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¿Nuevas

Infancias?

POR VANINA RUSSI

abemos que el niño de nuevas infancias, infancia llegados que arriban a él con

S
hoy es diferente del hiperrealizada e infancia cada nueva generación”. Y
niño de épocas desrrealizada, cyberniños, niños- buena parte de los que hacemos
anteriores. adultos, niños vulnerables, niños en relación con la infancia tiene
en riesgo, niños consumidores, el propósito de anticipar, reducir,
En los últimos años, el
son solo algunos. orientar y controlar los efectos
modo en que pensamos y
de su acción, lo que lleva a las
experimentamos la novedad de La novedad es propia de la
sociedades contemporáneas a la
la infancia parece haber infancia. Como dice la filósofa
pretensión de saberlo todo
cambiado. Estos cambios se alemana Hannah Arendt, “Con
sobre el niño aun antes del
inscriben en los cuerpos de los cada nacimiento algo
nacimiento.
niños pero que deben ser leídos singularmente nuevo entra en
como signos de el mundo”. Como dice Larrosa, no se
transformaciones más generales: trata de lo que aún no sabemos
No se puede anticipar del
en las posiciones adultas y en las sobre la infancia, se trata más
todo que serán, cómo serán
relaciones intergeneracionales, bien de lo que está llamado a
nuestros niños ni que harán en el
en las configuraciones familiares desbordar nuestros saberes, a
mundo con lo que les ha sido
y en las prácticas de crianza, en inquietarlos, de lo que no se deja
dado. Tampoco podemos
los objetos y modalidades de atrapar por las categorías de las
anticipar qué le harán al mundo,
consumo, en los discursos y la que disponemos ni por las
a nuestro mundo, al que llegan
políticas sobre la infancia, en las prácticas que desplegamos
como extranjeros.
instituciones por las que los sobre los niños. Se trata en fin,
chicos transitan. Arendt lo dice de manera de lo que nunca sabremos.
contundente: debemos impedir
Los discursos actuales se han Arendt agrega además, que
que el mundo “sea devastado y
ido poblando de nuevos la novedad no debe ser del todo
destruido por la ola de recién
nombres: infancias (en plural), despejada, que el enigma no
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debe ser conjurado. Por el nuestro lugar en el. Cada vez brinda cierta autonomía
contrario, dice que es más, nos encontramos situados económica y cultural.
imprescindible preservar lo que en el lugar del no saber que
Sin “mundo estructurado”,
es nuevo y revolucionario en antes reservábamos para los
con “infancia desrealizada”
cada niño, proteger la novedad niños. Por otra parte, desde las
circunscripta a un cuadro
que traen los recién llegados instituciones y las políticas
permanente de “presión,
para introducirla “como un tampoco están pudiendo
fermento nuevo en un mundo responder por los que llegan. exclusión y violencia”, sumado a
la influencia fantasmagórica e
ya viejo”. Esta es para Arendt la
“La responsabilidad histórica imaginaria que brindan tanto los
tarea de la educación: proteger
de separar el mundo de los massmedia como los anestésicos
la promesa de renovación que la
adultos del de los niños –que infalibles de la internet, el
infancia trae consigo y, al mismo
recayó históricamente en las pegamento y la droga; así se
tiempo, presentarles a los niños
instituciones educativas y presentan estos niños-adultos al
el mundo, hacerles allí un lugar,
asistenciales-, funciono como mundo socializador e integrador
inscribirlos en la cadena de las
garantía simbólica de la de la Escuela, que a su vez, debe
generaciones, para así también
infancia… pero ese límite lidiar con un primer obstáculo: el
proteger ese mundo, para que
fundante asiste a una especie de quiebre de la alianza escuela-
los niños encuentren el modo de
borramiento que se presenta de familia, pues la compulsión a la
realizar lo nuevo sin atentar
manera sintomática tanto en el escolarización de los hijos,
contra él.
discurso mediático como en la restaba brazos para el trabajo
Pero como efecto de diversos inminente desaparición del productivo y, por consiguiente,
procesos hoy se registran concepto de Estado moderno, ya producía cierto prejuicio
cambios muy profundos en el reemplazado por la mano económico en las familias más
modo en que los “nuevos” invisible del mercado. (…) las pobres.
ingresan al mundo y en el modo prácticas del mercado tocan al
Los docentes deben aprender
en que el mundo les es niño como consumidor
a entrar en el mundo de estos
presentado. Allí donde Arendt suprimiéndoles las
niños y jóvenes, lo que no es
imagina un adulto (un educador) significaciones que lo
tarea sencilla y no siempre es
que se dirija a los recién llegados distinguieron de la edad adulta:
cuestión de brecha generacional.
diciendo “he aquí nuestro inocencia, carencia de saber y de
mundo”, hoy hay miles de responsabilidad, fragilidad.” Docentes comprensivos,
pantallas presentado una (Corea y Lewkowicz, 1999:100). tolerantes y éticos conforman
infinidad de mundos (reales o instituciones con misiones y
virtuales) a los que los niños Este desdibujamiento del rol
escolar (y del Estado), contribuye visiones claras; dispuestas a
llegan y de los que participan sin realizar acciones positivas para sí
entre otros factores a la
la intermediación adulta; a su y para su entorno. Dentro de un
disfunción de la identidad, e
vez, fuera de las pantallas hay un marco de reflexión y bajo la
incentiva la legitimación de una
mundo que tampoco parece lógica de la cultura del trabajo
situación inevitable, la de una
tener porteros, ni discursos de en equipo, la institución
infancia desrealizada, infancia
bienvenida, en el que no hay educativa se convierte así en un
invadida por presiones sociales
lugar para todos. ámbito en el cual su ecología
que, más aun en el caso de los
humana brinda un espacio de
En este escenario, los adultos sectores carenciados, ya es
reconstrucción, de pertenencia y
estamos cada vez menos “autónoma porque trabaja a
filialidad a sus alumnos. Punto
convencidos acerca de cuál es edad muy temprana y esto les
de partida hacia el camino de la
“nuestro mundo” y cuál es
función moral de la educación.
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2. El desafío que supone educar adolescente y jóvenes comienza por entender que hay
distintas maneras de ser joven. No existe una única juventud: en la ciudad moderna las
juventudes son múltiples variando en relación a características de clase, lugar donde viven y la
generación a que pertenecen y, además, la diversidad, el pluralismo, el estallido cultural de los
últimos años se manifiestan privilegiadamente entre los jóvenes que ofrecen un panorama
sumamente variado y móvil que abarca sus comportamientos, referencias identitarias, lenguajes y
formas de sociabilidad.

