provocaría que el poder de Dios desencadenase la
destrucción. En realidad, el deseo de Dios en todas las épocas es enviar sobre
nosotros dones, bendiciones, y salvarnos. Pero nuestra negativa puede
transformar esas bendiciones en maldiciones. Así fue en el caso de Faraón.
Leamos los versículos 1 al 7, que nos describen el anuncio a Faraón de que si
persistía en su actitud, llegarían las siguientes calamidades.