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Tema 1:
Las personalidades psicopáticas han sido motivo de asombro y estudio a través de toda
la historia de la humanidad. Siempre existieron los atípicos. Algunos fueron
considerados genios excéntricos, otros perversos irreductibles. En el terreno de la
psiquiatría es fácil distinguir un psicópata asocial o un perverso cuando la naturaliza de
sus actos son aberrantes, pero difícil distinguirlo entre las múltiples máscaras de los
psicópatas cotidianos. De esto se trata este curso, de dar la posibilidad de señalar una
psicopatía a través de diferenciar los rasgos conductuales. No es sencillo, pero tampoco
imposible. Para ello es necesario que el terapeuta tenga la suficiente apertura mental
para aceptar nuevos enfoques, basados más en la experiencia clínica que en cuestiones
teóricas anodinas. Debemos desprendernos de muchos prejuicios y de mitos que han
abonado la historia de este concepto. Cuántas veces hemos leído frases como "no
aprenden con la experiencia", "incapaces de sentir culpa" o "incapacidad de amar", por
nombrar solo algunas de las tantas falacias que se han cristalizado en los estudiosos de
este tema y que han sido grandes obstáculos para el entendimiento de este problema. Es
por eso que este curso está estructurado por módulos que incluyen un enfoque teórico o
explicativo y a continuación un caso clínico real que será sometido a la discusión de los
participantes. Todas las dudas que generadas a lo largo del curso serán contestadas
particularmente y aquellas que puedan ser de utilidad para el esclarecimiento de un
tema, serán difundidas para todos los suscriptos. El objetivo es lograr que al finalizar el
curso el terapeuta pueda diferenciar con claridad un psicópata, de un neurótico, de un
psicótico o de aquel que simplemente tiene algunos rasgos psicopáticos pero que no
constituyen su "manera de ser".
Voy a solicitarle al lector una actitud de lectura singular: que evite en lo posible trabar
con lo emocional su comprensión intelectual de los conceptos. Es decir, los invito a
realizar un análisis de lo que se expone, sin recurrir a los calificativos morales (bueno,
malo, correcto, incorrecto, etcétera), que nada agregan y sí dificultan, por
enturbiamiento, acercarse al entendimiento de estas personalidades. Los hechos que
vamos a relatar son atípicos, impactantes, a veces repulsivos, precisamente porque
fueron ejecutados por personas atípicas; de nada sirve, entonces, estancarnos en lo
emocional. El otro escollo que debemos sortear es la empatía, en el sentido de
“colocarnos en lugar del otro”, utilizando la fórmula : “si yo fuera él, entonces no
hubiese hecho tal cosa”. Una persona normal no puede empatizar, colocarse en el lugar
de una persona atípica. Son psiquis diferentes, valoraciones diferentes, acciones
diferentes. No existe la posibilidad del comprender, en el sentido de Dilthey, la
mentalidad, la forma de pensar, de un atípico. Lo que podemos lograr al respecto es, por
medio del análisis, del razonamiento, acercarnos a “entender” este tipo de psicología. A
eso nos vamos a abocar.
El otro aspecto de este curso es la participación de los cursantes. Desde aquí emitiremos
posturas, juicios, casos clínicos, patografías, clasificaciones y es mi deseo conseguir la
lectura atenta de este material y la opinión y el aporte del lector. Los invito a construir el
desarrollo del tema conmigo.
Algunos autores se han tomado el trabajo de reunir las numerosas definiciones sobre
personalidad en categorías. Así, brevemente, podemos ordenarlas de la siguiente
manera:
3) Jerárquicas: suman a las demás la jerarquía de los atributos entre sí. Dice Eysenk,
1990,: “Se ha visto que este sistema (el de la personalidad) tiene cuatro niveles, siendo
el más inferior el de los actos o las cogniciones que ocurren aisladamente. En el
segundo nivel tenemos los actos o las cogniciones habituales (p. ej., un individuo tiene
dolores de cabeza frecuentes, o frecuentemente es impuntual). El tercer nivel es el de los
rasgos, definidos en términos de intercorrelaciones significativas entre conductas
habituales diferentes. El cuarto y último nivel es el de los tipos, factores de orden
superior, o dimensiones de personalidad. Estos se definen en términos de
intercorrelaciones observadas entre rasgos».
