1. Saber escuchar. Nunca es tiempo perdido. Con verdadero
interés en el otro. Sin prisa, pero con tasa. La recepción empática del otro, por sí misma tiene un valor terapéutico. 2. La comprensión tiene que ver con la captación de sentimientos. 3. Procurar no enredarse en discusiones teóricas. 4. Tener paciencia hasta que el sujeto descubra las cosas por sí mismo. Ser cauto en "dirigir". 5. Siempre hay lugar para desarrollar la dimensión de la fe. 6. La relación con Cristo, aun cuando inmadura, sana. 7. Procurar la excentración del sujeto. La relación de ayuda no debe quedar en la gratificación afectiva que produce, ni siquiera en la autoestima del sujeto que procura. Su finalidad apunta a una trascendencia oblativa de la persona hacia el amor de Cristo y de sus hermanos, realizada a través de una existencia servicial 8. Ser siempre testigo de esperanza. 9. Aprender a asumir la trasferencia del rol del "padre ausente" durante un segmento biográfico del adolescente, pero siendo consciente de ello, y tratando de superar la relación de dependencia. 10. Tener siempre presente el objetivo de que una buena pedagogía tiende a hacerse innecesaria. Evitar las relaciones posesivas y de excesiva dependencia