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“(…) el “trabajo” está definido de entrada como una actividad social, destinada
a inscribirse en el flujo de los intercambios sociales en la escala de toda la
sociedad. Su remuneración testimonia esta inserción, pero tampoco es lo
esencial [¿?]: lo esencial es que el “trabajo” llena una función socialmente
identificada y normalizada en la producción y la reproducción de todo social. Y
para llenar una función socialmente identificable, él mismo debe ser
identificable por las competencias socialmente definidas que pone en
funcionamiento según procedimientos socialmente determinados. Debe, en
otros términos, ser un “oficio”, una “profesión”, es decir la puesta en obra de
competencias institucionalmente certificadas según procedimientos
homologados. (…) La creación no es socializable, codificable [¿?]; es por
esencia transgresión y recreación de normas y de códigos, soledad, rebelión,
rechazo y oposición al “trabajo”. (…) Por la homologación de las competencias,
de los procedimientos y de las necesidades que implica, el “trabajo” es un
poderoso medio de socialización, de normalización, de estandarización, que
reprime [¿?] o limita la invención, la creación, la autodeterminación individuales
o colectivas de normas, de necesidades y de competencias nuevas. Por eso, el
reconocimiento social de nuevas actividades y competencias que responden a
nuevas necesidades siempre tuvo que ser impuesto por luchas sociales [¿?].”
[Gorz, 1998: 13]
“El capitalismo logró (…) remontar la crisis del modelo fordista. Lo logró al
apoderarse de una mutación tecnocientífica que lo supera a él mismo y cuyo
alcance histórico y antropológico es incapaz de asumir, como lo demuestra
Jaques Robin. En gran medida desmaterializó las principales fuerzas
productivas: el trabajo (y no estamos más que en el principio de ese proceso) y
el capital fijo. La forma más importante del capital fijo es, desde ese momento,
el saber almacenado que se vuelve instantáneamente disponible por las
tecnologías de a información, y la forma más importante de la fuerza de trabajo
es el intelecto. Entre el intelecto y el capital fijo –es decir, entre el saber-vivo y
el saber-máquina- ahora la frontera es vaga [¿?]. El capitalismo hace suya la
máxima de Stalin: “el hombre es el capital más precioso”. “El hombre” está
subsumido en el proceso de producción como “recurso humano”, como “capital
humano”, capital humano fijo [¿?]. Sus capacidades específicamente humanas
están integradas en un mismo sistema con el intelecto inanimado de las
máquinas [¿?]. Se vuelve cyborg, medio de producción en su totalidad, hasta
ser sujeto, es decir capital, mercancía y trabajo a la vez [¿?]. (…) He aquí lo
que la excelente pregunta de Lester Thurow sitúa en su contexto: “¿Cómo
puede funcionar el capitalismo cuando el capital más importante, el capital-
saber, no tiene más propietario?”.” [Gorz, 1998: 15, 16]
COMUNIDAD Y SOCIEDAD.
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“Por “comunidad” la sociología designa, por lo general, un agrupamiento
colectivo cuyos miembros están ligados por la solidaridad vivida, concreta, en
tanto que personas concretas.” [Gorz, 1998: 127]
“En uno y otro caso, el lazo entre los miembros de una comunidad no es un
lazo jurídico ni un lazo instituido, formalizado, institucionalmente garantizado, ni
tampoco un lazo contractual, sino un lazo vivido, existencial, que pierde su
calidad comunitaria a partir del momento en que es institucionalizado,
codificado; pues a partir de ese momento adquiere una existencia objetiva
autonomizada que, para perpetuarse, no tiene la necesidad del compromiso
afectivo, de la adhesión vivida de todos los miembros. La institucionalización
tiene precisamente como función asegurar la persistencia de un lazo al margen
de la persistencia del compromiso afectivo de cada miembro: transforma la
adhesión vivida en obligaciones determinadas.” [Gorz, 1998: 127]
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INTERNACIONALISMO: “El diálogo no será posible; el reconocimiento “como
legítima” de la existencia de una pluralidad de identidades constitutivas no
podrá tener “el valor de un principio general” y guiar as conductas de todas las
comunidades más que si éstas tienen una cultura política común y un espacio
público común, espacio que exige ser instituido, pues no nace
espontáneamente del reconocimiento, por parte de cada comunidad, de la
especificidad de la otra. Por sí mismo, este reconocimiento conducirá con más
facilidad a una pluralidad de espacios públicos clausurados que a un espacio
público común. (…) Como lo escribe Étienne Tassin: “no es a partir de la
identidad comunitaria que puede nacer un espacio público políticamente
organizado, sino que de la institución política de ese espacio puede emerger
una ciudadanía común entre los pueblos o entre las comunidades.” [Gorz,
1998: 133, 134]
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individual (…). Pero en el nivel de las opciones de producción, en el nivel de la
definición del contenido de las necesidades y de su modo de satisfacción se
sitúa la apuesta política del antagonismo entre el capital y el trabajo viviente.