4) Ajuste al medio: son los atributos que posibilitan conseguir una adaptación individuo
/ medio ambiente. Además de la de Allport ya referida podemos agregar la de Mischel,
1979,: «Personalidad designa los patrones típicos de conducta (incluidos los
pensamientos y las emociones) que caracterizan la adaptación del individuo a las
situaciones de su vida».
6) Estabilidad, son los atributos estables que definen a una personalidad a través del
tiempo. Dice Pervin, 1972: «El término personalidad hace alusión a aquellas
propiedades permanentes de los individuos que tienden a diferenciarles de los demás».
Voy a saltear la discusión de cada una de ellas dado que no es el objetivo de este curso
la “personalogía” en sí misma, sino abordar el subtema específico de la psicopatía.
Anormalidad
Enfermedad
El término ‘enfermedad’ debe estar sustentado por una correlación de desequilibrio
orgánico, somático. Debe ‘existir’ una causa orgánica de base demostrable que genera
una determinada sintomatología o desviación.
A pesar que esta postura genera múltiples posiciones tendientes a refutarla, ninguna nos
ha satisfecho como para modificarla. Y si bien existe variados trabajos que encuentran
aquí o allá variaciones químicas o estructurales en algunos casos de personalidades
psicopáticos, estas esforzadas conclusiones no son lo suficientemente contundentes ni
generales, como para sacar un resultado universalmente aceptado. Por lo tanto decimos
que el psicópata no es un enfermo, sino un anormal. Esta posición no debe tomarse a la
ligera, ya que tiene serias implicancias, entre ellas la legal. En Argentina no se considera
al psicópata un enfermo, en consecuencia pueda comprender la criminalidad de su acto
y dirigir sus acciones, por lo que es pasible de pena. Está por fuera de los considerandos
del Artículo 34 del código penal, que se refiere a los casos de ininputabilidad.
Psicopatía y perversión
Pervertir es perturbar el orden o estado de las cosas, y en su sentido moral es viciar las
costumbres, contaminar, prostituir, degenerar, depravar, según lo define el diccionario.
Perverso (aplicado a personas, a sus sentimientos o instintos y a sus acciones) es un
depravado capaz de hacer mucho daño a otros y de gozar con su padecimiento.
Sexualmente es el que tiene una inclinación sexual antinatural, dice María Moliner.
En la doctrina psicoanalítica se estudia este tema a partir de Freud, 1905, con “Tres
ensayos sobre teoría sexual”, donde se menciona que la neurosis es el negativo de la
perversión. (4); y ubica su inicio en la fijación de la libido en etapas pregenitales. Es
llamativo que esta doctrina no se haya ocupado de la psicopatía.
Veremos más adelante, cuando estudiemos los rasgos del psicópata con detalle, que no
necesariamente un psicópata tiene acciones perversas, en el sentido sexual del término,
ni todo perverso sea necesariamente un psicópata, en el sentido abarcador que
otorgamos a esta nominación.
Trastorno de la Personalidad
El DSM IV utiliza esta terminología para tratar, en alguna de sus partes, el tema de las
psicopatías. Más adelante, cuando tratemos el tema específicamente, discutiremos
acerca de la amplitud de criterios de diluyen el tema y nuestras críticas. Por ahora
trascribimos los criterios para signar este trastorno:
Criterios diagnósticos generales para un trastorno de la personalidad (5)
Bibliografía:
3) Marietan, Hugo: Las personalidades psicopáticas, Alcmeon 27, Año IX - Vol.7 Nro.
3- noviembre 1998. En http://www.alcmeon.com.ar y http://www.marietan.com