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Los seres humanos establecemos relaciones con otros seres y en esa fluidez construimos cultura.

A través de los
diferentes aspectos de la cultura, costumbres, religión, reglas, artes, formas de hacer y ver el mundo, discernimos los
valores y efectuamos opciones. A través de la cultura y el arte los seres humanos nos expresamos, tomamos conciencia
de nosotros mismos y de la sociedad en la que vivimos, nos reconocemos como un proyecto inacabado, ponemos en
cuestión nuestras propias realizaciones, buscamos incansablemente nuevas significaciones, y se crean obras que se
expresan y pretenden transcender.

El arte y cultura – como producción histórica- da a los seres humanos la capacidad de reflexionar sobre sí mismos. Es
la cultura la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos.

El artista que vive en una sociedad determinada recoge desde el colectivo o individualidad esa sociedad misma y la
expresa desde los diferentes lenguajes que tiene el arte. Debemos aclarar aquí que no debemos entender la
“individualidad” como expresión propia, íntima del sujeto, sino como individuación, esto es, como ser afectado y que
afecta socialmente. En esa medida lo que llamamos “individuo”, en realidad, es el resultado de afecciones sociales, es
el resultado de una conjugación de múltiples perspectivas de la sociedad y su ser mismo. Por ende el artista no se
excluye de la sociedad, más bien, expresa sociedad y el deseo de una no-sociedad del ahora, o dicho de otro modo,
una negación de la sociedad actual (sociedad en conflicto) y deseo de una nueva sociedad que posibilite desarrollar al
ser humano como individuación (sociedad en paz).

Es en este sentido que la creación artística es una producción social, en tanto que es creada desde el ser humano
(social), esto es, consciente de su sociedad, de su entorno, de su realidad y contexto. Además el arte no es natural,
puesto que no pertenece a las cosas de la naturaleza misma, ni existe por naturaleza sino que es resultado de prácticas
y deseos humanos claramente sociales. De modo que la práctica social del “arte” es una expresión de la sociedad
misma, de sus posibilidades, de sus potencialidades, de sus fallas, de sus deseos, de sus proyectos, de su realidad
social.

Por ello decimos que el arte y la cultura que revindicamos, construyendo con nuestros trabajos con los compañeros y
compañeras de la RAPSO en el suroccidente, es un arte que expresa realidades y deseos de los sectores populares,
intereses urgentes de nuestro pueblo; superación de miedos implementados por el terrorismo del Estado a través de
sus máquinas de guerra como la televisión donde se da la guerra ideológica a ultranza; un arte que resiste y enfrenta
al paramilitarismo, a las políticas guerreristas y el sistema educativo globalizante, con una propuesta distinta a la del
Ministerio de Cultura que solo pone a competir a gestores culturales y artistas entre sí, entre nosotros mismos, para
que luego sean aprobados nuestros proyectos recibiendo una miseria que no aporta a una política cultural de fondo,
y continuada, que apunte a la construcción y trabajo con la comunidad, mientras que por otro lado se invierte un
presupuesto inimaginable para la guerra que acaba con el dinero necesario para la inversión social y cultural.

La cultura popular, como expresión del deseo de una nueva sociedad y un rechazo de a un Estado excluyente y a unas
políticas donde se da más importancia al capital que a nuestras comunidades, es la base para la construcción de una
paz con justicia social. Desde nuestra perspectiva estamos convencidos que las salidas a una paz duradera y verdadera
debe comenzar con la educación de nuestra población, con la inversión cultural en las comunidades, con un sistema
económico y político donde no sea más importante el capital y las ganancias que el mismo ser humano. Por lo tanto
la salida a la paz es política, pues mientras no haya empleo y salarios dignos para los trabajadores del arte y la cultura,
mientras nuestros niños de los sectores populares no tengan acceso a una formación artística con perspectiva
profesional, mientras no paren las persecuciones y desapariciones contra los luchadores sociales y populares y a los
artistas, mientras los campesinos no tengan sus tierras, mientras las trasnacionales no dejen de explotar y
expropiar nuestras riqueza, nuestras tierras, nuestra agua, mientras las mujeres no sean respetadas en cada espacio
de la sociedad, mientras la bases militares extrajeras no se vayan del país, mientras el Ministerio de Cultura no deje
de implantar a los artistas colombianos en lógicas de solo mercado como las industrias culturales, entonces, no habrá
paz en Colombia.

Por ello planteamos e invitamos a la construcción de un arte y cultura popular que expresen nuestros intereses,
nuestros deseos; un arte que haga valorar nuestras formas de hacer, nuestras cosmovisiones, donde el arte no sea
más bello según el modelo de la cultura y estética hegemónica, porque simplemente no habrá paz verdadera y
duradera en el país, si a éste se le niega su riqueza cultural, sus expresiones, su libertad para expresar, su identidad.

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