Esta apuesta es en última instancia el poder de decidir el destino y el uso social
de la producción, es decir el modo de consumo al que ella está destinada y las
relaciones sociales que ese modo de consumo determina.” [Gorz, 1998: 45]
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nace de la cooperación productiva misma, sino de la actividad militante y de la
cultura de la insumisión, de la rebelión, de la fraternidad, del debate libre, de la
puesta en cuestión radical (la que va a la raíz de las cosas) y de la disidencia
que ella produce.” [Gorz, 1998: 50,51]
“La dominación del capital (…) debe desplazarse por encima de la fábrica y
tomar la forma de un condicionamiento que conduce al sujeto a aceptar o elegir
precisamente eso que se entiende que le impone. La fábrica, el lugar de
trabajo, dejan entonces de ser el terreno principal del conflicto central. El frente
se va a encontrar en todos los lugares donde la información, el lenguaje, el
modo de vida, los gustos, las modas sean producidos y configurados por las
fuerzas del capital, del comercio, del Estado, de los medios masivos de
comunicación; en todos los lugares (…) donde la subjetividad, la “identidad” de
los individuos, sus valores, sus imágenes de sí mismos y del mundo son
perpetuamente estructurados, fabricados, formados. (…) Por medio de la
inestabilidad, la volubilidad, la flexibilidad, la inconstancia y la inconsciencia que
produce en todos los dominios, tanto los de lo material como los de lo
inmaterial, el posfordismo produce las condiciones ideológicas y culturales de
su dominación sobre los trabajadores “comprometidos”. De hecho, el
sometimiento de los trabajadores por parte del capital, a los que éste ordena
simultáneamente ser sujetos autónomos y creativos en su trabajo, siempre
existió. (…) El mandato “sean sujetos, pero al servicio de Otro cuyos derechos
sobre ustedes nunca objetarán”, ese mandato está de hecho vivido y aceptado
por todos esos creativos de soberanía real pero limitada y sometida que son los
productores-por-dinero de ideas, de imaginario, de mensajes: periodistas,
propagandistas, redactores y diseñadores publicitarios, especialistas en
“relaciones públicas” (…).”[Gorz, 1998: 52, 53]
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modo de vida y que recuerda la de los “verdaderos sublimes” de los que
hablaba Poulot a mediados del siglo XIX: negándose a venderse a un patrón o
a servir al capital, no acepta más que empleos [provisionales] y se ahorra el
máximo de tiempo disponible trabajando justo lo suficiente para cubrir sus
necesidades. Frente a este “disidente” del capitalismo, la única figura que
interesa a los ideólogos del postsalariado es el “independiente”, patrón de una
empresa individual en la cual está self-employed, como dicen los británicos, y
para la cual forma una cartera de clientes ocasionales. (…) El desarrollo del
trabajo llamado independiente, infinitamente “flexible” en todos sus parámetros,
no es más que la forma más visible que adopta la tendencia a la abolición del
salariado. (…) A los prestatarios de trabajo ya no se les trata más como a
miembros de una colectividad o de una profesión definidos por su estatuto
público, sino como a proveedores particulares de prestaciones particulares bajo
condiciones particulares. Ya no ofrecen trabajo abstracto, trabajo general,
separable de su persona [¿?] que los califica como individuos sociales en
general, útiles de manera general. Su estatuto ya no está más regido por el
derecho del trabajo, gracias al cual la pertenencia del trabajador a la sociedad
prevalecería sobre su pertenencia a la empresa. Los clientes o las empresas a
las que ofrecen sus servicios pueden tratarlos de manera desigual, según su
actitud o su personalidad les guste o no, seleccionarlos según criterios
subjetivos.” [Gorz, 1998: 61, 62, 63]
EL TRABAJO DESENCANTADO.
