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Universidad del Balamand

Instituto de Teología San Juan Damasceno

SOFI235Las Virtudes Cristianas

Lección 3 Sección 3
La Sabiduría en la Biblia
Cuando a un Ortodoxo se nos plantea el término “sabiduría” inmediatamente

piensa en la gran Catedral de

Constantinopla, la Catedral de

la Santa Sabiduría de Dios,

“Agia Sophia” como es

conocida en todo el mundo

hasta hoy. La Catedral más

grande que conoció el


Interior de “Agia Sophia” en Estambul, Turquía

cristianismo en sus primeros

quince siglos de existencia estuvo dedicada a la Sabiduría.

Pues bien, la sabiduría es un fenómeno intelectual que se extendió desde la

Mesopotamia hasta Egipto, pero también desde Grecia hasta Roma, y que trata y

reflexiona acerca del saber de la vida y la experiencia cotidiana y que enseña cómo

vivir en base a la práctica y al conocimiento de los “ancianos”.

Pero “Sabiduría” no quiere decir simplemente “saber”. Un hombre que sabe

mucho no es necesariamente un sabio. Por otra parte, un sabio no es aquel que sabe

mucho ni mucho menos un sabelotodo. Para ser “sabio” hay que tener el

conocimiento correcto y hay que ser capaz de utilizar este saber de la mejor manera.

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La sabiduría consiste, entonces, en tener el conocimiento correcto de la vida. Se trata

de aprender, practicar y enseñar el arte de vivir.

El punto de partida de toda la teología sapiencial que va desde la simple regla

de comportamiento hasta la máxima ética elaborada, es la convicción obtenida por la

experiencia de la relación conducta-remuneración que tan magistralmente expuso el

teólogo alemán Gerhard Von Rad en su libro sobre la Sabiduría de Israel.

Todos conocemos esta relación en nuestra experiencia diaria y la tenemos como

orientación básica para nuestro comportamiento: hacer el bien hace bien a la

comunidad en que se vive y finalmente al mismo bienhechor. Por otra parte, hacer el

mal causa daño a la comunidad y al malhechor. Esta perspectiva de la relación

conducta-remuneración es la base de toda la pedagogía cotidiana que insta a hacer el

bien y previene de hacer el mal.

La relación conducta-remuneración presupone un conocimiento básico del

Bien y del Mal y sobre todo un saber sobre los órdenes de las cosas buenas en la vida

de los individuos, de la familia, de los grupos sociales, del estado y de los pueblos,

llegando finalmente a todo el cosmos. Por ello, la sabiduría se esfuerza mucho en

reconocer estos órdenes de las cosas en su multiplicidad para poder expresarlo y

enseñarlo.

Según las doctrinas de la sabiduría mesopotámica, la egipcia y la bíblica cada

uno de estos órdenes son elementos de un orden mayor del mundo y la creación

sobre el cual los dioses han fundamentado y basado la creación y al que le han dado

un poder de carácter vital. Este orden de vida comprende y abarca inclusive el

mundo de las deidades. Este principio básico que maneja a los dioses y al mundo se

llama “Justicia”. Veamos cómo es presentada:

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En Sumerio

(Mesopotamia)
ME

En Egipcio

(Egipto)
MAAT

En Hebreo

(Canaán)
TSEDAQAH

El arte sabio de vivir consiste en reconocer este orden primero en el vivir

cotidiano y reafirmarlo practicando la justicia. El motor del arte de vivir con

sabiduría no es una revelación permanente de Dios, sino el razonamiento de los

hombres con respecto a cómo administrar sus vidas; solo en la teología sapiencial

tardía del Antiguo Testamento encontramos a la sabiduría divina que inspira a los

hombres en su búsqueda por ser sabios.

Sin embargo, la sabiduría no es una actividad mental profana, ni en el Antiguo

Testamento ni en su medio ambiente. Según el Antiguo Testamento, el mundo está

ordenado para y por la vida. Hacer el bien promueve la vida y aquel que hace el bien

no puede en última instancia fracasar. Esto no se basa en un optimismo ingenuo sino

que se basa en un principio fundamental de la teología sapiencial del Antiguo

Testamento: el Temor a Dios (Prov 1:7; 9:10; 15:32; Job 28:28). El temor a Dios es el

principio inherente a la verdadera sabiduría y su causa fundamental. El temor a

Dios de tipo sapiencial no es aquel temor que se refiere a la obediencia del creyente,

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como el exigido a Abraham en Génesis 22, sino que más bien se refiere a confiar en

Dios. Confiar a Dios como aquel que a pesar de todo peligro y toda complicación se

impone para dejar que la vida de los hombres que buscan el orden de la vida tenga

éxito, pueden aplicar estos principios y los puedan enseñar a las nuevas

generaciones. El temor a Dios expresado como confianza en el poder vital de un Dios

que es bueno es efectivamente el principio que conduce a la sabiduría y que motiva a

practicar el saber sapiencial.

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