Por otra parte, la condición de juventud indica, en la sociedad actual, una manera particular de
estar en la vida: potencialidades, aspiraciones, requisitos, modalidades éticas y estéticas,
lenguajes. La juventud como etapa de la vida, aparece particularmente diferenciada en la
sociedad occidental sólo en épocas recientes; a partir de los siglos XVIII y XIX comienza a ser
identificada como capa social que goza de ciertos privilegios, de un período de permisividad, que
media entre la madurez biológica y la madurez social. Esta “moratoria” es un privilegio para
ciertos jóvenes, aquellos que pertenecen a sectores sociales relativamente acomodados, que
pueden dedicar un período de tiempo al estudio –cada vez más prolongado- postergando
exigencias vinculadas con un ingreso pleno a la madurez social: formar un hogar, trabajar, tener
hijos. Desde esta perspectiva, la condición social de “juventud” no se ofrece de igual manera a
todos los integrantes de la categoría estadística “joven”.

También se debe tener en cuenta que ser joven se ha vuelto algo prestigioso.

En la etapa actual en que se propaga el desempleo y cunde la exclusión social, la moratoria


social como pretendidamente abarcativa de toda la juventud enfrenta nuevos desafíos ya que
muchos jóvenes de clases populares gozan de abundante tiempo libre, en virtud de la falta de
trabajo que tanto aqueja a los sectores jóvenes. Este tiempo libre no debe confundirse con el que
surge de la moratoria social: no es tiempo legitimo para el goce y la ligereza, es tiempo de culpa
y de congoja, es tiempo de impotencia, una circunstancia desdichada que empuja hacia la
marginalidad, la delincuencia o la desesperación.
Por otra parte, en los sectores que cuentan con la posibilidad de estudiar, el período de
formación tiende a alargarse por la complejidad creciente en el plano del conocimiento, y
también, por efecto de la falta de un destino económico asegurado para quienes egresan del
sistema educativo. El futuro se torna incierto, y la mayor capacitación aparece en el horizonte,
como una certeza laboral, como un nuevo imaginario que permite prolongar la permanencia en
las instituciones de enseñanza y postergar las incertidumbres que emanan de la creciente
independencia del capital respecto del trabajo.

