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Son aquellas que no pueden aplicarse en forma autónoma, sino que tienen que
ir acompañando a una pena principal de cuya existencia dependen.
No tienen que ser declaradas expresamente en la sentencia (salvo en los
casos determinados) debido a que son accesorias de la pena principal y por lo
tanto siguen necesariamente a ella.
En nuestro derecho penal se consideran penas accesorias la inhabilitación
absoluta del condenado, dispuesta por el art. 12 CP (Primera Parte) y el
decomiso de las cosas a que hace referencia el art. 23 del CP.
Naturaleza.
La inhabilitación puede aplicarse como una pena principal o como una pena
accesoria. El art. 12 CP se refiere a la inhabilitación como pena accesoria.
Es decir, cuando al autor de un delito se lo condena a una pena privativa de la
libertad mayor de tres años, conjuntamente por accesoriedad se le aplica la
inhabilitación absoluta.
Contenido.
El contenido de la inhabilitación accesoria es el previsto en el art. 19 del CP:
“La inhabilitación absoluta importa:
Duración.
Su tiempo de duración coincide con el de la pena privativa de la libertad
impuesta. Sin embargo, la ley otorga al juez la posibilidad de prolongarla “hasta
tres años más… de acuerdo con la índole del delito”; pero entonces dicha
prolongación -que se cuenta a partir del momento en que se cumple la pena
principal- tiene que ser expresamente dispuesta en la sentencia, pues de lo
contrario procede sólo en aquella medida.
En el caso de condena impuesta por alguno de los delitos previstos por los
artículos 125, 125 bis, 127, 140, 142 bis, 145 bis, 145 ter y 170 de este Código,
queda comprendido entre los bienes a decomisar la cosa mueble o inmueble
donde se mantuviera a la víctima privada de su libelad u objeto de explotación.
Los bienes decomisados con motivo de tales delitos, según los términos del
presente artículo, y el producido de las multas que se impongan, serán
afectados a programas de asistencia a la víctima. (Párrafo sustituido por art. 20
de la Ley N° 26.842 B.O. 27/12/2012)
En caso de los delitos previstos en el artículo 213 ter y quáter y en el Título XIII
del libro Segundo de éste Código, serán decomisados de modo definitivo, sin
necesidad de condena penal, cuando se hubiere podido comprobar la ilicitud de
su origen, o del hecho material al que estuvieren vinculados, y el imputado no
pudiere ser enjuiciado por motivo de fallecimiento, fuga, prescripción o
cualquier otro motivo de suspensión o extinción de la acción penal, o cuando el
imputado hubiere reconocido la procedencia o uso ilícito de los bienes. (Párrafo
incorporado por art. 6º de la Ley Nº 26.683 B.O. 21/06/2011)
Todo reclamo o litigio sobre el origen, naturaleza o propiedad de los bienes se
realizará a través de una acción administrativa o civil de restitución. Cuando el
bien hubiere sido subastado sólo se podrá reclamar su valor monetario.
(Párrafo incorporado por art. 6º de la Ley Nº 26.683 B.O. 21/06/2011)
El juez podrá adoptar desde el inicio de las actuaciones judiciales las medidas
cautelares suficientes para asegurar el decomiso del o de los inmuebles,
fondos de comercio, depósitos, transportes, elementos informáticos, técnicos y
de comunicación, y todo otro bien o derecho patrimonial sobre los que, por
tratarse de instrumentos o efectos relacionados con el o los delitos que se
investigan, el decomiso presumiblemente pueda recaer.
Se trata de una pena accesoria consistente en la perdida de las cosas que han
servido para cometer el hecho (instrumentos del delito) y de las cosas o
ganancias que son el producto o el provecho del delito (efectos del delito).
No debe confundirse el “decomiso” con la “confiscación” o con el “”secuestro”.
La confiscación, prohibida por nuestro régimen constitucional (Art. 17), se
diferencia de aquél por su generalidad que no discrimina entre algunos
elementos vinculados de algún modo al delito sino que recae sobre todo el
patrimonio. El secuestro, por su parte, no constituye una pena sino una medida
procesal de carácter cautelar (provisorio) –similar a la prisión preventiva-
consiste en “la aprehensión de una cosa por parte de la autoridad judicial, con
el objetivo de asegurar el cumplimiento de su función especifica: la
investigación de la verdad y la actuación de la ley.
Destino.
El párrafo final del art.23 establece que si el bien decomisado tuviere un valor
de uso o cultural para algún establecimiento oficial o de bien público, la
autoridad pertinente podrá entregarlo a esas entidades; si el bien tuviera un
valor comercial, se dispondrá su enajenación; si no tuviera valor lícito alguno,
se lo destruirá. La regulación del destino de los bienes secuestrados es más
compleja que la del texto reemplazado que se refería sólo a los instrumentos,
no a los efectos, dejando el destino de estos últimos librados a la interpretación
de la doctrina a falta de reglamentaciones locales.
Naturaleza.
En cuanto a su naturaleza, dos tesis principales se han presentado:
Según una, estas indican verdaderas “penas accesorias”.
Según otra, son incapacidades que no tienen carácter de penas, sino
que integran los procedimientos encaminados a resolver las situaciones
de hecho creadas por el efectivo cumplimiento del encierro propio de la
pena privativa de la libertad.
Esta última tesis es la que mejor responde al esquema de la fórmula legal (que
distingue la inhabilitación absoluta como “pena” accesoria de estas
inhabilidades).
Son incapacidades de hecho, porque no afectan a los derechos sino a su
ejercicio; como tales son transitorias y relativas, puesto que no depende de una
imposibilidad absoluta del sujeto para dicho ejercicio, y el penado, en otras
esferas, “sigue siendo una persona capaz para todos los actos de la vida civil.
Contenido.
Como surge del art. 12 del Código Penal, es el ejercicio de dos actividades
jurídicas lo que queda menguado para el penado a más de tres años de pena
de privativa de libertad:
La inherente a la patria potestad: se trata de una suspensión de la patria
potestad y no la perdida de ella. La suspensión del ejercicio de la patria
potestad importa la del ejercicio de todas las facultades que en virtud de
ella tienen los padres sobre los hijos, lo cual comprende la imposibilidad
de intervenir en representación de ellos, otorgarles autorizaciones y de
designar sus suplentes para que ejerzan dichos actos.
De conformidad con la última clausula del Art. 12, el penado es sustituido por
un curador en el ejercicio de los derechos en que se encuentra suspendido.
Siendo ésta una cuestión civil, en el procedimiento correspondiente tiene que
intervenir el juez civil a pedido de parte interesada.
Duración.
También en esta materia se han suscitado dos criterios contradictorios a
consecuencia del carácter que se asigna a las inhabilidades previstas por el art.
12: quienes consideran que se trata de “penas accesorias” atan la duración al
plazo total de la pena impuesta en la condena; quienes rechazan ese carácter;
insistiendo en la naturaleza tuitiva, restringen la duración a la del encierro,
aunque, cesado este, no se hayan extinguidos otros efectos de la condena.
Pero la divergencia no sólo aparece respecto del término final, sino también
respecto del inicial: para los primeros comienzan a regir desde que la sentencia
respectiva ha quedado firme; para los segundos, cuando el penado se ha
constituido en encierro.
Naturaleza.
El delito implica un daño. Ese daño puede ser público o colectivo (la alarma
social, que determina la aplicación de medidas propias del Derecho penal) o
privado (el cual da lugar a la restitución y a la indemnización de daños y
perjuicios).