“No es el trabajo del campesino que cultiva su campo, ni del artesano que
realiza su obra, ni el del escritor que trabaja su texto o el del músico que trabaja
en su piano. El trabajo que desaparece [más bien el trabajo “en crisis”] es el
trabajo abstracto, el trabajo en sí, mensurable, cuantificable, separable de la
persona que lo “ofrece”, susceptible de ser comprado y vendido en el “mercado
de trabajo”, en resumen, el trabajo del que se saca dinero o trabajo-mercancía
que fue inventado e impuesto por la fuerza y con grandes penurias por el
capitalismo industrial a partir de fines del siglo XVIII.” [Gorz, 1998: 65]
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“Inclusive en el apogeo de la sociedad salarial, ese trabajo, contrariamente a lo
que hace creer su idealización retrospectiva, jamás fue una fuente de “cohesión
social” ni de integración. El “lazo social” que se establecía entre los individuos
era abstracto y débil. (…) Le procuraba a cada uno el sentimiento de ser útil,
independientemente de su intención de ser tal: útil de manera objetiva,
impersonal, anónima y reconocido como tal por el salario que se obtenía y los
derechos sociales que corrían parejos con él. Esos derechos no estaban
asociados a la persona del asalariado sino a la función, en sí misma
indiferente, que su empleo cumplía en el proceso social de producción.” [Gorz,
1998: 65]
“(…) el cambio de las mentalidades ya tuvo lugar [más bien ya esta teniendo
lugar]. Lo que cruelmente falta es la traducción pública de su sentido y de su
radicalidad latente. Esta traducción no puede ser la obra espontánea de una
inteligencia colectiva. Supone “técnicos de saber prácticos” (como Sartre
llamaba a los “intelectuales orgánicos” de un movimiento naciente) capaces de
descifrar el sentido de una mutación cultural y de discernir los temas de una
manera tal, que los sujetos puedan reconocer sus aspiraciones comunes. Para
tener éxito en este trabajo de interpretación, el observador intérprete [colectivo]
debe ser capaz de romper con los estereotipos interpretativos y culturales y de
elevarse a un nivel de conciencia por lo menos igual a la de los sujetos más
conscientes cuya experiencia interpreta.” [Gorz, 1998: 69]
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sí misma un compromiso creciente y una identificación de la totalidad de la
persona con su empleo. Por el contrario: “El empleo se vuelve abstracto o
anónimo, ya no se ve más el producto y los asalariados no se enorgullecen
más de él”, se lee en la encuesta entre los jóvenes del politécnico. La
identificación con el oficio se vuelve incompatible con la identificación con la
empresa. El compromiso total con un trabajo se vuelve incompatible con la
forma “empleo de tiempo completo” de ese trabajo. Entre la vida y el trabajo-
empleo, entre la persona y su función productiva, se agranda el divorcio.”
[Gorz, 1998: 72]
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condición de que el intervalo entre dos períodos de trabajo no superara una
cierta duración. Esta fórmula, que preconicé a partir de 1983 [Gorz, A.: Les
chemins du Paradis”, págs. 89-96/ Bihr, A.: “Du Grand Soir à l´Alternative,
Paris, Éditions Ouvrières, 1991, págs. 198-202], era coherente con la
perspectiva de la extinción del salariado y de la “ley del valor”: el ingreso social
garantizado no era más un salario. Era coherente con la apropiación y el
dominio del tiempo. Pero no era coherente con las perspectivas abiertas y los
cambios introducidos por el posfordismo. La abandono, entonces, por un
conjunto de cuatro motivos que aquí presento.” [Gorz, 1998: 94-95]
[2] [El servicio civil obligatorio “de utilidad social” como contrapartida del ingreso
suficiente] “(…) ¿qué contenido darle al trabajo obligatorio que cabe exigir
como contrapartida de la asignación de base? ¿Cómo definirlo, medirlo,
repartirlo, cuando la importancia del trabajo en la economía se vuelve cada vez
menor? (…) La respuesta de Claus Offe y de Jeremy Rifkin, entre otros [ver U.