Independientemente de su condición socioeconómica, hay integrantes de las clases populares


que son jóvenes porque ocupan el lugar “joven” en la familia a la que pertenecen. Porque son
hijos y no padres o madres. Porque poseen moratoria vital, tienen un capital biológico que se
expresa en vitalidad y posibilidades que emanan del cuerpo y la energía, y porque están situados
en la vida contando con que tienen por delante un tiempo de vida prolongado –del que los adultos
mayores no disponen– para la realización de sus expectativas. Son jóvenes porque están
psicológicamente alejados de la muerte, separados de ella por sus padres y abuelos vivos, que
teóricamente los precederán en ese evento. Son jóvenes para sí mismos porque sienten la lejanía
respecto de la vejez y de la muerte, y porque lo son para los otros, que los perciben como
miembros jóvenes, nuevos, con determinados lugares y roles en la familia y en otras
instituciones. La juventud es, por ende, una condición relacional, determinada por la interacción
social, cuya materia básica es la edad procesada por la cultura.

Como docente se debe mirar a los jóvenes y adolescentes como «los nuevos» entre nosotros,
como nosotros fuimos los nuevos para los de antes. Son –fuimos– el relevo, el recambio. Por lo
mismo, son –como fuimos, como otros fueron antes, como otros serán luego para ellos– difíciles
de entender, provocadores, frágiles y prepotentes, dóciles y resistentes, curiosos y soberbios,
desafiantes, inquietos e inquietantes, obstinados, tiernos, demandantes e indiferentes, frontales y
huidizos, desinteresados… Ni exhaustiva ni excluyente, tal vez ni siquiera original, esta serie de
adjetivos pueden corresponder a adolescentes y jóvenes de todos los tiempos, desde que fueron
reconocidos y nombrados como tales, hace apenas unos ciento cincuenta años.

Es condición de adolescentes y jóvenes resultar extraños para sus mayores; casi por
definición, los nuevos resultan extraños para los responsables de su acogida. Pero ahora, además,
suelen ser percibidos como hostiles, cuando no peligrosos.

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Por otra parte, adolescentes y jóvenes no designan sujetos, procesos y realidades equivalentes
o intercambiables. Ellos no son lo mismo en la vida cotidiana en la cual dirimen su presente y su
futuro, aunque cada vez con mayor frecuencia aparezcan igualados o confundidos en el discurso
y en los textos que analizan su condición y sus avatares.

Es posible advertir una tendencia significativa: cuando la escuela media busca transformar su
propuesta para sintonizar más y mejor con lo que se supone que los alumnos esperan, necesitan o
reclaman, la referencia a las culturas juveniles parece insoslayable (Kantor, 2007). Cuando desde
diversas instancias del gobierno del sistema educativo se pretende interpelar y acompañar a la
escuela en la construcción de una cultura institucional más acogedora y respetuosa de los
alumnos, se promueven programas en los cuales la consideración de lo joven es el foco, el
propósito y el parámetro. Cuando desde diferentes marcos de análisis o de intervención en el
ámbito educativo se pretende dar lugar en la escuela a aquello que los estudiantes secundarios son
y hacen cuando no ofician de alumnos, o no son mirados como tales, surge la necesidad de
interpelarlos y convocarlos en tanto jóvenes. Cuando se pretende apelar a lo que buscan, lo que
eligen o lo que crean chicos y chicas que ya no son niños, se alude con frecuencia y naturalidad
creciente a los consumos y producciones culturales de los jóvenes.

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Bibliografía

✎ Diker, Gabriela. ¿Qué hay de nuevo en las nuevas infancias?- la ed. Los polvorines: Univ.
Nacional de General Sarmiento, Buenos Aires: Biblioteca Nacional, 2009.
✎ Kantor, Débora. Variaciones para educar adolescentes y jóvenes. Del estante editorial.
✎ Margulis, Mario y Urresti, Marcelo. La construcción social de la condición de juventud.
✎ Oliva, Andrea Fabiana. De la infancia desrealizada a la adolescencia discriminada: la
educación en el “país de nunca jamás”

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