Beck], consiste en situar el trabajo obligatorio en el tercer sector de las
actividades que responden a necesidades no solventables y que no son
rentables para la economía de mercado (…). La asignación universal serviría,
así, para crear “un sector doméstico posindustrial”. Se convertiría en la
remuneración de un trabajo voluntario al servicio de asociaciones reconocidas
fundadas sobre el voluntariado: la remuneración del trabajo voluntario
obligatorio. (…) la asignación de un ingreso de base adopta el sentido de una
remuneración por actividades familiares, las cuales, así, se encuentran llevadas
de manera irresistible al campo de las actividades por las cuales se supone que
uno se “gana la vida”. (…) La lista de actividades “asimilables al trabajo” no
tiene ninguna razón de no extenderse a las actividades artísticas, culturales,
religiosas o deportivas. Convertidas ellas también en medios para acceder a la
asignación de base, serían llevadas a su vez al campo de la razón instrumental
y de la normalización administrativa. (…) si se quiere que la asignación
universal sirva para actividades voluntarias, artísticas, culturales, familiares, de
ayuda mutua, etcétera, entonces es preciso que la asignación universal sea
garantizada incondicionalmente a todos. Pues sólo su incondicionalidad podría
preservar la incondicionalidad de las actividades que no guardan todo su
sentido más que si son cumplidas por sí mismas.” [Gorz, 1998: 96-97-98]
[3] “La asignación universal es lo que mejor se adapta a una evolución que
hace “del nivel general de los conocimientos, knowledge, la fuerza productiva
principal” y reduce el tiempo que exigen la producción, la reproducción y la
reproducción aumentada de las capacidades y competencias constitutivas de
las fuerzas de trabajo en la economía llamada inmaterial (…). Trabajador y
fuerza de trabajo tienden a unificarse [y, simultáneamente, a separarse y
diferenciarse] en personas que se producen [mutación cualitativa del trabajo
concreto: producción = producción de y sobre relaciones sociales –sí, pero,
también imbricación cada vez más fuerte de esa producción con el medio
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natural] Y esta producción [de personas que se producen] tiene lugar en los
lugares de trabajo, en las escuelas, los cafés, los estadios, los viajes, los
teatros, los conciertos, los diarios, los libros, los barrios, los grupos de
discusión, en resumen, en todas partes donde los individuos entran en relación
y producen el universo de relaciones sociales.”
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“individuos sociales” de sacar partido de la tecnociencia y de ponerla en
funcionamiento por la autoorganización de su cooperación y de sus
intercambios. Entonces (continúo parafraseando los Grundisse) “el libre
desarrollo de las individualidades” por “la reducción al mínimo del trabajo
necesario”, y la producción de valores de uso en función de las necesidades,
es lo que se convierte en el fin. La reivindicación de una asignación universal
incondicional y suficiente se inscribe en esta perspectiva. No es realizable de
inmediato. Pero debe ser pensada y activada desde ahora. Presenta un valor
heurístico: extrae el sentido más alto posible sobre el cual se abre la evolución
presente.” [Gorz, 1998: 101]
“Es ese sentido hay que comprender la observación de Marx de que “el tiempo
libre, el tiempo para el pleno desarrollo del individuo […] puede considerarse
desde el punto de vista del proceso de producción inmediato como producción
de capital fijo, ese capital fijo being man himself”. El tiempo libre (…) permite a
los individuos desarrollar capacidades (de invención, de creación, de
concepción, de intelección) que les confieren una productividad casi ilimitada, y
ese desarrollo de su capacidad productiva, asimilable a una producción de
capital fijo, no es trabajo por más que tenga el mismo resultado que el trabajo
“desde el punto de vista del proceso de producción inmediato”. No es trabajo
porque se lo ha hecho posible gracias a la reducción a un mínimo cada vez
más bajo del tiempo de trabajo necesario para la sociedad. Ese “tiempo
liberado para su propio desarrollo” es lo que permite tomar como fin el “libre
desarrollo de las individualidades”, su “formación artística, científica, etcétera.
(…) Es imposible decir de manera más clara que el pleno desarrollo de las
fuerzas producitvas dispensa del pleno empleo de las fuerzas productivas (en
particular de la fuerza de trabajo) y permite hacer de la producción una
actividad accesoria.” [Gorz, 1998: 102, 103]
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